LA AFECCIÓN DEL SIGNIFICANTE TEMPORAL COMO CONDICIÓN PARA LA
COMPRENSIÓN DEL SIGNIFICANTE TRASCENDENTAL
POR MARTÍN CLETO GUTIÉRREZ
La historia de la afección del significante no comenzó la percepción sensible
del significante, sino, en el momento en que el significante trascendental trasciende, este se forma en y desde la materia. El deseo un una reinteligibilidad manifestada en la enunciación, en la relación de los signos y en los hombres. En ello, también existe la posibilidad de una cierta ambigüedad. Pues al ser afectado por la materialidad se puede caer en la relatividad subjetiva del individuo. La afección del significante no es una afección involuntaria, es una afección activa. Esta afección pose una doble faceta: inmanente y trascendente. Trascendentemente puede estar el rechazo del verdadero significado que se halla en el significante. De modo inmanente, está implícito el significado en el cual tiene su origen y cuyo contenido puede ser descifrado por los hombres. El significante recibe por causa su significado originante la afección de la materialidad de cara a la percepción sensible de otros hombres a los que se comunica. La materialidad del significante insinúa la afección por la cual también se van a someter tanto el significante mismo como el significado. Existe un cierto temor ante la materialización del significante. Existe un temor de una ruptura con el origen inteligible, un horror de una “muerte del significado”. Pero es necesaria, porque el significado, en cuanto origen, no se puede contentar sólo con su inmanencia. Y es que la verdadera afección del significante comienza con la impresión del contenido del significado en el significante. En este sentido, sí se puede hablar de una ‘muerte del significado’. Sería inconcebible afirmar, que por ser significante trascendental, el significante temporal no pudo experimentar incomprensión y ser arrojado a la mera afección. Esta incomprensión va a desgarrar el sentido guardado respecto al significado originante. La materialización aparenta la huida del significado, un silencio, un ocultamiento, una oscuridad. Es el descenso de lo inteligible a la oscuridad de la materia. El significado parece perdido, no sólo a los ojos de los hombres, sino ante sí mismo, con la extrañeza de la materia parece autoextrañarse a sí mismo. Pero el lenguaje jamás se había habituado a contemplar esta afección como la huella de lo inteligible en lo sensible para constituir un elemento esencial de la comunicación. Pareciera ser que la materialización del significado se inclinara a la pérdida de la comunicación. En las relaciones entre el significando originante y el significante trascendental se interpuso la materialidad que, por Jacques Derrida, se caracteriza como ‘muerte’, como la muerte del significado. El mismo significado originario es perdido por el “significante”.
Si se tiene una especial atención en la palabra ‘origen’ en la elaboración del
significante, la intencionalidad dialéctica entre significado, significante y sentido parecen resquebrajarse. Pues si el significado se pierde con el significante, este pierde la intencionalidad con el significado y se pierde la respectividad, en cuanto causa y origen. El conocimiento parece transmutar en un error, falsedad o relatividad. Y el conocimiento no sería más que el juego de significantes que refieren a significados muertos o perdidos.
El significado que reintelige el significante es el mismo que orilló este mismo a
la materialización. Obliga al significante trascendental a hacerse sensible para la comunicación con los otros. Le convierte en materia para trascender. Deja en el significante su contenido para ser significado originante de todo significante. Es decir, exterioriza el significante trascendental para ser, mediante él, origen de todo significante temporal.
El significado trascendental es expuesto a la finitud de la materia para ser
cocreación de los seres materiales y tener la capacidad de abstraer, del mismo modo, una esencia. La afección del significante afecta al significado. Y, sin este devenir, el significante, en cuanto a la relatividad material, pierde el significado y, así, también este pierde el sentido del significante: “letra muerta”. Aquí se pone en juego la respectividad profunda de la intencionalidad.
Aquí el conocimiento auto-comunicado del significado se torna en afección
infinita por la materialidad del significante. Pero también, de este modo, el conocimiento intencional del significante se transmuta en afección infinita por el error y ruptura respecto al significado. Lo que ocurre en la materialización afecta las profundidades del significado y puede afectar la intencionalidad desde la inteligibilidad.
