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1. MODELOS Y SISTEMAS.
Un sistema es un objeto complejo cuyos componentes están unidos entre sí por vínculos que
constituyen su estructura (Mario Bunge). Puede ser abstracto o concreto.
Un sistema abstracto tiene existencia intelectual en la mente de las personas (por ejemplo los
científicos) que lo piensan. Un modelo es un sistema abstracto que intenta representar los
aspectos más fundamentales (para el investigador) de un sistema concreto.
Un sistema concreto tiene existencia real con independencia de que los investigadores intenten
investigarlo y modelarlo. Una sociedad humana históricamente dada es un sistema real concreto.
Tiene diferentes dimensiones o subsistemas. Para los fines de este análisis distinguiremos cuatro
dimensiones o subsistemas: económico, cultural, político, y biológico ambiental. Es necesario
tener siempre en consideración que los sistemas sociales reales donde vivimos los
experimentamos en “carne propia” día a día en tanto que los modelos que representan esos
sistemas sociales los diseñan y piensan algunos especialistas, investigadores o científicos que se
dedican a estudiarlos.
Esa simplificación de la complejidad del sistema capitalista no es inocente sino que intenta poner
de relieve ciertos rasgos que tienen una significación ética. Como dice Gunnar Myrdal no existe la
neutralidad valorativa (en el sentido ético o moral de la expresión), lo importante es poner de
relieve los valores que están implicados en todo modelo o teoría que el investigador proponga. En
el presente caso esos valores estarán referidos a la noción de justicia, distinguiremos siguiendo la
clásica diferenciación de Aristóteles entre la justicia distributiva y la justicia conmutativa,
aplicando la primera noción para entender los criterios de distribución social de los bienes sociales
(honor, dignidad, riqueza, educación, salud, etc.). De otro lado la justicia conmutativa nos servirá
para examinar las nociones de justo precio o valores de mercado.
Dadas estas nociones de justicia examinaremos las nociones de injusticia, asociadas a extremas
asimetrías en la distribución de los bienes sociales y en las formas como se determinan los precios
en las transacciones de mercado. En este sentido diremos que las fuerzas subyacentes que
determinan los precios y valores de mercado (es decir lo que los economistas estudian como
teorías del valor) son las posiciones de poder de las partes contratantes. Esas posiciones de poder
derivan del lugar ocupado por los actores sociales (empresarios, trabajadores, consumidores,
inversionistas, etc.) en la estructura de poder del sistema económico. Por lo tanto entenderemos
al capitalismo como un sistema de poder y de dominación cuyas consecuencias en materia de
justicia e injusticia social pueden ser medidas atendiendo a las formas como se distribuyen
socialmente el ingreso y la riqueza sociales. Esta postura no significa una condenación absoluta de
dicho sistema y tampoco una apología incondicionada del mismo. Intentaremos demostrar que el
capitalismo es un aspecto esencial pero no único de un sistema social sino que existe en un
entorno cultural, político, y biológico ambiental que lo condiciona y a su vez es condicionado por
él.
Dicho de manera extraordinariamente sintética el lenguaje mínimo de los sistemas (en la versión
de Mario Bunge) incluye: a) su composición referida a la colección de sus partes o componentes;
b) su entorno referido a la colección de cosas que modifican a los componentes del sistema o son
modificados por ellos, pero que no pertenecen a la composición; c) su estructura referida a la
colección de relaciones o vínculos que establecen los componentes. Los vínculos que se dan entre
los componentes de un sistema constituyen la endoestructura, mientras que los establecidos
entre esos componentes y su entorno conforman la exoestructura del sistema; d) sus mecanismos
entendidos como la colección de procesos que se dan dentro de un sistema y que lo van
modificando en algún sentido. La explicación científica del funcionamiento de cualquier sistema
exige conocer los mecanismos que lo determinan y lo mueven, de los cuales depende la
emergencia, la estabilidad, el cambio y la desintegración del sistema.
Los modelos teóricos son formalizaciones lógicas simplificadas de las teorías o corrientes teóricas
que han estudiado el capitalismo como sistema económico
Este tema del valor económico es crucial en la profundización de los diferentes modelos teóricos
que será abordada en la última parte de este curso.
SECTOR INTERMEDIO (SI), con las compras inter empresariales dentro del sistema.
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SECTOR DE VALOR AGREGADO (W), con los pagos hechos por el sector empresarial de salarios (L) y
de otros ingresos (N)
SECTOR DE DEMANDA FINAL (Y) con el gasto en bienes finales de los perceptores de salarios y
otros ingresos
SECTOR EXTERNO: Si el sistema es abierto incluye las exportaciones (E) y las importaciones (M)
SIMBOLOGÍA UTILIZADA
Lc, Li, Lg, Nc, Ni, Ng, distribución del gasto de los perceptores de W y de N por componentes de Y
donde Le y Ne deberían ser igual a cer
COMPONENTES del sistema económico: Son actores o agentes sociales de una economía abierta y
con gobierno
El sector externo es un agente genérico que representa al resto del mundo con el cual se
establecen relaciones de exportación e importación
El gobierno introduce un elemento de poder político que capta ingresos en virtud de su poder de
imposición y los gasta con finalidades económicas, políticas y sociales. La representación “mínima”
incluida más arriba sólo incluye al gobierno (G) en el bloque de la demanda final, pero la otra cara
de ese gasto público debe ser la captación de ingresos tributarios que debería aparecer en el
bloque de valor agregado como ingresos pagados por las empresas al estado bajo la forma de
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tributos o contribuciones de diferente tipo. Sin embargo el bloque de pagos en nuestro pequeño
esquema simplificado sólo registra los ingresos destinados a salarios (L) y, en otra línea (N) la
totalidad de los ingresos pagados a los propietarios de otros factores productivos que posibilitan la
dinámica empresarial (rentas, ganancias, intereses, regalías, dividendos, etc.).
Los actores privados por un lado expresan perceptores de ingresos que forman clases sociales
(empresarios que perciben remuneraciones por sus actividades gerenciales, asalariados que son
operarios industriales, empleados de cuello blanco que perciben sueldos, propietarios de
inmuebles que perciben rentas y alquileres, financistas que perciben intereses, etc.) entre las
cuales se distribuye el valor agregado; y por otro lado esos mismos perceptores de ingresos
(incluyendo al estado) constituyen la demanda final (Y) desempeñando el rol de consumidores,
inversionistas, funcionarios que manejan el gasto público, etc.
Hay un tránsito de flujos de ingreso real que no se reflejan en la matriz, y es el salto que se
produce entre el sector de pagos (bloque del valor agregado y de las importaciones) y el de
demanda final (Y). En efecto los distintos beneficiarios de los pagos de las empresas configuran la
distribución funcional del ingreso, cuya división socialmente más importante es la que distingue
entre remuneraciones al trabajo (L) y remuneraciones a la propiedad (N). Como en ese mismo
bloque se debería incluir el pago de impuestos (ausente en nuestro esquemita ultra simplificado),
hay allí una redistribución personal del ingreso que cambia la distribución personal preexistente
antes del pago de impuestos y de la redistribución vía subsidios que puede efectuar el gobierno.
Como se sabe las visiones ultra liberales no ven con buenos ojos esas intervenciones fiscales
redistributivas, pero las concepciones de economía mixta de tipo keynesiana ideológicamente
asociadas a las socialdemocracias consideran esa intervención gubernamental como decisiva en
materia de justicia social.
La estructura del sistema se refiere a los vínculos que se establecen entre los agentes económicos
que, siendo a veces las mismas personas, asumen diferentes papeles. La mayoría de esos vínculos
son habituales, recurrentes y en su conjunto cumplen el papel estructurante del sistema
económico
El más importante de dichos vínculos queda establecido por los coeficientes estructurales que
señalan, en el bloque o sector intermedio, cuál es la cantidad de un insumo adquirido a otro
sector, para producir una unidad en el sector que efectúa la adquisición. Estos flujos pueden
registrarse en unidades físicas, pero la matriz los registra en valores de mercado. En tal caso los
coeficientes estructurales pueden modificarse por razones de cambio tecnológico o hacerlo por
cambios en las estructuras de precios relativos, originadas en múltiples motivos. Así, los
coeficientes estructurales son un indicador de vínculos inter empresariales (compras y ventas
recíprocas) que se reflejan en el Sector Intermedio
Los empresarios que producen bienes y servicios y los asalariados que trabajan para ellos
desarrollan vínculos recíproco que son el eje de la estructura de clases del sistema capitalista y dan
lugar a la principal distribución del valor agregado entre las clases sociales. Además los
empresarios efectúan pagos a otras clases sociales (rentistas, financistas, etc.) y al gobierno.
Los perceptores del valor agregado que componen esa estructura de clases gastan esos ingresos
desarrollando vínculos estructurados con los empresarios que ofertan los bienes finales. Surge
aquí un elemento dialéctico que algunos asocian también con la lucha de clases: la inflación o alza
en el índice de precios al consumidor. Todo este proceso se refleja en el sector de la Demanda
Final
Son los vínculos que se establecen entre los componentes del sistema, y otros elementos que
están fuera (de la lógica) del sistema capitalista y que corresponden a las restantes dimensiones
sociales (cultural, biológico-ambiental, y sobre todo política). Estos elementos de la exoestructura
son especialmente importantes en el ámbito político, ya que en la historia de la civilización la
lógica del mercado siempre se ha verificado en el seno de sistemas políticos específicos o, dicho de
otra manera, en las sociedades civilizadas no hay mercado que no esté enmarcado en las
instituciones y estructuras (es decir en reglas de juego) que son determinadas por el Estado.
El mecanismo es la colección de procesos que se dan dentro de un sistema y que lo hacen cambiar
en algún aspecto. La explicación científica del comportamiento del sistema la brinda la descripción
de su(s) mecanismo(s), es decir de los procesos de los cuales resultan la emergencia, la estabilidad,
el cambio y la desintegración de un sistema.
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Los mecanismos que afectan el sistema capitalista operan en plazos distintos, a veces muy cortos y
coyunturales, otras veces muy largos, y su comportamiento no puede deducirse de ningún modelo
porque son histórico específicos.
Esos mecanismos ejercen impactos sobre los precios de factores de productos y de servicios o
sobre la calidad y cantidad de las mercancías y pueden originarse tanto en la estructura económica
del propio sistema (“endoestructura”) como en las relaciones de los componentes de dicha
estructura con otros componentes externos que denominamos exoestructura.
Los mecanismos exoestructurales son aquellos de naturaleza política (por ejemplo una guerra) o
ambiental (por ejemplo el cambio climático) o cultural (por ejemplo cambios en los mecanismos
de información, comunicación y conocimiento) que elevan el nivel educacional medio y los
comportamiento de la población. Todos ellos pueden inducir cambios en los mecanismos
endoestructurales.
Los dos rasgos muy importantes que han caracterizado históricamente al capitalismo periférico
son una estructura productiva concentrada en los productos primarios (agropecuaria templada,
agricultura tropical, y actividades minero-extractivas), y consecuentemente una estructura de
exportación igualmente concentrada en productos primarios o manufacturas directamente
derivadas de la transformación de un recurso natural. En la matriz de IP estos rasgos se reflejarán
en el sector intermedio, (estructura productiva interna asociada a los sectores productivos
internos del país) por ejemplo en Z1 que podría representar productos primarios, con poca
utilización interna y escaso procesamiento que debería reflejarse en las exiguas cifras del sector
intermedio Z2 (que podría representar al resto de los sectores productivos internos), y con fuerte
presencia en las exportaciones E1 que se reflejan en la demanda final (Y).
industria manufacturera nacional, entonces dada la debilidad industrial del país periférico, M2
(importaciones de manufacturas) será una cifra importante sea que se importen productos
terminados que vayan directamente a la demanda final (Y) del país importador (Mc, Mi, Mg) o,
alternativamente, que se trate de importaciones de equipos e insumos industriales, para una
industria nacional periférica altamente dependiente de los países hegemónicos o emergentes
capaces de producir esas manufacturas. En consecuencia se importarán esos insumos y equipos
requeridos (M2) requeridas para la industria nacional del país periférico. Pero además las
manufacturas importadas también deberán incluir aquellas necesarias para acrecentar la
producción de bienes primarios (M1).
Como veremos en la sección de los modelos históricos por los que atravesó América Latina, las
economías periféricas pasaron por una fase “pura” de producción y exportación de productos
primarios, y por una fase superior de crecimiento industrial generalmente conocida como
industrialización por sustitución de importaciones. A medida que la diversificación industrial se
profundizó, el sector intermedio de la matriz que refleja el subsistema económico periférico
también se complejizó, aumentando la diversificación e interdependencia de los sectores
representados por Z2.
Sin embargo un rasgo muy característico del capitalismo periférico, ha sido la incapacidad de
creación tecnológica propia, y la debilidad o ausencia de sectores productores de maquinarias y
equipos.
Así la matriz estudiada (entendida como un modelo económico) permite una representación de
aspectos principales del funcionamiento de economías periféricas y de tal manera ha servido para
ilustrar y comprender en mejor medida el funcionamiento de las economías latinoamericanas.
(Véase por ejemplo Castro y Lessa 1973, y también Sunkel e Infante 2012)
demandas de las industrias en expansión, lo que implicará una fuerte importación de productos
primarios.
En suma de alguna manera desde el punto de vista de su interpretación económica las dos
matrices son “incompletas”, ya que mirando la matriz de un país periférico la única manera de
completar su lógica interna es a través de la importación masiva de manufacturas (bienes finales,
intermedios y de equipo) producidos por los países industrializados. Del mismo modo la
“incompletitud” de la matriz de un país industrial (Gran Bretaña, China, Japón, etc.), sólo se supera
a través de la importación masiva de productos primarios (agropecuarios y minero extractivos)
provenientes de los países periféricos. De aquí resulta que ambas matrices (es decir ambos
modelos) se suponen uno al otro y no podría existir el uno sin el otro.
Veamos ahora las otras dimensiones sociales que se relacionan con la existencia y evolución
histórica del sistema capitalista. Con tal fin profundizaremos en la noción de poder y su capacidad
explicativa cuando se aplica a la comprensión de los procesos sociales.
2. CAPITALISMO
En lo que sigue haremos uso de este lenguaje para caracterizar los rasgos específicos de ese
sistema económico, históricamente determinado, que denominamos capitalismo.
América por parte de los europeos, la formación de los Estados Nacionales, la Reforma Religiosa,
la invención de la imprenta, etc. A esa etapa histórica asociada a formas políticas absolutistas
corresponde el capitalismo comercial, antecesor del capitalismo propiamente dicho que dio lugar
a una forma de economía política que se ha denominado mercantilismo.
El capitalismo propiamente dicho, al cual nos referiremos en este curso nace a fines del siglo XVIII
con la Revolución Industrial Británica y agrega el ingrediente más fundamental de su éxito
posterior, consistente en un incremento cíclico pero ininterrumpido en el largo plazo de la
productividad del trabajo humano.
En lo que sigue utilizaremos muchos párrafos textuales del trabajo (Poder Capitalismo y
Democracia, Armando Di Filippo 2013, RIL Editores), pero reordenados de manera diferente a la
de dicho libro para evidenciar el lenguaje de los sistemas que se ha transcripto más arriba. Al final
de esos párrafos transcriptos se indicará entre paréntesis la página del libro citado, de donde
fueron extraídos. Una mayor profundización de los conceptos y categorías usados en este capítulo
puede lograrse recurriendo a otros capítulos de dicho libro a los cuales remite fragmento.
El capitalismo es un subsistema económico de mercado movido por la lógica del capital, cuyo
primer rasgo más específico es el de convertir en mercancías no solamente los productos del
trabajo humano, sino también los factores y condiciones de la producción. Todos estos factores de
la producción quedan subordinados al poder del capitalista que controla el dinero y las fuentes del
conocimiento tecnológico con el objeto de producir bienes, lucrar, y expandir el capital (28)
Un rasgo específico del capitalismo, es que las personas se identifican por su condición de
propietarios (persona-cosa), o dicho más asertivamente la condición de persona participante del
sistema depende de la condición de propietario. Para los neoliberales recalcitrantes como Hayek,
por ejemplo, la única justicia válida es la conmutativa, donde las personas se identifican solamente
por las cosas que transan (incluido el dinero). La distribución del poder, de la honra, de la
educación, se hace en función del poder adquisitivo previamente detentado y pueden, en grado
significativo comprarse en el mercado. Así por ejemplo Nozick define la libertad humana en
términos de propiedad tanto de sí mismo como de los objetos que se poseen. Por lo tanto en las
instituciones del capitalismo la justicia distributiva de la sociedad está predeterminada por las
estructuras de la propiedad, y expresada en términos cuantitativos en los mercados.
Por oposición, la justicia distributiva en su original sentido aristotélico se funda en una relación
persona-persona, en que los hombres se relacionaban entre sí de acuerdo a las dignidades que
reconocen en sus congéneres. Esas dignidades o merecimientos socialmente reconocidos e
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Merece destacarse la esfera eminentemente política donde se debaten los preceptos y criterios de
lo que debe entenderse por la justicia distributiva. Volviendo a Aristóteles, a diferencia de la
justicia conmutativa que mira a las cosas y no a las personas, la justicia distributiva mira a las
personas y a sus merecimientos. Para los griegos los derechos ciudadanos no se identificaban con
los derechos humanos, pues los esclavos por ejemplo, aunque eran seres humanos no detentaban
la condición de ciudadanos. Por el contrario, la democracia contemporánea aspira a extender los
derechos y obligaciones ciudadanas a todos los seres humanos. El principio de igualdad está en el
fundamento de la ciudadanía democrática moderna y contemporánea.
Si los criterios políticos de la democracia predominan sobre los criterios económicos del
mercado, la condición de ciudadano prevalece sobre la condición de propietario. En un sistema
político democrático donde los ciudadanos sean libres e iguales estará operando una forma de
justicia distributiva que debe terminar prevaleciendo sobre las formas de la (in)justicia
conmutativa que ha prevalecido en las sociedades capitalistas contemporáneas. (40)
clásicos (Smith, Ricardo y Malthus) fueron estructurados sobre esas bases que luego aprovechó
Marx para elaborar sus teorías de la explotación, de la plusvalía y de la lucha de clases (29)
Un rasgo específico del capitalismo es el creciente poder de los propietarios de capital sobre todas
las restantes clases sociales. La estructura de poder generada por el capitalismo se funda en haber
disociado a las formas productivas precapitalistas (dominios feudales y gremios medievales por
ejemplo) y haber convertido en mercancías a todos los factores y condiciones de la producción. La
primera condición para poder producir en las sociedades capitalistas es disponer del capital
requerido para adquirir en el mercado dichos factores y condiciones de la producción. Quienes
controlan dicho capital, poseen un monopolio del poder productivo que excluye a los propietarios
de algún factor productivo particular si no disponen del capital para acceder a los restantes
recursos requeridos. Aunque sea obvia, esta condición es la más importante, no basta con ser
propietario privado de factores productivos aislados (recursos naturales, conocimientos técnicos,
capacidad humana de trabajar, etc.).
Para poder producir es necesario acceder a la propiedad del capital. El capital es ante todo un
poder adquisitivo general que puede ser expresado y medido en dinero. En consecuencia la fuente
generadora de ese dinero (el capital financiero, el crédito) es un punto de partida, para la
expansión del capital productivo. El capital financiero fue en los principios de la banca moderna
una forma de convertir riqueza en capital. La riqueza (por ejemplo tierras y otros valores
inmobiliarios que se usan como garantías reales) aparece como la principal fuente a partir de la
cual los banqueros privados fueron creando crédito, es decir cantidades de poder adquisitivo
susceptibles de ser convertidas en capital productivo. Paralelamente algunos grandes poderes
financiero-bancarios europeos privados se especializaron en financiar las actividades públicas de
los estados y administrar sus monedas. El primer banco central que cumplió ese tipo de funciones
se fundó en Inglaterra a fines del siglo XVII para servir a la Corona Británica.
El capital es, ante todo, un poder adquisitivo que, ejercido en los mercados, permite crear poder
productivo. Cuando el capital adquiere medios de producción para producir bienes y revenderlos
se convierte en capital productivo.
Por lo tanto no basta con ser propietario de riqueza para alcanzar poder productivo si esa riqueza
no se convierte primeramente en capital productivo. Por ejemplo los grandes hacendados que
detentaban el poder en las sociedades precapitalistas, terminaron por ingresar a las reglas de
juego del capitalismo arrendando, vendiendo o dando en garantía partes de sus tierras para
acceder al poder adquisitivo general. Sólo premunidos de dicho poder pudieron adquirir los otros
factores productivos (herramientas, trabajadores libres, etc.) que les permitiera hacer producir
esas tierras. Pero al aceptar esas reglas, ellos mismos se convirtieron en empresarios capitalistas.
Aún más, esos grandes hacendados si querían acceder a bienes de consumo que no podían
producir en sus propias tierras también debían acudir al mercado y por lo tanto disponer de poder
adquisitivo general. Sin ese capital-dinero no sólo habrían sido incapaces de producir sino también
incapaces de expandir y diversificar su consumo.
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En resumen todos los propietarios de riqueza, para poder adquirir lo que necesitan, deben
vender o arrendar sus recursos en el mercado para acceder al dinero en que dicho poder
cristaliza. El dinero es la objetivación y medida del poder adquisitivo general que, traducido en
capital, convierte a los capitalistas en la clase poderosa del orden capitalista.
Otro rasgo específico del capitalismo, es la existencia de una clase social desposeída de
cualquier forma de riqueza, y separada de sus medios de producción y de vida que sólo cuenta
con su capacidad humana de trabajo. Aquí aparece quizá el nexo más importante entre el
capitalismo y la democracia, pues esa clase social es jurídicamente libre y no forma parte de las
relaciones sociales esclavistas y serviles que caracterizaron los sistemas económicos previos al
surgimiento del capitalismo. La existencia de esta clase de ciudadanos «libres» (por oposición a
«esclavos» o «serviles») está sujeta sin embargo al mecanismo más generalizado de dominación
del capitalismo consistente en la creación de escasez a través del control monopólico de los
medios de producción y de vida requeridos tanto para producir como para consumir.
Obviamente este rasgo es central en la teoría de la explotación y de la lucha de clases formulada
por Marx sobre la base de la teoría económica clásica. Pero no solamente Marx, sino otros
teóricos o historiadores liberales como Max Weber reconocieron el carácter esencial de este
mecanismo de dominación. Este mecanismo es compatible con los criterios de la justicia
conmutativa sobre los que funciona el capitalismo pero no lo es con los criterios de la justicia
distributiva sobre los que aspira apoyarse el proceso democrático. Así el punto de partida sobre el
que funciona el sistema capitalista es la desigualdad social.
Aún así, el desarrollo del poder productivo capitalista ha requerido crecientes calificaciones de los
trabajadores asalariados que contribuyeron a mejorar sus condiciones de vida. La expansión del
progreso técnico inherente al crecimiento del poder productivo del trabajo, ha ido mejorando las
condiciones de vida de muchos asalariados que poseen grados mayores de educación, dando lugar
al surgimiento de clases medias, constituidas por servidores públicos, profesiones liberales, etc.
cuyos ingresos son remuneraciones a ese patrimonio de conocimientos especializados que la
teoría académica convencional denomina (de manera inexacta) «capital humano».(29-32)
Otro rasgo específico del capitalismo es el mecanismo de la competencia como medio para
regular el proceso general de asignación de recursos. Las formas de la competencia dependen en
alto grado de la estructura de los mercados que en el curso de la historia del sistema se ha
caracterizado por una incontrastable prevalencia de las formas oligopólicas y oligopsónicas. Las
formas ideales o «perfectas» de los mercados capitalistas fuertemente difundidas y legitimadas
por los modelos de la teoría académica dominante, suponen que ninguna de las partes
contratantes posee poder suficiente para influir significativamente sobre los precios o cantidades
que se transan. Dicho de otro modo, los mercados ideales presentados por dichos modelos
ignoran las asimetrías de poder que pueden sesgar indebidamente el proceso de asignación de
recursos. Por oposición los mercados reales que han existido históricamente han estado siempre
atravesados por dichas asimetrías.
Otro rasgo específico del capitalismo es que creó dos procesos paralelos e interdependientes, de
un lado promovió la expansión de la producción de bienes de uso aumentando la productividad
media del trabajo y el producto por habitante, y, del otro, promovió la producción de valores de
cambio sujetos a la lógica del capital industrial y financiero. El ciclo de la producción de bienes
de uso quedó controlado por el ciclo del capital productor de bienes de cambio. Los capitalistas
partían con dinero, adquirían factores productivos, controlaban la técnica productiva,
generaban un producto adicional, lo revendían con ganancias, y así lograban dicho doble efecto:
por un lado aumentaban su capital (poder adquisitivo real aplicado a la producción de valores
de cambio) expresado en unidades monetarias y por otro lado aumentaban el producto social
expresado en unidades físicas de valores de uso.
Esta dualidad del orden capitalista, asociada a las nociones aristotélicas de valores de cambio y
valores de uso fue puesta de relieve por los clásicos y Marx que la utilizaron para formular sus
diferentes versiones de las teorías del valor. En el caso de Marx esta distinción se asocia con sus
nociones de trabajo abstracto productor de valores, por un lado, y, trabajo concreto productor de
valores de uso por otro lado.
También Thorstein Veblen partió de esa dualidad del capitalismo para distinguir dos tipos
humanos característicos de la civilización capitalista: los hombres de negocios que controlaban el
poder pecuniario medido por el valor de cambio y los técnicos e ingenieros que subordinados a los
primeros promovían el productivo de la técnica aplicado a la producción de bienes utilizables
(valores de uso). El pensador estadounidense fundador del institucionalismo sugirió que los ciclos
del capital expresados en valor no representaban los ciclos productivos expresados en unidades
física o técnicas.
Después de la irrupción del marxismo la teoría del valor trabajo fue sustituida por las teorías
utilitaristas-marginalistas del valor promovidas por las corrientes neoclásicas (escuelas de
Lausanne, de Cambridge, y austriaca). En los modelos de competencia perfecta bajo condiciones
de equilibrio general estable desaparece la categoría de la ganancia, siendo sustituida de alguna
manera por la remuneración al trabajo empresarial. Desaparece así también el principal incentivo
y razón de ser de la existencia del capital. También se elimina cualquier referencia a las clases
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sociales y a las condiciones de desigualdad social que están en la base del funcionamiento de
orden capitalista. Con sus modelos estilizados de «teoría pura» estas corrientes blindaron la
ciencia económica y la desvincularon de las otras ciencias sociales. Han cumplido una importante
función legitimadora del subsistema económico capitalista.
Otro rasgo específico del sistema capitalista, derivado de las distinciones anteriores, es que disocia
la estructura de las capacidades y necesidades humanas (expresada en concretos valores de uso)
de la composición de la demanda (expresada en unidades de poder adquisitivo). La primera
depende de las condiciones particulares históricamente determinadas del desarrollo humano y la
segunda depende de la distribución del ingreso personal o familiar.
Esta distribución a su vez depende de la distribución funcional del ingreso correspondiente a las
formas concretas asumidas por la estructura de clases (rentas de la propiedad inmobiliaria,
intereses del capital financiero, salarios del trabajo, y ganancias del capital productivo). Cuanto
más desigual es la distribución de la propiedad de los recursos económicos estratégicos (de la
tierra, de los recursos financieros, de las calificaciones humanas, del acceso a formas productivas
más eficientes), mayor es la desigualdad en la distribución del ingreso personal y familiar. Los
salarios del trabajo son el único ingreso de esta clasificación funcional que implican al mismo
tiempo, de un lado, una retribución a la propiedad (distribución funcional) y, del otro lado un
ingreso pagado a personas naturales (distribución personal). Esto es debido a que la propiedad de
la capacidad o fuerza de trabajo, sea éste calificado o no, es una cualidad personal. Dicha
propiedad no puede enajenarse disociadamente del esfuerzo desplegado por el portador personal
de la misma. Por oposición, lo que caracteriza a las otras formas de propiedad es que ésta no está
indisolublemente vinculada a personas concretas y es transferible a través de los mercados.
Hasta el inicio de la era contemporánea las economías de mercado carecían de ese mecanismo
de auto reproducción expansiva que caracteriza al capitalismo. Es cierto que hubo crecimiento
en otras fases históricas anteriores, pero sólo con el capitalismo la expansión del poder productivo
pasó a formar parte de la naturaleza íntima de los sistemas económicos contemporáneos.
Otro rasgo específico del capitalismo, quizá el más importante desde el punto de vista de las
normas éticas que hasta entonces habían regulado los mercados es la legitimación a escala
social del afán de lucro. Este punto es esencial y será desarrollado con cierto detalle.
La justificación ética del afán de lucro derivó directamente de su capacidad para generar
crecimiento económico. Según la «regla de oro» del liberalismo económico, el afán de lucro de los
productores que implicaba un comportamiento egoísta en la esfera del mercado daba como
consecuencia una presunta mayor prosperidad y bienestar generales. Por lo tanto la justicia
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entendida (en su acepción antigua y medieval) como la virtud practicada respecto del prójimo
había perdido su razón de ser en la esfera de los mercados, porque la «torta» de la producción
crecía para todos, y potencialmente al menos podría lograr erradicar la pobreza. Queda así
justificado el egoísmo de los productores ejercitado en los mercados al posibilitar gracias al
mecanismo del lucro el aumento permanente de la masa de productos a distribuir.
Si el producto crecía a un ritmo suficientemente alto era posible que todos mejoraran sus niveles
de vida (reducción de la pobreza absoluta) aunque la distribución de la riqueza y del ingreso se
tornara más desigual. Aparentemente todos ganaban y mejoraban sus condiciones de vida,
aunque las distancias por estratos sociales aumentaran más y más. Los límites para la continuación
de éste proceso están dados por la sustentabilidad del medio ambiente. Pero nadie pensó en ese
tema hasta fines del siglo XX.
Durante las eras antigua y medieval cuando el producto social no crecía (o lo hacía
imperceptiblemente) se consideró al lucro y al interés como categorías intrínsecamente
pecaminosas. Aristóteles, introdujo la distinción entre valores de uso y valores de cambio, pero
subordinó el uso de los segundos a las exigencias de obtener los primeros. Su noción de
crematística necesaria o natural era propia de aquellos agentes (desde humildes artesanos hasta
importantes señores de la tierra) que vendían para comprar, siendo su objetivo la obtención de
valores de uso concretos, fueran estos bienes de subsistencia o artículos de lujo. Por oposición
comprendió que existía también una crematística lucrativa propia de los mercaderes, que llegaban
al mercado con dinero y compraban para volver a vender, con el objeto de lucrar y acumular. Los
prestamistas por su parte no requerían dar un rodeo comercial o productivo, simplemente
entregaban dinero hoy para obtener mayor cantidad de dinero mañana. En una sociedad sin
crecimiento económico el dinero era considerado estéril y solicitar el pago de un interés por los
préstamos implicaba una reprobable usura.
Estas actividades eran consideradas pecaminosas y contrarias al orden natural porque los sistemas
económicos eran, para todos los fines prácticos, lo que hoy denominaríamos «juegos de suma
cero», en donde lo que unos ganaban sólo podía provenir de lo que otros perdían. En efecto, el
producto social global no crecía o lo hacía de manera imperceptible acompañando en el mejor de
los casos al crecimiento de la población. Por eso en materia de transacciones de mercado un
precio justo era aquel que permitía dejar a cada parte con un valor equivalente al que habían
cedido, y esa equivalencia posibilitaba reproducir el sistema económico de la misma manera que
en ciclos anteriores, asegurando una convivencia equilibrada de todas las partes contratantes. Este
tipo de precio justo, implicaba la vigencia de lo que Aristóteles denominaba justicia reparadora o
conmutativa.
ser compatible con la persecución sistemática del lucro por parte de los mercaderes y de la usura
por parte de los prestamistas.
Al final de cada transacción cada parte debía estar en condiciones de reiniciar el ciclo de
producción y de cambio. En esta esfera de los contratos voluntarios, regía una igualdad aritmética
referida al valor de cambio de los objetos intercambiados, independientemente de la jerarquía
social de los contratantes.
Es por eso que las contribuciones de Aristóteles a la ciencia económica se inscriben en el marco de
su teoría de la justicia, y en la esfera de los intercambios la justicia conmutativa (también se
llamaba reparadora) debía compensar los excesos en más o en menos de cada relación de
intercambio a través de los criterios del precio justo. Durante el período medieval se siguieron
aceptando estos preceptos, consolidados e integrados orgánicamente a la doctrina católica por el
aristotélico-tomismo. Esta visión del justo precio continuó hasta el surgimiento de los profundos
cambio éticos y morales que se introdujeron en la era moderna (reforma religiosa, descubrimiento
de América, y formación de los estados nacionales).
El mercado caía en la órbita de la filosofía moral porque la justicia del intercambio exigía que
ambas partes de cada transacción lograran mantener el patrimonio inicial, y la justicia consistía en
dar a cada uno «lo suyo», lo que le pertenecía antes y después de cada operación de mercado
para seguir interactuando económicamente.
Una consecuencia de este juego de suma cero, (denominado reproducción simple por Marx y
corriente circular por Schumpeter) era que cualquier injusticia reiterada en el intercambio
implicaba una actitud pecaminosa socialmente condenable. La justicia conmutativa era para
Aristóteles una virtud practicada respecto del prójimo, y la ética personal no podía diferir de la
ética de los mercados.
Esta visión de los sistemas económicos (y de los mecanismos del mercado) cambió radicalmente a
partir de la Primera Revolución Industrial, que dio origen al nacimiento del capitalismo entendido
como sistema económico específico. El funcionamiento de los mercados dejó de ser un juego de
suma cero y pasó a ser un juego de suma positiva. La ciencia contemporánea de la economía
política nació en ese momento de la mano de Adam Smith.
Para Adam Smith, considerado el padre fundador de la ciencia económica contemporánea, los
dos términos esenciales de este nuevo juego de suma positiva eran de un lado el incremento de
la productividad laboral, y de otro lado el crecimiento de los mercados. Este era el proceso
visible y mensurable que podía retroalimentarse de manera expansiva, pero los mecanismos
que lo iban posibilitando eran la división técnica y social del trabajo. La división técnica del
trabajo (que ocurría en el interior de las empresas) generaba más oferta por trabajador
ocupado, y requería mercados más expandidos para colocar dicha oferta. Y la división social del
18
trabajo (expansión de los mercados) generaba una demanda que estimulaba el aumento de la
oferta y exigía aumentos de la productividad laboral. Una de las modalidades más importantes
de la división social del trabajo era el libre comercio internacional, y de allí la importancia de la
teoría de las ventajas absolutas del comercio elaborada por Adam Smith.
El capitalismo no sólo disoció la ética personal (altruismo, virtud practicada respecto del otro) de
la ética del mercado (egoísmo, actitud competitiva respecto del otro). También subordinó la
«crematística natural» a la «crematística lucrativa». Los productores que son protagonistas del
sistema ya no venden para comprar producir y consumir, sino que compran para lucrar y acumular
más capital.
En una sociedad con crecimiento del producto y lucro de las empresas, donde las posiciones y
situaciones de las partes contratantes son claramente asimétricas y cambiantes no existe una
igualdad de contraprestaciones que pueda determinarse en cada transacción particular. Los
precios dependen de las cantidades ofertadas y demandadas, y a nivel de la economía en su
conjunto la composición de la demanda de bienes de consumo final depende de la distribución del
ingreso personal. Así la justicia del mercado depende de la justicia distributiva que impera en la
sociedad considerada en conjunto.
Sistema: Objeto complejo cuyas partes y componentes esenciales están unidos entre sí por lazos
que constituyen su estructura.
Sistemas concretos: Son reales existen con independencia de que nosotros los conozcamos. Por
ejemplo el sistema solar
Sistemas abstractos: tienen existencia intelectual cuando nosotros los elaboramos en nuestra
mente. Son representaciones mentales de sistemas concretos.
Hay una hipótesis ontológica es decir referida a la realidad: las sociedades humanas se comportan
como sistemas concretos, por eso podemos construir sistemas abstractos (teorías modelos) que
las representan (guardan correspondencia analógica con el sistema real).
Las sociedades reales son «territorios» que podemos explorar a través de «mapas u hojas de ruta»
que las representan de una manera que nos ayuda a conocerlas. Si la realidad no se comportara
sistémicamente entonces no podría ser reproducida intelectualmente por una teoría o un modelo
entendido como un sistema abstracto.
El entorno es la colección de cosas que modifican a los componentes del sistema o que resultan
modificados por ellos, pero que no pertenecen a la composición
El mecanismo es la colección de procesos que se dan dentro de un sistema y que lo hacen cambiar
en algún aspecto . Si bien el conocimiento de un sistema concreto radica en la descripción de los
cuatro aspectos mencionados, la explicación científica del comportamiento del mismo la brinda la
descripción de su(s) mecanismo(s), es decir de los procesos de los cuales resultan la emergencia, la
estabilidad, el cambio y la desintegración de un sistema.
COMPONENTES DE UN SISTEMA: Son la colección de las partes de un sistema (por ejemplo los
planetas que conforman el sistema solar)
ESTRUCTURA DE UN SISTEMA: Son las relaciones estables y recurrentes que se establecen entre
los componentes principales que dan existencia al sistema
Las estructuras sociales son vínculos estables que se establecen entre seres humanos, las que
están fundadas en expectativas recíprocas de comportamiento.
Esos comportamientos están estructurados porque son habituales, debido a que han sido
interiorizados a través de un aprendizaje social de naturaleza cultural. Por eso se fundan en
expectativas recíprocas de comportamiento
Los modelos teóricos son formalizaciones lógicas simplificadas de las teorías o corrientes teóricas
que han estudiado el capitalismo como sistema económico
Las instituciones pueden ser vistas como reglas de comportamiento a las cuales los humanos nos
subordinamos como una condición de convivencia social (North 1993).
Las instituciones pueden ser formales como el conjunto de leyes del sistema político, o informales
como las normas culturales ancestrales de las religiones principales (cristianismo, judaísmo,
islamismo, etc.)
El lugar ocupado en las instituciones por las personas naturales, determina sus posiciones de
poder (o de impotencia social).
La comprensión científica de esas posiciones de poder exige conocer los mecanismos que inducen
o incentivan a las personas a subordinarse a otras personas.
21
Los subsistemas culturales de las sociedades humanas atañen a las esferas de la información, de la
comunicación y del conocimiento.
A través de los subsistemas culturales se administran y distribuyen los bienes culturales que son
los instrumentos a través de los cuales podemos adquirir información, practicar la comunicación, y
adquirir conocimientos.
Estos conocimientos están en la esencia de nuestra condición humana. Nos hacen humanos.
En este siglo se está produciendo una verdadera revolución en el ámbito de las tecnologías de la
información, de la comunicación y del conocimiento (TICS)
El poder productivo de los humanos viene artificializando la naturaleza de una manera creciente, y
alarmantemente peligrosa para la integridad de la biosfera
Los subsistemas políticos se apoyan en: a) el control centralizado de la coerción legal, en el ámbito
de un territorio determinado; y b) la capacidad para fijar las reglas formales (sistema jurídico) en
virtud de las cuales operan todas las instituciones de la sociedad.
[Nota: La razón de ser de este capítulo dentro del curso sobre Modelos Económicos, radica en que
el capitalismo siempre opera en el marco político de los Estados Nacionales, y que el nacimiento
del capitalismo moderno (fundado en la Revolución Industrial) coincidió con el nacimiento de las
democracias modernas (fundadas en las Revoluciones Políticas Americana y Francesa). En este
curso la noción de “modelos” no se identifica con teorías abstractas de naturaleza deductiva,
como es el caso con los modelos de competencia perfecta desarrollados originalmente por Walras
y continuados entre otros por Debreu, en los cuales se prescinde del estado para formular
abstracciones fuertemente matematizadas y donde el criterio de cientificidad principal es la
coherencia lógico-matemática del discurso. Más adelante se hará uso de algunas sencillas
expresiones matemáticas, pero adecuadas a la época histórica para las que fueron formuladas.
Además este curso se dicta en el marco de la carrera de Administración Pública, y por lo tanto
resulta obvia la necesidad de asociar el estudio conjunto de los sectores privado y público
(denominados generalmente como economías mixtas por el establishment académico). Por todas
estas razones parece razonable historiar de manera esquemática las relaciones históricas entre
capitalismo y democracia. A continuación se transcribe el mencionado capítulo del libro citado]
Este trabajo pretende focalizarse en los vínculos entre capitalismo y democracia. Desde el ángulo
de este contrapunto histórico, cabe afirmar que, tras la Revolución Industrial, el capitalismo se
propagó rápidamente por Europa, pero los sistemas políticos europeos a lo largo del siglo XIX,
distaban mucho de ser democráticos.
Tras la Revolución Francesa que postuló la filosofía del liberalismo político, las monarquías
absolutas del antiguo régimen fueron sustituidas por monarquías limitadas de diferentes grados y
tipos, las que irían evolucionando hacia monarquías constitucionales.
Los sistemas políticos de Europa Occidental continental evolucionaron con extremos altibajos,
marchas y contramarchas, hacia el establecimiento de repúblicas o monarquías constitucionales,
con estados de derecho, constituciones políticas escritas, división de poderes, elecciones y
partidos políticos con sufragio censitario, igualdad jurídica en materia de contratos y
23
En el ámbito de las relaciones internacionales, siguió rigiendo a lo largo del siglo xix un sistema
colonialista controlado por las potencias europeas. Gran Bretaña era la mayor potencia colonial
con posesiones en Asia, África, Oceanía y América (islas del Caribe e islas Malvinas). También
Alemania, Francia y Holanda registraron importantes posesiones coloniales.
A fines del siglo xviii y comienzos del siglo xix, América fue la única región colonizada que logró su
independencia. De un lado Estados Unidos, que era la más importante de las colonias británicas
pobladas por europeos (aunque también con plantaciones esclavistas en el sur), se había
independizado en el siglo xviii, dando lugar a la revolución de 1776, anterior incluso a la
Revolución Francesa (1789). Durante el siglo xix, Estados Unidos terminó de completar el proceso
de poblamiento de su vasto territorio (conquista del Oeste) y, a fines del siglo xix, inició su propia
Revolución Industrial.
América Latina, que había sido posesión colonial de España y Portugal, alentada por Gran Bretaña,
comenzó a inicios del siglo xix su proceso de independencia, y los gobiernos que fueron
emergiendo del imperio español se organizaron nacionalmente, adoptando sistemas políticos de
inspiración republicana. Brasil por su parte se convirtió en república recién a fines del siglo xix. Sin
embargo, durante todo ese siglo los gobiernos latinoamericanos fueron oligarquías en cuyo
interior se confrontaron, por un lado, los conservadores, señores de la tierra establecidos durante
el período colonial, y por otro lado, los liberales, representantes en general de los intereses
exportadores del capitalismo en expansión. Gran Bretaña promovió en América Latina los
preceptos del liberalismo económico incluída la teoría de los costos comparativos, en la versión de
David Ricardo.
En las zonas rurales de América Latina persistieron regímenes autoritarios en las haciendas y
plantaciones, donde las relaciones esclavistas y serviles de la herencia colonial siguieron
predominando de manera abrumadora, incluso después de su abolición formal.
24
Al final del siglo xix el sistema económico capitalista estaba firmemente implantado en Occidente,
especialmente en Europa. Mientas tanto la economía estadounidense, originalmente organizada
bajo la forma de un capitalismo agrario, protagonizado por granjeros y ganaderos, experimentó un
giro cada vez más acelerado hacia formas de industrialización autónoma.
