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T E O R ~ AY TECNICA DE LA

TERAPIA PSICOANALITICA
DE ADOLESCENTES
Jos6 de jesús Gonzllez
Javier Romcro
Federico de TaMra

Teoría y técnica de 10 terapia psicoa


tica de adolescen tee analiza las base
ricas del tratamiento paicoanditic
adolescentes y explica las técnica~l
nevarlo a cabo. Con fundamento en la
teoría de la psicoterapia psicoanalitica,
los autores contemplan los principales
1hiVEYTh~l0
proMernas del adolescente y de manera BiOGRLF>CD

prictica y sencilla describen, paso a paso,


el proceso del tratamiento.
En 'la primera parte del libro se describen
cada una de las etapas de la adolescencia,
sus diferentes estructuras y caracteristi-
cas, y sus funciones psíquicas; también :
se explican la psicología de! yo y el fun- i
clonamiento defensivo.
Eki la segunda se revisan, en orden cronoIó-
gico, los aspectos principales del proceso
psicoterapéutico: la manera de eshblecer

\
*
Teoria y técnica
de la terapia
psícoanalí~lcade
ADOLESCENTES
Joséde jesús Gonzilez NúAez
Javier Romero Aguirre
Federico de Tavira y Noriega
Catalogad6n m Ia fuente
Gonzák Núñez, José de Jesrls
Teorra y t&cnicade la m pslcoanalítica de
adolescentes. - 2a ed-- w c o :TdIIas, 1989
(rereimp, 1 998).
190p.;23 m.
&ih@!da: p. 180-185
R K k Indkes
ISBH 968-24-3151-4

1. Terapla i. 2. PslccanálMs. 3-m c e n c l a ,


Psicologia de la. 1. R m -e, Javier,
11. Tavira y HorYega, Sedem de tll. t.

1 D-6168917 ' W t LC- RJ504.2'66.8 1544 1

La presantación y dispwncldn m canywb de


TEOR~AY T€CM/W DC LA TEñhPIA PSKOAIIAL~TICA
DE ADOLt5CEifTk5
son propiedad del ediiw. ninguna parte de esta obra
puede w r e w a o trasmlt/da, mediante ni@n
o método, e/ectr&ico o m ~ á n l c o(Induyendo el fotoc@ado,
b g r a b x h o cualquier sistema de r e c u m y aknacenamlento
$e infwmaddn), s/n consent~rnrentopor escnto del editor

Wemzhos resenrados
O 1986, Editorla/ Trllas, 5. A. &C. V.,
División AdminBtmtiva, Av. R b Chwubusce 585,
Col. Pedro Maria Maya, C. P. 03340,Méxlco, D. F
fe/.6884233,FA>( 6041364

OMskin C m a I , Calz. de la Viga 1135,C. P. 09439


!%&O, D. F. Te/. 6330995,M X 6330870
Mjembro de la Cámam Maclwrnd de b
/ndu~tria.Editotia/. Reg. núm. 158

P t i m r a edlddn, 1986 pssH 968-24-1


936-0)
Segunda edEdónI 1989 (158N 968-24-3 152 -4)
R e i m p r m , 1993 y 1995

tercera reim~resión,iunio 1998


Impreso en México +
Prlnted in Mexico
En México, como en la mayork de los paises latinoamericanos, el
índice de poblaci0n adolescente es excesivamente elevado. La natu-
raleza psicológica de Ia adolescencia, así como Ias características
psiquicas individuales y la influencia que e1 medio ambiente ejerce
sobre los individuos en esta etapa, provocan que una buena parte de
dicha población requiera ayuda para resolver sus problemas psicológi-
cos, lo cual explica el hecho de que un sinnúmero de personas se
interesen por el estudio de las técnicas psicoterapéuticas adecuadas.
Evidentemente, ea importante contar con esquemas e instrumentos
que faditen el trabajo del psicoterapeuta, tanto por lo que toca a su
realización, como por lo que respecta a una ademada labor de ayuda.
La psicoterapia de1 adolescente no es una labor estric~mente
diádica puesto que, con frecuencia, los padres están también intere-
sados en conocer la evolución psíquica de sus hijos, Por obo lado,
todos aquellos profesionales invoIucrados de una u otra foma en el
trabajo constante con les adolescentes, tdes como educadores, pe-
dagogos, trabajadores sociales, etc., requieren conocimientos apro-
piados que nomen su intervención en el proceso cvoIutivo de 10s
mismos. Ante estas necesidades, el presente libro se propone reunir
la información teórica indispensable en el ejercicio profesional del
psicoterapeuta especializado en este tipo de problemas, asi como la
descripciiin de las t k n i c a s más relevantes utilizadas para su resalu-
ción. Deseamos que su contenido sea de utilidad no sÓIo para el
profesional, sino también para todos aquellos que sientan la necesi-
dad de contar con un instnimtnto de trabajo que les permita estable-
cer una mejor relación con el adolescente.
Como profesores univenitdos, hemos constatado la necesidad
antes descrita, Ia cual se agudiza ante la escasez b i b l i ~ g r ~ csobre
a
el tema. Nuestra intención es, por tanto, brindar al lector esquemas
lo mb descriptivos posible respecto de1 desarrollo psicológico del
adolescente, así como, en caso necesario, de las terapias adecuadas.
En la primera parte de1 Ebro se de~cribenlas particularidades
de cada una de las etapaa de la adolescencia, y se presenta un pro-
grama que ilustra la manera en que se organizan las diferentes estmc-
turas y funciones psíquicas en cada una de tales etapas; se aportan
también ideas que permiten conocer y levaluar las funciones yoicas
que enfatizan la función defensiva.
En la segunda parte se presentan, en orden cronol6gico,lo~princi-
pales aspectos temicos del proceso psicoteraptutico, la rnotivaciiin, el
afecto, la alianza de trabajo, la recreacibn, la resistencia, la -de-
rencia y la contratransferenciay, por dtirno, el final del tratamiento.
De esta manera, deseamos proporcionar aI lector los elementos bkioos
para la comprensión global de cada tema, asi como Iao fuentes biblio-
gráficas que le permitan profundizar en la investigaci6n.
Cap. 1. Caracterf- de las adolescentes
&doIescencia, 15. Addeecencía temprana, 17. A d o k U a
propiamente dicha, 19. Adolescencia tardía, 24. Poaadoleaicen-
da, 31,
Gp. 2. TcorÍageneral de 1aa funcionenyoicas e iiidcadones teraphticslii S5
Las funaones yoicaa, 35, Las f i m Q m del Y o y el procesa atta-
litico, 45. Adolescmcia y funciones yoicaa, 55.
C q . 8. Psicología de?yo ea la adolescencia 57

Cap. 4. Funcionamlcnto defensivo en la adoicsccncia 63


Concepto de defensa y de operadones defensivas, 63. Motivai
que moviüzm las operaciones defaiaivas del Yo, 64. Los mem-
nismos de defensa típicos, 69.

El.primer contacto Delefbniao, 79. La interrupción por I l a m h


telefónicas durante el transcurso de la entrevista, 82. Reaocio-
nea de transferencia a la intempción, 89.

Antecedentea, 84. La primera en- 85. Los prepmdvoe


p.ara la m&ta inicial, 90. La atar&, 93. Terminación de h
primera entrevista, 94.
*. 8. E1 conimto e n Ia psicuterapk de los adolemmtes 97
El lugar, 98. E1 h d o , 98. La duración de la sesibn, 99. La
frccucncia de las sesiones, 99. El pago, 99. La duración del tra-
tamiento,100. La8 demedades del paciente, 10I,
Cap. 9. L a m ~ m 103

Cap. 10. El afecto en la psicoterapia de las idoles~entes 113


Mgunoi aspecto5 del manejo de los afectos del &kmte m la
psicoterapia, 120.
Cap. 11. Laalianeadembajo 122
Aprbdonca del paciente dolesoente a la AT, 124. Aportado-
nes del pdcoterapeuta a la AT c m adolescentes, 124. Aporta-
ciones de la dtuación psicotmapCudca a la AT con adolescentes.
128. Manera en que se m b I e c e la alianza de trabajo c m pacien-
t e s adolescentes, 128. Alianza na psicoterqiuticae, 130. Ma-
nifestaciones dinica de la alianza de trabajo. 1SO. Momento en
que se m m h n a e1 eitablecimknto de una adecuada AT con el
adolescente. 130. Sintomas de una alianza terapéutica dtcrada,
13l. Interrupción de la psicoterapia, 13 1. La seudoalianza tera-
péutica, 152,
Cap. 12. La regreiihn en la pskotmapia de 10s adolescentes 133
EL concepto de repesión y su importancia, 133. Regresión y si-
tuaubm anali~ca,134. La regrcsibn en t tmpia psicoanalidca
de Ios adolesctnte~,138.
Cap. 13, La resistencia 140
El concepto de wshtaicia, 140. Manifestauwiea dinicas de la
reditencia, 141. Clasificaciiin de laa resistencias, 146. Rehten-
cia y adole&cenck, 148, Técnimsparael analisis de lasrtsistenáas,
149. Reglas temicas relativas al mtamienta de la resistencia,
151.
Cap. 14. La transferencia y la contratrandtrencia en la pdcoterapia 152
La transferencia y la rxin-msferencia como unidades funcio-
nales, 152. La transferencia dcaclc el p u t o de vista ppicoanaliti-
CO, 154. la contratransferencia desde el punto de vista psicoa-
nalltloo, 155. La transferencia en la psicotmapia de adolescentes,
159. Con~ratransferencia en el h-atamiento con adole8centes, 160.
Cap*15. El final de1 tratamiento 164
Las metas en el proceso de termhadbn, 168. M o a para la
tenninación del a&&, 174. Técnica de tcrmhaaón, 175. La
función de los padres durante la fase de terminación, 178.
Caracteristicas
de Iss ad~lescentes

Como objeto de estudio de la psicologia, el hombre puede ser visto


como una unidad biopsicosacial u organicosocial integral. Lo mismo
debe decirse del adolescente, que se vuelve una abstracción si no es
considerado como un ser en desarrollo y como una unidad orgánica.
De acuerdo con fo que expresó Erickson en 1959 acerca de la
neurosis, el adolescente es una persona en desmollo psicosomático,
psicosocial e interpersonal. Aunque en Ia actuaZidad no concebimos
ninguna separación entre estos conceptos, mantenemos h suposición
=mántica de que la mente es una *'cosa3'-parada del cuerpo, y de
que la sociedad es una "cosa" externa a b persona, pero siempre en
tua acción con ella dentro de una unidad funcionaI.
La adolescencia es im periodo de la vida que o s d a entre la niñez
F k addtez y cuya duración e incluso existencia han sido discutidasy
dcfmidm como epoca de crisis.
Si bien es cierta que cada cambio de etapa en la vida es una época
de &As, también es cierto que si un individuo determinado ha tenido
rrn;i infancia poco problemática, tendrá una adolescencia menos pro-
QemStica que los que han tenido mayores desajustes. Sin embarga, la
z20Iescwcia es una epoca de la vida en la que la biología, Ia psico-
T q ' ay la interacción social del indiGduo se ponen en crisis.
Esta crisis, determinada por aspectos socioIógicos y culturales,
más tiempo para alcanzar m meta, la genitalidad, que e1 mismo
pmc.tso de maduración fisiológica (Benedek, 1979). En otras etapas,
1a k i s destaca o st especifica en algún aspecto, pero en Ia adolescen-
ci la crisis se genedixa. La han llamado, por esto, etapa de "un
-o nacimiento" (Hall, S., 1964). Son notabies 10s cambios bioló-
Tos que aparecen en la adolescencia. Ea etapa se caracteriza por la
= d m m i Ó n de funciones y la aparición de nuevas sensaciones psico-
lógicas, como un concepto diferente de Ia amistad, y una distinta
percepción de la sociedad. ¿Qué tan nuevas son? Eso dependerá de
cada adolescente.
Así pues, el adolescente, que ya no es un niño pero que todavía
no es un adulto, y al cual se le exige que se comporte a veces como un
niño y a veces como un adulto, tiene mucho trabajo biológico, mtra-
psíquico y social que desarrollar. Quiere llegar a ser "alguien", pero
nn sabe cómo, aun cuando dice saberlo. Necesita de la familia, dela
escuela, de la sociedad, y si no se le brinda esta ayuda de manera dis-
creta, desinteresada y efectiva, va a ser un adulto con dificultades en
la vida,
Este proceso de la existencia, obliga aI Y o a redizar una dificil
labor de integración. En virtud de que se presenta un resurgimiento
dc las energias psicosexudes, el Yo debe dominarlos primitivos con-
flictos infmtiIes y unificaslos dentro de las funciones dt la personati-
dad aduIta (Berredek, 19 7 9).
Los fenómenos m& sobresalientes de esta edad son bien conoci-
dos por todos, por lo que $610 se mencionan a manera de repaso en el
capitulo concerniente d aspecto biológico.
A continuación presentamos la secuencia noma1 de la maduración
según Schoenfeild (1980).

Cnadro 1.1. Secuencia nomal de la maduración en los varones.


Edad VmPoción
Euse Caracterijtkas sexuales pronaedih de Ia edad *
-.-
. .-. . --

De la niñez a la Los testiculos y el pene no


preadoIescmQa han crecido desde la
infancia; no hay vello
púbico; e1 aumento de
astamra es constante;
no hay "estirones".

Primera fase de Ia Comienza a aumentar el 12 a 13 l o a 15


adolcsccncia tamaño de los testículos;
crece t i escroto, cuya piel
enrojece y se vuelve más
áspera; crece e1 pene en
longitud y circunferencia;
no hay verdadero vello
púbico.
Fasemediadela Vcllopdbicapigmentado, 13a16 11a18
adolescencia áspero y recto, en la base
del pmc, gradualmente
mds rizado y abundante;
forma al principio un
posteriormente se
extiende hasta el ombligo;
el vello a x k aparece
despues de1 púbico; el pene
y 1- t e s ~ c u l o ssiguen
creciendo; el escroto
aumenta de tamaño, se
hace pigmentado y rugoso;
aceleración del aumento de
estatura, con uir r n h o
incremmto en la épwa en
que aparece el veüo púbico;
la aceIeración disminuye
c-do el vello phbico ya
ha crecido;m a d d ó n de
la próstah y las vesi&
seminales; ey&ione
eqontkeas o inducidas,
aunque los espermatmoides
son insuficientes en
niimem y tienen
inadecuada movilidad (estedidad
adolescente); la voz
comienza a camblx a
medida que la laringe se
dilata.

Úitirnafasedela Apareceysedifundeelwflo 16a18 14a20


adolescencia facial y corporal; el vello
púbico y axilar se hace más
denso;Ia voz se vuelve
m& profunda; la
eyaculacibn contiene un
núrnmo adecuado de
espermatozoides, aptos para
la fertilización; disminuye
el r i h o del aumento de
estatura, se llega al 98%
de la estatura madura a
los 17 años 10 meses;
entradas en la línea frontal
de1 cabello.
D e Ia Maduracibn, pleno desarrollo 18 a 20 16 a 2 1
posadolescencia de las caracteristicas
a la edad adulta sexuales primarias y
secundarias; pueden
continuar desarrollhdose
los músculos y el hirsutismo.
* Se consideró dentro de ia variaQ6n norma1 desde el primero al noveno dcciI, es decir,
80% de Ios casos. (Schoenfeld, 1980.)
12

Cuadro 1.2. Secuencia norrnai de la maduración en las mujeres.

Edud Vanacio'n
Caractmf ticas sexuales promedio de iu edad*

De la niñez a la No hay ve110 púbico;


preadolescencia pecho plano;
aumento de estatura
conatante; no hay
'
6
estiranes".

Primera fase de la DesarroUo de la cadera;


adolescencia pechos y pezones
elevados en la fase de
la "yema"; no hay
verdadero vello púbico.

Fase media de la Vello púbico pigmentado, 11 a 14 l o a 16


adolescencia áspero y recto, sobre
todo en tomo de los
labios, gradualmente
se hace rizado y se
extiende sobre el monte
de Venus, se vuelve
abundante y toma la
forma de un trihgulo
invertido;vello axilar,
que aparece después
del púbico; marcado
"estirón" en el crecimiento,
con un máximo incremento
en altura, unos 18 meses
antes de la rnenarca; 10s
labios se agrandan; la
secreción vvagind se vuelve
ácida; los pechos, la
aureola y el pezón se elevan
formando un "pecho
primario".

Última fase de la Ve110 axilar en moderada 14 a 16 13 a 18


adolescencia cantidad,vello pUbico
plenamente desarrollado ;
pechos llenos y con
forma adulta;
menstmación bien
establecida; disminuye el
ritmo de aumento de
estatura que cesa a los 16
años 3 meses.
De la Continúa creciendo el 16 a 18 15 a 19
posadoIescencisi vello axilar; pechos
a fa edad adulta plenamente desarrollados.

* Se considcr6 denmo de la variación normal del primero al noveno d e d , es decir, 80%


de 10s asos. (Schocnfeld, 1980.)

La adolescencia se caracteriza, en e1 aspecto biológico, por la ma-


chraci6n de las gónadas o glándulas de secreción interna, las cuales se
manifiestan, en el hombre, por la primera polución, y en la mujer, por
la aparición de la rnenarquía. Así, la adoIescencia, época de tormen-
tas hormondes, llevará al adolescente a tener grandes dudas acerca de
cu sexualidad. Se desencadena& también las demás consecuencias
de la maduración de las glhdulas sexuales, particularmente la apari-
ción de los caracteres sexuales secundarios. Powe11(1975), citando a
-%usubel ( 1954), presenta en forma esquemática los diferentes tipos
de mnbios físicos y sus interrelaciones ocunidas durante Iapubertad.

W m 1.3. El desarrolio físico y la imagen del Y o f i'sico.

Glándula pituitaria
anterior

espematmoides
maduros
Hormonas de la
cmteza a&nd
I
I
sexuales primarias t
!

Cambios en otras
características
I

t
I
Cambios en
tamaño, peso,
II
proporciones _1
corporales
y fuerza
14 CAP. l. CARACTER~STICASDE LOS AüOLESCENTES

En este interjuego de un organismo en constante cambio y en con-


tacto permanente con e1 medio ambiente, se definirán los caracteres
sexudcs terciarios que son, en su expresión manifiesta, aquellas acti-
tudes corporaIes propias de cada sexo que implican un sustrato pico-
16gico.
Estas caractedsticas sexuales terciarias han sido poco investigadas
debido a que no se Ies considera distintas de las secundarias. Sin m -
bargo, Hellen Dtutsch ( 1944), basándose en Ia obs&ón psicoma-
litica, expresa en su libro "Psicología de la mujer", que una tendencia
especifica a la introversión y una profunda pasividad son cualidades
características de la psique femenina, y que además son cícIicas.
Debemos tomar en cuenta que esta afirmación dt KeUen Deutsch
es producto de una época y de una cultura deteminada. En MExico,
el frecuente "machismo " representa una cmctcristica terciaria fácil
de observar, principalmente durante la adolescencia.
En virtud de ciertos fenOrnenos, es muy importante considerar
que d adolescente se lc debe impartir una adecuada educación sexud
con fines psicoprriEiacticos. Atendiendci a un criterio de conceptua-
Iizaci6n más estricto, podemos denominar pubertad a la serie de
fenómenos biológicos que se inician con la maduración de Ias gónadas
y terminan con el desanoIlo pleno de los caracteres sexuales secunda-
rios, ya que el término adolescencia se usa con más propiedad desde
el punto de vista psicalógico. Algunris autores están de acuerdo en
que el inicio de Ia adolescencia es el mismo que d de Ia pubertad; sin
embargo, otros consideran a Ia adolescencia como un fenómeno inde-
pendiente de los procesos biológicos, aunque sin dejar de relacionarla
con eUos.
La adolescencia es una &pocade duración discutida. La duración
de Ia adolescencia cstá determinada más bien por la cultura, par la
raza, por el clima y por otros factores, individuales o familiares, por
lo que, en algunos casos puede ser de los 11 a los 18 años, m otros
dc los 12 a los 25 años, etc.
Cabe recalcar tambiEn, que cs irnptisible hablar de una sola adoles-
cencia. De hecho, existcn varias adolescencias. Para Blns (1962) no
existen ctapas cronol6gicas cn la adolescencia, sino etapas evolutivas,
y cada una es indispensable para la madurez de la siguiente. Se puede
forzar la clasificación dc BIos y asignar una edad aproximada a cada
etapa: Iatencia, de 7 a 9 anos; preadolescencia, de 9 a 11años; ado-
lescencia iemprana, de 12 a 15 años; adolescencia, de 16 a 18 años;
adolescencia tardía, de 19 a 21 años; posadolescencia, de 21 a 24
años. Para Pearsnn ( 1970) existen tres etapas: periodo prepuberal,
de los 10 a los 13 años; periodo puberal, de los 13 a los 16 años;
periodo pospuberai, de los E: 6 a los 19 años.
PREADOLESCENCIA 15

El Doctor Arnold Gessell(1980) txpresb:


A los 10 año1 les gusta, no s610 escuchar historiw, sino relatar elIoi mL-
mos *o que hayan visto, oído o leldo; a los 11 ~ o aun , caballo, un perro o
cualquier otro animal, se vuelven deseos primordiales de 10s muchachos; a
los 12 afioa, adoran los dobles sentidos; a Iw 13 años, se vuelven susceptibles
a las moIestias proymtadas por sus hermanos menores; a los 14 años, cuanda
les es dificil verse personalmente con otros muchachos, pasan muchas horas
platicmdo por telefono; a los 15 aiias son c x b a m p ~ t c s ,sobre todo en el
vestir; a 1m 16 años, muestran una gran feücidad, aunque expresan que no es
total.

E s importante registrar estas diferentes etapas para darse cuenta


de que en cada una de eUas se verifican diferentes procesos desde el
punto de vista del desarrollo y de la evoIución interna del sujeto. A
continuación nos referiremos a las diferentes etapas de la adolescen-
cia, desde d punto de vista del desarrollo interno, para Iuego mostrar
Ias caracteristicas del adolescente en cuanto a los aspectos observabIes
y manifiestos desde el punto de vista externo. Describiremos las
tareas especificas por resolver.

PREADOLESCENCIA

El aumento cuantitativo de Ia presion instintiva conduce a una


acumulación de energía psíquica (catexis) indiscriminada de todas
aquelIas metas libidlnales y agresivas de gratificación que han servi-
do al niño durante los años tempranas de su vida. No puede distin,guir
ni un nuevo objeto amoroso ni una nueva meta instintiva. Cuaiquicr
experiencia puede convertirse cn un estírnulo sexual, i n c l ~ s oaquellos
pensamientos, fantasías y actividades que están desprovistos de con-
notaciones erhticas obvias. Ejcmplo: el estímuIo al cual el muchacho
preadolescente reacciona ron una erección, no es necesariamente un
estimulo erbtico, sino que b t a puede ser provocada por el miedo, el
coraje o una excitaciíin general.
La preadolescencia se caracteriza por un aumento cuantitativo en
los impulsos. Esta situacián lleva a un resurgmiento de la pregmita-
lidad (E'reud, 1977). El niño es m i s inaccesible, m i s difícil de enseñar
y controlar.
la gratificacibn instintiva directa se encuentra a un Supcryo re-
probatorio. El Yo recurre a Ia xepresién -proceso psíquico mediante
el cual las percepciones e ideas dolorosas ara la conciencia pmanecen
en el inconsciente, aunque sin perder su dinamismo-, a la fumación
reac tiva -inversión del rasgo original; por ejemplo agresión simpa- -
tía- y d dexplazamimtto -traslado del afccto de un objcto o idea a
16 CAP. 1. CA RACTER~STICASDE LOS ADOLESCENTES

otro-. Esto le permite desarroUar capacidades e intereses que son


aprobados por sus compañeroc de juego y adoptar muchas actitudes
compematoi.las, conductas compulsivas y pensarnientos obsesivos,
para aliviar su angustia. En esta edad surgen intereses por coleccionar
timbres postales, monedas, cajetillas de ceriIIos, distintivos, etc.
Aparece la socialización de la d p a como instrumento para evitar
el conflicto con el Superyo; se descarga la culpa en el grupo y, más
especificamente, en el líder. Pueden aparecer como sintomas tran-
sitonos los miedos, las fobias, los tia neniiosos. En esta etapa se
presentan frecuentes dolores de cabeza y de est6mago; aparecen ma-
nlas, como jugar con los cabellos, comerse las uñas, taparse los labios,
tartamudear, taparse la boca, tocar constantemente todas las cosas, e
incIusive, en algunos niños, chuparse el pulgar (Gessell, 1980).
Los muchachos son hostiles ante sus compañeras, las atacan, tratan
de evitadas y se vuelven presumidos y burlones. En realidad, inten-
tan negar su angustia más que establecer una relación con das. La
angustia de castracibn reaparece y los conduce a Ilwarse con compa-
ñeros de1 mismo sexo, y experimentan una orientación genital a través
de la catexis de s u s impuIsos pregenitales.
Las muchachas se portan como "rnarimachas9*,10 cual es una ma-
nifestacibn del conflicto de la envidia a4 pene, que es el conflicto
centrd de Ia joven preadolescente, y se dirigen en forma más directa
hacia el sexo opuesto,
El varón muestra un m e n t o difuso de la motilidad, se vuelve
voraz, adopta actitudes sádicas, rediza actividades anales expresadas
en placeres coprofiicos, usa un lenguaje obsceno, rechaza la limpie-
za, siente fascinación por los olores, posee una gran habilidad por la
producción onornatopéyica de ruidos y practica juegos fálicos exhibi-
cionistas. Habitualmente protegen sus Eantaslas y expresan can gran
facilidad los pensamientos sintónicos de grandiosidad y de indecencia
del Yo.
Los conflictos caracteristicos de los muchachos preadolescentes
son e1 miedo y Ia envidia por Ia mujer. Su tendencia a identificarse
con la madre f a c a lo alivia de la angustia de castración en rela-
ción c o n ella. Recurren a ciertos ritos de iniciaci6n para abandonar
Ias gratificaciones pregenitales infantiles y superar su envidia por Ia
mujer,
EI muchacho debe renunciar totalmente a ws deseos de seguir
siendo un niño dependiente del vínculo materno y debe completar
la tarea de1 penodo edípico. El puede encontrar catisfacci6n cn el
trabajo crtativo; aene que enfrentar Ios sentimientos de coraje, envi-
dia, rivalidad, pero principalmente, Ia irnpotcncia y la destrucción
agresiva.
ADOLESCENCIA TEMPRANA 17

En el hombre, la etapa de la preadolescencia se caracteriza por la


angustia homosexual que contrarresta a la angustia de la castración.
En el desarrollo femenino n o m a , la organización de los impulsos
está dominada por la resistencia contra una fuena regresiva hacia la
madre preedípica.

ADOLESCENCIA TEMPRANA

En esta etapa, tanto 10s muchachos como las muchachas, buscan


con más intensidad objetos libidindes extrafamiliares. De esta manera
se inicia la separación definitiva de las ligas objetales tempranas.
Una de las caracteristicas de esta etapa es Ia falta de catexk en 10s
objetos de m o r incestuosos, lo n i a l provoca que la libido flote Iibre-
mente, buscando en dónde '4acumodarse". La falta de catexis se debe
sobre todo, a la debiIidad del Superyo que, como es sabido, está
formada principalmente por Ia intemdización de los padres al resal-
verse el conflicto edipico, pero el adolescente se separa m esta etapa
de ellos. Asi, su falta de catexis comprende tambiPn las representacio-
nes del objeto y los valores mardes internaizados. Esta debilidad de1
Superyo hace que el Yo se debilite porque ya no puede depender de
Ia autoridad del Superyo.
En esta edad, los valores morales y las normas de conducta han
adquirido cierta independencia, se han hecho sintónicos con el Yo y
operan parcialmente dentro del misma. A pesar de esta internaiza-
ción, en la adolescencia temprana puede darse un rompimiento del
autocontroI que desemboca en conductas ddictivas, m w chas veces
relacionadas con la búsqueda de objetos de amor. Estas conductas
también ofrecen un escape de la soledad, de1 aislamiento y de la de-
presión que acompaiia a estos cambios catécticos.
EI empobrecimiento del Yo provoca en e1 adolescente una sen-
sación de vacío y de tormento interno. La intensidad con Ia que viva
la separación de sus objetos tempmos estará deteminada no sólo
por el aumento y la variación del ritmo de la tensión instintiva, sino
fundamentalmente por la capacidad de1 Y o para defenderse de esta
angustia instintiva,
Za pkdida de interés de1 adolescente respecto n 10s objetos de
amor familiares -falta de catexis hacia éstos- hace que sus amigos
adquieran una enorme importancia, tanto para el muchacho como
para la muchacha. La elección del objeto en esta etapa es, en esencia,
narcisista. El individuo de esta edad ncccsita poseer objetos a los que
pueda admirar y amar (idealizar). Al respecto, Freud menciona que
esta expansión en la vida amorosa del individuo conduce a Ia forma-
ción del ideal del Yo y, par lo tanto, se interndiza'una xdaciiin de
objetos que, de otra manera podria conducir a una homosexudidad
latente o manifiesta. E1 ideal del Yo, como formación psíquica dentro
del Yo, no sólo remueve aI Superyo de la posición tan segura que
había tenido hasta ahora, sino que también absorbe Ia libidonarcisista
y homosexual. Cuando el ided del Y o no se forma, la tendencia
sexual se presenta a manera de perversibn. Ser una vez m& el propio
ideal del Yo,en reIaci6n a tendencias sexuales y asexuales, como en
la niñez, es lo que haría felices a todas las personas. Pero la nueva
distribución de Ia libido favorece la búsqueda de1 objeto heterosexual
y sWe para mantener relaciones más estables.
En Ea adolescencia temprana, las fantaslas masturbatorías.neutra-
h a n la angustia de castración. Asimismo, se presenta una ruptura
repentina en las relaciones objetales primarias. Esto se explica, en
primer lugar, porque hay una erotización y una idedización de la
amistad. Más tarde, al consumarse cl ided del Y o , hay una fnistm-
ción, ya que el amigo idealizado se convierte en un sujeto 'homal'"
mmda el ideal de1 Yo se establece independientemente del mundo
externo. Parece que en la formación del ideal del Y o ocurre el mis-
mo proceso que consolidó e1 Superyo en ia dedinacidn de1 periodo
edípico: la identificación con el padre. Se estabIece la agencia con-
troladora que es capaz de regular y mantener la autoestima (equilibrio
narcisista).
En Ia adolescencia temprana se presenta el amor hacia lo que re-
presenta el ideal del Ya, pero en la adolescencia, propiamente dicha,
aparece como recién adquirido el idead del .Yo,el cual influye en la
elección del objeto heterosexual, y m la adolescencia tardía se re-
suelve esta falta de unidad.
Para el varón adolescente, los sentimientos de ternura hacia el
padre constituyen un conflicto. La situación se resuelve ya sea en-
trando en franca oposicibn con 151o mediante una gratificación inhi-
bida de metas, intereses compartidos y camaradería. La amistad en
la adolescencia temprana de la muchacha, desempeña también un
papel importante. La falta o pkdida de una amiga puede llevarla a
la desesperación y aun, a l a dtpresi8n. En algunas muchachas se pre-
sentan probIernas psicóticos al perder a una amiga y no encontrar una
cornpensaci6n en la madre.
Una forma típica de idealización es el "ftechazo". Los objetos
escogidos pueden o no presentar similitudes con Ios padres. En el
objeto de2 "flechazo" se presentaran cualidades masoquistas y pasi-
vas que representan un estadio intermedio entre la posiciiin fdica de
Ia preadolescencia y la progresión hacia la femineidad. ES,de hecho,
el estadio intermedio bisexual, En esta etapa, Ia muchacha reprime
ADOLESCENCIA PROPIAMENTE DICHA 19

mmos su tendencia bisexual y muestra más fAcirmente su masculini-


dad;el muchacho, en cambio, niega y se avergüenza de su femineidad.
Ia muchacha se pregunta mis conscientemente: 2Soy un hombre o
una mujer? A menudo cree que puede escoger cualquiera de Ias dos
orientaciants. Experimenta una extraiia sensación de vaguedad en
rdación con el tiempo y e1 espacio. La posición bisexual de la mu-
&ac.ha en la adoIescencia temprana está relacionada íntimamente
con el prabIema del narcisismo. La eleccibn del objeto narcisista prc-
Canina, El pene ilusorio se mantiene como una realidad psíquica
que protege a 1a muchacha de Ia vaciedad narcisista. La representación
5'3zxual continúa existiendo hasta que la muchacha vacía en todo su
suerpo aquella parte de la libido narcisista que ha estado ligada con
L +en corporal bisexud. Entonces ella busca completarse, no en
6 misma, sino en el amor heterosexual.
la declinación de la tendencia bisexual marca Ia entrada en la.
d l t x e n c i a . la heterosexudidad defensiva de la muchacha con una
zc5md precoz m relación con el sexo tiene, por lo general, un efecto
-tito, ya que favorece un desarrollo regresivo y puede lfevar
drsiacjoncs en el desarroUo de la adolescencia. Las medidas de
@dad en contra de esta precocidad sexual, se encontrarán m las
=-des, las fantasías, los intereses intelectuales, las actividades
e+, etc., y, muy especialmente, en Ia accesibilidad emocional. de
IX?&es, sobre todo de la madre o e1 sustituto materno.

AQOLESCENCIA PROPIAMENTE DICHA

Esta etapa culmina con la fonnaci6n de la identidad sexud. En


SZE q a , los procesos predominantes son Ia renovacibn del cornpIe-
c dt Edipo y sus conflictos, asi como la desconexión de los primeros
r-w de amor; este liltimo proceso implica el abandono de 10s ob-
-1s <e amor infantiles, esto es, la renuncia al objeto incestuoso y el
~=zsbno dc Ias actitudes bisexudes y narcisistas, para hacer posible
e t a c i ó n hacia el objeto heterosexual. Esto cs lo que caracteriza
i - k m I l o psico1bgico de la adolescencia.
-
L.@tulso
-
sexual adecuado gana gradualmente ascendencia y
&m a angustia conflictiva en el Yo. Los mecanismos defensi-
m 7 ahptativos pasan a primer plano; la vida emocional es más in-
6 profunda y con mayores horizontes; los deseos edípicos
a 13 oon3ictos resurgen; los conflictos internos a~canzanel m h o
-70, y resulta imposible predecir el resultado final,
ltalizan diversos cambios internos esencides para el avance
e h beteroscxuaiidad. Este desanrallo comprende muchos proce-
sos diferentes, y sólo con la realización de todos eiios se produce la
maduración emocional. La aptitud para el m o r heterosexual ma-
duro se deamolla con lentitud. Esta capacidad no depende de que
e1 adolescente tenga o pueda tener relaciones sexuales, sino de los
cambios catécticos relacionados con los objetos internos y con el pro-
pia Yo. En efecto, el retiro de la catexis puesta en 10s padres, o en
la representación de 10s objetos en eI Yo, produce un aumento de la
energía catéctica en el mismo.
La libido, retirada del padre internalizado, conduce a1 varón ado-
lescente a una elección narcisista del objeto, basada cn el Yo ideal
(nuevos intentos de resoIver los remanentes edípicos positivos o ne-
gativos). En cambio, la mujer adolescente persevera en la actitud
bisexual, conuna sobrevaIoraci0nde1 componente fatiro. A su tiempo,
este componente fálico es concedido al amor heterosexual, y a quc de
lo contraria se genera una detenciAn seria en el desarrollo de Ios im-
pdsos, En ambos casos aumenta el narcisismo y origina una etapa
narcisista, transitoria de la adolescencia propiamente dicha.
E¡ retiro de las catexls del objeto hacia el Self provoca en el ado-
Iescente un aumento del narcisismo, el cuaI produce, a su vez, una
gran variedad de estadios en el Y o que son caracteristícos de la ado-
lescencia propiamente tal. Si sobrevaiora el Se& aumenta la autoper-
cepci6n a expensas de la percepción de la realidad; se desmolla una
sensibilidad extraordiaria; se experimenta alejamiento de los objetos
familiares durante la infancia, y se puede llegar hasta la pérdida del
contacto con Ia realidad. Este empobrecimiento del Yo se debe tan-
to a la represibn de los impuIsos instintivos como a la incapacidad
para extender la Iibido de un objeto a los objetos infantiles de amor.
Asimismo, se debe a la acegtación de las emociones que provoca el
proceso. Esta iiltima fuente puede también verse como una resistencia
en contra de la regresión.
Al descatectizar las representaciones o bietaIes se eliminan las ob-
jetos como fuente de gratificación libidinal. En consecuencia, se
observa un hambre de objeto que lo lleva a uniones e identificaciones
superficiales y transitorias, lo cual impide que la libido se retraiga por
completo d Self. El objeto real necesitado es el padre del mismo
sexo, ya que antes de que pueda darse la posibilidad de1 amor hete-
rosexuai tiene que realizarse Ia identificación, positiva o negativa,
con éI.
Sin embargo, esta etapa narcisista transitoria tiene también un
valor positivo en el proceso de se~aracilindel adolescente. Se pasa de
la sobrevdoración dc los padres a una infravaloración de éstos. Al
misma tiempo se da una a~toesrimanarcisista que lleva d individuo
a Ia arrogancia y a la rebddia. Todo esto ocurre mientras el Yo des-
ADOLESCENCIA PROP1AMEHTE DICHA 21

arrolla la capacidad de asegurarse, sobre la base de una ~tcrición


redista, esa cantidad de abastecimiento narcisista que es esencial
para el mantenimiento de Ia autoestima.
La etapa narcisista está, por tanto, al servicio del desarroiio pro-
gresivo, excepto cuando se vuelve una operación defensiva que inhibe
en vez de promover el proceso adolescente de separación. Este pro-
ceso da a Ia etapa narcisista su caiidad positiva y progresiva.
La angustia concomitante a esfe proceso lleva a iniciar obos pro-
cesos regresivos restitutivos que van desde leves sentimientos de des-
percodización hasta estados psicóticos, con alternativas como la
vida de fantasía o la creatividad, la hipersensibilidad o la necesidad
de llevar un diario. Todo esto con e1 fin de llenar el vacío emocional
que experimenta cuando los nuevos impuIsos instintivos de la puber-
tad no pueden estar por mis tiempo unidos a los antiguos objetos y
arin no pueden unirse a otros nuevos. A1 descatectizar los objetos
primarios, se utiliza Ia identificaciiin para preservar el darr:inio sobre
las relaciones del obieto.
Existe además ;n periodo de empobrecimiento del Y o entre el
abandono de los objetos primarios y la sustitución por nuevos objetos
amorosos. El control instintivo ha dejado de funcionar en la forma
dependiente acostumbrada. La '"experiencia exaItada dd Yo" es otro
de los fenómenos restitutivos; consiste en una gran percepciiin interna
del Self. A esta categoría general de sentimiento de exaltacibn del
Yo pertenecen los estados autoprovocados de esfuerzo, dolor y ago-
tamiento, ~aracteristicosdel adolescente. Por lo general son estados
autoinducidos,parcidmente defensivos, Iibidinales, agresivas,adapta-
tivos y txperimentales, y egosintónicos. Su findidad es proteger la
integridad y Pa cohesión del Yo. Esto se logra promoviendo la vigi-
lancia del Yo sobre la tensión instintiva. Estas tensiones instintivas
son aliviadas en parte por descargas hacia eI exterior, mediante la
expresión mo&. También son parcialmente descargadas hacia el
interior, lo cual provoca problemas fisiaIógcas.
De este modo, el adcilescente oscila entre la impulsividad y el
control yoico mientras se desarrollan en él los principios inhibito-
nos dc control que orientan hacia la redidad sus deseos, sus acciones,
sus pensamientos y sus valores. Para ello, es indispensable que tales
principios se hayan desligado de Iris objetos de amor y odio que los
provocaron originalmente.
En esta etapa narcisista transitoria, el Yo se convierte en el re-
ceptor de la libido separada de las reprcscntaciones del objeto. Todas
las funciones del Yo, no sólo el Self, se pueden catectisar en el pro-
ceso, induciendo un scntido de omnipotencia y fallas en el juicio. La
debilidad relativa dcI Yo en contra de las demandas del instinto se
supera cuando éste cede en su aceptación de los impulsos, lo que
ocurre de manera paralela a l aumento de recursos del Y o para canali-
zar la descarga de Ios impulsos por una pauta altamente diferenciada
y organizada. Sin embargo, esto no ocurre mientras no se logre la
desconexi6n respecto a los primeros objetos de mor. El estableci-
miento dt Ia organizacion adulta de los impulsos supone la renuncia a
los objetos primarios y el encuentro con nuevos objetos. Ambos
estados afectivos pueden describirse respectivamente como duelo y
enamoramiento.
La posición bisexual encuentra satisfaccihn en el amor hetero-
sexual a través del fenomeno de resonancia (Weiss, 1950), el cuai
consiste en conceder al compañero el componente del impulso ajeno
al propio sexo. Por fo gmerd, el amor tierno precede tarnbibn a la
experimentación heterosexual. En éI predominan Ios sentimientos de
ternura y devocibn, así como la preocupación por preservar el objeto
de amor y el desea de pertenecerse mutuamente en forma exclusiva.
A pesar de ello, al principio, este amor tierno le resulta también
amenazante aI adolescente, pues 10 vive como una nueva dependen-
cia, como una sumisión o una rendición emocional.
En su primera etapa, Ta hcterosexualidad se experimenta en parte
como fantasía. La primera elección de objeto heterosexual sude estar
determinada por dgún parecido físico o mental con el padre del sexo
opuesto, o bien por fuertes diferencias con él. Los primeros amores
no son relaciones maduras, sino intentos rudimentarios de desplaza-
miento que logran su madurez con Ia resolución progresiva del com-
plejo de Edipo.

Las manifwiones dd compiejo de Edipo

Las manifestaciones edípicas en la adolescencia están detemi-


nadas por Ias vicisitudes especfficas que d complejo de Edipo ha
sufrido durante la vida del individuo. Za marcada tendencia al nega-
tivismo disminuye en proporción directa d dominio de. la regresibn
por parte del Y o gracias a las ayudas adaptativas o defensivas, sobre
todo, y al movimiento progresivo de la libido hacia las relaciones de
objeto heterosexuales, extrafamiliares y no ambivalentes.
En el hombre, Ia ansiedad de castracicin cierra Ia fase edípica. La
resolución del complejo de Edipo es más rígida y Ea represión de las
ansias edipica~es más severa. No hay soluciones ideales y quedan re-
sicfrios de ansias edípicas positivas y negativas. Quedan tambien
rernanencias de ansias femeninas. E1 individuo, para sobreponerse a
los pequeños restos femeninos de su posición edípica negativa, gene-
ADOLESCENCIA PROP1AMENTE DICHA 23

&ente tiende a enfocar su atención hacia artificios sobrecompensa-


torios de su masculinidad: grupos masculinos, p andilIas, iniciacibn
en un código de virilidad.
En la mujer, la ansiedad de castraci6n inicia la fase edípicer. La
resolución del complejo de Edipo es menas ra'gida y menos severa; re-
prime sus ansias edípicas sólo ligeramente, No existen sofuciones
ideales y quedan remanentes de ansias edípicas positivas y negativas.
Hay fantasías de naturaleza fálica. La resolución de los conflictos
edipicos Ia prepara para el amor heterosexual, y el sometimiento del
complejo de ma~culinidadproduce en ella sentirnientoa maternales.
La menarca se inicia y enfatiza la pohndad maculino-femenino. Se
renuncia a las ansias masculinas y hay una identificacion con la ma-
dre como prototipo reproductor. Si Ia adolescente no adopta tales
actitudes, tendrá dificultad para aceptar sus deseos heterosexdes sin
ansiedad y la matemidad corno una meta deseada.

Identidad sexual

Ia identidad sexual implica la existencia de cambios caticticos e


identificativos; pero también, de presiones sociales que fonan Ia su-
misión y que pueden producir un estado de confusibn interna. Desde
el punto de vista clínico, la ruptura de las funcianes ydcas provoca
los errores característicos del adolescente en el cumplimiento de las
demandas normativas de su vida,
Los estados de confusión representan un esfuerzo patogniimico
por evadir 10s procesos internos de transformación en la adolescencia
mediante un comportamiento que simule los logros comrespondiente.es
a cada una de las etapas. Hay una tendmcia pasajera a preservar los
priviIegios de la infancia y a g o z a a Ia vez de las prerrogativas de Ia
madurez.
El debilitamiento de! complejo de Edipo sigue un proceso lento
que continúa hasta la adolescencia tardía; dicho complejo no desapa-
rece por completo hasta que el joven adulto crea una nueva famiiia,
con la cud espera dominar cualquier remanente edipico,
Existen dos fuentes internas de peligro durante Ea adolescencia:

a) Ocurre un empobrecimiento del Yo que conduce a 10s estados


anormales descritos, en conexión con dgunos esfuerzos fi-
sicos encaminados a mantener tanto el contacto con la realidad
como.fa continuidad en los sentimientos del Yo.
b ) Se despierta una ansiedad i n h t i v a durantc el movimiento
progresivo de la Iibido hacia la heterosexudidaci.
Tales fuentes internas d e p e i i p requieren de medidas preventivas,
tanto autoplásticas como dapIásticas, contra un estado de pánico. Se
ponen en juego los mecanismos defensivos típicos de esta fase.

La formación del eardcter

La ePecMOn de una defensa está de acuerdo con e1 afianzamiento


progresivo del carácter. La formación del carácter, bajo circunstan-
cias normales, en sus aspectos positivos o negativos -liberación y res-
tricción del Yo- deri* su cdidad y su estructura de las actividades
yoicas, las cuales, en generd, son al principio medidas defensivas que
gradualmente adquieren una fijacibn adaptativam1
El adolescente, durante el proceso de desarrollo de su pensamiento,
recorre todas las etapas de1 enfrentamiento infantil a aquellos niveles
que son nuevos para las operaciones formales: va de1 egocentrismo a i
heterocentrismo.

Adolescencia y creatividad

La creatividad se ve favorecida por una intensa introspección, por


el rehmiento libidinal del mundo nbjetal y por la fuerte necesidad
de que se redicen las más urgentes transformacionesinternas. La ca-
texis del y la introspeccion dan una capacidad de con-
centraclh y una de&caciÓn desconocidas hasta ese momento y que
difícilmente se repetir& en etapas posteriores de la vida del individuo
promedio. La actividad creadora o sublimada puede describirse así;
es altamente autocentrada, es decir, narcisista; tiene las limitaciones
de la expresión artistica y , en consecuencia, se orienta parcialmente
hacia la realidad; funciona en el marco de una nueva existencia del
Self, en contacto con eI medio ambiente, y esta, por tanto, parcid-
mente relacionada con los objetos.

En la declinaciiin de la adolescencia el individuo gana en capaci-


dad propositiva, intepci6n social, predecibilidad, constancia emo-
cional y estabilidad en su autoestima. Hay una mayor unificacibn
1 Las defensas propiar de csta fase: cl inteIectualisrno, el ascetiirno, h
a Cantasias. cl
uniformisrno y el conform'wno, son estudiadas en el capítulo sobre el funcionamiento
defensivo en la adolescencia.
entre loa procesos afectivos y los volitivos. Otra característica es la
definición de los asuntos realmente importantes de Ia vida del indivi-
duo, los cuales no toIeran ni dilación ni cumpromiso.
Es, antes que nada una fase de consolidaci6n m la que culminan
los siguientes cambios:

a) un arreglo estable y altamente idiosincrático de funciones e


intereses del Yo;
b) una extensión de la esfera del Yo Iibre de conflictos (autono-
m ia secundaria');
c) una posición sexual irreversible (constancia de identidad) re-
sumida como primacia genital;
d) una catcxis, relativamente constante, de representaciones del
Yo,y
e) 13 estabiIizaciOn de los aparatos mentales que de manera auto-
mática sdva,guardan la identidad del mecanismo psíquico.

Este prnccso relaciona a Ia estructura psíquica y al contenido. La


primera establece la unificación del carácter del Yo,y e1 segundo, pre-
serva la continuidad dentro del proveedor de medios. Cada compo-
nente influye aI otro en términos de un sistema de retroacción. En
la posadolesccncia se llega al equilibrio dentro de ciertos limites de
constancia intrínseca.
La tolerancia al crinflicto y a la ansiedad, asi coma la cantidad y
la intensidad de Ios estímulos --internos y externos - necesarios para
d funcionamiento alectivo, determinan las diferencias individudes.
Parece, entonces, que Ios fenómenos residudes y 10s retrasos parcia-
les son especificamente la causa de las variaciones individudes que
surgen al final de la adolescencia. En términos de1 organismo psíqui-
co y su funcionamiento, este proceso influye en la formación del
carácter y de la personalidad.
Una caracteristica del dcsarroIlo de Ia adolescencia tardía es la
integración de un Yo que combina los retardos parciales con expre-
siones de estabilidad como el trabajo, el amor y la afirmación de una
ideologia. E1 individuo torna conciencia de s i mismo corno un ser
social.
Se trata de un momento de cambio decisivo y, en consecuencia, de
una etapa de crisis que, con frecuencia, somete a esfuerzos determi-
nantes la capacidad integrativa del individuci y provoca inadaptacihn,
deformaciones yoicas, rnanicibras defensivas y una psicopa~ologia
sew-era. Enkson (1956) se refiere a csta etapa como crisis de la ado-
lescencia~
En esta etapa, el llamado principio operan te, Fictor dinimico que
gobierna al proceso de consoIidación, se manifiesta claramente en
cada etapa, a través de:

a ) el aparato psíquico que sintetiza los procesos específicos de la


fase adolescente, b s estabaiza, los vuelve irrwersibles y les da
un potencd adaptativo;
b ) la fuente de 10s residuos específicos de los periodos anteriores
de desarrouo que han sobrevivido a la aansfomacibn de1 ado-
lescente y que continúan existiendo en forma derivada, con-
tribuye, por su parte, a la formacibn del carácter;
c ) la fuente de la energia conduce a ciertas soluciones hacia un
primer pIano y deja otras en un estado latente, dandok al pm-
ceso de consolidación el valor de una definlcibn de la indivi-
dualidad.

Por influencia de1 medio ambiente, los efectos posteriores de


un trauma inducen a situaciones sepetitivas. Su resolución se busca
dentro de un sistema de interaccibn altamente específico. En con-
secuencia, el individuo experimenta un comportamiento significativo
y gatificante.
caso de no lograrse la interaccibn, se presenta una nueva trans-
formación parcial del adolescente por medio de la persistente distoni-
cidad de su Yo en relación con sus propias actitudes. De cualquier
modo, siempre se llevan a la vida aduIta remanentes específicos no
asimilados que, de hecho, manifiestan continuamente su influencia
en la organización de Ia personaf idad mima.

