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CIVIL
CONTRATOS
El artículo 1437 señala cuáles son las fuentes de las obligaciones: "Las
obligaciones nacen, ya del concurso real de las voluntades de dos o más personas, como
en los contratos o convenciones; ya de un hecho voluntario de la persona que se
obliga, como en la aceptación de una herencia o legado y en todos los cuasicontratos;
ya a consecuencia de un hecho que ha inferido injuria o daño a otra persona, como en los
delitos y cuasidelitos; ya por disposición de la ley, como entre los padres y los hijos
sujetos a patria potestad".
LOS CONTRATOS
Ahora bien, atendiendo al número de partes cuya voluntad es necesaria para que
el acto jurídico se forme, los actos jurídicos se clasifican en unilaterales y bilaterales. Acto
jurídico unilateral es aquel que para nacer a la vida jurídica requiere de la manifestación
de voluntad de una sola parte. Por ejemplo, el testamento, la oferta, la aceptación, etc.
Acto jurídico bilateral, en cambio, es aquel que para nacer a la vida del derecho
requiere de la manifestación de voluntad de dos partes. La doctrina designa al acto
jurídico bilateral con el nombre de convención.
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Por su parte, el artículo 1438 establece que "Contrato o convención es un acto por
el cual una persona se obliga para con otra a dar, hacer o no hacer alguna cosa".
En doctrina, contrato y convención son conceptos claramente diferenciados. La
convención es el género y el contrato la especie. Ante la ley positiva, en cambio, las
expresiones son sinónimas, como claramente se advierte de los términos de los artículos
1437 y 1438.
Según el artículo 1445, "para que una persona se obligue a otra por un acto o
declaración de voluntad", es menester: 1º que sea legalmente capaz; 2º que consienta
en el acto o declaración y que el consentimiento no adolezca de vicios; 3º que recaiga
sobre un objeto lícito, y 4º que tenga una causa lícita.
En los contratos solemnes otra condición requisito es aún indispensable: la
observancia de las formas prescritas por la ley.
El artículo 1439 establece: "El contrato es unilateral cuando una de las partes se obliga
para con otra que no contrae obligación alguna; y bilateral, cuando las partes
contratantes se obligan recíprocamente".
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b) Solamente en los contratos bilaterales se plantea el problema de los riesgos, que
consiste en determinar si la extinción por caso fortuito de la obligación de una de las
partes extingue igualmente o deja subsistente la obligación de la otra.
En los contratos unilaterales el caso fortuito extingue. Como es lógico, las obligaciones de
la única parte obligada.
c) En fin, la regla del artículo 1552 establece que en los contratos bilaterales la mora
purga la mora, o, en otros términos, ninguna de las partes está en mora dejando de
cumplir lo pactado, mientras la otra no cumpla o esté pronto a cumplir sus obligaciones
recíprocas.
Ciertos contratos generan obligaciones sólo para una de las partes contratantes,
pero circunstancias posteriores a su celebración determinan que se obligue también
aquella parte que inicialmente no contrajo ninguna obligación.
Así ocurre, por ejemplo, en el comodato, en la prenda, en el depósito. En el
momento de perfeccionarse el contrato se obligan únicamente el comodatario, el acreedor
prendario, el depositario, sustancialmente, a restituir la cosa que les ha sido entregada.
A posteriori, sin embargo, pueden resultar obligados el comodante, el deudor
prendario y el depositante, especialmente, a reembolsar los gastos que haya ocasionado
la conservación de la cosa (artículos 2191, 2235, 2396).
Contrato oneroso o a título oneroso, pues, es aquel en que cada parte paga la
ventaja que reporta del contrato, es decir, recibe un beneficio a cambio de una
contraprestación actual o futura.
La compraventa es un contrato oneroso. Procura al vendedor una suma de dinero
a cambio de desprenderse de una cosa, y al comprador le brinda las ventajas de una
cosa a cambio del desembolso de una suma de dinero.
Contrato gratuito o a título gratuito, en cambio, es aquel en que una de las partes
se procura una ventaja sin que ello le demande un sacrificio, porque no debe suministrar
una contraprestación a cambio del beneficio que recibe. Son contratos gratuitos la
donación y el comodato.
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De lo anterior, resulta que los contratos bilaterales son siempre onerosos; al
obligarse ambas partes reportan un beneficio y soportan el gravamen que significa la
obligación recíproca.
Los contratos unilaterales son generalmente gratuitos. En el comodato, por
ejemplo, la gratuidad es de la esencia del contrato. Pero el contrato unilateral puede ser,
también, oneroso; tal es el caso del mutuo con intereses.
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Los contratos onerosos, que excepcionalmente son rescindibles por causa de
lesión, dejan de serlo cuando en lugar de ser conmutativos, revisten el carácter de
aleatorios. Tal es el caso de la compraventa de minas.
El contrato principal, por tanto, es el que tiene una vida propia e independiente,
como la compraventa, el arrendamiento, la sociedad.
El contrato accesorio, por el contrario, se caracteriza porque su finalidad es
garantizar el cumplimiento de una obligación y por su situación de dependencia con
respecto a la obligación garantizada.
Los contratos accesorios se denominan, en general, cauciones (artículo 46).
El interés de esta clasificación deriva de la aplicación del principio de que lo accesorio
sigue la suerte de lo principal. El contrato accesorio no puede subsistir sin una obligación
principal; por consiguiente, las causas que extinguen la obligación principal extinguen
igualmente las que provienen del contrato accesorio.
El contrato accesorio no puede subsistir sin una obligación principal, pero puede existir sin
ella. En otros términos, se concibe el contrato accesorio sin que exista aún la obligación
principal; pero es inconcebible que sobreviva a la extinción de la obligación principal. La
caución puede constituirse para garantizar una obligación futura y, en tal caso, existirá la
obligación accesoria antes que la principal.
CONTRATOS DEPENDIENTES
Finalmente, el artículo 1443 establece: "El contrato es real cuando, para que sea
perfecto, es necesaria la tradición de la cosa a que se refiere; es solemne, cuando está
sujeto a la observancia de ciertas formalidades especiales, de manera que sin ellas no
produce ningún efecto civil; y es consensual, cuando se perfecciona por el solo
consentimiento".
La regla general es que los contratos sean consensuales, esto es, que se
perfeccionen por el solo acuerdo de voluntades, con prescindencia de todo requisito de
forma.
El otorgamiento de un instrumento que constate el acuerdo de voluntades puede
tener importancia desde el punto de vista de la prueba. La falta de un acto escrito, en caso
de discusión, dificultará ciertamente la prueba, pero no obsta a que el contrato se
encuentre perfecto.
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El contrato solemne requiere la observancia de ciertas formas; no basta el
consentimiento de las partes para que se repute perfecto. El consentimiento de los
contratantes debe manifestarse o exteriorizarse mediante la observancia de las formas
legales.
El cumplimiento de determinadas formas se justifica por diversos motivos. Pone a
las partes a cubierto de un malentendido, atrae su atención acerca de la gravedad del
contrato que concluyen y les suministra una prueba preconstituida en caso de
controversia. Son contratos solemnes el matrimonio, la hipoteca, la compraventa de
bienes raíces.
En los contratos reales tampoco es suficiente el solo consentimiento de las partes;
es menester, además, la entrega o tradición de la cosa que es objeto del contrato 1. A esta
categoría de contratos pertenecen el comodato, el depósito, el mutuo, la prenda.
Contratos nominados son aquellos que tienen una individualidad acusada y, por lo
mismo, un nombre y una reglamentación legal.
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precio se pagará y la cosa se entregará treinta días después); la segunda, es aquella en
que las obligaciones se irán cumpliendo en distintos plazos, hasta que al cumplirse la
última de ellas, se extinga la relación jurídica. En la primera categoría, las obligaciones se
cumplen uno actu; en la segunda categoría, en diversos actos (aunque en ambas, se
cumplen en un plazo y no al momento mismo de celebrar el contrato, pues si así fuere, se
trataría de un contrato de ejecución instantánea). Por ejemplo: compraventa en la que las
obligaciones se cumplen en un cierto plazo; el mutuo (sea que se pague lo adeudado en
una cuota, sea que se pague en cuotas); contrato de construcción; contrato de apertura
de línea de crédito; etc.
Los contratos de tracto sucesivo o de ejecución sucesiva, son aquellos que en el
período de tiempo establecido por la ley o acordado por las partes, van renovando sus
efectos. Su cumplimiento va escalonándose en el tiempo, durante un lapso prolongado.
En estos contratos, la relación jurídica que vincula a las partes, tiene permanencia.
Ejemplos: contratos de arrendamiento, de sociedad y de trabajo. Estos contratos suelen
llevar una cláusula en cuya virtud sus efectos se van renovando por períodos similares,
salvo voluntad contraria de las partes. Cuando se verifica la renovación, se habla de
“tácita reconducción”.
Los contratos de duración indefinida son aquellos que nacen sin que las partes
fijen un plazo expreso o tácito de vigencia de los mismos, teniendo éstas la pretensión de
que se prolonguen en el tiempo, por períodos extensos: es el caso de sociedades que se
pactan a duración indefinida (como es sabido, algunas son más que centenarias), o de
arrendamientos pactados en la misma forma. La duración indefinida no implica, en modo
alguno, perpetuidad, como se aprecia en el caso del último contrato, en el que cualquiera
de las partes podría poner término al contrato, mediante el desahucio. El Código Civil
peruano llama a esta clase de contratos, como “contratos continuados”, señalando al
efecto el artículo 1365: “Artículo 1365º.- Fin de contratos continuados. En los contratos de
ejecución continuada que no tengan plazo convencional o legal determinado, cualquiera
de las partes puede ponerle fin mediante aviso previo remitido por la vía notarial con una
anticipación no menor de treinta días. Transcurrido el plazo correspondiente el contrato
queda resuelto de pleno derecho.”
Interés de la clasificación
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4º Respecto de la resciliación (artículos 1545 y 1567), cabe señalar tres aspectos:
No puede operar la resciliación, tratándose de contratos de ejecución instantánea,
pues es indispensable, para resciliar, que existan obligaciones pendientes de
cumplimiento;
Nada obsta resciliar un contrato de ejecución diferida, siempre que reste por
cumplir al menos una obligación;
Tratándose de contratos de tracto sucesivo y de aquellos celebrados por tiempo
indefinido, excepcionalmente, puede tener lugar la resciliación por voluntad
unilateral de uno solo de los contratantes: desahucio (arrendamiento y contrato de
trabajo, sea en este último caso desahucio propiamente tal, para cargos
gerenciales o de confianza, sea bajo la modalidad de la causal de “necesidades de
la empresa”).
5º En cuanto a la caducidad convencional del plazo o “cláusula de aceleración”, opera
sólo en los contratos de tracto sucesivo o en los de ejecución diferida.
6° En cuanto a la posibilidad de que se origine un subcontrato, ello sólo puede ocurrir
en los casos de contratos de ejecución diferida, de tracto sucesivo o de duración
indefinida, pero no en los de ejecución instantánea, según veremos más adelante, al
estudiar esta categoría contractual.
7º En cuanto a la posibilidad de aplicar la regla de la interpretación auténtica o de la
aplicación práctica del contrato, consagrada en el artículo 1564, inciso 3º del Código Civil:
como es evidente, no operará en los contratos de ejecución instantánea.
El contrato de libre discusión supone que las partes concluyen sus condiciones
como resultado de una libre deliberación. El contrato verdaderamente resume las
voluntades convergentes.
El contrato de adhesión, en cambio, se caracteriza porque una de las partes
formula las condiciones del contrato y la otra se limita a prestar su aprobación o adhesión
a dichas condiciones. El contrato de adhesión es aquel cuyas cláusulas son redactadas
por una sola de las partes, limitándose la otra a aceptarlas en bloque, adhiriéndose a
ellas. Como destaca Messineo, la falta de negociaciones y de discusión, así como
también de participación en la determinación del contenido del contrato, que es propia de
la adhesión, implica una situación de disparidad económica y de inferioridad psíquica para
el contratante débil. Como señalan Colin y Capitant, aludiendo a los contratos de
adhesión, “por su esencia misma, el contrato supone dos voluntades independientes e
iguales que debaten y discuten libremente las condiciones de su acuerdo. Ahora bien,
semejante situación se encuentra raramente realizada en la práctica. Aún en los contratos
en que intervienen dos partes solamente, hay casi siempre una que se encuentra en una
situación económica más fuerte que la de la otra y que establece la ley del contrato (…)
Esta desigualdad económica entre las dos partes es algunas veces tal, que la
independencia de una de ellas se encuentra casi enteramente paralizada. Ocurre esto en
el contrato de trabajo con el obrero, que se emplea en la industria de un patrono, en el
contrato de seguro con el asegurado, al que la Compañía impone las condiciones
generales en la póliza del seguro, con el particular que trata con una Sociedad que
explota un servicio público de transportes, de agua, de alumbrado, etc. (…) Se designa
hoy a los contratos de la clase de los que acabamos de indicar con el nombre de
contratos de adhesión, para indicar bien el papel borroso que representa la voluntad más
débil de los contratantes.”
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Frente a quienes han llegado a sostener que el contrato de adhesión no tendría en verdad
un carácter contractual, atendida la falta de independencia de los contratantes e
imposibilidad para uno de ellos de discutir los términos del vínculo proyectado, Colin y
Capitan agregan que “De hecho, semejante observación es, acaso, fundada. En derecho
es inexacta. Con razón han persistido los jurisconsultos en ver en los contratos de
adhesión verdaderos contratos. El que se adhiere a las condiciones que se le proponen
es, en realidad, libre para no aceptarlas; puede rechazarlas en bloque, y, por
consiguiente, cuando las acepta, da, sin duda, su consentimiento. Sería entrar en
dificultades invencibles negar a tales operaciones el carácter contractual.”
Nuestro Código Civil no reglamenta los contratos de adhesión, pero cada día han
ido cobrando mayor fuerza. Por ejemplo: los contratos suscritos con Isapres,
Administradoras de Fondos de Pensiones, compañías de seguros, de cuenta corriente
bancaria, de líneas de crédito bancarias o abiertas en casas comerciales, etc. También
operan en el ámbito del suministro de servicios básicos, como los relativos a energía
eléctrica, agua potable, gas, etc. Responden estos contratos a la masificación de dichas
relaciones jurídicas, a la exigencia de una rápida conclusión y a la necesidad de unificar
relaciones semejantes. Constituyen los contratos de adhesión una realidad insoslayable
en el mundo de los negocios. Constituyen “un instrumento indispensable en un sistema de
producción y de distribución de masas.” No cabe duda que el contrato de adhesión
presenta beneficios para la actividad económica. Uno de tales beneficios es la “reducción
de costos de transacción que permite el contrato de adhesión, cuando la totalidad de
estos costos los asume el ofertante. Es decir, se tiene la ventaja que los costos de
asesoría, redacción, debate y relaciones precontractuales y el tiempo que demoran los
asume el ofertante y ofrece un ‘producto final’ al aceptante.” El contrato de adhesión
“permite además un mejoramiento de la gestión de la empresa. Facilita la división de las
tareas en el seno de la empresa al concentrar el trabajo jurídico; reduce las necesidades
de comunicación; facilita la planificación.” No se trata entonces de demonizar los contratos
de adhesión, sino de hacerlos más equitativos. Obtener, en otras palabras, que la
reducción de costos para el ofertante, redunde también en un beneficio para el
destinatario de la oferta, que puede adquirir bienes y servicios a un menor precio.
El primero que se refirió a la materia fue el jurista francés Raymond Saleilles, quien
en su obra “De la declaración de voluntad”, publicada en 1901, sostuvo que existía en el
Derecho contemporáneo cierto género de convenciones en las que no se presentaba el
acuerdo de voluntades que debía constituir el nudo central de todo contrato y, en las que,
en consecuencia, uno de los contratantes es el que dicta “la ley del contrato.” Postuló
entonces Saleilles que estos actos no podían explicarse mediante la aplicación de la
teoría contractual tradicional, porque en realidad eran actos producto de una sola voluntad
y dio a los mismos la denominación de contratos de adhesión. En efecto, escribía Saleilles
que “hay unos pretendidos contratos que no tienen de contratos más que el nombre (…) a
falta de una mejor definición, podrían llamarse contratos de adhesión, en los cuales existe
la predominancia exclusiva de una sola voluntad.” Al poco tiempo, otro jurista francés,
Georges Dereux, concluyó que la expresión correcta era la de “contratos por adhesión”,
puesto que “se quiere designar una convención realizada por la simple adhesión de una
persona a una oferta cuyos términos no ha podido discutir.” A pesar de la rectificación
propuesta por Dereux, se mantuvo en los textos la denominación acuñada por Saleilles,
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aunque en la obra de los autores nacionales Tapia y Valdivia, ellos optan por la propuesta
por Dereux.
En lo que respecta a la doctrina nacional, Arturo Alessandri Rodríguez también se
plegó a la doctrina contractualista, señalando al efecto que “en estos contratos hay
consentimiento, ya que el adherente ha podido perfectamente elegir entre contratar y no
hacerlo; y en realidad, casi todos los contratos son de adhesión, porque se forman
mediante la oferta, en que una de las partes fija las condiciones y la aceptación, en que la
otra parte se limita lisa y llanamente a admitirlas o rechazarlas.” Concluía Alessandri, en
términos premonitorios, afirmando: “No puede, pues, alegarse la eficacia de estos
contratos, que corresponden a las necesidades de la vida real; y si ellos tienen algún
inconveniente, puede fácilmente subsanarse si la ley restablece el equilibrio roto, lo que
puede hacer prohibiendo la estipulación de ciertas cláusulas onerosas, o haciendo
obligatorias otras destinadas a amparar al contratante más débil; mientras tanto los
tribunales hacen bien en interpretar estos contratos a favor de las partes menos
favorecidas.” Entre los autores chilenos contemporáneos, Jorge López Santa María
admite también que estamos ante una clase de contrato, de características particulares,
según veremos. Por su parte, Mauricio Tapia y José Miguel Valdivia concluyen en igual
sentido: “Aunque la voluntad del adherente sea ‘borrosa’ y se limite a la mera aceptación
del contrato de adhesión, es su consentimiento el que desencadena sus efectos. Por ello,
el contrato por adhesión es un auténtico contrato, al que se aplican las reglas generales
en materia de formación del consentimiento, capacidad, objeto, causa, interpretación y
sanciones de ineficacia. No obstante, la oferta y la imposición (de las cláusulas por una de
las partes) a que se ha aludido justifican un tratamiento particular respecto de los
requisitos de publicidad de sus cláusulas, el control de su contenido, la interpretación de
la voluntad de las partes y el alcance de la nulidad, que no desnaturalizan sino confirman
su carácter eminentemente contractual.”
En síntesis, parece más razonable admitir que nos encontramos ante un contrato y
no ante un acto jurídico unilateral impuesto por una persona. Pero aceptado que sea que
nos encontramos ante un contrato, surge la interrogante siguiente: ¿nos encontramos
ante un contrato de naturaleza particular o especial, que por sus características debiera
ser excluido del régimen de derecho común aplicable a los contratos, o sencillamente se
trata de contratos en los cuales se han incorporado nuevas modalidades, a consecuencia
de las transformaciones experimentadas en la actividad económica, y que no obstante lo
anterior, en lo esencial, continúan rigiéndose por las normas contractuales de derecho
común? Intentaremos responder la interrogante, a la luz de las características que serían
propias de estos contratos.
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sus fines no son de interés colectivo y que por su importancia y por los servicios que rinde
a la sociedad no sea digna por tal causa de atraer la atención del Estado?”
Así las cosas, Roberto Brebbia señala que si no se pueden precisar los caracteres
de los contratos de adhesión, si no es posible distinguirlos netamente de las demás
figuras contractuales, quiere decir que, a juicio de este autor, no existe jurídicamente dicha
clase de contratos. No existen en realidad los contratos de adhesión. Lo que sí existe son
nuevas modalidades en los actos jurídicos como producto de la evolución industrial y
económica de las sociedades contemporáneas. Estas nuevas modalidades que han dado
origen a la teoría de la adhesión, pueden resumirse de la siguiente forma:
1. La oferta tiene un carácter general y permanente.
2. La oferta emana de un contratante que goza de un monopolio de hecho o de
derecho o de una gran potencia económica.
3. El objeto del contrato es la prestación de un servicio privado de utilidad pública.
4. La oferta se presenta bajo la forma de un contrato tipo cuyas cláusulas esenciales
no pueden discutirse.
5. El contrato contiene una serie de cláusulas concebidas en exclusivo interés del
ofertante.
Para López Santa María, los signos distintivos del contrato de adhesión serían los
siguientes:
1º Se trata de contratos estrictos o rígidos, en el sentido que el adherente nada puede
cambiar, se encuentra ante un “contrato-tipo”. Existe un obvio desequilibrio en el poder
negociador de los contratantes. El destinatario de la oferta, siendo el más débil, no puede
discutirla, circunscribiéndose a aceptarla. Esta característica engloba los elementos de
predisposición o redacción anticipada del contrato y de imposición de sus cláusulas.
2º Son generales o impersonales, usualmente, van dirigidos al público en general. La
oferta está destinada a toda una colectividad o grupo de contratantes potenciales. En todo
caso, cabe advertir que la generalidad no es un elemento indispensable para configurar
un contrato de adhesión; por ello, las normas de los contratos de adhesión se aplicarán
aun cuando estemos ante un contrato redactado por el oferente para un caso particular.
3º Son permanentes: la oferta se formula por un determinado plazo, usualmente
prolongado. La oferta suele mantenerse vigente mientras su autor no la retira o modifica.
4º Minuciosidad: la oferta es pormenorizada, reglamentándose todos los aspectos de
la convención, aún aquellos extremadamente hipotéticos o improbables.
La doctrina ha propuesto diversas vías para remediar los inconvenientes que surgen del
contrato de adhesión. Las examinaremos a continuación:
Intervención del legislador: como señala Brebbia, “El primer remedio y, tal vez el más
eficaz, es la intervención legislativa en las relaciones contractuales, con el fin de nivelar la
balanza caída del lado del contratante económicamente más fuerte. La voluntad privada
debe ceder así ante la regla obligatoria de orden público.” A través de leyes y normas
reglamentarias, se produce un “intervencionismo estatal tendiente a evitar situaciones de
perjuicio y desigualdad para un determinado sector de la población (arrendatarios,
consumidores, etc.) que, de otra manera, se vería aplastado por el poder económico
superior de otro sector circunstancialmente preponderante.
La intervención legislativa, como mecanismo de control de los contratos de adhesión,
puede asumir dos formas: un control abstracto y un control concreto. El primero es el que
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se le concede a órganos administrativos del Estado que controlan el contenido de las
condiciones generales de los contratos (al que aludiremos en el número 2). El segundo,
es el que realizan los órganos jurisdiccionales. Este último es que más difusión ha tenido
en el derecho comparado.
Para López Santa María, la intervención del legislador da origen a una categoría
contractual especial, la del contrato dirigido. Expresa dicho autor: “En los casos marcados
de abusos de los oferentes, v. gr., en los contratos individuales de trabajo, en los
arrendamientos, en los contratos de edición, el legislador ha intervenido reglamentando
imperativamente las cláusulas más relevantes de estos contratos, cautelando así los
intereses de los débiles (…) La intervención del legislador es tanto más fructífera cuando
en lugar de reprimir, en ciertos casos y a posteriori, los abusos de quien dicta la
convención –como ocurre con cualquiera solución jurisprudencial- permite anticiparse a la
adhesión, evitándola de manera general respecto a todos los casos de conclusión de la
especie de contrato que el legislador reglamenta. Esta intervención del legislador, que ha
dado a luz el llamado contrato dirigido, era indispensable.”
De esta forma, concluye López Santa María, “En las situaciones subsanadas por el
legislador por medio de la transformación de los contratos de adhesión en contratos
dirigidos o reglamentados imperativamente, la contratación deja de ser la imposición de la
voluntad de una de las partes. Tanto el oferente como el aceptante, en el contrato dirigido,
consienten en vincularse por un marco legal preestablecido. De esta manera, los
contratos de adhesión más característicos han sido sometidos a un estatuto de orden
público que, previendo la protección del contratante más débil, atribuye carácter
obligatorio a ciertas cláusulas, o prohíbe otras.”
Sin perjuicio de aceptar como una herramienta idónea la del intervencionismo del Estado
a través de la imposición de cláusulas, puede resultar, como la experiencia lo ha
demostrado, una práctica muy peligrosa. Recuérdese, por ejemplo, lo dispuesto en Chile,
en algunas épocas, en las leyes relativas al arrendamiento de predios urbanos, que
establecían que, en algunos casos, la renta anual de arrendamiento no podía exceder de
cierto porcentaje del avalúo fiscal del predio, situación que a la postre se tornó abusiva
para los arrendadores, protegiéndose en exceso a los arrendatarios, especialmente si
tenemos en cuenta que el avalúo fiscal de los inmuebles suele estar muy alejado del valor
venal de los mismos.
Homologación de los contratos: una segunda vía utilizada por el legislador para
morigerar los efectos negativos de los contratos de adhesión, consiste en “La
homologación por el poder público de los modelos de contratos estandarizados que van a
ofrecerse después a los consumidores. Todo contrato redactado e impreso de antemano,
para ser propuesto a los adherentes, previamente debería someterse al control y a la
autorización de una determinada autoridad, la que se preocuparía, justamente, de tutelar
los intereses de los futuros aceptantes.” Un ejemplo de esta modalidad de control, es el de
los contratos de seguros, ya que de conformidad a lo dispuesto en la Ley número 18.660,
la Superintendencia de Valores y Seguros tiene la obligación de mantener un registro
público de los modelos de los textos de las pólizas y de sus modificaciones, quedando
vedado a las compañías de seguros proponer a sus clientes modelos de contratos que no
hubieren sido previamente aprobados por el citado organismo.
Otro caso en nuestra legislación, es aquél contemplado en la Ley número 19.496, Título V,
“Del sello SERNAC, del servicio de atención al cliente y del Sistema de Solución de
Controversias”. Este título fue introducido por la Ley número 20.555, publicada en el Diario
Oficial de fecha 5 de diciembre de 2011, llamada “Ley de Sernac Financiero”. Conforme al
artículo 55 de la Ley número 19.496, el Servicio Nacional del Consumidor deberá otorgar
un “sello SERNAC” a los contratos de adhesión:
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de los Bancos e instituciones financieras;
de los establecimientos comerciales;
de las compañías de seguros;
de las cajas de compensación;
de las cooperativas de ahorro y crédito;
de otros proveedores de servicios crediticios, de seguros, y en general, de
cualquier producto financiero.
i) Que el Servicio Nacional del Consumidor constate que todos los contratos de adhesión
que ofrezcan y que más adelante indicaremos, se ajustan a la Ley número 19.496 y a sus
disposiciones reglamentarias.
ii) Que cuenten con un servicio de atención al cliente que atienda las consultas y reclamos
de los consumidores.
iii) Que permitan al consumidor recurrir a un mediador o a un árbitro financiero que
resuelva las controversias, quejas o reclamaciones, en el caso de que considere que el
servicio de atención al cliente no ha respondido satisfactoriamente sus consultas o
reclamos por cualquier producto o servicio financiero del proveedor que se otorgue en
virtud de un contrato de adhesión de los señalados con antelación.
Agrega el artículo 55 que los proveedores de productos y servicios financieros que deseen
obtener el sello SERNAC deberán someter a le revisión del Servicio Nacional del
Consumidor todos los contratos de adhesión que ofrezcan, relativos a los siguientes
productos y servicios financieros:
tarjetas de crédito y de débito;
cuentas corrientes, cuentas vista y líneas de crédito;
cuentas de ahorro;
créditos hipotecarios;
créditos de consumo;
condiciones generales y condiciones particulares de los contratos colectivos de
seguros de desgravamen, cesantía, incendio y sismo, asociados a los productos y
servicios financieros indicados con antelación, sea que se encuentren o no sujetos
al régimen de depósito de modelos de pólizas, conforme a lo dispuesto en la letra
e) del artículo 3º del Decreto con Fuerza de Ley número 251, de 1931, del
Ministerio de Hacienda.
Los demás productos y servicios financieros de características similares a los
señalados precedentemente que señale el reglamento de la ley.
El Servicio Nacional del Consumidor tendrá 60 días para pronunciarse sobre una solicitud
de otorgamiento de sello SERNAC, contado desde la fecha de recepción del o los
contratos respectivos, en la forma que determine dicho Servicio mediante resolución
exenta.
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Si el Servicio Nacional del Consumidor no se pronuncia en el plazo de 60 días o en su
caso en el plazo extendido conforme a lo antes señalado, el o los contratos sometidos a
su conocimiento contarán con sello SERNAC por el solo ministerio de la ley.
Conforme al artículo 55 B, el proveedor que tenga contratos con sello SERNAC y ofrezca
a los consumidores la contratación de un producto o servicio financiero de los
enumerados en el artículo 55 mediante un nuevo contrato de adhesión, deberá someterlo
previamente al Servicio Nacional del Consumidor para que éste verifique el cumplimiento
de las condiciones establecidas en dicho artículo. Lo mismo ocurrirá si el contrato que
cuente con sello SERNAC fuere modificado.
El sello SERNAC se podrá revocar mediante resolución exenta del Director del Servicio
Nacional del Consumidor, fundada en alguna de las causales previstas en el artículo 55 C
(por ejemplo, cuando por causas imputables al proveedor de los productos o servicios
financieros, se han infringido algunas de las condiciones previstas en el Título V de la Ley;
o por haberse dictado sentencias definitivas ejecutoriadas que declaren la nulidad de una
o más cláusulas de un contrato de adhesión; o por haberse aplicado multas por
infracciones a lo dispuesto en la Ley en relación con los productos o servicios financieros
ofrecidos a través de un contrato con sello SERNAC, etc.).
La resolución que niegue el otorgamiento del sello SERNAC o que lo revoque, será
reclamable ante el Ministerio de Economía, Fomento y Turismo, en el plazo de 10 días
hábiles contado desde su notificación al proveedor. La reclamación deberá resolverse en
el plazo de 15 días hábiles desde su interposición.
El registro del contrato de adhesión reporta ventajas tanto para el proveedor como para el
consumidor. Para el proveedor, porque le confiere mayor prestigio comercial; es
considerado un proveedor confiable; facilita la solución de controversias; le da mayor
certidumbre. Para el consumidor, porque tendrá mayor seguridad al contratar un producto
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o servicio; le permite presumir la buena fe del proveedor; y se sabe amparado por la
“Procuradoría Federal del Consumidor.”
Ampliación del ámbito de aplicación de la lesión enorme: a partir del Código Civil
alemán de 1900 (artículo 138, citado), se ha abierto camino una nueva concepción de la
lesión enorme, que permite neutralizar los casos ostensibles de abusos del oferente sobre
el adherente. En tal sentido, frente a una concepción restringida de la lesión enorme en
nuestro Derecho, circunscrita a muy pocos casos, el más importante de ello a la
compraventa voluntaria de inmuebles, el Código Civil alemán declara nulo cualquier acto
jurídico por el cual alguien, explotando la necesidad, la ligereza o la inexperiencia de otro,
obtiene, a cambio de una prestación, ventajas patrimoniales que se hallen en
desproporción chocante con el valor de dicha prestación. Como dice López Santa María,
esta concepción amplia de la lesión, que tipifica el vicio de un modo genérico, aplicable
respecto de todos los actos jurídicos en que haya explotación del otro contratante,
presupone una sólida confianza ciudadana en los jueces, quienes asumen su papel de
censores, revestidos del poder discrecional que con frecuencia es indispensable para
administrar justicia. El Código Civil italiano, a su vez, en la misma línea, establece,
aludiendo a la acción general de rescisión por lesión, que si hubiere desproporción entre
la prestación de una de las partes y la de la otra y la desproporción dependiese del estado
de necesidad de una de ellas, de la que se ha aprovechado para obtener ventaja, la parte
damnificada podrá demandar la rescisión del contrato.
A. Gormaz R. 16
En parte como un modo de impedir o al menos morigerar la eventual inequidad que
supone para una de las partes el contrato de adhesión, se promulgó la Ley número
19.496, que establece normas sobre protección de los derechos de los consumidores.
En el marco de esta ley, se define el contrato de adhesión como aquél cuyas cláusulas
han sido propuestas unilateralmente por el proveedor sin que el consumidor, para
celebrarlo, pueda alterar su contenido. Esta ley ha constituido un avance para frenar los
eventuales abusos en que puede incurrir quien redacta el contrato. Especialmente
importantes son las normas de equidad en las estipulaciones y en el cumplimiento de los
contratos de adhesión (art. 16). Se dispone al respecto que no producirán efecto alguno
en los contratos de adhesión las cláusulas o estipulaciones que:
otorguen a una de las partes la facultad de dejar sin efecto o modificar a su solo
arbitrio el contrato o suspender unilateralmente la ejecución del contrato;
Establezcan incrementos de precios por servicios, accesorios, financiamientos o
recargos, salvo que dichos incrementos correspondan a prestaciones adicionales;
Pongan de cargo del consumidor los efectos de deficiencias, omisiones o errores
administrativos, cuando ellos no les sean imputables;
Inviertan la carga de la prueba en perjuicio del consumidor;
Contengan limitaciones absolutas de responsabilidad frente al consumidor.
Incluyan espacios en blanco, que no hayan sido llenados o inutilizados antes de
que se suscriba el contrato.
En contra de las exigencias de la buena fe, atendiendo para estos efectos a parámetros
objetivos, causen en perjuicio del consumidor, un desequilibrio importante en los derechos
y obligaciones que para las partes se deriven del contrato. Para ello se atenderá a la
finalidad del contrato y a las disposiciones especiales o generales que lo rigen. Se
presumirá que dichas cláusulas se encuentran ajustadas a exigencias de la buena fe, si
los contratos a que pertenecen han sido revisados y autorizados por un órgano
administrativo en ejecución de sus facultades legales.
Como destaca Messineo, algunos contratos se califican y forman un grupo aparte por el
hecho de que la persona de uno de los dos contratantes y a veces de ambos es elemento
esencial, en el sentido de que un interés cualquiera ha inducido a uno de los contratantes
a escoger una persona determinada porque está dotada de cualidades o aptitudes
particulares, o de una especial pericia técnica, etc. Tal es el contrato intuitu personae
(alocución latina que significa “en atención a la persona”). Esta figura de contrato se
vincula con la de la obligación de hacer no fungible, considerando que el contrato,
usualmente, origina una obligación de ese tipo. Es decir, esta figura se presenta
especialmente en el caso que esté en juego una colaboración (casi siempre de carácter
continuado) entre los contratantes, en la que el elemento de la confianza personal
adquiere una importancia especial. Los casos principales corresponden, en el ámbito
patrimonial, al contrato de mandato, de comodato, de arrendamiento de servicios, de
transacción, de depósito, de donación, de sociedad (la de personas, que regula el Código
Civil, no la de capitales), el contrato de trabajo, etc., y en el ámbito extrapatrimonial,
ciertamente el contrato de matrimonio.
Las consecuencias más importantes de los contratos “intuitu personae” son las siguientes:
La esencialidad del error en la persona del otro contratante, que dará derecho a
solicitar la rescisión del contrato;
A. Gormaz R. 17
La pretensión del otro contratante a que el contrato sea ejecutado personalmente
por la contraparte y no por otros, con el consiguiente derecho de rehusarse a
recibir la prestación si ésta fuese obra de otra persona;
La intransmisibilidad del contrato al heredero del sujeto a quien incumbe la
prestación;
La imposibilidad de ceder los derechos y las obligaciones que origina el
contrato.145
Por el contrario, cuando la persona concreta del contratante es jurídicamente indiferente,
estamos ante un contrato impersonal. En estos casos, el contrato no se celebra en
consideración a la persona del otro contratante. Cualquiera podría ser la contraparte. Por
ende, el error no será esencial ni dará derecho a pedir la rescisión del contrato; será
admisible la ejecución por un tercero extraño al contrato (como ocurre cuando se debe,
por ejemplo, una suma de dinero); operará la transmisión del contrato al heredero del
contratante fallecido; será factible que cualquiera de las partes haga cesión del contrato y
sea entonces sustituido por un tercero en la relación jurídica, etc.
A. Gormaz R. 18
El contrato de corretaje o mediación (en este caso, la obligación que asume una
de las partes es con el corredor o intermediario, y no con la otra parte actual o
futura, con la que celebrará el contrato definitivo);
Entre los contratos preparatorios especiales, son los más usuales:
En el ámbito procesal, el contrato preparatorio de arbitraje o cláusula
compromisoria (se acuerda someter un litigio, actual o eventual, a la jurisdicción
arbitral, sin designarse todavía al árbitro);
El pacto o promesa de preferencia;
La compraventa con pacto de retroventa (que para la mayoría de los autores, es
una venta bajo condición resolutoria ordinaria: art. 1881);
El contrato de apertura de crédito o línea de crédito (en su virtud, un Banco, por
ejemplo, se obliga a proporcionar préstamos en favor de cierta persona, fijándose
desde ya la tasa de interés, los plazos máximos de vencimiento y demás
particularidades de los mutuos, cumplida que sean por el futuro mutuario
determinadas condiciones, usualmente la constitución de garantías, el alzamiento
de garantías constituidas en favor de otro acreedor, presentación de balances,
estados de situación patrimonial, etc.); y
El contrato de suscripción de acciones de una sociedad anónima en formación.
El ejemplo más típico es el contrato colectivo de trabajo, que obliga a todos los
trabajadores del sindicato que lo ha celebrado. Es más, las estipulaciones del mismo se
entienden incorporadas a cada uno de los respectivos contratos individuales, teniendo la
misma fuerza obligatoria.
A. Gormaz R. 19
pertenecen a la esfera del Derecho de Familia, pero en cuanto tienen un contenido
puramente patrimonial, no son contratos de familia; tal es el caso de las capitulaciones
matrimoniales convenidas antes del matrimonio, cuando generan derechos y obligaciones
para los esposos; y el pacto mediante el cual se atribuye el ejercicio de la patria potestad,
a aquél de los padres que no tenga el cuidado personal del menor (artículo 245, inciso 2º
del Código Civil).
Se formula ésta clasificación según si el contrato nace de una sola vez o por un
solo acto, por el mero acuerdo de las voluntades, en cuyo caso estaremos ante contratos
de formación instantánea; o si por el contrario, el contrato requiere para nacer de un
proceso de negociación previo, en el cual los interesados van acercando posiciones y
consensuando las diversas materias que el contrato regulará, en cuyo caso estaremos
ante un contrato de formación progresiva. En estos últimos contratos, aunque ellos
nazcan por un solo acto, existe una fase anterior, de carácter precontractual, que resulta
imprescindible para el nacimiento del acto jurídico.
Interesa esta clasificación, para determinar si puede o no operar la responsabilidad
precontractual, cuestión propia de los contratos de formación progresiva, cuando éstos no
llegan a celebrarse por el retiro de le negociación por una de las partes. En cambio, en los
contratos de formación instantánea no se presenta cuestión alguna vinculada con la
responsabilidad precontractual.
Por cierto, no debemos confundir los contratos de formación progresiva con los
contratos de ejecución progresiva, pues en éstos, no se atiende al tiempo requerido para
que el contrato nazca, sino al tiempo estipulado para que el contrato se cumpla.
El artículo 1444 dispone: "Se distinguen en cada contrato las cosas que son de su
esencia, las que son de su naturaleza y las puramente accidentales".
c) Por último, son cosas accidentales del contrato "aquellas que ni esencial ni
naturalmente le pertenecen, y que se le agregan por medio de cláusulas especiales".
A. Gormaz R. 20
Las cosas accidentales, por tanto, sólo pertenecen al contrato por acuerdo especial de las
partes contratantes. Por ejemplo, es una cosa accidental del contrato la estipulación de un
plazo para efectuar el vendedor la entrega de la cosa vendida o la facultad del comprador
de pagar el precio por cuotas.
El artículo 1545 precisa cual es la fuerza que el contrato tiene entre las partes:
"Todo contrato legalmente celebrado es una ley para los contratantes, y no puede ser
invalidado sino por su consentimiento mutuo o por causas legales".
Las expresiones del artículo 1545, tomadas del Código francés, indican de una
manera singularmente enérgica la fuerza obligatoria del contrato.
Para los contratantes, el contrato constituye una verdadera ley particular, a la que
deben sujetarse en sus mutuas relaciones del mismo modo que a las leyes propiamente
dichas.
2
El artículo 1165 del Código Civil francés formula expresamente esta regla : "Las convenciones no tienen efecto
sino entre las partes contratantes; no perjudican a terceros, ni les aprovechan sino en caso previsto en el artículo 1121".
A. Gormaz R. 21
las normas que han de regir sus relaciones y que tales normas tienen para ellas la fuerza
de una verdadera ley.
Por lo mismo, las estipulaciones del contrato se imponen también a los jueces,
quienes deben respetarlo para que sea acatada la voluntad contractual.
El juez no puede, por tanto, alterar lo estipulado en el contrato legalmente
celebrado, eximiendo a las partes de las obligaciones que les impone, o atribuyéndole un
significado diverso del que los contratantes le atribuyeron. No es lícito a los tribunales, con
el pretexto de interpretarlo, desnaturalizar las estipulaciones del contrato, desconocer lo
pactado por los contratantes y hacerles producir efectos no queridos por las partes o
contrarios a los preceptos legales que los rigen.
Al proceder de esta manera, se viola la ley contrato o, mejor dicho, se infringe el
gran principio que consagra el artículo 1545 de que los contratos legalmente celebrados
son una ley para las partes contratantes3.
LIMITACIONES AL PRINCIPIO
El contrato válido debe respetarse y cumplirse con dos únicas excepciones: a) que
las partes acuerden dejarlo sin efecto; y b) que la ley autorice expresamente dejarlo sin
efecto por determinadas causas.
EJECUCIÓN DE BUENA FE
El artículo 1546 establece otra regla fundamental relativa a los efectos del contrato
entre las partes contratantes: "Los contratos deben ejecutarse de buena fe, y por
consiguiente obligan no sólo a lo que en ellos se expresa, sino a todas las cosas que
emanan precisamente de la naturaleza de la obligación, o que por la ley o la costumbre
pertenecen a ella".
La buena fe contractual tiene como natural corolario que el contrato no sólo obliga
a aquello que fue materia de una expresa estipulación. Sin que sea necesario un expreso
acuerdo de voluntades, se entienden incorporadas al contrato las cosas que son de su
naturaleza, aquellas que la ley indica supliendo el silencio de los contratantes y las que la
costumbre considera inherentes a la clase de contrato de que se trata.
3
La Corte Suprema admite en la actualidad la procedencia del recurso de casación en el fondo por infracción de la ley del
contrato.
