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CR ISTI A NAS
C U LT U R A
Carta y Comentarios
DE
R EVISTA
JULIO 2013
HUMANITAS
Revista de Antropología y Cultura Cristianas
Publicación trimestral de la
Pontificia Universidad Católica de Chile
DIRECTOR
Jaime Antúnez Aldunate
COMITÉ EDITORIAL
Hernán Corral Talciani
Samuel Fernández Eyzaguirre
Gabriel Guarda, O.S.B.
René Millar Carvacho
Pedro Morandé Court
Ricardo Riesco Jaramillo
Francisco Rosende Ramírez
Juan de Dios Vial Correa
Juan de Dios Vial Larraín
Arturo Yrarrázaval Covarrubias
SECRETARIA DE REDACCIÓN
Marta Irarrázaval Zegers
Texto y comentarios
(1995)
Prefacio
S.E. Mons. Tarcisio Bertone
Introducción
S. EM. Cardenal Joseph Ratzinger
Comentarios
Bonifacio Honings, Bartholomew Kiely, Maurice Gilbert,
Ignacio Carrasco de Paula, Gianfrancesco Zuanazzi
CUADERNO HUMANITAS 28
Publicado con autorización de la Congregación para la Doctrina de la Fe
y Librería Editrice Vaticana
Índice
Prefacio (S. E. Mons. Tarcisio Bertone) 7
Ocasión y actualidad 9
Contenidos esenciales 14
COMENTARIOS
1. Introducción 40
H
7
Por último, se presentan “Algunas consideraciones sobre la res-
puesta a proyectos de ley sobre la no discriminación con las personas
homosexuales”, que la Congregación para la Doctrina de Fe envió
a los Obispos de los Estados Unidos de América en 1992. En estas
consideraciones, se retoman las afirmaciones fundamentales de la
Carta de 1986 y se aplican a algunos casos concretos.
Hago votos por que la publicación de este complemento pueda ser
útil para todos los que se ocupan de estos problemas y en particular
para aquellos que están comprometidos en el delicado sector de la
atención pastoral a las personas homosexuales.
TARCISIO BERTONE
Secretario de la Sagrada Congregación
para la Doctrina de la Fe (1995)
H
8
Introducción
Ocasión y actualidad
H 9
2. La Congregación para la Doctrina de la Fe procuró ya en 1975
dar una respuesta a este desarrollo con la Declaración “Persona
humana”: en el párrafo 8 de la misma se consideran los resultados
seguros de las ciencias y se alude a las distintas formas de homo-
sexualidad. Al mismo tiempo se subraya que es preciso prestar
atención con comprensión sobre todo a las personas con cierta pre-
disposición a la homosexualidad y debe juzgarse su culpabilidad
con prudencia; pero esto no significa que los actos homosexuales
como tales deban aprobarse. En la Sagrada Escritura, por el con-
trario, estos se presentan como “graves depravaciones”, como “la
funesta consecuencia de un rechazo de Dios”. De acuerdo con el
orden moral objetivo, dichos actos “carecen de una norma esencial e
indispensable” y por lo tanto son “intrínsecamente desordenados”.
En el debate posterior a la publicación de esta
(…) Sin pretender negar
la pluralidad de causas de Declaración, los fragmentos que invitaban a una
este fenómeno, se puede actitud de comprensión en relación con las personas
decir que en la raíz del con inclinaciones homosexuales se interpretaron a
mismo se encuentra una
menudo unilateralmente, como si la Iglesia efectiva-
“nueva” comprensión
totalmente transformada de mente hubiese calificado los actos homosexuales como
la sexualidad humana. pecaminosos, pero juzgando la inclinación específica
de estas personas como indiferente o incluso buena.
En algunos países aumentó además el influjo de los llamados
“grupos de presión”, que deseaban y desean modificar la opinión
pública: la homosexualidad debería considerarse una forma normal
de sexualidad humana. No podría impedirse a las personas con esta
inclinación el ejercicio de su sexualidad; por el contrario, ellas ten-
drían derecho a esto y deberían equipararse fundamentalmente con
las personas con inclinaciones heterosexuales, incluyendo al derecho
a contraer matrimonio y adoptar niños. Quienes manifiestan críticas
o reservas estarían discriminando contra las personas homosexuales
y lesionando sus derechos fundamentales. Con estas y otras tácticas
parecidas, debería ejercerse presión sobre la Iglesia Católica de tal
manera que esta revise su juicio sobre la homosexualidad.
H
10
3. Sin embargo, ya a partir de los efectos sociales inmediatos,
las prácticas homosexuales provocan problemas graves. Pensemos,
por ejemplo, en las consecuencias de la promiscuidad practicada
por muchas personas homosexuales o en la propagación del sida y
otras enfermedades sexuales, que en muchos países se transmiten
predominantemente en el ambiente de personas homosexuales.
El verdadero problema, que está en la raíz de los antedichos mo-
vimientos y corrientes de pensamiento, parece con todo ser aún
más profundo. En el contexto de esta introducción, solo puede ser
bosquejado.
No por azar la difusión y la creciente aceptación social de la ho-
mosexualidad van acompañadas de una grave crisis en el ámbito del
matrimonio y de la familia, con una mentalidad hostil
La “revolución sexual”
a la vida ampliamente difundida y con una espantosa
desencadenada en los años
libertad sexual. Sin pretender negar la pluralidad de 60 quería “liberar” a la
causas de este fenómeno, se puede decir que en la raíz sexualidad humana de la
del mismo se encuentra una “nueva” comprensión camisa de fuerza de la moral
totalmente transformada de la sexualidad humana. tradicional. Comenzó a
constituir los elogios de la
La “revolución sexual” desencadenada en los años
sexualidad como mero bien de
60 quería “liberar” a la sexualidad humana de la camisa consumo y medio para alcanzar
de fuerza de la moral tradicional. Comenzó a consti- el placer. (…)
tuir los elogios de la sexualidad como mero bien de
consumo y medio para alcanzar el placer. Se hizo propaganda de la
satisfacción del impulso sexual como camino a la felicidad y al ver-
dadero desarrollo de la personalidad. Valores como el autocontrol y
la castidad fueron cada vez menos aceptados. Muchos consideraban
la continencia sexual como no natural e imposible de vivir. Otros
a su vez procuraban traspasar la sexualidad humana totalmente al
ámbito de lo “privado” y lo “subjetivo”: si dos personas se amaban
mutuamente y deseaban expresar esto en el lenguaje del amor, ¿por
qué debían impedírselo?
En lo sucesivo, el ejercicio de la sexualidad se separó cada vez
más del matrimonio y –sobre todo con la difusión mundial de los
H 11
medios contraconceptivos– de la procreación. Se afirmó que la “vie-
ja” comprensión de la sexualidad correspondía a otra cultura, que
con el transcurso del tiempo se había transformado. También las
afirmaciones bíblicas debían considerarse en el contexto del tiempo
y de la situación de ese momento y no podían entenderse como
verdades morales “atemporales”. Eso era válido especialmente
para los pasajes en que la Biblia habla de prácticas homosexuales.
Se abandonó el argumento tradicional según el cual el compor-
tamiento sexual sería inmoral si está en contradicción con la “na-
turaleza” del hombre. Lo que es “natural” o “no natural” siempre
dependería también de la respectiva cultura y de la sensibilidad
subjetiva de un pueblo. Y además la homosexualidad
(…) Se hizo propaganda podría encontrarse en todas partes en la naturaleza.
de la satisfacción del
Muchos señalaban las diversas formas anormales de
impulso sexual como
camino a la felicidad y al la sexualidad, incluyendo la homosexualidad, como
verdadero desarrollo de meras “variantes” de la naturaleza, que deberían
la personalidad. Valores aceptarse y aprobarse: así como habría personas con
como el autocontrol y la la piel de color negro, blanco o rojo, o como algunos
castidad fueron cada vez
usarían la mano derecha y otros la mano izquierda,
menos aceptados. Muchos
consideraban la continencia del mismo modo muchos tendrían una disposición
sexual como no natural e al amor heterosexual y otros una disposición al amor
imposible de vivir. homosexual.
Detrás de estas ideas y otras análogas se oculta un
problema central de la moralidad: ¿cuál es la naturaleza de la sexua-
lidad humana? O más en general: ¿cuál es la naturaleza del hombre?
¿Y cuándo corresponde un acto a esta naturaleza? Si el concepto
de naturaleza, como en los enfoques anteriormente mencionados,
se entiende únicamente de manera físico-empírica, de hecho no
es posible llegar a un juicio unívoco, que trascienda las diversas
culturas, sobre el valor moral de un acto. El concepto de naturaleza
subyacente en toda la tradición y también en los pronunciamientos
magisteriales de la Iglesia (ver Veritatis splendor, nn. 46-53) no es sin
embargo de carácter físico, sino metafísico: un acto se considera y
H
12
se ha considerado natural cuando está en armonía con la esencia
del hombre, con su ser como deseado por Dios. A partir de este ser,
que resplandece en el orden de la creación –y es reforzado por la
revelación–, la razón puede deducir el imperativo del deber, sobre
todo si está iluminada por la fe. En la naturaleza, es decir, en la
creación, el hombre puede reconocer un “Logos”, un sentido y un
fin, que lo conduce a la verdadera autorrealización y a su felicidad,
y que en último término está basado en la voluntad de Dios.
Es preciso buscar una de las causas principales de la crisis moral
de nuestros días en la pérdida de este concepto metafísico de la
naturaleza, que va unida a un abandono casi total de la teología de
la creación. Si de hecho el deber humano ya no se visualiza anclado
en el ser y por consiguiente en la sabiduría del Crea-
Se afirmó que la “vieja”
dor, solo queda como alternativa que provenga de la
comprensión de la
sabiduría humana; pero entonces es obra del hombre, sexualidad correspondía
sometido a la mutación del tiempo, susceptible de re- a otra cultura, que con
modelación y manipulable, de manera que en último el transcurso del tiempo
se había transformado.
término la mayoría decide sobre el bien y el mal, y los
También las afirmaciones
“grupos de presión”, que saben guiar la opinión de la bíblicas debían
masa, tienen grandes perspectivas de éxito. considerarse en el contexto
del tiempo (…)
4. La Iglesia no puede dar respuesta en un pro-
nunciamiento magisterial a todas las cuestiones de fondo antes
mencionadas. Sin embargo, por cuanto cada vez más se difundían
modos de pensar que ponían en tela de juicio la sana doctrina sobre
la homosexualidad y hacían más difícil la atención pastoral a las
personas homosexuales, la Congregación para la Doctrina de la Fe
publicó el día primero de octubre de 1986, con aprobación del Papa
Juan Pablo II, la Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la
atención pastoral a las personas homosexuales.
