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La posición de un analista,

el sostenimiento de un vacío.

Lacan expresa en su primer Seminario de 1953, al referirse a la función del analista en


la cura: “Nuestra función no es guiarlos de la mano por la vida, es decir, por las
consecuencias de sus tonterias.”1. Cuál es entonces la función y el lugar del analista en la
experiencia analítica, es lo que intentaremos delimitar a lo largo del presente escrito,
recorriendo tanto los textos freudianos como la obra de Lacan en sus primeros años de
enseñanza. Vertebran este trabajo los Principios de Neutralidad y Abstinencia como
antecesores lógicos de lo que luego Lacan llamará el deseo del analista, como un lugar vacío.

Fue Freud quien en “Consejos al médico…” planteó las reglas, leyes y condiciones en
la que toda experiencia analítica debería verse fundada, a saber: la regla fundamental, la
asociación libre, la única a la que debe atenerse el paciente- la cual por ser sencilla no es
menos compleja de llevar a la práctica- que encuentra su correlato en la regla para el
psicoanalista, la atención flotante. Se apuesta así a que el paciente pueda dejarse llevar por su
libre decir sin censura – diga todo lo que se le ocurra, tal es la enunciación de de la regla- y
que quien escucha, desde la posición de analista, se deje llevar por las sinuosidades del
discurso sin privilegiar, en el sentido del valor, ningún elemento de ese discurso, hasta que la
aparición de algún elemento del orden del inconsciente del paciente lo permita (habilite).
Para llevar dicha empresa adelante, Freud va delimitando a lo largo de sus textos sobre
la técnica analítica, para el analista los principios de neutralidad y abstinencia, que no hacían
sino formalizar lo enunciado en el texto anteriormente citado: “El médico no debe ser
transparente para el analizado sino, como la luna de un espejo, mostrar solo lo que le es
mostrado.”2 Una lectura posible de lo que Freud intenta transmitir con esta comparación3 un
tanto poética puede entenderse como un llamado a suspender el yo de quien ocupa el lugar de
analista, de modo tal de no estar éste presente allí, en la escena analítica, como un yo
semejante a aquel a quien se escucha; con Lacan diríamos que tampoco como un sujeto
barrado, como sujeto sujetado de su propio inconsciente, sino que su lugar sea el de
simplemente alojar aquella palabra que escucha, sin más. Sin más quiere decir, como
decíamos respecto de la atención flotante: escuchar el discurso del paciente sin recortar, ni
1
Lacan, J., El Seminario Libro 1. Los escritos técnicos de Freud. Paidós. Bs As. 2007. Pag 386.
2
Freud , S., “Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico”, en: Obras completas, tomo XII. Amorrortu, Bs As. 2009.
Pag 117
3
La luna de un espejo se llama a la superficie reflejante del espejo, es decir, al cristal.

1
fijar, ni eliminar, ni elegir partes del mismo, así como tampoco levantar juicio acerca de lo
que escucha; en todo caso se trata de falsear lo menos posible la percepción. De otro modo, la
advertencia es clara: se corre el riesgo de no encontrar más que aquello que ya se sabe, y de
escuchar al paciente según las propias inclinaciones inconscientes del propio analista. De allí
el Principio de Neutralidad, un principio ético.
Respecto del Principio de Abstinencia, se articula en primer lugar, al estado de
privación en el que debe desarrollarse la cura analítica, de modo tal que el analista debe
guardarse de brindar satisfacción a las diferentes demandas que el paciente, en trasferencia,
pueda hacerle, con el objeto de “dejar subsistir en el enfermo necesidad y añoranza como
unas fuerzas pulsionantes del trabajo”4 Vemos que Freud pesquisa como primordial el que
deba seguir existiendo alguna insatisfacción que pueda seguir operando como motor de la
cura. Cabe aclarar que satisfacer no es lo mismo que responder; se puede responder ante la
demanda, mas no satisfacerla. Se trata de la abstinencia a la que también el paciente debe
condescender, no lo olvidemos, porque si éste no consiente a la privación inherente a la cura,
no hay análisis posible.
La definición que da el diccionario5 de la palabra Abstinencia es “contenerse, impedirse
a sí mismo”, privarse de, renunciar voluntariamente a…. Nosotros podemos pensar también
que al principio de abstinencia del analista también responde el llamado lacaniano a “no
comprender”. No comprender quiere decir no apresurarse a dar sentido a lo que se escucha,
sentido que cierre la significación, porque entonces, si se parte de la comprensión, no sólo que
se coagula el sentido en la literalidad de la frase, sino que se puede llegar a dar una respuesta
que podría tomar la forma del “yo te comprendo” o del “a mí me pasa lo mismo que a usted”.
Una respuesta de este tipo podría ser más propia de ciertas clases de psicoterapia, pero no del
psicoanálisis, donde de lo que se trata es, como veremos más adelante, de despegarse del
discurso concreto, para escuchar más allá de éste; donde el analista debe estar advertido de
que “no se trata de eso”. Creer que se trata de eso, es el primer obstáculo para no escuchar
nada más. Creer que se trata de eso, es reducir el deseo a la demanda- lo que intenta el
neurótico todo el tiempo- de ahí la importancia de no acceder a satisfacer la demanda -que
no por ser insatisfecha por estructura es menos infernal- porque es en la privación donde se
relanza el deseo.

