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A través de las Escrituras vemos que los autores del Nuevo Testamento usan frases
para referirse a ellos como “siervo de Dios”, “siervo del Señor” y “siervo de
Jesucristo” alternativamente.
No sólo los apóstoles son llamados a ser siervos de Dios y de Jesucristo, todos los
cristianos somos llamados a ser siervos de Dios. En Romanos 6:22, el apóstol Pablo
nos dice que los cristianos hemos sido liberados del pecado y hechos siervos de
Dios. El apóstol Pedro nos insta, en su primera epístola a que vivamos como libres,
pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino
como siervos de Dios (1 P. 2:16). Ser siervo y ser libre al mismo tiempo, interesante
el concepto.
Al usar este término para describirse, los apóstoles están expresando su absoluta
devoción y sujeción a Cristo, están expresando su actitud de absoluta obediencia
hacia Cristo, algo a lo que no sólo los apóstoles fueron llamados,
reitero, sino todos los que somos de Cristo. Es esa obediencia incondicional
la que nos va habilitar para ser siervos efectivos.
Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud
Esa obediencia comienza en nuestras vidas cuando renunciamos a otros “señores”,
nos identificamos con Cristo, descubrimos en la Escritura cuál es su voluntad,
vivimos de acuerdo a ella, y conscientemente nos alejamos de intereses que
son contrarios a la voluntad de Dios, aún y cuando estos intereses (gustos,
hábitos, preferencias o tendencias) hayan sido importantes para nosotros en el
pasado. Escuchemos a Pablo exhortando a los romanos a vivir esa vida de
obediencia que Cristo demanda de nosotros:
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis
vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto
racional [lo que corresponde]. No os conforméis a este siglo, sino transformaos
por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál
sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Romanos 12:1-2
Basados en estos versos y los que siguen del capítulo 12 de la carta a los Romanos,
cuyo comentario omitimos en esta entrega, pasamos ahora a detallar ciertos
principios elementales en la vida del siervo de Dios.
El apóstol Pablo nos da mandamiento en Gálatas 6:10 para que “hagamos bien a
todos, y mayormente a los de la familia de la fe”. ¿Cómo podremos hacer bien a la
familia de la fe, si nos reunimos con ella? No hay forma de escaparse a este
razonamiento.
La analogía con el cuerpo humano usada por Pablo En Romanos 12 ilustrar este
punto en forma maestral. Somos llamados a estar unidos formando un cuerpo,
Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud
porque Cristo ha fundado una sociedad (una asociación) y establecido una unión
entre sus discípulos, lo mismo que sucede entre los miembros de un cuerpo
humano.
¡Qué diferencia con nosotros en el día de hoy ! ¡Qué insoportables que somos,
consumidos por una preocupación, un temor, una necesidad … bendíceme,
bendíceme, bendíceme … somos esponjas absorbiendo constantemente.
Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud
Dios ha dado a cada uno de nosotros dones o habilidades, algo que el cuerpo de
Cristo necesita. Es Dios Espíritu Santo el que distribuye los dones: “Pero todas
estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular
como el quiere” (1 Co. 12:11). ¿Con qué propósito? Respuesta: “perfeccionar a los
santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef.
4:12), y además para la organización en la Iglesia. Sí, ya sé, la iglesia es un
organismo, pero también es una organización (a nivel de la iglesia local). Cuando
el organismo no está organizado se enferma o se muere.
Romanos 12:6 y pasaje circundante nos enseña que cada uno de nosotros debe
administrar su don (o dones) de acuerdo a la gracia que nos es dada sin mezclarse
en lo que concierne a otros: tampoco debemos desear hacerlo todo, sino que
debemos contentarnos con lo que Dios nos ha dado y no debemos usurpar la labor
de los demás. Esta es la raíz de los problemas en muchas iglesias, donde los
pastores u otros líderes quieren estar en todo, sin perderse detalle, y queriendo
tener la última palabra. Cuando eso sucede vamos a tener un desastre de mayores
proporciones.
