Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
1. La eficiencia de la organización
Desde una perspectiva filosófica Bunge advierte sobre el riesgo del “atomismo” al
abordar el estudio de cualquier sistema. El atomismo es el análisis de hechos a partir de
sus partes: “enfoca su atención sobre los componentes de los sistemas y se rehusa a
admitir la existencia de entes, propiedades o procesos supraindividuales”. En el extremo
opuesto al atomismo Bunge ubica al “holismo o globalismo” que “reconoce la
existencia de sistemas con características propias (propiedades emergentes) pero los
trata como totalidades o cajas negras. Este enfoque se rehusa a explicar los fenómenos
del todo “en función de sus componentes y de las interacciones entre estos”. Bunge
destaca que ambos son desvíos negativos respecto de la perspectiva sistémica que
comprende por igual lo particular, lo general y sus relaciones.
• Desde una perspectiva de la gestión: las metas individuales que cada grupo
persigue combinadas con los esquemas de motivación y recompensa sectoriales
hacen que sean estos los criterios que prevalecen a la hora de decidir, con
independencia de sus efectos agregados.
No se duda de que la organización deba ser eficaz en su acción. Ser eficaz es lograr los
objetivos independientemente de los recursos utilizados; pero ser eficaz sin ser eficiente
es una proposición inválida en el mediano plazo: la eficacia solo puede ser mantenida en
el tiempo si se tienen constantes desempeños eficientes. La eficacia sin eficiencia
somete a la organización a un gasto de recursos excesivo que, de persistir en el tiempo,
llevará a comprometer la salud financiera de la entidad. Recordando a Sun Tzu: “Así
pues, los buenos guerreros toman posición en un terreno en el que no pueden perder, y
no pasan por alto las condiciones que hacen a su adversario proclive a la derrota.”…
“en consecuencia, un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después”. Es
decir, gana con el menor consumo de recursos posible, gana porque su posición lo lleva
naturalmente a la victoria sin esfuerzos desmedidos.
Rodríguez Mansilla dice que “un sistema social es complejo cuando un elemento
cualquiera no puede relacionarse directamente con cada uno de los demás elementos de
dicho sistema.” es decir, la arquitectura de relaciones se hizo grande e intrincada. La
figura de organizaciones tipo “plato de spaghetti” ilustra esta situación.
En su interesante libro “La Meta” Eliyahu Goldratt (1) explica la Teoría de las
Limitaciones, o de las Restricciones, -Theory of Constrains, conocida por “TOC” por
sus siglas en inglés-. Estimo que presenta el abordaje más estructurado al fenómeno de
la eficiencia organizacional.
Goldratt propone que el rendimiento final de una actividad esta determinado por la
correcta explotación de su cadena de valor. Si se desea aumentar el rendimiento debe
trabajarse para sacar el mayor provecho a los recursos mas limitados, que llama “cuellos
de botella”, que se ubican en las estaciones de trabajo con mayores restricciones
operativas.
El método TOC se propone optimizar el flujo del sistema dadas las condiciones y
restricciones que enfrenta. Goldratt utiliza la palabra inglesa “throughput”, para definir
el objetivo de un negocio: “velocidad con que la empresa genera dinero a través de sus
ventas”.
Throughput
Gastos de
Operación
El throughput se calcula restando al valor de las ventas los gastos “total y absolutamente
variables”, es decir, aquellos que sólo existen al ritmo de las ventas. La fórmula es:
Goldratt no hace ningún esfuerzo por distribuir los gastos de la operación en las
estaciones de trabajo. Llama gastos de operación a todo lo que la empresa gasta aunque
no produzca: sueldos, salarios, energía, alquileres, depreciaciones, intereses, etc. Opina
que mezclar estos gastos con los variables confunde el análisis.
Los típicos gastos variables del negocio (los que ocurren solo al ritmo de las ventas) son
materias primas, servicios de terceros, comisiones de vendedores, y todos aquellos que
se incorporan al producto o servicio vendido. Si algún gasto no es totalmente variable
recomienda tratarlo como gasto de operación.
El valor se realiza en el mercado, es decir, en los clientes con las ventas entregadas. Los
inventarios son un estadio intermedio en el que no se genera throughput. Producir “para
inventario” o acumular volúmenes injustificados de inventario es contrario a la
generación de throughput real. En este punto hay una coincidencia plena entre las
posición del TOC y de Just in Time.
