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Las pugnas que por estos días caldean la arenas políticas tienen que ver con los preparativos
pre-electorales para el 2018 de los partidos, las organizaciones políticas y los grupos
representativos de ciudadanos. Lo que es claro es que para algunos sectores, la izquierda, es
un terreno mucho más fangoso, en tanto que otros, la derecha y la extrema derecha, lo
transitan con mucha más seguridad.
Es casi una perogrullada hablar de la desigual posición de combate político en que se ubica la
izquierda frente a la derecha en el país, aún con todas las ventanas de oportunidad abiertas
con la reforma política que se da de la mano del Acuerdo de la Habana, aún en curso de
implementación. La persecución y asesinato sistemático a que se ha enfrentado por décadas,
la estigmatización e incumplimientos a los acuerdos con movimientos sociales y la
invisibilización de sus iniciativas la han arrinconado en la invisibilidad [del sistema político].
Pero es un lugar que hasta cierto punto ella misma se ha encargado de darse. No hay manera
de justificar las tantas vidas perdidas ni restar valor a aquellas -vidas- entregadas
cotidianamente al cambio y que ponen trabas al sistema, como tampoco hay forma de no
denunciar la excesiva permisividad de atrincheramiento -táctico y estratégico- que ha admitido.
Urge evidenciar entonces, un fenómeno que se produce a ambos lados del espectro político
pero que, por la forma diferenciada como se asume tiene consecuencias radicalmente
opuestas en cada coordenada. Es lo que denominaremos para efectos pedagógicos proceso
de ‘agregación sociopolítica’ en procesos electorales, a partir de un mecanismo que me
interesa hacer mención, la individualización de identidades políticas, que por una parte es
muestra de la gran pluralidad de perspectivas, pero que en escenario electoral requiere un
punto de convergencia para potenciarse.
Quien mejor hace gala de ello ha sido y sigue siendo el uribismo. Su capacidad de capitalizar
electoralmente los agregados sociales que ha producido su fundador es sorprendente, en el
2014 en vez de instituirse como el Congresista más votado (Robledo con 180.000 votos),
aprovechó las posibilidades del sistema electoral, aspirando con lista cerrada al Capitolio
Nacional y arrastrando consigo a toda una colectividad de 19 curules.
Llegada la hora de hablar del costado izquierdo del tablero, hallaremos que este mecanismo de
individualización se encuentra presente también; sin embargo, en tanto prima la lógica de
diferencia por sobre la de similitud sus efectos tienen alcances diferentes. Se podría pensar, no
sin acierto, que la diversidad de perspectivas de análisis que ofrece cada una de las
identidades enriquecería las apuestas políticas particulares de este sector, y es así, pero lo
cierto es que su producto ha sido más un un distanciamiento de cada una respecto de las otras.
Esto es una característica generalizada que no deja de expresar sin embargo algunas
experiencias atípicas como lo es, para esta coyuntura, la coalición de centro-izquierda
encabezada por Claudia López, J. Enrique Robledo, Navarro Wolf y Sergio Fajardo quienes
perteneciendo a partidos de diferente posición en el espectro de la izquierda, no dejan de
apersonar un -aún incipiente- experimento interesante en términos de la ‘agregación’ y
convergencia que demanda el momento electoral.