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José Pérez Adán

La familia*

Esquema______________
1. Las metodologías y los enfoques
clásicos: las visones de la familia

1. Las metodologías y los enfoques clásicos: 2. Funciones y disfunciones de la


familia: la familia funcional
las visiones de la familia 3. La familia como estructura de
mediación
4. La familia soberana. La extrañeza
Desde hace casi doscientos años la sociología se ha ocupado
del estudio de la familia y los sociólogos han elaborado textos
universitarios que han barajado diversas teorías y explicaciones
sobre lo que es, lo que ha sido y lo que puede llegar a ser esa for­
ma de relación y realización humana que llamamos familia. El
estudio de la familia es propio de la sociología.
Pertenece al oficio de sociólogo hacerse tres preguntas que
los que se dedican a esta tarea consideran que delimitan el que­
hacer de la disciplina: qué pasa, por qué pasa y qué puede llegar
a pasar. Ya la primera pregunta -qué pasa- parece un reto de
considerables dimensiones. Si la aplicamos al objeto de estudio
en este capítulo, la familia, nos encontramos en la necesidad de
acometer una tarea polifacética. Esa labor comprendería tres as­
pectos principales. En primer lugar, un trabajo descriptivo; esto
es: mostrar qué tenemos delante, para lo cual es imprescindible
llegar a un acuerdo sobre los términos lingüísticos que utiliza­
mos. En segundo lugar, tendremos que diseccionar ese objeto
para facilitar su observación minuciosa. Para esta labor, algunos
de nuestros colegas han hecho uso de tipologías diversas, que no
siempre han conseguido soslayar el peligro del reduccionismo
que supone caer en la tentación de compartimentalizar la reali­
dad al arbitrio de idealizaciones abstractas. Por último, en tercer
lugar, habremos de referirnos a los instrumentos metodológicos
que vamos a utilizar para facilitar la observación. En nuestro
caso, contamos con gran número de indicadores sociales, quizá * Quiero agradecer expresamente
las valiosas aportaciones realiza­
demasiados hoy en día, suministrados por los institutos estadís­ das por el Dr. Alejandro Piscitelli,
ticos oficiales o por los gabinetes de investigación sociológica, y de la Universidad Austral de Bue­
nos Aires, al texto de este capítulo.
que habremos de interpretar.
34 Sociología. Comprender la humanidad en el siglo XXI • 2

Sabemos que muchos de los que han tratado de acometei


esta labor han fracasado en su intento de comprender la familia
y que por desgracia ésta todavía permanece invisible para mu­
chos gobiernos y agencias internacionales. Estos fallos se han
producido, generalmente, por tres excesos, que exponemos a
continuación, y contra los que el lector tendría que vacunarse.
1. El primero de estos excesos se ha dejado notar particular­
mente en los estudios de las sociologías de la vida cotidiana y
por ello, también en la sociología de la familia. Se trata del atibo-
rramiento metodológico de la encuesta de opinión. No quere
mos con esto rechazar esta metodología sino mostrar nuestr.
sorpresa ante la proliferación de estudios sociológicos efectúa
dos casi exclusivamente a partir de encuestas ad hoc. La encuest
de opinión tiene sus limitaciones, que a veces no se tienen ei
cuenta en la elaboración de extrapolaciones *. Son, sin duda, la
prisas y las demandas de un mercado que necesita adelantar L
realidad, lo que ha hecho que muchos colegas se dediquen coi
éxito al sondeo. Pero utilizar los sondeos en estudios científico
es poco serio si se dispone de otros datos más certeros que no s
utilizan. Los sociólogos tenemos evidencia de los factores de dis
torsión de la encuesta que conforman, entre otros, la imagen de
encuestador, la forma de las preguntas y la situación en el tiem
po y en el espacio. Contra este exceso argumentamos nuestra de
manda por mejores estadísticas y, sobre todo, por una más rápi
da disponibilidad de las mismas.
2. El segundo exceso es la utilización de términos «carga
dos» ideológicamente. Es el que padecen particularmente lo:
que se atreven a escribir sobre realidades cambiantes, sin vacu
narse antes contra el peligro de intentar influir en la realidad ve
nidera para que ella se conforme a los gustos del que la describe
Cuando el científico se atreve a asumir valoraciones éticas sobr<
temas controvertidos, como la promiscuidad o el aborto, la ideo
logización de los términos debe rechazarse. La lamentable cargí
1. Para un certero análisis de la me­
todología de encuesta véase R ey, ideológica es particularmente notable cuando nos referimos a la:
Federico y P iscitelli, Alejandro tipologías familiares, como cuando se habla de modo negativc
(2004), Pequeño manual de encuestas
de opinión pública, Buenos Aires,
de familias del antiguo régimen o tradicionales para oponerlas«
Stell. Con cierta carga de humor las nuevas o modernas o viceversa.
comenta uno de los autores que 3. El tercer exceso sobre el que queremos posicionarnos de
«las encuestas son como un avión
de reconocimiento que puede viene de la excesiva dependencia que los estudios de familia har
convertirse en un momento en un tenido de las investigaciones de antropología cultural compara
bombardero».
da, tan de moda a mediados del siglo pasado en los ambiente:
2 • La familia 35

intelectuales norteamericanos. Esta dependencia


ha hecho parecer sencilla una investigación tre­
mendamente difícil y para la que poca gente está
comprensiva y científicamente preparada. Nos
referimos en concreto a la sociología histórica o
comparada de la familia. Este tipo de investiga­
ciones tienen, cuando se hacen bien, un carácter
instrumental, pero no explicativo en el sentido
que para saber qué pasa y por qué pasan las co­
sas, no es necesario saber qué pasaba y por qué
pasaban las cosas ni, en consecuencia, estudiar
las sociedades indígenas de lejanos países como
si ahí tuviésemos el modelo de familia que nos
brinda la naturaleza. La fam ilia unida. La familia es lo que más
Sobre esto baste recordar dos ejemplos relativamente próxi­ condiciona la felicidad humana. Si pudié­
ramos elegir ante el Creador antes de na­
mos. Desde Ogburn (Ogburn, William, 1957, «How technology
cer lo que le pediríamos no sería nacer en
causes social change», en Alien, F. [ed.], Technology and social chan- tal época o en tal país, sino en la mejor fa­
ge, Nueva York, Appleton) se aceptaba como dado que la indus­ milia pues ello es lo que más nos capaci­
trialización había producido el proceso mediante el cual se aísla y taría para ser felices en la medida en que
fuéramos más queridos y quisiéramos más
se conforma la familia nuclear a partir de la familia extensa. Los
a su vez. La familia está asimismo relacio­
estudios de Laslett (Laslett, Peter, 1965, The world we have lost, nada con el bienestar futuro de los países
Londres, Methuen), mostraron, sin embargo y a satisfacción de y es una de las claves del desarrollo de
todos, que la familia nuclear tenía carácter preindustrial. Otro los pueblos. Por el contrario, la desestruc-
turacíón familiar origina una espiral de pro­
caso es el de Goody (Goody, Jack, 1986, La evolución de la familia y blemas con víctimas (niños sobre todo).
el matrimonio en Europa, Barcelona, Herder) quien sugiere que las Procurar la salud, el bienestar y la unidad
necesidades de acumulación de propiedad por parte de la Iglesia familiar debe ser una de las prioridades de
en los albores de la Edad Media son las que regulan la transmi­ la acción de gobierno.

