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LA TERAPIA ESTRATEGICA BREVE

1. INTRODUCCION

La terapia estratégica, no es una concepción o una teoría particular, sino un nombre para aquellos

tipos de intervención terapéutica en los que el psicoterapeuta asume la responsabilidad de influir

directamente en las personas (Haley, 1976).

El modelo estratégico, nace de una síntesis evolutiva entre la teoría sistémica, el estudio sobre la

familia y la comunicación, realizado por el grupo de Palo Alto dirigido por Bateson y Jackson y el

trabajo clínico de Milton Erickson (Nardone y Watzlawick, 1992).

Haley (1985; 1989), dice que la terapia familiar estratégica también surge a partir del examen del

poder de las relaciones entre terapeuta y cliente y entre los integrantes de una familia. Las diversas

estrategias de psicoterapia fueran creadas con el objeto de utilizar este poder para producir cambios.

Suele pensarse (y ésta es una de las críticas frecuentes al modelo estratégico) que el poder implica

dominación, opresión y motivaciones desagradables en quienes lo ejercen; el poder, desde esta

perspectiva, versa sobre los aspectos positivos o benévolos. Tener poder sobre otra persona no

significa únicamente la posibilidad de explotarla, sino, además, la posibilidad de cuidar de ella, de

consolarla, guiarla y reformarla.

El terapeuta estratégico, no se deja encarcelar por un modelo rígido de interpretación de la

"naturaleza humana", ni por concepciones metodológicas rígidas y ortodoxas de la Psicología. El

pensamiento estratégico se interesa por la funcionalidad del comportamiento humano frente a los

problemas de la existencia y de la convivencia entre individuos, en los mismos términos de


percepción y relación que todo individuo vive consigo mismo, con los demás y con el mundo que

le rodea. (Mandujano, S. 2006).

Modelo estratégico centrado en el problema: el M.R.I. y Jay Haley

El Grupo de Palo Alto, uno de los centros de desarrollo de la terapia familiar sistémica, abarcó en

la práctica a dos entidades diferentes, pero íntimamente relacionadas. Una de ellas corresponde al

equipo que formara el antropólogo y epistemólogo Gregory Bateson. El "Proyecto Bateson" (1952-

1962) investigó la naturaleza de la comunicación en términos de los distintos niveles de abstracción

presentes en un proceso comunicacional. Llegaron a trabajar con él John Weakland, Jay Haley y

Don Jackson. Este último es quien, en 1959, crea el Mental Research Institute (M.R.I.) de Palo

Alto, donde se ampliaron y se aplicaron al área clínica los trabajos específicamente referidos a la

comunicación esquizofrénica realizados por Bateson. En 1960 se integrará a este grupo de trabajo

Paul Watzlawick. Posteriormente, en 1967, el M.R.I. funda el Brief Therapy Center (B.T.C.),

clínica psicoterapéutica, donde se desarrolla lo que hoy se conoce como el modelo de terapia breve

sistémica.

Por otra parte, Jay Haley perteneció al M.R.I de Palo Alto y posteriormente se retiró a trabajar con

Minuchin en Filadelfia para, finalmente, desarrollar su propia labor clínica en Washington junto a

quien era entonces su esposa, Cloé Madanes. Desarrolló un modelo con métodos propios para

perturbar las estructuras familiares “anormales”, atendiendo además a las configuraciones triádicas

que están presentes (Hoffman, 1987). Si bien el modelo de Haley contiene elementos tanto

estratégicos como estructurales, está considerado uno de los principales representantes del modelo

estratégico centrado en el problema.

Haley ha hecho hincapié en que el diagnóstico es parte del problema terapéutico, y en eso tiene

responsabilidad el terapeuta, ya que “el modo en que clasificamos un dilema humano puede
cristalizar un problema y volverlo crónico” (Haley, 1990, p.6). También un problema puede

cristalizarse por los intentos de solución que no han dado el resultado esperado.

Haley (1990) ha descrito las diferentes etapas de una primera entrevista, las que incluyen en primer

lugar, conocer a cada miembro del sistema consultante, después saber por qué han venido a

consultar, observarlos interactuar en relación con el problema planteado a fin de reconocer la pauta

interaccional que mantiene el problema y, por último, definir claramente los cambios deseados. Es

en esta última etapa en la que se establece un contrato sobre las metas terapéuticas y, a más claro

éste, más organizada será la terapia. (Zlachevsky, A.M. 2005).

El MRI

El MRI fue fundado por el psiquiatra Don Jackson, también colaborador de Bateson, el año 1959.

Junto a él participaron los psicoterapeutas Haley y Weakland, trayendo consigo toda la influencia

ericksoniana; posteriormente se unieron Paul Watzlawick (quizás su miembro más popular) y

Richard Fisch. Una de sus principales finalidades fue estudiar la influencia de la comunicación

interpersonal en los procesos de cambio terapéutico, llegando a formular sus propias teorías,

principios y técnicas, de gran influencia en la psicoterapia contemporánea.

Una de las características más importantes del MRI, que lo diferencia de la corriente más

psicodinámica, consiste en su centramiento en las interacciones observadas entre los miembros de

una familia, en las pautas o reglas que limitan su actuar dentro de ciertos parámetros y que estarían

sosteniendo los problemas por los que estos concurren a terapia.

Una segunda cualidad del MRI fue la búsqueda de formas eficientes de llevar a cabo el proceso

terapéutico, de modo de abreviar las terapias hasta el mínimo, suprimiendo de ella aquellas

intervenciones inefectivas o que no estaban vinculadas claramente a la resolución del problema del

cliente. Incluso crearon el año 1968, dentro del mismo instituto, un Centro de Terapia Breve

integrado por Weakland, Fisch, Watzlawick y Lynn Segal, que concluyó que una terapia
perfectamente podía durar 10 sesiones y generar cambios duraderos en las personas. A

continuación, se denominó a la terapia del MRI con el nombre alternativo de Terapia Breve

Estratégica1, con el que se le conoce hasta el día de hoy (Weakland, Fisch, Watzlawick & Bodin,

1974).

