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Un cierto panfleto bolivariano

Pedro Pablo

En agosto pasado, el chavismo distribuyó ampliamente un volante firmado


por el equipo de análisis político de la Alcaldía del Municipio
Libertador-Caracas, donde se hace una crítica al anarquismo y su
concepción de cambio y revolución frente a la llamada revolución
bolivariana. Nos creemos en la obligación de responder a esta crítica,
surgida no sabemos por qué causa precisa, pero que adivinamos nace del
temor frente a un movimiento que en el mundo se ha mostrado como la mejor
alternativa frente al actual orden de cosas, algo que la revolución
bolivariana dice aspirar y cuyo fracaso en alcanzarlo es evidente para
todos.

Con pintoresca exageración en el discurso, se abre diciendo: La


revolución bolivariana es la más hermosa propuesta de cambio planteada al
país en los últimos 100 años. Hablar de propuesta (desconocida más allá
de afirmaciones propagandísticas, generales y vacías de contenido) luego
de casi 4 años en el gobierno es una exageración porque, como dice el
refrán, lo que va a salir se asoma y lo que se ha asomado se parece más a
la clásica combinación latinoamericana de liberalismo económico con
autoritarismo político y populismo verbal, aderezada con mucha ineptitud
y torpeza, que nadie puede asociar razonablemente con una revolución y
menos socialista. Lo que ha sido el movimiento chavista es revolución si
por tal se entiende girar en el mismo lugar alrededor de un mismo punto;
es cambio si se trata un quítate tu para ponerme yo en el disfrute del
tesoro público; y hay que tener un sentido estético muy particular para
ver lo hermoso de la miseria, hambre, degradación y desamparo que
padecemos en Venezuela tras estos 44 meses de ineptitud al timón.
Agravado porque, como bien lo dice el escrito, Venezuela es un país con
inmensas riquezas y una profunda vocación de paz.

No entraremos en el detalle de los absurdos que pueblan el libelo, como


que la marcha del 11-A es una señal de que la oposición pierde; como la
defensa de una paz armada, obsoleta herencia conceptual de la guerra
fría; como la denuncia que hacen contra los retorcidos intentos del TSJ,
olvidando que fue la revolución quien lo nombró; como la oscuridad que
envuelve el abundante uso de la categoría pueblo, de claro origen
fascista; ni la reivindicación de la figura de Chávez, nada brillante en
las confusas jornadas del 11-A y días subsiguientes, investido aquí como
único líder reconocido por el pueblo y por todos los revolucionarios.
Centrémonos en la crítica al anarquismo, construida con más calificativos
que ideas sustantivas. Dice el panfleto: A los anarquistas con sus
discursos pseudo revolucionarios, incendiarios y su desesperación
inmadura, les decimos que la revolución es con todos y para todos.
Resulta que somos pseudo revolucionarios, como si abogar por la
desaparición de todo poder autoritario institucionalizado, entre otras
cosas, fuera pseudo; somos incendiarios, lo que no sabemos a qué se
refiere a menos que tenga que ver con el fuego que prende en los
corazones de quienes reflexionan sobre nuestra prédica; padecemos de
desesperación inmadura, ignorando que el anarquismo lucha denodadamente
por un cambio revolucionario auténtico desde antes que apareciera el
marxismo y lo hace en todo el mundo, con páginas heroicas escritas en
América Latina, sin desalentarse en sus aspiraciones, con fracasos y
éxitos que han servido para madurar nuestras ideas, dar solidez a
nuestras propuestas y responsabilidad a los que las sostenemos.
Prueba de esta ignorancia es que aconsejan que la revolución es con todos
y para todos precisamente al anarquismo, que reniega de cualquier
división y distinción, que por eso no es demócrata (gobierno de alguien
sobre otro al que "representa") sino ácrata (nadie gobierna a nadie), que
rechaza cualquier liderazgo permanente como el que ese mismo impreso
reclama para la revolución bolivariana, y que consiste en una dirección
colectiva socialmente reconocida (no pretenden que sea aceptada ni
elegida), constituida por un centro de dirección revolucionaria que
organice y conduzca al pueblo. A diferencia del anarquismo que surgió, se
nutrió y se nutre de la gente, parece que el chavismo considera al
pueblo como una sarta de estúpidos que necesitan ser organizados y
conducidos. Si hubiera resistencia, entonces el escrito dice que se
disponen a la confrontación combinando la violencia y lo institucional,
renegando de los conciliadores y de las negociaciones, en clara
revelación de que sus intenciones son exclusivamente de dominación.

