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DEPRESIÓN POSTPARTO CASO CLÍNICO DE GABRIELA

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Casada, 24 años de edad, maestra, Gabriela acudió a nuestra consulta con una depresión posparto. Su hijo
tenía entonces dos meses. Desde que tuvo a su hijo se sentía angustiada y deprimida. Llanto, vulnerabilidad,
miedo de que le ocurriese algo a su niño. No surgía ningún antecedente a destacar. Gabriela le daba pecho y
su hijo iba aumentando de peso de acuerdo a lo esperado.

Hasta el parto, Gabriela había sido una persona segura de sí misma. Detallista, ordenada, le gustaba
controlar su vida y la de quienes la rodeaban. Era una persona alegre, divertida, casera.

Disfrutaba de todas las cosas.

Pero desde el nacimiento del bebé, sentía que había perdido el control de las cosas. Ella creía que el niño
quizás ya no estaba tan seguro como cuando estaba en su vientre. Eso la angustiaba, la hacía sufrir, la
paralizaba. Gabriela tenía la impresión de que su hijo estaba desamparado.

Gabriela recordaba la muerte de su padre, hace diez años. La enfermedad y la muerte de su padre la
afectaron mucho. Al recordar su pérdida lloraba. A nivel físico, tenía dolores lumbares y cefaleas por
contracturas cervicales.

Abordando el caso desde la perspectiva de la MBU, se le indicaron:

Naranjo, como flor caracterológica.

Marcela blanca, para restaurar el campo energético y para ayudarla en su depresión por separación.

Santa Rita, por su temores referidos al bebé.

Geranio, para la vivencia de desamparo infantil.

Magnolia, por estar atravesando procesos de dinamismo materno.

Cedrón, para la angustia.

El tratamiento de poco tiempo de duración ayudaron a Gabriela a salir del cuadro depresivo. En este tipo de
caso junto a la toma de las flores hacemos un período de acompañamiento terapéutico.

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