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FILOSOFÍA

¿Quién no la necesita? ¿Quiénes son sus bárbaros? ¿Ha muerto?

CONTENIDOS

FILOSOFÍA: ¿Quién no la necesita? ¿Quiénes son sus bárbaros? ¿Ha muerto?

Güere Porras Juan Jesús


Universidad Nacional del Centro del Perú – Fundación Planetaria Yachay
jguereporras@gmail.com
Cel: #944835166

Resumen

Se expone algunas aproximaciones sobre la filosofía y ciencia. Dinámica que responde a preguntas
fundamentales sobre el quehacer filosófico y científico, tales como ¿Quién no necesita a la filosofía?
¿Quiénes son los bárbaros de la filosofía? Acaso ¿La filosofía ha muerto? ¿La Ciencia, se ha vuelto
una religión de los científicos de los últimos días? ¿Es, la ciencia una imposición occidental? ¿Está
gravemente herida? Todo ello, en sintonía con la pluralidad, la tolerancia, la libertad del pensar y la
angustiante forma de existir, para repensar lo pensado.
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FILOSOFÍA

Filosofía, ¿quién no la necesita?

“Nunca pienso en términos abstractos; si lo que me interesa


son los problemas concretos, particulares, de la vida real,
¿para qué necesito la filosofía?”. Mi respuesta es: para poder
manejarse con los problemas concretos, particulares, de la
vida real, es decir, para poder vivir en la Tierra. (Rand, 2008)

Supongamos que somos una especie en peligro de extinción y que, por lo tanto, escapamos a otro
planeta conocido. Mientras viajamos, nuestra nave sale fuera de control, choca y nos lleva a un
planeta desconocido. Cuando recobramos el conocimiento y fijamos que no estamos heridos,
seguramente nos preguntaremos: ¿Dónde estamos? ¿Cómo podemos saberlo? ¿Qué deberíamos
de hacer? ¿Quiénes somos de ahora en adelante? Al parecer, es una metáfora simple, pero es la
forma en que gran parte de la humanidad vive en el Planeta Tierra.

Pasan sus días luchando por eludir estas preguntas, cuyas respuestas podrían guiar la existencia, el
pensamiento y la acción. Existencia que está ligada al quehacer filosófico, ya que justamente la
filosofía, en su papel emancipatorio, estudia, interpreta, explica, problematiza, la totalidad de la
existencia. Mientras que la ciencia, tiene el papel de ocuparse de aspectos particulares. Así,
parafraseando a Ayn Rand, se podría afirmar que las ciencias son los árboles, pero la filosofía, es la
que hace posible el bosque.

Entonces, ¿quién no necesita a la filosofía? Seguramente quienes olvidan que han sido influidos
por la filosofía. Les pediremos, entonces, que piensen en lo que dijeron en algún momento:
¿Recuerdan haber manifestado que no podrían estar seguros de algo, porque nadie puede estar
absolutamente seguro de algo?, pues obtuvo esa noción de David Hume, aunque nunca haya oído
hablar de él. “Este amor puede ser bueno en teoría pero no funciona en la práctica”, obtuvo eso
de Platón. “La hermenéutica es una canallada, pero es solo algo humano, nadie es perfecto en este
mundo”, la obtuvieron de San Agustín. O bien, “esto puede ser cierto para usted, pero no lo es
para mí”, fue herencia de William James. “No puedo probar tu infidelidad, pero considero que es
cierto”, “Eso es lógico, pero la lógica no tiene nada que ver con la realidad”, lo tomó prestado de
Kant.
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Recordando sus acciones, seguramente habrá manifestado, en más de una oportunidad: “Actuemos
primero, pensemos después”, lo adquirieron de John Dewey. O en todo caso, habéis afirmado que
“La vida no tiene sentido, solo la nada nos da existencia”, lo heredaron de Sartre. “El humano,
tiene que sobrepasar su humanidad”, lo tomaron de Nietzsche. “Estoy cansado de las ideas
impuestas geopolíticamente”, lo suspiraron de Enrique Dussel. Además, “No hay nada fuera del
texto”, es producto de Derrida. “Estoy desilusionado, el amor solo es un acto de dolor, una
compensación de la muerte”, recordaron a Schopenhauer. Finalmente, habrán escuchado: “La
filosofía es una ficción propiamente de mentes pequeñas, hay que dejar de filosotontear”,
seguramente lo tomaron de una mente tan pequeñita como la de Emerson.