4
Freud, S., “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia” en Obras completas, tomo XII. Amorrortu. Bs As. 2009. Pag
168
5
Diccionario María Moliner, Gredos.

2
No se trata de comprender precisamente porque en parte el quehacer del analista debe
estar orientado a subvertir ese discurso yoico con que se presenta el paciente cada vez,
quebrando la significación referencial de la lengua, el orden y la lógica del sentido, para
escuchar los significantes del sujeto y dar cuenta de quien habla allí, que de ninguna manera
debe confundirse con el yo del sujeto. De modo tal que “al rehuir efectivamente el mas acá
de la razón de este discurso, se lo desplaza en el mas allá”6.
A lo largo de su obra, Lacan dará varias vueltas más sobre estos dos principios
articulándolos a la ética propia del psicoanálisis, cercando y delimitando cada vez más, el
lugar y la función precisas que ocupa el analista en el marco de la transferencia, único lugar,
digámoslo de paso, donde ubicarse.
Retomando lo enunciado en los párrafos anteriores, la abstinencia también se juega en
el momento en el que el analista es llamado, tentado, por el paciente a responder desde un
lugar de semejante, y el analista debe estar advertido que el peligro allí es quedar atrapado en
la tensión erótico- agresiva propia de la relación especular. El analista “se calla en lugar de
responder”7 dice Lacan. Porque el silencio, lejos de cerrar, abre. Es una suspensión que deja
abierto un espacio para la oferta de que ese que escucha pueda ser tomado por otro, de que
las palabras que le son dirigidas encuentren su destinatario original, aun sin que quien habla
se percate de ello. De allí que en el apartado La acción analítica, del texto La cosa freudiana,
Lacan explicite que “el analista interviene concretamente haciéndose el muerto (…) ya sea
por su silencio allí donde es el Otro (…) ya sea anulando su propia resistencia allí donde es
el otro. En los dos casos, y bajo las incidencias respectivas de lo simbólico y de lo
imaginario, presentifica la muerte. (…) es así como sabrá ser aquel a quien ese discurso se
dirige.”8 A quien se dirige ese discurso, en tanto Otro del sujeto, solo se irá revelando con el
devenir del trabajo analítico.
La alusión al muerto para cernir la posición del analista, volverá a encontrarse en “La
dirección de la cura (…)” al decir Lacan que “rostro cerrado y labios cosidos”9 no deben dar
la idea de una máscara de indiferencia, sino la de una estrategia para que pueda aparecer algo
del orden del inconsciente del sujeto.
Silencio que no es indiferencia. Silencio del analista, que promueve en el despliegue
del discurso del paciente, vía la asociación libre, ese más allá que se dice y pide ser

6
Lacan, J., “Variantes de la cura-tipo”, en Escritos, tomo I, Siglo XXI. Bs As. 2008. Pág. 323
7
Ibíd., Pág. 336.
8
Lacan, J., “ La cosa freudiana, o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis” en: Escritos, tomo I . Siglo XXI. Bs. As. 2008
pag 405.
9
Lacan, Jacques. “La dirección de la cura y los principios de su poder” en: Escritos, tomo II, Siglo XXI. Bs. As. 2008 . pag
563

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escuchado. Discurso que irá poniendo en juego el entramado simbólico del sujeto, su historia,
la de sus Otros, la novela que le han contado y la que a si mismo se contó. Irán apareciendo
los distintos disfraces con los que se ha vestido, las diferentes escenas que ha representado,
incluso jirones de aquello de lo que aún nada puede decirse. Para que el trabajo analítico
pueda ser posible, la instalación de la suposición de un saber en el analista es condición de
necesariedad lógica, pero no la única. A la suposición de un supuesto saber por parte del
analizante hacia el analista, le es correlativa la suposición de parte de este último, de un
Sujeto allí, más allá del yo con el que se presenta. Y no solo eso, sino que es preciso suponer
allí un sujeto portador de un saber, un saber no sabido, un saber inconsciente. Porque en
verdad, el psicoanalista a priori no sabe de la singularidad de ese sujeto, de los significantes
que han comandado su historia. Presentarse desde la posición del no-saber es, en primer lugar,
precisamente lo que le permite escuchar. Al respeto Lacan enuncia “Lo que el psicoanalista
deber saber: ignorar lo que sabe”.10 Si de algo sabe el analista es de cierta ignorancia que
perdió en su propio análisis, pero es exactamente eso lo que debe “fingir olvidar”, que él es
causa del proceso analítico.
Podemos preguntarnos entonces, qué es aquello que hace que más allá de la técnica
psicoanalítica que debe ponerse a prueba caso por caso, pueda existir un analista para cada
sujeto. Lacan opta por expresarlo de un modo gráfico y sencillo en la clase del 8 de marzo de
1961: respecto del paciente se puede tener ganas de abrazarlo o de tirarlo por la ventana, pero
el analista tiene que estar dominado por un deseo más fuerte, el deseo del psicoanalista;
ubicando a éste como un operador necesario en la cura. Es necesario porque de ninguna
manera es contingente. “No se trata de un deseo subjetivo, sino de un deseo como “objeto” 11,
como enigma, incógnita, x que lanza la causa en tanto permanezca como tal.
El deseo del analista no sólo subsume los principios freudianos con los que estuvimos
trabajando sino que va más allá; pero podemos decir que el principio de neutralidad ubica al
analista como semblante del Otro en tanto consistente; mientras que el principio de
abstinencia lo determina como semblante del objeto.
En el citado Seminario VIII, La Transferencia, Lacan ensaya las coordenadas en las que
ubicar el lugar del analista, el cual “se define como el que debe ofrecer vacante al deseo del
paciente para que se realice como deseo del Otro”12. Es decir, si el deseo es el deseo del
Otro, el analista debe poder ofrecer el lugar vacío de su propio deseo - que no debe estar

