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El Tribunal Constitucional

Una de las creaciones más importantes y definitorias del constitucionalismo contemporáneo,


nacido en la genialidad de Kelsen, el jurista más brillante del siglo XXI. Si bien es cierto una
institución similar ya había sido instituida en Estados Unidos en el año 1803 por el juez John
Marshall, a propósito del caso Marbury vs Madison, la verdad es que esta no tuvo mayor
repercusión en Europa, debido a que con la Judicial Review o control constitucional por los
jueces se distorsionaba el equilibrio de poderes, dogma indiscutible del constitucionalismo
clásico.

La necesidad de contar con una institución que se encargue de hacer que la Constitución opere
como una autentica norma suprema llevo a Kelsen a crear el Control Concentrado, con
características similares a la Judicial Review, pero adecuada a la idiosincrasia europea, tan
peculiar y diferente que los norteamericanos.

Esta forma de control que aparece por primera vez en el texto de la Constitución austriaca en
1969, corre a cargo de un Tribunal Constitucional autónomo, complemento de Parlamento y con
atribuciones de legislador negativo.

En el cumplimiento de su finalidad el Tribunal Constitucional examen en instancia única y


definitiva la constitucionalidad de las leyes, dejándolas sin efecto cuando contradigan la norma
fundamental, por el fondo o por la forma, en todo o parte y de manera directa o indirecta.

Esta institución recogida también de los textos constitucionales de Checoslovaquia en 1920 y de


España en 1931, lamentablemente, tuvo una duración efímera debido a la presencia de
gobiernos autocráticos e incompatibles con ella, como fueron los casos del Nazismo, el Fascismo
y Franquismo.

La caída de los totalitarismos, como consecuencia de su derrota durante la Segunda Guerra


Mundial, dio paso al nacimiento del Estado Constitucional de Derecho y al florecimiento de los
tribunales constitucionales. Los primeros países en redactarse constituciones consagrando estas
instituciones fueron, precisamente, Italia, Alemania, y, posteriormente, España, lugares en
donde la democracia ha devenido en ejemplar.

El éxito de los tribunales constitucionales europeos incentivo a los países latinoamericanos a


instituirlos en nuevas constituciones redactadas a partir de la década de los 80 del siglo XX. Este
fue el caso del Perú que en la Constitución de 1979 consagro por primera vez el control
constitucional concentrado a cargo del Tribunal de Garantías Constitucionales, con atribuciones
para declarar la inconstitucionalidad de las normas ordinarias (leyes, decretos legislativos,
normas regionales y ordenanzas municipales) que le contravengan por la forma o por el fondo,
y conocer en casación las resoluciones denegatorias de las acciones de habeas corpus y amparo,
agotada la vía judicial.

El Tribunal de Garantías Constitucionales estaba formado por nueve magistrados designados


por el Poder Ejecutivo, El Congreso y la Corte Suprema de Justicia. El cargo duraba seis años,
renovable por tercios cada dos años y con posibilidad de reelección. Esta experiencia, aunque
no del todo auspiciosa, fue interrumpida el 05 de abril de 1992, fecha en que el Presidente
Fujimori dispuso su disolución bajo la acusación de ser un órgano politizado y obstruccionista
por la forma de la composición de sus miembros.
Al redactarse la Constitución en 1993, algunos constituyentes argumentando que la experiencia
del Tribunal de Garantías Constitucionales no fue satisfactoria debido a la politización de sus
integrantes que desde que empezó a funcionar, perturbaron la serenidad y el acierto en las
decisiones, pusieron en tela de juicio la necesidad de mantener esta institución como órgano de
control de la constitucionalidad. La intención de eliminarlo se hizo evidente cuando se hace
público en el Diario Oficial “El Peruano” las propuestas elaboradas por la Comisión de
Constitución del Congreso Constituyente Democrático que no contemplaban la existencia de un
Tribunal Constitucional. En su reemplazo se consideró el establecimiento de una Sala
Constitucional, al interior de la Corte Suprema, con atribuciones de contralor de la Constitución
e instancia final en los procesos constitucionales. Esta intencionalidad queda claramente
descrita en el libro del Dr. Carlos Torres y Torres Lara, titulado la Nueva Constitución del Perú.

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