A. Gormaz R. 22
PRINCIPIO DE LA AUTONOMÍA DELA VOLUNTAD
Los contratos, pues, aprovechan o perjudican a los herederos de modo que sus efectos
puede invocarse por ellos o contra ellos. Pero esta regla tiene excepciones:
Se exceptúan, desde luego, aquellos contratos que se celebran intuito personae,
como el mandato, la sociedad. La del contratante pone fin a los efectos del
contrato.
Exceptúanse, asimismo, los contratos de que derivan derechos personalísimos,
como los de habitación y uso. El derecho de usufructo tampoco es transmisible a
los herederos del titular.
Puesto que la ley no ha prohibido estipulación en tal sentido, se exceptúan
también los contratos en que las partes han convenido expresamente que sus
consecuencias no ligarán a sus herederos.
4
El artículo 1122 del Código francés establece expresamente esta regla: se considera que se estipula para sí y para los
herederos y causahabientes, a menos que se haya estipulado lo contrario o resulte de la naturaleza de la convención.
A. Gormaz R. 23
El derecho del sucesor a título singular se mide exactamente por el de su
causante, de acuerdo con la regla de que nadie puede transmitir más derechos de los que
tiene.
En otros términos, el sucesor a título singular adquiere el bien tal como se
encontraba en virtud de los contratos que, respecto de dicho bien, había celebrado el
causante.
Por consiguiente, los contratos por los que el autor había consolidado,
transformado, aumentado o disminuido su derecho, aprovecharán o perjudicarán al
sucesor a título singular.
Para estos terceros rige plenamente el principio de la relatividad de los efectos del
contrato. El contrato no puede conferirles o quitarles un derecho, convertirles en
acreedores o deudores.
De acuerdo con el artículo 1815, la venta de cosa ajena es válida, sin perjuicio de
los derechos del dueño. Para el propietario, tercero totalmente extraño al contrato, no
produce éste ningún efecto, no puede menoscabar su derecho. Por esto podrá accionar,
con completa prescindencia del contrato, en contra del comprador y del adquirente.
A. Gormaz R. 24
El Código Civil reconoce valor a la estipulación a favor de otro, sin restricciones. El
artículo 1449 dispone: "Cualquiera puede estipular a favor de una tercera persona,
aunque no tenga derecho para representarla; pero sólo esta tercera persona podrá
demandar lo estipulado; y mientras no intervenga su aceptación expresa o tácita, es
revocable el contrato por la sola voluntad de las partes que concurrieron a él".
a) Una de las partes (el estipulante) que no tiene la representación del tercero,
conviene que la otra (el promitente) realizará a favor de dicho tercero una determinada
prestación.
b) El contratante no puede reclamar el cumplimiento de lo estipulado, derecho que
sólo compete al tercero en cuyo beneficio ha celebrado la estipulación.
c) La voluntad del tercero no interviene para adquirir el derecho, sino para hacer
definitiva e irrevocable la estipulación que, mientras no es aceptada, puede revocarse por
las partes contratantes.
5
El artículo 1121 del Código francés, al contrario, considera la revocación como un acto unilateral del estipulante.
A. Gormaz R. 25
Aceptación del tercero. La facultad de las partes de revocar la estipulación dura hasta
que interviene la aceptación del tercero.
Esta aceptación puede ser expresa o tácita. El artículo 1449 establece que
"constituyen aceptación tácita los actos que sólo hubieran podido ejecutarse en virtud del
contrato".
La aceptación puede prestarse en todo tiempo, mientras las partes no hayan
revocado la estipulación. Pero la aceptación no es una condición para a adquisición del
derecho por el tercero. El derecho nace para él directamente de la estipulación.
La aceptación, pues, no condiciona la incorporación del derecho al patrimonio del
tercero, sino que hace irrevocable el contrato. Por la aceptación, el derecho revocable del
tercero se torna irrevocable.
Tres doctrinas principales se han formulado para explicar los peculiares efectos de
la estipulación a favor de otro:
A) DOCTRINA DE LA OFERTA:
La doctrina de la oferta supone que el estipulante ofrece al tercero el derecho de que se
trata, y éste lo incorpora a su patrimonio mediante la aceptación. Por este motivo,
aceptada la oferta, promitente y estipulante no pueden echar marcha atrás.
La teoría de la oferta ha sido rechazada por casi la totalidad de los autores debido a las
graves consecuencias prácticas a que conduce.
Esta doctrina también ha sido mayoritariamente rechazada, por cuanto median entre la
estipulación a favor de otro y la agencia oficiosa profundas diferencias; la agencia oficiosa
es excluyente de la estipulación.
Por de pronto, el estipulante actúa a nombre propio, mientras que el gestor es un mero
intermediario y obra a nombre del interesado.
Por otra parte, no media entre el estipulante y el tercero ninguna relación; éste no podría
reclamar cuentas de aquél. Entre tanto, la gestión de negocios crea entre el gerente y el
interesado un conjunto de relaciones jurídicas.
A. Gormaz R. 26
C) DOCTRINA DE LA CREACIÓN DIRECTA DEL DERECHO:
La doctrina de la creación directa del derecho considera a la estipulación a favor de otro
como una excepción al principio general de que los contratos no aprovechan a terceros.
Por excepción al principio, el contrato crea directamente un derecho para el tercero, como
los que genera para las partes.
EFECTOS DE LA ESTIPULACIÓN
Sin embargo, por una vía indirecta, puede el estipulante compeler al promitente al
cumplimiento de su promesa. En efecto, el artículo 1536 dispone que es eficaz la cláusula
penal en que el promitente "se sujeta a una pena para el caso de no cumplir lo
prometido".
El estipulante que no está autorizado para reclamar el cumplimiento de lo
estipulado puede, en cambio, demandar el pago de la pena y compeler al promitente a
cumplir.
Pero no hay duda de que el estipulante tiene derecho a pedir la resolución del
contrato. Las reglas generales no han sido derogadas a este respecto y, por lo mismo,
conservan su imperio.
A. Gormaz R. 27
En la estipulación a favor de otro, un tercero adquiere un derecho en virtud de un contrato
al que permanece extraño, y el principio de la relatividad de los contratos sufre una
importante excepción.
En cambio, el principio no admite derogaciones cuando, en lugar de la adquisición
de un derecho, se trata de la creación de una obligación.
En suma, se puede ser acreedor sin haber consentido; pero sin haber expresado el
propósito de obligarse no es posible convertirse en deudor.
El artículo 1536 establece que si se promete por otra persona, imponiéndose una pena
para el caso de no cumplirse lo prometido, "valdrá la pena, aunque la obligación principal
no tenga efecto por falta del consentimiento de dicha persona".
A. Gormaz R. 28
De este principio básico se derivan sub-principios como es el del consensualismo y
el de la libertad contractual (ambos relativos a la génesis del contrato) y el de la fuerza
obligatoria y el del efecto relativo de los contratos (en relación al efecto del contrato).
Digamos por último que la libertad contractual consagra en el artículo 1545 del
Código Civil -todo contrato legalmente celebrado en una ley para los contratantes-, es un
elemento fundamental para el ejercicio de la autonomía privada; es el efecto del
reconocimiento del Estado a la autonomía de los particulares y, por último, ni más ni
menos, el reconocimiento a la prioridad ontológica y de finalidad que tiene el hombre sobre
la sociedad. Esta prioridad ontológica del hombre se expresa en el hecho de ser un ente
sustancial, mientras la sociedad es un ente accidental o de la relación, que existe en los
hombres. Por su parte, la prioridad de finalidad se expresa en que el hombre tiene un
destino sobrenatural, en cambio la sociedad agota su fin en este mundo.
A. Gormaz R. 29
ii) Las personas son libres para renunciar los derechos establecidos en su beneficio
(artículo 12)6
iii) Las personas son libres para determinar el contenido de los actos jurídicos que
celebren. A este respecto, puede citarse el artículo 1545 que establece que todo contrato
legalmente celebrado es una ley para los contratantes, y no puede ser invalidado sino por
consentimiento mutuo o por causas legales. Esta norma quiere significar que, para las
partes, lo que ellas estipulen en uso de la libertad las obliga de la misma manera que las
obliga la ley.
El principio consagrado en este artículo, como señalamos anteriormente, se
denomina “libertad contractual” y es un elemento fundamental del principio de la
autonomía privada.
iv) Las personas son libres para dejar sin efecto los actos jurídicos que celebren.
Como consagraciones de esta consecuencia del principio de la autonomía de la
voluntad podemos citar el artículo 1567 inciso 1º, según el cual toda obligación puede
extinguirse por una convención en que las partes interesadas, siendo capaces de
disponer libremente de lo suyo, consienten en darla por nula, norma que consagra el
modo de extinguir las obligaciones denominado mutuo disenso o resciliación; el mismo
artículo 1545 que nos dice que todo contrato legalmente celebrado puede ser invalidado
por el consentimiento mutuo de los contratantes; y el artículo 999 que define el
testamento, señala que el testador conserva la facultad de revocar las disposiciones
contenidas en él, mientras viva.
v) Los actos y contratos se interpretan, antes que todo, tratando de establecer la
voluntad del autor o de las partes. El artículo 1560 consagra expresamente esta
consecuencia: Conocida claramente la intención de los contratantes, debe estarse a ella
más que a lo literal de las palabras. Lo mismo hace el artículo 1069 respecto del
testamento, al prescribir que la voluntad del testador claramente manifestada prevalecerá
sobre las reglas acerca de la inteligencia y efecto de las disposiciones testamentarias, con
tal que no se oponga a los requisitos o prohibiciones legales. Luego agrega la misma
norma que, para conocer la voluntad del testador se estará más a la sustancia de las
disposiciones que a las palabras de que se haya servido.
6
Podrán renunciarse los derechos conferidos por las leyes, con tal que solo miren al interés individual del renunciante, y que
no esté prohibida su renuncia.
A. Gormaz R. 30
Por ejemplo, son de Derecho Privado, pero de orden público, la mayoría de las
normas del Derecho de Familia, los modos de adquirir el dominio, los modos de
extinguirse las obligaciones, etc.
c) Los actos que prohíbe la ley: dice el artículo 10“Los actos que prohíbe la ley son
nulos y de ningún valor; salvo en cuanto designe expresamente otro efecto que el de la
nulidad para el caso de contravención.
Los actos prohibidos por la ley adolecen de objeto ilícito, al tenor del artículo
1466:“Hay asimismo objeto ilícito… en todo contrato prohibido por las leyes”.
A. Gormaz R. 31
3) En cuanto al principio de la fuerza obligatoria de los contratos, muchas veces el
legislador se introduce en un contrato vulnerando su fuerza obligatoria. A veces ello
ocurre frente a situaciones de emergencia, dictando leyes que ordenan suspender
remates, que prorrogan los vencimientos de plazos (leyes de morosidad),... En otros
casos, hay normas de aplicación permanente en que la ley desconoce lo pactado, como
en ciertos artículos del Código Civil como el 1879 o el artículo 2180. Ha habido leyes que
han alterado contratos en curso, ordenando mantener una relación jurídica contractual
que a la luz del título convencional había expirado. Pero lo más grave es cuando la
alteración de contratos en curso afecta por retroactividad el derecho de propiedad sobre
derechos personales emanados del contrato. Ello es claro a partir de los nuevos términos
en que está concebido el artículo 19 Nº 24 de la Constitución Política. Sobre esta materia
ha habido múltiples recursos de protección y de inconstitucionalidad recogiendo la idea de
que el acreedor es dueño de su derecho personal. Famosos fueron los recursos de
inaplicabilidad contra el articulo 2o transitorio del DFL Nº 9 de 1968 que dispuso que los
plazos convenidos con anterioridad a la ley debían entenderse prorrogados hasta
completar 10 años. Esta norma afectaba al derecho de dominio del acreedor sobre su
derecho personal a exigir la restitución en el plazo convenido de acuerdo a la ley vigente
a la celebración del contrato. Por tal motivo esta materia guarda íntima relación con el
artículo 22 inciso 1º de la ley sobre efecto retroactivo de las leyes.
En todo caso, aun suponiendo que exista derecho de propiedad sobre derechos
personales (lo que es discutible doctrinalmente a la luz de la concepción cosificada del
derecho de dominio de raigambre romanista, es perfectamente dable afirmar la legitimidad
y constitucionalidad de las leyes que alteran derechos personales emanados de contratos
en curso justificadas por la función social del derecho de propiedad que la misma
Constitución garantiza.
A. Gormaz R. 32
Inoponibilidad de una nulidad (artículos 1895, 2058, 122) o de una resolución
(artículos 1490 y 1491) o de la rescisión, resolución o revocación de las
donaciones (artículo 1432).
Inoponibilidad de actos simulados.
Al decir del profesor Juan Andrés Orrego, cinco son los grandes principios fundamentales
de la contratación:
1º Principio del consensualismo.
2º Principio de la libertad contractual.
3º Principio de la fuerza obligatoria de los contratos.
4º Principio del efecto relativo de los contratos.
5º Principio de la buena fe.
A. Gormaz R. 33
Los cuatro primeros aparecen como subprincipios o derivaciones de la autonomía de la
voluntad, mientras que el último, que ha ido cobrando mayor fuerza en los últimos años,
es independiente de ella.
El consensualismo y la libertad contractual dicen relación con la formación o nacimiento
del contrato; la fuerza obligatoria y el efecto relativo conciernen, en cambio, a los efectos
del contrato. El principio de la buena fe, por su parte, se proyecta en todas las fases
contractuales o iter contractual, exigiéndose a las partes que se porten leal y
correctamente desde los tratos precontractuales hasta el cumplimiento íntegro de las
obligaciones e incluso, si la hubiere, en la fase postcontractual.
La autonomía de la voluntad, del Siglo XVIII en adelante, ha sido el fruto del liberalismo
económico, conforme al axioma de que el Estado debe dejar hacer y dejar pasar,
permitiendo que los individuos concluyan en la más amplia libertad sus intercambios de
bienes y servicios. Según los juristas del siglo XIX, lo contractual es necesariamente justo.
El contrato, para ellos, garantizaba la justicia y la utilidad social, pues el libre juego de las
iniciativas individuales asegura espontáneamente la prosperidad y el equilibrio económico.
Todo vínculo jurídico que reconozca un contrato como fuente es justo, puesto que resulta
de la libertad. Al contrario, toda obligación no consentida sería una tiranía injusta, una
violación de la libertad, un atentado contra el Derecho. Para la doctrina de la autonomía
de la voluntad, el concepto superior de la justicia y las consideraciones de solidaridad
social son irrelevantes.
Sin embargo, hoy en día la doctrina no cree en la necesaria identidad de lo contractual
con lo justo. Sobre el particular, López Santa María señala que “Salta a la vista que la
identidad de lo contractual con lo justo es una falacia. Unicamente en circunstancias de
real igualdad entre los contratantes, podría tal idea tener alguna verosimilitud. Pero la
afirmación de la igualdad de los hombres, válida en el terreno de los principios, como
debe ser, no corresponde a lo que son las cosas en la práctica. El más fuerte o el más
astuto o el con mayor experiencia, generalmente impone las condiciones o contenido del
contrato al más débil, al más cándido o al más inexperto”.
También es inexacto que la libertad contractual produzca siempre resultados económicos
socialmente útiles. Como indica el autor citado, “Dejados solos, los hombres de ordinario
no se orientan a las actividades más convenientes para el interés general, sino que a las
ocupaciones más rentables, buscando el máximo de lucro individual con el menor
sacrificio posible”.
De ahí a que en los últimos decenios, sin perjuicio de reconocer el importante papel
jurídico de la voluntad, se concluye que no es soberana. Es ostensible la declinación del
dogma de la autonomía de la voluntad.
A. Gormaz R. 34
cual la voluntad todopoderosa y autosuficiente es la fuente y medida de los derechos y de
las obligaciones contractuales.
Esta proclama es históricamente falsa. A través de los siglos, casi siempre los contratos
han sido formales. En Grecia, Roma y los pueblos germánicos, los contratos fueron
esencialmente formales. Dicha formalidad no implicaba que el contrato fuere
necesariamente escrito: en Roma, las formalidades más importantes no consistieron en
escriturar los actos, sino que en pronunciar palabras sacramentales y rígidas o en
entregar materialmente un objeto. Más tarde, salvo en España, durante la Edad Media no
existe el contrato consensual.
El consensualismo sólo surge en los Tiempos Modernos, por lo que la idea del contrato
como simple acuerdo verbal de voluntades es reciente.226 Como señalan Colin y
Capitant, el régimen de contrato consensual fue siempre excepcional en el Derecho
Romano y en la Edad Media, hasta el Siglo XIII, cuando por efecto de las necesidades
económicas crecientes en importancia y en complejidad, exigen más libertad en la
formación de los contratos.227 El proceso de declinación del formalismo se consolidará
en los albores del Siglo XVII, época en la que Loysel pudo por fín escribir: Se sujeta a los
bueyes por los cuernos y al hombre por las palabras, y tanto vale una simple promesa o
convenio como las estipulaciones del Derecho Romano.
A. Gormaz R. 35
prueba, inoponibilidad, derecho a retractarse de la celebración del contrato) que también
ellas derogan el principio de que bastaría el solo consentimiento de los contratantes.
A. Gormaz R. 36
reunir en un mismo contrato reglas de dos o más negocios regulados total o parcialmente
por la ley”.236 El artículo 1354 del Código Civil peruano, por su parte, dispone: “Artículo
1354º.- Contenido de los contratos. Las partes pueden determinar libremente el contenido
del contrato, siempre que no sea contrario a norma legal de carácter imperativo.” A su vez,
el artículo 425 del Código Civil brasileño, consigna: “Es lícito a las partes estipular
contratos atípicos, observadas las normas generales fijadas en este Código.”
A. Gormaz R. 37
otros en que basta un acto unilateral para ponerle término, como el desahucio en el
contrato de arrendamiento, o la revocación o renuncia en el mandato.
● La interpretación de las leyes no se efectúa de igual modo que la interpretación de los
contratos. A las primeras, se les aplican los arts. 19 a 24; a los segundos, los arts. 1560 a
1566.
Frente al legislador.
En algunas ocasiones, el propio legislador vulnera la fuerza obligatoria del contrato:
A. Gormaz R. 38
“leyes moratorias” (Ley Nº 17.663, de 1972, que suprimió la reajustabilidad automática de
las deudas provenientes de los contratos de mutuo, otorgados para fines habitacionales,
por Institutos de Previsión y Servicios Públicos de la Vivienda). O también tratándose de
diversas leyes que han condonado parte de las deudas que mantenían con la Corporación
de Reforma Agraria o los organismos que le sucedieron, los asignatarios favorecidos con
la adjudicación de los inmuebles que fueron expropiados. Igualmente, cabe destacar el
caso de la Ley número 5.001, publicada en el Diario Oficial el 13 de noviembre de 1931,
que dispuso en su artículo 1º que la renta de arrendamiento de los predios urbanos y
rústicos debía ser pagada, durante su vigencia, con una rebaja del 20% con relación a la
que el mismo arrendatario pagaba el 1º de enero de 1931. Esta ley, como subraya
Vodanovic, operó entonces con efecto retroactivo, pues la situación establecida por los
contratos de arrendamiento, con anterioridad a la promulgación de la ley, vino a ser
modificada. Una norma de esta índole con seguridad sería tachada en nuestros días de
inconstitucional, pero debemos entenderla en el contexto de la época, cuando nuestro
país fue severamente golpeado, con dos años de desfase, por la crisis del año 1929,
ocasionando a la postre la caída del gobierno de Carlos Ibáñez del Campo.
2º Al dictarse normas permanentes, como encontramos en el propio Código Civil o en
leyes especiales: artículo 1879, en relación al pacto comisorio calificado por no pago del
precio: “Si se estipula que por no pagarse el precio al tiempo convenido, se resuelva ipso
facto el contrato de venta, el comprador podrá, sin embargo, hacerlo subsistir, pagando el
precio, lo más tarde, en las veinticuatro horas subsiguientes a la notificación judicial de la
demanda.”; artículo 2180, número 2, en el comodato: “El comodatario es obligado a
restituir la cosa prestada en el tiempo convenido; o a falta de convención, después del
uso para que ha sido prestada. / Pero podrá exigirse la restitución aun antes del tiempo
estipulado, en tres casos: (…) 2º Si sobreviene al comodante una necesidad imprevista y
urgente de la cosa.”; artículo 1559, 1ª regla, en el mutuo: “Si la obligación es de pagar una
cantidad de dinero, la indemnización de perjuicios por la mora está sujeta a las reglas
siguientes: 1ª: Se siguen debiendo los intereses convencionales, si se ha pactado un
interés superior al legal, o empiezan a deberse los intereses legales, en caso contrario;”
(dicho de otro modo: si los intereses convencionales son inferiores al interés legal, se
debe éste último, lo que supone una norma protectora de los derechos del acreedor);
artículo 2396, inciso 2°, en la prenda, derecho del constituyente para solicitar que se
sustituya la cosa pignorada: “El deudor no podrá reclamar la restitución de la prenda en
todo o parte, mientras no haya pagado la totalidad de la deuda en capital e intereses, los
gastos necesarios en que haya incurrido el acreedor para la conservación de la prenda, y
los perjuicios que le hubiere ocasionado la tenencia. / Con todo, si el deudor pidiere que
se le permita reemplazar la prenda por otra sin perjuicio del acreedor, será oído”; artículo
1826, inciso 4º, en la compraventa, que establece un derecho legal de retención a favor
del vendedor, si después de celebrado el contrato hubiere disminuido la fortuna del
comprador, en forma que el vendedor se halle expuesto a perder el precio, caso en el cual
no estará el vendedor obligado a entregar la cosa, aunque se hubiere estipulado pagar el
precio a plazo, sino cuando el comprador efectivamente se lo pague o asegure su pago
suficientemente: se trata de una aplicación del art. 1496; en el artículo 10 de la Ley
número 18.010, sobre operaciones de crédito de dinero, al facultad al deudor, en ciertos
casos, para pagar anticipadamente lo que debe, aún contra la voluntad del acreedor.
También se infringe por el legislador el principio en estudio, cuando ordena la mantención
de una relación contractual que había expirado: caso más claro en las prórrogas
automáticas de los contratos de arrendamiento de inmuebles urbanos expirados, y que
subsisten durante los plazos de restitución indicados por la ley, como en el caso del art. 4,
inciso 1º de la Ley Nº 18.101: “En los contratos de plazo fijo que no excedan de un año, el
arrendador sólo podrá solicitar judicialmente la restitución del inmueble, y en tal evento, el
A. Gormaz R. 39
arrendatario tendrá derecho a un plazo de 2 meses, contado desde la notificación de la
demanda”. A contrario sensu, en ocasiones el legislador faculta a una de las partes a
poner término anticipado al contrato, sin que con ello esté obligada a pagar el resto de su
prestación, como ocurre en el caso del artículo 5º de la Ley número 18.101, que se refiere
a los contratos de arrendamiento de predios urbanos pactados a plazo fijo superior a un
año, cuando el inmueble se destina a la habitación. En este caso, si se prohibió al
arrendatario subarrendar, éste podrá poner término anticipado al contrato sin la obligación
de pagar la renta por el período que falte. También constituye esta norma una vulneración
al principio de la fuerza obligatoria del contrato.
3º Al dictarse leyes especiales que modifican contratos en curso. Se trata de leyes que se
dictan con efecto retroactivo y que vulneran no sólo la fuerza obligatoria, sino que también
los derechos adquiridos por la vía contractual. En principio, el legislador carece de
atribuciones para modificar los derechos y obligaciones emanados de contratos ya
celebrados (art. 19 Nº 24 de la Constitución Política), pues se consagra el derecho de
dominio sobre derechos personales. Hay derechos sobre derechos. Un derecho real de
propiedad resguarda los derechos personales emanados de un contrato.
Por otro lado, debemos tener presente el art. 22, inciso 1º, de la Ley Sobre Efecto
Retroactivo de las Leyes, que dispone: “En todo contrato se entenderán incorporadas las
leyes vigentes al tiempo de su celebración.” Por lo tanto, las leyes que se refieran a
determinados contratos únicamente empecen a aquellos que se celebren después que las
leyes entren en vigor. Se ha intentado rebatir lo anterior, señalando que el art. 22 citado, al
igual que el art. 9, inciso 1º, del Código Civil (“La ley puede sólo disponer para lo futuro, y
no tendrá jamás efecto retroactivo.”), carecen de rango constitucional y que, por lo tanto,
la ley especial que se dicte sobre ciertos contratos podría ser retroactiva, ya que una ley
puede modificarse por otra ley.
Se insiste sin embargo, que la atribución del legislador para otorgar efecto retroactivo a
una ley no llega tan lejos como para permitirle alterar el derecho de propiedad.
Frente al juez.
También el juez está subordinado a la fuerza obligatoria de los contratos. Los tribunales
no podrían modificar los contratos, aún a pretexto del cambio de las circunstancias
existentes al momento de la celebración de la convención.246
Refiriéndose a la admisión de la revisión judicial de los contratos en curso como una
institución permanente, el jurista alemán Karl Larenz señala, pronunciándose
negativamente: “El que concluye un contrato asume un riesgo...de este riesgo contractual,
que pudiéramos llamar normal, no puede dispensarse a nadie sino a costa de la
desaparición de toda seguridad contractual. No puede concederse a uno de los
contratantes el desistimiento del contrato en el caso de que el contrato haya resultado
inconveniente, o incluso ruinoso para él desde un punto de vista económico. En ningún
caso puede depender la subsistencia jurídica del contrato de que el obligado se encuentre
económicamente en situación de cumplirlo. Este es, evidentemente, el principio
fundamental de nuestro Derecho de Obligaciones. Así como para el hombre no hay
libertad sin riesgo, tampoco hay libertad contractual sin riesgo contractual. El amparo
judicial para la revisión de contratos debe quedar limitado a los casos en que la ley lo ha
admitido expresamente; pero no debe pasar a ser parte integrante y permanente de
nuestro ordenamiento jurídico”.
La jurisprudencia chilena reiteradamente ha establecido la intangibilidad de los contratos
en curso, desconociendo a los jueces la posibilidad de que los revisen o modifiquen. El
fundamento de la jurisprudencia es el art. 1545.
A. Gormaz R. 40
Con todo, en el último tiempo algunos fallos arbitrales han admitido la posibilidad de
revisar los contratos, fundándose en el art. 1546, según lo expusimos al tratar de la teoría
de la imprevisión.
Los contratos sólo generan derechos y obligaciones para las partes contratantes que
concurren a su celebración, sin beneficiar ni perjudicar a los terceros. Para estos últimos
los contratos ajenos son indiferentes. No les empecen, no los hacen ni deudores ni
acreedores. Para los terceros, los contratos son res inter allios acta.
Este principio es otra consecuencia lógica y necesaria del dogma de la autonomía de la
voluntad. Si se predica de la voluntad el poder de ser la fuente y la medida de los
derechos y obligaciones contractuales, eso sólo puede concretarse a condición que haya
voluntad; por ende, quienes nada dicen, no pueden verse afectados por contratos ajenos.
La lex privata del contrato no legitima ninguna invasión en la esfera patrimonial de otros,
ya que la autonomía no puede convertirse en heteronomía.
Sin embargo, la tesis tradicional sobre el efecto relativo de los contratos ha
declinado, desde dos vías diversas:
Se comprueba, por una parte, el surgimiento de casos en que un contrato crea
derechos y obligaciones para un penitus extranei o tercero absoluto;
Comienza a decantarse en la actualidad el llamado efecto expansivo o efecto absoluto
de los contratos, conforme al cual, indirectamente, los contratos pueden beneficiar o
perjudicar a muchas personas que no revisten el carácter de partes.
A. Gormaz R. 41
artículo 1122254 expresa esta regla en los siguientes términos: ‘Se entiende que se ha
estipulado para sí y para sus herederos’, fórmula incompleta, pues sólo se refiere a los
efectos activos del contrato, es decir a los derechos que origina. Ahora bien, es evidente
que hay que decir otro tanto de las obligaciones que de él nacen. Habría que sustituir la
palabra estipulado por la palabra contratado.”.
A. Gormaz R. 42
participado ni ha sido válidamente representada en la generación del acto. Se trata de
todos aquellos que aún habiendo participado físicamente en el acto jurídico, sus
voluntades no han sido determinantes para la generación del mismo.
Entre los terceros, debemos distinguir: entre los terceros absolutos y los terceros
relativos.
* Terceros relativos: también llamados “interesados”, son aquéllos que si bien no han
generado con sus voluntades el acto jurídico, están o estarán en relaciones jurídicas con
las partes, sea por su propia voluntad o por disposición de la ley. Dice Giovene que la idea
jurídica de terceros relativos presupone, por una parte, un acto al cual el tercero es
extraño, y por otra parte, un nuevo acto o hecho jurídico en general, en el que esta
persona es parte con relación a uno de los sujetos del primer acto y en virtud del cual,
llega, necesariamente, a encontrarse en relación con el otro sujeto que intervino en el
primer acto, a consecuencia del contenido de las dos estipulaciones.
A su vez, entre los terceros relativos o interesados distinguimos dos categorías: los
causahabientes a título singular y, a juicio de una parte de la doctrina, los acreedores
comunes del deudor
1. Situación de los causahabientes a título singular: reciben este nombre quienes suceden
a una persona por acto entre vivos o por causa de muerte, en un bien determinado y no
en la totalidad de su patrimonio ni en una cuota del mismo. Son causahabientes a título
singular por acto entre vivos el comprador, el donatario, el mutuario. Lo son mortis causa,
los legatarios. Como dicen Colin y Capitant, “El causahabiente a título particular sucede a
su autor en lo que respecta al derecho transmitido; en otros términos, este derecho
continúa sometido a todas las modalidades con que estaba gravado en el momento en
que fue enajenado.”
¿Qué ocurre con el principio del efecto relativo de los contratos respecto a estas
personas? ¿Afectan a los causahabientes a título singular los contratos celebrados por el
causante o autor con otros sujetos? El problema, por cierto, se circunscribe
exclusivamente a los contratos celebrados por el causante sobre la cosa o derecho que
específicamente se transfiere o transmite al causahabiente singular, ANTES que éste
pase a ocupar el lugar jurídico de su autor. Según la mayoría de la doctrina,
especialmente extranjera, la respuesta es afirmativa, debiendo tenerse a los
causahabientes singulares como partes en tales actos.262 Pero los ejemplos de la
doctrina, casi siempre dicen relación con la constitución de DERECHOS REALES
limitativos del dominio, por lo que la respuesta afirmativa es una consecuencia del
derecho de persecución o efecto erga omnes propio de los derechos reales. Así ocurre
cuando el causante, antes de transferir un inmueble, lo había hipotecado o gravado con
servidumbres, censo o usufructo (artículos 2428, inciso 1º; 825; 2033; 792, todos del
Código Civil).263
A. Gormaz R. 43
al causahabiente singular o adquirente? A través de la doctrina de las obligaciones
ambulatorias o propter rem, se responde afirmativamente: son obligaciones ambulatorias
aquellas cuyo sujeto pasivo es variable, de tal modo que el rol del deudor lo asume quien
se encuentre en la posición jurídica del dueño de la cosa. Estas obligaciones se traspasan
al causahabiente singular junto con la transmisión del derecho de dominio sobre la cosa.
Ejemplo por acto entre vivos: obligación de pagar las expensas comunes, en el ámbito de
la Copropiedad Inmobiliaria. Esta obligación, que comprende los gastos de conservación y
mantención del inmueble y los gastos de administración del edificio, tiene carácter
ambulatorio, pues va aparejada a la calidad de actual dueño de cada unidad o
departamento, extendiéndose incluso a las expensas devengadas por los precedentes
dueños. En materia de obligaciones tributarias del causante, ellas pueden exigirse al
comprador, cesionario o adquirente de la industria, negocio o bien determinado. Incluso
puede ocurrir que el contrato completo que había celebrado el antecesor, se traspasa por
mandato de la ley al causahabiente singular: en los tres casos del art. 1962, obligación de
respetar el contrato de arrendamiento.
Vemos que los casos anteriores están previstos por la ley. ¿Qué ocurre en las hipótesis no
previstas por el legislador? Aunque el asunto es discutible, a falta de norma expresa
pareciera que las obligaciones contraídas por el causante no empecen al causahabiente
singular. Este, en virtud del efecto relativo de los contratos, podría sostener que la
obligación convenida en relación con el bien en que sucede, le es inoponible. Por su
parte, a quien contrató con el causante, sólo le quedaría la posibilidad de demandarlo por
incumplimiento de la obligación, pero no podría exigir el pago al causahabiente
singular.265
2. Los acreedores de las partes: ajenos a la relación jurídica, están por su parte los
acreedores que no disponen de preferencias, vale decir los acreedores valistas o
quirografarios. Se sostenía por una parte de la doctrina que tales acreedores se
equiparaban a las partes, que tomaban el lugar de su deudor en los contratos celebrados
por éste, pues dichos contratos repercuten en el derecho de prenda general de los
acreedores (art. 2465), para beneficiarlos o perjudicarlos, según incrementen o
disminuyan el patrimonio del deudor.266 267Hoy, la doctrina mayoritaria enfatiza que los
acreedores son TERCEROS ABSOLUTOS en los contratos que su deudor celebre con
otras personas, pues estos contratos directamente no generan derechos y obligaciones
para los acreedores valistas.268 Lo anterior, sin perjuicio de que indirectamente, los
acreedores sean alcanzados por el efecto expansivo o absoluto de los contratos.
Asimismo, los acreedores podrán impugnar los contratos celebrados por el deudor en
perjuicio de los primeros, fundamentalmente por medio de la acción de simulación y de la
acción revocatoria o pauliana.
A. Gormaz R. 44
exista contrato en perjuicio de terceros, es preciso que se pueda establecer un nexo
causal entre el contrato y la consecuencia dañosa sufrida por el tercero, la que puede ser
inmediata o mediata, según los casos. Cabe indicar que cuando existan remedios que
tutelan más inmediatamente al tercero, como por ejemplo la acción pauliana o la acción
de simulación, no cabe aludir a la categoría de contrato en perjuicio de tercero. En
cambio, de no existir tales remedios, bien se podría estimar que el tercero afectado,
podría pedir el resarcimiento del daño sufrido, en sede de responsabilidad
extracontractual.
Con todo, no es menos cierto que al operar la prescripción adquisitiva, dicho contrato, a la
postre, si perjudicará al tercero. También debiéramos incluir en esta hipótesis de contrato
sobre el patrimonio del tercero, el caso del heredero aparente que enajena bienes
hereditarios y el caso del poseedor aparente de un crédito a quien el deudor paga de
buena fe. En ambos casos, el verdadero heredero o el verdadero acreedor podrán verse
afectados: el primero, porque el adquirente de buena fe de los bienes hereditarios, estará
en condiciones de alegar posesión regular y por ende prescripción adquisitiva ordinaria; el
segundo, atendido lo dispuesto en el artículo 1578 del Código Civil, que protege a quien
de buena fe hizo el pago. También podríamos incluir aquí el caso del heredero presuntivo,
que, de buena fe, enajena bienes del que fue declarado muerto presunto, y después,
reaparece. No podrá éste impugnar los actos de enajenación, en el caso descrito (artículo
94 del Código Civil).
A. Gormaz R. 45
Concepto: en la medida que se admita la doctrina de la creación directa del
derecho, a la que aludiremos más adelante, la estipulación en favor de un tercero es otra
importante excepción al principio en análisis, pues se originan efectos en beneficio de un
tercero.
El contrato en favor de un tercero ha tenido distinta acogida a lo largo de la
historia.
7
Nótese que nuestro Código no exige que la estipulación ofrezca interés pecuniario para el
estipulante. De ahí que pueda afirmarse que la solución chilena es más amplia que la
francesa, aunque es verdad, como dicen Colin y Capitant, que en realidad el estipulante
siempre tiene interés en el cumplimiento de la estipulación, interés de dinero o de
afección. No se realiza nunca un acto jurídico sin razón, sin interés.
El jurista italiano Giovanni Pacchioni define la figura en los siguientes términos: “Es
contrato en favor de tercero, en sentido técnico, solamente aquel que, realizado
7
En el Derecho Romano clásico, la figura fue repudiada. No se podía estipular por otro (Alteri stipulari nemo potest). El
vínculo jurídico era personalísimo; ni siquiera se admitía la representación. Las fórmulas rígidas de la Stipulatio sólo
vinculaban a quienes las pronunciaban. Esta regla, como destacan Colin y Capitant, era muy incómoda, pues impedía
operaciones jurídicas que en un cierto grado de civilización se hacen necesarias, como por ejemplo permitir al vendedor
convenir que el precio fuere pagado a un tercero, su acreedor o simplemente su amigo al que hubiera querido pagar o
gratificar. Sin embargo, con el correr del tiempo el Derecho Romano mitigó su postura inicial admitiendo, por ejemplo, la
figura de las donaciones modales, en la que donante y donatario convienen que el segundo realizará una prestación o
cumplirá una carga u obligación en beneficio del tercero o asignatario modal (recordemos que en este caso, el contrato de
donación adquiere el carácter de bilateral). En el Derecho Romano, inicialmente se le otorga acción al estipulante pero no al
tercero beneficiario. En el Bajo Imperio, se confiere a éste acción, primero en la hipótesis citada de donación sub modo. Más
adelante, con Justiniano, se aplicó la misma solución a las hipótesis de constitución de dote, depósito y comodato,
acompañados de una cláusula que ordenaba restituir a un tercero los bienes donados, depositados o prestados.
En el extremo opuesto, el derecho germánico admitía la estipulación por otro. En nuestros días, el CC. alemán establece:
“por contrato puede estipularse una prestación en favor de tercero, de manera que este último adquiera inmediatamente el
derecho de exigir la prestación”. El Código Civil español también admite la figura, aunque a diferencia del CC alemán,
impone el requisito de la aceptación para que el tercero pueda exigir el cumplimiento de la estipulación hecha a su favor.
Aún más, para el código español, la figura es inicialmente nula, pero susceptible de sanearse tal invalidez con la ratificación.
Se trata por ende de una nulidad relativa. Dispone el artículo 1259 del Código hispano: “Ninguno puede contratar a nombre
de otro sin estar por ésta autorizado o sin que tenga por la ley su representación legal. / El contrato celebrado a nombre de
otro por quien no tenga su autorización o representación legal será nulo, a no ser que lo ratifique la persona a cuyo nombre
se otorgue antes de ser revocado por la otra parte contratante.” Esta aceptación es intrascendente en Alemania.
El derecho civil francés‚ se sitúa en una posición intermedia. Restrictiva en los textos legales, la jurisprudencia sin embargo
ha consagrado amplia validez a la figura. Efectivamente, el Código francés consigna en su artículo 1119: “Sólo se puede,
en general, estipular para sí mismo.” Se trata de la vieja prohibición del Derecho Romano. Sin embargo, agrega el artículo
1121: “se puede estipular en beneficio de un tercero cuando tal es la condición de una estipulación que se hace para sí
mismo, o de una donación que se hace a otro.” De esta forma, en el Derecho francés, la estipulación es válida en dos
casos: i) Cuando tal es la condición de una donación que se hace a otro, esto es, la clásica hipótesis de la donación sub
modo; y ii) Cuando tal es la condición de una estipulación que se hace para sí mismo: es la hipótesis de la estipulación por
otro propiamente dicha. Como subrayan Colin y Capitant, los alcances dados a esta segunda figura, han sido restringidos:
“Los autores interpretan ordinariamente esta segunda fórmula de una manera estrecha y la limitan al caso en que el
estipulante ha estipulado al mismo tiempo para él y para otro: por ejemplo, el vendedor estipula que el comprador le pagará
parte del precio a él y parte a un tercero, y también que pagará la totalidad del precio a uno de sus acreedores, al que
pagará de este modo. Es evidente que en ambas hipótesis el vendedor estipula para sí, ya en parte ya en la totalidad.”
Semejante interpretación restringida, agregaban los autores citados, es inadmisible, debiendo ampliarse, señalando que la
expresión “estipulación para sí mismo” empleada en el artículo 1121, puede ser entendida como sinónima de “contrato que
interesa al estipulante.” Por consiguiente, concluyen Colin y Capitant, “la estipulación hecha en beneficio de otro, es válida y
obligatoria siempre que el contrato ofrezca interés para el estipulante. Tal es el sentido amplio, el único práctico, el único
aceptable, que la jurisprudencia atribuye a la segunda de las soluciones consagradas por el artículo 1121.”
A. Gormaz R. 46
válidamente entre dos personas, pretende atribuir un derecho a una tercera que no ha
tenido parte alguna, ni directa ni indirectamente, en su tramitación y perfección; y que no
obstante, logra efectivamente el atribuir a esa tercera persona un derecho propiamente
suyo; derecho que puede estimarse como propio del que estipuló tal contrato y cedido
luego al tercero o simplemente ejercido por éste en lugar de aquel.” Colin y Capitant, por
su parte, señalan que “Hay estipulación por otro cuando, en un contrato, uno de los
contratantes estipula con el otro que éste último dará o hará alguna cosa en provecho de
un tercero extraño al contrato y que no está representado en él. Los mismos autores,
definen también la figura como “un contrato entre el estipulante y el promitente, en el que
el estipulante impone al promitente el deber de obligarse a una prestación para con un
tercero beneficiario.”
Subrayan Colin y Capitant, como primera e inmediata observación, que no hay que
confundir la estipulación por otro con el mandato. El que obra a nombre de otro como
mandatario es un representante, y los efectos del contrato se producen directamente en el
representado, como si éste último hubiese sido parte en el contrato (ficticiamente, en
realidad es parte del contrato); en la estipulación por otro, por el contrario, el estipulante
contrata en su nombre, pero el efecto de su contrato se produce en beneficio de otro.
A. Gormaz R. 47
Teorías propuestas:
1º Teoría de la oferta: se descompone la estipulación en favor de un tercero en dos
convenciones. Por un primer contrato, el prometiente se obliga frente al estipulante, quien
se transforma en acreedor de la estipulación. Posteriormente, el estipulante ofrece su
crédito contra el prometiente al tercero beneficiario. La aceptación de este último forma
una segunda convención. El crédito pasa así del patrimonio del estipulante al patrimonio
del tercero, pero únicamente después que éste acepta. A partir de este momento, el
prometiente tampoco podrá echar pie atrás.
Se han señalado sin embargo diversos inconvenientes de esta teoría:
+ Al ingresar el crédito inicialmente al patrimonio del estipulante, pasando a formar parte
del derecho de prenda general de sus acreedores, éstos podrán embargar el crédito,
imposibilitando así el traspaso al tercero beneficiario. A su vez, los herederos del
estipulante podrían considerar el derecho o crédito como parte del patrimonio hereditario,
y negarse por ende a transferirlo al tercero beneficiario; o si el derecho se traspasó en
vida, frente a dicha cesión a título gratuito que hizo el estipulante al tercero, podrían
intentar su invalidación, mediante la acción de inoficiosa donación (arts. 1425 y 1187).
