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GUILLERMO DE SAI T-THIERRY

CARTA DE ORO

(A LOS HERMA OS DE MO TE DEI)

TRADUCCIÓN:
MONJES DE SAN ISIDORO DE DUEÑAS,
DANIEL GUTIÉRREZ, DE LA OLIVA
D
3 EDICATORIA A LOS NOVICIOS

DEDICATORIA A LOS OVICIOS

A los señores y hermanos Haymond, Prior1 y


H., el hermano Guillermo les desea un sábado
de delicias2.
1. Carísimos hermanos en Cristo3, tal vez
soy importuno y me atrevo más de lo debido al
hablaros con tanta sinceridad. Perdonadme. Es
que se me ha dilatado el corazón. Abridme
también el vuestro4, os lo ruego, y
comprendedme porque soy todo vuestro en las

1
. Dom Haymond, segundo Prior de Mont-Dieu, comenzó su gobierno
en 1144.
2
. Is 58, 13. Sábado de delicias = sabbatum delicatum. Es una
expresión frecuente en la literatura monástica medieval. El
simbolismo es vario, pero se llega a una cierta unidad de expresión
que podríamos considerar como perfectamente lograda en la
definición de san Elredo: “Sábado es el sosiego del alma, la paz del
corazón, la tranquilidad del espíritu” (Spec.Cart. III, 2). Este es sin
duda el sentido en que lo usa Guillermo en el saludo de la carta.
Los diversos autores desarrollaron el tema bajo distintos aspectos
y enriquecieron notablemente su concepto. Se habla de tres clases de
sábados en correspondencia exacta con los tres elementos esenciales
de la vida cenobítica: el individuo, los hermanos, Dios; y de la
preparación para cada uno de ellos durante un número determinado de
años místicos. Se aplica especialmente a la vida contemplativa
(GUILLERMO, De natura et dignitate amoris), que se considera como
el sabbatisimum (GILBERTO DE HOYLAND, In Cant. Ser. XI, 4). Por eso
los contemplativos son los sabatizantes, sabatizan (ibidem). Cf. J.
LECLERCQ, Otia Monástica I, 4 Sabbatum, en Studia Anselmiana, 53,
Roma, 1953, pp. 50-59.
3
. 2Co 6, 11; Sal 118, 32.
4
. 2Co 6, 13; 2Co 7, 2.
DEDICATORIA A LOS NOVICIOS 4

entrañas de Aquel en quien nos amamos


mutuamente5.
2. Desde que partí de vosotros hasta el
momento presente me he propuesto dedicar mi
trabajo diario no a vosotros, que no lo
necesitáis6, sino al hermano Esteban, a sus
compañeros los hermanos más jóvenes y a los
novicios que llegan a vosotros, cuyo maestro
es solo Dios. Que en esto tomen y lean lo que
pueda serles de utilidad, como consuelo en su
soledad y estímulo en su vocación.
3. Os doy lo que puedo: mi buena voluntad;
devolvédmela vosotros cargada de frutos.
David danzando agradó a Dios, no por la
danza sino por el afecto7. De modo semejante
la mujer que ungió los pies del Señor, fue
alabada por él, no por haberlos ungido, sino
porque amaba8; haciendo lo que podía, fue por
ello justificada.
4. He pensado dedicaros también otro
opúsculo, impulsado a ello más por la
exigencia insistente y nada reprochable de
5
. Flp 1, 8.
6
. Cf. 1Tes 5, 1.
7
. 2S 6, 14-16.20-23. La Palabra affectus usada en este párrafo tiene
sustancialmente el mismo sentido que en español, es decir, indica un
sentimiento de amor hacia Dios. Es un término técnico en la escuela
cisterciense que connota en general un sentido más profundo que su
correspondiente español. El affectus en los místicos cistercienses tiene
un doble sentido, activo y pasivo a la vez, e indica el movimiento
pasional hacia Dios como consecuencia de haber sido el alma afectada
-tocada- por Dios. Dios mueve; el alma se entrega.
8
.Lc 7, 28-47; Mc. 14, 6-8.
D
5 EDICATORIA A LOS NOVICIOS

algunos hermanos, para consuelo y estímulo


de su fe. Su tristeza sería para mí gran gozo si
no me viera imposibilitado de visitar a los que
están tristes.
5. En efecto, la grandeza no ya de su fe
sino de su amor, hace que sientan horror hacia
todo lo que parece contrario a la misma; de tal
modo que si la tentación del espíritu de
blasfemia o de la carne9 por pequeña que sea,
les roza o les conturba, como si solo oírlo o
sentir algún movimiento fuera suficiente, creen
ya gravemente herida la piedad de su
conciencia, y se lamentan penosamente como
si hubieran claudicado en la fe10.
6. A algunos que pasan de las tinieblas del
mundo a ejercitarse en una vida más pura, les
ocurre lo que sucede siempre a los que
habiendo estado largo tiempo en tinieblas11
pasan rápidamente a la luz: la misma luz que
debía permitirles verlo todo, hiere y molesta

9
. Las tentaciones de blasfemia o de lujuria proceden, según
Guillermo, de la naturaleza misma del primer pecado y, por tanto,
acosan con mayor facilidad al hombre caído que se sorprende con
frecuencia apeteciendo lo que no quiere y pensando de Dios cosas que
no aprueba. Ambas pueden deslizarse insensiblemente en el hombre y
mancillar con gran facilidad el corazón, por lo que se ha de evitar todo
coloquio, oponiéndoles resueltamente el escudo de la fe. (Cf. El
Espejo de la fe, cap.IV. Col. PP. Cist. 8, p. 40 ss.). Esto explica que
tratando de la fe aluda el autor a estas dos tentaciones nacidas de la
acción por la que el demonio quiso cerrar todo acceso a Dios,
inficionando desde el principio la misma raíz de acercamiento a Dios
que es la fe (Cr. ibidem).
10
. 2Tm 3, 8.
11
. Imagen tomada de Platón: República, 514a, apólogo de la caverna.
DEDICATORIA A LOS NOVICIOS 6

sus ojos enfermos; del mismo modo éstos son


cegados por las primeras claridades de la fe, y
no pueden resistir los rayos desacostumbrados
de esta nueva luz hasta que el mismo amor a la
luz les acostumbra.
7. El opúsculo se divide en dos libritos: el
primero, por ser claro y fácil, lo denomino
Espejo de la fe12. Al segundo, que contiene en
síntesis las razones y fórmulas de la fe según
las afirmaciones y el sentir de los Padres
católicos, y es algo más oscuro, lo he titulado
Enigma de la fe13. Deseo dedicarme a este
estudio, más para huir de la ociosidad -
enemiga del alma14, puesto que la vejez y los
achaques me eximen del trabajo común, no
tanto por méritos cuanto por perezoso e inútil-,
que por pretender enseñar a los demás. En
efecto, no es decorosa la instrucción en boca
del pecador15; solamente conviene a los que
confirman su doctrina viviendo lo que
enseñan.
8. En el primer libro se enseña al lector
sencillo por dónde ha de caminar; en el
segundo cuánta cautela ha de poner en el
camino. En este mismo orden dice el Señor a
sus discípulos: Ya sabéis a donde voy y
conocéis el camino16. Y el Profeta: Las

12
. PL 180, 365B - 398A
13
. PL 180, 397B - 440D
14
. RB. c. 48.
15
. Si 15, 9.
16
. Jn 14, 4.
D
7 EDICATORIA A LOS NOVICIOS

riquezas de la salvación son sabiduría y


ciencia17. También el Salmo nos dice en
primer lugar: El día al día le pasa el mensaje,
y después: la noche comunica el conocimien-
to a la noche18.
9. He escrito también otros opúsculos: dos
tratados, el primero Sobre la contemplación de
Dios; el segundo Sobre la naturaleza y la
dignidad del amor . Un librito sobre el
Sacramento del Altar; unas Meditaciones,
útiles para formar a los novicios en la práctica
de la oración, y un comentario al Cantar de los
cantares hasta aquel pasaje: Apenas los había
pasado encontré al Amor de mi alma19
10. Me impidió terminarlo el tener que
escribir Contra Pedro Abelardo. En efecto, no
me parecía lícito completar tan tierno
comentario en la intimidad de la
contemplación20, mientras él devastaba fuera

17
. Is 33, 6. Los textos bíblicos citados por Guillermo revelan una vez
más su pensamiento sobre el proceso del conocimiento teológico.
Espiritualidad y teología se reclaman mutuamente. El proceso que es
el mismo en ambos tiene por base la trilogía anima-animus-spiritus
que sirve de apoyo teológico a la teoría de Guillermo sobre la triple
ciencia que el hombre puede tener de Dios, a medida que el alma pasa
de un estado a otro: a) el arte de creer, es decir, de leer en la Escritura
las obras de Dios; b) el arte de pensar y hablar correctamente de Dios;
c) la ciencia mística o experiencia vital de lo que se cree.
18
. Sal 18, 3.
19
. Ct 3, 4.
20
. “intus vacare otio”. Guillermo de Saint Thierry como san
Bernardo debieron dejar más de una vez la paz del claustro o los
jugosos comentarios de la Sagrada Escritura, para salir en defensa de
la Iglesia, la Esposa del Verbo contra errores doctrinales o de otra
índole.
DEDICATORIA A LOS NOVICIOS 8

con espada desnuda, como se dice, y con tanta


crueldad los campos de la fe. Lo que contra él
escribí lo he tomado de los Santos Padres, lo
mismo para el Comentario a la Carta a los
Romanos y otros escritos de los que hablaré
más abajo. En todos ellos poco o muy poco he
dicho de mi propia cosecha. Mejor es si os
parece, que borrado mi nombre fueran
relegados al anonimato para que no suceda
como a la perdiz, que cubre bajo sus alas
huevos que ella no puso21.
11. De los libros de san Ambrosio recopilé
lo que en ellos se dice sobre el Cantar de los
Cantares. Tarea ingente y notable; lo mismo
hice con san Gregorio, pero con más amplitud
que lo hiciera Beda. Ya que el mismo Beda,
como bien sabéis, sólo compuso el último libro
de su comentario al Cantar de los cantares ,
formado con esa recopilación.
12. Si lo deseáis, podéis transcribir las
Sentencias sobre la Fe que he entresacado
principalmente de los escritos de san Agustín;
son sólidas sin duda y de gran peso, y
mantienen una buena relación con la obra
antes citada que denominé Enigma de la fe.
13. Tengo además otra obra sobre La
Aaturaleza del Alma, escrita bajo la
dedicatoria “de Juan a Teófilo”. Deseando
tratar en ella sobre el hombre en su totalidad,
he puesto un preámbulo Sobre la naturaleza
del Cuerpo, por parecerme que así lo pedía el

21
Jr 17, 11
D
9 EDICATORIA A LOS NOVICIOS

tema. Extractando la materia para éste entre


los libros que tratan de curar las enfermedades
del cuerpo, y para aquel de los que tratan la
cura de las almas.
14. Así pues, leed todas estas obras. Si no
sois los primeros en hacerlo, sed al menos los
últimos. Para que no suceda que, cayendo en
manos de quienes no haciendo nada útil, se
dedican a roer y destruir lo ajeno yo mismo no
quede ileso, encontrándome ya como otro
Isaac, débil y viejo22. Débil, no tanto en los
pasos cuanto en el juicio. Finalmente, si estos
libros no fueran de utilidad, prefiero sean
consumidos por el fuego de unas manos
amigas, a que se cebe en ellos la envidia de
los detractores.
15. El Señor nos ha llamado a vivir en paz23.
Procuremos hacer el bien no sólo ante él sino
también ante los hombres24, para que en
cuanto de nosotros dependa, tengamos paz con
todos25. Esto es, en efecto, lo que
encarecidamente recomienda el Apóstol: que
no pongamos tropiezo o escándalo al
hermano26
16. Quien lea estos escritos con espíritu
fraternal, si no halla en ellos nada que le
consuele o edifique, no encontrará al menos
22
Gn 27, 1-2.
23
. 1Co 7, 15.
24
. Rm 12, 17; 2Co 8, 21.
25
. Rm 12, 18.
26
. Rm 14, 15.
DEDICATORIA A LOS NOVICIOS 10

nada que le irrite o escandalice, como si se


tratara de un presuntuoso. Para no hablar de lo
que en ellos pueda haber de edificante, el
lector amigo sabrá soportar mi temeridad, si
hay alguna. No miréis con malos ojos mi
simplicidad, teniendo en cuenta lo que ya he
dicho: desconocedor por completo de las obras
exteriores y quebrantado más por la
enfermedad27 que por la edad, sin el estímulo
de este trabajo no hubiera podido evitar la
violencia de la ociosidad que, como enseña la
Escritura, es maestra de muchas maldades28

27
. En el momento de escribir la carta Guillermo debía rondar los
sesenta años. No era, pues, muy viejo, pero sus energías físicas
estaban probablemente agotadas. En varias ocasiones hace alusión a la
falta de salud que le impedía observar algunas prácticas monásticas.
(Vita Bernardi, I, 12).
28
. Si 33, 28.
P
11REÁMBULOS

PREÁMBULOS
PREÁMBULOS 13

I
FELICITACIÓN Y ESTÍMULOS

Renovación de la vida solitaria

1. Corre, apresúrate alma mía, hacia los


hermanos del Monte de Dios, en el gozo del
Espíritu Santo29, con un corazón radiante de
alegría, con la ternura de la piedad y con toda
la generosidad de una voluntad entregada.
Ellos han traído la luz de Oriente y aquel
religioso fervor del antiguo Egipto a las
tinieblas de Occidente y a los gélidos rigores
de las Galias. A saber, el modelo de vida
solitaria, y la forma de practicar la vida
celestial.
2. ¿Cómo no regocijarse y alegrarse en el
Señor30, porque la más preciosa porción de la
religión cristiana, que parecía poner el cielo a
nuestro alcance, estaba muerta y ha revivido,
se había perdido y ha sido encontrada?31.
3. En efecto, lo habíamos oído, pero no lo
creíamos32; lo habíamos leído en los libros y

29
. 1Ts 1, 6.
30
. Lc 15, 32; Flp 3,1.
31
. Lc 15, 24.32. Bajo la imagen del hijo pródigo parece indicar que
los cartujos han revivido en Occidente el ideal de la vida solitaria de
los monjes de Egipto.
32
. Sal 17, 45; Rm 10, 16.
P
14REÁMBULOS

nos llenaba de admiración la gloria de aquella


antigua vida solitaria, y la abundancia de la
gracia de Dios en ella derramada. Y de pronto
la encontramos en los bosques33, en el Monte
de Dios, monte ubérrimo, donde abunda la
grosura del desierto y los valles se llenan de
alegría34
4. Esa vida se ofrece ahora a todos por
medio vuestro; desconocida hasta este
momento, a todos se hace presente, a todos se
manifiesta, mediante un puñado de hombres
sencillos, por aquel que con un pequeño grupo
de hombres ignorantes subyugó a todo el
mundo, con asombro del mismo mundo.
5. Es verdad que el Señor hizo milagros
grandes y divinos en la tierra, pero éste los
supera y los esclarece a todos; porque como
hemos dicho, con unos pocos hombres
ingenuos puso bajo sus pies todo el mundo y
toda la altivez de su sabiduría. Y eso mismo ha
comenzado a realizar ahora en vosotros.
6. Así, Padre, ha sido de tu agrado. Has
escondido estas cosas a los sabios y prudentes
de este mundo, y se las has revelado a los
pequeñuelos35. Ao temas, pequeño rebaño,
dice el Señor, ten plena confianza, porque es
del agrado de Dios Padre otorgaros el Reino36

33
. Sal 131, 6.
34
. Sal 64, 13.
35
. Mt 11, 25-26.
36
. Lc 12, 32.
PREÁMBULOS 15
7. Considerad, hermanos quiénes fuisteis
llamados37. ¿Dónde está el sabio entre
vosotros? ¿Dónde el letrado? ¿Dónde el
escrutador de este mundo?38 Aunque hay
algunos sabios entre vosotros, es a través de
los sencillos como reúne a los sabios el que en
otro tiempo conquistó para sí a los reyes y
filósofos de este mundo por medios de unos
pescadores.
8. Dejad, pues, que los sabios del mundo,
engreídos de espíritu mundano39, que
imaginan cosas grandes, pero habrán de lamer
el polvo40, dejadlos que sabiamente se hundan
en lo profundo del infierno41. Vosotros en
cambio, mientras se cava una fosa al
pecador42, os mantenéis como unos insensatos
por Dios por propia elección, en esa locura de
Dios que es más sabia que todos los
hombres43, aceptando, con Cristo como guía,
el camino de la humildad que sube hasta el
cielo.
9. Vuestra simplicidad arrastra ya a muchos
a imitaros44; vuestra conformidad y gran
pobreza45 confunde la ambición de muchos;
37
. 1Co 1, 26.
38
. 1Co 1,20.
39
. 1Co 2,12.
40
. Sal 71, 9.
41
. Mt 11, 23.
42
. Sal 93, 13
43
. 1Co 1, 25.
44
. 2Co 9, 2.
45
. 2Co 8, 2.
P
16REÁMBULOS

vuestro ocultamiento despierta en muchos


rechazo a todo lo que es ruido bullanguero.
Por consiguiente, si tenéis en Cristo algún
poder de consolar, si tenéis un poco de amor,
si tenéis comunión con el Espíritu, si tenéis
entrañas de misericordia, colmad mi gozo46 y
no sólo el mío, sino el de todos los que aman
el nombre del Señor47. Así, revestidos con el
oro de la sabiduría de Dios, entre la múltiple
variedad de hábitos que adornan a la reina
sentada a la derecha de su Esposo48, sea
vuestro anhelo y vuestra solicitud instaurar el
ornamento de esta santa novedad para gloria
de Dios, para magnífica corona vuestra y para
alegría de todos los buenos49.
10. Novedad, digo, por las malas lenguas50,
de las cuales os guarde Dios bajo la protección
de su mirada51. Hombres impíos que al no
poder apagar la luz de la verdad, denigran el
mismo nombre de novedad; anticuados e
incapaces de concebir lo nuevo en sus mentes
envejecidas; odres viejos incapaces de
contener vino nuevo, que reventarían si en
ellos se echase52.

46
. Flp 2, 1-2.
47
. Sal 118, 132.
48
. Sal 44, 10.
49
. En este párrafo elogia Guillermo la novedad de la vida cartujana
que enriquece el ornato multicolor de la Esposa de Cristo, la Iglesia,
con una nueva familia religiosa.
50
. Si 28, 28.
51
. Sal 30, 21.
52
. Mt 9, 17; Mc 2,22; Lc 5, 37.
PREÁMBULOS 17
11. Ahora bien, esta novedad no tiene nada
de vanidad; es el núcleo de la religión
naciente, la plenitud del amor que brotó de
Cristo, el legado de la Iglesia de Dios;
prefigurada por los antiguos profetas53, nace y
se renueva con Juan Bautista al surgir el sol de
la nueva gracia, la vive íntimamente el mismo
Señor54 y la desean sus discípulos estando aún
él presente.
12. Habiendo visto la gloria de la
transfiguración del Señor los que con él
estaban en el monte santo55, Pedro enseguida,
fuera de sí y sin saber lo que decía,
contemplando la gloria del Señor, quería pedir
para sí lo que era un bien de todos. Pero
estando al mismo tiempo muy consciente de sí
mismo y sabiendo muy bien lo que decía, y
gustando cuán dulce es el Señor56, pensaba
que lo mejor sería permanecer siempre allí, y
anhelaba estar siempre en intimidad con el
Señor y los ciudadanos del cielo que veía junto
a él. Así exclamó: Señor, qué bien estamos
aquí; hagamos tres tiendas: una para ti, otra
para Moisés y otra para Elías57. Si se le
hubiera concedido lo que pedía no hay duda
que enseguida hubiera levantado otras tres:

53
. Ya Elías, Eliseo y otros vivieron una vida solitaria que luego
restauraría Juan Bautista y viviría el mismo Jesús. Cf. Mt. 3, 1-4; Mc
1, 3-6; Lc 3, 2-4.
54
Mt 14, 23; Mc 1, 35; 6, 46; Lc 5,37.
55
Mt 14, 23; Mc 9, 1; Lc 9, 33.
56
Sal 33, 9.
57
Mt 17, 4.
P
18REÁMBULOS

una para él, otra para Santiago y otra para


Juan.
13. Después de la Pasión del Señor, caliente
aún en el corazón de los fieles el recuerdo de
aquella sangre hacía poco derramada, los
desiertos se poblaron de hombres que
abrazaban la vida solitaria, se ejercitaban en la
pobreza de espíritu y mutuamente se
estimulaban y edificaban con ejercicios
espirituales, en el ocio fecundo58 de la
contemplación divina. Entre ellos se nos habla
de los Pablos, los Macarios, Antonio, Arsenio
y tantos otros59, nobles cónsules en esta
república santa, nombres egregios y
dignatarios en la ciudad de Dios, poseedores
de trofeos conseguidos con la victoria sobre
este siglo y el príncipe de este mundo, con el
dominio de su cuerpo, y la entrega al bien de
su alma y al Señor su Dios60
14. Callen ya los que desde lo oscuro de sus
tinieblas censuran la luz y os critican de
novedad desde su mala voluntad. Sería a ellos
a los que se les debería acusar de anticuados e
inconstantes.
Sin duda, nunca os faltarán aduladores y
detractores, como los tuvo el mismo Señor.
Prescindid de los aduladores; o más bien,
amad en ellos el bien que ellos reconocen en
vosotros; haced caso omiso de los detractores

58
. Pingue Otium Es otra expresión sinónima a Sabbatum para indicar
la contemplación espiritual.
59
. De todos estos monjes nos habla la Historia Lausíaca.
60
. Cf. Jdt 5, 17.
PREÁMBULOS 19
y rogad por ellos. Y olvidando lo que queda
atrás61, esquivando las trampas que siempre
encontraréis a uno y otro lado62 de vuestro
camino, lanzaos hacia las cumbres que os
esperan63. Perderíais el tiempo si pretendierais
responder a cada propuesta de los aduladores,
o argumentar las intrigas de los detractores.
Esto, sin duda, no acontecería sin gran
detrimento para vuestro santo empeño. En
efecto, para el que corre de la tierra al cielo ya
es un gran detrimento entretenerse, aunque no
se detenga.

