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Susan Sizemore

Ardo por ti

Resumen:
El mundo es peligroso para Alec Reynard y los de su especie. Mientras que
la oscuridad de su alma amenaza con dominarlo, él se somete a
experimentos médicos secretos que le permiten vivir bajo la luz del día.
Vive una doble vida como guardaespaldas y además tiene que luchar
contra la atracción que siente hacia Domini Lancer, una simple mortal a la
que de forma inesperada reconoce como su compañera.
Domini no sabe nada de la verdadera naturaleza de Alec pero cuando el
peligro la acecha,, él la secuestra y la lleva junto a su Clan para
protegerla. Sin poderse ocultar por más tiempo y a medida que es atraído
hacia Domini, Alec se pregunta si ella aceptará la oscuridad que existe
dentro de él, o si es realmente una inteligente asesina de vampiros,
infiltrada entre los suyos.
Capítulo 1

Anhelaba desesperadamente la noche.


A pesar de los avances modernos que le permitían vivir a la luz del día Alexander
Reynard ansiaba volver a la oscuridad, especialmente en ese momento que conducía por
el denso tráfico de la mañana, bajo la luz del sol que le producía ampollas en la piel y
dolor de cabeza aún llevando gafas de sol oscuras y los cristales del coche tintados. A él
solía gustarle ver amanecer pero últimamente la luz le lastimaba. Temía estar
transformándose.
Alec se había obligado a dormir la noche anterior, por pura obstinación, para
convencerse a sí mismo de que la naturaleza no podría vencerlo, pero pronto se dio
cuenta de que había cometido un error, porque en sus sueños una mujer había venido a su
cama.
Había asaltado sus sentidos con su dulce aroma, y su piel caliente, firme y suave como la
seda. Se despertó excitado entre las sábanas enredadas y húmedas, notando sangre en
sus labios y un hambre voraz que se fundía en sus venas. No tenía ni idea de dónde
estaba ella. Podía estar dentro de una tumba o en la habitación de un hotel. No notaba la
diferencia. Aulló hambriento en la oscuridad. Había sido un sueño pero la mujer existía,
estaba seguro de eso. Todo lo que tenía que hacer era encontrarla. Reclamarla.
Pero aún no comenzaría la búsqueda. No era un buen momento para buscarla.
Con el sol pegando fuerte Alec encontró un lugar para aparcar en Hill Street, cerca del
gran Mercado Central, aún tendría que caminar tres manzanas bajo el sol hasta llegar a
su destino, pero atajando a través del mercado al menos estaría a la sombra durante un
rato.

Domini Lancer despertó de un extraño sueño de ángeles, melocotones y sexo. Aún


estando despierta seguía deseando comer melocotones. Incluso los podía oler mientras
se tomaba una larga ducha caliente para intentar borrar el sueño de su mente.
Sin embargo no pudo olvidarse de ellos ni del impulso de ir a comprar algunos antes de ir
a trabajar. Se dijo que no haría caso de un sugestión tan ridícula, pero allí estaba en el
Mercado Central. Nunca había sentido una necesidad tan apremiante de seguir un sueño
y eso le asustaba un poco. Le asustaba pensar que se estuviera volviendo loca, le
asustaba lo que estaba a punto de suceder. E incluso algo peor, le asustaba que no
sucediera nada. Ella nunca había tenido un sueño premonitorio tan fuerte antes, pero si
que había tenido pequeñas visiones, aunque se alegraría si finalmente esta se trataba de
una tontería.
Al igual que su jefe, al que ella había llamado para decirle que se retrasaría.
Al viejo Lancer le daba igual que Domini fuera su nieta. Con su profunda voz ronca,
claramente molesto le había dicho:
-Pues muy bien
Y había colgado el teléfono. Aunque siempre la había confortado cuando había tenido
esos sueños de pequeña, de adulta nunca había intentado ayudarla ni animarla a
descubrir si era una psíquica. Quizá porque ambos deseaban que fuera lo que no era.
Domini oyó música, y miró a su alrededor. Angels Would Fall de Melissa Etheridge
sonaba en la radio de un vendedor de fruta, donde una pirámide de melocotones se
elevaba en el soporte sobre el que estaban colocados, refulgían con luz propia, parecían
de oro como el sol de la mañana. La música se expandió alrededor de ella, chispeante,
animada, llena de secreta pasión y dolor.
Rechazando el sonido, Domini cogió un melocotón de encima de toda la pila. Su pelusa de
terciopelo le acariciaba sensualmente la palma de la mano, tentándola como si fuera la
manzana del paraíso. Se sentía como si al morderla pudiera entrar en trance o caer en
brazos del amor.
Lo acercó a sus labios.
-¿No quiere pagarlo primero? – le preguntó el vendedor
La música casi se apagó quedando sólo un sonido de fondo, lo que hizo que volviera a la
realidad.
Domini le sonrió con aire de disculpa y le dio rápidamente la fruta al vendedor.
-Deme una docena
El vendedor le puso once melocotones más.
Después de pagar y coger la bolsa de plástico con la fruta, Domini se dirigió a la salida
más cercana, enfadada con el universo que le había maldecido con unas visiones tan
insustanciales. ¿Qué motivo podía tener dios? Porqué había tenido que ser tan
desesperadamente importante ir al Mercado Central, ¿solamente para escuchar una
canción en la radio?
-Podría haberla escuchado en casa- dijo quejándose
-¿Habla siempre sola? –le preguntó una voz masculina.
Nunca había oído una voz como esa antes, imperturbable y a la vez suave, acariciadora.
Domini se giró para ver al hombre que había hablado. Cuando movió la cabeza algo tan
suave como la brisa y tan íntimo como un beso le rozó la parte posterior del cuello. Sintió
un temblor frío de miedo bajar por su espina dorsal y un calor que le hacía arder la
sangre. La combinación era tan opuesta que parecía que estuviera tomando brandy de
melocotón.
Aunque el mercado estaba lleno, ella se sentía como si estuviera sola en la luna.
Y alguien la acechara.
Domini miró lentamente alrededor, intentando descubrir cualquier amenaza, ver
cualquier cosa que se saliera de lo común. La familiar rutina a su alrededor la ayudó a
calmarse.
El mercado era un enorme espacio abierto, lleno de ruido de la gente que iba deprisa por
los pasillos, y de las que estaban desayunando en las barras de las cafeterías. A pesar de
las luces de neón y del sol que se colaba por las cuatro entradas, tanto el almacén como
el edificio se mantenían en una cierta penumbra.
Nada parecía fuera de lugar. Era una mañana normal con la gente que iba a sus trabajos
disfrutando de las vistas y los sonidos del lugar. No existía nada amenazante.
Domini se giró hacia la entrada y lo vio inmediatamente, estaba justo en la puerta que
daba a la calle Angels' Flight. Usaba gafas de sol, pero sabía que debajo de ellas la
miraba fijamente. Ella lo miró con audacia a su vez.
Su silueta alta y fuerte se recortaba contra el sol de California que lo enmarcaba como
una aureola. Su cara estaba ensombrecida por un sombrero que le recordó al de Indiana
Jones solo le dejaba ver un mentón cuadrado con un hoyuelo en la barbilla, cubierta por
una sombra de incipiente barba.
¿Pero cómo podría haber sido de él la voz que le había hablado al lado de los almacenes
Unless & Unnerved? Domini se dio la vuelta y salió corriendo por la entrada opuesta. No
sabía que pensar, solo sabía que tenía que salir de allí. Miró detrás de su hombro para
cerciorarse de que él no la seguía.
Alec vio como se alejaba la mujer alta y atractiva. Se le grabaron en la memoria su pelo
largo y oscuro, sus labios carnosos, sus largas piernas y sus ágiles movimientos. Mientras
ella huía venció el impulso de seguirla con toda la voluntad que pudo reunir. Aunque la
confusión y el miedo lo inundaron se mantuvo firme dejando que el dolor fluyera a través
de su cuerpo, deseándola con toda su alma, sangrando por dentro al ver su rechazo. Se
dijo que ella tenía derecho a huir y no se dejaría influir por ello. Respiraba con
dificultad, tenía cada músculo de su cuerpo tenso y duro como una piedra.
Dejar que se fuera. Eso era lo correcto.
Incluso mientras se decía esto, su parte más oscura la odió por haber huido, él creía en
el emparejamiento de las almas a primera vista. Pero Alexander Reynard era más
civilizado. Debía pensar más en los motivos de ella que en los suyos propios.
Lo que les sucedía estaba más allá del conocimiento de ella, e incluso del de él, si se
tocaran en esos momentos, sería algo salvaje y brutal.
No esperaba encontrarla tan pronto y perderla le había roto el corazón, deseó darse la
vuelta y aullar como la noche anterior. Pero de momento tendría que conformarse con
algún breve contacto mental, o por lo menos lo haría hasta que pudiera ofrecerle un
hombre en lugar de un monstruo.
Podría haberla seguido con facilidad. Su olor aún seguía vivo en el aire, su aura brillaba
perceptiblemente incluso en medio de la multitud. Cambió de dirección de forma
decidida. En unos minutos tenía una cita en un tugurio cercano.
Era a causa de esa reunión que se encontraba en el centro de Los Ángeles. Se ceñiría a
eso nada más. Verla, saber que verdaderamente existía le daba la esperanza para
soportar lo que fuera necesario.
Relajó los puños. Atravesó el mercado y luego caminó bajo el sol como había previsto
desde el principio.
Capítulo 2
Casi todas las ciudades pequeñas y todas las grandes tenían un lugar de reunión para los
suyos. En Chicago era una boutique de un hotel. En Nueva York, una librería. En Nueva
Orleans, un bar al aire libre famoso por su café y sus donuts. Allí en Los Ángeles, el
lugar de reunión era un bar en el peor barrio del centro de la ciudad. Era un lugar de
mala fama. Intencionadamente se había hecho así para disuadir a los clientes
indeseados, que eran la mayoría de la población. Los clientes del bar pagaban muy bien su
aislamiento, y aprendieron a no quejarse por la suciedad ni los olores a su propietario.
A pesar de que el establecimiento nunca cerraba, en aquellos momentos, Alec era el
único cliente que había. Se sentó en el centro del bar en una mesa que tenía una pequeña
marca, y bebió de lo que parecía una cerveza aunque no lo era.
Odiaba tener que esperar. Volvió a echar otro vistazo a la puerta enfadándose aún más.
Finalmente dejó de vigilar la puerta para concentrase de nuevo en su vaso. La cerveza
parecía negra y fuerte, pero en realidad era una pócima de hierbas, no deseaba pensar
en lo que estaba probando, si tenía suerte podría disfrutar de una cerveza otra vez,
pero ahora debía renunciar a ella por razones médicas.
Si sucediera lo peor sería un salvaje que no estaría ansiando precisamente una cerveza.
El puño de la camisa se le subió hacia arriba dejando entrever el tatuaje que tenía en el
interior de la muñeca izquierda. Se le estaba borrando, lo que no era una buena señal.
La puerta se abrió y se volvió a cerrar con un golpe seco. Shaggy Harker se acercó hasta
la mesa y se sentó en la otra silla.
-Hola compañero. -La voz profunda de Shaggy llenó la estancia-. Cuánto tiempo.
Estuvo a punto de gruñirle a Harker y eso realmente le preocupaba, porque podría haber
convertido una reunión de viejos amigos en un lío sangriento; sabía por experiencia que
ambos reaccionarían con el instinto más que con la razón. Sintió la boca y los dedos
rígidos por el esfuerzo que le suponía intentar controlarse.
Hizo una mueca parecida a una sonrisa.
-Mucho tiempo –confirmó Alec-. Con tanto pelo pareces un gorila.
Shaggy echó la cabeza hacia atrás y comenzó a reírse.
-Pues tú estás hecho una mierda.
-Y me siento como una mierda también –reconoció Alec.
Con un rápido movimiento, Shaggy envolvió con su gran mano el brazo izquierdo de Alec,
agarrándolo con delicadeza. Alec se quedó quieto mientras le examinaba el tatuaje del
zorro.
-Se está borrando – le dijo – Pronto desaparecerá.
-Sí – admitió después de un largo silencio.
Shaggy le soltó y se sentó detrás con los brazos cruzados sobre su ancho pecho. La
mayoría de los hombres lobo no eran como la gente pensaba. Aunque Shaggy Harker si
entraba dentro de los estereotipos. Era grande y barbudo, llevaba el pelo largo con
vetas de color plata atado en una coleta con un trozo de cuero rojo. Vestía chaqueta de
cuero, pantalones vaqueros y una vieja camiseta negra.
Shaggy era muy astuto y perceptivo, desde luego nadie se atrevía a meter la nariz en su
territorio. Si alguien con poderes sobrenaturales necesitaba algo en Los Ángeles acudía
a él. Si era legal.
-¿Estás en la ciudad para curarte? –dijo mientras pedía una cerveza de verdad al
camarero.- En la clínica los doc hacen un buen trabajo- agregó mientras daba un trago a
la cerveza fría.- Son muy buenos.
Alec odiaba los comentarios comprensivos así es que le miró con frialdad, pero sabía que
sus nervios a flor de piel eran solo una excusa para su mal humor, y su forma de actuar
tan beligerante.
Levantó la mano al camarero para que trajera otra bebida a Shaggy. Y entonces se dio
cuenta de que a él también se le estaba acabando la suya.
-Tengo una cita en la clínica dentro de un rato. Hay nuevas condiciones sobre la forma de
recibir el tratamiento.
-Eso está muy bien -dijo Shaggy- Servir de conejillo de indias es el precio que hay que
pagar para servir a la humanidad.
Alec se enfureció al oír ese comentario.
-Soy un Guardián del Clan Reynard. – Le recordó al hombre lobo con el que había
coincidido en una misión para rescatar rehenes de la embajada hacía varias años. - Estoy
al servicio del Clan. Somos guardianes, protectores – le dijo orgulloso.
-Y susceptibles. Jamás había visto a nadie replicar tan rápido. Gracias –dijo al camarero
que estaba colocando otra cerveza en la mesa. Dio un buen trago y luego se limpió la boca
con el reverso de su mano.- Es de lo mejor que se puede comprar, Alec...
-Antes me llamabas Coronel.
-Sí, pero eso fue antes de que entraras en los Delta Force1.
Era cierto que los miembros de las Fuerzas Especiales actuaban usualmente como civiles
encubiertos y por tanto no utilizaban los grados.
-Tú ya sabías que me habían trasladado.
-Algo de eso imaginé cuando desapareciste tan repentinamente – dijo Shaggy
encogiéndose de hombros. Ahora ambos somos civiles. ¿Tú también estás fuera verdad?
-Desgraciadamente sí.

1
Fuerza de élite del ejército de los E.E.U.U. al que se le encomiendan las operaciones
antiterroristas que se realizan fuera del país (N. de la T.)
Alec había tenido que dimitir cuando le habían comenzado los síntomas. Los delta force
no eran el lugar idóneo para un vampiro cuando las drogas que hacían que pudiera estar
en el exterior comenzaron a perder su eficacia.
-¿Necesitas trabajo?
Alec se frotó la parte posterior del cuello, mientras movía la cabeza de lado a lado.
-Sí que lo necesito –contestó- Cuando trabajo se me relajan los músculos. Sin querer le
vino a la memoria la mujer en el mercado, pero rechazó el pensamiento.
-Lo necesito con urgencia.
-Puede que tenga algo para ti- le dijo Shaggy- El viejo Ben Lancer necesita un hombre en
su empresa. ¿Tu curriculum vitae soportaría una investigación a fondo?
-Por supuesto –contestó Alec- ¿Qué clase de empresa es?
-Protección personal
-Guardaespaldas
-Eso es lo que hay. Ricos y famosos. ¿Proteger a estrellas de cine no es bastante digno
para un chico del Clan?
Alec deseó decirle que él no era ningún chico del Clan, pero sabía que no sería él quién
hablara, sino más bien la medicación que necesitaba un ajuste.
-Depende de la estrella de cine –dijo en tono jocoso.
-Un amigo de un amigo puede conseguirte una cita con Lancer –dijo Shaggy –Puede que
hasta para hoy mismo. ¿Estás de acuerdo?
-Gracias.
Miró durante un instante a los ojos del hombre lobo, como una muestra de respeto más
que de desafío entre una criatura de una especie a otra.
Shaggy asintió con la cabeza.
-Te llamaré cuando sepa algo.
Se sintió aliviado al apuntarlo en su agenda, en realidad casi esperaba con ilusión su
primera cita en la clínica privada, estaba deseando poder controlar sus sentidos
demasiado perceptivos. Por ejemplo, en esos momentos era completamente consciente
de la subida del nivel de Feromonas2 de su amigo.
Shaggy miró a su alrededor nervioso y echó un vistazo al reloj.
-No puede quedarme aquí hablando sobre los viejos tiempos - dijo sonriéndole. – Tengo
que llegar a casa cuanto antes, mi vieja dama me está esperando.
Sus feromonas le dijeron a Alec más cosas de las que quería saber acerca de la vida
privada de los hombres lobo. Él también se puso de pie.
-Yo también tengo que irme. Ya nos veremos.

2
Sustancia hormonal que despierta la reacción del sexo opuesto (N. de la T.)
-Estaremos en contacto. – Luego Shaggy le dijo adiós, mientras salía rápidamente a la
calle.
Alec se puso la chaqueta, los guantes para conducir, las gafas de sol, y el sombrero
antes de comenzar a caminar bajo la luz del sol. No mucho tiempo atrás no habría
necesitado de toda esa parafernalia antes de enfrentarse a la luz del sol, pero ahora si
lo necesitaba, aunque esperaba que los médicos de la clínica pudieran hacer que
recuperara de nuevo su vida normal.
Todo lo normal que podía ser su vida.

-Vaya, pero si es Domini “el ama” paseando tranquilamente.


-No he paseado tranquilamente en toda mi vida -le dijo Domini a Andy Maxwell, que se
había acomodado sobre el escritorio de Nancy en la recepción.
Como siempre que no estaba trabajando, Andy la miraba con fingida lujuria. En realidad
no era un cerdo sexista, solo un buen amigo con un retorcido sentido del humor.
Ella le señaló el suelo de mármol blanco.
-De rodillas cuando me hables, “siervo”.
Andy obedeció inmediatamente, levantando la cabeza hacia ella antes de que se lo
pidiera.
Domini comenzó a reírse igual que siempre.
Nancy los miró fijamente por encima de sus gafas
-Dejaros de tonterías los dos
Ambos sabían quien era la verdadera “ama” de la compañía.
-Si mamá –contestaron a la vez
Andy dio un bote desde el suelo, para inclinarse de nuevo sobre el escritorio.
-Tu abuelo quiere verte – le dijo Nancy a Domini
-¿Ahora mismo?
-Me llamó por teléfono para decírmelo en cuanto te vio bajar del ascensor.
Las anchas puertas de cristal de Servicios Lancer, le dieron una vista completa a Nancy
del vestíbulo y de las brillantes puertas de cobre de los ascensores.
-Y tú vuelve a tu trabajo –le dijo Nancy a Andy – Antes de que vuelvas a preguntarme la
hora.
-Sólo vine a por grapas -protestó Andy. – Y a coquetear un poco...
Domini sacudió la cabeza divertida. Andy era un conquistador, pero le gustaba demasiado
su trabajo como para romper la regla del viejo Lancer sobre las relaciones entre el
personal.
Concéntrate en el trabajo o vete, ésa era su filosofía.
Concentrarse en el trabajo no suponía ningún problema para Domini, pero precisamente
ese día estaba teniendo muchos problemas para sacar de su mente la imagen del hombre
que había visto en el mercado.
Fue hasta la puerta de la oficina de su abuelo y llamó. Estaba al teléfono, así es que fue
hasta la nevera, cogió una botella de agua pequeña luego se sentó en una silla de cuero
marrón delante de su escritorio, y escuchó la conversación telefónica que mantenía.
-El chico es justo lo que buscábamos ¿eh? ¿Cuánto sabe? ¿Como cualquier entrenador de
la PPA? ¿Usa traje? Vale. Mándamelo hoy mismo.
-¿Ya tienes a alguien que sustituya a Hancock? –le preguntó Domini cuando su abuelo
colgó el teléfono.
El escritorio era amplio, moderno y con remates de cristal. Un regalo que le había hecho
hacía unos años un cliente agradecido. El traje que llevaba al igual que el resto de la
decoración era como le gustaban, barato y práctico, aunque muy profesional lo que
tranquilizaba hasta a los mas meticulosos clientes de la compañía. El ordenador de
pantalla plana y el teléfono estaban a un lado del escritorio. El viejo apoyaba
generalmente los pies encima de la mesa en el otro lado del escritorio cuando no había
clientes. Aunque Nancy mantenía el escritorio limpio y ordenado antes de cualquier cita.
Puso los pies encima del escritorio.
-Eso parece –dijo satisfecho.
-Que alivio. ¿Tiene madera para ser jefe de equipo?
-No lo sabré hasta que no lo vea ¿verdad?
Domini asintió con un movimiento de cabeza.
La gente iba y venía de este tipo de negocio. Lancer empleaba solo a los mejores y estos
normalmente se independizaban cuando pasaba algún tiempo y ponían sus propias
agencias. Tommy Hancock había aceptado recientemente una oferta de trabajo con el
Servicio Secreto, su marcha había sido un orgullo más que una decepción. Pero sustituir
a alguien de su experiencia era normalmente una tarea difícil. El viejo había comenzado a
sentirse frustrado, pero ahora no lo parecía, lo que alegró a Domini. Aunque ahora no
tenía tanto estrés, deseaba que moderara sus responsabilidades. Sin embargo estaba
prohibido sugerirle algo así.
Aunque no parecía tener más de sesenta años, tenía ya ochenta. Su pelo estaba más
canoso ya que castaño tanto en la cabeza como en la barba. Su piel bronceada no tenía
más arrugas que unas patas de gallo alrededor de sus asombrosos ojos azules. Una vez
había oído a alguien describir los ojos de Ben Lancer como azul neón y era una
característica física que ella había heredado. A pesar de su edad su voz era profunda
con un tono áspero, como el buen whisky. Y el whisky era también su debilidad cada año
en el aniversario de la muerte de su abuela.
Con esa fecha ya muy cercana, Domini se alegraba de que el viejo tuviera una
preocupación menos en la cabeza. Especialmente ahora que ella había vuelto a tener
premoniciones.
Puesto que había sido él quien la había mandado llamar, le preguntó:
-¿Que querías?
-Holly Ashe ha llamado – le respondió.
Domini sonrió.
-¿Llamó a tu casa? Ella sabe que ahora tengo mi propia casa, y mi número de teléfono
móvil, aunque no nos hemos visto desde hace más de un año.
Ella y Holly habían sido muy buenas amigas desde preescolar hasta el instituto. Luego
Domini se había ido a la Universidad y Holly a recorrer el mundo. Permanecieron en
contacto aunque desde que la carrera de Holly como cantante había comenzado a ir
viento en popa el contacto había sido menos frecuente. Se llamaron y mandaron emails
cuando Holly rompió con su novio, pero de eso hacía más de un año, cuando Holly estaba
de gira por Europa.
-¿Y que te dijo Holly cuando llamó?
-Su manager está preocupado por su seguridad. Y ella nos recomendó. Quiere que seas
su guardaespaldas.
Domini se tragó la mitad de la botella de agua de un sorbo.
-Estoy segura que ha dicho como quiere que se haga exactamente el trabajo
Asintió con la cabeza.
-Ya ha sido asignado a nuestra compañía. Serás tú misma quién irá a hablar con su gente
para acordar los detalles.
Domini casi dejó caer la botella.
-¿Quieres que sea yo quién elabore los detalles del trabajo?
Sus ojos azules se entrecerraron.
-Quisiera que hicieras un buen trabajo y un informe para el equipo. ¿Está claro?
Cuando Benjamin Lancer hacía ese tipo de pregunta, contaba solamente con una
respuesta.
-Sí Señor ¿Que tipo de contrato? ¿De cuanta duración? ¿Quien va a dirigir el trabajo?
Una leve sonrisa arrugó su cara.
-Veo que no preguntas si vas a estar en el equipo.
Ella sonrió.
-He asumido que Holly insistió en ello.
Asintió.
-Buena chica.
Era raro que él le dedicara un elogio, así es que disfrutó durante unos instantes de ese
momento. Sentar las bases del trabajo significaba pasar durante varios días casi toda la
jornada en la oficina. Eso la daría suficiente tiempo para recuperarse de las cosas tan
extrañas que le habían ocurrido en las últimas horas. Necesitaría centrarse, usar todo su
ingenio y sobretodo mantener una conducta normal mientras estuviera haciendo trabajo
de campo.
La seguridad de la gente dependía de ella. Por un momento vaciló en contarle a su abuelo
el incidente del mercado, en esos momentos no le parecía el mejor tema a tratar. Pero su
profesión exigía honradez y su abuelo lo esperaba de ella. Porqué así es como la había
educado.
Carraspeó.
-Tengo que decirte algo.
-Ya me di cuenta, porque te quedaste sentada en la silla en vez de estar preparando el
trabajo.
Domini hizo una mueca juguetona.
-¿No quieres que mi preciosa cara sea lo primero que veas por la mañana, abuelo?
Él echó un vistazo a su reloj.
-Pues no tiene que ser exactamente lo primero ¿eso es lo que ibas a preguntarme? ¿Qué
querías decirme?
-Tuve un sueño ayer por la noche. Pero no era un sueño normal. Fue una premonición...
-Pensé que no habías vuelto a tenerlas.
-No quise hablar del tema. Creí que no era necesario.
La miró furioso, algo que parecía ser innato en Ben Lancer.
-Grrrr. Sigue.
-Este sueño era diferente a todos los que había tenido antes. Era...-no quería decir
erótico porque hasta la palabra se le quedaba pequeña para las sensaciones que había
despertado en ella - ...Inquietante. Desperté sintiendo...deseo.
Las botas de su abuelo golpearon el suelo con un sonido sordo e impactante mientras se
incorporaba en la silla. Sus brillantes ojos azules la miraron fijamente.
-¿Sentiste una compulsión? ¿Te obligó a ir a algún sitio?
Si Domini no le conociera tan bien hubiera jurado que era miedo lo que había oído en su
voz. Pero de todas formas el tono consiguió ponerla nerviosa.
-Sí - le dijo -¿Como lo sabes?
-¿Como te sientes ahora?
Domini se encogió de hombros.
-Mejor. Más estable. Pero estaba realmente desorientada hasta que salí del mercado.-
Dejó de hablar y se tomó un momento para organizar sus pensamientos. -¿Qué consigo
normalmente con esas pequeñas premoniciones? Y además no me gusta ver
acontecimientos importantes antes de que ocurran.
-Cuando apenas tenías tres años, despertaste a todo el mundo gritando Terremoto.
¡Terremoto! Salimos de la casa justo antes de que el temblor de tierra nos sacudiera.
Domini estaba sorprendida.
-No recuerdo eso.
-Pues eso es lo que ocurrió tanto si lo recuerdas como no. ¿Que mercado?
Domini tomó aire y comenzó a hablar:
-El Mercado Central –le dijo –Estaba allí porque...ansiaba...Necesitaba comprar
melocotones.
-¿Llegaste tarde al trabajo porque necesitabas comprar fruta? -Su disgusto era
evidente. Se volvió a sentar en su silla.- ¿Y crees que alguien te forzó a ir hasta allí?
Domini volvió a sorprenderse.
-Había un hombre- Incluso con solo hablar de él se estremecía - ¿Cómo lo sabías?
Se inclinó hacia delante sobre el cristal grueso del escritorio, para observarla con
detalle.
-Háblame de él ¿Qué parecía? ¿Se te acercó? ¿Te habló?
Él parecía ser ahora el que estaba aturdido como antes lo había estado ella.
-Olvídalo. No quiero hablar de eso.
Se dio la vuelta para ir hasta la puerta.
-Espera...
Domini se escabulló tras la puerta.
-Esto es precisamente lo que no necesito –murmuró mientras iba hacia su propia oficina –
Con un raro en la familia ya tenemos bastante.
Capítulo 3
-Sí – dijo Domini más tarde contestando a la llamada interna.-Voy para allá.
Colgó y se dirigió de nuevo a la oficina del jefe.
Su abuelo no estaba solo.
El hombre que estaba al lado del escritorio se dio la vuelta cuando ella abrió la puerta.
Aunque la oficina estaba bien iluminada, todo lo que pudo ver al principio fue la silueta de
un hombre alto y musculoso, que aún estando inmóvil exudaba arrogancia, fuerza y poder.
Se quitó el sombrero. Domini parpadeó y entonces pudo verlo bien. Pero la impresión de
peligro seguía estando ahí.
No es que fuera el hombre más guapo que había visto nunca, es que era aún mejor. La
palabra que le vino a la mente era fuerte, no solo en un sentido físico. Las
características de su cuerpo transmitían fuerza, su mandíbula era cuadrada y los
pómulos parecían haber sido cincelados. Tenía un profundo hoyuelo en la barbilla y unos
ojos verdes que no podía dejar de mirar. Todo en él parecía un desafío.
-Domini, no está bien que mires tan fijamente –le dijo su abuelo
-¿Vale, quién es? murmuró.
Él sonrió levemente. Lo que hizo que volviera a sentir la agitación. Se notaba que no iba
a conseguir tener ni siquiera un momento normal en todo el día.
¿Y qué sería normal?
No hizo caso de ese pensamiento.
-¿Quería verme, señor?
-¿Te diría que entraras si no fuera así?
Con rudeza el abuelo le dijo que el extraño no era un cliente. Ya sabía eso de todos
modos. Él no necesitaría protección. A pesar de estar inmóvil y con una expresión neutral
en su cara, se notaba que era la persona más peligrosa de la habitación y era mucho
considerando que ni ella ni su abuelo eran unos lindos gatitos precisamente.
-Este es el chico nuevo
-Alexander Reynard –dijo presentándose él mismo – Domini...interesante nombre.
Su voz era suave y aterciopelada, con un tono cautivador.
-Es un viejo nombre escocés -contestó – Significa profesor.
-¿Ah, sí? -dijo - Pensé que era una variante de Domanae, que significa “Amante”
Domini se ruborizó al recordar la broma con Andy Maxwell. ¿Habría hablado ya con los
miembros de la plantilla?
-Nunca supe porqué tu padre decidió llamarte así - dijo su abuelo interrumpiendo sus
pensamientos - Sr. Reynard, Domini le enseñará todo. Serás su supervisora durante
toda la semana próxima, puede empezar mañana por la mañana.
Alec notó como Domini contenía la sorpresa y la irritación. Estaba muy ocupada y él iba a
distraerla. Hizo un gran esfuerzo para alcanzar su mente en medio de la niebla que
entorpecía sus sentidos. Sería mejor ahorrar energías, así es que después de unos
instantes interrumpió el contacto.
Mientras ella lo miraba fijamente, él abandonó su mente.
-Sí, señor - contestó a su abuelo.
-Su amante, por supuesto -pensó Alec. Su premio. Suya.
En ese instante se formó una imagen en su mente, una visión de como en la antigüedad su
raza era recompensada con los cuerpos de las mujeres más hermosas del mundo. Mucho
antes de que naciera, desde luego, pero conocía las leyendas de los buenos tiempos.
Nadie iba a llevar esa mujer a su cama y eso le gustaba, porque deseaba ponerla él mismo
allí.
No le había sorprendido encontrársela, después de todo el destino acostumbraba a
gastarle bromas crueles. Parecía tan cercana y a la vez tan distante, que no se atrevía a
tocarla, saborearla o reclamarla. No en sus condiciones.
De momento se sentía bien con el cóctel de drogas que circulaba por su sangre. Los
doctores se las habían administrado para conseguir que pasara la entrevista y el resto
del día, pero también le entorpecían lo suficiente como para no poder casi rozar su
mente. Era un círculo vicioso, porque las mismas drogas le ponían furioso pero también le
hacían mantener el control.
Mientras que ella hablaba con su abuelo, Alec miraba con cuidado a Domini para que su
abuelo no lo notara, porque estaba seguro que su mirada era la de un depredador.
Cuando Alec había visto a Domini en el mercado había percibido más su espíritu que su
aspecto físico. Se había fijado sobre todo en su pelo oscuro y en lo alta que era. Vista
desde más cerca había podido apreciar su cuerpo atlético y sus largas piernas, aunque
era mejor no pensar en sus curvas ni aún estando entumecido por las drogas. Más
adelante tendría tiempo de desnudarla lentamente para contemplarla y acariciarla hasta
hacerla gritar de placer. Pero por ahora tendría que conformarse con mirar su cara.
Ella no era lo que podría decirse una belleza clásica, ni tampoco una actriz de Hollywood,
y estaba agradecido por ello, no era una rubia con implantes de silicona, no había
intentado conseguir una perfección artificial, tenía la formas perfectamente delgadas y
flexibles que le había otorgado la naturaleza. Tenía un cuerpo firme conseguido a base
de trabajo duro, sudor y dedicación. Apreciaba y admiraba eso.
La cara. Concéntrate en la cara antes de que consigas estar incómodamente excitado y
hagas algo estúpido.
Los ojos de Domini eran de un asombroso azul brillante rodeado por unas pobladas y
oscuras pestañas. Su barbilla era afilada y obstinada. Su piel, pálida y sin defectos,
exceptuando un lunar que tenía más abajo del lado derecho del labio. El lunar le daba un
aire descarado y libertino a una boca que lo tenía asombrado. Eran unos labios plenos,
maduros hechos para ser besados durante varias horas al día. Un hombre podría pasarse
la vida adorando la suave sensualidad de su boca.
-Vamos te enseñaré los alrededores- le dijo Domini devolviéndole de nuevo al presente.
-Gracias - Alec intercambió una larga mirada con Ben Lancer. La mirada de Lancer tenía
una advertencia de que no permitía ninguna confraternización, especialmente con su
nieta. Alec asintió con la cabeza, pero estaba más cerca de asumir el riesgo de romper
la regla que de acatarla.
A Domini el corredor del pasillo que conducía a las oficinas y que más bien parecían
madrigueras, nunca le había parecido tan largo. Se sentía encadenada, casi acechada.
Quizá se sentía incomoda porque no podía oírlo detrás de ella. El pasillo no estaba
alfombrado, y él no usaba suela de goma en los zapatos, ¿así que porqué no podía oír el
ruido de sus pasos, ni tampoco el de su respiración? Maldita sea ¿Sería un veterano de
los Delta Force muy bueno? que pregunta más estúpida intentar averiguar lo que era él,
¿podría saberlo alguna vez?
Cuando su mano tocó su hombro, Domini notó una sacudida eléctrica, en sentido literal.
La sensación fluyó a través de ella como un rayo eléctrico. Gritó asombrada y se giró
para hacerle frente, con las manos en posición defensiva. Para encontrarse solamente
con un hombre realmente sorprendido y muy apuesto, que dijo:
-Lo siento.
Debía haber sido ella la que se disculpara pero estaba asustada y se sentía como una
estúpida. Y algo más también, algo que hizo que su corazón galopara y que la sangre
latiera tumultuosamente en sus venas. No sabía lo que podía ser, pero sí que el Sr.
Alexander Reynard era la causa.
-¿Te comió la lengua el gato?- le preguntó cuando el silencio se volvió tenso entre ellos.
Domini tembló con el sonido de su voz fresca y melodiosa. Mirarlo hizo que le temblaran
las rodillas y que deseara que la tocara de nuevo.
Se dio la vuelta.
-Venga vamos - Fue una suerte que el temblor no se notara en su voz.
Con algunos pasos más alcanzaron una habitación grande en la que se hallaban la docena
de cubículos que se utilizaban a modo de oficinas. Aquí ella se sentía en tierra más firme
y seguro que podría encontrar algo razonable que decir a ese hombre.
Algunas personas se dieron la vuelta dejando de mirar por un momento a sus teléfonos y
pantallas de ordenador cuando pasaron, Domini se detuvo un momento con cada una de
ellas para presentar a Reynard. La mayoría del área de la oficina estaba vacía, así que
encontrar un escritorio para él no tomó mucho tiempo.
El espacio de cada cubículo estaba destinado al ordenador, teléfono y los cajones de
archivo, dos sillas muy cómodas y una mesa de escritorio.
Domini le hizo gestos a Alec para que se sentara. Ella se inclinó sobre la puerta con los
brazos cruzados, y le explicó:
-Los agentes comparten los cubículos. No estamos en la oficina mucho tiempo, así que no
es probable que tengas compañía cuando estés haciendo algún trabajo en la oficina.
Le señaló a la izquierda de su lugar de trabajo.
-Este es el tuyo. Nancy te instalará las contraseñas y claves. Puedes empezar mañana
con la parte divertida, si te viene bien – comprobó su reloj- Tengo una cita dentro de una
hora.
Asintió.
-Estupendo, ¿cuál es la parte divertida?
-Hardware, equipo de vigilancia. Nada tan lujoso como lo que utilizabas, estoy segura.
Le echó una sonrisa sincera. Y cuando sonreía se le veían los hoyuelos.
-No puedo hablar del equipo que he utilizado.
A los ex-agentes de operaciones especiales le encantaban los secretos, incluso hablar
acerca de todo lo que hacían. Naturalmente sentía curiosidad, pero Domini rehusó
intentar convencerle para que le facilitara una información que no le daría, lo único que
conseguiría sería alentar su tremendo sentido de superioridad. Y este hombre mostraba
tanta confianza en sí mismo que no deseaba alimentar aún más su ego.
¿Así que le gustaba pelear? ¿Hasta donde tenía pensado llegar?
Domini volvió al tema del trabajo.
-Poseemos dos pisos en este edificio, las oficinas están aquí, el entretenimiento es una
buena vía de escape por lo que tenemos un buen gimnasio abajo, pero nuestra gente suele
dar clases en varias escuelas de Artes Marciales, aquí no hay armas pero podemos
conseguirle descuento en el campo de tiro Pherson y también tenemos un acuerdo con la
Auto-escuela de defensa Delano. Puedes entrar en el curso de orientación a la
conducción. ¿Vamos a ver, alguna otra cosa? Ah sí, la ropa es muy importante en la
empresa, los clientes son muy prestigiosos, así que el guardarropa tiene que reflejar su
forma de vida. Tendrá una cuantiosa paga anual para ropa. Nancy tiene una lista de los
almacenes y sastres recomendados - miró a Reynard por el rabillo del ojo- Aunque dudo
que necesite el consejo de Nancy ¿Armani?
Él tocó la perfecta confección de la americana oscura.
–Lo encontré en Rodeo Drive3. Quería impresionar a los jefes.
Esto le recordó una pregunta que deseaba haberle hecho antes.

3
Esta es la calle más lujosa de Beverly Hills, donde se concentran las tiendas más caras,
con las firmas de alta costura más conocidas en todo el mundo. (N. de la T.)
-¿Cómo impresionó al viejo? Porque normalmente se toma un par de semanas para revisar
los nuevos contratos.
Alec le señaló la otra silla a Domini para que ésta tomara asiento. Había influido
mentalmente sobre el viejo, pero solamente para limar las posibles asperezas. No había
mentido sobre sus habilidades. Lancer podía confiarle el trabajo para el que le había
empleado, incluso habiendo utilizado su influencia telepática para que no hiciera una
revisión a fondo.
-Tu abuelo confía en un amigo mutuo que me recomendó para el puesto -dijo ante la
mirada claramente sospechosa de Domini- Y sé que estás a punto de decir que él no
confía en mucha gente.
Ella entornó sus hermosos ojos azules.
-¿Estás leyendo mi mente?
-Más bien ha sido una suposición.
Alex estaba de pie, y Domini se levantó para hacerle frente. Él le ofreció una mano, que
ella fingió no ver. Era demasiada tentación y deseaba fervientemente tocarla otra vez.
Había tenido que intentarlo. Aunque ahora no se prohibió el pensamiento de como sería
tocar su piel caliente y sedosa.
Los ojos de Domini se dilataron, dejándolo saber que inconscientemente ella también lo
deseaba. Parpadeó y caminó cuidadosamente lejos de él, Alec resistió la tentación de
alcanzarla. No sabía si era una victoria de las drogas o de su propio auto control.
-Gracias por tu ayuda - le dijo Alec- ¿Así pues acabarás de explicármelo todo mañana
por la mañana?
Asintió.
-Necesitarás rellenar algunos papeles y conseguir una foto identificativa antes de que te
vayas. Te dejaré con Nancy para que te ocupes de eso.- Sé agradable con ella. En
realidad es la verdadera jefe aquí.
Alec se puso una mano en el corazón.
-Seré el epítome del encanto.
-Eso no funcionará con Nancy - Domini lo condujo a través de las oficinas y le dijo sobre
su hombro – Intenta sobornarla, es lo único que funciona durante la semana de la
Secretaria.
-Rosas y bombones, entonces- Alec se echó hacia atrás algunos pasos para poder ver la
figura de Domini completamente mientras ella salía fuera.
Capítulo 4
-¿Le hace daño?
-Si vuelve a preguntarme eso otra vez, le corto la garganta.
Alec estaba desnudo sobre una camilla de laboratorio construida especialmente para
vampiros y atado con una correa, pero eso no hacía que pareciera menos amenazador.
Las drogas habían dejado de hacerle efecto y Alec estaba muy irritable. Sus colmillos
rozaban el interior del labio y sus garras arañaban la camilla de metal. La ira fluía a
través de él y su control era muy, muy escaso.
-Lo tomaré como un sí -respondió tranquilamente el Dr. Casmerek. -Estas pruebas son
necesarias. La situación empeorará si no descubrimos que tipo de ajustes necesitamos
hacer.
El doctor seguía comentando algo acerca de las proteínas y las reacciones alérgicas,
mientras que los ayudantes seguían inyectándole agujas en la carne sensibilizada y
colocando monitores en cada parte de su cabeza y cuerpo. Alec cerró los ojos e intentó
no luchar. Odiaba tener que reprimirse. Aunque sabía que lo que hacían era por su
propio bien, seguía sintiéndose prisionero. O peor aún, se sentía desamparado e
indefenso, algo que ningún Guardián podía permitirse. El combate entre el instinto y la
razón lo dejaron jadeante y cubierto de sudor por el esfuerzo.
El doctor era un buen especialista además de contar con la total confianza del Clan. Se
dedicaba solo y exclusivamente a ayudar a sus pacientes, pero en esos momentos lo
odiaba con toda su alma. Alec se sentía impotente y Casmerek tenía el control, no le
importaba que él mismo se lo hubiera entregado por propia voluntad, necesitaba ayuda
de un mortal, aunque esa no era la manera que había imaginado.
Quizá fuera mejor volver a los viejos métodos. Había aún muchos dentro del Clan que
pensaban en una solución moderna y artificial, pero otros creían que las drogas que le
permitían vivir a la luz del día, que les protegían contra la plata, el ajo y otros
alergénicos que limitaban sus energías, eran una abominación. Durante miles de años los
Guardianes, los venerables ancianos, las mujeres, Matriarcas, y los jóvenes protegidos
había vivido en la oscuridad y habían controlado su sed con la fuerza de la mente, la
determinación y la lealtad hacia el deber. Con la ciencia moderna todo había cambiado
pero la fuerza de voluntad dentro de los suyos aún existía, la disciplina de la mente aún
se aplicaba para contener el fuego en la sangre y en la mente.
Alec se dio cuenta de que o bien lo había dicho en voz alta o posiblemente deliraba
porque Casmerek le dijo:
-Necesitará de toda esa disciplina mental hasta que su bioquímica esté de nuevo en
equilibrio, posiblemente esa disciplina y su terquedad hayan sido lo que le han mantenido
cuerdo durante las últimas semanas. Tendría que haber venido antes.
-No pude - gruñó Alec - Estaba en Uzbekistan.
-Estoy seguro de eso -dijo atreviéndose a acariciar el hombro desnudo de Alec, que le
mostró los colmillos amenazadoramente ante ese gesto de consuelo - No se preocupe
estamos obligados a guardar secreto de todo cuanto se diga aquí, Coronel.
-No me llame así.
No merecía el rango. No cuando había tenido que abandonar su puesto y a sus hombres,
por una necesidad puramente egoísta.
-Ha hecho lo que debía hacer. Dejar el servicio como lo hizo ahorró muchas vidas. Podrá
volver cuando se sienta mejor ¿Está preparado? -le preguntó a los técnicos.
-Ya está listo -respondió uno de ellos
-Bien - Casmerek volvió a prestar toda su atención a Alec, acariciando su hombro otra
vez.- Vamos a apagar las luces y dejarle ahora. Solo debe dormir. Cierre los ojos.
Descanse. Sueñe. Las máquinas harán el resto.
Alec oyó como los técnicos salían de la habitación y la voz de Casmerek se fue apagando
a medida que el doctor se alejaba.
-Por la mañana habremos realizado todas las pruebas y podremos ver lo que tenemos que
hacer. Va a dormir ahora- dijo incitándolo con su apacible voz.
Alec cerró los ojos mientras se apagaban las luces y se encontraba a solas con el
monstruo, ese que se encuentra al acecho en la oscuridad y oculto en las pesadillas.
Donde quiera que fuera estaba ahí, realmente estaba muy asustado del monstruo, porque
lo llevaba en su interior.

El aire frío de la noche transportaba el aroma de la paja. Las antorchas que había
colgadas en las columnas de piedra de cada esquina del patio del templo atenuaban la
oscuridad, el patio reflejaba la luz de la luna, de las estrellas y de las antorchas pero
también trasladaba el humo que remolineaba dentro de recinto como la bruma del río.
Era un lugar apartado y de oscuro misterio, donde un dios podía pasear o hacer lo que
quisiera.
Aunque no vio a nadie sabía que no estaba sola. Comenzó a temblar de miedo pero
también por la excitación que sentía. Era la elegida, aunque eso podría significar su
condena ¿Sería destruida si era tocada por un dios? Pero hizo frente a su sino con el
orgullo de la hija de un rey.
Rodeó el patio lentamente, hasta llegar al altar situado en el centro del lugar sagrado.
Se dio cuenta de que el lugar de sacrificio era de hecho una cama, más adornada, labrada
y dorada que cualquier cama del palacio de un rey. Las sábanas estaban bordadas
lujosamente y el colchón y las almohadas parecían mullidas y suaves.
Notó un movimiento mientras tocaba el adorno del cabecero de la cama. No oyó ni vio
nada, pero sabía que tenía que darse la vuelta para hacer frente al Señor de la
oscuridad.
Se enfrentó a una figura cubierta por una capa con capucha que le envolvía
completamente. Ella se arrodilló pero no inclinó su cabeza, demostrando respecto pero
no sumisión.
La figura cubierta por la capa, se movió silenciosamente hacia ella con la agilidad de un
felino.
-¿Vienes aquí por tu propia elección?
Su voz era suave y dominante.
-He venido -contestó ella- Eso es todo lo que necesita saber.
El Señor de la oscuridad había librado a la ciudad de unos asesinos nocturnos. Había
pedido una mujer como recompensa y el rey había ofrecido a una de sus hijas para
honrar tan gran servicio.
Se había echado a suertes quien sería la elegida. Cada una de las seis hijas solteras del
rey había cogido una piedra de un tarro, había cinco piedras negras y una blanca. Ella
había escogido la tercera y le había tocado la piedra blanca.
Se había puesto sus joyas, su mejor vestido y se había peinado el pelo largo y negro
como si fuera el día de su boda. Se había prohibido a sí misma llorar, no había besado ni
dicho adiós a nadie, pero había ido silenciosamente con los sacerdotes que la habían
conducido voluntariamente hasta el dios.
Y allí estaba él.
Debía seguir siendo humilde y silenciosa. Pero en lugar de eso preguntó:
-¿Qué desea de mí?
Él contestó con un gesto hacia la cama. Dejó caer la capa. Por la luna y la luz de las
antorchas, vio que estaba desnudo.
Su piel era blanca como la leche y perfecta.
Su cara era hermosa, aunque parecía haber sido tallada en piedra. Su expresión era
solemne, dura y muy triste. Ella no quería mirarle pero no podía mantener la mirada lejos
de él parecía necesitarlo para respirar. Era más alto que un hombre mortal, como un dios
debía ser, más alto, más...todo.
Era como una estatua viva. Todo en él estaba agudamente definido, desde las
ondulaciones de los músculos del pecho, los brazos y los muslos, hasta el pene que
parecía incontrolado debido a su mirada fija.
Ella nunca se había excitado antes, pero seguramente ese dolor ardiente, debía ser eso.
Se lamió los labios, sin darse cuenta del gesto hasta que oyó la risa ahogada y suave del
Señor de la oscuridad acariciando su oído.
-¿Pueden reírse los dioses?
-Un dios puede hacer cualquier cosa que le satisfaga- Se movió con la agilidad del gato y
la velocidad de un dios para acercarse a ella. La tomó por los hombros con un movimiento
que la sorprendió por su ternura, la atrajo hasta él, rozando su cuerpo contra el suyo
mientras la levantaba. Su piel estaba caliente y no estaba hecho de piedra como parecía.
Sus dedos eran expertos y rápidos. Su vestido más suntuoso estuvo en un momento
alrededor de sus pies, y con solo unos instantes más ya la había colocado en la cama. No
se había dado cuenta de que le había puesto los brazos alrededor del cuello hasta que él
soltó sus manos suavemente, pero se las sostuvo para besarle primero una palma y luego
la otra. La ligera caricia le provocó una llamarada de deseo.
Entonces inclinó la cabeza y cubrió su boca con la suya. Ella no sabía que el tacto de
unos labios y la exploración de una lengua pudieran producir un placer tan profundo y
ardiente. El beso era más embriagador que el vino, un banquete rico en sensaciones.
Por todos era conocido que los Señores de la oscuridad tenían colmillos y garras, así es
que ella no se sorprendió, aunque se asustó un poco cuando sintió los afilados dientes
presionar contra sus labios. La excitación de su tacto ocultó su miedo o quizás el miedo
acentuó su excitación. Lo único que supo fue que gimió frustrada cuando su boca dejó la
suya.
-No.
-Tranquila – susurró - sostuvo su cara entre las manos de modo que ella tuviera que
mirarle a los ojos. Brillaban intensamente a la luz de la luna como los de cualquier bestia
de la noche. -Esta noche eres mía, para complacerme.
La mirada de sus ojos exigía una respuesta, una aceptación. Su cuerpo clamaba por que la
tocara. Ya que se había convertido en la arruinada hija del rey, deseaba exigirle que le
hiciera el amor. Tragó con dificultad e intentó recordar para lo qué estaba allí.
-Soy tuya - le dijo - Un regalo para el dios.
-¿Me deseas? ¿Quieres que mi cuerpo envuelva al tuyo? ¿Me deseas dentro de ti?
Quiero tu consentimiento.
¿Primero la excitaba y ahora le preguntaba?
-No seas ridículo
Cogió su pelo negro entre sus dedos y tiró de su cabeza para llevar su boca de nuevo
hacia ella.
Este segundo beso fue muy intenso, pero él no dejó que durara mucho tiempo.
-Aún nos queda toda la noche - susurró sobre su boca.
Sus manos la rozaron ligeramente, mientras le besaba la garganta y entre sus pechos
comenzó a lamerle los pezones para pasar luego al ombligo y a los muslos. Dondequiera
que tocara ella estallaba en llamas. El calor se concentró debajo de su vientre, haciendo
que se arqueara insistente contra su cuerpo, pidiendo más.
Después notó un breve pinchazo cuando sus afilados dientes penetraron en su piel, el
placer fue tan intenso que ni siquiera notó el dolor, si debía darle una gota o dos de su
sangre con cada beso lo consideró un pequeño sacrificio para la explosión de éxtasis que
le causó. Sus dedos penetraron entre sus piernas, acariciándola hasta que pensó que
moriría por la tensión que experimentaba dentro de sí misma.
Sentía una ansiedad salvaje y sin poder evitarlo se abrió para él levantando las caderas.
Él se arrodilló entre sus piernas mirando hacia abajo hasta que ella le agarró los brazos
suplicante mientras le miraba fijamente.
Lo único que no podía ver eran sus ojos, porque él usaba gafas de sol. Su aspecto cambió
al sonreír y un destello de luz de luna brilló en sus colmillos.
-Reynard - exigió ella airadamente. ¿Qué demonios haces en mi sueño?
-¿Tu sueño? - contestó él - pensé que era mío.

Domini se sentó encima de la cama temblando y cubierta de sudor.


