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W.

Macdonald
C. Las glorias de Cristo, el Cabeza de la Iglesia
(1:15–23)
1:15 En los siguientes cuatro versículos, tenemos descrito al
Señor Jesús: (1) en Su relación con Dios (v. 15); (2) en Su relación
con la creación (vv. 16, 17); y (3) en Su relación con la iglesia (v.
18).
El Señor es aquí descrito como la imagen del Dios invisible.
El término imagen conlleva al menos dos ideas. Primero,
comunica el pensamiento de que el Señor Jesús nos ha hecho
capaces de ver cómo es Dios. Dios es Espíritu, y es por ello
invisible. Pero en la Persona de Cristo, Dios se ha hecho visible a
los ojos mortales. En este sentido el Señor Jesús es la imagen del
Dios invisible. Todo el que le ha visto a Él, ha visto al Padre (ver
Juan 14:9). Pero la palabra imagen comunica asimismo la idea de
«representante». Dios había puesto originalmente a Adán en la
tierra para que representase Sus intereses, pero Adán fracasó. Por
ello, Dios envió a Su Hijo unigénito al mundo como Su
Representante para que cuidase de Sus intereses y revelase Su
corazón de amor al hombre. En este sentido, Él es la imagen de
Dios. La misma palabra imagen se emplea en 3:10, donde de los
creyentes se dice que son la imagen de Cristo.
Cristo es asimismo el primogénito de toda creación, o «de
todo ser creado». ¿Qué significa? Algunos falsos maestros
sugieren que Jesús es Él mismo un ser creado, que fue la primera
Persona que Dios jamás creó. Algunos de ellos están incluso
dispuestos a admitir que Él es la más grande criatura que salió de
manos de Dios. Pero nada podría ser más directamente contrario a
la enseñanza de la palabra de Dios.
La expresión «primogénito» tiene en la Escritura al menos tres
sentidos distintos. En Lucas 2:7 se emplea en un sentido literal,
cuando María dio a luz a su Hijo primogénito. Allí significa que el
Señor Jesús fue el primer Niño al que ella dio a luz. En Éxodo
4:22, en cambio, se emplea en sentido figurado. «Israel es mi hijo,
mi primogénito.» En aquel versículo no hay pensamiento alguno
de que haya habido un nacimiento literal, sino que el Señor emplea
esta palabra para describir el puesto distintivo que tenía la nación
de Israel en Sus planes y propósitos. Finalmente, en el Salmo
89:27, la palabra «primogénito» se emplea para designar un puesto
de superioridad, de supremacía y singularidad. Allí Dios dice que
Él hará de David Su primogénito, más alto que todos los reyes de
la tierra. David había sido en realidad el menor de los hijos de Isaí
según la carne. Pero Dios había decidido darle un puesto de una
singular supremacía, primado y soberanía.
¿No es precisamente éste el pensamiento en Colosenses 1:15
—el primogénito de toda criatura?—. El Señor Jesucristo es el
Hijo Unigénito de Dios. En un determinado sentido todos los
creyentes son hijos de Dios, pero el Señor Jesús es el Hijo de Dios
de una manera que no es cierta de nadie más. Él existió antes de
toda creación y ocupa un puesto de supremacía sobre ella. La
expresión primogénito de toda creación no tiene nada que ver
aquí con nacimiento. Sencillamente significa que Él es Hijo de
Dios por relación eterna. Es un título de prioridad de posición, y no
simplemente de prioridad cronológica.
1:16 Los falsos maestros emplean el v. 15 (especialmente
como está en la RV) para enseñar que el Señor Jesús fue un ser
creado. El error puede generalmente ser refutado en base del
mismo pasaje de las Escrituras que emplean los sectarios. Así
sucede aquí. El versículo 16 declara de manera concluyente que el
Señor Jesús no es una criatura, sino el mismo Creador. En este
versículo leemos que todas las cosas —todo el universo de
cosas— fueron creadas no sólo por él, sino por medio de él y
para él. Cada una de estas preposiciones conlleva un pensamiento
diferente. Primero, leemos que por él fueron creadas todas las
cosas. Aquí tenemos el pensamiento de que el poder de crear
estaba en Su Ser. Él fue el Arquitecto. Más adelante en el versículo
leemos que todo fue creado por medio de él. Esto nos habla de
Aquel que es el Agente en la creación. Él fue la Persona de la
Deidad por la cual se ejecutó el acto creador. Además, todas las
cosas fueron creadas para Él. Él es Aquel para quien todas las
cosas fueron creadas, el objetivo de la creación.
Pablo recurre a extremos para enfatizar que todas las cosas
fueron creadas por medio de Cristo, sean las que están en los

RV Reina-Valera, revisión de 1909


cielos, sean las que están en la tierra. Esto no deja ningún hueco
para que nadie pueda sugerir que aunque Él creó algunas cosas, Él
mismo fue originalmente creado.
El apóstol pasa luego a declarar que la creación del Señor
incluyó las cosas visibles y las invisibles. La palabra visibles no
precisa de explicación alguna, pero es indudable que el Apóstol
Pablo se daba cuenta de que al decir invisibles suscitaría nuestra
curiosidad. Por ello, pasa a detallar lo que quiere decir por cosas
invisibles. Incluyen tronos, dominios, principados y potestades.
Creemos que estos términos se refieren a seres angélicos, aunque
no podemos distinguir entre los diferentes rangos de estos seres
inteligentes.
Los gnósticos enseñaban que había varios rangos y clases de
seres espirituales entre Dios y la materia, y que Cristo pertenecía a
una de estas clases. En nuestros tiempos, los espiritistas pretenden
que Jesucristo es un ser avanzado de la sexta esfera. Los Testigos
de Jehová enseñan que antes que nuestro Señor entró en el mundo,
era un ángel creado, ¡nada menos que el arcángel Miguel! Aquí
Pablo refuta vigorosamente estos absurdos conceptos declarando
de la forma más clara posible que el Señor Jesucristo es el Creador
de los ángeles —de hecho, de todos los seres, tanto si son visibles
como invisibles.
1:17 Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas tienen
consistencia en él. Pablo dice: «Él es antes de todas las cosas», no
«Él fue antes de todas las cosas». El tiempo presente se emplea
frecuentemente en la Biblia para describir la atemporalidad de la
Deidad. El Señor Jesús, por ejemplo, dijo: «Antes que Abraham
llegase a ser, YO SOY» (Jn. 8:58, cf. RVR77 margen).
No sólo existía el Señor Jesús antes que hubiese creación
alguna, sino que todas las cosas tienen consistencia en él. Esto
significa que Él es el Sustentador del universo y la fuente de su
perpetuo movimiento. Él controla las estrellas, el sol y la luna.
Incluso cuando Él estaba en la tierra, Él era quien controlaba las
leyes mediante las que funciona nuestro universo de una manera
ordenada.

cf. confer, comparar


RVR77 Reina-Valera, revisión de 1977
1:18 El dominio del Señor Jesús no sólo cubre el universo
natural, sino que se extiende también al ámbito espiritual. Él es la
cabeza del cuerpo que es la iglesia. Todos los creyentes en el
Señor Jesús, durante esta dispensación, son constituidos en lo que
se conoce como el cuerpo de Cristo, o la iglesia. Así como un
cuerpo humano es un vehículo mediante el que la persona se
expresa, así el Cuerpo de Cristo es aquel vehículo que Él tiene en
la tierra mediante el que ha escogido expresarse al mundo. Y él es
la cabeza de este cuerpo. La cabeza habla de guía, dictado,
control. Él ocupa el puesto de preeminencia en la iglesia.
Él es el principio. Comprendemos por esto que se significa el
principio de la nueva creación (véase Ap. 3:14), la fuente de la
vida espiritual. Esto se explica adicionalmente por el uso de la
expresión el primogénito de entre los muertos. Aquí de nuevo
debemos tener la cautela de destacar que esto no significa que el
Señor Jesús fuese el primero en resucitar de entre los muertos.
Hubo casos de resurrección en el Antiguo como en el Nuevo
Testamento. Pero el Señor Jesús fue el primero en resucitar de
entre los muertos para nunca jamás morir. Él fue el primero en
levantarse con un cuerpo glorificado, y resucitó como Cabeza de
una nueva creación. Su resurrección es singular, y es la prenda de
que todos los que confían en Él también resucitarán. Esto le
proclama como supremo en la creación espiritual.
Alfred Mace lo expresó bien:
Cristo no puede ser segundo ante nadie. Él es «el primogénito
de toda creación», porque Él lo ha creado todo (Col. 1:15, 16). Él
es asimismo el primogénito de entre los muertos en relación con
una familia redimida y celestial. Así, la creación y la redención le
dan a Él los honores de la supremacía por ser Él quien es y por lo
que Él ha hecho: «Para que en todo tenga la preeminencia». Él es
primero en todo. 8
El Señor Jesús tiene así una doble preeminencia —primero en
creación, y luego en la iglesia—. Dios ha decretado que en todo
tenga Él la preeminencia. ¡Qué respuesta es ésta para aquellos
que en los tiempos de Pablo (y en los nuestros) querrían robarle Su
deidad y hacer de Él sólo un ser creado, por exaltado que sea!

8
(1:18) Alfred Mace, sin más documentación disponible.
Al leer que en todo tenga la preeminencia, es sólo apropiado
que cada uno de nosotros se pregunte: «¿Tiene él la preeminencia
en mi vida?».
1:19 Darby traduce el versículo 19 de la siguiente manera:
«Porque en Él se complació en morar toda la plenitud [de la
Deidad].» La tradición de las versiones antiguas podría hacer
parecer como si en algún punto de tiempo (obsérvense que «el
Padre» no existe en el texto griego) el Padre se hubiese complacido
en hacer que en el Hijo morase toda plenitud. El verdadero sentido
es que la plenitud de la Deidad siempre moró en Cristo.
Los herejes gnósticos enseñaban que Cristo era una especie de
«casa intermedia» hacia Dios, un eslabón necesario en la cadena.
Pero había otros y mejores eslabones más adelante. «Id adelante a
partir de Él», apremiaban, «y alcanzaréis la plenitud». «No»,
responde Pablo, «¡Cristo es Él mismo la completa plenitud!».
Toda la plenitud mora en Cristo. La palabra para morar aquí
significa habitar de manera permanente, 9 no simplemente visitar de
manera temporal.
1:20 El versículo 19 está conectado con el versículo 20: «Por
cuanto tuvo a bien el Padre … por medio de él (Cristo)
reconciliar consigo todas las cosas … haciendo la paz mediante
la sangre de su cruz.» En otras palabras, no fue sólo el
beneplácito de la Deidad que morase toda la plenitud en Cristo (v.
12), sino también que Cristo reconciliase consigo todas las cosas.
