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Visto desde esta perspectiva, la ecología política nos provee una otra
mirada para analizar y evaluar críticamente las condiciones de posibilidad
de una política democrática y, concomitantemente, para concebir la
cuestión de la justicia social. En términos de la ecología política, sistemas
de gobierno autocráticos implican y están basados en la producción social
y distribución asimétrica del hambre como tecnología de dominación
sobre los cuerpos; en tanto que los sistemas de gobierno democráticos
serían aquellos enfocados a la creación de condiciones estructurales de
soberanía alimentaria, como fundamento de una política para los cuerpos.
La justicia social y la equidad distributiva se sitúan –para la ecología
política- en el nivel radical de los bienes vitales, en la justa distribución y
acceso al agua y la tierra (biodiversidad), como condición y base para la
libertad y la creación de com-unidades autónomas y sostenibles.
Así, desde que fue “inventada”, América fue concebida como el lugar de la
explotación de la naturaleza, por excelencia; el espacio de lo primitivo y lo
salvaje ofrecido como zona de saqueo para el “desarrollo” de la
“civilización”. Tal como señalan de los primeros y más importantes
historiadores ambientales de la región: “En el período de la conquista y
colonia la forma en que América fue ‘ocupada’ por los nuevos dueños se
basó en dos falacias fundamentales: la primera, la creencia de que tanto la
cultura como la tecnología de los pueblos sometidos eran inferiores y
atrasadas con respecto a la europea y, la segunda, que los recursos del
nuevo continente eran prácticamente ilimitados. De esta forma se justifcó
plenamente la destrucción y eliminación de las formas y sistemas
preexistentes. Además, al considerarse los recursos ilimitados, no hubo
mayor preocupación por la tasa de extracción de éstos” (Gligo y Morello,
2001: 65).
Así, ya a inicios del siglo pasado, Mariátegui nos ofrece una nítida
identifcación de la raíz fundamental de todos los confictos que hoy
llamaríamos “socioambientales” o ecológico-distributivos Como señala
Héctor Alimonda, un profundo estudioso de Mariátegui, “esto permite
trazar genealogías y continuidades entre las luchas de los pueblos
indígenas a lo largo de quinientos años de su historia y los confictos y
desafíos del presente. No se trata de reescribir ahora toda la historia como
conficto ambiental, sino de reconocer la presencia de estas dimensiones,
aunque no fueran explícitas, en diferentes momentos y procesos de
nuestro pasado. Si el tema decisivo de la ecología política son los procesos
de imposición de la mercantilización de la naturaleza y las formas de
resistencia intentadas por los sectores populares, reencontramos un
puente mariateguiano entre pasado y presente” (Alimonda, 2007).
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