Los efectos de un trauma ticnm dos caras, una positiva y otra negativa.
La primera ccinsisk en los intentos dc revivir el trauma, dc recordar la expe-
sien-& olvidada o, mejor aún, de hacerla real y ren* Si la experiencia
fue una relación afectiva temprana, es revivida por un contacto análogo
con o* persona -fijaciOn dej trauma- y -compIsión a lo repbición-
(Blos,197 1).

Tales efectos pueden ser asimilados por el llamado Yo normal y


le trasmiten rasgos de carkter inmutable en f o m a de tendencia
constante. Las reacciones negativas consisten en lo contrario: nada
se puede recordar del trauma vivido. Estas reacciones pueden ser
consideradas defensivas, pues su objetivo es evitar que se experimen-
ten cierta impresiones. Por 10 demás, dicha tendencia puede llevar a
inhibiciones y fobins. Todo esto contribuye también a la formación
del m i c t e r (Freud, 1939). E1 aspecto positivo del trauma reside en
eI hecho de que ejerce una fuerza implacable para lIcgar a un acuerdo
con sus residuos nocivos a través de su reactivación constante en el
medio ambiente, contribuyendo a la consolidación del c&cter y a la
organizaci8n de la personalidad. Las fijaciones determinan la elección
d e necesidades libidindes, identificaciones prevalentes y fantasias
prekidas. El trauma residual propicia la fuerza compdciva a la repe-
ticiOn que impulsa las experiencias no integradas a la vida mental para
su eventual dominio e integracibn al Yo. La direcci6n quc tome este
proceso, su hfasis preferente hacia la descarga de impulsos, h sub&
mación, Ia defensa, la deformación del Yo, etc., son controladas en
pan parte por eI Yo ideal y e1 Superyo. La forma que toma este
proceso depende del medio ambiente, de Ias instituciones sociales,
la tradición, Ias costumbres y 10s sistemas de valores.
Desde luego, todo el proceso opera dentro de los límites que
imponen los factores constituciondes, tales como las dotes fisicas
y mentdes.
Por tanto, 10s conflictos infantiies n o son elminados al final de
la adokscencia, sino que se restituyen especificamente, E- convier-
ten en el Yo sintónico. Cualquier intento de dominio de2 Yo sinté-
nico de un trauma residual, en muchos casos experimentado corno
conflicto, incremena Ia autoestima.

La autoestima es la expresión emocional de Ia autoevaIu&Ón y la corres-


pondiente catexis libidinosa o agresiva de las autorrcpresentacione~..~La
autoestima no refleja necesariamente la tensión enke cl Superyo y el Yo.
Uacobson, 1953.)

Al final de Ia adolescencia se observa un proceso autoIimitativo y


la dernarcacih de un espacio de vi& que permite rnovhientci sóIo
dentro de un área psicoIógica restringida.
Mas allá de la reorganizacibn dc impulsos, característica de la
adolescencia, persisten remanentes edípicos que no fueron llevados
por el camino del amor d objeto. El fin de l a adoIescmcia implica
la transformación de estos residuos edípicos en modalidades yoicas.
E1 trabajo desempeña un papel importante para Ia economía de Ea
libido; relaciona ai individuo m& intimamente con la realidad.

EI trabajo no ts menos vaiioso por la oportunidad que él mismo y las


relaciones humanas conectadas con 63 proveen para una descarga considera-
ble de los componentes de hpulsos iibidinales, narcisista%,agresivos y aun
erbticos, como porque es indispensable pata la subsistencia y j d f i c a la
existencia en una=icdad (Freud, 1990).

La declaracion de Freud de que el heredero del complejo de Ed$o


es el S v q o , podría parafraseme diciendo que "el heredero de la
adolescencia es el ser".
28 CAP. 1 , CARACTER~STICAS DE LOS ADOLESCENTES

Una caractcrÍstica predominante de la adolescencia tardia es, no


tanto la resoIuciÓn de los conflictos instintivos, sino lo incompleto de
esta solución. Una "función restauradora dcE Yo" es caracterísrtica
dc Ia adolescencia tardía, que se asemeja a su función durante el pe-
riodo de latencia. Lo que fue un impedimento y un o b s t ~ d opara
la maduración, se convierte precisamente en lo que da a la madurez
su aspecto especial. La tarea de aceptación de la realidad nunca se
completa; ningún ser humano está libre del esfuerzo de rtlacionax
la realidad interna y In externa. Tal esfuerzo se ve aligerado por cier-
tas actividades (artes, religión, etc.), Además está en continuidad di-
recta con los juegos del niño que se "pierde" en el juego.
La resoluciiin del proceso de cambio en Ia adolescencia tardia está
llena de complicaciones quc someten a un esfueno excesivo la capa-
cidad integrativa del individuo y que puede conducir a maniobras de
postergacibn -adolescencia prolongada- o a adaptaciones neuróticas
-adoIescencia incompleta -. No puede aseguram un resultado hasta
que el periodo se estabiiiza. Es el tiempo en que Ios fracasos adapta-
tivos toman su forma final y se presenta el colapso neurótico.

Siempre que la deformación temprana del Po, consistente en una dis-


tincibn incompleta entre el Yo y la realidad, ea la razón del fracaso de la
adolescencia (sintesis yoica defectuosa) cl colapso neurótico aparece como
el limite o como una enfermedad psicótica. En el batamiento de estos
tapoi debc rcgrmarse a las fases pregenitalcs: a la dependencia oral y a la
regresi6n oral y a las vicisitudes de la confianza bzbica (Erikson, 1950).

El proceso dc ccinsolidaci0n se complica además por la necesidad


que hay, en la adolescencia tardia, dc asignar a objetos de amor y
odio en e1 mundo externo catexis agresivas y libidindes que original-
mente se fundían en reprc~entacionesde ob,jeto. Estos arregIos del
Yo sinthicn producen actitudes, sentimientos y prejuicios estables
que, en circunstancias normaIes y benignas, son causantes de las pe-
queñas inquinas, las pequefias quejas, los pequeños odios, etc., de las
personas, las cuales san de van importancia para la econom ia psiqui-
ca, El desarrollo del cxáctcr neurótico o la fomaci8n dc síntomas
en la adolescencia tardía, representan un intento de "autocuración"
después de haber fracasado en la resolución de fijacioncs infantiles
articuladas en el nivel del complejo de Edipo.
La vida amorosa dcl adolcsccnte tardío dmiuestra dinícamente
la persistencia del complcjo de Edipn. Fwud (1910) caxacte~izbasí
esta situación:

a ) la ncccsidad de una tcrccra persona ofendida;


b ) el amor a una prostituta;
c) una larga cadena de objetos;
d) el rescate de la persona amada, y
e ) la separaciiin entre la ternura y la sensualidad.
Se puede añadir Ia exog~mianeurótica de Abraham. Sin lugar a
dudas, Ia formación de una identidad sexual estable y reversible es de
mayor importancia para la organización de Ios impulsos especificas
de Ia adolescencia tardia.
El proceso de consolidación de la adoIescencia tardia puede
describirse como el establecimiento de compromisos abortivos im-
practicables de una síntesis yoica, o como una serie de adaptaciones
positivas y negativas a condiciones endopsiquicas y del medio a m -
biente. Los fracasos en el dominio de la realidad interna y externa
pueden catalogane en dos categorías. Por un lado, aquellos que se
deben a:

a ) un aparato yoico defectuoso;


b) una capacidad deteriorada para e1 estudio diferencial, o
c ) una proclividad a la ansiedad traumática (pkico de la pérdida
del Y o).
L o s casos que comprenden condiciones limítrofes ecquizofrénicas
y psicóticas, pueden ser IIamados casos de adoIescencia mal lograda.
Por otro lado, si los fracasos se deben a:

a } perturbaciones entre los sistemas;


b) bloqueos del aprendizaje diferencial {todo tipo de inhibicio-
nes, o
c) deseos de evitar una ansiedad conflictiva (formacisn de sínto-
mas).

Podemos hablar entonces de adolescencia incompleta o de pertur-


baciones neuró ticas.
Ia seudomodernidad en 10s estándares sexuaIes es en gran parte
responsable de. muchas complicaciones en el desarrollo de Ia feminei-
dad. Este fenemeno social ignura que el impulso sexual femenino
está mucho más intimamente apegado a 10s intereses yoicos y a los
atributos de la personalidad que el del hombre:
En el niño como opuesto a la niña, a1 final del conflicto entre el instinto
y el mecanismo de defensa, el instinto sexual emerge, independientemente
de sus sublimaciones (Deutsch, 1944).

La niña reacciona a la diferencia sexual con un resentimiento bien


reconocido que es una expresión del complejo de masculinidad. En
un intento por formular las cualidades esenciales de la femineidad,
Helen Deutsch (1944) dice:

La secuencia constituida por: 1. mayor propensión a la identificación,


2. fantasr'as más fuertes, 3. subjetividad. 4. percepcion interna, y 5. intui-
ción, nos lleva de vuelta al origen común de tedos estos rasgos: la pasividad
femenina

En e1 esfuerzo por asimlar las características magculinas que tie-


nen su raíz en Ia fisiología y en la anatomía masculina, la joven ha
adquirido una superficialidad de sentimientos y ha primitivizado su
femineidad. Benedek (1956,6$, que investigó esta condición, afma:

...la org;mizaciÓn de la personalidad de la mujer moderna, a travie de la in-


tegración de aspiraciones y sistemas de valores mascutlfioa, adquiere un cs-
tncto Superyo. En consecuencia, la mujer puede responda con reacciones
de culpa a la r e g r t s i h bwlúgica de la maternidad. Muchaa mujeres no rse
permiten ser pasivas; reprimen wrs neceiiidades de dependencia ...

Si estas necesidades de dependencia no se vuelven parte integral


de la pasividad femenina, Ia adolescente puede llegar a no desprender-
se de la necesidad de dependencia respecto a su madre. En td caso,
transferiri a las hambres su hostilidad defensiva hacia la madre.
En estos casos, con gran frecuencia se rnezcIan compromisos en-
tre fij jaciones edípicas positivas y negativas.
Una falla en la resolución del proceso adoIescente que proviene
de un origen diferente es la de la sexualidad de las funciones yoicas.
Hay una integración aparentemente exitosa de selecciones vocaciona-
Ies, y los intereses yoicos son invadidos secundariamente por instintos
componentes, como la escopofitia y el exhibicionism a.
Si estos instintos y a no son sublimados, a g o b i a 6 al Y o can exci-
taciones sexuales y fantasjas inconscientes que producen una actividad
yoica muy inestable y que finalmente conducirán a hinhibición. Esta
situación ha sido estudiada especialmente en 10 que se refiere a la
inestabilidad de las eIeccienes vocacionales de 10s jóvenes que pasan
por la adolescencia tardía, y también en rdaci6n con las inhibiciones
y las sintomas de los artistas. L a sexudización de las funciones yoieas
debilita la objetividad, la comprebacibn de la redidad y la autocríti-
ca; parte de la actividad basada en fa fantasia inconsciente se vuelve
Y o distónica.

La fantasfa Yo daótoica contribuirá a la pauta de Ir organización del


Y o y sufrirá más modificaciones de desarro110 junto con él, mientras que la
fantasia Y o distónica puede formar el núcleo de un siitcrna disociado y ,por
tanto, potencialmente patbgeno. (Brierley, 195 1 .)
L a consolidaci0n de la personalidad, al final de Ia adolescencia,
genera mayor estabilidad en los sentimientos y en Ia vida activa del
joven adulto, Se sofidifica e1 carácter, es decir, ''prevalece una cierta
constancia en las formas que escoge el Yo para resolver las tareas".
(Fenichel, 1945, b.)
La mayor estabilidad en el pensamiento y la acci6n sd desarrollan
mediante e1 sacrificio de esa sensibiiidad introspectiva tan caracterís-
tica del adokscente; el florecimiento de la imaginación creativa se
opaca. L o s deseos de aventuras, la fantasía desbordada y las inclina-
ciones artísticas, dedinan graduaimente hasta que desaparecen por
mmpIeto. El verdadero artista, por supuesto, es la excepción a esta
regla. La mayor capacidad para el pensamiento absbacto, para Ia
construcción de modelos y sistemas, y la compacta amalgama de
pensamientos y acción dan forma a una personalidad más unificada
y consistente. La aplicaci6n de la inteIigencia permite a l individuo
poner orden en el mundo que lo rodea. Pero con esto no debe pen-
sarse que la objetividad adulta es en todo superior al pensamiento
infantil. El niño, de hecho, al permitir contradicciones en las opera-
ciones mentales, es capaz de hacer observaciones escotamizadas por
e1 adulto POgico. La consolidación de la adoIescencia es un proceso
de estrechamitnto, limitación y canalización, y nunca, de simples
alternativas. No podemos por tanto,hablar de soluciones a tensiones
y desequilibrios, sino más bien, de su organización de acuerdo con
patrones y sistemas.
Las interferencia3 con la estabilidad se deben más bien a situacio-
nes de "demasiado poco o demasiado", es decir, a aspectos cuantita-
tivos, que a situaciones de "esto o aquello", aspectos cualitativos. La
representación menta1 al final de la adolescencia es una formación
cualitativamente nueva y refleja, como un todo organizado, las diver-
sas transformaciones especificas de esta fase.
Después dc que han sido relativamente establecidas las tres antí-
tesis básicas -sujeto-objeto, actividad-pasividad y placer- dolor - en
h vida mentaI, aún sufrirán variaciones en cuanto a su manera de
combinarse y su intensidad, dependiendo de 30s diferentes papeles
que asuma el sujeto en la vida. El establecimiento de papeles, y la
necesidad de gratificación que alcanzan éstos dentro de un campo
circunscrito de interacción cntre el sujeto y e1 medio ambiente, son
esenciales para los procesos mentales adaptativos.

POSADOLESCENCIA
La transición de Ia adolescencia a la edad adulta está marcada por
una fase Intermedia, Ia posadolescenñn, que puede ser reclamada
con desecho por ambas etapas, y enfocada desde los puntos de vista
de cualquiera de las dos. Es una condición indispensable para e1 lo-
gro de la madurez psicolCigica. El posadoIescente es, por tanto, un
aduito joven.
La estructura psíquica ha adquirido, al final de la adoIescencia
tardía, una fijación en términos del desarrollo del Y o y de organización
de impulsos, que permiten al posadolescente armonizar las partes
componentes de la personalidad. Esta integraci0n ocurre gradualmen-
te y se presenta, por 10 general, como una preparación coincidente
con la eleccibn profesional, siempre que las circunstancias permitan
al sujeto hacer esta elección. Dicha integración es pardela a Ia defi-
nición del papel socid, al enamoramiento, al matrimonio, a la pater-
nidad y a la maternidad. El papel manifiesto del joven adulto -tener
un empleo, cshlQar una carrera, prepararse para el matrimonio y la
paternidad- fácilmente empaña el estado incompleto de la fonna-
ción de su personalidad. Este logro, desde luego, se consoIida sólo si
las necesidades instintivas y los intereses yoicos, pese a su naturaleza
contradictoria y a sus satisfacciones inestables, han Ilegado a estable-
cer una armonrá entre s í . E1 cuadro se completa si el Y o tiene éxito
cn su función sintética.
El desarrollo dc la personalidad, por lo general no se detiene con
la teminacihn de la adolescencia. La paternidad y la maternidad
contribuyen de manera específica a su continuaci8n.
Corresponde ai posadolescente crear las vías específicas a bavés
de las cuales estas tareas se realizan en el mundo exterior. La gratifi-
cación de necesidades instintivas e intereses yoicos dispares caracte-
riza a este periodo, durante el cual el individuo articula sus impulsos
heterogéneos en la persecución dc componentes. Muchas áreas de
intensa actividad son atacadas simultáneamente y con igual urgencia.
Tal estado de cosas representa una condicion tipica: Ia experimenta-
ción posadolescente.
En este periodo se ejerce la moralidad, con un énfasis en Ia di+
dad persona3 e autoestima, más que en la independencia mperyoica
y en la gratificación instintiva. El Y o idea1 ha tomado posesión de la
funcihn reguladora de1 Superyo de diversas maneras, y se ha conver-
tido en heredero de los padres idealizados de la infancia. L,a confian-
za antes depositada en e1 padre ahora se centra en el Self. Se realiza
iodo tipo de sacrificios con el fin de sostener el sentido de dignidad y
autoestima.
Cuando no se logra organizar un Sekf estable, o cuando este no
ctinvierte cudquier conflicto en Yo sintónico, se detiene seriamente
el desarro110 d d individuo y la evolución posadolescente sufrirá des-
viaciones.
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POSADOLE5CENCIA

El fracaso puede impedir la integración de esfuerzos diversos y


contradictorios, de Ia misma manera en que puede terminar con la
33

esperanza de mejorar e1 nivel de vida.


Un blaquco característico es la fantasia de rescate. En lugar de
vi+ p m redizar las tareas de la vida, el adolescente espera que las
circunstancias de Ia vida le resucIvan Ia tarea de vivir. La fantasía de
rescatc cstá intimamente relacionada con el romancc familiar y con
10s sueños diurnos, característicos de la adolescencia, que con fre-
cuencia son de gran importancia, además de ser persistentes y de ela-
borados contenidos. La funci8n de estos sueños es el cumplimiento
de los deseos y la corrección de la vida real. Toman dos direcciones,
una erótica y oka ambiciosa; Ia primera comúnmente se oculta tras Ia
segunda. Tales fantasias, muy intensas y disociadas en mayor o menor
grado, son pensamientos intimos que suelen favorecer el desarrollo
de perturbaciones ncurbticas; n i s avances pueden observarse durante
la adolescencia ~ardíü. Si persisten, provocarán una crisis en la pos-
adolescencia al permitir la supervivencia indefinida de las fantasias de
rescate y gencrar muchas restricciones e inhibiciones yoicas. También
puede considerarse que hacen de un trauma residual especifico una
parte integral de la organización yoica. E1 fracaso no estriba en Ia
falta de opciones vitales que crea, sino en que favorece la idea de que
el cumplimiento de éstas provendrá de las circunstancias.
El relajamiento de las ligas infantiles del objeto es una tarea de la
adokscencia propiamente tal, pero al alcanzar, durante la pusado-
Icscencia, un acuerdo con intcrcses y actitudes patentdes de1 Yo,
se hace más deliberado y efectivo. El paso final en este proceso es
la aceptación y la resistencia a las identificaciones. La libido de-
sexualizada del objeto invertida en estas identificaciones, puede trans-
formarse en Iibido yoica o narcisista, y ligarse a las suhilimaciones
estabIes.
En este periodo, el Yo revive, con frecuencia, elecciones de obje-
to abandonadas aI nivel d e actitudes yoicas de inventiva y de com-
binaciones fantásticas, en una inversión sorprendente respccto a los
patrones precedentes, cs decir, quc la identificación y la contraidenti-
ficaciiin con el objeto pokeden en relación con cualidades y aspectos
del o b j c t ~y no en relación con totalidades objetales del sujeto.
E1 hombre ticne que reconciliarse con la imagta paterna y la mu-
jer con Ia imagen materna, para alcanzar la madurez. Una fdla en
es te punto dd dcsarrollci dará como resultado soluciones regresivas,
deformacionesyoicas o un conflicto con la realidad.
La solución incompleta del proceso de maduración puede acep-
tarse durante un tiempo, pero es inaceptable cuando se presenta la
paternidad en relación con un hijo del mismo sexo.
34 cap. 1. S LOS ADOLESCENTES
C A R A ~ E R ~ S T I C ADE

La personalidad del nUio se moldea o diñtarsionapor el esfueno de imi-


tar los ideales de sus padres, los cuales en su mayoría san e1 reflejo de los
ideales de los abuelos det mismo scxo oones, 1913).

L o s nexos sexuales infantiles tienen que ser definitivamente des-


vinculados, antes de que se efectúe un acercamiento razonable del Self
con 10s intereses y actitudes parentales del Yo. Junto con este pmce-
so ocurre una aceptación o afimaci0n de las instituciones sociales y
de la tradición cultural, en la que los aspectos componentes de la in-
fluencia parental se vuelven, por asi decirlo, inmortaies. El aspecto
negativo -que es la resistencia d rechazo de ciertas influencias pa-
rentaies- se manifiesta como repudio y antagonismo hacia ciertas
instituciones y tradiciones, siguiendo el mismo proceso de externa-
lización del rendimiento impersonal que una vez fue parte de las
relaciones objetales.
Los aspectos integrativos del Yo se vuelven prominentes in esta
etapa.
Temía general
de las fvncianes vaicas e
indicaciones
terap&uticas

E1 conncirnientci de Ias funciones yoicas tiene una importancia


dccisiva en el trabajo psicotmpéutico con adolescentes. ZJna adecua-
da evaluación de las funciones yoicas en cada caso permite predecir si
el paciente será capaz de responder o no al: tratamiento psicoandítico.
A 1s luz de un adecuado conocimiento del funcionamiento yoico del
paciente, sc llegar6 a una m& clara c o n e e p ~ z a c i i i ny a una mejor
planeación del tratamiento. En el caso de pacientes adolescentes, este
conocimiento nos permite reconocer, conservar c incrementar las
funciones norrnaies de cada una de las etapas de la adolescencia, sin,
acelerar e1 desarrollo de las funciones correspondientes a la etapa '
subsecuente. En otras palabras, el conocimiento del funcionamiento
yoico del paciente permite ajustar de manera mis realista, las meras
y las actividades terapéuticas.

LAS FUMCiONES YOICAS

Aiin n o se ha elaborado una lista exhaustiva de las funciones yoi-


cas que tenga.una aceptación general. Sin embargo, Freud (1940)
determind las siguientes funciones:

* AutapreservauOn.
i Conciencia y manejo de los estimulos externos.
m Concrnl de movimientos v o l u n t ~ i o ~ ~
>4prendizaje e influencia del mundo externo para beneficio
propio.
Búsqueda dcl placer.
F,vitación del displilcer. -
36 CAP. 2 . T E O R ~ AGENERAL DE LAS FUNCIONES YOICAS

Consideración de las circunstancias externas para decidir cuán-


do satisfacer los impulsos instintivas.
TrasmisiOn de un inesperado aumento de displacer mediante
una señal de angustia.

Considerii también entre estas funciones los intentos del Yo por


evitar los estímulos muy fuertes, así como la memoria y el esfuerzo
por conciliar las demandas del Ello, las de1 Superyo y las de la realidad.
Hartmann (1950) consideró que las funciones yoicas más impur-
tantes son aqueqlas centradas en la relación con la rcalidad, tales como
la organización y el control de la rnotilidad y de la percepcibn. Esta
ÚItima reIaciona los estímulos externos con el Self. EI Yo sirve como
una barrera protectora contra los esrimulos externos e internos; efec-
túa Ia prueba de realidad y controla la acción y el pensamiento, los
cuales implican y requieren la demora de la descarga. Estas activida-
des, junto con la angustia como ayuda para anticipar el peligro, son
parte de la tendencia del organismo a la internalización, 10 cual dismi-
nuye su dependencia respecto de 10s estimuIos presentes y le permite
funcionar con autonomía. Las funciones asociadas con Ia interndiza-
ción también se pueden caracterizar como inhibitorias. Esta obra
incluye también la función sintética -de coordinación e integración -
a Ia cual, junto con la capacidad para diferenciar, se le llama función
de organización.
Anna Freud (1936) par su parte, consideró como funciones yoicas
a la prueba de la realidad interna y externa, la memoria, la función
sintética y el control de la rnotiiidad, y Bellak (1949) considcrb Ia
prueba de realidad, la mediación entre los impulsos, la razón, las reglas
sociales interndizadas, el medio ambiente externo, la tolerancia a la
frustración y la capacidad de involucrarse en conductas perifericas
para obtener pIaccr a Iargo plazo. Posteriormente, en 1955, agregó
la motilidad y Ia percepción, la b m e r a contra la excesiva estimuIa-
ción externa e interna que rediza la función de autoexclusiiin, la
prueba de realidad que induce al ensayo de la acción y envía las seña-
les de peligro, Ia cofiducta periférica relacionada con 'la
el carácter, las defensas y 10s aspectos integrantes de1 Yo bajo las
funciones de organización y autorre,gulaciÓn. Beres ( 1956) consider8
Ia relación con la realidad, la regulación y el control de impulsos ins-
tintivos, las relaciones de objeto, los procesos del pensamiento, así
como Ias funciones defensivas, autiinomas y sintéticas de1 Yo. Esta
lista de funciones yoicas fue tomada por BeTlak ( 1962) para elaborar
el esquema de funciones y trastornos. Véase cuadro 2.1.
AxIow y Brenner (1964) determinason las siguientes funciones
yoicas: conciencia, sentido de percepción y expresión del afecto,
Cuadro 2.1. Esquema de algunos p p w s de funcionei del Y o y sus trastornos

.- - -..
- .. -.--

1.0.0 Relación con la t e a l i h d 1.0.0 Trastomas en la relación


con la redidad

1.1.0 Adaptación alareaLidad 1.1 .O Trastornos m la capacidad


d i ndaptaeibn

1.1 -1 Diferenciación de figura 1.1.1 Conducta hapropida, c m


y fondo * dificultadei subjetivas u
objetivas

1.1.2 Ineapddad de comportarse


satisfactoriamente en lo que
se aparta de la rutina

1.1.3 Espontaneidad y CTC-ación; 1.1.8 Falta de adaptación mil;


regresión al servicio del Y o rigidez

1.2.0 Xnterpretacibn de Ia realidad

1.2.1 Exactitud en la percepcibn 1.2.1 Proyección, racionaiizaci0n,


negaci6n y deformación de
Ia realidad por alucinaciones
o deliia
1.2.2 Solidez de juicio

1.2.3 W e n t a c i h temporal,
espacial, personal

1.3.0 Sentido de realidad 1.3.0 Perhrkiones del sentido


de reaIidad
1.3.1 Buena debitación de Iaa 1.3.1 Sensaciones de extrañeza y
fronteras del Yo falta de espontaneidad

1.9.2 Normalidad en el 1.3.2 Excesivas sensaciones de ya


funcionamiento corriente vcto
Cuadro 2.1 - ( C o n ~ Ó t a . )

1.5.6 Inmsirin del propio


individuo como sujeto u
objeto

1 3 -7 Manifestacionei fisiolbgicai

2.0 Tmotwnos del control de


10s Empulso~

2.1 Capacidad de adoptar 2.1 Trastornos de Ir condtrcta,


una conducta sustitutiva malw hibitoa (accesos de
o desviada cólcra, mordrrse las unas,
etc.)

2.2 Tolerancia a Ia frustración


(neutralización de Ia
energía impulaiva)

2.9 Tolerancia a la anaiedad 2.3 Excesiva impukividad

2.4 Motilidad integrada 2.4 Estados de tensión

2.5 Tolerancia a la 2.5 Excitación catatónica y


incertidumbre man iaca

2.6 Lentitud psicomotora de h


catatonia y Ia depresión

2.7 Falta (okcompleta


adquisición) de control de
las funciones secretoms

2 .S Manifestaciones fisioIÓgicas

3.0 Trastornos en las relaciones


de objeto

3.1 Capacidad de formar 3 . 1 Enfermedades psicot6xicas


relaciones de objeta y deficiencia psiquica (en la
satisf3ctorias primera infancia)

3.2 Constancia de objeto


3,3 Relaciones simbióticas
3 .S Hipercatexis del si mismo;
ambivalencia, m o r de
inc orporaciiin.
iadom asoquiimo

4.0 Riicesoa: de pensamiento 4.0 Trmtorno~de los procegcn


de pmsamiento

4.1 Reflexión selectiva 4.1 El pensamiento es


organizado y compelido por
los impulsos

4.2 Capacidad de evitar 4.2 PreocupaciÓn por impulsos


la contam inzicidn con instintivos
materiales o impulsos
inapropiados

4.3 Buena memoria

4.4 Asoaacianes laxas y faitai


de sentido

4.5 Deformación de la realidad

4.6 Falta de enmarcamiento


en tiempo y lugar;
antropommFmo,
concre tisrno, sim bolismo.
síncretismo, etc.

4.7 Pensamiento mágico

5.0 Funciones & ddaisa 5.0 Traitornoi de im funciones


de defensa
5.1 Rqresíóri (como barrera 5.1 Emergencia del proceso de
contra e9tímulos ex ternos pensamiento primario
e internos)

5.2 Sobrerreacci6n a los


estímulos

5.3 Proyección 5.5 Experiencias de ya visto

5.4 Negación, retirada y 5 -4 Falta de cona01 de los


otras defensas impuisos
Cuadro 2 .l. (CoprsirmaEGn.)

Funciones del Yo Trastornos*

5.7 PerturbaciOn del c o n w


emocional

6.0 Trktornoi de lrrii funciones


ant0eomm.

6.1 Perturbaciones de estas


funciones delego
6.2 Intención

6.5 Inteligencia

6.4 P-imto

6.5 Lenguaje

6.6 Productividad

6.7 Desarrollo motor

7.0 T-oi dc la función


de síntesis

7.1 Unir, organizar, jugar y T . 1 Tendencia a la disociaci6n


crear; capacidad del ego
para formar gestalten
7.2 Neutralización 7.2 Falta de tolerancia a
modificaciones u traumas
7.3 Incapacidad de "fiacidn"
' de la enew'a psiquica

pensamienfo, control de la acción motriz, memoria, lenguaje, meca-


nismos de defensa en general, integracih y armonización, prueba
de redidad, inhibición o suspensión de cuaIquiera de estas funciones
y regresión a niveIes primitivos de funcionamiento.
Finalmente, Bdak, HUTVich y Gediman ( 1973) incluyeron en su
lista una señe de funciones a Ias que, además, añadieron aspectos que
ayudan a cu evaluaciiin. A continuación presentarnos una síntesis de
sus trabajos.

a ) Distinción entre estímulos internos y externos.


6 ) Exactitud de la e interpretaciónde hechos ekternos
mediante Ia orientación de tiempo y espacio.
c ) Exactitud de la percepción e intenpretaci6t-tde hechos internos.
Conciencia refleja; conciencia respecto a Ia exactitud o las
distorsioncs de la realidad interna

2. Juicio

a) AnticipaciOn de las probables consecuencias de la conducta


(por ejempIo prevención de peIigros, delitos legales, censura
socid, desaprobación o inadecuación y daño físico).
b ) Grado en que la conducta manifiesta ~eflejaque el individuo
es consciente de las consecuencias probables de ésta. Grada
en que se repite Ia conducta que significa un juicio inadecuado,
c ) Adecuacibn de la conducta o grado en que la persona es ca-
paz de armonizarse emocionalmente con la realidad externa.

3. Sentido de la realidad, del mundo y del Sekf

a) Grado de desrealización co~elativoy estado alterado de la


conciencia. Grado en que se experimentan 10s hechos exter-
nos como reales y como parte de un ambiente famifiar.
b ) Grado de despersonalizaciiin y correIativos estados dterados
de la conciencia. Grado en que el funcionamiento del cuerpo
-o sus partes- y la propia conducta se experimentan como
familiares, sin efectos perturbadores, y como pertenecientes
d sujeto (o que emanan de él).
c) Grado en que el sujeto ha desarrollado su individualidad, un
sentimiento del Self, una conciencia corporal estable y la
autoestima.
d ) Grado en que las representaciones del Self del nijeto se dis-
tinguen de las representaciones del objeto. O sea, grado en
que las personas se caracterizan como entidades independien-
t e s y el sujeto distingue correctamente las cualidades repre-
sentativas dc su Self dc las cualidades de otras personas. Dicho
de otra manera, grado en que los limites de1 Yo, entre el Self
y el mundo cxtemo, se encuentran claramente estabIecidos
por el sujeto.

4. Regulacicin y control de
impulsos y de afectcitaa

a) La expresión de1 impuIso comprende dcsde un mtitlg out pri-


mitivo y psicopático, a través dc la actividad del carkter go-
bernado por los impulsos, hasta un ac t i g out neurótico, esto
es, a las formas relativamente indirectas de expresión conduc-
tuai. La inadaptación dependerá de2 grado en que la concien-

4
c a del impulso, o la del afecto, se experimentan y se expresan
manera abrupta.
b ) La eficacia de la demora y de los mecanismos de control (tan-
to los de subcontrol corno los de sobrecontrol); el grado
de tolerancia a la frustracibn, y el grado cn que los deriva-
dos del impulso se canalizan a travis de la ideación, la expre-
sión afectiva y Ea conducta manifiesta.

5. Relaciones de objeto

a) Grado y tipo de relaciones con 10s demh tomando en menta


el narcisismo, la simbiosis, la separación o individudizaci6n,
las tendencias evitativas, el egocentrismo, la eleccibn narcisista
de objeto (grado de mutualidad), la reciprocidad, la empatía,
la fluidez de la comunicación, la cercanía o lejania y el grado
de flexibdidad o preferencia cn el mantenimiento de las rela-
ciones del objeto.
b ) Grado de primitivisrno-madurez de l a relaciones de objeto,
incluyendo el grado en que las reIaciones presentes se ven in-
fluidas -de rnancra adaptativa o no adaptativa- o moldeadas
por relaciones m i s antiguas.
c ) Gmdo en que la persona percibe y responde a 10s demk corno
a entidades hdependients, más que como a extensiones de
si mismo.
LAS FUNCIONES YQICAS 43

d ) Grado en que la persona puede mantener la constancia de ob-


jeto, o sea, en quc puede sostener la ausencia física del objeto
y en presencia de frustración o ansiedad relacionadas con el
objeto; grado y tipo de internalización (manera en que el su-
jeto percibe y respondc a gente ausentc fisicamente).

6 . hocesas de pensamiento

a ) Grado de adaptación en cuanto a memoria, concentración y


atención.
b ) Grado de capacidad para conccptuafizar. Grado en que se
adaptan a las situaciones los modos de pensar abstracto y
conacto.
c) Grado en que el lenguaje y la comunicación reflejan el proccso
de pensamiento primaria o secundario.

7 . Regresibn adaptativa
aI servicio del Yo
a) Grado de relajamiento de la agudeza perceptual y conceptual
con el correspondiente incremento en la conciencia del Y o
de contenidos previamente prcconscientes e inconscientes, y
grado en que estas regresiones rompen la adaptaciiin o son
incon troladas.
b } Grado del uso controlado del proceso primario del pensamien-
to en fa inducción de nuevas configuraciones.
c ) Grado de incremento sobre el potencial adaptativo como re-
sultado de integraciones creativas que han sido producidas en
dtimo témino por el uso de regresiones controladas y de1
proceso secundario.

8. Funcionamiento defensivo

a ) Grado en que Ios mecanismos de dcfcnsa, las defensas de ca-


rácter y otros funcianamientos defensivos han afectado de
manera no adaptativa la ideación, la conducta y el nivel a d q -
tacivo de otras funciones yoicas.
b ) Grado en que las defcnsag han tenido éxito o han fracasado.
Por ejemplo: grado de ansiedad, de depresión y/o de otros
afcctos disfóricos.
9. Barrera de estimuloir

a) Umbral de sensibilidad a estimulos externos o internos que


afectan varios aspectos sensodes (corresponde a Ia fincikn
recep tiva).
6) Grado de adaptación, organización e integración de las res-
puestas a varios niveles de estimulación sensorial. Grado de
eficiencia de los "mecanismos de- ajuste" en reIaci6n con
Ia intensidad de la estimulación sensorial, ya se obaewe en Ia
conducta motriz, y a m respuestas afectivas o cognitivas.

X O. Funcionamiento autónomo
a ) Grado de libertad de deterioro de 10s aparatos de autonomía
primaria (atencihn, concentración, memoria, aprendizaje,
pcrcepci611, función motriz, intención).
b} Grado de libertad de deterioro de la autonomía secundaria
{perturbaciones en los patrones de hábitos, capacidddes com -
plejns aprendidas, rutinas de trabajo, pasatiempos c intereses).

11. Funcionamiento sintético -integrativo


a ) Grado de reconciliacihn o integración de actitudes, valores,
afectos, conducta y auto -representaciones discrepantes o
potencialmente inconpen tes -por ejemplo, conflicto de
TO~S.
6 ) Grado de interrelación conjunta activa, o sea, integrante, tanto
de eventos intrapsíquicos como conductudes. Estos actos
pueden o no ser conflictivos y no necesariamente limitados a
la conducta

12. Dominio-competencia

a) Grado de competencia o ejecución de la persona en relación


c m w capacidad para intcractuar con su medio ambiente, así
como para dominarlo activamente e influir sobre él.
b ) Grado de subjetividad o sentimiento del sujeto sobre su com-
petencia en relación con el dominio activo de su medio m-
biente y a su idnmcia sobre él; expectativas del sujeto acerca
del éxito en sus actividades, es decir, cómo se .sienteen rela-
ción con lo que hace y con lo que puede hacer. E1 sentido de
competencia se evalúa comparándoIo con la competencia r e d
de1 individuo.
c) Grado de discrepancia entre e1 componente A y el compo-
nente B; es dccir, entre la competencia real y el sentido de
competencia. Puede ser negativo -la competencia rcd supera
el sentido de competencia-, equilibrado -la competencia
red y el sentido de competencia son congruentes-, y positivo
-el sentido de competencia supera a la competencia real-
como ocurre con un sentido de competencia exagerado en
comparación con la ejecucibn.

La relacibn de estas funciones yoicas con e1 proceso analítico se


puede entender de la siguiente manera (BeZlak y Meyers, 1975).

LAS FUNCIONES DEL YO


Y EL PROCESO ANAL~TICQ
I
Las principales funciones yoicas son:

a) La prueba de realidad.
b ) El juicio.
c) El scntido de la redidad.
d ) La regulación y el control de impulsos y afectes.
e ) Las relaciones de objeto.
f) E1 pñoccso de pensamiento.
g ) La regresión adaptativa al servicio del Yo.
h) El funcionamiento defensivo.
*
i ) La barrera de estímulos.
j ) E1 funcionamiento autónomo,
k La función sin tética-integrativa.
I ) La reIaci6n dominio-competencia.

La pmeba de seaIidad es una funciún distinta del sentido de redi-


dad y del juicio. Uno de sus principdes componentes es la capacidad
perceptiva y cognitiva pue permite distinguir entre estímulos internos
y externos. Se ve afectada cuando hay alucinaciones e ilusiones, y
cuando lo presente se percibe en términos de Io pmado interndizadw.
Una de las metas del unilisis es corregir tales distorsiones y q a c i t a r
ai individuo para distinguir lo interno de lo externo y lo presente de
lo pasado.
Un elemento de la prueba de realídad es la validación de percep-
ciones intrapersonales o interpersonales. 'La validación intrapersonal
verifica la coincidencia entre lo percibido por uno de los sentidos y lo
percibido por los otros. La vdidación interpersond hace lo mismo
con lo percibido por una persona y lo percibido por las demás. Cuan-
do falla la primera, se presenta la alucinación, y cuando falla la segun-
da, el deüno.
Otro componente es la prueba de redidad interna: el análisis
busca un mejor entendimiento de Ia realidad interna. Poco a poco se
pasa de lo externo a lo interno sin perder la diferencia. Se busca que
el paciente concientict la influencia de los estados internos sobre las
percepciones externas. El funcionamiento defectuoso de las manio-
bras defensivas limita la perceptividad y, por tanto, Iimita los resulta-
dos de la psicoterapia.
La prueba de redidad se integra a otros aspectos del proceso psi-
cotcrapéutico: la regresión adaptativa y la transferencia.

E l juicio

La hnción del juicio es la aptitud para darse cuenta de Ias posi-


bles ~onsecucnciasde la conducta intentada o realizada. Se refleja en
el grado en que Ia conducta manifiesta revela tal conciencia. Es una
función social consciente que implica la capacidad d d Y o para apre-
ciar su interacción con la realidad externa 1-2 conducta hapropiada
indica deterioro en el juicio. la relacihn lógica causa-efectotiene
que ver con el juicio.
Se evalUa el juicio en fmci4n del análisis mismo.

a) ¿Qué tan realistas son las expectativas y las metas dcI pacientc?
b ) ¿Qué tan bien evalúa el paciente el tipo de compromisos fi-
nancieros y espacio- temporales que esti manteniendo?
C) ¿Qui tan capaz es de suspender voIuntariamente la inmcduli-
dad reIacionada con la aceptación y darse cuenta del "cómo
si " d e la relación transferencid?

Otro aspecto importante del juicio es su papel en la expresión


emocional subconsciente. E1 deterioro en el juicio provoca expresio-
nes emocionales subconscientes hapropiadas y hasta peligrosas. El
juicio se debe evaluar sobre la base de las conductas que utiliza c?
paciente para resolver situaciones que fueron conflictivas en d pasa-
do. Es de esperarse que muestre las mismas conductas durante el
anaisis, por Io que hay necesidad de supIir la deficiencia en el juicio
con el conocimiento, por parte del paciente, de las consecuencias de
su conducta.

El sentido de la realidad

El sentido de la realidad se manifiesta fcnomenológicamente, en


el grado en que 10s acontechientos externos se experimentan como
reales y son incorporados en un contexto familiar, asi como en la
medida en que el propio Cuerpo y su funcionamiento se experimen-
tan como dgo familiar y perteneciente al propio Yo.
En el adolescente se presentan fallas en el sentido de realidad
(experiencias de dcsper~onalización,desrealizacion de 10 "ya visto"
y disociación). También hay fdlas en Ia regulación de Pa autoestima,
las cualcs se deben a la carencia de un concepto constante y cohesivo
de si mismo (el paciente no es establ en su autoestima porque de-
pende de la opinihn de otros).
Desde el puntu de vista dinámico, d sentido de reaiidad está de-
terminado por el grado en que un individuo ha dominado el proceso
de separación -individuación, de tal modo que el Self y las representa-
ciones del objeio son distintas.
Pwa superar defectos en el sentido de reaiidad pueden usarse los
siguientes parámetros:

o) Poner el propio Yo a disposición del paciente para ayudado a


percibir la realidad en los momentos en que parece no recupe-
rarla.
b ) Cambiar sesiones de diván por sesiones "cara a cara'" Se po-
dr5 usar e1 diván la mayoría de Ias veces, pero al presentarse
fenómenos de despersondizacibn o desrealización en grado
perturbador podrá sentarse d paciente. Una vez analizado el
problema podrá regresar al diván.

La regulación y d control de impulsosy afecta


La r e d a c i ó n y el contmI de impulsos implica la capacidad del
Y o para manejar aquellos impulsos que timen impacto sobre éI. Se
considera la dircccibn de la expresión del impulso, el grado de tole-
rancia a la fmstraci6n y el grado en que los derivados del impulso
se canalizan a través de la idcaciiin, la expresión afectiva y la conduc-
48 CAP. 2. T E O R ~ AGENERAL DE LAS FUNCIONES YOlCAS

ta manifiesta. Esta iiltima se relaciona estrechamente e incIuso puede


traslap use con el funcionamiento defensivo.
El, deterioro en la regulación se manifiesta en fa tendencia ac ti~tg
out. Esta se vuelve un medio muy fácilmente utilizado para el re-
cuerdo y, como tal, una alternativa para el m%sis y el entendimiento
de los conflictos mentales. Para que el anáIisis pueda progresar, d
paciente debe ser capaz de tolerar la h s t r a c i b n por no realizar los
deseos de la transferencia La interpretacion de deseos dentro del
análisis lleva, par tanto, a una segunda pérdida y a la frustración re-
suItante. En efecto, el paciente:

a) sientc el impulso;
b) renuncia a la gratificaciiin que le ofrece el acting out;
c ) lleva sus deseos d análisis;
,
d ) acepta la pérdida que resulta de la interpretación y
e ) utiliza la interpretación para sintetizar un nuevo entendimiento
y para renunciar a los deseos de antiguos objetos.
BelIak rcconienda que desde el inicio del m6lisi.s se indique a 10s
pacientes quc tengan tendencia al acting o u t , la posibilidad de que éste
suja,junto con el desco de interrumpir el aniiisis. Pueden hacer esto
ya sea por razones cxtemas o por sentimientos de hostiIidad hacia el
analista. Parece apropiado que en las entrevistas Iniciales o al m p e -
zar el análisis se indique a losi pacientes las situaciones en que es muy
probable que lo h a p . De este modo se incrementar5 su señal dc
conciencia y se estahlecsrá una dianxa terapeutica.
Cuando a la ansiedad cxcesiva se agrega una defectuosa modula-
ción de1 afecto, se prcscnta una gran desorganiiszi0n. En estos casos
se recomienda la adición de psicofhacos. La cantidad y la duración
de estas intcrvencioncs psicofarrnacol0gicas se debe seguIar cuidado-
samente hasta obtencr eI nivel de funcionamiento afectivo y cogni-
tIvo que permita d trabajo mditico.

Las relac;ianm de objeto

Esta función comprende tanta el grado como el tipo dc relación


con los demás. Comprende d grado en quc los demás son percibidos
como entidades separadas más que como extensiones del si mismo y
d p d a en que Ias relaciones presentcs han sido influenciadas por
las experiencias infantiles pasadas y sc han organizado de acuerdo
con éstas. Elprincipio unificador es el grado en que el paciente domi-
na la separación e individualización y logra constancia de objeto.
49
L A S FUNCIONES DEL YO Y EL PROCESO ANACÍTICO

Si el Self y el objeto no se diferencian tenemos una psicosis; puede


tratarse tambih de un trastorno de personalidad narcisista. En estas
probIemas narcisísticos no psic9ticosyse ha llevado a cabo Ia separa-
ción del si mismo interno y de las representaciones de objeto, y en
cons&uencia el individuo puede distinguir la realidad interna de la
extema (prueba de realidad). Debido a que no domina la separacion
y tiene deseos de refusien no resueltos, el narcisista es dado a sentir
transitoriamente Tos objetos externos como una extensión de su si
mismo. E1 resuItado, tanto en psicóticos como en narcisistas, es que
se incrernenta la ansiedad a un grado tan severo que se revive la an-
siedad de separacion infantil. En el aniIisis hay entonces pérdidas del
tipo de ausencias, silencios, vacaciones e interpretación de la ~ m s -
ferencia.
Las perturbaciones en las relaciones de objeto pueden conducir a
resistir la transferencia. La transferencia es el acceso más directo al
examen de la influencia de las representaciones mentaies internaliza-
das en In infancia sobre las percepciones comunes y conientes y so-
bre las relaciones de objeto. Sin embargo, la posibilidad de que se
produzca una neurosis de ñ.ansfmencia al estilo clásico es muy h i -
tada, por lo cud resulta erróneo considerada como imposibilitante
del análisis.

El proceso de pensamiento

Esta función se refiere a la capacidad de pencar con claridad. Se


manifiesta a través de la habilidad pata comunicar de manera hteli-
gible los propios pensamientos. Abarca la adecuación de los procesos
que p í a n y sostienen el pensamiento: Ia atención, la concentraci5ny
la formación de conceptos, e1 lenguaje, la memoria, y la proporción
relativa de las procesos primario y secundario en e1 pensar. E1 fun-
cionamiento defensivo afecta tambiEn al pensamiento (desplazamien-
to, condensación y proyección).
Los defectos en,e1 proceso de pensamiento afectan el proceso
anditico. La asociación libre requiere de una regresiiin controlada de
los procesos de1 pen~ar.E1 Yo debe ser capaz de percibir y compren-
der, con el proceso secundario, el material que emerge del proceso
primario. El analizado debe ser capaz de utilizar la atención, Ia con-
centración, la memoria y la formación de conceptos para tomar
conciencia de sus asociaciones así como para recordarlas, descifrar los
temas y formar conceptos en relación can su realidad intmb La ca-
pacidad del analizado de pensar silogisticammte es fundamentd a este
respecto.
La regreiibn adaptativa al servicio del Ya
Esta función permite el relajamiento de la agudeza cognitiva y
de los modos del proceso secundario para facilitar la emergencia de
formas de ideación inconscientes y preconscientes más móviles;
además, de manera secundaria, involucra Ia capacidad yoica de in-
terrumpir y revertir Ia regresión y de volver al proceso secundario
de1 pensamiento. E1 tercer aspecto de esta hnci6n es Ia capacidad del
Yo para utilizar h regresibn de manera adaptativa y producir nuevas
configuraciones e integraciones creativas. Es esencial para el acto
creativo y desempeña un papd de gran importancia en el d i s i s .
Los defectos en esta función provocan dificultades específicas
dentro del análisis. El paciente obsesivo-compuIsivo tiene dificultad
para suspender el proceso secundario, debido a la ansiedad producida
por los afectos, los instintos y el flujo de catexis. Las pacientes Iimi-
trofes y esquizofrénicos regresan rápidamente a procesos de tipo pri-
mario, pero tienen dificultad para hacerlo reversivo.
El paciente que es capaz de regresar dentro de ciertos limites y
lo encuentra agradable y que, sobre todo, puede utilizar esta capaci-
dad en Ia consulta para formar conocimientos nuevos limitados acerca
de su propia creatividad, muestra una woEución positiva en manto a
las funciones yoicas que contribuyen al resultado final en el análisis.
Se puede ayudar al paciente a modular el grado de regresión, de
modo que alcance un nivel Óptimo para la utilización adaptativa. A
este proceso de regresión y recuperación se le ha denominado oscila-
torio, y puede favorecerse en algunos casos con ayuda de psicofk-
macos. La regresibn excesiva puede suspenderse conforme aumenta
la actividad del anaiista y sustituye las sesiones de diván por sesiones
LG
cara a cara".

El funcionamiento defensivo

Esta funci8n incluye eI grado m que las defensas reducen con


exito los afectos disfóricos (ansiedad, depresión) y el grado en que
las defensas se convierten en influencias adaptativas o decadaptativas
de la ideación y de la conducta.
Son importantes la vaIoración operacional deE funcionamiento
defensivo, la eficacia con que se manejan los iñnpulsos y 10s afectos,
1a adaptabilidad de lac respuestas y el grado en que esta función faci-
lita o impide el proceso analítico. También debe tenerse en cuenta
que la disfoaa i?acapacitmte ticne un efecto disruptivo y que la de-
presión retarda el pensamiento, la asociación y trastorna la cognición.
Cuando estos sintomas son severas, el psicoan6lisis puede ser
reconsiderado posteriormente. h s parámetros que ayudan a con-
trolar la disforia de1 paciente a costa de su adaptación presentan los
problemas contrarios: si no hay ansiedad ni depresión, disminuye
la motivación para el anáiisis y la tendencia aloplástica conduce d
actipa# out.
En las personas obsesivas, el aislamiento y la intelectuallzación
impiden la emergencia de afectos y fnitigan la transferencia, y en las
personas perversas y psicosomáticas, Ia descarga afectiva rápida pro-
duce tarnbiin problemas similares,
Las defensas m As punitivas producen mayores distorsiones de la
realidad y son las más diflciles de analizar. La excesiva negación
impide percibir y anaIizar la realidad interna La mismo ocurre con
la proyecci6n y la tendencia al acting out y a fa escisión.

