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Las dimensiones de esa arma legendaria tienen cierta semejanza con los proyectiles
tácticos nucleares de hoy día:
Los poderosos efectos de la explosión y el calor producidos por esa arma se describen
de una manera imaginativa y lírica, pero una manera que se podría aplicar (salvo por
los elefantes) al lanzamiento de una bomba atómica:
En el Ramayana se lee:
Tan poderoso que podía destruir la tierra en un momento: un gran ruido que se elevaba
en humo y llamas… y sobre él está sentada la Muerte…
Era capaz de moverse sobre el agua y bajo el agua. Podía volar tan alto y veloz que
resultaba imposible de ver. Aunque estuviese oscuro, el piloto podía conducirlo en
la oscuridad
El Ramayana relata:
Las Vimanas tienen la forma de una esfera y navegaban por los aires a causa del
mercurio (rasa) levantando un fuerte viento.
Hombres a bordo de los Vimanas podían así cubrir grandes distancias en un espacio
de tiempo sorprendentemente corto, pues el hombre que conducía lo hacia a su
voluntad volando de abajo arriba, de arriba abajo, adelante o atrás.
Estaban hechos con planchas de hierro bien unidas y lisas y eran tan veloces que
casi no se los podía ver desde el suelo. Los hombres de la tierra podían elevarse
muy alto en los cielos y los hombres de los cielos podían bajar a la tierra.
Un proyectil, cargado con la fuerza del universo, produjo una inmensa columna de
humo y llamas deslumbrantes. Tan brillantes como 10.000 soles en todo su
esplendor.
Era una arma desconocida un trueno de hierro, un gigantesco mensajero de la
muerte, que redujo a cenizas a la totalidad de la raza enemiga.
Los cuerpos quedaron irreconocibles, sus cabellos y uñas se caían, la loza se rompía
espontáneamente y las aves vieron decolorados su plumaje…
Después de unas cuantas horas, todos los alimentos quedaron contaminados, para
poder escapar de ese fuego, los soldados se arrojaron a los ríos para lavar su
equipaje y lavarse ellos mismos…
El sol pareció temblar, y el universo se cubrió de calor. Las aguas hirvieron, los
animales comenzaron a perecer y los guerreros hostiles cayeron derribados como
briznas.
Grandes proporciones de vegetación quedaron desiertos, y hasta el metal de las
carrozas se fundió ante esta arma.
Se considera en la India, por parte de los entendidos, que los primeros cronistas
diferenciaron en sus relatos lo real de lo ficticio.
Los hechos reales, cuya autenticidad estaba fuera de toda duda, eran conocidos como
“Manusa”.
La bomba atómica
Sólo siete años después de la primera explosión atómica en Nuevo México, el doctor
Oppenheimer, que conocía bien la antigua literatura sánscrita, estaba dando una
conferencia en la Universidad de Rochester. Luego, en el turno de preguntas y
respuestas, un estudiante hizo una pregunta a la que el doctor Oppenheimer contestó
con una extraña reserva: