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Día a día observamos que la violencia contra la mujer sigue siendo un grave problema social
que tiene diversas consecuencias para la salud, la economía y el desarrollo de las ciudades, ya
que se convierte en el primer enemigo de la comunidad, originando muchas veces la ruptura
de las relaciones entre padres, hijos y la familia en general, donde el poder lo ejerce el hombre
sobre la mujer y también sobre los niños.
Según el ENDES 2009, “esta manifestación del ejercicio de poder de una persona sobre otra,
puede ser expresada algunas veces a través de insultos, amenazas, coerciones, chantajes y/o
agresiones físicas, que afectan la salud física, sexual y/o psicológica de las personas que la
sufren, principalmente las mujeres y las niñas”.
Desde 1981, las militantes en favor del derecho de la mujer observan el 25 de noviembre como
el Día contra la violencia. La fecha fue elegida como conmemoración del brutal asesinato en
1960 de las tres hermanas Mirabal, activistas políticas de la República Dominicana por orden
del gobernante dominicano Rafael Trujillo (1930-1961) y el 20 de diciembre de 1993, la
Asamblea General aprobó la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer
(A/RES/48/104).
En tal sentido, el Ministerio de Salud a través de la Dirección General de Salud de las Personas,
dentro de la cual se encuentra la Estrategia Sanitaria Nacional de Salud Sexual y Reproductiva,
así como la Estrategia Sanitaria Nacional de Salud Mental y Cultura de Paz, al igual que la
Dirección General de Promoción de la Salud y la Oficina General de Comunicaciones vienen
promoviendo diversas acciones con la finalidad de continuar con la sensibilización para el
abordaje de este problema de salud pública.
El 38,8 por ciento de las mujeres alguna vez unidas manifestó haber sufrido violencia física por
parte de su esposo o compañero, como empujones, golpes, patadas, ataques o amenaza con
cuchillo u otra arma, forzó a tener relaciones sexuales sin su consentimiento, entre otras
formas.
Es cualquier acción o conducta que puede causar daños físicos, sexuales, psicológicos,
provocando incluso la muerte.
¿A QUIÉNES AFECTA?
A todos los sectores de la sociedad ya que no distingue clase, grupo étnico, nivel de ingresos,
cultura, educación, orientación sexual, religión o edad.
El 68,4 por ciento de las mujeres alguna vez unidas entrevistadas afirmaron que el esposo /
compañero ejerció alguna forma de control sobre ellas; situación que se presentó en mayor
proporción en el grupo de mujeres de 15 a 19 años de edad (75,1 por ciento) y en las mujeres
divorciadas, separadas o viudas (83,3 por ciento).
• Por área de residencia, la proporción de mujeres alguna vez unidas que tuvieron algún tipo
5de control de parte de su esposo o compañero fue similar en el área urbana y rural (68,3 y
68,7 por ciento, respectivamente). Por región natural, la mayor proporción fue en la Sierra
(71,5 por ciento). Según departamento, Apurímac presentó el mayor porcentaje (89,0 por
ciento), seguido de Huánuco (80,1 por ciento), Pasco (79,8 por ciento) y Ayacucho (79,2 por
ciento). De manera similar, entre las mujeres que tienen secundaria (71,1 por ciento) y
primaria (69,6 por ciento), y en las ubicadas en el quintil intermedio y segundo quintil de
riqueza (72,0 y 71,3 por ciento, respectivamente).
• Entre las formas de control, la insistencia en saber a dónde va la mujer fue la que presentó el
mayor porcentaje (51,5 por ciento), la cual tuvo predominancia en las mujeres de 15 a 19 años
(58,8 por ciento) y en las divorciadas, separadas o viudas (64,0 por ciento). Se observó que
esta forma de control es menor en las mujeres con nivel de educación superior (46,2 por
ciento).
• Asimismo, el mayor porcentaje fue en el área rural (55,5 por ciento), en la Sierra (57,9 por
ciento) y en Apurímac y Huánuco (76,8 y 72,5 por ciento, respectivamente) y los de menor
porcentaje fueron Moquegua (40,7 por ciento) y Tumbes (42,4 por ciento).
• Otra situación de control frecuente, fue la manifestación de celos (44,0 por ciento) y la de
menor proporción fue que el esposo o compañero desconfía de ella con el dinero (14,9 por
ciento), siendo las mujeres con nivel superior de educación y las ubicadas en el quintil superior
las que presentaron los menores porcentajes (9,7 y 9,4 por ciento, respectivamente).