Hay dos reconciliaciones mencionadas en este capítulo: (1) La
reconciliación de cosas (v. 20), y (2) la reconciliación de personas
(v. 21). Lo primero es aún futuro, mientras que lo segundo es cosa
pasada para todos los que han creído en Cristo.
RECONCILIACIÓN
Reconciliar significa restaurar a una relación o norma
correctas, o hacer la paz donde antes había enemistad. La Biblia
nunca dice que Dios necesitase ser reconciliado con el hombre,
pero siempre de la necesidad del hombre de reconciliarse con
Dios. La mentalidad de la carne es enemistad para con Dios (Ro.
8:7), y debido a esto el hom-bre necesita ser reconciliado.

9
(1:19) Aquí se emplea la forma intensificada de oikeö (katoikeö), que sugiere establecerse en el
propio hogar.
Cuando el pecado entró en el mundo, el hombre se enemistó
con Dios. Adoptó una actitud de hostilidad contra Dios. Por eso
necesita ser reconciliado.
Pero el pecado afectó a toda la creación, no sólo a la familia
humana.
1. Determinados ángeles habían pecado en algún tiempo en el
pasado. (No obstante, no hay indicación alguna en la palabra de
Dios que estos ángeles vayan nunca a ser reconciliados. Están
«guardados bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del
gran día», Jud. 6.) En Job 4:18, Elifaz dice que Dios acusó a Sus
ángeles de necedad.
2. La creación animal quedó afectada por la entrada del pecado:
«Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la
revelación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sometida a
vanidad, … Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a
una está con dolores de parto hasta ahora» (Ro. 8:19–22). El
hecho de que los animales sufran enfermedades, dolor y muerte
es evidencia de que no están exentos de la maldición del pecado.
3. La tierra fue maldecida por Dios después que Adán pecase (Gn.
3:17). Esto queda evidenciado por las malas hierbas, las espinas
y los cardos.
4. En el libro de Job, Bildad nos dice que ni las estrellas son
limpias delante de los ojos de Dios (Job 25:5), por lo que,
aparentemente, el pecado ha afectado al ámbito de las estrellas.
5. Hebreos 9:23 nos dice que las cosas en el cielo mismo
necesitan ser purificadas. No sabemos qué es lo que todo esto
quiere decir, pero quizá sugiera que las cosas celestiales han sido
contaminadas debido a la presencia de Satanás, que tiene
acceso a Dios como acusador de los hermanos (Job 1:6, 7; Ap.
12:10). Hay quienes creen que este pasaje se refiere a la morada
de Dios; otros, en cambio, a los cielos estelares. Lo último
sugeriría que es en el espacio estelar que Satanás tiene acceso a
Dios. En todo caso, todos están de acuerdo en que el trono de
Dios desde luego no está contaminado por el pecado.
Uno de los propósitos de la muerte de Cristo fue hacer posible
la reconciliación de las personas y cosas con Dios. Para ello, Dios
tuvo que eliminar la causa de la enemistad y del alejamiento. Eso
lo hizo de una manera eficaz solucionando la cuestión del pecado
para total satisfacción de Dios.
El alcance de la reconciliación se indica en Colosenses 1, de
la siguiente manera: (1) Todos los que creen en el Señor
Jesucristo quedan ya reconciliados con Dios (v. 21). Aunque la
obra reconciliadora de Cristo es suficiente para toda la
humanidad, es sólo efectiva para aquellos que se acogen a ella.
(2) Finalmente, todas las cosas quedarán reconciliadas, tanto si
se trata de cosas en los cielos como de cosas en la tierra (v. 20).
Eso se refiere a la creación animal y a las cosas inanimadas que
han quedado contaminadas por el pecado. Pero no se refiere a
Satanás, a los ángeles caídos, ni a los hombres incrédulos. Su
eterna condenación está claramente expuesta en las Escrituras.
No se dice que la reconciliación se extienda a «las cosas
debajo de la tierra». Hay una diferencia entre reconciliación y
subyugación. Esto último se describe en Filipenses 2:10: «Para
que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están
en los cielos, en la tierra, y debajo de la tierra». O, como lo
traduce Darby: «De los seres celestiales, terrenales e infernales».
Todos los seres creados, incluso los ángeles caídos, se verán por
fin forzados a doblar la rodilla ante el Señor Jesús; pero eso no
quiere decir que vayan a ser reconciliados. Enfatizamos esto
porque Colosenses 1:20 ha sido empleado para enseñar la falsa
doctrina de la salvación universal —es decir, que el mismo
Satanás, los ángeles caídos y los hombres incrédulos serán todos
por fin reconciliados con Dios—. Nuestro pasaje limita el alcance
de la reconciliación con la frase cosas en la tierra o cosas en el
cielo. No se incluyen «las cosas debajo de la tierra», o seres
infernales.‡
1:21 Pablo recuerda a los colosenses que en el caso de ellos la
reconciliación era ya cosa cumplida. Antes de la conversión de
ellos, los colosenses habían sido pecadores de los gentiles,
extraños de Dios y enemigos de Él en sus mentes, por causa de las
malas obras que hacían (cf. Ef. 4:17, 18). Necesitaban
desesperadamente ser reconciliados, y el Señor Jesús, en Su gracia
incomparable, había tomado la iniciativa.
1:22 Los había reconciliado en su cuerpo de carne, por
medio de la muerte. No fue por Su vida, sino por Su muerte. La
expresión su cuerpo de carne sencillamente significa que el Señor
Jesús llevó a cabo la reconciliación muriendo en la cruz en un
verdadero cuerpo humano (y no como un espíritu, como decían los
gnósticos que Él era). Comparar Hebreos 2:14–16, donde la
Encarnación de Cristo es declarada una necesidad para poder
efectuar la redención. El concepto gnóstico negaba este extremo.
El maravilloso resultado de esta reconciliación se expresa en
las palabras para presentaros santos y sin mancha e
irreprensibles delante de él. ¡Qué maravillosa gracia, que unos
impíos pecadores puedan ser librados de su malvada vida pasada y
ser llevados a un reino de tan grande bendición!
Bien podía decir C. R. Erdman: «En Cristo encontramos a un
Dios que está cerca, solícito, compasivo y salvador». 10
La plena eficacia de la reconciliación de Cristo con respecto a
Su pueblo se verá en un día venidero cuando seamos presentados a
Dios Padre sin pecado, mancha ni acusación alguna contra
nosotros, y cuando, como adoradores, reconoceremos con gratitud
y gozo a Cristo como Aquel que es digno (Ap. 5).
1:23 Ahora el Apóstol Pablo añade uno de los pasajes
condicionales en si11 que han resultado muy desconcertantes para
muchos hijos de Dios. Superficialmente, el versículo parece
enseñar que la conservación de nuestra salvación depende de que
permanezcamos en la fe. Si así fuera, ¿cómo podríamos conciliar
este versículo con otras porciones de la palabra de Dios, como Juan
10:28, 29, que declaran que ninguna oveja de Cristo puede perecer
jamás?
Tratando de responder a esta cuestión, querríamos primero
decir que la seguridad eterna del creyente es una bienaventurada
verdad que está claramente expuesta en las páginas del NT. Sin
embargo, las Escrituras también enseñan, como en este versículo,
que la verdadera fe siempre tiene la cualidad de permanencia, y
que aquel que haya nacido verdaderamente de Dios continuará
fielmente hasta el fin. La permanencia es una prueba de realidad.
Naturalmente, hay siempre el peligro de recaídas, pero un cristiano
cae sólo para volverse a levantar (Pr. 24:16). No abandona la fe.
El Espíritu de Dios ha considerado oportuno poner muchos de
estos llamados pasajes «condicionales» en la palabra de Dios, a fin
de desafiar a los que profesan el nombre de Cristo tocante a la
realidad de su confesión. No querríamos decir nada que pueda
embotar el acerado filo de estos pasajes. Como alguien ha dicho,
«Los pasajes condicionales de la Escritura contemplan a los

10
(1:22) Charles R. Erdman, Epistle of Paul to the Colossians and Philemon, pág. 46.
11
(1:23) La lengua griega tenía dos palabras para el «si» condicional (ei y ean) y varias estructuras
gramaticales para denotar el tipo de condición que el escritor u orador contempla. Aquí, el ei con el
indicativo epimenete es una condición de primera clase (en la que Pablo da por descontado que
ellos permanecerán).
NT Nuevo Testamento
cristianos profesantes aquí en el mundo, y constituyen sanas
pruebas para el alma».
Pridham comenta acerca de estos retadores versículos de la
siguiente manera:
El lector encontrará, con un cuidadoso estudio de la Palabra,
que es hábito del Espíritu acompañar las más plenas y absolutas
declaraciones de la gracia con advertencias que implican un
ruinoso fracaso por parte de algunos que están nominalmente en la
fe. … Advertencias que chocan duramente en los oídos de los
insinceros profesantes son bebidos bien dispuestos como medicina
por el alma piadosa. … El objetivo de esta enseñanza que tenemos
aquí es alentar la fe, y condenar por anticipado a los irreflexivos y
autoconfiados meros profesantes. 12
Con los gnósticos indudablemente presentes en mente, el
apóstol apremia a los colosenses a no moverse de la esperanza
que acompaña al evangelio, o que el evangelio inspira. Ellos
debían permanecer en la fe que habían aprendido de Epafras,
fundados y firmes.
Una vez más Pablo se refiere al evangelio como proclamado
en toda la creación que está debajo del cielo. El evangelio va a
toda la creación, pero no ha alcanzado aún literalmente a toda
criatura. Pablo está argumentando que la proclamación mundial del
evangelio es un testimonio de su genuinidad. Ve en esto la
evidencia de que es adaptable a las necesidades de la humanidad
en todo lugar. Este versículo no significa que toda persona en el
mundo de aquel tiempo había oído el evangelio. No era un hecho
consumado, sino un proceso que estaba en marcha. Además, el
evangelio sí había alcanzado a todo el mundo bíblico, esto es, el
mundo del Mediterráneo.
Pablo se refiere a sí mismo como ministro, una palabra latina
que significa sencillamente «siervo». No tiene nada de oficialidad
en sí. No denota un cargo elevado, sino un humilde servicio.1

12
(1:23) Pridham, sin más documentación adicional.
1
MacDonald, W. (2004). Comentario Bíblico de William MacDonald: Antiguo Testamento y Nuevo
Testamento (907). Viladecavalls (Barcelona), España: Editorial CLIE.
Exegetico
15. Los que han experimentado en sí mismos “la redención” (v.
14), ya conocen a Cristo en el carácter glorioso aquí descrito, como
superior a los ángeles más encumbrados a quienes enseñaban los
maestros falsos (cap. 2:18) que había de tributarse culto. Pablo
describe a Cristo (1) en su relación a Dios y la creación (vv. 15–
17); (2) en relación a la iglesia (vv. 18–20). Así como en aquella
relación se considera a Cristo como el Creador (vv. 15, 16) y el
Sustentador (v. 17) del mundo natural; así en ésta, como el origen
y el apoyo de la nueva creación moral. imagen—semejanza exacta
y representante perfecto. Adán fué hecho “en la imagen de Dios”
(Génesis 1:27). Mas Cristo, el segundo Adán, reflejaba perfecta y
visiblemente “al Dios invisible” (1 Timoteo 1:17), cuya gloria
representó sólo en parte el primer Adán. “Imager” (eikón) incluye
“semejanza” (homoiosis); mas “semejanza” no incluye “imagen”
“Imagen” siempre supone un prototipo, al cual no meramente se
parece, sino del cual es tomada: el duplicado exacto, como el
reflejo del sol en el agua; el niño, la imagen viva del padre.
“Semejanza” da a entender el mero parécido; no el duplicado
exacto y derivación como expresa la “imagen”, véase 1 Corintios
11:7. [Trench]. (Juan 1:18; 14:9; 2 Corintios 4:4; 1 Timoteo 3:16;
Hebreos 1:3). Aun antes de su encarnación Cristo era la imagen del
Dios invisible como el Verbo (Juan 1:1–3) por quien Dios creó los
mundos y por medio de quien Dios apareció a los patriarcas. De
modo que su carácter esencial como siempre “la imagen de Dios”.
(1) antes de su encarnación, (2) en los días de su carne, y (3) ahora
en su estado glorificado, es, creo, considerado aquí por el verbo
“es”. el primogénito de toda criatura—Griego “el primogénito
de toda la creación”. Dice el Credo Niceno: “engendrado del Padre
antes de todos los mundos.” Se da a entender prioridad y dignidad
superlativas (Salmo 98:27): Nuestra versión podría parecer
favorecer el arrianismo, como si Cristo fuese una criatura.
Tradúzcase, pues: “Engendrado (lit. “nacido”) antes de toda la
creación”, según el contexto, que da el motivo por el cual él es
caracterizado así: “Porque por él fueron criadas”, etc. (vv. 16, 17).
[Trench]. Esta expresión es entendida por Orígenes (tan lejos está
el griego de favorecer las opiniones socinianas o arrianas) como
que declara la divinidad de Cristo, y es usada por él como una frase
para señalar la divinidad en contraste con su humanidad (B. 2, sec.
contra Celso). 16. Porque—Esto da la prueba de que él no está
incluído en las cosas criadas, mas es el “primogénito” antes de
“toda creación” (v. 15), engendrado como el “Hijo del amor de
Dios” (v. 13), anteriormente a todas las demás emanaciones,
“porque” todas estas otras emanaciones vinieron de parte de él, y
todo lo que fué creado, fué creado por él. por él—más bien como
el griego “en él”, como el elemento condicional preexistente y que
lo incluye todo. La creación de todas las cosas POR él es
expresada más tarde y es un hecho diferente de éste, aunque
entendido en éste. [Alford]. Dios se reveló en el Hijo, el Verbo del
Padre, antes de toda existencia criada (v. 15). Aquel Verbo Divino
lleva EN sí el arquetipo, o modelo, de todas las existencias, de
modo que “EN él todas las cosas en los cielos y en la tierra fueron
criadas”. El “en él” indica que la Palabra es la base ideal de toda
existencia; el “por él”, más adelante, que Cristo es el instrumento
que realmente lleva a efecto la idea divina. [Neander]. Su
naturaleza esencial como el Verbo del Padre no es una mera
dependencia de su encarnación, sino la misma base de ella. La
relación original del Verbo Eterno con los hombres “hechos en su
imagen” (Génesis 1:27), es la fuente de la nueva revelación a ellos
por la redención, formada en su encarnación, por la cual él les
restaura a ellos la imagen de él que se había perdido. “En él” da a
entender algo anterior a “por” y “para él” inmediatamente después;
las tres preposiciones señalan en sucesión el principio, el progreso
y el fin. [Bengel]. todas las cosas—“El universo de las cosas”.
Que la nueva creación no está indicada en este versículo (como
interpretan los socinianos), es claro; porque los ángeles, que se
incluyen en el catálogo, no eran criados nuevos por Cristo; y Pablo
no habla de la nueva creación hasta el v. 18. La creación “de las
cosas que están en los cielos” (así el griego) incluye la creación de
los cielos mismos; “las cosas” anteriores son más bien nombradas,
pues los habitantes son más nobles que sus moradas. Los cielos y
la tierra y todas las cosas que están en ellos (1 Crónicas 29:11;
Nehemías 9:6; Apocalipsis 10:6). invisibles—el mundo de los
espíritus. tronos … dominios—señoríos; los tronos son los más
grandes. principados … potestades—más bien, “gobiernos, o
autoridades”; ésos son más fuertes que éstas (véase Nota Efesios
1:21). Estas dos palabras se refieren a puestos respecto de las
criaturas de Dios; “tronos y dominios” expresan una relación más
elevada para con Dios, siendo carrozas sobre las cuales anda Dios
ostentando su gloria (Salmo 68:17). Por este pasaje se establece la
existencia de varios órdenes de ángeles. todo—griego, “todas las
cosas”. por decir todo el universo. fué criado—mejor, para
distinguir el tiempo aoristo griego que aparece en la cláusula
anterior, del tiempo perfecto aquí. tradúzcase, “han sido criadas”,
que en el griego quiere decir, que “fueron criadas, y todavía
subsisten como criadas”. Pues en la cláusula anterior la creación
fué vista como un acto pasado en un punto de tiempo, y hecha una
vez para siempre; pero aquí se ve, no simplemente como un acto
histórico de creación en el tiempo pasado, sino como el resultado
permanente ahora y existente eternamente. por él—como el
agente instrumental (Juan 1:3). para él—como el gran Fin de la
creación, conteniendo en sí mismo la razón por qué hay una
creación y por qué es como es. [Alford]. El es la causa final como
también la causa eficiente. La puntuación de Lachmann de vv. 15–
18 es la mejor, por la cual “el primogénito de toda la creación” (v.
15) corresponde con “el primogénito de entre los muertos” (v. 18),
formando el conjunto una oración, con las palabras “Todas las
cosas por él fueron criadas y para él, y él es antes de todas las
cosas, y por él todas las cosas subsisten, y él es la cabeza del
cuerpo, la iglesia” como un paréntesis. Así pone Pablo primero el
origen de la creación natural por él, y en segundo lugar, el de la
nueva creación. El paréntesis se divide en cuatro cláusulas, dos y
dos: las dos primeras apoyan la primera afirmación, “el
primogénito de toda la creación”, y las dos segundas nos preparan
para la afirmación de que él “es el primogénito de entre los
muertos”; las dos primeras corresponden con las dos últimas en su
forma: “Todas las cosas por él … y él es” y “por él todas las cosas
… y él es”. 17. (Juan 8:58). Tradúzcase como el griego: “Y él
mismo (EL grande) es (entendiéndose su ser esencialmente divino)
antes de todas las cosas” en el tiempo como también en dignidad.
Ya que él es antes de todas las cosas, es también aun antes del
tiempo, es decir, desde la eternidad. por él—griego, “en él”,
(como el elemento condicional de la existencia, v. 16). [Alford].
subsisten—No sólo fueron llamadas a la existencia desde la nada,
sino que son mantenidas en su estado presente. El Hijo de Dios es
el conservador, como también el creador de todas las cosas.
[Pearson]. Bengel explica con menos probabilidad: “Todas las
cosas en él se juntaron en un sistema: el universo halló su
perfección en él” (Isaías 41:4; Apocalipsis 22:13). Véase en cuanto
a Dios. Romanos 11:36, lenguaje similar; por lo tanto Cristo tiene
que ser Dios. 18. La revelación de Cristo a la Iglesia y la nueva
creación, como el originador de ambas. él—Enfático, él mismo. No
los ángeles en oposición a la doctrina de los maestros falsos acerca
del culto a los ángeles, y el poder de eones o emanaciones
espirituales (imaginarias) de parte de Dios (cap. 2:10, 18). cabeza
del cuerpo … la iglesia—La iglesia es su cuerpo por virtud de que
él ha entrado corporalmente en comunión con la naturaleza
humana [Neander] (Efesios 1:22). El mismo Ser quien es la
Cabeza de todas las cosas y seres por medio de la creación, es
también la cabeza de la iglesia en virtud de ser “el primogénito de
entre los muertos” y “las primicias” de la nueva creación entre los
hombres. el que es—es decir, porque él es el principio. [Alford].
Más bien, esto es el principio de un párrafo nuevo. Así como el
párrafo anterior, que trató de su originación de la creación física,
empezó con “Quién es” (v. 15), así éste, que trata de su originación
de la nueva creación, empieza con “Quien es” antecediendo un
paréntesis que cierra el párrafo anterior, incluyendo dicho párrafo
(véase Nota, v. 16) desde “todas las cosas fueron criadas por él”,
hasta “Cabeza del cuerpo, la iglesia”. La cabeza de reyes y sumos
sacerdotes era ungida, como el asiento de las facultades, fuente de
la dignidad y original de todos los miembros (según la etimología
hebrea). Así Jesús por su unción fué designado como Cabeza del
cuerpo, la iglesia. el principio—es decir, de la nueva creación,
como también de la vieja (Proverbios 8:22; Juan 1:1; véase
Apocalipsis 1:8); el principio de la iglesia de los primogénitos
(Hebreos 12:23) como siendo él mismo el “primogénito de entre
los muertos” (Hechos 26:23; 1 Corintios 15:20, 23). Es triple la
primogenitura de Cristo: (1) Desde la eternidad el “primogénito”
del Padre (v. 15); (2) Como el primogénito de su madre (Mateo
1:25); (3) Como la cabeza de la iglesia, místicamente engendrado
del Padre, como si fuera a una vida nueva, el día de su
resurrección, que es su “regeneración”, como también la futura
resurrección de su pueblo será su “regeneración” (es decir, la
resurrección que fué empezada en el alma, extendida al cuerpo y a
toda la creación, Romanos 8:21, 22) (Mateo 19:28; Hechos 13:33;
Apocalipsis 1:5). La filiación y la resurrección son relacionadas de
la misma manera, Lucas 20:36; Romanos 1:4; 8:23; 1 Juan 3:2.
Cristo por resucitar de entre los muertos es la causa eficiente (1
Corintios 15:22), como habiendo obtenido el poder, y la causa
ejemplar, por ser el modelo (Miqueas 2:13; Romanos 6:5;
Filipenses 3:21) de nuestra resurrección, pues la resurrección de
“la Cabeza” consecuentemente incluye la de los miembros. para
que en todo—“todas las cosas”, que el escritor resume en v. 20.
tenga el primado—Griego, “EL MISMO venga a ser el que tenga
el primer lugar”, o “tenga la precedencia”. Están incluídas ambas
ideas, la prioridad en el tiempo, y la prioridad en la dignidad: ahora
en el mundo regenerado, como antes en el mundo de la creación (v.
