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A:. L:. G:. D:. G:. A:. D:. U:.

EL TRABAJO DEL APRENDIZ Y SUS HERRAMIENTAS

V:. M:., RR:. y QQ:. HH:.

“Los aprendices trabajan en bosquejar y desbastar la piedra tosca….”, con estas


palabras, se inicia el trabajo en el grado de aprendiz. Pero, ¿Qué trabajo
realizamos los aprendices?

El concepto de trabajo ha variado a lo largo de la historia. En la antigüedad y


prácticamente hasta la edad media, el trabajo no era concebido como algo
propio de la actividad humana. La riqueza se generaba en la tierra y provenía
de ella; el papel del hombre consistía en descubrirla, extraerla y consumirla.

La actividad agrícola no era más que una manifestación de la unión de los astros
celestes que fertilizaban la tierra, la cual proveía los alimentos y los materiales
para elaborar los instrumentos. El hombre contribuía con este proceso arando la
tierra y recogiendo los frutos que ella ofrecía.

El trabajo desde esa perspectiva era concebido como algo obligado y penoso,
una actividad degradante totalmente opuesta a la esencia del hombre. Así, en la
Grecia clásica, el trabajador era esclavo, no era hombre, no era un ciudadano.

Las actividades desarrolladas por los griegos y que ahora se identifican con el
concepto de trabajo son: labor, poesis y praxis.
Labor, se refería a la disposición corporal en las tareas pertinentes del hombre
para mantener su ciclo vital y perpetuar la especie. Así, el campesino ejerce una
labor cuando interviene para la obtención de frutos de la tierra. O la mujer
cuando da a luz un nuevo ser.

Poesis, está relacionada con el hacer y quehacer del artista. Es la trascendencia


del ser más allá de su existencia y se manifiesta de manera perdurable.

Praxis, es la identificación de las actividades humanas, el lenguaje, la palabra,


el desarrollo de una vida social y política en la comunidad. Muestra la naturaleza
del hombre libre, del ciudadano.

En la tradición judeo-cristiana, el trabajo es visto como una carga, una pena, un


sacrificio impuesto como castigo por haber tomado del fruto prohibido. El hombre
está condenado a “sacar con fatiga el alimento…”, el castigo divino se expresa
en estas palabras: “con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas
al suelo…”
El término trabajo deriva del latin “tripaliare” que significa torturar, identificando
el trabajo con mortificación y sufrimiento. Otros términos que se acercan al
concepto de trabajo con “laborare” (que enfatiza el padecimiento de la actividad)
y “obrare” (relacionada con resultado y el carácter creativo).

Por lo tanto, en el mundo antiguo, el trabajo manual o físico era entendido como
humillante y servil, mientras el que llamaríamos trabajo intelectual se identificaba
con la libertad y la esencia de ser hombre.

En la era moderna, el trabajo se conceptúa de modo diferente. Para Adam


Smith, el “padre de la economía”, el trabajo es la única fuente de riqueza. Para
los economistas neoclásicos, el único trabajo a considerar es el asalariado, el
que se compra y se vende por un salario. Para el marxismo clásico, el trabajo
es un proceso entre la naturaleza y el hombre, quien “se enfrenta a la naturaleza
utilizando las fuerzas que conforman su corporeidad, los brazos y las piernas, la
cabeza y la mano, asimilando para si las materias que la naturaleza le brinda.
De este modo actúa sobre la naturaleza exterior a él y la transforma,
transformando su propia naturaleza, desarrollando potencias que dormitan en
él”.

Desde la perspectiva de la iglesia católica, en la introducción de su encíclica


“laborem exercens”, Juan Pablo II, señala que trabajo “significa todo tipo de
acción realizada por el hombre independientemente de sus características o
circunstancias; significa toda actividad humana que se puede o se debe
reconocer como trabajo entre las múltiples actividades de las que el hombre es
capaz y a las que está predispuesto por la naturaleza misma en virtud de su
humanidad”. …. “el trabajo es una de las características que distinguen al
hombre del resto de las criaturas, cuya actividad, relacionada con el
mantenimiento de la vida, no puede llamarse trabajo; solamente el hombre es
capaz de trabajar, solamente él puede llevarlo a cabo, llenando a la vez con el
trabajo su existencia sobre la tierra”.

Así, en la era moderna, recién se equiparan el trabajo manual y el intelectual. A


medida que se desarrolla la ciencia y la tecnología, el trabajo manual a su vez es
reemplazado por las máquinas y se va incrementando el trabajo intelectual. En
esta época hablamos del trabajador del conocimiento, aquél cuya herramienta
de trabajo es el cerebro.

El trabajo desde perspectiva de la masonería

La masonería desarrolla su trabajo de manera simbólica y está abocada a la


construcción del templo universal. El trabajo del masón reviste dos aspectos que
están unidos indisolublemente. Por un lado, se aboca a la construcción del
templo espiritual, moral e intelectual de su ser interior; lo que se expresa en la
piedra tosca que tiene forma indiferenciada y representa el alma del aprendiz
francmasón, sometido todavía al influjo del mundo profano. Piedra que debe de
ser tallada y pulida. Por otro lado, el masón es a su vez la piedra que contribuirá
a la construcción del templo universal, el cual erige de modo colectivo con sus
H:. H:., sobre la faz de la tierra. Por ello entendemos que el trabajo del masón es
individual y a la vez colectivo, es consciente y se avoca al estudio de la ciencia y
la práctica de la virtud.

