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el siglo XIX
Nelson Manrique
l. INTRODUCCION
¿Es posible elaborar una historia nacional del Perú del siglo XIX? No tenía
mayor sentido formularse tal pregunta, hace un par de décadas; allí estaban las
diversas "Historias de la República" para demostrarlo. Pero los hallazgos de la
investigación histórica a partir de la mitad de la década del setenta, conducen
nuevamente a la interrogante. Para comenzar, hoy se sabe que los ciclos de
expansión y contracción de las economías regionales no llegaron a coincidir. A lo
largo del siglo XIX, la evolución de los precios de las lanas en el mercado de
Liverpool tuvo para el sur andino mayor relevancia que los sucesos políticos
limeflos, por ejemplo (Flores Galindo 1977; Burga y Reátegui 1981). Similarmente,
mientras Lima atravesaba, durante la década del setenta por la peor crisis de su
historia republicana como consecuencia del colapso del negocio del guano y de la
quiebra del crédito internacional del Perú, en el contiguo espacio de la sierra central
se ingresaba a una fase exactamente opuesta: el momento culminante de un ciclo de
expansión sostenida de la economía regional que se había iniciado dos décadas antes
(Manrique, 1987). Y si se compara la dinámica de estas dos regiones con la de los
espacios serranos más claramente feudal izados, la diferencia es inclusive mayor.
Que una crisis económica trascienda las fronteras de los ámbitos regionales y cobre
repercusión nacional es un fenómeno que sólo se advierte en el siglo XX.
Un balance de lo avan zado en la comprensión de la dinámica de las
economías regionales del siglo XIX muestra la existencia de por lo menos, tres
lógicas regionales marcadamente diferenciadas que se distinguían por su alto grado
de autonomía y que descansaban en la explotación de distintos productos que las
vinculaban con mercados extrarregionales:
- Lima y la costa central y norte, articuladas a partir de la explotación del
guano y el desarrollo de la agricultura de exportación, principalmente azúcar y
algodón.
- La sierra central: plata, ganadería altoandina y luego, subsidiariamente, el
aguardiente de cafla de los valles selváticos contiguos.
- El sur andino: las lanas y las fibras de los camélidos andinos.
Conviene establecer dos precisiones. Por una parte, nuestro conocimiento
sobre el espacio regional norteño durante el siglo XIX es insuficiente, particu-
larmente en lo que atafle a la dinámica histórica de la zona serrana. Si se exceptúan
los estudios que Taylor ha venido realizando sobre las haciendas de Cajamarca, éste
constituye un gran vacío en los estudios sobre la economía del Perú del siglo pasado.
No es posible, por eso, intentar aún la elaboración de una visión de conjunto del
movimiento de la economía peruana. Por otra parte, existieron también espacios que
no estaban claramente sujetos a una dinámica mercantil capaz de articular un espacio
regional. Si bien en este caso es exagerado hablar de regiones autosuficientes, es
evidente que en estos espacios se vivía en un tiempo histórico distinto de aquel de
los espacios regionales articulados a los que anteriormente hemos aludido. El
análisis de algunas décadas del desárrollo de un espacio regional (o peor aún, local),
a partir del cual se realiza una heroica proyección sobre el conjunto del país y del
siglo no va a solucionar esta carencia.
Resumiendo, las características de la economía peruana del ochocientos son
inaprehensibles si no se considera la diversidad de las dinámicas regionales. Es por
eso saludable la multiplicación de los estudios de historia regional del período
reciente. Es, por cierto, necesario, no perder de vista la totalidad: a pesar de todo, el
Perú no se fragmentó; pese a las distinciones, los regionalismos no alcanzaron
suficiente envergadura como para cuestionar la naturaleza del Estado instituido
luego de la Independencia. Pero consideramos que en este momento es más
productivo avanzar en estudios regionales consistentes, sobre cuyos resultados se
pueda luego construir nuevas síntesis a partir de una base cualitativamente superior
a aquella sobre la que se formularon los anteriores intentos de globalización.
El siglo XIX también plantea problemas peculiares para los estudios de·
historia política. Una sorpresa con la cual tropezará el investigador que estudie los
Diarios de los Debates de las Cámaras Parlamentarias, por ejemplo, es que
fenómenos tan importantes como el gamonalismo y la expansión de haciendas casi
no mencionan, pese a que -o más precisamente porque- muchos de los parlamenta-
rios del interior eran terratenientes. En general, en un país tan escasamente integrado
como el Perú del siglo XIX, sólo excepcionalmente lograba el Estado reflejar los
procesos históricos que rebasaban el ámbito inmediato de la capital. De allí que el
grueso de las historias "nacionales" elaboradas exclusivamente en base al estudio de
este tipo de fuentes documentales sean, en buena medida, apenas historias de Lima.
hasta nuestras costas provino fundamentalmente del Asia: los chinos desde media-
dos de siglo y, tras el breve y trágico intermedio de inmigración polinesia, los
japoneses, cuando la centuria concluía. Con relación a la visión del siglo XIX que
la historiografía conservadora actual ha elaborado no hay mucho que decir. Quienes
reivindican la colonia como el origen de la nacionalidad no pueden sentir mayor
entusiasmo por el siglo en que fue liquidada.