En los años posteriores a la publicación de esta Carta, no dis-
minuyó el influjo de las corrientes anteriormente aludidas. En la
opinión pública, el comportamiento homosexual parece estar ya
H 13
substancialmente aceptado. La presión de algunos grupos, que pi-
den la equiparación jurídica de las formas de vida homosexual con
la forma tradicional del matrimonio, se vuelve cada vez mayor en
diversos Estados, sobre todo en los Estados Unidos de América y en
Europa. Semejantes tentativas muestran la actualidad de esta Carta.
Contenidos esenciales
H14
trascendente: como persona “que, en sus dimensiones espiritual
y corpórea, ha sido creada por Dios y, por su gracia, llamada a
ser heredera de la vida eterna” (n. 2). Si una visión clasificase a
las personas únicamente sobre la base de su orientación sexual,
no respetaría plenamente la verdad de la persona humana, de su
libertad fundamental (ver n. 11) y de su vocación trascendente (ver
n. 16). Por este motivo, el Documento nunca habla simplemente de
homosexuales, sino siempre de personas homosexuales.
Por cuanto una pastoral para el bien de las personas homosexua-
les debe siempre partir de la verdad, en el primer capítulo (nn. 3-7)
de la Carta se considera la doctrina de la Iglesia en relación con la
homosexualidad. En continuidad con la Declaración “Persona hu-
mana”, que califica los actos homosexuales como “intrínsecamente
desordenados”, pero al mismo tiempo ha invitado a
cierta comprensión de las personas con predisposi- Detrás de estas ideas y otras
ciones homosexuales, en esta Carta se aclara que la análogas se oculta un problema
central de la moralidad: ¿cuál
particular inclinación de estas personas “en sí no es
es la naturaleza de la sexualidad
pecado”. Sin embargo, dicha inclinación constituye humana? O más en general:
una tendencia, más o menos fuerte, hacia un com- ¿cuál es la naturaleza del
portamiento intrínsecamente malo desde el punto de hombre?
vista moral y por lo tanto debe ser considerada como
“objetivamente desordenada” (n. 3).
Este juicio está reforzado por una serie de afirmaciones bíblicas.
Si bien las Escrituras tanto del Antiguo como del Nuevo Testamen-
to se redactaron en distintas épocas y culturas, en ellas se alude a
los actos homosexuales con interior continuidad como una grave
desviación en relación con el plan del Creador para el hombre (ver
nn. 4-6). Desde el punto de vista teológico moral, la actividad ho-
mosexual debe considerarse contraria a la esencia de la sexualidad
humana: está en contradicción tanto con el significado unitivo como
con el significado procreativo de la sexualidad humana; impide la
propia realización y felicidad porque “es contraria a la sabiduría
creadora de Dios” (n. 7).
H 15
2. Por consiguiente, la Iglesia no puede aprobar grupos y movi-
mientos que se oponen a la atención a las personas homosexuales
basada en la verdad (ver nn. 8-9) y con métodos de propaganda
engañosos procuran que aquella abandone su doctrina consolidada.
La Iglesia está convencida de que dicha doctrina no perjudica a las
personas homosexuales, sino por el contrario las defiende de las
consecuencias devastadoras de grupos que atropellan su dignidad
humana.
La Iglesia sabe también que de este modo no solo defiende contra
graves peligros el bien de las personas interesadas, sino también
de la sociedad y ante todo del matrimonio y de la familia. Así, los
movimientos que no reconocen la doctrina de la Iglesia, la despojan
de contenido o la combaten directamente, no pueden ser apoyados
por los católicos (ver nn. 14, 17).
H
16
los cuales los pastores de almas pueden reforzar a estas personas
en el camino de la virtud y protegerlas del aislamiento: “mediante
los sacramentos y en particular a través de la frecuente y sincera
confesión sacramental, mediante la oración, el testimonio, el consejo
y la atención individual” (ver n. 15).
Por último, se invita a los pastores a favorecer en la pastoral in-
tervenciones apropiadas para las personas homosexuales, a solicitar
la colaboración de teólogos con sentido eclesial y eventualmente
también de expertos en las diversas ciencias humanas, a preocuparse
por una pastoral seria y adecuada en este delicado sector y a velar
en el ámbito de la legislación civil por la defensa y la promoción
de la vida de la familia (ver n. 17).
Los contenidos esenciales de la Carta fueron retomados en el
“Catecismo de la Iglesia Católica” (nn. 2357-2359). La Iglesia está
convencida de que con su enseñanza y su compromiso pastoral no
solo cuida el precioso bien de la revelación y lo defiende contra
corrientes erróneas, sino también contribuye al bien humano y espi-
ritual de las personas homosexuales y a la integridad de la sociedad.
H
17
Carta sobre la Atención pastoral
a las personas homosexuales
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1. E l problema de la homosexualidad y del juicio ético En la actualidad un número
sobre los actos homosexuales se ha convertido cada vez más cada vez más grande de
en objeto de debate público, incluso en ambientes católicos. En personas, aun dentro de la
esta discusión frecuentemente se proponen argumentaciones Iglesia, ejercen una fortísima
y se expresan posiciones no conformes con la enseñanza de la presión para llevarla
Iglesia Católica, que suscitan una justa preocupación en todos
a aceptar la condición
aquellos que están comprometidos en el ministerio pastoral. Por
homosexual, como si no fuera
consiguiente, esta Congregación ha considerado el problema
desordenada, y a legitimar los
tan grave y difundido, que justifica la presente Carta, dirigida
a todos los Obispos de la Iglesia Católica, sobre la atención actos homosexuales. Quienes
pastoral a las personas homosexuales. dentro de la comunidad de
fe incitan en esta dirección
2. En esta sede, naturalmente, no se puede afrontar un tienen a menudo estrechos
desarrollo exhaustivo de tan complejo problema; la atención se vínculos con los que obran
concentrará más bien en el contexto específico de la perspec- fuera de ella. (…)
tiva moral católica. Esta encuentra apoyo también en seguros
resultados de las ciencias humanas, las cuales, a su vez, tienen un objeto y un
método propio, que gozan de legítima autonomía.
La posición de la moral católica está fundada sobre la razón humana
iluminada por la fe y guiada conscientemente por el intento de hacer la
voluntad de Dios, nuestro Padre. De este modo la Iglesia está en condición
no solo de poder aprender de los descubrimientos científicos, sino también
de trascender su horizonte; ella está segura de que su visión más completa
respeta la compleja realidad de la persona humana que, en sus dimensiones
espiritual y corpórea, ha sido creada por Dios y, por su gracia, llamada a ser
heredera de la vida eterna.
Solo dentro de este contexto, por consiguiente, se puede comprender con
claridad en qué sentido el fenómeno de la homosexualidad, con sus múltiples
dimensiones y con sus efectos sobre la sociedad y sobre la vida eclesial, es un
problema que concierne propiamente a la preocupación pastoral de la Iglesia.
Por lo tanto se requiere de sus ministros un estudio atento, un compromiso
concreto y una reflexión honesta, teológicamente equilibrada.
H 19
(…) Estos grupos externos últimos venían descritos como actos que están privados de
se mueven por una visión su finalidad esencial e indispensable, como «intrínsecamente
opuesta a la verdad sobre la desordenados» y que en ningún caso pueden recibir aprobación
persona humana, que nos (cf. n. 8, par. 4).
ha sido plenamente revelada Sin embargo, en la discusión que siguió a la publicación de
la Declaración, se propusieron unas interpretaciones excesiva-
en el misterio de Cristo.
mente benévolas de la condición homosexual misma, hasta el
Aunque no en un modo
punto que alguno se atrevió incluso a definirla indiferente o,
plenamente consciente,
sin más, buena. Es necesario precisar, por el contrario, que la
manifiestan una ideología particular inclinación de la persona homosexual, aunque en sí
materialista que niega la no sea pecado, constituye sin embargo una tendencia, más o
naturaleza trascendente de la menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo
persona humana. desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinación
misma debe ser considerada como objetivamente desordenada.
Quienes se encuentran en esta condición deberían, por tanto, ser objeto de
una particular solicitud pastoral, para que no lleguen a creer que la realiza-
ción concreta de tal tendencia en las relaciones homosexuales es una opción
moralmente aceptable.
5. Es cierto que la literatura bíblica debe a las varias épocas en las que
fue escrita gran parte de sus modelos de pensamiento y de expresión (cf. Dei
Verbum, n. 12). En verdad, la Iglesia de hoy proclama el Evangelio a un mundo
que es muy diferente al antiguo. Por otra parte el mundo en el que fue escrito
el Nuevo Testamento estaba ya notablemente cambiado, por ejemplo, respecto
a la situación en la que se escribieron o se redactaron las Sagradas Escrituras
del pueblo hebreo.
Sin embargo, se debe destacar que, aun en el contexto de esa notable
diversidad, existe una evidente coherencia dentro de las Escrituras mismas
sobre el comportamiento homosexual. Por consiguiente la doctrina de la
Iglesia sobre este punto no se basa solamente en frases aisladas, de las que
se puedan sacar discutibles argumentaciones teológicas, sino más bien en el
sólido fundamento de un constante testimonio bíblico. La actual comunidad
de fe, en ininterrumpida continuidad con las comunidades judías y cristianas
H
20
dentro de las cuales fueron redactadas las antiguas Escrituras, Dentro de la Iglesia se
continúa siendo alimentada por esas mismas Escrituras y por ha formado también una
el Espíritu de verdad del cual ellas son Palabra. Asimismo tendencia, constituida por
es esencial reconocer que los textos sagrados no son com- grupos de presión con diversos
prendidos realmente cuando se interpretan en un modo que nombres y diversa amplitud,
contradice la Tradición viva de la Iglesia. La interpretación de
que intenta acreditarse como
la Escritura, para ser correcta, debe estar en efectivo acuerdo
representante de todas las
con esta Tradición.
personas homosexuales
El Concilio Vaticano II se expresa al respecto de la siguiente
manera: «Es evidente, por tanto, que la Sagrada Tradición, que son católicas. Pero el
la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el hecho es que sus seguidores,
designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos generalmente, son personas
de tal forma que no tienen consistencia el uno sin los otros, que, o ignoran la enseñanza de
y que juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu la Iglesia, o buscan subvertirla
Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas» de alguna manera. (…)
(Dei Verbum, n. 10). A la luz de estas afirmaciones se traza
ahora brevemente la enseñanza bíblica al respecto.
