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LOS PADRES DE LA IGLESIA DESDE LA ERA DE LOS MÁRTIRES HASTA LA ERA


CONSTANTINIANA

En su acompañamiento del derrumbe del viejo mundo romano y el nacimiento de un


mundo nuevo por medio de las transformaciones obradas por el cristianismo, éste tiene un alto
precio que pagar, en todos los sentidos. En primer lugar, y, sobre todo, tiene que pagar con la
sangre derramada copiosamente por sus mártires durante las grandes persecuciones de
Diocleciano, Galerio, Maximiano y Majencio, es decir, desde febrero del 303 a abril del 313.
Esta década es la llamada era de los mártires.
Los principales y más famosos obispos son Pedro de Alejandría, Metodio de Olimpo y
Silvano de Gaza; los presbíteros Pánfilo de Cesárea y Luciano de Antioquía; San Mauricio y
los soldados de la llamada Legión Tebana y otros personajes bastante populares, que
seguramente existieron pero que hoy están envueltos en un halo de leyenda: Sebastián 1, Inés,
Cecilia, Anastasia. Además de muchos otros menos conocidos y hoy olvidados.

Ciertamente, en el transcurso de estas persecuciones, como había ocurrido ya en la de


Decio, no faltan tampoco los apóstatas, bien por debilidad bien por oportunismo; y en la
condena de estos traditores será precisamente donde se apoye la rebelión de intransigentes
como los donatistas. Sin duda, habrá también esporádicamente mártires cristianos después de
la persecución de Diocleciano, y se producirán otras persecuciones fuera del Imperio
Romano, sobre todo, serán numerosas las víctimas de la intolerancia religiosa en las luchas
entre herejes y ortodoxos, y entre cristianos y no cristianos. Sin embargo, desde el 311 en
adelante, con los edictos de tolerancia de Galerio, de Constantino y Licinio y, por último, del
mismo Maximino Daya, los cristianos tienen la impresión de que realmente comienza un
mundo nuevo.
Es la hora de los historiógrafos, la hora de los apologistas. Después de la muerte de
Orígenes (254) y de Cipriano de Cartago (258) no aparecen grandes exegetas y teólogos, y los
nombres más relevantes son precisamente los de historiadores (Eusebio de Cesarea y otros).
El hecho es que la Iglesia, en el paso de Diocleciano a Constantino, primero emplea todas sus
fuerzas en la defensa, y luego las dedica a hacer un primer balance del pasado; primero la
apología y después la historia.

EL DONATISMO

Antes de presentar con más detalle el donatismo, veamos algo de un personaje a quien ya
hemos citado, Eusebio de Cesarea.
Nuestro personaje nació c. el año 260 y murió c. el 340. Fue teólogo e historiador
eclesiástico; un gran erudito. Posiblemente nacido en Palestina. Eusebio Pánfilo adoptó este
nombre por su amigo y profesor Pánfilo de Cesarea, cuya amplia biblioteca le proporcionó
gran parte de los materiales históricos para sus obras literarias posteriores. Eusebio colaboró
además con Pánfilo en una edición de la Septuaginta, basándose en la Hexapla de Orígenes, y
en la preparación de una apología (cinco libros, en la actualidad perdidos) de las doctrinas de
este escritor. Tras el martirio de Pánfilo, Eusebio abandonó Cesarea y marchó a Tiro. Más
tarde huyó de esta ciudad durante las persecuciones que los cristianos sufrieron a comienzos
1
San Sebastián (siglo III d.C.), mártir cristiano. Según la tradición, era capitán de una de las cohortes de la
Guardia Pretoriana. Profesaba en secreto el cristianismo y logró muchas conversiones. Cuando el emperador
Diocleciano conoció su fe, ordenó su ejecución a flechazos. Pese a la gravedad de las lesiones sufridas no murió,
y una viuda cristiana llamada Irene lo recogió y curó sus heridas. Una vez recuperado, Sebastián volvió ante el
emperador y lo denunció por su crueldad. Entonces, Diocleciano mandó que lo matasen a golpes.
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del siglo IV, y es probable que fuera encarcelado a su llegada a Egipto. Las persecuciones
cesaron después del año 310 y fue puesto en libertad.
Hacia el año 314, Eusebio es elegido obispo de Cesarea. En el Concilio de Nicea I
(325) pronunció el discurso de apertura y se convirtió en el líder de los semiarrianos, grupo
moderado contrario a la discusión de la naturaleza de la Santísima Trinidad, que preferían el
sencillo lenguaje de las Sagradas Escrituras a las sutilezas de las distinciones metafísicas. En
Nicea I aceptó la posición de San Atanasio, aunque mostró inclinaciones arrianas en los
Sínodos de Antioquía (325) y Tiro (335). Eusebio contó con la protección del Emperador
Constantino I, el Grande, y fue uno de los hombres más instruidos de su tiempo. Entre sus
escritos históricos destacan dos obras apologéticas, además de La Crónica (c. 303), una
historia del mundo, y, sobre todo su Historia eclesiástica (c. 324).
Detrás de las incertidumbres y confusiones doctrinales de varios eruditos, incluido
Eusebio de Cesárea, se hallan en efervescencia, una vez finalizadas las persecuciones, dos
tendencias ideológicas bastante preocupantes:

1. El exclusivismo doctrinalmente polémico y capcioso (solapado) de los africanos.

2. El racionalismo, a veces con una buena dosis de soberbia de los orientales, tanto los
alejandrinos (con su alegorismo exagerado), como los antioquenos (con su excesivo
liberalismo).

