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Insensibilidad
Es como si le estuviese pasando a otro.
Nada parece real, te sientes embotada, como un autómata, incapaz de
reaccionar… Este aturdimiento te ayuda a ir asimilando la dura realidad.
Tristeza
Siento una pena muy grande y todo me hace llorar. La tristeza es el sentimiento
más común. Puede tener muchas expresiones: llanto, pena, melancolía,
nostalgia… Date permiso para estar triste, para llorar.
No te preocupes si lloras mucho o poco; el llanto no es la medida de tu amor,
sino parte de tu propia expresividad.
Miedo / angustia
Estoy asustado/a ¿qué va a ser de mí?
Te sientes inquieto/a, confuso/a, desamparado/a, desesperado/a. Tienes miedo
de volverte loco/a. Estos sentimientos tan intensos y tan desagradables son algo
natural.
Culpa / autorreproches
Si al menos hubiera sido más cariñoso/a
llamado antes al médico
tenido más paciencia
le hubiera dicho más a menudo lo que le quiero
La lista puede ser interminable. El pasado no puede cambiarse y ya tienes
bastante sufrimiento como para castigarte de esta manera. No olvides de hacer
también una lista con todas las cosas estupendas que hiciste por tu ser querido.
Soledad
Me siento tan sola ahora. Es como si el mundo se hubiera acabado.
Son tantas cosas vividas y compartidas juntos que vas a necesitar tiempo para,
poco a poco, ir llenando ese inmenso vacío.
Alivio
Gracias a Dios que todo ha terminado.
El final de una larga y dolorosa enfermedad o relación se pueden vivir con una
sensación de alivio y descanso.
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reacciones habituales
SENSACIONES EN EL CUERPO
Estas son algunas de las sensaciones corporales que puedes sentir. Es el
llamado duelo del cuerpo.
NAUSEAS
PALPITACIONES
OPRESIÓN EN LA GARGANTA, EL PECHO
NUDO EL ESTÓMAGO
DOLOR DE CABEZA
PÉRDIDA DE APETITO
INSOMNIO
FATIGA
SENSACIÓN DE FALTA DE AIRE
PUNZADAS EN EL PECHO
PÉRDIDA DE FUERZA
DOLOR DE ESPALDA
TEMBLORES
HIPERSENSIBILIDAD AL RUIDO
DIFICULTAD PARA TRAGAR
OLEADAS DE CALOR
VISIÓN BORROSA
DIFICULTAD PARA TRAGAR
El momento más difícil puede presentarse alrededor de los 6 meses del fallecimiento,
cuando los demás comienzan a pensar que ya tienes que haberte recuperado.
Sé paciente contigo mismo/a
Aunque las emociones que estas viviendo pueden ser muy intensas y necesitar mucha
energía, son PASAJERAS. Procura vivir el momento presente, por duro que sea. Se
amable contigo mismo/a. Recuerda que el peor enemigo en el duelo es no quererse.
No temas volverte loco/a
Puedes vivir sentimientos intensos de tristeza, rabia, culpa, confusión o abatimiento,
deseos de morir... Son reacciones habituales y normales después de la muerte de un
ser querido.
Aplaza las decisiones importantes
Decisiones como vender la casa, dejar el trabajo, marcharte a otro lugar…es preferible
dejarlas para más adelante. Seguramente, ahora no puedes pensar con suficiente
claridad, y podrías más tarde lamentarlo. No suele ser tampoco conveniente iniciar una
nueva relación afectiva (nueva pareja, otro embarazo…) mientras no hayas resuelto
adecuadamente la pérdida.
No descuides tu salud
Pasados los primeros días puede resultarte muy útil que te hagas un horario (hora de
levantarte, comidas, hora de acostarte…) y lo sigas. Aliméntate bien y cuida tu cuerpo.
No abuses del tabaco, alcohol, tranquilizantes...
No te automediques
Si para ayudarte en estos momentos tienes que tomar algún medicamento, que sea
siempre a criterio de un médico y nunca por los consejos de familiares, amigos y
vecinos bien intencionados. Recuerda que tomar medicamentos para "no sentir"
pueden contribuir a cronificar el duelo.
Busca y acepta el apoyo de los otros
Sigue conectado con los otros. Necesitas su presencia, su apoyo, su preocupación, su
atención... Dale la oportunidad a tus amigos y seres queridos de estar a tu lado. Piensa
que pueden querer ayudarte, pero no saben la manera de hacerlo. Pueden temer ser
entrometidos o hacerte daño si te recuerdan tu pérdida. No te quedes esperando su
ayuda y pídeles lo que necesitas.
Procura ser paciente con los demás
Ignora los intentos de algunas personas de decirte cómo debes sentirte y por cuanto
tiempo. Sentirás que algunas personas no comprenden lo que estas viviendo.
Intentarán hacer que te olvides de tu dolor, comprende que lo hacen para no verte
triste. Piensa que quieren ayudarte, pero que no saben como hacerlo. Busca personas
de confianza que te permitan "estar mal" y desahogarte sin miedo cuando lo necesites.
Date permiso para descansar, disfrutar y divertirte
Date permiso para sentirte bien, reír con los amigos, hacer bromas... Tienes perfecto
derecho y además puede ser de gran ayuda que busques, sin forzar tu propio ritmo,
momentos para disfrutar. Recuerda que tu ser querido querría solo lo mejor para ti y
que los "malos momentos", vendrán por si solos.
Confía en tus propios recursos para salir adelante
Recuerda como pudiste resolver otras situaciones difíciles de tu vida. Repítete a
menudo: "algún día encontraré mi serenidad".
No es fuerte el que no necesita ayuda, sino el que tiene el valor de pedirla cuando la
necesita.
Dicen que el tiempo lo cura todo. Pero el tiempo, por si solo, no hace nada. Lo que
ayuda realmente es lo que tú haces con el tiempo.
¿Estás utilizando el tiempo para ACEPTAR LA PÉRDIDA, para reconocer que tu ser
querido ha muerto y no lo vas a recuperar?
¿Estas utilizando el tiempo para expresar las emociones y SENTIR EL DOLOR que
supone para ti esa pérdida?
¿Estás utilizando el tiempo para APRENDER A VIVIR sin esa persona querida?
¿Estas utilizando el tiempo para, poco a poco, CENTRARTE EN TI MISMO/A y en esas
personas que te quieren?
Si quieres sanar tu herida, si no quieres arrastrar, no basta pues con esperar a que
todo se pase, o seguir viviendo como si nada hubiera pasado. Necesitas dar algunos
difíciles pasos para recuperarte de tu pérdida. No existen atajos para el dolor.
Recuerda que tienes que vivir momentos duros y emociones intensas y que tu estás
muy vulnerable. No te exijas pues tampoco demasiado. Se amable contigo mismo y
respeta tu propio ritmo de curación.
Aceptar la pérdida
Aunque sea la cosa más difícil que has hecho en toda tu vida, ahora debes aceptar
esta dura realidad: tu ser querido ha muerto y no va a regresar.
Hablar de tu pérdida, contar las circunstancias de la muerte, visitar el cementerio o el
lugar donde se esparcieron los restos…Todo esto te puede ayudar poco a poco, y con
mucho dolor, a ir aceptando el hecho de la muerte. Sabrás que has podido dar este
paso cuando pierdas toda esperanza de recuperar a tu familiar o amigo.
Aceptar la pérdida puede resultar más difícil si no pudiste ver el cadáver y muy difícil, si
nunca se recuperó.
Sentir el dolor
Necesitas sentir el dolor y todas las emociones que le acompañan: tristeza, rabia,
miedo, culpa…
Habrá personas que te dirán: “Tienes que ser fuerte”. No les hagas caso. No escondas
tu dolor. Comparte lo que te está pasando con tu familia, amigos de confianza…No te
guardes todo para ti mismo por miedo a cansar o molestar.
Busca aquellas personas con las cuales puedes expresarte tal y como estás.
Aprender a vivir sin esa persona
Hacer el duelo significa también aprender a vivir sólo/a, aprender a tomar decisiones
por ti mismo/a, aprender a desempeñar tareas que antes hacía el fallecido, aprender
nuevas formas de relación con la familia y amigos...
Centrarse en ti mismo/a, en la vida y en los vivos
Llega un momento en que sabes que es necesario soltar el dolor y el pasado. La vida
te espera llena de nuevas posibilidades.
No hay nada malo en querer disfrutar, en querer ser feliz, en querer establecer nuevas
relaciones… En el caso de la muerte de la pareja, no hay motivo para avergonzarse si
aparece de nuevo el deseo sexual. En realidad, el corazón herido cicatriza abriéndose
a los demás.
Esto es lo que escribía una adolescente a su madre 2 años después de perder a su
padre: “Existen otras personas a las que amar, y eso, no significa que quiero menos a
papá”.
Si quieres acompañar a un familiar o amigo que ha perdido un ser querido, y no sabes cómo
hacerlo, te proponemos una serie de senderos o indicaciones sobre la mejor manera de ayudarle.
Evitar las frases hechas
La incomodidad nos mueve a recurrir a expresiones que no ayudan para nada: “Tienes
que olvidar”, "Mejor así, dejó de sufrir”, "El tiempo todo lo cura", “Manténte fuerte por
los niños”, "es la voluntad de Dios", "Es ley de vida"…
Lo que más necesitan al principio es hablar y llorar. No decirle que tiene que
sobreponerse, ya lo hará a su tiempo.
Si no sabes que decir, no digas nada. Escucha, estate presente, sin pensar que tienes
que dar consejos constantemente o estar levantando el ánimo.
Si no sabes que hacer, colaborar en algunas tareas cotidianas o ayudar en el papeleo,
puede ser una buena manera de ayudarlo/a.
Tener en cuenta las actitudes que no ayudan
No le digas que le comprendes si no has pasado por una situación similar.
No intentes buscar una justificación a lo que ha ocurrido.
No te empeñes en animarle/a o tranquilizarle/a. Posiblemente lo que necesita sólo es
que le escuches.
No le quites importancia a lo que ha sucedido hablándole de lo que todavía le queda.
No intentes hacerle ver las ventajas de una nueva etapa en su vida. No es el momento.
Dejar que se desahogue
Sentir y expresar el dolor, la tristeza, la rabia, el miedo…por la muerte de un ser
querido, es el ÚNICO camino que existe para cerrar y curar la herida por la pérdida.
Estás equivocado/a si piensas verle o dejarle llorar y emocionarse, no sirve más que
para añadir más dolor al dolor.
Estas equivocado/a si crees que ayudar a alguien que sufre es distraerle de su dolor.
Mediante la vivencia y expresión de los sentimientos, la persona en duelo se siente
aliviada y liberada.
A veces, podemos cortar las emociones del otro para protegernos de las nuestras.
No temas nombrar y hablar de la persona fallecida por miedo a que se emocione. Si
llora, no tienes que decir o hacer nada especial, lo que más necesita en esos
momentos es tu presencia, tu cercanía, tu compañía y tu afecto.
No temas tu mismo llorar o emocionarte. No hay nada malo en mostrar tu pena, en
mostrar que a ti también te afecta lo que ha pasado, en mostrar que te duele ver a tu
amigo/a o familiar en esa situación.
Permitir que hable del ser querido que ha muerto
Permitir que hable todo el tiempo y todas las veces que lo necesite.