La barrera de estlmu los

Esta funciDn yoica time dos componentes bhicos: uno recep-


tivo y uno expresivo. E1 receptivo es el umbral de sensibilidad del
sujeto para la estimdación sensorial y la conciencia de la misma. El
componente expresivo se relaciona con la manera en que el sujeto
responde a los diferentes grados de estimuIa8Ón con dnfasis particular
en si loa mecanismos de ajuste son adaptativos o desadaptativos. El
componente receptivo induye la sensibilidad para la estimulaci6n
interna y externa con una meta final en c o m h : impactar al nervio
sensorial, L o s cambios en la temperatura del cuerpo y el dolor Yis-
cera1 y muscular son manifestaciones de la estimulación interna. La
estimuIacIón externa por su parte, puede provocarse con luz, sonido,
drogas y otros estímulos inanimadas.
h s impulsos y Ios instintos podrían también conceptualizarse
como estímulos internos; sin embargo, Ia sensibilidad y la regulación
respecto d t ellos se considera como otra función yoica. La barrera
de estimulos se encuentra más estrechamente relacionada con el
sistema ntnrioso motor que con e1 dominio psicológico.
Un aspecto critico respecto a la expresividad de la barrera de estí-
mulos se observa en la capacidad del sujeto para regular los umbraIes
del estímulo, Algunos de los mecanismos de ajuste de la eshuiación
son la modulación y la selectividad de la atención. El mecanismo
seleccionador permite cambios adaptativos en la sensibilidad para la
estimulación y, por tanto, facilita periodos de agudeza elevada, aten-
ción focalrzda y el filtrado gcneral de la estimulau6n necesaria para
dormir. Otro aspecto del componente expresiva es d grado de adap-
52 CAP. 2. T E O R ~ AGENERAL DE LAS FUNCIONES YOICAS

tacihn cognitiva y motriz para altos nlvefes dc estimulación contra la


desorganizacibn mo& y cognjtiva, Las personas con bajo umbral
de estimulaci6n y mecanismos de ajuste insuficientes sc ven fácilmen-
te "sobreestimdadas", con deterioro de sus hábitos de sueño, de su
concentracibn, de su estado de animo, de Ia reguiación de sus impul-
m$,de su funcionamiento sintético, etc.
La capacidad del Yo para regular los estímulos desempella un
papeI de primordial importancia en el proceso analitico. El ambiente
analitico está diseñado para reducir la estimulación externa con el fin
de promover la regresión e incrementar la atenciOn sobre los ftnórne-
nos internos. Los pacientes con algún deterioro en esta área, pueden
distraerse con facilidad, y estas distracciones pueden convertirse en el
mayor o b s t á d o para el d i s i s . 1Lo importante de esto no es el sig-
nificado psiquico de tales distracciones, sino el que algunos pacientes
carecen de la capacidad yoica adecuada para desechar Ia estmiulación
adventicia.
Un paradigma para la waluaci6n de la barrera de estimulos puede
ser la forma en que el paciente realiza e1 acto de dormir. LDeja de
dormir ante la minima estimulación externa?, o , por 10 contrario,
¿la falta de estimulació~externa inherente al dormir lo obliga a usar
hipnbtices o estimulantes auxiIiares, como el radio o la televisión?
Es fundamentd saber qué tanto puede el paciente regular la ba-
rrera de estímulos para lograr e1 nive1 de estimulación necesario para
dormir y qué tanto esta capacidad reguladora facilita o impide el
análisis.

El funeionarnientol autónomo

Es de interés la relativa falta de deterioro en las funciones autó-


nomas primarias y secundarias del Yo. las funciones autOnomas
primarias son la pescepcibn, la atención, la inteligencia, la intencio-
ndidad, Ia memoria, el lenguaje, la sensacion y Ja expresión motriz.
La autonomia secundaria comprende tanto los hábitos, las capacida-
des y los patrones de conducta que son combinaciones de funciones
autonomas primarias, como aquellos que son autónomos de rnancra
secundaria, por sublim ación. La autonomía implica la libertad de dete-
rioro de estas operaciones en manto a la intrusión de conflicto, de
ideación, de afecto y Jo de hpulsos. Toma en cuenta un grado de re-
sistencia a la regresión y a la agresivización-sexudización que podria
resnhar de tales intrusiones.
Idas funciones autónomas de1 Ya se podrían definir como el ins-
trumento que aparta e1 paciente a Ia aIianza terapéutica para el logro
LAS FUNCIONES DEL Y O Y EL PROCESO ANAL~TICO 53

del trabajo analitico. L o s déficit en estos instrumentos pueden knitar


seriamente e! dcance del trabajo realizado. Esto es verdadero tambi4n
para 10s deterioros de inteIigencia, Ienguaje, memoria y atención, y
sus efectos en ef proceso analítico. ;Qué capacidades adquiridas,
tanto intekctudes como perceptuales, trae el paciente aP. anftliis? (se
incluye la ~omunicación,la capacidad de simbolizar y de entender
símbolos, etc.). ¿En qué medida las otras funciones yoicas impor-
tantes, tales como la prueba de realidad, el juicio y los procesos de
pensamiento actúan Iibres de conflicto?
Siempre podemos prever un grado de instintvalizauón regresiva
de 10 que ha sido previamente un funcionamiento autónomo durante
el curso del andisis. Lo que debemos considerar son los puntos de
partida autónomos y las reservas autónomas que manten& el pa-
ciente. Esta ayuda a decidir e1 tipo y e1 grado dc esfuerzo, así como
e1 equipo del que el paciente dispone para e1 análisis. Las personas
que padecen incapacidad para ejecutar trabajos intelectuales simples,
o para quienes tales tareas representan una carga, por Io gknerd han
perdido la capacidad para concentrarse y comunicarse claramente,
por lo que aún no es& listas para comenzar un análisis,

La función sintética
integrativa

El primer componente de esta funciiin es la capacidad para in-


tegrar experiencias condrrctuales y10 psicoIúgicas, potencialmente
discrepantes, que pueden manifestarse en pensamientos, sentimien-
tos, acciones y percepciones,
Entre sus aspectos psicológicos esta la capacidad para integrar:

a) representaciones de1 sí mismo aparentemente divergentes;


b] distorsiones entre las representaciones de objeto percibidas
interna y externamente, y
c) afectos. con ideación incongruente o percepciones internas.

La resaluci6n de estas distorsiones interesa también a amas fun-


ciones yoicas.
E1 segundo componente es la capacidad para interre1acionar o
integrar experiencias conductuales yJo psicoli>gicas,que no necesitan
ser contradictorias. Facilita las expcitlencias de conexión y conti-
nuidad; permite planear y organizar operaciones, percibir la relación
del pasado con el presente y ~elacionarel estado de ánimo can la
idea de la percepción y la experiencia.
La función sintética es omnipresente en ta acciiin y el pensamiento
humanos. Su examen aislado es casi imposible.
Sin capacidad integra de sintesis, los procesos del an6Jisis llevarían
a la psicosis más que a una nueva síntesis y al crecimiento yoico. La
asociacibn libre requiere de la síntesis para no ser un proceso asociati-
vo esquizofrénico. E1 anaisis es disociativo; en él se requiere capa-
cidad de regresión y de síntesis o recuperación. Deben evaluarse Ia
frecuencia y la severidad de 10s estados disociativos en e1 paciente
y la capacidad de éste para integrar el afecto con el pensamiento. Una
disfunci6n cerebral, por minima que sea, puede afectar esta función.
Se debe ayudar ai paciente a integrar los estados afectivos y 10s con-
tenidos del pensamiento.

La relación dominio-competencia

Esta función se refiere a la capacidad de dominar al medio con


recursos propios. Tiene tres componentes:

a ) actuación objetiva, relacionada con e1 propio caudal de expe-


riencias ;,
b ) sentido subjetivo de competencia o expectativa d t éxito, y
c ) grada de concordancia entre la actuación red y las expecta-
tivas.

Este iiltirno componente ea un aspecto relativo a la regulación de


Ia autoestima y, por tanto, incluye las funciones de relación de ob-
jeto, de sentido y de prueba de redidad.
2@é tan capazeseimdividuo de utilizarlos insights analíticos con
el f i n de elaborar y resolver los conflictos? Hay pacientes que entien-
den los orígenes infantiles de sus conflictos pero continhan con sus
patranes de comportamiento neuróticos; otros, elaboran sus conflic-
tos y se liberan de dichos patrones para lograr cambios conductudes
y caractwol6gicos,
¿El paciente se considera "grandioso" en forma poco realista?, o
Les mgs bien obstinadamente pesimista?, ¿tiene pocos Iogros?, ¿por
que? L o s rasgos de caricter pasivo o masoquista entorpecen eI r e a s -
mo, favorecen el pesimismo y limitan los logros. La patología de
carácter masoquista y pas~o-dependienteocasiona desajustes en el
funcionamiento yoico de1 campo del dominio - competencia y limita
e1 potencia d f t i c o , mientras que algunos pacientes con mayorea
trastornos,aparentemente, pero con influenciapredominante de este
factor, pueden ser buenos candidatos para el anáiisis.
ADOLESCENCIA Y FUNCIONES YO ICAS

E1 desarrollo normativo del adolescente presupone las logros de


la latencia. Cuando esto no es asi se presentan fijaciones impulsivas e
inmadurez yoica. Al no tenerse los logros de la latencia en cuanto al
funcionamiento yoico, parece no haber una línea demarcatoria entre
Pa fantasía y Ia realidad, La capacidad del Yo para evaluar crítica-
mente al Ssa'f y al objeto se ve detenida; prácticamente no hay un
Y o auto- observados, y tanto e1 examen de la realidad como las rela-
ciones objetales muestran anomalías evolutivas, La consecutncia es
una adolescencia abortada, e Ia imposibilidad de obtener t l dominio
autónomo de Ias tensiones internas desequilibrantes y de utilizar
de manera selectiva e1 entorno social, en términos de adaptaciones
subhatorias e identificatorias. Bajo tales circunstancias, el adoles-
cente pierde interés en el aspecto socid y busca nuevas reIaciones
objetales; las nuevas ~ e l a c i o n ~entabladas
s dentro del p p o de amigos
muestran Ias características de simples sustituciones de obje.tos, en
lugar de ser relwos elaborados (BIos, 19811.
Por otra parte, la vida de1 individuo gira en toma de la alternan-
cia de movimientos progresivos y regresivos que se presentan a Io
largo de este periodo de crecimiento.
Blos (1981) lo visudiza como un segundo proceso de individuación
en que eI Self abandona sus víncuIos de dependencia infantil ya m-
Seriorizados. En la primera etapa de individuación, lo infantil, el pe-
queno adquiere una relativa independencia respecto de la presencia
fm'sica de su madre gracias a la interiorizacibn. Una vez que ha logrado
formar las imágenes de su entorno físico y emocional, su potencial
rnadurativo, tanto motor como sensorial y cognitivo, se lanza hacia
adelante en un estdlido de nuevas facultades. Mientras que, en la
segunda etapa de individuación de 1a adolescencia, lo que se busca es
la independencia respecto de los objetos infantiies interiorizados.
Nosotros añadimos que es también un momento en el que se va hacia
adelante y se coloca en primer pIano otra de las funciones yoicas, la
de dominio- competencia.
El cambio interior referente al abandono de los objetos infantiles
interiorizados se produce a través de Ia regresión normativa de la ado-
lescencia, que no es de naturaleza defensiva, sino que está al servicio
del desarrolIo (Blos, 1981). Por medio de esta regresión, el adoles-
cente entra en contacto con dependencias, angustias y necesidades
infantiIes pendientes, pero ahora con una dotaci6n yoica mucho mis
equipada y estable que en la infancia.
En efecto, el Yo durante esta etapa est6 lo suficientemente ligado
a la realidad como para no hundirse en la etapa indiferenciada o en la
psicosis. Todo depende de la capacidad de1 individuo para mantener
dentro de ciertos Iímites la regresión no defensiva propia de esta
edad, ya que cuando es defensiva, detiene su desarroUo y produce
la formación de síntomas. En este caso, el terapeuta se enfrenta a
un probIerna de diagnóstico diferencial en cuanto a la regresión.
Gracias a la regresibn se puede contmpIar una verdadera batda
entre lo preedipice y lo edípico, en la función yoica de relaciones de
objeto del adolescente. En la práctica, Ia estrategia de1 terapeuta oscila
constantemente entre las h b i t o s preedípico y edípico. Ix, preedí-
pico se evidencia con la cautela, la crítica y Ea suspicacia del paciente,
o en la expectativa de que el terapeuta le proporcione elementos para
mejorar su vida.
E1 terapeuta puede representar en la transferencia a la madre pre-
edípica idealizada, dando origen a un sentimiento de seguridad en eE
adoIescente. Sin embargo, la reanimación de la h a g e n maternal
representada por la persona de1 terapeuta, demanda una tarea suma-
mente delicada para la desidealización del objeto. El paciente nece-
sita ser expuesto en forma gradual y repetida a una desilusi6n con
respecto al Self y d objeto que lo Lleve a tolerar la imperfección, Io
cual se cumple primero en relación con el objeto y, posteriormente,
con el Self. Se trata de un proceso muy doloroso, aunque nomal para
el adolescente.
La función yoica de defensa se estudió ampliamente en el capitulo
referente aI funcionamiento defensivo en la adolescencia.
Las funcionen autónomas en general se ennientran bien conserva-
das en el adolescente, d grado de que si esto no ocurre, significa la
presencia de trastornos. El Yo del adolescente no tiene suficiente
autonomía interna, pues depende mucho de sus impuIsos internos; de
ahi el mimetismo típico del adolescente que tiende a confundirse con
su medio.
Ia furtcibn de regulación y contra1 de impuIsos y de afectos ocu-
pa también un primer plano en el adolescente, en el cual, tanto los
impuEsos como 10s afectos se ven fuertemente incrementados y mo-
vilizados mando esta función yoica es todavía deba aunque,con más
recursos que en Ea infancia. En la posadolescencia el juicio es pobre
y la función de síntesis se consolida.
P s t c ~ l o g i adel
Yo en l a adalescencia

El Yo del adoIescente rediza una ardua tarea: e1 resurgimiento


de las energías sexuales, Ia cual le impone el tener que dominar los
antiguas conflictos e integrarlos dentro de Ias funciones de la perso-
nalidad adulta (Benedek, 1979). El Yo debe hacer frente d impulso,
al mundo externo y a un derivado de1 medio ambiente que es el
Superyo (Blos, 197 5 ) . Al reintensificarse Ia sexualidad infantil un
Ello relatbamente fuerte confronta a un Yo mlutivamente débil
(A. Freud, 1971).
Para hacer frente a la pubertad y a,Ia adolescencia, el Yo requiere
de los logros de las etapas anteriores. Estos pueden esquematizarse de
la siguiente manera:

Etapa Logros esenciales

Infancia temprana Dominio del cuerpo


Latencia Dominio del ambiente
Adolescencia Dornin;o de las emociones

Los Iogros de la latencia constituyen Ias condiciones previas que


debe poseer en grado apreciable cI Yo, al principio de la adolescencia,
para desarrollar las cudidadcs y funciones específicas de csta etapa.
A continuaciOn se describen con m i s detalle los Iogros es~ncialcsdel
Y o en el periodo de latencja:

a ) Aumenta la catexis de los objetos internos (representaciones


de objeto y representaciones del Self) con Ia resultante auto-
matizñciln de algunas funciones del Yo.
6 ) Crece la resistencia de Ias funciones de1 Y o a la regresibn
58 A Y O EN LA ADOLESCENCIA
CAP. 3. P ~ I C O L O G ~DEL

(autonomía secundaria) y se presenta, en consecuencia, una


expansiiin de la esfera no conflictiva del Yo.
c ) Un Yo autocritico viene a complementar en forma creciente
Ias funciones del Superyo y la autoestima ya no depende del
ambiente.
d ) Se reduce el: uso expresivo de todo el cuerpo y aumenta Ta
capacidad de expresión verbal aislada de la actividad motriz.
e) El aprendizaje de actitudes y eI uso de1 pensamiento en los
procesos secundarios encaminados al control del ambiente
reducen la tensión.

Ahora bien, Ia característica instintiva específica de la adolescen-


cia, a 10 largo de la cuai el Y o desarrolla sus propias características, es
la mbordinación de las zonas erógenas a Ia primacía genital; o sea,lo
nuevo en la sexualidad adolescente es la elaboración del anteplacer.
En consecuencia, la pregenitdidad se ve relegada a un papel de inicia-
ción o preIudlo, más que de satisfacción completa o culminación.
Por otra parte, los intereses y las funciones del Yo se estratifican
en una jerarquía definida. Esto se traduce tn una manera particular
de? Y o para relacionarse con cl mundo exterior, con el Ello y con el
Superyo, basada en ese orden jerárquico dc intereses y actitudes que
viene a ser el carácter. EI carácter no adquiere su forma definitiva
sino hasta e1 término de la adoIesccncia.
E1 aspecto m i s importante del arreglo jerárquico de los intereses
de1 Y o ocurre en el k e a de los compromisos vocacionales, durante la
adolescencia tardía Este proceso de compromisos opera con decisión
igual en hombres que en mujeres; requiere en ambos e1 refinamiento
de dgunos intereses yoicos y la estratificación de otros. Cuando las
funciones del Yo que están implicadas en este proceso se sexuaiizan
-por ejemplo, cuando se vuelven una fuente de excitación exhibi-
c h i s t a , voyeurista y sadomasoquista-, su confiabilidad, utaidad y
estabilidad estarán severamente restringidas.
Es necesario considerar los puntos de fijación, pues el daño que
éstos pueden infligir al desarrollo progresivo es, muchas veces, menos-
preciado. En efecto, las funciones yoicas pueden voIverse inefectivas
en témilnos de sus supuestos pmpbsitos y metas.
b s h p d s o s instintivos y las funciones de1 Yo mhtienen una
influencia mutua y constante, cuyo rango normalmente se canaliza y
adquiere en la adolescencia tardía un juego mutuo fijo, armonioso
y con un patrbn definido. Los puntos de fijacibn provocan la reim-
plicaciiin de pautas de conducta y de actitudes que tuvieron su erigen
en distintas fases libidindes y que habian sido absorbidas 'aparente-
mente en rasgos no conflictivos.
La meta m& importante de Za adolescencia como un todo parece
ser el dotar a l individuo de estabilidad en 10s intereses del Yo y de
una diferenciación sexual asi como de una polarización que funcionan
como núcleo de1 sentido de identidad. La fase que cierra la adoles-
cencia se caracteriza por una actividad del Yo integrativa y adaptativa
m& bien que defensiva. Se acentúa el proceso total de consolidación
y la formación definitiva del Self como la alteracion característicamás
importante del: Yo en Ia adolescencia tardía y la posadolescencia.
Una serie de funciones del Yo no adquirirh la estabilidad y fijeza
de una estructura jerárquica sino hasta el final de la adolescencia De
hecho, Ia fase final está marcada por este I o p . El hcionamiento
yoico defensivo en Ia adolescencia seri estudiada con más amplitud
en otro capitulo.
Por otra parte, la organizaciOn definitiva del idea1 del Y a se logra
tardíamente, al declinar la etapa homosexual de la adolescencia tem-
prana. Si bien es cierto que a lo largo de la infancia se evidencian
los precursores del ideal del Yo, itainbien es cierto que se trata de una
modificación yoica ti'pica de este periodo. En efecto, el ideal del Yo
es una parte diferenciada del Yo, catectizada con la libido narcisista
y homosexual; asume un papel de guía similar d del Superyo, pero
difiere de éste en que es más personal y en la falta de tiranía no com-
prometedora y de crueldad primitiva. W origen del ideal del Y o se
encuentra en la supmcibn irreversible de la posicibn edipica negativa
(homosexual) durante la adolescencia temprana; en consecuencia, el
ided del Y o promueve la formacián de la identidad sexual y sirve
para estabilizarla. Las infracciones contra las demandas de1 Superyo
dan origen a sentimientos de culpa, temor a las represalias y al aban-
dono, y a una necesidad de expiación; en contraste, la negligencia de
las expectativas del ided del Yo deriva en un choque para el equilibrio
narcisista y en una contaminación del Yo con la ansiedad social,
Cuando el componente homosexual no ha sido transformado tn
una integraci6n del ideal del Yo, el proceso adolescente puede tener
un colapso bajo el impacto de una fijación sexual infantil. El ideal
del Y o desempeña un .papel importante en la resolución de las Iigas
born~sexualcsinfantiles,
EI ideai del Yo se apodera gradualmente de algunas funciones del
Snperyo durante la adolescencia, cüando la relación Yo-Superyo está
bajo una revisión radical, en decir, durante las fases en que se aflojan
las Iigas con objetos tempranos o en que ocurre el alejamiento dmi-
sivo del padre edípico, Ims clementes del Superyo se modifican de
este modo positiva o negativamente y se integran al ideal del Yo. Las
identificaciones de1 pcriodo adolescente desempeñan un importante
papel aI dar al ideai de1 Yo un contenido adicional y una direcciOn
específica, carecen por lo común, de la característica irracional del
Superyo y son, por definicibn, egosintónicas. Cualquier discrepancia
entre el ideal del Yo y la autorrepresentaciiin se percibe como una.
disminuciiin en la autoestima; este estado puede adquirir proporciones
intolerables.
Otro fenómeno característico de la adolescencia es que Ia prueba
de realidad se ve daniada ante el retiro de la catexis de objeto y su
desviación hacia el Se& ER este caso t i Yo toma al Self como objeto.
EI cambio libidind en direcci6n del Self conduce a un aumento en
el narcisismo secundario. El Yo, ante e1 retiro de la fibido objetal,
hace esfuerzos inflexibles por dctener el coIapso con la reaIidad. Kl
alejamiento del mundo externo con respecto a la inflaci6n narcisista
resultante, puede precipitar estados mentales de tipo psicbtico. Estas
estados, casi siempre trmsi tonos, disminuyen cuando Ia Iibido obje-
tal cs otra vez vertida hacia afuera, en nuevos objetos del mundo
exterior. La típica pregunta ";quién soy yo?" representa Ia expe-
riencia subjetiva de este cambio catéctico. La pérdida de1 sentido de
identidad que los adolescentes describen con frecuencia como senti-
mientos de despcrsonalizaci6n -"&te no soy yo", ' h o siento nadaw-,
sigue ai retiro de la catexis objetal. Este estado se agrava cuando la
separación emocional del padre representa el abandono de una fuerte
relación narcisista, de la cual dependía casi exclusivamente la regula-
ciiin y el mantenimiento del sentido de identidad. Asi, la ruptura de
una liga de objeto conduce, de manera inmitable, a una fragmenta-
ci6n o a una pérdida del sentida de identidad.
i a s actividades yojcas de esta fase del retiro de h libido tienen el
propósito de provcer, por autoestimuIación, ese sentimiento esencial
para eI mantenimiento de los límites de1 Yo y la preservacih de la
continuidad yoica. Estos sentimientos yoices elevados e s t b dirigidos
a contrarrestar el: empobrecimiento del Yo, que es causado por la
decatexis del mundo externo, o, m i s bien, por la decatexis de rcpre-
sentaciones de objeta en el Yo. Td estado de empobrecimiento del
Yo parece estar sujeto a fluctuaciones (cambios de humor) que re-
flejan los éxitos o los fracasos al afIojar las ligas de objeto infantiles.
El cambio rápido y Ia inestabilidad de los estados yoicos caracterizan
la fenomenologia de la adolescencia;en este periodo de1 desarrollo, la
falta de cambio y la inestabilidad no indican una debilidad o f r q -
mentacibn del Yo,sino más bien representan los intentos cid Y o por
salvaguardar la integridad, la cohcsividad y el contacto con la realidad.
El aspecto positivo de1 retiro dc Ia Hhido de1 mundo externo se
manifiesta en el "control interno" mediante el pensamiento, en los
estados experimentales de sentimiento y auto-observación y en los
cambios cattcticos del Yo en reIación con las representaciones de1
Self y del objeto. Todas éstas son etapas preparatorias para un c m -
bio decisivo hacia el mundo objetal, que ocurren antes de que e1
"control externo" se inicie. Las etapas preparatorias y anticipadas
de cambio interno aseguran mayores probabilidades de éxito en la
adaptacibn a la nueva realidad.
En la adolescencia tardía se pone a prueba la capacidad integra-
dora y sintética del Yo, pues se trata de una fase de consolidación
de la personalidad en t h i n o s de intereses yoicos fijados y preie-
renclales, así como de necesidades de amor dtamente personalizadas.
Esta función integradora implica un funcionamiento yoico promedio
en las demás funciones, y también un nive1 consistente y resistente a
Ea regresión (cfr. capítulo sobre las funciones yoicas). Estos esfuer-
zos integradores del Yo son transferidos a la posadoIescencia con el
objeto especifico de activar las ganancias internas sohre el medio
ambiente. A su vez, tales procesos yoicos integradores y adaptativos
absorben gran parte de la energía psíquica. La síntesis del Yo, al final
de la adolescencia, incorpora remanentes traumáticos no resueltos en
la infancia temprana; estos remanentes son dinámicamente activos y
proveen a su vez de una fuerza irnpulsnra determinante -compulsión
de repetición - que se hace aparente en la conducta vital. Asimismo,
dichos procesos yoicos se experimentan subjetivamente como la con-
ciencia de una existencia significativa y llena de propbsitos.
Al final de Ia adolescencia la consolidación se acompaña de repre-
siones que producen un estado de amnesia reminiscente de los princi-
pios del periodo de latencia. Sin embargo, hay una diferencia esencial
cntre ambos: al final de la infancia temprana, los recuerdos son más
cercanos a las emociones experimentadas, y los hechos son profunda-
mente reprimidos. Por el contrario, al fmal de la adolescencia los re-
cuerdos contienen detalles precisos de los hechos, pero las emociones
experimentadas son reprimidas. Así, la reconstrucción de la vida
emocional adolescente merece mayor atención de la que se le da.
En la adolescencia tardía se da un cambio mditativo muy impor-
tante en e1 Sel' Para Grinker (19571, e1 Self es un proceso supra-
ordenado; su función es la intepcibn de los subsistemas; incluye
gran cantidad de idei~tificacioncs que constituyen el Yo, el ideal
del Yo, el Superyo y Ia organización de la conducta de acuerdo
con papeles sociales accesihIes. Para Jwobson (1954), el término
Self refleja e1 estado y las caracterlsticas, las potencialidades y las
capacidades, Ias ventajas y les límites de nuestro Yo corporal y
mental; por un lado, de nuestra apariencia, nueska anatomía y nues-
tra fisiología; por otro lado, de nuestros sentimientos conscientes y
preconsciences, así como de nuestros deseos, impulsos y actitudes
y de nuestras actividades físicas y mentales.
E1 cambio cualitativo que se produce en el Sslf del adolescente
está en el hecho de que se constituye en un principio organizador de
un nuevo orden. Mejora la prueba de realidad y se da una autoeva-
luacibn más realista como base de1 pensamiento y de Ia acción. Para
ello, el adolescente debe reconocer su Self emociod, intelectual,
social y sexual, pero también debe renunciar a la megalomanía infan-
til y a los poderes mágicos.
Se trata, por tanto, de un proceso de objetivación progresiva. Si
este proceso fdIa, puede presentarse el fenómeno de identidad taegu-
tiva descrito por Erikson (19561, Por consigciiente, al final de la ado-
lescencia las representaciones del Self y objetaies adquieren límites
h e s , es decir, resisten los cambios catédcos. Resulta efectiva la
constancia de la autoestima y sus controles internos regulatorios
(Superyo e ideal del Yo).
La formación del Self al final de la adolescencia permite al indi-
viduo la persecución independiente de 10s intereses yoicos y la segu-
ridad de una descarga tensiond dirigida hacia 10s objetos. Igualmente
pone d individuo frente a sus limitaciones reales y frente a la reali-
zación en él de Ia condición humana
Funcionamiento
defensivo en l a addescencta
El estudio y el d i s i s de las operaciones defensivas del paciente
se proponeobtener una mejor comprensión de éste y ayudarlo en for.
rna más eftctiva El paciente adolescente puede resunir a Ias optra-
ciones defensivas que =gen en cualquier persona para protegerse
de las situaciones que le producen angustia, pero tambitn puede
mostrar ciertas defensas especificas, que el anaiista debe conocer y
comprender como características propias de ha adolescencia, dt
tal modo que pueda hacerse una diferenciaci6.n diagnóstica entre
las defensas normales y las que no lo son, y, aI mismo tiempo, un
mejor manejo técnico del caso. En el paciente adolescente, las situa-
ciones de angustia que movilizan las operaciones defensivas son tam-
bién específicas de cada etapa de m proceso de desarrollo. Esto
también permite al terapeuta reconocer, en primer lugar, la etapa en
fa que se desenvuelve el adoIescente y, en segundo lugar, el tipo de
operaciones defensivas que se ven movilizadas por esa angustia esge-
cifica en el caso que tiene ante si. Par tanto, consideramos que el
reconocimiento de las angustias y de las operaciones defensivas pro-
pias de cada paciente habilitara al terapeuta para un mejor manejo
técnico de cada caso. En efecto, el terapeuta de adolescentes apro-
vecha todos los conocimientos y recursos técnicos aplicables a la
adolescencia, sin que le importe tanto qué autor psicoanalítico los
aporta.

CONCEPTO DE DEFENSA Y DE
OPERACIONES DEFENSIVAS
De acuerdo con Freud {1926), por lo general denominamos de-
fmas a las técnicas que ataiza el Yo en los conflictos eventualmente
susceptibles de conducir a la neurosis. E1 Yo puede utilizar con fines
defensivos todo lo que esté a su aicance, cudquier actitud o percep-
ción, un cambio en la atención, Ia anteposición de otro impulsa del
Ello que sea más seguro que peligroso y que compita con 61, un
intento vigoroso de neutralizar la energía de1 impulso, la formación
de identificaciones o la ejercitación de la fantasía, todo lo cual puede
utilinaise con fines defeneivoa, aisladamente o en combinación (Bren-
ner, 1973).
A. Freud (1956) denominó mecanismos de defensa a ciertos pro-
cesos del Yo que tienen que ver originaimente con las defensas de1
Yo en contra de1 EUo. Esta autora propone diez métodos diferentes
que el Yo aplica en sus conflictos con los representantes del instinto
y del afecto. Dichos mdtodos son:

Represibn.
* Regresi6n.
Formación reactiva.
Aislamiento,
r Anulación.
ProyecciOn.
Introyección.
VueIta contra simismo.
a Transformación en lo contrario.
SubIimación o desplazamiento del objeto instintivo.

Ei adolescente, en especial, dispone de owas maniobras defen-


sivas, relativamente características, que A. Freud (1936)denomina
Ascetismo e Intelectuakizac%On. Blos ( 197 5) aiiadc sus M e c a n h o s
estabiIizudores. De todos elloa habfarerntjs más adelante.
El propósito de estos mecanismcs es la protcccií~ndel Yo contra
las exigencias de Ios instintos y en contra dc los afectos. Idosmotivos
por los cuales la irrupción del instinto se pcrcibe como algo peIigroso
para el Yo, ya que determina la movilización defensiva de éste, varían
de un i n d ~ d u oa otro.

MOTIVOS QUE MOVILIZAN LAS


OPERACIONES DEFENSIVAS DEL YO

Los mnflictos considerados por Freud (1926) como "eventual-


mente susceptibles de conducir a la neurosis", y que impulsan al Yo a
utilizar maniobras defensivas, son conflictos origmados por una ten-
dencia quc pugna por hallar descarga y otra tendencia que trata de
evitarla. Es decir, el conflicto susceptible de llevar a la neurosis
tiene lugar entre el Ello -tendencia a la descarga- y el Yo -tenden-
cia que trata de evitar esa descarga- ¿Qué es lo que impulsa al Yo a
oponerse a la descarga?
Esta oposición parece poco razonable si tomamos en cuenta que
el Yo se origina en el Ello, y que la relación que establece con la reali-
dad está primordialmente al servicio del Ello. Debería esperarse, por
consiguiente, que en caso de presentarse un conflicto entre los deseos
del Ello y la realidad del medio, el Yo se uniera en forma sustancial al
Ello. Pero esto no sucede así. En efecto, el Yo puede incluso opo-
nerse a la descarga de las energías impulsivas del Ello.
Por una parte, sabemos que la intensidad de la tendencia a la des-
carga depende no sólo de la naturaleza del estímulo, sino también, y
más aún, del estado fisicoquímico del organismo (como ocurre en
la adolescencia). Por otra parte, hay varios procesos de importancia
en la formación y funcionamiento del Yo que contribuyen de modo
significativo al proceso de disminución de la energía psíquica del Ello
y al aumento de la del Yo (Brenner, 1973). Como es el caso de la
neutralización de la energía instintiva que reduce las energías libidi-
nales y agresivas del Ello y aumenta la energia a disposición del Yo.
Otro proceso psíquico que desplaza energia del Ello hacia el Yo es
la identificación. Un proceso que debilita las exigencias del Ello
es el de la gratificación por fantaszás. Todo esto actúa a favor de la
parte que trata de evitar la descarga en la situación de conflicto sus-
ceptible de conducir a la neurosis.
Pero la característica decisiva, que es la verdadera responsable de
la capacidad del Yo para oponerse y dominar los impulsos del Ello,
es la tendencia humana a generar angustia bajo ciertas circunstancias.
El tema de la angustia se encuentra muy entrelazado con otro, el del
principio del placer. Freud (1911) afirma que la mente se rige de
acuerdo con el principio del placer, es decir, que tiende a obrar en
forma tal que se alcance el placer y se evite el displacer. Al inicio
de la vida, esta tendencia es imperiosa e inmediata, y el individuo
va adquiriendo la capacidad de posponer el logro del placer.
Este mismo concepto, pero en términos de proceso primario,
puede enunciarse de la siguiente manera: un aumento en catexias
móviles no descargadas dentro del aparato psíquico produce displa-
cer; mientras que la descarga 'de tales catexias lleva a una sensación de
placer. Y, todavía en forma más simple, aunque con menos preci-
sión, puede decirse que un aumento de la tensión psíquica produce
displacer, mientras que una disminución de la misma produce placer.
Volviendo ahora al tema de la angustia, recordemos al respecto
que la teoría original de Freud (1895) consideraba a la angustia como
66 CAP. 4. FUNCIONAMfENTO DEFENSFVO EN L b ADOLESCENCIA

el resuItado de la paraIizaciÓn y la descarga inadecuada de la Iibido.


Posteriormente, Freud (1926) consideró que la angustia tenia una
base biol0gica heredada; o sea, que el organismo estaba dotado en
foma congénita de la capacidad de reaccionar con esas manifesta-
ciones psicológicas y fisicas que denominamos angustia, Para él, la
angustia tenia valor de sobrevivencia; dejó de lado la idea de que la li-
bido no 1iberada se transformaba en angustia y relacionó la aparición
de esta con lo que 61 denominó situaciones t~~umdticas o situaciones
de peligro. Definió las situaciones traumaticas como aquellas en las
que la psique queda abrumada por el influjo de estímuIos demasiado
grandes como para dorninarIos o descargarloa. En un caso así, la
angustia se desmolla en forma automdtica. Las condiciones traumá-
ticas de una situación son fácilmente logradas, sobre todo en la pri-
mera infancia, cuando el Y o ts aún débil e incapaz de postergar su
gratificación mediante la retención de sus deseos impulsivos, lo que
lo conduce fácilmente a verse abrumado por la racnimulación de esti-
mulos. El no poder dominar ni descargar dichos estímulos genera
angustia. El flujo de estímulos que provocan este tipo primitivo y
automático de angustia es de origen interno. Especificamente, surge
de la actuación de los impulsos, esto es, de1 Ello. Cuando los tstimu-
los que generan la situaci6n traumática eran de origen externo, Freud
(1926) wgeria la posibiIidad de la participación de las capas más pro-
fundas de Ia personalidad.
Si e1 individuo aprende a anticipar o a prever la llegada de una
situacion traurnática y aprende a reaccionar ante ella con angustia,
antes de que la situación se vuelva traumática, entonces se presenta
lo que Freud denomina m g u s ~ de dmma y situación de pelipo. La
angustia de a l m a es producida por el Yo y tiene como función mo-
vilizar Ias fuerzas a su disposición para enfrentar o evitar Ia situación
traumática inminente. Es generada por el Yo como un aviso o señal
de peligro, para 10 cual utiliza por lo menos dos tipos de funciones;
las que le sirven para reconocer el peligro (percepción sensorial, me-
moria, tipo de pensamiento), y las que Ie sirven para reaccionar ante
el peligro, que se aprecian como angustia.
Si el Yo reconoce una situacibn de peligro y reacciona a ella me-
diante una angustia de darma, entonces interviene el principio d d
pIacer. La angustia de a l m a es desagradable y, cuanto más intensa
es, mayor es el displacer. E1 displacer es el que pone en acción en
forma automática d todopoderoso principio del placer (como lo
denominó Freud). La manera de obrar del principio del placer da al
Yo la fuerza necesaria para dominar Ia emergencia o la acci6n conti-
nuada de cualquier impulso del Ello que pueda estar dando origen a
una situacihn de peligro.
Ahora bien, existen varias situaciones caracteristicas de peiigro
para el infante que persisten en mayor o menor grado, consciente o
inconscientemente, durante toda la vida. Freud enumeró Ias siguien-
tes:

la separación de una persona importante para eI niño (la ma-


dre), denominadapérdida del o bje tu amado ;
la pérdida del amor por parte de Ia persona de la cual depende
e1 niño para su gratificación, denominada pérdida del amor
del objeto ;
c ) la castración en el niño; y alguna lesión genitd análoga, en Ia
niña, y
d ) Ia culpa, la desaprobación y e1 castigo por parte del Superyo.

A. Freud (1936) describe, tres tipos de angustia:

a) La angustia del Yo frente al Superyo. Ocurre cuando el deseo


instintivo, prohibido por un Superyo severo, Iucha por intro-
ducirse en la conciencia y conseguir su gratificación con la
ayuda de1 Yo. En este caso, el Yo teme al instinto porque
teme al Superyo.
b ) La angustia real u objetiva del Yo. En este caso, el Yo teme al
instinto porque teme a1 mundo exterior; su defensa instintiva
se debe a la presi6n ejercida por la angustia ante el mundo
externo. Es una angustia red u objetiva, también llamada
angustia de castracidn.
c ) La angustia del Yo frente a la fuerza del instinto. En este
caso el Yo teme ser dominado y destruido por el instinto. Esta
angustia de1 Yo ante la fuerza instintiva no opera sino como las
anteriores, o sea, como angustia ante el Superyo o como an-
gustia objetiva.

L o s mismos motivos que modizan las defensas del Yo contra los


instintos, las movilizan contra los afectos. En dondequiera que se
defienda el Yo contra los impulsos instintivos por alguno de los mo-
tivos mencionados, estará obligado a guardarse también de los afectos
que acompañan a l proceso instintivo.
Poco importa la naturaleza de 10s afectos en cuestión. E1 afecto
puede ser agradable, doIoroso o amenazador con respecto al Yo. Pero
esto es indiferente, pues el Yo nunca 10 experimentará taI cud es.
Cuando el afecto se vincula con un proceso instintivo prohibido, es
suficiente para que e1 Yo adopte una postura defensiva en contra de
El. Los motivos para la defensa afectiva provienen de los combates
68 CAP. 4. FUNCiONAMiENTQ DEFENSIVO EN LA ADOLESCENCIA

entre el Yo y el instinto. Hay que tomar en cuenta que, aunque e1


Y o na tuviera motivo para rechazar la satisfacción de1 instinto, po-
dria, sin embargo, rechazar el afecto concomitante a &te en el caso
de que el afecto resultante fuese doloroso; o sea que, de acuerdo
con d principio del placer, el Y o aceptará con gozo el afecto placen-
tero y se defenderá contra el doIor. De esto resdta que el Y o se vuelve
más dispuesto a defenderse contra los afectos asociados con impulsos
prohibidos cuya resultante afectiva es, además, penosa, como l a nos-
talgia y el duelo. Por tanto, sabemos que Ia angustia de Yo ante algo
es lo que hace que el Y o movilice sus maniobras defensivas. Durante
la adolescencia, el Yo lucha'por preservar su propia existencia inmu-
table, y se halla impelido, por igual, tanto por la angustia real u
objetiva, como por la angustia de conciencia. El Y o del adoIescentt
emplea indistintamente todos los mCtodos de defensa, inclusive aque-
Uos a los que nunca recurrió en su infancia ni durante el periodo de
IatenGia
Ahora bien, la pauta de reacción que utiliza el Y o ante los peli-
gros internos se ve modelada por experiencias tempranas que provie-
nen del medio ambiente; es decir, todo proceso defensivo tuvo alguna
vez una función adaptativa ante lac exigencias externas. En cualquier
crisis el Yo recurre a medidas de emergencia dirigidas principalmente
hacia la proteccion de su función bkica: el mantenimiento de la
cohesión psíquica y el contacto con la realidad, La situación del
adoIescente requiere de medidas extremas para evitar el trauma o Ia
desintegraci8n. El gasto de energía es máximo, y se reducen a l mí-
nimo los procesos adaptativos en favor de operaciones defensivas que
agotan la energía móvil del Yo.
Todas estos peligros persisten durante toda la vida, por lo menos
en cierto p d o , y la importancia relativa de cada peligro varía de una
persona a otra. Es de gran importancia práctica en el trabajo clínico
con el adoIescente, saber cuiI es su temor inconsciente principal,
Es de interés recordar que, en el caso de los adolescentes, estos
temores pueden revestir formas características de cada etapa:

a) En la preaddescencia, el retorno a la pregenitalidad se vueIve


una situación de peligro que genera mgustia. Se le puede con-
siderar como una angustia de castración.
b ) En la adolescencia temprana, la anpstia homosexud frente a
la bisexudidad puede conducir a tendencias defensivas.
c) En la adolescencia propiamente dicha, la angustia surge ante
la falta de identidad y la confusión.
d ) En la adolescencia tardía: la angustia se presenta ante los pro-
blemas vocaciondes y ante la necesidad de establecer una
tos MECANISMOS DE DEFENSA T~PICOS 69
nueva jerarquía de valores que resulte más congruente con
ellos mismos.
e ) En h posadolescencia, la angustia surge ante lo que vaya en
contra de su autoestima.

Estas fuentes internas de peligro que se presentan durante la ado-


lescencia, representan variantes de las situaciones básicas; por un Iado
el empobrecimiento del Yo, y por otro, la angustia del Y o frente a la
fuerza del instinto que se ve renovado por el movimiento progresivo
de la libido hacia Ia heterosexualidad.
Cuando el Yo se opone al surgimiento de un impulso del Eilo, lo
hace porque considera que la liberación de dicho impulso crearia una
situación de peligro y produciria la ansiedad como señal de peligro, al
obtener la ayuda del principio de1 placer. De este modo se vuelve
capaz de ofrecer una resistencia exitosa a la salida de los impulsos
peligrosos.