sión de propiedad a través del matrimonio monógamo, canónico


y libre (si lo comparamos con otras culturas como las orientales
en las que no lo era). Esta opinión, hasta hace poco ampliamente
aceptada, está ahora contestada por la misma historia canónica
que hace de la regulación matrimonial por parte de la Iglesia un
sucedáneo del paulatino reconocimiento de la dignidad humana
aunque ello haya ido muchas veces en contra de los mismos inte­
reses de acumulación patrimonial.
La sociedad humana todavía no tiene a la postre una explica­
ción satisfactoria a esa gran cuestión que tantos se han planteado
sobre la razón por la que una generación hace tantos sacrificios
para que salga adelante la siguiente. Tampoco tenemos una expli­
cación universal sobre por qué se casa la gente. No sabemos, por
otro lado, cómo es que la familia, en el sentido de que depende en
36 Sociología. Comprender la humanidad en el siglo XXI • 2

la que uno nazca, es el ámbito donde el privilegio y la desigual­


dad son legítimos y aceptados. Por estos y otros interrogantes la
sociología de la familia constituye a nuestro juicio el objeto de es­
tudio sociológico más interesante de nuestros días.
Antes de seguir adelante, hay que hacer un ejercicio de clari­
ficación de conceptos. Los términos que utilizamos en sociología
de la familia raramente son inocentes. Convenimos en entendei
así los siguientes:

Hogar: una unidad de corresidentes que no necesaria


mente mantienen entre sí lazos de parentesco.
Parentesco: red de relaciones que se derivan de la filia
ción y el matrimonio.
Familia: unidades de convivientes o exconvivientes er
lazados por vínculos de parentesco, que pueden ser de cor
sanguinidad o de afinidad, sin importar en qué grado,
también la adopción.
Núcleo familiar: una unidad conyugal familiar que indi
ye habitualmente al marido y a la esposa y los hijos no case
dos que residen con ellos.

A pesar de que nos esforcemos en marcar una clara distir


ción entre la perspectiva sociológica y la que utilizan otras disc
plinas, como la antropología, no podemos menos que considera
el paso del tiempo, en la medida en que las culturas se confoi
man con él, como un elemento importante para situar la famili
en su contexto adecuado de estudio. Los antropólogos han dad
diversas explicaciones sobre el origen de la familia. Vamos pe
ello a iniciar nuestra labor de disección hablando de las visiom
de la familia. Según y cómo entendamos la relación tiempo-fí
milia podemos separar tres visiones dominantes: la evolución!
ta, la del ciclo vital humano, y la del ciclo vital de la familia.

1. La visión evolucionista de la familia tiene raíz antropok


gica; es una visión que podíamos llamar mayoritaria si consid<
ramos el número de seguidores, aunque al ser la más antigua n
puede decirse que sea hoy la dominante. Su principal valedor Y
sido el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss (n. 1908).
Para el evolucionismo, la familia es un entorno relación,
condicionado culturalmente y se supone que una sociedad cc
altas cotas de progreso vería mermadas muchas de sus razones
de justificación. En una sociedad poco estructurada y primitiva
la familia extensa de fuertes vínculos comunales sería el ámbito
propio de socialización: la forma a través de la cual los indivi­
duos adquieren su condición social y se adscriben a una comuni­
dad más amplia. Esta situación se da en zonas rurales preindus­
triales. El progreso se entiende aquí como un avance lineal a
través del tiempo en el que el desarrollo juega la baza principal.
La industrialización y la consiguiente urbanización constituirían
un salto cualitativo de importancia que conformaría, a su vez,
una familia nueva centrada en torno al núcleo familiar y al habi­
táculo urbano. La familia industrial tendría unos vínculos comu­
nales diversos y habría cedido muchos de los mecanismos de so­
cialización que antes detentaba al Estado y otras instituciones
estructuradas. Por último, en el futuro, el progreso social asenta­
do en la suficiencia conseguida por el desarrollo tecnológico, de­
pararía nuevos modelos de relación íntima que no siempre po­
dríamos estereotipar como familiares. La socialización familiar
no sería ya universal y estrictamente necesaria y, por otro lado,
la gran mayoría de las funciones familiares podrían estar desem­
peñadas por otras instancias más o menos institucionalizadas.
La proliferación de las así llamadas familias alternativas daría
paso a la superación de la estructura familiar. Éste es el marco en
el que se mueven hoy Anthony Giddens (n. 1938) y otros soció­
logos postmodernos para los que el multifamilismo (familias di­
señadas al gusto del consumidor) daría paso a la superación de
la familia misma.2

2. La visión del ciclo vital humano no tiene como marco de


referencia el tiempo histórico sino el tiempo vital de la gente. El
protagonista ya no es el progreso sino el individuo, esto es, pres­
tamos atención a lo que le pasa al sujeto individual desde que
nace hasta que muere. Se observa que a lo largo de todo este pe­
ríodo de tiempo, que oscila entre una media de cincuenta años
en los países más pobres y de ochenta años en los países más ri­
cos, los sujetos individuales pasan por situaciones familiares di­
versas. Nos fijamos en las distintas formas de adscripción fami­
liar por las que pasamos en las diferentes edades. La tarea del
investigador, sobre todo si se desean establecer pautas compara­
tivas transculturales, es elaborar modelos de ciclos vitales a tra­
vés de los cuales se puedan secuenciar la emancipación, la for-
38 Sociología. Comprender la humanidad en el siglo XXI *2

malización de relaciones íntimas, la venida de la prole y su c;


dencia, la incorporación a hogares múltiples (donde hay otro ni
cleo familiar), etc. Esta visión es muy propia de contextos culti
rales donde se ha certificado la autonomía del sujeto individua
Aquí la familia y sus peculiaridades son fruto de elección públi
ca, entendida esta como suma de elecciones privadas. Ni que de
cir tiene que ésta visión está muy relacionada con los criterios d
racionalidad que ha hecho dominantes la economía estándar i
neoclásica y que conforman la justificación académica, a travé
del individualismo metodológico, del vigente sistema de pro
ducción y consumo basado en el utilitarismo y el interés propio.
Aquí situaríamos al premio Nobel de Economía, Gary Bec
ker (n. 1930), para quien los ciclos vitales están lógicamente ex
plicados según los criterios de amortización y monetarización d(
las elecciones privadas. Así, Becker sugiere una teoría del matri
monio basada en el cálculo racional de la maximización del va
lor de las comodidades esperadas (monetarias y no monetarias),
de manera que cuando cambian las circunstancias y se altera la
utilidad prevista, la racionalidad implicaría el divorcio, tener un
hijo, no tenerlo, etc.3