Entonces, recordemos que somos miembros los unos de los otros, nos
pertenecemos, y cuando uno no cumple con su función o quiere cumplir con las
funciones de los demás, todo el cuerpo sufre. Hoy en día el cuerpo de Cristo sufre
tremendamente porque carga sobre sus hombros un número sin precedentes de
miembros que están atrofiados.
A modo de aclaración digamos que usted no tiene que saber cuál es su don para
comenzar a servir a Cristo. Por si acaso alguno de nosotros tiene dificultad para
identificar sus dones, es un alivio saber que no es necesario primero identificar el
don o los dones. Quiere decir que no tener claridad al respecto no puede servir de
excusa para no ponerse a trabajar para Cristo. Hay gente que lleva años tratando de
descubrir sus dones o van a la tumba sin haberlos descubierto. ¿Por qué? Porque
nunca se han puesto a trabajar.
Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud
Principio # 4 - Servir no es algo que usted hace por Dios, es algo que
Dios hace a través de usted.
Este es un principio que muchos de nosotros debemos tener presente todo el
tiempo, debido a que tenemos tendencia a creer que somos suficientes en nosotros
mismos para la tarea. Cuando llegamos a pensar de esa manera es cuando dejamos
de servir a Dios en el Espíritu porque nos desconectamos de él.
“no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de
nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios”(2 Co. 3:5)
Esta es la actitud y la perspectiva que debemos mantener. Traigamos a un antiguo
amigo a la memoria. Nabucodonosor tiene un sueño pero se le olvida. Preocupado
en extremo, llama a los sabios de la época, les pide que le reconstruyan el sueño y
luego se lo interpreten. Nadie puede hacerlo. Nabucodonosor, que no era muy
democrático, ordena la muerte de todos los sabios de Babilonia. Daniel pide tiempo
al rey para poder interpretar el sueño y Dios se lo revela en visión. Ahora
observemos las palabras de Daniel frente al rey:
Enseñanza:
¿Usted piensa que puede hacerlo?¿Piensa que está capacitado para hacerlo?¿Que
tiene el carisma y personalidad para hacerlo? Dios le va decir: “No te necesito,
gracias”. Extraña forma de evaluar, ¿verdad?
Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud
Por otra parte, ¿Piensa que no puede? ¿Que es incompetente, insignificante,
inadecuado? ¡Atención! Dios puede estar a punto de poner su mano sobre usted
para colmarlo con un ministerio como nunca imaginó. ¿Por qué? Porque todo
ministerio es para la Gloria de Dios, no la nuestra.
¿Busca gloria para usted? ¿Quiere ser predicador? Dios dice: “Lo siento, no estoy
llamando predicadores esta semana”. ¿Quiere ser un héroe de la fe? La respuesta es
“Estoy buscando obreros anónimos”. ¿Ministro de alabanza? Lo siento, necesito un
encargado del equipo de sonido. ¿Quiere ser conferencista, viajar por diferentes
lugares? Lo lamento, quiero que vayas de misionero al altiplano Boyacense.
Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud
Déjenme ser franco para terminar. Hay dos formas de presentarse en el cielo:
1) 2 Juan 8 dice: “Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de
vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo”. (esto es para los que se
quedan a medio camino, o simplemente no dan el 100%). A su vez, 1 Juan 2:28
expresa: “Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste,
tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados”.
2) Pedro, luego de instarnos a vivir la vida cristiana nos dice en 2 P.1:10-11: “Por lo
cual, hermanos, tanto más procurad hacer firmes vuestra vocación (llamado) y
elección: porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera
os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y
Salvador Jesucristo”.
El siervo de Dios es aquella persona que está dispuesta a:
* hacer lo que Dios pida
* cuando El lo pida
* donde El lo pida
* no importa lo que El pida
Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud