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Facultad de Filosofía y Letras de La Universidad Autónoma de Chihuahua


El Mal y La Filosofía
La desdicha como el mal
Rubén Rodríguez Rivera – 293686
Profesor: José Carlos López Iracheta
Ciclo: Enero – Junio 2017
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Contenido

1. Introducción…………………………………………………………….…...……2

2. El mal como odio o déficit de amor…………………………………..…..…..3

3. Definir al sufrimiento como desdicha………………………………..…..…..5

4. El mal que los otros causan en mí: marginación…………………..….…..7

5. El mal en mí mismo: el suicidio……………………………………………...11

Bibliografía………………………………………………………………………13
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1. Introducción.

El mal, es un fenómeno que parece inherente a la existencia humana, sea cual sea la cultura,
educación o religión que predomine en cualquiera de las distintas sociedades que pueblan el
globo, todas y cada una poseen una definición concreta de aquello a lo que llamamos
propiamente el mal. Ya sea que este sea inherente al mundo o la creación, parte de la
condición humana o algo que nos afecta de forma externa, tenga una forma antropomórfica
o personal, con conciencia o sin ella.

Cuando se habla acerca del mal, generalmente se piensa en su dimisión de hecho, de


acción, a saber, el asesinato, el engaño, la traición, la omisión, la falta de moral de un sujeto
o de los sujetos, que más allá de ese campo de la acción no ven que el mal es un fenómeno
que es inherente a la condición humana, a su formación y que en verdad nos movemos en
un entramado de malignidad , incluso si uno se considera a sí mismo o es considerado por
otros como recto, justo o bueno.

El mal es un fenómeno que subyace en nosotros pero también en nuestro entorno.


Viendo más allá de la clásica y icónica dimensión física del mal, este a su vez puede
trabajar de modo distinto y casi imperceptible para la mayoría de la gente, para aclarar,
hablamos de un mal sistemático que encuentra su clímax en las formas de gobierno
instaurando así una serie de mecanismos de exclusión, segregación y control que versan sí
que los individuos sepan, en la forma de conducirse dentro de un dicho entramado social.

Este ensayo versará sobre el mal en el ámbito del sufrimiento, aspirando a analizar
el sufrimiento como un mal que atañe al individuo desde lo social como marginación y en
lo personal como un déficit de amor o un exceso de odio visto como el mal mismo. Para
sortear este asunto se recurrirá a autores como Simone Weil, Philippe Nemo, con su análisis
del Libro de Job, Jean Luc Marion y la fenomenología del amor y del odio de Max Scheler,
con tal de llegar a analizar lo que muchos ves como el fin último del sufrimiento: el
suicidio.

2. El mal como odio o déficit de amor.


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Antes de abordar la temática del mal y después la temática de la desdicha, hay que reparar
en una de las causas del sufrimiento que en particular se vieron en estos autores (más
precisamente en Simone Weil). Esta causa es el amor, y más propiamente dicho, el déficit
de este.

Para dar una definición inicial de lo que es el amor, recurriremos al filósofo griego
Empédocles, el cual creía que todo en el mundo estaba compuesto por dos fuerzas en
constante pugna, a saber, el amor y el odio.

La fuerza que une todos los elementos para ser todas las cosas es el amor,
también llamado Afrodita. El amor une elementos distintos en una unidad, para
convertirse en una cosa compuesta. El amor es la misma fuerza que los seres
humanos encuentran en el trabajo, cada vez que sienten alegría, amor y paz. La
lucha, por otro lado, es la fuerza responsable de la disolución (Rubín Martín)

Como vemos ya en la antigüedad se veía a estas dos fuerzas como0 condicionantes de todo,
así como de la felicidad de los de los hombres. Esto solo para poner de relieve la
importancia de estas dos fuerzas en el mundo y lanzarla como lo que es, el factor
condicionante del sufrimiento, tanto de su presencia como de su ausencia

Pero, ¿qué es el amor? (Y por antonimia el odio). Contrario a lo que común mente
se cree, el amor va más allá de las muestras de cariño echas entre dos individuos, no son
simples modos de comportamiento, sino que son algo más profundo. ‘‘Es decir, amor y
odio no son modos esencialmente sociales, como es el caso, por ejemplo, con las funciones
de sin-patia’’. (Sheler 47) Para Max Scheler, la simpatía se reduce simplemente a ese modo
de dirigirse a los objetos, sin embargo según este autor el amor y el odio son otra cosa. Son
algo que está inscrito en el sujeto, ‘‘El amor y el odio se dirigen justamente de modo
necesario al núcleo individual de las cosas, a un núcleo del valor (si se me permite la
expresión) que no se deja diluir completamente el valores de apreciación, ni siquiera en
valores perceptibles separadamente’’. (Sheler 46) Más adelante Scheler utilizara el
ejemplo de que cuando un amante lee la carta de su amada este poco repara en sí la
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gramática de la carta es correcta pues el sentimiento del amor va más allá de las
apreciaciones superfluas que generalmente delinean cosas como nuestras preferencias.

Podríamos definir por antonomasia al odio, este sentimiento a la par que su


contraparte y con la misma fuerza tampoco hace pausas y justificaciones en valores o
razones. Cuando odiamos no podemos evitarlo. El núcleo de la cosa amada, que es algo que
como una monada, es inapreciable y escapa a las racionalizaciones simples. Lo cierto es
que si en primera instancia podemos dar cuenta del odio o del amor que sentimos por
alguna persona, situación u objeto es más que probable que lo que experimentemos con
respecto a esa persona, situación u objeto se producto de una preferencia basada en valores
axiológicos de cualquier índole.

En ese mismo apartado de la gramática der los sentimientos, Scheler hace la


precisión de que en el caso del amor, el sujeto no vierte valores ni propios ni ajenos en el
objeto amado sino que es el mismo amor el que lleva a al sujeto a tender hacia ver en ese
objeto valores que van desde lo inferior hasta lo superior. dice que en el amor, se descubren
por primera vez los valores supremos iluminados en dicho objeto y por ende el odio va en
el sentido opuesto a esta mecánica, es decir, que en vez de descubrir valores supremos,
descubre los valores inferiores en la fuente de nuestro odio.

Es pues de tal suerte que en el amor y el odio que se sustraen a toda lógica simple,
al menos desde el punto de vista valorativo y social hay de fondo algo más, algo misterioso
que subyace ahí donde nuestra mente no alanza a ver, donde solo con una disposición
afectiva especifica podemos acceder. En última instancia termina siendo algo místico.
Dependiendo de quien lo maneje podemos ver que la fuente del amor puede estar
místicamente en la tierra, entre los hombres y sus cosas o trascender y que el amor de todo
cuanto hay sea obra y producto de un algo más, lo que le otorgaría más misticismos a este
asunto y con eso más dificultad.

3. Definir al sufrimiento como desdicha

Para proseguir con el análisis del mal como desdicha será necesario apelar a Simone Weill,
Autora que plantea al sufrimiento como condición de amor –es de ahí que dijéramos amas
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atrás que el amor es algo que escapa a toda lógica simple y que trasciende a un nivel
místico-, sin embargo antes de ahondar en ese aspecto, nuestra autora hace precisiones muy
claras de lo que es en realidad la desdicha, que no es lo mismo que el simple sufrimiento o
dolor) pues ‘‘en el ámbito del sufrimiento, la desdicha es algo aparte, especifico,
irreductible; algo muy distinto al simple sufrimiento. Se adueña del alma y la marca, hasta
el fondo, con una marca que solo a ella pertenece, la marca de la esclavitud’’. (Weil 75)

Para ella el sufrimiento, como tal no es suficiente para decir que el sujeto esté
instalado en la desdicha pues esta va más allá de la simple tristeza la cual bien puede ser
superada con una buena disposición del ánimo o del pensamiento la cual lo sacará adelante
con relativa facilidad muy en cambio ‘‘la desdicha, es un desarraigo de la vida, un
equivalente más o menos atenuado de la muerte, que se hace presente al alma de manera
irreductible por el impacto del dolor fisco’’ (Weil 75 - 76). Tenemos pues entonces que el
dolor físico es la entrada a la desdicha.

Weil nos dice que si no hay dolor físico no puede haber desdicha, pues este dolor
físico encadena al pensamiento en ese dolor incapacitándole para todo lo demás, sin
embargo podemos decir que no es solo el dolor físico, sino la conjunción entre lo físico y lo
anímico, de modo que un estado anímico deplorable verdaderamente desdichado llamará
por consiguiente al malestar físico, que acrecentará la desdicha en el sujeto.

Esta condición de desdicha nos dice Simone Weil vuelve al alma del sujeto su
cómplice, la hace presa de la desdicha y nos dice cómo es que los sujetos instalados en este
sentimiento de desdicha se sumergen más en ella, incluso como van alejándose de todo
aquello que podría sustraerles de esa condición adversa, incluso que podrían renegar de
aquellas personas que por alguna acción benévola los sacaran de su desdicha. (Weil 78) Sin
embargo aún y con todo lo fatal que suena todo esto la autora nos da una salida y esta es
Dios.

Según ella la desdicha debe verse como una distancia, como una distancia que se
instaura entres Dios y el hombre. Dios, es más que todo, amor, creador del amor, razón del
amor en todas sus formas y responsable de que el hombre pueda amar y amarle. En base a
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esta lectura y ciertos ejemplos que da Weil con respecto a esta situación con el ejemplo de
los amante. Con esto podemos intuir que en solo en la existencia de una distancia, ahí
donde se da una separación puede haber posibilidad del amor, de una necesidad de
comunión con Dios, que es el principio del amor.

Solo Dios podría soportar la distancia total descrita por Simone Weil, descrita como
una distancia entre Dios y Dios cuyo climas podemos ver que es el momento de la pasión
de cristo donde esta clavado en la cruz. Está a la mayor distancia del Padre pero aún y con
eso, Jesús nunca deja de estar direccionado hacia Él dando muestra de un amor infinito
entre Dios y Dios, sin embargo ni siquiera el amor infinito de Dios, que es en sí el amor
puede curar al sujeto de sus desdicha por completo, nos dice nuestra autora ‘‘Ni siquiera la
gracia de Dios la naturaleza irremediablemente herida. El cuerpo glorioso de Cristo
conserva sus llagas’’, (Weil 78) recuérdese que incluso después de haber resucitado en el
momento de ir a ver a los apóstoles que se ocultaba Él les muestra los orificios de sus
manos.

Véase que esta distancia a la que se hace referencia no es vista como el pecado, ya
se dijo antes que Cristo, a pesar de la desdicha se mantuvo en dirección al padre, el pecado,
nos aclara Weil, sería un mal direccionamiento del individuo que no mira hacia donde se
encuentra dios, este no avanza en dirección opuesta pues ni siquiera puede en su condición
humana tener de la voluntad de moverse sino solo de estar mirando al lado contrario,
abandonado esa esfera del amor y entrando poco a poco en otra esfera distinta, la del odio.

Este mal direccionamiento en la distancia establecida por la desdicha, que tiene


como producto al odio y por ende a todas sus expresiones, que, desde lo más sutil a lo más
aberrante como los es todo lo aquello de lo que son capaces los peores criminales; dígase la
mentira, el engaño, la traición y el asesinato son parte del mecanismo ciego descrito por la
autora, que obedece solo a las leyes frías del mundo en el cual, todos aquellos hombres que
en su desdicha no sean capaces de albergar a Cristo y por ende al amor, por ende a las
expresiones del amor, como los son el perdón, la caridad, la compasión solo podrán ser
‘‘tejas arrancadas de un tejado por el viento que caen al azar. Su única falta, su única falta
es la elección inicial que los ha convertido en tejas’’. (Weil 81)
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4. El mal por los otros en mi: La marginación

En nuestro mundo, el mundo humano siempre se establecen marginalidades, ya sea


intencional o sin intención, ya sea por las leyes impuestas por un gobierno o por la
moralidad imperante entre los individuos que conforman una sociedad, y esto lo podemos
palpar en cualquier parte del globo, tiempo y lugar. Aquello que siempre queremos apartar
es siempre lo malo, lo peor, lo que no nos gusta de nosotros o nuestro entorno. Lo
indeseable siempre es aquello que nos recuerda o que nos provoca lo más triste que hay en
nosotros, a saber la desdicha, ‘‘todo desprecio, la repulsión y el odio que nuestra razón
asocia con el crimen, lo vincula nuestra sensibilidad a la desdicha. Exceptuando a aquellos
cuya alma está enteramente ocupada por cristo, todo el mundo desprecia en mayor o menor
grado a los desdichados, aunque casi nadie tenga conciencia de ello. (Weil 78)

Es por esta razón que existen lugares como basureros, tiraderos, deshuesadoras de
autos, aparatosas fabricas que dejan poco que desear ya sea a su aspecto o modo de trabajar,
hospitales mentales prisiones o cementerios siempre a las afueras de la ciudad u orfanatos y
asilos de ancianos o centros comunitarios en las partes periféricas de una ciudad y rara vez
cerca de sus centro. Todos estos lugares reflejan la decadencia de una sociedad, su desdicha
que detrás de una facha de prosperidad intentan disimular. En la antigüedad se mandaba a
los enfermos y con más funesta fama a los leprosos fuera de las ciudades, y a islas donde
no pudieran estar en contacto con los miembros sanos de la sociedad.

Tal es el caso por el que pasa Job cuando se ve invadido por la enfermedad
indiagnosticable e incurable, que le obliga a sustraerse del entramado social del que alguna
vez fue parte vital. La desdicha es capaz de degradar incluso a los reyes. ‘‘Solo hay
verdadera desdicha si el acontecimiento que se ha adueñado de una vida y la ha
desarraigado directa o indirectamente en todas sus partes, social, psicológica y física. El
factor social es esencial. No hay desdicha donde no hay degradación social en alguna de
sus formas o conciencia de esa degradación’’. (Weil 76)

Esta desdicha suscita el odio, el odio suscita la marginación y nosotros no podemos


evitar en ningún modo, evitar sentirla ni provocarla. Y es este carácter de ser inevitable lo
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que nos instala aún más en la desdicha, o en la angustia, utilizando el término empleado por
Philippe Nemo. Para Weil la desdicha es algo que priva al sujeto de su personalidad, ¿Qué
podría implicar esto? Que al quitarle su personalidad quita también todas sus posibilidades
de ser, lo que en Nemo podría verse como la privación de los proyectos. ‘‘Plantearse
proyectos carece en delante de sentido, puesto que esperar, proyectar, supone un tiempo
indeterminado, una fundamental indeterminación del tiempo por venir que es lla modalidad
normal en la que lo percibimos’’. (Nemo 31)

Es inevitable pensar de ese modo, aquella persona a ala que la desdicha o en este
caso, la angustia le vienen encima ve como el abanico de sus proyectos pasados y que
proyectaba en el futuro se deshace en sus manos. Ya sea el preso, el huérfano o el enfermo
(con una enfermedad incurable) ya no podría pensar en lo que hará o más bien haría
mañana, y si hay algún proyecto realizable en esa vida que por la angustia o la desdicha a
llegado a emular a una muerte sino que se sueña con una vida nueva, con un nuevo inicio.
Toda desdicha es, hasta cierto punto, una muerte

Esta muerte también supone la incapacidad de la comunicación con los otros, alguna
persona que se esté en un estado de angustia clama su desdicha pero realmente por más que
la exprese jamás podrá darla entender a los demás. ‘‘Por un lado, hablar es no ver venir el
peligro, es pues no estar en guardia, es por tanto, exponerse aún más al peligro; pero
callarse es verlo venir sobre cogido por el espanto’’. (Nemo 36) En el tiempo normal, el
sujeto puede hablar, divertirse y conducirse despreocupadamente, pero en la modalidad de
la angustia no. Nos dice Nemo que la angustia pesa más que cualquier distracción mundana
o estética.

En esta imposibilidad de comunicación, de darse a entender con los otros estando en ese
estado también supone la imposibilidad del rescate. Si ya se ha dicho que la desdicha es la
emulación en cierto grado de una muerte ¿Cómo sería posible que otro sujeto sacara a otro
de su estado de desdicha? Con Weil dijimos que solo Dios tiene tal poder y es porque es
amor infinito y que ni aun así con esa virtud es capaz de arrancar por completo la desdicha
de un individuo. Solo por un acto de amor una persona podría sacar de ese estado a un
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desdichado y estaría participando entonces del amor divino. Pero en la realidad esto no es
así

En la nuestra actualidad podemos ver que hay altruismo, que hay auxilio, ¿pero lo hay
de verdad? Podríamos responder que no pues as los desdichados casi en toda ocasión se les
quiere auxiliar no por mor de ellos y su bien estar sino por congraciarse consigo mismo, por
hacer una buena acción que más que salvar al auxiliado salve al auxiliador. Eso puede
disimularse muy bien pero hay algo que lo hace evidente y es que a los desdichados
siempre se les quiere auxiliar desde lejos. Desde su desdicha ellos reciben nuestra
‘‘ayuda’’. ‘‘También el silencio responde al grito. Cuanto mayor es el apuro que
manifiesta el grito menos dispuestos están a aliviarlo los que lo oyen’’. (Nemo 37) Hay que
reconocer que las causas auténticas de altruismo que pueden estar libres de las dos
sospechas anteriores tienen en su mayoría una fe que motiva la acción, por tanto un amor
verdadero al otro.

Otra razón que muchas veces se tiene para no ayudar o no auxilia verdaderamente a
alguien en desgracia, en desdicha es que en parte a este sujeto nunca se le deja de ver, en
cierto modo, como el culpable de su mal. En el caso de Job, a es a pesar de que en principio
la enfermedad le vino por una causa completamente ajena a su actuar, Sus amigo, que son
representantes de una ley por tanto de la sociedad le culpabilizan ‘‘a sus ojos, o mejor aún
de manera inconscientemente, Job es más culpable de una enfermedad, de la que
evidentemente no es de hecho el responsable’’ (Nemo 38)

Del mismo modo que cuando se ve a una persona en depresión y se le quiere ayudar
muchas veces se le termina diciendo que si esta en ese estado es simplemente por su culpa,
negando así la posibilidad de un verdadero auxilio por obra del amor y es que esto responde
a un factor simple. Sin no hay un amor que interceda en la labor de salvamento las energías
del altruista se agotan por que de suyo es ocuparse antes que nada de sí mismo, En el libro
de Job los amigos rehúsan lamentarse por Job, porque, como cualquier ser humano, se
lamentan por su propio cuerpo y su propia persona’’ (Nemo 39) El autor hace una
interpretación similar a la que ya se hizo más atrás. SI se ayuda alguien es solo por las
propias aspiraciones morales.
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Auxiliar parece paradójico en cierto modo en este punto, pues los amigos de Job desde
su posición moral más elevada quieren ayudarle pero terminan hundiéndole más, Dios es la
ley, allá verdadera ley que va más allá de ese plano jurídico en el que los amigos de Job se
encuentran. ‘‘Por la transgresión rompemos, el orden y engendramos la miseria. Somos
deudores. Hemos cometido un error: no le corresponde a la ley cambiar, sino al hombre
enderezar su error’’. (Nemo 57) Esa posibilidad está en dios, en su amor y su perdón en la
distancia establecida.

5. El mal hacia uno mismo: el suicidio

Para el apartado final recurriremos a l filósofo francés Jean Luc Marion quien en sus
prolegómenos a la caridad despliega el análisis del mal, como venganza, pero como una
venganza lógica y sistemática de la cual es imposible escarpar. Él nada más empezar el
apartado, ‘‘el mal no nos destruiría tanto, si no lo hiciera con tanta lógica’’ (Marion 13). A
gran de rasgo podemos decir que la lógica del mal según nuestro autor funciona del
siguiente modo: cuando algún otro me daña me es imposible como humano vulnerable y
débil, poder soportar ese mal, por tanto me veo forzado a inmediatamente devolver ese mal
realizando lo que Marion llamará un contra-mal.

La única persona que pudo soportar el mal por completo y guardarlo solo para sí,
fue Cristo que en el momento de morir en la cruz soporto el mal que le había hecho la
humanidad y se quedó solo con él. Sin embargo las personas comunes no podemos hacer
más que esperar la oportunidad de regresar el mal que nos hacen de la manera que sea,
incluso sin darnos cuenta. Para eso siempre se buscan culpables, y la venganza siempre
encuentra un culpable, sea este verdaderamente culpable o no.

Pero cuando el mal ya no puede escapar de uno mismo hacia algún otro sea quien
sea y como la lógica del mal y la venganza siempre encuentran a algún culpable entonces
esa venganza recae en el último culpable, que es uno mismo (recuérdese lo que se dijo de
Job más atrás) y entonces la venganza se vuelve contra uno, dando paspo a la posibilidad
del suicidio.
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Hay engaño en esta cuestión del suicidio pues como nos dice Marion ‘‘el suicida
cree en la misma posición –exactamente- que si se vengara del mundo entero: dominando
al mundo. Y por eso se expedienta allí el suicidio como una tentación: la tentación de la
nada, sino atreves del dominio de la nada del dominio absoluto; literalmente el suicida
quiere vengarse del mundo’’. (Nemo 27)

Al vengarse, al ejercer la lógica del mal, lo que se busca es el restablecimiento de un


estado anterior, anterior a la falta, un estado de bienestar en el que la desdicha y la angustia
no reinaban, sin en embargo esto no es posible puesto que ‘‘matar por pura y simple
venganza es ya privarse de una reconciliación, por tanto de un amor: la venganza no
restablece el estadio anterior, sino que condena al estadio futuro a una irremediable
imposibilidad de amar; la venganza no restablece en el presente su plenitud pasada, sino
que saque la posibilidad la posibilidad insultando al porvenir’’. (Nemo 25)

Por esto podemos ver al suicidio como una ilusión, del mal, de Satán, que le
promete al desdichado retribución aun después de que se vaya de este mundo pero
obviamente después de que se muere no puede haber ninguna clase de retribución entre los
sujeto y tampoco consigo mismo. La única forma de romper con esta lógica del mal es
soportarla en nosotros, tratar de hacerlo y el esfuerzo más honesto seria tratar de acercarse a
la gracia, que es el amor de Dios aunque esto, claro está, termina siendo un escándalo en
una sociedad como la nuestra.
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Bibliografía

Marion, Jean Luc. Prolegomenos a la caridad. España: Caparrós, 1993.

Nemo, Philppe. Job y el exceso del mal. España: Caparrós, 2005.

Rubín Martín, Alberto. www.lifeder.com. 15 de Mayo de 2015. 2 de Junio de 2017.

Sheler, Max. Gramatica de los sentimientos. Barcelona: Crítica, 2003.

Weil, Simone. A la espera del Dios. España: Trotta, 2009.

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