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SANTANDER RAFAEL BRITO CUADRADO

Magistrado ponente

SL11771-2017
Radicación n.° 47501
Acta 04

Bogotá, D. C., primero (01) de agosto de dos mil


diecisiete (2017).

Decide la Corte el recurso de casación interpuesto por


MARCO WILLIAM QUINTERO ZULUAGA, CARMEN LUCÍA
POSADA DE QUINTERO y OLGA LUCÍA QUINTERO
POSADA, contra la sentencia proferida el 17 de junio de
2010, por la Sala Laboral del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Pereira, dentro del proceso que los recurrentes le
promovieron al INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES.

I. ANTECEDENTES

Los citados demandantes llamaron a juicio al


INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES, con el fin de obtener,
previa declaración de un contrato de trabajo entre la señora
CARMEN LUCÍA POSADA DE QUINTERO y el demandado, el
pago de los perjuicios materiales y morales ocasionados por
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la enfermedad profesional generada por la intoxicación


crónica por mercurio elemental, así como la indexación de
las condenas (f.° 3 a 29 del cuaderno del Juzgado).

Para fundamentar sus pretensiones, alegaron que la


señora Posada de Quintero prestó sus servicios a la
accionada desde el 7 de octubre de 1975; que a partir del 26
de junio de 2003, por disposición del Decreto 1750 de 2003,
quedó vinculada a la E.S.E. Rita Arango Álvarez del Pino,
siendo el extremo final del vínculo, el 9 de agosto de 2007.

Relató que desempeñó el cargo de Auxiliar de Servicios


Asistenciales, por más de 20 años, y que tenía que estar
expuesta al mercurio, pues los pacientes de odontología,
donde estaba asignada, necesitaban de amalgamas; que esa
situación le generó un cuadro de intoxicación crónica de
características progresivas e irreversibles, lo que provocó
síntomas y enfermedades, y el sometimiento a varios
exámenes, diagnósticos, tratamientos e intervenciones, que
se desarrollaron desde el año de 1990.

Que dicha enfermedad conllevó diferentes diagnósticos


sobre su origen, desarrollo y consecuencias, siendo el último
de ellos, el practicado por la Junta Nacional de Calificación
de Invalidez, el 10 de julio de 2007, donde se analizó que
sufría «una polineuropatía secundaria a intoxicación con
mercurio con deterioro cognitivo secundario, sin recuperación;
con trastorno afectivo, hipotiroidismo, por intoxicación por
mercurio desde la década de 1980, con múltiples cambios
orgánicos; la alteración sostenida y selectiva, la lenificación en

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el proceso de información, amnesia retrógrada, lupus


eritomotósica».

Relataron que la Junta Nacional de Calificación de


Invalidez, le dictaminó una pérdida de capacidad laboral del
58.60%, con fecha de estructuración del 4 de junio de 2007,
de origen profesional. A continuación, se ocuparon de
describir las consecuencias negativas que sobre el aspecto
moral, generó esa enfermedad, no solo sobre la víctima, sino
también sobre su entorno familiar.

El accionado, al contestar la demanda, se opuso a las


pretensiones, porque la fecha de estructuración de la
invalidez corresponde al año 2007, es decir, que
transcurrieron 4 años desde la desvinculación del ISS como
empleador, y que siempre adoptó frente a sus trabajadores
las medidas de seguridad extremas en aras de evitar
contaminaciones y alejarlas de los riesgos.

Acerca de los hechos de la demanda, aceptó la


existencia del contrato de trabajo a término indefinido; el
extremo inicial, 7 de octubre de 1975; el extremo final,
aclarando que fue el 26 de junio de 2003; el cargo
desempeñado por la actora; las funciones desplegadas; la
exposición al mercurio; la forma manual de preparar
amalgamas en los años 70, 80 y 90; que el ISS le concedió
una pensión de invalidez a partir del 9 de agosto de 2007,
con una primera mesada pensional de $629.865 pesos; el
salario devengado para el año 2006; que la actora se vinculó,
sin solución de continuidad ala ESE Rita Arango Álvarez Del

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Pino desde el 26 de junio de 2003; y la presentación de la


reclamación administrativa. Sobre los demás expresó que se
trataba de hechos ajenos a su conocimiento o que no le
constan.

En su defensa, formuló las excepciones de prescripción,


inexistencia de las obligaciones demandadas, cobro de lo no
debido y buena fe (f.° 49 a 55 del cuaderno del Juzgado).

II. SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA

El Juzgado Tercero Laboral del Circuito de Pereira,


mediante fallo del 22 de enero de 2010, resolvió (f.° 414 a 433
del cuaderno del Juzgado):

PRIMERO: DECLARAR que entre la señora […] en calidad de


trabajadora y el INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES como
empleador, existió un contrato de trabajo que se suscitó entre el 7
de octubre de 1975 y hasta el 9 de agosto de 2007, pero existiendo
sustitución en empleadores para el día 26 de junio de 2003 cuando
empezó a fungir como nueva entidad empleadora la ESE RITA
ARANGO ALVAREZ DEL PINO.

SEGUNDO: NEGAR las demás pretensiones contenidas en la


demanda planteada por […] frente a la entidad oficial […],
conforme con las consideraciones que preceden.

III. SENTENCIA DE SEGUNDA INSTANCIA

La apelación se surtió por el demandante, y terminó con


la sentencia atacada en casación, que resolvió lo siguiente
(f.° 17 a 36 del Cuaderno del Tribunal):

DECLARAR PROBADA la excepción de prescripción propuesta por


el INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES, en contra de las

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pretensiones enlistadas en la demanda, salvo la declaración y


condena, proferidos en los numerales 1º y 3º, que se CONFIRMAN.