3. Por último, la visión del ciclo vital de la familia utiliza


como marco de referencia la permanencia de la institución fami­
liar a través de diferentes culturas. A diferencia de lo visto en las
otras visiones, aquí el centro de atención no es el progreso ni el
sujeto individual, sino la familia misma.
Esta visión remarca que lo que las culturas o la historia con­
dicionan son los cambios en la consideración, valoración y equili­
brio entre los ámbitos públicos y privados, entendiendo la rela­
ción familiar como relación privada. Este último aspecto es
importante ya que a diferencia de la visión del ciclo vital del indi­
viduo, aquí, la discrecionalidad y la autonomía no son patrimo­
nio exclusivo del sujeto individual. La visión del ciclo vital fami­
liar hace a los sujetos colectivos sujetos de derecho; esto es:
sujetos soberanos. Aunque de esto se hablará más adelante, cabe
2. El articulado de la Responsive
calificar por ello a esta visión como comunitarista en el sentido en
Communitarian Platform, auspi­ que utilizan el término Amitai Etzioni (n. 1929) y otros sociólogos
ciada por Etzioni, en lo que se re­ norteamericanos2. La relación y las formas de separación éntrelo
fiere a la familia se encuadraría
en esta visión (véase en http: // privado (familiar) y lo público (extra familiar) constituirían las
www.gwu.edu/ ~ccps/platform- diversidades culturales, que en ningún caso, y en la medida en
text.html).
que están definidas en consonancia con este equilibrio biunívoco
2 La familia 39

entre lo privado y lo público, podrían anular ninguno de los dos


ámbitos. Aquí la familia se transforma pero permanece.
De acuerdo con esta visión, la familia es antes que el matri­
monio (todos nacemos en familias que ya existen). La razón de la
institucionalización del matrimonio es precisamente la preserva­
ción de la familia y el resultado sería una familia donde la rela­
ción entre los sexos y las generaciones está en equilibrio dinámi­
co. Un equilibrio que capacita al mismo tiempo para el cambio y
la permanencia.
Si en la visión evolucionista la familia era una forma de rela­
ción social históricamente condicionada y, hasta cierto punto y
en el extremo, también coyuntural, y en la segunda visión era el
resultado de la discrecionalidad individual, aquí la familia, en
medio de sus variantes culturales, es el aglutinante básico de la
sociedad. Visto así, esta visión sería patrimonio de dos escuelas
de pensamiento principales: la escuela cristiana de la «sociedad
nueva» defendida por Juan Pablo II (1920-2005) en su largo y fe­
cundo magisterio, y el socialcomunitarismo de Etzioni y algunos
personalistas3y comunitaristas actuales.

2. Funciones y disfunciones de la familia:


la familia funcional

Por funciones de la familia entendemos las tareas efectuadas


por la familia y que tienen repercusión social percibida como po­
sitiva. Estas funciones son descargadas por la familia del peso o
débito colectivo y suponen un ahorro social considerable. Una
familia funciona cuando ejerce sus funciones. Lo que desea la so­
ciedad es que la familia desempeñe las funciones que espera de
ella. Ésa es su razón de ser.

3. Sobre el personalismo actual véa­


se la obra de los filósofos españo­
les Carlos Díaz y Juan Manuel
Burgos y del mexicano Rodrigo
Guerra. Entre los conformadores
de esta escuela de pensamiento
están Emmanuel Mounier (1905-
1950), Romano Guardini (1885-
Cuatro son las funciones básicas. La equidad generacional 1968) y Julián Marías (1914-2005).
supone la solidaridad diacrónica e implica el juego de afectos,
40 Sociología. Comprender la humanidad en el siglo XXI *2

cuidados y equilibrios entre actividad laboral, servicio, e inacti


vidad forzosa, que intercambian entre sí los miembros de una fa
milia. La equidad generacional, como todas las funciones fami
liares, se ejercita en el ámbito privado y tiene una trascendend
y repercusión próxima en el ámbito público. La transmisión cul
tural implica el aprendizaje que incluye no sólo la lengua, sim
también la higiene, las costumbres y la adquisición de las forma
de relación legitimadas socialmente. La socialización proporcio
na los mecanismos de pertenencia al grupo social más amplio]
su reconocimiento, y lleva aneja la incorporación de rutinas j
una educación afectiva en la que intervienen también aspecto!
religiosos y la participación en los ritos civiles. Por último, e
control social supone cierto compromiso para evitar la prolifera
ción de conductas socialmente desviadas.
El conjunto de estas funciones hace de la familia un tesorc
social, en el sentido de que una familia que funciona constituye
un ámbito de bienestar que «funciona» ad intra y ad extra de si
misma. Por ello, como después veremos, la familia puede des­
empeñar una tarea como estructura de mediación entre conflic­
tos surgidos y generados en los ámbitos públicos.
La familia, sin embargo, puede también conformar un ámbi­
to de malestar en dos sentidos: cuando, por cualquier causa, se
ve impedida para realizar sus funciones, y se ve afectada por
disfunciones estructurales propias de la relación familiar.
Por disfunciones estructurales familiares entendemos las si­
tuaciones familiares que por su propia configuración estereoti­
pada generan resultados sociales percibidos como negativos. En
este caso, las disfunciones familiares pueden derivar en disfun­
ciones sociales, de la misma forma que las carencias funcionales,
cuando se producen, originan malestar social.

DEFUNCIONES

Patologías familiares

Discapacidad familiar

Desequilibrio familiar

Tres son las principales disfunciones familiares. Por patolo­


gías familiares entendemos la generación de comportamientos
desviados en el ámbito familiar privado, y que podíamos resu-
mir en la constatación de abusos, en muchos casos legalmente
punibles, aunque no en todos los países. Por discapacidad fami­
liar entendemos el núcleo familiar al que le falta un miembro y,
específicamente, a la así llamada familia monoparental. Por des­
equilibrio familiar entendemos la falta de armonía en el reparto
de poder en el ámbito privado, que, cuando se da, mayoritaria-
mente se manifiesta en el ejercicio del poder hegemónico por
parte del varón.
Las disfunciones familiares no siempre producen disfuncio­
nes sociales, aunque sí hemos de constatar la mayor dificultad
que tiene una familia disfuncional para ejercer las funciones fa­
miliares. Es, ahora, el momento de hablar de las disfunciones so­
ciales de causa familiar, que son el indicador más claro del cam­
bio social producido en la familia en el mundo occidental a
partir de la década de los sesenta del siglo pasado.