+ En general, mientras el tercero no acepte la oferta que le hace el estipulante, esta
estará sujeta a todas las contingencias que pueden afectar una propuesta. Ahora bien,
puesto que la oferta caduca por la muerte o incapacidad sobreviniente del oferente, si en
el intertanto el tercero no la había aceptado, no será posible consolidar la operación. Así
las cosas, no podría concebirse el contrato de seguro de vida, que obviamente siempre
opera en favor de un tercero, pues éste, usualmente, sólo conoce la estipulación después
de la muerte del estipulante.
A. Gormaz R. 48
+ No media entre el estipulante y el tercero ninguna relación, el primero no puede
reclamar cuentas al último ni a la inversa. Entre tanto, la gestión de negocios crea entre el
gerente y el interesado un conjunto de relaciones jurídicas.
A. Gormaz R. 49
personas designadas como beneficiarias del seguro no son completamente inciertas,
pues existen en el contrato los elementos de su determinación. Y, en cuanto a la regla de
que un donatario debe estar, por lo menos concebido en el momento de la donación, sólo
se refiere al caso de la donación propiamente dicha, es decir, al caso del contrato
celebrado directamente entre el donante y el donatario. Se la comprende entonces muy
bien, pues, para que el contrato se forme hace falta el concurso de dos voluntades. Por el
contrario, esta regla no tiene ya razón de ser en la estipulación por otro. Aquí el contrato
se celebra entre el estipulante y el promitente; el hecho de que el tercero beneficiario no
haya nacido todavía no impide en modo alguno el nacimiento de la obligación contraída
por el promitente.” 8
Efectos o relaciones entre estipulante y prometiente: son las partes en el contrato. Sin
embargo, al tenor del art. 1449, sólo el tercero beneficiario podrá demandar lo estipulado.
El estipulante, por sí mismo, no puede hacerlo, sin perjuicio de poder exigir al prometiente
que le cumpla al tercero.303 La legitimación activa para que pueda demandar
judicialmente la ejecución en favor del tercero, radica en el interés pecuniario y a veces
moral que lo llevó a contratar con el prometiente.
Por otra parte, el art. 1536 establece también una vía indirecta para que el estipulante
obligue al prometiente a cumplir con lo pactado en favor del tercero: “La nulidad de la
obligación principal acarrea la de la cláusula penal, pero la nulidad de ésta no acarrea la
de la obligación principal. / Con todo, cuando uno promete por otra persona,
imponiéndose una pena para el caso de no cumplirse por ésta lo prometido, valdrá la
pena, aunque la obligación principal no tenga efecto por falta de consentimiento de dicha
persona. / Lo mismo sucederá cuando uno estipula con otro a favor de un tercero, y la
persona con quien se estipula se sujeta a una pena para el caso de no cumplir lo
prometido.”. En este caso, el estipulante puede exigir para sí la pena.
Además, también el estipulante puede pedir la resolución del contrato, más la
indemnización de los daños que se acrediten.
A su vez, y no obstante el ingreso del derecho al patrimonio del tercero desde el momento
de la estipulación, el estipulante y el prometiente pueden “REVOCAR” el contrato
(resciliar, en estricto rigor, pues la revocación es un acto jurídico unilateral; la confusión
parece estar en que en el Código Civil francés, según vimos, hay efectivamente un acto
de revocación) mientras el tercero beneficiario no haya aceptado expresa o tácitamente.
8
Existe una cuarta teoría: Teoría de la declaración unilateral de voluntad: habría en la estipulación por otro una expresión de
la voluntad unilateral del deudor como fuente de las obligaciones. El prometiente adquiriría el rol de deudor del beneficiario
por su exclusiva voluntad; en tal sentido, Louis Josserand, quien refiriéndose a los principales tipos de actos jurídicos de
formación unilateral, incluye la estipulación por otro, señalando que en ella “el crédito del tercero nace de una promesa
unilateral inserta en un contrato; nace y es adquirida por el tercero sin que éste haya unido su voluntad a la del promitente y
aunque no haya tenido siquiera conocimiento del contrato celebrado entre el estipulante y dicho promitente.”
Ante esta teoría, se tiene presente:
i) Que es muy discutible que el Derecho Chileno acoja la promesa unilateral como fuente de las obligaciones. No se alude a
ella en los arts. que consagran las fuentes de las obligaciones (578 y la trilogía compuesta por los 1437, 2284 y 2314).
Sobre el particular, la jurisprudencia ha declarado en algunas ocasiones que la aceptación de una letra de cambio o la
suscripción de un pagaré, constituirían casos de declaración unilateral de voluntad como fuente de obligaciones. Otro caso,
a juicio de algunos, sería la promesa unilateral de contrato bilateral; o tratándose del caso señalado en el artículo 632 del
Código Civil, al ofrecerse una recompensa a quien encuentre una especia perdida; o en el ámbito de la formación del
consentimiento, el caso de la oferta que por sí sola obliga (artículo 99 del Código de Comercio).
ii) Esta teoría desconoce el CONTRATO, señalado en el art. 1449, existente entre el estipulante y el prometiente.
iii) Finalmente, no permite comprender por qué sería necesaria la concurrencia de la voluntad del estipulante junto con la
voluntad del prometiente para revocar la estipulación antes de la aceptación del tercero, si para que naciera la obligación
sólo se requería la voluntad del prometiente.
A. Gormaz R. 50
La revocación entre las partes, al igual que la aceptación del tercero, puede ser por un
acto jurídico tácito. El Código Civil peruano otorga al estipulante el derecho de revocar
unilateralmente el contrato en favor del tercero: “El estipulante puede revocar o modificar
el derecho del tercero en tanto no se hayan producido los casos de aceptación previstos
en los artículos 1458º y 1459º.”; lo mismo acontece en el derecho francés: “El que ha
hecho la estipulación no puede revocarla ya si el tercero ha declarado querer
aprovecharse de ella”, inciso final del artículo 1121.
Lo anterior podría llevar a concluir que el derecho que ha nacido directamente en favor del
tercero, está sujeto a una condición resolutoria ordinaria, consistente en que las partes no
revoquen la estipulación antes de la aceptación de dicho tercero. Aún más, contestando
las dudas planteadas por Domínguez, podríamos sostener que si la estipulación cede en
beneficio de quien no ha nacido o no es aún persona jurídica, estaríamos en tal caso ante
una doble condición: la resolutoria apuntada y una suspensiva, consistente en que llegue
a existir la persona natural o jurídica de que se trate.
A. Gormaz R. 51
la estipulación; el alcance de la aceptación es el de hacer en adelante imposible el
ejercicio del poder de revocación (del estipulante, en el Derecho francés, o del estipulante
y prometiente, en el Derecho chileno). Por lo demás, agregan estos autores, no hay por
qué asombrarse de ver a una persona convertirse en acreedora sin manifestación de
voluntad por su parte: se puede comparar esta situación a la del heredero que adquiere la
herencia desde el mismo día del fallecimiento del causante (igual que el legatario de una
especie o cuerpo cierto), aunque desconozca su calidad de heredero, y que no hace más
que confirmar este derecho (que en este caso será el de herencia y el de propiedad), por
medio de su aceptación.
Ahora bien, para ejercer su acción contra el prometiente, deberá aceptar expresa o
tácitamente. No podrá ejercer sin embargo la acción resolutoria contra el prometiente, ya
que esta acción incumbe exclusivamente a las partes contratantes (art. 1489).
A. Gormaz R. 52
extraño, cuando sea heredero del estipulante (caso del seguro en que el
beneficiario fuera la sucesión del estipulante; en cambio, si fuere una persona que
no tiene la calidad de continuador legal del causante, estaríamos ante estipulación
en favor de tercero).
El estipulante debe obrar a nombre propio. En efecto, en caso de actuar sin poder
pero a nombre del tercero beneficiario, el estipulante será un agente oficioso. No
estipularía para otro, sino a nombre de otro. Recordemos que en el caso de la
agencia oficiosa, el tercero se convertirá en acreedor sólo desde el momento en
que ratifique, instante desde el cual se reputa que el acto jurídico fue ejecutado por
él, considerándose retroactivamente al estipulante como su mandatario.
Sólo el tercero beneficiario puede demandar lo estipulado.
El tercero tiene un derecho exclusivo y directo.
Las partes contratantes (prometiente y estipulante) pueden revocar (o mejor dicho
resciliar) la estipulación, mientras el tercero no acepte expresa o tácitamente. En
nuestro CC., la “revocación” es un acuerdo de los contratantes, a diferencia de los
códigos civiles peruano y francés, que consideran la revocación como un acto
unilateral del estipulante.
Dispone este artículo: “Siempre que uno de los contratantes se compromete a que
por una tercera persona, de quien no es legítimo representante, ha de darse, hacerse o
no hacerse alguna cosa, esta tercera persona no contraerá obligación alguna, sino en
virtud de su ratificación; y si ella no ratifica, el otro contratante tendrá acción de perjuicios
contra el que hizo la promesa.”
La doctrina nacional concluye que esta figura no es excepción al principio del
efecto relativo de los contratos, ya que no crea ningún derecho y menos una obligación a
cargo de un tercero absoluto. El único que resulta obligado es el prometiente, quien se
compromete a obtener que otra persona acepte efectuar una prestación en favor del
acreedor. En verdad, como se precisa por la doctrina, lo que el deudor promete es su
hecho propio, a saber: lograr que otro consienta en dar, hacer o no hacer algo en favor del
acreedor.
Estamos entonces ante una obligación de hacer del prometiente, que consiste en
que el tercero ratifique. Mientras ello no acontezca, el tercero no contrae obligación
alguna. Si el prometiente fracasa en su intento, deberá indemnizar al acreedor los
perjuicios que se deriven de su incumplimiento. En este caso, al acreedor sólo le queda el
camino de la ejecución forzada “por equivalente” en contra del prometiente, es decir,
exigirle la indemnización por los daños sufridos. La alternativa de la ejecución forzada
“por naturaleza” (o sea, pedir el cumplimiento de la obligación misma y no una suma de
dinero equivalente) es improcedente, pues el sistema jurídico es impotente para obtener el
asentimiento del tercero, si éste lo rehúsa.
A. Gormaz R. 53
el negocio ha sido bien administrado”. Un criterio objetivo (la buena administración o
utilidad para el interesado), determina que el interesado deba cumplir las obligaciones
contraídas por el gerente o gestor de negocios ajenos. En cambio, en la promesa de
hecho ajeno, todo depende de la voluntad del tercero, vale decir, es un criterio puramente
subjetivo. Para otros, la fuente sería la voluntad unilateral del deudor, en este caso, del
tercero, cuando ratifica. Hay sin embargo un argumento de texto contra esta hipótesis, en
el art. 1536, 2º, relativo a la promesa de hecho ajeno con cláusula penal, cuando alude al
“consentimiento”, vale decir, la promesa de hecho ajeno implicaría, para su eficacia, un
acuerdo de voluntades y no la mera voluntad aislada del deudor que acepta. López Santa
María concluye señalando que es más simple admitir que la fuente de la obligación del
tercero es la ley (el art. 1450 del CC), evitando así los inconvenientes derivados de la
práctica de explicar las instituciones jurídicas mediante su absorción por otras.
A. Gormaz R. 54
Bastian la define como “la ineficacia, respecto de terceros, de un derecho nacido como
consecuencia de la celebración o de la nulidad de un acto jurídico”.
Vodanovic entiende por tal “la ineficacia de un acto jurídico o de su nulidad respecto de
ciertos terceros por no haber las partes cumplido algún requisito externo de eficacia
dirigido precisamente a proteger a esos terceros.”
En otras palabras, es la sanción civil que impide que se haga valer ante terceros un
derecho (nacido ya sea de la celebración de un acto jurídico, ya sea de la nulidad o de
otra causal de terminación anormal de un acto jurídico, como la resolución o la
revocación).
El Código Civil chileno no emplea la expresión “inoponibilidad”, creada y difundida por
Daniel Bastian.
Si bien la inoponibilidad es una sanción civil igual que la nulidad, entre ambas
instituciones hay importantes diferencias:
* La nulidad deriva de infracciones legales o vicios que se producen al nacer el acto
jurídico. La inoponibilidad, en cambio, es independiente de la generación del contrato; el
contrato es válido, pero otras circunstancias determinan su ineficacia frente a terceros.
Vale decir, sus causas son diversas.
* La nulidad produce efectos tanto entre las partes que celebraron el acto anulado cuanto
respecto de terceros. La inoponibilidad dice relación exclusivamente con los terceros.
* La nulidad es una sanción de orden público y por ende, no puede renunciarse de
antemano. La inoponibilidad, establecida únicamente en beneficio de los terceros que
pueden invocarla, es de orden privado. Los terceros, entonces, pueden renunciar al
derecho a impetrarla.
* Si aparece de manifiesto en el acto o contrato, la nulidad absoluta puede y debe ser
declarada de oficio por el juez; la inoponibilidad nunca puede pronunciarse de oficio.
Causales de inoponibilidad.
La inoponibilidad busca cumplir dos finalidades:
* La protección de los terceros ante los efectos de un acto válido;
* La protección de los terceros ante los efectos de la declaración de nulidad de un acto.
La inoponibilidad que protege a los terceros de los efectos de un acto válido,
puede tener su origen en causas formales o de fondo.
A. Gormaz R. 55
Las examinaremos a continuación:
A. Gormaz R. 56
4º Inoponibilidad por fraude.
En cualquier relación jurídica, el deudor mantiene la libertad de seguir actuando con su
patrimonio en el mundo de los negocios jurídicos. El acreedor debe soportar en
consecuencia, la posible disminución del patrimonio de su deudor, y de tal punto de vista,
los actos del último le son oponibles. Afectarán el derecho de prenda general del acreedor.
Pero éste no está obligado a tolerar actos que supongan una disminución del patrimonio
del deudor, en los cuales éste ha actuado fraudulentamente. Recurrirá entonces el
acreedor a uno de sus derechos auxiliares: la acción pauliana o revocatoria.
Esta es una acción de inoponibilidad, ya que el contrato que se revoca no tiene eficacia
frente al acreedor perjudicado por el fraude.
También esta es una inoponibilidad de fondo.
A. Gormaz R. 57
8º Inoponibilidad por simulación.
En los casos de contratos simulados, las partes no pueden oponer el acto secreto u oculto
a terceros. Estos pueden optar, es decir pueden valerse del acto ostensible, externo o
aparente o bien del acto secreto. En este último caso, tienen que probar la existencia del
acto oculto ejerciendo la acción de simulación.
Extinción de la inoponibilidad.
* La inoponibilidad de forma se extingue por el cumplimiento de las formalidades omitidas,
cuando ello sea posible.
* Por la renuncia expresa o tácita del tercero (dado que la inponibilidad mira a su personal
interés, art. 12). Habrá renuncia tácita, cuando no se interponga la acción respectiva, en
aquellos casos en que la inoponibilidad debe hacerse valer por vía de acción (por ejemplo,
el dueño que no está en posesión de la cosa, y no deduce a tiempo la acción
reivindicatoria; o el legitimario que no impugna el desheredamiento dentro del plazo legal).
* Por prescripción, en todos aquellos casos en que debió hacerse valer como acción.
A. Gormaz R. 58
Estamos ante un principio general del derecho de la mayor trascendencia. Como destaca
López Santa María, ya contamos en esta materia en Chile, con una sentencia que abre el
camino adecuado: “Los contratos deben ejecutarse de buena fe, sin apego a la letra
rigurosa de ellos ni a un derecho estricto. No deben las partes asilarse en la literalidad
inflexible para dar menos ni para exigir más, arbitrariamente, al influjo de un interés propio
y mezquino; antes bien, ha de dejarse expresar al contrato ampliamente su contenido.
Tampoco debe dejarse de atender a factores extraliterales que pudieran fundarse en la
naturaleza del pacto, en la costumbre o en la ley” (Corte Pedro Aguirre Cerda, 4 de marzo
de 1988).337
La buena fe subjetiva.
Bona fides, en este sentido, es la creencia que, por efecto de un error excusable,
tiene la persona, de que su conducta no peca contra el Derecho (Von Thur). Es la
convicción interna o psicológica de encontrarse el sujeto en una situación jurídica regular,
aunque objetivamente no sea así, aunque haya error. El Derecho, en diversas ocasiones,
disculpa o excusa el error. De consiguiente, la buena fe subjetiva es una noción
justificativa del error. En materia de error común, se afirma que éste forma derecho. La
manifestación más clara de esta doctrina se encuentra en el art. 1013 del CC. Otras
manifestaciones, no tan claras, se encontrarían en los arts. 94 regla 4ª; 426; 1576, inciso
2º; y 2058.
En el mismo sentido, establece el art. 1950 del Código Civil español: “La buena fe
del poseedor consiste en la creencia de que la persona de quien recibió la cosa era dueña
de ella y podía transmitir su dominio”.
El ordenamiento jurídico ampara al poseedor de buena fe que erróneamente, creyó
adquirir el dominio de su antecesor: se le permite en definitiva llegar a ser dueño mediante
la prescripción adquisitiva ordinaria. Además, aún cuando no lograse tal objetivo, el
poseedor de buena fe demandado recibe un tratamiento privilegiado respecto a las
prestaciones mutuas, específicamente en relación a los frutos, deterioros y mejoras útiles
(arts. 906, 907 y 909).
En el Derecho de Familia, observamos también la consagración de la buena fe
subjetiva en el matrimonio putativo: la nulidad sólo se proyecta al futuro, careciendo de
efecto retroactivo.
En el derecho de las obligaciones, específicamente en el pago de lo no debido, en
lo relativo a la restitución que debe efectuar el accipiens (arts. 2300 y siguientes).
En materia de contratos, en los arts. 1842 y 1859 (los pactos de irresponsabilidad
en casos de evicción o de vicios ocultos de la cosa vendida, son ineficaces si el vendedor
sabía que existía la causa de evicción o el vicio oculto). Igual cosa, en los casos de los
arts. 2110 (sociedad) y 2468 (acción pauliana).
La buena fe objetiva.
A ella se remite el art. 1546, cuando establece que los contratos deben ejecutarse
de buena fe. En el ámbito contractual, no todo puede estar previsto por la ley. Sea por
ausencia o ambiguedad de la ley, sea por las peculiaridades especiales del caso, sea por
la remisión del propio legislador a estándares o criterios flexibles, con frecuencia la
decisión de un litigio contractual queda entregada al poder discrecional del sentenciador.
A. Gormaz R. 59
En definitiva y en términos prácticos, en estos casos el desenlace del litigio depende del
juez y no de la ley, en sentido estricto.Pero el poder discrecional del juez está limitado,
entre otros aspectos, por el establecimiento de reglas legales flexibles, estándares,
módulos o patrones de conducta.
Un “estándar” es una regla que en lugar de formular una solución rígida, recurre a
un parámetro flexible cuyo manejo y concreción, en cada caso, queda entregado al
criterio, prudencia y sabiduría del juez de la causa. Se trata de conceptos susceptibles de
asumir un contenido empíricamente variable pero que, no obstante, tienen una unidad de
significado básica e inamovible, que el sentenciador debe acatar. Uno de dichos
estándares legales es la buena fe objetivamente considerada. La misma naturaleza tienen
otras nociones como “el buen padre de familia”, “las buenas costumbres”, “el orden
público”, “la información esencial”, etc.
El principio de la buena fe objetiva impone a los contratantes el deber de
comportarse correcta y lealmente en sus relaciones mutuas, desde el inicio de sus tratos
preliminares hasta incluso después de la terminación del contrato.348 La buena fe
equivale a la obligación de cooperación, a la lealtad a la palabra dada, y la exclusión del
dolo y del uso abusivo de los derechos subjetivos.
A diferencia de la buena fe subjetiva, que se aplica “in concreto” por el
sentenciador, averiguando la convicción íntima y personal del sujeto implicado, la buena fe
objetiva se aprecia “in abstracto”, prescindiendo el juez de las creencias o intenciones
psicológicas de los contratantes, para puntualizar la conducta socialmente exigible de las
partes, exclusivamente en base a la equidad, a los usos y en general, al modelo del
hombre razonable, o sea, a los estándares legales.
La buena fe contractual corresponde a la moral del deber, cuyo objetivo, como
señala Enrique Barros, es hacer de cada persona un ciudadano cumplidor de los
requerimientos básicos que plantea la vida social. De lo que se trata es de excluir el abuso
y la mala fe en las relaciones contractuales. Se recoge aquí el creciente valor atribuido a
la CONFIANZA en las relaciones contractuales, como elemento básico de las mismas.
Dado que el estándar o regla de la buena fe objetiva tiene valor NORMATIVO,
tanto porque figura en el art. 1546 cuanto porque autoriza al tribunal para determinar los
efectos jurídicos del contrato en discusión, ampliando, precisando o restringiendo el tenor
del acto jurídico, según las circunstancias, su aplicación configura una cuestión de
DERECHO. La decisión sería por tanto susceptible de revisión por la Corte Suprema, por
la vía de la casación en el fondo. Por ello, los jueces, amparándose en la imprecisión de la
buena fe, se ven impedidos de dictaminar de manera arbitraria o inicua.
A. Gormaz R. 60
tribunales así lo han entendido, sosteniendo que “La buena fe es un principio primario en
la interpretación de los contratos.”
En algunos casos, estas hipótesis pueden configurar DOLO en la conclusión del contrato,
aplicándose entonces el art. 1458. Pero aún sin dolo, toda vez que se violan
negligentemente los deberes de información, ha de remediarse lo hecho indemnizando
por “culpa in contrahendo” (caso de responsabilidad civil precontractual). Otro ejemplo de
buena fe objetiva durante los tratos preliminares, es el deber de guardar los secretos
conocidos durante las negociaciones, o el deber de advertir que no se está en situación
de concluir un contrato válido.
A. Gormaz R. 61
De lo expuesto, se puede concluir que el interés jurídicamente protegido “está referido al
daño sufrido por el partícipe damnificado por haber sido envuelto en negociaciones
inútiles, a raíz del retiro intempestivo y arbitrario del otro partícipe o por el ocultamiento de
situaciones que resulten ser, posteriormente, causas de nulidad del contrato resultante.”
Se trata de participar entonces en forma correcta y leal en las negociaciones, lo que
implica por ende actuar de buena fe. Como refiere De Los Mozos, citando a Castán
Tobeñas, “…en la base de la formación del contrato hay ya para las partes un deber de
lealtad recíproca y buena fe. Por regla general, la ruptura de los tratos no traerá consigo
ninguna responsabilidad; más si llegadas las convenciones a un punto en que podía
razonablemente esperarse la conclusión del contrato, y una de las partes se vuelve atrás
sin motivo justificado, está obligada a responder a la otra, por su arbitrario proceder, de
los gastos que haya hecho y de las pérdidas patrimoniales que haya sufrido.” Agrega que
ante el silencio legal (en el Código Civil español), “…cabe perfectamente aplicar el
principio de la buena fe (…) al ser uno de los confortantes, no sólo del Derecho de
obligaciones, sino de todo el orden jurídico y que obliga a las partes a no faltar a ella o
contradecirla en los tratos previos a la perfección del contrato.”
Para Francisco Saavedra, a modo ejemplar, constituyen conductas que no infringen este
proceder de buena fe, o dicho en términos positivos, son conductas que están conformes
al principio de actuar de buena fe, las siguientes:
• Participar en las negociaciones estando debidamente facultado para ello (cuando quien
actúa, lo hace a nombre y en representación de otro).
• Que una de las partes no sea inducida a contratar mediante la entrega de informaciones
falsas, erróneas, simuladas o incompletas.
• Que para la seguridad de las negociaciones se respeten los acuerdos de
confidencialidad que se hubieren adoptado y se custodien diligentemente los documentos
entregados.
• No haber ocultado hechos que podrían acarrear luego la nulidad o la ineficacia de lo
acordado.
• Que las negociaciones no se prolonguen deliberadamente para luego contratar con otro.
• Que no se realicen actos disfuncionales que entorpezcan o que encarezcan inútilmente
las negociaciones.
• Que una de las partes no se sustraiga o retire arbitraria o injustificadamente de las
negociaciones.
• Que no se revoquen propuestas que se había prometido que no serían retiradas, etc.
A. Gormaz R. 62
al afectado. La buena fe debiera imponer entonces un equilibrio mínimo a las utilidades
que caracterizan el contrato conmutativo.
Los artículos 1468 y 1683 del Código Civil, se vinculan con la mala fe al momento de
otorgar o celebrar un acto o contrato. Conforme al primero, “No podrá repetirse lo que se
haya dado o pagado por un objeto o causa ilícitas a sabiendas”. De esta manera, quien
contrató de mala fe, y ésta consistía en haber conocido la ilicitud del objeto o de la causa,
no podrá obtener que se le restituya su prestación, tras la declaración de nulidad del
contrato. Conforme al segundo, “La nulidad absoluta (…) puede alegarse por todo el que
tenga interés en ello, excepto el que ha ejecutado el acto o celebrado el contrato,
sabiendo o debiendo saber el vicio que lo invalidaba”: así las cosas, se castiga la mala fe,
impidiendo que aquél que incurrió en ella, demande la nulidad del contrato.
3º Admitir la tesis de Fernando Fueyo, según la cual a los requisitos legales del pago –
ejecución literal e integridad (arts. 1569 y 1591)-, debe añadirse la buena fe del solvens y
del accipiens.
A. Gormaz R. 63
+ En las relaciones postcontractuales: durante la fase de liquidación del contrato, la buena
fe objetiva también impone deberes específicos. Así, por ejemplo, terminado el contrato de
arrendamiento de oficinas o locales comerciales, el propietario debe permitir al antiguo
arrendatario colocar un aviso anunciando el lugar al que se ha trasladado. También en lo
que respecta al deber de secreto o reserva. Aquellas cuestiones que uno de los
contratantes hubiere conocido con motivo o con ocasión del contrato celebrado y
ejecutado, y cuya difusión o conocimiento por terceros pueda dañar a la contraparte,
deben permanecer en el secreto o reserva
A. Gormaz R. 64
sea necesario interpretar el contrato-, o por el contrario, meros criterios orientadores de su
labor indagatoria de la voluntad de las partes. A juicio de Alessandri, las reglas de
interpretación no son obligatorias para el juez en el sentido que éste se vea
necesariamente obligado a seguirlas, ni mucho menos aplicarlas en un orden
preestablecido, sino que tienen el carácter de verdaderos consejos dados por el legislador
al juez. A fin de cuentas, concluye que habría sido mejor no consignar estas reglas y dejar
a los jueces con más libertad para estos efectos. Agrega que si el Còdigo Civil Chileno las
consignó, fue por imitación del CC. francés, el que a su vez no hizo sino repetir lo que
decía Pothier al respecto. Meza Barros señala por su parte que el juez debe aplicar en su
tarea interpretativa la lógica, el buen sentido, la experiencia, su conciencia y la buena fe.
López Santa María discrepa de la tesis de Alessandri. Afirma que el legislador no cumple
su misión dando consejos. Las normas sobre interpretación tienen carácter imperativo,
cuya inobservancia por parte del juez puede ser impugnada en casación. La mayoría de
los autores contemporáneos y la jurisprudencia siguen la misma línea.
Los arts. 1560 a 1566 regulan la materia. Corresponde a los jueces del fondo (de primera
y segunda instancia) interpretar los contratos, y escapa al control de la Corte Suprema.
Colin y Capitant, aludiendo a la posibilidad de que se pueda recurrir a la Corte de
Casación cuando el juez ha interpretado mal la voluntad de los contratantes, señalan que
se trata de una cuestión muy delicada, pues equivale a preguntarse si la interpretación de
las cláusulas de un contrato, la investigación de la voluntad de las partes, es una cuestión
de hecho o de derecho. Se sostuvo por algunos, en Francia, al poco tiempo de entrar en
vigencia el Código Napoleón, que es una cuestión de derecho, puesto que la convención
es la ley de las partes, e interpretarla es interpretar la ley. Pero al poco tiempo, la Corte
Suprema, en un fallo de 1808, vino a declarar que la interpretación de las cláusulas de un
contrato es una pura cuestión de hecho. Desde esa época, la jurisprudencia de la Corte
de Casación francesa no ha cambiado, desprendiéndose que los jueces de instancia son
los únicos que tienen la misión de interpretar las cláusulas litigiosas. Y de decir cuál es su
sentido. En efecto, agregan los autores franceses citados, por una parte, para hacer esta
interpretación, hace falta, necesariamente, conocer todos los hechos pertinentes al caso,
investigar, no solamente en los términos mismos del documento, sino en las
circunstancias que le han acompañado cuál ha sido la voluntad de las partes; de tal modo,
la interpretación del documento se relaciona demasiado íntimamente con la apreciación
de los hechos para poder separarse de ellos. Y, por otra parte, la función superior de la
Corte de Casación, que es la de asegurar la unidad de la jurisprudencia, le concede
facultades para interpretar las leyes generales, pero no esta“ley especial” de las dos
partes que procede de una convención y en cuya interpretación no hay evidentemente,
que temer las divergencias de la jurisprudencia. Nuestra Corte Suprema ha seguido un
criterio similar. Al respecto, de un fallo de fecha 5 de enero de 1981, se desprende que
“Las leyes relativas a la interpretación de los contratos son normas dadas a los jueces del
mérito a fin de que escudriñen la verdadera intención de las partes contratantes. La
determinación de esa intención es una cuestión de hecho que generalmente escapa al
control de la Corte Suprema, y si ella se determina o establece sin incurrir en error de
derecho, no cabe el recurso de casación en el fondo.”
Así las cosas, se ha sostenido en Chile, que la Corte Suprema sólo interviene cuando se
infringe una ley vinculada al contrato de que se trate, lo que ocurrirá en los siguientes
casos:
a) Cuando se atribuye a los contratos efectos diversos de los que prevé la ley.
A. Gormaz R. 65
b) Cuando se desnaturaliza el contrato al interpretarlo.9
MÉTODOS DE INTERPRETACIÓN
Se conciben dos métodos para interpretar los contratos: uno subjetivo y otro
objetivo.
El primero de estos métodos se preocupa de indagar cual es la voluntad real de los
contratantes. Suelen las partes emplear en la manifestación de su voluntad términos
inadecuados; la forma de la declaración traiciona, a menudo, su pensamiento íntimo. Se
tratase de establecer el verdadero pensamiento de los contratantes que debe prevalecer
sobre la voluntad declarada.
Tal es el sistema que adopta nuestro Código, tomando al Código francés.
A. Gormaz R. 66
El artículo 1560, en efecto, dispone: "Conocida claramente la intención de los
contratantes, debe estarse a ella más que a lo literal de las palabras".
La disposición, no significa que el intérprete debe desentenderse de los términos
del contrato. Debe admitirse que las palabras por regla general, traducen con fidelidad el
pensamiento. Si los términos son claros, lo será igualmente la intención de las partes.
Sólo está autorizado el intérprete para apartarse del tenor literal del contrato,
cuando contraría la intención de los contratantes "conocida claramente".
Para conocerla intención de los que contratan, el Código ha señalado diversas
normas de interpretación.
Si una cláusula por su ambigüedad o por su oscuridad puede llevar a dos conclusiones
distintas, pero una de estas no tiene significado alguno y solamente alguna de ellas puede
producir algún efecto, deberá preferirse esta última interpretación, porque es lógico
suponer que las partes estipularon esa cláusula para que produjera algún efecto. En otras
A. Gormaz R. 67
palabras, es lógico suponer que las partes no han querido introducir en el contrato
cláusulas inútiles o carentes de sentido.
Las cláusulas ambiguas de un contrato deben entenderse del modo que esté más
acorde con su naturaleza.
El artículo 1563 establece: "En aquellos casos en que no apareciere voluntad
contraria, deberá estarse a la interpretación que mejor cuadre con la naturaleza del
contrato".
Pothier, para expresar la misma idea, señalaba: “Cuando en un contrato los términos son
susceptibles de dos sentidos, debe entendérselos en el sentido más conveniente a la
naturaleza del contrato.”
Así, por ejemplo, si se fija que la renta de arrendamiento de un inmueble urbano será de $
400.000.-, debe concluirse, aunque no se haya dicho, que se trata de una renta mensual y
A. Gormaz R. 68
no anual o por el período que dure el contrato, pues es de la naturaleza de los
arrendamientos de predios urbanos destinados a la habitación, que la renta se pague
mensualmente.
Cualquier intérprete, comienza por observar el conjunto o la totalidad de aquello que debe
interpretar. Normalmente, las cláusulas de un contrato se hallan subordinadas unas a
otras. Así como la ley debe interpretarse de manera que haya entre todas sus
disposiciones la debida correspondencia y armonía, porque la ley forma un todo que
persigue un fin general, de la misma manera los contratos forman un todo único, que
desde la primera hasta la última cláusula tienen un mismo objeto. Por ello, el juez no
A. Gormaz R. 69
puede interpretar aisladamente. Puede ocurrir sin embargo, que las cláusulas que
individualmente consideradas son precisas, se tornen contradictorias en el conjunto del
contrato.
Las cláusulas de un contrato "podrán interpretarse por las de otro contrato entre
las mismas partes y sobre la misma materia" (artículo 1564 inciso 2).
Puede el juez, por tanto, buscar fuera del contrato mismo que se trata de
interpretar elementos para precisar su alcance. De otros contratos que anteriormente
ligaron a las partes puede fluir con claridad cual ha sido su intención al vincularse por un
nuevo contrato10.
Se puede recurrir a otros contratos celebrados por las mismas partes sobre idéntica
materia. La convención susceptible de ser considerada en la interpretación puede ser
anterior o posterior al contrato objeto del litigio. Especial aplicación tiene esta regla en
aquellos negocios que sólo llegan a realizarse mediante una serie de contratos, todos
ellos referentes a la misma materia. En un fallo de la Corte Suprema de agosto de 1920,
se indica que esta regla es facultativa para el tribunal. Este puede o no aplicarla al
resolver la contienda.390 Este criterio jurisprudencial podría explicarse por la frase
“Podrán también”, empleada en el inciso 2° del artículo 1564, a diferencia de la redacción
imperativa que tienen los restantes preceptos del título XIII del Libro IV.
Por su parte, en una sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago, de julio de 1931,
se concluye que siendo vago un contrato en que el actual demandado se compromete a
pagar una comisión por ciertos servicios, debe recurrirse, para interpretarlo, a un convenio
que sobre la misma materia celebraron las partes con anterioridad y que dejaron
subsistente para ciertos efectos indicados en el contrato posterior.
10
Concuerdan estas reglas con las que el Código señala para la interpretación de la ley. El contexto de la ley servirá para
ilustrar sus partes, "de manera que haya entre todas ellas la debida correspondencia y armonía"; asimismo, los pasajes
oscuros de la ley "pueden ser ilustrados por medio de otras leyes, particularmente si versan sobre el mismo asunto".
A. Gormaz R. 70
La aplicación práctica que los contratantes han hecho de las estipulaciones del
contrato, antes de que surgieran discrepancias entre ellos, es decisiva para precisar su
genuino sentido y alcance.
El artículo 1564 inciso 3, establece que las cláusulas contractuales podrán también
interpretarse "o por la aplicación práctica que hayan hecho de ellas ambas partes, o una
de las partes con aprobación de la otra".
Sobre este particular, señala un fallo de la Corte Suprema de agosto de 1919, que la regla
del inciso 3º del art. 1564 es de importancia principalmente en la interpretación de los
contratos que contienen obligaciones de dar o de hacer, ya que nada puede indicar con
más acierto la voluntad de las partes en esta materia que la ejecución llevada a cabo por
ellas de las cosas que, con arreglo a lo pactado, estaban obligadas a dar o hacer.
Con todo, en un fallo de noviembre de 1932, de la misma Corte, se previene que las otras
reglas de interpretación pueden tener preferencia a la fundada en la aplicación práctica
que las partes dan al contrato, si éste ha sido interpretado conforme a tales reglas
preferentes.
En una sentencia de la Corte Suprema de abril de 1976, se precisa también que la
aplicación práctica del contrato es una norma prevista sólo para la interpretación de una o
más cláusulas de éste, pero no para establecer la eficacia de ellas. Si en virtud de una
cláusula convenida por persona que no tenía facultad para obligar al empleador se ha
pagado, durante cierto tiempo, una bonificación del empleador, no puede invocarse dicha
aplicación práctica para dar eficacia a la cláusula inoponible al empleador.
En un sentido parecido, la Corte de La Serena puntualiza, en una sentencia de
diciembre de 1906, que resulta improcedente la regla en análisis, cuando la aplicación
práctica del contrato lo ha sido por inadvertencia de una de las partes.
A su vez, en una sentencia de agosto de 1919, la Corte Suprema, acogiendo un recurso,
declaró que era contraria a Derecho la sentencia dictada en un juicio sobre interpretación
de un contrato en lo relativo a la constitución de una servidumbre de acueducto en él
convenida, si en la sentencia no se toma en consideración el hecho, establecido en la
causa, referente a la forma en que prácticamente se había solucionado entre los
contratantes los derechos y obligaciones recíprocas en orden al reparto y conducción de
las aguas con que debían regarse los predios de ambos, ya que las partes tienen derecho
para exigir que se tomen en consideración y aprecien todos los medios señalados por la
ley para fallar el litigio, y al juez incumbe el deber de aplicar todas las disposiciones
legales que han de servir para resolver con justicia el desacuerdo de los litigantes
sometidos a su jurisdicción.
A. Gormaz R. 71
Así, por ejemplo, si se discute si deben o no pagarse intereses y reajuste y durante un
período de tiempo las partes, en otros negocios, los han pagado, debe entenderse en tal
sentido la obligación.
Para explicar el alcance de las obligaciones de las partes o para evitar dudas, el
contrato suele prever determinados casos o situaciones.
Por este solo hecho, no se entiende que las partes han querido limitar los efectos
del contrato al caso o casos especialmente previstos. El artículo 1565 dispone: "Cuando
en un contrato se ha expresado un caso para explicar la obligación, no se entenderá por
solo eso haberse querido restringir la convención a ese caso, excluyendo los otros a que
naturalmente se extienda".
Fija una regla opuesta a la anterior, a primera impresión. Los ejemplos puestos en
un contrato, no implican que se aplique sólo al caso que se coloca como ejemplo; es decir,
no se entiende que las partes han querido limitar los efectos del contrato al caso o casos
especialmente previstos. La oposición entre el art. 1561 y el art. 1565 es puramente
aparente, puesto que son manifestaciones distintas de un mismo principio general, el que
ordena al intérprete considerar todas las circunstancias de la especie.
Así, por ejemplo (siguiendo el ejemplo de Pothier), si en una capitulación matrimonial se
dice que los esposos estarán en comunidad de bienes, en la cual entrará el mobiliario de
las sucesiones que pudieren tocarles, esta cláusula no impide que también ingresen a la
comunidad todas las otras cosas que a ella entran según el derecho común, pues el caso
colocado por las partes sólo fue agregado para evitar dudas sobre el particular.
Prevé la ley, por último, que resulten inaplicables todas las demás reglas de
interpretación.
Las cláusulas ambiguas deben interpretarse en contra de aquel de los contratantes
que las dictó y a quien, en suma, puede imputarse esta ambigüedad.
El artículo 1566 inciso 2 establece que "Las cláusulas ambiguas que hayan sido
extendidas por una de las partes, sea acreedora o deudora, se interpretarán contra ella,
siempre que la ambigüedad provenga de la falta de una explicación que haya debido
darse por ella".
Pero, si la ambigüedad no es imputable a ninguna de las partes, "se interpretarán
las cláusulas ambiguas a favor del deudor" (artículo 1566 inciso1).
Esta norma debe aplicarse en último término, como recurso final para dirimir la contienda
relativa al alcance del contrato.
El inciso 1°, más que descansar en la equidad, puesto que se da el favor al deudor, se
relaciona con el art. 1698, en cuanto incumbe probar las obligaciones a quien las alega.
Conforme al art. 1566, inciso 2º, quien dicta o redacta el contrato, sea deudor o acreedor,
debe responder por la ambigüedad resultante. La jurisprudencia nacional ha aplicado
directamente esta norma, en particular respecto de contratos de adhesión.
Refiriéndose Alessandri al art. 1566, inciso 1º, señala que su fundamento descansa en
que aquél que ha querido obligarse, ha querido obligarse a lo menos. En cuanto al inciso
A. Gormaz R. 72
2º, afirma que busca impedir que la parte que redactó el contrato o la cláusula en
discusión, saque provecho de su negligencia y aun de su malicia. Como anotó Bello al
respecto, “En caso de duda, se tiene menos consideración a aquel de los contratantes
que pudo explicarse con más claridad, y omitió hacerlo”.
Acerca del alcance de la expresión “partes”, una sentencia de la Corte de La Serena, de
agosto de 1903, afirma que las cláusulas dudosas de una escritura de venta redactadas
por el abogado del comprador deben interpretarse en contra de éste.
A su vez, en un fallo de diciembre de 1930 de la Corte de Santiago, se indica que
suponiendo ambiguas o dudosas las cláusulas del seguro relativas a doble indemnización
por muerte por accidente, debe interpretárselas contra el asegurador que redactó el
formulario contenido en la póliza, ya que la ambigüedad provendría de una falta de
explicación que debió dar el asegurador. Por tanto, debe acogerse la demanda en que se
cobra la doble indemnización.
En otra sentencia, de la Corte Suprema, de fecha 15 de septiembre de 1911, se descarta
la ambigüedad de una cláusula que excluía la indemnización en caso de incendio
originado por un terremoto: si bien el seguro se había contratado contra riesgo de
incendio, en el contrato se estipuló que quedaba excluido el daño producido por
terremotos, como también los incendios originados por el sismo.401
b) Reglas relativas a los elementos extrínsecos del contrato: es decir, permiten recurrir a
otros instrumentos o hechos externos al contrato:
Artículo 1561: Regla de la aplicación restringida del texto contractual;
Artículo 1564, inciso 2º: Regla de la interpretación de un contrato por otro;
Artículo 1564, inciso 3º: Regla de la interpretación auténtica o de la aplicación
práctica del contrato; y
Artículo 1565: Regla de la natural extensión de la declaración.
c) Reglas subsidiarias de interpretación contractual, vale decir, que sólo han de aplicarse
cuando las reglas relativas a los elementos intrínsecos o extrínsecos no permitan dilucidar
la controversia:
Artículo 1563, inciso 2º: Regla de las cláusulas usuales; y
Artículo 1566: Regla de la última alternativa.
A. Gormaz R. 73
siempre sobre la base de la esencia misma de los hechos que configuran el acto y nunca
sobre la denominación que las partes haya dado al acto. Nuestra jurisprudencia ha sido
reiterada en sostener que es indiferente la calificación que las partes hayan dado al acto.
En verdad sin embargo, dentro del contexto del voluntarismo jurídico que inspira
las normas de calificación o interpretación contractual en el régimen chileno, la calificación
de las partes no es del todo inútil; puede ser indicativa de la voluntad subjetiva de ellas.
La interpretación y la calificación no siempre van unidas. Puede ocurrir que se
requiera de una pero no de la otra, o de necesiten ambas. En todo caso, cuando se
requieren ambas, la interpretación es siempre previa a la calificación.