El Tribunal, para decidir en la forma como lo hizo,


precisó que en primera instancia se había acertado cuando
se cimentó la culpa patronal de las entidades públicas, en lo
dispuesto en el artículo 12 de la Ley 6 de 1945, no siendo
viable acudir a lo preceptuado en el Decreto 1295 de 1994,
como tampoco a la Ley 776 de 2002, dado que estas no se
encontraban vigentes para la época en que la salud de la
accionante había disminuido en un 23%, esto es, en el año
de 1993, y que generó el reconocimiento de una pensión de
invalidez permanente parcial, lo que «imponía a la
empleadora la demostración de haber tomado con antelación
a tal época, medidas de prevención o protección contra riesgos
profesionales, (…), en las labores habituales de la operaria, de
sustancias nocivas para la salud, como el mercurio».

Recordó que para esa fecha, se encontraba vigente el


artículo 26 del Decreto 2127 de 1945, que procedió a
transcribir, e igual hizo con el artículo 47 del mismo
ordenamiento.

A continuación, disertó sobre la culpa del empleador, e


informó que éste, para exonerarse de toda responsabilidad,
debía demostrar la diligencia y cuidados requeridos. Citó la
sentencia apelada, en lo que tenía que ver con «las
condiciones de los locales y elementos de protección, en
lugares en que se manipulan esta clase de químicos», así como
las características de las «condiciones en las que debía reinar
el ambiente dentro del cual se manipulaba el mercurio», e

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informó que el daño fue acreditado en la sentencia de primera


instancia, ya que del mismo daba cuenta, no solo el dictamen
practicado por la junta calificadora, sino también, de los
estudios realizados en el año de 1993, que concluyeron con
el reconocimiento de la prestación económica por invalidez.

Seguidamente cuestionó al juez el desconocimiento del


nexo causal, e indicó:

El yerro estriba, entonces, en haber exonerado de culpa a la


empleadora, por haber tomado medidas ya cuando el mal de la
codemandante, había revelado sus manifestaciones. Recuérdese
que fue el superior de POSADA el que “[…] al notar que existían
síntomas de intoxicación en su colaboradora por el mercurio que
manipulaba habló con el Gerente del ISS y le pidió su reubicación,
petición que fue atendida de manera inmediata y la pusiera a
realizar otros oficios […] Situación que se corrobora con la
intervención del profesional en psiquiatría que la viene atendiendo
[..] Reubicación laboral que compaginó perfectamente con esa
invalidez permanente parcial que venía afectando a la trabajadora
y que obligaba a que no se generaran nuevas situaciones de riesgo
o peligro para la salud de ella y que pudiera agravar aún más su
condición […]”

Dijo que ningún reproche se realizó por la falta de


implementación de elementos de prevención, antes que el
odontólogo advirtiera sobre los síntomas de intoxicación en
la señora Posada de Quintero, más aún si se tenían en cuenta
las características nocivas del mineral que ella manipulaba
diariamente.

Razonó además, que en el evento en que las hubiera


implementado, la reticencia por parte de la trabajadora, no
lo exoneraba de responsabilidad, en la medida que contaba
con mecanismos para hacerlas efectivas, que llegaban hasta
su despido; que en todo caso, la conducta de la víctima no

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enervaba, ni concurría, ni disminuía, la culpa del victimario,


y por lo tanto, concluyó sobre la culpa patronal de
demandado, en atención que no existía prueba con la que se
pudiera comprobar, que para la década de 1980, se hubieran
implementado medidas de protección, con la finalidad de
evitar daño en la salud de su ex trabajadora.

Se ocupó de la excepción de prescripción, y citó el


artículo 41 de Decreto 3135 de 1968 «de recibo a los
trabajadores oficiales», y dijo que en asuntos relacionados con
la culpa patronal por enfermedad profesional, debía seguirse
la misma regla dispuesta para el riesgo común, «para efectos
de indicar con claridad la fecha de exigibilidad de la obligación
a cargo de deudor, punto de partida de fenómeno prescriptivo».

Hizo suya una sentencia del 26 de noviembre de 1998,


sin identificar su número de radicación, e informó:

De tal suerte, que de manera análoga a las situaciones de riesgo


común y mediando invalidez de una de las reclamantes, habrá de
aplicarse en el sub – lite, como norma general con arreglo a la cual,
en principio, las prestaciones por accidente o enfermedad, se
causan o son exigibles desde que el accidente o la enfermedad
ocurre. Regla que en el sub examine, para el evento de la culpa
patronal, no admite excepción ya que las diferentes calificaciones
y grados de incapacidad que se produjeron desde 1993, operaron
como revisiones a la misma – invalidez -, por lo que la norma que
gobernará la prescripción, será la vigente al momento en que se
generó el derecho, tanto a la pensión de invalidez, como al reclamo
al patrono por haber ocurrido por su culpa.

Por lo tanto, evidenciándose en los infolios que la señora […], se


hizo acreedora a una pensión de invalidez permanente parcial
desde 1993, por haberse demostrado exposición a mercurio
-fl. 309- , que entre otras obligó a su reubicación laboral, resulta
por ende, extemporáneo su reclamo e 28 de febrero de 2008, en el
sentido de atribuir las causas de la enfermedad a culpa patronal,
sin que el hecho de haber pasado la pérdida de la capacidad del

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23% al 58.6%, genere cambio en la perspectiva de la extinción del


derecho por prescripción, ya que éste se regula conforme a la
norma vigente al momento de la primera calificación, esto es, en
1993, por haberse evidenciado desde allí la enfermedad.

IV. RECURSO DE CASACIÓN

Interpuesto por los demandantes, concedido por el


Tribunal y admitido por la Corte, se procede a resolver
(f.° 10 a 34 del cuaderno de la Corte).