H 21
(…) Se trata de mantener pero colocándose en el nuevo contexto de la confrontación
bajo el amparo del entre el Cristianismo y la sociedad pagana de su tiempo,
catolicismo a personas presenta el comportamiento homosexual como un ejemplo
homosexuales que de la ceguera en la que ha caído la humanidad. Suplantando
la armonía originaria entre el Creador y las creaturas, la gra-
no tienen intención
ve desviación de la idolatría ha conducido a toda suerte de
alguna de abandonar su
excesos en el campo moral. San Pablo encuentra el ejemplo
comportamiento homosexual.
más claro de esta desavenencia precisamente en las relacio-
Una de las tácticas utilizadas nes homosexuales (cf. Rom 1, 18-32). En fin, en continuidad
es la de afirmar, en tono perfecta con la enseñanza bíblica, en el catálogo de aquellos
de protesta, que cualquier que obran en forma contraria a la sana doctrina, vienen
crítica, o reserva en explícitamente mencionados como pecadores aquellos que
relación con las personas efectúan actos homosexuales (cf. 1 Tim 1, 10).
homosexuales, con su
actividad y con su estilo de 7. La Iglesia, obediente al Señor que la ha fundado y
vida, constituye simplemente la ha enriquecido con el don de la vida sacramental, celebra
una forma de injusta en el sacramento del matrimonio el designio divino de la
discriminación. unión del hombre y de la mujer, unión de amor y capaz
de dar vida. Solo en la relación conyugal puede ser moral-
mente recto el uso de la facultad sexual. Por consiguiente,
una persona que se comporta de manera homosexual obra inmoralmente.
Optar por una actividad sexual con una persona del mismo sexo equivale
a anular el rico simbolismo y el significado, para no hablar de los fines,
del designio del Creador en relación con la realidad sexual. La actividad
homosexual no expresa una unión complementaria, capaz de transmitir la
vida, y por lo tanto contradice la vocación a una existencia vivida en esa
forma de auto-donación que, según el Evangelio, es la esencia misma de
la vida cristiana. Esto no significa que las personas homosexuales no sean
a menudo generosas y no se donen a sí mismas, pero cuando se empeñan
en una actividad homosexual refuerzan dentro de ellas una inclinación
sexual desordenada, en sí misma caracterizada por la auto-complacencia.
Como sucede en cualquier otro desorden moral, la actividad homo-
sexual impide la propia realización y felicidad porque es contraria a
la sabiduría creadora de Dios. La Iglesia, cuando rechaza las doctrinas
erróneas en relación con la homosexualidad, no limita sino que más bien
defiende la libertad y la dignidad de la persona, entendidas de modo
realístico y auténtico.
H
22
«Así el deterioro debido al pecado [original] continúa desarrollándose
en la historia de los hombres de Sodoma (cf. Génesis 19, 1-11). No puede haber
duda acerca del juicio moral expresado allí contra las relaciones homosexuales.
En el Levítico 18, 22 y 20, 13, cuando se indican las condiciones necesarias
para pertenecer al pueblo elegido, el autor excluye del pueblo de Dios a quienes
tienen un comportamiento homosexual». Grabado de Gustave Doré.
H
23
Como consecuencia se Sin embargo, en la actualidad un número cada vez
afirma que ella, no siendo más grande de personas, aun dentro de la Iglesia, ejercen
verdaderamente libre, obraría una fortísima presión para llevarla a aceptar la condición
sin culpa en estos casos. (…) homosexual, como si no fuera desordenada, y a legitimar
Se debe evitar la presunción los actos homosexuales. Quienes dentro de la comunidad
infundada y humillante de fe incitan en esta dirección tienen a menudo estrechos
de que el comportamiento vínculos con los que obran fuera de ella. Ahora bien, estos
grupos externos se mueven por una visión opuesta a la ver-
homosexual de las personas
dad sobre la persona humana, que nos ha sido plenamente
homosexuales esté siempre y
revelada en el misterio de Cristo. Aunque no en un modo
totalmente sujeto a coacción y
plenamente consciente, manifiestan una ideología mate-
por consiguiente sin culpa. rialista que niega la naturaleza trascendente de la persona
humana, como también la vocación sobrenatural de todo individuo.
Los ministros de la Iglesia deben procurar que las personas homosexuales con-
fiadas a su cuidado no se desvíen por estas opiniones, tan profundamente opuestas
a la enseñanza de la Iglesia. Sin embargo el riesgo es grande y hay muchos que
tratan de crear confusión en relación con la posición de la Iglesia y de aprovechar
esta confusión para sus propios fines.
H
24
de muchísimas personas que no se sienten representadas (…) En realidad también en
por los movimientos pro-homosexuales y de aquellos que las personas con tendencia
podrían estar tentados a creer en su engañosa propaganda. homosexual se debe reconocer
La Iglesia es consciente de que la opinión, según la cual la aquella libertad fundamental
actividad homosexual sería equivalente, o por lo menos que caracteriza a la persona
igualmente aceptable, a la expresión sexual del amor con- humana y le confiere su
yugal, tiene una incidencia directa sobre la concepción que particular dignidad. Como
la sociedad tiene acerca de la naturaleza y de los derechos
en toda conversión del mal,
de la familia, poniéndolos seriamente en peligro.
gracias a esta libertad, el
esfuerzo humano, iluminado
10. Es de deplorar con firmeza que las personas homo-
y sostenido por la gracia de
sexuales hayan sido y sean todavía objeto de expresiones
malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos Dios, podrá permitirles evitar
merecen la condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera la actividad homosexual.
que se verifiquen. Revelan una falta de respeto por los demás,
que lesiona unos principios elementales sobre los que se basa
una sana convivencia civil. La dignidad propia de toda persona siempre debe
ser respetada en las palabras, en las acciones y en las legislaciones.
Sin embargo, la justa reacción a las injusticias cometidas contra las
personas homosexuales de ningún modo puede llevar a la afirmación de
que la condición homosexual no sea desordenada. Cuando tal afirmación
es acogida y, por consiguiente, la actividad homosexual es aceptada como
buena, o también cuando se introduce una legislación civil para proteger
un comportamiento al cual ninguno puede reivindicar derecho alguno,
ni la Iglesia, ni la sociedad en su conjunto deberían luego sorprenderse si
también ganan terreno otras opiniones y prácticas torcidas y si aumentan
los comportamientos irracionales y violentos.
H 25
«San Pablo desarrolla una perspectiva escatológica, dentro de la cual propone
de nuevo la misma doctrina, catalogando también a quien obra como
homosexual entre aquellos que no entrarán en el reino de Dios (cf. 1 Cor 6, 9).
En otro pasaje de su epistolario, presenta el comportamiento homosexual como
un ejemplo de la ceguera en la que ha caído la humanidad». San Pablo por El Greco.
H
26
las personas con tendencia homosexual se debe reconocer La cruz constituye
aquella libertad fundamental que caracteriza a la persona ciertamente una renuncia de
humana y le confiere su particular dignidad. Como en toda sí, pero en el abandono en la
conversión del mal, gracias a esta libertad, el esfuerzo humano, voluntad de aquel Dios que
iluminado y sostenido por la gracia de Dios, podrá permi- de la muerte hace brotar la
tirles evitar la actividad homosexual.
vida y capacita a aquellos
que ponen su confianza en Él
12. ¿Qué debe hacer entonces una persona homosexual
para que puedan practicar la
que busca seguir al Señor? Sustancialmente, estas personas
están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, virtud en cambio del vicio.
uniendo al sacrificio de la cruz del Señor todo sufrimiento
y dificultad que puedan experimentar a causa de su condición. Para el creyente
la cruz es un sacrificio fructuoso, puesto que de esa muerte provienen la vida y
la redención. Aun si toda invitación a llevar la cruz o a entender de este modo el
sufrimiento del cristiano será presumiblemente objeto de mofa por parte de alguno,
se deberá recordar que esta es la vía de la salvación para todos aquellos que son
seguidores de Cristo.
Esto no es otra cosa, en realidad, que la enseñanza del apóstol Pablo a los Gá-
latas, cuando dice que el Espíritu produce en la vida del creyente: «amor, gozo,
paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí»
y aún más: «No podéis pertenecer a Cristo sin crucificar la carne con sus pasiones
y sus deseos» (Gal 5, 22. 24).
Esta invitación, sin embargo, se interpreta mal cuando se la considera solamen-
te como un inútil esfuerzo de auto-renuncia. La cruz constituye ciertamente una
renuncia de sí, pero en el abandono en la voluntad de aquel Dios que de la muerte
hace brotar la vida y capacita a aquellos que ponen su confianza en Él para que
puedan practicar la virtud en cambio del vicio.
El Misterio Pascual se celebra verdaderamente solo si se deja que empape
el tejido de la vida cotidiana. Rechazar el sacrificio de la propia voluntad en la
obediencia a la voluntad del Señor constituye de hecho poner un obstáculo a la
salvación. Así como la Cruz es el centro de la manifestación del amor redentor de
Dios por nosotros en Jesús, así la conformidad de la auto-renuncia de los hombres
y de las mujeres homosexuales con el sacrificio del Señor constituirá para ellos
una fuente de auto-donación que los salvará de una forma de vida que amenaza
continuamente con destruirlos.
Las personas homosexuales, como los demás cristianos, están llamadas a vivir
la castidad. Si se dedican con asiduidad a comprender la naturaleza de la llamada
personal de Dios respecto a ellas, estarán en condición de celebrar más fielmente
el sacramento de la Penitencia y de recibir la gracia del Señor, que se ofrece gene-
rosamente en este sacramento para poderse convertir más plenamente caminando
en el seguimiento a Cristo.
H 27
Al hacer las anteriores 13. Es evidente, además, que una clara y eficaz trans-
consideraciones, esta misión de la doctrina de la Iglesia a todos los fieles y a la
Congregación quiere pedir sociedad en su conjunto depende en gran parte de la correcta
a los Obispos que estén enseñanza y de la fidelidad de quien ejercita el ministerio
particularmente vigilantes pastoral. Los Obispos tienen la responsabilidad particular-
mente grave de preocuparse de que sus colaboradores en
en relación con aquellos
el ministerio, y sobre todo los sacerdotes, estén rectamente
programas que de hecho
informados y personalmente bien dispuestos para comuni-
intentan ejercer una presión
car a todos la doctrina de la Iglesia en su integridad.
sobre la Iglesia para que Es admirable la particular solicitud y la buena voluntad
cambie su doctrina, aunque que demuestran muchos sacerdotes y religiosos en la aten-
a veces se niegue de palabra ción pastoral a las personas homosexuales, y esta Congre-
que sea así. (…) gación espera que no disminuirá. Estos celosos ministros
deben tener la certeza de que están cumpliendo fielmente la
voluntad del Señor cuando estimulan a la persona homosexual a conducir
una vida casta y le recuerdan la dignidad incomparable que Dios ha dado
también a ella.