Una pareja de padres expresaba su pesar con estas palabras:
“Los parientes y los amigos rehuyen hablar o pronunciar el nombre de nuestra hija,
desviando la conversación hacia cualquier otro tema. Tal vez tengan miedo de
alterarnos o hacernos llorar. Pero, ¿qué pretenden? ¿qué la olvidemos o que no
lloremos más?
Comparte con tu familiar o amigo/a recuerdos de la persona fallecida (ver fotos, contar
anécdotas...)
Recordar a la persona amada es un consuelo para los supervivientes. Repetir y evocar
los recuerdos es parte del camino que tienen que recorrer para sanar su herida.
Mantener el contacto
Una viuda se lamentaba: "había más de 400 personas en el funeral de mi marido.
Entonces se ofrecieron muchos para ayudarme. ¿Dónde están ahora, después de tres
meses?"
El contacto puede mantenerse de muchas maneras. Puedes hacerle una visita, quedar
para tomar un café o dar un paseo, enviar una carta o un email. Con una llamada
telefónica, por ejemplo, puedes romper su soledad y recordarle que no está solo/a, que
alguien está pensando en él o ella.
Las fiestas y aniversarios son momentos particularmente dolorosos en los que
podemos hacer un esfuerzo especial para estar cerca de la persona en duelo.
Duelo en niños
¿Causé yo la muerte?
¿Me pasará esto a mi?
¿Quién me va a cuidar?
Respetar su manera de afrontar la pérdida
Tener en cuenta que su manera de expresar el sufrimiento por la pérdida, no suele ser
un estado de tristeza y abatimiento como el de los adultos. Es más frecuente apreciar
cambios en el carácter, cambios frecuentes de humor, disminución del rendimiento
escolar, alteraciones en la alimentación y el sueño…
Aunque el niño sepa que su ser querido ha muerto, siente necesidad de seguir
manteniendo una relación afectiva, y así, la persona fallecida puede por un tiempo
convertirse en un padre o madre imaginario. En algunos casos, podemos ayudar al
niño dándole algún objeto personal del fallecido, que este conserve como un recuerdo
precioso y una forma de unión íntima con él.
Con sus compañeros y amigos pueden jugar a morirse, al entierro…Todos estos
comportamientos son absolutamente normales y tienen que ser respetados como
necesarios para que el niño realice de forma adecuada el duelo.
Lo más habitual, es que el niño elabore el duelo alternando fases de preguntas y
expresión emocional, con intervalos en que no menciona para nada el asunto.
Mantenerse física y emocionalmente
cerca del niño
No es malo que los niños vean el dolor y la tristeza. No tengamos miedo de mostrar los
propios sentimientos delante del niño (excepto manifestaciones violentas de rabia y
dolor) Cuando le mostramos lo que sentimos, el niño nos percibe más cercanos, y es
más fácil que nos diga el también, lo que le está pasando.
Permitirle estar cerca, sentarse a su lado, sostenerlo en brazos, abrazarlo, escucharle,
llorar con él…Podemos también dejar que duerma cerca, aunque mejor en distinta
cama.
Puede ser adecuado también buscar momentos para estar separados: dejarle sólo en
su habitación, dejarle salir a jugar con un amigo… Si es necesario, tranquilizarle
diciéndole que estaremos ahí por si nos necesita.
El niño intuye enseguida que la muerte va a tener muchas consecuencias en la familia.
Es bueno decirle que, aunque estamos muy tristes por lo ocurrido, vamos a seguir
ocupándonos de él lo mejor posible.
El niño puede temer también ser abandonado por el familiar sobreviviente. Asegurarle
que, aunque está muy afectado por la pérdida, se encuentra bien y no le va a pasar lo
mismo.
Asegurarles que vamos a seguir queriendo a la persona fallecida y que nunca la
olvidaremos
Estar atentos a la aparición de algunos
signos de alerta
Un periodo prolongado durante el cual el niño pierde interés por las actividades o
acontecimientos de la vida cotidiana.
Pérdida de apetito.
Comportamiento infantil (hacerse pis, hablar como un bebé, pedir comida a menudo…)
durante tiempo prolongado.
EL DUELO EN EL ADOLESCENTE
La muerte de un hijo o una hija es una de las experiencias más duras, difíciles y
dolorosas que puede sufrir un ser humano.
Los padres se sienten responsables de la protección de sus hijos y, su pérdida, suele
ser vivida como un fracaso y con una gran culpabilidad.
Es frecuente que la muerte de un hijo produzca tensiones y conflictos en la vida de
pareja:
Aunque el dolor, la soledad y los trastornos que acompañan al duelo son algo normal y
natural (ver reacciones habituales), debemos plantearnos seriamente hablar con
alguien sobre nuestro duelo si tenemos alguno de las siguientes reacciones:
Intensos sentimientos de culpa, provocados por cosas diferentes a las que hicimos o
dejamos de hacer en el momento de la muerte de nuestro ser querido.
Pensamientos de suicidio que van más allá del deseo pasivo de "estar muerto" o de
poder reunirnos con nuestro ser querido.
Desesperación extrema; la sensación mantenida de que por mucho que lo intentemos
nunca vamos a volver a recuperar una vida que valga la pena (la vida se ha terminado
para mí).
Inquietud o depresión prolongadas, la sensación de estar "atrapado" o "ralentizado"
mantenida a lo largo de periodos de varios meses; o, por el contrario, la sensación de
estar bloqueada, incapaz de sentir nada.
Síntomas físicos, como la sensación de tener un cuchillo clavado en el pecho o una
pérdida importante de peso, que pueden representar una amenaza para nuestra salud
física.
Ira incontrolada, que hace que nuestros amigos y seres queridos se distancien o que
nos lleva a "planear la venganza" de nuestra pérdida.
Dificultades continuadas de funcionamiento que se ponen de manifiesto en nuestra
incapacidad para conservar el trabajo o realizar las tareas necesarias para la vida
cotidiana.
Abuso de sustancias, confiando demasiado en las drogas o el alcohol para
amortiguar el dolor por la pérdida.
(Tomado de R.A. Neimeyer: Aprender de la pérdida. Una guía para afrontar el duelo.
Ediciones Paidos. Barcelona 2002)
Aunque la presencia de cualquiera de estos síntomas puede ser una característica
pasajera de un proceso normal de duelo, su presencia continuada debe ser causa de
preocupación y merece la atención de un profesional cualificado.
No es fuerte el que no necesita ayuda, sino el que tiene el valor de pedirla cuando la
necesita.
Ayuda para niños en duelo
Libros con ilustraciones
El abuelo del osito
Nigel Gray y Vanesa Cabban
No había nada que le gustara tanto al osito como ir a visitar a su abuelo y que le contara
historias de cuando era joven. Pero un día se lo llevaron e hospital y el abuelo se durmió
de la manera más profunda posible….
Te echo de menos
Paul Verrept
Carla era mi mejor amiga. Un día se mudó con sus papás. Yo me sentía raro. “Creo que
echas de menos a Carla” dijo mamá. “¿Qué quiere decir echar de menos?” Pensaba en
Carla y también en la abuela. La abuela murió.
El cuento de Thumpy
Nancy C.Dodge
Tumpy, el conejito comparte el dolor y las preocupaciones que siente cuando muere su
hermana repentinamente. La familia se une y se da ayuda mutua para sanar la pérdida y
crecer en una experiencia curativa. Este libro leído en compañía de un adulto suscita en el
niño preguntas que nos orientarán en el mapa de su estado emocional.
Tom en el hospital
Marie.Aline Bawin y Chritophe Le Masne
Tom ingresa en el hospital para una operación. Pero a pesar de la cariñosa acogida de las
enfermeras, la presencia tranquilizadora de sus padres y la simpatía de Gaspar, su
compañero de habitación, Tom no está del todo tranquilo. Una buena herramienta para
familiarizar a los niños con el mundo sanitario, y para aquellos que tienen que pasar por
la experiencia de un ingreso hospitalario.
Se ha muerto el abuelo
Dominique de Saint Mars y Serge Bloch
El teléfono suena y Max y Lilí se enteran de la muerte del abuelo. Todos van a buscar a la
abuela para el entierro…Una historia para compartir las dudas y las emociones, para
mostrar los miedos, para guardar en el corazón a la gente que queremos y para amar la
vida. Muy válido para establecer una conexión profunda entre el adulto y el niño.
DUELO INFANTIL
INTRODUCCIÓN:
El anhelo del hijo por el padre muerto es especialmente intenso y penoso, sobre todo cuando las
cosas se vuelven más difíciles de lo que eran antes. Ante la noticia de pérdida de un padre
algunos niños lloran otros, en cambio, no. La tendencia a llorar se manifiesta poco en niños
menores de 5 años y en los mayores de 10 es prolongada.
Al igual que los adultos, algunos niño tienen en ocasiones imágenes vívidas del padre muerto, las
que están vinculadas con la esperanza de su regreso.
Cuando las condiciones son favorables, el duelo se caracteriza por recuerdos e imágenes de la
persona muerta, además de tristeza por su muerte.
En el duelo patológico, el niño tiene dificultades para expresar lo que siente, generalmente se
debe a que los padres reprimen sus sentimientos, o porqué no saben como ayudar al niño a
superar esto.
Luego de la pérdida de un padre se debe estar atento al comportamiento o reacción de un niño
para poder ayudarlo a tiempo y evitar que algún tipo de conducta desadaptativa se fije en él.
Finalmente, creemos que sería importante el pronto inicio de una investigación seria en este
campo ya que la bibliografía e información son escasos, lo que puede presentar problemas al
clínico en un caso de éstos, ya que tendría que actuar en forma experiencial lo que implica un
gran gasto de energía tanto para él como para el paciente.
ASPECTOS QUE INFLUYEN EN LA SITUACIÓN DE DUELO.
El camino que tome el duelo, esta profundamente influido por la manera en que sea tratado, el
padre sobreviviente, por sus parientes y amigos durante las semanas y meses que sigan a la
pérdida.
1.- Lo que se le dice al niño y cuando se le dice:
Los adultos suelen estar presentes cuando muere un deudo o pariente, si no lo están, la
información le llega de todas maneras en forma pronta. En cambio, en nuestra sociedad, esto no
ocurre con los niños, y la información suele llegárles en forma tardía y equívoca. Debido a esto
muchas veces la respuesta del niño no está en consonancia con lo ocurrido.
Cuando muere uno de los padres, casi siempre es el progenitor sobreviviente el que informa a los
hijos de éste hecho, lo que obviamente es un paso penoso y difícil.
En la mayor parte de los casos, esta información se entrega en forma inmediata, pero en algunos
llega a postergarse por semanas e incluso meses.
Generalmente, se le informa al niño que el padre muerto se ha ido de viaje o que está en el
hospital. El padre sobreviviente es muy llevado a decir, también al niño, que el otro se fue al
cielo, esto en una familia devota no presenta mayores dificultades, pero cuando la familia no lo
es se crean dificultades pues hay una discrepancia entre lo que el padre cree y lo que se le dice al
niño. En este caso, el cielo, para el niño, no pasa a ser diferente de otros lugares físicos como
Rancagua, Arica, etc, y el niño comienza a preguntar donde queda este lugar, quienes viven ahí,
etc. El niño, suele creer entonces que el padre muerto regresará pronto; Ej: a un niño de 4 años le
dijeron que su padre muerto se había ido al cielo, el día de su cumpleaños lloró porque éste no
llegó a verlo.
Otra explicación que se les da a los niños cuando muere alguien es que esta persona se ha ido a
dormir, el niño no entiende que se trata sólo de una metáfora y para él, el irse a dormir, pasa a
convertirse en un hecho peligroso.
Ahora bien, los dos tipos de informaciones decisivas que se le deben entregar al niño son:
- El padre muerto no regresará.
- El cuerpo se encuentra sepultado bajo tierra.
Esta información es difícil de entregar porqué el padre sobreviviente busca proteger al hijo de la
impresión de muerte y de la situación de duelo.
Por lo común no se lleva al niño al entierro, y si se lo lleva, no se le explica la razón de estar ahí;
Ej: dos hijos son llevados al entierro de uno de sus padres, pero ellos no sabían que es lo que
estaba sucediendo allí, ni tampoco se atrevían a preguntar.
Se debe tener en cuenta que los niños interpretan rápidamente los signos, y cuando un padre
teme expresar sus sentimientos, los hijos también reprimen los suyos y dejan de hacer preguntas
al respecto, por este motivo algunos niños suelen negar la muerte de un padre.
- Lo que se debe hacer:
-El 1º paso consiste en brindar apoyo al padre sobreviviente de manera tal que pueda
reflexionar sobre lo ocurrido. Se le debe ayudar a expresar sus sentimientos e impulsos, de
esta manera el duelo toma un camino sano. Una vez producido esto, se hace menos dura la
tarea de incluir a los hijos en el proceso de duelo.
-El padre y los hijos pueden expresar en común sus sentimientos.
-Finalmente debe considerarse que sólo patologías y confusión nacen al ocultar la
información de muerte a un niño, o cuando se reprimen sus sentimientos. Sólo cuando se les
da información verdadera y el apoyo necesario, los niños son capaces de asumir y responder
al duelo en forma realista y sana.
2.- Ideas del Niño sobre la muerte:
Las ideas de muerte de un niño derivan de sus tradiciones familiares y de la relación con su
grupo de pares.
Los niños comienzan a preguntar sobre la muerte cuando ven a un insecto o a un ratón muerto; es
importante, en este momento, responder todas sus dudas para que se forme en él una adecuada
idea de muerte. Lo más importante es decir al niño desde pequeño que todos vamos a morir
algún día, que esta es una ley de la naturaleza y que en ese momento es natural sentir pena y
deseos de que esa persona regrese con nosotros.
3.- Consideraciones Favorables al Duelo
Siempre que las condiciones sean favorables, todo niño va a llorar a un padre desaparecido, igual
que en el duelo sano del adulto.
Las condiciones para el duelo infantil no son tan diferentes a las del duelo del adulto. Las más
significativas son:
- Que haya mantenido una relación razonablemente segura y afectuosa con sus padres antes
de sufrir la pérdida.
- Que se le dé información precisa sobre lo ocurrido, que se le permita hacer toda clase de
preguntas y se le conteste del modo más honesto posible, que participe en la aflicción de la
familia e incluso en las ceremonias fúnebres.
- Que cuente con la consoladora presencia del padre sobreviviente, sino es posible, de un
sustituto de confianza y que tenga la seguridad de que esa relación habrá de continuar.
Reconocemos que en la realidad estas condiciones son difíciles de reunir. Después de la muerte
de un padre, el niño o el adolescente generalmente anhela su presencia con tanta persistencia
como un adulto, a veces abriga la esperanza de que el padre desaparecido pueda volver, otras
veces reconoce de mala gana que eso no puede ser y se pone triste. A veces se puede comprobar
que experimenta una viva sensación de la presencia de la persona muerta. Puede tener estallidos
de cólera por la pérdida sufrida y en otras sentimientos de culpabilidad, también teme que el
padre sobreviviente muera, es decir el resultado de una pérdida es temer sufrir otra pérdida. A
menudo se encontrará ansioso y tendrá conductas difíciles de comprender.
Cuanto menor es el niño menos posibilidades hay de que el duelo se parezca al de un adulto.
Cuando las condiciones son favorables, el duelo de los niños se caracteriza por recuerdos e
imágenes persistentes de la persona y por repetidos accesos de anhelo y tristeza, especialmente
en reuniones de familia y aniversarios o cuando una nueva relación empieza a marchar mal, esto
es importante cuando se espera que un niño con duelo establezca una nueva relación. El niño
debe aprender a diferenciar la relación anterior de la nueva para que ésta prospere, esto es más
decisivo aún cuando se trata de una nueva figura parental, pues surgen las comparaciones que
son inevitables y penosas.
El niño responderá mejor a los nuevos rostros si el padre sobreviviente y/o la nueva figura
parental son sensibles al recuerdo del niño por la relación anterior.
4.- Respuesta a la Partida
El niño frente a la pérdida reacciona de diferentes maneras, algunas de las respuestas a la pérdida
que tienen implicaciones prácticas son la ansiedad, cólera y culpa:
La ansiedad: un niño que sufrió una pérdida teme sufrir otra. Esta actitud lo hará
especialmente sensible a toda separación de la figura que cumple con las funciones de
maternidad y también a cualquier hecho que le parezca indicar otra pérdida, es propenso a
buscar consuelo en algún juguete viejo o manta, algo esperable a su edad.
Cólera o ira: algunos niños pequeños que pierden a un padre se ponen extremadamente
furiosos por el hecho. Suelen pasa inadvertidos y por lo tanto no se consignan, especialmente
cuando la cólera se expresa de manera indirecta.
La culpa será abordada más adelante
PÉRDIDA EN LA NIÑEZ Y TRASTORNO PSIQUIATRICO
Cuando las condiciones de duelo son desfavorables, los niños a los que se les murió un padre
suelen convertirse más que otros en pacientes psiquiatricos. La sintomatología dependerá de la
forma en que fue elaborado el duelo. Estos niños muestran extremada pesadumbre emocional
durante la primera parte de la vida adulta.
Se ha hecho un estudio con la intención de seguir la evolución de niños que sufrieron una
perdida hasta sus 30 años y compararlos con la evolución de niños que no sufrieron ninguna
pérdida.
Existe una significativa correlación entre el sexo del niño remitido a tratamiento y el sexo del
padre muerto. Es más frecuente en niñas que se les murió la madre, y en niños que se les murió
el padre. Los síntomas y problemas presentados por los niños suelen, a si mismo, tomar la forma
de enfermedades neuróticas o trastornos neuróticos, como conducta antisocial o delincuencia.
Los factores posteriores a la muerte son tan o más importante que la muerte misma en cuanto a la
aparición de la misma. La mayoría de los procesos patológicos son el producto de la interacción
de condiciones adversas posteriores a la pérdida con los procesos de duelo puestos en marcha por
ello.
De todas las atribuidas a la pérdida temprana la conducta suicida es la que más aparece en el
testimonio, otras son
- Mostrar alto grado de apego ansioso (sobre dependencia).
- Desarrollar afecciones depresivas de gravedad que llegan incluso a calificarse como
psicóticas.
Con respecto a las depresiones, las ideas suicidas son más elaboradas y persistentes que en los
otros grupos (separación y divorcio), muchas veces les resultaban difíciles de controlar por lo
que buscan ayuda para protegerse. Muchos de los intentos suicidas estaban precedidos por la
pérdida o por la amenaza de una pérdida de una persona importante para ellos.
1.- Motivos que conducen al suicidio:
1. El deseo de reunirse con una persona muerta.
2. El deseo de vengarse de una persona muerta por haberse ido, deseo que puede tomar la
forma de deseos asesinos contra uno mismo suscitados por una persona que se ha ido o
bien deseos de abandonar a otra persona en represalia.
3. El deseo de destruir el sí-mismo a fin de acallar un abrumador sentimiento de culpa por
haber contribuido a una muerte.
4. La sensación de que la vida no vale la pena de ser vivida sin ninguna futura perspectiva
de una relación amorosa con otra persona.
2.- Motivos para hacer una amenaza de suicidio:
1. El deseo de obtener una respuesta solícita de una figura de apego a la que se siente
negligente; éste es el bien conocido grito de ayuda.
2. El deseo de castigar a una figura de apego para obligarla así a ser más atenta.
VARIEDADES PATOLÓGICAS
1.- Ansiedad Persistente.
A) Temor a sufrir otra pérdida:
Quienes pierden a un padre temen perder también al otro, ya sea por abandono o por muerte.
Esto puede evitarse si es que se le explica en forma clara al niño la causa de muerte del otro
padre, respondiendo, además todas sus preguntas al respecto. También deben evitarse
observaciones que directa o indirectamente hagan al niño sentirse responsable de la muerte
del padre o del estado de salud del sobreviviente.
Otra cosa que generalmente no se considera, es el efecto que tienen en un niño las palabras
del padre sobreviviente cuando dice que la vida ya no vale la pena vivirse, o cuando expresa
ideas suicidas.
En el niño es inevitable el temor de ser abandonado cuando uno de los padres muere, esto se
incrementa si se deja al niño con algún deudo o extraño por algún tiempo.
La patología comienza cuando no se reconocen los temores del niño de que pueda suceder tal
cosa, y se agrava cuando son rechazados o reprimidos por el padre sobreviviente.
B) Temor de morir también:
Este tipo de razonamiento es bastante natural, aunque sea equivocado. Como los niños se
identifican con el padre del mismo sexo, suelen creer que cuando muere el padre del mismo
sexo, deben morir ellos también.
Otro problema es que los niños suelen asociar la muerte con algún hecho cercano y tratan de
evitarlo, en lo futuro, para no morir; Ej: A una madre embarazada se le detecta un cáncer y,
debido a su estado y a que este cáncer se encontraba muy avanzado, la madre muere. Tiempo
después la hija manifiesta, en el colegio y en la casa, que no desea tener hijos y que cuando
grande va a ser monja. Una vez en terapia la niña manifiesta que este temor se debe a que ha
asociado el embarazo con la muerte.
2.- Esperanzas de reunión y Deseos de Morir El También:
Es común que los niños guarden la esperanza de reunirse con el padre muerto. Esto se manifiesta
de dos maneras:
- O bien cree que el padre muerto regresará a este mundo
- O bien, el niño desea morir para reunirse con él. Estas se ven fortalecidas por circunstancias
como:
- Promesas hechas por el padre muerto y que no alcanzó a cumplir, y
- Tener buenas relaciones con el hijo, y luego de la muerte, el cuidado y afecto se
vuelven penosos y desdichados para el niño
3.- Persistencia en Culpar o Culparse.
Es muy fácil que un niño le eche la culpa a algo o alguien (incluso a sí mismo) por la muerte de
uno de los padres, ésto se debe a dos razones:
- En general un niño no tiene ideas claras sobre lo que causa la muerte.
- Los niños asignan gran importancia a lo que ven, a lo oyen, o a lo que se les dice.
El 60% de los niños se culpa, o culpa al padre por la muerte del otro. Un niño se echará la culpa
si el padre que muere o el padre sobreviviente trataron de controlarlo diciéndole que su conducta
estaba enfermándole o que sería la causa de su muerte, así mismo cuando oye que un padre
amenaza a otro.
4.- Hiperactividad:
Cuando un niño se muestra excesivamente activo o agresivo, resulta difícil asociar ésto con la
pérdida de uno de los padres. Los niños suelen responder de esta manera cuando el padre
sobreviviente no demuestra cariño por el niño o cuando ambos se llevan mal.
Esta respuesta se da cuando se es incapaz de una adecuada respuesta de duelo, también se da en
los adultos por esta causa.
5.- compulsión a Entregar Cuidados y a Confiar en Sí Mismos:
Se da cuando se hace sentir responsable al niño de los cuidados de un padre. También cuando el
niño ha sido cuidado en forma inapropiada; luego de mostrarse triste y de anhelar amor y apoyo,
se preocupa intensamente de la tristeza de otros y se siente impulsado a hacer lo posible por
ayudarlos y sostenerlos; Ej: Un niño que, luego de la muerte del padre, siente que debe ocupar el
vacío dejado por éste.
6.- Euforia y Despersonalización:
Cierto grado de euforia es común en niños que no han pasado por el adecuado proceso de duelo,
algunas veces parece probable que se deba a una expresión de alivio por quedar ahora anuladas
las molestas restricciones impuestas por el padre muerto. También se da porqué los niños
manifiestan que no quieren estar tristes, el razonamiento es que la persona feliz no muere.
Otro motivo para presentar euforia, se debe a lo descrito por Mitchel en 1966: "La característica
más típica de la persona muerta es su inmovilidad, por lo tanto es natural que un niño que tema
morir se mantenga en constante movimiento. Incluso la idea de mantener con vida a otras
personas contribuye a esta respuesta".
7.- Síntomas Identificatorios y los Accidentes:
Particularmente notorios son aquellos casos en que la pérdida se manifiesta en síntomas que son
la réplica de aquellos que tuvo la persona muerta; Ej. Un niño, que perdió a su madre producto
de un ataque al corazón, manifiesta constantemente que le duele el pecho y que necesita de un
médico, sin que se le halla detectado nada en los exámenes que se le han practicado.
Muchos clínicos creen que aquellos niños que han sufrido una pérdida son más proclives a sufrir
accidentes que otros, muchos antecedentes circunstanciales apoyan esta tesis, aunque no se ha
hecho un estudio serio al respecto.
PERDIDA EN LA CONDUCTA DEL PADRE SOBREVIVIENTE CON LOS HIJOS
Viudas: Cuando un padre muere es inevitable que cambie el modo de tratar a los hijos del
sobreviviente, pues ahora se encuentra en un estado de aflicción y además es el único
responsable de los hijos. La madre sobreviviente debe desempeñar dos roles.
La muerte modifica todos los planes y esperanzas del futuro y precisamente cuando un niño está
más necesitado de afecto, paciencia y comprensión de los adultos que están a su lado, éstos no se
encuentran en condiciones de brindárselos. Una de las posibilidades que se presentan es la de
enviar a los niños a otra parte, otra forma frecuente de reaccionar es la contraria, es decir, que el
padre busque consuelo para sí en los hijos, en estos casos los hijos suelen compartir la cama con
el padre sobreviviente. También es común que se abrume al niño con responsabilidades o
exigencias demasiado elevadas que no le son fáciles de llevar, en otros casos se le exige al niño
que sea una replica del padre muerto, asimismo se observa ansiedad y preocupación por la salud
del niño y de la propia.
Ansiosa y emocionalmente inestable una viuda suele ser excesivamente laxa en los modos de
disciplina con los hijos, pasando frecuentemente de un extremo a otro, o sea puede llegar a ser
muy estricta también.
Viudos: Cuando se trata de hijas, los padres viudos suelen exigirle demasiado en cuanto a la
compañía y el consuelo. Cuando se trata de hijos pequeños, el padre encarga el cuidado de los
hijos a otra persona y los ve menos.
Finalmente, muchas de las dificultades que experimenten los niños luego de la pérdida de uno de
los padres dependerá de la conducta del padre sobreviviente con ellos.
INTERVENCIÓN TERAPEUTICA
- Rectificación de las fantasías de muerte.
- Trabajar la idealización del padre muerto.
- Terapia familiar:
a) Trabajar la elaboración de su propio duelo.
b) Aceptar al niño tal cual es, sin asignarle funciones del difunto.
c) Eliminar los beneficios secundarios que obtiene el niño en relación con el manejo
de la pérdida.
d) Colaborar en la desidealización del padre muerto.
e) Aceptar las emociones que se vivencian en relación al padre muerto.
El duelo en los niños
Lic. Marta Craichik
Es difícil para todos hablar de situaciones dolorosas en la infancia porque siempre el adulto que
lo acompaña está involucrado. Además es importante destacar la edad del niño cuando ocurre la
pérdida de un ser cercano en el afecto y en el significado: padres, hermanos, abuelos.
Sin embargo, pensar acerca de esto puede ayudar a comprender qué es el duelo, el dolor y para
ello distinguiremos entre la situación y la forma en que se la vivencia.
Lo que lo trasforma en traumático no es la situación en sí misma; será sí un período doloroso,
difícil, pero nada nos dice de lo que ocurre en el psiquismo del niño.
En el niño pequeño, por su escasa capacidad de relacionar, hacer preguntas, la situación que
rodea la muerte, antes y después, crea una atmósfera de inestabilidad y confusión. Esto sí invade
de tal amera que no le permite establecer ningún tipo de relación y se produce un desajuste
importante.
Es común creer que todo lo terrible, doloroso o penoso es traumático. Se habla del trauma que el
niño ha pasado.
Veamos qué significa duelo: éste es el proceso que lleva la aceptación de una pérdida, que se irá
logrando con lágrimas, enojos, preguntas y con tiempo.
Justamente el proceso de duelo permite que la pérdida no amenace la continuidad en el
crecimiento del niño y no desarticule la constante interacción con su mundo circundante; es
decir, aprendizaje, juegos, etc.
Sin embargo, no debemos olvidarnos que para entender el duelo del niño hay que tomar en
cuenta la forma en que los adultos que rodean al niño viven su propio duelo. Es decir que el
proceso de duelo se desarrolla en la interrelación del adulto y las necesidades específicas de cada
uno y además con los factores culturales y religiosos del grupo familiar.
El duelo es enfrentar lo irreparable, es parte de nuestra existencia vulnerable.
Para evitar que se transforme en traumático hay que ayudar al niño a que le ponga palabras,
enfrente el dolor y así lo exprese verbalmente, muestre su sufrimiento, haga preguntas dolorosas.
Lentamente se irá evitando que quede "congelado" un sentimiento que se irá trasformando en el
comer, dormir o síntomas corporales.
Nuestra función como adultos es acompañarlo para que, siguiendo en su condición de niño,
enfrente el dolor y pueda ir recuperando su capacidad de crecer.
Proceso de duelo
El duelo ocurre o se inicia inmediatamente después, o en los meses
siguientes a la muerte de un ser querido y está limitado a un período
de tiempo que varía de persona en persona (no se extiende a lo largo de
toda la vida).
El trabajo de duelo es un proceso psicológico complejo de deshacer los
lazos contraidos y enfrentarse al dolor de la pérdida.
Al hablar de duelo no podemos dejar de citar a Sigmund Freud, quien ha
hecho importantes aportes en lo que a este tema respecta. Freud compara
la melancolía con el duelo en sus escritos de "duelo y melancolía" (1915-
1917). Ambas son reacciones ante la pérdida de un ser amado. En el duelo,
la pérdida, trae grandes desviaciones en la conducta normal. Pero NO se
considera una conducta patológica. Esto es muy importante que quede
claro, todas las personas que sufren pérdidas afectivas atraviesan un
proceso de duelo y es inevitable sentir tristeza ante semejante
acontecimiento. En el duelo la pérdida es real, o sea que se pierde un
objeto del mundo externo y se sabe cual es, la persona comienza con
conductas anormales (pero no es patológico), se supera con el paso del
tiempo. Hay una menor productividad y el mundo queda pobre y vacío.
La melancolía sería equivalente a un duelo patológico. En este caso el duelo
se produce ante una pérdida que puede o no ser real, se provoca un estado
de ánimo deprimido, desinterés por el mundo externo, autorreproches,
autodenigración, insomnio, productividad inhibida. La persona siente un
vacío interno. En el duelo, el objeto amado ya no existe más.
Duelo en los niños
La forma en que los niños responden a la pérdida de un padre no es muy
diferente de la de los adultos. Las diferencias dependen del hecho de que
los niños son más sensibles que los adultos a las condiciones que
preceden, rodean y siguen a una pérdida. Además del estado de
dependencia de los niños del mundo que los circundante.
Una muerte vivida en la primera infancia requiere un trabajo psíquico
extra.
El persistente anhelo por la figura perdida conlleva un dolor inevitable para
el niño, como sucede en el duelo por su carácter doloroso.
Las diferentes etapas del desarrollo cognitivo y emocional de los niños
desempeñan un papel fundamental en su percepción, interpretación y
comprensión de lo que es la muerte. La habilidad de los niños para
entender la muerte se refleja en la habilidad general para entender los
conceptos abstractos. Por ejemplo, los niños de 4 años aproximadamente,
son animistas, y creen que todo, incluso las cosas inanimadas, están vivas,
solo entienden la muerte como una especie de separación parecida al
sueño. En el caso la muerte de uno de sus progenitores tienen dificultad de
imaginárselo sin vida y se refieren a éste como si estuviese durmiendo.
Podemos encontrar a niños de esta edad teniendo una conversación similar
a la siguiente "-...No puede regresar, si la entierran bien no puede volver.-
"... Más tarde podrá salir". "El hombre me dijo que si no ponés una
almohada adentro es como si estuviera en una lata pero si le ponés una
almohada tu mamá dormirá mucho tiempo....No te preocupes, ya tiene
almohada. Dormirá mucho, mucho tiempo..." (Fragmento extraído de la
película Ponette).
Mitos y realidades
Mito: La persona que ha perdido a una ser querido en un accidente o situación similar
no debe saber acerca de los detalles del acontecimiento. Tampoco es conveniente que
vea su cuerpo o alguna evidencia clara que indique la certeza de su partida o muerte.
Realidad: Saber acerca de los detalles que implicaron la desaparición de alguien
cercano permite aceptar la realidad de su ausencia, ya que que la persona entiende las
circunstancias y recrea mentalmente la situación. La confusión y falta de información
permiten que se elaboren toda clase de hipótesis y fantasías falsas sobre la
circunstancia.
Mito: Cuando una persona se demuestra rabia, dolor y desesperanza, y además cree
ver a la persona que se ha ido, se encuentra cercana a la locura o a sufrir una
depresión crónica.
Realidad: La expresión de tales sentimientos resulta adecuada ya que permite que se
procese la pérdida. Aunque estas manifestaciones aparezcan excesivas para algunos,
no son siempre indicadores de que la persona desarrollará un problema mental grave.
No obstante resulta conveniente permanecer alerta frente a señales que muestren una
alteración en el proceso de elaboración del duelo.
Mito: La intensidad y duración de los afectos asociados al trabajo del duelo son
directamente proporcionales al cariño que se le tenía a la persona que se ha ido. Es
decir, entre más cariño se sentía por la persona, más traumático, doloroso y largo debe
ser el proceso.
Realidad: El trabajo del duelo es una experiencia individual que depende de las
características de cada persona, del significado que para cada uno tenía el objeto que
se ha ido, de aspectos sociales y culturales, etc. Lo anterior implica que no hay reglas
para determinar el camino ni la duración del proceso de duelo. Los resultados de los
estudios son tan solo aproximaciones que intentan explicar un fenómeno humano, tan
cambiante como el hombre mismo.
