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UNIVERSIDAD ALBERTO HURTADO

FACULTA DE CIENCIAS SOCIALES

CARRERA DE ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

APUNTES DE MODELOS ECONÓMICOS

PROFESOR ARMANDO DI FILIPPO

AYUDANTE MAURICIO EYQUEN

PARTE I: NOCIONES DE SISTEMAS Y MODELOS

1. MODELOS Y SISTEMAS.

Un sistema es un objeto complejo cuyos componentes están unidos entre sí por vínculos que
constituyen su estructura (Mario Bunge). Puede ser abstracto o concreto.

Un sistema abstracto tiene existencia intelectual en la mente de las personas (por ejemplo los
científicos) que lo piensan. Un modelo es un sistema abstracto que intenta representar los
aspectos más fundamentales (para el investigador) de un sistema concreto.

Un sistema concreto tiene existencia real con independencia de que los investigadores intenten
investigarlo y modelarlo. Una sociedad humana históricamente dada es un sistema real concreto.
Tiene diferentes dimensiones o subsistemas. Para los fines de este análisis distinguiremos cuatro
dimensiones o subsistemas: económico, cultural, político, y biológico ambiental. Es necesario
tener siempre en consideración que los sistemas sociales reales donde vivimos los
experimentamos en “carne propia” día a día en tanto que los modelos que representan esos
sistemas sociales los diseñan y piensan algunos especialistas, investigadores o científicos que se
dedican a estudiarlos.

El capitalismo es un sistema económico real y concreto que existe en la historia y lo


experimentamos en nuestra vida diaria, cuando desempeñamos un trabajo remunerado, cuando
iniciamos un emprendimiento artesanal, artístico, o empresarial, cuando vamos al supermercado,
cuando solicitamos un crédito bancario, etc. En este capítulo tomaremos los rasgos esenciales que
deseamos destacar del capitalismo y por lo tanto estaremos trabajando con una representación
simplificada del sistema capitalista real.
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Esa simplificación de la complejidad del sistema capitalista no es inocente sino que intenta poner
de relieve ciertos rasgos que tienen una significación ética. Como dice Gunnar Myrdal no existe la
neutralidad valorativa (en el sentido ético o moral de la expresión), lo importante es poner de
relieve los valores que están implicados en todo modelo o teoría que el investigador proponga. En
el presente caso esos valores estarán referidos a la noción de justicia, distinguiremos siguiendo la
clásica diferenciación de Aristóteles entre la justicia distributiva y la justicia conmutativa,
aplicando la primera noción para entender los criterios de distribución social de los bienes sociales
(honor, dignidad, riqueza, educación, salud, etc.). De otro lado la justicia conmutativa nos servirá
para examinar las nociones de justo precio o valores de mercado.

Dadas estas nociones de justicia examinaremos las nociones de injusticia, asociadas a extremas
asimetrías en la distribución de los bienes sociales y en las formas como se determinan los precios
en las transacciones de mercado. En este sentido diremos que las fuerzas subyacentes que
determinan los precios y valores de mercado (es decir lo que los economistas estudian como
teorías del valor) son las posiciones de poder de las partes contratantes. Esas posiciones de poder
derivan del lugar ocupado por los actores sociales (empresarios, trabajadores, consumidores,
inversionistas, etc.) en la estructura de poder del sistema económico. Por lo tanto entenderemos
al capitalismo como un sistema de poder y de dominación cuyas consecuencias en materia de
justicia e injusticia social pueden ser medidas atendiendo a las formas como se distribuyen
socialmente el ingreso y la riqueza sociales. Esta postura no significa una condenación absoluta de
dicho sistema y tampoco una apología incondicionada del mismo. Intentaremos demostrar que el
capitalismo es un aspecto esencial pero no único de un sistema social sino que existe en un
entorno cultural, político, y biológico ambiental que lo condiciona y a su vez es condicionado por
él.

El lenguaje de los sistemas aplicado al estudio del capitalismo

Dicho de manera extraordinariamente sintética el lenguaje mínimo de los sistemas (en la versión
de Mario Bunge) incluye: a) su composición referida a la colección de sus partes o componentes;
b) su entorno referido a la colección de cosas que modifican a los componentes del sistema o son
modificados por ellos, pero que no pertenecen a la composición; c) su estructura referida a la
colección de relaciones o vínculos que establecen los componentes. Los vínculos que se dan entre
los componentes de un sistema constituyen la endoestructura, mientras que los establecidos
entre esos componentes y su entorno conforman la exoestructura del sistema; d) sus mecanismos
entendidos como la colección de procesos que se dan dentro de un sistema y que lo van
modificando en algún sentido. La explicación científica del funcionamiento de cualquier sistema
exige conocer los mecanismos que lo determinan y lo mueven, de los cuales depende la
emergencia, la estabilidad, el cambio y la desintegración del sistema.

Intentaremos aplicar este enfoque a la comprensión de los sistemas económicos contemporáneos


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EL SISTEMA ECONÓMICO CAPITALISTA Y LOS MODELOS TEÓRICOS QUE LO ESTUDIAN

Los modelos teóricos son formalizaciones lógicas simplificadas de las teorías o corrientes teóricas
que han estudiado el capitalismo como sistema económico

Todas las grandes corrientes teóricas en economía (fisiócratas, marxistas, neoclásicos,


keynesianos, etc.) han desarrollado modelos en este sentido.

LA NOCION DE VALOR ECONÓMICO COMO “HILO CONDUCTOR” TEÓRICO

Un hilo conductor fundamental para la comprensión de estos modelos es la noción de valor


económico que cada corriente adopta, y, a partir de dicha noción se derivan diferentes
concepciones sobre el funcionamiento de los precios, de los mercados, y, en general de los
procesos de producción, distribución, circulación y consumo de los recursos económico.

Este tema del valor económico es crucial en la profundización de los diferentes modelos teóricos
que será abordada en la última parte de este curso.

MODELO DE INSUMO PRODUCTO COMO REPRESENTACIÓN DE UN SISTEMA ECONÓMICO

En esta matriz hay tres sectores o bloques principales

SECTOR INTERMEDIO (SI), con las compras inter empresariales dentro del sistema.
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SECTOR DE VALOR AGREGADO (W), con los pagos hechos por el sector empresarial de salarios (L) y
de otros ingresos (N)

SECTOR DE DEMANDA FINAL (Y) con el gasto en bienes finales de los perceptores de salarios y
otros ingresos

SECTOR EXTERNO: Si el sistema es abierto incluye las exportaciones (E) y las importaciones (M)

SIMBOLOGÍA UTILIZADA

Subíndices 1corresponden a filas y subíndices 2 corresponden a columnas

Z12 ventas del sector de empresas 1 al sector de empresas 2

C1 ventas de bienes finales de consumo desde el sector 1 a demanda final (Y)

I1 ventas de bienes finales de inversión desde el sector 1 a demanda final (Y)

G1 ventas al sector del gobierno que forma parte de la demanda final

E1 ventas al resto del mundo (exportaciones) que integra demanda final

L1 pagos de salarios del sector de empresas 1 a la clase asalariada

N1 pagos del sector 1 (rentas, intereses,etc.) a otras clases (rentistas, banca,etc)

M1 pagos del sector 1 al resto del mundo por importaciones

Lc, Li, Lg, Nc, Ni, Ng, distribución del gasto de los perceptores de W y de N por componentes de Y
donde Le y Ne deberían ser igual a cer

LECTURA “SISTÉMICA” DE LA MATRIZ: LOS COMPONENTES DEL SISTEMA

COMPONENTES del sistema económico: Son actores o agentes sociales de una economía abierta y
con gobierno

El sector externo es un agente genérico que representa al resto del mundo con el cual se
establecen relaciones de exportación e importación

El gobierno introduce un elemento de poder político que capta ingresos en virtud de su poder de
imposición y los gasta con finalidades económicas, políticas y sociales. La representación “mínima”
incluida más arriba sólo incluye al gobierno (G) en el bloque de la demanda final, pero la otra cara
de ese gasto público debe ser la captación de ingresos tributarios que debería aparecer en el
bloque de valor agregado como ingresos pagados por las empresas al estado bajo la forma de
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tributos o contribuciones de diferente tipo. Sin embargo el bloque de pagos en nuestro pequeño
esquema simplificado sólo registra los ingresos destinados a salarios (L) y, en otra línea (N) la
totalidad de los ingresos pagados a los propietarios de otros factores productivos que posibilitan la
dinámica empresarial (rentas, ganancias, intereses, regalías, dividendos, etc.).

Los actores privados por un lado expresan perceptores de ingresos que forman clases sociales
(empresarios que perciben remuneraciones por sus actividades gerenciales, asalariados que son
operarios industriales, empleados de cuello blanco que perciben sueldos, propietarios de
inmuebles que perciben rentas y alquileres, financistas que perciben intereses, etc.) entre las
cuales se distribuye el valor agregado; y por otro lado esos mismos perceptores de ingresos
(incluyendo al estado) constituyen la demanda final (Y) desempeñando el rol de consumidores,
inversionistas, funcionarios que manejan el gasto público, etc.

Hay un tránsito de flujos de ingreso real que no se reflejan en la matriz, y es el salto que se
produce entre el sector de pagos (bloque del valor agregado y de las importaciones) y el de
demanda final (Y). En efecto los distintos beneficiarios de los pagos de las empresas configuran la
distribución funcional del ingreso, cuya división socialmente más importante es la que distingue
entre remuneraciones al trabajo (L) y remuneraciones a la propiedad (N). Como en ese mismo
bloque se debería incluir el pago de impuestos (ausente en nuestro esquemita ultra simplificado),
hay allí una redistribución personal del ingreso que cambia la distribución personal preexistente
antes del pago de impuestos y de la redistribución vía subsidios que puede efectuar el gobierno.

Como se sabe las visiones ultra liberales no ven con buenos ojos esas intervenciones fiscales
redistributivas, pero las concepciones de economía mixta de tipo keynesiana ideológicamente
asociadas a las socialdemocracias consideran esa intervención gubernamental como decisiva en
materia de justicia social.

Los directores y gerentes de empresas (sean o no propietarios) establecen relaciones recíprocas,


no sólo comerciales (que son las reflejadas en esta matriz) sino también financieras y
patrimoniales (operaciones bursátiles y crediticias) que no son reflejadas en la matriz. En la época
neoliberal actual hay actores de gran peso en la esfera empresarial que: a) son las corporaciones
transnacionales que operan en posiciones monopólicas y/o monopsónicas en múltiples sectores
productivos, y b) grandes bancos de inversiones que también redistribuyen ingresos (de manera
generalmente regresiva) a través de sus operaciones crediticias. En la época neoliberal actual los
actores dominantes de a) incluyen grandes corporaciones mineras, petroleras, agropecuarias,
exportadoras e importadoras, etc. Entre los actores incluidos en b) vinculados al sector financiero
podríamos incluir las administradoras de fondos de pensiones, los institutos de salud previsional,
los créditos hipotecarios para la vivienda, etc. Todas estas operaciones no son registradas en
detalle por nuestro sencillísimo esquema matricial. Pero son fundamentales para entender cómo
funciona la estructura de clases y más ampliamente los actores dotados de poder que influyen
sobre la distribución personal del ingreso.
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LECTURA “SISTÉMICA” DE LA MATRIZ: LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA

La estructura del sistema se refiere a los vínculos que se establecen entre los agentes económicos
que, siendo a veces las mismas personas, asumen diferentes papeles. La mayoría de esos vínculos
son habituales, recurrentes y en su conjunto cumplen el papel estructurante del sistema
económico

El más importante de dichos vínculos queda establecido por los coeficientes estructurales que
señalan, en el bloque o sector intermedio, cuál es la cantidad de un insumo adquirido a otro
sector, para producir una unidad en el sector que efectúa la adquisición. Estos flujos pueden
registrarse en unidades físicas, pero la matriz los registra en valores de mercado. En tal caso los
coeficientes estructurales pueden modificarse por razones de cambio tecnológico o hacerlo por
cambios en las estructuras de precios relativos, originadas en múltiples motivos. Así, los
coeficientes estructurales son un indicador de vínculos inter empresariales (compras y ventas
recíprocas) que se reflejan en el Sector Intermedio

Los empresarios que producen bienes y servicios y los asalariados que trabajan para ellos
desarrollan vínculos recíproco que son el eje de la estructura de clases del sistema capitalista y dan
lugar a la principal distribución del valor agregado entre las clases sociales. Además los
empresarios efectúan pagos a otras clases sociales (rentistas, financistas, etc.) y al gobierno.

Los perceptores del valor agregado que componen esa estructura de clases gastan esos ingresos
desarrollando vínculos estructurados con los empresarios que ofertan los bienes finales. Surge
aquí un elemento dialéctico que algunos asocian también con la lucha de clases: la inflación o alza
en el índice de precios al consumidor. Todo este proceso se refleja en el sector de la Demanda
Final

LECTURA SISTÉMICA DE LA MATRIZ: LA “EXOESTRUCTURA” DEL SISTEMA

Son los vínculos que se establecen entre los componentes del sistema, y otros elementos que
están fuera (de la lógica) del sistema capitalista y que corresponden a las restantes dimensiones
sociales (cultural, biológico-ambiental, y sobre todo política). Estos elementos de la exoestructura
son especialmente importantes en el ámbito político, ya que en la historia de la civilización la
lógica del mercado siempre se ha verificado en el seno de sistemas políticos específicos o, dicho de
otra manera, en las sociedades civilizadas no hay mercado que no esté enmarcado en las
instituciones y estructuras (es decir en reglas de juego) que son determinadas por el Estado.

LECTURA DE LA MATRIZ DE INSUMO-PRODUCTO (MIP): LOS MECANISMOS DEL SISTEMA

El mecanismo es la colección de procesos que se dan dentro de un sistema y que lo hacen cambiar
en algún aspecto. La explicación científica del comportamiento del sistema la brinda la descripción
de su(s) mecanismo(s), es decir de los procesos de los cuales resultan la emergencia, la estabilidad,
el cambio y la desintegración de un sistema.
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Los mecanismos que afectan el sistema capitalista operan en plazos distintos, a veces muy cortos y
coyunturales, otras veces muy largos, y su comportamiento no puede deducirse de ningún modelo
porque son histórico específicos.

Esos mecanismos ejercen impactos sobre los precios de factores de productos y de servicios o
sobre la calidad y cantidad de las mercancías y pueden originarse tanto en la estructura económica
del propio sistema (“endoestructura”) como en las relaciones de los componentes de dicha
estructura con otros componentes externos que denominamos exoestructura.

MECANISMOS ENDOESTRUCTURALES Y EXOESTRUCTURALES DE LA MIP

Los mecanismos endoestructurales (o estructurales propiamente dichos) son aquellos cuyo


impulso original brota del interior del sistema (por ejemplo crecimiento de los monopolios que
afectan la estructura de precios relativos, o incorporación de nuevas tecnologías al proceso
productivo que cambian el valor de los coeficientes estructurales).

Los mecanismos exoestructurales son aquellos de naturaleza política (por ejemplo una guerra) o
ambiental (por ejemplo el cambio climático) o cultural (por ejemplo cambios en los mecanismos
de información, comunicación y conocimiento) que elevan el nivel educacional medio y los
comportamiento de la población. Todos ellos pueden inducir cambios en los mecanismos
endoestructurales.

MATRIZ DE IP COMO REPRESENTACIÓN DE UN SUBSISTEMA ECONÓMICO PERIFÉRICO

El sistema capitalista puede descomponerse en dos subsistemas económicos interdependientes:


capitalismo céntrico y capitalismo periférico. Precisamente la contribución del pensamiento
económico estructuralista latinoamericano ha sido relativa al capitalismo periférico tal como este
se presentó históricamente en nuestra región.

Los dos rasgos muy importantes que han caracterizado históricamente al capitalismo periférico
son una estructura productiva concentrada en los productos primarios (agropecuaria templada,
agricultura tropical, y actividades minero-extractivas), y consecuentemente una estructura de
exportación igualmente concentrada en productos primarios o manufacturas directamente
derivadas de la transformación de un recurso natural. En la matriz de IP estos rasgos se reflejarán
en el sector intermedio, (estructura productiva interna asociada a los sectores productivos
internos del país) por ejemplo en Z1 que podría representar productos primarios, con poca
utilización interna y escaso procesamiento que debería reflejarse en las exiguas cifras del sector
intermedio Z2 (que podría representar al resto de los sectores productivos internos), y con fuerte
presencia en las exportaciones E1 que se reflejan en la demanda final (Y).

Una economía periférica en su expresión relativamente pura tendrá un importante sector


exportador de un bien primario y un sector importador igualmente importante de manufacturas
que el aparato productivo del país no puede proveer. Por ejemplo si el sector 1 de la matriz fuera
el sector de los productos primarios típicos de una economía periférica (digamos cobre en Chile,
petróleo en Venezuela, cereales y granos básicos en Argentina), y el sector 2 fuera el sector de la
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industria manufacturera nacional, entonces dada la debilidad industrial del país periférico, M2
(importaciones de manufacturas) será una cifra importante sea que se importen productos
terminados que vayan directamente a la demanda final (Y) del país importador (Mc, Mi, Mg) o,
alternativamente, que se trate de importaciones de equipos e insumos industriales, para una
industria nacional periférica altamente dependiente de los países hegemónicos o emergentes
capaces de producir esas manufacturas. En consecuencia se importarán esos insumos y equipos
requeridos (M2) requeridas para la industria nacional del país periférico. Pero además las
manufacturas importadas también deberán incluir aquellas necesarias para acrecentar la
producción de bienes primarios (M1).

Como veremos en la sección de los modelos históricos por los que atravesó América Latina, las
economías periféricas pasaron por una fase “pura” de producción y exportación de productos
primarios, y por una fase superior de crecimiento industrial generalmente conocida como
industrialización por sustitución de importaciones. A medida que la diversificación industrial se
profundizó, el sector intermedio de la matriz que refleja el subsistema económico periférico
también se complejizó, aumentando la diversificación e interdependencia de los sectores
representados por Z2.

Sin embargo un rasgo muy característico del capitalismo periférico, ha sido la incapacidad de
creación tecnológica propia, y la debilidad o ausencia de sectores productores de maquinarias y
equipos.

En las etapas más “primitivas” de las actividades productoras y exportadoras de productos


primarios, la fuerza de trabajo estará fuertemente concentrada en el sector 1, y aunque la matriz
no muestra la estructura del empleo, sí registra el pago de salarios o, más ampliamente de
remuneraciones a la fuerza de trabajo (L). La importancia de L1, remuneraciones a la fuerza de
trabajo que se desempeña en el sector primario, será variable dependiendo del tipo de producto
exportable y de las estructuras internas de poder en los regímenes laborales, pero en general los
bajos salarios serán característicos de la falta de calificación técnica y del escaso poder de
negociación de la fuerza de trabajo.

Así la matriz estudiada (entendida como un modelo económico) permite una representación de
aspectos principales del funcionamiento de economías periféricas y de tal manera ha servido para
ilustrar y comprender en mejor medida el funcionamiento de las economías latinoamericanas.
(Véase por ejemplo Castro y Lessa 1973, y también Sunkel e Infante 2012)

Por oposición en el capitalismo hegemónico o céntrico (digamos en Gran Bretaña, o en Estados


Unidos, y también hoy podríamos hablar del capitalismo emergente de China), el sector
intermedio de la matriz que representa al país céntrico albergará una diversificada estructura
industrial con gran cantidad de sectores (digamos los Z2 de la matriz) productores de bienes
intermedios, bienes finales y maquinarias y equipos productivos. En el sector exportador esta
diversificación industrial interna se traducirá en fuertes magnitudes de exportación manufacturera
hacia los centros. Por oposición la producción de productos primarios (agropecuarios y minero
extractivos) dentro del país industrializado, será probablemente insuficiente para proveer las
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demandas de las industrias en expansión, lo que implicará una fuerte importación de productos
primarios.

En suma de alguna manera desde el punto de vista de su interpretación económica las dos
matrices son “incompletas”, ya que mirando la matriz de un país periférico la única manera de
completar su lógica interna es a través de la importación masiva de manufacturas (bienes finales,
intermedios y de equipo) producidos por los países industrializados. Del mismo modo la
“incompletitud” de la matriz de un país industrial (Gran Bretaña, China, Japón, etc.), sólo se supera
a través de la importación masiva de productos primarios (agropecuarios y minero extractivos)
provenientes de los países periféricos. De aquí resulta que ambas matrices (es decir ambos
modelos) se suponen uno al otro y no podría existir el uno sin el otro.

Esto explica la enorme importancia de la economía internacional en el funcionamiento del sistema


capitalista, también explica la especialización productiva mundial defendida por la teoría liberal
ricardiana de los costos comparativos.

LA M.I.P ES UN MODELO ECONÓMICO, Y NO INCLUYE LAS RESTANTES DIMENSIONES SOCIALES

En resumidas cuentas la matriz de insumo producto es un registro contable de los flujos


económicos que se generan en una sociedad. Aunque no refleja las dimensiones cultural, política o
biológico-ambiental de la sociedad que estudia, sí permite observar elementos de la estructura de
poder que van más allá de los meros flujos económicos. Por ejemplo la distribución funcional del
ingreso reflejada en el sector de los pagos permite tener una idea de la estructura de clases que
determina en parte importante el sistema de dominación social. La estructura de las
importaciones y de las exportaciones permite dimensionar en principio el grado de poder
productivo interno y, consecuentemente, el grado de dependencia de otros países a través del
comercio exterior. En la representación ultra simplificada de la MIP aparece el gasto del sector
público (G) dándonos algunos indicios de su peso económico en el valor de la demanda final. Así,
la matriz es en sí misma un instrumento de extrema utilidad para la comprensión de los sistemas
económicos, más allá de los resultados numéricos que podrían derivar de su uso para la
planificación del desarrollo.

Veamos ahora las otras dimensiones sociales que se relacionan con la existencia y evolución
histórica del sistema capitalista. Con tal fin profundizaremos en la noción de poder y su capacidad
explicativa cuando se aplica a la comprensión de los procesos sociales.

2. CAPITALISMO

En lo que sigue haremos uso de este lenguaje para caracterizar los rasgos específicos de ese
sistema económico, históricamente determinado, que denominamos capitalismo.

EL capitalismo es un sistema histórica y estructuralmente determinado que ha configurado las


estructuras de poder y las formas de dominación de las sociedades occidentales, desde hace al
menos doscientos años. Su gestación histórica es anterior a esa fecha y se remonta a los inicios de
la era moderna en el siglo XV, incluyendo eventos tales como el descubrimiento y colonización de
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América por parte de los europeos, la formación de los Estados Nacionales, la Reforma Religiosa,
la invención de la imprenta, etc. A esa etapa histórica asociada a formas políticas absolutistas
corresponde el capitalismo comercial, antecesor del capitalismo propiamente dicho que dio lugar
a una forma de economía política que se ha denominado mercantilismo.

El capitalismo propiamente dicho, al cual nos referiremos en este curso nace a fines del siglo XVIII
con la Revolución Industrial Británica y agrega el ingrediente más fundamental de su éxito
posterior, consistente en un incremento cíclico pero ininterrumpido en el largo plazo de la
productividad del trabajo humano.

En lo que sigue utilizaremos muchos párrafos textuales del trabajo (Poder Capitalismo y
Democracia, Armando Di Filippo 2013, RIL Editores), pero reordenados de manera diferente a la
de dicho libro para evidenciar el lenguaje de los sistemas que se ha transcripto más arriba. Al final
de esos párrafos transcriptos se indicará entre paréntesis la página del libro citado, de donde
fueron extraídos. Una mayor profundización de los conceptos y categorías usados en este capítulo
puede lograrse recurriendo a otros capítulos de dicho libro a los cuales remite fragmento.

El capitalismo es un subsistema económico de mercado movido por la lógica del capital, cuyo
primer rasgo más específico es el de convertir en mercancías no solamente los productos del
trabajo humano, sino también los factores y condiciones de la producción. Todos estos factores de
la producción quedan subordinados al poder del capitalista que controla el dinero y las fuentes del
conocimiento tecnológico con el objeto de producir bienes, lucrar, y expandir el capital (28)

Los actores o agentes que componen el sistema capitalista

Un rasgo específico del capitalismo, es que las personas se identifican por su condición de
propietarios (persona-cosa), o dicho más asertivamente la condición de persona participante del
sistema depende de la condición de propietario. Para los neoliberales recalcitrantes como Hayek,
por ejemplo, la única justicia válida es la conmutativa, donde las personas se identifican solamente
por las cosas que transan (incluido el dinero). La distribución del poder, de la honra, de la
educación, se hace en función del poder adquisitivo previamente detentado y pueden, en grado
significativo comprarse en el mercado. Así por ejemplo Nozick define la libertad humana en
términos de propiedad tanto de sí mismo como de los objetos que se poseen. Por lo tanto en las
instituciones del capitalismo la justicia distributiva de la sociedad está predeterminada por las
estructuras de la propiedad, y expresada en términos cuantitativos en los mercados.

La justicia conmutativa se funda en una relación mercancía-mercancía y los hombres se relacionan


entre si mediados por las mercancías que poseen. La condición de propietario que es una relación
hombre-cosa predomina sobre la condición de persona. El mercado es ciego a las condiciones
personales que son cualitativas únicas e intransferibles.

Por oposición, la justicia distributiva en su original sentido aristotélico se funda en una relación
persona-persona, en que los hombres se relacionaban entre sí de acuerdo a las dignidades que
reconocen en sus congéneres. Esas dignidades o merecimientos socialmente reconocidos e
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institucionalizados son algo cercano a lo que, hoy denominaríamos derechos humanos y


ciudadanos legalmente vinculantes. El reconocimiento que los otros miembros de la comunidad
hacían de esas dignidades les generaba compromisos u obligaciones correlativas. Esta manera de
concebir los derechos (que en el mundo antiguo estaba reservada sólo para los ciudadanos,
excluyendo a los esclavos, las mujeres, los extranjeros, etc.) implicaba reconocer simultáneamente
las obligaciones y deberes que les eran correlativos. Para que ciertas personas detentaran
derechos vigentes o efectivos era necesario que otras personas asumieran obligaciones o deberes
que eran correlativas de esos derechos.

Un último rasgo destacable del capitalismo es que el desarrollo de su poder productivo ha


generado dos efectos desigualizantes, el primero ha sido el crecimiento y centralización del
poder de mercado detentado por las empresas bajo formas de monopolio y oligopolio, y, el
segundo ha sido una tendencia a la concentración de la propiedad y por lo tanto de la
distribución funcional y personal del ingreso.

Merece destacarse la esfera eminentemente política donde se debaten los preceptos y criterios de
lo que debe entenderse por la justicia distributiva. Volviendo a Aristóteles, a diferencia de la
justicia conmutativa que mira a las cosas y no a las personas, la justicia distributiva mira a las
personas y a sus merecimientos. Para los griegos los derechos ciudadanos no se identificaban con
los derechos humanos, pues los esclavos por ejemplo, aunque eran seres humanos no detentaban
la condición de ciudadanos. Por el contrario, la democracia contemporánea aspira a extender los
derechos y obligaciones ciudadanas a todos los seres humanos. El principio de igualdad está en el
fundamento de la ciudadanía democrática moderna y contemporánea.

Lo importante de la teoría aristotélica de la justicia radica en la afirmación de que el régimen


político determina los criterios de justicia distributiva. Una vez que dichos criterios forman parte
de las instituciones políticas y han arraigado en las instituciones culturales ellos se reflejarán en los
criterios de la justicia conmutativa que opera en los mercados.

Si los criterios políticos de la democracia predominan sobre los criterios económicos del
mercado, la condición de ciudadano prevalece sobre la condición de propietario. En un sistema
político democrático donde los ciudadanos sean libres e iguales estará operando una forma de
justicia distributiva que debe terminar prevaleciendo sobre las formas de la (in)justicia
conmutativa que ha prevalecido en las sociedades capitalistas contemporáneas. (40)

Las estructuras fundamentales del sistema capitalista

Un rasgo específico que acompañó el surgimiento del capitalismo fue su capacidad


remodeladora de las sociedades contemporáneas a través de la emergencia de la estructura de
clases que le es propia. Las clases sociales fundamentales estudiadas por los economistas
clásicos y Marx, están constituidas por los propietarios de los recursos productivos estratégicos
que se transan en los mercados. Ellos son los terratenientes que perciben rentas, los financistas
que perciben intereses, los propietarios del capital que perciben ganancias, y los propietarios de
capacidad humana de trabajo que perciben salarios. Los tratados de economía política de los
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clásicos (Smith, Ricardo y Malthus) fueron estructurados sobre esas bases que luego aprovechó
Marx para elaborar sus teorías de la explotación, de la plusvalía y de la lucha de clases (29)

Un rasgo específico del capitalismo es el creciente poder de los propietarios de capital sobre todas
las restantes clases sociales. La estructura de poder generada por el capitalismo se funda en haber
disociado a las formas productivas precapitalistas (dominios feudales y gremios medievales por
ejemplo) y haber convertido en mercancías a todos los factores y condiciones de la producción. La
primera condición para poder producir en las sociedades capitalistas es disponer del capital
requerido para adquirir en el mercado dichos factores y condiciones de la producción. Quienes
controlan dicho capital, poseen un monopolio del poder productivo que excluye a los propietarios
de algún factor productivo particular si no disponen del capital para acceder a los restantes
recursos requeridos. Aunque sea obvia, esta condición es la más importante, no basta con ser
propietario privado de factores productivos aislados (recursos naturales, conocimientos técnicos,
capacidad humana de trabajar, etc.).

Para poder producir es necesario acceder a la propiedad del capital. El capital es ante todo un
poder adquisitivo general que puede ser expresado y medido en dinero. En consecuencia la fuente
generadora de ese dinero (el capital financiero, el crédito) es un punto de partida, para la
expansión del capital productivo. El capital financiero fue en los principios de la banca moderna
una forma de convertir riqueza en capital. La riqueza (por ejemplo tierras y otros valores
inmobiliarios que se usan como garantías reales) aparece como la principal fuente a partir de la
cual los banqueros privados fueron creando crédito, es decir cantidades de poder adquisitivo
susceptibles de ser convertidas en capital productivo. Paralelamente algunos grandes poderes
financiero-bancarios europeos privados se especializaron en financiar las actividades públicas de
los estados y administrar sus monedas. El primer banco central que cumplió ese tipo de funciones
se fundó en Inglaterra a fines del siglo XVII para servir a la Corona Británica.

El capital es, ante todo, un poder adquisitivo que, ejercido en los mercados, permite crear poder
productivo. Cuando el capital adquiere medios de producción para producir bienes y revenderlos
se convierte en capital productivo.

Por lo tanto no basta con ser propietario de riqueza para alcanzar poder productivo si esa riqueza
no se convierte primeramente en capital productivo. Por ejemplo los grandes hacendados que
detentaban el poder en las sociedades precapitalistas, terminaron por ingresar a las reglas de
juego del capitalismo arrendando, vendiendo o dando en garantía partes de sus tierras para
acceder al poder adquisitivo general. Sólo premunidos de dicho poder pudieron adquirir los otros
factores productivos (herramientas, trabajadores libres, etc.) que les permitiera hacer producir
esas tierras. Pero al aceptar esas reglas, ellos mismos se convirtieron en empresarios capitalistas.
Aún más, esos grandes hacendados si querían acceder a bienes de consumo que no podían
producir en sus propias tierras también debían acudir al mercado y por lo tanto disponer de poder
adquisitivo general. Sin ese capital-dinero no sólo habrían sido incapaces de producir sino también
incapaces de expandir y diversificar su consumo.
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En resumen todos los propietarios de riqueza, para poder adquirir lo que necesitan, deben
vender o arrendar sus recursos en el mercado para acceder al dinero en que dicho poder
cristaliza. El dinero es la objetivación y medida del poder adquisitivo general que, traducido en
capital, convierte a los capitalistas en la clase poderosa del orden capitalista.

Otro rasgo específico del capitalismo, es la existencia de una clase social desposeída de
cualquier forma de riqueza, y separada de sus medios de producción y de vida que sólo cuenta
con su capacidad humana de trabajo. Aquí aparece quizá el nexo más importante entre el
capitalismo y la democracia, pues esa clase social es jurídicamente libre y no forma parte de las
relaciones sociales esclavistas y serviles que caracterizaron los sistemas económicos previos al
surgimiento del capitalismo. La existencia de esta clase de ciudadanos «libres» (por oposición a
«esclavos» o «serviles») está sujeta sin embargo al mecanismo más generalizado de dominación
del capitalismo consistente en la creación de escasez a través del control monopólico de los
medios de producción y de vida requeridos tanto para producir como para consumir.
Obviamente este rasgo es central en la teoría de la explotación y de la lucha de clases formulada
por Marx sobre la base de la teoría económica clásica. Pero no solamente Marx, sino otros
teóricos o historiadores liberales como Max Weber reconocieron el carácter esencial de este
mecanismo de dominación. Este mecanismo es compatible con los criterios de la justicia
conmutativa sobre los que funciona el capitalismo pero no lo es con los criterios de la justicia
distributiva sobre los que aspira apoyarse el proceso democrático. Así el punto de partida sobre el
que funciona el sistema capitalista es la desigualdad social.

Aún así, el desarrollo del poder productivo capitalista ha requerido crecientes calificaciones de los
trabajadores asalariados que contribuyeron a mejorar sus condiciones de vida. La expansión del
progreso técnico inherente al crecimiento del poder productivo del trabajo, ha ido mejorando las
condiciones de vida de muchos asalariados que poseen grados mayores de educación, dando lugar
al surgimiento de clases medias, constituidas por servidores públicos, profesiones liberales, etc.
cuyos ingresos son remuneraciones a ese patrimonio de conocimientos especializados que la
teoría académica convencional denomina (de manera inexacta) «capital humano».(29-32)

Los mecanismos fundamentales que mueven el sistema capitalista

Un rasgo específico del capitalismo es su racionalidad instrumental de tipo eficientista, apoyada


en el cálculo económico mediante la aplicación de métodos contables y la confección de balan-
ces. Hasta que todos los factores estratégicos de la producción no se convirtieron en mercancías
poseídas por personas jurídicamente libres y, adquirieron un precio de mercado, no había sido
posible adjudicarles un precio, y por lo tanto expresar su valor contabilizable a través de un
balance. La posibilidad de cálculo preciso, fue el fundamento de un comportamiento más
racional por parte de los propietarios del capital. Esta racionalidad de carácter instrumental fue
puesta al servicio del lucro y la acumulación de capital, de manera que este último (el capital)
puede ser definido como un poder adquisitivo general contabilizable, capaz de constituir y
controlar el poder productivo crecientemente eficaz, conferido por el dominio de la técnica.
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Otro rasgo específico del capitalismo es el mecanismo de la competencia como medio para
regular el proceso general de asignación de recursos. Las formas de la competencia dependen en
alto grado de la estructura de los mercados que en el curso de la historia del sistema se ha
caracterizado por una incontrastable prevalencia de las formas oligopólicas y oligopsónicas. Las
formas ideales o «perfectas» de los mercados capitalistas fuertemente difundidas y legitimadas
por los modelos de la teoría académica dominante, suponen que ninguna de las partes
contratantes posee poder suficiente para influir significativamente sobre los precios o cantidades
que se transan. Dicho de otro modo, los mercados ideales presentados por dichos modelos
ignoran las asimetrías de poder que pueden sesgar indebidamente el proceso de asignación de
recursos. Por oposición los mercados reales que han existido históricamente han estado siempre
atravesados por dichas asimetrías.

Otro rasgo específico del capitalismo es que creó dos procesos paralelos e interdependientes, de
un lado promovió la expansión de la producción de bienes de uso aumentando la productividad
media del trabajo y el producto por habitante, y, del otro, promovió la producción de valores de
cambio sujetos a la lógica del capital industrial y financiero. El ciclo de la producción de bienes
de uso quedó controlado por el ciclo del capital productor de bienes de cambio. Los capitalistas
partían con dinero, adquirían factores productivos, controlaban la técnica productiva,
generaban un producto adicional, lo revendían con ganancias, y así lograban dicho doble efecto:
por un lado aumentaban su capital (poder adquisitivo real aplicado a la producción de valores
de cambio) expresado en unidades monetarias y por otro lado aumentaban el producto social
expresado en unidades físicas de valores de uso.

Esta dualidad del orden capitalista, asociada a las nociones aristotélicas de valores de cambio y
valores de uso fue puesta de relieve por los clásicos y Marx que la utilizaron para formular sus
diferentes versiones de las teorías del valor. En el caso de Marx esta distinción se asocia con sus
nociones de trabajo abstracto productor de valores, por un lado, y, trabajo concreto productor de
valores de uso por otro lado.

También Thorstein Veblen partió de esa dualidad del capitalismo para distinguir dos tipos
humanos característicos de la civilización capitalista: los hombres de negocios que controlaban el
poder pecuniario medido por el valor de cambio y los técnicos e ingenieros que subordinados a los
primeros promovían el productivo de la técnica aplicado a la producción de bienes utilizables
(valores de uso). El pensador estadounidense fundador del institucionalismo sugirió que los ciclos
del capital expresados en valor no representaban los ciclos productivos expresados en unidades
física o técnicas.

Después de la irrupción del marxismo la teoría del valor trabajo fue sustituida por las teorías
utilitaristas-marginalistas del valor promovidas por las corrientes neoclásicas (escuelas de
Lausanne, de Cambridge, y austriaca). En los modelos de competencia perfecta bajo condiciones
de equilibrio general estable desaparece la categoría de la ganancia, siendo sustituida de alguna
manera por la remuneración al trabajo empresarial. Desaparece así también el principal incentivo
y razón de ser de la existencia del capital. También se elimina cualquier referencia a las clases
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sociales y a las condiciones de desigualdad social que están en la base del funcionamiento de
orden capitalista. Con sus modelos estilizados de «teoría pura» estas corrientes blindaron la
ciencia económica y la desvincularon de las otras ciencias sociales. Han cumplido una importante
función legitimadora del subsistema económico capitalista.

Otro rasgo específico del sistema capitalista, derivado de las distinciones anteriores, es que disocia
la estructura de las capacidades y necesidades humanas (expresada en concretos valores de uso)
de la composición de la demanda (expresada en unidades de poder adquisitivo). La primera
depende de las condiciones particulares históricamente determinadas del desarrollo humano y la
segunda depende de la distribución del ingreso personal o familiar.

Esta distribución a su vez depende de la distribución funcional del ingreso correspondiente a las
formas concretas asumidas por la estructura de clases (rentas de la propiedad inmobiliaria,
intereses del capital financiero, salarios del trabajo, y ganancias del capital productivo). Cuanto
más desigual es la distribución de la propiedad de los recursos económicos estratégicos (de la
tierra, de los recursos financieros, de las calificaciones humanas, del acceso a formas productivas
más eficientes), mayor es la desigualdad en la distribución del ingreso personal y familiar. Los
salarios del trabajo son el único ingreso de esta clasificación funcional que implican al mismo
tiempo, de un lado, una retribución a la propiedad (distribución funcional) y, del otro lado un
ingreso pagado a personas naturales (distribución personal). Esto es debido a que la propiedad de
la capacidad o fuerza de trabajo, sea éste calificado o no, es una cualidad personal. Dicha
propiedad no puede enajenarse disociadamente del esfuerzo desplegado por el portador personal
de la misma. Por oposición, lo que caracteriza a las otras formas de propiedad es que ésta no está
indisolublemente vinculada a personas concretas y es transferible a través de los mercados.

Otro rasgo específico del capitalismo es su naturaleza intrínsecamente dinámica, caracterizada


por una permanente (aunque cíclica) expansión de su poder productivo, que lo convierte en un
«juego de suma positiva», donde al menos teóricamente todos los participantes en el juego de
mercado pueden estar ganando al mismo tiempo. Este proceso expansivo se inició a fines del
siglo XVIII con la Revolución Industrial Británica.

Hasta el inicio de la era contemporánea las economías de mercado carecían de ese mecanismo
de auto reproducción expansiva que caracteriza al capitalismo. Es cierto que hubo crecimiento
en otras fases históricas anteriores, pero sólo con el capitalismo la expansión del poder productivo
pasó a formar parte de la naturaleza íntima de los sistemas económicos contemporáneos.

Otro rasgo específico del capitalismo, quizá el más importante desde el punto de vista de las
normas éticas que hasta entonces habían regulado los mercados es la legitimación a escala
social del afán de lucro. Este punto es esencial y será desarrollado con cierto detalle.

La justificación ética del afán de lucro derivó directamente de su capacidad para generar
crecimiento económico. Según la «regla de oro» del liberalismo económico, el afán de lucro de los
productores que implicaba un comportamiento egoísta en la esfera del mercado daba como
consecuencia una presunta mayor prosperidad y bienestar generales. Por lo tanto la justicia
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entendida (en su acepción antigua y medieval) como la virtud practicada respecto del prójimo
había perdido su razón de ser en la esfera de los mercados, porque la «torta» de la producción
crecía para todos, y potencialmente al menos podría lograr erradicar la pobreza. Queda así
justificado el egoísmo de los productores ejercitado en los mercados al posibilitar gracias al
mecanismo del lucro el aumento permanente de la masa de productos a distribuir.

Si el producto crecía a un ritmo suficientemente alto era posible que todos mejoraran sus niveles
de vida (reducción de la pobreza absoluta) aunque la distribución de la riqueza y del ingreso se
tornara más desigual. Aparentemente todos ganaban y mejoraban sus condiciones de vida,
aunque las distancias por estratos sociales aumentaran más y más. Los límites para la continuación
de éste proceso están dados por la sustentabilidad del medio ambiente. Pero nadie pensó en ese
tema hasta fines del siglo XX.

Durante las eras antigua y medieval cuando el producto social no crecía (o lo hacía
imperceptiblemente) se consideró al lucro y al interés como categorías intrínsecamente
pecaminosas. Aristóteles, introdujo la distinción entre valores de uso y valores de cambio, pero
subordinó el uso de los segundos a las exigencias de obtener los primeros. Su noción de
crematística necesaria o natural era propia de aquellos agentes (desde humildes artesanos hasta
importantes señores de la tierra) que vendían para comprar, siendo su objetivo la obtención de
valores de uso concretos, fueran estos bienes de subsistencia o artículos de lujo. Por oposición
comprendió que existía también una crematística lucrativa propia de los mercaderes, que llegaban
al mercado con dinero y compraban para volver a vender, con el objeto de lucrar y acumular. Los
prestamistas por su parte no requerían dar un rodeo comercial o productivo, simplemente
entregaban dinero hoy para obtener mayor cantidad de dinero mañana. En una sociedad sin
crecimiento económico el dinero era considerado estéril y solicitar el pago de un interés por los
préstamos implicaba una reprobable usura.

Estas actividades eran consideradas pecaminosas y contrarias al orden natural porque los sistemas
económicos eran, para todos los fines prácticos, lo que hoy denominaríamos «juegos de suma
cero», en donde lo que unos ganaban sólo podía provenir de lo que otros perdían. En efecto, el
producto social global no crecía o lo hacía de manera imperceptible acompañando en el mejor de
los casos al crecimiento de la población. Por eso en materia de transacciones de mercado un
precio justo era aquel que permitía dejar a cada parte con un valor equivalente al que habían
cedido, y esa equivalencia posibilitaba reproducir el sistema económico de la misma manera que
en ciclos anteriores, asegurando una convivencia equilibrada de todas las partes contratantes. Este
tipo de precio justo, implicaba la vigencia de lo que Aristóteles denominaba justicia reparadora o
conmutativa.

