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La nueva regla de oro.

Comunidad y moralidad en una sociedad


democrática
The New Golden Rule

GABRIEL VILALLONGA | 24 MARZO 1999

Autor: AMITAI ETZIONI


Paidós. Madrid-Buenos Aires (1999). 352 págs. 3.175 ptas. Traducción: Marco Aurelio Galmarini. Ed. or.:
HarperCollings, Nueva York (1996).

Según Michael Novak, las dos frases más oídas en Estados Unidos son: "Soy libre, y hago lo que quiero", y "Eso
debería estar prohibido". El individualismo liberal resulta a menudo en conductas antisociales, pero anda falto de
medios para prevenirlas.

¿Qué es lo que está fallando en el sistema inmunitario de nuestras democracias? En opinión de Etzioni, son agentes
ideológicos los que minan las "voces morales" (cfr. pág. 21). Por una parte, hay una tendencia a explicar las malas
conductas individuales mediante causas estructurales y psicológicas (pobreza, falta de instrucción, enfermedad, etc.).
Por otra, existe una repugnancia extrema a utilizar el lenguaje de la moral y de los principios a la hora de enjuiciar
situaciones antisociales, ya que hablar de "principios morales" equivale a tener una "mentalidad antiliberal y represiva".

Como buen sociólogo, Etzioni no niega que en el origen de muchas conductas antisociales se encuentren factores
estructurales, económicos y educativos que escapan al control del actor. Pero sostiene que las personas, incluso en
condiciones desventajosas, gozan siempre de cierta autonomía. De lo contrario, no podríamos explicar por qué entre
individuos de la misma condición socioeconómica y de semejantes historiales (familiares, educativos) se encuentran
tanto criminales como ciudadanos ejemplares.

El individualismo liberal es, pues, uno de los mayores responsables de que hoy día se hayan debilitado las fuerzas que
cohesionan la sociedad. Pero este liberalismo no es más que el extremo de un péndulo que hace algunas décadas se
encontraba en la posición simétrica, en el conservadurismo victoriano. El punto medio de estos dos extremos sería la
posición del "comunitarismo" que propone Etzioni.

Ahora bien, toda tentativa de superar el bipolarismo ideológico debe entrar en el debate de su presupuesto teórico: el
debate sobre la naturaleza humana. Y esto significa meterse en profundidades filosóficas, que ya no son la especialidad
de Etzioni.

Las ideologías presentan unas relaciones desequilibradas entre individuo y sociedad, en las que se prima a uno o a
otra. La concepción comunitarista (de inspiración vagamente aristotélica) representaría el equilibrio. Según esta
concepción, la naturaleza está en desarrollo, y requiere al menos tres factores para su feliz evolución: la internalización
de los valores, unas formaciones sociales que apuntalen esos valores personales, y la reducción de la tensión
inevitable entre orden social y autonomía del individuo.

Etzioni hace sugerencias concretas sobre el modo de potenciar esos tres factores, con vistas a alcanzar el difícil punto
de equilibrio entre individuo y sociedad. Lo más característico de su propuesta es la importancia que confiere a la
llamada "infraestructura moral" que sostiene a los tres factores: la familia, las escuelas, las comunidades (vecindarios,
parroquias, asociaciones, etc.) y las comunidades de comunidades (sistemas políticos, Iglesias, federaciones, etc.).

Las orientaciones prácticas del comunitarismo son, sin duda, muy adecuadas para compensar el actual individualismo.
Pero su análisis teórico tiene un déficit de fundamentación. El "paradigma comunitario" pretende ser una "nueva regla
de oro", un modo de compensar la autonomía individual con los valores compartidos. Etzioni se atreve a ofrecer una
lista o núcleo de valores comunes: la democracia (como valor, no como procedimiento), la Declaración universal de
derechos humanos, la lealtad a las distintas comunidades de pertenencia, la tolerancia, la veracidad, la limitación de la
identidad, y la reconciliación.

Ahora bien, cuando tiene que señalar la fuente del núcleo de valores, Etzioni no sabe ir más allá de la apelación a la
tradición mundial y a una cultura universal. Quizá esto se deba a que, a pesar de remitirse a Aristóteles, el análisis de
Etzioni presenta claras deficiencias de instrumental metafísico: no tiene en cuenta el concepto de verdad, y su idea del
bien común es un tanto pobre. Por eso, cuando Etzioni afirma que el árbitro moral último de nuestras acciones es la
conciencia (y no la sociedad), está realmente afirmando que "el orden moral es una cuestión que tiene que ver
básicamente con la voluntad", y no con un orden objetivo. Es decir, al final, no critica suficientemente en el plano teórico
un individualismo que en la práctica combate.

Gabriel Vilallonga
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