A comienzos del siglo xx Estados Unidos, consolidó su propia revolución industrial (petróleo,
electricidad, motor de combustión interna, electrónica, petroquímica, diversificación metalúrgica,
gran industria, fordismo, etc.), la que fue asimilada y compartida rápidamente por las potencias
europeas. Paralelamente tuvo lugar la completa ocupación territorial del país, concluyendo esa
larga epopeya conocida como la conquista del Oeste. En Estados Unidos el capitalismo industrial
promovido por el desarrollo de la gran industria, desembocó en formas oligopólicas de mercado.
Los economistas de la escuela institucionalista estadounidense (sobre todo Veblen y Commons)
examinaron los rasgos del capitalismo industrial y financiero estadounidense, así como el peso
creciente de las grandes corporaciones ferroviarias y bancarias en su consolidación. El tránsito
desde el capitalismo fundado en empresa privadas relativamente pequeñas a corporaciones de
gran tamaño también se verificó en Europa. De hecho el movimiento comunista descubrió
tempranamente esta mutación. Por ejemplo, el Manifiesto Comunista (1848) de Marx y Engels
puso de relieve los procesos de concentración y centralización del capital, que luego se
acentuarían a fines del siglo xix y comienzos del xx.
Las ideas que el liberalismo político y económico había usado para promover su propia revolución
vinculadas a los derechos humanos, fueron consideradas por el movimiento comunista como
prejuicios burgueses, y se promovió una nueva forma de organización política, la dictadura del
proletariado, considerada por Marx como una etapa transitoria que debía desembocar en la
sociedad sin clases del comunismo. A comienzos del siglo xx, Lenin puso de relieve el poder de las
grandes corporaciones en su trabajo El imperialismo fase superior del capitalismo, donde registró
el acelerado ritmo con que los países europeos comenzaron a exportar capitales y proyectar sus
oligopolios hacia las regiones coloniales y periféricas. Al igual que en el caso de los Estados Unidos,
dos rubros importantes de esta exportación de capitales fueron los ferrocarriles y la banca.
Ni en el campo restringido de los derechos civiles y políticos, ni en el más amplio de los derechos
económicos, sociales y culturales, podía decirse que la democracia imperaba en Estados Unidos.
Más bien cabría hablar de una república de granjeros y ganaderos que había transitado hacia una
república oligárquica fuertemente controlada por el gran capital industrial y financiero.
El carácter limitado del sufragio no sólo marginaba a la población afroamericana de los estados
sureños, sino también al sexo femenino. Por ejemplo, en la esfera propiamente política empiezan
luchas de las mujeres sufragistas que pugnan por extender este derecho al género femenino. En
Estados Unidos esta extensión se aprobó recién en 1920, pero las mujeres afroamericanas
debieron esperar hasta 1965.
Mientras tanto Europa Occidental, en la primera mitad del siglo xx, exacerbaba su pugna interna
entre países (no sólo Inglaterra, sino también Alemania y Francia) que pretendían ser potencias
industriales hegemónicas. Las potencias europeas trataban de reducir al mínimo su comercio
recíproco de manufacturas y de consolidar sus poderes coloniales. A fines del siglo xix tuvo lugar el
fuerte brote de imperialismo colonialista que desembocó en la Primera Guerra Mundial.
Imperialismo, por la creciente presencia de la gran industria en la expansión internacional del
capitalismo, y colonialista porque se mantenía una dominación política coercitiva, típicamente
colonial, sobre vastas regiones de Asia y África. En el interior de Europa las luchas sociales creaban
en las masas obreras, el escepticismo por los postulados del liberalismo, y, paralelamente, los
movimientos socialistas y comunistas crecían apoyados en la defensa de los derechos sociales de
los trabajadores.
Tras el fin de la Primera Guerra Mundial y de la crisis económica de los años treinta, surgieron en
países europeos de fuerte pasado colonialista (como Alemania e Italia, España, Portugal entre
otros), gobiernos autoritarios, nacionalistas y racistas, asociados a la ideología abiertamente
antidemocrática del nazismo y del fascismo. El desprecio por los derechos humanos en estos
regímenes fue total y la agresividad nacionalista se manifestó bélicamente en la esfera
internacional. En resumen, durante la primera mitad del siglo xx, la regresión democrática y el
surgimiento de gobiernos dictatoriales fue el rasgo más notable de los regímenes políticos en las
principales potencias de Europa continental.
El triunfo de la Revolución Rusa a fines de la Primera Guerra Mundial significó una nueva amenaza
no sólo para el capitalismo como tal, sino también para las monarquías europeas que, en
grado significativo, todavía controlaban efectivamente el poder.
En la Rusia Soviética se implantó la, así denominada, democracia popular, que no respetó los
derechos y libertades de las personas. La noción de «ciudadano» fue opacada por la noción
de «camarada». Pero, recordando el dictum de la revolución francesa, ni la libertad ni la
fraternidad estuvieron presentes en la Revolución Rusa. Más bien se implantó el dictum de Lenin
que la democracia liberal y los derechos humanos eran prejuicios burgueses y lo importante era la
abolición de la propiedad capitalista de los medios de producción y la implantación del
comunismo.
Stalin, que sucedió a Lenin en el gobierno de Rusia, desató represiones genocidas contra los
agricultores rusos contrarios al régimen, en razzias que significaron la muerte de millones de ellos.
La lucha política de Stalin contra disidentes y opositores políticos se efectuó a través de métodos
feroces que no respetaron ningún precepto democrático.
26
A pesar de que el respeto por los derechos humanos en la tradición liberal brillo por su ausencia,
debe reconocerse sin embargo, que hubo una igualación radical de las condiciones de vida para la
masa de la población, con una decisiva mejoría de sus niveles materiales e intelectuales. Éste fue
un mérito sobresaliente del régimen soviético, como también lo fue su tránsito veloz desde una
sociedad rural semifeudal, a la sociedad industrial.
Tras la Gran Depresión de los años treinta, iniciada en los Estados Unidos, este país implementó,
tempranamente medidas de corte keynesiano durante el así denominado Nuevo Trato (New Deal),
promovido por el gobierno de Franklin Roosevelt.
La Segunda Guerra Mundial reconoce causas políticas y económicas. Los orígenes políticos de esta
contienda bélica se asocian con posturas ideológicas de los gobiernos autoritarios europeos, que
deseaban consolidar su condición de potencias capitalistas industriales sin poner en riesgo los
privilegios de las elites políticas, sociales y económicas. Paralelamente el realismo político en
materia de relaciones internacionales se manifestó en una versión más abiertamente belicista,
ateniéndose de facto al precepto del general prusiano Von Clausewitz, de que la guerra era la
continuación de la política por otros medios.
Los orígenes económicos de la Segunda Guerra Mundial se asocian con la gran crisis del año
treinta. Muchos historiadores y analistas económicos consideraron dicha guerra como una
«solución política» para los problemas de superproducción y desempleo que no se habían logrado
superar desde dicha crisis. Desde este ángulo, fue interpretada por algunos observadores como
una aplicación extrema, bajo condiciones políticas autoritarias, de las recomendaciones
keynesianas en materia de política fiscal. La economía de guerra, estimuló la demanda efectiva en
el sector estatal y logró el pleno empleo de los recursos humanos y materiales. De esta manera la
«solución» política a la crisis del capitalismo implicó la aniquilación completa de los ideales
democráticos en varios de los más importantes países de Europa continental.
El capital monopolista tuvo en la guerra una fuente de buenos negocios, los gobiernos autoritarios
de Europa demandaban toda clase de equipamientos y muchas de las grandes firmas industriales
no tuvieron ningún escrúpulo en prosperar colaborando con las actividades bélicas de los
gobiernos autoritarios.
Alineado con Gran Bretaña y Francia, Estados Unidos participó de manera decisiva en la parte final
de la Segunda Guerra Mundial, pero su territorio nacional nunca fue campo de batalla. En
consecuencia, la infraestructura física del país, a diferencia del caso con las potencias europeas, no
sufrió daño. Al contrario, la economía de guerra y la formación de un fuerte complejo industrial-
militar contribuyó a superar definitivamente las secuelas depresivas de la crisis del año treinta y
convirtió al país en la potencia industrial capitalista más poderosa del planeta.
27
Las democracias parlamentarias de Europa han evidenciado una estabilidad notable, perdurando
sin interrupciones durante el resto del siglo xx. Debe notarse que no todos los países europeos
occidentales incorporaron al mismo tiempo los gobiernos democráticos. España, por ejemplo, lo
hizo a la muerte del dictador Francisco Franco; Portugal y Grecia también se sumaron
posteriormente. En Europa Occidental tuvo lugar un círculo virtuoso entre integración
y democratización política.
En esta fase histórica, el capitalismo quedó contenido y encauzado por la presencia de las
democracias sociales en Europa apoyadas en los principios del keynesianismo, que operaron
también en los Estados Unidos. El dogma de la autorregulación espontánea de los mercados había
quedado desacreditado después de la crisis de los años treinta, pero, como hemos señalado, el fiel
de la balanza había caído abruptamente al otro lado, el de los gobiernos autoritarios de corte nazi-
fascista o comunista.
El nuevo escenario de postguerra, al menos en los países hegemónicos de Occidente, significó una
cierta sujeción del capital monopolista a los dictados de la democracia social. Se implantaron
altas cargas tributarias a las grandes corporaciones y se estimuló el gasto público. Hubo una gran
expansión de los bienes públicos infraestructurales (carreteras, transportes, telecomunicaciones,
etc.) y sociales (salud, educación, previsión social) y una mejor defensa de los derechos sindicales.
Fue también la época de oro del capitalismo en materia de dinamismo económico. En los países
28
desarrollados la economía creció a una tasa sin precedentes y la distribución del ingreso mejoró
ostensiblemente.
Durante el decenio de los sesenta, los derechos civiles y políticos se afianzaron en Estados Unidos.
La segregación racial, que aún perduraba en el Sur, fue combatida por el Presidente John Kennedy
y por su hermano Robert, ambos asesinados a mediados de la década. Sin embargo, tras la ola de
violencia que también terminó con la vida de Martín Luther King, la segregación cedió con un
mayor respeto por los derechos civiles y políticos de la gente de color en ese país.
Durante los últimos treinta años del siglo pasado el neoliberalismo comenzó a imponerse en los
países desarrollados del mundo occidental justo cuando Estados Unidos y Europa empezaban a
perder competitividad frente a las economías de Asia. Primero fue Japón en la década de los años
setenta, seguido por las economías emergentes del sudeste asiático en la década de los años
ochenta. Desde los años noventa se ha verificado la irrupción de China y, en un tono menos
evidente pero igualmente importante, también la de India. Las corporaciones de los países
desarrollados empezaron a encontrar cada vez más dificultoso el competir con los bajos costos
laborales y ambientales del Asia derivados de los menores niveles de vida de esas naciones y de
sus altísimos coeficientes de ahorro e inversión. El occidente desarrollado había basado su
competitividad en altos niveles de productividad que superaban las diferencias de costos salariales
con sus competidores. Apoyadas en dicho poder productivo y competitivo las grandes potencias
occidentales promovieron la ideología de los mercados libres, abiertos y desregulados que, con la
fundación del gatt, habían estimulado el comercio norte-norte desde el fin de la Segunda Guerra
Mundial.
Sin embargo tras el período de extremo dinamismo que había experimentado el capitalismo
occidental durante el cuarto de siglo posterior al fin de la Segunda Guerra Mundial, se empezaron
a experimentar tendencias recesivas e inflacionarias, alimentadas de un lado por el alto costo del
petróleo tras la instalación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (opep), y por
una expansión del gasto público en infraestructuras físicas y sociales. Otras fuentes de expansión
del gasto público fueron las guerras de alcance limitado y el inicio de la carrera espacial.
A partir de los años setenta la economía estadounidense empezó a gastar por encima de sus
ingresos y a solventar sus déficits emitiendo bonos soberanos que eran adquiridos por los países
superavitarios y acreedores de Asia. Este cambio importante fue facilitado por nuevas reglas
monetarias y financieras orientadas a promover el uso de la tasa de interés como instrumento
principal de política.
Mirado este proceso desde una perspectiva amplia su rasgo esencial fue la creciente pérdida de
competitividad del capitalismo occidental frente a sus competidores asiáticos de turno. Las
economías asiáticas desarrollaron un capitalismo industrial orientado hacia la exportación y
crecieron a tasas mucho más veloces que las economías occidentales, debido en primer lugar a
altísimos coeficientes de ahorro-inversión respecto del producto, y segundo a costos laborales
considerablemente más bajos. Por oposición las economías occidentales registraban coeficientes
de ahorro e inversión mucho más bajos y niveles de gasto público mucho más altos por su
participación en costosas guerras de alcance limitado, por la carrera armamentista y espacial, y
por diferentes formas de estado benefactor que incrementaba sus costos laborales. Los
consiguientes desequilibrios presupuestarios resultantes fueron financiados con creciente
endeudamiento público y privado.
A partir de ese momento ese «pacto» entre capitalismo y democracia que fue la instalación de las
socialdemocracias de postguerra comenzó a deteriorarse.
La economía europea, en donde las socialdemocracias habían arraigado con especial profundidad,
registraba la misma pérdida de dinamismo y competitividad que la estadounidense debido a
causas parecidas. Pero el peso relativo de los factores causales era distinto, con proporciones
inferiores de gasto militar y de investigación espacial, y superiores en lo atingente al peso del
estado benefactor. Aún así, los mecanismos de la integración económica europea lograban
reservar buena parte de su mercado interno a su propia producción generando un cierto
«blindaje» frente al embate de la competencia asiática.
A lo largo de los años setenta la recesión con inflación favoreció un deterioro de la confianza en las
políticas fiscales que imponían fuertes cargas tributarias a las ct y aumentaban los costos laborales
derivados del creciente peso de los salarios (públicos y privados) en el ingreso nacional total. Las
corporaciones carecían de incentivos para acrecentar sus inversiones dentro de las propias
economías desarrolladas de occidente.
A comienzos de los años ochenta, tuvo lugar un viraje importante en las modalidades de
funcionamiento del capitalismo occidental con el advenimiento de los gobiernos de Ronald Reagan
en Estados Unidos, de Margaret Thatcher en Gran Bretaña y de Helmut Kohl en Alemania Federal.
Este cambio de estrategia denominado la Revolución Conservadora, se apoyó mucho más
intensamente en la política monetaria y en una reducción gradual de la presión fiscal sobre las
corporaciones oligopólicas fundada en las tesis de la «economía de oferta». Según estas tesis una
presión fiscal menor podría lograr una recaudación tributaria mayor, si impulsaba el crecimiento
30
económico. Para ello era necesario estimular la iniciativa privada de las corporaciones en el
interior de los propios países de la oecd.
Esta estrategia significó reducir el poder fiscal y regulador sobre los mercados democráticos y
transferir el poder asignador de recursos a las ct operando en mercados crecientemente
«autorregulados». Este fue el momento histórico donde el pacto entre capitalismo y democracia
alcanzado en la posguerra comenzó a disolverse rápidamente.
Adicionalmente a estas nuevas estrategias de las ct, las tic favorecieron en especial al capital
financiero creando las condiciones técnicas de posibilidad para operaciones especulativas
fundadas en el uso del crédito. La participación del sector financiero en el pib de los países
desarrollados occidentales aumentó notablemente, inflando las cifras de crecimiento del pib real,
las que en cualquier caso quedaron muy por debajo de las cifras respectivas de crecimiento
de las economías asiáticas de turno. La expresión «de turno» se refiere a que en los setenta y
ochenta destacó el dinamismo de Japón, entre los ochenta y noventa fueron otros países del
sudeste de Asia, y desde los años noventa tomó la posta China con ritmos de crecimiento sin
precedentes en la historia previa del capitalismo.
Un rasgo decisivo del capitalismo estadounidense durante los últimos veinte años ha sido la
creciente desigualdad en la distribución del ingreso, como consecuencia de una reducción de la
carga tributaria a las grandes fortunas y a las ct, junto con una tendencia de estas últimas a la
elusión tributaria aprovechando los paraísos fiscales y financieros. Especialmente en Estados
Unidos, pero también en Europa, el empleo en actividades elaboradoras de productos industriales
se redujo por la instalación de las cadenas productivas en aquellas zonas procesadoras de
exportaciones (maquiladoras) ubicadas en países subdesarrollados o emergentes.
«aseguraron» esas riesgosas inversiones, sin tener mucha claridad sobre la capacidad de afrontar
las pérdidas que podían derivarse del impago de dichas deudas.
El descenso de las tasas de interés en la economía europea reconoce causas diferentes. A partir de
la introducción del euro los países incluidos en dicha zona, quedaron regulados por un solo banco
central y una sola tasa de interés. La tasa de interés que se impuso resultó demasiado baja para
los países de la periferia europea de acuerdo con sus tendencias históricas previas, y facilitó el
endeudamiento privado y público. Por ejemplo, en la esfera pública las tasas de interés de los
bonos gubernamentales a 10 años siempre habían sido mucho más altas en Grecia, Portugal,
España, Irlanda e Italia, de lo que eran en Alemania y Francia. A partir de la introducción del
Euro esas tasas se nivelaron hacia abajo siguiendo la influencia sobre todo de la tasa alemana. Con
ese bajo costo del crédito se hizo muy rentable endeudarse al sector público y privado de la
periferia europea. Los gobiernos obtenían recursos vendiendo sus títulos públicos a
precios más altos y costos financieros más bajos, y los especuladores privados conseguían fondos a
tasas de interés muy favorables. En la esfera privada, una muestra de estas tendencias fueron las
burbujas inmobiliarias que proliferaron por dichos países.
Hasta fines del siglo xx, Europa había logrado con dificultades mantener sus socialdemocracias con
mayores niveles de justicia distributiva y protección social que los imperantes en Estados Unidos.
Lo habían hecho buscando eludir la competencia asiática y apoyándose en el mercado interno
integrado. Pero la instalación del Euro (1999), sin una unión fiscal paralela, significó entregar el
control del proceso económico al banco central europeo, es decir a un poder monetario autónomo
no contrabalanceado por el poder político de los gobiernos. A la falta de control democrático-
ciudadano que siempre caracterizó el funcionamiento de la Comisión Europea, se unió a partir del
siglo xxi, la falta de control por parte de los estados miembros más débiles de la ue de las
funciones y fines del Banco Central Europeo, que ha respondido a los intereses de los países
«centrales» (por oposición a los «periféricos» europeos) y en particular a la poderosa economía
alemana.
Esta pérdida de poder de los sistemas políticos democráticos, muy elocuente en la historia
reciente de la Unión Europea, está generando una rápida erosión de la socialdemocracia frente al
poder del capitalismo global. Es de esperar que las reacciones ciudadanas de indignación que
están en curso actualmente (2012), se traduzcan en la formación de nuevas fuerzas políticas que
recuperen el rol que le cabe a los estados democráticos en el control del capitalismo globalizado.
Las políticas de austeridad que se imponen sobre los países más endeudados, están hundiendo a
Europa rápidamente en una recesión. Esto significa niveles alarmantes y crecientes de desempleo
en algunos países de la periferia de Europa, menores recaudaciones fiscales, mayor crecimiento de
los déficits públicos, mayores tasas de riesgo para el refinanciamiento de sus créditos etc. De este
modo la lógica del capital financiero está «colonizando» no sólo estados periféricos (como Irlanda,
Grecia, y Portugal) sino otros ubicados más cerca del centro (como España, o Italia) e imponiendo
gobiernos no elegidos por la ciudadanía.
En el corto plazo la victoria del neoliberalismo financiero parece completa en Europa. Las firmes
regulaciones requeridas para controlar los abusos y someter las finanzas especulativas a las
necesidades productivas reales, no han podido ser implementadas. Por ahora el deterioro
económico y social en términos reales es enorme, pero la distribución social de la carga es
tremendamente injusta. La están soportando los ciudadanos de menores recursos que no
encuentran empleo y ven reducidos sus beneficios sociales.
32
Estas comprobaciones nos remiten a las tesis centrales de este trabajo. A las nociones de justicia
distributiva y justicia conmutativa, a la necesidad de subordinar la segunda forma de justicia a
la primera, o, dicho de otra manera, a la necesidad de subordinar los valores, principios e
instituciones del capitalismo, a los valores principios e instituciones de la democracia.
En América Latina, en la segunda mitad del siglo XX, tuvieron lugar profundas transformaciones en
las áreas rurales, donde predominaba la desigualdad social. Se verificaron importantes
revoluciones como la boliviana en 1952 y la cubana en 1959.
Respecto de la citada herencia colonial, los dos factores más influyentes en la estructuración
socioeconómica posterior de América Latina fueron, primero, la desigualdad social rural, y
segundo, la herencia burocrática centralista de la dominación colonial, que promovió estructuras
de poder político y económico, territorialmente concentradas en las principales capitales de la
región.
El primero de estos factores derivó de las formas de servidumbre y esclavitud que predominaron
en las haciendas señoriales y se prolongaron históricamente en economías campesinas de larga
vigencia en los complejos latifundio-minifundio. Se gestaron así exclusiones políticas, económicas
y culturales, mantenidas por lo menos hasta la primera mitad del siglo xx. La injusta distribución
de la tierra afectó hasta las formas productivas rurales menos comprometidas con esos regímenes
campesinos, como las instaladas en la pampa húmeda argentina.
Las revoluciones políticas francesa y americana del siglo xviii, que promovieron mundialmente las
formas modernas de la democracia liberal, influyeron ideológicamente en las elites
latinoamericanas y contribuyeron a la instalación de constituciones políticas de base republicana,
potencialmente susceptibles de convertirse en democracias. Pero el centralismo de la era colonial
33
A lo largo del siglo xix la dicotomía rural-urbana se expresó en otra dicotomía experimentada por
los sistemas políticos: la del contrapunto entre liberales y conservadores, que modeló la dinámica
de fuerzas políticas durante el período oligárquico.
En los años cincuenta y sesenta se sucedieron en América Latina regímenes políticos de base
presidencialista, que desembocaban con frecuencia en diferentes formas de autoritarismo y
populismo. Los golpes de estado fueron reiterados y la continuidad de los regímenes democráticos
civiles resultó frágil e inestable. En el plano económico la intervención redistributiva de gobiernos
populistas, no acompañada por cambios estructurales que le dieran sustento y estabilidad, fue
frecuente en dicho período, especialmente en los países grandes y medianos de Sudamérica. En
Argentina surgió el movimiento peronista, con fuertes rasgos populistas y personalistas, pero
empeñado en promover el desarrollo industrial, inducido y protegido por el estado. En Brasil la
presidencia de Vargas compartió estos propósitos industrialistas. En Chile los gobiernos radicales
de la década de los cuarenta condujeron estrategias similares.
Las recomendaciones estratégicas en materia de desarrollo promovidas por cepal fueron, primero,
la industrialización, siguiendo precisamente las orientaciones que los gobiernos de América Latina
ya estaban promoviendo con anterioridad; segundo, a partir de los años sesenta,
transformaciones estructurales profundas tales como las reformas agrarias y fiscales, la
planificación indicativa del desarrollo (compatible con el funcionamiento de las instituciones del
capitalismo y de la democracia), y tercero, la integración regional.
Todas las recomendaciones de los años sesenta estaban orientadas a la creación de mercados
capitalistas, con escala suficiente para sostener un desarrollo industrial estable. Las ideas de cepal
se tornaron gravitantes a escala latinoamericana, no solamente porque la institución sintonizaba
muy bien con las ideologías industrialistas y reformistas de los gobiernos del período, sino también
porque encontraron apoyo en el gobierno demócrata estadounidense de John Kennedy, quien
promovió un ambicioso programa denominado Alianza Para el Progreso (app), donde asumió en
alto grado las mismas recomendaciones que cepal estaba formulando. El gobierno
estadounidense, a través de app y del Banco Interamericano de Desarrollo (bid), apoyó técnica y
financieramente la estrategia de cepal.
Tras el asesinato de John Kennedy y la cancelación de app, los años setenta implicaron para
América Latina el inicio de regresiones históricas significativas en materia de democracia, así
como de adhesión a las ortodoxias de mercado promovidas por el emergente capitalismo global.
La alternativa de app llegó demasiado tarde, y comenzaron a imponerse opciones violentistas y
guerrilleras en diferentes regiones de América Latina. Estados Unidos volvió a apoyar opciones
autoritarias, encabezadas por gobiernos militares, encargados de restaurar el orden.
El decenio de los ochenta marcó en América Latina dos virajes significativos que se mantuvieron
hasta el fin de siglo: la instalación de modelos económicos neoliberales y el retorno a democracias
civiles (por oposición a gobiernos militares), fundadas en el sufragio universal. Este proceso
acompañó la globalización del capitalismo a escala planetaria. Desde los años ochenta se impuso
la economía política neoliberal, a través de la denominada Revolución conservadora de comienzos
de los ochenta y de las reglas de juego del Consenso de Washington.
América Latina se ha sustraído a los peores efectos de la crisis actual por la emergencia de China y,
en menor medida, de India, que acrecientan la demanda de los alimentos, materias primas y
combustibles exportados por nuestra región. Si bien en el corto plazo ha logrado evadir a los
peores efectos sociales de la crisis, a largo plazo esta bonanza no está asegurada, y si continuara,
significaría un retorno a los modelos de economías periféricas, exportadoras de commodities, ya
estudiados por cepal desde los años cuarenta.
Igual que en el siglo xix, cuando América Latina se convirtió en periferia de Inglaterra, o a
mediados del siglo xx, cuando fue periferia de Estados Unidos, ahora su destino a mediano y largo
plazo, especialmente en Sudamérica, parece ser el convertirse en periferia de China.
Una opción alternativa explorada en la última parte de este trabajo [se refiere al libro Poder
Capitalismo y Democracia de donde se extrajo este capítulo], es la integración regional de nuestra
región, entendida como una integración de sociedades nacionales, por oposición a los así
denominados tratados de libre comercio (tlc), que son un marco institucionalizado orientado a la
integración de los mercados capitalistas.
1. PERÍODO MERCANTILISTA
d) Efecto expectativas (adaptividad): El impacto sobre las estructuras sociales que se derivan
de esas relaciones laborales. Ejemplo: Los esclavos aceptan su condición y se resignan a ocupar la
posición que les ha sido asignada en las estructuras sociales coloniales. Por ejemplo, que deberán
unirse con otro esclavo de su misma raza, y que sus descendientes, seguirán desempeñando el
mismo papel subordinado que les fue asignado a ellos.
Las visiones de North y de Prebisch arrojan luz sobre la influencia de este período en el desarrollo
posterior de América Latina. Veamos algunas aplicaciones:
En la primera y segunda situaciones coloniales es aplicable la idea de “vía de la dependencia” en el
sentido de North (1993). Como se sabe la “noción de vía de la dependencia (dependency path)
refleja la influencia o inercia del pasado histórico sobre las instituciones y organizaciones del
38
presente a través de cuatro efectos: i) efecto escala; ii) efecto aprendizaje; iii) efecto expectativas;
iv) efecto coordinación.
Porque los altos costos de instalación de la colonia durante el período de la conquista produjeron
resultados crecientes (costos medios decrecientes) de i) escala que permitió amortizar el alto
costo económico y humano de la conquista militar inicial, ii) de aprendizaje que permitió, a un
altísimo costo humano y demográfico, reconvertir las capacidades y calificaciones laborales de los
indígenas y afro americanos sometidos, iii) de coordinación a medida que se articulaban los
sistemas de comercio y transporte internacional de productos latinoamericanos y de esclavos
provenientes de Afríca y, posteriormente, de algunas zonas de Asia; y iv) de expectativas
personales, a medida que se “internalizaban” en la cultura latinoamericana las relaciones sociales
señoriales, produciendo expectativas de continuidad tanto en los grupos sometidos como en los
dominantes. Estos son algunos factores, inicialmente sugeridos por North, y aplicables a la
situación latinoamericana, los que reforzaron las instituciones informales de la fase colonial.
También se verificó la “vía de la dependencia” en las tecnologías utilizadas, porque las
prehispánicas y coloniales perduraron (en virtud de los mismos efectos) en la herencia colonial, ya
comentada, formando parte constitutiva del funcionamiento de las organizaciones rurales y
urbanas de la fase colonial.
En la visión estructuralista de Prebisch, si bien no se examinan con cierto detalle las instituciones
coloniales, éstas son consideradas como un factor interviniente en la capacidad de asimilación del
progreso técnico generado, a partir de la Revolución Industrial Británica, en las economías
centrales.
Las formas de poblamiento, asentamiento, estructuración laboral, y producción de la fase colonial
definieron en alto grado (junto con la disponibilidad de recursos naturales), la estructuración
productiva latinoamericana del siglo XIX, bajo las condiciones del nuevo sistema internacional
“centro-periferia”. Los frutos del progreso técnico en las actividades primarias, se apropiaron de
manera más “abierta” en la primera y segunda situaciones coloniales, que en la tercera, la que fue
influida en grado menor por la herencia colonial.
Si bien Prebisch nunca examinó con algún detalle las situaciones coloniales que hemos descrito, sí
las tuvo en consideración para elaborar su teoría sobre las formas de propagación del progreso
técnico por América Latina y también para explicar las razones por las cuales América Latina tendía
a verse perjudicada económicamente en su exportaciones de productos primarios (materias
primas y alimentos) hacia los centros desarrollados (especialmente Europa y Estados Unidos), a
cambio de las manufacturas y productos industriales que éstos centros les exportaban a ellos.
Estos temas empezarán a ser abordados en la próxima sección
introduce las nociones de poder tangible (territorio, población) e intangible (poder tecnológico y
de acumulación) de los centros.
Orden internacional
a) El capitalismo a escala internacional. División internacional del trabajo. La hegemonía británica.
La distribución sesgada del progreso técnico
b) Continuación de las formas colonialistas de dominación en África y Asia
c) Descolonización e independencia política del continente americano. En América del Norte a
partir de 1776 y en América Latina a partir de 1810.
Es posible definir tres tipos de productos primarios elaborados y exportados (en este nuevo
escenario histórico) por cada una de las pretéritas situaciones coloniales: extractivos y mineros,
agrícolas de clima tropical y agropecuarios de clima templado.
a) En la primera situación colonial (tierras altas ocupadas por sociedades prehispánicas) se
desarrolla la minería industrial caracterizada por escasas repercusiones en el ámbito sectorial
(eslabonamientos o cadenas productivas hacia “atrás” y hacia “adelante”), espacial (enclaves en
puntos específicos del territorio), y social (ínfima absorción directa de fuerza de trabajo).
En esta situación, aunque institucionalmente la fuerza de trabajo es formalmente libre, en muchas
regiones de la sierra andina pesan enormemente las relaciones serviles y esclavistas de la fase
colonial. Sin embargo las situaciones históricas son variadas: en México la Revolución Mexicana
cambia la sociedad rural, en Bolivia y Perú se congelan las relaciones sociales señoriales rurales
hasta mediados del siglo XX, en Chile la minería extensiva del salitre e intensiva del cobre produce
importantes transformaciones sociales, etc. Desde una perspectiva estructural la minería no
produce grandes transformaciones económicas, porque no genera gran cantidad de empleos
directos, no estimula la industria con eslabonamientos o vínculos hacia delante (por ejemplo
produciendo artículos con los minerales explotados) o hacia atrás (por ejemplo produciendo
maquinaria y equipamiento requerido para la explotación minera). Asimismo la difusión territorial
de la actividad minera es escasa, porque las explotaciones por lo general están localizadas en un
punto del territorio. Por lo tanto el impacto directo de la minería como actividad exportadora
sobre la expansión económica global es muy escaso. El caso del salitre en Chile es un
contraejemplo o excepción a lo dicho aquí, por su gran impacto indirecto social y territorial.
b) En la segunda situación colonial (plantaciones tropicales predominantemente esclavistas),
se continúan desarrollando nuevas formas de agricultura de plantación cuyas repercusiones
productivas espaciales y sociales son un poco mayores, pero las sectoriales muy escasas. Sin
embargo tampoco se puede generalizar a partir de las condiciones tecnológicas y económicas en
sentido estricto, sino que también intervienen importantes factores sociales y culturales. En esta
segunda situación es necesario distinguir dos procesos diferentes. En los territorios densamente
poblados y ocupados desde la fase colonial (Centroamérica, el Caribe, Nordeste de Brasil, etc.); el
proceso de liberación (reconocimiento de los derechos y libertades) de la fuerza de trabajo rural
sujeta a relaciones de servidumbre o esclavitud es muy lento y en muchos casos toma todo el siglo
XIX e incluso la primera mitad del XX.
En los territorios de menor ocupación y poblamiento durante la fase colonial, surgen (en lo que
hemos denominado “segunda situación”) nuevas relaciones empresariales y laborales, bastante
más cercanas a las instituciones de la democracia y el capitalismo: libre contratación mercantil
bajo condiciones de libertad jurídica como en Sao Paulo o en Costa Rica.
43
Se intensificó en las zonas de poblamiento tardío (fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX)
dando lugar a una gran expansión de ciudades principales como Sao Paulo, o Buenos Aires, y
creando en los países del cono sur (Chile, Uruguay, Argentina, y Sudeste de Brasil) un importante
crecimiento de la proporción de población urbana.
Desde una perspectiva más amplia, y tomando en consideración toda la evolución urbana de
América Latina se perciben dos rasgos principales. Primero las notables diferencias de condiciones
y niveles de vida entre áreas rurales y urbanas, y segundo la gran concentración de la población
urbana en ciudades principales (lo que se denomina alta primacía del sistema).
Los dos rasgos señalados responden a la herencia colonial de nuestra organización económica y
social, porque las ciudades principales eran centros donde se asentaba el poder político,
burocrático, religioso, y militar de la dominación colonial. Se generó así una vía de la dependencia
en el sentido tanto tecnológico como institucional en el léxico de North. Estas ciudades implicaban
costos decrecientes (resultados económicos crecientes) de aprendizaje, de escala, de coordinación
y de adaptividad.
12. Las actividades industriales, como veremos en la próxima sección, desarrolladas por los
propios inmigrantes, se localizaban en la ciudad principal, porque allí radicaba el mayor mercado
nacional, la mano de obra más calificada, y las mayores facilidades y estímulos gubernamentales,
lo que determinaba un conjunto de prácticas aprendidas por los empresarios industriales
importadores de insumos.
13. También los empresarios industriales se fueron adaptando a las prácticas proteccionistas y
generaron expectativas de adaptación a las oportunidades que el régimen (conjunto de reglas de
juego o instituciones) proteccionista implantado desde los años treinta les ofrecía.
44
territorio, escasa transformación industrial interna del producto exportable. Una excepción
importante: el salitre chileno.
• Segunda situación colonial con agricultura tropical. Comparativamente con la primera
situación, mayor absorción de fuerza laboral, mayor difusión territorial de las actividades, algún
grado de transformación industrial del producto exportable. Casos de mayor superación de la
herencia colonial. Un caso especial de gran impacto, el café paulista. Un caso de modernización
temprana, las granjas tipo “farmer” de Costa Rica.
• Tercera situación colonial: La exportación de productos agropecuarios de clima templado.
El caso de la pampa húmeda argentina. Impactos directos e indirectos de naturaleza social,
territorial, y sectorial.
c) El estímulo externo a la industrialización
• Impacto de las guerras mundiales y de la crisis económica. Desarrollo de la
industrialización sustitutiva de importaciones primera fase “fácil”.
• Impacto de las grandes migraciones ultramarinas de fin de siglo
e) Primacía urbana, procesos de urbanización
• Impactos sobre la primera y segunda situación coloniales. Escasa migraciones rural-
urbanas, y mínimas migraciones internacionales. Prevalece la herencia colonial. Tanto el
crecimiento de la ciudad principal como el grado de urbanización permanecen bajos.
• Impactos sobre la tercera situación colonial. Las migraciones internacionales son decisivas
en la formación de grandes ciudades. Casos de Buenos Aires y de San Pablo
• Adecuado abastecimiento de la canasta urbana básica en los casos de Buenos Aires y San
Pablo.
f) Importancia de la ciudad principal, en el impulso y localización de la industria
• Por el lado de la demanda, concentración del poder adquisitivo general
• Por el lado de la oferta: concentración de las infraestructuras técnicas y energéticas,
contacto con los puertos principales de ultramar, disponibilidad de fuerza de trabajo artesanal,
presencia de inmigrantes europeos industriosos.
g) Efectos tipo “vía de la dependencia” en el impacto de la urbanización sobre la industrialización
• Efecto escala: Gran concentración previa de los factores de demanda y de oferta que
producen gran reducción de costos industriales
• Efecto coordinación: Aprovechamiento de la presencia del gobierno central en las
ciudades principales (capitales) de América Latina.
• Efecto aprendizaje: Aprovechamiento de la mano de obra calificada proveniente de las
artesanías, y de las capacidades empresariales de los inmigrantes
radical de su posición internacional, América Latina durante su expansión industrial siguió siendo
exportadora de productos primarios e importadora, no ya de manufacturas de consumo (aunque
siguió importando muchas de ellas) sino de insumos industriales, maquinarias y equipos para su
industria naciente. La industrialización latinoamericana fue tecnológicamente dependiente de la
que se desarrollaba en los centros y, por lo tanto, también debió adoptar los procedimientos
productivos y las maquinarias provenientes de los centros. Por último la industrialización
latinoamericana se circunscribió tanto por el lado de la oferta como de la demanda a los centros
urbanos principales, dotados de condiciones de oferta y demanda mínimamente necesarios para
la expansión de la industria, pero no abarcó, o apenas rozó, las áreas rurales o las actividades
agrícolas, las que siguieron atadas a las instituciones y organizaciones del pasado. Así, en la
industrialización latinoamericana, operó, por un lado la vía de la dependencia en el sentido de
North, y, por el otro, la fuerte influencia de los acontecimientos internacionales que tanto
influyeron en su condición periférica en el sentido de Prebisch.
En los países actualmente desarrollados donde inicialmente se originó el proceso de
industrialización, se verificaron cambios históricos importantes en las instituciones y las
organizaciones económicas y sociales que precedieron a los cambios técnicos en la industria.
Podría decirse que el surgimiento de las sociedades industriales fue el resultado de la interacción
entre las instituciones de la democracia y del capitalismo. Esto parece ser cierto tanto para la
Primera Revolución Industrial (Gran Bretaña, desde mediados del siglo XVIII) como para la
Segunda (Estados Unidos, desde fines del siglo XIX).
La Primera Revolución Industrial fue una consecuencia de aquellos cambios societales. El proceso
de industrialización abarcó todos los sectores y regiones de cada país. Al desaparecer las
instituciones y organizaciones feudales rurales también la agricultura, desde un punto de vista
tecnológico, se “industrializó” rápidamente y contribuyó a la demanda de instrumentos agrícolas
de origen industrial. Tal aconteció, por ejemplo en Inglaterra, Francia, Alemania, Holanda y otros
países de Europa Occidental tras la Primera Revolución Industrial Británica.
Asimismo los Estados Unidos (Sede de la Segunda Revolución Industrial) y Japón que se
incorporaron más tardíamente a ese proceso contaban con rasgos culturales que promovieron la
rápida adopción de las reglas de juego del capitalismo y se incorporaron en un período en donde
la tecnología no se había complejizado tanto como para establecer brechas infranqueables para
alcanzar (catch up) a los más avanzados.
En general el proceso de formación de las sociedades industriales fue coincidiendo con el
fortalecimiento de dos complejos institucionales que hasta hoy, siguen predominando (e incluso
se han fortalecido): el capitalismo y la democracia. Como se intentó explicar en secciones
anteriores, las instituciones del capitalismo y la democracia, alcanzaron especial desarrollo en los
Estados Unidos de América desde el momento mismo de su nacimiento a la vida independiente. La
herencia de las instituciones británicas en el campo político, económico y religioso, se completó
con una tradición científica apoyada en la actividad experimental y volcada al desarrollo de
métodos científicos que favorecieron el surgimiento y asimilación, por parte de los Estados
Unidos, de la Segunda Revolución Industrial a fines del Siglo XIX.
En una primera fase, a comienzos del siglo XX, esas tecnologías fueron utilizadas por los países
centrales en el campo bélico: el motor a explosión movilizó aviones y tanques de guerra así como
otros vehículos propulsados por carburantes derivados del petróleo; también la petroquímica
contribuyó a proveer nuevos materiales con fines bélicos, la electrónica también sirvió para
agilizar las comunicaciones en los campos de batalla, las técnicas productivas de Henry Ford, y, en
especial su “cinta transportadora” inmortalizada por Chaplin en su famoso film “Tiempos
Modernos”, combinada con las disciplinas del taylorismo (y del fayolismo en Francia) favorecieron
47
la producción en serie que contribuyó al triunfo de las fuerzas aliadas en la segunda guerra
mundial.
Es cierto que regímenes no democráticos como el nazismo o el comunismo construyeron
sociedades industriales poderosas aunque históricamente transitorias, pero no es el objeto de
estas clases examinar la vertiente autoritaria del industrialismo, sino la de rastrear los orígenes del
proceso de industrialización en América Latina y de su comparación con el proceso paralelo,
aunque anterior, de las sociedades capitalistas y democráticas de occidente.
En América Latina este proceso fue fundamentalmente influido por las modalidades de la
industrialización estadounidense, derivadas de la aplicación de las tecnologías de la Segunda
Revolución Industrial, asociadas al consumo de masas y a la construcción de un Estado de
Bienestar, bajo las reglas macroeconómicas del keynesianismo.
propias del peonaje de la hacienda señorial, en Costa Rica el cultivo de café logró mayor
prosperidad y una forma de capitalismo agrario basado en un sistema de farmers familiares, y en
Sao Paulo sobre las base de grandes fincas latifundiarias administradas con técnicas modernas. Lo
que motivó el desarrollo de Sao Paulo y en grado mucho menor, de las zonas cafeteras
costarricenses, fue, ante todo la fundación de sociedades nuevas, en territorios casi inexplotados
previamente, y pobladas con migrantes pobres pero libres provenientes fundamentalmente del
sur de Europa Occidental. Sao Paulo fue la ciudad donde se desarrollo la industria brasileña, con
base, como hemos dicho en el desarrollo de pequeñas manufacturas de base artesanal, y el área
de Río Grande do Sul fue su abastecedora de alimentos y materias primas de origen natural. El
desarrollo industrial de Sao Paulo nunca cesó y hoy es el área industrial más importante de
América Latina.
Como hemos dicho, el caso más paradigmático de desarrollo industrial temprano, se dio en la
provincia de Buenos Aires que reunió las mejores condiciones para esa expansión: a) Unificación
territorial de vastas superficies gracias a los ferrocarriles que confluían al puerto de la ciudad de
Buenos Aires; b) muy alta productividad natural de las actividades agropecuarias de clima
templado con producción de una canasta urbana de artículos de primera necesidad a muy bajo
precio; c) abundante poblamiento de la pampa húmeda con población europea pobre pero
culturalmente libre e industriosa; d) fuertes migraciones hacia la ciudad de Buenos Aires tanto de
migrantes europeos que se radicaban directamente allí, como de otros que formaban un pequeño
capital en la agricultura, para radicarse luego en la ciudad; e) rápida expansión urbana a lo largo de
toda la red ferroviaria; f)creación de un capitalismo agrario de tipo latifundiario que operó con
fuerza de trabajo europea bajo condiciones de plena libertad de contratación.
Como la industrialización latinoamericana era tecnológicamente dependiente de los centros, a
medida que la industria transicionó desde sus bases artesanales hacia las nuevas técnicas hubo
que empezar a importar los insumos industriales y las maquinarias requeridas para fabricar
internamente los bienes manufacturados de consumo que antes se importaban ya elaborados. Por
lo tanto la localización industrial cercana a los puertos abarataba los costos de transporte de los
empresarios manufactureros. Esto explica porqué, las actividades industriales se localizaron en
ciudades puertos o, en otras que, desde la fase colonial estaban bien comunicadas con un puerto
de ultramar.