15). “Engendrado antes de toda criatura”, o “primogénito de toda
criatura”, o toda la creación (Salmo 89:27; Juan 3:13). 19.
agradó—en el original se sobreentiende “a Dios” en él—en el
Hijo (Mateo 3:17). toda plenitud—más bien como el griego,
“toda la plenitud”, es decir, de Dios, todo lo que hay de excelencia
divina en Dios el Padre (cap. 2:9; Efesios 3:19; véase Juan 1:16;
3:34). Los gnósticos usaban la palabra “plenitud” por el conjunto
de emanaciones, o poderes angélicos, que provienen de Dios. El
Espíritu, prescientemente, advierte a la igleisa por medio de Pablo
que la verdadera “plenitud” mora en Cristo solo. Esto da el motivo
por qué Cristo toma la precedencia sobre toda criatura (v. 15). Por
dos motivos Cristo es el Señor de la iglesia: (1) Porque la plenitud
de los atributos divinos (v. 19) mora en él y por esto tiene él el
poder para gobernar el universo; (2) Porque (v. 20) lo que él ha
hecho por la iglesia, le da el derecho de presidirla, habitase—
como en un templo (Juan 2:21). Esta permanencia de la divinidad
en Cristo es el fundamento de la reconciliación por él. [Bengel].
De ahí el “y” (v. 20) une como causa y efecto las dos cosas, la
divinidad en Cristo y la reconciliación por Cristo. 20. El orden del
original griego se conserva bien en nuestra versión castellana, “Y
por él (Cristo) reconciliar (completamente] (véase Nota, Efesios
2:16) todas las cosas (todo el universo de las cosas) a sí (a Dios el
Padre, 2 Corintios 5:19) pacificando (pacificando Dios el Padre)
por la sangre de su (de Cristo) cruz”, es decir, por la sangre
derramada por Cristo en la cruz: el precio y la garantía de nuestra
reconciliación con Dios. La frase bíblica, “Dios reconcilia al
hombre consigo”, da a entender que Dios quita por la sangre de
Jesús la barrera que interpone la justicia de Dios a la unión del
hombre con Dios (véase Nota, Romanos 5:10; 2 Corintios 5:18).
Así la versión de los Setenta de 1 Samuel 29:4, “¿Con qué se
reconciliaría a su señor?” es decir, reconciliar a su señor a sí
aplacando su ira. Así Mateo 5:23, 24. por él—“por medio de él”
(el agente instrumental en la nueva creación, como en la creación
original): repetido enfáticamente para traer la persona de Cristo a
una posición de eminencia, como la Cabeza igualmente de las dos
creaciones. lo que está en la tierra como lo que está en los
cielos—Los ángeles buenos, en un sentido, no necesitan la
reconciliación con Dios; y los ángeles caídos están excluídos de
ella (Judas 6). Pero probablemente la redención tiene efectos en el
mundo de los espíritus, los cuales no conocemos. Por supuesto, su
acto de reconciliarnos a nosotros y reconciliarlos a ellos, tiene que
ser por un proceso diferente, puesto que no tomó sobre sí la
naturaleza de los ángeles como para ofrecer una propiciación por
ellos. Pero el efecto de la redención en ellos, como él es la Cabeza
de ellos y también la nuestra, es que por ella ellos son traídos más
cerca de Dios y así alcanzan un aumento de bienaventuranza
[Alford], y vistas más amplias del amor y sabiduría de Dios
(Efesios 3:10). Toda la creación subsiste en Cristo y por esto, toda
la creación es afectada por su propiciación: la creación pecaminosa
es estrictamente “reconciliada” de su enemistad; la creación
impecable, relativamente distante de la pureza inacercable de Dios
(Job 4:18; 15:15; 25:5), es elevada a una participación más íntima
con él, y en este sentido más amplio es reconciliada. Sin duda,
también, la caída del hombre, después de la caída de Satanás, es
una sección de un círculo mayor de mal, de modo que el remedio
de la primera caída afecta la posición de los ángeles, de entre los
cuales cayeron Satanás y sus huestes. Habiendo los ángeles visto
en esto la magnitud del pecado, el infinito costo de la redención, la
exclusión de los ángeles caídos de ella, y la incapacidad de toda
criatura de establecerse en su propio poder, ahora son puestos
fuera de la posibilidad de caer. Entonces queda en pie la definición
que formuló Bacon, de la Jefatura de Cristo: “La Cabeza de la
redención para el hombre; la Cabeza de la preservación para los
ángeles.” Algunos suponen que Satanás, antes de su caída,
gobernaba esta tierra y el reino animal preadámico; de ahí su
maldad contra el hombre, quien sucedió al señorío de esta tierra y
sus animales, y de ahí, también, el que asumiera Satanás la forma
de serpiente, la más astuta de la tribu de animales. Lucas 19:38
dice expresamente “paz en el cielo” así como el resultado de la
redención terminada, así la “paz en la tierra” fué el resultado de su
comienzo en el nacimiento de Jesús (Lucas 2:14). Bengel explica
la redención en que no fué sólo la reconciliación de Dios, sino
también de los ángeles, apartados de los hombres a causa de la
enemistad de los hombres contra Dios. Efesios 1:10 está de
acuerdo con esto: Esto es verdad, mas sólo parte de la verdad: así
también lo es la opinión de Alford, mas sólo parte de la verdad. La
reconciliación verdadera, o la restauración de paz en los cielos, lo
mismo que en la tierra, es expresada por Pablo. Mientras aquella
sangre de la reconciliación no fuese realmente derramada, lo que
se opone (Zacarías 3:8, 9) a las acusaciones de Satanás, sino sólo
prometida, Satanás podría alegar su derecho contra los hombres
delante de Dios día y noche (Job 1:6; Apocalipsis 12:10); de ahí
resulta que él, Satanás, estaba en el cielo mientras no se levantaba
el entredicho contra el hombre (véase Lucas 10:18). De modo que
el mundo de la tierra y del cielo debe a Cristo solo la restauración
de la armonía después del conflicto y el sometimiento de todas las
cosas bajo una sola Cabeza (véase Hebreos 11:23). El pecado
introdujo desacuerdo no sólo en la tierra, sino también en los
cielos, por la caída de los demonios; trajo a las moradas de los
santos ángeles una pérdida, no positiva sino privativa, una
retardación de su desarrollo más alto y perfecto, de gradación
armoniosa y consumación perfecta. Los ángeles por sí solos no
eran más capaces que los hombres de vencer a los perturbadores de
la paz y de echar a los demonios; es sólo “por medio de EL” y “la
sangre de su cruz”, que fué restaurada la paz en el cielo; es sólo
después de que Cristo haya alcanzado plena y legalmente la
victoria que Miguel (Apocalipsis 12:7–10) y sus ángeles pueden
arrojar del cielo a Satanás y sus demonios (cap. 2:15). Entonces el
punto del argumento de Pablo contra el culto a los ángeles es, que
los ángeles mismos, así como los hombres, dependen de Cristo, el
único objeto verdadero de culto. [Auberlen]. 21. Los colosenses
están incluídos en esta reconciliación general (véase Efesios 2:1,
12). extraños—alejados de Dios y la salvación: objetivamente
desterrados de Dios, a través de la barrera que interponía la justicia
de Dios contra vuestros pecados; subjetivamente apartados por la
enajenación de vuestra misma voluntad, lejos de Dios. El primero
es el pensamiento prominente (véase Romanos 5:10), como el
segundo lógicamente resulta, “enemigos de ánimo”. “La
enajenación efectiva hace enemigos habituales”. [Bengel]. de
ánimo—Griego, “en el entendimiento” o “pensamiento” (Efesios
2:3; 4:18), por decir “en vuestro entendimiento”. en malas
obras—más bien como el griego, “en las malas obras”, las
vuestras (las malas obras eran el elemento en el cual subsistía
vuestra enemistad). ahora empero—A pesar de la anterior
enajenación, ahora que ha venido Cristo, Dios os ha reconciliado
completamente, o restablecido nuevamente en su amistad (así el
griego, véase Nota, v. 20). 22. En el cuerpo de su carne—el
elemento en que tuvieron lugar sus sufrimientos reconciliadores.
Véase v. 24. “las aflicciones de Cristo en mi carne” (1 Pedro 2:24).
Los ángeles que no tienen cuerpo de carne”, no son de manera
alguna nuestros mediadores reconciliadores, como afirman
vuestros maestros falsos, sino EL, el Señor de los ángeles, quien ha
tomado sobre sí nuestra carne, para poder hacer en ella expiación
por nueestra humanidad caída. por medio de muerte—muerte que
sólo pudo suceder en un cuerpo de carne como el nuestro (Hebreos
2:14). Esto da a entender que él tomó sobre sí nuestra humanidad
verdadera y completa. La “carne” es la esfera en la cual pudieron
realizarse sus sufrimientos (véase v. 24; Efesios 2:15). para
haceros—(Efesios 5:27). El fin de su expiación reconciliadora por
medio de la muerte. santos—positivamente; y en relación con
Dios. sin mancha, e irreprensibles—negativamente. “Sin
mancha” en nosotros, como Cristo mismo, nuestra Cabeza (1
Pedro 1:19). “Irreprensibles” (palabra griega por los que no dan
motivo para ser llevados ante algún tribunal de justicia) es en
relación con el mundo de afuera. Aquí se trata de la santificación
como el fruto; la justificación por la reconciliación de Cristo, como
el árbol que ha venido antes (Efesios1:4; 5:26, 27; Tito 2:14). Al
mismo tiempo, aquí se considera nuestra santificación como
perfecta en Cristo, en quien fuimos injertados en la regeneración o
conversión, y quien “nos ha sido hecho por Dios … santificación”
perfecta (1 Corintios 1:30; 1 Pedro 1:2; Judas 1); no una
santificación meramente progresiva, la cual es el desarrollo
gradual de la santificación que Cristo es hecho para el creyente
desde el principio. delante de él—en la presencia de Dios, en la
aparición de Cristo. 23. Si—“Presumiendo que permanecéis”, etc.;
no de otra manera seréis así presentados en su venida (v. 22).