Otra cualidad del MRI, de gran trascendencia para la evolución de las terapias sistémicas

posteriores, fue la asunción temprana de una forma de pensamiento constructivista, inspirada en

los postulados de Bateson. Los enfoques constructivistas consideran que es el propio individuo

quien construye un sistema que le permite comprender su mundo y sus experiencias. De ese modo,

las personas son participantes activos y no receptores pasivos de un mundo externo que imprime

sus huellas en su mente, como la tabla rasa conductista. En este enfoque asumimos que no existe

una realidad única o universal, sino distintas maneras de entender los fenómenos psicológicos y

sociales. Lo que interesa, por lo tanto, no es nuestra capacidad de captar al mundo tal cual es (lo

que se ha denominado «objetividad»), sino que nuestras percepciones encajen lo suficiente como

para asegurar nuestra viabilidad en el mundo.

El MRI se convirtió en una escuela que recibía a terapeutas de todo el mundo interesados en

conocer sus propuestas. De ese modo, influyó fuertemente en la generación de otros modelos como

la Terapia Breve Centrada en la Solución. (García Martínez, Felipe E. (comp.) editores, 2013).

2. MARCO TEORICO

TERAPIA ESTRATEGICA Y TERAPIA ESTRATEGICA BREVE

La terapia estratégica y la terapia familiar tienen como denominador común el uso pragmático de

la comunicación, así como el énfasis en la noción de sistema, en particular en el sistema familiar.

La tarea del terapeuta consistiría en formular con claridad el síntoma presentado aquí y ahora por

el cliente y planear una intervención en su situación social a fin de modificar dicho síntoma. Si
bien en esta perspectiva se realiza una exploración de las metas de los clientes, tal exploración es

empleada por el terapeuta estratégico para conocer su percepción y creencias acerca de la situación

y así influir en la demanda del cliente. A partir de técnicas específicas, el terapeuta sugiere a los

clientes cierto modo de ver los problemas, es decir, se viene a cambiar la queja del cliente según

lo que el terapeuta considera que se puede cambiar o solucionar. La indagación explícita de las

metas y objetivos de los clientes viene a ser sólo un método para conseguir información importante

que permita al terapeuta asirse con los estilos de comunicación de los clientes, sus creencias,

concepciones, actitudes y valores y, a partir de ahí, inducir en ellos un cambio delineado por la

concepción de normal/anormal que sostenga el terapeuta en particular. Y en esto el terapeuta

termina ejerciendo un control deliberado, destinado a influir en las verdades y creencias personales

y familiares, haciéndose cargo de la verdad que rige al individuo y al sistema familiar. Con lo cual,

la pretendida neutralidad que sostiene el enfoque, no existe, ni puede existir. (Páez-Blarrina, M., &

Gutiérrez-Martínez, O., & Valdivia-Salas, S., & Luciano-Soriano, C. 2006).

En la terapia estratégica, el común denominador es que el terapeuta asume la responsabilidad de

influir directamente en la gente. En esta modalidad de trabajo, el terapeuta intenta influir en el

paciente desde el momento de su primer contacto con él. Ya en la entrevista inicial se combina la

recogida de información con maniobras que indican la dirección deseable (Haley, 1976, 1989 y

Madanes, 1989).

Una terapia puede considerarse estratégica, si el clínico inicia con lo que ocurre durante este

proceso terapéutico y diseña un enfoque particular para cada problema. Cuando se encuentran un

terapeuta y una persona con un problema, la acción que tiene lugar está determinada por ambos,

pero en la terapia estratégica la iniciativa corresponde en gran medida al terapeuta. Este debe

identificar problemas resolubles, fijar metas, diseñar intervenciones para alcanzarlas, examinar las
respuestas que recibe para corregir su enfoque y, por último, evaluar el resultado de la terapia para

ver si ha sido eficaz. El terapeuta ha de ser muy sensible hacia el paciente y su medio social, pero

la forma en que proceda debe ser determinada por él mismo (Haley, 1980).

Hablar del enfoque estratégico, es hablar de un plan de acción, un modus operandi en situaciones

relativamente predecibles, que permite tomar decisiones (tácticas), las cuales facilitarán el logro de

una meta específica. Las tácticas incluyen todas las maniobras concretas que el terapeuta realiza

durante su intercambio con los pacientes. Algunas de estas maniobras pueden recibir el nombre de

técnicas, cuando han sido sistematizadas y se aplican de manera más o menos similar en varios

casos. Las tácticas no deben ser manejadas de acuerdo al antojo del terapeuta, sino de acuerdo al

plan estratégico (Fernández, 1988).

Las estrategias son el resultado de los intentos encaminados a encontrar la esencia del modo en que

se puede cambiar a la gente (y cambiada en lo fundamental). La terapia estratégica apunta a lo

esencial o no apunta a nada. El terapeuta lucha por la comprensión clara y consciente del

estigmatizado, el sórdido, el perverso, el feo. Esta comprensión requiere cierta complicidad en la

experiencia del mal y de la patología.

Para sacar a alguien de una pena profunda, hay que experimentar el dolor que otro siente. En una

familia siempre hay una víctima y un verdugo, un bueno y un malo, un optimista y un pesimista.

El terapeuta es cómplice de todos y leal a todos (Madanes, 1993). En esta última idea, es importante

mencionar que, el terapeuta puede aproximarse a las experiencias del paciente, viviéndolas

(siempre y cuando sus valores se lo permitan) o bien, escuchando con detenimiento al paciente, y

éste se convertirá en alguien que enseñará al terapeuta nuevas experiencias de la vida, lo que a su

vez, se transformará para el terapeuta, en una parte creativa para la construcción de nuevas

intervenciones.
El terapeuta estratégico, no se deja encarcelar por un modelo rígido de interpretación de la

"naturaleza humana", ni por concepciones metodológicas rígidas y ortodoxas de la Psicología. El

pensamiento estratégico se interesa por la funcionalidad del comportamiento humano frente a los

problemas de la existencia y de la convivencia entre individuos, en los mismos términos de

percepción y relación que todo individuo vive consigo mismo, con los demás y con el mundo.