LOS MECANISMOS DE
DEFENSA T~PICOS

Una vez enumeradas las situaciones evocadoras de la angustia,


propias de la adolescencia, describiremos a continuación la gama
de operaciones defensivas, propias también de la adolescencia. Todas
esas medidas defensivas son, por lo general, medidas de emergencia
qlle desaparecen cuando el Y o gana fuerza al unirse con el movimien-
to progresivo de la libido hacia la heterosexudidad, a medida que la
ansiedad y la culpa disminuyen a través de cambios catécticos inter-
nos. Están compuestas, por 10 general, de procesos divergentes, y no
son entidades dinámicas. Al verlas en su destino fin& vemos que se
separan en componentes distintos que sirven a funciones diferentes:
defensivas, adaptativas y restitutivas. Los procesos restitutivos bus-
can arreglar e1 daño intrapsiquico producido en la integridad del Yo
(cohesión y continuidad) por la descatexis de los objetos primarios.
Se trata de esfuerzos para contrarrestar el empobrecimiento yoico y
su débiI sostén en la redidad.
La función adaptativa ocurre cuando las operaciones defensivas
farman parte del desarrollo normal y operan en la esfera no conflic-
tiva del Yo. Precisamente por tener esta triple composición: defen-
siva, sestitutiva y adaptativa, P. Blos ( 1975) prefiere denominarlas
Mecanismos de estabiii%aciÓn, que son creaciones temporales del Y o
para salvaguardar su integridad. Su finalidad es mantener las tensio-
nes dentro de límites manejables.
1. La repxesi0n. El mecanismo defensivo denominado represión
es el primero en aparecer en Ia Iiteraturapsicoanalítica (Freud, 1 915).
Consiste en una actividad del Yo que deja de la conciencia el impuIso
no deseado por el Ello, o por cualquiera de sus divisiones, ya s e a n
recuerdos, emociones, deseos o fantasias (Brenner, 1973). Por una
parte, el material reprimido contida car@ndose con cierta catexis
que presiona en forma constante en busca de satisfaccibn, y, por otra
parte, e1 Yo mantiene la represión mediante el gasto constante de una
porci0n de la energía psíquica a su disposición. Esita energía se deno-
mina contracatexis, pues tiene Ea función de oponerse a la catexis con
que está cargado el material reprimido. En algunas ocasiones esta
contracatexis puede sufrir un debilitamiento y e1 material reprimido
tiende a aflorar en la conciencia y en Ia acción. Se dice que f d a Ia
represión. Esta tambikn ocurre ante un incremento de la catexis de
los impulsos no acompaiiado de un incremento en la contracatexis.
2. Las identificaciones primitivas temporales y a d a p t a h . Éstas
muestran Ia tendencia del adolescente a considerar a las pmsonas en
una presunta relación con él mismo, dotándolas de cualidades con las
que intenta ejercitar sus necesidades libidinales y agresivas. Estas re-
laciones carecen de una calidad genuina y constituyen experiencias
creadas con el propósito de dedigane de objetos tempranas de amor.
Estas identificaciones pueden entenderse como un fenómeno de res-
titucibn que previene una regresión libidid total d narcisismo, o
sea, enriquecen al Yo empobrecida mediante la asimilación del obje-
to: se sobrevalora aI amigo para gratificar necesidades narcisistas y
se juega, además, con pequeñas cantidades de Iibido de objeto. Este
componente que refuerza d Yo representa el aspecto del proceso
total que se podría llamar adaptativo, pues funciona de acuerdo con
un desarrouo progresivo (A. Freud. 1936; Blos, 1975).
3. Ia in~le&iza&0n. Es la tendencia a vincular los procesos
instintivos con los contenidos ideacionales y hacerIos accesibles a Ia
conciencia y sujetos a controI. Favorece el conocimiento activo y
permite la descarga de agresión en forma desplazada (A. Freud, 1936).
Su carkter adaptativo aparece cuando el desplazamiento adquiere el
estatus de un interés yoico, esto es, mando la actividad inteIectuaI se
desliga de su involucraci6n instintiva (Blos, 1975).
4. La repetición de una acción, pensamiento*emoción o afecto.
Ésta puede servir d adolescente para establecer familiaridad o tole-
rancia c m enos. Resulta un método especidrnente efectivo si Ia
dosificación cualitativa y cuantitativa de la descarga de impulso nue-
vo se regula y se mantiene dentro de limites tolerables. De este
modo, la repetición es otro mecanismo de estabilización para domi-
nar la tensión instintiva (Blos, 1975).
5 . El conformismo o unifudsmo, Se muestra en la tendencia
del adolescente a aceptar un c66igo de comportamiento, en forma tal
que le permite divorciar los sentimientos de la acción en la lucha del
Yo en contra de los impulsos y en contra de las ataduras infantiles
de objeto. Ia motivaciOn para el conformismo es Ia de ser igual en
la conducta externa con 10s demás, esto es, llenar los requisitos de la
norma de un grupo. El unifomismo es un fenómeno que protege
al individuo de la ansiedad proveniente de cualquier lado. Implica
otros mecanismos de defensa, como identificraciún, negación y d a -
miento. Puede presentar también una cualidad contrafóbica (BIos,
1975).
6, El ascetismo. Consiste en oponer al incremento y aqremio
de los deseos las prohibiciones m&- estrictas. Su punto de partida
está en centros instintivos sujetos a prohibición especial, como las
fantasías incestuosas del periodo prepuberal o el incremento h s -
tintivo expresado en actividades onanísticas corporafts en las que
tales impulsos y deseos encuentran su descarga. Este mecanismo
muestra una peIigrosa tendencia a generalizarse: empieza con deseos
instintivos propiamente dichos y se extiende luego a las necesidades
físicas cotidianas, como la de protegerse contra e1 Erío (A. Fseud,
1936).
7. la fan-ia y la seudologk Pueden s e r operaciones defensivas
importantes en el proceso adolescente de la mujer (H.Deutsch,
1944). Bajo ciertas condiciones, Fa fantasía es experimentada como
realidad. Za adolescente toma su fantasía por realidad para renunciar
a una realidad que considera más peligrosa.
La fantasía y los sueños diurnos ayudan al adolescente a contra-
rrestar la regresión narcisista, En la fantasía, Ia ideación relacionada
con el objeto y la aguda percepción de 10s impulsos instintivos permi-
ten al adoIesccnte implernentar los cambios catécticos como ensayos,
y le ayudan a asimilar en pequeñas dosis las experiencias afectivas
hacia las que se esti moviendo su desarrollo progresivo (Blos, 1975).
8. Los mecanismos compensatorios. Para m s e n e r el balance
narcisista cuando hay defectos mentales o físicas, pueden estimular
la proliferaci8n, frecuentemente forzada, de dotes especiales y com-
pensan Ia declinación amenazante de: la autoestima (Blos, 1975).
9. La tendencia del adolescente a h acción. Km protege contra
el temor a la pasividad, en términos de receptividad y sumisión hfm-
ti1 ( B b s , 1975).
10. El negativismo de1 adolescente. Es una operacibn defensiva
contra Ia rendición emocional y la pérdida del sentido de identidad
(A. Freud, 1951).
La referencia
Tanto en la práctica privada de la psicoterapia como en el ejes-
cicio instituciond, con frecuencia nos encontramos ante dificultadts
técnicas que se deben resolver para que el paciente se beneficie y el
psicottrapeuta realice su trabajo profesional can solvencia. Si un
adolescente asiste, ya sea de manera voluntaria u obligatoria, a la
psicoterapia es porque en realidad posee, o al menos se cree que lo
tiene, un md funtionamiento de alguna de las k a s en las que se des-
envuelve y porque, consciente o inconscientemente, ésto le produce
un padecimiento emocional, a E l y/o a quienes lo rodean, por lo que
necesita ser aliviado por el psicoterapwta, que es a quien se pide ayu-
da en esa situación. Muchos de esos padecimientos emocionales son
sentidos por quien 10s padece como más intoIeratiIes que los Eisicos, y
como más irsesolubIes, pues no se conoce el rigen de procedencia
por parte de quien las experimenta. Así, muchas veces encontsamoa
a pacientes que llegan desesperados a solicitar consu1ta con la espe-
ranza de recibir ayuda para liberarse de esa angustia. Debido a tal
situaci0n, se vueIve muy importante la precisión en la ayuda psico-
terapdutica que se va a dar. M u d a s veces son situaciones críticas, en
las que sÓIo existen dos opciones, o se acierta, o ese paciente vivirá
con una profunda ansiedad toda su vida, e incluso podri llegar al
suicidio. Dar una ayuda certera se convierte en. un imperativo. Es
frecuente que no se dé la debida importancia al cOmo y al quidn se
refiere. Nos da la saz611e1 hecho de que se ha escrito poco sobre el
tema. Aquí pondremos especid énfasis sobre el tema, dandole la
importancia que tiene. El futuro de un tratamiento, y tal vez el fu-
turo de una persona, se empieza a fraguar desde la referencia.
Las buenas referencias permiten ayudar a1 adolescente a resolver
su conflictiva, tranquilizan a m familia y ayudan ai propio analista a
LA REFERENCIA 73

ejercer, libre de presiones y de fantasías comprometedoras, su labor


psicoterapéutica. Hacer una buena referencia es mandar al paciente
con el terapeuta que lo puede ayudar. Después de una encuesta en-
tre psicoterapeutas de adolescentes, encontramos que la mayoría
de los preadolescentes, adolescentes tempranos y algunos adolescen-
tes propiamente tales son llevados a consulta por sus padres y en
especial por la madre. En segundo lugar, 10s adoIescentes son refe-
ridos por otros colegas y por las escuelas en las que estudian. Los
preadolescentes, los adolescentes tempranos y los propiamente ado-
lescentes, son llevados por sus padres porque éstos tienen m u y poca
información acerca de su problemática y de quién los puede ayudar.
Los adolescentes tardios y 10s posadolescentes ya tienen mis con-
ciencia de sus padecimientos, y también mayor información acerca
del tipo de profesionistas a los que es posible dirigirse para resolver
su conflictiva; por tanto, ya asisten por su propia cuenta.
Los programas psicoprofilácticos en las escuelas secundarias y
preparatorias dirigidos a padres de familia son de mucha ayuda para
detectar problemas en los adolescentes. Se orienta a los adultos
para que refieran a sus hijos lo más pronto posible a tratamiento,
puesto que cuanto más jóvenes lleguen, más posible será poderles
proporcionar una ayuda más rápida y eficaz.
Nuestro medio social en general se muestra muy preocupado por
el adolescente: por Ia drogadicción y por la delincuencia en primer
lugar, y por problemas de índole emocional en segundo témino.
Sin embargo, se tiene una concepción ideolCigica de Ia salud mental
y física del adolescente. En ese sentido nuestra cultura quiere apro-
vechar esta época de la vida, todavía muy flexible, para cultivar valo-
res, capacidades y conceptos de bienestar para el futuro aduIto.
Desde el momento en que un adolescente es referido y llega al
consultorio de un psicoterapeuta, ya es responsabilidad de éste deci-
dir si es una persona que necesite de tratamiento psicoandítico. Una
de las tareas inmediatas que el psicoterapeuta debe realizar es e1 diag-
nóstico sobre la analizabilidad de su futuro paciente, ya que no todos
los adolescentes responden adecuadamente al tratamiento psicoandí-
tico. En tal caso, tienen que referirse a un consejero psicológico, a
algún curso que les informe sobre este tratamiento o a algún otro
tipo de psicoterapia.
La terapia psicoanalítica es un sistema que demanda cierto grado
de inteligencia y permite el entendimiento de las relaciones de causa-
efecto. Un adolescente incapaz de trab?jar en alianza o, como diría
Erikson (19591, que no tenga un cierto grado de confianza básica,
dado que el tratamiento psicoanalítico es largo (muchas veces menos
Iargo que en neuróticos adultos, pero siempre más largo que otro tipo
74 CAP. 5. LA REFERENCIA

de psicoterapias), necesita adquirir esa aptitud para poder luchar


junto con el terapeuta contra su problema. Es también indispen-
sable detectar cierta capacidad de imght, Esta capacidad na debe
ser confundida con el ascetismo por el cual puede atravesar el adoles-
cente, pues ya sabemos que éste es un mecanismo de defensa al cual
el. adolescente recurre con cierta frecuencia. La capacidad d e inslgh t
implica la capacidad de ver hacia adentro, de establecer relaciones de
causa-efecto y de lograr un cambio: no es el simple hecha de ver
hacia adentro.
En ciertos adolescentes es fácil hacer un diapbstico clínico y
psicodinhico, pero en otros resulta difíciI. Mas en este primer paso
no nos interesa tanto e l diagnóstico clínico y psicodinhnico como e1
diagnbstico de andizabilidad. No interesa mucho si es un adolescen-
te que simplemente puede estar atrwesando una crisis de adaptación
propia de su edad y que, dada su situación, sigue caminos que resul-
tan ser psicopatológicos para su edad, o si el adoIescente es claramente
neurótico, o bien si hay necesidad de internarlo porque ya surgió una
psicosis franca. Lo que nos interesa por ahora es estar seguros de que
el paciente va a resultar beneficiado por un sistema de psicoterapia
p sicoanalitica.
Es responsabilidad de cada psiicotesapeuta e1 tratar a pacientes
neuróticos, psicóticos ambulantes, sociópata, etc. Lo importante
en este paso es que e1 andista esté seguro de que ese adoIescente, con
todo y Iapsicopatología que padece, csti preparado para responder al
tratamiento psicoanal ítico.
Una vez que se ha determinado que el paciente tiene suficiente
inteligencia y capacidad de alianza e insight es tiempo para decidir
si la persona que lo está entrevistando es la persona adecuada para
tomar10 en tratamiento. La decisión de tornarlo se rediza en general
se* las necesidades del paciente, en primer lugar, y las del psico-
terapeuta, en segundo. Desde que se entra en contacto con ese pa-
ciente, la sensación contratransferencia1 es uno de los criterios; más
importantes que pone en juego un analista para decidir atender a
un deteminado adolescente. En genesaI, la sensación de simpatía,
ernpatia, y sobre todo una clara percepción de la contratransferen-
cia pasitiva, son buenos indicadores para decidir responsabilizarse
del tratamiento de un adolescente. Si de inmediato se percibe una
contratransferencia hostil, negativa, ya hacia d adolescente, ya hacia
uno de sus progenitores o hacia algunos de los objetos del paciente,
es obvia que éste tiene que ser referido a un colega. Algunas contra-
transferencias negativas son susceptibles de resolverse positivamente.
Entonces, entra en juego la experiencia del psicoterapeuta, para saber
si en otros casos parecidos ha logrado, después de sentir Ia contra-
LA REFERENCIA 75

transferencia negativa específica hacia esos pacientes, superarla y


ponerla en beneficio de los mismos. Los adoIescentes que remueven
en el psicoterapeuta puntos de conflicto o de fijación no resueltos
para él, no debieran ser atendidos por ese psicoterapeuta. Incluso
dentro del proceso de regresibn controlada en que el psicoterapeuta
se encuentra inmerso, debe tenerse conciencia de que éste no va a m-
frir más ansiedad que la tolerable, dado que Ia regresión que va a
promover un determinado adolescente va a provocar en e1 analista
una regresión dolorosa. Debe tomarse en cuenta la transferencia ne-
gativa, pues se necesita diagnosticar si Esta es resoluble con el tera-
peuta que atiende el caso o no.
Además de Ia contratransferencia, el psicoterapeuta revisa sus
tiempos disponibles: su tiempo físico real, y su tiempo libidinal. Los
adolescentes, cuanto más jóvenes son, en generd, demandan más
tiempo red y libidinal que muchos otros pacientes. Además de Ia
disponibilidad emociona1 del terapeuta, este puede atender a alguna
otra necesidad especifica propia que necesita ser satisfecha para po-
der atender al adolescente con el debido profesiondisrno.
Si el adolescente es analizable, queda por hacer otro escrutinio:
el de si es más conveniente para éI ser tratado en psicoterapia indivi-
duaI o en psicoterapia de grupo. Para que un adolescente pueda ser
referido a una psicoterapia grupd, es muy conveniente tener un mí-
nimo de precauciones, de manera que esa psicoterapia gmpd resulte
ser lo iiptimo para él.
Muchos psicoterapeutas y algunas instituciones, antes de hacer
cudquier referencia o aceptar a una persona en psicoterapia de TU-
po, la envían a que se le practique un estudio radiológico o ellos
mismos lo hacen. Dependiendo de los resultados, hacen la referencia
o introducen a Ia persona en un grupo determinado. Generahente
se aplican pruebas de inteligencia, aptitudes e intereses, pruebas pro-
yectivas y cuestionarios de la personalidad. Se puede 1Iegar a aplicar
pruebas de valores o cualquier otra prueba para medir algún aspecto
que se desee, como la tolerancia a Ia frustración, el grado de ansie-
dad, el grado de agresividad, etc.
Después de conocer d adolescente a través de una batería de
pruebas o de entrevistas, puede determinarse si debe o no ingresar a
un grupo. Este ingreso puede depender de la edad. En la preadoles-
cencia y adolescencia temprana es conveniente que las edades de Ios
miembros del grupo, oscilen sÓIo en 2 años. En cada etapa de la
adolescencia los conflictos tienen caracteristicas y defensas partia-
lares, ya descritas en el capítulo 2. Por esta raz8n es conveniente que
los grupos sean cronoIógicamente homogéneos.
En la adolescencia, posadolescencia y adolescencia tardía, las
edades pueden oscilar entre 2 y 5 años, y los grupos a los que ingre-
sen pueden ser heterogkneos sexualmente.
Una de las carac teristicas de la personalidad que deben poseer los ado-
lescentes para su ingreso a un grupo es la capacidad para establecer una
reIación compartida pues de otra manera, el grupo no les aportará ningún
beneficio (Speir, 1977).

Sin embargo, existen características de la personalidad que impi-


den al sujeto que Ias posee Ia participación en un grupo terapéutico
(Back, 1975). Estas características son:

1. Insuficiente contacto con la realidad. Deben ser excluidos de


un grupo los adolescentes o los adultos incapaces de seguir un
tipo relativamente rápido de comunicacion verbd y de redizar
cambios en el transcurrir de los pensamientos. Esto se hace
con el objeto de protegerlos a ellos mismos, antes que al grupo,
de una excesiva ansiedad.
2. Síntomas de desviaciones sociales. Se presentan en aquellos
sujetos que manifiestan una conducta ilegal o socialmente
prohibida.
3. Carácter dominante: el monopolista crónico.
4. Defensa psicopática e impulsividad.
En especid entre los adolescentes, difícilmente se logra el éxito
con grupos integrados por personalidades limítrofes, sobre todo por
la calidad de los acting out que presentan y por algunos brotes psi-
cóticos.
Los pacientes que atraviesan por una situación de crisis no deben
ser introducidos de inmediato en un grupa, ya que su estado de exci-
tación requiere en esos momentos, más que una atención en grupo,
una atenciiin individual. En este tipo de casos, en un principio el
grupo atiende y hasta se identifica mucho con ese tipo de problemas;
pero luego se cansa.
Otro factor que debe considerarse es la dinimica del grupo al que
e1 adolescente va a ingresar. Aquí tenemos que considerar que es
muy importante que en el grupo al que se destine el nuevo paciente
debe existir un papel disponible para él, con el propósito de que
encuentre compañías con las que se identifique, ya sea por la edad,
el sexo, la escoIaridad, e1 estado c i d , o bien por alguna vivencia per-
sonal, famiIiar o social parecida. Debe tornarse en cuenta la cohesión
del grupo; el adolescente con mucha sensibilidad d rechazo puede
fracasar en grupos que no son muy cohesivos. Si es posible, debe
ingresar a grupos cuyas metas sean claras y cuya atmósfera favorezca
LA REFERENCIA 77

la curación. Para un buen exito dentro de un grupo, san necesarios


aquellos factores que dan a 1a dinámica del grupo un dnfasis especial
en las metas terapéuticas. Consideramos que los factorcs sociaeconó-
micos son muy importantes y es necesario tornarlos en cuenta. Los
sujetos adolescentes de bajo nivel socioecon6mico no funcionan den-
tro de grupos donde hay otros sujetos de m i s altos recursos. La
m h a relevancia tiene el aspecto sociocultural.
Cuando un adolescente-llega al consuItorio, ya sea de manera vvo-
Iuntaria u obIigatoria y el terapeuta ya elaboró el diagnóstico de ana-
IizabiIidad correspondiente, y decidió tratarlo, e1 manejo del caso
queda a su criterio. Pero si el terapeuta realizó su diagndstico de ana-
iizabilidad y el adolescente es analizable en psicoterapia individual,
puede referirlo a un especialista que 10 analice, tomando en cuenta
no la edad cronológica, sino Ia etapa del desarrollo en la que se en-
cuentre el adolescente.
Para el preadolescente, como vimos, una de las tareas más im-
portantes por resolver es la de desprenderse de la ni&, pero a la vez
tiene la sensación de necesitarla. En ese caso la referencia debe ha-
cerse a un psicoteraptuta femenino, menor de 35 añios o mayor de
45, dependiendo de la edad de la madre, con'e1 propósito de que le
ayude a resolver esa profunda ambivalencia.
En la adolescencia temprana uno de los conflictos c e n d e s es
la bisexualidad. Por tanto, el terapeuta debe ser del mismo sexo que
el adolescente, y debe representar una edad media entre 35 y 45
aiios, para que así le mueske una cIara identidad con la realidad.
Aunque el Yo se viene fojando desde e1 nacimiento a base de identi-
ficaciones, en esta etapa manca el CItimo proceso de identificación
del adolescente. Por ello es importante que, aunque el terapeuta sea
claro en su identificación, no sea demasiado joven ni demasiado viejo
para poder favorecer este ÚItimo proceso. En la adolescencia propia-
mente tal, el n8dulo está m lo que Eriksun (1959) ha denominado
crisis de identidad. Entonces, el adolescente debe presentarse ante
un terapeuta del propio sexo. Dada también la crisis generacional
(Erikson, 19741, y aunque el problema es la crisis de indentidad, el
adolescente a esta edad de desarrollo ya tiene suficientes elementos
de contraste y diferenciacibn. En consecuencia,necesita un terapeuta
bien definido, de una edad aproximada a la de él, que le permita co-
municarse y empatizar plenamente.
Los adolescentes tardíos y los posadolescentes tienen que resol-
vex sobm todo aspectos referentes a la autovaloración y a la autoes-
tima, y a la vcz consoiidar su identidad; aFmar su independencia
familiar, social: y económica, y definir su situación laboral y vocacio-
nal, así como su estado civil.
Por tanto, en estos casos no importan el sexo ni Ia edad del: tera-
peuta. Lo que importa es que asistan con un analista que Ies propor-
cione los elementos suficientes para fortaiecer su autoestima y la
consolida~iónintrapsiquica de su personalidad.
Cuando encontramos confianza básica en el adolescente y en sus
padres lo más conveniente es recomendar un solo.colega que muestre
seguridad en e1 conocimienta del problema y profesionalismo al ac-
tuar. Si los padres se muestran desconfiados por alguna razón, cree-
mos que se deben dar dos o como máximo tres nombres de colegas
a 10s cuales pudieran asistir, para que el adolescente y sus padres elijan.
Greenson ( 1980) hace ciertas recomendaciones acerca de los psi-
coterapeutas a 10s que se pudiera recurrir. Algunos pacientes que
perdieron a uno de sus padres en edad temprana podrían acudir con
más éxito con un terapeuta del mismo sexo. Considera también que
deben tomarse en cuenta las discrepancias de personalidad entre el
andista y 10s objetos origindes del paciente, dado que esta situación
condiciona una determinada transferencia o contratransferencia, pro-
vocando resistencias especificas. Asimismo, cuando hay demasiada
semejanza entre el psicoterapeuta y los objetos originales del pa-
ciente, pueden gmcrarse reacciones transferenciales muy difíciles de
analizar.
Las anteriores especificaciones deben tomarse como guías, no
como consideraciones definitivas. Siempre debemos estar pendientes
de las particularidades de cada caso, de los padres del adolescente, de
quién motiv6 al adolescente o quién lo obligó a ir a l consultorio. L o s
médicas, los maestros y otros profesionistas son cada día m& cons-
cientes de que muchos problemas psicológicos e incluso físicos de
las adolescentes, tienen su origen en factores cmociondes, y los:re-
fieren con m & frecuencia al ppsicoterapeuta. Por tanto, es importante
dar satisfacción profesional a todas aquellas personas que requieran
de 10s servicios del psicoterapeuta en beneficio de 10s adolescentes.
La llamada
telef 6nica

E1 teltfono es un demento fundamentd en el encuadre psico-


terapiutico. Exige un adecuado manejo tecnico, ya que influye en
e1 trabajo clínico con los pacientes.
Mc Kinnon ( 1 973) señala que es un medio del mal cada psico-
terapeuta se vale, a su manera, para establecer la comunicación con
sus pacientes. Señala, asimismo, que Ia mayoría de los pacientes
establecen el primer contacto con el psicoterapeuta a través del
teICfono, y hacen uso de este medio en ocasiones subsecuentes.

EL PRIMER CONf ACTO TELEFQNICO

El contacto telefónico inicial implica una serie de problemas.


Antes de concertar la primera cita, la mayoría de los terapeutas piden
alguna información, tal corno el nombre del paciente, alguna expli-
cacirin del motivo de su Slamada, quién Ie dio la referencia, su núme-
ro tclefrinico, si la cita es personal a para otra persona, etc. Para
muchos terapeutas es necesario este interrogatorio telefónico antes
de concertar una cita, de tal manera que pueda evitarse una posible
pdrdida de tiempo y un gasto innecesario por parte del paciente. En
caso de que éste haya obtenido los datos de1 terapeuta en el directo-
rio telefónico, hay que indagar si la persona deseaunpsicoterapeuta
o algún otro tipo de especialista. Así, se evitar& interpretaciones
erriineas.
Hay personas -parientes obsesivos y paranoides- que ponen
particular atención en asegurarse que están hablando con el psico-
terapeuta antes de decir nada acerca de si mismas. Suelen interpretar
en forma errónea una breve conversación considerándoIa como una
80 CAP. 6. LA LLAMADA TELEFBN
ICA

señd para explayarse acerca de su problema. LaJ personas obsesivas


con frecuencia tratan de controlar al terapeuta durante Ia primera
entrevista telefiinica e intentan establecer sus propios horarios. El
terapeuta habrá de señalar la hora, de acuerdo con la conveniencia
psicoterapéutica del paciente y con sus pmpias necesidades y dispo-
nibiIidad.
Cuando la persona que llama desea saber cómo llegar al consul-
tono y otras minucias, lo indicado es que el terapeuta dé respuestas
breves y concretas, sobre todo si ti que Ilarna es un adolescente. Si
pide permiso para nevar a dguicn mds, eI terapeuta debe preguntar
de quién se trata y si esa persona está cn realidad interesada en el
problema, en cuyo caso no hay razón para negarse. En caso con--
rio es preferible preguntar, antes de acceder, cuáles san 10s motivos
para tal peticibn,
Cuando un paciente llama al consultorio en el intervaEo entre la
primera entrevista telefónica y h primera consuIta, puede ser que
trate de avisar de un retraso a la cita, o bien, que se encuentra enfer-
mo. En el primer caso, si ai paciente k quedan 15 minutos del tiem-
p o que tiene asignado para su entrevista, es mejor que acuda a su
cita, o , si es demasiado tarde, se le da una nueva cita. En el segundo
caso, se explora qué tan serio es e1 problema de salud, si es algo leve
-por ejemplo, un resfriado- y el paciente quiere que el psicotera-
peuta decida si asiste, es mejor que Io haga a la hora convenida
E1 adolescente establece contactos telefónicos posteriores a 3%
primeras entrwistas, por diversas razones. Puede ser que algo de lo
tratado en Ea primera entrevista haya afectado ai paciente. Eso m e -
rita que se realice una exploraci611, ya que de 40 contrario, el paciente
puede asustarse y dejar el tratamiento. En otras ocasiones, puede
deberse a que el adolescente crea haber olvidado algo durante la pLi-
mera entrevista, o mencionar alguna cosa. Puede suceder que no se
haya sentido satisfecho Q que se haya quedado con la impresión de
que no se Ie cornp~endi6,o bien, que se afecto su punto de vista acer-
ca de sí mismo. En estas situaciones, el psicoterapeuta sugiere que el
asunto sea tratado en la siguiente entrevista. En otros casos, tal vez
el paciente desee confesar d g h secreto o situación ernbarazosa o
humillante que no manifestó, por vergüenza, durante Ia entrevista
inicial.
En ocasiones, las pacientes fóbicas telefonean después de la se-
gunda entrevista para Iamentarse acerca de sus síntomas, y esperan
comentarios tranquiIizantes. En estos casos es importante que el
pacoterapeuta intente disminuir la ansiedad de la adolescena y le
proporcione seguridad, can el objeto de que se establezca una alianza
de trabajo en favor de la relación terapéutica, si es esto 10 que se busca.
Hay jóvenes que liman después de la segunda entrevista, para
hacer comentarios hostiles. El terapeuta debe evitar la provocaci0n y
dejar para sesiones subsecuentes el análisis de dicha hostilidad.
E; algunas ocasiones, a l €mal de la primera entrevista, el paciente
pregunta el número telefbnico partialar del terapeuta. En estos ca-
soa, es necesario explorar si existe alguna razón que justifique dicha
demanda. Dar el teléfono parti& a l adolescente puede ayudar por
cuanto implica, que el terapeuta no teme a las necesidades de depen-
den& ni habrá de molestarse en caso de que se le llame de manera
inesperada. Por otro lado, los pacientes adolescentes rara vez abusan
de Ia intimidad del terapeuta. La posibilidad de establecer contacto
con e¡ terapeuta puede aliviar la ansiedad del paciente y reducir la
frecuencia de las Ilamadas.
Los pacientes severamente deprimidos o suicidas, que temen ser
una carga, necesitan autorizaciOn expresa para solicitar ayuda del psi-
coterapeuta. Lo indicado es dar el número de teléfono particular, pero
no motivada por la propia inseguridad y ansiedad del terapeuta, ya que
esto podria precipitar una crisis, Hay terapeutas que consideran
que nunca es conveniente dar el número telefónico particular, para
no ver afectada su intimidad familiar. Sin embargo, consideramos
que es muy difícil medir con exactitud cuándo un adolescente va a
llamar al terapeuta sólo para molestarlo, y cuándo lo va a hacer por
una verdadera necesidad interna o externa. Nuestra experiencia
psicoterapéutica nos indica que, ante esta duda, es mis riesgoso no
dar el número.
Algunas veces el terapeuta puede telefonear al adolescente des-
pués de Ia primera entrevista para hacer cambios en el horario de la
próxima cita. Esto se hará sin dar explicaciones o justificaciones. En
Ia siguiente sesi611se explora la respuesta de1 paciente al cambio y la
razón de su Curiosidad en caso de que haya preguntado por qué se
hizo el cambio.
Hay pacientes que interrumpen al terapeuta con llamadas telefó-
nicas para demostrar Ia parte hostil y poco considerada de su per-
sonalidad. El terapeuta, kjos de enojarse, mostrará comprensión y
ernpatia y tratari de trabajar con 'tos pacientes esos aspectos hostiles.
En casa de que se Uegara al Iimilte soportable por e1 prapio terapeuta,
&te actuará según su criterio y deu& si continúa con el caso o lo
refiere.
Cuando el adolescente fdta a la consulta sin p d o aviso, queda a
cansidaacik de1 psicoterapeuta el llamarlo o no. Para e1 preadoles-
cente y el adolescente temprano es muy importante que, ante su po-
sibIe inhibición de llamar por teléfono al psicoterapeuta, éste dé
muestras de interés por ellos. En 10s adolescentes, adolescentes tar-
82 CAP. 6. LA LLAMADA TELEFÓNICA

dios y posadolescentes, es conveniente no ilamarlos cuando dejan de


asistir para darles cierta sensación de libertad. De todas maneras,
cuando un adolescente no da aviso de ni inasistencia, puede estar
indicando con ello una dificultad transferencial.
Cuando el paciente ha Uamado, lo indicado es referirse a la Uama-
da en la sesión siguiente. Con este, se le ofrece la oportunidad de
analizar sus reacciones durante la plática teIefÓnica, con el h de en-
tender eI significado profundo de la llamada para el paciente. Echo
significado inconsciente se pondrá al servicio de su capacidad auto-
crítica
En pacientes m& enfermos este arialisis se d e j h para etapas pos-
teriores del mtamiento.

LA INTERRUPCIÓN POR LLAMADAS


TECEFONICAS DURANTE EL f RANSCURSO
DE LA ENTREVISTA

En el trabajo con los adolescentes consideramos conveniente


mantener el teléfono abierto, para que pueda haber durante e1 tiempo
de Ia entrevista llamadas que dejen en e1 paciente la sensación de que
no es el único, de que es menos omnipotente. A la vez, se indica al
paciente que puede llamar cuando lo necesite.
Si el psicoterapeuta no acepta Uarnadas durante Ias sesiones es
mejor que el paciente no se percate de que el tcldfono está sonando.
El an&sta debe ser precavido en cuanto al número de llamadas que
recibe durante Ia ~csibncon un determinado adolescente, ya que si
son muchas ocasionan aistracción y molestia. En pacientes miticos
la conversación telefónica de1 terapeuta puede ser un estimulo para
que mejoren en su contacto con la redidad y en su introspección.
EE terapeub puede mostrar al paciente las deformaciones severas
de &te, aI analizar cm 61, el contenido de sus fantasías y descubrir
el verdadero carácter de la limada. De esta manera, el terapeuta
ayuda a que el paciente se enfrente a la realidad.
En general, durante las primeras sesiones el paciente no expresa
reacción dguna ante las llamadas telefónicas. Pero en etapas: avan-
zadas del tratamiento existen reacciones importantes ante la i n t e m p -
ÜÓn del teléfono, que son manifestaciones transferenciaIes y que, por
lo mismo, e s t h sujetas a analisis e interpretación. El escuchar d
terapeuta hablar con otra persona permite d paciente observar expre-
siones de Ia personalidad de aquél. Ver ai terapeuta expresar ternura,
enojo, alegría, rechazo, etc., permite al adolescente obtener una
imagen más redista de su terapeuta, y esto puede ayudar a una modi-
ficación trmsferenefd.
REACCIONES DE TRANSFERENCIA A LA I N T E R R U P C L ~ N 83

Las reacciones provocadas por la interrupción telefbnica, depen-


den de 10s problemas del adolescente, de la personaiidad del analista
y de los acontecimientos concretos en el momento de la interrupción.
En caso de que el terapeuta sienta que u n a interrupción pueda te-
ner efectos desfavorablessobre la terapia, cabe desconectar el teléfono.

REACCIONES DE TRANSFERENCIA
A LA INTERRUPCIQN

Existcn ciertas respuestas tipificables del paciente provocadas por


las interrupciones durante la sesión. EI paaente experimenta divio
por diversas razones que se scfidan a continuación:

1. El paciente descubre que o- personas tienen problemas si-


milares al suyo. En este caso, es conveniente hacer u m explo-
ración de los sentimientos que surgen en é1.
2. El paciente siente iibertad para h a r por teléfono cuantas
veces se le presente dghn problema psicológico. En este caso,
el adolescente siente alivio al saber que es posible a su
terapeuta en caso necesario.
3, El paciente se siente "sdvado por la c;ampana9'(Mc Kinnon,
197 3) cuando suena el teléfono, en 10s casos en que la intras-
pección sea escabrosa En estos casos el adolescente se vaIe de
la intermpci6n como una forma de resicten&

En ocasiones, el terapeuta puede retomar al paciente a los co-


mentarios previos a la Ihmada telefónica. En otras, qodrá analizar
a

Ias fantasías de bidas a la int e m p c i h y proporcionaralivio al paciente.


La primera
entrevista
ANTECEDENTES
Todo proceso psicoterapéutico se inicia en el momento en el
que el paciente se da cuenta de que necesita ayuda para aliviar sus
angustias, sus dolores emocionales y otros síntomas. En el caso de1
adoIescente, en ocasiones él mismo percibe esa necesidad, y en otras
los que lo rodean saben que requiere de un tratamiento, aunque él
no lo acepte.
La fantasía que todo paciente estructura frente a la posibilidad
de ayuda psicoterapéutica "es e1 primer antecedente intrapsíquico de
todo tratamiento". En estafantasia se manifiestan con toda SU inten-
sidad las necesidades y el miedo inherentes a la personalidad del su-
jeto. Los adolescentes y10 sus padres desean que la psicoterapia sea
una especie de cura rnagica, y que el psicoterapeuta sea una especie de
ser prodigioso que tiene en sus manos todos los secretos de la mente
para ayudarlo. Al mismo tiempo, le temen y le tienen desconfianza:
tal vez, el psicoterapeuta sea uno de esos profesionales charlatanes
que no ayudan y sólo hacen dependiente a Ia gente para obtener di-
nero de ella, o para satisfacer cualquier otro motivo indeseable.
Es muy importante saber por quién y ciimo fue referido a trata-
miento ese adolescente, porque d temor imaginario del tratamiento
se añade la imagen que tiene de1 futuro psicoterapeuta: si es hombre
O mujer, joven o viejo, guapo o feo, amable u osco, si tiene interés en
su caso particular, etc.
Otro antecedente importante del primer contacto con el psicote-
rapcuta es Ia forma de realizar la cita. Los padres de los preadoles-
centes, adolescentes ternpranos y adolescentes, son 10s que realizan
el primer contacto con el psicoterapeuta, ya sea por teIéfono o por
otro medio.
LA PRIMERA ENTREVISTA 85

E1 atuendo personal, el transporte, la distribución de tiempo para


llegar al consultorio, son preparativos que el paciente hace antes de1
contacto inicial con el psicotempeuta. La forma de Negar al consul-
torio y de entrar en la sala de espera, son también elementos que sir-
v a al paciente para cdmm o incrementar la ansiedad propia de este
primer encuentro.
Los preparativos que d psicoterapeuta pudiera hacer ante el pri-
mer contacto con sus pacientes son tambiCn importantes para la
futura relación profesional. h d i m ser que con determinados ado-
ltscentes el psicoterapeuta realizara ciertos preparativos y que con
otros no considerara de tanta importancia hacerlo. Pero si realiza
preparativos especides para recibir a sus pacientes, deberá ser wns-
ciente de eIlos t m t o corno si no 10s realiza. Probablemente, U tambih
tenga una cierta imagen del paciente que va a recibir por primera vez,
y esta imagen puede estar apoyada en los datos obtenidos de Ea refe-
rencia, en Ia impresión que Ie dejó Ia llamada telefónica, en la voz de
quien IlamO y su manera de establecer la cita, en m forma de llamar
a la puerta, etc, De esta manera, antes de que se dé ef primer contac-
to físico con el adolescente, ya se ha montado todo un escenario; es
decir, es obIigaci6n del psicoterapeuta estar atenta a todos los ante-
cedentes que pudieran influir en este primer contacto y procurar las
codiciones óptimas para el tratamiento.

LA PRIMERA EMTREYISTA
La primera entrevista es todo un proceso y no un fenómeno de
un solo paso. Este proceso puede durar el mismo tiempo que duran
todas las demás entrevistas psicoterapéuticas, es decir, entre SO y 50
minutos y d ~ d i r ~ene diversas sesiones, durante el transcurso de la
semana.
El primer contacto con el paciente es tan importante como la
primera entrevista. En el primer contacto se rectifican o ratifican
muchas de las ideas previas; en la primera entrevista se establece el
verdadero contacto con el paciente. Esta primera entrevista puede ser
la Única oportunidad pasa muchos adolescentes; es decir, de cómo
se desarrolle va a depender sí el adoIescente recibe ayuda o no.
Lm. primera entrwista, como todas las demás, es un proceso que
consiste m:

a) Observar.
b ) Conversar.
C ) Escu&z.
d ) Investigar.
Observar

El adolescente llega a Ia primera entrevista con la expectativa de


saber quién es el psicoterapeuta y qué es la que va a suceder. Sus ra-
zones para acudir a la cita varían desde e1 estar en esa entrevista para
darle gusto a alguien y no porque haya una verdadera motivación per-
sonal, hasta el deseo apremiante de aiiviarse de sus dolores emociona-
les. Sin embargo, sea cuaI here la motivación del adolescente, en esta
primera entrevista va a desplegar todo su funcionamiento intrapsí-
quico: sus defensas se harán más evidentes; sus temores se expresarán
más fácilmente o intentará ocdtarlos -todo Io cual facilitará la ob-
servación de su comportamiento. La observación directa que el
psicoterapeuta realiza, y con la cuaI va a obtener muchos datos, se
aplica en primer lugar al aspecto físico general de1 adolescente. Esta
observaci6n proporcionar5 los primeros datos de la conducta prever-
ba l de1 paciente: la forma en que se peina, sus cejas, sus ojos, su
mirada, su apariencia, su lenguaje, su indumentaria, sus señas particu-
lares, etc. En dgunos adolescentes la forma de vestir depende más de
los padres que de elIos mismos; sin embargo, podemos decir que la
forma de vestir y la apariencia en general dan una imagen del sujeto,
puesto que en general estos aspectos comunican lo que e1 paciente
desea comunicar de manera inconsciente. Si observamos clínicamente
a un paciente, podemos decir que su apariencia es congruente con
todo 10 que él es; a travts de su apariencia se filtran aquellos mensajes
preverbales que éI expresa con su cuerpo. No es dificiI observar, con
cierta frecuencia, a personas que dan importancia al arreglo o a Ia
expresión facial para que eI entrevistador se fije en la cara y no en
otra parte del cuerpo, lugar donde sienten su debilidad. Aigunas
adolescentes dan importancia aI busto, otras a las caderas y otras a
Ias piernas y a la manera de caminar.
Una vez per~ibidala presencia del paciente, el psicoterapeuta
centra su atención en su forma de caminar. Generaimente existe una
congruencia entre la apariencia general y Ia forma de caminar. Asi,
podemos encontrar a la adoIescente que posee una apariencia y una
f o m a de vestir ligeras, y cuya forma de caminar también lo es, o a
la paciente que muestra'una mirada sonriente y amable y, sin embar-
go, por su boca y su forma de hablar presenta una expresiiin agresiva.
Notamos esta diferencia también en Ia forma de caminar, que es suave
y a la vez enérgica y agresiva.
Hasta aquí hemos observado la apariencia generd y la forma de
caminar del paciente. Ahora, el paciente se instala en e1 lugar que se
le tiene reservado. Su forma de sentarse también es congruente con
toda su expresión corporal: un adolescente obsesivo será cuidadoso
en su forma de sentarse, o, par el contrano, con ella estará expresando
sua incongruencias, sus sirnboIos y sus síntomas. La apariencia gene-
ral, la forma de caminar y de sentar, son obsesvadas por el psicottra-
peuta en su mis amplio sentido clinico, y éste trata de entender la#
manifestaciones preverbales de lo que el adolescente siente y desea.

Las entrevistas psicoterapéuticas generalmente empiezan con tri-


buna libre. El entrwistador pregunta la causa de la consulta, dando
total libertad al adolescente para expresarse como lo desee, y paco a
poco va centrando Ia información en 10s aspectos csptcificos del
problema. Se puede iniciar la convefsación profesional con diferen-
tes tipos de preguntas:

a) Preguntas no sugestivas: 1Quiere usted detime por qut se


encuentra aqui?
b ) Preguntas dilemáticas: ;Oye usted voces o no las oye?
c ) Preguntas sugestivas pasivas: ¿Tiene problemas con su padre?
d ) Preguntas sugestivas activas: Usted no se lleva bien con su
mamá, ¿no es verdad?
e ) Preguntas neutras: LCÓmo es la relación con sus amigos en
los días en que está mojado con su mamá?

Las preguntas dilemiticas tienen la dificultad de que con pacientes


e c o l ~ c o sno funcionan, Por ejempIo, si se pregunta: "¿Quieres mis
a papá o a mamá?", la respuesta sera "a mamá"; pera si se pregunta:
"¿Quieres mis a mamá o apapá?", el entrevistado contestará "a papá",
dada su problema de ecolalisa. De ahi que Vdejo-Nájera (1970)
recorniende las preguntas neutras como las m& indicadas para iniciar
un Wterrogatorio.
h a n t e eI desarrollo de la entrevista se pueden usar las pregun-
tas siguientes:

l. Preguntas proyectivas. A las cudes e1 paciente puede contestar


con menos angustia en caso de que toquen su problema fundamental.
Podríamos preguntar al adolescente qut piensa de su maestro, en vez
de preguntarle qué piensa de su padrc, con, Ia intención de no aIudir
directamente al padre. Con e10 podremos conocer 10 que piensa de
su padre y provocaremos, sl eso es lo que se busca, una catarsis.
2. Preguntas guía. Se putdt hacer uso de éstas mando el patien-
te se encuentre confundido y no tenga nada que comunicar. Con elas
se le indica por dónde seguir, para que la entrevista sea fructífera.
Puede decirsele: Ya me ha hablado usted de su relación con sus
hermanos. Ahora, dfgame cómo es su relación con sus compañeros
de la escuela.
3, Preguntas espejo. Esta preguntas, que reflejan pensamien-
tos, sentimientos o actitudes del paciente, pueden, m m momento
dado, ser útiles para eI control de la entrevista. Gracias a ellas obten-
dremos más información sobre el adolescente. Si empleamos tal in-
Eomación con fines terapeuticos lograremos que él mismo se enfrente
con lo que piensa, siente y hace,
4. Preguntas abiertas y cerradas. Aunque en la m&ta tera-
péutica por 10 general se usa la pregunta abierta, en ocasiones es útil
la pregunta c d a , sobre todo cuando queremos que un adolescente
reafirme su posici6n ante cualquier sentimiento, pensamiento o con-
ducta. Tntonces, mte su bajo rendimiento escolar, 210 que usted
sintió fue miedo?", es una pregunta adecuada si eI paciente no se ha
dado cuenta de que eso fue lo que sintih. Esta puede ser a la vez una
pregunta espejo.

El interrogatorio que se hace a l paciente se convierte en una


conversacibn de la que se obtiene información sin que parezca un
interrogatorio policiaco. A partir de ese interrogatorio se intentará
generar un cambio de conducta en el paciente. Las mejores entrevis-
tas son aquéllas en las cuales el paciente se informa, se tranquiliza, se
entiende, pero en las cuales se hacen preguntas pertinentes. Podre-
mos hacer pregaintas que parezcan inteligentes, pero si éstas no son
pertinentes a la situación o al caso, no se estar&procediendo con in-
teligencia. Preocupados por lo que le pasa a nucstro adolescente,
volvemos la entrevista una conversación en la cual nos importa lo
que dice pero desatendemos al cómo lo dice. El cómo Io dice puede
expresar 10 que inconscientemente quiere decir, Detrás de las palabras
pueden esconderse muchos afectos. Un adolescente decía que su
maná era muy trabajadora, que salía muy tmprano de su casa y que
no regresaba sino hasta muy noche. Sin embargo, su cono triste al
hablar reflejaba lo que redmente sentía: deseaba que su mamá fuera
menos trabajadora y estuviera más tiempo con él; el que no sucedie-
ra asi lo entristecia, El tono de voz nos dice mucho, pero también
es muy importante tomar en cuenta la sintaxis con la que se cxpresm
los adolescentes.

Otra fiinci6n que matiza el psicoterapeuta después de obscrvar y


conversar es escuchar. EI psicoterapeuta sabe que en las palabras
del paciente hay un contenido manifieste y uno latente; por esta
razón, debe estar atento tanto a lo que calla como a lo que dice. Los
silendos bien entendidos expresan muchas cosas que las pdabras no
pueden decir. Un adolescente que es escuchado tanto en sus con-
tenidos manifiestos como latentes, se siente comprendido y entendi-
do, Escuchar implica entender en forma reflexiva la motivación y
el deseo de curación en un adolescente, Escuchar al adolescente es
un arte, Saber escucharlo contribuye a ayudarlo.
En Ia primera entrevista escuchar cobra una importancia vital
porque con ello se aprecia en su justa medida el problema del adales-
cente. Muchos batamientos se ven frustrados porque el psicoterapeuta
no escucha adecuadamente a su paciente y éste no se siente enten-
dido, st lleva una mala impresión de1 psicoterapeuta y abandona el
tratamiento. Gran cantidad de adolescentes aniden a la primera
consulta debido a un acting out muy angustioso que requiere una
solución casi inmediata. El no escuchar esta demanda expone al ado-
lescente ante sus padres y pone en entredicho la capacidad profesionaI
del psieotcrapeuta. Por eso decimos que la primera eneevista es a
v e c e una entrevista de una sola oportunidad.
La mirevista psicokraphtica es una situación profesiond donde
dos o más personas interactúan, con el propósito de que el paciente
encuenbe alivio a sus doIencias emocionales; para eiio, un psicotera-
peuta bien entrenado, deliberadamente intenta remover, modificar o
retardar los síntomas existentes, a lavez que profesionalmente desea
que el entrevistado promueva en sí mismo un crecimiento y desarrollo
óptimos para 61. Por esta razón, e1 psicoterapeuta debe estar mns-
ciente de su papel, y también de lo qne le ocurre al paciente. Es una
relación en la que el entrevistador mantiene la comunicación con su
entrevisdo en un nivel consciente.
La entrevista ea una situación de cornunicaci6n vocal. en un grupo de
dos, m 2 O menos voluatmiarnente integrado, sobre una base progresiva-
mente desarrollada de experto-cliente. con el propósito de elucidar pautas
caractcristim de vivir del sujeto entrevístado, el paciente o el cliente, y qué
pauta o normas experimenb como particularniente p r o d u c t m de dif"1cul-
tades o especialmente valiosas en la revslaci6n de las cuales egpera obtener
algtn beneficio. SuUEvan, 1981.y~

La primera entrevista tiende efectivamente a ser de tipo diagnósti-


co, pero cuando se aplica a un adolescente con ~ e s p s i c o t e ~ u t i c o s
debemos considerar e1 aspecto terapéutico más que e? diagnóstico.
Esto es, será m& importante establecer una alianza de trabajo y
evaluar ks capacidades del paciente en cuanto a si es susceptibIe de

Este autor se refiere m b bien auna entrevista d t ~ p diagndstico.


o
90 CAP.7. LAPRIMERAENTREVISTA

recibir terapia psicoandítica o no, sin descuidar, por supuesto, el


diagnóstico dínico de1 paciente.

lnvestigar

Al tiempo que se realiza la labor de observar, conversar y escuchar


al paciente, se lleva a cabo la de investigar. Deseamos conocer la razón
de todo aquello que constituye su conducta, con el fin de que nos
queden claras las causas de la misma, y los efectos en su personalidad,
De esta manera, nuestra labor de investigación se vueIve científica.
Tratamos de explicarnos el cornport amiento glob d del adolescente
sin descuidar los orígenes biológicos, psicológicos y socides que lo
forman, a la vez que pretendemos comprender las pautas de conducta
repetitivas, permanentes y estables que nos permiten predecir y c m -
biar la conducta enferma de ese adolescente por otra mks sana y
eficiente.
A continuación se exponen los conceptos de Stevenson (1974)y
Wnlbeg (1972) acerca de la primera entrevista.

LOS PREPARATIVOS PARA


LA ENTREVISTA INICIAL

En una entrevista iniciaI, 10s estimuIos que Uegan d paciente no


provienen sólo del psicoterapeuta, sino tambitn del medio ambiente
en donde aquélla se lleva a cabo. Se debe examinar el lugar donde
realiza ms entrevigtas, ya que debe ser un sitia que proporcione la
intimidad y la comodidad deseables tanto para el paciente como para
el psicotefapeuta. La intimidad y la comodidad son indispensabfts
para una entrevista inicial, por lo que el Iugar deberá estar provisto
de iIuminación adecuada para no distraer al paciente.
En lo que se refiere a las funciones de obsesvar, escuchar y con-
versar, están al s e ~ c i odt Ia función clinica de investigar los datos
clinicos del adolescente.
Las siguientes son algunm tácticas que se pueden udizar en la
primera entrevista.

El saludo

Después de Im referencias por telefono -si ts que las hubo- y del


estabIecimiento de la cita, el primer contacto con el adoIescmte y
LOS PREPARATIVOS PARA LA ENTREVISTA 1NICIAL 91

con su familia es el saludo, el cud es muy importante, puesto que es


el primer contacto físico, Es frecuente que muchos adolescentes, por
los problemas emocionales que tienm, leguen frente al psicoterapeuta
y no saluden, pero él siempre debe estar presto a brindar un saludo
cordial y hospitalario en forma profesional. En ocasiones el sdu-
do puede ir acompañado del nombre del adolescente o de la persona
que lo acompañe. El s aIudo sirve para expresar la cortes ia y zI interés
del psicoterapeuta en quien lo consulta; sirve además para descargar
al paciente la ansiedad ante la consulta. Además de ser una fórmula
cortés, el saludo sirve para expresar algo de manera no verbal: la ma-
nera de dar y retirar la mano, la fuerza al saiudar, la distancia a la que
se saluda, todos éstos son elementos que expresan tácitamente la
manera de ser de1 adolescente. El psicoterapeuta ha de respetar el
saludo y tratar de comprender ese mensaje. El saludo se vuelve in-
cluso un ínstnirncnto terapéutico n o verbal.

El lugar de la entrevista

E1 psicoterapeuta sabe que es muy importante eI lugar en el que


se realiza la entrevista. Desde su Negada, e1 adolescente y10 su familia
registran los detalles característicos del Iugar, Ia facilidad o dificultad
para llegar y para ser recibidos por e1 psicoterapeuta, la decoración y
10s muebles de la sala de espera, y , en general, todo aquelIo que for-
ma parte del luga~.hios muros del consultorio deben ser de colores
que no cansen y de tonos mate, pues las luces brillantes reflejadas
sobre Ia cara del entrevistado pueden ser moIestas y perjudicar el cw-
so de la entrevista. El entrevistador debe cerciorarse de que el lugar
de la entrevista garantice una atm6sfera de intimidad y comodidad.
Esta comodidad depende de varios factores, tales como la distancia
y Ia disposición de los asientos, por lo que e1 psicoterapeuta debe
poner especial atención en el hecho de que sean adecuadas para no
entorpecer el acercamiento psicológico con el adolescente.

El ~ a p p o r tes £undamental, ya que por medio del contacto emo-


cional con el adolescente se propicia que este ÚItimo se exprese con
confianza y seguridad, Los arreglo8 físicos del consultorio y el saludo
son importantes para que en lo institucional o en lo particular se es-
tablezca d ~ a p p o r t .En cierta forma, establecerlo significa colocarse
a una distancia emocional Óptima para el trabajo psicoterapéutico.
El establecimiento del rapport implica también que el psicote-
rapeuta ha experimentado por si mismo la sensación de confianza
y Ia posibilidad de comprensión del adolescente. Mientras el psicote-
rapeuta no se sienta cómodo en el desempeño de sus labores profesio-
d e s no podrá trasmitir la sensación de r q p o r t al adolescente; por lo
contrario, si el psicoterapeuta se siente cómodo, crea un ambiente de
trabajo que permite al adolescente percibir el interés hacia 64 y se
produce la q t a c i 6 n .
El r a p o r t puede establecerse a wav& del uso de la respuesta em-
pática, es decir, de la capacidad de1 conductor de sentir dentro de desi
mismo las actitudes expresadas por cada adolescente (Shsstrom y
Framaer, 1970).
Si se han dado 10s pasos anteriores, tanto el psicoterapeuta como
e l paciente están preparados para dar comienzo a la entrevista pro-
piamente dicha. Ya en la entrevista, se tenderá a favorecer la con-
versacihn con el paciente y a hacer las preguntas pertinentes, de tal
manera que se obtengan los datos necesarios para el tratamiento y, a
la vez, se dé a la sesión un carácter psicoterapéutico.

La aceptacibn y la acritud alentadora

Una forma Gtil de comenzar la primera sesión es mostrar actitu-


des de aceptación y dentar al paciente. El adolescente en las pri-
meras etapas se vale frecuentemente de la fantasía para adaptarse y
muchas veces supone que lo que fantasea será descubierta con faci-
lidad por el psicoterapeuta. Por lo generd, teme que se descubran
datos, hechos, fantasias y sentimimtas dolorosos o no aceptados por
61 mismo, por tanto, una actitud de aceptación perrnite que sean
expresados con la seguridad de que serán comprendidos y de que si
10s comunica, no va a ser recriminado, juzgado o ridiculizado por
el psicoterapeuta.
La aceptación debe- mostrarse ante material manifiesta o latente.
Se muestra mediante la postura corporal o mediante frases cortas,
como ajá, sí, comtinhe, mrn ..., diga, Ggué mis?, muy bien, o cual-
quier otra expresión que implique aceptación.
Con la actitud alentadora se invita al adolescente a que exprese
sus ideas, sentimientos, miedos, preacupaciones, fantasias y todo
aquello que Ie sea doloroso o vergonzoso. Con frecuencia el paciente
tiene la sensación de que no tiene qué decir, de que no va a poder
decir nada, de que lo que le sucede es insignificante y ridículo, etc.
Por 10 tanto, d dentarlo a expresar todo lo que es, se le invita a tra-
bajas en su propia psicoterapia. Se debe tener cuidado de no propiciar
96 CAP. 7. LA PRIMERA ENTREVISTA

Ofrecer al paciente esta información cuando aún no está Iisto


ni preparado es injustificado, ya que resuItará negativo en e1
futuro, cuando sí se requerirá de interpretaciones y los efectos
de éstas serán entonces contrmestados por las resistencias.
5. No dar diagnósticos al paciente, Con frecuencia, el paciente
utiliza tal in formaci6n para torturarse a sí mismo.
6. No preguntar sobre los aspectos sensitivos de su vida: aparien-
cia, clase social, dificultades sexuales, fracasos, etc, Se pueden
tocar estos temas, pero no deben enfatizarse si se ipresena un
bIoquco; es preferible dejarlos para m L adelante.
7. No acostar al paciente en el 8 i d n durante la primera sesibn.
8. No vender cl tratamiento al paciente. Una vez explorados los
hechos conflictivos por los que acude, a pertinente que él
solo decida si recibirá o no tratamiento.
9, No unirse a los ataques. El paciente en muchas ocasiones
acostumbra atacar a sus padres, a sus amigos, o induso a su
pareja. Es preferible oír de manera simpatbtica, sin defender
ni condenar.
10. No participar en criticas a otros iberapatas o profesionales.
Profesionales a terapeutas que anhomente hayan trabajado
con e1 paciente.
La psicoterapia y el psicoanálisis, como todos los tratamientos, son
transaccionales y contractuales en el sentido de que una persona que sufre
acude al terapeuta en busca de ayuda y, como objeto de los esfuenos pro-
fesionales de éste, asume las obligaciones de un cliente o paciente. Se com-
promete entonces a colabora con el terapeuta de las m i e r a que se le han
de mencionar, y a compensarlo en los t&nninos que se convengan mutua-
mente. El terapeuta se compromete a tratarlo de maneras que se consideran
aceptadas y aprobadas. El psicoanálisis, lo mismo que otras formas-de psico-
terapia, se basa en este tipo de pacto y, en vista de que este contrato censti-
tuye una parte muy importante del tratamiento, hernoa de estudiarlo en
detalle (Menninger, Holzman, 1974).

