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ARTÍCULOS - Escuela Huber Psicología

VISIÓN SUPERIOR PROBLEMA HOMBRE-MUJER


Roberto Assagioli y Claude Servan-Schreiber
Fuente : 1977, Synthesis, 1, 1, 116-123, 77

La primera vez que vi a Roberto Assagioli, fue hace unos dos años, en su
casa, en Florencia, en la vieja casa donde se había desarrollado una gran
parte de su vida. Nos condujo a su oficina, desordenada con libros y
papeles hasta el punto que tuvo que desplazar uno de los montones para
que mi esposo y yo nos pudiéramos sentar.

Durante un largo momento nos miramos los unos a los otros, los tres, sin hablar. Assagioli
sonriendo, sus ojos, increíblemente vitales dentro de un rostro surcado por la edad avanzada,
moviéndose sobre nosotros, yendo de uno al otro. ¿Nos estaba sometiendo a un examen? De
hecho, era lo contrario. Nos estaba permitiendo descubrirle pausadamente, establecer una
conexión con él, incluso sin que nosotros nos diéramos cuenta de lo que estaba sucediendo.
Era un clima de comunicación donde las palabras hallaban su lugar más tarde, mientras que
algo, como una corriente, se estaba desarrollando entre nosotros. Su cara brillaba con una
alegría interior extraordinaria, radiante,
como la que nunca hubiera encontrado en
un octogenario, y raramente en hombres
mucho más jóvenes. Este mensaje de
alegría, percibido inmediatamente,
comunicado inmediatamente, es la mejor
memoria que yo guardo de los numerosos
encuentros que más tarde tuvimos con él.
“Todo es posible y accesible para ti:
alegría, serenidad, te los ofrezco como un
regalo”.

No esperaba encontrar en Roberto Assagioli el eco de mi propio problema en un área


particular y específica: la psicología de las mujeres en un mundo en el cual sus papeles, sus
funciones, las llevaba a sufrir primero un condicionamiento, y después una opresión, que a
menudo no reconocían aún. A los ojos de una feminista como yo soy, el padre de la
psicosíntesis tiene por lo tanto un mérito adicional: una increíble capacidad de adaptarse a las
actitudes cambiantes, que vienen a él de su deseo de comprender a los demás y de su amor a
la verdad científica, incluso si es diferente de creencias antiguas. En el caso de las mujeres, él
había estado limitado en el pasado; y él lo sabe y lo admite francamente. Había estado
influenciado por prejuicios culturales denotados como de “naturaleza femenina” que es en
gran parte el producto de un sistema social. Pero más tarde se liberó, respecto a esto, del peso
de su educación, su entorno, su edad.

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Rápidamente se interesó en la nueva búsqueda existencial en la naturaleza de las mujeres, que