fundados—fijados sobre un cimiento (véase Nota, Efesios 3:17;
Lucas 6:48, 49). “Fundados” se refiere al cimiento sobre el cual
descansan los creyentes; “firmes”, a su propia estabilidad (1 Pedro
5:10). 1 Corintios 15:58 tiene las mismas palabras griegas. sin
moveros—“no removidos” por los maestros falsos. de la
esperanza del evangelio—(Efesios 1:18). que habéis oído: el
cual es predicado a toda criatura … del cual yo Pablo soy
hecho ministro—Son tres argumentos contra el que fuesen
“removidos del evangelio”: (1) Que lo habían oído; (2) La
universalidad de la predicación del evangelio; (3) El ministerio de
Pablo en el evangelio. En lugar de “a toda criatura”, los
manuscritos más viejos leen, “en toda la creación”. Véase “por
todo el mundo”, v. 6; “todas las cosas … en la tierra” v. 20
(Marcos 16:15); de modo que él da a entender que el evangelio del
cual les exhorta a “no moverse” tiene esta señal de la verdad: la
universalidad de su anuncio, que está de acuerdo con el mandato y
la profecía de Cristo mismo (Mateo 24:14). Por “es predicado”,
Pablo no sólo quiere decir “que está siendo predicado”, sino que
realmente ha sido predicado, como hecho cumplido. Plinio, no
muchos años des pués, en la famosa carta al emperador Trajano,
escribió: “Muchos de toda edad, rango y sexo, son traídos ante el
tribunal, porque el contagio de esa superstición (el cristianismo) se
ha extendido no sólo por las ciudades, sino por las aldeas y la
campiña”. (El autor, al afirmar como “hecho cumplido” la
predicación a “todas las criaturas”, evidentemente se funda en el
tiempo aoristo de la palabra “predicado”. Pero el tiempo aoristo en
griego sólo se refiere a tiempo pasado en el modo indicativo. Fuera
del modo indicativo, es decir, en el modo subjuntivo, optativo, y en
el participio, no indica el momento del tiempo. Aquí tenemos un
participio aoristo pasivo que bien puede referirse a la acción de
predicar en tiempo pasado, presente o futuro, o todos los tiempos
juntos, cronológicamente entendidos. Algún crítico podría atacar
este punto como un error o falsedad en la Biblia, si entiende la
acción como la entendió nuestro autor. Nota del Trad.) del cual …
soy hecho ministro—El respeto por mí, ministro de este evangelio
universal, debería induciros a no ser removidos de él. Además, da a
entender que el evangelio que oísteis de Epafras, vuestro
“ministro” (v. 7), es el mismo del cual “yo fuí hecho ministro” (v.
25. Efesios 3:7); si os movéis de él, abandonaréis la enseñanza de
los ministros del evangelio reconocidos, a favor de maestros falsos,
sin la debida autorización.2

Barclay
LA TOTAL SUFICIENCIA DE JESUCRISTO
Colosenses 1:15–23
Él es la imagen del Dios invisible, engendrado antes de toda
creación, porque por Él fueron creadas todas las cosas en el Cielo y en
la Tierra, las cosas que son visibles y las que son invisibles, sean tronos
o señoríos o poderes o autoridades; todas las cosas fueron creadas por
medio de Él y para Él. Él es anterior a todas las cosas, y en Él tienen
coherencia. Él es la Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia. Él es el
principio, el primogénito de los muertos para ser supremo en todas las
cosas. Porque en Él Dios Se complació de hacer Su morada en toda Su
plenitud, y reconciliar consigo mismo todas las cosas por medio de Él
habiendo hecho la paz por medio de la sangre de Su Cruz. Esto se hizo
por todas las cosas, estén en la Tierra o en el Cielo. Y a vosotros, que
erais originalmente extraños y hostiles en vuestra mente, sumidos en
malas obras, Él os ha reconciliado en Su cuerpo de carne por medio de
Su muerte para presentaros delante de Él consagrados, incontaminados,
irreprochables, con que solamente permanezcáis cimentados y
edificados en la fe y sin desplazaros de la esperanza del Evangelio que
habéis oído, que se ha proclamado a toda criatura bajo los cielos, del
cual yo, Pablo, he sido constituido servidor.
Este pasaje tiene tanta dificultad e importancia que tendremos
que dedicarle un tiempo considerable. Dividiremos en secciones lo
que hemos de decir, y empezaremos por la situación que le dio
origen y por la presentación total de Cristo que nos hace Pablo en
esta carta.
1. LOS PENSADORES EQUIVOCADOS
Colosenses 1:15–23 (continuación)

2
Jamieson, R., Fausset, A. R., & Brown, D. (2002). Comentario exegético y explicativo de la Biblia -
tomo 2: El Nuevo Testamento (512). El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones.
Uno de los hechos de la mentalidad humana es que uno no
piensa más de lo que se ve obligado a pensar. Hasta que uno se
encuentra con que otros se oponen a su fe y la atacan no se pone a
pensar en sus implicaciones. Hasta que la Iglesia se vio
confrontada con alguna herejía peligrosa no empezó a darse cuenta
de las riquezas de la ortodoxia. Es característico del Cristianismo
que siempre puede producir nuevas riquezas para hacer frente a
una nueva situación.
Cuando Pablo escribió Colosenses no estaba pensando en el
vacío. Se puso a escribir, como ya hemos visto en la Introducción,
para salir al paso de una situación bien definida. Había una
tendencia de pensamiento en la Iglesia Primitiva que se llamaba el
gnosticismo, y sus seguidores, gnósticos, lo que quiere decir poco
más o menos intelectuales o librepensadores. Estaban
insatisfechos con lo que consideraban la ruda sencillez del
Cristianismo, y querían convertirlo en una filosofía que pudiera
estar en línea con los otros sistemas filosóficos de su tiempo.
Los gnósticos partían de la convicción de que la materia era
absolutamente mala, y el espíritu, absolutamente bueno. Además
mantenían que la materia era eterna, y que había sido de esa
materia imperfecta de la que se había formado el mundo. Los
cristianos, para usar la frase técnica, creen en la creación a partir de
la nada, y los gnósticos creían que el universo se había formado a
partir de aquella materia mala.
Ahora bien: Dios es Espíritu, y por tanto absolutamente bueno,
y la materia, absolutamente mala; de ahí se deducía que el Dios
verdadero no podía tocar la materia, y por tanto no era el agente de
la creación. Así es que los gnósticos creían que Dios había
producido una serie de emanaciones, cada una más lejos de Dios
que las anteriores, hasta que por fin hubo una lo suficientemente
distante de Dios para poder tocar la materia y crear el mundo.
Los gnósticos llegaban todavía más lejos. Conforme las
emanaciones se fueron distanciando de Dios se volvieron cada vez
más ignorantes de Él. Y en las emanaciones más distantes se daba,
no solamente la ignorancia de Dios, sino la hostilidad hacia Él. Los
gnósticos llegaban a la conclusión de que la emanación que creó el
mundo desconocía y era hostil al verdadero Dios; y algunas veces
hasta identificaban esa emanación con el Dios del Antiguo
Testamento.
Esto tenía ciertas consecuencias lógicas.
(i) Tal como los gnósticos lo veían, el creador del mundo no
era el Dios verdadero, sino un ser hostil a Él. Por eso Pablo insiste
en que fue Dios Quien creó el mundo, y que el Agente de la
Creación no fue una emanación ignorante y hostil a Dios sino el
mismo Jesucristo, Su Hijo (Colosenses 1:16).
(ii) Como los gnósticos lo veían, Jesucristo no era ni mucho
menos único. Ya hemos visto que postulaban toda una serie de
emanaciones entre Dios y el mundo. Insistían en que Jesucristo era
simplemente una de esas emanaciones. Puede que ocupara un lugar
bastante alto, hasta posiblemente el más alto, pero era uno entre
muchos. Pablo se enfrenta con esto insistiendo en que en Jesucristo
habita toda plenitud (Colosenses 1:19); que en Él está toda la
plenitud de la divinidad en forma corporal (Colosenses 2:9). Uno
de los objetivos principales de Colosenses es insistir en que Jesús
es absolutamente único, y que en Él está la totalidad de Dios.
(iii) Como los gnósticos lo veían, esto tenía otra consecuencia
en relación con Jesús. Si la materia era totalmente mala, se seguía
que el cuerpo también lo era. Y de ahí que Aquel Que fue la
revelación de Dios no podía tener un cuerpo material. No podía
haber sido más que un espíritu desencarnado que se presentaba en
forma corporal. Los gnósticos negaban taxativamente la
humanidad real de Jesús. En sus propios escritos, por ejemplo,
afirmaban que cuando Jesús iba andando no dejaba huellas en el
suelo. Por eso utiliza Pablo una terminología tan alucinante en
Colosenses. Habla de Jesucristo reconciliando al hombre con Dios
en Su cuerpo de carne (Colosenses 1:22); dice que la plenitud de la
divinidad moraba en Él corporalmente. En oposición a los
gnósticos, Pablo insistía en la humanidad de carne y hueso de
Jesús.
(iv) El fin principal del hombre es encontrar el camino hacia
Dios. Como los gnósticos lo veían, ese camino estaba cerrado.
Entre este mundo y Dios estaba la vasta serie de emanaciones.
Antes de que el alma pudiera llegar a Dios, tenía que pasar la
barrera de cada una de esas emanaciones, para lo cual se necesitaba
un conocimiento especial y conocer una consigna especial; y eran
esas consignas y ese conocimiento lo que los gnósticos pretendían
tener. Esto quería decir dos cosas.
(a) Quería decir que se accedía a la salvación mediante un
conocimiento intelectual. Para salir al paso de esta creencia Pablo
insiste en que la salvación no es un conocimiento; es redención y
perdón de pecados. Los maestros gnósticos mantenían que las
verdades sencillas del Evangelio no eran suficientes; que para
encontrar el camino a Dios el alma necesitaba mucho más que eso:
el conocimiento elaborado y las consignas secretas que solo el
gnosticismo podía dar. Pero Pablo insiste en que no se necesita
nada más que las verdades salvíficas del Evangelio de Jesucristo.
(b) Si la Salvación dependiera de ese conocimiento tan
elaborado, está claro que no sería para cualquier persona, sino solo
para los intelectuales. Así es que los gnósticos dividían la
humanidad en los espirituales y los terrenales; y solo los
espirituales podían ser salvos de veras. La Salvación integral
estaba fuera del alcance de las personas corrientes. Con eso en
mente escribió Pablo el gran versículo de Colosenses 1:28. Su
propósito era advertir a todo hombre y enseñar a todo hombre, y
así presentar a todo hombre maduro en Jesucristo. Contra una
salvación asequible solamente para una minoría intelectual, Pablo
presentaba un Evangelio que era para todas las personas, por muy
sencillas e iletradas que fueran, lo mismo que para los sabios y
entendidos.
Así es que estas eran las doctrinas gnósticas principales; y todo
el tiempo que estemos estudiando este pasaje, y hasta toda la carta,
debemos tenerlas en mente; porque solo contra ese trasfondo
resulta inteligible y relevante lo que dice Pablo.
2. LO QUE JESUCRISTO ES EN SÍ MISMO
Colosenses 1:15–23 (continuación)
En este pasaje dice Pablo dos cosas importantes acerca de
Jesús, ambas en respuesta a los gnósticos. Los gnósticos habían
dicho que Jesús no era más que uno entre muchos intermediarios; y
que, por muy glorioso que fuera, era solo una revelación parcial de
Dios.