DEFUNCIONES SOCIALES PERJUDICADOS Y VÍCTIMAS

Deuda filial Gente mayor

Monoparentalismo Niños

Divorcio Hijos, mujer

Emancipación tardía Padres

Aislamiento familiar Sociedad

Incompatibilidad Esposos

La defensa de la sociedad como sujeto pasa por el reconoci­


miento de las realidades sociales intermedias y, sobre todo, de la
familia. Ahora bien, la familia se concibe aquí también con razón
de instrumentalidad social, en el sentido que debe ser socialmen­
te legitimada la familia que presta las funciones que se esperan
de ella y no otra. La distinción al uso diferencia entre familia tra­
dicional, que es aquella que separa producción de reproducción,
y familia moderna, que es aquella que no las separa. Pues bien, lo
interesante no es que la familia sea tradicional o moderna, sino
que se trate de familias óptimas, y la familia tradicional será ópti­
ma si es funcional, si cumple las funciones que la sociedad espera
de ella, y no lo será (como la moderna tampoco) si no las cumple.
La familia funcional será en todo caso una familia unida con cla­
ras responsabilidades hacia la siguiente generación.
42 Sociología. Comprender la humanidad en el siglo XXI *2

La familia es el mejor punto de partida para entender


sociedad como lo que es: una realidad diacrónica. Es en es
sentido en el que puede entenderse el divorcio como socié
mente disfuncional pues rompe la relación intergeneracioní
El hecho negativo del divorcio no está, en este contexto, en
separación de marido y mujer sino en la separación de abueli
y nietos si los hay. El vínculo intergeneracional es socialmen
constituyente y si se ignora, como hace irresponsablemente
individualismo, se ignora la sociedad en sí misma. Sólo el ei
tendimiento de la sociedad como diacronía hace preséntese
la acción puntual a los que todavía no son, y el marco en el qii
esta presencia se refugia es en la equidad generacional, del
cual es garantía la familia. De ahí que la familia como sujet
colectivo necesite ámbitos de operatividad socialmente legií
mados. Es decir: necesita soberanía, como remarcaremos de
pués.
Los indicadores de disfuncionalidad social que reflejam
en el cuadro anterior están al alcance del investigador a trav
de los servicios de información de los institutos estadísticos o
cíales. Gracias al desarrollo y a la velocidad de las comunicad
nes, cualquier estadística impresa en un libro ya está vieja al 1
gar al lector, que puede disponer de infinidad de datos al c
con sólo apretar una tecla de su ordenador o computadora c
nectada a la red.
Quizá las cifras más ilustradoras sean las que proporción,
las estadísticas de divorcio. Los países con un mayor porcenté
de divorcios en el mundo son los de la extinta Unión Soviética
los Estados Unidos4. En este último país, en la segunda mit;
del siglo pasado, el número de divorcios casi se cuadriplic
Hoy, el porcentaje de estadounidenses que se divorcian es apr
ximadamente el 50% de los que se casan. En Europa, la cifra m
alta la dan los países centroeuropeos, y la más baja, los país
4. Véanse entre otros: U.S. Census
Bureau, Nacional Center for Heath mediterráneos. En España se divorcian un 20% de los que se c
Statistics y National Vital Statistics san, pero el ritmo de crecimiento es de los mayores de Europ
Reports; Informe sobre el divorcio: la
evidencia empírica internacional
Estas cifras, en sí, no constituyen un problema social. Hemos c
(2002, Cuadernos de Extensión 3, fijarnos en las víctimas para ver la magnitud del problema. Ci
Universidad de los Andes, San­ riosamente la sociología de la familia ha tratado muchas veces
tiago de Chile); Informe: Bases
para la elaboración de las políticas los niños como sujetos pasivos; así ocurre también con los soi
familiares en la Argentina (2005, déos. En el caso del divorcio, sin embargo, los niños, además c
Senado de la Nación, Buenos Ai­
res).
la situación de la mujer, conforman el problema social que cau¡
la mayor disfuncionalidad.
Cada año un millón de niños ven divorciarse a sus padres en
los Estados Unidos y más del 50% de los niños viven en hogares
con alguna disfuncionalidad. En la comunidad de raza negra el
problema es particularmente grave ya que tres quintas partes de
los hogares están habitados por familias monoparentales. Habi­
tualmente el estatus social y económico del padre aumenta,
mientras que el de la madre y los hijos disminuye tras el divor­
cio. En los Estados Unidos la variable condicionante en el auge
de la criminalidad juvenil en los últimos años no es el factor ra­
cial, ni siquiera la pobreza, sino el de monoparentalidad familiar.
Mientras que a mitad del siglo pasado más del 80% de los niños
norteamericanos vivían con su padre y madre biológicos, al final
del siglo el porcentaje no llegaba al 50%.
En Europa se constata un proceso de uniformalización, pero
persisten diferencias notables con respecto a la situación nortea­
mericana. En 1980 el 9% de los nacidos en los países de lo que
ahora es la Unión Europea venían al mundo fuera del matrimo­
nio, en 2002 el porcentaje era del 27% y en un país, Dinamarca,
del 45%. Las estadísticas familiares españolas dan un porcentaje
de monoparentalidad del 10% de los hogares, con un 60% de ho­
gares ocupados por familias nucleares y un 20% de hogares uni­
personales. Casi un millón y medio de niños han visto divorciar­
se a sus padres desde que en 1981 se aprobó el divorcio.
En América Latina, Cuba, con un 75% de divorcios, es el país
donde las parejas más se separan. Le siguen Puerto Rico y Pana­
má con porcentajes parecidos a los de Estados Unidos. En el res­
to de América Latina el fenómeno va en aumento sobre todo en­
tre parejas jóvenes y en los países donde es legal desde hace más
tiempo, oscilando entre el 12% de México y el 5% en Perú.
Los cambios sociales que estos procesos dejan entrever son
muy notables. Sobre todo porque en cada una de las disfuncio­
nes sociales expresadas en el cuadro anterior, se ha constatado
un aumento porcentual en el número de personas afectadas, y
porque las proyecciones apuntan a que el ritmo de crecimiento
disfuncional va a mantenerse. Esto se certifica para el conjunto
del mundo occidental y también para España y los países de
América Latina. Ello nos permite afirmar que el pasado siglo XX
ha sembrado con el crecimiento de la disfuncionalidad familiar
gérmenes peligrosos de autodestrucción social.
Globalmente hablando las pautas occidentales de comporta­
miento privado van extendiéndose. Esto ocurre a medida que el
44 Sociología. Comprender la humanidad en el siglo XXI *2

sistema de producción y consumo modelado en Occidente sí


asienta y consolida en el resto del mundo. De todas formas siem
pre se dan peculiaridades localizadas en entornos culturales de
finidos. En estas peculiaridades desempeña un papel importante
la religión. Aunque no debemos confundir la religión profesad
con la culturalmente implantada.
En cualquier caso y sin lugar a dudas, podemos hablar d
una percepción del cambio estructural en las sociedades contení
poráneas a partir de mitad del siglo XX, según las tendencia
globales que se apuntan en el cuadro siguiente.

