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DEPARTAMENTO DE LENGUAJE Y COMUNICACIÓN

GUÍA DE ANÁLISIS DE TEXTO LITERARIO CONTEMPORÀNEO


NIVEL CUARTO MEDIO

Comenta con tu compañero.

1. ¿Creen que los artistas pueden ser calificados como personas solitarias?, ¿por qué?

2. Considerando la información acerca de la literatura y el mundo contemporáneo,


¿de qué podría tratar una obra que lleva por título El túnel? Fundamenten.

3. ¿Piensan que es posible justificar racionalmente un crimen? Expliquen.

La novela El túnel fue publicada el año 1948, época marcada por las consecuencias
de las guerras mundiales, que produjeron un cambio radical en la manera de
entender la realidad. Ernesto Sábato es reconocido como un autor que da cuenta en
su obra de ese cambio, y de los conflictos que enfrenta el hombre del siglo XX ante un
mundo que aparece despojado de un sentido trascendente y comprensible.

Lee el siguiente fragmento y luego desarrolla.

El túnel
Ernesto Sábato

Escritor argentino, uno de los más importantes del siglo XX. Autor
de tres novelas y varios libros de ensayos, su obra aborda temas
como la crisis del hombre contemporáneo y los límites entre el
bien y el mal. El año 1984 recibe el Premio Cervantes de Literatura.

“...en todo caso, había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío”.


I
Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne;
supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores
explicaciones sobre mi persona.
Aunque ni el diablo sabe qué es lo que ha de recordar la gente, ni por qué. En
realidad, siempre he pensado que no hay memoria colectiva 1 , lo que quizá sea una
forma de defensa de la especie humana. La frase “todo tiempo pasado fue mejor” no
indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que —felizmente— la gente las
echa en el olvido. Desde luego, semejante frase no tiene validez universal; yo, por
ejemplo, me caracterizo por recordar preferentemente los hechos malos y, así, casi
podría decir que “todo tiempo pasado fue peor”, si no fuera porque el presente me

1
Concepto acuñado por el sociólogo francés Maurice Halbwachs en el año 1925, se refiere
a los recuerdos y memorias que se atesoran y destacan en una sociedad.
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parece tan horrible como el pasado; recuerdo tantas calamidades, tantos rostros
cínicos y crueles, tantas malas acciones, que la memoria es para mí como la temerosa

luz que alumbra un sórdido museo de la vergüenza. ¡Cuántas veces he quedado


aplastado durante horas, en un rincón oscuro del taller, después de leer una noticia en
la sección policial! Pero la verdad es que no siempre lo más vergonzoso de la raza
humana aparece allí; hasta cierto punto, los criminales son gente más limpia, más
inofensiva; esta afirmación no la hago porque yo mismo haya matado a un ser
humano: es una honesta y profunda convicción. ¿Un individuo es pernicioso? Pues se
lo liquida y se acabó. Eso es lo que yo llamo una
buena acción. Piensen cuánto peor es para la sociedad que ese individuo siga
destilando su veneno y que en vez de eliminarlo se quiera contrarrestar su acción
recurriendo a anónimos, maledicencia y otras bajezas semejantes. En lo que a mí se
refiere, debo confesar que ahora lamento no haber aprovechado mejor el tiempo de
mi libertad, liquidando a seis o siete tipos que conozco. Que el mundo es horrible, es
una verdad que no necesita demostración.
Bastaría un hecho para probarlo, en todo caso: en un campo de concentración un
ex pianista se quejó de hambre y entonces lo obligaron a comerse una rata, pero viva.
No es de eso, sin embargo, de lo que quiero hablar ahora; ya diré más adelante, si
hay ocasión, algo más sobre este asunto de la rata.

