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LUIS GÓMEZ MACHADO

CURSO DE

TEOLOGÍA

SACRAMENTAL
TEOLOGÍA SACRAMENTAL
Luis Gómez Machado

CURSO DE TEOLOGÍA SACRAMENTAL

Bibliografía:
Código de Derecho Canónico- Profs. De Salamanca (Biblioteca propia)
Concilio Vaticano II – Editorial Paulinas ( “ “ “ “)
Teología Sacramental- Borobio. ( “ Fac. Teolog.)

CONTENIDO

I - INTRODUCCIÓN A LOS SACRAMENTOS:


1 - Dimensión antropológica Pág. 3
2 - Dimensión cristológica “ 8

II - LOS SACRAMENTOS DE INICIACIÓN CRISTIANA:


1 - El Bautismo Pág. 10
2 - La Confirmación “ 13
3 - La Eucaristía “ 17

III - LOS SACRAMENTOS DE SANACIÓN:


1 - Penitencia y Reconciliación “ 20
2 - Unción de los enfermos “ 25

IV - LOS SACRAMENTOS AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD


1 - El Sacramento del Orden “ 27
2 - El Sacramento del Matrimonio “ 40

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I - INTRODUCCIÓN A LOS SACRAMENTOS.

1 - Dimensión antropológica.
Los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la Gracia de Dios y Jesucristo. Son
misterio, y a la vez una realidad trascendente, divina, y salvífica, que de alguna manera se
hacen visibles.-
Estamos acostumbrados a ver a los siete sacramentos de una manera individual, pero
ahora, en principio, los veremos globalmente.-
Somos seres constitutivamente sacramentales con una parte misteriosa de la que apenas
conocemos algo. Hay porciones de esa realidad que superan nuestro conocimiento
sensorial y hasta nuestra razón porque vemos lo terreno y lo divino.-
Los semiólogos, que son aquellos que estudian los signos, descubren mensajes que
pueden ser descifrados por el hombre. En el mundo, ellos pueden “leer” a Dios.-
Lo que no es racional no es real para el hombre moderno; pero el hombre no es razón,
sino que es mucho más que eso porque es placer, angustia, alegría, dolor, gozo, pena…
Lo religioso fue descalificado y sepultado en el inconsciente colectivo, pero siempre
aparece ese amor a lo trascendente; en este contexto aflora el ritual y lo religioso.-
Entonces, sacramento significa encuentro con Dios y religión quiere decir volver a
unir lo divino y lo profano, volver a reunir, a zurcir las dos partes.-
El lenguaje simbólico le sirve al hombre para entenderse con los otros hombres;
entonces el símbolo resuena a otro nivel, hace otro eco…A veces no dicen lo mismo a
unos que a otros, pero ambos, signos y símbolos, hacen lo mismo porque ponen en
contacto lo humano y lo divino.-
La interpretación de los signos y de los símbolos lleva al hombre a transformarlo en ritual.
El cristiano es la comunicación de la vida diaria dentro del mundo.-
Jesucristo es el Sacramento de su Padre; ahí el sacramento alcanza su máxima
densidad y por eso pasa a la Iglesia que es el Sacramento universal de salvación.-
Los siete sacramentos no agotan la riqueza sacramental de la Iglesia, sino que hay otros
medios de recibir signos de salvación. Hay que tener una fe madura, o sea, tener buenos
ojos para verlos.-
A estos siete sacramentos, Borobio los llama organismo sacramental pleno, porque
siendo diferentes, coinciden en los elementos propios de la sacramentalidad.-
Solo a las realidades fundamentales de la vida se le pueden llamar sacramentos
porque marcan los hitos fundamentales de la vida.-
Otra realidad diferente son las realidades sacramentales, porque emana de ellas un
significado que tiene que ver con lo definitivo de la existencia.-

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Comenzamos por Cristo que:
 es Sacramento original porque de Él depende toda la realidad de todos los
sacramentos porque es verdadero Dios y verdadero hombre, o sea que se unen
en Él lo divino y lo humano. Ahí arranca toda la sacramentalidad; lo es primero
por su ser, porque por eso puede ser el nexo, el puente, entre Dios y el hombre.
En su humanidad está su divinidad, y en su divinidad está su humanidad;
por ser Dios nos representa ante su Padre, y por eso es el sacramento
perfecto. (Verdad ontológica).-
 También es Sacramento original por su ser y su obrar; por sus obras, por sus
palabras, por sus actitudes, por sus gestos, por su vida que muestra siempre a
Dios. Como su obra es salvífica muestra explícitamente la unión de Dios con el
hombre. (Verdad ética).-
En el misterio Pascual es dónde aparece la perfecta unión y el misterio del hombre y de
Dios.-
En segundo lugar está la Iglesia sacramento universal de salvación, y es Cristo quien nos
da la salvación.-
La Iglesia es el primer sacramento en donde se hace presente el signo de Cristo
Resucitado. Toda sacramentalidad se explicita desde la Iglesia y confluye en ella.-
Sacramento es misterio porque une lo celeste y lo terrestre, lo humano y lo divino, y la
Iglesia es el sacramento principal. Es en la Iglesia dónde hay que ubicar los siete ritos
sacramentales.-
También el hombre es sacramento porque fue creado a imagen y semejanza de Cristo;
por Él se nos ofrece a todos la vida con Dios.-
Para recibir los sacramentos el hombre entra al Pueblo de Dios por la fe y por el
Bautismo, siendo él mismo sacramento de Cristo y de la Iglesia. La vida del cristiano
lleva un tesoro que es Dios y la Vida Divina, y es en los pobres donde se hace más
visible el sacramento, porque ellos no tienen nada más que a Dios.-
También el cristiano debe ser sacramento por su obrar, por su compromiso; debemos
aparecer como sacramentos.-
El hombre es sacramento por sus signos privilegiados en determinados momentos de la
vida: cuando participa en la Reconciliación, en la Eucaristía, cuando contrae matrimonio,
o cuando en una rueda de amigos comparte el mate y da testimonio evangélico.-
Toda la Creación nos remite al Dios verdadero, y debe tenérsele como signo de Dios que
quiere conducirnos a Dios mismo que es quien nos colma de gracias. Lo invisible de Dios
se deja ver por el hombre a través de las obras de sus criaturas; eso hace eco en nuestro
corazón y nos remite a nuestro Creador, al Dios-amor que se nos revela en la
misericordia y el perdón.-
Confiamos en Dios y Él nos da sus dones; los frutos dependen del interior del hombre
que se abra hacia Dios.-
Toda la praxis sacramental hace al aumento de la fe; el sacramento hace la fe, pero
también la aumenta, la acrecienta. Son dinámicos; no son de una vez para siempre sino
que van creciendo en la vida porque hay que renovarlos constantemente, por lo que la
vida sacramental implica crecer.-
Los sacramentos son expresión simbólica en acción, a través de los cuales se hace la
unión entre Dios y el hombre. Marca hitos fundamentales en la vida del hombre desde el
nacimiento hasta la muerte, por lo que suponen dinamismo.-
Estas situaciones, llamadas fundamentales, no son extrañas a la vida de Jesucristo; Él
pasó, de algún modo, por ellas y les dio un valor nuevo, salvífico.-
Desde la fe se explica mejor el camino de la vida humana en tránsito hacia la casa
del Padre. Los sacramentos deben ser vividos en la fe y la libertad porque son como

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“fuerzas vivas” que brotan del cuerpo de Cristo, y son como acciones del Espíritu Santo
que actúan en su cuerpo que es la Iglesia.-
Los sacramentos son de la Iglesia en el doble sentido de que existen por ella y para
ella. Existen por la Iglesia porque ella es el sacramento de la acción de Cristo, y existen
para la Iglesia porque ellos son los sacramentos que constituyen la Iglesia.-
Desde la primera tradición de la Iglesia, con la palabra “sacramento” se designaban otras
muchas realidades: Cristo, la Iglesia, las Escrituras, la Pascua, el altar, la vida cristiana,
etc., pero a partir del Concilio Vaticano II se emplea la palabra “sacramento” para
designar de modo especial a algunas de estas realidades tales como Cristo, la Iglesia y,
de un modo más amplio, al hombre y el mundo.-
El hombre es esencialmente sacramento; no todo es sacramento, sino lo son las
realidades esenciales de la vida.-
Todo el rito del sacramento es sensible y palpable, y es vehículo de la gracia divina.
Obran la gracia que significan; Dios se da y luego viene la respuesta del hombre, por lo
que hay que ubicarlos en correspondencia con la aceptación del hombre.-
Entonces, en el sacramento hay un diálogo: Dios nos lo ofrece, y está en nosotros
aceptarlo; suponen un compromiso en tanto lo que se me ofrece afecta mi propia
existencia. También suponen la fe de quien lo recibe y de la asamblea que lo rodea, la
cual está llamada a apoyar al sujeto receptor.
La respuesta debe ser siempre en la fe porque esa fe se traduce en la fe de la Iglesia. No
hay sacramento verdadero donde no se profesa la fe de la Iglesia, por lo que el
sacramento es tal dentro de la Iglesia.-
Solo quien celebra puede vivir en plenitud su vida cristiana, y quien vive la vida
cristiana puede celebrar sacramentos, porque ellos son para la vida. El dinamismo de
los sacramentos, por su propia naturaleza, nos lleva a hundir las raíces de la vida; vivir
en forma sacramental es toda la vida, que después se celebra en sacramento no
apartado de la vida.-
Lo que se quiere redimensionar, o potenciar, es a la Iglesia que manifiesta
permanentemente la presencia de Dios. No hay sacramento sin Iglesia y no puede
haber Iglesia sin sacramento. Los sacramentos son de la Iglesia y son verdaderos
acontecimientos salvíficos que se dan en la comunidad de fe y comunión; deben ser
comunitarios porque son eclesiales y, a la vez, son eclesiales porque son
comunitarios.-
Después del Concilio Vaticano II se produce una renovación de la liturgia de los
sacramentos por la participación protagónica de los fieles. Hoy no se administran, sino
que se celebran porque afectan no solo al sujeto, sino a toda la comunidad que se
compromete a acoger al sujeto, a seguir progresando en la fe.-
El sacerdote o ministro actúa “in persona Christi capitis” o sea representando a Cristo
y en nombre propio, y actúa “in nomene Ecclesia” o sea en nombre de la Iglesia, y su
participación es necesaria porque actúa en representación y en nombre de Cristo. Su
participación es de servicio, pero sin ministro ordenado no hay sacramento.-
Hay que recuperar el sentido de la mediación eclesial en los sacramentos; esto lo
comprendemos y lo aceptamos desde la fe, debiendo, nosotros, recuperar el afecto por la
Iglesia.-
Los ministros harán todo y solo aquello que les corresponde a su función, no debiendo
acaparar y monopolizar lo que corresponde a otros. Debemos entender a la Iglesia como
el cuerpo místico de Cristo, y debe manifestar su vocación de comunión, por lo que debe
integrar a todos los fieles.-
La doctrina sacramental fue definida por el Concilio de Trento (1545-1563) que es
donde se cuestionan algunos elementos de la doctrina católica, como ser el pecado
original; esto es como consecuencia del cisma de la Iglesia, que frente a confusiones y

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herejías, convocó a este concilio para dictar cánones o reglas para contrarrestar y evitar
esos errores, y esas reglas son, precisamente, los sacramentos.-
Los cánones de Trento hay que leerlos por la negativa debido justamente a las
confusiones y herejías. Dispone siete y dan la vida de la gracia y, por la negativa,
eliminamos lo demás.-
Cristo celebró la Cena Pascual, practicó el perdón, curó los enfermos, etc., y es en ese
contexto donde debemos ubicar los sacramentos. A pesar de que Cristo no lo dice
explícitamente, podemos afirmar que fueron instituidos por El.-
“Ex opere operato” quiere decir en virtud de la “obra realizada”, que significa que Dios es
quien da la gracia que recibimos en los sacramentos.-
El Concilio Vaticano II propone a los sacramentos como un encuentro personal con
Dios en Cristo, por lo cual son cristocéntricos, ofrecidos libremente lo que significa un
compromiso eclesial porque cada uno integra, a su propio nivel, las realidades
sacramentales (Lumen Gentium 8). Por analogía (es decir, por extensión) la realidad
sacramental crece, se amplía; entonces, la Iglesia se manifiesta y actualiza el Misterio
Pascual.-
El sacramento es celebración, pero durante mucho tiempo se los consideró como un
mero rito que se le administraba, en solitario, a quien lo solicitaba, sin acompañamiento
de la comunidad. Luego del Concilio Vaticano II esto cambió radicalmente y pasó a ser
una fiesta de toda la comunidad.-
Hoy no se recibe un sacramento, sino que se participa y no se habla de administrar
sino de celebrar. Antes se administraban porque eran ritos necesarios para la salvación
y no eran considerados dones gratuitos de Dios.-
Como el hombre necesita celebrar para vivir, es por eso que en determinados momentos
se marcan hitos importantes de la vida, siendo esa la causa de que la celebración
sacramental es una fiesta que significa un acto importante con la característica de que
no es una fiesta impuesta, sino fiesta lúdica y gratuita. No es solo una fiesta externa, sino
también interna porque afloran los anhelos más profundos donde se condensa la vida…
Todo esto supone la comunidad, la comunión, la vida compartida; celebrar es compartir
algo que se quiere expresar de forma simbólica; eso es el rito.-
En todo sacramento hay tres personas fundamentales:
1. Dios (el actor principal que nos dona la vida en Cristo).
2. La Iglesia (la mediadora y animadora).
3. El creyente (el actor que le da sentido a la fe en la comunidad)
Se celebra la presencia salvadora de la fe en Cristo único y supremo sacerdote
prolongado en la Iglesia, porque en todo sacramento recibimos la gracia Pascual.-
Los sacramentos son el corazón de la Liturgia; hay una ponderación comparada de la
vida, lo que significa comunidad, por lo que no se celebran en solitario.-
La celebración litúrgica no es interhumana sino comunicación entre lo divino y lo humano.
No tiene como fin celebrar algo solamente humano porque toda celebración es para
recibir la vida de Cristo y manifestársela a los demás.-
En cada sacramento se celebra el misterio Pascual para glorificación de Dios y para
salvación de los hombres. Celebran la Historia de Dios con los hombres que es lo
que da sentido y valor a nuestra vida.-
La Iglesia es la continuadora de la promesa de salvación y no solo celebra los
sacramentos, sino que se celebra a sí misma porque ella es el modelo de salvación
universal.-
Podemos hablar de una liturgia existencial porque el ser humano celebra
continuamente en la vida diaria. Por ellos y en ellos celebramos nuestra fe: Dios en
nosotros y nosotros en Dios.-

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¿Quién celebra? El único mediador: Cristo, sumo y eterno sacerdote, porque en los
sacramentos Cristo sigue ejerciendo su función de sumo sacerdote. Por eso decimos que
Cristo está en el primer lugar (Sacrosanctum Concilium 7).Es la obra de alabanza al
Padre, lo mismo que Él hizo en su vida.-
Toda la Iglesia, representada por la asamblea o comunidad, es el segundo sujeto de la
celebración.
Junto a Cristo es necesario situar a la Iglesia entera que, como cuerpo de Cristo, ha sido
asociada a esta obra maravillosa.
Y en el tercer lugar, el sujeto de la celebración es la “asamblea concreta” que se ha
congregado para celebrar un sacramento particular.-
Es en esa “asamblea concreta” dónde se hace presente la misma verdad y estructura de
la Iglesia. Por eso hablamos de “asamblea ordenada” ya que en ellas hay diferentes
funciones y ministerios o servicios (el que preside, los lectores, el coro, etc.) y una
“asamblea participante” ya que toda ella es invitada a tomar parte en la acción litúrgica
como algo propio, aunque sea un solo sujeto el que recibe el sacramento.-
Finalmente, hay que subrayar como “sujeto privilegiado” de la celebración a aquel que
recibe el sacramento, por ejemplo el niño en el Bautismo. Esa persona es la parte activa
principal en la acción litúrgica y sacramental, y los demás acompañamos y animamos con
nuestra participación, pero no podemos sustituirle.-
Al sujeto que recibe un sacramento se le piden actitudes de fe, libertad y sinceridad que
él mismo, como persona responsable, debe responder. Dios nos ofrece personalmente
su don en el sacramento, y nuestra respuesta no puede ser una aceptación anónima sino
personal.-
¿Cuándo se celebra? Son diversos los momentos en que la Iglesia se congrega en
asamblea para celebrar la obra de la salvación.-
En primer lugar cuando el hombre cristiano “pasa” o “vive” situaciones fundamentales de
la vida como son nacer, crecer, comprometerse definitivamente en el amor, o en la misión
de la Iglesia, enfermar, o sentir la ruptura del amor y unidad con Dios y con la Iglesia.-
Todas estas se llaman “situaciones sacramentales” porque en ellas el hombre tiende a
poner ritos y a sacralizarlos, y porque tales situaciones han sido asumidas y traspasadas
de salvación por Cristo.-
En segundo lugar se celebra también en los “momentos estacionales importantes del
año”. Son lo que llamamos las grandes fiestas del año litúrgico, cuyo centro es la Pascua
de Resurrección y cuya actualización es el domingo o “Día del Señor” (S: Concilium 102).-
En tercer lugar se celebra la Obra de la Salvación en el momento más concentrado,
como lo es el día natural. En el no solo celebra la Iglesia la Eucaristía, sino también el
“Oficio Divino” o la “Liturgia de las horas” por los que se pretende alabar a Dios
permanentemente, y santificar todas las horas del día (S. Concilium 83).-
De ellas participan no solamente los ordenados, sino también los seglares llamados a
participar en esta tarea.-
¿Cómo se celebra? En toda celebración suele haber una invitación y una acogida, por lo
que una celebración es un intercambio de palabras, a lo que sigue un banquete y luego
una despedida con el deseo de buenos augurios.-
Esa es, justamente, la estructura que tienen las celebraciones de la Iglesia, en especial en
la celebración de los sacramentos, sólo que en éste caso son originales:
 LOS RITOS INICIALES son de acogida y reunión, pero no para formar una
asamblea cualquiera, sino la asamblea cristiana que se reúne en el nombre del
Señor y con el señor para celebrar la Obra de la Salvación.-
 LA PALABRA es de hombres porque se expresa en lenguaje humano, pero es
Palabra de Dios porque en ella Dios nos ha hablado y nos sigue hablando
constantemente. Es una Palabra única y original.-