61
. Flp 3, 13.
62
. Sal 139, 6.
63
. Flp 3, 13.
P
20REÁMBULOS

II
LLAMAMIENTO A LA HUMILDAD

15. No perdáis la ilusión, no os demoréis,


que os queda mucho camino64. Vuestra
profesión es altísima, alcanza los cielos, es
común a los ángeles y se asemeja a la pureza
angélica. No sólo prometisteis alcanzar la
santidad; sino la perfección de la santidad y la
meta de toda consumación65. No corresponde a
vuestra profesión ser flojos en los
mandamientos comunes a todos, ni limitaros a
lo que Dios manda, debéis estar atentos a sus
deseos, buscando cuál es la voluntad de Dios:
lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto66.
16. Que otros sirvan a Dios, vosotros debéis
uniros a él. Que otros crean, conozcan, amen y
veneren a Dios; vosotros debéis saborearle,
aprehenderle, compenetraros con él, gozarle.
Cosa grande, sublime es ésta sin duda; pero
poderoso y bueno es el que está con vosotros
como bondadoso prometedor, fiel
remunerador, y protector infatigable. Él mismo
concede la firmeza y el deseo conjuntamente a
quienes por su amor emprenden grandes cosas,
y con fe y confianza en su gracia asumen

64
. 2R 19, 7.
65
. Sal 118, 96.
66
. Rm 12, 2
PREÁMBULOS 21
tareas que superan sus fuerzas. En efecto,
quien se anticipó con la gracia de quererlo,
otorgó también la fortaleza para seguir
progresando. Cuando por su amor hace el
hombre lo que está de su parte, a pesar de las
calumnias del calumniador, Él mismo hace
misericordiosamente justicia y causa propia la
de su pobre siervo, ya que el hombre ha hecho
todo lo que podía67.
17. Lejos de vosotros, hermanos, todo
orgullo; lejos de vuestra pobreza y humildad y
hasta de vuestra boca todo engreimiento. Es
mortal presumir de grandes cosas, y
fácilmente se embota uno magnificándose, con
peligro de su vida. Sea otro el renombre de
vuestra profesión, tenga otro calificativo
vuestro trabajo.
18. Vosotros llamaos y consideraos más bien
fieras indómitas, acorraladas en jaulas, bestias
que no pueden ser domadas por el
procedimiento común de los hombres.
Considerad superior a vosotros la valentía y
admirad la gloria de aquellos valientes
ambidextros, como Aoth juez de Israel, que
usaba ambas manos como si fueran la
derecha68. Ellos, en la medida de lo posible, se
entregan con íntima devoción a la
contemplación del amor de la verdad; pero si
67
. Mc 14, 8.
68
. Jc 3, 15. Parece que Guillermo alude aquí a la tensión siempre más
o menos latente en la vida consagrada, monástica o apostólica, entre
contemplación y apostolado; vida solitaria o atención al prójimo.
P
22REÁMBULOS

la necesidad lo reclama o el deber les obliga,


inmediata-mente salen fuera para realizar la
verdad del amor.
19. Guárdate también, siervo de Dios, de
condenar a los que no quieres imitar. Ya
quisiera que obrases en tu flaqueza como
obraba pletórico de salud el que decía: Cristo
Jesús vino a salvar a los pecadores, de los
cuales yo soy el primero69. No decía esto
Pablo arrastrado por la mentira, sino con plena
convicción. El que con diligencia se examina a
sí mismo para conocerse debidamente, piensa
que ningún pecado es tan grave como el suyo,
puesto que no lo conoce como conoce el suyo
propio.
20. No quiero que pienses que la luz del sol,
que brilla para todos, luce sólo en tu celda.
Que sólo junto a ti hace buen tiempo. Que sólo
en tu conciencia actúa la gracia de Dios. ¿Es
que Dios existe sólo para los que viven en la
soledad? En manera alguna. Dios es para
todos. Dios se compadece de todos, y no odia
nada de lo que ha creado70. Prefiero creas que
en todas partes hay paz menos en ti, y te
consideres el peor de todos.
21. Trabajad por vuestra salvación con
temor y temblor71. En lo que de vosotros
depende, no os metáis en lo que son los demás,
69
. 1Tm 1,15.
70
. Sb 11, 24-25.
71
. Flp 2, 12.
PREÁMBULOS 23
sino en lo que pueden llegar a ser por vuestro
ejemplo. Y no sólo en los que viven
actualmente, sino en los que os sucederán
después, que os mirarán como modelos de esta
santa vocación. En efecto, de vosotros, de
vuestro ejemplo, de vuestra autoridad
dependerá el futuro de esta santa orden en esta
región.
22. Vuestros sucesores os llamarán padres y
maestros, imitándoos con gran veneración. Lo
que vosotros establezcáis, la observancia y las
costumbres que, vividas por vosotros, les
transmitáis, las guardarán y custodiarán
vuestros sucesores sin la más mínima
mutación. A nadie le será permitido hacer
cambios. De este modo tendrán para con
vosotros la misma consideración que tenemos
nosotros con las leyes de la suma e inmutable
Verdad. Todos debemos ahondar en ellas y
conocerlas, pero a nadie es lícito enjuiciarlas.
23. Demos gracias a Dios, porque lo que
vosotros vivís con tanto amor y valentía
redundará en honor vuestro y en provecho de
vuestros sucesores. Ellos imitarán con
animosidad lo que ahora vivís vosotros. Y si
conviniera establecer algo distinto, sea Dios
quien os lo comunique. Así, aún manteniendo
por encima de todo lo que corresponde a la
santidad de la Cartuja, y encomiándolo con
toda veneración, se requieren más cosas en
aquellos lugares de los Alpes, azotados por
fríos continuos y espantosos, que en estas
P
24REÁMBULOS

regiones, que no parecen tan necesarias a los


que viven con frugal suficiencia y voluntaria
pobreza.

Fervor de Monte de Dios

24. Ya me entendéis. El Señor os dará luz


para ello72. Ausente con el cuerpo pero
presente en espíritu, me congratulo con
vosotros73 viendo la armonía que mantenéis74,
el fervor de vuestro espíritu y vuestra paz
desbordante, el encanto de vuestra sencillez y
la firmeza de vuestra decisión; en vuestro
amor mutuo la dulzura misma del Espíritu
Santo, la mesura de la piedad75 en vuestras
relaciones mutuas; me transporto de gozo al
recordar Monte de Dios, y adoro con devoción
las primicias del Espíritu Santo76 y el don de la
gracia, con la esperanza de que en todo esto
crezca vuestra forma de vida religiosa.
25. El mismo nombre de Monte de Dios es
ya promesa de buena esperanza. En efecto,
como dice el salmo refiriéndose al monte de
Dios, en él morarán los que buscan al Señor,
los que buscan el rostro del Dios de Jacob, los

72
. 2Tm 2, 7.
73
. Rm 16, 19.
74
. Col 2, 5.
75
. 2P 3, 11.
76
. Rm 8, 23.
PREÁMBULOS 25
de manos inocentes y puro corazón, y no han
recibido en vano su alma77. Esta es
precisamente vuestra profesión: buscar al Dios
de Jacob, no como lo busca todo el mundo,
sino buscar el mismo rostro de Dios que
contempló Jacob, y dijo: He visto a Dios cara
a cara y he salvado mi vida78.
26. Conocer a Dios es buscar su rostro,
buscar ese cara a cara que contempló Jacob, de
la cual dice el Apóstol: Entonces conoceré
como soy conocido. Ahora vemos en espejo y
oscuramente, entonces le veremos cara a cara,
como es 79. Debemos buscar ese rostro en la
presente vida sin descanso80, mediante la
limpieza de las manos y la pureza de corazón.
Tal es la piedad que Job llama culto a Dios81.
El que carece de ella, en vano posee su alma,
tiene una vida sin sentido. Más aún, carece
totalmente de vida, puesto que lleva una vida
para la cual no se le otorgó el alma.

77
. Sal 23, 3.4.6.
78
. Gn 32, 30.
79
. 1Co 13, 12.
80
. Sal 104, 4.
81
. Jb 28, 28.
P
26RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

PRIMERA PAR
TE

EL HOMBRE
A IMAL
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 27

CAPÍTULO I
LA CELDA Y SUS MORADORES

1. LA CELDA82

La soledad auténtica
27. Esta piedad consiste en el recuerdo
constante de Dios, en la solicitud continua de
la mente por conocerle, en una adhesión
incansable a su amor, de tal manera que no
pase un solo día, y ni una hora en que el
siervo de Dios no esté entregado a la actividad
espiritual, al empeño de progresar, a la dulzura
de la vivencia y al gozo de la fruición. Sobre
esta piedad amonestaba el Apóstol a su
discípulo más querido: Ejercítate en la piedad
ya que las prácticas corporales sirven de muy
poco, mientras que la piedad es útil para toda
obra buena y tiene la promesa para la vida
presente y la futura83

82
. Dirigida la carta a los cartujos, Guillermo habla muy naturalmente
de la celda. En realidad trata de exponer en una síntesis preciosa la
doctrina tradicional sobre el monasterio y ese conjunto de prácticas
ascéticas de la familia monástica.
83
. 1Tm 4, 7-8.
P
28RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

28. Vuestro hábito pide y vuestra profesión


reclama no una piedad de apariencia sino
sincera. En efecto, como dice de nuevo el
Apóstol: Hay hombres que, sí, tienen una
apariencia de piedad, pero en realidad están
lejos de ella84
29. Si alguno de vosotros no tiene esta
piedad en su corazón, no la demuestra en su
vida y no la practica en su celda, diremos que
está solo, pero no es un solitario. La celda no
será para él celda, sino reclusión y cárcel.
Verdaderamente está solo aquel con quien no
está Dios. Y está encarcelado el que no goza
de la libertad de Dios. Soledad y prisión
significan miseria. La celda nunca deberá ser
reclusión forzada, sino mansión de paz; la
puerta cerrada no significará escondrijo sino
un lugar de intimidad.
30. Aquel con quien está Dios nunca está
menos solo que cuando está solo85. Entonces
se dilata a sus anchas en el gozo. Entonces es
más él mismo para poder gozar de Dios en sí
mismo y de sí mismo en Dios. Entonces, a la
luz de la verdad, aparece la conciencia
transparente en la hondura de un corazón puro,
el recuerdo de Dios puede derramarse sin
impedimento alguno por todo su ser, su mente
es iluminada, el afecto goza de su propio bien;
84
. 2Tm 3, 5.
85
. Cicerón había dicho: “nunquam minus solus quam cum solus
esset” (De Officiis, III, 1). Guillermo completa la frase introduciendo
un elemento nuevo: “Dios”.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 29
o se inclina humildemente ante la conciencia
de la propia debilidad humana.

Celda y cielo86
31. Debido a esto y según vuestra forma de
vida, moráis más en el cielo que en las celdas;
arrojando de vosotros todo lo mundano, os
habéis encerrado totalmente con Dios. En
efecto, morar en la “celda” y en el “cielo”
tienen el mismo parentesco; y si cielo y celda
guardan entre sí cierta relación en el nombre,
lo mismo en el amor. Ahora bien, cielo y celda
parece que reciben el nombre de celar
[guardar escondido] y lo que se guarda en el
cielo se guarda también en las celdas; lo que se
hace en el cielo se hace también en las celdas.
¿Qué se hace? Dedicarse a Dios, gozar de
Dios. Cuando esto se hace en las celdas con
fidelidad y devoción, cumpliendo lo
establecido, me atreveré a decirlo: los mismos
ángeles de Dios convierten las celdas en cielo,
y se regocijan tanto en ellas como en el cielo.
32. Porque cuando en la celda se viven
ininterrumpidamente las realidades celestiales,
el cielo se aproxima a la celda por la

86
. Todo este párrafo tiene como base un juego de palabras: cella,
coelum; y recoge una de las más bellas tradiciones monásticas. El
primero, el más importante de los temas al que han aplicado los
monjes del medievo el arte literario, es lo que podríamos llamar
devoción al cielo. J. LECLERCQ, Cultura y vida cristiana, Ed.
Sígueme, Salamanca, 1965, p. 71 & 2º). Sobre la correspondencia de
funciones angélicas y monacales a las que se refiere Guillermo, cfr. G.
COLOMBÁS, Paraíso y vida angélica, Montserrat, 1958, pp. 28 y ss.
P
30RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

semejanza del misterio, por el afecto del amor,


por la similitud de lo que se hace. Desde ese
momento ya no será largo ni difícil el camino
de la celda al cielo para el que ora o incluso
sale de esta vida, porque hay un movimiento
frecuente de la celda al cielo, y casi nunca se
desciende de la celda al infierno, a no ser,
como dice el salmo: Desciendan en vida, para
que no desciendan al morir87.
33. De este modo quienes viven en las
celdas bajan con frecuencia al infierno. Así
como por medio de una contemplación asidua
se complacen en repasar los gozos celestiales
para desearlos con más ardor, también hacen
lo mismo con las penas del infierno, para
espantarse y huir de ellas. Y eso es lo que
suplican para sus enemigos al decir que
desciendan vivos al abismo. Al morir casi
ninguno baja de la celda al infierno, porque es
casi imposible que persevere en ella hasta la
muerte el que no está predestinado para el
cielo.

Celda y templo
34. La celda alimenta, abraza y calienta al
hijo de la gracia, fruto de su seno; lo conduce a
la plenitud de la perfección y lo hace digno del
diálogo íntimo con Dios. Al extraño empero y
al espúreo lo arroja y aleja inmediatamente de
sí. Como dijo el Señor a Moisés: quítate las
sandalias de tus pies porque el lugar en que

87
. Sal 54, 16.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 31
estás es tierra sagrada88 . Un lugar santo, una
tierra santa no puede soportar por largo
tiempo un cadáver, víctima de afectos
mortíferos, o a un hombre que tiene muerto el
corazón89.
35. La celda es tierra y lugar santo donde el
Señor y su siervo tienen frecuentes coloquios
íntimos, como un amigo con otro amigo90. En
ella el alma fiel se une frecuentemente al
Verbo de Dios, la esposa establece alianza con
el esposo, lo terreno se une a lo celestial, lo
humano a lo divino91. Ahora bien, como el
templo es la morada de Dios, del mismo modo
lo es la celda para el siervo de Dios.
36. En el templo y en la celda se tratan cosas
divinas, pero más frecuentemente en la celda.
En el templo se distribuyen algunas veces de
modo visible y en figura los sacramentos de la
vida divina; sin embargo, en la celda al igual
que en el cielo, se nos ofrece continuamente la
realidad misma de todos los sacramentos de
nuestra fe, en toda su verdad y en toda su
disposición, aunque todavía no con todo el
esplendor de su pureza, ni con la seguridad de
la eternidad92.

88
. Ex 3, 5.
89
. Sal 30, 13.
90
. Ex 33, 11.
91
. Cfr. Exultet, o Pregón de la Vigilia Pascual.
92
. En un lenguaje atrevido se expone el valor unitivo de la vida
monástica. Solo puede compararse al de los sacramentos de la Iglesia.
P
32RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

37. Por eso, como se ha dicho, al extraño,


que no es hijo, la celda lo arroja
inmediatamente de sí como a un abortivo, lo
vomita fuera como alimento inútil y nocivo.
Siendo taller de piedad, la celda no puede
soportar por mucho tiempo en su intimidad a
un individuo así. Vendrá el pie de la soberbia y
se lo llevará; la mano del pecador y lo echará
fuera. Arrojado, no podrá subsistir93, sino que
huirá miserable, desnudo y avergonzado de la
presencia del Señor como Caín94. Expuesto a
todos los vicios y demonios, el primero que lo
encuentre matará su alma95. Si acaso
permanece algún tiempo en la celda, no por la
firmeza de su virtud sino por su miserable
obstinación, ella se le convertirá en cárcel, o
sepultura de un vivo.

Celda y progreso
38. El castigo del hombre impío hace más
sensato al sabio96, y el justo lavará sus manos
en la sangre del pecador97. Como dice el

Las realidades sobrenaturales se comunican visiblemente en la Iglesia


por los sacramentos, signos sensibles de realidades sobrenaturales.
Los sacramentos, sin embargo, no se pueden recibir en cada momento.
En cambio, en la celda Dios se comunica al alma a cada instante
revelándole sus misterios.
93
. Cf. Sal 35, 12-13.
94
. Gn 4, 16.
95
. Cf. Gn 4, 14.
96
. Pr 19. 25.
97
. Sal 57, 11.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 33
profeta: Si te conviertes, Israel, conviértete de
verdad98; esto es, intenta alcanzar la cumbre de
una conversión sincera. A nadie le es
permitido permanecer largo tiempo en el
mismo estado99. El siervo de Dios o progresa o
retrocede; intenta elevarse a lo alto o es
arrastrado al abismo.
39. A todos vosotros, en efecto, se os exige
la perfección, aunque no a todos de la misma
manera. Ahora bien, si comienzas, comienza
de verdad; si estás ya progresando, realiza este
progreso lo mejor que puedas; si has alcanzado
ya alguna perfección, mídete bien a ti mismo y
di con el Apóstol: Ao es que ya la haya
alcanzado y me crea perfecto; sigo corriendo
por si consigo alcanzarla como he sido
alcanzado. Una cosa es cierta: olvidado de lo
que queda atrás me lanzo a lo que está
delante; corro hacia la meta para alcanzar el
premio de la vocación divina en Cristo
Jesús100.
40. Luego añade: Pensemos así los que
hemos alcanzado la perfección101. Claramente
nos enseña aquí el Apóstol que la perfección
del hombre justo en esta vida consiste en
olvidar completamente el pasado, y lanzarse
con todas sus fuerzas a lo que se tiene delante:
ésa es la perfección del hombre justo en esta
vida. Y la plenitud de esa perfección se logrará
98
.Jr 4, 1.
99
. Jb 14, 2.
100
. Flp 3, 12-14.
101
. Flp. 3, 15.
P
34RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

cuando se alcance el premio con la posesión


plena de la vocación celestial.

2 . LOS MORADORES DE LAS CELDAS

Tres estados de la vida espiritual


41. Como una estrella se distingue de otra
por el resplandor102, así se diferencia una celda
de otra conforme a la vida que llevan en ella
los principiantes, los que van progresando y
los perfectos. El estado de los principiantes
puede llamarse animal; el de los que van
progresando, racional y el de los perfectos
espiritual. Se tendrá cierta indulgencia en
algunas cosas con los que se encuentran aún en
el estado animal; esto no se podrá admitir en
los que se consideran ya como racionales. Y
lo que se condesciende con los racionales no
se podrá consentir en los espirituales, que
deben ser perfectos en todo y más dignos de
alabanza e imitación que de reproche103.
42. Ahora bien, todo el estado religioso está
constituido por estos tres géneros de hombres
que se distinguen por sus propios nombres y
por las distintas aspiraciones. Como hijos de la
luz e hijos del día104, deben examinar con
diligencia, a la luz del presente, lo que aún les

102
. 1Co 15, 41.
103
. Guillermo sigue en esta doctrina a Orígenes. Cf. ORÍGENES, In
Mat XI, 15; PG 13, 953.
104
. 1Ts 5, 5.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 35
falta, de dónde provienen, hasta dónde han
llegado, y en qué estado de progreso se ven
ante su conciencia cada día y en cada
momento.
43. Viven como animales los que no actúan
por sí mismos, ni por la razón ni por amor.
Arrastrados por mandato ajeno, por lo que
otros enseñan o atraídos por el ejemplo,
admiten todo lo bueno que encuentran, y como
ciegos llevados de la mano siguen e imitan lo
que otros hacen. Son racionales los que
guiados por el juicio de la razón, proceden con
discreción y sentido común; conocen y desean
hacer el bien, pero carecen aún de amor. Los
perfectos son los que actúan movidos por el
espíritu y reciben del Espíritu Santo una
iluminación superior. Se les llama sabios
porque saborean el bien hacia el que se sienten
llevados, y a los revestidos del Espíritu Santo,
como en otro tiempo lo fue Gedeón105, se les
llama espirituales como si su vestido fuera el
Espíritu Santo.

Perfección propia de cada estado


44. El primer estado vive más centrado en el
cuerpo, el segundo se ejercita en el espíritu, el
tercero sólo en Dios tiene su reposo. Como
cada uno tiene una motivación para progresar,
también cada uno tiene una medida de
perfección.

105
. Jc 6, 34.
P
36RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

45. En el estado animal el bien comienza


con la obediencia perfecta, el progreso se
consigue dominando el cuerpo y sometiéndolo
a esclavitud, y la perfección, cuando la
práctica del bien hace la costumbre gozosa. El
comienzo del estado racional consiste en
profundizar las verdades de la fe; el progreso,
en aceptarlas como se nos proponen; y la
perfección, cuando el juicio de la razón se
transforma en movimiento amoroso del alma.
La perfección de la razón es ya el comienzo
del hombre espiritual; su progreso, contemplar
la gloria de Dios a cara descubierta; y la
perfección, ir transformándose en la misma
imagen de claridad en claridad, según actúa el
Espíritu del Señor106.

106
. 2Co 3, 18.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 37

CAPÍTULO II
EL HOMBRE A IMAL O
PRI CIPIA TE

1. COMIENZO DEL HOMBRE ANIMAL:


LA OBEDIENCIA PERFECTA

a) La obediencia, antídoto contra el


orgullo

La animalidad
46. Comenzamos con el estado primero: la
animalidad, que es una forma de vivir
dependiente de los sentidos corporales. El
alma sale en cierto modo de sí misma a través
de los sentidos corporales, es atraída por el
deleite que le produce todo lo que ama, se
goza en su fruición y alimenta su sensualidad.
O entrando dentro de sí y no pudiendo llevar a
su interior incorpóreo los cuerpos a los que
está unida por los afectos del amor y la
costumbre, introduce en su intimidad esas
imágenes y allí se entretiene amistosamente
con ellas.
P
38RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

47. Habituada a ellas se comporta como si


sólo existiese lo que dejó en el exterior, o lo
que ha acumulado en su interior, gozando de
vivir lo más posible según los placeres del
cuerpo. Al apartarse de ellos sólo acierta a
vivir construyendo imágenes corpóreas, y
cuando quiere elevarse a las cosas espirituales
o divinas, sólo puede percibirlas a la manera
de los cuerpos o cosas corporales.

La insensatez
48. La animalidad volviendo las espaldas a
Dios se convierte en locura. Y tanto se
repliega en sí misma que se embrutece y
pierde hasta la capacidad o el deseo de dejarse
dirigir. Arrastrada fuera de sí por la soberbia,
estima que eso es prudencia de la carne y se
tiene por sabia, cuando en realidad es una
insensata, como dice el Apóstol: Alardeando
de sabios se volvieron insensatos107.

La simplicidad
49. Ahora bien, cuando la animalidad se
vuelve hacia Dios, se convierte en santa
simplicidad, es decir, una voluntad que actúa
siempre de la misma manera, como era Job,
hombre recto y justo, temeroso de Dios108. La

107
. Rm 1, 22.
108
. Jb 1, 1.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 39
simplicidad consiste propiamente en una
voluntad totalmente dirigida hacia Dios, pide
una sola cosa al Señor y la busca con
anhelo109, y evita complicarse con las cosas del
mundo. Consiste también en llevar una vida
humilde, es decir, desea la virtud más que la
fama, porque al hombre sencillo no le importa
que le consideren necio según el mundo con
tal de ser sabio ante Dios110. Simplicidad es
también dirigir la voluntad sólo hacia Dios;
pues aún no ha sido formada por la razón para
que se convierta en amor, o en una voluntad
debidamente formada; ni está aún iluminada,
para convertirse en caridad, que sería el gozo
del amor.

El temor de Dios
50. La simplicidad es como si tuviera en sí
misma las primicias de las criaturas de Dios111,
es decir, una voluntad simple y buena, la
materia informe del futuro hombre virtuoso en
el comienzo de su conversión, que entrega a su
Autor para que él la dé forma. Porque al
poseer con la buena voluntad el comienzo de
la sabiduría, o el temor del Señor112, llega a la
convicción de que no puede formarse por sí

109
. Sal 26, 4.
110
. 1Co 3, 18.
111
. St 1, 18.
112
. Sal 110, 10.
P
40RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

misma y que lo mejor para un necio es servir


al sabio113.
51. Sometiéndose, pues, a otro hombre por
amor a Dios, le confía su buena voluntad para
que la forme según Dios. De este modo
comienza ya el temor de Dios a obrar en ese
corazón y espíritu humilde la plenitud de todas
las virtudes; respeta al superior según la
justicia, no se fía de sí mismo por prudencia,
evita todo juicio por templanza, se somete con
la fortaleza a toda obediencia, y no trata de
justificarse sino de obedecer.
52. Esta es la esposa a la que el Señor
manda; Volverás a tu marido114. Su marido es
la razón o el espíritu, bien el suyo o el de otro.
De este modo el hombre sencillo y recto
obedece debidamente a este marido en su
propio interior. Pero muchas veces lo hace con
más rectitud y seguridad apoyándose en otro y
no en sí mismo.