Cuanto menor es el ciclo de ventas –más rápido se mueve la cadena de valor- y mayor
es el margen de contribución de cada unidad vendida mayor es el throughput. Este es el
nudo de la eficiencia organizacional, o eficiencia sistémica. Los gastos de operación son
importantes, pero no tanto como la generación de valor a través del throughput. Desde
la perspectiva de TOC la empresa es un sistema de relaciones entre recursos cuya
función es la generación de valor.
La conjunción de la Teoría de Sistemas y la Teoría de las Limitaciones es una excelente
plataforma para plantear la eficiencia de los procesos de una organización. Goldratt
propone que la eficiencia se logra con dos estrategias principales: sacando el mayor
provecho inmediato de los recursos restringidos y solucionando los cuellos de botella
del sistema de mayor a menor y progresivamente. Su metodología propone los
siguientes cinco pasos:
• En primer lugar, identificar la restricción mayor del sistema –el eslabón más
débil-
• En segundo lugar, sacar el mejor provecho a ese recurso, lo que expresa como
“explotar la restricción”
• En tercer lugar propone lo que probablemente sea el factor más innovador de su
teoría: subordinar toda la gestión a ese hecho,
• En cuarto lugar, elevar la capacidad de ese eslabón,
• Finalmente, monitorear si luego de esas intervenciones el cuello de botella se ha
desplazado a otro eslabón de la cadena, y volver a resolver la nueva restricción
en un proceso de mejoras continuas.
5 2
unidades unidades
Manufactura recibirá 15 unidades de Preparación y, como sólo puede operar 10, dejará
un inventario en proceso de 5 unidades. A su vez Embalado recibirá 10 unidades y,
como sólo puede operar 8, dejará un inventario en proceso de 2 unidades. El sistema irá
a la velocidad de Embalado -8 unidades por día- pero dejando inventarios transitorios
que se acumularán día tras día hasta que alguien intervenga para “rebalancear el flujo
del sistema”.
Sabemos por la metodología de Just in Time que los inventarios excesivos son un
problema: ocupan lugar, generan logística innecesaria, tienen costo financiero, pueden
quedar obsoletos, etc. Se impone pedir a los jefes de las unidades de mayor
productividad –Recepción, Preparación, Despacho y aun Manufactura- que trabajen al
ritmo de la de menor desempeño –Embalado- para evitar inundar de inventarios
transitorios a toda la planta. Simultáneamente es posible que los ingenieros de planta
comiencen a actuar sobre la cadena de valor para lograr un mayor balanceo de la
productividad. Es decir, llevarán la productividad de Embalado y de Manufactura a16 o
17 unidades por día. Pero normalmente estas correcciones llevan su tiempo. Mientras
estas acciones correctivas ocurren, ¿tiene sentido invertir para mejorar las estaciones de
Recepción, Preparación y Despacho? Claramente no. Cualquier inversión en mejorar
las estaciones que no son cuello de botella no producirá ningún efecto en el flujo del
sistema, es más, cabe la posibilidad que aumente el riesgo de acumular inventarios
indebidos al provocar mayores desbalances.
El flujo está dado por la interacción de todos los sectores que intervienen en la cadena
de valor. La visión procedural de la gestión es horizontal, es decir, privilegia el
resultado de todo el sistema que fluye a través de las estaciones de trabajo de la cadena.
La gestión de cada sector es por fuerza local y fragmentada. La visión sistémica integra
por igual la perspectiva procedural y la sectorial.
Visión
Proceso A B C D E F FLUJO Procedural
de la
Gestión
Departamentos
El análisis TOC aplica tanto a un departamento de la empresa –como el ejemplo de la
planta que acabamos de ver- como a la empresa en su conjunto (marketing, ventas,
producción, distribución, gestión financiera, administración, etc.), o a los sectores que
conforman cada uno de esos departamentos. Tanto en el sistema general, como en los
subsistemas puede establecerse el cuello de botella que determina el flujo y aplicar el
método de la mejora continua.
Las reglas de TOC, tan simples y evidentes, son de difícil cumplimiento en las
organizaciones ya que contradicen ciertos dogmas muy establecidos: que toda unidad
debe trabajar “a pleno”, que mantener recursos ociosos es un costo inconveniente, que
el costo por unidad es la mejor medida de desempeño de cualquier sector y, en general,
que las metas basadas en el desempeño local son mejores que las globales porque
producen mayor “adhesión” de sus miembros.
