Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
A partir de 1945, después de un drama atroz1, las democracias europeas se entregan a una
ambiciosa recuperación que culminará con lo que se ha denominado “sociedades del bienestar”·. Se
crea la Seguridad Social, se extiende el sistema de pensiones públicas y la asistencia médica
universal. Las fuentes de energía, electricidad y gas, las minas de carbón y los bancos son
nacionalizados. En Francia el programa recomendaba “que la nación recuperara los grandes medios
de producción, fruto del trabajo común, “la instauración de una verdadera democracia económica y
social, que expulse a los grandes feudalismos económicos y financieros de la dirección de la
economía”. El interés general debe primar sobre el interés particular, el justo reparto de la
riqueza creada por el trabajo debe primar sobre el poder del dinero. Se propone “una organización
racional de la economía que garantice la subordinación de los intereses particulares al interés
general”
En los últimos años se tiene la osadía de decirnos que el Estado ya no puede asegurar los costes de
estas medidas sociales. Pero cómo puede faltar hoy dinero para mantener y prolongar estas
conquistas, cuando la producción de la riqueza ha aumentado considerablemente, si no es porque el
poder del dinero, no ha sido nunca tan grande, tan insolente y tan egoísta con sus propios
servidores, incluso en las más altas esferas del Estado. Los bancos y otras grandes empresas, una
vez privatizados, se preocupan mucho por sus dividendos y por los altos salarios de sus dirigentes,
no por el interés general. La brecha entre los más pobres y los más ricos no ha sido nunca tan
grande, ni la búsqueda del dinero tan apasionada.
Volvemos a encontrarnos con esta corriente de la historia, y la gran corriente de la historia debe
perseguirse por cada uno. Y esta corriente nos conduce a más justicia y libertad; pero no a la
libertad incontrolada de la zorra en el gallinero. Estos derechos, recogidos en 1948 en un
programa de la Declaración universal, son universales. Si conocéis a alguien que no los disfruta,
compadecedlo, ayudadle a conseguirlos.
2
Resistencia francesa durante los años de ocupación nazi en la segunda guerra mundial
Hessel recuerda los tiempos en que formó parte de la Resistencia, en que la indignación frente a los nazis
fue la causa que impulsó hacia la victoria y el motor de la reconstrucción posterior siguiendo la inspiración
proporcionada por el Consejo de la Resistencia, que propugnaba una reconstrucción del estado basad en los
principios de equilibrio social y económico, base de la sociedad del bienestar. Hessel diagnostica también la
situación actual, causa de la dictadura de los mercados que ha convertido al mundo en un lugar muy injusto,
con el consentimiento de los políticos una sociedad basada en valores. En esta situación, la ciudadanía no
debe callar, la casta política no está a la altura de las necesidades actuales.
Estructura.
Ahora: Hessel, indignado por la absoluta decadencia actual, se pregunta cómo es posible que con las
circunstancias del pasado, tras la Segunda Guerra Mundial, se pudiera crear una sociedad relativamente justa a
pesar de la precariedad, y hoy, con la abundancia actual, tengamos que tolerar cambios que reducen y tiran por
tierra el bienestar obtenido en tiempos mucho más adversos.
Hessel diagnostica también la situación actual: La situación actual es causa de la dictadura de los mercados, la
ausencia de regulación de los sistemas de financiación ha convertido al mundo en un lugar muy injusto, con el
consentimiento de los políticos u la omisión de cumplir su obligación convirtiéndose en unas marionetas a
voluntad de los mercados en vez de luchar por conseguir una sociedad basada en valores.
Europa está abandonando cobardemente los sólidos principios conseguidos para conciliar la libertad y la
igualdad, la economía y una sociedad justa. En esta situación, la ciudadanía no debe callar, la casta política no
está a la altura de las necesidades actuales.
José Luis Sampedro une sus reflexiones a las de Hessel, con un texto exclusivo para la edición española.
“Fue un milagro. Creíamos que no habría más guerras. Se conocían los crímenes de los campos; la vida
retomaba sus derechos. Poco después, Corea, las guerras de descolonización, el telón de acero, devolvían
beligerancia”.