La obediencia perfecta
53. Así pues, por mandato del Señor y por el
mismo orden natural la esposa debe someterse
al marido, la parte animal al espíritu, al
espíritu propio o al de algún varón espiritual,
con una entrega auténtica, es decir, con
obediencia perfecta. Y esa obediencia perfecta

113
. Pr 11, 29.
114
. Gn 3, 16.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 41
no hace juicios, sobre todo en el principiante, y
no discierne el objeto o la causa del mandato,
sino que pone todo su empeño en cumplir fiel
y humildemente lo que manda el superior.
54. En efecto, el árbol de la ciencia del bien
y del mal del paraíso es, en la vida, la facultad
de discernimiento que reside en el padre
espiritual, que lo juzga todo y a él nadie lo
juzga115. Es competencia suya discernir, los
demás deben obedecer. Comió Adán para su
desgracia del fruto del árbol prohibido,
aleccionado por la sugestión de quien dijo:
¿Por qué os ha mandado Dios que no comáis
de ese árbol?116. He aquí el acto de discernir:
¿Por qué este mandato? Y añadió [la
serpiente]: Es que sabe [Dios] que el día que
comáis se os abrirán los ojos y seréis como
dioses117. Aquí tenemos el objeto del precepto:
no quiere que seáis como dioses. El hombre
juzgó, comió, desobedeció y fue arrojado del
paraíso118. Del mismo modo, es imposible que
pueda vivir en la celda y perseverar en la
religión el hombre animal que se las da de
discreto, el novicio que presume de prudente y
el principiante que alardea de sabio. Hágase
necio para llegar a ser sabio119. Que su
discernimiento consista en esta materia en
115
. 1Co 2, 15.
116
. Gn 3, 1.
117
. Gn 3, 5.
118
. Gn 3, 6. 24.
119
. 1Co 3, 18.
P
42RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

carecer de él. Y toda su sabiduría, en carecer


de ella.

b) La obediencia, antídoto contra la


concupis-cencia.

La inteligencia y sus frutos


55. Donde se juntan animalidad y razón, en
la naturaleza del alma humana, puso el
Creador en su bondad, el entendimiento y el
ingenio, y en éste la facultad de obrar el bien;
de esta manera Dios colocó al hombre por
encima de todas las obras de sus manos, y
puso bajo sus pies todas las cosas de este
mundo120; y con ello testimonió al hombre
animal , arrastrado por la soberbia, la pérdida
de su dignidad natural y de la semejanza con
Dios, y ayudó al sencillo y humilde a
recuperarla y conservarla.
56. Lo cognoscible de Dios se ha revelado
en ellas121 , lo creado da testimonio del
Creador122 y se revela la justicia divina123,
pues los que obran el bien merecen la vida, y
los que obran mal se hacen reos de muerte124.

120
. Sal 8, 7-8.
121
.Rm 1,19.
122
. Rm Ibd y Sb 13, 5-9.
123
. Rm 1, 17.
124
. Rm 1, 32.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 43
57. Por eso la creación, que
espontáneamente sirve al hombre según el
orden de la naturaleza, se ve como obligada y
forzada a someterse a la necesidad que viene
del pecado, a la voluntad y al placer.
58. Aquí tiene su fundamento, bien conocido
por todos, el que tantas cosas necesarias para
la vida, tantas cosas útiles a buenos y malos,
tantas cosas hermosísimas por su naturaleza,
sean realizadas o realizables por hombres
buenos o malos.
59. De aquí procede, gracias a los
innumerables inventos del hombre, y a tanta
diversidad en las letras, oficios y
construcciones, la inmensa variedad de
estudios, profesiones y especialidades
científicas: la oratoria, las dignidades, los más
variados oficios e innumerables
investigaciones sobre las cosas de este mundo,
que utilizan para sus usos y necesidades tanto
los sabios de este mundo125, como los
humildes siervos de Dios126. Aquéllos abusan
de ellas para satisfacer su curiosidad,
voluptuosidad y soberbia; éstos las utilizan
para cubrir sus necesidades127. Pero su
consuelo se halla en otra parte.

125
. Rm 1, 22.
126
. Flp 2, 15.
127
. Guillermo usa el término necessitas, que en san Bernardo y sus
discípulos connota un matiz especial. Se trata de una necesidad natural
que, al ser agravada por el pecado, complica la vida del hombre. Cf. E
P
44RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

60. Por eso, los primeros, esclavos de sus


sentidos y de sus cuerpos, producen los frutos
de la carne que son: fornicación, impureza,
lujuria, enemistades, pleitos, enojos, ira, riñas,
disensiones, envidia, embriagueces, comilonas
y otras cosas parecidas. Los que hacen tales
cosas no conseguirán el Reino de Dios128. Los
segundos en cambio producen los frutos del
espíritu que son: caridad, gozo, paz, paciencia,
benignidad, grandeza de ánimo, bondad,
mansedumbre, fe, modestia, castidad,
continencia y piedad129, que tiene la promesa
de la vida presente y la futura130.

61. En la práctica, a los hombres les parecen


iguales las obras de unos y otros, pero Dios
penetra las intenciones y sentimientos del
corazón131. Cuando uno entra en su interior,
alimenta la conciencia con lo que generan sus
intenciones. Mas no todos vuelven del mismo
modo hacia su interior, ya que a nadie le
agrada entrar dentro de sí después de haber
realizado algo que no estaba dirigido por una
intención recta.

GILSON, La théologie Mystique de Saint Bernard, París, 1934, pp.


54-55.
128
. Ga 5, 19-21.
129
. Ga 5, 22-23.
130
. 1Tm 4, 8.
131
. Hb 4, 12.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 45
62. Quien volviendo a su interior advierte
que no ha dominado todavía la
concupiscencia, encontrará allí, provocadas
por la misma, seducciones atractivas y graves
remordimientos que le agitarán con múltiples
imaginaciones. Y los que ya dominaron la
concupiscencia, mientras su espíritu no sienta
un deseo más ardiente o un placer más fuerte
del bien, sufrirán una fastidiosa incitación de
imaginaciones sobre acciones y cosas vistas u
oídas en otro tiempo.
63. Unos y otros tienen sus lomos saturados
de imaginaciones placenteras132, de tal manera
que cuando quieren elevarse a las cosas
espirituales o divinas, les falta hasta la luz de
sus ojos133. Por eso, el que lucha contra sus
apetitos experimenta resistencias que aún no le
es posible superar para obrar lo mejor. Quien
aspira a la libertad, siente la imposibilidad de
arrojar de sí pegajosas imaginaciones, o
pensamientos peligrosos, absorbentes o
inútiles que surgen por doquier.
64. De aquí se sigue que durante la
salmodia, la oración y demás ejercicios de
piedad se levantan en el corazón del siervo de
Dios, aunque él las rechace y no las quiera,
multitud de imágenes; van y vienen
pensamientos fantásticos, que revoloteando a
modo de pajarracos sucios e insidiosos,

132
. Sal 37, 8.
133
. Sal 37, 11.
P
46RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

arrebatan de las manos del oferente el sacrifico


de la piedad, o lo contaminan frecuentemente,
hasta arrancarle lágrimas.
65. Sobreviene así una división miserable e
inicua a la desdichada alma: el espíritu y la
razón por una parte, salen en defensa de la
voluntad y de la rectitud de corazón, e incluso
el mismo cuerpo coopera con su sumisión; por
otra, la malicia animal intenta dominar el
corazón y la inteligencia, bloqueando con
frecuencia los frutos del espíritu.
66. De aquí que en las almas débiles, que
aún no han mortificado perfectamente la
concupiscencia de la carne y del mundo,
pululan alborotadamente los vicios de la
curiosidad. De ahí que se busquen consuelos
contrarios a la soledad y al silencio, de manera
desordenada y consciente; consuelos que en el
camino real de las observancias comunes
consisten en furtivas expansiones de la propia
voluntad, en la atracción por las novedades, en
la desgana por los ejercicios acostumbrados.
Tales diversiones, aunque por el momento
parecen calmar como un sedante el prurito y el
tedio del alma enferma, en realidad no hacen
sino aumentar el ardor y encender más el
fuego, de modo que, pasado algún tiempo, la
fiebre se torna más perniciosa y el ardor más
vivo.
67. Entonces se inventan cada día nuevas
ocupaciones, nuevas prácticas, trabajos
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 47
rebuscados, diversidad de lecturas, no para
edificación del espíritu sino para burlar el
tedio en el lento sucederse de los días. Y
cuando el solitario ha condenado todo lo
antiguo, ha rechazado todo lo habitual, y
comienzan a faltar las novedades, sólo le
queda el horror a la celda y preparar la huida.

El remedio de la obediencia

68. Por eso, la piadosa simplicidad, es decir,


el que comienza la vida religiosa y solitaria y
carece aún de una razón formada que le
oriente, de un afecto maduro que le incline y
de suficiente discernimiento para vencerse a sí
mismo, es preciso que se someta a ciertos
mandatos para dejarse moldear por manos
ajenas como el barro por el alfarero. Se
ejercitará en toda paciencia bajo el giro de la
rueda de la obediencia y el fuego de las
pruebas, sometiéndose al juicio y voluntad de
su formador y forjador134.
69. Aunque tenga mucho ingenio, sea un
artista, y sobresalga por su inteligencia, esas
cualidades pueden ser instrumentos tanto para

134
. Guillermo insiste en la necesidad de la obediencia sencilla y llana
para el hombre animal. “Al principio, dice, el amor todavía ciego, no
sabe ni de dónde viene, ni a dónde va” (De Aatura et Dignitate
Amoris, IV. PL 184, 385 C). Más adelante será la caridad la rectora de
la vida del monje, y entonces ella misma le indicará el camino a seguir
sin peligro de desviación. Ibidem, 388 C -D.
P
48RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

los vicios como para las virtudes. En


consecuencia, admita que se le enseñe a
utilizar para el bien lo que sirve también para
el mal; así actúa la virtud. Que el ingenio
modere el cuerpo, la habilidad ordene la
naturaleza, el conocimiento lleve al alma hacia
la humildad, no al engreimiento. Ingenio,
habilidad, entendimiento y demás cualidades
se nos conceden gratuitamente, no así la
virtud. Adquirirla requiere humildad; buscarla,
esfuerzo; poseerla, amor. Todo esto se merece
la virtud, y no es posible adquirirla, buscarla o
poseerla de otra manera.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 49
2. PROGRESO DEL HOMBRE ANIMAL:
EL CUERPO REDUCIDO A
SERVIDUMBRE

a) Por la mortificación

La mortificación del espíritu


70. Lo primero que debe aprender el
morador inexperto del desierto es, como
enseña el apóstol Pablo: Ofrecer su cuerpo
como víctima viva, santa y agradable a Dios;
éste es su culto espiritual135. Además, para
moderar el primer fervor del hombre animal,
que no percibe aún las cosas de Dios136 y se
precipita en una búsqueda curiosa de las cosas
espirituales y divinas, añade: Por la gracia que
me fue dada os digo a todos y a cada uno de
vosotros: no os estiméis por encima de lo que
conviene, manteneos más bien en una sobria
estima137

La mortificación del cuerpo


71. La formación del hombre animal se
centra preferentemente en el cuerpo y la

135
. Rm 12, 1.
136
. 1Co 2, 14.
137
. Rm 12, 3.
P
50RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

compostura del hombre exterior138. Deberá,


por tanto, aprender a mortificar
equilibradamente sus miembros que están en la
tierra 139, y decidir con juicio equitativo y
discreto los conflictos entre carne y espíritu
que constantemente pugnan entre sí140,
evitando toda acepción de personas141.
72. Trate a su cuerpo como si fuera un
enfermo que se le ha confiado; se le negarán
muchas cosas que, aunque las desee, podrían
hacerle daño y se le deberá obligar a tomar
otras que, aunque le repugnen, han de serle
provechosas. Cuidará del cuerpo, no como si
fuera suyo sino de aquel que nos rescató a
costa de tan enorme precio, para que lo
glorifiquemos en nuestro cuerpo142.

La firmeza y discreción
73. Además aprenderá a evitar el reproche
que hace el Señor a su pueblo por el Profeta:
138
. Si la sumisión total a los superiores es la mejor prueba de la
pureza del amor y de la perseverancia del novicio, el progreso de este
amor exige del principiante un comportamiento externo adaptado a la
disciplina claustral: “Cultive, pues, la pureza de corazón y la
compostura del cuerpo; sepa guardar silencio y hablar correctamente;
mantenga sus ojos siempre modestos, nunca altivos; no admitan sus
oídos la maledicencia; sea sobrio en la comida y el sueño; lleve sus
manos con dignidad y ande con gravedad; no demuestre ligereza
riendo a carcajadas, sino más bien su bondad sonriendo
graciosamente” (De Aatura et Dignitate Amoris III, PL 184, 385 A).
139
. Col 3, 2.
140
. Ga 5, 17.
141
. Rm 2, 11.
142
. 1Co 6, 20.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 51
Me habéis arrojado detrás de vuestro
cuerpo143. Pondrá sumo cuidado para que su
espíritu no sufra detrimento, y bajo pretexto
de atender a las necesidades o comodidades de
la vida, no abandone el buen camino de su
vocación, o se rebaje de la dignidad de su
naturaleza por honrar y amar a su cuerpo.
74. Por lo mismo habrá que tratar al cuerpo
con gran rigor para que no se rebele ni se
engría sino que esté siempre dispuesto a
servir, ya que se nos dio para servir al espíritu.
Tampoco se le ha de considerar como si
viviéramos para él, sino como algo sin lo que
no podemos vivir. Porque el pacto que
tenemos con el cuerpo no lo podemos romper
cuando nos parece, sino que hemos de esperar
con paciencia su natural disolución, respetando
entre tanto todo lo que corresponde a esta
mutua alianza. Nos comportaremos con él
como si no debiéramos vivir mucho tiempo
unidos; y si sucede de otra manera, no le
obligaremos por ello a abandonarnos144.

143
. Ez 23, 35.
144
. Creo oportuno completar esta idea de Guillermo con otros textos
suyos que reflejan bien la flexibilidad de la ascesis monástica, como la
entendió siempre la tradición benedictina. “El amigo de Dios se ama a
sí mismo recta y ordenadamente; cuida de su cuerpo no por
condescender con sus deseos, sino por razón de su espíritu; ama su
espíritu en el Espíritu Santo por Dios. No vivimos, en efecto, para el
cuerpo, pero sin él no podemos vivir. Si, según el dicho del Apóstol:
“Aadie odió jamás su propia carne” (Ef 5, 29), no basta no odiar el
cuerpo, es preciso cuidarlo, pero sin convertirse en esclavos suyos,
para poder dar al espíritu el culto y el amor que le pertenecen, hasta
someter totalmente la carne. Para que el cuerpo viva se necesita cierto
cuidado del mismo por parte del espíritu; para que el espíritu se
desarrolle, se precisa la sujeción total del cuerpo. Dios tiene derecho
P
52RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

El bien de la obediencia
75. Esto supone un gran empeño y solicitud,
ya que se correría el riesgo de frecuentes
equivocaciones si la ley de la obediencia y el
reglamento de la celda no ofrecieran al novicio
una forma completa de disciplina común sobre
alimentación, vestido, trabajo, descanso,
silencio, soledad y todo lo que se refiere a la
conducta y necesidades del hombre exterior; y
así el hermano obediente, paciente y tranquilo
pueda vivir a la vez cauto y seguro.
76. Todo esté ordenado desde el principio
con suma prudencia. Lo superfluo esté
restringido y lo necesario se adapte a los
términos de una justa suficiencia y a los
límites de una noble continencia, para que los
fuertes deseen hacer más y los débiles no se
desanimen145. Que las concesiones hechas a
quienes lo necesitan no entristezcan a los que
con buena voluntad disfrutan de ellas dando
gracias, ni las restricciones impuestas se
conviertan en manera alguna en tentación para
el siervo de Dios, acostumbrado a usar con
sobriedad y buen espíritu las cosas que se le
permiten.
77. En todo esto, como dice Salomón: quien
anda con sencillez, camina seguro, pero el que

sobre uno y sobre otro para que todo el hombre le sirva”. Expositio
altera in Ct. II; PL 180, 518 C - D.
145
. RB 64, 19.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 53
va por caminos torcidos será descubierto146.
Aunque las cosas necesarias están ordenadas
de modo que nadie pueda quejarse y se
erradique totalmente lo superfluo, si por el
bien común o conveniencia de algunos se
debiera añadir o reducir algo, quede esto a
juicio del prior sin que cree escrúpulos o
peligros al súbdito obediente.

Las tentaciones
78. Por tanto, el solitario novel, siguiendo la
norma común debe aprender a dominar las
concupiscencias de la carne mediante la
penitencia continua del pasado, y despreciar
todo lo demás para llegar al desprecio de sí
mismo
79. El eremita deberá renovar
constantemente su firmeza frente a las
tentaciones que con más virulencia se ensañan
en el novicio; porque al servidor fiel que
espontáneamente sirve a Dios no cesan de
incitarle los vicios con la recompensa del
placer que le ofrecen, incentivados por el
diablo. También Dios nuestro Señor nos tienta
para ver si le amamos o no147; no como si
quisiera conocer lo que desconociera, sino
para que en la misma tentación
experimentemos con más intensidad ese amor
divino.

146
. Pr 10, 9.
147
. Dt 13, 4.
P
54RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

80. Pero es fácil vencer esas tentaciones,


porque la razón las descubre fácilmente como
sospechosas o advierte su pérfido rostro. Las
que por el contrario se presentan bajo capa de
bien son más difíciles de descubrir y más
peligrosas si se las consiente. ¡Qué difícil es
mantenerse en el justo medio en aquello que se
presenta como bueno, cuando no siempre
estamos seguros que todo deseo del bien es
correcto!
b) Por el trabajo manual

Peligros de la ociosidad
81. La ociosidad es sentina de todas las
tentaciones y de todos los pensamientos malos
e inútiles. No hacer nada148 es lo peor que
puede sobrevenir a la inteligencia. Nunca esté
ocioso el siervo de Dios, aunque lo deje todo
para dedicarse a El149. No podemos aplicar un
nombre tan sospechoso, vano y muelle a una
realidad tan cierta, santa y profunda. ¿Es
ocioso dedicarse a Dios? Todo lo contrario, es
el negocio de los negocios. Quien en la celda
no se entrega fiel y fervorosamente a eso, haga

148
. Otium iners es la expresión que usa aquí Guillermo en oposición
intencionada a otium pingue. Ello demuestra la ambigüedad del
término. Textos como el presente demuestran que el otium es bueno o
malo según se emplee; pero, contrariamente a la otiositas, en sí mismo
es bueno. Cf. J. LECLERCQ, Otia monastica II, cp. V, 2. En Studia
Anselmiana n. 51, p. 71.
149
. Quamvis ad Deum feriatus sit. Expresión rica en la tradición
monástica pero de difícil traducción.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 55
lo que haga, si no lo hace con ese fin, estará
ocioso150
82. Es ridículo pretender evitar el ocio
entregándose a ocupaciones ociosas, porque es
ocioso todo lo que no ofrece ninguna utilidad o
no hay intención de que tenga utilidad alguna.
No se trata sólo de pasar el día disfrutando de
alguna satisfacción o evitando la mínima
sensación de hastío; lo que hay que procurar es
que siempre tenga la conciencia algo que sirva
al progreso interior, algo que aumente día a día
los tesoros del corazón. El buen solitario
estimará día sin vida aquel en el que crea no
haber hecho nada de aquello por lo que
precisamente vive en la celda.

El trabajo manual
83. ¿Te preguntas qué hacer o en qué
ocuparte? En primer lugar, además del
sacrificio cotidiano de las oraciones o la
dedicación a la lectura, no debes des-cuidar
una parte del día para el examen de
conciencia, e irte enmendando y mejorando de
día en día.
84. Se ha de hacer también algún trabajo
manual151 mandado, no tanto para distraer el

150
. Todo este párrafo es un juego con los términos otium negotium
con el que quiere expresarse la intensa actividad interior del
contemplativo. Si ella faltare, la celda no tiene razón de ser.
151
. Para huir de la ociosidad recomienda Guillermo el trabajo. La
expresión etiam manibus revela la poca estima que el trabajo manual
P
56RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

espíritu durante algún tiempo, como para


alimentar y conservar el gusto por las cosas
espirituales; así descansa un poco el espíritu
sin perder el recogimiento y fácilmente puede
retornar a su interior cuando lo considere
conveniente, sin resistencia de la voluntad, sin
el apego a la satisfacción obtenida, ni a los
recuerdos incentivados por la imaginación.
85. En efecto, no fue creado el hombre en
función de la mujer, sino la mujer en función
del hombre152; no están los ejercicios
espirituales en función de los corporales, sino
los corporales para servir a los espirituales. De
este modo, así como una vez creado el hombre
se le concedió y asoció una ayuda semejante a
él, de su misma sustancia153, de igual manera
son necesarias las cosas materiales para
dedicarse a lo espiritual; sin embargo, con
relación a esto, no siempre parecen
convenientes todas las prácticas corporales,
sino aquellas que tienen más afinidad y
semejanza con las cosas espirituales; por
ejemplo, en orden a la edificación espiritual, se
medita lo que se va a escribir, o se escribe lo
que se ha leído.
86. Es verdad que los ejercicios y trabajos
del campo distraen los sentidos, y con
frecuencia agotan también el espíritu; sin

merecía para algunos monjes. Era ya una vieja cuestión. Desde los
orígenes mismos del monacato hubo dos corrientes bien marcadas
sobre el particular.
152
. 1Co 11, 9.
153
. Gn 2, 18.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 57
embargo, los duros trabajos del campo a la vez
que producen la fatiga corporal, llevan a la
contrición y humildad de corazón, el peso del
cansancio real origina muchas veces un mayor
afecto de devoción. Lo mismo acontece con
frecuencia con los ayunos, vigilias y los demás
ejercicios en los que existe fatiga corporal.

Ascética y mística del trabajo


87. Un espíritu serio y prudente acepta
cualquier trabajo, y lejos de disiparse con él, se
sirve del mismo para mayor recogimiento
interior, porque tiene presente no lo que hace,
sino la intención con que lo hace, mirando al
fin que lo perfecciona todo. Cuanta mayor
clarividencia se tiene respecto al fin, mayor
fidelidad y ahínco se pone en el trabajo manual
sometiendo en esto el cuerpo al dictamen de la
voluntad. Los sentidos quedan sometidos a la
disciplina de la buena voluntad y el peso del
trabajo no les permite ceder a la lascivia;
sometidos y humillados en obediencia al
espíritu, aprenden a conformarse a él
participando en los trabajos y esperando la
consolación.