Ahora pregúntense, ¿si no está interesado en ideas absurdas, abstractas, por qué hacen uso práctico
de las mismas? Respóndase, porque las abstracciones son integraciones conceptuales que subsumen
un número incalculable de casos concretos y que sin ellos no podría manejar los problemas
concretos, particulares de la vida real. Es decir, sin éstas ideas, no habría vida ni existencia.
Recuerde: La ciencia es un árbol, la filosofía un bosque.

Filosofía, ¿quiénes son sus bárbaros?


Hablar mal de la filosofía, es
inevitablemente, también, hacer filosofía.
Pero mala (Sabato, 2011)

Los bárbaros malidecentes, abundan en el periodo frágil de la humanidad. ¿En qué lugar los
podemos encontrar, en un debate sobre ciencia y filosofía, en las filas de un partido político? No,
los podemos encontrar a menudo en los laboratorios. Estos bárbaros del positivismo, son a
menudo seres del siglo XIX en las ciudades universitarias del siglo XXI. Se juntan y forman cánones
del pensamiento, afirman por un lado atenerse a hechos observados, medibles, experimentados,
validados y confiabilizados.

Si se les pasa a preguntar sobre la verdad, señalarán una balanza, un termómetro, un tests, una
columna interminable de cifras, una pesa, algunos minerales. Juzgarán, que tomar un metro y medir
una longitud son hechos, mientras que especular acerca de lo que es o no es la medida, es una
cuestión filosófica, es decir, puro charlatanerismo.

La segunda parte de estos bárbaros, se encuentran en los cafés, en las calles, en los escritorios de
negociantes y hombres prácticos. Quienes al escuchar un poema, ver una obra de arte, inhalar una
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síntesis filosófica, exclaman: ¡No me vengas con filosofías! Ellos, quienes no saben qué decir sobre
la pobreza, la delincuencia, el poder, la inexistente libertad, sobre futuras realidades. Esa gente, que
se ríe de la filosofía, la considera pérdida de tiempo, sinónimo de charlatanerismo, la juzgan y hasta
la quieren matar, para así generar una legión de autómatas, sin criterio ni oficio crítico.

Filosofía, ¿ha muerto?

La ciencia actual ha conducido por un callejón sin


salida; la actitud científica ha de ser reconstruida y la
ciencia ha de rehacerse de nuevo.
Edwin Shröringer

En el año 2010, Hawking y Mlodinow –en el libro El Gran Diseño-, fueron causantes de un
epistemicidio desbordante a nivel mundial. Ya que afirmaron que la filosofía había muerto. Bajo la
justificación de que la filosofía no se había mantenido al corriente del desarrollo moderno de la
ciencia, en particular de la física. Así mismo, afirmaban que los científicos se habían convertido en
los portadores de la antorcha del descubrimiento en la búsqueda del conocimiento posible y
alcanzable.

Intentando matar a la filosofía, intentaban matar todo acto humano que tenga que ver con el
derecho de pensar, reflexionar, interpretar, transformar, debatir, discutir y demás. Un auswitch del
pensamiento, se ejercía desde occidente, nuevamente tratando de callar las mentes, atormentar las
necesidades, desviar los intereses y exterminar los deseos de libertad. No era en medio de un
exterminio alemán, tampoco en los Gulag de Lenin, era en el Gran Diseño de Hawking y
Mlodinow.

Quienes al referirse a los Mayas, refirieron que el Hacedor Maya, al no recibir palabras de los
animales, decidió crear a los humanos. Haciéndolos, primero, de barro porque decían cosas sin
sentido. Estos hombres se deshicieron y se inventaron los hombres modernos, de madera, porque
eran gente muy torpe.

