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Reflexiones sobre la democracia argentina: Institucionalismo y Populismo

Durante esta primera parte de la materia estuvimos analizando los procesos históricos que se
dieron desde el retorno a la democracia y como se fueron desarrollando los distintos procesos
políticos y las alianzas durante los tres gobiernos que más impacto tuvieron en los últimos años de
la Argentina. A su vez pudimos tener la presencia de algunos actores políticos de cada etapa para
escuchar sus propias verdades o mejor dicho, parte de sus verdades a través del relato de su
historia y de algunos análisis que hicieron de su desempeño en el gobierno a partir de una mirada
retrospectiva. En el anterior trabajo intente reflexionar sobre el peronismo y su vigencia. Me base
en la mirada populista de construcción política e intente brindar mi enfoque sobre el tema. En
Ciencia Política existe el superclásico entre la teoría institucionalista y las teorías más populistas.
En este sentido tengo mi parte sentimental más de un lado que del otro está claro, pero sin
embargo creo que es una falsa dicotomía. Las reglas y la institucionalización de un sistema político
y social son claves para poder desarrollarse como sociedad pero a su vez, son una construcción
política y forman parte de procesos históricos complejos. La sola implementación de un sistema
democrático con reglas al estilo liberal en países con estructuras sociales, culturales, políticas y
económicas diferentes no provocan las condiciones necesarias para el desarrollo por si solas. En
la Argentina tenemos claro que con la democracia sola no basta para comer, curar y educar. Esta
dicotomía es generalmente presentada en la política argentina como la principal diferencia entre el
radicalismo y el peronismo. En los discursos que vimos de Alfonsín y de Cafiero en el 85 se
observa claramente esta diferencia en la postura del acento.

Creo que existe en la política Argentina una exagerada diferenciación entre estos dos polos
políticos al que podríamos definir como populismo e institucionalismo. Todo gobierno político
democrático oscila entre dos polos. El polo de la movilización de masas, para que las demandas
de las bases del sistema lleguen al aparato político. De esta manera si el sistema está basado en
la movilización, tenemos una democracia de tipo populista. Del otro lado tenemos la absorción
individual de las demandas por parte de un aparato estatal expandido y en ese caso tenemos el
institucionalismo. Es así como a mí entender todo régimen político democrático tiene dos polos
extremos, el populismo y el institucionalismo.

Esta lucha conceptual y política muchas veces no deja ver la posibilidad de llegar a una síntesis
que permita comprender mejor la construcción de un proyecto político y de país que discuta el
contenido y no solo las formas. Es por eso que el peronismo se reconfigura constantemente,
porque logra articular de una manera concreta las demandas sociales y sectoriales de la sociedad.
Sin embargo es necesario llegar a un equilibrio que permita generar ciertas reglas e instituciones
flexibles que den marco a procesos sociales que van mutando periódicamente. En definitiva es
necesario poder superar las teorías democráticas en clave liberal y constituir una democracia y una
republica acorde a la realidad latinoamericana y autóctona.