Vuelta al orden natural


P
58RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

88. Si la naturaleza, desordenada por el


pecado y desviada de su rectitud natural154, se
convierte a Dios, recupera inmediatamente por
el temor y el amor que tiene a Dios todo lo que
había perdido al apartarse de él. Y cuando el
espíritu comienza a reformarse según la
imagen del Creador inmediatamente comienza
a florecer también la carne155, y por propia
voluntad comienza a conformarse con el
espíritu ya reformado. En contra de sus propias
tendencias comienza a deleitarse con lo que
deleita al espíritu. Más aún, cuanto más hondo
había caído por el pecado más sedienta está de
Dios156, queriendo a veces incluso aventajar al
espíritu que es su guía.
89. En realidad no perdemos los gozos, los
transferimos del cuerpo al espíritu; de los
sentidos a la conciencia. Pan con salvado y
agua clara, legumbres u hortalizas ordinarias
no son cosas muy deleitables, pero con el amor
a Cristo y el deseo del gozo interior se tornan
agradables y satisfacen con gusto al estómago
morigerado. ¿Cuántos miles de pobres no
sacian gustosamente su apetito con estos o
semejantes alimentos? ¡Bien fácil y gustoso
sería vivir según la naturaleza con el

154
. Todo este párrafo se basa en la teoría de la Escuela Cisterciense
sobre la imagen de Dios en el hombre. El hombre no puede perder la
imagen de Dios impresa en la creación, pero puede perder su
semejanza. En este caso el hombre se encorva, pierde su rectitud. Cf.
E. GILSON, La Théologie Mystique de Saint Bernard, p. 71 y ss.
155
. Sal 27, 7.
156
. Sal 62, 2.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 59
condimento del amor de Dios, si nuestra locura
nos lo permitiera! Una vez ésta curada, la
naturaleza disfruta con las cosas naturales. Lo
mismo ocurre con el trabajo. El labrador tiene
músculos robustos y brazos vigorosos, que ha
conseguido con el ejercicio. Sin él se
anquilosarían y quedarían flojos. La voluntad
impulsa el uso de los miembros, del uso nace
el ejercicio; el ejercicio comunica energía

c) Perfección del hombre animal

Muerte a los placeres


90. Volvamos a nuestro plan. Por encima de
todo, sea trabajando o descansando nunca
estemos ociosos. Que todo nuestro negocio
consista siempre en realizar a la perfección lo
que dice el Apóstol de los que están aún en
estado animal y de los principiantes: Hablo a
lo humano en atención a la flaqueza de
vuestra carne. Como pusisteis vuestros
miembros al servicio de la impureza y de la
iniquidad para servir a la iniquidad,
entregadlos ahora para servir a la justicia y a
la santidad157.
91. Escuche esto el hombre animal, amigo y
esclavo hasta el presente de su cuerpo, que ya
comienza a someter al espíritu, y se prepara

157
. Rm 6,19.
P
60RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

para percibir las cosas de Dios; cíñase y


apresúrese a romper el yugo de una esclavitud
vergonzosa y la tiranía con que la costumbre
subyugaba la carne.
92. Que [el hombre animal] se haga
violencia estableciendo una necesidad contra
otra necesidad, y una costumbre contra otra
costumbre; cree en sí un afecto contra otro
afecto, hasta que merezca alcanzar una
satisfacción contra otra satisfacción. Y así,
según el consejo del Apóstol, llegue a gozarse
tanto en carecer de los placeres del mundo y
de la carne, cuanto antes se gozaba en
poseerlos; se goce tanto en hacer a los
miembros servir a la justicia y la santificación,
cuanto antes se gozaba en servirse de la
corrupción y la iniquidad para la iniquidad.
93. Esta es la perfección del hombre animal
en su estado propio, o del novicio en sus
comienzos. Cuando haya superado este estado
animal o humano, si no vuelve la vista
atrás158, y se lanza fielmente a lo que está
delante159, llegará pronto a aquel estado divino
en el que comenzará a alcanzar como es
alcanzado [por Cristo]160 y a conocer como es
conocido161.Ahora bien, esto no se consigue en
el momento de la conversión, ni en un solo

158
. Lc 9, 62.
159
. Flp 3, 12
160
. ibid.
161
. Cf. 1Co 13, 12.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 61
día, sino con mucho tiempo, mucho trabajo,
mucho sudor, a medida que Dios
misericordioso concede su gracia, y con el
ahínco del hombre que quiere y corre162.

162
. Rm 9, 16.
P
62RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

CAPÍTULO III
LOS EJERCICIOS DEL
SOLITARIO

1. AMBIENTE:
LA CELDA Y SUS DIFERENTES
GUARDIANES

ecesidad de una regla


94. El taller de todas estas buenas obras es la
celda y la permanencia estable en ella. En
efecto, en ella es rico el que acepta su pobreza,
y quien tiene buena voluntad posee ya todo lo
que necesita para ser feliz. Aunque no siempre
deberá fiarse de la buena voluntad, pues
deberá moderarla y controlar sus riendas,
sobre todo el principiante. Que la regla de la
santa obediencia dirija la buena voluntad, y
ésta al cuerpo. Que ella le enseñe a perseverar
en ese lugar, a aceptar la celda, a convivir
consigo mismo. Todo esto es en el principiante
señal de buen comportamiento, y garantía
cierta de buena esperanza.

Estabilidad
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 63
95. Es imposible al hombre fijar su espíritu
fielmente en un objetivo si primero no ha
fijado con perseverancia su cuerpo en un lugar,
pues quien pretende evadirse de la
inestabilidad de su espíritu vagando de un
lugar para otro, se parece al que quisiera
escapar de la sombra de su cuerpo. Huye de sí
mismo, da vueltas alrededor de sí mismo,
cambia el lugar, pero no el espíritu. Sigue
siendo el mismo en todas partes, e incluso la
misma movilidad le hace peor, como acontece
al enfermo con los golpes que recibe al ser
llevado de un lado para otro.
96. Reconózcase, pues, enfermo y cuide las
causas de su dolencia. Si no interrumpe el
reposo, pronto notará mejoría con los remedios
perseverantemente aplicados. Sanado de este
modo el espíritu de sus divagaciones y
esclavitudes, se entregará incondicionalmente
a Dios. Porque la naturaleza no ya manchada
sino corrompida, necesita grandes cuidados.
Guarde completo reposo en su enfermería, -
como suelen llamar los médicos al lugar donde
se curan las enfermedades- y siga tomando los
remedios que le han dado, hasta recuperar la
salud.
97. Tu enfermería, hombre enfermo y débil,
es tu celda; y el remedio con el que
comenzaste la cura es la obediencia, cuando es
verdadera obediencia. Has de saber que los
remedios cambiados a menudo dañan,
perturban la naturaleza y prolongan la
enfermedad. Quien se dirige a un lugar si toma
un camino recto llega enseguida donde desea,
y termina pronto el camino y la fatiga; pero si
P
64RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

toma varios caminos, se equivoca y no termina


nunca su fatiga, porque el error no tiene fin.
Así pues, no cambies de lugar, no tomes un
remedio por otro, usa el remedio medicinal de
la obediencia hasta recuperar perfectamente la
salud. Una vez curado no la rechaces como
ingrato, antes bien, sigue usándola aunque de
forma distinta.

ecesidad de un director
98. En consecuencia, si deseas recuperar
pronto la salud cuida mucho no hacer nada o
muy poco por ti mismo sin consultar con el
médico; ya que si esperas de él la cura, es
necesario que no te avergüences de descubrirle
siempre tus llagas. Aunque te avergüences
descúbrele todo, no se lo ocultes.
99. Hay algunos que al confesarse relatan la
historia de sus pecados como si narrasen un
cuento, enumerando las dolencias de su alma
sin rubor, casi sin arrepentimiento y sin dolor;
en cambio, el que siente verdadero dolor,
fácilmente derrama lágrimas y se deshace en
gemidos. Si a la enfermedad maligna se junta
esa desesperante insensibilidad, la ausencia de
dolor hará que cuanto más cercana cree la
curación, más se alejará de ella.
100. Si el médico se mostrase demasiado
indulgente queriendo curarlo todo con
ungüentos y emplastes suaves, actúa por ti
mismo y, deseoso de una pronta curación,
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 65
reclama remedios más rápidos y más eficaces;
pide el hierro y aplícate el cauterio.

Los guardianes del alma


101. Siempre tienes al médico disponible y
preparado. Para que tu soledad no te asuste y
mores con más seguridad en la celda, se te han
dado tres guardianes: Dios, tu conciencia y el
padre espiritual. Con Dios te mostrarás
piadoso, entregándote a él incondicionalmente;
con tu conciencia respetuoso, avergonzándote
de pecar en su presencia; al padre espiritual le
prestarás obediencia amorosa163, recurriendo a
él para todo.
102. Más aún, para serte grato te añadiré
un cuarto guardián. Mientras eres aún
muchacho y vas aprendiendo a vivir en la
presencia divina te recomiendo un pedagogo.
103. Te aconsejo elijas un hombre cuya
vida ejemplar se grave de tal manera en tu
corazón que te inspire respeto, y cuantas veces
lo recuerdes, su veneración te mueva a la
disciplina y a la compostura. Al recordarlo
como si estuviera realmente presente,
permítele que con afecto de mutua caridad
corrija en ti todo lo que deba corregirse, sin
que por ello tu soledad sufra el más mínimo
daño en su intimidad. Presente, te ayude
cuanto lo necesites; que pueda acudir frecuen-
temente, aunque no te guste. El recuerdo de su

163
. 1P 1, 22.
P
66RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

santa severidad te hará presentes sus


reprensiones; su piedad y benignidad, sus
consuelos; su sinceridad, el ejemplo de la vida
santa. Pensarás, en efecto, que todos tus
pensamientos le están tan presentes como si
los estuviera viendo y corrigiendo; así te
sentirás obligado a enmendarte.

La vigilancia
104. Según el precepto del Apóstol,
guárdate con cuidado164. Y para que estés
siempre atento a ti mismo, aparta tus ojos de
todo lo demás. El ojo es un magnífico
instrumento del cuerpo. ¡Ojalá pudiera verse a
sí mismo como ve todo lo demás! Esto se le ha
concedido al ojo interior, pero si, como los
ojos exteriores, se descuida de sí mismo y se
entrega a las cosas externas, al querer
acaparar mucho será incapaz de volver a su
interior. Dedícate a ti mismo, porque en tu
interior tienes materia suficiente de solicitud.
Deja ya de ver con tus ojos exteriores lo que
perdiste la costumbre de mirar, y con los ojos
interiores lo que dejaste de amar, porque nada
revive con más fuerza que el amor, sobre todo
en los espíritus más delicados y jóvenes.

2. LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES

Las dos celdas


164
. 1Tm 5, 22.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 67
105. Decídete también alguna vez a gustar
y aspirar a carismas superiores165, siendo para
ti mismo ejemplo de edificación.
Una es tu celda exterior y otra la interior. La
exterior es la casa en que habita tu alma con tu
cuerpo; la interior es tu conciencia en la que
debe morar Dios con tu espíritu en lo más
hondo de tu intimidad166. La puerta de la
clausura exterior es signo de la puerta del
mundo interior, de manera que, así como la
clausura exterior no permite a los sentidos del
cuerpo andar de un lado para otro, también los
sentidos interiores se ven obligados a vivir
más interiormente.
106. Ama, pues, tu celda interior y
también la exterior; cuida de cada una de ellas
como se merecen. Que la celda externa te
proteja sin ocultarte, no para pecar más a
escondidas, sino para vivir en mayor
seguridad. No sabrás, morador inexperto,
cuánto debes a tu celda si no te das cuenta que
en ella no sólo te curas de los vicios, sino que
evitas enfrentarte con extraños. Tampoco
apreciaras qué consideración merece tu
conciencia, hasta que experimentes en ella la
gracia del Espíritu Santo y la dulzura de la
suavidad interior.

165
. 1Co 12, 31.
166
. Si la división entre “celda (morada) externa e interna” es común
a la literatura mística, en Guillermo tiene un aspecto muy suyo. Dios
viene a ser para el espíritu lo que el alma es para el cuerpo: “Dios es la
vida del alma, como el alma es la vida del cuerpo. El alma suspira por
solo Dios; Él es en todo momento su respiración, como el aire lo es de
los cuerpos vivos” (De Aatura corporis et animae, II; PL 180, 722 C).
P
68RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

El examen de conciencia
107. Honra cada una de tus celdas como se
merece, y mantén en ellas la primacía que te
corresponde. Aprende en ellas a disciplinarte
según las leyes del ordenamiento común:
organiza la vida, modera las costumbres,
júzgate a ti mismo, acúsate ante tu misma
conciencia y condénate sometiendote a algún
castigo. Siéntese la justicia en su tribunal,
comparezca la conciencia culpable y
acusadora de sí misma. Nadie te ama tanto
como tú mismo; nadie te juzgará con más
fidelidad.
108. Por la mañana examínate de la noche
pasada y haz un plan para el día que comienza.
Al atardecer exígete cuentas del día
transcurrido, y toma precauciones para la
noche que se avecina. Con este control no
tendrás resquicio para la holganza.
El Oficio divino
109. Distribuye a cada hora los ejercicios
que le corresponden según la norma
establecida comunitariamente: los ejercicios
espirituales a su tiempo y lo mismo los
corporales; de este modo a través de ellos el
espíritu tributará a Dios lo que le es debido, y
lo mismo el cuerpo al espíritu; si algo se omite
o se hace con negligencia o imperfección, no
deje de repararse o corregirse en el tiempo,
modo y lugar debidos.
110. En todo esto, aparte de aquellas horas
de las que dice el Profeta: Siete veces al día te
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 69
alabo167, se dará especial relevancia al
sacrificio de alabanza de la mañana, de la tarde
y de la media noche. Porque no en vano dice el
Profeta: Por la mañana estaré ante ti y veré168,
ya que en ese momento estamos todavía libres
de preocupaciones exteriores; y añadirás: Suba
mi oración como incienso en tu presencia, el
alzar de mis manos como ofrenda de la
tarde169, porque en esa hora nos vemos ya
libres de esos impedimentos, habiéndolos
superado.
111. Lo mismo haremos en nuestras
vigilias nocturnas cuando nos levantamos a
media noche para alabar el nombre del
Señor170, según el orden establecido por el
mismo salmista. En el día de mi tribulación
busqué al Señor, levanté por la noche mis
manos hacia él o contra él, y no quedé
defraudado171, y lo que sigue.
112. En estas horas hemos de sentirnos
como si estuviéramos cara a cara ante él172,
envueltos en la luz de su rostro173; seamos
conscientes que el dolor y la tribulación

167
. Sal 118, 164.
168
. Sal 5, 4.
169
. Sal 140, 2.
170
. Cf. Sal 118, 62.
171
. Sal 76, 3.
172
. Cf. Gn 32, 20.
173
. Sal 88, 16.
P
70RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

provienen de nosotros mismos174, e


invoquemos el nombre del Señor175
arañando176 nuestro espíritu hasta que se
incendie, y trayendo a la memoria una y otra
vez la inmensa bondad del Señor177, hasta que
llene de dulzura nuestros corazones.
113. Entonces sobre todo, hemos de poner
en práctica lo que dice el Apóstol: prefiero
hablar en la Iglesia cinco palabras para ser
entendido que diez mil sin que nadie me
entienda. Y aquello: Cantaré salmos con el
espíritu, pero los cantaré también
inteligiblemente. Oraré con el espíritu, pero
oraré con inteligencia178. En efecto, es en ese
momento cuando mente y corazón deben
mezclar sus frutos, para descansar en la
quietud de la noche con la abundancia de la
bendición de Dios, o levantarnos para alabarle,
y que todas nuestras obras queden informadas
y vivificadas por las mismas alabanzas
divinas.
114. Por lo mismo, al celebrar las vigilias
nocturnas no conviene recargar el

174
. Cf. Sal 114, 3.
175
. Sal 114, 3.
176
. Es significativa por su fuerza la expresión de Guillermo:
scabendo spiritum nostrum. En todo momento pero sobre todo en los
momentos de tribulación, sequedad y dolor es preciso arañar, rascar y
frotar el alma hasta que salte la chispa que la inflame en el amor de
Dios.
177
. Sal 144, 7.
178
. 1Co 14, 19. 15.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 71
entendimiento ni agotar o disecar el espíritu
con multitud de salmos; antes bien, cuanto más
despejado se sienta, con mayor atención se
aplicará a la devoción orientando hacia Dios
sus pasos, hasta que comience a correr con el
corazón dilatado179 hacia la conclusión del
oficio divino; después mantendrá la llama de
su fervor para que no muera víctima de una
gran negligencia, o la suprima por una
voluntaria miseria.

La comunión espiritual
115. Del mismo modo, quien posee el
espíritu de Cristo180 sabe de cuánto provecho
es a la piedad cristiana, qué útil y conveniente
al siervo de Dios, al discípulo de la redención
de Cristo, que en algún momento del día se
dedique a meditar con mayor atención los
beneficios de su pasión y redención, para
gozarlos amorosamente en su conciencia y
guardarlos fielmente en su memoria. Eso es
comer espiritual-mente el cuerpo del Señor y
beber su sangre, en el recuerdo de quien lo
mandó a todos los que creen en él, diciendo:
Haced esto en conmemoración mía181.
116. Asimismo, además de la
desobediencia que supone, es evidente para
todos qué inmenso pecado de impiedad comete

179
. Sal 118, 32.
180
. 1Co 2, 16.
181
. Lc 22, 19.
P
72RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

el hombre que olvida tanta bondad de Dios,


como sería grave el olvido de un amigo que, al
ausentarse, nos dejara un objeto para que le
tengamos en el recuerdo.
117. El sacramento de esta santa y
venerable conmemoración sólo es dado
celebrarlo a unos pocos hombres según el
modo, lugar y tiempo especiales; mas la gracia
del sacramento está siempre disponible y
pueden actuarla, tocarla, y recibirla para la
propia salvación, con la reverencia que se
merece, en la forma en que ha sido transmitida
y en todo tiempo y lugar al que se extiende el
señorío de Dios, aquellos de los que se ha
dicho: Vosotros sois una raza elegida, un
sacerdocio real, una nación santa, un pueblo
elegido para anunciar las alabanzas de aquel
que os sacó de las tinieblas a su luz
admirable182.
118. En efecto, así como el sacramento
recibido dignamente es fuente de vida,
también puede acarrear la muerte y el juicio si
se recibe indignamente183. Pero la gracia del
sacramento sólo puede recibirla quien está
preparado y es digno. Recibir el sacramento
sin la gracia sacramental lleva a la muerte;
recibir la gracia sacramental aún sin recibir el
sacramento, contiene vida eterna184 Merece

182
. 1P 2, 9.
183
. Cf. 1Co 11,27-29.
184
. Guillermo distingue entre el rito sacramental y la gracia del
sacramento. Para ésta se necesita recta disposición; aquel se puede
realizar independientemente de la disposición del sujeto. Sobre este
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 73
subrayarse la doctrina de Guillermo relativa a la comunión
espiritual tanto por la claridad como por la fuerza que le
atribuye para unir el alma a Cristo y a su Iglesia. .

119. Si la quieres y la deseas con toda


sinceridad, tienes esta gracia disponible en tu
celda a todas las horas, tanto de día como de
noche. Cuantas veces te unes fiel y
piadosamente a este acto en memoria del que
padeció por ti185, otras tantas comes su cuerpo
y bebes su sangre; y siempre que permaneces
unido a él por el amor, y él a ti en acción de
santidad y de justicia, formas parte de su
cuerpo y de sus miembros.

La lectio divina
120. Además, también hay que dedicarse a
una lectura concreta en horas determinadas. La
lectura al azar, sin continuidad, de lo primero
que se encuentra, no edifica sino que hace el
ánimo inestable; y hecha a la ligera, se va de la
memoria con la misma precipitación. Hay que
acostumbrar el espíritu a determinados autores
y familiarizarse con ellos.
121. Las Escrituras hay que leerlas y
entenderlas con el mismo espíritu que fueron
escritas. No asimilarás el espíritu de san Pablo
mientras no te empapes del mismo leyéndole

sacramento escribió su obra De Sacramento Altaris, PL 180, 341 ss.


Traducido al castellano en Col. PP. Cistercienses, n. 2. Azul,
Argentina, 1977, págs. 231- 315.

185
. 1P 2,21.
P
74RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

con atención y frecuentándole con meditación


asidua. Nunca llegarás a comprender a David
hasta que el amor [affectus] a los salmos te
lleve a sentir la misma experiencia que él. Y
así de los demás libros sagrados. Porque en
toda la sagrada Escritura existe tanta diferencia
entre la aplicación amorosa y la lectura, como
la que hay entre la amistad y la hospitalidad,
entre el afecto de la convivencia y el saludo
casual186.
122. De lo que se lee cada día se deberá
guardar algo en el seno de la memoria para
que bien asimilado, y recordado de nuevo,
pueda rumiarse a menudo. Un pasaje que sea
provechoso a nuestra vida, fomente los
deseos, modere el espíritu y así no busque
pensamientos extraños.
123. De la lectura brotarán los afectos y
surgirá la oración, que interrumpa la lectura;
esta interrupción no la obstaculiza, sino que
hace al alma más pura para comprender
mejor la lectura.
124. La lectura depende de la intención. Si
el lector busca verdaderamente a Dios en la
lectura, todo lo que lee le ayudará en esta
búsqueda187, cautivará sus sentidos y orientará
todo el contenido de la lectura hacia el servicio
a Cristo188. Pero si el lector busca otra cosa,
186
. Hay que notar el carácter de seriedad de verdadera dedicación
exigido por Guillermo para que la lectio divina sea provechosa. Sigue
en esto la doctrina común de todo el monacato medieval.
187
. Rm 8, 28.
188
. 2Co 10, 5.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 75
todo lo arrastrará hacia sí mismo y no
encontrará nada en las Escrituras, por muy
santo y edificante que sea, que no lo aplique a
su malicia o vanidad, impulsado por la
vanagloria, por un sentimiento distorsionado o
por un entendimiento viciado. Todo el que lee
las Escrituras debe tener como principio de
sabiduría el temor del Señor189, para que así se
afiance sólidamente en él el ánimo del lector, y
de él surja y en él se armonice la inteligencia y
el sentido de toda la lectura.

3. LOS EJERCICIOS CORPORALES

125. Nunca se dejen lo más mínimo los


ejercicios espirituales por dedicarse a los
corporales, sino que el espíritu se acostumbre a
volver a ellos con facilidad, para que mientras
se dedica a éstos pueda seguir ejercitándose en
aquellos. Como ya se ha dicho más arriba, no
fue creado el hombre para la mujer, sino la
mujer para el hombre. Del mismo modo no
están las cosas espirituales al servicio de las
carnales, sino las carnales al servicio de las
espirituales. Llamamos ahora ejercicios
corporales los que se practican con el cuerpo
por medio del trabajo manual.

189
. Sal 110, 10.
P
76RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

La mortificación del cuerpo


126. Hay otros ejercicios corporales en los
que debe trabajar el cuerpo, como son las
vigilias, ayunos y otros parecidos. Estos no
impiden los espirituales, más bien los ayudan,
siempre que se hagan razonablemente y con
discreción. Si falta la discreción, dañan a las
prácticas espirituales por falta de espíritu o por
debilidad del cuerpo. El que procede de ese
modo privaría a su cuerpo del efecto de una
buena obra, a su alma del afecto, a su prójimo
del ejemplo, y a Dios del honor que le es
debido. Y se hace sacrílego de todo eso ante
Dios.
127. No es que, según el parecer del
Apóstol190, sean inhumanos esos actos, o que
no sea conveniente, necesario y aún justo que
alguna vez duela la cabeza en el servicio de
Dios, ya que muchas otras veces ha sentido
los mismos dolores por seguir las vanidades
del mundo; o que el estómago sienta hambre
hasta gritar, puesto que otras veces se saturó
hasta vomitar. Pero hay que actuar siempre
con moderación. A veces habrá que mortificar
el cuerpo, pero no destruirlo. Aunque los
ejercicios corporales sirven para poco191,
tienen no obstante su utilidad.
128. Así pues, debemos tener algún
cuidado de la carne aunque no para satisfacer
190
. Cf. Rm 6, 19.
191
. 1Tm 4, 8.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 77
su concupiscencia192. Pero se hará con
sobriedad y cierta disciplina espiritual, para
que ni en el modo, ni en la calidad o cantidad
aparezca nada que sea impropio del siervo de
Dios.
129. Debemos venerar con mayor
honestidad a los miembros de nuestro cuerpo
que parecen menos honrosos, pues las partes
decorosas no lo necesitan193. Más aún, toda
nuestra vida aunque esté oculta a los hombres,
ha de aparecer santa y honesta ante Dios; y
aunque nuestro tenor de vida esté escondido
tras los muros del monasterio, debe aparecer
admirable y complaciente a los santos ángeles.
130. Hágase todo, dice el Apóstol, con
decoro194. La honestidad, en efecto, es grata a
Dios y familiar a los santos ángeles. Por eso
manda el Apóstol que las mujeres lleven velo
por respeto a los ángeles195. Ellos sin duda
están siempre con vosotros en vuestras celdas,
guardándoos, cooperando, gozándose con
vuestras obras, y les agrada que en todo os
comportéis honestamente aunque ningún
hombre lo vea.