También se podría afirmar que el significante trascendental no sólo fue
exteriorizado por el significado sino que se exteriorizó en razón de su propia trascendencia con el fin de darse a conocer. En el momento de la comprensión, el significante trascendental no sólo es el vehículo de un mensaje, sino que él mismo es el mensaje, es decir, es sujeto o sustancia gráfica o acústica. Su afección e incluso su ‘muerte’ son una afección activa, una materialización deliberada, una afección intencional. Un cierto despojo de la propiedad inteligible absoluta del significante trascendental para tomar una propiedad servil, utilitarista a causa de la materia. Sólo por la afección se garantiza la enajenación del significado en el significante. Esto significa, la adecuación del sentido inmanente del significante trascendental exteriorizado con el sentido trascendente del significado originario. Pero paradójicamente, esta adecuación de sentidos se origina en el momento de la escisión entre el significante y el significado mediante el acto materializante. Parece suponerse que el significado y el significante se separan en la materialización hasta el punto de romper su respectividad. Sin embargo, siguen unidos en la materialidad que forman un único movimiento de huella: pues tal huella impresa en el significante refiere al origen que propició tal huella. El sentido es el nexo que mantiene la adecuación o separación del significado y del significante al mismo tiempo. El fenómeno de la huella del significado en la materia del significante se puede interpretar al mismo tiempo como la comprensión del significante que encierra el conocimiento del significado. Lo que es el conocimiento del significado se manifiesta en la materia del significante. El significado se hace presente en los significantes sensibles por medio de la materia. Al manifestar el significante manifiesta parte de sí. Así comienza la comunicación del campo inteligible del significado, donde este será dado a conocer. El que sabe interpretar la presencia y el conocimiento del significado en la impresión de la huella del mismo en el significante, puede reinteligir el verdadero significado. Tanto la trascendencia como la contingencia son lo que hace que el significado dé al significante trascendental una materialidad con el fin de comunicarse.
Se puede afirmar que el significado es conocimiento, pero este no es pleno si
no se expresa o se comunica. No se puede decir que el significado sea sólo conocimiento verdadero, sino que también está sujeto al error o a la falsedad. El significado es conocimiento, su esencia es verdad. El significado se constituye conocimiento y se plenifica a través de la materialización. El conocimiento que afecta y es afectado sólo por el deseo trascender. El significado es ‘salida’; es decir, existe para ser comunicado mediante la materia del significante. El significado hace que significante se afecte a través del sentido. Es el conocimiento que se materializa, el significante es el significado materializado y el sentido es la fuerza que trasciende la inmanencia de la conciencia y la materia. La finitud está en el centro de la manifestación dialéctica del conocimiento. El significante, en cuanto límite, está desde el principio en el mundo inteligible. Antes de su salir al mundo, ya existía el límite (significante trascendental) del significado, sin ser significante materializado. Porque este es con forma desde la inteligibilidad. En la afección del significante espaciotemporal se hace real la presencia del significante trascendental por el significado originante. Al dar su propia forma, el significado se escinde y se afecta a sí mismo. La entrega del significante manifiesta una afección en el significado que sólo puede concebirse en clave dialéctica. Se puede remitir a lo que se afirma sobre la muerte absoluta del significante– trascendental– para darse a conocer. Sin embargo se insiste que existe una afección común del significado y significante que se produce mediante el sentido, el cual respecta y une al significante trascendental, reflejado en la materia del significante temporal, con su significado originario. La comprensión del significante temporal debe concebirse desde la perspectiva de la manifestación del significante trascendental y de su reintelección como significado. De esta manera, se puede percibir que la enunciación del significante ya comprendido posee una estructura. En la composición intrínseca del contenido del significado y su forma, que sufrió alteración experimentando la materia, el significado inteligible experimenta una afección que forma parte de la compresión del mismo. Tal afección se amplía en la materialización del significante. En el punto material, entre el significado originante y el significante trascendental, se percibe la ausencia del significado. Sin embargo, reluce una nueva afección que no había experimentado a través de la compresión hermenéutica. Así, el significado mismo asume la muerte material en su vida inteligible. De este modo, en la inteligibilidad, la muerte del significado queda superada y queda la muerte sólo de una forma y huella para recibir el contenido inteligible.
Toda materialización efectuada en el significante es, pues una especie de
método hacia la inteligibilidad. De este modo la ‘materia’, entendida como muerte, cambia de sentido. La materia ya no le es ajena. El significante trascendental se enajenó en ella en el momento de la autodiferenciación del significado. Aún la fuente de la inteligibilidad en el significado originario, el sentido, quedó afectado por la escisión entre el significado y el significante. Y es que mientras duró la separación, el significado originario pareció caer en el olvido. Sólo comenzó a ser nuevamente presente cuando el significante volvió a recobrar el sentido del significado originario.
