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ESTUDIANTES:
ICA - PERÚ
2017
INTRODUCCIÓN
Cuando hablamos de grupos comienzan a surgir diversos interrogantes, una de ellos es si ¿todo
conjunto de personas reunidas es un grupo?, aquí comienza el debate. En el caso que la
respuesta sea positiva, entonces ¿una hilera de personas esperando el colectivo, es un grupo?.
A medida que respondemos van surgiendo nuevas preguntas. En este último caso, estaríamos,
en realidad, frente a una serie de personas, dado que si bien todas comparten el objetivo común
de esperar el colectivo, sus destinos son diferentes. Dentro de los grupos existe un número
finito de roles que implican, a su vez, ciertos patrones de comportamiento que las personas
pueden adoptar en el trabajo de manera natural. Conocer la distribución de estos roles es
crucial para comprender el funcionamiento de un equipo de trabajo o directivo. Uno de esos
roles corresponde al líder. Es importante analizar los nuevos modelos de liderazgo y su
aplicación en estos tiempos de grandes cambios. En inglés “lead” se traduce como “dirigir, guiar,
dar dirección”. Dentro de un grupo y un equipo encontramos diferentes tipos de liderazgo.
TERAPIA: Proviene del griego θεραπεία (therapeía). Según la real academia española (RAE)
Define que es el tratamiento de una enfermedad o de cualquier otra disfunción.
Consiste en una serie de encuentros con un psicólogo o terapeuta en los que, por medio de la
palabra, y a veces a través de otras técnicas y ejercicios, la persona va superando sus
dificultades siendo más consciente de sus miedos, dudas, inseguridades o bloqueos e ir así
entendiendo cómo se han ido formando esos problemas a lo largo de su vida.
Si lo pensamos bien, todos nos hemos criado en grupos, ya sea en la vida familiar o escolar,
como trabajadores o como ciudadanos. Nos desarrollamos como seres humanos siempre en
ambientes grupales. No es diferente la psicoterapia de grupo. Provee un contexto para
compartir los problemas o preocupaciones, comprender mejor la propia situación, y aprender
junto con las demás personas.
La terapia de grupo da resultados que han demostrado, mediante estudios científicos, que la
psicoterapia de grupo es tan eficaz como la individual -a veces aún más.
Tanto como la terapia individual, la terapia de grupo puede ayudar a la mayoría de las personas.
Algunos ejemplos:
La depresión y la ansiedad
Las pérdidas
Los traumas
Trastornos de la personalidad
El/la terapeuta selecciona personas (usualmente de 5 a 10) que se pueden beneficiar con su
participación en una terapia de grupo. El propósito de las reuniones es conversar con los demás
de manera espontánea y honesta. El terapeuta sirve como guía, para que en la conversación
se traten los temas más significativos para los participantes.
No todos los grupos se parecen. Varía el énfasis de uno a otro. Por ejemplo, algunos grupos se
dedican principalmente al desarrollo interpersonal pues la mayoría de lo que se aprende viene
de los intercambios entre los miembros. Otros grupos se enfocan en las formas de ser y pensar
de cada miembro en sí mismo -cómo controlar los pensamientos negativos, como hacerle frente
a las fobias, como aliviar la ansiedad asociada con ciertas situaciones.
La psicoterapia de grupo se enfoca en las relaciones entre las personas. Guiada por una
persona profesional, ayuda al participante a llevarse mejor con los demás. Provee también
amparo respecto a los problemas y desafíos particulares de sus miembros. Son distintos los
grupos de apoyo porque sólo los grupos de psicoterapia facilitan el cambio y crecimiento
personal del participante. Los grupos de apoyo se limitan comúnmente al alivio de los síntomas.
¿Qué voy a lograr con este paso? ¿Habrá suficiente tiempo en un grupo para escuchar mis
problemas? ¿Qué pasará si me caen mal los demás miembros del grupo? Es normal tener
preguntas o dudas cuando uno piensa entrar a un grupo. Integrarse a un grupo tiene valor en
gran parte porque brinda la oportunidad de aprender cómo piensan y sienten las otras personas.
Llegamos a entender mejor nuestra forma de pensar y actuar y la de los demás.
Vemos como los miembros del grupo reaccionan entre ellos. Convivimos a diario con otras
personas, y nos podemos beneficiar hablando de nuestras experiencias y nuestros conflictos
con los demás. En el grupo aprenderá que quizás no es ni tan diferente ni está tan sólo como
pensaba. Va a colaborar con sus compañeros enfrentando problemas comunes para todos.
Esto es uno de los mayores beneficios de la psicoterapia de grupo. Cuanto más se involucre
uno en el grupo, más provecho obtiene.
La psicoterapia de grupo puede beneficiar a muchas personas con problemas diferentes. Unas
que tienen problemas interpersonales. Otras que sufren depresión, ansiedad, enfermedades
serias o crónicas, grandes pérdidas, problemas de adicciones u otras conductas problemáticas.
¿En el grupo, van a estar incluidas personas con problemas parecidos a los míos?
Normalmente, el grupo incluye una variedad de personas que pueden aprender unos de los
otros. A veces tienen problemas similares, pero no es siempre necesario que sea así. En
realidad, los que tienen problemas que no se repiten, pueden tener también puntos fuertes que
no se repiten, y por lo tanto ayudarse enormemente.
La duración depende del tipo del grupo y la naturaleza de los problemas de cada miembro. Hay
grupos que se dedican a problemas muy concretos, y duran un tiempo limitado, digamos unas
6 hasta 20 semanas. Otros grupos, por ejemplo los de personas con enfermedades crónicas,
suelen durar mucho más.
Es común al principio sentirse incómodo o confuso en un grupo. Pero poco a poco se gana
confianza y surge el interés. La mayoría de los participantes llegan a sentirse muy aliviados,
porque encuentran que el grupo de terapia representa un lugar privado y confidencial donde se
pueden desahogar. La mayoría de las personas que han participado en la psicoterapia de grupo
creen que la experiencia de colaborar con los demás tuvo buenos resultados, y que ellos han
mejorado por medio de esta forma de terapia.
CAPITULO II
SEGÚN AUTORES:
Nació en India en la ciudad de Mutra en la Provincia del Punjab (lindante con Cachemira y
Pakistán) el 8 de Septiembre de 1897. Falleció en Inglaterra en noviembre de 1979. La obra
psicoanalítica de Bion tiene una singularidad cuyo valor no depende solamente del contenido
de sus textos sino de la forma en que Bion la presentó. Una consecuencia es que es generadora
a su vez de formas singulares de pensar en el lector. Su producción abarca 14 libros. Estos son
profundamente comprometidos con la práctica analítica y con la investigación. Para muchos
analistas es un pensador que será ampliamente comprendido en el futuro porque sus ideas se
enlazan en forma armónica con el desarrollo tanto de una epistemología científica del conocer
como con las ciencias físico matemáticas más avanzadas.
Su profunda formación en múltiples disciplinas, aunada con experiencias vitales no comunes
junto con una disposición a la observación y una sensibilidad conjugada con una disciplina para
el pensamiento articulado, son las condiciones que produjeron una obra compleja y apasionante
que impacta a las mentes psicoanalíticas abiertas. Su obra está orientada al cambio mental, a
su crecimiento y maduración.
Wilfred Bion: Describe como los miembros del grupo no tan solo interactúan con otros, sino
explica como el moverse hacia el otro en el desarrollo de patrones conductuales comunes.
Desarrollo de grupo:
Cuando se entiende en términos las relaciones objetales, permite a los miembros que
retomen la sucesión de conflictos que enfrentan en el curso normal del desarrollo
intrapsiquico/ interpersonal.
El grupo brinda a los miembros la oportunidad de resolver el conflicto de mejor manera
que como había ocurrido durante el desarrollo infantil mediante el uso d los recursos del
grupo.
Bion reconoció que los individuos entran al grupo con diferentes vulnerabilidades del
desarrollo.
El objetivo de la terapia de grupo es que la persona pueda experimentar un desarrollo en
sus relaciones de sí mismo y también con los demás.