El alimento

192
. Rm 13, 24.
193
. Cf. 1Co 12, 22-24.
194
. Cf. 1Co 14, 40.
195
. Cf. 1Co 11, 10.
P
78RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

131. Ya comáis, ya bebáis, ya hagáis


cualquier otra cosa, hacedlo todo en nombre
del Señor196, piadosa, santa y religiosamente.
Si comes, sea tu sobriedad el principal adorno
de la mesa, ya de suyo bastante sobria. Cuando
estás comiendo no estés absorto en ello, sino
que mientras el cuerpo toma su alimento, no
le falte al espíritu el que le es propio, y lo
rumie y digiera meditando o recordando la
dulzura del Señor, o algún pasaje de la
Escritura que le alimente.
132. Además no se dará satisfacción a la
necesidad de un modo mundano y carnal, sino
como conviene al monje, al siervo de Dios.
Incluso para la salud corporal el alimento es
tanto más nutritivo cuanto con más orden y
sobriedad se toma.
133. En consecuencia, se ha de regular el
modo y tiempo de la comida, la cantidad y
calidad, evitando lo superfluo y lo rebuscado.
La medida a observar es ésta: el que come no
pretenda saciarse de todo lo que se le ofrece197;
en cuanto al tiempo: no se haga a deshora; y la
calidad pide tomar lo que es común a la
comunidad fraterna, salvo en caso de
verdadera enfermedad.
134. Respecto a los condimentos, baste -os
ruego- que nuestros alimentos sean
comestibles, sin que despierten la

196
. 1 Co 16, 31.
197
. Cf. Si 37, 32.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 79
concupiscencia o la sensualidad. ¡Ya le basta a
la concupiscencia su malicia!198 Como es
difícil o casi imposible satisfacer la necesidad
por otro medio que no sea con cierto grado de
deleite, si comienza a excitarse por causa de
aquellos que siempre luchaban contra sus
halagos, se unen dos contra uno y se pondrá en
peligro la continencia.

El sueño
135. Lo que se ha dicho del alimento se
aplica también al sueño. Guárdate, siervo de
Dios, en la medida de lo posible, de entregarte
sin medida al sueño. Que tu sueño, en vez de
ser descanso para el cansado, no se convierta
en sepulcro de un cuerpo ahogado; y en vez de
ser alivio al espíritu no sea su extinción199.
Cosa sospechosa es el sueño, y muy parecido a
la embriaguez. Excepto los vicios, que no
pueden atacar durante el sueño porque la
misma razón duerme con el cuerpo200, ningún
tiempo de nuestra vida es tan perdido para el
progreso espiritual como el que se dedica al
sueño.

198
. Mt 6, 24.
199
. Cf. 1Ts 5, 19.
200
. Guillermo comparte la idea de los antiguos y de algunos himnos
de la liturgia -los de Completas-, según los cuales la noche -las
tinieblas- era la hora del demonio. Cf. Sancti Bernadi Vita, I, 4; PL
185, 239.
P
80RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

136. Cuando vayas, pues, a dormir, lleva


siempre en la memoria o en el pensamiento
algo con lo que duermas plácidamente, te
ayude incluso a soñar y al despertar te
devuelva el estado de ánimo del día anterior.
De este modo la noche será para ti luminosa
como el día201, la noche será tu luz en tus
delicias202. Dormirás plácidamente,
descansarás en paz, despertarás contento y al
levantarte volverás con diligencia y facilidad a
lo que no habías interrumpido del todo.
137. La comida frugal y el dominio de los
sentidos proporcionan también un sueño
confortable. El siervo de Dios debe aborrecer
un sueño carnal, voluptuoso, propio de brutos,
como suele decirse. Después del conveniente
descanso es fácil despertar los sentidos del
cuerpo y facultades del alma, y hacer que esta
especie de siervos de la casa del padre de
familia, se levanten y se dediquen a las tareas
necesarias. Un sueño así, tomado en tiempo y
medida convenientes, no debe ser descuidado.

Conclusión

201
. Sal 138, 12.
202
. Ibd. 11.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 81
138. De este modo el espíritu prudente y
consagrado a Dios se comportará en su celda y
en su conciencia como un prudente padre de
familia en su casa. Que su carne no sea, como
dice Salomón203, una mujer quisquillosa en la
casa, sino como una esposa inclinada y
habituada a la sobriedad, dispuesta a la
obediencia y al trabajo, instruida en todo,
acostumbrada a pasar necesidad y a saciarse, a
vivir en la abundancia y escasez204. Que sus
sentidos exteriores se comporten como siervos,
no como jefes, y los interiores sean sobrios y
eficaces. Tenga toda la casa o familia de sus
pensamientos tan ordenada y disciplinada que
pueda decir a éste: ve allí, y va; al otro, ven, y
viene; a su siervo, es decir, a su cuerpo: haz
esto, y lo hace sin resistencia205.
139. El que así se ordena y gobierna en su
conciencia, puede estar seguro de sí y
organizarse en su celda. Pero esto que es
propio de los perfectos o de los que ya han
adelantado mucho, lo proponemos también a
los que comienzan y a los novicios, para que
vean cuánto les falta206 y hasta dónde deben
dirigir sus aspiraciones.

203
. Pr 21, 9; 25, 24.
204
. Flp 4, 12.
205
. Mt 8, 9; Lc 7, 8.
206
. Sal 38, 5.
P
82RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

CAPÍTULO IV
ALGU OS PROBLEMAS
DE LA VIDA SOLITARIA

1. SELECCIÓN DE LAS VOCACIONES

140. Con lo que hemos dicho del sentido


carnal o animal, del conocimiento racional o
de la sabiduría espiritual, intentábamos
describir al hombre en el que se pueden
encontrar estos distintos estados en tiempos
diversos, según la evolución de su progreso,
los grados del mismo y los afectos de su
espíritu. También nos referimos a tres géneros
de hombres, que combaten en las celdas y en
la profesión religiosa, según las características
de cada uno de estos estados.

Soledad
141. La dignidad de la celda, el secreto de
la santa soledad y el mismo título de vida
solitaria, parece aplicarse sólo a los perfectos;
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 83
aquellos que, como dice el Apóstol: toman
alimento sólido, y ejercitados por la
costumbre, saben discernir el bien y el mal207.
Según esto, aunque parece que puede
admitirse en la celda al hombre racional
porque se aproxima a sabio, se deberá excluir
abiertamente al hombre animal, porque no es
capaz de captar las cosas que son de Dios208.
142. Pero nos sale al paso el apóstol Pedro
diciéndonos a propósito de algunos: Si han
recibido el Espíritu Santo igual que nosotros,
¿quién era yo para oponerme a Dios?209. Si el
Espíritu Santo es la buena voluntad, sería muy
temerario prohibir la entrada en la vida
religiosa a quien su buena voluntad atestigua
ser morada y tener por guía al Espíritu Santo.
143. Por lo mismo, dos clases de hombres
pueden vivir en las celdas: los sencillos, que
por su buena voluntad se muestran capaces y
fervorosos para conseguir la prudencia
religiosa; y los prudentes que demuestran
aspirar a la simplicidad de una vida religiosa y
santa. En cambio, la necedad soberbia o la
soberbia insensata debe alejarse lo más
posible de las moradas de los justos210. Toda
soberbia, en efecto, es insensata, aunque no
toda insensatez sea soberbia. Porque a veces se

207
. Hb 5, 14.
208
. 1Co 2, 14.
209
. Hch 10, 47; 11, 17.
210
. Sal 117, 15.
P
84RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

da una necedad que no es soberbia, sino


simplicidad; si es ignorante, puede ser
instruida; si no puede aprender, tal vez se la
pueda educar.
144. La convivencia religiosa es con todo
derecho la ciudad donde se refugia la sencillez,
a no ser que se resista a la humillación, o sea
tan ruda que no se la pueda orientar ni aún
tratar. Sin embargo, no se desechará la buena
voluntad por muy ruda que parezca, antes
bien, se la orientará con oportunos consejos
hacia una vida activa y diligente. Sin embargo,
la voluntad soberbia, aunque se presente como
prudente, será desechada y alejada. En efecto,
si se admite al soberbio, comenzará a dictar
leyes desde el primer día de su ingreso, y
como es demasiado tonto no será capaz de
asimilar las que encuentre.

Prudencia
145. En consecuencia, se pondrá gran
solicitud y prudencia en admitir a quien va a
convivir consigo mismo. Porque quien consigo
vive, sólo tiene a sí mismo y tal cual es. El
malo nunca está seguro consigo mismo,
porque convive con un hombre malo, y nadie
le es más insoportable que él mismo. Por eso,
a los locos, a los enfermos profundos y todos
los que por alguna causa no son
suficientemente dueños de sí mismos, se les
suele custodiar, no se les abandona a sí
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 85
mismos o a su propio juicio, para que no usen
mal de su soledad.
146. Admítanse, pues, a morar en las
celdas a quienes perteneciendo al estado
animal son humildes y pobres de espíritu, para
que asciendan al estado racional y espiritual,
no para que por causa de ellos, los que ya
alcanzaron estos grados den marcha atrás y
vuelvan al estado animal. Recíbaseles con
caridad benevolente, y sopórteseles con
paciente benignidad; pero los que se
compadecen de ellos no los imiten ni se
entreguen de tal modo a su progreso, que por
atención a ellos se vean impulsados a aflojar
en su fidelidad a la vida religiosa.

2. LA CONSTRUCCIÓN DE LAS CELDAS

147. Por ahí se introdujo la costumbre de


construir con dinero ajeno celdas suntuosas y,
da vergüenza decirlo, llenas de ostentación;
despreciando la santa rusticidad, que procede
del Altísimo, como dice Salomón211, nos
creamos unas muy dignas habitaciones
religiosas. Con ello nos inclinamos tanto hacia

211
. Si 7, 16.
P
86RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

los que están en el estado animal, que casi nos


convertimos todos en animales.
148. Abandonando la forma de pobreza
que a justo título heredamos de los padres, y
alejando de nosotros y de nuestras celdas la
imagen de la santa simplicidad que es el
verdadero decoro de la casa de Dios, nos
edificamos por medio de hábiles artistas celdas
no tanto eremíticas cuanto aromáticas; y al
coste de cien monedas de oro cada una, para
satisfacer la curiosidad de nuestros ojos con
las limosnas de los pobres212.
149. Corta, Señor, de las celdas de tus
pobres el oprobio de las cien monedas de oro.
¿Por qué no celdas de cien denarios? ¿Por qué
no sin coste alguno? ¿Por qué los hijos de la
gracia no se construyen las celdas ellos
mismos gratuitamente? ¿Qué se le respondió a
Moisés al construir el tabernáculo? Mira, le
dijo, hazlo todo conforme al modelo que se te
ha mostrado en el monte213
150. ¿Acaso son los hombres del mundo
los que deben levantar el tabernáculo de Dios
entre los hombres?214. Los mismos, los
mismos a quienes se les ha mostrado en el
monte de la contemplación el modelo del
verdadero ornato de la casa de Dios215, ésos
deben edificárselo a sí mismos. Los mismos,

212
. Si 4, 1.
213
. Hb 8, 5.
214
. Ap 21, 3.
215
. Sal 25, 8.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 87
los mismos a quienes el cuidado de su interior
les lleva al desprecio y descuido de todo lo
exterior, ésos deben edificárselo. Ninguna
habilidad de artistas plasmará mejor que su
desprendimiento el ideal de pobreza, la imagen
de la santa simplicidad, las directrices de los
padres sobre la frugalidad.

Pobreza
151. En nombre de Dios os lo pido: como
peregrinos en este mundo216, como soldados
en combate en esta tierra, no edifiquemos
casas para vivir en ellas sino tiendas que
hemos de abandonar217; pues pronto seremos
llamados de este mundo para partir hacia la
patria, hacia nuestra ciudad, hacia nuestra
morada eterna. Vivimos en un destacamento,
militamos en tierra extranjera. Todo lo natural
es fácil, lo extraño es trabajoso. ¿Acaso no es
natural al solitario, según la naturaleza y
conforme a su conciencia, que él mismo se
construya la celda con ramas entrelazadas,
hecha y recubierta con barro, y morar en ella
dignísimamente? ¿Se requiere algo más?
152. Creedlo, pues, hermanos, y ojalá no
tengáis que experimentarlo! Esas
construcciones hermosas y bellas fachadas,
debilitan pronto la firmeza de la decisión
tomada y afeminan el temple varonil del

216
. Jb 7, 1.
217
. Jr 35, 9-10.
P
88RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

espíritu. Pues aunque estos placeres se


amortiguan frecuentemente con el uso, aunque
hay quienes disfrutan de ellos como si no
disfrutaran218, sin embargo, tales apegos se
erradican y dominan mejor con el desprecio
que con el uso.
153. Es evidente que nuestro marco
exterior influye no poco en nuestros
sentimientos íntimos, si se le ordena y
acomoda a la forma de ser del espíritu,
correspondiendo de esta manera a la buena
decisión tomada. Así, una vida más pobre
refrena en unos la concupiscencia, y despierta
en otros el amor a la pobreza.

154. Al que se entrega a la vida interior le


ayuda más un ambiente exterior desierto y
olvidado, porque el espíritu, sintiéndose como
de paso en esta casa, vive con más frecuencia
en otro lugar, manifiesta que le tiene más
ocupado otra intención, y armoniza
eficazmente el interior de su buena conciencia
al expresar su desprecio por las cosas de fuera.
155. Conservad, pues, os ruego, esas
celdas construidas con tanta elegancia, pero no
aumentéis su número. Sirvan de enfermería a
los hermanos en estado animal y a los más
débiles mientras dura su convalecencia, es
decir, hasta que comiencen a desear no las
celdas de la enfermería sino las tiendas de los

218
. Cf. 1Co 7, 31.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 89
que están enrolados en los destacamentos del
Señor. Queden también como ejemplo a
vuestros sucesores: tuvisteis, sí, esas celdas,
pero las abandonasteis.

3. SUBSISTENCIA DEL SOLITARIO

Ejemplo de los antiguos padres


156. Pero vosotros que sois espirituales
como los hebreos, esto es peregrinos, que no
tenéis aquí ciudad permanente sino que vais
en busca de la futura219, construíos, como ya
habéis comenzado a hacer, chozas en las que
podáis habitar. En chozas, en efecto, habitaron
nuestros padres, permaneciendo como
extranjeros en la misma tierra de promisión,
con los herederos de las promesas220,
esperando la ciudad sólidamente fundada cuyo
arquitecto y constructor es Dios221. No poseían
aún lo prometido, sino que lo veían y
saludaban de lejos, esperándolo como
huéspedes y peregrinos que eran en la tierra.

219
. Hb 13, 14.
220
. Hb 11, 9.
221
. Hb 11, 10.
P
90RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

Los que así hablan muestran que buscan una


patria mejor: la del cielo222.
157. Por eso, nuestros padres de Egipto y
la Tebaida, ardentísimos emuladores de esta
santa vida, moraron en las soledades, entre
estrecheces y sufrimientos, porque el mundo
no era digno de ellos223. Ellos mismos
construían sus propias celdas, en las que
guarecerse únicamente del viento y la lluvia
con sencillos techos y paredes224; y
desbordando en delicias de frugalidad
eremítica, enriquecían a muchos pasando ellos
necesidad225.
158. ¿Qué nombre aplicarles que les sea
digno? No lo sé. Hombres celestes, ángeles en
la tierra, moradores de la tierra pero
ciudadanos del cielo226. Trabajaban con sus
manos, alimentando con su trabajo a los
pobres, mientras ellos pasaban hambre; desde
la inmensidad del desierto sostenían cárceles y
enfermos en las ciudades, sustentaban a todo el
que sentía alguna necesidad, y vivían de su
trabajo, cobijados por la obra de sus manos.

Vivir de limosnas

222
. Hb 11, 16.
223
. Hb 11, 37-38.
224
. Cf. Is 4, 6.
225
. Cf. 2Co 6, 10.
226
. Cf. Flp 3, 20.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 91
159. ¿Qué diremos a todo esto nosotros
que somos no sólo animales, sino animales
terrenos, pegados a la tierra y a nuestra carne,
viviendo según los sentidos carnales227, y
sostenidos por manos ajenas?
160. Es verdad que en esto nos consuela
de alguna forma aquel que siendo rico se hizo
pobre por nosotros228, y ordenando el mandato
de la pobreza voluntaria229, se dignó
mostrarnos en sí mismo la forma de esa
pobreza. Para que los que abrazan la pobreza
evangélica sepan a qué atenerse, quiso él
mismo que, en algunas circunstancias, fieles e
infieles atendieran a sus necesidades230, con el
fin de atraerlos a la fe231.
161. Lo mismo sucedió en la Iglesia
primitiva a aquellos santos pobres que habían
sido despojados de sus bienes por amor a
Cristo 232, o según el precepto de la perfección
evangélica lo habían dejado todo233, o
vendieron sus bienes para ponerlo todo en
común con los hermanos creyentes234. La gran
solicitud y devoción con que los santos

227
. Cf. 2Co 10, 3; Col 2, 18.
228
. 2Co 8, 9.
229
. Lc 12, 33; 18, 23; Mt 6, 24; 19, 23.
230
. Lc 10, 38; Jn 12, 2.
231
. Lc 5, 30; 7, 36; 15, 2; 19, 5.
232
. Hb 10, 34.
233
. Lc 11, 41; 12, 33.
234
. Hch 2, 44-45.
P
92RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

Apóstoles procuraban que fueran alimentados


por los fieles, lo declaran abiertamente el libro
de los Hechos de los Apóstoles y san Pablo en
sus cartas.
162. Si esto se concedía con preferencia
por mandato y precepto del mismo Señor a los
que anunciaban el Evangelio235, no se negaba
tampoco, con la autoridad de los mismos
apóstoles, a los que deseaban vivir de una
manera evangélica, como aquellos santos
pobres que vivían entonces en Jerusalén. Se
los llama santos pobres precisamente porque
habían consagrado su vida a la santidad y a la
vida común, habiéndose entregado ellos
mismos libremente a vivir en pobreza.
163. Esto mismo denunciaba el apóstol
con severísima autoridad respecto a algunos:
El que no quiere trabajar que no coma. Y para
probar a quiénes se refería, añade: Porque
hemos oído que algunos viven entre vosotros
sin trabajar, no haciendo nada y
curioseándolo todo. A los que así obran, les
rogamos y exhortamos en el Señor Jesucristo,
que coman su pan trabajando
sosegadamente236. ¿El suyo? Sí, ganado y
producido con su trabajo. Ahora bien, como
esos sujetos agitadores, ociosos y curiosos,
invocaban el nombre del Señor, para que no
creyeran que Pablo los había recriminado y

235
. 1 Co 9, 14.
236
. 2Ts 3, 10-12.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 93
abandonado, añadió: En cuanto a vosotros,
hermanos, no os canséis de hacer el bien, en
Cristo Jesús, Señor nuestro237. Como si dijera:
aunque sigan siendo perezosos, no dejéis de
proporcionarles el sustento, y no decaigáis en
hacer el bien.

Dispensa del trabajo manual

164. En los textos citados el apóstol ha


declarado severísimamente que no coman los
que no quieren trabajar, y seguidamente se
muestra más clemente con quienes no
trabajan. Podemos interpretar sus palabras sin
faltar al verdadero sentido, diciendo que aplica
aquella severidad a quienes pudiendo trabajar
no quieren; y esta indulgencia, a quienes
queriendo trabajar no pueden hacerlo. Ahora
bien, como también a éstos les ruega y exhorta
en el Señor Jesucristo que coman
sosegadamente su pan, parece que no comen
su pan si no lo hacen suyo trabajando en la
medida de sus posibilidades, poniendo por
testigos a Dios y a su conciencia.
165. ¡Perdón, Señor, perdón! Nos
excusamos, tergiversamos las cosas, pero
nadie puede esconderse a la luz de tu
verdad238, que ilumina a los que se convierten
237
. 2Ts 3, 13.
238
. Sal 18, 13.
P
94RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

y hiere a los que se alejan. No se te ocultan


nuestros huesos que tú formaste en lo hondo
del ser humano239. Somos nosotros los que
ocultamos nuestro interior a nosotros mismos.
En efecto, apenas hay alguno que, en lo que a
servirte a ti se refiere, quiera probar su
capacidad y disponibilidad, porque frente al
mundo y a la carne le condiciona el temor o le
arrastra la ambición. Pero si engañamos a los
hombres ignorantes, no permitas que,
queriendo engañarte a ti, nos engañemos a
nosotros. No trabajamos porque no podemos,
porque nos parece que no podemos, o porque,
habiéndonos acostumbrado a la pereza o a los
deleites, estamos convencidos de que no
podemos.
166. Adoremos sin cesar, postrémonos y
lloremos sin cesar ante ti que nos creaste240. A
este respecto, nuestro pecado es manifiesto y
tu juicio secreto: no podemos quizá, porque no
ponemos verdadero interés en querer; o porque
no habiendo querido cuando nos era posible,
ahora que queremos ya no nos es posible.
Comamos al menos nuestro pan, si no es
posible con el sudor de nuestro rostro, según el
castigo de Adán, sea por lo menos con dolor
del corazón; con lágrimas de dolor, si no nos

239
. Cf. Sal 138, 15
240
. Sal 94, 6.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 95
es posible con el sudor de la labor241. Que la
piedad y devoción de la conciencia humillada
suplan esta desgracia de nuestra vida
monástica. Que las lágrimas sean nuestro pan
día y noche, mientras se nos dice: ¿dónde está
tu Dios?242, esto es, mientras dura nuestra
peregrinación lejos de nuestro Dios y de la luz
de su rostro.
167. Una sola cosa, en efecto, era
necesaria243. Ahora bien, nosotros que ni nos
entregamos a lo único necesario, ni nos
ejercitamos en otras actividades, ¿en qué rango
seremos clasificados? ¡Ojalá sea en aquel del
que dice el apóstol: Al que no hace ningún
trabajo, pero tiene fe en que Dios justifica al
culpable, esa fe se le cuenta como justicia ,
según el beneplácito de la gracia de Dios244.
¡Ojala [podamos ser colocados] con aquella
pecadora a la que se le perdonó mucho porque
amó mucho!245 ¡Dichosa el alma que merezca
ser justificada ante Dios con este juicio, a
saber: el juicio de los que aman el nombre del
Señor. De tal manera que no atendiendo a la
justificación por las obras, ni a la confianza en
los propios méritos, sólo se sienta perdonada

241
. Cf. Gn 2, 17-19. In lacrymis doloris, si non possumus in sudore
laboris .He querido respetar en la traducción la cadencia latina a costa
de una mejor traducción castellana.
242
. Sal 41, 4.
243
Lc 10, 42.
244
. Rm 4, 5.
245
. Lc 7, 47.
P
96RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

porque ama mucho. Porque amándote, oh


Dios, la mayor recompensa para el amante es
tu mismo amor y después la vida eterna
168. Por tanto, os ruego, hermanos, no nos
excusemos; acusémonos más bien y
confesémonos. Y puesto que nos hemos
cubierto ante los hombres con la sombra de un
gran nombre y la apariencia de cierta
perfección personal, reconozcamos ante Dios
la pobreza de nuestra conciencia, no nos
apartemos nunca de la verdad y la verdad nos
hará libres.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 97

CAPÍTULO V
ORMAS PARA LA ORACIÓ

169. A continuación hay que enseñar al


hombre animal y principiante, al neófito de
Cristo, a acercarse a Dios para que Dios se
acerque a él. Así lo recomienda el profeta:
Acercaos a Dios y Dios se acercará a
vosotros246. No basta, en efecto, con hacer y
formar al hombre, también hay que darle vida.
Pues Dios primero formó al hombre, después
sopló en su rostro un aliento de vida y así
quedó hecho el hombre un ser viviente247. La
formación del hombre es su educación moral;
su vida es el amor de Dios.
170. La fe lo concibe, le da a luz la
esperanza, y la caridad, que es el Espíritu
Santo, lo forma y le da vida. El amor de Dios o
Dios amor, el Espíritu Santo, derramándose en
el amor y en el espíritu del hombre, lo une a
sí248. De este modo, amándose Dios a sí mismo
en el hombre, le hace consigo una misma cosa
en su espíritu y en su amor. Y como el cuerpo
sólo tiene vida por el alma, así el afecto del

246
. Cf. St 4, 8.
247
. Gn 2, 7.
248
. Afficit eum sibi .Expresión de hondo contenido en la tradición
monástica.
P
98RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL

hombre, que es el amor, no vive, es decir, no


ama a Dios sino es por el Espíritu Santo.

