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Tema 44

La prosa medieval. La escuela de traductores de Toledo. Alfonso X el Sabio y Don Juan


Manuel

El nacimiento de la prosa romance española es posterior a las primeras


manifestaciones líricas o épicas, hasta llegar a la segunda mitad del siglo XIII, no
encontramos un conjunto de obras que destaquen por su calidad literaria. Es evidente
que el nivel alcanzado en la época alfonsí es inexplicable sin una larga etapa de ensayos
y balbuceos previos, en la que las traducciones desempeñarán un papel importante. El
latín irá poco a poco siendo sustituido por el romance como lengua de comunicación
escrita. En torno a 1200 una nueva sociedad —progresivamente urbana, con economía
de cambio y circulación de pobladores— requiere documentos legales y notariales
comprensibles por todos. En este ambiente y bajo el reinado de Fernando III (1217-
1252) va a comenzar su andadura la prosa literaria castellana, en los terrenos de la
historia, de las traducciones de la Biblia, colecciones de exempla y manuales de
confesores y predicadores. En este proceso de maduración la cultura árabe tendrá una
misión de primerísima importacia, pues de ella proceden gran parte de los materiales, de
modo que las traducciones al romance vienen a ser el ejercicio primero de un nuevo
espíritu, y Toledo el punto de confluencia de las culturas orientales, hebrea y latino-
eclesiástica, como puente hacia Europa. Aunque esta labor corresponde
fundamentalmente a Alfonso X, ya con su padre se ponen en marcha las traducciones y
un sistema de actuaciones que irá madurando. Probablemente la obra más importante de
la época de Fernando III es La fazienda de ultramar (1220 y 1230). También en este
reinado, la necesidad de crear un código legal básico para los territorios conquistados
llevó a Fernando III a encargar una traducción castellana del Foro Judicum, el Fuero
Juzgo. En los últimos años de su reinado aparecen otros ejemplos de prosa legislativa,
no solo en territorio castellano-leonés (Fuero de Brihuega, Fueros de Aragón, Fuero
General de Navarra…). A comienzos del siglo XIII encontramos las primeras muestras
de prosa historiográfica en castellano, los Anales toledanos (1219), basados en los
Anales complutenses latinos. Por las mismas fechas se redactó el Liber Regum en
navarro-aragonés, breve crónica de los reyes de España. Estas obras suponen el primer
intento de hacer historia en lengua romance, pero el latín no se encontraba de ningún
modo relegado. Las grandes crónicas de esta mitad del siglo XIII se redactan en latín,
así el Chronicon Mundi de Lucas de Tuy (c. 1236) o De rebus Hispaniae de Rodrigo
Jiménez de Rada (1243). Dentro de la literatura sapiencial hay que destacar la

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traducción (romanceamiento del árabe) en el siglo XIII de obras sapienciales, clásicas y
muy difundidas en Oriente del hebreo y árabe al castellano, como el Libro de los
buenos proverbios, colección de sentencias atribuidas a sabios griegos, de Ibn Ishaq; el
Poridat de las paridades, de Yuhanna ibn al-Bitriq y una compilación de dichos que
será origen de los Bocados de Oro. En el el mismo marco cultural se sitúan las
colecciones de cuentos, adaptación al romance, procedente del árabe o del latín, cabe
destacar el Calila e Dimma, el Sendebar y una peculiar colección de sentencias puestas
en boca de una mujer, la Historia de la doncella Teodor. Del Calila e Dinma se ha dicho
que es el libro más leído después de la Biblia. Compuesto probablemente por un sabio
hindú del Siglo IV, llegó a los árabes de cuya traducción se vertió al castellano por
orden de Alfonso X. El marco general son las conversaciones entre un rey y su filósofo-
consejero, en las que éste, a través de fábulas de animales da consejos a su amo sobre
moral práctica. El original del Sendebar pudo estar escrito en sánscritio o pahlevi. Al
igual que en la obra anterior, dentro de una estructura principal se van introduciendo
relatos de los que el lector debe extraer enseñanzas. Finalmente, La historia de la
doncella Teodor, parte de un cuento recogido en Las mil y una noches, en el que una
joven obtiene su libertad, tras demostrar sus vastos conocimientos al califa y su consejo
de sabios.
La escuela de traductores de Toledo:
Entre los siglos XII y XIII se desarrolla en Toledo un fenómeno cultural conocido
como «Escuela de Traductores». Esta denominación no debe llevar a pensar en un centro
educativo con profesores y estudiantes, sino más bien en un grupo de personas que
trabajaron juntas o siguieron unos métodos comunes para trasladar a Europa la sabiduría de
Oriente, y en especial la de los antiguos griegos y los árabes. La Escuela de Traductores de
Toledo tuvo dos periodos separados por una fase de transición. El primero fue el del
arzobispo don Raimundo que, en el siglo XII, impulsó la traducción de obras de filosofía y
religión del árabe al latín. Con la llegada del rey Alfonso X, ya en el siglo XIII, comienza la
etapa de las traducciones de tratados de astronomía, física, alquimia y matemática. La
recepción de un caudal de conocimientos tan enorme fructifica en la composición, a
instancias del rey, de obras originales como el Libro de las Tablas Alfonsíes. Los métodos
de traducción evolucionaron con el tiempo. En un primer momento, un judío o cristiano
conocedor del árabe traducía la obra original al romance oralmente ante un experto
conocedor del latín que, a continuación, iba redactando en esta lengua lo que escuchaba.
Más tarde, en la época de Álfonso X, aunque se sigue la costumbre de que en las versiones

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de lenguas orientales trabajen en equipo judíos que hacen traducción oral al romance, la
novedad es que suprime la traducción de los cristianos de la obra al latín, quedando solo en
romance. Hay pues que insistir en la intención de Alfonso X, en cuanto a la difusión de la
cultura, en sus deseos de prestar atención al castellano, que era el lazo de unión entre judíos,
cristianos y árabes. Su labor consistió en dirigir y seleccionar a los traductores y obras,
revisar su trabajo, fomentar el debate intelectual e impulsar la composición de nuevos
tratados.
Alfonso X el Sabio
Uno de los resultados de la política cultural de Alfonso X, que reinó entre 1252 y 1284,
fue la instauración de la prosa literaria en la lengua castellana, tanto por el número de
obras de las que fue promotor, como por la organización práctica del escritorio que
requirió su composición. Ello se debe a que su ambicioso proyecto cultural estaba
indisolublemente ligado a su proyecto político: la intención de crear una conciencia
nacional con la ayuda de la lengua vernácula, que permitiría hacer llegar sus opiniones y
decisiones a todo el país y no solo a una minoría latinizada.
Como es sabido, Alfonso X no fue el escritor de todas sus obras. Sí fue el director,
supo rodearse de un buen equipo de colaboradores, procedentes de las tres comunidades que
cohabitaban en Castilla. Según Mdez. Pidal en el conjunto de la obra alfonsí podemos
distinguir dos etapas fundamentales: la primera etapa —hasta 1269— sería el llamado
periodo de las traducciones, en el que los equipos alfonsíes estarían fundamentalmente
dedicados a «trasladar» escritos al castellano. En la segunda etapa —o periodo de las
composiciones— se aborda la creación de las obras más importantes de Alfonso X. Este
proceso de creación constaba de cuatro fases: 1. Recopilación de materiales recogidos desde
diferentes puntos del reino. 2. Selección de los materiales. 3. Traducción de los textos que
no estuviesen en castellano. 4. Unión ordenada de las obras en un conjunto coherente.
Desde el punto de vista temático las obras de Alfonso X pueden clasificarse, como hace
Alborg (Historia de la Literatura…), en jurídicas, históricas y tratados científicos y de
recreo.
Obras jurídicas: El Fuero Real se debió terminar antes de 1255 y supone una labor de
síntesis, basándose en fueros anteriores. Las partidas, desarrolladas en tres etapas
enmarcadas dentro de los años 1256 – 1275, representan un vastísimo conjunto de normas
para regular las más diversas acciones humanas y las relaciones entre sí de los individuos y
de las clases [Alborg, I: 159]. Obras históricas: Las dos magnas compilaciones históricas
de Alfonso X son la Crónica general de España (= Estoria de España) y la Grande e
general historia. Ramón Mdez. Pidal sostuvo que la Primera Crónica General se empezó a