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 LOS RITOS tienen mucha semejanza con otros ritos humanos como ser comer,
beber, lavarse con agua, encender una lámpara, o poner un signo de fiesta: Pero
estos ritos, para nosotros, no tienen una función natural sino sagrada porque en
ellos se recuerda y actualiza nuestra historia de salvación.-
 LOS RITOS FINALES muestran nuestra intención, no solo de desearnos bienes
materiales sino bienes espirituales y, de establecer un compromiso no solo entre
nosotros sino principalmente con Dios.-
¿Cómo se aplican a la vida? Los sacramentos no son algo privado que se celebre en
solitario, sino algo común y público que deben celebrarse en comunidad y, por los frutos
de ellos, son una realidad nuestra y para nosotros. Por eso, cuando alguien celebra un
sacramento, es la Iglesia la que lo celebra con él y él con la Iglesia.-
La celebración sacramental no debería ser nunca una celebración triste ya que el
cristiano que es conciente de su fe, de la salvación que le ha sido ofrecida, solo puede
alegrarse desde el fondo de su corazón.-
Saber hacer fiesta en la fe es compartir con los demás la alegría de creer, es saber
alegrarse del bien y el amor con los demás, por lo que podemos decir que la fe se
expresa, se canta y se hace comunicación gozosa que no se oculta ni esconde.-

2 - Dimensión cristológica.
El sacramento no es una cosa u objeto, sino una celebración donde se realiza un
encuentro interpersonal entre Dios, el sujeto y la Iglesia. De ahí la gracia del encuentro.
Antes se decía que el sacramento “contenía la gracia”, que confieren la “gracia que
significan” o que “la comunican en razón de la misma gracia obrada a quienes no se
oponen (ex opere operato)”.-
Hoy más que poner el acento en el rito se pone en la vida; no se insiste tanto en la gracia
cuanto en la fe. No se valoran los hechos objetivos sino subjetivos; ahora decimos que “el
sacramento es la expresión de mi fe” o que el “sacramento es la celebración de nuestra
vida” o que “por el sacramento buscamos nuestra realización personal”.-
En el sacramento no podemos disminuir ni el lugar de Dios, ni el lugar del sujeto, ni el de
la Iglesia. Tengamos presente que el personaje principal es Dios porque de Él depende la
existencia, el sentido, y la gracia del sacramento.-
La gracia es de Dios, o el Dios que se da gratuitamente es algo sublime y desconcertante
para el creyente y para todo hombre.-
La gracia del sacramento es en definitiva la presencia agraciante de Dios
sacramentalmente manifestada y celebrada. Dios es la fuente de toda la salvación, que a
su vez es fruto de su iniciativa libre que nos es ofrecida por Él como un regalo siempre
inmerecido y gratuito que nos lo ha ido presentando a los hombres de modo pedagógico
y paciente…
La salvación la ha realizado Dios, según sus planes, de forma progresiva, generando un
diálogo a menudo roto por el hombre, pero siempre reinstaurado por Dios.-
La síntesis de toda esta historia, su punto culminante, el personaje que la reunifica,
impulsándola hacia el futuro, es Cristo que nos salva por su vida, por su pasión, por su
muerte y por su resurrección gloriosa.-
Precisamente por ello los sacramentos están llenos de signos de esa realidad salvadora
y son obras de Dios hoy y aquí. Es Dios el fin y la meta a la que se dirigen nuestro culto y
nuestra alabanza por Cristo y el Espíritu Santo.-
Todo procede de Dios, pero todo depende del hombre. En los sacramentos no hay
concepciones mágicas; la eficacia depende de que se realice en su plenitud personal,
cuando el hombre acoge con fe, y acepta libremente, el don que Dios le ofrece.

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¿Qué es la gracia? Es ese “estar ahí”, cerca de Dios, un Dios para mí, presente y
actuante como un “tú” personal y vivo que transforma mi vida y la salva en Cristo,
dándole una nueva orientación, fuerza y dinamismo en el Espíritu Santo.-
Podemos resumir diciendo que la gracia de la vida tiende a expresarse en los
sacramentos, y la gracia del sacramento tiende a realizarse en la vida.-
La gracia es siempre la misma: Dios presente aquí para mí, y esa gracia tiene una
estructura trinitaria: todo viene de Dios, por Cristo, en el Espíritu, y todo vuelve a Dios
desde nosotros, sobre todo en la celebración de los sacramentos, por Cristo y el
Espíritu.-
Resumiendo, ¿cuáles son las novedades sacramentales? Ellas son:
 EFICACIA: los sacramentos son eficaces porque en ellos actúa Cristo mismo. El
es quien actúa con el fin de comunicar la gracia que el sacramento significa.-
 GRACIA: todo procede de Dios por su iniciativa gratuita y libre. Es la presencia
personal y salvadora de Dios. La gracia del sacramento tiende a realizarse en la
vida y tiene una estructura trinitaria.-
 MATERIA: los sacramentos tienen materialidad, por ejemplo el agua que es un
símbolo común con muchos significados: saciar la sed, refrescar, limpiar,
fructificar la tierra, etc. Para los cristianos, el agua simboliza la salvación obrada
por Dios a través de los siglos y llegada a su punto culminante en Cristo.-
 SÍMBOLOS: los sacramentos son siete porque es un número simbólico en la
Biblia y en muchos pueblos. Siete significa la unidad en la diversidad.-
 ANALOGÍA: distingue entre los “sacramentos mayores o principales”
(Bautismo, Eucaristía), y los “sacramentos menores o secundarios” (todos los
demás). En consecuencia se puede hablar de una “jerarquía” de los
sacramentos.-
 MINISTRO: el sacerdote no obra con poder propio, sino manifiesta la presencia
viva de Dios. El ministro actúa “in persona Christi” (haciendo de Cristo) y también
“in nomine Ecclesiae” (en el nombre o con el mandato y representación de toda la
Iglesia).-

Tres sacramentos confieren, además de la gracia, un “sello” o “carácter sacramental”,


porque el cristiano participa del sacerdocio de Cristo:
* El Bautismo
* La Confirmación
* El Orden Sagrado

Los sacramentos tienen su fundamento en la diversidad de aspectos del misterio de


Cristo; cada sacramento manifiesta, sobre todo, uno de éstos aspectos:
 BAUTISMO: expresa el nacimiento a la vida por la participación en el misterio
pascual.-
 CONFIMACIÓN: manifiesta el don del Espíritu Santo pentecostal.-
 MATRIMONIO: muestra la alianza entre Cristo y la Iglesia.-
 ORDEN SAGRADO: marca la continuidad de la misión de Cristo.-
 UNCIÓN DE LOS ENFERMOS: expresa la participación en los dolores y
sufrimientos de Cristo para la salud plena.-
 EUCARISTÍA: muestra el amor, la entrega y la unidad fraterna en una síntesis de
los diversos aspectos del ministerio.-
 RECONCILIACIÓN: nos hace ver el perdón misericordioso.-

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Símbolo significa juntar, unir, intercambiar; por lo tanto el símbolo tiene una función
mediadora entre lo sensible y externo y lo espiritual e invisible.-
El símbolo des-vela, es decir, corre el velo de lo oculto y nos lleva de lo sensible y
visible hacia lo no sensible e invisible. Claro que, ese des-velar nunca es pleno dada
la limitación humana.-

II – LOS SACRAMENTOS DE INICIACIÓN CRISTIANA

1 – El Bautismo.
Es un sacramento que se recibe una sola vez y para siempre. Jesús no se bautizó a si
mismo sino que Juan, profeta y su precursor, fue quien lo hizo; con Juan el Bautista
termina el ciclo de los profetas inaugurado por Elías.-
Cristo lo instituye como sacramento después de su muerte y resurrección. Se inicia
cuando envía a los Apóstoles a bautizar “a todas las naciones”, y la materialidad del
sacramento se da en el Jordán y se consuma en la Cruz.-
El signo bautismal está constituido por signos y palabras como el agua;
antiguamente se sumergía al candidato en el agua (inmersión) para simbolizar el acto
de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo, de la cual se sale por la
resurrección con Él (emersión) como una nueva criatura.-
El Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana y la puerta que abre el
acceso a los demás sacramentos. Por el somos:
 liberados del pecado original
 regenerados como hijos de Dios
 somos miembros de Cristo
 somos incorporados a la Iglesia (Pueblo de Dios)
 participamos de la misión de Jesús.

El Bautismo aparece siempre ligado a la fe y, según San Pablo, por el bautismo el


creyente es sepultado con Cristo y resucita con Él.-
El que se bautiza permanece pasivo y es otra persona quien lo bautiza; la vestidura
blanca significa la vida nueva y el cirio representa la luz de Cristo.-
El que se bautiza recibe toda la gracia pascual, esa vida nueva que le ofrece Dios por
medio de su Hijo, hay un cambio ontológico, es un nuevo ser. Esa vida nueva en Cristo es
ser hijo en el Hijo.-
La Nueva Creación es ser hijos en Cristo; esa es la nueva vida… Se trata de introducir al
bautizado en la riqueza del sacramento que va a recibir, que es un don gratuito de Dios
que lo dona por pura gracia.-
Participando toda la comunidad en este sacramento es como recuperamos la dimensión
eclesiológica de los mismos, y el bautismo supone un contacto con Cristo para recibir la
vida que Él nos dona; se tiene una necesidad interior que se transforma en un acto de fe.-

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Remarcamos que no existe sacramento sin la fe de la Iglesia, una fe que debe estar
atenta, y ser vigilante y eclesiológica. La fe del sujeto tiene que estar unida a la fe de la
Iglesia acompañada por el Espíritu Santo.-
El Bautismo es don de Dios y respuesta del hombre. La fe y la conversión son, al mismo
tiempo:
 condición personal necesaria para el bautismo (aspecto subjetivo) y
 expresión sacramental ritual del bautismo (aspecto objetivo).-

La fe es el medio en el que se sitúa un bautismo con pleno sentido; el Bautismo es,


eminentemente, “sacramento de fe”, es un acto de consagración y “sello eclesial de fe”.
El bautismo realiza, al mismo tiempo, la inserción a Cristo y la unión al Espíritu Santo, o
sea la incorporación al Cuerpo de Cristo en la unidad del Espíritu.-
Entonces, si la Iglesia hace el Bautismo, el Bautismo hace y construye la Iglesia;
bautizando, toda la Iglesia se bautiza y se renueva, estando implicada la comunidad
entera en este sacramento.-
La purificación y el perdón de los pecados son un aspecto esencial del bautismo, pero no
los únicos o principales. El Bautismo no puede sino ser el perdón de todo pecado ya que
en el se encuentra la frontera que divide el antes y el después, lo antiguo y lo nuevo, el
vivir en la carne y el vivir en y según el Espíritu. El Bautismo es muerte de todo pecado
y lucha contra todo el pecado; es justificación y tarea…
El Bautismo, en el Espíritu, supone cuatro aspectos principales:
1. la comunicación inmediata del mismo Cristo (Espíritu de Cristo),
2. la autocomunicación del Espíritu como don operante y transformante,
3. el nacimiento nuevo, o Nueva Creación,
4. la incorporación a la Iglesia para la construcción del Cuerpo de Cristo.

Todos estos efectos son obrados por el bautismo no debido a la virtud del agua, sino
gracias a la bendición o epíclesis por la que el Espíritu desciende sobre el agua. La
epíclesis es, junto al agua, una palabra esencial del sacramento.-
El Espíritu es el sentido original, la causa transformante y el don gratuito del Bautismo. El
sentido y la gracia del sacramento del bautismo aparecen claramente en los ritos de su
celebración:
 LA SEÑAL DE LA CRUZ señala la impronta de Cristo sobre el que le va a
pertenecer.
 LA PALABRA DE DIOS ilumina, con la verdad revelada, a los candidatos y a la
Asamblea, y suscita la respuesta de fe.
 LOS EXORCISMOS que se pronuncian sobre el candidato significan la liberación
del pecado y de su instigador.
 EL AGUA BAUTISMAL es consagrada mediante una oración de epíclesis por la
cual la Iglesia pide a Dios que, por medio de su Hijo, el poder del Espíritu Santo
descienda sobre esa agua a fin de que, los que sean bautizados con ella, “nazcan
del agua y del Espíritu”.
 LA UNCIÓN con el Santo Crisma, consagrado por el Obispo, significa el don del
Espíritu Santo al nuevo bautizado, es decir, es “ungido” e incorporado a Cristo
como sacerdote, profeta y rey.
 LA VESTIDURA BLANCA simboliza que el bautizado se ha “revestido de Cristo” y
ha resucitado con Él
 EL CIRIO, que se enciende desde el Cirio Pascual, significa que Cristo ha
iluminado al neófito. El nuevo bautizado es, ahora, hijo de Dios y ya puede decir la
oración de los hijos de Dios: el Padrenuestro.-

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Entonces, la gracia del Bautismo y los dos efectos principales son, por lo tanto:
1. la purificación de los pecados y
2. el nuevo nacimiento en el Espíritu Santo.-

Por el Sacramento del Bautismo son perdonados todos los pecados cometidos hasta
ese momento, tanto el pecado original como los pecados personales, así como todas
las penas y miserias del pecado.-
No obstante, en el bautizado, permanece durante toda su vida una inclinación natural
al pecado llamada concupiscencia.-
El bautismo hace también del neófito una nueva Creación, un hijo adoptivo de Dios hecho
partícipe de la naturaleza divina, miembro de Cristo y Templo del Espíritu Santo. También
incorpora a la Iglesia y los bautizados son “piedras vivas” para la construcción de un
edificio espiritual y participan del sacerdocio de Cristo, de su misión profética y real, y los
hace participar en el sacerdocio común de los fieles.-
Hecho miembro de la Iglesia, el bautizado ya no se pertenece a sí mismo sino a Aquel
que murió y resucitó por nosotros.-
Los bautizados están obligados a confesar, delante de los hombres, la fe que
recibieron de Dios por medio de la Iglesia. El bautismo constituye el fundamento de la
comunión entre todos los cristianos, e incluso con los que todavía no están en plena
comunión con la Iglesia Católica.-
No debemos olvidar que el bautismo nos configura con Cristo y nos imprime un sello
espiritual indeleble de nuestra pertenencia a Cristo, y éste sello no es borrado por
ningún pecado.-

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2 – La Confirmación.
Junto con el Bautismo y la Eucaristía, el Sacramento de la Confirmación constituye el
conjunto de los “Sacramentos de Iniciación Cristiana”, cuya unidad debe ser
salvaguardada.-
Es necesario explicar a los fieles que la recepción de este sacramento es necesaria para
la plenitud de la gracia bautismal.-
A los bautizados, el Sacramento de la Confirmación los une más íntimamente a la Iglesia
y los enriquece con la fortaleza del Espíritu Santo, lo que hace que se comprometan
mucho más a extender y defender la fe con sus palabras y sus obras.-
En el Antiguo Testamento los profetas anunciaron que el Espíritu del Señor reposaría
sobre el Mesías esperado para realizar su misión salvífica. El descenso del Espíritu Santo
sobre Jesús, en su bautismo por Juan, fue el signo de que El era el que debía venir.-
Esta plenitud del Espíritu Santo no debía permanecer solo en el Mesías sino que debía
ser comunicada a todo el pueblo mesiánico.-
En repetidas ocasiones Cristo prometió esta efusión del Espíritu Santo, promesa que
realizó, primero el día de Pascuas, y luego, de manera más manifiesta, el día de
Pentecostés. Y como los Apóstoles, cumpliendo la voluntad de Cristo, imponían a los
neófitos las manos para transmitirles el don del Espíritu Santo destinado a completar la
gracia del Bautismo, ese es el primitivo origen del Sacramento de la Confirmación, en
el cual se perpetúa, en la Iglesia, la gracia de Pentecostés.-
Luego, para remarcar el don del Espíritu Santo, se añadió a la imposición de manos una
unción con aceite perfumado (crisma). Esta unción ilustra el nombre de “cristiano” que
significa “ungido” y tiene su origen en el nombre de Cristo “…al que Dios ungió con el
Espíritu Santo…” (He 10, 38).-
Por eso en oriente se le llama a este sacramento “Crismación” o sea unción con el
crisma o myron, que significa, precisamente, crisma.-
En occidente el nombre de confirmación sugiere a la vez la “confirmación” del bautismo
que completa, con la Eucaristía, la iniciación cristiana, y el robustecimiento de la gracia
bautismal, frutos todos ellos del Espíritu Santo.-

2. 1 Signos y ritos de la Confirmación.


En el rito de este sacramento hay que considerar el signo de la unción y lo que ella
designa e imprime: el sello espiritual.-
La unción posee muchas significaciones: el aceite es signo de abundancia y de alegría;
purifica; da agilidad y cura las heridas por lo que el ungido irradia belleza, santidad y
fuerza.-

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Todas estas significaciones se encuentran en la vida sacramental:
 La unción antes del bautismo con el óleo de los catecúmenos, significa
purificación y fortaleza.-
 La unción de los enfermos expresa curación y consuelo.-
 La unción con el santo crisma después del bautismo, en la confirmación, y en
la ordenación, es signo de una consagración.-
Por la confirmación, los ungidos participan más plenamente en la misión de Cristo y
en la plenitud del Espíritu Santo que éste posee a fin de que toda su vida desprenda “el
buen olor de Cristo”. Por medio de esta unción, el confirmado recibe “la marca”, el sello
del Espíritu Santo.-
El sello es el símbolo de la persona, signo de su autoridad, de su propiedad sobre un
objeto; autentifica un acto jurídico o un documento y lo hace, si es preciso, secreto.-
En el Evangelio de Juan, Cristo mismo se declara marcado con el sello de su Padre:
Juan 6:27 Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que
os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello.»