Sin duda que el punto clave de esta crítica es la oración que proclama:
Es preciso que comprenda [el anarquismo] que un pueblo, sin una dirección
que construya estrategias en todos los terrenos, es un pueblo inerme
frente a sus enemigos y destinado a perderse en escaramuzas aisladas y de
segundo orden. La expresión habla por sí sola. Por lo pronto reconoce que
el anarquismo no admite supremacías ni liderazgos de nadie; pero lo grave
es que contradice el consejo que nos diera antes al hacer una clara
exposición de cómo considera al pueblo, puesto que afirma que por sí solo
es inerme y, como no puede pensar, está destinado a perderse. Ante esta
ineptitud de la gente, este infantilismo del pueblo, la revolución
bolivariana pregona que sólo le queda obedecer las esclarecidas
estrategias de los líderes, que son ellos (Mussolini no lo habría dicho
mejor). ¿Puede alguien sensato, anarquista o no, aceptar esta propuesta
(depositar toda esperanza en un grupito de mortales que en nuestro caso
ni siquiera tiene calificaciones altas en nada) cuando, desde la
revolución rusa hasta Hitler, pasando por Mussolini, Franco, Perón y
Fidel, ha demostrado su inutilidad en forma contundente? Sólo desde una
perspectiva anclada en el Siglo XIX se puede proferir una declaración tan
anacrónica e insultante para la inteligencia. Si algo ha aprendido la
gente en el mundo con todos los fracasos del Siglo XX, y lo está
aprendiendo en Venezuela a pasos agigantados, es precisamente que no se
debe dejar la dirección de ninguno de sus asuntos en manos de nadie que
no sea las de ellos mismos. A lo más, permitir que alguien coordine o
administre, un empleado, pero está fuera del buen sentido y de la
experiencia histórica optar por un centro de dirección revolucionaria que
organice y conduzca al pueblo, fije metas y objetivos, construya
estrategias, nos fiscalice y luego nos notifique en un círculo
bolivariano cuales son nuestras obligaciones, mientras sufrimos penurias
a causa de la revolución bonita. Todo esto porque somos supuestamente
incapaces para elegir nuestro camino.

Pasando por un momento al plano práctico de la rimbombante revolución


dirigida por ese núcleo de iluminados que conducirá y ordenará, por los
que hay que dar todo; tenemos algunas preguntas como parte del pueblo que
no participamos en negociaciones cupulares, ni somos explotadores
terratenientes o travestis de la dominación foránea: ¿quiénes integran
ese centro de dirección revolucionaria, cuántos son, qué pretenden, quién
los nombra?, ¿los elige el Espíritu Santo en un Pentecostés Bolivariano?,
¿en ese centro acaso no estuvieron Olavarría, Miquelena, Peña, Angela
Zago, los 4 Comandantes, Izarra, Escarrá, Lameda, Puchi, Pablo Medina?...
De acuerdo a lo que hemos visto, el fulano centro de dirección
revolucionaria parece cambiar según los ciclos lunares. Dado que el
escrito afirma que no se trata de un problema con Chávez o contra Chávez,
cuando Miquelena se separó ¿con quién de los dos se fue la revolución y
por qué?. El auténtico movimiento revolucionario, originado en las
propuestas del 4-F, ¿Es el de Chávez o el de los otros comandantes con
Arias a la cabeza?... ¡Cuántas frases hechas dichas sin ningún
fundamento y sin ninguna relación con la realidad!

