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ORACIÓN INICIAL
Oraciones espontáneas…..
Padre Nuestro…….
“Jesús les dijo: ‘En verdad, en verdad les digo: si no comen la carne del Hijo del hombre, y
no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene
vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre
verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo
mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma
vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y
murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.’”
Palabra de Dios.
Cada santa Misa en la que participamos debe ser un “encuentro profundo con el
Señor”, en el que escuchemos su Palabra, nos ofrezcamos con Él y nos consagremos y nos
unamos a Él y a la comunidad. Pero, para ello, es necesario que participemos activamente
y no como meros espectadores de lo que allí ocurre.
El presente tema tiene como objetivo, poder distinguir la diferencia entre “ir a
Misa” y “participar” de la celebración Eucarística, del tal forma que, entendiendo los
diversos ritos de la Santa Misa, podamos participar más activamente en la misma,
haciendo propios los sentimientos de la Iglesia en los diversos momentos de la ceremonia.
Durante la santa Misa se usan diversos signos o símbolos, por eso, para adentrarse
en la acción litúrgica es necesario adquirir una cierta mentalidad simbólica. Los gestos
simbólicos expresan a menudo mucho más que las palabras. Nuestro modo de mirar, una
mano que acaricia, un ceño fruncido, son más elocuentes que el lenguaje hablado.
DINÁMICA
Repartir al azar todas las preguntas que se presentan a continuación e invitar a los
alumnos a que las respondan en orden del 1 al 14. Después de escuchar cada respuesta, el
monitor puede profundizar al respecto, para lo cual puede apoyarse en las “respuestas
sugeridas” que se ofrecen.
1. ¿Por qué crees que es importante comenzar la Misa declarando nuestra realidad de
pecadores?
2. ¿Cuál debe ser mi actitud al escuchar la Palabra de Dios, especialmente el Evangelio?
3. Nombra algunos momentos de la Misa en donde ves más claramente el carácter
comunitario (no individualista) de la celebración, momentos en los que rezamos como
pueblo de Dios, como hermanos e hijos del mismo Padre.
4. ¿Cómo debo participar en el ofertorio?
5. ¿Qué significan las gotas de agua que el sacerdote vierte sobre el vino durante el
ofertorio?
6. ¿Cuál es la parte central de la Misa?
7. ¿Por qué nos arrodillamos durante la Consagración?
8. ¿Qué significa el gesto de la fracción del pan?
9. ¿Que requisitos se requieren para comulgar y a qué nos compromete el hecho de
comulgar?
10. ¿Cuándo un pecado es grave (o mortal)?
11. ¿Qué significa el “amén” que pronunciamos previo a comulgar?
12. ¿Cuáles son los frutos de la Comunión?
13. ¿Qué sentido tiene el “sagrado silencio” que hacemos después de comulgar?
14. ¿Qué significan las palabras finales del sacerdote: “Podéis ir en paz”? ¿Qué compromiso
involucra para nosotros esas palabras?
Respuestas sugeridas
I. ACTO PENITENCIAL:
En este momento conviene traer a la memoria alguna falta que sea constante en la
vida de cada uno, o alguna falta que se haya cometido recientemente. Es un momento de
diálogo con Cristo para poner en su presencia un aspecto concreto, negativo, de nuestra
vida. Este momento sirve para tomar conciencia de la grandeza de la celebración
en que vamos a participar y también para ponernos en nuestro sitio,
recordando que somos pecadores y que tenemos necesidad de ser purificados.
En la medida en que uno se siente pecador, en esa misma medida uno
aprovecha la Misa, pues comprende la necesidad que tiene de Dios.
2. LITURGIA DE LA PALABRA
La Liturgia de la Palabra pretende recordar la historia de la salvación, es decir,
revivir todo el esfuerzo que Dios ha hecho y está continuamente haciendo para salvar a los
hombres. El esquema ritual de la liturgia de la Palabra está estructurado a manera de
diálogo entre Dios y su Pueblo:
Primera lectura del Antiguo Testamento (de los Hechos de los Apóstoles o
de las cartas de los Apóstoles): Dios habla a su Pueblo a través de la Ley y los
Profetas.
- Oración de los fieles: Después de la Homilía del sacerdote, todos juntos oramos
pidiendo al Padre por las necesidades de la Iglesia y del mundo, con la certeza de ser
escuchados.