-¿Qué demonios? -murmuró y echó atrás el pelo que tenía sobre la cara.
Revisó su cuello para ver si había marcas de mordeduras hasta que comprendió que todo
había sido un sueño del que todavía no había acabado de despertar.
Dios mío, dos noches para la lista de rarezas. ¿Pero que era lo que le estaba pasando?
Salió de la cama y descubrió que seguía temblando tanto que casi no podía estar de pie.
Sus rodillas parecían estar hechas de gelatina, sentía los pechos pesados y notaba un
dolor intenso en sus entrañas. Se sentó en el borde arrugado de la cama para contemplar
la oscuridad, la imagen del patio del templo revistió de sombras el dormitorio.
-Así es que cuando se tiene un sueño erótico se siente placer.
Estaba totalmente agotada. El despertar había desvanecido el sueño, dejándola con un
sentimiento cada vez mayor de frustración.
-Pero eso es precisamente un sueño
Había sido un paseo salvaje, loco, pero solamente era un sueño. Uno donde ella había
hecho el amor con un hombre que luego se había convertido en un vampiro. Pero le había
parecido tan real que aún podía sentir la dulce mordedura de los besos del vampiro.
¿Por qué un vampiro? No había soñado con vampiros desde que era una jovencita y su
madre había insistido en que su abuelo dejara de contarle historias de terror antes de
dormir. Quizá había visto alguna cartelera de una película o un anuncio de televisión
sobre una película de vampiros. O quizá fuera algo que había comido. O tal vez que
Reynard parecía un tipo fantasmagórico.
-Pero está estupendo desnudo -sacudió la cabeza bruscamente -Para ya.
Era extraño, no era la clase de sueño que tenía generalmente, pero no era como la
premonición que le había preocupado la noche anterior. Probablemente alguna parte
exótica de su mente había creado una lujuriosa orgía.
¿Como iba a arreglárselas al día siguiente para enfrentarse en la oficina con Reynard?
Cálmate. Ha sido solamente un sueño. Después de todo es imposible que Reynard sepa
que clase de sueño has tenido esta noche.
Alec despertó atado.
Gruñó y gritó con furia desatada, luchando contra lo que le retenía.
-¡Cómo se atreven a mantenerme así!
La gente le rodeó mientras luchaba. La agujas perforaron su piel trayendo un intenso
dolor y luego calma y sosiego cuando volvió a ser él mismo.
-He tenido un sueño -dijo al reconocer a esa gente, el sitio donde se encontraba y
porqué estaba atado.- Todo está bien -dijo a las ansiosas caras que estaban ahí para
ayudarle pero que en ese momento odiaba por haberlo conseguido -Era solamente un
sueño.
Alguien acarició su hombro desnudo, lo hacía para animarle pero en ese preciso instante
Alec le hubiera mordido de haber podido. Esa gente no sabía que era un Guardián ni
tampoco su vinculación con el estado.
Gradualmente, las drogas lo enviaron nuevamente a la deriva dentro del mundo de los
sueños. Los monitores y las alarmas se fueron apagando y pararon los destellos y sonidos.
El personal médico se fue, uno por uno.
Alec sonrió. No había sido solo un sueño. Sabía porqué lo había tenido. Había pensado en
los costumbres antiguas cuando estaba con Domini Lancer, y su subconsciente
narcotizado había construido esa fantasía sexual. En su sueño había tomado a Domini
igual que sus ancestros habían tomado a mujeres mortales; La había probado y había
estado muy cerca de hacerla suya, hasta que Domini se había dado cuenta de que estaba
soñando.
Cuando ella había despertado se había enfadado tanto que casi lo había sacado de su
mente, pero el hecho de que compartiera su sueño significaba que estaba enterada de su
conexión, aunque solo fuera en el nivel más profundo de su subconsciente.
-Tranquilo.
Se dejó ir nuevamente de tal manera que incluso estaba dormido ya profundamente
mientras murmuraba la orden.
Capítulo 5
-Buenos días – dijo una voz.
-Váyase - gruñó Alec
-Sé que a los vampiros no les gusta la mañana, pero ahora necesita despertar, Alec
Abrió los ojos. El Dr. Casmerek estaba parado sobre la cama con una carta en las manos.
Miró más allá de la figura de Casmerek, y le alivió comprobar que dos técnicos le estaban
quitando los monitores y las correas. Estiró los brazos y las piernas. La camilla de metal
seguía estando fría a pesar de las horas que había pasado encima de ella, pero por lo
menos la iluminación era tenue y no le molestaba a los ojos.
-¿Puedo irme ya?
-Aún no- dijo mirando su reloj- Son las 5 y media de la mañana. Siento haberle
despertado tan temprano, pero tengo que hablar con usted antes de que se vaya. Puede
levantarse ya -dijo a los técnicos que había a la izquierda de la habitación.
Alec se incorporó, y miró el interior de su brazo. Las marcas de las agujas intravenosas
se borraron mientras las miraba, pero notó desanimado que la marca del Clan que había
en su muñeca izquierda también se había desvanecido un poco más. Sostuvo la muñeca
hacia arriba para que la viera el doctor.
-¿Cuando volverá a estar como antes?
-En un par de semanas, quizás. Hemos tomado algunas fotografías y así podremos ir
comprobando si se deteriora aún más.- Casmerek le pasó a Alec una vaso de papel
pequeño que contenía una media docena de píldoras de varias forma, colores y tamaños.
Mientras Alec se las tomaba, Casmerek señaló hacia la puerta que había al otro lado de
la habitación.-Tómese una ducha y vístase, hablaremos en mi oficina.
Poco después, Alec tomó asiento detrás de un escritorio en una habitación adornada con
cortinas de colores pálidos verdes y azules. No había ventanas en la oficina de
Casmerek, pero las hermosas pinturas de paisajes en las paredes compensaban la
carencia de luz del sol.
-¿Voy a vivir? -preguntó Alec.
-Durante varios siglos todavía - contestó - Incluso sin la medicación. Pero si quiere vivir
bajo la luz del día durante ese tiempo- le pasó una caja de metal a través del escritorio a
Alec- Debe seguir las instrucciones al pie de la letra.
Alec abrió la caja para ver el contenido del paquete cuidadosamente embalado.
-Píldoras, cápsulas, jeringuillas, gotas para los ojos, crema para la piel.
-Y medicación a base de proteína animal.
-Nosotros lo llamamos sangre -dijo Alec secamente.
-Se le entregará en su casa dos veces en semana.
-¿Cuando podré dejar de tomar la medicación?
-Comenzaremos con los resultados de las pruebas preliminares. La fisiología del vampiro
hace que regenere completamente las células del cuerpo. Estamos investigando el ADN y
el mapa genético, pero eso será en un futuro, de momento nos limitamos a adaptar un
tratamiento para cada caso. No puedo decirle una fecha exacta de cuando se recuperará
completamente. Hay que darle tiempo al tiempo. Ahora sobre lo de ayer por la noche.
-dijo mientras miraba a Alec.- Supervisábamos su ciclo de sueño. Las lecturas del REM
iban tan deprisa durante algunos minutos que era como si estuviéramos registrando las
ondas cerebrales de más de una persona. Casmerek volvió a echarle un vistazo.
-Muy interesante –contestó Alec
-Era un sueño de una gran carga erótica -dijo Casmerek levantándose.- Desde luego algo
perfectamente normal en un Guardián.
-No hay nadie más cachondo que un Guardián- agregó Alec
-¿El sueño era sobre una persona concreta? ¿Alguien a quien conoce?
La naturaleza del Guardián es muy apasionada, pero protegen incluso a sus amantes
ocasionales, y por supuesto a sus compañeras hasta la muerte.
-Nadie de su clínica –dijo Alec al doctor.
-Es para saber si afecta a su tratamiento.
La Verdadera Unión se graba a fuego en el corazón de un vampiro. El enlace es sagrado y
tan importante como la noche.
Después de ver a Domini en el mercado, Alec había hecho la promesa de proteger a su
compañera de su parte más oscura, esperando hasta tener totalmente el control sobre sí
mismo antes de reclamarla.
Pero no esperaba ver su cara tan pronto, ni estar a su lado, ni hablar con ella, inhalar su
aroma y tocar su piel. No esperaba soñar con ella, y tal vez no lograra controlar el deseo
de hacer el amor con ella.
Todo lo que podía hacer era intentarlo. Era un Guardián y ella su mujer. Haría lo
necesario para protegerla.
El Dr. Casmerek había trabajado con Guardianes lo suficiente para saber cuando debía
dejar el tema. Asintió.
-Practicar la meditación que aprendió desde niño es también vital para su tratamiento.
-No he dejado de practicarla.
-Estoy seguro, pero tenemos un cursillo de perfeccionamiento con un Mayor
Casmerek lo observaba atentamente, así que Alec lo miró con cautela.
-¿De qué clan? -preguntó más calmado.
-Un honorable padre del Clan Shagal
Alec se relajó.
-Los Chacales son amigos.
-La Matriarca que actúa como su terapeuta es también del Clan Shagal. No me mire
como si estuviera a punto de morderme, Reynard. Un mortal no va a ser de ninguna ayuda
cuando lo que necesita es hablar de ciertas cosas. Puede sentarse en la silla y mirarme
con el ceño fruncido, pero verá que es así.
-Siente más respeto por la Matriarca que por mi ceño fruncido.
-Tal vez piense que estas medidas son una idiotez pero créame ha estado al borde de
transformarse. Sabemos que necesita mucha ayuda.
-Está bien
Alec estaba parado, agarrando el tirador de plástico de la caja hasta que notó que
empezaba a rasgarse. Ya tenía bastante por ese día.
-Ahora tengo que irme a trabajar.

Domini sostenía una bolsa de papel blanca cuando entró en la cocina, siguiendo el rastro
del olor del café. Hizo ruido con la bolsa para conseguir su atención.
-Soy yo, abuelo, he traído donuts.
Ben Lancer llevaba puesto un albornoz blanco. Iba descalzo, y su pelo color plata seguía
estando húmedo después de haberse dado una ducha. Estaba mirando fijamente el
océano por la ventana de la cocina cuando llegó Domini.
-¿No sabes llamar? -le preguntó girándose hacia ella.
Le preguntaba eso cada vez que se presentaba en su casa, que era casi todos los días, ya
que a no ser que estuvieran ocupados con los detalles de algún trabajo, tomaban el
desayuno juntos. Y aunque fingiera sorprenderse al verla y aparentara malhumor sabía
que esperaba sus visitas. Siempre mantenían alguna partida de ajedrez, e incluso habían
continuado jugando cuando su abuelo había viajado al monte Everest, compitiendo a
través de sus ordenadores portátiles y así lo hacían siempre que alguno de los dos
estaba fuera.
-¿Para que voy a llamar si tengo una llave? -contestó Domini como siempre.
Y además conocía los códigos de seguridad que rodeaban la propiedad de Malibu.
-¿Y si hubiera una mujer conmigo?
-Entonces nos sorprenderíamos los dos.
-Punto para ti -dijo mientras le servía una taza de café, sentado enfrente de ella en la
mesa de cocina.
Abrió la bolsa y sacó un donut bañado en chocolate, su favorito como ya sabía Domini.
-¿Cuando vas a aprender a cocinar? -le preguntó después de darle varios mordiscos.
-No me educaron para la comodidad sino para la rapidez.
-¿Es una manera de decirme que la culpa de tu falta de habilidades domésticas es mía?
-Pues sí
-Bien, por lo menos sabes defenderte.
Domini y su abuelo se callaron para concentrarse en los donuts y el café, su abuelo
preparaba un café muy bueno, mientras lo tomaba disfrutaba del sonido lejano del viento
sobre la playa, del ruido de las gaviotas y del aroma salado de la brisa que entraba por
las ventanas y la puerta abierta. Le encantaba esa casa, no es que fuera grande
comparada con algunos palacetes que había por esa zona, pero había pasado casi toda su
vida allí y aún seguía pensando en ella a pesar de tener su propio apartamento.
Se sentía protegida en esa casa, aunque ahora no se sintiera segura en ningún sitio,
notaba como si estuviera caminando al borde de un precipicio y sufriera de vértigo,
sabiendo que iba a caerse e ignorando lo que le esperaba en el fondo. Deseaba que todo
se aclarase pronto porque entonces podría tomar medidas.
El viejo colocó su taza y echó un vistazo a su reloj.
-No estás vestida precisamente para ir a trabajar.
-Me cambiaré cuando llegue a la oficina. Tengo que trabajar fuera.
Llevaba unos pantalones cortos, una camiseta y unas zapatillas deportivas pero sabía que
él prefería verla con ropa más femenina aunque fuera para ir a patear las calles, esa era
su manera de pensar.
Se limpió el azúcar glaseado de los dedos y volvió a sentarse en la silla.
-Hablando de trabajo tengo que preguntarte algo sobre Reynard.
-¿Pasa algo malo con él? -preguntó, aunque él nunca dejaba que se dijera algo ofensivo de
los demás.
-No le conozco lo suficiente para saber eso.
Ver a Reynard desnudo no contaba, aunque claro tampoco había visto nada malo en ese
espectacular cuerpo, sin embargo no era eso a lo que se refería su abuelo.
-Te has ruborizado.
-No, es que me he comido el azúcar demasiado deprisa -le contradijo- ¿Puedes hacer que
sea Andy o Castlereigh los que le enseñen todo? Es que ahora estoy muy ocupada con los
detalles del trabajo de Ashe.
La miró de forma severa.
-¿Te hace sentir incómoda?
Las imágenes del sueño bailaron por su cabeza, haciendo que se le acelerara el pulso.
¿Incómoda? Oh, sí. Desde luego.
-No, lo que ocurre es que mientras lo entreno pierdo tiempo que necesito para la
protección de Holly. Tengo que comprobar al menos tres lugares hoy.
-Entonces hazlo con él.
Suspiró.
-Debí imaginar que dirías eso.
-Debiste haberlo pensado tú misma.
-Lo hice.
-Entonces te sientes incómoda a su lado.
Domini levantó las manos a modo de rendición.
-Está bien, sí me siento incómoda junto a él.
-Me alegra oír eso.
Miró a su abuelo con recelo.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Quiero decir que yo también me siento incómodo a su lado, que no es lo que aparenta,
parece un tipo peligroso, pero da la sensación de ser algo más. Quiero que lo vigiles.
Domini se quedó atónita.
-¿Yo? ¿Pero si pensaste que mentía porque le diste el trabajo?
-Ni yo mismo lo sé, fue un impulso y soy demasiado viejo para eso.
-Debiste esperar a tener un informe con sus antecedentes. Puede que no sea quién dice
ser.
-O más de lo que dice. No pienso que mintiera, más bien que no dijo toda la verdad, y eso
no es necesariamente algo malo, pero quiero descubrir porque un buen amigo lo
recomendó de esa manera. No voy a confiar plenamente en Reynard hasta que compruebe
todas sus referencias.
-Pues me alegra oírlo.
La incomodaba que su abuelo que por lo general era certero como un escalpelo, se
cuestionara su propio juicio y que admitiera que podía estar equivocado.
-Hasta entonces quiero que los vigiles mientras hace trabajo de campo. Confío en ti
plenamente. - dijo mientras buscaba dentro de la bolsa de los donuts.- ¿Hay más de
chocolate?
-Traje tres y creo que solo encontraste dos, si vas a comerte otro donut yo también
quiero.
¿Que importaban algunos cientos más de calorías, cuando iba a tener que estar lado del
atractivo Sr. Reynard durante bastante tiempo?
Capítulo 6
La testosterona formaba una atmósfera tan densa dentro del gimnasio que casi se podía
cortar con un cuchillo. Un grupo de compañeros de trabajo estaban arrojándose unos a
otros sobre el tatami. Practicar artes marciales no era infrecuente, pero en esos
momentos el lugar parecía una película de Jackie Chan. Había un hombre en el centro y al
menos seis hombres se estaban lanzando desde todas las direcciones sobre él. El hombre
los arrojaba al suelo como si los expertos en seguridad fueran muñecos de paja. Por los
gritos, abucheos y la risa era obvio que los hombres a los que golpeaba estaban
perdiendo.
Y los demás se estaban divirtiendo a su costa.
Domini estaba impresionada, podría ir a ayudar pero decidió contemplar el espectáculo
de un montón de perros vapuleados por un lobo. Su sonrisa vaciló cuando se percató de
que era Alexander Reynard el que estaba haciendo picadillo a los hombres de su abuelo.
Esperó en la puerta cruzada de brazos mientras lo observaba. No había nada más que
pudiera hacer. El tatami estaba situado delante de la puerta de los vestuarios
femeninos, dónde guardaba su ropa de repuesto, para poder entrar debía pasar por
delante de los hombres que luchaban y acababan de pedirle que se uniera a la pelea. Le
gustaba practicar con los agentes masculinos, pero desde luego no estaba preparada
para servir de sparring a Reynard.
Domini no podía dejar de mirarle, era como si no hubiera nadie más en la habitación,
llevaba solamente unos viejos pantalones cortos grises y su cuerpo era casi como el que
había soñado, las únicas diferencias era que su piel no era pálida y que incluso parecía
más musculoso. El amante había sido maravilloso, pero el luchador era magnífico.
Se movía con la agilidad de un tigre, cada movimiento era mortalmente hermoso. El pelo
oscuro echado hacia atrás dejaba ver las facciones duras y definidas de su cara, sus
ojos no hacían prever ninguno de sus movimientos ya que ni siquiera parpadeaba.
Los pies eran estrechos y largos y sus grandes manos se movían con la velocidad del
relámpago, golpeaba con el pie, giraba y bajaba rápidamente. Era el hombre más
peligroso que había visto jamás y el más estimulante. No reconocía ese tipo de lucha pero
obviamente era un experto.
Jamás hubiera pensado que alguien pudiera moverse con semejante rapidez.
-Es antinatural
No sabía que lo había dicho en voz alta hasta que Reynard se dio la vuelta y le dijo:
-Es Krav Maga
Su mirada parecía quemarla con un fuego inesperado y profundo. La suya como las
enseñanzas Zen4 requerían era reservada como si llevara puesta una máscara, pero ese
ardor la desarmó. Estaba cerca del borde del tatami de color azul cuando se dio cuenta
de que se había desplazado hasta allí.
-Krav Maga -dijo asombrada- Increíble.
-Sí -reconoció Andy Maxwell, que se había colocado a su lado. Estaba sudando mucho y
notó que tenía contusiones en el cuello y en su muñeca derecha.- Estaba deseando verlo
en acción.- Se frotó el cuello y se inclinó hacia ella.- Este tipo es pura dinamita.
Los murmullos dieron la vuelta a todo el recinto.
Él seguía mirándola fijamente.
-¿Tienes miedo de probar?
Ella sacudió la cabeza.
-No quiero hacerlo
-¿No estás segura de vencerle "ama"? -preguntó Andy
-Ve, Domini- le incitó Joe Minke, sosteniéndose con una mano las costillas. -Inténtalo.
-Puede que Alec consiga una nueva víctima - dijo Connor Marsh
Ninguno parecía resentido por haber perdido. No era fácil ganarse el respeto de los
profesionales que trabajaban en Lancer pero Alec lo había conseguido en su primer día
de trabajo.
Reynard retuvo su mirada de nuevo, ella intentó fijar la vista en algún punto que no fuera
su pecho desnudo, lo intentó con el rodapié, pero estaba tan cerca de él que notaba la
piel caliente de su cuerpo semidesnudo y sin desearlo llegaron a su mente las imágenes
que tenía grabadas en su subconsciente. Durante un instante vio una mirada burlona en
sus ojos y tuvo la horrible sensación de que sabía lo que estaba pensando.
Una parte de ella deseó salir corriendo. Pero la otra pensó ¡Oh, no seas ridícula! lo que en
realidad deseas es tirártelo sobre el tatami. Pero eso era solo una fantasía, y la
discusión que había en el gimnasio era sobre luchar, nada más.
-¿Krav Maga? -repitió, intentando asimilarlo.- ¿Dónde lo aprendiste?
-En el ejército
El estilo de lucha desarrollado en Israel servía para resolver cualquier confrontación
física y hostil tanto en oponentes armados como en desarmados. El entrenamiento de
Krav Maga había sido adoptado por grupos de operaciones especiales de todo el mundo. Y
por supuesto también por el grupo de élite Delta force.

Término sánscrito que significa "Absorción de la mente" y designa el estado de conciencia


propio de la meditación budista (N. de la T.)
Un recordatorio más de que Alexander Reynard era un hombre peligroso, más peligroso
que cualquier persona que hubiera conocido. La idea irrumpió en su mente, en parte con
un sentimiento de miedo pero principalmente con una de deseo.
Alec no había pensado en luchar cuando llegó a las oficinas de Lancer, solamente fue al
gimnasio a relajar la tensión acumulada en su cuerpo, pero había encontrado a un grupo
de agentes deseosos de probar su formación. Y había hecho lo mismo que un agente
nuevo transferido de unidad, o cualquier Guardián novato del Clan, sonreír a los hombres
y aceptar el desafío. Luchó sin arrogancia y no había lastimado seriamente a ninguno de
ellos, pero el desafío había aumentado gradualmente de forma que al final había sido más
bien una sesión de instrucción.
Había esperado mucho tiempo el momento en que Domini pudiera verlo y ella finalmente
había aparecido. De alguna manera había luchado para su compañera, como lo hacían los
jóvenes Guardianes del clan, con la esperanza de que una mujer los eligiera como su
compañero. Pero también era una demostración que había hecho a su mujer para que
supiera que podía protegerla. O poseerla.
Se preguntaba si ella lo había notado.
Para asegurarse, Alec le hizo señas a Domini para que se acercara al tatami.
Olas de intenso calor se adentraron por los dedos de sus pies para luego atravesar todo
su cuerpo cuando Reynard flexionó las rodillas y le hizo señas para que fuera hasta él. Su
sonrisa habría podido cortar diamantes al igual que la mirada fija del resto del grupo. En
ese momento los demás se movieron hacia atrás para dejarles espacio.
Seguía mirándola.
-Ven
Ella negó con la cabeza.
-No pienso hacerlo
-Gallina
-Silencio, “esclavo” -dijo automáticamente, mirando a Reynard.
¿Qué pasaría si él la tocaba?
Acepta tu derrota, se dijo de forma severa, mientras caminaba por el tatami. Solo es un
ejercicio de lucha y después de todo soy especialista en aikido.
Aunque el aikido se basaba más en la defensa, es un arte marcial donde se trata de
utilizar la propia fuerza de atacante para desviar el asalto. Ella era cinturón negro 2º
Dan.
¡Voy a morir! –pensó mientras Reynard se lanzaba hacia ella.
Después de muchos años de entrenamiento y práctica, su respuesta fue instintiva.
Extendió el brazo girando a la vez la muñeca y se echó hacia delante.
Lo siguiente que supo fue que Reynard sostenía su brazo derecho doblado sobre su
espalda, y lo hacía con una sujeción irrompible. Su pecho presionaba el suyo y él la
miraba sonriendo. No le hacía daño pero no podía moverse. Podía hacer lo que quisiera
con ella y ambos lo sabían.
Contraatacó enganchando su tobillo alrededor del suyo, pero fue lo peor que podía haber
hecho, porque la atrapó a su vez con el suyo y cayó encima de él sin conseguir que
aflojara su abrazo, Su sonrisa se había transformado en una mueca salvaje. Y sus
dientes parecían muy afilados. Seguían mirándose fijamente a los ojos. De repente un
aplauso irrumpió alrededor de ellos, y alguien silbó.
Entonces la soltó. Domini sintió como se ruborizaba desde la cabeza hasta los pies,
porque durante los pocos segundos que él la había sostenido se había olvidado de que
existiera cualquier persona excepto ellos dos.
Se sacudió el pelo de la cara y con toda la dignidad que pudo reunir dijo:
-Voy a cambiarme para empezar a trabajar. Echó un vistazo a los hombres que se
arremolinaban alrededor del gimnasio.- ¿No tienen donde ir y cosas que hacer?
-Ya te he retenido durante bastante rato.
El tono humorístico en la voz de Reynard fue lo único que le salvó de no saltar encima de
él.
Se sorprendió al salir del vestuario y encontrárselo al lado de la puerta.
-¿Qué haces aquí?
Se encogió de hombros. El Sr. Reynard era desde luego muy escueto en sus movimientos.
–Estaba esperándote
El contraste entre el combatiente casi desnudo y el hombre vestido de forma
conservadora que estaba inclinado sobre la máquina de ejercicios era sorprendente.
Pero estaba desnudo bajo sus ropas. Podría haber jurado que ese absurdo pensamiento
se ganó una sonrisa lasciva de Reynard, a menos que se estuviera volviendo loca.
Le echó una lenta e intensa mirada de pies a cabeza y Domini notó que hasta los dedos
de los pies se erizaban dentro de sus sandalias, en ese momento deseó usar más
vestidos.
O menos.
Se había tomado su tiempo dentro del vestuario para ducharse y maquillarse, el vestido
que usaba casi siempre para ese tipo de trabajo estaba en la tintorería, así es que tuvo
que utilizar un vestido corto sin mangas de color blanco y rosado que marcaba cada una
de sus curvas. Habría sido apropiado para acompañar a algún cliente, pero le hubiera
gustado utilizar algo menos llamativo para el trabajo de ese día, que era evaluar varios
de los lugares por los que pasaría Holly durante los próximos días.
Hubiera sido mejor hacer frente a Reynard estando vestida de forma menos llamativa,
aunque no sabía si le había gustado lo que había visto de sus brazos, piernas y escote
desnudo, lo cual era posiblemente más irritante que la mirada absolutamente lasciva que
tenía en esos momentos.
¿Y porqué permanecía allí permitiéndoselo entonces?
Le sujetó la mano. No había nada amenazante en el gesto. Sin embargo Domini notó un
escalofrío en el lugar que la sujetaba.
-Necesitamos hablar.
Domini no tenía ni idea de lo que quería hablar Reynard. Se encogió de hombros.
-¿Sobre qué?
-Sobre lo que sucedió mientras luchábamos.
-Ganaste. No hay nada más de que hablar.
-Tengo un problema con eso.
¿Oh, señor, qué quería de ella? ¿Que reconociera lo fuerte que era?
-¿Por qué? No te preocupes, no me has hecho daño. Solamente en mi orgullo
-Estabas asustada – dijo caminando hacia ella –Entraste al tatami asustada y pensando
que ibas a perder.
-Sabía que iba a perder. Solamente era un entrenamiento – le recordó – No una
verdadera pelea.
Se acercó aún más, mientras la miraba con sus penetrantes ojos verdes, le dio la
impresión de que intentaba leer su mente, su alma. Domini resistió el impulso de echarse
hacia atrás.
–No tienes ninguna razón para temerme, y nunca la tendrás.
Domini no estaba tan segura de eso, Reynard era alto, fuerte y peligroso, ella no lo
conocía y por tanto no tenía ninguna razón para confiar en él, y lo peor de todo es que la
perturbaba como ningún hombre lo había conseguido jamás.
-No me digas lo que debo sentir. –dijo - Ahora tenemos que ir a trabajar.
Sus ojos se oscurecieron mientras apretaba la mandíbula, pero solo hizo un breve
asentimiento.
-Vamos
-Bien.
La siguió silenciosamente por el gimnasio y luego a lo largo del pasillo.
-Eres espeluznante –le dijo cuando llegaron al ascensor – Como puedes moverte tan
silenciosamente.
Él se rió entre dientes.
-Quizás algún día te lo enseñe.
Presionó el botón que indicaba el nivel del garaje antes de que ella tuviera la ocasión de
hacerlo. Las luces le parecían demasiado brillantes y el espacio demasiado pequeño, y él
estaba demasiado cerca para que pudiera sentirse cómoda, generalmente utilizar el
ascensor no la incomodaba pero Reynard de algún modo la hacía sentirse así.
¿Intentaba intimidarla? ¿Impresionarla? ¿Notaba que lo estaba consiguiendo? ¿O sería
todo producto de su imaginación? Seguramente era que había trabajado muchas horas
extras desde la reunión que había mantenido con él.
Seguían callados mientras bajaba el ascensor, no lo miraba pero era indiscutiblemente
consciente de su presencia. Deseaba poder huir del calor que notaba creciendo dentro
de su cuerpo simplemente por estar cerca de él, pero otra parte deseaba que la tocara.
Solo podía recordar como era sentirse atrapada por él aunque hubiera formado parte de
un ejercicio de lucha, aunque servirle de sparring era de todo menos un ejercicio.
Él provocaba nuevas y extrañas sensaciones y no podía permitirse en esos momentos
ninguna distracción. Pero dentro de su subconsciente bullía un nuevo pensamiento ¿Por
qué no debía temerle?
La protección de sus clientes requería trabajar en equipo y tener absoluta confianza en
el compañero.
Se dio la vuelta y se obligó a sonreírle de forma amable, después de todo era su deber
intentar que así fuera.
-¿Puedo preguntarte de dónde eres, Alexander?
Esperaba que le contara alguna mentira acerca de lo reservado de sus operaciones
especiales.
-La rama de mi familia proviene de Francia, aunque luego se asentó en Idaho.
-¿Idaho? ¿De dónde vienen las patatas?
Negó con la cabeza.
-Eso es en la parte meridional del estado, nosotros somos del norte, cerca de la frontera
canadiense.
-Conozco casi todo el país y muchos países del extranjero, pero no he estado nunca en
Idaho. De todas formas cuando viajo no me da tiempo de conocer las ciudades, los
clientes son los que hacen las visitas turísticas yo solo les presto atención a ellos.
-Sé como te sientes –le dijo Reynard – ¿Conoces el dicho: Ve al ejército, viajarás a
lugares exóticos y conocerás a nueva gente? Pues yo nunca he tenido ocasión de hacer de
turista.
Alec esperaba que Domini apreciara su esfuerzo para llevar una conversación civilizada y
superficial. Había muchas cosas que aclarar entre ellos, pero era demasiado pronto para
hablar de quiénes eran realmente y de lo que significaban el uno para el otro. Demasiado
pronto para hablar de almas, corazones y cuerpos unidos para toda la eternidad al límite
de la pasión.
Además él no podía ofrecerle nada todavía, no mientras existiera el riesgo de
transformarse.
Tenía un animal salvaje encerrado dentro de él preso de su disciplina y de las drogas
pero que estaba deseando salir a la superficie. Si la bestia lograra salir, podrían pasar
años antes de que recobrara de nuevo la razón. No es que no pudiera unirse a una mortal
estando transformado, pero los resultados no eran buenos. Él no forzaría a Domini a algo
así.
-¿Te divertiste dentro del gimnasio, Reynard?
Alec parpadeó y se pasó una mano por la cara.
–Más de lo que imaginas –dijo agarrando suavemente la muñeca de Domini durante un
momento antes de que ella se soltara rápidamente. El aikido era un arte muy hermoso.
Buscó dentro de sus bolsillos y sacó unas gafas de sol y las llaves de su coche. Le señaló
el Jaguar color vino con los cristales teñidos.
-Yo conduzco.
Ella frunció el ceño.
-Tendríamos que coger un coche de la compañía.
No contestó solamente volvió a hacer tintinear las llaves.
Estaba realmente furiosa, se estaba haciendo cargo de la situación sin preguntarle nada,
pero desde luego sería más fácil observarlo todo si él conducía, y además no quería llevar
la situación más lejos.
Alec podía oír el rechinar de los dientes de Domini, pero no mostró ni el más mínimo
parpadeo. Introdujo la llave y abrió la puerta.
-Bien – dijo ella, mirando los cristales oscuros. -Esto me será de ayuda porque olvidé el
protector solar.
Alec echó un vistazo a la piel pálida de sus brazos, piernas, y garganta.
-¿Te quemas con facilidad?
Ella hizo una mueca.
-Me criaron como a una niña del desierto pero podrían servirme acompañada de patatas
fritas si caminara por el sol con menos de 45 de protector solar.
Alec resopló.
-Cuéntame más cosas sobre eso – le dijo sacando un tubo del bolsillo interno de su
chaqueta y ofreciéndoselo.- Inténtalo con esta crema para el sol. Es una mezcla especial
fabricada especialmente para mí.
Ocultó una sonrisa burlona al deslizarse dentro del asiento del conductor, aunque no
debería reírse, más que nadie sabía lo serias que podían ser las quemaduras solares
comunes.
Capítulo 7
-No, no pares aquí -le dijo Domini a Reynard cuando giró hacia el parking que había
delante de un restaurante japonés. – Se les ha terminado el wasabi 5 y no se puede
comer sushi sin wasabi.
-Vale – dijo conduciendo de nuevo por el congestionado tráfico del mediodía.
Domini le señaló otro restaurante japonés un par de calles más abajo.
-Vamos a intentarlo en este.
-No hay sitio para aparcar.
-Bueno. ¿Te importa seguir conduciendo?
-Estoy a tu servicio.
Domini le echó un vistazo mientras hablaba. Vio el perfil de pómulos angulosos y la línea
de la mandíbula que parecía esculpida en mármol, el rostro parecía aún más enigmático
cubierto por las gafas de sol oscuras.
-Ahora lo que necesitamos es una comida sólida, mejor si es comida rápida para llevar y
sin alejarnos de esta carretera, porque necesitamos parar en Kodak Center para
empezar con los informes esta noche. ¿Qué quieres comer?
A ti.
Lo que Alec deseaba era su sangre, gotas calientes y dulces que bajaran por la suavidad
de su piel hasta que él las recogiera con su lengua. Jamás había sentido un deseo tan
intenso. Deseaba deslizar las manos por su piel, oír sus gemidos de placer y probar el
dulce encanto de su boca.
-Una hamburguesa suena bien –contestó, con las manos fuertemente agarradas al
volante.
La mujer que llevaba sentada a su lado era una bomba de relojería que hacía tictac y no
la sabía. Pero él tenía mucha práctica como agente. Si fuera un salvaje no habría
conseguido llevar a cabo misiones secretas peligrosas, ni podría conducir.
Había una parte infantil y desconsiderada dentro de él que deseaba hacerle saber que
tenía hambre. ¿Al fin y al cabo no era su compañera?
Domini no está en el menú, le dijo Alec a la bestia que habitaba dentro de él. Si
intentara hacer el amor con ella en estos momentos sería una experiencia traumática que
la aterrorizaría para siempre. Alguien tan fuertemente psíquico como ella, podría
intentar proteger su corazón y su mente para que no pudiera traspasarlos, y eso nos
destruiría a ambos.

5
Pasta de rábano verde picante muy utilizado en las recetas de sushi. (N. de la T.)
Olvídalo, se dijo. Fija tu atención en el camino. Vigila el espejo retrovisor y el Rav-4 6
azul que nos está siguiendo. No extiendas los dedos para acariciar su brazo desnudo.
No toques los muslos que se adivinan por su falda provocativamente corta. No roces su
pelo con tu mano, ni beses esos asombrosos labios.
-Necesito una bebida bien fría.
-¿Estás sediento?
-No tienes ni idea de cuanto.
Domini mantuvo parte de su atención en su forma de conducir y otra en una idea que la
intrigaba: ¿Por qué no le había preguntado como sabía que en el restaurante no había
wasabi?, le sonaba extraño hasta a sí misma y eso que sabía que era psíquica. Quizá solo
estuviera complaciendo los deseos del jefe, al fingir que no había notado nada raro en su
comentario ¿O estaba tan loco como ella pensaba?
Todas las facetas de Reynard eran fascinantes, y le gustaría investigarlas más adelante,
porque ahora necesitaba poner su atención en otra cosa pensó volviendo a observar el
espejo retrovisor del lado del copiloto. Se había fijado en el tráfico mientras Reynard
cambiaba de carriles y giraba en las esquinas, y siempre había un coche detrás y no creía
que fuera su imaginación.
-Hay un Toyota Rav-4 que nos sigue. Es el que está situado en cuarta posición detrás de
nosotros.
-Hace rato que lo sé.
Ella le miró con curiosidad.
-¿Alguien que conociste en alguna de tus oscuras misiones?
-¿Porqué piensas eso?
-Porqué el coche es tuyo.
-Ah, solo que comenzaron a seguirnos cuando dejamos el club Westwood donde Holly
Ashe dará el concierto benéfico. Los vi de nuevo cuando dejamos el club Venecia. Sería
demasiada coincidencia ver el mismo vehículo en ambas localizaciones. El horario del
concierto de la señorita Ashe es información pública, lo comprobé yo mismo en su página
web.
Domini estaba furiosa mientras escuchaba su explicación.
-¿Y por qué no me lo has dicho?
-Imaginé que te darías cuenta tarde o temprano.
-Y de paso comprobabas si era buena o solamente mediocre.
-No he dicho eso.
-Estoy aquí para examinarte, Reynard. No al revés.

6
Todoterreno de la marca Toyota. (N. de la T.)
Alec sintió la tentación de enzarzarse en una discusión con ella. Sus ojos azules
chispeaban de cólera y sus emociones estaban alteradas, casi sin control. Su voz era fría
como el hielo pero sabía que debajo de esa máscara se encontraba el fuego, estaba
deseando alimentar ese fuego subirlo hasta la cima más alta dónde antes o después
acabarían inevitablemente.
Pero en vez de eso, le dijo tranquilamente:
-Eres una agente muy competente de Protección Lancer, yo pertenezco a un mundo aún
más peligroso y paranoico que el tuyo, tú te ocupas de gente por la que no esperas que
nadie te persiga, yo siempre espero que me persigan.
-Por qué querrían perseguirnos...- Domini le sujetó una mano.-Espera.
Alec disfrutó del rápido cambio de emociones en su cara desde el momento en que
comenzó a analizar lo que le decía.
-He leído en el correo que Holly ha decidido emplear una empresa de seguridad porque
hay un loco que la acosa y que se encuentra bajo orden de detención, pero tiene muchos
amigos que la odian tanto como él. No creo que lo hiciera solo, pienso que esas cartas
son de diferentes personas y hay un patrón que me dice que están trabajando juntos.
Otra cuestión es el hecho de desee conseguirla solo para él. Hay una canción en su
primer CD llamada “I Want to Get You Alone”, (Solo deseo tenerte), y que está
relacionada con el momento en que comenzaron a aparecer las cartas. No creo que esa
gente esté interesada en acercarse a ella durante sus apariciones públicas.
- ...a menos que no puedan conseguirlo de otra manera – dijo interrumpiéndola.
Ella asintió.
-Exacto. Lo que quieren es descubrir dónde se oculta, para buscarla en el lugar donde
ella piensa que está segura.
-¿Instalaron vigilancia en los lugares donde va alojarse?
-Su gente de seguridad se limitaron a comprobar los exteriores. Y cuando nuestro coche
fue observado en más de uno de esos lugares...
-...imaginaron que éramos nosotros.
Volvió a asentir. La manera en que Reynard acababa sus frases indicaba sin lugar a
dudas que o pensaban de la misma manera o formaban un buen equipo. No estaba segura
de cuál de las dos opciones le parecía más espantosa.
-Creo que es hora de que soltemos lastre- sugirió ella.
Alec sonrió.
-¿Lo hacemos ya?
La impaciencia en su tono era contagiosa, pero Domini se obligó a reprimir el perverso
interés que tenía en descubrir como trabajaba un agente de los delta force.
-Creo que deberíamos dejar que nos sigan algún tiempo más para conseguir averiguar
algo por su matrícula y después esquivarlos, no estaría muy bien llevarlos hasta la
oficina.- agregó una nota en su PDA, sobre no permitir que un vehículo tan llamativo como
el Jaguar rojo oscuro estuviera cerca de Holly Ashe. -¿Podrías esquivarlos? –le
preguntó.
Reynard le echó un vistazo por encima de sus gafas de sol.
-Te lo enseñaré cuando tú compruebes la matrícula –dijo volviendo a ajustarse las gafas
de sol sobre el puente de la nariz.
Alec adaptó el espejo del copiloto para darle una mejor visión. Domini sostuvo su PDA,
concentrándose en su trabajo. El Rav-4 ahora iba tres coches por detrás de ellos, así
que Alec frenó cambiando de marcha, esto hizo que los coches que iban delante del
toyota azul cambiaran de carril para alejarse del conductor lento. El toyota frenó para
poder seguirles, el conductor no era lo bastante experimentado para conducir
discretamente por el denso tráfico.
-Listo – dijo Domini.
En el mismo momento que ella habló Alec aceleró cambiando de carriles rápidamente,
entonces se movió suave como la seda hasta que cambió de nuevo de carril tomando el
camino de la izquierda, lo que hizo que escucharan sonidos de bocinas acompañadas de
chillidos de frenos de los coches que se desviaban para no estrellarse contra ellos. El
Rav-4 intentó seguirles sólo que ni era un Jaguar ni el piloto era tan experto como él.
-Como el mismo Starsky y Hutch7 - comentó Domini mientras Alec aceleraba.
Sonrió mientras tomaba la siguiente salida, esos pocos momentos de acción le habían
ayudado a calmarse.
-Qué divertido.
-Lo perdimos definitivamente. – dijo Domini y agregó en tono burlón.- creo que no vas a
necesitar el curso de autoescuela como parte de tu entrenamiento.
-Me alegra oírlo. En cuanto al almuerzo ¿Crees que podrás encontrar un lugar en el que
nos sirvan wasabi con el sushi?

7
Serie de los años 70 sobre dos policías de California, basada en esta popular serie se ha
realizado también una película en el año 2004. (N. de la T.)
Capítulo 8
-¿Te gusta la vista? –le preguntó Domini.
-¿Qué vista? - replicó Holly.
Alec vio como Domini le señalaba la ventana de la casa pequeña pero lujosamente
amueblada.
-¿Holly, ves esas telas que cuelgan de la pared? Se llaman cortinas, si tiras de ellas
podrás ver todo el valle de below con sus luces brillando.
-¿Es una broma? –Holly Ashe estaba en medio de la habitación con sus pies desnudos
casi hundidos en la alfombra color gris, y mordiéndose una uña -¿No pago a gente para
que abran las cortinas y las cierren por mí?
-Pues no esperes que lo haga –contestó Domini – todavía me debes dinero de cuando
íbamos al instituto.
Holly se colocó las manos a ambos lados de las caderas desnudas.
-Siempre fuiste muy mezquina.
Llevaba unos minúsculos pantalones vaqueros desgastados y un sujetador rojo adornado
con encaje y lentejuelas, además de muchas joyas y tatuajes. Domini para decepción de
Alec llevaba puesto unos holgados pantalones cortos de lino y una blusa suelta bordada
con motivos campestres.
-Mira quién habla - le dijo a su amiga - Supongo que pagaste una fortuna para parecer
una vagabunda.
-¿Una vagabunda? - dijo la cantante riéndose.
-Si te llamara pop tart8, me pegarías.
-¿Crees que me parezco a Britney Spears?
-Pues sí.
-Estás despedida.
-Tu manager nos dio el trabajo y puedo añadir que no es un servicio barato.
-Como tu abuelo diría Si pagas algo barato te darán algo barato, además este no es el
dinero del almuerzo que te debo, es el dinero de la droga.
Domini hizo un gesto pensativo con una mano en la mejilla, y luego señaló a la cantante.
-Oh, sí claro.

8
Es una galleta rellena de jalea que se come tostada creada por la marca Kellogg’s, aunque en
este caso se utiliza como término despectivo muy utilizado entre las estrellas del pop con un look
agresivo y sexual como Christina Aguilera o Britney Spears. (N. de la T.)
Entonces las dos comenzaron a reírse de alguna vieja broma privada, Alec sonrió para sí
mismo pero por fuera siguió parado impasible y discretamente sobre la única pared en
que tenía una vista completa de la habitación.
Las dos mujeres habían estado discutiendo y riéndose tontamente como dos
adolescentes, y al parecer disfrutando enormemente desde que habían recogido a Holly
Ashe en la entrada de su hotel con la limusina donde Domini la estaba esperando.
Aunque Domini y Holly parecían muy diferentes por fuera, tenían claramente la clase de
amistad en la que aunque pasaran años sin comunicarse volverían a retomarla fácilmente
en el punto donde la dejaron. A Alec le pareció una amistad muy bonita sobre todo
porque Domini estaba radiante. Si aquello fuera solamente un deber, se estaría
comportando de manera diferente.
Cuando Domini presentó el informe detallado del trabajo, Ben Lancer había presidido la
reunión y había tomado la decisión final, pero basada en los datos de Domini. Se había
juzgado que la amenaza contra Holly Ashe era bastante elevada por lo que se había
propuesto que permaneciera en una casa segura equipada con tecnología avanzada de
vigilancia en la que contara con un mínimo de dos agentes así como un conductor.
También habría un agente que supervisara el equipo de seguridad en una habitación que
se había habilitado como puesto de mando y Andrew Maxwell fue nombrado jefe del
equipo.
Andy estaba en esos momentos en el exterior haciendo un barrido de seguridad de la
zona, Castlereigh estaba en el puesto de mando supervisando la cámara fotográfica, el
audio y el equipo de infrarrojos. Alec había sido asignado como conductor de Holly y
además sería uno de los agentes que estuviera dentro de la casa hasta medianoche, le
había sorprendido que le asignaran un puesto de responsabilidad en su segundo día de
trabajo pero nadie discutía las decisiones de Ben Lancer, aunque Domini lo había
intentado, pero Alec había comprendido antes que ella la decisión de su abuelo, Lancer
quería que ella vigilara a su nuevo empleado y como Domini estaba asignada al trabajo de
Holly él también debía estarlo.
Domini se echó hacia delante
-Tengo que conseguir que mi amiga esté lo más cómoda posible hasta que consigamos que
esos payasos te dejen en paz.
Se acercó a ella aún más.
-¿Así pues, quieres ver la vista? -le preguntó Domini a Holly.
-No – le respondió Ashe.
-¿Quieres algo de la cocina?
-No
-No sé porqué pones ahora mala cara ¿no estuviste de acuerdo en que venir aquí era la
mejor manera de mantenerte segura?
-Sí - dijo de forma obstinada.
-¿Qué pasa?
-Lo que pasa es que odio no tener el control de mi vida
Domini se colocó delante de su amiga.
-¿Te asusta esa gente?
-No. Mi manager es un estúpido.
Domini puso sus manos sobre los hombros de Holly.
-Si no te asustan entonces lo eres tú.
-No quiero hablar de eso.
Ashe le echó un vistazo a Alec.
Domini intercambió una mirada con Reynard, y alcanzaron un acuerdo silencioso sobre la
situación, ambos asintieron. Puso un brazo alrededor del hombro de Holly y la llevó hacia
el vestíbulo que conducía a las habitaciones.
-Vamos a revisar que todo esté bien fuera de tu dormitorio.
Holly rió.
–Oye, he estado esperando para oírte decir eso.
-Déjalo.
Domini arrastró a su amiga por el pasillo del espacioso dormitorio principal y cerró la
puerta detrás de ellas. Colocó las dos maletas y la caja de la guitarra encima de la cama.
-¿Necesitas ayuda para deshacer las maletas?
Holly estaba mirando alrededor del dormitorio y fingió estremecerse.
-Todo es beige.
-El decorador utilizó términos como crudo y champán. Se supone que estos colores
sirven para tranquilizar. Es la habitación más grande de la casa, se decoró pensando en
aliviar las tensiones de los clientes y camuflar el hecho de que no hay ventanas.-le señaló
una puerta a su izquierda.- Esto es el cuarto de baño, es azul.
-Estoy impresionada sobre tus conocimientos de la casa.
-Esta casa pertenece a la compañía. La mejor que tenemos en el centro.
-¿Puedo dar una vuelta por aquí?
-No. ¿Te ayudo con el equipaje?
-Estoy acostumbrada a deshacer mis maletas. Además no voy a quedarme.
Holly cogió la caja de la guitarra y comenzó a caminar hacia la puerta. Domini pasó
delante de ella, cogió la caja que llevaba Holly y la inmovilizó.
-Permanecerás aquí durante las próximas tres noches.
Holly era lo bastante elegante para no discutir en ese tono, así que solamente agitó las
pestañas.
-¿Estaréis todos aquí?
-Esta noche estaré en el dormitorio que hay al otro lado del pasillo.
Holly fue de nuevo hacia la cama y cogió las maletas, rígida por la tensión.
-Odio vivir así - murmuró.
Entonces se colocó con las piernas cruzadas en el centro del colchón gigante, doblada
para hacer yoga en la posición del loto, y cerró los ojos. Domini observó como los
músculos de Holly se relajaban y su expresión se volvía más pacífica.
Debo intentar hacer yoga alguna vez, pensó Domini, sabiendo que sus nervios estaban esa
noche tan tensos como la cuerda de un arco. No ha sucedido nada, se recordó a sí misma.
Ni va a suceder. No vas a dejar que suceda. Holly parecía muy pequeña y vulnerable en el
centro de la gran cama.
Domini había pensado siempre que Holly era muy valiente, por la honradez a que sometía
sus propios actos, como había salido adelante sin necesidad de nadie, ella había
necesitado de protectores pero Holly había sido casi temeraria con cada alegría y dolor
que había tenido que soportar. Eso era valiente. Muy estúpido pero también muy valiente.
Domini sonrió cariñosamente y se colocó a los pies de la cama. Ella se inclinó sobre el
codo y apoyó la cabeza en su mano. Aunque parecía relajada, se colocó entre su cliente y
la puerta. Domini no pensaba que pudiera ocurrir nada ¿pero porqué arriesgarse cuando
la seguridad de otra persona estaba comprometida?
Holly finalmente abrió los ojos y se inclinó hacia delante, con una mirada traviesa en su
cara.
-¿Él va a estar contigo?
-¿Qué?
-En el otro dormitorio. ¿Se va a quedar contigo?
Domini estaba totalmente confusa.
-¿Quién? ¿A qué te refieres?
Holly rió.
-¿No me digas que te estás volviendo olvidadiza? Sabes a quién me refiero: Al semental
de ahí fuera.
-¿Semental?
-El tipo que está sujetando la pared fuera del dormitorio.
-¿Reynard? – dijo tragando saliva.
Reynard había sido muy discreto pero Domini siempre era consciente de su presencia
aunque había intentado concentrarse en Holly. Suspiró.
-Oí eso.
-Holly...
-¿Qué le pasa a ese tipo? Parece muy masculino. ¿Es que tiene tres testículos o algo
extraordinario?
A Domini se le retorcieron las tripas solo de pensarlo.
-Venga ya –le dijo – Sabes que no miro a los hombres.
-Ni a las mujeres tampoco. Tú no miras a nadie – afirmó Holly.- Solo te he visto mirar así
a este hombre.
-Trabajamos juntos. Tenemos que mirarnos ocasionalmente.
-Miras su cuerpo y no te lo reprocho –dijo tirando de los pies de Domini.-Y no era a mí a
quién prestaba atención, porque aunque fingía no mirar a nada en particular, solo tenía
ojos para ti.
Domini miró con sarcasmo a su amiga, que en esos momentos respiraba profundamente
para luego sentarse con gran dignidad.
-Esto es un buen truco para conseguir sacar de tu mente los problemas.
-Hacer yoga parece difícil pero no es así.- Holly soltó bruscamente una pila enorme de
cojines que había sobre la cama hasta que se quedó con la cantidad que quería, después
se apoyó sobre ellos, extendió los brazos hacia ella y le dijo: - Ahora vamos a hablar de
mí.
-Ese siempre ha sido un tema interesante- admitió Domini, colocándose sobre la amplia
extensión de satén.
-Te verías bien desnuda sobre esta tela – le dijo Holly
Domini pasó la mano sobre el satén color champán. Era maravilloso al tacto.
-No, soy demasiado blanca, me vería mejor desnuda sobre un color más fuerte ¿Y ahora
qué?
-Me gusta este tema.
-¿Eso significa que es de esto de lo que quieres hablar?
-Tú que estás en el negocio de protección ¿Porque vienen a por mí? Nunca me había
pasado esto.
-Por desgracia este mundillo es así. Las celebridades atraen a chiflados, hasta ahora has
tenido mucha suerte. Durante mucho tiempo decidiste no mezclar tu vida privada con tu
vida pública sin embargo esto cambió cuando te separaste de Jo, apareciste en los
periódicos sensacionalistas durante meses ¿Recuerdas cuando pareció tu biografía no
autorizada?
-No la leí.
-Yo sí. Era un libro en que había más fotos que palabras, desde que llevabas pañales.
Había una en la que estábamos juntas en mi fiesta de cumpleaños cuando cumplí los
dieciséis años, también hay fotos del anuario de la escuela secundaria ¿Y te acuerdas de
lo que ocurrió en el baile de graduación?
-Dios mío ¿han convertido mi vida en un circo?
-Sí, es una manera de decirlo, pero tú ayudaste a que lo consiguieran hablando con cada
periodista que acercaba una cámara fotográfica a tu cara.
-En contra de tu consejo –agregó Holly. –Entonces estaba loca lo admito. La pasión
convierte a las personas en lo que no son.
-Si la pasión te convierte en una loca es mejor no sentirla. La pasión hizo que Jo
consiguiera una orden para quedarse con los derechos de las canciones que escribiste
sobre la separación.
-Mis abogados consiguieron revocar esa orden. La controversia ayudó mucho a las
ventas del álbum. -le dijo Holly.- El problema es que también consiguió la atención de
esos bastardos que me acechan.
Parecía estar pensando algo y después le preguntó:
-¿Piensas que Jo tiene algo que ver con esto?
-No. Ya lo comprobamos –le contestó Domini. -¿Piensas que él podría estar detrás de
esos hombres?
-No. ¿Cómo podrías pensar algo así?
Domini notó el dolor de Holly como si le hubiera dado una bofetada en la cara. Detestaba
que la mirara así, pero contestó tranquilamente,
-No lo pienso pero en Lancer somos muy cuidadosos, consideramos todas las
posibilidades, estamos aquí para protegerte de todo hasta de ti misma.
-Caramba, gracias. Estoy impresionada. -Holly sacudió la cabeza.- Debe ser que no estoy
acostumbrada a que me traten como una asquerosa indecente a la que hay que
estamparle la cara en la tierra. No me importa ser indecente por supuesto –agregó-
Debes intentarlo alguna vez.
-Creo que no. Es aburrido.
-Prueba a hacer algo indecente con el Sr. Triple Testículos.
-Sabes que en Lancer no se permiten relaciones entre empleados.
-No se lo diré a tu abuelo.
-Ya conoces a mi abuelo, lo sabría de todos modos.-Domini miró su reloj era más de
medianoche, ya habrían hecho el relevo y deseaba hablar con los nuevos hombres.-Hora
de dormir y tú también debes hacerlo –le aconsejó.
Domini salió del dormitorio, muy alegre sabiendo que Reynard no estaría como había
especulado Holly. Por la mañana habría conseguido sacar la pregunta de su mente, al fin
y al cabo los genitales del Sr. Reynard no tenían nada que ver con el trabajo sino que
eran algo personal.
Capítulo 9
-Lo mejor sería que follaras con alguien.
Alec casi se atragantó con el agua de las píldoras. No sabía que le había causado más
estupor si la sugerencia del anciano u oír semejante lenguaje de un honrado padre del
clan.
-No te asustes –dijo la Matriarca que estaba sentada al lado del anciano.- Ambos
detectamos tu necesidad. El sexo sería bueno para ti.
-Es la mejor manera de que un Guardián mitigue la tensión –le recordó el anciano.-todavía
me ocurre a mí.- agregó, mirando cariñosamente a la mujer sentada a su lado que le
sujetaba la mano.- Por supuesto matando también se podría arreglar.
El viejo Barak lo miraba como si esperara que de un momento a otro a Alec le entraran
ganas de matar.
-Es sexo es más fácil –dijo la Matriarca Serisa.
Habían llegado a su puerta algunos minutos después de que Alec llegara a la casa. La
presencia de la mujer serenamente regia había ayudado a aplacar la tensión de dos
machos que se veían por primera vez. Alec no había podido evitar un gruñido y una
rápida revelación de sus colmillos, pero la Matriarca había tocado su mejilla para
tranquilizarlo enviándole pensamientos serenos que calmaron su mente. Fue entonces
cuando se dio cuenta de la edad y sabiduría de ambos ya que lo habían dejado totalmente
aturdido mientras caminaban hacia la casa.
Eran una pareja elegante, vestían de negro, el color que tenían también sus ojos y su pelo
rizado, el del hombre con más vetas grises que el de la mujer. Ella usaba un colgante de
oro con la forma del dios egipcio Anubis y un anillo en la mano izquierda con un ónice en
el que aparecía tallado el mismo símbolo. Se presentaron como Barak y Serisa de Shagal
y habían ido hasta allí para no tener que esperar a que los hombres de la clínica
arreglaran una reunión entre ellos, no deseaban entrar en el juego de matices y
cortesías que utilizaban los humanos.
-Deseamos que te sientas cómodo con nosotros –dijo Serisa diplomáticamente.
-Hasta que tengamos que cuidar de otro -añadió Barak de forma brusca.
Aunque Alec les dio el permiso para entrar en su santuario, estaba ofendido por la forma
en que habían irrumpido en su vida, aunque le habían traído sangre fresca de la clínica,
esperaba que simplemente se presentaran y después se fueran, dándole la ocasión de
hablar con ellos de forma civilizada.
Pero no, una hora después aún seguían allí. De alguna manera su presencia calmaba el
dolor de sus sentidos. Hacía años que no estaba con gente de su misma raza, había
olvidado que los hábitos y rituales de los vampiros eran una manera de imponer un
comportamiento civilizado por encima de los instintos de posesión y poder.
La Matriarca Serisa había insistido en servir vino tinto y agua. Y además trajo galletas.
El pan la fruta y el vino eran los alimentos tradicionales para la ceremonia del ritual de
familiarización con vampiros que llegan a un nuevo territorio, pero la Matriarca le dijo
que prefería los biscottes9 ¿Y quién discute los deseos de una Matriarca?
-Pensé de podríamos practicar algunas sesiones de terapia y meditación juntos – les dijo.
Los grandes y oscuros ojos de Serisa chispearon burlones.
-Somos vampiros, Alexander. Lo que necesitamos es acción. El sexo para nosotros es
una necesidad.
-Cuando sentimos hambre - dijo Barak -Necesitamos alimentarnos.
-No estoy seguro de poder alimentarme ahora sin matar –admitió Alec – En cuanto a
hacer el amor- sacudió la cabeza - no creo que pudiera mantener el control.
-Quizás no con una mujer mortal – le dijo Serisa. - pero sí con una de nosotros – se
encogió de hombros y alisó su falda delicadamente transportándolo de algún modo al
mundo del erotismo. – Puede haber mucho placer cuando una mujer vampiro se doblega a
los deseos de un Guardián.
Una imagen de un encuentro salvaje pasó durante un instante por la cabeza de Alec y
luego fue directo a su ingle, pero la imagen de la mujer que había visto en su mente
debajo de su cuerpo mientras la poseía no era ninguna mujer vampiro. Se tocó la cara
con las manos.
–Hubiera sido mejor que no hubieras dicho eso.
Serisa sonrió de forma tentadora, luego se levantó y le ofreció vino a Alec. Su muslo
rozó el suyo cuando se inclinó hacia él y le puso un paquete de cerillas en la mano. En el
interior del paquete había sido escrito un número de teléfono, Alec miró fijamente los
números y fue detrás de Serisa.
-¿Qué es esto?
-Es el número del teléfono móvil de una joven de la familia Caeg, se encuentra en estos
momentos en la ciudad y además está libre – le dijo – esta tarde estará en el bar.
Existían tres tipos de vampiros:
El Clan, que había vivido entre los humanos como protectores; Las Tribus, que habían
despreciado a todos los mortales excepto a los que podían utilizar y causar dolor; y Las
Familias, que eligieron una forma de vida gris, y tenebrosa. Mientras que El Clan había
elegido el camino más noble y Las Tribus el de la oscuridad, Las Familias no tomaron
partido claramente por ninguno de los dos, aliándose con ambos.
Alec miró a Serisa con frialdad, olvidándose del respecto que merecía una Matriarca, y
le dijo de forma brusca:
-¿Porqué tendría que unirme a una mujer de Caeg?
-¿Porqué crees? – le contestó Barack – Tú lo necesitas y a los Caeg les urge tener niños
con alguien que no sea de La Familia porque se encuentran en peligro de caer en la
9
Galletas almendradas originarias de la Toscana. (N. de la T.)
endogamia, sería algo beneficioso para los dos.- Barack levantó la mano antes de que
Alec protestara.- Deberías tener en cuenta ser padre con alguien que no sea del Clan.
-Con una mujer mortal quizás, pero...
-¿Tienes alguna mortal en mente? - le dijo Serisa cortando las palabras de Alec. Ella
había detectado sus reacciones y movió un dedo delante de él. - El Dr. Casmerek lo había
sospechado. Lo prohíbo. Como tu Matriarca te prohíbo que toques a una mujer mortal,
sería demasiado peligroso.
-No tiene que prohibírmelo – dijo Alec irritado – Sé que no puedo tenerla.
Una guerra estalló dentro de él, entre lo que deseaba y lo que era mejor para Domini.
Pero en medio de la batalla evocó un canto de sirena con la promesa de un enlace eterno.
Quizás debería seguir el sabio consejo de los ancianos del Clan. La mujer de Caeg estaba
dispuesta, y la idea de tener un niño era maravillosa. Al menos podría satisfacer a la
mujer. La noche era joven.
-Está bien – les dijo mientras los acompañaba hasta la puerta.- La llamaré.

El corazón de Domini martilleaba violentamente, tenía las palmas de las manos sudorosas
y su mente estaba en blanco.
Vale ¿Dónde demonios estoy? Y lo más importante ¿Porqué estoy aquí? ¿Y como he
conseguido llegar?
Era obvio, que debía ordenar su mente. Estaba en uno de los coches de la compañía, el
coche se encontraba en un aparcamiento con el motor apagado y debía de estar cerca del
centro de Los Ángeles, lo sabía porque había reconocido los edificios de oficinas del
distrito financiero y los elegantes hoteles. El reloj del tablero de instrumentos del
coche indicaba que era más de medianoche.
Esto era peor, muchísimo peor que el sueño que la había obligado a ir al mercado hacía
dos noches y el sueño erótico de la noche anterior.
No puedo recordar nada. Golpeó el tablero de instrumentos con los puños hasta que
consiguió mantener el miedo y la frustración a raya. ¿Por qué no puedo recordar?
Vale. Tranquilízate. ¿Qué es lo último que recuerdas?
Recordó haber entrado en el cuarto de baño para cepillarse los dientes, se miró en el
espejo pero lo que vio reflejado en el espejo fue a Reynard besando a una mujer.
Se había dado la vuelta para hacer frente a la pareja y... allí estaba.
Vale. Rebobina. ¿Donde estaba el cuarto de baño?
En la casa en que se encontraba Holly, había entrado a su dormitorio, recordó que había
mirado su reloj antes de quitárselo y colocarlo encima de la mesita de noche. Eran las
dos menos cuarto de la madrugada. Se miró la muñeca, no llevaba puesto su reloj,
recordó haberse quitado los zapatos y la sensación placentera de la lujosa alfombra bajo
sus pies desnudos. Vale, no tengo reloj y estoy descalza. La realidad se ajustaba
fielmente a lo que recordaba. Recordó que había ido hasta el cuarto de baño que había
encendido la luz y había cogido la pasta de dientes del armario, después había vuelto a
cerrar el armario y se había mirado en el espejo.
Y la cólera se había apoderado de ella tan ardiente como si fuera lava.
Si eso era la pasión no quería sentirla. Intentó olvidarse de la visión, pero notaba un
gruñido a punto de salir de su boca y la rabia hirviendo en su sangre.
Domini se inclinó hacia detrás y apoyó la cabeza sobre el respaldo, inspiró
profundamente varias veces intentando relajarse, pero no lo consiguió. El hecho era que
ahora se encontraba en una parte de la ciudad donde mantener las farolas encendidas no
era una prioridad.
De repente la imagen de una cerveza fría le hizo la boca agua, salió del coche para poder
convertir ese deseo en realidad.
Ir descalza precisamente por esa calle no era lo más seguro que podía hacer, pero
durante algún rato la fresca firmeza del suelo le sentó de maravilla a las plantas de sus
pies, hasta que pisó un pedazo roto de cristal.
El dolor envió a Domini hacia la pared más cercana, maldiciéndose por estar allí y por no
ser más cuidadosa, se inclinó sobre la pared y levantó el pie, había tenido suerte, le
sangraba el dedo gordo pero no tenía ningún trozo de cristal incrustado. Esperó un
momento hasta que estuvo segura de que había parado de sangrar, entonces volvió a
andar esta vez con más cuidado. No tenía ni idea de hacía donde iba pero sabía que
reconocería el lugar cuando lo viera.
Suponía que buscaba un bar ya que necesitaba tomarse una cerveza, le alivió descubrir
que además de las llaves del coche tenía algunos dólares doblados en el bolsillo, no
llevaba ninguna identificación aunque en la clase de local que estaría abierto a esa hora
no era probable que alguien le pidiera el carnet.
Domini cruzó una calle abandonada y caminó cojeando hasta el siguiente bloque y supo
que había encontrado el lugar que buscaba. El edificio era de ladrillo visto y no tenía
ningún cartel que lo identificara como bar. Deteriorado podía ser una forma de
describirlo. Una pesada cortina bloqueaba cualquier destello de luz que pudiera dejar
escapar la amplia ventana. La puerta estaba arañada y necesitaba una buena capa de
pintura, el picaporte de cobre estaba gastado y brillante por el uso. Podía oír ruido
dentro, amortiguado y tenue. Casi esperaba que alguien apareciera por una mirilla y le
pidiera una contraseña. Echó un vistazo a sus pies descalzos. ¿Tendrían alguna política
sobre no servir a la gente que no llevara zapatos ni camisa? Abrió la puerta y entró
dentro.
Esperaba que el lugar fuera oscuro y lleno de humo, pero no contaba con que la oscuridad
fuera casi total, y que le fuera casi imposible respirar en cuanto notó que la puerta se
cerraba tras ella. No todo el humo que exhalaron sus pulmones era de tabaco, pudo
reconocer algunas de las hierbas pero otras no, además había otra clase de humo en el
local proveniente del incienso de las velas que había.
El suelo que pisaba era pegajoso y no deseaba saber porqué, las palmas de sus manos
seguían estando húmedas debido al sudor nervioso, de repente notó que los ruidos se
iban apagando y que todos los ojos se posaban en ella. El peligro remolineó a través de
ella con más consistencia que el humo. Algunos de los ojos que la miraban fijamente
brillaban como los de un animal hambriento, además pudo ver colmillos que resplandecían
en las sombras. El sonido de un grito de asombro colectivo rugió por toda la habitación, y
Domini sabía por instinto que es el que emiten los cazadores que han olido sangre fresca.
Si ahora se diera la vuelta y huyera, irían detrás de ella.
Estás exagerando, se dijo, intentando no oír el repiqueteo incesante de su corazón y el
grito de la parte más primitiva de su cerebro que le decía que huyera para salvar su vida.
Tenía que haber una explicación razonable para todo aquello, quizá había llegado a un
local de gente que le gustaba la vestimenta gótica o tal vez estuvieran celebrando una
fiesta de disfraces.
O era un bar de vampiros.
De cualquier modo la explicación podía ser lógica pero no cuerda. ¿Pero por supuesto,
despertar en un coche sin saber como había llegado hasta allí era cuerdo o lógico? ¿Y
caminar descalza por las calles sin rumbo fijo? Pero no, ella había tenido que sentirse
estúpidamente obligada a seguir a Reynard, y...
Ella sabía que Reynard estaba allí. Y que estaba con una mujer. La cólera ardía a través
de ella.
¿Y si era una reunión de negocios?
Domini decidió no hacer caso de sus irracionales celos, lo cuerdo sería eso, pero era un
infierno evitarlos.
Pero cuando se dio la vuelta, alguien estaba detrás de ella. Era alto, con mucho pelo y
muy guapo, sostenía una copa de cóctel vacía en la mano y la miraba como si ella fuera el
menú del día. Iba vestido totalmente de cuero.
-Hola, mirlo - dijo - Cuanto tiempo
-Discúlpeme -dijo Domini, intentando escabullirse.
Aunque sabía que todos los demás la miraban, podía sentirlo como si fuera electricidad
estática en su piel.
El hombre se movió al mismo tiempo que ella obstruyéndole la salida, llevó la mano que
tenía libre hasta ella para tocarla brevemente.
-¿No me recuerdas? ¿Anthony? ¿San Francisco? ¿1969?
Domini negó con la cabeza.
-No he estado nunca allí y no conozco a ningún Anthony.
Anthony dejó la copa vacía sobre la mesa más cercana, y después se volvió hacia ella.
-¿Crees que estoy bebido, mirlo?
-¿Va a quitarse de mi camino?
En vez de eso él se acercó todavía más, mirándola fijamente y mientras sonreía la olió.
Domini vio como sus dientes se convertían en colmillos. Ella retrocedió.
La muchedumbre se dividió y él siguió sonriéndole perezosamente mientras caminaba
hacia ella y la miraba como si fuera un ave rapaz.
-Como un cuco en su nido – le dijo riéndose.
El sonido de su risa penetró en los sentidos de Domini. Y no era un truco de efectos
especiales. Dio un paso más y se encontró con la barra. El vampiro la acorraló colocando
las manos en su cintura mientras tiraba de ella, su cuerpo era duro y sus manos muy
fuertes, y ella tenía muy poco espacio para maniobrar.
Se inclinó hacia un lado intentando que dejara de aferrarla, pero en ese momento vio una
sombra moviéndose entre la neblina del humo. La arrojaron hacia atrás, y a Anthony
también.
Domini golpeó la barra lo suficiente como para dificultarle la respiración. Durante unos
instantes, lo único que pudo ver fue el humo sobre el techo. Oyó un grito en un idioma
que ella no conocía, gruñidos de animal, la caída de muebles al romperse, y un aullido del
dolor. Cuando intentó incorporarse, la cogieron por los brazos, levantándola sobre la
barra, su captor la sostenía con demasiada fuerza pero al menos podría ver a los dos
vampiros luchando.
Ambos daban vueltas en el poco espacio que había, detrás de los contrincantes se podía
ver a la ávida muchedumbre que miraban con los ojos hambrientos de una manada de
lobos.
Entre ella y la muchedumbre, los luchadores giraban con la agilidad de los felinos, eran
dos imponentes figuras masculinas de músculos, colmillos y garras, uno con camisa blanca
y el otro de cuero.
Los movimientos eran demasiados rápidos para poder ver los detalles, solo veía trozos de
ropa negra y luego blanca, la iluminación tan tenue y el humo tampoco la ayudaba,
entonces el humo se despejó como si fuera una cortina echada a un lado.
La figura de Anthony se enderezó y pudo ver un corte en su mejilla, aún así a él no
parecía dolerle y seguía sonriendo. Una sonrisa totalmente irónica que hacía que
relucieran sus colmillos.
Anthony le hizo una pequeña reverencia al vampiro que vestía de blanco.
-Felicidades. –le dijo y luego desapareció entre la muchedumbre y la oscuridad.
En cuanto Anthony se fue, el ganador fue directo hacia ella, primero vio una mancha de
sangre en su inmaculada camisa blanca, luego el pelo oscuro como las alas de un cuervo,
un mentón firme y unos ojos verdes que ardían como esmeraldas debajo de un reflector,
los anchos hombros y las manos tan mortales como el acero afilado. Y entonces junto al
caleidoscopio de imágenes pudo ver una figura reconocible.
-Reynard
Domini no podía salir de su asombro.
La agarró por detrás y la cogió en brazos, a Domini le dio vueltas la cabeza totalmente
aturdida, echó la cabeza sobre su pecho, y después todo fue oscuridad.
Capítulo 10
-Mía.
El sonido de su voz le pareció ronco y áspero, tan lleno de dolor como su cuerpo de
placer.
Presionó su cuerpo contra el suyo, Alec sostenía a Domini de pie sobre la pared de
ladrillo dentro del callejón oscuro, lleno de escombros y olores nauseabundos, no era el
lugar idóneo para hacer el amor, pero sí para sexo duro, precisamente lo que necesitaba
en esos momentos.
-Eres mía - quería que ella lo reconociera.- Deséame- le ordenó Alec, usando toda la
fuerza de su mente. Ella solamente parpadeó y emitió un leve gemido.
Ansiaba su sangre, su cuerpo la exigía.
Sujetó sus muñecas con una mano, y se los pasó sobre su cabeza capturándola con
firmeza.
Con la otra mano levantó su ropa para revelar su vientre y los pechos tan suaves como la
seda, su cuerpo ardía esperando ser llenado, poseído. Vagó por cada rincón de su cuerpo
mientras sus labios rozaban su garganta en el lugar en que el pulso era fuerte y
constante, su boca se rezagó en ese lugar respirando su olor, saboreando su alma
mientras su mano acariciaba sus pechos, luego descendió por sus muslos abiertos para
introducir sus dedos por ellos.
Domini notó una oleada de pasión y jadeó asombrada al sentir sus manos rozar
suavemente su delicada piel. Intentó resistirse pero él siguió sosteniendo sus manos con
la suya, mientras sus dedos seguían acariciándola para que llegara al clímax.
Daba placer y también lo recibía.
Cuando Alec sintió que respondía, levantó la cabeza para mirar sus ojos, y aún más
profundamente su alma y su mente.
Eres mía. Sólo mía. Para siempre.
El mundo de Domini se convirtió en calor envolvente, marcada a fuego por sus ojos
verdes, por su fuerza que la encadenaba, por su voz que la dominaba exigiéndole
sumisión. Un peso opresivo y caliente la cubrió, presionando sus pechos, el vientre y su
interior.
Su boca cubrió la suya, dominándola. Una punzada de dolor tocó sus labios y un sabor
metálico resbaló a través de su lengua hasta desaparecer.
Sangre por sangre, susurró una voz en su mente. Para siempre
No su sangre, comprendió, sino la suya. El dolor también era suyo porque él lo estaba
compartiendo con ella. Había mordido sus labios antes de besarla.
La confusión luchó contra el fuego que lamía hasta el más recóndito lugar de su cuerpo.
Se sentía desamparada, fuera de control, el miedo hizo mella en sus sentidos exaltados.
Pero su lengua comenzó a bailar con el mismo ritmo que sus dedos jugaban en el interior
de sus caderas, no imaginaba que estar fuera de control pudiera ser tan ¿Excitante?
La voz que hablaba en su mente era autoritaria y suave a la vez, como si fuera un cuchillo
forrado de terciopelo, hermoso pero dispuesto para la violencia.
¿Excitante?
No podía negar el borde afilado, ni exigir la verdad.
-¡Sí!
Te excito. Como ningún otro puede, de otro modo alguna vez lo hubieras sentido. ¿No es
cierto?
Tenía su alma bajo un microscopio, nada escapaba a su férreo control. Y no había nada
que se interpusiera en esa verdad.
-Sí
-Bien
Su aire de satisfacción la enfureció. La ira la ayudó a salir de su hechizo y a recuperar
de nuevo el control. Él no era el mundo.
Soy tu mundo.
Mentira.
Alec se sobresaltó y dejó de besar a Domini
-¿Qué?
Era un error. Eso es lo que pudo leer en su mente antes de abandonarla. Se miraron
fijamente y Alec se vio a sí mismo reflejado en sus ojos.
-¿Qué es lo que haces? -le preguntó Domini.
-Follarte
-¡Oh, no de eso nada!
-¿Lo dices a pesar de las pruebas que demuestran lo contrario?
Su voz tenía un tono sombrío y una oscura determinación. Había algo mágico en sus ojos
verdes y Domini luchó contra el impulso de caer profundamente en su espiral.
Se obligó a cerrar los ojos y a decir:
-Fuera. Vete de mi mente. Se forzó a imaginarse libre de su embrujo, porque tanto si
era algún tipo de magia como si era real necesitaba de toda su fuerza de voluntad
-Esto es real.
Domini lo oyó como si fuera el eco de una voz lejana mientras él seguía tocándola.
Intentó bloquear las sensaciones, pero el placer era demasiado intenso y se expandía a
través de ella.
-Para. Para. Para esto.
No puedo dejarlo. No sabía si eso era algo bueno o malo.
Alec adoraba la forma en que podía forzar placer en ella, pero su propia necesidad era
demasiado fuerte.
Ya basta de juegos.
Había llegado la hora de obtener su propio placer.
Sus manos quedaron por un momento flotando en el aire, aunque seguía teniéndola
firmemente atrapada contra la pared, de repente ella se revolvió con fuerza y sus puños
le habrían golpeado si sus reflejos no hubieran sido mucho más rápidos que los de
cualquier mortal.
Alec sujetó a Domini por los hombros.
-No intentes atacarme.
-Pues no intentes violarme –dijo furiosa intentando soltarse.
-¿Violarte? Esto no es eso... es conquistar...es...
-¿Eso te lo ha dicho tu madre?
Donde los puños habían fallado, las palabras le golpearon como una bofetada certera.
¿Quién se creía que era para preguntarle una cosa así?
-¡Maldita seas!- gruñó, por interrumpir en ese estado a un Guardián excitado y desnudo.
¿Qué es lo que estaba haciendo? ¿En qué estaba pensando? Su Matriarca le
desterraría, o algo peor, si tomaba a una mujer mortal. Sí, ella era suya, pero él había
prometido no forzarla. Qué pronto había olvidado su promesa.
Sin embargo no habría ocurrido si ella no le hubiera provocado.
La agarró por los hombros y la zarandeó.
-¿Qué demonios hacías con Tony Crowe?
-¿Qué hacías tú con esa mujer? -le gritó ella. ¿Y qué hacías en ese bar?
-¿Qué mujer?
-La única...La única - Domini parpadeó y sacudió la cabeza - La única con la que te vi.
-No me viste con ninguna mujer.
Maia Caeg se había ido bastante antes de que llegara Domini. Un beso les había
confirmado a ambos que no estaban hechos el uno para el otro, y que seguir viéndose solo
les causaría frustración. Frustración que no les conduciría a nada bueno.
-En el espejo – le contestó Domini - Te vi en el espejo.- Sabía que lo que estaba diciendo
no tenía ningún sentido. De hecho nada tenía sentido. Se sentía más viva que nunca e
inflamada por un fuego íntimo, no sabía de que forma la estaba consumiendo solo que
estaba casi desnuda, y que todo aquello era ridículo. -¿Porqué demonios tendría que
preocuparme a quién besas? – agregó perpleja.
Alec se sorprendió de que la conexión fuera ya tan fuerte entre los dos, estaban muy
cerca de unirse, ella había sabido que estaba con otra mujer y había reaccionado. Estaría
muy satisfecho si no fuera porque temía por la cordura de Domini, estaba claro que ella
tenía algún tipo de poder psíquico que hacía que ambos pudieran entrar en la mente del
otro y esto no era bueno para él y por supuesto tampoco para ella.
Pero ella aún no estaba preparada para una explicación, ni él para decirle que le faltaba
muy poco para enredarse con un vampiro que luchaba contra la locura y los impulsos
salvajes, que se hallaba al borde de un chuchillo muy afilado y que tendría que saltar con
él.
La necesidad de protegerla era aún más básica que la de respirar o beber sangre.
Tendría que conseguir de alguna manera guardar las distancias. Pero lo primero era salir
de ese callejón y dejar que ella volviera a enfrentarse a su vida normal.
Aunque mantenía las manos apoyadas en sus hombros, las dejó lo bastante lejos para que
pudiera arreglarse la ropa, pero necesitaba su contacto, necesitaba tocarla y además
tener la certeza de que no huiría. Cuando Domini terminó la sacó del callejón y giró a la
izquierda cuando dejaron la calle.
-¿A dónde vamos? -le preguntó ella
-A tu coche
Domini estaba muy cansada; la sensación de cansancio era aún mayor que la del miedo.
Notaba los párpados y los miembros de su cuerpo cada vez más pesados. Y sospechaba
que era culpa de Reynard.
-Estás dentro de mi cabeza.
-En este momento no
-¿Entonces porqué estoy adormilada?
-Has tenido un día muy largo.
O tal vez era que él estaba practicando un ejercicio mental para calmarse y ella estaba
también reaccionando.
O quizá se debía al humo que había inhalado dentro del bar, sonrió ante ese
esperanzador pensamiento. Si seguramente era eso, ella había estado casi una hora
dentro y había respirado bastante narcótico. El lugar se mantenía lleno de drogas para
que cualquier humano que se topara con el local privado creyera que las cosas extrañas
que había visto eran efectos alucinógenos.
-Estás drogada- le dijo a Domini.
-Pues no estaba drogada hace un minuto- Su voz sonaba tranquila, pero su indignación
iba creciendo cada vez más dentro de ella. -Nunca he tomado drogas. Vale quizás una
pastilla de éxtasis cuando iba al instituto, pero solo porque me la dio Holly cuando le dije
que me diera algo para mitigar los dolores de la regla ¿Alguna cosa más que desees
saber?
-No es necesario. Ya hemos llegado. Había seguido su olor hasta donde tenía el coche
aparcado.- Dame las llaves.
Como no le respondió, la apoyó delicadamente sobre el coche y hurgó en sus bolsillos
hasta que encontró las llaves, consiguió meterla en el lado del pasajero, pero en ese
momento Domini se le cayó encima golpeándose la frente con el volante.
-No puedes dormirte todavía – le dijo Alec, levantándola. Tendría que implantarle
algunos recuerdos en su mente antes de dejar que se durmiera. Le sujetó la barbilla y le
giró la cara hacia él.-Abre los ojos. Mírame.
Domini parpadeó varias veces, y después le miró fijamente.
Alec sonrió, no iba a ser fácil invadir sus pensamientos, mantuvo una presión constante
hacia sus barreras mentales naturales, hasta que sus pupilas estuvieron dilatadas
completamente y su respiración se acomodó de forma lenta, profunda, y constante.
Entonces le dijo:
–Estabas en la casa asignada a Holly.- ¿Qué le dijiste a los demás cuando saliste?
-Nada
Lo dijo suavemente sin ninguna expresión en su voz.
-¿Estás segura? ¿Y nadie te preguntó tampoco?
-Cuando me fui no hablé con nadie.
Bueno. Se limitó a introducir en su mente las respuestas a las preguntas que le harían
los miembros del equipo cuando volviera.
–Fuiste a tu casa a programar el video porque olvidaste que tenías que grabar algo.
-¿Qué?
Esperaba que se conformara simplemente con la orden, ¿Pero desde cuando Domini le
facilitaba las cosas?
-Los partidos de baloncesto -le dijo. –Te oí decirle al jefe del equipo que como no
podrías ver a los Sparks esta semana, programarías el video para verlos después.
-No soy seguidora de los Sparks, soy fan de los Clippers.
-Pues ahora eres seguidora de los Sparks y además te encanta la WNBA.
-Me encanta el baloncesto femenino.
-Pues entonces prepara la cinta.
-No tengo video.
-Todo el mundo tiene video.
-Tengo un aparato de Dvd con regrabadora.
-Estupendo pues entonces programa el Dvd.
Alec contuvo la impaciencia utilizando las técnicas de meditación que usaba para hacer
desaparecer el instinto de caza. Necesitaba ser paciente, sosegado y persistente. Tenía
que estar orgulloso de su nivel de resistencia, no irritado por los detalles. ¿A quién le
importan los detalles? Lo primordial era conseguir lavarle el cerebro, daba lo mismo lo
que tuviera que introducirle en la mente.
-Después de programar el dvd – siguió él – Esto es lo que vas a hacer...
Capítulo 11
-¿Qué haces aquí? -le preguntó Ben Lancer
Aunque era una broma entre ellos, esa mañana Domini no estaba de humor para el tono
brusco de su abuelo.
-Solo por una vez podrías demostrar que te alegra verme.
El viejo se giró desde la cocina y la miró fijamente.
-¿Qué traes para el desayuno?
Ella llevaba dos bolsas de papel blanco.
-Panecillos, crema de queso y salmón ahumado.
Hizo un rápido gesto de aceptación con la cabeza.
-Entonces me alegro de verte. Esta mañana estás hecha un desastre y además se supone
que debías estar en la casa con Holly.
Domini soltó las bolsas y cogió los platos y los cuchillos.
-Holly no se despertará hasta el mediodía o quizás más tarde. Hasta entonces no me
necesitará.
Cogió una silla de la cocina y comenzó a cortar los panecillos.
Deseaba echarse en sus brazos y pedirle que hiciera que los sueños cesaran. Su abuelo
podía hacer que todo saliera bien. O quizá ahora que era adulta tendría que arreglárselas
sola, pero de cualquier forma esa mañana deseaba estar con él, era la única familia que
tenía, lo único seguro en un mundo inestable, y que por momentos se volvía más inseguro.
No era justo que tuviera esas visiones y sueños extraños, algo le decía que su mundo
estaba a punto de cambiar para siempre, tenía la sensación de estar al borde de un
precipicio y de que inevitablemente se estrellaría contra el suelo si no aprendía a volar
como los cóndor que tanto le gustaban.
Sus padres se habían estrellado y quemado y no sabía porque no había podido predecirlo,
aunque no hubiera podido verlo al menos podría haber percibido algo.
O era tal vez fruto de su hiperactiva imaginación, fuera lo que fuese desde la muerte de
sus padres había perdido el control de su vida, su abuelo la había mantenido tan
protegida que la habría guardado en una caja fuerte si hubiera podido, no le había
permitido pensar que el mundo era seguro, incluso no la había dejado salir de casa sin él,
hubiera apreciado un poco de independencia pero había tenido miedo del cambio drástico
que hubiera supuesto y para que engañarse también había temido crecer, aunque sabía
que esa era una idea estúpida, no cambiaba el hecho de que seguía necesitando a su
abuelo.
El viejo no era precisamente un sentimental pero era muy tenaz, incluso aunque pensara
que estaba loca.
Realmente esa mañana no creía que fuera una demente, quizá estaba algo confusa y
melancólica, pero una voz le susurraba dentro de la cabeza que no estaba loca, era como
si desde la noche pasada se hubiera quitado un gran peso de encima, incluso aunque
volviera a tener un sueño erótico, con vampiros, otra vez.
La intensidad del aspecto sexual del sueño le había traído viejas imágenes y recuerdos a
la memoria. ¿De dónde había sacado esas historias? ¿Habría oído por casualidad alguna
conversación?
-¿Abuelo? -le preguntó, cuando puso una taza de café delante de ella.
La voz le pareció afligida así que enarcó una ceja mientras se sentaba enfrente de ella.
-¿Qué? -le preguntó mientras tomaba un sorbo de café y mordía un trozo de pan.
-Tuve otro ayer por la noche. No una compulsión o una premonición, fue solo un sueño.
Había sentido la necesidad de ir hasta su casa para grabar algunos partidos de
baloncesto, y por desgracia se había quedado luego dormida en el sofá en vez de
regresar a la casa con Holly, aunque sabía que ella había estado completamente segura,
porque Domini había llamado para comprobarlo antes de ir a la casa de Malibu, se sentía
algo irresponsable y tal vez un poco culpable por no haber cumplido con su deber, lo cuál
era bastante molesto.
-¿Y si solo era un sueño porqué me estás mirando con esa cara de preocupación? ¿Y
porqué quieres hablar conmigo de eso? –le preguntó.
Domini bebió un poco más del excelente café de su abuelo, no estaba segura de lo que
quería saber o qué necesitaba preguntarle, sobre todo porque no deseaba lastimarlo y
aunque era un viejo muy resistente para algunas cosas, era bastante frágil para otras.
Domini acabó su café, y después puso la taza en la encimera.
-¿El nombre de mirlo significa algo para ti? –Era una pregunta ocasional que le había
venido a la cabeza al recordar el sueño, no sabía porqué le era extrañamente familiar y...
-Pues claro que significa algo para mí- Su voz era firme, pero sus ojos azules emitían
sombras dolorosas. –Ya lo sabes.
-Lo sabía, aunque ella no había oído la palabra en años. Domini cerró los ojos por un
momento, maldiciéndose. Maldita sea no quería lastimarlo, no tenía ningún derecho a...
-¿Tenía que ver con eso? -le preguntó.
Domini negó con la cabeza.
-No. Ya te dije que solo era un sueño.
-Premonitorio
-No. Son cosas que recuerdo de mi niñez, o eso al menos imagino, creo que lo he
mezclado con cosas de mi vida adulta. -de repente se le ocurrió una explicación, y
comenzó a reírse-. Apuesto a que se debe al reencuentro con Holly, que me hace sentir
como una niña otra vez y me hace recordar cosas.
Domini no mencionó la parte que había jugado Alexander Reynard en el sueño, había
algunas cosas que una chica no podía compartir con su único pariente masculino, o con
cualquier otra persona, ni siquiera podía imaginarse contándole a alguien sobre como
miraba una pelea donde los luchadores tenían colmillos y garras. O el sexo duro que hubo
después.
Había sido solamente un sueño, claro que había sido uno muy vívido porque aún sentía la
piel muy sensible, el cuerpo insatisfecho y el sabor de sus besos devastadores y
ardientes en su boca. Sus labios eran suaves y...
Se miró las contusiones que tenía en la muñeca.
-¿Qué miras tan fijamente? –le preguntó su abuelo
Le enseñó las muñecas.
-Debo haberme golpeado en el dojo haciendo aikido, pero no lo recuerdo. Alguien
obviamente la había agarrado muy fuerte porque tenía la marca de unos dedos como si se
los hubieran tatuado, pero a ella generalmente se le curaban muy pronto las
contusiones.-Tengo un par de brazaletes que puedo ponerme si no se me han curado esta
noche.
-¿Esta noche es la ceremonia?
Ella asintió.
-El interior es completamente seguro, y nosotros situaremos a tres hombres en la
alfombra roja. Andy Maxwell liderará el equipo y Reynard estará en uno de los flancos.
El viejo frunció el ceño.
-¿Quién hizo que se le asignara ese trabajo? Reynard no ha completado aún la semana de
prueba.
-Fue decisión de Andy, él confía plenamente en Reynard.
Sus ojos brillantes la atravesaron como si fueran un láser.
-¿Y tú?
Las reacciones de Domini ante Reynard eran un caos total. Inspiró profundamente, como
si el aire de California le pudiera aportar lucidez a su cabeza, y dijo:
-Confío en su experiencia profesional.
Ella recordó lo audaz y a la vez precavido que era en su trabajo, aún podía verlo inmóvil y
discreto en la casa con Holly, aparentemente relajado, pero emanaba tanta seguridad en
sí mismo que hasta Holly se había fijado en él, ella había descrito su confianza como algo
propio de machos, pero Domini sabía que sería restar importancia a un aplomo que no
había visto en nadie. Jamás.
Su propia reacción ante Reynard era demasiado compleja, admiraba su entrenamiento
como delta force, pero desde luego no iba a entrar en esos momentos en una discusión
profesional con su jefe.
-Es muy competente en su trabajo.
-Entonces está bien -dijo Ben confirmando así la asignación que había hecho el jefe del
equipo. ¿Y dónde estarás tú esta noche?
-Acompañaré a Holly.
El viejo se rió de forma burlona.
-Lo que tienes que hacer para conseguir ponerte un vestido bonito y caminar por la
alfombra roja.
-Pero bueno, ¿es que nadie pensaría que Reynard podría tener una cita con Holly?
-Punto a tu favor. ¿Tú lo pensarías?
-¿Quién yo? Recuerda que nosotras fuimos al baile de graduación juntas.
-Pero no era una cita - le recordó de forma sarcástica.
Domini ocultó una sonrisa. Ben Lancer no era estrecho de miras, pero en algunas
ocasiones se le notaba su desfase generacional.
-No, no era una cita - convino ella - Solo que no estábamos interesadas en ninguno de los
chicos del instituto.
-Por lo menos Holly demostró tener interés en alguien -le dijo- Mientras que tú...
-Abuelo.
-No me importaría tener biznietos.
-Aún puedo dártelos - Una imagen de Reynard pasó inesperadamente por su mente, se
apresuró a eliminarla y le dijo - Hay varias maneras de tener bebés sin demasiada
implicación personal, con esperma de un donante.
-No deseo educar a otro bebé - le contestó - necesitarás a un hombre junto a ti para
ayudarte.
Domini no quería tener esa conversación, acabó de morder el trozo de panecillo que tenía
en la boca.
-Tengo que irme de nuevo a la casa con Holly, puede que hoy se despierte antes del
mediodía y me necesite.
Domini se sentía un tanto culpable por irse, por preocupar a su abuelo y porqué le había
mentido con la excusa que le había dado para irse.
Iría a la casa dentro de un rato, pero en esos momentos deseaba descargar algo de
tensión por lo que se dirigió directamente hacia su dojo de aikido. Seguro que después
de pasar una hora practicando artes marciales le ayudaría a centrar su espíritu algo
distraídos por el repiqueteo inquieto de su corazón.
Pero desde luego no ayudó a mejorar su humor cuando notó que el primer coche que iba
detrás de ella en la carretera era un Toyota azul Rav-4. No sabía si era paranoia lo que
le inducía a pensar que era el mismo coche que había seguido al Jaguar de Reynard, pero
aún así no paró de vigilar el coche desde su espejo retrovisor. El tráfico era denso, así
que no podía ver la matrícula del coche. El Rav-4 pronto desapareció de su vista, pero
ella no se relajó hasta que estuvo segura de que no la seguían.
-He oído que tuviste una cita ayer por la noche.
Alec intentó calmar su cólera mientras miraba al Dr. Casmerek fijamente. Estaba
sentado en la camilla de unas de las salas de la clínica, no llevaba la camisa puesta, y el
doctor le acababa de administrar la segunda de tres inyecciones dolorosas. La piel del
vampiro era muy dura.
Eran las 6 y media de la mañana, y no había dormido, además no le gustaba que
husmearan en sus cosas, pero Alec también sabía que Casmerek no había sacado el tema
por casualidad.
-La mujer de Caeg y yo no conseguimos conectar, si es lo que desea saber.
-Hmm – respondió el doctor, mientras cogía la tercera aguja.- Imaginé que Barak y
Serisa intentarían convencerle para que fijaras un encuentro. Pero no es a esa cita a la
que yo me refería.
Alec no preguntó a lo que se refería el médico. Las drogas que le habían suministrado le
hacían sentir como un viejo, solo que a un viejo no le harían preguntas acerca de su vida
privada.
Tenía el brazo extendido mientras le inyectaban un nuevo suero, después de que el
personal de la cínica estudiara los resultados de sus pruebas, esperaba que ese brebaje
tuviera éxito porque si no era así acabaría como los vampiros en el pasado, siendo una
víctima de la luz del sol.
No, eso no era ser una víctima, se corrigió Alec bruscamente. No era una debilidad,
simplemente una incomodidad, habían vivido sin la luz del sol durante miles de años.
Podía vivir sin luz, pero entonces no sería el hombre que deseaba ser, no podría cumplir
la promesa que le había hecho al Clan y en la que ellos habían confiado.
-Tony me contó que habíais montado una juerga – dijo Casmerek, interrumpiendo los
pensamientos de Alec, mientras le perforaba con la aguja.
Alec le miró intensamente, con un brillo penetrante y sobrenatural en sus ojos, pensado
para subyugar a un simple mortal.
Casmerek ni siquiera estaba mirándolo, seguía imbuido en lo que estaba haciendo
mientras dirigía lentamente el émbolo de la inyección hacia abajo.
Alec pensó que debía estar agradecido por los meticulosos cuidados del doctor.
-¿Tony es paciente suyo?
-No.- Casmerek acabó la inyección y puso la aguja usada en un contenedor especial.-
Solamente él sabe quién eres- le agarró la mano antes de que Alec le preguntara y le
dijo. -Anthony Crowe era detective de la policía...
-¿Era?
-Actualmente tiene su propio negocio de investigación privada, él es el que supervisa la
seguridad de la clínica, pero todavía piensa y actúa como un poli. Tony sabe cuando un
Guardián está en la ciudad, y porqué. No esperaba que lo desafiaras por una compañera,
y menos por una mortal – agregó Casmerek, con una mirada muy significativa.
-No es lo que piensa.- por lo menos no había sido la clase de orgía que estaba pensando
Casmerek que había tenido.-Vi que Tony golpeaba a una mujer mortal que estaba en el
lugar incorrecto y no le hizo caso cuando le dijo que no estaba interesada. Los zorros
somos más caballerosos que los cuervos, conseguí sacarla de allí, la hipnoticé para que
pensara que todo había sido un sueño, y la llevé a su casa.
-¿No hubo sexo? - Casmerek parecía tremendamente suspicaz.
Alec negó con la cabeza. Detestaba tener que explicarse como un jovencito a su
Matriarca, pero necesitaba la ayuda de Casmerek.- Seguí los consejos del doctor.
Aunque había estado a punto de utilizar la fuerza.
-Entonces porqué le dijiste a Tony...
-Le dije lo único que podía decirle en esos momentos.
-Hmmm. - Casmerek se incorporó. -Ya puedes vestirte.
Alec se levantó de la camilla.
-¿Hemos terminado?
-Si te sientes mareado debes decírmelo.
-¿Y que significa?
-Significa que debes seguir con el cóctel de drogas que te estamos suministrando, te
haremos más pruebas en un par de días para ver si hemos conseguido el efecto deseado.
Alec deseaba que Casmerek le dijera que todo estaba bien, que la alergia que conseguía
que fuera un vampiro vulnerable estaba bajo control.
Antes de ponerse la camisa, Alec comprobó el tatuaje en su muñeca.
-La tinta sigue tan decolorada como antes.
-No debes mirarlo constantemente – respondió Casmerek.- No debes ser impaciente,
Alexander- le advirtió.- El proceso es lento pero eficaz.
¿Cómo podía dejar de ser impaciente? La compañera que había esperado durante toda
su vida estaba al alcance de sus manos, y no podía tocarla. O no debía hacerlo.
Pero lo deseaba.
Sus puños temblaban aunque los tenía firmemente apretados mientras recordaba las
sensaciones que había notado durante su apasionada entrega...
-Olvídalo - le murmuró, cuando el doctor le echó una mirada curiosa y luego le dijo.-
Ahora tengo que irme.
Después de salir del edificio, miró sin ponerse las gafas de sol hacia el este, donde el sol
cubría las yermas colinas. No podía hacerlo nada más que durante algunos segundos, pero
lo hizo de todos modos por pura terquedad, luego se puso las gafas y fue hasta su coche.
Se paró junto a la puerta de su Jaguar, tenía la sensación de que alguien lo acechaba, se
quedó inmóvil mientras dejaba que todos sus sentidos tanto físicos como mentales
recorrieran el lugar, no estaban tan sensibles como de costumbre, debido a las drogas,
pero aún así eran mucho más agudos que los de cualquier mortal, incluso a la luz del día
su vista era excelente, aunque no podía compararla a su visión nocturna, su oído era
equiparable al de cualquier búho, su olfato era tan fino como el de los lobos, sus reflejos
eran tan buenos como los de Deja Thoris 10, y además poseía una telepatía muy fuerte con
solo un pequeño control de su mente.
La clínica tiene su propia seguridad, se recordó, la mejor del mundo, puesto que la
llevaban vampiros. Todos los sentidos, mucho más agudos en esos momentos que los de él,
estaban vigilantes.
Pero siguió inmóvil, con las palmas de las manos hundidas en el techo del Jaguar,
mientras respiraba y escuchaba, después de un minuto concluyó que todo se debía
probablemente a un efecto secundario de las nuevas drogas que le habían administrado.
Alguien bailando sobre mi tumba. Se subió al coche y condujo hasta su casa porque no
tenía que trabajar hasta última hora de la tarde. Un montón de horas de tragar sangre
del grupo O-positivo y de dormir.

Capítulo 12

10
Se refiere a la protagonista del libro “Una princesa de Marte” de Edgar Rice Burroughs, en la
que una princesa heredera de la estirpe de Helium, lucha contra feroces hombres verdes. (N. de
la T.)
-Los pies me están matando – se quejó Domini mientras caminaba con Holly al lado de un
camarero que llevaba una bandeja de canapés que parecían grandes, pero de lo que en
realidad casi nada era comestible. Ah, la obsesión de la gente de Hollywood por tener
una talla cero11.
-Bueno, será por los zapatos que usas - le susurró Holly por detrás.
Sus cabezas casi se tocaban para poder oírse entre media del barullo de otras
conversaciones. La sala de prensa de la mansión de los dueños de la casa de discos era
enorme, pero aún así estaba lleno. La decoración era de mármol negro, granito gris, y
acero inoxidable, con ángulos severos y premeditada frialdad.
Domini le echó un vistazo a los zapatos de Holly, ella llevaba unos zapatos de tacón alto
con la correa sujeta al tobillo, llevaba además un vestido negro y ajustado con una
chaqueta corta a juego. Holly iba vestida con la imagen que su asesor había creado para
ella, aunque no había ningún medio de comunicación grabando a la gente.
-Vas vestida como una mujerzuela del mundo del rock-and-roll y con unas zapatillas Keds
-le indicó Domini.- Yo llevo unos Prada. Pero no es por eso por lo que me duelen los pies,
es porque tengo un corte en un dedo.
-¿Necesitas que vaya a llamar al Sr. Testículos para que te bese y te haga sentir mejor?
Domini luchó con éxito contra el impulso de echar un vistazo a través de la sala llena de
gente hacia las puertas abiertas del jardín, donde Reynard estaba situado. Fijó su
atención en la gente que se acercaba a Holly, mientras que Reynard se concentraba en la
sala. No esperaban que se produjera ningún ataque; pero al equipo le serviría de
entrenamiento para ese tipo de reuniones sociales y les ayudaría cuando tuvieran que
hacer frente a una multitud de medios de comunicación y fans esa misma noche.
-Está donde debe estar, y además no puede perder el tiempo besando a nadie -le
contestó a Holly.
-Pues nos está mirando fijamente.
-Porque te está protegiendo.
-En realidad también te mira a ti. Cuando no me está mirando a mí te mira a ti.- Holly
comenzó a andar.-Y te mira de diferente forma que a mí.
Domini no quería mirar a Reynard en ese momento.
Holly rió.
-Échale un vistazo.
Alexander Reynard no parecía saber que ella o Holly existieran, que era exactamente
cómo debía parecer. Vestía esmoquin y sostenía una copa de champán llena de ginger ale
en una mano, parecía relajado mientras escuchaba aparentemente a una alegre jovencita
que llevaba un vestido rojo con un gran escote en la espalda.
Francamente el hombre parecía una estrella de cine. No era solamente por su físico,
porque había un montón de hombres guapos allí, pero Reynard tenía un carisma

11
Equivaldría a una talla 30 en España. (N. de la T.)
indefinible. No es que fuera modesto precisamente, tenía una completa confianza en sí
mismo, y eso hacía que atrajera la atención, sobre todo femenina. Domini supuso que ese
tipo de trabajo le parecería una tontería en comparación a las operaciones militares a las
que estaba acostumbrado.
Ella tomó un sorbo de su ginger ale, y luego miró a Holly, le llamó la atención el nuevo par
de tatuajes y piercings que llevaba.
Se giro hacia la pareja que se aproximaba hacia Holly, resultaron ser los productores
ejecutivos y Holly parecía encantada de verlos. Domini se quedó detrás de ellos mientras
el trío se enzarzaba en una discusión técnica que bordeaba peligrosamente el
aburrimiento total.
Después de algunos minutos los productores se alejaron, y Holly se dio la vuelta de nuevo
hacia Domini.
-¿Así es que por fin alguien ha conseguido ponerte cachonda, no?
Domini suspiró.
-No tienes piedad de nadie.
Holly rió.
-Demonios no, sobre todo cuando el que me está escuchando es mi prisionero.
Esta vez fue Domini la que comenzó a reírse.
-¿Prisionera? ¿Tienes idea de lo que me estás pagando por hora?
Un famoso de la televisión que pasaba en esos momentos se detuvo unos momentos y
echó una mirada interesada a Domini. Ella le miró de forma brusca y él se marchó.
Holly sonrió.
-Vas a acabar con mi reputación.
-Tengo derecho a escoger.
-A lo mejor no sabes escoger, podría interesarte.
-Pues yo creo que deberías seguir con tu papel de amiga y dejar el de consejera amorosa.
Holly puso una mano en el hombro de Domini.
-Solo deseo que seas feliz.
Domini se inclinó hacia ella para murmurarle en voz baja:
-El sexo no es equivalente a felicidad.
-Ya hemos tenido esta discusión antes.- Una sonrisa traviesa iluminó la cara de Holly,
había resolución en esa sonrisa y un leve atisbo del ardiente carisma que hacía que esa
mujer hechizara a la gente.- Esta vez... -le dijo con total confianza. -Esta vez te está
costando más trabajo ser indiferente a la lujuria.- Miró hacia el otro lado de la sala. -Le
deseas. Holly rozó el brazo de Domini con las yemas de los dedos.- Te estás excitando
con solo pensar en él.
Domini hizo un tosco movimiento con el brazo para alejar la mano de Holly.
-Para ya.
No pares, pensó Alec, no cuando era verdaderamente bueno lo que estaba oyendo.
Realmente no se avergonzaba de usar sus capacidades psíquicas para escuchar la
conversación que estaban manteniendo Domini y Holly. Era su deber mantener segura a
Holly, y Domini era su mujer. Cada momento de su vida estaba destinado a cuidarla,
durante toda la eternidad y él pondría todo lo que era, cuerpo, mente y alma para
mantenerla alejada de cualquier peligro, así es que no se sentía incómodo por espiar lo
que hablaban mientras velaba por su seguridad.
¿Hablaban de él como el fascinante Sr. Testículos...? si acaban la conversación ¿Como
podría descubrir lo que Domini pensaba de él?
Se preguntaba si Holly sospechaba que la combinación de carisma y empatía que había
entre las dos tenían que ver con sus poderes psíquicos, sospechaba que en parte la
amistad de Domini y Holly estaba basada en los talentos especiales que la habían
apartado del mundo normal, entre ellas había una extraña sincronización, como el patito
feo en un mundo de cisnes, en el caso de Domini, claro está porque Holly era más bien un
ave del paraíso.
Más que nadie él entendía lo que era ser diferente, pero quizá no tanto como las dos
mujeres, al fin y al cabo en su mundo protegían a los vampiros jóvenes de cualquier
contacto con el mundo mortal, como a seres muy preciados. Él había salido al mundo
cuando ya era un adulto y le había gustado asociarse con los mortales a los que su gente
protegía. Un vampiro no necesitaba las medicinas que le permitían vivir bajo la luz del
día, pero para algunos, como él mismo, que deseaban hacer y experimentar algo más, las
drogas eran esenciales. Anhelaba desesperadamente la vida completa que solo las drogas
podían ofrecerle, para poder vivir bajo el sol y la luz artificial, como no podría hacer de
otro modo.
Continuó mirando la sala y a la mujer que coqueteaba con él, mientras escuchaba la
respuesta de Domini a Holly Ashe.
-Le deseas ¿verdad? –le susurró Holly a su amiga.
Un sentimiento ambivalente remolinó en la mente de Domini.
-No sé lo que pienso...
-Sientes.
-...siento por Reynard. No le conozco. Es francamente bueno en lo que hace, pero no sé
absolutamente nada de como es interiormente o lo que quiere.
-No necesitas conocerle de manera íntima. La lujuria no requiere de un intercambio de
curriculum vitaes.
-Admito que tengo sueños eróticos con él. Y esta es la primera vez que me ocurre.
A Alec le encantó la manera en que Domini tuvo que luchar consigo misma para no
mirarle.
-No es un mal comienzo - dijo Holly- ¿Vas a ir a por él?
-Pues claro que no.
-¿Y porqué demonios no vas a hacerlo?
El disgusto de Holly halagó los sentidos de Alec, no podía hacer nada pero al menos si
podía sonreír.
-Porque no tengo ninguna intención de perder mi trabajo –fue la respuesta de Domini -
Tengo demasiado tiempo, entrenamiento, y lealtad invertida en los Servicios Lancer. Y
el abuelo me despediría de la compañía tan rápidamente como a Reynard si me pilla con
él.
-Siempre podrías encontrar otro trabajo.
-Sí pero no podría encontrar a otro abuelo. De ninguna manera traicionaría la confianza
de Ben Lancer. Además, Reynard no ha demostrado tener ningún interés en mí.
-Pero tú si estás interesada en él. Igual es un ejemplo de la educación del Sr. Testículos.
Alex sonrió. Exacto, mi pequeña amiga.
La conversación entre Domini y Holly fue interrumpida por sus anfitriones, Emmett y
Joni Brakie, que le pidieron a Holly hablar con ella en privado, Ashe asintió. Pero ambos
fruncieron el ceño al ver que Domini permanecía muy cerca de los tres, aunque iban
empujando a Holly para que se diera prisa, no se atrevieron a fruncir el ceño cuando
Domini les echó una mirada dura como si fueran insignificantes.
Ésa es mi mujer, pensó Alex, y siguió rápidamente al denso grupo de gente.

Domini notó un estremecimiento en cuando Emmett abrió la puerta de la sala privada, un


vistazo rápido le demostró que no había nadie allí, pero aún así podía sentir un escalofrío
a lo largo de su piel, esperó a que todos pasaran a la sala para cerciorarse de que la
puerta fuera cerrada con seguridad, luego cruzó la amplia estancia cubierta por una
alfombra China de felpa azul, y se colocó al lado de Holly. El lugar estaba lleno de lujo
pasado de moda, en directo contraste con la sobria decoración moderna de la sala de
prensa. Las cortinas azules de terciopelo colgaban de las amplias ventanas, y en los
floreros de cristal había lirios blancos que esparcían un sutil aroma en el aire.
Holly fue directamente hacia un magnífico piano azul brillante y comenzó a tocar algo de
Chopin. Paró después de algunos segundos y se giró hacia el anfitrión para echarle una
acusadora mirada.
-¿Brakie, cuando fue la última vez que lo afinaste?
Emmett Brakie se encogió de hombros.
-No entro aquí muy a menudo.- Señaló hacia un par de sofás azules de brocado que
estaban frente a una mesita blanca de mármol.- Tomemos un trago.
Joni Brakie estaba detrás de una barra que había al otro lado de la sala.
-¿Vino? – le preguntó.
-Agua mineral.- Holly miró a Domini y murmuró – Es mejor mantener la cabeza despejada
cuando hay cerca tiburones.
Domini asintió y siguió a Holly a través de la habitación.
-Hemos estado pensando - Joni Brakie comenzó en cuanto ella tomó asiento al lado de
Holly en el sofá.
-Acerca del programa de la gira – dijo Emmett, se sentó en el otro sofá pero
inclinándose sobre la mesa.-Pensamos que deberías agregar algunas fechas más.
-Para ayudar con el nuevo single.
Emmett se acercó a su esposa.
-Los ranking de venta no son tan altos como quisiéramos.
-Quizá deberíamos hacer algo que mejore tu imagen - dijo Joni mientras se levantaba -
Tenemos algunos actos benéficos en los que podrías actuar.
-Aquí en Los Ángeles - dijo Emmett.
-Esta semana.
-Sabemos que tu agenda está muy apretada ya, pero...
-Esperad – dijo Holly interrumpiendo por fin y mirando a Domini pidiéndole opinión.
Domini estaba preparada para protestar por lo planes de los Brakies, que conllevarían
muchos problemas de seguridad, pero necesitaba saber la opinión de su cliente antes de
expresar la suya propia.
-No me interesa. – dijo Holly. – Además no soy la persona con la que deben hablar de
este tema.
-Eres tú la que debes tomar estas decisiones – insistió Joni - ¿No querrás que tu carrera
pierda ímpetu verdad?
-Queremos apoyarte. Darle un impulso a tu imagen.
-Cortar tu gira ahora es lo último que necesitas - dijo Joni - Iría en contra de la imagen
atrevida y valiente que te has labrado.
-Has sido tan atrevida, y...
-Pero nunca me había ocurrido algo como esto - cortó Holly a Emmett una vez más - Hay
gente que amenaza con matarme - le recordó a los dueños de su compañía de discos.
-Hay gente que amenaza con matarme todo el tiempo - protestó Emmett -. Los chiflados
son parte del precio de la fama. Considéralo como un cumplido.
Después de eso Domini no pudo mantenerse callada.
-Preferimos llamarlo amenaza.
-Te pondremos seguridad adicional – dijo Joni a Holly.
Domini sabía que era una promesa que los Brakies habían hecho a otros artistas, para
luego contratar unos servicios muy poco metódicos, y esa era una de las razones por las
que el manager de Holly había contratado los Servicios Lancer.
-¿Siempre te hemos tratado muy bien, es que no confías en nosotros?- le preguntó
Emmett con un tono ofendido en su voz.
-Sí – dijo Holly con un leve titubeo.
-Nos ocuparemos de ti – prometió Joni.
-Srta. Ashe es hora de marcharnos -dijo Reynard con voz calmada pero a la vez
autoritaria como un comandante daría una orden a sus tropas, al oírle Domini notó un
sobresalto en todo el cuerpo, y se giró para hacerle frente. ¿Pero de dónde demonios
había salido? porque ella no le había oído llegar.
Un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando vio como Reynard se acercaba
silenciosamente a Emmett Brakie, que se estaba levantando de su asiento.
-No hemos acabado – dijo Brakie mientras se levantaba.
Pero Reynard miró profundamente a los ojos del magnate de la música, y Brakie se quedó
callado. Joni Brakie fue a tocar el brazo de su marido pero se topó también con la
mirada verde glacial de Reynard.
-Yo creo que si han acabado con la Srta. Ashe.
Miraron fijamente a Reynard. Joni sonrió débilmente, pero la expresión de Emmett era
pensativa, como si estuviera a punto de aprender el secreto para obtener el poder
supremo.
-El programa que están proponiendo a Holly podría comprometer su seguridad, y ustedes
no desean eso.
-No deseo eso – repitió Joni.
-No deseo eso – repitió también Emmett.
Reynard asintió.
-Bueno – después se giró hacia Holly y dijo – Vamos.
Holly parecía casi hipnotizada, pero aliviada.
-Con mucho gusto –dijo ella.
Joni y Emmett Brakie se sentaron en el sofá azul grande. Se sostenían las manos.
-¿Pero que demonios? – murmuró Domini - ¿Les hiciste?
Mientras Reynard llevaba a Holly hasta la puerta, le echó un vistazo por encima del
hombro. La energía de su mirada quemaba, tuvo que luchar para alejarse del fuego de
sus ojos y de la sensación que producía esa energía en su mente.
-Es hora de irnos – su voz era suave, persuasiva, llena de seguridad.
Ella deseó con todas sus fuerzas darle un bofetón.
-¿Como entraste? - le preguntó mientras seguía de cerca a Holly y Reynard a través de
la casa llena de gente- No entró nadie después de que cerraran. He estado vigilando la
puerta.
-Déjalo.
Sus sentidos se rebelaron. Ella lo habría sabido. Lo habría visto. Pero lo único que había
notado fuera de lo común era una brisa. Y no habría podido ser él, moviéndose demasiado
rápido para que cualquier persona lo viera, aunque eso era lo que ella estaba a punto de
pensar.
-¿Qué le hiciste a esa gente?
-Algún día te lo contaré.
La fiesta seguía alrededor de ellos mientras él se dirigía hacia la puerta delantera. No
apartó ni empujó a nadie pero Reynard era tan eficiente como Moisés, cuando dividió el
mar rojo, en conseguir que la gente se echara a un lado cuando pasaba Holly. Domini lo
habría admirado si no fuera porque estaba asustada por lo que había ocurrido en la sala
de música.
-No ha ocurrido nada fuera de lo normal – le dijo cuando ya estaban fuera esperando la
limusina de Holly, no la estaba mirando pero el tono de su voz era el mismo que había
empleado con los Brakies. – Tuve que hacer algo, ya que tú no parecías tener prisa en
detener a esos idiotas.
Le molestó lo que había dicho porque implicaba que ella no había estado haciendo bien su
trabajo.
-No estarás intentando decirme que aprendiste hipnotismo con los Delta Force.
-Pues claro que no. Simplemente hay que utilizar un tono de voz firme, sin dejar que
gente como los Brakies te den órdenes. Y eso requiere mucha disciplina.
-Deberías haber llamado antes de entrar -la protesta le sonó absurda hasta a Domini,
pero aún estaba perturbada, incluso algo asustada. Había algo muy extraño en el
comportamiento de Reynard, podría que ser que tuviera explicación pero aún así seguía
siendo raro.
Alec giró la cabeza para ver los coches que pasaban y le lanzó una fugaz sonrisa a
Domini.
-Ahora estamos trabajando – le recordó Reynard. –No es el momento de discutir.
Maldición. Eso, era algo que ella no podía discutir.
Sus dos coches llegaron antes de que ella pudiera pensar en algo mordaz que decir ya
que no se le ocurría nada convincente, y Reynard entraba a Holly en la parte posterior de
su limusina.
-Más adelante entonces- le gruñó Domini a Reynard antes de que Holly entrara en la
limusina.
-Estoy seguro - cerró la puerta y fue hasta el coche de Andy Maxwell.
Capítulo 13
Había querido lucirse aunque esa no era la clase de cosas que solía hacer un vampiro,
Alec debía admitir que en parte había intentado impresionar a su compañera, aunque no
todo había sido por eso, le había molestado la forma en que habían intentado poner en
peligro a Holly Ashe sus supuestos amigos que parecían más interesados en su bienestar
económico que en las personas que amenazaban su vida, había pensado que Domini les
diría lo que pensaba, pero cuando no lo hizo actuó de forma impulsiva dejándose llevar
por el instinto. Y francamente se sentía bien.
Aunque dudaba de que el Dr. Casmerek lo aprobara.
La clave de su supervivencia era la discreción, y eso era algo que sabía cualquier vampiro.
Como bien decía un viejo refrán: Camina con la luz, pero trabaja en la oscuridad.
¿Pero qué diversión podía encontrar en ser un vampiro si no podía demostrarlo de vez en
cuando?
-¿Porqué estás sonriendo? - La voz de Andy Maxwell le llegó a través de los auriculares
que llevaba en el oído.
-Estoy disfrutando de mi trabajo - contestó a través del micrófono.
Estaban parados en lados opuestos de la calzada, apenas dentro del recinto marcado por
la cuerda de terciopelo que delimitaba el territorio mágico por donde las estrellas
pasaban a través de la alfombra roja. La multitud de ruidosos fans estaban situados en
la parte posterior mientras que la columna de periodistas, cámaras de televisión y
paparazzi hacían de barrera humana entre los vigilantes de seguridad y los famosos que
caminaban lentamente hasta la entrada del auditorio. Alec y Andy vigilaban todos los
ángulos del área que quedaba fuera de las cuerdas.
-¿No es estupendo poder ver tantas mujeres hermosas?
-Apenas puedo verlas desde aquí. Nuestras chicas acaban de llegar – dijo Alec en cuanto
vio a Domini y a Holly.
Holly estaba siendo entrevistada y Domini estaba justo detrás de ella. Domini usaba
también auriculares pero estaban encubiertos ingeniosamente en sus pendientes en
forma de perla negra, de esa manera podrían estar en contacto en caso de que hubiera
algún problema. Una multitud de bellas mujeres ocupaban toda la longitud de la alfombra,
pero ninguna de ellas era tan hermosa a los ojos de Alec como Domini Lancer. Poseía
voluntad en vez de ambición y donde otras tenían estilo, ella tenía espíritu. Además de
unas magníficas piernas que parecían haber sido hechas para envolverlo, un cuello de
cisne y una boca perfecta.
-¿Tiene idea de lo que puede hacerle a un hombre?
-Ninguna –aseguró Maxwell.
Alec no tenía ninguna duda de que Andy Maxwell sabía que él hablaba de Domini.
-Bueno -tampoco tenía dudas de que le estaba avisando.
-No debes caer en su embrujo – le advirtió Maxwell – O te lastimará.
Demasiado tarde, pensó Alec.
-Lo tendré en cuenta.
Se giró de nuevo y centró su atención en la multitud de cuerpos apiñados en las cuerdas
de terciopelo. Mientras estuvo hablando con Maxwell solamente había utilizado la
exploración visual, ahora además había abierto su mente, no se centró en los
pensamientos sino que se zambulló de lleno en las emociones, como un nadador que salta
desde un trampolín durante un momento su mente permaneció en blanco hasta que
comenzó a escuchar cacofonías y nadó con la corriente.
Le sorprendió cuánta cólera, odio, envidia, y avaricia remolineaba en las venas de esa
gente como lava ardiente, unidos a la lujuria, y admiración. Los fans idolatraban a los
famosos pero a la vez podrían comérselos vivos, el impulso de adorar y sacrificar el
objeto de admiración no era nada nuevo en la psicología humana, pero Alec también
reconoció la falta de animosidad personal, y él estaba buscando una amenaza genuina, así
es que intentó centrarse en cualquier persona con un odio específico.
Avanzó varios pasos dentro de niveles de pasión antes de detectar un resplandor tan
crudo y enojado que le produjo oleadas de náuseas.
Alec entró en su mente e instintivamente colocó protectores mentales, luego bajó los
protectores un poco, lo suficiente para que le permitiera penetrar en ese odio. Esta vez
utilizó tanto sus ojos como su mente para buscar la fuente de ese sentimiento tan
fuerte.
Pero cuando lo encontró se dio cuenta que no era lo que esperaba.
La mujer era tan vieja y marchita que podría tener casi cien años humanos, parecía tan
vieja como la Matriarca más mayor que él hubiera visto, y tenía también mucha de la
fuerza y obstinación de las madres del Clan, poseía una fuerza vital impresionante y un
odio de la misma magnitud, no había magia en la anciana, solo mezquindad.
Tres hombres la rodeaban, todos mucho más jóvenes. Claramente esperaban órdenes y a
Alec le recordó el arte del dominio de perros. Ninguno de ellos se correspondía con las
fotos de los hombres que habían amenazado a Holly, y además se fijó en que los hombres
que iban con la anciana la protegían con tanta atención como el equipo de seguridad de
Lancer hacía con Ashe.
A la anciana le brillaba la mirada de forma tan intensa y perfecta como la de un rayo
láser. Alec siguió su mirada fija y atenta, y no fue ninguna sorpresa que la mirada
estuviera dirigida a...
No a Holly.
Sino a Domini.
-Pero qué...- Alec murmuró las palabras mientras se movía.
-¿Hay algún problema? -oyó a Maxwell preguntar por los auriculares.
-Quiero echar un vistazo a alguien desde más cerca - respondió con calma.
Aunque Alec se guiaba por el instinto siguió los procedimientos que utilizaban los
mortales, manteniendo la lógica propia de esos casos.
-No te muevas - agregó moviéndose de forma más cautelosa a medida que se acercaba a
los periodistas y los cámaras de televisión que llenaban todo el área entre las cuerdas y
la alfombra roja.
Hacía mucho calor por las luces que habían instalado cerca de los lugares dónde se
entrevistaba a los famosos, las luces le golpearon insistentemente como una puñalada
certera. La luz artificial no debería haberle causado dolor, pero allí estaba, junto a la
desorientación y la ceguera.
Debía de haber olvidado de tomar alguna píldora o poción. Maldijo en silencio mientras
sacaba unas gafas de sol y se las ponía.

Algo repugnante rozó el cuello de Domini, destrozando sus nervios. Tenía la sensación de
haber sido golpeada en el hombro con una garra. La sensación le hizo girarse hacia Holly,
buscando el peligro a sus espaldas.
Pero cuando se dio la vuelta lo primero que vio fue a Reynard, pálido como una estatua de
mármol bajo las luces, vestido de Armani parecía la viva imagen del Rat Pack 12. Durante
un instante lo vio al borde del área que se utilizaba para las entrevistas y al momento
siguiente unos pasos más atrás. Archivó en su mente esa incongruencia para después y se
giró hacia el otro lado. Sabía que, Reynard no suponía ninguna amenaza para Holly.
Domini hizo frente a la muchedumbre ruidosa, era muy difícil ver más allá de las luces
brillantes. Veía parte de la gente, manos y trozos de caras. Los miembros del equipo de
seguridad del auditorio patrullaban atentos pero sin ningún signo de preocupación. No
había amenaza física evidente; solo un presentimiento.
Mientras escudriñaba el perímetro seguía teniendo la misma sensación de peligro, fijó la
vista en un punto y fue cuando vio a la anciana, totalmente arrugada, del tamaño de un
grillo y resistente como el cuero viejo. O esa era al menos la impresión que le dio aunque
no podía ver claramente a la mujer.
-Odio en su corazón y veneno en la sangre - murmuró Domini.
-¿Qué? – le preguntó Holly alejándose un poco del reportero.
-Nada. Pero deberíamos irnos dentro - Domini contestó tranquilamente, intentando
bloquear la fuerza psíquica.
¡ABOMINACIÓN!
La palabra estalló en su cabeza con la fuerza de una bala, ardiente y dolorosa. Domini se
echó hacía atrás intentando ocultar el dolor, y se encontró con una sólida pared de
músculos cubiertos de seda.
Unos brazos la sostuvieron mientras alguien le susurraba:
-Ya estoy contigo. Estás a salvo.

Pandilla muy famosa de actores de los años sesenta formada por Frank Sinatra, Dean
12

Martin, Sammy Davis Jr., Peter Lawford y Joey Bishop. (N. de la T.)
La oscuridad se despejó y el dolor se evaporó como la niebla bajo la luz del sol. Un brazo
la agarró por detrás y entonces reconoció el olor de Reynard, su presencia vigilante,
protectora, dominando la furia que había bajo la superficie, casi podía ver las barreras
mentales que la protegían de la voz amenazante.
Aunque esas impresiones eran propias de una demente, casi estuvo a punto de abrazarle
y reclinar la cabeza contra su corazón.
Domini respiró y abrió los ojos. Todo aquello era una locura, seguramente ella había
tropezado y él la había sujetado. Pero Holly era la estrella, y todos los ojos estaban
puestos en ella, no en su acompañante ni en el hombre que estaba detrás de ella.
Domini se alejó de Reynard, y ambos se quedaron detrás de Holly mientras ella sonreía y
contestaba a otra pregunta.
-Pensé que había visto algo – le dijo ante la mirada inquisitiva de Domini. -No era nada-
agregó después de echar un vistazo a través de la multitud.
Era verdad. Obviamente no había nada amenazante en el área. Nada físico, pensó ella.
Pero algo real.
Era solamente una anciana con mala actitud, por muy fea que fuera.
Pero Reynard lo sabía. Había sentido la invisible amenaza.
Se había movido como el viento; le había hablado dentro de su cabeza. Y eso era tan real
para él como para ella.
O quizá había visto su confusión y el cambio de expresión en su cara y había reaccionado,
pero francamente Domini no lo creía. Le lanzó una mirada severa y le susurró:
-¿Qué ha pasado?
Alec aún estaba inmóvil con una dulce expresión en la cara, no podía ver sus ojos porque
estaban ocultos detrás de los cristales oscuros. Y durante un momento pensó que quizá
todo era producto de su imaginación.
-Ya es hora de que la Srta. Ashe entre al auditorio – dijo mientras caminaba detrás de
ellas – el coche nos esperará a la salida del espectáculo según el procedimiento.
Ella asintió algo molesta, pero también agradecida porque él le había recordado que
tenían un cliente al que proteger y por lo tanto había que seguir una rutina y un horario.
Necesitaba asirse a algo seguro.
Domini agarró a Holly por el codo.
-Ya seguirás con la entrevista –dijo apartándola del periodista. -Vamos.

Capítulo 14
Eran las dos de la mañana y Domini estaba por fin fuera de servicio, en su propia casa, en
pijama, y con una copa de vino en la mano.
ABOMINACIÓN.
La palabra todavía sonaba en la mente de Domini, empeorando el dolor de cabeza que la
tenía totalmente desorientada. Había probado a tomarse una aspirina y también la
meditación; hasta que por fin había decidido balancearse en el columpio del jardín,
beberse una copa de merlot y observar la contaminación que ocultaba las estrellas de
California. Tenía doce horas libres, y deseaba disfrutarlas.
ABOMINACIÓN.
La palabra retumbaba repetidamente en algún punto dolorido de su cerebro, pero era
imprescindible que consiguiera ensamblar las piezas del rompecabezas. La mayoría de las
veces sus poderes psíquicos se manifestaban proporcionándole algunas imágenes del
futuro, pero en los últimos días había descubierto que sus facultades mentales habían
estado incrementándose, por eso había sentido la emoción particularmente fuerte de una
anciana que no aprobaba la forma de vida de Holly Ashe. Era una explicación simple,
directa, incluso aunque requiriera la creencia en fenómenos telepáticos u otros poderes
psíquicos.
Pero no había sentido que la amenaza estuviera dirigida a Holly.
Había notado más bien una puñalada en su propio corazón. Como si la hubieran
estigmatizado. Marcado.
Domini tembló, y se rió de forma cínica.
-Perfecto.
Un coyote aulló, y luego lo escuchó moverse furtivamente a través de los arbustos secos.
Tomó otro sorbo de vino, cerró los ojos, e intentó saborear el aire fresco de la noche.
En aquella aislada y pequeña montaña se sentía protegida.
Sería estupendo irse a dormir, pero cuando cerraba los ojos, las imágenes de esa noche
comenzaban de nuevo a acosarla. Y en el centro de cada movimiento, mirada, decisión y
pensamiento estaba Reynard y esa maldita palabra que todavía zumbaba en su cabeza
como si fuera maligna.
Los detalles técnicos de esa noche habían ido perfectamente, todo se había desarrollado
sin ningún incidente, Holly estaba en esos momentos en el club de moda de la ciudad, con
una discreta protección de la compañía, quería que fuera al club con ella, pero Domini
había decidido irse a su casa. Al día siguiente prepararía un informe casi perfecto.
¿Pero que le diría a su abuelo sobre Reynard?
-A propósito, abuelo, el tipo no solo es escalofriante si no que además es un fantasma –
sonaba insensato, además de estúpido ¿Los miembros de operaciones especiales podrían
ser fantasmas espías?
Se terminó el vino y observó que su dolor de cabeza por fin se había desvanecido.
Abominación
-No, señora – murmuró ella – solamente soy una chica que intenta ganarse la vida.
Y por lo menos la exclamación se había convertido solo en un susurro insidioso. De todas
formas, era una palabra muy tonta para el siglo XXI, sonaba a fuego y azufre con
derivaciones satánicas. Muy apocalíptico y melodramático.
Pensando más a fondo en ella recordó que la palabra aparecía en varias de las cartas
amenazantes que habían enviado a Holly.
Pero en realidad la anciana no había dicho la palabra, recordó Domini. No existía una
verdadera amenaza.
No es mi imaginación.
Maldición, Reynard, sal de mi...
Cortó el pensamiento y se incorporó. ¿solo había tomado una copa de vino, verdad?
Inspiró varias veces hasta que se calmó y escuchó los sonidos de la noche. El coyote
gimió entre los arbustos y de nuevo el silencio envolvió el jardín. Domini se tensó,
desconfiando del silencio. Después se levantó y entró en la casa.

Alec todavía permanecía inmóvil, sin querer acariciar al desaliñado animal que le lamía la
mano. Las criaturas de la noche presentían a los que estaban perdidos, pensó en el
coyote, pero sin entrar en su mente. El animal estaba ya medio domesticado, y
encontrarse a un Guardián en su territorio era más interesante que aterrador.
Alec esperó de rodillas oculto en la sombras de un arbusto para ver qué hacía Domini a
continuación. No había encendido ninguna luz de la casa y después de un par de minutos
comenzó a pensar que se había ido a la cama. Y sería mucho mejor porque así podría
patrullar con más libertad.
Se levantó, y un segundo después la puerta trasera se abrió. Domini salió, con un objeto
en cada mano, cuando levantó una de las manos pudo ver que uno de ellos eran unos
prismáticos de visión nocturna.
Exploró todo el terreno antes de que tuviera ocasión de esconderse.
-Lo has arruinado todo – le dijo al coyote, y caminó hasta el centro del jardín para que
Domini pudiera verlo bien. El animal lo siguió y se sentó debajo de sus pies, apoyado
sobre su pierna.
-Buenas noches – le dijo Alec a Domini – Tienes un buen lugar para vivir, y una buena
pistola –agregó cuando vio la Glock 9mm que sostenía.
-¿Qué haces aquí?
Se acercó a ella.
-Estoy aquí por el trabajo. Necesitamos hablar.
-¿En medio de la noche? ¿En mi jardín?
-No te preocupes no se trata de tu amiga – le dijo Alec tranquilamente, pero su
respuesta le sobresaltó haciéndole estremecer. Le había chocado aunque no sorprendido,
por lo menos no mucho. -¿Cómo sabías que estaba aquí?
-Porque el coyote parecía transtornado. Tiene una madriguera...- miró al animal
recostado al lado de Alec. ¿Qué estás haciendo con mi...con ese animal? Aléjate de él
es peligroso.
-Pues no lo parece ¿Lo has estado alimentando?
-Tiene cachorros. ¿Qué querías que hiciera que le dejara comerse los gatos de la señora
Gregory? Esos gatos significan mucho para ella y los cachorros necesitan comer, así
que...
-Te has puesto del lado de los depredadores.
Alec creyó que su actitud era muy tierna. Sobre todo, porque él también era un
depredador.
-Si fueran perros salvajes en vez de coyotes y hubieran sido domesticados, les habría
disparado. Esos animales estarían desorientados y trastornados, y no sabrían que
demonios hacer.
Alec comprendió lo que quería decir.
-Se hubieran convertido en fieras aún más peligrosas que cuando eran salvajes.
-Sí. ¿Y cómo has conseguido distraerme con esta conversación?
-No estoy seguro -admitió –solamente quería saber más cosas sobre ti. –le señaló al
animal que se alejaba del jardín.- Los compañeros de trabajo también pueden ser amigos.
– le dijo mientras caminaba.
-Eso solo ocurre en las comedias de la televisión - le contestó. – Y éste es el planeta
Tierra.
-Esto es Los Ángeles - le contradijo – No es lo mismo. Por supuesto después de pasar
doce de las veinticuatro horas del día con tus compañeros de trabajo entiendo que
desees guardar las distancias con la mayoría de ellos.
-¿La mayoría? ¿No de todos?
Él sonrió.
-No necesitas guardar las distancias conmigo.
Su voz era suave, persuasiva, y segura.
-Ya estoy bastante loca, Reynard.
-Lancer, no tienes que asustarte.
Domini pensó que era debido al vino. Debía haberse tomado más de una copa, porque sino
¿porqué demonios estaba allí parada siguiendo con esa conversación?
Tal vez no fuera el vino. Quizá fuera Reynard. Qué le estaba haciendo alguna cosa.
-¿Qué clase de cosa? – le preguntó con un ligero susurro, justo delante de ella. No le
costó ningún esfuerzo cogerle la pistola. – ¿Algo como esto?
Alec sabía que no debía jugar con la única persona que podría estar a su mismo nivel,
pero el juego había empezado hacía bastante tiempo. Además, su temblor de miedo
cuando le había quitado el arma era excitante.
Le puso una mano en el hombro, para que no pudiera irse. Su piel parecía seda tensada
sobre firmes músculos, su pulgar encontró y acarició el punto de la garganta donde su
pulso latía con rapidez, ella le miraba fijamente y sus ojos llameaban con un brillo que iba
desde el pánico hasta la cólera, pero la excitación venció al resto de sus emociones, su
vulnerabilidad fue aplastada despiadadamente en un solo segundo, y el depredador que
había dentro de Alec halló un siniestro placer en eso.
Ella se dio la vuelta para hacerle frente alejándose de él. Alec dejó que se fuera aunque
puso el arma fuera de su alcance.
–¿No te dije que no debías temerme?
Domini no le había creído cuando se lo dijo la primera vez. Pero deseaba fervientemente
creerle ahora.
Ella le arrebató el arma. Después se cercioró de que tuviera puesto el seguro y la dejó
en el columpio al lado de los prismáticos. Su piel todavía vibraba estremecida dónde la
había tocado. Miró a Reynard, que estaba delante de ella inmóvil y sonriendo, y por un
momento Domini supo que él notaba que deseaba que la acariciara de nuevo, y eso que
nunca había querido que nadie la tocara. Se sujetó las manos en la espalda intentando
negar el otro deseo que tenía: Tocarle a él.
Él le señaló la puerta.
-Vamos dentro.
Qué demonios. Era obvio que no conseguiría que Reynard hiciera nada que no quisiera y
era indiscutible que ella no deseaba que se fuera, y seguro que él lo sabía.
-Entra – se dio la vuelta y recogió las cosas antes de abrir la puerta trasera. -¿Quieres
una copa de vino?
-No bebo vino - contestó, muy cerca de ella.- Solo tomo cerveza.
Capítulo 15
Dos referencias a Drácula en menos de una hora, pensó Alec, mientras se tomaba la
cerveza que Domini le había dado. Desde luego había sobrepasado su límite semanal de
clichés de vampiros.
-¿Y ahora porqué sonríes? - le preguntó Domini.
-De una tontería - echó un vistazo a la etiqueta de la botella de cerveza y vio que era
cerveza inglesa con sabor a albaricoque. –Esto es cerveza para críos -se quejó.
-Si quieres una Bud, tendrás que ir de nuevo al bar ese donde...
Alec miró a los ojos de Domini llenó de confusión, mientras notaba como emergían los
recuerdos a su mente.
-¿Qué?
Ella sacudió la cabeza, moviendo el pelo oscuro alrededor de su pálida cara.
-Nada.
-¿Estás segura?
Casi deseaba que recordara, para que supiera que no lo había soñado, que el mundo podía
estar loco pero ella no. Y que había sido él quien la había acariciado y casi la había
poseído. Maldición, se habría sentido muy bien.
Sería malo pero también bueno.
Notó que tenía una contusión en la muñeca, y recordó que llevaba una pulsera de plata
con el vestido negro mientras recorría la alfombra roja, había tenido que cubrir la marca
que él mismo le había hecho y sintió una punzada de culpabilidad. Se preguntó si ella
había sabido en su subconsciente que él no podría tocar la pulsera. En sus condiciones
actuales, la alergia de su gente a la plata sería demasiado fuerte.
-Pasa al salón antes de irte – le dijo Domini después de un largo silencio.
Ella se sentó en un sillón y le ofreció el que estaba a su izquierda. Alec echó un vistazo
rápido a todo antes de sentarse.
Los sillones eran de cuero entre marrón claro y color café y los muebles estaban tallados
en pino, la televisión de pantalla plana y el equipo de música estaban sobre un estante de
metal y el ordenador sobre un escritorio, cerca de este había una estantería para libros
con varias fotos enmarcadas y un par de pisapapeles de cristal, reconoció a su abuelo, a
Holly Ashe y a los que imaginaba eran los padres de Holly en algunas de las fotos. Las
paredes estaban pintadas en un neutral tono beige pero para adornarlas había un tapiz
Navajo de colores vivos y un cuadro de un cóndor volando sobre el Gran Cañón. Una
alfombra de colores brillantes cubría el suelo de baldosas españolas.
Domini encendió una lámpara halógena demasiado luminosa para su gusto. Sus ojos le
estaban dando muchos problemas esa noche.
-¿Estás bien?
-Sensacional.
Dejó de mirar la sala y centró su atención en ella.
Domini pensó que parecía cansado. Le echó un vistazo a su aspecto, había fatiga en sus
ojos, y también nerviosismo. Su mentón estaba sombreado por una incipiente barba que
destacaba aún más el hoyuelo de su barbilla, llevaba una camiseta negra que resaltaba
sus firmes músculos, y unos pantalones vaqueros de color oscuro que moldeaba sus
muslos, tuvo que hacer un gran esfuerzo para dejar de mirarle, pero cuando lo hizo se
dio cuenta de que él la estaba observando con el mismo interés y entonces recordó lo
que llevaba puesto.
A Alec le gustaba mucho el pijama de algodón que llevaba Domini, el pantalón era muy
corto, de color blanco con lunares rojos y la parte de arriba era muy estrecha y
escotada con unos tirantes muy finos. El placer de mirarla fue a más cuando notó como
ella se ruborizaba y sus mejillas pálidas se tornaban sonrosadas, luego bajó la mirada por
su largo cuello, la sangre justo debajo de la superficie de su piel suave fue como una
dulce invitación para él, le costó mucho esfuerzo no relamerse y aún más no saborearla.
-Jamás pensé que eras de las chicas que usan pijamas de lunares- dijo estirando el brazo
por fuera del brazo del sillón.
Ella se incorporó, lo que hizo que la chaqueta del pijama se le bajará aún más
deslizándose por sus pechos.
-Hay muchas cosas de mí que no sabes – le dijo con renovada hostilidad. –Y yo no sé nada
sobre ti.
-Te diré todo lo que quieras saber – le contestó Alec, y tenía intención de hacerlo.
Había muchas cosas que no debía contarle todavía, pero si ella quería saber le diría la
verdad, por supuesto si no le preguntaba específicamente sobre el tema él no iba a
decírselo de forma voluntaria, otra cosa es que ella creyera sus respuestas, pero de
todas formas antes o después tenía que saberlo, aunque preferiría contárselo más tarde,
cuando ya tuviera el control completo de sus poderes.
Alec sintió como el animal salvaje intentaba tomar el control, había olvidado tomarse la
medicación el día anterior así es que antes de ir a vigilar la casa de Domini se había
tomado una dosis doble y desde luego no había sido una buena idea. Si hubiera estado en
forma, Domini no habría notado su presencia.
Y él no estaría allí sentando bebiendo cerveza y disfrutando de la lujuria que había
sentido con solo mirarla.
-¿Qué quieres saber? -le preguntó.
-¿Porqué estás aquí?
-Quería cerciorarme de que estabas a salvo
Lo miró con completa consternación, pero también con ternura, lo supo por el brillo suave
de sus ojos, la tensión de sus hombros y la leve inclinación de su cabeza, la simple
reacción le agradó más de lo que habría podido creer posible.
Por supuesto, la suavidad fue sustituida rápidamente por el enojo propio de una mujer
moderna que sabe que puede cuidar de sí misma, de las que habían crecido con Lara
Croft, La capitán Janeway13, y Xena la princesa guerrera, y que por tanto no creen en la
idea de hombres fuertes y valientes al rescate, esa actitud podía ser un varapalo para el
ego de un hombre, sobre todo de uno que había nacido antes del siglo XX.
-¿Sabías que la caballerosidad ha muerto?
Él tomo un trago de cerveza.
Ella se dio cuenta de inmediato del significado que podía tener lo que había dicho.
-No me importa que los hombres me abran la puerta.
-Pero no quieres que te subestimen por el hecho de llevar faldas.
-Exacto.
Alec siguió inmóvil.
-Es obvio que no debí venir.
Ella le miró con decepción en los ojos, pero aún así le dijo con voz firme:
-No deberías haber venido, pero ya que estás aquí no te irás hasta que hablemos.
Él sonrió.
-No quieres que me vaya. - La cólera que notó en ella disparó la energía de todos sus
sentidos. -Vale, solo era una broma -le dijo, pero no era una disculpa, le sonrió para
borrar el disgusto de Domini, enfureciéndola aún más.- Aquí está, una torre de ira en
pijama de lunares. Quizá no sea la expresión correcta – se corrigió mientras se
acercaba a ella.- Las torres no tienen unas curvas tan seductoras.
Domini vio algo salvaje en los ojos de Reynard, un brillo intenso que ardía a través de
ella. Su sonrisa era feroz, devastadora. Ella se sentía como si él estuviera a punto de
devorarla.
Era Reynard el zorro, astuto, listo, hermoso, y peligroso. El peligro la excitó como nada
lo había hecho antes.
Domini percibía el lado salvaje de Reynard atrayéndola hacia él y en ese momento no
podía evitarlo aunque su vida dependiera de ello.
Mientras lo miraba fijamente, se dio cuenta que tenía la mano muy cerca de su cara y
rozó su cuello, el rastro de su barba sin afeitar arañó la palma de su mano, enviándole
oleadas de calor a través de ella. El tacto y el olor de su piel eran como un rumor
alrededor de ella, su mirada penetrante la cautivaba; podía verse reflejada en sus
profundidades verdes y ardía en su interior.

13
Kathryn Janeway es la capitana al mando del USS Voyager en la serie Star Treck. (N. de la T.)
Los ojos de Reynard se cerraron cuando ella lo tocó, y dejó escapar un leve gemido, el
sonido rompió el encanto lo suficiente como para que ella dejara caer su mano y diera un
paso hacia atrás.
Estaba temblando con tanta fuerza que se dejó caer de nuevo hacia el sillón aunque
siguió mirándole ¿Y porqué no se acostaba de una vez por todas con él? Sentía el corazón
martilleándole en el pecho y un fuego ardiente en su interior pero aún así intentó alejar
esos pensamientos.
-Siéntate y hablemos
Reynard se encogió de hombros con un repentino aspecto sereno y despreocupado, como
si no le hubiera hecho insinuaciones ni la hubiera tocado...
Vale, él no la había tocado; había sido ella. Y lo había deseado con tanta fuerza como
para estar a punto de romper la política de la compañía.
Alec la miró y se sentó, intentando mantener ocultos sus colmillos a pesar del dolor que
le causaba el esfuerzo, pero no había podido detener sus garras que rasgaban ya
inexorables las palmas de sus manos, mientras luchaba con la necesidad de tomarla allí
mismo. Una caricia de ella era todo lo que había necesitado para enviarle al borde de la
locura, su control era demasiado inestable y su alma y su cuerpo le exigían poseerla
completamente. Pero no podía hacerlo, no podía actuar así.
¿Y por qué no? le preguntaba de forma tentadora el demonio que habitaba dentro de él.
Te pertenece y te desea. Suspiró. Se aterrorizaría si viera mi verdadero yo. Aquí estoy
con mi propia sangre empapando mis manos y mis colmillos intentando hundirse en su
carne. Lo único que deseo ahora es sexo duro y sangre caliente. Un vampiro sabe seducir
a sus amantes, se gana su confianza, calma sus miedos; da pasión y placer, pero en estos
instantes solo deseo marcarla, poseerla...
-¿Reynard? ¿Estás bien?
Alec dejó de mirar a Domini, forzando su atención en el foco.
-No.
No debía haberse tomado la cerveza. ¿El Dr. Casmerek le había dicho que no debía
beberla, verdad? En esos momentos no podía recordar ningunas de las innumerables
instrucciones que le había dado. No creía que el tratamiento estuviera haciéndole
efecto. Alec giró la muñeca izquierda y miró fijamente el tatuaje del zorro. ¿Todavía
estaba decolorada?
-Estoy cansado – le dijo antes de mirar de nuevo a Domini.
-Ha sido un día muy largo - admitió ella. Entonces parpadeó, y un grito de asombro salió
de su garganta.
-¿Qué ocurre? – le preguntó Alec.
-Nada – le respondió.
Acababa de sentir una premonición, había podido ver a Reynard hablando con su teléfono
móvil y alguien al otro lado que le decía.- Hemos cambiado la hora de su visita a la clínica
para ajustarle la fórmula del suero.
¿Qué clínica? Se preguntó. ¿Qué suero?
Sabía que de alguna manera sería peligroso preguntarle.
-¿Cuánto tiempo hace que sabes que eres psíquica? – le preguntó después de que el
silencio se hiciera insoportable entre ellos.
Domini se puso rígida y sus dedos se deslizaron por los brazos del sillón.
-Cómo sabes...
-El incidente del sushi fue la primera señal.
Durante un momento se afanó por recordar a lo que se refería.
-Oh, claro – dijo finalmente - El restaurante al que se le había acabado el wasabi.
Gracias a Dios Reynard no había percibido su visión sobre él y sus problemas médicos.
Ella agitó una mano, intentando no darle importancia, pero el movimiento fue tenso y
desigual por los nervios.- Probablemente fueron imaginaciones mías. Tengo una
imaginación muy activa.
-Igual que yo - contestó Alec, intentando sonreírle sin mostrarle sus colmillos demasiado
afilados. -Intentaremos unir algún día nuestras imaginaciones.
Él disfrutó del aturdimiento y sorpresa que sintió a través de ella.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Es una declaración de intenciones - le dijo – Pero es mejor que por ahora nos
concentremos en la conversación que se supone íbamos a tener, o no conseguiremos
hablar antes de irnos de nuevo a trabajar.
Domini se agarró los brazos con las manos y dijo:
-Bien, ¿me has preguntado que desde cuando sé que soy psíquica? Toda mi vida. No es
ningún don ni un gran talento. Nada por lo que me ofrecieran salir en la televisión para
hablar con los muertos por dinero, o cualquier cosa como esa.
-Pues a mí me encanta el programa The pet psychic de Animal Planet14
-Y a mí – admitió ella- Sería estupendo poder sentir lo que piensan los animales.
-Apuesto a que tú también lo haces – le dijo Alec, recordando su relación con los
coyotes. –Pero no de forma consciente.
-Perfecto.
-Tu escepticismo es encantadoramente posmodernista, pero deberías darte cuenta de
que tus poderes psíquicos son una ventaja.
Ella le miró burlona.

14
Es un programa de televisión en el que la presentadora Sonya intenta penetrar en la mente de
los animales para saber el porqué de su comportamiento. (N. de la T.)
-Pues si los quieres te los regalo, Reynard.
-Deberías agradecer tu don, en vez de hacer esa vil sugerencia.
Domini sonrió.
-¿Vil? Esa es una palabra pasada de moda.
Él también sonrió.
-¿No sabías que los agentes Delta Force tienen un gran vocabulario?
-¿Para hacer juego con sus grandes egos?
-Todo en nosotros es grande.
Domini recordó las especulaciones de Holly sobre los testículos de Reynard, e intentó
mantener la mirada fuera de su ingle.
-¿Crees que por ser psíquico puedo hacer cualquier cosa? – le preguntó.
-¿Te gustaría atrapar a los que acosan a Holly? ¿Ella sabe que eres psíquica?
-Crecimos juntas.
-Quizá la utilizaron para encontrarte.
-¿Ellos? ¿Quiénes?
-No sé todavía – le dijo Alec - Pero había algo que me resultaba familiar en la anciana.
Domini se inclinó adelante, entusiasmada.
-¿La viste? ¿La oíste?
-La vi. Sólo tú la oíste. Iba dirigido a ti, te sobresaltaste como si te hubiera dado una
bofetada. Os comunicasteis telepáticamente.
Ella sacudió la cabeza.
-No, solo pude percibir su odio.
-Es que era evidente. ¿Qué te dijo?
Domini se derrumbó sobre el sillón.
-Abominación -la palabra aún dejaba un mal sabor en su mente. –Ella me llamó
abominación.
-Una palabra muy fea. ¿Porqué abominación?
-Es obvio que pensó que era amiga de Holly
Alec negó con la cabeza.
-No. Era a ti a quién odiaba no a una forma de vida.- Él se inclinó adelante, mirándola
fijamente. -¿Porqué?
-Y yo que sé - era lo único que podía contestar, aunque una parte de ella deseaba decirle
que su opinión era absurda. Aunque esa no sería la palabra exacta sobre todo porque la
que tenía los poderes psíquicos era ella y eso era ya bastante extraño. Se puso una mano
sobre la frente. – Estoy tan confundida.
Reynard se levantó del sillón.
Domini estaba demasiado cansada para apreciar el movimiento de sus firmes músculos al
levantarse. Pero solo estaba soñolienta, no muerta, y mirarlo era un verdadero placer.
-Tienes sueño – le dijo.
Ella bostezó y después sacudió el dedo delante de él.
-¿Estás intentando hipnotizarme? Pues te va a costar mucho trabajo.
Le lanzó una enigmática sonrisa.
-Podría sorprenderte.
-No quiero que me sorprendas.
Ella bostezó de nuevo.
-Ahora lo que quiero es dormir.
-No vi a nadie cuando inspeccioné el área. Esta noche estás bastante segura – le dijo.
Ella no se lo discutió.
-Buenas noches, Reynard.
-¿No me acompañas hasta la puerta?
-No
-¿Y un beso de buenas noches? -ella no contestó, y él comenzó a caminar, pero se detuvo
durante un momento.-Sobre los coyotes, conozco a alguien que ayuda a los animales
salvajes. Él los volverá a poner en un hábitat más seguro. Le llaman Shaggy. Haré que se
ponga en contacto contigo.
Conmovida por la preocupación de Reynard por los animales, Domini le sonrió.
-Muy bien.
Capítulo 16
-Estaba acariciando al coyote. ¿No te parece extraño, Holly?
Domini tomó un sorbo de zumo de naranja y miró fuera, se podía ver la terraza, la
piscina, un seto de hibisco verde ceroso con flores anaranjadas y más abajo toda la
ciudad. Solamente la calima débil de la mañana oscurecía la vista.
Holly mordió un trozo de la tostada, y después dijo:
-Quizá el coyote reconoció a un macho dominante.
-Quizá- No podría negar que Reynard era el arquetipo de la masculinidad. –Pero lo más
extraño es que no me di cuenta en ese momento, no me pareció raro hasta que me
desperté esta mañana y recordé todo lo que había pasado.
-Pues yo pienso que es muy interesante que él quisiera saber si estabas bien.
-Lo que quieres decir es que piensas que es muy romántico, pero no lo dices por si te
pego.
Holly se quitó el pelo de la cara, y el movimiento hizo que los largos pendientes
tintinearan.
-No puedes pegarme, eres mi guardaespaldas.
Domini le echó un vistazo las largas uñas rojas de su amiga mientras Holly tomaba otro
sorbo de su café.
-No atacaría a nadie que llevara unas garras como esas, podría hacerme mucho daño.
Holly alargó la mano para que pudiera verlas bien.
-De todas formas tengo que quitármelas antes de esta noche, no puedo tocar la guitarra
con estas uñas postizas – cogió de nuevo la taza y volvió al dilema de Domini.- ¿Estás
segura de que era un coyote? ¿No podía ser un perro perdido?
-Estoy segura. Igual que estoy segura de que los animales salvajes no se acercan a los
seres humanos. Los animales que viven por allí cogen la comida que les doy pero
solamente cuando no estoy cerca. Son muy cautelosos. ¿Así es que cómo consiguió
Reynard atraer a un animal salvaje hacia él?
Holly resopló.
-Puede que haya estado allí antes.
Domini se echó hacia atrás en la silla de metal verde del patio. Un par de palomas se
situaron en el filo de los azulejos marroquíes azul y amarillos de la piscina, mientras los
veía buscar comida, se preguntó porqué estaba allí, manteniendo esa conversación con
Holly. Aunque ya sabía la respuesta, el problema es que no quería hacerle frente a su
propia cobardía.
¿Qué diría su abuelo si se enteraba de lo que había pasado la noche anterior?
Técnicamente no había ocurrido nada entre ella y Reynard. Pero ella lo había deseado.
¿Pensar en ello iría también en contra de la política de la compañía? Y por supuesto eso
le dejaba una sensación de confusión y culpabilidad.
-¿Sentir deseo cuenta? – murmuró.
Holly la oyó por casualidad y dijo:
-Normalmente diría que sí, pero no estoy muy segura de lo que estás hablando. Excepto
si te refieres al Sr. Triple testículos, claro.
Domini rió aunque se le notaba algo contrariada.
-Pues no me sorprendería que tuviera tres testículos, es un tipo muy extraño.
-¿A qué te refieres con extraño?
-Tan extraño que aceptó enseguida mis habilidades psíquicas.
-Yo también las acepté.
-Tú me conoces desde siempre. Reynard es un desconocido. Un extraño.
-¿Y qué puedes encontrar extraño en un hombre guapo, peligrosamente competente, que
acepta tu don y además se preocupa por ti? ¿Qué acaricie animales salvajes atraídos por
su testosterona?
-Creo que te refieres a las feromonas.
-Por eso tú eras la que hacías los deberes de química para las dos. Y también eras la que
recitabas la lección.
Holly dejó de bromear con ella cuando oyó el sonido de su voz.
-¿Qué? – le preguntó, pero luego se contestó ella misma a la pregunta. –Vas a volver con
Jo.
-Me encontré con una amiga mutua ayer por la noche. Bueno más amiga de él que mía
porque se puso del lado de Jo – dijo Holly – no esperaba que me dijera nada agradable
cuando se acercó a mí en el club, pero qué demonios yo llevaba guardaespaldas, así es que
cuando empezó a hablar la dejé, parecía amistosa y terminamos hablando de Jo, le dejé
caer que a veces le echaba de menos y ella me dijo que Jo también me echaba de menos
y que además estaba preocupado por lo de las amenazas, me dio su número de teléfono y
yo le di el mío. Y quizá le llame.
Se encogió de hombros fingiendo que no le importaba, aunque sus ojos brillaban
intensamente con esperanza.
-O quizá espere a que me llame Jo. Fuimos unos estúpidos y dejamos que toda la mierda
que lleva consigo la fama se nos fuera de las manos. Él es un gran artista y yo también
aunque venimos de diferentes mundos. Yo soy de Malibu, y él creció en Hamptons, al este
de Costa Rica un lugar en el que no es corriente hacer surf con chicas ricas. Pero ahora
ambos hemos madurado y quizá...
-Vas a volver con Jo. Domini le dijo las palabras despacio y claramente. Cogió por las
muñecas a Holly para cerciorarse de que su amiga la miraba, y volvió a repetírselo.-Vas a
volver con Jo.
-Cómo dices... - los ojos de Holly se abrieron de par en par. -¡Oh! – dijo con sarcasmo. -
¿Lo viste?
Domini asintió con la cabeza.
-Justo ahora. –dijo suspirando. –Eso significa que dejarás de regañarme sobre la falta
de amor en mi vida.
-Ya no lo necesitas.
-Yo... - la protesta murió en los labios de Domini cuando un pensamiento lascivo con
Reynard atravesó sus neuronas. Holly le echó una mirada burlona y Domini le dijo- De
acuerdo admito que le deseo, no me gusta pero debo hacerle frente.
-Sexo en el trabajo.
Domini negó con la cabeza.
-El tipo es muy extraño.
Holly la miró muy seria y le dijo:
-Le importas lo suficiente como para ir a tu casa para saber si estabas a salvo. Eso es
estupendo.
Domini se encogió de hombros para no discutir. Reynard era uno de los agentes
responsables de la seguridad de Holly, y hasta ahora había mantenido un
comportamiento muy profesional.
Quizá se moviera demasiado rápido, como si tuviese súper poderes y no le terminaba de
convencer que fuera debido a su entrenamiento como Delta Force. Pero no quería
debatir acerca de un empleado de Lancer con su cliente, no iba a destruir la confianza
que tenía Holly en la efectividad de Reynard porque ella sospechara que era...
Ese era el problema, que no tenía ni idea de lo que era él. Nunca lo había pensado, tal vez
porque sería demasiado para su mente.
-Necesito ir al dojo. No hay nada como una clase de aikido para descongestionar la
mente -dijo Domini, y miró las magulladuras mortecinas al enderezar la muñeca.
Las marcas de su muñeca izquierda habían desaparecido, pero aún podía ver la impresión
de unos dedos, aunque ahora estuvieran amarillentos. Al menos los signos de la alergia a
la plata se le habían quitado en cuando se había desecho del brazalete, aunque le había
molestado durante un rato.
Domini se levantó.
-Tengo que irme porque debo investigar algunas cosas y además tengo trabajo atrasado
en la oficina - agregó con un suspiro.

Domini se paró delante del escritorio de Nancy en el área de recepción.


-Hola – dijo mientras se recostaba sobre la mesa – Había muchos famosos anoche.
Nancy miró hacia arriba con una abierta sonrisa, deseosa de saber chismes de los
famosos. - ¿A quién viste? ¿Qué llevaban puesto?
Domini charló un rato acerca de los ricos y famosos antes de preguntarle:
-¿Está el viejo dentro?
Nancy negó con la cabeza.
-Tiene muchas reuniones fuera de la oficina hoy.
Domini la miró decepcionada.
-Lástima. Quería verle. ¿Me puedes avisar cuando vuelva?
-Claro.
-Pero llámame al móvil cuando le veas, porque voy a estar todo el día fuera de la oficina.
-No hay problema.
Domini se alejó del área de recepción y fue directamente a la oficina de Benjamin
Lancer, donde estaba el ordenador que ella quería utilizar. Afortunadamente la puerta
de la oficina de su abuelo no estaba cerrada, así es que Domini no tuvo que hacer nada
más que deslizarse al interior. Con suerte lo que tenía que hacer no le llevaría mucho
tiempo.
Pensaba que se sentiría mal por fisgonear en la vida de Reynard, pero no fue así,
necesitaba saber más acerca de él, tal vez podría haber visto su informe en la oficina de
Nancy bajo el pretexto de que necesitaba saber alguna cosa, pero Nancy se lo habría
dicho al viejo con toda seguridad, y aún no estaba preparada para hablar de él con su
abuelo, aunque hubiera sido él quién le había pedido que lo vigilara.
Sobre todo porque tenía miedo de que le partiera la cabeza si se enteraba de que se
sentía atraída por ese hombre, no estaba segura de hacia donde se dirigiría la
conversación, tal vez se pondría severo y enojado y le diría “No consentiré ninguna
confraternización entre los empleados” o tal vez se volvería sentimental y le recordaría
lo mucho que deseaba tener bisnietos, de cualquier modo alguien sería despedido y
aunque no quería ser ella la que se quedara sin trabajo, tampoco tenía pruebas de que
Reynard se lo mereciera.
-Todavía – masculló ella, y procedió a forzar la entrada en los archivos protegidos con
contraseña de los empleados. Tan solo le llevó tres intentos conseguirla ya que había
imaginado que su abuelo había usado Domini como su contraseña, lo cual le hizo sentirse
todavía más culpable, pero no la detuvo.
Había información básica de Alexander Reynard en su archivo. Muy básico. Su nombre y
apellidos sin inicial intermedia; la última empresa en que había trabajado: Ejército de los
EE.UU.; Rango: Coronel, jubilado. Como esperaba no había ninguna mención acerca de los
servicios en los que había participado o de los Delta Force. Fecha de nacimiento: 14 de
julio de 1968 en Coeur D'Alene, Idaho. Su dirección, y los números de teléfonos de su
casa y de su móvil. No había ningún número donde contactar en caso de emergencia. Los
datos acerca de su salud estaban en blanco, incluidos los de las pruebas rutinarias de
drogas que hacía la compañía.
Claro que como tan solo llevaba unos días en la empresa podía dar por supuesto que los
resultados de su examen médico no estaban aún incluidos, pero no lo creía, él no estaría
haciendo trabajo de campo sin haber sido verificados esos datos.
Nancy no había introducido los datos, pero ni su abuelo, ni Andy Maxwell, ni siquiera ella
misma había revisado a fondo toda su documentación. ¿Por qué había dejado el ejército?
¿Dónde estaban sus referencias?
¿Qué diablos utilizaba él para controlarlos?
¿Algún tipo de vudú? ¿Hipnotismo masivo? ¿Y dónde lo había aprendido Reynard?
Domini completamente desilusionada, apagó el ordenador y fue a su despacho para
recoger sus mensajes telefónicos y su correo electrónico, luego redactó el informe de
Holly, leyó el que había hecho Andy Maxwell, y le molestó ver que Reynard sólo había
enviado un correo electrónico desde el ordenador de su casa en vez de rellenarlo
correctamente.
-Esa no es la política de la empresa, pequeño - masculló con un cierto regocijo malicioso.
Pero Andy era el jefe de equipo y dependía de él ocuparse de los problemas con los
empleados.
Era también decepcionante darse cuenta de que al escribir el informe de las acciones
tomadas para proteger a Holly, no encontraba el comportamiento de Reynard tan
siniestro.
¿Y por qué quiero meterle en problemas? se preguntó.
Porque me aterroriza, admitió.
Había algo antinatural en él. Y quería que ella lo supiera, estaba segura de eso. Si él se
fuese, ella tendría que dejar su investigación y el fascinante atractivo que se escondía
en el oscuro corazón de Alexander Reynard.
Realmente ese era un pensamiento melodramático, pensó, pero no podía reírse. Reynard
era perturbador. Inquietante. Y condenadamente sexy.
Tal vez eso era lo que más temía, que él había cambiado su confortable vida,
destrozándola anímicamente.
Y aun no había hecho nada. Frotó su muñeca amoratada mientras se preguntaba lo que
ocurriría si él llegaba a besarla.
Domini negó con la cabeza e intentó concentrarse en el trabajo. Miró el archivo de Holly
y releyó las cartas amenazadoras, las informaciones de la policía, y las valoraciones
psicológicas del perfil del acosador, concentrándose en encontrar cualquier prueba o
patrón que pudiera coincidir con la teoría de Reynard de que Holly no era la víctima. Era
ridículo, por supuesto, la idea de que alguien usara a Holly como cebo para acercarse a
ella. Pero...
Esa voz desagradable todavía palpitaba en su cabeza. La mirada cruel de la anciana le
rasgaba el alma. Domini se estremeció, y casi le dio un vuelco el corazón cuando el
teléfono comenzó a sonar.
-Lancer. ¿Qué?
-¿Estás bien, “Ama”? – le preguntó Andy Maxwell. Debía haber notado su enfado cuando
había cogido el teléfono.
Domini respiró profundamente y luego respondió con serenidad.
-Estaba leyendo las cartas amenazadoras que le han enviado a Holly y consiguen ponerme
de mal humor.
-No me extraña, yo también estoy de mal humor pero mi enfado es con la policía del
DMV15 que aún no nos han facilitado la información acerca del coche que os siguió a ti y a
Reynard.
¿Los que me siguieron a mí? - el pensamiento envió un escalofrío a través de ella. ¿O a
Reynard?
-Le dimos el número de matrícula y estamos esperando que nos digan si pertenece a
algunos de los acosadores de Holly Ashe – continuó Andy – En la reunión de esta noche le
diré al viejo que llame de nuevo al LAPD16.
-¿Tenemos una reunión esta noche?
-Sí, te llamé para decirte que la reunión era a las siete – contestó él - Alec no ha podido
venir a la oficina hoy.
-¿Y porqué? – dijo con un tono sarcástico- ¿Quién es el jefe, Andy? Oye, Reynard...
La boca de Reynard se abalanzó sobre la suya de forma salvaje. Los colmillos afilados
como dagas de marfil rozaron sus labios y su lengua invadió su boca en cuanto sus
palabras invadieron su mente.
¡Mía! ¡Mía! ¡Mía!
¡No! Sus protestas se volvieron más débiles, como si su voluntad fuera la sangre
derramada de una herida. ¡Por favor!
Su ruego sólo consiguió que él la aprisionara aún más, el beso fue rudo y sabía a sangre,
como si estuviera reclamándola y saboreando su derrota. La lujuria del vampiro se
extendió por todo su cuerpo con una emoción tan fuerte y real como si estuviera
totalmente dentro de ella. No podía huir, sólo sentía una tormenta abrumándola.
Mientras él tomaba total posesión de su cuerpo, de su sangre, y de su alma ella
permanecía debajo de él como si fuera un sacrificio, con su piel llena de la sangre de
ambos.
-El tipo tenía un fuerte dolor de muelas, “Ama” - las palabras de Andy la sobresaltaron
pero al menos consiguieron traerla de vuelta.
Temblaba tanto que casi no podía agarrar el teléfono. Parpadeó intentando enfocar de
nuevo su vista. ¿Qué diablos había sido eso? Le dolían las entrañas como si...
-¿Domini? ¿Estás bien, Domini? ¿Están teniendo algún tipo de ataque?