Cuando una sentencia califica erróneamente el contrato, está violando; a)el propio
contrato (que para la partes es ley); b)la ley que define el contrato realmente celebrado; c)
la ley que define el contrato que la equivocada calificación supone celebrado. Sin
embargo, nuestra jurisprudencia ha estimado que la calificación de un contrato es una
cuestión de hecho.
De este modo, el contrato puede tener fin por un acuerdo de las voluntades que
concurrieron a generarlo y por diversas causas que señala la ley.
Por regla general, todo contrato se disuelve por un acuerdo de voluntades de las
partes. Es natural que la misma voluntad que le dio origen pueda ponerle fin.
Esta regla tiene excepciones en un doble sentido:
a) A veces la voluntad de los contratantes no basta para disolver el contrato,
como en el caso del matrimonio.
b) Otras veces, basta para ponerle fin al contrato la declaración unilateral de
voluntad de los contratantes, como ocurre en el mandato o en la sociedad.
EFECTOS DE LA RESCILIACIÓN
A. Gormaz R. 74
De este modo, la circunstancia de que se deje sin efecto un contrato de
compraventa, a que siguió la correspondiente tradición, no afectará a los terceros a
quienes el adquirente enajenó la cosa o a los terceros en cuyo favor constituyó una
hipoteca u otro derecho real.
Cuando el acuerdo de voluntades interviene antes que las estipulaciones de las partes se
hayan cumplido, las obligaciones que genera se extinguen. Suprimida la fuente de que
emanan, las obligaciones no pueden subsistir.
Pero si el contrato se ha cumplido, el mutuo discenso no produce el efecto de
extinguir las obligaciones, ya que éstas se habían extinguido mediante el pago. La
ejecución del contrato libera a las partes de sus obligaciones. En tal caso, la abolición del
contrato hace surgir nuevas obligaciones: las que sean necesarias para deshacer lo
hecho.
NULIDAD Y RESCISIÓN
A. Gormaz R. 75
LOS CONTRATOS EN PARTICULAR
LA PROMESA
A. Gormaz R. 76
minucioso examen preliminar de la cosa, son algunos de los obstáculos que obstan a la
celebración inmediata del contrato.
Si bien el contrato no puede celebrarse aún, interesa a menudo a las partes
quedar desde ya comprometidas a celebrarlo, cuando sean allanadas las dificultades
presentes.
Tal es el objeto de la promesa y la razón de su considerable importancia.
LA PROMESA ES UN CONTRATO
La promesa tiene por objeto celebrar otro contrato y produce el efecto de obligar a
una de las partes o a ambas a celebrarlo. El contrato prometido puede tener los más
variados objetos y producir los más diversos efectos, según sea su naturaleza.
A. Gormaz R. 77
Sin embargo, ambos contratos suelen confundirse. Si el contrato prometido es
consensual, como una compraventa de bienes muebles, la promesa puede equivaler al
contrato prometido. Por ejemplo, A promete a B venderle su automóvil en $100.000 y B
promete comprarlo en ese precio. Esta promesa es equivalente a una compraventa.
Con todo, la regla del artículo 1554 no puede referirse sino a la promesa de
celebrar un contrato real o solemne. Así se explica que el Nº4 establezca que debe
especificarse cabalmente el contrato prometido, de modo que sólo falte para que sea
perfecto "la tradición de la cosa, o las solemnidades que las leyes prescriban".
Si el contrato no es real ni solemne, la cabal especificación del contrato prometido,
el completo acuerdo acerca de sus estipulaciones, trae como consecuencia que el
contrato quedará desde ya perfecto o, en otros términos, la promesa se identificará con el
contrato prometido.
REQUISITOS DE LA PROMESA
A. Gormaz R. 78
El Nº4 del artículo 1554 es concluyente y pone de manifiesto que el legislador no
ha intentado someter a las mismas solemnidades la promesa y el contrato que se
promete.
Por otra parte, cuando el legislador ha querido que la promesa conste por escritura
pública, lo ha dicho expresamente. Así, el artículo 1787 dispone que las promesas que se
hacen los esposos, en consideración al matrimonio, "deberán constar por escritura
pública".
A. Gormaz R. 79
El plazo posterga la exigibilidad de las obligaciones derivadas de la promesa y es,
por lo tanto, un plazo suspensivo. El contrato prometido deberá verificarse una vez
expirado el plazo.
Vencido el plazo, por consiguiente, los contratantes podrán deducir las acciones
pertinentes para obtener que se celebre el contrato prometido.
Puede ocurrir que las partes no estén en situación de prever con certeza cuando
se encontrarán en situación de celebrar el contrato que proyectan; en tal caso, pactarán
una condición para fijar la época en que debe celebrarse.
Pero la condición debe ser tal que sirva efectivamente para señalar esa época. La
Corte Suprema ha resuelto, generalmente, que esa condición debe ser determinada, esto
es, que deba realizarse dentro de cierto plazo. Ha negado valor a promesas en que se
estipuló una condición indeterminada.
A. Gormaz R. 80
La especificación del contrato que se promete se justifica sobradamente. La
promesa, de otro modo, sería prácticamente ineficaz; quedaría abierta la puerta para
futuras discusiones acerca del alcance de lo estipulado. La especificación del contrato
garantiza el cumplimiento de la obligación u obligaciones de las partes y hace posible, en
su momento, obtener su ejecución forzada.
A) La ley exige que se especifique el contrato prometido de modo que sólo falte para
su perfeccionamiento la tradición o las solemnidades legales, y esta especificación
no sería lo cabal que la ley exige si no consta en la promesa el propósito recíproco
de obligarse.
Prometida la celebración de un contrato de compraventa de un inmueble, la
promesa debe expresar que una parte se obliga a vender y la otra a comprar; si
así no fuera, faltaría, además de la solemnidad legal, el consentimiento recíproco
de las partes, el mutuo acuerdo sobre la cosa y el precio, esencial en la
compraventa.
B) La exigencia de que las partes contraigan en la promesa las obligaciones que son
propias del contrato prometido, importa asumir de antemano las obligaciones de un
contrato aún existente.
A. Gormaz R. 81
La aseveración del Proyecto contenía, pues una verdad sólo parcial. Su
eliminación del texto definitivo del Código se ha debido probablemente a la
comprobación de este aserto. No se identifican el contrato prometido consensual y
la promesa unilateral de celebrarlo. Pero, ¿para qué preocuparse de la promesa
unilateral si, en concepto del legislador, no fuere válida?
Finalmente, cabe mencionar que, para sortear estas discusiones, movido por una
imperativa necesidad práctica, el Código de Minería ha establecido en su artículo 76:
"Será válido el contrato de promesa de venta de una pertenencia o parte alícuota de ella,
de acciones en una sociedad minera y, en general, de cualquier otro derecho regido
especialmente por el presente Código, aunque se estipule que es facultativo para el
promitente comprador realizar o no la compraventa".
EFECTOS DE LA PROMESA
El artículo 1554 concluye que, concurriendo los requisitos legales, "habrá lugar a lo
prevenido en el artículo precedente".
El artículo 531 del Código de Procedimiento Civil establece que si el hecho debido
consiste en la suscripción de un documento o en la constitución de una obligación, podrá
el juez proceder a nombre del deudor, cuando éste es requerido y "no lo hace dentro del
plazo que le señale el tribunal".
LA COMPRAVENTA
A. Gormaz R. 82
a) Puesto que las partes se obligan recíprocamente, el contrato de compraventa es
bilateral.
La definición legal nos señala las principales obligaciones que contraen las partes:
dar el vendedor la cosa vendida y pagar el comprador el precio.
Tales son las obligaciones fundamentales que el contrato genera para las partes;
son de su esencia y sin ellas el contrato no produce efectos civiles o degenera en
otro contrato diferente.
Si el vendedor se obliga a dar una cosa y el comprador no contrae la obligación
recíproca de pagarle un precio, o a la inversa, promete el comprador pagar un
precio sin que se le ofrezca una cosa en cambio, no hay compraventa. El contrato
podría importar una donación de la cosa o del precio.
A. Gormaz R. 83
La compraventa, pues, no transfiere el dominio 11; el comprador no se hace dueño
de la cosa vendida y el vendedor del precio en virtud del contrato, sino de la tradición
subsiguiente. Mientras la tradición no se efectúe, comprador y vendedor son solamente
acreedores de la cosa y el precio.
La adquisición del dominio, por tanto, se verifica por medio de dos actos diferentes:
el contrato de compraventa que constituye el título de la adquisición y la tradición que es
el modo de adquirir.
Tal es el sistema adoptado por nuestro Código Civil, que el Mensaje sintetiza de la
siguiente manera: "un contrato puede ser perfecto, puede producir obligaciones y
derechos entre las partes, pero no transfiere el dominio, no transfiere ningún derecho
real".
El contrato sólo genera obligaciones.
El artículo 1801 inciso 1, dispone: "La venta se reputa perfecta desde que las
partes han convenido en la cosa y en el precio; salvas las excepciones siguientes".
11
Por el contrario, en el sistema adoptado por Código francés el contrato de compraventa es traslaticio de
dominio. El artículo 1583 previene que la venta "es perfecta entre las partes y la propiedad es adquirida de
derechos por el comprador respecto del vendedor, desde que se ha convenido en la cosa y en el precio,
aunque la cosa no haya sido aún entregada ni el precio pagado".
El contrato de compraventa crea obligaciones y transfiere el dominio; es, al mismo tiempo, título y modo de
adquirir.
A. Gormaz R. 84
El acuerdo de las voluntades debe existir, pues, relativamente a la cosa y al precio;
debe existir, además, como señalaba Pothier, relativamente a la venta, esto es, las partes
han de estar acordes en que el contrato que celebran es de compraventa.
a) El consentimiento debe recaer, en primer término, sobre la cosa que es objeto del
contrato. No existirá acuerdo sobre la cosa vendida cuando los contratantes
padezcan de error, bien sobre la identidad de la cosa específica de que se trata
(artículo 1453), o sobre la sustancia o calidad esencial de la misma (artículo 1454).
b) El acuerdo de voluntades debe versar acerca del precio y esto ocurrirá cuando el
precio en que una parte entiende comprar sea el mismo en que la otra entiende
vender.
c) Finalmente, el consentimiento debe recaer sobre la venta misma, esto es, será
preciso que una de las partes quiera vender y la otra comprar.
Faltará el consentimiento de las partes víctimas de un error sobre la especie de
acto o contrato que se celebra, como si una de las partes entiende vender y la otra
que se le hace una donación (artículo 1453).
12
El artículo 671 dispone que, "en las ventas forzadas que se hacen por decreto judicial a petición de un
acreedor, en pública subasta", el juez inviste la representación legal del deudor.
A. Gormaz R. 85
Las solemnidades de que está revestida la compraventa pueden ser establecidas
por la ley o por las partes contratantes. En otros términos, pueden ser legales o
voluntarias.
Las solemnidades legales ordinarias son aquellas de que por la ley está revestida
la compraventa de cierta clase de bienes, por ejemplo, los bienes raíces.
Las solemnidades legales especiales son aquellas que la ley exige para la
compraventa en atención a las circunstancias particulares en que se celebra o a las
personas que intervienen. Tales son las solemnidades que acompañan la venta de bienes
pertenecientes a incapaces.
Las solemnidades voluntarias son las que establecen las partes, sea añadiéndolas
a las que establece la ley, sea para hacer solemne una compraventa que es naturalmente
consensual.
SOLEMNIDADES LEGALES
El artículo 1801 inciso 2, previene: "La venta de los bienes raíces, servidumbres y
censos, y la de una sucesión hereditaria, no se reputan perfectas ante la ley, mientras no
se ha otorgado escritura pública".
13
El artículo 57 del Reglamento del Conservador previene que, para llevar a cabo la inscripción, "se exhibirá al
Conservador copia auténtica del título respectivo".
A. Gormaz R. 86
c) Por último, es solemne la venta de una sucesión hereditaria, esto es, del derecho
para que una persona reciba en una sucesión todos o una cuota de los bienes que
la forman.
a) El artículo 1801 inciso 3, previene: "Los frutos y flores pendientes, los árboles cuya
madera se vende, los materiales de un edificio que va a derribarse, los materiales
que adhieren al suelo, como piedras y sustancias naturales de toda clase, no están
sujetos a esta excepción".
De este modo, es meramente consensual la compraventa de bienes muebles por
anticipación, bienes que se reputan tales, aún antes de su separación, para los
efectos de constituir un derecho a favor de otra persona que el dueño (artículo
571).
A. Gormaz R. 87
b) Es también consensual la venta de los bienes inmuebles por destinación, esto es,
los que se encuentran permanentemente destinados al uso, cultivo y beneficio de
un inmueble.
Vendidos separadamente del inmueble y puesto que dejan de estar destinados al
uso, cultivo y beneficio del mismo, recobran su calidad natural de bienes muebles.
Por este motivo es consensual la compraventa de los animales o aperos de
labranza de un fundo.
Si bien es cierto, sólo es solemne la venta de inmuebles por naturaleza, hay una
excepción: ésta está constituida por la venta de bienes raíces efectuadas a través del
Serviu. En estos casos, la ley sólo exige el otorgamiento de una escritura privada
autorizada ante Notario.
SOLEMNIDADES VOLUNTARIAS
A. Gormaz R. 88
a) hasta que se otorgue la escritura pública o privada porque, perfecto el
contrato, no es lícito a las partes dejarlo unilateralmente sin efecto, o
b) hasta que haya principiado la entrega porque el cumplimiento del contrato,
sin que se haya otorgado la escritura prevista, importa una tácita
derogación de la estipulación que lo hizo solemne.
LAS ARRAS
Concepto de las arras y sus clases. Consisten las arras en una cantidad de
dinero u otras cosas muebles que se dan en garantía de la celebración del contrato, o
bien en parte del precio o en señal de quedar convenidos.
Las arras, por tanto, pueden ser de dos clases y tener una doble finalidad: a)
sirven como garantía de la celebración o ejecución del contrato, y b) se dan como parte
del precio o en señal de quedar las partes convenidas.
A. Gormaz R. 89
El artículo 1805 inciso 1, previene: "Si expresamente se dieren arras como parte
del precio, o como señal de quedar convenidos los contratantes, quedará perfecta la
venta; sin perjuicio de lo prevenido en el artículo 1801 inciso 2".
Para que las arras se entiendan dadas en señal de quedar convenidos o como
parte del precio es necesario la concurrencia copulativa de dos circunstancias: a) que
las partes lo convengan expresamente, y b) que este convenio conste por escrito.
Si así no fuere, se entienden las arras dadas en garantía y facultadas las partes
para retractarse. El artículo 1805 inciso 2, establece que: "No constando alguna de estas
expresiones por escrito, se presumirá de derecho que los contratantes se reservan la
facultad de retractarse según los dos artículos precedentes".
Las arras en garantía, pues, constituyen la regla general; para que pueda
atribuírseles otro carácter es preciso un pacto expreso y escrito14.
LA COSA VENDIDA
No se concibe contrato de compraventa sin que haya una cosa que se venda. La
compraventa consiste esencialmente en el cambio de una cosa por dinero.
Si falta la cosa vendida, la obligación del vendedor carecería de objeto; tal
obligación no podría existir y, por lo mismo, carecería de causa la obligación del
comprador.
La cosa vendida debe reunir los requisitos propios del objeto de toda declaración
de voluntad: ser lícito, determinado y existir o esperarse que exista.
La cosa vendida debe reunir estos caracteres y, además, los que son peculiares
para el contrato de compraventa. Tales requisitos son cuatro:
a) debe ser comerciable;
b) debe ser singular y determinada;
c) debe existir o esperarse que exista, y
d) no debe pertenecer al comprador.
Pueden ser objeto del contrato de compraventa, en general, todas las cosas, tanto
corporales como incorporales, con tal que la ley no prohíba su enajenación. El artículo
1810 dispone, en efecto: "Pueden venderse todas las cosas corporales o incorporales,
cuya enajenación no esté prohibida por la ley".
14
Las arras en el Código de Comercio. El Código de Comercio establece sobre las arras reglas
diametralmente contrarias. Las arras se presumen dadas en parte de prueba, salvo estipulación en contrario,
y no permiten a las partes retractarse. El artículo 107 del Código de Comercio dispone: "La dación de arras no
importa reserva del derecho de arrepentirse del contrato ya perfecto, a menos que se hubiere estipulado lo
contrario". Y el artículo 108 del mismo Código añade: "La oferta de abandonar las arras o de devolverlas
dobladas no exonera a los contratantes de la obligación de cumplir el contrato perfecto o de pagar daños y
perjuicios".
A. Gormaz R. 90
Si no mediara el texto legal citado, podría razonablemente entenderse que la venta
de bienes cuya enajenación la ley prohíbe sería válida, y nula solamente la tradición.
La compraventa de cosas cuya enajenación está prohibida es nula, de nulidad
absoluta, porque adolece de ilicitud en el objeto.
De esta manera, no pueden venderse las cosas embargadas, a menos que el juez
lo autorice o el acreedor consienta en ello; las especies cuya propiedad se litiga, sin
permiso del juez que conoce del litigio, los derechos y privilegios que no pueden
transferirse a otra persona, etc.
DETERMINACIÓN DE LA COSA
La cosa vendida, de acuerdo con los principios generales, debe ser determinada;
la determinación puede verificarse específica o genéricamente. El artículo 1461 dispone
que las cosas que son objeto de una declaración de voluntad es menester "que estén
determinadas, a lo menos en cuanto a su género".
Pero los bienes todos de una persona pueden venderse, con tal que se
individualicen o inventaríen en escritura pública.
El artículo 1811 añade: "pero será válida la venta de todas las especies, géneros y
cantidades que se designen por escritura pública, aunque se extienda a cuanto el
vendedor posea o espere adquirir, con tal que no comprenda objetos ilícitos".
15
Una regla análoga consagra el Código para el contrato de sociedad; según el artículo 2056, "se prohíbe
toda sociedad a título universal, sea de bienes presentes y venideros, o de unos u otros". Para las donaciones
entre vivos rige la norma del artículo 1409: "Las donaciones a título universal no se extenderán a los bienes
futuros del donante, aunque éste disponga lo contrario".
A. Gormaz R. 91
Por tanto, la eficacia de la venta está condicionada a los siguientes requisitos: a)
que se especifiquen los bienes vendidos; b) que esta especificación se haga por
escritura pública, y c) que no se comprendan objetos ilícitos.
Conforme al precepto general del artículo 1461, "no sólo las cosas que existen
pueden ser objeto de un acto o declaración de voluntad, sino las que se espera que
existan".
Pueden venderse, pues, las cosas presentes y futuras, esto es, las que existen al
tiempo de celebrarse el contrato y aquellas cuya existencia se espera en el porvenir.
La inexistencia de la cosa al tiempo del contrato sin que se espere que llegue a
existir produce consecuencias diversas, según si falta total o parcialmente.
A. Gormaz R. 92
Pero tiene considerable importancia para otros efectos. Si el vendedor supo que la
cosa no existía en todo o parte debe reparar los perjuicios al comprador que lo ignoraba.
El artículo 1814 inciso 3, prescribe: "El que vendió a sabiendas lo que en el todo o
en una parte considerable no existía, resarcirá los perjuicios al comprador de buena fe".
Cosa futura es aquella que no existe al tiempo del contrato, pero se supone que
existirá en el futuro.
La compraventa, en tal caso, se entiende verificada bajo la condición suspensiva
de que la cosa llegue a existir; fallida la condición, o sea, si la cosa no llega a existir, la
compraventa no se habrá perfeccionado.
El artículo 1813 se refiere a la compraventa de cosa futura y dispone que "la venta
de cosas que no existen, pero se espera que existan, se entenderá hecha bajo la
condición de existir".
Esta especie de compraventa es muy común en la vida de los negocios. A compra
a B mil quintales de trigo de la próxima cosecha de su fundo; la compraventa existirá a
condición de que se coseche trigo y no habrá venta si el fundo nada produce.
VENTA DE LA SUERTE
A. Gormaz R. 93
La cosa propia puede pertenecer al vendedor o a un tercero, pero nunca al
comprador.
El artículo 1816 dispone: "La compra de cosa propia no vale: el comprador tendrá
derecho a que se le restituya lo que hubiere dado por ella".
Para el comprador carece interés intentar la adquisición de una cosa que le
pertenece.
Pero será necesario que el comprador tenga sobre la cosa la propiedad plena o
absoluta. Por esto el propietario fiduciario podrá comprar al fideicomisario y la
compraventa, válida en tal caso, persigue una finalidad útil evidente: evitarse el fiduciario
tener que restituir la cosa al tiempo de cumplirse la condición.
A. Gormaz R. 94
a) La compraventa, seguida de la correspondiente tradición, no dará al comprador el
dominio de que el vendedor carecía. Únicamente le transferirá los derechos
transferibles del vendedor sobre la cosa (artículo 682)
Pero el comprador adquirirá la posesión de la cosa y podrá ganarla
consecuencialmente por prescripción. Esta prescripción podrá ser ordinaria o
extraordinaria, según si el comprador ha estado de buena o mala fe16.
b) Como consecuencia de ser ajena la cosa podrá verse el vendedor en la
imposibilidad de entregarla, por ejemplo, por no poder conseguirla del dueño.
El comprador, en tal caso, tiene derecho a demandar el cumplimiento del contrato
o su resolución, con indemnización de perjuicios.
c) Si entregada la cosa al comprador, el dueño de la cosa la reivindica, el vendedor
está obligado a sanear la evicción, esto es, a defenderle en el juicio y a
indemnizarle en caso de producirse una privación total o parcial de la cosa
vendida.
No tiene el comprador este derecho si compró "a sabiendas de ser ajena la cosa"
(artículo 1852 inciso 3).
16
Si el comprador está de buena fe adquirirá por prescripción ordinaria puesto que habrá tradición y la
compraventa de cosa ajena es un justo título.
17
Se observa que el artículo 1818 reputa al comprador dueño "desde la fecha de la venta", mientras el
artículo 1819 le considera propietario "desde la fecha de la tradición". La venta de cosa ajena, aunque el
dueño la ratifique, no puede hacer al comprador propietario sino desde que interviene el modo de adquirir.
A. Gormaz R. 95
EL PRECIO
El precio debe reunir los requisitos que siguen: a) debe consistir en dinero; b)
debe ser real y serio, y c) debe ser determinado.
El Código señala el primero y el último de los requisitos enunciados; el segundo
resulta de la naturaleza misma del precio y de la aplicación de los principios generales.
Si el precio no consiste en dinero, el contrato será de permuta. Pero para que haya
compraventa no es menester que el precio consista íntegramente en dinero.
Cuando el precio se estipula parte en dinero y parte en otras cosas, el contrato
será de compraventa o permuta, según la relación que exista entre sus respectivos
valores.
El artículo 1794 previene: "Cuando el precio consiste parte en dinero y parte en
otra cosa, se entenderá permuta si la cosa vale más que el dinero; y venta en el caso
contrario".
Que el precio sea real o serio significa que exista efectivamente una suma de
dinero que se pague a cambio de la cosa. No es real el precio simulado o fingido; no es
serio el precio cuando es irrisorio.
La realidad o seriedad del precio debe existir tanto en relación a la voluntad de las
partes, como en relación con la cosa que se reputa equivalente.
En relación con la voluntad de las partes, el precio real y serio significa que se
tenga efectivamente la intención de pagarse por el comprador y de exigirse por el
vendedor.
Con relación a la cosa vendida el precio no será real o serio cuando exista entre
ambos tal desproporción que resulte puramente ilusorio.
A. Gormaz R. 96
PRECIO JUSTO Y PRECIO VIL
Si bien el precio debe ser real y serio, no es menester que sea justo.
Precio justo es el que equivale al valor de la cosa, en oposición al precio vil que no
refleja tal equivalencia.
El precio vil o insuficiente no implica que la compraventa carezca de precio; la
vileza del precio no excluye la existencia del contrato.
El precio vil es un precio serio. El vendedor ha contratado para recibir
efectivamente ese precio. Por excepción, la desproporción de valores entre la cosa y el
precio, que ocasiona una lesión patrimonial al vendedor, cuando es enorme, influye en la
suerte del contrato.
18
El artículo 139 del Código de Comercio establece una importante excepción. Si bien, en principio, no hay
compraventa cuando las partes no están acordes en la cosa y en el precio, verificada la entrega "se presumirá
que las partes han aceptado el precio corriente que tenga en el día y lugar en que se hubiere celebrado el
contrato" y si hubiere diversidad de precios en el mismo día y lugar, "el comprador deberá pagar el precio
medio". De esta manera, hay compraventa, a pesar de no haber convenido en el precio, siempre que se
entregue la cosa vendida.
A. Gormaz R. 97
La fijación del precio puede hacerla un tercero; puesto que su mandato arranca de
la voluntad de las partes, se considera como si ellas mismas hubieran hecho la
determinación.
El artículo 1809 dispone: "Podrá asimismo dejarse el precio al arbitrio de un
tercero; y si el tercero no lo determinare, podrá hacerlo por él cualquiera otra persona en
que se convinieren los contratantes; en caso de no convenirse, no habrá venta".
El contrato, en tal caso, es condicional, sujeto a la condición de que el tercero
efectúe la determinación del precio.
Reglas Generales. El artículo 1445 establece que para que una persona se
obligue a otra por un acto o declaración de voluntad es menester "que sea legalmente
capaz" y el artículo 1446 añade que "toda persona es legalmente capaz, excepto aquellas
que la ley declara incapaces".
Para la compraventa, como para todo contrato, la capacidad es la regla general y
la incapacidad constituye la excepción. El artículo 1795 dispone que: "Son hábiles para el
contrato de venta todas las personas que la ley no declara inhábiles para celebrarlo o
para celebrar todo contrato".
A. Gormaz R. 98
a) La ley prohíbe las donaciones irrevocables entre cónyuges y por medio de un
contrato de compraventa simulado o hecho a vil precio se burlaría fácilmente la
prohibición.
b) Los cónyuges podrían, mediante una venta simulada, sustraer sus bienes de la
persecución de los acreedores.
A. Gormaz R. 99
PROHIBICIÓN A LOS EMPLEADOS PUBLICOS
Prescribe el artículo 1798 que "al empleado público se prohíbe comprar los bienes
públicos o particulares que se vendan por su ministerio".
Para que obre la prohibición es menester: a) que quien vende sea funcionario
público, y b) que la venta se efectúe por su ministerio, esto es, en el ejercicio de sus
atribuciones.
Rige la prohibición "aunque la venta se haga en pública subasta".
El artículo 1799 dispone: "No es lícito a los tutores y curadores comprar parte
alguna de los bienes de sus pupilos, sino con arreglo a lo prevenido en el título De la
administración de los tutores y curadores".
19
El Código Orgánico de Tribunales ha ampliado considerablemente el campo de la prohibición. Dispone el
artículo 321: "Se prohíbe a todo juez comprar o adquirir a cualquier título para sí, para su mujer o para sus
hijos, las cosas o derechos que se litiguen en los juicios en los juicios de que él conozca. Se extiende esta
prohibición a las cosas o derechos que han dejado de ser litigiosos, mientras no hayan transcurrido cinco
años desde el día en que dejaron de serlo; pero no comprende las adquisiciones hechas a título de sucesión
por causa de muerte, si el adquirente tuviere respecto del difunto la calidad de heredero abintestato". La
disposición se aplica a los fiscales, defensores, relatores, secretarios y receptores (artículo 481 del C.O.T.)
A. Gormaz R.100
a) El artículo 2144 dispone: "No podrá el mandatario por sí ni por interpuesta
persona, comprar las cosas que el mandante le ha ordenado vender, ni vender de
lo suyo al mandante lo que éste le ha ordenado comprar, si no fuere con
aprobación expresa del mandante".
La disposición abarca dos situaciones diversas:
- No puede el mandatario comprar bienes de propiedad del mandante, cuya
venta se le ha encomendado. Por lo tanto, nada obsta para que el
mandatario compre bienes del mandante, diversos de aquellos que se le
confió vender.
- Tampoco puede el mandatario vender bienes suyos al mandante que le ha
encargado comprar.
El objeto de la disposición no es otro que precaver los abusos que pudiera cometer
el mandatario; este peligro desaparece si el mandante consiente, de modo
expreso.
Las prohibiciones impuestas al mandatario no son, pues, absolutas o
irremediables; le está permitido comprar para sí lo que se le ha ordenado vender o
vender de lo suyo cuando se le ha ordenado comprar, "con la aprobación expresa
del mandante".
c) En cuanto a los albaceas, si bien el artículo 1800 se remite a las reglas antes
indicadas del mandato, el artículo 1294 establece que "lo dispuesto en los artículos
394 y 412 se extenderá a los albaceas", esto es, hace aplicables las normas de las
guardas.
Frente a esta contradicción, debe prevalecer la regla del artículo 1294 y, en
consecuencia, no podrá el albacea, ni las personas ligadas a él, comprar bienes
muebles de la sucesión sino con anuencia de los otros albaceas no inhabilitados o
del juez en subsidio, y los bienes inmuebles en ningún caso.
A. Gormaz R.101
La venta de cosas que se aprecian según su cantidad puede hacerse en bloque o
al peso, cuenta o medida.
La venta es hecha en bloque cuando no es necesario pesar, contar o medir para
llegar a determinar, sea la cosa vendida, sea el precio de la venta. La venta será a peso,
cuenta o medida cada vez que sea menester pesar, contar o medir para determinar la
cosa o el precio.
Pero los efectos de la venta son diversos según que la operación de pesar, contar
medir vaya encaminada a determinar el precio total o la cosa que se vende.
A) Supóngase que se venden ciertas cosas determinadas, pero que para establecer
su precio total sea necesario pesarlas, contarlas o medirlas.
A vende a B el trigo que tiene en su bodega, a razón de $50 el quintal.
La venta se encuentra perfecta; las partes han convenido en la cosa y en la
manera de fijar el precio, que consistirá en pesar, contar o medir las cosas
vendidas.
El artículo 1821 inciso 1, dispone: "Si se vende una cosa de las que suelen
venderse a peso, cuenta o medida, pero señalada de modo que no pueda
confundirse con otra porción de la misma cosa, como todo el trigo contenido en
cierto granero, la pérdida, deterioro o mejora pertenecerá al comprador, aunque
dicha cosa no se haya pesado, contado ni medido; con tal que se haya ajustado el
precio".
B) Supóngase, ahora, que se vende una cosa que es preciso pesar, contar o medir
para determinarla.
A vende a B 100 de las 500 toneladas de trigo que tiene en bodega, al precio de
$1.000 la tonelada.
Se conoce el precio que es de $100.000; la operación de pesaje va encaminada a
determinar la cosa vendida. Puesto que la venta no recae sobre todo el trigo en
bodega, dicha operación es indispensable para saber qué parte del trigo es la
vendida.
La venta se encuentra igualmente perfecta; pero los riesgos serán de cargo del
comprador desde que las cosas hayan sido pesadas, contadas o medidas.
El artículo 1821 inciso 2, expresa: "Si de las cosas que suelen venderse a peso,
cuenta o medida, sólo se vende una parte indeterminada, como diez fanegas de
trigo de las contenidas en cierto granero, la pérdida, deterioro o mejora no
pertenecerá al comprador sino después de haberse ajustado el precio y haberse
pesado, contado o medido dicha parte".
C) La operación de peso, cuenta o medida determina solamente de cargo de quién
son los riesgos; pero el contrato se encuentra perfecto.
Las partes disponen de estas acciones porque el contrato tiene existencia jurídica.
Tales acciones, en suma, se reducen a pedir el cumplimiento del contrato o su
resolución, con indemnización de perjuicios20.
20
El artículo 1822 dispone que el contratante que acudió a la cita "podrá" desistir del contrato, "si le
conviniere"; si no lo desea o no le conviene, podrá obviamente pedir su cumplimiento.
A. Gormaz R.102
VENTA A PRUEBA O AL GUSTO
Los efectos del contrato de compraventa son los derechos y obligaciones que
genera para las partes contratantes. Como el contrato es bilateral, ambas partes contraen
obligaciones recíprocas.
La definición del artículo 1793 enuncia cuáles son las obligaciones fundamentales
de las partes: dar el vendedor la cosa y pagar el comprador el precio.
Tales son las obligaciones de la esencia del contrato; sin ellas no hay contrato o
existe uno diverso.
Sin necesidad de una estipulación expresa, las partes contraen otras obligaciones;
por ejemplo, el vendedor está obligado al saneamiento de la evicción y de los vicios
redhibitorios.
Dichas obligaciones son de la naturaleza del contrato; pueden los contratantes
abolirlas, sin que pierda su peculiar fisonomía, pero para ello será menester una cláusula
especial.
Por medio de un convenio expreso, las partes pueden imponerse toda suerte de
obligaciones accidentales; así, el comprador puede obligarse a levantar en el predio que
compra determinadas construcciones.
A. Gormaz R.103
Importa precisar el alcance de la obligación del vendedor y determinar a que se
obliga concretamente.
¿Se obliga el vendedor a hacer al comprador dueño de la cosa? ¿Se obliga
solamente a procurarle una posesión pacífica y útil?
b) Por consiguiente, carece el comprador del derecho para pedir la resolución del
contrato, pretextando que el vendedor no le ha hecho dueño de la cosa. Así se ha
fallado.
Por otra parte, la acción resolutoria carece, en este caso, de un objetivo práctico;
por su intermedio el comprador perseguiría la abolición del contrato y la restitución
de lo que hubiere pagado.
Este resultado se obtiene por la acción de saneamiento de la evicción. Privado el
comprador de todo o parte de la cosa comprada por sentencia judicial, el contrato
quedará abolido en el hecho, y el comprador tiene derecho a que se le indemnice,
indemnización que comprende, en primer término, la restitución del precio.
A. Gormaz R.104
a) La tradición de los bienes muebles se verifica significando la una de las partes a la
otra que le transfiere el dominio y figurando la transferencia de alguna de las
maneras señaladas en el artículo 684.
La tradición de los bienes muebles por anticipación, como las maderas y los frutos
de los árboles, se verifica en el momento de la separación del inmueble.
A. Gormaz R.105
El artículo 1826 inciso 3, en efecto, dispone: "Todo lo cual se entiende si el
comprador ha pagado o está dispuesto a pagar el precio íntegro o ha estipulado
pagar a plazo".
b) Pero aunque se haya convenido un plazo para el pago del precio, puede el
vendedor retener la cosa, cuando se vea en peligro de perderlo como
consecuencia de una disminución considerable de la fortuna del comprador.
El artículo 1826 inciso 4, expresa: "Pero si después del contrato hubiere
menguado considerablemente la fortuna del comprador, de modo que el vendedor
se halle en peligro inminente de perder el precio, no se podrá exigir la entrega
aunque se haya estipulado plazo para el pago del precio, sino pagando o
asegurando el pago".
Como la facultad de retener la cosa tiende a asegurar el pago, cesa esa facultad
del vendedor cuando el comprador lo cauciona de alguna manera eficaz.
LUGAR DE LA ENTREGA
GASTOS DE LA ENTREGA
Los gastos del pago son de cargo del deudor (artículo 1571); por lo tanto, serán de
cargo del vendedor los que demande la entrega en el lugar debido. En cambio, serán de
cargo del comprador los gastos en que se incurra para transportar la cosa ya entregada.
A. Gormaz R.106
El artículo 1825 prescribe: "Al vendedor tocan naturalmente los costos que se
hicieren para poner la cosa en disposición de entregarla, y al comprador los que se
hicieren para transportarla después de entregada".
Para la compraventa rige esta regla fundamental que reproduce el artículo 1828:
"El vendedor es obligado a entregar lo que reza el contrato".
La cosa vendida debe ser entregada al comprador con aquellos frutos que, según
la ley, le pertenecen.
El artículo 1816 determina el futuro de los frutos de la cosa: "Los frutos naturales,
pendientes al tiempo de la venta, y todos los frutos, tanto naturales como civiles que
después produzca la cosa, pertenecerán al comprador, a menos que se haya estipulado
entregar la cosa al cabo de cierto tiempo o en el evento de cierta condición; pues en estos
casos no pertenecerán los frutos al comprador, sino vencido el plazo, o cumplida la
condición. Todo lo dicho en este artículo puede ser modificado por estipulaciones
expresas de los contratantes".
b) Igualmente, pertenecen al comprador los frutos, tanto naturales como civiles, que
la cosa vendida produzca después de celebrado el contrato.
El artículo 1816 modifica, en verdad, las reglas de los artículos 646 y 648, que
disponen que los frutos naturales y civiles de una cosa pertenecen a su dueño. El
comprador no hace suyo los frutos desde que, en virtud de la tradición, se
convierte en propietario, sino desde la celebración del contrato.
A. Gormaz R.107
3. Cuando las partes han estipulado cláusulas especiales, en cuyo caso los
frutos pertenecerán a comprador o vendedor, según las normas
contractuales.
De acuerdo con la regla general del artículo 1550, el riesgo de la especie o cuerpo
cierto cuya entrega se debe es de cargo del acreedor. El artículo 1820 aplica esta norma
al contrato de compraventa y pone los riesgos de cargo del comprador.
Establece la disposición legal que "la pérdida, deterioro o mejora de la especie o
cuerpo cierto que se vende, pertenece al comprador, desde el momento de perfeccionarse
el contrato, aunque no se haya entregado la cosa".
Por consiguiente, la pérdida de la cosa vendida proveniente de un caso fortuito,
extingue la obligación del vendedor de entregarla; pero el comprador, en cambio, deberá
pagar el precio.
Si la cosa se ha deteriorado o perecido parcialmente, debe el comprador
igualmente soportar el deterioro porque habrá de recibirla en el estado en que se
encuentre.
Como justa compensación, pertenecen al comprador, sin costo alguno, las mejoras
de la cosa y, como se dijo, sus frutos.
La regla es aplicable a la venta de cosas genéricas que se hace en bloque o que
deben ser pesadas, contadas o medidas para determinar el precio total.
La norma tiene excepciones: a) en la venta condicional, sujeta a una condición
suspensiva; b) en la venta a peso, cuenta o medida en que debe procederse a pesar,
contar o medir para determinar la cosa vendida, y c) en la venta al gusto.
21
El Código Civil francés, en cambio, dispone en su artículo 1615: "La obligación de entregar la cosa
comprende sus accesorios y todo lo que ha estado destinado a su uso perpetuo".
A. Gormaz R.108
b) En la venta a peso, cuenta o medida en que las operaciones de pesar, contar o
medir tienen por objeto determinar la cosa vendida, la pérdida, deterioro o mejora
pertenecen al comprador sólo desde que tales operaciones se verifiquen.
"Un predio rústico -dice el artículo 1831- puede venderse con relación a su cabida
o como una especie o cuerpo cierto". Esto significa que la venta puede verificarse
tomando en consideración la cabida del predio o desentendiéndose de ella.
Se comprende que si se vende un predio con relación a su cabida o superficie,
pueden surgir dificultades con motivo de que la cabida real sea mayor o menor que la
expresada y que tales dificultades no pueden plantearse si la venta se hace sin tomar en
cuenta la superficie o cabida del predio.
Importa precisar, por lo tanto, cuándo se entiende vendido un predio con relación a
la cabida y cuándo como especie o cuerpo cierto.
El artículo 1831 inciso 2, expresa que se venden con relación a la cabida, "siempre
que ésta se exprese de cualquier modo en el contrato" y el inciso final añade que "en
todos los demás casos se entenderá venderse el predio o predios como un cuerpo cierto".
Pero no es exacto que la venta sea hecha con relación a la cabida cada vez que
se exprese en el contrato; si la cabida se indica como un dato meramente ilustrativo, la
cosa debe entenderse vendida como cuerpo cierto.
En líneas generales, la venta se entiende efectuada con relación a la cabida
siempre que: a) la cabida se exprese en el contrato; b) el precio se fije con relación a
ella, y c) las partes no renuncien a las acciones resultantes de que la cabida real sea
diversa de la que reza el contrato.
Y el inciso 4, añade: "Es asimismo indiferente que se exprese una cabida total o
las cabidas de las varias porciones de diferentes calidades y precios que contenga el
predio, con tal que de estos datos resulte el precio total y la cabida total".
En cambio, un predio se entiende vendido como cuerpo cierto cada vez que: a)
la cabida no se exprese en el contrato, y b) las partes mencionen la cabida, pero
expresa o tácitamente declaren que es un dato puramente ilustrativo y que no hacen
cuestión por los defectos de ella.
Comúnmente, se expresa en el contrato que la venta se hace ad corpus.
En la venta hecha con relación a la cabida podrá plantearse una de estas dos
cuestiones: que la cabida real del predio sea mayor o menor que la cabida declarada en el
contrato.
A. Gormaz R.109
a) Si la cabida es real, esto es, la superficie que realmente mide el predio, es mayor
que la expresada en el contrato, podrá ser poco o mucho mayor. Naturalmente las
consecuencias son diferentes.
Pero el legislador ha debido señalar una pauta exacta.
Considera que la cabida real es mucho mayor cuando el precio del sobrante
excede de la décima parte del precio de la verdadera cabida.
Por ejemplo, se venden 100 hectáreas en $1.000.000 a razón de $10.000 la
hectárea; la cabida real del precio resulta ser de 105 hectáreas. El precio del
exceso es de $50.000, y el precio de la cabida real es de $1.050.000, por lo que el
sobrante no alcanza la décima parte.
En este caso, el vendedor tendrá derecho a que se le aumente proporcionalmente
el precio. El artículo 1832 inciso 1, establece: "Si se vende el predio con relación a
su cabida, y la cabida real fuere mayor que la cabida declarada, deberá el
comprador aumentar proporcionalmente el precio".
b) Si la cabida real es menor que la declarada en el contrato, del mismo modo, podrá
ser poco o mucho menor.
Considera el legislador que la cabida real es mucho menor cuando el precio de la
cabida que falta excede de la décima parte del precio de la cabida declarada.
Por ejemplo, se venden 100 hectáreas en $1.000.000, esto es, a razón de $10.000
la hectárea; el predio tiene, en realidad, una superficie de 95 hectáreas. El precio
de la cabida que falta es de $50.000 inferior a la décima parte del valor de la
cabida declarada.
En tal caso, con arreglo al inciso 2 del artículo 1832, "si la cabida real es menor
que la cabida declarada, deberá el vendedor completarla; y si esto no fuere
posible, o no se le exigiere, deberá sufrir una disminución proporcional del precio".
A. Gormaz R. 110
El artículo 1833 inciso 1, establece esta consecuencia, o sea, que "no habrá
derecho por parte del comprador ni del vendedor para pedir rebaja o aumento del precio
sea cual fuere la cabida del predio".
Pero, aunque no pueda suscitarse cuestión por la superficie del precio, el vendedor
debe entregar todo lo que se comprenda en sus deslindes. El inciso 2 del artículo 1833
establece que "si se vende con señalamiento de linderos, estará obligado el vendedor a
entregar todo lo comprendido en ellos; y si no pudiere o no se le exigiere, se observará lo
prevenido en el inciso 2 del artículo precedente"22.