Este sello del Espíritu Santo marca la pertenencia total a Cristo, la puesta a su
servicio para siempre, pero también indica la promesa de la protección divina.-
Un momento importante, que precede a la Confirmación, es la consagración del Santo
Crisma. Es el Obispo quien el Jueves Santo, en el transcurso de la Misa Crismal,
consagra el Santo Crisma para todos los sacerdotes de su diócesis.-
Cuando la Confirmación se celebra separadamente del Bautismo, como es en el caso del
rito romano, la Liturgia del Sacramento comienza con la renovación de las promesas
bautismales y la profesión de fe de los confirmandos. Así aparece claramente que la
Confirmación constituye una prolongación del Bautismo.-
Cuando es bautizado un adulto, recibe inmediatamente el Sacramento de la Confirmación
y participa del Sacramento de la Eucaristía.-
En el rito romano, el Obispo extiende sus manos sobre todos los confirmandos, gesto
que desde el tiempo de los Apóstoles es el signo del don del Espíritu.-
En el rito latino, el Sacramento de la Confirmación es “confirmado” por la unción del
Santo Crisma en la frente, hecha imponiendo las manos y diciendo “…recibe por esta
señal el don del Espíritu Santo…”.-
El beso de la paz con el que concluye el rito del sacramento significa y manifiesta la
comunión eclesial con el Obispo y con todos los fieles.-

2. 2 Los efectos de la Confirmación.


El efecto del sacramento es la efusión especial del Espíritu Santo. Por este hecho, la
Confirmación confiere crecimiento y profundidad a la gracia bautismal y, además:
 Nos introduce más profundamente en la filiación divina.
 Nos une más firmemente a Cristo.
 Hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia.
 Nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe
mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo.

La Confirmación, como el Bautismo del que es la plenitud, solo se da una vez y para
siempre; imprime en el alma una marca espiritual indeleble que es el “carácter” que
es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu,
revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo.-
El “carácter” perfecciona el sacerdocio común de los fieles recibido en el bautismo, y el
confirmando recibe el poder de confesar la fe de Cristo públicamente.-

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2. 3 Quienes pueden recibir este Sacramento.
CIC can 889 § 1. Sólo es capaz de recibir la confirmación todo bautizado aún no confirmado. & 2. Fuera
del peligro de muerte, para que alguien reciba lícitamente la confirmación se requiere que, si goza de uso de
razón esté convenientemente instruido, bien dispuesto y pueda renovar las promesas del bautismo.
CIC can 890 Los fieles están obligados a recibir este sacramento en el tiempo oportuno; los padres y los
pastores de almas, sobre todo los párrocos, procuren que los fieles sean bien preparados para recibirlo y
que lo reciban en el tiempo oportuno.

Todo bautizado puede y debe recibir el Sacramento de la Confirmación porque como


Bautismo – Confirmación – Eucaristía forman una unidad, sin la confirmación y la
Eucaristía, el Bautismo es ciertamente eficaz, pero la iniciación cristiana queda
incompleta.-
La costumbre latina indica la “edad del uso de razón” como punto de referencia para
recibir la Confirmación:

CIC can 891 El sacramento de la confirmación se ha de administrar a los fieles en torno a la edad de la
discreción, a no ser que la Conferencia Episcopal determine otra edad, o exista peligro de muerte o, a juicio
del ministro, una causa grave aconseje otra cosa.

A veces se habla de la confirmación como el sacramento de la “madurez cristiana”, pero,


sin embargo, no hay que confundir la edad adulta de la fe con la edad adulta del
crecimiento natural, ni olvidar que la gracia bautismal es una gracia de elección gratuita e
inmerecida que no necesita una “ratificación” para hacerse efectiva.-
La preparación para la confirmación tiene como meta conducir al cristiano a una unión
más íntima con Cristo, a una familiaridad más viva con el Espíritu Santo, su acción, sus
dones y sus llamadas a fin de poder asumir mejor las responsabilidades apostólicas de la
vida cristiana.-
La catequesis de la confirmación debe esforzarse por suscitar el sentido de la
pertenencia a la Iglesia de Jesucristo, tanto a la Iglesia universal como a la
comunidad parroquial.-
Para recibir la Confirmación es preciso hallarse en estado de gracia por lo que conviene
recurrir al Sacramento de la Reconciliación para ser purificados en atención al don del
Espíritu Santo.-
Es necesario prepararse con una oración más intensa para recibir con docilidad y
disponibilidad la fuerza y las gracias del espíritu santo.-
Conviene que para la Confirmación el padrino o madrina sea, en lo posible, el mismo que
para el Bautismo a fin de subrayar la unidad entre los dos sacramentos.-

2. 4 El ministro de la Confirmación.
El ministro originario del Sacramento de la Confirmación es el Obispo.
En el rito oriental es el presbítero que bautiza quien da también, de inmediato, la
confirmación en una sola celebración; sin embargo lo hace con el crisma consagrado por
el Patriarca o el Obispo, lo cual expresa la unidad apostólica de la Iglesia.-
En el rito latino el Obispo puede, en caso de necesidad, conceder a presbíteros la
facultad de administrar el Sacramento de la Confirmación, aunque es preferible que lo
confiera él mismo y es por esa razón que la celebración de la confirmación fue
temporalmente separada del bautismo.-

CIC can 882 El ministro ordinario de la confirmación es el Obispo; también administra válidamente este
sacramento el presbítero dotado de facultad por el derecho universal o por concesión peculiar de la
autoridad competente.

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CIC can 884 § 1. El Obispo diocesano debe administrar por sí mismo la confirmación, o cuidar de que la
administre otro Obispo; pero si la necesidad lo requiere, puede conceder facultad a uno o varios
presbíteros determinados, para que administren este sacramento. & 2. Por causa grave, el Obispo, y
asimismo el presbítero dotado de facultad de confirmar por el derecho o por concesión de la autoridad
competente, pueden, en casos particulares, asociarse otros presbíteros, que administren también el
sacramento.

Los obispos son los sucesores de los apóstoles y como tales han recibido la plenitud del
Sacramento del Orden. La confirmación tiene como efecto unir a los que lo reciben más
estrechamente a la Iglesia, a sus orígenes apostólicos y a su misión de dar testimonio de
Cristo.-
Si un cristiano está en peligro de muerte, cualquier presbítero puede darle la confirmación
porque la Iglesia quiere que ninguno de sus hijos, incluso los niños, salga de este mundo
sin haber sido perfeccionados por el Espíritu Santo con el don de la plenitud de Cristo.-
No estaríamos completos como cristianos si, estando bautizados, no recibimos el
Sacramento de la Confirmación.-
3 - La Eucaristía.
Es el centro del misterio cristiano que es la Pascua de Cristo; es el sacramento más
entrañable, más querido, por ser totalmente instituido por Cristo, y con ella culmina la
iniciación cristiana.-
Por ella participamos con todos nuestros hermanos en el sacrificio del Señor. Ella
condensa toda la gratitud, la obediencia de Jesús a su Padre y a los hombres, siendo
además la fuente y cumbre de toda la vida cristiana.-
La Eucaristía hace la Iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía. Los demás sacramentos
están unidos a ella y a ella se ordenan.-
Toda comunidad debe celebrar la eucaristía pero, donde no hay sacerdote quien es el
ministro ordinario de ella, se celebran otras liturgias comos ser la de la Palabra u otras,
pero es algo incompleto.-
La Sagrada Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir al propio
Cristo, nuestra Pascua.-
Por la celebración eucarística nos unimos ya a la Liturgia del Cielo y anticipamos la vida
eterna “cuando Dios será todo en todos”. En resumen es el compendio y la suma de
nuestra fe.-
Luego del Concilio Vaticano II hay una reforma en el ritual de la misa, como ser: se abolió
el latín y se comenzó a celebrar en lengua vernácula, se da vuelta el altar hacia los fieles,
se le da más importancia a la homilía, mayor participación de los fieles, más cantos,
lecturas en ciclos, etc.-

3. 1 - Nombres.
Se le llama Eucaristía porque es acción de gracias a Dios (eucaristía en griego significa
gracias). Además se le puede llamar:
 BANQUETE DEL SEÑOR: porque se trata de la Cena que Cristo celebró con sus
discípulos la víspera de su Pasión.-
 FRACCIÓN DEL PAN: porque este rito, propio del banquete judío, fue utilizado por
Jesús cuando bendecía y distribuía el pan como cabeza de familia. Por este gesto
los discípulos lo reconocerán después de su resurrección.-
 ASAMBLEA EUCARÍSTICA: porque la eucaristía es celebrada en la asamblea de
los fieles, expresión visible de la Iglesia.-
 SANTO SACRIFICIO: porque actualiza el único sacrificio de cristo Salvador e
incluye la ofrenda de la Iglesia.-

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 SANTA LITURGIA: porque toda la Liturgia de la Iglesia encuentra su centro y su
expresión más densa en la celebración de este sacramento.-
 COMUNIÓN: porque por este sacramento nos unimos a Cristo que nos hace
partícipes de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo cuerpo.-

Son frecuentes, en los Evangelios, las comidas de Jesús con sus discípulos donde
aparecen la alegría, la amistad, el servicio… No hay marginados, no hay excluidos, todos
son llamados al banquete lo que marca la universalidad de la Eucaristía.-
El Reino de Dios se presenta no como promesa, sino como signo visible porque es el
Esposo quien está presente. El ámbito donde se realizan esas comidas no es el sagrado
(templos) sino cualquier casa, lo que marca la familiaridad en la vida diaria.-
Jesús también invitaba a su mesa a los pecadores, lo que marca los signos de una
Nueva Alianza. Cuando esta invitación es rechazada, se convierte en juicio para
quien la rechaza.-
La Última Cena de Jesús debe ser entendida en el marco de toda su vida, no como
culminación; la Eucaristía es el resumen de toda esa vida entregada al servicio y la
salvación. Es una novedad absoluta, en cualquier religión, que el maestro esté en medio
de todos sus amigos y sirviéndolos; ahí Jesús expresa todo el amor a sus hermanos y
la obediencia al Padre.-
La Última Cena se celebró en íntima relación con la pascua judía en la que lo tradicional
era bendecir el pan y el vino, de donde deducimos que es posible que Cristo haya sacado
de ahí esos signos.-
Esa Pascua Nueva es anticipada en la Última Cena y celebrada en la Eucaristía que da
cumplimiento a la pascua judía.-
Precisamente en el corazón de la celebración eucarística se encuentran el pan y el vino
que, por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten
en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.-

3. 2 - La Eucaristía y su relación con la resurrección.


Debemos desterrar falsas interpretaciones: hablamos de la resurrección que quiebra
todas las limitaciones espaciales y temporales.-
Vamos hacia ese Reino de Dios, que Jesús hace presente en el banquete eucarístico,
rememorando cuando se reunía con todos sus seguidores y en los cuales el primer paso,
la iniciativa, es de Dios. Después de la resurrección, Cristo no es reconocido, porque
siendo el mismo, es mucho más aún.-
La Eucaristía no se puede entender a fondo si no entramos en la solidaridad y en la
comunión, porque ella es la mejor forma de unión con Cristo y, a través de El, con todos
los hermanos.-
Toda la vida de Jesús es una continuidad de gestos de entrega que llega a su
consumación final en la entrega de su vida. Es un gesto profético en acción ya que Jesús,
teniendo en cuenta que llega al fin de su vida terrena, la entrega, pero no se la quitan. La
encarnación es sacrificio espiritual porque es ofrenda de la propia vida.-
Ese sacrificio es totalmente diferente a los del Antiguo Testamento y a los sacrificios
paganos ya que en ellos se consideraba a Dios como enojado, castigador, y esos
sacrificios eran para apagar esa cólera.-
Jesús, en cambio, nos revela el rostro de ese Padre bueno, bondadoso, misericordioso,
que nos ama infinitamente. Esa concepción sobrepasa todo amor entendible.-
En Jesucristo todos decimos “amén” a Dios Padre. Ese “sí” de Jesús, al anunciar
proféticamente su muerte, es a toda la vida; también al anunciar su resurrección en la
Última Cena, Cristo inaugura la Nueva Alianza. Constituimos un solo cuerpo, con
Jesucristo y entre nosotros, formando un solo pueblo: el pueblo de la Nueva Alianza.-

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La Eucaristía es una verdadera celebración, es una fiesta para configurarnos en Cristo,
para ir creciendo con El, y es un elemento vivificante que nos entrega el mismo Espíritu
de Jesucristo en la medida de nuestra fe.-
La Eucaristía es memorial de la Pascua de Cristo, la actualización y la ofrenda
sacramental de su único sacrificio. El memorial no es solamente el recuerdo de los
acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha
realizado a favor de los hombres.-
El memorial recibe un sentido nuevo en el Nuevo Testamento: el sacrificio que Cristo
ofreció de una vez para siempre en la Cruz, permanece siempre actual. Por ser memorial
de la Pascua de Cristo, la Eucaristía es también un sacrificio; en ella Cristo da el mismo
Cuerpo que, por nosotros, entregó en la Cruz, y la sangre misma “que derramó por
muchos para el perdón de los pecados”.-
La Eucaristía es pues, un sacrificio, porque hace presente el sacrificio de la Cruz,
porque es su memorial. El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son un
único sacrificio.-
Ese “…entregado por vosotros y todos los hombres…” nos muestra la exigencia del
compromiso; es impensable la Eucaristía sin vocación misionera. La Iglesia es, por
vocación, misionera y el compromiso es por todos los hombres.-
El Concilio Vaticano II ayudó a renovar las celebraciones litúrgicas, pero todavía hoy son
demasiadas rígidas y adolecen de no ser verdaderas celebraciones. La participación del
pueblo es, a veces, pobre; se canta poco o mal, o no se da “el saludo de la paz” con la
fuerza necesaria. Debemos tratar que sean más fervorosas porque la celebración de la
Eucaristía debemos vivirla como el misterio de la fe o de nuestra propia vida, y no
debemos creernos los dueños de ella porque es Cristo quien nos invita.-
Recordamos que la Eucaristía culmina la iniciación cristiana y que los que participan por
medio de ella con toda la comunidad, participan en el sacrificio del mismo Jesucristo.-
La Eucaristía no ha cambiado a través de la diversidad de épocas y de liturgias porque
sabemos que estamos sujetos al mandato del Señor dado la víspera de su Pasión:
“…hagan esto en memoria mía…”, y cumplimos su mandato celebrando ese memorial de
su sacrificio.-
Por lo tanto, debemos considerar a la Eucaristía como:
 Acción de gracias y alabanza al Padre.
 Sacrificio de alabanza en acción de gracias al Padre por la obra de la Creación.
 Memorial del sacrificio de Cristo.
 Presencia de Cristo por el poder de su Palabra y de su Espíritu.

3. 3 - El Ministro de la Eucaristía.
CIC can 900 § 1. Sólo el sacerdote válidamente ordenado es ministro capaz de confeccionar el sacramento
de la Eucaristía, actuando en la persona de Cristo. & 2. Celebra lícitamente la Eucaristía el sacerdote no
impedido por ley canónica, observando las prescripciones de los cánones que siguen.
CIC can 904 Los sacerdotes, teniendo siempre presente que en el misterio del Sacrificio eucarístico se
realiza continuamente la obra de la redención, deben celebrarlo frecuentemente; es más, se recomienda
encarecidamente la celebración diaria, la cual, aunque no pueda tenerse con asistencia de fieles, es una
acción de Cristo y de la Iglesia, en cuya realización los sacerdotes cumplen su principal ministerio.
CIC can 906 Sin causa justa y razonable, no celebre el sacerdote el Sacrificio eucarístico sin la
participación por lo menos de algún fiel.

El ministro de la Eucaristía es, como dice el C.I.C., el sacerdote válidamente ordenado


que actúa “in persona Christi capitis”, debiendo celebrar a diario aunque sea sin la
presencia de fieles porque siendo acción de Cristo y de la Iglesia, ellos cumplen su
principal función.-

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De todos modos, es preferible celebrar con por lo menos algún feligrés.-

III – LOS SACRAMENTOS DE SANACIÓN.

1 – La Penitencia y Reconciliación.
Jesús, médico de nuestras almas y cuerpos, quiso que la Iglesia continuase su obra de
curación y salvación, incluso en sus propios miembros, y esa es la finalidad de los
Sacramentos de la Reconciliación y el de la Unción de los Enfermos que son los que
forman los Sacramentos de Sanación. El Sacramento de la Reconciliación recibe varios
nombres.-

1. 1 – Nombres.
Este sacramento recibe varios y diversos nombres:
 DE LA PENITENCIA: porque exige un proceso personal y eclesial de conversión,
arrepentimiento y reparación de parte del cristiano pecador.
 DE LA CONFESIÓN: porque la confesión de los pecados ante el sacerdote
constituye un elemento esencial de este sacramento.
 DEL PERDÓN: porque por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede
al penitente el perdón y la paz.
 DE LA RECONCILIACIÓN: porque este sacramento, una vez dados todos los
pasos necesarios, otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia.

La conversión a Cristo nos ha hecho “santos e inmaculados” ante El, como la Iglesia es
“santa e inmaculada” también ante El. Sin embargo, la nueva vida recibida en la
iniciación cristiana por medio del bautismo, no suprimió nuestra fragilidad y la
debilidad de la naturaleza humana, ni la inclinación al pecado (llamada
concupiscencia), y que permanece en los bautizados a fin de que sirva de prueba en el
combate de la vida cristiana.-

1. 2 – La conversión.
Conversión es dar la vuelta, es cambiar radicalmente, es la lucha continua con miras a la
santidad; Jesús nos llama siempre a la conversión. El primer llamado se dirige,
principalmente, a los que no conocen a Cristo y su Evangelio; así el Bautismo es el lugar
primero y fundamental de la conversión.-
Por la fe y por el Bautismo se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es decir, la
remisión de todos los pecados y el don de la Vida Nueva.-

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La segunda conversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que recibe, en su
propio seno, a los pecadores y “que siendo santa, al mismo tiempo que necesitada de
purificación constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación” (Lumen Gentium 8).-

1. 3 – La penitencia.
La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una
conversión a Dios, una ruptura con el pecado.-
Al mismo tiempo comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la
esperanza de alcanzar la misericordia divina.-
El corazón del hombre es rudo y endurecido. Es preciso que Dios de al hombre un
corazón nuevo; esto es obra de la gracia del Padre que es quien nos da la fuerza para
comenzar de nuevo.-
Hay tres formas de penitencia:
 El ayuno.
 La oración.
 La limosna.

Estas formas de penitencia expresan la conversión en relación a sí mismo, con relación a


Dios y con relación a los demás hermanos.-

1. 4 – El pecado.
El pecado es, ante todo, ofensa a Dios y ruptura de la comunión con El y con los demás
hombres, al tiempo que atenta contra la Iglesia. Por eso es que la conversión implica a la
vez el perdón de Dios y la reconciliación con la Iglesia.-
Sólo Dios perdona los pecados, y porque Jesús es su Hijo ejerce también ese poder
divino y, en virtud de su autoridad divina, confiere ese poder a los hombres para que
lo ejerzan en su nombre.-
Ese poder se lo dio al “ministerio apostólico”; el apóstol es enviado “en nombre de Cristo”,
y es Dios mismo quien, a través de el, perdona los pecados y nos reconcilia.-
Durante su vida pública Jesús no solo perdonó los pecados sino que también manifestó el
efecto de este perdón: a los pecadores que son perdonados los vuelve a integrar a la
comunidad del Pueblo de Dios. Un signo de ello es que Jesús admite a los pecadores a
compartir su mesa.-
Al hacer partícipe a los Apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, Jesús les
da también la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia.-
Esta dimensión eclesial de su tarea se ve en las palabras de Jesús a Simón Pedro:

Mt 16, 19 A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los
cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.

La reconciliación con la Iglesia es inseparable de la reconciliación con Dios. El


Sacramento de la Penitencia nos ofrece una nueva oportunidad de convertirnos y
recuperar la gracia perdida.-
En los primeros siglos, los cristianos considerados pecadores por faltas graves (idolatría,
adulterio u homicidio) debían hacer penitencia pública por muchos años antes de recibir el
perdón y la consiguiente reconciliación. Alrededor del siglo VII los monjes irlandeses
llevaron a Europa continental la práctica de la penitencia privada y de la confesión secreta
entre el penitente y el sacerdote. Esta nueva práctica preveía la posibilidad de la
reiteración del sacramento, dejando así abierto el camino a una recepción regular.-

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TEOLOGÍA SACRAMENTAL
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Por medio del obispo y sus presbíteros, en nombre de Jesús, la Iglesia concede el
perdón de los pecados, determina la modalidad de la satisfacción, ora por el
pecador y hace penitencia con el.-
La fórmula de absolución que usa la Iglesia latina expresa un elemento esencial de
este sacramento: el Padre de la misericordia es la fuente de todo perdón. Realiza la
reconciliación de los pecadores por la Pascua de su Hijo y el don del Espíritu Santo a
través de la oración y ministerio de la Iglesia.-
La Iglesia considera dos tipos de pecado:
 PECADO VENIAL: es el pecado leve según el Catecismo de la Iglesia Católica:

1862 Se comete un pecado venial cuando no se observa en una materia leve la medida prescrita por la
ley moral, o cuando se desobedece a la ley moral en materia grave pero sin pleno conocimiento y sin entero
consentimiento.
1863 El pecado venial debilita la caridad; entraña un afecto desordenado a bienes creados; impide el
progreso del alma en el ejercicio de las virtudes y la práctica del bien moral; merece penas temporales. El
pecado venial deliberado, que permanece sin arrepentimiento, nos dispone poco a poco a cometer el pecado
mortal. No obstante, el pecado venial no rompe la Alianza con Dios. Es humanamente reparable con la
gracia de Dios. "No priva de la gracia santificante, de la amistad con Dios, de la caridad, ni, por tanto, de la
bienaventuranza eterna" (RP 17):
Debemos hacer la salvedad de que el pecado venial deja subsistir la caridad, aunque la
ofende y la hiere.-

 PECADO MORTAL: es el pecado grave según vemos en el C.E.C.:

1855 El pecado mortal destruye la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de la ley
de Dios; aparta al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior.
1856 El pecado mortal, que ataca en nosotros el principio vital que es la caridad, necesita una nueva
iniciativa de la misericordia de Dios y una conversión del corazón que se realiza ordinariamente en el marco
del sacramento de la reconciliación:
Cuando la voluntad se dirige a una cosa de suyo contraria a la caridad por la que estamos
ordenados al fin último, el pecado, por su objeto mismo, tiene causa para ser mortal...sea contra el amor de
Dios, como la blasfemia, el perjurio, etc., o contra el amor del prójimo, como el homicidio, el adulterio, etc.
En cambio, cuando la voluntad del pecador se dirige a veces a una cosa que contiene en sí un desorden, pero
que sin embargo no es contraria al amor de Dios y del prójimo, como una palabra ociosa, una risa superflua,
etc. tales pecados son veniales (S. Tomás de Aquino, s.th. 1-2, 88, 2).
1857 Para que un pecado sea mortal se requieren tres condiciones: "Es pecado mortal lo que tiene como
objeto una materia grave y que, además, es cometido con pleno conocimiento y deliberado consentimiento"
(RP 17).
1858 La materia grave es precisada por los Diez mandamientos según la respuesta de Jesús al joven
rico: "No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes testimonio falso, no seas injusto, honra a tu
padre y a tu madre" (Mc 10,19). La gravedad de los pecados es mayor o menor: un asesinato es más grave
que un robo. La cualidad de las personas lesionadas cuenta también: la violencia ejercida contra los padres
es más grave que la ejercida contra un extraño.
1859 El pecado mortal requiere plena conciencia y entero consentimiento. Presupone el conocimiento
del carácter pecaminoso del acto, de su oposición a la Ley de Dios. Implica también un consentimiento
suficientemente deliberado para ser una elección personal. La ignorancia afectada y el endurecimiento del
corazón (cf Mc 3,5-6; Lc 16,19-31) no disminuyen, sino aumentan, el carácter voluntario del pecado.
1860 La ignorancia involuntaria puede disminuir, si no excusar, la imputabilidad de una falta grave,
pero se supone que nadie ignora los principios de la ley moral que están inscritos en la conciencia de todo
hombre. Los impulsos de la sensibilidad, las pasiones pueden igualmente reducir el carácter voluntario y
libre de la falta, lo mismo que las presiones exteriores o los trastornos patológicos. El pecado por malicia,
por elección deliberada del mal, es el más grave.
1861 El pecado mortal es una posibilidad radical de la libertad humana contra el amor. Entraña la
pérdida de la caridad y la privación de la gracia santificante, es decir, del estado de gracia. Si no es

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eliminado por el arrepentimiento y el perdón de Dios, causa la exclusión del Reino de Cristo y la muerte
eterna del infierno; de modo que nuestra libertad tiene poder de hacer elecciones para siempre, sin retorno.
Sin embargo, aunque podamos juzgar que un acto es en sí una falta grave, el juicio sobre las personas
debemos confiarlo a la justicia y a la misericordia de Dios.

Entonces, las condiciones para ser pecado grave son:


1. MATERIA GRAVE.
2. PLENA ADVERTENCIA.
3. DELIBERADA VOLUNTAD

Entre los actos del penitente, la contrición aparece en el primer lugar. Contrición es un
dolor del alma y la detestación del pecado cometido, con la resolución de no volver a
pecar. Hay dos tipos de contrición:
 CONTRICIÓN PERFECTA (o de caridad) es cuando brota del amor de
Dios que perdona las faltas veniales.
 CONTRICIÓN IMPERFECTA (o atrición) es un don de Dios y nace de la
fealdad del pecado o del temor de la condenación eterna.

No alcanza el perdón de los pecados graves, pero dispone a obtenerlo por el Sacramento
de la Penitencia.-
Conviene prepararse a la recepción de este sacramento mediante un examen de
conciencia hecho a la luz de la Palabra de Dios. Los mejores textos son:
 El Decálogo (los Diez Mandamientos).
 La catequesis moral de los Evangelios.
 Las Epístolas de los Apóstoles (especialmente el sermón de la montaña):

Mt 5, 1 Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. 2 Y tomando la


palabra, les enseñaba diciendo: 3 «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los
Cielos. 4 Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. 5 Bienaventurados los
que lloran, porque ellos serán consolados. 6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia,
porque ellos serán saciados. 7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
8 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. 9 Bienaventurados los que trabajan
por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. 10 Bienaventurados los perseguidos por causa de la
justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. 11 Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os
persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. 12 Alegraos y regocijaos,
porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas
anteriores a vosotros.

La confesión de los pecados hecha al sacerdote es una parte esencial de este


sacramento; allí el penitente debe enumerar todos los pecados, veniales y mortales, de
que tiene conciencia. Hace asumir nuestra responsabilidad, nos abrimos a Dios y a la
comunión de la Iglesia con el fin de hacer posible un nuevo futuro.-
La Iglesia pide que todos sus fieles acudan a confesar sus pecados graves, al menos,
una vez al año.-
Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave no debe celebrar misa ni comulgar
sin antes confesarse.-
Sin ser estrictamente necesaria la confesión de los pecados veniales, la Iglesia lo
recomienda vivamente como forma de ayudar a formar la conciencia y a luchar contra la
concupiscencia.-
Es preciso hacer lo posible por reparar el daño al prójimo (restituir lo robado,
restablecer la reputación del calumniado, compensar las heridas). La absolución quita el
pecado, pero no remedia los desórdenes que causó. Por lo tanto, el penitente debe

22
TEOLOGÍA SACRAMENTAL
Luis Gómez Machado
hacer algo más para reparar sus pecados: debe “satisfacer” o “expiar” sus pecados, y
esa “satisfacción” se llama penitencia.-
La penitencia que el confesor impone debe tener en cuenta la situación personal del
penitente y buscar su bien espiritual. Debe corresponder, todo lo posible, a la gravedad y
naturaleza de los pecados cometidos; puede consistir en oración, en ofrendas, en obras
de misericordia, en servicios al prójimo, en privaciones, etc.

1. 5 – El ministro de la Reconciliación.
Los ministros de este sacramento son los obispos y los sacerdotes en virtud del
Sacramento del Orden.-
Los sacerdotes deben alentar a los fieles a acceder a este sacramento y deben
mostrarse disponibles a celebrarlo. El confesor no es dueño sino servidor del
perdón de Dios.-
Dada la delicadeza y grandeza de éste ministerio, y el respeto al ser humano, la Iglesia
declara que todo obispo o sacerdote que oye confesiones está obligado a guardar
absoluto secreto bajo penas muy severas. Este secreto se llama “sigilo sacramental”
porque lo confesado por el penitente queda “sellado” por el sacramento.-

CIC can 1388 § 1. El confesor que viola directamente el sigilo sacramental, incurre en excomunión latae
sententiae reservada a la Sede Apostólica; quien lo viola sólo indirectamente, ha de ser castigado en
proporción con la gravedad del delito. & 2. El intérprete y aquellos otros, de los que se trata en el c. 983 §
2, si violan el secreto, deben ser castigados con una pena justa, sin excluir la excomunión.
CIC can 1389 § 1. Quien abusa de la potestad eclesiástica o del cargo debe ser castigado de acuerdo con
la gravedad del acto u omisión, sin excluir la privación del oficio, a no ser que ya exista una pena
establecida por ley o precepto contra ese abuso. & 2. Quien por negligencia culpable, realiza u omite
ilegítimamente, y con daño ajeno, un acto de potestad eclesiástica, del ministerio u otra función, debe ser
castigado con una pena justa.

1. 6 – Efectos de este Sacramento.


El fin y el efecto es la reconciliación con Dios y, por consecuencia, con todos los
hermanos porque este Sacramento reconcilia al penitente con la Iglesia. El pecado
menoscaba o rompe la comunión fraterna; el Sacramento de la Penitencia la repara, o
restaura.-
En este sacramento, el pecador confiándose al juicio misericordioso de Dios anticipa, en
cierta manera, el juicio al que será sometido al final de esta vida terrena.-
Las indulgencias son la remisión, ante Dios, de la pena temporal por los pecados ya
perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel consigue, en determinadas condiciones, por
medio de la Iglesia.-
La indulgencia es parcial o plenaria según libere la pena temporal debida por los
pecados en parte o totalmente. Dice el C.I.C. que todo fiel puede lucrar para sí mismo o
aplicar por los difuntos:

CIC can 992 La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados
en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones, consigue por mediación
de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de
las satisfacciones de Cristo y de los Santos.
CIC can 993 La indulgencia es parcial o plenaria, según libere de la pena temporal debida por los
pecados en parte o totalmente.
CIC can 994 Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las
indulgencias tanto parciales como plenarias.
CIC can 996 § 1. Para ser capaz de lucrar indulgencias es necesario estar bautizado, no excomulgado, y
hallarse en estado de gracia por lo menos al final de las obras prescritas. & 2. Sin embargo, para que el

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TEOLOGÍA SACRAMENTAL
Luis Gómez Machado
sujeto capaz las lucre debe tener al menos intención general de conseguirlas, y cumplir las obras prescritas
dentro del tiempo determinado y de la manera debida, según el tenor de la concesión.

Es preciso recordar que el pecado grave nos aleja de la comunión con Dios y por ello
nos hace incapaces de aspirar a la vida eterna.-
Todo pecado, incluso venial, tiene necesidad de purificación sea aquí en la tierra, o
después de la muerte en el estado que se llama “purgatorio”. Estas dos penas no deben
ser concebidas como una especie de “venganza” de Dios, sino como algo que brota de la
naturaleza del propio pecado.-
Como los demás Sacramentos, el de la Penitencia es una acción litúrgica. Se puede
celebrar individualmente entre el penitente y el sacerdote o en el marco de una
celebración comunitaria en la que los penitentes se preparan a la confesión y, juntos,
dan las gracias por el perdón recibido.-

2 – La Unción de los enfermos.


La Iglesia cree y confiesa que existe un sacramento especialmente destinado a
reconfortar a los atribulados por las enfermedades.-
Antiguamente fue conferido exclusivamente a los que estaban a punto de morir y por eso
recibía el nombre de “extremaunción”.-
Luego del Concilio Vaticano II se considera que no es un sacramento solo para
aquellas personas que estén en peligro inminente de muerte, sino que se considera
oportuno recibirlo cuando el fiel empieza a estar en peligro de muerte por vejez o
enfermedad. Si un enfermo que recibió el Sacramento de la Unción de los enfermos
recupera la salud, puede, en caso de una nueva enfermedad, recibir de nuevo este
sacramento. También en el curso de la misma enfermedad, el sacramento puede ser
reiterado si el enfermo se agrava.-
La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones son una prueba
de la misericordia de Dios. Jesucristo no tiene solamente el poder de curar sino también
de perdonar los pecados ya que vino a curar a los enfermos del cuerpo y del alma.-
La Iglesia cree en la presencia vivificante de Cristo y en la oración de la fe que salvará al
enfermo.-
Hay una sola excepción en cuanto a la administración del Sacramento y es la marcada
por el C.I.C. que refiere a los enfermos que persisten en pecado mortal:

CIC can 1007 No se dé la unción de los enfermos a quienes persisten obstinadamente en un pecado grave
manifiesto.

2. 1 – El ministro de la Unción de los enfermos.


Sólo los sacerdotes (obispos y presbíteros) son los ministros de este Sacramento; los
fieles debemos animar a los enfermos a llamar al sacerdote para recibir el sacramento.-

CIC can 1003 § 1. Todo sacerdote, y sólo él, administra válidamente la unción de los enfermos. & 2.
Todos los sacerdotes con cura de almas tienen la obligación y el derecho de administrar la unción de los
enfermos a los fieles encomendados a su tarea pastoral; pero, por una causa razonable, cualquier otro
sacerdote puede administrar este sacramento, con el consentimiento al menos presunto del sacerdote al

24
TEOLOGÍA SACRAMENTAL
Luis Gómez Machado
que antes se hace referencia. & 3. Está permitido a todo sacerdote llevar consigo el óleo bendito, de manera
que, en caso de necesidad, pueda administrar el sacramento de la unción de los enfermos.

2. 2 – Como se celebra la Unción de los enfermos.


Como todos los sacramentos, este se celebra de forma litúrgica y comunitaria que
tiene lugar en familia, en el hospital, o en la Iglesia, para un solo enfermo o para un
grupo. Si es en grupo, es conveniente que se celebre dentro de la Eucaristía.-
En cuanto es Sacramento de la Pascua de Cristo, la Eucaristía debería ser siempre el
último sacramento de la peregrinación terrena, el “viático” para la vida eterna.-
La celebración del sacramento comprende principalmente estos elementos administrados
por los sacerdotes:
 Imponen, en silencio, las manos al o a los enfermos.
 Oran por el o los enfermos en la fe de la Iglesia, que es la epíclesis
propia de este sacramento.
 Finalmente, ungen al o a los enfermos con óleo bendecido.-

Estas acciones litúrgicas indican la gracia que este Sacramento confiere a los enfermos.
Siempre, las situaciones límites llevan al hombre a buscar a Dios o a llegar a situaciones
extremas.-
En su vida terrenal, Cristo ungía con aceite a los enfermos y también les imponía las
manos.-
Este Sacramento aparece instituido en la Carta de Santiago:

Santiago 5, 13 ¿Sufre alguno entre vosotros? Que ore. ¿Está alguno alegre? Que cante salmos. 14 ¿Está
enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo
en el nombre del Señor. 15 Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si
hubiera cometido pecados, le serán perdonados.

Es bueno que el Sacramento de la Unción de los enfermos esté precedido por el


Sacramento de la Reconciliación.-

2. 3 – Efectos de este Sacramento.


Estos son los efectos:
 CONFIERE UN DON PARTICULAR DEL ESPÍRITU SANTO: esta gracia es un
don que renueva la confianza y la fe en Dios y fortalece la tentación de desaliento
y de angustia ante la muerte.
 UNE A LA PASIÓN DE CRISTO: por la gracia de este Sacramento el enfermo
recibe la fuerza y el don de unirse más íntimamente a la Pasión de Cristo.
 OTORGA UNA GRACIA ECLESIAL: los enfermos que reciben este Sacramento
uniéndose libremente a la Pasión y muerte de Cristo, contribuyen al bien del
Pueblo de Dios. La Iglesia, en la comunión de los Santos, intercede por el bien del
enfermo y éste, a su vez, por la gracia de este Sacramento contribuye a la
santificación de la Iglesia.
 DA UNA PREPARACIÓN PARA EL ÚLTIMO TRÁNSITO: la Unción de los
enfermos acaba por conformarnos con la muerte y resurrección de Cristo, como el
Bautismo había comenzado a hacerlo.

Es la última de las sagradas unciones que jalonan la vida del cristiano:


1. Es la del Bautismo que sellaba nuestra nueva vida.
2. Es la de la Confirmación que nos había fortalecido para el combate
de esta nueva vida.

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TEOLOGÍA SACRAMENTAL
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3. Es la de la Unción de los enfermos que nos ofrece, al término de
la vida terrena, un escudo para defendernos en los últimos
combates y entrar así en la Casa del Padre.

A los que van a dejar esta vida, la Iglesia les ofrece, además de la Unción de los
enfermos, la Eucaristía como viático. Recibida en ese momento del paso hacia el Padre,
tiene un significado y una importancia particular ya que, como es Sacramento de Cristo
muerto y resucitado, la Eucaristía es aquí sacramento del paso de la muerte a la vida, de
éste mundo al Padre como lo dice el Apóstol Juan:

Jn 13, 1 Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo
al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

IV – LOS SACRAMENTOS AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD.

1. El Sacramento del Orden Sagrado.


Es, junto al Sacramento del Matrimonio, sacramento al servicio de la comunidad y están
ordenados a la salvación de los demás.-
El Orden es el Sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles
sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el final de los siglos: es el Sacramento del
ministerio apostólico y comprende tres grados:
 El episcopado.
 El presbiterado.
 El diaconado.

La palabra “orden” designaba, en la antigüedad romana, cuerpos constituidos en el


sentido civil. La integración se hacía por un rito llamado “ordinatio”, acto religioso y
litúrgico que era una bendición o un sacramento.-
Hoy la palabra ordenación es un acto sacramental que va más allá de una simple
elección o designación pues confiere un don del Espíritu Santo que permite ejercer un
“poder sagrado” que solo puede provenir de Cristo a través de la Iglesia.-
La ordenación es llamada, también, consagración (de “consagratio”) porque es poner “a
parte” y un investir por Cristo mismo para su Iglesia.-
La imposición de manos, por parte del Obispo, constituye el signo visible de este
sacramento.-
El pueblo elegido fue constituido por Dios como un “reino de sacerdotes y una nación
consagrada”. Dentro del pueblo de Israel, Dios eligió una de las doce tribus, la de Leví
para el servicio litúrgico.-
Ese sacerdocio de la Antigua Alianza era incapaz de realizar la salvación, por lo que
tenían necesidad de repetir sin cesar los sacrificios y no podían alcanzar una santificación
definitiva, que solo podía ser lograda por el sacrificio de Cristo.-
Todas las prefiguraciones del sacerdocio de la Antigua Alianza encuentran su
cumplimiento en Cristo, único mediador entre Dios y los hombres. El sacrificio redentor
de Cristo es único y realizado de una vez por todos y para siempre. Lo mismo

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TEOLOGÍA SACRAMENTAL
Luis Gómez Machado
acontece con el único sacerdocio de Cristo: se hace presente por el sacerdocio
ministerial. Y por eso, sólo Cristo es el verdadero sacerdote; los demás son ministros
suyos.-
La diferencia entre el sacerdocio común y el ministerial es que el sacerdote actúa “in
persona Christi capitis” y los fieles somos el Cuerpo de Cristo. Estas son las dos formas
de participar en sacerdocio único de Cristo. En el servicio eclesial del ministro
ordenado es Cristo mismo quien está presente, en su Iglesia, como cabeza de su
cuerpo.-
Por el ministerio ordenado, especialmente por el de los obispos y los presbíteros, la
presencia de Cristo como cabeza de la Iglesia se hace visible en medio de la
comunidad. Esta presencia de Cristo en el ministro no debe ser entendida como si
éste estuviera exento de los errores humanos (pecados).-
No todos los actos del ministro son garantizados por la fuerza del Espíritu Santo,
pero ni siquiera el pecado del ministro puede impedir el fruto de la gracia.-
El sacerdocio es ministerial, es decir, es un servicio y está enteramente referido a Cristo
y a los hombres. Depende de Cristo y comunica un poder sagrado que no es otro que el
poder de Cristo.-
El ministro ordenado actúa también en nombre de la Iglesia cuando presenta a Dios la
oración de la Iglesia. La oración y la ofrenda de la Iglesia son inseparables de la
oración y la ofrenda de Cristo, su cabeza.-
Se trata siempre del culto de Cristo en y por su Iglesia. El sacerdocio ministerial puede
representar a la Iglesia porque representa a Cristo.-

1. 2 – Grados del Sacramento del Orden Sagrado.


El Sacramento del Orden Sagrado consta de tres grados:
 Obispos.
 Presbíteros.
 Diáconos.

Reconoce que hay dos grados de participación ministerial en el sacerdocio de Cristo:


 El episcopado.
 El presbiterado.

Hay otro grado destinado a ayudar y servir a los ministros:


 El diaconado.

Sin embargo, los tres grados son conferidos por el acto sacramental llamado
“ordenación”.-

1. 3 – Los obispos.
Entre los diversos ministerios que existen en la Iglesia, ocupa el primer lugar el
ministerio de los obispos que, a través de una sucesión, son los transmisores de la
semilla apostólica según la Constitución Lumen Gentium.-

CAPITULO III
DE LA CONSTITUCION JERARQUICA DE LA IGLESIA Y EN PARTICULAR SOBRE EL
EPISCOPADO
Proemio
18. En orden a apacentar el Pueblo de Dios y acrecentarlo siempre, Cristo Señor instituyó en su Iglesia
diversos ministerios ordenados al bien de todo el Cuerpo. Porque los ministros que poseen la sagrada
potestad están al servicio de sus hermanos, a fin de que todos cuantos son miembros del Pueblo de Dios y

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TEOLOGÍA SACRAMENTAL
Luis Gómez Machado
gozan, por tanto, de la verdadera dignidad cristiana, tiendan todos libre y ordenadamente a un mismo fin y
lleguen a la salvación.
Este santo Concilio, siguiendo las huellas del Vaticano I, enseña y declara a una con él que Jesucristo, eterno
Pastor, edificó la santa Iglesia enviando a sus Apóstoles como El mismo había sido enviado por el Padre (cf.
Jn., 20,21), y quiso que los sucesores de éstos, los Obispos, hasta la consumación de los siglos, fuesen los
pastores en su Iglesia.
Pero para que el episcopado mismo fuese uno solo e indiviso, estableció al frente de los demás apóstoles al
bienaventurado Pedro, y puso en él el principio visible y perpetuo fundamento de la unidad de la fe y de
comunión.
Esta doctrina de la institución perpetuidad, fuerza y razón de ser del sacro Primado del Romano Pontífice y
de su magisterio infalible, el santo Concilio la propone nuevamente como objeto firme de fe a todos los fieles
y, prosiguiendo dentro de la misma línea, se propone, ante la faz de todos, profesar y declarar la doctrina
acerca de los Obispos, sucesores de los apóstoles, los cuales junto con el sucesor de Pedro, Vicario de
Cristo y Cabeza visible de toda la Iglesia, rigen la casa de Dios vivo.

El numeral 18 dice que para que el episcopado fuese uno solo e indiviso, Jesús puso a
Pedro para la unidad de la fe y para la comunión, o sea Pedro primero entre los doce y
al frente de los demás Apóstoles.-
De esta forma, el Concilio Vaticano II propone a todos los fieles, como objeto de fe, que
la doctrina de los obispos, sucesores de los Apóstoles, junto con el Papa, sucesor de
Pedro y vicario (el que hace las veces de otro) de Cristo y cabeza visible de toda la
Iglesia, gobiernen la casa del Dios vivo.-
El Papa vicario, representa a Cristo en la Iglesia Universal y el obispo vicario,
representa a Cristo en su diócesis, es decir no es el embajador del Papa, sino el
representante de Cristo.-
Es importante resaltar que, en la Iglesia, el ministerio sacramental es un servicio
ejercitado en nombre de Cristo y tiene una índole personal y una forma colegial.-

La institución de los Apóstoles


19. El Señor Jesús, después de haber hecho oración al Padre, llamando a sí a los que El quiso, eligió a los
doce para que viviesen con El y enviarlos a predicar el Reino de Dios (cf. Mc., 3,13-19; Mt., 10,1-42): a
estos, Apóstoles (cf. Lc., 6,13) los fundó a modo de colegio, es decir, de grupo estable, y puso al frente de
ellos, sacándolo de en medio de los mismos, a Pedro (cf. Jn., 21,15-17).
A éstos envió Cristo, primero a los hijos de Israel, luego a todas las gentes (cf. Rom., 1,16), para que con la
potestad que les entregaba, hiciesen discípulos suyos a todos los pueblos, los santificasen y gobernasen (cf.
Mt., 28,16-20; Mc., 16,15; Lc., 24,45-48; Jn., 20,21-23) y así dilatasen la Iglesia y la apacentasen,
sirviéndola, bajo la dirección del Señor, todos los días hasta la consumación de los siglos (cf. Mt., 28,20).
En esta misión fueron confirmados plenamente el día de Pentecostés (cf. Act., 2,1-26), según la promesa del
Señor: "Recibiréis la virtud del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos así en
Jerusalén como en toda la Judea y Samaría y hasta el último confín de la tierra" (Act., 1,8).
Los Apóstoles, pues, predicando en todas partes el Evangelio (cf. Mc., 16,20), que los oyentes recibían por
influjo del Espíritu Santo, reúnen la Iglesia universal que el Señor fundó sobre los Apóstoles y edificó sobre
el bienaventurado Pedro su cabeza, siendo la piedra angular del edificio Cristo Jesús (cf. Ap., 21,14; Mt.,
16,18; Ef., 2,20).

El numeral 19 dice que Jesús eligió a sus Apóstoles, que son las columnas de la Iglesia,
no por sus virtudes sino a los que El quiso, como diciendo ésta es toda obra de Dios.-
Los instituyó a modo de colegio, es decir de grupo estable unidos en la fe. Jesús mismo
les dio el poder, la potestad sagrada (exousía); en dicha misión fueron confirmados
plenamente el día de Pentecostés.-
El Concilio Vaticano II nombra continuamente a Pedro para dar la imagen de la sucesión
del Colegio Episcopal.-

Los Obispos, sucesores de los Apóstoles

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TEOLOGÍA SACRAMENTAL
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20. Esta divina misión confiada por Cristo a los Apóstoles ha de durar hasta el fin de los siglos (cf. Mt.,
28,20), puesto que el Evangelio que ellos deben transmitir en todo tiempo es el principio de la vida para la
Iglesia. Por lo cual los Apóstoles en esta sociedad jerárquicamente organizada tuvieron cuidado de
establecer sucesores.
En efecto, no sólo tuvieron diversos colaboradores en el ministerio, sino que a fin de que la misión a ellos
confiada se continuase después de su muerte, los Apóstoles, a modo de testamento, confiaron a sus
cooperadores inmediatos el encargo de acabar y consolidar la obra por ellos comenzada, encomendándoles
que atendieran a toda la grey en medio de la cual el Espíritu Santo, los había puesto para apacentar la
Iglesia de Dios (cf. Act., 20,28).
Establecieron, pues, tales colaboradores y les dieron la orden de que, a su vez, otros hombres probados, al
morir ellos, se hiciesen cargo del ministerio. Entre los varios ministerios que ya desde los primeros tiempos
se ejercitan en la Iglesia, según testimonio de la tradición, ocupa el primer lugar el oficio de aquellos que,
constituidos en el episcopado, por una sucesión que surge desde el principio, conservan la sucesión de la
semilla apostólica primera.
Así, según atestigua San Ireneo, por medio de aquellos que fueron establecidos por los Apóstoles como
Obispos y como sucesores suyos hasta nosotros, se pregona y se conserva la tradición apostólica en el mundo
entero.
Así, pues, los Obispos, junto con los presbíteros y diáconos, recibieron el ministerio de la comunidad para
presidir sobre la grey en nombre de Dios como pastores, como maestros de doctrina, sacerdotes del culto
sagrado y ministros dotados de autoridad.
Y así como permanece el oficio concedido por Dios singularmente a Pedro como a primero entre los
Apóstoles, y se transmite a sus sucesores, así también permanece el oficio de los Apóstoles de apacentar la
Iglesia que permanentemente ejercita el orden sacro de los Obispos han sucedido este Sagrado Sínodo que
los Obispos han sucedido por institución divina en el lugar de los Apóstoles como pastores de la Iglesia, y
quien a ellos escucha, a Cristo escucha, a quien los desprecia a Cristo desprecia y al que le envió (cf. Lc.,
10,16).

El numeral 20 dice que la misión que Cristo encomendó a los Apóstoles de que
extendieran la Iglesia y la apacentasen, ha de durar hasta el fin de los siglos, y por tal
causa esta sociedad jerárquica tenía que establecer sucesores.-
Para realizar esa misión, los Apóstoles se vieron enriquecidos, por Cristo, con la venida
especial del Espíritu Santo que descendió sobre ellos. Ellos mismos comunicaron a sus
colaboradores, mediante la imposición de manos, el don espiritual que se ha transmitido
hasta nosotros en la consagración de los obispos.-
El colegio episcopal de hoy está manifestando aquella tradición apostólica primera, es
decir se conserva la semilla apostólica.-
Su ministerio es para presidir el rebaño de Dios, del que son sus pastores, o sea que este
concilio remarca que su función principal es presidir.-
Como consecuencia, este concilio enseña que los obispos, por institución divina han
sucedido a los Apóstoles como pastores de la Iglesia, y quien los escucha, escucha a
Cristo, y quien los rechaza, rechaza a Cristo y a quien los envió.-

El episcopado como sacramento


21. Así, pues, en los Obispos, a quienes asisten los presbíteros, Jesucristo nuestro Señor está presente en
medio de los fieles como Pontífice Supremo. Porque, sentado a la diestra de Dios Padre, no está lejos de la
congregación de sus pontífices, sino que principalmente, a través de su servicio eximio, predica la palabra de
Dios a todas las gentes y administra sin cesar los sacramentos de la fe a los creyentes y, por medio de su
oficio paternal (cf. 1 Cor., 4,15), va agregando nuevos miembros a su Cuerpo con regeneración
sobrenatural; finalmente, por medio de la sabiduría y prudencia de ellos rige y guía al Pueblo del Nuevo
Testamento en su peregrinación hacia la eterna felicidad.
Estos pastores, elegidos para apacentar la grey del Señor, son los ministros de Cristo y los dispensadores de
los misterios de Dios (cf. 1 Cor., 4,1), y a ellos está encomendado el testimonio del Evangelio de la gracia de
Dios (cf. Rom. 15,16; Act., 20,24) y la administración del Espíritu y de la justicia en gloria (cf. 2 Cor., 3,8-9).

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TEOLOGÍA SACRAMENTAL
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Para realizar estos oficios tan altos, fueron los apóstoles enriquecidos por Cristo con la efusión especial del
Espíritu Santo (cf. Act., 1,8; 2,4; Jn., 20, 22-23), y ellos, a su vez, por la imposición de las manos
transmitieron a sus colaboradores el don del Espíritu (cf. 1 Tim., 4,14; 2 Tim., 1,6-7), que ha llegado hasta
nosotros en la consagración episcopal.
Este Santo Sínodo enseña que con la consagración episcopal se confiere la plenitud del sacramento del
Orden, que por esto se llama en la liturgia de la Iglesia y en el testimonio de los Santos Padres "supremo
sacerdocio" o "cumbre del ministerio sagrado".
Ahora bien, la consagración episcopal, junto con el oficio de santificar, confiere también el oficio de
enseñar y regir, los cuales, sin embargo, por su naturaleza, no pueden ejercitarse sino en comunión
jerárquica con la Cabeza y miembros del Colegio.
En efecto, según la tradición, que aparece sobre todo en los ritos litúrgicos y en la práctica de la Iglesia,
tanto de Oriente como de Occidente es cosa clara que con la imposición de las manos se confiere la gracia
del Espíritu Santo y se imprime el sagrado carácter, de tal manera que los Obispos en forma eminente y
visible hagan las veces de Cristo, Maestro, Pastor y Pontífice y obren en su nombre. Es propio de los Obispos
el admitir, por medio del Sacramento del Orden, nuevos elegidos en el cuerpo episcopal.