En este sentido me pregunto al igual que Gerchunoff en qué sentido la rutina de la democracia
cambia la economía y sumo a la pregunta en qué sentido la profundidad democrática entendida no
solo como reglas sino como participación popular también brinda posibilidades para un desarrollo
equitativo y confiable del país. No quiero expandirme sobre la transición democrática, uno de los
temas más estudiados en ciencias sociales, pero si es necesario reflexionar como se construyo
nuestra democracia y como fueron los procesos y las coaliciones que los diferentes gobiernos
tuvieron que generar para consolidar el sistema democrático luego de una experiencia como fue la
última dictadura cívico militar. No todos los sistemas democráticos se fundan luego de un
terrorismo de Estado. En nuestro país esto es fundamental para comprender la divina creencia en
la democracia en un primer momento. El modelo democrático se planteó en un principio como la
única forma de evitar que grupos de poder utilicen el Estado para eliminar a otros grupos
dominados y como forma para comenzar con el desarrollo social, económico y político. Se creyó
que la voluntad popular y la fortaleza de las instituciones eran la garantía de que hechos
aberrantes no vuelvan a suceder. La historia demostró que esto sólo no alcanza y que es
necesario poder construir una democracia con contenido. Concretamente me refiero a que no se
debe pensar en una democracia únicamente como modelo instrumental al estilo schumpeteriano
de democracia, en tanto sistema formal de elección o de participación en la elección del gobierno y
un sistema legal de igualdad ante la ley. Me interesa profundizar la idea de democracia yendo más
allá de la democracia liberal y plantearla en términos populares. Porque las formas solas no
definen nada, ya que ni toda dictadura es genocida ni toda democracia respeta los derechos
humanos de por sí por ejemplo. La idea de la participación del pueblo y las mayorías en la
conformación del gobierno y las decisiones políticas trae consigo la idea de que el pueblo no va a
dejar que se cometan crímenes aberrantes. Ahora bien, lo que quiero decir con la idea de
democracia popular y con la ampliación del concepto de democracia es que a 31 años de
implantarse la democracia en la Argentina podemos afirmar que esa primera hipótesis fue
cumplida. Esto significa que la implementación de un sistema democrático logro el primer objetivo
de que no se vuelva a repetir el pasado atroz. La democracia fue garantía para él Nunca Más
efectivamente. Pero lo que nos interesa remarcar es a la democracia en tanto sistema que brinde
la posibilidad al pueblo de desarrollarse plenamente incluyendo no solo los derechos políticos, sino
también derechos sociales y económicos. Es este al punto clave que quiero llegar, la salida del
régimen autoritario y la llegada de la democracia alcanzo para garantizar derechos políticos y evitar
que se pueda recurrir a golpes de estado para implementar proyectos políticos, pero esto no
genera por si solo la posibilidad de dar contenido al proyecto democrático más allá. Es aquí donde
me interesa pone el acento en la lógica populista como la capacidad de dar contenido a la
democracia.
Llego a la conclusión de que es necesario llegar a un equilibrio entre las visiones puramente
institucionalistas y las populistas. Creo que de alguna manera la estabilización de un régimen
político tiene lugar en un punto intermedio de este continuo entre estos dos polos. Se deben
combinar momentos de institucionalismo y momentos de populismo. Por ejemplo, están las teorías
institucionalistas puras como aquella que afirma que toda movilización de masas es por definición
caótica, y que por consiguiente hay que reemplazar la política por la administración. Hay del otro
lado toda la teoría política tradicional del positivismo latinoamericano, donde también había que
reemplazar el momento popular de la movilización por la administración. El lema del general Roca
era “Paz y Administración”. En la bandera brasileña se observa la frase “Orden y Progreso”. De
otro lado tenemos democracias populistas, simplemente porque el aparato institucional del Estado
es incapaz por sí mismo de absorber las demandas que vienen de las bases. Los populismos
surgen la mayoría de las veces por fallas en el sistema de instituciones que se vuelven incapaces
de resolver las demandas populares. Esto provoca, como en la Argentina del 2001 una implosión
del sistema. Con el kirchnerismo se fue reconfigurando el sistema. Kirchner tuvo la habilidad de
reconocer las demandas insatisfechas de la sociedad y utilizando el aparato, la simbología y la
mística peronista volvió a encausarlas desde un Estado con poco peso en sus instituciones. Hoy a
más de doce años del estallido es tiempo de dejar falsas antinomias y discusiones del pasado para
pensar de que manera lograr ese equilibrio entre una democracia con instituciones sanas y
eficientes y una democracia movilizada con participación popular. Ni la republica liberal ni las
asambleas barriales. El 2001 no solo fue el final de una primera etapa democrática en la Argentina,
también significo el nacimiento de un nuevo sistema o mejor dicho el nacimiento de la posibilidad
de un nuevo sistema. Es momento de dejar viejas discusiones y avanzar sobre lo construido
entendiendo que la democracia es una disputa constante y eso es lo que le otorga la fuerza
necesaria para avanzar en las transformaciones que faltan.

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