Por lo tanto, será menester averiguar si la parte que falta dentro de los linderos
excede o no de la décima parte de lo que en ellos se comprende. Si no excede, el
comprador podrá reclamarla o pedir una rebaja del precio; si excediere, podrá pedir la
rebaja proporcional del precio o desistir del contrato con indemnización de perjuicios.
El artículo 1835 dispone que las reglas de los artículos 1832 y 1833 "se aplican a
cualquier todo o conjunto de efectos o mercaderías".
Así por ejemplo, si se vende un rebaño de cien animales, a razón de $20.000 cada
uno y faltan algunos, el comprador podrá pedir que se le entreguen los que faltan, que se
rebaje el precio o desistir del contrato, según los varios casos.
PRESCRIPCIÓN
Las acciones que otorgan los artículos 1832 y 1833 prescriben en corto tiempo. El
artículo 1834 dispone: "Las acciones dadas en los dos artículos precedentes expiran al
cabo de un año, contado desde la entrega".
Las acciones de que se trata son: a) la acción del vendedor para exigir un
aumento del precio cuando la cabida real es mayor que la declarada; b) la acción del
comprador para pedir la rebaja del precio cuando la cabida declarada es menor que la
cabida real; c) la acción del comprador para pedir la entrega de la cabida que falta en el
mismo caso, y d) la acción del comprador para desistir del contrato.
22
No se concibe prácticamente una venta sin señalamiento de linderos. No podría inscribirse porque el
artículo 78 del Reglamento del Conservador dispone que en la inscripción se mencione "el nombre y linderos
del fundo" y el artículo 82 añade que "la falta absoluta en los títulos de alguna de las designaciones legales
sólo podrá llenarse por medio de escritura pública".
A. Gormaz R. 111
El incumplimiento de la obligación del vendedor de entregar la cosa produce las
consecuencias que prevé la regla general del artículo 1489: el derecho alternativo para el
comprador de pedir el cumplimiento o la resolución del contrato, con indemnización de
perjuicios.
El artículo 1826 inciso 2, reproduce esta regla general: "Si el vendedor por hecho o
culpa suya ha retardado la entrega, podrá el comprador a su arbitrio perseverar en el
contrato o desistir de él, y en ambos casos con derecho para ser indemnizado de los
perjuicios según las reglas generales".
B) OBLIGACIÓN DE SANEAMIENTO
El artículo 1824 señala como una segunda obligación del vendedor "el
saneamiento de la cosa vendida".
No basta que el vendedor entregue la cosa vendida; es preciso que la entregue en
condiciones tales que el comprador pueda gozar de ella tranquila y útilmente.
No logrará el comprador una posesión tranquila o pacífica de la cosa vendida
cuando se vea turbado en dicha posesión a consecuencia de los derechos que terceros
hagan valer con relación a ella.
No obtendrá una posesión útil si la cosa adolece de defectos que la hacen
inadecuada para el objeto que tuvo en vista al comprarla.
A. Gormaz R. 112
b) La obligación de saneamiento tiene un carácter eventual. Se hace exigible a
condición de que ocurran ciertos hechos que pueden suceder o no.
Mientras tanto, la obligación permanece en un estado latente; se concreta y se
torna exigible si el comprador es turbado en la posesión de la cosa (saneamiento
de la evicción) o si el comprador no logra un adecuado provecho de la cosa por los
defectos de que adolece (saneamiento de los vicios redhibitorios).
SANEAMIENTO DE LA EVICCIÓN
La obligación de sanear la evicción tiene por objeto, como expresa el artículo 1837,
"amparar en el dominio y posesión pacífica de la cosa vendida".
Este amparo del comprador se traduce en su defensa cada vez que sea víctima de
la agresión de terceros que pretendan derechos sobre la cosa, que embaracen su goce y
turben su posesión. Si fracasa en su empresa y sobreviene la evicción, o sea, es privado
el comprador de todo o parte de la cosa comprada, está obligado el comprador a
indemnizarle.
Por tanto, la obligación de saneamiento de la evicción persigue dos fines o se
desarrolla en dos etapas:
a) defender al comprador contra los terceros que reclaman derechos sobre la cosa;
b) indemnizar al comprador si la evicción, no obstante, se produce23.
23
En verdad, la obligación de saneamiento tiene como fin primero y esencial defender al comprador; esta
obligación de hacer, cuando no puede cumplirse, se convierte en la de indemnizar perjuicios.
A. Gormaz R. 113
Para que se haga exigible la obligación del vendedor de amparar al comprador en
el dominio y posesión pacífica de la cosa vendida, es menester que sea turbado en dicho
dominio y posesión. En otros términos, es preciso que el comprador se vea expuesto a
sufrir evicción de la cosa.
No basta, sin embargo, que el comprador sea turbado en el dominio y posesión de
la cosa; es necesario que el comprador haga saber al vendedor la turbación de que es
víctima para que acuda en su defensa. En otras palabras, es menester que el vendedor
sea citado de evicción.
Por lo tanto, para que el vendedor esté obligado al saneamiento se requiere:
a) que el comprador se vea expuesto a sufrir evicción de la cosa comprada, y,
b) que el vendedor sea citado de evicción.
CONCEPTO DE EVICCIÓN
ELEMENTOS DE LA EVICCIÓN
Puesto que la evicción es una derrota judicial del comprador, supone un proceso y
una sentencia que le desposea total o parcialmente de la cosa.
A. Gormaz R. 114
a) Los reclamos extrajudiciales que terceros formulen al comprador, pretendiendo
derechos sobre la cosa, no hacen exigible la obligación de saneamiento.
Dichos reclamos podrán inspirar al comprador el justo temor de verse privado del
todo o parte de la cosa; pero este temor sólo autoriza para suspender el pago del
precio, en los términos que señala el artículo 1872.
CITACIÓN DE EVICCIÓN
A. Gormaz R. 115
Por este motivo, el artículo 1843 dispone: "El comprador a quien se demanda la
cosa vendida, por causa anterior a la venta, deberá citar al vendedor para que
comparezca a defenderla".
La falta de citación exonera totalmente de responsabilidad al vendedor. "Si el
comprador omite citarle, y fuere evicta la cosa, el vendedor no será obligado al
saneamiento" (artículo 1843 inciso 3).
a) La citación debe solicitarse por el comprador y para que el juez la ordene "deberán
acompañarse antecedentes que hagan aceptable la solicitud".
b) La citación debe hacerse "antes de la contestación de la demanda".
c) Decretada la citación, el juicio se paraliza por el plazo de diez días, si el citado
reside en el departamento en que se sigue el juicio; si reside en otro departamento
o fuera del territorio nacional, el plazo de diez días se aumenta como el
emplazamiento para contestar demandas.
d) Vencidos estos plazos sin que el demandado haya hecho practicar la citación,
podrá pedir el demandante se declare caducado el derecho de aquél para exigirla,
o que se le autorice para llevarla a efecto, a costa del demandado.
e) Practicada la citación, las personas citadas de evicción dispondrán del término de
emplazamiento que corresponda para comparecer al juicio, suspendiéndose entre
tanto el procedimiento.
A. Gormaz R. 116
Una vez citado el vendedor, puede presentarse una de las siguientes dos
situaciones:
a) el vendedor no comparece, y
b) el vendedor se apersona en el juicio.
A. Gormaz R. 117
El vendedor, asimismo, podrá considerar injusta la agresión de que se ha hecho
víctima al comprador y asumir su defensa en el litigio.
El fallo que se dicte en el juicio instaurado por el tercero puede serle adverso o
favorable:
El artículo 1847 señala cuáles son las indemnizaciones que debe pagar el
vendedor en caso de evicción total, esto es, cuando el comprador es privado íntegramente
de la cosa. La indemnización comprende:
a) la restitución del precio;
b) el pago de las costas del contrato;
c) el pago de los frutos;
d) el pago de las costas del juicio, y
e) el pago del aumento de valor de la cosa.
A. Gormaz R. 118
Dispone el artículo 1848: "Si el menor valor de la cosa proviniere de deterioros de
que el comprador ha sacado provecho, se hará el debido descuento en la restitución del
precio".
C) PAGO DE FRUTOS
Comprende la indemnización, por último, "el aumento de valor que la cosa evicta
haya tomado en poder del comprador, aun por causas naturales o por el mero transcurso
del tiempo" (artículo 1847 Nº5).
El aumento de valor de las cosas puede provenir: a) de causas naturales o del
simple transcurso del tiempo, y b) de mejoras introducidas por el comprador.
A. Para determinar en qué términos debe pagar el vendedor los aumentos de valor de
la cosa que provienen de causas naturales o del transcurso del tiempo, es preciso
distinguir si ha tenido buena o mala fe.
1) Si el vendedor está de buena fe, "el aumento de valor debido a causas
naturales o al tiempo, no se abonará en lo que excediere a la cuarta parte
del precio de la venta" (artículo 1850).
Suponiendo que el precio de la venta haya sido de $1.000, el vendedor sólo
estará obligado a pagar el aumento de valor hasta $250.
2) Si el vendedor está de mala fe, debe abonar el total del aumento de valor
de la cosa.
El artículo 1850 dispone que la antedicha limitación no tiene lugar en caso
"de probarse en el vendedor mala fe, en cuyo caso será obligado a pagar
todo el aumento de valor, de cualesquiera causa que provengan".
A. Gormaz R. 119
B. En cuanto a los aumentos de valor que provengan de mejoras, el artículo 1849
dispone: "El vendedor será obligado a reembolsar al comprador el aumento de
valor que provenga de las mejoras necesarias o útiles hechas por el comprador,
salvo en cuanto el que obtuvo la evicción haya sido condenado a abonarlas. El
vendedor de mala fe será obligado aún al reembolso de lo que importen las
mejoras voluptuarias".
De este modo, es preciso distinguir nuevamente si el vendedor está de buena o
mala fe.
1) El vendedor de buena fe debe abonar el aumento de valor resultante de las
mejoras necesarias y útiles que hizo el comprador y que no le hayan sido
abonadas por el que obtuvo la evicción.
2) El vendedor de mala fe debe reembolsar aún las mejoras voluptuarias.
EVICCIÓN PARCIAL
A. Gormaz R.120
RENUNCIA DE LA ACCIÓN DE SANEAMIENTO
A. Gormaz R.121
Se extingue la obligación parcialmente en los siguientes casos:
a) En las ventas forzadas la indemnización se limita a la restitución del precio.
El artículo 1851 dispone: "En las ventas forzadas hechas por autoridad de la
justicia, el vendedor no es obligado, por causa de la evicción que sufriere la cosa
vendida, sino a restituir el precio que haya producido la venta".
b) En caso de que el vendedor se allane al saneamiento y el comprador prosiga por
sí solo el juicio, la indemnización no comprende las costas del pleito en que
hubiere incurrido defendiéndose, ni los frutos percibidos durante dicha defensa y
satisfechos al dueño (artículo 1845).
A. Gormaz R.122
El primer requisito que debe reunir el vicio para ser redhibitorio es "haber existido
al tiempo de la venta" (artículo 1858 Nº1).
Se comprende que la responsabilidad del vendedor se limite a los vicios existentes
al tiempo del contrato y que no le quepa responsabilidad por los que sobrevengan
después. El vendedor cumplió lealmente su obligación de entregar una cosa apta para su
natural destino.
Bastará que el vicio exista en germen al tiempo de la venta, aunque
posteriormente se manifieste en toda su gravedad.
El vicio debe ser grave porque no es posible que cualquier defecto de la cosa
atente contra la estabilidad del contrato.
Ha cuidado el legislador de concretar cuándo debe entenderse que los vicios
invisten caracteres de gravedad para ser considerados redhibitorios. Deben "ser tales,
que por ello la cosa vendida no sirva para su uso natural, o sólo sirva imperfectamente, de
manera que sea de presumir que conociéndolos el comprador no la hubiera comprado o la
hubiera comprado a mucho menos precio" (artículo 1858 inciso 2).
La gravedad del vicio puede resultar de estas tres circunstancias: a) que la cosa
no sirva para su uso natural; b) que sirva para este uso, pero imperfectamente, y c)
que, conocidos estos hechos por el comprador, sea presumible que no hubiera comprado
o hubiera pagado un precio mucho menor.
El requisito más característico de los vicios redhibitorios es que sean ocultos, esto
es, ignorados por el comprador.
Si el comprador conoció la existencia de los vicios, se presume que no les atribuyó
importancia, ajustó el precio teniéndolos en cuenta e, implícitamente, renunció a la
garantía.
Para que los vicios se consideren redhibitorios es menester "no haberlos
manifestado el vendedor, y ser tales que el comprador haya podido ignorarlos sin
negligencia grave de su parte, o tales que el comprador no haya podido fácilmente
conocerlos en razón de su profesión u oficio" (artículo 1858 Nº3).
El comprador ignorará los vicios cuando el vendedor no se los haya dado a
conocer. Sin embargo, el comprador no habrá de atenerse a lo que el vendedor le
exprese. Deberá examinar la cosa vendida y si omite este exámen incurrirá en grave
negligencia.
Pero es preciso tener en cuenta las circunstancias personales del comprador. El
mismo vicio puede ser oculto para un lego, pero es inaceptable que lo sea para un
entendido.
En resumen, el vicio no es oculto:
a) cuando el vendedor lo dio a conocer al comprador;
b) cuando el comprador lego lo ha ignorado por grave negligencia suya, y
c) cuando el comprador experto, en razón de su profesión u oficio, pudo
fácilmente conocerlo.
A. Gormaz R.123
En verdad se trata de dos acciones diversas: a) la acción propiamente redhibitoria
que no es sino una acción resolutoria del contrato de compraventa, y b) la acción que los
romanos denominaban aestimatoria o quanti minoris para pedir la restitución de una parte
del precio, proporcional a la disminución de valor resultante del vicio de la cosa.
El artículo 1860 reitera que el comprador dispone de ambas acciones y previene
que puede elegir una u otra, a su arbitrio: "Los vicios redhibitorios dan derecho al
comprador para exigir o la rescisión de la venta o la rebaja del precio, según mejor le
pareciere".
CASOS DE EXCEPCIÓN
a) En efecto, si los vicios no revisten los caracteres de gravedad que señala la ley,
solamente tiene el comprador derecho para pedir una rebaja del precio.
b) Si el vendedor conoció los vicios o debió conocerlos en razón de su profesión u
oficio, "será obligado no solo a la restitución o la rebaja del precio, sino a la
indemnización de perjuicios" (artículo 1861).
Pero si los ignoró y no eran tales que por su profesión u oficio debiera conocerlos,
"solo será obligado a la restitución o rebaja del precio".
En otras palabras, en contra del vendedor de mala fe tiene el comprador, además,
acción de perjuicios.
c) Si la cosa viciosa perece después de perfeccionado el contrato, aunque haya
perecido en poder del comprador y por su culpa, "no por eso perderá el comprador
el derecho que hubiese tenido a la rebaja del precio" (artículo 1862).
Nótese que el comprador en este caso, no dispone de acción redhibitoria.
Pero si la cosa pereció "por un efecto del vicio inherente a ella", podrá el
comprador pedir la resolución del contrato o la rebaja del precio, con
indemnización de perjuicios en contra del vendedor de mala fe (artículo 1862 inciso
2).
El artículo 1864 regla el caso de que sean varias las cosas vendidas
conjuntamente y algunas de ellas adolezcan de vicios. En tal caso, "sólo habrá lugar a la
acción redhibitoria por la cosa viciosa y no por el conjunto".
Pero la regla no es aplicable si aparece "que no se habría comprado el conjunto
sin esa cosa; como cuando se compra un tiro, yunta o pareja de animales, o un juego de
muebles", termina el mismo artículo.
A. Gormaz R.124
Como la obligación de saneamiento de la evicción, la de saneamiento de los vicios
redhibitorios es de la naturaleza del contrato de compraventa. Puede suprimirse o
renunciarse, sin que por ello el contrato deje de existir o degenere en otro diverso.
La renuncia sólo produce efectos si el vendedor está de buena fe. Se entiende que
está de mala fe cuando conocía la existencia de los vicios y no los dio a conocer al
comprador.
El artículo 1859 dispone: "Si se ha estipulado que el vendedor no estuviese
obligado al saneamiento por los vicios ocultos de la cosa, estará sin embargo obligado a
sanear aquellos de que tuvo conocimiento y de que no dio noticia al comprador".
VENTAS FORZADAS
En principio, el vendedor no está obligado al saneamiento de los vicios
redhibitorios en las ventas forzadas: "La acción redhibitoria no tiene lugar en las ventas
forzadas hechas por autoridad de la justicia" (artículo 1865).
Pero la circunstancia de tratarse de una venta forzada no exonera al vendedor de
la obligación de dar a conocer al comprador la existencia de los vicios, si, por su parte, no
los ignoraba.
El artículo 1865 concluye: "Pero si el vendedor, no pudiendo o no debiendo ignorar
los vicios de la cosa vendida, no los hubiese declarado a petición del comprador, habrá
lugar a la acción redhibitoria y a la indemnización de perjuicios".
La regla que fija en un año el plazo de prescripción de la acción para la rebaja del
precio, tratándose de bienes muebles, tiene la excepción del artículo 1870: "Si la compra
se ha hecho para remitir la cosa a lugar distante, la acción de rebaja del precio prescribirá
A. Gormaz R.125
en un año, contado desde la entrega al consignatario, con más el término de
emplazamiento, que corresponda a la distancia".
La disposición, justificada por las dificultades y lentitud de las comunicaciones al
tiempo de entrar en vigencia el Código, no se justifica hoy.
Pero la regla rige a condición de que "el comprador en el tiempo intermedio entre
la venta y la remesa haya podido ignorar el vicio de la cosa, sin grave negligencia de su
parte".
La compraventa, como contrato bilateral que es, genera también obligaciones para
el comprador.
La obligación fundamental del comprador es pagar el precio. Pero, como lógica
contrapartida de la obligación del vendedor de entregar la cosa, tiene igualmente el
comprador la obligación de recibirla.
25
No excluye el artículo 1827 los derechos del vendedor para pedir el cumplimiento o la resolución del
contrato, con indemnización de perjuicios. Tales derechos resultan, en todo caso, de la aplicación del artículo
1489.
El artículo 153 inciso 1 del Código de Comercio consagra expresamente estos derechos del vendedor:
"Rehusando el comprador, sin justa causa, la recepción de las mercaderías compradas, el vendedor podrá
solicitar la rescisión de la venta con indemnización de perjuicios, o el pago del precio con los intereses legales,
poniendo las mercaderías a disposición del juzgado de comercio para que ordene su depósito y venta en
martillo por cuenta del comprador".
A. Gormaz R.126
El artículo 1871 dispone: "La principal obligación del comprador es la de pagar el
precio convenido".
La obligación de pagar el precio, como la entregar la cosa vendida, es de la
esencia del contrato de compraventa.
Sobre esta obligación del comprador el Código consigna unas pocas
disposiciones. Para determinar quién debe pagar el precio, cómo y a quién debe pagarse,
etcétera, rigen las reglas generales.
Con arreglo a las reglas generales, el pago debe hacerse en el lugar señalado en
la convención y, a falta de estipulación, cuando la obligación es de género, en el domicilio
del deudor (artículos 1587 y 1588). Por otra parte, las obligaciones deben cumplirse de
inmediato, si las partes no han postergado expresamente su cumplimiento.
El artículo 1872 deroga ligeramente estas normas por lo que toca al lugar y época
en que se debe pagar el precio: "El precio deberá pagarse en el lugar y el tiempo
estipulados, o en el lugar y tiempo de la entrega, no habiendo estipulación en contrario".
a) Si las partes han expresado su voluntad, es obvio que el pago debe
hacerse en la época y lugar convenidos; rigen, en consecuencia, las reglas
generales.
b) Pero si las partes han guardado silencia, tales reglas generales sufren una
derogación; el pago no deberá hacerse de inmediato y en el domicilio del
deudor, sino que en el momento y en el lugar de la entrega.
Como consecuencia, fijado un plazo para la entrega, el mismo plazo rige,
sin necesidad de estipulación, para el pago del precio. Convenido el lugar
de la entrega, este convenio debe hacerse extensivo a la obligación de
pagar el precio, que ha de verificarse en el mismo lugar.
A. Gormaz R.127
El artículo 1873 repite esta norma general: "Si el comprador estuviere constituido
en mora de pagar en el lugar y tiempo dichos, el vendedor tendrá derechos para exigir el
precio o la resolución de la venta, con resarcimiento de perjuicios".
La falta de pago del precio ha de ser imputable al comprador o, en otros términos,
es preciso que éste se encuentre en mora.
No estará en mora el comprador cuando el vendedor no ha entregado o estado
llano a entregar la cosa.
Resuelto el contrato, las partes tienen derecho a que se les restituya al estado
anterior a su celebración. Con tal objeto el comprador debe al vendedor determinadas
prestaciones:
d) Tiene el vendedor derecho para que el comprador le indemnice los deterioros que
haya sufrido la cosa.
Para estos efectos, se considerará al comprador como poseedor de mala fe, "a
menos que pruebe haber sufrido en su fortuna, y sin culpa de su parte,
menoscabos tan grandes que le hayan hecho imposible cumplir lo pactado"
(artículo 1875 inciso 3).
A. Gormaz R.128
e) Por último, le asiste al vendedor el derecho de demandar la indemnización de los
perjuicios que el incumplimiento del contrato le haya ocasionado (artículo 1873).
a) El comprador tiene derecho "para que se le restituya la parte que hubiere pagado
del precio" (artículo 1875 inciso 2)
b) Tiene igualmente derecho a que se le abonen las mejoras, reputándosele, para
estos efectos, como poseedor de mala fe.
Debe el vendedor, por lo tanto, abonarle las mejoras necesarias; no tiene derecho
ni a las mejoras útiles ni voluptuarias, y podrá llevarse sólo los materiales de
dichas mejoras, siempre que pueda separarlos sin detrimento y que el vendedor
rehuse pagarle el precio que tendrían una vez separados (artículos 809, 909, 910 y
912).
Sin embargo, el comprador será reputado de buena fe si probare que su fortuna,
sin culpa suya, ha sufrido menoscabos tan considerables que le hicieron imposible
cumplir el contrato.
La resolución del contrato no afecta a terceros de buena fe. El artículo 1876 aplica
al contrato de compraventa los principios generales de los artículos 1490 y 1491: "La
resolución por no haberse pagado el precio no da derecho al vendedor contra terceros
poseedores, sino en conformidad a los artículos 1490 y 1491".
En consecuencia, si la cosa vendida es mueble, los terceros deben estar de mala
fe, o sea, conocer el hecho de que el comprador adeudaba parte del precio. Si la cosa es
inmueble, será menester que en título respectivo, inscrito u otorgado por escritura pública,
conste la existencia de dicho saldo de precio.
A. Gormaz R.129
En suma, la ley veda a las partes la prueba directa de que es inexacta la
aseveración de haberse pagado el precio para fundar en esta circunstancia una acción
resolutoria y las consiguientes acciones reales contra terceros.
26
En contra Alessandri.
A. Gormaz R.130
El artículo 1874 concluye que, "pagando el comprador el precio, subsistirán en
todo caso las enajenaciones que hubiere hecho de la cosa o los derechos que hubiere
constituido sobre ella en el tiempo intermedio".
PACTO COMISORIO
PACTO DE RETROVENTA
Para que el pacto de retroventa produzca sus efectos, es menester que ocurran los
siguientes requisitos: a) facultad concedida al vendedor de recobrar la cosa; b)
A. Gormaz R.131
obligación del vendedor de reembolsar al comprador, y c) un plazo concebido al vendedor
para ejercitar su derecho.
A. Gormaz R.132
Por este motivo la disposición citada concluye que "si la cosa fuere fructífera, y no
diere frutos sino de tiempo en tiempo y a consecuencia de trabajos e inversiones
preparatorias, no podrá exigirse la restitución demandada sino después de la
próxima percepción de frutos".
Los efectos del pacto de retroventa serán diversos, según que el vendedor haya o
no ejercitado oportunamente su derecho.
Si el vendedor no ejercitó su derecho en el plazo convenido o legal, fallará la
condición resolutoria del contrato de venta. Caducarán los derechos del vendedor y los del
comprador se consolidarán definitivamente.
Por la inversa, si el vendedor ejercita su acción en la oportunidad debida, se habrá
cumplido la condición resolutoria, se resolverá el contrato de venta y las cosas volverán al
mismo estado en que se encontrarían si no se hubiera contratado.
Como en el caso de toda condición resolutoria cumplida, será menester examinar
los efectos entre las partes y con relación a los terceros.
PACTO DE RETRACTO
A. Gormaz R.133
Se llama pacto de retracto o adictio in diem aquel en que las partes convienen se
resolverá la venta si, en un plazo determinado, se presenta un nuevo comprador que
ofrezca al vendedor condiciones más ventajosas que el comprador primitivo.
El artículo 1886 dispone: "Si se pacta que presentándose dentro de cierto tiempo
(que no podrá pasar de un año) persona que resuelva el contrato, se cumplirá lo pactado;
a menos que el comprador o la persona a quien éste hubiere enajenado la cosa, se allane
a mejorar en los mismos términos de la compra ".
Entre las partes y respecto a los terceros, el pacto de retracto produce los mismos
efectos que el pacto de retroventa (artículo 1886, incisos 2 y 3).
Tiene lugar la rescisión de la venta por causa de lesión siempre que concurran los
siguientes requisitos:
La rescisión por causa de lesión tiene cabida sólo en los actos que la ley
expresamente señala. Por este motivo, el legislador creyó oportuno consignar, en el
artículo 1888, que "el contrato de compraventa solo podrá rescindirse por lesión enorme".
A. Gormaz R.134
No tiene cabida la rescisión por lesión enorme en todo contrato de compraventa.
En términos generales, sólo tiene cabida en la compraventa de bienes raíces:
a) No procede la acción rescisoria por lesión enorme "en las ventas de bienes
muebles" (artículo 1891).
Como consecuencia no tiene cabida en las ventas comerciales; el artículo 126 del
Código de Comercio dispone: "No hay rescisión por causa de lesión enorme en los
contratos mercantiles".
b) No habrá tampoco lugar a la acción rescisoria en las ventas "que hubieren hecho
por el ministerio de la justicia" (artículo 1891).
Las ventas judiciales, forzadas o voluntarias, no son rescindibles por causa de
lesión. La venta se hace en pública subasta, cumpliéndose diversos requisitos de
publicidad, y el precio, si no guarda relación con el verdadero valor de la cosa, es el único
en que ha podido venderse.
Para que preceda la rescisión por lesión enorme es preciso que la cosa no haya
perecido en poder del comprador.
En efecto, el artículo 1893 previene: "Perdida la cosa en poder del comprador no
habrá derecho por una ni otra parte para la rescisión del contrato".
A. Gormaz R.135
La disposición se explica porque rescindido el contrato deberá restituirse la cosa.
Esta restitución se torna imposible cuando la cosa ha perecido.
Por último, para que proceda la rescisión por lesión enorme es preciso que se
deduzca la acción correspondiente en tiempo oportuno.
El artículo 1896 dispone: "La acción rescisoria por lesión enorme expira en cuatro
años, contados desde la fecha del contrato".
Como prescripción de corto tiempo, con arreglo al artículo 2524, la prescripción de
la acción rescisoria corre contra toda clase de personas.
A. Gormaz R.136
EFECTOS SI EL DEMANDADO OPTA POR EVITAR LA RESCISIÓN
En uno y otro caso, comprador y vendedor obtienen una ventaja del 10% sobre el
justo precio que la ley reputa legítima. En el primer caso, el comprador habrá pagado $
900 por lo que vale $ 1.000; en el segundo, por lo que vale $ 1.000 habrá pagado, a la
postre, $ 1.100.
FRUTOS Y EXPENSAS
La disposición añade que no podrá "pedirse cosa alguna en razón de las expensas
que haya ocasionado el contrato".
A. Gormaz R.137
a) El vendedor debe restituir la cosa y el comprador el precio, con intereses y frutos,
pero sólo desde la demanda.
b) Las partes no están obligadas a pagar las expensas del contrato.
c) El art. 1894 expresa: "El vendedor no podrá pedir cosa alguna en razón de los
deterioros que haya sufrido la cosa; excepto en cuanto al comprador se hubiere
aprovechado de ellos".
d) La rescisión de la venta por lesión enorme no afecta a los terceros adquirentes. Si
la cosa se ha enajenado por el comprador, no hay derecho para pedir la rescisión del
contrato.
e) La rescisión no afecta tampoco a los terceros en cuyo favor hubiere constituido el
comprador algún derecho real.
El art. 1895 dispone: "El comprador que se halle en el caso de restituir la cosa,
deberá previamente purificarla de las hipotecas u otros derechos reales que haya
constituido en ella".
La disposición deja en claro que las hipotecas y demás derechos reales no se
extinguen de pleno derecho por la rescisión del contrato.
LA PERMUTA
EL ARRENDAMIENTO
A. Gormaz R.138
De la definición resulta que el arrendamiento puede tener un triple objeto: a) la
concesión del goce de una cosa; b) la ejecución de una obra, y c) la prestación de un
servicio.
ARRENDAMIENTO DE COSAS
A. Gormaz R.139
EL ARRENDAMIENTO DE COSAS Y EL DERECHO DE USUFRUCTO
A. EL CONSENTIMIENTO
a) Un acto escrito, por de pronto, facilita la prueba del contrato. Con arreglo a las
normas generales no podrá probarse por testigo si el precio excede de dos unidades
tributarias.
b) Es de gran conveniencia práctica que el contrato se otorgue por escritura pública y,
aun, que se inscriba en el Registro del Conservatorio de Bienes Raíces. El artículo 53 del
Reglamento del Conservador de Bienes Raíces señala el arrendamiento entre los títulos
que pueden inscribirse.
De esta manera las partes pueden disponer de un título ejecutivo para reclamar
compulsivamente el cumplimiento de sus mutuas obligaciones. Además, en caso de
enajenarse la cosa, los adquirentes quedarán obligados a respetar el arriendo; deben
respetarlo aun los acreedores hipotecarios cuando el arrendamiento se encuentra inscrito
con anterioridad a la inscripción de la hipoteca.
A. Gormaz R.140
SOLEMNIDADES VOLUNTARIAS
Pueden las partes determinar las solemnidades que juzguen convenientes y dar al
contrato, en consecuencia, un carácter solemne.
Consagra el artículo 1921 una regla análoga a la señalada para la compraventa:
"Si se pactare que el arrendamiento no se repute perfecto mientras no se firme escritura,
podrá cualquiera de las partes arrepentirse hasta que así se haga, o hasta que se haya
procedido a la entrega de la cosa arrendada".
Como lógica consecuencia de que el contrato no se encuentra perfecto, las partes
tienen el derecho de retractarse. Puede hacerse uso de esta facultad hasta que se
otorgue la escritura prevista o hasta que, a pesar de no haberse otorgado la escritura, se
haya verificado la entrega de la cosa.
Si en el arrendamiento se otorgan arras se observarán las mismas reglas que en la
compraventa.
B. LA COSA ARRENDADA
La cosa debe reunir los requisitos generales del objeto de toda declaración de
voluntad: ser lícito, determinado y existir o esperarse que exista.
Dada la naturaleza especial del contrato de arrendamiento, la cosa arrendada no
debe ser consumible.
El artículo 1916 establece una regla general: "Son susceptibles de arrendamiento
todas las cosas corporales o incorporales, que puedan usarse sin consumirse; excepto
aquellas que la ley prohíbe arrendar, y los derechos estrictamente personales, como los
de habitación y uso".
De este modo, pueden arrendarse los bienes raíces y muebles, las cosas
corporales e incorporales. Por ejemplo, puede arrendarse un derecho de usufructo
(artículo 793); el derecho derivado del contrato de arrendamiento es también susceptible
de arrendarse mediante un subarriendo (artículo 1946).
Solamente no son susceptible de arrendamiento: a) las cosas cuyo arriendo la ley
prohíbe; b) los derechos personalísimos, y c) las cosas consumibles de las que no puede
uso acorde con su naturaleza sin que se destruyan, puesto que es esencial que la cosa
debe ser restituida al término del contrato.
El artículo 1916 concluye que puede arrendarse la cosa ajena. El arrendatario de
buena fe, esto es, el que ignoraba la circunstancia de ser ajena la cosa, "tendrá acción de
saneamiento contra el arrendador, en caso de evicción".
El arrendamiento, por cierto, no empece al dueño de la cosa.
C. EL PRECIO
A. Gormaz R.141
La determinación del precio es una exigencia que fluye de los principios generales.
La cantidad a que asciende el precio puede ser incierta con tal que en el contrato se fijen
normas o se contengan datos que sirvan para determinarlo.
Pero mientras en la compraventa el precio debe consistir en dinero, en el
arrendamiento "puede consistir ya en dinero, ya en frutos naturales de la cosa arrendada"
(artículo 1917).
En caso de pagarse el precio con frutos de la cosa, puede fijarse una cantidad
determinada o una cuota o parte alícuota de los de cada cosecha. Esta última forma de
pago del precio es frecuente en el arrendamiento de predios rústicos y recibe y recibe la
denominación de aparcería, vulgarmente llamada mediería.
El precio puede fijarse en una cantidad alzada o en una cantidad periódica.
"Llámase renta cuando se paga periódicamente" (artículo 1917).
El artículo 1718 dispone que el precio puede fijarse “de los mismos modos que en
el contrato de compraventa”.
En consecuencia, el precio puede fijarse por las partes o por un tercero; no puede
dejarse al arbitrio de una de las partes.
La determinación del precio puede hacerse “por cualesquiera medios o
indicaciones que lo fijen”.
Tal es, en verdad, la única obligación que el arrendador contrae. Pero esta
obligación de hacer gozar al arrendatario, por el término del contrato, es compleja y se
descompone en varias obligaciones que señala el artículo 1924.
FORMA DE LA ENTREGA
A. Gormaz R.142
El artículo 1920 previene que la entrega de la cosa arrendada "podrá hacerse bajo
cualquiera de las formas de tradición reconocida por la ley".
La disposición no es exacta. La entrega de la cosa corporal mueble arrendada
podrá hacerse por cualquiera de los medios de efectuar la tradición que señala el artículo
684 si se da en arrendamiento un crédito, habrá de entregarse el título.
La cosa debe entregarse en estado de servir para el fin para que fue arrendada.
De otro modo el arrendatario no podrá obtener el adecuado goce de la cosa que se
propuso al contratar.
Por consiguiente, son de cargo del arrendador las reparaciones de todo género
que sea menester efectuar antes de que el arrendatario entre a gozar la cosa.
El arrendatario debe efectuar ciertas reparaciones cuya necesidad se hace
presente durante el arrendamiento; probablemente se han hecho necesarias por su culpa
o de las personas por quienes responde. Pero ninguna responsabilidad lógicamente le
cabe para tomar a su cargo las reparaciones que se hacen necesarias por causas
anteriores al goce, ya que su necesidad no puede serle imputable por ningún motivo.
GARANTIA POR LOS VICIOS DE LA COSA
a) Si el mal estado o calidad de la cosa "impide hacer de ella el uso para que ha sido
arrendada", tiene derecho el arrendatario para pedir la terminación del contrato de
arrendamiento.
Puede ejercitar este derecho sea que el arrendador conociese o no el mal estado o
calidad de la cosa al tiempo de contratar, y aun en el caso de haber empezado a existir el
vicio después del contrato, pero sin culpa del arrendatario (artículo 1932).
A. Gormaz R.143
b) En cambio, cuando el mal estado o calidad de la cosa impide parcialmente el goce
o la cosa se destruye en parte, "el juez decidirá, según las circunstancias, si debe tener
lugar la terminación del arrendamiento, o concederse una rebaja del precio o renta"
(artículo 1932 inciso 2).
A. Gormaz R.144
Pero si a consecuencia de la mora se disminuye considerablemente para el
arrendatario la utilidad del contrato, sea por haberse deteriorado la cosa o por haber
cesado las circunstancias que lo motivaron podrá el arrendatario demandar la terminación
del contrato con derecho para que, además, se le resarzan los perjuicios sufridos (artículo
1926 inciso 2).
Debe el arrendador entregar la cosa en estado de servir. Pero no basta con que la
cosa sea inicialmente apta; la obligación del arrendador de procurar al arrendatario el
goce de la cosa se prolonga por el tiempo de duración del arrendamiento. En suma, debe
entregarla en estado de servir o conservarla en este estado.
El artículo 1927 previene "La obligación de mantener la cosa arrendada en buen
estado consiste en hacer durante el arriendo todas las reparaciones necesarias, a
excepción de las locativas, las cuales corresponden generalmente al arrendatario".
Con todo, el arrendador deberá efectuar aun las reparaciones locativas, si los
deterioros que las han hecho necesarias provienen de caso fortuito o mala calidad de la
cosa arrendada (artículo 1927 inciso 2).
Las estipulaciones de las partes pueden alterar estas reglas (artículo 1927 inciso
3).
REPARACIONES NECESARIAS
MEJORAS ÚTILES
A. Gormaz R.145
De este modo, para que el arrendatario tenga derecho a reclamar el pago de las
mejoras útiles es preciso: a) que el arrendador le haya autorizado para efectuarlas; y b)
que se haya comprometido expresamente a pagarlas
En caso de que las mejoras no se hubieren efectuado en las condiciones
apuntadas, "el arrendatario podrá separar y llevarse los materiales, sin detrimento la cosa
arrendada; a menos que el arrendador esté dispuesto a abonarle lo que valdrían los
materiales considerándolos separados" (artículo 1936).
El derecho del arrendatario de separar y llevarse los materiales se encuentra
limitado, pues, por el derecho que se otorga al arrendador de pagar su valor y hacerlos
suyo. En otros términos, el arrendatario goza el derecho de separar y llevarse los
materiales a condición de que el arrendador no esté dispuesto a pagar su valor.
A. Gormaz R.146
A las acciones señaladas, encaminadas a pedir una rebaja del precio o la
terminación del arriendo, puede sumarse la de indemnización de perjuicios.
Las turbaciones de que el arrendatario puede ser víctima de parte de terceros son
de hecho y de derecho.
Turbación de hecho es la que proviene de vías de hecho de terceros que no
pretenden derechos sobre la cosa arrendada. Turbación de derecho es aquella que se
produce por vías de derecho, esto es, por las acciones que terceros entablen alegando
derechos sobre la cosa arrendada.
TURBACIONES DE HECHO
TURBACIONES DE DERECHO
Muy diverso es el caso en que el arrendatario es turbado por vías de derecho, por
ejemplo, porque un tercero pretende ejercer en la cosa un derecho de usufructo o
servidumbre, o deduce una acción judicial para reclamar todo o parte de ella.
A. Gormaz R.147
Para determinar los derechos que competen al arrendatario turbado en el goce, es
menester indagar la importancia de la turbación, esto es, si las vías de derecho de
terceros atentan en forma grave o leve contra dicho goce:
2. En cambio, si la causa del derecho del tercero no era ni debía ser conocida del
arrendador al tiempo del contrato, "no será obligado el arrendador a abonar el lucro
cesante" (artículo 1930 inciso 5).
A. Gormaz R.148
OBLIGACIONES DEL ARRENDATARIO
La falta de acuerdo de las partes acerca del precio o renta impide que el contrato
de arrendamiento llegue a generarse.
Pero el legislador desecha esta lógica conclusión cuando las partes discuerdan
acerca del precio, pero se ha efectuado la entrega de la cosa arrendada.
A. Gormaz R.149
FALTA DE PAGO DEL PRECIO O RENTA
El uso que el arrendador debe dar a la cosa resulta, a menudo, del espíritu del
contrato, de la presunta intención de las partes. El arrendamiento a un fabricante de un
local destinado anteriormente a almacén, supone un tácito acuerdo para variar su uso: la
actividad a que el arrendatario se dedica indica claramente que su intención no podía ser
otra que instalar su fábrica en el local arrendado.
En caso de controversia, toca al juez decidir cuál es el destino que debe dar el
arrendatario a la cosa, tomando en cuenta las variadas circunstancias del caso.
La infracción de esta obligación del arrendatario da derecho al arrendador a pedir
la terminación del arrendamiento, con indemnización de perjuicios. El artículo 1938 inciso
2 dispone: "Si el arrendatario contraviene a esta regla, podrá el arrendador reclamar la
terminación del arriendo con indemnización d perjuicios, o limitarse de esta
indemnización, dejando subsistir el arriendo".
A. Gormaz R.150
GRADO DE CUIDADO QUE DEBE EMPLEAR EL ARRENDATARIO
Puesto a que el arrendamiento es un contrato que beneficia a las partes
recíprocamente, el arrendatario, con arreglo a los principios generales, es responsable de
la culpa leve.
CESIÓN Y SUBARRIENDO
El artículo 1927 previene que el arrendador debe efectuar las reparaciones necesarias
no locativas y aun estas si los deterioros que las han hecho indispensables provienen de
fuerza mayor o caso fortuito, o mala calidad de la cosa.
A. Gormaz R.151
Pero, aparte de estos casos de excepción, toca al arrendatario efectuar las
reparaciones de esta índole. "El arrendatario es obligado a las reparaciones locativas",
dispone el inciso 1 del artículo 1940.
Son reparaciones locativas las que tienen por objeto subsanar aquellos deterioros
que son una consecuencia normal del goce que el arrendatario tiene de la cosa.
El artículo 1940 inciso 2, precisa el concepto: "Se entienden por reparaciones
locativas las que, según la costumbre del país, son de cargo de los arrendatarios, y en
general las de aquellas especies de deterioro que ordinariamente se producen por culpa
del arrendatario o de sus dependientes, como descalabros de paredes o cercas,
albañales y acequias, rotura de cristales, etc.".
Es probable que las partes hayan dejado constancia del estado en que se
encontraba la cosa; en tal caso, no surgirán dificultades acerca del cómo debe efectuarse
la restitución.
Si las partes no han expresado el estado en que se entregó la cosa, la ley
establece una presunción de que ese estado fue satisfactorio; la presunción es
simplemente legal y cede ante la prueba contraria que el arrendatario rinda.
FORMA DE LA RESTITUCION
A. Gormaz R.152
Terminado el arriendo, el arrendatario debe restituir la cosa; se hace exigible su
obligación.
Pero el arrendatario quede constituido en mora de restituir es menester que sea
requerido o reconvenido por el arrendador.
La expiración del plazo estipulado no es bastante; trátase de un caso de excepción
en que la ley exige que se requiera al deudor para constituirle en mora.
El contrato de arrendamiento de cosas termina del mismo modo que los otros
contratos.
Pero el artículo 1950 señala diversas causales de extinción propias o peculiares de
este contrato:
1. Por destrucción total de la cosa arrendada;
2. Por la expiración del tiempo estipulado para la duración del arriendo;
3. Por la extinción del derecho del arrendador; y
4. Por sentencia judicial, en los casos que la ley ha previsto.
A las causales apuntadas es menester añadir otras como el desahucio, la
circunstancia de necesitar el arrendador de la cosa para efectuar reparaciones en ella,
etc.