Proceso de cambio
Los tres elementos utilizados por los terapeutas de relaciones objetales tienden a enfocar las
metas del grupo en:
Ambiente de sostén:
La contratransferencia:
Al darse cuenta de una identificación crea una mediada de distancia que permite al terapeuta
responder de manera constructiva a la misma.
El terapeuta debe pensar en cómo fomentar la introspección en los miembros respecto a las
situaciones que les causan incomodidad.
Marcos Bernard
1.- El psicoanálisis y los grupos
Una de las contribuciones más significativas ha sido, seguramente, la de W.R. Bion. Los grupos,
según este autor, se desenvuelven en dos niveles de funcionamiento distintos y, hasta cierto
punto, complementarios. Uno de ellos, el manifiesto contractual, es el que denominó: grupo de
trabajo. Se cumplen en él las leyes del proceso secundario: los participantes se adaptan a los
requerimientos de la realidad, tendiendo a cumplir la tarea que se han propuesto.
En el otro nivel, el grupo de supuesto básico, se dejan sentir las formaciones del inconsciente.
A partir de una capacidad de combinación instantánea de seres humanos, la valencia, que actúa
en presencia de un contexto grupal, este se organiza de acuerdo a patrones inconscientes
característicos, que responden a la vigencia de fantasías muy primitivas.
La regresión es, para Bion, un fenómeno propio e inevitable de los grupos: la presencia de estas
fantasías sería su consecuencia. Llegó a definir al grupo como a un conjunto de individuos en
un nivel idéntico de regresión. Esto implica que todos los grupos humanos, cualquiera que sea
el trabajo al que están abocados, sufren en mayor o menor grado efectos provenientes del
inconsciente de sus miembros, con consecuencias diversas.
Estas premisas, que fueron ampliadas y confirmadas por otros investigadores (no todos
aceptaron su propuesta de una mentalidad grupal, sin embargo), se aplicaron a la terapia, a
contextos institucionales y a problemáticas grupales de todo tipo. Psicodramatistas, como J.
Moreno, otros enfoques psicoanalíticos como el de Foulkes, Anzieu, etc. confluyeron en el
abanico de teorías y técnicas que encontramos en la actualidad.
El efecto inconsciente propio del a grupamiento, como dijimos, se produce en todos los casos,
no sólo en un encuadre psicoanalítico. Pero en este último es posible su análisis y modificación
a partir de técnicas interpretativas, lo que permite cambios en la dinámica del grupo que
renueven estereotipos y aumenten la posibilidad de reflexión de sus miembros. En el plano de
la investigación, constituye un instrumento de conocimiento del psiquismo humano,
especialmente en lo que hace a su origen vincular.
Desde que Charles Cooley describiera, a principios de siglo, la importancia de los grupos de
pertenencia —la familia en primer lugar— en la formación y crecimiento de la identidad de sus
miembros, se han sucedido al respecto muchas investigaciones, desde la psicología social y el
psicoanálisis.
El sujeto humano es siempre esperado por un grupo, del que la madre es representante; tiene
un lugar asignado en él que lo marca y determina desde el inicio. Lo que será la patología del
sujeto guarda una estrecha relación con lo que fue en algún momento la patología de sus
grupos, en especial su familia: el psiquismo del sujeto —lo afirmó Freud en 1921 es el resultado
de un precipitado de vínculos de los que ha participado, y que lo ubican, le proporcionan
identidad, lo fijan en determinadas pautas (o estereotipos), lo enriquecen, y a veces lo desgarran
y destruyen. Consecuencia del vínculo, ya que, en su indefensión infantil, necesita de los otros
para compensar la homeostasis perdida con el nacimiento, el sujeto humano volverá al vínculo
para apuntalar, repetir o elaborar, las marcas que estas primeras relaciones dejaron en él. El
grupo en principio la relación con la madre reemplaza al vientre materno y, en cierto sentido, de
ahí en más lo representa en su inconsciente. Se buscará en él protección, reconocimiento,
afecto, y también realización y poder. Será siempre una herramienta de trabajo y un soporte,
una pantalla para su fantasía. Aún el solitario necesitará conversar consigo mismo, en un
diálogo que tendrá como referencia alguna de su historia.
3. El individuo y el grupo
Desde conceptualizaciones psicoanalíticas recientes, se piensa al sujeto (lo hemos dicho antes)
como organizado a partir de una serie de contenidos y estructuras intrapsíquicas surgidos en
ocasión de su existencia grupal. El ser humano emerje de estos vínculos, en un movimiento
que produce su internalización al mismo tiempo que su discriminación de ellos: el “adentro ” que
se forma, que constituye su psiquismo, se diferencia del “afuera” del que ha surgido, adquiriendo
con respecto a éste cierta autonomia. El grado de discriminación alcanzado entre este “adentro”
y este “afuera”, asi como el tipo de vínculo que se establezca entre ambos, marcará el estilo, el
carácter, la identidad y la patología del sujeto. Si el sujeto no ha aprendido a distinguirse de
aquel grupo del que ha surgido (o de los que le sucedan) queda condenado a depender
excesivamente de el: no puede ejercer una actividad mental autónoma, ya que en su vivencia
los otros son parte de él, tal como un niño pequeño no puede prescindir de su madre, de quien
se siente una parte indivisible.
Si bien todos los cuadros de la patología pueden referirse en su vertiente psicológica a esta
circunstancia, no debe pensarse que el mecanismo es simple: las formas en que el sujeto
manifiesta o intenta superar esta dependencia son, a veces sumamente complejas, y suelen
aparecer aparentemente alejadas del punto de partida original. Cuando un sujeto con un déficit
de identidad como el descripto se incluye en un contexto grupal, tenderá a tomar a sus
circunstanciales compañeros como a partes de su propio ser. La regresión propia De estos
encuentros incrementará este efecto de vivencia de fusión. Su actividad con ellos (hablo de un
grupo cualquiera, “natural”) además de estar dirigida a resolver las vicisitudes de la tarea que
los ha convocado, se verá influenciada por esta dificultad para contemplar las diferencias. Su
incapacidad para discriminar entre los contenidos de su psiquismo inconsciente, los personajes
y fantasías que lo componen, y los protagonistas concretos del grupo organizados alrededor de
la tarea que los convoca, hace que su adentro no bien delimitado se derrame en este afuera del
que no consiguió delimitarse. En grados variables el sujeto debe dirigirse a los otros
otorgándoles lugares y roles que corresponden a objetos de su mundo interno. Reproduce así
con ellos vínculos que corresponden a sus fantasías inconscientes, que quedan de este modo
dramatizadas en la escena de la que participa: no lograrlo lo sometería al sentimiento penoso
de una disgregación de su psiquismo, perdidos los puntales concretos que lo sostienen.
4. Las técnicas
Lo dicho nos sirve de introducción para plantear las posibilidades operativas de un enfoque
psicoanalítico de los grupos. Toda inserción de un sujeto en un contexto grupal desencadena
fenómenos que afectan tanto al propio sujeto como al conjunto. Al sujeto: revive inevitablemente
otras experiencias de pasaje, que tienen que ver con sus entradas y salidas en otros vínculos
y, en definitiva, con aquella en que comenzó su experiencia como ser humano. De nuevo se
encuentra en una situación desconocida, para la que se siente insuficientemente preparado, en
la que depende de los otros, que le proporcionan además un código que debe aprehender. Su
mayor o menor elaboración de esas experiencias anteriores hará que esta etapa nueva sea
superada sin inconvenientes mayores, o se constituya en un escollo insoportable que condena
al sujeto al aislamiento, al conflicto con los otros, o, por lo menos, a un sufrimiento inadecuado.
La forma patológica con que haya resuelto las inserciones anteriores, tenderá a repetirse, en lo
que constituirá un despliegue transferencial. Entendemos aquí este término en una de sus
acepciones posibles: la vivencia de situaciones nuevas apartir de pautas pretéritas e
inadecuadas, sin poder percibir la diferencia entre lo anterior y lo novedoso, es decir, entre lo
que ya estaba y lo que adviene; el antes y el ahora, lo “mío” y lo “otro”.
