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ANÁLISIS DEL PENSAMIENTO NACIONALISTA

“Todo lo que somos es el resultado de lo


que hemos pensado; está fundado en
nuestros pensamientos y está hecho de
nuestros pensamientos”
Buda

El recuerdo será siempre el pensamiento de lo que ya vivimos, la


rememoración de algo que ya sucedió y tal vez la mayor influencia sobre
nuestros actos del presente y el futuro. Creer que nada del pasado nos
afecte positiva o negativamente es básicamente imposible. No vivimos ya en
la edad antigua pero poseemos rastros del pensamiento de esa época.
Sócrates, Platón y Aristóteles son las principales influencias de los
pensamientos de las épocas posteriores, son quienes contribuyen al
desarrollo de las ideas de San Agustín y Santo Tomas, en lo que se llamo la
edad media; es este el proceso que conlleva el desarrollo y la evolución del
pensamiento a través de la historia, cada artista, filósofo, literato, etc., retoma
las ideas anteriores a sí y les da una nueva concepción o las enriquece.

El pensamiento siguió su curso, pero es tal vez en el siglo XVIII, o siglo de


las luces, donde tiene un gran auge y se dan dos grandes revoluciones en la
historia, la industrial y la francesa, la primera tiene un carácter
esencialmente económico, mientras que la segunda fue un conflicto social y
político, estas dos influenciadas por los ideales de la ilustración. Estas
transformaciones radicales respecto al pasado inmediato fueron una muestra
del inconformismo y de la necesidad de cambio e innovación de ideas con
respecto a las ya establecidas.
La Revolución Francesa, la cual analizare especialmente, fue influenciada
por la expansión de las ideas de la ilustración cuyos principios eran la razón,
la igualdad y la libertad; esto a su vez influenciado por el racionalismo de
Descartes. Desde el punto de vista político, fueron fundamentales ideas tales
como las expuestas por Voltaire, Rousseau o Montesquieu.

Para Voltaire la Iglesia era una institución anacrónica que coartaba la libertad
del individuo, no es un ateo pero propone un nuevo tipo de religión más
natural que reconozca la existencia de un ser supremo, pero que no
esclavice al hombre, según él, así se lograría una sociedad más justa. Estas
ideas fueron copiadas por los revolucionarios, que eran, en general,
anticlericales, llegándose a proponer un tipo de religión similar a la
propugnada por Voltaire, y a elaborar un calendario que no tuviera que ver
con el calendario tradicional religioso.

Por otro lado, Montesquieu va en contra de la monarquía absoluta y del


origen divino, propugna una forma de gobierno parlamentario, como en
Inglaterra, y, además, propone la división de poderes, es decir, que el poder
ejecutivo, el legislativo y el judicial se controlen mutuamente y no estén en
las mismas manos (como en la monarquía absoluta). Propone, en definitiva,
la monarquía parlamentaria, que supone la existencia de un parlamento que
haga leyes y recorte de los poderes del rey. Esta fue una de las ideas
principales de los revolucionarios. En una etapa posterior la revolución llego
incluso a prescindir del rey.

En cambio para Rousseau el hombre al vivir en sociedad se pervierte,


reclama una sociedad más natural y va abiertamente en contra de la división
estamental al exigir la igualdad fundamental entre todos los hombres, el
contenido social de sus ideas tuvo un hondo calado en las ideas de los
revolucionarios. Para algunos autores las ideas de Rousseau llegan a
prefigurar la idea de pueblo como colectivo protagonista de la Historia.

Por otro lado, se encuentra un filósofo que tiene también mucha


trascendencia e importancia en este momento histórico, aunque su influencia
no sea directa, quizás sorprenda a algunos que Immanuel Kant —el filósofo
que se opuso en sus escritos a cualquier derecho del pueblo a levantarse
contra su gobernante— se haya visto entusiasmado y hasta conmovido por
la Revolución francesa, a tal punto que al enterarse de los sucesos, habría
exclamado entusiasmado que ya podría irse en paz a la tumba, tras haber
contemplado la gloria del mundo. De la misma forma, entre sus conocidos se
habría mostrado abiertamente republicano, y no era muy tolerante cuando se
encontraba con alguien que no compartía su entusiasmo, al punto de preferir
no hablar con dicha persona sobre el tema en lo absoluto. En su escrito
“Replanteamiento de la cuestión sobre si el género humano se halla en
continuo progreso hacia lo mejor”, donde retoma la problemática de “Ideas
para una historia universal en clave cosmopolita”, Kant habría hecho de la
Revolución francesa el acontecimiento histórico determinante para su visión
de progreso moral de nuestra especie, refiriéndose al mismo como “un hecho
de nuestro tiempo que prueba esa tendencia moral del género humano”
(2006: 87): “La revolución de un pueblo pletórico de espíritu, que estamos
presenciando en nuestros días, puede triunfar o fracasar, puede acumular
miserias y atrocidades en tal medida que cualquier hombre sensato nunca se
decidiese a repetir un experimento tan costoso, aunque pudiera llevarlo a
cabo por segunda vez con fundadas esperanzas de éxito y, sin embargo, esa
revolución —a mi modo de ver— encuentra en el ánimo de todos los
espectadores (que no están comprometidos en el juego) una simpatía rayana
en el entusiasmo, cuya manifestación lleva aparejado un riesgo, que no
puede tener otra causa sino la de una disposición moral en el género
humano.” (Kant 2006: 88)

En línea con esta igualdad e influido por la Declaración de los derechos del
hombre de Virginia (en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos)
los revolucionarios franceses hicieron también una Declaración de los
derechos del Hombre y del ciudadano. A su vez las ideas de los ilustrados
tuvieron una gran influencia en la economía y más aún en la forma de
entender la economía. Las ideas de los ilustrados dieron lugar al liberalismo
económico que exalta la libertad del individuo y la no intervención del
Estado en la economía, concediendo a la burguesía el papel de clase
dirigente de la sociedad. Todo ello fue rompiendo el prestigio de las
instituciones del Antiguo Régimen, ayudando a su desplome.

La Revolución Francesa despertó en toda la población un sentimiento


nacionalista y un ideal de dividir el mundo en estados - nación, delimitando
los territorios según las diferentes culturas existentes, buscando con esto
mantener la paz entre los ciudadanos y las diferentes zonas. En este orden
de ideas, se puede decir, que una de las múltiples consecuencias que trajo al
mundo la revolución francesa se evidencia en los orígenes del pensamiento
nacionalista, pues con esta, “entra en crisis la legitimidad monárquica, y se
sustituye la fidelidad al rey por la fidelidad a la nación.

Fueron también los ideales de pensadores como Voltaire y Rousseau, los


que ayudaron a forjar este concepto, aunque a simple vista no tenga
relación. Por lo tanto, la relación de las teorías de Rousseau con el
nacionalismo moderno es uno de los temas abundados por la teoría política y
la historia de las ideas. En sus obras, Rousseau planteó las bases para el
nacionalismo moderno atribuyéndole los sentimientos de identificación con la
república o sociedad a la cual el hombre se ha asociado, aunque argumentó
que estos sentimientos sólo hubiesen sido posibles en estados pequeños y
democráticos. Para él, la sociedad se configura "por agregación de una suma
de fuerzas que pueda vencer la resistencia, ponerlas en movimiento por un
solo móvil y hacerlas obrar concertadamente” (Rousseau, CS, pp. 55-56).
Por otro lado, hay quienes creen que las exhortaciones de Rousseau
parecen dirigirse hacia la conservación de la cultura nacional, si bien el ser
ciudadano de un país en concreto va más allá de la mera cultura. No puede
negarse que entre Rousseau y los padres del nacionalismo existen
importantes diferencias, puesto que éstos abogan por una unidad espiritual
basada en la lengua. El surgimiento del nacionalismo implica convertir la idea
de patria en una noción no política, lo cual todavía no ocurre en Rousseau
que junto a la unidad cultural de un pueblo, mantiene la noción de patria
desde la perspectiva republicana. En cualquier caso, me parece ya
significativo el hecho de que, desde este momento, nociones como la de
patria y nación comiencen a entrecruzarse anunciando así la evolución
posterior.

En cambio, para Voltaire “la igualdad es a la vez la más natural y, a veces la


más quimérica de las cosas”. Es este el principal rastro de nacionalismo que
se denota en él. Voltaire identifica la patria con la república, de forma que los
intereses particulares de cada individuo, al formar parte de ésta, pasan a
convertirse en un interés general. Así pues, la patria no puede asimilarse a
nociones como la de cultura, lenguaje o etnicidad, que podrían determinar el
carácter excluyente de la misma, sino que el lugar en sí y la historia en
concreto no importan, lo fundamental es que uno puede encontrar la patria
donde las libertades tanto civiles como políticas estén garantizadas. En
cualquier caso, Voltaire reduce el amor propio y el amor a la patria
considerando ésta como una mera estructura legal y política de la república,
de forma que el nacionalismo es un amor racional, que interesa a los
individuos.