Lo anterior es vdido pata cualquier contrata terapkutico, pero


con los adolescentes reviste ciertos matices, ya que la e~tnicturamen-
tal del adolescente no ha llegado a consolidar una imagen de lo que es
la ayuda psicoterapéutica; por tanto, el lugar, Ia personalidad de1
pclcoterapeuea, el costo y la hora de la cita, son parhetros que hay
que ensefiar al adoiescente con más o mmos exactitud para que e1
tratamiento sea exitoso.
EI contrato terapéutico con el adofescentt tiene adernhs la difi-
cultad de que en realidad es un doble contrato: con cl adoItscente,
objeto del tratamiento, y con Ios padres s encargados del adolescente.
Con adolescentes mayores de 18 &os qut probablemente trabajen, y
que asistan d consultorio por su propia cuenta, el contrato se asemeja
mucho d que se establece con las neuróticos adultos,
Estudiaremos primero e1 contrato que se establece con el adoles-
cente que, por lo general, ec llevado al consultorio por sus padres o
alguna otra persona.
EL LUGAR

En el contrato debe quedar establecido el lugar en el mal se va a


lleva a cabo d tratamiento. Creemos que el psicoterapeuta debe
tratar c m su fuhiro paciente las conveniencias o inconveniencias de
Ia distancia con respecto al lugar físico donde se llevará a cabo e1
tratamiento,
L o s preadofeccentes, 10s adolescentes tempranas y los adoles-
centes, cuando son obligados a asistir a la consulta, al principie no
advierten que la distancia de su casa d consultorio puede volverse
resistencial. E1 terapeuta, consciente de tal hedio, debe cnnfrontarlo.
Cada adolescente reaccionará se@ su propia personalidad y según su
conflicto particular. Este problema puede resultar insignificante
cuando se est5 muy cerca de casa o importante si se esiti muy lejos.
El lugar en si Ie agrada o pone nervioso porque Ie recuerda dgún
fugar que conoce y al cual le time agrado o aversi8n. Si estos aspec-
tos Bon importantes para cudquier tratamiento, en el de adolescentes
se vuelven uucides; son aspectos que pueden favorecer el proceso
psicoterqéutico o entorpecer10 y volverse resistencid, 10s cuales se
traducen en perjuicio para el adolescente y en pérdida de tiempo para
el psicoterapeuta.

EL HORARIO

El psicoterapeuta es quien determina el holano dc las sesiones, y


procura que sean fijos con el fin de establecer una sericdad en el tra-
tamiento, y poder planificarlo. Sin embargo, eI psicoterapeuta, al
tratar con adolescentes, siempre debe estar preparado para posibIes
cambios en las primeras etapas del tratamiento, originados en las
necesidades del paciente o de las personas que lo llevan a consuIta.
En esos casos, tiene que decidir si mantiene rígidos sus horarios o
los torna más flexibles en beneficio de su paciente, ya que si bien es
cierto que con algunos adoIescentes, lo mis adecuado es mantener
rígido el horario, tambien cs cierto que con otros, lo más adecuado
scrá mantener Ia fíexibiIidad tratando de no caer en el desorden. E1
psicoterapeuta necesita ser flcxible con sus horarios, pero en Ia me-
nor medida posible. En ocasiones, si mo se hacen cicrtos cambios, se
entorpece el tratamiento, e incluso puede terminarse. Por lo general,
se requiere tiempo y esfuerzo para llevar a cabo cambios de horario,
que finalmente representan una energía adicional en e1 tratamiento
de adolescentes.
Junto con el horario se presenta e1 problema de la duraci6n de la
sesión. Normalmente se utilizan 45 o 50 minutos para Ias sesiones
psicoanaliticas. Con adolescentes, la duraci8n -que debe estar esti-
pulada en el contrato- va a depender de1 psicoterapeuta, pero tal
vez dependa más del paciente. No todos los adolescentes soportan
trabajar 45 o 50 minutos. Se tiene que poner atención a este aspecto,
ya que con muchos adolescentes sólo es posible trabajar entre 30 y
40 minutos, sin producirles tedio y cansancio, y por ende aversión.
Es necesario, por tanto, hacerles comprender a los adolescentes y a
sus;padres, que e1 contrato es por sesi6n y no por duración.

LA FRECUENCIA DE LAS SESIONES


Los parámetros psicomditicos establecen entre tres y cinco se-
siones por semana, pero con los adolescentes no necesariamente se
realizan Cuatro sesiones por s a m a ; en muchos casos bastan dos y
en algunos casos simbíóticos es suficiente con una sesión a la semana.
ZDe qué depende la frecuencia de las sesiones? La frecuencia de las
sesiones depende del diagnóstico y el pronóstico del caso. El andista
ofrece la posibilidad de realizar dicho diagnóstico y pronóstico en
términos de funciones yoicas, con lo que determina el grado de inte-
gración de la personalidad del adolescente, así como su grado patolb-
gico. Se definen tanbien las caracteristicas propias del adolescente
para poder discriminar entre una crisis nonnat y una ctisis psicqpa-
tológica. La fortaleza y d grado de psicopatología del Y o y del si
mismo indican, por lo general, 1a frecuencia con que se debe atender
a un enfermo, la cual debe estipnlarse en el contrato y ademk expli-
carse al adolescente y a sus padres.

EL PAGO

Dentro del contrato psicoteraphtico el pago es uno de los aspec-


tos más difíciIes de tratar. Por ser real y simbólico a la vez, el aspecto
del dinero se vuelve difícl y en ocasiorles conflictivo tanto para los
adolescentes y sus padres como para el psicoterapeuta. El precio de
la sesión y Ia forma de pago deben quedar muy claros al adolescente,
quien frecuentemente se siente culpable de aunar un gasto más a 10s
que ya tienen sus padres. El adolescente debe tener presente que,
por razones de tipo técnico, las sesiones a Ias que no asista deberá
pagadas como si hubim asistido. Es d i f i d que entienda que el no
100 CAP. 8. EL CONTRATO EN L A PSICOTERAPIA

ir y no pagar va m& m contra de él y de sus padres que del pico-


terapeuh Sin embargo, hay que insistir en ese punto, pues es muy
posible que falte, propici~dtiseresistencias que a la postre generarh
más gastos, porque, al romperse la continuidad del tratamiento, éste
será m& largo. Definir bien el manejo del pago resulta muy prove-
&oso para el adolescente, quien al fmd entender¿ que éste, es una
parte justa del contrato.
Queda implícito en el contrato que la psicoterapia será individual
o gmpd, según el mso, y que s i es individud nadie po&A ocupar sir
hora. E;n ocasiones, e1 papá o fa mamá desean que, mando su hijo no
pueda asistir a la sesión, tome Ia hora uno de ellos o cualquier otro
miembro de la familia. Al adolescmte esto le parece justo por Io ge-
neral, ya que asl se cuida el tiempo y el dinero de s u s padres. Sin
embargo, 10 que es lógico y justo para él no es justo para su estado
emocional, por lo que deb& saber que m tiempo es suyo y de nadie
más y que las entrevistas que se tengan con Tos padres se contarán
aparte y serán a diferente hora de las sesiones con él.
En el contrato deberá también quedar claro cada cuando cobrará
el psicoterapeuta, y si será por adelantado o al vencimiento. General-
mente, el cobro por mes o por quincena se hace en los primeros cinco
días después del vencimiento. Los adoiescentes con problemas emo-
cionales suelen tener padres con problemas emocfonales que los refíe-
jan tn e1 manejo de1 pago, Esi necesario que el psicoterapeuta tome
en cuenta este aspecto, ya que algunos padres con conflictas emocio-
nales tienden a retrasarse en el pago de honorarios; tanto el paciente
como los padres deben saber, desde el momento de hacer el conmto,
de quE crédito disponen. En generai dar crédito por más de tres meses
es perjudiciaI para la psicoterapia, dado que se crea ai paciente un
sentimiento de culpa porque tiene la impresión de estar gozando de
un servicio sin pagar nada. Es perjudicial tanto para los padres como
paca el adolescente, tener una deuda mayor de t r e s meses ya que
el pago se convierte en una carga, y puede ocasionar que el tratamien-
to se intenumpa. Creemos importante prever este aspecto desde el
momento de firmar el contrato.

LA DURACIOM DEL TRATAMIENTO


Esto también es matcna del contrato. En Cste sc debe estabIecer
la fecha de iniciación y la fecha probabIe de termhaclbn. Los trata-
mientos con adolescentes son de duración impredecible; sin embargo,
un psicoterapeuta, después dc hacer su "entrevista jnicid", la cual
puede constar de varias sesiones, se forma una idea aproximada de
lo que pucdc durar el tratamiento. A lo que nunca se debe compro-
LAS ENFERMEDADES DEL PACIENTE 101

meter un psicoterapeuta es a proporcionar resultados rápidos. El


tiempo que requiere un adolescente para evoIucionar 10 determina
el propio adolescente; este aspecto puede depender del terapeuta,
pero depende más de los procesos defensivos del adolescente. Es
cierto que los tratamientos con adolescentes son en generd m& rápi-
d o . ~que los tratamientos con neuroticos adultos; pero no son tan
breves y tan precisos como para que pueda darse una fecha exacta de
teminacibn, exccpto si se diseña la psicoterapia con fecha fija.
Normalmente, la sesión con e1 adolescente es cara a cara, pero no
se descarta la posibilidad de que, a medida que baya progresos se
utilice el diván. Dentro del contrato debed quedar establecida tal
posibilidad.

LAS ENFERMEDADES DEL PACIENTE

Éstas pueden ser resistencides o no, aunque la experiencia clínica


nos dice que muchas de ellas si lo son. El psicoterapeuta debe pre-
venir esta situaci6n y no esperar a que el adolescente se enfeme.
Cobrar las sesiones a las que se falta por enfermedad es una forma
de evitar una fuente de resistencias. Este punto es muy controver-
tido y existen drededor de 61 diferentes opiniones. Tanto al adoles-
cente como a sus padres les parecerá injusto y d pago de las sesiones
parecerá sólo benéfico para el psicoterapeuta. Por lo tanto, es obli-
gación del psicoterapeuta enseñar a su futuro paciente a serlo y
enseñar a los padres de éste a no poner obstáculos al tratamiento.
El contrato psicoterapéutico con e1 adolescente aparece hasta
aquí como un contrato bipartita, pero en realidad es un contrato tri-
pmtita entre el psicoterapeuta, el adolescente y los padres o encarga-
dos de 61, sobre toda en adolescentes tempranos, preadolescentes y
adolescentes en su fase inicial.
Queda entonces asentado en el contrato, que los padres partici-
parb en alguna forma: sosteniendo entrevistas de orientación con
el mismo psicoterapeuta de su hijo, ya sea en sesiones de pareja o
individuaies, asistiendo a pláticas grupdes de orientacibn, ctc. Se in-
cluye a los padres de los adolescentes en el contrato del tratamiento
porque es frecuente que ellos mismos, que son Ies que generalmente
pagan, retiren al adolescente a causa de fantasias que les hacen ver
como amenazadoras las propuestas del psicoterapeuta.
Cuando los adolescentes van por su propia cuenta y ellos son 10s
que pagan el tratamiento (adolescentes tardhs o posadolescentes) se
puede trabajar con ellos sin llamar a los padres, Pero tambiCn se pue-
de recurrir a cualquier otro miembro de la familia que tenga que ver
102 CAP. 8. EL CONTRATO EN LA PSICOTERAPIA

con el paciente por haber %do con éi muy de cerca. En algunos


casos quim m& sabe del adolescente es la abuela o un primo y el
paciente quiere que se tomen en menta esos puntos de vista,
Osorio (1977) al tratar Ia reiación de 10s padres de los adoles-
centes con los psicoterapeutas, explica que varios autores en la actua-
lidad coinciden, respecto a las formas de trabajar con ellos, en que el
psicoterapeuta:
a ) Utiüce las primeras entrevistas con los padres del adolescente no dlopara
obtener dates, sino tambicn para estudiar la profundidad de la d i n h i c a
familiar.
6) Aproveche Ias entreviatas con los padres de3 adolescente para motivarlos
a participar en el procerao psicoterapéutico de sus hños.
c) Realice entrevistas canjunta&de hijos y padres con el k c i propbdto ya
sea diagnóstico o terapéutico. A pesar de que dnranáe e1 mtamiente en
iitit este recurso, sobre todo en la fase diagnóatica, m ocasiones resulta
más un obstáculo que una ayuda.
d ) Aplique técnicas psicotwapkuticaa brwts cm Tos padres.
e) Atienda en p p o a los padres, con técnicas operativas c e n ~ a d a sen lag
experiencias ligadas al tratamiento con EUB hijos, al mismo tiempo que
w i s hijos son objeto de tratamiento psicottrap6utico.

L o s puntos anteriores tienen el propósito de interesar, motivar y


comprometer a los padres a que realicen una labor responsable en e1
proceso psicotcrapéulico de sus hijos, y también de favorecer un
cambio que permita modificar la retroalimentación patológica entre
padres e hijos (Alvarez A,, 1983).
Esta inclusión de 10s padres debe estipularse en el contrato para
que tanto e1 adolescente (hijo) como el adulto (padrc) conozcan Ia
importancia que tiene en e1 trabajo terapéutico la triada adolescente-
padre-psicoterapeuta. Del equilibrio sano y favorable entre estos tres
elementos dependerá el éxito del proceso psicoterape"utico, E1 trata-
miento con adolescentes se inicia, por lo general, con un contrato entre
el paciente, los padres del paciente (o quien los sustituya) y e1 tera-
peuta, En dicho pacto quedará establecido que el paciente actuará
con absoIuta sinceridad y, en lo posible, no tomará decisiones funda-
mentales en su vida; los padres tampoco lo harán sin antes consuitax
aE psicotefapeuta, y e1 psicoterapeuta actuará con profesiorialismo y
discrecih absolutos enpcuanto a lo que ahi se dice y se trata. Este
pacto es más profundo de 10 que parece a simpIe vista, lo que el
terapeuta debe pedirle sinceridad a i paciente sobre lo que sabe acerca
de si mismo, y guardar discreción profesional tanto sobre ello, como
sobre lo que el paciente no sabe de si mismo pero que él, corno experto,
descubre. Un buen contrato beneficia y hace m& profesional a quien
lo estabIece, además de protegerlo, y, por supuesto, beneficia tam-
bién al paciente.
En el presente capítuIo nos proponemos explicar los conceptos
básicos de la motivación con vistas a su aplicaciiin en la psicoterapia
de adolescentes. A continuación revisaremos las principales teorías de
la motivación, con el propósito de malizar su aplicación clínica a los
casos particulares con 10s adoIescentes.
Teóricamente se define a la motivación como: un estado de
tensión o impulso creado por una necesidad y encaminado a la satis-
facción de la misma. Así, toda conducta es causada (Combs y Snygg,
1959); "la motivación es e1 empuje interior tras la conducta" (Cohen,
19 735, o bien, "toda conducta es motivada" (Cmoil, 1969).
Cohen, en su Psl'cologéa de bs motivos personales d e h e a 1a
motivación como "un estado excitante que se deriva de una necesi-
dad interna, impulsando a un organismo a la actividad". Existen
motivos que tienen un propósito objetivo o meta, a la cual se llega
en razón de la satisfacción de necesidades. Los motivos san fuerzas
hipotéticas que impulsan y conducen a la acción. Existen motivos
primarios, como el hambre, la sed, la evitación de1 dolor y el sueño, y
secundarios, como el miedo o la esperanza aprendidos; también enhe
éstos, están la motivación para disipar pensamientos antagónicos y la
motivación para responder a una sugerencia. Enbe las motivaciones
sociaIes secundarias y comunes están el ascender en Ia escala socid, el
cumplimiento de las costumbres socides y la obediencia social (Cohen,
1978).
Se& Mc Quichie, un recién nacido no tiene motivas; sus expec-
tativas de afecto se desarrollan a partir de las experiencias que posee
en relación con su medio ambiente, L a s personas tienen motivos
diferentes. Sin embargo, hay experiencias universales que todo el
mundo siente como agradables o desagradables desde el nacimiento.
104 CAP. 9. LA MOTIVACION

El bebé muestra signos de desagrado ante e1 dolor. Disfruta las cari-


cias y el saborde lo duIce. Las fuentes innatas de senlmiento afectivo
son los fundamentos en que se basan tos motivos. Estos disponen el
escenario para el aprendizaje común, por ejemplo, aprender a esperar,
o experimentar pIacer d beber agua cuando se tiene sed.
Las experiencias de aprendizaje son diferentes en las diversas cul-
turas, pero al mismo tiempo las experiencias individuales dan lugar
a motivos Únicos. Existen motivos comunes a todas las personas de
una misma cultura, y motivos especificas para cada individuo. Según
Mc Quichie, los distrntos tipos de motivos son:
a) Z o s motivos relacionados con las necesidades fisiológicas;
b ) los motivos relacionados con las interacciones con otras per-
sonas, y
c ) las rnotivoa relacionados con la experiencia y el Yo.
1. Los motivos rehcionados con las necesidades fisiolbgicars son
aquellos en los que existe una necesidad fisiológica que conduce a un
estado de excitaciiin Uamado impulso. Cuando e1 recién nacido se
excita, su actividad general aumenta, pero no muestra actividad espe-
cifica dirigida a reducir e1 estado de impulso. Tiene impulsos pero
no motivos, por ejemplo, el hambre y la sed son estados de impulso,
2. lios motivos relativos a la i n M Ó n con otras personas son
los que aparecen desde el inicio de la vida debido a que el hombre es
un ser social, por ejemplo, la relacihn madre-hijo es un motivo socid.
Estos motivos incluyen los maternales, los del niño hacia su madre,
los sexuales y los de a f i l i ó n .
3. Los motivos relacionados con h experiencia y el Y o son
aquellos que se refieren a la estimación perceptual, a la exploración y
manipuIaci6n del medio ambiente, a la organización cognoscitiva, a Ia
autoestima y, m p e r a l , a todas las funciones del Yo. Dentro de
éstos, se incluyen f as necesidades propias de1 individuo, come son las
fisiológicas, las de seguridad, las de autoestima, las de interés, las esté-
ticas, las de identidad y las de autorrealización."
Cofer y Appley, en su obra Psico~ogíade h motivacGn, teoa'a e
investigación (1975), opinan que toda la conducta está motivada y
a4 s d c i o de Ias necesidades de1 organismo. De no existir motivación,
m organismo no se compartari'a, seria una masa inerte pricticamente
inactiva. El organismo es incitado a la acción por una necesidad y
contiha en acción hasta que la satisface. La acción esti al servicio
de la necesidad y la conducta, es e1 instnnnento que satisface dicha
necesidad. La conducta no es un £ia, sino un medio.

1 Estas necesidades fuenia dcaaitas en el capítdo sobre la regresión.


Para que la conducta esté motivada es necesario que se dé al me-
nos una de las siguientes condiciones:

e) Un determinante ambiental que precipite la conducta; la


apari80n de algún estimulo que necesariamente ocasione la
acción.
b ) La apetencia, urgencia, sentirniento, emoción, pdsiiin, i n s h -
to, carencia, deseo, demanda, propósito, interés, aspiración,
plan, necesidad o motivo internos que susciten la acción.
c ) La meta, el incentivo o el objeto de valor que atraigan o Lepe-
Ian al organismo,

Los motivos pueden ser conscientes o inconscientes. Pueden con-


siderarse como una energía que surge de la insatisfacción y se dirige
a la satisfacción. Maslou describe las necesidades del hombre en su
teoría de la motivación. Propone el concepto de jmrquim, con el
cual quiere dar a entender que una necesidad de un orden más eleva-
do no aparece sino hasta que se satisface otra necesidad prepotente.
Una necesidad satisfecha deja de serlo, por la que su satisfacci6n
permite que el individuo trate de satisfacer otras. Un sujeto no es
dominado por sus satisfacciones, sino por sus necesidades. El hombre
es un animal constantemente insatisfecho; tan pwnto como satisface
una de sus necesidades aparece otra en su lugar, Este proceso es in-
terminable. F,mpieza desde el nacimiento y continúa a la largo de
toda Ia vida. Como señalamos anteriorniente, Ias necesidades hnma-
nas tienen diferente vaior jerárquico,
La jerarquía de las necesidades e s :
1, Necesidades fisioIógicas. Si el estómago de un hombre esti
vacío, el hambre constituye su motivación primordial. En cuanto el
hombre come adecuada y regularmente, el hambre deja de ser una
motivacirin importante. Lio mismo sucede con otras necesidades,
como el descanso, el ejercicio, el abrigo, fa proteccidn de los ele-
mentos, etc. Una necesidad satisfecha no es una motivaci0n para
la conducta; por ejemplo, considérese Ea necesidad individual de
oxígeno. Excepto cuando se pmfa a una persona de 41, no es una
motivación impo~tantede su conducta. Las necesidades fisioIÓgicas
son las indispensabIes para la conservación de la vida: alimentarse,
respirar, dormir, etc., y tienen que saciarse.
2. Necesidades de seguridad. Cuando las necesidades fisiológicas
se encuentran cubiertas, las necesidades de nive1 inmediato superior
comienzan a dominar la conducta del ser humano, a motivarIo. Son
necesidades de proteccih contra el peligro, la amenza o la privación.
E1 hombre dcsca estar, en la medida de lo posible, a a b i e r t o de
contingencias funiras. Requiere sentir segundad m e1 futuro apro-
visionamiento de satisfactores, para éI y para su familia, de acuerdo
con sus necesidades primarias. Necesita, en la misma medida, scntir
seguridad en cuanto al respeto y Ia estimación por parte de loa demás
componentes de su grupo social,
3, Necedades sociales o de pertenencia. Cuando las necesidades
anteriores han sido satisfechas y el individuo ya no teme por su bien-
estar físico, las necesidades cociales se convierten cn motivadores
importantes de SU conducta. Son necesidades de pemnencia, de
asociaciiin, de aceptación del grupo, de dar y recibir amistad y amor.
El ser humano necesita aliarse para sobrevivir, requiere VMT denStLo
de una comunidad y sentir que pertenece a un grupo que 10 acepta
4. Necesidades de estima. A diferencia de las necesidades más
elementales, istas raramente se satisfacen; el ser humano busca ince-
santemente satisfacciones a estas necesidades una vez que se han
vuelto importantes para él. Pero estas satisfacciones na adquieren
verdadera importancia sino hasta que la9 necesidades fisiológicas de
seguridad y las necesidades souaks han sido suficientemente satis-
fechas. Se dividen en dos:

a ) L s necesidadea relacionadas con la estimación v o n a l : ne-


cesidades dc seguridad en s i mismo, independencia, méritos,
competencia y conocimiento.
b ) h s necesidades que se relacionan con la propia repultación:
necesidades de estatus, de reconocimiento, de aprecie y de
respeto por parte de sus semejantes. Ahora bien, dentro de la
sociedad existen estatusi adscritos y estatus ndguidos; por
ejemplo, en nuestra cultura, los estatus adscritos le encargan
a la mujer el cuidado de 10s nirios, Ias labores h o p i l a s , etc.,
mientras que en otras culturas, esas tdeas se encargan a los
varones. En cambio, o&asposiciones se ganan a través de la
competencia. Los estahis adquiridos cobran una importancia
capital en nuestra sociedad, pues constituyen,en ocasiones, el
principal motor del individuo, ya que proporcionan algunas
bases para la autoestima y la que proviene de los dernis,

5, Necesidadeg de autorrealización personal. Consisten en fa


búsqueda de la realizaci6n de las potencialidades personales, en un
desarroIIo continuo de la creatividad humana, en el sentido amplio de
la palabra. Ya hemos dicho que el ser humano, por su vida en socie-
dad, requiere comunicarse con sus congéneres, relacionarse con el
medio externo, expresar sus conocimientos e ideas. Asimismo, aspira
a trascender, a dejar huella de su paso por este mundo, y una mane-
ra de Iogmrlo es perpetuándose en la obra personal, a través de la
creación. La Insatisfacción de las necesidades elementales, que expe-
rimenta Ia mayoría de las personas, distrae la atmci6n y las energías
que podria destinar a satisfacer las necesidades de redización per-
sonal, por lo que éstas permanecen un tmto relegadas.

Las satisfacciones correspondientes a cada una de estas necesida-


des no se distinguen diáfanamente unas de otras, sino que se mezclan
y se confunden, ofreciendo complejas formas de satisfacción, mol-
deadas en gran parte por la sociedad. Además es necesario enfatizar
que las necesidades secundarias se manifiestan en grado diferente en
los diversos individuos y en las diversas edades. Por ejemplo, un niño
no siente fa necesidad de autoexpresiiin con Ia misma intensidad que
un aduito; un escultor, motivado por esta necesidad, puede llegar
incluso a ver disminuidas a un nivel mínimo las otras necesidades.
A. W. Condes y D. Snygg, en su obra Individual behavior, sostie-
nen que existe una necesidad de aptitud definida como ...

aquella gran f u m a impulsara de lucha, que existe en cada uno de nosowos,


y que nos impele continuamente a hacemos más aptos para la vida.

Por otro lado, esta necesidad tiene dos características principdes:


el mantenimiento y e1 crecimiento de1 Yo. Las necesidades fisiold-
gicas deben ser satisfechm, ya que si una o más de ellas se frustran m
una proporci6n considerable, la persona que experimenta esta fms-
tración se concentra casi exclusivamente en satisfacerlas. Sin mbar-
ga, en nuestra sociedad, la mayoría de las personas pone e1 énfasis
de su existencia no en vivir simplemente, sino en hme~nentarel sá
mismo. E1 paciente se aferra a su Yo, dado que es Ia hita realidad
que conoce, y teme deshacerse de cudquier parte de ella. Pero siente
a1 mismo tiempo la neccsesidad de volverse m& apto, de p r o p a r , de
ser capaz de enfrentarse con la vida de un modo cada vez más efec-
tivo. Por muy bien adaptado que pueda hallarse, trata de edificar
rncjor su futuro.
La posicihn de Freud respecto a la motivación es dualista; está
basada en ia existencia de ?os individuos. Propone que Ias fuerzas
instintivas existen bajo Ias tensiones causadas por las necesidades
dcl Ello (instintos). El instinto es un estímuIe continuamente activo
que tiene su origen en el interior de1 cuerpo y que va pasando de la
somático a lo psíquico. Hay también un factor d i n h i c o y econ8mi-
co del instinto. A la cantidad de cnergia reunida en este factor h á -
mico se le llama impulso.
Freud describe tres caracteriaticas del instinto:

a Finalidad
Objeta
a Fuente

Los instintos son los representantes de las demandas somáticas


sobre lavida mental, Son la causa de toda actividad o conducta. Existe
un número indeterminado de instintos qu.c pucden distinguirse en la
práctica, pero existen dos fundamentales: Eros (instinto vital) y Tha-
natos (instinto destructivo). Los instintos pueden cambiar su meta o
reemplazarse entre si, intercambiando la energia instintiva. Eros es el
instinto vital o erótico; abarca 10s impulsos sexuales y los instintos de
conservación, Thanatos abarca tanto eI impulso destructivo como el
autodestructivo (tendenciaal suicidio).
Briii (1946)explica que:
La función del instinto vital a Eros. consiste en producir vida, uniendo
germina~as,mientras que la tarea de
orgánica viva regrese a su estado anterior

Freud afirma que la fuerza del Ello expresa el propósito verdadero


de la vida del organismo y que se rige por e1 princ$io delplacer.
El concepto de Ello es dinámico y se refiere a los impulsos hna-
tos básicos. E1 principio dclplacerimplica que Ias tensiones fisiológicas
y mentdes controlan fa conducta con el propósito de obtener el
mayor placer posible. De acuerdo con el principio de1 placer, se bus-
ca una satisfacción directa e inmediata. Freud consideró también el
pP%nc+io de realidad, por el cud el individuo prescinde de la satis-
facción inmediata de sus deseos libidinales con el objeto de evitar el
dolor y de lograr mayor placer en un momento f u t u r ~ ,El principio
de realidad se subordina al principia del placer, impone la demora y
Ia lógica a la conducta.
Rapaport (1967)plantea varios cambios en la teorfa psicoanalitica
de la motivación. El psicoanriIlsis es una teoría de la motivación. E1
aspecto que la caracteriza es el tipo de motivación que propone, es
decir, Ios impulsos que parten del aparato bioI0gico del sujeto (10s
impulsos agresivos y los impu1sas sexudes}. A estos impulsos los de-
fine su falta de demora, su intrínseca relación con diferentes tipos
de comportamiento corporal, tanto en 10 que se refiere al propio
c u q o como a los cuerpos ajenos. Además se comportan de manera
un tanto sofisticada J ser observados a través del h t d de la motiva-
ción consciente comhn.
Sin haber abandonado eI concepto de los impulsos primarios, e1
criterio del psicoanálisis respecto del sitio que ocupan en el funciona-
miento de la persondidad, ha evolucionado, puesto que considera
ya a otros tipos de rnotivacibn. Actualmente la teoria psicoanalitica
de Ia motivación abarca una compleja jcrarquia de motivaciones que
suponen un controI progresivo del impuIso que va paralelo al des-
moI1o y una mezcla progresiva de las representaciones del instinto
con factores cognoscitivos que son reflejo de la realidad externa
E3 concepto de las relaciancs dinámicas en diferentes niveles dcI
gradiente motivaciional ha cambiado; se en fatiza el interés por las
motivacíones derivativas, sin por ello menoscabar la importancia de
motivos más primitivos.
La idea de la motivaci6la deniiativa implica el concepto primitivo
de Ia unión entre diversos niveles rnotivacionales. Los motivos pri-
mitivos en sí, son considerados activos en las motivaciones deriva-
tivas, es decir, aquellas que pueden reducirse a impulsos de un nivel,
primario.
Existen aparatos de autonomía primaria y aparatos de autonomía
secundaria. Los primeros (la memoria, la inteligencia, Ia percepción,
el pensamiento, el lenguaje y la motricidad) son para el Yo instru-
men tos de hrientacih, de tanteo de la realidad y de accián, y sirven
para la satisifaccibn de los impubos. Los aparatos de autonomía sc-
cundaria se forman a partir de las mtidalidades y las vicisitudes del
instinto. Se separan de SUS orígenes instintivos mediante estructuras
de defensa constituidas en el proceso de soluci0n del conflicto por
un cambio de funcibn y se convierten en aparatos al servicio de la
adaptación. De tal manera, los aparatos de autonomía secundaria
no san innatos, sino que se forman pos Ia experiencia. Comprenden
Eas relaciones con la realidad.
Son ejemplos de aparatos autónomos secundarias: las organiza-
ciones cognitivas, los intereses de1 Y o , los viiIorcs y los ideales, Ia
identidad de1 Yo y las influencias del Superyo. Se pueden considerar
como garentias proximaies de autonomia de1 Yo con respecto a1
medio.
Los impulsos que tiene el ser humano por su cnnstituciíin son la
garantía fhd (primaria) de Ia autonomia de1 Yo dentro de su medio
ambiente. L as garantias proximaIcs (secundarias) san las estructuras
de un nivel superior del Yo y de1 Superyo, asf como de Ias motiva-
ciones pertinentes a ellas.
L a s motivaciones derivativas desarrollan una semiautonom ía y
pueden ser llevadas a la acción por medios relativamense inde-
pendientes, En ftirma paralela al rcconodmiento de una jerarquía
motivacinnal en un p d i e n t e de autonomía, se desarrollan nuevos
110 CAP. 9. LA M O T I V A C ~ ~ N

conceptos de la clase de energia relativos a las motivaciones. La


energia de los impulsos primitivos es libidinal o agresiva. Sin mrbar-
go, cuando las motivaciones se van tornando autónomas, Ia energía
se toma progresivamente más neutralizada. Esta neuedizaci6n ce
da por deslibidinización y desapivización. Por consiguiente, la
salud mental debe constitnrirse en una necesidad, dado que el pade-
cimiento emocional puede volverse una motivación derivativa por
las ganancias primarias y secundarias propias del trastorno. La salud
mental se vuelve una necesidad primaria, ya que implica e1 evitar el
doIor.
Santiago Ramírez (1977) hace una síntesis de Ia psicologia de la
motñlacibn a partir de la teoríd de Freud y de1 punto de vista de
Fairbaim. Expone como puntos k n c--.ia~es:

a ) Existencia de necesidades básicas.


b ) Contacto entre necesidades y objetos externos.
C) Dependcncia del objeto externo.
d ) Elecciiin de sistemas defensivas frente a la actitud del objeto
externo.
e) En h mteracción de la necesidad, el objeto externo y Iri defensa
ante éste se crean clichés, partes, estructuras y configuraciones
(gestarten).
f) Intemakación del objeto externo, de la defensa y de lagestalt.
g) Externdización del objeto interno o elección de un ambiente
conformado ai objeto interno. DefomaciAn de la realidad
para confrontarla con el objeto interno y así complacer a este
Úftimo.
h ) Dependencia del objeto interno.

La teoría psicoanalítica postula los siguientes principios:


a ) Existe un psiquismo inconsciente.
b ) En el detemiiriismo de las pautas de conducta, b v i d a infantil
es particularmente importante.
e ) Con el transcurso del tiempo, las pautas que fueron externas
se internalizan, se transforman en ínconscientes y siguen siendo
operantes.
d ) El ser humano no es una entidad independiente en el tiempo,
sino anclada en el pasado y determinada por él.
e) En toda relación que un sujeto esmrctura, tienden a repetirse
en forma compulsiva sus pautas.
f3 Toda defensa, o conjunto sistematizado de defensas, es un
padecimiento mediante el cual sc cstabIece una distancia que
'LA MOTIYACC~H 1 11

protege d sujeto y al objeto de Tos peligros que implica la


cercanía erótica o agresiva.

Por otro lado, es importante entender que e?concepto de motiva-


ción en sentido dínico equivaldría a la causa o motivo por cl cud
una persona recurre o es llevada a tratamiento psicoterapéutico.
Equivale ai motivo por el cud el adoIescente asiste a consulta de
psicoterapia. La r d n de que el adolescente asista puede ser cons-
ciente o inconsciente. EI psicoterapeuta tomará nota dc las causas o
motivos que lo llevan a necesitar ayuda terapéutica. Al psicotera-
peuta le interesa ebnocer y comprender esos por qu¿, y no podrá
seguir adelante t k i c a m e n t e sino hasta haber agotado la compren-
si6n de los motivos que hacen pensar d adolescente o a sus padres
que debe asistir a consulta. La comprensiiin de Ias camas para
asistir a consulta condiciona nccesariamenre los primeros movi-
mientos estratégicris para e1 tratamiento de dicho adolescente.
Nri se puede generalizar sobre las causas o motivris que conducen
al adolescente a solicitar tratamiento. Dichas causas depender& del
sujeto y de la subfase cn la que se encuentre, a más de los múltiples
factores biológicos, psicológicos y socioculturales que lo deteminan.
El primer paso es definir si el adolescente quiere asistir o no a
tratamiento. El preadolescente, el adolescente temprano y algunos
adolescentes son llevados por su padres. En estos casos, ademas
de conocer y comprender la propia motivación de estos individuos,
es importante también conocer y comprender Ia rnotivaei6n de los
padres o de quienes los llevan. Muchos adolescentes, adoIescentes
cardios y posadolescentes asisten a consulta por su propia iniciativa,
esto es, alcanzan a registrar por s i mismos sus padechientos emocio-
nales y manifiestan Ea necesidad de una ayuda tkcnica.
En todos los casos,lo que procede es descubrir si existe una moti-
vaciiin consciente o no, pucs si no existe es importante que el adules-
c a t e adquiera conciencia de que está en un conflicto y nccmita ayuda
profesional papa resolverlo. En muchas ocasiones es red que los
adolescentes que scin Ilevados necesitan ayuda, pero en otras no.
Cuando ocurre csto último, es prtihable que quicncs necesiten ayuda
sean los padres. Entonces, se debe mantener la motivación de los
padres en el conflicto de su hijo para después pasara tratar el conflicto
d c ellos mismos.
Dentro de los motivos por los que un adolescente asiste a con-
sulta, ya sea de manera obligatoria c i voIuntaria, entran en juego
muchas funciones yoicas: relaciones de objeto, controI de impulsos,
afecto, funciiin sintética, etc. N respecto, el psicoterapeuta tiene
pscsente m tcidri momento que cl adolescente si: encuentra en prace-
so de aprender a conservar sus funciones y que no dtbc motivarse
en él de inmediato un deseo de i n c r m e n ~ l a s .Creemos que debe
coopcrarse para que el adaleaccnte siga aprendiendo a conservarIas.
Entre Ias motivaciones que se pueden explorar como mhna está el
pos qut solicita ayuda psicoteraphtica de este tipo, y con un psicote-
rapeuta en partidar. El adolescente &dio debe haber adquirido
d
destreza en el manejo de sus funcion y oicas. Es tarea primordial de1
terapeuta propiciar que el adoIescente adquiera esta destreza.
En la adolcsccncia hay diversas tareas por resolver, las cudes se
vuelven motivaciones. Estas tareas varían en relacibn con cada una
de Ias etapas:

a ) En la preadolescenct'a no se distingue objeto amoroso ni meta


instintiva, pero el desarroUo se orienta hacia la genitaiidad a
partir de Ios impuIsos pregenitaies.
b ) Durante Ia adolescmctu temprana la tarea principal es Ia iden-
tificación con el padre de1 mismo sexo y Ia formación del ideal
del Yo. F a esta etapa se presentan conflictos bisexuales que
han de resoIverse mediante dicha identificarión.
c ) En eI periodo de 1a adolescencia propiamente dicha, las tareas
principales son la posibilidad de relaciones hcteroscxuales y la
búsqueda progresiva de Ea Identidad. Aqui la meta instintiva
es E
a procreación.
d ) En la adolescctncia tadsá las tareas primordiales son la subL
maci6n y la consolidación de la identidad sexual, así a m o la
adquisición de la autoestima.
e ) Durante Ia posadolesceracia, Ias tareas m&simporbntes son la
jerarquizdbn de intereses y valores y la consolidaci6n de una
posici6n sexual irreversibie .

El terapeuta debe tener presente Ias metas a lograr en cada etapa,


ya que se constituyen en necesidades psicológicas generadoras de
conducta y su fdta de resolución genera un conflicto. El papel del
terapeuta será propiciar el logro de esas meta e instrurnentar la
téaica para llegar a ellas.
De no tener presentes las metas del adolescente, el terapeuta no
entenderá su motivación y correrá el riesgo de perderlo, lo quc pro-
vocará un perjuicio tanto pasa el paciente como para el terapeuta
mismo.
El afecto en
l a psicoterapia de los

El afecto es un fenómeno que se presenta en los adolescentes, en


compañia de todas sus manifestaciones, tanto verbales como no ver-
bales. Si consideramos el criterio de Ramón García PeIayo (1975),
podremos diferenciar afecto, emoción, pasión y sentimiento,

a ) El afecto se define como 1a inclinación hacia una persona o


cosa*
b ) La emoción es Ia afectaclán del animo.
c) La p d ó n tiene varias acepciones, tales como la perturbación
o afecto desordenado del ánimo (dejarse llevar por sus pasio-
ncs); la inclinación fuerte de una persona hacia otra ("...ella
es mi pasión"); el deseo vehemente (tener pasi6n por la mú-
sica); el objeto de deseo (" ... el estudio es m pasión"); la
prcvenciiin a favor o en contra (juzgar con pasión).
d ) El sentimiento se define como Ia acci8n y efecto de sentir,
la actitud receptiva respecto de Ias impresiones exteriores, la
conciencia misma que se tiene de una cosa (tener el sentimien-
to de la propia debilidad).

Estas definiciones nos permiten deürnitar lo que conocemos como


afecto. El afecto se presenta en el proceso psicotcrapéutico como una
manifestación que puede acompaar al contenido verbal o estar sepa-
rada de él, pero que tiene un significado comunicativo. Copi (19 72)
propone que hay tres tipos de lenguaje:

l. EI lmguaje informativo, que se caracteriza por ser objetivo y


preciso, y que sc utiliza, por ejemplo, en la ciencia para participar
a otros los datos concretos y objetivos de una investigación,
2. El lenguaje directivo, que emplea tantg,dpresiones emocio-
naies subjetivas como datos concretos y objé?ivos para manipular al
auditorio y dirigir10 hacia una meta o h paosnd -es el lenguaje
empleado por los politicos o por una persona coiando quiere que otra
redice una acción directa, por ejemplo: "Ve y cierra la puerta".
3. El Ienguaje expresivo, fundamentalmente subjetivo, a través
dd mal se expresan las emoúonts personales y los sentimientos -es
fundarnentalmen te metaf6ric0, usa comp araciones indirectas con
elementos de la naturaleza o la irnaginacion con e1 propósito de hacer
sentir el afecto que se quiere comunicar, por ejemplo: "Esa mujer
me hace sentir como un volck en empción".

Por su parte, FIora Davis (1972)nos dice que un gran porcentaje


del Imguaje udizado por una persona es no verbd y se manifiesta a
través de su actitud corporal, de sus gestos, de sus movimientos, del
tono que acompaña al Ienguaje verbal, de su vestimenta, etc. El tera-
peuta habrá de ser un receptor Óptimo de estas formas del lenguaje
no verbal que expresan en gran medida el momento o tono afectivo
que acompafia al discurso de1 adolescente,
Geosges Bastíri (19721, en sir Bccionan'o de Psicolc)gpk Sexual,
dice que con un fin did5ctico se suele dividir al psiquismo en t r e s
grandes sectores: la inteligencia, la acción o motricidad, y la afec-
tividad. El psiquisrno es indisociable, razÚn por la cud no hay
manifestacidn de la inteligencia o de la motricidad sin un contenido
afectivo, En foma recíproca, todo estado afectivo invoIucra la in-
teligencia y la motricidad del individuo.
El ámbito afectivo es e1 potencial. energético; se desarrolla gracias
al poder d i n h i c o de las necesidades, 10s deseos, las tensiones, los
intereses, las emociones y los sentimientos. La afectividad es el ele-
mento dinámico liberador que impulsa a la inteligencia a elaborar
soluciones y a organizar la acción, Ia cual se despliega entonces bajo
su controE y gracias a las estirnuiantes afectivas,
La afectividad engioba todo lo que proviene de la sensibilidad,
de la emoción, del sentimiento. EI amor y el odio es&, por tanto,
endavados en el corazón mismo de la afectividad, y la sexualidad
es humana en Ia medida misma en que, gracias a la intervención de
Ia esfera afectiva, es mds que un acto fisico. En esta perspectiva, la
sexualidad es un aspecto indudablemente esencid de la afectividad.
Así, la educación sexud y la psicoterapia del adolescente deben
circunscribirse en un contexto m& amplio, en el de Ia afectividad
y m manejo.
La educacion sexud comienza desde la lactancia, desde los prime-
ros contactos del bebé con su madre y con e1 medio ambiente. Desde
ese momento, d kfasis recae en la relación con los demh. L o s con-
tactos afedvos son 10s que permiten d niño, en virtud de las identifi-
caciones y de las incorporaciones, hacer suya la9 actitudes, las maneras
de pensar y de sentir, y los valores superiores del medio ambiente en
que se encuentra. La afectividad es por su misma naturaleza el fc-
nómeno más intimo de nuestro psiquismo, y un fenómeno erninente-
mente social, Esita relación social sexual, que se presenta desde los
primeros años de vida, adquiere una importancia especial durante las
diferentes etapas de la adolescencia, y su manejo m Ia psicoterapia
será cniciai para Ia reaüzación de las metas o %es establecidos en
cada una de dichas etapas. Desde CI punto de vista psicoanalitico,
LapIanche y Bonta3is (197 7) definen el afecto como una paiabra torna-
da por e1 psicoana2isis de la terminologia ecológica alemana y que
designa todo estado afectivo: penoso o agradable, vago o preciso;
que se hace presente en forma de una descarga masiva, como una
totalidad general. Según Freud, toda pulsihn se manifiesta en los
dos recipientes del afecto y de la representnci6n. El afecto es la
expresi0n cualitativa de la cantidad de energía puhiond y de sus
vaxiaciones.
El concepto de afecto adquiere gran importancia desde los prime-
ros estudios de Breuw y Freud (1895)acerca de la psicoterapia de la
histeria y del descubrimiento del valor terapéutico de la abreaccibn.
E1 origen del sintoma histérico se buscaba en un acontecimiento de
naturaleza traumática que no habr'a encontrado una descarga ade-
cuada; fue llamado afecto estaacado. El recuerdo del acontecimiento
resulta teraptuticamente eficaz sblo si implica Ia revivencia del afec-
to que estuvo Iigado a éI desde m origen.
Se deduce, después del estudio de la histeria hecho por Freud, que
el afecto no se halla necesariamente ligado a una representacibn;
su separación permite que cada uno de ellos siga un camino dife-
rente. Freuci señala distintas posibilidades de transfomación del
afecto: primero, la conversión de los afectes (histeria de conversión);
segundo, el desplazamiento del afecto (obsesiones), y, tercero, Ia
transformación del afecto (neurosis de angustia, melancolia).
A partir de estos estudios el concepto de afecto se utiliza desde
dos puntos de vista: puede tener m d o r especificamente descriptivo
en tanto designa fa resonancia emocional de una experiencia intensa,
o bien (y esto es lo mds frecuente) implicar una teoría cuantitativa
de fa energía, que es la fínica capaz de explicar la autonomía del afecto
en relación con sus divemas manifestaciones.
En los trabajos metapsicoI6gicos de Freud e1 afecto se define como
Ia traduccibn subjetiva de la cantidad de energía pulsional. Distingue
claramente el aspecto subjetivo del afecto y los procesos energCticos
que los condicionan. Junto al término afecta, utiliza e1 de quantzsm.
Queriendo defmir el concepto propiamente econOmico de quanhrrn de
afecto, dice Freud: "Corresponde a la pulsión, en la medida en que
se ha desprendido de la xepresientación y encuenQa una expresión
adecuada a su magnitud en procesos que percibimos como afecto".
Entre la representación inconsciente y d sentimiento inconsciente
existe, según Freud, una notable diferencia: "La representación in-
consciente, una vez reprimida, permanece inconsciente, como una
formación real, mientras que el afecto inconsciente sOIo corresponde
a un rudimento que no se ha Uegado a desarrollar".
Por otro Iado, Freud forinulb una hipótesis genCtica destinada a
dar una explicación del fenómeno afectivo como vivencia. Los afec-
tos serían "reproducciones de acontecimientos antiguos de importan-
cia vital y wentmdmente preindividudes", comparables a los "ataques
histé&os, universales, típicos e innatos".
Rapaport (19 77) sinteti26 la teoría psicoandítica de los afectos
en 10s siguientes puritor :