A. Gormaz R.153
2. EXPIRACION DEL TIEMPO ESTIPULADO
Cuando se haya fijado plazo obligatorio sólo para una de las partes, aquella a que
el plazo no obliga deberá desahuciar a la otra para cesar el arriendo.
Tal es la regla del artículo 1953: "Si se ha fijado tiempo forzoso para una de las
partes y voluntario para la otra, se observará lo estipulado, y la parte que puede hacer
cesar el arriendo a su voluntad, estará sin embargo sujeta a dar la noticia anticipada que
se ha dicho".
EL DESAHUCIO
A. Gormaz R.154
dio el desahucio no puede contar con dicho documento para acreditar que formuló
oportunamente el aviso.
Para precisar con que exactitud cuándo debe entenderse terminado el contrato, el
artículo 1951 inciso 3, dispone: "El desahucio empezará a corre al mismo tiempo que el
próximo período".
Por ejemplo, si el arriendo es por meses, la renta pagadera el 1º de cada mes y el
arrendador o el arrendatario se proponen ponerle fin el 1º de abril, el aviso deberá darse
antes del 1º de marzo; dado el 20 de febrero, correrá desde el primero de marzo.
A. Gormaz R.155
Si el arrendatario restituye anticipadamente la cosa deberá, no obstante, pagar la
renta hasta el fin del contrato.
Tal es la norma del artículo 1955: "Cuando el arrendamiento debe cesar en virtud
del desahucio de cualquiera de las partes, o por haberse fijado su duración en el contrato,
el arrendatario será obligado a pagar la renta de todos los días que falten para que cese,
aunque voluntariamente restituya la cosa antes del último día".
TÁCITA RECONDUCCIÓN
Para que se entienda renovado el arriendo es preciso que las partes así lo
convengan expresamente. Y, como una lógica consecuencia de que el contrato no se
entiende renovado, el arrendador puede reclamar en cualquier tiempo la restitución de la
cosa.
Por excepción acepta el Código la reconducción tácita: "Con todo, si la cosa fuera
raíz y el arrendatario con el beneplácito del arrendador hubiere pagado la renta de
cualquier espacio de tiempo subsiguiente a la terminación, o si ambas partes hubiere
manifestado por cualquier otro hecho igualmente inequívoco su intención de perseverar
en el arriendo, se entenderá renovado el contrato bajo las mismas condiciones que antes,
pero no por más tiempo que el de tres meses en los predios urbanos y el necesario para
utilizar las labores principiadas y coger los frutos pendientes en los predios rústicos, sin
perjuicio de que la expiración de este mismo vuelva a renovarse el arriendo de la misma
manera”.
A. Gormaz R.156
La reconducción importa la celebración de un nuevo contrato de arrendamiento, en
las mismas condiciones que el anterior; se mantendrá idéntico el precio y las demás
modalidades del contrato, pero variará su duración.
Cualquiera que haya sido la duración del arriendo que término, el nuevo
arrendamiento durará hasta tres meses si el bien arrendado es urbano, y hasta que
puedan recogerse los frutos pendientes y aprovecharse las labores realizadas, si se trata
de un predio rústico.
Puesto que el contrato que liga en lo sucesivo a las partes es un nuevo contrato,
se extinguen las cauciones constituidas por terceros para la seguridad de las obligaciones
derivadas del primero.
Diversas son las causas que extinguen el derecho del arrendador. La extinción
puede producirse, en síntesis, por hecho o culpa del arrendador o por causas
independientes de su voluntad.
La extinción del derecho del arrendador supone que otra persona adquiere este
derecho; la expiración del contrato significa, en otros términos, que los terceros que
A. Gormaz R.157
adquieren los derechos que el arrendador perdió, no están obligados a respetar el
arrendamiento. Para ello el contrato es res inter alios.
Se justifica plenamente, de esta manera, que el contrato expire, aunque exista un
plazo señalado para su duración.
A. Gormaz R.158
Por consiguiente, la expropiación que pone fin al contrato debe ser total; la
expropiación parcial autoriza solamente al arrendatario para pedir la terminación del
contrato, cuando reúne los caracteres anotados.
Tal es la regla del artículo 1961: "Extinguiéndose el derecho del arrendador por
hecho o culpa suyos, como cuando venden la cosa arrendada de que es dueño, o siendo
usufructuario de ella hace cesión del usufructo al propietario, o pierde la propiedad por no
haber pagado el precio de venta, será obligado a indemnizar al arrendatario en todos los
casos que la persona que le sucede en el derecho no esté obligada a respetar el
arriendo".
El arrendador debe indemnizar al arrendatario los perjuicios que sufra con motivo
de la extinción del contrato.
Debe el arrendador, además, indemnizar los perjuicios "que el subarrendatario
sufriere por su parte" (artículo 1963 inciso 1). Parece obvio que estos perjuicios serán
indemnizados cuando el arrendador haya autorizado el subarriendo.
A. Gormaz R.159
Todavía más, el adquirente de los derechos del arrendador, cuando le sucede a
título singular, no queda ligado por los actos de su causante que no se refieren al derecho
mismo.
De acuerdo con la citada norma del artículo 1962, están obligados a respetar el
arriendo:
a) Todo aquel a quien se transfiere el derecho del arrendador a título gratuito;
b) Todo aquel a quien se transfiere a título oneroso el derecho del arrendador, si el
arrendamiento ha sido celebrado por escritura pública, exceptuados los acreedores
hipotecarios;
c) Los acreedores hipotecarios, si el arrendamiento se ha otorgado por escritura
pública, inscrita con anterioridad a la inscripción hipotecaria.
Deben respetar el arriendo los sucesores a título gratuito, esto es, los herederos,
legatarios y donatarios del arrendador (artículo 1962 Nº1).
Los herederos deben respetar el contrato porque representan a su causante y le
suceden en todos los derechos y obligaciones transmisibles (artículo 1097).
En cuanto a los legatarios y donatarios deben respetar el arriendo porque de otro
modo se creería para su causante una embarazosa situación, como consecuencia de la
indemnización de perjuicios que debería pagar el arrendatario; no es justo que se
imponga esta responsabilidad al autor de la liberalidad y la única manera de ponerle a
cubierto de ella es obligar a los sucesores a respetar el arriendo.
A. Gormaz R.160
CASO DE LOS ACREEDORES HIPOTECARIOS
Una regla especial rige para los acreedores hipotecarios. Deben respetar el
arriendo siempre que conste de escritura pública, "inscrita en el registro del conservador
antes de la inscripción hipotecaria" (artículo 1962 Nº3).
El arrendatario de bienes raíces podrá requerir por sí solo la inscripción de la
escritura de arrendamiento.
Por consiguiente, para que los acreedores hipotecarios deban respetar al
arrendamiento es menester:
a) que se conste por escritura pública;
b) que se encuentre inscrito en el Registro del Conservador, y
c) que la inscripción del arriendo sea anterior a la inscripción de la hipoteca.
Inscrito el arriendo con anterioridad a la hipoteca, los acreedores hipotecarios han
podido tener cabal conocimiento de su existencia y calcular la influencia del contrato en la
eficacia de la garantía. Un arriendo que debe respetarse, a largo plazo y por una renta
módica, influye decisivamente en el valor comercial del inmueble, desvalorizándolo.
La regla del Nº3 del artículo 1962 se refiere a los acreedores hipotecarios que se
adjudiquen la finca hipotecada para hacerse pago de sus créditos.
Si la finca es subastada a instancias de un acreedor hipotecario, y la adquiere un
tercero, deberá éste respetar el arriendo que conste la escritura pública aunque no se
encuentre escrito con anterioridad a la hipoteca. El tercero subastador es un adquirente a
título oneroso y para él rige la regla del Nº2 del artículo 1962.
El artículo 22 de la Ley Orgánica de la ex Caja de Crédito Hipotecario, cuyo texto
definitivo fijó el Decreto Supremo Nº3815, de 18 de noviembre de 1941, vigente de
acuerdo con el artículo 13 transitorio del D.F.L. N º126, que creó el Banco del Estado de
Chile, previene que los adquirentes de las propiedades subastadas en conformidad a sus
disposiciones "no estarán obligados a respetar los arrendamientos que les afecten, salvo
que éstos hayan sido por escritura pública inscrita en el Conservador de Bienes Raíces
respectivo con antelación a la hipoteca de la caja o autorizados por ésta".
Por consiguiente, para los terceros adquirentes rige una regla especialísima. No
bastará que el arriendo se haya otorgado por escritura pública.
Reglamenta el artículo 1964 los efectos del pacto que celebren el arrendador y el
arrendatario de no enajenar el primero la cosa arrendada
Por de pronto, la estipulación no impide al arrendador enajenar y, en verdad, poco
importa al arrendatario que la cosa se enajene, con tal que el adquirente deba respetar el
arriendo.
Por este motivo, el artículo 1964 dispone: "El pacto de no enajenar la cosa
arrendada, aunque tenga la cláusula de nulidad de la enajenación, no dará derecho al
arrendatario sino para permanecer en el arriendo, hasta su terminación natural”.
A. Gormaz R.161
hipoteca, si el subastador es otro acreedor que no goce el derecho de hipoteca, habrá de
respetar el arriendo que conste por escritura pública, aunque no se haya inscrito o su
inscripción sea posterior a la hipotecaria.
Mientras se realiza la subasta, el contrato subsiste "y se sustituirán al acreedor o
acreedores en los derechos y obligaciones del acreedor" (artículo 1965 inciso 1).
Expira el contrato "por sentencia de juez en los casos que la ley ha previsto"
(artículo 1950 Nº4).
Así ocurre cuando la infracción de las diversas obligaciones que para las partes
derivan del arrendamiento, se pronuncia por el juez la terminación del contrato.
Del mismo modo, terminará por sentencia de juez cuando se declara judicialmente
nulo o rescindido el contrato.
A. Gormaz R.162
El artículo 1967 dice al respecto: "El arrendador no podrá en caso alguno, a menos
de estipulación contraria, hacer cesar el arrendamiento a pretexto de necesitar la cosa
arrendada para sí".
El padre, madre, marido y guardador no pueden arrendar los bienes de sus hijos,
mujer o pupilos sino por un cierto tiempo.
Análoga limitación se impone al marido para arrendar los bienes de la mujer, sin su
autorización; los contratos que el marido celebre, con infracción de lo dispuesto en el
artículo 1756, adolecen de nulidad.
A. Gormaz R.163
La negligencia grave bajo cualquiera de estos respectos dará derecho al arrendador para
indemnización de perjuicios, y aun para hacer cesar inmediatamente el arriendo en casos
graves.
Artículo 1973. El arrendador tendrá derecho para expeler al inquilino que empleare la
casa o edificio en un objeto ilícito, o que teniendo facultad de subarrendar, subarriende a
personas de notoria mala conducta, que, en este caso, podrán ser igualmente expelidas.
Artículo 1976. El desahucio en los casos en que tenga lugar, deberá darse con
anticipación de un período entero de los designados por la convención o la ley para el
pago de la renta.
LEY Nº18.101
TITULO I
Artículo 2º. Esta Ley no será aplicable a los siguientes bienes raíces urbanos:
1. Predios de cabida superior a una hectárea y que tengan aptitud agrícola, ganadera
o forestal, o estén destinadas a destinadas a ese tipo de explotación;
2. Inmuebles fiscales;
3. Viviendas que se arriendan por temporadas no superiores a tres meses, por
períodos continuos o discontinuos, siempre que lo sean amobladas y para fines de
descanso o turismo;
4. Hoteles, residenciales y establecimientos similares, en relaciones derivadas del
hospedaje;
A. Gormaz R.164
5. Estacionamientos de automóviles y vehículos, y
6. Las viviendas regidas por la ley Nº19.281.
No obstante los juicios que se originen en relación con los contratos a que se
refieren los números 3 y 5 de este artículo, se sustanciarán con arreglo al procedimiento
establecido en el Título III de la presente Ley.
TITULO II
DESAHUCIO Y RESTITUCION
Artículo 3º. En los contratos en que el plazo del arrendamiento se haya pactado
mes a mes y en los de duración indefinida, el desahucio dado por el arrendador sólo
podrá efectuarse judicialmente o mediante notificación personal efectuada por un notario.
En los casos mencionados en el inciso anterior, el plazo de desahucio será de dos
meses, contado desde su notificación, y se aumentará en un mes por cada año completo
que el arrendatario hubiera ocupado el inmueble. Dicho plazo más el aumento no podrá
exceder, en total, de seis meses.
El arrendatario desahuciado podrá restituir el bien raíz antes de expirar el plazo
establecido en este artículo y, en tal caso, estará obligado a pagar la renta de
arrendamiento sólo hasta el día de la restitución.
Artículo 4º. En los contratos de plazo fijo que no excedan de un año, el arrendador
sólo podrá solicitar judicialmente la restitución del inmueble y, en tal evento, el
arrendatario tendrá derecho a un plazo de dos meses, contando desde la notificación de
la demanda.
En los casos a que se refiere este artículo el arrendatario podrá restituir el
inmueble antes de expirar el plazo de restitución y sólo estará obligado a pagar la renta de
arrendamiento hasta el día en que aquella se efectúe.
TITULO III
A. Gormaz R.165
Artículo 7º. Las normas de que trata este Título se aplicarán a los juicios relativos
a los contratos de arrendamiento de in muebles a que se refiere el artículo 1º de esta Ley.
Deberá aplicarse, en especial, a los juicios siguientes:
1. Desahucio;
2. Terminación del arrendamiento;
3. Restitución de la propiedad por expiración del tiempo estipulado para la duración
del arriendo;
4. Restitución de la propiedad por extinción del derecho del arrendador;
5. De indemnización de perjuicios que intente el arrendador o el arrendatario, y
6. Otros que versen sobre las demás cuestiones derivadas de estos contratos.
Artículo 8º. Los juicios a que se refiere el artículo anterior se regirán por las reglas
siguientes:
A. Gormaz R.166
8) Los incidentes deberán promoverse y tramitarse en la misma audiencia,
conjuntamente con la cuestión principal, sin paralizar el curso de ésta. La sentencia
definitiva se pronunciará sobre la acción deducida y sobre los incidentes, o sólo sobre
éstos cuando sean previos o incompatibles con aquélla;
9) Sólo serán apelables la sentencia definitiva de primera instancia y las
resoluciones que pongan término al juicio o hagan imposible su continuación. Todas las
apelaciones se concederán en el solo efecto devolutivo; tendrán preferencia para su vista
y fallo y durante su tramitación, no se podrá conceder orden de no innovar.
En segunda instancia, podrá el tribunal de alzada, a solicitud de parte,
pronunciarse por vía de apelación sobre todas las cuestiones que se hayan debatido en
primera para ser falladas en definitiva, aun cuando no hayan sido resueltas en el fallo
apelado, y
10) Las partes podrán comparecer y defenderse personalmente, en primera
instancia, en los juicios cuya renta vigente al tiempo de interponerse la demanda no sea
superior a cuatro unidades tributarias mensuales.".
Artículo 10º. Cuando la terminación del arrendamiento se pida por falta de pago
de la renta, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 1977 del Código Civil, la
segunda de las reconvenciones a que dicho precepto se refiere se practicará en la
audiencia de contestación de la demanda.
Al ejercitarse la acción aludida en el inciso precedente podrán deducirse también,
conjuntamente, la de cobro de las rentas insolutas en que aquellas se funde y las de pago
de consumo de luz, energía eléctrica, gas, agua potable y de riego; gastos por servicios
comunes y de otras prestaciones análogas que se adeuden.
Demandadas estas prestaciones, se entenderán comprendidas en la acción las de
igual naturaleza a las reclamadas que se devenguen durante la tramitación del juicio y
hasta que la restitución del pago se efectúe.
Artículo 12º. En los juicios de, terminación de arrendamiento por falta de pago de
la renta, seguidos contra un subarrendador, los subarrendatarios podrán pagar al
demandante, antes de la dictación de la sentencia de primera instancia, las rentas
A. Gormaz R.167
adeudadas por el arrendatario. Si así lo hicieren, enervarán de este modo la acción y
tendrán derecho a ser reembolsados de ella por el subarrendador, con más el interés
corriente de su a contar de su pago, o imputarlas a las rentas más inmediatas; todo ello,
sin perjuicio de las indemnizaciones que correspondan.
Artículo 13º. El cumplimiento de las resoluciones que se dicten en los juicios a que
se refiere este título se regirá por las reglas generales. Sin embargo, cuando ellas
ordenen la entrega de un inmueble, se aplicará lo prescrito el artículo 595 del Código de
Procedimiento Civil.
En estos juicios y en los de comodato precario, el juez de la causa, decretado el
lanzamiento, podrá suspenderlo en casos graves y calificados, por un plazo no superior a
treinta días.
Artículo 14º. En los juicios a que se refiere este Título en que se solicite la entrega
del inmueble, el arrendador podrá hacer notificar la demanda a las empresas que
suministren gas, energía eléctrica o agua potable, y en tal caso el demandado será el
único responsable de los consumos mientras dure la ocupación del inmueble por él mismo
o por las personas a su cargo. Las empresas no podrán excepcionarse alegando
ignorancia del domicilio del deudor.
Artículo 15º. El tribunal, de oficio o petición de parte, podrá decretar los medios
probatorios que estime pertinentes.
Artículo 17º. Los jueces letrados de mayor cuantía serán competentes, conforme
a las reglas generales del Código Orgánico de Tribunales, para conocer en única o
primera instancia de los juicios a que se refiere este Título, sin perjuicio de las
atribuciones que competen en la materia a los jueces de policía local que sean abogados.
Artículo 18º. De los juicios en que el fisco sea parte o tenga interés conocerán en
primera instancia los jueces a que se refiere el artículo 48 del Código Orgánico de
Tribunales.
TITULO IV
DISPOSICIONES GENERALES
Artículo 19º. Son irrenunciables los derechos que esta Ley confiere a los
arrendatarios.
Artículo 20º. En los contratos de arrendamiento regidos por esta Ley que no
consten por escrito, se presumirá que la renta será la que declarare el arrendatario.
Artículo 21º. En caso de mora, los pagos o devoluciones que deban hacerse entre
las partes de todo contrato de arriendo, regido o no por esta Ley, se efectuarán
reajustados en la misma proporción en que hubiere variado el valor de la unidad de
A. Gormaz R.168
fomento entre la fecha en que debieron realizarse y aquella en que efectivamente se
hagan.
Cuando se deban intereses, se calcularan sobre la suma primitivamente
adeudada, más el reajuste de que trata el inciso anterior.
Artículo 23 bis. Para los efectos del artículo 1.942 del Código Civil, a los contratos
de arrendamiento regidos por esta ley les será aplicable lo dispuesto en el artículo 598 del
Código de Procedimiento Civil.
TITULO V
DISPOSICIONES VARIAS
A. Gormaz R.169
Artículo 26º. Derogase el artículo único de la Ley Nº17.410.
DISPOSICIONES TRANSITORIAS
A. Gormaz R.170
Los juicios actualmente pendientes y los que se promuevan en el futuro, relativos a
los contratos celebrados con anterioridad a la vigencia de esta Ley, se sustanciarán y
fallarán con arreglo a las disposiciones del Decreto Ley Nº964, de 1975.
A. Gormaz R.171
El precio de estos servicios y gastos deberá determinarse independientemente de
la renta, no podrá significar lucro o beneficio para el arrendador y, cuando sea percibido
por éste, deberá expresarse en el recibo pertinente, en forma separada de la renta de
arrendamiento.
Si el arrendador hubiere percibido sumas superiores por los gastos y servicios
a que se refiere este número, devolverá el exceso al arrendatario, con más el interés
corriente desde la fecha de su percepción y el reajuste que proceda de acuerdo con el
alza experimentada por el Índice de Precios al Consumidor, determinada por el
Instituto Nacional de Estadísticas.
10. El propietario que haya adquirido un bien raíz por intermedio del Sistema Nacional
de Ahorro y Préstamos o a través de cualquier institución o entidad que financie la compra
de bienes raíces mediante la concesión de mutuos hipotecarios reembolsables
periódicamente, que no posea otro dentro del mismo departamento, tendrá derecho a
percibir por tales inmuebles una renta igual al dividendo que pague a la respectiva
asociación u organismo y los gastos señalados en el número 9 que procedan.
Serán también de cargo del arrendatario los demás gastos en que incurra el
comprador con motivo del servicio de su préstamo durante el período correspondiente y
hasta la restitución del inmueble.
11. No regirá lo dispuesto en los números 1 al 10 respecto de los contratos de
arrendamiento y subarrendamiento de los siguientes bienes raíces:
a) Las edificaciones cuyo certificado de recepción final se haya otorgado por la
Municipalidad respectiva con posterioridad al 12 de abril de 1975;
b) Los construidos conforme al Decreto con fuerza de Ley Nº2, de 1959, o a la Ley
Nº9.135;
c) Todas las viviendas cuyos avalúos, para los efectos del pago del impuesto
territorial, sean superiores a cuatrocientas seis unidades de fomento;
d) Los destinados a locales comerciales o industriales; oficinas, teatros y cines, y, en
general, a actividades lucrativas.
Artículo 2º Ley N°19.866: Sustituyese el texto del decreto con fuerza de ley Nº216, de
1931, por el siguiente: "Artículo único.- El propietario u ocupante a cualquier otro título de
una vivienda, para cambiar su domicilio, deberá obtener un salvoconducto de la unidad de
Carabineros correspondiente, que acredite el lugar de su domicilio actual y señale el lugar
al cual se trasladará. Para otorgar el salvoconducto, si quien deja el inmueble es el
propietario, Carabineros le solicitará antecedentes que acrediten esa calidad, para lo cual
bastará que exhiba los recibos de contribuciones de bienes raíces o de los servicios
extendidos a su nombre.
Si quien se trasladará no es el propietario, deberá presentar la autorización de éste
o de quien hubiera recibido la tenencia del inmueble, o el recibo que acredite el pago de la
renta de arrendamiento correspondiente al último mes, así como las constancias de
encontrarse al día en el pago de los servicios con que cuente el inmueble.
Carabineros impedirá que se efectúe la mudanza si no se hubiere dado
cumplimiento a las disposiciones precedentes. Sin perjuicio de ello, la infracción será
castigada con multa de una a cuatro unidades tributarias mensuales por el respectivo
juzgado de policía local.
A. Gormaz R.172
Con arreglo a la definición del artículo 1915, el arrendamiento puede tener como
objeto "ejecutar una obra".
El contrato puede definirse como aquel en que las partes se obligan mutuamente,
la una a ejercer una obra material y la otra a pagar un precio por ella determinado.
La persona que tome a su cargo la ejecución de la obra se denomina, en general,
artífice.
El contacto para la confección de una obra material puede importar legalmente una
compraventa o un arrendamiento, según sean las circunstancias:
A. Gormaz R.173
El arrendamiento de obra se sujeta a las reglas generales del arrendamiento,
salvas algunas normas especiales (artículo 1966 inciso 5).
El problema de los riesgos se plantea de diversa manera. La pérdida de la materia
recae sobre el dueño, esto es, la persona que ordeno la obra (artículo 2000 incisos 1 y 2).
a) Sin embargo, el artífice será responsable "cuando la materia perece por su culpa o
por culpa de las personas que le sirven" (artículo 2000 inciso 2).
b) Pero el artífice, aunque la cosa perezca sin culpa suya o de sus dependientes,
pierde su trabajo, o sea, "no podrá el artífice reclamar el precio o salario", salvo las
excepciones legales (artículo 2000 inciso 3). En este sentido, el artífice comparte los
riesgos con el que encargó la obra.
c) El riesgo es íntegramente del que ordenó la obra, esto es, pierde la materia y debe
pagar el precio, en los casos siguientes:
1. Si la obra ha sido reconocida y aprobada (artículo 2000 Nº1)
2. Si la cosa no ha sido reconocida y aprobada por mora del que encargó la obra
(artículo 2000 Nº2), y
3. Si la cosa perece por un vicio de la materia suministrada por el que encargó la
obra, salvo que el vicio sea de aquellos que el artífice por su oficio ha debido conocer, o
que conociéndolo no haya dado aviso oportuno (artículo 2000 Nº3).
Las partes pueden confiar a un tercero la fijación del precio. Prevé la ley que el tercero
fallezca antes o después de ejecutada la obra:
a) Cuando el tercero fallezca antes de la ejecución de la obra, "será nulo el contrato".
b) Si el fallecimiento sobreviene después de haberse procedido a la ejecución de la obra,
"se fijará el precio por peritos" (artículo 1998).
A. Gormaz R.174
El precio debe pagarse en la forma convenida. A falta de estipulación, será exigible
una vez concluida, reconocida y aprobada la obra.
El reconocimiento puede hacerse parcialmente, cuando se ha convenido que la
obra se apruebe por partes (artículo 2001).
La persona que encargo la obra, una vez ejecutada, debe declarar si la aprueba o
la rechaza.
El incumplimiento de esta obligación o, más exactamente, la mora del que encargó
la obra, trae como consecuencia que sean de su cargo los riesgos y que deba pagar el
precio, aunque la cosa haya perecido.
Con arreglo al artículo 1999, "habrá lugar a reclamación de perjuicios, según las
reglas generales de los contratos, siendo que por una o otra parte se haya ejecutado lo
convenido, o se haya retardado su ejecución". La regla es manifiestamente innecesaria.
Pero el artículo 2002 se refiere especialmente al incumplimiento de la obligación
del artífice. Si es fundada la alegación de no haberse ejecutado debidamente la obra, "el
artífice podrá ser obligado, a elección del que encargó la obra, a hacerla de nuevo o a la
indemnización de perjuicios" (artículo 2002 inciso 2).
Es evidente que si el que encargo la obra suministro los materiales se le debe
reembolsa. Pero esta restitución de los materiales podrá hacerse "con otros de igual
calidad o con dinero" (artículo 2002 inciso 3).
El contrato puede tener fin por voluntad del que encargó la obra. El artículo 1999
inciso 2, establece que "aun en el caso de haberse estipulado un precio único y total por
ella, podrá hacerla cesar, reembolsando el artífice todos los costos, y dándole lo que
valga el trabajo hecho, y lo que hubiera podido ganar en la obra".
La obra está destinada a satisfacer una necesidad del que la encargó, que un
cambio de las circunstancias podido hacer cesar. Su desistimiento no lesiona al artífice
porque debe indemnizársele cumplidamente.
A. Gormaz R.175
EXTINCION POR MUERTE DEL ARTIFICE
MODIFICACIONES EN EL PRECIO
A. Gormaz R.176
REAJUSTE DE PRECIO POR IMPREVISTO
Por regla general, la responsabilidad del artífice cesa cuando la obra ha sido
reconocida y aprobada. La ley ha establecido una responsabilidad especial para el
constructor en el caso de que la construcción adolezca de defectos que atañen a su
solidez y estabilidad.
A. Gormaz R.177
"desde la fecha de la recepción definitiva de la obra por la Dirección de Obras
Municipales".
El artículo 2003 Nº5, establece que los artífices y obreros que han contratado
directamente con el que encargó la obra por sus respectivas pagas, se mirarán como
contratistas independientes y tendrán acción directa contra el dueño. En cambio, "si han
contratado con el empresario, no tendrán acción contra el dueño sino subsidiariamente, y
hasta concurrencia de lo que éste deba al empresario".
La responsabilidad, pues, es subsidiaria y limitada a lo que el dueño deba al
empresario en el momento de la demanda.
Pero el artículo 16 del Código del Trabajo ha modificado esta norma: "El dueño de
la obra, empresa o faena será subsidiariamente responsable de las obligaciones que
afecten a los contratistas a favor de los obreros", y añade el inciso 2: "En los casos de
construcción de edificios por un precio único prefijado, no procederá esta responsabilidad
subsidiaria cuando el que encargue la obra sea una persona natural".
El artículo 2004 dispone: "Las reglas 3ª, 4ª, 5ª. del precedente artículo, de
extienden a los que se encargan de la construcción de un edificio en calidad de
arquitecto".
El arquitecto, además, es específicamente responsable de los vicios o errores de
los planos, que naturalmente redundan en un vicio de construcción. El artículo 26 de la
Ley general de Construcciones y Urbanizaciones dispone que los firmantes de los planos
-ingeniero, arquitecto- serán responsables de los defectos que provengan "de errores
contenido en las piezas del proyecto aprobado", y añade el artículo 77: "Las acciones
contra los arquitectos, ingenieros o constructores, por las responsabilidades que les
puedan afectar con motivo de la sobras en que hubieren intervenido, prescribirán en cinco
años, contados desde la fecha de recepción definitiva de la obra por la Dirección de
Obras Municipales".
A. Gormaz R.178
OBRA INTELECTUAL AISLADA
El artículo 2007 dispone: "Los servicios inmateriales que consisten en una larga
serie de actos, como los de los escritores asalariados para la prensa, secretarios de
personas privadas, preceptores, ayas, histriones y cantores, se sujetan a las reglas
especiales que siguen".
Los servicios de estas personas les dan regularmente la calidad de empleados
particulares. Las disposiciones de los artículos 2008, 2009, 2010 y 2011, en tal caso, se
deben considerar derogadas por el Código del Trabajo.
SERVICIOS PROFESIONALES
El artículo 2012 previene: "Los artículos precedentes se aplican a los servicios que
según el artículo 2118 se sujetan a las reglas del mandato, en lo que no tuvieren de
contrario a ellas".
Esta última disposición se refiere a "los servicios de los profesionales y carreras
que suponen largos estudios, o a que está unidad de facultad de representar y obligar a
otra persona respecto de terceros".
Los servicios profesionales a que está unida la facultad de representar y obligar
ante terceros constituyen un verdadero mandato.
Pero, generalmente, los profesionales carecen de esta facultad. El abogado, el
ingeniero, el médico no representan a su cliente; la representación que suele tener el
primero, no la tiene en virtud de su profesión, sino del poder de que se le confiera.
Estos servicios se sujetan primeramente a las reglas del mandato y
subsidiariamente a las del arrendamiento de servicios.
Sin embargo, el artículo 109 Nº3 del Código del Trabajo hace aplicable sus
disposiciones a las personas que desempeñan funciones para cuyo ejercicio se requiere
un título de grado universitario, "que presten servicios a un solo empleador".
ARRENDAMIENTO DE TRANSPORTE
A. Gormaz R.179
porteador al que se encarga de transportar por tierra, ríos o canales navegables (artículo
166 del C. de Comercio).
La persona que encarga el transporte se llama consignante (artículo 2013, inciso
4), cargador o remitente (artículo 166 del C. de Comercio).
La persona a quien se envía la mercadería se llama consignatario (artículo 2013
inciso 4).
El contrato de transporte se rige principalmente por el Código de Comercio. El
artículo 171 de este Código establece que sus disposiciones son aplicables a toda clase
de porteadores, "inclusas las personas que obligan ocasionalmente a conducir pasajeros
o mercaderías".
Las disposiciones del Código Civil son subsidiarias o supletorias (artículo 2021).
A. Gormaz R.180
MUERTE DE LAS PARTES
EL MANDATO
a) En efecto, el artículo 2123 dispone que "el encargo que es objeto del mandato
puede hacerse por escritura pública o privada, por cartas, verbalmente o por cualquier
otro modo inteligible, y aun por la aquiescencia de una persona a la gestión de sus
negocios por otra".
Cuando un contrato se otorga por escrito, regularmente el instrumento deja
constancia del consentimiento de ambas partes. En el mandato, el documento deja
constancia, por lo general, sólo de voluntad del mandante que propone al mandatario la
realización de un encargo, que éste puede aceptar o rechazar. El consentimiento del
mandatario, aceptando el encargo, interviene a posteriori.
b) El encargo debe ser aceptado por el mandatario. El artículo 2124 previene que "el
contrato de mandato se reputa perfecto por la aceptación del mandatario".
La aceptación del mandatario puede ser expresa o tácita. Cuando el mandato se
otorga por escrito y posteriormente sobreviene la aceptación del mandatario,
generalmente la aceptación será tácita.
Importa aceptación tácita "todo acto en ejecución del mandato" (artículo 2124
inciso 2). Es menester, por tanto, que el mandatario ejecute actos positivos de gestión del
mandato; su silencio no constituye aceptación.
Sin embargo, por excepción, el silencio del mandatario suele importar que acepta
el encargo. En efecto, el artículo 2125 dispone: "Las personas que por su profesión u
oficio se encargan de negocios ajenos, están obligadas a declarar lo más pronto posible si
A. Gormaz R.181
aceptan o no en encargo que una persona ausente les hace; y a transcurrido un término
razonable, su silencio se mirará como aceptación".
La persona ausente que hace el encargo confía en que será aceptado por quien
hace su profesión de la gestión de negocios ajenos y que éste adoptará las medidas
encaminadas al resguardo de sus intereses.
Pero aunque rechacen el encargo las personas que se encargan habitualmente de
negocios ajenos, "deberán tomar las providencias conservativas urgentes que requiera el
negocio que se les encomienda" (artículo 2125 inciso 2).
EL MANDATO SOLEMNE
b) También es solemne el mandato para contraer matrimonio, que debe contar por
escritura pública (artículo 15 de la Ley Nº4.808).
c) Debe constar por escritura pública, asimismo, el mandato que confiera la mujer
casada para expresar su consentimiento para la enajenación de bienes raíces sociales
(artículo 1749) o inmuebles suyos que el marido esté o pueda estar obligado a restituirle
en especie (artículo 1754).
A. Gormaz R.182
b) Por otra parte, si el mandato es regularmente consensual, de acuerdo con lo
dispuesto en el artículo 2123, la misma norma establece que se exceptúa el caso en que
debe constar el instrumento auténtico, y no vale, en tal evento, la escritura privada.
Existen algunos autores que rechazan esta doctrina, dando los siguientes
argumentos:
a) En primer lugar, el mandante no manifiesta su consentimiento necesario para que
se genere el contrato de compraventa cuando encarga al mandatario comprar o vender. El
mandatario que compra o vende, en cumplimiento del encargo, expresa su propio
consentimiento y no el del mandante.
Así resulta de la lectura atenta del artículo 1448. Lo que una persona -el
mandatario- ejecuta a nombre de otra, debidamente facultada, produce respecto del
mandante iguales efectos que si el mandante hubiese él mismo contratado. Quien
contrata es el mandatario, sólo en virtud de la representación el contrato surte efecto
respecto del mandante como si él hubiere contratado.
b) Por otra parte, el artículo 2151 establece que el mandatario, en el desempeño del
cargo, puede contratar a nombre del mandante o en el suyo propio. En el primer caso, se
obliga sólo al mandante; en el segundo, únicamente al mandatario.
Cuando el mandatario contrata nomine propio, no cabe duda que es él y no el
mandante quien presta su consentimiento. No obstante, existe entre ellos un mandato. Si
obrando de este modo, compra el mandatario un bien raíz para el mandante, no es
posible cuestionar la validez de la compra porque el mandato no conste de escritura
pública.
A. Gormaz R.183
mandante debe tener la capacidad necesaria para ejecutar el acto a que el mandato se
refiere.
Entre tanto, puede desempeñar las funciones de mandatario una persona incapaz.
El artículo 2128 dispone: "Si se constituye mandatario a un menor adulto, los actos
ejecutados por el mandatario serán válidos respecto de terceros en cuanto obliguen a
éstos y al mandante; pero las obligaciones del mandatario para con el mandante y
terceros no podrá tener efecto sino según las reglas relativas a los menores".
A. Gormaz R.184
un mandato para vender, compra o hipotecar tales o cuales bienes, o en general los del
mandante.
El artículo 2132 resuelve esta cuestión diciendo que "el mandato no confiere
naturalmente al mandatario más que el poder de efectuar los actos de administración". Y
la disposición concluye que "para todos los actos que salgan de estos límites, necesitará
de poder especial".
En suma, por generales que sean los términos del mandato, y aunque se empleen
términos enfáticos que sugieran una gran latitud de poderes, no se confiere al mandatario
sino la facultad para ejecutar actos administrativos.
A. Gormaz R.185
acto jurídico de conservación la interposición de una querella posesoria, la interrupción de
la prescripción que corre contra el mandante.
El artículo 2132 inciso 2, establece, como regla general, que para todos los actos
que salgan de los límites que señala necesita el mandatario de un poder especial o
expreso.
Pero se ha cuidado el legislador de señalar algunos casos en que el otorgamiento
de un poder especial es indispensable.
a) Un poder especial es necesario para transigir. El artículo 2448 prescribe que "todo
mandatario necesitará de poder especial para transigir", con especificación de los bienes,
derechos y acciones sobre que debe versar la transacción.
27
Ilustran estos conceptos los artículos 358, 387, 395 y 397 del Código del Comercio.
La administración de la sociedad corresponde de derecho a todos y a cada uno de los socios. El artículo 387 prescribe que,
en virtud de este mandato, "cada uno de los socios puede hacer válidamente todos los actos y contratos comprendidos en
el giro administrativo ordinario de la sociedad o que sean necesarios o conducentes a la consecución de los fines que ésta
se hubiera propuesto".
Sin un poder especial, no pueden los socios vender los inmuebles sociales. Pero, "no necesitan poder especial los
administradores para vender los inmuebles sociales, siempre que tal acto se halle comprendido en el número de las
operaciones que constituyen el giro ordinario de la sociedad" (artículo 397).
El acto se transforma en simplemente administrativo por el hecho de pertenecer al giro ordinario.
A. Gormaz R.186
a) En efecto, el artículo 2141 establece que la facultad de transigir no comprende la
de comprometer y viceversa.
b) La facultad de vender comprende naturalmente la facultad de recibir el precio
(artículo 2142).
EXCEPCIONES
La regla tiene excepciones; suele la ley autorizar al mandatario para que se ciña
estrictamente a los términos del mandato, bien porque las instrucciones recibidas resultan
impracticables, bien porque de su rigurosa aplicación se puede seguir un daño al
mandante.
A. Gormaz R.187
b) Si el mandatario se encuentra imposibilitado para actuar de acuerdo con las
instrucciones del mandante, no está obligado "a constituirse agente oficioso", o sea, a
realizar el encargo de una manera equivalente, "le basta tomar las providencias
conservativas que las circunstancias exijan" (artículo 2150, inciso 1)
En otros términos, la imposibilidad de obrar según las instrucciones recibidas
permite al mandatario excusarse de cumplir el encargo, con tal que adopte las medidas de
conservación necesarias para que no sufran menoscabo los intereses del mandante.
Con todo, el artículo 2150, inciso 2, añade: "Pero si no fuere posible dejar de obrar
sin comprometer gravemente al mandante, el mandatario tomará el partido que más se
acerque a sus instrucciones y que más convenga al negocio".
No le bastará, en tal caso, con adoptar providencias conservativas; deberá el
mandatario cumplir el encargo.
Toca al mandatario probar las circunstancias, constitutivas de fuerza mayor o caso
fortuito, que le imposibiliten para llevar a efectos las órdenes del mandante (artículo 2150,
inciso 3).
c) La recta ejecución del mandato, como se dijo, comprende los medios por los que el
mandante ha querido que se lleve a cabo.
Pero tales medios pueden resultar inadecuados. En tal caso, podrá el mandatario
apartarse de sus instrucciones al respecto y "emplear medios equivalentes, si la
necesidad obligare a ello y se obtuviere completamente de ese modo el objeto del
mandato" (artículo 2134, inciso 2).
d) Por último, el artículo 2148 consagra una regla justa: "Las facultades concedidas al
mandatario se interpretarán con alguna más latitud, cuando no está en situación de poder
consultar al mandante".
PLURALIDAD DE MANDATARIOS
A. Gormaz R.188
Teme el legislador que el mandatario sacrifique el interés del mandante en aras de
su propio interés y ha establecido esta prohibición de comprar y vender. La prohibición no
es absoluta; la compra o la venta son viables con la aprobación del mandante.
El artículo 2144 dispone: "No podrá el mandatario, por sí ni por interpuesta
persona, comprar las cosas que el mandante le ha ordenado vender, ni de vender de lo
suyo al mandante lo que éste le ha ordenado comprar, sino fuere con aprobación expresa
del mandante".
d) Con tal que no se aparte de los términos del mandato, puede al mandatario
aprovecharse de las circunstancias para realizar el encargo con mayor beneficio y menor
gravamen para el mandante.
Pero se le prohíbe apropiarse lo que exceda el beneficio o disminuya el gravamen
designado por el mandante (artículo 2147, inciso 1).
En cambio, "si negociare con menos beneficios o más gravamen que los
designados en el mandato, le será imputable la diferencia" (artículo 2147, inciso 2).
Las circunstancias del mandato, sin embargo, influyen para agravar o atenuar la
responsabilidad del mandatario. La indicada responsabilidad "recae más estrictamente
sobre el mandatario remunerado" y será menos estricta "si el mandatario ha manifestado
con repugnancia el encargo, y se ha visto en cierto modo forzado a aceptarlo, cediendo a
las instancias del mandante" (artículo 2129 incisos 2 y 3).
No ha establecido el legislador que el mandatario remunerado responda de culpa
levísima y de la culpa grave o lata el mandatario que se ha resistido a aceptar el encargo.
A la postre, es el juez quien decide y la disposición es una simple recomendación para
que se muestre más severo o benévolo, según las circunstancias apuntadas.
A. Gormaz R.189
No es responsable el mandatario, por regla general, del incumplimiento por los
terceros de las obligaciones contraídas para con el mandante por su intermedio; en otros
términos, no responde a la insolvencia de los deudores.
Es natural que así sea; el mandatario es un simple intermediario y los actos que
ejecutan generan obligaciones entre el mandante y terceros.
¿Puede el mandatario confiar a otra persona la ejecución del encargo, esto es,
delegar el mandato?.
La delegación está permitida salvo que el mandante prohíba al mandatario
delegar; pero las consecuencias de la delegación son sustancialmente diversas, según
que el mandante simplemente no la haya prohibido o bien la haya autorizado de un modo
expreso.
A. Gormaz R.190
En todo caso, aunque la delegación no haya sido autorizada por el mandante, éste
podrá ejercer contra el delegado las acciones del mandatario que le confirió el encargo
(artículo 2138).
El artículo 2153 previene que tales especies "perecen para el mandatario aun por
fuerza mayor o caso fortuito, salvo que estén contenidas en cajas o sacos cerrados y
A. Gormaz R.191
sellados sobre los cuales recaiga el accidente o la fuerza o que por otros medios
inequívocos pueda probarse incontestablemente la identidad".
El mandatario es, en verdad, depositario de los dineros del mandante; por tratarse
de un depósito irregular, a menos que se encuentren en sacos o cajas cerradas y
selladas, se hace dueño de estos dineros, con cargo de restituir otro tanto (artículo 2221).
La fuerza mayor o caso fortuito no extinguen esta obligación de género o, en otros
términos, las cosas perecen para el mandatario.
