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Tema general: La Biblia y los problemas actuales.

Tema específico: Las relaciones sociales. El respeto.


Texto base: Romanos 14:7-13

Introducción.
Una de las debilidades que como seres humanos tenemos es nuestra facilidad de juzgar a los demás.
Es común que sin saber bien todos los elementos de los hechos que se escuchan o se conocen,
muchas personas rápidamente juzgan y en el peor de los casos, condenan a otros.

En el presente estudio hablaremos principalmente de por qué los creyentes no debemos actuar de
esa forma, juzgando nuestro hermano ni servir de tropiezo a otros.

I- Reconocer que Cristo es el Señor.


Muchos cristianos pareciera que se llevan bien con los inconversos, otros miran a los incrédulos
como enemigos pero tristemente que hay hermanos que no tienen facilidad de relación con los
mismos creyentes. Hemos visto ya que en general con todo debemos procurar la paz y armonía.
La Biblia llama a Satanás, “el acusador de los hermanos” (Apocalipsis 12:10), es el jefe de los
conflictos y no hay nada que le agrade más sembrar discordia y acusación.
En la Iglesia también se puede dar este problema y para evitarlo el creyente debe saber que:
a- Ningún cristiano debe vivir exclusivamente para su beneficio y honor, todos los hijos de Dios
vivimos bajo su señoría.
b- Somos completamente libres en Jesús pero a la vez, con toda nuestra voluntad debemos
entregarnos completamente al servicio unos con otros.
c- No es absolutamente necesario que los cristianos estén en total acuerdo siempre en todos los
asuntos, pero sí todos deben reconocer el precio que Jesús pagó en la cruz por salvarlos, y que el
hecho de haber resucitado le da derecho de ser Señor de todos.
d- El cristiano que ha alcanzado madurez (recuerde el texto visto la semana pasada de Mateo 5: 48
perfecto=maduro) no debe menospreciar a otro creyente. Todos los cristianos somos siervos de un
mismo Señor y a él tendremos que rendir cuentas un día.

II- Reconocer que Cristo es el juez.


Lea aquí Mateo 7:1-2. Ciertamente todos compareceremos un día delante de Dios y de la misma
manera que hayamos juzgado a otros aquí así será como Dios nos juzgue en aquel día.
En realidad es demasiado lo que tenemos por delante en nuestra lucha por alcanzar la meta de
perfección que nos ha propuesto, como para que nos pongamos a juzgar a otros.
Basta que veamos nuestras propias debilidades y fracasos para que nos detengamos en hablar de
otros.

Medite:
 Una cosa es tener puntos de vista y normas distintas a las de otros hermanos, y otra es muy
diferente es inducir a alguien con nuestro ejemplo y conducta a violar las normas de su
propia conciencia.
 En Jesús no hay lugar para pretensiones y soberbia, cada uno debe estimar a los demás
como superiores a sí mismo. El hermano fuerte debe estar dispuesto a recibir al débil. Las
convicciones personales deben estar fijadas en oración y en la Palabra, más nunca deben
ser motivo de desprecio por otros.
 Hay que luchar por comportarse de tal forma que no sirva de piedra de tropiezo y causa de
caída a otros.
Para concluir:
El cristiano siempre está rodeado por distintas clases de personas: Buenas y malas, cristianos y no
salvos. Debe luchar cada día por agradar al Padre celestial, amando y sirviendo a quienes les rodean.
Quien quiere agradar a Dios debe aceptar los siguientes pasos de obediencia:

1- Dar por hecho que su conducta debe ser de calidad superior a la de aquellos que integran la
sociedad donde vive.
2- Por ser hijo de Dios debe tratar de mostrar semejanza a Dios incluso frente a aquellos que puedan
llamarse sus enemigos.
3- No aspirar a menos que la perfección que Dios le ha presentado como norma y meta de la vida.
4- Jamás criticar a otros creyentes pues cada uno dará cuentas a Dios de sí.
5- Hay que luchar por no servir de piedra de tropiezo a ningún creyente ni hacerlo desviarse del
camino por su culpa.

Dios le bendiga.
Tomado de: La palabra de Vida. El Maestro 3. Editorial Vida.

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