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La Guerra Civil

Sublevación militar y división de España en dos


zonas

La sublevación militar
El alzamiento militar contra la República se inició en Melilla el 17 de julio, y de inmediato
se extendió al resto de las tropas del Protectorado español en Marruecos. El general Franco,
en Canarias, se trasladó al Protectorado de Marruecos para ponerse al mando del ejército
de África.

Entre los días 18 y 20 de julio el alzamiento militar se extendió al resto del territorio español
con resultados muy diversos. El general Queipo de Llano se hizo con el poder en Sevilla.
También se sublevaron las guarniciones de Cádiz, Córdoba y Granada. El general Mola
ocupó Navarra. En Zaragoza, el general Cabanellas logró dominar la mayor parte de Aragón.
La rebelión militar también se hizo con el poder en Castilla y León, La Rioja, Galicia,
Canarias, Mallorca, Cáceres, Álava y Oviedo.

En las grandes ciudades, Madrid, Barcelona y Valencia; y en Cartagena, Murcia, Santander,


Asturias, el País Vasco, Cataluña, Andalucía oriental y Castilla la Mancha se abortó la
sublevación militar.
Tema 13. La Guerra Civil

La división de España en dos zonas


El país quedó dividido en dos zonas enfrentadas. Las principales ciudades, las zonas
industriales y las reservas de oro del Banco de España quedaron en poder del gobierno y
de las organizaciones políticas y sindicales del Frente Popular, junto al 60% de la población.
Las zonas agrarias más conservadoras y de mayoría católica (En torno al 40% de la
población) quedaron en manos de los militares sublevados.

Aproximadamente la mitad del ejército, buena parte de la marina y de la aviación, dos


tercios de las fuerzas de seguridad y más de la mitad de la Guardia Civil se mantuvieron
fieles al gobierno republicano. Sin embargo, las tropas del ejército de tierra, mejor dotadas
y preparadas para el combate, las del protectorado de Marruecos, el Tercio de la Legión y
los regulares, y los oficiales más jóvenes se inclinaron a favor de la sublevación. También
la superioridad inicial del gobierno en medios aéreos y navales pronto fue superada por los
rebeldes gracias a la llegada de aviones italianos y alemanes mucho más modernos.

El gobierno republicano ordenó la distribución de armas a los miembros de las milicias*


populares de los partidos y sindicatos de izquierda. El ejército republicano quedó
desarticulado, lo que debilitó mucho a la república. En los primeros meses de la guerra, el
poder en la zona republicana quedó en manos de las milicias y de multitud de comités
locales y provinciales. Como consecuencia, muchos territorios quedaron sumidos en el
caos.

 Los sublevados, que se llamaron a sí mismos los “nacionales” justificaron su acción


como único medio para acabar con la anarquía, restablecer el orden y exterminar a
los “enemigos de la patria”, anarquistas, comunistas, socialistas, republicanos de
izquierda y separatistas, calificados todos ellos de “rojos”. Contaron con el apoyo de
las oligarquías tradicionales, de los pequeños propietarios agrarios, de las clases
medias católicas, de partidos de derechas como la CEDA, de organizaciones de la
extrema derecha (falangistas y tradicionalistas carlistas) y de la Iglesia católica.
 El bando de los republicanos contaba con la legitimidad de estar defendiendo el
sistema legal y la democracia frente al fascismo. Entre los republicanos se
encontraban sectores revolucionarios (anarquistas), que eran partidarios de la
desaparición de todas las instituciones políticas. La república contó con el apoyo
social de los obreros, los jornaleros, los empleados urbanos, la pequeña burguesía y
la mayor parte de los intelectuales.

Milicianos: Grupos de civiles armados formados por militantes de las organizaciones


sindicales y políticas de izquierdas en las zona republicana para luchar contra la sublevación
militar de julio de 1936.

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Tema 13. La Guerra Civil

La dimensión internacional de la guerra civil


El apoyo internacional a ambos bandos fue decisivo tanto en la duración como en el curso
y desenlace de la guerra.

El contexto internacional
La guerra civil española, estalló en un momento sumamente crítico en las relaciones
internacionales. Existe tensión entre las grandes democracias europeas (Francia y el Reino
Unido) y los regímenes totalitarios fascista y nazi.

Los sectores conservadores y la mayoría de los católicos la percibieron como una contienda
entre la civilización occidental y el comunismo ateo, mientras que, para los sectores
populares e intelectuales de la izquierda, era una lucha por la libertad y contra el fascismo
totalitario.