es nuestro movimiento de liberación. A su edad, y para un italiano, ¡esto es un éxito doble!.
Especialmente si uno juzga de acuerdo a sus conclusiones.
No hay, y no puede haber una psicosíntesis general de mujeres, o en este caso, de hombres.
Solamente hay, para cada individuo, de cualquier sexo, un viaje único y personal hacia el
desarrollo de sus capacidades emocionales, mentales y espirituales. “El ser humano”, dijo, “en
la actualidad ya no está definido por ninguno de sus roles. Creo en la supremacía del ser
humano que no está condicionado por su sexo”. ¿Puede haber un mensaje más bello?. Aquí,
de forma más completa, es lo que él me dijo sobre este tema: Assagioli:
“No podemos exactamente hablar de mujeres y de hombres en general. Cada uno de nosotros
es un ser humano antes de ser “hombre” o “mujer”. Y cada uno de nosotros, hombre o mujer,
tiene papeles y funciones a cumplir, individualmente, inter-individualmente y socialmente.
Aquí es donde empiezan las diferencias. Estas no son enfáticamente diferencias en valor, sino
solamente diferencias en función. El ser humano nunca está definido por ninguno de esos
roles. Las mujeres, como seres humanos, pueden aceptar o no el papel de esposa o de madre.
Pueden escoger otra vocación. No es un “deber”, una necesidad. Es una elección libre.
“La mujer, por lo tanto, tiene razón en pedir que sea tratada como un ser humano y no
“meramente como una mujer”, como simplemente una mujer y sólo eso. Tiene razón en
rechazar ser identificada con una determinada imagen de mujer. Es un ser viviente, con toda la
dignidad y el potencial de un ser humano completo. Todas las actitudes que limitan las
posibilidades de la mujer están equivocadas. Las mujeres tienen el derecho de pedir respeto y
paridad con los hombres. Y lo mismo, claro está, es verdad para los hombres.
“Cada uno de nosotros puede igualmente escoger jugar determinados papeles. Por ejemplo,
una mujer puede decidir jugar el papel de esposa o de madre, o ambos. Puede llevar a cabo
una actividad creativa, ya sea social o de negocios. Puede escoger un papel, o puede alternar
varios, quizá durante el mismo día, quizá durante largos períodos de tiempo. Esta es una
elección libre de un ser humano. Creo en la supremacía del ser humano no condicionado por
su sexo, sea hombre o mujer.
“Las diferencias entre los hombres y las mujeres se encuentran claramente reflejadas en
nuestro entorno –en la familia y en la sociedad- y es aquí donde debemos trabajar para
eliminar su dañina e injusta cristalización en prejuicios y rígidos estereotipos.
“Pero es importante darnos cuenta que estas diferencias también existen en nuestra psique en
las profundidades de nuestro inconsciente, e igualmente, en el inconsciente colectivo de la
humanidad, donde aparecen a través de los más poderosos arquetipos. Por lo tanto, hay
principios masculino y femenino, que se manifiestan a sí mismos en formas bastante diversas a
través de diferentes individuos. En otras palabras, mientras que los principios masculino y
femenino sí que existen en el universo, diferentes personas lo experimentan y describen en
diferentes formas (como es igualmente el caso con la belleza, la verdad, la armonía, la bondad,
justicia o cualquier otro de los principios universales).
“La cuestión es no intentar definir lo que son estos principios, sino distinguir, en nuestra
conciencia y en nuestras relaciones con otros, “masculino” y “femenino” de “hombre” y
“mujer”. Necesitamos reconocer que ambos, los principios masculino y femenino existen por
su propio derecho, y que están presentes, aunque en formas únicas y proporciones diferentes,
en cada hombre y en cada mujer.

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Dentro de cada ser humano hay un porcentaje de masculinidad psicológica y un porcentaje de


femineidad psicológica, completamente independiente del sexo del individuo. Cada persona es
una combinación única de estas energías. Cuando miramos a las mujeres en su totalidad,
encontramos que están más sintonizadas con el principio femenino, tienen mayor acceso a él y
tienen un porcentaje superior del mismo en su modo de ser psicológico. Y de forma similar, los
hombres están más en sintonía con el principio masculino. Claro que esto es una
generalización. Las personas son únicas. Algunos hombres son psicológicamente más
femeninos que muchas mujeres, por ejemplo.
Tomemos el ejemplo del novelista francés George Sand (el pseudónimo de Madame Du
Devant) y Chopin. Eran amantes, y él, físicamente, tenía el papel “hombre” y ella el papel
“mujer”. Pero psicológicamente, él era femenino y ella era masculina. Ella hablaba como un
hombre, escribió con un estilo vigoroso... ¡y fumaba puros!. En su personalidad predominaba
la masculinidad, mientras que Chopin era imaginativo, sensitivo.
“Hay por lo tanto una diferencia entre el
sexo físico y las características psicológicas.
A lo largo de los años, yo he encontrado
muchas personas que temían (o incluso
creían) que eran homosexuales, solamente
porque no reconocían la diferencia.
“Solamente aceptando tanto el principio
masculino como el femenino, juntándolos y
armonizándolos dentro de nosotros,
seremos capaces de trascender el
condicionamiento de nuestros roles y
expresar el rango completo de nuestro
potencial latente.
“Igual que esto es cierto para el individuo,
también lo es para la sociedad. Desde el
punto de vista social, hay una gran
necesidad en la sociedad actual de expresar los principios femeninos. La sociedad necesita que
las mujeres aporten los aspectos más elevados de su femineidad (amor altruista, compasión, el
sentido de y el respeto por la vida), con los cuales están habitualmente más familiarizadas y los
cuales pueden expresar a menudo con mayor facilidad que los hombres. Es por lo tanto
deseable para las mujeres que se involucren en la vida social y política. Si escogen, pueden
hacerlo mientras continúan jugando sus papeles femeninos tradicionales en la familia, o
pueden entregarse completamente a actividades como el servicio social, renunciando a sus
roles familiares tradicionales. Tienen completo derecho a hacerlo. La sociedad debe respetar y
apreciar su valiosa contribución.
“El hecho de que una mujer pueda dedicarse la mayor parte del tiempo a determinados
papeles, no debe evitar que ella se considere igual a los hombres. No es en absoluto cuestión
de superioridad o inferioridad. Las características psicológicas masculina y femenina, aunque
sean diferentes, tienen el mismo valor. Esto es un hecho.
“Las mujeres hacen bien en protestar y elevarse contra las prolongadas actitudes de prejuicio
de la sociedad. Pero en la protesta, uno puede perder la perspectiva. Uno puede ser
destructivo y no constructivo. Psicológica e históricamente, los conflictos y exageraciones