Sin embargo, estos principios no son ciertos. Si la organización pudiera ver y entender
que ocurre en todo el sistema, no en sus partes locales, se vería el resultado equivocado
de estos principios. Pero “ver” toda la organización es una tarea muchas veces
imposible dada la complejidad y fragmentación de sus partes.
• Goldratt postula que siempre hay una restricción principal en el sistema –en todo
sistema- tal que condiciona el funcionamiento de la cadena perjudicando el
flujo. Atacar la limitación principal es la tarea ineludible de los gestores.
• Goldratt indica que “toda la actividad” debe estar orientada a sacar el mayor
provecho de los recursos restringidos que provocan los cuellos de botella de la
cadena. Este concepto significa que cualquier otra actividad no alineada con
este objetivo no produce valor organizacional ya que lo principal de un
sistema es la velocidad de su flujo.
• Cualquier eslabón que NO sea cuello de botella tiene una capacidad ociosa
respecto del recurso más restringido. Si los eslabones que no son cuello de
botella actúan a su plena capacidad necesariamente provocarán la acumulación
de inventarios y la baja de eficiencia general del sistema. Es decir, es mejor para
el sistema en general que estas estaciones de trabajo no operen a su máxima
capacidad y acompasen su producción a la de las unidades menos capaces..
• Cualquier inversión que NO se dirige a mejorar la restricción del sistema es
inútil en términos de la eficiencia del flujo.
• Esto no quiere decir que no haya oportunidades marginales de mejorar el costo
de producción de esas estaciones, pero por ello no debe quitarse la atención en el
cuello de botella ya que solo la restricción principal determina la velocidad del
flujo.
• Levantada una limitación el cuello de botella se desplazará a algún otro punto de
la cadena. De allí que mantener la cadena de valor bien dimensionada requiere
de una constante mejora continua.
• Cuando no quedan límites internos por superar la cadena opera en su máximo
grado de eficiencia: en este momento la restricción pasa a ser la demanda del
medio externo que ha quedado superada por la capacidad de oferta del sistema.
En este punto TOC deja de ser una metodología de balance del medio interno
para incidir sobre el acoplamiento de la organización respecto de su entorno.
Vemos que en el día a día es difícil que cada gestor responsable de un departamento o
sector de la organización perciba que la mayor eficiencia local puede ser conflictiva con
la máxima eficiencia sistémica. Sólo desde la perspectiva general se puede hacer esta
observación. Sin una adecuada exposición y comprensión de los resultados sistémicos
generales es casi imposible mostrar los beneficios de ciertos sacrificios de eficiencia
locales. De allí que es muy importante que cada organización haga una adecuada
docencia de la forma correcta de medir la eficiencia y que permanentemente publique y
difunda los resultados generales entre todos los gestores. Es más utilizando la
metodología de la mejora continua se deben monitorear y exponer los problemas
ocasionados por la descoordinación de las eficiencias locales.
Una buena forma de hacer evidente la falacia de la máxima utilización de todos los
recursos es observando algunas analogías con la vida práctica. Una muy eficaz es la
observación del funcionamiento de una autopista: cualquier conductor sabe que la
mayor eficiencia de una autopista no ocurre cuando todos sus carriles están totalmente
ocupados. Si definimos a la eficiencia como la mayor cantidad de autos transportados
por hora, sabemos que ese óptimo no se corresponde con las situaciones de
atascamiento de tráfico. Una autopista cuyos carriles están totalmente ocupados nunca
puede mantener una velocidad constante porque esta expuesta a un sinnúmero de
“perturbaciones” tales como pases de autos de un carril a otro, errores de manejo,
desperfectos mecánicos, accidentes, pinchazos de neumáticos, etc. Cada vez que
ocurre una perturbación cae la velocidad crucero del vehículo afectado y de todos los
vehículos que le siguen en la línea (se produce una honda expansiva de la demora), de
allí que la velocidad del conjunto tenderá a igualarse con la del vehículo más lento. Para
evitar estas situaciones es necesario que haya carriles libres no ocupados en los que
pueda eludirse el bloqueo de las “perturbaciones”. Todos aceptamos que la mayor
eficiencia sistémica de una autopista no coincide con la mayor utilización simultánea de
todos los recursos (carriles).
Frente a este planteo vale la objeción de que una autopista tiene recursos fijos (la
cantidad de carriles) y que una empresa tiene recursos variables (insumos, capital,
personal, etc.) por lo que agregando o quitando recursos una organización puede arbitrar
su grado de eficiencia con elasticidad.