1, Los afectos utilizan canales y umbrales innatos de descarga,


10s cudes pueden ser considerados como aparatos. Existen ya desde
a n t e s de que el Yo y el Ello se diferencien, a partir de la matriz indi-
ferenciada que postuIa Hartnm (Hartman, Kris, Loewenstein, 1946).
Los afectos son propiedades comunes de las especies, y esto quizá se
relaciona con las ~ a í c c ssociales de h comunidad y la m p a t i a (Schd-
der, 1924), pero ahn a este respecta ya existen desde el momento de
nacer, grandes diferencias individuales (Bergmann y Escalona, 1949;
Escafona y Leiteh, 195 11, los cudes se relacionan con lo que da lugar
a la predisposición, a Ia angustia y a los diferentes equivalentes afecti-
vos m la patologia psícosom5tica, asi como a varios aspectos conge-
lados, tomando en cuenta la forma o confipración de Ios rasgos del
carácter (Reich, 1933).
2. En la etapa en que el principio del placer predomina, Ias ca-
texis m6viles impulsivas buscan la descarga inmediata. Cuando la
descarga impulsiva de la acción no puede redizarse ante la ausencia del
objeto de impulso en Pa realidad, surgen los afectos y desempeñan las
funciones de una vavula de seguridad. Existe una ttnsiCin impuIsiva
que posee umbral. L o s afectos en este periodo aparecen como fcnD-
menos de descarga de una determinada cantidad de carga impulsiva.
Esta porción se conceptudiza como carga afectiva, y probablemente
esté determinada por la cantidad de catexis que sea capaz de llevar a
los canales afectivos innatos del mtado,
S. Tanto la catexis afectiva como h idea son representaciones
impuhivsts; ambas operan Con catexis m8viles y se rigen por e1 prin-
cipio de1 placer. Las descargas afectivas son tormentas masivas de
afectos que fluyen hacia el interior del cuerpo, a través de inerva-
ciones motora y secretaras, en vez de hacerlo sobre el objeto de1
impulso.
4. El desarrollo general del aparato psíquico se inicia con los
umbrales innatos reguladores de la descarga, se fomenta con las
demoras y frustraciones que Ias condiciones de la reaiidad imponen
a ésta y progresan al internalizar esta demora de la descarga originada
por la realidad, y establecen una capacidad de demora. Esta capa-
cidad se logra mediante Ias defensas (distribuciones energéticas con-
tracattctica~)que pueden considerarse alteraciones de los umbrdes
de descarga. El hecho de que los impulsas se vean representados por
dichas defensas contribuye a que se haga un uso mis intenso y va-
riado de ellos en comparacibn con los canales afectivos de descarga, y
de Ias correspondientes cargas afectivas.
El establecimiento de las distribuciones contracatécticas de ener-
gía tiene t a m b i h otras consecuencias importantes. Da lugar a diversos
impulsos derivativos parciales (estos 61.1Eimos particularmente en con-
junción con Ia rnaduraci6n somática). Algunos de eUos mrgm de
manera que modifican los impulsos contra los que se lucha, otros
surgen como modificaciones del impulso hacia las cuales se garanti-
zaron las distribuciones energéticas contracatécticas, y otros surgen
a manera de fuerzas motivadoras originadas en las propias distribucio-
nes energéticas contracatécticas. Todos ellos tienen sus propios um-
brdes de descarga y, en d caao de no poder descargail, a causa de las
condiciones de la realidad o por Ias distribuciones energédcas contra-
catécticas que evolucionaron como internalizacianes de esas condicio-
nes de Ia realidad, utilizan y modifican los canales de descarga afectna
y a existentes, Este proceso se repite de diversas maneras en el curso
del desarrollo, dando lugar a una jerarquía motivacional que sc
extiende desde Ios impulsos hasta las intereses y preferencias. Td
proceso es, en apariencia, sinónimo del de liga o neutralización de
las catexis móviles. Otra faceta de este proceso es d desarrollo del
proceso secundario del pensamiento a partir del primario, que usa la
acción experimental dentro del pensamiento por medio de cantidades
pequeñas de catexis ligadas (neutralizadas) y de huellas némicas a
partir de la gratificación aluchatoria obtenida por medio de la ca-
texis impulsiva de esas hudlas nérnicas hasta alcanzar intensidad
pexceptual (Fseud, 1911). La idea representativa del impulso es
modificada hasta convertirse en pensamiento representativo de la
realidad. Xa descarga pulsiond es demorada y se transforma en sccibn
que utiliza como preparación al pensamiento y a la tensión reprimida
por la demora de fa descarga, mediante la válvula de seguridad surni-
nistrada por la descarga afectiva. Sin embargo, los afectos no con-
tinúan &ndo candes innatos de descarga, utilizados por el impuiso
reprimido a manera de ddas de seguridad, sirno que también par-
ticipan en d desarro110 descrito: van siendo progresívamente toma-
dos, Este fenómeno se logra de varias maneras:

a) En cada nivel de la jerarqifa mctivaciond, las motivaciones


derivativas udizan afectos, a m a n a de canales de descarga
destinados a cumplir la función de válvulas de seguridad; pero
las catexie de estos impulsos están cada vez mis neutralizadas
conforme a la evofuci6n de la jerarquía, Por tanto, las catexis
de las carga afectivas se toman cada vez menos perentorias y
Ias descargas de afecto menos automáticas y masivas.
b ) Al parecer, junto con la maduración general, Ia jerarquía
ascendente y la formacibn de estructura del aparato psíquico,
no sólo se alteran los afectos y los umbrales de descarga de los
impulsos derivativos, sino que también se van creando nuevos
cmalcg de descarga afectiva cada vez m& complejos y sutiles.
c ) Aquí mismo, también las propias cargas afectivas parecen
quedar sojuzgadas por la contracatexis defensiva, o sea, subor-
dinadas a la modificacibn diversa de sus umbrales de descarga.
5. Este desarrollo jerárquico tiene un doble resultado:

a) Por una parte, como los diversos impulsos derivativos (moti-


vaciones) continúan siendo efectivos en todos los niveIes de la
jerarquía, encontramos eneladultonomai fenómenos afectivos
de carga entermente móviles, afines también a los ataques
afectivos, y fenbmenos de proceso primario de pensamiento.
6) Por otro lado, tenemos afectos correspondientes a cargas alta-
mente neutralizadas, las cuales sirven a manera de señales o
medios para Ia prueba de redidad y para la orientación hacia
la realidad tanto externa como interna,

E1 continuo en 10s afectos abarca toda la gradación que va desde


los ataques afectivos masivos hasta las simples señales,inclusive sefíales
de señales (FenicheE, 19 34). El desarrollo del gradiente motivaciond
y del gradiente afectivo constituye un aspecto de la Tormacion de la
estructura del Yo; en él, e1 Yo, que originalmente soportaba a los
afectos en forma pasiva, tiene ahora conwoI sobre ellos y llega a
liberarlos bajo la foma de sehales msicipatorias. L o s ataques afecti-
vos masivos pueden producirse a causa de un debzlitamiento del
control yoico o bien con el consentimiento del Yo, y constituyen
las llamadas regresiones al servicio del Yo (Chris, 1950; Schur, 1952).
Estos autores sugieren también que "las señales afectivas son de la
índole de regresiones al servicio del Yo". Vemos, por tanto, que
dentro de los límites normales hay grandes diferencias individuales
con respecto a cuál de los aspectos del continuo afectivo y qué
cualidades del afecto incluidas en este continuo deben considerarse
en cada individuo. En conjunto, a mayor pobreza en el desarrollo
jerárquico de las distribuciones energéticas contracatécticas contro-
ladas, menor es la variabilidad y maduración, y mayor la intensidad
de estallidos afectivos masivos; cuanto menos flexibles y más exce-
sivamente rígidos sean los controles, van haciéndose de afectos cada
vez más pobres en intensidad, variabilidad y maduración y, como
sucede tan a menudo en la vida, lo óptimo no es lo máximo. Una
vida afectiva rica y modulada parece ser el indicador de un Yo fuerte.
6. Cuando se desahoga la carga afectiva pueden despertarse tensio-
nes adicionales. Para evitar el desarrollo de éstas, es preciso protegerse
del impulso subyacente, así como de la carga afectiva. En consecuen-
cia, los afectos pasan a ser motivo de defensa (Fenichel, 1945). De
lo contrario, parece ser que la carga afectiva, por ser una cantidad de
energía, puede desempeñar, bajo condiciones especiales, el papel
de motivación. Sin embargo, estas condiciones no se comprenden
bien y es probable que de comprenderlas no fuese posible explicarlas,
suponiendo que quien las actúa como motivación es el impulso sub-
yacente del afecto, más que el afecto en sí mismo.
7. El desarrollo del gradiente o la jerarquía ascendente de las mo-
tivaciones viene a constituir un aspecto de la formación de la estruc-
tura psíquica, es decir, de la diferenciación Ello-Yo-Superyo. El
aspecto dinámico de la formación del afecto está dado en cada uno
de los niveles de la jerarquía, por el conflicto que presenta la descarga
ligada de las catexis con los umbrales innatos o con la realidad, o con-
tracatexis. El aspecto económico de la formación del afecto está
constituido por una descarga parcial siempre creciente de las catexis
neutrales. El aspecto estructural de la formación de afectos, así como
el aspecto adaptativo, son más complejos.
8. Los sistemas motivacionales ascendentes se integran estruc-
turalrnente hasta llegar al Ello, al Yo y al Superyo, elevándose hasta
crear sistemas de organización que se controlan mutuamente. Los
constantes conflictos entre ellos originan también tensiones con
su correspondiente descarga, o sea, afectos que pueden de este modo
hacerse continuos. Esto es lo que Landauer (1938) y Jacobson (1951)
conceptualizaron, al seguir el cauce establecido por Freud (1922,
1926). Dichos estados afectivos constantes no son, sin embargo, en
su mayoría el resultado de un conflicto en el interior de una, o bien
320 CAP, 10. EL AFECTO BE LA PSICOTERAPIA

entre dos o las tres instancias, sino que bastante a menudo se produ-
cen como integraciones de los equilibrios complejos y los conflictos
entre componentes de estas importantes divisiones estnicturdes del
aparato psíquico.
9. Desde el punto de vista adaptativri, los afectos parecen iniciar-
se, hasta cierto punto, inclucive en el hombre, como lo que Harhan
denomin6 estados de adaptación; esto es, el aparato que descarga al
afecto posee una armonía iimitada a ciertos estimubs externos de la
realidad, como por ejemplo, el susto (Landis, 1939) o lasonrisa (Spitz,
1946). Asimismo, en su totalidad son señales tan indispensables para
el tanteo de la realidad como los pensamientos. De hecho, los afectos
son indispensables para todos los caracteres de la prueba de realidad,
a excepci6n de aquellos que llamamos obsesivos y que logran la m-
telectualización.
En sfntesis, la teoria psicoanalitica de los afectossurge y se integra
en tres componentes:

a)L o s canales innatos de descarga afectiva y los umbrales de


descarga para las catexis irnpuisivas;
b ) el uso de estos candes innatos, como válvulas de seguridad
e indicadores de la tensión impdsiva, y
c ) la rnodificacihn de estos umbrales mediante impulsos y moti-
vaciones derivativas que no pudieron ejercitar Ia acci6n impul-
siva y, con esto, la formación de la representacitin instintiva
denominada carga afectiva.

También se toma en cuenta el control progresivo y sistemático de


los afectos, así corno su creciente dominio apartir del Yo en el curso
de la f ~ m a c i ó nde la estructura psíquica. Los afectos son transfor-
mados, así, en senales afectivas liberadas por el Yo.

ALGUNOS ASPECTOS DEL MANEJO


D E LOS AFECTOS DEL ADOLESCENTE
EN LA PSICOTERAPIA
El psicoterapeuta debe estar consciente de que la adolescencia es
un proceso mediante el cual los afectos sufren transformaciones que
comprenden desde Ia mera expresión impulsiva hasta Ia obtención de
valores y metas motivacionales con un fin expresado en la sociedad.
DeberA estar capacitado para escuchar el lenguaje afectivo y captar
el tono emocional del adoIescente con el propósito de comprender
ampliamente sus necesidades y sus motivaciones vitales inconscientes.
AFECTOS DEL ADOLESCENTE EN LA PSICOTERAPIA 121

E1 terapeuta hab& de ser una caja de resonancia, escuchará a


partir de su empatía, de su propia contratransferencia, y las pon&$ al
sesvicio del paciente por medio de la interpretación. De esta manera
desentrañará el contenido afectivo de los mensajes verbales y no ver-
bales que el adolescente trasmite en las entrevistas. Asimismo, el
terapeuta determinará en qué ~ a d e1 o afecto está medido, dominado
o controlado, en qué grado el impulso es el control y qué tanto ma-
neja el adolescente su afectividad por medio del control y oico.
La relación teraptutica - como relación de transferencia- contra.
transferencia- es una relación afectiva por antonomasia. En la trans-
ferencia durante el proceso psicoterapéiztico el adolescente va a
reavivar las ligas afectivas con sus objetos primarios. E1 afecto es la
expresión cualitativa de los hpulsos; su conocimiento y comprension
dan significacjbn a todas las manifestaciones del adolescente.
El terapeuta facilitará la revivencia afectiva de los sucesos. Lam-
bién dará un significado cognoscitivo a todas aqueuas expresiones
afectivas disociadas o desplazadas, para encontrar el sentido dedel
contenido afectivo que se expresa.
Si mtendemos que los afectos son reproducciones de aconteci-
mientos pasados, como expresó Freud, entonces podremos encontrar
el significado genético de las expresiones transfetencides del paciente
adolescente. Específicamente, en los momentos regresivos se mues-
tran catexis móviles instintivas que e1 terapeuta de adolcsccntes está
capacitado para evaluar, por 10 que actúa como un Yo auxiliar ve
sirve al adolescente de v á I d a de contención de estas pulsiones. En
otras palabras, el terapeuta demora el proceso afectivo del adolescen-
te dándole marcos de redidad.
El proccso terapeutico del adolescmte tiene como meta la sub&
rnación y la expresibn genital de los afectos. Esto significa que el
adolescente, al final del tratamiento, habra recorrido las diferentes
etapas de su desarrollo, lo que le permitirá alanzar las metas o pro-
pósitos dc dichas etapas y así pasar del impulso o de Ea conducta im-
pulsiva al establecimiento de intereses y valores operativos de 1a
socicdad en que vive.
La alianza
de trabaja

En toda relacibn humana se presentan dos a~pcctos:uno,basado


en h realidad, y otro, basado e n una distorsión paratáctica. Para
S d i v a n (3.9641, la distomión paratáctica es parte de las características
de una persona. Algunos observadores concuerdan en aceptar estos
componentes, independientemente de que sean verdaderos o no. Da-
dos los movimientos que se presentan en relación con éstos, las verda-
deras características de la persona en ese momento puedq resultar
de muy poca importancia para Ia situación interpmonal. Este es el
conctpto de distorsión paratáctica que opera en las relaciones inter-
personales en la vida cotidiana.
Desde el punto de vista psicoterap~ticoconsideramos que aquella
parte de la reIaci6n humana que está relacionada con 30 red es 10 que
va a posibiiitar la alianza de trabajo, mientras que el aspecto de la
distorsión paratáctica a parte infantil que se reedita en la situacibn
psic8tica es lo que da origen a la transferencia. Así, 10 que en las re-
laciones interpersonales llamamos distoni611paratáctica, en el psico-
anáiisis lo llamamos transferencia.
En las Ú I t i m a s décadas, el concepto de alianza de trabajo (AT)
ha tornado dentro de los estudios psicoanaliticos mucha importancia.
A partir de un articulo de Zetzel (1 9561, en el cud esta autora vio la
alianza como aIgo diferente al pacto malitieo de Freud, ha aumentado
d interés por diferenciar la alianza de la transferencia. Greenson
(1 976) sostiene que la AT merece ser considerada como equivalente
a la neurosis de transferencia, en la relación terapeuta-paciente.
Sandler (1973) considera que la AT es una reacción no neurótica,
pasional y razonable que eI paciente tiene frente al psicoterapeuta, cl
cual Ie permite iutervenir en el proceso psicoterapéutico. Laconsidera
como el nUcleo andado en lo red y no en lo transferencid, como un
deseo consciente o inconsciente de cooperar con el psicoterapeuta
para superar 10s padecimientos.
Greenson (1976) nos dice que h AT es Ia actitud racional y rela-
tivamente no neurbtica que tiene el paciente frente n su pmcoterapeu-
ta. Es la actitud racional y objetiva de las sentimientos que tiene el
paciente hacia su andista, Esta definición se enfoca principalmente a
1a capacidad que tiene el paciente para trabajar en Ia sitruación p sico-
terapéutica.
La situación psicoterapéutica es una relación interpersond y,
desde el punto de vista del psicoanalista, es también una relación de
objeto que se caracteriza por el estabkcimiento de reIaciones reales
o transferenciales entre pariente y terapeuta. Tomemos, por ejemplo,
la proporción en que se dan las variables de transferencia y redidad
con personas investidas de autoridad. Debemos admitir que en una
relación sana, 1a contribución del pasado es reIativamente pequeña, y
tanto la posición de la persona investida de autoridad como sus ras-
gos y debilidades se perciben ~Iararnente.En cambio, si el carácter
de la relación es transferencid, la persona kvestida d t autoridad se
percibe, ya como rnagnifica y sin f d a o,por el contrario, como un
ser grandioso con pies d t barro. La mayoría de las veces e1 paciente
fluctúa entre estas dos tendencias. Por regla general, se piensa que
los sentimientos exagerados, impdsivos e inadecuados, constituyen
relaciones transferencialcs. Pero en este tipo de relaciones también
existen excepciones.
Nada de lo que el arialista hace realmente, por importante que
parezca, constituye un motivo para estabIecer relaciones afectivas
~ r o h n d a por
s p m e del analizado.
Un individuo es m& neurdtico cuanto mayor es el peso propor-
cional de su pasado infantil; o sea, un individuo es tanto más neurb-
tico cuanto más influya la situaci6n t r a n s f e r e n d en la sihiaci0n
presente actual, en el masco de la relación terapéutica.
L i o ~fen8menos de msferencia generalmente son Inconscientes,
irracionales e hapropiados a la situación de realidad en Ia que se ma-
nifiestan; son ambivalmtes y tenaces. En cambio, la AT esttt anclada
en la parte red de la relaci6n entre paciente y terapeuta; 1a AT nace en
tanta mayor proporcidn cuanto más basada esd en la reaición real y
raciond entre uno y otro. La susceptibilidad a la transferencia de-
pende de la insatisfacción de los instintos y de que se necesiten opor-
tunidades de descarga. La susceptibilidad a la AT depende de la
capacidadpor parte del paciente para mantener el contacto con la reaii-
dad en b situaci6n andibca; depende también de su disposición a
regresar a su mundo de fantasía.
APORTACIONES DEL PACIENTE
AOOLESCENTE A LA AT

El paciente adolescente aporta a la AT de h situación analitic;a,


en primer lugar, un deseo consciente o inconsciente de cooperar con
el terapeuta Aporta también su disposi46n a aceptar la ayuda del
terapeuta para superar sius dificultades in temas, y también su acepta-
ción de la necesidad de tratar los problemas internos y hacer un eabajo
analítico que enfrente las resistencias internas o externas. Aporta
funciones yoicas, de en* las cuales Greenson (1976)describe la ca-
pacidad de1 paciente para comunicarse de diferentes modos: con Ia
palabra, con b manifestación expresiva de los sentimientos e , incIuso,
aunque de manera limitada, con las propias acciones. De entre estas
funciones yoicas también se s e s a n : la capacidad de recordar, obser-
var, fantasear y, posteriormente, comunicar todo queilo que eI
paciente ha tenido posibiiidad de reconocer. Se requiere también
la capacidad de regresar parcialmente al pasado, y as; poder reaIizar
cierta cantidad de asociaciones libres.
Otra de las aportaciones de1 paciente adolescente a la AT es su
decisión de decir con sinceridad todo Io que consciente o incons
cientemente sabe acerca de sí mismo. También aporta a la A T una
confianza básica. Enchon (1960) ha llamado confianza baJica a
una actitud hacia la gente y hacia el mundo en general basada en
experiencias de segundad durante los primems meses de vida. Se
considera que la ausencia de fa cualidad de la confianza básica es
responsabIe de la ausencia de una AT cabal. Otra aportxibn del
paciente a Ia AT es la fe en el analista y en el método analítico,
ademis de la disposición a indenñficarse con el método del malista.
Finalmente, aporta su capacidad de formar neurosis de transferen-
cia, sus deseos reales de mejorar y su disposiQÓn a cooperar con los
padres y con todas las personas que lo rodean.

APORTACIONES DE L PSICOTERAPEUTA
A LA AT CON ADOLESCENTES

La terapia psicoanalítíca aplicada a los adolescentes exige que


el psicoterqeuta aporte detemuladas situaciones especificas para
que aquklla se dE en un nivel bptirno. El psicoterapeuta tiene, an-
tes que una especializaciljn en psicoterapia para adolescentes, una
profesión que le facilita la c o m p ~ n s i ó nde la natudeza de las rela-
ciones interpessondes. Este conocimiento de ias relaciones inter-
personales es la base del entendimiento profesional de las relaciones
humanas en general. El psicoterapeuta es una persona entrenada, es
decir, formada especificamente para trabajar con adolescentes, 10 que
da corno resdtado una capacidad para comprender y manejar la téc-
nica de la psicoterapia en general y la témica de la psicoterapia de
adolescentes en especifico. Paralelamente al desarrollo de su forma-
ción, eI psicoterapeuta se autoanaliza, Esto Ie permite deslindar su
propia problemática de la de sus pacientes, de modo que sus proble-
mas, situaciones y conffictos personales no interfieran en la situación
psiwterapéutica El psicoterapeuta debe tener un profundo conoci-
miento de la teoría y de Ia técnica psicoanalítica aplicada a los
adolescentes, además de un amplio conocimiento de las relaciones del
objeto, deberá hacer un escrutinio adecuado de Ia realidad en que
está inmerso el adolescente en ese momento y del h b i t o en que se
desenvuelve; comprenderá adecuadamente lo S factores individuales,
socides y cdturales de la enfermedad rnentd, 10 cual implica el dis-
poner de una filosofía, de un conocimiento y de un deslinde de los
aspectos emociondes normales y psicopatológicos del adolescente. E1
analista es un técnico en el conocimiento de la motivación humana
en general, pero tambiin es un técnico en la motivación especifica
por la que un adolescente se presenta o es Ilevado a tratamiento. Fi-
nalmente, se considera que, de entre todas las funciones yoicas que
debe poseer el analista de adolescentes, h función sintética de1 Yo es
una de las que se ejerce con mayor frecuencia e intensidad de la situa-
ci6n psicoterapiutica.
Entre las aportaciones del psicoterapeuta a la AT con adolescentes
están quéilas relacionadas también con su persona y con su estilo
de trabajo terapéutico, como: la constancia en la labor diaria con el
paciente, el no EaItar nunca a las sesiones y la búsqueda constante y
firme de la introspección con respecto a todo el material. En e1 esta-
blecimiento de una adecuada AT influye también el crear una reIaciÓn
realista y razonable con el paciente, el cual necesita tener informa-
ciOn de los procedimientos y procesos psicoanaiíticog que Ie son
extraños, novedosos y aun artificiales. S¢ dcben excluir también la
afectación, 10s rituaiismos, la timidez, las imposiciones, los retraimien-
tos y las indulgencias. E1 psicoterapeuta pondrá especial atención a las
necesidades de3 paciente y manifestar6 un carácter humanitario para
con él, pues éste tiene necesidad de estima y respeto mientras es ana-
lizado. El hilmmitarismo se demuestra durante el anilisis por Ia
compasión, el interés y la intencihn terapéutica para con el paciente,
en especial para con los adolescentes. Las condiciones individuales,
famiIiares y sociales en que se desenwelve el paciente son de especial
interés para el psicoterapeuta, ya que no es un simpIe observadoro in-
vestigador. Para la AT es imprescindible que el psicoterapeuta mani-
fieste un constante interés por los derechos del paciente mientras
dure el análisis.
A continuación referimos los puntos de vista de tres autores, que,
aunque son consideraciones generales sobre la psicoterapia, pueden
ser aplicados al trabajo con adolescentes.
Greenson (1976) localiza las aportaciones del analista a la alianza
de trabajo en su constante interés por el entendimiento y en el
insight del análisis continuo de las resistencias, así como en sus acti-
tudes cordiales, empáticas, sinceras y no enjuiciadoras,
Wolberg (1977) describe así algunas de las aportaciones del ana-
lista:

1. Comunica un entendimiento del problema. Cada paciente


desea que su terapeuta sea inteligente, sagaz y perceptivo. No es
difícil convencerlo de que se es competente mediante técnicas sim-
ples, como reflejar sus sentimientos y actitudes no verbalizadas, poner
en palabras sus preocupaciones no expresadas y mostrar sensibilidad
hacia sus conflictos y estados de ánimo.
2. Manifiesta interés. Una táctica importante para proteger la re-
lación es mostrar interés en el paciente como persona, más que como
un sujeto de estudio de fenómenos patológicos. El poner atención a
lo que el paciente dice acerca de su vida personal, ambiciones, gustos,
desagrados y metas, es una manera tácita de considerar al paciente
como un individuo importante. Recordar y repetir detalles de lo que
el paciente ha dicho acerca de sí mismo en sesiones anteriores es
para el paciente una evidencia del interés genuino por parte del psico-
terapeuta. Por otro lado, las manifestaciones de indiferencia dañan
la relación. Como ejemplos de éstas podemos mencionar: olvidar
detailes importantes a los que el paciente se ha referido anteriormen-
te, leer la correspondencia durante la sesión, llamar por teléfono en
presencia del paciente y otras distracciones.
3. Muestra tolerancia y aceptación. Al enfrentar las emociones
ambivalentes del paciente, el terapeuta debe expresar una tolerancia
y una aceptación tan completas como le sea posible, nocondenar ni
condonar los impulsos y deseos del paciente, sino aceptar el derecho
de éste a sentirlos tal como son. Independientemente de qué tan
provocativa sea la conducta del paciente, es esencial que el terapeuta
controle sus reacciones personales. Algunos pacientes someten al
terapeuta a sus arrebatos de hostilidad, de acusaciones y demandas.
Responder con hostilidad puede ser fatal para el establecimiento de
la relación.
4. Da muestras de objetividad. La objetividad se asegura median-
te una actitud tolerante y no punitiva ante las actitudes, demandas o
ideas expresadas por el paciente. El sentido de1 humor,la capacidad
de tomar positivamente las criticas y un persistente respeto por e1
paciente, son rasgos que ayudan a establecer Ia objetividad. AZ manejar
los sentimientos personales se debe tener presente que las actitudes
de1 paciente no siempre son pemanentes. Reconocer el derecho del
paciente a tener opiniones propias, aunque sean equivocadas,le ayuda
a este a convencerse de que no está frente a un déspota. Otra manera
de demostrar la propia objetividad es abstenerse de imponer al pa-
ciente las opiniones, filosofías, juicios y valores propios y respetar su
derecho a Ia autodeterminación. Todo esto es posible una vez que el
psicoterapeuta se ha convertido en nxn verdadero conocedor de los
conflictos internos del paciente.
5. Muestra empatia. Entre las medidas que se pueden emplex
para este fin están: senalar a l paciente aquello que debe molestarlo,
esto es, al trabajar sobre algunos de 10s conflictos conscientes obvios
que aquejan al paciente, explicarle por qué son perturbadores; re-
conocer los sentimientos del paciente y ver las cesas desde su punto
de vista; ser franco y sincero con él y aceptado a pesar de las malas
cualidades que revela acerca de si mismo; mantener una expresión de
calidez, no con palabras sino con gestos y otros tipos de conducta no
verbal. Nada resulta más perjudicial para la relación que mostrarse
engreído, despegado y frío hacia el paciente.
6 . Analiza las resistencias rehcionadas coa la alianza de trabajo.
Entre las resistencias más comunes se encuentran Ia falta de motivación
y Ias falsas concepciones acerca de la terapia. Aún más importantes
como fuente de resistencias, son los problemas de carácter, que for-
man parte de las actitudes habihidmente perturbadas del paciente
hacia la gente. Tal vez la m& obstinada de estas resistencias carac-
terológicm es una actitud dependiente del terapeuta, al que se sobre-
valora como la reenmacián de todo lo bueno, fuerte y nobk del
universo, Esta actitud se debe a un sentimiento intenso dc invalidez,
del que se busca escapar aaiándose con una persona que puede condu-
cir de manera mágica hacia el camino de la saiud, de la gloria y de los
logros personales. Convertir al psicotempeuta en una figura poderosa
puede satisfacer las propias expectativas mágicas, y aliarse con el
objeto de la propia creación genera un sentimiento espurio de segu-
ridad y de autoestima acrecentada Es importante llevar al paciente a
la convicción de que tiene habilidades y fuerzas propias. El miedo
al terapeuta como a un ser potencialmente destructivo y maIEvolo
que amenaza con dañar o someter aI paciente es una actitud muy
desfavorable para la reIaciÓn. Otros anhelos en el paciente que inter-
fieren con una buenarclaciOnde trabajo son: los sentimientos sexuales
intensos, e1 sometimiento, los impulsos masoquistas, el perfeccionis-
328 CAP. 11. LA ALIANZA DE TRABA10

mo, el miedo a la cercanía, la ambición compdsiva, la desconfianza


y el desapego.
Sandler (1973) propone como ejemplos de resistencias contra la
alianza de trabajo, e1 temor d sometimiento y el miedo a la regresión.
La interpretación de Ia ansiedad del paciente puede ayudarlo a que la
enfrente y también a desamillar una AT adecuada.

APORTAClOWES DE LA SITUACIQN
RAPÉUTICA A LA AT CON
PS~COTE
ADOLESCENTES

La situaciirn psicoandítica es la más adecuada para el trabajo


psicotemp~utico, El C O ~ S U ~ ~ en O que s
O ~cl e realiza el trabajo con
adoIescentes es un lugar que, por el ambiente que en él se establece,
favorece una óptima relación profesional en 1a que de antemano se dan
mensajes preverbales que invitan d adolescente a que exprese todo lo
que siente, piensa, sueña y fantasea (incIuyéndo aquello que hizo y
no debió hacer y aquello que debió hacer y no hizo). La Única situa-
ción h i t a n t e que puede existir es qne la agresividad del paciente
hacia el terapeuta o hacia el consultorio actUe en forma concreta. El
establecimiento y manejo de 10s par&tnetros en la psicoterapia psico-
analn'tica propoxciona una estructura y sdud mental al adoIescmte.
Los parámetros tambikn contribuyen a una adecuada AT. En efecto,
1a gran frecuencia de las visitas y la larga duración del tratamiento
favorecen la regresión del adolescente;favorecen también los objetivos
a largo plazo y el desarrollo de una alta capacidad de comunicación.
El diván y el silencio ofrecen aI paciente la op~rtunidadde desarrollar
su introspección y su capaci+d de reflefión, así como su capacidad
de exteriorizar sus fantasías, todo lo cual le permite una mejor adap-
tación. No en todos los estudios con adolescentes es necesario usas
el diván.

MANERA EN QUE SE ESTABLECE


'LA ALIANZA DE TRABAJO CON
PACIENTES ADOLESCENTES

En los adolescentes es muy dificil estableccr la AT debido a que


la adolescencia es una etapa de desarrollo en la cual la personalidad
se encuentra en movimiento y , por consiguiente, presenta diferentes
necesidades a resolver, de acuerdo con la etapa de la adolescencia en
MANERA EN QUE SE ESTABLECE LA ALIANZA 129

Ia que se encuentre e1 individuo. Otra causa es que, técnicamente, se


encuentran involucradas otras personas aparte del paciente: padres,
hermanos, amigos, tutores, ete., con los cuales también se debe cuidar
la AT.
El psicoterapeuta debe ser sensible al miedo que eIpreadolescente
muestra hacia la dependencia y el sometimiento respecto a la madre.
Esto debe ser controlado en la transferencia para crear una adecuada
alianza de trabajo; o sea, debe manejarse en tal forma que, si es nece-
sario, ei tiempo de la sesión se reduzca hasta 30 minutos y Ia frecuen-
cia de Ias sesiones sea de una o dos veces a la semana. E1 terapeuta
debe corre* su distancia emocionai con frecuencia, de modo que no
se acerque ni se aleje en forma amenazante de acuerdo con el para-
digma transfesencid madre-hijo.
En e1 adoltscentc temprano la dificultad se presenta en lo que se
refiere a la bisexualidad. E1 psicoterapeuta debe ser sensible a loa
temores homosexuales propios de la bisexualidal y respetar el pro-
ceso bise xud durantc et desarroflo del adolescente, para posterior-
mente favorecer siu evolución hacia Ia heterosexualidad.
El psicoterapeuta debe yer ai adolescente como un objeto real
m& que transferencid, dado que la relación transfemciai favorece
la regresión a etapas orales y anales que aurnentarian el temor bi-
sexual. Por tanto, pensamos que la regresión dehe ser controlada
en estos casos, sin que esto signifique que .nosea posible trabajar en
transferencia.
Con los adolescentes, propiamente dichos, el psicoterapeuta debe
ser sensibIe a las crisis de identidad que éstos enfrentan, así como
también debe favorecer la regresión o mantenerse lo más posible
corno objeto real. Se trabajará a l mismo tiempo la transferencia ne-
gativa con miras a reducir la ambivdencia ante las figuras de identifi-
cación. Para establecer una allanza psicoterapéutica adecuada se
deben cuidar estos aspectos del desarrollo, además de los de la psico-
patología particular del adolescente.
Con los adolescentes tardíos, el psicoterapeuta debe establecer la
AT, ayudandolos a jerasquizar sus httreses y tratando de incrementar
su capacidad de juicio.
Con los posadolescentes, el psicoanalista debe considerar la posi-
bilidad de utilizar diversas tCcnicas de apoyo, como: aceptación, em-
pat ías, re fueno, retroalimentación, conteñtualizaci6n, sugestión, per-
suasión y de esta manera poder dar seguridad al posadoIescente para
que aprenda a introyectar m propia vdi'a en favor de Ia consolidación
de su autoestima, por supuesto, sin descuidar todo e1 manejo tecnico
psicoanalítico.
La AL es una disposici0n yoica, racional, desexualizada y desa-
gresivizada del adolescente, para trabajar psicoteraphticamente con
el analista, En este sentido, ~uaiquiertipo de relación que no se
establezca con el propósito de analizar es =a alianza no terapéutica.
Asi, por ejemplo, el analista puede establecer una alianza con las
resistencias, con el Superyo, con el Ello o con los famihares de1 pa-
ciente, lo que en realidad puede resultar terapéu6co en un momento
determinado del tratamiento ;pero en sentido estricto, aunque ayuden
al tratamiento, a la Iarga no son alianzas terapéuticas consistentes
en el curso del proceso.

MANIFESTACIONES CL~NICAS
DE LA ALIANZA DE TRABAJO

Las manifestaciones dínicas de la AT según Greenson (19761,


son la disposición del paciente a redizar Ios diversos procedimien-
tos del psicomáIisis y su capacidad de trabajar analíticamente con los
imtghts doIomsos y rcgrcsivos que se generan.
W o l b e g (1977) divide las manifestaciones en aquellas que depen-
den del paciente y aqueUas que dependen del mismo terapeuta,
Entre las primeras, desuibe diversas manifestaciones verbales y no
verbaies, como e1 hecho de que al paciente le agrade su terapeuta,
se sienta ~Iajadocon éI y le tenga corifianza. Entre las Últimas,
describe h sensación de agrado que el terapeuta siente respecto al
paciente, el sentir que el paciente responde bien a la relación y de
que él, como terapeuta, establece contacto can el paciente para ayu-
darle, independientemente de1 síndrome o la severidad de su condición.

MOMENTO EN QUE SE CONFIRMA


EL ESTABLEClMIENTO DE UNA
ADECUADA AT CON EL ADOLESCENTE

Las manifestaciones clínicas de la alianza de trabajo en pmadoles-


centes, adolescentes tempranas y ahn en adolescentes, propiamente
dichos, que son llevados a tratamiento por alguien, son aquellas que
indican que el interés de la sesión es hacia ellos; es decir, que han
superado la mala sensaciiin de haber sido obligados a asistir, sienten
la necesidad de ayuda y la aceptan.
En todas las etapas de Ia adolescencia, Ia cooperación es un indicio
importante de que la alianza terapéutica se ha establecido, El adoles-
cente asiste con regularidad, se preocupa por ser puntual, se comunica
con el psicoterapeuta y lo escucha, hace un esfuerzo por cambiar y
superar sus padecimientos. En las últimas etapas de la adolescencia
se incrementa Ia aparición de la asociaci0n libre durante el análisis.
Pero sin duda alguna, la manifestación más dara de que se ha
establecido una adecuada AT con el adolescente es que éste ha Iogra-
do trabajar en su psicoterapia a pcsar de sus resistencias.
Las manifestaciones clínicas que muestran el establecimiento
de una adecuada AT, son también observables en los padres del pa-
ciente adolescente, cuando no obst&an el tratamiento, sino que
por lo contrario muestran interés en que el hijo asista al mismo, pagan
con puntualidad y no hacen sentir a su hijo culpable o avergonzado de
estar enfermo o de lo que pagan por 41, se muestran conformes con
las demandas técnicas del tratamiento y se preocupan por favorecer
cambios aloplásticos que ayudan al adolescente.

S~NTOMASDE UNA ALIANZA


TERAPEUTICA ALTERADA

Cuando la alianza terapéutica se ve alterada, el primer síntoma


que aparece es el hecho de que las resistencias ejercen su función de
obstruir el tratamiento. Las defensas propias de Ia personalidad del
adolcrcente también se oponen a fa curación y obstruyen el camino
hacia fa salud.
No se puede señalar quk resistencias o defensas aparecenespecífica-
mente cuando una alianza terapéutica con pacientes adolescentes se
ve perturbada, ya que las resistencias y defensas visibles son más bien
inherentes a Ia personalidad del adolescente que a las características
del tratamiento. Sin embargo, si podemos observar ciertos sínto-
mas característicos de una danza aiterada, especificas del tratamien-
to psicoterapéutico.

Dado que la alianza de trabajo se ha alterado, el adolescente no


tiene una motivación para asistir a sus sesiones de psicoterapia, por
tanto, abandonará el tratamiento con el menor pretexto, no mostra-
rá apego a Ias sesiones ni les conceder6 utiiidad alguna; simplemente
sentirá que ya no tiene deseos de ir y que asistir al tratamiento no
tiene ningún sentido, a la inversa del adolescente que establece una
buma alianza, e1 cual quiere asistir al tratamiento y revisa de manera
constante su motivacihn al respecto.

Huida a la salud

Cuando un adolescente siente dterada en forma inconsciente Ia


AT, aparentemente desaparecen los sintomas por los que asistiii al
tratamiento e informa que ya está curado y que efectivamente se siente
bien. Esta huida a la sdud ocurrc cuando las dificultades continúan,
y e1 psicoterapeuta observa que pronto reaparecerán las dolencias.

LA SEUDOALIANZA TERAPEUTICA

Esto ocurre cuando existe una alianza de trabajo aparente y se


observa que el adolescente no progresa en su tratamiento, ya que no
se presenta en él un cambio significativo, a pesar de asistir a las sesie-
nes, verbalizar con cierta facilidad, escuchar al analista y decir que se
siente comprendido. Esto es un síntoma de que lo que existe es una
seudoalianza terapiutica. Otro sintorna de que se presenta esta seu-
doalianza es el hecho de que eI adolescente reflexiona, habla y analiza
a personas y situaciones externas; habIa acerca de los problemas de m s
compañeros de clases, de sus amigos, o de Ia actitud de su padre fren-
te a su madre, pero sin reflexionar en ningún momento sobre cómo
se encuentra involucrado él en todo eso.
La Unica referencia a sí mismos que encontramos en estos pacien-
tes es una especie de enojo por la incomprensión de los demás. En
estos casos, los adolescentes tratan de llevar d psicoterapeuta a una
situaci6n en la que lo convenzan intelectualmente, de modo que toda
interpretacibn o intervencibn de1 andista es desviada. La destmcci0n
de esta seudoalianza debe efectuarse con sutleza, una vez que se hade-
t e c t d a ; si no se procede así y simplemente se señala e1 probIema,
éstc puede ser percibido como una crítica por parte de1 andista
provocar un rechazo a la labor conjunta.
EL CONCEPTO DE R E G R E S I ~ N
Y SU IMPORTANCIA

Este término ha sido utilizado en diferentes sentidos dentro de


la teoría psicoanalítica; Sandler (1973) especifica su significado al
expresar que se refiere al surgimiento de tendencias pasadas, a me-
nudo infantiles, en momentos en que tales tendencias representan la
reaparición de modos de funcionamiento que han sido modificados
o abandonados durante el transcurso del desarrollo individual del
paciente.
Brenner (1973) afirma que la regresión, si bien es cierto que ocupa
una posición importante entre las operaciones defensivas del Yo,
también es verdad que se trata de un mecanismo de mayor importan-
cia que la de su función defensiva en si, puesto que la tendencia a la
regresión es una característica instintiva de nuestras vidas. Su valor
como defensa reside en que, por ejemplo, frente alos conflictos graves
por deseos en la fase fálica del desarrollo instintivo, esos deseos se
pueden abandonar por completo o en parte, y retomar a los de una
etapa previa, anal u oral, y evitar así la angustia que causaría la per-
sistencia de los deseos fálicos. En algunos casos, esta regresión que es
con más frecuencia parcial que completa, basta parasolucionar el con-
flicto entre el Yo y el Ello a favor del Yo, resultando un equilibrio
intrapsíquico relativamente estable basado en el hecho de que los
deseos de los impulsos prefálicos han sido sustituidos de manera más
o menos completa por los fálicos. En otros casos, la regresión fracasa
en el logro de sus fines defensivos, y en vez de un equilibrio relativa-
mente estable se obtiene un conflicto renovado, esta vez a un nivel
prefálico. Esto es frecuente en casos graves de enfermedad mental.
134 CAP. 12. LA REGRESION EN LA PSICOTERAPIA

La importancia de la regresión como característica de la vida ins-


tintiva está relacionada con 10s puntos dt fijación. En efecto, cuando
se produce Ia regresión, suele ser hacia un objeto o modo de gratifica-
ción al cual el individuo ya está fijado. En este sentido, el término
regresión se refiere al retorno a un modo u objeto primitivo de grati-
ficación. De manera que, si un pIacer nuevo resdta insatisfactorio y
se abandona, el individuo tiende de modo natural a volverse hacia
aquéI que ya ha sido probado y aceptado,
La regresión, por lo general, aparece bajo circunstancias dtsfavo-
sables, y aunque no es necesariamente patológica por a i misma, está
can frecuencia asociada a manifestaciones patoIÓgicas.

Al enfocar la regresión como una actitud del paciente frente a la


situación terapéutica psicoanalitica observamos que el análisis brinda
a la regresión el alimento específico que la hace posibIe y consolida-
ble (S. Ramírez, 1977).
Según S. Rarnirez (1977), la situación analitica es un juego de dos
personas en el que el tema central es una de ellas. E s d diseñada de
modo que el Y o (del paciente) pierda su independencia y su autono-
mía relativa con respecto al mundo interno. La regularidad, Ia con-
sistencia, la uniformidad, la abstinencia -con todo lo concomitante
a eUa- e incluso Ia falta de información derivada de la posicibn re-
costada, ocasionan que una de las partes del juego empiece a dar un
peculiar tipo de infwmaclón, en la que la Iínea rectora, la temstica y
Ia secuencia, adquieren características reiteradas y repetitrvas.
Menninger y Holzrnan (1974) describen con gran detenimiento la
forma en que la situación analítica propicia la regsesi6nen el p aciente.
Al parecer, la asorriaciÓn libre del paciente y la actitud abstinente de1
terapeuta, favorecen una xtitmd regresiva en eI paciente ; éste tiene
el privilegia de de& lo que piensa a una persona que escucha y que
se abstiene de toda interrupción inoportuna o desdentadura. Esto la
hace experimentar,al mismo tiempo, gratificacióny frustracih crecien-
tes. Ahora bien, tal procese desenmascara el deseo original de curarse
y hace que aparezcan deseos más primitivos y menos conscientes, y
que se empleen dcnicas que antes ~omspondiana expectativas de
otro tipo por parte de otras personas. Dicha tendencia regresiva im-
plica fluctuaciones y variaciones en la autoestima, la autoimagen y
el ideal del Yo; evoluciona o aparece en ondas y cidos con celeridad
variable, gran alternancia y frecuentes reformulaciones. El analista
contribuye d proceso regresivo con su constante atención y su falta
de reacción. El paciente, por su parte, primero se siente agradecido,
luego intrigado y, graduahente, hace la posible por actuar como
cree que el psicoanalista lo desea.
De hecho, el paciente que entra a tratamiento y a está en cierto
nivel de regresión -también Ilarnado @ente inicial o moda particular
de encarar Ia vida cotidiana. Rado (citado en Menninger y Holzman,
1974) describe cuatro niveles sucesivos de este frente inicial:

a ) E1 individuo relativamente maduro cuya actitud inicial es:


-Me encanta (conscientemente) tener la oportunidad de cola-
borar con el terapeuta y de aprovecharla para descubrir la
manera de utiiizar mejor mis potencialidadea .
b ) El individuo cuya actitud inicial es: -Tengo problemas que
no he podido resolver solo y estoy dispuesto n colaborar con
eI terapeuta para aprender a hacerlo,
c ) El individuo cuya actitud inicial es: -No si quC hacer, pero
quiero saberlo; tal: vez este método sirva para aiiviar mi su£ri-
miento.
d ) E1 individuo que plantea mi necesidad en términos de: -Higa.
m e el milagro. Esta modalidad se encuentra en el nivel inferior
de regresión.

Durante el transcurso del tratamiento, un mismo paciente puede


presentar estos cuatro niveles de ~gresitn;sus actitudes y su dcpen-
dencia emocional. con respecta al psicoterapeutn pueden voIverse
cada vez más infantiles. Después, volverá a crecer, pero por el mo-
mento, será guiado por una inteligencia más madura. Desde luego, el
pronóstico será m& favomble en la medida en que los episodios de
infantilismo extremo escaseen. En la psicoterapia psicoanalitica, Ia
regresión se presenta dutante d tiempo de la sesión para que se le es-
cuche, se le vea, se le utilice y, en Gltirna instancia, se le resuelva. En
ocasiones se le llama también neumslS de transferencia.
Otro de 10s aspectos de la situación analitica que influye en la
presentaciiin de1 fenómeno regresivo es la frustración. La cantidad
de frustración requerida para que se inicie un proceso regresivo de-
pende de 1a fijaci6n anterior, Si la fijación es minima; se requiere
mucha frustración; pero si las fijaciones son muy intensas, bastarán
leves frustraciones para poner en marcha el proceso regresivo. La
regresión en el tratamiento psicoanalítico ocurre en el contexto de la
frustración inducida por la misma situación anaiitica. Sin embargo,
ocurre en un marca de introspecci6n y comprensión, Io que hace po-
sible su empleo terapéutico, pues el crccirniento siempre parece ocurrir
después de periodos de reIativa desorganización y de regresiones
136 CAP. 12. LA R E G R E S ~ ~EN
N LA PSCCOTERAPIA

temporales. Sin embargo, para que este crecimiento sea posible, se


requiere que el paciente no pierda la actitud de curiosear, buscar e
indagar, en colabonci0n con el analista - o sea Ia alianza terapéutica
(cfr. capitulo E) - por tanto, eE control de la frustración se vuelve
necesario para el psicoterapeuta.
En efecto, el sentida de frustración que el paciente experimenta
en la situación analítica es en parte un reflejo de su situación red;
.pero, en la medida en que adernik dependa de la capacidad de res-
puesta del terapeuta, también puede ser regulado por éste, con el
fin de rcgdar también h profundidad de la regresión.
Esto se debe a que el paciente busca gratificaciones sustitutivas
m el mismo tratamiento, como siempre Ias ha buscado m sus situa-
ciones reales, y es conveniente negarle precisamente las satisfacciones
que desea con mayor intensidad y que expresa de la manera más ino-
portuna, b cual implica que el terapeuta debe aprender a contenerse
y a dar o negar ciertos satisfactores al paciente en el momento opor-
tuno. Esta frustración controladapor parte del psicoterapeuta permite
que e1 paciente descubra su manera de amar y de odiar, sus condicio-
nes para hacerlo y los métodos peculiares que utiliza parareIacionarse
con las pcrsonas importantes en su vida.
Ahora bien, a menos que se mantenga en un grado Óptimo la fms-
tración del paciente, no puede continuar en forma indefinida, ya que
provoca en él ciertas reacciones de diversos tipos y grados. Debe te-
nerse ta habilidad suficiente para saber en qué momento y en qué
grado y forma se debe m a r en el paciente Ia necesidad de que el
andista le responda, con miras a mantener el grado Óptimo de frustra-
ción e impedir que se desmoralice del todo por las excesivas fms-
tsaciones. Para ello, hay que saber con exactitud qué espera o qut
desea el paciente del terapeuta en un momento deteminado.
La frustracibn de1 paciente no solo proviene de la falta de res-
puesta y de la imptwisibilidad del terapeuta, sino también de la
autofnistración, al percatarse de que, a lo Iargo de su vida, ha re-
currido a maniobras para tratar de obtener satisfacciones que k han
resultado ineficaces y frustrantes.
Se pueden distinguir cuatro aspectos en la regresián:

a ) la naturaleza de lo que se desea del terapeuta;


b ) las t h i c a s que utiliza el paciente para conseguir lo que desea;
c ) la fuente u objeto indirecto de los esfuerzos del paciente, y
d ) la fndole y el carácter del mismo paciente.

Cada uno de los anteriores aspectos en la regresión, mencionados


en 10s incisos, merece una brwe explicacibn.
a$ La regresión con respecto a la naturaleza de Io que se deseadel
terapeuta se debe a que en un principio eI paciente acude en busca de
ayuda, de alivio y de curación; sin embargo, durante el proceso da
mueseas de que más que esto, lo que quiere es simpatia; más tarde,
aprobación, aceptación y elogios. En resumen, quiere ser querido
y reconocido, a pesar de sus síntomas, sus fracasos y sus quejas. Es
más, quiere iricluso pruebas y signos de m o r .
b ) La regresihn en cuanto a las técnicas que utiIiza el paciente
para conseguir lo que desea, es decir, la gratificación, se observa en la
calidad y eficacia de las mismas. Al inicio del tratamiento, al aceptar
cumplir la regla bdsica, d paciente cree que hace las cosas como se le
indican, simplemente para su propia beneficio y para obtener lo que
desea; intenta usar el tratamiento de la manera corno antes empleaba
las ~ornunicacioneso acciones frente a sus pdres, a sea, para obtener
alguna recompensa de 10 que desea; para eUo,junto con su obediencia
(de usar la asociación libre) puede desplegar modales agradables o, por
lo contrario, risas, lágrimas, chistes, quejas u otros artificios. La obe-
diencia puede scr inmediata o remisa, superficial o entusiasta.
Tarde o temprano, Ea fnistraci0n que se acumuIa por la situación
psicoanalítica suscita suficiente ira como para que los buenos modales
(supresión) y el miedo (represión) y a no puedan contenerla. La ira
siempre ha estado prescnte en el individuo, pero ha sido reprimidapor
las condicionantes que la hacían peligrosa. Todo paciente está enfer-
mo precisamente por no haber podido expresar esta ira: se puedc
decir que cada uno de sus síntomas es una exprcsiíin de ira en la que
el paciente nci percibe ni reconoce la emoción onginat, Gracias a la
fmstración, el paciente recobra durante el análisis, la conciencia de
la ira que una vez sintió y que, al no poder expresar, lo enfermó.
Es evocada ahora debido a la sensacihn que tiene el paciente de que
el terapeuta Io defrauda, lo castiga y lo descuida.
c ) La regresión con respecto a la fuente u objeto indirecto de loa
esfuenos del paciente es un mecanismo de desptazamiento y sustitu-
aOn. Del mismo modo en que cambia 10 que se desea y las técnicas
para lograrlo,así t-mbién cambia la imagen o prototipo de Ia persona
de Ia cual se espera obtener lo que se desea. Esto constituye uno de
los aspectos más importantes del tratamiento psicoanalítico, quizás el
más importante de todas, razón por Ia cud estudiamos también la
transferencia.
d ) La mgresión con respecto a la índole y el carácter del paciente
mismo consiste en un cambio de la perspectiva temporal del paciente.
El Y o de la realidad presente es desplazado por e1 de hace diez, veinte
o más años. La manera y el tono de1 habla pueden incIuso adquirir
semejanza con los de años anteriores. La singuiar del caso es que
estos fenómenos pueden ser observados por el mismo paciente con
aquella parte de 41 que no se ha regresado, es decir, con su inteligencia
consciente actual.
Despilés, el Yo comienza a crecer, elabora su retarno a la re&-
dad, cambia sus objetivos y actitudes poco prácticos por otros más
eficaces, se forma expectativas mis maduras acerca de los objetos de
amor más apropiados y que se obtienen con menor dificultad. En este
proceso de elaboracibn, las miras y objctivos infantiles pierden gran
parte de su f u m a compulsiva. El paciente queda entonces en libertad
de elegir a desarrollar nuevas técnicas, miras y objetivos a los que se
adapta mejor y que le deparan más satisfacciones.
En esta fase de inversión del proceso regresivo, el analista, que
en las fantasías del paciente había sido un individuo de caracteris-
ticas muy diversas, se convierte gradualmente en una persona bonda-
dosa, amigable e incorruptible que permaneció siempre d Iado de1
paciente, soportó sus ataques y reacciones y cumplib el contrato con
efectividad. Esta opinión hacia el andista caracteriza la etapa final
del tratamiento.
El nuevo enfoque de la regresión parece deberse a las aclaracio-
nes, las catarsis, la mejoria en las perspectivas y la disminución de las
ansiedades, todo lo cual favorece eI examen de1 pasado a la luz del
presente, ya que la regresiiin inducida por eI análisis es a la vez fms-
t m t e y gratificante para e1 paciente.