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pueden ser comprendidos. Lo ideal para ellas sería permanecer dentro de los límites que son
tanto constructivos como justos.
“Por ejemplo, algunas mujeres van al extremo opuesto de los estereotipos sociales actuales.
Más que equilibrar e integrar sus energías femeninas con sus energías masculinas,
virtualmente pueden negar la femineidad en ellas mismas. Una mujer puede rechazar los roles
tradicionales femeninos para demostrar a los hombres que puede jugar roles masculinos. Aquí
hay el peligro de la masculinización de las mujeres.
“Irónicamente, esta actitud puede proceder de la evaluación inconsciente del principio
masculino y de los papeles masculinos, como inherentemente superiores a los femeninos. Pero
no hay tal superioridad inherente.
“Lo que se necesita es honrar y valorar el principio femenino y las formas y los roles a través de
los cuales esta energía puede ser expresada tanto por hombres como por mujeres. Los roles
masculinos no son ni mejores ni peores que los roles femeninos. Ambos son necesarios y de
igual valor.
“Una cuestión controvertida es si el hecho de que las mujeres frecuentemente tengan ciertas
funciones más desarrolladas y los hombres tengan otras, es el producto de la naturaleza, de la
educación o de la presión social. En mi opinión, los tres factores están presentes, en diferentes
proporciones, en cada individuo.
“Mientras que esto es un problema social importante, afortunadamente, desde el punto de
vista del individuo puede ser ampliamente esquivado. Él o ella solamente necesitan considerar
cómo él o ella está en este momento, y cómo él o ella puede mejorar.
“Por ejemplo, si una mujer tiene menos oportunidades o incentivos para expresar sus ideas,
sus pensamientos, no me parece que sea necesario gastar mucho tiempo ni energía en la
búsqueda de la comprensión de por qué, quién es responsable de ello, etc. Bastante
simplemente, si esta función esta insuficientemente desarrollada, ella puede desarrollarla. Y lo
mismo es verdad para el hombre que no tiene desarrollados sus sentimientos o su intuición.
No es necesario decir que hay hombres que necesitan desarrollar su intelecto y mujeres que
necesitan entrar en contacto con sus sentimientos y cultivar su intuición. La cuestión es
reconocer las cualidades y deficiencias más fuertes en la persona, y llevarlas a una condición
de armonía y equilibrio. Esto es lo que yo llamo un acercamiento práctico, tanto psicológica
como espiritualmente.
“Hablemos ahora de la pareja. Una pareja fundada sobre una base de igualdad fundamental,
respeto, aprecio recíproco como seres humanos, pueden trabajar juntos la psicosíntesis de su
pareja particular. Cada uno puede trabajar en su propia psicosíntesis, y cada uno puede
también colaborar en la psicosíntesis del otro, ayudando al otro a alcanzar su propia
psicosíntesis ayudándole a reforzar sus funciones menos desarrolladas. Entonces, una vez que
han hecho esto hasta cierto punto, pueden verdaderamente actuar como pareja, combinando
y complementando sus cualidades y funciones en todas las situaciones: en su matrimonio, su
papel como padres y en sus actividades sociales.
“Para que cada función pueda ser desarrollada, se necesita un entrenamiento –que a menudo
incluye ejercicios específicos. El proceso es análogo al entrenamiento de los músculos: si uno
quiere practicar un deporte determinado, busca a alguien competente en esa materia, se
entrena y después continúa entrenándose por sí mismo. Si un hombre reconoce que sus lados
emocional e imaginativo han sido desatendidos, puede cultivarlos. Si una mujer encuentra que
su mente no es tan activa como ella querría, puede entrenarla. Cada uno debe “cultivar su