En este tipo de terapia, el terapeuta mantiene la iniciativa en todo lo que ocurre durante el

tratamiento; si la terapia funciona, se puede observar desde las primeras sesiones indicadores de

cambio, lo cual implica que el terapeuta estratégico tiene una gran elasticidad mental unida a la

posesión de un amplio repertorio de intervenciones terapéuticas, todo ello basado en la adecuación,

flexibilidad y creatividad. Por ello, es preciso persuadir al paciente para que participe en la

producción del cambio. Se le pide al paciente que siga instrucciones específicas que le implican en

una labor de cooperación, cuyo fin es modificar su conducta sintomática. Según Erickson, debe

decirse al paciente que haga algo y ese algo ha de estar relacionado de alguna forma con su

problema. Lo que importa es que el paciente haga algo (Rosen, 1989). (Mandujano, S. 2006).

EL APORTE DE MILTON H. ERICKSON

Según Haley (1973) Erickson fue creador de la terapia estratégica desde la hipnosis. Podemos

definir a la hipnosis como un estado de consciencia en el cual ofrecemos comunicaciones de

comprensiones e ideas al paciente, y después permitirle usar esas ideas y comprensiones de acuerdo

a su propio repertorio singular de aprendizajes corporales y sus aprendizajes fisiológicos.

(Erickson, 1980)

La hipnosis de Erickson se caracteriza por ser una práctica de tipo relacional, un trabajo de

construcción de naturaleza sistémica que, en virtud de su principio de utilización, permite una


individualización de la intervención, hacer un trabajo a la medida que por su carácter evocativo

permite recuperar, reorganizar y re asociar recursos, un proceso que desbloquea y permite el

aprendizaje experiencial, por último, un enfoque y lenguaje indirecto que hace posible que algo

ocurra y se evite aquello en lo cual el sujeto está entrenado en resistir. (Schaefer, 2013)

La hipnosis hace posible que el sujeto experimente un estado donde las barreras impuestas por los

marcos de referencias son debilitadas. Puede experimentar, con mayor libertad, sensaciones,

respuestas y experiencias naturales que son parte de su repertorio conductual, pero que por distintas

razones no están disponibles. Esas respuestas y experiencias son los llamados «fenómenos

hipnóticos», que se dan de modo muy natural en ciertos contextos pero que el sujeto las percibe

con extrañeza en el trance hipnótico.

Cuando las personas entran en trance hipnótico, son capaces de experimentar fenómenos

denominados fenómenos hipnóticos, que son los “ingredientes básicos” de las aplicaciones

terapéuticas de la hipnosis. Además, según Yapko (1990), son los soportes básicos de toda

experiencia… El uso de estos fenómenos hipnóticos con fines terapéuticos da pie a la hipnoterapia

ericksoniana.

Desde el punto de vista terapéutico, la utilidad de la obtención directa o indirecta de los fenómenos

dependerá de las características del paciente. Si un paciente se muestra más “resistente” a la terapia,

será más aconsejable usar acercamientos indirectos; sin embargo, si aparece como cooperador y

poco resistente, los acercamientos directos pueden funcionar muy bien (Yapko, 1990; Robles

1991).

Para Erickson, aprender la hipnosis era ante todo aprender a observar al otro, a comprender su

visión del mundo, a seguirlo paso a paso de manera que se puedan utilizar todas estas informaciones

para ayudar al paciente a comportarse de otro modo (Wittezaele y García, 1994). Por lo tanto,
podemos entender que en la visión de Erickson, la hipnosis no es el punto clave, es una herramienta

más para llegar al punto clave: el cambio a través de la influencia interpersonal. (Rozo, 2007)

La psicoterapia ericksoniana

Para Erickson aprender la hipnosis era ante todo aprender a observar al otro, a comprender su visión

del mundo, a seguirlo paso a paso de manera que se pudieran utilizar todas estas informaciones

para ayudar al paciente a comportarse de otro modo. (Mosqueda, 2005)

Para O´Hanlon (1993) la terapia ericksoniana se divide en seis etapas: en la primera se debe

establecer un rapport y compromiso; en la segunda es necesario reunir información del consultante;

en una tercera parte se debe interferir o eludir las limitaciones y creencias, en una cuarta se debe

evocar o construir aptitudes en el consultante: en la quinta el terapeuta debe unir aptitudes con el

contexto-problema; en una última parte se debe dar termino o seguimiento.

Erickson, efectuaba un diagnóstico de tipo cualitativo y luego diseñaba intervenciones que

desarmaban las pautas que sostenían los problemas, usando la hipnosis como un recurso de

aprendizaje experiencial, contando historias y metáforas y dando tareas, muchas veces

incentivando el síntoma. Su postura a teórica lo llevaba que observar mucho, y movilizaba al sujeto

a hacer cosas. (Schaefer, ob.cite)

Ser un terapeuta ericksoniano implica contar con una concepción de la psicoterapia que se aparta

de la psicología tradicional. Erickson revolucionó los supuestos de la psicoterapia, inyectándole

flexibilidad, innovación, eficiencia y respeto a la individualidad humana. (Schaefer, ob.cite)

TEORIA DE LOS PROBLEMAS Y CAMBIOS TERAPÉUTICOS


Para entender las técnicas y pensar estratégicamente es preciso aplicar la epistemología sistémica-

cibernética-constructivista a la clínica. Los problemas de las personas resisten el cambio, la pauta

persiste a pesar de todos los intentos de solución. (Schaefer, 2013)

Quejas, dificultades y problemas

Lo que las personas plantean en la consulta son quejas, que corresponde a un relato que muestra

los síntomas y manifestaciones más claras y evidentes para el sujeto, esto no es el problema sino

el síntoma. Para entender el problema es necesario introducir otro concento la dificultad. Las

dificultades son pequeños o grandes obstáculos que se nos presentan en la vida, las cuales pueden

ser subsanada de forma fácil o no dependiendo del sujeto y de la homeodinamia del mismo.