La segunda razón por la cual las actividades industriales tendieron a localizarse en la principal
ciudad de cada país, tiene que ver con el carácter gradualmente protegido de ese desarrollo
industrial que se acentuaría en la segunda mitad del siglo XX: los empresarios necesitaban
cabildear (lobbies) frente a los poderes públicos para obtener beneficios arancelarios, tributarios,
y subsidios que protegieran su industria frente a los competidores extranjeros. Para eso era
necesario estar localizados cerca de la ciudad donde estaba el gobierno central. En cada país
latinoamericano, hubo una ciudad que se convirtió simultáneamente en el centro del poder
político y económico del país y, consecuentemente concentró la mayor parte de la actividad
industrial del país.
Como la industria generaba una oferta dirigida a la población urbana de cada país, única con poder
adquisitivo como para adquirir bienes manufacturados de cierto valor unitario, el tamaño
demográfico y poder adquisitivo medio de la población fueron razones adicionales para que la
actividad industrial se localizara en la ciudad principal. Por último así como en la antigüedad todos
los caminos conducían a Roma, en América Latina, todos los caminos, especialmente los
ferroviarios conducían a la ciudad principal, especialmente cuando esta era ciudad puerto. Esto
significo que la localización de la industria en la ciudad principal favoreció el acceso al resto de las
ciudades intermedias y pequeñas que también contaban con cierto poder adquisitivo asignable a
la adquisición de manufacturas.
50
Se fueron configurando, así, las bases de un capitalismo periférico (para usar la expresión de
Prebisch) que favoreció la desigual distribución del progreso técnico y de sus frutos, tanto entre
centros (Inglaterra, Estados Unidos) y periferias (países latinoamericanos), como en el interior de
las sociedades periféricas.
La Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL) puso de relieve esta
inferioridad negociadora de América Latina en su comercio con los centros desarrollados. Este
mismo efecto podría expresarse en el lenguaje de North diciendo que los altos costos de
transacción fueron pagados especialmente por los trabajadores latinoamericanos impedidos de
beneficiarse con los frutos de la tecnología capitalista que, de manera sesgada se iba
introduciendo en los sectores exportadores. Este proceso fue tempranamente conceptualizado
por CEPAL a través de la tendencia al deterioro de los precios reales de los productos primarios
que exportaba respecto de los precios reales de las manufacturas que la región importaba desde
los centros. Dicho de otra manera, los costos de negociación se mantenían bajos porque una de las
partes involucrada en los contratos (los trabajadores latinoamericanos) no podían reivindicar sus
derechos.
A medida que, en América Latina, aumentaba la productividad del trabajo en las actividades
exportadoras de productos primarios, no se producía un aumento correlativo de los salarios reales
de los trabajadores cuya productividad crecía, sino que esa mayor productividad se traducía en un
descenso de los precios primarios de exportación. Por esa vía, América Latina transfería a los
países desarrollados parte de los frutos del progreso técnico (ganancias de productividad) que se
iba incorporando a sus actividades primarias. En parte, cabe reiterarlo, esta desfavorable posición
negociadora se apoyaba en la supervivencia de instituciones y organizaciones rurales heredadas
de la fase colonial. Del mismo modo, las actividades agrícolas destinadas al abastecimiento de la
canasta de subsistencia urbana dentro de los propios países latinoamericanos, tampoco pudieron
transferir a los precios los incrementos de productividad que se iban logrando en la explotación
agrícola, por lo que las ciudades industriales se convirtieron en centros de periferias agrícolas
internas donde los trabajadores rurales, subsidiaban con sus bajos salarios, a los (trabajadores y
empresarios) industriales urbanos.
La corriente, teórica así denominada, dependentista en América Latina (que no debe ser
confundida con las teorizaciones de North sobre la vía de la dependencia), en particular la de raíz
marxista, asoció estas comprobaciones con la teoría del imperialismo, o con las hipótesis sobre el
intercambio desigual, haciendo hincapié en un fenómeno de explotación, expresable en la
magnitud de flujos económicos transferidos desde las periferias hacia los centros. Pero esa no es
la posición de la corriente estructuralista latinoamericana.
Aunque los estructuralistas lograron cuantificar lo que América Latina transfirió en términos de
flujos económicos a través del deterioro de los términos de intercambio, los efectos para las
sociedades y las economías latinoamericanas no fueron medidos a través de ese deterioro, sino a
través del impacto estructural interno derivado de la instalación en América Latina de las formas
periféricas del capitalismo.
El foco central del estructuralismo ha sido el examen, tanto de la distribución internacional del
progreso técnico en América Latina, como el de las organizaciones e instituciones que en la
región posibilitaron la cesión internacional de parte de sus frutos. Así como el dependentismo,
especialmente en su versión marxista desarrolló la teoría del intercambio desigual, el
estructuralismo latinoamericano formuló su teoría de la heterogeneidad estructural como rasgo
distintivo del capitalismo periférico. Esta teoría será examinada en secciones posteriores. Pero
antes, conviene examinar una última etapa de la industrialización por sustitución de
importaciones. La así denominada estrategia industrialista deliberada o estrategia de desarrollo
hacia adentro.
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Orden internacional
a) Propensiones belicistas y profundización del colonialismo. Pugnas económicas por adquirir el
status de potencias industriales. Proteccionismo comercial, Áreas monetarias.
b) Primera Guerra Mundial
c) Crisis económica de los años treinta
d) Segunda guerra mundial
En la década de los años cuarenta del siglo XX, estalló la Segunda Guerra Mundial, donde murieron
al menos 40 millones de personas y tuvieron lugar los genocidios más masivos y atroces que
recuerde la historia de la humanidad. En particular el pueblo judío radicado en Alemania y en
otros países dominados por el nazismo, fue objeto de un exterminio sistemático recordado como
el Holocausto.
La Segunda Guerra Mundial reconoce causas políticas y económicas. Los orígenes políticos de esta
contienda bélica se asocian con posturas ideológicas de los gobiernos autoritarios europeos, que
deseaban consolidar su condición de potencias capitalistas industriales sin poner en riesgo los
privilegios de las elites políticas, sociales y económicas. Paralelamente el realismo político en
materia de relaciones internacionales se manifestó en una versión más abiertamente belicista,
ateniéndose de facto al precepto del general prusiano Von Clausewitz, de que la guerra era la
continuación de la política por otros medios.
Los orígenes económicos de la Segunda Guerra Mundial se asocian con la gran crisis del año
treinta. Muchos historiadores y analistas económicos consideraron dicha guerra como una
“solución política” para los problemas de superproducción y desempleo que no se habían logrado
superar desde dicha crisis. Desde este ángulo, fue interpretada por algunos observadores como
una aplicación extrema, bajo condiciones políticas autoritarias, de las recomendaciones
keynesianas en materia de política fiscal. La economía de guerra, estimuló la demanda efectiva en
el sector estatal y logró el pleno empleo de los recursos humanos y materiales. De esta manera la
53
“solución” política a la crisis del capitalismo implicó la aniquilación completa de los ideales
democráticos en varios de los más importantes países de Europa continental.
El capital monopolista tuvo en la guerra una fuente de buenos negocios, los gobiernos autoritarios
de Europa demandaban toda clase de equipamientos y muchas de las grandes firmas industriales
no tuvieron ningún escrúpulo en prosperar colaborando con las actividades bélicas de los
gobiernos autoritarios.
Alineado con Gran Bretaña y Francia, Estados Unidos participó de manera decisiva en la parte final
de la Segunda Guerra Mundial, pero su territorio nacional nunca fue campo de batalla. En
consecuencia, la infraestructura física del país, a diferencia del caso con las potencias europeas, no
sufrió daño. Al contrario, la economía de guerra y la formación de un fuerte complejo industrial-
militar contribuyó a superar definitivamente las secuelas depresivas de la crisis del año treinta y
convirtió al país en la potencia industrial capitalista más poderosa del planeta.
Estos eventos tuvieron así un gran impacto, no sólo en el afianzamiento de la democracia, sino
también en los vínculos entre mercado y estado. Las democracias sociales y los estados
benefactores implantados en las sociedades occidentales de postguerra, se vieron estimulados por
el surgimiento de las agencias sectoriales de la ONU, tales como la Organización para la
Alimentación y la Agricultura(FAO), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la
Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), donde
se sistematizó información comparable y actualizada y se fijaron estándares sociales orientados a
la defensa de los derechos económicos, socioculturales y laborales que estas agencias estudiaron
y promovieron.
Las democracias parlamentarias de Europa han evidenciado una estabilidad notable, perdurando
sin interrupciones durante el resto del siglo XX. Debe notarse que no todos los países europeos
occidentales incorporaron al mismo tiempo los gobiernos democráticos. España, por ejemplo, lo
hizo a la muerte del dictador Francisco Franco; Portugal y Grecia también se sumaron
54
En esta fase histórica, el capitalismo quedó contenido y encausado por la presencia de las
democracias sociales en Europa apoyadas en los principios del keynesianismo, que operaron
también en los Estados Unidos. El dogma de la autorregulación espontánea de los mercados había
quedado desacreditado después de la crisis de los años treinta, pero, como hemos señalado, en el
decenio siguiente el fiel de la balanza había caído abruptamente al otro lado, el de los gobiernos
autoritarios de corte nazi-fascista o comunista.
El nuevo escenario de postguerra, al menos en los países hegemónicos de Occidente, significó una
cierta sujeción del capital monopolista a los dictados de la democracia social. Se implantaron altas
cargas tributarias a las grandes corporaciones y se estimuló el gasto público. Hubo una gran
expansión de los bienes públicos infraestructurales (carreteras, transportes, telecomunicaciones,
etc.) y sociales (salud, educación, previsión social) y una mejor defensa de los derechos sindicales.
Fue también la época de oro del capitalismo en materia de dinamismo económico. En los países
desarrollados la economía creció a una tasa sin precedentes y la distribución del ingreso mejoró
ostensiblemente.
Durante el decenio de los sesenta, los derechos civiles y políticos se afianzaron en Estados Unidos.
La segregación racial, que aún perduraba en el Sur, fue combatida por el Presidente John Kennedy
y por su hermano Robert, ambos asesinados a mediados de la década. Sin embargo, tras la ola de
violencia que también terminó con la vida de Martín Luther King, la segregación cedió con un
mayor respeto por los derechos civiles y políticos de la gente de color en ese país.
Los economistas vinculados a CEPAL usaron el conocimiento de la historia para interpretar los
rasgos del subdesarrollo regional. Estos estudios pusieron de relieve que las turbulencias sociales
rurales de los años cincuenta y sesenta, eran una respuesta a dos factores históricos de largo
plazo. El primero fue la instalación y larga permanencia de instituciones coloniales, cuyas formas
de desigualdad operaron en grados diferentes en América Latina durante más de cuatrocientos
55
años, (desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XX). El segundo factor fue el impacto
transformador de la modernización urbana e industrial, vinculado a la expansión demográfica y a
las oleadas de progreso técnico, provenientes de las potencias industriales hegemónicas. (Di
Filippo, 1981, 1998, 2007).
Respecto de la citada herencia colonial, los dos factores más influyentes en la estructuración
socioeconómica posterior de América Latina fueron, primero, la desigualdad social rural, y
segundo, la herencia burocrática centralista de la dominación colonial, que promovió estructuras
de poder político y económico, territorialmente concentradas en las principales capitales de la
región.
El primero de estos factores derivó de las formas de servidumbre y esclavitud que predominaron
en las haciendas señoriales y se prolongaron históricamente en economías campesinas de larga
vigencia en los complejos latifundio-minifundio. Se gestaron así exclusiones políticas, económicas
y culturales, mantenidas por lo menos hasta la primera mitad del siglo XX. La injusta distribución
de la tierra afectó hasta las formas productivas rurales menos comprometidas con esos regímenes
campesinos, como las instaladas en la pampa húmeda argentina.
Las revoluciones políticas francesa y americana del siglo XVIII, que promovieron mundialmente las
formas modernas de la democracia liberal, influyeron ideológicamente en las elites
latinoamericanas y contribuyeron a la instalación de constituciones políticas de base republicana,
potencialmente susceptibles de convertirse en democracias. Pero el centralismo de la era colonial
perduró en las modalidades presidencialistas y personalistas de los sistemas políticos
efectivamente vigentes.
A lo largo del siglo XIX la dicotomía rural-urbana se expresó en otra dicotomía experimentada por
los sistemas políticos: la del contrapunto entre liberales y conservadores, que modeló la dinámica
de fuerzas políticas durante el período oligárquico.
En los años cincuenta y sesenta se sucedieron en América Latina regímenes políticos de base
presidencialista, que desembocaban con frecuencia en diferentes formas de autoritarismo y
populismo. Los golpes de estado fueron reiterados y la continuidad de los regímenes democráticos
civiles resultó frágil e inestable.
los años sesenta estaban orientadas a la creación de mercados capitalistas, con escala suficiente
para sostener un desarrollo industrial estable.
Tras el fin de la segunda guerra mundial, y más precisamente, a mediados de la década del
cincuenta y comienzos de los años sesenta, se consolida en América Latina una estrategia de
crecimiento industrial protegido, también llamada estrategia de desarrollo hacia adentro, con
rasgos claramente diferenciados de los del proceso de industrialización anteriormente descrito.
Este nuevo proceso latinoamericano, comenzó a generar vínculos con el tipo de desarrollo
industrial que, en esta fase, se difundía rápidamente en los centros.
Especialmente en Estados Unidos (y, tras la reconstrucción bélica también en Europa Occidental y
Japón) se genera una pujante industria de bienes durables de consumo masivo
(electrodomésticos, electrónica, automóviles, etc.) que aprovecha con fines pacíficos las
tecnologías gestadas durante la ya mencionada Segunda Revolución Industrial Americana.
Estas aplicaciones tecnológicas a la industria de bienes de consumo de los centros, son paralelas a
otras transformaciones institucionales y organizacionales de importancia que, también en los
centros, les van abriendo cauce. Entre las primeras está el desarrollo del Estado de Bienestar. Las
instituciones del Estado de Bienestar responden por un lado a un predominio de movimientos
sociales de posguerra interesados en promover una democracia social con base en una legislación
protectora de los derechos laborales y personales básicos y, por otro, a las estrategias keynesianas
de estímulo a la demanda efectiva como forma de contrarrestar las tendencias a un exceso de
ahorros, que deprimían los niveles de actividad.
Entre las principales modificaciones institucionales en el campo social (cambio en reglas de
juego), está el pacto que se establece entre los trabajadores asalariados, los empresarios-
empleadores y el Estado, para ir transfiriendo a los salarios reales parte de los incrementos en la
productividad laboral a medida que así lo permitieran los frutos del progreso técnico. Esto
posibilitó una expansión sostenida de la demanda de bienes de consumo que tonificó los
mercados y promovió la era del consumo de masas.
Esta tendencia también puede verse como un sostenido proceso de democratización económica
de esas sociedades entendido como una participación más masiva e igualitaria en el disfrute de los
bienes durables de consumo derivados de la Segunda Revolución Industrial. En efecto, entre las
principales modificaciones organizacionales cabe citar las de las empresas industriales asociadas a
la producción de bienes duraderos de consumo masivo. De ellos el más prototípico fue sin duda el
automóvil, pero pronto le siguieron, entre otros, los electrónicos y los electrodomésticos.
En el marco de los antecedentes anteriores, la industrialización latinoamericana comenzó a
incorporar estos nuevos bienes de consumo, pero la complejidad tecnológica creciente y gran
escala de los procesos industriales involucrados, unida a la ineficiencia derivada de la alta
protección de los mercados locales favoreció, a fines de los cincuenta y comienzos de los sesenta,
un importante cambio organizacional de naturaleza económica: el establecimiento de empresas
57
transnacionales que empezaron a producir internamente esos productos para los consumidores
de alto ingreso en América Latina.
En el campo de los bienes de consumo, los estratos latinoamericanos de alto ingreso pudieron
adquirir automóviles, electrodomésticos, electrónicos, plásticos, etc., elaborados por las ya citadas
subsidiarias de grandes empresas transnacionales que se instalaban en los países
latinoamericanos; si bien fabricaban versiones de bienes de consumo destinadas exclusivamente
al mercado latinoamericano, que no eran internacionalmente competitivas, sí lo eran vis a vis las
que intentaban elaborar las empresas de capital latinoamericano en esas mismas localizaciones.
El modelo latinoamericano de desarrollo protegido que se instaló a fines de los años cincuenta, se
fundó en una ideología categóricamente industrialista. Por lo tanto a nivel de las instituciones se
consolidó el proteccionismo de las actividades industriales, creándose un conjunto de reglas de
juego y de políticas (comerciales, fiscales, cambiarias, etc.) que crearon un mercado protegido a la
producción industrial desarrollada dentro de cada país latinoamericano. Pero a nivel de las
organizaciones, esos espacios de protección fueron ocupados por las empresas transnacionales
que conocían la tecnología aplicable a los nuevos bienes de consumo. Siempre a escala
organizacional, las empresas industriales latinoamericanas, sólo podían competir en los nichos o
espacios de mercado que no eran ocupados por las empresas transnacionales. Se creó entonces
un reparto de los mercados industriales nacionales, abastecidos en los productos
tecnológicamente avanzados por las industrias transnacionales y, en otras industrias más
vegetativas o tradicionales por las empresas industriales latinoamericanas.
También se gestaron organizaciones estatales o públicas tendientes a promover la actividad
industrial (como la CORFO en Chile) o a participar directamente en la actividad industrial (como
Fabricaciones Militares en Argentina). Solamente las empresas del Estado podían intentar
competir con la presencia transnacional en las actividades industriales metal mecánicas, químicas
y alimentarias. Estas empresas transnacionales provenían de los países desarrollados y, a partir de
los años sesenta aprovecharon el proteccionismo de estos mercados “cautivos” para instalarse y
disfrutar de las mismas ventajas y subsidios destinados a las empresas nacionales. Como
subsidiarias autónomas (stand alone) de sus casas matrices, aprovecharon diseños tecnológicos y
equipos productivos ya anticuados en los centros para abastecer los mercados locales. Estos
productos que comenzaban a quedar obsoletos en los centros, sea por calidad o por precio eran
“competitivos” en los mercados altamente protegidos de América Latina. Sin embargo las
tecnologías productivas aplicadas por estas empresas eran funcionales a las de los centros y no a
las de las periferias.
Así, lo que constituía el consumo masivo de sociedades crecientemente opulentas en los centros,
se convirtió en el consumo elitario de grupos relativamente reducidos en lo que fue llamada una
“caricatura de la sociedad opulenta” (Aníbal Pinto). En efecto, en este punto operaron las grandes
y crecientes diferencias en el nivel medio de los ingresos por habitante y de la productividad por
trabajador que existían entre los centros (especialmente Estados Unidos) y la periferia
latinoamericana. La difusión del consumo de bienes durables de alto precio (automóviles,
electrodomésticos, etc.) era congruente con los niveles de ingreso medio prevalecientes en los
centros, y posibilitaba, en esas sociedades desarrolladas, la expansión de una auténtica sociedad
de consumo de masas.
Pero los niveles de ingreso medio por habitante, prevalecientes en América Latina no permitían
reproducir esos estilos de vida de una manera igualmente masiva. Por lo tanto quedaban
reservados para los grupos de alto ingreso, y, la expansión de este tipo de consumos, exigía
acrecentar los ingresos mínimos de una fracción menor de la población, a costa de disminuir los
ingresos máximos de una fracción cada vez mayor de la población ubicada en estratos inferiores
de productividad y salarios. En efecto, para ejemplificar, si el ingreso por habitante de los Estados
58
Unidos alcanza un índice medio de 100, frente a un índice de 20 para América Latina, será
necesario elevar a 100 el ingreso medio de una fracción de la población latinoamericana para
permitirle alcanzar los mismos niveles de consumo medio de los estadounidenses. Pero para que
esto sea matemáticamente posible será necesario que la mayoría de la población de ese país gane
mucho menos del promedio correspondiente (20 en nuestro ejemplo) como ingreso por habitante.
En síntesis para reproducir los niveles de vida de los países desarrollados para un grupo reducido
era necesario comprimir los ingresos máximos de un alto porcentaje de la población
latinoamericana lo que, por definición implicaba una marcada desigualdad de ingresos.
A esta etapa se la denominó la de la sustitución “difícil” de importaciones. El calificativo de “difícil”
puede entenderse en términos tecnológicos, económicos o sociales. Primero, en términos
tecnológicos se refiere al hecho de que las importaciones de la sustitución “fácil” ya estaban
totalmente reemplazadas por producción interna. La nueva fase “difícil” se refería primero a la
producción de las maquinarias y equipos (todavía importados) requeridos para elaborar esos
bienes de fácil sustitución y, además, se refería a la nueva oleada de bienes de consumo duradero
de alto precio cuya producción exigía gran escala y sofisticada tecnología y cuyos equipos
productivos eran, aún, mucho más difíciles de producir. Así la sustitución “difícil” la hicieron las
propias empresas transnacionales. Segundo, en términos económicos la sustitución era difícil por
la gran escala operativa de estas nuevas actividades productivas, por su alto coeficiente capital-
trabajo y capital-producto, lo que no favorecía ni la creación de empleos ni la mayor rentabilidad
de la inversión. Y, por último, en términos sociales, la creación de un pequeño mercado nacional
para estos productos exigía, que una fracción mayoritaria de la población ganara menos ingresos y
accediera a menor consumo, para que una fracción minoritaria de la población pudiera acceder a
niveles de ingreso comparables a los ingresos medios de la población estadounidense.
En el decenio de los años sesenta la CEPAL se enfrentó al tema de la insuficiencia dinámica de los
mercados latinoamericanos que generaban una demanda insuficiente para estimular el
crecimiento de la industria. En ese momento el diagnóstico de la desigualdad social y la
concentración del poder de compra en una elite reducida en cada país, llevó a la CEPAL a proponer
acciones de política pública que condujeran a una expansión de los mercados en el ámbito de las
actividades industriales. Las recomendaciones de CEPAL orientadas a estimular las actividades
manufactureras latinoamericanas, fueron dirigidas tanto al mercado interno latinoamericano
como al mercado internacional. En el plano del mercado interno la CEPAL propuso reformas
estructurales (reformas agrarias y reformas tributarias) orientadas a una mejor redistribución de la
riqueza y de los ingresos que aumentaran el poder de compra de las grandes mayorías carentes de
acceso al mercado de manufacturas. También promovió la elaboración de planes (creación del
Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social- ILPES) para la programación de
inversiones a mediano y largo plazo, y, de esa manera poder acceder más ordenadamente a los
créditos (originados en las agencias del mundo desarrollado) que se preveían en esa iniciativa
ambiciosa que fue la Alianza para el Progreso promovida por la administración demócrata de John
F. Kennedy. En el plano del mercado internacional la CEPAL propuso la promoción de
exportaciones manufactureras, y esfuerzos orientados a mejorar precios y calidades de la
industria latinoamericana para tornarla internacionalmente competitiva, en particular promovió la
integración regional latinoamericana (creación de la Asociación latinoamericana de Libre Comercio
y del Mercado Común Latinoamericano). Con el asesinato de John Kennedy, de su hermano Robert
y del líder anti-segregacionista Martin Luther King las estrategias reformistas del gobierno
demócrata fueron frustradas. Estados Unidos dejó de promover el cambio estructural en América
Latina y, ya en el gobierno de Richard Nixon, retornó a apoyar las dictaduras “confiables”
(dispuestas a apoyar las iniciativas anticomunistas) en una época en que la pugna este-oeste
59
estaba en un momento crítico. Recuérdese la crisis de los misiles después que triunfó la
Revolución Cubana, episodio que puso al mundo al borde de una tercera guerra mundial.
Ahora bien, la contradicción entre capitalismo periférico y democracia periférica a la que se refiere
Prebisch en la última etapa de sus trabajos, radica en que una extrema desigualdad económica es
difícil de sostener si operan plenamente los mecanismos de la democracia representativa. Las
demandas redistributivas de la población se van haciendo presentes en la esfera del poder político
del Estado, y, finalmente superan el límite de tolerancia económica del sistema. Por ejemplo, los
movimientos populistas y redistributivistas en América Latina presionaron por demandas salariales
que impulsaban el crecimiento de los precios en una espiral inflacionaria que expresaba en última
instancia una pugna redistributiva. Este proceso inflacionario, típico de todas las economías
latinoamericanas que habían logrado un cierto grado de industrialización, tuvo lugar durante el
período 1945-1970 y fue acompañado por una creciente inestabilidad política, expresada en
golpes de Estado, brotes de actividad guerrillera, y búsqueda de nuevas opciones institucionales
alejadas del capitalismo y de la democracia (como fue el caso de la Revolución Cubana en los años
sesenta).
La segunda dimensión está referida a las relaciones sociales de propiedad, trabajo e intercambio
que corresponden a cada estrato de organizaciones productivas.
a) Las más grandes y “modernas” estructuran relaciones capitalistas de tipo oligopólico en la
esfera de la propiedad, trabajo e intercambio, similares a las de los países desarrollados, con
reglas claras y colectivas de sindicalización laboral, bajo formas jurídicas de propiedad
caracterizadas por corporaciones que cotizan en bolsa, y ocupan una posición relevante en los
mercados nacionales e internacionales. Las únicas organizaciones que, en esta escala, logran
competir con estas empresas que son, básicamente transnacionales, son las empresas públicas,
aunque con fuertes subsidios por parte de los gobiernos latinoamericanos.
b) Las organizaciones medianas y pequeñas estructuran relaciones capitalistas de tipo
competitivo entre ellas pero ocupando los espacios de mercado dejados por el sector monopólico.
Por su baja productividad no logran satisfacer todas las garantías y derechos sindicales de sus
trabajadores que evidencian una insuficiente capacidad de organización; las formas de propiedad
son frecuentemente familiares y con menor acceso a las grandes corrientes internacionales de
crédito; el alcance de su oferta en el mercado no alcanza por lo general escalas nacionales y se
desenvuelve a nivel subnacional o local con escasa participación en el mercado internacional.
c) Por último las “micro – organizaciones” (como las unidades del minifundio rural donde
sobreviven los trabajadores agrícolas, los trabajadores no calificados “independientes” de áreas
urbanas, vendedores callejeros, proveedores de servicios personales varios, servicio doméstico,
etc.) no constituyen en rigor empresas capitalistas sino más bien una población activa
subempleada (en términos de productividad laboral) que opera en términos institucionalmente
informales y carece de casi todas las garantías sociales ofrecidas a los otros estratos.
El cuadro descrito más arriba es una descripción “estilizada” de la heterogeneidad estructural tal
como ésta se manifestaba en el modelo de desarrollo industrial protegido que operó en América
Latina hasta fines de los años sesenta. Una de las diferencias más importantes respecto del
capitalismo de los centros (o capitalismo “céntrico”) es que en éstos la gran mayoría de la
población participa de las modalidades más recientes del cambio tecnológico e institucional,
mientras que en el capitalismo periférico la gran mayoría de la población se ubica (en términos de
empleo e ingresos) en posiciones tecnológicas e institucionales que ya han sido superadas (o que
nunca existieron) en las sociedades desarrolladas.
Actualmente (comienzos del siglo XXI) la situación anteriormente descrita de heterogeneidad
estructural sigue subsistiendo en América Latina, pero bajo reglas de juego de una economía
abierta al mercado global, Queda por efectuar una nueva descripción actualizada de la estructura
económica y social de nuestras sociedades en esta nueva etapa histórica caracterizada por el
surgimiento de las tecnologías de la información, por el proceso de globalización y por las
instituciones que regulan esta nueva modalidad de desarrollo.
En resumen se nota la aparición de límites a los estímulos tecnológicos (durables de alto precio) e
institucionales (keynesianismo, economía del bienestar) del desarrollo de posguerra en los
centros. Estos límites se expresan en estancamiento con inflación (“estanflación” o, en idioma
inglés “stagflation”).
Las reglas de juego financieras internacionales experimentan cambios tras la crisis del petróleo.
Existe abundante financiamiento privado de los excedentes petroleros, a bajas tasas reales de
interés. Pero a diferencia de los créditos de fomento (BM, BID), los servicios de la deuda se fijan de
acuerdo con el nivel de la tasa de interés al momento del pago de cada cuota. Esto perjudicará
posteriormente a los países latinoamericanos.
Los años setenta en América Latina son de aparente bonanza económica y de crisis política.
La aparente bonanza económica, facilita una primera fase del proceso de apertura, privatización y
desregulación del proceso económico por:
a) Fácil acceso al crédito privado internacional, a tasas reales negativas de interés
(“stagflation”).
62
La crisis política se manifiesta en un retorno a los autoritarismos militares, con base en una
ideología antisubversiva de la seguridad nacional. Esta dura “manu militari”, complementa la
“mano invisible” del mercado del nuevo modelo.
[Nota: a esta altura del contenido del presente apunte debería estar claro el marco histórico
estructural en que se inscribe el análisis de los modelos económicos. La palabra modelos
económicos no es aquí, sinónimo de formalizaciones matemáticas abstractas basadas en premisas
ahistóricas y su cientificidad no depende tampoco del uso, igualmente ahistórico de modelos
econométricos apoyados en técnicas de regresión y correlación aplicadas en un momento del
tiempo o bajo la forma de series temporales. No se rechazan los criterios de coherencia lógica
interna y de verificación empírica de esos modelos matemáticos y econométricos, solamente se
insiste en la necesidad de encuadrar sus consecuencias en marcos institucionales e históricos
explícitos, que no sólo dependan de variables económicas sino que incluyan variables políticas y
culturales cuya influencia sobre la dinámica de los procesos reales suele ser tanto o más
importante que la de las variables económicas. En este capítulo se efectúa una presentación de la
visión centro-periferia redactada en los años ochenta que no excluye la prueba de la coherencia
matemática y de la verificación empírica, pero que toma en consideración una perspectiva global
relacionada con las relaciones de poder que, dentro del capitalismo se estableció, y se sigue
estableciendo, entre economías periféricas y economías centrales.]
Uno de los mayores méritos de la concepción centro-periferia, desarrollada a partir de los años
cincuenta por la así denominada corriente estructuralista de economistas latinoamericanos, es
haber puesto de relieve (quizá por primera vez de manera tan nítida dentro del pensamiento
latinoamericano) las notas de globalidad e interdependencia (Véase por ejemplo Estudio
Económico de América Latina,1949). Se subrayó entonces que el desarrollo es un proceso con
respecto al cual las naciones no se estratifican de mayor a menor en una gradación unilineal, sino
que se relacionan en el interior de un sistema económico internacional según las posiciones que
respectivamente van ocupando en el proceso de división internacional del trabajo. Esas posiciones
afectan decisivamente la estructura de sus respectivos sistemas económicos y las modalidades de
su desarrollo.
Entendidos como modelos o tipos puros y haciendo abstracción de todas las particularidades
propias de cada caso concreto, la diferencia esencial entre un sistema económico capitalista y uno
socialista es que la utilización de los medios materiales de producción se funda de manera
predominante en incentivos propiamente económicos en el primer caso y propiamente políticos
en el segundo caso. Esta diferencia de funcionamiento sistémico es compatible con otra de orden
65
estructural según la cual en los sistemas capitalistas predomina la propiedad de los medios de
producción y en los socialistas impera fundamentalmente la propiedad estatal de dichos medios.
Dentro del capitalismo los incentivos económicos especialmente bajo su forma dineraria, al
expresarse a través de los mercados, movilizan los recursos productivos y se orientan en su
asignación por las tasas de ganancia que se van obteniendo en cada rama productiva. El punto
central en la temática de los sistemas económicos atañe a la naturaleza de los instrumentos
incentivadores que permiten la reproducción de la estructura económica de dichos sistemas y la
“lógica interna” que orienta a esas fuerza impulsoras. Concebiremos la estructura económica a dos
niveles inextricablemente interdependientes pero analíticamente diferenciables. A nivel social la
estructura económica se define por los regímenes de propiedad, trabajo e intercambio que
otorgan estabilidad, recurrencia y concreción a la lógica del sistema, y resultan coherentes con el
grado de desarrollo de su poder productivo.
Hemos hablado de sistemas y estructuras. El concepto de sistema alude a una lógica interna de
funcionamiento, a una dinámica cuyo modo de ser consta de fuerzas impulsoras y mecanismos
reguladores. La estructura en cambio es ese conjunto de relaciones y posiciones tanto sociales
como técnicas que efectivamente se reproducen en respuesta a aquellas fuerzas y mecanismos.
Sin embargo el concepto de estilo (también podríamos denominarlo modelo) no se predica con
respecto al sistema o a la estructura sino con respecto al desarrollo. Dentro de los límites
funcionales marcados por el sistema la estructura económica es aquello que se desarrolla. En otras
palabra el desarrollo económico es un modo de reproducción de la estructura económica
caracterizado por una diversificación creciente de su poder productivo, en el marco de las fuerzas
impulsoras que son propias de la lógica del sistema.
Esa idea de estilo como una concreción histórica del proceso de desarrollo es destacada por Jorge
Graciarena quien resalta las relaciones de poder en una sociedad concreta: “Desde una
perspectiva dinámica e integradora un estilo de desarrollo es, por lo tanto, un proceso dialéctico
entre relaciones de poder y conflictos entre grupos y clases sociales, que derivan de las formas
dominantes de acumulación de capital, de la estructura y tendencias de la distribución del ingreso,
de la coyuntura histórica y la dependencia externa, así como de los valores e ideologías. Todo esto
se da en medio de otros condicionamientos estructurales (tecnología, recursos naturales,
población) que se presentan al análisis como un conjunto integrado el cual enmarca las
posibilidades históricas de un estilo” (Poder y estilos de desarrollo, una perspectiva heterodoxa,
Revista de la CEPAL 1976, número 1).
Es concebible sin embargo la existencia de situaciones extremas en que esa dialéctica del poder se
reduzca a un mínimo sea por una ampliación del consenso social o por una extrema concentración
del poder en los regímenes autoritarios.
Esto nos lleva a la vinculación de los conceptos de estilo y estrategia. Todo estilo de desarrollo
supone una estrategia de desarrollo económico, pero esta puede ser entendida como los
proyectos de determinados segmentos o grupos sociales en respuesta a sus intereses y objetivos
específicos, o como el efecto neto de sus pugnas y conflictos del juego de poder.
Ese efecto neto se expresa y se organiza políticamente a través del Estado. Luego, si despojamos al
concepto de estrategia de desarrollo económico de la idea de proyecto (dotado de una previa
compatibilización de objetivos y coordinación de instrumentos) aquella (es decir la estrategia)
puede ser concebida como las formas concretas a través de las cuales el Estado influye sobre el
“qué”, “cómo”, “para quien” y “donde” de la asignación de recursos.
Así concebido el concepto de estilo de desarrollo económico es más amplio e inclusivo que el de
estrategia de desarrollo económico.
El concepto de desarrollo económico, tal como aquí se concibe, enuncia una expansión recurrente
del poder productivo inherente a la estructura de un sistema económico en el largo plazo. Esa
expansión expresa algo más que un mero crecimiento del producto por habitante o del producto
por trabajador entendidos como un promedio abstracto. Básicamente alude a un proceso de
diversificación productiva creciente. En el núcleo de esa diversificación productiva se encuentra la
expansión de la industria manufacturera especialmente en el campo de los productos finales tanto
de inversión como de consumo.
67
Es cierto que a un nivel más profundo esas tendencias responden a la distribución y utilización del
capital, pero a su vez esta utilización del capital para maximizar la tasa de ganancia se orienta por
las señales del mercado a través de las tendencias de la demanda final, que se van introduciendo
en respuesta a cambios en la distribución y el nivel del ingreso por habitante.
Nos encontramos ante un proceso de causación circular y acumulativa que para modelo que
represente un sistema cerrado y sin gobierno podría resumirse así: las formas de utilización del
capital determinan las tendencias en la distribución del ingreso y en la composición de la demanda
final, que a su vez determina las nuevas formas de utilización del capital atendiendo a las
modificaciones en las tasas de ganancia de las diferentes actividades productivas.
En este contexto entendemos por capital a la magnitud de poder adquisitivo general que está a
disposición de los empresarios para adquirir fuerza de trabajo, medios de producción y progreso
técnico. Los bienes de capital (fijos y circulantes) constituyen así una entidad conceptualmente
distinta del capital en sentido estricto. Así entendido el capital, su utilización es la que determina
el nivel y la distribución del ingreso en el sistema económico.
Las tendencias en la distribución del ingreso constituyen el factor significativo para fines
diagnósticos y de proyección dentro de un sistema librado a su lógica interna. Sin embargo las
modalidades de utilización del capital, constituyen junto con el control del gasto público,
poderosos instrumentos en la reorientación de un estilo de desarrollo económico.
Tomando un sistema económico abierto podemos, con fines diagnósticos, partir observando los
componentes más típicos de la demanda final: i) el consumo privado, ii) la inversión privada, iii) las
exportaciones que pueden ser concebidas como productos “finales” para el país exportador”.
El gasto público plantea problemas especiales. El Estado podría ser concebido como un ente
consumidor (al menos en parte) que depende de una fracción del excedente social y se la apropia
en virtud de su poder de imposición.
Creemos sin embargo analíticamente más útil desde un ángulo estrictamente económico suponer
que es Estado es un ente productor de servicios (justicia, educación, seguridad, etc.) y que la
totalidad de su gasto constituye una utilización del “capital” público que no necesariamente busca
68
lucrar y persigue objetivos de naturaleza política. Las empresas públicas pueden funcionar en
cualquier rama productiva y asimilar en alto grado su comportamiento al de las empresas
privadas. No obstante ello, el lucro puede no ser la motivación central de su actividad económica.
Así concebida, la totalidad del gasto público constituye una utilización de “capital” (en nuestro
sentido), las comillas son un recordatorio de que esa utilización de capital no necesariamente
persigue lucrar. Ese capital se utiliza comprando mercancías diversas que pueden ser concebidas
como insumos intermedios para la producción de sus servicios y, además, pagando salarios a los
empleados públicos. Cuando esos salarios se gastan forman parte del consumo privado.
En los países capitalistas centrales los crecientes niveles medios de ingreso por habitante y, en
ciertos casos las tendencias relativamente más igualitarias de su distribución, determinan una
composición del consumo privado que se diversifica recurrentemente en el largo plazo. Esta
tendencia a la diversificación del consumo es una regularidad estadística que de manera parcial y
anticipatoria se expresa a través de la conocida Ley de Engel. En virtud de su mayor desarrollo
relativo esos países cuentan con una acentuada y creciente diversificación de su aparato
productivo que responde a los dictados del consumo privado. El poder productivo del sistema
económico se diversifica recurrentemente y en el curso de esa diversificación se adquieren nuevos
instrumentos de producción que se reflejan en el rubro inversiones de la demanda final. De este
modo la diversificación del consumo induce la diversificación productiva de las empresas
orientadas al consumidor final. La diversificación productiva de esas empresas genera demandas
de nuevas maquinarias y equipos diversos, los que a su vez inducen una diversificación productiva
de las empresas que los elaboran. Esa demanda final conjunta de bienes de consumo o inversión
dinamiza la totalidad del aparato productivo en cuanto a los insumos intermedios requeridos para
esa producción final.
Dentro de estos países capitalistas desarrollados las exportaciones (tercer gran rubro de la
demanda final) reflejan la diversificación productiva interna y presentan un alto componente de
manufacturas, sea que se trate de bienes de consumo final, equipos productivos o insumos
industriales. Por último el gasto gubernamental representa una importancia variable
estratégicamente decisiva para contrarrestar las fluctuaciones cíclicas de las economías
desarrolladas.
El primer caso correspondió a Inglaterra, centro originario del capitalismo internacional que
expandió su poder productivo industrial orientándolo en parte hacia la exportación. Sin embargo
otros países capitalistas que la sustituyeron en su papel de centro (como los Estados Unidos), no
sólo producen y exportan bienes industriales sino que también cuentan con un importante
provisión de producción primaria. En cualesquiera de los dos casos estos países centrales no
presentan sectores productivos internos especializados en exportar bienes que no se utilizan
internamente, sino que sus exportaciones constituyen una proyección o prolongación natural de
su producción y consumo internos. (Este escrito fue redactado a comienzos de los años ochenta
cuando recién se propagaban las tecnologías de la información y la comunicación [TIC] y aún no se
había producido la emergencia de los modelos asiáticos. Estos dos eventos históricos han
cambiado considerablemente las estructuras y mecanismos del capitalismo industrializado,
creando una nueva categoría o tipo de capitalismo al que podríamos denominar el capitalismo
emergente del Asia. Estos países denominados los “tigres asiáticos” durante los años noventa, y
posteriormente el caso extraordinario del surgimiento económico de China, han logrado un alto
grado de diversificación productiva fundada en la exportación de manufacturas especialmente
diseñadas y producidas a muy bajo precio para satisfacer la demanda de los países centrales. Del
capitalismo emergente del Asia hablaremos más adelante.)
Esto explica por qué dichas exportaciones se componen de productos primarios (cobre, estaño,
petróleo, café, cacao, cereales, carnes, etc.) con los cuales se pagan los productos manufacturados
que se importan (bienes de consumo final, maquinarias y equipos productivos, insumos
industriales industrializados). También en este caso la participación del gasto público en la
demanda final resulta de variable importancia atendiendo al tipo de economía exportadora
establecida y a las circunstancias históricas de su constitución. Se podría afirmar de acuerdo con
70
Puesto que aunque no se desarrollen estas economías crecen, sus habitantes pueden disponer de
un creciente ingreso per cápita. Inexorablemente este crecimiento va acompañado de una
diversificación en el consumo de bienes industrializados. Las actividades que proveen servicios
especializados (incluso los de carácter personal) también requieren equipos físicos e instrumentos
que son productos de la industria. Bajo condiciones internacionales de comercio libre las periferias
típicas sólo pueden lograr esa diversificación en el consumo de bienes industriales a través de sus
importaciones.
El crecimiento económico de las periferias puede implicar ramas industriales, pero serán aquellas
propias del complejo exportador, que procesan los productos básicos en los cuales el país cuenta
con alguna ventaja comparativa.
Conviene evitar un equívoco; es muy probable que los niveles de diversificación del consumo, de
educación, etc., crezcan en incluso tiendan a distribuirse más equitativamente. Este crecimiento es
desde luego socialmente deseable en comparación con un eventual no crecimiento. Lo único que
aquí se subraya es que estos países diversifican su consumo pero no su producción. Esto se
expresa en una falta de correspondencia entre las respectivas composiciones de su producción y
de su demanda interna.
Resumiendo lo dicho, el concepto de sistema expresa la lógica y la naturaleza de las fuerzas que
impulsan la reproducción de la estructura. Esta última a su vez constituye aquello que
efectivamente se reproduce, y alude a un conjunto de posiciones y relaciones sociales, junto con
un conjunto de relaciones y proporciones técnicas que afectan el proceso productivo.
Dada su posición en la división internacional del trabajo y atendiendo a su expresión típica más
pura, hemos dicho que las periferias crecen pero no se desarrollan en la medida que su expansión
económica está orientada al exterior y no presupone una diversificación recurrente de la industria
71
manufacturera orientada a la demanda final. Lo dicho es válido mientras no existan trabas a las
corrientes mundiales de comercio.
Sin embargo, como su propio nombre lo sugiere, los modelos al igual que los tipos ideales tienen
una existencia puramente intelectual y cumplen una función heurística.
La primera Guerra Mundial y la Gran Crisis de los años treinta introdujeron profundas e
irreversibles transformaciones en el cuadro descrito. Estas transformaciones posibilitaron un
proceso recurrente de diversificación productiva, orientada hacia los mercados internos de las
propias periferias cuyo núcleo central fue la expansión de la industria manufacturera.