P. BIos (1979)compara el proceso de individualización del ada-


lescente can el proceso de separación -individualización de la hfan-
cia. El paso que se da al término de la infancia lleva al n%o a una
relativa independencia respecto de 10s objetos exteriores, mientras
que la adoIescencia Ie proporciona independencia respecto de los
objetos infantiles interiorizados. Ahora bien, este cambio interior se
produce mediante la ~cgmss'ónnomativa de Ia adolescencia, que es de
naturaleza no defensiva, motivo por d cual Blos la llama regresidn aI
servicio del d e s m i l o , además dc considerarla como condición obli-
gatoria para d crecimiento; según 41, gracias a esta regresión n o de-
fensiva, el adolescente entra en contacto con dependencias, angustias
y necesidades infantiles pendientes, pero ahora vuelve a ellas más
provisto de recursos, m& polifacdtico y pbtable que cuando era niño.
Blos considera t m b i h que el Y o está, como regla, suficientementeli-
gado a la realidad como para prevenir un hundimiento regresivo hacia
una etapa indiferenciada, es decir, se encuentra en un estado de pér-
dida del Y o o psicosis. En su opinión, el proceso adolescente y la
psicosis e s t h relacionados por un riesgo evoIutivo que radica en
fa capacidad del individuo para mantener dentro de ciertos límites a L
regresión no defensiva propia de esta edad (vale decir, para quedarse
del lado del progreso, más allá de la etapa indiferenciada); considera
que sólo gracias a una regresiún bien delimitada pueden superarse los
lazos de dependencia objeta1 infantiles.
Un problema constante del terapeuta es saber diferenciar clínica-
mente entre la regresión defensiva que ocasiona 1st detencien evolutiva
y la formaci0n de síntomas, y la regresión al sewicio del desarroUo
que es un requisito para que el desarrouo progresivo continúe su curso
y conserve su impulsa.
Resumimos de la siguiente manera la importancia de la regresión
en el tratamiento con adolescentes y sus implicaciones técnicas :

a) La regresión es necesaria en el tratamiento de adolescentes, ya


que se requiere 'laneurosis de transferencia.
b ) La regresiíin suele ser normal en el adokscente, es un proceso
inherente a su propio desarroElo.
C ) La tarea terapéutica primordial consiste en determinar con
exactitud si la regresión es producto de Ia relación teragutica,
si es defensiva o si es la propia del proceso de desmollo del
adolescente.
d ) E1 terapeuta no tiene por qué tocar a Ia legresión propia de1
pro ceso de desarrollo del adolescente, en tanto que la regrcsion
defensiva o la que resulta de Ia situacibn de tratamiento, Ie
impone la tarea de una constante e h a c i 6 n con miras a man-
tenerla dentro de ciertos límites. S, Raniirez (1977) llama
regre&n optimal al nivel de regresión que nos permite des-
arrollar i w g h t s y una visibu interior para enfrentar modelos
arcaicos y tempranas,
e) Resulta obvio que el grado de regresión deseable ha de tva-
luarse en términos individuales y de acuerdo con las necesidadcs
particulares de cada paciente (S. Ramírez, 1977).
La resistencia

EL CONCEPTO DE RESISTENCIA

La conccptudizaeión más temprana de este térmlilo proviene de


las publicaciones prepsicoanalíticas de Freud (1890,S 89 1),en donde
es considerada como cualquier manifestación del paciente en oposi-
ción a los intentos del médico de influir en él. Esto ocurre en relación
con las técnicas de la hipnosis y la presibn. Al abandonar los proce-
dimientos hipnbticos, entre 1892 y 1895, Freud introdujo el método
de la asociarion libre, y, en esc contexto, definió la resistencia como
Ia forma en que el paciente infringe la regla fundamental. En tal
caso, Ia resistencia es un obstáculo para el esclarecimiento de 10s
síntomas y para el avance del tratamiento. Más t u d e (1904)com-
par6 la resistencka con la censura en los sueños. Le atribuyii una fun-
ción distorsionadora de los impulsos y los recuerdos inconscientes
que los hacía aparecer disfrazadas d presentarse en la asociación libre
del paciente. En 1920 srrbmyó el aspecto defensivci de Ia rcsistcncia,
y afimá que proviene de 10s mismos estratos y sistemas superiores
dc la vida psíquica que en otro tiempo produjeron la represión.
En la literatura psicoanalítica posterior, el término resistencia ha
conservado los mismos significad os. Sandler (19 7 3) la define como
"aqueflos elementos y fuerzas que en el paciente se oponen al proceso
terapéutico"".Menninger y Holzrnan ( 19 74) definen Ia resistencia
como "la tendencia de fuerzas que están dentro del paciente y que
se oponen al. proceso de cambiar para mejorar". Las autores de csta
definicibn ponen énfasis en Zo quc denominan reacción pwadOjica,
que es un aspecto de la resistencia que alude al hecho de que el pa-
ciente, d oponer resistencia al análisis parece sufrir al mismo tiempo
el anhelo de aliviarse y la compulsiiin de defenderse de todo cambio
en su adaptación a la vida, por incómodo que esto pueda resultarle en
muchos aspectos. Consciente o inconscientemente, el paciente entor-'
pece el proceso del que tantos beneficios espera.
La definición que, en nuestra opinión, reúne la mayor parte de
los elementos que se han descrito hasta aquí, es la propuesta por
Greenson (1976). Para él la resistencia consiste en:

todas las fuerzas que dentro del paciente se oponen a los procedimientos y
procesos de anáiisis, es decir, que estorban la libre asociación del paciente,
obstaculizan los intentos del paciente de recordar y de lograr asimilar insight,
que operan contra el Yo razonable del paciente y su deseo de cambiar.

Para este mismo autor, la resistencia tiene también una función


defensiva, pues se opone a los procedimientos analíticos y defiende el
statu quo del paciente. La resistencia defensiva puede afectar todos
los aspectos de la vida mental, ya que éstos tienen la posibilidad de
ser usados en forma defensiva.
El estudio comprensivo de la resistencia, según Glover (1974),
implica verla desde diferentes ángulos. Primero, en el aspecto clini-
co, relativo al modo en que la resistencia aparece directamente en el
análisis (punto de vista descriptivo). Asimismo, se le puede considerar
en relación con la función mental general de defensa (punto de vista
funcional). Este último punto de vista es desarrollado ampliamente
por el mismo autor. Por razones de carácter práctico, preferimos no
considerar aquí este aspecto de la resistencia.

MANIFESTACIONES CL~NICAS
DE LA RESISTENCIA

Cualquier comportamiento puede desempeñar una función de


resistencia. La resistencia puede adoptar las siguientes formas, des-
critas por Greenson (1976).

1. El silencio del paciente. Ésta es la forma más clara y frecuen-


te, y puede significar que el paciente no está dispuesto consciente
o inconscientemente a comunicar al analista sus pensamientos o
sentimientos.

Giessen (1968) hace un interesante análisis del silencio como problema


de la técnica psicoanalítica. Clasifica y sistematizael silencio desde diferentes
puntos de vista y muestra cómo a partir de diferentes criterios se han des-
arrollado diversas aplicaciones técnicas. Luego, citando a Zeligs, formula
así la multiplicidad de los aspectos del silencio.
142 CAP. 13. LA RESLSTENCIA

El silencio puede estar cargado de miedo o libre de corúíittos, puede


ser signo de regresión u autonomía del Yo. Puede partir del Ello, del Yo,
del Superyo, o de la reacciones recíproca entre los sistemas Ello-Yo y
EIIo-Superyo. Desde el punta de vista topol6gico el proceso del habla puc-
de considerarse bloqueado en cualquier plano del siitema, consciente a
inconsciente. EL silencio puede ir acompañado de Imstración o de satis-
facción.
En resumen, el silencio es una parte conjunta dc la marriz y de comu-
nicación que ae produce en el análisis. Existe un intcris creciente tanto en
e1 papel que desernpeiía en la transferencia y la contratransferencia, como
en BU importancia para la técnica
Se trata de comprender el siIencio a partir de la situación conjunta. del
anaisis, a v a i ~ ala ~que significa para cada pxicnte y buscar con El los
caminos pñra ayudarlo. Asi, el silencio, al superar su valor negativo original,
deja de ser un meto factor de trastorno.

2. EI paciente no desea hablar. En este caso, el paciente no se


encuentra literalmente callado, pero no quiere hablar o nci tiene nada
qué decir.
3. Los afectos que indican resistencia. En esta situación está pse-
sente la c o r n ~ c a c i ó nverbal, pero el afecto está ausente; el terapeuta
tiene la scnsaci6n de que el paciente no se interesa o no se ve afectado
por lo que dice. La emociOn y la ideación no concuerdan.
4. La postura del paciente. Con frecuencialaposturadel paciente
(rigidez, movimiento excesivo, discrepancia entre postura y contenido
verbal, manos apretadas, brazos fuertemente cruzados, bostezo, es-
quivez, parloteo y otras) puede ser signo de resistencia.
5 . La fijación m el tiempo, Lo normal es que el p acimte se re-
fiera al pasado y al presente. La resistencia se presenta cuando puede
hablas sólo de uno sin tocar a i otra.
6. La mención de acontecimientos externos o de escasa impor-
tancia. Hablar de acontecimientos externos o de escasa importancia
durante un periodo bastante largo es también una mmifestaci6n de
resistencia.
7 . La evitación de temas. Si hay un tema importante que no se
mencione alguna vez durante la sesi6n analítica, es señal de resistencia.
8. La rigidez. Esta resistencia se muestra en ciertas rutinas que se
ejecutan siempre, sin variación; por ejemplo, empezar siempre Ia
scsibn de un modo estereotipado, preparar la sesión analítica con ma-
terial interesante, tratar de ser siempre un buen paciente, evitar 30s
silencios, lIegar constantemente retrasada o puntual.
9. El lenguaje dt la evitación. La resistencia puede manifestarse
también en forma de frases hechas, términos técnicos, pdabras inú-
tiles, clisCs o lugares comunes.
10. El retraso, la inasistencia y el olvido de pago. Estas manifes-
taciones de la resistencia, por Io general, son indicadoras de la renuen-
cia del paciente a acudir al anáiisis o a pagar por 61.
11. La ausencia de sueños. Esta resistenciapude adoptar diver-
sas formas que van desde recordar haber sofiado pero olvidado lo
soñado, hasta el olvido completo de haber soñado. Esta resistencia
puede consistir también en el abuso excesivo de los sueños durante
una sesión.
12. E1 aburrimiento. Esta resistencia se relaciona, por lo general,
con la defensa contra las propias fantasía.
13. El secreto, Con el silencio el paciente rehusii decir algo.
14. El acting out. Esta forma de resistencia es muy impartante,
sobre todo em pacientes adoleseenies. Consiste en referir con acciones
y no conpalabraslos propios recuerdos y afectos. Aunado al deseo de
no comunicar oralmente mis ideas e impulsos, el paciente se permite
actos irracionales en su comportamiento diario. Este comp ortarnien-
to parece ser una manera de apoyar la propia incapacidad para hablar
durante el tratamiento. Tal actitud sirve para aliviar la ansiedad y
deja poca energía disponible para los procesos ideativos durante Ia
sesión.
15. La alegría frecuente en la conmlta. Esta resistencia mucstta
por lo c o m h dguna forma de depresión.
16. La faita de cambio en la conducta del paciente. El que no
cambie la conducta del paciente es también una rnanifestaclon de
resistencia.
17. Las resistencias silcntes, Estas resistencias no sc pueden des-
cubrir en una o varias sesiones, sino sólo cuando el analista está a
cierta distancia del análisis. Se trata de sutiles resistencias de carácter
que resultan difi'ciles de reconocer. Se pueden &adir a esta Iista al-
gunas de las resistencias descritas por WoIberg (1972).
18- La supresión y la represión. Cualquier material que perturbe
al paciente emocionalmente será suprimido o reprimido por El mien-
tras cobra la fuerza suficiente que le permita manejar la ansiedad que
le produce su verbaiización. El matcrial puede parecer, e induso ser,
insignificante e inocuo, pero debe recordarse que w n frecumicia no
son los sucesos o las ideas las que resultan perturbadoras, sino más
bien las emociones relacionadas c m ellas. .
19. La intensificacibn dc síntnmas. Uno de Ios sintomas más
ternpmos de la resistencia a 1a curaciíin es un refuerzo de aquellos
medios neurtiticos que previamente han mantenido al individuo Libre
de ansiedad. En consecuencia, alga que se puede prever es unaexacer-
Bación aguda de los síntomas neuróticos. Una explicación o p o m n a
al paciente acerca de que puede llegar a empeorar antes de mejorar,
ayuda ü que no se interrumpa el tratamiento.
20. La autodwalpración. Un tipo insidioso de resistencia ¢S la
autodevaluaci0n. En d a , el paciente se niega a aceptar que haya
d g o valioso en 41, o que tenga a l g h tipo de oportunidad (cudquiera
que ésta sea) de ser independiente. Responde a todas las hterpre-
taciones con hases de desesperanza. Esta actitud puede deberse al
deseo de ser cuidado como un niño desvalido, o bien, a una intención
de adelantarse a las críticas mediante el autocastigo. A veces se debe
al miedo de que, al ser reconocido como una persona capaz, puedan
exigirlc esfuerzos activoS e independie?tes,
2 1. Fuga forzada h x i a la salud, Esta es otra forma de resistencia
en la que el paciente trata de convencer al terapeuta y a si mismo de
que ya está bien y de que ya no necesita el tratamiento. Cualquier
afirmación acerca dc que él no está teniendo una adaptación adecuada
es resistida en forma vigorosa. Incluso, el paciente puede coducir ms
asuntos con una apariencia de nomalidad mostrhdose tranquilo,
con fiado y seguro. El terapeuta puede darse cuenta, sin embargo, del
terrible esfuerzo que el paciente realiza para sostener esta ilusiih
de salud. Tal forma de resistencia está normalmente asociada con la
necesidad del paciente de mantener un control rígido sobre todo Io
que dice.
22. Inhibiciones intelectuales. La necesidad de evitar al terapeuta
puede causar una incapacidad de pensar, hablar o sentir, E1 paciente
insistirá en que no hay en su mente absolutamente nada y dará mues-
tras de una esterilidad singular cn sus asociaciones y en su capacidad
de pensar de manera constructiva ~ s p e e t odc s u s problemas. F,I
paciente canela citas, Uega tarde, olvida mencionar aspectos impor-
tantes de lo que ha hecho en ese día, bloquea el recuerdo de sus sueños
y fantasías, muestra poca atención o distraccibn, manifiesta mcapa-
cidad de concentrarse y recordar 10 que ocurrió anteriormente, se
hunde en el silencio durante la entrevista, o muestra una dispersión
mental que persiste tanto dentro como fuera del tratamiento,
23. El insight como resistencia. El paciente hace relatos detalla-
dos de lo bien que sc entiende a si mismo, utiliza la terminología más
aceptada y describe la dinhica y 10s mecanismos de su desorden con
un lenguaje literarío. En apa~enciahaconseguidouncomplctozn~~ht
de sus problemas, de sus repeticiones compulsivas y de sus relaciones
distorsianadas, así como de las consecuencias e influencias destruc-
tivas de su neurosis. Sin embargo, en las experiencias de la vida diaria
persisten sus comportamientos neuróticos de ajuste, y mnnlfiesta los
mismos síntomas con que Ucgó d tratamientu, Pos consiguiente, el
insight del paciente es un ardid inteIectual que empSea para confundir
aI psicoterapeuta y a si mismo. Los objetivos de esta resistencia son:
tener una p a n t d a para ocultar la propia indulgencia hacia 10s com-
portamientos neurbticos ncostumbrados;el deseo de escapar a Ea crí-
tica y a la detección, y Ia fantasía de 10s paciente^ muy dependientes
de la terapia, que consdemn que ésta lo ha15todo por enos,
24. La disociación de la hora de tratamiento de1 resta de la vida.
En ocasiones la resistencia toma la forma de esta disociación mtre el
*atamiento y la vida cotidiana. El paciente, en el trato con el tera-
peuta, sigue criterios totalmente diferentes de los que utiiiza con la
gente en general. La resistencia consiste en no querer ver cómo se
relaciona con la vida diaria e1 material que se revela en el tratamiento.
25. El desprecio de la normalidad. Otra forma insidiosa de resis-
tencia es el miedo o desprecio de la nomalidad. Se asocia al rechazo
de la responssibiIidad o de la obligacicin de liacer un esfuerzo propio.
EL sustituir antiguas pautas de comportamiento por otras nuevas suele
hacer pensar al paciente que abandona algo vdioso ue nunca odrá
9
recuperar, o que estará expuesto a peligros de 10s cun es no de-
fenderse.
26. La renuencia a abandonar Ias expesiencias placenteras de la
hora del tratamiento. Esta resistencia con frecuencia pasa desaper-
cibida. Consiste en que el paciente puede derivar de la sesi6n terapéu-
tica un bienestar tal que otras gratificaciones le resulten dudosas, al
grado de que pueda rechazar eI abandono de su neurosis en aras de
su deseo dc continuar consultando a su psicoterapeuta. Esto ocurre
con fpecuencia con individuos muy dependientes-que hacen creer al
terapeuta que están desvalidos e inhabilitados para hacer las cosas,
farzándolo a dar consejos y sdmaniciunes que son absorbidas como
si se tratara de revelaciones divinas.
27. Las resistencias de transferencia. Tal vez las resistencias m&
comunes y más perturbadoras son las que se producen cn respuesta ala
relación con el terapeuta Q que toman la forma de transferencia El
contacto con el terapeuta es perturbador cuando moviliza actitudes,
impulsos y sentimientos que amenazan a las fuerzas represivas, En
un intento por escapar a la ansiedad asociada a estas perturbaciones,
eI paciente mostrará sus defensas caracteroliigicas ordinarias para
retirar y controlar d psicotcrapeuta, para confundirlo, o para volver-
se invencible.

Una de las manifestaciones m& tempranas de esta lucha es Ia 51-


tensificacih de los sintomas, la cual p m c e estar al seMcio de una
necesidad desesperada de restaurar e1 equilibrio psíquico. Luego se
personaliza esta lucha, cuando el paciente descubre que el terapeuta
es el origen de la tensión. La resistencia 5c puede ejercer conira eil
material inconsciente original o contra las representaciones pmyec-
tadas y animadas en Ia transferencia.
146 C M . 3 3. Lb RESISTENCIA

Otra forma de relación que puede desarrollarse se basa en un


miedo mtenso a1 terapeuta como si se tratara de alguien que puede
causar daño o esclavizar al paciente. Ei tratamienta no progresará
mientms se manifieste con htcnsidad esta resisten& El paciente,
en ocasiones, se siente dctima de un trato injusto, y considera que
e1 terapeuta está tratando de aprovecharse de él. La resistencia
podrá mostrarse en foma de hostilidad, y aun desembocar en m-
tentos de desapego o de desprecio por los d o r e s del terapeuta.
El deseo de controlar la situación se exterioriza de muchas ma
nerac. El paciente puede asediar al terapeuta con regalos y favores,
o puede desarrollar un apego sentimental que asume una forma
sexual. La terapia se vue1ve una especie de seducción en donde el
paciente experimenta intensos sentimientos eróticos. Uno de los
objetivos es colocar al terapeuta en una posición en la que no espíe
tan de cerca los secretos más profundos del paciente. Con frecuencia
esta actitud tiene componentes hostiles. Se pretende devaluar a l tera-
peuta, esdavizarlo, probar sus convicciones o fusionarse con él, y, de
cualquier manera, romper con el tratamiento.
Muchos pacientes acuden ai tratamiento en búsqueda de las grati-
ficaciones que no han podido conseguir por s í mismos. En tales casos
el resentimiento y la resistencia se desatan cuando no reciben de1
terapeuta cl tipo especifico de ayuda que están esperando.
La resistencia se ejerce frecuentemente contra Ia idea de que es
posible vivir normalmente sin reparar un daño imaginario de los órga-
nos genitdes. En la mujer, la resistencia consiste en seguir viviendo sin
la posibilidad de procurarse un pene (Órgano a1 que se considera como
el puente para la actividad y la automatización),
En el hombre, Ia adopción de un rol pasivo es frecuentemente
interpretada como equivalente a castraciAn, y la resistencia puede
consistir en la adopcihn de cualquier rol que no implique una postura
agresiva. Incluso, el acepm ayuda de un terapeuta puede sigdkar
pasividad para el gaciente v&n.
La psicoterapia puede producir otras reacciones resistendes en
pacientes con estnicturas yoicas inmaduras.

CLASIFICACION DE
LAS RESI!STENCIAS
Las resistencias se puedm clasificar desde diferentes puntos de
Yist a.
l. Seghn su origen, Fmud (1926) distinguió Cinco tipos de resis-
tencias s e g h su origen:
a) La resistencia de represión que surge para proteger al Yo de Ia
ansiedad, Es de origen yoico.
b ) La reistelacia de $rutwferencia que no permite abandonar
Ia esperanza de recibir del analista las gratificaciones regre-
sivas; se presenta aunado d deseo de fmstracibn. Es de o i g a
yoico.
c ) La resktencia de la umtaja epinosica, relacionada con la nece-
sidad de obtener ganancias secundarias y ciertas ventajas por
tener un padecimiento. Es de origen yoico,
d ) La compuki67n a larepeh'cidn y a la adhesividad de Ea libido. Es
la mistencia que ejerce la misma atracdbn que los prototipos
inconscientes ejercen sobre el proceso instintivo r e p e d o ;
deriva de k presión por repetir Ios impulsos ncuíticos bajo
la liga de un principio autodestructivo; proviene del Ello.
e ) La resktencta del Superyo que deriva de la sensación de la ne-
cesidad de castigo; su origen es el Superyo.
Un comentano de Greenson (2976) aI respecto de esta cIasifica-
ciOn multa interesante, ya que sedda que la función de la resistencia
es una función yoica, por 'loque e1 origen de la resistencia es siempre
el Yo, aunque el estímulo que h pone en marcha puede originarse en
cualquiera de las estmcturas psíquicas: Yo,Superyo, Ello.
Menninger y Bolzmam (1973) resumen los tipos clásicos de resis-
tencia propuestos por Freud, de la siguiente manera:

Freud iugrrjh que hay resistencia derivada del miedo inconsciente


(resisteneia de repwsibnf; resistencia derivada de expectativas defraudadas 1
en e1 psicoanálisis (resistenúa de transferencia); resistencia deñvada de la
inercia, la faisa prudencia y el oportunismo miope (reaiitencia por ventajas
secundarias), y resistencia derivada de la sensación de que hay que se-
sufriendo (resistencia del Superyo}.

2. S+ los puntos de fijación, Según este punto de vista, las


resistencias pueden c l a s i f i c a en:
m ordes
*males
facas
m de latencia
m de adolescencia
E1 indicio lo pueden dar el carácter instintivo de una resistencia,
las reIaciones de objcto, el rasgo del carácter que se halle en primer
plano, una forma particular de angustia o actitud, o la intrusión de
m cierto síntoma.
148 CAP. 13. LA RESISTENCIA

3. Según los tipos de defensa. De acuerdo con este punto de


vista, las resistencias pueden clasificarse según el tipo de defensas
que adopten al oponerse a I procedimiento analítico, La clasifica-
ción puede adoptar las categorias de los rnecmisrnos de defensa
propuestas por A. Freud (1936). Esto impaca que todos 10s meca-
nismos de defensa pueden emplearse como procedimientos del Y o
para los fines de la resistencia.
En esta categoría se encuentran algunas resistencias que se sirven
de fenómenos más complejos; por ejemplo, Ias resistencias transferm-
.ciales, la actuación, Ias resistencias caracterológicas y las resistencias
encubridoras. Las resistencias transferenciaies son aquellas que de-
rivan de las expectativas defraudadas en el psicomdisis. La exoac-
tuación o mting out es la representación deformada de un suceso
pasado en e1 presente; parece cohesiva, racional y egosintónica para
el paciente. Las resistencias caracterológicas o siientes derivan de
las defensas de carácter; son habituales, rígidamente fijas y, por lo
general, son cpsintónicas. Las resistencias encubridoras emplean
recuerdos, afectos y Ia identidad encubridora para arrinconar un re-
cuerde, afecto o identidad, subyacentes ni& dolorosos.
4, Según la categoría diagnóstica. Algunas entidades diagnósticas
utilizan ciertos tipos especiales de defensa y, por lo tanto, esas msis-
tencias particulares predominarán a lo largo del análisis.
5 . Una clasificación práctica. Las resistencias pueden tambih
clasificarse en forma p&ctica, Si parecen extrañas al Yo, ajenas y
raras; son egodistónicas, mientras que aquellas que se caraderizan por
parecer familiares al Y o , raciondes y objetivas, son egosintónicas.

RESISTENCIA Y ADOLESCENCIA

En el adolescentt, la resistencia comprende también todas las


fuerzas que desde su interior se oponen a los pmcedimientos y proce-
sos del anáhsis, o sea, que estorban la libre asociación y obstaculizan
sus intentos por recordar y por lograr asimilar el innght; operan con-
tra su Yo razonable y su deseo de cambiar. La resistencia desempeña
un papel defensivo que puede vaIme de todos Ios aspectos de Ia vida
mental.
Las manifestaciones clinicas de la resistencia que aparecen con
mayor frecuencia en los adoIescmtes son Ia transferencia y el acting
o u t . Otras resistencias también significativas en la adolescencia son
la inasistencia et las sesiones, la fijaciiin en el tiempo presente para
evitar hablar del pasado, los problemas de pago, el silencio y los retar-
dos; en pacientes varones, los ruidos onornatopéyicos son una m u a -
b a de resistencia al análisis. Cuando fa resistencia de transferencia se
expresa en maniobras defensivas, debemos añadir a la lista de meca-
nismos defensivos caracterlsticos (A. Freud, 1936), aquellas otras
maniobras defensivas propias de1 adolescente: cl ascetismo, la htc-
lectualizaciiin, los mecanismos es tabilizadores (P. BIos, 1975), la
fantasía y la seudologia (H. Deutsch, 1944).
La resistencia en e1 paciente adolescente proviene fundamental-
mente de la angustia típica de la etapa de la adolescencia en que se
encuentra y que lo hace recurrir a las defensas y a la represibn (cfr.
el capitdo sobre el funcionamiento defensivo en la adoIescencia).
Esto nos Ueva a afirmar que existen resistencias propias de1 paciente
adoEescente que determinan diferencias con los adultos y con los ni-
ños. Estas resistencias tienen relación con los con ffictos propios de
cada etapa del desarrollo adolescente, uno de los cudes eslarepresión
edipica (cfr. Pos capítulos sobre características del adolescente y
psicología del Yo en Ia adolescencia).

T E ~ N I C APARA EL
ANALISIS DE LAS RESISTENCIAS

Greenson (1976) sugiere cuatro pasos en el anáIisis de las resis-


tencias:

confrontación,
adaracirjn,
interpretacibn,
m translaboraci0n.

La confrontación y la aclaración anttccden a la interpretación,


pues el paciente necesita primero verse frente a su resistencia y que se
enfoquen éstas con exactitud Interpretar significa hacer consciente
un acontecimiento psíquico inconsciente a preconsciente. En c m *
bio, la trans2aboracián es la repetición y la elaboraci8n de jnterprr-
taciones que llevan al paciente del lwight inicial de un fen8meno
particular a un cambio duradero en su comportamiento.
El reconocimiento de la resistencia debe anteceder a los pasos ya
desmitos, E1 hacer10 es sencillo, excepto cuando la resistencia es
sud, compleja, vaga o egosintbnica para el paciente. Un buen indi-
cio es el cese dc las asociaciones libres.
En cuanto a Ia confrontación o manifestación de la resistencia,
nuestra tarea es lograr que el paciente entienda que esti resistién-
dose, por qué se resiste, a qué se resistc y cómo se resiste. Debe ern-
'1SO CAP. 13. LA RESISTENCIA

prenderse só b cuando hay posibilidades de que sea signifiativapara


el paciente y cuando éste no logre negarla o minimizarla. Ahora bien,
con el fin de incrementar la dernostrabilidad de una resistencia, es
aconsejable dejar que se desarrolle, Para ello, el silencio es el mejor
método. Otro modo de incrementar h resistencia para demostrarla
es pedir al paciente mayores detalles en torno al punto resistente.
Además, para ayudar al: paciente a recmocer la resistencia, se le
señalan todas las pruebas dfnicas, En todo caso, sólo a un Ya razo-
nable se le puede demostrar algo; por tanto, hay que esperar a que
aparezca un Yo razonable o a que las pruebas sean tan abrumadoras
que el Yo menos razonable tenga que aceptarlas.
La aclaracibn de la resistencia se dirige hacia el motivo y hacia los
medios de la resistencia. E1 motivo de Ia resistencia responde a la
pregunta: ipor qué y de qué huye el paciente? Los medios de la re-
sistencia responden a la pregunta: 2 Cómo huye el paciente? Primero
se aclara el motivo de la resistencia, por ser esto más productivo;
pero si el medio de la resistencia es notable o insólito, entonces se
comienza por él.
El por qué se resiste un paciente nos conduce normalmente hacia
algún afecto doloroso que él está tratando de evitar: angustia, senti-
miento de soledad, vergüenza, depresión, o alguna combinación de
ellas. Al esclarecer el afecto doioroso específico y los recuerdos
asociados con él, las palabrasi de1 andista deben ser apropiadas en
tiempo, cantidad, calidad y tono. Luego se trata de aclarar el impul-
so que causa el afecto, si es que se presenta en eI análisis.
Conocido el motivo de la resistencia, se explora el método que
utiliza el paciente en ensu resistencia. Si la resistencia es demostrabIe
y cIara, se pueden interpretar los determinantes inconscientes, a sea,
se tratan de descubrir los impulsos instintivos ocdtos, las fantasías o
los recuerdos responsabIes de la resistencia Se busca conocer el con-
tenido de Ea resistencia, lo cual aclarará el afecto. Se comienza con el
material disponible y se busca lo que falta, partiendo de lo conocido
hacia lo desconocido. En esta primera parte interpretativa se trabaja
con el motivo de Ea resistencia. En algunas ocasiones e1 método o
modo de Ia resistencia ofrece un mejor camino para la investigación.
Si eI nodo de la resistencia es constante, estamos frente a un rasgo de
carácter. Entonces el procedimiento a seguir es el siguiente: primero
es necesario lograr que el paciente reconozca que un determinado tipo
de comportamiento es una resistencia. Esto depende de qué tan ego-
sintónica le resulte su conducta y del grado de la alianza de trabajo
que se haya establecido con él, En cuanto a 1a egosintonía de su con-
ducta resistencid, cuanto m& coherente, adaptativa y feliz parece al
paciente, más dificii será persuadirlo de que esa actividad es una re-
sistencia. La situación es aún más difícil cuando los factores de la
realidad se mezclan con las resistencias inconscientes del paciente.
Siempre que los factores de la realidad componen una resistencia,
hay que reconocerlos debidamente.
Una vez reconocida la resistencia, la siguiente tarea del anaiista
consiste en aclarar o clarificar aquello que, en la vida del paciente, le
hizo adoptar ese mo-do de resistencia.

REGLAS TÉCNICAS RELATIVAS


AL TRATAMIENTO DE LA RESISTENCIA

Por lo general, hay que analizar la resistencia antes que el conte-


nido, el Yo antes que el Ello, y.empezar por la superficie. En efecto,
no tiene caso descubrir lo repnmido para que vuelva a chocar contra
las mismas fuerzas defensivas que lo reprimieron con anterioridad.
Primero debe producirse un cambio en la entidad resistente. Estruc-
turalmente, nuestro objetivo es permitir que el Yo se las arregle mejor
con el Ello, el Superyo y el mundo exterior.
Normalmente el paciente determina el tema de la sesión. En
efecto, se permite que el paciente empiece la sesión con el material
manifiesto que le interesa, y no se impone el punto de vista del tera-
peuta. Una vez escogido el material, se selecciona lo que se considera
como su verdadera preocupación. El paciente elige el contenido ma-
nifiesto, el analista extrae el material latente significativo.
Las excepciones a estas reglas que deben aplicarse con elasticidad
según el paciente, el analista y la situación, son las siguientes: Las
resistencias menores y temporales no deben analizarse a menos que
persistan o aumenten; en caso de haber cierta pérdida o disminución
en las funciones del Yo, nuestra tarea consiste en permitir y favorecer
la formación de cierto grado de resistencia.
La transferencia
y la csntratransferencia en
l a pstcaterapia
- de las adolescentes

LA TRANSFERENCIA Y LA
CONTRATRANSFERENCIA
COMO UNIDADES FUNCIONALES

La transferencia y Ia contratransferencia (esta última sOla candi-


cionadamente) son fenómenos normales en Ias relaciones humanas
comunes y corrientes. Ai considerarlas así Ias despojamos de su sen-
tido psicoanalitica específico, pero no de su sentido esencial como
proceso interpersonal humano.
Para afirmar que son procesos generales normales en toda relación
interpersond nos apoyamos en los siguientes hechos:

1. Desde el punto de vista filogenético, e! niño es expulsado del


vientre materno antes de lo que debiera ser. Esto se debe a la capaci-
dad limitada del organismo femenino para fa dilatación de las vías del
parto, así como aI aumento del volumen craneal del niño y su evolu-
ciOn cerebral, El recién nacido es un sujeta prematuro desde el punto
de vista fisiológico. Lo cual significa que, para su supervivencia, debe
permanecer provisiondmente bajo la totd y permanente dependencia
de la madre.
2. El recién nacido, ai ser prematuro fisiolágicamente, no posee
ninguna especialización organismica, como otras seres vivientes.

Estos dos hechos: Ia prematundez y Ia fdta de especialización


oz'gmísmica, hacen que Ia supervivencia del recién nacido tenga que
depender de m familiar m& desarrollado, cuyo modelo original
es la madre. Esta es su primera experiencia interhumana, la cual llega
a ser fundamental en las futuras relaciones de objeto.
Se puede caracterizar el funcionamiento nomal dela transferencia
coma sigue (Kemper, 1972):

l . Con cada repetición de la transferencia se da un paso mas en


el dominio del mundo. Esto contribuye al proceso vital del apren-
dizaje.
2. La repetición transferencial se convierte en una compulsiiin
inconsciente a la reatlzación. Sirve a la economía psíquica, porque:

a ) Ahorra energía. La repeticihn automática de lo habitual re-


quiere menos gasto de energia que si se planea cada caso en
particular.
b ) Pemite, mediante la dosificación fraccionada, la e laboración
de tensiones traumáticas en forma análoga a la neurosis trau-
rnátlca.
c) El sujeto esta permanentemente motivado a llevar sus necesi-
dades no satisfechas en el pasado y sus inhctuosos intentos
de controIarlas hacianuevos objetos y situaciones que se Ie pre-
sentan como apropiados, con la esperanza dc llegar en esta
ocasión a una suIuciÓn satisfactoria de esas necesidades.

Desde el momento del nacimiento, d niño ya es objeto de su


madre, en sentido psicológico, y cuando llega a establecer relaciones
de objeto parciales o totales, la madre y quienes lo rodean serán para
CI ubjctos en los cuales se podrá proyectar, identificar, introyectar y
desplazar. La relación humana se convierte en una situaci6n transife-
rencid-ccintratransferencial que exige :

1. Un sujeto. Este transfiere experiencias anteriores a un objeto,


se* sus caraderisticas constituciondes, sus expeiencias anteriores,
imaginarias o sedes, su estado de ánimo actual y su motivación hacia
el mundo o su dejamiento de El.
2. Un objeto. Personas o cosas del ambiente exterior que tienen
importancia psicológica en la vida psíquica. De tal modo, Ia expresión
mlacimes di objeto se refiere a Ia actitud y comportamiento de1
sujeto hacia esos objetos y viceversa.

Así, toda relación humana cotidiana estácompuesta normalmente


por la transferencia y la contratransferencia entre el sujeto y el obje-
to, formkdose una unidad funcional, dado que lo introyectado,iden-
tificado e interndizado de los primeros objetos necesita de d o s m
un principio, precisamente para internakarios, proyectarlos y d a -
plazarlos sobre otros objetos. El proceso se convierte en una nueva
154 CAP, 14, LA TRANSFERENCIA Y LA CONTRATRANSFERENCIA

unidad funcional instalada en el pasado, en la cual el objeto y el sujeto


htercambian sus papeles, en una alternanda recurrente y permanente,

LA TRANSFERENCIA DESDE
EL PUNTO DE VISTA
PSFCOANACI'TICO

La transferencia consiste en pulsiones, sentimientos, actitudes, fantasías


y defensas actuales de una persona que no le convienen,sino que son la re-
petici6n de reacciones formadas con respecto a personas importantes de la
primera infancia, convefiidas inconscientemente en figuras actuales. Las dos
caracteristicas sobresalientes de la transferencia son la repetición y la impro-
piedad (Grecnson, 197 8).

La impropiedad es la reacción inadecuada a una situación actual;


es la señal principal de que la persona que desencadena Ia acción no es
cl objeto verdadero. Esto indica que tal reacción inadecuada hacia e1
objeto actual es impropia, pues es desplazada de un objeto de1 pasado.
Las reacciones transferenciales se caracterizan también por su inten-
sidad; pueden ser reacciones impropias de amor, odia, envidia, celos
o competencia hacia el analist a. Las reacciones de transferencia tam-
bién san mbivalentes, caprichosas y tenaces. En elintento por revivir
y reactualizax situaciones redes o imaginatias y satisfacer necesidades
pretéritas durante e1 an&isis psicoterapéutico presente, la transferencia
se convierte en un fcn8meno regresiva cuya máxima expresión es la
neurosis dc transferencia, a la que se le debe dar un sentido curativo.
Las trans fesen cias ~e cSasifican en positivas, negativas, neuróticas
y psicóticas. SandIer ( 19 73) habla de transferencias er0ticas y eroti-
zadas.
Las transfcrcncias positivas son aquellas actitudes del paciente
hacia eI psicoterapeuta caracterizadas por dectos de amor, esperanza,
confianza, agrado, satisfacción, etc. Las negativas se caracterizan por
ser de odio, desamor, desagrado, envidia, celos, etc. En la transferen-
cia neurótica el pacientc entiende implícitamente que Io que siente
hacia el analista es impropio e imaginario. En el paciente psicrhico
no existe esa sensaci8n; vive lo que siente no como imaginxio, sino
que para él la situación de impropiedad es real.
Todas las transferencias e s t h a i seniicio de la curación del pa-
ciente, pero con frecuencia se convierten en resi~tenciasal tratamien-
to. Las transferencias eróticas S¢ prcstan especialmente para esto, al
ig-udque la transferencia agresivizada.
El cuidado que el psicoanalista debe tener en cuanto al manejo
técnico de la transferencia implica no sblo tener presentes la edad, el
sexo, la raza y la posición socid del paciente, sino que lo primordial
consiste en no participar en su juego transferencial.

LA CONTRATRANSFERENCIA DESDE
EL PUNTO DE VISTA PSICOANAL ~ T I C O

Desde el punto de vista psicoandítico, la contratransferencia es


una distorsión inconsciente que se caracteriza por ser una relaci6n
de objeto especifica. Consiste en proyectax sobre el paciente senti-
mientos que no Ic corresponden, sentimientos que en reaIidad sintió
hacia otras personas en el pasado, y ahora son transferidos hacia el
paciente. Tal distarsi811inconsciente se caracteriza por ser una repe-
titi8n del pasado (Kemper, W. 1972), una reedicibn de una antigua
relacibn de objeto, un anacronismo, un error cronológico (Grecnson,
1978).
Freud (1910) fue el primero en utilizar el término contratrans-
fcrencia en e1 sentido de distorsión.
Bemas llegado a ser conscientes de la contratranderencia que surge en
61 -refirihdoac al psicoanalista-, como resultado dc la influencia del pa-
ciente (persona del presente) sobre sus sentimientos inconscientes (senti-
mientos del pasado), y estamos casi inclinados a insistir en que él debe
reconocer esta conh-atransfesenciaen sí mismo y superarla,., ; ningún psi-
coaniiliata va más allá de lo que permiten sus propios complejos y resisten-
cias internas.

SandIer (19 73) recomienda a los futuros psicoanalistas, primero,


el automáhis, luego, su propio tratamiento y, finalmente, un maná-
lisis cada 5 años, con el Fui de que esta distossibn sea superada.
La contratransferencia puede verse a través de algunos aspectos
que comprenden Ia relaU6n de objeto. Puede tornar la forma de sen-
timientos, puisiones, deseos, temores, fantasías, actitudes, ideas o
defensas (Grcenson, 19 78).
Respecto de Ias manifestaciones clínicas de Ia contratransferencia,
Mennhger y Holzman (1974) nos dicen:

Vale la pena reseña^ ciertas marreras comunes -cognascitivas, afcctivas


y del compartamitnto- en que la contratransferencia hace su aparicjbn; es
decir, que se convierten en interferencia por el valar didáctico que tienen.
He aquí algunas que anotamos m diversos momentos durante 10s seminarios
y sesiones de control en que se presentaron. Es probablz que Ia mayorfa de
los psicoanaiistas hayan
- jneurride en una de ellas:

a) Incapacidad de comprender determinados tipos de material que atacan


problemas personales del psicoanalista.
156 CAP. 14. LATRANSFERENCIA Y LA CONTRATRANSFERENCIA

b Sensación de depresión o mcomodidad durante o después de las ~caiioncs


psicoanaliticas con ciertos pacientes.
c) Descuido en Io concerniente a lo convenido: olvidar la cita del paciente,
lIegar tarde, permitir que se excedan las horas del paciente sin ningún
motivo especíai.
d ) SomnoIencia persistente dcl psicoanalista durante la sesibn.
e) Excesiva o escasa asiduidad en loa arreglos financieros con el paciente;
por ejemplo, dejado incurrir en considerable deuda sin analizarla, o tra-
tar de "ayudarlo" a conseguir un crédito.
f ) Experimentar reiteradamente sentimientos eróticori o afectivos hacía su
p aciente.
g} Perrnitiry hasta fomentar Eareljstenciaenfomade actuacibn.
h ) Recursos narcisista9 en busca de seguridad, como tratar de impresionar
al paciente de diversas maneras, o de impresionar a los colegas sobre la
importancia del paciente que una tiene.
i ) CuItivar la continua dependencia del paeiente de diversas maneras, en
especid can expresiones eanquilizadoras innecesarias.
j ) Afán de hacer chiarnts profesionales con respecto a un paciente.
8 ) Mordacidad sridica c innecesaria en la formulación de comentarios e m-
terprctaciones, y tambien 10 contrario.
1 ) Creer que tl paciente tiene que curarse para fomentar la reputación y el
prestigio del rnklico.
m) "Mimar el caso", es decir, tener demasiado miedo a perder al paciente.
n) Derivar una satisfacción consciente de los elogios, el aprecio, las mani-
festaciones de afecto y otras actitudes simiiarea del paciente.
ñ) Perturbarse por los persistentes reproches y acusaciones del paciente.
o) Discutii: con el paciente.
p ) Seguridad prematura de que el paciente no tendrá ansiedad, o, dicho
con mayor precisión, incapacidad de edibrar el grado de frustración
Óptima.
g) .atar de ayudar d paciente fuera del plcoanáks, por ejemplo, h a c e
cltrtos arreglos financieron o de vivienda.
r) Tendencia compuIsiva a 'inachacar" ciertos puntos.
s ) Kmpulsos recurrentes de pedir favores al paciente.
t ) Súbito aumento o disminución de interés en un determinado caso.

Confieso c m emociones encontradas un ejemplo de mi propia conea-


transferencia: uno de mis pacientes andaba muy atareado con las especu-
laciones en la bolsa de valores. Día tras d í a anunciaba que había ganado
mil, cinco mil dólares o más con respecto al mercado del dia anterior. No
ocultaba para nada sus prtftrtncim y planes. pmci'a m u y astuta en sus
seIecciones y al poco tiempo sus ganancias llegaron a ser bastante impresio-
nantes, en una ocasión seguí en privado su ejernplo e h d cn la bolsa; por
suerte para los dos, el mercado se desplomó de pronto pocos días despues
y nos quedamos can los bolsilIos vacios (KAM) .
Dmtro de1 ámbito de la Asociación Mexicana de Psicoterapia se
ha observado en los supervisores hechos como: aIvidar cl materia1
del paciente, dificultades para asociar la stsibn con la técnica, retra-
sos a la supervisián y, en algún caso, confundir d supervisor con el
paciente,
Otra manifestación cIinica de I n contratransferenciaes la angusitia
del psicoterapeuta (Racker, 1969) que se produce debido a que per-
cibe las resistencias de su paciente y las considera un peligro para sus
metas terapéuticas.
La angustia puede provocar tensión en el psicoterapeuta y es una
advertencia inconsciente de un peligro interno. Racker (1969)dice:

EI peligro puede ser frustrado por un objeto interno propio, por el pro-
pio rnasoquisrnb o por las propias conitrmsistencias.

Hasta aquí hemos considerado a la contrataansferencía corno una


fuente de error que puede interferir en el tratamiento psicoanalltico
de cualquier paciente, debido a que esta posicián básica del analista
frente a su analizado produce fuertes escotomas que no le permiten
actuar con libertad, terap6utieamente hablando, pues está ligado de
manera inconsciente a su pasado, a las características neuróticas a
psic0beas actuales de su personalidad p a su propia compulsibn a la
repetición. Este aspecto dc la contratransferencia nunca es olvidado
en bs entrenamientos, por lo regular de 4 años de dunición, p.ya
psicoterapeutas psicoanaliticos, en donde se exige, para su formacion
como terapeutas psicoanalrticos, su propio tratamiento de un mini-
mo de duración igual d que dura el entrenamiento ( 3 o 4 veces por
semana), además de un número igual de años de supervisión. El en-
trenamien to de1 psicoterapmta psicoanalítico se vuelve, asi, pr6ctica-
mente artesanal, pero capacita a l futuro psicoterapeuta para resolver
la mayoría de los problemas que representa la contratransferencia.
Sin embargo, también en esta posici6-n b&ca (Racker, 1969), en
esta "totalidad de sentimientos y actitudes del psicoterapeuta hacia
su paciente" (Kemper, 19721, se capta a1 paciente a través de laper-
cepci6n de la propia sensacibn disciplinada. Nosotros mismos como
psicoterapeutas podemos percibir cierta tensión cuando un paciente
se pone en contacto con nosotros a través de aquella parte de1 Y o o
del objeto interndizado que se opone a una relacihn libidind. La
percepcéún de la psicodinamia del paciente se hace a través del Yo
del picoterapeuta, consciente o inconscientemente, a1 sentir y cap-
tar una contratransferencia -positiva, negativa o ambidente - de1
paciente.
El psicoterapeuta percibe las características del paciente debido
a que éste, con su propia transferencia y con todos 10s elementos
de su personalidad, intenta producir cambios sintónicos en su Yo
que le permitan, a la vez, repetir sus propias características, neurosis,
psicasis, tendencias, etc. La personaIidad del paciente se mueve; éI
intenta producir con toda su psicodinamia y energm'a, un cambio en
el psicoterapeuta para que sus objetos externos se fundan y se sinto-
nicen con sus objetos internos. Asi, el paciente intenta intensamen-
te, una y otra vez, que el psicoterapetrta se convierta en esa figura
generada en m infancia que le permita justificar su actual conducta.
Otro tipo de ~ontratrmsftrenciaes la indirecta ( k c k e r , 19531,
la cuaI consiste en cualquier respuesta ernociond del psicoterapeuta
ante terceros qne de alguna manera tienen cierta influencia sobre e1
tratamiento de un determinado paciente; pos ejemplo, los efectos
que tiene el supemisor sobre el psicoterapeuta en formación.
Es posibIe también discriminar entre reacciones contratramferen-
ciaies permanentes y reacciones contratransferenciales agudk (Reich,
1951). Las primeras se definen como los efectos de un problema
~aracGrológcodel psicoterapeuta , y las segundas, como Tos efectos de
las diferentes manifestacionesde Ia transferencia del paciente. En este
sentido, las primeras son, por le general, Inconscientes yse convierten
en "puntos ciegos" que dan lugar a erroEs psicote~apiuticos,y Ias
segundas se originan de la interacdn entre el paciente y el psicotera-
peuta y producen en él una captación del paciente. Sin embargo, para
lograr esto, se produce b regresibta controhda mediante la atención
del psicoterapeuta, la cual permite a 10s objetos interndizados del
paciente entrar en contacto con los objetos intemalizados del psico-
terapeuta. Esta situación tiene finalmente una solucibn consciente,
dado que la regresión que vive e3 psicoterapeuta esta controlada
Kernbcg (1979) distingue daramente Ias mismas dos concepcio-
nes acerca de la contratransferencia. La primera es llamada por 61
concepcióra clásica y la segunda, concepción to talz'stica, La primera
queda descrita como la reacción inconsciente del psicoterapeuta ante
la transferencia de1 paciente. La segunda se define como la situación
psicoterapéutica, o proceso de in teracción entre el paciente y el ten-
peuta, en el cual el pasado y el presente de los participantes, así como
las reacciones de ambos, £aman una unidad que los fusiona en una
situación emocional que es igualmente válida para ambos.
Dentro de esta posición totalista, que tiene tantos puntes Cri-
ticables como 1a posición clásica, destacamos la captación que el
psicoterapeuta hacc de su paciente, Ia cual se vuelve un instrumen-
to psiceterapéutico o de diagn6stico (GonzaLez Nfiñez, 1981). La
coniratransferencia, como instmmento terapéutico, consiste en la
posibilidad de retrodimentar al paciente acerca de su problemática
y poner esta captación a su servicio, a través de conhnhciones, cla-
rificaciones e interpretaciones.
A través de su propia psicoterapia y de la supervisión, el terapeuta
psicoanaiítico Iocaliza aquellos puntos de su personalidad capaces de
impedir el proceso terapéutico e imposibilita Ia captación de la trans-
f e m f a del paciente, la cual será más o menos profunda, dependien-
do de la f o m a en que el psicoterapeuta haga sus interpretaciones
(Lormd, 1966) y del tiempo que dedique a hacerlas.
Las captaciones pueden ser cortas o largas, xigidas o elásticas,
pueden preparx al paciente o pueden ser sorpresivas, dependiendo de
Ia aptaciiin que hace el psicoterapeuta de su paciente a través de la
transferencia, De este moda, la contratransferencia sc vuclve un pro-
ceso diagnóstico que pemiite trabajar con m& precisihn.
Durante cl proceso psicoteraphtico el paciente intenta una y
otra vez lograr su propósito, es decir, que e1 psicoterapeuta repita
mntratrmsfclenciahente 10 que éI demanda, ya sea en f o m a com-
plernentaxia, o concordante (Racker, 1969). Los pacientes que han
sufrido abandonos son personas que no puedq controlarse, princi-
palmente aquellos abandonados por el padre. Estos e s t h llenos de
coraje; cuando se encuentran en un estado depresiva muestran gran
debiíidad, pero en cuanto se recuperan se vuelven agresivas en exceso
con quienes los rodean. Podríamos decir que, aplicando la "Lcy del
Taiión'" intentan que el psicotcrapcuta se wclva tan incapaz de
ayudarlos mmo lo fueron sus progenitores, y en esa forma intentan
cobrar venganza de todo lo que sufrieron durante su infancia. El
terapeuta tiene que luchar una y otra vez para no ser encajonado en
ese papel de incapacidad; tiene que luchar para no agredir al pacien-
te, ya sea a través de Ia clara agresión o de cualquier otra foma, corno
la seduccicin, la ironía (para lo cual es experto el paciente abando-
nado por el padre). el cambio de hora de la sesión, 13 inasistencia a la
sesión, etc.