La tendencia de los africanos, presagiada ya en las posturas de Tertuliano y de Cipriano de


Cartago, desembocó en el cisma donatista, que con el paso del tiempo se convertirá en una
verdadera herejía; y la tendencia de los orientales, prefigurada también con anterioridad por
el Monarquianismo2 (adopcionista y otros) y por subordinacionismo trinitario llevará al
arrianismo.
El donatismo fue un movimiento cristiano herético de los siglos IV y V. Sus seguidores
declaraban que la validez de los sacramentos dependía del carácter moral del ministro que los
hubiera administrado.
Específicamente, el donatismo nace en el 311 a causa de una disputa internan en la Iglesia
cartaginesa: al morir el obispo, Mansurio, es elegido para sucederlo el diácono Ceciliano, que
recibe la consagración episcopal del obispo de Félix y de otros dos obispos de la región
cartaginesa. A ella se oponen Segundo, obispo de Tigisis y decano de los obispos de Numidia,
quien declaró inválida la consagración de Ceciliano, por haber tomado parte en ella Félix,
acusado de hacer sido traditor durante la persecución de Diocleciano (acusación carente de
todo fundamento: se le acusaba de haber facilitado copias de la Biblia a las fuerzas de
opresión de Diocleciano) y por ello estaba inhabilitado para administrar los sacramentos; esta
doctrina fundada en el sacramentalismo carismático de los africanos, ya había sido rechazada
por el Papa Esteban.
2
Doctrina herética cristiana de los siglos II y III opuesta a la doctrina ortodoxa de la Trinidad; mantuvo con
fuerza la unidad esencial de la divinidad y tenía como misión reforzar el monoteísmo en el cristianismo.
Los monarquianos estaban divididos en dos grupos, los adopcionistas y los patripasianos.
Los adopcionistas predicaban que Jesucristo, aunque tuvo un nacimiento milagroso, no era más que un hombre
hasta su bautismo, cuando el Espíritu Santo lo hizo Hijo de Dios por adopción. No reconocían ninguna relación
divina entre el Padre y el Hijo más que la de adopción. La doctrina era predicada por Pablo de Samosata (siglo
III) que fue obispo de Antioquía.
Los patripasianos o modalistas creían en la divinidad de Cristo, pero consideraban la Trinidad como las tres
manifestaciones, o modos, de un único ser divino. Proclamaban que el Padre había venido a la Tierra y había
sufrido y muerto bajo la apariencia del Hijo. Doctrina fue predicada por el obispo Sabelio (siglo III) y, a veces,
se alude a ella como sabelianismo.
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Segundo, obispo de Tigisis, consagró como obispo de Cartago a Mayorino, a quien


sucede, tras su muerte, Donato (apodado “de Casas Negras” o “el Grande”), quien,
paradójicamente, sí había sido traditor, y de quien toma su nombre el movimiento.

En la pugna contra los católicos, los donatistas son los primeros en recurrir a la autoridad
secular (es decir, al Emperador Constantino I), que pone el asunto enteramente en manos de
los obispos. En dos sínodos sucesivos: el de Roma (313) y el de Arlés (314); se condena el
donatismo, tanto en la cuestión de hecho (es decir, que Ceciliano era inocente), como en la
cuestión de derecho (por lo que un obispo traditor ha de considerarse consagrante válido). El
cisma, sin embargo, no se cierra con estas dos sentencias, porque los donatistas se resisten a
ceder y siguen propagándose. Constantino, preocupado por conseguir la paz religiosa en el
Imperio trata solucionar la conflictiva situación primero, en el año 316, por la vía de la
mediación; y luego, entre el 317 y el 321, por la vía de la coerción, dando con esto ocasión a
los donatistas de considerarse “mártires de los católicos”.

Al no obtener una solución del conflicto y encontrándose en víspera de la lucha decisiva


con Licinio por lograr ser el único Emperador Romano, Constantino I promulgó un edicto de
tolerancia el 5 de mayo del 321, dejando vía libre a la propagación del donatismo. El
movimiento creció hasta el punto de contar con 260 obispos en el año 336.
El donatismo trató permanentemente de conseguir del Emperador un reconocimiento
oficial en perjuicio de los católicos. El hijo más joven de Constantino, el Emperador
Constante I, que sucede en Occidente a su padre, mandó realizar una investigación,
violentamente rechazada por el obispo cismático Donato; que concluyó con el edicto de unión
del 15 de agosto del 347, en el que se renuevan las disposiciones restrictivas que habían sido
promulgadas a fines del 316. Donato, junto a otros obispos cismáticos, es enviado al exilio,
donde muere el año 355. La paz duró más en apariencia que en la realidad, hasta el final del
reinado de Constancio II3, que sucede a su hermano Constante I.

En el año 411 se sostuvo en Cartago un debate entre los obispos donatistas y los católicos,
con el fin de poner término al enfrentamiento. Una vez más el resultado fue desfavorable para
los donatistas. A consecuencia de esto, fueron privados de sus derechos civiles en el año 414,
y el movimiento comenzó su decadencia, aunque logró sobrevivir hasta la conquista
musulmana de los siglos VII y VIII.

3
Constancio II (317-361), Emperador romano entre los años 351-361. partidario del arrianismo, se opuso a San
Atanasio, el campeón anti arriano de Alejandría.

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