V. ALCANCE DE LA IMPUGNACIÓN

Pretenden los recurrentes que la Corte case la sentencia


el Tribunal, para que, en sede de instancia revoque la de
primer grado, y se acceda a las súplicas de la demanda
(f.° 10 a 34 del cuaderno de la Corte).

Con tal propósito formula dos cargos que


oportunamente fueron replicados, y que a continuación se
estudian.

VI. CARGO PRIMERO

Acusa la sentencia por la vía directa, en la modalidad


de infracción directa de los artículos 2341, 2344 y 2357 del
Código Civil, y 12 del Decreto 1771 de 1994, lo que condujo
a la aplicación indebida de los artículos 1, 2, 3 del «Decreto
917 (sic)»; 41 del Decreto 3135 de 1968; 1, 5, 6, 21, 56, 62
inc. 1 del Decreto Ley 1295 de 1994; 1, 6, 7, 9, 14, 15 de la
Ley 776 de 2002, y el 12 de la Ley 9 de 1979.

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En la demostración de cargo, se ocupó de realizar


conceptos previos respecto a la modalidad de infracción
directa para, a continuación, transcribir la sentencia
cuestionada, en lo que tiene que ver con lo decidido respecto
a la prescripción.

Luego, anotó que como consecuencia de un accidente


de trabajo o de una enfermedad profesional, el trabajador
puede sufrir secuelas temporales o permanentes, siendo que
las segundas pueden agravarse, hasta alcanzar el grado de
invalidez total, y para repararlas, puede estarse a la
reparación tarifada de riesgos y a la plena de perjuicios.

Realizó un estudio sobre las características de cada una


de ellas, e indicó que la fuente legal de la reparación plena de
perjuicios es el artículo 2341 del Código Civil, regla que fue
desarrollada por el artículo 216 del Código Sustantivo del
Trabajo, y recordó que la misma es de naturaleza
contractual, aun cuando se nutre de elementos de la
extracontractual.

Advirtió que se desconocieron las normas que regulan


la reparación plena de perjuicios, y otras disposiciones
sustanciales y de orden constitucional, así como el artículo
1° del Código Sustantivo del Trabajo y, en consecuencia, se
debió aplicar el artículo 2341 y concordantes del Código Civil,
así como el artículo 216 del Código Sustantivo de Trabajo y
el 151 del Código Procesal del Trabajo y de la Seguridad
Social.

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VIII. RÉPLICA

A efectos de oponerse a la acusación formulada por la


censura, precisó que el Tribunal no se reveló contra las
normas que se denuncian en el cargo, como tampoco aplicó
indebidamente las que allí se enlistan, y afirmó que las
pretensiones de los demandantes se encuentran afectadas
por el fenómeno de la prescripción (f.° 52 a 60 del cuaderno
de la Corte).

IX. CARGO SEGUNDO

Denunció la violación de la ley sustancial, por la vía


indirecta, por haber aplicado indebidamente los artículos 1
de la Ley 6° de 1945; 2 de la Ley 64 de 1946; 53 y 54 del
Decreto 2127 de 1945; 1, 5, 6, 21, 56, 62 inciso 1° del
Decreto 1295 de 1994; 1, 6, 7, 9, 14 y 15 de la Ley 776 de
2002; lo que condujo a la aplicación indebida del artículo
2341 (desarrollado por el artículo 216 del Código Sustantivo
del Trabajo, aplicable por analogía prevista en el artículo 19
del mismo código); de los artículos 2344, 2357 de Código
civil; de los artículos 488 y 489 del Código Sustantivo del
Trabajo; del artículo 12 del Decreto 1771 de 1994; y artículos
80, 81, 82 y 84 de la Ley 9° de 1979.

Atribuyó al Tribunal la comisión de los siguientes


errores evidentes de hecho:

[…] 1. Uno de los errores de hecho, manifiesto y particularmente


grave, consistió en no dar por demostrado, estándolo, que la
Junta Nacional de Calificación de Invalidez dictamino que la

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Actora padecía de “polineuropatia secundaria a intoxicación con


mercurio, con deterioro cognitivo secundario, sin recuperación,
con trastorno afectivo, hipotiroidismo con cambios orgánicos, la
alteración sostenida y selectiva la lenificación en el proceso de la
información, amnesia retrograda, lupus eritomatósica y artritis
degenerativa que condujo a la perdida de la capacidad laboral
en un 58.60%, con fecha de estructuración del 4 de junio de
2007 y de origen profesional.” Y que, por tanto, solamente
a partir de esa fecha se consolido el derecho de la Actora
tanto a la reparación tarifada de los riesgos, como a la
reparación plena de los perjuicios causados, por la culpa
del patrono en la ocurrencia de la enfermedad
profesional. (Subrayado en el texto original)

2. No dar por demostrado, estándolo, que la reparación de


perjuicios reclamada en la Demanda, es la Reparación Plena de
Perjuicios de Riesgos Laborales y no la Reparación Tarifada de
los riesgos, cuyas prestaciones han venido siendo atendidas por
el Seguro Social y en todo caso por la ARP a la que se encontraba
afiliada la Actora.

3. En dar por demostrado, sin estarlo, que, para la fecha de


presentación de la demanda de Reparación Plena de los
perjuicios puramente individuales de la víctima, así como los de
su familia, la acción de reclamación de los mismos, derivada de
la enfermedad profesional padecida por la actora y causa
eficiente de su incapacidad permanente, de la que fue culpable
la Demandada, se encontraba prescrita.

4. No dar por demostrado, estándolo, que el tiempo transcurrido


entre la fecha de estructuración de la enfermedad invalidante de
la Actora, 4 de junio de 2007 establecida en el dictamen de la
Junta Nacional de Calificación de invalidez y la fecha de la
presentación de la demanda, no habían transcurrido mas de tres
años, lapso requerido por la Ley (sic) para que se pudiera
sancionar al titular del Derecho con la extinción del mismo y de
la Acción.