Por otra parte, los grupos psicoanalíticos terapéuticos tienden a instrumentar el ámbito grupal,
a través de un encuadre apropiado, para poner en juego y tratar diversas problemáticas
psicológicas, en este caso personales, de sus miembros. Las técnicas difieren según la tarea
que cada tipo de grupo se proponga: en los de reflexión el foco está puesto en la interacción
del conjunto, y el efecto que el despliegue fantasmático produce en ella. En los terapéuticos, en
el análisis de la neurosis de transferencia de cada uno de los miembros, desplegada en el
contexto vincular que provee el grupo.
5. El futuro
A partir de un objetivo didáctico llevado a término en forma muy sistemática, Marcos Bernard y
sus colaboradores sintetizan y hacen una revisión crítica de los principales temas y aportes en
el estudio psicoanalítico de los grupos, buscando su integración con el enfoque teórico-técnico
de la Institución de la que forman parte: el enfoque de las configuraciones vinculares, que es
construido a partir de algunos de los conceptos pichonianos como son el de vínculo y el de rol,
aunque no siga en lo demás el enfoque operativo de los grupos.
En el Prólogo señalan su propósito de «... elaborar un panorama lo mas abarcativo posible del
campo del psicoanálisis grupal, pensando especialmente en quienes se inician en el mismo, y
en quienes desean sistematizar sus ya adquiridos conocimientos.
Agregan: «No es fácil combinar la necesidad de una síntesis, con la de exponer conceptos de
una manera suficientemente amplia como para que el lector pueda hacerse su propia idea
acerca de lo que son los grupos desde una visión psicoanalítica. Hemos optado por plantear,
más que un modelo cerrado, una descripción de las problemáticas que encontraron, en el curso
de su trabajo con grupos, los distintos autores que estudiamos, y las estrategias con que las
enfrentaron.»
Una de las contribuciones más significativas ha sido, seguramente, la de W.R. Bion. Los grupos,
según este autor, se desenvuelven en dos niveles de funcionamiento distintos y, hasta cierto
punto, complementarios. Uno de ellos, el manifiesto contractual, es el que denominó: grupo de
trabajo. Se cumplen en él las leyes del proceso secundario: los participantes se adaptan a los
requerimientos de la realidad, tendiendo a cumplir la tarea que se han propuesto.
En el otro nivel, el grupo de supuesto básico, se dejan sentir las formaciones del inconsciente.
A partir de una capacidad de combinación instantánea de seres humanos, la valencia, que actúa
en presencia de un contexto grupal, este se organiza de acuerdo a patrones inconscientes
característicos, que responden a la vigencia de fantasías muy primitivas.
La regresión es, para Bion, un fenómeno propio e inevitable de los grupos: la presencia de estas
fantasías sería su consecuencia. Llegó a definir al grupo como a un conjunto de individuos en
un nivel idéntico de regresión. Esto implica que todos los grupos humanos, cualquiera que sea
el trabajo al que están abocados, sufren en mayor o menor grado efectos provenientes del
inconsciente de sus miembros, con consecuencias diversas.
Estas premisas, que fueron ampliadas y confirmadas por otros investigadores (no todos
aceptaron su propuesta de una mentalidad grupal, sin embargo), se aplicaron a la terapia, a
contextos institucionales y a problemáticas grupales de todo tipo. Psicodramatistas, como J.
Moreno, otros enfoques psicoanalíticos como el de Foulkes, Anzieu, etc. confluyeron en el
abanico de teorías y técnicas que encontramos en la actualidad.
El efecto inconsciente propio del a grupamiento, como dijimos, se produce en todos los casos,
no sólo en un encuadre psicoanalítico. Pero en este último es posible su análisis y modificación
a partir de técnicas interpretativas, lo que permite cambios en la dinámica del grupo que
renueven estereotipos y aumenten la posibilidad de reflexión de sus miembros. En el plano de
la investigación, constituye un instrumento de conocimiento del psiquismo humano,
especialmente en lo que hace a su origen vincular.
Desde que Charles Cooley describiera, a principios de siglo, la importancia de los grupos de
pertenencia —la familia en primer lugar— en la formación y crecimiento de la identidad de sus
miembros, se han sucedido al respecto muchas investigaciones, desde la psicología social y el
psicoanálisis.
El sujeto humano es siempre esperado por un grupo, del que la madre es representante; tiene
un lugar asignado en él que lo marca y determina desde el inicio. Lo que será la patología del
sujeto guarda una estrecha relación con lo que fue en algún momento la patología de sus
grupos, en especial su familia: el psiquismo del sujeto —lo afirmó Freud en 1921 es el resultado
de un precipitado de vínculos de los que ha participado, y que lo ubican, le proporcionan
identidad, lo fijan en determinadas pautas (o estereotipos), lo enriquecen, y a veces lo desgarran
y destruyen. Consecuencia del vínculo, ya que, en su indefensión infantil, necesita de los otros
para compensar la homeostasis perdida con el nacimiento, el sujeto humano volverá al vínculo
para apuntalar, repetir o elaborar, las marcas que estas primeras relaciones dejaron en él. El
grupo en principio la relación con la madre reemplaza al vientre materno y, en cierto sentido, de
ahí en más lo representa en su inconsciente. Se buscará en él protección, reconocimiento,
afecto, y también realización y poder. Será siempre una herramienta de trabajo y un soporte,
una pantalla para su fantasía. Aún el solitario necesitará conversar consigo mismo, en un
diálogo que tendrá como referencia alguna de su historia.
Desde conceptualizaciones psicoanalíticas recientes, se piensa al sujeto (lo hemos dicho antes)
como organizado a partir de una serie de contenidos y estructuras intrapsíquicas surgidos en
ocasión de su existencia grupal. El ser humano emerje de estos vínculos, en un movimiento
que produce su internalización al mismo tiempo que su discriminación de ellos: el “adentro ” que
se forma, que constituye su psiquismo, se diferencia del “afuera” del que ha surgido, adquiriendo
con respecto a éste cierta autonomia. El grado de discriminación alcanzado entre este “adentro”
y este “afuera”, asi como el tipo de vínculo que se establezca entre ambos, marcará el estilo, el
carácter, la identidad y la patología del sujeto. Si el sujeto no ha aprendido a distinguirse de
aquel grupo del que ha surgido (o de los que le sucedan) queda condenado a depender
excesivamente de el: no puede ejercer una actividad mental autónoma, ya que en su vivencia
los otros son parte de él, tal como un niño pequeño no puede prescindir de su madre, de quien
se siente una parte indivisible.
Si bien todos los cuadros de la patología pueden referirse en su vertiente psicológica a esta
circunstancia, no debe pensarse que el mecanismo es simple: las formas en que el sujeto
manifiesta o intenta superar esta dependencia son, a veces sumamente complejas, y suelen
aparecer aparentemente alejadas del punto de partida original. Cuando un sujeto con un déficit
de identidad como el descripto se incluye en un contexto grupal, tenderá a tomar a sus
circunstanciales compañeros como a partes de su propio ser. La regresión propia De estos
encuentros incrementará este efecto de vivencia de fusión. Su actividad con ellos (hablo de un
grupo cualquiera, “natural”) además de estar dirigida a resolver las vicisitudes de la tarea que
los ha convocado, se verá influenciada por esta dificultad para contemplar las diferencias. Su
incapacidad para discriminar entre los contenidos de su psiquismo inconsciente, los personajes
y fantasías que lo componen, y los protagonistas concretos del grupo organizados alrededor de
la tarea que los convoca, hace que su adentro no bien delimitado se derrame en este afuera del
que no consiguió delimitarse. En grados variables el sujeto debe dirigirse a los otros
otorgándoles lugares y roles que corresponden a objetos de su mundo interno. Reproduce así
con ellos vínculos que corresponden a sus fantasías inconscientes, que quedan de este modo
dramatizadas en la escena de la que participa: no lograrlo lo sometería al sentimiento penoso
de una disgregación de su psiquismo, perdidos los puntales concretos que lo sostienen.
Es en este contexto de las ciencias sociales, atrapadas por un falso dilema individuo-sociedad,
que nace la Psicología Social propuesta por Enrique Pichón Rivière.