Stéphane Hessel ha trasladado al papel esa sensación generalizada de indignación que está presente en el
ambiente. No da palmadas en la espalda, no se conforma con un "es lo que hay" y anima a involucrarse. Su libro
es un ejemplo de coherencia y dignidad a la vida de su lectores, anima a pensar, sin caer en paranoicas
conspiraciones pero con desconfianza hacia los poderosos.
Stéphane Hessel, se declara partidario de la insurrección pacífica. En especial contra los medios de
comunicación dominantes en manos del capital o del poder, y que sólo empujan a los ciudadanos hacia el
consumo, el desprecio a la humildad y la cultura, el olvido generalizado y una competición despiadada de unos
contra otros.
El panfleto ¡Indignaos! de Stéphane Hessel, ese combativo viejito de 93 años, lleva ya un par
de semanas en nuestras librerías. Después de arrasar en Francia, con más de un millón y
medio de ejemplares vendidos, me pregunto qué suerte correrán las versiones en euskera
(Danonartean) y en castellano (Destino). Auguro que aquí también le irá muy bien, aunque no
tanto como en el país vecino.
Hessel cita las batallas fundamentales: contra el desmantelamiento del Estado de bienestar;
contra el poder del dinero, que "nunca ha sido tan grande, insolente, egoísta"; contra el
incumplimiento de los derechos humanos a lo largo y ancho del planeta. Y una de sus actuales
causas de indignación: la situación de Palestina (y ahí, sus aportaciones más discutibles, al
combatir el terrorismo meramente porque "no es eficaz"). En definitiva, un llamamiento a una
"insurrección pacífica", sin más complejidad, sin más orientación, pero que mantiene al menos
encendida la pasión por la justicia.
¡Indignaos!
Desde que se publicara hace un mes en España en castellano, catalán, euskera y gallego -con
un precio de cinco euros- se han vendido 120.000 copias. En Francia va ya por los 1,7 millones
de ejemplares. "Hay que reeducarse para no ser meros productores y consumidores como
pretende el sistema. Hay que razonar primero y crear después. Si hay libertad de pensamiento,
habrá libertad", ha dicho Sampedro. El economista y autor de obras como El mercado y la
globalización reconoce el letargo en el que se encuentran los jóvenes españoles y lo justifica
por el desinterés que muestran por "un sistema que, por suerte, está en decadencia".
Hessel, que se rebeló contra el régimen colaboracionista de Vichy y fue detenido por la
Gestapo, ha encontrado en la cultura española el modelo que los indignados deben seguir: Don
Quijote, "la figura más representativa de la lucha contra el mal que veo reflejada en la persona
de mi amigo Jorge Semprún". Ambos compartieron calvario en Buchenwald (Alemania), uno
de los tres campos de concentración a los que sobrevivió el autor.
La actualidad a ambos lados del Mediterráneo ha estado muy presente durante el debate. "La
violencia en forma de terrorismo es una abominación en contra de la dignidad humana", ha
manifestado Hessel, uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos de 1948. "La única alternativa es la convivencia cultural". Aunque el que fuera
también embajador de Francia ante la ONU ha justificado la intervención militar en Libia
arguyendo el voto mayoritario del Consejo de Seguridad.
Al final de la charla, los escritores han hecho un rápido viaje en el tiempo y han pasado de
tener espíritu adolescente a reencarnarse en dos jóvenes de 19 años. Sampedro ha cambiado de
edad pero no de filosofía: "Yo era un aprendiz de mí mismo y lo sigo siendo. Todos tenemos el
derecho a vivir y desarrollarnos para conseguir más libertad. Y así podremos terminar con la
contradicción de la humanidad: vivir en paz en lugar de repetir las mismas guerras que
insisten en la competitividad en lugar de la armonía".
Hessel ha decidido volver a su escuela, a L`Ecole Normale Supérieure de la calle Ulm en París,
donde conoció a Sartre. Emocionado, sin dejar de sonreír, ha congregado en una reunión
imaginaria a sus compañeros de pupitre para convencerles de "la responsabilidad tan grande"
que tienen por su nivel de conocimiento del mundo. "Contactaríamos con los que no pueden
disfrutar de las mismas ventajas y juntos conseguiríamos hacer progresar el mundo".