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redactar no antes de de 1270, simultáneamente a la General estoria. El propósito de esta
magna obra era narrar la historia de la humanidad desde el principio de los tiempos hasta el
momento mismo en que vive Alfonso X. Tratados científicos y obras de recreo: pueden
considerarse obras científicas los Libros del saber de astronomía, las Tablas Alfonsíes, el
Lapidario y el Setenario. Además de estas obras, merecen mención los Libros de açedrex,
dados e tablas y el Libro completo de los juicios de las estrellas 1. Además, de esta magna obra
en prosa, Alfonso X compuso las Cantigas de Santa María, 427 composiciones religiosas
escritas en gallego-portugués.
La prosa en el siglo XIV. Panorama general
Nueva ideología y ficción vernácula
La orientación de Alfonso X implicaba la integración de elementos culturales muy
diversos bajo un mismo designio. Esta orientación ideológica cambia con su hijo Sancho IV.
La sede arzobispal de Toledo le sirve de apoyo político y guía intelectual. La iglesia
toledana se convertirá en el centro cultural más importante del momento con una marcada
postura de ortodoxia religiosa. Esta tendencia se reflejará en las obras literarias tanto del
reinado de Sancho IV como de sus sucesores. Así, comprobaremos la importancia del
adoctrinamiento religioso en obras como el Lucidario, Los Castigos de Sancho IV o el
Barlaam y Josafat, versión castellana de la vida de Buda. La labor compilatoria de Alfonso
X, propicia el uso de la lengua romance en materias como la ciencia o la historia, antes
exclusivas del latín. Gracias a este uso, la lengua romance adquiere la técnica y la
flexibilidad necesaria para ser utilizada en la ficción. Hasta el siglo XIV la prosa de ficción
no se desliga de la histórica. Por ejemplo, la leyenda del Caballero del Cisne, se insertaba
junto con otros relatos de ficción, en una crónica de las cruzadas. Pero algunos relatos como
Libro de Caballero Zifar, Amadís de Gaula, y los relatos derivados de la materia de
Bretaña, Tristán o Demanda del Santo Grial, tendrán existencia autónoma.
El Libro del Caballero Zífar
El Libro del caballero Zifar, compuesto entre 1303 y 1350, representa como ninguna
historia ficticia las diversas vías que confluyeron en la narrativa del siglo XIV y las
dificultades que en su manejo hubieron de afrontar los autores. La materia artúrica, los
relatos hagiográficos de aventuras, los exempla, la prosa historiográfica, jurídica y la
literatura sapiencial, obras de Oriente y Occidente, en latín y en castellano, fueron fundidas
por el autor del Zifar en la obra, teniendo en cuenta únicamente sus propios intereses
literarios.
Don Juan Manuel. El Conde Lucanor

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Libro complido de los judizios de las estrellas.