Mito: El sentimiento por la pérdida de un ser querido es un afecto que no debe ser
expresado ya que de esta forma se hace más fácil el proceso de sobrellevar la
situación.
Realidad: Aunque en nuestra cultura se veneran el valor y la entereza fría con la que
se deberían sobrellevar las situaciones dolorosas de pérdida, resulta conveniente hacer
a un lado esta creencia ya que en todo caso el sufrimiento debe ser expresado de
alguna manera y comunicado con el fin de permitir al doliente descargar la sensación
que en ese momento lo inunda.
Glosario
Ambivalencia: presencia simultánea de sentimientos, actitudes y tendencias opuestas
en la relación con una persona (objeto). Se trata en la mayoría de veces de amor y
odio. Uno de estos aparece consciente mientras que el otro se encuentra inconsciente.
Libido: energía de las pulsiones sexuales que habita el aparato psíquico (la mente) de
los seres humanos. A partir de ella se establece el lazo entre las personas ya que el
sujeto carga o reviste con libido al objeto externo (a la persona como tal) y a su
representación mental (objeto interno).
El proceso de duelo
Definición
Aparecen:
Termina cuando las tareas del proceso han sido finalizadas. Por lo tanto no
hay respuesta concreta. Dos años es la fecha más aceptada. El hablar de la
persona desaparecida sin dolor es un indicador de que el duelo ha
terminado. Hay personas que nunca completan el duelo reapareciendo la
pena de vez en cuando.
Niños en duelo
Ana Teresa Torres
Sufrimiento
1. Paciencia, conformidad, tolerancia con que se sufre una cosa.
2. Padecimiento, dolor, pena.
1. Sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior.2.
Sentimiento de pena y congoja. 3.de corazón.
4. fig. y fam. El muy fuerte y pasajero, como el que producen los golpes recibidos en ciertas
partes del cuerpo poco defendidas por los músculos. 5. latente.6. dolor sordo.7. El que no es
agudo, pero molesta sin interrupción.
Vemos que el dolor es una sensación, con frecuencia asociada a la cenestesia, y que si bien puede
ser crónico, tiene una connotación mucho más episódica, y una característica de padecimiento
diferente al sufrimiento en el cual el ser humano desarrolla una capacidad para soportarlo.
En el caso del duelo, el dolor y el sufrimiento están causados por la:
Pérdida
1. Carencia, privación de lo que se poseía. 2. Daño o menoscabo que se recibe en una cosa. 3.
Cantidad o cosa perdida.4. loc. fam. No estar presente una persona o cosa en el lugar en que era
de esperar.5. fig. Ausencia del bien que se apetece y desea.
La pérdida, a su vez, debe distinguirse de la:
Privación
1. Acción de despojar, impedir o privar.2. Carencia o falta de una cosa en sujeto capaz de tenerla.
3. Pena con que se desposee a uno del empleo, derecho o dignidad que tenía, por un delito que ha
cometido.4. Renuncia voluntaria a algo. 4. "La privación es causa del apetito", fr. proverb. con
que se pondera el deseo de las cosas que no podemos alcanzar, haciendo poco aprecio de las que
poseemos.
Presencia
1. Asistencia personal, o estado de la persona que se halla delante de otra u otras o en el mismo
sitio que ellas.2. Por ext., asistencia o estado de una cosa que se halla delante de otra u otras o en
el mismo sitio que ellas.3. Talle, figura y disposición del cuerpo. 4. Representación, pompa,
fausto.5. fig. Memoria de una imagen o idea, o representación de ella. 6. de ánimo. Serenidad o
tranquilidad que conserva el ánimo, así en los sucesos adversos como en los prósperos.
La dialéctica ausencia-presencia es un movimiento indispensable en el funcionamiento psíquico
porque inicia el proceso simbólico. Al respecto es necesario recordar el ejemplo freudiano del
juego del carretel, conocido como el Fort-da, por ser las palabras alemanas que significan (fort)
"fuera, ausente" y (da) "allí, allá". Estas eran las expresiones de un niño de unos dos años de
edad que jugaba a alejar y acercar un carretel, tirando del cordel, relatado por Freud en Más allá
del principio del placer (1920) y que interpretó como una manera de elaborar la ausencia-
presencia de la madre, en la medida en que éstas eran dominadas simbólicamente por el niño al
controlar activamente el objeto, en vez de sufrir pasivamente los movimientos de la madre.
Por último es necesario reseñar los conceptos de frustración y trauma, de significado peculiar en
el psicoanálisis, y que se relacionan con la angustia traumática y la frustración que desata la
ausencia:
Trauma. Acontecimiento de la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la incapacidad del
sujeto de responder a él adecuadamente y el trastorno y los efectos patógenos duraderos que
provoca en la organización psíquica
Frustración. Condición del sujeto que ve negada o se niega la satisfacción de una demanda
pulsional
La dialéctica ausencia-presencia y la frustración concomitante son elementos inevitables e
indispensables para el desarrollo psíquico. El ejercicio y acostumbramiento a las frustraciones
permite al sujeto tolerar las transformaciones y pérdidas que vendrán. La experiencia de pérdida
no es la única experiencia traumática pero con frecuencia conlleva una fase traumática inicial. La
pérdida es traumática, es contingente, no ayuda al desarrollo, y tiene generalmente una
derivación que produce síntomas transitorios y con frecuencia crónicos. La incidencia de las
pérdidas en la infancia es considerada como causa importante del sufrimiento psíquico por casi
todas las teorías psicológicas.
Hechas estas distinciones y definiciones, consideraremos el proceso de duelo en los niños en los
casos de pérdida radical de un objeto significativo, los cuales pueden ocurrir en cuatro ámbitos:
Desde el punto de vista psicoanalítico es posible inscribir la ausencia o presencia del objeto muy
tempranamente, inclusive antes de la instalación completa del lenguaje a través del registro
perceptivo imaginario, aun cuando no haya sido completado el proceso de simbolización. Esta
comprensión es observable en el simbolismo lúdico, que ya vimos a propósito del juego del fort-
da en el cual se ilustra cómo el deambulador puede registrar la ausencia o presencia de su objeto
significativo; esta dialéctica de la aparición y desaparición produce una privación perceptiva que
conduce al dolor y al sufrimiento que necesita ser dominada a través de un control activo. Sin
embargo, para convertir la privación en pérdida es necesaria la inserción simbólica del
acontecimiento, es decir, la puesta en palabras de lo percibido.
En el planteamiento clínico del niño en duelo, en primer lugar es necesario tomar en cuenta que
la mayoría de las familias no consultan por el duelo sino por los derivados sintomáticos del
mismo, y que corresponde al terapeuta y a los otros profesionales relacionados, diagnosticar el
compromiso psíquico que el duelo tiene en la clínica que se presenta como motivo de consulta y
que puede estar alejada del acontecimiento de pérdida, incluso en el tiempo, ya que el duelo con
frecuencia puede quedar encapsulado y congelado, tanto para el niño como para la familia. En
segundo lugar, es necesario deslindar diagnósticamente los síntomas que pueden estar
relacionados con el duelo y los que corresponden a otras patologías; este diagnóstico diferencial
es complejo porque el duelo infantil no tiene una expresión sintomática específica y puede
manifestarse en cualquier área. Por ejemplo, un trastorno de aprendizaje puede, efectivamente,
estar comprometido con un proceso de pérdida pero ello no elimina la posibilidad de otras
circunstancias psicológicas o neurológicas concomitantes. En tercer lugar, es necesario evaluar la
capacidad de los padres o de otras figuras significativas en la ayuda o empeoramiento del
proceso. Con frecuencia la familia, si está a su vez alterada por el duelo, puede no tener las
condiciones para ayudar al niño en el proceso. El grado de intervención del terapeuta debe
ajustarse a esta situación, y es muy variable. Quizás en algunos casos serán suficientes algunas
indicaciones y en otros el terapeuta tendrá que tomar un papel protagónico.
Seguir el camino del objeto: la sombra del objeto cae sobre el Yo, dice Freud. Es decir, el Yo se
identifica con el objeto perdido y puede producir síntomas que vehiculizan esta identificación
cuyo caso más extremo es el suicidio.
Triunfar sobre el objeto: el Yo se libera de este peso y reconoce que está vivo en contraposición
al objeto que está muerto.
Sustituir al objeto: el Yo busca otros objetos a los cuales unir los afectos perdidos.
El reconocimiento de la pérdida en el niño es necesario ajustarlo al nivel del pensamiento en que
se encuentre. Es decir, que en etapas tempranas no podrá pasar del reconocimiento de la
privación y del trabajo terapéutico para insertar la privación como pérdida. La comprensión de la
radicalidad de la pérdida será también de acuerdo a la posibilidad del niño de comprenderla. El
terapeuta requiere una mayor tolerancia con respecto a los mecanismos de negación así como a
los mecanismos mágicos de recuperación del objeto, ya que éstos son inevitables antes de la
instalación de las leyes del pensamiento lógico-abstracto. Sin embargo, tiene un gran campo de
acción a través de dibujos y juegos para ilustrar al niño la desaparición del objeto, la
imposibilidad de verlo, así como para favorecer la aparición de los sentimientos relacionados.
En estos casos, corresponde a la habilidad negociadora del terapeuta el llegar a un acuerdo con la
familia de cómo, cuándo y cuánto de la verdad de los hechos puede ser comunicada. Puede ser
conveniente usar entrevistas familiares o también, si esto no luce como un procedimiento
favorable, el terapeuta hacerse cargo de iluminar ante el niño lo que puede saberse de la
ausencia. No es su papel disculpar o culpar al ausente, quizá baste con decir que a veces las
personas mayores hacen cosas incomprensibles. Tampoco puede prometer un final feliz en el
cual algún día el ausente se resolverá a volver sino acompañar al niño en la duda de si esto
ocurrirá o no.
En la fase del duelo correspondiente a seguir el destino del objeto, el sujeto en duelo se identifica
con el objeto perdido y puede tener conductas o sentimientos de autodestrucción. Esta fase del
duelo en niños debe tener un mayor énfasis en la posibilidad y deseo de supervivencia ya que la
dependencia infantil acentúa la ansiedad del niño, quien puede verse a sí mismo en peligro, por
la ausencia de un objeto protector. Es muy importante tomar en cuenta que la pérdida ocasiona
en el niño, además del problema de la ausencia del objeto, un daño narcisista. El grado de
diferenciación de su familia y de su entorno es menor en el niño que en el adulto. El niño no
solamente pierde un objeto sino un valor narcisista que requiere para la construcción del Yo que
no ha finalizado su proceso. En cierta forma pierde una parte de sí y pierde una parte revestida de
valor narcisista que lo coloca en desventaja subjetiva. Recordemos a Freud que en Aflicción y
Melancolía (1917) relacionaba el duelo con la pérdida de un objeto así como con la pérdida de
un ideal. El lazo afectivo del niño no sólo está en razón de la dependencia emocional con el
objeto sino con los ideales narcisistas atribuidos al objeto, así como con la caída de la
omnipotencia infantil. La muerte, la desaparición de una figura parental o fraternal, el cambio
significativo del entorno relacional, ocasionan en el niño una profunda y prematura decepción
ante la omnipotencia de su deseo y lo introducen en la dimensión de lo efímero y frágil de la
existencia. De modo que además del dolor por la ausencia objetal es necesario tomar muy en
cuenta la insuficiencia narcisista que plantea la experiencia prematura de la pérdida que, repito
una vez más, es una condición muy diferente a las transformaciones y cambios que se suceden a
lo largo de toda vida.