El Comité de No Intervención
La reacción inicial del gobierno francés del Frente Popular de prestar ayuda a la república
no se puso en práctica por la frontal oposición de su aliado británico, que temía que
cualquier intervención en el conflicto español pondría en peligro la política de
apaciguamiento con la Alemania nazi.

Ante esta situación, Francia impulsó, con el apoyo del Reino Unido, la política de no
intervención. Así, 27 países, incluidos Alemania, Italia y la URSS, suscribieron el Acuerdo
de No Intervención en España. Poco después se constituyó el Comité de No Intervención,
cuyo misión era de vigilar el embargo de armas.

Pero en la práctica, dicho acuerdo fue una farsa.

Francia también cortó la ayuda a la República Española por la división de la opinión pública
francesa.

La ayuda a la República
La república solo pudo contar con el apoyo y la ayuda militar de la URSS de Stalin y de
menor envergadura, de Francia y México.

La ayuda de la URSS consistió en material bélico, pilotos, técnicos y fue importantísima


para sostener la república. Pero esta ayuda (pagada en efectivo) no fue tan copiosa ni tan
regular como la italo-germana.

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Tema 13. La Guerra Civil

De la intervención extranjera en favor de la república sobresalen las Brigadas


Internacionales. Estuvieron formadas por voluntarios de un amplio abanico ideológico
(comunistas, anarquistas, socialistas y demócratas) todos ellos movidos por un sentimiento
de solidaridad en defensa de la causa republicana frente a la amenaza internacional del
fascismo. Fueron organizadas por dirigentes de los partidos comunistas de la III
Internacional.

La república financió la guerra con las reservas de oro del Banco de España, depositadas
en Moscú.

La ayuda a los militares sublevados


Razones políticas y estratégicas impulsaron a Hitler y a Mussolini a ayudar a los militares
sublevados.

Alemania envió la llamada Legión Cóndor. La aportación de Mussolini fue más numerosa y
estuvo constituida por el Corpo di Truppe Volontarie (CTV), procedentes del ejército y de la
milicia fascista. Destacó también la ayuda de la dictadura del Estado portugués de Salazar.

La ayuda militar de nazis y fascistas fue regular, muy considerable y decisiva para la victoria
del ejército de Franco. Además, alemanes e italianos le proporcionaron créditos, que se
cobraron con la entrega de alimentos, materias primas y minerales.

También obtuvo ayuda financiera tanto de capitalistas españoles, como el banquero March,
y de grandes compañías multinacionales angloamericanas, que le suministraron petróleo a
crédito y material de transporte.

Las operaciones militares

El avance hacia Madrid – La Guerra de Columnas (julio


a noviembre 1936)
El principal objetivo de los militares rebeldes era una rápida conquista de Madrid. Mola
inició las primeras operaciones desde el norte. Pero el avance quedó detenido en la sierra
de Guadarrama.

Con este fracaso, el protagonismo recayó en el ejército de África al mando del general
Franco. En agosto de 1936, con la ayuda de aviones alemanes e italianos comenzó el
traslado del ejército de Marruecos a la Península.

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Una columna de legionarios y regulares, al mando de Yagüe, inició una rápida marcha sobre
Madrid por la carretera de Extremadura y tomó Badajoz, donde realizó una matanza de
republicanos en la plaza de toros.

Franco decidió aplazar la conquista de Madrid y liberar el Alcázar de Toledo del asedio
republicano. Su liberación supuso un triunfo político y propagandístico para Franco.

El retraso por la operación del Alcázar permitió a los republicanos organizar la defensa de
Madrid.

Las batallas en torno a Madrid (Noviembre 1936 –


Marzo 1937)
A finales de octubre, Franco ordenó la ofensiva sobre Madrid. En noviembre, el gobierno
republicano abandonó precipitadamente la capital, trasladándose a Valencia, confiando la
resistencia a la Junta de Defensa de Madrid, dirigida por el general Miaja y el teniente
coronel Rojo.

La llegada de carros de combate soviéticos, de la primera Brigada Internacional y de la


columna anarcosindicalista de Durruti para ayudar en la defensa de Madrid elevó la moral
de la población. Se libraron violentos combates mientras la ciudad era bombardeada sin
descanso por aviones alemanes. Sin embargo, las tropas republicanas lograron resistir.