En la época antigua, medieval, e, incluso en la época moderna y contemporánea (hasta el


advenimiento de la macroeconomía keynesiana) no existían métodos de medición del producto
social o de su tasa de crecimiento ni por lo tanto adecuadas compilaciones de datos requeridos
para tal fin. Por lo tanto la verificación de la justicia conmutativa suponía (con bastante
fundamento antes de la Revolución Industrial) que el producto no crecía y el precio justo no podía
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ser compatible con la persecución sistemática del lucro por parte de los mercaderes y de la usura
por parte de los prestamistas.

Al final de cada transacción cada parte debía estar en condiciones de reiniciar el ciclo de
producción y de cambio. En esta esfera de los contratos voluntarios, regía una igualdad aritmética
referida al valor de cambio de los objetos intercambiados, independientemente de la jerarquía
social de los contratantes.

Es por eso que las contribuciones de Aristóteles a la ciencia económica se inscriben en el marco de
su teoría de la justicia, y en la esfera de los intercambios la justicia conmutativa (también se
llamaba reparadora) debía compensar los excesos en más o en menos de cada relación de
intercambio a través de los criterios del precio justo. Durante el período medieval se siguieron
aceptando estos preceptos, consolidados e integrados orgánicamente a la doctrina católica por el
aristotélico-tomismo. Esta visión del justo precio continuó hasta el surgimiento de los profundos
cambio éticos y morales que se introdujeron en la era moderna (reforma religiosa, descubrimiento
de América, y formación de los estados nacionales).

Aquellos mercaderes y prestamistas que siempre ganaban en el comercio o en el crédito eran


considerados inmorales porque se dedicaban exclusivamente a hacer dinero sin límites aparentes.

El mercado caía en la órbita de la filosofía moral porque la justicia del intercambio exigía que
ambas partes de cada transacción lograran mantener el patrimonio inicial, y la justicia consistía en
dar a cada uno «lo suyo», lo que le pertenecía antes y después de cada operación de mercado
para seguir interactuando económicamente.

Una consecuencia de este juego de suma cero, (denominado reproducción simple por Marx y
corriente circular por Schumpeter) era que cualquier injusticia reiterada en el intercambio
implicaba una actitud pecaminosa socialmente condenable. La justicia conmutativa era para
Aristóteles una virtud practicada respecto del prójimo, y la ética personal no podía diferir de la
ética de los mercados.

Esta visión de los sistemas económicos (y de los mecanismos del mercado) cambió radicalmente a
partir de la Primera Revolución Industrial, que dio origen al nacimiento del capitalismo entendido
como sistema económico específico. El funcionamiento de los mercados dejó de ser un juego de
suma cero y pasó a ser un juego de suma positiva. La ciencia contemporánea de la economía
política nació en ese momento de la mano de Adam Smith.

Para Adam Smith, considerado el padre fundador de la ciencia económica contemporánea, los
dos términos esenciales de este nuevo juego de suma positiva eran de un lado el incremento de
la productividad laboral, y de otro lado el crecimiento de los mercados. Este era el proceso
visible y mensurable que podía retroalimentarse de manera expansiva, pero los mecanismos
que lo iban posibilitando eran la división técnica y social del trabajo. La división técnica del
trabajo (que ocurría en el interior de las empresas) generaba más oferta por trabajador
ocupado, y requería mercados más expandidos para colocar dicha oferta. Y la división social del
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trabajo (expansión de los mercados) generaba una demanda que estimulaba el aumento de la
oferta y exigía aumentos de la productividad laboral. Una de las modalidades más importantes
de la división social del trabajo era el libre comercio internacional, y de allí la importancia de la
teoría de las ventajas absolutas del comercio elaborada por Adam Smith.

El capitalismo no sólo disoció la ética personal (altruismo, virtud practicada respecto del otro) de
la ética del mercado (egoísmo, actitud competitiva respecto del otro). También subordinó la
«crematística natural» a la «crematística lucrativa». Los productores que son protagonistas del
sistema ya no venden para comprar producir y consumir, sino que compran para lucrar y acumular
más capital.

Por lo tanto el principio de la igualdad de las contraprestaciones sobre el que se asentaba la


noción premoderna de la justicia conmutativa ya no es aplicable en una sociedad donde el
crecimiento económico genera un excedente social que es apropiado bajo la forma de lucro o
ganancia. En las sociedades sin crecimiento regía la teoría del valor trabajo cristalizado en los
bienes que se intercambiaban, lo cual era coherente con una sociedad estática, donde los
términos de intercambio debían dejar a las personas en condiciones de reiniciar el ciclo
productivo, que se reproducía sin modificaciones.

En una sociedad con crecimiento del producto y lucro de las empresas, donde las posiciones y
situaciones de las partes contratantes son claramente asimétricas y cambiantes no existe una
igualdad de contraprestaciones que pueda determinarse en cada transacción particular. Los
precios dependen de las cantidades ofertadas y demandadas, y a nivel de la economía en su
conjunto la composición de la demanda de bienes de consumo final depende de la distribución del
ingreso personal. Así la justicia del mercado depende de la justicia distributiva que impera en la
sociedad considerada en conjunto.

SÍNTESIS DE LOS CAPÍTULOS 1 y 2

LOS MODELOS COMO REPRESENTACIÓN DE SISTEMAS (I)

Sistema: Objeto complejo cuyas partes y componentes esenciales están unidos entre sí por lazos
que constituyen su estructura.

Sistemas concretos: Son reales existen con independencia de que nosotros los conozcamos. Por
ejemplo el sistema solar

Sistemas abstractos: tienen existencia intelectual cuando nosotros los elaboramos en nuestra
mente. Son representaciones mentales de sistemas concretos.

LOS MODELOS COMO REPRESENTACIÓN DE SISTEMAS (II)


19

Hay una hipótesis ontológica es decir referida a la realidad: las sociedades humanas se comportan
como sistemas concretos, por eso podemos construir sistemas abstractos (teorías modelos) que
las representan (guardan correspondencia analógica con el sistema real).

Las sociedades reales son «territorios» que podemos explorar a través de «mapas u hojas de ruta»
que las representan de una manera que nos ayuda a conocerlas. Si la realidad no se comportara
sistémicamente entonces no podría ser reproducida intelectualmente por una teoría o un modelo
entendido como un sistema abstracto.

EL LENGUAJE DE LOS SISTEMAS: TÉRMINOS FUNDAMENTALES

La composición de un sistema es la colección de sus partes y se las llama componentes.

El entorno es la colección de cosas que modifican a los componentes del sistema o que resultan
modificados por ellos, pero que no pertenecen a la composición

La estructura es la colección de relaciones o vínculos que establecen los componentes. Los


vínculos que se dan entre los componentes de un sistema constituyen la endoestructura, mientras
que los establecidos entre los componentes y elementos del entorno conforman la exoestructura
del sistema.

El mecanismo es la colección de procesos que se dan dentro de un sistema y que lo hacen cambiar
en algún aspecto . Si bien el conocimiento de un sistema concreto radica en la descripción de los
cuatro aspectos mencionados, la explicación científica del comportamiento del mismo la brinda la
descripción de su(s) mecanismo(s), es decir de los procesos de los cuales resultan la emergencia, la
estabilidad, el cambio y la desintegración de un sistema.

EL LENGUAJE DE LOS SISTEMAS


VERSIÓN DE MARIO BUNGE

COMPONENTES DE UN SISTEMA: Son la colección de las partes de un sistema (por ejemplo los
planetas que conforman el sistema solar)

ESTRUCTURA DE UN SISTEMA: Son las relaciones estables y recurrentes que se establecen entre
los componentes principales que dan existencia al sistema

EXOESTRUCTURA: Es la colección de relaciones establecidas entre los componentes del sistema y


otros elementos externos al sistema.

EL LENGUAJE DE LOS SISTEMAS VERSIÓN DE MARIO BUNGE (II)

El MECANISMO DE UN SISTEMA: es la colección de procesos que se dan dentro de un sistema y


que lo hacen cambiar en algún aspecto . La explicación científica del comportamiento del sistema
20

la brinda la descripción de su(s) mecanismo(s) de los cuales resultan la emergencia, la estabilidad,


el cambio y la desintegración de un sistema.

LOS SISTEMAS SOCIALES Y LAS ESTRUCTURAS SOCIALES

Las estructuras sociales son vínculos estables que se establecen entre seres humanos, las que
están fundadas en expectativas recíprocas de comportamiento.

Esos comportamientos están estructurados porque son habituales, debido a que han sido
interiorizados a través de un aprendizaje social de naturaleza cultural. Por eso se fundan en
expectativas recíprocas de comportamiento

EL SISTEMA ECONÓMICO CAPITALISTA Y LOS MODELOS QUE LO ESTUDIAN

Los modelos teóricos son formalizaciones lógicas simplificadas de las teorías o corrientes teóricas
que han estudiado el capitalismo como sistema económico

Todas las grandes corrientes teóricas en economía (fisiócratas, marxistas, neoclásicos,


keynesianos, etc.) han desarrollado modelos en este sentido.

LA NOCION DE VALOR ECONÓMICO COMO “HILO CONDUCTOR” TEÓRICO

Un hilo conductor fundamental para la comprensión de estos modelos es la noción de valor


económico que cada corriente adopta, y, a partir de dicha noción se derivan diferentes
concepciones sobre el funcionamiento de los precios, de los mercados, y, en general de los
procesos de producción, distribución, circulación y consumo de los recursos económico.

MARCO INSTITUCIONAL, RELACIONES DE PODER, Y DE DOMINACIÓN

Las instituciones pueden ser vistas como reglas de comportamiento a las cuales los humanos nos
subordinamos como una condición de convivencia social (North 1993).

Las instituciones pueden ser formales como el conjunto de leyes del sistema político, o informales
como las normas culturales ancestrales de las religiones principales (cristianismo, judaísmo,
islamismo, etc.)

POSICIONES Y MECANISMOS DE PODER

El lugar ocupado en las instituciones por las personas naturales, determina sus posiciones de
poder (o de impotencia social).

La comprensión científica de esas posiciones de poder exige conocer los mecanismos que inducen
o incentivan a las personas a subordinarse a otras personas.
21

Distinguiremos tres mecanismos de dominación-subordinación: a) cultural; b) económico, y c)


político.

PODER Y DOMINACIÓN EN LOS SUBSISTEMAS CULTURALES

Los subsistemas culturales de las sociedades humanas atañen a las esferas de la información, de la
comunicación y del conocimiento.

A través de los subsistemas culturales se administran y distribuyen los bienes culturales que son
los instrumentos a través de los cuales podemos adquirir información, practicar la comunicación, y
adquirir conocimientos.

Estos conocimientos están en la esencia de nuestra condición humana. Nos hacen humanos.

LOS MECANISMOS DE DOMINACIÓN EN EL ÁMBITO DE LA CULTURA

Los mecanismos de la dominación cultural se ejercen a través de la administración del acceso y


uso (distribución) de los recursos de información, comunicación y conocimiento disponibles en
una sociedad.

En este siglo se está produciendo una verdadera revolución en el ámbito de las tecnologías de la
información, de la comunicación y del conocimiento (TICS)

PODER Y DOMINACIÓN EN LOS SUBSISTEMAS ECONÓMICOS

Los subsistemas económicos de las sociedades humanas atañen a la producción, distribución,


intercambio y uso (individual y social) de instrumentos producidos por el hombre.

El poder productivo de los humanos viene artificializando la naturaleza de una manera creciente, y
alarmantemente peligrosa para la integridad de la biosfera

LOS MECANISMOS DE DOMINACIÓN EN EL ÁMBITO DE LA ECONOMÍA

Se fundan en la institución de la propiedad de los instrumentos de producción, de intercambio y


de consumo, y en la utilización del mercado como mecanismo de asignación de dichos recursos
requeridos para la vida social.

El mecanismo específico de poder económico radica en la administración de la escasez (y de la


abundancia) de los recursos.
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PODER Y DOMINACIÓN EN LOS SUBSISTEMAS POLÍTICOS

Los subsistemas políticos se apoyan en: a) el control centralizado de la coerción legal, en el ámbito
de un territorio determinado; y b) la capacidad para fijar las reglas formales (sistema jurídico) en
virtud de las cuales operan todas las instituciones de la sociedad.

El estado nación es el conjunto de instituciones y de organizaciones a través de las cuales, el


sistema político se establece de manera estable en la era moderna de Occidente

PARTE II: MODELOS HISTÓRICOS, ESTRUCTURAS E INSTITUCIONES

3. CAPITALISMO Y SISTEMAS POLÍTICOS: UN BOSQUEJO HISTÓRICO


(Capítulo 2 de Armando Di Filippo 2013, Poder Capitalismo y Democracia, Editorial RIL).

[Nota: La razón de ser de este capítulo dentro del curso sobre Modelos Económicos, radica en que
el capitalismo siempre opera en el marco político de los Estados Nacionales, y que el nacimiento
del capitalismo moderno (fundado en la Revolución Industrial) coincidió con el nacimiento de las
democracias modernas (fundadas en las Revoluciones Políticas Americana y Francesa). En este
curso la noción de “modelos” no se identifica con teorías abstractas de naturaleza deductiva,
como es el caso con los modelos de competencia perfecta desarrollados originalmente por Walras
y continuados entre otros por Debreu, en los cuales se prescinde del estado para formular
abstracciones fuertemente matematizadas y donde el criterio de cientificidad principal es la
coherencia lógico-matemática del discurso. Más adelante se hará uso de algunas sencillas
expresiones matemáticas, pero adecuadas a la época histórica para las que fueron formuladas.
Además este curso se dicta en el marco de la carrera de Administración Pública, y por lo tanto
resulta obvia la necesidad de asociar el estudio conjunto de los sectores privado y público
(denominados generalmente como economías mixtas por el establishment académico). Por todas
estas razones parece razonable historiar de manera esquemática las relaciones históricas entre
capitalismo y democracia. A continuación se transcribe el mencionado capítulo del libro citado]

Este trabajo pretende focalizarse en los vínculos entre capitalismo y democracia. Desde el ángulo
de este contrapunto histórico, cabe afirmar que, tras la Revolución Industrial, el capitalismo se
propagó rápidamente por Europa, pero los sistemas políticos europeos a lo largo del siglo XIX,
distaban mucho de ser democráticos.
Tras la Revolución Francesa que postuló la filosofía del liberalismo político, las monarquías
absolutas del antiguo régimen fueron sustituidas por monarquías limitadas de diferentes grados y
tipos, las que irían evolucionando hacia monarquías constitucionales.

En Gran Bretaña, cuna del capitalismo y de la Revolución Industrial, a partir de la Revolución de


1689, el Parlamento británico estableció la Declaración de Derechos (Bill of Rights) y se acabó la
monarquía absoluta. Posteriormente el sistema político fue evolucionando hacia una forma de
monarquía parlamentaria fundada en una tradición consuetudinaria que carece hasta hoy de
una constitución política escrita.

Los sistemas políticos de Europa Occidental continental evolucionaron con extremos altibajos,
marchas y contramarchas, hacia el establecimiento de repúblicas o monarquías constitucionales,
con estados de derecho, constituciones políticas escritas, división de poderes, elecciones y
partidos políticos con sufragio censitario, igualdad jurídica en materia de contratos y
23

establecimiento de estados laicos. Se consolidó definitivamente el reconocimiento de algunos


derechos humanos básicos como, por ejemplo, la abolición de los regímenes serviles en áreas
rurales. Las relaciones laborales pasaron a ser contractuales en vez de coercitivas y se expandieron
con el crecimiento de los mercados de trabajo capitalistas. Pero los regímenes jurídicos
individualistas liberales fueron totalmente impermeables a las nuevas exigencias que estos nuevos
procesos sociales imponían a las instituciones. En general siguió operando la imagen del estado
mínimo, poco dispuesto a asumir compromisos sociales ni a proveer bienes públicos.
La democracia representativa, el sufragio universal y otras formas de expresión democrática más
avanzada, sólo muy gradualmente comenzaron a implantarse.
A medida que avanzó el siglo xix y el capitalismo se consolidó como sistema económico
dominante, Europa Occidental se fue convirtiendo en el escenario de luchas sociales entre la
burguesía industrial y el proletariado. La situación de la clase obrera, sometida a una legislación
contractual individualista liberal, fue de extrema explotación. Se fueron proponiendo formas
económico-productivas alternativas a la hegemonía del capitalismo, tales como el cooperativismo
o las diferentes modalidades de organizar la producción, conocidas de manera genérica como
socialismo utópico. De mayor impacto social fueron los movimientos de lucha y reivindicación
obrera, tales como las diferentes formas del sindicalismo de distinto origen ideológico y, por
supuesto, las corrientes socialistas y el movimiento comunista fundados en las ideas de Marx y
Engels.

En el ámbito de las relaciones internacionales, siguió rigiendo a lo largo del siglo xix un sistema
colonialista controlado por las potencias europeas. Gran Bretaña era la mayor potencia colonial
con posesiones en Asia, África, Oceanía y América (islas del Caribe e islas Malvinas). También
Alemania, Francia y Holanda registraron importantes posesiones coloniales.

A fines del siglo xviii y comienzos del siglo xix, América fue la única región colonizada que logró su
independencia. De un lado Estados Unidos, que era la más importante de las colonias británicas
pobladas por europeos (aunque también con plantaciones esclavistas en el sur), se había
independizado en el siglo xviii, dando lugar a la revolución de 1776, anterior incluso a la
Revolución Francesa (1789). Durante el siglo xix, Estados Unidos terminó de completar el proceso
de poblamiento de su vasto territorio (conquista del Oeste) y, a fines del siglo xix, inició su propia
Revolución Industrial.

América Latina, que había sido posesión colonial de España y Portugal, alentada por Gran Bretaña,
comenzó a inicios del siglo xix su proceso de independencia, y los gobiernos que fueron
emergiendo del imperio español se organizaron nacionalmente, adoptando sistemas políticos de
inspiración republicana. Brasil por su parte se convirtió en república recién a fines del siglo xix. Sin
embargo, durante todo ese siglo los gobiernos latinoamericanos fueron oligarquías en cuyo
interior se confrontaron, por un lado, los conservadores, señores de la tierra establecidos durante
el período colonial, y por otro lado, los liberales, representantes en general de los intereses
exportadores del capitalismo en expansión. Gran Bretaña promovió en América Latina los
preceptos del liberalismo económico incluída la teoría de los costos comparativos, en la versión de
David Ricardo.
En las zonas rurales de América Latina persistieron regímenes autoritarios en las haciendas y
plantaciones, donde las relaciones esclavistas y serviles de la herencia colonial siguieron
predominando de manera abrumadora, incluso después de su abolición formal.
24

Al final del siglo xix el sistema económico capitalista estaba firmemente implantado en Occidente,
especialmente en Europa. Mientas tanto la economía estadounidense, originalmente organizada
bajo la forma de un capitalismo agrario, protagonizado por granjeros y ganaderos, experimentó un
giro cada vez más acelerado hacia formas de industrialización autónoma.

A comienzos del siglo xx Estados Unidos, consolidó su propia revolución industrial (petróleo,
electricidad, motor de combustión interna, electrónica, petroquímica, diversificación metalúrgica,
gran industria, fordismo, etc.), la que fue asimilada y compartida rápidamente por las potencias
europeas. Paralelamente tuvo lugar la completa ocupación territorial del país, concluyendo esa
larga epopeya conocida como la conquista del Oeste. En Estados Unidos el capitalismo industrial
promovido por el desarrollo de la gran industria, desembocó en formas oligopólicas de mercado.
Los economistas de la escuela institucionalista estadounidense (sobre todo Veblen y Commons)
examinaron los rasgos del capitalismo industrial y financiero estadounidense, así como el peso
creciente de las grandes corporaciones ferroviarias y bancarias en su consolidación. El tránsito
desde el capitalismo fundado en empresa privadas relativamente pequeñas a corporaciones de
gran tamaño también se verificó en Europa. De hecho el movimiento comunista descubrió
tempranamente esta mutación. Por ejemplo, el Manifiesto Comunista (1848) de Marx y Engels
puso de relieve los procesos de concentración y centralización del capital, que luego se
acentuarían a fines del siglo xix y comienzos del xx.

Las ideas que el liberalismo político y económico había usado para promover su propia revolución
vinculadas a los derechos humanos, fueron consideradas por el movimiento comunista como
prejuicios burgueses, y se promovió una nueva forma de organización política, la dictadura del
proletariado, considerada por Marx como una etapa transitoria que debía desembocar en la
sociedad sin clases del comunismo. A comienzos del siglo xx, Lenin puso de relieve el poder de las
grandes corporaciones en su trabajo El imperialismo fase superior del capitalismo, donde registró
el acelerado ritmo con que los países europeos comenzaron a exportar capitales y proyectar sus
oligopolios hacia las regiones coloniales y periféricas. Al igual que en el caso de los Estados Unidos,
dos rubros importantes de esta exportación de capitales fueron los ferrocarriles y la banca.

América Latina expandió su capitalismo periférico, fundado en la exportación de productos


primarios, y, en ese proceso, fue receptora importante de estos capitales desde fines del siglo xix,
por ejemplo en la Pampa Húmeda, donde, sin este aporte de progreso técnico, no habría podido
desarrollar su economía agropecuaria de clima templado.

Mientras el capitalismo penetraba en esta fase oligopólica y se internacionalizaba, la democracia


entendida multidimensionalmente (no sólo en lo político, sino también en lo económico y social)
no terminaba de arraigarse en Occidente. Estados Unidos había fundado un gobierno republicano,
pero las diferencias raciales y sociales seguían predominando y la soberanía popular, expresada a
través del sufragio universal, distaba mucho de haberse implantado. El país había experimentado
la Guerra de Secesión a mediados del siglo xix, donde se enfrentaron los «yanquis» contra los
sureños, los primeros, representantes de una economía industrial capitalista, y los segundos, de
una economía agraria esclavista. A pesar del triunfo de los yanquis, a comienzos del siglo xx, en los
estados sureños aún predominaba el racismo y la segregación. De otro lado, en toda la nación se
manifestaba de forma aguda la explotación sufrida por agricultores y ganaderos, a través del alto
costo del transporte de las compañías ferroviarias y del crédito de la gran banca, que financiaba
sus operaciones y les ofrecía capital de trabajo.
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Ni en el campo restringido de los derechos civiles y políticos, ni en el más amplio de los derechos
económicos, sociales y culturales, podía decirse que la democracia imperaba en Estados Unidos.
Más bien cabría hablar de una república de granjeros y ganaderos que había transitado hacia una
república oligárquica fuertemente controlada por el gran capital industrial y financiero.
El carácter limitado del sufragio no sólo marginaba a la población afroamericana de los estados
sureños, sino también al sexo femenino. Por ejemplo, en la esfera propiamente política empiezan
luchas de las mujeres sufragistas que pugnan por extender este derecho al género femenino. En
Estados Unidos esta extensión se aprobó recién en 1920, pero las mujeres afroamericanas
debieron esperar hasta 1965.

Mientras tanto Europa Occidental, en la primera mitad del siglo xx, exacerbaba su pugna interna
entre países (no sólo Inglaterra, sino también Alemania y Francia) que pretendían ser potencias
industriales hegemónicas. Las potencias europeas trataban de reducir al mínimo su comercio
recíproco de manufacturas y de consolidar sus poderes coloniales. A fines del siglo xix tuvo lugar el
fuerte brote de imperialismo colonialista que desembocó en la Primera Guerra Mundial.
Imperialismo, por la creciente presencia de la gran industria en la expansión internacional del
capitalismo, y colonialista porque se mantenía una dominación política coercitiva, típicamente
colonial, sobre vastas regiones de Asia y África. En el interior de Europa las luchas sociales creaban
en las masas obreras, el escepticismo por los postulados del liberalismo, y, paralelamente, los
movimientos socialistas y comunistas crecían apoyados en la defensa de los derechos sociales de
los trabajadores.

Tras el fin de la Primera Guerra Mundial y de la crisis económica de los años treinta, surgieron en
países europeos de fuerte pasado colonialista (como Alemania e Italia, España, Portugal entre
otros), gobiernos autoritarios, nacionalistas y racistas, asociados a la ideología abiertamente
antidemocrática del nazismo y del fascismo. El desprecio por los derechos humanos en estos
regímenes fue total y la agresividad nacionalista se manifestó bélicamente en la esfera
internacional. En resumen, durante la primera mitad del siglo xx, la regresión democrática y el
surgimiento de gobiernos dictatoriales fue el rasgo más notable de los regímenes políticos en las
principales potencias de Europa continental.

El triunfo de la Revolución Rusa a fines de la Primera Guerra Mundial significó una nueva amenaza
no sólo para el capitalismo como tal, sino también para las monarquías europeas que, en
grado significativo, todavía controlaban efectivamente el poder.

En la Rusia Soviética se implantó la, así denominada, democracia popular, que no respetó los
derechos y libertades de las personas. La noción de «ciudadano» fue opacada por la noción
de «camarada». Pero, recordando el dictum de la revolución francesa, ni la libertad ni la
fraternidad estuvieron presentes en la Revolución Rusa. Más bien se implantó el dictum de Lenin
que la democracia liberal y los derechos humanos eran prejuicios burgueses y lo importante era la
abolición de la propiedad capitalista de los medios de producción y la implantación del
comunismo.

Stalin, que sucedió a Lenin en el gobierno de Rusia, desató represiones genocidas contra los
agricultores rusos contrarios al régimen, en razzias que significaron la muerte de millones de ellos.
La lucha política de Stalin contra disidentes y opositores políticos se efectuó a través de métodos
feroces que no respetaron ningún precepto democrático.
26

A pesar de que el respeto por los derechos humanos en la tradición liberal brillo por su ausencia,
debe reconocerse sin embargo, que hubo una igualación radical de las condiciones de vida para la
masa de la población, con una decisiva mejoría de sus niveles materiales e intelectuales. Éste fue
un mérito sobresaliente del régimen soviético, como también lo fue su tránsito veloz desde una
sociedad rural semifeudal, a la sociedad industrial.

Tras la Gran Depresión de los años treinta, iniciada en los Estados Unidos, este país implementó,
tempranamente medidas de corte keynesiano durante el así denominado Nuevo Trato (New Deal),
promovido por el gobierno de Franklin Roosevelt.

CAPITALISMO Y SISTEMAS POLÍTICOS LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX


En la década de los años cuarenta del siglo xx, estalló la Segunda Guerra Mundial, donde murieron
al menos 40 millones de personas y tuvieron lugar los genocidios más masivos y atroces que
recuerde la historia de la humanidad. En particular el pueblo judío radicado en Alemania y en
otros países dominados por el nazismo, fue objeto de un exterminio sistemático recordado como
el Holocausto.

La Segunda Guerra Mundial reconoce causas políticas y económicas. Los orígenes políticos de esta
contienda bélica se asocian con posturas ideológicas de los gobiernos autoritarios europeos, que
deseaban consolidar su condición de potencias capitalistas industriales sin poner en riesgo los
privilegios de las elites políticas, sociales y económicas. Paralelamente el realismo político en
materia de relaciones internacionales se manifestó en una versión más abiertamente belicista,
ateniéndose de facto al precepto del general prusiano Von Clausewitz, de que la guerra era la
continuación de la política por otros medios.

Los orígenes económicos de la Segunda Guerra Mundial se asocian con la gran crisis del año
treinta. Muchos historiadores y analistas económicos consideraron dicha guerra como una
«solución política» para los problemas de superproducción y desempleo que no se habían logrado
superar desde dicha crisis. Desde este ángulo, fue interpretada por algunos observadores como
una aplicación extrema, bajo condiciones políticas autoritarias, de las recomendaciones
keynesianas en materia de política fiscal. La economía de guerra, estimuló la demanda efectiva en
el sector estatal y logró el pleno empleo de los recursos humanos y materiales. De esta manera la
«solución» política a la crisis del capitalismo implicó la aniquilación completa de los ideales
democráticos en varios de los más importantes países de Europa continental.

El capital monopolista tuvo en la guerra una fuente de buenos negocios, los gobiernos autoritarios
de Europa demandaban toda clase de equipamientos y muchas de las grandes firmas industriales
no tuvieron ningún escrúpulo en prosperar colaborando con las actividades bélicas de los
gobiernos autoritarios.

Alineado con Gran Bretaña y Francia, Estados Unidos participó de manera decisiva en la parte final
de la Segunda Guerra Mundial, pero su territorio nacional nunca fue campo de batalla. En
consecuencia, la infraestructura física del país, a diferencia del caso con las potencias europeas, no
sufrió daño. Al contrario, la economía de guerra y la formación de un fuerte complejo industrial-
militar contribuyó a superar definitivamente las secuelas depresivas de la crisis del año treinta y
convirtió al país en la potencia industrial capitalista más poderosa del planeta.
27

Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, tuvieron lugar trascendentales y decisivas


transformaciones del orden internacional. Se inició una nueva era en el funcionamiento tanto del
capitalismo como de la democracia. El impacto ante la barbarie de la conflagración condujo
a una especie de reflexión ética que se tradujo, entre otros efectos, en la fundación de la
Organización de las Naciones Unidas (onu). Los ideales de la paz, de la cooperación y la defensa de
los derechos humanos lograron reducir o moderar el uso de la fuerza entre las potencias
occidentales. Tras la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la onu fue sancionando
nuevas declaraciones asociadas a la defensa de otro tipo de derechos económicos, sociales y
culturales. El proceso de descolonización aumentó rápidamente la membresía de la onu y sin duda
fue un paso necesario, aunque de ninguna manera suficiente en la democratización de los pueblos
secularmente oprimidos por las potencias occidentales.
Estos eventos tuvieron así un gran impacto, no sólo en el afianzamiento de la democracia, sino
también en los vínculos entre mercado y estado. Las democracias sociales y los estados
benefactores implantados en las sociedades occidentales de postguerra, se vieron estimulados
por el surgimiento de las agencias sectoriales de la onu, tales como la Organización para la
Alimentación y la Agricultura (fao), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y la juventud
(unicef), la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco),
la Organización Mundial de la Salud (oms) y la Organización Internacional del Trabajo (oit), donde
se sistematizó información comparable y actualizada y se fijaron estándares sociales orientados a
la defensa de los derechos económicos, socioculturales y laborales que estas agencias estudiaron y
promovieron.

El keynesianismo se propagó por toda Europa Occidental fortaleciendo la política fiscal y


aumentando la carga tributaria aplicada a las grandes corporaciones y las grandes fortunas, con la
cual se financió el gasto en infraestructuras físicas y sociales. Se legitimó así la existencia de
sistemas económicos capitalistas democráticos con importante participación del estado.

Las democracias parlamentarias de Europa han evidenciado una estabilidad notable, perdurando
sin interrupciones durante el resto del siglo xx. Debe notarse que no todos los países europeos
occidentales incorporaron al mismo tiempo los gobiernos democráticos. España, por ejemplo, lo
hizo a la muerte del dictador Francisco Franco; Portugal y Grecia también se sumaron
posteriormente. En Europa Occidental tuvo lugar un círculo virtuoso entre integración
y democratización política.

En esta fase histórica, el capitalismo quedó contenido y encauzado por la presencia de las
democracias sociales en Europa apoyadas en los principios del keynesianismo, que operaron
también en los Estados Unidos. El dogma de la autorregulación espontánea de los mercados había
quedado desacreditado después de la crisis de los años treinta, pero, como hemos señalado, el fiel
de la balanza había caído abruptamente al otro lado, el de los gobiernos autoritarios de corte nazi-
fascista o comunista.

El nuevo escenario de postguerra, al menos en los países hegemónicos de Occidente, significó una
cierta sujeción del capital monopolista a los dictados de la democracia social. Se implantaron
altas cargas tributarias a las grandes corporaciones y se estimuló el gasto público. Hubo una gran
expansión de los bienes públicos infraestructurales (carreteras, transportes, telecomunicaciones,
etc.) y sociales (salud, educación, previsión social) y una mejor defensa de los derechos sindicales.
Fue también la época de oro del capitalismo en materia de dinamismo económico. En los países
28

desarrollados la economía creció a una tasa sin precedentes y la distribución del ingreso mejoró
ostensiblemente.

Durante el decenio de los sesenta, los derechos civiles y políticos se afianzaron en Estados Unidos.
La segregación racial, que aún perduraba en el Sur, fue combatida por el Presidente John Kennedy
y por su hermano Robert, ambos asesinados a mediados de la década. Sin embargo, tras la ola de
violencia que también terminó con la vida de Martín Luther King, la segregación cedió con un
mayor respeto por los derechos civiles y políticos de la gente de color en ese país.

En resumen, en el cuarto de siglo posterior a la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo alcanzó


niveles de dinamismo y de equidad que no había conocido en ninguna otra etapa de su historia.
Las ideas keynesianas promovieron un uso creciente de la política fiscal, con altas cargas
tributarias a las corporaciones y altos niveles de gasto social. Esto significó un fortalecimiento de
los estados benefactores, enmarcados en regímenes políticos caracterizados como democracias
sociales.

Durante los últimos treinta años del siglo pasado el neoliberalismo comenzó a imponerse en los
países desarrollados del mundo occidental justo cuando Estados Unidos y Europa empezaban a
perder competitividad frente a las economías de Asia. Primero fue Japón en la década de los años
setenta, seguido por las economías emergentes del sudeste asiático en la década de los años
ochenta. Desde los años noventa se ha verificado la irrupción de China y, en un tono menos
evidente pero igualmente importante, también la de India. Las corporaciones de los países
desarrollados empezaron a encontrar cada vez más dificultoso el competir con los bajos costos
laborales y ambientales del Asia derivados de los menores niveles de vida de esas naciones y de
sus altísimos coeficientes de ahorro e inversión. El occidente desarrollado había basado su
competitividad en altos niveles de productividad que superaban las diferencias de costos salariales
con sus competidores. Apoyadas en dicho poder productivo y competitivo las grandes potencias
occidentales promovieron la ideología de los mercados libres, abiertos y desregulados que, con la
fundación del gatt, habían estimulado el comercio norte-norte desde el fin de la Segunda Guerra
Mundial.

Como lo hicieron notar los economistas latinoamericanos de la escuela estructuralista, la


condición de centro hegemónico del capitalismo siempre se basó en el dominio de la tecnología
aplicada al poder productivo global, y proyectada al campo de la capacidad militar y a los medios
de propagación de la cultura hegemónica. El indicador de esa superior capacidad tecnológica fue
la alta productividad media del trabajo y su proyección bajo la forma de costos unitarios más bajos
por unidad de producto elaborado.

Sin embargo tras el período de extremo dinamismo que había experimentado el capitalismo
occidental durante el cuarto de siglo posterior al fin de la Segunda Guerra Mundial, se empezaron
a experimentar tendencias recesivas e inflacionarias, alimentadas de un lado por el alto costo del
petróleo tras la instalación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (opep), y por
una expansión del gasto público en infraestructuras físicas y sociales. Otras fuentes de expansión
del gasto público fueron las guerras de alcance limitado y el inicio de la carrera espacial.

Frente al mayor dinamismo de las economías de Asia y su fuerte penetración competitiva en el


mundo occidental, la economía de los Estados Unidos a comienzos de los años setenta
experimentó un punto de inflexión histórica, transitando desde una posición superavitaria
29

y acreedora hacia otra deficitaria y deudora en el orden internacional. La declaración unilateral de


la inconvertibilidad del dólar (1970) le permitió aprovechar el señoreaje derivado del papel de
moneda de reserva y principal medio de pago internacional que ésta divisa detentaba desde fines
de la Segunda Guerra Mundial. Endeudarse en su propia moneda era una manera de aprovechar
los privilegios del señoreaje. Y Estados Unidos los utilizó para financiar su presencia militar en el
mundo, principalmente la larga guerra de Vietnam (1964-1975).

A partir de los años setenta la economía estadounidense empezó a gastar por encima de sus
ingresos y a solventar sus déficits emitiendo bonos soberanos que eran adquiridos por los países
superavitarios y acreedores de Asia. Este cambio importante fue facilitado por nuevas reglas
monetarias y financieras orientadas a promover el uso de la tasa de interés como instrumento
principal de política.
Mirado este proceso desde una perspectiva amplia su rasgo esencial fue la creciente pérdida de
competitividad del capitalismo occidental frente a sus competidores asiáticos de turno. Las
economías asiáticas desarrollaron un capitalismo industrial orientado hacia la exportación y
crecieron a tasas mucho más veloces que las economías occidentales, debido en primer lugar a
altísimos coeficientes de ahorro-inversión respecto del producto, y segundo a costos laborales
considerablemente más bajos. Por oposición las economías occidentales registraban coeficientes
de ahorro e inversión mucho más bajos y niveles de gasto público mucho más altos por su
participación en costosas guerras de alcance limitado, por la carrera armamentista y espacial, y
por diferentes formas de estado benefactor que incrementaba sus costos laborales. Los
consiguientes desequilibrios presupuestarios resultantes fueron financiados con creciente
endeudamiento público y privado.

A partir de ese momento ese «pacto» entre capitalismo y democracia que fue la instalación de las
socialdemocracias de postguerra comenzó a deteriorarse.

La economía europea, en donde las socialdemocracias habían arraigado con especial profundidad,
registraba la misma pérdida de dinamismo y competitividad que la estadounidense debido a
causas parecidas. Pero el peso relativo de los factores causales era distinto, con proporciones
inferiores de gasto militar y de investigación espacial, y superiores en lo atingente al peso del
estado benefactor. Aún así, los mecanismos de la integración económica europea lograban
reservar buena parte de su mercado interno a su propia producción generando un cierto
«blindaje» frente al embate de la competencia asiática.

A lo largo de los años setenta la recesión con inflación favoreció un deterioro de la confianza en las
políticas fiscales que imponían fuertes cargas tributarias a las ct y aumentaban los costos laborales
derivados del creciente peso de los salarios (públicos y privados) en el ingreso nacional total. Las
corporaciones carecían de incentivos para acrecentar sus inversiones dentro de las propias
economías desarrolladas de occidente.

A comienzos de los años ochenta, tuvo lugar un viraje importante en las modalidades de
funcionamiento del capitalismo occidental con el advenimiento de los gobiernos de Ronald Reagan
en Estados Unidos, de Margaret Thatcher en Gran Bretaña y de Helmut Kohl en Alemania Federal.
Este cambio de estrategia denominado la Revolución Conservadora, se apoyó mucho más
intensamente en la política monetaria y en una reducción gradual de la presión fiscal sobre las
corporaciones oligopólicas fundada en las tesis de la «economía de oferta». Según estas tesis una
presión fiscal menor podría lograr una recaudación tributaria mayor, si impulsaba el crecimiento
30

económico. Para ello era necesario estimular la iniciativa privada de las corporaciones en el
interior de los propios países de la oecd.

Esta estrategia significó reducir el poder fiscal y regulador sobre los mercados democráticos y
transferir el poder asignador de recursos a las ct operando en mercados crecientemente
«autorregulados». Este fue el momento histórico donde el pacto entre capitalismo y democracia
alcanzado en la posguerra comenzó a disolverse rápidamente.

Las tesis de la «economía de oferta» no resultaron, porque las ct comenzaron a invertir en


economías periféricas y emergentes donde sus costos ambientales, laborales, financieros y fiscales
eran mucho más bajos que en sus países de origen.
La nueva estrategia inversionista de las ct, fue posibilitada gracias a las facilidades ofrecidas por la
expansión de las tic. Durante los treinta años siguientes las nuevas tecnologías de la información y
la comunicación fueron el fundamento de la globalización del capitalismo. El proceso de
transnacionalización del capital productivo y financiero siguió las pautas ya comentadas en el
capítulo anterior.

Adicionalmente a estas nuevas estrategias de las ct, las tic favorecieron en especial al capital
financiero creando las condiciones técnicas de posibilidad para operaciones especulativas
fundadas en el uso del crédito. La participación del sector financiero en el pib de los países
desarrollados occidentales aumentó notablemente, inflando las cifras de crecimiento del pib real,
las que en cualquier caso quedaron muy por debajo de las cifras respectivas de crecimiento
de las economías asiáticas de turno. La expresión «de turno» se refiere a que en los setenta y
ochenta destacó el dinamismo de Japón, entre los ochenta y noventa fueron otros países del
sudeste de Asia, y desde los años noventa tomó la posta China con ritmos de crecimiento sin
precedentes en la historia previa del capitalismo.

Un rasgo decisivo del capitalismo estadounidense durante los últimos veinte años ha sido la
creciente desigualdad en la distribución del ingreso, como consecuencia de una reducción de la
carga tributaria a las grandes fortunas y a las ct, junto con una tendencia de estas últimas a la
elusión tributaria aprovechando los paraísos fiscales y financieros. Especialmente en Estados
Unidos, pero también en Europa, el empleo en actividades elaboradoras de productos industriales
se redujo por la instalación de las cadenas productivas en aquellas zonas procesadoras de
exportaciones (maquiladoras) ubicadas en países subdesarrollados o emergentes.

Resumiendo lo dicho, el capitalismo globalizado fundado en las tic y apoyado en la ideología


neoliberal (codificada en el así denominado Consenso de Washington), se ha ido desvinculando del
control de los sistemas políticos democráticos nacionales, fundándose en el dogma de la
autorregulación de los mercados, extendido ahora a los poderosos mercados financieros globales.
Un punto de inflexión histórica, en materia de autorregulación financiera tuvo lugar a fines del
siglo xx con la derogación de la ley Glass-Steagal ya comentada en el capítulo anterior.

Con la asunción de Alan Greenspan al comando de la Reserva Federal, la política financiera se


relajó con descensos de la tasa de interés que facilitaron la especulación y alimentaron sucesivas
burbujas. Estas burbujas incrementaron las ganancias de la banca y la imaginación de los
financistas para crear productos financieros complejos e incomprensibles respecto de los cuales
no era posible calcular sus tasas de riesgo. Se crearon entonces otros instrumentos financieros que
31

«aseguraron» esas riesgosas inversiones, sin tener mucha claridad sobre la capacidad de afrontar
las pérdidas que podían derivarse del impago de dichas deudas.

El descenso de las tasas de interés en la economía europea reconoce causas diferentes. A partir de
la introducción del euro los países incluidos en dicha zona, quedaron regulados por un solo banco
central y una sola tasa de interés. La tasa de interés que se impuso resultó demasiado baja para
los países de la periferia europea de acuerdo con sus tendencias históricas previas, y facilitó el
endeudamiento privado y público. Por ejemplo, en la esfera pública las tasas de interés de los
bonos gubernamentales a 10 años siempre habían sido mucho más altas en Grecia, Portugal,
España, Irlanda e Italia, de lo que eran en Alemania y Francia. A partir de la introducción del
Euro esas tasas se nivelaron hacia abajo siguiendo la influencia sobre todo de la tasa alemana. Con
ese bajo costo del crédito se hizo muy rentable endeudarse al sector público y privado de la
periferia europea. Los gobiernos obtenían recursos vendiendo sus títulos públicos a
precios más altos y costos financieros más bajos, y los especuladores privados conseguían fondos a
tasas de interés muy favorables. En la esfera privada, una muestra de estas tendencias fueron las
burbujas inmobiliarias que proliferaron por dichos países.

Hasta fines del siglo xx, Europa había logrado con dificultades mantener sus socialdemocracias con
mayores niveles de justicia distributiva y protección social que los imperantes en Estados Unidos.
Lo habían hecho buscando eludir la competencia asiática y apoyándose en el mercado interno
integrado. Pero la instalación del Euro (1999), sin una unión fiscal paralela, significó entregar el
control del proceso económico al banco central europeo, es decir a un poder monetario autónomo
no contrabalanceado por el poder político de los gobiernos. A la falta de control democrático-
ciudadano que siempre caracterizó el funcionamiento de la Comisión Europea, se unió a partir del
siglo xxi, la falta de control por parte de los estados miembros más débiles de la ue de las
funciones y fines del Banco Central Europeo, que ha respondido a los intereses de los países
«centrales» (por oposición a los «periféricos» europeos) y en particular a la poderosa economía
alemana.