Donde no existe resistencia al cambio y por tanto como existe cambio el sistema también cambia.

Cuando las soluciones no van equilibrando el problema y se va recurriendo a los fraos en la solución

la dificultad favorece la complicación cuan su complejidad y complicación convirtiéndose la

dificultad se vuelve un problema. Sistémicamente, esto se explica por negentropía homeostática,

o sea, hay un sistema que opera organizadamente para resistir el cambio. Las reglas se vuelven

inmodificables y es necesario persistir en los intentos de cambio, por lo tanto, hay una conservación

del sistema y la pauta se vuelve rígida.

La movilización al cambio se da como resultado de una desviación respecto de una norma. El

sentido común y la lógica dirán que, a mayor desviación, mayor deberá ser la acción correctora.

Este enfoque de los problemas permite dar cuenta de que muchos de ellos se originan o se

complican por dichas acciones correctoras, lo que indudablemente se puede dar en distintos niveles:

individual, marital, grupal, familiar, etc. (Watzlawick, Weakland & Fisch, 1995) Desde el punto
de vista cibernético se produce más de lo mismo, un feed back negativo, es decir, acciones

correctoras que mantienen la estabilidad interna del sistema existiendo así una morfo estasis.

Cambio e intervención terapéutica

Watzlawick (1995) hay dos tipos de cambio : El Cambio 1, que se da dentro del sistema en cuanto

a reglas y elementos, los que permanecen inmodificados, siendo, en definitiva, una persistencia; El

Cambio 2, que implica la alteración y cambio mismo del sistema, un cambio de reglas, contexto y

marco de referencia, siendo el verdadero cambio. El cambio 2 proviene del exterior y es

incomprensible desde el marco del cambio 1.

La acción terapéutica, entonces, consiste en introducir una experiencia en el sujeto que restablezca

la homeodinamia colocando la suficiente entropía que desordene las reglas y organización de la

pauta. La entropía permite que el sistema se reorganice en un nivel superior, no colapsando. La

acción terapéutica debe reducir los niveles de complejidad y hacer volver el problema a su

condición de dificultad. Las técnicas de intervención deben permitir crear un nuevo contexto que

incluya al problema, posibilitando mayores opciones al sujeto y la libertad de poder renunciar al

síntoma. (Schaefer, 2013)

Proceso terapéutico

Es necesario que en para la terapia se construya el encuadre y asumir la postura del terapeuta ante

la situación del consultante. Todo ello surgirá desde las sugerencias que haga el consultante

Según Schaefer (2013) el encuadre y la postura del terapeuta deben seguir los siguientes principios:

Asimetría y maniobrabilidad: la actitud y conducta que deben tener tanto el consultante como el

terapeuta requieren ser claramente asimétricas entre sí, asumiendo posturas y descripciones cada

vez más concretas.


Posición de no experto: la entrevista en la terapia estratégica breve requiere una actitud y una

acción de no experto, dejando que sea el paciente quien tenga la última palabra para decidir qué

acciones reflejan su problema. Esta actitud se puede reflejar con humildad al cotejar lo que se ha

entendido o mostrando ciertas limitaciones.

Orientación activa y directiva: la entrevista se caracteriza por ser semiestructurada, por lo cual es

el terapeuta quien va dirigiendo la conversación y evitando que esta tome ciertos caminos.

Orientación conductual y focal: la extracción de información va desde lo abstracto a lo más

concreto

Conocer la postura del consultante: observar el marco de referencia del sujeto. Se trata de «bailar

el baile del paciente».

Aceptación y rapport: la aceptación y la calidez son fundamentales, la construcción de un espacio

de confianza permitirá que se acepten los re encuadres y prescripciones.

La primera entrevista

Establecer un encuadre y asumir una postura como terapeuta son acciones que se realizan desde la

primera sesión, además conocer la postura del paciente y definir la queja, el problema y las

soluciones intentadas fracasadas (SIF). Para lo cual es necesario: Preguntar sobre problema y a

las soluciones intentadas; y hacer Devolución estratégica: en base a lo que se ha comprendido

achicar el problema y orientar al sujeto hacia la solución (Pacheco., 1996)

Fijación de objetivos y planificación del caso

La terapia sea estratégica, entre otras cosas debe tener objetivos. El logro de estos objetivos implica

el cese del problema y una orientación opuesta a la tendencia central observada en las SIF.

Deben representar un giro en 180°, no continuar con la tendencia central, no más de lo mismo. A

partir de lo que busca el consultante, Buscar cambios pequeños secundarios, aparentes, indirectos.
Deben expresarse en positivo, Deben ser conductas aceptables habiendo que haya coherencia con

el marco de referencia.

La planificación del caso requiere

La planificación del caso requiere la consecución de un proceso lógico y es un aspecto crítico para

el éxito terapéutico. Para ello requiere el cumplimiento de los siguientes procesos: Definición

previa del problema y las SIF; Establecer qué se debe evitar; Definir la orientación estratégica (giro

opuesto a la tendencia); Formular tácticas (técnicas).

TECNICAS E INTERVENCIONES

Técnicas axiales

Con lo señalado hasta aquí, resulta necesario, para revertir el problema y reencausar al sujeto y/o

al sistema en su funcionalidad, alterar los patrones redundantes de interacción y percepción como

las mismas reglas que lo sustentan.

Existen dos grandes técnicas, que se podrían denominar axiales, en el repertorio de la terapia

breve del MRI: re encuadres y prescripciones o tareas.