H
28
Deben ser estimulados aquellos programas en los que se (…) Algunos califican
evitan estos peligros. Pero se debe dejar bien en claro que como « católicas » a sus
todo alejamiento de la enseñanza de la Iglesia, o el silencio organizaciones o a las
acerca de ella, so pretexto de ofrecer un cuidado pastoral, personas a quienes intentan
no constituye una forma de auténtica atención ni de pasto- dirigirse, pero en realidad
ral válida. Solo lo que es verdadero puede finalmente ser
no defienden ni promueven
también pastoral. Cuando no se tiene presente la posición
la enseñanza del Magisterio;
de la Iglesia se impide que los hombres y las mujeres ho-
por el contrario, a veces lo
mosexuales reciban aquella atención que necesitan y a la
que tienen derecho. atacan abiertamente. Aunque
Un auténtico programa pastoral ayudará a las personas sus miembros reivindiquen
homosexuales en todos los niveles de su vida espiritual, me- que quieren conformar su
diante los sacramentos y en particular a través de la frecuente vida con la enseñanza de
y sincera confesión sacramental, mediante la oración, el Jesús, de hecho abandonan
testimonio, el consejo y la atención individual. De este modo la enseñanza de su Iglesia.
la entera comunidad cristiana puede llegar a reconocer su Este comportamiento
vocación a asistir a estos hermanos y hermanas, evitándoles contradictorio de ninguna
ya sea la desilusión, ya sea el aislamiento. manera puede tener el apoyo
de los Obispos.
16. De esta aproximación diversificada se pueden deri-
var muchas ventajas, entre las cuales es no menos importante la constata-
ción de que una persona homosexual, como por lo demás todo ser humano,
tiene una profunda exigencia de ser ayudada contemporáneamente a
distintos niveles.
La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, no puede
ser definida de manera adecuada con una referencia reductiva solo a su
orientación sexual. Cualquier persona que viva sobre la faz de la tierra tiene
problemas y dificultades personales, pero también tiene oportunidades de
crecimiento, recursos, talentos y dones propios. La Iglesia ofrece para la
atención a la persona humana el contexto del que hoy se siente una extre-
ma exigencia, precisamente cuando rechaza el que se considere la persona
puramente como un «heterosexual» o un «homosexual» y cuando subraya
que todos tienen la misma identidad fundamental: el ser creatura y, por
gracia, hijo de Dios, heredero de la vida eterna.
H 29
Se deberá retirar todo apoyo En particular, los Obispos deben procurar sostener con
a cualquier organización que los medios a su disposición el desarrollo de formas especiali-
busque subvertir la enseñanza zadas de atención pastoral para las personas homosexuales.
de la Iglesia, que sea ambigua Esto podría incluir la colaboración de las ciencias psicoló-
respecto a ella o que la gicas, sociológicas y médicas, manteniéndose siempre en
plena fidelidad con la doctrina de la Iglesia.
descuide completamente. Un
Los Obispos, sobre todo, no dejarán de solicitar la co-
apoyo en este sentido, o aun su
laboración de todos los teólogos católicos para que estos,
apariencia, puede dar origen a
enseñando lo que la Iglesia enseña y profundizando con sus
graves malentendidos. reflexiones el significado auténtico de la sexualidad humana
y del matrimonio cristiano en el plan divino, como también
de las virtudes que este comporta, puedan ofrecer una válida ayuda en
este campo específico de la actividad pastoral.
Particular atención deberán tener, pues, los Obispos en la selección de
los ministros encargados de esta delicada tarea, de tal modo que estos, por
su fidelidad al Magisterio y por su elevado grado de madurez espiritual y
psicológica, puedan prestar una ayuda efectiva a las personas homosexua-
les en la consecución de su bien integral. Estos ministros deberán rechazar
las opiniones teológicas que son contrarias a la enseñanza de la Iglesia y
que, por lo tanto, no pueden servir de normas en el campo pastoral.
Será conveniente además promover programas apropiados de cateque-
sis, fundados sobre la verdad concerniente a la sexualidad humana, en su
relación con la vida de la familia, tal como es enseñada por la Iglesia. Tales
programas, en efecto, suministran un óptimo contexto, dentro del cual se
puede tratar también la cuestión de la homosexualidad.
Esta catequesis podrá ayudar asimismo a aquellas familias en las que
se encuentran personas homosexuales, a afrontar un problema que las
toca tan profundamente.
Se deberá retirar todo apoyo a cualquier organización que busque
subvertir la enseñanza de la Iglesia, que sea ambigua respecto a ella
o que la descuide completamente. Un apoyo en este sentido, o aun su
apariencia, puede dar origen a graves malentendidos. Una especial aten-
ción se deberá tener en la práctica de la programación de celebraciones
religiosas o en el uso de edificios pertenecientes a la Iglesia por parte de
estos grupos, incluida la posibilidad de disponer de las escuelas y de
H
30
los institutos católicos de estudios superiores. El permiso El permiso para hacer uso
para hacer uso de una propiedad de la Iglesia les puede pa- de una propiedad de la
recer a algunos solamente un gesto de justicia y caridad, pero Iglesia les puede parecer
en realidad constituye una contradicción con las finalidades a algunos solamente un
mismas para las cuales estas instituciones fueron fundadas gesto de justicia y caridad,
y puede ser fuente de malentendidos y de escándalo.
pero en realidad constituye
Al evaluar eventuales proyectos legislativos, se deberá
una contradicción con las
poner en primer plano el empeño de defender y promover
finalidades mismas para las
la vida de la familia.
cuales estas instituciones
18. El Señor Jesús ha dicho: «Vosotros conoceréis la fueron fundadas y puede ser
verdad y la verdad os hará libres» (Jn 8, 32). La Escritura fuente de malentendidos y
nos manda realizar la verdad en la caridad (cf. Ef 4, 15). Dios de escándalo.
que es a la vez Verdad y Amor llama a la Iglesia a ponerse al
servicio de todo hombre, mujer y niño con la solicitud pastoral del Señor
misericordioso. Con este espíritu la Congregación para la Doctrina de la
Fe ha dirigido esta Carta a Ustedes, Obispos de la Iglesia, con la esperanza
de que les sirva de ayuda en la atención pastoral a personas cuyos sufri-
mientos pueden ser agravados por doctrinas erróneas y ser aliviados en
cambio por la palabra de la verdad.
† Alberto Bovone
Arzob. tit. de Cesárea de Numidia
Secretario
H 31
H
32
Comentarios
H
33
H
34
I. Una carta a favor de la persona
Por Bonifacio Honings O.C.D.
H 35
realidad de la persona humana. La persona homosexual, como
toda persona humana, “en sus dimensiones espiritual y corpórea,
ha sido creada por Dios y, por su gracia, llamada a ser heredera
de la vida eterna” (n. 2).
La persona humana no se puede definir de manera adecuada
con una referencia reductiva solo a su orientación sexual. Por este
motivo, la Carta ofrece el contexto “del que hoy se siente una extre-
ma exigencia para la atención de la persona humana, precisamente
cuando rechaza el que se considere la persona puramente como un
«heterosexual» o un «homosexual» y cuando subraya que todos
tienen la misma identidad fundamental: el ser criatura y, por gracia,
hijo de Dios, heredero de la vida eterna” (n. 16).
Ciertamente, ninguna persona que viva sobre la faz de esta
tierra carece de problemas y dificultades personales de distintos
tipos, que en mayor o menor medida obstaculizan una vida en
conformidad con las exigencias humanas, morales y espirituales
de la dignidad personal. Sin embargo, es igualmente cierto que
cada persona tiene diversas oportunidades de crecimiento, recur-
sos, talentos y dones propios. Así, el hombre tiene capacidad para
conocer y amar a su Creador y ha sido constituido, por encima
de todas las criaturas terrenales, como señor de las mismas, para
gobernarlas y usarlas glorificando a Dios (ver GS 12).
Esto mismo se aplica a la persona homosexual, por lo cual la
Carta de la Congregación deplora “con firmeza que las personas
homosexuales hayan sido y sean todavía objeto de expresiones
malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos merecen
la condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera que se verifi-
quen. Revelan una falta de respeto por los demás, que lesiona los
principios elementales sobre los que se basa una sana convivencia
civil. La dignidad propia de toda persona siempre debe ser respe-
tada en las palabras, en las acciones y en las legislaciones” (n. 10).
Con todo, la Carta de la Congregación no se contenta con esta
denuncia suya, por más que sea firme y “ad rem”, contra toda forma
que ofenda la dignidad de la persona del homosexual. El texto va
mucho más allá y defiende con vigor la dignidad intrínseca misma
de la persona homosexual, y más precisamente su libertad, como
capacidad de realizar la verdad del proyecto de Dios, Creador del
hombre a su imagen y semejanza, como varón y hembra.
Así se expresa textualmente: “De todos modos se debe evitar la
presunción infundada y humillante de que el comportamiento ho-
mosexual de las personas homosexuales esté siempre y totalmente
sujeto a coacción y por consiguiente sin culpa. En realidad, tam-
bién en las personas con tendencia homosexual se debe reconocer
aquella libertad fundamental que caracteriza a la persona humana
H
36
y le confiere su particular dignidad. Como en toda conversión del
mal, gracias a esta libertad, el esfuerzo humano, iluminado y sos-
tenido por la gracia de Dios, podrá permitirles evitar la actividad
homosexual” (n. 11). Precisamente, en defensa de esta característica
fundamental de la dignidad humana, también de la persona homo-
sexual, la Carta no solo no cede ante las presiones por modificar
la Doctrina de la Iglesia Católica sobre la homosexualidad, sino
la ratifica aduciendo sólidos argumentos teológicos y racionales.
H 37
“Quienes se encuentran en esta condición deberían, por tanto, ser
objeto de una particular solicitud pastoral, para que no lleguen a
creer que la realización concreta de tal tendencia en las relaciones
homosexuales es una opción moralmente aceptable” (n. 3). La
inclinación homosexual es de hecho objetivamente desordenada
porque orienta a la persona homosexual hacia una actividad que
anula el rico simbolismo del designio de Dios, que creó al hombre
a su imagen y semejanza, como varón y hembra.
H38
subjetiva a dicho principio normativo. Con esto naturalmente no
se niega que “de hecho, en un caso determinado, pueden haber
existido en el pasado o pueden todavía subsistir circunstancias La persona homosexual
tales que reducen y hasta quitan la culpabilidad del individuo” que desea seguir al Señor
(n. 11). debe unir al sacrificio
De todo lo dicho hasta aquí se desprende que la persona homo- de la cruz de Cristo
sexual que desea seguir al Señor debe unir al sacrificio de la cruz de el sufrimiento y las
Cristo el sufrimiento y las dificultades que pueda experimentar a dificultades que pueda
causa de su condición. Por este motivo, quienes estén a cargo de la experimentar a causa
atención pastoral a las personas homosexuales deben estimularlas de su condición.
“a conducir una vida casta” y a recordar la “dignidad incomparable
que Dios ha dado también a ellas” (n. 13).
H 39
II. Nota psicológica
La atención pastoral a las
personas homosexuales
Por Bartholomew Kiely, S.J.