Somos conscientes de las pautas y normas sociales, pero no somos conscientes de las pautas,
modelos y prohibiciones “internalizadas” mediante las cuales la sociedad se hace presente
dentro nuestro.
Para Enrique Pichón Rivière la psicología social en sentido estricto se define como social a
partir de la concepción del sujeto, que es entendido como emergente, configurado en una trama
compleja en la que se entretejen vínculos y relaciones sociales.
El que enferma, dice: “es el portavoz más señalado de ese proceso, y su intolerancia a un
determinado monto de sufrimiento que no pudo soportar lo hace sucumbir y hacerse cargo como
chivo emisario de la enfermedad del grupo”. Según su concepto de salud y enfermedad, «el
sujeto es sano en la medida en que aprehende la realidad en una perspectiva integradora y
tiene capacidad para transformar esa realidad transformándose a la vez él mismo. La salud
mental consiste en el aprendizaje de la realidad y en la resolución de las contradicciones que
surgen en la relación sujeto-medio.»
En un homenaje que se le rinde a Pichón Rivière en el año 1967 en la Revista Acta Psiquiátrica
y Psicológica de América Latina, José Bleger refiriéndose a este tema dice: “La teoría de la
enfermedad única y la teoría de la relación objetal, cuya postulación básica es que toda
conducta es siempre una experiencia con otro... ha permitido no sólo el pasaje a la psicología
social y a la utilización más amplia del psicoanálisis en los fenómenos sociales sino también ha
hecho que el mismo esquema conceptual de la psicología y el psicoanálisis del hombre
individualmente enfocado, sea a su vez el de una psicología social”.
Para la psicología social el modo de abordar a ese sujeto sujetado a la necesidad, que mantiene
una relación dialéctica con el medio, es observar cómo resuelve la contradicción sujeto-medio
y sujeto-estructura social. Resulta evidente entonces que el análisis de las conductas, del
comportamiento, debe hacerse en el contexto social al cual el sujeto pertenece. El sujeto debe
ser comprendido como emergente de la estructura social que lo contiene
Pasemos ahora a analizar el concepto de “hombre en situación”. Alrededor de 1948 era objeto
de debate el modo cómo debía ser abordado el objeto de conocimiento de la psicología; se
había entablado una polémica entre quienes sostenían que la psicología era individual y
trataban en el campo psicológico al hombre abstracto, y los que sostenían este concepto
sartreano del «hombre en situación», entendiendo que el sujeto debía ser abordado en su
relación dialéctica con el medio.
Eso es lo que está planteado en la expresión hombre en situación, concepto que Pichón Rivière
amplía en 1971 agregando «sujeto productor y producido en una praxis”, es decir sujeto como
portavoz de una determinada situación protagonizada por los miembros del grupo social, su
familia, con la que está comprometido desde siempre y a la que ha incorporado a su mundo
interior. Desde esta visión, entonces, el que enferma es el portavoz de ese grupo familiar que
lo enfermó, y actúa como emergente porque está denunciando a esa estructura familiar
generadora de enfermedad, que también puede curarlo, si se realiza un trabajo en común en el
que se logre la cooperación mutua, una buena redistribución de las ansiedades y una correcta
redistribución de los roles.
Por otra parte afirma: «la vieja oposición entre individuo y sociedad se resuelve entonces en
este nuevo campo de la psicología social, en el que sólo existe el hombre en situación ; esto
significa que el hombre debe ser abordado en su relación dialéctica con el medio», debe ser
tomado como emergente de la estructura social que lo condiciona, y es éste el concepto que
permite sostener como premisa fundamental para comprender el comportamiento, las
conductas de todo ser humano, que los procesos psíquicos son la resultante de la interacción
entre el sujeto y la estructura social (sujeto-medio), y eso a su vez es determinante del mundo
interno del sujeto a partir de las condiciones en que se desarrolla y se resuelve ese par
contradictorio y dinámico necesidad- satisfacción.
La necesidad no es sólo material sino también de sentimientos afectivos; sin amor no hay
crecimiento posible, ya que por el amor se afirma la personalidad, se aprende a dar y recibir y
se potencia el hombre.
En síntesis, el planteo de Pichón consiste en que hay una sola forma de abordar a ese sujeto-
objeto de reflexión de la Psicología Social: a través del vínculo y del análisis de la propia
estructura de relaciones, es decir abarcando las relaciones entre los hombres, la naturaleza y
la sociedad ; empresa en que la dialéctica resulta un instrumento pertinente, porque el sujeto
es naturaleza pero se construye histórica y socialmente en una praxis, en una actividad
transformadora del medio para producir su propia vida.
Refiriéndonos, pues, al campo específico de la psicología social hay que tener en claro que esta
disciplina no es una psicología aplicada sólo a lo grupal, si bien como método de trabajo, para
comprender las conductas del sujeto lo aborda como emergente de esa estructura social en la
cual está inserto: pareja, familia, instituciones, comunidades.
Una conducta en el área de la mente, por ejemplo el pensar, debe ser estudiada tanto por la
psicología como por la biología y la sociología; hay una psicología del pensamiento, una biología
y una sociología del pensamiento..., la psicología no es solamente la ciencia de los fenómenos
mentales, la psicología abarca el estudio de todas las manifestaciones del ser humano y éstas
se dan siempre, en realidad, en el nivel psicológico de integración. Sin psicología no hay un
conocimiento total del ser humano. Tampoco lo hay con la psicología sola”.
Para la psicología social lo importante son las configuraciones vinculares y los valores culturales
e ideológicos que el sujeto adquiere en función de su pertenecía al grupo o clase social donde
actúa, por eso hablamos de “hombre en situación”. El pasaje del psicoanálisis a la psicología
social lo marca ya Freud cuando en 1921 en Psicología de las masas y análisis del Yo había
señalado que la identificación con el jefe permitía reemplazar el ideal del Yo mediante un ideal
del yo común.
Freud había abierto el camino describiendo en las organizaciones el papel de cohesión del yo,
y luego los discípulos de Melanie Klein, sensibles a la amenaza de pérdida de la identidad yoica
en las situaciones grupales, comprobaron en ellas la presencia masiva de la angustia de
despedazamiento, de la angustia persecutoria, de la angustia depresiva, así como el recurso a
las instituciones como mecanismo de defensa contra estas angustias. El psicoanálisis permite
considerar el material que aporta un campo de investigación como el de la psicología social en
dos aspectos: una superestructura o contenido manifiesto y una infraestructura o contenido
latente.
TÈCNICAS GRUPALES
El psicodrama data del segundo decenio del siglo XX, es c creación de Jacobo L. Moreno,
médico rumano que desarrolla su teoría y su técnica, en primer lugar en Viena y luego en
Estados Unidos. Fue contemporáneo de Freud, a quien llegó a conocer. Nació en 1889 y murió
en 1974. Moreno se destacó por su interés en lo social, en los marginados y rompió con el
movimiento médico de su época, atacando los valore s oficiales, en lo que éstos tenían de
caducos, vacíos y falsos. En 1925 cuando se radicó en Norteamérica, sistematizó su teoría. El
cuerpo teórico general recibió el nombre de Sociometría, que a su vez tiene tres ramas: El socio
drama, la psicoterapia de grupo y el psicodrama. Este último conocido mundialmente ha
abarcado de manera errónea con su nombre, a la sociometría, término que su creador eligiera
para el cuerpo teórico.
Los aportes que Moreno realizó, reconocen su origen en la nueva mirada que este autor dio a
la improvisación dramática, retomando a partir de lo teatral espontáneo y del antiguo teatro
griego el concepto de catarsis. El término catarsis, que significa purificación, fue utilizado por
Aristóteles, para referirse a los efectos del drama teatral en el público, emociones que surgían
de la participación activa (identificación) en la acción dramática.
Sigmund Freud, al comienzo de sus investigaciones, por inspiración de Breuer, dio importancia
fundamental a la expresión catártica en el tratamiento de la histeria, abandonando luego la
validez absoluta que le diera en un principio, en el proceso de la cura
En el psicodrama, sí bien el público resuena y se identifica con lo representado (ese es uno de
sus valores en la terapia grupal), es el protagonista en primer lugar el que se conmueve, pues
representa su propio drama.
Cabe aclarar que la idea de catarsis en psicodrama, no se refiere a la mera descarga ni sustenta
un criterio expresionista. Catarsis de integración, la llamó Moreno y es indivisible de la
comprensión y la toma de conciencia ligada a ella.
El psicodrama psicoanalítico
Es en Francia, en la década de los años cuarenta, donde se realiza por primera vez una
integración entre psicodrama y psicoanálisis. Esta se llevó a cabo merced a la investigación y
práctica clínica de varios psicoanalistas franceses. No es casual que dichos profesionales se
especializaran en tratar niños, psicóticos y que muchos de ellos trabajaran en grupos. Es en
estos campos donde se han hecho imprescindibles otros aportes, además del que brinda el
psicoanálisis, para llevar adelante una tarea creativa y acorde con los objetivos de la cura y las
necesidades de los sujetos. Sobre todo en una etapa especialmente importante de la
estructuración subjetiva, como es la infancia. Las dificultades planteadas en el tratamiento de
la psicosis, la complejidad de los grupos, la continua búsqueda teórica y técnica de los
especialistas, explican esta compleja integración de la que hablamos.
El objetivo es que el sujeto sea en la escena lo que es, pero más profundamente, más intensa
y claramente que en la vida real; que se encuentre con aspectos de su Yo y “personas reales e
ilusorias”.
La escena para nosotros es leída desde el psicoanálisis. La valorizamos como una vía de
abordaje a lo inconsciente, un camino de exploración y elaboración, tanto del que dramatiza,
como del resto del grupo que asiste a la dramatización. A través de las identificaciones
proyectivas e introyectivas, no sólo el que indaga es el protagonista, sino también todo el grupo:
los yo-auxiliares que colaboran en la escena y los demás compañeros de grupo.
El origen del pensamiento de los efectos de la escena sobre las emociones, nos remite, como
ya señalamos, al teatro griego y a Aristóteles.
El caldeamiento, que es el primer momento del trabajo psicodramático, tiende a lograr un clima
dramático de espontaneidad. Produce una disminución de las resistencias y pone en trabajo la
fantasmática inconsciente de los integrantes de un grupo y sus relaciones.
La característica dramática de la identificación, hace posible que simultáneamente se jueguen
múltiples escenas en los diversos escenarios interiores e intersubjetivos. La escena
psicodramática profundiza esta posibilidad, por los efectos antes mencionados. Si la
identificación es motor grupal, uno de los sentidos de la construcción de dispositivos grupales
para la psicoterapia, obviamente la escena psicodramática, la profundiza y es específicamente
adecuada al grupo.
Las escenas que se representan para investigar un conflicto actual, las escenas manifiestas de
dicho conflicto, provocan el surgimiento de escenas asociadas actuales y antiguas. Escenas
infantiles que expresan deseos, situaciones traumáticas, fantasías inconscientes, lo que facilita
el trabajo psicoanalítico del grupo. Diferentes puntuaciones y resonancias se producen merced
a la regresión que el caldeamiento y la escena misma han suscitado, a distintos niveles, dando
lugar; a las transferencias y las identificaciones.
Es importante destacar aquí, el concepto de regresión que es útil que permita la elaboración.
Los personajes evocados por el acontecer grupal y sus vínculos, son puestos en escena, dando
lugar a escenas de la vida psíquica; manifestación de formaciones inconscientes.
El punto de vista de cada uno frente al drama del otro, hace presente aspectos del propio drama,
a la vez que es una manifestación de como miramos el mundo, la vida. Uno se sorprende
muchas veces de “su visión de los acontecimientos. Escribe M. Percia: “¿qué es una
dramatización? Es la producción de un acontecer actual, es la evocación de una imagen que el
protagonista tiene de algo que ya sucedió. Es la puesta en escena de su mirada”, “Se ponen en
escena las formas de mirar que cada uno carga sin darse del todo cuenta”; El grupo actualiza
en su proceso las diferentes dramáticas inconscientes y es su trabajo el comprenderlas y des
ocultarlas. Los roles jugados en las escenas y en la cotidianeidad del grupo, en relación a cada
integrante y al grupo como unidad, van poniendo de manifiesto el drama subjetivo. En una tarea
transformadora se entraman y se reestructuran, se producen subjetividades. Lo que aporta la
escena psicodramática es la posibilidad de centrar las intensidades y descentrar la lectura de
un único sentido posible, dando lugar a todos los sentidos que surjan. Lemoine refiere que el
psicodrama no es la búsqueda de un cierto sentido ni tampoco de un significante fundamental.
Por ello, se debe evitar la interpretación que proporcione el sentido y la pérdida del sentido...”,
“No se trata de descubrir el significante que re presentaría la verdad del sujeto, sino más bien
el significante que, gracias a los soportes que el grupo ofrece, se convierte en una máquina de
re petición...”
En un relato, alguien hace mención al enojo que le produjo un violento choque de opiniones con
otra persona. Se representa la escena de la discusión y emergen: la pena, el desconcierto, la
soledad del protagonista; el grupo arrima y entrama orfandad, indignación, búsqueda repetida
de situaciones como esa.
No son abstracciones, son las variadas resonancias que hacen factibles, a partir de la escena
inicial, las escenas asociadas. Una temática se abre al infinito. El personaje con quien el
protagonista estaba enojado, se convierte en “otros significativos”, en partes de sí mismo, que
desgranan afectos. Luego se trae una discusión producida a la salida del grupo, algunas
sesiones atrás; se dramatiza y se produce un nuevo juego de fantasmas, de vínculos en
situación: “Vemos” las transferencias.
Ejemplos clínicos
Las sesiones son de dos horas de duración; y en ellas se dio importancia al trabajo
psicodramático y al trabajo verbal. No se dramatiza en todas las sesiones, dependiendo el
trabajo dramático de situaciones grupales y de mi propia transferencia. Considero que cada
coordinador elige las técnicas y el encuadre, según su pensamiento y sus resonancias afectivas.
Lo importante es una visión dramática de la psicoterapia, armonizando los momentos de
asociación psicodramática y los momentos verbales (que no son solo verbales), dentro de una
concepción
Ejemplo 1:
Se trata de un grupo de adultos entre 30 y 45 años. El grupo funciona desde hace mucho tiempo,
hay dos pacientes nuevos, en total son ocho personas, cinco mujeres y tres varones.
Comienza la sesión en un clima de cierta apatía hacen referencia al calor (Transcurre el mes
de noviembre de 1991) y a las lluvias, “hablan del tiempo”. Señalo con un chiste: “bueno,
hablemos del tiempo” se ríen y Alicia dice que quiere hablar de un problema que tuvo con su
hijo adolescente. Relata una discusión; el muchacho no cumplió con un encargue de Alicia, por
el que tenía que buscar unos papeles en el centro de la ciudad y ella se lo recriminó a los gritos,
afirmando que nunca la ayuda en nada, que es un vago
Durante el relato se vuelve a indignar y afirma que no sabe qué hacer con ese muchacho. El
grupo la escucha atentamente y hace algún comentario acerca de los jóvenes, de los límites y
de la importancia o no del hecho. Pregunto si les interesa el tema y si quieren que Alicia
dramatice la escena de la discusión. El grupo dice que sí, casi todos tienen hijos y dificultades
cotidianas.
Descripción de la técnica:
Pido a Alicia que se ponga de pie, pase al espacio en el consultorio, que ella elige como
escenario dramático (escenario pautado en cada dramatización).
Algunos terapeutas trabajan con una plataforma en la que siempre se dramatiza, (Moreno
utilizaba escenarios teatrales). Comienzo el caldeamiento específico de la escena, por medio
de preguntas acerca del lugar, el momento, el día, etc. en que fue la discusión. Le pido que elija
a un compañero de grupo para hacer el rol de su hijo. (Aquí debemos tener en cuenta, que la
elección brinda datos acerca de las transferencias e identificaciones grupales) Elije al
compañero más joven, con quien tiene una buena relación, pero al que a veces ha recriminado
por sentirlo indiferente frente a lo político. Procedemos a montar la escena. Alicia describe la
habitación: es un comedor diario, el joven esta “tirado” en una silla, ella de pie, habla
Le pido que tome el rol del hijo y que trate de sentirse él, muestra al compañero, como habla su
hijo, sus gestos y sus movimientos. Le pregunto si quiere decir algo desde ese lugar, dice que
no.