(i) Pablo dice que Jesucristo es la imagen del Dios invisible
(Colosenses 1:15). Usa aquí una palabra y una figura que
despertaría toda clase de memorias en las mentes de sus primeros
lectores. La palabra es eikôn, e imagen es su traducción correcta.
Ahora bien: como señala Lightfoot, una imagen puede ser dos
cosas que se confunden entre sí. Puede ser una representación;
pero una representación, si es lo bastante perfecta, puede ser una
manifestación. Cuando Pablo usa esta palabra, establece que Jesús
es la perfecta manifestación de Dios. Para comprender cómo es
Dios, tenemos que mirar a Jesús: Él representa perfectamente a
Dios a los hombres de una manera que ellos pueden ver y conocer
y entender. Pero es lo que hay detrás de esta palabra lo que tiene
un interés supremo.
(a) El Antiguo Testamento y la literatura intertestamentaria
tienen mucho que decir acerca de la Sabiduría. En Proverbios, los
pasajes principales sobre la Sabiduría están en los capítulos 2 y 8.
Allí se nos dice que la Sabiduría es co-eterna con Dios, y que
estuvo con Dios cuando Él creó el mundo. Ahora bien: en La
Sabiduría de Salomón 7:26, eikôn es la palabra que se aplica a la
Sabiduría. La Sabiduría es la imagen de la bondad de Dios. Es
como si Pablo se volviera a los judíos y les dijera: «A lo largo de
toda vuestra historia habéis estado soñando y escribiendo acerca de
esta Sabiduría divina que es tan antigua como Dios, que hizo el
mundo y que da sabiduría a los hombres. En Jesucristo, esa
Sabiduría ha venido a los hombres en forma corporal para que
todos la puedan ver». Jesús es el cumplimiento de los sueños del
pensamiento judío.
(b) Los griegos estaban alucinados con la idea del Logos, la
Palabra, la Razón de Dios. Era el Logos el que había creado el
mundo, el que había puesto sentido en el universo, el que mantenía
las estrellas en sus cursos, el que hacía que este fuera un mundo
racional, lógico, y el que dotaba al ser humano de una mente
racional. Precisamente esta palabra eikôn fue la que usó una y otra
vez Filón de Alejandría refiriéndose al Logos de Dios: «Él llama al
Logos invisible y divino, que solo la mente puede percibir, la
imagen (eikôn) de Dios» (Filón: Acerca del Creador del Mundo:
8). Es como si Pablo les dijera a los griegos: «Los últimos
seiscientos años habéis estado soñando y pensando y escribiendo
acerca de la Razón, la Mente, la Palabra, el Logos de Dios; le
llamabais el eikôn de Dios; ese Logos ha venido en Jesucristo para
que le podamos ver claramente. Vuestros sueños y filosofías se han
cumplido en Jesucristo».
(c) En estas conexiones de la palabra eikôn nos hemos estado
moviendo en las altas esferas del pensamiento, en las que los
filósofos son los únicos que se mueven con familiaridad. Pero hay
otras dos conexiones mucho más sencillas que se les cruzarían por
la mente a los que oyeran o leyeran esto por primera vez. Sus
mentes se retrotraerían de inmediato a las historias de la Creación.
En ellas se nos habla del acto con el que culminó la Creación: «Y
dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen…” Así es que
Dios creó al hombre a Su imagen, a imagen de Dios le creó»
(Génesis 1:26s). Aquí se nos hace la luz. El hombre fue hecho para
que fuera nada menos que la imagen, eikôn, de Dios, porque esta
es la palabra que aparece aquí en la traducción griega del Antiguo
Testamento. Eso es lo que se pretendía que fuera el ser humano;
pero el pecado se introdujo, y el ser humano no pudo alcanzar su
destino. Al usar esta palabra hablando de Jesús, Pablo dice, en
efecto: «Mirad a Jesús; Él no solo os muestra lo que es Dios, sino
también lo que el hombre estaba previsto que fuera. Aquí tenemos
a la humanidad como Dios la diseñó. Jesús es la perfecta
manifestación de Dios y la perfecta manifestación del hombre». En
Jesucristo tenemos la revelación de la divinidad y la revelación de
la humanidad.
(d) Pero llegamos por último a algo mucho más sencillo que
ninguna de estas cosas. Y sin duda sería esto lo que pensarían
muchos de los más sencillos lectores de Pablo. Aunque no supieran
nada de la literatura sapiencial ni de Filón ni de la historia del
Génesis, sabrían esto.
Eikôn —a veces en diminutivo, eikônion— era la palabra que se
usaba en griego para retrato. En la carta del soldado Apión a su
padre Epímaco, que reprodujimos en la Introducción (págs. 12s),
hacia el final, leemos: «Te envío un retratillo (eikônion) mío que
me ha pintado Euctemón». Es el equivalente en griego antiguo de
nuestra palabra foto. Pero esta palabra tenía además otro sentido.
Cuando se redactaba un documento legal, como un recibo o
reconocimiento de deuda, siempre incluía una descripción de las
principales características y señales reconocibles de las partes
contratantes para que no hubiera dudas ni errores. La palabra
griega para esa descripción era eikôn. El eikôn, por tanto, era una
especie de sumario de las características personales y las señales
distintivas de las partes contratantes. Así que es como si Pablo
estuviera diciéndoles a los más sencillos: «Sabéis que cuando
figuráis en un documento legal se incluye un eikôn, una
descripción por la que se os puede reconocer. Jesús es el retrato de
Dios. En Él vemos las características personales y las marcas
distintivas de Dios. Si queréis ver cómo es Dios, mirad a Jesús».
(ii) La otra palabra que usa Pablo está en el versículo 19. Dice
que Jesús es el plêrôma de Dios. Plêrôma quiere decir plenitud,
totalidad. Esta es la palabra que se necesitaba para completar el
cuadro. Jesús no es simplemente un boceto de Dios, o un resumen,
o no más que un retrato sin vida de Dios. En Él no falta nada; es la
revelación completa de Dios, y no necesitamos nada más.
3. LO QUE JESUCRISTO ES PARA LA
CREACIÓN
Colosenses 1:15–23 (continuación)
Recordaremos que, según los gnósticos, el que llevó a cabo la
obra de la creación fue un dios inferior, que desconocía al
verdadero Dios y Le era hostil. La enseñanza de Pablo es que el
Agente de la Creación fue el mismo Hijo, y en este pasaje tiene
cuatro cosas que decirnos acerca del Hijo en relación con la
Creación.
(i) Es el Primogénito de toda creación (Colosenses 1:15).
Debemos procurar darle el verdadero sentido a esta frase. Como
aparece en la Reina-Valera podría querer decir que el Hijo fue la
primera persona que fue creada; pero en el pensamiento hebreo y
griego la palabra primogénito (prôtótokos) no tiene más que un
sentido temporal muy indirecto. Hay que notar dos cosas.
Primogénito es muy corrientemente un título de honor. Israel, por
ejemplo, como nación es el primogénito hijo de Dios (Éxodo 4:22).
Lo que quiere decir es que la nación de Israel es el hijo de Dios
más favorecido. Segundo, debemos notar que primogénito es un
título del Mesías. En Salmos 89:27, según lo interpretaban los
mismos judíos, la promesa en relación con el Mesías es: «Yo
también Le pondré por Primogénito, el más excelso de los reyes de
la tierra». Está claro que primogénito no se usa en un sentido
temporal, sino de un honor especial. Así es que cuando Pablo dice
que el Hijo es el primogénito de toda creación, quiere decir que el
mayor honor que se encuentra en la creación Le pertenece a Él. Si
queremos mantener el sentido temporal y el de honor combinados
traduciríamos la frase: «Él fue engendrado antes de toda creación».
(ii) Fue por el Hijo por Quien todas las cosas fueron creadas
(versículo 16). Esto es verdad de las cosas en el Cielo y en la
Tierra, de cosas visibles e invisibles. Los mismos judíos, y aún más
los gnósticos, tenían una doctrina muy desarrollada de los ángeles.
De los gnósticos se podía esperar, con sus largas series de
intermediarios entre Dios y la humanidad. Tronos, señoríos,
poderes y autoridades era diferentes categorías de ángeles que
tenían sus lugares en las diferentes esferas de los siete cielos. Pablo
los menciona a todos con una total indiferencia, como si les dijera
a los gnósticos: «Vosotros les dais una gran importancia en vuestro
pensamiento a los ángeles. Contáis a Jesucristo meramente como
uno de ellos. Lejos de eso, Él fue Quien los creó». Pablo establece
que el Agente de Dios en la Creación no fue un dios secundario,
inferior, ignorante y hostil, sino el mismo Hijo.
(iii) Fue para el Hijo para Quien fueron creadas todas las cosas
(versículo 17). El Hijo no es solo el Agente de la Creación, sino
también su meta. Es decir, que todo fue creado para ser Suyo, y
para que en su culto y su amor Él encontrara Su propio honor y
gozo.
(iv) Pablo emplea una frase extraña: «En Él subsisten todas las
cosas». Esto quiere decir que el Hijo es no solamente el Agente de
la Creación en el principio, y la meta final de la Creación, sino
también el que mantiene el universo unido entre el principio y el
fin, es decir, durante el tiempo tal como nosotros lo conocemos. Es
decir, que todas las leyes que mantienen el mundo en orden y no en
caos son la expresión de la mente del Hijo. La ley de la gravedad y
todas las demás, las leyes que mantienen el universo en su sitio, no
son simplemente leyes científicas, sino también divinas.
Así pues, el Hijo es el principio de la creación, y el fin de la
creación, y el poder que mantiene la creación unida; el Creador, el
Sustentador y la Meta Final del universo.
4. LO QUE JESUCRISTO ES PARA LA
IGLESIA
Colosenses 1:15–23 (continuación)
Pablo establece en el versículo 18 lo que Jesucristo es para la
Iglesia, y distingue cuatro grandes hechos en esa relación.
(i) Es la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia. La Iglesia
es el Cuerpo de Cristo, es decir, el organismo por medio del cual
Él actúa y que comparte todas Sus experiencias. Pero,
humanamente hablando, el cuerpo está al servicio de la cabeza y es
impotente sin ella. Así es que Jesucristo es el Que dirige a la
Iglesia; es por Su inspiración como la Iglesia actúa y vive. La
Iglesia no puede pensar la verdad sin Él, ni actuar correctamente,
ni decidir su dirección. Aquí se combinan dos cosas. Está la idea
del privilegio. Es el privilegio de la Iglesia el ser el instrumento
por medio del cual Cristo obra. Y también está la idea de
advertencia. Si una persona descuida o abusa de su cuerpo lo
puede hacer inservible para cumplir los grandes propósitos de la
mente; así es que la Iglesia puede inutilizarse para ser el
instrumento de Cristo, Que es su Cabeza, viviendo descuidada e
indisciplinadamente.