Expresiones humillantes
• El 22,8 por ciento de las mujeres alguna vez unidas respondieron que habían atravesado
situaciones de violencia verbal a través de expresiones humillantes delante de otras personas.
En mayor proporción, ocurrió en las mujeres divorciadas, separadas o viudas (42,3 por ciento),
en las mujeres de 45 a 49 años de edad (28,0 por ciento), las de educación primaria y sin
educación (23,9 por ciento en promedio) y las ubicadas en el segundo quintil de riqueza (26,1
por ciento).
• Por área de residencia, la mayor proporción fue en el área urbana (23,4 por ciento), en la
Sierra y Selva (24,8 y 24,5 por ciento respectivamente). Según departamento, Pasco es el que
presentó el mayor porcentaje (41,7 por ciento), seguido por Cusco con 39,5 por ciento y Madre
de Dios con 35,6 por ciento, y el de menor porcentaje fue Cajamarca con 12,0 por ciento.
• El 38,8 por ciento de las mujeres alguna vez unidas manifestó haber sufrido violencia física
por parte de su esposo o compañero, como empujones, golpes, patadas, ataques o amenaza
con cuchillo u otra arma, forzó a tener relaciones sexuales sin su consentimiento, entre otras
formas.
• Según área de residencia, las mujeres del área urbana (39,3 por ciento) experimentaron
violencia física en mayor proporción que las del área rural (37,7 por ciento) y en la Selva y
Sierra con 42,3 por ciento y 40,9 por ciento, respectivamente. Según departamento, se
observó que en Apurímac (54,5 por ciento), Pasco (52,0 por ciento) y Cusco (50,1 por ciento),
por lo menos una de cada dos mujeres alguna vez unidas fue víctima de agresión física por
parte de su esposo o compañero.
• Respecto a las formas de violencia física que en mayor proporción declararon las mujeres
alguna vez unidas, fueron: “la empujó, sacudió o le tiró algo” (31,2 por ciento), “la abofeteó o
le torció el brazo” (24,9 por ciento), “la golpeó con el puño o con algo que pudo hacerle daño”
(21,9 por ciento) y “la pateó o arrastró” (15,4 por ciento).
• El 8,0 por ciento de las mujeres alguna vez unidas declaró haber soportado alguna forma de
violencia sexual, es decir, reportaron haber sido obligadas por su esposo o compañero a tener
relaciones sexuales. La ENDES Continua 2009 recogió información sobre la violencia ejercida
por el esposo o compañero cuando éste se encontraba bajo el efecto de licor y/o la droga.
Aproximadamente, seis de cada diez mujeres (57,1 por ciento) fueron agredidas alguna vez
bajo estas circunstancias, observándose que la mayor ocurrencia se presentó en las mujeres de
45 a 49 años (68,6 por ciento), en mujeres sin nivel de educación (73,1 por ciento) y las
ubicadas en el quintil inferior de riqueza (66,7 por ciento). Por estado civil, esta situación se dio
en proporciones altas tanto en las mujeres divorciadas, separadas o viudas como en las
casadas/unidas (60,3 y 56,3 por ciento respectivamente).
La violencia bajo los efectos del alcohol se presentó en mayor proporción en el área rural (64,3
por ciento), en la Sierra (64,8 por ciento) y por departamento en Apurímac (72,1 por ciento),
Arequipa (69,3 por ciento) y Cusco (65,6 por ciento).
Una de cada cinco mujeres (20,2 por ciento) fue agredida por su esposo o compañero bajo el
efecto del licor y/o drogas en los 12 meses anteriores a la entrevista; en mayor proporción se
presentó en mujeres de 20 a 24 años de edad (26,4 por ciento), casadas/unidas (22,5 por
ciento), sin nivel educativo (28,8 por ciento) y las ubicadas en el quintil inferior de riqueza
(25,4 por ciento).
Esta situación también se presentó en mayor proporción en el área rural (22,7 por ciento), en
la Sierra (23,5 por ciento) y en los departamentos de Loreto (30,0 por ciento), Cajamarca (27,3
por ciento), Arequipa y Huancavelica (27,2 por ciento, cada uno).
* Piensa que sólo con los golpes puede arreglar las cosas.
*No está dispuesto a aceptar las críticas sobre su conducta y no recibe consejos.
- Aceptar que en una relación, ambas personas son iguales y tienen los mismos derechos.