La Técnica del Reencuadre

El constructivismo, siguiendo a los especialistas en semántica general, entiende la relación entre

el lenguaje y la realidad como “una herramienta que impone distinciones en la percepción de

nuestro mundo” (Ceberio y Watzlawick, 1998, p.164). Es decir, nunca nos enfrentamos con la

realidad en sí, tal como se presenta ante nuestros ojos, sino que siempre nos enfrentamos con

interpretaciones de ella (Watzlawick, 2002). De acuerdo a esta concepción, los problemas que

experimenta el consultante, y que presenta en el transcurso de la terapia, surgen de una manera

determinada de éste de interpretar la realidad. Por su parte, estos esquemas referenciales devienen
en comportamientos que serán más o menos eficaces en cuanto a resolver dichos problemas. Es

interesante observar que, aunque el número de posibles interpretaciones para cada situación es

muy amplia, éstas suelen casi siempre quedar reducidas a una, que parece ser la única posible,

razonable y permitida (Watzlawick, 2002). Luego, de acuerdo a esta única interpretación, la

mayoría de las veces “sólo se considera posible, razonable o permitida una sola solución, y

cuando esta solución no lleva a la meta apetecida, se busca, típicamente, más de lo mismo”

(Watzlawick, Weakland y Fisch, 1994). Dado lo anterior, una terapia exitosa debiera estar

orientada principalmente “a la modificación de los puntos de vista del consultante respecto a las

razones de sus malestar, la naturaleza del mismo o los modos de resolverlo [y que] el paciente

cambia en tanto acepta una o más redefiniciones con sus correspondientes direcciones de acción

implícitas o explícitas” (Hirsch y Berezovsky, 1987, p. 45). Para Hirsch y Berezovsky (1987), las

redefiniciones son la base del proceso terapéutico en cualquier tipo de psicoterapia.

La Técnica del Reencuadre “implica recodificar la realidad pero sin modificar las estructuras de

sentido por sobre las cosas” (Ceberio y Watzlawick, 1998, p. 162).

Lo que se modifica son los marcos en los cuales el significado se inserta, “poniendo un mismo

suceso dentro de contextos diversos y mirándolos desde perspectivas diferentes” (op.cit., p. 163).

El propósito de esta técnica no es poner en cuestión la idea o concepción del cliente, sino que “se

proponen diversos recorridos lógicos y distintas perspectivas de enfoque de las mismas” (op.cit.,

p. 163). Watzlawick aclara que “una reestructuración no es una interpretación tal como lo

entiende la psicología profunda [ya que] no descifra nada, ni pone al descubierto la verdadera

significación que se oculta tras la fachada alegórica, simbólica o extraña que se quiera” (2002).

Las reestructuraciones “pueden ser actos comunicativos puramente verbales, o bien también

determinadas acciones del terapeuta que conduzcan a la persona a un desplazamiento de la


perspectiva […] como pueden producirse también efectos de reestructuración mediante

prescripciones de comportamiento” (Nardone & Watzlawick, 1992, p.90). De acuerdo con esta

definición, las reestructuraciones tienen distintos niveles de complejidad, desde simples

redefiniciones cognoscitivas hasta reestructuraciones paradójicas, pasando por el uso de

metáforas y sugestiones evocativas (op.cit., p.90).

Hay dos condiciones, que pueden influir para que una reformulación funcione y que tendremos

en cuenta para posteriores análisis:

1) Lo cerca que está esa reformulación de modos de pensar y sentir que el consultante

reconoce como propios. Debe basarse en algo que el sujeto puede aceptar cotidianamente,

en hechos que no puede discutir o en su sistema de valores. Otra manera de decir esto es

que tiene que ponerse en contacto con su realidad psicológica.

2) El poder del terapeuta, definido como la capacidad de influenciar los pensamientos,

emociones y comportamientos de su paciente en lo relativo a cuestiones vinculadas con

sus motivos de consulta (Hirsch y Berezovsky, 1987, pp. 51-52).

Para los fines de este trabajo, deduciremos ambas condiciones del acto de aceptación por parte

del paciente del marco referencial que ofrece el terapeuta como interpretación del problema. Sin

embargo, existen condiciones adicionales para entender el efecto transformador de la redefinición

sobre la persona, condiciones consistentes además con el planteamiento de Ceberio y Watzlawick

(1998) sobre el carácter autorreferencial de la terapia. Para estos autores, la inclusión del

observador en la observación “posibilita redimensionar la perspectiva de la construcción de la

realidad y transformar, aprovechando la autorreferencialidad de la observación, el juicio crítico


a…, por autocrítica, y la reflexión acerca de…, por autorreflexión” (Ceberio y Watzlawick, 1998,

p. 149).

En síntesis, la reestructuración es una técnica que dispone el terapeuta para influir en el

comportamiento del paciente, que ocurre dentro de un proceso constructivo de significado entre

el paciente y el terapeuta acerca de la naturaleza del problema, y que deriva finalmente en una

reinterpretación y nuevas formas de comportamiento en las áreas cognitiva, afectiva y conativa,

consistentes con esta reinterpretación. En términos lingüísticos, el éxito de la reformulación se

deduce de un acto de aceptación, por parte del consultante, de un contenido proposicional acerca

de la estructura de sí-mismo que le ofrece el terapeuta. El producto de este proceso no es una

explicación verdadera y necesaria acerca de las causas de la dificultad o dificultades del paciente,

sino más bien es lo que tanto el cliente como el terapeuta consideran como significativo y

trabajable en el contexto de la terapia.

Ejemplo

Imagine que acude a consulta un alto directivo de una empresa que se ve aquejado de una

progresiva tartamudez que le sobreviene cada vez que tiene que hacer una presentación ante sus

superiores. Una sugestión que redefiniera la situación de este paciente podría quedar en el

siguiente modo:

«En situaciones como estas, la audiencia ante la que hablas no suele darse cuenta de que

titubeas (desencuadre). Más bien asumen que ese posible temblor es una garantía sobre lo que

estás contando, y es resultado de tu interés por transmitir de forma accesible lo que se quiere

contar». (Begoña Rojí y Raúl Cabestrero, 2013, p. 165).

LA TERAPIA ESTRATÉGICA BREVE:


EL MODELO AVANZADO DE GIORGIO NARDONE

Ideas generales

El objetivo de la intervención en la Terapia Breve Estratégica es el desplazamiento del punto de

observación del sujeto de su posición originaria rígida y disfuncional (que se revela en las

soluciones intentadas) hacia una perspectiva más elástica y funcional, con mayores posibilidades

de elección. Para alcanzar este objetivo eficazmente, la intervención es de tipo activo y

prescriptivo y debe producir resultados desde la primera sesión, ya que si esto no ocurre, el

terapeuta está en condiciones de modificar su propia estrategia con base a las respuestas del

cliente, hasta encontrar la idónea para guiar a la persona al cambio definitivo de su situación

problema.

La teoría y la práctica de la terapia breve se han desarrollado en la década de los 70’ gracias a la

publicación de los artículos “Brief therapy: focused problema resolution”, de Weakland, Fisch,

Watzlawick y Bodin (1974 y “Brief Therapy: two´s company”, de De Shazer (1975). El primero

de los trabajos se realizó dentro un límite establecido de diez sesiones y los investigadores

señalaron que el 72% de los casos tratados consiguieron los objetivos del tratamiento o se

produjeron mejorías significativas en una media de siete sesiones. En el segundo de los trabajos

citados se trabajó sin un límite preestablecido de sesiones, sin embargo, a quien pedía una

previsión de sesiones se le decía “el menor número posible” (Watzlawick y Nardone, 2015).

Diferencias entre la terapia breve estratégica y el resto

Independientemente de la orientación del terapeuta (Watzlawick y Nardone, 2015):

• La terapia breve definida en razón de los límites temporales.

• La terapia breve definida como modo de resolver los problemas humanos.


• El cambio en una parte del sistema (el paciente) lleva a cambios en el sistema como

conjunto (las otras personas implicadas).

Las premisas fundamentales del tratamiento en la terapia breve estratégica se basan en

(Watzlawick y Nardone, 2015):

• Las dificultades vistas como molestias que caracterizan la vida cotidiana y que los

pacientes llaman “problemas”.

• Los trastornos consisten en dificultades en los intentos recurrentes e ineficaces de superar

esas “molestias”.

• Las soluciones son los cambios comportamentales y/o perceptivos que el terapeuta y el

paciente construyen para modificar las “dificultades”.

La construcción de las soluciones se basa en (Watzlawick y Nardone, 2015):

• La adquisición casi inmediata de la capacidad de describir los aspectos comportamentales

del estado del paciente; y la dificultad que presentan algunos para hacerlo.

• Fijación de los aspectos involuntarios.

• Facilidad para introducir la descripción de otras personas significativas que tratan de

consolar/apoyar al paciente (y a veces sin querer le perjudican más).

• Dificultad por parte de algunos pacientes que, por su historia de vida, se quejan por el

hecho de que tienen buenas razones para estar deprimidos en comparación con otros.

• Estados de depresión de algunos pacientes en relación con algo que están seguros que de

que sucederá (o no sucederá) en el futuro.


Ejemplos terapia estratégica breve

Por ejemplo, un paciente afirmaba que “siempre había estado deprimido”. Cuando el terapeuta le

preguntó qué le hacía pensar que estaba deprimido, el paciente respondió que lo sabe porque a

veces tenía “días buenos”. Entonces, el terapeuta le pidió al paciente que describiera lo que era

diferente en esos “días buenos”, y especialmente, qué cosas diferentes hacía (Watzlawick y

Nardone, 2015).

La alusión por parte del paciente a la existencia de excepciones a la regla de “estar siempre

deprimido” llevó a la descripción de conductas, percepciones e ideas que, a su entender, no se

darían en los “días malos”. Entonces, el terapeuta le pidió al paciente que predijera, antes de

acostarse a dormir, qué tipo de día iba a ser el siguiente, y, si predecía un día malo, por la mañana

al despertar debía hacer algo que normalmente hubiese hecho en un “día bueno”. En la tercera

sesión, el cliente comentó que las predicciones de “días malos” habían descendido notablemente

(Watzlawick y Nardone, 2015).

Por tanto, según la Terapia Breve Estratégica… “El verdadero viaje de descubrimiento no

consiste en buscar nuevas tierras sino en tener ojos nuevos” (Marcel Proust).

El modelo avanzado

Un aspecto esencial que hace que el modelo avanzado sea diferente de los anteriores modelos

históricos es que va más allá de la idea de que los sistemas pueden reorganizarse a sí mismos de

forma espontánea y establecer un equilibrio no patógeno una vez que el equilibrio patógeno se ha

roto. Esta idea impone la interrupción de la terapia tan pronto como se ha alcanzado el

desbloqueo del trastorno. Más de quince años de experiencia clínica nos han hecho dar cuenta de

que en la mayoría de los casos, especialmente cuando las patologías persisten durante años, la
reorganización espontánea del sistema a menudo inicia y restablece más equilibrios patógenos.

Por lo tanto, llegamos a un conocimiento fundamental que aplicamos al modelo avanzado: una

fase terapéutica de consolidación del resultado de desbloqueo es necesaria para constituir un

nuevo equilibrio no patógeno dentro del sistema humano, basado en sus características

individuales y recursos que fueron desbloqueados durante las precedentes intervenciones

terapéuticas.

En los modelos tradicionales de terapia breve, el proceso terapéutico se subdividía en tres fases:

Etapa 1: Comienzo del juego

Etapa 2: Desbloqueo de la patología

Etapa 3: Final del juego.

El modelo avanzado consiste en 4 fases:

Etapa 1: Comienzo del juego.

Etapa 2. Desbloqueo de la patología.

Etapa 3: Consolidación y reorganización de las reglas del juego.

Etapa 4: Final del juego.

No es coincidencia que con esta metodología -que incluye un número de sesiones específicas

después de desbloquear la sintomatología- el número de recaídas después del final de la terapia

haya bajado finalmente hasta cerca de cero.

Así, aunque en la terapia breve estratégica avanzada aumentamos el número de sesiones, esto se

equilibra por el hecho de que alcanzamos una eficacia terapéutica real. En esta vía, incluso la
crítica histórica de que las terapias breves son intervenciones superficiales o meros maquillajes

sintomáticos queda desacreditada.

Además, el actual proceso de desbloqueo de la sintomatología también se acelera. De hecho, la

mayoría de los casos muestra una reducción drástica de sus síntomas invalidantes dentro de las

tres primeras sesiones y cerca de un setenta por ciento de los casos tratados tiene una reducción

significativa de la sintomatología poco después de la primera sesión.”