LA PERCEPCIÓN DEL CAMBIO

TENDENCIAS GLOBALES:

1. Retraso del matrimonio

2. Aumento de la cohabitación

3. Aumento del número de nacidos fuera del matrimonio

4. Aumento del monoparentalismo

5. Aumento del número de divorcios

Estas tendencias son constatables empíricamente median!


la consulta y la comparación. Por lo que a España concierne,
modo de ejemplo ilustrativo, enumeramos: la disminución d(
tamaño de la familia: de 3,8 miembros en 1970 a 2,8 en 2001;n
aumento en esos mismos años de la edad del primer matóme
nio: de 23,9 años a 29,1.
Todos estos cambios sociales originan un incremento de lo
costes sociales. El viejo debate sobre las pensiones es tremenda
mente pertinente si consideramos el debilitamiento que el aumei
to de la disfuncionalidad social de causa familiar apunta afecta!
la familia como institución, y el consiguiente temor a la rebaja di
la deuda familiar que se puede repagar en el ámbito privado.!
resultado es un intento por apuntalar la seguridad sobre lo quj
podíamos llamar deuda pública para con la tercera edad. CónJ
puede conseguirse esa seguridad en un entorno como el del
OCDE que en el año 2020 habrá doblado el número de los mayj
res de 80 años, no es un problema político de poca importand
para los países así llamados avanzados.
3. La familia como estructura de mediación

Naturalmente estas disfunciones y otros problemas sociales


podrían prevenirse con el estudio y reconocimiento de las venta­
jas que supondrían un mayor reconocimiento del valor social de
la familia funcional. Para ello creemos que es pertinente profun­
dizar en la consideración de la familia como estructura de me­
diación.

LA FAMILIA COMO ESTRUCTURA DE MEDIACIÓN. CONFLICT01

Género masculino (imposición sobre): género femenino

Disfunción: a) general: sociedad/ b) concreta: mujer

Hay tres conflictos sociales dominantes en el mundo con­


temporáneo y en los tres la familia es protagonista principal. El
primero de ellos es el conflicto intergenérico. No se trata de un
conflicto intersexual porque no debemos confundir sexo y géne­
ro. Aquí nos referimos al género, que es una adscripción cultu­
ral, eminentemente valorativa y que puede estar influida por el
sexo pero que no está biológicamente determinada como vere­
mos en el capítulo siguiente. Por eso podemos decir que los va­
lores masculinos son dominantes hoy tanto en hombres como en
mujeres.
El conflicto intergenérico representa la imposición o domi­
nación de los valores masculinos sobre los femeninos en la medi­
da en que la masculinidad está asumida culturalmente como
algo superior. Este conflicto produce unas disfunciones sociales
que se manifiestan también en la incapacidad del varón para fe-
minizarse genéricamente hablando (realizándose por ejemplo en
el hogar). A la postre, la sociedad sale perjudicada cuando se de­
nuncia su carácter machista, y la mujer se convierte muchas ve­
ces en víctima de una lucha desigual al verse obligada a «compe­
tir» con el varón en su terreno más propicio.
En este conflicto la familia actúa como estructura de media­
ción de manera efectiva y real. Si no se ha producido todavía una
grave e insostenible descompensación social es porque la familia
ejerce un positivo efecto colchón compensando, en casos cada
vez más numerosos, en los ámbitos privados los conflictos inter­
genéricos públicos. Casi siempre esta compensación ha tenido
46 Sociología. Comprender la humanidad en el siglo XXI *2

como protagonista activo a la mujer que multiplica su trabé


manteniendo un difícil equilibrio entre la dedicación a la esfe
pública con la socialmente infravalorada tarea en la esfera priv
da. Lo cual, a su vez, pone en evidencia la dominación cultui
masculina.

LA FAMILIA COMO ESTRUCTURA DE MEDIACIÓN. CONFLICTO 2

Generación actual (imposición sobre): generación futura

Disfunción: a) general: sociedad futura/ b) concreta: familia con hijos


--------------------------------------------------------------------------- j

En segundo lugar situamos el conflicto ecológico. Tiene ca


rácter intergeneracional y es el que describe, quizá, una de la
más graves injusticias contemporáneas mediante la cual se peí
petra un sistemático expolio de la riqueza natural, patrimoniod
todas las generaciones, por parte de la generación presente. I
degradación del medio ambiente, patentizada en las amenazí
para el mantenimiento de la vida futura que causan los actúalo
modos de vida, constituye realmente un atentado contra las fi
turas generaciones. Abundan los problemas sin resolver que¡
agigantan por la inercia de la continuidad: el uso y desechod
materiales no reciclables, el almacenaje de restos radioactivo
con una vida media de cientos de miles de años, la proliferacio
nuclear, la destrucción de selvas o acuíferos, etc. En resumen,!)
puede afirmar que la naturaleza ha dejado de ser un testijj)
mudo del paso del hombre por la historia, para constituirse el
propiedad exclusiva de unos pocos que disponen de ella a suaiI
tojo.
Es cierto que estamos robando a los más jóvenes y a los qi I
todavía no han nacido un tesoro que había sido preservado eiil
crementado para ellos por las generaciones pretéritas. Traslaq I
mos a las generaciones venideras la solución a nuestros probil
mas medioambientales con los efectos diferidos, como es el casi
del almacenaje de residuos radioactivos. En esto se manifiesta I
dominio y la imposición de la generación adulta sobre la si
guiente. Por ello este conflicto genera no sólo una víctima colel
tiva en la sociedad futura, sino también una víctima específiJ
en la familia con hijos. Y esto por dos razones. Una por la coral
sión de una falta que perjudica a los más jóvenes y que, lógicl
mente, amenaza a toda la familia, y otra, por omisión del reconl
cimiento debido a la labor de mediación efectuada por la famill
2 La familia 47

con hijos en la tarea de suavizar el conflicto; una labor costosa e


impagada.
El efecto colchón es puesto ahora por ese vehículo o moneda
de intercambio que en la relación paterno-filial podemos llamar
reciprocidad social y que supone la ayuda mutua, el cariño y la
entrega. Así, la reciprocidad social entre padres e hijos que se
vive en el ámbito privado palia la disfunción pública que causa
el deterioro medioambiental entre una generación y la siguiente,
aunque no soluciona el conflicto. En este sentido la relación pri­
vada paterno-filial compensa un poco el abuso público de adul­
tos sobre jóvenes que denuncia la destrucción del medio.