Esta observación es totalmente válida en la teoría, pero en la práctica todos los gestores
sabemos las dificultades que implica. Todo ajuste a la capacidad de operación de una
cadena de valor tiene cierta rigidez que obliga a un “tiempo de respuesta” para hacer
disponibles los recursos necesarios. Los insumos deben ser comprados, el capital debe
ser hecho disponible (préstamos bancarios, nuevos aportes de capital, venta de activos
ociosos, etc.), el personal debe ser seleccionado y entrenado, el conocimiento debe ser
creado, difundido y aprendido, la cadena de valor debe ser probada y sintonizada en su
nuevo nivel actividad, etc. Es decir, entre el momento en que se detecta el cuello de
botella y el momento en que este se libera pasará un tiempo. Podemos decir entonces
que si el tiempo de respuesta es rápido la organización tendrá una gran ventaja para
regular su eficiencia en el punto óptimo. Pero mientras el ajuste no se produzca se
deberá gestionar bajo el supuesto de que su cadena de valor tendrá desequilibrios.
Como los cambios en los niveles de actividad son frecuentes, discontinuos y aleatorios
(según sube o baja la demanda) es inimaginable que la organización pueda hacer tantos
aumentos o reducciones de capacidad como cambios hayan. En tal situación deberá
definir una estrategia cuyos posibles valores extremos son:
En cualquiera de los dos casos la organización pierde eficiencia, ya sea por costos de
estructura improductivos o por lucro cesante. El segundo principio que se desprende de
esto es que si los flujos de actividad son constantes la organización puede sintonizar
mucho mejor su eficiencia. O, dicho en sentido inverso, a mayor volatilidad de la
actividad menor eficiencia.
Volatilidad
de la
actividad
Disponer colchones
Alta Gestión dinámica de
de recursos excedentes
recursos
y planificar períodos
de ociosidad
Alta movilidad
Posible tercerización
Si bien los conceptos básicos de TOC son bastante simples y entendibles son a su vez
de muy difícil aplicación en organizaciones donde predominan criterios de
administración más tradicionales y estáticos. Veamos algunas de las barreras más
habituales.
Veamos un ejemplo: el presupuesto anual estableció que la estación de trabajo “A” tiene
que producir 1000 unidades que a su vez serán el input para la actividad de la estación
“B”. Ocurre un problema técnico en la capacidad de B y se determina que por factores
no controlables por el sector solo puede procesar 700 unidades. El gestor de la estación
A se resiste a ajustar su nivel de actividad porque su meta anual es 1000 en términos
absolutos, y sobre esta base recibirá su compensación variable. No le importa que ahora
sea antieconómico procesar 300 unidades en exceso.
Esta situación expuesta en estos términos parece inadmisible, pero es muy frecuente.
Inmediatamente surge la pregunta: no es mejor que B produzca 1000 y no 700?
Probablemente sea cierto, pero lo que importa en cada momento es determinar cuál es
el mejor desempeño del todo, no de cada parte. Las preguntas lógicas son: dada la
actual limitación que domina el sistema cuál es el nivel de producción más adecuado?
¿Es posible levantar el nivel de producción de B a 1000 unidades? ¿A qué costo?
¿Cuánto se pierde por producir 700 en lugar de 1000? Y quien debe responder estas
preguntas no es cada gestor aisladamente. Se requiere una IO que permita arbitrar el
conflicto –tanto técnica como emocionalmente- y determinar una nueva meta definida
por la dirección con el consenso de los gestores.
Y más allá de esto, se necesita una IO que permita incorporar las contingencias de la
realidad dinámicamente reformulando los planes de producción según sea necesario y
con la frecuencia que convenga. El período anual ya no es una unidad de tiempo
admisible. Tampoco el trimestre. En entornos de alta competencia se requiere gestionar
“el día”.
La TOC destaca que el orden con que debe gestionarse la eficiencia es primero
preocuparse de proveer el resultado general –el throughtput-, luego en reducir los
niveles de stock requeridos y finalmente en optimizar los costos indirectos. Este orden
de prioridades es contradictorio con los postulados de los sistemas de gestión basados
en el control de costos que colocan la disminución de los costos como prioridad
absoluta del proceso. Veamos esto con más detalle.