II
Como decía, me llamo Juan Pablo Castel. Podrán preguntarse qué me mueve a
escribir la historia de mi crimen (no sé si ya dije que voy a relatar mi crimen) y, sobre
todo, a buscar un editor. Conozco bastante bien el alma humana para prever que
pensarán en la vanidad. Piensen lo que quieran: me importa un bledo; hace rato que
me importan un bledo la opinión y la justicia de los hombres. Supongan, pues, que
publico esta historia por vanidad. Al fin de cuentas estoy hecho de carne, huesos, pelo
y uñas como cualquier otro hombre y me parecería muy injusto que exigiesen de mí,
precisamente de mí, cualidades especiales; uno se cree a veces un superhombre,
hasta que advierte que también es mezquino, sucio y pérfido. De la vanidad no digo
nada: creo que nadie está desprovisto de este notable motor del Progreso Humano.
Me hacen reír esos señores que salen con la modestia de Einstein o gente por el estilo;
respuesta: es fácil ser modesto cuando se es célebre; quiero decir parecer modesto.
Aun cuando se imagina que no existe en absoluto, se la descubre de pronto en su
forma más sutil: la vanidad de la modestia. ¡Cuántas veces tropezamos con esa clase
de individuos! Hasta un hombre, real o simbólico, como Cristo, pronunció palabras
sugeridas por la vanidad o al menos por la soberbia. ¿Qué decir de Léon Bloy2, que se
defendía de la acusación de soberbia argumentando que se había pasado la vida
sirviendo a individuos que no le llegaban a las rodillas? La vanidad se encuentra en los
lugares más inesperados: al lado de la bondad, de la abnegación, de la generosidad.
Cuando yo era chico y me desesperaba ante la idea de que mi madre debía morirse

2
Escritor francés (1846-1917) en cuyas obras se refleja su devoción a la Iglesia católica. Publicó una novela,
El desesperado, en la que criticaba ferozmente a los literatos de la época, lo que le valió la enemistad del
mundo literario.
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un día (con los años se llega a saber que la muerte no solo es soportable sino hasta
reconfortante), no imaginaba que mi madre pudiese tener defectos. Ahora que no
existe, debo decir que fue tan buena como puede llegar a serlo un ser humano. Pero

recuerdo, en sus últimos años, cuando yo era un hombre, cómo al comienzo me dolía
descubrir debajo de sus mejores acciones un sutilísimo ingrediente de vanidad o de
orgullo. Algo mucho más demostrativo me sucedió a mí mismo cuando la operaron de
cáncer. Para llegar a tiempo tuve que viajar dos días enteros sin dormir. Cuando llegué
al lado de su cama, su rostro de cadáver logró sonreírme levemente, con ternura, y
murmuró unas palabras para compadecerme (¡ella se compadecía de mi
cansancio!). Y yo sentí dentro de mí, oscuramente, el vanidoso orgullo de haber
acudido tan pronto. Confieso este secreto para que vean hasta qué punto no me
creo mejor que los demás. Sin embargo, no relato esta historia por vanidad. Quizá
estaría dispuesto a aceptar que hay algo de orgullo o de soberbia. Pero ¿por qué esa
manía de querer encontrar explicación a todos los actos de la vida? Cuando
comencé este relato estaba firmemente decidido a no dar explicaciones de ninguna
especie. Tenía ganas de contar la historia de mi crimen, y se acabó: al que no le
gustara, que no la leyese. Aunque no lo creo, porque precisamente esa gente que
siempre anda detrás de las explicaciones es la más curiosa y pienso que ninguno de
ellos se perderá la oportunidad de leer la historia de un crimen hasta el final. Podría
reservarme los motivos que me movieron a escribir estas páginas de confesión; pero
como no tengo interés en pasar por excéntrico, diré la verdad, que de todos modos es
bastante simple: pensé que podrían ser leídas por mucha gente, ya que ahora soy
célebre; y aunque no me hago muchas ilusiones acerca de la humanidad en general
y de los lectores de estas páginas en particular, me anima la débil esperanza de que
alguna persona llegue a entenderme. AUNQUE SEA UNA SOLA PERSONA.

“¿Por qué —se podrá preguntar alguien— apenas una débil esperanza si el
manuscrito ha de ser leído por tantas personas?”. Este es el género de preguntas que
considero inútiles. Y no obstante hay que preverlas, porque la gente hace
constantemente preguntas inútiles, preguntas que el análisis más superficial revela
innecesarias. Puedo hablar hasta el cansancio y a gritos delante de una asamblea de
cien mil rusos: nadie me entendería. ¿Se dan cuenta de lo que quiero decir?
Existió una persona que podría entenderme. Pero fue, precisamente, la persona que
maté.