Esta pérdida de poder de los sistemas políticos democráticos, muy elocuente en la historia
reciente de la Unión Europea, está generando una rápida erosión de la socialdemocracia frente al
poder del capitalismo global. Es de esperar que las reacciones ciudadanas de indignación que
están en curso actualmente (2012), se traduzcan en la formación de nuevas fuerzas políticas que
recuperen el rol que le cabe a los estados democráticos en el control del capitalismo globalizado.

Las políticas de austeridad que se imponen sobre los países más endeudados, están hundiendo a
Europa rápidamente en una recesión. Esto significa niveles alarmantes y crecientes de desempleo
en algunos países de la periferia de Europa, menores recaudaciones fiscales, mayor crecimiento de
los déficits públicos, mayores tasas de riesgo para el refinanciamiento de sus créditos etc. De este
modo la lógica del capital financiero está «colonizando» no sólo estados periféricos (como Irlanda,
Grecia, y Portugal) sino otros ubicados más cerca del centro (como España, o Italia) e imponiendo
gobiernos no elegidos por la ciudadanía.
En el corto plazo la victoria del neoliberalismo financiero parece completa en Europa. Las firmes
regulaciones requeridas para controlar los abusos y someter las finanzas especulativas a las
necesidades productivas reales, no han podido ser implementadas. Por ahora el deterioro
económico y social en términos reales es enorme, pero la distribución social de la carga es
tremendamente injusta. La están soportando los ciudadanos de menores recursos que no
encuentran empleo y ven reducidos sus beneficios sociales.
32

Estas comprobaciones nos remiten a las tesis centrales de este trabajo. A las nociones de justicia
distributiva y justicia conmutativa, a la necesidad de subordinar la segunda forma de justicia a
la primera, o, dicho de otra manera, a la necesidad de subordinar los valores, principios e
instituciones del capitalismo, a los valores principios e instituciones de la democracia.

La indignación ciudadana recorre Europa y Estados Unidos, pero el poder ciudadano no ha


encontrado cauces políticos que lo conduzcan. Son las instituciones mismas de la democracia
social y económica, las que deben ser replanteadas. De lo contrario, la
misma democracia política correrá serios riesgos.
Capitalismo y democracia en la América Latina de postguerra

En América Latina, en la segunda mitad del siglo XX, tuvieron lugar profundas transformaciones en
las áreas rurales, donde predominaba la desigualdad social. Se verificaron importantes
revoluciones como la boliviana en 1952 y la cubana en 1959.

La fundación de la onu repercutió extraordinariamente en América Latina. Las interpretaciones


llevadas a cabo por economistas estructuralistas vinculados a la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (cepal) Celso Furtado, Raul Prebisch, Anibal Pinto, Osvaldo Sunkel, Aldo
Ferrer, etc. Contribuyeron decisivamente a forjar la identidad latinoamericana y a un mejor
conocimiento de los rasgos histórico-estructurales comunes a sus sociedades nacionales.
Los economistas vinculados a CEPAL usaron el conocimiento de la historia para interpretar los
rasgos del subdesarrollo regional. Estos estudios pusieron de relieve que las turbulencias sociales
rurales de los años cincuenta y sesenta, eran una respuesta a dos factores históricos de largo
plazo. El primero fue la instalación y larga permanencia de instituciones coloniales, cuyas formas
de desigualdad operaron en grados diferentes en América Latina durante más de cuatrocientos
años, (desde el siglo xvi hasta mediados del siglo xx). El segundo factor fue el impacto
transformador de la modernización urbana e industrial, vinculado a la expansión demográfica y a
las oleadas de progreso técnico, provenientes de las potencias industriales hegemónicas.
(Di Filippo, 1981, 1998, 2007).

Respecto de la citada herencia colonial, los dos factores más influyentes en la estructuración
socioeconómica posterior de América Latina fueron, primero, la desigualdad social rural, y
segundo, la herencia burocrática centralista de la dominación colonial, que promovió estructuras
de poder político y económico, territorialmente concentradas en las principales capitales de la
región.

El primero de estos factores derivó de las formas de servidumbre y esclavitud que predominaron
en las haciendas señoriales y se prolongaron históricamente en economías campesinas de larga
vigencia en los complejos latifundio-minifundio. Se gestaron así exclusiones políticas, económicas
y culturales, mantenidas por lo menos hasta la primera mitad del siglo xx. La injusta distribución
de la tierra afectó hasta las formas productivas rurales menos comprometidas con esos regímenes
campesinos, como las instaladas en la pampa húmeda argentina.

Las revoluciones políticas francesa y americana del siglo xviii, que promovieron mundialmente las
formas modernas de la democracia liberal, influyeron ideológicamente en las elites
latinoamericanas y contribuyeron a la instalación de constituciones políticas de base republicana,
potencialmente susceptibles de convertirse en democracias. Pero el centralismo de la era colonial
33

perduró en las modalidades presidencialistas y personalistas de los sistemas políticos


efectivamente vigentes.

A lo largo del siglo xix la dicotomía rural-urbana se expresó en otra dicotomía experimentada por
los sistemas políticos: la del contrapunto entre liberales y conservadores, que modeló la dinámica
de fuerzas políticas durante el período oligárquico.

En los años cincuenta y sesenta se sucedieron en América Latina regímenes políticos de base
presidencialista, que desembocaban con frecuencia en diferentes formas de autoritarismo y
populismo. Los golpes de estado fueron reiterados y la continuidad de los regímenes democráticos
civiles resultó frágil e inestable. En el plano económico la intervención redistributiva de gobiernos
populistas, no acompañada por cambios estructurales que le dieran sustento y estabilidad, fue
frecuente en dicho período, especialmente en los países grandes y medianos de Sudamérica. En
Argentina surgió el movimiento peronista, con fuertes rasgos populistas y personalistas, pero
empeñado en promover el desarrollo industrial, inducido y protegido por el estado. En Brasil la
presidencia de Vargas compartió estos propósitos industrialistas. En Chile los gobiernos radicales
de la década de los cuarenta condujeron estrategias similares.

Las recomendaciones estratégicas en materia de desarrollo promovidas por cepal fueron, primero,
la industrialización, siguiendo precisamente las orientaciones que los gobiernos de América Latina
ya estaban promoviendo con anterioridad; segundo, a partir de los años sesenta,
transformaciones estructurales profundas tales como las reformas agrarias y fiscales, la
planificación indicativa del desarrollo (compatible con el funcionamiento de las instituciones del
capitalismo y de la democracia), y tercero, la integración regional.

Todas las recomendaciones de los años sesenta estaban orientadas a la creación de mercados
capitalistas, con escala suficiente para sostener un desarrollo industrial estable. Las ideas de cepal
se tornaron gravitantes a escala latinoamericana, no solamente porque la institución sintonizaba
muy bien con las ideologías industrialistas y reformistas de los gobiernos del período, sino también
porque encontraron apoyo en el gobierno demócrata estadounidense de John Kennedy, quien
promovió un ambicioso programa denominado Alianza Para el Progreso (app), donde asumió en
alto grado las mismas recomendaciones que cepal estaba formulando. El gobierno
estadounidense, a través de app y del Banco Interamericano de Desarrollo (bid), apoyó técnica y
financieramente la estrategia de cepal.

Tras el asesinato de John Kennedy y la cancelación de app, los años setenta implicaron para
América Latina el inicio de regresiones históricas significativas en materia de democracia, así
como de adhesión a las ortodoxias de mercado promovidas por el emergente capitalismo global.
La alternativa de app llegó demasiado tarde, y comenzaron a imponerse opciones violentistas y
guerrilleras en diferentes regiones de América Latina. Estados Unidos volvió a apoyar opciones
autoritarias, encabezadas por gobiernos militares, encargados de restaurar el orden.

En esa década se cancelaron los avances reformistas en materia de democracia política,


económica y social. El proceso de autoritarismo militar se propagó, en grados variables, por las
regiones de América Latina y el Caribe. Paralelamente, empezó el desmantelamiento del modelo
de desarrollo industrialista protegido y de las reformas estructurales.
34

A mediados de la década de los años setenta empezaron las «contrarreformas», apoyadas en la


ortodoxia de los mercados y funcionales a la expansión de las formas del capitalismo a escala
global.

El decenio de los ochenta marcó en América Latina dos virajes significativos que se mantuvieron
hasta el fin de siglo: la instalación de modelos económicos neoliberales y el retorno a democracias
civiles (por oposición a gobiernos militares), fundadas en el sufragio universal. Este proceso
acompañó la globalización del capitalismo a escala planetaria. Desde los años ochenta se impuso
la economía política neoliberal, a través de la denominada Revolución conservadora de comienzos
de los ochenta y de las reglas de juego del Consenso de Washington.

América Latina se ha sustraído a los peores efectos de la crisis actual por la emergencia de China y,
en menor medida, de India, que acrecientan la demanda de los alimentos, materias primas y
combustibles exportados por nuestra región. Si bien en el corto plazo ha logrado evadir a los
peores efectos sociales de la crisis, a largo plazo esta bonanza no está asegurada, y si continuara,
significaría un retorno a los modelos de economías periféricas, exportadoras de commodities, ya
estudiados por cepal desde los años cuarenta.

Igual que en el siglo xix, cuando América Latina se convirtió en periferia de Inglaterra, o a
mediados del siglo xx, cuando fue periferia de Estados Unidos, ahora su destino a mediano y largo
plazo, especialmente en Sudamérica, parece ser el convertirse en periferia de China.

Una opción alternativa explorada en la última parte de este trabajo [se refiere al libro Poder
Capitalismo y Democracia de donde se extrajo este capítulo], es la integración regional de nuestra
región, entendida como una integración de sociedades nacionales, por oposición a los así
denominados tratados de libre comercio (tlc), que son un marco institucionalizado orientado a la
integración de los mercados capitalistas.

En esta modalidad multidimensional de integración regional, la idea es la ya apuntada: subordinar


la racionalidad instrumental de los mercados capitalistas a la racionalidad política y moral de
ciudadanos, practicada y defendida a escala supranacional.

PARTE III: MODELOS HISTÓRICOS, EL CAPITALISMO EN LOS CENTROS Y EN AMÉRICA LATINA

1. PERÍODO MERCANTILISTA

ERA MODERNA – MUNDO OCCIDENTAL

SISTEMAS SOCIALES PREVALECIENTES.


a) Subsistemas Políticos: Monarquías absolutas
b) Subsistemas Económicos: Mercantilismo, monopolios estatalmente controlados
c) Subsistemas Culturales: Ruptura de la hegemonía católica. Reforma religiosa.
II. ORDEN INTERNACIONAL
a) Centros hegemónicos coloniales: Potencias ibéricas, Holanda, Francia
b) Áreas colonizadas: Descubrimiento de América
III. CONQUISTA Y COLONIZACIÓN LATINOAMERICANA
a) Conquista: Posiciones y pugna de poder
b) Colonización: Tres situaciones coloniales. Situaciones rurales y urbanas.
35

c) Herencia colonial rural: esclavitud, servidumbre, derivan en peonaje y formas campesinas


de subordinación. Complejo Latifundio.
d) Herencia colonial urbana: ciudades prehispánicas conquistadas e hispanizadas. Ciudades
mineras. Ciudades como centros de poder. Ciudades puerto.
IV. SISTEMA DE DOMINACIÓN COLONIAL
a) Mecanismos del sistema de dominación.
• Mecanismo político militar colonial: Coerción o amenaza de coerción
• Mecanismo económico colonial: Monopolio comercial protegido militarmente. Sistemas
burocráticos de asignación de recursos
• Mecanismo cultural: Administración de la información, de la comunicación y el
conocimiento. Ignorancia. Desconocimiento del idioma de los conquistadores. Analfabetismo.
Desinformación.
b) Estructuras del sistema de dominación
• Estructuras político militares coloniales: Absolutismo, burocracia autoritaria. Esclavitud,
servidumbre (formas coercitivas de regimentación laboral). Tecnologías bélicas.
• Estructuras económicas. Tecnologías Económicas. Estructuras de propiedad. Estructuras
de intercambio internacional. Tres situaciones: exportación de metales preciosos, exportación de
productos tropicales de plantación, áreas de abastecimiento interno en el Cono Sur.
• Estructuras culturales: Dualismo. Superposición de la civilización europea sobre las
civilizaciones prehispánicas. Idioma. Religión.
c) Actores del sistema de dominación
• Dominadores versus dominados. Encomienda. En la institución de la encomienda:
encomenderos versus encomendados. En la institución de los repartimientos: repartidores versus
repartidos. En las haciendas: señores de la tierra versus esclavos, y siervos, posteriormente
convertidos en peonaje campesino. Educados y alfabetizados, versus ignorantes y analfabetos.
d) Valores y fines del sistema de dominación
• Valores políticos: los propios de las monarquías absolutas. Institución de los virreynatos y
capitanías, fundados en una absoluta subordinación al poder real.
• Valores económicos: Usar el poder de los monopolios y, en caso necesario, la fuerza
militar, para capturar de manera coercitiva las riquezas de las regiones colonizadas
• Valores culturales: Monopolio de la Iglesia Católica.

V. INERCIA HISTÓRICA DE LA HERENCIA COLONIAL (VÍA DE LA DEPENDENCIA).


a) Efecto escala: Las economías de escala, consisten en efectuar una fuerte inversión inicial
(no sólo en dinero, sino en sacrificios y vidas humanas) en determinadas instituciones (por
ejemplo esclavitud y servidumbre), cuyos costos se distribuyen en un número cada vez más grande
de organizaciones derivadas de aquella inversión inicial. Ejemplo: las plantaciones coloniales
esclavistas, que exigieron una fuerte inversión inicial para crear organizaciones que luego
proliferaron sobre la base de la misma matriz o patrón inicial.
b) Efecto coordinación: Consiste en la articulación de organizaciones que se sostienen unas a
otras y se refuerzan mutuamente. Ejemplo las plantaciones esclavistas de América por un lado y
las organizaciones dedicadas a la trata de esclavos.
c) Efecto aprendizaje: Cuando los actores (dominadores y dominados) han sido educados en
determinados comportamientos productivos (o de otra índole), estos comportamientos se
institucionalizan (se interiorizan en la acción cotidiana) y refuerzan las instituciones que subyacen
a ellos. Ejemplo la gestión de las plantaciones por parte de los señores de la tierra, y el
cumplimiento de las técnicas del trabajo por parte de los esclavos.
36

d) Efecto expectativas (adaptividad): El impacto sobre las estructuras sociales que se derivan
de esas relaciones laborales. Ejemplo: Los esclavos aceptan su condición y se resignan a ocupar la
posición que les ha sido asignada en las estructuras sociales coloniales. Por ejemplo, que deberán
unirse con otro esclavo de su misma raza, y que sus descendientes, seguirán desempeñando el
mismo papel subordinado que les fue asignado a ellos.

UN VISTAZO A LOS HECHOS HISTÓRICOS (1500-1800)

La herencia colonial: Tres situaciones básicas


a) Primera Situación: Corresponde a las zonas altas del área andina de Sudamérica, de
Centroamérica, y de la meseta central de México, donde habitaban las principales culturas
prehispánicas. Eran territorios densamente poblados con asentamientos urbanos importantes y
estructuración social compleja. Entre otras culturas prehispánicas desarrolladas cabe recordar a
los aztecas en México, los mayas en Guatemala, los incas en Perú, los quechuas en Bolivia.
b) Segunda Situación: Corresponde a las zonas tropicales y costeras de Sudamérica,
Centroamérica y el Caribe, habitadas por sociedades prehispánicas de menor desarrollo cultural y
económico. Sin embargo en algunos casos hubo culturas de desarrollo intermedio, sedentarias y
agrícolas, como los guaraníes en la actual zona de Paraguay, que jugaron un importante papel en
el proceso de colonización y fundación nacional de esos países y en la preservación de la cultura y
el idioma prehispánicos.
c) Tercera Situación: Llanuras y valles templados de América del Sur habitados por
aborígenes de muy bajo grado de desarrollo. Como los charrúas ubicados en el actual territorio de
Uruguay, los pampas y patagones en el actual territorio argentino, etc. Sin embargo también en
estos territorios hubo algunas culturas de desarrollo intermedio que sobrevivieron a la conquista y
colonización y, además, siguen generando impactos culturales, y sociales importantes, como es el
caso de los mapuches (araucanos) ubicados en los territorios del sur de Chile.

Instituciones y organizaciones económicas de la colonia.


a) Primera Situación colonial: formas de servidumbre en la conquista para “instalar el orden
colonial”. Se consolidan en la hacienda colonial con reglas de juego compulsivas de propiedad,
trabajo e intercambio para la población perteneciente a las grandes culturas prehispánicas. La
hacienda es la célula fundamental del orden político, social, económico y cultural de áreas rurales.
b) Segunda situación colonial: Trata de esclavos para las plantaciones coloniales. Relaciones
de propiedad y trabajo claramente precapitalistas y, más específicamente esclavistas para la
población afro americana (capturada con violencia en sus lugares de origen y tranzada como
mercancía por los tratantes de esclavos).
c) El orden colonial rural en estas dos situaciones básicas creó instituciones informales que
preponderaron sobre las instituciones formales de la independencia política. La mayoría de la
población rural latinoamericana de la época quedó englobada e incorporada a alguna de estas dos
situaciones.
d) Tercera situación colonial: Escasa importancia económica inicial debido a: i) bajo nivel de
poblamiento territorial, ii) bajo nivel de desarrollo de las culturas prehispánicas residentes, iii)
escasez de recursos explotables bajo la “plataforma” tecnológica preindustrial disponible. En áreas
rurales se constituye la estancia colonial, destinada a producir animales de labor, carretas y
alimentos (tasajo) para la población indígena que trabajaba en la minería. Tal fue el caso, por
ejemplo, del gran centro minero de Potosí que estaba ubicado en la actual Bolivia y, en rigor,
tipológicamente pertenece a la primera situación colonial que hemos descrito.
37

e) Paradójicamente, en esta tercera situación colonial, la escasez de sociedades


prehispánicas de mayor desarrollo y tamaño poblacional, y de recursos naturales durante la fase
colonial, redundó en mejores posibilidades de desarrollo, tras la independencia política en el siglo
XIX. Tal fue, en general, el caso en los territorios ubicados en el Cono Sur de Sudamérica. Las
instituciones informales de la herencia colonial no habían arraigado en dichas regiones con la
misma fuerza y extensión territorial, que en las correspondientes a la primera y segunda situación
colonial. Por lo tanto la “vía de la dependencia” era menos profunda y arraigada y por lo tanto,
más fácilmente reversible.

Hechos históricos: Los asentamientos coloniales urbanos.


a) Las ciudades fundadas o expandidas durante la fase colonial, cumplieron tres funciones
principales: ser centros de poder político, militar y burocrático; ser centros de poder cultural
expresado en el predominio de una sola religión, y ser centros de importancia económica sea en
la esfera de la producción colonial, o en la de la exportación.
b) Primera Situación (urbana) Colonial: i) Refundación de ciudades prehispánicas
preexistentes, las que fueron ocupadas militarmente y reestructuradas para el control político,
militar, cultural y económico de la empresa colonial (por ejemplo, México donde estaba
Tenochtitlan, Quito que continúa con su nombre prehispánico, Bogota donde estaba Tensaquijo,
el Cuzco que continúa con su nombre prehispánico, etc); ii) instalación y expansión de ciudades
mineras donde estaban los yacimientos conocidos por los indígenas (por ejemplo Potosí en la
actual Bolivia, y muchas ciudades mineras en México). Conviene observar que algunas ciudades
coloniales principales se convertían en centros dinamizadores de otros territorios internos. Tal fue
el caso, desde luego, de grandes centros virreynales como México y Lima. También fue el caso de
Potosí, que dinamizó la actividad económica productora de carne salada, animales de tiro y
medios de transporte en otros centros urbanos del Cono sur,(por ejemplo Santiago en Chile, o
Buenos Aires, Córdoba, y Tucumán en Argentina.
c) Segunda Situación (urbana) Colonial: Fundación de “ciudades- puerto” que, en razón de su
localización necesariamente costera, se establecieron en territorios de la segunda situación
colonial, tanto dentro del imperio hispánico (por ejemplo Lima con su puerto del Callao, La
Habana en el actual territorio de Cuba, Cartagena en el actual territorio de Colombia, etc.). A estas
ciudades convergieron las riquezas mineras exportables, especialmente en el imperio español,
transportadas hasta España mediante el sistema de flotas. También hubo ciudades-puertos de
menor tamaño e importancia económica que formaban parte del imperio portugués y que fueron
fundadas en el siglo XVI, como Salvador, Recife, en el nordeste de Brasil, o Río en el centro-este.
d) Tercera situación (urbana) colonial: Ciudades de escasa importancia estratégica para los
intereses del orden colonial por la carencia de abundante población sometida a relaciones
compulsivas, y la escasez de riquezas explotables con las tecnologías de la época. En el Cono Sur
de América se fundan ciudades como Buenos Aires en el actual territorio argentino, o Santiago,
Concepción, La Serena en el actual territorio chileno, o Asunción en el actual territorio paraguayo.

Hechos históricos importancia de la herencia colonial:

Las visiones de North y de Prebisch arrojan luz sobre la influencia de este período en el desarrollo
posterior de América Latina. Veamos algunas aplicaciones:
En la primera y segunda situaciones coloniales es aplicable la idea de “vía de la dependencia” en el
sentido de North (1993). Como se sabe la “noción de vía de la dependencia (dependency path)
refleja la influencia o inercia del pasado histórico sobre las instituciones y organizaciones del
38

presente a través de cuatro efectos: i) efecto escala; ii) efecto aprendizaje; iii) efecto expectativas;
iv) efecto coordinación.

Porque los altos costos de instalación de la colonia durante el período de la conquista produjeron
resultados crecientes (costos medios decrecientes) de i) escala que permitió amortizar el alto
costo económico y humano de la conquista militar inicial, ii) de aprendizaje que permitió, a un
altísimo costo humano y demográfico, reconvertir las capacidades y calificaciones laborales de los
indígenas y afro americanos sometidos, iii) de coordinación a medida que se articulaban los
sistemas de comercio y transporte internacional de productos latinoamericanos y de esclavos
provenientes de Afríca y, posteriormente, de algunas zonas de Asia; y iv) de expectativas
personales, a medida que se “internalizaban” en la cultura latinoamericana las relaciones sociales
señoriales, produciendo expectativas de continuidad tanto en los grupos sometidos como en los
dominantes. Estos son algunos factores, inicialmente sugeridos por North, y aplicables a la
situación latinoamericana, los que reforzaron las instituciones informales de la fase colonial.
También se verificó la “vía de la dependencia” en las tecnologías utilizadas, porque las
prehispánicas y coloniales perduraron (en virtud de los mismos efectos) en la herencia colonial, ya
comentada, formando parte constitutiva del funcionamiento de las organizaciones rurales y
urbanas de la fase colonial.
En la visión estructuralista de Prebisch, si bien no se examinan con cierto detalle las instituciones
coloniales, éstas son consideradas como un factor interviniente en la capacidad de asimilación del
progreso técnico generado, a partir de la Revolución Industrial Británica, en las economías
centrales.
Las formas de poblamiento, asentamiento, estructuración laboral, y producción de la fase colonial
definieron en alto grado (junto con la disponibilidad de recursos naturales), la estructuración
productiva latinoamericana del siglo XIX, bajo las condiciones del nuevo sistema internacional
“centro-periferia”. Los frutos del progreso técnico en las actividades primarias, se apropiaron de
manera más “abierta” en la primera y segunda situaciones coloniales, que en la tercera, la que fue
influida en grado menor por la herencia colonial.
Si bien Prebisch nunca examinó con algún detalle las situaciones coloniales que hemos descrito, sí
las tuvo en consideración para elaborar su teoría sobre las formas de propagación del progreso
técnico por América Latina y también para explicar las razones por las cuales América Latina tendía
a verse perjudicada económicamente en su exportaciones de productos primarios (materias
primas y alimentos) hacia los centros desarrollados (especialmente Europa y Estados Unidos), a
cambio de las manufacturas y productos industriales que éstos centros les exportaban a ellos.
Estos temas empezarán a ser abordados en la próxima sección

2. ERA CONTEMPORÁNEA, SIGLO XIX

Las tesis estructuralistas sobre el poder transformador del progreso técnico.


a) Así como North enfatiza los factores de inercia histórica y congelación de estructuras sociales
coloniales, Prebisch por su lado enfatiza los factores de cambio histórico y transformación
estructural asociados a la irrupción del capitalismo.
b) La constitución del sistema Centro-Periferia. Contribuciones de Aldo Ferrer, Osvaldo Sunkel,
Celso Furtado. Poder cultural fundado en la ciencia moderna. Poder tecnológico derivado de aquel
poder cultural. Poder productivo de los centros. Poder militar y económico (competitividad en los
mercados) derivado de aquel poder productivo. Poder normativo de los centros. Aldo Ferrer
39

introduce las nociones de poder tangible (territorio, población) e intangible (poder tecnológico y
de acumulación) de los centros.

Sistemas sociales prevalecientes en los centros


a) Subsistemas Políticos Dominantes: Revoluciones Políticas en Inglaterra (1689), en Estados
Unidos (1776) y en Francia (1789). Las monarquías absolutas transitan hacia monarquías
constitucionales y repúblicas. Tránsito hacia modalidades gradualmente más democráticas de
gobierno.
b) Subsistemas económicos dominantes. Revolución Industrial Británica. Capitalismo y desarrollo
económico. Desarrollo económico y legitimación del lucro.
c) Subsistemas culturales dominantes: La ciencia experimental y su aplicación al desarrollo
tecnológico. Empiricismo y pragmatismo. Liberalismo político y económico. La ética protestante y
el espíritu del capitalismo.

Orden internacional
a) El capitalismo a escala internacional. División internacional del trabajo. La hegemonía británica.
La distribución sesgada del progreso técnico
b) Continuación de las formas colonialistas de dominación en África y Asia
c) Descolonización e independencia política del continente americano. En América del Norte a
partir de 1776 y en América Latina a partir de 1810.

La condición periférica de América Latina


a) Independencia política. Influencia británica. Guerras napoleónicas
b) Correspondencia entre la dinámica del desarrollo en los centros, y tipo de productos
demandados en la periferia.
c) Principales factores transformadores en la periferia: introducción de progreso técnico, e
internación de migrantes europeos bajo condiciones de libertad política, civil y contractual.
d) Transformaciones de la herencia colonial en áreas rurales.
• Economías mineras, tránsito a la minería industrial. Ejemplos históricos
• Economías tropicales, nuevos frutos tropicales. Ejemplos históricos
• Economías agropecuarias de clima templado. Ejemplos históricos

e) Transformaciones de la herencia colonial en áreas urbanas. Alta concentración y primacía


urbanas en la ciudad principal

Las tesis estructuralistas sobre el poder transformador del progreso técnico.


a) Así como North enfatiza los factores de inercia histórica y congelación de estructuras sociales
coloniales, Prebisch por su lado enfatiza los factores de cambio histórico y transformación
estructural asociados a la irrupción del capitalismo.
b) La constitución del sistema Centro-Periferia. Contribuciones de Aldo Ferrer, Osvaldo Sunkel,
Celso Furtado. Poder cultural fundado en la ciencia moderna. Poder tecnológico derivado de aquel
poder cultural. Poder productivo de los centros. Poder militar y económico (competitividad en los
mercados) derivado de aquel poder productivo. Poder normativo de los centros. Aldo Ferrer
introduce las nociones de poder tangible (territorio, población) e intangible (poder tecnológico y
de acumulación) de los centros.

Siglo XIX , Orden internacional


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a) El capitalismo a escala internacional. División internacional del trabajo. La hegemonía británica.


La distribución sesgada del progreso técnico
b) Continuación de las formas colonialistas de dominación en África y Asia
c) Descolonización e independencia política del continente americano. En América del Norte a
partir de 1776 y en América Latina a partir de 1810.

La condición periférica de América Latina


a) Independencia política. Influencia británica. Guerras napoleónicas
b) Correspondencia entre la dinámica del desarrollo en los centros, y tipo de productos
demandados en la periferia.
c) Principales factores transformadores en la periferia: introducción de progreso técnico, e
internación de migrantes europeos bajo condiciones de libertad política, civil y contractual.
d) Transformaciones de la herencia colonial en áreas rurales.
• Economías mineras, tránsito a la minería industrial. Ejemplos históricos
• Economías tropicales, nuevos frutos tropicales. Ejemplos históricos
• Economías agropecuarias de clima templado. Ejemplos históricos
e) Transformaciones de la herencia colonial en áreas urbanas. Alta concentración y primacía
urbanas en la ciudad principal

Un vistazo a los hechos históricos

Transformación de las situaciones coloniales básicas.


a) El tránsito del período colonial mercantilista al orden capitalista neoliberal implicó la
decadencia de las potencias coloniales España, Portugal, y Holanda. Inglaterra emerge como el
gran centro de la economía mundial especialmente a partir de la Revolución Industrial Inglesa a
mediados del siglo XVIII. Inglaterra desarrolla los fundamentos tecnológicos e institucionales del
capitalismo y, en su sistema político, genera avances en la dirección del sistema democrático.
Ambas tendencias fructificarán de manera espectacular en las colonias inglesas en Norteamérica,
dando lugar a la Revolución Americana fundada precisamente en la ideología del liberalismo inglés
y europeo, y expresada en la fundación de las instituciones del capitalismo y la democracia.
b) Es aquí donde la visión estructuralista del desarrollo adquiere relevancia y, sin negar la
visión institucionalista la complementa y enriquece. La razón es obvia, el fenómeno del progreso
técnico adquiere, a partir de la Revolución Industrial Británica, una importancia inusitada y
creciente en la explicación del desarrollo económico. En cierto modo podría decirse que la
concepción estructuralista latinoamericana puede verse como la Escuela Latinoamericana del
Desarrollo, la que guarda correspondencia en sus fundamentos epistemológicos, con la corriente
institucionalista estadounidense de la economía política.
c) En particular la dicotomía capitalismo y democracia, a la que se refiere Prebisch para
examinar las sociedades periféricas latinoamericanas, comienza a tener significado interpretativo.
En el cruce conceptual entre la dicotomía rural-urbana, por un lado, y la dicotomía capitalismo-
democracia por el otro se abre una línea de comprensión interesante respecto del desarrollo de
América Latina.
d) En áreas rurales de América Latina, el capitalismo penetra precariamente bajo la forma de
organizaciones híbridas, las haciendas y plantaciones señoriales. Si bien la esclavitud es abolida
formalmente en todos los países latinoamericanos durante la fase de la independencia (siglo XIX)
las relaciones laborales rurales siguen siendo predominantemente precapitalistas, y esto afecta, la
introducción de progreso técnico en las actividades agropecuarias.
41

e) Por supuesto, la introducción de las instituciones democráticas es puramente formal en


áreas rurales, incluso en los casos de mayor desarrollo capitalista rural, como puede ser el de las
economías templadas del área rioplatense.
f) En áreas urbanas de América Latina, el capitalismo penetra con más fuerza en las
relaciones laborales, pero el desarrollo de la industria, fundamento central del desarrollo
capitalista en los centros, es, como veremos en las próximas clases muy precario, y esto afecta las
modalidades del capitalismo periférico, especialmente en sus expresiones macroeconómicas.
g) También la democracia periférica en áreas urbanas se va a caracterizar por formas de
clientelismo y patrimonialismo. Clientelismo porque el empleo público se suele utilizar como una
forma de captar la voluntad política de los beneficiados en la administración pública, y
patrimonialismo porque en el fondo se contamina la expresión de la voluntad popular como una
forma de soborno implícito
h) La influencia decisiva del progreso tecnológico en el desarrollo económico, emerge y se
consolida con la Segunda Revolución Industrial (en Estados Unidos), y adquiere una importancia
causal aún mayor en la presente Revolución de las tecnologías de la información. Por lo tanto en el
examen del cambio en las situaciones coloniales, las tipologías establecidas se van a ver
modificadas atendiendo a las transformaciones productivas y el grado de desarrollo de las
sociedades centrales (desarrolladas) en particular las de Estados Unidos y Europa Occidental.
Examinemos rápidamente algunos de esos cambios.
i) Volviendo al período bajo análisis, la evolución en la primera situación colonial
experimenta un relativo estancamiento por la perdurable influencia de las instituciones y
organizaciones heredadas que irán decayendo lentamente. Lo mismo acontece aunque en grado
menor con la segunda situación colonial.
j) La tercera situación colonial experimentará las transformaciones más notables en vista de
su menor compromiso con el pasado y la existencia de recursos naturales potencialmente
riquísimos pero sólo aprovechables con la tecnología derivada de la Revolución Industrial. Se
produce un importante contraste como consecuencia de la introducción de una nueva
“plataforma tecnológica” que posibilita el aprovechamiento de la agropecuaria templada. Los
ferrocarriles, los barcos de vapor, las técnicas de enfriado y refrigeración etc., determinarán la
posibilidad de explotar la pampa húmeda y otros valles templados (Chile, Brasil) o fríos
(Patagonia).
k) Las abundantes migraciones de población europea (fines de siglo XIX) proveerán la fuerza
de trabajo. Nótese que estos inmigrantes, generalmente pobres pero jurídicamente libres, traen
“internalizadas” percepciones subjetivas orientadas a la superación personal tanto en el plano
económico (participación en la riqueza creada), político (defensa de derechos y libertades) y
cultural (influencia autónoma de sus propias costumbres y tradiciones). Ellos son portadores de las
instituciones informales de sociedades más igualitarias que las existentes en las áreas señoriales
de América Latina y pueden preservarlas porque van ocupando territorios relativamente vacíos.
l) Algunos cambios en la segunda situación colonial también tendrán lugar en los territorios
relativamente vacíos e inexplotados como por ejemplo la zona de Sao Paulo, destinada, desde
fines del siglo XIX y comienzos del XX, a la producción de café con mano de obra libre proveniente
de Europa. También la presencia económica de grandes corporaciones de Estados Unidos (por
ejemplo United Fruit Company) en las zonas tropicales de Sudamérica, Centroamérica y el Caribe,
fomentan una nueva explotación de productos tropicales (banano, café, etc.).
m) La primera situación colonial tras el agotamiento de los yacimientos preciosos,
permanecerá mucho más “congelada” y transicionará hacia las actividades mineras y extractivas
con destino industrial: estaño en Bolivia, cobre y salitre en Chile, múltiples actividades mineras en
México, etc.
42

Marco internacional, producción, instituciones y organizaciones:


En resumen, bajo la hegemonía británica América Latina se convierte en exportadora de
productos primarios e importadora de manufacturas. Gran Bretaña provee los equipamientos
productivos derivados de la Revolución Industrial creando las infraestructuras viales, portuarias,
energéticas, etc. Destina una gran masa de inversiones destinadas a acondicionar técnicamente
(ferrocarriles, puertos, y otras infraestructuras físicas y energéticas) los territorios involucrados
para la producción de alimentos e insumos industriales, acrecentando decisivamente su influencia
en el sur de América Latina.

Es posible definir tres tipos de productos primarios elaborados y exportados (en este nuevo
escenario histórico) por cada una de las pretéritas situaciones coloniales: extractivos y mineros,
agrícolas de clima tropical y agropecuarios de clima templado.
a) En la primera situación colonial (tierras altas ocupadas por sociedades prehispánicas) se
desarrolla la minería industrial caracterizada por escasas repercusiones en el ámbito sectorial
(eslabonamientos o cadenas productivas hacia “atrás” y hacia “adelante”), espacial (enclaves en
puntos específicos del territorio), y social (ínfima absorción directa de fuerza de trabajo).
En esta situación, aunque institucionalmente la fuerza de trabajo es formalmente libre, en muchas
regiones de la sierra andina pesan enormemente las relaciones serviles y esclavistas de la fase
colonial. Sin embargo las situaciones históricas son variadas: en México la Revolución Mexicana
cambia la sociedad rural, en Bolivia y Perú se congelan las relaciones sociales señoriales rurales
hasta mediados del siglo XX, en Chile la minería extensiva del salitre e intensiva del cobre produce
importantes transformaciones sociales, etc. Desde una perspectiva estructural la minería no
produce grandes transformaciones económicas, porque no genera gran cantidad de empleos
directos, no estimula la industria con eslabonamientos o vínculos hacia delante (por ejemplo
produciendo artículos con los minerales explotados) o hacia atrás (por ejemplo produciendo
maquinaria y equipamiento requerido para la explotación minera). Asimismo la difusión territorial
de la actividad minera es escasa, porque las explotaciones por lo general están localizadas en un
punto del territorio. Por lo tanto el impacto directo de la minería como actividad exportadora
sobre la expansión económica global es muy escaso. El caso del salitre en Chile es un
contraejemplo o excepción a lo dicho aquí, por su gran impacto indirecto social y territorial.
b) En la segunda situación colonial (plantaciones tropicales predominantemente esclavistas),
se continúan desarrollando nuevas formas de agricultura de plantación cuyas repercusiones
productivas espaciales y sociales son un poco mayores, pero las sectoriales muy escasas. Sin
embargo tampoco se puede generalizar a partir de las condiciones tecnológicas y económicas en
sentido estricto, sino que también intervienen importantes factores sociales y culturales. En esta
segunda situación es necesario distinguir dos procesos diferentes. En los territorios densamente
poblados y ocupados desde la fase colonial (Centroamérica, el Caribe, Nordeste de Brasil, etc.); el
proceso de liberación (reconocimiento de los derechos y libertades) de la fuerza de trabajo rural
sujeta a relaciones de servidumbre o esclavitud es muy lento y en muchos casos toma todo el siglo
XIX e incluso la primera mitad del XX.
En los territorios de menor ocupación y poblamiento durante la fase colonial, surgen (en lo que
hemos denominado “segunda situación”) nuevas relaciones empresariales y laborales, bastante
más cercanas a las instituciones de la democracia y el capitalismo: libre contratación mercantil
bajo condiciones de libertad jurídica como en Sao Paulo o en Costa Rica.
43

c) La que, en capítulos anteriores hemos denominado “tercera situación colonial” (llanuras y


valles “vacíos” de clima templado y frío) es la que alcanza el máximo desarrollo. Corresponde
geográficamente como hemos visto, al extremo sur de América, también llamado “cono sur”. El
caso nacional más prototípico es, probablemente, el de la economía y la sociedad de Argentina. En
esta área correspondiente a la “tercera situación” colonial, sus espacios relativamente vacíos son
ocupados con infraestructuras técnicamente modernas, y son poblados con europeos que llegan
bajo condiciones de plena libertad jurídica. Desde luego, la caracterización de “europeos” no
interesa, en este contexto desde un punto de vista racial, sino por sus implicaciones culturales. Es
aquí donde las instituciones del desarrollo y la democracia arraigarán con mayor fuerza inicial. Las
diferencias que importan respecto de la población previamente arraigada en la fase colonial se
refieren a dichas actitudes culturales.
La explotación de productos de clima templado (carnes, lana, cereales, etc.) alcanza gran impacto
con importantes repercusiones, sectoriales, espaciales y sociales. Pero también otros cultivos
tradicionales como el del café ven modificadas las formas tecnológicas, institucionales y
organizativas de su producción. Esto fortalece la innegable conexión que existe entre el cambio
tecnológico e institucional.
d) En la zona pampeana de Buenos Aires “tercera situación” heredada de la colonia, o en los
territorios relativamente desocupados de los Estados de Sao Paulo (“segunda situación”) o Río de
Grande Do Sul (zona “gaucha” con riquezas naturales cercanas a las de la tercera situación), se
desarrollarán modalidades de agricultura comercial más cercanas a las instituciones contractuales
y libres. Sin embargo las relaciones salariales no fueron completamente capitalistas y estuvieron
sujetas a situaciones de explotación, como por ejemplo las derivadas del sistema de
“arrendamientos” en la zona pampeana.

Hechos históricos: El proceso de urbanización:

Se intensificó en las zonas de poblamiento tardío (fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX)
dando lugar a una gran expansión de ciudades principales como Sao Paulo, o Buenos Aires, y
creando en los países del cono sur (Chile, Uruguay, Argentina, y Sudeste de Brasil) un importante
crecimiento de la proporción de población urbana.
Desde una perspectiva más amplia, y tomando en consideración toda la evolución urbana de
América Latina se perciben dos rasgos principales. Primero las notables diferencias de condiciones
y niveles de vida entre áreas rurales y urbanas, y segundo la gran concentración de la población
urbana en ciudades principales (lo que se denomina alta primacía del sistema).
Los dos rasgos señalados responden a la herencia colonial de nuestra organización económica y
social, porque las ciudades principales eran centros donde se asentaba el poder político,
burocrático, religioso, y militar de la dominación colonial. Se generó así una vía de la dependencia
en el sentido tanto tecnológico como institucional en el léxico de North. Estas ciudades implicaban
costos decrecientes (resultados económicos crecientes) de aprendizaje, de escala, de coordinación
y de adaptividad.
12. Las actividades industriales, como veremos en la próxima sección, desarrolladas por los
propios inmigrantes, se localizaban en la ciudad principal, porque allí radicaba el mayor mercado
nacional, la mano de obra más calificada, y las mayores facilidades y estímulos gubernamentales,
lo que determinaba un conjunto de prácticas aprendidas por los empresarios industriales
importadores de insumos.
13. También los empresarios industriales se fueron adaptando a las prácticas proteccionistas y
generaron expectativas de adaptación a las oportunidades que el régimen (conjunto de reglas de
juego o instituciones) proteccionista implantado desde los años treinta les ofrecía.
44

14. En su calidad de centros de poder estas ciudades principales, generalmente


correspondientes a las actuales capitales de cada nación de América Latina, solían ser sede de (o
estar bien comunicadas con) el principal puerto de ultramar. Había por lo tanto ventajas de escala
en aprovechar esos puertos para concentrar el comercio ultramarino.
15. Desde la época colonial se fue gestando esta concentración urbana que respondió al alto
grado de centralización territorial de los principales centros de poder, con un diseño urbano global
en que “todos los caminos conducían al centro urbano principal”. Esto determino ventajas de
coordinación en que las actividades económicas, las organizaciones y las instituciones se fueron
adaptando a ese diseño centralista.
16. Como se verá más adelante estos rasgos de primacía y diferenciación social, afectarían
posteriormente la localización y modalidades del proceso de industrialización en América Latina.
17. De este modo las pautas institucionales de la fase colonial terminaron influyendo sobre las
pautas productivas del siglo XX.
18. Lo señalado en el apartado anterior es un punto a favor de las interpretaciones de North,
pero también puede examinarse la vía de la dependencia a partir de los énfasis de Prebisch. En
efecto el impacto de la tecnología fue un factor decisivo en la estructuración económica de las
regiones más dinámicas durante el siglo XIX y comienzos del siglo XX. De hecho los cuatro tipos de
ventajas señalados más arriba (de escala, de aprendizaje, de adaptación y de coordinación) tienen
un contenido más tecnológico que institucional, o, mejor dicho, es el cambio tecnológico el que
precipita los cambios en las reglas internas del juego (instituciones) y en las estrategias y prácticas
de los jugadores (organizaciones).

3. PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX (1900-1945)

SISTEMAS SOCIALES PREVALECIENTES


a) Subsistemas políticos altamente autoritarios alternativos a las democracias occidentales:
comunismo, fascismo, nazismo
b) Subsistemas económicos con fuerte intervencionismo estatal. Economías de guerra
c) Subsistemas Culturales: Gran expansión de la ciencia occidental con fuertes logros tecnológicos.
Segunda Revolución Industrial. Emergencia de ideologías nacionalistas.
ORDEN INTERNACIONAL
a) Propensiones belicistas y profundización del colonialismo. Pugnas económicas por adquirir el
status de potencias industriales. Proteccionismo comercial, Áreas monetarias.
b) Primera Guerra Mundial
c) Crisis económica de los años treinta
d) Segunda guerra mundial
URBANIZACIÓN E INDUSTRIALIZACIÓN EN AMÉRICA LATINA
a) Diferencias respecto del desarrollo de los centros
• La industrialización en los centros hegemónicos y especialmente en Inglaterra, fue un
proceso endogenerado con transformaciones en áreas rurales, eliminación de las formas serviles y
esclavistas, migraciones rural-urbanas, e impacto en la división internacional del trabajo, con
estímulo del comercio internacional apoyado en cálculos sobre las ventajas absolutas y
comparativas en el comercio internacional.
b) Condicionamiento interno de la industrialización. Tipo de recurso exportable impactos sociales,
territoriales y sectoriales
• Primera situación colonial con economías mineras o extractivas. Poca absorción
porcentual directa o indirecta de fuerza de trabajo, concentración productiva en un punto del
45

territorio, escasa transformación industrial interna del producto exportable. Una excepción
importante: el salitre chileno.
• Segunda situación colonial con agricultura tropical. Comparativamente con la primera
situación, mayor absorción de fuerza laboral, mayor difusión territorial de las actividades, algún
grado de transformación industrial del producto exportable. Casos de mayor superación de la
herencia colonial. Un caso especial de gran impacto, el café paulista. Un caso de modernización
temprana, las granjas tipo “farmer” de Costa Rica.
• Tercera situación colonial: La exportación de productos agropecuarios de clima templado.
El caso de la pampa húmeda argentina. Impactos directos e indirectos de naturaleza social,
territorial, y sectorial.
c) El estímulo externo a la industrialización
• Impacto de las guerras mundiales y de la crisis económica. Desarrollo de la
industrialización sustitutiva de importaciones primera fase “fácil”.
• Impacto de las grandes migraciones ultramarinas de fin de siglo
e) Primacía urbana, procesos de urbanización
• Impactos sobre la primera y segunda situación coloniales. Escasa migraciones rural-
urbanas, y mínimas migraciones internacionales. Prevalece la herencia colonial. Tanto el
crecimiento de la ciudad principal como el grado de urbanización permanecen bajos.
• Impactos sobre la tercera situación colonial. Las migraciones internacionales son decisivas
en la formación de grandes ciudades. Casos de Buenos Aires y de San Pablo
• Adecuado abastecimiento de la canasta urbana básica en los casos de Buenos Aires y San
Pablo.
f) Importancia de la ciudad principal, en el impulso y localización de la industria
• Por el lado de la demanda, concentración del poder adquisitivo general
• Por el lado de la oferta: concentración de las infraestructuras técnicas y energéticas,
contacto con los puertos principales de ultramar, disponibilidad de fuerza de trabajo artesanal,
presencia de inmigrantes europeos industriosos.
g) Efectos tipo “vía de la dependencia” en el impacto de la urbanización sobre la industrialización
• Efecto escala: Gran concentración previa de los factores de demanda y de oferta que
producen gran reducción de costos industriales
• Efecto coordinación: Aprovechamiento de la presencia del gobierno central en las
ciudades principales (capitales) de América Latina.
• Efecto aprendizaje: Aprovechamiento de la mano de obra calificada proveniente de las
artesanías, y de las capacidades empresariales de los inmigrantes

Hechos históricos: La industrialización latinoamericana

Diferencias respecto al desarrollo de los centros:


En América Latina el proceso de industrialización no fue una consecuencia endogenerada por el
desarrollo de sus instituciones internas. En efecto, ni el capitalismo ni la democracia, habían
madurado lo suficiente durante fines del siglo XIX y comienzos del XX como para inducir las
transformaciones culturales, sociales, económicas y políticas necesarias para el desarrollo
industrial integral, semejante al que tuvo lugar en Estados Unidos y Europa Occidental. En América
Latina la industrialización fue inducida por situaciones internacionales graves y excepcionales que,
durante la primera mitad del siglo XX interrumpieron los abastecimientos de manufacturas
provenientes de países centrales. La industrialización latinoamericana no significó un cambio
46

radical de su posición internacional, América Latina durante su expansión industrial siguió siendo
exportadora de productos primarios e importadora, no ya de manufacturas de consumo (aunque
siguió importando muchas de ellas) sino de insumos industriales, maquinarias y equipos para su
industria naciente. La industrialización latinoamericana fue tecnológicamente dependiente de la
que se desarrollaba en los centros y, por lo tanto, también debió adoptar los procedimientos
productivos y las maquinarias provenientes de los centros. Por último la industrialización
latinoamericana se circunscribió tanto por el lado de la oferta como de la demanda a los centros
urbanos principales, dotados de condiciones de oferta y demanda mínimamente necesarios para
la expansión de la industria, pero no abarcó, o apenas rozó, las áreas rurales o las actividades
agrícolas, las que siguieron atadas a las instituciones y organizaciones del pasado. Así, en la
industrialización latinoamericana, operó, por un lado la vía de la dependencia en el sentido de
North, y, por el otro, la fuerte influencia de los acontecimientos internacionales que tanto
influyeron en su condición periférica en el sentido de Prebisch.
En los países actualmente desarrollados donde inicialmente se originó el proceso de
industrialización, se verificaron cambios históricos importantes en las instituciones y las
organizaciones económicas y sociales que precedieron a los cambios técnicos en la industria.
Podría decirse que el surgimiento de las sociedades industriales fue el resultado de la interacción
entre las instituciones de la democracia y del capitalismo. Esto parece ser cierto tanto para la
Primera Revolución Industrial (Gran Bretaña, desde mediados del siglo XVIII) como para la
Segunda (Estados Unidos, desde fines del siglo XIX).
La Primera Revolución Industrial fue una consecuencia de aquellos cambios societales. El proceso
de industrialización abarcó todos los sectores y regiones de cada país. Al desaparecer las
instituciones y organizaciones feudales rurales también la agricultura, desde un punto de vista
tecnológico, se “industrializó” rápidamente y contribuyó a la demanda de instrumentos agrícolas
de origen industrial. Tal aconteció, por ejemplo en Inglaterra, Francia, Alemania, Holanda y otros
países de Europa Occidental tras la Primera Revolución Industrial Británica.
Asimismo los Estados Unidos (Sede de la Segunda Revolución Industrial) y Japón que se
incorporaron más tardíamente a ese proceso contaban con rasgos culturales que promovieron la
rápida adopción de las reglas de juego del capitalismo y se incorporaron en un período en donde
la tecnología no se había complejizado tanto como para establecer brechas infranqueables para
alcanzar (catch up) a los más avanzados.
En general el proceso de formación de las sociedades industriales fue coincidiendo con el
fortalecimiento de dos complejos institucionales que hasta hoy, siguen predominando (e incluso
se han fortalecido): el capitalismo y la democracia. Como se intentó explicar en secciones
anteriores, las instituciones del capitalismo y la democracia, alcanzaron especial desarrollo en los
Estados Unidos de América desde el momento mismo de su nacimiento a la vida independiente. La
herencia de las instituciones británicas en el campo político, económico y religioso, se completó
con una tradición científica apoyada en la actividad experimental y volcada al desarrollo de
métodos científicos que favorecieron el surgimiento y asimilación, por parte de los Estados
Unidos, de la Segunda Revolución Industrial a fines del Siglo XIX.
En una primera fase, a comienzos del siglo XX, esas tecnologías fueron utilizadas por los países
centrales en el campo bélico: el motor a explosión movilizó aviones y tanques de guerra así como
otros vehículos propulsados por carburantes derivados del petróleo; también la petroquímica
contribuyó a proveer nuevos materiales con fines bélicos, la electrónica también sirvió para
agilizar las comunicaciones en los campos de batalla, las técnicas productivas de Henry Ford, y, en
especial su “cinta transportadora” inmortalizada por Chaplin en su famoso film “Tiempos
Modernos”, combinada con las disciplinas del taylorismo (y del fayolismo en Francia) favorecieron
47

la producción en serie que contribuyó al triunfo de las fuerzas aliadas en la segunda guerra
mundial.
Es cierto que regímenes no democráticos como el nazismo o el comunismo construyeron
sociedades industriales poderosas aunque históricamente transitorias, pero no es el objeto de
estas clases examinar la vertiente autoritaria del industrialismo, sino la de rastrear los orígenes del
proceso de industrialización en América Latina y de su comparación con el proceso paralelo,
aunque anterior, de las sociedades capitalistas y democráticas de occidente.
En América Latina este proceso fue fundamentalmente influido por las modalidades de la
industrialización estadounidense, derivadas de la aplicación de las tecnologías de la Segunda
Revolución Industrial, asociadas al consumo de masas y a la construcción de un Estado de
Bienestar, bajo las reglas macroeconómicas del keynesianismo.

El condicionamiento interno de la industrialización


Cuando hablamos del condicionamiento interno de la industrialización en América Latina nos
referimos a las condiciones objetivas que favorecieron el desarrollo de la industria dentro de cada
país. Esas condiciones fueron diferentes, según cuál fue la herencia histórica del período colonial y
de la formación económica del siglo XIX. Son “internas” en el sentido de que ya formaban parte de
la estructura económica de los países latinoamericanos cuando la industrialización se inició en la
región. Se refieren fundamentalmente a la herencia tecnológica, institucional y organizacional de
cada nación latinoamericana y a las condiciones de oferta y demanda internas, de allí derivadas,
que posibilitaron el crecimiento de la actividad industrial. Conviene examinar esas condiciones
distinguiendo entre áreas urbanas y rurales.
De la gran centralización urbana derivada de la fase colonial deriva el carácter regionalmente
concentrado de la industrialización latinoamericana en la ciudad principal de cada país. Bien
mirado, este rasgo es una herencia de las instituciones autoritarias de la fase colonial, y tiene que
ver con el verticalismo político y el monopolio económico del orden colonial. Como ya se dijo estas
ciudades o eran prehispánicas o fueron fundadas tempranamente por los imperios español y
portugués, respondiendo a la lógica de la conquista y colonización que ya hemos analizado. Todas
ellas concentraban la burocracia del gobierno central y, o eran ciudades puerto, o generalmente
estaban bien comunicadas con un puerto de ultramar. Este nexo físico con el exterior provisto por
los puertos era, ya desde la fase colonial, imprescindible tanto para la exportación de los
productos primarios latinoamericanos como para la importación de las manufacturas provenientes
de los monopolios coloniales primero y de los grandes centros industriales después. Por el lado de
la oferta, las grandes ciudades de América Latina, casi todas capitales políticas, presentaban las
infraestructuras ferroviarias, energéticas, portuarias, y físicas (heredadas de la propagación
tecnológica de la Primera Revolución Industrial) en general más aptas para apoyar técnicamente el
desarrollo industrial. Por otro lado en estas capitales se había desarrollado una actividad artesanal
de naturaleza familiar, especialmente por parte de inmigrantes europeos que facilitó el “know
how” inicial de las industrias locales.
Asimismo, por el lado de la demanda, estas grandes ciudades concentraban el principal mercado
de consumo del país tanto por la base numérica de los consumidores como por su poder
adquisitivo por persona. También en ciertos países sudamericanos se desarrollaron ciudades
medianas, de influencia y alcance provincial o estadual (como Córdoba y Rosario en Argentina,
Medellín y Cali en Colombia, etc.) que fueron base de actividades exportadoras durante el siglo
XIX y comienzos del XX y estaban bien comunicadas con la ciudad principal. Estas ciudades fueron
por lo tanto los estímulos principales de la actividad industrial, tanto desde el lado de la oferta
como desde el lado de la demanda. Sin embargo un rasgo común a casi todos los casos, es que
tanto las infraestructuras tecnológicas por el lado de la oferta como los mercados de bienes de
48

consumo por el lado de la demanda se circunscribían a la metrópoli principal, y, eventualmente a


unas pocas ciudades intermedias bien comunicadas con aquella. Todo esto como consecuencia de
la centralización autoritaria de los procesos económicos y políticos.
Es claro que el tipo de producción exportable, que se había desarrollado en cada país o región
subnacional, influyó sobre la existencia de aquellas infraestructuras físicas y sobre la capacidad de
disponer de insumos para la producción industrial. Esto dice relación con el tipo de tecnologías
difundidas desde los países centrales. Examinemos entonces, brevemente, las condiciones
diferentes que, en cada caso se crearon en áreas rurales para favorecer u obstaculizar el desarrollo
industrial de cada país.
En la primera situación colonial, correspondiente a las haciendas señoriales de abundante
población prehispánica con riquezas de metales preciosos primero, y minería industrial después
durante los siglos XIX y primera mitad del XX, se congelaron, las condiciones sociales rurales (con
la excepción de México) con lo que la actividad agrícola no generó, durante ese largo período,
estímulos a la actividad industrial, ni como mercado de manufacturas de consumo (dado el
carácter de subsistencia y autoconsumo del campesinado), ni como mercado de maquinaria
agrícola (dada la baja productividad y el profundo atraso de las tecnologías rurales imperantes). La
relativa inmovilidad geográfica de la población rural, que durante la primera mitad del siglo XX, no
migró a las ciudades fue consecuencia de ese mismo atraso y sujeción a las áreas rurales y,
además fue la causa principal de que el proceso de urbanización no se acelerara en estas
experiencias. Como resultado el proceso de industrialización que, como veremos, nació en las
ciudades, no encontró estímulo por el lado de la demanda, ni en las pautas de consumo de la
población campesina ni en las condiciones productivas de la agricultura.
En la segunda situación colonial, correspondiente a las zonas tropicales y costeras de plantaciones
trabajadas por población de origen africano, las condiciones fueron en general bastante similares a
las de la primera situación colonial especialmente en las regiones más pobres de América Central y
del Caribe. Sin embargo, aún en esos lugares, los cambios en la agricultura tropical introdujeron
mayor dinamismo social en las plantaciones, con presencia de capitales estadounidenses (por
ejemplo United Fruit) y la introducción de nuevos productos (por ejemplo en las así denominadas
despectivamente “banana republics”).
En este período los cambios más dramáticos, dentro de esta “segunda situación”, tuvieron lugar
en Brasil, especialmente en la zona de Sao Paulo, donde las plantaciones de café se establecieron
sobre nuevas bases tecnológicas y sociales. Se produjo una fuerte corriente migratoria de
europeos provenientes de Italia, España y otras regiones pobres de Europa, los que encontraron
trabajo “libre”, basado en relaciones contractuales en las plantaciones de café. Dichas
plantaciones alcanzaron una alta productividad atendiendo a las nuevas tecnologías adoptadas. El
proceso fue dinamizado por el crecimiento explosivo de la ciudad de Sao Paulo, la que, junto con
Buenos Aires en la tercera situación que examinaremos en seguida, se convirtieron en los dos
polos de desarrollo más importantes del cono sur.
La expansión del Estado de Sao Paulo basado en las plantaciones de café estimuló el rápido
crecimiento de la industria paulista sobre bases similares a las que produjeron el desarrollo de la
industria en la ciudad de Buenos Aires. También aquí se desarrollaron actividades vegetativas y
artesanales (alimentarias, textiles, madereras, etc.) en dicha ciudad aprovechando los
abastecimientos alimentarios de otro polo de desarrollo establecido en el sureste en la zona de
Río Grande Do Sul (zona gaúcha con condiciones físico geográficas parecidas a las de los
territorios rioplatenses vecinos de Uruguay y Argentina).
Conviene entender que la razón principal por la cual estas regiones del sudeste brasilero lograron
tan rápido desarrollo no está relacionada con el tipo de producto exportable. En efecto el café se
cultivaba en los países centroamericanos, como por ejemplo Guatemala, sobre bases laborales
49

propias del peonaje de la hacienda señorial, en Costa Rica el cultivo de café logró mayor
prosperidad y una forma de capitalismo agrario basado en un sistema de farmers familiares, y en
Sao Paulo sobre las base de grandes fincas latifundiarias administradas con técnicas modernas. Lo
que motivó el desarrollo de Sao Paulo y en grado mucho menor, de las zonas cafeteras
costarricenses, fue, ante todo la fundación de sociedades nuevas, en territorios casi inexplotados
previamente, y pobladas con migrantes pobres pero libres provenientes fundamentalmente del
sur de Europa Occidental. Sao Paulo fue la ciudad donde se desarrollo la industria brasileña, con
base, como hemos dicho en el desarrollo de pequeñas manufacturas de base artesanal, y el área
de Río Grande do Sul fue su abastecedora de alimentos y materias primas de origen natural. El
desarrollo industrial de Sao Paulo nunca cesó y hoy es el área industrial más importante de
América Latina.
Como hemos dicho, el caso más paradigmático de desarrollo industrial temprano, se dio en la
provincia de Buenos Aires que reunió las mejores condiciones para esa expansión: a) Unificación
territorial de vastas superficies gracias a los ferrocarriles que confluían al puerto de la ciudad de
Buenos Aires; b) muy alta productividad natural de las actividades agropecuarias de clima
templado con producción de una canasta urbana de artículos de primera necesidad a muy bajo
precio; c) abundante poblamiento de la pampa húmeda con población europea pobre pero
culturalmente libre e industriosa; d) fuertes migraciones hacia la ciudad de Buenos Aires tanto de
migrantes europeos que se radicaban directamente allí, como de otros que formaban un pequeño
capital en la agricultura, para radicarse luego en la ciudad; e) rápida expansión urbana a lo largo de
toda la red ferroviaria; f)creación de un capitalismo agrario de tipo latifundiario que operó con
fuerza de trabajo europea bajo condiciones de plena libertad de contratación.
Como la industrialización latinoamericana era tecnológicamente dependiente de los centros, a
medida que la industria transicionó desde sus bases artesanales hacia las nuevas técnicas hubo
que empezar a importar los insumos industriales y las maquinarias requeridas para fabricar
internamente los bienes manufacturados de consumo que antes se importaban ya elaborados. Por
lo tanto la localización industrial cercana a los puertos abarataba los costos de transporte de los
empresarios manufactureros. Esto explica porqué, las actividades industriales se localizaron en
ciudades puertos o, en otras que, desde la fase colonial estaban bien comunicadas con un puerto
de ultramar.
La segunda razón por la cual las actividades industriales tendieron a localizarse en la principal
ciudad de cada país, tiene que ver con el carácter gradualmente protegido de ese desarrollo
industrial que se acentuaría en la segunda mitad del siglo XX: los empresarios necesitaban
cabildear (lobbies) frente a los poderes públicos para obtener beneficios arancelarios, tributarios,
y subsidios que protegieran su industria frente a los competidores extranjeros. Para eso era
necesario estar localizados cerca de la ciudad donde estaba el gobierno central. En cada país
latinoamericano, hubo una ciudad que se convirtió simultáneamente en el centro del poder
político y económico del país y, consecuentemente concentró la mayor parte de la actividad
industrial del país.
Como la industria generaba una oferta dirigida a la población urbana de cada país, única con poder
adquisitivo como para adquirir bienes manufacturados de cierto valor unitario, el tamaño
demográfico y poder adquisitivo medio de la población fueron razones adicionales para que la
actividad industrial se localizara en la ciudad principal. Por último así como en la antigüedad todos
los caminos conducían a Roma, en América Latina, todos los caminos, especialmente los
ferroviarios conducían a la ciudad principal, especialmente cuando esta era ciudad puerto. Esto
significo que la localización de la industria en la ciudad principal favoreció el acceso al resto de las
ciudades intermedias y pequeñas que también contaban con cierto poder adquisitivo asignable a
la adquisición de manufacturas.
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Hechos históricos: El estímulo externo a la industrialización.


El examen de este tema provee más pruebas de que el desarrollo de América Latina no puede
entenderse sin recurrir a la posición internacional de la región en cada período histórico.
A fines del siglo XIX la posición periférica de América Latina se expresaba no sólo en la exportación
de productos primarios sino también en la importación de manufacturas de consumo desde los
centros industriales.
En la primera mitad de este siglo, hubo tres acontecimientos mundiales que interrumpieron o
perturbaron las importaciones industriales que efectuaba la región desde los centros
desarrollados: la primera guerra mundial, la Crisis Económica de los años treinta, y la Segunda
Guerra Mundial.
El desabastecimiento de las manufacturas importadas de consumo estimuló la producción interna
de las más fácilmente sustituibles con los recursos semiartesanales de la región. A este proceso se
le denominó industrialización sustitutiva de importaciones. La primera fase que estamos
examinando aquí correspondió a una sustitución tecnológica y organizacionalmente “fácil”: coñac
francés o scotch por aguardiente local, cristalería fina por vidrios o cerámicas locales, mobiliario
“de estilo” por productos de carpintería local, platería por artesanías metálicas autóctonas, etc.
En su primera fase el proceso involucró a muchas artesanías urbanas que expandieron su escala,
modernizaron gradualmente sus técnicas y se convirtieron en empresas industriales. En el cono
sur, buena parte de los pequeños empresarios eran inmigrantes de origen italiano y español.
A medida que el proceso se consolidó, el proceso de industrialización que había empezado de
manera “espontánea”, aprovechando el know how artesanal de los migrantes, se fue
consolidando y generó intereses empresariales y obreros que impidieron su desaparición cuando
se reestablecieron las condiciones internacionales de normalidad en las relaciones internacionales
tras el fin de la segunda guerra mundial.
Podemos resumir algunos rasgos esenciales del proceso de industrialización, recurriendo a
nuestras categorías interpretativas básicas. Las instituciones informales de la herencia colonial se
resistieron a morir y lo mismo aconteció con las relaciones de dominación estructuradas durante
ese largo período. Así las normas formales del liberalismo se superpusieron sobre aquellas
instituciones dando lugar a un orden social “sui generis”, especialmente en áreas rurales, donde
los detentadores del poder económico político y social, lograron rendimientos crecientes (costos
unitarios decrecientes), combinando las relaciones de dominación heredadas de la fase colonial,
con la racionalidad capitalista del liberalismo económico.
En América Latina, durante el siglo XX coexistieron e interactuaron instituciones y organizaciones
de tipo “híbrido” cuya razón de ser sólo se puede explicar examinando la convergencia de dos
procesos paralelos: el aprovechamiento de las instituciones informales de la herencia colonial y la
incorporación de América Latina al nuevo orden mundial derivado de la revolución industrial.
Muchas instituciones y organizaciones “arcaicas” pero “funcionales” en términos de rentabilidad
(como la permanencia de las relaciones precapitalistas de trabajo y de la hacienda señorial), se
combinaron con una racionalidad típicamente capitalista de los hacendados (propietarios)
involucrados, la que estuvo orientada a la exportación hacia los mercados mundiales. Así, el
atraso rural que fue herencia colonial, se puso al servicio de la reducción de costos laborales que
acrecentaron la competitividad de los productos exportables. Esto fue particularmente claro en lo
que hemos denominado primera y segunda situaciones coloniales. Pero aún en la tercera situación
colonial, donde más tempranamente se gestó un capitalismo agrario, también la capacidad de
organización y defensa de sus intereses por parte de los trabajadores fue creciendo lentamente en
el marco de una legislación liberal, manipulada por los grupos dominantes poco proclives a
reconocer derechos y garantías sociales.
51

Se fueron configurando, así, las bases de un capitalismo periférico (para usar la expresión de
Prebisch) que favoreció la desigual distribución del progreso técnico y de sus frutos, tanto entre
centros (Inglaterra, Estados Unidos) y periferias (países latinoamericanos), como en el interior de
las sociedades periféricas.
La Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL) puso de relieve esta
inferioridad negociadora de América Latina en su comercio con los centros desarrollados. Este
mismo efecto podría expresarse en el lenguaje de North diciendo que los altos costos de
transacción fueron pagados especialmente por los trabajadores latinoamericanos impedidos de
beneficiarse con los frutos de la tecnología capitalista que, de manera sesgada se iba
introduciendo en los sectores exportadores. Este proceso fue tempranamente conceptualizado
por CEPAL a través de la tendencia al deterioro de los precios reales de los productos primarios
que exportaba respecto de los precios reales de las manufacturas que la región importaba desde
los centros. Dicho de otra manera, los costos de negociación se mantenían bajos porque una de las
partes involucrada en los contratos (los trabajadores latinoamericanos) no podían reivindicar sus
derechos.
A medida que, en América Latina, aumentaba la productividad del trabajo en las actividades
exportadoras de productos primarios, no se producía un aumento correlativo de los salarios reales
de los trabajadores cuya productividad crecía, sino que esa mayor productividad se traducía en un
descenso de los precios primarios de exportación. Por esa vía, América Latina transfería a los
países desarrollados parte de los frutos del progreso técnico (ganancias de productividad) que se
iba incorporando a sus actividades primarias. En parte, cabe reiterarlo, esta desfavorable posición
negociadora se apoyaba en la supervivencia de instituciones y organizaciones rurales heredadas
de la fase colonial. Del mismo modo, las actividades agrícolas destinadas al abastecimiento de la
canasta de subsistencia urbana dentro de los propios países latinoamericanos, tampoco pudieron
transferir a los precios los incrementos de productividad que se iban logrando en la explotación
agrícola, por lo que las ciudades industriales se convirtieron en centros de periferias agrícolas
internas donde los trabajadores rurales, subsidiaban con sus bajos salarios, a los (trabajadores y
empresarios) industriales urbanos.
La corriente, teórica así denominada, dependentista en América Latina (que no debe ser
confundida con las teorizaciones de North sobre la vía de la dependencia), en particular la de raíz
marxista, asoció estas comprobaciones con la teoría del imperialismo, o con las hipótesis sobre el
intercambio desigual, haciendo hincapié en un fenómeno de explotación, expresable en la
magnitud de flujos económicos transferidos desde las periferias hacia los centros. Pero esa no es
la posición de la corriente estructuralista latinoamericana.
Aunque los estructuralistas lograron cuantificar lo que América Latina transfirió en términos de
flujos económicos a través del deterioro de los términos de intercambio, los efectos para las
sociedades y las economías latinoamericanas no fueron medidos a través de ese deterioro, sino a
través del impacto estructural interno derivado de la instalación en América Latina de las formas
periféricas del capitalismo.
El foco central del estructuralismo ha sido el examen, tanto de la distribución internacional del
progreso técnico en América Latina, como el de las organizaciones e instituciones que en la
región posibilitaron la cesión internacional de parte de sus frutos. Así como el dependentismo,
especialmente en su versión marxista desarrolló la teoría del intercambio desigual, el
estructuralismo latinoamericano formuló su teoría de la heterogeneidad estructural como rasgo
distintivo del capitalismo periférico. Esta teoría será examinada en secciones posteriores. Pero
antes, conviene examinar una última etapa de la industrialización por sustitución de
importaciones. La así denominada estrategia industrialista deliberada o estrategia de desarrollo
hacia adentro.
52

4. ORDEN INTERNACIONAL DE POSGUERRA. IMPACTO EN AMERICA LATINA

Primera mitad del siglo XX – mundo occidental

Sistemas sociales prevalecientes


a) Subsistemas políticos altamente autoritarios alternativos a las democracias occidentales:
comunismo, fascismo, nazismo
b) Subsistemas económicos con fuerte intervencionismo estatal. Economías de guerra
c) Subsistemas Culturales: Gran expansión de la ciencia occidental con fuertes logros tecnológicos.
Segunda Revolución Industrial. Emergencia de ideologías nacionalistas.

Orden internacional
a) Propensiones belicistas y profundización del colonialismo. Pugnas económicas por adquirir el
status de potencias industriales. Proteccionismo comercial, Áreas monetarias.
b) Primera Guerra Mundial
c) Crisis económica de los años treinta
d) Segunda guerra mundial

En la década de los años cuarenta del siglo XX, estalló la Segunda Guerra Mundial, donde murieron
al menos 40 millones de personas y tuvieron lugar los genocidios más masivos y atroces que
recuerde la historia de la humanidad. En particular el pueblo judío radicado en Alemania y en
otros países dominados por el nazismo, fue objeto de un exterminio sistemático recordado como
el Holocausto.

La Segunda Guerra Mundial reconoce causas políticas y económicas. Los orígenes políticos de esta
contienda bélica se asocian con posturas ideológicas de los gobiernos autoritarios europeos, que
deseaban consolidar su condición de potencias capitalistas industriales sin poner en riesgo los
privilegios de las elites políticas, sociales y económicas. Paralelamente el realismo político en
materia de relaciones internacionales se manifestó en una versión más abiertamente belicista,
ateniéndose de facto al precepto del general prusiano Von Clausewitz, de que la guerra era la
continuación de la política por otros medios.

Los orígenes económicos de la Segunda Guerra Mundial se asocian con la gran crisis del año
treinta. Muchos historiadores y analistas económicos consideraron dicha guerra como una
“solución política” para los problemas de superproducción y desempleo que no se habían logrado
superar desde dicha crisis. Desde este ángulo, fue interpretada por algunos observadores como
una aplicación extrema, bajo condiciones políticas autoritarias, de las recomendaciones
keynesianas en materia de política fiscal. La economía de guerra, estimuló la demanda efectiva en
el sector estatal y logró el pleno empleo de los recursos humanos y materiales. De esta manera la
53

“solución” política a la crisis del capitalismo implicó la aniquilación completa de los ideales
democráticos en varios de los más importantes países de Europa continental.

El capital monopolista tuvo en la guerra una fuente de buenos negocios, los gobiernos autoritarios
de Europa demandaban toda clase de equipamientos y muchas de las grandes firmas industriales
no tuvieron ningún escrúpulo en prosperar colaborando con las actividades bélicas de los
gobiernos autoritarios.

Alineado con Gran Bretaña y Francia, Estados Unidos participó de manera decisiva en la parte final
de la Segunda Guerra Mundial, pero su territorio nacional nunca fue campo de batalla. En
consecuencia, la infraestructura física del país, a diferencia del caso con las potencias europeas, no
sufrió daño. Al contrario, la economía de guerra y la formación de un fuerte complejo industrial-
militar contribuyó a superar definitivamente las secuelas depresivas de la crisis del año treinta y
convirtió al país en la potencia industrial capitalista más poderosa del planeta.

Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, tuvieron lugar trascendentales y decisivas


transformaciones del orden internacional. Se inició una nueva era en el funcionamiento tanto del
capitalismo como de la democracia. El impacto ante la barbarie de la conflagración condujo a una
especie de reflexión ética que se tradujo, entre otros efectos, en la fundación de la Organización
de las Naciones Unidas (ONU). Los ideales de la paz, de la cooperación y la defensa de los derechos
humanos lograron reducir o moderar el uso de la fuerza entre las potencias occidentales. Tras la
Declaración de los Derechos Humanos, la ONU fue sancionando nuevas declaraciones asociadas a
la defensa de otro tipo de derechos económicos, sociales y culturales.

El proceso de descolonización aumentó rápidamente la membresía de la ONU y sin duda fue un


paso necesario, aunque de ninguna manera suficiente en la democratización de los pueblos
secularmente oprimidos por las potencias occidentales.

Estos eventos tuvieron así un gran impacto, no sólo en el afianzamiento de la democracia, sino
también en los vínculos entre mercado y estado. Las democracias sociales y los estados
benefactores implantados en las sociedades occidentales de postguerra, se vieron estimulados por
el surgimiento de las agencias sectoriales de la ONU, tales como la Organización para la
Alimentación y la Agricultura(FAO), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la
Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), donde
se sistematizó información comparable y actualizada y se fijaron estándares sociales orientados a
la defensa de los derechos económicos, socioculturales y laborales que estas agencias estudiaron
y promovieron.

El keynesianismo se propagó por toda Europa Occidental fortaleciendo la política fiscal y


aumentando la carga tributaria aplicada a las grandes corporaciones y las grandes fortunas, con la
cual se financió el gasto en infraestructuras físicas y sociales. Se legitimó así la existencia de
sistemas económicos capitalistas democráticos con importante participación del estado.

Las democracias parlamentarias de Europa han evidenciado una estabilidad notable, perdurando
sin interrupciones durante el resto del siglo XX. Debe notarse que no todos los países europeos
occidentales incorporaron al mismo tiempo los gobiernos democráticos. España, por ejemplo, lo
hizo a la muerte del dictador Francisco Franco; Portugal y Grecia también se sumaron
54

posteriormente. En Europa Occidental tuvo lugar un círculo virtuoso entre integración y


democratización política.

En esta fase histórica, el capitalismo quedó contenido y encausado por la presencia de las
democracias sociales en Europa apoyadas en los principios del keynesianismo, que operaron
también en los Estados Unidos. El dogma de la autorregulación espontánea de los mercados había
quedado desacreditado después de la crisis de los años treinta, pero, como hemos señalado, en el
decenio siguiente el fiel de la balanza había caído abruptamente al otro lado, el de los gobiernos
autoritarios de corte nazi-fascista o comunista.

El nuevo escenario de postguerra, al menos en los países hegemónicos de Occidente, significó una
cierta sujeción del capital monopolista a los dictados de la democracia social. Se implantaron altas
cargas tributarias a las grandes corporaciones y se estimuló el gasto público. Hubo una gran
expansión de los bienes públicos infraestructurales (carreteras, transportes, telecomunicaciones,
etc.) y sociales (salud, educación, previsión social) y una mejor defensa de los derechos sindicales.
Fue también la época de oro del capitalismo en materia de dinamismo económico. En los países
desarrollados la economía creció a una tasa sin precedentes y la distribución del ingreso mejoró
ostensiblemente.

Durante el decenio de los sesenta, los derechos civiles y políticos se afianzaron en Estados Unidos.
La segregación racial, que aún perduraba en el Sur, fue combatida por el Presidente John Kennedy
y por su hermano Robert, ambos asesinados a mediados de la década. Sin embargo, tras la ola de
violencia que también terminó con la vida de Martín Luther King, la segregación cedió con un
mayor respeto por los derechos civiles y políticos de la gente de color en ese país.

En resumen, en el cuarto de siglo posterior a la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo alcanzó


niveles de dinamismo y de equidad que no había conocido en ninguna otra etapa de su historia.
Las ideas keynesianas promovieron un uso creciente de la política fiscal, con altas cargas
tributarias a las corporaciones y altos niveles de gasto social. Esto significó un fortalecimiento de
los estados benefactores, enmarcados en regímenes políticos caracterizados como democracias
sociales.

Capitalismo y democracia en la América Latina de postguerra


En América Latina, en la segunda mitad del siglo XX, tuvieron lugar profundas transformaciones en
las áreas rurales, donde predominaba la desigualdad social. Se verificaron importantes
revoluciones como la boliviana en 1952 y la cubana en 1959.

La fundación de la ONU repercutió extraordinariamente en América Latina. Las interpretaciones


llevadas a cabo por economistas estructuralistas vinculados a la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (CEPAL)─Celso Furtado, Raul Prebisch, Anibal Pinto, Osvaldo Sunkel, Aldo Ferrer,
etc.─ contribuyeron decisivamente a forjar la identidad latinoamericana y a un mejor
conocimiento de los rasgos histórico-estructurales comunes a sus sociedades nacionales.

Los economistas vinculados a CEPAL usaron el conocimiento de la historia para interpretar los
rasgos del subdesarrollo regional. Estos estudios pusieron de relieve que las turbulencias sociales
rurales de los años cincuenta y sesenta, eran una respuesta a dos factores históricos de largo
plazo. El primero fue la instalación y larga permanencia de instituciones coloniales, cuyas formas
de desigualdad operaron en grados diferentes en América Latina durante más de cuatrocientos
55

años, (desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XX). El segundo factor fue el impacto
transformador de la modernización urbana e industrial, vinculado a la expansión demográfica y a
las oleadas de progreso técnico, provenientes de las potencias industriales hegemónicas. (Di
Filippo, 1981, 1998, 2007).

Respecto de la citada herencia colonial, los dos factores más influyentes en la estructuración
socioeconómica posterior de América Latina fueron, primero, la desigualdad social rural, y
segundo, la herencia burocrática centralista de la dominación colonial, que promovió estructuras
de poder político y económico, territorialmente concentradas en las principales capitales de la
región.

El primero de estos factores derivó de las formas de servidumbre y esclavitud que predominaron
en las haciendas señoriales y se prolongaron históricamente en economías campesinas de larga
vigencia en los complejos latifundio-minifundio. Se gestaron así exclusiones políticas, económicas
y culturales, mantenidas por lo menos hasta la primera mitad del siglo XX. La injusta distribución
de la tierra afectó hasta las formas productivas rurales menos comprometidas con esos regímenes
campesinos, como las instaladas en la pampa húmeda argentina.

Las revoluciones políticas francesa y americana del siglo XVIII, que promovieron mundialmente las
formas modernas de la democracia liberal, influyeron ideológicamente en las elites
latinoamericanas y contribuyeron a la instalación de constituciones políticas de base republicana,
potencialmente susceptibles de convertirse en democracias. Pero el centralismo de la era colonial
perduró en las modalidades presidencialistas y personalistas de los sistemas políticos
efectivamente vigentes.

A lo largo del siglo XIX la dicotomía rural-urbana se expresó en otra dicotomía experimentada por
los sistemas políticos: la del contrapunto entre liberales y conservadores, que modeló la dinámica
de fuerzas políticas durante el período oligárquico.

En los años cincuenta y sesenta se sucedieron en América Latina regímenes políticos de base
presidencialista, que desembocaban con frecuencia en diferentes formas de autoritarismo y
populismo. Los golpes de estado fueron reiterados y la continuidad de los regímenes democráticos
civiles resultó frágil e inestable.

En el plano económico la intervención redistributiva de gobiernos populistas, no acompañada por


cambios estructurales que le dieran sustento y estabilidad, fue frecuente en dicho período,
especialmente en los países grandes y medianos de Sudamérica. En Argentina surgió el
movimiento peronista, con fuertes rasgos populistas y personalistas, pero empeñado en promover
el desarrollo industrial, inducido y protegido por el estado. En Brasil la presidencia de Vargas
compartió estos propósitos industrialistas. En Chile los gobiernos radicales de la década de los
cuarenta condujeron estrategias similares.

Las recomendaciones estratégicas en materia de desarrollo promovidas por CEPAL fueron,


primero, la industrialización, siguiendo precisamente las orientaciones que los gobiernos de
América Latina ya estaban promoviendo con anterioridad; segundo, a partir de los años sesenta,
transformaciones estructurales profundas tales como las reformas agrarias y fiscales, la
planificación indicativa del desarrollo (compatible con el funcionamiento de las instituciones del
capitalismo y de la democracia), y tercero, la integración regional. Todas las recomendaciones de
56

los años sesenta estaban orientadas a la creación de mercados capitalistas, con escala suficiente
para sostener un desarrollo industrial estable.

Las ideas de CEPAL se tornaron gravitantes a escala latinoamericana, no solamente porque la


institución sintonizaba muy bien con las ideologías industrialistas y reformistas de los gobiernos
del período, sino también porque encontraron apoyo en el gobierno demócrata estadounidense
de John Kennedy, quien promovió un ambicioso programa denominado Alianza Para el Progreso
(APP), donde asumió en alto grado las mismas recomendaciones que CEPAL estaba formulando. El
gobierno estadounidense, a través de APP y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), apoyó
técnica y financieramente la estrategia de CEPAL.

Industrialización protegida y transnacional productiva a escala global.