Vuelve a su rol y les pido a ambos que se concentren en la escena, caldeo desde la consigna:
“Están en el comedor diario, tú Alicia llegas y te enteras que tu hijo no hizo los trámites, ¿Qué
sentiste? Alicia: ¡Me enfurezco, nunca me ayuda, es un vago, le pegaría! Les pido que
comiencen la escena, repito al yo auxiliar: tienes 18 años, tu mamá está enojada
La escena muestra aquello que Alicia relató en un comienzo, es una repetición del relato, la
diferencia está en que el tono afectivo ha subido, tanto en Alicia como en el grupo. (Este es el
momento en que pienso en que técnicas utilizar para que la escena sea más productiva).
Pido una inversión de roles, luego de que cada uno hace un soliloquio. Soliloquio de Alicia:
“Estoy furiosa, tengo taquicardia, este chico es un irresponsable, algo le pasa.”
Soliloquio del hijo: 1Está loca!, no es para tanto, algo le pasa, me grita como a un bebe”.
Invierten los roles y Alicia toma el rol del hijo, y el compañero (yo auxiliar) el rol de Alicia. Se
dramatiza nuevamente la escena y sucede que Alicia en el rol del hijo, se defiende como él no
lo hiciera en la realidad, está indignada-o. Le pido que repita nuevamente la escena y que
intente hacer el rol tal cual recuerda que actúo su hijo.
Lo hace y se le caen las lágrimas, se emociona y dice: “¡Basta!” Le pregunto qué le pasa, que
parece que algo más le sucedió. Dice que recordó una escena donde su madre le gritaba, una
escena que se repetía siempre en su adolescencia, le reclamaba que no colaborara en la casa.
La madre no tenía en cuenta nunca lo que ella hacía, no tenía en cuenta el esfuerzo que a ella
le costaba el colegio. Dice también que pensó en su marido, que siempre se queja de que ella
gana poco dinero y que gasta mucho, no tiene en cuenta sus esfuerzos, siempre le parece poco
lo que ella hace.
En ese momento existen dos opciones, según el momento grupal y lo que aprecie el coordinador
que sea más pertinente para proseguir el trabajo psicodramático. Una opción es seguir
intensificando en el conflicto personal de Alicia, realizando dramáticamente las escenas que ella
asoció. La otra es profundizar el conflicto tomando como camino la participación del grupo, sus
resonancias, sus escenas asociadas. Salvo situaciones muy especiales, ante estas dos
opciones opto por la segunda.
Así lo hice y los integrantes del grupo brindaron sus escenas. Aparecieron escenas en donde
los retaban, otras en que ellos eran los enojados, escenas de insatisfacción, de angustia frente
a fracasos personales, inseguridades, desamor. Una escena fue muy violenta.
El trabajo psicodramático se realizó con un ritmo dinámico y con una fuerte participación del
grupo. Comentan luego lo dramatizado, produciendo a nivel verbal, una labor intensa,
compartiendo lo que sintieron, pensaron y se dieron cuenta a partir de las muchas escenas que
se re presentaron.
Lo dicho nos sirve de introducción para plantear las posibilidades operativas de un enfoque
psicoanalítico de los grupos. Toda inserción de un sujeto en un contexto grupal desencadena
fenómenos que afectan tanto al propio sujeto como al conjunto. Al sujeto: revive inevitablemente
otras experiencias de pasaje, que tienen que ver con sus entradas y salidas en otros vínculos
y, en definitiva, con aquella en que comenzó su experiencia como ser humano. De nuevo se
encuentra en una situación desconocida, para la que se siente insuficientemente preparado, en
la que depende de los otros, que le proporcionan además un código que debe aprehender. Su
mayor o menor elaboración de esas experiencias anteriores harán que esta etapa nueva sea
superada sin inconvenientes mayores, o se constituya en un escollo insoportable que condena
al sujeto al aislamiento, al conflicto con los otros, o, por lo menos, a un sufrimiento inadecuado.
La forma patológica con que haya resuelto las inserciones anteriores, tenderá a repetirse, en lo
que constituirá un despliegue transferencial. Entendemos aquí este término en una de sus
acepciones posibles: la vivencia de situaciones nuevas apartir de pautas pretéritas e
inadecuadas, sin poder percibir la diferencia entre lo anterior y lo novedoso, es decir, entre lo
que ya estaba y lo que adviene; el antes y el ahora, lo “mío” y lo “otro”.
Al grupo: el despliegue transferencial de los agrupantes tiende a inducir, en la estructura de
roles que determina la tarea manifiesta, cambios, promoviendo alteraciones en ella:
estereotipos o desviaciones. Esto, a su vez, no deja de producir efectos de rebote sobre los
participantes, pudiendo eventualmente establecerse un círculo vicioso: el sujeto fuerza en el
grupo una tendencia al estereotipo, y el grupo, a su vez, desde este estereotipo, limita las
posibilidades de realización y enriquecimiento de quienes lo componen. Es aquí donde la
implementación de un enfoque psicoanalítico, tanto teórico como técnico, puede ser beneficioso
para la tarea y eficacia del grupo, como así también para el cuestionamiento y modificación de
la identidad de sus integrantes. Si se piensa en la tarea grupal, el beneficio recae sobre el
conjunto, aunque es inevitable que esto redunde también sobre cada uno de sus integrantes.
El objetivo no es realizar una terapia sobre el sujeto, sino controlar y modificar los efectos que
el proceso de agrupamiento ha producido sobre el conjunto. Se trata aquí de los grupos
psicoanalíticos de reflexión, utilizables en contextos diversos, con fines de formación o de
terapia institucional.
Por otra parte, los grupos psicoanalíticos terapéuticos tienden a instrumentar el ámbito grupal,
a través de un encuadre apropiado, para poner en juego y tratar diversas problemáticas
psicológicas, en este caso personales, de sus miembros. Las técnicas difieren según la tarea
que cada tipo de grupo se proponga: en los de reflexión el foco está puesto en la interacción
del conjunto, y el efecto que el despliegue fantasmático produce en ella. En los terapéuticos, en
el análisis de la neurosis de transferencia de cada uno de los miembros, desplegada en el
contexto vincular que provee el grupo.
5. El futuro
A partir de un objetivo didáctico llevado a término en forma muy sistemática, Marcos Bernard y
sus colaboradores sintetizan y hacen una revisión crítica de los principales temas y aportes en
el estudio psicoanalítico de los grupos, buscando su integración con el enfoque teórico-técnico
de la Institución de la que forman parte: el enfoque de las configuraciones vinculares, que es
construido a partir de algunos de los conceptos pichonianos como son el de vínculo y el de rol,
aunque no siga en lo demás el enfoque operativo de los grupos.
En el Prólogo señalan su propósito de «... elaborar un panorama lo mas abarcativo posible del
campo del psicoanálisis grupal, pensando especialmente en quienes se inician en el mismo, y
en quienes desean sistematizar sus ya adquiridos conocimientos.
Agregan: «No es fácil combinar la necesidad de una síntesis, con la de exponer conceptos de
una manera suficientemente amplia como para que el lector pueda hacerse su propia idea
acerca de lo que son los grupos desde una visión psicoanalítica. Hemos optado por plantear,
más que un modelo cerrado, una descripción de las problemáticas que encontraron, en el curso
de su trabajo con grupos, los distintos autores que estudiamos, y las estrategias con que las
enfrentaron.»