III

Todos saben que maté a María Iribarne Hunter.


Pero nadie sabe cómo la conocí, qué relaciones
hubo exactamente entre nosotros y cómo fui
haciéndome a la idea de matarla. Trataré de
relatar todo imparcialmente porque, aunque sufrí
mucho por su culpa, no tengo la necia pretensión
de ser perfecto.
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En el Salón de Primavera de 1946 presenté un cuadro llamado Maternidad. Era por


el estilo de muchos otros anteriores: como dicen los críticos en su insoportable dialecto,
era sólido, estaba bien

arquitecturado. Tenía, en fin, los atributos que esos charlatanes encontraban siempre
en mis telas, incluyendo “cierta cosa profundamente intelectual”. Pero arriba, a la
izquierda, a través de una ventanita, se veía una escena pequeña y remota: una
playa solitaria y una mujer que miraba el mar. Era una mujer que miraba como
esperando algo, quizá algún llamado apagado y distante. La escena sugería, en mi
opinión, una soledad ansiosa y absoluta. Nadie se fijó en esta escena: pasaban la
mirada por encima, como por algo secundario, probablemente decorativo. Con
excepción de una sola persona, nadie pareció comprender que esa escena constituía
algo esencial. Fue el día de la inauguración. Una muchacha desconocida estuvo
mucho tiempo delante de mi cuadro sin dar importancia, en apariencia, a la gran
mujer en primer plano, la mujer que miraba jugar al niño. En cambio, miró fijamente la
escena de la ventana y mientras lo hacía tuve la seguridad de que estaba aislada del
mundo entero: no vio ni oyó a la gente que pasaba o se detenía frente a mi tela. La
observé todo el tiempo con ansiedad. Después desapareció en la multitud, mientras
yo vacilaba entre un miedo invencible y un angustioso deseo de llamarla. ¿Miedo de
qué? Quizá, algo así como miedo de jugar todo el dinero de que se dispone en la vida
a un solo número. Sin embargo, cuando desapareció, me sentí irritado, infeliz,
pensando que podría no verla más, perdida entre los millones de habitantes anónimos
de Buenos Aires. Esa noche volví a casa nerviosa, descontenta, triste. Hasta que se
clausuró el salón, fui todos los días y me colocaba suficientemente cerca para
reconocer a las personas que se detenían frente a mi cuadro. Pero no volvió a
aparecer. Durante los meses que siguieron, solo pensé en ella, en la posibilidad de
volver a verla. Y, en cierto modo, solo pinté para ella. Fue como si la pequeña escena
de la ventana empezara a crecer y a invadir toda la tela y toda mi obra.

Sábato, E. (2010). El túnel.


Madrid: Ediciones Cátedra. (Fragmento)

CUESTIONARIO: Responde en tu cuaderno de forma completa.

1. ¿Por qué alguien podría estar en desacuerdo con lo que afirma el narrador sobre
los criminales?
2. ¿Qué significado adquiere la expresión “destilando su veneno” en el contexto?
3. ¿Con qué propósito el narrador pone el ejemplo de la asamblea de rusos?
4. ¿Qué querrá decir la palabra “arquitecturado” según el contexto?
5. ¿Qué podría significar en el contexto “jugar todo el dinero a un solo número”?
6. . ¿Por qué Castel decide contar la historia de su crimen? Fundamenta con una cita
textual. (Inferir)
7. Describe el tono y la actitud del narrador a partir del capítulo I del fragmento.
Según esa descripción, ¿qué se puede afirmar acerca de la personalidad de Juan
Pablo Castel? Considera que su propósito es narrar la historia de su crimen.
Fundamenta. (Sintetizar)
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8. ¿A qué se refiere Castel cuando, al final del texto, dice que “fue como si la
pequeña escena de la ventana empezara a crecer y a invadir toda la tela y toda mi
obra”? (Interpretar)

9. El narrador afirma que la vanidad está “en los lugares más inesperados: al lado de
la bondad, de la abnegación, de la generosidad”. Interpreta esta afirmación en
relación con la alusión a Léon Bloy e incorpora en tu respuesta la información de la
nota 2 al pie de la página.
10. ¿Con qué propósito se incluye la alusión a la historia del pianista y la rata?
Fundamenta. (Evaluar)
11. ¿Cómo se presentan los temas de la soledad y la incomunicación en El túnel? Fíjate
en las reflexiones del narrador y en sus acciones. Elige una reflexión y una acción para
explicar la presencia de los temas.