En diciembre y enero de 1937, se produce la batalla de la carretera de La Coruña.

En febrero de 1937 fue la batalla del Jarama y la de Guadalajara en marzo, en la que el


recién constituido Ejército Popular de la república derrotó al cuerpo del ejército italiano
(CTV). La victoria republicana de Guadalajara obligó a Franco a abandonar la batalla de
Madrid.

Al mismo tiempo, las tropas de Queipo de Llano ocuparon Málaga en febrero de 1937. Siguió
una brutal represión, con unas 3500 personas fusiladas sin juicio previo.

La caída del norte (abril – octubre de 1937)


Los fracasos en Madrid hicieron que Franco modificase su estrategia. Inició una guerra de
desgaste, de ocupación sistemática del territorio y de aniquilamiento del ejército
republicano.

Por razones estratégicas y económicas, Franco se dirigió contra el norte industrial y minero
bajo el dominio republicano (Vizcaya, Santander y Asturias). Era una zona aislada del resto
de España republicana y fragmentada políticamente.

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Tema 13. La Guerra Civil

La ofensiva de los sublevados empezó contra Vizcaya con masivos bombardeos de la Legión
Cóndor, que lanzaron bombas incendiarias sobre la población civil indefensa de Durango y
Guernica. Cayeron Vizcaya y Bilbao en junio de 1937.

Para detener la ofensiva franquista sobre Santander y a la vez romper el cerco sobre Madrid,
se preparó una operación militar en Brunete, en julio, al oeste de Madrid, que terminó en
un fracaso de las tropas republicanas y además no logró evitar la toma de Santander en
agosto.

Para salvar Asturias, los republicanos trataron de conquistar Zaragoza con una ofensiva
en Belchite en agosto y septiembre. Sus resultados fueron desastrosos y no impidió que
las tropas franquistas entrasen en Gijón a finales de octubre de 1937 y tomasen todo el
norte, con graves consecuencias para la república. Las minas de hierro y de carbón y las
grandes industrias siderúrgicas cayeron en manos de los sublevados.

La batalla de Teruel y el avance hacia el Mediterráneo


(diciembre de 1937 – junio de 1938)
Tomado el norte, Franco volvió sobre Madrid. El gobierno de Negrín llevó a cabo una
ofensiva en Teruel con el propósito de salvar la capital. En diciembre, el Ejército Popular
entró en Teruel. Franco renuncio de nuevo a Madrid y ordenó una contraofensiva para
reconquistar la ciudad. Entre enero y febrero de 1938 tuvo lugar la batalla de Teruel, una
de las más crueles de la guerra. Una vez más, se impuso la superioridad franquista.

La derrota tuvo unos resultados desastrosos para la república por las enormes pérdidas
en hombres y armamento, y por el agotamiento de las tropas y el hundimiento de la
moral.

Franco optó por una ofensiva general en el frente de Aragón. Ante la aplastante
superioridad aérea y artillera de las tropas nacionales, el ejército republicano se
desplomó.

Las tropas de Franco alcanzaron el Mediterráneo y la España republicana quedó partida


en dos zonas, aislando a Cataluña.

La batalla del Ebro (julio – noviembre de 1938)


Negrín decidió desencadenar una ofensiva en el Ebro para reducir la presión sobre
Valencia y Cataluña, y de este modo, unir de nuevo las dos zonas republicanas y alargar
el conflicto a la espera de la guerra en Europa.

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La batalla del Ebro, entre julio y noviembre, fue la más encarnizada de la guerra. De
nuevo, el rápido avance inicial de los republicanos quedó frenado por la contraofensiva
franquista. Fue una batalla de desgaste que agotó definitivamente al ejército republicano.

La ofensiva franquista sobre Cataluña (diciembre


1938 – febrero 1939)
A finales de 1938 se produjo la ofensiva franquista sobre Cataluña, que fue el golpe
decisivo para la república.

En enero de 1939, Barcelona fue ocupada y pocos días después, Gerona. Unas 500 000
personas se exiliaron a Francia.

El final de la guerra (marzo 1939)


Negrín defendió, con el apoyo de los comunistas, una política de resistencia para alargar
el conflicto ante el inminente estallido de una guerra mundial que permitiera a la
república encontrar aliados.

En Madrid, el coronel Casado, jefe del Ejército del Centro, junto a dirigentes:

 Socialistas – Besteiro
 De la CNT – Mera
 De la Unión Republicana
 De la Izquierda Republicana

Todos contrarios al dominio que ejercían los comunistas, se sublevaron contra el gobierno
de Negrín. Pretendían negociar con Franco una paz con garantías y sin represalias.

Madrid fue, durante varios días, escenario de “una guerra civil dentro de la guerra civil”.
Tras la derrota de los comunistas, Casado reanudó las negociaciones con Burgos, pero
Franco mantuvo su postura intransigente y exigió una rendición incondicional.

A finales de marzo, los ejércitos franquistas entraron en Madrid prácticamente sin


resistencia y después ocuparon el resto del país. El 1 de abril la guerra civil había
terminado.

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La evolución política de los dos bandos


La evolución política en la España Republicana

La desintegración del poder republicano: represión y


revolución (julio a septiembre de 1936)
Nada más producirse la sublevación militar el 18 de julio, el jefe del gobierno, Casares
Quiroga dimitió y Martínez Barrio asumió la jefatura del gobierno. Trató de llegar a un
compromiso con Mola para detener la guerra, pero éste se negó en redondo.

Fracasado el intento de negociación, Azaña encargó formar gobierno a José Giral, que dio
orden de repartir armas a los militantes de las organizaciones obreras.

Con este paso, el Estado republicano se desplomó y el poder en el territorio de la España


republicana se fragmentó y cayó en manos de las milicias armadas de los partidos y
sindicatos obreros. Estas trataron de organizarse formando comités, juntas y consejos sin
control del gobierno. Organizaron de forma autónoma la lucha y la represión contra los
sublevados y comenzaron una revolución.

El terror “rojo”
Desde ese momento y hasta los primeros meses de 1937, se desató un terror
“incontrolado”.

Hubo incendios de iglesias y conventos y asesinatos de militares y políticos derechistas,


sobre todo del clero y terratenientes, pequeños propietarios, empresarios calificados de
“fascistas”, sin que el gobierno republicano pudiese impedirlo.

El terror se llevó a cabo mediante “sacas” o “paseos” de presos de las cárceles y “checas”.
Destacó la del grupo de presos de Madrid, trasladados a Paracuellos del Jarama y
Torrejón de Ardoz, donde fueron asesinados.

Las imágenes de esta violencia fueron muy negativas para la República en el momento en
que trataba de conseguir el apoyo internacional.

La revolución social
Paralelamente, los anarquistas de la CNT, una parte de la UGT y un pequeño partido
comunista antiestalinista, el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM),

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emprendieron una profunda revolución social, cuya mejor expresión fueron las
colectivizaciones. Buena parte de las industrias y los servicios del territorio republicano
fueron incautados y colectivizados y su producción se puso bajo el control de comités de
sindicalistas. La colectivización agraria fue importante en las zonas latifundistas.

Republicanos, socialistas y comunistas se opusieron a la revolución ante el caos, la


improvisación y la caída de la producción. Para todos ellos lo prioritario era lograr la
victoria contra los sublevados.

A finales de agosto de 1936, el rápido avance de los sublevados hacia Madrid provocó la
dimisión del gobierno de Giral.

Checas: Edificios incautados por los comités de los partidos y organizaciones de izquierda
como improvisadas cárceles ilegales.

Sacas y paseos: Asesinato de personas consideradas enemigos políticos, que eran


detenidas y encerradas en cárceles al margen de la legalidad, donde permanecerían gasta
que eran ejecutadas a las afueras de ciudades o pueblos, y muchos enterrados en grandes
fosas comunes.

Colectivización: Poner la prioridad de los medios de producción al servicio de la


colectividad, es decir los trabajadores.

Incautación: Procedimiento de apropiación de los medios de producción por parte de un


grupo o por un organismo de trabajadores (colectivización), por los ayuntamientos
(municipalización) o por el Estado (nacionalización).

Los gobiernos de Largo Caballero (septiembre 1936


– mayo 1937)
En septiembre, Largo Caballero formó un gobierno al que se incorporaron socialistas,
republicanos de partidos de centro, comunistas y nacionalistas catalanes y vascos.

El Partido Nacionalista Vasco pactó su participación a cambio de una rápida aprobación


del estatuto de autonomía. En octubre, las Cortes aprobaron el estatuto.

En noviembre, Largo Caballero remodeló su gobierno y entraron en él cuatro ministros


anarcosindicalistas. Entre ellos estaba Federica Montseny, la primera mujer ministra de
la historia de España.

Lo prioritario para el gobierno de Caballero era formar un verdadero ejército regular, el


Ejército Popular de la república, con un mando centralizado. Para ello se militarizaron las
milicias.

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Se restableció el orden público en la retaguardia hasta casi desaparecer el terror y la


represión incontrolada.

Sin embargo, en la reconstrucción de un poder central eficaz se avanzó poco. El gobierno


central no pudo impedir que Cataluña y País Vasco ensanchasen su autonomía.

Las tensiones se acrecentaron en el seno del gobierno de Largo Caballero. Los comunistas
y la mayoría de los socialistas se enfrentaron a los anarcosindicalistas.

El desencadenante definitivo de la crisis fueron los enfrentamientos iniciados en


Barcelona en mayo de 1937. Las tensiones entre el Partido Socialista Unificado de
Cataluña (PSUC), resultado de la fusión de los comunistas y socialistas, y el sector más
radical de la CNT y del POUM eran cada vez mayores.

Los enfrentamientos estallaron cuando la Generalitat y el PSUC trataron de recuperar el


control de la ciudad, en manos de los anarquistas y del POUM. Tras varios días de
combates, el gobierno logró el control de la ciudad.

Tras los sucesos de mayo, la mayoría de los dirigentes socialistas, con Prieto a la cabeza, y
los comunistas, emprendieron una ofensiva contra Largo Caballero. Para los republicanos
y los socialistas de Prieto y los comunistas había que acabar con el poder sindical y
formar un gobierno fuerte, cuyo principal objetivo fuera ganar la guerra.

Los gobiernos de Negrín (mayo 1937 – marzo 1939)


En mayo de 1937 se formó el gobierno del socialista Juan Negrín.

Con la guerra civil, el Partido Comunista de España, fue extendiendo su influencia, con
un discurso de defensa de la república y de centralización de los esfuerzos para ganar la
guerra. Su acumulación de poder político y militar despertó los recelos de los
republicanos y, sobre todo, de los socialistas.

Este gobierno reforzó el ejército y acabó con la etapa revolucionaria, desmantelando las
colectividades.

Ante el rumbo desfavorable de la guerra, estallaron las tensiones larvadas entre los
partidarios de negociar la paz con Franco con la mediación de Francia y el Reino Unido
(Azaña y Prieto) y los de resistir a ultranza (Negrín y los comunistas).

Negrín confiaba en resistir a la espera del estallido de una guerra mundial. Sin embargo,
estas esperanzas se frustraron tras el pacto de Munich en septiembre de 1938.

A principios de 1939, tras la caída de Cataluña, se produjo el reconocimiento del gobierno


de Franco por Francia y el Reino Unido. La dimisión de Azaña como presidente de la

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República en febrero de 1939, la difícil situación de la retaguardia y la falta de alimentos


básicos aceleraron la desmoralización de la población y de los jefes militares y dirigentes
socialistas y republicanos. Solo Negrín y los comunistas defendían la necesidad de resistir
hasta el final.

En estas circunstancias se produjo el golpe de Estado del coronel Casado, jefe del Ejército
del Centro, que aceleró el fin de la república.

La evolución política de la España “nacional”


En los territorios bajo el poder de los militares rebeldes, el ejército se convirtió en el pilar
básico en la formación del nuevo Estado.

Tras la muerte en accidente de aviación, en julio de 1936, del general Sanjurjo, se


constituyó en Burgos una Junta de Defensa Nacional, presidida por el general Cabanellas.

Esta junta prohibió los partidos políticos del Frente Popular y paralizó la reforma agraria y
se restituyeron las tierras a sus antiguos propietarios y se restableció la bandera roja y
gualda como bandera de España.

El terror “blanco”
Desde el primer momento, los militares sublevados practicaron una brutal, sistemática y
selectiva represión que también adoptó la forma de sacas y paseos. Sus objetivos eran
sembrar el terror para eliminar toda resistencia y aniquilar a sus enemigos políticos. Las
primeras víctimas fueron los militares y miembros de las fuerzas del orden público que se
negaron a secundar la rebelión. A continuación, políticos, cargos públicos, intelectuales,
profesionales y funcionarios.