Lectura y meditación
171. Ahora bien, al amor de Dios
engendrado en el hombre por la gracia, lo
amamanta la lectio, lo nutre la meditatio y lo
ilumina y fortalece la oratio. Para que el
hombre animal y el hombre nuevo en Cristo249
vaya ejercitando su vida interior, es más
apropiado y seguro proponerle como lectura y
meditación la vida exterior de nuestro
Redentor. Hágasele ver en ella el ejemplo de
humildad, el estímulo de la caridad y el afecto
de la ternura. De las sagradas Escrituras y de
los tratados de los santos Padres lea lo que
atañe a la moral y sea más accesible.
172. También se le propondrán los hechos
o martirios de los santos, donde sin fatigarse
con cuestiones históricas, encuentre siempre
algo que le estimule al amor de Dios y
desprecio de sí mismo. Por lo demás, hay otras
historias cuya lectura halaga pero no edifica;
más bien embotan la mente y durante la
oración o meditación espiritual traen el
recuerdo de pensamientos inútiles o nocivos,
porque tal como ha sido la lectura así suele ser
la meditación siguiente. Por otra parte, la
lectura de libros difíciles además de cansar no

249
. 2Co 5, 9.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 99
alimenta a las almas más delicadas, distrae la
atención y embota los sentidos y la
inteligencia.

La oración
173. También se le enseñará a levantar el
corazón en su oración250, a orar
espiritualmente, a alejar de su espíritu lo más
posible cosas e imágenes corporales cuando
está pensando en Dios. Comprenda con qué
pureza de corazón debe dirigirse a Aquel a
quien presenta el sacrificio de su oración,
cuide de sí mismo como oferente, y piense
bien qué ofrece y qué calidad tiene lo ofrecido.
Cuanto mejor contemple y conozca a aquel a
quien dirige su ofrenda, tanto más aumentará
su afecto, y el amor mismo es su
conocimiento251. Cuanto más presente tenga a
Dios en su afecto, tanto más gustará de él al
presentarle la ofrenda, si ésta es digna de
Dios252, y así encontrará mayor gozo al
ofrecerla253.

250
. Lm 3, 1.
251
. Amor ipse intellectus est. Amor-conocimiento se enriquecen
mutuamente. Es la síntesis de la mística de Guillermo, frecuente en
sus escritos. Más adelante precisará su sentido y alcance.
252
. Mi 6, 6.
253
. Sal 127, 2; Jer 7, 23. 32, 39.
P RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
100
174. Con todo, como ya se ha dicho, es
mejor y más seguro proponer a los
principiantes en la oración y la meditación la
representación de la humanidad del Señor, su
Nacimiento, Pasión y Resurrección; de este
modo, el alma aún débil, que no sabe pensar
más que en las cosas corporales y a través de
los sentidos corporales, tiene algo en que
apoyar su afecto y a qué adherirse según su
devoción. Verá al Señor en la forma de
mediador y contemplando en él su propia
imagen, como dice Job, no pecará254. En
efecto, el hombre que pone su mirada
interior en Dios y ve en él la imagen del ser
humano, nunca se apartará de la verdad,
porque manteniendo mediante la fe la unión
entre Dios y el hombre, llegará un día a
encontrar a Dios en el hombre.
175. Así los pobres de espíritu y los más
sencillos hijos de Dios comienzan a
experimentar un afecto tanto más dulce cuanto
más concorde está con la naturaleza humana.
En adelante, a medida que la fe se vaya
transformado en afecto, abrazarán en su
corazón con el dulce abrazo del amor a Cristo
Jesús, perfecto hombre por haber asumido al
hombre, y perfecto Dios por ser Dios quien
asume. De este modo comienzan a conocerle
no ya según la carne, aunque todavía no
pueden conocerle plenamente como Dios255;
254
. Jb 5, 24.
255
. 2Co 2, 16.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 101
glorificándole en sus corazones quieren
ofrecerle los sacrificios que pronunciaron sus
labios256 con súplicas, oraciones y plegarias
según las circunstancias y motivaciones.

Diversas formas de oración


176. Hay oraciones breves y espontáneas
que brotan de la voluntad o de las necesidades
del orante según las circunstancias; otras son
más largas y razonadas como las que piden,
buscan, llaman con la inquietud de la verdad,
hasta que consiguen, hallan o se les abre257;
otras son ardientes, espirituales, fecundas por
el afecto de fruición y la gozosa iluminación
de la gracia.

La petición
177. Son las mismas que enumera el
Apóstol aunque en orden diferente: súplicas,
oraciones, peticiones, acciones de gracias258.
Ponemos en primer lugar la petición. Su fin es
obtener los bienes temporales y remedio para
las necesidades de la vida presente. En ella
Dios aprueba la buena voluntad del que pide,
le concede aquello que le será de mayor
utilidad y que acepte con alegría lo que le
conviene. De esta oración dice el salmista: Mi

256
. Sal 65, 14.
257
. Mt 7, 7.
258
. 1Tm 2, 1.
P RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
102
oración estará siempre a su favor259. También
a favor de los impíos, ya que es común a
todos, y de modo especial a los hijos de este
mundo, desear la serenidad de la paz, la salud
del cuerpo, un tiempo apacible, y todo lo
demás que se refiere a la utilidad y
necesidades de esta vida, incluso a los que
abusan de la felicidad. Los que piden esto con
fe, aunque lo hagan movidos por la necesidad,
en esto mismo someten siempre su voluntad a
la de Dios.

La súplica
178. La súplica en los ejercicios
espirituales es una instancia apremiante hacia
Dios. En estos ejercicios antes que llegue el
auxilio de la gracia, quien aumenta la ciencia
aumenta el dolor.

La oración
179. La oración es el afecto del hombre
que se une con Dios, un cierto diálogo tierno y
familiar, un estado de la mente iluminada para
gozar de Dios todo el tiempo que le es
permitido.

La acción de gracias

259
. Sal 140, 5.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 103
180. La acción de gracias consiste en que
advirtiendo y reconociendo la gracia de Dios,
la buena voluntad se mantiene constantemente
dirigida hacia él, aunque a veces se paralice o
quede inmóvil la actividad exterior o el afecto
interior. De ella dice el Apóstol: Querer el
bien está en mí, llevarlo a la práctica, no260.
Como si dijera: querer hacerlo lo tengo
siempre , pero a veces se halla paralizado, es
decir, inoperante; porque, efectivamente,
quiero hacer el bien pero no puedo. Eso lo
hace la caridad, que nunca desfallece261.
181. Tal es la oración continua o acción de
gracias de la que dice el Apóstol: Orad sin
cesar, dando siempre gracias a Dios262. Es
una especie de bondad permanente del alma y
del espíritu bien ordenado, imagen de la
bondad de sus hijos para con Dios Padre, que
ora siempre por todos263 y por todo da gracias
a Dios264. Se une a Él mediante la oración y la
acción de gracias de tantas maneras cuantas
encuentra su tierno afecto, ya sea en las
necesidades y consolaciones propias, o en la
compasión y el gozo compartido con las del
prójimo. Esta bondad está inmersa
constantemente en la acción de gracias, porque

260
. Rm 7, 18.
261
. 1Co 13, 8.
262
. 1 Ts 5, 17-18.
263
. Col 1, 9.
264
. 1Ts 5, 18.
P RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
104
quien la posee vive siempre en el gozo del
Espíritu Santo.

Directrices para la oración


182. La oración de petición debe hacerse
con perseverancia y piedad265, sin obstinarse
en ella, porque nosotros no sabemos, pero
nuestro Padre que está en el cielo sí sabe lo
que necesitamos de las cosas temporales.
183. Sin embargo, en la oración de súplica
se ha de insistir con humildad y paciencia,
porque los frutos sólo se consiguen con la
paciencia266. A veces la gracia que pedimos
tarda en venir, el cielo se vuelve de bronce y la
tierra de hierro267; y cuando el corazón
endurecido del hombre no merece ser
escuchado en sus peticiones, la ansiedad del
orante le lleva a pensar que se le niega lo que
sólo ha sido diferido. Gime como la mujer
cananea, y se lamenta de ser despreciado y
desechado, estimando que se le imputan y
reprochan sus pecados, como si fueran las
inmundicias de un perro268.
184. En otros casos el que pide, recibe; el
que busca, halla; al que llama, se le abre269,
265
. Cf. Mt 6, 8.32.
266
. Cf. Lc 8, 15.
267
. Dt 28, 23.
268
. Mt 15, 22-28.
269
. Mt 7, 7.
PRIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL 105
aunque no sin esfuerzo; de este modo la fatiga
de la súplica merece encontrar el consuelo y la
suavidad de la oración.
185. Otras veces ocurre que el afecto de la
oración pura, y esa suave ternura no se alcanza
por la oración sino que se encuentra; la gracia
se adelanta al que ni pide, ni busca, ni llama, y
hasta parece que es inconsciente de ello. A la
manera que a un esclavo se le admite a la mesa
de los hijos, así el espíritu rudo y principiante
es admitido al afecto de oración que suele
concederse a los méritos de los perfectos como
premio de su santidad. Esto sucede para que el
perezoso tome conciencia de lo que descuida,
o estimulado por la caridad se inflame en amor
a esa gracia que se le concede gratuitamente.
186. Por desgracia hay muchos que se
equivocan en esto, pues al ser alimentados con
el pan de los hijos270, llegan a creerse que ya
son verdaderos hijos, y descuidando lo que
debería estimularles a progresar, disipan en su
conciencia la gracia recibida. Teniéndose por
algo cuando en realidad no son nada271, a pesar
de los bienes recibidos del Señor no se
enmiendan sino que se endurecen más,
cumpliéndose en ellos lo que dice el salmo:
Los que aborrecen al Señor le mintieron, su
suerte quedará fijada para siempre. Los
alimentó con flor de harina y los sació con
miel de la roca272. A veces Dios Padre
270
. Cf. Mt 15, 16.
271
. Cf. Ga 6, 3.
272
. Sal 80, 16-17.
P RIMERA PARTE: EL HOMBRE ANIMAL
106
alimenta a los siervos con gracias más
escogidas, para que lleguen a ser hijos; mas
ellos, abusando de la gracia, se convierten en
enemigos. Se aprovechan de las sagradas
Escrituras para justificar sus pecados y
concupiscencias, y volviendo a los mismos
después de la oración, se aplican a sí mismos
aquello de la mujer de Manué: Si el Señor
quisiera matarnos, no recibiría el sacrificio de
nuestras manos273.

273
. Jc 13, 23.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 107

SEGU DA PART
E

EL HOMBRE
RACIO AL
Y EL HOMBRE
ESPIRITUAL
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
108
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 103

CAPÍTULO PRIMERO

LOS PRI CIPIA TES


Y LOS PERFECTOS

Síntesis de las tres etapas

187. ¡Qué deseables son tus moradas,


Señor de los ejércitos. En ellas el gorrión ha
encontrado una casa y la tórtola un nido
donde colocar sus polluelos274. Por gorrión
entiendo un animal naturalmente vicioso,
inquieto, ligero, importuno, charlatán y dado a
la sensualidad; la tórtola es plañidera,
moradora de la oculta soledad, imagen de la
simplicidad, modelo de castidad. En las
moradas del Señor encuentra el gorrión una
casa de paz y seguridad; la tórtola un nido
donde colocar sus polluelos.
188. ¿Qué simbolizan estas aves? Por una
parte, la sangre naturalmente encendida de los
jóvenes y su ánimo ardiente, la edad veleidosa

274
. Sal 83, 4.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
104

y su curiosidad inquieta. Por otra, una edad


viril, espíritu serio, casto, sobrio, hastiado de
las cosas exteriores, recogido en sí mismo en
la medida de lo posible.
189. El primero encuentra en las moradas
del Señor de los ejércitos, en la ordenación de
la celda, serenidad interior frente a todos los
vicios, firmeza para la estabilidad, y morada
de seguridad. El segundo en cambio, encuentra
en el secreto de la celda el lugar más recóndito
de su conciencia, donde repara y alimenta el
fruto de sus santos afectos y el contenido
espiritual de la contemplación. El gorrión
solitario en el tejado275, esto es, en la cumbre
de la contemplación, se complace en pisotear
la morada de la vida carnal; la tórtola
fecundada en lo oculto, goza de los frutos de la
humildad.
190. Los perfectos y espirituales,
simbolizados en el nombre de la tórtola, se
someten a la virtud de la obediencia y a la
sujeción para adquirir firmeza y solidez en su
virtud, rebajándose a sí mismos como
principiantes. De este modo, cuanto más se
rebajan a sí mismos más se elevan sobre sí,
activan su progreso mediante la humillación,
y recogiendo como fruto de la soledad
frecuentes y elevados arrebatos de
contemplación, estiman que no deben
descuidar la sujeción voluntaria, la

275
. Sal 101, 9.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 105

convivencia comunitaria, ni la dulzura de la


caridad fraterna.
191. El hombre espiritual se sirve
espiritualmente de su cuerpo, y merece recibir
como naturalmente esa sumisión del cuerpo; el
hombre animal consigue imponerse por la
fuerza y el hombre racional por la costumbre
adquirida. Donde aquellos consiguen una
obediencia impuesta, éste la consigue por
amor; donde aquellos consiguen virtudes con
gran esfuerzo, éste ha convertido las virtudes
en hábitos.
192. Cuando esos gorriones de Dios se
empeñan en elevarse a lo que es propio de los
hombres perfectos, no por presunción altanera,
sino con piedad amorosa y espíritu humilde,
no son rechazados como altivos, sino
aceptados como devotos; merecen
experimentar algunas veces aquello que los
espirituales gozan, y quieren imitar en todo
momento la vida activa de aquellos cuya
consolación contemplativa anhelan alcanzar.
193. De este modo caminando con un
mismo espíritu, aunque no al mismo paso,
todos progresan: los espirituales en humildad y
los principiantes en ascensión. Existen unas
relaciones santas entre las celdas en que reina
la disciplina: un estímulo respetuoso, un ocio
muy activo, un descanso dinámico, y una
caridad bien ordenada276. Se comunican con el
276
. Cf. Ct 2, 4.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
106

silencio mutuo, y ausentes unos de otros gozan


más de la mutua compañía; progresan unidos,
y aunque no se ven unos a otros, encuentran en
el otro lo que deben imitar y en sí mismos lo
que han de lamentar.
194. Yo, sin embargo, como dice el
profeta: Hombre que veo mi pobreza277, me
lleno de vergüenza y suspiro al considerar las
riquezas de los demás, pues quisiera ver en mí
mismo lo que constato en el otro, ya que entre
dos males es más tolerable querer lo que no se
ve, que ver lo que no puede poseerse. Aunque
no sucede lo mismo con los bienes del Señor,
porque verlos es amarlos, y amarlos es
poseerlos. Por eso, esforcémonos cuanto nos
sea posible para llegar a ver, y viendo
comprendamos, y comprendiendo amemos y
amando poseamos. De todo esto, ante ti están,
Señor, todos mis deseos y no se te ocultan mis
gemidos278.

277
. Lm 3, 1.
278
Sal 37, 10.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 107

CAPÍTULO SEGUNDO

EL HOMBRE RACIO AL
E PROGRESO ESPIRITUAL

1. COMIENZOS DEL HOMBRE


RACIONAL

otas previas
195. Al tratar, y ojalá también avanzar, del
paso del estado animal al racional y del
racional al espiritual, lo primero que debemos
saber es que la sabiduría, según se lee en el
libro de su mismo nombre, busca a los que la
desean, les sale al encuentro y se les muestra
gozosa en sus caminos279, tanto a los que
progresan en ella como a los que la meditan y
estudian, llegando a todas partes por su
pureza280. Porque Dios ayuda al que contempla
su rostro281, más aún, mueve, conmueve, y la

279
. Sb 6, 14. 17.
280
. Sb 7, 24.
281
. Sal 45, 6.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
108

imagen del sumo Bien atrae hacia sí al que


contempla.

196. Cuando la razón progresa y se eleva


hasta el amor, y la gracia desciende al hombre
que ama y desea, frecuentemente la razón y el
amor que constituyen esos dos estados llegan a
ser una sola cosa; y lo mismo acontece con las
operaciones que nacen de ellos, a saber, la
sabiduría y la ciencia. Ya no pueden tratarse o
pensarse por separado los que de este modo
forman una unidad y un solo principio de
operación y de virtud en la actividad del que
conoce y en la fruición del que goza. Y aunque
debamos distinguir el uno del otro, cuando se
llega a ese estado hay que unir el uno con el
otro y en el otro, tanto al pensar como al tratar
de ellos.
197. Porque como se ha dicho más arriba,
así como en el progreso de la vida religiosa el
estado animal vela sobre el cuerpo y el hombre
exterior, para formarlo en la práctica de la
virtud, del mismo modo el hombre racional
debe actuar en el alma para hacerla racional, si
aún no lo es; o para perfeccionarla y ordenarla
si ya lo es. Por lo mismo hay que considerar en
primer lugar quién o qué es el alma, a la que la
razón debe hacer racional; y qué es la razón,
que al constituir al animal mortal en ser
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 109

racional lo hace hombre. Primero tenemos que


tratar del alma282.

El alma
198. El alma es algo incorpóreo, capaz de
razón, apta para vivificar el cuerpo. Constituye
a los que llamamos hombres animales, que
conservan aún el gusto por lo carnal, apegados
a los sentidos corporales. Cuando esta alma se
hace no sólo capaz sino partícipe de la perfecta
razón, renuncia a su nombre femenino y se
llama animus, partícipe ya de razón, capaz de
gobernar el cuerpo, y ser un espíritu, dueño de
sí mismo. Mientras permanece anima, se
inclina con facilidad a lo carnal, el animus sin
embargo o espíritu283 medita sólo en lo varonil
y espiritual.
199. El espíritu del hombre, dotado de la
apetencia hacia el bien, y una naturaleza sutil
para la acción, es el ápice de la sabiduría
creadora, superior a todo cuerpo; es también
superior en esplendor y dignidad a cualquier
luz corpórea por llevar la imagen del Creador
y ser capaz de razonar. No obstante, implicado

282
.Guillermo de Saint Thierry emplea tres términos para hablar del
alma o principio vital del ser humano: anima, animus y spiritus.
Aplicar el término castellano adecuado en los distintos textos de
Guillermo a cada uno de estos términos latinos no es fácil y existe
diversidad entre los autores.
283
. Ante la imposibilidad de traducir fielmente la palabra animus, la
dejamos casi siempre en su forma latina.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
110

en el vicio de su origen carnal ha venido a ser


esclavo del pecado, encadenado por la ley del
pecado que lleva en sus miembros284. Sin
embargo no perdió totalmente el albedrío, es
decir, la capacidad de la razón para juzgar y
discernir, aunque perdió la libertad para querer
y obrar.
200. En castigo del pecado y como
testimonio de la dignidad natural perdida, le ha
quedado al espíritu del hombre como signo el
albedrío, pero cautivo. Nunca puede perderlo
totalmente, ni siquiera antes de la conversión y
liberación de la voluntad, por grande que sea
la degradación en que pueda caer la misma
voluntad. Así, aunque abuse de él eligiendo el
mal en lugar del bien como queda dicho, el
espíritu sigue siendo mejor y de mayor
dignidad que cualquier criatura corpórea, tanto
en sí mismo como respecto a todo lo que ha
hecho la Verdad creadora.
201. La voluntad es liberada cuando se
convierte en caridad, cuando el amor de Dios
se derrama en nuestros corazones por el
Espíritu Santo que se nos ha dado285. Es
entonces cuando la razón se constituye en
verdadera razón, es decir, en una disposición
de la mente que es en todo conforme con la
verdad. Liberada la voluntad mediante la
gracia liberadora, comienza a actuar el espíritu

284
. Cf. Rm 7, 23; 6, 17.
285
. Rm 5, 5.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 111

con la razón libre, llegando a ser él mismo, es


decir, actuando él mismo con plena libertad;
así se convierte en animus, y en animus bueno.
Animus, porque anima y perfecciona como es
debido al hombre animal, proporcionándole
una razón libre. Y bueno, porque ama su
propio bien que le hace bueno y sin el cual no
podría ser ni bueno ni animus.
202. Ahora bien, el animus se hace bueno
y racional amando al Señor su Dios con todo
su corazón, con toda su alma, con toda su
mente y con todas sus fuerzas, y sólo
amándose a sí mismo en Dios y al prójimo
como a sí mismo286. El animus se hace bueno
temiendo a Dios y guardando sus
mandamientos. Eso es ser hombre287.

La razón
203. La razón, según es definida o descrita
por los doctos, es la mirada del animus que ve
lo verdadero por sí mismo sin mediación del
cuerpo; es la contemplación misma de la
verdad o la verdad misma contemplada; o
también la misma vida racional, tributo o
sumisión de la razón a la verdad
contemplada288.