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Las distintas formas con que el discurso de la prosa se desarrolla a lo largo del siglo XIII
encuentran un último destinatario en don Juan Manuel, nieto de Fernando III, sobrino de
Alfonso X y primo de Sancho IV. Toda su producción letrada es consecuencia de estas
relaciones familiares y por tanto debe encuadrarse en los ambientes culturales que la
propician. Don Juan Manuel, aunque constituya su obra a lo largo del siglo XIV, es un
escritor que modela su pensamiento y afirma sus técnicas de composición en la centuria
anterior. Don Juan Manuel es un aristócrata que se verá expulsado del ámbito político que
había ayudado a crear, tendrá que refugiarse en otras cortes y defender sus ideas con otras
voces, por eso convirtió su vida en materia literaria, para obtener lo que se le negó y ser lo
que su linaje le exigía. (Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa medieval
castellana, Cátedra, 1998). La aportación de don Juan Manuel resulta especialmente
relevante por la innovación que su obra ofrece a la literatura española del siglo XIV en el
plano estilístico-formal y en el de los contenidos ideológicos. En él, el ansia de saber —de
inequívoca estirpe alfonsina— se perfecciona ante la necesidad de hacer historia
individualizando los cauces de la tradición nacional; las primitivas formas de la prosa
castellana2 evolucionan dirigiéndose hacia una consciencia individualizada del literato que,
en la creación artística y no ya en la mera compilación, realiza y satisface la inquietud y
problemática del propio trabajo intelectual (G. B. de Cesare, Historia de la literatura
española, I, Cátedra, 1990). Los textos más conocidos de la producción de don Juan Manuel
son El libro del caballero y del escudero (1326); el Libro de los Estados y el Libro de los
exemplos del Conde Lucanor et de Patronio. En estas tres obras se adopta la técnica del
diálogo didáctico como medio para acercar los saberes a un receptor ajeno a la alta cultura.
Su producción menor comprende muchas obras, una parte de las cuales se ha perdido —a
pesar de que don Juan Manuel confió su legado al Monasterio de Peñafiel que fundó— el
conocimiento de estas obras nos ha llegado a través de otros escritos del mismo autor, otra
parte de su producción ofrece dificultades para su atribución e identificación. Entre las
extraviadas se encuentran textos de carácter expositivo como el Libro de los cantares (una
colección de cantigas presumiblemente a la manera de Alfonso X), De las reglas cómo se
debe trovar, el Libro de los ingenios (un tratado sobre máquinas dinámicas y bélicas), el
Libro de los sabios, y el Libro de caballería. Entre las de incierta atribución se encuentran
dos obras históricas: la Crónica abreviada, compendio d ela Crónica general dirigida por
Alfonso X el Sabio, y la Crónica complida. Los restantes escritos menores llegados a
nosotros son: el Libro infinido, muy valioso para conocer la vida de don Juan Manuel como

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Derivadas del comentario de los clásicos, del apólogo, de la leyenda, del proverbio o de la fábula basada
en modelos independientes e importados de la cultura oriental o de la clásica, todos ligados al concepto
universalista de la misión del erudito según unos rígidos esquemas doctrinarios.

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padre, este breve tratado está en la línea del didactismo seguido por los Castigos e
documentos de Sancho IV; el Libro de la caza, Tratado de la Asunción de la Virgen María y
De las maneras de amor, un breve y sobrio tratado.
Fecha y proceso de composición de El Conde Lucanor
El más conocido e importante de los citados es sin duda El Conde Lucanor (1335).
Aunque solo se conserva un códice de las obras de don Juan Manuel, de El Conde
Lucanor subsisten 5 manuscritos, lo que da medida del éxito de que disfrutó la obra. Ya
desde 1328 don Juan Manuel se hallaba redactando este libro, que termina el 12 de junio
de 1335. Primero circularon independientemente los exempla y en 1335 añadió la
segunda parte —la de los proverbios—.
Estructura y significado
Gómez Redondo, en su Historia de la prosa medieval, señala la combinación de tres
estructuras en el Libro. La primera es la general de la obra, que transmite el pensamiento
religioso del autor; la segunda es la de cada libro y, en ella, vuelca don Juan sus
preocupaciones sociales (Libro de los enxiemplos), filosófico morales (Libro de los
proverbios) y religiosas (último tratado); y la tercera es la de cada «exemplo» que, como
estructura narrativa, tendrá la función de convertir en esquemas argumentales las tensiones
políticas padecidas por el autor. Todo ello sin olvidar que el Libro del conde Lucanor
constituye una sola unidad en su resultado final y que estos tres planos (religioso, social y
político) deben alcanzar su verdadera significación en el libro V o epílogo. Más que de
organización piramidal —como sugiriera Gimeno Casalduero— el libro muestra una
estructura cíclica, constituida por tres círculos que se atraparían uno a otro,
complementando y amplificando los significados de que son portadores: el interior, la vida
política del autor, encuentra su sentido en el central, la función social y doctrinal de su
estado, que acaba justificándose plenamente en el exterior: a Dios no se puede llegar sin
haber cumplido las obligaciones personales y estamentales. Esta estructura ternaria de la
obra se repite en la particular de cada «exemplo», en donde los personajes deben asumir los
aspectos concretos de la existencia de su creador, para convertirlos en signos de intención
didáctica. El Libro repite el mismo esquema experimentado en el Libro del caballero y en el
Libro de los estados: un consejero, dotado de seso y entendimiento, irá resolviendo las
cuestiones de toda índole que un individuo noble le irá exponiendo. Tales problemas
conforman una serie de problemas que pueden entorpecer la salvación de su alma.
Las partes de El Conde Lucanor
Tras el prólogo (el anteprólogo parece ser obra de un refundidor) en el que Don Juan
Manuel hace su declaración de intenciones, e insiste en el valor didáctico de la obra se abre