A medida que se produjo el avance, hubo masacres de milicianos, militantes de


organizaciones de izquierda y de civiles republicanos, en la retaguardia, la represión fue
llevada a cabo por las autoridades militares y por las milicias de requetés (carlistas) y
sobre todo, de grupos de jóvenes falangistas.

El paso siguiente de la Junta de Defensa fue establecer una dirección militar y política
unificada. Sobresalía el general Franco porque dirigía el ejército de África con las tropas
preparadas y porque había conseguido el reconocimiento y la ayuda militar de Hitler y de
Mussolini para pasar esas tropas a la Península. Además, su popularidad en la España
nacional se agrandó con la liberación del Alcázar de Toledo.

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Así, el 1 de octubre de 1936, la Junta publicó el decreto que nombraba a Franco


“Generalísimo de los Ejércitos” y “jefe del gobierno del Estado español”, concentrando en
sus manos todo el poder militar y político del nuevo Estado.

A partir de este momento, adoptó el título de caudillo e inició el camino hacia una
dictadura personal.

La unificación política
Ramón Serrano Súñer convenció a Franco que crease un régimen de partido único similar
al de los Estados fascistas, mediante la fusión de Falange Española y la Comunión
Tradicionalista (carlistas).

En abril de 1937 se dio a conocer el Decreto de Unificación por el que se creaba un


partido único, Falange Española Tradicionalista y de las JONS, que fusionaba a
falangistas y carlistas bajo la jefatura suprema de Franco.

El papel de la Iglesia
La Iglesia manifestó desde el principio su apoyo a la rebelión militar. Los obispos
españoles calificaron la guerra civil de “cruzada española”. Se manifestó que el alzamiento
militar había evitado una revolución comunista.

La creación del nuevo Estado franquista


En enero de 1938 se formó el primer gobierno de Franco. El “caudillo” reunió en su
persona los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. En el gobierno estaban representadas
las distintas fuerzas (militares, falangistas, carlistas y monárquicos) que se levantaron en
armas contra la república.

Franco derogó toda la obra reformista de la república. Abolió los estatutos de autonomía e
impuso el castellano como única lengua oficial. Anuló la legislación laica y la Iglesia
recuperó todos sus bienes y privilegios.

La política social se plasmó en el Fuero del Trabajo (marzo de 1938). Se inspiró en la


Carta del Lavoro del fascismo italiano. Sentó las bases del Estado nacionalsindicalista:
respecto a la propiedad privada, prohibición de los sindicatos de clase y de las
reivindicaciones obreras. Empresarios y obreros se encuadraban en unos mismos
sindicatos, por ramas de producción: los sindicatos verticales.

Una de las principales preocupaciones del régimen fue el control ideológico. Para lograrlo
se suprimieron las libertades de reunión y de asociación. Mediante la ley de prensa e

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imprenta de abril de 1938 se implantó la censura previa, y todos los medios de


comunicación y de producción cultural se pusieron al servicio del Estado.

Las consecuencias de la guerra civil

Consecuencias humanas
Se calcula que hubo 600 000 muertos en la guerra. De ellos unos 160000 murieron en
combate, unos 150000, víctimas mortales de la represión, de ellas unos 100000 en la
zona sublevada y unos 50000 en la republicana. El resto de los fallecidos lo fueron a
consecuencia de los bombardeos, el hambre, la carestía de alimentos y las enfermedades.
Además, hubo alrededor de 50000 ejecutados en la posguerra.

Otra de las consecuencias de la guerra civil fue el exilio republicano, que afectó a unas
300000 personas. Entre ellos, destacamos los llamados “niños de la guerra” que fueron
evacuados a países extranjeros. La mayoría de los exiliados fueron a Francia y a
Latinoamérica, especialmente a México.

Consecuencias económicas
La guerra civil tuvo unos efectos económicos desastrosos y dejó al país exhausto. La
destrucción fue muy intensa en las comunicaciones.

Se perdió una parte de la maquinaria y del utillaje industrial. Unas 500000 viviendas
fueron total o parcialmente destruidas.

La producción industrial descendió en un tercio y la agrícola en una cuarta parte. La


cabaña ganadera se redujo entre un tercio y la mitad.

La guerra costó entre el 25% y el 30% de la renta nacional de 1935.

La Hacienda Pública estaba arruinada y la inflación multiplicó por diez los precios.

Consecuencias culturales
La guerra produjo la muerte y el exilio de muchos intelectuales; se marginó a las culturas
y las lenguas catalana, vasca y gallega.

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