El numeral 21 dice que en los obispos, asistidos por los presbíteros, Jesús mismo se hace
presente entre los creyentes.-
El Concilio Vaticano II enseña que por la consagración episcopal se recibe la plenitud
del Sacramento del Orden. De hecho se llama “sumo sacerdocio” o “cumbre
ministerial”.-
La consagración episcopal concede, junto con la función de santificar, las funciones
de enseñar y de gobernar (“regir”); así, por la gracia del Espíritu Santo, quedan
impresos con el “carácter sagrado” y hacen las veces del mismo Cristo: maestro,
pastor y sacerdote, y actúan en su nombre.-
Un presbítero queda constituido miembro del Colegio Episcopal en virtud de la
consagración episcopal y por la comunión jerárquica con la cabeza y con los
miembros del Colegio. El carácter y la naturaleza colegial del orden episcopal se
manifiestan, entre otras cosas, en la antigua práctica de la Iglesia que quiere que para la
consagración de un nuevo obispo, participen varios obispos.-

El Colegio de los Obispos y su Cabeza


22. Así como, por disposición del Señor, San Pedro y los demás Apóstoles forman un solo Colegio
Apostólico, de igual modo se unen entre sí el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los Obispos sucesores
de los Apóstoles. Ya la más antigua disciplina, conforme a la cual los Obispos establecidos por todo el
mundo comunicaban entre sí y con el Obispo de Roma por el vínculo de la unidad, de la caridad y de la paz,
como también los concilios convocados, para resolver en común las cosas más importantes después de haber
considerado el parecer de muchos, manifiestan la naturaleza y forma colegial propia del orden episcopal.
Forma que claramente demuestran los concilios ecuménicos que a lo largo de los siglos se han celebrado.
Esto mismo lo muestra también el uso, introducido de antiguo, de llamar a varios Obispos a tomar parte en
el rito de consagración cuando un nuevo elegido ha de ser elevado al ministerio del sumo sacerdocio. Uno es
constituido miembro del cuerpo episcopal en virtud de la consagración sacramental y por la comunión
jerárquica con la Cabeza y miembros del Colegio.
El Colegio o cuerpo episcopal, por su parte, no tiene autoridad si no se considera incluido el Romano
Pontífice, sucesor de Pedro, como cabeza del mismo, quedando siempre a salvo el poder primacial de éste,
tanto sobre los pastores como sobre los fieles.
Porque el Pontífice Romano tiene en virtud de su cargo de Vicario de Cristo y Pastor de toda Iglesia
potestad plena, suprema y universal sobre la Iglesia, que puede siempre ejercer libremente.
En cambio, el orden de los Obispos, que sucede en el magisterio y en el régimen pastoral al Colegio
Apostólico, y en quien perdura continuamente el cuerpo apostólico, junto con su Cabeza, el Romano
Pontífice, y nunca sin esta Cabeza, es también sujeto de la suprema y plena potestad sobre la universal
Iglesia, potestad que no puede ejercitarse sino con el consentimiento del Romano Pontífice.

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TEOLOGÍA SACRAMENTAL
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El Señor puso tan sólo a Simón como roca y portador de las llaves de la Iglesia (Mt., 16,18-19), y le
constituyó Pastor de toda su grey (cf. Jn., 21,15ss); pero el oficio que dio a Pedro de atar y desatar, consta
que lo dio también al Colegio de los Apóstoles unido con su Cabeza (Mt., 18,18; 28,16-20).
Este Colegio expresa la variedad y universalidad del Pueblo de Dios en cuanto está compuesto de muchos; y
la unidad de la grey de Cristo, en cuanto está agrupado bajo una sola Cabeza. Dentro de este Colegio, los
Obispos, actuando fielmente el primado y principado de su Cabeza, gozan de potestad propia en bien no sólo
de sus propios fieles, sino incluso de toda la Iglesia, mientras el Espíritu Santo robustece sin cesar su
estructura orgánica y su concordia.
La potestad suprema que este Colegio posee sobre la Iglesia universal se ejercita de modo solemne en el
Concilio Ecuménico. No puede hacer Concilio Ecuménico que no se aprobado o al menos aceptado como
tal por el sucesor de Pedro.
Y es prerrogativa del Romano Pontífice convocar estos Concilios Ecuménicos, presidirlos y confirmarlos.
Esta misma potestad colegial puede ser ejercitada por Obispos dispersos por el mundo a una con el Papa,
con tal que la Cabeza del Colegio los llame a una acción colegial, o por lo menos apruebe la acción unida
de ellos o la acepte libremente para que sea un verdadero acto colegial.

El numeral 22 afirma que el Papa, sucesor de Pedro, y los obispos, sucesores de los
Apóstoles, se unen como, por disposición del Señor se unieron Pedro y los demás
Apóstoles. Es naturaleza de los obispos estar unidos y formar el Colegio Episcopal; este
no tiene autoridad a no ser que funcione con el Papa, cabeza del mismo.-
El Papa, como vicario de Cristo y pastor de toda la Iglesia, tiene en la misma potestad
plena, suprema y universal que ejerce libremente. Es el primero entre sus pares, y es
fundamento perpetuo y visible de unidad tanto de los obispos, como de los fieles.-
En cambio, el colegio Apostólico no tiene ninguna autoridad si no se lo considera junto
con el Papa, pero ejerce la potestad plena y suprema sobre toda la Iglesia si es con el
consentimiento del Romano Pontífice.-
La potestad del colegio sobre toda la Iglesia se ejerce de modo solemne en los
concilios ecuménicos que obligatoriamente debe ser convocado, presidido y
confirmado por el Papa.-
El colegio episcopal, en cuanto compuesto por muchos, expresa la diversidad y la unidad
del Pueblo de Dios; en cuanto reunido bajo una única cabeza, expresa la unidad del
Pueblo de Dios.-
La Eucaristía, celebrada por el obispo, tiene una significación muy especial como
expresión de la Iglesia reunida en torno al altar, bajo la presidencia de quien representa
visiblemente a Cristo.-

Relaciones de los Obispos dentro de la Iglesia


23. La unión colegial se manifiesta también en las mutuas relaciones de cada Obispo con las Iglesias
particulares y con la Iglesia universal. El Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, es el principio y
fundamento perpetuo visible de unidad, así de los Obispos como de la multitud de los fieles.
Del mismo modo, cada Obispo es el principio y fundamento visible de unidad en su propia Iglesia, formada a
imagen de la Iglesia universal; y de todas las Iglesias particulares queda integrada la una y única Iglesia
católica. Por esto cada Obispo representa a su Iglesia, tal como todos a una con el Papa, representan toda
la Iglesia en el vínculo de la paz, del amor y de la unidad.
Cada uno de los Obispos, puesto al frente de una Iglesia particular, ejercita su poder pastoral sobre la
porción del Pueblo de Dios que se le ha confiado, no sobre las otras Iglesias ni sobre la Iglesia universal.
Pero, en cuanto miembros del Colegio episcopal y como legítimos sucesores de los Apóstoles, todos deben
tener aquella solicitud por la Iglesia universal que la institución y precepto de Cristo exigen, que si bien no
se ejercita por acto de jurisdicción, contribuye, sin embargo, grandemente, al progreso de la Iglesia
universal.
Todos los Obispos, en efecto, deben promover y defender la unidad de la fe y la disciplina común en toda la
Iglesia, instruir a los fieles en el amor del Cuerpo místico de Cristo, sobre todo de los miembros pobres y de
los que sufren o son perseguidos por la justicia (cf. Mt., 5,10); promover, en fin, toda acción que sea común a

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TEOLOGÍA SACRAMENTAL
Luis Gómez Machado
la Iglesia, sobre todo en orden a la dilatación de la fe y a la difusión plena de la luz de la verdad entre todos
los hombres.
Por lo demás, es cosa clara que gobernando bien sus propias Iglesias como porciones de la Iglesia universal,
contribuyen en gran manera al bien de todo el Cuerpo místico, que es también el cuerpo de todas las
Iglesias.
El cuidado de anunciar el Evangelio en todo el mundo pertenece al cuerpo de los pastores, ya que a todos
ellos en común dio Cristo el mandato imponiéndoles un oficio común, según explicó ya el Papa Celestino a
los padres del Concilio de Éfeso.
Por tanto, todos los Obispos, en cuanto se lo permite el desempeño de su propio oficio, deben colaborar entre
sí y con el sucesor de Pedro, a quien particularmente se le ha encomendado el oficio excelso de propagar la
religión cristiana. Deben, pues, con todas sus fuerzas proveer no sólo de operarios para la mies, sino
también de socorros espirituales y materiales, ya sea directamente por sí, ya sea excitando la ardiente
cooperación de los fieles.
Procuren finalmente los Obispos, según el venerable ejemplo de la antigüedad, prestar una fraternal ayuda a
las otras Iglesias, sobre todo a las Iglesias vecinas y más pobres, dentro de esta universal sociedad de la
caridad.
La divina Providencia ha hecho que en diversas regiones las varias Iglesias fundadas por los Apóstoles y sus
sucesores, con el correr de los tiempos se hayan reunido en grupos orgánicamente unidos que, dentro de la
unidad de fe y la única constitución divina de la Iglesia universal, gozan de disciplina propia, de ritos
litúrgicos propios y de un propio patrimonio teológico y espiritual.
Entre los cuales, concretamente las antiguas Iglesias patriarcales, como madres en la fe, engendraron a
otras como a hijas, y con ellas han quedado unidas hasta nuestros días, por vínculos especiales de caridad,
tanto en la vida sacramental como en la mutua observancia de derechos y deberes.
Esta variedad de Iglesias locales, dirigidas a un solo objetivo, muestra admirablemente la indivisa
catolicidad de la Iglesia. Del mismo modo las Conferencias Episcopales hoy en día pueden desarrollar una
obra múltiple y fecunda a fin de que el sentimiento de la colegialidad tenga una aplicación concreta.

El numeral 23 dice que el Papa, por ser el sucesor de Pedro, es el principio y fundamento
perpetuo y visible de la unidad, tanto de los obispos como de los fieles; nadie queda
excluido. Del mismo modo, los obispos son, cada uno individualmente y como vicarios de
Cristo, los encargados de la unidad en sus propias Iglesias formadas a imagen de la
Iglesia universal, por medio de las cuales se constituye la Iglesia Católica, una y única.-
Los obispos deben colaborar entre sí y con el Papa y tienen que prestar ayuda a otras
Iglesias, en especial a las vecinas y a las más pobres para hacer realidad la caridad.-
Esa variedad de Iglesias locales dirigidas a un solo objetivo, muestran admirablemente la
indivisibilidad de la catolicidad de la Iglesia.-

El ministerio de los Obispos


24. Los Obispos, en su calidad de sucesores de los Apóstoles, reciben del Señor a quien se ha dado toda
potestad en el cielo y en la tierra, la misión de enseñar a todas las gentes y de predicar el Evangelio a toda
criatura, a fin de que todos los hombres logren la salvación por medio de la fe, el bautismo y el cumplimiento
de los mandamientos (cf. Mt., 28,18; Mc., 16,15-16; Act., 26,17ss.).
Para el desempeño de esta misión, Cristo Señor prometió a sus Apóstoles el Espíritu Santo, a quien envió de
hecho el día de Pentecostés desde el cielo para que, confortados con su virtud, fuesen sus testigos hasta los
confines de la tierra ante las gentes, pueblos y reyes (cf. Act., 1,8; 2,1ss.; 9,15).
Este encargo que el Señor confió a los pastores de su pueblo es un verdadero servicio, y en la Sagrada
Escritura se llama muy significativamente "diakonía", o sea ministerio (cf. Act., 1,17-25; 21,19; Rom., 11,13;
1 Tim., 1,12).
La misión canónica de los Obispos puede hacerse ya sea por las legítimas costumbres que no hayan sido
revocadas por la potestad suprema y universal de la Iglesia, ya sea por las leyes dictadas o reconocidas por
la misma autoridad, ya sea también directamente por el mismo sucesor de Pedro: y ningún Obispo puede ser
elevado a tal oficio contra la voluntad de éste, o sea cuando él niega la comunión apostólica.

Los obispos reciben del Señor la misión de predicar el Evangelio en toda la tierra a fin de
que todos los hombres se salven por medio de la fe.-

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TEOLOGÍA SACRAMENTAL
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Este encargo es un servicio y en las escrituras se le llama diaconía, o sea ministerio.-

El oficio de enseñar de los Obispos


25. Entre los oficios principales de los Obispos se destaca la predicación del Evangelio. Porque los Obispos
son los pregoneros de la fe que ganan nuevos discípulos para Cristo y son los maestros auténticos, es decir,
herederos de la autoridad de Cristo, que predican al pueblo que les ha sido encomendado la fe que ha de
creerse y ha de aplicarse a la vida, la ilustran con la luz del Espíritu Santo, extrayendo del tesoro de la
Revelación las cosas nuevas y las cosas viejas (cf. Mt., 13,52), la hacen fructificar y con vigilancia apartan
de la grey los errores que la amenazan (cf. 2 Tim., 4,1-4).
Los Obispos, cuando enseñan en comunión por el Romano Pontífice, deben ser respetados por todos como
los testigos de la verdad divina y católica; los fieles, por su parte tienen obligación de aceptar y adherirse
con religiosa sumisión del espíritu al parecer de su Obispo en materias de fe y de costumbres cuando él la
expone en nombre de Cristo.
Esta religiosa sumisión de la voluntad y del entendimiento de modo particular se debe al magisterio auténtico
del Romano Pontífice, aun cuando no hable ex cathedra; de tal manera que se reconozca con reverencia su
magisterio supremo y con sinceridad se adhiera al parecer expresado por él según el deseo que haya
manifestado él mismo, como puede descubrirse ya sea por la índole del documento, ya sea por la insistencia
con que repite una misma doctrina, ya sea también por las fórmulas empleadas.
Aunque cada uno de los prelados por sí no posea la prerrogativa de la infalibilidad, sin embargo, si todos
ellos, aun estando dispersos por el mundo, pero manteniendo el vínculo de comunión entre sí y con el Sucesor
de Pedro, convienen en un mismo parecer como maestros auténticos que exponen como definitiva una
doctrina en las cosas de fe y de costumbres, en ese caso anuncian infaliblemente la doctrina de Cristo. Pero
esto se ve todavía más claramente cuando, reunidos en Concilio ecuménico, son para la Iglesia universal los
maestros y jueces de la fe y la conducta, y cuyas definiciones de fe deben aceptarse con sumisión.
Esta infalibilidad que el Divino Redentor quiso que tuviera su Iglesia cuando define la doctrina de fe y de
costumbres, se extiende a todo cuanto abarca el depósito de la divina Revelación entregado para la fiel
custodia y exposición.
Esta infalibilidad compete al Romano Pontífice, Cabeza del Colegio Episcopal, en razón de su oficio,
cuando proclama como definitiva la doctrina de fe o de costumbres en su calidad de supremo pastor y
maestro de todos los fieles a quienes ha de confirmarlos en la fe (cf. Lc., 22,32).
Por lo cual, con razón se dice que sus definiciones por sí y no por el consentimiento de la Iglesia son
irreformables, puesto que han sido proclamadas bajo la asistencia del Espíritu Santo prometida a él en San
Pedro, y así no necesitan de ninguna aprobación de otros ni admiten tampoco la apelación a ningún otro
tribunal.
Porque en esos casos el Romano Pontífice no da una sentencia como persona privada, sino que en calidad de
maestro supremo de la Iglesia universal, en quien singularmente reside el carisma de la infalibilidad de la
Iglesia misma, expone o defiende la doctrina de la fe católica.
La infalibilidad prometida a la Iglesia reside también en el cuerpo de los Obispos cuando ejercen el supremo
magisterio juntamente con el sucesor de Pedro. A estas definiciones nunca puede faltar el asenso de la
Iglesia por la acción del Espíritu Santo en virtud de la cual la grey toda de Cristo se conserva y progresa en
la unidad de la fe.
Cuando el Romano Pontífice o con él el Cuerpo Episcopal definen una doctrina lo hacen siempre de
acuerdo con la Revelación, a la cual, o por escrito, o por transmisión de la sucesión legítima de los Obispos,
y sobre todo por cuidado del mismo Pontífice Romano, se nos transmite íntegra y en la Iglesia se conserva y
expone con religiosa fidelidad, gracias a la luz del Espíritu de la verdad.
El Romano Pontífice y los Obispos, como lo requiere su cargo y la importancia del asunto, celosamente
trabajan con los medios adecuados, a fin de que se estudie como debe esta Revelación y se la proponga
apropiadamente y no aceptan ninguna nueva revelación pública dentro del divino depósito de la fe.

Los obispos son los propagadores de la fe y son los herederos de la autoridad de Cristo
que predican al pueblo iluminados con la luz del Espíritu Santo; son auténticos maestros.-
Cuando los obispos enseñan con el Papa deben ser respetados por todos como testigos
de la verdad divina y católica.-
Nosotros, los fieles, debemos aceptar el juicio de nuestro obispo en materia de fe y
costumbres cuando él lo expone en nombre de cristo.-

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TEOLOGÍA SACRAMENTAL
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Esta misma sumisión debe ser prestada al Papa aún cuando no hable “ex cáthedra”, de
tal manera que se reconozca, con reverencia, su magisterio supremo.-
Si bien los obispos no poseen la prerrogativa de la infalibilidad, si ellos mantienen el
vínculo de comunión entre sí y con el Papa, en ese caso anuncian infaliblemente la
doctrina de Cristo. Esto se manifiesta visiblemente en los concilios ecuménicos.-
Esa infalibilidad que Cristo quiso que tuviese su Iglesia cuando define las doctrina de fe
y conducta debe ser celosamente conservada y fielmente expuesta. De esa infalibilidad
goza, en razón de su oficio, el Papa, cabeza del colegio episcopal, cuando proclama
como definitiva una doctrina de fe o moral.-
Por eso se dice que sus definiciones son irreformables por sí mismas y no por el
consentimiento de la Iglesia, porque han sido proclamadas bajo la asistencia del
Espíritu Santo y, así no necesitan aprobación de otros ni admiten la apelación a
ningún otro tribunal.-
Siempre que el Pontífice o, con él, el colegio episcopal definen una doctrina, lo hacen
siempre de acuerdo con la misma Revelación.-
En todo esto se ve la teología del cuerpo de San Pablo, o sea como todos los miembros
del cuerpo, prestando distintas funciones, y la cabeza, o sea el Pastor, llevan a la unidad.
El Papa y los obispos son sujetos “atados” a la Divina Revelación.-

El oficio de los Obispos de santificar


26. El Obispo, revestido como está de la plenitud del Sacramento del Orden, es "el administrador de la
gracia del supremo sacerdocio", sobre todo en la Eucaristía que él mismo celebra, ya sea por sí, ya sea por
otros, que hace vivir y crecer a la Iglesia.
Esta Iglesia de Cristo está verdaderamente presente en todas las legítimas reuniones locales de los fieles,
que, unidos a sus pastores, reciben también el nombre de Iglesia en el Nuevo Testamento.
Ellas son, cada una en su lugar, el Pueblo nuevo, llamado por Dios en el Espíritu Santo y plenitud (cf. 1 Tes.,
1,5). En ellas se congregan los fieles por la predicación del Evangelio de Cristo y se celebra el misterio de la
Cena del Señor "a fin de que por el cuerpo y la sangre del Señor quede unida toda la fraternidad".
En toda celebración, reunida la comunidad bajo el ministerio sagrado del Obispo, se manifiesta el símbolo
de aquella caridad y "unidad del Cuerpo místico de Cristo sin la cual no puede haber salvación". En estas
comunidades, por más que sean con frecuencia pequeñas y pobres o vivan en la dispersión, Cristo está
presente, el cual con su poder da unidad a la Iglesia, una, católica y apostólica. Porque "la participación del
cuerpo y sangre de Cristo no hace otra cosa sino que pasemos a ser aquello que recibimos".
Ahora bien, toda legítima celebración de la Eucaristía la dirige el Obispo, al cual ha sido confiado el oficio
de ofrecer a la Divina Majestad el culto de la religiosa cristiana y de administrarlo conforme a los preceptos
del Señor y las leyes de la Iglesia, las cuales él precisará según su propio criterio adaptándolas a su diócesis.
Así, los Obispos, orando por el pueblo y trabajando, dan de muchas maneras y abundantemente de la
plenitud de la santidad de Cristo. Por medio del ministerio de la palabra comunican la virtud de Dios a todos
aquellos que creen para la salvación (cf. Rom., 1,16), y por medio de los sacramentos, cuya administración
sana y fructuosa regulan ellos con su autoridad, santifican a los fieles.
Ellos regulan la administración del bautismo, por medio del cual se concede la participación en el
sacerdocio regio de Cristo. Ellos son los ministros originarios de la confirmación, dispensadores de las
sagradas órdenes, y los moderadores de la disciplina penitencial; ellos solícitamente exhortan e instruyen a
su pueblo a que participe con fe y reverencia en la liturgia y, sobre todo, en el santo sacrificio de la misa.
Ellos, finalmente, deben edificar a sus súbditos, con el ejemplo de su vida, guardando su conducta no sólo de
todo mal, sino con la ayuda de Dios, transformándola en bien dentro de lo posible para llegar a la vida terna
juntamente con la grey que se les ha confiado.

En el numeral 26 vemos que la Iglesia de Cristo está presente en unidad a su pastor y la


Iglesia Universal está presente junto a la Iglesia local.-
El obispo es quien preside la celebración de la Eucaristía en su Diócesis según su propio
criterio, y es el administrador de la gracia del supremo sacerdocio.-

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TEOLOGÍA SACRAMENTAL
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Ellos regulan la dispensación del Bautismo, son quienes otorgan el Sacramento de la
Confirmación, y dispensan las Sagradas Órdenes.-
Trabajando y orando por sus fieles santifican a la Iglesia por medio del ministerio de la
palabra y de los sacramentos.-

Oficio de los Obispos de regir


27. Los Obispos rigen como vicarios y legados de Cristo las Iglesias particulares que se les han
encomendado, con sus consejos, con sus exhortaciones, con sus ejemplos, pero también con su autoridad y
con su potestad sagrada, que ejercitan únicamente para edificar su grey en la verdad y la santidad, teniendo
en cuenta que el que es mayor ha de hacerse como el menor y el que ocupa el primer puesto como el servidor
(cf. Lc., 22,26-27).
Esta potestad que personalmente poseen en nombre de Cristo, es propia, ordinaria e inmediata aunque el
ejercicio último de la misma sea regulada por la autoridad suprema, y aunque, con miras a la utilidad de la
Iglesia o de los fieles, pueda quedar circunscrita dentro de ciertos límites.
En virtud de esta potestad, los Obispos tienen el sagrado derecho y ante Dios el deber de legislar sobre sus
súbditos, de juzgarlos y de regular todo cuanto pertenece al culto y organización del apostolado.
A ellos se les confía plenamente el oficio pastoral, es decir, el cuidado habitual y cotidiano de sus ovejas, y
no deben ser tenidos como vicarios del Romano Pontífice, ya que ejercitan potestad propia y son, con verdad,
los jefes del pueblo que gobiernan.
Así, pues, su potestad no queda anulada por la potestad suprema y universal, sino que, al revés, queda
afirmada, robustecida y defendida, puesto que el Espíritu Santo mantiene indefectiblemente la forma de
gobierno que Cristo Señor estableció en su Iglesia.
El Obispo, enviado por el Padre de familias a gobernar su familia, tenga siempre ante los ojos el ejemplo
del Buen Pastor, que vino no a ser servido, sino a servir (cf. Mt., 20,28; Mc., 10,45); y a entregar su vida
por sus ovejas (cf. J., 10, 11).
Sacado de entre los hombres y rodeado él mismo de flaquezas, puede apiadarse de los ignorantes y de los
errados (cf. Hebr., 5,1-2). No se niegue a oír a sus súbditos, a los que como a verdaderos hijos suyos abraza
y a quienes exhorta a cooperar animosamente con él.
Consciente de que ha de dar cuenta a Dios de sus almas (cf. Hebr., 13,17), trabaje con la oración, con la
predicación y con todas las obras de caridad por ellos y también por los que todavía no son de la única grey;
a éstos téngalos por encomendados en el Señor.
Siendo él deudor para con todos, a la manera de Pablo, esté dispuesto a evangelizar a todos (cf. Rom., 1,14-
15) y no deje de exhortar a sus fieles a la actividad apostólica y misionera. Los fieles, por su lado, deben
estar unidos a su Obispo como la Iglesia lo está con Cristo y como Cristo mismo lo está con el Padre, para
que todas las cosas armonicen en la unidad y crezcan para la gloria de Dios (cf. 2 Cor., 4,15).

Los obispos rigen, como vicarios y legados de Cristo, las Iglesias particulares que se
les ha encomendado; esta potestad es propia, ordinaria, e inmediata.-
Tienen el sagrado derecho, y ante Dios, de legislar sobre sus fieles, de juzgarlos y de
regular todo lo referente al culto y al apostolado.-
No deben ser tomados como vicarios del Papa ya que tienen potestad propia que no
queda anulada por la potestad suprema y universal, sino que queda afirmada y
robustecida porque el Espíritu Santo mantiene indefectiblemente la forma de gobierno que
Cristo estableció.-
El obispo debe tener ante sus ojos el ejemplo del Buen Pastor que no vino a ser servido
sino a servir a los demás, y a dar su vida por sus ovejas.-
Nosotros los fieles debemos estar unidos a nuestro obispo, como la Iglesia lo está a
Cristo, y como Cristo está unido con el Padre para que todas las cosas armonicen en la
unidad, y crezcan para la gloria de Dios.-
En síntesis los obispos deben:
 Enseñar
 Santificar
 Gobernar

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TEOLOGÍA SACRAMENTAL
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1. 4 – Los presbíteros.
Luego de los obispos vienen los presbíteros que son quienes le siguen en la jerarquía del
Orden Sagrado. La función ministerial de los obispos, en grado subordinado, fue
encomendada a los presbíteros para que, constituidos en el orden del presbiterado,
fueran los colaboradores del obispo.-

Los presbíteros y sus relaciones con Cristo, con los Obispos, con el presbiterio y con el pueblo cristiano
28. Cristo, a quien el Padre santificó y envió al mundo (Jn., 10,36), ha hecho participantes de su
consagración y de su misión a los Obispos por medio de los apóstoles y de sus sucesores. Ellos han
encomendado legítimamente el oficio de su ministerio en diverso grado a diversos sujetos en la Iglesia. Así, el
ministerio eclesiástico de divina institución es ejercitado en diversas categorías por aquellos que ya desde
antiguo se llamaron Obispos presbíteros, diáconos.
Los presbíteros, aunque no tienen la cumbre del pontificado y en el ejercicio de su potestad dependen de los
Obispos, con todo están unidos con ellos en el honor del sacerdocio y, en virtud del sacramento del orden,
han sido consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento, según la imagen de Cristo, Sumo
y Eterno Sacerdote (Hch., 5,1-10; 7,24; 9,11-28), para predicar el Evangelio y apacentar a los fieles y para
celebrar el culto divino.
Participando, en el grado propio de su ministerio del oficio de Cristo, único Mediador (1 Tim., 2,5),
anuncian a todos la divina palabra. Pero su oficio sagrado lo ejercitan, sobre todo, en el culto eucarístico o
comunión, en el cual, representando la persona de Cristo, y proclamando su Misterio, juntan con el sacrificio
de su Cabeza, Cristo, las oraciones de los fieles (cf. 1 Cor., 11,26), representando y aplicando en el sacrificio
de la Misa, hasta la venida del Señor, el único Sacrificio del Nuevo Testamento, a saber, el de Cristo que se
ofrece a sí mismo al Padre, como hostia inmaculada (cf. Hebr., 9,14-28).
Para con los fieles arrepentidos o enfermos desempeñan principalmente el ministerio de la reconciliación y
del alivio. Presentan a Dios Padre las necesidades y súplicas de los fieles (cf. Hebr., 5,1-4).
Ellos, ejercitando, en la medida de su autoridad, el oficio de Cristo, Pastor y Cabeza, reúnen la familia de
Dios como una fraternidad, animada y dirigida hacia la unidad y por Cristo en el Espíritu, la conducen hasta
Dios Padre. En medio de la grey le adoran en espíritu y en verdad (cf. Jn., 4,24).
Se afanan finalmente en la palabra y en la enseñanza (cf. 1 Tim., 5,17), creyendo en aquello que leen cuando
meditan en la ley del Señor, enseñando aquello en que creen, imitando aquello que enseñan.
Los presbíteros, como próvidos colaboradores del orden episcopal, como ayuda e instrumento suyo llamados
para servir al Pueblo de Dios, forman, junto con su Obispo, un presbiterio dedicado a diversas ocupaciones.
En cada una de las congregaciones de fieles, ellos representan al Obispo con quien están confiada y
animosamente unidos, y toman sobre sí una parte de la carga y solicitud pastoral y la ejercitan en el diario
trabajo.
Ellos, bajo la autoridad del Obispo, santifican y rigen la porción de la grey del Señor a ellos confiada, hacen
visible en cada lugar a la Iglesia universal y prestan eficaz ayuda a la edificación del Cuerpo total de Cristo
(cf. Ef., 4,12).
Preocupados siempre por el bien de los hijos de Dios, procuran cooperar en el trabajo pastoral de toda la
diócesis y aun de toda la Iglesia. Los presbíteros, en virtud de esta participación en el sacerdocio y en la
misión, reconozcan al Obispo como verdadero padre y obedézcanle reverentemente.
El Obispo, por su parte, considere a los sacerdotes como hijos y amigos, tal como Cristo a sus discípulos ya
no los llama siervos, sino amigos (cf. Jn., 15,15). Todos los sacerdotes, tanto diocesanos como religiosos, por
razón del orden y del ministerio, están, pues, adscritos al cuerpo episcopal y sirven al bien de toda la Iglesia
según la vocación y la gracia de cada cual.
En virtud de la común ordenación sagrada y de la común misión, los presbíteros todos se unen entre sí en
íntima fraternidad, que debe manifestarse en espontánea y gustosa ayuda mutua, tanto espiritual como
material, tanto pastoral como personal, en las reuniones, en la comunión de vida de trabajo y de caridad.
Respecto de los fieles, a quienes con el bautismo y la doctrina han engendrado espiritualmente (cf. 1 Cor.,
4,15; 1 Pe., 1,23), tengan la solicitud de padres en Cristo. Haciéndose de buena gana modelos de la grey (1
Pe., 5,3), así gobiernen y sirvan a su comunidad local de tal manera que ésta merezca llamarse con el
nombre que es gala del Pueblo de Dios único y total, es decir, Iglesia de Dios (cf. 1 Cor., 1,2; 2 Cor., 1,1).
Acuérdese que con su conducta de todos los días y con su solicitud muestran a fieles e infieles, a católicos y
no católicos, la imagen del verdadero ministerio sacerdotal y pastoral y que deben, ante la faz de todos, dar

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TEOLOGÍA SACRAMENTAL
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testimonio de verdad y de vida, y que como buenos pastores deben buscar también (cf. Lc., 15,4-7) a aquellos
que, bautizados en la Iglesia católica, han abandonado, sin embargo, ya sea la práctica de los sacramentos,
ya sea incluso la fe.
Como el mundo entero tiende, cada día más, a la unidad de organización civil, económica y social, así
conviene que cada vez más los sacerdotes, uniendo sus esfuerzos y cuidados bajo la guía de los Obispos y del
Sumo Pontífice, eviten todo conato de dispersión para que todo el género humano venga a la unidad de la
familia de Dios.

El ministerio de los presbíteros, por estar unido al Orden Episcopal, participa de la


autoridad con la que el propio Cristo construye, santifica y gobierna su cuerpo.-
Los presbíteros, aunque no tengan la plenitud del sacerdocio, y dependan del obispo,
están unidos a éstos en virtud del honor del sacerdocio y, en virtud del Sacramento del
Orden, quedan consagrados como verdaderos sacerdotes de la Nueva Alianza, a imagen
de Cristo sumo y eterno sacerdote. Por el Sacramento del Orden, los presbíteros
participan de la universalidad de la misión confiada por Cristo a los Apóstoles.-
Su verdadera función sagrada la ejercen, sobre todo, en el culto o en la comunión
eucarística; de éste sacrificio único, saca su fuerza todo el ministerio sacerdotal.-
Los presbíteros, junto con su obispo a quien ayudan, forman un único presbiterado
dedicado a diversas tareas. Los presbíteros solo pueden ejercer su ministerio en
dependencia del obispo y en comunión con él.-
Los presbíteros, reunidos en el presbiterado, están unidos entre sí por la íntima
fraternidad del sacramento. La unidad del presbiterio se manifiesta en que, en su
ordenación, los presbíteros imponen también las manos, después del obispo durante el
rito de ordenación.-

1. 5 – Los diáconos.
En el grado inferior de la jerarquía están los diáconos, a los que se les imponen las
manos para realizar un servicio, y no para ejercer el sacerdocio.- Sólo el obispo les
impone las manos, significando así que el diácono depende del obispo en las tareas de
su servicio.-

Los diáconos
29. En el grado inferior de la jerarquía están los diáconos, que reciben la imposición de manos no en orden
al sacerdocio, sino en orden al ministerio. Así confortados con la gracia sacramental en comunión con el
Obispo y su presbiterio, sirven al Pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la
caridad.
Es oficio propio del diácono, según la autoridad competente se lo indicare, la administración solemne del
bautismo, el conservar y distribuir la Eucaristía, el asistir en nombre de la Iglesia y bendecir los
matrimonios, llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al
pueblo, presidir el culto y oración de los fieles, administrar los sacramentales, presidir los ritos de
funerales y sepelios.
Dedicados a los oficios de caridad y administración, recuerden los diáconos el aviso de San Policarpo:
"Misericordiosos, diligentes, procedan en su conducta conforme a la verdad del Señor, que se hizo servidor
de todos".
Teniendo en cuenta que, según la disciplina actualmente vigente en la Iglesia latina, en muchas regiones no
hay quien fácilmente desempeñe estas funciones tan necesarias para la vida de la Iglesia, se podrá
restablecer en adelante el diaconado como grado propio y permanente en la jerarquía.
Tocará a las distintas conferencias episcopales el decidir, oportuno para la atención de los fieles, y en dónde,
el establecer estos diáconos. Con el consentimiento del Romano Pontífice, este diaconado se podrá conferir a
hombres de edad madura, aunque estén casados, o también a jóvenes idóneos; pero para éstos debe
mantenerse firme la ley del celibato.