En la fase de sustitución, el terapeuta debe tener una mayor conducción que en el paciente adulto
porque las posibilidades de sustitución del niño son más escasas o de más difícil acceso. Los
objetos significativos no son siempre sustituibles, a ninguna edad, y en las sustituciones parciales
el terapeuta infantil puede tener un papel más activo que el terapeuta de adultos. En este aspecto
el concurso familiar y escolar es de absoluta necesidad, ya que con frecuencia los miembros de la
familia con los que el niño cuenta, están a su vez en duelo, y esto puede ocasionar una doble
pérdida, la del objeto desaparecido y la ausencia emocional de los objetos presentes; de modo
que en estos casos, como en casi todos los relacionados con la psicoterapia infantil, el terapeuta
necesita trabajar con la familia de acuerdo a la evaluación del caso específico. Por otra parte, es
necesario tomar en cuenta que en la infancia, la transferencia afectiva de un objeto a otro es más
rápida que en la vida adulta, y no puede ser calificada como sustitución maníaca de la misma
manera en que se haría con un paciente adulto. El terapeuta deberá estar atento a disminuir los
sentimientos de culpa en el niño si éstos le entorpecen el vínculo con el objeto sustitutivo,
haciéndolo sentir que traiciona al objeto perdido. Por ejemplo, ante la mayor vinculación con un
abuelo o abuela producida por una pérdida parental, podría decirse algo como, "tú querías mucho
a tu papá y no lo vas a dejar de querer, pero ahora necesitas a tu abuelo y necesitas quererlo, tu
papá estaría de acuerdo".
INTRODUCCION Este sumario para pacientes sobre la pérdida, la pena y el pesar es una
adaptación del sumario escrito para profesionales de la salud por expertos en cáncer. Esta y otras
informaciones fidedignas sobre el cáncer y su tratamiento, exámenes de detección, prevención,
apoyo terapéutico y ensayos clínicos en curso están disponible a través del Instituto Nacional del
Cáncer. El período de transición que comprende desde la etapa final de lo que es la experiencia
del cáncer hasta la muerte de una persona querida es diferente para cada persona. Este sumario
describe lo que es la pérdida, la pena y el pesar, las etapas del proceso de penar y los métodos
para lidiar con el mismo. Este sumario también incluye secciones que tratan sobre los niños y su
pena. DESCRIPCION Las personas tienden a asimilar la pérdida de un ser querido de diferentes
formas. Para algunos la experiencia les sirve como oportunidad para el crecimiento personal, a
pesar de ser un momento difícil y doloroso. No existe una forma correcta de asimilar la muerte.
La forma en la que una persona en particular manifiesta su pena dependerá mucho de su
personalidad y de la relación que tuvo con el fallecido. La manera en la que una persona asimila
el pesar está afectada por su experiencia con el cáncer, la forma en que se desarrolló la
enfermedad, las características culturales y religiosas del individuo, la forma en que afronta
situaciones difíciles, su historial de salud mental, los sistemas de apoyo a su disposición, y su
estado económico y social. Con frecuencia los términos pesar, pena y duelo se usan
indistintamente, cuando en verdad tienen significados diferentes. El pesar se produce cuando
alguien ha sufrido una pérdida y experimenta muchas emociones y cambios. El tiempo que dura
este estado va a depender de lo apegado que estaba el individuo a la persona fallecida, y el
tiempo que duró la espera del desenlace. La pena es el proceso normal de reacción ante la
pérdida. Se puede sentir pena ante la pérdida física de una persona (como en la muerte) o en
respuesta a pérdidas de tipo social o simbólicas (como la pérdida de un trabajo o un divorcio). En
todo tipo de pérdida la persona siente que se le ha quitado algo. A medida que una familia
atraviesa este proceso que es la enfermedad del cáncer, pasa por muchas pérdidas, y cada una de
ellas desencadena su propia reacción de pena. La pena se puede sentir como una reacción mental,
física, social o emocional. Las reacciones mentales pueden incluir la rabia, la culpa, la ansiedad,
la tristeza y la desesperación; las físicas pueden incluir problemas para dormir, cambios en el
apetito, trastornos físicos o dolencias; y las sociales pueden incluir los sentimientos que se
tengan en relación a tener que cuidar de otros en la familia, el encontrarse con amigos o
familiares, o el regreso al trabajo. Al igual que con el pesar, el penar dependerá de la relación que
se tuvo con la persona fallecida, las circunstancias que rodearon la muerte, y el grado de apego
con el difunto. La pena puede ser descrita como una combinación de problemas físicos,
pensamientos constante sobre la persona fallecida, culpa, hostilidad, y un cambio en la forma en
que se actúa normalmente. El duelo consiste en la reacción cultural, consciente e inconsciente
ante una pérdida. El duelo incluye el proceso de incorporar la experiencia de la pérdida en la vida
de la persona, y se ve influenciado por costumbres culturales, rituales, y las reglas sociales sobre
como lidiar con la pérdida. "El proceso de penar" es el proceso que el doliente debe de completar
antes de reintegrarse a la vida normal. Estas actividades incluyen liberarse de los lazos con la
persona fallecida, readaptarse a un mundo donde esa persona ya no existe, y establecer nuevas
relaciones. El liberarse de los lazos con la persona fallecida implica que uno debe enfocar en otro
punto la energía emocional que invertía en la persona que ha perdido. Esto no quiere decir de
ninguna manera que haya dejado de amar al ser desaparecido o que lo haya olvidado, sino que el
doliente necesita dirigirse a otros en busca de satisfacción emocional. El doliente tendrá que
modificar sus roles, identidad y habilidades para adaptarse a un mundo donde el fallecido ya no
está, concentrando en otras personas o actividades la energía emocional que antes dedicaba al
fallecido. Con frecuencia las personas que pasan por el proceso de penar se sienten
extremadamente cansadas, ya que este proceso requiere energía física y emocional. La pena que
sienten no es solamente por la persona que falleció, sino también por todos los planes y deseos
que no se llevaron a cabo con la persona desaparecida. La muerte despierta con frecuencia
recuerdos de pérdidas o separaciones del pasado. Podría decidirse que el duelo consta de tres
fases: la urgencia de recuperar a la persona perdida, la desorganización y tristeza, y la
reorganización. FASES DE UNA ENFERMEDAD GRAVE El entender cómo otras personas
afrontan las enfermedades de gravedad podría ayudar al paciente y su familia a prepararse para
lidiar con la que atañe a su caso. Se puede decir que la enfermedad grave consta de cuatro fases:
la fase antes del diagnóstico, la fase aguda, la crónica, y la de recuperación o muerte. La fase
anterior al diagnóstico de una enfermedad grave es el período de tiempo antes del diagnóstico
cuando el paciente se da cuenta de que corre el riesgo de desarrollar una enfermedad. Esta fase
no se compone de un solo instante, sino que se extiende por todo el período en que la persona es
sometida a un examen físico, incluyendo varios análisis, y culmina en el momento en que recibe
el diagnóstico. La fase aguda sucede durante el diagnóstico, cuando la persona se ve forzada a
entender el diagnóstico y tiene que tomar una serie de decisiones acerca de su cuidado médico.
La fase crónica se define como el período entre el diagnóstico y el resultado del tratamiento,
cuando los pacientes tratan de lidiar con las demandas de la vida cotidiana al mismo tiempo que
reciben tratamiento y tratan de aceptar sus efectos secundarios. Hace algún tiempo, el período
entre el diagnóstico de cáncer y la muerte era típicamente de unos meses, los cuales se solían
pasar en el hospital. Sin embargo, ahora las personas pueden vivir años después de recibir un
diagnóstico de cáncer. Durante la fase de recuperación, las personas tienen que afrontar los
efectos psicológicos, sociales, físicos, religiosos y monetarios del cáncer. La fase final o terminal
de una enfermedad grave ocurre cuando la muerte se convierte en algo inminente. En este
momento se cambia de objetivo, y en vez de intentar curar o prolongar la vida del individuo, los
esfuerzos se concentran en ayudar a que la persona se sienta cómoda y ofrecer alivios para el
dolor. Las tareas durante esta fase final a menudo se enfocan en lo religioso. DECISIONES EN
LA ETAPA FINAL El cuidado de una persona con cáncer empieza después de presentarse los
síntomas y haberse hecho el diagnóstico, y continúa hasta que el paciente se cura, entra en
remisión o fallece. Las decisiones que afectan la etapa final de la vida deben tomarse con
anticipación, antes de que sean necesarias. Estos temas no son placenteros o fáciles de tratar.
Muchas veces reflejan el carácter filosófico, moral, religioso o espiritual del individuo. Si una
persona tiene sentimientos definidos acerca de estas decisiones, debe comunicarlo para que se
puedan llevar a cabo. Pero debido a la naturaleza delicada de estas decisiones, casi nunca son
tratadas por el paciente, el médico o los familiares. Las personas involucradas piensan que
siempre habrá tiempo para hablar sobre esas cosas más tarde. Pero muchas veces, cuando llega el
momento de tomar estas decisiones, el paciente y la familia no son capaces de hacerlo, y los que
deciden son personas que en algunos casos no conocen los verdaderos deseos del paciente. El
primer paso a dar cuando se van a tomar decisiones en la etapa final de la vida es completar un
formulario llamado Health Care Proxy (HCP por sus siglas en inglés), en el cual se otorga un
poder legal relacionado al cuidado de la salud. Estos formularios varían de estado a estado, pero
su propósito es siempre el mismo. El formulario le da al paciente el poder de escoger a una
persona (su apoderado) que tome las decisiones médicas, en caso de que él no lo pueda hacer.
Puede que no sea necesario presentar este formulario ante un notario, pero siempre se debe
firmar ante dos testigos. En muchos estados este formulario tiene ventajas sobre la última
declaración voluntaria de vida ("living will") porque el paciente no tiene que dar instrucciones
específicas, sino que basta con que diga que su apoderado conoce sus deseos. La última
declaración voluntaria de vida es similar al formulario HCP. Esta permite al paciente declarar de
forma más detallada sus deseos relativos al cuidado de su salud, nutrición, y otros temas médicos
para que los doctores y los encargados de su cuidado puedan cumplir sus deseos. En algunos
estados las últimas declaraciones voluntarias de vida no son legales o no están disponibles, y en
los que se reconoce su validez, normalmente es necesario la presencia de un abogado y la
notarización para completar estos documentos. Las órdenes de No Resucitar (DNR por sus siglas
en inglés) dan instrucciones a los doctores y otras personas encargadas del cuidado médico para
que no tomen medidas extremas con el fin de salvar la vida del paciente en caso de que el
corazón le deje de latir o él deje de respirar. Para aquellos pacientes con ideas claras sobre estos
asuntos, es aconsejable que conversen con sus doctores y con las personas encargadas de su
salud y llenen los formularios apropiados lo más pronto posible (preferiblemente en el momento
de ingresar al hospital), antes de que la persona pierda la facultad de tomar estas decisiones. A
pesar de que los familiares y los pacientes se sienten usualmente incómodos a la hora de abordar
estos temas, los doctores y enfermeras pueden abordarlos respetuosamente y con tacto cuando lo
consideren apropiado. Existen programas, como el llamado hospicio, que dan la oportunidad de
que los pacientes puedan morir en su casa. En algunos estados existen formularios de DNR para
aquellos pacientes que prefieren morir en casa, lo cual les protege de ser resucitados en contra de
su voluntad. Estas instrucciones por adelantado son firmadas por el doctor del paciente e indican
que el paciente no desea ser resucitado. Es importante hablar sobre estos temas sin importar
dónde reciba el paciente cuidados médicos, ya sea en la casa, el hospital, el hospicio, un asilo o
cualquier otro lugar. El SENDERO HACIA EL MORIR Las personas que se encuentran en
proceso de morir pueden avanzar hacia el final de la vida de maneras diferentes; la muerte puede
presentarse en un plazo corto o prolongado. El sendero hacia la muerte depende de la causa de la
muerte. El sendero hacia la muerte puede ser un camino largo y lento, que puede prolongarse
durante años, u ocurrir rápidamente (como en el caso de un accidente automovilístico) donde la
fase crónica es corta o no existe. La trayectoria de "altas y bajas" describe a un paciente que
mejora con frecuencia sólo para volver a empeorar (como en los pacientes de SIDA o leucemia).