- Colecta: Durante la liturgia eucarística compartimos nuestros dones materiales con los
más necesitados.
- Padrenuestro: comienza el Rito de Comunión con la oración que el Señor nos enseñó y
que expresa mejor nuestros ideales y nuestra fraternidad. Las palabras con las que el
sacerdote nos invita a rezarla, producen ese sentido de familia y ese ambiente de confianza
en el cual los hijos se dirigen con libertad y gozo a su Padre.
- Rito de la paz: Este rito también refleja nuestra condición de hermanos, hijos de un
mismo Padre. La paz, en el lenguaje bíblico, representa la suma de todos los bienes
mesiánicos. El sacerdote pide a Cristo el don de la paz, que no es sólo el don de la
tranquilidad, sino también el don de la salvación, y luego se la desea a los fieles. Finalmente,
nos invita a intercambiar un signo de esta paz.
4. OFERTORIO
Se presentan el pan y el vino como ofrenda a Dios, para que sean convertidos en el
Cuerpo y en la Sangre de Cristo. El reconocimiento de lo que Dios nos ha dado podría
quedar incompleto, e incluso quedarse en puras palabras, si no fuera acompañado de la
ofrenda de nuestra propia vida. En la santa Misa el sacerdote recuerda que el sacrificio es
"mío y vuestro"; todos debemos ofrecerlo junto al sacerdote.
Debemos llevar ante el altar la parte negativa de nuestra vida para sacrificarla. Todo
lo moralmente malo, tendencias torcidas, caracteres difíciles, maneras de ser
improcedentes, nuestro egoísmo, nuestra incapacidad de perdonar, amistades peligrosas, los
pecados... Nada de esto debe quedar fuera del altar. Debemos ofrecerlo para que el Señor
lo transforme.
También debemos llevar al altar la parte buena, ofrecerla al Señor para que Él saque
frutos de santidad de ella, para nosotros y para los demás. Buenas cualidades, rectas
tendencias, buen carácter, buenos hechos sociales, familiares, personales... Nada de lo
bueno hay que dejar fuera del altar, sería dejarlo con una bondad natural, sólo a ras de la
tierra, sin trascendencia. Hay que ofrecerlo para promocionarlo, para hacerlo sagrado, para
“sobrenaturalizarlo”.
Ofrezcamos siempre de corazón toda nuestra vida junto con el sacrificio de Cristo.
Lo malo para que desaparezca, lo bueno para que se potencie. Esta doble ‘ofrenda’ nos
convierte en víctimas y en hostias agradables al Padre. El ofrecimiento de la vida del
hombre tiene su sentido en la transformación, Solamente seremos
transfigurados, transformados, en cuanto nos ofrezcamos. Después del
Ofertorio ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a Dios.
5. SIGNIFICADO DEL GESTO DE MEZCLAR UNAS GOTAS DE AGUA
AL VINO
En la solemnidad de la Misa se ofrecen al Señor pan y vino, mezclado con agua. Las
gotas de agua simbolizan la unión de los fieles a Cristo, es signo de nuestra participación en
la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana; significa también lo
que nosotros aportamos como sacrificio al sacrificio de Cristo.
En este gesto se representa también la pasión del Señor, ya que ambos, sangre y
agua salieron de su costado en su pasión. San Cipriano, a mediados del siglo II, escribió
sobre este gesto litúrgico, lo siguiente:
“En el agua se entiende el pueblo y en el vino se manifiesta la Sangre de Cristo. Y cuando en
el cáliz se mezcla agua con el vino, el pueblo se junta a Cristo, y el pueblo de los creyentes
se une y junta a Aquel en el cual creyó. La cual unión y conjunción del agua y del vino de tal
modo se mezcla en el cáliz del Señor que aquella mezcla no puede separarse entre sí. Por lo
que nada podrá separar de Cristo a la Iglesia (...) Si uno sólo ofrece vino, la Sangre de Cristo
empieza a estar sin nosotros, y si el agua está sola el pueblo empieza a estar sin Cristo. Más
cuando uno y otro se mezclan y se unen entre sí con la unión que los fusiona, entonces se
lleva a cabo el sacramento espiritual y celestial” (Carta Nº 63, 13).
6. CONSAGRACIÓN
Esto ocurre cuando el sacerdote pronuncia sobre el pan y el vino las palabras que
pronunció Cristo en la Ultima Cena: “Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo...
Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre...”. Por la consagración del pan y
del vino se opera el cambio llamado transubstanciación" (DS 1642).
Un buen ejemplo de esta actitud lo dio el rey de Francia, San Luis IX quien
oía Misa todos los días de rodillas sobre el piso desnudo. Una vez, cuando un criado le
ofreció un reclinatorio, el Rey le dijo: “En la Misa se inmola Dios mismo, y cuando
Dios se inmola, hasta los reyes se arrodillan en el suelo”.
En una ocasión le dijeron al Padre Pío: “Padre, ¡cuánto le toca sufrir estando de
pie toda la Misa sosteniéndose sobre las llagas sangrantes de sus pies!”. El Padre
respondió: “Durante la Misa no estoy de pie; estoy suspendido”. ¡Qué ejemplo! Con
aquellas palabras expresaba aquel “estar crucificado con Cristo” del que habla San Pablo
(Ga. 2,19).
El origen de este gesto en nuestra Eucaristía está en la cena judía, sobre todo la
pascual, la que comenzaba con un pequeño rito: el padre de familia partía el pan para
repartirlo a todos, mientras pronunciaba una oración de bendición a Dios.
Un buen modo de prepararnos para recibir la Comunión lo enseñaba San Luis María
Grignion de Montfort y consiste en invocar a la Santísima Virgen inmaculada (sin pecado),
pidiéndole que nos haga recibir a Jesús con su humildad, su pureza y su amor, invitando a la
santísima Virgen a que habite en ese momento en nuestro corazón, primero para
obsequiarle el regalo más preciado, a su Hijo Jesucristo; y luego para que Jesús, que la ama
en forma excepcional, al encontrarse con Ella, quiera descansar y quedarse aunque sea en
nuestra pobre e imperfecta alma.
La procesión de comunión o fila que hacemos es un signo litúrgico que expresa que
somos caminantes y en el camino nos alimentamos con Jesús muerto y resucitado, hecho
alimento de Vida eterna.
La comunión es el pan de los fuertes, es el alimento para nuestro espíritu. Con Jesús,
“todo lo puedo” (Flp. 4,13). Por eso, San Vicente de Paul podía preguntar a sus misioneros:
“Cuando habéis recibido a Jesús, ¿puede haber un sacrificio imposible para vosotros?
Todos los días debo alimentar mi alma como debo alimentar mi cuerpo para darle
fuerza. San Agustín enseña: “La Eucaristía es un pan cotidiano que se toma como remedio de
nuestra cotidiana debilidad”.
Quien está en pecado grave, está en una situación de rechazo a Dios y del Evangelio
y si comulgara estaría haciendo un acto contradictorio, ya que comulgando estamos
ofreciendo nuestra vida al Señor, sin embargo, con los actos lo estamos rechazando.
Para que haya pecado mortal, se requiere que la acción reúna tres
condiciones: materia grave, plena advertencia y perfecto consentimiento.
Frutos de la Comunión:
f. Fortalece la unidad del Cuerpo místico. Los que comulgan se unen más
estrechamente a Cristo. Él los une a todos los fieles en un solo cuerpo: la Iglesia. La
comunión profundiza esta incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo. En el
Bautismo fuimos llamados a no formar más que un solo cuerpo (1Corintios 12,13). La
Eucaristía cumple esta llamada: El cáliz de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con
la sangre de Cristo?, y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Porque aún
siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan
(1Corintios 10,16-17).
Sagrado silencio
Este es el tiempo más real del amor íntimo con Jesús. En el momento de acción de
gracias es cuando debemos pedirle a Cristo la gracia de la fortaleza para ese vivir
crucificados con Él que exige toda vida cristiana y apostólica.
ORACIÓN FINAL
ANEXO 1
ORACIÓN COMUNIÓN ESPIRITUAL
No permitas Señor,
que me aparte de Ti.
Amén.
ANEXO 2
PREGUNTAS PARA LA DINÁMICA
1. ¿Por qué crees que es importante comenzar la Misa declarando nuestra realidad de
pecadores?
5. ¿Qué significan las gotas de agua que el sacerdote vierte sobre el vino durante el
ofertorio?
13. ¿Qué sentido tiene el “sagrado silencio” que hacemos después de comulgar?
14. ¿Qué significan las palabras finales del sacerdote: “Podéis ir en paz”? ¿Qué compromiso
involucran para nosotros esas palabras?