5. En no dar por demostrado, estándolo, que los quebrantos de


salud, que padeció y padece, la actora y la intensidad
catastrófica de sus síntomas, destruyeron su vida familiar y
social, al igual que la de su esposo e hija quienes han sufrido el
destrozo de su hogar, su ámbito relacional, su alteración
psicosomática (sic) y sus recursos económicos.

Dijo que la prueba que no apreció por el Tribunal fue el


documento donde se pretende que se le reconozca los
perjuicios ocasionados a la actora y su núcleo familiar; y la

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prueba defectuosamente apreciada es el documento emitido


por la Junta Nacional de Calificación de Invalidez en el que
se determinó la naturaleza y características de la
enfermedad y el documento a través del cual se le reconoció
a la actora la pensión.

Indicó que los errores se originaron, esencialmente, en


la falta de apreciación de la demanda, lo que indujeron al
fallador a confundir dos instituciones jurídicas diferentes en
su naturaleza y contenidos esenciales, como son: la
reparación tarifada de riesgos profesionales y la reparación
plena de los perjuicios, siendo estas sustancial y
formalmente diferentes.

Manifestó que la institución jurídica que le


correspondió analizar en este caso al fallador fue la del
sistema de reparación tarifada, y no el régimen de reparación
plena. Que al respecto la Corte Suprema ha dicho que:
«cuando se produce un accidente de trabajo sin que medie
culpa del patrono, al trabajador le corresponde probarlo y una
vez demostrado tiene derecho a las indemnizaciones
señaladas…»; en cambio, «si el accidente se produce por culpa
del patrono le corresponde al empleado demostrar el
accidente de trabajo, la culpa del patrono, los perjuicios y el
valor de cada uno de ellos…», lo que significa que el fallador
no está obligado a someterse a lo que prevén las normas
laborales en materia de indemnización y debe determinar la
existencia de los perjuicios y su valor, con base en el material

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probatorio que obra en el proceso.

Afirmó que el manual de calificación de invalidez,


expedido por el Decreto 917 de 1999, en su artículos 1°, 2 y
3, de conformidad con lo establecido por los artículos 38
siguientes y concordantes de la Ley 100 de 1993, el 46 del
Decreto Ley 1295 de 1994 y el 5 de la Ley 36 de 1997, son
las argumentaciones legales que expuso la parte recurrente
para destruir los yerros en que incurrió el Ad quem, cuando
manifestó que la actora se benefició de una pensión de
invalidez permanente parcial desde 1993, como se muestra
en el f.° 309 del cuaderno del Juzgado, confundiendo los
fenómenos de invalidez con el de incapacidad permanente
parcial.

Informó que referente a la prescripción decretada por el


Tribunal de manera abusiva, vale la pena recordar que no se
puede hablar de prescripción de un derecho cuando este se
generó como consecuencia de una enfermedad patológica.

A continuación, la parte recurrente expresó que se


violaron principios, derechos fundamentales y la ley
sustancial por incurrir el Tribunal en los yerros antes
mencionados; específicamente se refirió a los artículos 1°, 2°,
4°, 5°, 13, 48, 53, 228, 229 y el 230 de la Constitución
Política de Colombia; además mencionó los artículos 1º, 3º,
10, 13, 14, 16, 18, 19, 20, 55 del Código Sustantivo del
Trabajo y, para finalizar, al artículo 8 de la Ley 171 de 1969.

Respecto a la afectación de normas de medio, dijo la

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parte recurrente que fueron vulneradas principios


consagrados en los artículos 40, 55, 56, 59, 60, 61 del
Código Procesal del Trabajo y la Seguridad Social y 175, 176,
177, 187, 194, 197, 200, 213, 249, 262, 268, 304 y 305 del
Código de Procedimiento Civil; estas normas fueron
indebidamente aplicadas por el fallador de segunda
instancia al cumplir con su deber de analizar las pruebas,
olvidando que el Código Procesal Laboral y de Seguridad
Social ordena que se valore la prueba de manera integral,
tanto que si el Juez hubiera llevado una clasificación de
prueba con relación a cada hecho considerados afines, y un
análisis del conjunto de todos los hechos y de todas sus
pruebas, no hubiera incurrido los errores que cometió.

X. RÉPLICA

Indicó que el libelista enfocó el ataque por el sendero


indirecto o de los hechos, pero que en la demostración del
mismo hizo alusión a elementos propios de la vía directa o
de puro derecho, mezclando en un mismo cargo los dos
submotivos de la causal primera de casación, los cuales son
completamente autónomos, independientes y excluyentes
entre sí. Es decir, el cargo tiene elementos tanto de la vía
directa como de la indirecta, lo cual es improcedente bajo la
técnica del recurso extraordinario de casación, por lo que el
cargo no debe tener vocación de prosperidad.

XI. CONSIDERACIONES

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Por sindéresis, se estudiará inicialmente el cargo


primero.

Aun cuando en verdad el cargo primero es ausente de


claridad, para la Sala, el reproche que los censores le realizan
a la sentencia del Tribunal, radica en que éste no aplicó el
artículo 2341 del Código Civil, desarrollado por el artículo
216 del Código Sustantivo del Trabajo, que conllevaron a
confundir la reparación tarifada, con la plena de perjuicios,
y de allí, a declarar probada la excepción de prescripción,
bajo un argumento alejado de la realidad, consistente en que
el dictamen del 4 de junio de 2007, fue una revisión de la que
le otorgó a la actora, la pensión de invalidez.