Otra trayectoria hacia la muerte es la caracterizada por un descenso largo y lento de la salud
seguido por un período de estabilización (por ejemplo, las personas cuyo estado de salud
desciende para luego estabilizarse en un nivel mas bajo y limitado). Este tipo de pacientes deben
adaptarse a la pérdida de algunos niveles de funcionamiento. Con frecuencia las muertes
asociadas al cáncer tienen procesos largos, muchas veces con dolores y sufrimientos a largo
plazo y pérdida del control sobre las funciones mentales y corporales. Las muertes por cáncer se
caracterizan por la demanda física y mental a la que están expuestos tanto los pacientes como sus
familiares al extenderse durante largos períodos de tiempo. PENA ANTICIPADA La pena
anticipada se refiere al proceso de duelo normal que ocurre cuando el paciente o los miembros de
la familia presienten la muerte, e incluye muchos de los síntomas que se presentan después de
que la persona fallece. La pena anticipada incluye depresión, suma preocupación por la persona
que va a morir, preparación para el desenlace y adaptación a los cambios que ésta conlleva. Esta
pena provee a los familiares de tiempo para absorber gradualmente la realidad de la pérdida. Los
individuos pueden finalizar "asuntos pendientes" con el moribundo (por ejemplo, el decir
"adiós", "te amo" o "te perdono"). La pena anticipada no es algo que se presenta siempre, y no
significa que la pena que se siente antes de la muerte sea igual a la que se experimenta después.
No existe tampoco una cantidad de pena determinada que deba sentirse, ni se puede decir que la
pena que se siente antes de la muerte logre que la pena después de ésta dure menos tiempo. La
pena que sigue a una muerte no esperada es diferente a la pena anticipada. Una pérdida no
esperada podría abrumar los mecanismos de asimilación de una persona, haciendo imposible su
funcionamiento normal. Los dolientes podrían no percatarse del impacto real de su pérdida. Aun
cuando la persona reconozca que ha perdido a un ser querido, podría no aceptar la pérdida a nivel
mental o emocional. Después de una muerte inesperada, el doliente podría tener la sensación de
que el mundo está en estado de caos y que ya no tiene sentido. Algunas personas piensan que la
pena anticipada casi nunca ocurre. El aceptar la muerte de un ser querido antes de que este muera
podría ocasionar que el doliente sienta que está abandonando al moribundo. La espera de una
muerte inminente usualmente estrecha los lazos con la persona que va a morir. A pesar de que un
penar anticipado podría servir de ayuda a los familiares, el moribundo podría verse afectado de
una profunda pena que lo lleve a retraerse. FASES DEL PENAR El proceso del duelo puede ser
dividido en cuatro fases:
1. Conmoción y aturdimiento: los familiares tienen dificultades para procesar la pérdida;
están aturdidos y estupefactos. 2. Anhelo y búsqueda: los sobrevivientes sienten ansiedad por
la separación y no pueden aceptar la realidad de la pérdida. Esto engendra el deseo de buscar
y recobrar a la persona perdida. El fracaso de esta búsqueda conlleva repetidos desencantos y
frustraciones. 3. Desorganización y desesperación: los familiares usualmente se sienten
deprimidos y tienen dificultades para planear el futuro, se distraen con facilidad y
experimentan problemas para concentrarse. 4. Reorganización
TRATAMIENTO Las sesiones de orientación ayudan a los dolientes con pena sin
complicaciones (normal) a completar el proceso del penar. La orientación la proporcionar
profesionales u otras personas en proceso de duelo. Estos servicios pueden llevarse a cabo en
grupo o individualmente. Las metas de esta orientación incluyen:
ayudar a la persona en duelo a aceptar la pérdida, haciéndoles hablar sobre ella.
ayudar al doliente a identificar y expresar los sentimientos relacionados con la perdida
(por ejemplo, rabia, culpa, ansiedad, desamparo y tristeza)
ayudar al doliente a vivir sin el fallecido y a tomar sus propias decisiones
ayudar al doliente a independizarse emocionalmente del fallecido y establecer relaciones
nuevas.
proporcionándole el apoyo y el tiempo necesarios para enfocar su duelo en ocasiones
especiales como cumpleaños y aniversarios.
explicarle en qué consiste una pena normal, y cuáles son las diferencias individuales en
este proceso.
dar apoyo continuo
ayudar a la persona a entender su forma de penar
identificar problemas de la persona al confrontar la pena y recomendarle que acuda a un
profesional en terapia del penar.
La terapia del penar se usa en personas que reaccionan de manera compleja ante una pena. La
meta de la terapia es identificar y resolver los conflictos de separación de la persona con el
fallecido. Los conflictos de separación pueden presentarse como problemas físicos o del
comportamiento, duelo demorado o extremo, pena prolongada o conflictiva, o duelo inesperado
(aunque este tipo no se encuentra normalmente en las muertes por cáncer). La terapia del penar
puede proporcionarse de forma individual o en grupo. Lo normal es establecer un contrato con el
individuo para definir el tiempo límite de terapia, su costo, y las expectativas y enfoques a
utilizar. La terapia del penar requiere hablar acerca de la persona fallecida, y reconocer si hay
emociones mínimas o exageradas alrededor de la pérdida. Esta terapia puede ayudar a la persona
a ver que la culpa, la rabia, u otros sentimientos negativos o incómodos pueden existir al mismo
tiempo que otros sentimientos más positivos en relación al difunto. Los seres humanos tienden a
formar lazos afectivos sólidos con otras personas. Cuando estos lazos se rompen, como por
medio de la muerte, las reacciones emocionales son fuertes. Después de la pérdida, hay ciertas
tareas de duelo que deben completarse. Estas tareas básicas incluyen el aceptar la realidad de la
pérdida, vivir con el dolor físico y emocional de la pena, adaptarse a una vida sin el ser querido,
y separarse emocionalmente de él para continuar viviendo. Es esencial que la persona que
atraviesa por una pena de este tipo complete estas tareas antes de que termine el duelo. En la
terapia del penar, existen seis tareas que se pueden usar para ayudar a la persona en duelo a
superar el proceso: 1) desarrollar la capacidad de experimentar, expresar y adaptarse a los
dolorosos cambios afectivos de la pena; 2) utilizar los medios más eficaces de afrontar los
cambios dolorosos; 3) establecer una relación continuada con el difunto, 4) mantenerse saludable
y funcional; 5) restablecer antiguas relaciones, y entender que otros podrían tener dificultad en
comprender su pena; y 6) llegar a tener una buena imagen de sí mismo y del mundo. Pudieran
surgir complicaciones en el proceso del penar debido a que este proceso no fue debidamente
finalizado en pérdidas anteriores. Para poder resolver satisfactoriamente el duelo presente, se
debe afrontar la pena relacionada con estas pérdidas anteriores. Una terapia sobre el duelo
incluye el lidiar con la resistencia al proceso de duelo, identificar los asuntos pendientes con el
fallecido, e identificar y acomodar pérdidas secundarias como resultado del fallecimiento. Por
último se ayuda al doliente a aceptar lo irreversible de la pérdida y visualizar lo que será su vida
después del período de duelo. COMPLICACIONES DEL PENAR Las reacciones complejas
hacia la pena requieren de terapias más complejas que las reacciones normales del penar.
Algunas de las complicaciones del penar más comunes son los trastornos de la adaptación
(especialmente la depresión y la ansiedad o emociones y comportamientos perturbados), la
depresión grave, la toxicomanía e incluso los trastornos del estrés postraumático. Cuando el
penar se torna complejo, se puede identificar por la duración de los síntomas, la interferencia que
ocasionan o la intensidad de los mismos (por ejemplo, pensamientos o conductas suicidas
intensas). La pena compleja o sin resolver se puede manifestar como una ausencia total de pena y
duelo, la incapacidad de sentir una pena normal, la pena retardada, la pena conflictiva, o la pena
crónica. Los factores de riesgo en las complicaciones del duelo incluyen: lo súbito de la pérdida,
el sexo del doliente, y la relación con el difunto (por ejemplo, una relación demasiado cercana e
intensa o una ambivalente). Las reacciones de penar que se convierten en depresiones graves
deben ser tratadas con medicamentos y enfoques psicoterapéuticos a la vez. La persona que evita
todo lo que le recuerda al fallecido, que piensa constantemente en él o sueña con él, y que
reacciona con pánico ante cualquier cosa que le recuerde al difunto puede estar padeciento un
trastorno por estrés postraumático. Otra reacción posible es recurrir a la toxicomanía, a menudo
con el fin de intentar evitar los sentimientos de dolor relacionados con la pérdida y los síntomas
que la persona padezca (como el insomnio). Este problema también se puede tratar con
medicamentos y psicoterapia. LOS NIñOS Y LA PENA Hace tiempo se tenía el concepto de que
los niños eran adultos en miniatura y debían por tanto actuar como tales. Hoy se entiende que
existen diferencias en la forma de manifestar el duelo entre niños y adultos. A diferencia de los
adultos, los niños no experimentan un duelo intenso y continuo de reacciones emocionales y
conductuales ante la pena. Los niños pueden mostrar su pena de manera ocasional y breve, pero
en realidad el proceso dura mucho más tiempo que en los adultos. El proceso de duelo quizás
necesite ser analizado varias veces durante el desarrollo de la vida de un niño. El niño durante su
proceso de crecimiento revivirá la pérdida en ocasiones variadas, especialmente durante los
eventos importantes de su vida, como al ir de campamento, al graduarse de la escuela, al casarse,
o al tener un hijo. El que el periodo de duelo sea más largo se debe a que la capacidad del niño de
experimentar emociones intensas es limitada. Varios aspectos afectan la manera en que el niño
experimenta la pena: su edad, su personalidad, la etapa de desarrollo en que se encuentre, sus
experiencias anteriores con la muerte, y su relación con el difunto. Algunos factores que pueden
influir en el proceso del penar son: el ambiente que rodea al niño, la causa de la muerte, la
capacidad de comunicación de los familiares, y la estabilidad de la familia después de la pérdida.