Pareciera que este rollo antiliberal-bolivariano-indígenista-ecológico-


cristiano- pacífico-armado- democrático-participativo-moralista-
revolucionario no es más que una mampara que oculta el burdo culto a una
persona, porque si bien no se trata de un problema con Chávez o contra
Chávez resulta que es impensable prescindir del único líder reconocido
por el pueblo y por todos los revolucionarios. Así se entiende mejor la
crítica del panfleto a los anarquistas. Bolivarianos o escuálidos, toda
la dirigencia venezolana está educada en el modo del poder personalista,
de mandar arbitrariamente, de usar a la gente y a los bienes públicos en
su beneficio propio o, a lo más, de su grupo. Así lo hicieron los
caudillos del siglo XIX, así lo hizo Gómez, así lo hicieron los
dirigentes en la democracia post-1958, y así pretende hacerlo tanto
Chávez como sus adversarios institucionales. Todos hablan de libertades,
de prosperidad, de construir futuro mejor, pero se trata del gatopardismo
de cambiar todo para que todo quede como está. Frente a este afán de
dominación, sólo el anarquismo se levanta como una referencia en
contrario y es tan molesto para el chavismo como para cualquiera que haya
dirigido, o aspire dirigir, al aparato estatal.

A través de los años los únicos que han negado que el individuo deba
ceder las prerrogativas que le corresponden como persona en aras de una
ideología, de una religión, de un caudillo o de una revolución hemos sido
los anarquistas. Para la revolución real, no hay que ceder nada en manos
de nadie, sino que debemos sumar, buscar voluntaria y armónicamente lo
que consideremos lo mejor para todos. Somos adultos, podemos hacernos
cargo de nuestros asuntos sin necesidad de nadie que nos ordene y
conduzca. Y aprendimos esto de muchos de los indígenas de América que así
han vivido, de 150 años de luchas sindicales, de la revolución española
de 1936 y de tantas formas de organización que la gente sabe darse en su
propio beneficio, sin necesidad de que alguien nos diga qué debemos
hacer. A diferencia de lo que parece ser la propuesta bolivariana de
defender la supuesta revolución por la revolución misma, el anarquismo
nunca defendió las abstracciones vacías y cuando promueve la revolución
lo hace por cada uno de nosotros, buscando no el bienestar de la
humanidad en genérico sino el de cada persona concreta.

El panfleto dice: A los bolivarianos nos parecía que era suficiente [para
avanzar por la vía de la redención popular] un Estado que dirigiera de
manera consciente el reparto de riqueza de manera justa. Se dieron cuenta
de que no es así, sólo que la razón del fracaso no es la protesta de la
oposición del 11-A como afirman. La primera causa está en pretender que
alguien debe asumir el papel de salvador y por eso le debemos obediencia
ciega. La segunda causa es plantear la salvación mediada por un Estado
cuya propia existencia radica en impedir esa liberación. Es como tratar
de apagar un incendio con una lata de gasolina y, por hacer eso estamos
como estamos. Claro que también cabe que lo que buscan no sea la
redención popular sino mantener la dominación, pero con otros
beneficiarios y cambiando el discurso. Sea cual fuere la razón, el
anarquismo con su alternativa sirve como espejo, mostrando lo absurdo de
los intentos de maquillar el afán de poder y señalando el camino de una
auténtica revolución, que no se apoye en la esclavizante sumisión a una
estructura militarizada sino en la igualdad, la libertad y la solidaridad
entre los integrantes de esta sufrida humanidad.

Coincidimos con lo que termina diciendo el volante: cualquier salida que


pretenda violentar nuestros derechos democráticos y soberanos tendrá que
enfrentar a un pueblo con convicción. Pero entre esas salidas en pico de
zamuro entendemos que la revolución bolivariana está en igual plano con
las aventuras golpistas de derecha o las marrullerías de la "salida
institucional" que tanto entusiasmo generan en los políticos de
oposición. Mientras que intenten pasar por la puerta del Estado tendremos
que prepararnos para muchos fracasos, porque esa puerta no da a ninguna
vía positiva. Los males del capitalismo no se solucionan manteniendo y
fortaleciendo la estructura política que lo sostiene, el Estado, por más
que se pretenda disfrazarlo de revolucionario. En el mundo actual,
proponer que la salvación es un Estado con un único líder reconocido por
el pueblo, sea Chávez o cualquier otro, es hablar de un círculo cuadrado.

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