Aquí llegamos nuevamente al tan manido concepto de estilo de desarrollo. Cabría sugerir que este
concepto sólo adquiere validez a partir del punto en que el proceso de industrialización adquiere
sostenida recurrencia en el largo plazo. Esta afirmación presupone un conjunto de posiciones
conceptuales asumidas previamente en este trabajo. En efecto, no cabría hablar de desarrollo sin
una diversificación productiva de largo plazo, y la expansión de la industria manufacturera es
inherente a este tipo de diversificación y constituye su núcleo más dinámico.
En suma el concepto estilo de desarrollo enuncia un campo temático que estudia las diferentes
fases y modalidades históricas inherentes al proceso de diversificación productiva de los sistemas
económicos periféricos. Este campo temático aborda fundamentalmente los problemas del qué, el
cómo, y el para quién de ese proceso, con todas las implicaciones sociales ecológicas
demográficas, etc., que de allí derivan.
Los rasgos generales del estilo periférico de desarrollo (o dicho de otro modo del estilo de
desarrollo propio del capitalismo periférico) serán reseñados brevemente en lo que sigue. Es
necesario partir recordando las interrupciones en los flujos de comercio mundial durante las dos
grandes guerras y la crisis del año 1930. Surge en esas coyunturas históricas un proteccionismo no
deliberado inicialmente, pero que luego se convierte en una estrategia de desarrollo económico
consistente en fomentar la expansión industrial en los países periféricos. Este proceso
ampliamente conocido y sobre el que no cabe abundar se ha denominado proceso de
industrialización sustitutiva de importaciones. Interesa repasar brevemente las implicaciones que
como estilo de desarrollo genera para las economías periféricas.
industrialización empieza por el final, sustituyéndose en primer lugar aquellos productos de más
fácil elaboración interna. El proceso avanza después hacia atrás penetrando en tramos productivos
de más difícil sustitución. Penetra finalmente en las industrias metalmecánicas, elaboradoras de
bienes duraderos, insumos industriales y equipos productivos. Esa es la fase en que se encuentran
actualmente los países periféricos de mayor desarrollo industrial relativo. (Recuérdese que estas
notas reflejan los modelos económicos correspondientes al período de postguerra (1950-1975), es
decir a la “era cepalina” en América Latina, y en los centros coinciden en el tiempo con la era
keynesiana). Las circunstancias históricas han cambiado, sin embargo no podría hablarse de que
esta forma de razonar está obsoleta. Por el contrario se trata de paradigmas históricos que todavía
hoy siguen siendo ciertos en muchos países latinoamericanos y africanos, tanto en lo que atañe a
la frustrada evolución de sus industrias manufactureras, como en la efectiva vigencia actual de su
condición de países exportadores de productos primarios).
Por otro lado existe una correspondencia entre los niveles de ingreso real alcanzados por un
sistema económico y las nuevas orientaciones (y refinamientos) en su diversificación productiva.
Las economías periféricas con un nivel medio de ingreso real inferior al de los países centrales y
una regresiva distribución de ese ingreso, deben comprimir aún más el consumo de los estratos
más bajos para permitir en cúpula distributiva, la formación de una caricatura de sociedad
opulenta (Anibal Pinto).
Tenemos aquí una orientación tecnológica que limita y deforma los estilos periféricos de
desarrollo en cuanto al qué, el cómo el para quién de la producción. Hay también una orientación
económica dada por la magnitud y la composición de la demanda final en los mercados periféricos
y por las tendencias regresivas en la distribución del ingreso de las economías periféricas. Otro
obstáculo innegable es la pequeñez de los mercados nacionales en algunas economías periféricas.
en la posición que éste ocupa en la división internacional del trabajo y en la naturaleza de las
relaciones que establece con otros sistemas económicos nacionales.
Para decirlo brevemente, el desarrollo industrial de los países centrales no sólo se fundó en sus
mercados nacionales sino también, y muy principalmente en la demanda internacional tanto de
otros países centrales como de la vasta periferia mundial. En cambio la industrialización periférica
no ha logrado aún modificar de manera radical la posición de las periferias latinoamericanas en el
concierto económico mundial.
Los principales componentes de sus exportaciones siguen siendo los productos básicos. Sus
manufacturas sólo de manera muy incipiente empiezan a trasponer las fronteras nacionales. El
proceso de integración latinoamericana ha experimentado muchas dificultades y deberá aún
superar grandes obstáculos antes de progresar en el largo plazo. Aún mucho más ardua se la
empresa de hacer penetrar las manufacturas periféricas en los mercados céntricos. Sirvan estas
breves reflexiones para explicar por qué, no obstante su innegable desarrollo industrial, las
economías latinoamericanas siguen ocupando una posición periférica en el contexto del desarrollo
capitalista mundial.
El Estudio lleva la impronta de Raúl Prebisch, quien no sólo lo inspiró y dirigió, sino
que además lo redactó en gran medida, confiriéndole su estilo inconfundible. Es una
síntesis magistral que anticipa los principales temas y problemas que la CEPAL y sus
pensadores afines desarrollaron durante los veinte años siguientes.
A fines de los años cuarenta, el progreso técnico era el gran ausente de la teoría
económica, y, en especial, tampoco lograba ocupar el centro de la teoría del desarrollo
económico. De un lado Marx y los economistas clásicos habían reivindicado la importancia
del tema en el siglo XIX, y Schumpeter había vuelto a rescatarlo en la primera mitad del
1
Publicado en Revista de la CEPAL, Número Extraordinario publicado en el cincuenta aniversario de la
Institución, octubre de 1998, páginas 175-186.
74
siglo XX. Sin embargo en la teoría académica predominante en el mundo desarrollado las
teorías neoclásicas y neokeynesianas del crecimiento eran esencialmente modelos
formalizados en que el progreso técnico aparecía como una variable más. En la gravitante
corriente marginalista del pensamiento económico académico el tema del progreso
técnico se debatía en el marco de las funciones neoclásicas de producción, las que
definían procesos tecnológicos específicos atendiendo a las dotaciones relativas de
factores productivos.
El rasgo original del Estudio fue tomar como punto de partida el progreso técnico y
combinar analíticamente las asimetrías sectoriales inherentes al procesos de desarrollo
con las posiciones centrales y periféricas en la economía mundial. Al aplicar las
asimetrías sectoriales del desarrollo al plano internacional, nace efectivamente la visión
centro-periferia como una contribución potente y original a la comprensión de los
problemas del subdesarrollo. Este planteamiento fundacional está contenido en el
capítulo I del Estudio.
El desarrollo de América Latina es definido por el Estudio como una etapa más en
el desarrollo orgánico de la economía mundial. El carácter sectorialmente asimétrico de
este proceso se traduce, entre otros rasgos, en la transferencia de empleo desde las
actividades primarias a las secundarias y terciarias, dicha tendencia es incompatible con
una especialización productiva internacional del tipo centro-periferia. En efecto, las
economías periféricas especializadas en actividades agrícolas y mineras carecen, por
definición de un adecuado desarrollo de sus actividades industriales y de servicios capaces
de absorber la población desocupada o subocupada proveniente de las actividades
primarias. Si la división internacional del trabajo predominante seguía reservando a los
centros la tarea de generar el progreso técnico y hacerse cargo del desarrollo industrial, se
75
Para examinar los cambios principales en las relaciones asimétricas entre centros y
periferias, conviene distinguir al menos cuatro escenarios históricos, caracterizados por
diferentes modalidades de distribución internacional del progreso técnico y de sus frutos,
y por diferentes reglas de juego en la dinámica de los mercados mundiales.
“Primero, una vez más se explora la manera en que los países de América Latina y
el Caribe habrán de insertarse en la economía internacional; la propuesta de los años
cincuenta a la relación asimétrica entre el centro y la periferia era la industrialización; la
propuesta de los años noventa a la globalización de la economía es la competitividad
internacional. Segundo el progreso técnico continúa ocupando un papel centralísimo en
las preocupaciones de la institución, hoy con un enfoque de carácter más sistémico que
antaño. La consigna no se limita a elevar la productividad en un sector sino a lo largo de
todo el sistema productivo. Tercero la preocupación por la equidad es otra constante
dado el carácter concentrador y excluyente del desarrollo latinoamericano. Se ha
transitado desde una óptica en que se tendía a ver el crecimiento y la justicia social
como dos ámbitos separados, hacia un enfoque integrado que pretende abordar la
transformación productiva y la equidad de manera simultánea. Allí aparecen con mucha
fuerza entre otros temas, la educación y el conocimiento como bases de la
transformación productiva con equidad. Cuarto, como ya se dijo, se continúa impulsando
la integración económica en el marco más amplio del compromiso de la institución con la
cooperación intraregional. Hoy sus planteamientos se acomodan a la tendencia de la
globalización, así como ayer éstos eran funcionales a la industrialización. Quinto, acaso
porque la CEPAL es una institución al servicio de los gobiernos, la preocupación por la
política pública y el rol del Estado constituye otra constante en la agenda temática, en aras
de buscar sinergismo en la interacción entre agentes públicos y privados”(Rosenthal,
1993/1994, el énfasis fue agregado en esta cita).
acrecentado en épocas recientes. Sin embargo en los años cincuenta, cuando estos temas
eran prácticamente ignorados en la temática del desarrollo y de las relaciones
internacionales, el Estudio resalta la importancia de la educación y el conocimiento. Así:
“Aumentar el capital por hombre es una condición esencial, pero no única, para el
aumento de la productividad. La capacidad de organizar, dirigir y administrar por una
parte, y la destreza técnica de los trabajadores, por otra, son factores que revisten
asimismo gran importancia”. Y unos párrafos más adelantes se insiste: “El problema de la
productividad se presenta pues bajo dos aspectos íntimamente relacionados. Por una
parte la inversión de ahorro en bienes de capital, y por otra, la inversión de ahorro en la
capacitación de hombres que sepan aprovechar eficazmente esos bienes en las distintas
fases del proceso productivo. Una de las cuestiones que exigen más atención, en el
desarrollo de los países latinoamericanos, es la de repartir juiciosamente en ambos
campos de inversión el escaso incremento de ahorros, para obtener el máximo
incremento de la productividad. (Estudio, 1951, página 75, énfasis agregado). En los años
noventa se habla de tecnologías “duras” y de tecnologías “suaves” pero la idea central es
la misma.
La visión centro - periferia es, ante todo, una interpretación macroeconómica del
proceso de desarrollo. Sus categorías de análisis se han construido (y los datos
correspondientes se han compilado) en el marco de los límites de los Estados nacionales.
A su vez, en el examen de centros y periferias, las escalas nacionales pueden ser
consideradas conjuntamente para diagnósticos de regiones conjuntas (América Latina por
ejemplo) o por el surgimiento de nuevas unidades políticas y económicas de escala
supranacional (la Unión Europea por ejemplo). La visión macroeconómica no depende,
entonces de los límites geográficos de los Estados nacionales, pero sí es un referente que
estima magnitudes agregadas, distribuciones y promedios sobre las condiciones globales
de empleo e ingreso de sociedades (supranacionales, nacionales, o subnacionales)
específicas. En suma las unidades de análisis básicas de la visión centro periferia son los
Estados (supranacionales, nacionales o subnacionales).
Esta digresión apunta a poner de relieve que los cambios y las revoluciones
tecnológicas se gestan en el seno de sociedades políticamente unificadas (en Estados), y
responden a los niveles educacionales de su población, a la excelencia de sus institutos
académicos y de investigación, y al poder productivo de sus economías para convertir las
innovaciones en productos y procesos que compiten en los mercados mundiales. Desde
este punto de vista los centros, fuente de la presente revolución tecnológica, siguen
siendo los mismos que hegemonizaron las relaciones políticas y económicas
internacionales durante este siglo: Estados Unidos, la Unión Europea (con “centro” en
Alemania), y el Japón. El escenario de las periferias se ha ido diferenciando internamente
con estratos “superiores” como las exitosas economías del Este de Asia, “intermedios”
como las emergentes economías latinoamericanas, e “inferiores” como las economías más
castigadas del Africa al sur del Sahara. Lo que interesa a la visión centro periferia es, en
última instancia el impacto del cambio tecnológico de los centros, sobre el empleo y la
equidad en las periferias.
Desde el punto de vista de las asimetrías sectoriales del desarrollo, (que fueron un
componente esencial de la visión centro - periferia de los años cincuenta), en el campo de
la producción de bienes la transferencia de la población desde las actividades primarias
85
El progreso técnico se transfiere desde los centros hacia las periferias a través de
dos mecanismos esenciales. De un lado, la exportación de equipos informáticos y
telemáticos en los que se corporiza el avance de las tecnologías de la información, y del
otro, las inversiones directas en actividades productoras de bienes y servicios en que la
instalación de subsidiarias de empresas trasnsnacionales implica el trasplante de procesos
tecnológicos con productividades frecuentemente comparables a las de los propios
centros.
En suma las tendencias actuales del cambio tecnológico están clausurando las
formas nítidas del comercio intersectorial en que se fundó el diagnóstico del Estudio y
desarrollando formas de comercio intraindustrial e intrafirma no sólo entre los centros
sino también respecto de las periferias. Paralelamente estas nuevas formas están
acrecentando las transacciones internacionales en el campo de los servicios, constitutivos
de la nueva arena en que se van a dirimir las relaciones centro - periferia del siglo XXI. Los
operadores privados principales de estas transacciones emergentes son las empresas
transnacionales. Sus criterios de asignación de recursos, derivan de estrategias orientadas
a acrecentar su competitividad las que están siendo decisivas en las actuales modalidades
de especialización productiva mundial.
Cabe preguntarse sobre la distribución de los frutos del cambio técnico entre
centros y periferias y dentro de ellos. Las tendencias observables registran un deterioro
de la posición distributiva de los trabajadores de escasa calificación en los países centrales
87
Pero si los frutos del progreso técnico ya no son apropiados cerradamente por las
sociedades centrales y se “filtran” hacia los circuitos transnacionalizados de las periferias,
entonces, al menos en esos circuitos transnacionalizados debería comenzar una tendencia
a revertir las crecientes desigualdades de ingresos medios entre centros y periferias. Esto
sin embargo no necesariamente será así, puesto que los salarios de los circuitos
globalizados de la periferia se fijan tomando como punto de referencia la superación de
los salarios medios locales, y no la igualación de los salarios medios de los centros.
El punto central que definirá la repartición del progreso técnico y de sus frutos
entre centros y periferias, será la capacidad de crecimiento de unos y otras y el poder
generador de empleo de ese crecimiento. En este aspecto los circuitos globalizados de la
inversión directa extranjera efectúan una contribución creciente pero muy insuficiente a
la acumulación de capital global de las periferias. El empleo directo e indirecto
(eslabonamientos tecnológicos hacia atrás y adelante) que se genera como consecuencia
de esa inversión parece ser todavía muy escaso. Sin embargo se requieren investigaciones
mejor documentadas y más abundantes de las que hoy existen para determinar la
capacidad generadora de empleo de las actividades productivas que se transnacionalizan
y su contribución potencial o efectiva al crecimiento de largo plazo.
Hasta aquí llega esta reflexión, sobre la visión centro periferia cincuenta años
después. No está claro si el nuevo escenario mundial está generando una nueva versión
de relaciones asimétricas en que los centros podrán consolidar su hegemonía y seguir
acrecentando las distancias económicas con las regiones periféricas. Lo que si resulta
evidente es que el cambio técnico generado en las sociedades centrales y la forma de su
propagación internacional sigue siendo un hilo conductor más estratégico que nunca para
entender el orden internacional emergente.
89
CENTRO Y PERIFERIA
(La visión, el sistema y las políticas)
II. SISTEMA
II. SISTEMA
(cont.)
2.Vía comercio. 2. Vía Comercio. 2. Vía Comercio:
2. Distribución Cesión de parte de Cesión de parte de Búsqueda de la
internacional de las los frutos del los frutos del competitividad
ganancias de progreso técnico. progreso técnico en internacional
productividad entre Deterioro términos la actividad (formas “espúreas”
centros y periferias de intercambio. primaria. Retención y “legítimas”).
Explicaciones por el de los frutos del Vía inversiones
lado de la oferta y progreso técnico en (captan menores
por el lado de la la industria vía costos laborales
demanda. protección.. periféricos).
III.ESTRUCTURA
Y POLITICAS EN
LA PERIFERIA
2.Distribución
interna de las
ganancias de
productividad 2. Fuerza de trabajo 2. Sector primario 2. Globalización del
redundante “subsidia” la progreso técnico y
presiona hacia abajo industria. transnacionalización
las remuneraciones Concentración en las ganancias
y mejora distributiva, internas de
rentabilidad sector consumismo, productividad.
3. Capacidad del primario. Diferentes insuficiencia Fortalecimiento
Estado para incidir tipos de situaciones. dinámica. sector financiero.
sobre las posiciones
periféricas. 3. Orden liberal, 3. Orden 3. Apertura,
apertura económica. proteccionista. privatización,
Industrialización desregulación.
sustitutiva de Menor radio de
importaciones. acción en políticas.
92
MERCANTILISMO
En la primera parte, desde una perspectiva histórica y estructural se pasó revista al desarrollo
económico de América Latina desde la Conquista y Colonización hasta nuestros días. El rasgo
definitorio del proceso de desarrollo de América Latina y de las condiciones actuales de lo
que suele denominarse el subdesarrollo latinoamericano, es su fuerte dependencia de la
economía internacional. Esta característica esencial es la que ha predominado en los
diagnósticos de la Escuela Latinoamericana del Desarrollo asociada a la así denominada
Visión Centro Periferia del orden económico internacional.
La visión centro periferia sirve para destacar que los impactos de estas ideas sobre los
intereses internacionales de América Latina y sobre la evolución de sus procesos sociales
internos, son obviamente diferentes a los que derivaron de la expansión de esas ideas en los
propios centros.
Los temas que se tratan a continuación son los que corresponden a los pensadores que
contribuyeron a elaborar lo que hoy se considera la ciencia económica contemporánea. El
marco histórico de las ideas de estos autores, es el que corresponde al surgimiento del
capitalismo como sistema económico específico a partir de la Revolución Industrial Británica
del Siglo XVIII.
93
Sin embargo todo el periodo colonial de América Latina, que se inicia aproximadamente al
comienzo del siglo XVI, corresponde a la formación de los Estados Nacionales europeos. Las
potencias ibéricas desarrollaban estrategias de poder económico que en la esfera
internacional se fundaron en las ideas mercantilistas y colonialistas. El mercantilismo era una
doctrina económica que, preocupada por la expansión de los mercados internos en proceso
de unificación tras la fundación de los Estados Nacionales requería de una abundante
provisión de metales preciosos que eran la expresión monetaria de la época. Esto explica,
desde luego el papel de las colonias de América Latina en la provisión de dichos metales
preciosos para la expansión del capitalismo mercantil. También explica el vínculo entre las
ideas del mercantilismo y la expansión del colonialismo en América Latina. Sólo se desea
consignar aquí, de la manera más breve, el impacto directo de las ideas económicas de los
centros coloniales sobre el desarrollo de América Latina. En el caso del mercantilismo ese
impacto fue decisivo como idea fuerza orientadora de la empresa colonial.
Adam Smith
Introducción
Adam Smith publicó su libro fundacional La Riqueza de las Naciones, en el año de la
independencia política de los Estados Unidos de América. A pesar de que la Revolución
Industrial no se había manifestado aún en sus expresiones más impresionantes (por
ejemplo los alcances de la máquina de vapor), Adam Smith captó, incluso mejor que sus
seguidores ingleses de la escuela clásica (Ricardo y Malthus) la fuerza del poder
productivo del trabajo humano y lo cristalizó en su famoso ejemplo de los alfileres. Dejo
así sentado, de manera indeleble el vínculo que existiría entre extensión del mercado (de
demanda), la división técnica del trabajo, y la expansión del poder productivo. Esta idea
central, la hizo extensiva al mercado internacional concebido por él como el ámbito donde
podían colocarse los excedentes de producción no absorbidos domésticamente a cambio
de bienes que no era posible o rentable producir en Gran Bretaña. Esta idea central ha
seguido siendo el fundamento del libre cambio en el comercio internacional. Tras haber
sido relativamente eclipsada por la teoría de las ventajas comparativas de Ricardo, a
mediados del siglo XX, la explicación del comercio internacional propulsado por las
economías de escala, encuentra su más sólida fundamentación en las ideas de Smith.
94
“Lo que trae inmediata y directamente es un poder grande de adquirir y de comprar, cierto
imperio, cierta prepotencia sobre todo trabajo ajeno y sobre todo el producto de este trabajo
que se halla a la sazón en estado de venta. Su riqueza, pues, será mayor o menor a
proporción de este poder o de la cantidad de trabajo ajeno, o de su producto, que es lo
mismo, que aquella riqueza le habilita para adquirir. El valor permutable, pues, de
cualquier cosa, siempre será igual exactamente a este poder de que reviste el mismo a su
dueño o propietario” (cursivas agregadas a la cita).
2
Adam Smith (1983), La Riqueza de las Naciones, obra citada, página 103.
95
Esta “teoría del valor-poder”, se suele confundir con una “teoría del valor-trabajo
cristalizado” en el sentido de las expuestas por Ricardo o Marx que se examinan más
adelante. En ellas el valor de una mercancía depende de la cantidad de trabajo que, directa o
indirectamente se ha volcado en ella.
Cuando en el precio de las mercancías se incluyen las remuneraciones a la propiedad y a la
gestión empresarial (rentas y ganancias), el precio de una mercancía no corresponde a la
cantidad de trabajo que ella contiene sino a la cantidad de trabajo contenido en otras
mercancías que ella puede comprar: “El valor real de todas las distintas partes componentes
del precio de las cosas viene, de esta suerte, a medirse por la cantidad del trabajo ajeno que
cada una de ellas puede adquirir, o para cuya adquisición habilita al dueño de la cosa. El
trabajo (Smith se refiere aquí al trabajo ajeno que se adquiere con la cosa vendida) no sólo
mide el valor de aquella parte de precio que se resuelve en él, sino de las que se resuelven
en ganancias del fondo y renta de la tierra”3.
En realidad, cuando se habla del poder adquisitivo de cualquier mercancía el concepto
puede quedar algo confuso. En efecto, si yo produzco alfileres mi poder para comprar
trabajo ajeno con los alquileres que vendo, se traducirá en mi riqueza como empresario
productor de alfileres, y mi capacidad para contratar trabajadores productivos que me
ayuden a aumentar mis ganancias y mi proceso de acumulación.
El tema se torna más claro si la mercancía aludida es el dinero. En este caso, el dinero
es el instrumento general de poder adquisitivo, capaz de comprar trabajo ajeno de cualquier
tipo y en cualquiera de sus formas. En este caso queda también mucho más claro que el
dinero es la objetivación y medida del poder adquisitivo cualquiera sea la forma en que
éste poder sea usado. Sin embargo aún admitiendo que la evolución del dinero rápidamente
llevó al estadio de la acuñación de moneda por parte del poder político, Adam Smith no
identifica la naturaleza del dinero con el poder legalizador de la moneda que emana
directamente del poder político (cartalismo o chartalismo), sino que en el fondo continúa,
igual que los otros clásicos y Marx) considerando el valor intrínseco del dinero mercancía.
Además, aunque de una manera menos notable pero, sin embargo explícita, su teoría de
los mercados es multidimensional (económica, cultural y política). Por ejemplo cuando
define los precios naturales (por oposición a los precios de mercado) como dependientes
3
Smith (1983), obra citada, Página 97.
96
Adam Smith vinculó el crecimiento de la capacidad productiva del trabajo a la división del
trabajo y al de instrumentos especializados por parte de los operarios (ejemplo de la
fábrica de alfileres). A su vez condicionó esos avances a la extensión del mercado, lo que
debe entenderse como la escala absoluta que puede alcanzar la demanda de un producto,
como los alfileres del ejemplo. Denominó demanda efectiva a aquella capaz de financiar
los salarios, las rentas, y los beneficios que deben pagarse para colocar en el mercado a
los productos finales, como sería nuevamente, el caso de los alfileres. En estos
argumentos está ya el meollo de la teoría del valor de Smith, entendida como las
cantidades de trabajo que es posible comprar con dicha demanda efectiva para movilizar
el trabajo productivo.
De otro lado, en la segunda parte de su obra maestra (libro IV), Smith usa de nuevo su
noción de demanda efectiva para explicar la extensión del mercado necesaria para lograr
que la división del trabajo y la especialización de los instrumentos productivos alcancen su
pleno desarrollo. Sin embargo esa demanda externa no puede por si misma generar el
poder productivo interno por un acto proteccionista del estado si no existen en el interior
del país los capitales y las capacidades tecnológicas requeridas. En su permanente crítica a
las estrategias mercantilistas orientadas a acumular dinero mercancía (oro, plata, cobre,
etc.) y al esfuerzo de estas doctrinas por mantener balanzas comercial superavitarias para
aumentar las reservas monetarias observa Smith:
“La importación del oro y la plata no es el principal ni mucho menos el único beneficio que
una nación deriva de su comercio exterior. Cualesquiera sean los sitios que entablan dicho
comercio, todos ellos obtienen del mismo dos tipos de ventajas. El comercio exterior
retira la parte excedente del producto de su tierra y su trabajo para la que no existe
demanda en el país, y trae de vuelta a cambio de ella, otra cosa para la que sí hay
demanda…”. “Así, la estrechez del mercado local no impide que la división del trabajo en
ninguna rama de las artes o las manufacturas alcance el grado más alto de perfección. Al
abrir un mercado más amplio para cualquier parte del producto de su trabajo que pueda
exceder el consumo del país, lo estimula a mejorar sus capacidades productivas y a
97
Estos elocuentes párrafos son muy ricos en referencias históricas y conceptuales. En este
punto sólo se pretenden enfatizar los argumentos con base en los cuales Adam Smith
explica las ventajas del comercio, de una manera totalmente congruente con sus
fundamentos teóricos generales. Una lectura completa del capítulo relacionado con la
parte I de los sistemas de economía política, es imprescindible para entender el punto de
98
vista de Europa respecto de las ventajas del comercio, de acuerdo con la interpretación de
Adam Smith.
David Ricardo
Introducción
De acuerdo con la teoría de los costos comparativos de Ricardo, a los países que se
abren al comercio les conviene exportar los bienes que su trabajo produce de manera
relativamente más eficiente, e importar los bienes que su trabajo produce de manera
relativamente más ineficiente. El comercio opera como un método indirecto de producción.
Un bien es importado porque esta "producción" indirecta, requiere menos trabajo que la
producción directa. Un país gana con el comercio incluso si tiene menor productividad que
sus socios comerciales en todas las industrias. En su versión original el único factor
productivo que Ricardo computa es el trabajo, en consecuencia, las ventajas comparativas
surgen de las diferencias internacionales en la productividad del trabajo.
Para Ricardo el valor de un bien está determinado por la cantidad de trabajo que
contiene, y la tasa de utilidad por el porcentaje de ese valor que remunera al propietario
del capital una vez descontado el valor del trabajo empleado. Puesto que el valor de los
bienes está determinado por su costo real en trabajo, para Ricardo las variaciones en las
cantidades demandadas y ofertadas no ejerce un efecto directo sobre la tasa de
utilidades. La noción de precios naturales para Ricardo es el fundamento de toda su
argumentación. Estos precios son los que corresponden a la situación de equilibrio
estable, por lo tanto si los precios de mercado se apartan de dichos precios naturales, el
mecanismo que hace retornarlos a sus valores “naturales” será el movimiento de los
capitales desde las actividades donde los precios de mercado han caído por debajo de sus
valores naturales, hacia las actividades donde los precios de mercado han subido por
encima de sus precios naturales. Este movimiento, orientado a la igualación de las tasas
de ganancia en todos los sectores, continuará hasta el punto en que las tasas de utilidades
se igualen en cada uso.
99
Esta situación en que las tasas de ganancia de todos los sectores se igualan es el
mecanismo que determina, según Ricardo, la estabilidad de los precios naturales. Estos
precios naturales corresponden a los valores es decir al costo en trabajo, incorporado a
cada mercancía que determina su valor de cambio. Adicionalmente a la postulación de
este mecanismo regulador, Ricardo está supremamente interesado en asegurar la máxima
tasa de utilidades posible para la clase industrial naciente, y su argumento es directo y
contundente: el único factor del cual depende la tasa de utilidades del capital invertido es
el valor de la fuerza de trabajo. Este valor depende del valor de los medios de vida de que
están compuestos sus salarios de subsistencia. A su vez esos medios de vida son
productos primarios agrícolas (maíz o trigo), cuyo valor depende de la fertilidad diferencial
de la tierra. Como las tierras poseen diferente fertilidad, el valor de los cereales se fija por
la cantidad de trabajo requerida para producirlos en la tierra de menor fertilidad. Es decir
por “la cantidad de mano de obra necesaria para producirlos con aquella porción de
capital que no paga renta”. Esa tierra que podríamos denominar “marginal” fija el costo
de todo el cereal producido, y genera una renta diferencial a favor de los propietarios de
las tierras más fértiles que producen los cereales con una cantidad menor de trabajo.
Toda la explicación anterior es necesaria para entender por qué, Ricardo hace depender la
tasa de utilidades de los capitalistas industriales ingleses de la instalación del libre
comercio, de manera que Inglaterra pueda adquirir los cereales a un valor más bajo
importándolos de otros países. Es con base en esta argumentación relativamente
compleja como Ricardo unifica las piezas de su teoría económica y las hace converger a la
necesidad de abrir el comercio de Inglaterra, con base en su teoría de los costos
comparativos.
“Después de haber demostrado que las utilidades del capital, en sus diferentes usos, están
proporcionadas unas a otras, y que tienen una cierta tendencia a variar todas en la misma
dirección, nos queda por considerar cuál es la causa de las variaciones permanentes en la
tasa de utilidades y las consecuentes alteraciones permanentes en la tasa de interés”.
100
“Hemos visto ya que el precio de los cereales se determina por la cantidad de mano de
obra necesaria para producirlos, con aquella porción del capital que no paga renta (es
decir las tierras de menor fertilidad-ADF). Hemos visto también que el precio de todos los
bienes manufacturados aumenta o disminuye en relación directa con la cantidad de mano
de obra necesaria para su elaboración. Ni el agricultor que cultiva aquella cantidad de
tierra que regula los precios, ni el empresario que manufactura los bienes sacrifican parte
alguna del producto por la renta. El valor total de sus bienes se divide solamente en dos
porciones: la una constituye el beneficio; la otra, la retribución de la mano de obra”.
“Si suponemos que tanto los cereales como los bienes manufacturados se venden siempre
a un precio uniforme, las utilidades serían altas o bajas proporcionalmente a que los
salarios sean altos o bajos. Pero supongamos que el precio del cereal aumenta, por
necesitar mayor cantidad de mano de obra para su producción; esta causa no hará subir el
precio de los bienes manufacturados en cuya producción no se requiera una cantidad
adicional de mano de obra. Entonces si los salarios continuasen iguales, las utilidades de
los fabricantes permanecerían iguales; pero si, como con toda seguridad acontece, los
salarios aumentasen a causa del alza de precio de los cereales, en ese caso, sus utilidades
necesariamente tendrían que disminuir”.
“Es tan importante para la felicidad de la humanidad entera aumentar nuestros disfrutes
por medio de una mejor distribución del trabajo, produciendo cada país aquellos artículos
que, debido a su clima, su situación y demás ventajas naturales o artificiales, le son
propios, o intercambiándolos por los producidos en otros países, como aumentarlos
mediante un alza en la tasa de utilidades” (Ricardo 1999, 101).
Así pues, el comercio exterior, aun cuando altamente beneficioso para un país, pues
aumenta la cantidad y variedad de los objetos en que puede gastarse el ingreso, y
proporciona, por la abundancia y baratura de los bienes, incentivos para ahorrar, no
muestra ninguna tendencia a aumentar las utilidades del capital, a menos que los
productos importados sean de la clase en que se gastan los salarios del trabajo.” (Ricardo
1999, 101).
De manera más específica Ricardo introduce aquí la lógica de su famosa teoría de los
costos comparativos. Para entenderla es necesario advertir que el mecanismo utilizado
por Ricardo para reequilibrar los precios naturales no funciona en el ámbito internacional.
En efecto al interior de cada país, cuando los precios de mercado difieren de los precios
102
naturales, el mecanismo corrector equilibrante deriva de que los sectores donde los
precios han subido por encima de los precios naturales, generan tasas de ganancia
superiores a aquellos en donde siguen operando los precios naturales preexistentes, por
lo que el desplazamiento de los capitales hacia los sectores más rentables hará retornar
los precios de dicho sector a sus niveles naturales que son, precisamente, los que
corresponden al contenido en trabajo de las mercancías. Pero Ricardo hace notar que este
mecanismo, consistente en la movilidad intersectorial de los capitales, no opera a escala
internacional, donde Ricardo presume que no existe una movilidad internacional de los
capitales y del trabajo:
“En términos generales, las utilidades de un mismo país siempre están en un determinado
nivel; o difieren solamente cuando la inversión de capital es más o menos segura y
apetecible. No sucede esto entre países distintos. Si los beneficios derivados del capital
invertido en Yorkshire excediesen de los que se obtienen del capital empleado en Londres,
el capital de Londres se trasladaría rápidamente a Yorkshire y se realizaría una igualación
de utilidades; en cambio, si a consecuencia de una tasa reducida de producción en
Inglaterra, debido al aumento de capital y de la población, se registrase un aumento en los
salarios y se redujesen las utilidades, no sería de esperar que el capital y la población
inglesa emigrasen a Holanda, España, o Rusia, donde las utilidades podrían ser mayores.”
“Si Portugal no tuviera relaciones comerciales con otros países, en lugar de emplear una
gran parte de su capital y de su industria en la producción de vinos, con los cuales
adquiere de otros países la ropa la ferretería que consume, se vería obligado a dedicar una
103
parte de ese capital a la fabricación de dichos bienes, los cuales obtendría probablemente
en menor cantidad y de inferior calidad”.
“La cantidad de vino que tendría que pagar a cambio del paño obtenido en Inglaterra no
se determina por las cantidades respectivas de trabajo necesarias para la producción de
cada uno de ellos, si ambos bienes se fabricaran en Inglaterra o en Portugal”.
“Inglaterra daría de este modo el producto del trabajo de 100 hombres, a cambio del
trabajo de 80. Un intercambio de esta naturaleza no podría llevarse a cabo entre
individuos de un mismo país. El trabajo de cien ingleses no puede cambiarse por el trabajo
de 80 ingleses, pero el producto del trabajo de 100 ingleses puede ser cambiado por el
producto de la labor de 80 portugueses, 60 rusos, ó 120 indios orientales. La diferencia a
este respecto se explica fácilmente si se considera la dificultad con que el capital se mueve
de un país a otro, cuando se buscan inversiones más productivas, y la actividad con la que
invariablemente pasa de una provincia a otra en un mismo país” (Ricardo 1999, 102-103).
104
Conviene aquí introducir aquí una digresión, apropiada para la comprensión del
significado que hoy podemos otorgar a la noción de economía política global. Un rasgo
definitorio de la noción de globalización entendida en sentido restringido, es el de la
creciente movilidad internacional del capital, a través de la acción de las corporaciones
transnacionales. Estas nuevas circunstancias modifican el significado de las teorías de los
costos comparativos. El mismo Ricardo anticipó esa distinción:
“Representaría indudablemente una ventaja para los capitalistas ingleses y para los
consumidores de ambos países (Inglaterra y Portugal-A.D.F.) que, en tales circunstancias,
tanto el vino como el paño fuesen fabricados en Portugal, y que por lo tanto, así el capital
como el trabajo que Inglaterra emplea en la producción de paños, se trasladara a Portugal
para este propósito. En tal caso, el valor relativo de estos artículos sería controlado por el
mismo principio, como si uno fuese producido en Londres y otro en Yorkshire; en
cualquier otro caso, si el capital afluyera libremente hacia los países donde pueda ser
empleado más lucrativamente, no podría existir diferencia alguna en la tasa de utilidades
ni tampoco en los precios reales o precios en trabajo de los bienes, salvo en la cantidad
adicional de trabajo requerida para llevarlos a los diferentes mercados donde habrán de
venderse”.
Conviene hacer notar que para Ricardo, el tema del valor se agota con los costos en
trabajo requeridos para producir una mercancía, y su teoría no toma en cuenta para nada
el tema de la demanda efectiva, y de sus eventuales fluctuaciones. Al considerar el dinero
como una mercancía sujeta igual que cualquier otra mercancía a la teoría del costo en
trabajo, y, al partir en sus argumentaciones siempre de posiciones de equilibrio general
estable (precios naturales para los que se igualan las tasas de ganancias de los capitales en
105
diferentes sectores), Ricardo desestima el papel de la demanda como un factor que opera
solamente mediante momentos de perturbación del equilibrio general. Es este equilibrio
general, inherente a las vigencia de los precios naturales, el que Ricardo toma en
consideración para sus formulaciones teóricas.
Friedrich List fue un economista alemán, el más importante junto con Karl Marx en la
Alemania del siglo XIX. Fue probablemente el primero que planteó una estrategia
completa de desarrollo nacional tras el cambio producido en los procesos productivos
de Occidente por la Revolución Industrial Británica. Su epistemología no fue abstracta
o deductiva sino apoyada en un estudio de la historia. Fue el gran promotor de la
integración de los 39 Estados alemanes en un solo gran país a través de la formación
de una unión aduanera, Idea inspiradora de la construcción de un gran Estado alemán,
la que fue llevada a la práctica durante el gobierno de Bismarck (1815-1898). Sufrió el
exilio por sus ideas políticas que atacaban los intereses particulares de muchas
ciudades Estado en que se fragmentaba lo que sería el futuro Estado Alemán. Se
trasladó a Estados Unidos de América ya constituidos como nación unificada e
independiente, en donde recibió la influencia de pensadores estadounidenses, en
particular Hamilton y Carey. Estos pensadores y políticos estadounidenses fueron
fundadores a su vez de lo que se denominó Escuela Americana, que compartían las
mismas inquietudes orientadas a consolidar la independencia de las colonias
americanas que se había logrado en 1776, con la fundación de los Estados Unidos.
Nació en agosto de 1789 (año de la Revolución Francesa) en una ciudad Estado con
alto grado de autonomía, regida por una constitución republicana, por lo que él
enfatizaba su condición de “republicano por nacimiento”. Trabajó en la Administración
Pública local y por su experiencia práctica fue profesor de administración pública en
1818, cátedra orientada a la formación adecuada de funcionarios al servicio del sector
público.
Mientras duró el, así denominado, Sistema Continental Napoleónico que desde los
primeros años del siglo XIX dominó Europa occidental y bloqueó a Gran Bretaña (su
gran enemigo) en sus esfuerzos por comerciar con Europa. Los Estados alemanes
tuvieron la oportunidad de desarrollar su industria. Ante la escasez de manufacturas
inglesas comenzó a desarrollarse, en algunas ciudades Estado de Alemania (aún
fragmentada) una industrialización, que, en el lenguaje contemporáneo
latinoamericano podríamos calificar como de sustitución de importaciones. Hasta que,
con la derrota de Napoleón (1814), la “invasión” de manufacturas británicas hacia los
pequeños Estados Alemanes destruyó rápidamente los avances industriales que
habían estado teniendo lugar. Esta experiencia histórica consolidó sus ideas
industrialistas y proteccionistas, profundamente contrarias a las prédicas de Adam
Smith, David Ricardo y Juan Bautista Say en favor de la vigencia de los mercados libres
y desregulados.
Si recordamos lo dicho sobre Adam Smith, éste reconoce al trabajo humano como
fuente de los productos que se venderán como mercancías. También distingue con
bastante precisión la noción de productividad del trabajo, cuyo incremento se logra
mediante la división técnica del trabajo en el interior de los talleres tal como lo explica
en su ejemplo de los alfileres. List reconoce esas penetrantes contribuciones de Adam
Smith incluyendo el concepto de cooperación, es decir el proceso de volver a reunir las
piezas partes y componentes que son fruto de la división del trabajo en un producto
terminado.
Sin embargo List tiene una visión mucho más amplia y profunda de las razones del
incremento de la productividad laboral. List rescata una noción de trabajo social que
va mucho más lejos que la relacionada con la mera cooperación en un taller de
alfileres.
“Evidentemente la esencia de la ley natural, a base de la cual la Escuela [así llama List a
la corriente liderada por Adam Smith] explica fenómenos tan importantes en la
economía social, no es una división del trabajo, sino una división de diversas
operaciones económicas entre distintos individuos, pero, a la vez también, una
confederación o agrupación de diferentes actividades, ideas y energías para realizar
una producción común. El fundamento de la productividad de estas operaciones no
radica meramente en el hecho de la división, sino sustancialmente en el hecho de la
agrupación. Adam Smith da cuenta de ello cuando dice: “los artículos necesarios para
los elementos más modestos de la sociedad son un producto del trabajo conjunto
(joint labour) y de la cooperación de un cierto número de individuos”. Es lástima que
Adam Smith no haya desarrollado esta idea del trabajo social tan claramente
expresada”
“El obrero que hace las cabezas de los alfileres [sigue diciendo List], debe tener en
cuenta el trabajo del que afina las puntas, para no correr peligro de fabricar
inútilmente una cantidad mayor. Las prestaciones del trabajo de todos deben guardar
entre sí una justa proporción; los obreros han de convivir en lo posible, garantizándose
la cooperación entre ellos”.
Refiriéndose a la teoría del valor de Adam Smith, List observa: “Si hubiera desarrollado
la idea de fuerza productiva sin dejarse llevar por la idea valor, de valor en cambio,
hubiese llegado al convencimiento de que, junto a una teoría de los valores, debe
existir una teoría de las fuerzas productivas, si se quiere explicar los fenómenos
económicos” (221).
108
List tiene una visión muchísimo más amplia de lo que debe considerarse trabajo social.
Esa visión no se agota en absoluta con el ejemplo de los operarios que fabrican
alfileres:
“Si se señala simplemente el trabajo corporal como causa de la riqueza, ¿por qué
razón las naciones nuevas son incomparablemente más ricas, pobladas, potentes y
felices que las naciones de la Antigüedad? En los pueblos antiguos, en proporción a la
población entera había ocupados más brazos, el trabajo era mucho más duro, cada
individuo poseía muchas más tierras, y, sin embargo, las masas estaban alimentadas y
vestidas mucho peor que en tiempos recientes. Para explicar este fenómeno hemos
de referirnos a todos los progresos realizados en el transcurso del pasado milenio en
las ciencias y en las artes, en las instituciones domésticas y públicas en la cultura
intelectual y en la aptitud para la producción. El estado actual de las naciones es el
resultado de la acumulación de todos los descubrimientos, invenciones,
perfeccionamientos, mejoras y esfuerzos de las generaciones pasadas, forman el
capital espiritual de la humanidad viviente, y cada nación, en particular, sólo es
productiva en la proporción en que ha asumido en sí estas conquistas de anteriores
generaciones, y ha sabido incrementarlas por su propio esfuerzo, y en la medida en
que las energías naturales de su territorio, la extensión y posición geográfica del
mismo y su número de habitantes y poder político, le capacitan para desarrollar, con la
mayor perfección y armonía posible todos los ramos de la alimentación dentro de sus
fronteras, y de ejercer su influencia moral, intelectual, industrial, comercial y política
sobre naciones menos adelantadas, y, en definitiva sobre la situación del mundo”
(223-224).