También pueden influir cómo se satisfacen las necesidades del niño, las oportunidades que él
tenga de compartir sus sentimientos y sus recuerdos, la capacidad de los padres de afrontar las
tensiones, y la existencia de relaciones firmes entre el niño y otros adultos. Los niños no
reaccionan a la pérdida de la misma forma que los adultos, y podrían no demostrar sus
sentimientos tan abiertamente. Algunos niños, en lugar de volverse retraídos y tener
pensamientos obsesivos acerca de la persona fallecida, se vuelven activos (por ejemplo, pueden
estar muy tristes un minuto y estar jugando al minuto siguiente). Este comportamiento es
usualmente interpretado de manera errónea como que "el niño no entiende" o "que ya rebasó la
etapa de dolor". Lo que sucede es que la mente del niño lo protege de experiencias que son
demasiado fuertes para afrontar a su edad. Los episodios de pena en los niños tienden a ser mas
cortos debido que ellos no pueden explorar de una manera racional todos su pensamientos y
sentimientos como lo hace un adulto. Además, los niños tienen dificultad en expresar
verbalmente sus sentimientos acerca de la pena, por lo que su comportamiento dice más que sus
palabras. Los sentimientos de rabia, y el miedo a morir o a ser abandonados pueden ser evidentes
en su comportamiento. Los niños tienden a jugar a hacerse el muerto para de esa manera resolver
sus temores y ansiedades. El jugar les es familiar, y por tanto es una forma segura de expresarse.
LA PENA Y LAS ETAPAS DEL DESARROLLO INFANTIL La muerte y los eventos que la
rodean se interpretan de diferentes formas dependiendo de la etapa de desarrollo en que se
encuentre el niño. Infantes Aunque los infantes (etapa del nacimiento hasta los 12-14 meses,
nota del traductor) no reconocen lo que es la muerte aún, los sentimientos de separación y
pérdida son parte del proceso de crear una conciencia de lo que es la muerte. Los niños que han
sido separados de sus mamás pueden exhibir una conducta apática, callada, y no responden a
sonrisas o arrullos. También pueden verse cambios físicos como pérdida de peso, desvelo y falta
de actividad. De 2 a 3 años de edad Los niños de esta edad suelen confundir la muerte con el
dormir y pueden sentir ansiedad a una edad muy temprana, incluso a los tres años. Como
reacción pueden exhibir pérdida del habla y angustia generalizada. De 3 a 6 años de edad A esta
edad los niños ven la muerte como una forma de dormir; la persona está viva pero limitada en
alguna forma. Estos niños no separan completamente la muerte de la vida y pueden pensar que la
persona todavía está viva, aun después de estar enterrada, y hacer preguntas sobre ella (por
ejemplo, cómo come, va al baño, respira o juega). Los niños de esta edad saben que la muerte es
física pero creen que es temporal, reversible y no definitiva. Su concepto de la muerte puede
tener un componente de pensamiento mágico. Por ejemplo, pueden creer que un pensamiento
malo suyo causó que la persona se enfermara o muriera. Los niños menores de cinco años
pueden exhibir trastornos en el comer, el dormir y el control de las funciones corporales. De 6 a
9 años de edad No es inusual que los niños en esta edad empiecen a mostrar curiosidad acerca
de la muerte, inclusive haciendo preguntas concretas acerca de lo que le pasa al cuerpo cuando
uno muere. Estos ven la muerte como si fuera una persona o un espíritu separado del individuo
que falleció, por ejemplo, un esqueleto, un fantasma, un ángel de la muerte o sencillamente "el
coco." Los niños pueden ver la muerte como algo definitivo y que amedrenta, pero que le pasa
más a la gente vieja (no a ellos). Los niños en este proceso de la pena pueden desarrollar fobia a
la escuela, problemas de aprendizaje, comportamiento agresivo o antisocial, volverse
extremadamente preocupados sobre su propia salud (por ejemplo, mostrando síntomas de
enfermedades imaginarias) y aislarse de los demás. También pueden convertirse en niños
sumamente apegados y dependientes de otros. Los varones típicamente manifiestan una conducta
más agresiva y destructiva (por ejemplo, portándose mal en la escuela), en vez de mostrarse
tristes abiertamente. El niño puede sentirse abandonado por ambos padres, tanto el que murió
como el que está vivo, ya que el padre que está vivo está inmerso en su propia tristeza y no es
capaz de brindarle el apoyo emocional que necesita. De 9 años de edad en adelante Para
cuando el niño cumple los 9 años, ve la muerte como algo inevitable y no como un castigo, y
para los 12, entiende que la muerte es irreversible y que le pasa a todo el mundo. En la sociedad
norteamericana, muchos de los adultos que atraviesan un proceso de duelo se aíslan y limitan su
comunicación con el mundo exterior. Los niños en cambio a menudo hablan con otras personas
(incluso extraños) como una forma de observar sus reacciones y encontrar pautas que les ayuden
a explorar sus propios sentimientos. El niño puede incluso hacer preguntas confusas como; "Yo
se que mi abuelo se murió, pero ¿cuando va a regresar?" Esto es una manera de probar la
realidad y confirmar que la historia de la muerte no ha cambiado. OTROS ASUNTOS SOBRE
LOS NIñOS Y LA PENA Hay tres temas prominentes en la expresión de la pena en los niños: (1)
¿Causé yo la muerte? (2)¿Me pasará esto a mí? (3)¿Quién me va a cuidar? ¿Causé yo la
muerte? Los niños frecuentemente creen que tienen poderes mágicos. Si la madre le grita en su
desesperación, "me vas a matar", y luego se muere, el niño puede pensar que él causó la muerte.
También sucede entre niños cuando después de una discusión uno dice (o piensa): "ojalá se
muera". Si ese niño muere luego, el niño que lo deseó puede creer que sus pensamientos fueron
los que provocaron la muerte. ¿Me pasará esto a mí? La muerte de otro niño es muy difícil de
aceptar. Si el niño piensa que la muerte se pudo haber evitado (ya sea por los padres o por el
doctor), puede temer que le vaya a pasar a él también. ¿Quién me va a cuidar? Debido a que los
niños dependen de los padres y otros adultos para sus cuidados y necesidades, la pérdida de
alguien importante les puede hacer sentir miedo de quién les va a cuidar. TRATAMIENTO DE
LA PENA INFANTIL El proceso de duelo de un niño podría facilitarse si nos mostramos
abiertos y honestos con él en nuestras discusiones sobre la muerte, usando un lenguaje directo e
integrando al niño en los ritos y ceremonias relacionadas al fallecimiento. Explicación de la
muerte El guardar silencio acerca de la muerte (lo cual indica que el tópico es tabú) no ayuda al
niño a afrontar la pérdida. Al hablar sobre la muerte con un niño, la explicación debe mantenerse
tan simple y directa como sea posible. Se le debe decir la verdad usando detalles suficientes para
su nivel de comprensión, y sus preguntas deben ser respondidas con honestidad y sin rodeos. A
los niños se les debe dar seguridad (a menudo se preocupan de si van a morir también, o si su
otro padre les va a abandonar). También se debe responder a todas sus preguntas, asegurándose
de que el niño entiende la información. Lenguaje Correcto Esta conversación debe incluir las
palabras apropiadas, como "cáncer", "muerte" y "murió". No se debe usar eufemismos tales
como "se fue al más allá", "está dormido" o "lo perdimos" porque pueden interpretarse mal y
confundir al niño. Planificación del sepelio Después de una muerte, los niños pueden y deben
ser incluidos en los planes para el sepelio y participar en él. Esto ayuda a los niños (y los adultos)
a recordar a la persona amada. A pesar de que los niños no deberían ser nunca forzados a
participar en estas ceremonias, se les debe animar a tomar parte en aquellos aspectos en los que
se sientan cómodos. Si el niño desea participar en el funeral o el velatorio, se le debe explicar en
detalle y por anticipado qué es lo que debe esperar. El padre o madre sobreviviente podría estar
muy ocupado(a) con su propia pena y no atender al niño como necesita, por lo que puede ser
bueno escoger un adulto de confianza o un familiar cercano para que ayude al niño durante el
proceso. Referencias y recursos sobre la pena infantil Existe una gran variedad de libros y
videos que pueden ser compartidos con los niños en proceso de duelo. Los siguientes están en
inglés.
1. Worden JW: Children and Grief: When a Parent Dies. New York: The Guilford Press,
1996. 2. Doka KJ, Ed.: Children Mourning, Mourning Children. Washington, DC: Hospice
Foundation of America, 1995. 3. Wass H, Corr CA: Childhood and Death. Washington, DC:
Hemisphere Publishing Corporation, 1984. 4. Corr CA, McNeil JN: Adolescence and Death.
New York: Springer Publishing Company, 1986. 5. Corr CA, Nabe CM, Corr DM: Death and
Dying, Life and Living. 2nd ed., Pacific Grove: Brooks/Cole Publishing Company, 1997. 6.
Grollman EA: Talking About Death: A Dialogue Between Parent and Child. 3rd ed., Boston:
Beacon Press, 1990. 7. Schaefer D, Lyons C: How Do We Tell the Children?: Helping
Children Understand and Cope When Someone Dies. New York: Newmarket Press, 1988. 8.
Wolfelt A: Helping Children Cope with Grief. Muncie: Accelerated Development, 1983. 9.
Walker A: To Hell with Dying. San Diego: Harcourt Brace Jovanovich, 1988. 10. Williams
M: Velveteen Rabbit. Garden City: Doubleday, 1922. 11. Viorst J: The Tenth Good Thing
About Barney. New York: Atheneum, 1971. 12. Tiffault BW: A Quilt for Elizabeth. Omaha:
Centering Corporation, 1992.
LA RESPUESTA CULTURAL SOBRE LA PENA Y EL DUELO La pena por la pérdida de un
ser querido, de algo que atesoramos o debido a un cambio drástico en nuestras vidas es una
manifestación universal que traspasa todas las culturas y edades. Sin embargo, aún no se
entiende completamente el papel que juega el aspecto cultural en la pena y el duelo. Las
actitudes, creencias y rituales relacionados con la muerte deben ser descritos acorde a los mitos y
misterios que la rodean en las diferentes culturas. Las experiencias individuales de la pena son
similares entre diferentes culturas. Esto resulta ser cierto aun cuando las culturas exhiben
distintas ceremonias de duelo, tradiciones y conductas para expresar la pena. El ayudar a una
familia a asimilar la muerte de un ser querido implica el respetar su herencia cultural e
incentivarlo a que decida como honrar al fallecido. Las siguientes son una serie de preguntas
importantes para formularles a las personas que han perdido a un ser querido.
1. ¿Cuales son los ritos y costumbres que se llevan a cabo en su cultura durante el proceso de
duelo, el funeral y el entierro? 2. ¿Cuales son las creencias de la familia acerca de lo que pasa
después de la muerte? 3. ¿Que tipo de expresiones emocionales se consideran apropiadas
ante la pérdida? 4. ¿Existe alguna regla sobre el rol que debe desempeñar cada miembro de
de la familia ante la muerte de un ser querido? 5. ¿Existe algún tipo de estigma ante
determinado tipo de muerte (como el suicidio) o existen ciertas clases de muerte que son
especialmente traumáticas para su grupo cultural (como la muerte de un niño)?
La muerte, la pena y el duelo son aspectos universales y naturales del proceso de la vida. Todas
las culturas han desarrollado prácticas que les ayudan a lidiar con la muerte, y el perturbar estas
prácticas puede interrumpir el necesario proceso de pena. El entender estas prácticas pueden
ayudar a los médicos a identificar el proceso del penar en pacientes de otras culturas. Date Last
Modified: 12/2000