Pues bien, en aras de dar respuestas a los reproches de


los demandantes, se recuerda que la indemnización
ordinaria y plena de perjuicios, encuentra sustento, en el
caso de los trabajadores oficiales, en el literal b) del artículo
12 de la Ley 6 de 1945, y para que la misma se cause, debe
demostrarse la culpa del empleador en la ocurrencia del
accidente de trabajo o de la enfermedad profesional. Por
manera que, además de probar que ese suceso se ocasionó
por una actividad relacionada con la actividad de la
trabajadora, con ocasión o causa del contrato de trabajo, es
necesario documentar que la afectación a la integridad o
salud, fue consecuencia de la negligencia o culpa del
empleador en los deberes de seguridad y protección que le
competen, según lo dispuesto en los numerales 1 y 2 del
artículo 26 del Decreto 2641 de 1945.

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Es así, como la Sala Laboral de la Corte Suprema de


Justicia, en sentencia CSJ SL 1442 -2014, al respecto anotó:

1º) Antes de abordar la Sala el estudio objetivo de las pruebas


denunciadas en el cargo, conviene recordar, que para que se cause
la indemnización ordinaria y plena de perjuicios consagrada en el
lit. b), art. 12 de la Ley 6ª de 1945 (sector oficial) y en el Art. 216
CST (sector particular), debe encontrarse suficientemente
comprobada la culpa del empleador en la ocurrencia del accidente
de trabajo o la enfermedad profesional, de modo que su
establecimiento amerita, además de la demostración del daño
originado en una actividad relacionada con el trabajo, la prueba
de que la afectación a la integridad o salud fue consecuencia o
efecto de la negligencia o culpa del empleador en el acatamiento
de los deberes que le corresponden de velar por la seguridad y
protección de sus trabajadores (num. 1º y 2º art. 26 Decreto 2127
de 1945). (Resaltado en el texto original)

De lo dicho se sigue que la razón no está de lado de los


recurrentes, cuando pretenden acudir al artículo 2341 del
Código Civil, y al 216 del Código Sustantivo del Trabajo, pues
se rememora que el Tribunal precisó que la culpa patronal
de las entidades públicas, encontró desarrollo en el artículo
12 de la Ley 6 de 1945, para, a partir de allí, construir
argumentos relacionados con la falta de medidas de
prevención y protección para con su trabajadora, todo ello
con apoyo en el artículo 26 del Decreto 2127 de 1945, lo que
lo llevaron a la conclusión sobre la culpa debidamente
comprobada del empleador, en la enfermedad padecida por
la señora Posada de Quintero, así como el nexo causal entre
el daño y la acción u omisión de la accionada.

No obstante lo anterior, es claro para la Sala que


también el cuestionamiento va encaminado a rebatir la
conclusión que sobre la excepción de prescripción se hizo en
el fallo gravado, dado que sobre ese tópico giró la

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inconformidad del recurrente, tanto así que transcribió lo


que se decidió al respecto.

Entonces, se rememora que en el fallo cuestionado, se


acudió a lo dispuesto en el artículo 41 del Decreto 3135 de
1968, para, a continuación, definir que a efectos de resolver
sobre ese medio extintivo, debía estarse a la misma regla
fijada en el caso del riesgo común, ello con miras a
determinar la fecha de exigibilidad de la obligación a cargo
del deudor.

Seguidamente el Ad quem concluyó que las prestaciones


por accidente o enfermedad, eran exigibles desde el momento
en que ocurrieron, «Regla que en el sub examine, para el
evento de la culpa patronal, no admite excepción ya que las
diferentes calificaciones y grados de incapacidad que se
produjeron desde 1993, operaron como revisiones a la misma
– invalidez -, (…)», e informó que era extemporáneo el reclamo
efectuado el 28 de febrero de 2008, «sin que el hecho de haber
pasado la pérdida de la capacidad del 23% al 58.6%, genere
cambio en la perspectiva de la extinción del derecho por
prescripción, ya que este se regula conforme a la norma
vigente al momento de la primera calificación, esto es, en
1993, por haberse evidenciado desde allí la enfermedad»

Con la anterior inferencia, el Juez de la alzada


desconoció que el término prescriptivo (sea el del artículo 151
del Código Sustantivo del Trabajo, o el del 41 del Decreto
3135 de 1968, en tanto que ambos hacen referencia a un
lapso de tres años), corre desde el momento en la que se

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establezcan, por los mecanismos de ley, las secuelas que el


accidente de trabajo haya ocasionado al trabajador, en la
medida que, a corto plazo, y no obstante los avances
científicos, es imposible determinar cuáles fueron las
consecuencias que ese evento generó en la víctima. Por
manera que no debe estarse, tal como se aseveró en la
sentencia cuestionada, al período en el «que el accidente o la
enfermedad ocurran», pues lo mismo sería injusto, ya que

negaría la posibilidad de reclamar los perjuicios que se le


ocasionaron.

En ese sentido se razonó en la sentencia de casación


CSJ SL, 30 Oct, 2012. Rad 39631, donde se dijo:

Diferente situación se presenta en lo que atañe a los restantes


demandantes, pues recuérdese lo dicho por esta Sala en sentencia
del 17 de octubre de 2008, radicación 28821, reiterada en fallo del
6 de julio de 2011, radicación 39867, así:

“también es verdad que en casos como el presente, la


jurisprudencia laboral de esta Sala de la Corte ha establecido que
el término prescriptivo de acciones como la aquí impetrada debe
empezar a computarse a partir de la fecha en la que se
establezcan, por los mecanismos previstos en la ley, las secuelas
que el accidente de trabajo haya dejado al trabajador, lo que
desde luego implica la imperiosa necesidad de que éste haya
procurado el tratamiento médico de rigor y la consecuente
valoración de su estado de salud.