Debe el mandatario intereses sobre los dineros del mandante que haya empleado
en su propio beneficio y sobre el saldo que en su contra arroje la cuenta.
a) El mandatario debe intereses corriente por los dineros del mandante "que haya
empleado en utilidad propia" (artículo 2156 inciso 1).
b) Debe asimismo el mandatario "los intereses del saldo que de las cuentas resulte
en contra suya, desde que haya sido constituido en mora" (artículo 2156, inciso 2).
Los intereses, en este caso, serán los que resulten de la aplicación de las reglas
del Nº1 del artículo 1559 y prácticamente los intereses legales.
De este modo, por los dineros del mandante que empleó en su beneficio debe el
mandatario intereses corrientes; por el saldo de sus cuentas debe, generalmente,
intereses legales.
El artículo 2160, inciso 1º, dispone: "El mandante cumplirá las obligaciones que a
su nombre a contraído el mandatario dentro de los límites del mandato".
La disposición es una lógica consecuencia de la representación que el mandatario
inviste; los actos que ejecute se reputan actos del mandante.
Dos condiciones han de reunir para que el mandante quede colocado en la
necesidad de cumplir las obligaciones contraídas por el mandatario: a) que el
mandatario obre a nombre del mandante, y b) que actúe dentro de los límites del
mandato.
A. Gormaz R.192
Ante terceros, con quienes contrata, el mandatario no representa al mandante y no
lo obliga, por consiguiente, sino a condición de obrar en su calidad de tal mandatario.
El artículo 2160 es concluyente: el mandante debe cumplir las obligaciones que "a
su nombre" contraiga el mandatario. Ya lo había dicho el artículo 1448: lo que una
persona ejecuta "a nombre de otra", estando debidamente facultada, produce iguales
efectos que si el representado hubiera actuado él mismo.
Por su parte, el artículo 2151 establece que el mandatario puede obrar a su propio
nombre y, en tal caso, "no obliga respecto de terceros al mandante".
El mandatario que obró a su propio nombre se obliga personalmente a terceros y
el mandante no contrae obligaciones. Pero en sus relaciones con el mandante, el
mandatario se reputará haber obrado por su cuenta de aquél; a ello se obligó al aceptar el
mandato.
Otra condición es menester para que el mandante se obligue y deba cumplir las
obligaciones contraídas a su nombre por el mandatario: que éste obre dentro de los
límites del mandato.
En cuanto excede de tales límites, carece de poder y, por lo mismo, no obliga al
mandante.
A. Gormaz R.193
b) La circunstancia de no dar a conocer debidamente a terceros sus poderes ha
podido inducir a éstos a creer que los límites del mandato no eran sobrepasados. Es justo
que el mandatario responda de las consecuencias de un error que es imputable.
Nada puede reprocharse al mandatario que ha dado a conocer sus poderes; los
terceros han tenido ocasión de percatarse de la insuficiencia de los poderes del
mandatario y probablemente contrataron en la esperanza de una ratificación del
mandante.
El artículo 2122 dispone: "El mandatario que ejecuta de buena fe un mandato nulo
o que por una necesidad imperiosa sale de los límites de su mandato, se convierte en un
agente oficioso".
Provisión de fondos
Con arreglo a lo prevenido en el Nº 1 del artículo 2158, el mandante es obligado "a
proveer al mandatario de lo necesario para le ejecución del mandato".
De este modo, si encarga al mandatario de la realización de una compra, deberá el
mandante proveerle de los dineros necesarios para pagar el precio.
A. Gormaz R.194
3. OBLIGACION DE INDEMNIZAR AL MANDATARIO
La indemnización comprende:
a) El reembolso de "los gastos razonables causados por la ejecución del mandato"
(artículo 2158 Nº2).
b) El reintegro de "las anticipaciones de dinero con los intereses corrientes" (artículo
2158 Nº4), y
c) El pago "de las pérdidas en que haya incurrido sin culpa, y por causa del mandato"
(artículo 2158 Nº5).
4. OBLIGACION DE REMUNERAR AL MANDATARIO
Pago de honorarios
Tiene el mandante, además, la obligación de pagar al mandatario "la
remuneración estipulada usual" (artículo 2158 Nº3).
El artículo 2158 inciso final, responde negativamente a esta pregunta: "No podrá el
mandante dispensarse de cumplir estas obligaciones, alegando que el negocio
encomendado al mandatario no ha tenido buen éxito, o que pudo desempeñarse a menos
costo; salvo que le pruebe la culpa".
El artículo 2159 dispone: "El mandante que no cumple por su parte aquello a que
es obligado, autoriza al mandatario para desistir de su encargo".
A. Gormaz R.195
Parece obvio que la renuncia del mandatario, motivada por este incumplimiento del
mandante, no puede ocasionarle ninguna de las responsabilidades que, en otras
circunstancias, suele acarrear la renuncia.
Termina obviamente el mandato por el cumplimiento del encargo para que fue
conferido. El mandatario ha terminado su misión, pagado su obligación.
De esta manera termina, como se comprende, sólo el mandato que se ha otorgado
para un negocio concreto y determinado.
A. Gormaz R.196
Tiene el mandante esta facultad aunque el mandato sea remunerado; la
estipulación d un honorario no importa que el mandato ceda, a lo menos en parte, en favor
del mandatario. Por otra parte el artículo 2165 no distingue entre mandato gratuito o
remunerado.
a) En cuanto a sus formas, la revocación del mandato puede ser expresa o tácita,
total o parcial.
La revocación tácita se produce por "el encargo del mismo negocio o distinta
persona" (artículo 2164 inciso 1º).
Será parcial la revocación si ella se refiere sólo a una parte de los negocios
confiados al mandatario. El otorgamiento de un mandato especial después de haberse
conferido uno de carácter general importa revocación del primero solamente en aquello
sobre que versa el segundo. El artículo 2164, inciso 2 dispone: "Si el primer mandato es
general y el segundo especial, subsiste el primer mandato para los negocios no
comprendidos en el segundo".
A. Gormaz R.197
con el estado del juicio, "y se entenderá vigente el poder hasta que haya transcurrido el
término del emplazamiento desde la notificación de la renuncia del mandante".
El mandatario que no continúa prestando atención a los negocios que se le
encomendaron, deberá indemnizar los perjuicios que la renuncia cause al mandante.
Cesa esta responsabilidad del mandatario cuando la renuncia es motivada: a) por
la imposibilidad que se encuentra de administrar por enfermedad u otra causa, y b) a
consecuencia de que la gestión le causa "grave perjuicio de sus intereses propios"
(artículo 2167, inciso 2º).
Entre las causas que imposibiliten al mandatario para administrar, se cuenta, por
ejemplo, el incumplimiento de las obligaciones del mandante, como la de proveerle de los
medios adecuados para cumplir el mandato. El artículo 2159 autoriza al mandatario para
"desistir de su encargo" y es claro que tal renuncia no le acarreará responsabilidad por los
perjuicios que experimente el mandante.
Pese a que el mandato termina siempre con la muerte del mandatario y que sus
obligaciones no pasan a sus herederos, la ley ha adoptado medidas para proveer a que
los intereses del mandante no queden abandonados.
Con este objeto, los herederos del mandatario que fueren hábiles para la
administración de sus bienes, los albaceas, los tutores o curadores y, en general, todos
los que sucedan en la administración de los bienes del mandatario difunto, deberán
cumplir una doble obligación:
1. dar aviso inmediato al mandante de la muerte del mandatario, y
2. hacer a favor del mandante lo que puedan y lo que las circunstancias
exijan.
Las omisiones en que incurran al respecto los harán responsables de los perjuicios
que, por tal motivo, sufran los negocios del mandante (artículo 2170).
La insolvencia y con mayor motivo la quiebra del mandatario pone fin al mandato;
no merece confianza como gestor de negocios ajenos quien no ha sido capaz de
gestionar los propios.
A. Gormaz R.198
En cuanto al mandante que se encuentra en la misma situación, estará impedido
para cumplir las obligaciones del mandato o, como en el caso de quiebra, la
administración de sus bienes pasa al Síndico de Quiebras.
A las causales que señala el artículo 2163 debe añadirse la falta de uno de los
mandatarios cuando éstos son varios y deben obrar de consumo.
El artículo 2172 previene: "Si son dos o más los mandatarios y por la constitución
del mandato están obligados a obrar conjuntamente, la falta de uno de ellos por
cualquiera de las causas antedichas pondrán fin al mandato".
Los actos ejecutados por el mandatario, después que el mandato ha tenido fin, no
obligan al mandante, no le son oponibles.
Tal es la regla general. Este principio tiene excepciones que encuentran su
fundamento en la buena fe de los terceros con quienes el mandatario contrata.
a) Si el mandatario ignora que ha expirado el mandato y cree, por consiguiente, que
el mandato subsiste, los actos que ejecute obligaran al mandante para con los terceros
que, por su parte, ignoran la extinción del mandato.
El artículo 2173, inciso 1º, dispone: "En general, todas las veces que el mandato
expira por una causa ignorada del mandatario, lo que éste haya hecho en ejecución del
mandato será válido y dará derecho a terceros de buena fe contra el mandante".
Se supone, en consecuencia, que tanto el mandatario como los terceros están de
buena fe.
En tales circunstancias, la situación del mandante y del mandatario será la misma
que si el acto se hubiera realizado antes de la expiración del mandato.
A. Gormaz R.199
expirar, hubiera pactado con terceros de buena fe; pero tendrá derecho a que el
mandatario lo indemnice".
En consecuencia, lo decisivo es la buena fe de los terceros; esta buena fe
determina que el mandante se obligue "como si subsistiere el mandato".
LA SOCIEDAD
DISPOSIONES APLICABLES
A. Gormaz R.200
Sin embargo, son solemnes las sociedades civiles anónimas comerciales. Sus
estatutos deben otorgarse por escritura pública y someterse a la aprobación del
Presidente de la República; además, deben publicarse en el Diario Oficial e inscribirse en
el Registro de Comercio, tanto el extracto de los estatutos como el Decreto Supremo que
los apruebe y autorice la existencia de la sociedad.
Son igualmente solemnes las sociedades civiles de responsabilidad limitada. Se
constituyen por escritura pública, cuyo extracto se ha de inscribir en el Registro de
Comercio y publicarse en el Diario Oficial.
Las sociedades comerciales son siempre solemnes.
El artículo 2053 inciso 2, declara enfáticamente: "La sociedad forma una persona
jurídica distinta de los socios individualmente considerados".
La personalidad jurídica de la sociedad se genera, regularmente, sin intervención
de la autoridad pública; adquiere esta personalidad por el ministerio de la ley, por el mero
hecho de formarse.
Por excepción, las sociedades anónimas requieren de un Decreto del Presidente
de la República que autorice su existencia (artículo 427 del C. de Comercio).
b) La sociedad tiene una voluntad propia, que es, normalmente, la mayoría de los
socios.
El artículo 2054 establece: "En las deliberaciones de los socios que tengan
derecho a votar, decidirá la mayoría de los votos, computada según el contrato, y si en
éste nada se hubiere estatuido sobre ello, decidirá la mayoría numérica de los socios.
Exceptúanse los casos en que la ley o el contrato exigen una unanimidad, o concedan a
cualquiera de los socios el derecho de oponerse a los otros".
Toda modificación sustancial del contrato debe ser acordado unánimemente, salvo
que el contrato mismo estatuya otra cosa (artículo 2054, inciso 3º).
c) La sociedad tiene un propio nombre o razón social.
No reglamenta el Código Civil el nombre de las sociedades.
A. Gormaz R.201
En cambio, el Código de Comercio previene que, en las sociedades colectivas
comerciales, la razón social se forma con la enunciación del nombre de todos los socios o
de alguno de ellos, con la agregación de las palabras "y compañía" (artículo 356 del C. De
Comercio).
En las sociedades de responsabilidad limitada la razón social se forma con el
nombre de uno o más de los socios o una referencia al objeto social, para terminar con la
palabra "limitada" (artículo 4 de la Ley Nº 3.918).
SOCIEDAD Y COMUNIDAD
A. Gormaz R.202
NECESIDAD DE UN APORTE
Por definición la sociedad es un contrato en que los socios convienen "poner algo
en común" con el propósito de compartir los beneficios (artículo 2053). El artículo 2055
dispone que "no hay sociedad, si cada uno de los socios no pone alguna cosa en común".
La necesidad de efectuar un aporte resulta de que la sociedad, para llevar a cabo
sus fines, debe contar con un patrimonio propio que le permita realizarlos.
El conjunto de los aportes debe formar un fondo común, destinado a explotarse
con miras a un mutuo beneficio.
El aporte de los socios puede consistir en dinero u otros bienes raíces o muebles,
en una industria, servicio o trabajo apreciable en dinero (artículo 2055 inciso 1).
De este modo, el aporte puede consistir en bienes de lo más variada índole y aun
en una industria, trabajo o servicio, que, más bien que bienes propiamente dichos, son
instrumento para la adquisición de nuevos bienes.
No es menester que los aportes sean del mismo valor ni de la misma naturaleza.
Importa sólo que los socios efectúen un aporte. Una participación en las utilidades a quien
no pone algo en común entraña una donación, sometida a las reglas de la donación entre
vivos.
A. Gormaz R.203
2) PARTICIPACION EN LAS UTILIDADES
La sociedad persigue un fin de lucro con objeto de repartir el provecho entre los
asociados. La persecución de esta finalidad es de la esencia de la sociedad.
El beneficio que los socios obtengan, del mismo modos que sus aportes, deben
ser de carácter pecuniario; no se considera beneficio el de índole solamente moral.
Si el que aporta su industria se le asigna una cuota del eventual beneficio que la
sociedad obtenga, nada podrá reclamar cuando la sociedad haya experimentado
pérdidas, aun cuando la cuota asignada se le haya reconocido como precio de la industria
(artículo 2089 inciso 2).
Pero la regla es mucho más general: si se asigna en retribución del aporte una
cantidad fija, el aportante no es socio.
A. Gormaz R.204
b) La forma como debe efectuarse la distribución puede entregarse al arbitrio de un
tercero. El fallecimiento del tercero, u otra causa que le impidiera cumplir su cometido,
trae como consecuencia que la sociedad no llegue a formarse.
FORMA DE LA CONTRIBUCION
La parte que a cada socio corresponde en los beneficios y en las pérdidas debe
calcularse "sobre el resultado definitivo de los negocios sociales". Tal es la regla
fundamental del artículo 2070, inciso 2.
A. Gormaz R.205
De aquí se sigue una doble consecuencia:
a) Los negocios en que la sociedad sufre pérdidas deben compensarse con aquellos
en que reporta beneficios (artículo 2070 inciso 2).
b) La distribución de las utilidades y pérdidas no se entenderá ni respecto de la
gestión de cada socio, ni respecto de cada negocio en particular (artículo 2070 inciso 1).
LA AFFECTIO SOCIETATIS.
SOCIEDAD DE HECHO
La falta de los requisitos que son de su esencia trae como resultado que el
contrato no produzca efecto alguno o que degenere en uno diverso del contrato de
sociedad.
El artículo 2057 prescribe que si de hecho se forma una sociedad "que no puede
subsistir legalmente, ni como sociedad, ni como donación, ni como contrato alguno, cada
sociedad tendrá la facultad de pedir que se liquiden las operaciones anteriores y de sacar
sus aportes".
A. Gormaz R.206
Por su parte, el artículo 2058 añade: "La nulidad del contrato de sociedad no
perjudica a las acciones que corresponden a terceros de buena fe contra todos y cada
uno de los asociados por las operaciones de la sociedad si existiere de hecho".
El artículo 363 del C. de Comercio consagra una regla importante: "El que
contratare con una sociedad que no ha sido legalmente constituida, no puede sustraerse
por esta razón al cumplimiento de sus obligaciones".
Las sociedades comerciales son las que se forman para negocios que la ley
califica actos de comercio. Las demás son sociedades civiles (artículo 2059).
El Código de Comercio enumera largamente, en su artículo 3º, los actos que se
reputan mercantiles.
Puede estipularse que la sociedad civil por su naturaleza se sujete a las reglas de
la sociedad comercial (artículo 2060)
El artículo 2061 establece que la sociedad, sea civil o mercantil, puede ser
colectiva, comandita o anónima.
La Ley Nº 3.918 de 14 de marzo de 1923, estableció las sociedades de
responsabilidad limitada.
La clasificación atiende tanto a la forma de su administración como a la
responsabilidad que cabe a los socios frente a las obligaciones sociales.
SOCIEDADES COLECTIVAS
Sociedad colectiva es aquella en que todos los socios administran por sí o por un
mandatario elegido de común acuerdo (artículo 2061 inciso 2)
La ley ha definido las sociedades colectivas, pues, por la forma que adopta su
administración; pero, en verdad, tal definición no las caracteriza adecuadamente.
Las sociedades colectivas se caracterizan, además, por las circunstancias
siguientes:
a) Los socios responden con sus bienes propios de las obligaciones sociales, en
forma ilimitada, pero proporcional a sus respectivos aportes.
b) La sociedad forma su nombre o razón social con el nombre de todos los socios o
de alguno de ellos y las palabras "y compañía".
c) De este modo, el nombre de la sociedad permite a los que con ella contratan
enterarse de que se trata de una sociedad colectiva.
A. Gormaz R.207
SOCIEDADES DE RESPONSABILIDAD LIMITADA
SOCIEDADES ANONIMAS
SOCIEDADES EN COMANDITA
La sociedad en comandita es aquella "en que uno o más de los socios se obligan
solamente hasta concurrencia de sus aportes" (artículo 2061 inciso 3).
A. Gormaz R.208
Sus características son:
a) La sociedad en comandita tiene dos clases de socios: socios gestores y socios
comanditarios. Los socios comanditarios no tienen ninguna injerencia en la administración
que corresponde exclusivamente a los socios gestores.
b) Los socios gestores son responsables de la misma manera que los socios
colectivos y en su relación entre sí y con terceros se aplican las reglas de las sociedades
colectivas (artículo 2063). Los socios comanditarios responden hasta la concurrencia de
sus aportes (artículo 2097).
c) La razón social se forma con el nombre de los socios gestores únicamente. El
artículo 2062 establece: "Se prohíbe a los socios comanditarios incluir sus nombres en la
firma o razón social, y tomar parte en la administración".
La contravención "les impondrá la misma responsabilidad que a los miembros de
una sociedad colectiva" (artículo 2062 inciso 2).
A. Gormaz R.209
Cualquiera de los socios puede pedir la remoción del socio gestor, justificando la
causa.
FORMAS DE LA ADMINISTRACION
A. Gormaz R.210
En su gestión no requiere consultar a sus consocios, y aun, puede actuar contra el
parecer de los demás. Si la voluntad unánime de los socios le ha investido del poder de
administrar, es natural que no puedan contradecirle en el desempeño de sus funciones.
El artículo 2075 dispone al respecto: "El socio a quien se ha conferido la
administración por el contrato de sociedad o por convención posterior, podrá obrar contra
el parecer de los otros".
Deberá el socio administrador, sin embargo, sujetarse a las restricciones legales y
a las que se le hayan impuesto en el mandato respectivo.
Con todo, la mayoría de los socios podrá oponerse "a todo acto que no haya
producido efectos legales" (artículo 2075 inciso 2). En otros términos, la oposición de la
mayoría de los socios impedirá que el administrador lleve a cabo los actos en el proyecto;
pero la oposición resulta ineficaz ante los actos consumados.
Las facultades de los administradores serán las que las partes hayan señalado;
debe el administrador ceñirse a los términos de su mandato.
A falta de estipulación que fije las atribuciones del administrador, "se entenderá
que no le es permitido contraer a nombre de la sociedad otras obligaciones, ni hacer otras
adquisiciones ni enajenaciones, que las comprendidas en el giro ordinario de ellas”
(artículo 2077).
El objeto de la sociedad determina las atribuciones del administrador, porque
obviamente debe entenderse de que los socios han querido dotarle de todas aquellas
facultades que sean conducentes a la realización de los fines sociales.
Corresponde al administrador cuidar de la conservación, reparación y mejora de
los bienes que forma el capital de la sociedad, actos típicos de administración.
En cambio, no le es lícito dar en prenda los bienes sociales, ni hipotecarios, ni
altera su forma, aunque las alteraciones le parezcan convenientes (artículo 2078 inciso 1).
Concorde con estas ideas, el artículo 395 del C. De Comercio dispone: "Los
administradores delegados representan a la sociedad judicial y extrajudicialmente; pero si
no estuvieren investido de un poder especial, no podrán vender ni hipotecar los bienes
inmuebles por su naturaleza o su destino, ni alterar su forma, ni transigir, ni comprometer
los negocios sociales de cualquiera naturaleza que fueren".
Sin embargo, el artículo 396 añade: "Las alteraciones en la forma de los inmuebles
sociales que el administrador hiciera a vista y paciencia de los socios, se entenderán
autorizadas y aprobadas por éstos para todos los efectos legales".
A. Gormaz R. 211
Pero podrá ocurrir que los bienes sociales requieran alteraciones o
transformaciones urgentes. Podrá llevarlas a cabo, en tal caso, a condición de que sean
"tan urgentes que no les hayan dado tiempo para consultar a los consocios" (artículo 2078
inciso 2).
Concurriendo los requisitos apuntados, se considerará al administrador que las
efectúa como oficioso de la sociedad.
Sin embargo, el artículo 2081 consigna algunas reglas aplicables al caso en que la
administración corresponde a todos los socios:
a) Cualquiera de los socios tiene derecho a oponerse a los actos de los demás,
mientras esté pendiente su ejecución o no hayan producido efectos legales (artículo 2081
Nº1).
Cabe preguntarse si el derecho de veto de un socio es absoluto, de manera que el
acto no puede ejecutarse o si, por el contrario, prevalece el criterio de la mayoría.
Razones de orden práctico, por de pronto, aconsejan el segundo criterio que
adopta el Código de comercio.
En efecto el artículo 389 prescribe que la oposición suspende provisoriamente la
ejecución del acto o contrato proyectado, hasta que la mayoría numérica de los socios
califique su conveniencia o inconveniencia. El artículo 390 añade que el acuerdo de la
mayoría obliga a la minoría sólo cuando recae sobre actos de simple administración o
A. Gormaz R.212
sobre disposiciones comprendidas en las operaciones designadas en el contrato social. Si
no se produce mayoría, los socios deberán abstenerse de ejecutar el acto en proyecto.
b) Cada socio podrá servirse para su uso personal de las cosas que forman el haber
social con tal que las emplee según su destino ordinario, y sin perjuicio de la sociedad y
del justo uso de los otros (artículo 2081 Nº2).
c) Cada socio tiene derecho para obligar a los otros a que hagan con él las expensas
necesarias para la conservación de las cosas sociales (artículo 2081 Nº3).
d) Ninguno de los socios podrá hacer innovaciones en los inmuebles que dependan
de la sociedad sin el consentimiento de los otros (artículo 2081 inciso 4).
No consulta la ley, esta vez, una excepción como la consignada en el inciso 2 del
artículo 2078, que reputa agente oficioso al soco administrador que efectúa innovaciones
o alteraciones tan urgentes que no dan tiempo para consultar a los consocios.
En cambio, la disposición se refiere solamente a los inmuebles, mientras el artículo
2078 prohíbe a los socios administradores alterar la forma "de los objetos que forman el
capital fijo de la sociedad".
Los párrafos 5º y 6º del título XXVIII se denominan "De las obligaciones de los
socios entre sí" y "De las obligaciones de los socios respecto de terceros".
No es exacta la denominación del párrafo 5º, puesto que no se refiere propiamente
a obligaciones entre los socios en que unos asuman el poder de acreedores y otros de
deudores.
Las obligaciones de que se ocupa el párrafo 5º son obligaciones de los socios para
con la sociedad y de la sociedad para con los socios.
De este modo distinguiremos: a) obligaciones de los socios para con la sociedad;
b) obligaciones de la sociedad para con los socios, y c) obligaciones de los socios
respecto de terceros.
Las obligaciones que el contrato impone a los socios para con la sociedad son
tres:
a) Obligación de efectuar el aporte prometido;
b) Obligación de sanear la evicción del cuerpo cierto aportado, y
c) Obligaciones de cuidar, como buen padre de familia, los intereses sociales.
En virtud del contrato de sociedad de los socios estipulan poner algo en común, se
obligan a efectuar un aporte.
El carácter esencial de esta obligación aparece destacado nítidamente en el
artículo 2055: "no hay sociedad, si cada alguno de los socios no pone algo en común".
A. Gormaz R.213
Los aportes deben efectuarse en la forma y tiempo convenido. El artículo 2087
previene que "a ningún socio podrá exigirse aporte más considerable que aquel a que se
haya obligado".
APORTE EN PROPIEDAD
APORTE EN USUFRUCTO
A. Gormaz R.214
b) Cuando se aporta el usufructo, "la pérdida o deterioro de la cosa, no imputables a
culpa de la sociedad, pertenecerán al socio que hace el aporte" (artículo 2084 inciso 2).
Los riesgos son de cargo del socio.
Esta aseveración, con todo, no es bien exacta. Los riesgos son de cargo del socio
en el sentido de que, pereciendo la cosa fortuitamente, la sociedad queda liberada de la
obligación de restituirla cuando se disuelva. Pero, desde otro punto de vista, los riesgos
son de la sociedad porque perderá su derecho de usufructo.
Más exactamente, pues, los riesgos son del socio y la sociedad; cada cual perderá
el derecho que le pertenece: el socio la nuda propiedad y la sociedad el usufructo.
El socio conservará su derecho mientras dure la sociedad, puesto que ha cumplido
su obligación de otorgarle el usufructo aportado.
El valor que la sociedad debe reintegrar al socio será, por regla general, el que las
cosas tenían al tiempo del aporte, salvo que las cosas se hayan aportado apreciadas,
porque, entonces, se deberá el valor de apreciación (artículo 2084 inciso 4).
A. Gormaz R.215
Por su parte, el artículo 2083 prescribe: "El socio que aun por culpa leve ha
retardado la entrega de lo que le toca poner en común, resarcirá a la sociedad todos los
perjuicios que le haya provocado el retardo”.
Comprende esta disposición al socio que retarda el servicio industrial en que
consiste su aporte.
Aunque el Código guarda silencio al ocuparse de la sociedad, es evidente que los
socios tienen derecho a reclamar el cumplimiento compulsivo del aporte.
El Código de Comercio, en su artículo 379, establece una regla más perentoria: "el
retardo en la entrega del aporte, sea cual fuere la causa que la produzca, autoriza a los
asociados para excluir de la sociedad al socio moroso o proceder ejecutivamente contra
su persona y bienes para compelerle al cumplimiento de su obligación. En uno y otro caso
el socio moroso responderá por los daños y perjuicios que la tardanza ocasionare a la
sociedad”.
b) OBLIGACIÓN DE SANEAMIENTO
Por de pronto, "todo socio es responsable de los perjuicios que aun por culpa leve
haya causado a la sociedad" (artículo 2093).
Añade el artículo 2093 que les está vedado a los socios compensar estos
perjuicios con los provechos que su industria haya procurado a la sociedad. La razón es
obvia: el socio es deudor de la sociedad por los perjuicios que le haya causado, pero la
sociedad no es deudora del socio por el provecho que le haya proporcionado la actividad
de éste.
No cabe la compensación porque el socio y la sociedad no son recíprocamente
deudores.
A. Gormaz R.216
EL PRODUCTO DE LA ACTIVIDAD DE LOS SOCIOS CEDE EN EXCLUSIVO
PROVECHO SOCIAL
El artículo 2091 consagra otra importante aplicación del principio general: "Los
productos de las diversas gestiones de los socios en el interés común pertenecen a la
sociedad; y el socio cuya gestión ha sido lucrativa, no por eso tendrá mayor beneficio en
el producto de ella".
Tiene el socio la obligación de velar por el interés social; por lo mismo, la sociedad
y no el socio se beneficia con la actividad que éste despliegue.
Pero estas reglas deben entenderse sin perjuicio de la facultad del deudor de
hacer la imputación del pago (artículo 2092 inciso 3). En otros términos, el deudor podrá
imputar el pago a la deuda que elija.
En fin, el artículo 2090 establece una última aplicación del principio: "Si un socio
hubiere recibido su cuota de un crédito social, y sus consocios no pudieren después
obtener sus respectivas cuotas del mismo crédito, por insolvencia del deudor o por otro
motivo, deberá el primero comunicar con los segundos lo que haya recibido, aunque no
exceda a su cuota y aunque en la carta de pago la haya imputado a ella".
Más exactamente, la disposición debió decir que el socio debe integrar al fondo
común lo que reciba en pago, de este modo, compartirlo con sus consocios.
A. Gormaz R.217
El producto de la actividad de los socios pertenece a la sociedad. Como justa
contrapartida, son de cargo de la sociedad los gastos.
a) Por este motivo, "cada socio tendrá derecho a que la sociedad le reembolse las
sumas que él hubiere adelantado con conocimiento de ella, por las obligaciones que para
los negocios sociales hubiere contraído legítimamente y de buena fe” (artículo 2089 inciso
1).
b) Asimismo, tiene el socio derecho a que la sociedad "le resarza los perjuicios que
los peligros inseparables de su gestión le haya ocasionado" (artículo 2089 inciso 1).
Los socios deben concurrir al pago de estas indemnizaciones a prorrata de su
interés en la sociedad y la parte de los insolventes se dividirá igualmente a prorrata entre
todos (artículo 2089 inciso 2).
A. Gormaz R.218
Trátase de un caso más del ejercicio de la acción oblicua o subrogatoria. El
acreedor, para satisfacerse de su crédito, puede intentar acciones de su deudor contra la
sociedad.
Por de pronto, para que el socio se entienda que obra en nombre de la sociedad
es preciso que lo declare expresamente o que resulte de un modo inequívoco de las
circunstancias del contrato. de otro modo se entiende que actúa en su propio nombre.
En caso de duda debe considerarse que el socio contrata en su nombre privado
(artículo 2094 inciso 2).
Para precisar los efectos del acto ejecutado por el socio, en nombre de la
sociedad, es menester averiguar si ha obrado con poder bastante.
Pero, además, del patrimonio social, los socios comprometen su propio patrimonio.
Es de la esencia de la sociedad colectiva que los socios respondan con sus bienes
personales de las obligaciones de la sociedad.
A. Gormaz R.219
bajo la razón social y les está vedado todo pacto que tienda a abolir dicha responsabilidad
solidaria (artículo 370 del C. De Comercio).
En suma, no hay una excepción a la regla de los que acreedores personales de los
socios no tienen acción sobre los bienes sociales, sino la aplicación de una lógica y
necesaria consecuencia del carácter real del derecho de hipoteca.
Los acreedores personales de los socios solamente tienen derecho para perseguir
los bienes del socio deudor.
En relación con la sociedad, solamente gozan de los derechos que les acuerda el
artículo 2096.
a) Pueden los acreedores del socio "intentar contra la sociedad las acciones indirecta
y subsidiaria que les conceden por el artículo 2094" (artículo 2096, inciso 2).
De este modo, para lograr el pago de sus créditos, los acreedores podrán ejercer
las acciones que al socio corresponden contra la sociedad como son, por ejemplo, que se
A. Gormaz R.220
reembolsen los anticipos que hubiere hecho o se le indemnicen los perjuicios que su
gestión le haya ocasionado (artículo 2089).
b) Podrán igualmente los acreedores personales del socio embargarle "las
asignaciones que se hagan a su deudor por cuenta de los beneficios sociales o de sus
aportes o acciones" (artículo 2096 inciso 3).
En otros términos, los acreedores podrán hacer efectivo su crédito en los
beneficios que el socio obtenga en la sociedad. Tales beneficios son de propiedad del
socio deudor.
El artículo 380 del Código de Comercio permite a los acreedores retener la parte o
interés que corresponda al socio en la sociedad "para percibirla al tiempo de la división
social".
De este modo, mientras la sociedad subsiste, no pueden los acreedores realizar
para pagarse el interés del socio en la sociedad; ello importaría la introducción en la
sociedad de una persona extraña.
El artículo 380 del C. De comercio consagra otra regla importante: los acreedores
personales no podrán concurrir en la quiebra de la sociedad con los acreedores sociales;
"pero tendrán derecho para perseguir la parte que corresponda a su deuda en el residuo
de la masa concursada".
En otros términos, pagados los acreedores de la sociedad, los acreedores de los
socios podrán hacer efectivos sus créditos en los bienes que resten.
DISOLUCION DE LA SOCIEDAD
"La sociedad se disuelve por la expiración del plazo o por el evento de la condición
que se ha prefijado para que tenga fin" (artículo 2098 inciso 1).
A. Gormaz R.221
Pueden los socios, sin embargo, acotar la prórroga del plazo e impedir, de esta
manera, la disolución de la sociedad.
La prorroga debe ser consentida por los socios unánimemente.
INSOLVENCIA DE LA SOCIEDAD
A. Gormaz R.222
Para las sociedades anónimas, el artículo 464 del C. De Comercio previene que la
disolución se producirá cuando se pierda el 50% del capital o éste se reduzca en los
términos que señalen los estatutos. Los administradores deben proceder a su inmediata
liquidación, so pena de quedar personal y solidariamente responsables de las resultas de
los contratos y operaciones ulteriores.
A. Gormaz R.223
Después de recibida esta noticia, las operaciones iniciadas por el socio difunto,
que no supongan una actitud particular suya, deberán llevarse a cabo (artículo 2103 inciso
3).
La estipulación de que continuará la sociedad con los herederos del socio fallecido,
en principio, da derecho a todos los herederos para incorporarse a la sociedad.
Se excluye solamente a aquellos herederos que por la edad, el sexo u otra causa
hayan sido expresamente excluidos (artículo 2105 inciso 2).
Los herederos incapaces "concurrirán a los actos sociales por medio de sus
representantes legales" (artículo 2105 inciso 3).
A. Gormaz R.224
INSOLVENCIA SOBREVINIENTE DE UN SOCIO
La común voluntad de los socios que dio vida a la sociedad puede ponerle término
a la sociedad.
El artículo 2107 dispone: "La sociedad podrá expirar en cualquier tiempo por el
consentimiento unánime de los socios".
El artículo 2108 establece que "la sociedad puede expirar, también, por la renuncia
de uno de los socios".
La renuncia de uno de los socios pone fin a la sociedad, sin que sea menester
expresar causa, cuando la sociedad tiene una duración ilimitada. Por el contrario, si la
sociedad se ha pactado por cierto tiempo o para la realización de un determinado negocio,
no es admisible la renuncia sino por causa justificada.
b) Si la sociedad se pacta por tiempo ilimitado, se entiende que dure toda la vida de
los socios, pero éstos tienen la facultad de renunciar (artículo 2065).
La renuncia no importa sólo el retiro del socio renunciante; trae consigo la
completa disolución de la sociedad.
REQUISITOS DE LA RENUNCIA
A. Gormaz R.225
Sin embargo, cuando la administración de la sociedad se ha confiado a uno o
varios socios, "la notificación al socio o socios que exclusivamente administran se
entenderá hecha a todos” (artículo 2109 inciso 2).
Los socios que no han sido notificados pueden, a su elección, aceptar la renuncia
o dar por subsistente la sociedad en el tiempo intermedio, según mejor les convenga
(artículo 2109 inciso 3).
Puede ser que el socio no formule una renuncia sino que, de hecho, se retire de la
sociedad.
El artículo 2113 establece que las reglas que rigen la renuncia son aplicables "al
socio que de hecho se retira de la sociedad sin renuncia".
Tal es la regla del artículo 2115 inciso 2: "Las reglas relativas a la partición de los
bienes hereditarios y a las obligaciones entre los coherederos, se aplican a la división del
caudal social y a las obligaciones entre los miembros de la sociedad disuelta, salvo en
cuanto se opongan a las disposiciones de este título".
En consecuencia, serán aplicables las reglas relativas a la designación del
liquidador, a la forma de distribución de los bienes, a la garantía que deben los partícipes
en caso de evicción, etc.
A. Gormaz R.226
a) Cuando la sociedad ha expirado por la llegada del plazo prefijado para la duración
del contrato;
b) Cuando se ha dado noticia de la disolución por medio de tres avisos publicados en
los periódicos del departamento, o de la capital de la provincia, si en aquél no lo hubiere, y
c) Cuando se pruebe que el tercero ha tenido oportuna noticia de la disolución por
cualquier medio (artículo 2114).
LA TRANSACCIÓN
A. Gormaz R.227
La ausencia de estas mutuas concesiones o sacrificios importaría la renuncia de
un derecho, la remisión de una deuda.
Por este motivo no importa transacción el desistimiento liso y llano de la demanda,
que extingue las acciones o derechos a que se refiere (artículo 150 del C.P.C.).
No es menester, ciertamente, que el sacrificio a que cada parte se somete sea de
la misma magnitud o importancia.
A. Gormaz R.228
La facultad de transigir es de aquella que no se entienden conferidas a un
mandatario sin especial mención. En otros términos, “todo mandatario necesitara de
poder especial para transigir” (artículo 2448, inciso 1º).
Pero no es suficiente la expresa manifestación de voluntad del mandante que
invista al mandatario de la facultad de transigir. Es preciso, además, que el poder se
especifiquen “los bienes, derechos y acciones sobre que se quiera transigir” (artículo
2448, inciso 2º).
Objeto de la transacción
Cuando el artículo 2447 dispone que para transigir se requiere ser capaz de
disponer, implícitamente establece que los objetos comprendidos en la transacción deben
ser susceptibles de disposición.
Por consiguiente no son susceptibles de transacción las cosas que no están en el
comercio. Tal es la regla general; la ley hace de ellas diversas aplicaciones.
A. Gormaz R.229
Transacción sobre derechos ajenos o inexistentes.
El artículo2452 establece que “no vale la transacción sobre los derechos ajenos o
sobre derechos que no existen”.
a) Es indudable que no puede ser válida la transacción que recae sobre
derechos inexistentes porque carecería de objeto.
b) No es propiamente nula, en cambio, la transacción sobre derechos ajenos;
solamente no empece al verdadero titular del derecho.
La transacción es nula por las causas que generalmente invalidan los contratos.
En el título de la transacción el Código se ha ocupado de la nulidad producida por
dolo o violencia y, muy especialmente, por error.
En verdad, no se ha apartado el legislador de los principios generales. A
propósito del error ha abordado ciertas hipótesis particulares que podrían suscitar
dificultades.
Dolo y violencia.
El artículo2453 dispone: “Es nula en todas sus partes la transacción obtenida por
títulos falsificados, y en general por dolo o violencia”.
La nulidad que los vicios de dolo y violencia acarrean es relativa. La frase “nula en
todas partes” significa solamente que es nula íntegramente la transacción y que no
adolecen de nulidad solo aquellas estipulaciones obtenidas por fuerza o dolo.
Error en el objeto.
Conforme a los principios generales, vicia el consentimiento el error que recae
sobre la identidad de la cosa especifica que es materia del acto o contrato (artículo 1453).
A propósito de la transacción, el Código reproduce esta norma: “El error acerca
de la identidad del objeto sobre que se quiere transigir la transacción” (artículo 2457).
Error de cálculo.
El error de cálculo no invalida la transacción; “sólo da derecho a que se rectifique
el cálculo” (artículo 2458).
Esta clase de error no muestra una equivocación en el juicio; es un error de
carácter material, resultado de una inadvertencia o falta de atención de los contratantes.
Error en la persona.
El error en la persona invalida la transacción. “Si se cree, pues, transigir con una
persona y se transige con otra, podrá rescindirse la transacción” (artículo 2456, inciso 2).
Conforme a las reglas generales, el error sobre la persona vicia el consentimiento
cuando la consideración de esta sea la causa principal del contrato.
En la transacción, entre tanto, el error en la persona vicia siempre el
consentimiento porque “se presume haberse aceptado por consideración a la persona con
quien se transige” (artículo 2456, inciso 1).
A. Gormaz R.230
En verdad, en este caso existe un error porque es de suponer que las partes han
transigido en la creencia de la validez del derecho. Tal sería el caso de un heredero que
transige con un legatario en circunstancia de que es nulo el testamento en que se instituye
el legado.
Pero la disposición va más lejos. Será nula la transacción aunque las partes hayan
conocido el vicio de nulidad del título. El artículo 2454 reputa valida la transacción solo
cuando las partes han “tratado expresamente sobre la nulidad del título”.
Para la validez de la transacción no basta, pues, que las partes hayan conocido y
tenido en vista la nulidad: es preciso que las partes hayan abordado expresamente la
cuestión.
A. Gormaz R.231
Efectos de la transacción
La transacción como todo contrato, produce efecto solo entre las partes. El artículo
2461 formula innecesariamente esta regla: la transacción no sufre efectos sino entre los
contratantes.
Dos consecuencias desprende el Código expresamente de este principio:
a) Si son varios los interesados en el negocio sobre el cual se transige, la transacción
consentida por uno no aprovecha ni perjudica a los otros (artículo 2461, inciso 2º).
Esta regla debe entenderse sin perjuicio de los efectos de la novación en caso de
solidaridad. En otros términos, cuando la transacción importa una novación de la
obligación solidaria, consentida por uno de los varios deudores o acreedores, afecta a los
demás.
b) Si se transige con el poseedor aparente de un derecho, “no puede alegarse esta
transacción contra la persona a quien verdaderamente compete el derecho” (artículo
2456, inciso 3º).
A. Gormaz R.232
El artículo 2463 consigna una norma peculiar a la transacción cuyo cumplimiento
se cauciona con la cláusula penal.
La pena compensatoria, conforme al precepto general del artículo 1537, no puede
acumularse con la obligación principal sino cuando se ha estipulado expresamente que
por el pago de la pena no se entiende extinguida dicha obligación principal.
El artículo 2463, en cambio, dispone: “si se ha estipulado una pena contra el que
deja de ejecutar la transacción, habrá lugar a la pena, sin perjuicio de llevarse a efecto la
transacción en todas sus partes.
No hace falta, pues, una estipulación expresa para demandar al mismo tiempo la
pena y el cumplimiento de la transacción.
LA ANTICRESIS
Caracteres de la anticresis.
La anticresis es un contrato real, bilateral imperfecto y accesorio.
a) El carácter real del contrato, manifiesto en la definición legal, se encuentra
expresamente consagrado en el artículo 2437: el contrato de anticresis se perfecciona por
la tradición del inmueble.
Es obvio que no se trata, en este caso, de una verdadera tradición.
b) La anticresis es un contrato bilateral imperfecto porque genera únicamente
obligaciones para el acreedor anticrético: conservar la cosa y restituirla una vez satisfecho
de su crédito.
Las obligaciones que puede contraer el deudor nacen de hechos posteriores al
contrato y consisten en el pago de mejoras, gastos y perjuicios
c) Por último, la anticresis es un contrato accesorio puesto que su objetivo es
asegurar el cumplimiento de una obligación principal.
Puede darse en anticresis un bien propio en garantía de una deuda ajena. El
artículo 2436 declara que la cosa puede pertenecer al deudor, o a un tercero que
consienta en la anticresis.