En la experiencia materializante y en la dirección de la enunciación el
significante hace fluir un origen inteligible hacia la materia y el caos deviene orden. El orden que crea el sentido es orden originario de la materia. Sin necesidad de enfocarnos en el campo de la hermenéutica, se debe profundizar, sin embargo, en un estudio de la comprensión de los significantes y la relación dialéctica entre el significado y el sentido. Es necesario entender la enunciación del significante temporal como el significante trascendental del significado. Este significante fue materializado. Pero la reintelección de éste sólo se manifiesta en su sentido fiel accesible a pocos. Son pocos los que contemplan el verdadero sentido del significado. ¿Qué es lo que posee aquellos que comprenden el verdadero sentido del significado? ¿Cómo pudieron descifrar el significado oculto en la materia? ¿Cómo le comprendieron? ¿El significante ha sido percibido, el significante se ha manifestado, el significante se ha dejado percibir o el significando mismo lo ha manifestado? Se trata de un proceso para expresar tal fenómeno. Es la comprensión de algo que se da a conocer peculiarmente. La actividad de comprensión está de parte de lo manifestado. La persona que comprende queda afectada por la manifestación sensible del significante. No se trata de la comprensión de algo presente y que solo basta atención para comprenderlo. Se trata de una compresión excepcional que suele recibir la denominación de interpretación. La interpretación, en cuanto actividad inteligible, no puede reproducirse mecánica y de modo semejante en todos, por lo tanto, no puede ser demostrable. Pues lo demostrable supone una cierta posibilidad de reproducción de la experiencia. Por ello, se suele hablar de una cierta relatividad en el campo de la interpretación. Pues no hay repetibilidad de la comprensión del significado de modo único y total. ¿Cómo ha de entenderse esta comprensión? ¿Cómo la comprendieron los que se han dejado afectar por los significantes? Aunque las distintas comprensiones no son generales en el sentido de producción, sí contienen un aspecto general. La estructura de la compresión hermenéutica presenta una forma, una aprehensión futura y de anticipación de lo que se pudiera inteligir. El significado será reinteligido al momento de su correcta comprensión en su mayor inteligibilidad y cumplirá las expectativas del sentido originario. El significante parecerá inundarse de su verdadero sentido. Esta inteligibilidad futura comienza hacerse una realidad en la formación de los significados de las cosas preparando una intelección. Es entonces cuando el significante materializado se manifestará con un contenido formal inteligible con el fin de vislumbrar un significado. El significante, en cuanto materia, se presenta todavía desde la perspectiva de un futuro latente a los hombres. Pero como se ha manifestado a quienes han comprendido el verdadero significado se manifestará cada vez más de modo universal. Por eso, la comprensión del significado de las cosas se ha de entender como una anticipación del futuro en la compresión del significante que refiere el significado de las cosas. La compresión del significado de las cosas ofrece la forma de percepción o compresión anticipadora del significante del significado.
El que comprende al significante reinteligido de modo correcto, comprende la
inteligibilidad futura del significante. Comprende algo aún no universalmente, pero que algún día llegará a tener la propiedad universal. Sobre el fondo de esta estructura hermenéutica sobre la presencia del significante, se puede adoptar un estado de esperanza inteligible para explicar algo que se manifestó en el significante material y que quizá alguno no pudo comprender y que se puede calificar tal acontecimiento como la reinteligibilidad de lo que yacía en lo sensible. Es verdad que las expectativas apuntan a que las esencias de las cosas materiales, al ser comprendidas, su culmen descasa sobre el terreno inteligible. Pero hablar de la reintelección del significante de entre la materia para terminar en lo inteligible, refiera a un cierta esperanza de que sea encontrado el verdadero sentido oculto dentro de la materia. Con ello cabe afirmar que el significante se anticipa a todo significante mediante la reinteligibilidad de todo signo, pues los significados que existieron tiempo atrás quedaron en la inteligibilidad de la materia. La reinteligibilidad del significante es el comienzo de la trascendencia en la historia. Por ello el significante es el primer fruto de los significados ocultos, es la anticipación de la reinteligibilidad. La idea de la reinteligibilidad del significante es una metáfora transferida a la imagen del sueño como el despertar de ‘la muerte del significado’. Esta idea es el símbolo de la esperanza del significante materializado y luego reinteligido por el entendimiento. El simbolismo del despertar de la materia, considera en serio la letra muerta dejando la esperanza a una reanimación por medio de la inteligibilidad mediante la supervivencia del sentido. El símbolo de la reinteligibilidad del significante alude a la importancia de las distintas interpretaciones.