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Este era un rey muy rico y poderoso que gobernaba un extenso país lleno de
recursos y muy poblado.
Este rey tenía tres hijos hermosos, fuertes y valientes, además eran queridos por
todo el pueblo y mucho mas por sus padres, a quienes respetaban y amaban con
idolatría.
El rey se sentía muy afligido porque él coleccionaba la fruta, a pesar de saber que
una antigua leyenda decía que la persona que tuviera poderes mágicos podía
comer estas manzanas, vivir para siempre y mantener su poder.
Así que el hijo mayor se propuso capturar este año al ladrón y traérselo al rey,
para saber quién era.
Al otro día encontraron al príncipe tendido, como muerto y en el árbol, solo dos
manzanas de oro; una había sido robada.
El segundo de los hijos del rey se ofreció para velar esa noche y hacer un
escarmiento del desconocido.
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Pero el hombre propone y Dios dispone, y las cosas no resultaron según los
deseos del príncipe. Los hechos se repitieron en igual forma que la noche anterior
y no quedó sino una manzana en el árbol.
En seguida pidió permiso para retirarse y se fue a orar a Dios en sus aposentos
hasta la hora en que salió armado con un arco y una flecha dirigiéndose al huerto
con la confianza de que vencería.
En el preciso instante en que la tomaba el príncipe lanzó la flecha con la que hirió
la pata del ave y esta soltó la manzana que el príncipe se apresuró a tomar. La
princesa le dijo, arrancando una pluma de oro al ave: _guárdala, que ella te
servirá para encontrarme._
El príncipe huyó al palacio con sus trofeos y fue recibido con mucha alegría. Una
vez que contó lo sucedido a sus padres la idea que tenía de ir a rescatar a la
princesa y matar al águila para librar al reino de las desgracias que este
monstruo podría causarles al no tener la tercera manzana.
Así marchó al azar días y días, preguntando por todas partes donde encontraría
al águila de las plumas de oro, pero nadie le daba noticias.
Un día iba muy triste y pensativo, cuando escuchó una algazara que formaban
unos niños a orillas del camino y vio que ortigaban a una gran rana que tenían
en el suelo de espaldas. El príncipe increpo su crueldad y los castigo severamente
y les dijo que se retiraran, tomó la rana y la ocultó entre la hierba, a alguna
distancia para que no la encontraran otra vez.
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tienes un corazón bondadoso, pues te apiadas de la desgracia ajena y yo quiero
pagar la deuda que contigo tengo contraída_.
Partió el príncipe, al pasar los tres días lo primero que encontró fue una casa con
una mujer sentada de espaldas al camino, el príncipe tocó el ojo de la bruja con
la pluma, pero se equivocó de ojo y la mujer corrió adentro de la casa y trajo con
ella un frasquito con un líquido que le lanzó al príncipe, pronunciando unas
palabras, él se convirtió en perro y la bruja le pegó con un palo dejándolo herido,
corrió y se oculto entre las hierbas lejanas y se acordó de la viejecita y casi al
mismo tiempo vio a su lado a la rana. Esta le dijo que esperaran a que la bruja
durmiera para tomarla por sorpresa. Cuando llegó el momento la rana se
convirtió en la viejecita y fueron a la casa donde vieron que la bruja dormía, luego
fueron a la mesa y tomaron agua ambos de la redoma con el agua de virtud y el
perro se transformó en príncipe nuevamente, luego fueron a buscar el hacha y le
cortaron la cabeza a la bruja.
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Emprendieron la marcha, cuando vieron una montaña muy alta, y en la cúspide
muy lejos, un castillo, la viejecita le dijo que ese era el palacio del hechicero.
Anduvieron varias leguas, cuando vieron a unas fieras horribles que lanzaban
llamas, pero el príncipe armado de su hacha mágica luchó con las fieras, pero
igual lograban herirlo, pero la viejecita lo curaba con la pluma y lo inmunizaba
para seguir combatiendo.
Al fin del día pudieron derrotar, con trabajo a las fieras que encontraban en su
camino y lograron llegar al palacio, entraron y después de sortear varias salas y
cuartos vacios, llegaron a la presencia del hechicero, el cual sentado en un trono
como un rey, tenía a su lado un bastón para afirmarse, ya que tenía el pie herido.
Y al otro lado, aprisionada de una larga cadena estaba la princesa en una silla
muy elegante, pero se veía muy triste.
El gigante al ver al príncipe y la viejecita, dejó caer su bastón con tal estruendo
que todo el lugar retumbó con exageración, pero el joven que era muy ágil, se fue
corriendo y lanzó su hacha a la pierna sana de su enemigo y se la corto como si
fuera queso, luego el hechicero cayó a tierra y el príncipe tuvo la oportunidad de
cortarle la cabeza de una vez.
Con esto la viejecita pudo ayudar a la princesa a soltarse con un fuerte corte del
hacha a la cadena que la tenia prisionera y se arrojo a los brazos del príncipe,
muy agradecida del rescate.
Los tres buscaron la salida, pero antes la viejecita propuso buscar el tesoro del
hechicero, que ella sabía que escondía allí. Lo encontraron al final del castillo, era
un baúl gigantesco con toda clase de joyas y monedas de oro. Tomaron lo que
pudieron y se fueron de vuelta al castillo del príncipe y su familia, pero esta vez
demoraron mucho menos, por la acción de la viejecita que los transporto en un
cerrar de ojos. Cuando llegaron a la entrada del palacio, la viejecita se despidió de
ellos encargándoles a los enamorados que siempre fueran buenos y virtuosos, ya
que ese es único modo de obtener la felicidad y luego se transformo en la virgen
desapareció.
El príncipe fue acogido por todos con gran regocijo y fue proclamado salvador de
la patria. Sus hermanos recobraron la vista como se lo había indicado la viejecita,
gracias a la pluma de oro el agua de la redoma.