LA TRANSFERENCIA E N L A
PSlCOTERAPlA DE ADOLESCEMT ES

Los adolescentes con constantes cambios -progresivos unos y re-


gresivos otroa- no permiten ver con claridad sus reacciones tmsfe-
rencialcs. E1 psicoterapeuta es para ellos una persona real, a la vez
que un objeto transferenud. Su ansiedad por sentir la realidad, por
estar seguros y no sometidos a su propia subjetividad, son Eactores
que dificultan la percepcián de sus reacciones transferenciales.
Asi, Ia transferencia se vuelve en el tratamiento de adolescentes
una apmnte dificultad que podemos abordar en foma sisrematica
sólo si recurrimos a nuestra capacidad clínica de obseniacihn, diag-
nbstico y tratamiento.
La transferencia en 10s adolescentes resulta más intensa, m 6 con-
fusa, más versátil y más rápida;utililiza la redidad ni& m enrus aspectos
160 CAP. 14. LA TRANSFERENCIA Y LA CONTRATRANSFERENCIA

parciales que en sus aspectos totales de la rehión de objeto, pero no


descarta la utilización de la realidad en su totalidad.
El a n W s de las transferencias con adolescmtcs sigue 10s mismos
pasas que los análisis similares con otro S pacientes: presentación, es-
darecimiento, interpretacióny transIaboración de las interpretaciones
(Greenson, 1972). Sin embargo, las transferencias con adolescen-
tes de las primeras fases se ven interferidas por las fipm parentales
redes y a que estos pacientes comparten la mayor parte de su tiempo
con sus padres.
La translaboración de Ia transferencia en los adolescentes es m&
rápida que en otros pacientes. El adolescente translabom y resuelve
más ágilmente, y cl psicoterapeuta tiene que estar atento a cerrar
oportunamente las unidades de trabaje interno que su paciente cons-
truye,
Tdnicamente, es necesario confrontar y esclarecer con toda opor-
tunidad, en qué momento el psicoterapeuta es para el adolescente un
objeto real en la sesión y cuándo es un cibjeto transferencid. E1
adafescente puede confundirse y confundir a sus padres cuando el
psicoterapeuta es el objeto real y los padres reciben el desplazamien-
to y son para el adolescente su objeto transferencial, lo cual a simple
vista p a c e un tanto paradójico. Otro riesgo de no deslindar la reac-
ción dcE adolescente hacia c1 psicoterapeuta como objeto red o trans-
ferencid es el de levantar resistcncias transferenciales imposibles a
veces de resolver, por lo que el atlolescente se retira del tratamiento.
Con el propósito de no causar padecimientos innecesarios a los ado-
lescentes y a sus padres, deben controlarse 10 m& rápido posible las
reacciones transferenciales negativas que angustian al adoIescente,
confunden a sus padres, se vuelven resistenciales y dan molestias al
psicoterapeuta El trabajo transferencia1 con un adolesmte es mas
fructífero si se mantiene la transferencia positiva y si la regresión que
se provoca se transforma en una regresión al seMQo del Y o del adlo-
lescente,

CONTRATRANSFERENCIA EN EL
TRATAMI ENf O CON ADOLESCENTES

Gonzáitz N h k z (1981 ) afirma que el tratamiento con aáoles-


centes se caracteriza por ser una experiencia contratrancferend
más intensa que la experiencia psicoterap6utica con adultos. El
adolescente espera que el psicoterapeuta le brinde toda Ea ayuda
posible para lograr la transferencia, pero al mismo tiempo se niega a
aceptada; por su parte, el psicoterapeuta está acostumbrado a dar
CONTRATRANSFERENCIA EN EL TRATAMIENTO 16 1

tan sólo lo que el paciente necesita, por 10 que se desconcierta, sufre


y se angustia ante esta demanda, tan aanbivdente pero t a n realista
para el adolescente. Esta angustia lc hace dudar de si responde como
un objeto modeIo (analista) o como una persona común y corriente.
La angustia pone en,crisis la identidad del psicoterapmta y lo regresa
controladamente I su propia adolescencia, causándole más ansiedad
y anwstia.
Cualquier paciente, independientemente de su edad, su sexo o
su patología, puede provocar angustia contratrmsferencaoik como ob-
jeto de trabajo. Sin embargo, dadas las características propias del
proceso en que se encuentran bs adolescentes hacen que la angustia
ante ellos como objetos de trabajo sea más intensa contrat~amferen-
cidmente.
Si a todos Ios fenómenos nomaies que ocurren durante la ado-
lescencia les añadimos la posible psicopatalogia en gestación, encon-
tramos una dificultad red para establecer el diagnóstico y laestrategia
a seguir en el plan terapéutico. Esta dificultad produce en elpsicoa-
naiista una angustia cmfxatransferencid.
Ante esta angustia conlratmnrjerencial, e1 psimterapeuta levan-
ta sus propias defensas, surgidas de fa difícil relaciiin con el adoles-
cente, de su pmpia personalidad y de la peculiaridad de su profesión.
Estas defensas hacen arduo y complicadoel trabajo con losadolescnites,
por lo que, tanto las terapeutas como Ios padxs de familia prefieren
sodnyarlo. Es muy doloroso confrontar nuestra propia adoIescencia,
por ?o que no es casual el hecho de que la mayoria de los pacientes
adultos presenten dificultades para analizar su adolescencia y e1 que
los terapeutas tengan ciertas dificultades para trabajar con los adolcs-
centes; debido a esto eI tratamiento se torna an,p;ustioso y arduo.
A continuacihn se presentan 10s resultados dé una investigación
sobre los casos de dos pacientes, una adolescente y una mujer addta.
Los resultados de esta investigación comprobaron la hipótesis '
propuesta de que la contsatransfcrencia hacia la adolescente es m&
intensa que hacia la paciente aduIta. Las contratransferencias del
supervisor y de la terapeuta fueron más intensas hacia la paciente
adoIescente. Además, 10s resultados mostraon cómo la contratrms-
ferencia positiva es m& intensa en la pacien tc adolescente.
Si consideramos lo maleable del proceso adolescente m manto a
su evoluciiin y su duración, dados los problemas epigenéticos por las
que atraviesa el adolescente descritos con anterioridad y las dificulta-
des socides del tratamiento, comprenderemes que san obstáculos
suficientes para provocar resistencias en el tratamiento. Se deduce,
por tanto, que de esas dificultadec evolutivas, sociales y contnztaans-
ferenciales nace la necesidad de un mayor esfuerzo por mejorar Ia
162 CAP. 14. LA TRANSFERENCIA Y LA CONTRATRANSFERENCLA

técnica psicoanalítica. Es imperativo que el analista sublime su ansie-


dad y colabore can los adolescentes, con sus padres y con la sociedad
para que los tratamientos tengan éxito y se Ies ofrezcan mejores op-
ciones en la vida.
Al haber ánsight se presenta Ia paradoja de que este imperativo
se puede cumplir sólo en forma lenta y sistemitica, mediante entre-
namientos bien planeados para psicoterapeutas de adolescentes. Otra
situacihn paradójica resulta de que, para expander ese reducido espa-
cio de la psicoterapia de adolescentes, se necesita restringir, profun-
dizar y precisar el manejo de las técnicas psicoterapéuticas adecuadas
para cada etapa de la adoIescencia.
Knobell (1976) planteó la existencia de varias determinantes a las
cuales tienen que enfrentarse aquellos que desean dedicarse al trata-
miento de adolescentes tanto normales como enfermos, desde el punto
de vista psicoIógico. Es importante señalar que todas Ias sensaciones
contratransferenciales producidas por e1 enfrentamiento a problemas
que el mismo psicoterapeuta no tiene resueltos y que le provocan
sentimientos de inseguridad. Cita a Anthony (1966),quien dice que
el psicoterapeuta que se dedica al tratamiento con adoIescentes vive
una identificación con el mundo adulto en que se desenvuelve su pa-
ciente. Esta experiencia Ueva inconscientemente a adoptar los mis-
mos criterios estercotipados que el adulto, por 10 general, utiliza en Ia
relación con sus c o e t k e o s hacia el adolescente. Describe los siguien-
tes estereotipos con Ios que trabaja el psicoterapeuta:

a ) El adoIescente corno objeto peligroso y/o en peligro.


b } La respuesta aI adolescente visto como objeto sexual.
c) El adolescente como individuo desadaptado.
d) El adolescente como objeto envidiado.
e) E1 adoIescente como objeto perdido en la personalidad adulta.
f) Aspectos que le producen envidia y nostdgia de una propia
adolescencia no elaborada en los aspectos sociales.
g) Planteamientos sociopoliticos a los cuales el adolescente se
adhiere en forma masoquista, maniaca, sádica o de otra natu-
raleza, que pueden provocar una identificación del psicocera-
peuta con su paciente adolescente.

Los terapeutas jóvenes en ocasiones presentan impedimentos de


contratransferencia más graves y más insuperables (Masterkon, 1975)
debidos a conflictos n o resueltos derivados de su Propia niñez. En la
fase de elaboración, el problema contratransferencia1 más común es
la incapacidad de1 psicoterapeuta para toIerar las emociones intensas
del paciente: hostilidad, ira, miedo o depresión. Tal situación se
vuelve crítica, puesto que e1 paciente, una vez que ha controlado su
actuacibn, se encuentra dentro de alga parecido a una oUa de presibn
y necesita contar con o- vía de escape para sus sentimientos.
En la fase terminal del tratamiento, cuando el interés se centra en
h ansiedad del paciente por la desvinculación,surgen dos problemas
prhcipdes de contratransferencia:

a) E1 temor del terapeuta de que la dependencia del paciente


adoIescente puede ser interminable, Zo que b apremiará de tai
modo que 'puede inducirlo a pensar prematuramente en que
w paciente está listo para la autonamia.
b ) El psicoterapeuta puede reeditar su propio problema de sepa-
racibn, Io que le dificulta terminar el tratamiento, repitiendo
de esta manera Ios errores de la reIaci6n sirnbiótica con los
padres.
El final
del tratamienta
La teminación del tratamiento es un proceso que implica la apa-
rici6n de fenómenos que requieren de un manejo técnico específico.
Por esta razón, cobra especial. importancia eI hacer un análisis de Ias
vicisitudes propias de la terminación, así como de la influencia que
ésta tiene sobre Ias metas propuestas en la terapia psicoanalítica.
Algunas consideraciones de varios autores sobre la terminación del
tratamiento, a y u d d a Clarificar el concepto de terminación dentro
del procesa psicoterapéritiw.
Burchard (1958) realizó una k s i 6 n histórica de los trabajos téc-
nicos de Freud. Al inicio de Ias investigaciones de éste en colabora-
ciOn con Breuer, el concepto de amnesia y su concomitante, la huella
nimica trauaiática (Hn)fue la directriz del concepto dc cura y
tenninacih. En otros trabajos, Freud hace ver que el análisis temina
cuando e1 andista y el analizado dejan de reunirse para el trabajo que
en con~untohabían emprendido Idealmente, una vez que los síntomas
han desaparecida y no se teme una secaida. En un sentido mis pro-
firndo, podemos afirmar que eI analisis temina cuando el cambio
terapéutico y a ha sido tan cabal y completo, que la continuación del
anilisis mismo ya no aporta modificaciones adicionales. Freud da a
entender que se puede hablar de terminación de análisis sólo en aque-
llos casos en que la magnitud del instinto y las alteraciones del Y o
no son demasiado graves, es decir, cuando la etiología es esencid-
mente tsaumática. Dice:

Las esperanzas de los optimjstas presuponen ciertos hechos que distan


mucho de ser cvldenws:

1. que en principia sea posible resolver total y definitivamente un con-


flicto instintivo, o,mejor dicho, un conflicto del Y O ;
2. que se pueda "vacunar" en cierta manera a un ser humano contra
todas las posibilidades de conflicto similares mientras se le trate por
determinado conflicto instintivo, y
3. que sea factible y conveniente provocar tal conflicto patógeno, no
traducido en el análisis por indicio alguno, a fin de tratarlo preven-
tivamente.

Señala que sólo apreciamos resultados finales de naturaleza cua-


litativa y con frecuencia omitimos todos los procesos intermedios de
naturaleza cuantitativa. Para Freud el resultado final siempre depen-
de de las fuerzas relativas en pugna. Da particular prevalencia al
monto de las modificaciones cuantitativas del Yo. También nos hace
ver que todas estas afirmaciones deben ser sopesadas en su justa mag-
nitud en el momento de la evaluación diagnósticay pronóstica, para
así saber definir la terminación o la no terminación de un tratamiento
psicoanalítico. Así, el análisis, tanto didáctico como terapéutico,
queda convertido en una empresa interminable en la que la teoría
y la práctica se acercan mucho cuando se trata del análisis del carác-
ter, en el cual no será fácil prever una conclusión natural aun cuando
se abandonen todas las esperanzas exageradas y no se exijan resulta-
dos extremos a la psicoterapia
Freud cita las conclusiones de Fereczi, en las que se establece que
todo análisis eficaz debe terminar con la envidia f a c a en la mujer y
la rebelión contra la actitud posesiva en el hombre.
El proceso terapéutico psicoanalítico es una situación artificial
que se crea entre dos personas, una que requiere ayuda y otra que
está dispuesta a darla de manera profesional. Dado que en la misma
naturaleza de la relación las pautas de interacción son extremadarnen-
te variadas y están en función directa de la estructura caracterológica
de losparticipantes, es sumamente difícil, si no es que imposible, esta-
blecer reglas universales para evaluar el proceso de terminación.
El dolor por la pérdida de una relación de objeto es frecuente. El
proceso de terminación de la terapia psicoanalítica tiene un carácter
esencialmente dinámico, pues no es sólo un momento en la situación
terapéutica, sino que es una situación real y a la vez artificial. Las
formas que adopta la terminación son muy variadas, ya que depen-
den de cada analista.
Balint (1950) sintetiza su criterio de terminación en tres puntos:

1. El alcance de los instintos. Para este autor es fundamental el


establecimiento de una primacía genital. La madurez genital es una
función nueva que emerge en la pubertad como resultado de un pro-
ceso natural.
2. La relación instintiva con los objetos. El amor genital no es
un proceso natural y espontineo, sino u n artefacto, resultado de la
cultura o de la educación, y una funcibn de fa satisfacción genital y
la ternura pregmital.
3. La estmctura del Yo. Señala:

o) El empleo de los métodos aIopI&ticos de adaptacibn en Iugar


de los autopl~ticospara eI manejo de la realidad.
b ) La aceptación de ideas desagradables.
c ) El incremento mpentino de la excitación antes y despds del
orgasmo*
d ) La capacidad para mantener una identificación genital con el
compaíiero, aun en momentos de insatisfacción, Io que es
equivalente a la capacidad de mantener un contacto ininte-
mmpido con la redidad, aun m situaciones de ansiedad.

La terminación es una experiencia emocional muy profunda. Su


atmósfera es fa de una despedida de alguien muy estimado, con la
aprehensión y e1 dolor correspondientes. Estas sentimientos se dilu-
yen por la seguridad que dan nuwas posibilidades vitales. General-
mente, en la dtuna sesión, el paciente se despide contento, con 10s
ojos h h d o s , y advierte que al analista le ocurre algo similar.
Rickman (19513) resume ni criterio de terminación en los siguien-
tes puntos:

a ) El paciente ha adquirido la capacidad de movilizar sus recua-


dos, ha salido de su amnesia infantil y ha superado el complejo
edípico;
b ) ha adquirido capacidad para la satisfacción @taI en la reIa-
ción heterosexual;
c ) ha adquirido capacidad de torerancia ante h hstración Iibi-
dind y la privación sin defensas regresivas y sin angustia,
d ) ha adquirido capacidad de trabajar y tolerar el desempleo;
e ) ha adquirido capacidad de tolerar los impulsos agresivos en
si mismo y en los demás sin temor a perder el amor del objeto;
f) ha adquirido capacidad para enfrentarse ai dolor.
Adernk, Rickman hace ver que Ias dudas respecto a1 momento de
terminación se deben a la falta de m control sistemático, ya que va-
rios años después de terminado el tratamiento, e1 destino de los
pacientes, 10s cambios operados en el diagn0stico de 10s mismos y las
diferencias en e1 tratamiento para cada caso patológico m particular,
aportan una idea acerca de Io que ya se ha lograda e integrado s i h -
ciosarnente, y de lo que a ú n queda por hacerse.
Para la doctora Klein 1950) el criterio respecto a Ia terminación,
tanto en el análisis de niños y adolescentes como en el de addtos, se
define como sigue:

Las ansiedades persecutorias y depresivas deben reducirse suficiente-


mente, y esto presupone, desde mi punto de vista, el anáíisis de las experien-
cias tempranas de dolor. Las situaciones de dolor se reeditan frente a la
terrninaciiin del análisis, ante lo cual es aconsejable anunciarla con varios
meses de anticipación.

Hoffer (1950) enfatiza el hecho de que eI psicoanaisis no se ca-


racteriza por un número determinado de sesiones o por una duraci6n
determinada de1 proceso, sino por e1 hecho de que inicia, favorece y
utiliza ciertos procesos mentales anteriormente descritos por Freud.
Estos son:

1. Cierto grado de conocimiento dd proceso mental inconsciente.


2. Disminución de la represión y la resistencia en contra de 10
reprimido, produciéndose un incremento en Ia actividad rnentd pre-
consciente y perceptud. Las contracatexis que protegían las resis-
tencias inconscientes se encuentran ahora invertidas en la relación
transferencial.
3. El acting out se transforma en recuerdos en la transferencia,
incrernentándose el conocimiento de la hjstoria del paciente y redu-
ciéndose Ia necesidad de repetición en el presente.

A partir de la neurosis de transferencia, el tiempo de tratamiento


y el momento de su terminación tienen que observarse desde dos
puntos de vista:

a ) E1 dcancc y Ia amplitud de Ia neurosis transferencia1 y


b ) la habilidad de1 terapeuta en su manejo.

Para Hoffer (19501, el proceso analítico se termina cuando éste


se puede dejar en manos de un aprendiz, Freud indica que fijar una
fecha de terminación tiene la ventaja de que propicia la movilizaciiin
de efectos hasta entonces estancados. Bauxbaum (1 950) señala que la
terminación del análisis es como e1 final de una sinfonía en donde se
repiten los motivos principales de la obra. Para Payne (1950)es de
particular importancia hacer desde el principio una evaluación diag-
nóstica, la cual comprende la edad en que aparecieron 10s síntomas
iniciales y, en los casos de carácter, la presencia a ausencia repetitiva
de £racasos y éxitos, así como de la susceptibilidad que el individuo
ha tenido para ser influenciado positivamente en las ocasiones en que
el ambiente ha cambiado. Bñdger (1950) dice que la pauta de las
reacciones a la temiinaci0n del anáiisk es previsible s i se evalúa Ia
actitud frente a las separaciones transitorias a corto y a largo plazo
que provocan las interrupciones entre una y otra sesibn.
Gonzdez, A. (1962) pmpone la siguiente guía para Ia termina-
ción :

a ) Hacer consciente lo inconsciente.


6) Promover las vivenaas y lograr el recuerdo de aqueIlos acrinte-
cimientos infantiles motivadores de la enfermedad.
c ) Resolver la transferencia en un grado que permita al paciente
relacionarse con el analista en términos de realidad,
d) Lograr una recstmctuhación de la relación de objeto que le
imprima un carácter maduro.
e) Superar 1a angustia de separacion, y evitar de esta manera las
caídas resultantes de la necesidad urgente de compañía.
f) ForcaIecer aI Yo de manera que éste pueda regular la regre-
sión, subordinándola a una adaptación sana,
g) Adquirir Ia capacidad para toIerar Ia depresión y superarla me-
dante una reparacibn que no sea peligrosa para el sujeto y el
objeto de amor.

LAS METAS EN EL
PROCESO DE TERMINACIOM

El anaisis teóricamente no temina nunca, y a que mientras el ser


humano vive, su crecimiento continúa Por tanto, es necesario plan-
tear alguna forma de medición de Ias metas, de tal forma que se pueda
determinar en qué momento detener el tratamiento. El tratamiento
del adolescente se plantea con base en Ias etapas de desarrollo de1
periodo por el que atraviesa. Las metas del proceso de tenninación
son relativas al adolescente como individuo y a la fase por la cual esté
pasando.
Wolbag (1972) propone que las metas en el proceso de termina-
ción se planteen de acuerdo con concepciones teoréticas de personali-
dad. Así, en la teoría f r e d a n a la meta de la terapia es fa madurez
genital, en la que las fijaciones de la libido en estadios pregenitales
han sido resueltas. En la teoría netihudiana, el objetivo es Ia auto-
rrealización, Ia cual permite una mayor libertad individua en Ias rela-
ciones interpersonales, incrernenta la conciencia de la autoimagen y
amplia fa creatividad y Ia productividad.
El planteamiento de metas de temiinacibn del tratamiento es de
gran importancia para eI terapeuta, ya que el éxito o el fracaso de1
tratamiento pueden medirse sSlo en el contexto de los objetivos pro-
puestos. En la psicoterapia de adolescentes estas metas van a corres-
ponder a los logros de cada etapa y a las cualidades psicopatologicas
individuales del paciente. La mayoría de los pacientes adolescen~s
consideran el divio sistemático como la medida ideal de avance en el
tratamiento. Sin embargo, este criterio no es totdmente válido para
evaluar la efectividad del tratamiento.
El progreso en la curaciDn de los sintornas, según Wolberg (1 9721,
puede ser logrado de diversas maneras:

1. Puede estar asociado con el cese de aspcctos fundamentales


del funcionamiento de Ia personalidad; por ejemplo, manda por im-
pulsos sexuales el adolescente experimenta culpa o angustia el cese de
todas las formas de expresión sexuai puede aliviar los síntomas.
2. El paciente puede propiciar expresiones neup0ticas que Ie dan
una aparente seguridad; por ejemplo, el adolescente puede hacerse
dependiente de1 malista, logrando la re alizacibn regresiva de necesi-
dades de seguridad.
3. El alivio de síntomas puede estar determinado por la represión
de conlllctos dañinos. Muchos síntomas, relativamente inocuos pero
molestos, pueden ser reprimidos durante el tratamiento, sólo para ser
reemplazados por síntomas sustitutos de naturaleza más seria. Así, el
síntoma de ansiedad puede ser diviado pero sustituido por síntomas
psicosomáticos.

La estimación del paciente acerca del ;&o o fracaso del trata-


miento tampoco es un indice de terminación del mismo, ya que pue-
dc estar basada en falsas premisas, Así, por ejemplo, el adolescente
puede considera- que su tratamiento ha fracasado cuando ét no ha
logrado desarroflar rasgos que lo identifiquen con una figura ideal.
Esto puede afectar el desmolfo del tratamiento.
Los juicios respecto del éxito terapéutico desde el punto de vista
de las normas socides son tambib retativos. La famiIia del adoles-
cente y sus compañeros o amigos pueden tener ciertas ideas respecto
del tipo de individuo en que ellos desean que el paciente se transfor-
me, que quizá no coinciden con los patrones de salud mental predo-
minantes entre elos,
F Los criterios sobre el éxito terapéutico, desde el punto de vista
del terapeuta, dependen de Ias metas de terminación modeladas de
acuerdo can valores establecidos, los cuales se relacionan con con-
ceptos persondes de normalidad o con un ideal de salud mental. E1
pslcoterapeuta debe ser cuidadoso de no tratar de modelar al paciente
170 CAP. 15. EL FlNAL DEL TRATAMIENTO

de acuerdo con su propia imagen, y a que él mismo puede ser victi-


rna de valores erróneos.
Los objetivos ideales de sdud mental, según Wolberg (1971),son
muchos, y requieren que la persona sea capaz de derivar pIac¢r de las
comodidades y satisfacción de las necesidades (de la comida, el
descansa, el relajamiento, el sexo, el trabajo). E1 paciente habrá de
ser capaz también de satisfacer esos impulsos en conformidad con los
miembros de su grupo socid. Podrá planear y ejecutar sus planes
creativag realistamente, de acuerdo con 1 s oportunidades existentes.
Esto @Iica, por parte del paciente, una apkciación de sus aptitudes
y limitaciones, así como una medición de sus ambiciones: en com-
paración cm sus verdaderas potmcialidades. Implica también eE
proponerse de manera consciente alcanzar metas realistas, el recono-
cimiento de sus capacidades y Ia aceptación de sus Iirnitaciones. EI
individuo tendrá la capacidad de funcionar efectivamente como
parte de un grupo, de dar y recibir amor y de relacionarse adecuada-
mente con sus semejantes. Asumirá una relación de subordinación
ante la autoridad sin sucumbir al miedo y a la rabia, Sin embargo, en
ciertas situaciones podrfi asumir el mando sin extralimitaciones de
poder y autoritarismo. Resistirá cierto grado de frustración, priva-
ción y decepcibn, sin un incremento de ansiedad excesivo, cuando él
sienta esto razonable y necesario para el grupo o cuando la salida de
un impulso no tenga un gran valor compensatorio.
Su capacidad de adaptación debe ser Eo suficientemente elástica
como para permitir la adaptacián a las exigencias de la vida sin tener
que refugiarse en actitudes infantiles o fantasiosas. Para lograr una
a u t o e s h a saludable, el paciente debe tener un minimo de respeto
hacia s í mismo, Ia capacidad para estar a gusto consigo mismo y para
encarar el pasado y protegerse en el presente de Ja angustia relaciona-
da con experiencias infantiles. Debe tener confianza en si mismo, se-
guridad,sentido de la libertad, espontaneidad y autotolerancia.
Las metas en la psicoterapia siempre e s t h dirigidas hacia el
paciente, no importa qué tan bien entrenado y capaz sea el psico-
terapeuta, o qué tan profundamente desee reconstruir Ia personalidad
del paciente, éste siempre está dispuesto contra las intenciones del
terapeuta. El paciente es particularmente hábil para desbaratar o h s -
trar la meta ideal de mad uradón de Ia personalidad (el más d i f i d de
todos los objetivos de la psicoterapia). Por más concienzudo que
pretenda ser el psicotesapeuta, sus esfuerzos pueden resuItar vanos.
La personalidad del paciente está en ocasiones tan dañada (desde
los años formativos de su vida), que las posibilidades de un crecimien-
to completo son remotas. Las ganancias secundarias pueden ser tan
poderosas, que la salud es m& una desventaja que una ganancia. Las
condiciones medioambientales llegan a ser irremediabJemente des-
tructivas y e1 paciente recurre entonces a alguna de sus defensas neu-
rtiticas para sobrellevarlas.
Lorand (1946) reconoce que el anheIo de cada paciente es la
superación absoluta de los obstácuIos a la maduracibn de su perso-
nalidad, junto con e1 logro del funcionamiento completo de todas
Ias h a s de Ia misma, pero que en la practica pocas personas pueden
aicanzar. Para realizar la terapia psico analítica es esencial, en alpnas
ocasiones, conformarse con rtsuItados pricticos, aunque superficia-
Ies, que permitan d paciente avanzar hacia una mayor satisfacción.
Thompson (1950) dice que ante todo el paciente debe aliviarse de
su padecimiento emociond y adquirir la capacidad para relacionarse
con los delnk tornando actitudes realistas permanentes originadas en
las reladones significativas tempranas. Deberá ser capaz, por último,
de lograr un desarrollo de sus potencialidades tan completo como sus
circunstancias vitales y su educaciiin lo permitan. Todo esto favore-
cerá en el individuo el establecimiento de reIaciones constructivas con
su grupo socid. En la medida en que la persona se alivie de la ansie-
dad, los sentimientos de Inferioridad y otros comportamientos des-
tructivo~,y pueda actuar con efectividad frente a Ias dificultades dc
Ea vida, se habh cumplido la meta básica del tratamiento.
Freud piensa que no es posible predecir un fin natural de1proceso
psicoterapéutico. Sostiene que los objetivos del tratamiento son
pulir todos los aspectos del carácter humano para producir la noma-
lidad de acuerdo a lo pIaneado o establecido y no esperar que la per-
sona que ha sido analizada profundamente nunca vuelva a sentir
sintomas de su trastorno emocional o nunca se w a invoIucrada en
cualquier tipo de conflicto interno. El trabajo del análisis es asegurar
las mejores condiciones psicológicas positivas para d funcionamiento
del Yo;cuando esto se ha hecho, el anilisis ha cumplido su tarea.. - -
Knight (1911 ) ha condensado los propósitos de la terapia psico
analítica en los sigufentes
- puntos: -
1. Desaparicibn del síntoma.
2. Avance del funcionamiento mental: con:

a) comprensibn de las fuentes infantiles del conflicto de la parte


afectada, como consecuencia de Ia precipitación de los factores
de realidad, de las modaiidadts de defensa conba la angustia y
del carácter especifica del proceso mórbido;
b } tolerancia hacia Ios impulsos instintivos;
c } autoestima realista y habilidad para aceptarse a uno mismo
objetivamente;
d ) libertad relativa de las tensiones pulsiondes e inhibiciones in-
validantes, y
e) liberación de la energia agresiva requerida para Ia autopreser-
vación, realjzacibn, competencia y protección de los derechos
del s í mismo.

3. Progreso en el ajuste a la reddad con un logro de mejorts re-


laciones interpersonales, mayor capacidad para el trabajo productivo,
habilidad para sublimar más Ebrementc en actividades recreativas y
$istraxienes y un completo funcionamiento heterosexual,

Se considerar como objetivos importantes -aunque no


- de la psicoterapia, e1 liberar d paciente de los síntomas
perturbadores y dotado de la capacidad para desenvolverse razonabIe-
mente bien y de experimeritar en toma discreta la dcgría de vivir. Sin
embargo, si el paciente contjnUa sintiéndose abrumado por i q c i o -
nes de su neurosis,perderá el control sobre si mismo. E1 paciente tal
vez tenga que circunscibir su9 actividades y emplear ciertas defensas
o medios protectores que 10 h i t e n en algunas aireas. No obstante,
con elIo estará adaptado al igual que la mayoría de Ias personas
con las cudes entra en contacto. Esto significa que, probabIemente,
el paciente puede continuar siendo neurótico, aunque m n una mayor
capacidad para vivir con su neurosis y acercarse, d menos aproxima-
damente, al logro de los objetivos de su vida.
Hay pacientes con un Óptimo funcionamiento del Y o que se han
enfrentado con éxito a sus conflictos infantiles empleando la repre-
sión, la compensación y la sublimación. Fm ellos Iaenftrmedad actual
puede consistir en un rompimiento de esas defensas. Entonces Ia
meta terapeutica puede consistir en que e1 paciente realice un inszght
del suceso que produjo su ansiedad, con 10 que recuperará sus defen-
sas habituales.
En pacientes con un mínimo funcionamiento yoico que han lu-
chado sin éxito contra 10s confiictos infantiles y se enfrentan a obs-
táculos para Iograr su madurez, el psicoterapeuta puede contentarse
con restaurar la represidn y fortakmr las defensas para que los pa-
cientes alcancen el equilibrio.
Existen tres modelos que pueden determinar todos los casos; obs-
taculizan o influyen en las posibilidades de modificar la personalidad,
aun cuando se ernpke la terapia psicoandítica; son les siguientes:

1. Sistemas desarrollados durante e1 periodo preverbal. Éstos


han pasado a formar parte integra! del individuo y funcionan de ma-
nera refleja. La reorganización de estos paradigmas puede ser Infruc-
tuosa aun desputa de un psicoanálisis prolongado, esp ccialrnente
mando tales actitudes ayudan a satisfacer necesidades importantes,
promueven gratificaciones o sirven como defensas. Esas actitudes
sobreviven en su forma casi original o primitiva y desafían la lógica
al mstrinfir las influencias correctivas.
2. ~ ~ t c m adesarrdlados
s en la vida temprana. Éstos han sido
simbolizados, reprimidos y rechazados debido a que movilizan angus-
tias y provocan una culpa muy intensa, por Io mal no pueden reco-
nocerse, Estos modelos hcuentemente están relacionados con nece-
sidades sexuales e impulsos agresivos y pueden expresarse en forma
directa o modificaca Su modificación es posible una vez que se
obtiene el imight. Este no eliminaráni controlará su expresibn.
9. Sistemas desamllados en la niñez, en la adotesceneia y en Ia
vida adulta. El individuo se da cuenta de éstos y es capaz dc contro-
larlos a través de su fuerza de voluntad, una vez que ha comprendido
su naturaleza y su utilidad, y, en consecuencia, es difícil modificarlos
mediante la psicoterapia, pues el individuo queda condicionado para
retener estos modeIos destructivos, a causa del placer que le causan
y de su fuena reductora de la ansiedad.

Es posible contrarrestar estus modelos. Algunos cambios sr: dan


espontkeamente en medios gratificantes y generosos que no repiten
las frustraciones y experiencias dolorosas del pasado, Las relaciones
humanas constructivas actúan como experiencias correctivas que co-
rrigen distotsiones en Ias reIaciones del pasado. Estos modelos se
presentan m n mucha frecuencia, sin embargo, con una buena expe-
riencia psicoterapéutica y un terapeuta capaz, el pacicntc puede Iograr
el ihsrght de sus conflictos y de sus defensas, lo que lo ayudara a des-
arrollar nuevas reacciones y modos dc mlacionase.
En todas las personas permanecen aipnos remanentes del pasa-
do, independientemente de c u b generoso sca eI mcdio ambiente del
individuo, con qué exhaustividad se conozca a sí mismo o con cuánta
profundidad haya aprendido nuevos modelos,
Si intentamos definir lo que es una meta práctica en la psicotera-
pia, podemos decir que, en relaciirn con el paciente, es el l o p de un
funcionamiento óptimo dentro de sus limitaciones, sus circunstancias
económicas, sus motivaciones, los recmos de su Y o y la situación red
que Io rodea. En relación con e1 terapeuta, b meta puede ser la des-
trucción en el paciente de las resistencias al trabajo orientado ha- el
ideal objetivo de reconstmcción de la personalidad. Sin embargo, se
pueden aceptar modificaciones, como enfrentarse sólo con aquellos
aspectos del problema del paciente que puedan ser manejados prác-
ticamente durante el trabajo terapéutico,
Gonzdez NUñez (1974) señala que, en cierto moda, la termina-
ción del tratamiento coincide con Ia sustitución de un objeto (e1
analista) por otro (hijo, tesis, c m a , coche, etc.).
Para Sandoval (19741, eJ proceso de tenninación del tratamiento
es vivido como una réplica de Ia relaci8n familiar original y, sin em-
bargo, es a la vez "como un nuevo renacer".
Wotman (1977) considera varios aspectos de la terminación de1
tratamiento de adolescentes:

a) Los criterios con los cuales se toma la decisibn de terminar el


tratamiento ;
b) la técnica de terminación, y
c ) la funci8n de los padres durante la fase de terminaciiin.

Se debe señalar que en la discusión mspecto de los resultados de


la teminacibn nos referimos s81o al final de1 tratamiento psicoanali-
tico del adolescente, el cual ocum cuando éste ha adquirido Ia capa-
cidad de resolver problemas apropiados a su edad y aIa fase del des-
arrollo en que se encuentra.

CRlTER IOS PARA LA TERMINACIÓN


DEL ANALlSlS

Es de especial importancia que la terminación del análisis sea


completa y conjunta entre el doIescentc, sus padres y el psicotera-
peuta Las luchas emancipatorias del adolescente, por un Iado, y sus
deseas de dependencia, por el otro, requieren constantemente de una
comunicación espontánea e intensa dentro de la situacibn psicotera-
péutica.

Un primer criterio para determinar cuándo el adolescente está


listo para teminar su tratamiento, es la existencia de una comunica-
ción libre.

La comunicación en la terminación debe inc1ukr las correlaciones que el


paciente hace entre s u s nuevas famas de relaciollarse con otras personas y
las nuevaa formas de relacionarse con el andista. Este proceso de correlaci6n
tiende a disolver la dicotomia entre el anrilisis y la vida del paciente (Bonime,
1962).

U n segundo criterio para la terminación es la medición de los pro-


gresos operados en el paciente. Si son sintomátims no pueden tomarse
como el mejor criterio, ya que muchos investigadores es& de amer-
do en que son poco confiables. Za widencia de que el paciente ado-
lescente ha desarrollado un alto grado de concienciade menfermedad
y de los cambios que han ocurrido en su personalidad, sí es digna de
tomarse en cuenta para decidirse a terminar. Ticho (19 72) señala
que otra importante tarea en Ia fase de terminación es un detallado
escrutinio de la conducta del paciente en su vida cotidiana. De esta
manera, se averigua cómo las funciones yoicas del adolescente han
cambiado a miz del proceso anditico.
Un tercer criterio es la reanudación del desarrollo psicológico
nomal y la posibilidad de que este proceso continúe después del
psicoanáiisis. Ello significa que ya existe una aceptación por parte
del paciente de las transfomaciones de su personalidad y un deseo
responsable de continuar e1 proceso de cambio. En e1 adolescente,
llegar a la teminación del tratamiento requiere haber adquirido la
capacidad para trabajar en forma cooperativa e independiente con
sus padres.
Un cuarto caterio es el aumento en la capacidad para tolerar la
ansiedad, 10 cual, como consecuencia natural, implica una disminución
en la frecuencia de1 acting o u t .
Un quinto criterio es Ia adaptación mevada a la realidad, Esto
se puede observar a través de la capacidad del paciente para postergac
las gratificaciones en su vida cotidiana, en una mayor aptitud para el
trabajo y en el incremento de sus sublimaciones libres. El adofescaite
puede permitirse Ia libertad dc escoger entre varias dtemativas y con
eilo alejarse del riesgo de quedar atrapado en la compulsión a la re-
petlcibn de mndelos infantiles. Hay progreso sobre todo cn las rela-
ciones objetales libres de las distorsiones de la tmsfcrencia, Una
vez que el adolescente ha probado 10s nuevos mode1os que la terapia
psicomalitica Ic ha permitido desamllar, los cuales han sido coste-
nidos por la rcIaciÓn terapéutica, y una vez que ha asumido estos
modelos aceptados par 10s demás en otras áreas fuma de la relación
psicoterap6utica, el analista puede prcparar la tcrminaci8n del trata-
miento. Cuando el adolescente se mueve activamcn~ey aprovecha
las experiencias y oportunidadcc que aumenlan su fuerza yoica, y
cuando puede valerse de los recursos que le proporciona su familia
y su medio ambiente, esta interacción positiva c o n h u i cn su vida
cotidiana los cambios alcanzados dentro de1 tratamiento.

La técnica de teminacitn del tratamiento con adolescentes es de


suma importancia, aun cuando el trabajo de interpretación que hace
176 CAP. 15, f L FINAL DEL TRATAMIENTO

el psicoterapeuta esté bien hecho. La mayoría de los adolescentes


Iuchnn contra e1 temor al fracaso emocional y, en ocasiones, se pre-
senta una disolución de los limites del Yo en Ia transferencia, raz6n
por la cual siempre es recomendable que el adolescente comprenda
que Ia terminación es un asunto discutible en cualquier momento de1
proceso psicoterapéutico.
La cerminaciOn es una realidad eventual, debido a que el ndolescen-
te se encuentra en pleno proceso de desarrollo, por lo que es necesario
que esté al tanto de su terminación desde el momento en que se esta-
blece el contrato; además, es indispensable que la reminaci0n se vea
como una de las expectativas de1 tratamiento. La situación de depen-
dencia del adolescente da por result ada que éste piense con frecuencia
que no sólo sus padres, sino también el psicoterapeuta, pueden domi-
nado y manipularlo, por lo que el psicoterapeuta Ic dirá que no desea
ni necesita dominarlo.
Los conceptos del adolescente respecto al éxito o al fracaso, al do-
minio o a Ia sumisión, a la decepción o a los deseos infantiles tardia-
mente gratificados, asi como otras fdsas expectativas concernientes
a la psicoterapia, deben ser aclarados. Cuando el adolescente entiende
fácilmente y sin daño para su autoestima cuáles son sus potencidida-
des y sus limitaciones, y cuando demuestra que puede alcanzar metas
apropiada y satisfactorias en su vida, entonces el asunto de Ea termi-
nación puede ser identificado por el psicoterapeuta como un proceso
basado en Ia malidad.
Ticho (1972)dice que Ia terminación consiste en dos pasas sepa-
rados que no deben darse al mismo tiempo:

a) E1 acuerdo entre el psisoterapeuta y el adolescente de quc el


análisis debe terminar, y
b ) el estahIecimicnt0 de la [echa de teminación del andi9is.

Los pacientes adolescentes suelen tener una reacción f u e e ante


el establecimiento de una fecha de teminacihn. Se dan menta de
que ya no pueden mantener sus fantasías sobre la omnipotencia y la
grandeza del psicoterapeuta, Reaccionan con un temor súbito de
quedar en una terribIe soledad, reaccionan con ansiedad y coraje y
presentan una intensa recurrencia a sus síntomas pasados.
En el tratamiento con adolescentes, la terminaciiin habrá de con-
siderarse como la culminación de un proceso de tres o cuatro meses,
tiempo adecuado para discutir la idea de terminación, Después de
establecerlo así en eI contrato, e1 psicoterapeuta debe elegir una fecha
postenor en cuatro o cinco meses a la primera discusión. Aunque
existen variantes en relaciiin con cada paciente y cada psicoterapeuta,
e1 plan para las sesiones analíticas no debe cambiarse porque la fecha
de tcrminauíin haya sido indicada, y no debe haber ninghn cambio
particular en la tecnica y en los pwámetros establecidos desde el
principio. En casi todos los casos de psicoterapia de adolescentes es
deseable no cambiar Ia fecha de terminación.
Una vez que el analista y el paciente deciden la fecha de tennina-
dón, ciertos fenOmenos técnicos se manifiestan invariablemente:
1. El adolesunte se percatar&ostensiblemente de los cambios
que han ocurrido dentro de E l gracias al trabajo psicoterapéutico.
Este crecimiento es a veces gratificante y a veces doloroso. Además
de desear el reconocimiento por parte del psicoterapeuta de este do-
ble sentimiento, el adolescente quiere que se reconozca ese cambio y
que se le dé apoyo para hacer frente a la teminación del tratamiento.
2. El adolescente requiere que: el psicoterapeuta t m t e de manera
directa e insistente la angustia que provoca la terminacihn del proceso
psicoterapéutico. Esta ansiedad toma la forma dc sentimientos de
pérhda y abandono ligados con el pasado del paciente. Sin embargo,
a causa de su cenocimiento de los cambios que han ocurrido durante
el tratamiento, el adolescente puede espesar que esta experiencia de
separación termine bien.
3. Los senItirnientos de pérdida que provoca a3 adolescente la
terminación del tratamiento, asi como sus dudas acerca de su vida
futura, deben ser tratados en el periodo de terminación. El adoles-
cente ansioso no está seguro de si los cambios logrados serán suficien-
tes para encawr las nuevas tareas y las nuevas demmdas.
4. Los problemas del pasado pueden volver a aparecer junto con
la conducta regresiva. El psicoterapeuta y, en ocasiones, el adokscen-
te, pueden dame cuenta clara de la diferencia cuantitativa entre la
ansiedad que aparece por la repetición de los sintomas y la ansiedad
original. La reaparición de síntomas permite a i adoIescente evaluar
su nueva integridad y darse cumta de su fuerza para afrontar la ter-
rninacion del tratamiento. Algunas veces, para que la reaparicihn de
los sintornas se supere es necesario que el adolescente sienta que en el
futuro sus problemas s e r h manejables.
5, Durante la fase de terminación, el adolescente reacciona con
coraje cuando es requerido para teminar, La tarea del psicoterapeuta
wrá, por tanto, identificar 0 interpretar la ira del adolescente, toman-
do en cuenta su grado de dependencia, sus sentimientos d e rechazo y
su miedo al abandono.
6. No hay fase de teminacl6n sin tristeza, La termhaciOn no
requiere s61o tratar la pérdida de la transferencia; también se debe
dar tratamiento a Ia pklida de la relación real con el psicoteqeuta.
178 CAP. 15. EL FINAL DEL TRATAMIENTO

En la fase de terminación, e1 especialista puede reconocer que esta


~Erdidade la relación red es también importante para él mismo,
7, El adolescente experimenta ciertos temores durante la fase de
terminación: teme asumir una mayor responsabilidad personal para
su propio futuro, teme al fracaso y a enfrentarse a futuras responsa-
badades, Estos temores deben considerarse para definir el momento
apropiado de Ia terminación, El tratamiento debe teminar cuando
haya recursos, ya sea en la familia o en el medio ambiente, de los cua-
les el adolescente pueda hacer un uso sano,
8. Durante Ia fase de terminación, el adolescente aporta al análi-
sis su participación y sus actividades independientes fuera de las horas
de psicoterapia. Conviene que el psicoterapeuta, en respuesta a esto,
apoye las actividades de su paciente para que Este adquiera un cono-
cimiento organizado tanto de la sedidad exterior como de la realidad
del analista como persona. El hecho de que el adolescente sustituya
las horas analíticas con otras actividades y al psicoterapeuta Con otras
personas, no representa una decatectización del proceso analítico,
sino un logro derivado del &;s. Firestein (1974) dice que en la
teminacíón del tratamiento siempre debe proponerse la traducción
de la actividad inte'lectud en una actividad real, aunque puede haber
casos particulares que requieran plantear objetivos distintos.

Smwaed (1962)caracteriza el fin del anaisis como un largo inicio


de una partida, en el nial se reproduce el proceso depresivo. Esto
hitirno implica una reinternalización de estructuras psíquicas. La
separaci6n de un objeto de amor es experimentada como privación
y pérdida o como emancipación y dominio; los mismos fendmenos
se presentan m el proceso de teminaciiin de la terapia.
La terminncibn de la psicoterapia debe conducir a una sana reso-
lución del complejo de Edipo y a la integración de un Superyo ni&
estable.
Ekstcin (1965) señala que "la voz del Superyo es oida como la
voz interna del Y o. La pérdida de1 pasado puede entonces ser la ga-
nancia del futuro".

En la discusión de Ia f a x de terminación del análisis deberá con-


siderarse también el papel de los padres. h c h b e r g (1969) dice que
para Ios padres es difícii aceptar que el análisis de sus hijos no termi-
na por completo, y que puede dejarsc algo para resolverse mediante
la interacción entre el joven y los padres, o entre el medio ambiente y
sus recursos. Los padres observan que después del proceso psicoana-
lítico se ha operado en sus hijos un cambio vital significativo, y yue,
incluso ellos mismos desarrollaron ideas positivas acerca de como
planificar e integrar mejor a su familia y orientar adecuadamente a
sus hijos.
Con el propósito de ayudar al adolescente a aIcanzar un concepto
firme de sí mismo y desarrollar la prueba de realidad, los caminos
para la descarga del impulso y los mecanismos reguladores de la ten-
sión del impulso, un padre debe brindarle óptima protección, y valer-
se de la estimulación, la gratificación y la frustración. Al proveer este
medio ambiente óptimo, el padre apoya el desarrollo del adolescente.
El análisis exitoso de un adolescente reanuda el crecimiento de
sus fuerzas, las cuales le permitirán avanzar hacia una nueva fase de su
vida, ser dueño de nuevas capacidades creativas y de unarecién lograda
espontaneidad. Con todo ello puede esperar enfrentarse a las cargas
y tareas de la vida, así como a los ciclos de su propio desarrollo, sin
recurrir a una repetición regresiva paralizante o deformante, sino a
una espontaneidad rítmica.
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indice analítica

Acción, repeticián de, 70 Afecto, 113,121


Aceptación, 9 2 concepto, 1 15
Acting out, 42 definicibn, 113,115
concepto, 143 desplazamiento, 115
transformación, 167 en la psicoterapia de los adolescen-
Acting out, 42,143,167 tes, 115
Actitud alentadora, 92 -93 estanmdo, 115
Adolescencia, 9 , 1 2 0 - 1 2 1 , 1 2 8 repetición, 70
wacteristicas, 13, 5 8 transformación,1 15
crisis, 9,25 Afectos disfGricos, 5 0
duración, 14 Aislamiento, 71
etapas, 14-15 Alianza de trabajo (AT), 122-123, 130
fuentes internas de peligro, 23 -24 aportaciones, 124-126
funcionamiento defensivo, 63 concepto, 2 22
incompleta, 28-29 con pacientes adolescentes, 128
psicología del Y o ,5 7 manifestaciones clínicas, 130
tardía, 24-25 resistencias, 127 - 128
particularidades, 28 Alianza terapéutica, 131 , 1 3 6
proceso de consolidación, 29 Alianzas no psicoterapéuticas, 130
tareas, 112 Anahta, aportaciones del, 126-127
temprana, I7 Angustia
Adolescencia y creatividad, 24 concepto, 65 -66
Adol~cenciay funciones yoicas, contratxanaferaiciaE, 161
55-56 de alarma, 66
Adolescente, 9-10, 77,80-81 causa, 66
contrato terapéutico, 97 de castración, 67
negativisrno, 7 1 del psicoterapeuta, 157
proceso terapéutico, 121 teorías, 65 -66
tardío, 112 tipos, 67
tendencia a Ia acciiin ,7 1 Antítesis basicas,' 31
tratamiento, 7.3-78 Aparatos (S)
Yo del, 57 de autonomía primaria, 109
Afectividad, 114-115 de autonomía secundaria, 109

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