Así, por ejemplo, en la sentencia del 3 de abril de 2001, radicación


No. 15137, en la que se reiteró la del 15 de febrero de 1995,
radicación 6803, esto dijo la Corte:

“Al examinar este mismo punto de derecho en la sentencia de 15


de febrero de 1995 (Rad. 6803) --invocada por la recurrente en el
sexto de los cargos de su demanda-- la extinguida Sección
Segunda de la Sala de Casación Laboral explicó lo que a
continuación, y en razón de su pertinencia, se copia:

<La prescripción, como lo ha sostenido la doctrina, consiste en la


extinción de los derechos consagrados en la normatividad
aplicable por no haberse ejercitado la acción pertinente dentro del

18
Radicación n.° 47501

plazo de carácter fatal que señala la ley. Ella está gobernada en


materia laboral por los artículos 488 del Código Sustantivo del
Trabajo y 151 del procesal de esta especialidad, los cuales
coinciden en señalar un término de tres años, que se cuentan
desde que la respectiva obligación se haya hecho exigible salvo en
los casos de prescripciones especiales establecidas en dichos
estatutos.

<Es bien sabido que cuando acontece un accidente de trabajo


surgen en favor de quien lo padece una serie de prestaciones o de
indemnizaciones, según el caso, algunas de las cuales dependen
de las secuelas o de la incapacidad para laborar que le hayan
dejado. Pero muchas veces ocurre que a pesar de los importantes
avances científicos resulta imposible saber en corto plazo cuáles
son las consecuencias que ha dejado en la víctima el in suceso.
Así lo tiene adoctrinado la jurisprudencia de esta Sala al precisar
que no 'puede confundirse el hecho del accidente con sus naturales
efectos. Aquél es repentino e imprevisto. Estos pueden producirse
tardíamente'. (Cas., 23 de marzo de 1956, vol. XXIII, núms. 136 a
138).

<Por lo anterior, tanto la doctrina como la jurisprudencia,


sin desconocer el referido término prescriptivo legal, han
recabado en que la iniciación del cómputo extintivo no
depende en estricto sentido de la fecha de ocurrencia del
infortunio, por no estar acorde con la finalidad del instituto
y ser manifiestamente injusta, sino del momento en que el
afectado está razonablemente posibilitado para reclamar
cada uno de los eventuales derechos pretendidos.

<Las lesiones orgánicas y perturbaciones funcionales producidas


por un accidente ameritan tratamientos médicos y evaluaciones
cuya duración no siempre se puede establecer anticipadamente,
ni dependen de la voluntad de los afectados.

<En el sistema del Código Sustantivo del Trabajo la tabla de


valuación de incapacidades señala, según las consecuencias del
accidente y el porcentaje de disminución de la capacidad laboral,
unas indemnizaciones fijadas en meses de salario, escalonadas
según dicho porcentaje de incapacidad, a manera de presunción
de derecho.

<En cambio, cuando existe culpa patronal en la ocurrencia


del accidente el responsable 'está obligado a la
indemnización total y ordinaria por perjuicios, pero del
monto de ella debe descontarse el valor de las prestaciones
en dinero pagadas en razón de las normas consagradas en
este capítulo', con arreglo al artículo 216 del C.S.T.

<De tal suerte que en tratándose de una indemnización que


la ley no establece de manera tarifada ni presuntiva en
cuanto a su soporte que es la clase de incapacidad y el

19
Radicación n.° 47501

porcentaje de disminución de capacidad laboral, ni


tampoco su monto, como sí ocurre con la atrás vista, a
fortiori debe colegirse en estos eventos la validez del criterio
que asienta este fallo sobre iniciación del término
prescriptivo, por cuanto es evidente que para esclarecer la
totalidad de los perjuicios indemnizables debe mediar una
evaluación médica juiciosa sobre los mismos, que debe
efectuar la respectiva entidad de seguridad social a la cual
se halle afiliado el trabajador accidentado o el médico del
empleado, pero en este último caso, siempre que el
trabajador no haya estado legalmente obligado a afiliarse
a una institución de tal clase.

<Naturalmente no es dable entender que el interesado pueda


disponer a su arbitrio la fecha en que procede la mencionada
calificación médica, ni le es dable dilatarla indefinidamente, pues
ello pugna contra la imperiosa seguridad jurídica y contra el
fundamento de los preceptos citados. Así las cosas, como le asiste
tal derecho a la evaluación ésta no puede diferirse por más de tres
años contados desde la ocurrencia del accidente porque ese es el
término ordinario de prescripción señalado en la ley y además es
el que se desprende del artículo 222 del C.S.T.

<Como antes se vio cuando se efectúa la calificación de la


incapacidad por las autoridades médicas competentes la
obligación de dicha indemnización 'total y ordinaria' es exigible y
desde éste instante empieza a correr el término legal para
reclamar su pago. En consecuencia no es dable confundir el plazo
que tiene el trabajador víctima de un accidente por culpa patronal
para pedir la evaluación médica de los perjuicios que el mismo le
irrogó, con el término de prescripción del derecho a la
indemnización total correspondiente, que se inicia cuando
jurídicamente se encuentra en capacidad de obrar. Y ese momento
no se identifica con el de la ocurrencia del in suceso (a menos que
ocasione la muerte del trabajador), ni con la del reintegro a las
labores, ni con el de esclarecimiento de la culpa patronal, sino con
el de la calificación médica mencionada.

<La jurisprudencia de esta Sala ha aceptado dichos postulados


enfatizando que la fecha de exigibilidad de la obligación varía de
un caso a otro, así: cuando el trabajador sobrevive al accidente las
obligaciones en especie y en dinero por razón de la incapacidad
temporal, se hacen exigibles a partir del día de la ocurrencia del
siniestro pero asimismo ha precisado lo transcrito en el fallo del
ad-quem en el sentido de que 'en los demás casos las prestaciones
en dinero graduadas según la correspondiente tabla de
valuaciones, como toman en cuenta la calificación de la
incapacidad o en su caso, el fallecimiento del accidentado, sólo se
hacen exigibles una vez terminada la atención médica y desde que
se clasifiquen mediante dictamen médico, con sujeción a lo que
sobre el particular disponen las normas legales y reglamentarias
consagradas en el Código Sustantivo del Trabajo y en el Decreto

20
Radicación n.° 47501

852 de 1953' (Cas. de septiembre 30 de 1965)”. (Lo subrayado es


nuestro)

Por lo tanto, no era viable, a efectos de determinar si los


derechos de los demandantes se encontraban prescritos,
contar el término extintivo desde la ocurrencia del accidente
o de la enfermedad laboral sino a partir de la fecha en la que
se establezcan, por los mecanismos previstos en la ley, las
secuelas que el accidente de trabajo haya dejado a la
trabajadora.