ESQUEMA SECUENCIAL DEL MODELO AVANZADO

Primera fase: comienzo del juego

1. Definición del problema.

2. Identificación de las formas específicas de resistencia, captura sugestiva del paciente,

establecimiento de una relación terapéutica de plena confianza y colaboración.

3. Investigación de las soluciones intentadas fallidas y ruptura del rígido sistema perceptivo-

reactivo.

4. Acuerdo sobre los objetivos.

5. Primeras maniobras terapéuticas (intervención, preguntas discriminantes, paráfrasis,

reestructuración y prescripciones).

Segunda fase: desbloqueo de la patología

1. Redefinición del primer cambio.

2. Estimulación a posteriores cambios progresivos.


3. Si no se produce ningún cambio, utilizar estrategias bien calibradas para detener las soluciones

intentadas fallidas y empezar a cambiar el rígido sistema perceptivo-reactivo.

Tercera fase: consolidación y reorganización de las reglas del juego

1. Medición de los efectos, consolidación de resultados o posibles modificaciones de la

estrategia.

2. Posteriores cambios progresivos hasta que se alcancen los objetivos determinados.

3. Adquisición de una percepción de la realidad y de una reacción ante ella flexibles.

Cuarta fase: final del juego

1. Completa asunción de la autonomía personal.

2. Énfasis en los recursos y responsabilidades del paciente de superar y solucionar el problema.

3. Cierre de la intervención que incluye tres seguimientos posteriores después de tres meses, seis

meses y un año.

Estrategias:

Explicación detallada del trabajo realizado y aclaración de los procesos de cambio que han tenido

lugar.

Comunicación:

El lenguaje es más indicativo, descriptivo y coloquial.

En la primera y segunda fases, cuando la primera tarea del terapeuta es la de «capturar» al

paciente y conducirle a través de «eventos casuales planificados» (Watzlawick, 1981) hacia la

primera experiencia emocional-correctiva explosiva, el lenguaje utilizado debería ser fuertemente


hipnótico-sugestivo y conminatorio, de otro modo sería extremadamente difícil establecer una

relación terapéutica favorable. Éste es un elemento fundamental que dicta si el paciente cumplirá

o no las prescripciones terapéuticas. El punto de vista del paciente sobre la relación es crucial

para el resultado de la terapia.

Los pacientes que perciben que tienen una «buena» relación terapéutica es más probable que

tengan éxito en alcanzar los objetivos determinados (Hubble, Duncan y Miller, 1999). La terapia

se ha de percibir, tanto por el terapeuta como por el paciente, como una asociación para el

cambio. Duncan, Hubble y Miller (1997a) afirman que, en relación con lo crónico, intratable o

«imposible» que pueda parecer un caso, si el punto de vista del paciente sobre la relación es

favorable, es más probable que se produzca el cambio.

Sin embargo, para construir una fuerte relación con los pacientes, el terapeuta debería poder

determinar y tomar en consideración las clases de resistencia al cambio de los pacientes.

Clases diferentes de resistencia requieren estratagemas y tácticas diferentes de comunicación.

Una amplia investigación en contextos clínicos, empresariales y educativos ha llevado a la

identificación de cuatro tipos diferentes de resistencia al cambio (Watzlawick, Nardone, 2004).

1. La persona colaboradora: Ésta es una persona que desde el mismo inicio no es antagonista, no

invalida el proceso, está altamente motivada para cambiar y posee recursos cognitivos para

superar su problema. Con esta clase de persona, la comunicación demostrativa y racional es la

más apropiada. Procedemos de forma cartesiana, discutiendo las perspectivas sobre la realidad de

la persona de una manera lógica y racional hasta que comprenda lo que es disfuncional de esta

perspectiva y entonces se realice un cambio consciente.


Por nuestra experiencia hemos llegado a comprender que esta categoría, por desgracia,

comprende a una pequeña porción de las personas que solicitan ayuda terapéutica.

Cuando un paciente muestra el deseo de colaborar, el terapeuta aceptará esta colaboración, pero

la medirá gradualmente para ver si se apoya con los hechos. Sin embargo, es aconsejable

construir un pequeño acuerdo inicial, luego otro y otro, hasta que se alcance un acuerdo general.

2. Otra categoría comprende aquellos pacientes que quisieran colaborar, pero son incapaces de

hacerlo.

Un gran porcentaje de los pacientes que buscan ayuda especializada posee una fuerte motivación

y una gran necesidad de cambio, pero son incapaces de actuar lo más mínimo en este sentido.

Esto es típico de las personas que están atrapadas en una rígida percepción de la realidad, hasta el

punto de que, a un nivel racional, entienden lo que deberían hacer para cambiar, pero son

incapaces de llevarlo a cabo a un nivel práctico. Usualmente, estas personas sufren bloqueos

emocionales y conductuales o tienen fuertes restricciones morales o religiosas que les impiden

actuar de una manera que ellas mismas considerarían más funcional.

En estos casos, las estratagemas más efectivas resultan ser maniobras indirectas con fuertes

elementos evocadores que tienen como objetivo llevar al paciente al cambio sin que se dé cuenta

de ello. En otras palabras, en estos casos utilizamos la estratagema de «surcar el mar sin que el

cielo lo sepa» (Anónimo, 1990). Al seguir esta maniobra, el proceso puede continuar a lo largo de

líneas más cartesianas y racionales con el fin de conducir a la persona a que recupere

conscientemente sus recursos y destrezas.


3. No colaboradoras y abiertamente opuestas: Estos pacientes invalidan, protestan y dejan de

seguir deliberadamente nuestras instrucciones. El modo de persuasión retóricamente más efectivo

se basa en utilizar la resistencia y las maniobras paradójicas. Prescribir la resistencia al

Cambio coloca a la persona que se opone en la situación paradójica de tener que cumplir las

instrucciones; en otras palabras, la resistencia se transforma en obediencia. Incluso en este caso,

después de obtener los primeros cambios a través de un proceso de influencia y persuasión

basado en la paradoja, trabajamos sobre la reelaboración cognitiva del proceso de cambio.