2. Los intelectuales progresistas de la década del veinte que proclamaron a
González Prada su mentor, elaboraron una visión del Perú del ochocientos que ha
tenido larga vigencia. Según esta imagen, tres son los rasgos que definen la
naturaleza del período: a) la feudalidad vigente en la sierra, donde la hacienda y
comunidades trababan un enfrentamiento a muerte de la tenencia de la tierra; b) el
desarrollo capitalista de la costa, que se originó en el capítulo del guano y que era
congénitamente débil, puesto que se asentaba en un suelo feudal; y, c) la dependen-
cia semicolonial frente a Inglaterra. Esta última característica constituía la segunda
gran traba que impedía el desarrollo del capitalismo nativo. Compartieron esta
imagen del país Mariátegui y Haya de la Torre, y ésta formaba parte del sentido
común de sus contemporáneos que enfrentaba a los intelectuales oligárquicos.
3. Creemos que durante la última década se ha venido construyendo una
nueva imagen del Perú del ochocientos. Esta se vincula con la problematización
sobre temas relativos al proceso de constitución del Perú como nación, a la
construcción de la identidad peruana y al papel que el Estado representa en este
proceso. Lo anterior obliga a revalorizar el papel que desempeñan los nuevos
protagonistas sociales (principalmente el campesinado indígena), y conmina al
estudio de períodos históricos anteriormente desatendidos, tales como el siglo
pasado.
En la sección siguiente analizaremos algunos de los temas que plantea la
nueva historiografía peruana. Partiremos para ello de la exposición de los debates
más importantes que ésta ha animado recientemente.
IV. VIEJOS TEMAS, PROBLEMAS NUEVOS
1. El debate sobre la Independencia
En el marco de la conmemoración del Sesquicentenario de la Independencia
(que, dicho sea de paso, dejó como saldo favorable una excelente colección
documental que integran 114 volúmenes de materiales sobre la época), el Instituto
de Estudios Peruanos publicó en 1972 un libro que reunía diversos artículos en tomo
al problema de la naturaleza de la Independencia. Destacaban entre ellos el de
Heraclio Bonilla y Karen Spalding (Bonilla y Spalding 1972) que conoció inmedia-
tamente la fama. Rompiendo con la apatía con que se suele recibir artículos
académicos más allá de los círculos intelectuales, éste mereció el homenaje de
indignadas réplicas, no sólo por parte de los historiadores vinculados a las publica-
ciones oficiales, las Fuerzas Armadas y la prensa conservadora, sino también por
parte de intelectuales izquierdistas vinculados con el Partido Comunista. En el
climax de una campaña de satanización desatada en contra de los autores del texto,
se llegó incluso a demandar que se despojara a Bonilla de su nacionalidad. El motivo,
según sus detractores, en que la interpretación de la Independencia que él y Spalding
proponían contribuía "a distorsionar las bases en que reposan los hechos históricos
de un pueblo, la fuerza espiritual, la fe en sus prohombres y en sus instituciones". La
re-edición del texto, en 1982, le brindó a Bonilla la oportunidad de ratificar sus
opiniones y ampliar el análisis de los levantamientos de 1814 en Cusco y Huánuco.
Ante la disyuntiva de privilegiar los elementos de continuidad o las de cambio en el
proceso de la Independencia, Bonilla opta inequívocamente por los primeros(*).
Durante la década del ochenta, nuevas voces terciaron en el debate,
siguiendo la huella abierta por Jorge Basadre en su libro El azar en lo, historia y sus
límites (1973). Destacan en este segundo momento los aportes de Alberto Aores
Galindo: su estudio sobre Lima en la coyuntura de la transición entre crisis colonial
y República temprana (1984) y, sobre todo, la edición de una antología de ensayos
reunidos bajo el útulo de Independencia y revolución (1987). El compilador incluye
un ensayo propio -publicado originalmente en 1982- donde aborda el complejo
problema de la naturaleza de la estructura de clases en Lima y el comportamiento
político de los diferentes segmentos de la población en la Independencia.
Este valioso volumen recoge también un notable ensayo que Scarlen
O'Phelan publicó originalmente dos años antes con el sugestivo título de "El mito
de la independencia concedida: los programas políticos del siglo XVIII y del
temprano XIX en el Perú y Alto Perú (1830-1914)". Este trabajo tiene el mérito de
abordar el análisis de la Independencia situándose en una perspectiva que rebasa el
marco de las divisiones políticas que actualmente separan a Bolivia y el Perú,
restituyéndole al sur andino su carácter de unidad sociohistórica. Su propuesta se
sintetiza en dos planteamientos fundamentales: a) existe una conexión histórica
entre los levantamientos indígenas del siglo XVIII -cuya culminación fue la rebelión
de Tupac Amaro- y la Independencia; y b) "a partir de las reformas borbónicas, los
sectores criollos y mestizos comenzaron a buscar insistentemente una salida
alternativa al gobierno de la metrópoli, tratando de sacar provecho de las coyunturas
'propicias', para materializar su intento" (O'Phelan 1987: 197). Es fácil advertir las
diferencias que separan su visión de la Independencia de aquella sustentada por
Heraclio Bonilla.