15
División dentro del Departamento de policía para los vehículos de Motor. (N. de la T.)
16
Departamento de policía de los Ángeles. (N. de la T.)
-¿Como lo has sabido? Hay un vampiro...
-¿Has tenido un ataque de asma o algo? - la voz afectada de Andy cortó sus palabras.
-Me encuentro perfectamente –dijo mientras pasaba un pañuelo por su frente,
sorprendiéndose de encontrar sudor en lugar de sangre.
Sangre, la sensación era tan fuerte que casi la podía oler, saborearla. Sangre y sexo
¿Otra vez volvía a soñar con Reynard como si fuera un vampiro? Sólo que no había sido
un sueño, pero tampoco parecía una de sus premoniciones. ¿Entonces qué diablos había
sido?
¿Una dosis de paranoia? ¿O era él realmente un pervertido? Pero en realidad todo
provenía de algún pozo oscuro de su imaginación y por más que Reynard la asustase, no
podía culparle de eso.
Empezó a pensar en cosas de las que sí podía culpar a Reynard.
-¿Porqué demonios no ha venido hoy? – le preguntó a Andy.
-Ya te lo dije, tiene dolor de muelas, y ha tenido que ir al dentista. Estará de servicio
esta noche.
-¿Cómo lo sabes?
-Porqué él me lo dijo.
Domini intentó calmarse y relajar sus músculos tensos, recordándose que en realidad no
la había violado, y que tenía que encargarse de Holly.
Concéntrate en el trabajo y nada más. Olvídate de Reynard. Sácalo de tu mente.
Pero no sabía como iba a hacerlo.
-Te veré a las siete. Adiós -después colgó el teléfono.
Capítulo 17
-Quizá ayudaría que gritara - Cuando Alec y Barak le lanzaron a Serisa una sombría
mirada, ella agregó.-Tú no, por supuesto. Pero quizá si hicieras que otra persona gritara...
Alec oyó la voz de la Matriarca a través del dolor, y los salvajes impulsos, pero no podía
perder el control. No en ese momento.
-Duele – lo único que podía hacer era admitirlo.
Alec sabía que estaba en su casa, pero no podría recordar cuándo habían llegado los
Mayores. En realidad no podía recordar nada, pero se olvidó de ellos cuando una imagen
de Domini pasó como un relámpago por su mente, como si fuera una foto que alguien
lanzaba al fuego.
Ella corría peligro. De alguna fuente desconocida. Pero más inmediatamente, de él.
Tenía que acercarse a ella y también mantenerse alejado.
No pienses en ella ahora. No puedes pensar en ella ahora.
Tengo que tenerla. ¡AHORA!
Barak se agachó al lado de Alec que estaba arrodillado en el suelo.
-Mírame, Guardián - Barak le habló con delicadeza y serenidad. Alec odió su control.
Tenía los ojos cerrados y no quería abrirlos, pero lo hizo, pues cada palabra entre dos
vampiros machos podría considerarse un desafío, aunque allí pareciera algo más sutil,
Alec aceptó el desafío y miró a Barak.
No había piedad en la mirada de Barak, ni tampoco burla, así es que no podía atacarle.
Maldición, con lo bien que le vendría atacar a alguien y oírle gritar.
El día había sido un verdadero infierno. Todo había comenzado con una llamada de
teléfono, recordó eso como un destello, había ido a casa de Domini, y no sabía lo que
había pasado a continuación porque lo siguiente que recordaba es que se había
despertado y había paseado para intentar mitigar el dolor de cabeza que se agudizaba
con cada minuto que le acercaba al amanecer. Ninguna de las píldoras ni inyecciones le
habían ayudado, tal vez porque no se había tomado las suficientes o porque se había
tomado demasiadas. Recordó el sabor de la sangre que le habían recetado, y cómo le
había incitado a atacar.
Poco después del amanecer, alguien de la clínica le había llamado para cancelar la cita, sin
ninguna explicación, pero las malas noticias eran que el suero no surtía efecto, y además
le habían informado de que podía experimentar fuertes alucinaciones.
Tal vez por eso habían venido los Mayores.
Recordaba que se había comportado casi de forma normal después de la llamada, hasta
que el dolor se había filtrado de forma cada vez más profunda en su cuerpo con la salida
del sol. Había cerrado todas las cortinas, bloqueando cada rayo de luz, pero el dolor en
vez de cesar había aumentado. Entonces había meditado, aunque le había costado mucho
trabajo poder concentrarse, pero aún así se acordó de llamar a la oficina para decir que
no podía ir.
-Tus ojos están abiertos, pero no quieres ver más allá de tus problemas.
Oyó la voz de Barak dentro de su mente, susurrándole: No has perdido el control, pero el
miedo a perderlo te conduce al borde del abismo ¿Por qué temes tanto perder el
control?
La imagen entró inmediatamente en la mente de Alec. A la vista de Barak.
Su boca tomó posesión de la de Domini cuando sus palabras invadieron su mente. ¡Mía!
¡Mía! ¡Mía! El beso fue rudo y exigente, sabía a sangre y a dulce dominación. El deseo se
extendió por todo su cuerpo cuando entró cruelmente en Domini, penetrando en su suave
calor. Mientras tomaba total posesión de su cuerpo, de su sangre y de su alma ella
permanecía tendida debajo de él como si fuera un sacrificio, con su piel llena de la
sangre de ambos.
Mía. Eres mía. Quiero que lo sepas. Ámame.
Mía. Quiéreme. Para siempre. Ámame.
Ella gritó, el dolor y el tormento se entremezcló con el deseo que él obtuvo a la fuerza.
Domini se contorsionó debajo de él, luchó y luego se sometió, conquistó su mente y su
cuerpo elevándola a la cima más alta con sus brutales envites. Alec rugió más allá del
placer, gozando de su dominio al poseerla. Tomándola una y otra vez.
Mía. ¡Por siempre mía!
Estaba más allá del poder de Alec poder ocultar sus más salvajes y oscuros deseos de la
mente de Barak.
Ah. Ya veo.
El pensamiento fue un suave suspiro dentro de la mente de Alec, casi una bendición.
Descartó las desagradables imágenes pero Alec no sintió revulsión por parte del anciano,
ni ningún juicio, sólo sintió la simpatía de Barak.
¿Lo entiendes?
Conozco ese fuego.
Es malo desearla tal y como soy ahora. No puedo...
Te opones a la propia naturaleza, pero entiendo el porqué. De momento las
oportunidades que tienes de mantener una unión con una mortal son una mierda, pero el
destino es a veces cruel con nosotros.
Alec casi se rió, pero cualquier huella de humor escapó cuando sintió a Barak retirándose
de su mente. No había querido la intrusión, pero odiaba estar solo dentro de una mente a
punto de hacerse pedazos.
-Debéis estar juntos – oyó que decía Barak.
Lo hace por ella.
Serisa suspiró. ¿Está obsesionado con la mortal que le prohibí que viera? – su voz sonaba
disgustada. –Cálmate, él necesita a una mujer ahora mismo -después de una larga pausa,
ella siguió. -Necesita compartir sangre, y pasión; Necesita luchar, conquistar, y dominar.
Necesita la fuerza de la noche, y necesita ser un Guardián. Quizá alguna mujer mortal
podría acabar con esto. Una que comprendiera los riesgos...
-No desea a cualquier mujer mortal.
Hubo un largo y significativo silencio antes de que Serisa dijese:
-Maldición. En este momento las oportunidades de mantener una unión con una mortal
son una mierda.
-Ya se lo he dicho, mi amor.
-Luego deberíamos traérsela.
-¡No! Alec cortó la conversación. Su boca palpitó de dolor cuando tuvo que hablar con los
colmillos rasgándole el labio inferior.- Ella es psíquica, es demasiado frágil. La protegeré
de mí mismo – dijo mirando a Serisa, con los ojos ardiendo como carbones muy calientes.
-La protegeré de vosotros.
Serisa se arrodilló en el suelo junto a él y tocó sus hombros con manos firmes, aunque
ella no era de su Clan, y le había enojado, todavía era una Matriarca, y sus caricias le
aportaban tranquilidad. Y escuchó sus palabras.
-Admiro tu actitud – le dijo mientras acariciaba con los dedos su pelo empapado de
sudor. – De verdad que lo hago, pero debes entender lo que te ocurre, has tenido una
mala reacción al primer suero que el Dr. Casmerek te administró. La reacción que causa
en tu cuerpo ya la has experimentado antes, solo que no lo recuerdas.
Bajó la mano hasta su ingle. La agonía le atravesó como una lanza en el lugar donde le
había tocado. Estaba duro como una roca, y aun no se había dado cuenta.
-La pubertad no es fácil para los de nuestra especie – le dijo ella.- La transición de
adolescente a Guardián o el momento de alcanzar la madurez femenina es atroz. Es el
período de nuestras vidas más salvaje. Lo olvidamos, y borramos la angustia porque
somos jóvenes, pero desafortunadamente tú ya eres un Guardián y por tanto eres
completamente consciente de lo que se te avecina.
-Afortunadamente - agregó Barak – puedes oponerte a la necesidad.
Serisa le lanzó a Barak una mirada de indignación.
-No veo porque debería hacerlo.
-Porque es lo que él quiere – contestó Barak a su compañera.- Mi deber es ayudarle a
controlar sus violentos deseos.
-Pues mi deber es evitar que sufra. No le veré lleno de cicatrices porque esté en guerra
contra sí mismo. Las drogas que le permiten vivir bajo la luz ahora son sus enemigas. Un
defensor del Clan merece toda la ayuda que le podamos dar.
-Entonces llevadme a la clínica – dijo Alec – Obligaré a Casmerek a recibirme.
La pareja intercambió una mirada.
-¿Qué? - preguntó Alec.- ¿Por qué no es conveniente?
-La clínica estará cerrada todo el día - contestó Serisa.- Todas las citas de los pacientes
no hospitalizados han sido canceladas. Todos los vampiros que no sean parte del equipo
de seguridad de la clínica deberán mantenerse alejados.
-Podría haber un problema de seguridad – aclaró Barak.
-Quizá no sea nada – dijo Serisa.- Pero el cuerpo administrativo de la clínica es muy
cuidadoso con la seguridad.
Alec se sobresaltó, porque la seguridad era algo que entendía y en lo que podía enfocar
su atención. Además, él lo había intuido.
-El lugar estaba siendo vigilado. Lo sentí la última vez que estuve allí.
A través de la neblina de dolor que le producía la tenue luz de la habitación, Alec vio a
los Mayores intercambiar una mirada preocupada, escéptica. ¿Estarían pensando que
tenía alucinaciones? La cólera estalló dentro de él.
Notó como las garras sobresalían de sus dedos dejando escapar un siseo al formar
profundos arañazos a cada lado del lugar donde estaba arrodillado, entonces se dio
cuenta que no eran las primeras marcas que había dejado en el brillante y pulido suelo de
madera. Un pensamiento incoherente de que tendría que esconderlas para que no las
viera el casero pasó por su dolorida cabeza como un relámpago, y casi sonrió.
Alec volvió de nuevo su atención hacia la clínica. Necesitaba algo en lo que poder
concentrarse además del dolor. Además de Domini.
-Los cazadores – dijo - La clínica era vigilada por cazadores
-Tenemos una tregua con los cazadores aquí en California – le dijo Barak.
-Aunque es extraoficial –añadió Serisa añadida. -No nos hemos molestado desde hace
varios años, y podría convertirse en un baño de sangre para su gente y la nuestra si
traspasaran la línea después de tanto tiempo.
-¿Quién más podría ser una amenaza para nosotros? preguntó Alec.- Las Familias son
neutrales. Los Tribus no aprueban la investigación médica hecha por los Clanes, pero son
demasiados pragmáticos para arriesgarse a poner en peligro un recurso que podrían
necesitar. Sólo los cazadores nos odian.
-Ahora no es como en la antigüedad - dijo Barak – Los vampiros no son enemigos
acérrimos.
-No todos al menos - dijo Serisa con amargura. - ¿Olvidas que perdimos a un hijo por
esos fanáticos que se hacen llamar Puristas?
-Nunca podré olvidar como perdimos a Joshua dijo Barak.- Todavía le puedo oír gritar
mientras se quemaba, y los aullidos de los Puristas cuando les seguí la pista. Pagaron y no
odiaré a todos los cazadores por ellos. Les evitaré y me opondré si tengo que hacerlo,
pero no perseguiré a todos por unos pocos, ya lo sabes.
Serisa inclinó la cabeza y después volvió a hablarle a Alec.
-Seguimos la pista a los cazadores locales, igual que hacen ellos, si están vigilando la
clínica por alguna razón, nos enteraremos.- Ella tomó la cara de Alec entre sus manos.-
Pero ahora mismo lo más importante es cuidarte a ti. Barak, trae el botiquín de
Alexander y las instrucciones de la dosis. No son los medicamentos lo que le han
trastornado sino el suero. Todavía pienso que él necesita varias noches de sexo
tempestuoso, pero si él dice que no, será así.
-No hace falta que hables como si no estuviera aquí.
Ella le rozó la mejilla de Alec y sonrió.
-Insolente, bueno al menos eso es mejor que ser cruel, y ya que estás lo bastante
espabilado como para preocuparte por la clínica y no por tus necesidades, entre la
meditación y las drogas, deberíamos hacerte mejorar.
Alec se obligó a sí mismo a creer en lo que decía. No tenía otra alternativa.
-Pues comencemos - le dijo – Tengo que ir a trabajar a las siete.
Capítulo 18
-¿Bueno, no cree que parece un zombi, Sr. Reynard? – le dijo Domini, cuando le vio llegar
lentamente a través del abarrotado parking que había detrás del club.
Las luces brillantes proyectaban la larga y delgada sombra de Reynard ¿Había
adelgazado desde la noche anterior? Realmente no había ni un gramo de grasa en su
cuerpo enfundado en un estrecho pantalón vaquero y una camiseta negra, parecía
cansado mientras andaba, pensó con preocupación, y su inquietud hacia él era tan
perturbadora que ni siquiera le ayudaba su ácido comentario.
Su respuesta fue igual de sarcástica cuando él llegó hasta el todoterreno negro
aparcado al lado de la entrada trasera.
-Gracias por preocuparse por mí, Sra. Lancer.
Cuando pudo verle desde más cerca, ella agregó:
-Estás más blanco que una hoja de papel.
-Son estás luces que no le sientan bien a mi tez – le dijo Reynard mientras se apoyaba en
el capó del coche cerca de ella.
Los hombres con la palabra SEGURIDAD escritas en sus camisas patrullaban el
perímetro por delante y por detrás cuando el Lincoln Navigator aparcó, mientras el
equipo de Lancer se desplegaba alrededor del todoterreno.
Domini y Reynard vigilaban a la multitud mientras se hablaban.
-Y vuelves a venir con gafas de sol otra vez. ¿Por qué?
-Estoy tratando de pasar desapercibido entre la gente.
-Pues no veo a nadie más con gafas de sol.
-Es lo mejor que puedo hacer para parecerme a esta gente, ya que no estoy interesado
en hacerme un tatuaje que me ocupe todo el cuerpo ni ponerme ningún piercings. ¿Este
lugar tiene suficiente parecido a la película A todo gas17 para ti?
Ella echó un vistazo alrededor.
-No hay ningún coche que corra de forma vertiginosa pero hay más chicas.
-Ya lo suponía.
Alec se preguntó si su esfuerzo por parecer lacónico había surtido efecto, porque el
cortejo de los vampiros de morder y gruñir era peligroso en esos momentos. El deber. La
disciplina. La responsabilidad, siempre había vivido de acuerdo con esas normas, pero
además ahora debía cumplir con sus obligaciones como empleado de Lancer y quizá haber
ido a trabajar esa noche no era la mejor idea que había tenido. Porque ahora que estaba
17
Película en la que un policía se infiltra en el mundo de las carreras clandestinas de coches para
poder atrapar a una banda de delincuentes. (N. de la T.)
allí no quería mirar a Domini, su salvaje imaginación había estado ya bastante
sobrecargada ese día y las fantasías eróticas que había invocado le desconcertaban.
Pero no había podido resistirse a estar con ella, sobre todo cuando su mente no dejaba
de repetirle que estaría más segura con él que con nadie.
¿Pero necesitaba realmente protegerse de alguien que no fuera él? ¿O estaba
imaginándose una amenaza sin fundamento para estar junto a ella?
Domini había esperado no ver a Reynard. ¿Creía que él distorsionaba su verdadera
naturaleza y sus intenciones, pero negando qué? ¿Su deseo? ¿El miedo a perder el
control? ¿El miedo a la pasión?
Ella se burló de esas ideas tan pasadas de moda. ¿Quién decía que la pasión conllevaba
perder el control de sí mismo?
Holly. Y no sólo en sus canciones; ella vivía para sus emociones. Domini la había visto caer
en el abandono total y la angustia de los amores de adolescencia, y luego había tenido
que ayudarla a recomponer los pedazos rotos de su corazón, pero lo más absurdo de todo
es que Holly jamás había perdido la esperanza de encontrar el verdadero amor.
La lujuria, la pasión, y el deseo no eran emociones que propiciaran un comportamiento
sensato. Y Domini ya tenía bastante con permanecer cuerda en su vida normal como para
añadirle pasión a la mezcla, y...
-Holly sigue en el coche – le dijo Reynard, sacando a Domini de su ensimismamiento, luego
miró su reloj. -¿Por qué?
-Está hablando por teléfono – le contestó Domini -. Y quería estar a solas para hacer la
llamada.
Holly estaba hablando con Jo. Domini negó con la cabeza. No iba a pensar en que no se
pueden perder las esperanzas en el amor.
-¿No tiene que estar Ashe dentro de unos minutos en el escenario?
Domini advirtió que los miembros del grupo de Holly se paseaban con ansiedad al lado del
todoterreno. Y que su manager parecía muy infeliz.
Domini se encogió de hombros.
-Entraremos en el club cuando Holly quiera.
Ella no iba a quejarse de que un cliente no respetara el horario. Eso era responsabilidad
de Andy, si creía que ese retraso podía amenazar su seguridad. Vio un par de musculosos
gorilas que entraban en el club por la parte de atrás, luego se encogió de hombros y
volvió a centrar su atención en Reynard.
-¿Te puedo hacer una pregunta?
Él cruzó los brazos, y la postura enfatizó la anchura de sus hombros, había visto a lo
largo de su vida muchos hombres fuertes y musculosos pero ninguno tan impresionante
como ese.
-Dime.
Domini inspiró de forma rápida y profunda y luego le dijo:
-¿Crees en vampiros?
No pensó que fuera una pregunta estúpida sino más bien peligrosa.
Alec le lanzó una mirada sardónica por encima de sus gafas de sol y sus ojos parecían
sanguinolentos.
-¿Me estás preguntando si creo en cosas como el monstruo del lago Ness y el ratoncito
Pérez?
-¿Lo haces?
-Te puedo asegurar que no creo en el monstruo del lago Ness.
Ella se dio cuenta de que él había evadido la pregunta, mientras se acercaba a ella con la
extraña velocidad de la que hacía gala y que ya no la asombraba.
Estaba muy cerca de ella cuando le dijo:
-¿Y tú? ¿En qué crees?
-Te puedo asegurar que no creo en el ratoncito Pérez.
-Pues los vampiros si creen en él – le dijo – Van de casa en casa robando el dinero que
encuentran en las almohadas, de hecho muchos vampiros se pagan la universidad con el
dinero del ratoncito Pérez.
Su impertinencia la divirtió en contra de su voluntad y si además le añadía su aspecto y
su fuerte magnetismo sexual, la combinación era alarmantemente potente.
-¿Tú crees en vampiros? – le preguntó a ella.
-Solía soñar con vampiros cuando era niña - admitió. Y he vuelto a soñar con ellos desde
hace un par de días. Desde que te encontré.
Domini no podía saber como le había afectado a Reynard lo que le había dicho, porqué
sus ojos verdes estaban ocultos por las gafas oscuras, pero su cara se puso pálida.
¡Parecía un vampiro! No es que lo fuera, pero sus visiones solo eran una manera de su
subconsciente de advertirle del peligro que entrañaba que él entrara en su vida.
Alec acarició con la punta de los dedos su mejilla y la garganta, y ella sintió un escalofrío
que le puso el vello de punta.
-¿Tienes miedo a que vaya a poseerte? ¿Que beba tu sangre hasta que mueras? - su voz
fue casi un susurro pero se notaba que estaba muy enfadado.
Domini dio un paso hacia atrás y él cambió de dirección mientras la observaba.
-Algo parecido.
Él siguió andando mientras le decía de forma fría y cortante:
-Me siento halagado.
Domini dio la espalda a Reynard e hizo un reconocimiento del perímetro. Los fans
rodeaban ya el edificio pero se estaban comportando de forma adecuada probablemente
porque aún era bastante temprano. La parte difícil vendría más tarde cuando tuvieran
que sacar a Holly del interior.
Sintió la mirada fija de Reynard en ella, y miró hacia atrás.
-¿Qué está mirando, Sr. Reynard?
Alec enarcó una ceja, mientras la miraba por encima de sus gafas de sol.
-Sra. Lancer, no se si he visto bien pero creo que tienes un buitre en el trasero.
Domini llevaba puesta una falda corta con la cinturilla por debajo de sus caderas, que
dejaba entrever un tatuaje en la base de su columna vertebral.
-Es un cóndor.
-Interesante - murmuró Reynard -¿Tienes algo parecido delante?
-Nunca lo sabrá, Sr. Reynard.
Él se acercó por detrás hasta que pudo sentir el calor de su piel.
-¿De verdad? –murmuró con los labios muy cerca del lóbulo de su oreja.- No creo que
quieras apostar por eso.
Domini se estremeció.
Andy Maxwell apareció en esos momentos, y no parecía muy contento.
-¿Qué ocurre? -le preguntó Domini.
-¿Tú recomendaste que el club contratara a los vigilantes de seguridad de Tanner esta
tarde, verdad? -Ella asintió -. Pues las personas de seguridad que están aquí no son de
Tanner. El club ha contratado a la empresa de Dennis Weader.
-Maldita sea.
-¿Hay algún problema? - le preguntó Reynard.
-Podría ser un problema para nosotros – le dijo Andy a Reynard. -Weader no dirige la
empresa de seguridad más profesional de la ciudad.
Domini gruñó.
-Su empresa está llena de culturistas que abusan de los esteroides – le dijo- Y además
no suelen comprobar referencias.
Ella le echó a Reynard una mirada dura, pero él no reaccionó.
En ese momento Holly se bajó del todoterreno.
-¿No me vas a preguntar por mi vida amorosa? – le preguntó Holly en cuanto se acercó a
Domini.
-Estás sonriendo como una idiota, no necesito preguntarte nada.
Domini cogió del brazo a Holly, y se cercioró de que su amiga quedaba entre ella y la
pared. Andy estaba delante y Reynard detrás, y comenzaron a caminar con paso enérgico
para llegar rápidamente a la puerta trasera del club.
Holly giró la cabeza para mirar a Reynard.
-¿Cómo van las cosas con el Sr. T. ?
-Estamos al lado de la puerta. Hablaremos luego.
-Eres muy aburrida.
Alec se volvió y le dijo:
-Eso es lo que le acabo de decir.
Oyó la risa ahogada de Holly y la mirada maliciosa de Domini, pero su atención se centró
en los gorilas de la puerta, se deslizó las gafas hacia abajo para poder ver mejor, aunque
había gente que ocultaba la puerta consiguió ver como Holly y Domini llegaban hasta la
puerta. Los gorilas se giraron hacia ellas para protegerlas, pero el que estaba más cerca
de Domini la miraba fijamente y notaba algo familiar en ese hombre.
¡Era uno de los hombres que escoltaban a la anciana la otra noche! Lo habría visto antes
si hubiera tenido pleno control de sus poderes.
Domini vio un destello y miró hacia ese lado, entonces pudo ver el cuchillo en la mano del
guarda de la puerta. Inmediatamente le dio a Holly un empujón fuerte y la entró en el
edificio.
Pero el hombre se lanzó sobre Domini antes de que ella pudiera entrar, sobre ella no
sobre Holly, eso la conmocionó, pero su entrenamiento hizo que instintivamente
bloqueara el golpe y saliera de la línea de ataque. Pero había muchas personas alrededor
de ellos, y quedó atrapada en el cuello de botella de la entrada, luego tropezó con
alguien.
El impacto la hizo rebotar hacia su asaltante, que volvió a atacarla otra vez. No había
ningún lugar hacia donde pudiera ir, y esta vez el cuchillo rajó su brazo. La sangre
comenzó a fluir en el mismo momento que notó el dolor.
Alguien comenzó a gritar y todo el mundo le imitó. Los cuerpos se apiñaron alrededor de
Domini aplastándola, perdió de vista a su asaltante, pero cuando otra persona la empujó
de nuevo hacia él volvió a intentar herirla, Domini volvió a bloquear el golpe pero al
levantar la vista pudo ver sus ojos resplandeciendo con un odio ciego.
¡Abominación!
Alec oyó al asaltante decirle la palabra a través de los gritos de las personas que
estaban al lado de Domini, y entonces pudo oler el aroma de su sangre. Si ella tenía algo
más que un arañazo, el bastardo estaba muerto. Pensándolo mejor. El bastardo estaba
muerto, y punto.
La hoja del cuchillo había bajado tres veces cuando al fin pudo alcanzar a Domini, la
empujó a un lado y cogió al atacante por la muñeca. El hombre gritó cuando los huesos se
rompieron, y el cuchillo cayó de sus dedos sin vida. Alec consideró usar el cuchillo contra
él pero prefirió usar sus propias manos.
Empujó al hombre y lo derribó, luego se dejó caer a su lado y le presionó la muñeca rota,
sintió una gran satisfacción al oír el aullido que soltó.
-¿Qué pasa? ¿Dónde está Domini? – dijo una voz.
Alec maldijo en silencio cuando vio llegar a Maxwell.
-¿Dónde está ella?
Se aseguró de que el asaltante estuviera inconsciente antes de levantarse de un salto y
mirar alrededor, había muchas personas echadas en el suelo, pero no encontraba a la
persona que estaba buscando, las sombras, el ruido y las emociones de los desconocidos
se unieron en contra de los agotados sentidos de Alec.
Se dio la vuelta en un abrir y cerrar de ojos.
-¡Domini!
Entonces la vio entre las sombras, parecía un fardo aplastado contra la pared. Donde él
la había empujado.
En un segundo estuvo a su lado.
-¿Domini?
Maxwell le siguió y lo alcanzó cuando Alec se inclinaba sobre el cuerpo de Domini.
-¿Está bien?
Alec suspiró aliviado cuando notó su sangre caliente corriendo por sus venas, tocó con
cuidado su cara y su pelo.
-Tiene un bulto en la cabeza - le dijo a Maxwell. –Pero no tiene ningún hueso roto.
El corte ya había dejado de sangrar, y Alec la cogió en brazos.
Maxwell se arrodilló al lado de ellos.
-Ashe está a salvo dentro. ¿Pero que ocurrió? ¿Cuántos eran? – miró hacia el parking. –Le
hemos dicho a algunas personas que llamen al 911 desde sus móviles.
Alec frunció el ceño, en cualquier momento llegaría la policía y eso no era lo que quería.
Miró fijamente a Maxwell hasta que sus pupilas se dilataron y su expresión se volvió
turbia.
-Vete con Ashe – le dijo – Cuida de ella. Yo me haré cargo de esto. Ve.
Maxwell se puso de pie.
-Cuida de Domini – le dijo a Alec.
-Lo haré.
Pero antes tenía algo que hacer, la colocó de nuevo en el suelo suavemente y regresó
hacia donde estaba el asaltante, extendió una garra y le hizo al hombre un corte debajo
del antebrazo, cuando la sangre fluyó, Alec se levantó y respiró profundamente. El
hombre se movió y luego abrió sus ojos. Alec le echó un vistazo y pudo percibir su
miedo.
-Ahora tengo el aroma de tu sangre – le dijo al hombre. -Has sido marcado como mi
presa. Pero lo dejaremos para más tarde.
Oyó las sirenas de policía acercándose, así es que comenzó a caminar hacia el cuerpo laxo
de Domini.

Capítulo 19
A lo lejos Domini oyó el timbre de un teléfono, sonó y sonó hasta que deseó con todas
sus fuerzas que se detuviese, porque el sonido hacía que le estallara la cabeza.
Milagrosamente, su deseo se cumplió. Pero entonces el timbre del teléfono fue
reemplazado por el sonido de una voz que le era familiar, y la curiosidad hizo que quisiera
oír la conversación, pero para conseguirlo tenía que despertarse del todo, y eso hacía
que le doliera aún más la cabeza y que se desvelaran miedos ocultos de su memoria que
prefería que no afloraran en ese momento y si se espabilaba del todo tendría que
afrontarlos.
Aunque la realidad entraba y salía de su mente la voz seguía hablando y su mente le
instaba a oír.
-¿Sí? - La voz de Alec sonó irritada porque así se sentía cuando cogió el teléfono. Estaba
mirando en el botiquín cuando comenzó a sonar de forma insistente.
-¿Quién es? ¿Qué?
-Anthony Crowe – le respondió – Hay Puristas en la ciudad.
-Cuéntame algo que no sepa.
-Trataron de forzar la entrada de la clínica, y cuando alguien se acerca demasiado al
lugar doy personalmente la alarma.
Alec recordó que Tony Crowe era el encargado de la seguridad de la clínica. Crowe se
había tomado su comentario sarcástico literalmente.
-Sé lo de los Puristas. Tuvimos un encuentro con uno hace un par de horas.
-¿Quiénes?
-Atacó a mi mujer. No iba a por mí, sino a por ella. No le atrapé, pero le puedo rastrear –
le dijo - ¿Te presenta algún problema eso, Tony?
-No soy territorial, y ningún otro Guardián o Matriarca pondrá objeciones en que
protejas a tu mujer. Haré correr la noticia por ti.
-Muy bien. Gracias.
-Espera – le dijo Crowe - ¿Estás con una mortal, verdad? La recuerdo.
Alec reprimió un gruñido ante el interés que demostraba su tono de voz.
–Hemos estado hablando sobre eso.
Crowe se rió.
-No hay nada como los celos de un Guardián. Pero en cuanto a tu mujer, ¿Por qué los
Puristas...?
-No tengo ni idea - Después de pensar la respuesta, Alec dijo - Tal vez tú me puedas
ayudar, ya que eres un investigador privado.
-No te preocupes de todas formas tengo que investigarlo. ¿Le has preguntado si sabe
porqué la atacaron?
-Todavía no; está inconsciente. Ella no sabe nada de nosotros ni de ellos. Estoy seguro de
eso. Pero tienen algo en contra de ella. ¿Lo puedes investigar? Por si acaso no tengo
oportunidad de preguntárselo al que la hizo sangrar.
Los vampiros tomaban muy en serio cuando alguien hacía que un ser querido perdiera
sangre. La sangre se consideraba sagrada y la de un amante un sacramento. Y la sangre
se pagaba con sangre. Los cazadores tenían que acatar estas reglas, tenían que saber lo
que estaba prohibido, y ellos habían profanado esas creencias con odio y desprecio
siempre que habían tenido oportunidad.
-Veré lo que puedo hacer – contestó Crowe. –De hecho...
-¿Qué?
-No importa, es que acabo de recordar algo, probablemente no sea nada, así es que no te
lo diré hasta que lo compruebe. ¿Pero porqué no le preguntas a tu mujer si la palabra
mirlo significa algo para ella? Me mantendré en contacto.
Aunque ella seguía en el sofá del salón, Alec se dio cuenta del leve cambio en la
respiración de Domini, y de que su conciencia comenzaba a despertar. Había estado
yendo a la deriva durante un rato y por eso se había percatado de la variación.
-Bueno -contestó impaciente -Gracias, Tony
Alec colgó el teléfono, cogió unas pastillas y se apresuró a salir hacia el salón.

-¿Bueno, no cree que parece un zombi, Sra. Lancer?


Domini se irguió lentamente, luego con cautela levantó la cabeza para descubrir a
Reynard apoyado contra el marco de la puerta con los brazos cruzados sobre su pecho.
La habitación estaba iluminada tan solo por algunas velas que había en varias mesas.
Reynard llevaba puesta una camisa Oxford blanca con las mangas remangadas sobre sus
antebrazos y unos pantalones oscuros. La expresión en su cara reflejaba inquietud.
-¿Por qué me trajiste a tu casa?
-Porqué tu herida no era lo bastante grave para que te llevara al hospital- le dijo con
indiferencia, mientras se acercaba a ella despacio y se sentaba a su lado. Muy cerca.
Domini giró la cabeza lo suficiente como para mirarle. Él rozó con el pulgar su frente, y
ella se sintió atrapada entre el deseo de acercarse aún más y la de echar a correr, no
estaba segura de cuál postura sería más cobarde, sobre todo porque si se levantara en
esos momentos estaba segura de que se marearía, si no lo hacía por estar tan cerca de
Reynard, pero se sentía sucia y desgreñada, envidiaba a Reynard porque había podido
darse una ducha y cambiarse, pero al menos no olían los dos a basura de callejón.
¿Callejón? No, no era eso. Habían estado en...
-¿Cómo tienes la cabeza?
-Me duele- y automáticamente se tocó el bulto que tenía en el lado izquierdo de la
frente. ¿Con qué me golpeé?
-Con una pared.
-¿Una pared entera me hizo un bulto tan pequeño?
-Te pondré hielo – le dijo Alec.
No le dio tiempo a preocuparse antes de que él la rodeara con sus manos y la recostara
sobre su brazo largo y firme, cerró los ojos y aspiró su perfume limpio y masculino y
trató de recordar los acontecimientos que la habían llevado a ese lugar, imaginaba que la
habían herido, pero...
-¿Te acuerdas de lo que ocurrió?
Ella cerró los ojos y murmuró:
-Estoy intentando acordarme.
-¿Quieres que te lo diga yo?
-Espero que no pienses que soy una desequilibrada.
-No eres una débil mental.
-Pues me siento bastante débil en este momento.
Notó su risa suave y enigmática vibrar en la habitación, era muy agradable estar así
junto a él, no entendía como a veces le inquietaba tanto y otras se sentía tan cómoda con
él. ¿Quizá porque sólo le conocía superficialmente? O tal vez porque el golpe que se
había dado en la cabeza la había transtornado, porque la personas con lesiones
cerebrales no eran responsables de...
-¿Y cómo está tu brazo?
-¿Mi brazo?
-Tienes un arañazo.
-Oh. No es nada solo me pica. Ni me di cuenta de que lo tenía hasta que lo mencionaste.
No es importante.
-¿De verdad?
Casi ni se fijó en el tono amenazador de su voz, porque estaba pendiente de otro
pensamiento. Había algo importante que echaba en falta. Una responsabilidad. ¿De qué
responsabilidad se estaba olvidando?
-¡Holly! – Se levantó del sofá con la cara llena de angustia .-¿Dios mío, dónde está Holly?
Reynard echó un vistazo al reloj de pared.
-Probablemente ahora estará fuera del escenario. Aunque creo que tendrá el ánimo por
los suelos durante varias horas.
-¿Eso significa que la dejaste en el club? Pero ella estaba... -De repente algunas
imágenes inundaron su mente. Saltó de la silla sin hacer caso al vértigo que sintió. –
Alguien la atacó. Había un hombre con un cuchillo. No pude...
-No atacaron a Holly. Fue a ti.
-...protegerla -dijo terminando sus palabras.
Se tocó la cara con las manos nerviosa, mientras su estómago ardía de dolor. Joder era
una diota. Una tonta de remate.
Alec la cogió por los hombros y tiró de ella hacia él mientras Domini contemplaba el
verde furioso de sus ojos.
-¡Y una mierda! – dijo exasperado Reynard.- Si hay algo que aprendí en el ejército es que
una cosa es lo que se prepara y planea y otra lo que se consigue. Te tendieron una
emboscada y era imposible que pudieras preverlo, nadie hubiera podido hacerlo, no te
equivocaste en nada, cuando viste el cuchillo conseguiste sacar a Holly del peligro, la
entraste en el edificio sin que pudieran hacerle daño. Ese bastardo iba a por ti. A por ti.
¿Sabes por qué?
Domini lo único que sabía es que él la sujetaba muy fuerte y que estaban muy cerca el
uno del otro. El profundo deseo que sentía y que el aire expandía a través de ellos,
excitándolos.
Parpadeó y comenzó a hablar a pesar de la tensión que notaba dentro de ella.
-Realmente desearía que dejaras de moverte a la velocidad de la luz - le dijo – Es muy
desconcertante.
Él se acercó aún más a ella y durante un instante Domini podría haber jurado que vio
crepitar fuego en sus hipnóticos ojos verdes.
-¿Quieres desconcertarte aún más?
Entonces la besó.
Enseguida se dio cuenta de que había sido un gran error. Un terrible error.
Mala idea, pensó Domini. Una idea verdaderamente mala. Colocó los brazos alrededor de
su cuello y abrió los labios cerca de su boca, por desgracia sus besos eran
verdaderamente buenos.
Sus manos de curtido guerrero la acariciaban, pero su tacto era suave en contraste con
su hambriento y salvaje beso. Reynard la tocaba como si ella fuera una frágil y preciada
figurita de cristal, dándole solo lo que más deseaba.
Sus manos podían ser suaves pero también eran rápidas y hábiles. En un momento su
falda estaba en el suelo, al notarlo rió contra su boca, lo que hizo que él sintiera un
escalofrío.
Sus manos rozaron su cadera y luego subieron por su espalda hasta llegar al tenue top de
punto que llevaba y comenzó a desabrocharle el sujetador, ahuecó los dedos en sus
pechos y después bajó su boca para cubrirle el pezón.
Era un experto en tocar y saborear.
La arqueó hacia él mientras ella sofocaba un grito, apenas notó cuando la echó en el suelo
liso y frío. Jamás había pensado que se pudiera sentir algo como eso, de hecho se estaba
derritiendo.
Alec notó su asombro, sus pensamientos estaban llenos de sorpresa ante la forma en que
la excitaba, él no era su primer amante pero si el primero que conseguía despertar su
pasión, esa idea le llenó de orgullo, pero también le hirió saber que ella había sido
anteriormente decepcionada.
-Jamás volverá a pasarte.-le susurró junto a su pecho, demasiado bajo para que lo oyera.
Era muy difícil mantener a raya al animal salvaje que habitaba dentro de él cuando todo
lo que deseaba en esos momentos era poseerla.
Alec adoraba sentir su cuerpo, su piel de terciopelo enlazándose entre sus firmes
músculos, la acarició cuidadosamente mientras la sostenía por la espalda, sujetándola
suavemente.
-No deberíamos hacer esto –le dijo él cuándo su boca volvió a bajar hacia ella.
-No - le susurró ella - Solamente me estás ayudando a acabar con la jaqueca.
-No quiero hacerte daño – dijo de forma impetuosa, como si se tratara de una promesa.
Él intentó separarse, pero Domini lo sostuvo firmemente. Vio preocupación en su cara,
tan intensa que parecía una mueca de dolor, pero no dejó que se alejará. No iba a dejar
que parara.
Cogió la camisa de Reynard y tiró, los botones saltaron hacia todos lados. En cuanto
desnudó su pecho, comenzó a besarle la garganta, bajando poco a poco, mientras sus
manos acariciaban sus hombros y su espalda hasta llegar a su estrecha cintura. Olía a
perfume erótico, profundo, limpio y...
De repente fue aún más consciente de su propio sudor, y de la suciedad de su cuerpo y
de su pelo.
-Estoy muy sucia. ¿Cómo puedes estar junto a mí?
Tenía los ojos entrecerrados y brillantes como los de un gato. Le gustaba la luz de las
velas porque hacía que se suavizaran las líneas duras de su cara, pero nada podía suavizar
la ansiedad que bullía dentro de él, al contrario las sombras la agudizaban aún más.

Se arrodilló junto a ella mirándola con los ardientes ojos de un felino, Domini se levantó
y se quitó la camisa y el sujetador por encima de la cabeza. No entendía de donde sacaba
las fuerzas, pero sabía que él no le quitaba los ojos de encima, que ninguno de los dos
podían dejar de mirarse, lo necesitaban para seguir respirando, un calor abrasador
mezclado con lujuria se extendió por todo su cuerpo, solo podía pensar en recorrer su
piel con las manos, revelándole así su propio deseo.
Recordó entonces los sueños que había tenido recientemente, las imágenes de monstruos
que se enredaban con la de Reynard, y había tenido miedo de que al final no satisfaciera
sus expectativas. Echó hacia atrás la cabeza y se rió de semejante tontería.
Domini empezó a andar dándole la mano a Alec.
-Ven conmigo, no me harás daño – le dijo- ¿Dónde está la ducha?
Era algo más que una ducha, parecía ideada para el sexo, estaba formada por un cubículo
doble con un asiento hecho de azulejos, un espejo y válvulas que pulverizaban agua en
todas direcciones. No la había dejado encender las luces, pero había multitud de velas
diseminadas por todo el cuarto de baño con sus luces brillando intensamente como
estrellas iluminando la niebla. Cuando él se desnudó y la siguió, el vapor lo inundaba ya
todo. El gel de ducha que ella estaba deslizando suavemente por toda su piel estaba
perfumado con enebro.
Solamente había piel desnuda y jabón perfumado.
Domini se envolvió en sus brazos y le guió dentro de ella mientras estallaba con su
primer orgasmo, demasiado consumida por el deseo como para necesitar ningún otro
estímulo.
Podría devorarlo y todavía no tener suficiente.
Alec gimió cuando ella se cerró alrededor de él, dulce, caliente, apretada, envolviéndolo
completamente. La fuerza de las sensaciones que notó al penetrarla casi le hicieron
tambalearse, el orgasmo inundó sus sentidos como un relámpago rápido y abrasador. Se
derrumbó sobre el banco de la ducha, llevándola con él, los chorros de agua caliente
empapaban su piel, el placer era casi doloroso y el deseo que lo consumía también,
mientras Domini lo montaba con pasión y frenesí.
Alec se aferró a ella y dejó que sucediera. No podía tomar el control ni podía perderlo;
enterró la cara entre sus pechos y rodó con ella al mismo ritmo que los latidos de su
corazón. Notaba la sangre de Domini corriendo por sus venas, vino caliente condimentado
con sexo.
Alec la deseaba, anhelaba su sangre pero luchó para que sus dientes no se convirtieran
en colmillos.
¡Colmillos no! ¡Colmillos no! ¡Colmillos no!
Sentía un dolor profundo a los lados de la boca dónde los colmillos pugnaban por salir,
notaba sangre en su lengua pero era suya, deseaba aullar como un lobo, pero solamente
jadeos de placer escapaban de sus labios. Domini levantó las piernas haciendo que
entrara más profundamente dentro de ella de forma salvaje e implacable, las sacudidas
de placer intenso se sucedían llevándolos más allá del placer.
Cuando Alec no pudo más agarró a Domini por la cintura y la empujó, cayeron totalmente
empapados sobre los azulejos del piso del cuarto de baño, Alec se colocó encima de ella y
empezó a moverse de nuevo con movimientos rápidos y salvajes que los llevaron
irremediablemente a un explosivo clímax.
Durante un momento, Alec notó multitud de sensaciones mezcladas con un mundo de
oscuridad, sintió pánico hasta que se dio cuenta de que tenía los ojos cerrados.
-Todo está bien – dijo mientras acariciaba soñoliento el pelo mojado de Domini-. Todo ha
sido perfecto.
Ella se revolvió un poco, acarició su mejilla, y dio un largo suspiro de satisfacción.
–Perfecto – dijo también ella adormilada.
Alec cortó el agua de la ducha, después la ayudó a incorporarse y cogió toallas. Cuando
estuvieron razonablemente secos, la echó sobre su hombro y la llevó al dormitorio, ella
no intentó protestar cuando la colocó sobre la cama y se acostó a su lado. Se durmió
antes de que tocara el colchón, igual que él, un segundo más tarde.
Capítulo 20
Alec se sentía mucho mejor, aunque no había dormido mucho, tan pletórico que podría
aullarle a la luna o marcar una muesca en el cabecero de la cama con una garra, tenía
ganas de reírse, y llorar y también de dormir, un sueño profundo y reparador. No se
había sentido tan bien en semanas, pero aunque una buena parte de la tensión y el dolor
se habían reducido de forma drástica, aún percibía dentro de él su lado más salvaje y
animal.
Tal vez Serisa había estado en lo cierto, en cuanto a lo de que necesitaba de forma
desesperada la liberación física. Había necesitado con ansia a Domini, y se las había
ingeniado, al menos esta vez, para hacer el amor como los mortales, porque aunque había
deseado compartir la sangre y unir a la vez sus cuerpos, sus mentes y sus almas, sabía
que ella aún no estaba preparada. Suspiró.
Cuando lo hizo, Domini cambió de posición. Su pelo rozó su pecho, provocando una línea
de placer a través de su piel sensibilizada. Él reaccionó con un gemido, y una risa
profunda.
Al principio fingió que seguía dormida, pero luego se movió al oír el sonido de su risa.
-¿Te hice cosquillas?
Era algo más que un cosquilleo, aunque no sabía como explicarle que él experimentaba
otro tipo de sensaciones mucho más intensas que la de los mortales. Pero era algo que no
se podía expresar con palabras; sólo podría explicárselo poseyéndola. Una mortal normal
no podría compartir la intensidad, pero la compañera de un Guardián no era una mortal
normal.
-Tú podrías llamarlo así – le dijo.
-Ahora conozco uno de tus secretos- murmuró, y luego se echó hacia atrás para
dormitar.
Y yo no conozco ninguno tuyo. Sabía que Domini tenía que tener secretos y al menos uno
era mortalmente peligroso.
Era un secreto que necesitaba saber si iba a protegerla. Entrar en su mente para
encontrar lo que estaba buscando sería lo más fácil sobre todo en esos momentos en los
que se encontraba tan relajada, sería lo más fácil pero no lo más ético. Ya había invadido
su mente antes, pero había sido llevado por la desesperación y la necesidad de
protegerla y luego se dio cuenta de que no había sido una idea acertada, aunque al
principio le había parecido una buena idea.
¿Qué sabía él de Domini Lancer? , pensó mientras la mantenía cerca de él, sabía que
podía tener visiones intermitentes del futuro, que había trabajado duro, que vivía sola, y
que guardaba un lugar muy especial en su corazón para los animales salvajes, le gustaban
los cóndor y los coyotes además de otros animales carroñeros. Adoraba a su abuelo y
también quería mucho a su amiga. Además tenía unos pechos magníficos - agregó cuando
ella se cambió de posición. Y su olor era genial.
Alec se volvió de espaldas rápidamente cuando comenzó a pensar en los atributos físicos
de Domini.
-¿Estás despiertas? - le preguntó.
-No – contestó ella.
-Háblame - le pidió - Cuéntame cosas de ti
Sintió como su mente se iba acercando poco a poco a la consciencia. Le encantaba sentir
su mente y sus pensamientos a la deriva, cuando su cuerpo estaba en reposo. Serenaba
su tenso espíritu.
-Cuénteme cosas sobre tu familia- le sugirió. ¿Tienes hermanos? ¿Hermanas? ¿Y tus
padres?
-No. No. Están muertos.
Ahora no se sentía tan relajada. El dolor fluyó a través de ella como la lava buscando la
superficie de la tierra.
-¿Cómo murieron tus padres?
Domini se puso rígida a su lado, inspiró y le dijo:
-Fue un accidente múltiple de cinco coches en la autopista. No fueron los únicos que
murieron.
-Estabas con ellos cuando...
-No- dijo con rotundidad y enojo - No estaba con ellos ni tampoco lo percibí, estaba
practicando surfing cuando mis padres murieron. Pasaba un buen rato cuando debería
haber estado...
-Los psíquicos usualmente no ven cosas realmente importantes sobre sus futuros - le
dijo - Es un mecanismo de defensa; para mantenerles cuerdos. Si lo hubieras sabido lo
más probable es que hubieras intentado evitarlo.
-Mentira- Ella se liberó de sus brazos, se puso derecha, y empezó a mirarle.
-Es un regalo, Domini.
-Es una maldición y cada vez es peor. ¿Además tú qué diablos sabes lo que es ser
psíquico?
Él se estiró y sostuvo sus manos detrás de su cabeza mientras se apoyaba contra el
cabecero de la cama, para abstenerse de agarrarla. Ella no tenía ni idea de lo que era
despertar su ardor desnudo y colérico.
-Porque también soy psíquico- le dijo – de un modo diferente a como lo eres tú, de una
forma que tú llamarías loca.
-Eso no es reconfortante, Reynard
Su reacción encendió su cólera. Agarró a Domini, usando la rapidez que ella encontraba
tan desconcertante, y la encerró entre sus brazos.
-¿Ya no somos amigos? - Su voz fue un susurro que pasó rozando a través de sus labios.
Ella sintió que se excitaba al notar la erección de él entre sus muslos.
-Nosotros no somos...
La tuvo debajo de él en un segundo y después le enseñó que eran algo más que amigos. Le
hizo el amor de forma rápida y salvaje, eliminando el fuego que la cólera había avivado
entre los dos y convirtiéndolo en un éxtasis fulminante y satisfactorio. Ella se
contorsionó debajo de él buscando el clímax, que llegó para ambos en un mismo instante
explosivo.
Alec se quedó encima de Domini durante mucho tiempo, hasta que lentamente notó que
los dedos de Domini le acariciaban tiernamente la espalda y el pelo, y se dio cuenta de
que ya no estaba disgustada con él.
Pero no la culpaba por su ira, porque sabía que él había hurgado en una antigua y
profunda herida.
Alec finalmente rodó fuera del cuerpo de Domini y también de la cama. Se puso la ropa y
luego sacó de un cajón una camisa larga y la colocó encima del vientre desnudo de
Domini.
-Por lo que veo sólo tienes un tatuaje.
-Umm- Levantó la cabeza muy despacio desde donde yacía recostada en el colchón. Luego
tocó la camisa. -¿Para que se supone que es esto?
Alec la miró con avidez de arriba abajo.
-Aunque aprecio la vista, me tientas a hacer algo más que mirarte. Vístete; Necesitamos
hablar
-No quiero hablar- Ella se movió de forma perezosa como un gato. -Quiero -suspiró-
Dormir, solo eso. Estoy demasiado cansada.
Alec la agarró por la muñeca y la levantó, luego le dio un beso duro y posesivo, tan
apasionado que cuando dejó de besarla Domini se cayó sobre él golpeándole con la cabeza
en el hombro.
-Se supone que esto debería estimularte.
-Ya me has estimulado bastante por una noche.
Él la sostuvo por la espalda y la volvió a dejar en la cama antes de que una erección le
impidiera pensar en otra cosa que no fuera tenerla otra vez.
-Ya que no me dejas dormir ¿puedo sentarme al menos?
-Bueno- Alec la sacó del borde de la cama, y la obligó a tomar asiento en la silla. Aunque
sabía que tocarla no le ayudaría a conseguir lucidez.
-¿Cómo te sientes?
Domini le miró confundida. Tenía algunos lugares tensos y doloridos pero no demasiado,
luego le miró y se dio cuenta de que no había comprobado el número de testículos que
tenía cuando había tenido la oportunidad, Holly se sentiría desilusionada por su falta de
habilidades basadas en la observación.
-Holly- masculló ella, poniendo una mano en su frente. -Ahora recuerdo que tuve dolor de
cabeza
-Tuviste- Reynard repitió. – Eso está bien porque significa que ya no lo tienes.
-Me curo con rapidez- dijo mientras le echaba una mirada al reloj que había en la mesita
de noche. – ¿Esa hora es A.M. o P.M.?
-A.M.
-Maldición- dijo echándole una mirada molesta - ¿Reynard, siempre te quedas levantado
toda la noche?
-Frecuentemente. ¿Por qué alguien trató de matarte? – dijo señalándola con el dedo - No
trates de fingir que iban tras Holly; ella solo fue el señuelo que usaron para
encontrarte. ¿Cómo? ¿Por qué?
-Ya me di cuenta.
Alec se recostó en la silla, cruzó los brazos, y estiró las piernas. Domini notó que solo
algunas velas iluminaban el cuarto, pero se alegró de estar en penumbra; La luz de las
velas le proporcionaba una intimidad que la ayudaba a confiar en él.
-Repasé otra vez todas las cartas que los acosadores le había enviado a Holly- le dijo – Y
esta vez me fijé en cuantas veces había sido utilizada la palabra abominación. Sólo
aparecía dos veces, y las dos veces con referencia a la infancia de Holly. La abominación
de su nacimiento y niña abominable. La primera vez que leí las cartas me parecieron las
divagaciones de una mente cruel, con el juicio trastornado. Pero visto desde otra
perspectiva quizá no hablaban de Holly, sino de alguien que ella conocía de toda la vida –
dijo Domini retorciéndose las manos –Yo.
-Pero realmente no creíste eso hasta que alguien se abalanzó sobre ti con un cuchillo.
-No lo creí tampoco después de eso- admitió ella - Por eso es que no reaccioné lo
suficientemente rápido. La conmoción me dejó paralizada.
-¿Entonces no tienes idea de porqué alguien quería atacarte?
Ella negó con la cabeza.
-Ni de porqué alguien idearía una cortina de humo tan elaborada para atraparme. Si
alguien quiere hacerme daño...
-Matarme - admitió la verdad aunque fuera cruda y en ese mismo instante un sudor frío
la traspasó. -Es muy fácil encontrarme – comentó-. ¿Así qué por qué todo este embrollo?
¿Por qué me asociarían con Holly? No, un Momento - dijo. –Quizá sepa porqué.
Él inclinó la cabeza.
-¿De verdad?
-Una biografía no autorizada de Holly fue publicada recientemente y aparezco en ella.
-¿Con fotos?
Domini pensó que era una pregunta extraña, pero asintió.
-Salgo en un par de fotos que un compañero de clase le vendió al autor del libro. ¿Pero
porqué alguien vendría detrás de mí por unas fotos de cuando éramos adolescentes?
Él se encogió de hombros.
-No lo sé. Hay la gente que se toma un gran esfuerzo para permanecer en la sombra y
esta clase de complot son de su estilo.
Ella le lanzó una mirada severa.
-¿Eso lo dice el agente de operaciones especiales?
Él negó con la cabeza.
-¿La palabra mirlo significa algo para ti?
-Era el apodo de mi abuela- le dijo con un nudo en el estómago - ¿Por qué?
-Ni idea. Pero al investigador privado que le consulté me dijo que te lo preguntara.
-¿Y por qué lo haría él?
-No lo sé. Se lo preguntaré cuando vuelva a ponerme en contacto con él.
Domini se levantó y comenzó a caminar de arriba abajo por el cuarto. El miedo corrió con
rapidez a través de ella.
-Tal vez esto tiene algo que ver con mi abuelo. Tal vez tratan de lastimarle a través de
mí.
Alec notó su preocupación y deseó no haber sacado el tema. Debería haber pasado la
noche siguiendo la pista al que había atacado Domini, en lugar de haciendo el amor con
ella.
Mañana, pensó, encontraré a ese bastardo mañana por la noche. El amanecer estaba
próximo y los ojos comenzaban a dolerle, aunque el sol aún no había comenzado a salir
sobre el horizonte.
Se levantó y se acercó a Domini, la cogió en brazos y la miró fijamente.
-No te preocupes. De todas formas no hay nada que podamos hacer ahora. Y esta noche
todo el mundo está a salvo.
Domini asintió. A Alec no le gustaba usar el tono hipnótico con ella, pero necesitaba
descansar igual que él. La llevó hasta el dormitorio, la dejó sobre la cama, y luego se
acostó a su lado hasta que notó que su consciencia se iba apagando al igual que la llama
de las velas, aunque a él le molestara un poco la luz que se filtraba por las cortinas de la
habitación, ella dormía pacíficamente en sus brazos.
Y con ella a su lado, a pesar del dolor, Alec encontró la suficiente paz como para
aquietar la bestia de su interior y pudo dormirse.

Capítulo 21
Domini se despertó y recordó que había tenido un sueño en el que alguien la llamaba
mirlo, pero no se acordaba de cuando había tenido ese sueño, desde luego no había sido
esa noche. ¿Esa noche? ¿Pero qué hora era?
Abrió los ojos y miró el reloj que había en la mesita de noche.
-¿Esa hora es A.M. o P.M.?
-P.M. – contestó Reynard.
-¡Oh, Dios mío!
Un brazo como una barra de acero la sujetó antes de que pudiera levantarse, su cuerpo
era firme y cálido, la habitación estaba oscura pero le era familiar, la cama era muy
cómoda, sentía como si hubiera estado con ese hombre toda su vida.
No le parecía extraño haber dormido todo el día y toda la noche, con todo lo que había
ocurrido estaba completamente agotada.
-¿Cómo tienes la cabeza?
Domini pensó en eso durante un minuto.
-Me da vueltas.
-¿Estás mareada? ¿Te duele?
Ella sonrió cuando notó la ansiedad en la voz de Reynard, le alegraba saber que ella le
importaba.
-Estoy confundida -contestó. – Y algo mortificada, pero no siento ningún dolor físico -
Ella intentó levantarse de nuevo pero el brazo que la sujetaba era inamovible. – Tengo
que hacer algunas llamadas.
-Ya las he hecho yo.
Él sonrió y ella notó como si volaran mariposas por su estómago, por lo que tuvo que
aclararse la voz antes de decir:
-¿Hablaste con mi abuelo? ¿Le dijiste lo que pasó?
Ella le miró y él giró la cabeza. ¿Estaba sonrojándose?
-No exactamente- le contestó. - Llamé a la oficina, y pedí un día de ausencia por
enfermedad, para los dos.
-Has comprado algo de tiempo – le dijo -antes de que nos despidan.
-Necesitas descansar.
-Necesito el trabajo.
Y además le gustaba su trabajo, jamás había pensado que rompería ninguna de las reglas
de la compañía. Necesitaba hablar con su abuelo.
Lo que más le asombraba era lo fácil que había pasado la lujuria por encima de su ética,
nunca habría pensado que la pasión la atraparía con las defensas bajas y ahora tendría
que enfrentarse a la desilusión de su abuelo. Maldición, odiaba hacerle daño.
¿Pero había valido la pena? ¿Con un hombre que era casi un desconocido? Aunque
realmente no necesitaba una presentación formal para el deseo primitivo que había
entrado y arrasado por completo su vida.
Bueno, ahora realmente conocía a Reynard en todo el sentido de la palabra y el deseo de
seguir conociéndole no estaba aún satisfecho, la pasión desnuda todavía ardía dentro de
ella y si le diera rienda suelta no saldrían de la cama en mucho tiempo.
Domini suspiró. Mientras más postergase ver a Benjamin Lancer peor sería para ambos.
-¿Puedo salir de la cama ya?
Reynard se irguió y se recostó sobre ella. Tenía ojeras y sus mejillas parecían un poco
más pálidas de lo normal, pero aún así estaba muy guapo. Él bajó la cabeza para posar sus
labios sobre los suyos.
Domini se opuso al placer que la atravesó, pero perdió la batalla, acarició su pelo con sus
manos y tiró de él para que profundizara el beso.
Luego cerró los ojos, lo que más le molestaba es que él la hacía distraerse de cualquier
cosa, quitó las manos que tenía sobre su espalda desnuda y le miró, en ese momento vio
en su cara reflejada la desilusión, pero él comenzó a rodar por su lado de la cama y quiso
seguirle, extender la mano hasta él. Para...
-La pasión es demasiado absorbente- masculló Domini, y se irguió.
Ella estaba boca arriba otra vez en un instante. Reynard se puso encima de ella,
manteniéndola sujeta. La combinación de cólera y de dolor en sus ojos la dejaron
estupefacta.
-Está bien enamorarse, Domini- el susurro sonó tierno pero a la vez intenso, aunque fue
más atronador que un grito. -La mayoría de la gente quiere amor en su vida.
Dicha por Reynard, la palabra sonó importante, profunda, complicada. Nunca había
imaginado que nadie se enamoraría de ella, apenas había aceptado el deseo que sentía y
ahora Reynard estaba usando la palabra grande de la A. ¿Estaba utilizando la palabra en
general? ¿O es que estaba diciéndole a ella que estaba enamorada de él? ¿O que era él
quién estaba enamorado de ella?
Las personas no se enamoran en menos que una semana.
Las personas se enamoran en menos de un segundo. Algunas personas se enamoran antes
de encontrarse.
-Te he estado buscando durante toda mi vida- dijo él.
No tienes ni idea de lo interminable que ha sido...
Sus palabras entraron en su mente haciendo que se tambaleara. Me ama. Es telépata. Me
ama. Estamos manteniendo una conversación dentro de mi cabeza. Me ama. Puede leer mi
mente. ¿Puedes leer mi mente?
Sí.
En ese momento se dio cuenta que durante días había estado hablándole dentro de su
cabeza y ella había estado contestándole, y no sabía por qué le había parecido algo
natural.
Él le había dicho que era psíquico. Tal vez no le había hecho las preguntas correctas.
Aún así que él estuviera enamorado de ella le parecía más atemorizante que fuera
telépata. Bueno no del todo pero casi. Ella podía considerar sus poderes psíquicos, pero
no quería que él estuviera enamorado de ella. ¿Y lo estaba? No, solo lo había dicho
porque…
Estoy enamorado de ti.
Ella le miró exasperada.
-¿No vas a hacerlo fácil, verdad?
-El amor no es fácil- le dijo con una sonrisa amarga. –Ni siquiera la lujuria es fácil, no
cuándo se trata de una pasión tan arrolladora.
-Pasión- dijo, y luego suspiró. - Reynard, yo no estoy familiarizada con la pasión, nunca
me había ocurrido antes - Con cualquier otro ella se habría sentido avergonzada por
admitirlo, pero tenía que decirle la verdad, se la debía. –No confío en ti- le dijo. – Ni
siquiera sé si me gustas.
Había un destello amenazador en sus ojos verdes cuando le dijo:
-Me da igual si te gusto o no. ¿Me amas?
Ella estaba asustada. Su cara era lo único que podía ver en la oscura habitación. Su
aroma estaba en su piel, y su sabor en su boca. El calor de su cuerpo cubría el de ella y
sus manos la mantenían prisionera. Su conciencia se volvió más profunda que el miedo
cuando entró en su corazón atravesándolo, aligerando su pulso, y calentando su sangre.
Su cuerpo y su alma le murmuraron que ella le quería, que le amaba solo a él y que jamás
podría querer a ningún otro, y que su mente no podía hacer nada contra eso.
Él se había convertido en una parte más de ella, y no podía imaginar lo que sería su vida si
estuviera separada de él. ¿Era eso amor?
-Quiero follar contigo - contestó por fin ella. – A todas horas. ¿Es esa una respuesta lo
bastante buena para ti, por ahora?
Su expresión se volvió sombría, pero le dijo:
-Si eso es todo lo que puedes ofrecerme, entonces lo tomaré. Por ahora.
Domini se dio cuenta de que ambos habían usado la palabra ahora, lo que insinuaba que los
dos daban por hecho un futuro juntos, un tiempo fuera de esa noche, de ese dormitorio,
y de ese momento.
-¿Y que saco yo de esto?
-Vida – le contestó. – Hasta ahora no habías vivido.
-¿Estás insinuando que yo no viví antes de que llegaras a mi vida y te metieras dentro de
mis pantalones?
-Sí.
No parecía presuntuoso ni arrogante, parecía muy seguro.
El corazón de Domini dio un vuelco pero luego se derritió. Ella debería haber estado
furiosa o debería haberle insultado, pero en lugar de eso ella...
-¡Maldita sea, Reynard, no hagas eso conmigo!
-¿Qué? – Luego tocó su mejilla y fue bajando los dedos por su garganta y el pecho hasta
que se detuvo sobre su corazón, dónde la acarició con ternura. -¿Hacer que te sientas
amada?
Por un momento le costó trabajo respirar.

-Sí eso precisamente.


Él negó con la cabeza, y el pelo oscuro formó remolinos alrededor de su cara
ensombrecida.
-Pues en eso no te puedo satisfacer.
El placer la atravesó tan fuerte como la pasión que la ataba a él, haciendo que sintiera
como nunca antes lo había hecho.
-Las emociones no me asustan – le dijo – Es que necesito tener un patrón en mi vida
seguro y confortable.
-Y crees que yo no encajo en ese patrón, no...
Ella negó con la cabeza.
-¿Podemos dejar de hablar de esto ahora? Necesito levantarme, ir al cuarto de baño,
vestirme y comprobar mi buzón de voz. Ya sabes...
-La vida fuera del dormitorio- terminó él por ella. –Sí, realmente creo que necesito una
ducha.
Ella se olió a sí misma.
-La necesitamos los dos.
Él se levantó y le tendió una mano.
-¿Te importa compartirla?
Ella se rió y negó con la cabeza.
-Ambos sabemos dónde nos llevaría eso- le dijo mientras le señalaba con la mano el
cuarto de baño. – Será mejor que vayas tú solo- Ella encendió una lámpara de la mesita
de noche y esperó a que Reynard entrara en el cuarto de baño antes de levantarse. Eso
le dio la oportunidad de mirar su extraordinario trasero y a la vez salir ella de la cama
sin que él pudiera verla, no sabía porqué de repente se sentía tímida con respecto a su
desnudez, aunque probablemente sería para poder pensar en algo más que no fuera sexo,
como le había ocurrido por la noche a Reynard. Tal vez tuvieran algunas cosas en común
después de todo.
Se puso encima la camisa larga que se había puesto la noche anterior y luego fue hasta el
salón mientras iba encendiendo las lámparas, las luces de las velas eran muy románticas,
pero no era lo que necesitaba en esos momentos.
En el salón recogió su ropa y se sentó en el sofá, sacó su teléfono móvil del bolsillo de la
minifalda, hasta que descubrió que no tenía batería y soltó un palabrota, necesitaba
comprobar su buzón de voz aunque probablemente podría encontrar un teléfono en la
cocina, porque recordaba vagamente haber oído a Reynard hablando desde allí sobre el
incidente que había ocurrido fuera del club. O tal vez lo había soñado.
-¿Incidente? – dijo en voz alta mientras se reía irónicamente. Alguien la había atacado
con un cuchillo.
Y Reynard la había salvado, la había llevado a su casa para que se recuperara. Había
cuidado de ella todo el tiempo, había sospechado que alguien iba tras ella, la había
vigilado y había contratado a un detective.
Le agradaba saber que ella realmente le preocupaba, aunque también se sentía molesta
por su intrusión, aunque tal vez esa era su idea de un gesto romántico, porque él podía
ser muy protector.
Le había dicho que la amaba y se lo había demostrado protegiéndola. ¿Cómo podía estar
molesta por eso? No confiaba en él pero no era por eso.
¿Y por que era? ¿Por que había tenido un par de visiones extrañas y algunos sueños? ¿O
era fruto de su aprensión a mantener relaciones sexuales?
¿Eso era todo? En realidad él no había hecho nada que no fuera ser amable y decir que la
amaba.
Ese pensamiento le trajo una sonrisa de felicidad a sus labios.
-Atacó a mi mujer. No iba a por mí, sino a por ella. No le atrapé, pero le puedo rastrear
¿Te presenta algún problema eso, Tony?
La sonrisa se borró de su cara cuando las palabras emergieron de sus recuerdos, no
había estado soñando, solo había estado medio adormilada y había oído sin querer la
conversación que Reynard había mantenido por teléfono ¿Con el detective que había
contratado?
-Él dijo que era su mujer- dijo suspirando, y por un momento el placer de saber que él la
consideraba así estuvo a punto de borrar de su memoria lo demás que había oído.
Él había llamado al hombre Tony. Tony era el detective. Tony le había dicho que le
preguntara si le era familiar la palabra mirlo.
Ella había tenido un sueño donde un hombre que se llamaba Tony la había llamado mirlo.
Un sueño muy vívido con vampiros.
Domini se levantó y entró en la cocina. Esperaba que Reynard tuviera cereales, donuts, o
al menos algún precocinado porque si esperaba que cocinara para él se iba a llevar una
desilusión.
Cuando encendió las luces, lo primero que vio fue una caja de metal encima de la mesa de
la cocina y estaba lleno de botes de píldoras.
-Drogas- dijo, acercándose a la mesa para verlo desde más cerca. ¿Estaba Reynard
metido en drogas? ¿Era un camello? ¿Por eso había dejado el ejército? Cogió uno de los
botes de píldoras y lo giró, entonces vio la etiqueta con la receta, no reconocía el nombre
del medicamento pero el nombre de Alexander Reynard estaba en la etiqueta, y el
nombre de un doctor también, junto con la dosis.
Su corazón subió y volvió a hundirse al mismo tiempo, porque fuera lo que fuese estaba
prescrito por un médico y porque estaba preocupada al ver que necesitaba tantos
medicamentos.
¿Qué tipo de enfermedad precisaba tanto tratamiento?
Sólo había una en que ella pudiera pensar y no quería hacerlo, pero la palabra SIDA se
metió en su mente, dejándola aturdida entre varias sensaciones, miedo, ira y compasión.
¿Era Reynard seropositivo? ¿Estaba en su sangre el virus del VIH? ¿Era ese el
verdadero simbolismo de sus visiones llenas de sangre?
¿Habían mantenido relaciones sexuales sin protección y no le había dicho nada?
Domini negó con la cabeza bruscamente. No. No podía creer que él le hiciera algo como
eso, tenía que haber alguna otra explicación, él no podía tener una enfermedad mortal,
no cuando acababan de encontrarse.
¿Qué síntomas tenía? Recordó que era muy sensible a la luz. ¿Qué enfermedad causaba
ese trastorno? ¿La porfiria? ¿Alguna horrible arma química o biológica a la que se había
visto expuesto mientras defendía a su país?
¿Y por qué no le había dicho nada a ella? ¿Podría hacer algo para ayudarle?
Intentó calmarse y abrió la puerta del frigorífico.
Las bolsas de plástico llenas de sangre pulcramente etiquetada, ocupaban todo el espacio
disponible.
Domini comenzó a temblar, eso no podía estar ocurriendo, tenía que ser algún tipo de
pesadilla, otra alucinación, no podía estar viendo lo que estaba viendo.
Sangre.
¿Por qué Reynard guardaría sangre en su frigorífico? Tenía que haber una explicación
lógica; Algo que tuviera que ver con su enfermedad.
Sé por qué necesita sangre. Sé por qué se mueve tan rápido. Sé por qué le hace daño la
luz del sol. Sé por qué acaricia animales salvajes. Sé por qué puede leer la mente.
-Lo sé - El corazón le golpeaba con fuerza en el pecho, mientras el miedo se iba
apoderando de ella. – Lo sé - repitió Domini, luego tropezó y cayó sobre sus rodillas, pero
ahora no podía caerse, necesitaba levantarse. Necesitaba correr.
-Veo que has descubierto mi secreto.
La voz de Reynard fue suave y agradable pero aún así la aterrorizó.
Todo lo que podía hacer era mirar hacia arriba y preocuparse por la mirada fija de Alec,
llevaba puestas las gafas de sol para que no le molestara la luz de la cocina y aunque no
podía mirarle de frente lo intentó. Menudo bastardo.
-Eres un vampiro- le dijo aunque al oír la palabra en su propia boca se sintió morir. – Eres
realmente un vampiro.
-Sí - contestó tranquilamente. - Probablemente te lo debería haber dicho antes.

Capítulo 22
La luz brillante de la cocina aumentó el dolor de cabeza de Alec, pero aún así la dejó
encendida por qué sabía que haría que Domini se sintiera más segura. Se acercó a ella
lentamente para que viera que no quería hacerle daño, ella clavó sus ojos en él pero no
estaba seguro de que le viera.
Notaba sus emociones a flor de piel, estaba gritando dentro de su cabeza, y él podía
oírla.
Pero no sentía miedo.
Él tendió una mano hacia ella.
-Domini.
Ella se puso de pie despacio, temblando de furia.
-No estoy loca.
-No estás loca.
-Eres un vampiro.
-Sí- volvió a afirmar Alec, mientras miraba como estallaban en llamas sus ojos azul
brillante.
-¿No estoy soñando esto?
Él se puso junto a ella y acarició su mejilla para intentar calmarla.
-Cariño, tú nos has soñado nada.
Ella respiró profundamente.
-¿Ninguno de mis sueños?
-Ninguno.
-¿Me dejaste pensar que estaba loca? – dijo mientras su puño impactaba en su
mandíbula.
-Puedo explica...
-¿Me hiciste tener visiones de vampiros, no es así? Para saber cuál sería mi reacción.
-¡No fue a propósito! Compartimos...
-¡¿Estuviste a punto de violarme en un callejón y me hiciste pensar que era un sueño?!
Las tripas de Alec se retorcieron lleno de culpabilidad.
-Yo...
Ella le lanzó otro puñetazo haciendo que sus gafas cayeran al suelo, pero antes de que
Domini volviera a golpearle Alec agarró sus muñecas con fuerza.
-Detente- le ordenó, llevándola hasta él para abrazarla y resguardarla entre sus brazos.
El abrazo íntimo no era solamente para defenderse necesitaba estar cerca de ella,
acariciarla. Notaba su dolor y su ira, pero también necesitaba compartir esas emociones
con ella, amarla aunque ella le odiara. El odio pasaría o al menos rezaba para que así
fuera.
Él cerró sus ojos pero se abrió a ella, entró dentro del ojo del huracán y le habló
directamente dentro de su mente.
Escúchame. Solo quiero que me oigas. Nunca tuve intención de imponer falsas ilusiones
en tu mente. Nunca tuve la intención de lastimarte.
-¡Fue real! –gritó en silencio. El bar. La pelea. Que luchaste por mí y ganaste. ¡Tus manos
sobre mí, dentro de mí!
-Sí, ocurrió realmente- admitió él.- Mis manos están sobre ti ahora. ¿Estoy
lastimándote?
-Me mantienes prisionera.
-Te mantengo a salvo.
-¿De qué?
-De ti. De mí.
-Y también te proteges de mí.
-Eso también.
Domini podía sentir la sonrisa de Reynard y era una sensación muy extraña, porque hacía
que se sosegara como si fuera un bálsamo para sus enfurecidos pensamientos. Tuvo que
luchar contra el deseo de serenarse, de sentir algo más allá de la sonrisa de Reynard.
Notaba su mente rozando lo más profundo de la suya y durante un instante, cuando ella
dio un paso para acercarse a la puerta se vio envuelta en fuego, y su cara retorciéndose
entre las llamas.
La puerta se cerró de golpe antes de que ella pudiera salir.
¡No! No creas que me conoces por lo que has visto de mí.
Había angustia en sus pensamientos, vergüenza y miedo real. Temía por ella y sentía
vergüenza por lo que había visto ella.
-¿Por qué no? - le dijo presentando batalla.
-¿Recuerda las pesadillas que has tenido? Pues yo también las tuve.
Domini no había llegado a comprender del todo lo que había visto en lo más profundo de
su mente porque había sido demasiado breve e intenso, pero recordaba los sueños.
Compartiremos más sueños, Domini, todos los buenos, te lo prometo, pero tendremos que
dejarlo para cuando vuelva a ser yo mismo.
-¿Cómo podrías ser aún más vampiro de lo que ya eres? - le preguntó - ¿Mostrando los
colmillos? ¿Convirtiéndote en un murciélago o en un lobo, chupando sangre? Desgarrando
gargantas y...
-Podrías dejar los detalles escabrosos, por favor.
Su voz sonó tan triste que estuvo a punto de abrazarle.
-¿Quieres que me apiade de ti cuando eres tú el que das miedo?
-No quiero asustarte.
¿Cómo podía decir algo así y parecer tan sincero? Se dio cuenta de que había furia
dentro de él, violencia y oscuros deseos tratando de liberarse de la prisión que él mismo
se había auto impuesto mientras la agarraba con fuerza para mantenerla cerca de él.
-Estoy a tu merced- le recordó ella, aunque el hecho de tener que recordárselo le
pareciera casi ridículo.
Alec besó su garganta y Domini se quedó rígida esperando el pinchazo de sus colmillos
mientras brotaba su sangre, pero lo único que notó fueron sus labios suaves y la caricia
ardiente de la respiración contra su piel, se sentía tan bien que luchó contra el placer, en
parte por miedo al dolor y en parte anhelándolo.
¡Maldita sea! ¿Cómo podía desearle todavía sabiendo lo que era? ¡Había estado follando
con un no-muerto, por el amor de Dios!
Reynard pegó su cadera a la de ella, y notó una parte de él que ciertamente no estaba
muerta.
-No es algo que yo pueda elegir, nací siendo un vampiro, nunca he sido un mortal, pero
debería habértelo contado antes – dijo – O al menos no haberte convertido en mi amante
todavía, pero ya está echo.
-¿Cómo dices?
-Nacimos para ser compañeros – dijo Alec – Para estar unidos, aunque no te culpo por
temer a la bestia que hay dentro de mí. No debería haberme acercado a ti tan pronto ni
tú a mí. ¿Recuerdas el mercado?
Domini sintió el corazón en un puño.
-¿El sueño? ¿Eras tú? ¿Tú me llevaste hasta allí?
-Tú me atrajiste y yo a ti, así es cómo comienza una unión, si estamos en el mismo área al
mismo tiempo y lo suficientemente cerca para que nuestros sueños conecten.
-Perfecto.
-No, así es como ocurre, pero yo no estaba buscándote, vine a Los Ángeles para curarme.
-¿Curarte? ¿Los vampiros tenéis un hospital del tipo Betty Ford Clinic? ¿Tratas de dejar
de ser vampiro?
-No puedo dejar de ser un vampiro. Ni quiero. Mi cuerpo rechaza los medicamentos que
me permiten vivir bajo la luz del sol, no es que la necesite, pero quiero...
-¿Todo lo que te puede dar la medicina antivampiro?
-¿Es que no me estás escuchando?
Domini intentó soltarse, pero comprobó que aunque no le hacía daño al sujetarla era
imposible liberarse.
-Te estoy prestando atención – le dijo. ¿Cómo podría no hacerlo?
-Porque aunque me estás oyendo no dejas que mis palabras entren dentro de tus ideas
preconcebidas de lo que un vampiro debería ser.
-Hay un monstruo dentro de ti - le recordó. ¿No es eso lo que es un vampiro?
Él se encogió de hombros y cambió de tema.
-Hablemos de nosotros.
Ella le golpeó con la cabeza en su hombro. Tal vez no pudiera lastimarle pero al menos
podía expresarle su cólera.
-¿Nosotros?
Él permaneció exasperadamente sereno.
-Ya te he dicho que te amo, aunque no lo creas, lucharía con la bestia que hay dentro de
mí si hiciera falta, nunca podría hacerte daño y pronto te darás cuenta de que no podrás
tener otro amante.
Ella no quería a ningún otro amante, no le había querido ni siquiera a él aún antes de
saber que era un vampiro, porque sabía que traería muchas complicaciones a su vida.
No, él había traído color a su vida gris. ¿Y una vez que se ha visto el color como se puede
prescindir de él?
-Lo de que no podré tener otro amante suena terriblemente romántico- dijo ella.
-Y así es –dijo acariciándole la mejilla con la suya, olía a loción de afeitar y su piel estaba
extremadamente suave y tersa. - Soy muy romántico. Todos los Guardianes lo son.
Notó su piel estremecerse donde él la había tocado. Todo sería más fácil si no fuera tan
seductor o tal vez si oliera a cadáver putrefacto.
-Guardianes. ¿Qué es eso?
-Soy un Guardián del Clan del zorro, - contestó, con un tono de orgullo y arrogancia. –Los
vampiros machos como tú los llamarías están llenos de testosterona y nuestras hembras
son mujeres en todo el sentido de la palabra.
No podía creerlo pero durante un instante sintió un ataque de celos.
-¿Así es que las chicas vampiro son las mejores mujeres, eh? ¿Entonces porqué me
escogiste a mí?
-El destino te escogió por mí.
Su respuesta le pareció demasiado abstracta.
-No creo en el destino.
-Eso es porque puedes ver el futuro.
-Sí, pero...Bueno está bien – en eso la había pillado- Pero sólo algunas veces.
-Esa habilidad mejorará y se estabilizará después de que hayamos estado algún tiempo
juntos, te ayudaré a liberar todas tus habilidades mentales. Y...- besó su garganta otra
vez, y detrás de su cuello, dejándola temblorosa-...te enseñaré a sentir cosas que nunca
has sentido.
Dios mío, era como si estuviera hablando con el mismísimo diablo, le hacía promesas
dulces, de amor eterno, de deleites carnales, de conocimiento y poder.
-Es tentador –admitió ella. ¿Pero ese es el trabajo del diablo, no es verdad? ¿Me
soltarás ahora? ¿Por favor?
-¿Intentarás huir?
-¿Tendría alguna oportunidad si lo hiciese?
-No.
-Entonces no lo haré - Todavía no.
Alec oyó su pensamiento, pero aún así la soltó, al fin y al cabo no podía esperar confianza
y fe ciega de forma inmediata. Casi deseaba no haber entrado en Servicios Lancer, pero
si no hubiera estado dentro no hubiera podido proteger a Domini de los Puristas.
Y todavía no sabía que era lo que querían de ella el grupo más fanático dentro de los
vampiros cazadores. El hecho que el Purista hubiera usado un cuchillo significaba que el
rencor era muy personal. ¿Por qué?
Ella había ido retrocediendo hasta llegar al final de la cocina, tratando de distanciarse
de él física y mentalmente.
Alec volvía a sentir un terrible dolor de cabeza, probablemente debido a la ira que ella
sentía y que había ido vertiendo poco a poco y además le dolía que ella le tuviera miedo y
que le hubiera llamado monstruo.
El monstruo quería tirarla sobre la mesa de la cocina y tomarla, una vez que estuviera
dentro de ella y se arqueara implorándole todo lo que solo un vampiro podía dar no
parecería tan superior ni tan menospreciativa.
El monstruo era su maldita parte adolescente que debía mantener a raya, porque bajo
ninguna circunstancia podía arriesgarse a compartir sangre con Domini mientras la bestia
pudiera liberarse. Las píldoras tan solo eran una mínima ayuda, pero si no desarrollaban
pronto un nuevo suero tendría que esconderse de la civilización, volviendo de nuevo a la
noche. ¿Pero como podría abandonar a Domini cuándo estaba corriendo peligro?
-¿Dónde se habrá metido el Dr. Casmerek cuando le necesito? - masculló.
Domini le desafió con la mirada.
-¿Qué?
Él no contestó pero avanzó muy despacio hasta ella, recogió sus gafas del sol y apagó la
luz de la cocina.
-Así está mejor.
-No puedo ver a oscuras- protestó ella.
-Casi ha amanecido- Ella echó un vistazo a las persianas bajadas, y él agregó - No tengo
que mirar fuera para saber cuando va a salir el sol, eso es algo que sabe muy bien un
vampiro – le dijo a pesar de su mirada escéptica.
-No quiero saber nada acerca de los vampiros.
-Tienes que saber algo sobre los vampiros- le dijo a ella. – Si no los cazadores no irían a
por ti. El que intentó asesinarte es un Purista.
Ella negó con la cabeza.
-No sé nada acerca de ellos, hasta hace solo unos minutos pensaba que solo eran una
leyenda que servía para hacer películas de terror y cuentos para dormir.
Alec la recorrió con la mirada por encima de sus gafas de sol.
-¿Cuentos para dormir? Tu infancia debió ser muy interesante.
-A mi abuelo le gustan las historias de terror – le dijo retorciéndose las manos con
nerviosismo.
Alec fue hacia ella.
-Creo que no me has contado algunos secretos de familia.
Domini retrocedía a medida que él iba acercándose.
-No sé a que secretos familiares te refieres. Bueno lo que quiero decir es que no tengo
secretos familiares. Los Lancer...
-Mirlo.
-¡Mantén a mi abuela fuera de esto!
-Tal vez sería mejor preguntarle a tu abuelo acerca de esa mujer.
Domini dejó de echarse hacia atrás y se enfrentó a él aguantando su mirada con los
brazos en jarra.
-¡Oh, no, no vas a hacer eso! Estamos demasiado cerca del aniversario de la muerte de mi
abuela y él nunca se ha repuesto del todo de su pérdida, así es que no pienso contrariarle
en estos momentos.
Ella parecía una tigresa, y Alec sonrió cariñosamente ante la defensa que ella había
desplegado para salvaguardar a su abuelo, pero él realmente no creía que necesitara
protección.
-Tú eres la que necesita protección, Domini- le recordó Alec. – ¿No crees que a tu abuelo
le dolería más perderte como a su esposa? ¿No querrías verle devastado de nuevo por la
pena, verdad?
Domini respiró con fuerza y sus labios se pusieron rígidos, luego negó con la cabeza.
-Oh, realmente eres muy bueno en esto, Reynard.
-Lo sé- luego la miró y le dijo – Creo que estás preciosa solo con mi camisa, pero creo que
tu abuelo preferiría que estuvieras vestida, aunque solo sea con lo poco que traías
puesto anoche.
Él estaba seguro de que Domini aceptaría cualquier excusa que le permitiera postergar
su enfrentamiento con el viejo, y Alec prefería tomarse los medicamentos sin que ella
estuviera delante, después de todo él todavía era un Guardián y no quería exteriorizar
ninguna debilidad, aunque fuera la de tener que tomarse unas pocas píldoras.
-Venga – le dijo él cuando ella vaciló, luego le echó su mejor sonrisa y además le ofreció
un incentivo. –Cuando estés lista te dejaré conducir el Jaguar.

Capítulo 23
El paseo en coche por el denso tráfico matutino fue bastante incómodo lo que hizo que
los nervios de Domini se crisparan aún más, de tal modo que cuando llegaron tuvo que
reunir fuerzas para subir cada uno de los escalones que llevaban a la casa. Entonces se
giró hacia él y le preguntó:
-¿No tienes que pedir permiso para entrar en una casa o algo?
Contestó girando el pomo de la puerta hasta que la cerradura se rompió y empujándola
después dentro de la casa delante de él. Luego encontró el sistema de alarma e
inmediatamente lo inutilizó, desde luego esa habilidad no tenía nada que ver con que
fuera un vampiro, supuso Domini, sino más bien fruto del entrenamiento que había
obtenido del gobierno de Estados Unidos. Y en ese momento no estaba muy dispuesta a
aprobar el uso que se le daba a su dinero de los impuestos.
Una vez que las alarmas fueron neutralizadas, Reynard suspiró, relajando parte de la
tensión acumulada. Domini se dio cuenta de que la luz matutina debía molestarle, a pesar
de sus gafas oscuras y su crema de protección solar.
Ella trató de reprimir cualquier sentimiento de simpatía hacia él y se dirigió
directamente hacia la cocina, esperando de alguna forma advertir a su abuelo, pero no
pudo advertirle de nada porque él no estaba allí.
La casa estaba vacía, y por alguna razón eso la asustó. Tal vez porque contaba con que su
abuelo la rescatara, como siempre había hecho.
-Aquí no hay nadie – dijo Reynard, después de que bajara las persianas para bloquear la
luz brillante que entraba a través de las ventanas con vistas al océano. -Estamos solos.
Había una extraña quietud dentro de la casa, demasiado pensó Domini cuando filtró
dentro de su cabeza los sonidos exteriores del océano, el viento, y las gaviotas. ¿Dónde
estaba su abuelo?
Su primer pensamiento fue que algo malo había ocurrido, pero no había ningún signo de
lucha, todo se veía normal: Había platos en el fregadero, y encima de la mesa migas de
pan, le echó una mirada al reloj del microondas y se dio cuenta de que era más tarde de
lo que había pensado.
-Debe estar en el trabajo ya – concluyó Reynard – Vamos.
Domini se lo quitó de encima.
–Dame un minuto.
Ella esperaba que el vampiro se la llevara a la fuerza, o al menos protestase, pero él bajó
los escalones en silencio detrás de ella, con los puños cerrados.
Cogió el teléfono y comprobó su buzón de voz, de la docena de mensajes que tenía solo
dos eran importantes para ella. Uno era de Holly.
-Andy me dijo que me salvaste el culo y que luego te marchaste para tener sexo salvaje
con el Sr. T., bueno en realidad él me dijo que te hiciste daño y que el Sr. T. iba a
cuidarte, ¿pero por fin estáis follando como posesos?, pienso que es lo que estás
haciendo puesto que no me has llamado, pero estoy segura de que pronto tendré noticias
tuyas, gracias por cuidarme durante mi visita a Los Ángeles, ahora mismo estoy en el
aeropuerto esperando el vuelo que sale para Vancouver en unos minutos. Andy y un
equipo vienen conmigo para protegerme por el camino. Voy a encontrarme con Jo allí, así
es que deséame suerte, yo te deseo lo mismo. Llámame.
-Os lo deseo a ambos – dijo Domini, y borró el mensaje.
El otro mensaje era de su abuelo. Lo había dejado una hora antes.
-Espero que por fin hagas acto de presencia. Necesitamos hablar. Maxwell me ha dicho
que estás bien. Asumo que estás confraternizando con Reynard. Si es así, considéralo
despedido, y a ti también, pero de todas formas ven a hablar conmigo.
-Gracias, abuelito- borró ese mensaje, también y colocó de nuevo el teléfono en la base
de la pared.
-Vamos – dijo Reynard, cogiéndola por el brazo. -Él quiere vernos.
-Él no dijo que quisiese hablar contigo.
-Pero yo si quiero hablar con él- le dijo con una media sonrisa. -Además, quizá soy muy
anticuado y quiera pedir tu mano.
-Puedes tener la mano, si me prometes dejar en paz a mi abuelo.
La cólera brilló en su expresión ya severa.
-Venga vamos.

El calor era casi insoportable esa mañana, por lo que la semioscuridad del garaje de la
oficina fue dichosamente acogida por la piel caliente de Alec. Cerró la puerta del coche,
y se apoyó contra ella para inhalar profundamente.
Aun con la crema, las gafas, y las ventanas oscuras del coche, se sentía enfermo y medio
ciego. Sabía que había sido una mala idea dejar sola Domini en la parte de atrás del
Jaguar, pero tenía que tomar las riendas de nuevo antes de entrar en las oficinas Lancer.
Al menos no había intentado escapar. Desde luego él podría atraparla si ocurriera pero
sabía que eso no sería bueno para su relación.
Alec se bajó un poco las gafas de sol y sintió un agudo pinchazo en sus ojos, todavía
podía recordar cuando hacía tan solo una semana, había sentido los rayos de sol sobre su
piel sin problemas y su vista había sido perfecta tanto de día como de noche, apenas
podía recordar cuando su cuerpo había comenzado a traicionarle.
La clínica pronto estaría en funcionamiento, pero en ese momento sentía un odio enorme
hacia Los Puristas, no solo porque habían atacado a Domini sino porque también lo habían
hecho contra la clínica, y aunque el suero no le había hecho efecto, aún era su única
esperanza. Si podía regresar allí.
Él podía aceptar la noche, olvidarse de la luz del sol y dejar de vivir con los humanos, solo
tomaría sangre y tendría sexo para aliviar el dolor de la transición. Alec sonrió, y sintió
sus afilados colmillos debajo de sus labios. Rendirse, eso sería lo más fácil, ceder.
Y eso sería también una traición contra el Clan.
Él no era un miembro egoísta de Las tribus, para hacer lo que quisiera cuando lo quisiese,
o un pragmático de Las familias, para hacer lo más conveniente en nombre de la
supervivencia. Él era del Clan. Había hecho votos monásticos, y el honor era algo muy
importante para él, a pesar de que en esos momentos le enloquecía.
Alec suspiró. Pronto se quedaría sin opciones. Podría ser del clan, La familia o Las Tribus,
pero por encima de todo era un vampiro y no podía hacer nada en contra de su
naturaleza.
Pero todavía no. Por el bien de Domini acataría las normas mientras pudiera.
Se obligó a sí mismo a alertar sus sentidos, mientras antes entrara en la oficina antes
podría cazar al Purista que había atacado a Domini.
Además de su Jaguar rojo, tres Mercedes oscuros, un Hummer negro, un Lincoln
Navigator azul oscuro, y un Gran Cherokee blanco aparcados cerca de la entrada al
edificio no había ningún otro coche en ese nivel.
Alec fue hasta la puerta trasera del coche y la abrió.
-No tienes ni idea de lo caballeroso que soy – le dijo a la mujer que amaba.
Él tomó su mano y la ayudó a bajar del coche, por supuesto ella no necesitaba ayuda, solo
era una advertencia, pero además su piel suave distrajo su mente del dolor.
-¿Sois todos así? - le preguntó ella.
-Tal vez deberías irte a casa, acostarte y descansar...
-Vamos- le dijo cogiendo su mano con delicadeza para conducirla hacia la entrada del
edificio.
De repente la puerta del Jeep blanco se abrió y Reynard empujó a Domini detrás de él,
el instinto le dijo que debía sacar las garras y los colmillos, pero el instinto también le
tenía que haber avisado de que había otro Guardián cerca, antes de haberlo visto.
Anthony Crowe caminó lentamente hacia él y le tendió la mano, mientras que en la otra
sostenía un sobre blanco.
-Paz hermano zorro- le dijo en voz baja.
Alec se tomó un tiempo para calmarse.
-Paz hermano cuervo – le contestó cuando consiguió que sus sentidos estuvieran más
cerca de la normalidad.
Desde atrás Domini dijo:
-Hola, Tony.
Alec notó que ella estaba todavía furiosa porque él le había hecho creer que su
encuentro en el bar había sido solo un sueño, pero aunque se había equivocado al hacerlo
no iba a volver disculparse por ello.
Para empezar aún no te has disculpado.
Alec oyó su pensamiento y lo ignoró.
-¿Por qué estás aquí? – le preguntó.
-Por varias razones – le contestó Crowe. – Llevo horas vigilando para ver si los Puristas
tenían algún interés en Servicios Lancer y no he advertido nada raro, además tenía que
comunicarte que el Dr. Casmerek y su equipo se han trasladado fuera de la ciudad, pero
no te preocupes porque pronto tendrás noticias suyas.- Crowe sacó un teléfono móvil del
bolsillo interior de su chaqueta y se lo dio a Alec. – Te pondrás en contacto con el doctor
solo por este teléfono.
-Gracias- le dijo Alec mientras guardaba el teléfono en su bolsillo. Luego se fijó en el
pequeño paquete de FedEx.- ¿Qué es eso?
-Es la principal razón de que esté aquí- Crowe pasó el sobre a Alec. - Hice esas llamadas
acerca de tu mujer, y me dieron instrucciones para que te lo entregara.
Domini imaginó que ese era el mejor momento para intentar huir, pero en lugar de eso
miró con atención el sobre que tenía Reynard. En primer lugar, porque no creía que fuera
capaz de escapar delante de dos vampiros, y por otro lado porque se había quedado
totalmente sorprendida al ver a un vampiro recibiendo paquetes FedEx. A pesar de ser
unas criaturas sobrenaturales usaban teléfonos móviles, y utilizaban servicios de
entrega urgente. ¿Usarían mensajeros misteriosos con capas negras que se movían
entre las sombras a medianoche?
Reynard parecía dudar en abrir el paquete, y ella se impacientó.
-¿Quién lo envía? –preguntó con curiosidad.
-Su madre- le contestó Tony.
Domini clavó los ojos en el otro vampiro.
-¿Qué?
-Mi Matriarca- le dijo Reynard.
-¿Su qué?
-Que en este caso también es su madre- Tony advirtió su confusión y le dijo, - ¿Hermano
zorro eso significa que no le has explicado nada acerca de tu Clan a esta chica? Si te
casas con ella debería saber algo acerca de sus parientes políticos.
-No nos casamos- anunció Domini.
-Eso no es lo que oí – contestó Tony.
Alec desgarró el sobre con dedos temblorosos, en la palma de su mano cayó un pequeño
saco rojo de terciopelo y un trozo de papel plegado.
Tony Crowe silbó cuando vio el saco.
-¿Qué es eso? – preguntó Domini.
-¿Es lo que pienso que es? – le preguntó Crowe.
Ambos miraron con mucha atención.
El estómago de Alec se contrajo por los nervios. La bolsita de terciopelo parecía muy
pesada en la palma de su mano.
Abrió con cuidado el cordoncillo que mantenía el saco cerrado y sacó el anillo que había
dentro. Era un sello de oro con un rubí en el que estaba grabado el zorro del Clan. El
mismo símbolo que tenía tatuado en su muñeca. Era una pieza muy antigua, bella y
simbólica.
El anillo debía ser devuelto a la Matriarca, llevara la orden que llevara debía ser
obedecida instantáneamente, o significaría su expulsión del Clan, o la muerte. El anillo
parecía más pesado que el oro puro y la gema no tenía precio.
Crowe dio un paso atrás solemne y silencioso, fijando su atención en Domini y Alec. Ella
sintió que aquello era muy importante, más allá de cualquier comentario o pregunta
frívola.
Alec desdobló el papel y reconoció la escritura a mano de su Matriarca.
Tráeme a Domini Lancer.
Un puño de hielo se cerró alrededor del corazón de Alec, no sabía lo que quería su
Matriarca, y durante un segundo no le importó. Su mundo se inyectó en color rojo sangre
hirviendo de furia.
Domini era suya.
Anjelica no tenía derecho a...
¿No tenía derecho? Anjelica era su Matriarca del Clan.
Su furia se apaciguó y el mundo dejó de ser rojo para entrar en la oscuridad más
absoluta. Se sentía vacío, como si fuera un autómata.
Él era un Guardián. Él era del Clan.
Deber. Honor. Obediencia.
Sintió miedo por Domini y también se sintió confuso. Ella pertenecía ahora a la
Matriarca.
Alec volvió a colocar el anillo en la bolsita, luego se dirigió a Anthony Crowe.
-Necesitamos llegar a Idaho – se lo dijo como Guardián de un clan aliado.- ¿Puedes
ayudarme?

Capítulo 24
Iban hacia un aeropuerto aislado, y era Domini quien conducía.
Seguía el mapa que aparecía en una pequeña pantalla del GPS en el panel de mandos de
alta tecnología del Jaguar. Fuera el sol de la tarde parecía consumido en llamas en medio
de las desérticas colinas en la que solamente se rompía la monotonía del paisaje por las
enormes arpas de las turbinas de viento. El tráfico era fluido desde que habían dejado la
Ruta 10, y para alguien que estaba acostumbrado a conducir en medio de un constante
atasco, era algo bastante raro.
Encontraba el árido paisaje extraño, pero no tanto como el viaje en sí. Le dolía la cabeza
y sabía el motivo, no podía engañarse a sí misma porque a cada momento que pasaba su
conexión psíquica con Reynard era más fuerte, sospechaba que él estaba soportando un
gran dolor físico y escondiendo algo aún peor que el dolor, notaba su irritación, su furia y
sus nervios a flor de piel, y además sentía a la bestia enjaulada que había dentro de él,
su prisión era cada vez más débil y no sabía que ocurriría si el monstruo llegaba a
escapar.
Todo lo que sabía era que él y Tony Crowe habían tenido una breve conversación sobre
rutas, y aeródromos abandonados, mientras hablaban parecían un par de
narcotraficantes coordinando un envío importante y ninguno de los dos le habían pedido
opinión para nada.
Durante su conversación ella aprovechó para correr hasta la entrada del edificio para
buscar ayuda humana antes de que los vampiros se dieran cuenta, pero Reynard le
demostró que aunque no estaba bien del todo aún podía moverse muy rápido porque
cuando llegó estaba apoyado delante de la puerta, con los brazos cruzados, esperándola.
Dejó escapar un pequeño grito de frustración, y luego comenzó a insultarle con todas las
palabrotas que se le ocurrieron. Él sonrió. Y por primera vez le mostró sus colmillos,
parecían muy afilados, y él un depredador muy peligroso. Empezó a andar hacia atrás
hasta que se topó con Tony Crowe, éste la empujó hacia Reynard, que la agarró por el
brazo.
De nuevo estaba metida en el asiento del conductor del Jaguar con Reynard dándole
instrucciones para llegar al centro vacacional de Salton Sea en su GPS, mientras le decía
que condujera.
Unas horas más tarde Domini todavía conducía, y estaba muy cansada. Sólo habían
parado una vez para poner gasolina, pero él no le había dado oportunidad de escapar.
Y aunque el aire acondicionado y las ventanas oscuras no dejaban penetrar del todo a los
rayos solares, el sudor perlaba la piel de ambos, y la de ella al contrario que la de
Reynard que llevaba camisa oscura y pantalones vaqueros estaba más expuesta, su
minifalda y su parte superior que dejaba al descubierto su diafragma no le daban la
protección que necesitaba. Estuvo tentada de pedirle un poco de su super crema solar
pero al final desistió pensando que él la necesitaba más que ella, porque aunque no creía
en el mito de que los vampiros morían por combustión espontánea en cuanto les daba el
sol, se preocupaba con cada Kilómetro que avanzaban.
-Sabe, Sr. T. que es un terrible compañero de viaje.
Reynard levantó un poco la cabeza y tomó un trago de una botella de agua. Pero aún así
su voz sonó ronca cuando le preguntó:
-¿Dónde estamos?
Domini comprobó el mapa en la pantalla.
-Acabamos de pasar Thermal, casi hemos llegado a Mecca.
Ella nunca había estado en esa parte de California; en realidad no había ido más allá de
Palm Springs, pero recordaba de alguna clase de geografía de primaria que Salton Sea
había sido fundado después de una inundación que había ocurrido en Colorado River hacía
mucho tiempo. Salton Sea había sido alguna vez un lugar turístico, pero ahora solo era
utilizado por las aves migratorias.
-Es un lugar muy bonito aunque esté abandonado – dijo ella.
-Esa es la idea.
-Ni que fueran unas vacaciones románticas.
Reynard se echó hacia atrás en el suave cabecero de cuero, como si hubiera perdido
interés por la conversación, luego su mano pasó por la caja de cambios para posarla
finalmente sobre su muslo desnudo.
Una ola de calor pasó a través de Domini, y ella dejó escapar un gemido. El coche dio un
bandazo en la carretera.
-¿Te parecen ya suficientemente románticas? – le dijo.
Domini tomó otra vez el control del coche.
-Algo.
Sus dedos fueron subiendo lentamente mientras la respiración de Domini era cada vez
más irregular.
Se obligó en concentrarse en cualquier cosa excepto en lo que estaba haciendo Reynard.
Se fijo en varias palmeras datileras a lo lejos, y entonces se dio cuenta de que estaban
cerca de un pueblo pequeño. Una señal le hizo reducir la velocidad a 45 Km./hora y tuvo
que quitar la mano de Reynard para cambiar de marcha.
-Esto es Mecca – le dijo Reynard – Ya solo quedan 18 Km.
-¿Dieciocho Km. para qué?
-Para llegar al Motel playa salinas. Avísame cuando lleguemos – dijo recostándose en el
asiento.
-Vivo para servirte – dijo con sarcasmo.
-¿Y no es lo que hacemos todos?
Esa fue su enigmática respuesta. Y no volvió a sacarle ni una palabra más.
-A qué motel abandonado en medio de la nada más precioso me has traído, Reynard.
Estoy realmente impresionada.
-No está abandonado – le contestó cuando estaba cerrando la puerta, en recepción me
dijeron que hay huéspedes en otras dos habitaciones.
Domini tenía que admitir que al menos el lugar estaba limpio, un viejo aparato de aire
acondicionado expulsaba aire con dificultad y mucho ruido cerca de la ventana de la
habitación ahogando por completo cualquier otro ruido, las paredes parecían bastante
gruesas y estaban pintadas de color coral, la alfombra de color verde pálido era
demasiado delgada pero se notaba que le habían pasado la aspiradora recientemente, la
colcha de la cama era de felpa color beige y el resto de los muebles eran una silla y una
mesa en la que había un lámpara con una bombilla de bajo voltaje que parecía no molestar
a la visión sensitiva de Reynard, una cómoda y una vieja televisión sobre una destartalada
mesa de café. Desde luego no era el hotel Bel Air, pero al menos tenía cuarto de baño.
-¿Me espiarás si me doy una ducha?
Reynard estaba caminando de un lado para otro en la habitación como si fuera un animal
enjaulado, entonces miró hacia el cuarto de baño.
-Prueba.
Domini vaciló durante un momento, mientras lo observaba, no le gustaba para nada lo que
veía.
Reprimió el impulso de ir hasta él y abrazarlo, pero tenía miedo de lo que ocurriría si lo
hacía.
-¿Estás peor?
Él paró un momento para echarle una mirada sardónica.
-¿Tú que crees?
-¿Por qué? - le preguntó, mientras él comenzaba de nuevo a pasearse.
-Por muchas razones. Estoy excitado. Hambriento. Y necesito morder algo.
-Te dejaste la medicina en tu casa.
-Sí – le dijo mirándola atentamente. – Ojalá alguno de los dos se hubiera dado cuenta
antes.
Estuvo a punto de decirle que no era ella la que había decidido hacer ese viaje, pero no
creía que fuera muy seguro estar quejándose continuamente a un vampiro inquieto.
-¿Quieres acostarte? – le preguntó. -¿Puedo traerte un vaso de agua o cualquier otra
cosa?
-¿Cualquier cosa? – dijo al tiempo que sus músculos se tensaban como si fueran de acero.
-Domini, no tienes ni idea de lo que estás diciendo- Reynard se pasó las manos por su
cara, que parecía más afilada que nunca, dándole la apariencia de un santo atormentado o
la fiereza de un depredador hambriento. –Pronto anochecerá, tal vez eso me ayude.
No parecía demasiado convencido, ella entró en el cuarto de baño echó un vistazo pero
no había ventanas así es que comenzó a quitarse la ropa y se metió en la diminuta ducha,
el chorro del agua no se podía regular por lo que no pudo conseguir más que una poca de
agua tibia, el ruido que hacían las tuberías podría despertar a los muertos pero al menos
había una pequeña pastilla de jabón y toallas limpias.
Domini se sintió mejor cuando acabó aunque odiaba tener que volver a ponerse la ropa
sucia de nuevo. Desde luego no era su idea de una escapada romántica a un centro
vacacional.
Sin embargo, aún podría ser peor.
Hay un vampiro allí afuera- se dijo a sí misma mientras se miraba en el espejo del cuarto
de baño. - ¿Podría haber algo peor?
Un vampiro hambriento, agregó, y un escalofrío de terror le recorrió la columna
vertebral. La realidad la hizo tambalearse, y tuvo que agarrarse al lavabo para no caerse
de rodillas. Y allí se quedó durante un buen rato, temblando, mientras su estómago vacío
se retorcía por las náuseas.
Estaba sola con un vampiro.
Aun peor, no estaba sola con un vampiro, si no que allí estaba el empleado que les había
alquilado la habitación, y también algunas otras personas.
Reynard había admitido que tenía hambre. Que necesitaba morder algo. Y no es que
pensará que él pudiera atacarla a ella o a cualquier otra persona pero tenía miedo de que
de alguna manera no le quedara elección.
Domini abrió la puerta y entró en el dormitorio. La silla y la mesa estaban hechas añicos,
la televisión estaba tirada en el suelo, y además Reynard había dejado marcas profundas
de garras en la pared.
En ese momento se giró para mirarla y había locura en sus ojos, sus uñas afiladas la
apuntaban.
Trató de decirse a sí misma que estaba imaginándose el brillo fiero de sus ojos, su
respiración era irregular y su dolor era tan palpable que parecía un aura.
Domini apartó a un lado el miedo.
-¿Necesitas ir de caza? - le preguntó. ¿Necesitas beber sangre?
-Necesito sangre.
En un segundo estaba a su lado presionándola contra la pared, ella podía sentir el calor
de su cuerpo, su fuerza, y su erección.
El calor de sus ojos penetró en su sangre calentándola a fuego lento.
La cara de Reynard estaba muy cerca de ella, su boca la rozó durante un instante y notó
la leve protuberancia de sus colmillos ocultos bajo sus labios. Él aspiró su perfume y
Domini sintió como su corazón se aceleraba, al tiempo que unos pensamientos muy
eróticos ardían dentro de su mente.
¿Qué quiero? ¿Qué necesito?
Las palabras se burlaron de ella, y de sí mismo.
-¿A mí? – le preguntó ella.
-¡A ti! La palabra fue una maraña, de deseo, de negativa.
Él se dio la vuelta antes de que ella pudiera contestar.
-No puedo tener lo que quiero. Tú no eres mía.
Reynard estaba al otro lado de la habitación debajo del aparato de aire acondicionado,
su cabello estaba revuelto y tenía los ojos cerrados. La habitación estaba
completamente desordenada, y las paredes descarnadas, lo que evidenciaban la violencia
que llevaba encerrada dentro, solo la cama estaba intacta como si fuera un altar en
espera de un sacrificio.
El monstruo la quería. La necesitaba.
Miró hacia la puerta que estaba solo a dos pasos, comenzó a caminar despacio porque
pensaba que no tendría fuerzas para correr, pero logró salir de la habitación sin que
Reynard la detuviese.
No tenía ni idea de lo que hacer, había tres coches aparcados en el pequeño parking del
motel, Domini tanteó las llaves del Jaguar dentro del bolsillo de sus minifalda, ahora
tenía la oportunidad de escapar.
¿Entonces qué?
¿Te lavas las manos? ¿Lo entierras en tu mente como si fuera una pesadilla, o una
alucinación causada por tus dones psíquicos?
¿Qué le ocurriría a Reynard? Estaba enfermo. Necesitaba ayuda. No podía abandonarlo,
y no era tan simple como llamar a una ambulancia.
Él necesitaba ayuda, y pronto. Ella podía sentir sus emociones como si fueran las de ella.
No creía que quisiera lastimar a nadie. Él no le había hecho daño, la había protegido, y
también a Holly.
Había hecho el amor con ella. Juntos habían hecho el amor. La había hecho sentir libre.