4. La última categoría abarca a aquellas personas que no son capaces ni de colaborar

deliberadamente ni de oponerse: son pacientes cuya «narración» personal está fuera de cualquier

sentido razonable de la realidad o cuya rigidez mental limita por completo su punto de vista de la

realidad.

En estos casos, nuestra intervención ha de calibrarse muy bien. Necesitamos asumir la lógica no

ordinaria del paciente, los códigos de lenguaje y las atribuciones, al mismo tiempo que evitamos

cualquier contradicción o menosprecio de las construcciones de la persona. El terapeuta debería

seguir con mucha cautela las huellas del «historial» de la persona, mientras cambia el curso del

sistema de representación de la persona sin negar su validez. La nueva dirección introducida

dentro del sistema mental de la persona trastornará finalmente este sistema. Así es como ocurre

en los sistemas físicos, donde la entropía con posibilidad de evolución los conduce hacia su

autodestrucción.

En las artes marciales chinas, se utiliza la fuerza del adversario para llevarlo hacia su propia

derrota; de la misma forma, en terapia, una vez que hemos identificado el tipo de resistencia del

paciente no luchamos contra ella sino que la utilizamos para producir el cambio.
En la tercera fase, cuando el terapeuta consolida los resultados obtenidos y guía al paciente a

adquirir confianza en sus recursos y capacidades, el lenguaje utilizado disminuye gradualmente

en sugestión, para convertirse en un auténtico diálogo. Ésta es una fase fundamental, en la que el

terapeuta trabaja con el paciente para consolidar los resultados obtenidos. Las estrategias

terapéuticas se enfocan en el mantenimiento y la consolidación de las mejoras alcanzadas hasta

aquí y al mismo tiempo se dirigen a anticipar los retos que podrían provocar recaídas.

En la fase de consolidación, el cambio es continuo.

En la cuarta fase, la última sesión, el paciente y el terapeuta añadirán un «marco» al trabajo

terminado. El terapeuta hará al paciente partícipe de lo que ha tenido lugar durante la terapia,

mientras enfatiza los recientes recursos y responsabilidades de superar y de solucionar el

problema. Es importante que los pacientes vean el cambio como resultado de sus esfuerzos y

recursos redescubiertos.

En este punto, los pacientes deberían percibir una relación entre sus propios esfuerzos y el

acontecimiento del cambio (Hubble, Duncan y Miller, 1999). Incluso si los pacientes atribuyen el

cambio al destino, la suerte, la experiencia del terapeuta, o la medicación, deberían ser dirigidos a

valorar su irremplazable implicación en el cambio resultante y habría que darles la completa

responsabilidad por haber tenido tanto éxito en adoptar las estratagemas sugeridas por el

terapeuta en su vida diaria.

Durante la última sesión, el terapeuta y el paciente llevarán a cabo la evaluación final de los

resultados obtenidos y del método utilizado. Así, el ahora ex paciente es consciente de haber sido

sujeto activo en el proceso de cambio y no un mero objeto que sigue indicaciones. Esto

reestablece e incrementa definitivamente la autoestima de la persona y su autonomía personal. La


gente que se percibe a sí misma como capaz de influenciar y modificar el curso de los eventos de

la vida aguanta mejor y se adapta con más éxito a las adversidades que ésta le presenta (Taylor,

Wayment y Collins, 1993).

3. Análisis

Erickson si bien aporto con la hipnosis en la terapia, lo fundamental de su modelo terapéutico era

el cambio en la otra persona a través de la relación interpersonal. Tomando en cuenta la observación

de la persona para resolver el problema, pero sin recurrir a recetas, por lo cual contaba con la

paciencia y minuciosidad como para enfrentar cada problema de forma diferente; era tan original

en la forma de abordar sus casos, que esto hacia tremendamente difícil transmitir lo que sabía, crear

escuela, si se quiere. Erickson no se concentraba en traumas pasados, se concentraba en un cambio

mediante una acción en el presente. Se centraba detalladamente en los síntomas; ofrecía cambios

en sus pacientes sin su conciencia. Influir sobre la persona sin que ella supiera que se le estaba

influyendo. Por ello, utilizaba muchas sugestiones fuera de la conciencia del sujeto. Lo hipnotizaba,

le daba sugestiones y les provocaba amnesia para que el efecto se desarrollara sin la conciencia del

paciente.

Erickson a través de técnicas derivadas de la hipnosis buscaba influenciar al máximo al cliente

buscando romper las rigideces de su percepción de la realidad (entropía) y las relaciones que

mantienen el síntoma, para devolver la homeodinamica en el sujeto. Toda la terapia Ericksoniana

no se ve al síntoma como el problema por lo cual no se ataca el síntoma sino identifica los factores

que generan el síntoma para trabajar sobre ellos.

Para el desarrollo de la terapia es necesario el papel que terapeuta sobre el consultante a partir de

que este es el que tiene la última palabra, la terapia gira en torno al objetivo y la planificación sobre
la solución del problema. Donde se importante escuchar y observar al consultante para generar el

cambio desde el empoderamiento que se hace sobre este.

4. Propuesta

Con la terapia breve estratégica se pueden tratar prácticamente todos los problemas. Pues parte del

consultante y desarrolla su lógica para la solución de problemas. Crear situaciones en las que las

personas puedan darse cuenta de su propia capacidad para modificar su manera de pensar

lo que permite el cambio y genera la solución

El empoderamiento que se hace en el problema implica un cambio en la forma de pensar y por ello

en la forma de actuar desarrollando así un pensamiento más crítico y el control sobre su vida pero

ello desde un manera lógica y bien guiada de lo que debe hacer y ser por lo cual debe el contenido

de la terapia deberá ser desde un discurso positivo.

5. Referencia Bibliografía

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¿Qué es y Cómo Funciona la Hipnosis Ericksoniana?, Por Victor Mosqueda Allegri

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