10
Lacan , J., “Variantes de la cura-tipo” en: Escritos, tomo I. Siglo XXI, Bs. As. 2008. Pag
11
Aramburu, J., El deseo del analista. Editorial Tres Haches. Bs. As. 2000. Pag 93
12
Lacan, J., El Seminario, Libro VIII, La Transferencia. Paidós, Bs. As. Pag 125

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ocupado por el deseo de su Otro-, lugar vacío para alojar el objeto a como causa del deseo;
vacío al que solo puede arribarse por el paso de su propio análisis como sujeto del
inconsciente. Este lugar de deseo vaciado, es el necesario para que pueda aparecer ese Otro
histórico, Otro del que habláramos antes, Otro del discurso, alrededor del cual se estructuró
su deseo como deseo del Otro. Cuestión que hace que, inevitablemente, sea sujeto por sujeto.
Para que el analista pueda sostenerse en ese lugar de causa de deseo, debe haber dejado
de creer que pueda haber un objeto, en algún lugar, que lo completaría, que colmaría ese
vacío. Y es en última instancia de la trasmisión de esa falta, de ese vacío estructural de lo que
se trata el proceso del análisis. En ese sentido, es función del analista suscitar la dimensión de
la falta, hacer que aparezca la falta en ser en el sujeto analizante. Por eso no comprende, no
satisface la demanda, se calla operando desde el silencio y la interrogación, porque apunta a la
división subjetiva; ya el precepto de la regla fundamental entraña una apuesta a que aparezca
dicha división.
Dicho de otro modo, El deseo del analista se ubica en el intervalo significante,
produciendo la máxima distancia entre S1 - S2, produciendo un drenaje de sentido, vía la
equivocidad, separando entonces saber de goce. Es en esa hiancia que se abre entre
significante y significante, donde se encuentra un espacio para alojar el objeto.
Retomando nuestra pregunta inicial acerca del lugar y la función del analista en la
experiencia analítica, podemos esbozar que su función queda del lado de resguardar el lugar
de la falta, de mantener abierta la hiancia entre los significantes, y su lugar queda recortado
como un vacío. Sostén del no todo, de la no-relación sexual, de La verdad que no hay.

“El analista es solo la ocasión de la transmisión de la falta,


que instaura la creencia en la vida”13
Javier Aramburu

Lic. Paula C. Ambroso


pauambroso@yahoo.com.ar

13
Aramburu, J., “El deseo del analista”. Editorial Tres haches. Bs. As. 2000 Pag 62.

5
Bibliografía

 Aramburu, J., “El deseo del analista”. Editorial Tres haches. Bs. As. 2000
 Diccionario María Moliner. Gredos. Del nuevo extremo, 2007.
 Freud, S., “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia” en Obras completas,
tomo XII. Amorrortu. Bs As. 2009.
 Freud , S., “Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico”, en: Obras
completas, tomo XII. Amorrortu, Bs As. 2009.
 Lacan, J., El Seminario Libro I. Los escritos técnicos de Freud. Paidós. Bs As. 2007.
 Lacan, J., El Seminario, Libro VIII, La Transferencia. Paidós, Bs. As.
 Lacan, J., “Variantes de la cura-tipo”, en Escritos, tomo I, Siglo XXI. Bs As. 2008.
 Lacan, J., “ La cosa freudiana, o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis” en:
Escritos, tomo I . Siglo XXI. Bs. As. 2008
 Lacan, Jacques. “La dirección de la cura y los principios de su poder” en: Escritos,
tomo II, Siglo XXI. Bs. As. 2008.
 Piciana, H., “El saber referencial: un obstáculo a la formación del analista”, en
Conversación analítica I, Bs. As. 2004.
 Rabinovich, D., El deseo del psicoanalista, Libertad y determinación en psicoanálisis.
Manantial. Bs. As. 2007

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