286
. Lc 10, 27.
287
. Qo 12, 13.
288
. Todas estas definiciones se inspiran en SAN AGUSTÍN, De
Inmortalitate animae, VI, 10; PL 32, 1026 A.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
112

204. El raciocinio es la actividad


inquisitiva de la razón, el movimiento de su
mirada a través de las cosas que desea ver. El
raciocinio busca, la razón encuentra. Cuando
esta mirada se proyecta en alguna cosa y la
percibe, constituye la ciencia del hombre;
cuando no la percibe, es la ignorancia289.
205. Aquí tenemos, pues, la razón, el
instrumento por medio del cual actúa y la
obra realizada. Gusta ejercitarse siempre en lo
que es bueno y honesto. El ejercicio la
perfecciona, y la desidia la atrofia.
Dios
206. Para el hombre dotado de razón
ningún ejercicio es tan digno y útil como el
que pone en actividad lo que tiene de más
noble, y por lo que es superior a los demás
animales y a las otras partes de sí mismo, es
decir la mente o el animus. Ahora bien, para la
mente o animus, al que deben sometérsele las
demás partes del cuerpo humano, nada hay
más digno de buscar, nada más dulce de
encontrar, nada más útil de poseer que aquello
que le supera, que es únicamente Dios290.
207. Pero Dios no está lejos de cada uno
de nosotros, puesto que en Él vivimos, nos

289
. Cf. SAN AGUSTÍN, De quantitae animae, XXVII, 53. PL 32, 1065
cd.; Cf. Edición bilingüe en BAC, Obras Completas, t. III, pp. 621-
623.
290
. Cf. SAN AGUSTÍN, De libero arbitrio, I, 10, 21, PL 32, 12-32. Cf.
Edición bilingüe en BAC, Obras completas, t. III, p. 283.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 113

movemos y existimos291. No estamos en el


Señor Dios nuestro como en este aire que nos
rodea, sino que vivimos en él por la fe; nos
movemos y dilatamos por la esperanza, y
existimos, o permanecemos y nos afianzamos
en él por el amor.
208. El animus fue creado por él y para él:
vuélvase pues a él y sea él todo su bien292, ya
que todo bien del hombre proviene de ese
supremo Bien. Fue creado a su imagen y
semejanza, para que mientras vive en este
mundo se acerque a él lo más posible por la
semejanza con él, del cual sólo se separa por la
desemejanza: ser santo en este mundo como él
es santo, y dichoso en el futuro, como él es
dichoso.
209. En una palabra, la verdadera bondad
y grandeza consiste únicamente en que el
animus magnánimo y bueno ponga su mirada,
su admiración y su deseo en aquel que está
sobre él apresurándose a adherirse como
imagen fiel a su semejanza. En efecto, el
hombre es imagen de Dios, y por ser su
imagen comprende que puede y debe unirse a
aquel de quien es imagen.
210. Por tanto, aunque en la tierra
gobierna al cuerpo que le ha sido confiado, sin
embargo el animus con la mejor parte de sí

291
. Hch 17, 27-28.
292
. GUILLERMO desarrolla más estas ideas en su Expositio altera in
Ct. PL 180, 480 C-D.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
114

mismo que es la memoria, la inteligencia y el


amor, anhela morar siempre allí de donde
reconoce haber recibido lo que es y lo que
tiene, y donde permanecerá eternamente
recibiendo la plena semejanza en la plenitud
de la visión de Dios. Es lícito al hombre
esperar esto en la medida de lo posible, con tal
que no descuide conformar su vida a esta
buena esperanza.
211. Por eso el animus tiende hacia el
lugar de donde procede. Si ha de vivir entre los
hombres es para comunicarles la vida de Dios,
para que busquen y alcancen las cosas divinas,
no para vivir esta vida mortal y caduca.
212. Así como vivifica al cuerpo, y según
su estado natural lo proyecta hacia el cielo que
trasciende todos los cuerpos y todas las cosas
por su naturaleza, lugar y dignidad, del mismo
modo el animus por su naturaleza espiritual,
gusta elevarse hacia aquellas cosas que
superan las mismas realidades espirituales:
Dios y las cosas divinas. Y no lo hace por
soberbia293, sino amando con ternura y
viviendo sobria, justa y piadosamente294.
Cuanto más alto sea aquello a lo que aspira,
más eficaces deben ser los ejercicios que ha de
practicar; y no sólo le salpiquen sino que le
empapen, y de tal modo le apremien que le
lleven a la perfección.

293
. Cf. SAN AGUSTÍN, De Trinitate, XII, 1. PL 42, 999.
294
. Tt 2, 12.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 115

2. PROGRESO DEL HOMBRE RACIONAL

Los ejercicios del hombre racional


213. Ahora bien, aunque a veces estos
ejercicios utilizan y se sirven de las letras, no
son literarios, complicados, discutibles, o pura
charlatanería; sino espirituales, suaves,
humildes, acomodados a la gente sencilla. Es
verdad que se practican al exterior, pero actúan
sobre todo en el fondo del alma, donde el
hombre se renueva, revistiéndose del hombre
nuevo creado según Dios en justicia y
santidad verdaderas295.
214. Allí, en efecto, se forma el animus,
allí se concede una inteligencia buena a todos
los que obran el bien; allí, según la norma
establecida por el apóstol, se nos enseña a
portarnos en todo como ministros de Dios, en
mucha paciencia, en tribulaciones, en
necesidades, en angustias, en fatigas, en
vigilias, en la prisión de la celda, en ayunos,
en castidad, en ciencia, en longanimidad, en
bondad, en Espíritu Santo, en caridad sincera,
en palabras de verdad, en el poder de Dios, en
armas de justicia a diestra y siniestra, en

295
. Cf. Ef 4, 23-24.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
116

honra y deshonra, en mala y buena fama;


como seductores, siendo veraces; como
desconocidos, siendo bien conocidos; como
moribundos aunque muy vivos; como
azotados, pero no muertos; como tristes
aunque siempre alegres; como indigentes
aunque enriqueciendo a todos; como quienes
nada tienen poseyéndolo todo296; en trabajos y
fatigas, en hambre y sed, en frío y desnudez297.
215. Éstas y otras parecidas son las
prácticas santas, los ejercicios apostólicos en
los que el animus, a solas con Dios, se
examina, se conoce y se enmienda,
purificándose de toda mancha carnal y
espiritual, y completando la obra de su
santificación en el temor de Dios298.
216. Estos ejercicios aman el silencio,
desean la paz del corazón en medio de la
actividad corporal, buscan pobreza de espíritu
y paz en las tribulaciones exteriores, y una
buena conciencia con pureza absoluta de
corazón y de cuerpo. Estos ejercicios forman
el animus porque nunca les falta labor. En
cambio las vanidades, vagatelas,
charlatanerías, disputas, curiosidades y
ambiciones disipan y corrompen incluso al
espíritu formado y perfecto
217. Estos ejercicios examinan más la raíz
de las virtudes que sus flores, a fin de que
296
. Cf. 2Co 6, 4-10.
297
. Cf. 2Co 11, 27.
298
. 2 Co 7, 1.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 117

realmente existan y no sean mera apariencia; y


no sólo para conocerlas, sino para poseerlas
realmente.

Las malas costumbres


218. Sin embargo, temen más el ardor de
los vicios en su mismo interior, que los
ataques que vienen de fuera; más su contagio
que su malicia. En efecto, así como a veces, no
sin mucho trabajo y dedicación perseverante,
se consigue transformar las virtudes en afectos
y buena conciencia, del mismo modo los
vicios más insignificantes, con la menor
concesión e indulgencia se agigantan, y vienen
a hacerse como connaturales.
219. A pesar de ello, ningún vicio es
natural, sólo la virtud es connatural al hombre.
Mas sucede que la costumbre, ya por voluntad
degradada o por negligencia inveterada, suele
convertir casi en natural muchos vicios en una
conciencia descuidada. Porque la costumbre, a
decir de los filósofos, es una segunda
naturaleza.
220. No obstante, todo espíritu viciado
puede convertirse mientras su malicia no le
haya endurecido; e incluso ya endurecido, no
debe desesperar. Es consecuencia de la
maldición de Adán299 el hecho de que broten
espontáneamente y sin cesar, tanto en la tierra
de nuestras actividades como en el campo de

299
. Cf. Gn 3, 17-19.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
118

nuestro corazón o de nuestro cuerpo, plantas


inútiles o nocivas; en cambio, las plantas
útiles, necesarias o saludables, requieren
mucho esfuerzo.
221. Aunque la virtud es propia de la
naturaleza, cuando viene al ánimus no suele
venir sin esfuerzo; pero viene a su lugar propio
y allí permanece fielmente, la naturaleza se
siente a gusto con ella, porque su mejor
premio es tener conciencia de que vive en
Dios.

El vicio
222. El vicio, por el contrario, no es otra
cosa que privación de la virtud. Pero su
magnitud y enormidad a veces se deja sentir
tanto que agobia y oprime; es tanta su fealdad
que mancha y corrompe; y se arraiga de tal
manera en la costumbre que apenas puede
librarse de él la naturaleza.
223. En vano se intentan secar los
riachuelos de los vicios si no se obstruye la
fuente. Por ejemplo, una voluntad floja genera
debilidad de espíritu, de donde proceden
inestabilidad de carácter, frivolidad en las
costumbres, alegría vana que suele terminar en
lascivia, tristeza estéril que llega a veces hasta
la melancolía, y otras muchas cosas, como la
negligencia, o transgresión de las obligaciones
que tienen su origen en la volubilidad de
ánimo. Asimismo, una voluntad habitualmente
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 119

altiva, hincha el animus y sumerge en la


miseria al corazón. De ahí se sigue vanagloria,
confianza en sí mismo, desprecio de Dios,
jactancia, desobediencia, desprecio,
presunción y las demás pestes del animus que
suelen brotar del tumor y ejercicio de una
soberbia permanente.
224. De igual modo todos los vicios tienen
su origen en algún afecto desordenado de la
voluntad o en alguna mala costumbre. Cuanto
con más agrado se arraiga en la mente, y más
fuertemente se adhiere a ella, más enérgicos
remedios necesita y más solícita cura precisa.
225. Estas pestes de los vicios persiguen al
solitario hasta lo más recóndito de la soledad.
Ahora bien, así como la virtud sólidamente
adquirida y fielmente enraizada en el animus
no abandona a quien la posee, ni siquiera en la
barahúnda del mundo, de igual modo el vicio
inveterado por la costumbre no abandona a su
poseedor en cualquier soledad que viva.
Porque la costumbre podrá mitigarse, pero
será casi imposible dominarla sin un pertinaz
combate con los ejercicios más apropiados.
Cualquiera que sea el estado del alma, se le
pega, y no soportará el secreto o silencio del
corazón, sea cual fuere su soledad.
226. Cuanto más enraizada esté en el
animus la voluntad y costumbre viciosa, tanto
más cruel y rebelde se mostrará; y más que
una malicia espiritual, parece que hay que
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
120

rechazar a un ejército poderoso, en una tenaz


lucha de cuerpo a cuerpo.

La virtud
227. Volvamos al elogio de la virtud ¿Qué
es la virtud? Hija de la razón, y más aún de la
gracia. Por su naturaleza es una energía; pero
para que sea virtud debe participar de la
gracia. Es fuerza que brota del juicio
aprobativo de la razón, y virtud como impulso
de una voluntad iluminada. Virtud es el
asentimiento voluntario hacia el bien, cierta
ecuanimidad de la vida conforme en todo a la
razón. Virtud es el ejercicio de una voluntad
libre bajo el juicio de la razón. La humildad es
una virtud, la paciencia es una virtud; del
mismo modo son virtudes la obediencia, la
prudencia, la templanza, la fortaleza, la justicia
y otras muchas; en cada una de las cuales la
virtud no es otra cosa, como se ha dicho, que
el ejercicio de la libre voluntad bajo el juicio
de la razón.
228. La voluntad buena, en efecto, es en
el alma origen de todos los bienes y madre de
todas las virtudes. La mala voluntad, en
cambio, es raíz de todos los males y de todos
los vicios. Por tanto, el que guarda su alma
pondrá gran cuidado en custodiar la voluntad
para comprender y discernir con prudencia lo
que quiere o debe querer por encima de todo,
como es el amor a Dios; y lo que debe amar
como un medio, por ejemplo, el amor a la
propia vocación.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 121

229. Mas para evitar en esto toda


indiscreción, deberá ejercerse una cauta y
prudente discreción según las reglas de la
obediencia.
230. Respecto al amor de Dios no existe
otra norma o discreción que aquella que él
mismo nos dio cuando nos dijo: Aos amó
hasta el extremo300. Y por eso, en la medida de
lo posible, debemos amarle hasta el infinito,
como el hombre dichoso que se deleita en los
mandamientos del Señor 301.

Amor y verdad
231. Si el ardor del amante debe ser
perenne y sin límites, su actividad sí debe
tener límites, fines y normas. A fin de que el
celo excesivo de la voluntad no la lleve en
ocasiones hacia el error, es preciso que
intervenga siempre la verdad actuando como
guardiana mediante la obediencia.
232. Así pues, nada mejor para el hombre
que camina hacia Dios que la voluntad y la
verdad. A ellas se refiere el Señor cuando dice:
si dos se unen para pedir algo, todo lo que
pidieren se lo concederá Dios Padre302.
233. En efecto, cuando las dos logran
unirse en perfecto acorde contienen en sí la
300
. Jn 13, 1.
301
. Sal 111, 1
302
. Mt 18, 19.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
122

plenitud de todas las virtudes sin mezcla de


vicio alguno; lo pueden todo, incluso en el
hombre débil; lo tienen y poseen todo, incluso
en el que carece de todo. Se dan, se
intercambian, se completan y dan fruto en el
hombre de buena conciencia. Gloria y
riquezas303 en la conciencia de ese dichoso
varón son los frutos de su buena voluntad. Por
fuera la verdad de Dios lo protege por todas
partes304, mejor que los escudos de este mundo
que sólo protegen por un lado. La buena
voluntad le mantiene siempre alegre y gozoso
en su interior; la verdad le hará serio y grave,
firme y seguro al exterior en su actividad.
Trascendiendo de este modo las contingencias
humanas, ese hombre se mantendrá siempre
sereno como la atmósfera que existe, según
dicen, en los espacios supralunares.

3. PERFECCIÓN DEL HOMBRE


RACIONAL.

Los dos caminos


234. La voluntad es cierto apetito natural
del alma racional, que tiene por objeto a Dios

303
. Cf. Sal 111, 1.
304
. Cf. Sal 90, 5.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 123

y las realidades interiores del hombre, o el


cuerpo y las realidades exteriores.
235. Cuando la voluntad tiende a lo alto
como el fuego a su lugar propio, es decir,
cuando se une a la verdad y es atraída hacia las
cosas de arriba, es amor; cuando en esta
ascensión es alimentada con la leche de la
gracia, es dilección; cuando lo consigue, lo
retiene y lo goza es caridad; es unidad de
espíritu, es Dios. Pues Dios es caridad305. Mas
en todo esto, cuando el hombre cree haber
llegado a la perfección no ha hecho más que
comenzar306, ya que la perfección en estas
cosas no puede ser plena en la presente vida.
236. Mas cuando la voluntad se vuelve
hacia lo carnal, es concupiscencia de la carne;
si se deja arrastrar por la curiosidad mundana,
es concupiscencia de los ojos; cuando
ambiciona gloria y honor, es soberbia de la
vida307.
237. Mientras esté al servicio de las
necesidades o conveniencias naturales, sigue
siendo natural o tendencia de la naturaleza. Si
además se entrega a las cosas superfluas o
viciosas, se hace vicio de la naturaleza o
viciosa en sí misma. Así, según el primer
movimiento o deseo que se levante en ti,
puedes hacer tú mismo este razonamiento: si
305
. 1Jn 4, 8.
306
. Si 18, 3.
307
. Cf. 1Jn 2, 16.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
124

en lo referente al cuerpo y a las necesidades de


la vida la voluntad hace de ellas su fin, es un
apetito natural del alma. Pero si en su
ambición desea cada vez más y más, se
traiciona a sí misma, y ya no es voluntad sino
vicio de la voluntad: avaricia, concupiscencia
o algo parecido. En las necesidades, la
voluntad queda pronto satisfecha; mas
respecto a sus vicios, no se sacia con nada.
238. Si en lo concerniente a Dios y a las
cosas espirituales la voluntad hace cuanto
puede, merece alabanza; si quiere lo que no
puede alcanzar o más de lo que puede
conseguir, conviene dirigirla y refrenarla; si no
quiere lo que puede conseguir, es preciso
estimularla e incentivarla. Si no se la refrena,
suele desbocarse y correr al abismo; otras
veces, si no se la estimula se adormece, se
atrofia y olvida su ideal, cediendo fácilmente
a los atractivos del placer.

La disciplina
239. Así como el cuerpo es mejor
observado por un extraño que por uno mismo,
también aquí suele observarnos mejor el ojo
ajeno que el nuestro. El extraño y el que no
está en la misma conmoción de la voluntad, es
con frecuencia mejor juez de nuestras
acciones, pues acontece muchas veces que por
negligencia o amor propio nos engañamos a
nosotros mismos.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 125

240. Por ello el mejor guardián de la


voluntad es la obediencia, sea como mandato,
como consejo, como sumisión o simplemente
por caridad. Según el apóstol san Pedro, los
hijos de la obediencia purifican sus corazones
con más eficacia y dulzura sometiéndose a sus
iguales y aún a sus inferiores en una
obediencia de caridad308, que acatando a sus
superiores con una obediencia de necesidad.
En el primer caso, es únicamente la caridad
quien manda, aconseja y obedece; en el
segundo, se teme el castigo o se cede a la
amenaza de una autoridad imperiosa o de una
necesidad ineludible. En la primera el
obediente merece mayor gloria, en la segunda
se amenaza al desobediente con mayor castigo.
241. Por todo esto se ve con claridad cuán
necesaria es para la voluntad la guarda de sí
misma, para que el hombre de corazón elevado
dirija, modere y armonice las cosas exteriores.
Pero es aún mucho más para su vida interior.
Cuando el alma razonable piensa
frecuentemente en sí misma o en Dios, la
voluntad regula todo pensamiento, y el
desarrollo del pensamiento sigue
necesariamente al impulso de la voluntad.

Los pensamientos
242. Tres facultades concurren en la
formación del pensamiento: la voluntad, la
memoria y el entendimiento. La voluntad

308
. Cf. 1P 1, 22.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
126

fuerza a la memoria a presentar la materia, y al


entendimiento para que dé forma a lo que se le
presenta. Aplica el entendimiento a la
memoria para elaborar el pensamiento, y
ayuda al entendimiento con la agudeza del que
piensa para que llegue a pensar. Y como esta
unión la impone [cogit] la voluntad, y la
consigue con una simple señal, parece ser que
pensamiento [cogitatio] procede de cogere,
forzar309.
243. Así nacen todos los pensamientos.
Unos buenos y santos, dignos de Dios; otros
malos y perversos, que separan de él; otros sin
sentido, inútiles y vanos de los que Dios se
aleja. Por eso se dice: Los pensamientos malos
apartan de Dios310, y el Espíritu Santo se aleja
de los pensamientos insensatos311.
244. De estas palabras se sigue que no es
posible pensar sin el concurso de la
inteligencia y que no puede existir
pensamiento donde no hay inteligencia. Mas
uno es el pensamiento que brota de la potencia
natural de la razón, y otro el que procede del
influjo del espíritu racional. Se trata de la
misma facultad intelectiva que aplica su
potencia natural al bien o al mal; pero unas

309
. Guillermo juega aquí con la etimología del verbo latino cogere, =
obligar. Cf. SAN AGUSTÍN, De Trinitate XI, 3, 6; PL 42, 988; BAC t.
V, p. 623.
310
. Sb 1, 3.
311
. Sb 1, 5.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 127

veces parece abandonada a sus propias


fuerzas, y otras es iluminada por la gracia.
245. En el primer caso no se rechazan los
asuntos del mundo, sean serios o frívolos; en
el otro, en cambio, sólo se ocupa de asuntos
dignos y que guarden cierta semejanza con su
modo de ser. En el primer caso la inteligencia
actúa frecuentemente como abandonada a sí
misma, y contaminada; corrompida por una
razón viciada y atraída por una voluntad
degradada, concibe malos pensamientos con
los que el intelecto pensante se aparta
voluntariamente de Dios. En el segundo actúa
siempre como iluminada y movida por la
virtud, y tiene como fruto la piedad, que une
con Dios al que piensa.

246. Los pensamientos que aparecen como


pensamientos insensatos son los vanos e
inútiles312, que el que piensa no aplica a
ninguna de las facultades intelectivas de que
hablamos. En un primer momento no causan la
muerte, pero poco a poco van sembrando la
corrupción, hacen perder el tiempo, dificultan
las ocupaciones necesarias y contaminan el
alma. Más que pensamientos son simulacros
de pensamientos, nacidos de recuerdos reales
o imaginarios, o bien recuerdos que se agolpan
por salir de la memoria de manera espontánea
y a borbotones.
312
. Hace referencia a los textos bíblicos citados en el n. 243.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
128

247. En estos pensamientos la voluntad


aparece más como pasiva que activa, ya que el
pensador no pone en ellos ninguna intención.
Lo que sale espontáneamente de la memoria se
presenta al entendimiento, que no le presta
atención, y de este modo lo que se opera
parece más de uno que está soñando que de
uno que piensa despierto. El que piensa así no
tiene intención de rechazar al Espíritu Santo,
mas sucede que, por su negligencia, el Espíritu
amigo del orden se aleja de los pensamientos
desordenados
248. Si bien estos pensamientos tienen su
origen en una fuerza oculta de la razón, no
proceden de la misma, y el entendimiento es
arrastrado hacia ellos sin el consentimiento del
sujeto que piensa. En cambio, cuando se
piensa con seriedad sobre cosas importantes, la
voluntad a impulso del juicio deliberado de la
razón, saca de la memoria cuanto necesita,
aplica el entendimiento para que le dé forma, y
una vez conformado, lo somete a la mirada
penetrante del que piensa. Y de este modo
acaba en el alma la actividad de pensar.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 129

CAPÍTULO TERCERO

EL HOMBRE ESPIRITUAL
O PERFECTO

1. PRINCIPIOS DEL HOMBRE


ESPIRITUAL

Intervención del Espíritu Santo


249. Cuando se piensa en Dios o en las
cosas de Dios y la voluntad progresa hasta
convertirse en amor, enseguida se infunde el
Espíritu Santo por vía de amor, Espíritu de
vida que todo lo vivifica, fortaleciendo la
debilidad del sujeto que piensa, en la oración,
la meditación o el estudio. En ese momento la
memoria se hace sabiduría, porque gusta
dulcemente los bienes de Dios, y lo que se ha
pensado sobre esos bienes se presenta al
entendimiento para ser transformado en
amor313. El entendimiento del que piensa se
transforma en contemplación amorosa, y
convirtiendo lo que siente en experiencias de
313
. Cf. Sal 144, 7.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
130

suavidad espiritual o divina, activa la agudeza


de la mente y la contemplación se convierte en
gozo exultante.
250. Entonces se piensa de Dios según la
manera humana más perfecta, si puede
llamarse pensamiento la reflexión donde nada
se impone, ni está coaccionado, sino que todo
es exultación y gozo, al recordar la
desbordante suavidad divina, y experimentar
de verdad la bondad del Señor, por parte del
que le ha buscado con sencillez de corazón314.
251. Mas esta forma de pensar sobre Dios
no depende de la elección del que piensa, sino
de la gracia de quien la concede, es decir, del
Espíritu Santo que en este sentido sopla donde
quiere, cuando quiere, como quiere y a quienes
quiere315. Sin embargo depende del hombre
preparar sin cesar el corazón316, purificando la
voluntad de afectos extraños, el entendimiento
o la razón de preocupaciones, la memoria de
ocupaciones inútiles o embarazosas y alguna
vez también de las necesarias. Así, el día
escogido por el Señor y a la hora que más le
agrade317, al oír el susurro del Espíritu
Santo318, acudirán libre e inmediatamente las
facultades que forman el pensamiento y

314
. Cf. Sb 1, 1-2.
315
. Cf. Jn 3, 8.
316
. Cf. 1S 7, 2; Si 2, 20; 2Co 12, 14.
317
. Sal 68, 14.
318
. Jn 3, 8.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 131

cooperan al bien319, formando una especie de


ramillete para gozo del que piensa: la voluntad
expresa alegremente un amor puro al Señor, la
memoria la más delicada fidelidad y el
entendimiento la ternura de la experiencia.
Disciplina de la voluntad
252. La voluntad negligente crea
pensamientos inútiles e indignos de Dios; la
corrompida, pensamientos perversos que
separan de Dios; la recta, pensamientos útiles
para las necesidades de la vida; la piadosa,
pensamientos eficaces para producir los frutos
del Espíritu y gozar de Dios. Pues los frutos
del Espíritu son, según el Apóstol: Caridad,
gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad,
benignidad, mansedumbre, fe, modestia,
continencia, castidad320.
253. Además, en toda clase de
pensamientos es la voluntad quien da forma a
todo lo que viene al espíritu bajo la acción de
la justicia y la misericordia divinas, para que el
justo se justifique más y el manchado se
ensucie más321.
254. En consecuencia, el hombre que
desea amar a Dios o ya le ama, debe vigilar su
alma, examinar su conciencia sobre lo que
realmente quiere, los motivos por los que

319
. Rm 8, 28.
320
. Gá 5, 22-23.
321
. Ap 22, 11.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
132

acepta otros deseos del espíritu, o rechaza lo


que contra esos bienes apetece la carne322.
255. Ciertos quereres vienen como de
fuera, afloran y desaparecen al instante; se les
acepte o no, no deben ser considerados deseos
válidos sino pensamientos inútiles. Aunque a
veces deleitan el alma, no tarda en
desentenderse de ellos, cuando es dueña de sí
misma.
256. Cuando se trata de un querer
absoluto, la voluntad debe tener en cuenta en
primer lugar qué es lo que quiere de esta
forma; y luego la intensidad del deseo y la
manera de quererlo. Si lo que se quiere de un
modo absoluto es Dios, hay que examinar
cuánto y en qué medida se le quiere; si es hasta
el desprecio de sí mismo y de todo lo que
existe o puede existir. Y esto no ya sólo por el
juicio de la razón sino por el afecto del alma,
de manera que la voluntad, más que una
facultad se convierta en amor, dilección,
caridad, unidad de espíritu.