LA FAMILIA COMO ESTRUCTURA DE MEDIACIÓN. CONFLICTO 3

Ámbito público (imposición sobre): ámbito privado

Disfunción: a) general: sociedad/ b) concreta: familia sin recursos

El tercer conflicto es el conflicto de poder entre los ámbitos


público y privado. El conflicto de poderes denuncia la asunción
por parte de los poderes públicos de la libertad propia de la fa­
milia para ejercer sus funciones. Esto quiere decir que en una so­
ciedad superestructurada como la nuestra, la familia no puede
practicar la solidaridad generacional y la equidad sólo a través
de la esfera privada porque generalmente le faltan recursos y ca­
pacidad (poder) de decisión en asuntos que muchas instancias
gubernamentales consideran de su exclusiva competencia. Por
eso, cada vez más se espera que el ámbito estatal público cuide
gente de la que en realidad no se siente tan responsable como la
familia. En la praxis, este conflicto resulta, cuando la familia
efectúa su labor de mediación, en la heroicidad de tantos que se
sacrifican al límite por los suyos. Y así vemos familias estirando
al máximo sus posibilidades para poder mantener un mínimo de
dignidad equitativa en el cuidado de los más viejos o de los más
jóvenes. Naturalmente, esto causa un gran perjuicio social que
de forma concreta repercute más en las familias con menos re­
cursos para practicar la solidaridad entre sus miembros.
Vista la naturaleza de estos tres conflictos, podemos afirmar
que la familia es la principal estructura de mediación que puede
hacer frente a las disfunciones sociales que apuntan los cambios
en los estilos de vida detectados a partir de 1960 y generados
48 Sociología. Comprender la humanidad en el siglo XXI • 2

globalmente en la década de los ochenta del siglo pasado. De


igual modo podemos entrever que muchos de los graves proble­
mas sociales que padecen nuestras sociedades, problemas como
la violencia doméstica, la violencia escolar, la iniciación tempra­
na de adicciones, o la proliferación de disfunciones alimenticias
entre los jóvenes, pudieran haberse reconducido con una familia
con más poder, reconocimiento y apoyo. Y también ello es asi
por lo que hace referencia a problemas de aparente más caladc
como son: la dependencia consumista, la efectividad de la inver­
sión educativa o la proliferación de conflictos derivados de 1c
falta de seguridad y cobertura pública en situaciones de crisis.

4. La familia soberana. La extrañeza

En la mayoría de los países de cultura hispana la familia e


una genuina aspiración de carácter comunitario. En efecto, e
núcleo familiar sigue siendo lo más importante en nuestra vidí
Entre la juventud, los informes muestran claras connotacione
comunitaristas para este sector de población, en principio el má
proclive en la sociología comparada a afirmar su individualidac
En nuestros países, para la mayoría de los jóvenes la familia es (
elemento prioritario de su vida, por delante incluso de los am
gos y conocidos y del futuro trabajo. Por ello, a la luz de los prc
cesos de cambio que venimos ilustrando, los de índole familic
son, hoy por hoy, que más inciden en nuestras sociedades, pue¡
to que si ello atañe a lo que más nos importa, como consecuer
cia, también va a repercutir en afectar a nuestras vidas y en nue:
tras aspiraciones de futuro.
La familia en las sociedades contemporáneas sufre, indudi
blemente, una situación de desamparo institucional que es tan
bién de carácter cultural y político y no sólo legal. Este desamp,
ro es interesado y está originado en su raíz por el mismo diser
cultural individualista sobre el que se asienta la modernidai
Para la cultura postmoderna la familia nunca se ha considerac
un asunto importante, excepto en lo que hace referencia a í
transformación y superación.
Esto es un grave error. Las funciones propias de la familia
su labor como estructura de mediación social no pueden ser s
cializadas ni por el Estado ni por el mercado, ni pueden tampoi
ser sumergidas exclusivamente en los ámbitos privados sin ame­
nazar con la proliferación de disfunciones sociales de origen fa­
miliar. Por otra parte, la familia también tiene sus propios meca­
nismos de intercambio y de comunicación ajenos tanto a los del
mercado (el dinero) como a los del Estado (la ley y la pena). En la
familia la reciprocidad social está sustentada por el cariño y no
por el dinero ni por la sanción. Sabemos, por otro lado, que la fa­
milia no admite equivalentes funcionales: la familia localiza
aquellas dimensiones de equidad generacional que sólo defec­
tuosa y parcialmente pueden ser asumidas por otro actor social.
Pero aquí, al recabar reconocimiento para la familia, estamos
jugando con poder. Ciertamente el reconocimiento público de la
libertad de acción familiar implicaría repartirle soberanía. Algo
que tanto el individuo como el Estado, los sujetos por excelencia
de la modernidad, no pueden apoyar demasiado pues efectiva­
mente les quita el monopolio del poder que el proyecto ilustrado
les había concedido.
Quizá convenga detenernos un momento para observar qué
ha pasado con el poder a lo largo del siglo XX. Para ello utiliza­
mos el siguiente esquema.

Estructura jerarquizada
Poder personal
Poder = propiedad

Estructura dual
Poder impersonal: de situación
Poder = saber de manejo

Estructura am orfa
Poder sistematizado
Comunidad de desposeídos

Con estas tres imágenes podríamos recorrer la historia del


poder en el siglo pasado. La primera nos da una estratificación
jerarquizada donde la concentración de poder equivale a una
concentración de propiedad. Es la situación de principios del si­
glo XX y que da lugar a las revoluciones sociales como las de
50 Sociología. Comprender la humanidad en el siglo XXI • 2

México, Rusia y España, que aspiran a invertir la pirámide dis­


tribuyendo la propiedad y, por tanto, generalizando el poder. En
esta situación de pirámide jerarquizada la manera de ascender
puestos en la escala social era el acceso a la propiedad, primero
rural y después industrial, a través de mecanismos relacionados
en su mayor parte con la oportunidad y no con el mérito o la ca­
pacidad. El poder tiene naturaleza personalizada y se ejerce me­
diante la libertad de arbitrio o la benevolencia de los que lo de­
tentan. La participación, el protagonismo social y la libertad son
máximos en el vértice y mínimos en la base.
La segunda imagen nos muestra una estratificación dual. 0
acceso al poder lo da ahora también un nuevo factor: el conocí-
miento, entendido como capacidad de manejo y no como sabidu­
ría. Los sin-poder son los que están alejados de las estructuras
que facilitan la experiencia de manejo. La naturaleza del poderes
mucho menos personalizada que antes. Existe un poder sistémi
co casi anónimo que funciona por inercia y que es muy difícil de
manipular. La dinámica del progreso material, la implantaciór
de las nuevas tecnologías, las grandes corporaciones transnacio
nales, representan la punta de lanza de esta fuerza impulsiva que
va despersonalizando el poder al ritmo que consolida la implan­
tación del sistema de producción y consumo dominante y la cul
tura que lo ampara. La integración personal en las estructuras d(
poder no necesariamente da poder a individuos concretos, que
son, cada vez más, instrumentos y no conductores del sistema di
reparto de poderes en todo el mundo. Esta situación de desperso
nalización del poder en unos niveles y de concentración en otra
es la que se consolida en los países llamados desarrollados.
Por último, la tercera imagen nos presenta una estructura d(
poder amorfa, sin vértices, donde todo el poder está en mana
del sistema, donde el conjunto de la población pertenece a los sii
poder, y donde la uniformidad es máxima en torno a la corree
ción política y el ejercicio de la libertad (la autodeterminaciói
personal) es mínimo. Ésta es la situación que se puede entreve
como más probable de entre los posibles escenarios de futuro.
La pregunta que conviene hacer es cómo en el tránsito de 1¡
estructura dual a la estructura amorfa se pueden conseguir o re
cuperar cuotas de poder y, más en concreto, cómo, si ha sido difí
cil retomar posiciones por parte de la familia, frente al individui
y al Estado, esto se pueda hacer ante una cosa tan abstracta lia
mada sistema.
2 • La familia