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propio jardín” plantando diferentes flores. Una mujer o un hombre pueden hacerlo solos, pero
a menudo es más efectivo, más fácil y más divertido, hacerlo juntos como dos personas.
“Cuando afrontamos problemas particulares, pueden surgir muchas dificultades y en cada caso
específico, podemos aplicar una terapia. Hablo de “terapia” aquí en el sentido más amplio de
la palabra, porque ninguno de nosotros es ciento por ciento saludables en el sentido
psicosintético superior. En situaciones difíciles, un terapeuta benevolente y sabio o un
consejero pueden ser de gran ayuda: alguien imparcial, amable, comprensivo, que ayuda a los
dos miembros de la pareja a ser más conscientes, quien explica la situación, quien indica las
posibles soluciones y ayuda a escoger los medios para alcanzarlas.
“Para cada pareja la situación es distinta. Cada ser humano es único. Así que único
multiplicado por único, da único al cuadrado; este es el principio fundamental de la
psicosíntesis.

“Cada caso es único, cada situación es única. Cada pareja es única. Cada familia es única.
Necesitamos enfocarnos en el único problema existencial de una situación determinada, más
que en generalidades, y después escoger las técnicas que son más adecuadas para resolver los
problemas de ese caso particular. Esto elimina los problemas ficticios, no auténticos. Esto
puede ser llamado la fase psicoanalítica: el descubrimiento de los obstáculos al trabajo
constructivo. Y los obstáculos son en su mayoría, aquellos de los que hemos hablado antes:
actitudes erróneas de hombres y mujeres. Creo por lo tanto, en la igualdad de valor y en la
diferenciación de funciones hasta un cierto punto. La colaboración y la integración, en una
base de igualdad.

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“En la educación, el niño necesita un entorno maternal y un entorno paternal. Se produce


mucho daño en la educación cuando la influencia paterna está ausente. Pero si por alguna
razón no hay padre, la mujer puede también tomar el papel paterno. Es difícil, pero puede
hacerlo si quiere. Y lo mismo para el hombre. Si la mujer no está, el padre puede también jugar
el rol materno. Podemos jugar cualquier papel que la vida nos pida o que nosotros decidamos
jugar. Lo mismo es verdad para el trabajo. En una variedad de situaciones, siempre hay en el
ser humano la posibilidad latente de hacer cualquier cosa dentro de unos límites razonables, o
escoger libremente, para librarse a sí mismo de las presiones sociales, prejuicios, obstáculos...
para poder alcanzar sus más elevadas metas.
“Ahora estamos en un período de crisis y de cambios profundos. Creo que la mujer está
evolucionando quizá más rápidamente que el hombre. Para él, la tarea es descubrir el ser
humano real bajo las limitaciones masculinas: ser no solamente un “hombre masculino”, sino
un ser humano, que juega roles masculinos y si así lo escoge, también roles femeninos.
Sabemos que históricamente había civilizaciones matriarcales y civilizaciones patriarcales; lo
ideal sería una nueva civilización sintética, que no es ni patriarcal ni matriarcal, sino una
psicosintética, es decir, una civilización en la cual se manifestarían las mejores cualidades de
cada uno.
“Esto sería algo nuevo. En todas las civilizaciones y culturas históricas, ha habido una
preponderancia de uno u otro elemento. Pero en esta nueva civilización y en la cultura global
emergente, por primera vez la humanidad está suficientemente desarrollada para hacer un
patrón global, planetario, incorporando lo mejor de todos los hombres y mujeres. Creo que
esta psicosíntesis planetaria, esta psicosíntesis de la humanidad, es posible y necesaria. Cada
problema particular tendrá entonces su marco de referencia en el todo mayor y el conflicto
puede ser reemplazado por la integración y la cooperación armónica. Todo ello está dentro de
nuestro alcance, ya que no solamente es muy hermoso: es muy humano.

Act. 04/12/2009

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