El debate sobre el tema sigue abierto. Hay que atribuirle al ensayo de
O 'Phelan un mérito adicional: abre el terreno de la polémica a los investigadores que
trabajan más allá de las fronteras peruanas y que sin duda tienen mucho que aportar.
No existe, pues, consenso en tomo al tema. Va emergiendo, sin embargo,
una visión más matizada que aquella imagen de disyunción según la cual la
Independencia o aparecía como proceso determinado íntegramente por intereses
extrarregionales que terminaban imponiéndose a los pasivos peruanos, o se erigía
como el esfuerzo épico de "los patriotas peruanos" que se movilizaban al unísono
(*) Este último ensayo, titulado "Continuidad y cambio en la organización política del Estado en el
Perú Independiente" ha sido recogido en la antología a la que hacemos referencia líneas abajo.
libro de Humberto Rodríguez Pastor Hijos del celeste imperio en el Perú 1850-1900
(1989), texto que culmina un trabajo sistemático iniciado a mediados de los setenta.
Rodríguez Pastor, paralelamente al desarrollo de su investigación, ejerció una
esforzada labor pedagógica, creando conciencia sobre la importancia del aporte de
este grupo social a la confonnación del Perú contemporáneo.
Los estudios sobre la constitución de la burguesía en el Perú han incorpo-
rado durante esta década el sólido aporte de los trabajos de Alfonso Quiroz y Paul
Gootenberg. Quiroz publicó en 1987 un libro dedicado al análisis del pago (la
consolidación) de la deuda interna peruana durante la década de 1850. Su estudio
supone la revisión de algunos juicios ampliamente aceptados sobre la confonnación
de la plutocracia (el ténnino es de Jorge Basadre) limeña. Con sólidas pruebas
documentales Quiroz demuestra que la consolidación se financió sólo parcialmente
con los ingresos del guano, y que fue más bien cubierta en buena medida por las
rentas del guano. Este no fue, como otros sostienen, un mecanismo de redistribución
desde el Estado de las riquezas del guano: los consolidados constituyen una minoría
muy reducida que se enriqueció a la sombra de la corrupción estatal generalizada y
de alianzas oportunistas con los caudillos que detentaban el poder. El proceso no
generó acumulación alguna, pues las fortunas tan fácilmente conquistadas fueron
dilapidadas con la misma facilidad, lo cual dejó como saldo una profunda escisión
entre el Estado, los grupos dominantes y las clases populares. En tomo a este punto,
las tesis de Quiroz coinciden con las de P. Gootenberg, quien pone de relieve el
carácter autoritario del Estado liberal surgido en el Perú a inicios de los cincuenta.
Un elemento que vale la pena subrayar es que el estudio de Quiroz se realizó sobre
la base de fuentes documentales peruanas, aun cuando una década atrás se afirmara
que no existían fuentes, salvo las contenidas en los repositorios extranjeros.
Los trabajos que Paul Gootenberg ha venido desarrollando sobre la política
comercial, el proteccionismo y el liberalismo en la sociedad peruana durante las
primeras décadas de la República culminaron con la edición de un libro ( 1989) que
sintetiza los aportes de sus anteriores estudios y que supone la revisión radical de una
tesis central que sostienen los teóricos de la teoría de la dependencia: la de un fácil
triunfo en el Perú del imperialismo del librecambio, luego de la Independencia,
como expresión de la ausencia de elites nacionalistas capaces de defender el
incipiente mercado peruano. De los materiales que Gootenberg presenta, se perfila
una imagen muy diferente: la existencia de elites sumamente proteccionistas, ca-
paces de movilizar el apoyo popular en favor de sus posiciones y decididas a
defender sus reductos económicos de la competencia extranjera, incluso hasta
promover una alianza con Chile para impedirla penetración comercial del norte. Es
inevitable, en este contexto, que tales elites desarrollaran contradicciones con los
comerciantes librecambistas del sur andino, tempranamente asociados con el
imperialismo a través de la constitución del circuito de las lanas.
El enfrentamiento entre liberales y proteccionistas que Gootenberg estudia
se sitúa en un terreno radicalmente distinto de aquel en el que estas corrientes
doctrinarias se enfrentaban en los países industrializados del norte. Se trata de una
confrontación planteada ya a fines del siglo XVIII, en plena crisis del orden colonial,
Nelson Manrlque
DESCO
León de la Fuente 110
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