Por lo visto, el cargo prospera, y hay lugar a casar la


sentencia de segundo grado.

Dado lo anterior, se hace innecesario el estudio del


cargo segundo.

XII. SENTENCIA DE INSTANCIA

En sede de instancia, además de lo anterior, se debe


decir que los diferentes grados y calificaciones de
incapacidad que se produjeron en el año de 1993, operaron
como revisiones a la invalidez, y finalizaron con el dictamen
de f.° 36 a 42, donde se conceptuó que la pérdida de
capacidad laboral, de la señora Posada de Quintero, ascendió
al 58.6%, a raíz de la exposición crónica al mercurio «durante
más de 20 años en su oficio de auxiliar de odontología, quien
desarrollo cuadro de intoxicación crónica por mercurio,
conocido también como hidrargirismo, siendo pensionada con

21
Radicación n.° 47501

invalidez permanente parcial por enfermedad profesional en


1993 por el ISS».

Medio de juicio, donde además se aclaró lo siguiente:

[…] que la intoxicación crónica por mercurio elemental es un cuadro


clínico de características progresivas e irreversibles, que tiene
como “órganos blanco” el sistema nervioso central, periférico y
renal principalmente; en este caso la patología mental y
neurológica que presenta la paciente, evidenciada en las
evaluaciones de psiquiatría y neuropsicología, corresponden al
comportamiento clínico de este tipo de intoxicación, con pronóstico
malo dado que sus posibilidades de recuperación son
prácticamente inexistentes, dado su estado actual de síndrome
mental orgánico, con severo compromiso cognitivo.

Y se calificó que era una enfermedad de origen


profesional, ello en atención a que, en el año de 2005, según
se advierte de ese documento, le fue retirada la prestación
económica que le fue reconocida en el año de 1993, bajo el
argumento que se trataba de una patología de origen común.

Por manera que en este asunto debió estarse a la fecha


del último dictamen emitido, a efectos de calcular si los 3
años de que habla el artículo 151 del Código Procesal del
Trabajo y de la Seguridad Social, y el 41 del Decreto 3135 de
1968, en efecto se habían cumplido, pues sustentarse en la
calificación emitida en el año de 1993, desconocería los
perjuicios que le ocasionó a la actora, el estar expuesta al
mercurio, por un lapso superior a los 20 años, situación con
la que además no se lograría una reparación integral.

Nótese como en la calificación emitida por la Junta


Nacional, se advirtió sobre la enfermedad progresiva o
degenerativa que padece la accionante, en razón de haber

22
Radicación n.° 47501

desempeñado la función de auxiliar de odontología. De allí


que con la calificación del año de 1993, no se pudiera
concretar, hasta qué grado se afectó la salud de la
accionante, ya que con el paso del tiempo, se agravó, hasta
el extremo de generarle una pérdida de capacidad laboral del
58.6%.

Por lo expuesto, es que no se declarará probada la


excepción de prescripción, en la medida que la fecha del
dictamen corresponde al 10 de julio de 2007 (f.° 36 a 42), la
de la reclamación administrativa fue el 21 de febrero de 2008
(f.° 22 a 29) y la demanda se presentó el 28 de octubre de
2008 (acta individual de reparto), sin que transcurriera el
lapso de 3 años previsto tanto en el artículo 151 del Código
Procesal del Trabajo y el 41 del Decreto 3135 de 1968.

Ahora, debe decirse que como no fue objeto de


cuestionamiento en el recurso extraordinario, la culpa del
Instituto de Seguros Sociales en la enfermedad que padece la
accionante y recurrente en casación, así como el nexo causal
entre el daño irrogado a la señora Posada Quintero y la
omisión culposa del empleador, es por lo que esta Sala
determinará el quantum de las condenas que se solicitaron
en la demanda, las cuales se concretan en daños materiales
a favor de la víctima, que sustenta en la diferencia salarial
que dejará de devengar desde el año 2007 y hasta su vida
probable, y morales para todos los demandantes.

Previo a ello, debe informarse que la señora Carmen


Lucia Posada de Quintero, nació el 5 de agosto de 1957

23
Radicación n.° 47501

(f.° 82 del cuaderno principal); prestó sus servicios al


Instituto de Seguros Sociales desde el 7 de octubre de 1975,
y a partir del 26 de junio 2003, quedó vinculada a la E.S.E.
Rita Arango Álvarez del Pina, hasta el 9 de agosto de 2007,
con una asignación mensual de $1.193.894 (f.° 280), y que
la Junta Nacional de Calificación de Invalidez le dictaminó
una pérdida de capacidad laboral del 58.6%, con fecha de
estructuración el 4 de junio de 2007.