Desde este punto de vista, el trabajo para el masón es una actividad que lo
ensalza, lo enaltece, porque a través de él se transformará hasta lograr la
perfección interior y pueda ocupar el lugar que le corresponde en el gran templo
universal. El trabajo de desbastar la piedra bruta significa que debemos
despojarnos de una serie de prejuicios, creencias aprendidas y asumidas como
propias en el transcurrir de nuestra existencia. Por ello el simbolismo de la
iniciación, donde renacemos como hombres nuevos, para afirmar y afianzar
nuestros valores.

Este proceso de transformación logrado con el trabajo, no es inmediato. Implica


un aprendizaje del oficio, empieza con el reconocimiento y aceptación de
nuestras imperfecciones, hacerlas conscientes, para poder superarlas. Nos
exige esfuerzo y constancia, puesto que la perfección es infinita, por lo que es
una labor que deberemos desarrollar a lo largo de nuestras vidas. Por eso
trabajamos “desde medio día hasta media noche”, desde nuestra edad de
plenitud hasta nuestra muerte.

Es evidente que este trabajo no podrá ser realizado sólo con obra de nuestras
manos, requeriremos el uso de algunas herramientas que faciliten nuestra labor.
Las herramientas asignadas a los aprendices son la regla de 24 pulgadas, el
mazo y el cincel.

La regla de 24 pulgadas, que encierra una simbología múltiple. Es un símbolo de


medida y significa que el trabajo masónico se practica las 24 horas del día, la
cual dividimos en tres partes iguales, dedicando ocho horas para nuestras
ocupaciones usuales; ocho horas para atender a nuestros hermanos en
desgracia y ocho horas para el descanso. Es decir, debemos aprender a ser
disciplinados con el manejo de nuestro tiempo, dedicándole las horas adecuadas
para el cumplimiento de nuestras obligaciones. La regla también significa, la ley
y la rectitud de cómo el aprendiz debe realizar su trabajo.

Otra herramienta es el mazo, que representa la voluntad, primera condición para


lograr un cometido. Si vamos a proponernos un objetivo, en primer lugar
debemos querer hacerlo, antes de proceder. El mazo simboliza también la
fuerza de voluntad que debemos tener para librar a la piedra de sus
imperfecciones. La obra de creación y regeneración no podemos hacerla en
siete días, requiere de una voluntad firme, requiere de perseverancia.

Precisamente por esto es que el aprendiz recibe como herramienta el mazo. Por
ello simbólicamente en la iniciación damos un golpe en la piedra bruta. Es el
primer paso del aprendizaje, ya que con esta herramienta deberemos de
aprender a golpear lo material para moldear el espíritu, aprender a graduar la
intensidad del golpe y la fuerza con que se aplica, aprender a golpear con calma
y constancia para no fatigarnos pronto, aprender a hacerlo a un ritmo
determinado para poder cumplir la tarea diaria y no retrazar el trabajo.

Pero la fuerza activa del mazo que es la voluntad, no golpea directamente en la


piedra, esta energía es dirigida por otra herramienta complementaria que es el
cincel. Éste simboliza: la inteligencia y el discernimiento. El cincel canaliza la
fuerza de la voluntad, la orienta y dirige de manera apropiada, canaliza la fuerza
del impacto del mazo, para que golpe a golpe vaya tallando la piedra bruta. Por
ello, el aprendiz deberá de aprender a manejar de manera conjunta el mazo y el
cincel.

Como vemos, no basta la voluntad. Ésta debe acompañarse de inteligencia y


juicio para lograr los objetivos. Igual no basta usar el cincel, el mazo deberá
golpearlo para lograr el cometido. El cincel a su vez, debe ser permanentemente
afilado para poder moldear la piedra vasta. Debe ser afilado con la permanente
reflexión, meditación, el estudio de nuestra liturgia y la búsqueda del
conocimiento, la perfección intelectual y moral.

Por lo tanto, el trabajo del masón consiste en buscar la mejora permanente.


Debe ir tras la búsqueda de la perfección. Se conducirá con disciplina y rectitud
durante las 24 horas del día, expresando en la práctica, la voluntad permanente
de mejora. Desarrollará sus actos con inteligencia y prudencia. El trabajo del
masón es perfeccionarse en todos los aspectos de su existencia, modelar su
carácter y personalidad, cultivar y practicar valores. Sólo así podremos decir,
cuando pasemos a decorar el oriente eterno, que “los trabajos han sido justos y
perfectos”.

Bibliografía
Cesar González Echevarria. “Día del trabajo y el trabajo masónico” en Hiram Abif N°4
junio 2000.
De la Garza Toledo, Enrique. Sindicatos y nuevos movimientos sociales en A.L.
CLACSO 2005.
Encíclica “Laborem exercens” Septiembre 1981.-
R:. H:. Pezo Iberico Aurelio. “el trabajo del aprendiz”
Rieznik Pablo. Trabajo, una definición antropológica. En Razón y revolución N° 7
verano 2001

Ap:. Rubén Velarde Flores


R:.L:.S:. Benjamín Pérez Treviño Nº 86 – Valle de Lima.

Noviembre 2007

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