1. Introducción
H 40
el cual se ha llegado a esta posición sobre la homosexualidad, que
implicaba un notable componente de presión política, es analizado
por Socarides.)2
La posición de este Manual sobre la homosexualidad se basa,
en último análisis, en los presupuestos generales sobre la subjeti- En la psicología
vidad de los valores, y no en una posición puramente científica. contemporánea, quienes
Un sondeo independiente realizado con psiquiatras estadouni- aceptan la objetividad
denses mientras estaba en preparación el Manual, mostró que la de por lo menos algunos
mayoría de ellos seguían considerando la homosexualidad como valores, sobre todo la
una perturbación.3 madurez motivacional
En la psicología contemporánea, quienes aceptan la objeti- y la libertad de
vidad de por lo menos algunos valores, sobre todo la madurez “sobredeterminación”
motivacional y la libertad de “sobredeterminación” (over-deter- (over-determination)
mination) en la motivación y en el comportamiento4, en general en la motivación y en
consideran la homosexualidad como objetivamente un desorden, el comportamiento, en
más precisamente como una estrategia o mecanismo de defensa general consideran
contra problemas más profundos radicados en la persona a raíz la homosexualidad
de su propia historia evolutiva; por ejemplo, Socarides5, Lesse6, como objetivamente un
Barnhouse7, Moberley8 y Bieber & Bieber9. En los párrafos siguien- desorden.
tes, procuraré presentar de manera sintética esta visión más crítica
de la condición homosexual, con algunos de los motivos principa-
les por los cuales la homosexualidad se considera una condición
objetivamente desordenada. Es importante señalar que el término
“desorden” se usa en su sentido psicológico-psiquiátrico y no 2 SOCARIDES C.W., The Sexual Devia-
además en sentido moral. tions and the Diagnostic Manual,
American Journal of Psychotherapy,
32 (178), 414-426.
2. La génesis de la homosexualidad masculina 3 H.L. LIEF, Sexual Survey No. 4:
current thinking on homosexuality,
Medical Aspects of Human Sexuality,
La manera tal vez más fácil de llegar a una comprensión de la 11 (1977), 110-111.
4 Ver SOCARIDES, op. cit., pp. 415-
condición homosexual es considerando su génesis. 418.
La cuestión sobre la posible predisposición biológica a la ho- 5 Op. cit.
6 S. LESSE, Editorial, American Jour-
mosexualidad no está enteramente esclarecida10. Sin embargo, nal of Psychotherapy, 27 (1973),
aun cuando resultare que existe dicha predisposición biológica, 151-154; S. LESSE, Editorial,
American Journal of Psychotherapy,
de eso no se desprendería que la homosexualidad deba conside- 28 (1974), 1-3.
rarse “normal”. Existen, al parecer, predisposiciones biológicas y 7 R.T. BARNHOUSE, Homosexuality: a
psíquica de la persona, durante la cual esta constituye sus proce- structure and evaluation, Theology,
83 (177-184).
sos simbólicos, tiene importancia central en el desarrollo de una 9 I. BIEBER, T.B. BIEBER, Male
orientación homosexual. Homosexuality, Canadian Journal of
Psychiatry, 24 (1979), 409-421.
La investigación más seria y amplia realizada en este campo fue 10 R. GREEN, Homosexuality, en: Com-
recapitulada por Bieber & Bieber en un artículo del año 1979. Se re- prehensive Textbook of Psychiatry,
third edition, ed. Freedman A.M. et
fiere a la homosexualidad masculina, que se ha estudiado más que la al., Williams & Wilkins, Baltimore,
femenina. Las conclusiones de Bieber & Bieber se basan en entrevistas 1980, vol. 2, pp. 1762-1780.
H 41
a más de mil homosexuales masculinos y también en entrevistas a
alrededor de cien parejas de padres con un hijo homosexual.
En la mayoría de los casos (no todos), el hijo homosexual
tenía una relación demasiado íntima con su madre, relación ca-
racterizada por cierta condición erótica algo oculta, prefiriendo la
madre a menudo su hijo a su marido. En cambio, la relación entre
padre e hijo se caracterizaba siempre por una actitud de agresión
y competitividad por parte del padre, a veces de manera oculta,
con más frecuencia abiertamente. Esa relación difícil entre el hijo
y el padre obstaculiza el proceso de maduración psicosexual del
hijo. La tarea del joven, de separarse de la relación infantil con la
madre y establecer en cambio una identificación preferencial con el
padre, resulta ser demasiado difícil. “Un muchacho que se vuelve
homosexual deja la niñez con un profundo odio y temor en rela-
ción con el padre, pero también con un enorme deseo de afecto y
aceptación paternos. Nunca hemos entrevistado a un homosexual
masculino cuyo padre lo amase o estimase abiertamente. Hemos
dicho y escrito repetidamente que si un muchacho goza de una
relación calurosa y favorable con su padre, no llegará a ser homo-
sexual;…mientras no es verdad que el hijo de un padre agresivo
siempre deba llegar a ser homosexual”11. El hecho de no haberse
encontrado excepciones a esta configuración de la relación entre
padre e hijo homosexual en el estudio de más de mil casos da un
peso notable a las conclusiones de estos autores12. Ellos advierten
además que mientras un buen padre puede neutralizar el efecto
de una madre demasiado íntima (cuando existe este problema en
la relación madre-hijo), favoreciendo el crecimiento del hijo hacia
una masculinidad madura, un padre demasiado duro termina en
cambio por reforzar el efecto de la relación patogénica con la madre.
Se comienza a intuir en qué sentido el comportamiento homosexual
puede tener un significado defensivo; así como la sexualidad en
general es una realidad muy plástica, capaz de ser portadora de
muchos significados simbólicos13, también puede expresar el deseo
del afecto paterno, al igual que la agresión hacia el padre.
H 42
mujer. Debe además adquirir suficiente seguridad en la relación
con los hombres, y ante todo con su padre. La realización de estas
tres tareas puede ser defectuosa. La madre tal vez no permite
suficientemente la individuación de la hija. La madre puede trans-
mitir de distintos modos a la hija el mensaje de que ser mujer es
una desgracia y que la relación con un hombre solo es causa de
sufrimiento. El padre puede ser duro y cruel, y crear en la hija un
miedo a los hombres en general. Como consecuencia, la hija, pro-
curando conciliar su propia sexualidad con su miedo al hombre y
con su deseo de seguridad, puede buscar relaciones homosexuales,
usando la homosexualidad como estrategia defensiva de manera
análoga a la del hombre.
El encuentro heterosexual
4. Carácter defensivo de las relaciones homosexuales es entre dos personas
distintas, distintas
Moberley15, analizando la homosexualidad en general, afirma: físicamente y también
“En medio de muchísimos detalles, aparece sugerido un principio psicológicamente, y por lo
constante subyacente: que el homosexual, tanto hombre como mu- tanto complementarias
jer, ha padecido de alguna carencia en la relación con el padre del como hombre y mujer, y las
mismo sexo, y que existe una tendencia correspondiente a remediar diferencias son causa
esta carencia mediante relaciones con personas del mismo sexo, es de alegría. (…)
decir, relaciones homosexuales”16.
En pocas palabras, se puede decir por lo tanto que el encuentro
homosexual, como lo describe la persona homosexual tal vez en el
curso de una psicoterapia, parece ser un encuentro entre dos per-
sonas, cada una de las cuales se siente incompleta (como hombre o
como mujer). Cada persona está usando a la otra para completarse
a sí misma, deseando no solo una gratificación sexual en sentido
estricto, sino también un sentido de seguridad, protección, auto-
estima o dominio, etc. En último término, parecen simular juntos
ser una sola persona más completa. En este sentido, el encuentro
homosexual es distinto al heterosexual.
El encuentro heterosexual es entre dos personas distintas,
15 9, p. 178
distintas físicamente y también psicológicamente, y por lo tanto 16 Traducción nuestra.
complementarias como hombre y mujer, y las diferencias son causa 17 J.A. KIEPSTAN, C.S. BEPKO, The
Problem Of Fusion in the Lesbian
de alegría. Si Romeo tiene una bella voz baja profunda, mientras Relationship, Family Process, 19
Julieta es soprano, no se envidian recíprocamente; pueden cantar (1980), 277-289.
en armonía. En el encuentro homosexual, en cambio, falta esa di- 18 M.M.R. KHAN, The Function of
Intimacy and Acting Out in Perver-
versidad y complementariedad. También la diferencia numérica sions, en Sexuality and Identity,
entre las personas parece a veces oscurecida17. Para cada integrante ed. H.M., Ruitenbeel, Delta Books,
Nueva York, 1970, pp. 372-389.
de la pareja, el otro se convierte de alguna manera en parte de su 19 I. BIEBER, Homosexuality, en: Com-
propio “sistema defensivo”18. Mientras continúa una relación ho- prehensive Textbook of Psychiatry,
ed. Freedman A.M., Kaplan H.I.,
mosexual, suele haber una condición de tensión evidente o latente first edition, Williams & Wilkins,
en la relación19. A veces se tiene la impresión de que una relación de Baltimore, 1967, pp. 964-5.
H 43
este tipo se mantiene sobre todo basándose en un ciclo de ofensas
y reconciliaciones, como si la felicidad o la serenidad de uno de
los integrantes pudiesen poner fin a la relación y por lo tanto no
se pueden permitir.
H 44
La persona homosexual, por último, puede estar prácticamen-
te libre de otras perturbaciones fuera de aquellas implícitas en
la tendencia homosexual, o puede tener simultáneamente otras
perturbaciones, incluso graves.21
Era preciso considerar esta variedad general en la condición
homosexual para no dar la impresión de una homogeneidad que
no existe. Hecha esta precisión, sin embargo, se puede decir además
que el significado simbólico de las relaciones o tendencias homo-
sexuales será en general, también con muchos matices distintos,
como se describe anteriormente en las secciones 2-4.
En el acto homosexual,
6. Transición a la calificación moral objetiva una persona trata de
usar a otra persona
como parte de su sistema
En conformidad con todo lo dicho hasta ahora, los actos ho-
defensivo. Ese modo de
mosexuales parecen ser manifestaciones de una estrategia con la
proceder contradice
cual la persona homosexual procura defenderse contra proble-
de manera obvia el
mas subyacentes, más o menos inconscientes, que no ha logrado
sentido cristiano de la
resolver. En el acto homosexual, una persona trata de usar a otra
sexualidad humana como
persona como parte de su sistema defensivo. Ese modo de proceder
autodonación recíproca
contradice de manera obvia el sentido cristiano de la sexualidad
en la complementariedad
humana como autodonación recíproca en la complementariedad de
de los sexos, como
los sexos, como autotrascendencia en el amor del tú humano y del
autotrascendencia en el
Tú divino (nn. 6, 7). Los actos homosexuales, como otras maniobras
amor del tú humano y del
defensivas, pueden producir un alivio temporal a la persona; pero
Tú divino (nn. 6, 7). (…)
a la larga no resuelven sus problemas más profundos, incluyen-
do sus aspiraciones de trascendencia22. Los actos homosexuales
pueden representar una búsqueda de cierto bien parcial, pero no
corresponden al bien integral de la persona23, en último término
porque no corresponden al plan de Dios Creador para la realiza-
ción humana (nn. 2, 6, 7). En este punto, finalmente, las reflexiones
psicológicas aquí propuestas coinciden con la calificación moral de
los actos homosexuales como “intrínsecamente desordenados”… y
“actos carentes de su finalidad esencial e indispensable”, “que en
ningún caso pueden ser aprobados”24. Cabe señalar, con todo, que
de acuerdo con el análisis aquí presentado, la finalidad que falta
21 O.F. KERNBERG, Borderline Condi-
no tiene relación únicamente con el significado procreativo de la tions and Pathological Narcissism,
sexualidad (no reside solo en el hecho de que los actos homosexua- Aronson, Nueva York, 1975, pp.