En torno al lucro cesante, debe entenderse el dinero que


se dejó de percibir por la ocurrencia del daño, el cual
comprende el pasado y el futuro, entendiendo por el primero
el que se causa a partir de la finalización del contrato de
trabajo, es decir, el 9 de agosto de 2007, y hasta la fecha de
esta sentencia; y por el segundo, desde el día en que se
profiera el fallo, hasta que se cumpla la expectativa de vida
probable de la actora. Teniendo en cuenta lo anterior, se
procede a calcular el lucro cesante de la siguiente manera:

Fecha de Cálculo = 30/06/2017


Fecha de estructuración = 04/06/2007
Fecha de Nacimiento (Mujer) = 05/08/1957
Salario Devengado = $ 1.193.894,00
Salario actualizado = $ 1.812.512,34
Pérdida de capacidad laboral 58,60%
Lucro Cesante Mensual LCM = $ 1.062.132,23
N° de Meses = 120,87
Tasa de Interes Mensual = 0,5%

Sn = (1 + i)^n - 1
i

Lucro Cesante Consolidado LCC = $175.735.760,64

Lucro Cesante Mensual LCM = $ 1.062.132,23

an = (1 + i)^n - 1
i (1 + i) ^n

Lucro Cesante Futuro LCF = $172.430.948,66

Lucro Total = $348.166.709,30

24
Radicación n.° 47501

En la anterior liquidación se toma como punto de


partida el extremo final de la relación laboral, suscitado con
la ESE Rita Arango Álvarez del Pino, en la medida que, a
partir de allí, es de donde puede verificarse el dinero que
dejará de percibir como consecuencia de la enfermedad
profesional que padece la señora Posada de Quintero.

Y es que además, el daño que se ocasionó a la


accionante ocurrió cuando ésta prestaba servicios al
Instituto de Seguros Sociales, como auxiliar de servicios
asistenciales de odontología, por espacio de más de 20 años,
y sin que la circunstancia de que hubiera laborado a favor de
la E.S.E. Rita Arango Álvarez del Pino, desde el 26 de junio
de 2003 hasta el 9 de agosto de 2007, pueda cambiar esa
situación, en la medida que dentro de ese período no estuvo
expuesta al mercurio, ya que cuando se trasladó y por el
tiempo que permaneció en la ESE mencionada, ésta,
consciente de su situación de salud, le asignó, únicamente,
funciones de otorgamiento de citas odontológicas
(f.° 280 a 281).

Adicionalmente, se le aclara al Juez de primera


instancia que esta Corporación ha sostenido, sobre la
existencia de sustitución patronal entre el ISS y la ESE, como
producto de la escisión de la primera, la creación de las
segundas y el traslado de trabajadores sin solución de
continuidad, que solamente se presenta en el evento en que
la condición de trabajadora oficial se hubiera mantenido
ininterrumpidamente al pasar a la ESE (al efecto se puede
consultar la sentencia de casación CSJ SL, 17913 – 2016),

25
Radicación n.° 47501

característica que no ostentó la accionante, pues pasó de


trabajadora oficial del ISS a empleada pública de la ESE,
manteniendo el cargo de Auxiliar de Servicios Asistenciales,
con las limitantes relativas a su discapacidad.

Retomando lo concerniente a los perjuicios causado, se


debe decir entonces que por lucro cesante pasado, le
corresponde a la codemandante la suma de $175.735.760,64
y por lucro cesante futuro la cantidad de $172.430.948, para
un total de $348.166.709,30

Respecto al perjuicio moral, el mismo se tasa con base


en el “arbitrium judicis”, para lo cual, y tal como se dijo en
sentencia CSJ SL, 30 Oct. 2012, rad. 39631, se deben tener
en cuenta las condiciones de la lesión y el entorno social.

En tal sentido, y atendiendo que la señora Posada


Quintero, como consecuencia de la exposición crónica al
mercurio, desarrolló un cuadro de intoxicación crónica de
características progresivas e irreversibles, que afecta el
sistema nervioso central periférico y renal, y que su estado
de recuperación es prácticamente inexistencia, y atendiendo
a que esas situaciones generan en su entorno familiar
situaciones de angustia, zozobra y tristeza, es por lo que se
condenará al pago de los siguientes conceptos:

Carmen Lucía Posada de Quintero $70.000.000


Marco William Quintero Zuluaga $50.000.000
Olga Lucía Quintero Posada $50.000.000

26
Radicación n.° 47501

No se estima el daño emergente por cuanto el mismo no


fue solicitado por los demandantes, y además no se
encuentra probado.

Sin costas en el recurso extraordinario; las de las


instancias a cargo del demandado, las que deberán incluirse
en la liquidación que realice el a quo, de conformidad con el
artículo 366 del CGP.

IX. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia,


Sala de Casación Laboral, administrando justicia en nombre
de la República y por autoridad de la ley, CASA la sentencia
del diecisiete (17) de junio de dos mil diez (2010), proferida
por la Sala Laboral del Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Pereira, en el proceso que MARCO WILLIAM QUINTERO
ZULUAGA, CARMÉN LUCIA POSADA DE QUINTERO y
OLGA LUCIA QUINTERO POSADA le promovieron al
INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES, en cuanto declaró
probada la excepción de prescripción. NO LA CASA en lo
demás.

En sede de instancia, se revoca la del juzgado, en


cuanto absolvió a la demandada de la responsabilidad
patronal por enfermedad profesional, y en su lugar se
condena al accionado al pago de los siguientes conceptos:

a) Por lucro cesante, la suma de $348.166.709,30, a


favor de la señora Carmen Lucia Posada de Quintero.

27
Radicación n.° 47501

b) Por perjuicios morales, a favor de las personas y por


los montos que se enlistan:
Carmen Lucía Posada de Quintero $70.000.000
Narcos William Quintero Zuluaga $50.000.000
Olga Lucía Quintero Posada $50.000.000

Se confirma en lo demás.

Costas como se dijo en la parte motiva.

Cópiese, notifíquese y cúmplase. En firme la presente


providencia, devuélvase el expediente al tribunal de origen.

SANTANDER RAFAEL BRITO CUADRADO

CECILIA MARGARITA DURÁN UJUETA

CARLOS ARTURO GUARÍN JURADO

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