“En la teoría de los valores [aquí List habla de la teoría de los valores de Adam Smith],
sólo pueden tomarse en consideración estos productores de energía productiva en
109
cuanto son remunerados por sus servicios con valores en cambio, y el modo como sus
prestaciones son consideradas, puede tener en muchos casos, importancia práctica,
como, por ejemplo, en la teoría de los impuestos públicos, en cuanto dichos impuestos
han de abonarse con valores de cambio. Ahora bien cuando se trata de las
circunstancias internacionales o colectivas de la nación, esa teoría es insuficiente y
conduce a una serie de opiniones limitadas y falsas” (226-227).
La perspectiva nacional o, mejor aún nacionalista queda muy bien caracterizada por
List en los siguientes párrafos:
“Cuando la Escuela [de Adam Smith] señala la división de operaciones como esencial
de esa ley natural, incurre en el defecto de aplicarla solamente a la fábrica aislada o a
la simple explotación agrícola; no advierte que la misma ley extiende su eficacia al
conjunto de la energía manufacturera y agrícola, a la totalidad de la economía de la
nación”.
“El estado social entero de una nación debe juzgarse según el principio de la división
de operaciones técnicas y de la cooperación de las fuerzas productivas. Lo que para la
110
Esta relación de equilibrio o armonía de las energías productivas de que nos habla List,
puede expresarse, quizá, de manera cuantificada a través de una matriz de insumo
producto como las que se empezaron a utilizar, tras la expansión de la macroeconomía
Keynesiana, y los trabajos de Leontief, Chenery, Clark, Passineti, y otros economistas.
Es claro que las ideas de List incluyen lo que él, igual que otros historicistas (como Max
Weber o Sombart denominaban el espíritu del capitalismo).
Lo que interesa a List no es la cantidad de trabajo requerida hoy para producir una
mercancía (aspecto cubierto por las teorías clásicas del valor trabajo) sino el poder
(fuerza o energía) productiva requerida para lograr la expansión futura de dicho poder
productivo. Esta visión compromete o requiere de la cooperación de todos los actores
y sectores de la sociedad y no se agota en la cantidad de trabajo ya invertida para
generar el producto social (suma de los valores de cambio expresada en unidades de
trabajo).
“En el aspecto económico las naciones tienen que recorrer los siguientes estadios de
evolución: estado de salvajismo, etapa pastoril, etapa agrícola, etapa agrícola-
manufacturera, etapa agrícola-manufacturera-comercial”
“La historia industrial de las naciones revela –en ningún caso de modo tan evidente
como en el de Inglaterra- que la transición del estado rudimentario a la ganadería, de
ésta a la agricultura, y de la agricultura a los primeros comienzos en la manufactura y
en la navegación, se efectúa del modo más rápido y ventajoso mediante el comercio
libre con otras ciudades y países más adelantados; que, en cambio, sólo mediante la
intervención del poder público puede llegarse a poseer una fuerza manufacturera
completa, una flota importante y un comercio exterior ampliamente desarrollado”
(253-254). El énfasis fue añadido en esta cita.
En suma este y otros párrafos son una muestra de la importancia que List confiere a la
unificación política de una nación, es decir a la idea de la Nación-Estado. Hay un matiz
diferenciador entre esta noción y la de Estado-Nación. La nación es en List una noción
riquísima, multidimensional que incluye las energías productivas y espirituales de una
sociedad. El Estado es la expresión política de esa unidad nacional.
“En todas partes nos muestra la historia una fuerte y recíproca influencia entre las
energías y situaciones de la sociedad y de los individuos. En las ciudades italianas y
hanseáticas, en Holanda e Inglaterra, en Francia y América, vemos aumentar las
energías productivas, y, como consecuencia, la riqueza de los individuos, en
proporción a la libertad y al perfeccionamiento de las instituciones políticas y sociales;
vemos también cómo éstas encuentran el estímulo de su ulterior perfeccionamiento
en el desarrollo de las riquezas naturales y de las energías productivas de los
individuos. El verdadero auge de la industria y del poderío inglés data de la época del
112
Y finalmente volviendo al tema de las etapas o fases del desarrollo económico de las
Naciones- Estado, concluye List sus capítulos de análisis histórico diciendo:
“La historia nos revela, finalmente, cómo las naciones dotadas con todos los recursos
naturales exigidos para llevar su riqueza y poderío al grado más alto, sin entrar en
contradicción con sus esfuerzos, pueden y deben alterar sus sistemas, a medida que
van progresando, elevándose mediante el comercio libre con naciones más
adelantadas hasta salir fuera de la barbarie y perfeccionar su agricultura, estimulando
mediante sus limitaciones el auge de sus manufacturas, de sus pesquerías, de su
navegación y de su comercio exterior y después de haber alcanzado el más alto nivel
de riqueza y de poderío, pueden efectuar un paulatino retorno al principio del libre
cambio y de la libre competencia, tanto en el mercado propio como en el extranjero,
protegiendo a sus agricultores, industriales y comerciantes contra la indolencia, y
estimulándoles a defender el predominio adquirido. Vemos como España, Portugal y
Nápoles se encuentran en el primer estadio; en el segundo Alemania y Norteamérica;
Francia parece cercana a los límites de la última etapa, que en la actualidad sólo ha
sido alcanzada plenamente por Inglaterra”.
List distingue entre tres disciplinas, por un lado la economía privada referida a los
empresarios e inversionistas individuales de un país, por otro lado la economía
cosmopolita que sería la interacción entre los empresarios a escala mundial. Pero
113
“Lo que es prudente en la economía privada –dice Adam Smith- difícilmente puede
llegar a constituir una insensatez en la economía de las grandes naciones. Cuando
persigue su propio interés cada individuo fomenta también de modo necesario los
intereses de la sociedad. Evidentemente, como cada individuo conoce del modo más
perfecto las circunstancias locales y su negocio, le dedica la máxima atención, y está
en mejores condiciones que el estadista y el legislador para juzgar cuál es la mejor
aplicación que puede darse a sus capitales. Quien se atreva a dar normas al pueblo
para explicarle cómo debe invertir sus capitales, no solamente se toma un trabajo
vano, sino que se atribuye una autoridad que sólo al individuo corresponde, y que por
ningún concepto puede confiarse a aquellas personas que a juicio propio se
consideran aptas para realizar tan difícil misión”.
“De ello deduce Adam Smith lo siguiente (sigue diciendo List interpretando
críticamente las ideas de Smith): Las limitaciones mercantiles hechas con el propósito
de estimular la industria nacional son pura locura; cada nación, como cada individuo,
debe comprar donde las mercancías se le ofrecen más baratas; para alcanzar el
máximo grado de bienestar nacional basta seguir el principio del laissez faire laissez
passer. Smith y Say comparan una nación que quiere aumentar su industria mediante
aranceles proteccionistas a un sastre que pretendiera confeccionar sus propios
zapatos, y a un zapatero que para aumentar su bienestar impusiera un tributo a
cuantos traspasaran el umbral de su casa” (páginas 242-243).
List ataca firmemente esas ideas de Smith y de Say que según él provienen de
confundir los principios de la economía privada donde los actores son los empresarios
individuales, con los principios de la economía política donde los actores son las
naciones. Por lo tanto para List la economía privada es muy distinta en sus principios a
la economía política. Y el comercio interindividual de los mercados interiores es muy
distinto del comercio entre las naciones o comercio internacional. Por lo tanto el
comercio internacional es por definición el campo de la economía política y no el
campo de las economías y mercados interindividuales.
Al respecto la respuesta de List a los miembros de “la escuela” (Adam Smith y Juan
Bautista Say) es categórica y contundente:
“No. En la economía nacional puede ser juicioso lo que sería necio en la economía
privada, y a la inversa, por la sencilla razón de que un sastre no es una nación, y una
114
“Aunque es el individuo quien mejor conoce y percibe su propio interés, cuando posee
libertad de acción no siempre propulsa los intereses de la sociedad. Preguntemos a los
jueces y sabremos cómo a veces envían ciertos individuos a la cárcel por un exceso de
capacidad inventiva, por una excesiva actividad “industrial”. Ladrones, rateros,
contrabandistas y falsarios conocen perfectamente las condiciones locales y
personales, y aplican la más estrecha atención a su negocio; pero de ello no se deduce
en modo alguno que donde mejor esté la sociedad sea allí donde individuos de esa
ralea encuentran menos trabas para el ejercicio de su “industria” privada” (página
244).
“La afirmación de la escuela [de Adam Smith] según la cual el sistema proteccionistas
fomenta intervenciones antijurídicas y antieconómicas del poder del Estado en el
incremento de capital y en la industria de los particulares aparece a una luz menos
ventajosa si consideramos que las regulaciones mercantiles extranjeras son las
causantes de semejantes intervenciones en nuestra industria privada, y que sólo
mediante el sistema proteccionistas podremos evitar los efectos nocivos de la política
mercantil extranjera. Cuando los ingleses cierran sus mercados a nuestros granos
¿Qué otra cosa hacen sino prohibir a nuestros agricultores cultivar cereales que
hubiesen podido exportar a Inglaterra en régimen de libre importación? Cuándo
gravan nuestras lanas, nuestros vinos, nuestra madera para la construcción, con
aranceles tan altos que cesa en su totalidad o en gran parte nuestra exportación al
extranjero ¿Qué otra cosa sucede con ello sino que el poder político inglés ha limitado
relativamente la mencionada rama de producción? En estos casos mediante la
legislación extranjera se da a nuestros capitales y a nuestras energías personales una
orientación que difícilmente hubieran adoptado sin tales medidas. De aquí resulta que
si quisiéramos renunciar a dar, mediante nuestra legislación propia, a nuestra industria
nacional, una dirección adecuada a las conveniencias de nuestra nación, no podríamos
impedir que las naciones extranjeras regularan nuestra industria nacional de una
forma adecuada a su propia ventaja efectiva o presunta, y que en todo caso influyera
perjudicialmente sobre el desarrollo de nuestras energías productivas.”
115
En resumen List rechaza la confusión de “la escuela” entre economía privada (que
regula las relaciones económicas entre los individuos) y economía política (que regula
las relaciones económicas entre las Naciones-Estado.) Rechaza la idea de que lo que es
bueno para los empresarios privados sea necesariamente bueno para las naciones.
Rechaza por lo tanto el principio de laissez faire, laissez passer, aplicado al comercio
internacional. Sobre estas bases y siguiendo similares postulados a los adoptados por
la “escuela americana” (Hamilton y Carey) propulsa de manera categórica la noción del
proteccionismo de la “industria naciente” como forma de lograr el desarrollo
autónomo de las naciones. En ese sentido toma como ejemplo las estrategias que
efectivamente adoptó la Escuela Americana promotora del desarrollo industrial
autónomo que convirtió a Estados Unidos muchos años después en la potencia
hegemónica del mundo occidental. También Alemania a través del desarrollo
autónomo de su industria, nacionalmente protegido en el campo del comercio
internacional, logró su potencial industrial que hasta hoy, la convierte en la potencia
económica más importante de Europa Occidental.
116
El MARXISMO
Carlos Marx
Introducción
Marx publicó su primer tomo de El Capital casi cincuenta años después de los
Principios de Ricardo. Su visión ideológica del proceso capitalista fue profundamente al
liberalismo extremo de Ricardo. Influido por las ideas de los socialistas utópicos y por la
dialéctica hegeliana, su teoría económica fue puesta al servicio de una filosofía de la
historia cuya dinámica estaba basada en la lucha de clases. En 1870 fecha aproximada de
El Capital, ya resultaba clara la explotación inicua a que estaba sometida la clase obrera en
Inglaterra, las interminables jornadas de trabajo que no respetaban a niños ni mujeres, y
las condiciones de subsistencia muchas veces infrahumanas derivadas del bajo poder
adquisitivo del salario. A diferencia de otras corrientes socialistas y sindicalistas que
intentaron mejorar la condición de la clase obrera a través de un mejoramiento de la
legislación laboral y social, Marx planteó de manera radical su mensaje revolucionario,
orientado a terminar con el orden capitalista y con el poder de la burguesía industrial que
Ricardo había planteado.
Lo interesante y paradójico es que Marx así como afirmó haber puesto “cabeza
arriba” la dialéctica idealista hegeliana mediante su visión materialista histórica, también
puso “cabeza abajo” la teoría Ricardiana del Valor y de las utilidades. La teoría del valor de
Ricardo le sirve a Marx admirablemente para fundamentar en la esfera económica su
teoría de la explotación y de la lucha de clases. En efecto la teoría del valor ricardiana
exponía que existía una relación inversa entre la proporción de los salarios y de las
utilidades en los precios naturales de los productos. Sin embargo el lente ideológico de
Ricardo utilizó esta teoría del valor para defender la posición de la burguesía industrial
frente a la clase terrateniente inglesa por un lado y frente a la clase obrera por el otro.
Por oposición, el lente ideológico de Marx utilizó esta teoría del valor,
convenientemente profundizada y enriquecida, para plantear su teoría de la explotación
asociada a sus nociones de plusvalía absoluta y relativa. Marx, no aceptará posiciones
reformistas o gradualistas, su mensaje será claro: luchar por la desaparición del
117
“El capital C se descompone en dos partes: una suma de dinero, c, invertida en medios de
producción, y otra suma de dinero, v, invertida en fuerza de trabajo; c representa la parte
de valor convertida en capital constante, v la que se convierte en capital variable. Al
comenzar el proceso, C es, por tanto, = c + v, por ejemplo el capital de 500 libras esterlinas
desembolsado = 410 libras esterlinas (c) + 90 libras esterlinas (v). Al terminar el proceso
de producción, brota una mercancía cuyo valor es = (c + v) + p representando por p la
plusvalía: así, por ejemplo, 410 libras esterlinas (c) + 90 libras esterlinas (v) + 90 libras
esterlinas (p). El capital primitivo C se ha convertido en C´, de 500 libras esterlinas en 590.
La diferencia entre ambas cantidades es = p, representa una plusvalía de 90. Como el valor
de los elementos de producción es igual al valor del capital desembolsado, resulta en
realidad una redundancia decir que el remanente del valor del producto sobre el valor de
sus elementos de producción equivale a la valorización del capital desembolsado, o sea, a
la plusvalía obtenida.”. (Marx 1968, Tomo I, Capítulo VII, página 160).
Según Marx la participación del capital de los países desarrollados, especialmente cuando
se relacionan con los países de menor desarrollo o con las colonias es un factor
contrarrestante de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. No hay manera de
entender su argumento sin conocer la simbología básica, ampliamente conocida y muy
sencilla de entender por lo demás, con la que construye sus ecuaciones fundamentales.
118
Voy a transcribir uno de los pocos fragmentos escritos por Marx donde se refiere de
manera bastante explícita al conjunto de causas que pueden contrarrestar la tendencia a
la disminución de la tasa de ganancia. Una de dichas causas es precisamente el comercio
exterior.
Está ubicado en el acápite 5 del capítulo 14 del Tomo Tercero de El Capital y dice así:
“Cuando el comercio exterior abarata los elementos del capital constante o los medios de
subsistencia de primera necesidad en que se invierte el capital variable, contribuye a
hacer que aumente la cuota de ganancia, al elevar la cuota de la plusvalía y reducir el valor
del capital constante”. “Actúa siempre en este sentido en cuanto permite ampliar la escala
de la producción. Con ello, acelera de una parte la acumulación, y, de otra parte, fomenta
la disminución del capital variable con respecto al constante y, por tanto, la baja de la
cuota de ganancia”. Asimismo la expansión del comercio exterior, aunque en la infancia
del régimen capitalista de producción fuese la base de él, a medida que este régimen de
producción se desarrolla, por la necesidad interna de él, por su apetencia de mercados
cada vez más extensos, va convirtiéndose en su propio producto. Volvemos a
encontrarnos aquí con el mismo carácter dual de la acción. (Ricardo pasa completamente
por alto este aspecto del comercio exterior)”.
“Otro problema –que cae realmente por su especialidad, fuera de los ámbitos de nuestra
investigación- es este: ¿contribuye a la elevación de la cuota general de ganancia, la cuota
de ganancia más elevada que obtiene el capital invertido en el comercio exterior y
principalmente en el comercio colonial?”.
“Los capitales invertidos en el comercio exterior pueden arrojar una cuota más alta de
ganancia, en primer lugar porque aquí se compite con mercancías que otros países
119
producen con menos facilidades, lo que permite al país más adelantado vender sus
mercancías por encima de su valor, aunque más baratas que los países competidores.
Cuando el trabajo del país más adelantado se valoriza aquí como un trabajo de peso
específico superior, se eleva la cuota de ganancia, ya que el trabajo no pagado como un
trabajo cualitativamente superior se vende como tal.”
“Por otra parte, los capitales invertidos en las colonias, etc., pueden arrojar cuotas más
altas de ganancia en relación con el bajo nivel de desarrollo que en general presenta la
cuota de ganancia en los países coloniales4 y en relación también con el grado de
explotación del trabajo que se obtiene allí mediante el empleo de esclavos, culíes, etc.
“No es posible comprender porqué las elevadas cuotas de ganancia que obtienen así y
retiran a sus metrópolis los capitales invertidos en ciertas ramas de producción no entran,
aunque no haya monopolios que se opongan a ello, en el mecanismo de nivelación de la
4
En el capítulo XXV del tomo I, publicado por Marx, éste analiza el tema de la colonización tomando como
referentes a las colonias inglesas en el norte de América. Su examen se concentra en una demoledora crítica a
un autor inglés (Wakefield), y le sirve para establecer un contraste entre las relaciones capitalistas de
producción firmemente establecidas en Gran Bretaña, y la situación mucho más fluida de los colonos
americanos que se resistían a convertirse en mano de obra de terceros, al tener acceso directo a abundantes
reservas de tierra. La experiencia de las colonias latinoamericanas no es considerada para nada en toda su
argumentación. En todo caso las tesis de Marx sobre el papel del comercio exterior para contrarrestar
parcialmente la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, son aplicables en general al comercio colonial.
120
“Por donde resulta, en general, que las mismas causas que producen la baja de la cuota
general de ganancia provocan efectos contrarios que entorpecen, amortiguan y en parte
paralizan aquella acción. No anulan la ley, pero si atenúan sus efectos. Sin estas causas
sería inconcebible, no la baja misma de la cuota general de ganancia, pero sí su lentitud
relativa. Por eso esta ley sólo actúa como una tendencia cuyos efectos sólo se manifiestan
palmariamente en determinadas circunstancias y en el transcurso de largos períodos”.
5
Aquí Marx introduce la siguiente nota al pie: “A. Smith tiene razón en contra de Ricardo quien dice:
“Aseguran que la igualdad de utilidades se logrará con el alza general de las utilidades. En cambio mi opinión
es que los beneficios de la rama favorecida pronto se reducirán al nivel general”. (Ricardo , Obras completas,
I, pág. 99)
121
“Antes de seguir adelante queremos repetir aquí, para evitar equívocos, dos tesis ya
desarrolladas en repetidas ocasiones”.
Segunda. El hecho de que el trabajo vivo adicional contenido en las distintas mercancías
cuyo conjunto forma el producto del capital guarde una proporción decreciente con las
materias de trabajo contenidas en ellas y con los medios de trabajo consumidos para
producirlas; el hecho, por tanto, de que en ellas se materialice una cantidad cada vez
menor de trabajo vivo adicional, a medida que con el desarrollo de la capacidad social
productiva se necesita menos trabajo para su producción, es un hecho que no afecta para
nada a la proporción en que el trabajo vivo contenido en la mercancía se divide en trabajo
pagado y no retribuido. Por el contrario. Aunque disminuya la cantidad total del trabajo
vivo adicional contenido en ella, aumenta la parte no retribuida en proporción a la
pagada, al disminuir en términos absolutos o proporcionalmente a la parte retribuida,
pues el mismo régimen de producción que disminuye la masa total de trabajo vivo
adicional contenido en una mercancía va acompañado por el aumento de la plusvalía
absoluta y relativa. La tendencia a la baja de la cuota de ganancia lleva aparejada la
tendencia al alza de la cuota de plusvalía, es decir, del grado de explotación del trabajo.
No hay, pues, nada más necio que pretender explicar la baja de la cuota de ganancia por el
alza de la cuota del salario, aún cuando excepcionalmente puedan darse casos de éstos.
Sólo la comprensión de las relaciones que forman la cuota de ganancia permite a la
estadística analizar de un modo efectivo la cuota del salario en las distintas épocas y en los
distintos países. La cuota de ganancia no disminuye porque el trabajo se haga más
improductivo, sino que porque se hace más productivo. Ambas cosas, el alza de la cuota
de plusvalía y la baja de la cuota de ganancia, son simplemente formas especiales en que
122
se manifiesta bajo el capitalismo la creciente productividad del trabajo”. (Marx, Tomo III,
páginas 236 a 239).
Estas notas complementan las transcripciones literales de la opinión de Marx sobre este
tema. Las mismas se relacionan con la teoría del valor, de la plusvalía y de la ganancia en
Marx.
El valor de una mercancía para Marx se descompone en la suma del capital constante c, el
capital variable (v) y la plusvalía (p).
El capital variable se refiere al trabajo vivo, que crea un nuevo valor en la parte que
corresponde a los medios de subsistencia del obrero. Es decir el capital variable reproduce
el poder productivo o fuerza de trabajo del obrero dejándolo listo para iniciar una nueva
jornada de trabajo. Es llamado capital variable, porque se trata de un incremento de valor
creado por el trabajador con su trabajo viviente, el que equivale al valor de los medios de
vida que consume habitualmente.
VALOR = c + v + p
Es decir el valor de una mercancía es la suma del capital constante, del capital variable y
de la plusvalía obtenida durante su producción.
La tasa de ganancia es igual al valor de la plusvalía dividido por el valor del capital total
utilizado (C):
g = p / C en donde C = c + v
G = (p/v) / (c/v) + 1
Es decir la tasa de ganancia queda expresada como un cociente cuyo numerador (p/v) es
la tasa de plusvalía (índice de explotación de la fuerza de trabajo) y cuyo denominador es
igual a la composición orgánica del capital (c/v) sumada a la unidad (número 1). La
composición orgánica del capital se refiere a la relación entre el capital constante (c) y el
capital variable (v).
Con el transcurso del tiempo, opina Marx que la tasa general de ganancia tendrá una
tendencia decreciente porque la composición orgánica del capital tendrá una tendencia
creciente como consecuencia del proceso de mecanización y acumulación de capital que
aumentará la relación entre el trabajo pretérito previamente acumulado en medios de
producción (c) y el trabajo vivo creador de valor que remunera al trabajador (v).
124
Es por estas vías que, a corto plazo, el comercio exterior contrarresta parcialmente la
tendencia decreciente de la tasa de ganancia.
La visión del proceso social sustentada por Marx (1946) es evidentemente histórica,
estructural y multidimensional e incluye un análisis central de las instituciones de la
propiedad (relaciones de producción). Sin embargo, su teoría del valor económico es
unidimensional. Los precios, bajo condiciones de equilibrio estable, corresponden a los
valores. Estos valores son, para Marx, una medida del tiempo de trabajo socialmente
125
Cuando en el tomo III de El Capital, publicado por Engels, Marx introduce la noción de
precios de producción asociada a la igualación (perecuación) de las tasas de ganancia en
todos los mercados, establece, así, una combinación entre un mecanismo regido por el
mercado, (la movilidad intersectorial del capital) y un proceso de valorización regido por
la esfera de la producción. Sin embargo los precios de producción son también
abstracciones, se trata en realidad de valores (en el sentido de Marx), llamados
impropiamente precios ya que no se calculan en unidades monetarias pagadas en
mercados específicos (Di Filippo 1981, y 1981b).
Los precios de producción concebidos por Marx responden a una lógica parecida a la
noción clásica de precios naturales, que implican un equilibrio estable hacia el cual
propenden los mercados. Pero para Adam Smith (1999, capítulo 7) ese marco de
estabilidad depende, ampliamente, de las condiciones generales de la sociedad, en
cambio, para Marx depende, restringidamente, de las condiciones medias de la técnica.
Además Adam Smith, al igual que Robert Malthus entienden el valor de las mercancías
como la cantidad de trabajo humano que con ellas se puede comprar (no la de trabajo
cristalizado en la producción de las mismas). Por lo tanto el enfoque de Smith toma en
cuenta de manera directa las relaciones sociales de mercado en la determinación misma
de su teoría del valor. La noción de demanda efectiva, introducida por el propio Adam
Smith, continuada por Malthus, y elaborada en profundidad por Keynes, supone la
intervención del mercado en el momento mismo de la fijación del valor de las mercancías.
La noción de demanda efectiva es el puente a través del cual el estructuralismo
latinoamericano vincula la distribución funcional y personal del ingreso con la formación
de los precios de los bienes finales.
126
Por oposición, para los estructuralistas latinoamericanos, igual que para los
institucionalistas, el dato central corresponde al sistema cultural. La técnica, que hoy
fundamenta las sociedades capitalistas, nació como una expresión de creatividad cultural
que ha sido examinada con cierta precisión por Celso Furtado.
127
7. EL MARXISMO (II)
Competencia Perfecta
Introducción
128
La teoría neoclásica del valor económico introduce una filosofía moral específica que
estaba ausente en los autores clásicos: el utilitarismo.
La idea básica del utilitarismo es perseguir el placer y huir del dolor. Esta visión muy
rotundamente hedonista es modificada (por no decir disfrazada) terminológicamente con
el uso del término felicidad. Sin embargo en la acepción judeo-greco-latina del término
felicidad, esta condición se fundaba en la virtud, es decir en la búsqueda del bien y la
lucha contra el mal. Esta noción tomó aún mucha mayor fuerza durante el dominio moral
de la Iglesia Católica en la Europa medieval. Esta visión premoderna de la noción de
felicidad es absolutamente desvirtuada en la nueva acepción del término que adoptan los
utilitaristas.
Tomaremos aquí algunos de los rasgos del utilitarismo de J.S.Mill porque desembocan más
naturalmente en la teoría económica neoclásica contemporánea por oposición a las
nociones más jurídicas de Bentham.
Así dice Mill: “La economía política considera la humanidad como ocupada solamente en
adquirir y consumir riqueza; e intenta mostrar cuál es el curso de acción hacia el cual la
humanidad, viviendo en un determinado estado de la sociedad, sería impelida, si tal
motivo excepto en el grado en que es revisado por dos perpetuos contramotivos arriba
señalados, fuera el absoluto rector de todas sus acciones. Bajo la influencia de este deseo,
se muestra la humanidad acumulando riqueza y empleando esa riqueza en la producción
de otra riqueza; sancionando por mutuo acuerdo la institución de la propiedad;
estableciendo leyes para prevenir que los individuos se adueñen de la propiedad de otros
por fuerza o fraude; adoptando variados artificios para aumentar la productividad de su
trabajo; estableciendo la división del producto por acuerdo, bajo la influencia de la
competencia (estando la competencia misma gobernada por ciertas leyes, las cuales son
por lo tanto las reguladoras en última instancia de la división del producto); y empleando
ciertos expedientes (como dinero, crédito, etc.) para facilitar la distribución. Todas estas
operaciones, aún cuando muchas de ellas son realmente el resultado de una pluralidad de
motivos, son consideradas por la economía política como originándose solamente en el
deseo de riqueza. La ciencia entonces procede a investigar las leyes que gobiernan estas
diversas operaciones, bajo el supuesto que el hombre es un ser determinado, por la
necesidad de su naturaleza, para preferir una porción de riqueza mayor a otra que sea
menor en todos los casos, sin ninguna otra excepción que aquella constituida por los dos
contramotivos ya especificados”. Los dos contramotivos aludidos en el párrafo son
primero la aversión al trabajo, y segundo el disfrute presente de placeres costosos.
A diferencia de Marx, aquí Mill hace depender todo el proceso económico de una actitud
psicológica individualista de tipo hedonista que define en la expresión “hombre
económico”.
“El principio de la utilidad no es ninguna invención de Bentham. Éste se limita a copiar sin
pizca de ingenio lo que Helvetius y otros franceses del siglo XVIII habían dicho
130
ingeniosamente. Así, por ejemplo, si queremos saber qué es útil para un perro, tenemos
que penetrar en la naturaleza del perro. Pero jamás llegaremos a ella partiendo del
“principio de la utilidad”. Aplicado esto al hombre, si queremos enjuiciar con arreglo al
principio de la utilidad todos los hechos, movimientos, relaciones humanas, etc.,
tendremos que conocer ante todo la naturaleza humana en general y luego la naturaleza
humana históricamente condicionada por cada época. Bentham no se anda con
cumplidos. Con la más candorosa sequedad toma al filisteo moderno, especialmente al
filisteo inglés, como el hombre normal. Cuánto sea útil para este lamentable hombre
normal y su mundo, es también útil de por sí. Por este rasero mide luego el pasado, el
presente y el porvenir.”. (Marx 1968, nota al pie en página 514).
En todo caso el punto central es que este hombre económico introduce un determinismo
ahistórico, que anula el sentido de la voluntad humana sin la cual no se puede hablar de
poder a escala humana. En la posición determinista de Marx, el poder estaba determinado
por la posición ocupada por las clases sociales en la estructura económica, pero el cambio
estructural estaba disociado de la noción de poder, ya que dependía de fuerzas
económicas que podían ser estudiadas con métodos similares a los de las ciencias de la
naturaleza.
El cambio estructural desaparece de la escena, y ni siquiera se rozan los temas del uso de
la libertad humana para la creatividad cultural. Esta posición excluye el tema del poder a
escala humana si por tal entendemos la imposición de la voluntad en el seno de una
acción comunitaria aún contra la oposición de los demás miembros. Cabe recordar que,
incluso en la terminología jurídica, los elementos de la voluntad son básicamente tres
(discernimiento, intención y libertad). El hombre económico de Mill, y de todos los
neoclásicos hasta hoy, sólo es libre para maximizar su riqueza de acuerdo con una lógica
utilitarista propia de un autómata.
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De esa manera el objetivo social de esta visión metodológica es la mayor “felicidad” (léase
utilidad o placer) para el mayor número. Esta mayor felicidad es entendida en el caso de
Bentham, como la suma aritmética de las felicidades particulares. Varios autores,
igualmente predecesores del análisis marginalista en la teoría del consumo intentaron, y
sumar las utilidades. Gossen (1854) la consideró una función lineal decreciente de la
cantidad de cualquier bien en particular. Para Jevons (1869) propuso también la idea de
que las utilidades podían de cada bien podían ser sumadas entre si pero cada una de ellas
obedecía a la ley de la utilidad marginal decreciente. Edgeworth en 1881, sostuvo que no
era necesario considerar la utilidad como la suma de las utilidades de cada bien. Y Pareto
dijo que intentar sumar las utilidades no sólo era innecesario sino también ilegítimo. De
este modo la idea original de Bentham de que la meta del utilitarismo debía ser la de
tratar de llevar a un máximo la felicidad de todos, se hizo matemáticamente ilegítima, y se
planteó el problema de que no existe una magnitud cardinal que permita sumar las
utilidades de diferentes bienes entre si (Samuelson 1971, 94).
bien de consumo componente de una canasta que incluye otros bienes disminuye la
utilidad marginal de dicho bien comparada a la de los otros. Teniendo en cuenta los
precios relativos de dichos bienes, el consumidor elegirá la combinación de bienes
correspondiente a un punto de indiferencia en el consumo respecto a la preferencia
relativa de cada bien comparada con sus respectivos precios relativos. Desde luego el
párrafo que acabo de escribir será totalmente incomprensible para cualquier estudiante
que no haya sido largamente domesticado en los misterios del cálculo marginal…
Dada la posición ocupada por los demandantes en la distribución personal o familiar del
ingreso podríamos estudiar empíricamente el tipo de canasta de consumo típica que
corresponda a ese nivel de ingreso familiar o personal. Si se propone la hipótesis de que el
principal factor determinante de la inclinación de la curva de demanda es la distribución
del ingreso, podremos hipotetizar que cuando baja el precio de un producto este se va
haciendo más accesible al poder adquisitivo de los más pobres, y por lo tanto aumenta la
cantidad demandada. Pensemos por ejemplo en los teléfonos móviles o celulares cuyo
precio ha descendido dando lugar a un enorme incremento de cantidad de demandantes.
En este esquema teórico alternativo nos conformaremos con entender intuitivamente por
que la curva de “demanda- precio- potencial tiene una inclinación negativa respecto del
precio. No relacionamos por lo tanto este comportamiento agregado de todos los
miembros de un agregado social, con sus comportamientos aislados en materia de
consumo. No necesitamos vincular la inclinación o movimientos de la curva de demanda
con ningún comportamiento maximizador o racional inherente a un abstracto hombre
económico, sino con una hipótesis empírica vinculada con la cantidad de personas que
poseen poder adquisitivo de un bien a medida que su precio desciende.
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Los bienes económicos son definidos por su utilidad y escasez, la que puede ser medida en
mercados de competencia perfecta donde sus precios se determinan bajo condiciones de
equilibrio general estable. Un rasgo fundamental de la escuela neoclásica establecido a
fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, fue el uso de instrumentos matemáticos y
geométricos traducidos, por ejemplo, en las posiciones de equilibrio parcial estable
estudiadas por Alfred Marshall, y posiciones de equilibrio general estable estudiadas por
Leon Walras.
El valor económico de los bienes (los neoclásicos tienden a omitir el uso del término
mercancías) corresponde a los precios de equilibrio general estable en los mercados de
bienes de consumo. La utilidad se concibe como una magnitud individualmente
determinada a nivel de cada sujeto (hombre económico) que de manera autónoma y
soberana determina la escala de preferencias con base en las cuales efectúa sus
elecciones que son instrumentalmente racionales.
El equilibrio estable de los neoclásicos tanto en su versión parcial (Marshall) como general
(Walras, Pareto, etc.) es la condición para determinar su teoría del valor y de los precios.
Por el lado de la demanda la ecuación fundamental es que la relación entre las utilidades
marginales de los bienes adquiridos debe ser igual a la relación que guardan, entre sí, los
precios de dichos bienes. Otra forma de expresar la misma idea es que en el punto de
equilibrio óptimo las utilidades marginales de los bienes que adquiere un consumidor
dentro de su canasta habitual deben ser proporcionales a los respectivos precios de dichos
bienes. Nótese que la unidad de medida de las utilidades es una magnitud que sólo puede
ser evaluada introspectivamente por cada consumidor, y no puede ser comparada con las
otras evaluaciones que hacen los otros consumidores. Por lo tanto, carecemos de la
posibilidad de verificar empíricamente esas evaluaciones que son puramente subjetivas.
Como lo hizo notar Joan Robinson la utilidad es una categoría “metafísica”, en el sentido
de que no es posible efectuar una prueba científica que incluya verificaciones empíricas.
La salida al problema que propuso Paul Samuelson, son las “preferencias reveladas” es
decir las decisiones concretas de consumo que adoptan los consumidores y que se
“revelan” a través de sus adquisiciones en el mercado.
Lo más probable es que la demanda de los bienes inferiores exprese los tipos de
satisfactores más baratos que satisfacen cada necesidad básica de la gente pobre. Es decir
los bienes inferiores son aquellos que tienen un precio menor para satisfacer cada
necesidad básica. Podría suponerse que la canasta de los más pobres está compuesta de
bienes inferiores. Cuando la renta aumenta lo suficiente, la demanda de esos bienes
disminuye porque los consumidores compran calidades mejores del mismo satisfactor.
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En todos los casos de demanda y oferta que hemos analizado se expresa la ley de
proporciones variables, que toma la forma de la utilidad marginal decreciente en el caso
de la demanda, y, de la productividad marginal decreciente en el caso de la oferta.
Respecto de la oferta, la productividad marginal decreciente expresa la existencia de
factores productivos variables y factores productivos fijos. Por ejemplo la cantidad de
trabajadores que pueden hacer producir una cantidad fija de tierra, da lugar a una
expresión de los rendimientos decrecientes a medida que se aumenta el número de
trabajadores usados en el proceso. Esta situación se denomina de corto plazo. Es decir,
hay “corto plazo” mientras uno o más factores fundamentales de la producción se
mantienen fijos o constantes.
Curiosamente los factores causales que contribuyen a determinar la oferta de los factores
productivos no son considerados de manera sistemática en los textos de enseñanza
masiva de economía como es el caso de Samuelson o de Mankiw.
El poder adquisitivo general del dinero es otra cuestión de naturaleza más bien
macroeconómica que depende del cálculo de índices de precios. Este tema será analizado
después cuando analicemos la macroeconomía de las relaciones internacionales. Mientras
tanto en la perspectiva microeconómica que estamos considerando, el equilibrio parcial
depende del equilibrio general, y por lo tanto, la validez de la teoría de la producción y de
los costos que da lugar a las curvas de oferta depende del marco del modelo de
competencia perfecta que está por detrás del equilibrio general postulado.
6
De hecho estamos usando el concepto de poder adquisitivo ya que el dinero mide la cantidad de
unidades monetarias que hay que entregar (costo) para producir una unidad del bien y, del mismo
modo, también mide la cantidad de dinero que se recibe (precio) por la venta de ese mismo bien.
Nótese sin embargo que hablamos de un poder adquisitivo particular expresado en las unidades de
un bien particular, y mientras no sepamos los precios de los otros bienes y la distribución del
ingreso entre las personas no podremos tener una idea genera del precio real, es decir del valor
económico de los bienes. La pregunta relevante respecto del precio es la de la sustancia o materia
económica medida por los precios. Ya sabemos que hay tres respuestas posibles: a) trabajo humano
contenido en los bienes, b) utilidad y escasez, o c) posiciones relativas de poder ejercido por las
partes contratantes en todas las transacciones que van agregando valor a un producto final. Este
poder se predica respecto de las personas (jurídicas o naturales) y su expresión económica (poder
adquisitivo general) es sólo una medida parcial de otras formas de poder que emanan de la posición
ocupada por esas personas en las instituciones básicas de la sociedad.
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La premisa f) aísla el mercado perfecto del mundo físico. Elimina todas las
“fricciones” del tiempo y del espacio. Hoy esas fricciones han adquirido un aspecto
nuevo, dado por los problemas ambientales que surgen de la biosfera y que están
empezando a castigar las regiones del mundo de manera diferenciada (huracanes,
deforestación, cambio climático, derretimiento de los polos, etc.)
Al haber partido del mercado y haber imaginado un mercado ideal que prescinde del
Estado, se está prescindiendo del marco institucional que hace funcionar los
subsistemas de la sociedad humana.
Por lo tanto no existe una legislación que sea puramente económica, separable de las
restantes partes de la legislación que determina las instituciones formales de una
sociedad. Por ejemplo el Código Ambiental está orientado a la protección de la
biosfera pero sus disposiciones afectan la oferta de recursos naturales disponibles y
por esa vía su precio de mercado. La ley de educación fija la escolaridad primaria como
obligatoria para todos los niños y esto afecta su utilización como fuerza de trabajo
infantil. También hay normas complementarias en el código laboral que prohíben el
trabajo infantil, etc. Por lo tanto, la totalidad de las instituciones formales,
jurídicamente sancionadas y obligatorias, que emanan del sistema político contribuyen
a determinar el comportamiento de los mercados.
Además el Estado provee servicios públicos. Esto nos lleva al concepto genérico de
bienes públicos. En general podemos definir los bienes públicos como aquellos que no
son apropiados privadamente y por lo tanto no se pueden comprar o vender. Esto
puede deberse a la naturaleza misma del bien que impide su apropiación privada pero
que debe ser producido por la sociedad. No es el caso de los bienes libres (luz del sol
por ejemplo) que no son producidos por la sociedad, sino de los bienes o servicios que
son producidos por la sociedad pero que no son apropiables privadamente sea porque
no son rivales en el consumo o porque no es posible impedir que lo utilice otra
persona. Estas son condiciones técnicas que caracterizan a un bien público. Pero estas
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condiciones van cambiando con el progreso técnico o con modificaciones en las reglas
de juego.
Por ejemplo es posible apropiar privadamente el derecho a transitar por una autopista
en la medida que se identifique a cada consumidor de la autopista con un aparato
electrónico que registra su paso y le cobra una tarifa por el servicio. Aquí hay un
cambio técnico que posibilita un cambio en las reglas de juego que genera una
privatización parcial o total del derecho a transitar por una autopista de alta velocidad.
Lo mismo ocurre con la seguridad ciudadana. Los servicios prestados por la policía del
sector público son pagados por los contribuyentes. Esos servicios no son apropiables
privadamente y si fueran vendidos o comprados estaríamos frente a sobornos o
coimas que son actos de corrupción. Sin embargo, si el estado cede, o comparte el
cuidado de la seguridad ciudadana entonces aparecen guardias privados que cuidan
determinados sectores de la comunidad.
Por lo tanto diremos que la distinción entre bienes públicos y bienes privados no es
técnica sino más bien política. Tiene que ver fundamentalmente con los bienes que se
apropian privadamente versus los bienes que se apropian de manera pública. Un libro
es un bien privado si lo compro en la librería y no lo comparto con nadie, pero es un
bien público si lo compra una biblioteca pública abierta a todos. Lo mismo acontece
con la televisión y con muchos otros bienes y servicios públicos. El tema de lo que
debe ser un bien público o un bien privado varía atendiendo a los marcos valóricos e
institucionales de cada sociedad humana.
a) Supone competencia perfecta en el mercado mundial. Todos los países son precio-
aceptantes. Hay una recta internacional de presupuesto.
b) Supone una concepción individualista-utilitarista en la esfera del consumo. Usa
curvas de indiferencia social
c) Supone rendimientos decrecientes o costos crecientes en la esfera de la
producción. Usa la noción de costo de oportunidad. Formula una función o curva
de posibilidades de producción con pleno empleo de recursos.
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El rigor metodológico de este modelo igual que el de todos los modelos neoclásicos radica
en su expresión formal, matemática, modelizada, y su debilidad, igual que la de todos los
modelos neoclásicos es la extrema falsedad y artificialidad de sus premisas. En el caso de
este modelo que fue elaborado por Heckscher y Ohlin pasaremos rápida revista a los
supuestos principales.
versión que nos presenta Krugman los bienes son tela medida en metros y
alimentos medidos en calorías. Puesto que hay dos factores productivos
requeridos para producir cada bien tenemos cuatro factores productivos que son
primero hectáreas de tierra requeridas por metro de tela, horas de trabajo
requeridas por metro de tela, hectáreas de tierra requeridas por caloría de
alimentos, y horas de trabajo requeridas por calorìa de alimentos. La frontera de
posibilidades de producción se funda en dos supuestos. El primero totalmente
obvio es que las producciones no pueden usar más factores que los existentes y el
segundo de ninguna manera evidente es que hay pleno empleo de los factores
productivo utilizados. Por lo tanto la producción efectiva que el modelo contempla
es igual a la producción potencial. Aunque es muy sencilla, pasaremos por alto la
expresión gráfica de la frontera de posibilidades de producción porque sólo nos
interesa poner de manifiesto la irrealidad de los supuestos de los que el modelo
parte.
b) El otro supuesto “fuerte del modelo” es la vigencia de condiciones de
competencia pura o perfecta en la producción de tela y de alimentos, por lo no hay
asimetrías de poder económico (mercados imperfectos) y los precios de cada bien
son exactamente iguales a sus costos de producción.
c) Se supone además que los países tienen dimensiones similares. Los consumidores
tienen los mismos gustos e idénticas demandas relativas de alimentos y tela
cuando se enfrentan a los mismos precios relativos de dichos bienes. También
tienen la misma tecnología. Esta es otra manera de eliminar cualquier otro factor
que distraiga la atención sobre el punto que quiere enfatizar el modelo: las
diferentes proporciones relativa de trabajo y tierra que tienen ambos países.
d) Puesto que el comercio lleva a la convergencia de los precios relativos y se supone
que la producción de tela es relativamente más abundante en trabajo y la de
alimentos relativamente más abundante en tierra. Por lo tanto el país que posee
una abundancia relativa en trabajo se especializará en la producción de tela y el
país que posee una abundancia relativa de tierra se especializará en la producción
de alimento.