Es aquí cuando traemos a colación


el término inglés empowerment, como
sinónimo de «empoderizamiento»: la
acción de recuperar cuotas de poder
detentadas por otros sujetos. Esta re­
cuperación viene requerida como ne­
cesario balance a la acumulación de
fuerza y a la concentración de poder
en estructuras anónimas. En nuestro
mundo observamos que continuamen­
te se crean nuevas esferas de poder,
impulsadas por el avance tecnológico
y del estrechamiento del planeta por el
proceso de globalización económica,
que sólo muy indirectamente están su­
jetas a control democrático. Por eso creemos que la democracia La peculiaridad de la familia humana. Lo
que a nosotros nos,hace humanos es
ha de entenderse, en un contexto sujeto a cambio continuo,
nuestra vida familiarmente humana. Ello
como un concepto dinámico. Así los nacientes poderes son o de­ nos distingue radicalmente de los anima­
ben ser sumergidos de continuo en el baño democrático para les. Hay, no obstante, quienes defienden
impedir la consolidación de estructuras anónimas de carácter que la familia es un mero accidente cultu­
ral y que lo esencial en nosotros son los
oligárquico en sus formas de actuación externa. En teoría, pues,
genes o la autopercepción que hacemos
un sistema democrático sería aquel que trabaja continuamente de nuestra singularidad. De aquí nace la
por repartir poder entre los individuos y las instituciones socia­ curiosa teoría del personismo según la
les que son sus sujetos activos o pasivos. cual lo importante en nosotros es nuestra
conciencia de ser personas, de forma que
Esto conlleva dos líneas de actuación principales para per­ quien no la tenga (la vida incipiente o de­
mitir un mínimo de «empoderizamiento»: la que apunta a la de­ pendiente) sólo tiene un valor instrumental
mocratización general, también de los sistemas no estrictamente (para otros). Para los personistas un perro
políticos, como los económicos (las empresas), y la que lleva a la o un mono puede tener más valor que un
bebé o que un loco.
implementación de formas de democracia inclusiva entre todo
tipo de sujetos (nacionales o foráneos, individuales o colectivos)
afectados por decisiones ajenas a ellos, y en este sentido es en el
que la familia puede y debe empoderizarse. Sólo en la medida
en que se tenga poder y libertad para actuar se es responsable, lo
que traducido al lenguaje de la cultura democrática contemporá­
nea se lee como que la soberanía es la puerta de acceso a la iden­
tidad y a la responsabilidad social. Por ello pensamos que el re­
conocimiento de la familia como sujeto soberano es una pieza
indispensable en la tarea de construcción de una sociedad mejor
(más democrática y justa).
La sociedad necesita dotar a la familia de una mínima repre-
sentatividad social, un derecho a la iniciativa, un amparo público
52 Sociología. Comprender la humanidad en el siglo XXI • 2

(que siempre será socialmente interesado), y una carta de liberta­


des y seguridades. A partir de ahí podrá la familia trabajar con los
restantes actores sociales y garantizar mayor bienestar para todos.
Sin embargo, el camino para el reconocimiento pleno de la
libertad de acción familiar está trenzado de obstáculos y quizá el
individualismo sea el más importante de todos. El individualis­
mo ha devenido en un entendimiento de la privacidad que ex­
cluye la interdependencia, lo que es un grave error de partida. A
la larga, esa visión de la autonomía de los sujetos individuales
hiere de muerte la misma concepción de la sociedad. Por el con­
trario, una visión de la privacidad o de la autonomía incluyendo
la interdependencia, con los demás, con la naturaleza, con la
misma tradición y proyección futura, subraya el carácter social y
relacional del sujeto individual. Ésta es una visión en la que cabe
hablar de la sanción colectiva para la legitimación social de los
grupos intermedios como la familia. Las relaciones de depen­
dencia son así socialmente legitimadas y es en este sentido en el
que podemos hablar de soberanía de la familia o de la autono­
mía del sujeto familiar5.
La multiplicación de soberanías indudablemente maximiza
la libertad. Podremos construir mejores familias, iglesias y co­
munidades, siempre que esas instancias tengan soberanía, del
mismo modo que el Estado se construye continuamente como
sujeto soberano con una constitución genuinamente democrática
que refrenda y actualiza de continuo. Es en este contexto en el
que, contrariamente a la impresión mayoritaria, la familia no es
de derechas o conservadora. Tampoco es liberal. La defensa de
la familia entronca con los valores de la solidaridad, de la acogi­
da y de la utopía revolucionaria del siglo XVIII. Esta defensa tie­
ne todavía muchas tareas pendientes.
La defensa del poder familiar, que va implícita en el recono­
cimiento del sujeto familiar como sujeto social, entraña cierta
pérdida de protagonismo para la igualdad, al menos en el plano
teórico, aunque ello también lo podemos ver como una ganan­
cia: una ganancia de extrañeza. Al reconocer el sujeto familiar
5. Para un análisis de la bondad del
reconocimiento de las dependen­
descubrimos un nuevo elemento de diferenciación humana que
cias véase M acI ntyre, Alasdair hará que desde dentro de la distinción unos sean para algunos
(2001): Animales racionales depen­ más distintos que otros y que, por tanto, legitimemos con nuevas
dientes, Barcelona, Paidos; y Ca-
yuela , Aquilino et al. (ed.) (2004): razones que a unos les prestemos menos atención que a otros, es
El hombre como ser dependiente, decir, que a unos prestemos una atención familiar que a otros no
Granada, Comares.
prestamos.
Así pues, una paradójica conclusión de todo lo expuesto
hasta ahora es que la familia, esa familia para la que reclamamos
y demandamos poder conforma también un ámbito legítimo de
exclusión que es preciso que sea reconocido como tal por el Esta­
do. Un rasgo común a todos en todas las familias y que tendre­
mos que resaltar será la extrañeza. La familia nos une a los hu­
manos en la extrañeza, que es lo mismo que decir que lo que nos
distingue a todos y cada uno de nosotros es que pertenecemos
de distinto modo a distintas familias: nada más y nada menos.
La extrañeza familiar no es algo accidental a la vida social, más
bien al contrario, es el eje sobre la que se vertebra.
La familia es el ámbito propio y genuino de la exclusión:
ningún humano puede renunciar a su condición familiar dife­
renciada sin dejar de ser al mismo tiempo humano. Pero, por
otro lado, la familia es a la vez el ámbito propio y genuino de la
inclusión: la afirmación familiar es el distintivo de la humani­
dad, y reconocer en los extraños su condición familiar (cada uno
tiene su familia) es reconocer a fin de cuentas su humanidad. La
condición humana no se puede suponer sólo con la estética y la
replicabilidad formal: nuestra sociedad se diferencia del agrega­
do de autómatas cuando admitimos nuestras diferencias como
sujetos grupales de carácter familiar. En la medida en que sea­
mos capaces de reconocer en los demás la extrañeza que nos
une, seremos capaces de reconocer a fin de cuentas su humani­
dad.
Todo esto implica repensar nuestra desigualdad para funda­
mentarla en su punto justo. Ese punto dista equidistantemente
tanto del individualismo ontológico, que abraza el multifamilis-
mo al afirmar que todos somos efectivamente iguales porque el
hecho familiar (que se supone ampara las diferencias) es un
mero accidente anecdótico, como del individualismo aristocráti­
co, que abraza el exclusivismo al separar de facto la dimensión
afectiva y trascendente (que se supone anida en la familia) de los
reclamos de justicia social.
Una de las lacras más penosas del liberalismo práctico que
impregna la cultura pública de muchos de nuestros países es su
concepción materialista de la igualdad. En esto el comunismo y
el liberalismo están mucho más cercanos de lo que parece. En
ambos casos el sujeto individual, en uno por imposición y en
otro con libertad, asume su distinción sobre la base de criterios
cuantitativos. Sin embargo, para nuestra visión del individuo,
54 Sociología. Comprender la humanidad en el siglo XXI * 2