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TEOLOGÍA SACRAMENTAL
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Corresponde a los diáconos asistir al obispo y a los presbíteros en la celebración de los
divinos misterios:
 sobre todo el de la Eucaristía y su distribución
 bautizar
 celebrar matrimonios
 proclamar el Evangelio
 predicar
 entregarse a los servicios de caridad

Desde el Concilio Vaticano II se restableció el diaconado como un grado propio y


particular de la jerarquía.-
Este diaconado permanente, que puede ser concedido a hombres maduros y
casados, o a jóvenes célibes, constituye un enriquecimiento importante para la misión
de la Iglesia.-

1. 6 – Celebración de la ordenación.
La celebración de la ordenación de un obispo, presbítero o diácono deberá tener lugar,
preferentemente, un domingo en la catedral.-
Las tres ordenaciones tienen el mismo dinamismo, y el lugar propio de su celebración es
dentro de la eucaristía. El rito esencial está constituido para los tres grados por la
imposición de manos del obispo sobre la cabeza del ordenado, así como por una oración
consagratoria específica que pide a Dios la efusión del Espíritu Santo y de sus dones
apropiados al ministerio para el cual el candidato es ordenado.-
Como es Cristo “quien da” a unos el ser Apóstoles, a otros pastores, sigue actuando Él
por medio de los obispos (Lumen Gentium 21).-
Los obispos, válidamente ordenados, es decir que están en la línea de la sucesión
apostólica, confieren válidamente los tres grados del Sacramento del Orden.-
Solo el varón bautizado puede recibir la ordenación. Jesús eligió a hombres para
formar el colegio de los doce apóstoles y éstos hicieron lo mismo cuando eligieron a sus
colaboradores que les sucederían en su tarea.-
Nadie tiene derecho a recibir el Sacramento del Orden; al Sacramento se es llamado por
Dios y como toda gracia solo puede ser recibido como un don inmerecido.-
Todos los ministros, exceptuados los diáconos permanentes, son ordinariamente
elegidos entre los creyentes que viven como célibes y deben guardarlo “por el Reino de
los Cielos”.
Este Sacramento configura con Cristo y recibe la capacidad de actuar como representante
de Cristo como sacerdote, profeta y rey.-
También confiere un “carácter espiritual indeleble” y no puede ser reiterado ni conferido
para un tiempo determinado.-
Un presbítero puede, por causas graves, ser liberado de sus obligaciones, o se le
puede impedir ejercerlas, pero no puede convertirse de nuevo en un laico, en
sentido estricto, porque el carácter impreso por la ordenación es permanente y para
siempre. Como es Cristo quien actúa a través del ministro ordenado, la indignidad de
éste no le impide a Cristo actuar.-
La gracia del Espíritu Santo impulsa al obispo:
 a anunciar el Evangelio a todos
 a ser modelo de su rebaño
 a identificarse, en la Eucaristía, con Cristo sacerdote y víctima
 a dar la vida, sin miedo, por sus ovejas.-

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2. El Sacramento del Matrimonio.


La alianza matrimonial por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio
para toda la vida, fue elevada, por Cristo, a la dignidad de Sacramento entre
bautizados.-
La Biblia comienza con el relato de la creación del hombre y la mujer a imagen y
semejanza de Dios:

Gen 1, 26 Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en
los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las
sierpes que serpean por la tierra. 27 Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le
creó, macho y hembra los creó.

Y se cierra con la visión de las “bodas del Cordero”:

Ap. 19, 7 Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su
Esposa se ha engalanado 8 y se le ha concedido vestirse de lino deslumbrante de blancura - el lino son las
buenas acciones de los santos». 9 Luego me dice: «Escribe: Dichosos los invitados al banquete de bodas del
Cordero.» Me dijo además: «Estas son palabras verdaderas de Dios.»

De un extremo a otro, las Escrituras hablan del matrimonio y de su “misterio”, de su


institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin.-
El matrimonio no es una institución puramente humana, ni depende del arbitrio
humano, sino que es Dios el autor del mismo; la vocación al matrimonio se inscribe en
la misma naturaleza del hombre y de la mujer.-
La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana esta estrechamente ligada
a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar.-
Dios, que ha creado al hombre por amor, lo ha llamado también al amor porque “…Dios
es amor…” (1Jn 4, 8) y, habiéndolos creado hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos
se convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre.
Y ese amor que Dios bendice es destinado a ser fecundo y a realizarse en la obra
común del cuidado de la Creación.-
La Biblia afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro, lo que
significa una unión indefectible de sus dos vidas: el Señor lo recuerda:

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Mt 19:6 De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el
hombre.»

A pesar de todo, esa unión vive amenazada por la discordia, la infidelidad, los celos, y
otros conflictos que pueden conducir al odio y hasta la ruptura. Según la fe, ese desorden
no se origina en la naturaleza del hombre ni de la mujer, ni siquiera en la naturaleza de
sus relaciones, sino en el pecado.-
En el primer pecado (ruptura con Dios) tiene como consecuencia la primera ruptura de la
comunión original entre el hombre y la mujer.-
Para curar las heridas del pecado, el hombre y la mujer necesitan la ayuda de la
gracia que Dios, en su misericordia infinita, jamás la ha negado:

Gen 3:21 Yahvé Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas de piel y los vistió.

La conciencia moral relativa a la unidad e indivisibilidad del matrimonio se desarrolló


bajo la pedagogía de la Ley Antigua. Esa ley dada por Moisés se orienta a proteger a la
mujer contra un dominio arbitrario del hombre, aunque ella lleve, según la palabra del
Señor, la “dureza del corazón” por lo que Moisés permitió el repudio de la mujer:

Dt 24:1 Si un hombre toma una mujer y se casa con ella, y resulta que esta mujer no halla gracia a sus ojos,
porque descubre en ella algo que le desagrada, le redactará un libelo de repudio, se lo pondrá en su mano y
la despedirá de su casa.

Mt 19:8 Díseles: «Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras
mujeres; pero al principio no fue así.

Los profetas fueron preparando la conciencia del pueblo elegido para una comprensión
más profunda de la unidad e indisolubilidad del matrimonio.-
La Tradición vio siempre en “El cantar de los cantares” una expresión única del amor
humano, en cuanto éste es reflejo del amor de Dios, “amor fuerte como la muerte”.-

Cant 8:6 Ponme cual sello sobre tu corazón, como un sello en tu brazo. Porque es fuerte el amor como la
Muerte, implacable como el seol la pasión. Saetas de fuego, sus saetas, una llama de Yahvé.

En el umbral de su vida pública, Jesús realiza su primer signo, a pedido de su Madre,


en ocasión de un banquete de Bodas en Caná de Galilea:

Jn 2, 1 Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. 2 Fue
invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. 3 Y, como faltara vino, porque se había acabado el
vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino.» 4 Jesús le responde: « ¿Qué tengo yo contigo,
mujer? Todavía no ha llegado mi hora.» 5 Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga.» 6
Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada
una. 7 Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta arriba. 8 «Sacadlo ahora, les dice,
y llevadlo al maestresala.» Ellos lo llevaron. 9 Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino,
como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el
maestresala al novio 10 y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el
inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora.» 11 Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo
a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos.

La Iglesia da gran importancia a la asistencia de Jesús a las Bodas de Caná porque


ve en ella la confirmación de la bondad del matrimonio y el anuncio de que, en
adelante, el Sacramento del Matrimonio será un signo eficaz de la presencia de Cristo.
Durante su predicación, Jesús enseñó sin ambigüedad el sentido original de la unión del

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hombre y la mujer: la unión matrimonial es indisoluble porque Dios mismo lo
estableció:

Mt 19:6…Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre.»

Jesús concede la fuerza y la gracia de vivir el matrimonio en la dimensión nueva del


Reino de Dios: siguiendo a Cristo, renunciando a sí mismo, tomando sobre sí sus
cruces, los esposos podrán comprender el sentido original del matrimonio, y vivirlo
con la ayuda de Cristo.-
Esta gracia del matrimonio cristiano es un fruto de la cruz de Cristo, fuente de toda la vida
cristiana. Esto es lo que el Apóstol Pablo da a entender cuando dice:

Ef 5, 25 Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella,
26 para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra,

Como vemos, toda la vida cristiana está marcada por el amor esponsal de Cristo y
de la Iglesia. Ya el Bautismo, entrada en el Pueblo de Dios, es un misterio nupcial; es
como el “baño de bodas” que precede al “banquete de bodas”: la Eucaristía.-
Puesto que el matrimonio es signo y comunicación de la gracia, el matrimonio entre
bautizados es un verdadero sacramento de la Nueva Alianza.-
Ahora bien, ha habido hombres y mujeres que han renunciado al matrimonio para
ocuparse de las cosas de Dios con el fin de agradarle. Esto lleva a que la virginidad por
el Reino de los Cielos es un desarrollo de la gracia bautismal, un signo que recuerda
también, que el matrimonio es una realidad que manifiesta el carácter pasajero de
este mundo.-

2. 1 – Rito de celebración.
En el rito latino, la celebración entre los fieles católicos tiene lugar, ordinariamente, dentro
de la Santa Misa en virtud del vínculo que tienen todos los sacramentos con el misterio
pascual de Cristo:

Relación con el misterio pascual


Sacrosanctum Concilium 61. Por tanto, la Liturgia de los sacramentos y de los sacramentales hace que, en
los fieles bien dispuestos, casi todos los actos de la vida sean santificados por la gracia divina que emana
del misterio pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, del cual todos los sacramentos y
sacramentales reciben su poder, y hace también que el uso honesto de las cosas materiales pueda ordenarse
a la santificación del hombre y alabanza de Dios.

Es conveniente que los futuros esposos se dispongan a la celebración de su matrimonio


recibiendo el Sacramento de la Reconciliación.-
Los esposos, como ministros de la gracia de Cristo, manifestando su consentimiento ante
la Iglesia, se confieren mutuamente el Sacramento del Matrimonio.-
En la epíclesis de éste sacramento los esposos reciben el Espíritu Santo como
comunión del amor de Cristo y de la Iglesia.-
El Espíritu Santo es:
 el sello de la alianza de los esposos
 la fuente generoso de su amor
 la fuerza con que se renovará su fidelidad.-

2. 2 – Condiciones de los contrayentes.


Para casarse, el hombre y la mujer deben ser:
bautizados

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libres
expresar libremente su consentimiento.

“Ser libre” quiere decir:


 No obrar por coacción.
 No estar impedido por una ley natural (no consumación) o una ley
eclesiástica (estar casado anteriormente, o entre primos, etc.).

La Iglesia considera el intercambio de los consentimientos entre los esposos como el


elemento indispensable que “hace el matrimonio”. Si el consentimiento falta no hay
matrimonio.-

CIC can 1057 § 1. El matrimonio lo produce el consentimiento de las partes legítimamente manifestado
entre personas jurídicamente hábiles, consentimiento que ningún poder humano puede suplir. & 2. El
consentimiento matrimonial es el acto de la voluntad, por el cual el varón y la mujer se entregan y aceptan
mutuamente en alianza irrevocable para constituir el matrimonio.

El consentimiento consiste en “un acto humano por el cual los esposos se dan y se
reciben mutuamente”. Este consentimiento encuentra su plenitud en el hecho de que los
dos contrayentes “vienen a ser una sola carne” (Mt 19, 6).-
El consentimiento debe ser un acto voluntario de cada uno de los contrayentes, libre
de violencia o temor. Ningún poder humano puede reemplazar ese consentimiento.
Si esta libertad humana falta, el matrimonio no es válido.-
Por esta razón, u otras, la Iglesia, tras examinar la situación por un tribunal eclesiástico
competente, puede declarar la “nulidad el matrimonio”, es decir, que no ha existido.-
Fijémonos que no hablamos de “anular” el matrimonio (lo que significaría que existió ese
acto y, arrepentidos, solicitamos anularlo), sino que hablamos de “declararlo nulo” (que
significa declarar la “no existencia” de algo que nunca existió).-
En este caso los contrayentes quedan libres para volver a casarse por la Iglesia,
aunque deben cumplir las obligaciones naturales nacidas de esa unión precedente.-

2. 3 – El ministro del Sacramento del Matrimonio.


Los ministros de este sacramento son los sacerdotes o los diáconos, quienes reciben el
consentimiento de los esposos en nombre de la Iglesia, y les da la bendición. Su
presencia, y la de los testigos, expresa visiblemente que el matrimonio es una realidad
eclesial.-
A sus fieles, la Iglesia les exige la “forma eclesiástica” de la celebración del matrimonio
por varias razones:
 El matrimonio sacramental es un acto litúrgico; por eso conviene celebrarlo en la
liturgia pública de la Iglesia.-
 El matrimonio introduce en el “ordo eclesial”, crea derechos y deberes entre los
esposos y para con los esposos.-
 Por ser un estado de vida en la Iglesia, es preciso que exista certeza sobre él (de
ahí la obligación de tener testigos).-
 El carácter público del consentimiento protege el “sí”, y ayuda a permanecerle fiel.-

Para que el matrimonio sea libre y responsable, y para que tenga fundamentos
humanos y cristianos, sólidos y estables, la preparación es muy importante.-
La diferencia de confesión entre los cónyuges no constituye obstáculo insuperable
para el matrimonio cuando llegan a aprender, uno del otro, el modo como cada uno vive
su fidelidad a Cristo:

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CIC can 1086 § 1. Es inválido el matrimonio entre dos personas, una de las cuales fue bautizada en la
Iglesia católica o recibida en su seno y no se ha apartado de ella por acto formal, y otra no bautizada. & 2.
No se dispense este impedimento si no se cumplen las condiciones indicadas en los cc. 1125 y 1126. & 3. Si
al contraer el matrimonio, una parte era comúnmente tenida por bautizada o su bautismo era dudoso, se ha
de presumir, conforme al c. 1060, la validez del matrimonio hasta que se pruebe con certeza que uno de los
contrayentes estaba bautizado y el otro no.

Según el C.I.C. un matrimonio mixto necesita para su licitud el “permiso expreso” de la


autoridad eclesiástica. En caso de disparidad de culto, se requiere una “dispensa
expresa” del impedimento para la validez del matrimonio:

CIC can 1124 Está prohibido, sin licencia expresa de la autoridad competente, el matrimonio entre dos
personas bautizadas, una de las cuales haya sido bautizada en la Iglesia católica o recibida en ella después
del bautismo y no se haya apartado de ella mediante un acto formal, y otra adscrita a una Iglesia o
comunidad eclesial que no se halle en comunión plena con la Iglesia católica.

Ese permiso, o la dispensa, suponen que ambas partes conozcan y no excluyan los
fines y las propiedades esenciales del matrimonio.-

CIC can 1125 Si hay una causa justa y razonable, el Ordinario del lugar puede conceder esta licencia;
pero no debe otorgarla si no se cumplen las condiciones que siguen: 1 que la parte católica declare que
está dispuesta a evitar cualquier peligro de apartarse de la fe, y prometa sinceramente que hará cuanto le
sea posible para que toda la prole se bautice y se eduque en la Iglesia católica; 2 que se informe en su
momento al otro contrayente sobre las promesas que debe hacer la parte católica, de modo que conste que
es verdaderamente consciente de la promesa y de la obligación de la parte católica; 3 que ambas partes
sean instruidas sobre los fines y propiedades esenciales del matrimonio, que no pueden ser excluidos por
ninguno de los dos.

El matrimonio crea un vínculo perpetuo y exclusivo por su misma naturaleza, y los


cónyuges quedan consagrados por un sacramento peculiar para los deberes y la
dignidad de su estado.-
El consentimiento, por el que los esposos se dan y se reciben mutuamente, es sellado
por el mismo Dios:

Mc 10:9 Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.»

Por tanto, el vínculo matrimonial es establecido por Dios mismo de modo que, el
matrimonio celebrado y consumado entre bautizados no puede ser disuelto jamás.-
La gracia del sacramento está destinada a perfeccionar el amor de los cónyuges y a
fortalecer su unidad indisoluble.-
Cristo es la fuente de esta gracia porque:
 permanece con ellos,
 les da la fuerza de seguirlo si toman su cruz,
 les ayuda a levantarse después de sus caídas,
 les ayuda a perdonarse mutuamente,
 les permite llevar la carga del otro,
 y los lleva a amarse con un amor sobrenatural, delicado y fecundo.-

Por todo eso el amor conyugal exige la indisolubilidad y la fidelidad de la donación


recíproca definitiva y se abre a la fecundidad. Los esposos están llamados a crecer
continuamente en su comunión.-

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Esa comunión humana es confirmada, purificada, y perfeccionada por la comunión
de Jesucristo dada mediante el Sacramento del Matrimonio, y se profundiza por la vida
de la fe común y por la Eucaristía recibida en común.-
El auténtico amor tiende por sí mismo a ser algo definitivo, no pasajero.-
Parece difícil, incluso imposible, “atarse” a un ser humano para toda la vida, por lo que
es muy importante anunciar la Buena Nueva de que Dios nos ama con un amor
definitivo e irrevocable, de que los esposos participan de este amor que los conforta,
los mantiene, y de que por su fidelidad, se convierten en testigos del amor fiel de Dios.
Existen, sin embargo, situaciones en que la convivencia matrimonial se hace imposible.
En esos casos, la Iglesia admite la separación física de los esposos y el fin de la
cohabitación. Los esposos no dejan de ser marido y mujer delante de Dios, ni son
libres para contraer una nueva unión; lo mejor sería, si es posible, buscar la
reconciliación de esa pareja.-
Hoy son muchos los católicos que recurren al divorcio según las leyes civiles y que
contraen, también civilmente, una nueva unión. La Iglesia mantiene, por fidelidad a la
palabra de Jesucristo, que no puede reconocer como válida esta nueva unión, si era
válido el primer matrimonio.-

Mc 10:11 El les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; 12 y si
ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.»

Si los divorciados vuelven a casarse civilmente, se ponen en una situación que


contradice objetivamente la Ley de Dios, y por eso no pueden acceder a la comunión
eucarística y no pueden ejercitar ciertas responsabilidades eclesiales.-
Respecto a los cristianos que viven en esa situación, y que conservan la fe, los
sacerdotes y toda la comunidad deben apoyarlos para que ellos no se sientan
separados de la Iglesia, de cuya vida pueden y deben participar en cuanto bautizados.
Referente a la “Iglesia doméstica”, los padres son los primeros y principales
educadores de sus hijos, y su tarea es estar al servicio de la vida.-
Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y María; la Iglesia no
es otra cosa que la familia de Dios, por lo que las familias creyentes tienen una
primordial importancia como ejemplos de fe viva.-
Aquí es donde se ejercita, de manera privilegiada, el sacerdocio bautismal del padre de
familia, de la madre y de los hijos.-
El hogar, es así, la primera escuela de vida cristiana donde se aprende el gozo del
trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso y reiterado y, sobre todo, el culto divino
por medio de la oración y la ofrenda de la vida.-

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