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Entre la «nueva escuela histórica» y el

revisionismo argentino

Desde el Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y


Letras (hoy Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani")
y la Junta de Historia y Numismática Americana (hoy Academia Nacional de la
Historia), Emilio Ravignani y Ricardo Levene, respectivamente, encabezaron
en la Argentina las instituciones rectoras de los estudios históricos durante las
décadas siguientes, junto a Luis María Torres, Diego L. Molinari y Rómulo
Carbia1. Representaron en el país un esfuerzo similar al que desde el siglo XIX
venían desarrollando los historiadores en Europa y Estados Unidos. Creación de
instituciones académicas destinadas a la formación e investigación, edición de
fuentes documentales con fondos públicos, organización de archivos, publicación
de revistas especializadas, participación en comisiones estatales vinculadas a la
preservación de la memoria histórica y afianzamiento de la historiografía
científica en los procedimientos metodológicos dispuestos por el manual
de Langlois y Seignobos2.

Al mismo tiempo elaboraron una historia predominantemente política cuya


máxima expresión fue la Historia Constitucional de la República
Argentina (1927) de Emilio Ravignani. En cambio, la historia económica tuvo
un lugar excepcional aún en la obra de quienes la exploraron. Ese es el caso de
un libro notable, Estudio sobre las guerras civiles en la Argentina (1912),
de Juan Álvarez, y de las Investigaciones acerca de la historia económica del
Virreynato del Río de la Plata (1927-1928), de Ricardo Levene.

Al mismo tiempo, el propio Levene fue el impulsor de una historia patriótica que
se identificaba en sus fines con los del Estado. Coincidencia de objetivos que
cristaliza en la década de 1930 en la Historia de la Nación Argentina (1936),
prologada por el presidente Agustín P. Justo, y en la creación en 1938 de
la Academia Nacional de la Historia que también tuvo a Justo como presidente
honorario.

Es contra esta historia, que acusarán de "falsificada", contra la cual reaccionó el


"revisionismo histórico", cuyos integrantes navegaban entre la desilusión por el
fracaso del proyecto nacionalista autoritario de Uriburu y la condena al
colonialismo tras la firma del tratado Roca-Runciman con Inglaterra, como lo
expresa el libro de Julio y Rodolfo Irazusta La Argentina y el imperialismo
británico (1934). En 1938 fundaron el Instituto de Investigaciones Históricas
"Juan Manuel de Rosas". Bastante menos marginales respecto del campo cultural
argentino de lo que pretendían, entre sus miembros contaron con intelectuales
nacionalistas de orientaciones tan diversas como Manuel Gálvez, Carlos
Ibarguren, los hermanos Irazusta, Alfredo Palacios, Ramón Doll y José
María Rosa, entre otros3.

Promovieron la revisión del pasado argentino en términos ético-políticos y


excesivamente acotada al período de Rosas a través del Boletín del Instituto de
Investigaciones Históricas "Brigadier Juan Manuel de Rosas" y de libros
como Juan Manuel de Rosas. Su vida, su drama, su tiempo (1930) de Carlos
Ibarguren; Ensayo sobre Rosas (1936), de Julio Irazusta; Vida de Don Juan
Manuel de Rosas (1940), de Manuel Gálvez; Defensa y pérdida de nuestra
soberanía económica (1941), de José María Rosa. Alternaron esta operación
destinada a ofrecer una versión alternativa del pasado nacional con la condena
permanente a la "historia oficial" que, en sus contenidos esenciales, quedó
plasmada en La historia falsificada (1939), de Ernesto Palacio.

El revisionismo tendrá su mayor difusión en los años 60. En gran parte como
resultado de la apropiación de esa historia por el peronismo proscrito que, cuando
estuvo en el poder, demostró escaso interés por el revisionismo. En cambio,
Perón había preferido afirmarse en la tradición de "Mayo-Caseros" y rehuía
cualquier identificación de su política con la llevada a cabo en su momento por
Juan Manuel de Rosas.

Si la confrontación entre la historia "oficial" y la "revisionista" era posible ello se


debía a que ambas estaban tramadas en un relato fundamentalmente político.
También, en que ambas se concebían como representativas del verdadero
sentimiento nacional y patriótico. Finalmente, en que ambas eran igualmente
poco receptivas de la renovación que se estaba promoviendo en la historiografía
de entreguerras.

En el caso del revisionismo, ello se debía a que su interés era más explícitamente
político y cultural que historiográfico; en cambio, en el caso de los historiadores
profesionales esa ausencia era más notable si se atiende a los vínculos que
mantenían con historiadores e instituciones europeas e, incluso, con quienes
llevarían adelante el proyecto renovador de los Annales. En efecto, las relaciones
con Henri Berr, junto a las visitas de Mathiez y de Febvre, no tuvieron en ellos
ningún impacto reconocible en sus textos historiográficos. Como tampoco la
referencia a Croce. El filósofo idealista italiano que afirmaba que "toda historia
es historia contemporánea" había sido más citado que realmente revisado por los
historiadores argentinos del período.
1
a la Junta de Historia y Numismática ver: AA.VV., La junta de Historia Y
Numismática Americana y el movimiento historiográfico en la Argentina (1893-
1938), Bs. As., Academia Nacional de la Historia, 1996.
2
cuanto a las revistas, nos referimos al Boletín del Instituto de Investigaciones
Históricas (1922) y al Boletín de la Junta de Historia y Numismática (1924).
3
Sobre el revisionismo, ver: Cattaruzza, M. A., "El revisionismo: itinerarios de
cuatro décadas", en Cattaruzza, M. A. y A. Eujanian, cit.; Halperín Donghi,
Tulio, El revisionismo histórico argentino, Bs. As., Siglo XIX, 1971; Quatrocchi
de Woisson, D., Los males de la memoria. Historia y política en la Argentina, Bs.
As., Emecé, 1995; Dossier "el revisionismo histórico argentino: circulación y
difusión", en Prohistoria, N° 8, Rosario, 2004.

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