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la primera parte de la obra, el Libro de los exemplos (51 exemplos). Esta fórmula, a la que
me he referido más arriba, era ya conocida tanto en latín como en castellano, o en
traducciones de origen árabe (Sendebar, Calila e Dimna, Decamerón). El marco empleado
en El Conde Lucanor, son dos personajes que dialogan; El Conde Lucanor, un noble, y su
consejero, el sabio Patronio. La situación inicial entre ambos en cada ejemplo es casi
siempre igual: Lucanor le expone a Patronio el problema que tiene pidiéndole consejo; éste
responde contándole un breve relato, después del cual hace una aplicación del caso del
relato a la situación concreta del Conde Lucanor. Se remata el ejemplo con variaciones
sobre la frase: “Al conde plogo mucho del consejo que Patronio le dava. Et fízalo así et
fallóse ende... El mismo Don Juan Manuel aparece como un personaje más de su obra,
conversando con su ayo Patronio, lo que supone una novedad absoluta: una vez que se
cierra la intervención de los personajes ficticios se presenta él como autor en tercera
persona, del siguiente modo: Don Juan Manuel ve que el ejemplo es bueno, Manda que se incluya en
esta obra, Compone unos versos en los que se sintetiza el mensaje del ejemplo, Versos de síntesis. Así,
don Juan Manuel aparece en cada ejemplo (como semi-personaje), organizándolo para que
este vaya de lo particular (Lucanor) a lo general (los lectores). El marco se hace
imprescindible, porque es el medio que aporta el didactismo. El personaje de Lucanor va
evolucionando a lo largo de la obra (según va asimilando las enseñanzas de Patronio) y así a
la mitad del libro, ya Lucanor va aconsejando a su vez a otras personas jóvenes; cuando ya
es maduro suficientemente, Patronio empieza a contarle proverbios. Los exemplos son una
forma didáctica más sencilla; los proverbios más oscura. La segunda estructura de la obra,
El libro de los proverbios, es la necesaria demostración al conocimiento que se ha
construido mediante las enseñanzas de los «exemplos» El tema va a ser el mismo que los
exemplos: alma y cuerpo, honra.., pero con medios retóricos más complejos. En la parte V,
Epílogo o Tratado doctrinal, la última, resulta la lógica culminación de todo el sistema de
aprendizaje expuesto en las anteriores, en las que el individuo ha marcado las pautas
orientadoras de su existencia, aquí se configura una sección que dé sentido unitario a los
distintos discursos. En este tratado se establecen las condiciones en que se debe guardar el
alma. Justo al terminar el libro éste alcanza su verdadero propósito: mostrar al hombre
cómo debe trascender los límites del mundo para llegar hasta Dios, afirmando antes el
aristocraticismo que debe propiciar tal tránsito.
IV.3. El canciller P. López de Ayala
Después de la Crónica General del rey Sabio, que inaugura la historia “poética y
legendaria” de la EM española, las crónicas del Canciller representan la aparición en
nuestra literatura de la historia dramática, viva, concebida como obra de arte [Alborg, I:

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304]. Ayala escribió las cuatro crónicas particulares de los cuatro reyes a los que sirvió:
Pedro I, Enrique II, Juan I y Enrique III, interrumpida esta última por la muerte del escritor.
De las cuatro crónicas, la de Don Pedro puede considerarse la obra maestra del Canciller.
En ella, la historia se presenta como modo de reflexión humana, tejida con los pasajes más
dramáticos que muestran la in fluencia de Tito Livio, autor latino a quien tradujo.
Prosa del XV
El siglo XV está dominado por el Humanismo, que surge y se expande en Italia, que trae de
la mano una visión entropocéntrica, acorde con los pujantes ideales burgueses, al tiempo
que, enarbolando la razón se abre paso una perspectiva secular que va a ir socavando el
monopolio de la iglesia. La cultura medieval conoce una auténtica convulsión que anuncia
una nueva época en la que revaloriza el cultivo de las letras y de las bellas artes, se vuelven
los ojos a la Antigüedad clásica greco-latina y se escribe tanto en latín como en las lenguas
vernáculas. Durante este siglo la prosa castellana recibe un notable impulso, como muestra
baste recordar la obra histórica de Pérez de Guzmán o el Arcipreste de Talavera, o las
primeras novelas sentimentales. Claro que la eclosión literaria y cultural va a producirse
unos pocos años después, cuando Castilla y Aragón unan esfuerzos, con lo que el concepto
de España y cultura nacional adquirirán nuevas carácterísiticas. Veamos las principales
aportaciones por géneros: prosa histórica, satírica, sentimental, de caballerías, de viajes,
filológica y didáctica-doctrinal.
Prosa histórica:
La labor historiográfica del canciller de Ayala, que había refundado en el siglo XIV la
historia alfonsí con nuevos criterios, se percibe en la prosa histórica del siglo XV que
desemboca en una multiplicidad de géneros y formas, desde la colección de biografías a la
ficción histórica. Durante la primera mitad del XV, las crónicas registran los hechos
basándose en la documentación, son documentos de cancillería con lo que presentan
cierto esquematismo y sus autores se desconocen. No obstante, ya en la segunda mitad
del siglo los cronistas ya no son meros funcionarios, sino letrados conocidos y su estilo
supera el esquematismo de la etapa anterior transformando sus escritos en piezas de
carácter literario. Esta transformación se produce quizá a partir del nombramiento de
Juan de Mena (1444) como cronista oficial. Cabe destacar la Crónica del serenísimo rey
don Juan II, la Crónica del Halconero de Juan II, la Atalaya de las Crónicas, del
Arcipreste de Talavera y figuras como Diego Enríquez del Castillo, cronista de Enrique
IV, o Alfonso Fernández de Palencia, muy cerca de los humanistas de finales de siglo.
Prosa satírica:

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En 1438 Alfonso Martínez de Toledo escribe la obra fundamental de la primera mitad
del siglo XV: el Arcipreste de Talavera o Corbacho o Reprobación de amor mundano.
Entre las fuentes de la obra hay que contar el Corbaccio de Bocaccio, pero también
muchas otras de corriente misógina medieval, así como materiales de florilegios y
colecciones de sentencias que como buen predicador manejó, así como datos
procedentes de la vida real, de la observación directa. El Corbacho se considera una
reprobación del amor mundano, y un ataque a las mujeres, según los tópicos de efectos,
causas y resolución de posibles objeciones. Todo ello está íntimamente vinculado con los
sermones y sus carácterísticas estructurales y semánticas, añade bastante ejemplos,
situándose en el ámbito de la literatura didáctica, desde sus comienzos con las traducciones
de ejemplarios orientales. Por ello, puede ser considerada dentro de la literatura didáctica,
aunque Díez Borque la sitúa en la prosa satírica (Historia de la Literatura española. Edad
Media, Taurus, 1982).
Novela sentimental:
La novela sentimental, forma privilegiada de la prosa de ficción del siglo XV, se inicia hacia
el 1440 con el Siervo libre de Amor de Juan Rodríguez del Padrón. Sus rasgos más
importantes son: 1. Está constituida por elementos medievales y otras influencias de muy
diverso origen como la literatura epistolar de Ovidio y Boccaccio; las teorías del amor
cortés y la poesía cancioneril y alegórica. 2. Se trata de obras muy innovadoras desde el
punto de vista formal con tendencia a experimentar en técnicas narrativas. 3. Su temática es
idealizante y aristocrática, predominando los argumentos amorosos, aunque en ocasiones
hay alguna acción caballeresca. 4. La obra más destacada del género es la Carcel de Amor
(1492) de Diego de San Pedro, obra maestra del género, que cuenta la historia de un amor
correspondido con final dramático, pues Laureola antepone el concepto de honor al amor.
La Cárcel de amor responde a la reforma estilística propugnada por el humanismo en
tiempos de los RR.CC.