Goldratt sostiene que en nada mejora trabajar sobre los costos en los segmentos de la
cadena de valor que no constituyen cuellos de botella. Estas mejoras son ilusorias en
tanto los cuellos de botella continúen bloqueando el flujo del proceso. Aumentar la
eficiencia de estos centros que no son cuellos de botella solo sirve para aumentar los
niveles de inventario de productos en proceso de alguna otra estación de trabajo que es
cuello de botella, lo cual no produce ningún valor en sí mismo independientemente de
lo que digan los sistemas contables que normalmente “activan” el costo de todos los
stock intermedios.
Llevado al terreno de una empresa comercial el incremento del valor patrimonial solo
ocurre cuando es perfeccionado por una venta al mercado. Los stocks intermedios no
tienen valor en sí mismos sino como anticipo de esa transacción futura. Constituyen un
costo necesario que muchas veces es altamente oneroso en términos financieros. Lograr
el mayor throughtput con el menor nivel de stocks intermedios es la ecuación más
eficiente y rentable.
La calidad se expresa no como una norma de control sino como una cultura compartida
por toda la organización orientada a la excelencia y al resultado.
La sociedad “supone” que esta trama opera normalmente, toda su eficiencia general
depende de ello. Por ejemplo, nos hemos acostumbrado a viajar en avión regularmente y
esperamos que las líneas aéreas nos provean de un servicio confiable, seguro y
razonablemente económico. Toda nuestra vida moderna esta adaptada al hecho de que
los medios de transporte aéreos están disponibles y que son indispensables para nuestros
negocios, cultura, transporte, etc. La sociedad exige ese nivel de prestación, no ya como
hecho individual de una empresa, sino como condición para que otros sistemas sociales
–el comercio, el turismo, etc.- también puedan funcionar. Los servicios de una sociedad
se encadenan y condicionan en una trama cada vez más intrincada e interdependiente.
El sistema de transporte aéreo es sólo uno de los eslabones que conforma la arquitectura
del mundo moderno. El sistema financiero, el de salud, el de prensa e información, el de
justicia, etc. no son construcciones aisladas sino fuertemente integradas en
macrosistemas generales que caracterizan la vida actual. Están altamente entrelazados,
no funcionan unos sin los otros. Además, cada uno de ellos esta conformado por una
amplia y dispersa cadena de valor que integra miles de organizaciones complejas. El
funcionamiento de la vida moderna depende de la sintonía de todos estos operadores.
Consideremos este hecho y veamos la cantidad de factores que deben concurrir para que
una línea aérea preste sus servicios en tiempo y forma: debe haber una fuerte inversión
de capital en aeronaves y en tecnología, confiables procesos de control de calidad y
mantenimiento de piezas, muy precisa planificación de recursos y materiales, miles de
personas adecuadamente entrenadas, información precisa sobre las condiciones
climáticas de cada ruta, sistemas comerciales, de check in y de despacho operando
eficientemente, amplias redes de comunicación, precisas cadenas de suministros, rápido
tiempo de respuesta ante situaciones imprevistas, y muchas otras situaciones deben estar
bajo un plan de trabajo coordinado y bajo debida supervisión. Es el concepto de cadena
de valor que ya analizamos. No debe haber “cuellos de botella” en ningún segmento del
proceso o, por lo menos, las restricciones no deben impedir el cumplimiento de ciertos
umbrales de calidad.
Además debe haber ciertas condiciones externas no gobernables por la compañía como,
por ejemplo, la estabilidad de los suministros de repuestos, combustible y otros
insumos, el control sobre el espacio aéreo por donde los vuelos operan y los sistemas de
seguridad que prevengan el terrorismo. Estos factores son igualmente necesarios para
que la cadena de valor funcione, pero no dependen directamente de la voluntad y
capacidad de la empresa. Por ello, la organización debe estar preparada para absorber
cierta variabilidad de las condiciones externas, tal que si estas no ocurren tal como están
previstas haya una cierta capacidad de gestión interna que permita la continuidad de los
servicios, o al menos indique las acciones de emergencia que deban instrumentarse ante
los imprevistos. Estos hechos externos son tan determinantes como los internos para el
resultado final.
Para que una organización pueda satisfacer parámetros elevados de prestación hacia sus
usuarios debe tener la capacidad de organizar su cadena de valor interna dentro de
rangos de eficiencia determinados y de controlar su gestión con arreglo a esos valores.
La medida externa del valor entregado es consecuencia de la eficiencia interna de la red
de recursos y relaciones que participan de la elaboración de la prestación final de la
organización. Además deben asegurar de alguna manera las variables externas de su
operación, aquellas que siendo relativamente ingobernables son críticas para el
funcionamiento de la cadena de valor.