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NOVECENTISMO Y VANGUARDIAS

Después del desastre de la Primera Guerra Mundial las jóvenes generaciones europeas
defendieron la creación de un mundo nuevo, de un nuevo orden internacional y de nuevas
expresiones artísticas. En España, ese afán por la modernización y la rebeldía se reflejó en dos
movimientos literarios fundamentales: el novecentismo y las vanguardias.

La generación del 14 o novecentismo surge a comienzos del siglo XX. Está compuesta por
escritores que procuraron renovar las técnicas novelísticas y poéticas de su tiempo. Gabriel Miró es
un novelista experimentador que destaca por su cuidada expresión y exquisito estilo, su
sensibilidad exacerbada y su capacidad de captar sensaciones, que muestra en obras como El
obispo Leproso. Las novelas de Ramón Pérez de Ayala son buena muestra de un tipo de novela
intelectual influida por el perspectivimo, del que Ortega y Gasset, el gran pensador de esta
generación, es teórico fundamental. El perspectivismo de Ortega sostiene que toda percepción e
ideación es subjetiva y que la verdad absoluta puede ser la suma de las perspectivas individuales.
La influencia de Ortega en generaciones posteriores, ya sea a través de su pensamiento, plasmado
en obras como España invertebrada y La deshumanización del arte o de la Revista de Occidente,
que él mismo fundó, es extraordinaria. También lo es la de Ramón Gómez de la Serna, que
representa la parte más irónica y humorística de la generación y es conocido por ser el autor de la
greguería (frase breve que encierra una pirueta verbal o una metáfora insólita) y también uno de
los principales responsables de la apertura de la cultura española a las vanguardias.

Las vanguardias surgieron como propuesta de nuevas formas de entender la cultura y la creación
estética frente a los retos y avances de la sociedad de su tiempo. Los adelantos científicos exponen
las limitaciones del hombre y la inestabilidad del mundo, de lo que surgen filosofías que rechazan
la existencia de Dios y afirman la dimensión soberana del hombre (Nietzsche). Como consecuencia,
se produce una grave crisis espiritual, y nacen movimientos rupturistas que se oponen a las
consideraciones estéticas anteriores. Las vanguardias proponen concepciones creativas renovadas,
tanto en pintura como en arquitectura o literatura y su motor es el afán de originalidad. Todas las
vanguardias pretenden romper con el orden anterior y suelen hacerlo mediante manifiestos en los
que se recogen los preceptos del nuevo arte, incitan al escándalo y defienden el sentido lúdico del
arte. Los principales movimientos vanguardistas son:

- Futurismo: nace en Italia, inspirado por Marinet. Ensalza el valor, la audacia y la


revolución. En literatura, su estilo se caracteriza por la supresión de los signos de puntuación
y la alteración del orden lineal.

- Expresionismo: nace en Alemania y destaca por su fuerte carácter crítico y la constante


denuncia social. Se da gran valor a la imaginación y al sueño, por lo que intentan expresar lo
físico a través de lo psíquico en imágenes y colores, sacando a la luz las pulsiones internas del
hombre. En España Valle-Inclán es el autor más influido por el expresionismo, como podemos
ver en sus obras La pipa de kif (lírica) y los esperpentos (teatro).

- Cubismo: Surge en la pintura y propone la descomposición de la realidad en formas


geométricas. Los poemas cubistas son una sucesión de anotaciones y estados de ánimo sin
continuidad cronológica. El principal inspirador es el poeta francés Apollinaire que llevo esta
teoría a sus caligramas.
- Dadaísmo: Es un movimiento que aspiraba a instaurar una expresión original, fuera de
toda lógica y absurda. Tristán Tzara es su fundador e incluso el propio nombre del
movimiento es absurdo, pues surge de la palabra “dada” que no es más que el balbuceo de
un niño pequeño.

- Surrealismo: Nació en Francia a partir del Dadaísmo, de la mano del poeta André Bretón.
Buscaba descubrir la verdadera realidad por medio del sueño y la escritura automática, no
sometida a filtros racionales, que incorpora imágenes que sugieren emociones y que no
responde a la lógica.

En España las vanguardias parten del rechazo de la poesía mimética realista. Dos son los ismos
propios de nuestras letras: creacionismo y ultraísmo. En ambos se advierte la preocupación por la
disposición grafica del poema, la obsesión por el cultivo de la imagen aislada, la seducción a través
de imágenes y léxico del mundo del cine, del deporte, de lo dinámico…

El creacionismo nace con el chileno Vicente Huidobro, y en España será Gerardo Diego su principal
cultivador. Se crea un lenguaje nuevo, construido por metáforas sorprendentes, juegos fónicos y la
eliminación de lo accesorio. Las palabras alcanzan una significación más profunda y como rodeada
de un aura luminosa que debe elevar al lector del plano habitual y envolverlo en una atmosfera
encantada. El ultraísmo es el otro movimiento de vanguardia de marcado carácter español y su
mejor representante es Ramón Gómez de la Serna. El ultraísmo aboga por evitar lo sentimental y
por una percepción fragmentaria de la realidad y defiende, haciéndose eco del análisis de Ortega y
Gasset, un arte deshumanizado.

Imprescindible resulta también en este período de la cultura española la figura de Juan Ramón
Jiménez. Si bien sus primeras creaciones están influidas fundamentalmente por el modernismo,
con la publicación en 1916 de Diario de un poeta recién casado se confirma un cambio en su
concepción de la poesía que lo acerca al novecentismo y los movimientos de vanguardia, pues
experimenta con los temas y las formas, adoptando el verso libre y apostando por una poesía
depurada que marcará el camino a seguir más adelante por la generación del 27.

En definitiva, podemos considerar el novecentismo como un movimiento inaugural de lo


específico del siglo XX. A las vanguardias, por su parte, hay que reconocerles su impulso renovador
y su influencia en la concepción actual del arte como campo de la experimentación y de la libertad
radical. Con ellos, se puede decir, nace lo que llamamos arte contemporáneo.

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