La conclusión general a que arriba este modelo es que los países tienden a exportar los
bienes cuya producción es intensiva en los factores en los que están dotados de manera
más abundante.
Una segunda conclusión es que los propietarios de un factor abundante del país ganan
con el comercio, y los propietarios de un factor escaso pierden. Por lo tanto en el país
donde el trabajo es más abundante, mejorarán las remuneraciones del trabajo, donde es
más escaso esas remuneraciones se reducirán. Esto significa que una vez establecido el
comercio debería producirse una igualación relativa del precio de los factores productivos
145
Comentando los supuestos y las conclusiones del modelo observa Krugman: “Aunque este
enfoque del comercio es sencillo y atractivo, hay un problema importante: en el mundo
real los precios de los factores no se igualan. Por ejemplo, hay un rango extremadamente
grande de salarios entre países. Aunque algunas de esas diferencias pueden reflejar
diferencias en la calificación del trabajo, son demasiado grandes para ser explicadas sólo
con esta base”.
“Para entender por qué el modelo no nos proporciona esta exacta predicción, hemos de
fijarnos en sus supuestos. Hay tres supuestos cruciales para la predicción de la igualación
de los precios de los factores que en realidad no son ciertos. Son los supuestos de que 1)
ambos países producen ambos bienes; 2) las tecnologías son iguales; y 3) el comercio
iguala realmente el precio de los bienes en los dos países”. (Krugman 1994, 92).
Cabría agregar a lo dicho por Krugman que hay dos supuestos subyacente mucho más
irreales: primero que todos los países usan la misma tecnología, y segundo que existe
competencia perfecta en todos los mercados.
Las pruebas empíricas efectuadas respecto del modelo de Heckscher y Ohlin comprueban
que efectivamente sus proyecciones son completamente erróneas. Pero más allá de esas
comprobaciones empíricas del modelo es claro que ha tendido a aumentar la diferencia
de niveles de vida y de salarios entre regiones desarrolladas y subdesarrolladas.
9. THORSTEIN VEBLEN
Este capítulo fue extraído textualmente de Armando Di Filippo (2013), Poder Capitalismo y
Democracia, RIL EDITORES.
Así como el estudio de los economistas clásicos y Marx es importante para entender los vínculos
entre las nociones de poder económico y capitalismo europeo –a partir de la Primera Revolución
Industrial originada en Gran Bretaña a fines del Siglo xviii–, también el estudio de los economistas
institucionalistas estadounidenses, especialmente Thorstein Veblen y John Commons, es
importante para entender los vínculos entre poder económico y capitalismo estadounidense tras
la Revolución Industrial originada en Estados Unidos a fines del Siglo xix y comienzos del xx.
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Estos autores forman parte de la corriente crítica que se desarrolló en Estados Unidos, en
oposición a los neoclásicos. Los institucionalistas estudiaron los cambios estructurales que
tuvieron lugar en el país del norte, asociando de manera profunda las dimensiones económicas,
culturales y políticas que dieron lugar al surgimiento de las megacorporaciones oligopólicas.
A fines del siglo xix culmina la así denominada Conquista del Oeste en Estados Unidos, cuando el
proceso de poblamiento termina de ocupar California e instalarse en la costa del Pacífico. Este
proceso de ocupación territorial discurre paralelamente al surgimiento de la Revolución Industrial
Americana, que por un lado asimila plenamente los logros de la Revolución Industrial Británica,
asociados al uso del carbón, el hierro, el acero y la máquina de vapor –sobre todo en la difusión de
los ferrocarriles y los barcos–, y por otro lado empiezan su propia revolución, fundada en el uso
del petróleo, los motores de combustión interna y la electricidad.
Thorstein Veblen estudió con mucha claridad la estructura de poder del capitalismo americano
emergente, distinguiendo entre dos procesos paralelos y dos actores fundamentales. De un lado
planteó la racionalidad objetiva de los procesos mecánicos asociados a la gran industria y delineó
un tipo de actor social vinculado a la actividad tecnológica e ingenieril. De otro lado propuso una
racionalidad más bien ritual o convencional, asociada a la esfera de los negocios, en donde ocupa
un papel protagónico la mentalidad adquisitiva y buscadora del lucro de la empresa de negocios.
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Este contrapunto entre ambas mentalidades organiza todas las reflexiones de su Theory of
Business Enterprise. De una parte emerge la racionalidad tecnológica y despersonalizada vinculada
al desarrollo del maquinismo, en donde aparece una forma de institucionalidad técnica que
ordena la vida económica, creando una estructura de cadenas productivas que disciplinan la vida
laboral. Esta civilización de la máquina y de la gran industria se impone, como un gran monstruo
mecánico, sobre las necesidades humanas y los derechos naturales de los trabajadores. De otro
lado emerge la racionalidad «ritual» de los procesos contractuales –cada vez más alejados de la
lógica de las pequeñas empresas dentro de mercados relativamente competitivos–, en donde se
van imponiendo reglas de juego que atropellan los derechos humanos naturales que visualizaron
los pioneros de las revoluciones políticas europea y americana.
Los rasgos del capitalismo fundado en la aparición de las corporaciones fueron estudiados por
Veblen en su Theory of Business Enterprise. El teórico examinó la evolución histórica del
capitalismo desde la pequeña empresa donde imperaban relaciones altamente personalizadas de
quienes transaban en mercados competitivos, hacia la forma del capitalismo corporativo y
oligopólico, donde se imponen reglas de juego muy distintas. En particular examinó el tránsito
desde lo que llamó una economía monetaria a una economía de crédito, y sus repercusiones sobre
la noción de capital. En este sentido enfatizó en la distinción entre el sentido convencional de
148
capital , entendido como bienes de capital aptos para la producción de nuevos bienes, y el otro
sentido donde el capital es un fondo de valores monetarios en que la economía de crédito y las
finanzas corporativas empiezan a fijar las reglas de juego de la economía industrial.
Para Veblen las instituciones son ante todo hábitos mentales que guían el comportamiento usual
de los seres humanos en sociedad. La noción de clase ociosa que estudió de manera amplia a lo
largo de la historia humana, se identifica con la clase poderosa, y el ocio ostensible, con una forma
de expresar ese poder. El ocio no significa inacción sino solamente el rechazo a las formas del
trabajo cotidiano de tipo manual, requerido para la elaboración de los medios de vida de una
sociedad. El ocio significa una actitud cultural y una práctica de vida concreta que suponen y
expresan posiciones de poder. Se traduce en la posibilidad de ejercer actividades honoríficas,
originalmente vinculadas a la guerra, a la apropiación de botines de guerra y a la esclavización de
los derrotados. Las actividades honoríficas se extendieron en sociedades más desarrolladas al
campo del arte, de la ciencia y, por supuesto, de la religión. La motivación esencial que guía los
comportamientos humanos es, según Veblen, la emulación, es decir, el ansia insaciable de llegar
más lejos que el prójimo en la adquisición de posiciones y de posesiones que expresan poder
derivado del control de riqueza o de personas. En los hechos esto significa que los seres humanos
no establecen con los bienes que consumen una relación solamente fundada en la satisfacción de
sus necesidades, o ni siquiera de sus preferencias. Más bien aspiran a sentirse en mejor situación
que el prójimo con el cual se comparan, respecto de las posesiones y posiciones que les confieren
poder y les permiten desarrollar aquellas actividades honorables que, por ser diferentes a
cualquier trabajo productivo de objetos útiles, son agrupadas por Veblen con el nombre de ocio.
Por lo tanto hay en este economista una interpretación de la historia en que los poderosos
expresan a través de medios agresivos, predatorios y completamente faltos de solidaridad, sus
ansias de poder, apoyándose en una actitud emulatoria que es insaciable.
149
La forma más desarrollada de esa posición de poder se expresa en la posesión de riqueza, es decir,
en la propiedad de objetos que son susceptibles de evaluación pecuniaria. Por lo tanto la
emulación pecuniaria es la forma más típica de expresar poder en las sociedades modernas. En
consecuencia, cabría decir que para Veblen la competencia en los mercados no es más que una
forma esencialmente importante de expresar esa emulación pecuniaria. En este autor su Teoría de
la Clase ociosa puede ser considerada como la elaboración de un conjunto de tipos ideales que a lo
largo de la historia expresan la supervivencia transhistórica de una clase ociosa, que adquiere
diferentes rasgos a lo largo de los tiempos, pero siempre se define, ante todo y de manera
inequívoca por ser la detentadora del poder.
Respecto del papel del dinero, si bien Veblen no desarrolla el tema en su obra citada que tiene un
contenido más bien antropológico de largo plazo, habla de fuerza pecuniaria, expresión que bien
puede ser interpretada como el poder social que deriva de la posesión de riqueza expresable en
dinero. La forma más desarrollada de este tipo de poder se verifica en la comunidad industrial
contemporánea: «La clase ociosa vive más bien por la comunidad industrial que en la comunidad
industrial. Sus relaciones con la industria tienen carácter pecuniario y no industrial. La admisión a
la clase ociosa se consigue mediante el ejercicio de las actitudes pecuniarias –aptitudes
adquisitivas– y no aptitudes útiles. Hay, por tanto, una continua criba selectiva del material
humano que constituye la clase ociosa y esa selección se hace sobre la base de la aptitud para las
empresas pecuniarias».
En relación con las sociedades capitalistas contemporáneas, Veblen (1904) establece una clara
distinción entre dos procesos inextricablemente vinculados: el del maquinismo como proceso
industrial dominante y el de la inversión orientada al lucro: El marco material de la civilización
moderna es el sistema industrial, y la fuerza orientadora que anima este marco es la empresa de
negocios (business enterprise). En un grado mayor que en cualquier otra fase conocida de la
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Sus rasgos característicos, y al mismo tiempo las fuerzas en virtud de las cuales éste domina la
cultura moderna, son el maquinismo y la inversión orientada a obtener una ganancia. (p. 1) En
relación con el maquinismo Veblen desarrolla un profundo examen del cambio de hábitos
mentales que el advenimiento de este proceso implicó para las sociedades occidentales
contemporáneas, es decir, la transformación de los fundamentos culturales de las instituciones
predominantes de Occidente. Examina el tránsito desde las visiones explicativas fundadas en la
relación causa-efecto, tal como estas se manifestaban en la cultura clásica y escolástica (por
ejemplo, las cuatro causas aristotélicas tan citadas en el presente libro, que Veblen parece tomar
en cuenta en el capítulo ix de su Theory of Business Enterprise), hacia las fundadas en la noción de
proceso (concentrado en las causas eficientes) que el maquinismo implicó y promovió.
Refiriéndose implícitamente a las cuatro causas aristotélicas, pone de relieve que las causas
material, formal, eficiente y final que estaban tan presentes en la vida productiva del artesano –
quien elaboraba el modelo mental del producto, luego lo producía y finalmente lo ofrecía por su
utilidad concreta– han sido reemplazadas por una visión procedimental impersonal, basada en
múltiples eslabones de causas materiales o causas eficientes que se extienden en un largo
encadenamiento de procesos productivos interdependientes. De estos eslabonamientos múltiples
y habituales deriva la fuerza que posee el maquinismo para estructurar la sociedad y modificar los
hábitos mentales (instituciones) de quienes quedan sometidos a su influjo.
Por oposición a esta lógica impersonal que domina el mundo de los procesos mecánicos, se alza la
lógica mucho más personalizada del mundo de los negocios, donde, dice Veblen, todavía
predomina una actitud finalista orientada a la inversión para lograr una ganancia. De este
planteamiento general se derivan dos tipos de personas: las que se ocupan directamente de los
negocios y las que se ocupan directamente de la producción de bienes y servicios. Algo así como
un contraste entre una cultura mercantil vis-a-vis una cultura ingenieril o tecnológica. Esto se
expresa en el campo de la vida económica, en la falta de correspondencia cuantitativa entre los
movimientos productivos de los bienes y equipos de capital y los movimientos económicos de los
valores que orientan el comportamiento de los hombres de negocios.
Esta dicotomía también se expresa en dos tipos de hábitos de pensamiento (instituciones, según la
terminología de Veblen) que orientan sus comportamientos: El pensamiento requerido por las
ocupaciones pecuniarias procede en el terreno de lo convencional en tanto que aquel involucrado
en ocupaciones industriales, discurre, en lo principal, en el terreno de las secuencias o causaciones
mecánicas, desconsiderando los aspectos convencionales. La institución de la posesión o
propiedad es un hecho convencional; y la lógica del pensamiento pecuniario –es decir del
pensamiento en temas de posesión o propiedad– es una elaboración de las implicaciones de este
postulado, de este concepto de posesión o propiedad. Los hábitos de pensamiento característico
derivados de esta elaboración, recurren a los terrenos convencionales de la finalidad y la validez,
al antropomorfismo, a las explicaciones de los fenómenos en términos de las relaciones humanas,
151
La inclinación así concedida favorece la aceptación de la regla general, abstracta, habitual como
algo real con una realidad superior a la realidad de los hechos impersonales y no convencionales.
Ese entrenamiento confiere sutileza para los argumentos metafísicos y para lo que es conocido
como la gestión «práctica» de los negocios; confiere la, así denominada, eficiencia ejecutiva o
administrativa distinguible del trabajo asociado a los principios mecánicos. Eficiencia «práctica»
significa convertir los hechos de manera que éstos cuenten para los propósitos de las
convenciones aceptadas, para conferir un gran efecto (o impacto) a la situación en términos de las
convenciones pecuniarias vigentes. (Veblen, 1904, pp. 318-320)
Finalmente, podríamos citar la opinión de Veblen (1904) respecto de la expresión legal de estas
instituciones, prácticas y mecanismos: La («natural») convencional libertad de contrato es sagrada
e inalienable. La (de facto) libertad de elección es un tema respecto del cual la ley y las cortes
carecen de competencia para indagar. Por la fuerza de la concatenación de los procesos
industriales y la dependencia del bienestar o la subsistencia de los hombres respecto del
funcionamiento ordenado de estos procesos, el ejercicio de los derechos de propiedad en el
interés de los negocios puede atravesar las necesidades fácticas de un grupo o clase; él puede
incluso atravesar las necesidades de la comunidad en su conjunto, como, por ejemplo, en el caso
concebible de una escasez, institucionalmente generada de carbón; pero puesto que estas
necesidades, de bienestar o de subsistencia no pueden ser formuladas en términos de la natural
libertad contractual, ellas pueden, según la naturaleza del caso, dar lugar a un desconocimiento de
las reclamaciones y no encontrar remedio legal. La discrepancia entre la ley y el hecho en materia
de libertad industrial ha experimentado ilustraciones repetidas en decisiones judiciales entre
organizaciones de trabajadores y sus empleadores o propietarios. Estas decisiones usualmente
han favorecido a éstos últimos; es decir han sostenido los derechos de propiedad y de libertad
contractual. (p. 278)
En estos párrafos hay una contraposición entre las necesidades humanas y los derechos que de
ellas se derivan por un lado, y los poderes de los negocios y los derechos económicos que el
sistema jurídico hace derivar de ellos. En cierto sentido este tipo de contrastes y dicotomías son
aspectos o ángulos desde los cuales se plantea la dicotomía entre los valores, principios o prácticas
del capitalismo por un lado y de la democracia por el otro. Veblen entiende, sin embargo, que la
«metafísica» de los derechos naturales derivada de la ilustración, va transicionando hacia la
«metafísica» de las libertades naturales que finalmente se reducen a las libertades derechos y
obligaciones que derivan de los actos de comprar, vender y lucrar. Esta noción de metafísica alude,
según creo entender, a las premisas filosóficas, éticas o meramente rituales que en última
instancia sustentan cada tipo de derechos.
Veblen (1904) considera que estos rasgos han quedado profundamente imbricados en la cultura
de los Estados Unidos: «En ninguna otra parte el carácter sagrado de las obligaciones pecuniarias
ha permeado tanto el sentido común de la comunidad, y en ninguna otra parte la obligación
pecuniaria ha llegado tan cerca de convertirse en la única forma de obligación asumida sin
mayores calificaciones por el sentido común generalizado» (p. 272).
Una vez establecida esta noción «metafísica», la conjunción de la cultura pecuniaria y de la cultura
ingenieril (personificada, por ejemplo, en Henry Ford) condujo a fuerte sujeción y disciplinamiento
de facto sobre las clases trabajadoras. Esto significó una subordinación de las necesidades de los
trabajadores en particular y de las personas en general, y de los derechos que eventualmente
podrían derivarse, a los objetivos de la defensa de la propiedad y de la ganancia que estaban
claramente institucionalizados en el orden legal y judicial. El impacto social de estos procesos es
explicado así por Veblen (1904): Bajo la actual standardización de facto de la vida económica
impuesta por la industria mecánica, puede frecuentemente suceder que un individuo o un grupo,
digamos, de trabajadores, no pueda poseer el poder fáctico de la libre contratación. (…) Mediante
153
el control de los procesos industriales solamente bajo los cuales, puede un determinado
trabajador ganar su subsistencia, los propietarios de estos procesos pueden producir presiones
pecuniarias que determinen las decisiones de los trabajadores; pero puesto que los derechos de
propiedad que imponen esa presión no repugnan a los principios de la libertad natural, tampoco
es esa presión pecuniaria repugnante a la ley, ya que cae fuera de su ámbito.
Desde el punto de vista que interesa al presente trabajo, queda claro que el criterio distributivo
del poder y de la libertad está en función del control de la propiedad pecuniariamente valuada y
de las ganancias que esta propiedad puede proveer. Asimismo, el proceso del maquinismo genera
presiones fácticas objetivas que, al servicio de los propietarios, ejerce el efecto disciplinador de
que hablábamos antes.
Keynes expresa sus ideas teóricas acudiendo a dos unidades de medida que son el dinero
y el trabajo humano. Si bien, en el capítulo dedicado a la definición de las unidades de
medida que utilizará para examinar el sistema económico en su conjunto, no se refiere a
la teoría del valor sino a consideraciones más bien de rigor metodológico (coherencia
interna, exactitud e inteligibilidad de las mediciones y los indicadores), al elegir esas
unidades de medida (dinero y trabajo) y al utilizarlas para presentar su teoría de la
demanda efectiva, de hecho está formulando una teoría del valor poder o del trabajo
comandado.
En la esfera privada, este poder se ejerce a través de la acción de los empresarios que
deciden la cantidad de empleo que finalmente se generará. Lo hacen de acuerdo con sus
propias expectativas respecto de cuál será el comportamiento de la curva o función de
demanda agregada (lo que Keynes llama el precio de la demanda agregada, es decir la
expresión monetaria de la demanda agregada de todo el sistema económico), y cuál es el
comportamiento de la función de oferta agregada (que denomina precio de la oferta
agregada).
consumir y el incentivo para invertir se encuentran en una relación mutua particular. Esta
relación que corresponde a los supuestos de la teoría clásica, es, en cierto sentido, una
relación óptima; pero sólo puede darse, cuando, por accidente o por designio, la inversión
corriente provea un volumen de demanda justamente igual al excedente del precio de la
oferta global de la producción resultante de la ocupación completa, sobre lo que la
comunidad decidirá gastar en consumo cuando la ocupación se encuentre en ese
estado”.7
Los empresarios operan, obviamente con una mentalidad microeconómica, por lo tanto
cuando ellos deciden la escala de sus respectivas producciones para el mercado están
tratando de llevar a un máximo su ganancia. Por lo tanto su escala de producción
alcanzará al punto en que sus costos esperados (costos de factores y costos primos), se
igualen con el ingreso esperado por las ventas de sus productos. Nótese que las curvas de
oferta y demanda agregada de Keynes son el resultado de previsiones ex ante de los
empresarios, y, por lo tanto, el punto de intersección de ambas funciones o curvas es lo
que Keynes denomina demanda efectiva. Nótese entonces que esta noción de demanda
efectiva es también un punto esperado por los empresarios, pero esta expectativa
desarrollada a escala microeconómica no necesariamente es un punto de pleno empleo.
He aquí el quid de la cuestión, ya que el pleno empleo sólo se producirá, como caso
especial “cuando la propensión a consumir y el incentivo para invertir se encuentran en
una relación mutua particular”. Lo que hace Keynes con la formulación de estas curvas o
funciones de demanda y oferta agregadas es, por un lado, interpretar y racionalizar el
comportamiento de los empresarios, y, por otro lado, expresar las consecuencias
macroeconómicas de esos comportamientos.
Podría decirse que Keynes examina la psicología de los empresarios, algo así como una de
las dimensiones del hombre económico en el sentido de John Stuart Mill. También podría
interpretarse el razonamiento de Keynes como centrando su atención en el papel del
empresario como “empoderado” por el sistema para desempeñar las funciones de
asignación de recursos de la economía de una manera parecida al rol que a los
empresarios adjudica la escuela austríaca. En fin no hay duda de que en la economía de
Keynes el poder económico se genera a través del comportamiento microeconómico de
los empresarios en la esfera privada.
7
Keynes 1943, Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, Fondo de Cultura Económica, México,
páginas 39/39.
156
Tampoco hay duda de que, las señales del mercado tal como microeconómicamente las
perciben los agentes económicos, no son suficientes para asegurar que el nivel de la
demanda efectiva se fije en el punto de pleno empleo de los recursos, es decir de máximo
aprovechamiento del trabajo comandado por la acción empleadora de los empresarios. En
consecuencia, hay espacio para la acción de las políticas públicas del Estado, orientadas a
lograr propensiones al consumo e incentivos para invertir que hagan coincidir a la
demanda efectiva con posiciones de pleno empleo.
Aquí hay una correlación inversa entre la productividad del trabajo para producir una
mercancía llamémosla A = Q/T. La inversa de esta igualdad (1/A = T/Q) expresa el valor de
cada mercancía en cuanto a la cantidad de trabajo vivo que se requiere para producirla. Y
este es un dato técnico. Marx supone que la economía opera bajo condiciones medias de
la técnica correspondientes a una época determinada por lo tanto este dato técnico está
dado. Tanto Marx como Ricardo igualan el valor de la fuerza de trabajo con el valor de los
medios de vida que consume el obrero. De manera que cuando crece la productividad de
las actividades productoras de medios de vida, se reduce el valor unitario de esos medios
de vida y, por lo tanto se reduce la magnitud de valor que hay que transferir al obrero bajo
la forma de salarios para que pueda adquirir en el mercado su subsistencia. Lo importante
157
a enfatizar ahora es que todo este proceso tiene lugar en la esfera de la producción y la
causación última es de naturaleza tecnológica.
Por último en el tercer enfoque el precio de una mercancía es una medida de la cantidad
de trabajo que con ella se puede comprar o comandar (Adam Smith, Robert Malthus y el
propio Keynes). En este caso la noción de trabajo no es solamente un tema tecnológico
como en Ricardo y Marx, sino que también se reconoce el papel activo y autónomo que
las asimetrías de poder en el mercado pueden producir. Smith parte reconociendo que la
fuente del poder económico radica en la propiedad de riqueza, y ésta a su vez es la fuente
de otras formas de poder político, militar y social. Malthus insiste en la importancia
autónoma que deriva de las fluctuaciones de oferta y la demanda para la determinación
de la tasa de ganancia. En el caso de Keynes su visión cartalista del dinero significa que a
través de la determinación del poder adquisitivo de dinero se pueden afectar los precios
tanto en sus niveles absolutos como en su estructura de niveles relativos.
Diremos que en el caso de Keynes su teoría del valor se ubica en este enfoque, y su noción
central de demanda efectiva expresa de manera muy explícita que el valor de todas las
mercancías depende de la demanda efectiva, determinada a escala macroeconómica con
158
base en la cantidad de dinero utilizada en el sistema y la cantidad de trabajo que, con base
en ella se logra movilizar.
De otro lado las motivaciones del conjunto de los consumidores se expresan en lo que
Keynes denomina su propensión a consumir, que él define como una “ley psicológica” lo
que puede conducir a pensar en una elucubración interior y subjetiva de cada consumidor
soberano. Sin embargo en varias partes de sus Teoría General, Keynes deja en claro que la
160
“1) Un cambio en la unidad de salario. El consumo (C) es evidentemente más bien una
función del ingreso real (en cierto sentido) que del ingreso monetario. En una situación
dada de la técnica, los gustos y las condiciones sociales que determinan la distribución del
ingreso, el ingreso real de una persona subirá y bajará con la cantidad de unidades de
trabajo de que puede disponer, es decir, con el monto de su ingreso medido en unidades
de salario; aunque cuando el volumen total de producción cambia, su ingreso real subirá
menos que proporcionalmente a su ingreso medido en unidades de salario (debido a la
influencia de los rendimientos decrecientes). Por consiguiente, como primera
aproximación, podemos suponer razonablemente que, si la unidad de salario varía, el
gasto en consumo correspondiente a un nivel dado de ocupación cambiará, como los
precios, en la misma proporción; aunque en ciertas circunstancias tal vez tendríamos que
tener en cuenta las posibles reacciones que los cambios en la distribución de un ingreso
real dado entre empresarios y rentistas tendrían sobre el consumo total, a resultas de un
cambio en la unidad de salarios. Fuera de esto, ya hemos tomado en consideración los
cambios en la unidad de salario al definir la propensión a consumir en términos de
ingreso, medido en dichas unidades”. (Keynes 1943, 95).
Otro factor objetivo que influye sobre la propensión a consumir, que es anotado
explícitamente por Keynes es la política fiscal. Así afirma en uno de los párrafos dedicados
al tema que: “Si la política fiscal se usa como un instrumento deliberado para conseguir la
mayor igualdad en la distribución de los ingresos, su efecto sobre el aumento de la
propensión a consumir es, por supuesto, tanto mayor”. (Keynes 1943, 98)
161
Como se sabe el ahorro considerado como magnitud residual es igual al ingreso menos el
consumo. El ahorro no depende para Keynes en grado importante de la tasa de interés
(como es el caso en la visión neoclásica) sino que es ante todo un componente residual del
comportamiento del consumo para cada ingreso dado.
Los párrafos que siguen son frecuentemente comentados en notas que se colocan al pie
para no interrumpir la continuidad de la lectura del texto de Keynes.
“Por espacio de unos doscientos años tanto los teóricos de la economía como los hombres
prácticos, no dudaron que una balanza de comercio favorable tiene particulares ventajas
para un país y graves peligros la adversa, especialmente si se traduce en eflujo de metales
preciosos; pero durante los últimos cien años se ha presentado una notable divergencia
de opinión. La mayoría de los estadistas y los hombres prácticos en casi todos los países, y
cerca de la mitad de ellos aun en Gran Bretaña, cuna del punto de vista opuesto, han
permanecido fieles a la antigua doctrina; en tanto que casi todos los economistas teóricos
han afirmado que la preocupación por tales problemas carece de base, salvo si se adopta
un punto de vista muy estrecho, ya que el mecanismo del comercio exterior es de ajuste
automático y los intentos de dirigirlo no sólo son fútiles, sino que empobrecen a quienes
los practican, porque anulan las ventajas de la división internacional del trabajo. Será
conveniente, de acuerdo con la tradición, llamar a la vieja opinión mercantilismo y la
nueva libre-cambio, aunque estos términos deben interpretarse con referencia al
contexto, pues cada uno de ellos tiene un significado amplio y otro restringido”. (Keynes
1943, 320).
“Cuando un país está aumentando su riqueza con cierta rapidez, el progreso que sigue a
este estado venturoso de cosas puede interrumpirse en condiciones de laissez faire, por
insuficiencia de estímulos para nuevas inversiones. Dado el medio social y político y las
características nacionales que determinan la propensión a consumir, el bienestar de un
163
estado progresivo depende esencialmente, por las razones que ya hemos explicado de la
suficiencia de tales estímulos. Éstos pueden encontrarse, ya sea en la inversión doméstica
o en la exterior (incluyendo en ésta la acumulación de metales preciosos), que, juntos,
forman la inversión total8. Cuando el volumen de inversión total está determinado sólo
por el deseo de ganancia9, las oportunidades de inversión interior estarán regidas, a la
larga, por la tasa de interés doméstica; mientras que la magnitud de la inversión exterior
está necesariamente determinada por el volumen de la balanza favorable de comercio. Así
en una sociedad donde no haya problema de inversión directa bajo la égida de la
autoridad pública, los fines económicos, de que es razonable que se preocupe el gobierno,
son la tasa de interés interior y la balanza de comercio exterior”.
“De este modo ocurre que la preocupación de las autoridades por una balanza comercial
favorable sirvió a ambos propósitos11; y fue, además, el único medio disponible de
promoverlos. En una época en que las autoridades no tenían control directo sobre la tasa
de interés interior o los otros estímulos a la inversión doméstica, las medidas para
aumentar la balanza comercial favorable eran el único medio directo de que disponían
para reforzar la inversión en el extranjero; y al mismo tiempo, el efecto de una balanza de
comercio favorable sobre la entrada de los metales preciosos era su único medio indirecto
de reducir la tasa de interés doméstica y aumentar así el aliciente para invertir dentro del
país”. (Keynes 1943,323).
8
Esta frase de Keynes se entiende mejor si se recuerda el mecanismo contable de la balanza de pagos tanto en
su parte de cuenta corriente como en su cuenta de capital.
9
Es decir cuando no existe una inversión pública directamente ejecutada por el Estado.
10
Se examinarán en clase algunos gráficos que ayudarán a entender estas observaciones de Keynes.
11
Ambos propósitos son los de promover la inversión tanto interna como externa.
164
“De este modo, dirijo el peso de mi crítica contra lo inadecuado de los fundamentos
teóricos de la doctrina del laissez faire, en la que fui educado y que enseñé durante
muchos años –contra la idea de que la tasa de interés y el volumen de inversiones se
ajustan automáticamente al nivel óptimo, de manera que preocuparse por la balanza
comercial sea perder el tiempo-; porque nosotros, la facultad de los economistas, hemos
sido culpables de presuntuoso error, al tratar como una obsesión pueril lo que por
centurias ha sido el objeto principal del arte práctico de gobernar”. (Keynes 1943, 325)
12
Por una política de restricciones comerciales se refiere Keynes a formas abiertas de proteccionismo que
limite las importaciones a través de medidas reglamentarias y administrativas, en vez de lograr superávit
comerciales sobre la base de un estímulo a las exportaciones y a la inversión externa.
165
I + (X – M) = PBI – C - G
SP = PBI – T – C
Ahorro público: Sea SG el ahorro del gobierno. Si consideramos como ingresos del
sector público a los tributos netos percibidos por el estado (T) y como egresos a los
gastos del gobierno (G), entonces
SG = T – G
166
S = PBI – C – G = (PBI – T – C) + (T – G) = SP + SG
SP = I + (X – M) + (G - T)
La ecuación anterior dice que el ahorro privado de un país puede destinarse a tres
objetivos diferentes.
13
Esta frase de Keynes se entiende mejor si se recuerda el mecanismo contable de la balanza de pagos tanto
en su parte de cuenta corriente como en su cuenta de capital.
14
Es decir cuando no existe una inversión pública directamente ejecutada por el Estado.
167
fines económicos, de que es razonable que se preocupe el gobierno, son la tasa de interés
interior y la balanza de comercio exterior”.
SP = IT = I + (X – M)
168
Competencia Imperfecta
Una de las razones por las cuales se hizo necesario que la teoría académica abandonara o
relegara las extremas premisas de la competencia perfecta, fue por su creciente incapacidad
para explicar (y mucho menos pronosticar) los procesos de la economía internacional. Esto
fue debido a la presencia de las grandes empresas oligopólicas que, en los hechos históricos
verificables, eran las mismas denominadas monopólicas en aportaciones de marxistas como
Lenin o institucionalistas como Veblen.
Unidos) ha debido aceptarla para intentar explicar y prever las tendencias del comercio
internacional de postguerra.
Introducción
En esta parte examinaremos estas estructuras de mercado para poner de relieve los
factores, económicos y no económicos, que contribuyen a determinarlas.
En una formulación sintética observan Samuelson et al: “Entre los tipos importantes de
estructuras de mercado se encuentran: a) el monopolio, en el que sólo hay una empresa
en una industria dada; b) el oligopolio, en el que hay unos pocos vendedores de un
producto similar; c) la competencia monopolística en la que hay un gran número de
pequeñas empresas que ofrecen un producto afín pero algo diferenciado”.
Los tres grandes factores que dan origen a situaciones de competencia imperfecta son los
costos, las barreras a la entrada y la interdependencia estratégica.
Respecto de los costos hay que considerar el tamaño mínimo eficiente, el que puede
corresponder a una cuota muy grande del mercado total de una industria. Las economías
de escala se refieren a situaciones de costos decrecientes que inducen al aumento del
tamaño de las empresas y a la formación de mercados oligopólicos. El tamaño mínimo
eficiente junto con otros rasgos de la oferta de ciertos recursos, pueden generar barreras
técnicamente determinadas a la entrada que desembocan en la existencia de mercados
monopólicos.
Las barreras a la entrada pueden provenir del tamaño mínimo de la empresa (monto del
capital inicial requerido y/o escala mínima de la tecnología utilizada), o por concesiones o
autorizaciones requeridas por parte del Estado. En algunos casos, como es el de los
172
Monopolio
Como veremos la presencia del estado es importante no sólo para crear un monopolio
sino también para controlarlo. Los instrumentos con que cuenta el estado en este sentido
(Mankiw capítulo 15) son: la legislación antimonopolio para reorganizar o reestructurar la
empresa, la regulación de precios que cobra el monopolio, o también la estatización de un
monopolio privado. Vemos entonces que en todos estos casos detrás del poder
monopólico de la empresa está el poder político del Estado. Esto significa que el poder de
mercado de la empresa es una “traducción” a esa esfera de la intervención de otras
formas de poder, como la del estado en el proceso económico.
173
Oligopolio
El hecho de que cada uno deba actuar por su cuenta no significa que no tengan en
consideración lo que los demás están haciendo. Pueden lograr así un equilibrio
conveniente denominado equilibrio de Nash: situación en que los agentes económicos
interactúan entre sí y eligen cada uno su mejor estrategia, dadas las estrategias que han
elegido todos los demás. Este comportamiento que forma parte de la teoría formalizada
de los juegos es otra prueba de que los mercados de competencia imperfecta son espacios
174
de poder en los que los jugadores tratan de maximizar sus posiciones respectivas. Los
mercados de automóviles o de computadoras son ejemplos de ofertas estructuradas de
manera oligopólica.
Volveremos más adelante sobre el vínculo entre las estrategias del oligopolio y la teoría de
juegos.
Competencia monopolística
Tal es el caso con muchas marcas de cereales que se ofrecen en las estanterías de los
supermercados, pero muchas de ellas pertenecen a la misma gran empresa. La gran
empresa o grupo económico puede operar con técnicas monopólicas u oligopólicas
para gestionar el conjunto de sus operaciones, pero cada producto de los múltiples
que ésta vende se puede considerar como operando en un mercado de competencia
monopolística.
En este nivel de los conglomerados o grupos económicos, las divisiones son concebidas como
una fuente o centro de beneficios, pero la Dirección General se reserva la atribución de
reasignar los flujos de capital entre ellas para favorecer los usos de alto rendimiento,
asumiendo muchas de las propiedades de un mercado de capital. Esta manera de operar
facilita la organización multidivisional en industrias elaboradoras de grupos de productos
tecnológicamente bien definidos en las ramas automotriz, química, alimentaria, etc. En estos
casos las divisiones de una misma empresa pueden estar integradas verticalmente dando
lugar a un tipo de comercio intrafirma que también implica un comercio intraindustrial sea
en el interior de las fronteras nacionales, o entre filiales ubicadas en diferentes países. Las
actividades típicas de la Dirección General, que los grupos o conglomerados se reservan para
si, son las que en el lenguaje de Porter corresponden a las actividades de apoyo
(investigación, planificación, financiamiento), en tanto que las distintas industrias que
componen la organización multidivisional son las que, en ese mismo lenguaje, corresponden
a las actividades que Porter denomina primarias.
el comercio con otros, y, por tanto, formando un mercado mundial integrado que es
más grande que cualquier mercado nacional individual, las naciones pueden reducir
dichas restricciones. Cada país puede especializarse en la producción de un menor
número de productos de lo que lo haría en ausencia de comercio; además,
comprando a otros países bienes que no produce, cada nación puede incrementar
simultáneamente la variedad de bienes disponibles para sus consumidores. Como
consecuencia el comercio ofrece una oportunidad de ganancia mutua incluso
cuando los países no difieren en sus recursos o en su tecnología.”
“Supongamos, por ejemplo, que hay dos países, cada uno con un mercado anual
para un millón de automóviles. Mediante el comercio entre sí estos países pueden
crear un mercado conjunto de dos millones de automóviles. En este mercado
conjunto se puede producir más variedad de modelos a un coste medio menor que
en cada mercado aislado”.
“El modelo de competencia monopolística puede ser usado para mostrar que el
comercio mejora la relación entre la escala de producción y la variedad de bienes a
la que las naciones se enfrentan. Comenzaremos por mostrar cómo, en el modelo de
competencia monopolística un mercado mayor lleva a un precio medio menor y a la
disponibilidad de una mayor variedad de bienes. Aplicando este resultado al
comercio internacional, observamos que el comercio crea un mercado mundial
mayor que cualquiera de los mercados nacionales que comprende. Así pues, la
integración de los mercados a través del comercio internacional tiene los mismos
efectos que el crecimiento de un mercado dentro de un solo país” (Krugman 1994,
151).
Tras presentar un ejemplo numérico de su modelo diagramático, Krugman reconoce
las limitaciones del modelo formal subyacente que ha estado proponiendo, y, que,
para no complicar la presente exposición no hemos incluido. Sin embargo Krugman
quiere vincular el tema de las economías de escala con la teoría de las ventajas
comparativas. Así sigue diciendo Krugman:
“Nuestro ejemplo de una industria de competencia monopolística dice poco sobre el
patrón de comercio resultante de la existencia de economías de escala. El modelo
supone que el coste de producción es el mismo en ambos países y que el comercio
se realiza sin costes. Estos supuestos significan que, aunque sepamos que el
mercado integrado dará cabida a diez empresas, no podemos decir dónde estarán
localizadas. Por ejemplo, puede haber cuatro empresas en nuestro país y seis en el
resto del mundo; pero también es posible como caso extremo, que las diez estén en
el extranjero (o en nuestro país)”.
“Para decir algo más que el mercado da cabida a diez empresas es necesario ir más
allá del marco del equilibrio parcial que hemos considerado hasta el momento, y
pensar en cómo se relacionan las economías de escala con la ventaja comparativa
para determinar el patrón de comercio”.
“Por tanto, vamos a imaginarnos una economía mundial formada, como es habitual,
por dos países, nuestro país y el resto del mundo. Cada uno de estos países tiene dos
factores de producción, capital y trabajo. Suponemos que nuestro país tiene una
relación capital trabajo global mayor que el extranjero, es decir, nuestro país es
180
los bienes manufacturados sofisticados que de las materias primas o sectores más
tradicionales (tales como textil o calzado). El comercio sin efectos importantes sobre
la distribución de la renta se producirá con mayor probabilidad en el intercambio de
manufacturas entre países industriales avanzados”.
“Esta conclusión surgió de la experiencia de la posguerra, particularmente en Europa
Occidental. En 1957 los países más importantes de Europa continental establecieron
un área de libre comercio en bienes manufacturados, el Mercado Común o
Comunidad Económica Europea (CEE). (El Reino Unido entró en la Comunidad
Europea más tarde en 1973). El resultado fue un rápido crecimiento del comercio: el
comercio en CEE creció dos veces más rápido que el comercio global durante los
años sesenta. Podría haberse esperado que este rápido crecimiento del comercio
produjera sustanciales distorsiones y problemas políticos. Sin embargo el
crecimiento del comercio fue casi completamente intraindustrial en lugar de
interindustrial: no se produjeron distorsiones económicas drásticas. A pesar de que,
por ejemplo, los trabajadores de la industria de maquinaria eléctrica en Francia
resultaran perjudicados, mientras que los alemanes resultaron beneficiados, los
trabajadores de ambos sectores ganaron por el incremento de la eficiencia de la
industria europea integrada. El resultado fue que el crecimiento del comercio en
Europa presentó problemas sociales y políticos mucho menores de lo que cualquiera
hubiera anticipado”. (Krugman 1994, 160-161).
12.
Cabe hacer aquí la misma distinción ya insinuada al comienzo de este artículo entre
teoría económica (con la correspondiente visión cognoscitiva preanalítica), y economía
182
15
Un rasgo epistemológico central de la teoría neoclásica, tanto la walrasiana como la
marshalliana, es la incorporación del lenguaje matemático que había sido de tanto éxito en las
ciencias físicas y mecánicas desde finales del siglo XVIII. Los economistas clásicos escribían “en
prosa” y a lo sumo incluían algunos ejemplos numéricos relevantes fundados en aritmética
elemental. Marx, por su parte incluyó algunas ecuaciones fundamentales vinculadas a sus modelos
de reproducción simple y ampliada y al cálculo de la tasa de ganancia y de los precios de
producción. El mismo Keynes a pesar de su versación matemática y estadística, siguiendo la
tradición de los padres fundadores de Cambridge (Ricardo y Malthus) prefirió reducir al mínimo el
uso del lenguaje matemático. En cambio los neoclásicos hicieron de los modelos formalizados un
instrumento fundamental de sus teorías.
Los sistemas de ecuaciones, así como el cálculo diferencial e integral siempre estuvieron presentes a partir de
Marshall (equilibrio parcial) y de Walras (equilibrio general).
183
del ingreso y la noción de salario de subsistencia siempre han quedado excluidas del
núcleo central de la teoría económica neoclásica.
Sin embargo, posteriormente, y en especial desde fines de la segunda guerra mundial los
textos académicos neoclásicos de mayor circulación fueron reconociendo evidencias
históricas insoslayables. Tanto las teorías de juegos como los estudios preexistentes sobre
mercados imperfectos (monopolio, oligopolio, competencia monopolística) implicaron un
reconocimiento, acotado pero explícito, de asimetrías de poder que afectan los precios de
mercado. Estas teorías y estudios fueron incorporados a los manuales de uso académico
más generalizado en el mundo occidental.
(Olson 1965). Becker por su parte pretende extender los principios de la racionalidad
instrumental o estratégica, al ámbito de las relaciones interpersonales de tipo
interpersonal,familiar, amoroso, etc. (Becker 1964).
Por oposición la economía política (esta vez sin comillas) del estructuralismo
latinoamericano se ejemplifica ampliamente como el conjunto de diferentes estrategias
de desarrollo planteadas por CEPAL a los gobiernos de América Latina a lo largo de sus
sesenta años de existencia. Los estructuralistas han seguido la dirección opuesta a la de
los neoclásicos: en vez de querer exportar su visión económica a las otras ciencias
sociales, intentan examinar las vías a través de las cuales las posiciones, estrategias y
tácticas de poder de las personas en las estructuras políticas y culturales contribuyen a
determinar, en regímenes democráticos, el funcionamiento de mercados y precios.
De otro lado, introduciendo una noción de tiempo más bien lógica o teórica, definieron el
“largo plazo” como el ámbito de los procesos de crecimiento económico, en donde opera
el pleno empleo y la autorregulación de los mercados (dinámica del producto potencial de
equilibrio). Esto nos lleva a comentar la evolución de la teoría neoclásica del crecimiento
económico.