3. GRUPO OPERATIVO
Esta técnica fue creada en el año de 1942 por el psicoanalista y psicólogo social de origen
suizo, Enrique Pichón Riviere, fundador de la Asociación Psicoanalítica Argentina y de la
Primera Escuela de Psicología Social en América Latina. Una definición condensada del grupo
operativo que nos aporta su creador es la siguiente: “¿En qué consiste nuestra técnica? Se
puede decir que en dos aspectos fundamentales: el aspecto manifiesto, explícito y el aspecto
implícito o latente. En este sentido nos acercamos a la técnica analítica que es en realidad hacer
consciente lo inconsciente, o sea hacer explícito lo implícito” . Esta referencia no agota
ciertamente la definición de la técnica, pero tiene la virtud de subrayar lo específico del grupo
operativo -que lo diferencia de otras técnicas de trabajo grupal-, a saber, que cuenta con la
existencia de una dimensión latente de la vida grupal e interviene sobre ella, develándola.
Se plantea así una nueva metodología totalizadora en la que el pensar y el sentir sobre el
tema se armonizan en el trabajo grupal.
Grupos Operativos
El grupo operativo es un conjunto de personas con un objetivo en común al que intentan abordar
operando como equipo. El grupo en el campo de la enseñanza se adiestra para aprender
mientras se opera. Gran parte del trabajo del grupo operativo consiste en el adiestramiento para
operar como equipo. El factor humano tiene importancia primordial en los grupos operativos ya
que es el instrumento de los instrumentos y nos proporciona el grado más alto de eficiencia en
una tarea. Los grupos son grupos de enseñanza y aprendizaje, ya que ambos términos
constituyen pasos dialécticos inseparables, integrantes de un proceso único en permanente
movimiento. En el planteo tradicional se trabaja con alguien que enseña y alguien que aprende.
Esta disociación debe ser suprimida, pero tal supresión genera ansiedad al cambio y abandono
de una estereotipia, por lo tanto casi siempre se evita esta situación. El precio a pagar es el
bloqueo de la enseñanza y del aprendizaje, y la transformación de estos instrumentos en todo
lo contrario de lo que deben ser: un medio de alienación del hombre.
Se debe organizar la enseñanza en grupos operativos en los cuales el personal docente entre
en el mismo proceso dialéctico de los estudiantes, es decir, dinamizando los roles, y
posibilitando una enseñanza y aprendizaje mutuo y recíproco. Los docentes no deben evitar el
temor a la ruptura de status sino quedar sin status. El que enseña puede decir no sé y admitir
con ello que realmente no conoce algún tema. El abandono de la actitud de omnipotencia, la
adopción de actitudes adecuadas en la relación interpersonal son esenciales ya que posibilita
la desaparición del profesor omnipotente que siempre perturba el aprendizaje de los alumnos y
del profesor. Lo importante no es tener información acabada sino tener herramientas para
resolver los problemas que se presentan en los campos de conocimiento. La enseñanza y el
aprendizaje en grupos operativos no se trata solamente de transmitir información, sino también
de lograr que sus integrantes incorporen y manejen los instrumentos de indagación. En
resumen, el coordinador de un grupo operativo y el director de enseñanza organizada
operativamente deben trabajar o mejor dicho, cotrabajar o copensar con lo estudiantes y con
todos los auxiliares. La organización de la enseñanza en grupos operativos exige que se
desarmen y rompan una gran cantidad de estereotipias En la enseñanza grupal se vive un
clima de libertad, que es imprescindible y siempre se debe tender a moverse hacia lo
desconocido, a la indagación de aquello que aún no está suficientemente elucidado. También
se deben romper estereotipias en todos los niveles y planos en que aparezcan.
El pensar tiene un sentido particular desde los grupos operativos. En otros términos, pensar
equivale a abandonar un marco de seguridad y verse lanzado a una corriente de posibilidades.
Una virtud del grupo operativo es la posibilidad que ofrece de aprender, actuar, pensar y
fantasear con libertad, a reconocer el nexo estrecho y el insensible pasaje que existe entre el
imaginar, fantasear, pensar y postular hipótesis científicas.
En los grupos operativos se tiene en cuenta la información y la acción que generan los
mismos. Si la información crea demasiada ansiedad, es mucho más factible que aparezca una
dramatización o actuación de la información. Entre el pensar y el actuar hay relaciones muy
estrechas y el aprendizaje debe ser completado con la intervención de ambos. El hablar es una
tercera manifestación importante en el grupo operativo y constituye la comunicación en el nivel
más integrado de más plenos resultados.
El tiempo que deben emplearse en los grupos operativos debe ser limitado y previsto. Es
mejor hacer sesiones de más de una hora de duración.
Algunos problemas frecuentes son la compulsión de los integrantes a aferrarse a una idea
desde el principio, los que se oponen a todo.
El grupo operativo es una técnica de intervención grupal, creada por el psiquiatra y psicoanalista
Enrique Pichón Rivière en Argentina. Según P. Riviére, un grupo operativo es un conjunto de
personas con un objetivo en común, que intentan abordar “operando” como equipo. En la
enseñanza, un gurpo se adiestra para aprender, lo cual se logra mientras se aprende, o sea
mientras se opera. Para que esto sea efectivo, no sólo hay que aprender sino considerar los
factores subjetivos, humanos, “instrumento de todos los instrumentos”. El grupo operativo es de
enseñanza y aprendizaje a la vez : todos aprenden y enseñan al mismo tiempo, profesores y
alumnos. Esto debe poder hacerse aún cuando sabemos que la interacción entre enseñanza y
aprendizaje genera ansiedades. Por ej. Cuando el profesor no sabe algo debe decirlo: no sólo
enseña sino que puede aprender (enseñaje). Aprender no es sólo acumular información:
también es saber usarla para indagar la realidad y actuar sobre ella. Además de acumulado, el
saber debe ser utilizado: el primero solo, enajena, el segundo enriquece. Aprendizaje no es
acumular información, sino modificación de pautas de conducta en forma más o menos estable.
A esto apuntan las técnicas operativas. "Un grupo, es una comunidad que es observada en su
vida privada de grupo y como individuo. Para el grupo manejado operativamente, la vida privada
de los miembros del grupo, tiene una importancia muy relativa y si el integrante la relata con
detalle, está impidiendo la tarea del grupo. Esto sería una interpretación en términos de grupo
operativo". (P. Riviére)
Alrededor de 1960, Enrique Pichón-Riviére dirigió la primera experiencia con grupos operativos
en la ciudad de Rosario, Argentina. Con una sólida formación psicoanalítica y habiendo sido
fundador de la Asociación Psicoanalítica Argentina, estaba además muy interesado en la
aplicación del psicoanálisis a la problemática social. Creía, al igual de S. Freud, que el
psicoanálisis podría tener un papel más significativo si fuera utilizado en un marco más amplio
que el de la clínica individual y trabajó para producir una teoría y una práctica que pudiese
introducir cambios en la vida cotidiana con lo que se aunaba un doble interés por el aprendizaje
de lo social, con un objetivo en el terreno de la salud mental. Su teoría reúne aspectos de las
ideas psicosociológicas de K. Lewin, del psicodrama moreniano y de la lectura psicoanalítica
de los discursos, entre las aportaciones más significativas.
De manera muy sucinta, sus ideas básicas pueden resumirse en los siguientes puntos.
1. La tarea define al grupo. Existe grupo cuando un conjunto de personas se reúne para
hacer algo, con un motivo, para realizar un trabajo. Si cambiamos la tarea se obtiene otro grupo
a pesar de que los integrantes sigan siendo los mismos, ya que la tarea es el desafío al grupo,
es la que le propone obstáculos que debe resolver y para ello el grupo se organiza y dinamiza.
Una tarea diferente genera una estructura grupal distinta. La tarea es el centro del grupo, define
su vida, su razón de ser.
2. El grupo evoluciona en base al conflicto generado entre lo sabido y conocido (la historia)
y lo nuevo, a información desconocida (el presente) que plantea una situación extraña. De algún
modo el grupo debe poder incorporar lo nuevo, adecuarse a la nueva realidad, pero para ello
debe desechar material viejo, inútil, o redefinirlo, verlo desde otro ángulo, como si fuera nuevo.
Si el grupo se mantiene estereotipado, repite la historia y resulta desajustado a la realidad
cambiante. Por tanto, no puede producir soluciones a los obstáculos que se va enfrentando. Allí
aparecen, según Pichón, ansiedades: de pérdida de lo viejo (depresiva) y persecutoria frente a
lo nuevo (paranoide), es decir, el duelo frente a las cosas que se pierden y la vulnerabilidad
ante lo nuevo que aún no se puede entender bien, controlar, ni incorporar.