Reflexión y plenario: Escriban sus ideas para presentarlas y discutirlas en el curso.

1. Reúnete con tres compañeros y en parejas argumenten a favor y en contra de la


siguiente afirmación del narrador, considerando el contexto en que aparece: “Hasta
cierto punto, los criminales son gente más limpia, más inofensiva”. Escriban sus
conclusiones en sus cuadernos.

La entrevista

La entrevista es un género periodístico que presenta una forma discursiva dialógica, es


decir, sus participantes intercambian los papeles de emisor y receptor. Es de carácter
formal y su objetivo es profundizar sobre un tema o la vida de un personaje relevante,
para luego hacer pública dicha información.

Existen diferentes tipos de entrevistas:


 Entrevista informativa: su objetivo es obtener información sobre un tema.
 Entrevista de perfil o retrato: gira en torno a algún aspecto de la vida del
entrevistado.

Si bien cada una tiene rasgos particulares, comparten elementos comunes:

 Introducción: en ella se presenta una breve descripción del entrevistado, del


tema o del contexto de la entrevista.
 Estructura dialógica: la estructura de la entrevista está marcada por el
intercambio de preguntas y respuestas entre entrevistador y entrevistado,
respectivamente.
 Conclusión: para finalizar, el entrevistador resume aspectos importantes de la
entrevista o describe cómo esta se concluyó.

Para que una entrevista sea exitosa, las preguntas deben ser breves y precisas, y las
respuestas del entrevistado, claras y bien estructuradas. Es esencial, además, el respeto
por los turnos de habla: el entrevistador no debe interrumpir al entrevistado y este
debe entregar la información solicitada por el entrevistador.
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Asimismo, la entrevista requiere de una investigación profunda por parte del


entrevistador, quien debe averiguar y manejar toda aquella información disponible
sobre su entrevistado para formular preguntas interesantes y, de esta manera, sacar el
mayor provecho de la entrevista.

Tipos de preguntas que puede presentar una entrevista:

 Preguntas cerradas: pueden contestarse con una sola palabra, como ¿le gusta
leer?, ¿está de acuerdo?
 Preguntas abiertas: permiten al entrevistador obtener mayor información y evaluar
otros aspectos del lenguaje no verbal o paraverbal del entrevistado, como ¿cuál ha
sido el momento más difícil de ese proceso?, ¿qué opina sobre este tema?
 Preguntas de sondeo: sencillas y cortas, tales como ¿por qué?, ¿cuál fue la
causa?, ¿qué sucedió después?
 Preguntas hipotéticas: se le presenta al entrevistado una situación posible o un
caso relacionado con el tema de la entrevista para que presente una solución
desde su perspectiva, como ¿de qué manera reaccionaría si se enfrentara a una
situación grave?, ¿cómo solucionaría este problema?

A continuación lee la siguiente entrevista y realiza las actividades sugeridas.

En Santos Lugares
Por Gregorio Ortega Molina
Entrevista a Ernesto Sábato.

El peregrinaje a Santos Lugares se realizó en silencio, en la duermevela propiciada por


el intenso calor y el lento tránsito. Repasaba una y otra vez las preguntas. Traté de
imaginarme a Matilde, su esposa, y de ese esfuerzo por desentrañar a quien no
conocía
pasé a la evocación de sus personajes: María Iribarne y Alejandra Vidal. Ver su casa no
fue una sorpresa. Tenue por dentro, sin llegar a la penumbra. El jardín, casi salvaje. Más
tarde tendría tiempo de presumirnos una araucaria de más de cien años.

Antes de instalarnos en su sala de trabajo de escritor, tuvo buen cuidado de cerrar su


estudio de pintor, de dejarlo atrás, de que no viéramos los lienzos. Empecé las
preguntas, mientras Sábato observaba con atención la costura de su pantalón.

¿Cómo llegó a la literatura? ¿Hubo una necesidad anímica o intelectual?


Empecé a escribir esas cositas que un adolescente hace en un cuaderno casi escolar;
impresiones, algún episodio triste que me conmovió cuando vivía solo en La Plata para
seguir el colegio secundario de la universidad, desde mi pueblo de campaña. Es decir,
motivaciones anímicas, no intelectuales, del mismo modo que cuando más grande
empecé a escribir lo que podríamos llamar literatura. En mí siempre, hasta hoy, ha
predominado lo intuitivo, no lo mental.

Pero usted ha publicado muchos ensayos.


Sí, pero aun en ellos me he dejado conducir por mis intuiciones. Es bien sabido que
incluso las grandes obras filosóficas —no las de un escritor como yo—, muchas veces, y
hasta me atrevería a decir que siempre, han sido provocadas por eso que Pascal
llamaba les raisons du coeur1. Un ejemplo casi cómico es el de Descartes, patrono del
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racionalismo occidental, cuya obra cumbre fue resultado de tres sueños sucesivos que
tuvo y que él mismo relató. Y un genial matemático como Poincaré confiesa que
grandes teoremas fueron precedidos de sueños o ensueños.

¿Cómo evolucionó de la literatura a la pintura?


Desde mi infancia hice las dos, malamente, claro, como casi todos los chiquitos. Es una
de esas artes primigenias —piense en lo que plasmaron en las cavernas los hombres
primitivos—. Luego, cuando ingresan a la escuela, los hacen mediocres, explicándoles
que la madre no puede ser más grande que la casita, arruinándoles la magia, que es
la esencia de todo gran arte.

Pero ¿por qué esperó hasta los setenta años para hacer una muestra de su pintura?
Siempre fui vacilante en mostrar mis cosas más íntimas y, además, autodestructivo. La
mayor parte de los libros que escribí terminé quemándola. Durante varios años escribí
Sobre héroes y tumbas, a tumbos, con largos períodos de depresión, y cuando lo
terminé decidí quemarlo. Al decírselo a Matilde se enfermó seriamente, y por amor a
ella lo publiqué.

¿Por qué quemarlos y no arrojarlos a la basura?


Porque siempre fui pirómano, como la mayor parte de los chiquilines. Hay algo
misterioso y fascinante en el fuego. Por eso hay bomberos. ¿Cómo concebir, si no, a los
bomberos voluntarios que arriesgan sus vidas, a veces en noches tempestuosas, para
salvar el negocio o la fábrica, a menudo propiedad de sinvergüenzas?

¿Qué puente cree que haya entre la literatura y la pintura?


Tiene que haber algo, porque si no, sería inexplicable la cantidad de escritores que se
ha expresado de las dos maneras: Henri Michaux, Víctor Hugo, Gogol, Baudelaire,
Tennessee Williams, Goethe, William Blake, Pasolini, Strindberg, Hesse, Péguy, Poe, Trakl,
Rossetti, Turguéniev, D. H. Laurence, Lermontov, Pushkin, Ibsen, Witkiewicz, Apollinaire,
para solo nombrar a los que pintaron en serio.

¿Y cuál podría ser ese puente?


El alma de un artista que siente esas dos pasiones. Además, porque hay cosas que no
se pueden expresar en pintura y sí en literatura, y a la inversa. Por ejemplo, Dostoievski
no podría haber pintado la complejidad de una novela como Los endemoniados, y
creo —es una simple hipótesis mía— que Van Gogh, con grandes dotes para la
escritura, como revela su correspondencia, debería haber intentado, además,
expresarse en la ficción en el más alto nivel, el sicológico y, sobre todo, el metafísico. Si
el doctor Gachet hubiera tenido talento y comprensión del espíritu humano, en lugar
de tomarlo por loco, lo habría salvado induciéndolo a escribir ficciones, porque su
locura finalmente estalló cuando la pintura fue incapaz de expresar la fenomenal
complejidad de su alma.

¿Tiene algún vínculo con la literatura mexicana?


Por el cuestionario que me has mostrado —ya habíamos conversado cerca de dos
horas—, veo que tendré que responder ahora telegráficamente. Admiro
profundamente la riqueza y la calidad de la literatura mexicana.

¿Cómo debería ser el papel del escritor en la crisis que vivimos?


Por tener grandes privilegios, tiene grandes deberes. Decir la verdad, siempre.
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¿Siente que ha sido la voz de su tiempo?


No soy pretencioso. Una voz, quizá.

¿Cómo se salvan los obstáculos para dar al lector algo auténtico?


Con coraje.

¿Qué le produce miedo?


He pasado por tres grandes momentos de muerte, pero no me asustaron, solo me
entristecieron, porque amo la vida. Eso no quiere decir que no tenga miedos. Las
víboras y los terremotos me aterrorizan.

¿Tiene sensación de soledad?


Muchas veces, por eso necesito de la amistad y del amor.

¿Siempre ha detestado las injusticias?


Siempre, también las que he debido sufrir yo mismo.

¿Qué sistema de trabajo literario tiene?


Ninguno, me dejo llevar por los personajes.

¿Cómo los elige?


Se presentan solos. Hay que respetarlos tal como son, hay que darles toda su libertad,
porque si no son falsos. En Héroes y tumbas hice todo lo posible para que Martín se
suicidara, acumulándole desdichas. No lo logré.

¿Cómo va tejiéndose la historia?


Sola, por obra del inconsciente, que siempre es dueño de la verdad. De un sueño se
puede decir cualquier cosa, menos que sea una mentira.

¿Cree en Dios?
Me considero un espíritu religioso, lo que no necesariamente significa creer en Dios,
sino estar preocupado angustiosamente por ese “problema”. Teresa de Lisieux tuvo
dudas casi hasta la muerte y ha sido santificada.

¿Qué opina de la naturaleza humana?


Que es insondable, pero siempre la misma, porque en el inconsciente no hay regreso,
como en cambio creyeron esos ilusos del iluminismo. Siempre ha sido y será la sede de
los grandes enigmas: la vida y la muerte, el sentido o sinsentido de la existencia, el
amor y el odio, el resentimiento y la envidia.

¿Cree que la creación poética está relacionada con los sueños premonitorios?
Claro. Grandes pensadores de todos los tiempos han creído en la eternidad del alma.
Y en las culturas arcaicas, las más lejanas entre sí, se piensa que, durante el sueño, el
alma se separa de su carnadura, es decir, de su físico, donde rigen las categorías de
espacio y tiempo, y se instala en su eternidad, donde no hay pasado ni futuro, donde
todo es un presente. Y así, una pobre mujer de Inglaterra, cuando zarpó el Titanic, dijo
tristemente: “¡Qué lástima que ese barco se hundirá!”. Lo mismo sucede con el poeta
en sus momentos de inspiración o de ensoñación.

Sábato toma la iniciativa de decirnos adiós. Antes nos muestra su jardín, nos presume
su araucaria centenaria e insiste en que conozcamos a Matilde, su esposa.
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Ortega Molina, G. En Santos Lugares. Entrevista a Ernesto Sábato.


Recuperado el 25 de febrero de 2013 de http://estepais.com/site/?p=33792 (Fragmento)

RESPONDE EN TU CUADERNO.

1. Identifica la estructura de la entrevista leída.


2. ¿A qué tipo de entrevista corresponde? Fundamenta.
3. ¿Qué información se entrega en el primer párrafo de la entrevista?, ¿cuál es su
utilidad?
4. ¿Qué tipo de preguntas predomina en la entrevista?, ¿por qué crees que es así?
Justifica.
5. ¿Qué relación establece Sábato entre el sueño y la creación poética? Explica.
6. Escoge la alternativa que remplace el término subrayado, según su significado y
adecuación al contexto, de modo que no cambie el sentido del texto aunque se
produzca diferencia en la concordancia de género.

MEDIOCRES INSONDABLE
A habituales A íntima
B insólitos B inexplicable
C medianos C aparente
D corrientes D subjetiva
E conocidos E trascendental

7. ¿A qué características de la literatura del siglo XX hace alusión Sábato? Menciona al


menos tres y ejemplifica con citas textuales.
8. Considerando las características de la entrevista que has estudiado, ¿crees que
Sábato interactúa adecuadamente con el entrevistador? Justifica tu respuesta.
9. Si tú hubieras entrevistado a Sábato, ¿qué preguntas le habrías formulado? Redacta
tres y explica el objetivo de cada una.

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