Él inclinó la cabeza hacia ella y cubrió su boca con la suya. Ella no sabía que el tacto de
unos labios y la exploración de una lengua pudieran producir un placer tan profundo y
ardiente. El beso era más embriagador que el vino, un banquete rico en sensaciones.
Notó sus colmillos rozando sus labios. La excitación de su tacto ocultó su miedo o quizás
el miedo acentuó su excitación. Lo único que supo era que gimió frustrada cuando su boca
dejó la suya.
-No.
-Tranquila – susurró - sostuvo su cara entre las manos de modo que ella tuviera que
mirarle a los ojos. Brillaban intensamente a la luz de la luna como los de cualquier bestia
de la noche. -Esta noche eres mía, para complacerme.
La mirada de sus ojos exigía una respuesta, una aceptación.
-Soy tuya.
-¿Me deseas? ¿Quieres que mi cuerpo envuelva al tuyo? ¿Me deseas dentro de ti?
Quiero tu consentimiento.
Cogió su pelo negro entre sus dedos y tiró de su cabeza para llevar su boca de nuevo
hacia ella.
Este segundo beso fue muy intenso, pero él no dejó que durara mucho tiempo.
-Tenemos toda la noche - susurró sobre su boca.
Sus manos la rozaron ligeramente, mientras le besaba la garganta y entre sus pechos
comenzó a lamerle los pezones para pasar luego al ombligo y a los muslos. Dondequiera
que tocara ella estallaba en llamas. El calor se concentró debajo de su vientre, haciendo
que se arqueara insistente contra su cuerpo, pidiendo más.
Después notó un breve pinchazo cuando sus afilados dientes penetraron en su piel, el
placer fue tan intenso que ni siquiera notó el dolor, si debía darle una gota o dos de su
sangre con cada beso lo consideró un pequeño sacrificio para la explosión de éxtasis que
le causó. Sus dedos penetraron entre sus piernas, acariciándola hasta que pensó que
moriría por la tensión que experimentaba dentro de sí misma.
Sentía una ansiedad salvaje y sin poder evitarlo se abrió para él levantando las caderas.
Él se arrodilló entre sus piernas mirando hacia abajo hasta que ella le agarró los brazos
suplicante mientras le miraba fijamente.
Lo único que no podía ver eran sus ojos, porque él usaba gafas de sol. Su aspecto cambió
al sonreír y un destello de luz de luna brilló en sus colmillos.
-Reynard - exigió ella airadamente. ¿Qué demonios haces en mi sueño?
-¿Tu sueño? - contestó él - pensé que era mío.

Domini parpadeó y entonces se dio cuenta de que estaba de pie delante del parking del
motel, mirando el cielo. Las estrellas brillaban resplandecientes y durante un momento
no supo lo que sucedía.
Luego recordó que había sido un sueño. Un sueño que había compartido con Reynard.
¿Había sido eso o tal vez era un recuerdo de un pasado que habían compartido, dónde él
había salvado una ciudad, y ella había sido su recompensa?
Pero era él el que la necesitaba ahora.
¿Habían estado juntos antes? ¿Se emparejaban las almas?
Domini sacudió la cabeza con fuerza, no era el momento de tener pensamientos ni
teorías metafísicas, no cuando una criatura sobrenatural despedazaba el cuarto detrás
de ella, y podía despedazar el resto de edificio y la gente que estaba dentro. Él no había
atacado a nadie hasta ahora, pero su auto control en esos momentos era un hilo muy fino
a punto de romperse.
Recordó el sueño o la pesadilla o lo que fuera.
La pasión golpeó a través de ella con una emoción tan dura y real como si fuera una
tormenta bestial que había tomado total posesión de su cuerpo, de su sangre, y al
instante tuvo una visión de su piel cubierta de la sangre de ambos.
¿Que era real? ¿El placer del primer sueño, o la degradación del segundo?
No puedes vivir de los sueños, se recordó a sí misma severamente. La realidad es lo que
hay dentro de esa habitación.
Alexander Reynard la necesitaba.
Domini comenzó a caminar hacia la puerta, temblando como una hoja a pesar de su
determinación, pero ella había tomado una decisión libremente y sabía lo que tenía que
hacer.
Domini abrió la puerta y entró.
-Me necesitas- le dijo al vampiro, tendiéndole las manos. –Me necesitas y estoy aquí.

Capítulo 25
-¡No! –dijo negando con la cabeza aún antes de que la palabra saliera de su boca. ¡No
puedo!
-Al diablo con que no puedes – le contestó Domini.- ¿Crees que he puesto mi vida patas
arriba para que me digas que no? entérate que si alguien se está sacrificando aquí, soy
yo.
Avanzó lentamente para acercarse, mientras él retrocedía con cada paso que ella daba,
solo que Domini tenía ventaja porque la pared estaba a su espalda y Reynard no podía ir a
ninguna parte.
-Alexander - dijo sosteniéndole el rostro con las manos cuando él intentó marcharse de
nuevo. Su piel ardía debajo de las palmas de sus manos. – Eres un buen hombre y estás
sufriendo. Déjame ayudarte, quizá no sea la mujer que mereces pero estoy aquí ahora, y
me necesitas.
Él inspiró con fuerza y le dijo:
-No me perteneces.
-Soy tuya – le dijo firmemente.-Me entrego a ti. Lo que sea que te hayan dicho los
vampiros de mí no significa nada. No me preocupan los círculos mágicos ni las sociedades
secretas. No tienen nada que ver conmigo. No tienen nada que ver con nosotros.
-Tienen que ver conmigo.
-En este instante solo estamos tú y yo, aquí y ahora nada ni nadie existe.
-¿Sólo nosotros?
Le dolió oír su voz ronca llena de dolor.
-Sí, Alexander.
-No. Es muy peligroso. Vete.
Ella negó con la cabeza, luego dio un paso atrás y se quitó la ropa.
Alec no podía quitarle los ojos de encima, la miró con todos sus sentidos, el calor y la
suavidad de su piel le seducían, su perfume único tan dulce e intenso, de mujer. Estuvo a
punto de decirle de nuevo que no pero ella le sonrío y le tendió los brazos, dejando la
mente libre de barreras, ofreciéndose completamente, libremente. No sin miedo, sino
con determinación.
Y entonces él tendió las manos y la tocó.
Tenía la intención de ser suave, pero las intenciones no significaron nada, porque en esos
momentos necesitaba reclamarla, saber sin ninguna duda que era suya, se acercó y la
cogió en brazos para llevarla a la cama.
Domini se dio cuenta de la poca firmeza del colchón por la forma en que los muelles
chirriaron bajo su peso, luego notó la ligera colcha de felpa, pero en el momento en que
Alexander tocó su sensibilizada piel ya nada importó.
-No te resistas – le dijo en un susurro áspero.- Déjate llevar. No trates de correr. No
luches. No quiero hacerte daño.
Su advertencia no era reconfortante, pero dejó de pensar en ello en cuánto él la besó.
Sus besos eran ardientes y embriagadores.
Sus manos se movieron por su cuerpo, trayendo dolor y después placer en una
fascinante combinación. En ese momento, en ese lugar, con él, sabía que jamás habría
nada más perfecto. El miedo no existía, sólo el placer.
Él la tocaba por todas partes, de forma salvaje y a la vez delicada estimulándola. Sus
uñas se clavaban entre sus pechos como alfileres, haciendo que fluyera la sangre, luego
su boca encontraba cada diminuta marca para lamerlas y mientras la devoraba le
entregaba un placer infinito. Entonces notó que sus colmillos atravesaban su piel.
Domini cerró los ojos y se dejó ir, no opuso resistencia, solo se dejó llevar por la
sensación y mientras alcanzaba el orgasmo las llamas atravesaron su sangre derritiendo
sus huesos. Pero eso sólo era el comienzo.
El fuego la sació, la consumió y la llevó a la cima más alta para luego bajarla a un pozo
oscuro donde los latidos de sus corazones palpitaban al unísono, en un instante llegaba
hasta el sol y más tarde bajaba a las profundidades del abismo, se ahogaba casi sin
respiración y luego volvía a notar el fuego de la vida.
Poco a poco se dio cuenta de que sus corazones ya no llevaban el mismo ritmo, el de Alec
era cada vez más fuerte, lleno de vida y poder mientras que el suyo era ya un eco débil,
que se esforzaba por llevar el compás.
Se esforzaba por seguir vivo.
Entonces entendió lo que ocurría, una huella de miedo pasó a través de ella, como el
humo a través de la llama. El fuego pronto acabaría con ella, o tal vez la oscuridad, de
cualquier modo se consumiría. Se estaba muriendo.
No podía hablar ni tampoco moverse, su espíritu flotaba en un flujo de lava; De forma
lenta había ido perdiendo toda conciencia de su cuerpo, y aunque reunió toda la voluntad
de la que disponía no consiguió articular ni siquiera una llamada de auxilio, todo lo que
pudo susurrar fue su nombre.
Alexander.
Una imagen de chispas cayendo alrededor de él como si fuera lluvia se introdujo en su
mente, interponiéndose en el placer salvaje de alimentarse, el agua se convirtió en nieve
y en una ventisca que desafiaba su febril avaricia. La cólera se apoderó de él incapaz de
perder el placer abrasador y absoluto que le saciaba. Había olvidado el poder de la
sangre. El relámpago rojo. No había nada como eso en el universo.
Alexander.
La voz le llamaba en voz alta, pero era tan débil y apagada que casi no la reconoció.
Alexander.
Apenas reconocía su nombre, no quería reconocerlo, porque Alexander no era la bestia
que se alimentaba una y otra vez y seguía deseando más.
Alexander era...
El hombre que amaba a Domini.
¿Domini?
Eso le devolvió a la realidad, y también le llevó al orgasmo, intentó enfocar de nuevo la
vista y notó el cuerpo de Domini suave y laxo debajo de él, no recordaba haberla
penetrado, pero había tomado su cuerpo al igual que su sangre, uniéndose
completamente, había vertido su semilla dentro de ella y aún notaba su sabor en la
lengua.
Y ella se estaba muriendo.
Alec dejó escapar un grito de dolor, había tomado demasiada sangre y muy deprisa, y no
le había dado nada a cambio, ella se había ofrecido pero él debería haber rehusado.
Había perdido el control, y ahora podía perderla a ella sin haber tenido tiempo para...
Alexander.
Su voz sonaba aún más débil que antes.
Su nombre sonaba tan hermoso en su mente, pero oírlo como un pensamiento moribundo
destrozaba su alma.
¡Maldito idiota egoísta y estúpido! Alec levantó la cabeza, y notó como la niebla se
evaporaba dentro de su cerebro.
Se sentó en el borde de la cama y llevó a Domini hasta su regazo, apoyó su cabeza en su
hombro mientras la acunaba, luego retiró un mechón de pelo oscuro de su cara, no notaba
su respiración, y su palidez normal se había convertido en translucidez.
No disponía de mucho tiempo, y los únicos objetos cortantes que tenía eran sus garras y
sus colmillos, dio un mordisco rápido y fuerte a la vena de su muñeca izquierda y colocó
la boca de Domini debajo.
Bebe, le urgió cuando la sangre comenzó a fluir de la incisión. Bebe. Alec envió la orden a
su mente agonizante. Bebe, y vive. Por favor vive.
Esperó con la respiración contenida, lleno de miedo y culpabilidad.
¡Domini!
¿Alexander?
Su voz sonaba lejana y se desvaneció rápidamente.
Estoy contigo, le dijo a través de sus pensamientos. ¡Haz lo que te digo!
Mandón.
Alec se rió, aunque el miedo todavía le atenazaba. No discutas. Bebe, mi amor. Traga.
Hazlo.
No hubo ninguna respuesta porque Domini se hundió de nuevo en la oscuridad y Alec no
podía hacer nada más que esperar, rezar, y sangrar.
Acarició su garganta, esperando que eso le hiciera tragar, trató de encontrar su pulso,
pero tan sólo oía un revoloteo débil.
Qué diablos he hecho.
Domini levantó la cabeza despacio, su boca se abrió alrededor de la muñeca de Alec, y
comenzó a beber ferozmente para recobrar la vida.
Alec dejó escapar un suspiro, y se perdió en el placer íntimo de dar el mismo fuego que
había tomado.
Allí estaba la luz, y también una voz que la llamaba en voz alta a través de la oscuridad,
las llamas habían convertido en luz lo que antes eran solo tinieblas, ella gritó y la voz le
contestó, y era un sonido que no le ofrecía paz sino vida. Él la amaba.
Ella era Domini, y él era Alexander, su Alec, su zorro, y ella quería todo lo que era él.
Ella lo deseaba y él estaba dispuesto a dárselo.
Domini entró dentro del fuego, y se envolvió en él.
Notó una dulce pasión que llenaba sus sentidos y que se incrementaba de forma gradual,
pero Domini también fue consciente de otras cosas, de que una brisa fresca secaba el
sudor de su piel desnuda y de que un cuerpo fuerte y masculino la sujetaba muy fuerte
con el corazón latiéndole como un tambor, pero además de ese sonido oía otro muy
persistente que la irritaba y hacía que le dolieran los oídos. ¿Qué es eso?
¿Un teléfono?
Un teléfono. Sí.
Al cabo de un rato, paró.
Al poco tiempo volvió la oscuridad pero ahora era diferente, podía flotar en ella con la
mente y el cuerpo exhaustos pero saciados. Volvía a ser ella, estaba casi despierta, casi
consciente.
Lo suficientemente consciente como para saber que Alexander se movía alrededor de la
habitación cuando lo que deseaba es que estuviera a su lado, imaginaba que él quería
vestirse y era una lástima, porque no estaba lo bastante despierta como para protestar,
pero quería que él compartiera la cama con ella.
El teléfono volvió a sonar a la vez que se oyeron unos golpes en la puerta, entonces oyó
voces. Alexander preguntaba algo a gritos y alguien le contestaba, sintió un escalofrío, y
supo que él había abierto la puerta.
Alec tuvo que abrirle la puerta a los dos hombres, pero la bloqueó con su cuerpo.
Reconoció al Dr. Casmerek e imaginó que el otro debía ser el piloto.
Casmerek miró con atención por encima del hombro de Alec.
-¿Qué has hecho?
-Ella es mía - contestó Alec.
-Déjame entrar.
Él era un Guardián. Nadie se acercaba a su compañera. Si Casmerek no hubiera sido solo
un médico humano, las garras de Alec habrían aparecido, pero le fue imposible evitar que
salieran sus colmillos. El piloto fue lo bastante cuerdo para echarse atrás en la
oscuridad.
Casmerek no se echó atrás, sino que dio un paso hacia delante, hasta que Alec le puso
una mano en el hombro para impedírselo.
-¿Le has hecho daño? ¿Necesita una transfusión?
Alec le enseñó la muñeca.
-Ha tomado mi sangre. Y sólo tomará la mía.
Los ojos de Casmerek se abrieron de par en par.
-¿La has unido a ti? ¿En tus condiciones? Hazte a un lado, Alec – lo dijo de forma serena
pero a la vez autoritaria.- Hazlo por ella, sabes que no le haré daño, ella te ayudó, puedo
verlo. Ahora déjame ayudarla a ella.
Alec se echó hacia atrás, y el doctor entendió el gesto, pero aún así no dejó a Casmerek
cerca de su mujer, en lugar de eso, envolvió la colcha alrededor de Domini y la levantó en
sus brazos.
-¿El avión está esperando?
-Sí – contestó Casmerek.- Traje el suero nuevo. Iba a tratarte durante el vuelo.
-Pues no hay necesidad de cambiar el plan – dijo Alec saliendo de la habitación del motel.
La oscuridad le sentaba bien, no recordaba haberse sentido jamás tan vivo. Apretó a
Domini contra su pecho, tendría que agradecerle esa noche.
El doctor les siguió a través del parking.
–Mañana desearás estar en el infierno – le dijo, como si hubiera leído los pensamientos
de Alec.
-Tal vez
Alec echó un vistazo al piloto que esperaba entre las sombras, apoyado sobre una
camioneta que llevaba "Aeropuerto Vista Salinas" pintado en la puerta. El motel y el
aeropuerto eran propiedades del Clan, y los humanos que trabajaban allí no solo estaban
bien pagados sino que además eran amigos completamente leales al Clan.
Alec subió al camión mientras colocaba a Domini en su regazo.
-Vamos – dijo con superioridad, como solo un Guardián podía hacerlo, y fue obedecido.

Capítulo 26
Sabía que se llamaba Domini; Todo lo demás estaba borroso dentro de su mente.
El aire olía a pino, era una sensación muy gratificante sentir ese aroma fresco y dulce, a
bosque. Recordaba haber oído gotas de lluvia sobre el cristal en ese estado que da la
semiinconsciencia de pasar de un sueño a otro.
La cama era grande, el colchón blando y la ropa de cama muy suave, y olía a lavanda. Pero
ésa no era su cama.
Al fin logró abrir los ojos. Era una habitación muy bonita, pero no le era familiar,
consiguió ver marcos de madera colgados de una pared color crema y las cortinas que
revoloteaban movidas por la brisa que entraba por la ventana ligeramente abierta, el aire
traía olor a pino y tierra mojada, también pudo ver una lámpara en la mesita de noche, la
encendió y descubrió que llevaba puesto un camisón de algodón con mangas largas,
bordado en la parte delantera y bastante pasado de moda. ¿Y que importaba eso?
Cuándo trató de incorporarse, pareció ver fuegos artificiales golpeando en su cabeza y
en sus ojos, que hubieran sido realmente bonitos sino fuera por el dolor que le producían.
Se dejó caer de nuevo sobre los gruesos almohadones y yació en silencio. Tal vez no
estaba preparada para levantarse todavía.
Durante unos instantes dejó que ese pensamiento la reconfortara, pero luego por pura
terquedad intentó volver a levantarse, pero esta vez lo hizo mucho más despacio. Aún le
dolía la cabeza pero al menos esta vez estaba preparada para hacerle frente, había una
puerta al otro lado de la habitación y tenía intención de salir por ella.
Las preguntas comenzaban a formarse dentro de su cabeza, y quería respuestas. No iba
a quedarse en la cálida cama de una preciosa habitación, lejos del humo, la contaminación
y el calor de Los Ángeles.
Quería irse a su casa.
La soledad la hirió como si fuera un cuchillo afilado y el dolor era aún más fuerte que el
de su cabeza.
Quería a Alexander Reynard. Alec. Su Alexander.
-¿Dónde está Alexander?
Como si esas palabras activaran un hechizo mágico, la puerta se abrió y un ángel con el
pelo de color negro azabache entró. Era realmente hermosa, alta, delgada, elegante, con
unos ojos color verde jade y un pelo largo y negro que parecía de raso. Se acercó hasta
ella y entonces pudo ver el anillo de oro con un rubí en su dedo.
Domini se preguntó lo que tenía que hacer ¿Tal vez hacerle una reverencia o besarle el
anillo?
-Soy Lady Anjelica – dijo la mujer con voz aterciopelada. – Matriarca del Clan Reynard.
Sé bienvenida a mi Ciudadela.
-Ajá - dijo Domini, inclinando la cabeza lentamente, preguntándose si la mujer había sido
consciente de lo tontas que habían sonado sus palabras.- ¿Y en que siglo estamos
viviendo aquí dentro?
La otra mujer se rió.
-Vivimos en la actualidad. Supongo que el título suena raro para alguien que no está
familiarizado con nuestras costumbres. ¿Te tranquilizaría saber que en los años sesenta
me conocían como Lady sexy?, por supuesto eso fue mucho antes de que nacieras, aunque
te pareces mucho a tu abuela. Fuimos realmente un par...
-¡Para! ¡Para! ¿Cómo dices? – dijo haciendo un movimiento brusco que acentuó su dolor de
cabeza, pero la confusión era peor que el dolor- No conoces a mi abuela, no pudiste
conocerla. Eres un vampiro; Lo sé.
Lady Anjelica asintió con la cabeza.
-Pues claro que sabes que soy vampiro. Tú y Alec habéis estado muy ocupados – le dijo –
aunque hubiera preferido que no os hubierais unido antes de hablar con vosotros, pero el
Dr. Casmareck me ha dicho que eso fue lo que ayudó a Alec y te lo agradezco. Pero lo que
no sabes es que su sangre comienza a cambiarte.
Domini no entendía lo que le había dicho Lady Anjelica, no conseguía recordar nada
después de haber visto el anillo. Su anillo. Alexander –Por su mente pasó como un
relámpago una imagen de Alec retorciéndose de dolor, perdiendo el control, necesitaba
estar con él.
-¿Dónde está Alexander? ¿Dónde está Reynard?
Una apariencia de preocupación cruzó la cara de Lady Anjelica.
-Se pondrá bien – dijo para apaciguar a Domini. –Podrás verle cuando esté mejor.
-Necesito verle ahora.
-Entiendo.
Su expresión era de comprensión pero Lady Anjelica se quedó delante de la puerta, eso
no le impidió intentar salir por ella, pero ella no se movió y sabía que si intentaba
detenerla no podría hacer nada, porque además del intenso dolor de cabeza, sentía todo
su cuerpo débil y agotado.
-¿Pero que sucedió? - preguntó. -¿Por qué me siento así? ¿Dónde estoy? ¿Lo que
sucedió...?
-Son buenas preguntas – le dijo lady Anjelica. – conseguirás darle respuesta a la mayoría
en cuanto descanses y comas, necesitas comer mucho para recuperar las fuerzas.
-Las parejas hacen siempre eso para...
¿Qué término exacto sería el que utilizaban los vampiros?
-...¿Alimentarse?
Domini se sentó en el borde de la cama. Se sentía mareada, confundida, y además tenía
ganas de vomitar.
-¿Cuanto se toma? ¿Algo más de un litro por pareja?
-Creo que necesitas dormir – le contestó Lady Anjelica.
Pero a pesar de su tono suave Domini sabía que no era una sugerencia sino una orden.
-No hagas eso. No me gusta cuando hacéis eso – dijo con la voz cada vez más apagada.
-Es por tu bien.
-Hablas como Alexander.
-Soy su madre.
-Pues parece más una hermana.
-Gracias. Te explicaré más cosas luego. Duerme ahora – le dijo mientras la ayudaba a
recostarse en la cama.
Domini no pudo mantener por más tiempo los ojos abiertos.

Cuándo volvió a despertarse, se sentía mucho mejor, pero eso no la reconfortaba porque
había algo que no recordaba, pero presentía que era malo. Iba a pasar algo, y era algo en
lo que no quería ni pensar.
Esta vez no apareció nadie cuando se levantó. Encontró ropa pulcramente doblada al pie
de la cama y un cuarto de baño que tenía gel con aroma a vainilla y toallas grandes y
esponjosas.
Las ropas se amoldaban perfectamente a su cuerpo, desde la ropa interior hasta la falda
negra larga y ajustada, la camisa de seda verde pino, y los zapatos negros. Desde luego
se sentía mucho mejor con la ropa limpia, se sentía más capacitada para hacerle frente a
los vampiros que esperaban detrás de la puerta.
Bueno, no estaba tan segura de querer hacerle frente a la madre de Alexander, no solo
porque era la reina de los vampiros, o lo que fuera ella en realidad, sino porque además
era encantadora, y maravillosa. ¡Y además era la madre de Alexander Reynard, por el
amor de Dios!
Desgraciadamente no había tenido padres durante mucho tiempo como para saber lo que
eran ese tipo de relaciones, pero presentía que la única forma de acercarse a Alexander
era a través de su madre, así es que tarde o temprano tendría que hablar con Lady
Anjelica.
Domini giró el pomo de la puerta y se sorprendió al comprobar que la puerta no estaba
cerrada con llave, o tal vez se sintiera algo decepcionada, porque eso hubiera probado
que era una prisionera. ¿Había sido llevada allí en contra de su voluntad, verdad? Por
orden de Lady Anjelica, su memoria estaba aún un poco borrosa pero de lo que si estaba
segura era de no haberse ofrecido voluntaria para ser “invitada” a su Ciudadela.
Domini salió del dormitorio y se encontró con una escalera de madera, por debajo del
pasamanos se veía un mobiliario, alfombras y una decoración mucho más acorde de las
cabañas de madera del norte que con un Castillo vampiro tipo película de Hollywood. Por
supuesto, la casa de Reynard en Los Ángeles era normal también. Aunque claro también
habría preconcebido algunas ideas cuando había oído llamar al lugar Ciudadela. No había
ni telarañas ni ataúdes a la vista en esa parte de la casa, pero sí unos grandes ventanales
con vistas a un lago.
-¿Pero así es como tenía que ser no?
Domini se dio la vuelta y se encontró a su lado a Lady Anjelica apoyada en la barandilla.
Iba vestida con unos pantalones grises y una túnica de terciopelo roja y gris, llevaba el
pelo suelto y tenía una expresión traviesa en su cara.
-¿Disfruta provocando ataques al corazón a la gente, verdad? – preguntó Domini.
-Pues sí – contestó Anjelica. La tensión alta hace que la sangre de mis victimas tenga un
cierto efecto burbujeante... sólo es una broma, estaba bromeando –dijo tocándole el
hombro.- No me mires con esa expresión horrorizada, la gente de hoy en día no tiene
ningún sentido del humor.
-En este momento no. Este lugar es muy bonito – agregó Domini.
-Me alegro de que te guste.
-¿Puedo salir?
-Ven conmigo – dijo Anjelica ignorando la petición de Domini. - Necesitamos hablar- Bajó
las escaleras y luego giró a la izquierda para llegar a un largo pasillo.- Esta es mi salón
preferido por las mañanas – le dijo Anjelica cuando llegaron a una habitación grande al
final del vestíbulo.
La decoración de esa habitación era más femenina a pesar de que predominaban los
colores fuertes, la iluminación era tenue, y el mobiliario era de cuero, había un par de
sillas, un sillón y una mesa en medio de la habitación. El fuego destacaba en la chimenea
de mármol blanco sobre la que había portarretratos, había además un escritorio pegado
a la pared y más sillas, además de una magnífica alfombra china de color azul y blanca.
-Esta habitación está preciosa a estas horas, aunque a mí no me gusten mucho las
mañanas – le dijo Anjelica.
Domini se dio cuenta de que la conversación de Anjelica la tranquilizaba, pero lo que
realmente llamó su atención fue el maravilloso olor a comida sobre la mesa.
Anjelica se dirigió directamente hacia la mesa y Domini la siguió, sobre la mesa había un
banquete servido en fina porcelana china.
Domini señaló una cafetera.
-¿Eso es café?
-Pensé que te gustaría desayunar.
-Sí.
-Siéntate.
Domini se sentó en una de las sillas de cuero, y sirvió dos tazas de café, cogió la suya,
tomó un buen sorbo, y luego lo saboreó.
-Delicioso.
-Prueba el zumo de naranja – le dijo Anjelica. - Hay huevos, tocino, y embutido. No te
preocupes por el colesterol necesitas tomar muchas proteínas, mientras te contaré
algunas cosas, porque me imagino que querrás saberlo todo, te contestaré a todas las
preguntas que quieras hacerme.
Lo único que quería saber Domini era donde estaba Alexander y si estaba bien, pero
antes de que pudiera preguntarle, Lady Anjelica le dijo:
-Debería hablarte sobre Alec, y también algo sobre los Guardianes en general. Come
mientras te lo explico.
Domini cedió a la curiosidad y al hambre y dejó que siguiera con la conversación.
-Los Guardianes son los vampiros masculinos adultos. Son posesivos, orgullosos, fuertes,
territoriales, apasionados, tercos, protectores y arrogantes. Pueden ser los hombres
más maravillosos del mundo o bien unos completos gilipollas. Hay más vampiros machos
que hembras, así es que hay muchos Guardines que tienen relaciones sexuales con
mujeres humanas, algunas veces esas relaciones son muy largas, y si llegan a consolidarse
estas uniones son permanentes a nivel mental y físico. Estos Guardianes y sus mujeres
comparten sangre y energía psíquica, lo cual aumenta la duración de vida de estas
mujeres y sus poderes psíquicos para llegar a equipararse con la duración de vida de un
vampiro y en raras ocasiones estas mortales pueden llegar a transformarse en vampiros,
este cambio no les reporta la inmortalidad porque los vampiros no somos inmortales,
aunque vivimos mucho más que los humanos. Pero bueno ya te explicaré otro día más
detalladamente nuestra fisiología, y también algo de nuestra historia.
-Vale – dijo Domini – Pero ahora hábleme de Alexander y de mí.
En ese momento recordó que ella le había ofrecido su sangre, y que él a su vez la había
compartido con ella.
-Así es, aunque él tomó más sangre de la que debería haber tomado. Él te ama – le dijo
Anjelica – Eso fue lo que hizo que parase antes de que fuera tarde.
-Ya me he acostumbrado a que me lean la mente, pero aún sigue sin gustarme.
Lady Anjelica no se disculpó por la intrusión, pero le dijo:
-Pronto desarrollarás barreras mentales.
-Estupendo. Siga.
-Lo que ha ocurrido entre Alec y tú es el desarrollo normal de una pareja destinada a
unirse, sin embargo las condiciones no son normales del todo.
El temor volvió a surgir dentro de Domini. Apenas podía creer en vampiros y en ese tipo
de uniones, pero desde luego creía en el amor profundo que sentía dentro de corazón.
-¿Me está diciendo que su hijo y yo no podemos estar juntos? ¿Que no aprueba nuestra
unión? -Domini no se dio cuenta de la ironía de sus palabras, porque hasta hacía unos
pocos días la que no estaba segura de su relación era ella.
-No es cuestión de que yo lo apruebe o lo desapruebe – le dijo Lady Anjelica. – El
problema podría surgir cuando la Matriarca del Clan Corvus averigüe que su nieta se ha
unido a un Guardián del clan Reynard sin ningún contrato anterior entre clanes - Domini
la miró boquiabierta. – Claro que esto no es una cuestión de trabajo, así es que estoy
segura de que Cassandra Crowe y yo llegaremos a un acuerdo, al fin y al cabo Mirlo es
una mujer razonable.
Domini miró a la Matriarca, mareada y confusa, sabía que su abuela se llamaba
Cassandra, y que su apodo era mirlo.
-¿De qué diablos está hablando?
Anjelica bajó su taza de café.
-Déjeme antes explicarte algunas cosas acerca de los Clanes, hay varios tipos de
vampiros, con culturas muy diferentes. Los Clanes siempre han estado estrechamente
ligados con la humanidad, nos gustan los humanos y no sólo para alimentarnos, porque
aunque necesitamos beber sangre, no tenemos que matar para satisfacer ese hambre, de
hecho ya ni siquiera tenemos que beber sangre humana aunque la preferimos. En realidad
hay razones médicas para esas preferencias, y por eso tenemos a investigadores
trabajando en esa conexión.
-Los Clanes hacemos lo imposible por el bienestar de los humanos, siempre ha sido así y
será así siempre. Hay una unión antigua, sacra entre nosotros y los humanos; hace mucho
tiempo fuimos tratados como dioses por la humanidad, los protegíamos e impartíamos
justicia, pero algo cambió y pasamos a ser perseguidos y cazados, pero aún así nuestros
votos de proteger a la humanidad siguen vigentes.
-Pasamos a la clandestinidad, y cada uno de los Clanes antiguos tomamos el nombre de
criaturas que los humanos necesitaban pero odiaban. Nos convertimos en las serpientes,
los lobos, los zorros, los cuervos, los chacales, etcétera. Llevamos los nombres de los
animales que los humanos desprecian y los llevamos con ironía pero también con orgullo.
Al fin y al cabo nadie puede decir que los vampiros no tengamos sentido del humor.
-Corvus18- siguió ella – son el clan Crow, como Reynard es el zorro, chacal es Shagal,
etcétera. Su abuela está en el Clan del cuervo.
Domini quiso protestar, pero no lo hizo porque si no Anjelica no acabaría nunca con su
historia.
-Como hay menos mujeres vampiros que hombres, raramente se da el tipo de uniones que
tienen los Guardianes, pero en el siglo anterior algunas de nuestras mujeres tuvieron
este tipo de uniones hasta que tuvieron que hacerse cargo de sus responsabilidades
como Matriarcas de sus Clanes. Hace tiempo, Cassandra Crowe tuvo un amante humano.
-No.
Anjelica ignoró la débil protesta de Domini.
-Vivieron juntos durante varias décadas. Tuvieron un hijo. Normalmente este tipo de
descendencia no tiene ninguno de los poderes de los vampiros, podrían tener algún don
psíquico, pero la mayoría son completamente humanos. Tu padre era humano, Domini,

