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¿Son peligrosos los mensajes subliminales?

Primera Parte

Posteado por Alex López-Rolón el 13-05-2014

¿Quién no ha escuchado hablar de los mensajes subliminales? Aparte de ser, en nuestra parte del mundo, un cuco
utilizado por líderes religiosos cristianos fundamentalistas para ofrecernos protección de una supuesta tenebrosa y
secreta conspiración satánica y por alarmistas que buscan cautivar nuestra atención no precisamente para motivarnos
a ser más píos, es algo que al mismo tiempo de ser muy familiar no es comprendido por casi nadie.

Demostración del uso de un aparato de electroencefalografía de última generación. Este tipo de aparatos son usados con
frecuencia hoy en día para el estudio de la percepción subliminal. / Gentileza, Alex López-Rolón

¿Existen realmente? ¿Son efectivos? ¿Son peligrosos?

Obviamente antes de continuar debemos referirnos al elefante léxico de este relato. ¿Qué significa esto de
“subliminal”?

Para el público en general la palabra “subliminal” va casi siempre acompañada de la palabra “mensaje“ pero los
científicos que tenemos algo que ver con el tema hablamos con más frecuencia de “percepción subliminal”. Ahora
verá porque.

Como mis lectores se caracterizan por su astucia supongo que al ver usted que la palabra lleva el prefijo “sub” ya
se habrá imaginado que es algo debajo de otra cosa. ¡Muy bien! La segunda parte de la palabra “subliminal” se refiere
a la palabra “limen” que significa “umbral” en latin. En este caso el limen al que nos referimos es el umbral debajo
del cual la percepción de algo es inconsciente. Así que cuando alguien le dice que un mensaje es subliminal, le está
diciendo que es un mensaje que es supuestamente percibido inconscientemente. Por cierto, si el mensaje es percibido
conscientemente entonces es un mensaje “supraliminal” o que es percibido por sobre el umbral que divide a la
percepción consciente de la inconsciente.

La historia de la investigación de la percepción subliminal se remonta a los albores mismos de la psicología


científica en el siglo XIX.

No se preocupe si necesita respirar profundo, beber algo antes de continuar o tal vez hasta estirar las piernas y
recrear su vista. Estos no son conceptos que uno encuentra todos los días.

Continuemos con el tema de los mensajes subliminales publicitarios.

Creo que el título del libro del americanólogo Lawrence R. Samuel nos da una buena pista del origen de este
embrollo: “Freud en la Avenida Madison: La Investigación de la Motivación y la Publicidad Subliminal en América”
(1).

Sí, amigos, otra vez Freud. El buen Sigmund da la impresión de ser históricamente inescapable. Si han visto la
escena de la película de Alfred Hitchcok “Intriga Internacional”, conocida en España con el nombre “Con la Muerte
en los Talones”, en la que Cary Grant es perseguido por un biplano en el campo, entonces pueden tener una idea de
como nos sentimos los psicólogos que no somos “freudianos” cuando debemos entrar en el espinoso laberinto del
psicoanálisis para trazar el origen de algo.

¿Qué tiene que ver Freud con la Avenida Madison? La avenida Madison está por supuesto en Nueva York y
como tenía muchas agencias de publicidad se convirtió en una metonimia. Es decir cuando alguien dice “avenida
Madison” en EEUU es muy probable que se esté refiriendo a la industria de la publicidad. De ahí que la serie
televisiva “Mad Men” se llame así (Mad=Madison Avenue).

Como ya sabrán de sus clases de psicología del colegio secundario, Freud creía que existen poderosas
motivaciones inconscientes. Ese es un punto que deben tener en mente en esta historia.

La obsesión popular con lo subliminal, una curiosa mezcla de fascinación y terror, comienza en la década de los
cincuenta del siglo pasado. Según Samuel en esa época las ideas de Freud habían permeado profundamente la psiquis
de los EEUU y eso creaba un caldo de cultivo ideal para que técnicas publicitarias que supuestamente manipulaban el
inconsciente despertasen el interés de la avenida Madison. Como en la mentalidad popular Freud era palabra mayor,
usar una técnica publicitaria que permitiese acceder a las supuestas poderosas motivaciones inconscientes sobre las
que escribió Freud parecía garantizar la efectividad de cualquier mensaje, énfasis en “cualquier”. De ahí la
fascinación pero también el terror.

Esta historia nos lleva naturalmente al año 1957 y a una función de la película “Picnic” del director Joshua
Logan en un olvidable municipio del estado estadounidense de Nueva Jersey. Con un supuesto experimento de James
MacDonald Vicary, un muy poco exitoso experto en mercadeo, el mundo es sorprendido precisamente por una
técnica que parecía haber logrado invadir los dominios de la percepción subliminal para vender productos.

Se le atribuye a Henri de Toulouse-Lautrec la frase “un buen afiche debe ser un puñetazo en el ojo”. En 1957 se
parecía haber pasado a un plano que habría dejado al locuaz Toulouse-Lautrec algo confundido.

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