(ii) Es el principio de la Iglesia. La palabra griega para
principio es arjê, que quiere decir principio en un doble sentido.
Puede querer decir, no solamente lo primero en el tiempo —como,
por ejemplo, A es el principio del abecedario, y 1 es el principio de
la serie de los números—; también puede querer decir primero en
el sentido de ser el origen del que procede algo, el poder motor que
pone algo en funcionamiento. Veremos más claramente lo que
Pablo pretende si recordamos lo que acaba de decir. El mundo es la
creación de Cristo; y la Iglesia es Su nueva creación. Como dice
el himno cristiano:
De la Iglesia el fundamento
es Jesús, el Salvador;
por el agua y la Palabra
le dio vida su Señor.
Cristo es la fuente de la vida y del ser de la Iglesia, y el
Director de su continua actividad.
(iii) Es el Primogénito de entre los muertos. Aquí vuelve Pablo
al acontecimiento que era la base y el centro de todo el
pensamiento y la fe y la experiencia de la Iglesia original: La
Resurrección. Cristo no es meramente alguien que vivió y murió y
acerca de quien leemos y aprendemos cosas. Es Alguien Que, en
virtud de Su Resurrección, vive para siempre, y Le encontramos y
conocemos, no como un héroe muerto o un fundador del pasado,
sino como una Presencia viva.
(iv) La consecuencia de todo esto es que Cristo tiene la
supremacía en todas las cosas. La Resurrección de Jesucristo es
Su título de señorío supremo. Con Su Resurrección ha mostrado
que ha conquistado todo poder que Le fuera contrario y que no hay
nada en la vida o en la muerte que Le pueda atar.
Hay pues cuatro grandes hechos acerca de Jesucristo, en Su
relación con la Iglesia, que ya podemos poner en orden. Es el
Señor que vive; es la fuente y origen de la Iglesia; es el constante
Director de la Iglesia, y es el Señor de todo en virtud de Su victoria
sobre la muerte.
5. LO QUE CRISTO ES PARA TODAS LAS
COSAS
Colosenses 1:15–23 (continuación)
En los versículos 19 y 20 Pablo establece ciertas grandes
verdades acerca de la obra de Cristo por todo el universo.
(i) El objetivo de Su venida fue la reconciliación. Vino para
remediar la brecha y puentear la sima entre Dios y la humanidad.
Debemos notar claramente una cosa y retenerla siempre en nuestra
memoria: La iniciativa de la reconciliación fue cosa de Dios. El
Nuevo Testamento no dice nunca que Dios fuera reconciliado con
los hombres, en la voz pasiva, sino, siempre, que los hombres
fueron reconciliados con Dios. La actitud de Dios hacia los
hombres era de amor, y no fue nunca ninguna otra. A veces se
predica una supuesta teología que implica que algo que Jesús hizo
cambió la actitud de Dios de la ira al amor. No hay nada en el
Nuevo Testamento que justifique ese punto de vista. Fue Dios
Quien empezó todo el proceso de la Salvación. Fue porque de tal
manera amó Dios al mundo por lo que envió a Su Hijo; y Su único
propósito al enviar a Su Hijo al mundo era arrullar a los hombres
para que volvieran a Él; y, como dice Pablo, reconciliar con Él
todas las cosas.
(ii) El medio de la reconciliación fue la sangre de Su Cruz. La
dinámica de la reconciliación fue la muerte de Jesucristo. ¿Qué
quería decir Pablo? Exactamente lo mismo que dijo en Romanos
8:32: «El Que no escatimó ni a Su propio Hijo, sino que Le
entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con Él
todas las cosas?». En la muerte de Jesús, Dios nos está diciendo:
«Así os amo Yo. Os amo hasta el punto de estar dispuesto a ver a
Mi Hijo sufrir y morir por vosotros». La Cruz es la prueba de que
no hay distancia que el amor de Dios se niegue a recorrer para
recuperar los corazones de los hombres; y un amor así demanda la
respuesta de nuestro amor. Si la Cruz no despierta el amor en los
corazones de los hombres, nada lo conseguirá.
(iii) Debemos notar que Pablo dice que en Cristo estaba Dios
reconciliando consigo todas las cosas. En griego es el neutro
(panta), que incluye, no solamente a las personas, sino toda la
creación, visible e invisible, animada e inanimada. La visión de
Pablo era un universo en el que fueran redimidas no solamente las
personas sino todas las cosas. Este es un pensamiento alucinante.
No cabe duda de que Pablo estaba pensando en los gnósticos.
Recordaremos que, como consideraban la materia esencial e
incurablemente mala, consideraban que también el universo era
malo. Pero, como Pablo lo ve, el universo no es irremisiblemente
malo. Es obra de Dios, y participa de la reconciliación universal.
Aquí hay una lección y una advertencia. A menudo el
Cristianismo ha desconfiado del mundo. «La Tierra es un desierto
lúgubre.» Recordemos la historia del puritano. Alguien le dijo
cuando iban paseando por el campo: «¡Que flores tan hermosas!».
Y él contestó: «He aprendido a no llamar hermoso nada en este
mundo perdido y pecador». Lejos de ser cristiana, esa actitud es
por lo menos herética. Era la actitud de los herejes gnósticos que
amenazaban con destruir la fe. Este es el mundo de Dios, y es un
mundo redimido, porque de alguna manera maravillosa Dios
estaba en Cristo reconciliando consigo mismo todo el universo de
seres humanos, de criaturas vivientes y aun de seres inanimados.
(iv) El pasaje termina con una frase curiosa. Pablo dice que
esta reconciliación se extendía no solamente a las cosas de la
Tierra sino también a las del Cielo. ¿Cómo es que las cosas
celestiales necesitaban una reconciliación? Esto ha ejercitado el
ingenio de muchos comentadores. Veamos algunas de sus
explicaciones.
(a) Se ha sugerido que hasta los lugares celestiales y los
ángeles estaban bajo pecado y necesitaban ser reconciliados con
Dios. En Job leemos: «Aun en Sus ángeles descubre el error»
(4:18). «Ni aun los cielos son puros delante de Sus ojos» (15:15).
Así es que se ha sugerido que hasta los ángeles necesitaban la
reconciliación de la Cruz.
(b) Orígenes, el gran universalista, creía que la frase se refería
al diablo y sus ángeles, y creía que al final hasta ellos estarían
reconciliados con Dios por medio de la obra de Jesucristo.
(c) Se ha sugerido que cuando Pablo dijo que la obra
reconciliadora de Cristo abarcaba todas las cosas en la Tierra y en
el Cielo no quería decir nada definido, sino estaba usando
simplemente una frase sonora y magnífica para presentar la total
suficiencia de la obra reConciliadora de Cristo.
(d) La sugerencia más interesante la hizo Teodoreto, al que
siguió Erasmo. Era que lo principal no era que los ángeles
celestiales fueran reconciliados con Dios, sino que fueran
reconciliados con los hombres. La sugerencia es que los ángeles
estaban enfadados con los hombres por lo que Le habían hecho a
Dios, y querían destruirlos; y la obra de Cristo les quitó la ira,
porque vieron lo mucho que Dios amaba a la humanidad.
Entiéndase esto como se entienda, una cosa por lo menos es
cierta: que el propósito de Dios era reconciliar a los hombres
consigo en Jesucristo, el medio por el cual lo hizo fue la muerte de
Cristo, que demostró que Su amor no tenía límites, y que la
reconciliación se extiende a todo el universo, incluidos la Tierra y
el Cielo.
6. LA FINALIDAD Y LA OBLIGACIÓN DE
LA RECONCILIACIÓN
Colosenses 1:15–23 (conclusión)
En los versículos 21 a 23 se presentan la finalidad y la
obligación de la reconciliación.
(i) La finalidad de la reconciliación es la santidad. Cristo llevó
a cabo Su obra sacrificial de reconciliación a fin de presentarnos a
Dios consagrados e irreprochables. Es fácil tergiversar la idea del
amor de Dios y decir: «Bueno, si Dios me ama tanto y no quiere
más que la reconciliación, el pecado no importa. Puedo vivir de
cualquier manera, y Dios me seguirá amando». Lo cierto es lo
contrario. El hecho de que una persona sea amada no le da carta
blanca para hacer lo que quiera, sino le impone la mayor
obligación del mundo, la de ser digna de ese amor. En cierto
sentido, el amor de Dios hace las cosas más fáciles, porque hace
que no Le tengamos miedo y nos asegura que ya no somos ante Él
criminales ante el tribunal, seguros de la condenación. Pero en otro
sentido nos pone las cosas casi imposibles, porque nos impone la
obligación final de ser dignos de tal amor.
(ll) La obligación conlleva otra clase de obligación, la de
permanecer firmes en la fe y no abandonar nunca la esperanza del
Evangelio. La reconciliación demanda que en sol y en sombra no
perdamos nunca la confianza en el amor de Dios. De la maravilla
de la reconciliación nacen la fuerza de una lealtad inquebrantable y
la luminosidad de una esperanza que no puede defraudar. 3

Mattew Henry
Versículos 15–23
Tras de la mención de la redención efectuada por medio de
Cristo, el apóstol declara en sublimes afirmaciones la supremacía
del Salvador.
1. Presenta primero al Señor Jesucristo como Señor del
Universo (vv. 15–17). Dice de Él que es:
(A) «La imagen (gr. eikón, semejanza como se halla en una
estatua de la persona) del Dios invisible» (v. 15a). Aunque esta
expresión no alcanza la profundidad que tiene en Hebreos 1:3, ya
que también se aplica al hombre en general (1 Co. 11:7), su sentido
ha de verse en el trasfondo de toda la porción. Lo que aquí quiere
Pablo poner de relieve es que en Cristo es donde únicamente se
puede contemplar al Invisible (v. Jn. 1:18; 6:46; 14:9; 2 Co. 4:4–6;
1 Ti. 6:16; He. 11:27). Más sobre esto, en el comentario a 3:10.
(B) «El primogénito de toda la creación» (v. 15b). Esta
afirmación fue interpretada por los arrianos, y lo es hoy día por los
Testigos de Jehová, en el sentido de que Cristo fue el primer ser
3
Barclay, W. (2006). Comentario Al Nuevo Testamento (765). Viladecavalls (Barcelona), España:
Editorial CLIE.
que Dios creó. Las interpretaciones ortodoxas son dos: (a) El
Cristo preencarnado fue engendrado (gr. protótokos, el mismo
término de Lc. 2:7) antes de la creación del Universo, esto es, en
la eternidad. Esta es la opinión de Lightfoot y de muchos otros; (b)
el Cristo encarnado es el heredero y el dueño absoluto de todo el
Universo creado. Ésta es la opinión, a mi juicio, más probable, si
tenemos en cuenta la importancia que en el Antiguo Testamento
tenía el título de «Primogénito» (hebr. bekor): el que recibía la
heredad, el honor, la autoridad sobre los demás hermanos, etc.