18
Cuervo en latín (N. de la T.)
pero algunas veces estos poderes pasan una generación – Anjelica hizo una pausa. –Tú no
eres completamente humana, Domini.
-Esto es el colmo. Quiero irme de aquí ahora mismo.
Domini se levantó y fue hasta la puerta. De ninguna manera, nadie iba a decirle que ella
era un vampiro.
¡Domini! Regresa ahora mismo.
La orden de Anjelica se enroscó a través de ella como si fuera un látigo. Domini se opuso
al deseo de obedecer y siguió caminando sin detenerse.
-Nadie va a desobedecerme en mi casa.
-No apuestes por eso – le dijo Domini.
Tuvo que utilizar toda la fuerza de voluntad que poseía para coger el pomo de la puerta,
fue lo más duro que había hecho en su vida.
Y cuando por fin consiguió abrir la puerta, vio a Alexander que entraba en ese momento
en el salón. Él la agarró, y la llevó en volandas a través de la estancia.
-¿Qué es lo que pasa? – preguntó manteniendo a Domini agarrada del brazo, entonces
Domini lo abrazó.
-¿Madre? - dijo, acercándose a ella - ¿Qué diablos le has hecho a mi mujer?
Capítulo 27
-Le estaba diciendo la verdad – dijo Anjelica – De todas formas tengo que contártelo a ti
también, así es que me alegro de que hayas decidido unirte a nosotros.
Alec se dio cuenta de que su madre estaba furiosa, primero porque había entrado en la
habitación sin pedirle permiso y segundo porque le había hablado de forma grosera.
Pero realmente en esos momentos no le importaba. Aunque ella era la Matriarca del Clan
no tenía derecho a tratar así a su compañera, había sentido claramente el dolor de
Domini y aunque aún estaba bajo los efectos del sedante que le había administrado el Dr.
Casmereck, sentir su agitación había sido suficiente para salir en su ayuda.
Pero desde luego no había imaginado que el desasosiego de Domini hubiera sido causado
por su madre.
-Solo ha sido una reacción desmesurada de Domini - dijo su madre - Le estaba
explicando algo de su familia, y se lo tomó mal.
Alec miró a su madre completamente perplejo.
-¿De su familia?
-Aparentemente su abuelo ha estado ocultándole algunas cosas y a lo mejor es eso lo que
más le molesta ¿No es así, Domini?
Domini se desasió rápidamente del brazo de Alec para enfrentarse a Anjelica.
-¡No soy un vampiro! – declaró ella.
Alec notó el dolor que había en su voz como si fuera suyo, y se recordó a sí mismo que
ella aún no sabía nada acerca de los vampiros, y desde luego no ayudaba que casi la
hubiera matado hacía tan solo unas pocas noches.
-Por supuesto que no eres un vampiro – le dijo mientras intentaba serenarla. – Estamos
unidos pero eso no significa que vayas a transformarte.
-Sí que lo hará – dijo su madre interrumpiéndole, luego le lanzó una mirada severa. – El
Dr. Casmerek le ha hecho pruebas de sangre para comprobarlo. ¿Por qué piensas que Los
Puristas la persiguen?
Con todo lo que había ocurrido, Alec casi había olvidado que los Puristas habían atacado a
la mujer que amaba. Colocó sus manos sobre los hombros de Domini y luego la miró
fijamente.
-¿Hay algo de ti que no me hayas contado?
Su mirada se encontró con una totalmente furiosa.
-¡Por supuesto que no!
-Ella no tenía ni idea de sus orígenes – le dijo Anjelica.
Si Domini tenía linaje de vampiro, entonces las posibilidades de su unión podrían
alterarse drásticamente. Alec no se atrevió a dejarse llevar por la esperanza de que así
fuera. Tener una compañera ya fuera vampiro o humana, era más de lo que muchos
Guardianes podían ni siquiera soñar. Tener a Domini como su compañera era aún mejor.
Pero...
Alec miró hacia donde estaba su madre.
-¿Estás segura? ¿Cómo...?
-Yo ya lo sabía antes de que el Dr. Casmerek le hiciese las pruebas. ¿Por qué piensas que
la mandé llamar?
-No tengo ni idea, sólo sé que lo ordenaste y yo te obedecí – dijo, y en sus palabras se
notaba que odiaba que cualquiera interfiriera en sus asuntos privados.
-Sentaros – le dijo a ambos. –Y os lo explicaré.
Sentía la furia de Domini, pero sabía que si la soltaba ella intentaría marcharse de nuevo,
luego su Matriarca le ordenaría que la detuviera, él lo haría, y discutirían otra vez.
Para evitar esa discusión, intentó calmar su cólera contra Angélica, hizo sentarse a
Domini a un lado y a su Matriarca al otro.
-Anthony Crowe sabía que la Matriarca del Clan del cuervo y yo siempre hemos sido
amigas – dijo Anjelica cuando se sentó. – Como nadie en su Ciudadela sabía dónde se
había ido de vacaciones, él llamó aquí para preguntar si yo lo sabía. Le dije que si una
Matriarca no quiere ser molestada, otra Matriarca no va a hacerlo, a menos que hubiera
una amenaza inminente para su Clan – le echó una media sonrisa a Alec. - Cuando le
pregunté que era lo que quería de ella, Anthony me lo contó todo, que tú estabas
involucrado con una joven llamada Lancer que se parecía asombrosamente a mirlo, que los
Puristas estaban en activo otra vez en Los Ángeles y que parecían tener un especial
interés por ella. Él no sabe nada de la vida de mirlo entre los mortales, pero yo sí.
Entonces supe quién debía ser Domini y te envíe a por ella...
Alec seguía estando molesto por la interferencia de Anjelica, pero también sentía
curiosidad.
-¿Si es del Clan del cuervo porque no se la enviaste a ellos?
-Porque ya tenía algo pensado para ella.
Él miró a su Matriarca con el ceño fruncido.
-Aparte de ser mi compañera, imagino.
-Sí.
-Pues ahora estoy aquí – dijo Domini interviniendo en la conversación. ¿Qué quiere de mí?
– le preguntó a la Matriarca.
Anjelica miró directamente a Domini.
-Quiero que le hable a los cazadores sobre los Puristas.
Después de un momento, Domini dijo:
-Sí claro- dijo girándose hacia Alec. ¿Esto tiene algún sentido para ti?
-Tal vez veas el sentido de todo esto cuando conozcas los hechos – dijo Alec intentando
reconfortarla.
-Explícaselo tú, Alexander – le dijo Anjelica.
La ansiedad y la cólera de Domini iban a peor, y ella proyectaba todos sus sentimientos
con mucha fuerza; se preguntó si Domini sentía su posesividad, y la ira que sentía hacia
su Matriarca por su intromisión.
Él no quería hablar. Sólo deseaba subir con ella hasta una habitación y acariciarla,
besarla y amarla hasta que ambos estuvieran ciegos, sordos, y mudos y su lujuria se
hubiera saciado. Y luego quería comenzar de nuevo.
En lugar de eso, reprimió el deseo y dijo:
-Es algo normal en cualquier sociedad. Dónde hay vampiros, hay cazadores de vampiros.
No todos los vampiros son buenos. No todos los cazadores son tan malos como los
Puristas. Hay una tregua tácita entre nosotros desde hace muchos siglos. Cazan a los
vampiros que se comportan como monstruos, aunque la mayoría de vampiros odian a los
cazadores por las persecuciones del pasado. Hay mala sangre por ambos lados, y ninguna
confianza real. La situación es siempre tensa entre nosotros.
-Los Puristas son unos fanáticos que rinden culto a los antiguos cazadores. Se mantienen
leales a la doctrina original del cazador, que pensaban que los vampiros eran el epítome
del mal y por tanto todos debían ser destruidos.
-Y de ahí viene el nombre de Puristas- sugirió Domini.
-Eso es, mi amor.
¿Y llevan razón?
Alec percibió el pensamiento de Domini, y se dijo a sí mismo que no podía culparla por
que esa clase de cavilaciones cruzaran su mente. Él intercambió una mirada con su
madre, y vio que ella también lo había oído.
-¿Puedo decirte realmente como somos? – preguntó Anjelica. Y puesto que ella era la
dueña y señora de todo cuanto pisaban sabía que la pregunta solo era una figura
retórica. - No somos seres sobrenaturales. No fuimos creados por un pacto con el diablo,
o cualquier otra tontería mitológica. Hemos existido desde el principio de los tiempos
junto a los humanos, solo que descendemos de una rama ligeramente diferente del árbol
de la evolución.
Esta explicación antropológica hizo que Domini prestara total atención a sus palabras.
-¿De verdad? ¿Cómo? ¿Cómo lo sabes?
Anjelica estaba igualmente entusiasmada por poder hablar de ello.
-Hay una leyenda acerca de dos hermanas. Los vampiros han mantenido viva esta leyenda
durante miles de años. Cuenta que en el comienzo de los tiempos, un par de hermanas
gemelas nacieron en el corazón del mundo, en África. Una hermana vivía durante el día,
pero temía la noche, era físicamente más débil que su gemela, pero muy fértil. Ella fue la
madre de los humanos. La otra hermana fue dotada con una vida larguísima, pero no era
tan prolífica. La noche era suya, y además se le otorgaron otros muchos regalos, pero
ella temía la luz del día, porque tenía el poder para matarla. Ella fue la madre de los
vampiros. Hay una gran cantidad de hechos comunes entre nuestras leyendas de origen.
¿Sabes algo sobre Eva?
-¿Adán y Eva? – adivinó Domini. – Te refieres al estudio que ha rastreado el ADN
durante miles de generaciones, hasta la madre del primer homínido que fue la madre de
todos nosotros. Algunos científicos, y los medios de comunicación, la llamaron Eva.
-Ya veo que te gusta el Discovery Channel – murmuró Alec.
-Sí – contestó Domini. – Y además tengo mucho interés por la antropología.
Anjelica sonrió con satisfacción ante el interés de Domini.
-Me refiero a esa Eva precisamente. Los científicos humanos ubicaron sus orígenes
humanos en esta mujer primitiva del homínido. Y nosotros hemos conseguido ubicar en la
misma fuente de ADN a nuestra antepasada la hermana de Eva.
-Todo esto es muy interesante – dijo Alec. -Pero a Domini y a mí nos gustaría estar un
rato a solas.
Anjelica levantó la cabeza con regio orgullo.
-Domini necesita saber que no hay pruebas científicas de que ni ella ni nosotros somos ni
demonios ni monstruos.
-Estupendo. Me alegro de que lo hayáis resuelto entonces.
Él era consciente de que Domini estaba todavía incómoda, pero sólo el tiempo y la
experiencia despejarían sus dudas. De hecho él seguía teniendo serias dudas acerca de
la explicación científica de los vampiros, pero si eso ayudaba a Domini, entonces él no iba
a decir lo que pensaba.
-¿Ahora que ya le he explicado quienes son los Puristas, nos dirás porque quieres que
Domini hable con los cazadores?
-Porque los cazadores se sentirán más cómodos hablando con una humana acerca de
nuestro mutuo problema con los Puristas. Necesitamos desesperadamente un enlace
entre nosotros y creo que Domini sería la persona ideal para ambas partes, hay una
creciente tensión entre los cazadores y la rama de los Puristas, sobre los últimos
ataques, y muchos de los nuestros están volviendo a la vieja creencia de que el único
cazador bueno es uno muerto. Lo importante es evitar una guerra que está empezando y
Domini puede ayudar a detenerla. El destino nos la ha enviado en el momento que más la
necesitamos.
-La necesito – declaró Alec -Ella es mía.
-La ayuda de Domini es necesaria para todos los Clanes – siguió Anjelica. – He llamado a
Convocatoria- dijo mirando el reloj de pulsera de oro en su muñeca. – He estado
planeándola durante semanas, para que comenzara esta noche. Los invitados han estado
llegando de todas partes del país, desde hace varios días.
-¿Convocatoria? – preguntó Domini a Alec.
-Es una mezcla entre una fiesta, un ritual religioso, y una reunión de directores de alto
standing – le explicó. – Por lo general es una fiesta bastante divertida - Aunque en esos
momentos no tenía interés alguno por socializar; Solo deseaba estar a solas con Domini. –
Es muy divertido para los que no tienen que trabajar - agregó con una inclinación de
cabeza, en un gesto de respeto hacia su madre.
Y Anjelica así lo interpretó.
-Tengo invitados a los que saludar – dijo ella. –Además de un discurso que terminar de
escribir.
Alec se levantó de la silla, llevándose a Domini con él.
-Te dejaremos para que puedas acabar tu trabajo- dijo Alec, sacando a Domini de la
habitación antes de que Anjelica pudiera contestar.
Alec oyó la risa de Anjelica en su mente.
Llévatela al mirador allí podréis estar solos.
Es una sugerencia excelente. Luego Alec le dio las gracias telepáticamente y le dijo a
Domini:
-Ven te enseñaré el huerto y el lago.
A Domini le encantó la idea, porque le daba la oportunidad de revisar el área, al fin y al
cabo había sido entrenada para encontrar todas las entradas y las rutas de escape, allí
donde estuviera.
-Te sientes mejor ¿verdad? – le dijo cuando salieron a la luz del día.
Estaba nublado, hacía un poco de frío pero el aire tenía un aroma a pino muy
refrescante. Alexander tomó su mano, lo que hizo que se sintiera segura y su cuerpo se
llenara de deseo.
-¿Porqué lo crees? – le preguntó, mientras acercaba su mano hasta sus labios para besar
cada uno de sus dedos.
Durante un momento Domini no logró concentrarse en nada que no fueran las sensaciones
que despertaba esos besos.
-Porque no tienes puestos las gafas de sol – dijo – Y te ves muy... Bien – dijo sin poder
encontrar una descripción adecuada.
Su cara ya no parecía mortalmente delgada y el destello de sus ojos era malicioso, pero
no salvaje. No había signos de dolor o debilidad en su cara, justo lo contrario, exudaba
confianza, fuerza, orden, y atractivo por cada poro de su piel. Hacía que su corazón
corriera a toda velocidad y que sus rodillas se debilitaran, mientras el deseo barría todo
su cuerpo. Y él lo sabía.
-Guardianes - masculló Domini.
-Umm.
Ella había pasado mucho tiempo cerca de estrellas de cine, y otros hombres que sabían
de su atractivo sexual y carisma, siempre le habían dicho que el poder era erótico para
algunas mujeres, y de hecho había visto a muchas de ellas ser atraídas por el perfume
del poder, pero jamás lo había entendido hasta ese momento.
Alexander Reynard se quedó allí en medio del precioso paisaje sonriéndole, sabiendo de
la enorme atracción que ejercía sobre ella.
-Eres impresionante - dijo ella.
Él la acercó a su cuerpo.
-Y a ti te gusta.
Ella puso los brazos alrededor de su cuello, mientras acariciaba su hermoso pelo oscuro.
-Y a ti te encanta que me guste.
Él comenzó a acariciarle las caderas, la cintura y a recorrer su espalda de arriba abajo,
pegándola completamente a su cuerpo para que fuera consciente de su erección.
Por fin respiró profundamente y la alejó de él.
-No podemos quedarnos aquí – le dijo.
-¿Por qué?
-Porque pueden vernos por cada una de las ventanas de la parte trasera de la casa.
Domini echó un vistazo por el enorme edificio de tres plantas.
-Y eso son muchas ventanas
-Bajemos por el lago.
Rodeó con el brazo sus hombros y la llevó por un camino lleno de flores y hasta cruzaron
por puentes de madera un par de veces.
Domini vio parte de otros edificios a través de los árboles.
-¿Como es de grande este lugar?
-Tenemos algunos acres, y bastantes edificios. Hay un pequeño colegio privado con una
residencia para adolescentes, que cubre las necesidades del Clan.
-¿Cuántas personas viven aquí?
-La mayor parte de nuestro Clan no vive usualmente aquí, pero con La Convocatoria hay
muchos invitados.
-¿Dónde estamos?
-A orillas de Lake Coeur D'Alene – dijo contemplando las montañas que se extendían por
todo el horizonte. –Es muy bonito, ¿verdad?
-Sí. ¿Cómo vinimos?
-En un avión privado primero y luego en helicóptero hasta el helipuerto de la Ciudadela.
Tenemos varios helicópteros y aviones, nuestro Clan dispone de una saneada economía.
-¿Tesoros medievales? – aventuró ella.
-Acciones en empresas farmacéuticas, en su mayor parte. Y empresas médicas como
Biotech, que opera en la investigación genética.
-Que humanitarios.
-En parte.
Cuando dejaron el camino se toparon con un hombre sentado en un banco debajo de un
viejo y enorme pino.
Alec se sobresaltó como un niño que ha sido atrapado robando caramelos.
-Dr. Casmerek – dijo Alec. –Bueno tú ya le conoces – le dijo a Domini – solo que no lo
recuerdas.
-Parece que he olvidado un montón de cosas – masculló Domini.
-Te he estado esperando, Alec. Me alegra volver a verla, Señora – le dijo el doctor
tendiéndole la mano.
Domini casi se rió cuando se dio cuenta de que el doctor estaba más interesado en
tomarle el pulso que en saludarla y aunque era consciente de que a Alexander no le
gustaba que la tocara ningún otro hombre, ella dejó que el médico hiciera su trabajo.
Un momento más tarde ya no lo encontraba tan divertido, al darse cuenta de que no solo
a Alexander le molestaba que le tocara otro hombre, pero el examen del doctor fue
rápido e impersonal.
Enseguida dio un paso atrás y dijo:
-Usted se encuentra bien. En cuanto a ti - dijo, mirando severamente a Alexander,-
dejaste en el hospital la mitad de las vacunas.
-¿Vacunas? - Domini le echó a Alec una mirada preocupada. – Pensé que estabas mejor.
-Y así es – dijo Casmerek -Pero aún necesita completar el tratamiento para las alergias.
-El ajo, la madera, la plata, ese tipo de cosas – añadió Alexander.
Domini se frotó la muñeca, recordando el brazalete que le había irritado la piel hacía
algunos días. – La plata me molesta algunas veces - dijo. -¿Espera un minuto, pensé que
los alérgicos a la plata eran los hombres lobos?
-No – contestó Alexander. – pero sí los vampiros.
-Si quieres estar completamente bien esta noche - dijo el Dr. Casmerek - Entonces
tendrás que venir conmigo ahora mismo.
Alec se sintió completamente frustrado. Quería estar con Domini. Pero Casmerek nunca
cancelaría una sesión de vacunación sin una buena razón, y si decía que necesitaba el
resto de inyecciones, es que las necesitaba.
-Bien, doctor. Déme solo un segundo - Tomó las manos de Domini y las besó despacio
antes de dejarla ir. - Te veré esta noche. Hazme un favor, cariño – dijo besándole la
mano por última vez. – No te vistas de negro para la fiesta.
Capítulo 28
-Pero si me dijo que no vistiera de negro- le dijo Domini a Maja cuando bajaban por las
escaleras. Ella hizo una pausa para mirar la habitación de abajo, y Maja se paró al lado
de ella. -¿Ves a alguien que lleve algo que no sea de color negro?
-No- Maja llevaba puesto un vestido de terciopelo negro de mangas largas, muy
elegante, muy...Morticia Addams.
Maja había aparecido al lado de Domini cuando Alexander la había dejado en el huerto y
no la había perdido de vista desde entonces. Y no es que fuera muy habladora, solo había
hablado con ella para decirle que estaba allí para entretenerla y para responder a
cualquier pregunta que quisiera hacerle. Pronto se había dado cuenta de que aunque su
conducta era normal también era acechante. Si Domini no se hubiera sentido tan
frustrada teniendo a Maja vigilando cada una uno de sus movimientos, habría elogiado su
profesionalidad.
Pero la presencia de Maja reforzaba su creencia de que ella era más una prisionera que
una invitada en casa de Lady Anjelica, y eso le enfurecía más de lo que la asustaba. En
ese momento solo deseaba encontrar a Alexander, porque salvo él nada ni nadie dentro
de la Ciudadela tenía ninguna importancia para ella.
Bueno quizá había otra excepción y era la ropa que llevaba puesta, en realidad más que un
vestido era un trozo de tela color escarlata que dejaba desnuda un montón de piel.
Domini había encontrado el mini vestido de seda roja, sin tirantes en el armario de su
dormitorio. La ropa y los zapatos almacenados en el armario tenían una gran variedad de
tamaños, por lo que Domini llegó a la conclusión de que era habitual que hubiera invitados
inesperados. Había varios vestidos de noche de su talla, dos de ellos negros. Pero al final
se había decidido por el vestido rojo y un par de zapatos de tacón de aguja, en parte
porque deseaba estar sexy cuando la viera Alexander, y en parte porque los otros
vestidos se parecían mucho a lo que ella usaba normalmente en su trabajo, y esa noche
solo quería ser una invitada más en la fiesta.
Siguió andando hasta que entró en una habitación que parecía un mar de mujeres bellas
vestidas de seda negra, raso, encajes, bordados y lentejuelas; todos los trajes eran muy
elegantes, muy caros, y un poco góticos. Los hombres y ¡¡cómo estaban los hombres!! –
vestían con la misma elegancia que las mujeres y muchos llevaban trajes de cuero.
Las cabezas se volvieron hacia ella instantáneamente en cuanto pisó la habitación, y hubo
un silencio general. Se dijo a sí misma que era el vestido, pero notaba nítidamente los
cambios que se habían producido en los niveles psíquicos de energía. Estaba siendo
observada, estudiada, y evaluada por un montón de ojos, lo que reforzaba lo que ella ya
sabía, que ella era humana, y que esas personas no lo eran.
Necesitaba a Alexander.
Necesitaba verle, tocarle, y hablarle. Se había sentido así toda la tarde, sentía su
cuerpo lleno de deseo, pero también quería estar junto a él porque era lo único de lo que
estaba segura en ese lugar.
Tal vez la único de lo que estaba segura en su vida.
Si su abuelo le había mentido y si lo que Lady Anjelica le había dicho era verdad...
Domini apartó a un lado sus dudas, cogió una copa de la bandeja de un camarero y fue
hasta el rincón más aislado que encontró, al menos esperaba que fuese champán de
verdad, y no plasma sanguíneo, tomó un sorbo con valentía y descubrió que la copa estaba
llena de champán. Champán muy bueno.
Maja finalmente dejó sola a Domini, y rápidamente un montón de hombres la rodearon.
Domini se sintió bien por estar al fin libre de su perro guardián, pero la había dejado
sola en un cuarto lleno de desconocidos. ¿Qué se suponía que tenía que hacer? ¿Caminar
por la gente y presentarse? Nadie le había dado lecciones de etiqueta de esa cultura.
Así es que lo mejor que podía hacer era mantenerse...
-Hola, preciosa.
Domini se giró para mirar al hombre que había hablado, aún con los tacones ella habría
necesitado un taburete para mirarle directamente a los ojos. Tenía el pelo rubio y los
ojos oscuros. Sus anchos hombros llenaban completamente la túnica estilo ruso que
llevaba y su sonrisa era de plena confianza en sí mismo hasta el extremo de rayar en lo
arrogante. Si bien ella no tenía ni idea de como envejecían los vampiros, le dio la
impresión de él era muy joven.
-Hola, guapísimo- le contestó ella sin pensar, en respuesta a lo que le había dicho.
Él sonrió burlonamente, como ella había imaginado que haría.
-Soy Kiril
Domini fue muy consciente de que todos los ojos estaban fijos en ellos, aunque a Kiril no
parecía importarle. Él siguió allí intentando impresionarla con su pico de oro, o al menos
eso era lo único que se le ocurría para su actitud.
Ella tomó un sorbo de champán.
-¿Tratas de impresionarme, verdad?
-Pretendo hacer algo más que intentarlo - Él giró su mano, para enseñarle el pequeño
tatuaje que lucía en su muñeca –Soy del clan del lobo – le dijo con orgullo. – De La Casa
Ariana- se acercó un poco más a ella. – Estoy buscando una compañera- le dijo señalando
al resto hombres que había en la habitación. -Como todos los demás.
Las cejas de Domini se arquearon.
-¿No crees que eres demasiado directo?
-Soy un Guardián.
-Eres un idiota – le dijo alguien por detrás.
El vampiro rubio se echó hacia atrás, gruñendo, y se abalanzó hacia el otro hombre
también rubio; Domini se echó hacia atrás rápidamente, mientras un gentío sonriente
formaba un círculo alrededor de ellos.
En ese momento recordó cómo habían peleado Alexander y Tony por ella en el bar de Los
Ángeles. Aparentemente las luchas para reclamar compañeras eran de lo más normal
entre vampiros, echó un vistazo alrededor, y comprobó que había mucho más hombres
que mujeres, y que cada mujer estaba rodeada por un grupo de hombres. No le
extrañaba que Maja la hubiera dejado tirada al llegar a la fiesta. ¿Quién iba a querer
estar con una mujer mortal, cuándo había tantos tíos guapos entre los que escoger?
Domini se alejó aún más del altercado, porque no tenía ningún interés en ser un premio
para el ganador. Además, si no podía encontrar a Alexander, al menos podría hallar una
salida con todo el mundo mirando la pelea.
-¿De dónde sales, preciosa?
¡Oh, Dios mío, otro no!
Cuando Domini intentó cambiar de dirección, el vampiro le echó una sonrisa, el hombre
era muy guapo, tenía la cara delgada en la que destacaba su nariz aguileña y un grueso
pelo color rojo Borgoña, que le caía a lo largo de la espalda. Él la miró de arriba abajo con
una mirada lasciva que hizo que se ruborizara.
Domini se opuso al deseo se dar un paso atrás. Se enfrentó al desconocido y dijo:
-¿Sabes que soy humana, verdad?
-Sí- le dijo acercándose a ella.
Domini dio un paso atrás esta vez.
-¿Y que estoy comprometida con alguien ya?
El vampiro aspiró profundamente.
-Huelo su sangre en ti- al menos en eso estaba de acuerdo con Domini. –Pero eso no
significa que no pueda reclamarte- Alzó su mano y sus dedos tocaron su mejilla. -Durante
la Convocatoria, todo es lícito.
Domini volvió a echarse hacia atrás y él entendió lo que ella quería decirle, pero aún así
tuvo mucho cuidado de que él no la llevara a algún rincón oscuro de la habitación.
El vampiro pelirrojo puso su mano en su hombro desnudo.
-Eres caliente, suave, y preciosa - le murmuró.
-Soy una perra fría y dura – le contestó ella.
Entonces alzó su copa de champán y se la echó a la cara, la copa y el contenido. Él sonrió
y comenzó a andar hacia ella sobre el suelo mojado y los pedazos de cristal roto, y ella
aprovechó el momento para empujarle y tirarle sobre el suelo de madera.
Él estaba de pie antes de que ella pudiera ni siquiera inmutarse, y moviéndose hacia ella
otra vez.
-Me gusta este juego.
Domini dio un paso atrás y rebotó sobre una sólida pared de músculos.
Las manos firmes sujetaron los hombros de Domini.
-Pues a mí no me gusta jugar – dijo Alexander - Vete, Colin, antes de que deje que mi
mujer limpie el suelo contigo.
Domini no vio como se iba Colin, porque Alexander la giró para mirarla.
-Nena- le murmuró calentándole la piel con el aliento de su respiración. Luego la besó.
El placer recorrió todo su cuerpo, y encendió su deseo aún más. Las manos de Alec
deambularon por su espalda, sus hombros y luego su pelo, mientras ella saboreaba su
aroma y su sabor.
Después de algunos minutos ella recobró la suficiente consciencia como para darse
cuenta de que él la había llevado hasta el rincón oscuro que había evitado anteriormente,
y estaba encantada con esa privacidad. Alec la mantenía cerca mientras le acariciaba con
sus labios la garganta, luego trazó una línea de besos desde la mandíbula hasta su boca.
Sus anchos hombros le bloqueaban la vista de la habitación, pero podía oír música, risa,
el murmullo de voces y algún grito ocasional.
A Alec le gustaba mucho que ella no llevara ropa negra. Sus ojos azules estaban
brillantes de deseo, y sus labios hinchados por sus besos. Pero junto a su deseo, él notó
curiosidad, y un indicio de molestia.
-Siento haberme retrasado. No te ofendas por lo que te haya dicho Colin o los otros
chicos; No son malos solo un poco pesados en asuntos de faldas.
Ella arqueó una ceja.
-Bueno al menos eso me halaga.
Él miró brevemente por encima de su hombro.
-Flare ha regresado a la Ciudadela. Esa es una de las razones para que se haya hecho la
fiesta de la Convocatoria; Todos los Guardianes sin compromiso están aquí.
-¿Incluido tú?
Él se sintió complacido de los celos que pasaron como un relámpago por la mente de
Domini.
-Yo ya estoy comprometido y además Flare es mi hermana.
-¿Flare?
-Francesca, la llamamos Flare para su irascibilidad y su lengua cortante, apostaría
cualquier cosa a que la Matriarca le envío también a Flare su anillo, o ella no habría
vuelto a casa.
Ella acarició su cara pasándole el dedo índice por la mandíbula y la barbilla hasta llegar a
sus sensuales labios. Ella le quería, nunca había querido a nadie como le quería a él y
nunca habría otro hombre para ella. Y sabía que era algo más que deseo.
-Me gustas mucho- le dijo ella. –Aunque vengas vestido de negro - Él llevaba una
chaqueta negra que se amoldaba a sus anchos hombros a la perfección, y una camisa
también negra, sentía el deseo incontenible de abrir cada uno de los botones para llegar
hasta su piel. –Así es que esto es la lujuria.
¿Sería eso la unión de la que tanto hablaban? ¿Era amor? ¿O eran las dos cosas a la vez?
Él puso sus manos alrededor de su cintura y le dijo:
-Vamos a algún sitio.
-¿California? –sugirió ella, saliendo de la burbuja de deseo. - Necesito ir a casa.
Necesito hablar con mi abuelo.
Él le echó una mirada severa.
-¿Has preguntado si puedes usar el teléfono?
-Sí – contestó ella. – La Matriarca me informó de que no podía hacer ninguna llamada. Me
tratan muy bien pero aún así soy una prisionera.
-Una invitada muy apreciada – corrigió él.
-Tonterías.
-Ya veo – dijo Alec.
Él llevó a Domini a una de las pequeñas habitaciones y cerró la pesada cortina. En la cama
se apilaban gran cantidad de almohadones gruesos, y en el suelo había una mullida y
lujosa alfombra.
-¿Que ves? – le preguntó, llevándole hasta el tocador.
-Veo que la Matriarca desea que estés incomunicada y su palabra es ley, Domini. No hay
nada que yo pueda hacer al respecto.
Domini estaba indignada ante tal obediencia ciega.
-¿Cómo que no puedes hacer nada al respecto?
Él ignoró su cólera.
-No es ciega – dijo contestando a sus pensamientos. - Permanezco fiel a la elección que
hice como un hijo del Clan el día que llegué a la mayoría de edad.
-Pero...
-Ella solo quiere asegurarse de que estés bien. Te protegeré porque tú salvaste mi
cordura – agregó él. – Por encima de todo te amo, pero aunque no te amara, tú eres una
humana en peligro y el sagrado deber de un Guardián es proteger a la humanidad.
Domini no podía hacer escoger a Alec entre lo que él creía su deber y la mujer que
amaba. No si ella le respetaba.
Pero su abuelo la necesitaba. Él tenía que estar frenético ante su desaparición, y
necesitaba desesperadamente hablar con él. Además era muy mayor y la única familia
que le quedaba y si era verdad que guardaba secretos ella quería oírlos de su boca.
-Entonces tendré que escapar por mis propios medios – le dijo a Alexander.
Él se cruzó de brazos y la miró de forma peligrosa e implacable.
-Supongo que puedes intentarlo – luego suspiró y eliminó su postura agresiva. - O puedes
aceptar la hospitalidad de la Matriarca y mi protección. Al menos hasta que te presente
al Consejo del Clan.
Él la llevó hasta sus brazos, pero ella se quedó rígida en ellos, oponiéndose a la tentación
de ser reconfortada.
-Te amo - murmuró. -Te amo.
Eso hizo que su corazón se conmoviera. Y se pegó a él, aceptando su abrazo, aunque sabía
que no podía aceptar ser su prisionera.
Está bien, pero si me amaras no serías tan terco y arisco.
Más mordaz que arisco, corrigió él.
-Oh, sí claro por eso tienes colmillos y garras.
-Es el equipo estándar – contestó él. Todo lo mejor para... ¿Domini?
Domini sintió un hormigueo a través de su mente y entonces recordó las palabras de
Anjelica y luego llegaron hasta su mente las palabras de Colin – Noto su sangre en ti.
-¿Que diablos significa?
En el mismo momento que hizo la pregunta algo surgió de la oscuridad golpeándola. El
motel. Alguien sufriendo al que solo ella podía ayudar. Su elección. El miedo y un éxtasis
apasionado que se mezclaba con el hambre. Un hambre voraz y profundo, saciado por el
sabor más dulce del mundo. Tomar, dar y volver a tomar otra vez.
Lo habían compartido todo.
-Más que sangre – le dijo Alec. - Más que sexo. Más que todo, mucho más - Él tomó su
cara entre sus manos, miró sus ojos, y se enfrentó a su conmoción. – Así es como
empieza la unión. Nuestras mentes y almas se reconocen, nuestros cuerpos no desean
otras caricias, pero es la sangre compartida lo que nos une para siempre como
compañeros. Me alegro de que lo hayas recordado todo, porque así puedo agradecértelo.
Pero hubiera sido mejor si nos hubiéramos unido ahora, hubiera sido mucho más suave y
cuidadoso. - Él acarició su mejilla. – Así será siempre en el futuro.
Él recorrió con la mirada la cama. Ahora sería el momento perfecto para fortalecer lo
que había empezado en ese cuarto del motel. La uniría por completo a él, y la ayudaría a
disipar sus dudas.
Comenzó a acariciarla suavemente.
-Eres muy fuerte, Domini, valiente y generosa. ¿Y te preguntas porqué te amo? Tuvimos
suerte. Podría haber enloquecido. Pero te ofreciste libremente y eso nos salvó a ambos.
Podría haberte matado. Casi lo hice. Esta vez – le prometió, llevándola hasta la cama -
Será mejor.
Con sus palabras el deseo estalló de nuevo dentro de su cuerpo. Ella era como un afinado
instrumento musical, y él un músico experto, y Domini adoraba esa melodía. Ella cubrió su
boca con sus labios en un beso duro y exigente, mientras trataba de alcanzar los botones
de la camisa para abrirlos y...
El RAV-4 azul se paró al lado de unas palmeras. La puesta de sol daba el aspecto de
bronce derretido a la arena de la playa y en sus bordes revoloteaban las olas del mar.
Las casas que se asentaban al borde de la orilla eran meras siluetas oscuras sobre el
crepúsculo. Pero el conductor y los tres pasajeros no estaban interesados en la belleza
del paisaje.
Otro coche se detuvo en el camino detrás de ellos. Y luego una furgoneta se situó detrás
del segundo vehículo.
Los ocupantes salieron de sus vehículos y todos portaban armas.
-¡Abuelo!
Domini se tambaleó sin poder ver nada. Su cabeza giraba enloquecida empañada por la
pasión, y las imágenes. Tropezó y cayó sobre sus rodillas en la gruesa alfombra, y se
quedó allí mientras su mente se aclaraba.
-¿Domini?
Ella estaba de pie antes de que Alexander la pudiera alcanzar, y colocó sus manos
delante de su cuerpo para que él no pudiera volver a abrazarla.
-Tengo que salir de aquí - dijo - Tengo que ir – Luego cambió de dirección, y corrió con
desesperación hacia la cortina.
Capítulo 29
Alec aceleró el paso para alcanzarla y la atrapó cuando entraba en la habitación dónde se
celebraba la fiesta.
-Cálmate – le murmuró junto al oído. La mantuvo junto a su pecho para que no pudiera
huir, ella se estremeció y él intentó calmarla mientras miraba a su alrededor donde los
demás no les quitaban ojo. -No corras. No exteriorices tu miedo. No te acobardes. Nadie
quiere hacerte daño, pero hay chicos aquí que aún son adolescentes. No los tientes.
-No le tengo miedo a los vampiros – murmuró encolerizada -Tengo miedo a los cazadores
de los vampiros. Los Puristas van a ir a por mi abuelo, y tengo que ir a ayudarle.
-¿Qué viste? – le preguntó Alec - Si tuviste una visión yo no la compartí.
-¿Por qué habrías de hacerlo? Era mi visión.
-Estamos unidos y por lo tanto ahora lo compartimos todo.
-Tal vez tu mente estaba demasiado ocupada con pensamientos lascivos – gruñó.
-Igual que la tuya- contrarrestó él.
-Hasta que vi que mi abuelo tenía problemas.
Alec trató de permanecer sereno y razonable.
-Es probable que tu subconsciente te haya jugado una mala pasada, porque estás muy
preocupada por él.
-Ocúpate de tus propios asuntos. Cuando veo el futuro, Reynard, veo el futuro. Sé
cuando tengo una visión. Y la acabo de ver.
-Estáis aquí – declaró Anjelica a la gente mientras se aproximaba a ellos. –Venid – les
dijo, y todo el mundo la siguió hasta el centro de la habitación arrastrando a Alec y
Domini con ellos.
Domini era demasiado inteligente para seguir peleándose con él en esa situación, y Alec
lo sabía. Y aún mucho más inteligente para tratar de escapar, así es que relajó su abrazo
y trenzó sus dedos a los suyos.
-Relájate – le dijo Alec.- Disfruta de la fiesta.
Domini intentó calmarse pero la cólera brillaba con fuerza en sus ojos, aún así sonrió y le
apretó la mano para reconfortarle.
¿Qué era lo que Anjelica había dicho sobre los Guardianes? pensaba Domini mientras la
llevaba a través de la habitación. ¿Que podían ser los hombres más maravillosos del
mundo, o unos completos gilipollas? Lady Anjelica obviamente sabía de lo que hablaba,
porque su querido hijo se estaba comportando en esos momentos como un verdadero
gilipollas. ¿Pero como se atrevía a insinuar que había imaginado su visión porque no
estaba dentro de las órdenes del día del Clan?
Domini logró fijar su atención en el presente cuando se acercaron a la chimenea, el fuego
ardía dentro, y encima de la piedra de mármol que había sobre ella velas de todas las
formas y tamaños alumbraban la habitación. Cinco mujeres serias y dignas estaban
delante de la luz, exudando confianza, belleza y poder. Matriarcas, imaginó Domini. Las
líderes del clan. Nadie le había explicado las reglas de esa sociedad pero no había que
ser muy inteligente para adivinar que era un Clan matriarcal.
Un grupo de hombres fuertes, vitales, y con algunas canas en sus sienes, estaban al lado
de las Matriarcas ¿Guardianes mayores? Del clan del zorro, lobo, cuervo y como fuera
que se llamaran los otros clanes, supuso.
Al otro lado de las Matriarcas había otro grupo, entre las que estaba Maja y una joven
con un vestido negro que acentuaba su pálida piel, tenía el pelo oscuro y llevaba
demasiado maquillaje en los ojos, pero aún así no podía ocultar el hecho de que era una
de las mujeres más bellas de la habitación. Tenía que ser Flare, y no parecía más feliz de
estar allí de lo que era Domini.
Alec llevó a Domini hasta ese grupo y Flare le dirigió una mirada fría y hostil antes de
volver su ira hacia su madre.
Lady Anjelica tomó su lugar en medio de los Matriarcas y todo el mundo fue reuniéndose
alrededor de la chimenea.
Anjelica dijo unas pocas palabras en un lenguaje que Domini no conocía, y fuera lo que
fuese lo que dijo fue premiada con una ronda de aplausos de todo el mundo menos de
Flare.
-Bienvenida – dijo Anjelica cuando terminó su discurso en idioma vampiro. – Quiero darle
una especial bienvenida a mi hija Francesca.
Más aplausos. Y más miradas hostiles y burlas por parte de Flare.
-Quiero darles también la bienvenida a todos los Guardianes que han venido a la
Convocatoria sin otra razón más que la de impresionar a Francesca.
Más risas.
-Ya es hora de que Francesca funde su propia Asamblea Legislativa. Espero con ilusión
ser muy pronto abuela.
Más aplausos, especialmente de las Matriarcas, que inclinaron sus cabezas en un claro
signo de aprobación.
Domini encontró todo aquello muy interesante, hasta que Lady Anjelica centró su
atención en ella y Alexander.
-Mi hijo Alexander también trae fortuna al Clan - dijo Anjelica cuando todas las miradas
se centraron en Domini. –Nuestras vidas se rigen por la búsqueda de un compañero.
Algunos lo encuentran entre vampiros y otros entre humanos. Mi hijo ha encontrado a su
compañera.
Más aplausos y gritos entusiastas de felicitaciones llenaron la estancia. Alexander
parecía muy feliz y orgulloso, y Domini sintió sin poder evitarlo un revoloteo de placer.
Cuando él la rodeó con sus brazos ella se apoyó en su cuerpo, contenta por él y por estar
a su lado, aunque siguiera haciendo planes para encontrarse lo más pronto posible con su
abuelo.
Anjelica pidió silencio con un gesto de su mano.
-Alec nos ha traído algo más que una novia. También ha traído de vuelta a una hija del
Clan. Bienvenida Domini, unida al Guardián Alexander Reynard de la casa Reynard.
-Domini nació como humana aunque pertenece a una familia de fundadores – continuó
Anjelica – Ella tiene la suerte de ser una de esas raras mujeres que pueden vivir bajo la
luz del día con las ventajas de los que vivimos en la noche.
Domini miró a Alexander.
-¿Algo de lo que está diciendo tiene algún sentido para ti?
Él le sonrió.
-Cada palabra.
Cuándo ella miró hacia la gente pudo ver que muchas mujeres no parecían muy contentas
con las noticias de Anjelica. Política de los vampiros, supuso.
-¿Y qué quiere decir? -murmuró al oído de Alec.
-Los fundadores pueden formar nuevos clanes – le susurró - Y convertirse en
Matriarcas.
-¿Las Matriarcas no son las mujeres de los vampiros?
-Las Matriarcas son las cabezas de los Clanes. La mayoría de las mujeres son dirigentes
de Asambleas Legislativas dentro de sus Clanes.
Anjelica terminó su discurso echándole los brazos y declarando:
-Mañana presentaré a Domini a la Matriarca del clan del cuervo con la que tenemos
mucho que debatir. ¡Pero esta noche, se celebra Convocatoria!
El gentío comenzó a gritar animado y Alec colocó su brazo alrededor de Domini y la
condujo hasta la fiesta.
-Si eso es verdad...
-Luego – le dijo Alec a Domini porque algunos Guardianes se acercaban a ellos para
felicitarles.
Ella se calló, aunque él sabía que estaba deseando hacer mil preguntas, pero no dijo nada
hasta que vio que Kiril se aproximaba a ellos.
-Mis felicitaciones, primo – dijo el hombre grande y rubio. Él le enseñó su brazo con
orgullo para hacer alarde de un tatuaje con la cabeza de un lobo - Voy a ser bombero.
Alec le dio al joven Guardián una palmada en el hombro.
-Enhorabuena. Bienvenido a las fuerzas.
-¿Las fuerzas?- preguntó Domini.
Kiril agachó la cabeza avergonzado y complacido a la vez.
-¿Y tú vas a regresar al ejército?
Alec se encogió de hombros.
-Quizá algún día. Pero por ahora, mi mujer y yo seguiremos trabajando como
guardaespaldas.
-¿A sí?
-Bueno – dijo Kiril. Desviando su atención hacia una mujer que acababa de pasar a su
lado. –Disculpadme. ¡Maja! -llamó y luego fue detrás de ella.
-¿No es mono? – le preguntó Domini cuando el joven Guardián se fue.
-¿Ya le conocías?
-Me enseñó su tatuaje.
-¿Y te impresionó?
-¿Debería haberlo hecho?
Alec se subió la manga izquierda de su camisa para enseñarle el tatuaje del zorro, que ya
no se veía borroso, en su muñeca.
-Aquellos de nosotros que seguimos la antigua tradición de proteger a la humanidad
llevamos una marca de nuestro Clan como esta. No todos utilizan las drogas que nos
permiten vivir bajo la luz del sol pero los que si lo hacemos, entramos en las fuerzas
armadas, fuerzas policiales, ese tipo de cosas. Convertirse en un bombero es un buen
comienzo para un joven como Kiril.
-¿Joven? Idiota querrás decir. Los protectores sois todos unos idiotas – dijo una voz
femenina detrás de ellos.
Domini dio un paso atrás cuando Alexander se enfrentó a su hermana.
-¿Cómo puedes decir eso, Flare?
-Sabes que es verdad. Flare echó una risa amarga. Los humanos no os necesitan, pero eso
les da a los Guardianes la oportunidad de jugar en la vida real.
-Pensé que te gustaban los humanos – contestó Alec.
-Me gustan más ellos que nosotros. Me gusta lo real que es su mundo.
-Ya era hora de que dejaras ese mundo.
-¿Porque lo dice la Matriarca?
Domini se sobresaltó por el tono de voz de Flare, no le gustaba que nadie le hablara de
ese modo a Alexander, así es que dio un paso y se puso entre los hermanos.
-Perdóname – le dijo a Flare. – Pienso que...
La risa irritada de Flare interrumpió a Domini.
-Lo que pienses no tiene importancia. Lo que quiere una mujer no tiene importancia. ¿Vas
a defender tu derecho a ser una coneja? La unión solo es una prisión. Te hará querer
todo lo que quiera mi hermano. Él es el Guardián y ellos quieren hijos, solo quieren
dejarnos preñadas y conservarnos así todo el tiempo que puedan, No sé lo que te habrá
dicho pero solo te ha traído aquí como animal de cría y nada más. Tú eres solo una
barriga y no hay nadie aquí que piense diferente.
Después del discurso se dio la vuelta y salió fuera. Varios hombres la siguieron.
Domini se giró hacia Alexander.
Él la miró con cautela.
-Mi hermana siempre ha sido un poco melodramática.
Domini se dio cuenta que Alec no había negado lo que había dicho Flare.
-¿Eh?
Su mirada siguió el camino de su hermana a través de la habitación.
-Ella no quería volver a casa, y además le gustan aún más los discursos que a mi madre. Y
sus hormonas están...
-¿Pero decía la verdad?
-Los Reynard nunca mienten.
-Ajá – dijo sin saber cuanto tiempo iba a poder controlar la ira.
-¿Cómo que ajá? – preguntó él.
-Eso significa que hay muchas cosas que no me cuentas y se supone que tengo que
obedecer cada regla y ley de los vampiros, esperas que confíe ciegamente en ti porque
eres genial en la cama. Pero así no es como funcionan las cosas, yo no vine aquí para ser la
fábrica de bebés de nadie ¿Me entiendes ahora, Reynard?
Alec agarró a Domini por los hombros.
-Los bebés de nadie no, los míos ¿Me entiendes a mí, Lancer? Tú eres mi compañera y me
darás hijos.
¡Pero si eso no era lo que iba a decirle!
La mujer que amaba le miraba con fría hostilidad, y con un poco de miedo. Y eso le
lastimaba aún más después de haberla unido a él completamente.
El silencio reinaba alrededor de ellos, y todo el mundo en la fiesta se quedó mirándoles.
Las luchas eran algo normal dentro de las Convocatorias pero ese no era el sitio idóneo
para que él y Domini se pelearan. A través de la habitación vio a su madre abriéndose
paso para llegar hasta ellos.
-¡Al carajo! - Alec se dio la vuelta y arrastró a Domini hacia la puerta y luego a la
oscuridad de la noche y no se detuvo hasta que estuvo seguro de que estaban solos.
Luego dejó ir a Domini, y le dijo:
-No quería decirte eso, lo que dije fue fruto de la testosterona.
Ella seguía estando furiosa y no quería que la tranquilizara.
-¿Y que era lo que querías decir?
-Quería decirte que te amo, que deseo que tengamos hijos, y que fundemos un Clan.
-No soy un vampiro.
-Eres del clan del cuervo.
-Eso es lo que dice tu madre.
Él trató de controlar su temperamento.
-Mi madre no miente.
Domini se echó hacia atrás.
-¿Y porqué tendría que creerla? - Ella le agarró por los hombros y le sacudió. -Necesito
que mi abuelo me cuente la verdad, esto es entre él y yo, aunque Anjelica haya dicho la
verdad es algo que tengo que oír de mi familia. Tengo que hablar con él y algo aún más
importante – agregó –tengo que ayudarle, no puedo hablar con él hasta que sepa que está
a salvo.
Domini percibió su ira y su desesperación y luego como una profunda desilusión
reemplazaba su furia. Ella dejó ir a Alec, y dio un paso atrás.
-La confianza es una parte muy importante del amor.
-Solo tratamos de protegerte –era lo único que podía decirle.
-Lo sé – le dijo ella, asombrándole– Pero yo necesito protegerle a él.
-No sabes si lo que viste se hará realidad –dijo– Las personas con precognición
raramente tienen visiones importantes de su futuro -a él le repugnaba hacerlo, pero
agregó– Fuiste tú quién me contaste que no pudiste percibir la muerte de tus padres.
Ella estaba exhausta, y triste pero en lo más profundo de su alma aún sentía esperanza.
-Tal vez esta vez he tenido suerte. Lo que vi no ha ocurrido aún. Puedo cambiar el futuro
si lo intento. Necesito intentarlo.
Su voz sonó tan segura, tan desesperada, que desgarró el corazón de Alec. El amor se
trataba de confianza, como ella había dicho.
Confía en sus instintos. Confía en su amor.
A sus espaldas estaba la Ciudadela, llena de luz, amistad, su familia, y su Clan, dentro
estaba todo en el lo que él creía. Delante estaba su mujer. Su compañera. La otra mitad
de su alma. Ella solo le estaba pidiendo que creyera en ella.
-¡Maldita sea! – gruñó Alec.
Se volvió de espaldas y fue hasta lo más profundo de las sombras del huerto, luego sacó
su teléfono móvil.
Domini observó su silueta con el corazón encogido, sólo podía oír un murmullo de voces a
través del teléfono. Cuando se dio la vuelta y se acercó a ella, no sabía que pensar. Él
tenía algo en su mano, y se lo lanzó cuando estuvo lo bastante cerca.
Ella atrapó las llaves del coche automáticamente.
-Llévate el Jag -le dijo, agarrándola por el brazo y caminando por el césped con paso
enérgico.
-¿Dónde vamos?
-Al helipuerto ya te dije que siempre tenemos una tripulación de vuelo de servicio.
-¿Tripulación de vuelo? ¿Pero dónde vamos?
-Te vas a casa - Él se detuvo para abrazarla. Cuéntale a tu abuelo la visión que tuviste.
Haz lo que tengas que hacer y vuelve a mí.
La alegría trepó por su cuerpo enredándose en su corazón.
-¡Te amo!
Él la besó con ferocidad. ¡Apostaría cualquier cosa a que lo haces, Lancer!
Ella se rió, y el sonido y la sensación penetró en la mente de ambos.
Él apresuró el paso, y la ayudó a entrar en el helicóptero que la llevaría hasta el
aeródromo privado. Ella le abrazó y le besó de nuevo, pero se habían dicho todo lo que
tenían que decirse. Por ahora.
Luego se dio la vuelta para regresar a la casa a enfrentarse con la furia de su Matriarca.
Lo único que podía decirle era la verdad: Que las necesidades de una compañera eran
más importantes que cualquier ley del mundo.
Capítulo 30
-Tardaste mucho en venir.
-El tráfico en la I-10 estaba bastante pesado – dijo Domini desde la puerta, en medio de
la cocina y la sala de estar.
Ella había llegado sólo unos minutos antes, había dejado el Jaguar polvoriento aparcado
delante del camino de acceso a la puerta principal, y había ido corriendo y golpeado la
puerta frenéticamente hasta que le abrió, porque había olvidado su llave. Él no había
dicho una sola palabra cuando la había visto, solo se había dado la vuelta, y ella le había
seguido.
Luego había ido hasta la cocina y había comenzado a llenar una jarra con agua, aunque ya
era tarde aún tenía puesto el albornoz y estaba haciendo café. Debía ser domingo, él
siempre dormía hasta tarde los domingos.
-Te fuiste hace cinco días.
-Ya te he dicho que el tráfico estaba muy pesado.
Él la miró de arriba a abajo, todavía llevaba puesto el vestido rojo sin tirantes y sabía
que tenía que tener una pinta horrible por los nervios y la falta de sueño.
-¿Has estado en una fiesta?
-Sí
-¿Estuviste con Reynard?
-Sí. Y posiblemente con algunos viejos amigos tuyos.
-¿Posiblemente? -La palabra la golpeó como si fuera un rayo.
Ella había imaginado todo lo que iba a decirle cuando aún estaba en Idaho. Pero ahora
que estaba allí no sabía por donde empezar.
-Mirlo – dijo al fin. - Cassandra Crowe, del Clan del cuervo.
Él bajó con cuidado la cafetera del mueble hasta la encimera negra de mármol.
-Entonces, Reynard es exactamente quién pensé que era.
-¿Cómo dices? -Ella no había esperado esa respuesta. ¿Sabes que él es un vampiro?
-Me lo imaginaba. Cada vez es más difícil saberlo, con esas drogas que toman para poder
vivir bajo la luz del sol, sabía que estabas destinada a encontrarte con un vampiro desde
el momento que me contaste tu sueño, así es como comienza la unión entre vampiros.
Luego Reynard apareció, y con el hambre que te miraba supe que era él.
-¿Notaste su hambre?
-Deseo, amor. A pesar de mi edad aún puedo reconocerlo.
Tambaleándose, Domini dijo:
-Necesito sentarme.
-¿Por qué no vas primero a ducharte? –sugirió su abuelo. –Te sentirás mejor cuando no
estés vestida como una fulana- le dijo mientras echaba agua en la cafetera.
Domini no sabía cuál de los dos estaba intentando conseguir algo de tiempo, pero estaba
de acuerdo con él, subió a la planta de arriba, se duchó y se vistió con unos pantalones
cortos y una camisa que aún conservaba en su antiguo dormitorio. Era extraño cómo
tenía diseminada ropa por todos los lugares por dónde pasaba, allí, en la oficina, en el
gimnasio ¿Había dejado alguna también en casa de Alexander? Probablemente. Tal vez
porque aún no sabía cuál era su sitio o quién era realmente.
-Oh, por favor- gruñó mientras se miraba en el espejo del cuarto de baño. - Bueno, al
menos todavía puedes pensar. Intenta no liarte, Lancer.
Bajó y le plantó cara a su abuelo, que también se había vestido. Él le dio una taza de café
humeante, y ambos se sentaron delante de la mesa de la cocina, luego le ofreció un
donut, y ella se abalanzó sobre él como si estuviera muerta de hambre. Bueno en realidad
era así porque no podía recordar la última vez que había comido. ¿El desayudo con Lady
Anjelica?
-¿Dónde has estado? – le preguntó después de apurar su taza de café.
-En Idaho – le dijo mientras se comía el donut, y luego agregó – En una especie de fiesta.
-¿En una Convocatoria?
Domini asintió con la cabeza.
-¿Te gustó?
-No sé es una fiesta extraña y ruidosa. Algo así como Mi Gran Boda Griega 19 al estilo
vampiro. Las Matriarcas fueron congregadas para hablar, creo que Anjelica quiere que
haga de enlace diplomático, pero tengo la impresión de que los demás lo tienen que
aprobar. En general los demás vampiros fueron bastantes agradables.
-La mayoría de los vampiros del Clan están bien, al menos se esfuerzan en ser civilizados.
Pero nunca puedes saber por donde saldrán las Familias y en Las Tribus son todos unos
bastardos. Me alegro de que encontrarás a un chico del Clan porque de no ser así habría
tenido que matarlo. Pareces confundida. ¿Es que no te han explicado nada sobre ellos?
Domini negó con la cabeza.
-En realidad no hubo tiempo.
-Puede que te quisieran hacer ver que todo es de color rosa. Los del Clan son realmente
muy snobs para esos temas.
-Me dijeron que no todos los vampiros son... buenos.
-Puedes estar segura de que no todos lo son- luego hubo un silencio entre ellos hasta que
el viejo por fin le preguntó - ¿Estaba allí ella? ¿En la Convocatoria?
19
Película del año 2002 que trata sobre una chica griega que cambia de estilo de vida y conoce al
hombre de su vida, ambos desean casarse pero él no es griego y tendrá que adaptarse a las
costumbres de la familia de ella.(N. de la T.)
Domini supo por el tono de su voz que se refería a su abuela, él siempre hablaba así
cuando se trataba de ella, sobre todo cerda de la fecha de su...
-Siempre dijiste que la perdiste- dijo Domini tragándose un nudo doloroso de su
garganta-. Pensé que querías decir que había muerto. ¿Ella te dejó? ¿Te abandonó?
Él la miró con ira y enojo.
-¡No se te ocurra siquiera pensarlo! Ella hizo lo que tenía que hacer, solo cumplió con su
deber – luego miró hacia los muebles de la cocina–. Casi me mató.
Domini sabía como se había sentido él, porque ella solo llevaba unas horas alejada de
Alexander y sentía un profundo dolor. Ella puso su mano en el hombro de su abuelo,
todavía tenía un cuerpo musculoso; no había ni una brizna de debilidad en Benjamin
Lancer y ahora sabía porqué.
-¿Compartiste sangre con ella? ¿Eso te hace vivir más tiempo? ¿Te uniste a ella?
-Nunca nos unimos totalmente, nuestra conexión estaba dentro de nosotros, una vez que
amas a un vampiro, es para siempre. La conexión psíquica y física es diferente entre
vampiros que cuando uno de ellos es vampiro y el otro humano, normalmente esa conexión
se afianza cuando tienen hijos vampiros.
-Pero vosotros tuvisteis un hijo.
Él le echó una leve sonrisa.
-¿Piensas que tu padre tenía algo de vampiro?
-De ningún modo- Papá era muy normal y prosaico; Un hombre amable, cariñoso, práctico.
– No había nada en él de lo salvaje y peligroso que puede ser un vampiro. Ni tampoco era
como tú.
-Tu abuela y yo fuimos muy salvajes e imprudentes en nuestro tiempo, por eso nos
alegramos de que Junior fuera tan sensato. Imagino que la rama descabellada se saltó
una generación. Él nunca supo nada acerca de los vampiros, le crié, y conservé mis
secretos, pero no debí ocultártelo a ti, sabía que tendría que decírtelo algún día. Lo supe
cuando predijiste el terremoto siendo aún casi un bebé. Traté de prepararte...
-Los cuentos que me contabas a la hora de acostarme.
Él asintió.
-Eso me trajo muchos problemas con tu madre.
-Lo recuerdo.
Domini fue hasta el frigorífico para buscar más comida y se dio cuenta que en ningún
momento había pensado que su abuelo refutaría lo que le había contado Lady Anjelica,
pero esa era la confirmación que necesitaba.
Cuando volvió con un trozo de pizza fría en la mano fue cuando contestó a su anterior
pregunta.
-Cassandra no estaba en la Convocatoria. ¿Ella es una Matriarca, lo sabías?
Él asintió.
-Por eso tuvo que dejarme, ella era la heredera de su Clan.
-Oh. Ya veo que sabes mucho sobre los vampiros.
-Cuando has estado entre ellos varias décadas se aprenden bastantes cosas y eso no es
algo que se olvida.
Domini se acabó la pizza.
-¿Por qué querrá Lady Anjelica que yo sea un enlace entre los Clanes y los cazadores?
¿Sabes algo de los humanos que cazan vampiros? ¿Sobre los Puristas?
Él se levantó, fue hasta la puerta trasera y se quedó mirando hacia el mar y la tensión de
su cuerpo la asustó.
-¿Abuelo?
-Será mejor que vayamos al salón y nos pongamos cómodos - dijo.
Su abuelo nunca se había preocupado por la comodidad.
-Debe ser una historia muy larga - dijo mientras iba hacia el salón. Un escalofrío
recorrió su cuerpo – Sabes lo de los Puristas.
Él no dijo nada, pero cogió su mano y la llevó hasta el salón. Allí estaba más oscuro y él no
encendió ninguna luz, luego se sentaron en el sofá.
-Imagino que algunas historias necesitan ser contadas en la oscuridad – dijo ella.
-Sí.
Domini sintió frío. Pero ella nunca había temido a la verdad. ¿Qué fantasmas guardaría
él?
-Esta historia está llena de oscuridad - le dijo a ella. –Ya sabes quién es tu abuela, ahora
necesitas saber de dónde vengo yo.
-Oh, mierda- dijo Domini.
-No digas palabrotas en mi casa- Él la miró y luego siguió. - Los cazadores y los vampiros
han estado en guerra desde la Edad Media. Ellos nos mataban a nosotros y nosotros a
ellos.
-¿Nosotros?
-Cállate y escucha. En algún momento ambos bandos se cansaron de luchar pero algunos
cazadores pensaban que todos los vampiros eran demonios y debían morir. Mis abuelos,
mis padres, mis tíos, mis hermanos y yo fuimos los primeros en regresar a los viejos
tiempos. Por eso los Lancer fundaron los Puristas.
Domini se puso rápidamente en pie.
-¿Qué?
Él le agarró la mano.
-Tuvimos nuestras razones - le dijo – y algunas de ellas eran buenas.
-Pero que podría...
-Ya te he dicho que los vampiros de las Tribus son unos bastardos. Una de las cosas que
más les gusta es tratar a los humanos como a ganado. Se alimentan de sus prisioneros,
les violan y luego les hacen esclavos. Cuando cumplí los once años de edad, mi madre
estaba enamorada de un vampiro de la Tribu del Fénix, él tomó su sangre, usó su cuerpo,
e hizo que ella bebiera su sangre.
-¿Se unieron?
-No, no fue una unión. Fue una violación, mi madre desapareció durante dos años y cuando
apareció mi abuelo quería matarla y quemarla como a cualquier vampiro, pero la quería
demasiado para hacerle algo así, mi madre odió a los vampiros más que ningún otro
Purista y se convirtió en su líder.
Domini recordó en ese momento a la vieja llena de odio y comenzó a sospechar quién era
la anciana, un escalofrío recorrió su espalda al pensar que su propia bisabuela había
tratado de matarla. Tenía que decírselo, pero necesitaba saber más acerca de sus
abuelos así es que decidió esperar hasta que él terminara de contarle su historia.
-Cacé a los vampiros, y los odié hasta que cumplí los dieciséis años. Hasta que uno de
ellos me hizo prisionero, estaba mal herido, pero en lugar de matarme, ella me llevó
hasta su Ciudadela. Pensé que iban a tratarme como a mi madre, pero en vez de eso
mirlo y yo nos enamoramos; Y huimos juntos, vivimos muy felices durante casi treinta
años. Eso es bastante más de lo que duran la mayoría de los matrimonios -agregó con
pesar. –Y fue también mucho mejor que la mayoría de ellos- Él le cogió las manos y le
preguntó. -¿Amas a Reynard?
-Sí – contestó ella sin titubear.
En ningún momento había dudado de su respuesta, ella quería construir un futuro junto a
él aunque quisiera tener un montón de bebés. Además, su abuelo la había estado
fastidiando para que tuviera nietos.
-Séle fiel, o lo lamentarás.
-Lo haré- le dijo, luego se levantó y abrió las cortinas para que entrara la luz, no quería
tener más conversaciones a oscuras. Aunque la luz del día comenzaba a desvanecerse aún
entraba por las ventanas un poco de luz. -No obstante, cuando averigüe mi ascendencia,
puede ser que no me quiera él.
-Él te querrá.
-No lo sé. Esas personas me llamaron Abominación... ¡Oh, Dios mío! me olvidé
completamente.
Ella miró por la ventana. ¿Había alguna sombra que se moviera?
Fue hasta el sofá.
-Saben quién soy. Los Puristas nos siguieron la pista. El trabajo de Holly solo era una
cortina de humo para atacarme. Alexander me salvó, y me llevó a su Ciudadela. Anoche
tuve una visión en la que ellos venían a por ti. Nunca he tenido una visión tan clara del
futuro. He venido para avisarte pero lo olvidé cuando empezamos a hablar de vampiros.
Él se puso de pie.
-¿Qué viste exactamente?
-Que atacaban la casa.
Él sacó la llave del cajón donde tenía guardada su pistola.
-¿Cuándo?
-Uh – Domini miró de nuevo por la ventana. -Ahora.
Capítulo 31
-Gracias por llamarme, Alec.
-No hay problema, Tony – contestó Alec cuando se deslizó en el asiento del copiloto del
Grand Cherokee blanco de Crowe. Crowe aparcó a dos manzanas de la casa de Lancer.
Había sido un viaje muy largo, uno que habría hecho aunque su Matriarca no le hubiera
dado el visto bueno.
-Tu propiedad era lo que necesitábamos para echar a los Puristas del negocio.
-No es mi propiedad. Es mi mujer.
-Da igual, pero nos dio una excusa para realizar esta operación
Alec estaba furioso porque había recibido instrucciones de avisar a los Guardianes de
Los Ángeles, en lugar de ir directamente a la casa de Ben Lancer. Él era capaz de
realizar por sí mismo operaciones, y no tenía ninguna intención de ser relegado al estado
de mero observador. No con la vida de Domini en juego.
-¿Cuál es tu idea de equipo?
Crowe le echó una mirada de fastidio.
-He sido polizonte en este pueblo desde hace cincuenta años, chico Delta force, así es
que creo que sé lo que estoy haciendo. Además - agregó con una abierta sonrisa- éste es
territorio Shagal, y el viejo Barak controlará la acción, es un buen estratega. El plan es
dejar que los Puristas lleguen, luego rodearlos e inmovilizarlos cuando ataquen la casa.
-Estás poniendo en peligro vidas humanas.
Crowe le pidió silencio con un gesto, y luego comenzó a escuchar la voz telepática que le
hablaba en su cabeza. Alec se concentró para escuchar lo que decía Barak también.
Hemos aparcado tres vehículos bajo las palmeras. Hay cuatro equipos y cada uno de ellos
está muy cerca de la casa desde diferentes direcciones. Ve detrás de ellos y cógelos
antes de que alcancen la casa. Vivos.
-¿Vivos? – se burló Crowe . ¿Qué tipo de diversión es esa?
No quiero sangre en las playas de Malibu, le recordó. Les haremos prisioneros y ya
veremos que hacemos con ellos luego.
-Nada de sangre – repitió Alec. Abrió la puerta del coche y salió un momento para
respirar el aire de la noche. Inhaló profundamente unas cuantas veces, y encontró el
aroma que buscaba. Nadie atacaba a su compañera y se quedaba sin castigo. ¿Nada de
sangre? No creo.
Crowe le gritó, pero Alec se pudo rápidamente en camino sin volverse en ningún
momento.
-¿Supongo que no tuviste tiempo aún de reparar el sistema de alarma? –preguntó Domini
a su abuelo.
Él negó con la cabeza.
-¿Quieres llamar a la policía?
-No – le dijo con una mirada adusta. –Hay cosas que es mejor dejarlas dentro de la
familia.
-Los Puristas habían hecho un esfuerzo extraordinario para distorsionar el ataque con
una fachada de amenazas contra Holly. ¿Entonces por qué atacan ahora tan
abiertamente?
-Porque están desesperados – le respondió. - Los vampiros se le están echando encima y
son demasiados fanáticos para echarse atrás, así es que tratarán de liquidarnos antes
de que tengan que huir y harán que parezca un robo con homicidio.
-Encantadores.
Estaban en la cocina, y ella mantenía muy cerca su Glock 9mm.
-No creo que quieras dejarles que lo hagan en la casa.
-En ningún sitio.
Su abuelo tenía una escopeta, y ambos tenían un montón de munición. Y no estaban muy
dispuestos a ser atacados.
-Desearía tener aquí el AK47 - se quejó él – Y que esta maldita casa no tuviera tantas
ventanas.
La oscuridad cubría ahora toda la casa. Domini echó un vistazo por las ventanas con unas
gafas de infrarrojos.
-Hay mucho movimiento ahí fuera, al menos dos grupos de asaltantes – giró la cabeza
para echar un vistazo a su abuelo, que estaba mirando hacia la puerta de cristal.
¿Cuántos Puristas hay ahí?
Justo en el momento que estaba haciendo la pregunta los cristales estallaron en pedazos
y la bala de un arma con silenciador pasó rozando cerca de su cabeza.
Domini se giró, y disparó antes de tirarse al suelo. Fuera se oyó un grito de dolor.
-Uno menos - dijo Ben.

¡Dije que no hubiera sangre! El pensamiento enojado de Barak golpeó violentamente


dentro de la cabeza de Alec.
¡Díselo a los Lancer! -gritó Crowe.
Alec sonrió, sintiendo la oleada de adrenalina que corría por la sangre de Domini. Esa es
mi chica, luego volvió a concentrarse en su presa. El hombre estaba agachado al lado de
un hibisco detrás de la casa, cerca de la escalera, evitando la lucha por su muñeca rota,
dedujo Alec.
¡Moveros! ¡Rápido! -ordenó Barak. -¡Limpiad la zona ahora!
Los vampiros se movieron hacia las posiciones seleccionadas, sigilosamente, su fuerza,
agilidad, su visión nocturna, su oído y su capacidad para percibir pensamientos y
emociones, eran mucho más fuertes que la de sus enemigos humanos, y los Puristas no
tuvieron ninguna oportunidad. Sobre todo porque los sobrepasaban en número y tenían el
factor sorpresa de su lado.
Alec sintió el júbilo de cada uno de los Guardianes, pero siguió mirando fijamente al
hombre que seguía agazapado detrás del arbusto con una pistola en la mano. Cuando el
Purista pensó que estaba a salvo, comenzó a subir la escalera y Alec le siguió como si
fuera la sombra de su enemigo, con sus garras extendidas a un solo centímetro de su
hombro.
Esperando el momento para su castigo.
Un susurro de advertencia dentro de su mente hizo que Domini mirara por la puerta
trasera y vio una sombra recortada por los últimos vestigios de luz y otra sombra
detrás.
-¡Abuelo!
-Le veo.
La explosión de la escopeta hizo pedazos la puerta de cristal. El Purista fue lanzado
hacia atrás junto con la puerta.
No ha sido alcanzado por la escopeta, comprendió Domini, alguna otra cosa le ha tenido
que tirar hacia abajo.
Había una pelea en la parte de atrás de la casa, los cuerpos rodaban ruidosamente sobre
los cristales rotos. Domini avanzó con cautela con la pistola en la mano hasta que
consiguió tener una vista mejor de la lucha.
Luego se rió, con un sonido triunfante y malicioso. Alec se giró hacia ella, le sonrió
abiertamente y sus colmillos brillaron en la oscuridad.
Estaba sentado sobre el pecho de uno de los Puristas, Alec dejó de golpear la cara del
hombre y dijo:
-Hola, cariño. Estaré contigo en un minuto.
-No hay prisa - Ella no se había alegrado tanto de ver a nadie en su vida. -¿Viniste a
rescatarme?
Alec dejó al Purista echado sobre sus pies.
-Sí ¿Te molesta?
Ella negó con la cabeza y volvió a reírse.
-Ni lo más mínimo.
Benjamin Lancer se colocó detrás de su nieta y apuntó con su escopeta al Purista.
-¿Como has podido llegar hasta aquí?
Barak llegó hasta ellos antes de que Alec pudiera contestar.
-Dámelo - ordenó, arrebatándole al Purista de las manos, le dejó fuera de combate y
luego se lo echó sobre el hombro. – Siento todo este jaleo, Sr. Lancer - dijo, y luego
desapareció en la noche con su carga.
Domini señaló a Barak.
-¿Qué va a hacer con ellos?
-Hipnotizarlos – dijo Alec. – Hemos hecho una lista con los nombre de todos los Puristas,
van a hacer que se olviden de la existencia de los vampiros y también de los Lancer -
agregó al ver el ceño fruncido del viejo. – Nosotros no matamos si podemos evitarlo.
-Lo sé – contestó Ben Lancer y luego dio un paso atrás a través de la puerta echa
pedazos.
Alec abrazó a Domini y la besó como nunca la había besado antes.
-No podía dejar que te enfrentarás a los Puristas sola – murmuró.
Lo Sé. Sabía que vendrías. Te estaba esperando.
¿De verdad?
Ella le devolvió el beso devorándolo mientras apretaba su cuerpo contra el suyo.
Te amo. ¿Sabes cuanto te amo, Reynard? Cuando estás conmigo, y cuando no lo estás.
Siempre estaré contigo.
¿Para siempre?
Para siempre, Domini.
Alec dejó de besarla y la alejó para poder mirarla. Ella le sonreía, y había fuego y deseo
en sus ojos.
-Parece que has disfrutado demasiado con el fuego de la batalla.
Ella acarició con el dedo el hoyuelo de su barbilla.
-¿No estoy unida a un chico delta force?
Eran tan parecidos. Hasta en lo más profundo de sus almas se asemejaban. Pero a la vez
eran lo bastante diferentes para añadir un toque picante a su relación. Ardía en deseos
de llevarla a la cama tan pronto como le fuera posible.
Él la abrazó.
-Creo que nuestra vida juntos va a ser muy interesante.
-Y muy larga - Él inclinó la cabeza. Y ella agregó – Y con el tiempo tendremos montones
de niños.
-Con el tiempo – dijo Alec. Luego colocó las manos sobre su espalda donde estaba el
tatuaje de Domini. -Y nos llamaremos el Clan del buitre.
-Del cóndor - le corrigió ella, y luego le besó. Algún día seremos los Fundadores del Clan
del Cóndor.

Fin

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