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La novela caballeresca:
Aunque no es un género nuevo (pensemos en el Libro del caballero Zifar), a finales del
XV la novela caballeresca alcanza un brillo inusitado que se prolongará después en el
XVI. Destaca la revisión sobre el viejo Amadís de Gaula, llevada a cabo por Garci
Rodríguez de Montalvo a finales del XV, que constituyó un gran éxito. En este tipo de
relatos predomina la acción, sin que falte la referencia al amor.
Libros de viajes:
Durante los XIV – XV también se popularizó el relato de viajes, que ofrece una frontera
lábil entre la literatura y otras manifestaciones (guías de peregrinación, enciclopedias
geográficas, etc.). En este género destacan La Embajada a Tamorlán (concebida como
género historiográfico); El Tratado de las andanzas e viajes de Pero Tafur (género
historiográfico); El Libro del infante de don Pedro de Portugal (historia caballeresca) y Los
Misterios de Jerusalén ( de carácter más devoto que narrativo). Los libros de viajes se
distinguen de otros géneros en los que también aparecen relatados viajes (crónicas,
biografías, etc.)por la importancia otorgada a las descripciones; se describe la realidad como
un espectáculo para la indagación y la admiración.
En la prosa filológica es imprescindible citar al menos la Carta Prohemio al Condestable
don Pedro de Portugal, de Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, sugestivo
compendio e interpretación de la lírica de su época y anterior y el Arte de Trovar de Enrique
de Villena, compendio de la preceptiva poética según los cánones de la lírica provenzal.
Dentro de la prosa didáctica y doctrinal, probablemente las dos figuras más relevantes
son Alfonso Martínez de Toledo y Enrique de Villena, que destaca en la prosa doctrinal
de la época de Juan II. Su Libro de alojamiento o fascinología da cabida a misteriosas
prácticas, mezcla de medicina y superchería, cabe citar además su Arte Cisoria o sus
Doce trabajos de Hércules (inicialmente escrito en catalán). En la línea de Villena
encontramos las obras de Alfonso de la Torre y en la controversia sobre el loco amor el
Tractado come al ome es necesario amar de Alfonso de Madrigal, el Tostado. La obra de
Núñez de Toledo, Vencimiento del mundo, se encuentra en la línea del rechazo de los
placeres del mundo. Contraria a estas es el Libro de las claras e virtuosas mujeres, de
Álvaro Luna. Son muchas las obras didácticas que se escriben, en castellano y latín,
para enseñar al cristiano cómo debe comportarse, pero tb. Abundan las obras didácticas
que sin proponer una moral civil y laica, establecen unos principios para comportarse en
el mundo, entre ellas el Memorial de virtudes, de Alfonso de Cartagena, entre otras, o
las de Hernando de Talavera o Juan de Alarcón. Mayores méritos alcanzaron en esta

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vertiente Alfonso de la Torre, Diego de Valera, Alonso de Palencia, Fray Martín de
Córdoba, Juan de Lucena y Sánchez de Arévalo. A finales de siglo, coincidiendo con los
primeros años del reinado de los Reyes Católicos, aparecen versiones remozadas y con
algunas variantes de exemplos que habían tenido su esplendor en el siglo XIV. Hay que
destacar las dos versiones del Sendebar y la del Calila de Juan de Capua que incluye en
su Exemplario contra los engaños y peligros del mundo.
En este sucinto recorrido de la prosa castellana que he desarrollado queda patente, a
través de los principales géneros y autores, cómo desde una rudimentaria prosa en la
que el castellano va abriendose paso, se va llegando, a los albores del Renacimiento, a
una prosa romance con verdadera vocación estética, una prosa que deja ya de buscar la
legitimación del latín.

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