En 1956, y como primera respuesta polémica a las visiones neo keynesianas de teoría del
crecimiento originadas en Cambridge (Inglaterra)16, Solow elaboró una propuesta teórica
16
En la corriente neo keynesiana británica de Cambridge, Harrod había publicado su Ensayo de
Teoría Dinámica (1939) y al fin de la Segunda Guerra (1947) Domar publicó su trabajo Expansión y
Empleo, complementando desde el lado de la oferta los elementos keynesianos de la propuesta
de Harrod. Esta visión fue luego consolidada por Kaldor (1955, 1957, 1958) y Kaldor y Mirrles
(1962). Dos referencias fundamentales en lengua castellana son Rojo Duque (1966) que incluye
una recopilación de los artículos principales aquí citados y de Harcourt (1975) que nos cuenta una
historia del gran debate entre “las dos Cambridge”. Véase también Monza (1971).
185
Desde el punto de vista de la teoría de los precios, la teoría neoclásica del crecimiento en
la versión de Solow ignora simplemente el problema. A propósito de la recepción del
Premio Nobel de Economía observo: “la idea es imaginar que la economía está poblada
por un único consumidor inmortal, o por cierto número de consumidores idénticos,
también inmortales. Se supone que dicho consumidor, o su dinastía, maximiza una
función de utilidad intertemporal. (…). Cualquier falla del mercado se elimina desde el
comienzo por definición. No existen complementariedades estratégicas, no hay fallas de
coordinación, no hay dilemas del prisionero. (…) Inseparable de esta forma de
pensamiento es la presunción automática de que lo que observamos es un sendero de
equilibrio. Se nos pide que adoptemos la construcción que acabo de esbozar como una
descripción estilizada del funcionamiento del mundo capitalista” (Solow 1988, citado en
Katz 2000, 37)
1. Introducción
Hacia una integración multidimensional
Nótese que, los estados nacionales, componentes de los sistemas internacionales, pueden, a su
vez, también ser examinados como sistemas multidimensionales, con sus propios componentes,
estructuras, dominios y procesos. Sin embargo este artículo se concentra solamente en el nivel
internacional y no aborda las transformaciones que, a escala nacional, terminan afectando el
comportamiento de los actores internacionales.
17
Estamos haciendo un uso libre de ideas que se inspiran en las ideas de Mario Bunge. Véase en particular
Bunge 1999 capítulos 4 y 10.
189
El lenguaje de los sistemas guarda correspondencia con el lenguaje de los juegos, así: a) los actores
del sistema internacional pueden verse como los jugadores o los equipos que juegan, b) las
estructuras del sistema internacional pueden mirarse como las reglas técnicas e institucionales del
juego, c) los dominios o ámbitos (políticos, económicos, culturales y ambientales) del sistema
internacional pueden concebirse como las diferentes “arenas”, “campos” o “canchas” en que el
juego tiene lugar, y d) los mecanismos y procesos recíprocos entre los actores principales
(gobiernos de turno, organismos intergubernamentales, empresas transnacionales) pueden
“leerse” como las estrategias y tácticas de los jugadores principales de acuerdo con sus posiciones
en las reglas del juego18.
En este nuevo marco histórico, las modalidades de negociación que han estado surgiendo desde la
década de los años ochenta han sido decisivamente influidas por la propagación de las tecnologías
18
Estamos “traduciendo” aquí el lenguaje de los sistemas al lenguaje de los juegos, haciendo un uso libre y
propio de ideas que se inspiran en Douglass North. Véase en particular North 1993, capítulo 1.
190
En la esfera política siguen operando los gobiernos de turno de los Estados Nacionales con una
preponderancia hegemónica de los países centrales. Estos países (por ejemplo Estados Unidos), o
conjuntos de países (por ejemplo la Unión Europea), se definen como centrales por ser las fuentes
del poder tecnológico y los principales hacedores de las reglas de juego del orden económico y
político mundial. Esas reglas de juego son administradas y monitoreadas por los organismos
intergubernamentales tanto en la esfera económica (por ejemplo Fondo Monetario Internacional
[FMI], Banco Mundial [BM] y Organización Mundial del Comercio [OMC]), como en la esfera
política (por ejemplo Consejo de Seguridad de la ONU) y militar (por ejemplo la OTAN).
Precisamente las nuevas reglas de juego de la OMC, sucesora del Acuerdo General de Aranceles y
Comercio (GATT en su sigla inglesa), han reflejado el protagonismo de las ET que cabildean a
través de sus gobiernos para lograr la inclusión de nuevos códigos o “disciplinas” en materia de
inversiones, de tecnología, de competencia, etc.
Las ET “juegan”, además, a través de presiones sobre los gobiernos donde se asientan sus casas
matrices, o, alternativamente, donde se localizan las cadenas productivas de sus subsidiarias (por
ejemplo los países subdesarrollados que son sede de las zonas francas, y en particular, de las
procesadoras de exportaciones o maquiladoras).
191
De otro lado las modalidades de la integración multidimensional pueden ejemplificarse mejor con
la lógica de la integración europea. Examinemos más de cerca ambas opciones.
Las varias dimensiones del proceso de integración, pueden examinarse tomando como punto de
partida el lenguaje comúnmente aceptado en el ámbito público intergubernamental e incorporado
al léxico oficial de los tratados internacionales. Las transformaciones introducidas por los procesos
de integración regional: a) empiezan generalmente por las relaciones de comercio o de mercado
(por ejemplo áreas de preferencias arancelarias o de libre comercio), b) se profundizan luego
compartiendo ciertas cuotas de soberanía (uniones aduaneras), c) avanzan después en la creación
gradual y parcial de ciudadanías comunitarias (mercados comunes de trabajo), y d) culminan
merced a la gestación de soberanías y ciudadanías crecientemente compartidas (por ejemplo a
través de comunidades económicas y monetarias).
En contraste con los procesos anteriores, la dinámica histórica de los que hoy se denominan
Tratados de Libre Comercio (TLC), se ha concentrado solamente en el ámbito de las relaciones de
mercado. Tal es el caso de casi todos los acuerdos comerciales hemisféricos suscritos a partir de
los noventa en el continente americano. Estos TLC son denominados a veces “comprehensivos”
(pero sólo en el plano de los mercados) porque no sólo incluyen elementos de libre comercio de
bienes, sino también otras disciplinas propias del actual proceso de globalización capitalista:
transacciones en tecnología y propiedad intelectual, inversiones ligadas al comercio y a los
servicios, normas de competencia y defensa del consumidor, compras del sector público, etc. En
vista de ello una denominación técnica más precisa sería la de áreas preferenciales de mercado.
Los países latinoamericanos que suscriben esos TLC adquieren compromisos institucionales según
los cuales deben modificar sus regímenes internos de inversiones, de propiedad intelectual, de
solución de controversias internacionales, etc. Los TLC más importantes que se han estado
suscribiendo son “verticales” en el sentido que vinculan a un gran centro del orden capitalista
global (como es el caso de los Estados Unidos), con naciones o bloques de naciones
latinoamericanas. Tal es por ejemplo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA),
o el Tratado de Libre Comercio de América Central y la República Dominicana (CAFTA-RD).
Los TLC verticales omiten en sus textos constitutivos cualquier intento de compartir soberanías
por parte de los países suscriptores. La dimensión política implicada en la suscripción de estadios
más profundos de integración como las uniones aduaneras o monetarias, implica un nivel de
compartimiento de soberanías que resulta obviamente inaceptable para la principal potencia
hegemónica del orden capitalista global actual.
Los TLC también omiten la dimensión sociopolítica asociada al compartir ciudadanías, la que es
imprescindible para la constitución de mercados comunes de trabajo (pasaporte único, derechos
laborales, mecanismos comunitarios de acceso a la salud, a la educación, al reconocimiento de
diplomas, etc.) por parte de los ciudadanos que son oriundos de los países suscriptores.
Por último los TLC “verticales” (norte-sur) tampoco penetran en aspectos culturales específicos
(como el reconocimiento y enseñanza recíproca de las lenguas habladas por los otros miembros, o
de valores compartidos en el plano de la ética, la moral, el arte, etc.). Es en este sentido que
podemos tipificarlos como acuerdos unidimensionales o “mercadistas”. Este es el “estilo” de
integración regional que acepta y promueve Estados Unidos en el hemisferio occidental.
Por oposición la UE ha utilizado otra lógica, tanto en la creación interior de su propio bloque, como
en la incorporación de los países de su entorno estratégico (por ejemplo la ampliación a los países
193
de Europa Central, que son ex miembros del Consejo de Asistencia Mutua Económica que fuera
liderado por la ex Unión Soviética). La UE es un típico bloque multidimensional, pues sus reglas y
disciplinas abarcan: a) la convergencia macroeconómica profunda (armonización o incluso
unificación de regímenes aduaneros, fiscales, monetarios, etc.); b) el compartimiento de
soberanías (uniones aduaneras, monedas comunes, etc.), y c) el compartimiento de ciudadanías
(pasaporte común, movimiento y radicación de trabajadores inmigrantes, reconocimiento de
diplomas, de derechos laborales y previsionales, etc.)
El proceso de globalización económica se asienta en la propagación de las TIC, acaecida con mucha
fuerza desde fines de la década de los setenta y comienzos de los años ochenta, período que
coincidió con otros dramáticos cambios acontecidos en el ámbito de las relaciones internacionales.
En lo político tuvo lugar el colapso definitivo de los regímenes comunistas autoritarios de Europa
Oriental y Central. En lo económico comenzó la, así denominada, Revolución Conservadora
asociada a los gobiernos de M. Thatcher en Gran Bretaña y de Ronald Reagan en los Estados
Unidos.
Otro aspecto de gran importancia en esta etapa histórica fue el surgimiento de las economías, así
denominadas “emergentes” de Asia: primero Japón desde comienzos de los setenta, y luego,
China desde mediados de los años ochenta. La India, aunque de manera menos espectacular que
China es otro jugador poderoso en las nuevas reglas de la economía mundial.
En América Latina los años ochenta presenciaron las nefastas consecuencias del excesivo proceso
de endeudamiento, que se fue gestando durante los años setenta. Este proceso estuvo asociado a
194
Finalmente a comienzos de los años noventa la mayoría de los países latinoamericanos habían
compatibilizado sus modelos económicos con las reglas del capitalismo global y se habían
enrolado en estrategias de crecimiento basadas en economías abiertas, orientadas por criterios
privados-transnacionales en la asignación de recursos.
Esta reorientación de los tratados de integración regional en la esfera de los mercados fue
denominada “regionalismo abierto”. El regionalismo abierto es un compromiso jurídico para
compatibilizar la filosofía “aperturista” propia de la incorporación a las reglas de juego de la
economía global con la filosofía integracionista basada en la concesión de preferencias recíprocas,
sólo para los socios del acuerdo, en las esferas del comercio y de la inversión.
Quedaron así planteadas en América Latina las dos estrategias de integración conceptualmente
examinadas en el apartado anterior. De un lado surgió la integración multidimensional, expresada
en acuerdos latinoamericanos preexistentes o creados a partir de los años noventa. Entre los
primeros se cuentan la Comunidad Andina de Naciones (CAN), la Comunidad del Caribe
(CARICOM), y el Mercado Común Centroamericano (MCCA). Entre los creados a partir de los años
noventa destaca el Mercado Común del Sur (MERCOSUR).
entre estos dos tipos de acuerdos han modelado buena parte de la historia de la integración en
América Latina.
Estas nuevas formas de producción globalizada son cada vez más posibles y frecuentes por
las enormes oportunidades tecnológicas de reducir los costos de coordinación de las empresas y
firmas que operan transnacionalmente sea a escala mundial, continental o subcontinental. El
resultado de estas transformaciones tecnológicas y de la convergencia de las normas técnicas que
las regulan, ha sido una gran movilidad internacional de los flujos de inversión directa, de
tecnología, y de nuevos tipos de servicios.
Como se sabe, en los años noventa prácticamente todos los países de América Latina
habían completado su incorporación al nuevo modelo de crecimiento económico abierto a la
economía global.
En este trasfondo histórico se explican los cambios que también han estado aconteciendo
en el significado y modus operandi de los acuerdos de integración regional que se fueron
suscribiendo en América Latina, bajo los marcos reguladores más flexibles de la Asociación
Latinoamericana de Integración (ALADI) desde1980.
Los cambios más importantes que han tenido lugar en el área de la integración
latinoamericana incluyen: a) la creciente participación activa de los Estados Unidos en los procesos
de integración promoviendo una forma de regionalismo vertical (norte-sur) que no se había
observado en períodos históricos anteriores; b) una proliferación de TLC tanto en el eje norte-sur
(con protagonismo estadounidense) como en el eje sur-sur entre algunos países
latinoamericanos; y, b) la creación (MERCOSUR) o reformulación (CAN, MCCA, CARICOM) de
acuerdos sub-regionales que, en sus respectivas áreas territoriales agrupan a la mayoría de los
países latinoamericanos.
Adicionalmente a estos campos que son netamente económicos, los cuatro acuerdos
mencionados han incursionado en dimensiones socioculturales (por ejemplo búsqueda de
reconocimiento recíproco de títulos y grados) y políticas (por ejemplo declaraciones y
compromisos orientados al mantenimiento de los regímenes democráticos y de respeto a los
derechos, garantías y libertades que acompañan la vigencia de esos regímenes).
197
Hasta fines del siglo XX la perspectiva existente era que los procesos de integración
regional en América iban a quedar reducidos a cinco grandes acuerdos. De un lado el Acuerdo de
Libre Comercio de Las Américas (ALCA) que absorbería jurídicamente todos los otros TLC
previamente suscritos a escala hemisférica (norte-sur) o latinoamericana (sur-sur). De otro lado,
los cuatro bloques sub-regionales que actualmente agrupan a casi todos los países de América
Latina (Di Filippo y Franco, 2000).
Sin embargo las negociaciones del ALCA parecen haber colapsado definitivamente en
2005, tras la Cumbre Presidencial celebrada en Argentina. Los cuatro acuerdos potencialmente
multidimensionales (MERCOSUR, CAN, MCCA y CARICOM) enfrentan perspectivas y opciones muy
diferentes fuertemente teñidas por consideraciones de naturaleza política. Parece conveniente
empezar por el análisis de los acuerdos hemisféricos y ubicar en ese marco más global la evolución
de los acuerdos propia o exclusivamente latinoamericanos.
En junio de 1990, el entonces presidente de los Estados Unidos, George Bush (padre) dio a
conocer la Iniciativa para las Américas que proponía: a) la conformación en el largo plazo de una
zona hemisférica de libre comercio y, en el corto y mediano plazo, la paulatina liberalización
comercial de las economías latinoamericanas mediante la suscripción bilateral de acuerdos de
comercio e inversión con Estados Unidos; b) la promoción de reformas a los regímenes
latinoamericanos de inversión para favorecer los procesos de privatización y de regulación
“simpáticos” al mercado, a través de ayuda técnica y financiera apoyada con 1,5 billones de
dólares; y, b) la reducción negociada de la deuda oficial o gubernamental de los países
latinoamericanos que se fueran adhiriendo al “espíritu” de la Iniciativa19.
19
A finales de 1991 EEUU tenía suscritos los siguientes acuerdos-marco de comercio e inversión en América
Latina (algunos de ellos anteriores a la puesta en marcha de la Iniciativa: México (1987), Bolivia ( julio de
1990), Ecuador (julio de 1990), Chile (octubre de 1990), Honduras (noviembre de 1990), Costa Rica
(noviembre de 1990), Venezuela (mayo de 1991), El Salvador (mayo de 1991), Perú (mayo de 1991),
Panamá (junio de 1991), Nicaragua (junio de 1991), MERCOSUR de “los cuatro”: Argentina, Brasil,
Paraguay y Uruguay (junio de 1991). Véase Lucrecia Lozano (1993), La Iniciativa para las Américas: el
comercio hecho estrategia, Revista Nueva Sociedad, número 125, mayo-junio, páginas 121-134.
198
La vía de seguir incorporando países al TLCAN experimentó tropiezos durante 1995 cuando el
Congreso estadounidense negó al Ejecutivo la aprobación de la así denominada, “vía rápida” para la
negociación de nuevos acuerdos comerciales, lo que frustró (o al menos postergó) la incorporación de
Chile al TLCAN.
20
Las maquiladoras son empresas que importan, libres del pago de aranceles, insumos industriales para
elaborar productos manufacturados, que se comercializan posteriormente fuera del país sede de las
maquiladoras. La palabra maquilar según el Diccionario de la Lengua Española (1970) significa “cobrar al
molinero por la maquila”. Se originó en el medioevo español para designar moliendas de trigo ajeno, cuyos
propietarios (del trigo) pagaban al molinero con parte de la harina obtenida. Algo parecido operó en los
ingenios azucareros de las Antillas durante el siglo XIX.
199
Como ahora resulta muy claro, la intención original que llevo a la creación del ALCA se
modificó después de la octava reunión ministerial sostenida en Miami en Noviembre de 2003. La
modificación se relacionó con los procedimientos de negociación y con los resultados que se
esperarían de la firma de los acuerdos. En la previa reunión ministerial de Quito (2002) la idea de
un sólo acuerdo integral y completo estaba todavía viva. Pero en la Declaración de Miami surgió
una nueva versión “a la carta” de los acuerdos, derivada fundamentalmente de la falta de
entendimiento entre el MERCOSUR y Estados Unidos respecto de la agricultura y los servicios.
La apertura al público del texto borrador de las negociaciones, y la emergencia del tema
de las asimetrías de desarrollo de los negociadores generaron dos potenciales áreas de fricción
que se irían manifestando en el curso posterior de las negociaciones. Sin embargo, los principales
problemas iban a surgir a partir de Québec, cuando comenzaron las negociaciones de acceso a
mercados (mayo de 2002) y se planteó la necesidad de definir las modalidades de negociación.
Estas modalidades incluían ofertas en los rubros de bienes agrícolas y no agrícolas, además de
servicios, inversiones y compras del sector público.
En bienes agrícolas el principal ámbito de fricción era el de los subsidios y otras disciplinas
sobre prácticas que distorsionan el comercio de estos bienes, practicadas por los países
desarrollados como elementos componentes de su tradicional proteccionismo en este sector.
para deliberar conjuntamente sobre temas comunes, particularmente presencia comercial”. Como
veremos uno de los principales ámbitos de discrepancia entre las ET, principales jugadores
económicos de la globalización, y los gobiernos de los países latinoamericanos, corresponde a las
reglas de juego que deben normar el comportamiento de las ET la región, y los procedimientos
para solucionar las controversias que puedan emerger.
La publicación del primer borrador negociador dio amplio acceso a todos los miembros de
la sociedad civil, (más allá de las cámaras empresariales, únicos iniciados, hasta ese momento en el
curso de las negociaciones a través de los foros empresariales paralelos). Aunque las
contribuciones explícitas de la sociedad civil fueron más bien escasas y desequilibradas, la opinión
pública general contó, finalmente, con recursos informativos justamente cuando el panorama
político latinoamericano comenzaba a mutar su color ideológico.
Muy pronto se puso de relieve que algunos países grandes y medianos (en particular
Argentina y Brasil), con producción y exportaciones agropecuarias de clima templado que
competían especialmente con las de Estados Unidos, no estaban dispuestos a continuar
negociando el acceso a sus mercados de inversiones y de servicios si no se abordaban los temas
centrales del proteccionismo agrícola y no se moderaban las pretensiones de reformas legales y
judiciales favorables a los inversionistas transnacionales. También la “caja de Pandora” de los
países pequeños y de menor desarrollo relativo, siguió acrecentando complejidades y tensiones de
magnitud que no habían sido previstas. Todo ello terminó repercutiendo de manera categórica en
la Declaración Ministerial de Miami (noviembre de 2003) donde se abandonó el principio de
“single undertaking” (un único compromiso suscrito por todos los participantes respecto de todas
las materias bajo negociación).
El proceso de erosión de las negociaciones ALCA culminó con una ruptura abierta
explicitada en la Declaración Presidencial de la Cumbre de Mar del Plata (2005). De un lado los
países miembros del MERCOSUR incluyendo a Venezuela prepararon un texto que implicaba el
abandono de las negociaciones por no estar dadas “las condiciones necesarias para lograr un
acuerdo de libre comercio equilibrado y equitativo”. Por otro lado, las restantes economías de
América Latina y el Caribe, suscribieron una declaración en un tenor parecido al de la Declaración
202
El tamaño económico de Estados Unidos comparado con el de los países MCCI (México,
Centroamérica y Caribe insular) es 10 veces superior en términos de producto interno bruto. El
único país que logra pesar de manera significativa en las relaciones Estados Unidos-MCCI es
México pero aún en este caso, las asimetrías son en la esfera económica, social y política muy
profundas. Desde la recomposición del sistema político mexicano (fin de la hegemonía del PRI), y
de su incorporación al TLCAN, las asimetrías políticas se han reducido pero las económicas y
culturales siguen aumentando.
De más está decir que en la comparación Estados Unidos-CARICOM estas asimetrías alcanzan un
grado máximo, pues este país es 263 veces más grande en términos económicos que todos los
países miembros de CARICOM considerados conjuntamente. El CARICOM está compuesto por más
de una docena de “micro-estados” insulares caribeños, los que en 2004, albergaban, en conjunto
una población de 6 millones de personas, generaban un PIB de 41.000 millones de dólares y un
producto por habitante de 7600 (PPA) dólares de 1990. Han liberado su comercio recíproco y
cuentan con un arancel externo común. En la década de los noventa sus exportaciones recíprocas
203
medidas como porcentaje de las totales se elevaron desde 16,7% en 1997, a 18,8 en 2003 (véanse
cuadros 1 a 4, al fin de este trabajo).
Dicho sea al pasar, este tema de las asimetrías económicas entre Estados Unidos y el grupo de
países MCCI tiene una contrapartida demográfica: las masas de inmigrantes que, provenientes de
esas zonas, intentan instalarse en el gran país del norte. Esto genera otro tipo de asimetrías en los
planos político y social que afectan las relaciones hemisféricas. En este momento, tras el fracaso
de la ley migratoria orientada a dar cabida legal a los indocumentados, se nota un probable
endurecimiento de las leyes migratorias que afectará muy especialmente a los ciudadanos del
grupo de países mencionados. La reacción popular por parte de las decenas de millones de los, así
denominados “hispanos” que, legal o ilegalmente viven en ese país, está siendo muy significativa
y, cuenta con el apoyo de múltiples organismos defensores de los derechos, garantías, y libertades
civiles y políticas en ese país. Estos grupos de inmigrantes latinoamericanos, apoyados por otros
contingentes menores provenientes de otras latitudes, son una fuerza electoral no despreciable
capaz de inclinar la balanza en los sufragios parlamentarios o presidenciales de Estados Unidos.
Las posiciones de estos países respecto del ALCA fueron obviamente diferentes. México
era relativamente reticente al progreso del acuerdo porque sus vínculos con Estados Unidos están
establecidos en el TLCAN y sus intereses no se hubieran visto mejor servidos con la suscripción del
ALCA. Los países miembros de América Central y del Caribe compiten con México por las
inversiones de las ET orientadas en última instancia al gran mercado estadounidense. Sin embargo
en lo que va corrido del siglo XXI queda claro que el principal competidor de México y de los
restantes miembros de MCCI es China tanto en la captación de dichas inversiones como en la
conquista del mercado estadounidense.
La reciente suscripción del TLC entre Estados Unidos y Centro América que
incluye también a la República Dominicanas (CAFTA-RD), significará de facto la
obsolescencia de muchas reglas preexistentes y vigentes en el MCCA. El CAFTA-RD
implicará la instalación de nuevas reglas actualizadas en las áreas de servicios, propiedad
intelectual, inversiones ligadas al comercio (presencia comercial), compras públicas,
solución de controversias, etc. El CAFTA-RD creará una nueva institucionalidad dentro de
la filosofía de la OMC, pero llegando más lejos (lo que se ha denominado OMC-plus). El
tema es conflictivo y ha suscitado sentimientos encontrados en los gobiernos y en sus
tendencias políticas entre los países suscriptores. Así lo demuestra, por ejemplo, el debate
en Costa Rica que culminó con una consulta popular, apretadamente favorable a la
aprobación de Tratado.
Esto significa que, a pesar del congelamiento del ALCA, Estados Unidos ha
continuado con su estrategia de acuerdos unidimensionales enfocados exclusivamente en
las relaciones de mercado, y orientados no sólo a promover el comercio sino también a
204
De otro lado en América del Sur MERCOSUR y CAN no sólo tienen intereses conflictivos
con USA y UE en actividades agropecuarias de clima templado sino que además (incluyendo a
Chile que no es un miembro pleno de estos acuerdos) están demasiado lejos de los Estados Unidos
como para aprovechar las zonas francas exportadoras de bienes o servicios al gran mercado
estadounidense. En estos bloques sudamericanos, la inversión directa extranjera en manufacturas
y servicios está ante todo interesada en abastecer los propios mercados sudamericanos. De otro
lado, continúa el tradicional interés de las ET por explotar los diferentes tipos de recursos
naturales de gran demanda en los países desarrollados. Este interés se ha multiplicado con la
irrupción de China continental en los mercados mundiales expandiendo la demanda de materias
primas y alimentos (petróleo, cobre, soja, etc.). La presencia creciente de la China en las
transacciones internacionales de la era global está transformando en grado importante la
dinámica de los mercados mundiales.
Los países que integran la CAN (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, y Venezuela)
albergaban en 2004, una población de 120 millones de personas, un PIB de 638.000
millones de dólares de 1990, y un producto por habitante de aproximadamente 5300 (PPA)
unidades de la misma moneda. Han liberado el grueso de su comercio subregional,
establecido un arancel externo común incipiente e imperfecto, y se proponen avanzar hacia
formas de integración multidimensional y profunda. Sus exportaciones recíprocas como
porcentaje de las totales, disminuyeron desde 12,1% en 1997 hasta 9,1% en 2003.
La Comunidad Andina de Naciones, por la peculiar disposición geográfica
“longitudinal” de sus miembros carece de algunas de las ventajas económicas de las áreas
naturales de integración, y este hecho se refleja en la proporción relativamente baja del
comercio recíproco entre sus miembros. En la Reunión Presidencial de Trujillo (1996) se
205
creó una nueva institucionalidad que convirtió al Grupo Andino en la Comunidad Andina
de Naciones, con un Consejo constituido a nivel presidencial y encargado de proveer la
orientación política del Acuerdo.
Recientemente Venezuela anunció su intención de abandonar su posición de
miembro pleno del CAN y de incorporarse como miembro pleno al MERCOSUR. Sin
embargo para que se ratifiquen ambos movimientos será necesario esperar un período y,
además, en el caso del ingreso al MERCOSUR falta la ratificación parlamentaria de los
gobiernos de Uruguay y Brasil.
De otro lado, los países que integran el MERCOSUR (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay),
albergaban en 2004 a 228 millones de personas, con un PIB de 1.875.000 millones de dólares, y
un PIB por habitante (PPA) de 8200 dólares. Han liberalizado la mayor parte de su comercio
recíproco, establecido un arancel externo común, y se proponen avanzar hacia la constitución de
un mercado común. El porcentaje de sus exportaciones recíprocas respecto del total exportado
cayó desde 24,9 en 1997 a 11,9% en 2003. Sin embargo en la segunda mitad del presente decenio
las transacciones recíprocas han empezado a recuperarse. (Véanse cuadros 1 a 4).
Nótese que tanto CAN como MERCOSUR han sufrido reducciones importantes en sus
porcentajes de comercio recíproco después del auge experimentado en la primera parte de los
años noventa. La raíz de este deterioro quizá se encuentre, primero en el impacto negativo de la
economía global expresado en el contagio de algunas crisis financieras originadas en otras
latitudes, segundo, en la insuficiente voluntad política de sus miembros para buscar mecanismos
más profundos de integración macroeconómica y, tercero en la incompleta evolución institucional
de los acuerdos mismos hacia modalidades multidimensionales asociadas a la vigencia de
regímenes democráticos. También este tipo de dificultades en el comercio recíproco pueden
abordarse a la luz de la estrategia general sugerida en el presente trabajo. La idea subyacente es
que las relaciones de mercado se encuadran en estructuras institucionales que les fijan sus límites
y les confieren sus estímulos.
Lo que ha faltado para promover la integración del mercado interior de Sudamérica ha sido la
dotación de una base infraestructural e institucional que la viabilice.
En Sudamérica la UNASUR puede llegar a ser una comunidad política y económica entre los doce
países sudamericanos. Nacida en 2004 en Cusco, Perú, durante la III Cumbre Sudamericana, su
Secretaría General quedó localizada en la Ciudad de Quito. La constitución de UNASUR apunta a
206
UNASUR promueve la convergencia entre MERCOSUR, CAN, y Chile en una zona de libre
comercio, cuyas negociaciones están muy avanzadas y comenzaron con anterioridad a la creación
de esta Unión. Asimismo UNASUR se ha convertido en el organismo encargado de impulsar la,
también preexistente, Iniciativa de Integración Regional Sudamericana (IIRSA) orientada a avanzar
en la integración física, energética, y de comunicaciones de América del Sur. Entre otras se prevé
la Carretera Interoceánica que unirá el Perú con Brasil pasando por Bolivia; el Anillo Energético
Sudamericano para lograr abastecer a los países del MERCOSUR y Chile con el gas peruano de
Camisea; el Gasoducto Binacional que conectará a Colombia con Venezuela; el Poliducto
Binacional que posibilitará la exportación de petróleo hacia el oriente a través de la costa
colombiana sobre el Pacífico.
Puede ser útil someter a examen el papel que podrían llegar a desempeñar los acuerdos
multidimensionales de integración regional en la creación de una convergencia institucional que
facilite el desarrollo económico bajo condiciones de creciente integración en la economía mundial.
21
Desde una perspectiva político-social también cabe mencionar la Alternativa Bolivariana para América
Latina y El Caribe (ALBA). Nació en La Habana (2004) por un acuerdo entre Venezuela y Cuba.
Posteriormente han adherido Nicaragua, Antigua y Barbuda, Dominica y San Vicente y las Granadinas.
Centra su atención en la lucha contra la pobreza, la exclusión social, y los altos índices de analfabetismo.
Otorga una importancia crucial a los derechos humanos, laborales y de género, así como a la defensa del
medio ambiente. Se preocupa especialmente por lo problemas sociales de los campesinos y pequeños
productores agrícolas. Proclama la creación de mecanismos que aprovechen la creación de lo que denomina
“ventajas cooperativas” entre los países miembros. Expresa intenciones políticas y fundamentaciones teóricas
que todavía deben madurar y explicitarse mucho más.
207
La pertinencia de una discusión en torno a este tema deriva del hecho de que la mayoría de
los países latinoamericanos son miembros (plenos o asociados) de alguno de los acuerdos
multidimensionales que hoy operan en América Latina: MERCOSUR, CAN, MCCA y CARICOM. Por
ejemplo todos los países miembros del CAN más Chile son actualmente asociados del MERCOSUR.
En resumen se trata de examinar el rol de los acuerdos de integración regional en la creación de
marcos institucionales comunes que faciliten el desarrollo de América Latina en la presente era
global.
Respecto de las cadenas productivas y las coordinaciones intrafirma de las ET, la consolidación
de las tecnologías de la información ayuda al desarrollo de procedimientos tales como el
intercambio electrónico de datos, la aplicación de procedimientos “justo a tiempo” en el manejo
de existencias, etc.
Retornando a nuestra perspectiva sistémica y al lenguaje de los juegos, podríamos decir que todos
los acuerdos de integración regional involucran a jugadores económicos (básicamente las ET). Las
reglas económicas de juego abarcan a las instituciones que regulan la propiedad de los recursos en
209
el marco de la dinámica de los mercados globales, por lo tanto se expresan a través de los
organismos intergubernamentales de escala global, tales como la OMC, el FMI y el BM.
De otro lado, todos los acuerdos de integración regional involucran a los jugadores políticos, que
son los gobiernos de turno de los estados nacionales suscriptores de esos compromisos. Estos
gobiernos tienen la legitimidad que emana de los sistemas políticos sobre los cuales se asientan
pero en todo caso representan la soberanía de los estados respectivos. Un rasgo común de todos
los tipos de sistemas democráticos es que, en última instancia, la soberanía radica en los
ciudadanos que otorgan legitimidad a los gobiernos respectivos.
Ahora bien el tema central que nos ocupa es el de los vínculos entre las instituciones de la
democracia y las regulaciones y compromisos que emanan de la suscripción de los acuerdos de
integración.
En relación con los acuerdos que se suscriben entre naciones del hemisferio occidental la cláusula
democrática es una condición que está cada vez más presente. En el caso de la UE esto fue
particularmente evidente en sus miembros fundadores y en las sucesivas ampliaciones del bloque.
Solamente después de haber asumido regímenes democráticos de gobierno otras naciones de
Europa Occidental (España, Portugal, Grecia, etc.) se fueron incorporando a la UE. Lo mismo
acontece hoy con la ampliación de la UE hacia una decena de naciones de la Europa Central. Los
cuatro bloques latinoamericanos también exigen la vigencia de la cláusula democrática a sus
miembros plenos o asociados. En Sudamérica tanto el MERCOSUR como la CAN incluyeron a partir
de 1998 sus cláusulas democráticas como condición para la membresía de los acuerdos,
haciéndolo respectivamente con los Protocolos de Ushuaia y con el Protocolo relativo al
“Compromiso Andino por la Democracia”.
De manera tardía, las negociaciones del ALCA incluyeron la exigencia de que los países con
derecho a sentarse en la mesa de negociaciones contaran con regímenes políticos democráticos y,
aceleradamente, se aprobó la Carta Democrática Interamericana de la OEA (CDI-OEA) en
setiembre de 2001. Por lo tanto daría la sensación de que todos los acuerdos tanto los
unidimensionales como los multidimensionales evidencian igual respeto por las instituciones de la
democracia. Sin embargo el impacto de estas instituciones sobre el funcionamiento de estos
acuerdos no es el mismo en todos los casos.
210
En los acuerdos unidimensionales (ALCA, TLCAN, etc.) las reglas de juego del capitalismo global
intentan predominar sobre las de las democracias nacionales. Esos acuerdos unidimensionales
crean organismos o mecanismos que ignoran o incluso violan la independencia de los poderes
democráticos de esos países.
En torno a este punto cabe considerar a los mecanismos de solución de controversias que puedan
suscitarse entre los gobiernos nacionales de los países firmantes y las ET. Dichos mecanismos,
fundados en paneles de expertos no están sujetos a la jurisdicción de los poderes soberanos de los
gobiernos involucrados. Por lo tanto los principios de soberanía y autonomía de los poderes del
estado pueden verse vulnerados. Además como esos TLC son unidimensionales, no incluyen
compromisos sociales, culturales o políticos, ni necesitan de organismos tales como instancias
parlamentarias, tribunales de justicia, o poderes ejecutivos de naturaleza supranacional.
Por oposición, en los acuerdos multidimensionales sean estos altamente desarrollados (UE), o
incipientes (MERCOSUR, CAN, MCCA, y CARICOM) los compromisos incluyen cláusulas sociales
(convenios multilaterales de seguridad social, de salud, de previsión), y culturales (reconocimiento
recíprocos de diplomas o certificados educacionales). Estas y otras cláusulas son condiciones
requeridas para la efectiva vigencia de ciudadanías comunitarias mínimas, sin las cuales los
derechos de los inmigrantes provenientes de otro estado miembro serían ilusorios.
Nótese además que en el caso de la UE, operan organismos supranacionales tales como el Tribunal
de Justicia, el Parlamento Europeo, o la Comisión. Piénsese también en el Banco Central Europeo y
la vigencia del Euro.
Examinemos un ejemplo: si la UE hubiera suscrito con Estados Unidos un TLC con las cláusulas
contenidas en el TLCAN o las que se negociaron infructuosamente en el ALCA, el Tribunal de
Justicia de la UE, no hubiera podido aplicar sus facultades jurisdiccionales inapelables que le
permiten imponer multas millonarias a grandes ET que violan las normas sobre competencia y
defensa del consumidor. Recientemente el Tribunal de la UE impuso una multa de casi 500
millones de euros a Microsoft por prácticas anticompetitivas. También impuso otra multa de casi
211
mil millones de euros a cuatro grandes fabricantes de ascensores (Otis, Kone, Schindler, y
ThyssenKrupp) por pactar precios. Nadie duda que el Tribunal de Justicia de la UE es un poder
autónomo capaz de defender los intereses de las empresas y de los ciudadanos de la UE. Pero su
existencia es una consecuencia del carácter supranacional y multidimensional de la UE.
8. Conclusiones:
CUADRO 1
CUADRO 2
1990/2000 % PROPORCIÓN
PIB (PPA) PIB PER BAJO LINEA 20% MAS
BILLONES POBLACION CAPITA POBREZA INDICE DE RICO/20%
DOLARES MILLONES (PPA) GINI MAS POBRE
CENTROAMERICA 157.2 35.0 4.491
CUADRO 3
DESARROLLO
PIB PER HUMANO ESPERANZA ALFABETIZACIÓN
PIB (PPA) POBLACION CAPITA RANGO E DE VIDA POBLACIÓN DE 15
BILLONES MILLONES (PPA) INDICE AL NACER AÑOS O MÁS (%)
CARICOM 41.4 5.8 7.667.0
CUADRO 4
Sin embargo, conviene establecer una distinción desde un inicio entre dos aspectos
diferenciables de la política de integración practicada por Chile desde los años noventa
del siglo XX hasta la fecha.
Como lo prueba el posicionamiento internacional del estado chileno en los últimos veinte
años, la integración unidimensional (en la esfera de los mercados) y la integración
215
A juzgar por las intenciones explicitadas por la autoridades del nuevo gobierno que acaba
de asumir en Chile, a partir de marzo de 2014, se vislumbra un fortalecimiento de los
vínculos latinoamericanos, y en particular sudamericanos, con mayor énfasis en el uso de
instrumentos multidimensionales (no sólo económicos, sino también políticos y culturales)
de integración.
Frente a las tensiones de la así denominada “guerra fría” y la creciente agitación social en
América Latina, el gobierno estadounidense presidido por el demócrata John Kennedy,
respondió en parte a los desafíos planteados por la Revolución Cubana, promoviendo la
Alianza para el Progreso (APP) en el período 1961-1970. Esta estrategia –frustrada con el
asesinato de Kennedy (1963)- siguió lineamientos relativamente afines con el programa
216
reformista que CEPAL-ONU estaba simultáneamente planteando para poder expandir los
mercados de manufacturas requeridos para su programa industrialista original de fines de
los años cuarenta. Las recomendaciones de CEPAL coincidían en ese momento con las
planteadas por la APP: reformas agrarias y fiscales para aquietar la agitación social rural y
la manifiesta desigualdad distributiva; promoción de los mercados nacionales de
manufacturas, intervención y planificación estatales compatibles con los mecanismos de
mercado, exportación de manufacturas e integración latinoamericana para aprovechar las
economías de escala derivadas del mayor mercado regional.
Como una prueba adicional de la anuencia de los Estados Unidos con esta estrategia, la
integración latinoamericana fue apoyada financiera y técnicamente a través del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) cuyo presidente durante el período fue el destacado
abogado, economista y político chileno Felipe Herrera.
Tras el restablecimiento del régimen democrático a partir de 1990, Chile por un lado
mantuvo como política de Estado, la estrategia del gobierno militar de apertura al
mercado mundial siguiendo los lineamientos y disciplinas comerciales del GATT/OMC; y,
por otro lado promovió la suscripción de acuerdos bilaterales de libre comercio (TLC) con
todos los países del mundo. Esta orientación se ha mantenido y profundizado a partir de
esa fecha explorando todas sus opciones y ventajas. En la actualidad la principal iniciativa
latinoamericana asociada a esta estrategia es la Alianza del Pacífico en la que, durante el
gobierno de Sebastián Piñera que acaba de concluir, Chile participó activamente junto con
los gobiernos de Colombia, Perú, México y Panamá.
218
Con los países latinoamericanos, Chile, que se había retirado del Pacto Andino, y había
sido invitado a incorporarse como miembro pleno al MERCOSUR (Argentina, Brasil,
Paraguay y Uruguay, bloque constituido a comienzos de los noventa), descartó esa
posibilidad (membresía plena) porque su estrategia de apertura unilateral no era
compatible con las reglas de juego de una unión aduanera, como la que dentro del
MERCOSUR estaba en proceso de formación. Alternativamente Chile suscribió acuerdos
comerciales bilaterales con todos los países del Pacto Andino y de Mercosur, pero
mantuvo su capacidad de maniobra para continuar su política de apertura comercial. En el
caso de MERCOSUR Chile no encontró ningún tipo de rechazo u hostilidad y por el
contrario fue aceptado de buen grado desde un inicio como miembro asociado del
acuerdo donde ha seguido participando en múltiples instancias (reuniones ministeriales,
grupos de trabajo, etc.) diferentes a la esfera propiamente comercial.
Con los países desarrollados, era interés de Chile suscribir acuerdos bilaterales que no
sólo le aseguraran enormes mercados sino también reglas de juego previamente
negociadas en los TLC, sobre todo, cabe subrayarlo, antes de 1994 cuando la OMC
seguía en proceso de negociación y había temores que éstas fracasaran. Si tal cosa
hubiera ocurrido era probable que las presiones proteccionistas proliferaran en el mundo.
Pero las ventajas, esperadas por parte de Chile, de suscribir acuerdos con países
desarrollados iban mucho más allá de las consideraciones comerciales. En efecto la
negociación del ALCAN (Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte) que en ese
momento se llevaba a cabo (recién se suscribió en 1994) ponía de relieve que los TLC
eran mucho más que tratados comerciales e incluían provisiones y disciplinas en áreas
tales como, las inversiones, la propiedad intelectual, y los servicios.
En materia de inversiones el Decreto Ley 600 (DL 600) promulgado por el gobierno militar
(1974) se ha mantenido vigente durante los últimos treinta años porque a partir del retorno
a la democracia contribuyó a crear condiciones especialmente favorables para los
inversores potenciales originarios de aquellos países con los cuales Chile suscribía sus
TLC. Estas favorables condiciones se indican hasta hoy en la “Guía del Inversionista” del
CIE (Comité de Inversiones Extranjeras) donde se enfatizan cuatro principios básicos:
libertad económica, no discriminación entre inversionistas extranjeros y nacionales, no
discrecionalidad de los procedimientos, y seguridad jurídica. Como también se hace notar
en dicho documento la suscripción del Contrato de Inversión Extranjera entre el Estado de
Chile y el inversionista extranjero: “tiene la calidad de un contrato-ley para las partes, lo
220
que significa que no puede ser modificado unilateralmente por ninguno de los firmante,
incluyendo el Estado de Chile” (página 9).
En relación con los grandes centros desarrollados la expectativa y los esfuerzos de Chile
se focalizaron en un acuerdo con Estados Unidos, pues los tratos con el bloque europeo
221
En vista de que Chile había continuado con el modelo pro-mercado heredado del período
militar y existían abundantes intereses empresariales que querían consolidar las bases de
dicho modelo, tanto los compromisos multilaterales con la OMC como los compromisos
bilaterales (OMC plus) de los TLC, eran una manera de otorgar cierta irreversibilidad a la
economía de mercado que Chile había instalado desde los años ochenta. En este campo
los acuerdos obligaban a Chile a adoptar instituciones y normas legales con estándares
comparables a los de los países desarrollados. En un trabajo ya citado, favorable a esta
estrategia redactado a comienzos de los noventa sus autores observaban: “Un ALC que
sea de amplia cobertura y que adhiera a los más recientes estándares internacionales
servirá de importante estímulo para la modernización de las instituciones relacionadas con
el comercio, así como de las regulaciones del Estado chileno” (Velasco y Tokman 1993).