En el nacionalismo, al igual que en la Revolución Francesa, sorprende la


gran importancia que Kant tiene, aunque este parezca el más alejado. Isaiah
Berlin, nos habla en su ensayo: “Kant como un origen desconocido del
nacionalismo”, que hay una conexión entre estos dos, lo que él llama “una
marcada línea de influencia”. Según Berlin, para un pensador racionalista e
ilustrado como Kant, internacionalista, amante de la paz y comprometido con
la defensa de los derechos individuales y la libertad, nada hubiera resultado
más aborrecible que conectar su filosofía con doctrinas que, como el
nacionalismo, “brotan del sentimiento más que de la razón”. Kant, en
definitiva, es para Berlin el prototipo de pensador ilustrado que “odiaba la
desigualdad, odiaba las jerarquías, las oligarquías, el paternalismo, por
benevolente que fuera”. Berlin cree que a Kant no se le podía imputar la
responsabilidad de los errores del nacionalismo de su país, y a manera de
ejemplo no lo explica: “Las ideas, a veces, desarrollan vidas y poderes
propios y, como el monstruo de Frankenstein, actúan de maneras totalmente
inesperadas por sus artífices, y, puede ocurrir, en contra de su voluntad, y a
veces se vuelven sobre ellos para destruirlos”. A simple vista Berlin otorga a
las ideas una función tan relevante en el desarrollo de la humanidad, que a
veces da la impresión de que, para éste, son el único eje que hace girar al
mundo. Esto es precisamente lo que, desde su punto de vista, ocurrió con la
filosofía moral kantiana, un terreno muy fértil para hacer germinar la semilla
del nacionalismo, como, efectivamente, prueba la interpretación que de esta
parte del pensamiento de Kant hicieron algunos de sus mas aventurados
discípulos, entre los cuales sobresalen Fichte, al que Berlin denomina
despectivamente “el infiel discípulo de Kant, el padre del romanticismo”.
Berlin se apresura a reconocer que “Kant habría repudiado esta espuria
secuela de su filosofía profundamente racional y cosmopolita”, pero, a
continuación, matiza eta aseveración señalando que es en la ética kantiana,
y no en la política, donde sus discípulos creyeron encontrar enterradas las
semillas del nacionalismo. Por otro lado, Berlin insiste en analizar las ideas
de sacrificio individual, de perfección moral y de exaltación de la subjetividad,
la cual según el profesor oxoniense, es la combinación de tres causas: la
primera, el hecho de que Kant tuviese una educación luterana, hacia que el
tuviese a la doctrina cristiana de la gracia frente a la naturaleza; la segunda,
la concepción hebrea de la vida como sacrificio incondicional a los
mandamientos de Dios; y por último, el énfasis del protestantismo en la
búsqueda interior de la verdad. Estos rasgos de aislamiento austeros son
muy profundos en Kant, mientras que en sus sucesores se convertirá en una
lucha obstinada por reivindicar frente al mundo y la humanidad el reino
interior de cada individuo. Berlin concluye su ensayo con una relación similar
a la ya expuesta en este texto, sobre la historia del pensamiento y las
revoluciones del siglo XVIII; continuando con lo que para él es el despertar
de la conciencia nacional y las revueltas contra los regímenes opresores, que
son los años consecuentes al siglo de las luces.

Actualmente, el nacionalismo es consustancial con la construcción y


evolución del Estado moderno, según Nacho Muñoz, se distingue de las
demás ideologías en que llama a la identidad antes que a la voluntad. El
nacionalismo se pregunta por quién forma parte del pueblo o Nación; delimita
y señala la comunidad nacional. Las otras ideologías modernas se preguntan
por el cómo debe organizarse y ser gobernada una sociedad. A través de
este texto de carácter analítico e histórico se observa la concepción de
nacionalismo presentes en la ilustración, por pensadores como Rousseau,
Voltaire y Kant, que aunque parezcan alejados de este tipo de percepción,
están muy relacionados a su surgimiento, pero no son culpables de la
tergiversación del concepto. El hombre que razona, siendo consciente de su
raciocinio, es el que produce este cambio de percepción del mundo, pero no
es el culpable de la mala interpretación que el mundo le dé a sus ideas. El
pensamiento es entonces la base de la evolución histórica, es en su mayor
concepción el único que puede romper los dogmas más radicales, y emitidos
a través de un buen discurso pueden causar cambios drásticos en la
humanidad.

JENNIFER YELITZA VELÁSQUEZ HERNÁNDEZ

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