Indivisibilidad de la anticresis.
Al igual que la prenda y la hipoteca, la anticresis es indivisible.
La indivisibilidad consiste en que el deudor no puede reclamar la restitución de la
cosa, mientras la deuda garantizada no se haya pagado totalmente.
Pero, salvo estipulación en contrario, el acreedor podrá restituirla en cualquier
tiempo y perseguir el pago de su crédito por los otros medios legales. (Artículo 2444).
A. Gormaz R.233
Pero no hay inconveniente para que se de en anticresis un bien hipotecado al
mismo acreedor o, a la inversa, se constituya hipoteca a su favor sobre los bienes que se
le dieron en anticresis (artículo 2439).
Derecho de goce.
El acreedor anticrético, a diferencia del acreedor prendario, tiene el derecho de
gozar de la cosa.
Este derecho de goce compete al acreedor con la precisa condición de que impute
los frutos a su crédito.
El artículo 2442 dispone que si el crédito es productivo de intereses, “tendrá
derecho al acreedor para que la imputación de los frutos se haga primeramente a ellos”.
La disposición debió expresar mejor que es obligación del acreedor imputar los frutos a
los intereses y en seguida al capital.
Para evitar minuciosas rendiciones de cuentas, las partes pueden convenir que los
frutos se compensen con los intereses de la deuda, totalmente o hasta concurrencia de
determinados valores.
La estipulación de un interés usurario traería como consecuencia que el deudor
quedara privado permanentemente del goce de la finca. Por este motivo, el artículo 2443,
A. Gormaz R.234
inciso 2, previene que “los intereses que estipularen estarán sujetos en el caso de lesión
enorme a la misma reducción que en el caso del mutuo”.
Derecho de retención.
El acreedor anticrético tiene el derecho de retener la finca hasta el pago total de la
deuda; el deudor no puede exigir la restitución sino después de la extinción completa de la
obligación (artículo 2444).
El artículo 2441 establece que “el acreedor no se hace dueño del inmueble a falta
de pago” y añade que “toda estipulación en contrario es nula”. La ley prohíbe, pues, en
forma terminante, el pacto comisorio en la anticresis.
A. Gormaz R.235
a) La hipoteca es un contrato solemne, mientras que la anticresis es un contrato real.
b) La cosa hipotecada permanece en poder del deudor, en tanto que el bien dado en
anticresis se entrega al acreedor.
c) La hipoteca confiere al acreedor un derecho real; la anticresis un derecho
simplemente personal.
d) La hipoteca otorga al acreedor los derechos de persecución y pago preferente. Ni
uno ni otro derecho competen al acreedor anticrético.
EL COMODATO
A. Gormaz R.236
la convención degenera en un contrato diverso. En caso que la contraprestación consista
en dinero o en una parte o cuota de los frutos de la cosa, el contrato será de arriendo.
A. Gormaz R.237
No rigen para su prueba las limitaciones de los artículos 1708 y 1709. El artículo
2175 dispone: “el contrato de comodato podrá probarse por testigos, cualquiera que sea el
valor de la cosa prestada”.
Deterioros de la cosa.
Es responsable el comodatario de la pérdida o deterioro de la cosa que provenga
de su culpa, aunque levísima.
El artículo 2178 inciso 2 previene que si este deterioro es tal que la cosa no sea
ya susceptible de emplearse en su uso ordinario, podrá el comodante exigir el precio
anterior de la cosa, abandonando su propiedad el comodatario.
En cambio el comodatario no es responsable de los deterioros que provienen:
a) de la naturaleza de la cosa;
b) del uso legitimo de la misma;
c) de un caso fortuito, salvas de excepciones legales.
A. Gormaz R.238
1. Responde el comodatario cuando expresamente se ha hecho responsable de
casos fortuitos (artículo 2178 Nº4);
2. Es responsable asimismo, cuando el caso fortuito ha sobrevivido por culpa suya,
aunque levísima (artículo 2178 Nº2);
3. El caso fortuito le impone responsabilidad cuando ha empleado la cosa en un uso
indebido o se ha constituido en mora de restituir, a menos de aparecer o probarse
que el deterioro o perdida por el caso fortuito habría sobrevivido igualmente sin el
uso ilegitimo o la mora (artículo 2178 Nº1);
4. En fin, le cabe responsabilidad al comodatario, cuando en la alternativa de salvar
de un accidente la cosa prestada o la suya, ha preferido deliberadamente la suya
(artículo 2178 Nº3).
A. Gormaz R.239
b) Debe suspender la restitución el comodatario cuando la cosa se embargue en su
poder por orden judicial (artículo 2183, inciso 1)
Con arreglo al precepto general del artículo 1578 Nº2, no es válido el pago si por el juez
se ha embargado la deuda o mandado retener el pago.
c) En caso de que la cosa prestada haya sido perdida, hurtada o robada a su dueño,
debe el comodatario denunciarlo al propietario, dándole un plazo razonable para
reclamarla, y suspender la restitución entre tanto.
La falta de aviso hará responsable al comodatario de los perjuicios que de la restitución se
sigan al dueño (artículo 2183, inciso 2).
Si el dueño no reclamare la cosa oportunamente, podrá el comodatario restituirla al
comodante. En todo caso, el dueño no puede exigir la restitución sino con autorización del
comodante o con orden judicial.
d) El artículo 2184 dispone: “el comodatario es obligado a suspender la restitución de
toda especie de armas ofensivas y de toda otra cosa de que sepa se trata de hacer un
uso criminal, pero deberá ponerlas a disposición del juez”.
e) Debe el comodatario suspender la restitución cuando el comodante ha perdido el
juicio y carece de curador (artículo 2184 inciso 2).
f) Por último, cesa la obligación de restituir cuando el comodatario descubre que él
es el verdadero dueño de la cosa prestada (artículo 2185 inciso 1).
Pero si el comodante le disputa el dominio, deberá efectuar la restitución, a menos
que pruebe, breve y sumariamente, que, la cosa prestada le pertenece.
A. Gormaz R.240
Estará obligado eventualmente el comodante a pagar las expensas hechas para la
conservación de la cosa, aún las efectuadas sin su previa noticia.
Las expensas deben tener un carácter extraordinario: “si las expensas no han sido
de las ordinarias de conservación como la de alimentar al caballo” (artículo 2191
Nº1), debe indemnizarlas el comodante.
Debe tratarse de expensas necesarias y urgentes, de manera que no haya sido
posible consultar al comodante, y se presuma fundamentalmente que teniendo
éste la cosa en su poder no hubiera dejado de hacerlas” (artículo 2191 Nº2).
A. Gormaz R.241
Sin embargo podrán continuar usando de la cosa en el caso del Nº1 del artículo
2180, esto es, cuando ha sido prestada par un servicio particular que no se puede
suspender o diferirse.
Pero los herederos del comodatario quedan sujetos a todas las obligaciones y
tienen todos los demás derechos que derivan del comodato.
Como consecuencia, el artículo 2187 dispone: “si los herederos del comodatario,
no teniendo conocimiento del préstamo, hubieren enajenado la cosa prestada, podrá el
comodante (no pudiendo o no queriendo hacer uso de la acción reivindicatoria, o siendo
esta ineficaz) exigir de los herederos que le paguen el justo precio de la cosa prestada o
que le cedan las acciones que en virtud de la enajenación les competan, según viere
convenirle”.
Y añade el inciso 2: “si tuvieron conocimiento del préstamo resarcirán de todo
perjuicio y aun podrán ser perseguidos criminalmente según las circunstancias del hecho”.
Cometerían, en tal caso, un delito de estafa (artículo 470 Nº1 del C. Penal).
El comodato precario
A. Gormaz R.242
EL MUTUO
A. Gormaz R.243
Las cosas fungibles permiten una restitución en equivalente. La fungibilidad es una
relación de equivalencia entre dos cosas, en cuya virtud una puede llenar la misma
función liberatoria que la otra.
A. Gormaz R.244
Restitución de las cosas fungibles que no sean dinero.
Cuando el préstamo recae sobre cosas fungibles que no sean dinero, “se deberá
restituir igual cantidad de cosas del mismo género y calidad“ (artículo 2198).
No altera la obligación del mutuario la circunstancia de que el precio de las cosas
haya subido o bajado en el tiempo que medie entre el préstamo y la restitución.
Sin embargo, si no fuere posible restituir cosas del mismo género y calidad o el
acreedor no lo exigiere, “podrá el mutuario pagar lo que valgan en el tiempo y lugar en
que ha debido hacerse el pago” (artículo 2198).
En otros términos, el mutuario puede pagar el equivalente en dinero.
Época de la restitución.
La obligación del mutuario es siempre una obligación a plazo; siempre ha de
mediar un tiempo entre la entrega y la restitución.
El tiempo de la restitución puede fijarlo la convención de las partes o la ley.
a) La época de la restitución la señala, en primer término, el acuerdo de las partes. El
plazo, en tal caso, será convencional.
b) A falta de estipulación, la ley suple el silencio de los contrayentes y dispone que
solo puede exigirse la restitución transcurrido el plazo de diez días desde la entrega
(artículo 2200 y 13 de la Ley 18.010).
La misma regla se aplica cuando el plazo indeterminado. En efecto, el artículo
2201 establece que si no se ha pactado un plazo y se ha convenido, en cambio, que el
mutuario restituirla “cuando le sea posible”, el juez señalará un plazo, atendidas las
circunstancias.
Los intereses.
Se denomina intereses el provecho o remuneración que obtiene el mutuante como
precio del capital que entrega al mutuario.
Jurídicamente los intereses son frutos civiles de la cosa prestada. El artículo 647
reputa frutos civiles “los intereses de capitales exigibles”.
La ley 18.010 ha precisado, en relación con las operaciones de crédito de dinero,
lo que debe entenderse por interés distinguiendo para estos efectos entre operaciones
reajustables y no reajustables: “En las operaciones de crédito de dinero no reajustables,
constituye interés toda suma que recibe o tiene derecho a recibir el acreedor, a cualquier
título, por sobre el capital.
En las operaciones de crédito de dinero reajustables, constituye interés toda suma
que recibe o tiene derecho a recibir el acreedor por sobre el capital reajustado.
En ningún caso, constituyen intereses las costas personales ni las procesales”.
A. Gormaz R.245
Tanto el pacto de intereses como el que exima de su pago deberán constar por
escrito (artículo 14 de la Ley 18.010).
A. Gormaz R.246
determine el juez de la causa, sin perjuicio de que el hecho pueda constituir el delito
previsto y sancionado en el artículo 472 del Código Penal.
Anatocismo.
El anatocismo -etimológicamente nuevo producto- es el interés de los intereses. En
otros términos, los intereses se capitalizan o agregan al capital para producir, a su turno,
nuevos intereses.
El código civil originalmente prohibía terminantemente el anatocismo en el artículo
2210, hoy derogado.
La Ley 18.010 autoriza el cobro. En efecto, el artículo 9 dispone que “podrá
estipularse el pago de intereses sobre intereses, capitalizándolos en cada vencimiento o
renovación. En ningún caso la capitalización podrá hacerse por períodos inferiores a
treinta días.
Los intereses capitalizados con infracción de lo dispuesto en el inciso anterior se
consideran interés para todos los efectos legales y especialmente para la aplicación del
artículo precedente.
Los intereses correspondientes a una operación vencida que no hubiesen sido
pagados se incorporarán a ella, a menos que se establezca expresamente lo contrario. “
A. Gormaz R.247
La obligación del mutuante consiste en indemnizar al mutuario los perjuicios que
experimenta por la mala calidad o los vicios ocultos de la cosa prestada, bajo las
condiciones expresadas en el artículo 2192 (artículo 2203).
Es responsable el mutuante de los perjuicios que deriven de las causas apuntadas,
con los requisitos siguientes: a) que la mala calidad o los vicios de la cosa probablemente
hubiesen de ocasionar perjuicios; b) que estas circunstancias hayan sido conocidas del
mutuante y no declaradas por este; y c) que el mutuario no haya podido conocer los vicios
o la mala calidad y precaver los perjuicios.
El artículo 2203 concluye: “si los vicios ocultos eran tales que conocidos no se
hubiera probablemente celebrado el contrato, podrá el mutuario pedir que se rescinda”.
EL DEPÓSITO Y EL SECUESTRO
A. Gormaz R.248
retenga la cosa en calidad de depositario, mientras dure la ausencia del primero. Resulta
claramente ocioso que el comodatario, en el ejemplo propuesto, restituya al comodante la
cosa que ha de recibir luego, en calidad de depositario. Por este motivo, el artículo 2213
inciso 2 dispone: “podrán también convenir las partes en que una de ellas retenga como
depósito lo que estaba en su poder por otra causa”.
Clasificaciones de depósito.
El artículo 2214 dispone que “el depósito es de dos maneras: depósito
propiamente dicho, y secuestro”.
El depósito propiamente tal puede ser voluntario o necesario. En el primero, la
elección del depositario depende de la libre voluntad del depositante; en el segundo, la
elección del depositario es impuesta por las circunstancias.
El secuestro, a su turno, puede ser convencional o judicial, según se constituya por
acuerdo de las partes o por decreto del juez.
Depósito voluntario.
El depósito voluntario se encuentra definido en el artículo 2215: “el depósito
propiamente dicho es un contrato en que una de las partes entrega a la otra una cosa
corporal y mueble para que la guarde y la restituya en especie a voluntad del depositante”.
A. Gormaz R.249
b) Si es incapaz el depositario, puede el depositante accionar de diversas
maneras, según las circunstancias:
1) Tendrá acción para reclamar la cosa depositada, pero únicamente mientras
esté en poder del depositario.
2) En caso de haberla enajenado el depositario, solo tendrá acción en su
contra hasta concurrencia de aquello en que por el depósito se hubiere hecho más rico,
concepto que precisa el artículo 1688.
3) Todavía queda a salvo el depositante el derecho que tuviera contra terceros
poseedores. Así, podrá el depositante, dueño de la cosa reivindicarla contra los terceros a
quienes el depositario la hubiere enajenado.
Las acciones indicadas corresponden al depositante, sin perjuicio de la pena que
las leyes impongan al depositario en caso de dolo.
Error en el depósito.
Consigna el artículo 2216 una regla particular relativa a los efectos del error en el
contrato de depósito.
El error sobre la identidad de la persona de uno u otro contratante, o acerca de la
sustancia, calidad o cantidad de la cosa depositada, no invalida el contrato (artículo 2216,
inciso 1).
El error que padezca el depositante es inocuo. Solamente el error del depositario
acerca de la persona del depositante o el descubrimiento de que la cosa depositada le
acarrea peligro, produce consecuencias judiciales: “podrá restituir inmediatamente el
depósito” (artículo 2216, inciso 2).
A. Gormaz R.250
Aun puede el depositario ser responsable de la culpa levísima; para ello es
menester una estipulación expresa. El artículo 2222 previene que “las partes podrán
estipular que el depositario responda de toda especie de culpa”.
b) Se sigue como una segunda consecuencia de la obligación de guardar la
cosa que el depositario no tiene derecho de usarla sin el consentimiento del depositante.
El artículo 2220, en su primer inciso, consagra esta consecuencia: “por el mero
depósito no se confiere al depositario la facultad de usar la cosa depositada sin el permiso
del depositante”.
El permiso del depositante puede ser expreso o presunto. Queda al arbitrio del
juez calificar las circunstancias que justifican la presunción.
Con todo, con el depósito de orientar al magistrado, la ley ha señalado algunas de
estas circunstancias, como las relaciones de amistad y confianza entre las partes, y
establecido que se presume más fácilmente el permiso del depositante en el depósito de
las cosas que no se deterioran sensiblemente por el uso (artículo 2220 incisos 2 y 3). Tal
sería igualmente la circunstancia de que la cosa depositada haya sido dada en préstamo
de uso al depositario, en diversas ocasiones.
c) Una tercera consecuencia consagra el artículo 2223: “la obligación de
guardar la cosa comprende la de respetar los sellos y cerraduras del bulto que la
contiene”.
En términos más generales, el depositario no debe intentar conocer las cosas,
cuando el depositante ha pretendido que su naturaleza se mantenga en reserva.
Prevé el artículo 2224 las consecuencias de que se rompan los sellos o fuerce la
cerradura por culpa del depositario o sin ella.
Si ha habido culpa de depositario, se estará a la declaración del depositante en
cuanto al número y calidad de las especies depositadas.
Se presume la culpa del depositario en todo caso de fractura o forzamiento
(artículo 2224 inciso 2).
Si se han rotos los sellos o forzado las cerraduras sin culta del depositario, en
caso de desacuerdo, será necesaria la prueba de la calidad y numero de las cosas objeto
del depósito.
d) Finalmente, el artículo 2225 señala una última consecuencia de la
obligación de guardar la cosa: “el depositario no debe violar el secreto de un depósito de
confianza, ni podrá ser obligado a revelarlo”.
A. Gormaz R.251
b) La cosa depositada debe restituirse con sus accesorios, con todas sus
accesiones y frutos (artículo 2229).
c) No responde el depositario del caso fortuito; pero si a consecuencia del
accidente recibe el precio de la cosa depositada, u otra en lugar de ella, es obligado a
restituir al depositante lo que se le haya dado (artículo 2230).
d) De acuerdo con el artículo 2231, la obligación de restituir pasa a los
herederos. En el supuesto de que enajenen la cosa de buena fe, creyéndola de su
causante, tiene el depositante acción para reclamarles el precio, si lo hubieren recibido; si
no lo hubieren recibido, podrá exigir a los herederos que le cedan sus acciones contra el
tercero. resta aun al depositante el ejercicio directo contra los terceros de su acción de
dominio.
El artículo 2231 dispone: “si los herederos, no teniendo noticia del depósito, han
vendido la cosa depositada, el depositante (no pudiendo o no queriendo hacer uso de la
acción reivindicatoria o siendo esta ineficaz), podrá exigirles que le restituyan lo que
hayan recibido por dicha cosa, o que le cedan las acciones que en virtud de la
enajenación les competan”.
e) Debe el depositario pagar los gastos de transporte de la cosa que restituye.
El artículo 2232 previene: “los costos de transporte que sean necesarios para la
restitución del depósito serán de cargo del depositante”. Los gastos del pago incumben
por regla general, al deudor (artículo 1571).
Depósito irregular.
Se llama depósito irregular aquel en que el depositario, en lugar de la misma cosa
que ha recibido se obliga a restituir otras del mismo género y calidad.
El depositario no es ya deudor de un especie o cuerpo cierto sino de una cosa
genérica. Al igual que le mutuario, se hace dueño de la cosa y el depósito irregular, por
tanto, es un título translaticio de dominio.
Es el caso de los depósitos de dinero que se hacen en los bancos e instituciones
de ahorro. En verdad, esta forma del depósito, que a través del texto de la ley se presenta
como una excepción, es la forma más común del contrato y su importancia supera, con
creces, al depósito ordinario.
El artículo 2221 prescribe que en el depósito de dinero, si no se hace en arca
cerrada cuya llave tenga el depositante, o con otras precauciones que hagan imposible
tomarlo sin fractura, “se presumirá que se permite emplearlo y el depositario será obligado
a restituir otro tanto en la misma moneda”.
A. Gormaz R.252
El banco o la institución de ahorro que recibe depósitos de dinero se encuentra
prácticamente en la misma situación que si los hubiera recibido en préstamo, máxime si
por dicho dinero paga un interés.
Tanto es así que la Ley 18.010, reputa esta clase de depósito como una operación
de crédito de dinero, al igual que el mutuo, y lo somete a sus disposiciones.
La diferencia teóricamente estriba en que el préstamo supone un plazo pendiente
en el cual no puede demandarse la restitución, en tanto que en el depósito debe
efectuarse cuando el depositante lo requiera.
Pero esta diferencia es meramente accidental y desaparece cuando se ha
establecido que el depositante no podrá exigir la restitución sino al cabo de cierto plazo,
como sucede con los depósitos a plazo.
Depósito necesario
A. Gormaz R.253
El depósito propiamente tal se denomina necesario cuando la elección del
depositario no depende de la libre voluntad del depositante, sino que es dictada o
impuesta por las circunstancias.
El artículo 2236 dispone: “el depósito propiamente dicho se llama necesario,
cuando la elección de depositario no depende de la libre voluntad del depositante, como
en el caso de un incendio, ruina, saqueo u otra calamidad semejante”.
No se piense, sin embargo, que en el depósito necesario no sea indispensable la
voluntad concurrente de las partes; el depósito por ser necesario, no deja de ser un
contrato. Solamente las circunstancias determinan que el depositante se vea obligado a
confiar el depósito a quien buenamente quiera hacerse cargo del mismo.
Estas desgraciadas circunstancias que determinan el depósito influyen
decisivamente en sus efectos.
A. Gormaz R.254
a) El posadero o administrador de fondos, café, etc., es responsables de todo
daño que se cause al cliente en los efectos entregados por culpa suya o de sus
dependientes, o de los extraños que visiten la posada, y hasta de los hurtos y robos
(artículo 2242).
b) El posadero es igualmente obligado a la seguridad de los efectos que el
alojado conserva alrededor de si. Responde del daño causado o del hurto o robo cometido
por los sirvientes de la posada extrañas que no sean familiares o visitantes del alojado
(artículo 2243).
c) El viajero que trajere consigo efectos de gran valor de los que no entran
ordinariamente en el equipaje de personas de su clase, deberá hacerlo saber al posadero,
y aun mostrárselo si lo exigiere, para que emplee especial cuidado en su custodia; si así
no lo hiciere, podrá el juez desechar sus demandas por la perdida, hurto o robo (artículo
2245).
d) El alojado que se queja de daño, hurto o robo deberá probar el número,
calidad y valor de los efectos desaparecidos.
Como son aplicables las reglas del depósito necesario, no rigen las limitaciones a
la prueba testimonial. Sin embargo, la ley establece una importante excepción: “el juez
estará autorizado para rechazar la prueba testimonial ofrecida por el demandante, cuando
este no le inspire confianza o las circunstancias le parezcan sospechosas” (artículo 2244
inciso 2).
e) Si el daño, hurto o robo fuere en algún modo imputable al pasajero o
alojado, será absuelto el posadero (artículo 2246).
f) Cesa toda responsabilidad del posadero, cuando se ha convenido
exonerarle de ella (artículo 2247), o el daño proviene de caso fortuito, salvo que se le
pruebe imputar a culpa o dolo (artículo 2242).
El secuestro
Clases de secuestro.
El secuestro puede ser convencional o judicial.
Secuestro convencional es aquel que se constituye por un acuerdo de voluntad de
las personas que se disputan el objeto litigioso. Secuestro judicial es aquel que se
constituye por decreto de juez (artículo 2252, incisos 2 y 3).
A. Gormaz R.255
El depositante contrae para con el secuestre las mismas obligaciones que en el
depósito propiamente dicho, “por lo que toca a los gastos y daños que le haya causado el
secuestro” (artículo 2253).
El secuestro judicial.
El secuestro judicial, como se dijo, se constituye por decreto de juez y se sujeta,
además, a las reglas del Código de Procedimiento Civil, por de pronto, las circunstancias
que hacen procedentes el secuestro judicial al ocuparse de las medidas precautorias.
El artículo 290 de dicho cuerpo de leyes previene que, para asegurar el resultado
de la acción, puede el demandante, en cualquier estado del juicio, aun cuando no este
contestada la demanda, solicitar, entre otras medidas de seguridad “el secuestro de la
cosa que es objeto de la demanda.
Procede el secuestro en los siguientes casos:
a) Cuando se reivindica una cosa corporal mueble y hubiera motivo de temer
que se pierda o deteriore en manos del poseedor (artículos 901 del C. Civil y 291 del C. P.
C.);
b) Cuando se entablan otras acciones con relación a cosas muebles
determinadas y haya motivo de temer que se pierda en manos de la persona que, sin ser
poseedora, tenga la cosa en su poder (artículo 291 de C.P.C.).
A. Gormaz R.256
De lo expuesto se desprende que, contrariamente a lo que dispone el artículo
2251, el secuestro judicial recae solo sobre bienes muebles, solamente el secuestro
convencional puede recaer, indistintamente, sobre bienes muebles o raíces.
Se aplican al secuestro judicial las reglas del Código de Procedimiento Civil
relativas al depositario de bienes embargados (artículo 292 del C.P.C.).
El secuestre, en consecuencia tiene la administración de los bienes secuestrados
(artículo 479 del C.P.C.) podrá vender, con autorización judicial los bienes sujetos a
corrupción o susceptibles de un próximo deterioro, o cuya conservación sea fácil o muy
dispendiosa (artículo 483 del C.P.C.).
Luego que cese en el cargo, deberá rendir cuenta de gestión, en la forma
establecida para los guardadores, sin perjuicio de que el tribunal pueda ordenarle rendir
cuentas parciales (artículo 514del C.P.C.).
Tiene el secuestre derecho a una remuneración que fijara el juez, teniendo en
consideración la responsabilidad y trabajo que el cargo le haya impuesto (artículo 516 del
C.P.C.).
LA PRENDA
El artículo 2384 dispone: “por el contrato de empeño o prenda se entrega una cosa
o mueble a un acreedor para la seguridad de su crédito”.
La definición no es feliz, pero señala las características más salientes de la prenda,
a saber: a) la prenda es un contrato; b) requiere la entrega de la cosa; c) recae sobre
muebles; y d) constituye una caución.
Para precisar mejor el concepto del contrato conviene agregar a la definición sus
principales consecuencias. La prenda, de este modo, puede ser definida como: un
contrato en que se entrega una cosa mueble a un acreedor para seguridad de su crédito,
otorgándole la facultad de perseguir la cosa empeñada, retenerla en ciertos casos y
pagarse preferentemente con el producto de su realización, si el deudor no cumple la
obligación garantizada.
El término de prenda tiene una triple acepción, y sirve para designar: a) el contrato
de prenda; b) la cosa misma entregada (artículo 2384, inciso 2); y c) el derecho real
que se genera para el acreedor (artículo 577).
EL CONTRATO DE PRENDA
La prenda es un contrato.
La prenda es un contrato y supone un acuerdo de voluntades entre el acreedor
prendario y la persona que la constituye.
A. Gormaz R.257
Consecuentemente, el artículo 2392 declara que no se podrá tomar el deudor cosa
alguna contra su voluntad para que sirva de prenda y añade, asimismo, que no se podrá
retener una cosa del deudor en seguridad de la deuda, sin su consentimiento.
No es de rigor que el contrato se celebre entre el acreedor y el deudor. Puede
celebrarse, también, entre el acreedor y un tercero que empeña un bien suyo en garantía
de una deuda ajena. El artículo 2388 dispone: “la prenda puede constituirse no solo por el
deudor sino por un tercero cualquiera que hace este servicio al deudor”.
Cuando la prenda se otorga por un tercero, que no se obliga personalmente,
queda afecto al cumplimiento de la obligación únicamente el bien empeñado. El tercero se
obliga solo propter rem et occasione rei.
A. Gormaz R.258
Formas de contrato
Facultad de enajenar.
La prenda priva al constituyente de importantes atributos del dominio, como son el
uso y goce de la cosa.
En consecuencia, la prenda constituye un acto de enajenación. Por este motivo, el
artículo 2387 establece que no se puede empeñar una cosa, sino por persona que tenga
la facultad de enajenarla.
Las personas incapaces no pueden empeñar sino con arreglo a las normas legales
que rigen la enajenación de los bienes muebles de estas personas.
A. Gormaz R.259
La prenda común sirve para caucionar toda clase de obligaciones, cualquiera que
sea su origen, sea que se trate de obligaciones de dar, hacer o no hace.
Pueden ser caucionadas con prenda las obligaciones meramente naturales
(artículo1472).
A. Gormaz R.260
Los efectos de un contrato, son los derechos y obligaciones que nacen de él,
obviamente son derechos personales. El estudio es de la prenda en cuanto a contrato y
no en cuanto a derecho real.
¿Qué derechos personales y que obligaciones reciprocas emanan del contrato de
prenda?
La prenda es un contrato bilateral imperfecto, esto quiere decir que al momento de
celebrarse el contrato, solamente engendra obligaciones para una sola de las partes, para
la parte que recibe la cosa en prenda, que es el acreedor prendario, quien es acreedor de
la obligación principal, y deudor de las obligaciones que le impone el contrato de prenda.
A. Gormaz R.261
De esta manera -y en esto consiste la excepción- el acreedor no debe restituir los
frutos; puede aplicarlos a su crédito, con la obligación de rendir cuenta y devolver el
remanente.
A. Gormaz R.262
La suposición es lógica y justa si al contraerse la primera obligación el acreedor
juzgó que el deudor no era suficientemente solvente y le exigió una prenda, es razonable
suponer que no tendrá mayor confianza en su solvencia cuando se constituye la nueva
obligación. Debe suponerse, pues, que la nueva obligación se ha constituido en las
mismas condiciones de seguridad que la primera.
b) El segundo caso tiene lugar cuando el deudor vende la prenda o constituye a título
oneroso un derecho para el goce o tenencia de la misma.
A. Gormaz R.263
El comprador o la persona en cuyo favor el deudor constituyó los referidos
derechos puede reclamar la entrega de la cosa al acreedor, pagando o asegurando el
valor de la deuda para cuya seguridad se otorgó la prenda.
Y el artículo2404, inciso 3 agrega: “En ninguno de estos casos podrá el primer
acreedor excusarse de la restitución, alegando otros créditos, aun con los requisitos
enumerados en el artículo 2401”.
Gastos de conservación.
La tenencia de la prenda puede ocasionar al acreedor gastos que el deudor debe
reembolsarle.
El artículo 2396 precisa los caracteres de estos gastos para que el acreedor tenga
derecho a reclamar su reembolso: ha de tratarse de gastos necesarios en que haya
incurrido el acreedor para la conservación de la prenda.
Por gastos necesarios han de entenderse las expensas necesarias invertidas en la
conservación de la cosa, de que trata el artículo 908.
Pago de perjuicios.
Tiene el acreedor derecho, asimismo, para que se le paguen los perjuicios que le
hubiere ocasionado la tenencia.
La indemnización se rige por las reglas generales; comprenderá el daño
emergente y el lucro cesante que haya experimentado el acreedor con ocasión de tener
en su poder la cosa empeñada.
A. Gormaz R.264
4. El derecho real de prenda es indivisible.
La prenda es indivisible, aunque sea divisible la obligación principal, y a pesar de
que la cosa empeñada admita división. Así lo establece el artículo 2405: “La prenda es
indivisible. En consecuencia, el heredero que ha pagado su cuota de la deuda, no podrá
pedir la restitución de una parte de la prenda, mientras exista una parte cualquiera de la
deuda; y recíprocamente, el heredero que ha recibido su cuota del crédito, no puede
remitir la prenda, ni aun en parte, mientras sus coherederos no hayan sido pagados”.
Derecho de retención.
El derecho del acreedor para conservar la tenencia de la prenda hasta el pago
integro de su crédito se denomina derecho de retención.
El deudor no tiene derecho para pedir la restitución de la cosa empeñada si no
cuando ha cancelado la deuda en su totalidad. El artículo2396 dispone: “el deudor no
podrá reclamar la restitución de la prenda en todo o parte mientras no haya pagado la
totalidad de la deuda en capital e intereses, los gastos necesarios e que haya incurrido el
acreedor para la conservación de la prenda, y los perjuicios que le hubiere ocasionado la
tenencia”.
El derecho de retención reporta considerables ventajas para el acreedor porque
inducirá al deudor a cumplir la obligación, condición indispensable para recobrar la
prenda, y porque hará expedito el ejercicio de los derechos de venta y pago preferente.
Para que cese el derecho de retención la deuda debe ser satisfecha íntegramente,
el pago debe ser total.
Entre las reglas generales del pago el artículo1591 inciso 2 establece que el pago
total de la deuda comprende el de los intereses e indemnizaciones que se deban.
El artículo 2396 reproduce esta regla. El derecho de retención del acreedor durará
hasta que se le pague: a) el capital; b) los intereses; c) los gastos de conservación de la
prenda; y d) los perjuicios ocasionados por su tenencia.
A. Gormaz R.265
El pago debe ser total como consecuencia de la indivisibilidad de la prenda.
El acreedor que recibe un pago parcial no está obligado a restituir una parte
proporcionada de la cosa o cosas empeñadas, aunque éstas sean susceptibles de
división. Tiene derecho para retener la prenda por insignificante que sea la parte insoluta
de su crédito.
Derecho de persecución.
El acreedor prendario, dueño del derecho real de prenda, puede reivindicarlo.
El artículo 891 establece que “los otros derechos legales pueden
reivindicarse como el dominio; excepto el derecho de herencia”.
Por medio de la acción reivindicatoria el acreedor prendario pretenderá
recobrar la posesión del derecho de prenda. Como no se concibe que el acreedor pueda
poseer este derecho si no a condición de que detente la cosa, la acción reivindicatoria,
prácticamente, persigue recobrar la tenencia de la prenda.
Por este motivo, el artículo 2393 dice simplemente: “si el acreedor pierde la
tenencia de la prenda, tendrá acción para recobrarla, contra toda persona en cuyo poder
se halle, sin exceptuar al deudor que la ha constituido”.
El derecho de persecución consiste, pues, en la facultad del acreedor prendario de
reclamar la tenencia de la prenda que ha perdido contra toda persona.
Excepción.
El artículo 2393 previene que la acción del acreedor para recobrar la tenencia de la
prenda se ejercita aun contra el propio deudor que la constituyó.
Sin embargo en el ejercicio de este derecho, tiene el acreedor la limitación que
establece el artículo 2393 inciso 2: “Pero el deudor podrá retener la prenda pagando la
totalidad de la deuda para cuya seguridad fue constituida”.
Se comprende que el acreedor carezca de acción para que se le restituya la
tenencia de la prenda si el deudor paga la deuda. El pago extingue la obligación y
extingue la prenda por vía consecuencial.
Derecho de venta
El derecho de venta del acreedor prendario es el derecho que compete a todo
acreedor, referido a la cosa empeñada.
El artículo 2397 establece que el acreedor prendario tendrá derecho de pedir que
la prenda del deudor moroso se venda en pública subasta para que con el producido se le
pague.
La prenda no excluye el derecho de prenda general. La constitución de una prenda
no impide que el acreedor persiga el cumplimiento de la obligación en otros bienes del
deudor. En otros términos no está privado el acreedor del derecho de prenda general.
El artículo 2397 se cuida de advertir que la facultad del acreedor de realizar la
prenda para pagarse con el producto de la realización es sin perjuicio de su derecho para
perseguir la obligación principal por otros medios.
Para perseguir otros bienes del deudor el acreedor dispone de la acción personal
que deriva de la obligación principal; para realizar la prenda, dispone de la acción
prendaría.
Para pagarse con bienes no empeñados el acreedor no goza de preferencia,
mientras que está dotado de un privilegio para hacerse pago con el producto de la venta
de la prenda.
A. Gormaz R.266
La venta de los bienes empeñados de acuerdo con el artículo 2397 debe hacerse
en pública subasta.
Derecho de preferencia
La prenda otorga al acreedor prendario la ventaja de pagarse de su crédito con el
producto de la realización de la prenda con preferencia a otros acreedores.
De este modo se rompe el favor del acreedor prendario el principio de la igualdad
de los acreedores. Si el valor de la prenda, descontado los gastos de su realización es
igual al monto de su crédito tiene la certeza de que será pagado.
A. Gormaz R.267
La prenda confiere un privilegio de segunda clase con arreglo al artículo 2474 Nº3.
El privilegio es especial, por lo tanto, gravita exclusivamente sobre la prenda. De
ello se sigue como consecuencia:
a) Que el acreedor no goza de preferencia cuando persigue otros bienes del
deudor; y
b) Que si el producto de la prenda no basta para satisfacer el crédito
prendario por el saldo insoluto no goza de preferencia.
Extinción de la prenda
A. Gormaz R.268
Se extingue igualmente la prenda cuando en virtud de una condición resolutoria se
pierde el dominio que el que dio la cosa en prenda tenia sobre ella.
El principio resoluto jure dantis resolvitur jus accipientis no tiene atenuantes en la
prenda. La extinción del derecho del constituyente extingue la prenda, sin consideración a
la buena o mala fe del acreedor prendario. En suma, es inaplicable a la prenda la regla del
artículo 1490.
La buen fe del acreedor no le pone a cubierto de las resultas de la resolución del
derecho del constituyente.
Pero el artículo 2406 establece que el acreedor de buena fe tendrá contra el
deudor que no le hizo saber la condición el mismo derecho que en el caso del artículo
2391.
El acreedor puede pedir, en consecuencia, que se le otorgue otra prenda, que se
de otra caución equivalente, en defecto de ambas cosas, demandar el cumplimiento de la
obligación, aunque no sea de plazo vencido (opera la caducidad del plazo)
Prendas especiales
Además de la Prenda del Código Civil, existen otras prendas regidas por leyes
especiales, las que se parecen a la hipoteca, porque la prenda queda en poder del
constituyente. Son las denominadas prendas especiales sin desplazamiento, que se
llaman así precisamente porque no hay desplazamiento de la cosa de manos del
constituyente a manos del acreedor. Por ejemplo tenemos:
La Prenda Agraria
La Prenda Industrial
. La Prenda sin Desplazamiento
Prendas de Títulos de Créditos, las cuales tienen desplazamiento, porque si el
título de crédito es al portador, se entrega el título de crédito.
Son prendas que tienen características especiales, porque estas prendas sirven
para garantizar créditos especiales y recaen sobre cosas especificas.
Ej.: La Prenda Agraria: Se garantiza un préstamo con una cosecha.
En estos casos el constituyente de la prenda tiene algunas restricciones para no
burlar los derechos del acreedor, como ser, no puede enajenar la prenda. Estas leyes
especiales incluso establecen figuras delictivas propias para garantizar los derechos del
acreedor.
A. Gormaz R.269
prenda Agraria que lleva el Conservador de Bines Raíces de cada departamento (artículo
5º de la Ley Nº4097)
La inscripción debe efectuarse en el departamento en que se hallen los bienes
empeñados, y si éstos corresponden a varios departamentos deberá hacerse en los
registros de cada uno de ellos (artículo 6º de la Ley Nº4097).
b) La prenda industrial se constituye de análoga manera. Requiere escritura
pública o instrumento privado en que un notario autorizará la firma de los contratantes,
con expresión de la fecha.
La prenda se inscribirá, además en el Registro Especial de Prenda Industrial del
Conservador de Bienes Raíces del departamento
c) La prenda de muebles vendidos a plazo debe constituirse por escritura
pública o instrumento privado autorizado por el notario u oficial del Registro Civil. Los
contratos de compraventa y de prenda deben celebrarse conjuntamente.
El derecho real de prenda se adquiere y conserva por la inscripción del contrato en
el Registro Especial de prenda del departamento en que se celebra el contrato (artículo 2
de la Ley Nº4702).
d) La prenda de valores mobiliarios a favor de los bancos se constituye de
diversa manera, según la naturaleza de tales valores.
1) Los valores al portador se constituyen en prenda por la simple entrega al
banco; los valores entregados se presumen dados en prenda, a menos que conste
expresamente que han sido entregados con un objeto diverso.
2) Los créditos a la orden se constituyen en prenda por medio de endoso, con
la expresión “valor en garantía” u otra equivalente, sin necesidad de notificación del
deudor.
3) La prenda de acción nominativa de sociedades anónimas o en comandita
se constituye por escritura pública o privada, notificándose por un ministro de fe a la
respectiva sociedad, para los efectos del artículo 2389 del código Civil.
e) La prenda de mercaderías depositadas en los almacenes generales de
depósito se efectúa por el endoso del vale o certificado de prenda.
El primer endoso del vale de prenda debe anotarse en el registro que lleva el
almacén y de este acto se tomara razón en el mismo vale.
Pluralidad de prendas.
En la prenda común no hay posibilidad de constituir varias prendas sobre los
mismos bienes; la cosa entregada a un acreedor no puede entregarse a otro u otros.
Por lo mismo, no puede plantearse el problema de la forma, concurren al pago los
varios acreedores prendarios cuyos créditos caucionan una misma prenda.
No ocurre lo mismo en las prendas sin desplazamiento. La constitución de varias
prendas es material y jurídicamente posible.
Solamente la Ley Nº5687, sobre Prenda Industrial prevé expresamente la forma
como concurren los varios acreedores prendarios y hacen aplicable la regla que, para la
hipoteca, señala el artículo2477. Las prendas prefieren según las fechas de sus
inscripciones en el registro Especial de Prenda Industrial.
A. Gormaz R.270
Nada dice el legislador, en cambio, al ocuparse de la prenda agraria. Forzoso es
concluir que los varios acreedores concurren a prorrata por que las preferencias son de
derecho estricto y la norma general es la igualdad de los acreedores.
Es menester tener presente que el deudor no puede constituir nuevas prendas sin
el consentimiento del acreedor (artículo 16 de la Ley Nº4097). La misma regla rige para la
prenda de las compraventas a plazo (artículo 10 de la Ley Nº4702).
A. Gormaz R.271
El endoso debe contener la fecha, el nombre, domicilio y firma del endosante y del
endosatario, ser autorizado por un notario u oficial del Registro Civil y anotarse en el
Registro de prenda Agraria.
b) El derecho del acreedor, en la prenda industrial, se transfiere de la misma
manera (artículo 29 de la Ley Nº5687).
c) El artículo 5 de la Ley Nº4702 establece que es transferible por endoso el
derecho de prenda “si el crédito fuere a la orden”.
La disposición resulta inaplicable porque el crédito por el saldo de precio de una
compraventa es nominativo y no podrá ser jamás a la orden.
d) El derecho de prenda de mercaderías depositadas en almacenes warrants
se efectúa por el endoso del vale de prenda.
Prenda comercial.
La prenda mercantil se encuentra reglamentada en los artículos 813 y siguientes
del Código de Comercio. Como la prenda civil, se perfecciona por la entrega de la cosa.
Pero la prenda mercantil no es oponible a terceros si no consta por escrito; este
requisito es necesario para la oponibilidad a lo terceros del privilegio del acreedor
prendario.
En efecto, el artículo 815 del Código de Comercio exige, para que el acreedor
prendario goce del privilegio, en concurrencia con otros acreedores.
a) Que el contrato de prenda se otorgado por escritura pública o instrumento
privado protocolizado; y
b) Que el instrumento exprese la suma de la deuda y la especie y naturaleza
de las cosas empeñadas o que lleve anexa una descripción de su calidad, peso y medida.
Si la prenda recae sobre créditos, es menester, además que se notifique al deudor
conforme al artículo 2389 (artículo 816 del C. de Comercio).
La regla es aplicable a la prenda de créditos nominativos. Los créditos a la orden
(letras de cambio, pagarés a la orden) se constituyen en prenda mediante endoso que
llevará la expresión “valor en garantía” u otra equivalente (artículos 655 y 660 del C. De
Comercio).
A. Gormaz R.272
A. Gormaz R.273