una concepción no materialista de la igualdad ha de tener en


cuenta necesariamente las necesidades espirituales y trascen­
dentes, es decir, los afectos, el altruismo solidario, la equidad ge­
neracional, etc. Necesidades éstas que se manifiestan propia­
mente en la familia. Difícilmente podremos hablar, pues, de
igualdad sin referimos a la familia.
Es la familia la que nos capacita mediante el cumplimiento
cabal de sus funciones para ser los individuos que somos o po­
demos llegar a ser. En la familia, podemos decir que afortunada­
mente, se nos trata y capacita de manera distinta porque se nos
conoce diferenciadamante con criterios de calidad que apuntan
también necesidades no materiales.
Naturalmente la contraparte de este trato personalizado y
diferenciado es la extrañeza: el hecho de que el apoyo no sea
transferible universalmente. Este hecho puede verse como nega­
tivo sólo si lo observamos de modo superficial o lo enfocamos
con un prejuicio cuantitativo. Pero si entendemos la extrañeza
como la contrapartida necesaria a que seamos tomados en cuen­
ta como portadores de necesidades diversas, veremos la extrañe­
za como algo positivo. Yo no quiero ser amado o querido por
mis padres como son queridos por ellos los hijos de los demás:
quiero, necesito, ser querido como su hijo, y ello es lo mismo que
decir que los demás sean queridos como extraños. Para el libera­
lismo todos somos igualmente extraños. Para nuestra visión co-
munitarista, no: la distinción entre propios y extraños es esencial
a nuestra individualidad y ella es, a la postre, necesaria para as­
pirar a la igualdad. Una igualdad que está basada en el desarro­
llo de las capacidades que se realizan en el entorno familiar.

desviación: comportamiento que transgrede reglas aceptadas.


hipótesis de Salir-Whorf: defiende que las personas perciben el mundo de una forma u otra depen­
diendo de la lengua que hablan.
looking-glass self según Cooley la imagen que tiene una persona de sí misma que depende
(el self especular): de la imagen que de ella tienen otras personas.
muestreo: técnica estadística de representación sectorial de datos que utiliza la «alea-
torización» para suministrar una base sobre la que aplicar la teoría de la
distribución estadística.
2 • La familia 55

normas institucionales: sistemas de símbolos organizados en formas de expectativas de comporta­


miento.
teoría del etiquetaje: teoría según la cual la desviación y la conformidad se definen no tanto
por las acciones de las personas sino por la respuesta del entorno a esas
acciones.

• 1. Sociología de la familia y dedicación de tiempos. Se trata de contabilizar el tiempo exacto que durante una
semana se dedica a las siguientes y otras relaciones sociales intra y extrafamiliares con la máxima especi­
ficación posible, de manera que la suma total resulte idéntica al número de minutos de toda la semana. Se
recomienda hacer la práctica en una semana normal y real de lunes a domingo poniendo especial cuida­
do en ir apuntando los tiempos poco a poco a lo largo del día de modo que el resultado sea lo más fiable
posible. Presentar las partidas en horas y minutos totales semanales y a la vista de los resultados hacer
una reflexión al respecto.

Tareas domésticas Tareas solitarias Relaciones extrafamiliares


limpiar baño trabajos fin de semana
hacer camas estudios deporte
hacer desayuno higiene otro ocio
lavar platos ocio teléfono
lavar ropa descanso virtuales (P.C.)
ordenar armario religión amistades
comprar comida otros (especificar) solidaridad
poner/quitar mesa religión
comprar ropa Relaciones intrafamiliares otros (especificar)
arreglos casa
comidas
retirar basura
tv
cuidar niños
fin de semana
barrer
ocio
coser
visitas y deberes de compañía
lavar
tertulia
planchar
otros (especificar)
cocinar
vecinos
contabilidad casa
cuidado coche
ceniceros
periódicos y revistas
bichos y plantas
bombona
otros (especificar)
56 Sociología. Comprender la humanidad en el siglo XXI * 2

• 2. Visitar las siguientes páginas en red:


http: //unstats.un.org para analizar las tasas de divorcio comparadas y su evolución
Instituto de Política Familiar de España: www.ipfe.org
Unidad de investigación sobre familia de la Heritage Foundation:
http: //www.heritage.org /Research /Family /
y base de datos sobre familia: http: //www.heritage.org/research/features/ familydatabase/

Mi Familia (Myfamily), Gregory Nava, 1995


Famili/Man, (Thefamily man), Brett Ratner, 2000
Kramer contra Kramer (Kramer versus Kramer), Robert Benton, 1979
Campeón (The champ), Franco Zeffirelli, 1979

D onati, Pierpaolo (2003): Manual de sociología de la familia, Pamplona, EUNSA.


M artín López, Enrique (1993): Textos de sociología de la familia: una relectura de los clásicos, Madrid, Rialp.
Pérez A dán, José (2005): Repensar la familia, Madrid, Internacionales.
P érez A dán, José y Ros C odoñer, Javier (2004): Sociología de la familia y la sexualidad, Valencia, Edicep.
P érez D íaz, Víctor, C huliá, Elisa y Á lvarez-M iranda, Berta (1998): Familia y sistema de bienestar, Madrid, Ar­
gentaría.

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