H 45
7. Algunas consecuencias para la atención pastoral
a las personas homosexuales
H 46
aumentará a la larga las dificultades de su situación. Actuar de este
modo no es caritativo, no es sabio, es sencillamente equivocado.
Dada la dificultad en que se encuentra la persona homosexual,
es importante no volver su situación aún más difícil presentándole
una enseñanza moral falsa o ambigua (nn. 13, 14, 15), tal vez ce-
diendo ante diversas formas de presión social (nn. 8, 9, 14). Quien
se encuentre ante un deber difícil, pero dudando si es realmente un
deber, no tiene muchas posibilidades de superar las dificultades.
A estas dos líneas principales de la Carta a los Obispos, se puede
agregar también otro punto, que se encuentra al medio, por así
decir, entre los dos puntos principales. Ante la debilidad que se
puede encontrar en algunas personas homosexuales (como en otras
personas), será conveniente tener presente la idea de la “ley de la
gradualidad”. La “ley de la gradualidad”27 es aplicable por analogía
también a los problemas de personas homosexuales, al menos en
opinión del suscrito. Es distinta de la idea de la “gradualidad de
la ley”28, que se indica también con el nombre “proporcionalismo”. Dada la dificultad en que
Sin presumir que todas las personas homosexuales carezcan de se encuentra la persona
libertad esencial en la esfera sexual (n. 11), es preciso reconocer la homosexual, es importante
probabilidad de que para algunas de ellas el camino a la libertad no volver su situación aún
presentará dificultades notables. Si bien su libertad esencial no se más difícil presentándole
elimina, su libertad efectiva puede limitarse en distintos grados29. una enseñanza moral
La “ley de la gradualidad” implica que, cuando existe una debi- falsa o ambigua (nn. 13, 14,
lidad real y no simulada ante una norma moral, la persona está 15), tal vez cediendo ante
obligada a comprometerse sinceramente “a disponer las condi- diversas formas de presión
ciones necesarias para observar esta norma”30. En otras palabras, social (nn. 8, 9, 14).
es necesario proteger a la persona del desaliento aun cuando el
camino hacia una vida de castidad cristiana presenta dificultades
especiales y está acompañado de repetidos fracasos.
Un problema como la atención pastoral a las personas homo-
sexuales muestra la importancia general de una integración entre
las ciencias humanas y las ciencias sacras para tener una visión
más completa de la persona humana en su grandeza de hijo de
Dios y también en su división interna (GS, 10). Esa división in-
terna, con sus raíces también inconscientes, resulta tal vez más
evidente cuando estamos ante un problema como la homosexua-
lidad; pero no se limita a ese tipo de problemas dramáticos ni al
sector de la psicopatología en el sentido psiquiátrico común. Se
manifiesta también de muchos otros modos no psicopatológicos:
dificultad para vivir la vocación sacerdotal, religiosa o matrimonial;
abandono de estas vocaciones; “protagonismo” y dificultad en la
colaboración o la obediencia, y de diversas otras maneras en que 27 Familiaris Consortio, n. 34, § 4.
las personas enfrentan dificultades para vivir “según la verdad en 28 Ibid.
29 Ver nota 20.
la caridad” (Ef 45, 15), dificultades que muchas veces la persona 30 Familiaris Consortio, n. 34, § 4.
H 47
misma no logra comprender a fondo. Una adecuada integración de
las ciencias humanas y sacras puede iluminar muchos problemas
que enfrentamos. Dos obras recientes que enfrentan la necesidad
de semejante integración pueden ser de interés para el lector.31
H 48
III. ¿Qué dice el Nuevo
Testamento sobre la
homosexualidad?
Por Maurice Gilbert, S.J.
H 49
hacer desaparecer la manifestación de su pubertad. Pablo designa
a los segundos basándose en la prohibición establecida en Leví-
tico 18, 22, texto que no se limitaba a la pederastia, considerando
toda relación homosexual. Levítico 20, 13 condenaba a muerte a
los dos tipos de participantes; Pablo los considera excluidos del
Reino futuro. Se ve por consiguiente que si bien Pablo no prohíbe
formalmente la homosexualidad, sí se apoya en la prohibición
expresada por el Antiguo Testamento. Por último, recuerda a los
corintios que mediante el Bautismo han sido depurados de esos
vicios y han sido santificados y justificados en el nombre del Señor
Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios (ver 1 Co 6, 11).
En la epístola a los romanos, escrita en el invierno de 57-58 en
Corinto, Pablo desea ante todo enseñar que solo Jesús nos salva a
todos, tanto paganos como judíos. Él explica que el paganismo está
sumido en la decadencia de la inmoralidad por haber ignorado a
Dios entregándose a la idolatría. El embrutecimiento del cuerpo
Pablo designa a los
constituye para el mundo pagano el castigo por sus desviaciones
segundos basándose en la
religiosas. Juzgando de este modo a ese mundo pagano, y en la
prohibición establecida
línea del Libro de la Sabiduría 14, 11-31, (especialmente Sb 14,
en Levítico 18, 22, texto
26b), Pablo, en Romanos 1, 26-27, señala la homosexualidad tanto
que no se limitaba a la
masculina como femenina: describe esta corrupción con palabras
pederastia, considerando
que remiten a Génesis 1, 27, donde se describe el plan de Dios en
toda relación homosexual.
relación con la mujer y el hombre. Pablo observa esta decadencia
Levítico 20, 13 condenaba a
en el paganismo considerado en conjunto, sin pretender que esté
muerte a los dos tipos de
involucrado todo pagano. Más adelante, en su carta, proponiendo
participantes; Pablo los
su visión cristiana, escribe lo siguiente después de recordar el Bau-
considera excluidos del
tismo: “Pues si ofrecisteis vuestros miembros como esclavos a la
Reino futuro.
impureza y a la iniquidad por la iniquidad, ofrecedlos igualmente
ahora a la justicia para la santidad” (Rm 6, 19), ya que el Bautismo
los hizo pasar de la muerte a la vida.
El tercer texto paulino se encuentra en 1 Timoteo, 1, 10. Inde-
pendientemente de ser o no auténtica, esta carta forma parte del
Canon del Nuevo Testamento. Pablo dejó a Timoteo en Éfeso para
que pusiera fin a las extravagancias doctrinales de personas que
pretendían recurrir a la Ley, pero de hecho se extraviaban en un
verbalismo vacío. La Ley del Antiguo Testamento está de hecho
dirigida a castigar a quienes transgreden sus mandamientos, que
Pablo enumera siguiendo probablemente el orden del Decálogo.
A propósito del sexto mandamiento, menciona a los fornicadores
y a quienes participan activamente en una relación homosexual.
Estos últimos son designados con el mismo término con que en
1 Co 6, 9 se alude a Lv 18, 22 y 20, 13. A propósito del séptimo
mandamiento, Pablo menciona luego a los traficantes de hombres,
entre los cuales se encuentran, entre otros, los proxenetas de todo
H50
tipo, sin limitarse a la homosexualidad. Todos estos delitos –con-
cluye Pablo– son contrarios a la sana doctrina, aquella que está en
conformidad con el Evangelio.
Se ve por consiguiente que los textos paulinos no enfocan
únicamente la pederastia. Romanos 1, 26-27 se refiere a la homo-
sexualidad tanto femenina como masculina, sin ni siquiera distin-
guir entre participante activo o pasivo. Y en este mismo contexto
Pablo estigmatiza en mayor medida la tendencia profunda de una
sexualidad paganizada que un acto específico.
Siempre en Romanos 1, 26-27, Pablo alude al plan inicial de Dios Se ve por consiguiente
en relación con el hombre y la mujer, como lo expone el Génesis, que los textos paulinos
mientras en los otros dos textos probablemente se inspira en cambio no enfocan únicamente
en Levítico 18, 22 y 20, 13, y en una relectura del Decálogo. Estas la pederastia. Romanos
alusiones al Antiguo Testamento manifiestan que en las diversas 1, 26-27 se refiere a la
culturas paganas se da de modo permanente el mismo rechazo homosexualidad tanto
por parte de la Biblia a toda forma de homosexualidad. El Antiguo femenina como masculina,
Testamento debió luchar contra el paganismo cananeo, y en el sin ni siquiera distinguir
Libro de la Sabiduría contra el paganismo helenista alejandrino. entre participante
En Romanos 1, Pablo enfoca el paganismo romano, y en 1 Corin- activo o pasivo. Y en este
tios se dirige a cristianos provenientes del paganismo griego. La mismo contexto Pablo
diversidad se verifica tanto en el tiempo como en el espacio: la estigmatiza en mayor
homosexualidad es un flagelo pagano y no se puede aceptar como medida la tendencia
comportamiento cristiano. profunda de una
El Antiguo Testamento (Lv 20, 13) condenaba a muerte a los sexualidad paganizada que
homosexuales. El Nuevo Testamento, por su parte, no conoce una un acto específico.
condena semejante. Según Pablo (1 Co 6, 9), la homosexualidad
excluye del Reino escatológico futuro. En espera de su realización,
Pablo denuncia el mal, invita a la conversión y sabe muy bien, como
toda la Biblia, que Dios no niega su perdón. Junto con el Apóstol, es
preciso recordar sobre todo el misterio de la salvación en Jesucristo,
en el cual participa el bautizado, y animar a los cristianos a nutrirse
con los frutos del Espíritu, entre ellos el dominio de sí (ver Ga 5,
23), en la ofrenda de la totalidad del propio ser, y por ese motivo
también del propio cuerpo, al servicio de Dios (ver Rm 6, 13).
H 51
IV. La condición homosexual
se sitúa en el mismo nivel de
las demás tendencias
desordenadas presentes
en la persona
Por Ignacio Carrasco De Paula
H52
significa que al examinarse –desde el punto de vista moral, social,
terapéutico, pastoral, etc.– el delicadísimo problema presentado
y vivido por estas personas, es preciso considerar que antes de la
condición homosexual –en realidad una característica de su per-
sonalidad– está el hecho de ser persona. La carta es muy explícita
en este punto: por encima de cualquier consideración –macho o
hembra, anciano o niño, enfermo o sano, pecador o justo, sexual-
mente orientado hacia las personas del propio o del otro sexo–,
“todos tienen la misma identidad fundamental: el ser criatura y,
por gracia, hijo de Dios, heredero de la vida eterna” (n. 16).