La escala del amor


257. Así debe ser amado Dios. La
voluntad que tiende hacia Dios con todas sus
fuerzas es amor; la dilección es adhesión o
unión con él; la caridad es gozar de él; la
unidad de espíritu con Dios, propio del

322
. Gá 5, 17.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 133

hombre que tiene el corazón en lo alto, es


perfección de la voluntad que avanza hacia
Dios, pues no sólo quiere ya lo que Dios
quiere, sino que su afecto es ya un afecto tan
perfecto que no puede querer sino lo que Dios
quiere.
258. Ahora bien, querer lo que Dios
quiere, es ser semejante a Dios; no poder
querer más que lo que Dios quiere, es ser ya lo
que Dios es, para quien querer y ser es una
misma cosa. Por eso se dice con propiedad
que le veremos plenamente como él es, cuando
seamos semejantes a él323, es decir, seamos lo
que él es. Quienes han recibido el poder de ser
hijos de Dios324, no han recibido, como es
claro, la capacidad de ser Dios, sino ser lo que
es Dios: santos, y luego totalmente dichosos
como Dios. El ser aquí santos y allí dichosos
sólo les puede venir de Dios, el único que
constituye su santidad y bienaventuranza.

Triple semejanza y unidad con Dios


259. Toda la perfección de los santos
consiste en la semejanza con Dios. No querer
ser perfecto es una ofensa. Por tanto, se
deberá fortalecer siempre la voluntad y
estimular el amor hacia esa perfección. Es
preciso disciplinar la voluntad para que no se

323
. 1Jn 3, 2.
324
. 1Jn 1, 12.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
134

disipe con otras cosas, y custodiar el amor para


que no se contamine. Porque hemos sido
creados y vivimos exclusivamente para ser
semejantes a Dios, ya que fuimos creados a
imagen de Dios325.
260. Hay una semejanza con Dios que el
hombre pierde solo al morir. Ésta la ha
mantenido el Creador de todos los hombres
como testimonio de otra semejanza más
preciosa y excelente ya perdida. La tiene todo
hombre, lo quiera o no, sea capaz de pensar en
ella o esté tan obtuso que no lo advierta. En
efecto, así como Dios está en todas partes, y
todo él en todas sus criaturas, de igual modo
está toda el alma en su cuerpo. Y como Dios,
que nunca se muda, produce con su acción
inmutable efectos diferentes en sus criaturas,
del igual modo el alma humana, aunque da la
vida indistintamente a todo el cuerpo, sin
embargo con una misma acción opera cosas
distintas en los sentidos corporales y en los
movimientos del corazón. Esta semejanza de
Dios en el hombre no tiene importancia ante
Dios respecto a los méritos, puesto que su ser
o actividad le viene de la naturaleza, no de la
voluntad o del esfuerzo.
261. Existe otra semejanza más cercana a
Dios en cuanto es voluntaria, y que consiste en
la virtud. Por ella, el alma racional intenta
imitar con gran ardor la grandeza del sumo

325
. Gn 1, 26.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 135

Bien, y con su constancia en el bien su


inmutable eternidad.
262. Pero existe aún otra semejanza con
Dios superior a ésta. Esa, de la que ya se ha
dicho algo, es tan singularmente cercana que
más que semejanza debe llamarse unidad de
espíritu. Hace al hombre uno con Dios, un solo
espíritu. No sólo por la unidad de un mismo
querer, sino por una virtud tan elevada que el
hombre ya no puede querer nada distinto que
Él.
263. Se llama unidad de espíritu, no sólo
porque la realiza el Espíritu Santo o
predispone hacia ella al espíritu humano, sino
porque ella es el mismo Espíritu Santo, el Dios
Caridad. El que es el Amor del Padre y del
Hijo, su unidad y suavidad, su bien, su beso,
su abrazo y todo cuanto puede ser común a
uno y otro en esa unidad soberana de la
verdad, y en la verdad de la unidad, eso mismo
se hace a su manera en el hombre con respecto
a Dios; lo que por la unidad consustancial hace
en el Padre respecto al Hijo y en el Hijo
respecto al Padre, eso acontece cuando esa
dichosa conciencia se encuentra como entre el
abrazo y el beso del Padre y del Hijo; o cuando
de un modo inefable e inimaginable merece el
hombre de Dios ser hecho, no Dios sino lo
que es Dios: el hombre llega a ser por gracia
lo que Dios es por naturaleza.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
136

El artífice de la unión con Dios


264. Por eso, al enumerar los ejercicios
espirituales, el Apóstol introduce sabiamente
al Espíritu Santo cuando dice: En castidad, en
ciencia, en longanimidad, en suavidad, en el
Espíritu Santo, en caridad no fingida, en
palabras de verdad, con la fortaleza de
Dios326. Fíjate cómo coloca al Espíritu Santo
en medio de importantes virtudes, como el
corazón en medio del cuerpo, como autor,
ordenador y vivificador de todo.
265. Él es, en efecto, el artífice
omnipotente327 que crea la voluntad buena del
hombre hacia Dios y la benevolencia de Dios
hacia el hombre; Él enciende el afecto, otorga
la virtud, alienta las buenas obras, ordena todo
con firmeza y lo dispone con suavidad328.
266. Él es el que vivifica el espíritu del
hombre y lo mantiene unido, como el alma
vivifica y mantiene unido el cuerpo. Los
hombres pueden enseñar a buscar a Dios, y los
ángeles a adorarle; pero solo el Espíritu Santo
enseña a encontrarle, poseerle y gozarle. Él es
la diligencia del que busca bien, la piedad del
que adora en espíritu y en verdad, la sabiduría
del que encuentra, el amor del que posee, y el
gozo del que disfruta.

326
. 2Co 6, 6.
327
. Sb 7, 21.
328
. Sb 8, 1.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 137

267. Ahora bien, toda visión o


conocimiento de Dios que el Espíritu Santo
concede a los fieles en este mundo es sólo
espejo y sombra, tan distantes de la visión y
conocimiento futuros como dista la fe de la
visión, o el tiempo de la eternidad; aunque se
realice a veces lo que leemos en el libro de
Job: Él esconde la luz en el cuenco de sus
manos y la manda aparecer en las alturas;
declara a su amado que esa luz le pertenece y
que puede subir hasta ella329.

2. PROGRESO DEL HOMBRE


ESPIRITUAL

Las visitas
268. Al elegido y amado de Dios se le
muestra algunas veces cierta luz del rostro de
Dios, como la luz oculta entre las manos que
aparece y se oculta a voluntad de quien la
lleva330, para que por estos reflejos
momentáneos y fugaces que se le conceden, se
inflame el alma en deseos de la plena posesión
de la luz eterna y de la herencia de la visión
total de Dios.
269. Y para que de algún modo se dé
cuenta de lo que todavía le falta, a veces la
gracia, como de pasada, hace vibrar los
329
. Jb 26, 32.33.
330
. Cf. Plotino, Ennéadas V, 5, 8.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
138

sentimientos del amante, le arrebata consigo y


le lleva al día eterno, lejos del barullo de las
cosas, y entra en los gozos del silencio. Y allí,
en un momento, en un instante, Él mismo se
ofrece a la contemplación del alma tal cual
es331, y como a Él le place . E incluso la
transforma en sí mismo, para que ella sea Él,
según su capacidad.
270. Cuando el alma advierte cuánta
diferencia hay entre lo puro y lo impuro,
vuelve en sí misma, y se entrega a purificar el
corazón de toda división, y prepararse para la
semejanza. Para que, si alguna vez es admitida
de nuevo a esa intimidad, sea más pura para
contemplar y más fuerte para gozar.

Purificación del alma


271. En ninguna parte se descubre mejor
la imperfección humana que a la luz del rostro
de Dios, en el espejo de la visión divina332.
Allí, viendo en el día sin término con mayor
claridad cuánto le falta, el alma repara día a
día mediante la semejanza lo que había
perdido por la desemejanza, y se acerca por la
semejanza a Aquel del que se había apartado
muy lejos por la desemejanza. De este modo, a
una visión más clara acompaña una semejanza
más transparente.

331
. 1Jn 3, 2.
332
. Sal 4, 7.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 139

Progreso del amor


272. Es imposible contemplar el Sumo
Bien y no amarlo, y amarlo tanto más cuanto
más es dado contemplarlo, hasta que el amor
llegue a alcanzar alguna semejanza con aquel
amor que llevó a Dios a hacerse semejante al
hombre, aceptando la humildad de la
condición humana, para hacer al hombre
semejante a Dios por la glorificación de la
participación divina. Entonces le es dulce al
hombre humillarse en unión con la suma
Majestad, hacerse pobre con el Hijo de Dios,
conformarse a la divina Sabiduría, teniendo en
sí los mismos sentimientos que tuvo Cristo
Jesús, Señor nuestro333.
273. Aquí se funden sabiduría y ternura,
amor y temor, exultación y temblor, al pensar
y meditar que Dios se haya humillado hasta la
muerte y una muerte de cruz334, para elevar al
hombre hasta la semejanza con la Divinidad.
De aquí brota el recuerdo de la
sobreabundancia de su ternura, el ímpetu del
río que alegra la ciudad de Dios335, al pensar y
considerar sus beneficios para con nosotros336.

333
. Flp 2, 5.
334
. Flp 2, 8.
335
. Sal 45. 5.
336
. Cf. Sal 144, 7.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
140

274. El pensamiento y contemplación de


las delicadezas de Dios, que brillan por sí
mismas en el corazón del contemplativo, su
poder, fortaleza, gloria, majestad, bondad,
bienaventuranza, inducen fácilmente al
hombre a amar a Dios. Pero lo que más
arrebata espiritualmente al amante hacia el
Amado es experimentar en sí mismo toda la
amabilidad del Amado, y que eso es todo lo
que él es, si se puede hablar de todo donde no
hay partes.

Descanso en Dios
275. El afecto piadoso se une con tal ardor
a este Bien, por amor a él mismo, que ya no
se separará de él hasta llegar a formar con él
una sola cosa o un solo espíritu337. Cuando
esta unión llega a ser perfecta en el alma, sólo
el velo de la mortalidad le separa del Santo de
los santos y de la suma bienaventuranza de los
moradores del cielo. Mas como ya goza en su
interior de Aquel a quien ama por la fe y la
esperanza, se hace más llevadero por la
paciencia lo que resta de esta vida.

337
. 1Co 6, 17.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 141

3. PERFECCIÓN DEL HOMBRE


ESPIRITUAL

El hábito de las virtudes


276. A esto está ordenado el combate del
solitario, éste es su fin, su premio, el descanso
de sus trabajos, el consuelo de sus penas. Ésta
es la perfección y la verdadera sabiduría del
hombre: que el alma abrace y contenga en sí
todas las virtudes, no como algo añadido de
fuera sino como insertas en ella de un modo
casi natural, conforme a esa semejanza con
Dios por la que él es todo lo que es. De este
modo, como Dios es lo que es, así las
disposiciones de la buena voluntad hacia la
virtud se presentan tan firmes y seguras en el
espíritu bueno, que por su adhesión tan
ardentísima al bien inmutable, se diría que es
ya imposible separarse jamás de aquél que es.

Ciencia y sabiduría
277. Cuando el hombre de Dios es
asumido de esta manera por parte del Señor,
del Santo de Israel, nuestro Rey338, el alma,
sabia y piadosamente iluminada y ayudada por
la gracia de la contemplación del Sumo Bien,
sondea también las leyes de la verdad
inmutable que le es permitido alcanzar por el

338
. Sal 88, 19.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
142

conocimiento del amor, y con esas leyes


ordena en sí un plan de vida celestial y un
ideal de santidad. Contempla, efectivamente,
la Verdad suma y las verdades que de ella
provienen, el Bien supremo y lo que de él
procede, la Eternidad inmensa y lo que de ella
ha salido. Conformándose a esa verdad, a esa
bondad y a esa eternidad el alma ordena su
vida en medio de las criaturas. No pretende
elevarse en sus juicios sobre las realidades
superiores, sino que las contempla con el
deseo y se une a ellas por el amor. Pero acoge,
se acomoda y adapta a las realidades terrenas,
no sin discernimiento, sin examen reflexivo, y
sin el juicio de la razón.
278. Así se engendran y nacen las virtudes
santas, se restaura en el hombre la imagen de
Dios, se establece esa vida divina de la que,
como se lamenta el Apóstol, tantos hombres se
han alejado339; y se robustece el vigor de la
virtud con los dos elementos que constituyen
la perfección de la vida contemplativa y activa,
de los cuales, según los antiguos intérpretes, se
lee en Job: la piedad es sabiduría; y apartarse
del mal, inteligencia340,
279. En efecto, la sabiduría es piedad, es
decir, culto a Dios, amor que nos hace suspirar
por verle; y viéndole ahora como en espejo y
enigma, caminamos en fe y esperanza hasta

339
. Ef 4, 18.
340
. Cf. Jb 28, 28.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 143

que le contemplemos en la manifestación de la


gloria.
280. Apartarse del mal es la ciencia que
trata de las realidades temporales, entre las que
ahora vivimos. En medio de ellas nos
abstenemos del mal en la medida que nos
aplicamos a hacer el bien.
281. A esta ciencia y a esta abstinencia se
dirige ante todo la práctica de todas las
virtudes y también la disciplina de todas las
actividades de la vida presente. La primera de
estas dos cosas, el ejercicio de las virtudes,
parece tender sobre todo a las realidades
superiores, que revelan una sabiduría más alta
e irradian su aroma. La segunda, que se refiere
a los ejercicios corporales, si no se la modera
con el vínculo de la fe cae miserablemente en
la superficialidad de lo terreno.

Ciencia adquirida y ciencia innata


282. A este propósito, como la ciencia es
algo percibido por la razón o por los sentidos
exteriores y confiado a la memoria, si nos
fijamos bien, sólo lo que percibimos por los
sentidos puede considerarse propiamente como
ciencia; en cambio lo que la razón alcanza por
sí misma pertenece a la ciencia y a la
sabiduría.
283. En efecto, todo conocimiento venido
de fuera, es decir, a través de los sentidos, se
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
144

presenta a la mente como ajeno y adventicio.


Pero lo que viene espontáneamente al
entendimiento, sea por la potencia misma de la
razón o por el conocimiento natural de la
inmutable verdad de las leyes eternas, con la
que hasta los hombres más impíos forman a
veces juicios rectísimos, está de tal manera
inscrito en la misma razón que la constituye a
ella misma. Tal conocimiento más que el
resultado de una enseñanza es la conciencia
que la razón tiene, bajo la acción de algún
agente o volviendo sobre sí misma, de que eso
le es innato a ella341.
284. Ejemplo elocuente de ello es la
revelación natural, o el conocimiento de Dios,
que se hace patente a todos los hombres aún a
los impíos342. De igual modo la inclinación
natural al bien, de la que pudo escribir el poeta
pagano: “Los buenos detestaron el pecado por
amor a la virtud”343. Finalmente, el
discernimiento del mundo racional mediante la
investigación de la razón.
285. En el grado ínfimo está la ciencia que
tiende hacia lo bajo, y es la experiencia de las
cosas sensibles adquirida a través de los cinco
sentidos corporales; sobre todo, cuando
intervienen la concupiscencia de la carne, la de
los ojos, o la soberbia de esta vida.

341
. Cf. Rm 1, 19.
342
. Cf. Ibd.
343
. HORACIO, Ep. I, 16, 22.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 145

La vida perfecta
283. Una vez que la razón se configura
con la sabiduría, forma su conciencia y se
pone una norma de vida. En lo que se refiere al
conocimiento de las cosas inferiores, se sirve
de la docilidad y capacidades de la naturaleza;
en las cosas racionales o que exigen reflexión,
establece un orden de vida; para la adquisición
de las virtudes, recurre a la conciencia
formada. Así, estimulada desde abajo,
sostenida desde arriba, marchando con
rectitud, se apresura hacia la libertad de
espíritu y la unidad, con el discernimiento de
la razón, el consentimiento de la voluntad, la
adhesión de la inteligencia y la eficacia de la
acción. De este modo, como ya se ha dicho
reiteradamente, el hombre fiel se hace un solo
espíritu con Dios344.
287. Esta es ya, como afirmamos hace un
momento, la vida de Dios, que no consiste
tanto en el progreso de la razón, cuanto en la
fruición sapiencial de la perfección. En efecto,
el que saborea estas cosas es un sabio, y el que
se hace un espíritu con Dios es un espiritual.
Tal es la perfección del hombre en esta vida.

Unión con Dios

344
. 1Co 6, 17.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
146

288. Por fin, el que se ha mantenido hasta


aquí solitario o solo, se hace uno, y la soledad
del cuerpo se convierte para él en unidad de
espíritu, cumpliéndose en él lo que el Señor
pidió en su oración para los discípulos como
término de toda perfección, cuando decía:
Padre, quiero que como Tú y Yo somos uno,
así ellos sean también uno en nosotros345.
289. Esta unión del hombre con Dios o
esta semejanza con él, hace que el espíritu, en
la medida que se acerca a Dios, vaya
conformando a sí el alma animal y lo que es
inferior a ella. De este modo, espíritu, alma y
cuerpo quedan debidamente ordenados,
situados en su debido lugar, valorados cada
uno según sus méritos y estimados según sus
propiedades. Entonces comienza el hombre a
conocerse perfectamente a sí mismo y,
progresando en este conocimiento de sí,
asciende hacia el conocimiento de Dios.

El conocimiento de Dios
290. Ahora bien, cuando el afecto del que
va progresando comienza a elevarse y desear
avanzar en el conocimiento de esa semejanza,
se guardará de caer en el error de la
desemejanza; es decir, que al comparar las
realidades espirituales con las espirituales y las

345
. Jn 17, 21-22.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 147

divinas con las divinas no las conciba de


forma distinta a lo que son en realidad.
291. El alma que reflexiona sobre su
semejanza con Dios debe conformar y
disponer su pensamiento de modo que evite
concebirse a sí misma de forma corporal, y a
Dios, no sólo de forma corporal como
ocupando un lugar, pero ni aún de forma
espiritual, como algo mudable. Las cosas
espirituales son tan distintas de las cualidades
y naturaleza de las corporales cuanto más
alejadas están de toda circunscripción local. Y
las realidades divinas están por encima de
todas las demás cosas, sean corporales o
espirituales, trascienden todas las leyes de
lugar, tiempo y toda sombra de mutabilidad y
permanecen inmutables y eternas en la
felicidad de su eternidad e inmutabilidad.
292. Así como el alma distingue las
realidades corporales por los sentidos del
cuerpo, las realidades racionales o espirituales
sólo puede discernirlas por sí misma, y para
las cosas divinas deberá buscar o esperar de
Dios su conocimiento. Es verdad que el
hombre dotado de razón puede llegar a
entender y escudriñar a veces ciertos atributos
divinos, como la dulzura de su bondad, su
omnipotencia y otros parecidos. Mas lo que es
Dios en sí mismo, no es posible concebirlo sin
el conocimiento de un amor iluminado.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
148

293. Dios permanece siempre como objeto


de fe, y con la ayuda del Espíritu Santo a
nuestra debilidad podemos concebir a Dios
como vida eterna, vivo y vivificante,
inmutable, que crea todas las cosas transitorias
sin que él sufra cambio alguno; inteligencia
creadora de toda inteligencia y de todo ser
inteligente; sabiduría que hace a todos los
sabios; verdad inmutable, subsistente,
invariable de quien recibe la verdad todo lo
que es verdadero, en la que eternamente
existen las causas de todo lo que existe en el
tiempo.
294. Vivir es su misma esencia, Él es para
sí vida y naturaleza viviente, que constituye su
divinidad, eternidad, grandeza, bondad, y
poder que existe y subsiste en sí mismo;
supera toda localización en virtud de su
naturaleza ilimitada; por su eternidad desborda
todo tiempo capaz de pensarse o imaginarse;
verdad mayor y más excelente que la que
ninguna inteligencia puede imaginar. Esta vida
se alcanza con mayor seguridad por el amor
humilde e iluminado, que mediante el discurso
de la razón. Es mucho mejor de lo que se
piensa, y es más fácil pensarla que explicarla.
295. Es la suprema esencia de la que brota
todo ser; la suprema sustancia no sujeta a las
categorías del lenguaje y, sin embargo,
principio causal y subsistente de todas las
cosas. En Él no muere nuestro ser, no yerra
nuestro entendimiento, no queda defraudado
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 149

nuestro amor. Al que siempre se le busca y se


le encuentra con dulzura, y dulcísimamente
encontrado se le busca con más ahínco.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
150

Conclusión

296. Por consiguiente, quien quiera


contemplar a este Ser inefable que sólo
inefablemente puede ser contemplado, debe
purificar el corazón. Porque no puede ser visto
o alcanzado por ninguna semejanza corporal
con el que duerme, ni por ninguna imagen
corpórea del que está en vela, ni por la
búsqueda apremiante de la razón, sino
únicamente por el amor humilde de un corazón
puro.
297. Este es, en efecto, el rostro de Dios
que nadie puede ver y seguir viviendo en este
mundo346. Esta es la belleza que aspira a
contemplar todo el que desea amar al Señor su
Dios con todo el corazón, con toda su alma,
con toda su espíritu y con todas sus fuerzas347.
Y no cesa de excitar también a su prójimo a
ese amor, si verdaderamente le ama como a sí
mismo348.
298. Si es admitido alguna vez a esta
presencia, advierte en la luz misma de la
verdad la gracia que le ha prevenido; si se
siente arrojado de allí, comprende en su propia
ceguera que su impureza personal es
incompatible con aquella pureza. Y si ama
tiene por muy dulce el llanto, y se ve obligado

346
. Ex 33, 20.
347
. Dt 6, 5; Mt 22, 37; Mc 12, 30; Lc 10, 27.
348
. Mc 12, 31.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL 151

a volver con grandes gemidos a su propia


conciencia.
299. Somos incapaces en absoluto de
formarnos una idea de lo que Él es, pero nos
perdona el que amamos, y de quien
confesamos que no podemos decir ni pensar
nada que sea digno de Él. Y sin embargo, por
su amor o en el amor de su amor, nos sentimos
impulsados y atraídos a hablar y meditar en Él.
300. El que piensa debe, pues, humillarse
en todo y glorificar en sí mismo al Señor su
Dios, abajarse a sus propios ojos en la
contemplación de Dios, someterse a toda
humana criatura por amor al Creador349, y
ofrecer su cuerpo como hostia santa, viva,
grata a Dios, como su culto racional350. Sobre
todo, no querer saborear más de lo que
conviene, sino saborear con moderación,
según la medida de fe que Dios ha repartido
en cada uno351. No alardear de su riqueza
interior ante los hombres, sino guardarla en la
celda, y ocultarla en su conciencia, para que
pueda poner siempre ante su conciencia y en el
frontispicio de la celda este rótulo: Mi secreto
para mí, mi secreto para mí352.

349
. 1Pe 2, 13.
350
. Rm 12, 1.
351
. Rm 12, 3.
352
. Is 24, 16.
SEGUNDA PARTE: EL HOMBRE RACIONAL Y EL ESPIRITUAL
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