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Versión española de
Mari-Carmen Ruiz de Elvira Hidalgo
Alianza
Editorial
Título original:
Origins of the Stale and Civilú.ation.
The Process of Cultural Evolution.
Prólogo ...... . 11
7
8 lndice
* Estas fechas han sido revisadas sobre las bases de las estimaciones de Braidwood para el Cercano Oriente (The Near East and the Founda-
tions for Civilization [E l Cercano Oriente y los fundamentos de la Civilización], Eugene, Oregón, 1952) y de las fechas obtenidas por radiocarbo·
no sobre el Cercano Oriente y América. Estas nuevas fechas sitúan el origen de la agricultura alrededor de 2.000 años después de lo que ante·
riormente se creía para el Cercano Oriente, y alrededor de 2.000 años antes para lós Andes. Las fechas de los períodos de la India y China es-
tán revisadas para ajustarlas con las del Cercano Oriente, pero es de presumir que todavía presentan algún desajuste en el tiempo. (Las fechas
sobre el Nuevo Mundo están tomadas de Radiocarbon Dating [recopiladas por Frederick Johnson], Memoria de la Sociedad Americana de Arqueo·
logía, American Antiquity, vol. XVII, núm. 1, 1951.) Procedentes de Steward 1955, p. 190.
Los orígenes del Estado y de la civilización 25
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comunes que interv1rueron: las condiciones previas; las circunstancias
geográficas, tecnológicas, económicas, sociales e ideológicas; el papel
de la guerra y el ambiente político circundante. Si la civilización se
hubiera originado solamente una vez, ni siquiera hubiera valido la
pena especular sobre si se trataba o no de un accidente histórico, con
su entramado causal no analizable. Pero no sólo es cierto que algunas
de las civilizaciones arcaicas probablemente se desarrollaron de forma
independiente; sorprendentemente, desarrollaron también diversas cla-
ses de nuevos rasgos culturales semejantes, algunos de los cuales han
sido considerados como indicativos de que la civilización es una etapa
evolutiva.
En el siglo pasado, Lewis H. Margan y otros pensaban que la
escritura era el logro que definía a las civilizaciones arcaicas. (Perú
parece probablemente una excepción, pero los peruanos tenían los
quipos, ingenio mnemónico formado por cuerdas con nudos para mar-
car las fracciones decimales, y con colores para las distintas categorías
de cosas. Si la principal función de todos los primeros sistemas de
escritur~ era la de registro y archivo, en ese caso los peruanos estaban
sólo muy ligeramente despistados.) En tiempos recientes, el interés
arqueológico por los factores socioeconómicos ha ido en aumento,
dando como resultado una amplia aceptación de la noción de Gordon
Childe sobre el origen de las primeras civilizaciones como una «revo-
lución urbana». Esta rúbrica representa la siguiente serie de rasgos
funcionalmente (sólo brevemente resumidos aquí, siguiendo a Chil-
de, 1950): centros urbanos (Childe indicaba provisionalmente que
tenían unas poblaciones que oscilaban entre 7.000 y 20.000 habitan-
tes); una clase de especialistas con plena dedicación (artesanos, co-
merciantes, funcionarios, sacerdotes) con residencia en las ciudades;
un «excedente social» en la producción de alimentos por los campe-
sinos, que podía series arrebatado por el gobierno; edificios públicos
monumentales, que simbolizan la concentración del excedente; una
«clase dominante» de sacerdotes de nivel superior, líderes civiles y
militares, y funcionarios; notaciones numéricas y escritura; rudimen-
tos de aritmética, geometría y astronomía; estilos artísticos sofisti-
cados; comercio de larga distancia, y, finalmente, una forma institu-
cionalizada de organización política basada en la fuerza, llamada Es-
tado. La fundación del Estado, en palabras de Childe, fue el «evi-
dente conflicto de intereses económicos entre la reducida clase do-
minante, que se anexionó la mayor parte del ·excedente social, y la
vasta mayoría, a la que se dejó con una mera subsistencia y realmente
excluida de los beneficios espirituales de la civilización» (p. 4).
En este punto, debo hacer notar que las investigaciones de que
·se va a dar cuenta en este libro no confirman la esencia de este con-
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Mantenimiento de la sociedad
El Estado
En este punto debe recalcarse que esta obra se aparta del moder-
no procedimiento histórico y antropológico al uso. Los casos histórica
y etnológicamente conocidos se utilizarán como ayuda para la inter-
pretación de sociedades que se conocen sólo arqueológicamente. El
que éste sea un buen procedimiento dependerá del cuidado con que
se practique -confieso que se trata de un procedimiento plagado de
dificultades insospechadas- y de los resultados. Ciertamente, merece
una más amplia descripción.
c:Cuál es la justificación del método comparativo cuando se mue-
ve desde etapas todavía existentes a épocas extinguidas? ¿Resulta jus-
tificable considerar la formación históricamente conocida de los esta-
dos primitivos, como se hace en la primera parte de este libro, con
objeto de interpretar o reinterpretar mejor la formación de las civi-
lizaciones arcaicas que sólo son conocidas gracias a la arqueología
y a la distante historia antigua? Los primeros antropólogos del si-
Los orígenes del Estado y de la civiliza~ión 37
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glo xx, siguiendo el precepto de Boas, desecharon este procedimiento
-aunque en muchos casos podían haberlo utilizado ventajosamente-
al tiempo que dejaban en claro sus posibles peligros, como pueden ser
los que describimos a continuación.
Este método tuvo su origen cuando los filósofos comenzaron a em-
plear descripciones contemporáneas de pueblos primitivos en sus refle-
xiones sobre su propio pasado. Fue ésta la primera forma empírica
de interpretar la historia menos conocida de los tiempos más simples.
Existe una larga y clásica historia de la utilidad de este enfoque:
Aristóteles lo utilizó en su Política, y lo mismo hizo Tucídides en
su Historia de la guerra del Peloponeso. Durante la Ilustración fue
la herramienta primordial de filósofos de la civilización tan grandes
como Hobbes, Ferguson, Lafitau, Montesquieu, Rousseau y Turgot;
y finalmente, en épocas posteriores, destacaron en su uso Spencer,
Frazer y Marc Bloch.
En aquellos primeros tiempos, el peligro más evidente para este
método fue el que representaba la validez de los datos. Los relatos
de viajeros no preparados en estas materias y los posteriores informes
de misioneros y comerciantes constituían a menudo -aunque no
siempre- grandes exageraciones o equivocaciones. Pero esto no es
más insalvable en el caso presente de lo que lo es el uso de docu-
mentos ingenuos en la historiografía en general. En muchos aspectos,
son más interesantes y útiles que la reinterpretación de algunos. Se
deben aplicar criterios de racionalidad que estén basados en tanta
etnología comparativa como sea posible. Cuando se trata de los tiem-
pos modernos, los mayores peligros, paradójicamente, residen en el
uso de etnografías «científicas» realizadas por antropólogos profesio-
nales, porque, aun cuando los datos descriptivos pueden ser más exac-
tos y analíticos que el relato de. un viajero, los informes son descrip-
tivos solamente de residuos de sociedades altamente aculturadas que
se contaban entre las pocas supervivientes de las expansiones colonia-
les e imperiales euro-americanas. Resulta particularmente peligroso
utilizar algún método estadístico mecánico que evite el juicio crítico
.de la fiabilidad de las fuentes (a la manera del Human Relations Area
Files o del Ethnographic Atlas), cuando se pretende que la muestra
representa culturas aborígenes - lo que desde luego no cumple.
En el presente volumen el problema no es tan grande. Las com-
paraciones no serán mecánicas y los datos han sido evaluados crítica-
mente por diversos historiadores y antropólogos etnohistóricos exper-
tos. El mayor problema que se presenta en este caso, al ir de lo más
conocido a lo menos conocido, es el de cómo evaluar las diferencias
de adaptación estructurales y funcionales entre los estados secundarios
o derivados -aquellos que surgen en respuesta a presiones y circuns-
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tandas externas relativamente modernas- y las civili,zaciones prima-
rias («prístinas» o «naturales») que constituyeron las respuestas origi-
nales independientes en sus propias áreas (véase Fried, 1967, 1968).
La utilidad intelectual de la comparación entre los estados pri-
mitivos de los tiempos históricos y las civilizaciones primarias depen-
derá, en gran medida, de nuestra capacidad para mantener la distinción
de Goldschmidt entre problemas y procesos políticos, por una parte,
y por otra, las más variables clases de instituciones que sólo históri-
camente pueden llegar a desaparecer -constituyendo, por consiguien-
te, discontinuidades evolutivas. •
La dicotomía «prístino» versus «Secundario», propuesta por Fried,
es muy importante para la tesis de este libro, en particular a la hora
de contrastar los Estados de la Parte II con las civilizaciones de la
Parte III. Pero con frecuencia el adjetivo «prístino» no parece sufi-
cientemente exacto. En algunos contextos es preferible el adjetivo
«precoz» por tratarse de un término relativo: una sociedad puede
estar más evolucionada que sus vecinos por haber conseguido antes
una característica evolutiva avanzada. El término «prístino» (vs. «se-
cundario»), al ser absoluto, plantea problemas que no siempre hacen
al caso (puede encontrarse un argumento afín en Sanders y Marino
[1970, pp. 104-105]). En otras palabras, yo no deseo dilucidar si
el primer gobierno fue la cultura olmeca o la de Chavín (en México
y Perú), con Teotihuacán o Mochica segundos o terceros en la lista.
Todo lo que es necesario discutir es que la primera manifestación de
una nueva civilización entre sociedades adyacentes (los rivales poten-
ciales), aun cuando pueda claramente haber sido, como Kaminaljuyú
en Guatemala, un vástago secundario, tuvo que ser, en su precocidad,
tremendamente aventajada y, por consiguiente, muy influyente. La cul-
tura maya del Petén, la del valle del Indo, la Chou en el norte de
China, Tiahuanaco en las tierras altas peruanas, y también otras, pue-
den haber sido realmente secundarias en el sentido de Fried (o incluso
terciarias), pero fueron precoces en una región muy amplia, que do-
minaron fácilmente. Para nuestros actuales propósitos de entender
los movimientos evolutivos de ascensión y decadencia, lo que tiene
importancia, más que la «pristinidad» absoluta, es la precocidad local
relativa.