5. El grupo avanza en una espiral dialéctica y retoma cada sesión los mismos tópicos que
le preocupan, claro está, que desde un nuevo lugar cada vez, ya que el aprendizaje anterior
brinda un nuevo trampolín para impulsarse en el análisis de la tarea. La espiral es como un
cono invertido, cada nueva vuelta incluye más elementos del análisis que construye y
reconstruye la tarea de diversas maneras. La idea vulgar de que uno aprende de manera lineal
es falsa, en realidad se hace de manera circular. Así, el avance del grupo puede ser evaluado
periódicamente por seis categorías.
Afiliación o pertenencia: Indica la relación entre el individuo y el grupo, cómo se siente cada
quien integrado o perteneciente al grupo, qué tan sólido es el sentimiento de comunidad grupal.
Por ejemplo, si algunos miembros frecuentemente están ausentes de las sesiones se puede
deducir que la pertenencia presenta algunas dificultades.
Cooperación: Remite a la relación entre los miembros del grupo para colaborar en la solución
de la tarea. Se puede visualizar cuánto interés se pone de manifiesto en ayudarse unos a otros
para tratar los asuntos que los convocan. Claro está, a veces el grupo colabora pero.... para
sabotear el desarrollo del proceso, se confabula para no abordar la tarea.
Aprendizaje: Como ya se explicitó tiene que ver con la internalización de un nuevo modelo de
relación. El aprendizaje muestra la aptitud del grupo de aplicar el conocimiento a nuevas
situaciones. No tiene nada que ver con el concepto conductista de aprendizaje. Integra la
posibilidad de observación, de conceptualización y de poner en práctica el material previamente
internalizado. Tiene que ver también con la unidad del pensar con el sentir ya que el aprendizaje
no es únicamente intelectual sino que incluye el registro de lo afectivo. Cuando en el proceso
de análisis grupal surge un ejemplo de la cotidianidad, es un claro indicio de que el análisis se
aplicó a esa situación con la cual se ejemplifica; muestra un paso en el aprendizaje.
Comunicación: Esta categoría tiene que ver con la teoría de la comunicación: lo que sucede
con los mensajes, con los canales, con los códigos, etc. Cómo es que la comunicación es
posible en el grupo, qué sucede con el “ruido” y cómo se manejan los "malos entendidos".La
comunicación hace a la manera en cómo se transmite la información, lo que ayuda a la
resolución de la tarea o a su vez confunde su ejecución.
Telé: Muestra la relación afectiva entre las personas. La categoría fue tomada del psicodrama
moreniano porque permite visualizar el impacto que una persona puede tener en los otros. La
Telé puede ser positiva o negativa según el deseo o el rechazo que surge entre integrantes de
un grupo para trabajar o no con el otro.
Ahora bien, para Pichón, el grupo funciona a partir de una lectura que se construye donde desde
lo explicito es posible detectar determinados elementos que aluden a estructuras no visibles; el
registro de lo implícito, que aporta a la comprensión de otros niveles de lo que sucede en el
grupo. Este nivel implícito tiene que ver con el interno que hace el grupo de solucionar conflictos
más profundos. Este aspecto es tomado del psicoanálisis. El trabajo sobre lo implícito ayuda al
grupo a tomar conciencia acerca de una grupalidad existente pero de la cual no tiene clara idea,
sobre niveles de determinación que inciden aunque no sea reconocido como tal. En el plano
manifiesto, el grupo crea un ECRO (Esquema conceptual, referencial y operativo) que es la
manera en cómo el grupo va construyendo la forma de enfrentarse a los obstáculos que la tarea
le propone. Es parte del lenguaje en común que tiene que construir para poder avanzar. En el
proceso del grupo se recrean los esquemas personales de sus miembros a los efectos de ir
logrando un ECRO grupal. Es un Esquema porque autoriza a aproximarse de manera
organizada a nuevas situaciones. Es Conceptual porque hace al punto de vista teórico que el
grupo desarrolla; es Referencial porque es un nuevo modelo, a partir del cual el grupo puede
comparar y enfrentar nuevas situaciones; es Operativo porque indica la posibilidad real de
introducir cambios en su realidad. Este concepto operativo tiene alguna similitud con el concepto
marxista de praxis en el cual se da una articulación entre teoría y práctica. La gente que ha
tenido una experiencia grupal, se coordina más porque ya han creado este ECRO. Como
ejemplo Pichón siempre menciona el caso del fútbol: si el equipo está bien compenetrado, es
decir ha elaborado un ECRO común, puede jugar sin verse unos a otros; ellos pueden tener in
mente la situación total y la ubicación del resto de los compañeros y lanzar la pelota a algún
sitio "sabiendo" que habrá allí un compañero para recibirla y continuar la jugada. Así, la dinámica
del juego los conduce al objetivo que los convoca: el gol. La internalización del ECRO es la
internalización de la estructura del grupo. Como dice Kaës, la producción de un Aparato psíquico
grupal.
El trabajo de construcción del ECRO transita por una amplia variedad de aspectos, sobre todo
aquellos que tienen que ver con la integración de lo intelectual y lo emocional como aspectos
de la personalidad. Recuérdese que en nuestra sociedad se disocia el pensar y el sentir ya que
hay espacios claramente definidos para cada uno de ellos. En todo caso, resulta obvio que
siempre el sujeto actúa parcialmente, perdiendo una buena parte de sus posibilidades y eficacia.
Hay lugares para sentir (la familia, por ejemplo) y otros para pensar (la escuela, el trabajo). Pero
la disociación debe mantenerse de todos modos, lo que no deja de producir sus propios costos
(insatisfacción, frustración, etc.) Por ello, Pichón insiste en que la personalidad toda debe ser
puesta en funcionamiento en toda situación frente a cualquier problema. Dicha integración,
dicho aprendizaje, constituye también un aspecto importante del soporte de salud mental que
el grupo operativo ofrece. Desarrollo técnico
El emergente es una parte central del discurso grupal. Es un lugar destacado ya que alude a la
presencia de ansiedad en el devenir grupal. El coordinador pudiera intervenir para explicitar su
sentido: la fantasía inconsciente del grupo en ese momento, en términos de una dificultad
concreta que se manifiesta en el grupo para superar el obstáculo al que se enfrenta. También
podría decirse que el emergente implica la transferencia sobre el equipo coordinador, pero en
ese sentido no se devuelve con sentido regresivo sino que se la vehiculiza en términos de una
relación de trabajo. La interpretación busca incorporar aquello disociado y restituir al grupo al
trabajo sobre su tarea. lo emergente es un concepto central ya que constituye el material de
análisis donde se puede producir un nuevo sentido, una nueva vuelta de la espiral: es donde el
inconsciente grupal puede ser abordado.
Lo emergente puede serlo de varias maneras: por medio de conductas grupales o al ser
verbalizado por algún miembro del grupo. En este caso estamos en presencia de un emergente
verbal (a diferencia de un emergente actuado) por lo que el integrante que lo enuncia es
designado como portavoz, vale decir, representa al grupo. El portavoz condensa en sí mismo
su historia personal y la historia horizontal del grupo, porque si pudo hablar en un determinado
momento fue porque el grupo "lo autorizó". Tomando nuevamente el ejemplo del fútbol, si un
miembro del equipo puede llegar hasta la meta vecina y hacer un gol, es porque hay un
importante trabajo de todos, anterior a la culminación, incluso el último pase es la "autorización"
y la confianza para que ese jugador pueda convertirlo. El emergente señalado por el portavoz
representa a la totalidad o a una parte muy significativa del grupo y es reconocido por los demás
en esta representación. Cuando el observador devuelve en la lectura de emergentes finales una
lista de los mismos, está resumiendo la sesión utilizando las expresiones más significativas que
el grupo ha utilizado para mostrar sus obstáculos, sus ansiedades y el trabajo grupal
desarrollado.
BIBLIOGRAFÍA.