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 Fragmentos de la obra “El Carnero” (Juan Rodríguez Freyle)

Antes de la llegada de Gonzalo Jiménez, los chibchas vivían en pleno feudalismo, como dice
Restrepo Tirado. Los señores chibchas vivían guerreando entre sí y debilitándose hasta que
el núcleo central fue recogiéndose en las altas mesetas, acosado por las invasiones de los
caribes. En este estado, el zipa Saguanmachica, un guerrero ambicioso y audaz, acometió la
reconstrucción del imperio dominando a los otros señores chibchas de los pequeños
dominios y arrebatándole al zaque de Tunja la supremacía que todavía gozaba sobre los
demás pueblos. Saguanmachica fundó una dinastía imperialista. Inició la serie de conquistas
más hábiles, dirigidas a realizar la unidad chibcha bajo la mano de los zipas, lo que era ya
inminente a la llegada de Quesada

Afrontados los dos campos, dieron luego muestras de venir al rompimiento de la batalla: la
noche antes del día que pretendían darse la batalla se juntaron sus sacerdotes, jeques y
mohanes, y trataron con los señores y cabezas principales de sus ejércitos, diciendo cómo
era llegado el tiempo en que debían sacrificar a sus dioses, ofreciéndoles oro e inciensos, y
particularmente correr la tierra y visitar las lagunas de los santuarios, y hacer otros ritos y
ceremonias; y para que se entienda mejor, los persuadieron que era llegado el año del
jubileo, y que sería muy justo cumpliesen con sus dioses primero que se diese la batalla, y
que para podello (poderlo) hacer, sería bueno asentase treguas por veinte días o más.
Propuesto lo dicho, no fue más dificultoso acabarlo con los dos campos, que, consultados,
asentaron las treguas. La primera ceremonia que hicieron fue salir de ambos campos muy
largos corros de hombres y mujeres bailando, con sus instrumentos músicos, y como si entre
ellos no hubiesen habido rencores ni rastros de guerra, en aquella llanada que había en
suelo dos ríos que dividían los campos; con mucho gusto y regocijo se mostraban los unos y
los otros, convidándose, comiendo y bebiendo juntos en grandes borracheras que hicieron,
que duraban de día y de noche, a donde el que más incestos y fornicaciones cometía era
más santo.

Pues estas gentes, por más tiempo de cuarenta y cinco años, infestaban, robaban y
salteaban estos dos caminos, matando a los pasajeros, hombres, mujeres, niños,
sacerdotes, con todos los criados y gente que los acompañaban. Muchas veces salieron
capitanes a guerrearlos, entrándoseles a sus propias tierras; pero como tenían las dos
fuertes guaridas del Río Grande y de las montañas, hacíase poco efecto. Pues llegó a tanta
desvergüenza el atrevimiento de esta gente, que quemaron y robaron tres ciudades: la de
Neiva, el año de 1570; la ciudad de Páez, el año de 1572; la ciudad de San Sebastián de la
Plata, el año de 1577; y últimamente acometieron a la ciudad de Ibagué como diré en su
lugar

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