Dice P. Gutiérrez: «Al aplicar estos títulos a Jesucristo, Hijo de
Dios, deducimos que a Él, como Primogénito, le incumben la
anterioridad, prioridad de existencia (Jn. 8:56–59), la
trascendencia de naturaleza y, sobre todo, el imperio y la heredad
absoluta de todas las criaturas».
(C) Al dejar a un lado el texto de Hebreos 1:3, cuyo comentario
puede verse en su lugar, el parecido del versículo 16 con Juan 1:3,
que habla del Verbo preencarnado, induce a muchos autores a
entender también este versículo como aplicado a Cristo en su
estado anterior a la encarnación, pero la frase final «hacia Él» (lit.)
presenta una objeción tremenda contra dicha opinión, ya que, en el
seno de la Trinidad, el Hijo no es la meta de la creación, sino el
Padre. Opino, pues, con Gutiérrez (es una opinión, no una
afirmación dogmática), que el apóstol sigue refiriéndose en toda la
porción a Jesucristo Hombre. De Él, pues, dice Pablo lo siguiente,
tras de hacer una división entre «las cosas de los cielos y de la
tierra, las visibles y las invisibles, etc.» (toda la creación,—comp.
con Gn. 1:1—): «Porque en Él fueron creadas todas las cosas …
todo ha sido creado por medio de Él y hacia Él» (lit.). ¿Qué
significan estas afirmaciones?
(a) Que todo ha sido creado en … no ha de entenderse en el
sentido platónico (y de la teología medieval) de que el Verbo es la
idea-modelo de todo lo que Dios creó, sino como interpretan
Lightfoot, Masson, Gutiérrez, «Todas las cosas fueron creadas en
Cristo como en su centro de unidad, de cohesión, que confiere a
todo ser su verdadero valor y realidad. En Cristo fueron hechas
todas las cosas como en su punto de cita, de encuentro» (v.
también Ef. 1:10).
(b) «Por medio de Él», a la vista de 1 Corintios 8:6, podría dar
a entender con la mayor probabilidad que «Cristo puede
considerarse en cierto sentido instrumento de la conservación de
los seres en su existencia en cuanto Él es Mediador» (Gutiérrez).
(c) «Hacia Él», con vistas a Él, por cuanto «Todas las cosas
están orientadas, dirigidas a Cristo como al culmen de su
perfeccionamiento. Todo el universo creado está dirigido a Él, le
está sometido; Él es la corona de la creación, el centro de unidad y
reconciliación universal; Él es el “primero y el último”, “alfa y
omega” de todo».
(D) Pablo añade en el versículo 17: «Y Él es antes de todas las
cosas, y todas las cosas tienen consistencia en Él». La preposición
griega pro se entiende mucho mejor en sentido posicional («por
delante de») que en sentido cronológico («antes que»). Recalca,
pues, la primacía de dignidad o supremacía absoluta de Cristo
sobre todas las cosas, que, además, tienen en Él su consistencia. El
verbo griego sunístemi («consistir», esto es, «subsistir
conjuntamente») se aplicaba en el griego clásico al modo con que
los miembros del cuerpo humano mantienen su cohesión en el
conjunto del organismo; con lo que el apóstol enfatiza de nuevo el
papel que Jesucristo desempeña como principio de cohesión y
armonía en el Universo. No puede perderse de vista, como observa
Gutiérrez, que Pablo no intenta darnos una explicación filosófica,
sino religiosa. Dice Masson: «Para san Pablo y sus cristianos, en la
persona de Cristo actúa el Creador, el Salvador, el Dios de la
historia de la salvación».
2. Con la mayor naturalidad, después de presentar a Cristo
como Dueño del Universo, el apóstol lo presenta como Cabeza de
la Iglesia (v. 18): «Y Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, y
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en
todo tenga la preeminencia». La idea de Cristo como Cabeza de la
Iglesia, tan familiar para el apóstol, lo es también para nosotros,
pues ya la hemos visto en 1 Corintios 12:13; Efesios 1:22, 23;
4:15, y la volveremos a ver en esta misma Epístola (1:24; 2:19),
por lo que no necesita de comentario. «Él es el principio» (gr.
arkhé,—comp. con Ap. 3:14—) no significa solamente que Cristo
es el primero, sino también que es el verdadero manantial de la
vida espiritual de la Iglesia. «El primogénito de entre los muertos»
es una imagen muy expresiva para indicar que fue el primero en
salir del sepulcro, que lo retenía como con dolores de parto (v. el
comentario a Hch. 2:24), viniendo así a ganar para todos los suyos
la victoria sobre la muerte y el sepulcro, hecho «espíritu
vivificante» (1 Co. 15:45, 55–57).
3. Finalmente, Pablo presenta a Cristo como al Reconciliador
de todas las cosas.
(A) Al tener en cuenta que los herejes contra los que esta
Epístola embiste eran una mezcla de judaizantes, gnósticos y
místicos de tipo oriental, el apóstol no admite el escalafón de eones
o deidades emanadas del Supremo Ser y encargadas de servir como
intermediarios entre Dios y los hombres. «No hay más que un
Mediador», dirá después (1 Ti. 2:5). Ahora le basta con asegurar
que no hay necesidad de tales deidades inferiores, puesto que (v.
19) «tuvo a bien (el Padre) que en Él (Cristo) habitase toda la
plenitud» (lit.). Notemos: (a) Que, aun cuando «el Padre» no está
explícito, todo el contexto lo da a entender. (b) El verbo griego
para «habitar» es katoikéo, que indica una residencia permanente.
(c) «Toda la plenitud» indica, contra los herejes aludidos, toda la
plenitud de la esencia y del poder de la Deidad, como en 2:9.
(B) Al residir permanentemente en Cristo la plenitud de la
Deidad, no se necesitan más intermediarios para establecer una
comunicación favorable de Dios con los seres humanos ni con una
creación material supuestamente impura, ya que plugo también a
Dios (v. 20) «por medio de Él (Cristo! reconciliar consigo todas
las cosas (comp. con 2 Co. 5:18, 19), así las que están en la tierra
como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la
sangre de su cruz». Nótense los siguientes detalles:
(a) El apóstol habla aquí de una reconciliación «cósmica», que
nos recuerda lo que ya expresó en Romanos 8:19 y ss. sobre el
anhelo de redención latente en la creación entera.
(b) Dentro de la reconciliación universal, Pablo especifica «las
cosas que están en la tierra como las que están en los cielos».
Según Knabenbauer, «éste es quizás el pasaje más oscuro de los
escritos de san Pablo». Están de acuerdo los autores en que «las
cosas que están en los cielos» son los ángeles. ¿En qué sentido
pueden ser reconciliados, ya que no lo necesitan, si son los buenos,
o no pueden obtenerlo (v. He. 2:16), si se trata de los malos?
Descartada así la opinión origenista de que llegará un día en que
también los ángeles malos, incluido Satanás, y los condenados al
infierno serán reconciliados con Dios y entrarán en el cielo, quedan
dos soluciones: Primera, «al restablecerse por la muerte de Cristo
el recto orden entre las criaturas y el Creador, los ángeles no
permanecen ajenos a esta armonía restaurada: entran también ellos
a formar parte en este concierto armónico y universal, en esta
restauración cosmológica, según la cual todo se orienta a Cristo
como a su centro de unidad» (Gutiérrez, siguiendo a Huby);
segunda, la reconciliación obtenida por medio de la muerte de
Cristo puede ser «libremente aceptada o impuesta por la fuerza»
(F. F. Bruce). En este sentido, la derrota de los poderes maléficos
(2:15) en la cruz del Salvador da paso a una «reconciliación al
nivel más amplio, que incluye así lo que habríamos de distinguir
como pacificación» (Bruce). En tal sentido, ángeles y demonios,
santos y pecadores, han de servir a los propósitos de Dios, de grado
o por la fuerza (comp. con Fil. 2:11).
(c) «Haciendo la paz mediante la sangre de su cruz» nos da a
entender que la reconciliación fue hecha mediante el
derramamiento de la sangre expiatoria (v. Lv. 17:11) y que el
sacrificio fue consumado mediante la muerte en la cruz del
Calvario, y es su muerte en el madero señal de que Cristo fue
hecho maldición (Gá. 3; 13) por nosotros.
(C) En los versículos 21, 22, el apóstol aplica esta
reconciliación, como ya hecha efectiva, a los fieles de Colosas. Sus
expresiones nos recuerdan los lugares ya conocidos, de Romanos
5:10; 7:4; 2 Corintios 5:18–20; Efesios 1:4; 2:3, 12, 16; 5:27. Dice
así: «Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y
enemigos en vuestra mente (gr. diánoia, pensamiento intencional,
premeditado), en obras de las malas (lit.)—pecando de
pensamiento y de obra—, ahora os ha reconciliado en su cuerpo
de carne (lit. en el cuerpo de su carne), por medio de la muerte,
para presentaros santos y sin mancha (comp. con Ef. 5:27) e
irreprensibles delante de Él (Dios)». El hecho de que la
reconciliación fuese llevada a cabo «mediante el cuerpo de carne»
de Jesucristo, no sólo nos da a entender que su muerte fue real, en
un cuerpo como el nuestro, sujeto a todas las miserias humanas,
excepto el pecado, sino también, a mi juicio, para hacer patente el
error gnóstico de la maldad esencial de la materia.
(D) La reconciliación de los fieles de Colosas, mediante la
muerte de Cristo, desplegará en ellos toda su eficacia salvífica y
santificadora si, como añade el apóstol (v. 23), «permanecéis en la
fe, firmes y estables, sin apartaros de la esperanza contenida en el
Evangelio. Éste es el Evangelio que habéis oído y que ha sido
proclamado a toda criatura (comp. con Mr. 16:15) bajo los cielos,
y del cual yo, Pablo, he sido hecho ministro» (v. por ej. Gá. 2:7)
(NVI). Dice Bruce: «Si la Biblia enseña la perseverancia final de
los santos, también enseña que son santos los que al final
perseveran—en Cristo—. La perseverancia es la prueba de la
realidad». Quizá convendría aclarar que, en ese «ei gue», con que
comienza el versículo 23, se advierte, como en otros lugares ya
vistos, la esperanza fundada del propio Pablo de que los fieles de
Colosas han de continuar firmes por el camino que tomaron al oír y
recibir el Evangelio. Al decir que este Evangelio ha sido
proclamado a toda criatura, es posible que el apóstol tenga en
cuenta a los gnósticos, que distinguían entre «iniciados
conocedores» y «simples creyentes». Contra ellos, parece decir
Pablo: «El Evangelio no fue predicado sólo para iniciados, sino
para todos los hombres».
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Henry, M., & Lacueva, F. (1999). Comentario Bı́blico de Matthew Henry (1708). 08224 TERRASSA
(Barcelona): Editorial CLIE.

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