Mirada en su conjunto, y dada la opción estratégica por el libre mercado asumida como
política de Estado, la estrategia de Chile fue exitosa si se mide por los grados de apertura
e integración al mercado mundial logrados por el país. También lo fue desde el punto de
la eficacia, eficiencia y transparencia de las instituciones y regulaciones del Estado
chileno relacionadas con el comercio. En particular su incorporación a las reglas de juego
del GATT-OMC ha sido plena logrando que funcionarios chilenos alcanzaran altos cargos
directivos en dicha organización. Quince años más tarde (2009) la incorporación de Chile
a la OECD, fue otro paso orientado en la misma dirección.
El trasfondo estructural más amplio de ese éxito exportador y comercial ha sido el modelo
chileno de privatización, apertura y desregulación (en realidad cabría hablar de “re-
regulación” afín con la filosofía de mercados libres y abiertos) al mercado global. Sin
embargo desgraciadamente este proceso fue acompañado por una estructura productiva
que postergó las actividades manufactureras con alto valor agregado (por ejemplo
metalmecánicas, electromecánica, etc.), profundizó su orientación hacia los productos
primarios y básicos (commodities), y se proyectó con suma fuerza hacia el área de los
servicios (por ejemplo retail). La estructura de las exportaciones chilenas ha sido, por un
lado, de alimentos (frutas frescas, y otros alimentos con bajo grado de procesamiento) y
222
Chile cifró esperanzas en que los acuerdos comerciales suscritos con Estados Unidos,
Japón y la UE, fueran a traducirse en inversiones provenientes del exterior en otras
actividades manufactureras que, localizadas en el país, diversificaran la estructura
industrial y fueran una plataforma de exportaciones a Sudamérica y al resto de América
Latina. Esas esperanzas se cifraron fundamentalmente en el Tratado de Libre Comercio
(TLC) suscrito con los Estados Unidos en Miami el 6 de junio de 2003. En ese sentido el
ejemplo o referente que estimuló esta estrategia fue el Tratado de Libre Comercio de
América del Norte y los beneficios que de él parecían derivar para otro país
latinoamericano como es el caso de México.
De hecho Chile pretendió ingresar al bloque del ALCAN y cuando esa opción fracasó,
recién inició las negociaciones que en el 2003 culminaron en la suscripción del acuerdo
con Estados Unidos. Sin embargo la diferencia principal (entre los casos de Chile y de
México) respecto del impacto de sus respectivos acuerdos con Estados Unidos es que
México ha diversificado enormemente su estructura exportadora como consecuencia de
su cercanía geográfica con Estados Unidos y de sus zonas procesadoras de
exportaciones (maquiladoras) en la zona limítrofe entre ambos países. En efecto Estados
Unidos (y otros países desarrollados y emergentes del Asia) han aprovechado estas
zonas procesadoras de exportaciones con sus costos laborales y ambientales más bajos
para invertir en manufacturas, creando empleos y transfiriendo tecnología. Por lo tanto a
medida que el comercio crecía en magnitud las exportaciones mejicanas se diversificaban
de manera clara.
Chile también depositó expectativas importantes en ser una vía de salida de los productos
latinoamericanos a través de los puertos chilenos hacia la Cuenca del Pacífico. A fines de
los años noventa, los principales clientes potenciales en que Chile estaba pensando eran
223
Japón, los países de la Asean y, por supuesto China. Sin embargo lo que no estaba tan
claro a fines del siglo XX, fue el tremendo y sostenido impulso experimentado por la
economía China hasta convertirse en el principal cliente de los productos primarios
exportados no sólo por Chile sino también por todos los países primario-exportadores,
especialmente los sudamericanos. Conviene insistir en la importancia decisiva de la
economía china en el comercio internacional de Latinoamérica dato determinante para
poder evaluar las últimas acciones de Chile en materias de políticas de integración.
China, al igual que Japón, también se ha mostrado reticente al progreso del TP sobre todo
debido al énfasis de Estados Unidos respecto de la necesidad de fortalecer las reglas de
propiedad intelectual que favorecen a sus corporaciones (CT). Esta reticencia de China es
fundamental para evaluar la conveniencia o no de la participación de Chile en dicho
acuerdo. La razón es que el TP es visto por China como una jugada estratégica de los
Estados Unidos que sólo involucra algunos países de América Latina (México, Perú, y
Chile todos los cuales son miembros del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico
APEC. La razón por la cual Colombia, que también es miembro de la AP, no ha entrado al
TP es porque sólo es miembro asociado del APEC. La membresía plena en el APEC
parece ser un requisito esencial para integrarse al TP.
En efecto, Estados Unidos tiene una larga historia de rivalidades en sus acuerdos con
América Latina que se inicia hace alrededor de dos décadas atrás con las negociaciones
del ALCA, finalmente colapsadas en la Cumbre de Mar del Plata, Argentina, como
224
China desde luego no tiene los mismos reparos geopolíticos que experimenta Estados
Unidos, que está enfrentado con Cuba, Venezuela y otros miembros del ALBA. Por el
contrario a China le interesa negociar colectivamente con América Latina y en especial
con los países grandes y medianos de Sudamérica. En una actitud altamente pragmática
no desprecia ni al MERCOSUR ni a la Alianza del Pacífico. Hoy China es el principal
destino de las exportaciones brasileñas, venezolanas, chilenas y peruanas, y el segundo
destino de las exportaciones de Argentina. Los créditos concedidos por China a la región
son actualmente de un monto superior a los préstamos sumados del BM y del BID. Los
bancos públicos chinos desde 2005 han desembolsado 85000 millones de dólares, la
mitad de ellos en Venezuela y el resto en Argentina, Brasil, Ecuador y Cuba. (Diario el
País de España, abril 21 de 2014).
En la segunda quincena de abril de 2014 comenzó una gira del Ministro chino de asuntos
exteriores por Cuba, Venezuela, Argentina y Brasil. Este periplo prepara el terreno para la
visita posterior del Presidente Xi Jingping a esos mismos países para el mes de Julio de
2014.
Las relaciones China-Brasil merecen párrafo aparte. Ambos países forman parte de los
emergentes BRICS, y ambos desean aumentar su gravitación en las instituciones que
conforman el sistema global de relaciones internacionales. Ambos desean aumentar su
poder decisorio dentro del Fondo Monetario Internacional. Dada la evidente preeminencia
de Brasil en el concierto sudamericano, Chile debería observar estos nuevos desarrollos
geopolíticos con extrema atención. Además hace poco ha tenido lugar un Foro CELAC-
China que se celebró en Pekín.
Esta digresión sobre el papel de China se justifica para entender el giro que parece
notarse en la política exterior de Chile, a partir de la asunción del mando de la reelecta
presidenta Bachelet. En efecto Chile, siguiendo con su política pragmática y sin renunciar
a lo avanzado en la Alianza del Pacífico, sin embargo pretende profundizar su papel
conciliador y mediador entre la Alianza del Pacífico y MERCOSUR, al mismo tiempo que
intenta volver a estrechar lazos diplomáticos y comerciales con Brasil.
Es probable que el gobierno chileno intente abrir el juego de la Alianza del Pacífico hacia
los países del Atlántico sin los cuales es posible que este bloque quede aislado, esto
supondría probablemente reestructurarlo empezando por cambiarle el nombre con otro
que haga referencia a una Alianza Latinoamericana orientada hacia el Pacífico la que
pueda dar cabida a los países de la rivera atlántica que componen el MERCOSUR. Este
cambio de actitud derivaría de varios convencimientos.
En primer lugar el tema de los TLC es un ciclo agotado en Chile, el que si bien rindió sus
frutos, ahora exige pasar a otra etapa que comprenda el creciente vínculo estratégico que
está forjando China con América Latina en general y con los países del MERCOSUR en
particular. En segundo lugar, este vínculo está a contrapelo de los intereses de Estados
Unidos en la región promovidos a través del Trans Pacific Partnership22.
22
Como ha observado recientemente el Premio Nobel de Economía Paul Krugman: “Lo primero que deben
saber sobre los acuerdos comerciales en general es que ya no son lo que eran. Los grandes días de las
negociaciones comerciales –la época de pactos como la Ronda Kennedy de la década de 1960, que redujo
drásticamente los aranceles en todo el mundo- han quedado muy atrás.”
“¿Por qué? Fundamentalmente porque los pactos comerciales a la vieja usanza han sido víctimas de su propio
éxito: ya no hay tantas normas proteccionistas que eliminar. Los aranceles medios de EE UU se han reducido
dos tercios desde 1960. El último informe sobre las restricciones de las importaciones estadounidenses
elaborado por la Comisión de Comercio Internacional sitúa su coste total en menos del 0,01%. (…) hoy día
los “acuerdos comerciales” tienen que ver esencialmente con otras cosas. Concretamente con lo que tienen
que ver en realidad es con los derechos de propiedad (cosas como la posibilidad de hacer que se respete una
patente o los derechos de autor de una película). Y lo mismo sucede con el TPP (Trans Pacific Partnership).”
226
Chile puede aprovechar su gran capacidad mediadora y conciliadora entre los bloques
sudamericanos más distanciados (capacidad que se viene manifestando desde que la
Presidenta Bachelet tomo la Secretaría Pro tempore del UNASUR durante su primer
mandato presidencial).
Por otro lado, la Alianza del Pacífico está conformada por países que tienen un muy
escaso comercio recíproco, que oscila alrededor del 5% de sus exportaciones totales. Sin
embargo cualitativamente hablando este comercio se caracteriza por una mayor
participación de las manufacturas y de las PYME, razones por las cuales debería ser
fomentado. Chile también puede verse beneficiado por esta expansión dada su importante
presencia sudamericana en el ámbito del retail.
Esto nos lleva a un tema central que ha sido destacado por CEPAL desde los años
cincuenta: el carácter primario de los productos exportados por América Latina y la gran
vulnerabilidad que esta concentración exportadora acarrea a los países sudamericanos en
general y a Chile en particular. También nos permite transitar desde el papel cumplido por
los TLC hacia el que podrían desempeñar los acuerdos multidimensionales como el
MERCOSUR en la promoción de una plataforma exportadora más diversificada
compuesta con productos con mayor valor agregado. De hecho probablemente no hay
país de Sudamérica donde esta vulnerabilidad estructural sea más marcada que en Chile.
Si bien es cierto que los éxitos obtenidos por Chile en su estabilidad macroeconómica son
debidos a su responsable manejo fiscal, monetario y financiero, también lo es que, el
trasfondo estructural de esa estabilidad macroeconómica fue alimentado y sostenido por
los altos precios del cobre que sigue siendo el producto sobre el cual se asienta
principalmente el comercio exterior de Chile. Pues bien, ese es el ciclo histórico que
parece estar llegando a su fin.
(…) Lo que el TPP si haría, no obstante, es aumentar la capacidad de ciertas corporaciones para reafirmar su
control sobre la propiedad intelectual. Nuevamente piensen en las patentes de los medicamentos y los
derechos de las películas”.
“¿Es esto bueno desde un punto de vista mundial? No está claro. La clase de derechos de propiedad de la que
estamos hablando también puede describirse como un monopolio legal. Es verdad que los monopolios
temporales son, de hecho, una forma de premiar las ideas novedosas; pero sostener que necesitamos todavía
más monopolización es muy cuestionable; y no tiene nada que ver con los argumentos habituales a favor del
libre comercio” (Krugman 28/02/2014).
227
Vale hacer notar, por último que el presente ensayo está lejos de pretender anticipar o
prescribir tendencias en temas tan sensibles y delicados, solamente se señalan algunas
nuevas tendencias geopolíticas y geoeconómicas que es necesario no perder de vista y
someter a debate.
Conclusiones
La política de integración, entendida como una política de estado sostenida por Chile
desde los años noventa ha sido claramente exitosa, dentro del marco de la estrategia
aperturista asumida por el país. De hecho el comercio (o las exportaciones) aumentaron
dramáticamente como porcentaje del PIB durante el último cuarto de siglo, convirtiendo a
Chile en una de las economías más abiertas del mundo. Asimismo la tasa de crecimiento
del país ha sido más que satisfactoria colocando a Chile a la cabeza entre los países
latinoamericanos que más han crecido durante el último cuarto de siglo.
Sin embargo, en este momento con un nivel arancelario medio efectivo que es
notablemente bajo y con acuerdos de libre comercio ya firmados con las principales
228
Pero no todas han sido “luces”, y cabe consignar también importantes “sombras”. A pesar
de que la reducción de la pobreza y la creación de oportunidades de empleo han sido
también muy satisfactorias, parecen quedar pendientes dos asignaturas importantes:
primero la fuerte concentración productiva y exportadora del país en productos primarios
con bajo grado de industrialización interna, y, segundo la gran concentración de la riqueza
y del ingreso como reflejo de una desigualdad social, que, recientemente al menos ha
dado lugar a fuertes replanteamientos y reclamos por parte de la ciudadanía.
Más allá de las implicaciones éticas inherentes a la inequidad social que este proceso ha
implicado, las que no corresponde tratar aquí, el bajo poder adquisitivo de los estratos
medios y bajos, unido a la escala demográfica relativamente reducida del país, conspiran
contra un fortalecimiento del mercado interno como fuente de estímulo al crecimiento,
aumentando la dependencia respecto del mercado internacional. Puesto que dicho
mercado internacional se concentra altamente en la exportación de cobre, estamos frente
a un cuadro de vulnerabilidad potencial que no puede ser solamente contrarrestado con la
juiciosa y moderada política macroeconómica que ha caracterizado al país. Si el precio
del cobre experimentara una caída abrupta, esa vulnerabilidad podría aflorar con rápidos
e intensos impactos sobre la estabilidad económica del país.
Por último en el mediano y largo plazo, no sólo Chile sino también otros países
sudamericanos deberán asumir su secular vulnerabilidad como región exportadora de
productos primarios. Esto exige avanzar en una diversificación manufacturera, no sólo ni
principalmente en rubros metalmecánicos y electromecánicos (que Chile abandonó hace
varias décadas), sino también en la industria alimentaria y agropecuaria en general. En
este momento tanto las exportaciones como las importaciones de Chile se han
concentrado fuertemente en Asia en general, y en China en particular. Si se acentuara la
caída del precio del cobre con una consiguiente elevación en el precio del dólar, esto
podría acarrear problemas en el abastecimiento de manufacturas importadas desde esos
orígenes (vestimenta, electrodomésticos, microelectrónica, etc.), evidenciando la
necesidad de fortalecer la industria nacional. Puesto que en el comercio de Chile con sus
vecinos de Sudamérica hay una presencia mucho mayor tanto de manufacturas como de
PYME, un acercamiento con sus vecinos, y en especial con Brasil, profundizando
mecanismos de integración que ya existen, podría ser una opción estratégica a ser
considerada para fortalecer el papel tanto de la industria como de las PYME en dicha
expansión.
En resumen, tanto las condiciones generales de la economía global, como los procesos
internos de la sociedad chilena, sugieren la conveniencia de efectuar una cuidadosa
revisión de sus políticas de Estado en la presente inflexión histórica. El cambio en las
políticas de integración que pueda resultar será una consecuencia de esos virajes más
amplios que pueden avecinarse.
En primer lugar existía una estricta separación entre la esfera monetaria y la esfera real
del proceso económico. Los aspectos monetarios eran vistos como un velo que había que
despejar o correr para poder ver los procesos reales. En el ámbito de la microeconomía
normalmente se usaba el dinero mercancía. Por ejemplo en el caso de Marx (que en este
punto es asimilable a la economía clásica) el dinero era una mercancía, por ejemplo oro, y
su valor era, según la teoría marxiana del valor igual al tiempo de trabajo socialmente
necesario en las condiciones medias de la técnica para producir oro. En el caso del
neoclásico Walras su modelo de competencia perfecta usaba como dinero una de las
mercancías del sistema que era la unidad de cuenta en la cual se medían todas las otras
mercancías.
Los clásicos y los neoclásicos examinaban el lado monetario de la economía haciendo uso
de la ecuación, concebida originalmente por David Hume:
P. Q = M. V
Según una de las versiones de esta ecuación que era un truismo (es decir una relación
contable que es necesariamente cierta por la forma como se definen las variables) el nivel
de precios de los bienes finales de la economía (P), multiplicado por la cantidad de bienes
transados en el mercado final (Q) es igual a la cantidad de unidades monetarias en
circulación (oferta monetaria) (M) multiplicada por la velocidad a que circula cada unidad
monetaria V (velocidad de circulación). La velocidad de circulación mide la cantidad de
veces que cambia de mano una unidad monetaria dentro de un determinado período.
Para los clásicos y los neoclásicos la variable Q, cantidad real de producción nunca podía
ser excesiva porque la oferta crea su propia demanda. En términos monetarios los precios
son considerados por los neoclásicos como infinitamente flexibles, y, por lo tanto siempre
habrá un nivel de precios P, que permita igualar la demanda de dinero para transacciones
con la oferta disponible dadas las condiciones institucionales que determinan la velocidad
de circulación.
231
Keynes sin embargo asoció el nivel de precios con la idea de poder adquisitivo general.
Por lo tanto cuando aumenta el nivel de P tiende a disminuir el poder de los demandantes
para adquirir cantidades de Q. Esta relación muy mecánica nos da una primera idea de la
inclinación de la curva de demanda agregada (DA): cuanto más alto es el nivel general de
precios P, menor es la cantidad que se demanda de los bienes que componen el producto
social. Desde luego este es un razonamiento estático, y supone que todas las otras
variables potencialmente intervinientes se mantienen constantes.
productivos y, si estos destinan todos esos ingresos al gasto en los bienes producidos, no
puede haber sobreofertas en la economía como un todo. Si la cantidad ofertada fuera
superior a la cantidad demandada la instantánea flexibilidad de precios haría descender P
hasta el punto en que ambas (cantidad demandada y cantidad ofertada) se igualaran.
Los clásicos y neoclásicos opinan que el PBI real es igual al PBI potencial. Por lo tanto la
oferta agregada siempre alcanza su máximo cualquiera sea el nivel de precios.
La macroeconomía keynesiana
En el corto plazo Keynes planteó que existían razones institucionales por las cuales era
poco probable que los precios fueran infinitamente flexibles. Estas razones institucionales
existían en los mercados bienes finales, y, con bastante más fuerza en los mercados de
factores productivos donde los contratos suelen tener vigencia anual o aún más larga. En
233
consecuencia para Keynes la oferta agregada no era insensible a los precios, y aún cuando
se produjera una tendencia al descenso de los precios de bienes finales en muchas ramas,
frente a él, las cantidades ofertadas tenderían a reducirse. Debe recordarse que en el
diagrama estático de oferta y demanda agregada, las únicas dos variables que operan son
cantidades y precios, diseñando formas de funciones de demanda y oferta agregada. Por
lo tanto si los precios suben y todo lo demás permanece constante, el resultado será una
elevación de las ganancias de los oferentes, por lo que estos, aumentarán su oferta. Esta
es, de paso, una demostración intuitiva de la inclinación positiva de la curva de oferta
agregada. La escuela neoclásica terminó por aceptar las ideas keynesianas en el corto
plazo, y las combinó con sus propias teorías de pleno empleo para el largo plazo. Por lo
tanto, la curva de oferta agregada en un modelo híbrido o ecléctico (neoclásico-
keynesiano), tiene un tramo de corto plazo de inclinación positiva y otro de largo plazo
que es perpendicular a las abscisas.
Por el lado de la demanda, Keynes planteó situaciones teóricas en que una variable
monetaria como es M puede ser dosificada o manipulada por la política monetaria para
afectar la magnitud de la demanda agregada y desplazarla o conducirla a una situación de
mayor empleo de los recursos. También postuló que la política de gasto del gobierno
podría estimular la demanda agregada y por esa vía aumentar la oferta real de todo el
sistema económico. En términos gráficos esto puede verse si es que uno acepta la
existencia de una curva de oferta agregada, como la mencionada en el párrafo anterior, en
la cual existe un tramo horizontal correspondiente a situaciones de insuficiente o
incompleto uso de la capacidad plena de uso de recursos. En ese tramo de la oferta
agregada cualquier estimulo fiscal (expansión de G) o monetario (expansión de M)
desplaza la curva de demanda agregada a lo largo de la curva de oferta agregada que
puede concebirse como una forma horizontal (completamente elástica) o suavemente
creciente (altamente elástica), aumentando los niveles de actividad de la economía y
reduciendo los niveles de desempleo. Este proceso puede continuar con una moderada
elevación de los precios hasta que se alcanza el punto de pleno empleo de los recursos y,
a partir de allí, ya no es posible seguir aumentando el producto real y caemos en el “tramo
neoclásico/clásico” de la curva de oferta en que ésta se torna paralela a las ordenadas y,
por lo tanto completamente inelástica a los estímulos de la demanda cuya expansión
adicional sólo podrá servir para aumentar los precios.
Los objetivos de la teoría macroeconómica como auxiliar de las políticas económicas del
gobierno son los de mantener un crecimiento alto, estable, y no inflacionario (estabilidad
234
de P) del producto real, tratando de mantenerse cerca del pleno empleo de los recursos,
es decir tratando de que Q esté lo más cercano posible a Q* (producto de pleno empleo)
a) Por el lado de la producción real, es una medida del quantum agregado, o sumado, de
productos finales generados en el período multiplicados por el precio de cada uno de
ellos:
Los economistas clásicos (Smith, Ricardo, Malthus, etc.) vinculaban a los factores de la
producción con los propietarios de dichos factores, y por lo tanto con clases sociales
efectivas que están detrás de la estructura de la propiedad.
PIB = Salarios (s.T) + Rentas (r.RN) + Ganancias (g. E) + Intereses Netos (i.F)
c) Existe todavía una tercera manera de mirar al PIB: como una magnitud de ingresos que
se gasta para adquirir los productos generados. En este caso el PIB expresa al gasto de la
economía
PBI = DA = C + I + G
235
PBI + M = C + I + G + X en donde
Uno de los conceptos más significativos de la teoría keynesiana es el, así denominado,
multiplicador del gasto. Este concepto tiene significado económico cuando la economía se
encuentra en niveles inferiores al pleno empleo y, por lo tanto cualquier incremento del
gasto se traduce, en cierta medida, en incrementos correlativos de la producción.
repetir la proposición ya establecida en la página 40. Definamos por tanto, dCs/dYs como
la propensión marginal a consumir”
donde ∆Cs y ∆Ys son los incrementos del consumo y la inversión; de manera que podemos
escribir
∆Ys = k∆Is,
$1.000 = 1 × $1.000
+ +
+ +
+ +
+ = +
+ = +
. .
. .
. .
__________ ______________
1 - 2/3
238
Este ejemplo relacionado con la inversión puede generalizarse para observar que, bajo
condiciones inferiores al pleno empleo cualquier gasto agregado (sea que lo efectúen los
inversores, el gobierno, o los extranjeros que demandan exportaciones traerá como
consecuencia una expansión del producto.
Vemos entonces que el significado económico del multiplicador es: a) reconocer que
puede haber puntos de equilibrio macroeconómicos (intersección de OA y DA) que
correspondan a niveles de producción que sean inferiores al pleno empleo, es decir,
ubicados a la izquierda de la recta de producto potencial en el gráfico de OA y DA), b) que
239
Una de las maneras como se puede efectuar la comparación entre las visiones de Keynes y
de los clásicos/neoclásicos es examinar la forma como conciben el papel de las tasas de
interés. La visión de los clásicos/neoclásicos es de largo plazo y está referida a la tasa de
interes real r/P, en tanto que la visión keynesiana es de corto plazo y está referida a la tasa
de interés nominal.
Dos son las políticas principales que pueden utilizarse para afectar el comportamiento del
nivel de precios o del comportamiento del gasto total. En la esfera monetaria, un aumento
de la oferta de dinero puede reducir las tasas de interés, mejorar las condiciones del
crédito y por esa vía aumentar el gasto en equipos productivos o bienes durables. Una
reducción de la oferta monetaria podría tener un efecto inverso. Sin embargo el efecto de
una política monetaria expansiva será diferente según cuál sea el punto en que la recta de
demanda agregada corta a la curva de oferta agregada, si hay capacidad ociosa y la curva
de oferta es cortada en su tramo plano paralelo a las abscisas entonces el incremento de
gasto producirá un incremento del producto sin aumento de precios. Si, por el contrario la
corta en su tramo ascendente, el incremento del gasto aumentará tanto el producto como
el nivel de precios. Por último bajo condiciones de pleno empleo un aumento de la
cantidad de dinero sólo producirá una elevación de los precios.
En la esfera fiscal es posible elevar el gasto público, lo que opera directamente sobre la
demanda agregada y la desplaza hacia la derecha. También la reducción de impuestos
puede inducir el gasto privado en consumo, o los incentivos fiscales pueden aumentar el
gasto en inversiones. Todos estos mecanismos tendrán un efecto expansivo según sea el
punto de la curva de oferta a lo largo de la cual se desplaza la demanda agregada.
241
El comportamiento del valor de los activos (por ejemplo acciones cotizable en bolsa,
bonos de la deuda pública, valor de las propiedades inmobiliarias, etc. Aumenta la riqueza
de los consumidores o inversores y los induce a aumentar su gasto que resulta mejor
respaldado por el valor incrementado de esos activos.
Los avances tecnológicos también inducen un mayor gasto de los inversionistas o de los
consumidores. Por ejemplo la actual expansión de las tecnologías de la información obliga
a los inversionistas a nuevas adquisiciones para mantenerse en condiciones de competir.
Piénsese en los códigos de barras, o los sistemas de intercambio electrónico de datos en la
esfera del retail. En la esfera del consumo, muchas personas compran teléfonos celulares
que facilitan tanto su trabajo como su vida social. Todos estos factores dan lugar a
desplazamientos hacia la derecha de la demanda agregada, con un resultado en términos
de precios y de producto que dependerá de la forma de la curva de oferta y del tramo en
que la curva de demanda agregada se desplaza sobre la curva de oferta.
También esa producción potencial puede expandirse (desplazarse hacia la derecha del
gráfico de coordenadas) por el descubrimiento o puesta en operaciones de nuevos
recursos naturales (petróleo, estaño, cobre, tierras vírgenes previamente inexplotadas,
bosques, etc). Un aumento de la capacidad productiva de la economía, con seguridad
implica un aumento de la capacidad ociosa de la economía como consecuencia del
desplazamiento hacia la derecha de la curva de oferta agregada, y el aumento efectivo del
producto dependerá del comportamiento de la curva de la demanda agregada. En los
textos de economía que estamos consultando, el comportamiento del producto potencial
tramo vertical de la curva de oferta (paralelo a las ordenadas) es examinado a través de la
teoría del crecimiento económico.
El otro gran factor que afecta el comportamiento del producto potencial es el progreso
técnico, según el cual se logra el uso más eficiente de los factores productivos que ya
están en operación. También la introducción de progreso técnico desplaza la curva de
oferta hacia la derecha y hacia abajo, ampliando el producto potencial que se puede
lograr con una dada dotación de factores y/o reduciendo el costo de utilización por unidad
de factor productivo.
Según que los salarios se eleven o desciendan otro tanto acontecerá con los
desplazamientos de la curva de oferta agregada. Si los salarios suben la curva de oferta se
desplazará hacia arriba en la medida que los empresarios trasladen el alza de salarios a
los precios. Suponiendo que existiera una “pugna distributiva” en que los sindicatos
tuvieran poder para elevar sus salarios monetarios con frecuencia, si los empresarios
hacen lo propio con sus precios estaremos observando un proceso inflacionario en el que
la curva de oferta se desplazará hacia arriba a lo largo de la curva de demanda dando lugar
como resultado una elevación del nivel de precios y una reducción del producto real.
Cuando los precios de las importaciones suben entonces los costos de las empresas que
utilizan esos insumos importados también lo hacen dando lugar a un ascenso vertical de la
curva de oferta agregada. En los países latinoamericanos importadores de energía
(petróleo, gas, etc.) o de alimentos, los aumentos de precios de estos productos han
impactado fuertemente sobre las empresas industriales o comercializadoras que
adquieren esos productos sea para reprocesarlos o para revenderlos.
Introducción
Uno de los rasgos más importantes del proceso de globalización actual es la creciente
movilidad internacional de los factores productivos. Este rasgo deriva en alto grado de la
revolución de las tecnologías de la información y de la comunicación. Este proceso que se
ha venido propagando con gran rapidez desde principios de la década de los años
ochenta, no sólo ha incrementado la movilidad internacional de los servicios (comercio de
servicios) sino también de la tecnología. Esta movilidad de la tecnología debe entenderse
primero en un sentido real, como modificadora de los procesos productivos e
incrementadora de la productividad real de los factores. También puede entenderse como
las transacciones en propiedad intelectual con el pago de regalías que les son debidas a las
empresas que introducen innovaciones tecnológicas patentadas.
244
El término capital pueden entenderse como capital productivo. En esta primera acepción
queda expresado, primero, en la proliferación de la inversión directa extranjera
especialmente bajo la forma de localización de diferentes eslabones de una cadena
productiva correspondiente a una misma empresa (que da lugar a precios de transferencia
y comercio intrafirma) o, segundo bajo la forma de localización geográficamente dispersa
de eslabones de un sistema productivo en el que se verifican transacciones entre
diferentes empresas transnacionales (lo que da lugar al intercambio de piezas partes y
componentes con precios generados en mercados de competencia monopolística).
El término capital puede entenderse también como capital financiero (ahorros o fondos
prestables). Este es otro rasgo del proceso de globalización económica actual.
Macroeconómicamente hablando una economía abierta supone una gran movilidad del
capital financiero. En este caso los tipos de cambio y las tasas internacionales de interés
adquieren una importancia decisiva no sólo en la determinación del nivel de precios y de
los niveles de actividad en el corto plazo sino incluso en la acumulación de capital a
mediano y largo plazo.
Así como en una economía cerrada el multiplicador del gasto era el del gasto en inversión,
multiplicado por la inversa de la propensión marginal a ahorrar, en una economía abierta
el multiplicador del gasto equivale a la inversa de la suma de la propensión marginal a
ahorrar y de la propensión marginal a importar (1/(PMA + PMm) ).
245
El tipo de cambio real (bilateral) por ejemplo entre Chile y Estados Unidos es la relación
entre los índices de precios expresados en términos de bienes locales (chilenos)
E = (e. P* / P)
donde:
P*: deflactor del PBI del país extranjero (dólares multiplicados por cantidades es decir US$
x Q*)
P: deflactor del PBI local (Pesos chilenos multiplicados por cantidades, es decir CH$ x Q)
Supongamos que Q, sean cantidades de vino, el tipo de cambio real nos dice cuántas
unidades de vino estadounidense se intercambian por una unidad de vino chileno.
Con un tipo de cambio nominal que está fijo, el alza del nivel de precios interno, reduce el
tipo de cambio real, y nos hace menos competitivos. Podemos comprar menos unidades
de vino americano con una unidad de vino chileno
246
Entonces las variaciones en el tipo de cambio real pueden deberse a variaciones sea en el
tipo de cambio nominal o a variaciones en los (niveles) índices de precios de los bienes
extranjeros o de los precios locales. Por ejemplo si en la siguiente fórmula e fuera el tipo
de cambio real de chile. Entonces expresado en términos de tasas de crecimiento
tendríamos que:
Si el tipo de cambio nominal estuviera fijo (de/e = o), y la inflación fuera nula en el país
extranjero (dP*/P = 0), entonces el tipo de cambio real se reduce en la medida que
nuestra inflación interna aumenta. Dicho en otras palabras nuestra moneda se deprecia,
el tipo de cambio real se reduce y nuestro país pierde competitividad. Cuanto más alto es
el tipo de cambio real, más competitiva será nuestra economía.
O sea la tasa de crecimiento del tipo de cambio real de Chile (de/e calculada respecto de
otro país como por ejemplo Estados Unidos) es igual a la tasa de crecimiento del tipo de
cambio nominal de Chile (dE/E) más la tasa de crecimiento del índice de precios del país
extranjero (dP*/P*) menos la tasa de crecimiento del índice de precios chileno (dP/P).
Desde el punto de vista de la competitividad bilateral, por ejemplo entre Estados Unidos y
Chile el tipo de cambio nominal es el mecanismo a través del cual se pueden neutralizar
movimientos que hacen perder competitividad a un determinado país.
Nótese que la relación p*/p expresa el índice de precios de los productos importados
dividido por el índice de precios de los productos transables nacionales. La determinación
del contenido de este índice no es obvia, pues puede ser construido con los índices de
precios de las exportaciones, o con los índices de precios de todos los productos
247
potencialmente transables, por citar dos ejemplos entre otros posibles. También como en
nuestro pequeño ejemplo numérico puede ser construido con los precios de una cierta
calidad de vino en dos países diferentes.
Cuando los términos de intercambio de un país se deterioran hay dos “lecturas” posibles
de esa tendencia. La primera pone de relieve el aspecto “real” negativo de este proceso
para el país cuyos términos de intercambio se deterioran, a saber: que tiene que entregar
cada vez mayor cantidad de unidades de sus propios productos para obtener la misma
cantidad de unidades de los productos del otro país con el cual comercia. Sin embargo
mirando el valor total de lo transado es posible que ese cambio en la relación de precios
signifique un mejoramiento de la competitividad y una elevación del valor total exportado
con lo que, el resultado sería un mejoramiento de la balanza comercial.
Por lo tanto, para saber si el deterioro de los términos de intercambio mejora las
condiciones de competitividad del país es necesario saber cual es la elasticidad precio de
la demanda por exportaciones. En un sentido macroeconómico más amplio y desde una
perspectiva de largo plazo (inherente a la teoría del desarrollo económico) también
resulta importante la elasticidad-ingreso de la demanda por exportaciones. La CEPAL puso
de manifiesto desde los años cincuenta que los productos exportados por los países
desarrollados (manufacturas) presentaban una elasticidad ingreso de la demanda
superior. Esto significaba una secular transferencia de recursos desde las periferias hacia
los centros.
Pero volviendo a nuestros intereses de corto plazo es posible establecer la relación que se
establece entre balanza de pagos y tipos de cambio, para poner de relieve que el alza del
tipo de cambio nominal es un mecanismo para combatir el déficit o para ampliar el
superávit de la balanza comercial, manteniéndose constantes todas las otras
circunstancias:
Sea:
Qx (1 – Qm/Qx. Pm/Px)
Suponiendo constantes todas las otras variables una elevación de e conduce una
elevación de (X-M). Es decir una elevación del tipo de cambio nominal conduce a un
mejoramiento de la balanza comercial.
Sabemos que:
PBI + M = C + I + G + X en donde
Tenemos también el concepto de renta disponible por los agentes privados después de
hacer las transferencias al estado:
RD = YD = Y – T + TR
respecto del sector público sólo distinguiremos entre gasto público G e ingresos públicos
T.
A = YD - C
PIB = Y = C + I + G + XN
PIB – C – T = I + G +XN – T
A = I + G + XN – T
I = A + (T – G) + XN
La anterior expresión me dice que la inversión es igual (se financia con) el ahorro privado
interno, más el ahorro público interno, más el superávit comercial.
250
(X – M) = (A – I) + (T- G)
X–M=A–I+T-G
IT = I + XN = A + (T- G)
Dice Samuelson : “Esta expresión indica que la inversión nacional total (IT) está formada
por la inversión en capital interno (I) + la inversión exterior neta o las exportaciones netas
(XN). Esa suma debe ser igual al ahorro privado total (A) de los hogares y las empresas
más el ahorro público total, que viene dado por el superávit público (T – G).
Puesto que en Chile lo que nos interesa suele ser calcular cuantos pesos hay que entregar
(o recibir) por cada dólar comprado (vendido) repitamos el análisis pero colocando ahora
la cantidades tranzadas de dólares en las abscisas de nuestro gráfico.
¿Qué hay detrás de la demanda de dólares? Los chilenos demandan dólares cuando
compran bienes, servicios y activos estadounidenses. La curva de demanda de dólares
tiene pendiente negativa para indicar que cuando sube el tipo de cambio recíproco
(cantidad de pesos por dólar) y por lo tanto el dólar se encarece los chilenos quieren
comprar menos bienes, servicios e inversiones estadounidenses. Por lo tanto demandan
menos dólares en el mercado de divisas.
Aunque no es éste el momento para elaborar en profundidad el tema. Los tipos de cambio
fijos eran el fundamento del sistema económico internacional que emergió de Bretton
Woods al fin de la segunda guerra mundial. De acuerdo con el patrón dólar-oro, la
principal divisa internacional fue el dólar en un momento en que Estados Unidos poseía
más del 80% del oro atesorado por los bancos centrales del mundo. En este régimen el
dólar era convertible a oro a una tasa prefijada.
El sistema funcionó hasta 1970, fecha en que culminó la pérdida de reservas oro de
Estados Unidos e indujo a la administración Nixon a declarar la inconvertibilidad del dólar
respecto del oro. De ésta manera el apoyo que tenía el dólar en el oro (dinero mercancía)
concluyó y ésta moneda siguió circulando con base en la aceptación y confianza que los
bancos centrales del mundo occidental y el público en general entregaron a la nación
hegemónica del orden capitalista mundial. El dólar siguió siendo moneda de reserva y los
bonos del tesoro de los Estados Unidos continuaron siendo el refugio seguro de última
instancia al cual podían recurrir los inversionistas cuando las circunstancias económicas
internacionales se tornaban turbulentas.
El dilema de los restantes países del mundo entre tipos de cambio fijos y tipos de cambio
flexibles se asocia con la capacidad de las autoridades monetarias para administrar la
política monetaria. También se asocia con el costo social del ajuste asociado a la
devaluación. Las causas que conducen a una devaluación –bajo el régimen de cambio fijo-
están asociadas a profundos desequilibrios de la demanda de pagos, a la creciente escasez
de reservas, y a situaciones de agudo endeudamiento. A su vez las condiciones
funcionamiento del tipo de cambio fijo no son las mismas bajo la actual movilidad del
capital financiero.
254
¿Cuáles son los factores que limitan la capacidad de maniobra de las autoridades
monetarias en un régimen de tipo de cambio fijo bajo las nuevas circunstancias de la
globalización? Así lo resume Samuelson: “La característica clave que tienen los tipos de
cambio fijos y una elevada movilidad del capital se halla en que sus tasas de interés tienen
que estar estrechamente alineadas. Por ejemplo, si Francia y Alemania tienen un tipo de
cambio fijo y los inversores pueden convertir fácilmente en marcos alemanes sus fondos
denominados en francos franceses y viceversa, las tasas de interés de los dos países deben
variar al unísono. Cualquier diferencia entre las tasas de interés atraerá a los
especuladores, los cuales venderán una moneda y comprarán la otra hasta que las tasas
de interés vuelvan a encontrarse a un mismo nivel”.
Consideremos el caso de un pequeño país que fija su tipo de cambio con respecto a otro
mayor. Podría ser Holanda, que fijara su tipo de cambio con respecto a Alemania, o Hong
Kong, que lo fijara con respecto a los Estados Unidos. Como las tasas de interés del país
pequeño son determinadas por la política monetaria del país grande, el pequeño deja de
tener una política monetaria independiente. Debe dedicar su política monetaria a
garantizar que sus tasas de interés sigan la misma evolución que las de su socio”.
“En esa situación, la política macroeconómica es, pues, exactamente el caso descripto en
el modelo del multiplicador. Desde el punto de vista del país pequeño, la inversión es
exógena, ya que es determinada por las tasas de interés mundiales. La política fiscal es
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muy eficaz, porque no hay reacciones monetarias a las variaciones del gasto público (G) o
de los ingresos fiscales (T)”
Esta breve descripción tiene una dramática expresión, por ejemplo, en el colapso de la
economía argentina de fines de 2001. La economía argentina estaba atada al dólar por
una paridad cambiaria de uno a uno. La crisis de balanza comercial unida a situaciones de
endeudamiento y pérdida de reservas llevó a la elevación de las tasas de interés con el
objeto de recaudar dólares sin tocar la paridad cambiaria. Pero como dice Dornsbusch en
unos párrafos que se citan más adelante, las expectativas empiezan a jugar
desfavorablemente y afectan el comportamiento especulativo.
Por ejemplo, bajo condiciones de tipo de cambio fijo y tasas de interés más altas que las
internacionales, el especulador vende dólares para aprovechar los altos retornos de las
tasas de interés y penetra en el mercado argentino con inversiones financieras de corto
plazo. Luego para retirar sus ganancias, debe volver a comprar dólares al tipo de cambio
fijo. Esto puede ser un buen negocio mientras la “burbuja” se mantenga. Es decir mientras
nuevos especuladores ingresen dólares para aprovechar las altas tasas de interés,
mientras el tipo de cambio siga fijado. Sin embargo cuando las expectativas respecto de la
estabilidad del régimen cambiario se ensombrecen, cuando cae la confianza, cunde la
alarma, y se acelera la profecía autocumplida. Cada vez son más los que retiran dólares y
cada vez menos los que ingresan dólares. Hasta que finalmente el mecanismo de la
burbuja termina por colapsar.
En el origen de los tipos de cambio fijo (como era frecuentemente el caso en América
Latina antes de los años setenta) el banco central establecía el tipo de cambio, y trataba
de mantenerlo comprando y vendiendo divisas a ese precio. Pero en esa época no existía
la gran movilidad del capital que comenzó a observarse tras la quiebra del orden
monetario establecido en Bretton Woods. Por lo tanto el tema de la balanza de pagos era
un tema esencialmente comercial.
Desde que entramos a las nuevas condiciones del mundo financiero global, las
circunstancias que rodean el funcionamiento del tipo de cambio fijo se han tornado más
dramáticas aún. Es decir una operación (devaluación de un tipo de cambio fijo) que, de
256
por si, siempre tuvo dramáticas repercusiones, se ha tornado aún mucho más
problemática. Al respecto comenta Dornbusch:
“Los países que tienen tipos de cambio fijos suelen retrasar la devaluación hasta que no
les queda más remedio, y cuando llega ese momento, se piensa que el gobierno ha sufrido
una gran derrota. Eso es, desde luego, lo que ocurrió en México en 1994 y anteriormente
en el Reino Unido y en Italia, que se vieron obligados a devaluar en 1992. A finales de
2001, Argentina llevaba diez años manteniendo fijo el peso en paridad con el dólar
americano, pero a finales de febrero de 2002 el peso argentino valía menos de 33
centavos.”
“¿Por qué esperan tanto los países? En primer lugar, por razones económicas: para que
una devaluación sea eficaz, para que reduzca el déficit de balanza de pagos, tiene que
encarecer los bienes importados a fin de que los residentes nacionales compren una
cantidad menor de esos bienes. Cuando México devaluó, los caramelos estadounidenses
(y muchas importaciones más importantes) se encarecieron y el nivel de vida de los
mexicanos empeoró como consecuencia. Pero no sólo suben los precios de las
importaciones; también suben los precios de los bienes para cuya producción se utilizan
materias primas importadas”.
“Las devaluaciones no son populares porque reducen el nivel de vida del país. Además, las
subidas de los precios de las importaciones a veces provocan subidas más generales de los
precios, o sea, inflación que también es impopular”.
“Existe otra razón por la que los gobiernos suelen retrasar demasiado las devaluaciones.
Estas son en muchos aspectos profecías que acarrean su propio cumplimiento: la creencia
de que un país devaluará aumenta la probabilidad de que devalúe. ¿Por qué? Porque si
esperamos una devaluación de la moneda, por ejemplo si esperamos que el peso baje de
3,5 por dólar a 6), compraremos dólares tan pronto como sea posible por 3,5 pesos
solamente, con la esperanza de obtener más tarde un beneficio vendiendo los dólares a
un precio en pesos más alto. Pero al comprar dólares, agotamos las reservas de pesos del
país, por lo que es más difícil mantener el tipo de cambio.”23
23
Dornbusch, Fischer, Startz, Macroeconomía, Mc. Graw Hill, página 544
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