Olvidaron, pues, que la física actual y sus teorías, sugieren realidades fantásticas y ficticias. La teoría
de las cuerdas, la posible existencia de multiversos y demás. Olvidaron también, que la ciencia no
es el único sistema de pensamiento organizado de modo coherente y sistematizado, que los mitos
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también son igual de válidos que la ciencia, que el pensar en las comunidades originarias, es casi
siempre lógico. A cambio de ello, se propone una filosofía que se corresponda con una ecología de
saberes, pensares y sentires. Que albergue el derecho descolonizar el saber, la respuesta frente a la
supresión del derecho a conocer y transmitir conocimientos a causa del epistemicidio masivo, sobre
el cual, la modernidad y posmodernidad occidental y eurocéntrica construyó el conocimiento y la
ciencia imperial.

Es por ello que, en una época de transición epistémica, reinvindicar el derecho sobre el saber y el
poder, tienen vínculo directo con el derecho a conocimientos alternativos. Conocimientos, que
permitan la regulación social y la emancipación social en pos de una ciencia más inclusiva y menos
restringida. De esa forma, la concepción del mundo tiene que ver con observar los fenómenos,
hechos o acontecimientos desde una vista más amplia que la comprensión occidental de la ciencia.
En occidente, se ha pensado y meditado al conocimiento y a la ciencia desde el ángulo de su validez,
experimentación, comprobación, falsación, rigidez, programación y proyección de verdades
generalizables pero ajenas a los intereses de ciertos contextos. Estos modos, modelos, enfoques,
teorías o proposiciones son pensados solo por las formas eurocéntricas de transformación social.

Sin embargo, existen diversas formas y maneras de pensar y de sentir. Sentir lo pensado y pensar
lo sentido, son prioridades para las relaciones entre seres humanos y de éstos últimos con la
naturaleza. Dinámica, que está inmerso en la diversidad del mundo, que puede y debe ser activada
y transformada de diversas maneras sociales y que no pueden ser monopolizadas por alguna teoría
general sobre la ciencia o el conocimiento.

La tarea, es consolidar las formas populares del conocimiento, ya que hasta ahora la ciencia y el
conocimiento están sujetas a la epistemología del norte. Lo que se tiene que hacer, según
Boaventura, es fundar las Espistemologías del Sur. Estas epistemologías, son ante todo históricas
y se construyen en base al presente como un pasado incompleto o sobre el futuro como el presente
incumplido del conocimiento. En ese sentido, Boaventura, afirmaría que si alguien quisiera ir a la
luna necesitaría conocimientos científico, pero si otro quisiera conocer la biodiversidad de las
comunidades amazónicas, es necesario conocimientos indígenas. Por ello, que el ser humano
necesita diferentes conocimientos en diversas situaciones o contextos. El conocimiento científico
es fundamental, pero no es la única, por ende es necesario emprender las ecologías del saber o las
traducciones interculturales. Los mismos que deben de relegar a los saberes abismales.
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Los saberes abismales, son el planteamiento epistémico occidental. Este saber, consiste en conceder
a la ciencia moderna el significado del monopolio de la distinción polar entre lo verdadero y lo
falso. Este monopolio, está enraizado en la disputa entre la filosofía y la teología y, además tiene
un carácter exclusivista, en cuanto se encuentra o diferencia el valor entre lo que es científico o
pseudocientífico. Empero, la verdad no tiene una validez universal ni generalizable, porque
simplemente es muy relativa, ya que puede ser comprobada por referencias a ciertas clases de
objetos, bajo diversas circunstancias y por diversos métodos. De esa forma, se debería enfatizar en
los conocimientos populares, campesinos o indígenas, conocimientos que desaparecen para el
sistema científico occidental. En respuesta a dicho sistema, se desarrolla el pensamiento
posabismal, que supone la idea de una diversidad epistemológica del mundo. Así el reconocimiento
del conocimiento, está vinculado con la existencia de la pluralidad de los conocimientos, más allá
del conocimiento científico. (Boaventura, 2010) defendía:

El conocimiento posabismal, conforma la monocultura de la ciencia moderna con


la ecología de los deberes. Es una ecología porque está basado en el reconocimiento
de la pluralidad de conocimientos heterogéneos, uno de ellos es la ciencia moderna
y en las interconexiones continuas y dinámicas entre ellos sin comprometer su
autonomía. La ecología de saberes se fundamenta en la idea de que el
conocimiento es interconocimiento (p. 49).

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