Desde el punto de vista ético, resulta de fundamental impor-
tancia la distinción entre “condición homosexual” y “comporta-
miento homosexual”. No es primera vez que se señala semejante
división en un texto del Magisterio. La misma carta recuerda la
Declaración del 28 de diciembre de 1975 y advierte también cómo La carta es muy explícita
“en la discusión que siguió… se propusieron unas interpretaciones en este punto: por
excesivamente benignas de la condición homosexual misma, hasta encima de cualquier
el punto que alguno se atrevió incluso a definirla indiferente o, consideración –macho o
sin más, buena” (n. 3). Desgraciadamente, por cuanto el necesario hembra, anciano o niño,
debate entre los especialistas muchas veces cruza los umbrales de enfermo o sano, pecador
sus estudios, y propagándose en forma fragmentaria entre los fieles o justo, sexualmente
siembra no poca desorientación, esta vez se afirma de inmediato y orientado hacia las
con claridad que no solo los actos sexuales entre personas del mis- personas del propio o
mo sexo, sino también “la inclinación misma debe ser considerada del otro sexo–, “todos
como objetivamente desordenada” (n. 3). tienen la misma identidad
Procuremos profundizar el significado de esta frase. El valor fundamental: el ser
moral es un valor propio y exclusivo del comportamiento volunta- criatura y, por gracia, hijo
rio. Se requiere siempre un acto de voluntad –un velle– y en ciertas de Dios, heredero de la
circunstancias eso puede ser suficiente para poder hablar de bien vida eterna” (n. 16).
o de mal moral. En este sentido, está claro que solo los actos ho-
mosexuales se incluyen propiamente dentro de la esfera ética. Es
más, la actividad homosexual misma, que como tal es gravemente
inmoral, de hecho solo lo será en la medida en que dichos actos
sean realmente libres.
No entremos ahora en el debate sobre la libertad de las personas
homosexuales, puesto que dicha libertad, en la gran mayoría de
los casos ni siquiera es materia de discusión, así como no puede
ponerse en duda la plenitud de derechos que les corresponden
como ciudadanos libres. Tampoco me parece necesario –sobre
todo teniendo en cuenta los límites de este artículo– fundamentar
el juicio sobre la gravedad del comportamiento homosexual como
tal. Es suficiente recordar que en la base de ese juicio se encuentra
uno de los principios morales más específicos y humanos de la
moral cristiana, concepto que ha tenido un rico desarrollo desde
H 53
los primeros y autorizados pasos de la teología patrística hasta el
último Concilio. Para emplear los mismos términos de la Carta:
“Solo en la relación conyugal puede ser moralmente recto el uso
de la facultad sexual” (n. 7).
El juicio moral recae directamente sobre la conducta: solo in
obliquo alcanza a la persona. En este sentido, que el pecado haya
sido cometido por una persona con tendencia a actuar de cierto
modo o que se trate de un hecho esporádico no es un elemento
decisivo en la génesis de semejante juicio. Un robo no es tal por el
hecho de haberlo cometido un ladrón, sino porque una persona es
despojada de algo suyo, de algo que le pertenece. Así, gracias a la
peculiaridad de la sintaxis italiana, resulta plenamente legítima la
siguiente paradoja: “No es el ladrón quien constituye el robo, sino
el robo lo que constituye al ladrón”. Pensándolo bien, hay mucha
verdad en esta frase.
En esta perspectiva, En este punto, parecería lícito preguntarse lo siguiente: si el
resulta evidente que la valor moral es propio de la voluntad libre, de las opciones delibe-
condición homosexual radas, ¿qué sentido tiene calificar de desorden objetivo la condición
no puede ciertamente homosexual? Si esta no es inmoral –y la misma Carta reconoce que
considerarse como una en sí no es pecado (n. 3)–, ¿por qué se califica como desordenada?
cualidad éticamente Es preciso recordar que en el proceso que genera una determinada
neutra, precisamente respuesta de comportamiento, además de las facultades propias
porque “constituye… de la persona (conocimiento, libertad, etc.), intervienen muchos
una tendencia, más o otros elementos, como las experiencias anteriores, las actitudes
menos fuerte, hacia culturales aprendidas, las virtudes y los vicios, etc. Estos últimos
un comportamiento han sido adquiridos y desarrollados por la persona, pero a su vez
intrínsecamente malo contribuyen a modelar la personalidad y por lo tanto influyen en
desde el punto de vista la acción moral del individuo y la condicionan. La virtud dirige a
moral” (n. 3). la persona hacia el bien; el vicio, en cambio, hacia el mal. Virtud
y vicio tienen una valencia moral antitética. No pueden situarse
por consiguiente en el mismo plano. En esta perspectiva, resulta
evidente que la condición homosexual no puede ciertamente
considerarse como una cualidad éticamente neutra, precisamente
porque “constituye… una tendencia, más o menos fuerte, hacia
un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista
moral” (n. 3). No es un problema de gusto cultural, no es cuestión
de prejuicios apriorísticos, sino la mera constatación de un hecho:
dicha tendencia se mueve en una dirección equivocada.
Parece así evidente que si bien la inclinación homosexual no
es en sí pecado, condiciona de manera éticamente negativa el
proceder de la persona. Quienes experimentan este desorden se
ven obligados no solo a reprimir el ejercicio de la sexualidad, sino
también a tener que luchar contra una tendencia que nunca se les
permite satisfacer. Esta no es, sin embargo, una situación “discri-
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minatoria”, ya que se aplica a todas las personas no casadas, y en
ciertas circunstancias también a los esposos, cuando muchas veces,
a causa de la separación física o la enfermedad, o por amor al pro-
pio cónyuge, etc., deben renunciar a satisfacer la tendencia sexual.
Además, el carácter “desordenado” de la condición homosexual
resulta especialmente manifiesto cuando la desviación sexual es
producto de un comportamiento culpable anterior o cuando es
motivo de corrupción de otras personas.
Con todo, conviene destacar que sería y de hecho es ilegítimo ex-
tender a toda la persona la expresión “objetivamente desordenada”.
Ésta se refiere única y exclusivamente a la tendencia homosexual.
Este es el espíritu y la intención de la Carta, que por otra parte no
vacila en reconocer que dichas personas son a menudo generosas
y se dan a sí mismas (ver n. 7).
Es justo por lo tanto insertar el problema en el contexto de la
vida humana y cristiana, considerada en su compleja realidad. La
condición homosexual no es la primera ni la última en la escala Esta no es, una situación
de las condiciones desordenadas que ameritan nuestra atención. “discriminatoria”, ya que se
Se ubica simplemente en el mismo nivel de las demás –bastante aplica a todas las personas
numerosas, por lo demás– tendencias desordenadas presentes en la no casadas, y en ciertas
personalidad humana, como el egoísmo, la avidez de posesión, el circunstancias también
ansia de dominio, el deseo de destruir, etc. La avidez de posesión a los esposos, cuando
es típica del avaro: si la avidez y el ansia de bienes y riquezas no muchas veces, a causa de
se controlan y reprimen, destruirán su vida, y con eso amenaza- la separación física o la
rán también la vida de sus seres queridos, de sus amigos, etc. Del enfermedad, o por amor al
mismo modo, el desasosiego del violento, cuya respuesta contra la propio cónyuge, etc., deben
adversidad tiende a la destrucción y la muerte, debe someterse a renunciar a satisfacer la
la razón para evitar que él se convierta en un sembrador de dolor tendencia sexual (…)
y de ruina. La tendencia homosexual, si bien no corresponde con
la grotesca imagen dada por ciertos moralistas, debe ser objeto de
autodisciplina. De lo contrario, se convertirá en fuente de amar-
gura, de humillación, y sobre todo será garantía de un futuro de
triste soledad.
Tanto la avidez de posesión como la agresividad pueden en-
contrar una salida moralmente lícita como, por ejemplo, el ahorro
o un compromiso activo con la defensa de otros valores sociales.
Del mismo modo, también la condición homosexual, purificada y
sostenida por el tejido de las virtudes, puede encontrar una salida
éticamente válida, pero siempre al margen de la actividad sexual.
En este sentido, la Carta presenta una novedad importante,
que tal vez ha pasado injustamente desapercibida. Me refiero al
párrafo 12, que comienza con la pregunta que constituye en cierto
modo el alma de toda la Carta, es decir: “¿Qué debe hacer entonces
una persona homosexual que busca seguir al Señor?”. El texto no
H 55
presenta de inmediato la solución en términos de comportamientos
concretos, precisamente porque se opone a una pastoral centrada
únicamente en la represión de la sexualidad. La persona homo-
sexual nunca debe perder la esperanza de lograr algún día salir
adelante. La Carta traza las líneas maestras de lo que podemos
llamar la vocación específica de las personas homosexuales en el
interior del cuerpo Místico de Cristo, dentro de la Iglesia. De hecho
señala: “Sustancialmente, estas personas están llamadas a realizar
la voluntad de Dios en su vida, uniendo al sacrificio de la cruz del
(…) De hecho señala:
Señor todo sufrimiento y dificultad que pueden experimentar a
“Sustancialmente, estas
causa de su condición” (n. 12).
personas están llamadas
Desde el punto de vista de la ética cristiana, en el fondo la
a realizar la voluntad de
situación de la persona homosexual no es muy distinta a aquella
Dios en su vida, uniendo al
en que se encuentran el soltero o el viudo. Existe sin embargo una
sacrificio de la cruz del
diferencia para nada despreciable, consistente en el hecho de que
Señor todo sufrIMIENTO
los solteros y los viudos pueden casarse o convertir su celibato en
y dificultad que pueden
una opción de vida. La persona homosexual no siempre está en
experimentar a causa de
condiciones de convivir conyugalmente con una persona del otro
su condición” (n. 12)
sexo, y en este sentido se ve “obligada” a convertir su “soledad”
en una elección obligada. Sin embargo, pensándolo bien, esta
imposición, en vez de anular la libertad, la exalta y sitúa a quien
la encarna ya no en el camino de “un comportamiento por todos
debidamente acogido”, sino de la verdadera santidad cristiana. No
se llega a ser santo por una especial predisposición a la oración,
al ayuno, etc., sino por la forma en que se logra de hecho amar
profundamente a Dios y al prójimo a pesar de todo.
H
56
V. Se puede construir un estilo de
vida basado en un “espacio de
libertad”que existe para todos
Por Gianfrancesco Zuanazzi
H 57
La homosexualidad tampoco puede considerarse una enferme-
dad, ya que no es un “evento” que afecta al organismo alterando
su equilibrio, sino más bien un desarrollo vinculado con la orga-
nización de la personalidad.
H58
Normalmente, se adquiere plena conciencia de la propia homo-
sexualidad al final de la adolescencia, y algunas personas reprimen
durante mucho tiempo su orientación sexual. De hecho la primera
reacción del individuo es el rechazo de la condición sexual descu-
bierta, sustituido luego por una tentativa de transar consigo mismo,
cuyo fracaso trae consigo una etapa de depresión y la necesidad
de conocer la vida y las costumbres de los homosexuales. Así se
produce la entrada al mundo homosexual, al comienzo con mal
encubierta vacilación, para llegar a la aceptación y por último a la
manifestación de la parafilia.
No es fácil la integración en el ambiente homosexual, que tiene
sus reglas, y tampoco es fácil consolidarse sin angustia como ho-
mosexual. Existen por lo tanto muchas maneras de vivir la propia
forma de “ser distinto”. No pocas veces la parafilia se da en un
clima de angustia y culpabilidad, emparentado con la neurosis;
otras veces se manifiesta con complacencia o se vive con cierta
naturalidad; otras veces es objeto de un proceso consciente de
sublimación. Dependiendo de los casos, la homosexualidad pue- Es aún menos fácil para
de ocupar gran parte de la existencia o ser puramente un hecho el homosexual la vida
marginal. Muchos homosexuales presentan una especie de doble en pareja. Esta relación
existencia y algunos logran incluso conciliar su desviación con una es casi siempre inestable,
vida conyugal heterosexual. caracterizada por
Sin embargo, para el homosexual, como para todos los demás amores posesivos y por
parafílicos, siempre existe el riesgo de caer en lo que Giese llama exigencias destinadas a no
“la experiencia morbosa”, es decir, un comportamiento repetitivo cumplirse, y con muchas
y cada vez más exigente unido a una especie de toxicomanía. Nos infidelidades, celos y
parece justificado hablar de perversión cuando luego surge la aver- rencores.
sión por las normas sociales y la transgresión representa el conte-
nido excitante de la parafilia en el sentido señalado por Gebsattel.
La homosexualidad exclusiva y manifiesta suele estar libre de
vínculos. Las parejas son varias decenas por año y es muy elevada
la promiscuidad. La norma fundamental es el anonimato y también
son anónimos los lugares de encuentro (bares, jardines, etc.). A
pesar de que en nuestra época no es poco frecuente la militancia
homosexual, a veces organizada, no existe un verdadero sentido
comunitario entre los homosexuales y gran parte de los mismos
es ajeno incluso a su propio grupo.
Es aún menos fácil para el homosexual la vida en pareja. Esta
relación es casi siempre inestable, caracterizada por amores pose-
sivos y por exigencias destinadas a no cumplirse, y con muchas
infidelidades, celos y rencores.
H 59
3. Aquí es necesario hablar algo sobre la homosexualidad
femenina, menos frecuente que la masculina solo en cuanto a las
formas exclusivas, admitidas y manifiestas.
La homosexualidad de la mujer no es simétrica en relación con
la del hombre, dadas las características de la sexualidad femenina.
Así, es distinto el juego de las identificaciones y de los compromisos
afectivos, y también es distinto el erotismo, que se presenta amplia-
mente y de tal manera que involucra enteramente a la persona en
la relación. Además, en la mujer el interés por la esfera genital no
es necesario ni obligatorio, y la sexualidad es menos “cerebral” y
“se justifica” más fácilmente que en los hombres.
Por todos estos motivos, la homosexualidad femenina asume
con frecuencia formas más “íntimas”, menos visibles. No pocas ve-
La homosexualidad ces encontramos una homosexualidad “de compensación” en cuyo
femenina asume con origen hay fracasos sentimentales heterosexuales o decepciones
frecuencia formas más conyugales. En estos casos, la entrada a la parafilia se produce con
“íntimas”, menos visibles. No modalidades “inocentes” y progresivamente, de tal manera que el
pocas veces encontramos descubrimiento es tardío. […] El hombre joven ciertamente resiste
una homosexualidad mejor la seducción homosexual porque la descubre de inmediato;
“de compensación” en cambio, la muchacha y también la mujer adulta desilusionada
en cuyo origen hay se dan cuenta del camino recorrido cuando es demasiado tarde.
fracasos sentimentales La sexualidad poco “cerebral” y “genital” hace ser más insidio-
heterosexuales o sa, pero más tolerable, la homosexualidad femenina. Las relaciones
decepciones conyugales. En de pareja son más estables. Sin embargo, en el mundo femenino,
estos casos, la entrada a al igual que en el masculino, el amor al “propio parecido” no re-
la parafilia se produce con suelve el problema de la soledad que se encuentra en el fondo de
modalidades “inocentes” la existencia humana. “Siempre hay –escribe M. Eck– algo falso y
y progresivamente, también profundamente doloroso en estos amores que no pueden
de tal manera que el encontrar una reciprocidad”.
descubrimiento
es tardío. (…) 4. La dimensión más característica de la personalidad del ho-
mosexual es ciertamente el narcisismo. Son expresiones del mismo
las tentativas permanentes de recuperación de sí mismo por parte
del individuo y la búsqueda en el otro del “sí mismo del cual se
carece” o del “sí mismo mejor”. El enfoque homosexual es de
identificación y posesión, no oblativo.
Giese destaca de manera oportuna que el “terreno frente” al
síndrome homosexual está dado por el “atenerse a uno mismo”.
La imagen de la relación homosexual corresponde a la imagen de
un espejo, a una relación que podría definirse como “una relación
con uno mismo”. Es evidente la afinidad con el acto narcisista del
reflejo de uno mismo y de la satisfacción consigo mismo. El paso
hacia el otro sexo no se realiza, mientras el paso hacia el propio
sexo es más breve, menos cansador y costoso, más sencillo; pero
H60
como también en este caso se teme el fracaso, se abre fácilmente
el camino que lleva a desear la excitación por sí misma, la mera
imagen del espejo, la repetición y por último el anonimato, sin que
valga la pena el descubrimiento del otro.
Entonces el propio cuerpo (Leib) se reduce a “cosa corpórea”
(Körper), es realmente “una parte que toma, y nunca un estar juntos
ni recíproca transparencia” (Callieri et al.).
En la homosexualidad femenina, el narcisismo es aún más acen-
tuado: en su amante, la mujer acaricia su propia prolongación, ve
el reflejo de sí misma, encuentra la integridad y a través de la otra
realiza su propia re-creación. Pero “el milagro del espejo” (para
usar una expresión de S. de Beauvoir) tiene una vida breve y nor-
malmente desemboca en la angustia, aun cuando “la experiencia
morbosa”, que encontramos con tanta frecuencia en el hombre, es
poco común en la mujer. (…) Como también en este
De más está decir con cuánta frecuencia el amor también es caso se teme el fracaso, se
posesivo en la heterosexualidad. La homosexualidad puede más abre fácilmente el camino
bien considerarse como un “modelo” por cierta cultura que separa que lleva a desear la
la sexualidad tanto de la función procreativa como de la función excitación por sí misma, la
unitiva, de tal manera que, reducida a mercadería de consumo, la mera imagen del espejo, la
sexualidad solo se evalúa calculando los orgasmos dados y recibi- repetición y por último el
dos (Pollak). Sin embargo, el individuo heterosexual, a diferencia anonimato, sin que valga
del homosexual, puede no convertir en cosa a su pareja. la pena el descubrimiento
No queremos, en todo caso, desconocer la existencia de un del otro.
componente de amor en la vida de los homosexuales, cayendo en
el mismo error del psicoanálisis señalado por Boss. La nostalgia
de la pareja y de la fecundidad (a la cual se procura a veces poner
remedio mediante la adopción o el proselitismo) es ciertamente
un indicador de ese componente. Sin embargo, la intención de
amor del homosexual naufraga en una relación erótica en sí misma
fragmentaria y que cosifica.
Es el momento de concluir. Nadie elige la homosexualidad,
pero es posible elegir la manera de vivirla: el homosexual puede
sublimar su propia sexualidad anormal o profesarla; soportarla
con valentía o convertirla en instrumento de protesta; detenerse al
comienzo del camino o embriagarse en su propia “transgresión”.
En el plano del comportamiento existe un “espacio de libertad” en
el cual todo homosexual puede construir su propio estilo de vida.
H 61
VI. Consideraciones relativas a
planteamientos legislativos
sobre la no discriminación
de personas homosexuales
H
62
Preámbulo
H
63
constituye no obstante una tendencia más o menos fuerte a un
comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista
moral, de manera que la inclinación misma debe considerarse
objetivamente desordenada. Por lo tanto, quienes se encuentran
en esta condición deberían ser objeto de especial atención pastoral
para que no lleguen a creer que la manifestación concreta de esa
tendencia en las relaciones homosexuales constituye una opción
moralmente aceptable” (n. 3).
H
64
especie de falta de respeto por los demás, que lesiona los princi-
pios básicos de una sociedad sana. La dignidad intrínseca de cada
persona siempre debe respetarse en las palabras, la acción y la ley.
“Sin embargo, la debida reacción ante las injusticias cometidas
contra las personas homosexuales no puede conducir en modo
alguno a afirmar que la condición homosexual no es desordenada.
Cuando se hace semejante afirmación y por consiguiente se acepta
la actividad homosexual como algo bueno o cuando se introduce
una legislación civil para proteger un comportamiento que na-
die tiene derecho a ejercer, ni la Iglesia ni la sociedad en general
deberían sorprenderse si también otras nociones y prácticas per-
vertidas ganan terreno y si aumentan las reacciones irracionales
y violentas” (n. 10).
H 65
estos derechos no son absolutos. Pueden restringirse legítimamente
en relación con un comportamiento exterior objetivamente desor-
denado. Esto a veces no solo es lícito, sino obligatorio, y además se
aplicará no solo en caso de comportamiento culpable, sino también
en caso de acciones de personas física o mentalmente enfermas.
Por consiguiente, se acepta que el Estado pueda limitar el ejercicio
de derechos –por ejemplo, tratándose de personas contagiosas o
mentalmente enfermas– con el fin de proteger el bien común.
H66
conquistando el apoyo, a menudo de buena fe, de sus pastores con
miras a modificar las normas de la legislación civil” (ver n. 5), a
aquellos que emplean la táctica de protestar en el sentido de que
“toda crítica o reserva en relación con las personas homosexuales…
es simplemente una forma de discriminación injusta” (ver n. 9).
Además existe el peligro de que una legislación que considere
la homosexualidad como base para tener derechos podría de hecho
estimular a una persona con orientación homosexual a declarar su
homosexualidad o incluso a buscar una pareja para así aprovechar
las disposiciones legales.
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CUADERNOS HUMANITAS
HUMANITAS
dieciocho años sirviendo
al encuentro de la fe y la cultura
HUMANITAS
Pontificia Universidad Católica de Chile, Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, 3er piso, Santiago, Chile.
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