Tras el fin de la segunda guerra mundial, y más precisamente, a mediados de la década del
cincuenta y comienzos de los años sesenta, se consolida en América Latina una estrategia de
crecimiento industrial protegido, también llamada estrategia de desarrollo hacia adentro, con
rasgos claramente diferenciados de los del proceso de industrialización anteriormente descrito.
Este nuevo proceso latinoamericano, comenzó a generar vínculos con el tipo de desarrollo
industrial que, en esta fase, se difundía rápidamente en los centros.
Especialmente en Estados Unidos (y, tras la reconstrucción bélica también en Europa Occidental y
Japón) se genera una pujante industria de bienes durables de consumo masivo
(electrodomésticos, electrónica, automóviles, etc.) que aprovecha con fines pacíficos las
tecnologías gestadas durante la ya mencionada Segunda Revolución Industrial Americana.
Estas aplicaciones tecnológicas a la industria de bienes de consumo de los centros, son paralelas a
otras transformaciones institucionales y organizacionales de importancia que, también en los
centros, les van abriendo cauce. Entre las primeras está el desarrollo del Estado de Bienestar. Las
instituciones del Estado de Bienestar responden por un lado a un predominio de movimientos
sociales de posguerra interesados en promover una democracia social con base en una legislación
protectora de los derechos laborales y personales básicos y, por otro, a las estrategias keynesianas
de estímulo a la demanda efectiva como forma de contrarrestar las tendencias a un exceso de
ahorros, que deprimían los niveles de actividad.
Entre las principales modificaciones institucionales en el campo social (cambio en reglas de
juego), está el pacto que se establece entre los trabajadores asalariados, los empresarios-
empleadores y el Estado, para ir transfiriendo a los salarios reales parte de los incrementos en la
productividad laboral a medida que así lo permitieran los frutos del progreso técnico. Esto
posibilitó una expansión sostenida de la demanda de bienes de consumo que tonificó los
mercados y promovió la era del consumo de masas.
Esta tendencia también puede verse como un sostenido proceso de democratización económica
de esas sociedades entendido como una participación más masiva e igualitaria en el disfrute de los
bienes durables de consumo derivados de la Segunda Revolución Industrial. En efecto, entre las
principales modificaciones organizacionales cabe citar las de las empresas industriales asociadas a
la producción de bienes duraderos de consumo masivo. De ellos el más prototípico fue sin duda el
automóvil, pero pronto le siguieron, entre otros, los electrónicos y los electrodomésticos.
En el marco de los antecedentes anteriores, la industrialización latinoamericana comenzó a
incorporar estos nuevos bienes de consumo, pero la complejidad tecnológica creciente y gran
escala de los procesos industriales involucrados, unida a la ineficiencia derivada de la alta
protección de los mercados locales favoreció, a fines de los cincuenta y comienzos de los sesenta,
un importante cambio organizacional de naturaleza económica: el establecimiento de empresas
57

transnacionales que empezaron a producir internamente esos productos para los consumidores
de alto ingreso en América Latina.
En el campo de los bienes de consumo, los estratos latinoamericanos de alto ingreso pudieron
adquirir automóviles, electrodomésticos, electrónicos, plásticos, etc., elaborados por las ya citadas
subsidiarias de grandes empresas transnacionales que se instalaban en los países
latinoamericanos; si bien fabricaban versiones de bienes de consumo destinadas exclusivamente
al mercado latinoamericano, que no eran internacionalmente competitivas, sí lo eran vis a vis las
que intentaban elaborar las empresas de capital latinoamericano en esas mismas localizaciones.
El modelo latinoamericano de desarrollo protegido que se instaló a fines de los años cincuenta, se
fundó en una ideología categóricamente industrialista. Por lo tanto a nivel de las instituciones se
consolidó el proteccionismo de las actividades industriales, creándose un conjunto de reglas de
juego y de políticas (comerciales, fiscales, cambiarias, etc.) que crearon un mercado protegido a la
producción industrial desarrollada dentro de cada país latinoamericano. Pero a nivel de las
organizaciones, esos espacios de protección fueron ocupados por las empresas transnacionales
que conocían la tecnología aplicable a los nuevos bienes de consumo. Siempre a escala
organizacional, las empresas industriales latinoamericanas, sólo podían competir en los nichos o
espacios de mercado que no eran ocupados por las empresas transnacionales. Se creó entonces
un reparto de los mercados industriales nacionales, abastecidos en los productos
tecnológicamente avanzados por las industrias transnacionales y, en otras industrias más
vegetativas o tradicionales por las empresas industriales latinoamericanas.
También se gestaron organizaciones estatales o públicas tendientes a promover la actividad
industrial (como la CORFO en Chile) o a participar directamente en la actividad industrial (como
Fabricaciones Militares en Argentina). Solamente las empresas del Estado podían intentar
competir con la presencia transnacional en las actividades industriales metal mecánicas, químicas
y alimentarias. Estas empresas transnacionales provenían de los países desarrollados y, a partir de
los años sesenta aprovecharon el proteccionismo de estos mercados “cautivos” para instalarse y
disfrutar de las mismas ventajas y subsidios destinados a las empresas nacionales. Como
subsidiarias autónomas (stand alone) de sus casas matrices, aprovecharon diseños tecnológicos y
equipos productivos ya anticuados en los centros para abastecer los mercados locales. Estos
productos que comenzaban a quedar obsoletos en los centros, sea por calidad o por precio eran
“competitivos” en los mercados altamente protegidos de América Latina. Sin embargo las
tecnologías productivas aplicadas por estas empresas eran funcionales a las de los centros y no a
las de las periferias.
Así, lo que constituía el consumo masivo de sociedades crecientemente opulentas en los centros,
se convirtió en el consumo elitario de grupos relativamente reducidos en lo que fue llamada una
“caricatura de la sociedad opulenta” (Aníbal Pinto). En efecto, en este punto operaron las grandes
y crecientes diferencias en el nivel medio de los ingresos por habitante y de la productividad por
trabajador que existían entre los centros (especialmente Estados Unidos) y la periferia
latinoamericana. La difusión del consumo de bienes durables de alto precio (automóviles,
electrodomésticos, etc.) era congruente con los niveles de ingreso medio prevalecientes en los
centros, y posibilitaba, en esas sociedades desarrolladas, la expansión de una auténtica sociedad
de consumo de masas.
Pero los niveles de ingreso medio por habitante, prevalecientes en América Latina no permitían
reproducir esos estilos de vida de una manera igualmente masiva. Por lo tanto quedaban
reservados para los grupos de alto ingreso, y, la expansión de este tipo de consumos, exigía
acrecentar los ingresos mínimos de una fracción menor de la población, a costa de disminuir los
ingresos máximos de una fracción cada vez mayor de la población ubicada en estratos inferiores
de productividad y salarios. En efecto, para ejemplificar, si el ingreso por habitante de los Estados
58

Unidos alcanza un índice medio de 100, frente a un índice de 20 para América Latina, será
necesario elevar a 100 el ingreso medio de una fracción de la población latinoamericana para
permitirle alcanzar los mismos niveles de consumo medio de los estadounidenses. Pero para que
esto sea matemáticamente posible será necesario que la mayoría de la población de ese país gane
mucho menos del promedio correspondiente (20 en nuestro ejemplo) como ingreso por habitante.
En síntesis para reproducir los niveles de vida de los países desarrollados para un grupo reducido
era necesario comprimir los ingresos máximos de un alto porcentaje de la población
latinoamericana lo que, por definición implicaba una marcada desigualdad de ingresos.
A esta etapa se la denominó la de la sustitución “difícil” de importaciones. El calificativo de “difícil”
puede entenderse en términos tecnológicos, económicos o sociales. Primero, en términos
tecnológicos se refiere al hecho de que las importaciones de la sustitución “fácil” ya estaban
totalmente reemplazadas por producción interna. La nueva fase “difícil” se refería primero a la
producción de las maquinarias y equipos (todavía importados) requeridos para elaborar esos
bienes de fácil sustitución y, además, se refería a la nueva oleada de bienes de consumo duradero
de alto precio cuya producción exigía gran escala y sofisticada tecnología y cuyos equipos
productivos eran, aún, mucho más difíciles de producir. Así la sustitución “difícil” la hicieron las
propias empresas transnacionales. Segundo, en términos económicos la sustitución era difícil por
la gran escala operativa de estas nuevas actividades productivas, por su alto coeficiente capital-
trabajo y capital-producto, lo que no favorecía ni la creación de empleos ni la mayor rentabilidad
de la inversión. Y, por último, en términos sociales, la creación de un pequeño mercado nacional
para estos productos exigía, que una fracción mayoritaria de la población ganara menos ingresos y
accediera a menor consumo, para que una fracción minoritaria de la población pudiera acceder a
niveles de ingreso comparables a los ingresos medios de la población estadounidense.
En el decenio de los años sesenta la CEPAL se enfrentó al tema de la insuficiencia dinámica de los
mercados latinoamericanos que generaban una demanda insuficiente para estimular el
crecimiento de la industria. En ese momento el diagnóstico de la desigualdad social y la
concentración del poder de compra en una elite reducida en cada país, llevó a la CEPAL a proponer
acciones de política pública que condujeran a una expansión de los mercados en el ámbito de las
actividades industriales. Las recomendaciones de CEPAL orientadas a estimular las actividades
manufactureras latinoamericanas, fueron dirigidas tanto al mercado interno latinoamericano
como al mercado internacional. En el plano del mercado interno la CEPAL propuso reformas
estructurales (reformas agrarias y reformas tributarias) orientadas a una mejor redistribución de la
riqueza y de los ingresos que aumentaran el poder de compra de las grandes mayorías carentes de
acceso al mercado de manufacturas. También promovió la elaboración de planes (creación del
Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social- ILPES) para la programación de
inversiones a mediano y largo plazo, y, de esa manera poder acceder más ordenadamente a los
créditos (originados en las agencias del mundo desarrollado) que se preveían en esa iniciativa
ambiciosa que fue la Alianza para el Progreso promovida por la administración demócrata de John
F. Kennedy. En el plano del mercado internacional la CEPAL propuso la promoción de
exportaciones manufactureras, y esfuerzos orientados a mejorar precios y calidades de la
industria latinoamericana para tornarla internacionalmente competitiva, en particular promovió la
integración regional latinoamericana (creación de la Asociación latinoamericana de Libre Comercio
y del Mercado Común Latinoamericano). Con el asesinato de John Kennedy, de su hermano Robert
y del líder anti-segregacionista Martin Luther King las estrategias reformistas del gobierno
demócrata fueron frustradas. Estados Unidos dejó de promover el cambio estructural en América
Latina y, ya en el gobierno de Richard Nixon, retornó a apoyar las dictaduras “confiables”
(dispuestas a apoyar las iniciativas anticomunistas) en una época en que la pugna este-oeste
59

estaba en un momento crítico. Recuérdese la crisis de los misiles después que triunfó la
Revolución Cubana, episodio que puso al mundo al borde de una tercera guerra mundial.

Ahora bien, la contradicción entre capitalismo periférico y democracia periférica a la que se refiere
Prebisch en la última etapa de sus trabajos, radica en que una extrema desigualdad económica es
difícil de sostener si operan plenamente los mecanismos de la democracia representativa. Las
demandas redistributivas de la población se van haciendo presentes en la esfera del poder político
del Estado, y, finalmente superan el límite de tolerancia económica del sistema. Por ejemplo, los
movimientos populistas y redistributivistas en América Latina presionaron por demandas salariales
que impulsaban el crecimiento de los precios en una espiral inflacionaria que expresaba en última
instancia una pugna redistributiva. Este proceso inflacionario, típico de todas las economías
latinoamericanas que habían logrado un cierto grado de industrialización, tuvo lugar durante el
período 1945-1970 y fue acompañado por una creciente inestabilidad política, expresada en
golpes de Estado, brotes de actividad guerrillera, y búsqueda de nuevas opciones institucionales
alejadas del capitalismo y de la democracia (como fue el caso de la Revolución Cubana en los años
sesenta).

5. UN BALANCE: LA HETEROGENEIDAD ESTRUCTURAL DE AMÉRICA LATINA

En América Latina, durante el siglo XX coexistieron e interactuaron instituciones y organizaciones


de tipo “híbrido” cuya razón de ser sólo se puede explicar examinando la convergencia de dos
procesos paralelos: el aprovechamiento de las instituciones informales de la herencia colonial y la
incorporación de América Latina al nuevo orden mundial derivado de la revolución industrial.
Se fueron configurando, así las bases de un capitalismo periférico (para usar la expresión de
Prebisch) que favoreció la desigual distribución del progreso técnico y de sus frutos, tanto entre
centros (Inglaterra, Estados Unidos) y periferias (países latinoamericanos), como en el interior de
las sociedades periféricas.
El foco central del estructuralismo ha sido el examen, tanto de la distribución internacional del
progreso técnico en América Latina, como el de las organizaciones e instituciones que en la
región posibilitaron la cesión internacional de parte de sus frutos y la implantación de sociedades
económicamente desiguales. Así como el marxismo desarrolló la teoría del imperialismo y la teoría
del intercambio desigual, el estructuralismo latinoamericano formuló su teoría de la
heterogeneidad estructural como rasgo distintivo del capitalismo periférico.
La heterogeneidad estructural de las sociedades latinoamericanas fue entendida como un rasgo
específico del capitalismo periférico. Se caracterizó como una cristalización de formas productivas
(es decir tecnologías y organizaciones), relaciones sociales y mecanismos de dominación (es decir
instituciones), correspondientes a diferentes fases y modalidades del desarrollo periférico, pero
coexistentes en el tiempo e interdependientes en su dinámica dentro de sociedades nacionales
políticamente unificadas. En efecto los “equipos” que “juegan” en el plano económico son las
empresas productivas caracterizadas por ciertos rasgos organizacionales (tecnológicos y
económicos) que les permiten competir en los mercados. De otro lado las reglas de juego que se
expresan en el mercado con sus costos de transacción, y las reglas de juego que se verifican en el
interior de las organizaciones mismas constituyen en su conjunto relaciones sociales de propiedad
patrimonial, de trabajo y de intercambio, que estructuran económicamente la sociedad. Esto
supone diferentes posiciones de poder que posibilitan diferentes mecanismos de dominación.
Se pueden distinguir tres dimensiones sociales principales en los diagnósticos de la
heterogeneidad estructural. La de la tecnología y las organizaciones; la de las instituciones
económicas; y la de las instituciones políticas y culturales.
60

La primera dimensión expresa una acentuada heterogeneidad tecnológica en las formas


productivas de las organizaciones empresariales no sólo rurales sino también urbanas. Empresas
modernas de gran escala y productividades equivalentes al promedio de los países desarrollados,
coexistiendo con empresas medianas y pequeñas que utilizan una tecnología industrial ya
anticuada u obsoleta en los centros, y con unidades productivas de tecnología precapitalista o
incluso prehispánica, especialmente en áreas rurales. En el lenguaje de North, hablaríamos de
organizaciones productivas que operan con diferentes niveles tecnológicos.

La segunda dimensión está referida a las relaciones sociales de propiedad, trabajo e intercambio
que corresponden a cada estrato de organizaciones productivas.
a) Las más grandes y “modernas” estructuran relaciones capitalistas de tipo oligopólico en la
esfera de la propiedad, trabajo e intercambio, similares a las de los países desarrollados, con
reglas claras y colectivas de sindicalización laboral, bajo formas jurídicas de propiedad
caracterizadas por corporaciones que cotizan en bolsa, y ocupan una posición relevante en los
mercados nacionales e internacionales. Las únicas organizaciones que, en esta escala, logran
competir con estas empresas que son, básicamente transnacionales, son las empresas públicas,
aunque con fuertes subsidios por parte de los gobiernos latinoamericanos.
b) Las organizaciones medianas y pequeñas estructuran relaciones capitalistas de tipo
competitivo entre ellas pero ocupando los espacios de mercado dejados por el sector monopólico.
Por su baja productividad no logran satisfacer todas las garantías y derechos sindicales de sus
trabajadores que evidencian una insuficiente capacidad de organización; las formas de propiedad
son frecuentemente familiares y con menor acceso a las grandes corrientes internacionales de
crédito; el alcance de su oferta en el mercado no alcanza por lo general escalas nacionales y se
desenvuelve a nivel subnacional o local con escasa participación en el mercado internacional.

c) Por último las “micro – organizaciones” (como las unidades del minifundio rural donde
sobreviven los trabajadores agrícolas, los trabajadores no calificados “independientes” de áreas
urbanas, vendedores callejeros, proveedores de servicios personales varios, servicio doméstico,
etc.) no constituyen en rigor empresas capitalistas sino más bien una población activa
subempleada (en términos de productividad laboral) que opera en términos institucionalmente
informales y carece de casi todas las garantías sociales ofrecidas a los otros estratos.

La tercera dimensión también es institucional, y se refiere a las proyecciones sociopolíticas y


culturales del cuadro estructural anterior.
a) En las organizaciones de mayor escala y modernidad tecnológica operan los grupos de más
alto ingreso personal y mayor grado de educación con plena participación ciudadana en el plano
político, y pleno disfrute de los bienes culturales;
b) en las empresas pequeña y medianas (PYMES) los niveles de ingreso y asimilación
tecnológica son menores y, tanto los trabajadores como los propios empresarios, tienen un acceso
más limitado a formas de organización y sindicación.
c) El último lugar en materia de gravitación política y cultural lo ocupan los trabajadores
“marginales” o “informales” cuyo único derecho ciudadano claro es, en principio, el voto. Este
derecho se ejerce, sin embargo, con todas las limitaciones en materia de información y
conocimiento de sus respectivas posiciones sociales que derivan de su escaso nivel de educación.
d) Aún así, con todas las limitaciones de la democracia representativa el derecho a voto es un
factor que desafía la desigualdad estructural y obliga a soluciones populistas de corto alcance. De
esta manera la inestabilidad política va en aumento y finalmente desemboca en la presencia cada
vez más frecuente de gobiernos autoritarios.
61

El cuadro descrito más arriba es una descripción “estilizada” de la heterogeneidad estructural tal
como ésta se manifestaba en el modelo de desarrollo industrial protegido que operó en América
Latina hasta fines de los años sesenta. Una de las diferencias más importantes respecto del
capitalismo de los centros (o capitalismo “céntrico”) es que en éstos la gran mayoría de la
población participa de las modalidades más recientes del cambio tecnológico e institucional,
mientras que en el capitalismo periférico la gran mayoría de la población se ubica (en términos de
empleo e ingresos) en posiciones tecnológicas e institucionales que ya han sido superadas (o que
nunca existieron) en las sociedades desarrolladas.
Actualmente (comienzos del siglo XXI) la situación anteriormente descrita de heterogeneidad
estructural sigue subsistiendo en América Latina, pero bajo reglas de juego de una economía
abierta al mercado global, Queda por efectuar una nueva descripción actualizada de la estructura
económica y social de nuestras sociedades en esta nueva etapa histórica caracterizada por el
surgimiento de las tecnologías de la información, por el proceso de globalización y por las
instituciones que regulan esta nueva modalidad de desarrollo.

CRISIS DEL ORDEN INTERNACIONAL DE POSGUERRA

Cambios en la economía mundial y regional (1970-1990)


Reducción en el dinamismo del crecimiento de los centros industriales, y tendencias inflacionarias
(“estanflación”). Dicha reducción se asocia con una disminución de las tasas medias de ganancia
en los propios centros y, consecuentemente, con un desaliento de la inversión productiva. Entre
las causas posibles de esta tendencia se citan:
a) Agotamiento de las oportunidades tecnológicas preexistentes (derivadas de la segunda
Revolución Industrial) para el consumo de masas.
b) Agotamiento de las estrategias de desarrollo apoyadas en el Keynesianismo y el Estado de
Bienestar.
c) Elevación de los salarios reales con un ritmo superior al ritmo de incremento de la
productividad media.
d) Elevación en los precios internacionales de los productos primarios y, muy especialmente
del petróleo.
e) Déficit fiscal, no sólo por gastos sociales sino también por excesivos gastos en defensa y
en exploración espacial.

En resumen se nota la aparición de límites a los estímulos tecnológicos (durables de alto precio) e
institucionales (keynesianismo, economía del bienestar) del desarrollo de posguerra en los
centros. Estos límites se expresan en estancamiento con inflación (“estanflación” o, en idioma
inglés “stagflation”).
Las reglas de juego financieras internacionales experimentan cambios tras la crisis del petróleo.
Existe abundante financiamiento privado de los excedentes petroleros, a bajas tasas reales de
interés. Pero a diferencia de los créditos de fomento (BM, BID), los servicios de la deuda se fijan de
acuerdo con el nivel de la tasa de interés al momento del pago de cada cuota. Esto perjudicará
posteriormente a los países latinoamericanos.
Los años setenta en América Latina son de aparente bonanza económica y de crisis política.
La aparente bonanza económica, facilita una primera fase del proceso de apertura, privatización y
desregulación del proceso económico por:
a) Fácil acceso al crédito privado internacional, a tasas reales negativas de interés
(“stagflation”).
62

b) Altos precios internacionales para los productos primarios latinoamericanos de


exportación.

La crisis política se manifiesta en un retorno a los autoritarismos militares, con base en una
ideología antisubversiva de la seguridad nacional. Esta dura “manu militari”, complementa la
“mano invisible” del mercado del nuevo modelo.

“Reaganomics” en Estados Unidos y crisis en América Latina


A comienzos de los 80, se aplica una política económica recesiva en los Estados Unidos, basada en
una enorme elevación de las tasas de interés, con el objeto de combatir la inflación. En respuesta,
el capital financiero internacional se aleja de América Latina atraído por la propia economía
estadounidense. De otro lado la recesión eleva el desempleo, frena el déficit fiscal, y redistribuye
el ingreso desde los salarios hacia el capital bancario y financiero privado de los centros en
general y de Estados Unidos en particular. Para la reactivación se propone una estrategia de
estímulo al desarrollo por el lado de la oferta (estrategia “ofertista”) consistente en reducir la
presión tributaria, para transferir recursos invertibles al sector privado. La racionalidad de esta
estrategia radica en suponer que el alivio de la presión tributaria a las empresas, les concede
mayores recursos invertibles, y que esas inversiones acelerarán el crecimiento aumentando la
base imponible con lo que, con una presión tributaria menor, se logrará una recaudación tributaria
mayor. En la práctica, el acrecentamiento de los recursos se logró por la gran atracción de capital
financiero hacia los Estados Unidos, derivada de las altas tasas de interés propias de la estrategia
monetarista. Los efectos estimulantes del “ofertismo”, no resultaron tan claros y convincentes. Se
concluye así el estilo de desarrollo de posguerra en los centros basado en el predominio de las
políticas neokeynesianas.
En América Latina se invierte la situación de los años setenta y comienza una profunda crisis
económica acompañada por un restablecimiento de las instituciones formales de la democracia
política.
La crisis económica es consecuencia: de la caída de los precios del petróleo y del de los restantes
productos básicos, de la elevación de los servicios internacionales de la deuda, y del cierre de las
fuentes de financiamiento internacional.
Para poder afrontar el servicio de la deuda, América Latina debe entrar en recesión, elevando
brutalmente las tasas de interés internas, bajando los niveles de actividad y de importación, para
obtener un superávit de comercio exterior.
Estas medidas producen, desde comienzos de los años ochenta, la mayor crisis económica de los
últimos cincuenta años. Aumenta la desocupación, cae el ingreso por habitante e incluso el ingreso
global.
Durante este período, se produce el agotamiento de los gobiernos militares autoritarios, y el
restablecimiento de las democracias civiles. Las débiles democracias civiles reciben la asesoría de
los miembros del “consenso de Washington” (FMI, BM, GATT) y el modelo aperturista,
desregulado y privatizador continúa, como condición para la renegociación de la deuda externa.
Así las reglas de juego de la economía mundial y latinoamericana se articulan y complementan,
para recibir el nuevo escenario de los años noventa, donde comienza la rápida difusión de una
nueva y mucho más profunda revolución tecnológica.

Tendencias estructurales del período: Escenario mundial (1970-1990).


La sección anterior pasó revista a una dinámica institucional caracterizada por una transición en
las estrategias de desarrollo de los centros y de las periferias. En los centros, desde los años
ochenta surge lo que (tras la experiencia del Thatcherismo en Gran Bretaña y la Reaganomics en
63

Estados Unidos) se denominó la Revolución Conservadora, caracterizable gruesamente como la


transición desde los principios macroeconómicos y las estrategias fiscales y de demanda efectiva
de raíz keynesiana, hacia los principios macroeconómicos y las estrategias monetaristas y
ofertistas que reducían el papel de la política fiscal. Paralelamente en América Latina, se
verificaba la finalización histórica del modelo de desarrollo protegido fundado en una estrategia
estatista, proteccionista, e intervencionista, y su reemplazo por otra, de rasgos privatizadores,
aperturistas, y basada en la lógica de los mercados abiertos.
Sin embargo, los procesos anteriores habían discurrido paralelamente a otras mutaciones más
profundas en el ámbito del cambio tecnológico y organizacional. Ese cambio dice relación con la
irrupción y rápida propagación de las tecnologías de la información (informática, telemática, etc),
como eje articulador de otro conjunto de revolucionarias mutaciones tecnológicas en el campo de
la biogenética, y de los nuevos materiales. El cambio organizacional más impactante en la esfera
económica- productiva, se verificará en el ámbito de las empresas transnacionales que operan en
todas las ramas económicas: actividades productoras de bienes primarios e industriales, del
comercio y de los servicios tanto de los vinculados a las tecnologías de la información como de los
bancarios bursátiles y financieros en general.
En consecuencia tomados todos estos cambios en su conjunto entre 1970 y 1990 se produjo una
enorme mutación estructural que en el ámbito de la economía política puede quizá resumirse
como el de la transición hacia la economía global. Sin embargo conviene advertir, que este cambio
implica otro mucho más profundo, apoyado primeramente en la nueva revolución tecnológica,
que deja atrás las formas organizativas de la producción asociadas a la Primera y Segunda
revoluciones industriales, y es el fundamento de las nuevas reglas de juego (instituciones) que
regulan la dinámica de la actual economía mundial.
Esta nueva Revolución Tecnológica en plena marcha, es un “parte aguas” histórico tanto o más
importante que las revoluciones industriales que la precedieron. Las nuevas posibilidades
tecnológicas han modificado la estrategia de las organizaciones privadas y públicas, incluyendo las
que forman parte de la gestión estatal y han quitado viabilidad a los sistemas sociopolíticos
autoritarios del “Este” como lo atestigua el colapso de las economías centralmente planificadas de
Europa Central y la desaparición de la Unión Soviética como su centro hegemónico. Los cambios
tecnológicos de esta nueva revolución en marcha, no sólo afectan los jugadores (organizaciones) y
las reglas de juego (instituciones) en el ámbito económico, sino que también lo están haciendo en
el ámbito político y cultural. Así, las formas de gobierno democrático con sus jugadores (por
ejemplo los partidos políticos, o las mismas organizaciones de la burocracia estatal) están en crisis
de transformación afrontando nuevos peligros y posibilidades. En consecuencia el cuadro histórico
dista mucho de estar completo, y las reglas actuales de la globalización económica que se han ido
desarrollando durante las últimas tres décadas, no constituyen de ninguna manera el fin de la
historia. Importantes capítulos deben todavía escribirse en el plano político y cultural. En el plano
político, estos cambios están afectando la naturaleza y funciones de los Estados Nación. El tema es
muy amplio y complejo, su análisis pertenece al campo de la ciencia política, y dice relación con las
modalidades de distribución del poder político, tanto en el interior de las sociedades nacionales
como en el plano internacional.
64

CENTRO Y PERIFERIA. RECAPITULACIÓN Y PERSPECTIVA HISTÓRICA DE LARGO PLAZO


(Capítulo extraído de Armando Di Filippo (1981): Desarrollo y Desigualdad social en la América
Latina, Fondo de Cultura Económica, México).

El capitalismo como proceso histórico global: Sistemas y estructuras

[Nota: a esta altura del contenido del presente apunte debería estar claro el marco histórico
estructural en que se inscribe el análisis de los modelos económicos. La palabra modelos
económicos no es aquí, sinónimo de formalizaciones matemáticas abstractas basadas en premisas
ahistóricas y su cientificidad no depende tampoco del uso, igualmente ahistórico de modelos
econométricos apoyados en técnicas de regresión y correlación aplicadas en un momento del
tiempo o bajo la forma de series temporales. No se rechazan los criterios de coherencia lógica
interna y de verificación empírica de esos modelos matemáticos y econométricos, solamente se
insiste en la necesidad de encuadrar sus consecuencias en marcos institucionales e históricos
explícitos, que no sólo dependan de variables económicas sino que incluyan variables políticas y
culturales cuya influencia sobre la dinámica de los procesos reales suele ser tanto o más
importante que la de las variables económicas. En este capítulo se efectúa una presentación de la
visión centro-periferia redactada en los años ochenta que no excluye la prueba de la coherencia
matemática y de la verificación empírica, pero que toma en consideración una perspectiva global
relacionada con las relaciones de poder que, dentro del capitalismo se estableció, y se sigue
estableciendo, entre economías periféricas y economías centrales.]

Uno de los mayores méritos de la concepción centro-periferia, desarrollada a partir de los años
cincuenta por la así denominada corriente estructuralista de economistas latinoamericanos, es
haber puesto de relieve (quizá por primera vez de manera tan nítida dentro del pensamiento
latinoamericano) las notas de globalidad e interdependencia (Véase por ejemplo Estudio
Económico de América Latina,1949). Se subrayó entonces que el desarrollo es un proceso con
respecto al cual las naciones no se estratifican de mayor a menor en una gradación unilineal, sino
que se relacionan en el interior de un sistema económico internacional según las posiciones que
respectivamente van ocupando en el proceso de división internacional del trabajo. Esas posiciones
afectan decisivamente la estructura de sus respectivos sistemas económicos y las modalidades de
su desarrollo.

Asumiendo la concepción centro-periferia el capitalismo periférico podría ser concebido como un


subtipo del gran tipo genérico referido a los sistemas capitalistas. Contemporáneamente (este
texto fue escrito en 1981) los dos grandes sistemas que interactúan en el escenario económico
mundial son el capitalismo y el socialismo.

Entendidos como modelos o tipos puros y haciendo abstracción de todas las particularidades
propias de cada caso concreto, la diferencia esencial entre un sistema económico capitalista y uno
socialista es que la utilización de los medios materiales de producción se funda de manera
predominante en incentivos propiamente económicos en el primer caso y propiamente políticos
en el segundo caso. Esta diferencia de funcionamiento sistémico es compatible con otra de orden
65

estructural según la cual en los sistemas capitalistas predomina la propiedad de los medios de
producción y en los socialistas impera fundamentalmente la propiedad estatal de dichos medios.

Dentro del capitalismo los incentivos económicos especialmente bajo su forma dineraria, al
expresarse a través de los mercados, movilizan los recursos productivos y se orientan en su
asignación por las tasas de ganancia que se van obteniendo en cada rama productiva. El punto
central en la temática de los sistemas económicos atañe a la naturaleza de los instrumentos
incentivadores que permiten la reproducción de la estructura económica de dichos sistemas y la
“lógica interna” que orienta a esas fuerza impulsoras. Concebiremos la estructura económica a dos
niveles inextricablemente interdependientes pero analíticamente diferenciables. A nivel social la
estructura económica se define por los regímenes de propiedad, trabajo e intercambio que
otorgan estabilidad, recurrencia y concreción a la lógica del sistema, y resultan coherentes con el
grado de desarrollo de su poder productivo.

El segundo nivel corresponde a dicho poder productivo y atañe a la estructura tecnológica, a la


división técnica del trabajo, a la diferenciación alcanzada por el proceso productivo y a la
estratificación ocupacional que les corresponde. Este poder productivo presenta
contemporáneamente muchos rasgos de carácter “transistémico” que son propios de las
sociedades industriales independientemente del carácter socialista o capitalista de sus sistemas
económicos. Esto no impide, desde luego, que la estructura económica de estas sociedades esté
socialmente caracterizada por los regímenes de propiedad, trabajo e intercambio que sean
compatibles con lógica general del sistema económico de que se trate.

Los estilos y estrategias de desarrollo económico

Hemos hablado de sistemas y estructuras. El concepto de sistema alude a una lógica interna de
funcionamiento, a una dinámica cuyo modo de ser consta de fuerzas impulsoras y mecanismos
reguladores. La estructura en cambio es ese conjunto de relaciones y posiciones tanto sociales
como técnicas que efectivamente se reproducen en respuesta a aquellas fuerzas y mecanismos.

Sin embargo el concepto de estilo (también podríamos denominarlo modelo) no se predica con
respecto al sistema o a la estructura sino con respecto al desarrollo. Dentro de los límites
funcionales marcados por el sistema la estructura económica es aquello que se desarrolla. En otras
palabra el desarrollo económico es un modo de reproducción de la estructura económica
caracterizado por una diversificación creciente de su poder productivo, en el marco de las fuerzas
impulsoras que son propias de la lógica del sistema.

El estilo o modelo de desarrollo económico alude (refleja o representa) a la forma histórica


concreta que asume esa diversificación creciente y recurrente del poder productivo. Esa
orientación se ha expresado básicamente en el “qué”, “cómo” y “para quién” del proceso
productivo. En el campo teórico el concepto de estilo o modelo es más concreto (más cercano a
procesos históricos reales) y por lo tanto más complejo que los de sistema y estructura pues
incluye un mayor acercamiento a la historia.
66

Esa idea de estilo como una concreción histórica del proceso de desarrollo es destacada por Jorge
Graciarena quien resalta las relaciones de poder en una sociedad concreta: “Desde una
perspectiva dinámica e integradora un estilo de desarrollo es, por lo tanto, un proceso dialéctico
entre relaciones de poder y conflictos entre grupos y clases sociales, que derivan de las formas
dominantes de acumulación de capital, de la estructura y tendencias de la distribución del ingreso,
de la coyuntura histórica y la dependencia externa, así como de los valores e ideologías. Todo esto
se da en medio de otros condicionamientos estructurales (tecnología, recursos naturales,
población) que se presentan al análisis como un conjunto integrado el cual enmarca las
posibilidades históricas de un estilo” (Poder y estilos de desarrollo, una perspectiva heterodoxa,
Revista de la CEPAL 1976, número 1).

Es concebible sin embargo la existencia de situaciones extremas en que esa dialéctica del poder se
reduzca a un mínimo sea por una ampliación del consenso social o por una extrema concentración
del poder en los regímenes autoritarios.

Esto nos lleva a la vinculación de los conceptos de estilo y estrategia. Todo estilo de desarrollo
supone una estrategia de desarrollo económico, pero esta puede ser entendida como los
proyectos de determinados segmentos o grupos sociales en respuesta a sus intereses y objetivos
específicos, o como el efecto neto de sus pugnas y conflictos del juego de poder.

Ese efecto neto se expresa y se organiza políticamente a través del Estado. Luego, si despojamos al
concepto de estrategia de desarrollo económico de la idea de proyecto (dotado de una previa
compatibilización de objetivos y coordinación de instrumentos) aquella (es decir la estrategia)
puede ser concebida como las formas concretas a través de las cuales el Estado influye sobre el
“qué”, “cómo”, “para quien” y “donde” de la asignación de recursos.

Así concebido el concepto de estilo de desarrollo económico es más amplio e inclusivo que el de
estrategia de desarrollo económico.

En el próximo punto partiremos intentando caracterizar el concepto de desarrollo económico


estableciendo sus diferencias básicas con el concepto de crecimiento. Esta conceptualización la
intentaremos en el marco de un abordaje que intentará ubicar históricamente el concepto de
estilo de desarrollo económico y otorgarle un significado heurísticamente útil para analizar las
economías latinoamericanas.

Utilización del capital, distribución del ingreso y demanda final

El concepto de desarrollo económico, tal como aquí se concibe, enuncia una expansión recurrente
del poder productivo inherente a la estructura de un sistema económico en el largo plazo. Esa
expansión expresa algo más que un mero crecimiento del producto por habitante o del producto
por trabajador entendidos como un promedio abstracto. Básicamente alude a un proceso de
diversificación productiva creciente. En el núcleo de esa diversificación productiva se encuentra la
expansión de la industria manufacturera especialmente en el campo de los productos finales tanto
de inversión como de consumo.
67

Todo proceso de desarrollo económico implica crecimiento pero la inversa no es cierta. En


sistemas económicos abiertos el crecimiento puede consistir en la expansión de unas pocas ramas
productivas orientadas a la exportación y centradas en la actividad primaria (extractiva, minera,
agrícola, ganadera), terciaria (turismo transportes) o incluso secundaria orientada al
procesamiento de unos pocos productos primarios (frigoríficos, ingenios azucareros, refinerías de
cobre o petróleo, etc.)

Aquí pensamos en sistemas capitalistas donde la composición sectorial de la producción responde


a los dictados de la demanda final. Es precisamente analizando la composición y las tendencias de
esa demanda final como resulta posible penetrar en los subtipos de sistema capitalista y en los
estilos o modalidades de su desarrollo.

Es cierto que a un nivel más profundo esas tendencias responden a la distribución y utilización del
capital, pero a su vez esta utilización del capital para maximizar la tasa de ganancia se orienta por
las señales del mercado a través de las tendencias de la demanda final, que se van introduciendo
en respuesta a cambios en la distribución y el nivel del ingreso por habitante.

Nos encontramos ante un proceso de causación circular y acumulativa que para modelo que
represente un sistema cerrado y sin gobierno podría resumirse así: las formas de utilización del
capital determinan las tendencias en la distribución del ingreso y en la composición de la demanda
final, que a su vez determina las nuevas formas de utilización del capital atendiendo a las
modificaciones en las tasas de ganancia de las diferentes actividades productivas.

En este contexto entendemos por capital a la magnitud de poder adquisitivo general que está a
disposición de los empresarios para adquirir fuerza de trabajo, medios de producción y progreso
técnico. Los bienes de capital (fijos y circulantes) constituyen así una entidad conceptualmente
distinta del capital en sentido estricto. Así entendido el capital, su utilización es la que determina
el nivel y la distribución del ingreso en el sistema económico.

Las tendencias en la distribución del ingreso constituyen el factor significativo para fines
diagnósticos y de proyección dentro de un sistema librado a su lógica interna. Sin embargo las
modalidades de utilización del capital, constituyen junto con el control del gasto público,
poderosos instrumentos en la reorientación de un estilo de desarrollo económico.

Tomando un sistema económico abierto podemos, con fines diagnósticos, partir observando los
componentes más típicos de la demanda final: i) el consumo privado, ii) la inversión privada, iii) las
exportaciones que pueden ser concebidas como productos “finales” para el país exportador”.

El gasto público plantea problemas especiales. El Estado podría ser concebido como un ente
consumidor (al menos en parte) que depende de una fracción del excedente social y se la apropia
en virtud de su poder de imposición.

Creemos sin embargo analíticamente más útil desde un ángulo estrictamente económico suponer
que es Estado es un ente productor de servicios (justicia, educación, seguridad, etc.) y que la
totalidad de su gasto constituye una utilización del “capital” público que no necesariamente busca
68

lucrar y persigue objetivos de naturaleza política. Las empresas públicas pueden funcionar en
cualquier rama productiva y asimilar en alto grado su comportamiento al de las empresas
privadas. No obstante ello, el lucro puede no ser la motivación central de su actividad económica.
Así concebida, la totalidad del gasto público constituye una utilización de “capital” (en nuestro
sentido), las comillas son un recordatorio de que esa utilización de capital no necesariamente
persigue lucrar. Ese capital se utiliza comprando mercancías diversas que pueden ser concebidas
como insumos intermedios para la producción de sus servicios y, además, pagando salarios a los
empleados públicos. Cuando esos salarios se gastan forman parte del consumo privado.

Primer subtipo de sistema económico capitalista: el capitalismo céntrico

En los países capitalistas centrales los crecientes niveles medios de ingreso por habitante y, en
ciertos casos las tendencias relativamente más igualitarias de su distribución, determinan una
composición del consumo privado que se diversifica recurrentemente en el largo plazo. Esta
tendencia a la diversificación del consumo es una regularidad estadística que de manera parcial y
anticipatoria se expresa a través de la conocida Ley de Engel. En virtud de su mayor desarrollo
relativo esos países cuentan con una acentuada y creciente diversificación de su aparato
productivo que responde a los dictados del consumo privado. El poder productivo del sistema
económico se diversifica recurrentemente y en el curso de esa diversificación se adquieren nuevos
instrumentos de producción que se reflejan en el rubro inversiones de la demanda final. De este
modo la diversificación del consumo induce la diversificación productiva de las empresas
orientadas al consumidor final. La diversificación productiva de esas empresas genera demandas
de nuevas maquinarias y equipos diversos, los que a su vez inducen una diversificación productiva
de las empresas que los elaboran. Esa demanda final conjunta de bienes de consumo o inversión
dinamiza la totalidad del aparato productivo en cuanto a los insumos intermedios requeridos para
esa producción final.

Dentro de estos países capitalistas desarrollados las exportaciones (tercer gran rubro de la
demanda final) reflejan la diversificación productiva interna y presentan un alto componente de
manufacturas, sea que se trate de bienes de consumo final, equipos productivos o insumos
industriales. Por último el gasto gubernamental representa una importancia variable
estratégicamente decisiva para contrarrestar las fluctuaciones cíclicas de las economías
desarrolladas.

Este tipo de funcionamiento sistémico someramente descrito es característico de las economías


capitalistas centrales dentro del sistema económico capitalista internacional. En el “para quién”
producir predomina (o al menos ocupa un lugar muy importante) la demanda interna de bienes de
consumo e inversión (sea ésta última de carácter público o privado). En estas economías las
exportaciones constituyen una prolongación de la demanda interna y reflejan en alto grado la
estructura productiva global del sistema económico. En otras palabras las exportaciones no
derivan de un sector productivo especializado sino que expresan en alto grado la diversificación
productiva interna del sistema.
69

En consecuencia el “qué” y el “cómo” de la producción reflejan estos procesos en un predominio


de los bienes manufacturados y en una permanente introducción de progreso técnico no sólo
encaminado a incrementar la productividad laboral sino también dirigido a continuar el proceso de
diversificación.

El primer caso correspondió a Inglaterra, centro originario del capitalismo internacional que
expandió su poder productivo industrial orientándolo en parte hacia la exportación. Sin embargo
otros países capitalistas que la sustituyeron en su papel de centro (como los Estados Unidos), no
sólo producen y exportan bienes industriales sino que también cuentan con un importante
provisión de producción primaria. En cualesquiera de los dos casos estos países centrales no
presentan sectores productivos internos especializados en exportar bienes que no se utilizan
internamente, sino que sus exportaciones constituyen una proyección o prolongación natural de
su producción y consumo internos. (Este escrito fue redactado a comienzos de los años ochenta
cuando recién se propagaban las tecnologías de la información y la comunicación [TIC] y aún no se
había producido la emergencia de los modelos asiáticos. Estos dos eventos históricos han
cambiado considerablemente las estructuras y mecanismos del capitalismo industrializado,
creando una nueva categoría o tipo de capitalismo al que podríamos denominar el capitalismo
emergente del Asia. Estos países denominados los “tigres asiáticos” durante los años noventa, y
posteriormente el caso extraordinario del surgimiento económico de China, han logrado un alto
grado de diversificación productiva fundada en la exportación de manufacturas especialmente
diseñadas y producidas a muy bajo precio para satisfacer la demanda de los países centrales. Del
capitalismo emergente del Asia hablaremos más adelante.)

Segundo subtipo de sistema económico capitalista: El capitalismo periférico

La contrapartida inevitable de estos centros a nivel de las relaciones económicas internacionales


se expresa en la existencia de sistemas económicos capitalistas periféricos, que constituyen la otra
cara de la moneda en cuanto a sus modalidades de funcionamiento sistémico.

Atendiendo a la composición de su demanda final, un país periférico típico presentará un alto


grado de apertura, expresado en la importancia de las exportaciones dentro del valor de su
producto global. Esas exportaciones no constituyen una prolongación natural de su estructuración
productiva orientada a satisfacer la demanda interna de bienes finales de consumo o de inversión.
Por el contrario tanto el consumo privado interno como las demandas finales de equipos
productivos y bienes de inversión se satisfacen con importaciones desde los países centrales
financiadas con la capacidad de pago derivada de aquellas exportaciones.

Esto explica por qué dichas exportaciones se componen de productos primarios (cobre, estaño,
petróleo, café, cacao, cereales, carnes, etc.) con los cuales se pagan los productos manufacturados
que se importan (bienes de consumo final, maquinarias y equipos productivos, insumos
industriales industrializados). También en este caso la participación del gasto público en la
demanda final resulta de variable importancia atendiendo al tipo de economía exportadora
establecida y a las circunstancias históricas de su constitución. Se podría afirmar de acuerdo con
70

nuestras conceptualizaciones previas que las economías periféricas precedentemente descritas,


crecen pero no se desarrollan.

La demanda final es básicamente externa y está dirigida a productos que no necesariamente


forman parte de la demanda interna del país. Todo dependerá de la naturaleza del producto
exportable.

Puesto que aunque no se desarrollen estas economías crecen, sus habitantes pueden disponer de
un creciente ingreso per cápita. Inexorablemente este crecimiento va acompañado de una
diversificación en el consumo de bienes industrializados. Las actividades que proveen servicios
especializados (incluso los de carácter personal) también requieren equipos físicos e instrumentos
que son productos de la industria. Bajo condiciones internacionales de comercio libre las periferias
típicas sólo pueden lograr esa diversificación en el consumo de bienes industriales a través de sus
importaciones.

El crecimiento económico de las periferias puede implicar ramas industriales, pero serán aquellas
propias del complejo exportador, que procesan los productos básicos en los cuales el país cuenta
con alguna ventaja comparativa.

Conviene evitar un equívoco; es muy probable que los niveles de diversificación del consumo, de
educación, etc., crezcan en incluso tiendan a distribuirse más equitativamente. Este crecimiento es
desde luego socialmente deseable en comparación con un eventual no crecimiento. Lo único que
aquí se subraya es que estos países diversifican su consumo pero no su producción. Esto se
expresa en una falta de correspondencia entre las respectivas composiciones de su producción y
de su demanda interna.

Importa señalar que la existencia de centros y periferias en su expresión típica no se concibe


aisladamente, pues ambos subtipos de sistemas económicos se suponen recíprocamente. Son
subsistemas de un sistema económico mundial.

Los estilos de desarrollo en el capitalismo periférico

Resumiendo lo dicho, el concepto de sistema expresa la lógica y la naturaleza de las fuerzas que
impulsan la reproducción de la estructura. Esta última a su vez constituye aquello que
efectivamente se reproduce, y alude a un conjunto de posiciones y relaciones sociales, junto con
un conjunto de relaciones y proporciones técnicas que afectan el proceso productivo.

Ahora bien cuando la reproducción de la estructura implica la diversificación recurrente y


sistemática del poder productivo que contribuye a constituirla, hablamos de desarrollo
económico.

Dada su posición en la división internacional del trabajo y atendiendo a su expresión típica más
pura, hemos dicho que las periferias crecen pero no se desarrollan en la medida que su expansión
económica está orientada al exterior y no presupone una diversificación recurrente de la industria
71

manufacturera orientada a la demanda final. Lo dicho es válido mientras no existan trabas a las
corrientes mundiales de comercio.

Sin embargo, como su propio nombre lo sugiere, los modelos al igual que los tipos ideales tienen
una existencia puramente intelectual y cumplen una función heurística.

La historia se encarga de cambiar las premisas históricas (disimúlese la redundancia) en que se


funda la elaboración de un tipo ideal. Así ocurrió con los sistemas capitalistas periféricos tal como
los hemos descrito. La existencia de esos sistemas bajo su forma típica se asentaba en una
determinada división internacional del trabajo y en un conjunto de relaciones internacionales que
en ella se fundaban.

La primera Guerra Mundial y la Gran Crisis de los años treinta introdujeron profundas e
irreversibles transformaciones en el cuadro descrito. Estas transformaciones posibilitaron un
proceso recurrente de diversificación productiva, orientada hacia los mercados internos de las
propias periferias cuyo núcleo central fue la expansión de la industria manufacturera.

Así nuestras periferias capitalistas comenzaron a desarrollarse.

Aquí llegamos nuevamente al tan manido concepto de estilo de desarrollo. Cabría sugerir que este
concepto sólo adquiere validez a partir del punto en que el proceso de industrialización adquiere
sostenida recurrencia en el largo plazo. Esta afirmación presupone un conjunto de posiciones
conceptuales asumidas previamente en este trabajo. En efecto, no cabría hablar de desarrollo sin
una diversificación productiva de largo plazo, y la expansión de la industria manufacturera es
inherente a este tipo de diversificación y constituye su núcleo más dinámico.

En suma el concepto estilo de desarrollo enuncia un campo temático que estudia las diferentes
fases y modalidades históricas inherentes al proceso de diversificación productiva de los sistemas
económicos periféricos. Este campo temático aborda fundamentalmente los problemas del qué, el
cómo, y el para quién de ese proceso, con todas las implicaciones sociales ecológicas
demográficas, etc., que de allí derivan.

Los rasgos generales del estilo periférico de desarrollo (o dicho de otro modo del estilo de
desarrollo propio del capitalismo periférico) serán reseñados brevemente en lo que sigue. Es
necesario partir recordando las interrupciones en los flujos de comercio mundial durante las dos
grandes guerras y la crisis del año 1930. Surge en esas coyunturas históricas un proteccionismo no
deliberado inicialmente, pero que luego se convierte en una estrategia de desarrollo económico
consistente en fomentar la expansión industrial en los países periféricos. Este proceso
ampliamente conocido y sobre el que no cabe abundar se ha denominado proceso de
industrialización sustitutiva de importaciones. Interesa repasar brevemente las implicaciones que
como estilo de desarrollo genera para las economías periféricas.

En primer lugar resalta la creciente importancia de la demanda interna en la dinamización del


producto global. La producción se diversifica para atender esa demanda interna que
anteriormente era satisfecha con importaciones. Sin embargo, por así decirlo el proceso de
72

industrialización empieza por el final, sustituyéndose en primer lugar aquellos productos de más
fácil elaboración interna. El proceso avanza después hacia atrás penetrando en tramos productivos
de más difícil sustitución. Penetra finalmente en las industrias metalmecánicas, elaboradoras de
bienes duraderos, insumos industriales y equipos productivos. Esa es la fase en que se encuentran
actualmente los países periféricos de mayor desarrollo industrial relativo. (Recuérdese que estas
notas reflejan los modelos económicos correspondientes al período de postguerra (1950-1975), es
decir a la “era cepalina” en América Latina, y en los centros coinciden en el tiempo con la era
keynesiana). Las circunstancias históricas han cambiado, sin embargo no podría hablarse de que
esta forma de razonar está obsoleta. Por el contrario se trata de paradigmas históricos que todavía
hoy siguen siendo ciertos en muchos países latinoamericanos y africanos, tanto en lo que atañe a
la frustrada evolución de sus industrias manufactureras, como en la efectiva vigencia actual de su
condición de países exportadores de productos primarios).

Esta forma de diversificación productiva no quebró la asimetría de las relaciones centro-periferia.


En primer lugar los países periféricos no pueden en menos de medio siglo construir
estructuraciones industriales que costaron varios siglos a los países centrales. Esto determina una
industrialización precaria caracterizada por vacíos y carencias en los tramos intersectoriales de
insumos y equipos productivos que aún siguen siendo importados desde los centros.

Incluso aquellos países en donde la expansión industrial incluye un departamento productor de


maquinaria y equipo continúan importando el progreso técnico de los países centrales. Estos
conservan el monopolio de las fuentes generadoras de progreso técnico. Las economías periféricas
importan ese progreso técnico (orientado a refinar y diversificar la producción de bienes de
consumo) junto con la publicidad requerida para vender los nuevos productos. Es decir en materia
de progreso técnico la relación entre economías centrales y periféricas resulta claramente
asimétrica.

Por otro lado existe una correspondencia entre los niveles de ingreso real alcanzados por un
sistema económico y las nuevas orientaciones (y refinamientos) en su diversificación productiva.

Las economías periféricas con un nivel medio de ingreso real inferior al de los países centrales y
una regresiva distribución de ese ingreso, deben comprimir aún más el consumo de los estratos
más bajos para permitir en cúpula distributiva, la formación de una caricatura de sociedad
opulenta (Anibal Pinto).

Tenemos aquí una orientación tecnológica que limita y deforma los estilos periféricos de
desarrollo en cuanto al qué, el cómo el para quién de la producción. Hay también una orientación
económica dada por la magnitud y la composición de la demanda final en los mercados periféricos
y por las tendencias regresivas en la distribución del ingreso de las economías periféricas. Otro
obstáculo innegable es la pequeñez de los mercados nacionales en algunas economías periféricas.

Aquí llegamos a un punto de extraordinaria importancia que atañe a la definición misma de


capitalismo periférico. Hemos dicho que el carácter periférico de un sistema económico se funda
73

en la posición que éste ocupa en la división internacional del trabajo y en la naturaleza de las
relaciones que establece con otros sistemas económicos nacionales.

Para decirlo brevemente, el desarrollo industrial de los países centrales no sólo se fundó en sus
mercados nacionales sino también, y muy principalmente en la demanda internacional tanto de
otros países centrales como de la vasta periferia mundial. En cambio la industrialización periférica
no ha logrado aún modificar de manera radical la posición de las periferias latinoamericanas en el
concierto económico mundial.

Los principales componentes de sus exportaciones siguen siendo los productos básicos. Sus
manufacturas sólo de manera muy incipiente empiezan a trasponer las fronteras nacionales. El
proceso de integración latinoamericana ha experimentado muchas dificultades y deberá aún
superar grandes obstáculos antes de progresar en el largo plazo. Aún mucho más ardua se la
empresa de hacer penetrar las manufacturas periféricas en los mercados céntricos. Sirvan estas
breves reflexiones para explicar por qué, no obstante su innegable desarrollo industrial, las
economías latinoamericanas siguen ocupando una posición periférica en el contexto del desarrollo
capitalista mundial.

6. LA VISION CENTRO – PERIFERIA HOY1

La visión centro-periferia en el “Estudio”

El Estudio Económico de América Latina de 1949 (en adelante denominado el


“Estudio”) constituye el primer planteamientos institucional elaborado por la CEPAL sobre
la visión centro-periferia.

El Estudio lleva la impronta de Raúl Prebisch, quien no sólo lo inspiró y dirigió, sino
que además lo redactó en gran medida, confiriéndole su estilo inconfundible. Es una
síntesis magistral que anticipa los principales temas y problemas que la CEPAL y sus
pensadores afines desarrollaron durante los veinte años siguientes.

A fines de los años cuarenta, el progreso técnico era el gran ausente de la teoría
económica, y, en especial, tampoco lograba ocupar el centro de la teoría del desarrollo
económico. De un lado Marx y los economistas clásicos habían reivindicado la importancia
del tema en el siglo XIX, y Schumpeter había vuelto a rescatarlo en la primera mitad del
1
Publicado en Revista de la CEPAL, Número Extraordinario publicado en el cincuenta aniversario de la
Institución, octubre de 1998, páginas 175-186.
74

siglo XX. Sin embargo en la teoría académica predominante en el mundo desarrollado las
teorías neoclásicas y neokeynesianas del crecimiento eran esencialmente modelos
formalizados en que el progreso técnico aparecía como una variable más. En la gravitante
corriente marginalista del pensamiento económico académico el tema del progreso
técnico se debatía en el marco de las funciones neoclásicas de producción, las que
definían procesos tecnológicos específicos atendiendo a las dotaciones relativas de
factores productivos.

En ese momento histórico, el Estudio comete la “herejía” de situar el progreso


técnico en el centro de su diagnóstico. Su punto de partida no es un modelo teórico
abstracto, sino una perspectiva histórica de gran alcance fundada en la evidencia empírica
acumulada sobre el desarrollo económico a partir de la Revolución Industrial. De un lado,
registra la presencia protagónica de los centros, artífices o beneficiarios directos de la
Revolución Industrial y del proceso de desarrollo que ella desató, del otro, examina la
supeditación pasiva de la vasta periferia no industrializada a la división internacional del
trabajo dictada por los primeros.

El rasgo original del Estudio fue tomar como punto de partida el progreso técnico y
combinar analíticamente las asimetrías sectoriales inherentes al procesos de desarrollo
con las posiciones centrales y periféricas en la economía mundial. Al aplicar las
asimetrías sectoriales del desarrollo al plano internacional, nace efectivamente la visión
centro-periferia como una contribución potente y original a la comprensión de los
problemas del subdesarrollo. Este planteamiento fundacional está contenido en el
capítulo I del Estudio.

El desarrollo de América Latina es definido por el Estudio como una etapa más en
el desarrollo orgánico de la economía mundial. El carácter sectorialmente asimétrico de
este proceso se traduce, entre otros rasgos, en la transferencia de empleo desde las
actividades primarias a las secundarias y terciarias, dicha tendencia es incompatible con
una especialización productiva internacional del tipo centro-periferia. En efecto, las
economías periféricas especializadas en actividades agrícolas y mineras carecen, por
definición de un adecuado desarrollo de sus actividades industriales y de servicios capaces
de absorber la población desocupada o subocupada proveniente de las actividades
primarias. Si la división internacional del trabajo predominante seguía reservando a los
centros la tarea de generar el progreso técnico y hacerse cargo del desarrollo industrial, se
75

generaría tarde o temprano un sobrante de población activa inocupable en las actividades


económicas de la periferia.

Pero no sólo los desajustes del empleo y el subempleo encuentran explicación en


la condición periférica, también los desequilibrios externos reconocen el mismo origen.
Los incrementos de productividad derivados del progreso técnico son el motor de
crecimiento del producto por habitante y exigen expandir la capacidad para importar a un
ritmo suficiente como para financiar a largo plazo la adquisición de los bienes de capital
en que se corporiza parcialmente el avance de la tecnología. Pero esta tendencia se ve
obstaculizada por el lento y fluctuante crecimiento mundial de la demanda de productos
primarios importados desde los centros, y por el deterioro de los términos de intercambio
de los productos primarios respecto de los manufacturados. Con base en este
planteamiento se defendió la necesidad del proceso de industrializacion, y se emprendió
el examen crítico de la sustitución de importaciones que ya habían emprendido los países
latinoamericanos.

En el capítulo II del Estudio se profundiza el tema del dinamismo y las fluctuaciones


cíclicas de las importaciones de productos primarios desde los centros, así como el de su
impacto sobre los términos de intercambio y la capacidad para importar. En el capítulo III
se aborda más rigurosamente el impacto negativo sobre los precios y los costos de los
productos primarios ejercido por la población redundante de las regiones periféricas que
no encuentra ocupación en otras actividades alternativas. Se expresan así las condiciones
que por el lado de la demanda y de la oferta reducen la capacidad de las regiones
periféricas para retener los frutos de su productividad incrementada y conducen al
deterioro de los términos de intercambio de sus productos de exportación.

En los años cincuenta, para un país periférico, tanto la introducción de progreso


técnico como la acumulación de capital, pasaba claramente por la importación de equipos
de capital. El progreso técnico se corporizaba principalmente en los bienes de capital y
estaba directamente correlacionado con la densidad de capital por hombre ocupado. El
capítulo IV del Estudio examina entonces las especificidades periféricas en el proceso de
acumulación de capital. Los países perífericos por sus bajos ingresos medios tienen una
capacidad de ahorro inferior a la de los centros, pero adquieren equipos productivos que
implican una densidad de capital superior a la que ellos requieren y adecuada a las
escaceses relativas de factores de los centros industriales.
76

A pesar de la apreciación, correcta para la época, de que la incorporación de


progreso técnico se corporizaba en bienes de capital, el estudio aclara que el aumento del
capital por hombre es una condición esencial pero insuficiente para el aumento de la
productividad. “La capacidad de organizar, dirigir, y administrar, por una parte, y la
destreza técnica de los trabajadores por la otra, son factores que revisten asimismo gran
importancia” (Estudio, página 75).

Por el lado de la demanda, el Estudio percibe ( muy tempranamente!) que la


importación de las técnicas y equipos productivos originados en las centros conducen a
formas imitativas del consumo que repercuten negativamente en las posibilidades de
ahorro y acumulación de las periferias: “…países con ingresos per cápita comparables a los
que poseían mucho tiempo atrás los grandes centros industriales, propenden a imitar las
formas actuales de consumo de éstos, y como también tratan de asimilar su técnica
productiva, que exige un fuerte ahorro per cápita, no es de extrañar que siendo, como es,
relativamente escaso el ingreso de tales países, se vea sujeto a muy fuertes tensiones
entre la gran propensión a consumir y la necesidad perentoria de capitalizar, y que estas
tensiones se resuelvan frecuentemente en arbitrios inflacientes (hoy diríamos
inflacionarios)” (Estudio página 76).

El capítulo V del Estudio, examina la tendencia a las crecientes diferencias de


productividad e ingresos entre centros y periferias, y a las políticas aplicadas por aquellos
para mantener sus niveles de ingresos, y por éstas, para intentar elevarlos a través del
crecimiento de su productividad.

El Estudio no penetra en un análisis crítico detallado de la teoría de las ventajas


comparativas fundada en las dotaciones relativas de factores productivos. No necesita
enredarse en tan engorrosa tarea pues las evidencias históricas y empíricas que maneja
son categóricas y contradicen las premisas principales de esta visión neoclásica
marginalista que imperaba sin contrapesos en los centros académicos occidentales. Los
supuestos estáticos de opciones tecnológicas (funciones de producción) idénticas e
inmodificadas en todo el mundo para la elaboración de un mismo producto, o de
condiciones de competencia perfecta en todos los mercados de factores y productos
quedan categóricamente desmentidos; el primero por la dinámica del progreso técnico y
77

su irregular propagación a nivel mundial, y el segundo por las barreras tecnológicas e


institucionales a la perfecta movilidad de los factores productivos aún en el ámbito
nacional.

Tras examinar casos concretos de medidas de protección o subsidio aplicadas por


Estados Unidos, Gran Bretaña y Japón orientadas a defender sus niveles de ingreso y de
empleo bajo diferentes circunstancias históricas, observa: “Los países latinoamericanos se
han visto también precisados a estimular su industria, para absorber el incremento de su
población activa, así como los sobrantes de ella que el progreso técnico va desplazando
de la producción primaria y de otras actividades. Las diferencias de productividad entre
periferia y centro son tales, que a pesar de los menores ingresos latinoamericanos, con
respecto a Estados Unidos y a las naciones de Europa Occidental, los costos de producción
no suelen permitir a la América Latina resistir la competencia extranjera. Es claro que en
este caso, como en el caso británico, las industrias así desarrolladas son económicas, en
cuanto se traducen en un incremento neto de ingreso real, que podría ser mucho mayor
si se mejorase la técnica productiva, y dentro de ella, la organización y administración de
empresas” (Estudio, páginas 82-83, énfasis agregado).

Aunque los mecanismos de protección y subsidio aplicados en los años cincuenta


ya no corresponden a las condiciones históricas actuales, el problema de las formas
estructurales de desempleo y subempleo, tanto las antiguas como las nuevas, asociadas al
cambio tecnológico no sólo perduran en América Latina, sino que se extienden a todo el
mundo a medida que se propagan las tecnologías de la información. El gran desafío de la
tecnología contemporánea consiste en proveer empleo e ingresos a esta fuerza de trabajo
con reglas de juego que consagran la creciente apertura e interdependencia de los
mercados mundiales.

Centros y periferias: Las grandes etapas históricas

Conviene situar someramente las interpretaciones y conclusiones del Estudio, en el


escenario internacional al cual estaban dirigidas. Este ejercicio contribuirá a distinguir
entre las recomendaciones del Estudio acotadas históricamente a un período
78

determinado, y la visión centro-periferia (más general o “transhistórica”) cuya vigencia se


defiende en este trabajo.

Para examinar los cambios principales en las relaciones asimétricas entre centros y
periferias, conviene distinguir al menos cuatro escenarios históricos, caracterizados por
diferentes modalidades de distribución internacional del progreso técnico y de sus frutos,
y por diferentes reglas de juego en la dinámica de los mercados mundiales.

Primero en el período de la hegemonía británica se difunden las técnicas de la


Revolución Industrial Inglesa, generando la división internacional del trabajo fundada en el
comercio intersectorial y en las reglas de juego fundadas en el criterio ricardiano de los
costos comparativos. Este criterio supone profundas diferencias estructurales entre los
países que comercian y fundamenta la relación centro-periferia en su versión
decimonónica.

Segundo, en la primera mitad del siglo XX la Segunda Revolución Industrial gestada


a fines del siglo XIX (metalurgia diversificada, petroquímica, motor a explosión,
electrónica, etc), se propaga primeramente en un ambiente de compartimentalización
económica, guerras comerciales, crisis de sobreproducción y conflictos bélicos. Mientras
el mundo se debatía en estas debacles, la teoría académica de los centros abrazaba la
versión marginalista de las ventajas comparativas basadas en las dotaciones relativas de
factores bajo condiciones estáticas de competencia perfecta. Al fin de la segunda guerra
mundial América Latina gesta una segunda versión histórica de su posición periférica,
fundada en la industrialización por sustitución de importaciones. La CEPAL no ideó esta
estrategia sino que, al contrario, puso de relieve los problemas de asfixia externa del
desarrollo derivados de economías productoras hacia “afuera” de productos primarios y
hacia “adentro” de manufacturas. La estrategia de industrialización por sustitución de
importaciones fue una manera de sortear estas limitaciones mientras el proteccionismo
de los centros subsistía en los primeros lustros de posguerra. A fines de los años cuarenta,
justamente cuando se publica el Estudio, las reglas de juego de la economía mundial
estaban transicionando desde las modalidades extremadamente proteccionistas y
estatistas de entreguerras hacia una economía internacional cada vez más abierta e
interdependiente en el plano del comercio. Aunque el comercio intrasectorial
(intercambio de manufacturas durables de uso final) dinamiza las nuevas relaciones
económicas entre los países centrales, todavía sigue predominando ampliamente el
79

comercio intersectorial (intercambio de manufacturas por productos primarios) entre los


países centrales y periféricos. El Estudio examina las consecuencias estructurales sobre las
economías periféricas que derivan de esta fase tecnológica y de las reglas de juego de la
economía mundial a través de las cuales se estructura el mercado mundial.

Tercero, a mediados de la década de los setenta, se difunde el comercio


intraindustrial e intrafirma apoyado en el intercambio de piezas partes y componentes, en
cadenas de valor que desembocan en la elaboración de manufacturas de uso durable. Las
transnacionales de los países centrales se instalan en zonas procesadoras de
exportaciones ubicadas en regiones periféricas desdibujando las tradicionales condiciones
de intercambio de productos primarios desde las periferias por productos manufacturados
desde los centros. El comercio intersectorial comienza a reducir su importancia incluso
entre centros y periferias; la teória de las ventajas comparativas “explica” fracciones más
reducidas del comercio total, y emergen otras interpretaciones académicas sobre las
ventajas del comercio intrasectorial, fundadas en las economías de escala y de
especialización. Los términos de intercambio siguen respondiendo a las predicciones de la
teoría cepalina sobre la materia, pero el sistema centro-periferia pasa a responder
gradualmente a otra lógica, a medida que el comercio intersectorial de bienes pierde
importancia relativa incluso en el eje norte sur (Ocampo 1991a, y 1991b).

Cuarto, la globalización económica que predomina en los años noventa, puede


verse como un proceso convergente de transnacionalización empresarial y de
internacionalización de las economías nacionales facilitado por la propagación de las
tecnologías de la información. Podríamos utilizar el término “globalismo” (o
multilateralismo global) para aludir a las reglas de juego que, desde la OMC y otros
organismos multilaterales facilitan y fomentan el proceso de globalización en marcha. Las
ventajas comparativas de las naciones pierden importancia en la asignación mundial de
los recursos y son crecientemente reemplazas por las ventajas competitivas de las
empresas transnacionales, operadoras directas de más del setenta por ciento del
comercio mundial de bienes y servicios (UNCTAD, 1995). Las formas de generación,
asimilación, y distribución del progreso técnico y de sus frutos en el plano internacional,
están crecientemente condicionadas por los criterios privados de asignación de recursos
fundados en la búsqueda de ventajas competitivas perseguidas por estas empresas. Pero
el impacto social de estas formas en el interior de los países (tanto de los centrales como
de los periféricos) es un tema difícil y abierto.
80

La CEPAL 50 años después: un somero contrapunto

Un punto de partida plausible para examinar la vigencia actual de la visión centro -


periferia, lo brinda Gert Rosenthal en un trabajo donde compara las ideas de los años
cincuenta, con las propuestas sobre Transformación con Equidad (CEPAL, 1990)
elaboradas durante su desempeño en la Secretaría Ejecutiva de la Comisión:

“Primero, una vez más se explora la manera en que los países de América Latina y
el Caribe habrán de insertarse en la economía internacional; la propuesta de los años
cincuenta a la relación asimétrica entre el centro y la periferia era la industrialización; la
propuesta de los años noventa a la globalización de la economía es la competitividad
internacional. Segundo el progreso técnico continúa ocupando un papel centralísimo en
las preocupaciones de la institución, hoy con un enfoque de carácter más sistémico que
antaño. La consigna no se limita a elevar la productividad en un sector sino a lo largo de
todo el sistema productivo. Tercero la preocupación por la equidad es otra constante
dado el carácter concentrador y excluyente del desarrollo latinoamericano. Se ha
transitado desde una óptica en que se tendía a ver el crecimiento y la justicia social
como dos ámbitos separados, hacia un enfoque integrado que pretende abordar la
transformación productiva y la equidad de manera simultánea. Allí aparecen con mucha
fuerza entre otros temas, la educación y el conocimiento como bases de la
transformación productiva con equidad. Cuarto, como ya se dijo, se continúa impulsando
la integración económica en el marco más amplio del compromiso de la institución con la
cooperación intraregional. Hoy sus planteamientos se acomodan a la tendencia de la
globalización, así como ayer éstos eran funcionales a la industrialización. Quinto, acaso
porque la CEPAL es una institución al servicio de los gobiernos, la preocupación por la
política pública y el rol del Estado constituye otra constante en la agenda temática, en aras
de buscar sinergismo en la interacción entre agentes públicos y privados”(Rosenthal,
1993/1994, el énfasis fue agregado en esta cita).

Creo que el contrapunto anterior no hace total justicia al paradigma fundacional


del Estudio. Primero, cuando se afirma: “ la propuesta de los años cincuenta a la relación
asimétrica entre el centro y la periferia era la industrialización; la propuesta de los años
noventa a la globalización de la economía era la competitividad internacional” se están
comparando términos situados a un diferente nivel de abstracción.
81

El concepto macroeconómico de competitividad internacional incorporado por


CEPAL bajo la orientación principal de Fernando Fajnzylber (1990), supone un
mantenimiento o acrecentamiento de la participación en el mercado mundial con un
incremento paralelo en los niveles de vida de la fuerza laboral. Esta competitividad
internacional es sustentable en la medida que esté fundada en genuinos incrementos de
la productividad que sean socialmente compartidos. En otras palabras seguimos
hablando de la distribución del progreso técnico y de sus frutos. Se trata de la misma
idea central formulada en el Estudio. Nótese sin embargo que la importancia central
otorgada por el Estudio al tema del empleo, está desdibujada en la propuesta de los años
noventa.

Segundo, a un nivel de mayor concreción, el Estudio recomienda la necesidad de la


industrialización pero esto no implica en absoluto una visión sectorialista. No parece
totalmente justa, entonces, la observación de que en los años noventa: “la consigna no se
limita a elevar la productividad en un sector, sino a lo largo de todo el sistema
productivo”. El Estudio tampoco se limita a recomendar la elevación de la productividad
en un sector; su preocupación central es buscar ocupación a la población “redundante”
en las actividades primarias. Por ejemplo cuando afirma: “La forma en que se distribuye
la población ocupada no es arbitraria. En cada tiempo y país, depende principalmente del
estado de la técnica productiva y de la cantidad y calidad de los recursos de todo género
que permitan aprovechar aquella. En un estado primitivo de la técnica, es lógico que dada
la escasa productividad se absorba una buena parte de la población activa en la obtención
de alimentos y materias primas y en su elaboración rudimentaria. Pero conforme avanza
la técnica y se requiere menos gente para obtener más productos primarios, el sobrante
de población activa y el incremento natural que va operándose en ésta se van
empleando en las actividades industriales, los transportes y el comercio como lógica
consecuencia de la expansión de los mercados y de la especialización y diversificación de
la producción. Asimismo conforme se acrecienta la productividad y el ingreso real por
hombre, aumenta la demanda de ciertos servicios personales, y el Estado además, a
medida que se extienden sus funciones, va absorbiendo una proporción creciente del
incremento de este ingreso real y también de la población activa” (Estudio 1951, página
13, énfasis añadido). Como puede verse el Estudio dista mucho de concebir la elevación
de la productividad como un proceso que deba verificarse exclusivamente en el sector
industrial. Al contrario la industria se concibe como el polo difusor estratégico de los
incrementos de productividad al resto de la economía.
82

Tercero, mayores dudas aún ofrece la siguientes comparación: “Se ha transitado


desde una óptica en que se tendía a ver el crecimiento y la justicia social como dos
ámbitos separados, hacia un enfoque integrado que pretende abordar la transformación
productiva y la equidad de manera simultánea”. Por el contrario, el rasgo más
característico del enfoque del Estudio es, precisamente su capacidad para abordar la
transformación productiva y la equidad de manera simultánea. En particular la
industrialización no se persigue por si misma sino por su capacidad para generar
oportunidades directas (dentro del propio sector) e indirectas (en actividades conexas) de
empleo con productividad superior a la media.

Es más, el estudio registra las limitaciones de las políticas puramente


redistributivas: “El problema económico esencial de la América Latina estriba en
acrecentar su ingreso real “per capita”, merced al aumento de la productividad, pues la
elevación del nivel de vida de las masas, mediante la redistribución de los ingresos, tiene
límites muy estrechos”. (Estudio, 1951, página 9).

Este enfoque, implícito en toda la argumentación, se hace enfatiza en algunos


párrafos destinados al tema de la desigualdad en el plano internacional, por ejemplo: “
Dadas las transformaciones dinámicas que se operan constantemente en el ámbito
económico mundial, la escasa movilidad de los factores de la producción y el lento
desarrollo de las actividades llamadas a absorber el sobrante de la población activa, la
periferia tiende a transferir una parte del fruto del progreso técnico a los centros,
mientras éstos retienen el suyo propio. Cuanto más se esfuerce la periferia en aumentar
su productividad, agrandando así el sobrante de su población activa, tanto mayor será esa
transferencia, en igualdad de las demás condiciones. No podría afirmarse, en
consecuencia que para elevar el nivel de ingresos en la producción primaria de América
Latina, baste meramente incrementar la productividad. Es preciso también absorber el
sobrante de población activa, mediante el desarrollo de la industria y actividades
parejas” (Estudio, 1951, pagina 58, énfasis agregado).

En el campo de las políticas integradas observa Rosenthal refiriéndose al


“nuevo”paradigma de los noventa: “Alli aparecen con mucha fuerza entre otros temas la
educación y el conocimiento como bases de la transformación productiva con equidad”.
Es cierto que el énfasis en los temas del capital humano y de la educación se ha
83

acrecentado en épocas recientes. Sin embargo en los años cincuenta, cuando estos temas
eran prácticamente ignorados en la temática del desarrollo y de las relaciones
internacionales, el Estudio resalta la importancia de la educación y el conocimiento. Así:
“Aumentar el capital por hombre es una condición esencial, pero no única, para el
aumento de la productividad. La capacidad de organizar, dirigir y administrar por una
parte, y la destreza técnica de los trabajadores, por otra, son factores que revisten
asimismo gran importancia”. Y unos párrafos más adelantes se insiste: “El problema de la
productividad se presenta pues bajo dos aspectos íntimamente relacionados. Por una
parte la inversión de ahorro en bienes de capital, y por otra, la inversión de ahorro en la
capacitación de hombres que sepan aprovechar eficazmente esos bienes en las distintas
fases del proceso productivo. Una de las cuestiones que exigen más atención, en el
desarrollo de los países latinoamericanos, es la de repartir juiciosamente en ambos
campos de inversión el escaso incremento de ahorros, para obtener el máximo
incremento de la productividad. (Estudio, 1951, página 75, énfasis agregado). En los años
noventa se habla de tecnologías “duras” y de tecnologías “suaves” pero la idea central es
la misma.

Cuarto, refiriéndose a las ideas actuales de CEPAL en materia de integración


económica observa Rosenthal: “Hoy sus planteamientos se acomodan a la tendencia de la
globalización así como ayer estos eran funcionales a la industrialización”. Esta
generalización merece algunas calificaciones. En primer lugar los conceptos de
globalización e industrialización no son directamente comparables. Quizá cabría decir
primero, que hoy los planteamientos cepalinos sobre la integración económica se
acomodan a la tendencia de la globalización así como ayer estos eran funcionales para
superar las asimetrías del sistema centro-perifería; y segundo, que hoy los planteamientos
son funcionales a un incremento de la competitividad internacional, así como ayer lo
fueron a la industrialización. Sin embargo, tanto hoy como ayer, subyacente al tema de la
competitividad internacional o de la industrialización, está siempre presente el de los
incrementos de productividad derivados de la introducción de progreso técnico.

No se trata aquí de minimizar o subestimar las ideas sobre la transformación


productiva con equidad elaboradas (bajo la principal inspiración de Fernando Fajnzylber)
por la CEPAL en la década de los noventa. Todo lo contrario ellas son una inestimable
contribución actualizada a la visión del Estudio, pero no implican ningún quiebre
epistemológico o cambio de paradigma respecto de las ideas fundacionales.
84

La visión centro-periferia a fin de siglo

La visión centro - periferia es, ante todo, una interpretación macroeconómica del
proceso de desarrollo. Sus categorías de análisis se han construido (y los datos
correspondientes se han compilado) en el marco de los límites de los Estados nacionales.
A su vez, en el examen de centros y periferias, las escalas nacionales pueden ser
consideradas conjuntamente para diagnósticos de regiones conjuntas (América Latina por
ejemplo) o por el surgimiento de nuevas unidades políticas y económicas de escala
supranacional (la Unión Europea por ejemplo). La visión macroeconómica no depende,
entonces de los límites geográficos de los Estados nacionales, pero sí es un referente que
estima magnitudes agregadas, distribuciones y promedios sobre las condiciones globales
de empleo e ingreso de sociedades (supranacionales, nacionales, o subnacionales)
específicas. En suma las unidades de análisis básicas de la visión centro periferia son los
Estados (supranacionales, nacionales o subnacionales).

Esta digresión apunta a poner de relieve que los cambios y las revoluciones
tecnológicas se gestan en el seno de sociedades políticamente unificadas (en Estados), y
responden a los niveles educacionales de su población, a la excelencia de sus institutos
académicos y de investigación, y al poder productivo de sus economías para convertir las
innovaciones en productos y procesos que compiten en los mercados mundiales. Desde
este punto de vista los centros, fuente de la presente revolución tecnológica, siguen
siendo los mismos que hegemonizaron las relaciones políticas y económicas
internacionales durante este siglo: Estados Unidos, la Unión Europea (con “centro” en
Alemania), y el Japón. El escenario de las periferias se ha ido diferenciando internamente
con estratos “superiores” como las exitosas economías del Este de Asia, “intermedios”
como las emergentes economías latinoamericanas, e “inferiores” como las economías más
castigadas del Africa al sur del Sahara. Lo que interesa a la visión centro periferia es, en
última instancia el impacto del cambio tecnológico de los centros, sobre el empleo y la
equidad en las periferias.

Desde el punto de vista de las asimetrías sectoriales del desarrollo, (que fueron un
componente esencial de la visión centro - periferia de los años cincuenta), en el campo de
la producción de bienes la transferencia de la población desde las actividades primarias
85

hacia las secundarias (en el interior de los centros) prácticamente se ha completado, y el


protagonismo fundamental corresponde a las actividades de servicios. De hecho las
tendencias asimétricas en materia de empleo exigen investigar el traslado de
trabajadores desde las actividades directamente productoras (o transformadoras) de
bienes a las productoras de servicios.

Primero, la transferencia de oportunidades de empleo desde las actividades


productoras de bienes hacia las actividades productoras de servicios, es una tendencia
estructural que se venía manifestando ya desde la posguerra, pero que la actual
revolución tecnológica ha tendido a acentuar sobre todo en los centros pero también en
las periferias.

Segundo, en el escenario actual del comercio los centros ya no pueden


caracterizarse exclusivamente por la exportación de manufacturas y las periferias por la
exportación de productos primarios. Las periferias que son sede de zonas procesadoras de
exportaciones manufactureras por un lado, y los centros que exportan agricultura
templada por el otro, desdibujan la distinción anterior. La actual revolución biogenética
(clonaciones, hibridaciones, etc.) acentuará este “desperfilamiento”. Además, las
periferias de mayor desarrollo y diversificación (China, India, Brasil, etc.) aunque no sean
protagonistas de la actual revolución tecnológica acrecientan su participación en la
exportación mundial de manufacturas y su poder de mercado gravita cada vez más en el
orden económico mundial.

Este conjunto de factores afecta la distribución mundial del progreso técnico y de


sus frutos de una manera muy diferente a la examinada por el Estudio a fines de la década
del cuarenta. De un lado las asimetrías sectoriales del desarrollo se manifiestan por una
tendencia mundial al incremento del empleo en los servicios y, del otro, las nuevas
posiciones en la división internacional del trabajo expresan una especialización productiva
mundial en que los centros comparten las exportaciones de manufacturas con las
periferias semidesarrolladas pero controlan abrumadoramente las exportaciones de
servicios, en tanto que las periferias continúan exportando bienes primarios y acrecientan
su cuota en la exportación de manufacturas.
86

El progreso técnico se transfiere desde los centros hacia las periferias a través de
dos mecanismos esenciales. De un lado, la exportación de equipos informáticos y
telemáticos en los que se corporiza el avance de las tecnologías de la información, y del
otro, las inversiones directas en actividades productoras de bienes y servicios en que la
instalación de subsidiarias de empresas trasnsnacionales implica el trasplante de procesos
tecnológicos con productividades frecuentemente comparables a las de los propios
centros.

El nuevo escenario ha reducido la función de “locomotora” del crecimiento de las


periferias que cumplían los centros, independizando en grado creciente los niveles de
actividad entre ambos polos. En las actividades productoras de bienes la gran movilidad
del capital productivo y de la tecnología, determinan una tendencia a converger en las
productividades laborales de centros y periferias en los circuitos transnacionalizados.
Como las diferencias salariales se mantienen (pues responden a niveles medios locales y
no estándares internacionales) los costos por unidad de producto tienden a converger
aumentando la competitividad periférica en aquellos circuitos. Los países periféricos
exportan costos ambientales y laborales más baratos por unidad de producto
manufacturado. Esto genera mayor competitividad y rentabilidad para las empresas
transnacionales y una reducción en las oportunidades de empleo de los trabajadores no
calificados en las actividades manufactureras cuya producción se “periferiza”.

En suma las tendencias actuales del cambio tecnológico están clausurando las
formas nítidas del comercio intersectorial en que se fundó el diagnóstico del Estudio y
desarrollando formas de comercio intraindustrial e intrafirma no sólo entre los centros
sino también respecto de las periferias. Paralelamente estas nuevas formas están
acrecentando las transacciones internacionales en el campo de los servicios, constitutivos
de la nueva arena en que se van a dirimir las relaciones centro - periferia del siglo XXI. Los
operadores privados principales de estas transacciones emergentes son las empresas
transnacionales. Sus criterios de asignación de recursos, derivan de estrategias orientadas
a acrecentar su competitividad las que están siendo decisivas en las actuales modalidades
de especialización productiva mundial.

Cabe preguntarse sobre la distribución de los frutos del cambio técnico entre
centros y periferias y dentro de ellos. Las tendencias observables registran un deterioro
de la posición distributiva de los trabajadores de escasa calificación en los países centrales
87

sea por un incremento de sus tasas de desocupación (especialmente en Europa) o por un


deterioro de sus remuneraciones medias. La transferencia de eslabones de la cadena
manufacturera hacia las periferias para aprovechar bajos costos laborales y ambientales,
contribuye a reducir las oportunidades de los trabajadores escasamente calificados de los
centros (Thurow, 1995). En consecuencia en este nuevo escenario mundial ni el cambio
tecnológico ni sus frutos se están distribuyendo de una manera que beneficie
categoricamente a las sociedades de los países centrales. Dicho de otra manera, los
intereses de las empresas transnacionales cuyos criterios de competitividad definen la
asignación mundial de los recursos no necesariamente coinciden con los intereses de los
trabajadores escasamente calificados de las sociedades nacionales donde ubican sus casas
matrices.

Pero si los frutos del progreso técnico ya no son apropiados cerradamente por las
sociedades centrales y se “filtran” hacia los circuitos transnacionalizados de las periferias,
entonces, al menos en esos circuitos transnacionalizados debería comenzar una tendencia
a revertir las crecientes desigualdades de ingresos medios entre centros y periferias. Esto
sin embargo no necesariamente será así, puesto que los salarios de los circuitos
globalizados de la periferia se fijan tomando como punto de referencia la superación de
los salarios medios locales, y no la igualación de los salarios medios de los centros.

El punto central que definirá la repartición del progreso técnico y de sus frutos
entre centros y periferias, será la capacidad de crecimiento de unos y otras y el poder
generador de empleo de ese crecimiento. En este aspecto los circuitos globalizados de la
inversión directa extranjera efectúan una contribución creciente pero muy insuficiente a
la acumulación de capital global de las periferias. El empleo directo e indirecto
(eslabonamientos tecnológicos hacia atrás y adelante) que se genera como consecuencia
de esa inversión parece ser todavía muy escaso. Sin embargo se requieren investigaciones
mejor documentadas y más abundantes de las que hoy existen para determinar la
capacidad generadora de empleo de las actividades productivas que se transnacionalizan
y su contribución potencial o efectiva al crecimiento de largo plazo.

Respecto de la capacidad generadora de empleo de las actividades productivas


transnacionales que se localizan en las periferias, los esfuerzos principales de investigación
deberían centrarse en la manera como la propagación mundial del cambio técnico esta
afectando los sectores de servicios y su capacidad para generar empleos. La OMC
88

distingue entre cuatro tipos de servicios internacionalmente “transables”. Los servicios


cuya prestación implica trasponer las fronteras nacionales (transporte,
telecomunicaciones, etc.), los servicios en que el demandante se traslada al país del
proveedor (turismo, servicios médicos especializados, estudios de especialización, etc.),
los servicios en que el proveedor es una empresa (generalmente subsidiaria de una casa
matriz ubicada en un “centro”)que se traslada al país del demandante o consumidor (
hotelería, televisión por cable, cinematografía, banca, comida rápida, seguros, empresas
de seguridad, fondos de pensiones, supermercados, representaciones comerciales de
productos “de marca”, los servicios en que el proveedor es una persona física que se
traslada temporalmente a otro país para prestarlos (asesoría, asistencia técnica,
capacitación, etc.).

Por último, el tema central de largo plazo es el de la capacidad de las regiones


periféricas para salvar la brecha de niveles de vida que las separan de los centros. Esta
capacidad dependerá del crecimiento medio de su productividad interna y de la cuota de
esos incrementos que pueda ser orientada hacia la acumulación de capital (incluyendo lo
que ha dado en denominarse capital humano o, más ampliamente, capital social). La
capacidad para colocar el sistema financiero (incluyendo el mercado de capitales) al
servicio de una acumulación de largo plazo, se ve gravemente vulnerada por la
globalización financiera mundial. La crisis mexicana de 1994, y las actuales crisis asiáticas
coincidieron en manera importante con una apertura de sus respectivos mercados de
capitales a un escenario financiero mundial caracterizado por alta volatilidad asociada a
las expectativas de operadores bursatiles y cambiarios.

Hasta aquí llega esta reflexión, sobre la visión centro periferia cincuenta años
después. No está claro si el nuevo escenario mundial está generando una nueva versión
de relaciones asimétricas en que los centros podrán consolidar su hegemonía y seguir
acrecentando las distancias económicas con las regiones periféricas. Lo que si resulta
evidente es que el cambio técnico generado en las sociedades centrales y la forma de su
propagación internacional sigue siendo un hilo conductor más estratégico que nunca para
entender el orden internacional emergente.
89

CENTRO Y PERIFERIA
(La visión, el sistema y las políticas)

SIGLO XIX SIGLOXX SIGLO XX


( MITAD) (FINES)
I. VISION

1. Papel central del


progreso técnico y
de su impacto sobre:
las asimetrías del
desarrollo
económico (La misma.) (La misma) (La misma)
2. la determinación
de posiciones
centrales (activas,
hegemónicas) o
periféricas (pasivas,
subordinadas)en la
división
internacional del
trabajo
3. la distribución de
sus frutos entre (y
dentro de) centros y
periferias.

II. SISTEMA

1. Fuente del 1. Rev. Ind. Centros 1.Segunda Rev. Ind. 1. Revolución en


cambio técnico y generan progreso Centros generan tecnologías de la
especialización técnico, exportan progreso técnico, y información.Centros
productiva manufacturas de exportan propagan progreso
consumo y capital e manufacturas de técnico, vía
importan productos consumo y capital a transnacionalización
primarios; Periferias las periferias. productiva. Global.
receptoras pasivas Comercio Financiera.
de progreso técnico, intraindustrial Comercio
exportan productos intracentros. intraindustrial e
primarios e Periferias copian intrafirma entre
importan tecnología industrial centros y periferias.
manufacturas y corporizada en Centros exportan
bienes de capital. equipos, exportan servicios . Periferias
Comercio productos primarios diversifican export.
intersectorial. e importan manufac. de bienes(maquila).
SIGLO XIX SIGLO XX SIGLO XX
(MITAD) (FINES)
90

II. SISTEMA
(cont.)
2.Vía comercio. 2. Vía Comercio. 2. Vía Comercio:
2. Distribución Cesión de parte de Cesión de parte de Búsqueda de la
internacional de las los frutos del los frutos del competitividad
ganancias de progreso técnico. progreso técnico en internacional
productividad entre Deterioro términos la actividad (formas “espúreas”
centros y periferias de intercambio. primaria. Retención y “legítimas”).
Explicaciones por el de los frutos del Vía inversiones
lado de la oferta y progreso técnico en (captan menores
por el lado de la la industria vía costos laborales
demanda. protección.. periféricos).

3. Hegemonía 3. Hegemonía 3. “Triada” (EE.UU,


3. Reglas de juego británica, estadounidense, UE, JAPON).
de la economía colonialismo en descolonización Multilateralismo
mundial. Asia y Africa masiva coexistiendo reglado por OMC,
coexistiendo con con bloques BM, y FMI.
orden liberal en cerrados, crisis, Regionalismo
América Latina. guerras, etc. abierto hemisférico.
Multilateralismo Proteccionismo en Libre flujo de Inv.
fundado los centros, Ext. Directa, de
teóricamente en el comienzo de la tecnología, y de
patrón oro y liberalización servicios.
practicamente en la económica de Asignación privada
balanza de pagos posguerra. (transnacional) de
británica. Fundación del recursos.
GATT, el BM, y el Liberalización
FMI. financiera.

III.ESTRUCTURA
Y POLITICAS EN
LA PERIFERIA

1. Grado de 1.Economías 1. Exportación 1. Transnac. de la


diversificación e primario primarios e industria. Maquila.
integración interna exportadoras industrialización PYMES y
de las estructuras coexistiendo con orientada al microempresas
productivas. economías de mercado nacional. crean empleos.
subsistencia. Het. estructural. Subsiste subempleo.
91

SIGLO XIX SIGLO XX SIGLO XX


(MITAD) (FINES)
III. ESTRUCTURA
Y POLITICAS EN
LA PERIFERIA.
(Continuación)

2.Distribución
interna de las
ganancias de
productividad 2. Fuerza de trabajo 2. Sector primario 2. Globalización del
redundante “subsidia” la progreso técnico y
presiona hacia abajo industria. transnacionalización
las remuneraciones Concentración en las ganancias
y mejora distributiva, internas de
rentabilidad sector consumismo, productividad.
3. Capacidad del primario. Diferentes insuficiencia Fortalecimiento
Estado para incidir tipos de situaciones. dinámica. sector financiero.
sobre las posiciones
periféricas. 3. Orden liberal, 3. Orden 3. Apertura,
apertura económica. proteccionista. privatización,
Industrialización desregulación.
sustitutiva de Menor radio de
importaciones. acción en políticas.
92

PARTE III. PERSPECTIVA TEÓRICA

PARTE 3: MODELOS TEÓRICOS

MERCANTILISMO

En la primera parte, desde una perspectiva histórica y estructural se pasó revista al desarrollo
económico de América Latina desde la Conquista y Colonización hasta nuestros días. El rasgo
definitorio del proceso de desarrollo de América Latina y de las condiciones actuales de lo
que suele denominarse el subdesarrollo latinoamericano, es su fuerte dependencia de la
economía internacional. Esta característica esencial es la que ha predominado en los
diagnósticos de la Escuela Latinoamericana del Desarrollo asociada a la así denominada
Visión Centro Periferia del orden económico internacional.

Al examinar la evolución del pensamiento económico de mayor gravitación académica en


occidente, tema que abordaremos en las secciones siguientes, este curso trata de poner de
relieve que ese pensamiento económico fue elaborado básicamente por los centros
hegemónicos, enfatizando sus posiciones de poder y sus intereses nacionales, o,
alternativamente, reflejando las luchas sociales internas inherentes al desarrollo de las
economías centrales.

La visión centro periferia sirve para destacar que los impactos de estas ideas sobre los
intereses internacionales de América Latina y sobre la evolución de sus procesos sociales
internos, son obviamente diferentes a los que derivaron de la expansión de esas ideas en los
propios centros.

Los temas que se tratan a continuación son los que corresponden a los pensadores que
contribuyeron a elaborar lo que hoy se considera la ciencia económica contemporánea. El
marco histórico de las ideas de estos autores, es el que corresponde al surgimiento del
capitalismo como sistema económico específico a partir de la Revolución Industrial Británica
del Siglo XVIII.
93

Sin embargo todo el periodo colonial de América Latina, que se inicia aproximadamente al
comienzo del siglo XVI, corresponde a la formación de los Estados Nacionales europeos. Las
potencias ibéricas desarrollaban estrategias de poder económico que en la esfera
internacional se fundaron en las ideas mercantilistas y colonialistas. El mercantilismo era una
doctrina económica que, preocupada por la expansión de los mercados internos en proceso
de unificación tras la fundación de los Estados Nacionales requería de una abundante
provisión de metales preciosos que eran la expresión monetaria de la época. Esto explica,
desde luego el papel de las colonias de América Latina en la provisión de dichos metales
preciosos para la expansión del capitalismo mercantil. También explica el vínculo entre las
ideas del mercantilismo y la expansión del colonialismo en América Latina. Sólo se desea
consignar aquí, de la manera más breve, el impacto directo de las ideas económicas de los
centros coloniales sobre el desarrollo de América Latina. En el caso del mercantilismo ese
impacto fue decisivo como idea fuerza orientadora de la empresa colonial.

ESCUELA CLÁSICA (I)

Adam Smith

Introducción
Adam Smith publicó su libro fundacional La Riqueza de las Naciones, en el año de la
independencia política de los Estados Unidos de América. A pesar de que la Revolución
Industrial no se había manifestado aún en sus expresiones más impresionantes (por
ejemplo los alcances de la máquina de vapor), Adam Smith captó, incluso mejor que sus
seguidores ingleses de la escuela clásica (Ricardo y Malthus) la fuerza del poder
productivo del trabajo humano y lo cristalizó en su famoso ejemplo de los alfileres. Dejo
así sentado, de manera indeleble el vínculo que existiría entre extensión del mercado (de
demanda), la división técnica del trabajo, y la expansión del poder productivo. Esta idea
central, la hizo extensiva al mercado internacional concebido por él como el ámbito donde
podían colocarse los excedentes de producción no absorbidos domésticamente a cambio
de bienes que no era posible o rentable producir en Gran Bretaña. Esta idea central ha
seguido siendo el fundamento del libre cambio en el comercio internacional. Tras haber
sido relativamente eclipsada por la teoría de las ventajas comparativas de Ricardo, a
mediados del siglo XX, la explicación del comercio internacional propulsado por las
economías de escala, encuentra su más sólida fundamentación en las ideas de Smith.
94

La teoría del valor de Adam Smith


La obra maestra de Adam Smith en materia de teoría económica fue La Riqueza de las
Naciones. El concepto de riqueza es asimilado por Smith de una manera muy clara con el
concepto de poder económico, y con la noción de valor económico: “La riqueza como dice
el señor Hobbes, es cierta especie de poder, pero el que adquiere o hereda un opulento
patrimonio, o un caudal considerable, no adquiere necesariamente ni hereda un poderío
político, ni una potestad civil o militar. Su riqueza podrá ofrecerle medios para adquirir
todo esto, pero la mera posesión de ella no trae consigo precisamente aquel gran poderío o
potestad de preferencia”.

“Lo que trae inmediata y directamente es un poder grande de adquirir y de comprar, cierto
imperio, cierta prepotencia sobre todo trabajo ajeno y sobre todo el producto de este trabajo
que se halla a la sazón en estado de venta. Su riqueza, pues, será mayor o menor a
proporción de este poder o de la cantidad de trabajo ajeno, o de su producto, que es lo
mismo, que aquella riqueza le habilita para adquirir. El valor permutable, pues, de
cualquier cosa, siempre será igual exactamente a este poder de que reviste el mismo a su
dueño o propietario” (cursivas agregadas a la cita).

De hecho este poder de adquirir trabajo ajeno, no sólo se manifiesta directamente en la


demanda de los empleadores que contratan trabajadores, sino también indirectamente en
cualquier demanda de bienes y servicios efectuada en el mercado. Nótese que, en este
sentido Smith es el claro precursor del concepto de demanda efectiva, que Keynes
rescataría un siglo y medio más tarde para fundar su Teoría General de la Ocupación, el
Interés y el Dinero. Respecto de este concepto fundamental dice Smith: “El precio actual
dicho (Smith se refiere aquí al precio de mercado), de cada cosa particular, se regula por la
proporción entre la cantidad que de ésta hay actualmente en el mercado, y la concurrencia
de los que desean pagar el precio natural de ella, o todo el valor de la renta, trabajo y
ganancia que se haya verificado hasta haberla conducido allí para su venta. Estos
concurrentes pueden llamarse compradores, o empleadores efectivos, y su solicitud por el
género, con una disposición eficaz de comprarlo por su justo valor, la demanda efectiva,
pues que ésta es causa suficiente para la efectiva conducción de los géneros al mercado.
Esta demanda es muy diferente de la general o ineficaz. Un pobre, en cierto modo, puede
decirse que pide, desea, o necesita un coche, y supongamos también que puede en efecto
tenerlo, pero su demanda no es propiamente efectiva, ya que por satisfacer sus deseos
ineficaces nunca será llevada al mercado aquella mercancía”. 2.
Smith propone así una teoría del valor para condiciones de extrema asimetría de riqueza
entre quienes negocian. Si bien reconoce el papel del trabajo como medida del valor, no se
refiere al trabajo contenido o cristalizado en una mercancía, sino a la cantidad de trabajo
que con ella se puede comprar en el mercado. A esta teoría del valor podríamos
denominarla “teoría del valor-poder”. Ese poder, dice Smith, le habilita al poseedor de
riqueza para adquirir mercantilmente, además, otras cosas que no son mercancías como
“poderío político” y “potestad civil o militar”.

2
Adam Smith (1983), La Riqueza de las Naciones, obra citada, página 103.
95

Esta “teoría del valor-poder”, se suele confundir con una “teoría del valor-trabajo
cristalizado” en el sentido de las expuestas por Ricardo o Marx que se examinan más
adelante. En ellas el valor de una mercancía depende de la cantidad de trabajo que, directa o
indirectamente se ha volcado en ella.
Cuando en el precio de las mercancías se incluyen las remuneraciones a la propiedad y a la
gestión empresarial (rentas y ganancias), el precio de una mercancía no corresponde a la
cantidad de trabajo que ella contiene sino a la cantidad de trabajo contenido en otras
mercancías que ella puede comprar: “El valor real de todas las distintas partes componentes
del precio de las cosas viene, de esta suerte, a medirse por la cantidad del trabajo ajeno que
cada una de ellas puede adquirir, o para cuya adquisición habilita al dueño de la cosa. El
trabajo (Smith se refiere aquí al trabajo ajeno que se adquiere con la cosa vendida) no sólo
mide el valor de aquella parte de precio que se resuelve en él, sino de las que se resuelven
en ganancias del fondo y renta de la tierra”3.
En realidad, cuando se habla del poder adquisitivo de cualquier mercancía el concepto
puede quedar algo confuso. En efecto, si yo produzco alfileres mi poder para comprar
trabajo ajeno con los alquileres que vendo, se traducirá en mi riqueza como empresario
productor de alfileres, y mi capacidad para contratar trabajadores productivos que me
ayuden a aumentar mis ganancias y mi proceso de acumulación.
El tema se torna más claro si la mercancía aludida es el dinero. En este caso, el dinero
es el instrumento general de poder adquisitivo, capaz de comprar trabajo ajeno de cualquier
tipo y en cualquiera de sus formas. En este caso queda también mucho más claro que el
dinero es la objetivación y medida del poder adquisitivo cualquiera sea la forma en que
éste poder sea usado. Sin embargo aún admitiendo que la evolución del dinero rápidamente
llevó al estadio de la acuñación de moneda por parte del poder político, Adam Smith no
identifica la naturaleza del dinero con el poder legalizador de la moneda que emana
directamente del poder político (cartalismo o chartalismo), sino que en el fondo continúa,
igual que los otros clásicos y Marx) considerando el valor intrínseco del dinero mercancía.

La teoría del comercio internacional de Adam Smith


La noción de desarrollo económico está en el meollo de la teoría de los mercados que nos
presenta Adam Smith. Para Adam Smith la expansión del mercado es el marco donde
florece el progreso o cambio técnico, y dicho progreso técnico a su turno genera una
oferta creciente y diversificada que estimula la expansión y profundización de los
mercados. Desde la primera línea de su obra maestra la teoría económica de Adam Smith
es una teoría del desarrollo económico. En este sentido amplio podríamos decir que su
análisis es dinámico.

Además, aunque de una manera menos notable pero, sin embargo explícita, su teoría de
los mercados es multidimensional (económica, cultural y política). Por ejemplo cuando
define los precios naturales (por oposición a los precios de mercado) como dependientes

3
Smith (1983), obra citada, Página 97.
96

de las condiciones generales de la sociedad deja abierta la puerta para dicha


multidimensionalidad de enfoque. De manera mucho más clara, su enfoque es también
institucional cuando estudia el proceso sociopolítico a través del cual se determinan los
salarios del trabajo.

Adam Smith vinculó el crecimiento de la capacidad productiva del trabajo a la división del
trabajo y al de instrumentos especializados por parte de los operarios (ejemplo de la
fábrica de alfileres). A su vez condicionó esos avances a la extensión del mercado, lo que
debe entenderse como la escala absoluta que puede alcanzar la demanda de un producto,
como los alfileres del ejemplo. Denominó demanda efectiva a aquella capaz de financiar
los salarios, las rentas, y los beneficios que deben pagarse para colocar en el mercado a
los productos finales, como sería nuevamente, el caso de los alfileres. En estos
argumentos está ya el meollo de la teoría del valor de Smith, entendida como las
cantidades de trabajo que es posible comprar con dicha demanda efectiva para movilizar
el trabajo productivo.

De otro lado, en la segunda parte de su obra maestra (libro IV), Smith usa de nuevo su
noción de demanda efectiva para explicar la extensión del mercado necesaria para lograr
que la división del trabajo y la especialización de los instrumentos productivos alcancen su
pleno desarrollo. Sin embargo esa demanda externa no puede por si misma generar el
poder productivo interno por un acto proteccionista del estado si no existen en el interior
del país los capitales y las capacidades tecnológicas requeridas. En su permanente crítica a
las estrategias mercantilistas orientadas a acumular dinero mercancía (oro, plata, cobre,
etc.) y al esfuerzo de estas doctrinas por mantener balanzas comercial superavitarias para
aumentar las reservas monetarias observa Smith:

“La importación del oro y la plata no es el principal ni mucho menos el único beneficio que
una nación deriva de su comercio exterior. Cualesquiera sean los sitios que entablan dicho
comercio, todos ellos obtienen del mismo dos tipos de ventajas. El comercio exterior
retira la parte excedente del producto de su tierra y su trabajo para la que no existe
demanda en el país, y trae de vuelta a cambio de ella, otra cosa para la que sí hay
demanda…”. “Así, la estrechez del mercado local no impide que la división del trabajo en
ninguna rama de las artes o las manufacturas alcance el grado más alto de perfección. Al
abrir un mercado más amplio para cualquier parte del producto de su trabajo que pueda
exceder el consumo del país, lo estimula a mejorar sus capacidades productivas y a
97

expandir su producto anual al máximo, y de esta manera a incrementar el ingreso y la


riqueza reales de la sociedad…”. “La importación del oro y la plata que sean necesarios en
los países que carecen de minas es indudablemente una parte del comercio exterior, pero
una parte sumamente insignificante. Si un país se lanza al comercio exterior sólo por esa
razón, apenas necesitará fletar un barco por siglo”.

“No ha sido gracias a la importación de oro y plata que el descubrimiento de América ha


enriquecido a Europa. La abundancia de las minas americanas ha vuelto a esos metales
más baratos. Una vajilla de plata puede comprarse hoy con la tercera parte del cereal, o la
tercera parte del trabajo que habría costado en el siglo XV. “…Pero cuando una mercancía
pasa a venderse por la tercera parte de su precio habitual, no sólo sucede que los que la
compraban antes pueden comprar tres veces más, sino que la mercancía desciende a un
nivel donde aparecen muchos otros compradores, quizás diez o veinte veces más que
antes.”

“…El descubrimiento de América, no obstante, dio lugar a un cambio mucho más


fundamental. Al abrir un nuevo e inagotable mercado para todas las mercancías de
Europa dio lugar a nuevas divisiones del trabajo y progresos en las artes que jamás
habrían tenido lugar en el estrecho círculo del antiguo comercio, por falta de un mercado
que comprase la mayor parte de la producción. La capacidad productiva del trabajo
mejoró, la producción aumentó en todos los países europeos y con ella el ingreso y la
riqueza reales de sus habitantes. Las mercancías de Europa eran casi todas desconocidas
en América, y muchas de América lo eran en Europa. Por ello se estableció un nuevo
conjunto de intercambios, que antes habría sido inconcebible, y que por naturaleza debía
resultar tan provechoso para el nuevo continente como ciertamente lo fue para el viejo.
La salvaje injusticia de los europeos hizo que un acontecimiento que debería haber sido
beneficioso para todos resultase ruinoso y destructivo para varios de esos infortunados
países” (Smith, 1999, 547 y siguientes).

Estos elocuentes párrafos son muy ricos en referencias históricas y conceptuales. En este
punto sólo se pretenden enfatizar los argumentos con base en los cuales Adam Smith
explica las ventajas del comercio, de una manera totalmente congruente con sus
fundamentos teóricos generales. Una lectura completa del capítulo relacionado con la
parte I de los sistemas de economía política, es imprescindible para entender el punto de
98

vista de Europa respecto de las ventajas del comercio, de acuerdo con la interpretación de
Adam Smith.

ESCUELA CLÁSICA (II)

David Ricardo

Introducción

De acuerdo con la teoría de los costos comparativos de Ricardo, a los países que se
abren al comercio les conviene exportar los bienes que su trabajo produce de manera
relativamente más eficiente, e importar los bienes que su trabajo produce de manera
relativamente más ineficiente. El comercio opera como un método indirecto de producción.
Un bien es importado porque esta "producción" indirecta, requiere menos trabajo que la
producción directa. Un país gana con el comercio incluso si tiene menor productividad que
sus socios comerciales en todas las industrias. En su versión original el único factor
productivo que Ricardo computa es el trabajo, en consecuencia, las ventajas comparativas
surgen de las diferencias internacionales en la productividad del trabajo.

La teoría del valor de David Ricardo

Para Ricardo el valor de un bien está determinado por la cantidad de trabajo que
contiene, y la tasa de utilidad por el porcentaje de ese valor que remunera al propietario
del capital una vez descontado el valor del trabajo empleado. Puesto que el valor de los
bienes está determinado por su costo real en trabajo, para Ricardo las variaciones en las
cantidades demandadas y ofertadas no ejerce un efecto directo sobre la tasa de
utilidades. La noción de precios naturales para Ricardo es el fundamento de toda su
argumentación. Estos precios son los que corresponden a la situación de equilibrio
estable, por lo tanto si los precios de mercado se apartan de dichos precios naturales, el
mecanismo que hace retornarlos a sus valores “naturales” será el movimiento de los
capitales desde las actividades donde los precios de mercado han caído por debajo de sus
valores naturales, hacia las actividades donde los precios de mercado han subido por
encima de sus precios naturales. Este movimiento, orientado a la igualación de las tasas
de ganancia en todos los sectores, continuará hasta el punto en que las tasas de utilidades
se igualen en cada uso.
99

Esta situación en que las tasas de ganancia de todos los sectores se igualan es el
mecanismo que determina, según Ricardo, la estabilidad de los precios naturales. Estos
precios naturales corresponden a los valores es decir al costo en trabajo, incorporado a
cada mercancía que determina su valor de cambio. Adicionalmente a la postulación de
este mecanismo regulador, Ricardo está supremamente interesado en asegurar la máxima
tasa de utilidades posible para la clase industrial naciente, y su argumento es directo y
contundente: el único factor del cual depende la tasa de utilidades del capital invertido es
el valor de la fuerza de trabajo. Este valor depende del valor de los medios de vida de que
están compuestos sus salarios de subsistencia. A su vez esos medios de vida son
productos primarios agrícolas (maíz o trigo), cuyo valor depende de la fertilidad diferencial
de la tierra. Como las tierras poseen diferente fertilidad, el valor de los cereales se fija por
la cantidad de trabajo requerida para producirlos en la tierra de menor fertilidad. Es decir
por “la cantidad de mano de obra necesaria para producirlos con aquella porción de
capital que no paga renta”. Esa tierra que podríamos denominar “marginal” fija el costo
de todo el cereal producido, y genera una renta diferencial a favor de los propietarios de
las tierras más fértiles que producen los cereales con una cantidad menor de trabajo.

Toda la explicación anterior es necesaria para entender por qué, Ricardo hace depender la
tasa de utilidades de los capitalistas industriales ingleses de la instalación del libre
comercio, de manera que Inglaterra pueda adquirir los cereales a un valor más bajo
importándolos de otros países. Es con base en esta argumentación relativamente
compleja como Ricardo unifica las piezas de su teoría económica y las hace converger a la
necesidad de abrir el comercio de Inglaterra, con base en su teoría de los costos
comparativos.

He aquí como Ricardo mismo resume una parte central de su argumentación:

“Después de haber demostrado que las utilidades del capital, en sus diferentes usos, están
proporcionadas unas a otras, y que tienen una cierta tendencia a variar todas en la misma
dirección, nos queda por considerar cuál es la causa de las variaciones permanentes en la
tasa de utilidades y las consecuentes alteraciones permanentes en la tasa de interés”.
100

“Hemos visto ya que el precio de los cereales se determina por la cantidad de mano de
obra necesaria para producirlos, con aquella porción del capital que no paga renta (es
decir las tierras de menor fertilidad-ADF). Hemos visto también que el precio de todos los
bienes manufacturados aumenta o disminuye en relación directa con la cantidad de mano
de obra necesaria para su elaboración. Ni el agricultor que cultiva aquella cantidad de
tierra que regula los precios, ni el empresario que manufactura los bienes sacrifican parte
alguna del producto por la renta. El valor total de sus bienes se divide solamente en dos
porciones: la una constituye el beneficio; la otra, la retribución de la mano de obra”.

“Si suponemos que tanto los cereales como los bienes manufacturados se venden siempre
a un precio uniforme, las utilidades serían altas o bajas proporcionalmente a que los
salarios sean altos o bajos. Pero supongamos que el precio del cereal aumenta, por
necesitar mayor cantidad de mano de obra para su producción; esta causa no hará subir el
precio de los bienes manufacturados en cuya producción no se requiera una cantidad
adicional de mano de obra. Entonces si los salarios continuasen iguales, las utilidades de
los fabricantes permanecerían iguales; pero si, como con toda seguridad acontece, los
salarios aumentasen a causa del alza de precio de los cereales, en ese caso, sus utilidades
necesariamente tendrían que disminuir”.

Con base en estas consideraciones Ricardo desarrolla su gran propuesta estratégica de


incalculable valor para la defensa de la burguesía industrial inglesa cuyo nacimiento y
consolidación se estaba produciendo en dicho momento histórico.

“Es tan importante para la felicidad de la humanidad entera aumentar nuestros disfrutes
por medio de una mejor distribución del trabajo, produciendo cada país aquellos artículos
que, debido a su clima, su situación y demás ventajas naturales o artificiales, le son
propios, o intercambiándolos por los producidos en otros países, como aumentarlos
mediante un alza en la tasa de utilidades” (Ricardo 1999, 101).

En el párrafo inmediatamente siguiente propone una solución que concilia ambos


objetivos (disfrutes de los consumidores y utilidades de los productores): “He tratado de
demostrar, a través de toda esta obra, que la tasa de utilidades no podrá ser
incrementada a menos que sean reducidos los salarios y que no puede existir una baja
101

permanente de salarios sino a consecuencia de la baja del precio de los productos


necesarios en que los salarios se gastan. En consecuencia si la expansión del comercio
exterior o el perfeccionamiento de la maquinaria hacen posible colocar en el mercado los
alimentos y productos necesarios al trabajador, a un precio reducido, las utilidades
aumentarán. También bajarán los salarios y aumentarán las ganancias si, en vez de
cultivar nuestros propios cereales o manufacturar nosotros mismos los vestidos y demás
artículos necesarios para los obreros, descubriésemos un nuevo mercado del cual
podemos abastecernos a un precio inferior; pero si los artículos obtenidos a precios
inferiores, debido a la expansión del comercio exterior, o al perfeccionamiento de la
maquinaria, son únicamente los artículos que consumen las clases pudientes, la tasa de
utilidades no sufrirá cambio alguno. No se verá afectada la tasa de salarios, aun cuando el
vino, los terciopelos, las sedas y otros artículos caros quedarán reducidos en un 50%,
continuando inalteradas, por lo tanto las utilidades.”

Así pues, el comercio exterior, aun cuando altamente beneficioso para un país, pues
aumenta la cantidad y variedad de los objetos en que puede gastarse el ingreso, y
proporciona, por la abundancia y baratura de los bienes, incentivos para ahorrar, no
muestra ninguna tendencia a aumentar las utilidades del capital, a menos que los
productos importados sean de la clase en que se gastan los salarios del trabajo.” (Ricardo
1999, 101).

En consecuencia Ricardo enlaza de manera totalmente coherente su teoría del valor


trabajo y de los precios naturales, su teoría de los salarios naturales, su teoría de la renta y
de los beneficios, para que todas ellas converjan a la conveniencia de importar los bienes
salarios de los trabajadores, logrando con ello, no sólo abastecer al creciente proletariado
industrial de Inglaterra, sino también mantener o aumentar la tasa de utilidades de los
capitalistas industriales británicos. Sin embargo toda su estructura teórica depende de su
teoría del valor.

La teoría del comercio internacional de David Ricardo

De manera más específica Ricardo introduce aquí la lógica de su famosa teoría de los
costos comparativos. Para entenderla es necesario advertir que el mecanismo utilizado
por Ricardo para reequilibrar los precios naturales no funciona en el ámbito internacional.
En efecto al interior de cada país, cuando los precios de mercado difieren de los precios
102

naturales, el mecanismo corrector equilibrante deriva de que los sectores donde los
precios han subido por encima de los precios naturales, generan tasas de ganancia
superiores a aquellos en donde siguen operando los precios naturales preexistentes, por
lo que el desplazamiento de los capitales hacia los sectores más rentables hará retornar
los precios de dicho sector a sus niveles naturales que son, precisamente, los que
corresponden al contenido en trabajo de las mercancías. Pero Ricardo hace notar que este
mecanismo, consistente en la movilidad intersectorial de los capitales, no opera a escala
internacional, donde Ricardo presume que no existe una movilidad internacional de los
capitales y del trabajo:

“En un sistema de comercio absolutamente libre, cada país invertirá naturalmente su


capital y su trabajo en empleos tales que sean los más beneficiosos para ambos. Esta
persecución del provecho individual está admirablemente relacionada con el bienestar
universal. Distribuye el trabajo en la forma más efectiva y económica posible, al estimular
la industria, recompensar el ingenio y por el más eficaz empleo de las aptitudes peculiares
con que lo ha dotado la naturaleza; al incrementar la masa general de la producción,
difunde el beneficio general y une a la sociedad universal de las naciones en todo el
mundo civilizado con un mismo lazo de interés e intercambio común a todas ellas. Es este
principio el que determina que el vino se produzca en Francia y Portugal, que los cereales
se cultiven en América y en Polonia, y que Inglaterra produzca artículos de ferretería y
otros.”

“En términos generales, las utilidades de un mismo país siempre están en un determinado
nivel; o difieren solamente cuando la inversión de capital es más o menos segura y
apetecible. No sucede esto entre países distintos. Si los beneficios derivados del capital
invertido en Yorkshire excediesen de los que se obtienen del capital empleado en Londres,
el capital de Londres se trasladaría rápidamente a Yorkshire y se realizaría una igualación
de utilidades; en cambio, si a consecuencia de una tasa reducida de producción en
Inglaterra, debido al aumento de capital y de la población, se registrase un aumento en los
salarios y se redujesen las utilidades, no sería de esperar que el capital y la población
inglesa emigrasen a Holanda, España, o Rusia, donde las utilidades podrían ser mayores.”

“Si Portugal no tuviera relaciones comerciales con otros países, en lugar de emplear una
gran parte de su capital y de su industria en la producción de vinos, con los cuales
adquiere de otros países la ropa la ferretería que consume, se vería obligado a dedicar una
103

parte de ese capital a la fabricación de dichos bienes, los cuales obtendría probablemente
en menor cantidad y de inferior calidad”.

“La cantidad de vino que tendría que pagar a cambio del paño obtenido en Inglaterra no
se determina por las cantidades respectivas de trabajo necesarias para la producción de
cada uno de ellos, si ambos bienes se fabricaran en Inglaterra o en Portugal”.

“Inglaterra puede encontrarse en circunstancias tales que la producción de paños pueda


requerir el trabajo de 100 hombres durante un año. Si tratase de producir el vino
probablemente necesitaría el trabajo de 120 hombres durante el mismo tiempo.
Consecuentemente, Inglaterra prefiere adquirir el vino importándolo a cambio del paño
que produce”

“Portugal probablemente pueda producir su vino mediante el trabajo de 80 hombres


durante un año, mientras que para la producción del paño requiera el trabajo de noventa
hombres durante el mismo tiempo. Resulta, en consecuencia, ventajoso para Portugal
exportar vino a cambio de paños. Este intercambio puede efectuarse aún cuando la
mercadería importada se pueda producir en Portugal mediante una cantidad menor de
mano de obra que en Inglaterra. Aún cuando podría producir el paño con el trabajo de
noventa hombres, lo importaría de un país donde se emplee el trabajo de cien obreros, ya
que sería más provechoso para él emplear su capital en la producción de vino, mediante el
cual obtendría una cantidad mayor de paños procedentes de Inglaterra, que el que podría
producir invirtiendo en la manufactura de paños una parte del capital que ahora dedica a
la producción de vino.”

“Inglaterra daría de este modo el producto del trabajo de 100 hombres, a cambio del
trabajo de 80. Un intercambio de esta naturaleza no podría llevarse a cabo entre
individuos de un mismo país. El trabajo de cien ingleses no puede cambiarse por el trabajo
de 80 ingleses, pero el producto del trabajo de 100 ingleses puede ser cambiado por el
producto de la labor de 80 portugueses, 60 rusos, ó 120 indios orientales. La diferencia a
este respecto se explica fácilmente si se considera la dificultad con que el capital se mueve
de un país a otro, cuando se buscan inversiones más productivas, y la actividad con la que
invariablemente pasa de una provincia a otra en un mismo país” (Ricardo 1999, 102-103).
104

Conviene aquí introducir aquí una digresión, apropiada para la comprensión del
significado que hoy podemos otorgar a la noción de economía política global. Un rasgo
definitorio de la noción de globalización entendida en sentido restringido, es el de la
creciente movilidad internacional del capital, a través de la acción de las corporaciones
transnacionales. Estas nuevas circunstancias modifican el significado de las teorías de los
costos comparativos. El mismo Ricardo anticipó esa distinción:

“Representaría indudablemente una ventaja para los capitalistas ingleses y para los
consumidores de ambos países (Inglaterra y Portugal-A.D.F.) que, en tales circunstancias,
tanto el vino como el paño fuesen fabricados en Portugal, y que por lo tanto, así el capital
como el trabajo que Inglaterra emplea en la producción de paños, se trasladara a Portugal
para este propósito. En tal caso, el valor relativo de estos artículos sería controlado por el
mismo principio, como si uno fuese producido en Londres y otro en Yorkshire; en
cualquier otro caso, si el capital afluyera libremente hacia los países donde pueda ser
empleado más lucrativamente, no podría existir diferencia alguna en la tasa de utilidades
ni tampoco en los precios reales o precios en trabajo de los bienes, salvo en la cantidad
adicional de trabajo requerida para llevarlos a los diferentes mercados donde habrán de
venderse”.

“Sin embargo la experiencia ha demostrado que la inseguridad real o imaginaria del


capital, cuando éste no está bajo el control inmediato de su dueño, aunada a la natural
renuencia que siente cada persona a abandonar su país de origen y sus relaciones,
confiándose a un gobierno extraño, con nuevas leyes, detienen la emigración del capital.
Estos sentimientos, que lamentaría ver debilitados, son la causa de que muchos
capitalistas se den por satisfechos con una tasa de utilidades baja en su propio país, en vez
de buscar un empleo más ventajoso de su riqueza en países extraños” (Ricardo 1999, 104).

Conviene hacer notar que para Ricardo, el tema del valor se agota con los costos en
trabajo requeridos para producir una mercancía, y su teoría no toma en cuenta para nada
el tema de la demanda efectiva, y de sus eventuales fluctuaciones. Al considerar el dinero
como una mercancía sujeta igual que cualquier otra mercancía a la teoría del costo en
trabajo, y, al partir en sus argumentaciones siempre de posiciones de equilibrio general
estable (precios naturales para los que se igualan las tasas de ganancias de los capitales en
105

diferentes sectores), Ricardo desestima el papel de la demanda como un factor que opera
solamente mediante momentos de perturbación del equilibrio general. Es este equilibrio
general, inherente a las vigencia de los precios naturales, el que Ricardo toma en
consideración para sus formulaciones teóricas.

Los sistemas nacionales de economía política y la escuela americana

Friedrich List (1789-1846)

Marco histórico de sus ideas y repaso biográfico

Friedrich List fue un economista alemán, el más importante junto con Karl Marx en la
Alemania del siglo XIX. Fue probablemente el primero que planteó una estrategia
completa de desarrollo nacional tras el cambio producido en los procesos productivos
de Occidente por la Revolución Industrial Británica. Su epistemología no fue abstracta
o deductiva sino apoyada en un estudio de la historia. Fue el gran promotor de la
integración de los 39 Estados alemanes en un solo gran país a través de la formación
de una unión aduanera, Idea inspiradora de la construcción de un gran Estado alemán,
la que fue llevada a la práctica durante el gobierno de Bismarck (1815-1898). Sufrió el
exilio por sus ideas políticas que atacaban los intereses particulares de muchas
ciudades Estado en que se fragmentaba lo que sería el futuro Estado Alemán. Se
trasladó a Estados Unidos de América ya constituidos como nación unificada e
independiente, en donde recibió la influencia de pensadores estadounidenses, en
particular Hamilton y Carey. Estos pensadores y políticos estadounidenses fueron
fundadores a su vez de lo que se denominó Escuela Americana, que compartían las
mismas inquietudes orientadas a consolidar la independencia de las colonias
americanas que se había logrado en 1776, con la fundación de los Estados Unidos.

Su obra principal fue Sistema Nacional de Economía Política (1841), precedida,


durante su estancia en Estados Unidos por Esbozos de Economía Política Americana
(1827), donde ya están sus ideas principales formuladas a través de cartas dirigidas a
personajes políticamente importantes de Estados Unidos.
106

Nació en agosto de 1789 (año de la Revolución Francesa) en una ciudad Estado con
alto grado de autonomía, regida por una constitución republicana, por lo que él
enfatizaba su condición de “republicano por nacimiento”. Trabajó en la Administración
Pública local y por su experiencia práctica fue profesor de administración pública en
1818, cátedra orientada a la formación adecuada de funcionarios al servicio del sector
público.

Mientras duró el, así denominado, Sistema Continental Napoleónico que desde los
primeros años del siglo XIX dominó Europa occidental y bloqueó a Gran Bretaña (su
gran enemigo) en sus esfuerzos por comerciar con Europa. Los Estados alemanes
tuvieron la oportunidad de desarrollar su industria. Ante la escasez de manufacturas
inglesas comenzó a desarrollarse, en algunas ciudades Estado de Alemania (aún
fragmentada) una industrialización, que, en el lenguaje contemporáneo
latinoamericano podríamos calificar como de sustitución de importaciones. Hasta que,
con la derrota de Napoleón (1814), la “invasión” de manufacturas británicas hacia los
pequeños Estados Alemanes destruyó rápidamente los avances industriales que
habían estado teniendo lugar. Esta experiencia histórica consolidó sus ideas
industrialistas y proteccionistas, profundamente contrarias a las prédicas de Adam
Smith, David Ricardo y Juan Bautista Say en favor de la vigencia de los mercados libres
y desregulados.

En 1819 contribuyó a organizar la Unión de Mercaderes de los 39 Estados Alemanes


independientes integrados en una confederación. El objetivo era eliminar las barreras
aduaneras internas que impedían la formación de un solo mercado nacional alemán.
Encarcelado y perseguido por sus ideas políticas emigra, como ya observáramos, a los
Estados Unidos donde conoce las ideas de Hamilton y Carey.

List, hombre de recursos económicos e iniciativa empresarial, invierte en la


explotación de una mina y en la construcción de un ferrocarril y participa activamente
en la campaña presidencial de Andrew Jackson quien lo hace ciudadano honorario de
los Estados Unidos. Esto le permite retornar a Alemania con el cargo de cónsul
honorario de los Estados Unidos en Leipzig. Tras un interregno en París, retorna a
Alemania y publica en 1841 su Sistema Nacional de Economía Política. Finalmente,
perseguido por múltiples enemigos políticos, con problemas de salud y arruinado
económicamente se suicida en 1846. Hoy es considerado en Alemania como un héroe
nacional y un padre intelectual de la constitución de la gran nación alemana.

Teoría del valor económico y teoría de las fuerzas productivas nacionales


107

Si recordamos lo dicho sobre Adam Smith, éste reconoce al trabajo humano como
fuente de los productos que se venderán como mercancías. También distingue con
bastante precisión la noción de productividad del trabajo, cuyo incremento se logra
mediante la división técnica del trabajo en el interior de los talleres tal como lo explica
en su ejemplo de los alfileres. List reconoce esas penetrantes contribuciones de Adam
Smith incluyendo el concepto de cooperación, es decir el proceso de volver a reunir las
piezas partes y componentes que son fruto de la división del trabajo en un producto
terminado.

Sin embargo List tiene una visión mucho más amplia y profunda de las razones del
incremento de la productividad laboral. List rescata una noción de trabajo social que
va mucho más lejos que la relacionada con la mera cooperación en un taller de
alfileres.

“Evidentemente la esencia de la ley natural, a base de la cual la Escuela [así llama List a
la corriente liderada por Adam Smith] explica fenómenos tan importantes en la
economía social, no es una división del trabajo, sino una división de diversas
operaciones económicas entre distintos individuos, pero, a la vez también, una
confederación o agrupación de diferentes actividades, ideas y energías para realizar
una producción común. El fundamento de la productividad de estas operaciones no
radica meramente en el hecho de la división, sino sustancialmente en el hecho de la
agrupación. Adam Smith da cuenta de ello cuando dice: “los artículos necesarios para
los elementos más modestos de la sociedad son un producto del trabajo conjunto
(joint labour) y de la cooperación de un cierto número de individuos”. Es lástima que
Adam Smith no haya desarrollado esta idea del trabajo social tan claramente
expresada”

“El obrero que hace las cabezas de los alfileres [sigue diciendo List], debe tener en
cuenta el trabajo del que afina las puntas, para no correr peligro de fabricar
inútilmente una cantidad mayor. Las prestaciones del trabajo de todos deben guardar
entre sí una justa proporción; los obreros han de convivir en lo posible, garantizándose
la cooperación entre ellos”.

Refiriéndose a la teoría del valor de Adam Smith, List observa: “Si hubiera desarrollado
la idea de fuerza productiva sin dejarse llevar por la idea valor, de valor en cambio,
hubiese llegado al convencimiento de que, junto a una teoría de los valores, debe
existir una teoría de las fuerzas productivas, si se quiere explicar los fenómenos
económicos” (221).
108

List tiene una visión muchísimo más amplia de lo que debe considerarse trabajo social.
Esa visión no se agota en absoluta con el ejemplo de los operarios que fabrican
alfileres:

“Si se señala simplemente el trabajo corporal como causa de la riqueza, ¿por qué
razón las naciones nuevas son incomparablemente más ricas, pobladas, potentes y
felices que las naciones de la Antigüedad? En los pueblos antiguos, en proporción a la
población entera había ocupados más brazos, el trabajo era mucho más duro, cada
individuo poseía muchas más tierras, y, sin embargo, las masas estaban alimentadas y
vestidas mucho peor que en tiempos recientes. Para explicar este fenómeno hemos
de referirnos a todos los progresos realizados en el transcurso del pasado milenio en
las ciencias y en las artes, en las instituciones domésticas y públicas en la cultura
intelectual y en la aptitud para la producción. El estado actual de las naciones es el
resultado de la acumulación de todos los descubrimientos, invenciones,
perfeccionamientos, mejoras y esfuerzos de las generaciones pasadas, forman el
capital espiritual de la humanidad viviente, y cada nación, en particular, sólo es
productiva en la proporción en que ha asumido en sí estas conquistas de anteriores
generaciones, y ha sabido incrementarlas por su propio esfuerzo, y en la medida en
que las energías naturales de su territorio, la extensión y posición geográfica del
mismo y su número de habitantes y poder político, le capacitan para desarrollar, con la
mayor perfección y armonía posible todos los ramos de la alimentación dentro de sus
fronteras, y de ejercer su influencia moral, intelectual, industrial, comercial y política
sobre naciones menos adelantadas, y, en definitiva sobre la situación del mundo”
(223-224).

En la visión de List la noción de trabajo social no se reduce al trabajo asalariado del


obrero en un taller o fábrica, sino que se proyecta como un esfuerzo común que forma
parte del espíritu nacional. List fue también el padre fundador del historicismo alemán
que posteriormente incluyó figuras tan importantes como Werner Sombart y Max
Weber, que, junto con Marx, fueron grandes intérpretes del capitalismo. Por lo tanto
la noción de trabajo social en List es muchísimo más amplia y profunda que en Adam
Smith.

“En la teoría de los valores [aquí List habla de la teoría de los valores de Adam Smith],
sólo pueden tomarse en consideración estos productores de energía productiva en
109

cuanto son remunerados por sus servicios con valores en cambio, y el modo como sus
prestaciones son consideradas, puede tener en muchos casos, importancia práctica,
como, por ejemplo, en la teoría de los impuestos públicos, en cuanto dichos impuestos
han de abonarse con valores de cambio. Ahora bien cuando se trata de las
circunstancias internacionales o colectivas de la nación, esa teoría es insuficiente y
conduce a una serie de opiniones limitadas y falsas” (226-227).

La perspectiva nacional o, mejor aún nacionalista queda muy bien caracterizada por
List en los siguientes párrafos:

“Cuando la Escuela [de Adam Smith] señala la división de operaciones como esencial
de esa ley natural, incurre en el defecto de aplicarla solamente a la fábrica aislada o a
la simple explotación agrícola; no advierte que la misma ley extiende su eficacia al
conjunto de la energía manufacturera y agrícola, a la totalidad de la economía de la
nación”.

“Así como la fábrica de alfileres solo puede prosperar mediante la cooperación de la


energía productiva de los individuos así también cada especie de fábrica prospera sólo
por la cooperación de sus energías productivas con las de todas las demás unidades
fabriles. Para que prospere por ejemplo una fábrica de maquinaria, es preciso que las
minas y explotaciones metalúrgicas suministren los materiales necesarios, y que todas
las cien especies de fábricas que necesitan máquinas, le tomen sus productos. Sin
fábricas de maquinarias, una nación en época de guerra correría el peligro de perder la
mayor parte de su energía manufacturera.

Igualmente el conjunto de la industria prospera tanto más frente al conjunto de la


agricultura, y esta última frente a aquella, cuanto mayor es su afinidad, cuanto menos
se obstaculizan entre sí, en su recíproca influencia. Los beneficios de su cooperación
bajo un mismo poder político en tiempo de guerra, de diferencias nacionales, crisis
mercantiles, trastornos del crecimiento, etc., no es menos evidente que las ventajas
de la unión de las personas que colaboran en una fábrica de alfileres bajo un mismo
techo (232-323).

“El estado social entero de una nación debe juzgarse según el principio de la división
de operaciones técnicas y de la cooperación de las fuerzas productivas. Lo que para la
110

fábrica de alfileres es el alfiler mismo, es el bienestar nacional para la gran sociedad


que se denomina nación. La división más elevada de las operaciones económicas en la
nación es aquella que las distingue entre las espirituales y materiales. Ambos sectores
se condicionan recíprocamente. Cuanto más contribuyen los productores espirituales
al fomento de moralidad, de la religiosidad, del progreso, del incremento del saber, de
la expansión de la libertad y del perfeccionamiento político, de la seguridad de las
personas y de la propiedad en el interior, de la autonomía y potencialidad de la nación
hacia el exterior, tanto mayor será la producción material; cuantos más bienes
producen los productores materiales, tanto más se fomenta como consecuencia la
producción material (239). Énfasis agregado a la cita.

Teoría del desarrollo armónico

“Como en la fábrica de alfileres, así también en la nación la productividad de cada


individuo, de cada ramo singular de la producción y del conjunto descansan, en
definitiva, sobre el hecho de que la actividad de todos los individuos se halle en una
justa proporción mutua. Denominamos a esta relación equilibrio o armonía de las
energías productivas” (240). [Énfasis añadido a la cita]

Esta relación de equilibrio o armonía de las energías productivas de que nos habla List,
puede expresarse, quizá, de manera cuantificada a través de una matriz de insumo
producto como las que se empezaron a utilizar, tras la expansión de la macroeconomía
Keynesiana, y los trabajos de Leontief, Chenery, Clark, Passineti, y otros economistas.
Es claro que las ideas de List incluyen lo que él, igual que otros historicistas (como Max
Weber o Sombart denominaban el espíritu del capitalismo).

Lo que interesa a List no es la cantidad de trabajo requerida hoy para producir una
mercancía (aspecto cubierto por las teorías clásicas del valor trabajo) sino el poder
(fuerza o energía) productiva requerida para lograr la expansión futura de dicho poder
productivo. Esta visión compromete o requiere de la cooperación de todos los actores
y sectores de la sociedad y no se agota en la cantidad de trabajo ya invertida para
generar el producto social (suma de los valores de cambio expresada en unidades de
trabajo).

“Como hemos demostrado ya en un capítulo anterior, no se trata de incrementar


mediante restricciones mercantiles, de modo inmediato, las suma de los valores en
cambio de una nación, sino la suma de sus fuerzas productivas. Creemos haber
demostrado hasta la saciedad, en el capítulo precedente, que la suma de las energías
productivas de la nación no coincide con el agregado de las energías productivas de
todos los individuos, singularmente considerados, y que la suma de estas energías se
111

halla principalmente condicionada por la situación social y política, en particular por el


grado en que la nación ha llevado a cabo en su seno la división del trabajo y la
cooperación de las energías productivas” (247-248)

Teoría de las etapas del desarrollo económico

“En el aspecto económico las naciones tienen que recorrer los siguientes estadios de
evolución: estado de salvajismo, etapa pastoril, etapa agrícola, etapa agrícola-
manufacturera, etapa agrícola-manufacturera-comercial”

“La historia industrial de las naciones revela –en ningún caso de modo tan evidente
como en el de Inglaterra- que la transición del estado rudimentario a la ganadería, de
ésta a la agricultura, y de la agricultura a los primeros comienzos en la manufactura y
en la navegación, se efectúa del modo más rápido y ventajoso mediante el comercio
libre con otras ciudades y países más adelantados; que, en cambio, sólo mediante la
intervención del poder público puede llegarse a poseer una fuerza manufacturera
completa, una flota importante y un comercio exterior ampliamente desarrollado”
(253-254). El énfasis fue añadido en esta cita.

En suma este y otros párrafos son una muestra de la importancia que List confiere a la
unificación política de una nación, es decir a la idea de la Nación-Estado. Hay un matiz
diferenciador entre esta noción y la de Estado-Nación. La nación es en List una noción
riquísima, multidimensional que incluye las energías productivas y espirituales de una
sociedad. El Estado es la expresión política de esa unidad nacional.

En la primera parte de su obra principal List efectúa un estudio de la historia


económica y política de varias naciones europeas y euro asiáticas: los italianos, los
países hanseáticos (ciudades marítimas del norte de Alemania), los holandeses, los
ingleses, los españoles y los portugueses, los franceses, los alemanes, los rusos, y los
norteamericanos.

A partir de esos estudios List concluye:

“En todas partes nos muestra la historia una fuerte y recíproca influencia entre las
energías y situaciones de la sociedad y de los individuos. En las ciudades italianas y
hanseáticas, en Holanda e Inglaterra, en Francia y América, vemos aumentar las
energías productivas, y, como consecuencia, la riqueza de los individuos, en
proporción a la libertad y al perfeccionamiento de las instituciones políticas y sociales;
vemos también cómo éstas encuentran el estímulo de su ulterior perfeccionamiento
en el desarrollo de las riquezas naturales y de las energías productivas de los
individuos. El verdadero auge de la industria y del poderío inglés data de la época del
112

auténtico establecimiento de la libertad nacional inglesa, al mismo tiempo que decaen


las libertades de la industria y del poderío de los venecianos, de los hanseáticos, de los
españoles y de los portugueses. Por laboriosos, económicos, inventivos e inteligentes
que sean los individuos, no pueden suplir la falta de instituciones liberales. La historia
enseña también que los individuos extraen la mayor parte de su energía productiva de
las instituciones y circunstancias sociales” (197). En este párrafo utiliza la expresión
instituciones liberales en un sentido que no se confunde con el liberalismo económico
de Smith y está más vinculado con una noción de liberalismo político en la tradición de
la Revolución Américana (1776).

Y finalmente volviendo al tema de las etapas o fases del desarrollo económico de las
Naciones- Estado, concluye List sus capítulos de análisis histórico diciendo:

“La historia nos revela, finalmente, cómo las naciones dotadas con todos los recursos
naturales exigidos para llevar su riqueza y poderío al grado más alto, sin entrar en
contradicción con sus esfuerzos, pueden y deben alterar sus sistemas, a medida que
van progresando, elevándose mediante el comercio libre con naciones más
adelantadas hasta salir fuera de la barbarie y perfeccionar su agricultura, estimulando
mediante sus limitaciones el auge de sus manufacturas, de sus pesquerías, de su
navegación y de su comercio exterior y después de haber alcanzado el más alto nivel
de riqueza y de poderío, pueden efectuar un paulatino retorno al principio del libre
cambio y de la libre competencia, tanto en el mercado propio como en el extranjero,
protegiendo a sus agricultores, industriales y comerciantes contra la indolencia, y
estimulándoles a defender el predominio adquirido. Vemos como España, Portugal y
Nápoles se encuentran en el primer estadio; en el segundo Alemania y Norteamérica;
Francia parece cercana a los límites de la última etapa, que en la actualidad sólo ha
sido alcanzada plenamente por Inglaterra”.

En suma, List cree en la necesidad de la unión política en una gran Nación-Estado,


donde el poder político encauce y regule el desarrollo del poder productivo nacional, y
a través de sucesivas etapas o fases conduzca a la plena realización de un proyecto
nacional conjunto.

Economía privada, economía cosmopolita y economía política

List distingue entre tres disciplinas, por un lado la economía privada referida a los
empresarios e inversionistas individuales de un país, por otro lado la economía
cosmopolita que sería la interacción entre los empresarios a escala mundial. Pero
113

alega que ninguna de estas dos disciplinas económicas es efectivamente economía


política, porque no toman en cuenta una entidad fundamental: la Nación-Estado.

En este punto List cita a Adam Smith:

“Lo que es prudente en la economía privada –dice Adam Smith- difícilmente puede
llegar a constituir una insensatez en la economía de las grandes naciones. Cuando
persigue su propio interés cada individuo fomenta también de modo necesario los
intereses de la sociedad. Evidentemente, como cada individuo conoce del modo más
perfecto las circunstancias locales y su negocio, le dedica la máxima atención, y está
en mejores condiciones que el estadista y el legislador para juzgar cuál es la mejor
aplicación que puede darse a sus capitales. Quien se atreva a dar normas al pueblo
para explicarle cómo debe invertir sus capitales, no solamente se toma un trabajo
vano, sino que se atribuye una autoridad que sólo al individuo corresponde, y que por
ningún concepto puede confiarse a aquellas personas que a juicio propio se
consideran aptas para realizar tan difícil misión”.

“De ello deduce Adam Smith lo siguiente (sigue diciendo List interpretando
críticamente las ideas de Smith): Las limitaciones mercantiles hechas con el propósito
de estimular la industria nacional son pura locura; cada nación, como cada individuo,
debe comprar donde las mercancías se le ofrecen más baratas; para alcanzar el
máximo grado de bienestar nacional basta seguir el principio del laissez faire laissez
passer. Smith y Say comparan una nación que quiere aumentar su industria mediante
aranceles proteccionistas a un sastre que pretendiera confeccionar sus propios
zapatos, y a un zapatero que para aumentar su bienestar impusiera un tributo a
cuantos traspasaran el umbral de su casa” (páginas 242-243).

List ataca firmemente esas ideas de Smith y de Say que según él provienen de
confundir los principios de la economía privada donde los actores son los empresarios
individuales, con los principios de la economía política donde los actores son las
naciones. Por lo tanto para List la economía privada es muy distinta en sus principios a
la economía política. Y el comercio interindividual de los mercados interiores es muy
distinto del comercio entre las naciones o comercio internacional. Por lo tanto el
comercio internacional es por definición el campo de la economía política y no el
campo de las economías y mercados interindividuales.

Al respecto la respuesta de List a los miembros de “la escuela” (Adam Smith y Juan
Bautista Say) es categórica y contundente:

“No. En la economía nacional puede ser juicioso lo que sería necio en la economía
privada, y a la inversa, por la sencilla razón de que un sastre no es una nación, y una
114

nación no es un sastre; porque una familia es cosa completamente distinta de una


asociación de millones de familias y un hogar algo diferente de un gran territorio
nacional”.

“Aunque es el individuo quien mejor conoce y percibe su propio interés, cuando posee
libertad de acción no siempre propulsa los intereses de la sociedad. Preguntemos a los
jueces y sabremos cómo a veces envían ciertos individuos a la cárcel por un exceso de
capacidad inventiva, por una excesiva actividad “industrial”. Ladrones, rateros,
contrabandistas y falsarios conocen perfectamente las condiciones locales y
personales, y aplican la más estrecha atención a su negocio; pero de ello no se deduce
en modo alguno que donde mejor esté la sociedad sea allí donde individuos de esa
ralea encuentran menos trabas para el ejercicio de su “industria” privada” (página
244).

El proteccionismo como estrategia de desarrollo industrial

Y finalmente justificando su posición a favor de la industria y de ciertos grados de


protección nacional frente a las mercancías extranjeras en el comercio internacional
afirma:

“La afirmación de la escuela [de Adam Smith] según la cual el sistema proteccionistas
fomenta intervenciones antijurídicas y antieconómicas del poder del Estado en el
incremento de capital y en la industria de los particulares aparece a una luz menos
ventajosa si consideramos que las regulaciones mercantiles extranjeras son las
causantes de semejantes intervenciones en nuestra industria privada, y que sólo
mediante el sistema proteccionistas podremos evitar los efectos nocivos de la política
mercantil extranjera. Cuando los ingleses cierran sus mercados a nuestros granos
¿Qué otra cosa hacen sino prohibir a nuestros agricultores cultivar cereales que
hubiesen podido exportar a Inglaterra en régimen de libre importación? Cuándo
gravan nuestras lanas, nuestros vinos, nuestra madera para la construcción, con
aranceles tan altos que cesa en su totalidad o en gran parte nuestra exportación al
extranjero ¿Qué otra cosa sucede con ello sino que el poder político inglés ha limitado
relativamente la mencionada rama de producción? En estos casos mediante la
legislación extranjera se da a nuestros capitales y a nuestras energías personales una
orientación que difícilmente hubieran adoptado sin tales medidas. De aquí resulta que
si quisiéramos renunciar a dar, mediante nuestra legislación propia, a nuestra industria
nacional, una dirección adecuada a las conveniencias de nuestra nación, no podríamos
impedir que las naciones extranjeras regularan nuestra industria nacional de una
forma adecuada a su propia ventaja efectiva o presunta, y que en todo caso influyera
perjudicialmente sobre el desarrollo de nuestras energías productivas.”
115

En resumen List rechaza la confusión de “la escuela” entre economía privada (que
regula las relaciones económicas entre los individuos) y economía política (que regula
las relaciones económicas entre las Naciones-Estado.) Rechaza la idea de que lo que es
bueno para los empresarios privados sea necesariamente bueno para las naciones.
Rechaza por lo tanto el principio de laissez faire, laissez passer, aplicado al comercio
internacional. Sobre estas bases y siguiendo similares postulados a los adoptados por
la “escuela americana” (Hamilton y Carey) propulsa de manera categórica la noción del
proteccionismo de la “industria naciente” como forma de lograr el desarrollo
autónomo de las naciones. En ese sentido toma como ejemplo las estrategias que
efectivamente adoptó la Escuela Americana promotora del desarrollo industrial
autónomo que convirtió a Estados Unidos muchos años después en la potencia
hegemónica del mundo occidental. También Alemania a través del desarrollo
autónomo de su industria, nacionalmente protegido en el campo del comercio
internacional, logró su potencial industrial que hasta hoy, la convierte en la potencia
económica más importante de Europa Occidental.
116

El MARXISMO

Carlos Marx

Introducción

Marx publicó su primer tomo de El Capital casi cincuenta años después de los
Principios de Ricardo. Su visión ideológica del proceso capitalista fue profundamente al
liberalismo extremo de Ricardo. Influido por las ideas de los socialistas utópicos y por la
dialéctica hegeliana, su teoría económica fue puesta al servicio de una filosofía de la
historia cuya dinámica estaba basada en la lucha de clases. En 1870 fecha aproximada de
El Capital, ya resultaba clara la explotación inicua a que estaba sometida la clase obrera en
Inglaterra, las interminables jornadas de trabajo que no respetaban a niños ni mujeres, y
las condiciones de subsistencia muchas veces infrahumanas derivadas del bajo poder
adquisitivo del salario. A diferencia de otras corrientes socialistas y sindicalistas que
intentaron mejorar la condición de la clase obrera a través de un mejoramiento de la
legislación laboral y social, Marx planteó de manera radical su mensaje revolucionario,
orientado a terminar con el orden capitalista y con el poder de la burguesía industrial que
Ricardo había planteado.

Lo interesante y paradójico es que Marx así como afirmó haber puesto “cabeza
arriba” la dialéctica idealista hegeliana mediante su visión materialista histórica, también
puso “cabeza abajo” la teoría Ricardiana del Valor y de las utilidades. La teoría del valor de
Ricardo le sirve a Marx admirablemente para fundamentar en la esfera económica su
teoría de la explotación y de la lucha de clases. En efecto la teoría del valor ricardiana
exponía que existía una relación inversa entre la proporción de los salarios y de las
utilidades en los precios naturales de los productos. Sin embargo el lente ideológico de
Ricardo utilizó esta teoría del valor para defender la posición de la burguesía industrial
frente a la clase terrateniente inglesa por un lado y frente a la clase obrera por el otro.

Por oposición, el lente ideológico de Marx utilizó esta teoría del valor,
convenientemente profundizada y enriquecida, para plantear su teoría de la explotación
asociada a sus nociones de plusvalía absoluta y relativa. Marx, no aceptará posiciones
reformistas o gradualistas, su mensaje será claro: luchar por la desaparición del
117

capitalismo y de la burguesía industrial que lo controla y abogar por un tránsito hacia la


sociedad comunista a través del interregno de la dictadura del proletariado.

La teoría del valor de Carlos Marx

En palabras del propio Marx:

“La plusvalía que el capital desembolsado C arroja en el proceso de producción, o sea, la


valorización del valor del capital desembolsado C, se presenta a primera vista como el
remanente del valor del producto sobre la suma del valor de sus elementos de
producción”.

“El capital C se descompone en dos partes: una suma de dinero, c, invertida en medios de
producción, y otra suma de dinero, v, invertida en fuerza de trabajo; c representa la parte
de valor convertida en capital constante, v la que se convierte en capital variable. Al
comenzar el proceso, C es, por tanto, = c + v, por ejemplo el capital de 500 libras esterlinas
desembolsado = 410 libras esterlinas (c) + 90 libras esterlinas (v). Al terminar el proceso
de producción, brota una mercancía cuyo valor es = (c + v) + p representando por p la
plusvalía: así, por ejemplo, 410 libras esterlinas (c) + 90 libras esterlinas (v) + 90 libras
esterlinas (p). El capital primitivo C se ha convertido en C´, de 500 libras esterlinas en 590.
La diferencia entre ambas cantidades es = p, representa una plusvalía de 90. Como el valor
de los elementos de producción es igual al valor del capital desembolsado, resulta en
realidad una redundancia decir que el remanente del valor del producto sobre el valor de
sus elementos de producción equivale a la valorización del capital desembolsado, o sea, a
la plusvalía obtenida.”. (Marx 1968, Tomo I, Capítulo VII, página 160).

La teoría del comercio internacional de Carlos Marx

Según Marx la participación del capital de los países desarrollados, especialmente cuando
se relacionan con los países de menor desarrollo o con las colonias es un factor
contrarrestante de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. No hay manera de
entender su argumento sin conocer la simbología básica, ampliamente conocida y muy
sencilla de entender por lo demás, con la que construye sus ecuaciones fundamentales.
118

Marx nunca examinó el tema de las consecuencias de participar en el mercado mundial,


en tratados o capítulos específicamente dedicados al tema. De manera que, entre tantas
áreas polémicas de su pensamiento, ésta se presta para debates eternos sobre qué dijo o
qué quiso decir realmente Marx.

Voy a transcribir uno de los pocos fragmentos escritos por Marx donde se refiere de
manera bastante explícita al conjunto de causas que pueden contrarrestar la tendencia a
la disminución de la tasa de ganancia. Una de dichas causas es precisamente el comercio
exterior.

Está ubicado en el acápite 5 del capítulo 14 del Tomo Tercero de El Capital y dice así:

“Cuando el comercio exterior abarata los elementos del capital constante o los medios de
subsistencia de primera necesidad en que se invierte el capital variable, contribuye a
hacer que aumente la cuota de ganancia, al elevar la cuota de la plusvalía y reducir el valor
del capital constante”. “Actúa siempre en este sentido en cuanto permite ampliar la escala
de la producción. Con ello, acelera de una parte la acumulación, y, de otra parte, fomenta
la disminución del capital variable con respecto al constante y, por tanto, la baja de la
cuota de ganancia”. Asimismo la expansión del comercio exterior, aunque en la infancia
del régimen capitalista de producción fuese la base de él, a medida que este régimen de
producción se desarrolla, por la necesidad interna de él, por su apetencia de mercados
cada vez más extensos, va convirtiéndose en su propio producto. Volvemos a
encontrarnos aquí con el mismo carácter dual de la acción. (Ricardo pasa completamente
por alto este aspecto del comercio exterior)”.

“Otro problema –que cae realmente por su especialidad, fuera de los ámbitos de nuestra
investigación- es este: ¿contribuye a la elevación de la cuota general de ganancia, la cuota
de ganancia más elevada que obtiene el capital invertido en el comercio exterior y
principalmente en el comercio colonial?”.

“Los capitales invertidos en el comercio exterior pueden arrojar una cuota más alta de
ganancia, en primer lugar porque aquí se compite con mercancías que otros países
119

producen con menos facilidades, lo que permite al país más adelantado vender sus
mercancías por encima de su valor, aunque más baratas que los países competidores.
Cuando el trabajo del país más adelantado se valoriza aquí como un trabajo de peso
específico superior, se eleva la cuota de ganancia, ya que el trabajo no pagado como un
trabajo cualitativamente superior se vende como tal.”

Y la misma proporción puede establecerse respecto al país al que se exportan unas


mercancías y del que se importan otras: puede ocurrir, en efecto, que este país entregue
más trabajo materializado en especie del que recibe y que, sin embargo obtenga las
mercancías más baratas de lo que él puede producirlas. (Hasta aquí continúa siguiendo la
lógica de Ricardo-ADF). Exactamente lo mismo que le ocurre al fabricante que pone en
explotación un nuevo invento antes de que se generalice, pudiendo de este modo vender
más barato que sus competidores y, sin embargo, vender por encima del valor individual
de su mercancía, es decir, valorizar como trabajo sobrante, la mayor productividad
específica del trabajo empleado por él. Esto le permite realizar una ganancia
extraordinaria”.

“Por otra parte, los capitales invertidos en las colonias, etc., pueden arrojar cuotas más
altas de ganancia en relación con el bajo nivel de desarrollo que en general presenta la
cuota de ganancia en los países coloniales4 y en relación también con el grado de
explotación del trabajo que se obtiene allí mediante el empleo de esclavos, culíes, etc.

“No es posible comprender porqué las elevadas cuotas de ganancia que obtienen así y
retiran a sus metrópolis los capitales invertidos en ciertas ramas de producción no entran,
aunque no haya monopolios que se opongan a ello, en el mecanismo de nivelación de la

4
En el capítulo XXV del tomo I, publicado por Marx, éste analiza el tema de la colonización tomando como
referentes a las colonias inglesas en el norte de América. Su examen se concentra en una demoledora crítica a
un autor inglés (Wakefield), y le sirve para establecer un contraste entre las relaciones capitalistas de
producción firmemente establecidas en Gran Bretaña, y la situación mucho más fluida de los colonos
americanos que se resistían a convertirse en mano de obra de terceros, al tener acceso directo a abundantes
reservas de tierra. La experiencia de las colonias latinoamericanas no es considerada para nada en toda su
argumentación. En todo caso las tesis de Marx sobre el papel del comercio exterior para contrarrestar
parcialmente la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, son aplicables en general al comercio colonial.
120

cuota general de ganancia, contribuyendo por tanto a elevar proporcionalmente esta


cuota”5

No se comprende, sobre todo, cuando se trata de ramas de inversión de capital sometidas


a las leyes de la libre concurrencia. La razón a que Ricardo se acoge para explicar este
fenómeno es la siguiente: con el precio más elevado conseguido en el extranjero se
compran allí mercancías, que se importan al país; estas mercancías se venden, por tanto,
dentro del país que las importa, por lo cual esto puede representar, a lo sumo, un lucro
temporal extraordinario de estos sectores beneficiados de la producción con respecto a
otros. Pero esta apariencia se esfuma tan pronto como se prescinde de la forma dinero. El
país favorecido obtiene en el intercambio una cantidad mayor de trabajo que la que
entrega, aunque la diferencia, el superávit, se lo embolse una determinada clase, como
ocurre con el intercambio entre capital y trabajo en general. Por tanto cuando la cuota de
ganancia sea más alta por serlo siempre en los países coloniales, esta cuota más alta
puede perfectamente coincidir, si en los países coloniales se dan las condiciones naturales
propicias para ello, con precios bajos de las mercancías. Se opera una nivelación pero no a
base del nivel antiguo como Ricardo entiende”.

“Pero el mismo comercio exterior fomenta en el interior el desarrollo de la producción


capitalista y, con ello, el descenso del capital variable con respecto al constante, a la par
que, por otra parte, estimula la superproducción en relación con el extranjero, con lo cual
produce a la larga el efecto contrario”

“Por donde resulta, en general, que las mismas causas que producen la baja de la cuota
general de ganancia provocan efectos contrarios que entorpecen, amortiguan y en parte
paralizan aquella acción. No anulan la ley, pero si atenúan sus efectos. Sin estas causas
sería inconcebible, no la baja misma de la cuota general de ganancia, pero sí su lentitud
relativa. Por eso esta ley sólo actúa como una tendencia cuyos efectos sólo se manifiestan
palmariamente en determinadas circunstancias y en el transcurso de largos períodos”.

5
Aquí Marx introduce la siguiente nota al pie: “A. Smith tiene razón en contra de Ricardo quien dice:
“Aseguran que la igualdad de utilidades se logrará con el alza general de las utilidades. En cambio mi opinión
es que los beneficios de la rama favorecida pronto se reducirán al nivel general”. (Ricardo , Obras completas,
I, pág. 99)
121

“Antes de seguir adelante queremos repetir aquí, para evitar equívocos, dos tesis ya
desarrolladas en repetidas ocasiones”.

“Primera. El mismo proceso que determina el abaratamiento de más mercancías en el


proceso de desarrollo del régimen capitalista de producción provoca un cambio en cuanto
a la composición orgánica del capital social empleado para la producción de mercancías y,
como consecuencia de ello, la baja de la cuota de ganancia. No debemos, por tanto,
identificar la disminución del costo relativo de cada mercancía, ni aún de la parte de este
costo que representa el desgaste de la maquinaria, con el valor ascendente del capital
constante comparado con el capital variable aunque, a la inversa, cualquier disminución
en cuanto al costo relativo del capital constante, siempre y cuando que permanezca
invariable o aumente el volumen de sus elementos materiales, influya en la elevación de
la cuota de ganancia, es decir en la disminución proporcional del valor del capital
constante, comparado con el capital variable invertido en proporciones decrecientes”.

Segunda. El hecho de que el trabajo vivo adicional contenido en las distintas mercancías
cuyo conjunto forma el producto del capital guarde una proporción decreciente con las
materias de trabajo contenidas en ellas y con los medios de trabajo consumidos para
producirlas; el hecho, por tanto, de que en ellas se materialice una cantidad cada vez
menor de trabajo vivo adicional, a medida que con el desarrollo de la capacidad social
productiva se necesita menos trabajo para su producción, es un hecho que no afecta para
nada a la proporción en que el trabajo vivo contenido en la mercancía se divide en trabajo
pagado y no retribuido. Por el contrario. Aunque disminuya la cantidad total del trabajo
vivo adicional contenido en ella, aumenta la parte no retribuida en proporción a la
pagada, al disminuir en términos absolutos o proporcionalmente a la parte retribuida,
pues el mismo régimen de producción que disminuye la masa total de trabajo vivo
adicional contenido en una mercancía va acompañado por el aumento de la plusvalía
absoluta y relativa. La tendencia a la baja de la cuota de ganancia lleva aparejada la
tendencia al alza de la cuota de plusvalía, es decir, del grado de explotación del trabajo.
No hay, pues, nada más necio que pretender explicar la baja de la cuota de ganancia por el
alza de la cuota del salario, aún cuando excepcionalmente puedan darse casos de éstos.
Sólo la comprensión de las relaciones que forman la cuota de ganancia permite a la
estadística analizar de un modo efectivo la cuota del salario en las distintas épocas y en los
distintos países. La cuota de ganancia no disminuye porque el trabajo se haga más
improductivo, sino que porque se hace más productivo. Ambas cosas, el alza de la cuota
de plusvalía y la baja de la cuota de ganancia, son simplemente formas especiales en que
122

se manifiesta bajo el capitalismo la creciente productividad del trabajo”. (Marx, Tomo III,
páginas 236 a 239).

Papel del comercio internacional sobre la cuota de ganancia

Estas notas complementan las transcripciones literales de la opinión de Marx sobre este
tema. Las mismas se relacionan con la teoría del valor, de la plusvalía y de la ganancia en
Marx.

El valor de una mercancía para Marx se descompone en la suma del capital constante c, el
capital variable (v) y la plusvalía (p).

El capital constante se refiere a los instrumentos y objetos de producción (herramientas,


maquinarias, materias primas, combustibles, etc.) cuyo valor se considera constante en el
sentido de que no incrementan el valor de la nueva mercancía que contribuyen a producir
sino que le transfieren un valor preexistente.

El capital variable se refiere al trabajo vivo, que crea un nuevo valor en la parte que
corresponde a los medios de subsistencia del obrero. Es decir el capital variable reproduce
el poder productivo o fuerza de trabajo del obrero dejándolo listo para iniciar una nueva
jornada de trabajo. Es llamado capital variable, porque se trata de un incremento de valor
creado por el trabajador con su trabajo viviente, el que equivale al valor de los medios de
vida que consume habitualmente.

La plusvalía es la otra parte de ese incremento de valor correspondiente al trabajo


viviente que corresponde al tiempo de la jornada de trabajo que el obrero dedica a su
empleador una vez cubierto el valor de sus medios de subsistencia. Expresado en tiempo
de trabajo, el obrero puede por ejemplo trabajar una jornada de ocho horas diarias, de las
cuales solamente cuatro horas bastan para reproducir el valor de sus medios de
subsistencia y las otras cuatro son un plusvalor que es apropiado por el propietario de los
medios productivos que lo emplea.
123

Entonces podemos escribir para cualquier mercancía:

VALOR = c + v + p

Es decir el valor de una mercancía es la suma del capital constante, del capital variable y
de la plusvalía obtenida durante su producción.

La tasa de ganancia es igual al valor de la plusvalía dividido por el valor del capital total
utilizado (C):

g = p / C en donde C = c + v

Dividiendo el numerador y el denominador por el capital variable (v), obtenemos la


expresión

G = (p/v) / (c/v) + 1

Es decir la tasa de ganancia queda expresada como un cociente cuyo numerador (p/v) es
la tasa de plusvalía (índice de explotación de la fuerza de trabajo) y cuyo denominador es
igual a la composición orgánica del capital (c/v) sumada a la unidad (número 1). La
composición orgánica del capital se refiere a la relación entre el capital constante (c) y el
capital variable (v).

Con el transcurso del tiempo, opina Marx que la tasa general de ganancia tendrá una
tendencia decreciente porque la composición orgánica del capital tendrá una tendencia
creciente como consecuencia del proceso de mecanización y acumulación de capital que
aumentará la relación entre el trabajo pretérito previamente acumulado en medios de
producción (c) y el trabajo vivo creador de valor que remunera al trabajador (v).
124

Esta tendencia decreciente de la tasa de ganancia depende también de que la tasa de


explotación (medida por la tasa de plusvalía) no aumente a un ritmo tal que contrarreste
el crecimiento de la composición orgánica del capital. Puesto que la variable (v) aparece
tanto en la tasa de plusvalía como en la composición orgánica del capital, todo depende
de cómo evolucionen estas dos variables complejas.

La clave de la interpretación de Marx, para explicar la tendencia decreciente de la tasa


general de ganancia radica en que, como caso general, supone que la tasa de plusvalía
permanece constante (Marx Tomo III, Sección Tercera, Capítulo XIII). Esto tiene que ver
con su filosofía de la historia y con el vínculo que se establece entre el desarrollo de las
fuerzas productivas por un lado y con las relaciones de producción por el otro.

Esta “ley” se refiere a la cuota general de ganancia para la economía en su conjunto,


calculada en precios de producción que son la versión marxiana de los precios naturales
de los economistas clásicos. El comercio exterior puede retrasar la tendencia decreciente
de la tasa de ganancia, mediante la reducción de los componentes del capital total (C), por
ejemplo reducción del capital variable (v) (valor de los medios de vida que consume el
obrero a través de la importación de alimentos) es decir, la misma idea de Ricardo).
También la tendencia decreciente de la tasa de ganancia puede retrasarse mediante un
abaratamiento de los componentes del capital constante (c) a través de la importación de
materias primas industriales.

Es por estas vías que, a corto plazo, el comercio exterior contrarresta parcialmente la
tendencia decreciente de la tasa de ganancia.

ANEXO. La teoría del valor de Marx y sus fundamentos estructurales

La visión del proceso social sustentada por Marx (1946) es evidentemente histórica,
estructural y multidimensional e incluye un análisis central de las instituciones de la
propiedad (relaciones de producción). Sin embargo, su teoría del valor económico es
unidimensional. Los precios, bajo condiciones de equilibrio estable, corresponden a los
valores. Estos valores son, para Marx, una medida del tiempo de trabajo socialmente
125

necesario en las condiciones medias de la técnica correspondientes a una época dada. Su


teoría del valor no está concebida para registrar de manera directa los impactos de
cambios institucionales importantes, salvo cuando esos cambios afectan las condiciones
medias de la técnica. La estabilidad del equilibrio que está supuesta en la teoría del valor
marxista, exige implícitamente la estabilidad de todos los factores (medio-ambientales,
políticos, y culturales) que subyacen a dicho equilibrio. La teoría del valor adoptada por
Marx es un trasplante ricardiano ajeno a la dialéctica histórica que caracteriza la visión
global de la sociedad planteada por Marx.

Cuando en el tomo III de El Capital, publicado por Engels, Marx introduce la noción de
precios de producción asociada a la igualación (perecuación) de las tasas de ganancia en
todos los mercados, establece, así, una combinación entre un mecanismo regido por el
mercado, (la movilidad intersectorial del capital) y un proceso de valorización regido por
la esfera de la producción. Sin embargo los precios de producción son también
abstracciones, se trata en realidad de valores (en el sentido de Marx), llamados
impropiamente precios ya que no se calculan en unidades monetarias pagadas en
mercados específicos (Di Filippo 1981, y 1981b).

Los precios de producción concebidos por Marx responden a una lógica parecida a la
noción clásica de precios naturales, que implican un equilibrio estable hacia el cual
propenden los mercados. Pero para Adam Smith (1999, capítulo 7) ese marco de
estabilidad depende, ampliamente, de las condiciones generales de la sociedad, en
cambio, para Marx depende, restringidamente, de las condiciones medias de la técnica.
Además Adam Smith, al igual que Robert Malthus entienden el valor de las mercancías
como la cantidad de trabajo humano que con ellas se puede comprar (no la de trabajo
cristalizado en la producción de las mismas). Por lo tanto el enfoque de Smith toma en
cuenta de manera directa las relaciones sociales de mercado en la determinación misma
de su teoría del valor. La noción de demanda efectiva, introducida por el propio Adam
Smith, continuada por Malthus, y elaborada en profundidad por Keynes, supone la
intervención del mercado en el momento mismo de la fijación del valor de las mercancías.
La noción de demanda efectiva es el puente a través del cual el estructuralismo
latinoamericano vincula la distribución funcional y personal del ingreso con la formación
de los precios de los bienes finales.
126

A nivel de la filosofía de la historia, existe otra diferencia fundamental entre marxismo y


estructuralismo latinoamericano. En el caso de Marx el punto de partida de su enfoque
histórico, o la causación de última instancia, corresponde a la estructura económica, Dicha
base es el fundamento de la teoría del valor trabajo, que se presume válida sólo bajo las
condiciones medias de la técnica y bajo las relaciones de producción (propiedad) en una
época dada. En este contexto las dimensiones culturales y políticas aparecen como
epifenómenos superestructurales de aquel dato central.

Por oposición, para los estructuralistas latinoamericanos, igual que para los
institucionalistas, el dato central corresponde al sistema cultural. La técnica, que hoy
fundamenta las sociedades capitalistas, nació como una expresión de creatividad cultural
que ha sido examinada con cierta precisión por Celso Furtado.
127

7. EL MARXISMO (II)

EL SISTEMA SOCIALISTA CENTRALIZADO (Capítulo pendiente)

8. ESCUELA NEOCLÁSICA (I)

Competencia Perfecta

Introducción
128

En la transición entre la escuela clásica y la escuela neoclásica aparece la figura de John


Stuart Mill. Así como es fácil encontrar una escuela teórica que empezando por Adam
Smith, continúa con Malthus y desemboca en Keynes, también es posible defender la
existencia de otra escuela teórica que igualmente desprendida de la matriz conceptual de
Smith, pasa por Ricardo, continúa con Bentham y John Stuart Mill, y, desemboca en
Marshall y Walras, conspicuos representantes de la corriente neoclásica. Para dar cuenta
de esa transición examinaremos aquí el pensamiento de Bentham y Mill, estableciendo
algunas comparaciones con los clásicos.

La teoría neoclásica del valor económico introduce una filosofía moral específica que
estaba ausente en los autores clásicos: el utilitarismo.

El utilitarismo se presenta en dos formulaciones. Una más radical originada en Bentham y


otra más flexible originada en John Stuart Mill. El individualismo epistemológico de esta
escuela consiste en que los individuos construyen el proceso económico con sus
comportamientos y preferencias individuales.

La idea básica del utilitarismo es perseguir el placer y huir del dolor. Esta visión muy
rotundamente hedonista es modificada (por no decir disfrazada) terminológicamente con
el uso del término felicidad. Sin embargo en la acepción judeo-greco-latina del término
felicidad, esta condición se fundaba en la virtud, es decir en la búsqueda del bien y la
lucha contra el mal. Esta noción tomó aún mucha mayor fuerza durante el dominio moral
de la Iglesia Católica en la Europa medieval. Esta visión premoderna de la noción de
felicidad es absolutamente desvirtuada en la nueva acepción del término que adoptan los
utilitaristas.

Tomaremos aquí algunos de los rasgos del utilitarismo de J.S.Mill porque desembocan más
naturalmente en la teoría económica neoclásica contemporánea por oposición a las
nociones más jurídicas de Bentham.

En el caso de Mill el utilitarismo se expresa en su propia versión (la de Mill) de ese


arquetipo abstracto e inexistente que es el “hombre económico”.
129

Así dice Mill: “La economía política considera la humanidad como ocupada solamente en
adquirir y consumir riqueza; e intenta mostrar cuál es el curso de acción hacia el cual la
humanidad, viviendo en un determinado estado de la sociedad, sería impelida, si tal
motivo excepto en el grado en que es revisado por dos perpetuos contramotivos arriba
señalados, fuera el absoluto rector de todas sus acciones. Bajo la influencia de este deseo,
se muestra la humanidad acumulando riqueza y empleando esa riqueza en la producción
de otra riqueza; sancionando por mutuo acuerdo la institución de la propiedad;
estableciendo leyes para prevenir que los individuos se adueñen de la propiedad de otros
por fuerza o fraude; adoptando variados artificios para aumentar la productividad de su
trabajo; estableciendo la división del producto por acuerdo, bajo la influencia de la
competencia (estando la competencia misma gobernada por ciertas leyes, las cuales son
por lo tanto las reguladoras en última instancia de la división del producto); y empleando
ciertos expedientes (como dinero, crédito, etc.) para facilitar la distribución. Todas estas
operaciones, aún cuando muchas de ellas son realmente el resultado de una pluralidad de
motivos, son consideradas por la economía política como originándose solamente en el
deseo de riqueza. La ciencia entonces procede a investigar las leyes que gobiernan estas
diversas operaciones, bajo el supuesto que el hombre es un ser determinado, por la
necesidad de su naturaleza, para preferir una porción de riqueza mayor a otra que sea
menor en todos los casos, sin ninguna otra excepción que aquella constituida por los dos
contramotivos ya especificados”. Los dos contramotivos aludidos en el párrafo son
primero la aversión al trabajo, y segundo el disfrute presente de placeres costosos.

A diferencia de Marx, aquí Mill hace depender todo el proceso económico de una actitud
psicológica individualista de tipo hedonista que define en la expresión “hombre
económico”.

En una crítica ácida al utilitarismo en la versión de Bentham, el propio Marx se encarga de


marcar la diferencia entre este determinismo del “hombre económico” que actúa, como
un autómata, sometido al principio de utilidad y el propio determinismo de Marx, más
asociado a una concepción histórico natural de los procesos económicos. Dice Marx:

“El principio de la utilidad no es ninguna invención de Bentham. Éste se limita a copiar sin
pizca de ingenio lo que Helvetius y otros franceses del siglo XVIII habían dicho
130

ingeniosamente. Así, por ejemplo, si queremos saber qué es útil para un perro, tenemos
que penetrar en la naturaleza del perro. Pero jamás llegaremos a ella partiendo del
“principio de la utilidad”. Aplicado esto al hombre, si queremos enjuiciar con arreglo al
principio de la utilidad todos los hechos, movimientos, relaciones humanas, etc.,
tendremos que conocer ante todo la naturaleza humana en general y luego la naturaleza
humana históricamente condicionada por cada época. Bentham no se anda con
cumplidos. Con la más candorosa sequedad toma al filisteo moderno, especialmente al
filisteo inglés, como el hombre normal. Cuánto sea útil para este lamentable hombre
normal y su mundo, es también útil de por sí. Por este rasero mide luego el pasado, el
presente y el porvenir.”. (Marx 1968, nota al pie en página 514).

En todo caso el punto central es que este hombre económico introduce un determinismo
ahistórico, que anula el sentido de la voluntad humana sin la cual no se puede hablar de
poder a escala humana. En la posición determinista de Marx, el poder estaba determinado
por la posición ocupada por las clases sociales en la estructura económica, pero el cambio
estructural estaba disociado de la noción de poder, ya que dependía de fuerzas
económicas que podían ser estudiadas con métodos similares a los de las ciencias de la
naturaleza.

En la posición igualmente determinista de Bentham y de Mill, se eliminan las nociones de


libertad y de poder en la esfera económica ya que el hombre económico sólo es “libre”
para perseguir un solo motivo y en optimizar indefinidamente dicho objetivo.

El cambio estructural desaparece de la escena, y ni siquiera se rozan los temas del uso de
la libertad humana para la creatividad cultural. Esta posición excluye el tema del poder a
escala humana si por tal entendemos la imposición de la voluntad en el seno de una
acción comunitaria aún contra la oposición de los demás miembros. Cabe recordar que,
incluso en la terminología jurídica, los elementos de la voluntad son básicamente tres
(discernimiento, intención y libertad). El hombre económico de Mill, y de todos los
neoclásicos hasta hoy, sólo es libre para maximizar su riqueza de acuerdo con una lógica
utilitarista propia de un autómata.
131

De esa manera el objetivo social de esta visión metodológica es la mayor “felicidad” (léase
utilidad o placer) para el mayor número. Esta mayor felicidad es entendida en el caso de
Bentham, como la suma aritmética de las felicidades particulares. Varios autores,
igualmente predecesores del análisis marginalista en la teoría del consumo intentaron, y
sumar las utilidades. Gossen (1854) la consideró una función lineal decreciente de la
cantidad de cualquier bien en particular. Para Jevons (1869) propuso también la idea de
que las utilidades podían de cada bien podían ser sumadas entre si pero cada una de ellas
obedecía a la ley de la utilidad marginal decreciente. Edgeworth en 1881, sostuvo que no
era necesario considerar la utilidad como la suma de las utilidades de cada bien. Y Pareto
dijo que intentar sumar las utilidades no sólo era innecesario sino también ilegítimo. De
este modo la idea original de Bentham de que la meta del utilitarismo debía ser la de
tratar de llevar a un máximo la felicidad de todos, se hizo matemáticamente ilegítima, y se
planteó el problema de que no existe una magnitud cardinal que permita sumar las
utilidades de diferentes bienes entre si (Samuelson 1971, 94).

De este modo el utilitarismo de la corriente económica neoclásica renunció a la


pretensión de medir cardinalmente las utilidades, y aceptó la imposibilidad de comparar
entre sí las utilidades de diferentes personas. El tema, además de ser lógicamente
defectuoso, era política y éticamente conflictivo cuando por ejemplo se intentaba
comparar la utilidad total o marginal experimentada por un adinerado consumidor de
caviar, con la respectiva utilidad de un pobre que consume un mendrugo de pan…

Al abandonarse la pretensión de encontrar una medida objetiva de utilidad que fuera


aplicable a todos los bienes y a todas las personas, el tema de la utilidad se subjetivizó y
pasó a convertirse en una cuestión de preferencias individuales y no de cualidades de los
objetos de consumo con base en las cuales quedaban dotados de utilidad. Se aceptó
entonces una versión ordinal de esas utilidades que era suficiente para otorgar coherencia
formal al comportamiento de cada consumidor tomado en si mismo, es decir cada
consumidor entendido como una especie de “mónada” aislada que sólo se comunica con
el resto del mundo a través de su comportamiento en el mercado.

La teoría de la utilidad marginal se convirtió posteriormente en una teoría de la elección


en el consumo, la que se funda en las ya mencionadas curvas de indiferencia en el
consumo. Este instrumento formal es otra versión de la ley de las de las proporciones
variables según la cual cuando se consumen proporciones crecientes de un determinado
132

bien de consumo componente de una canasta que incluye otros bienes disminuye la
utilidad marginal de dicho bien comparada a la de los otros. Teniendo en cuenta los
precios relativos de dichos bienes, el consumidor elegirá la combinación de bienes
correspondiente a un punto de indiferencia en el consumo respecto a la preferencia
relativa de cada bien comparada con sus respectivos precios relativos. Desde luego el
párrafo que acabo de escribir será totalmente incomprensible para cualquier estudiante
que no haya sido largamente domesticado en los misterios del cálculo marginal…

La razón de esta extremada sofisticación del razonamiento neoclásico radica en el


esfuerzo por salvar el componente utilitarista de la teoría del consumo como fundamento
de una teoría de los precios de equilibrio. No hace falta empantanarnos en un análisis
matemático de la teoría de la utilidad marginal, ya que en este trabajo hemos definido
nuestras curvas de demanda potencial solamente basándonos en la posición de los
demandantes de un determinado producto en la distribución del ingreso.

Dada la posición ocupada por los demandantes en la distribución personal o familiar del
ingreso podríamos estudiar empíricamente el tipo de canasta de consumo típica que
corresponda a ese nivel de ingreso familiar o personal. Si se propone la hipótesis de que el
principal factor determinante de la inclinación de la curva de demanda es la distribución
del ingreso, podremos hipotetizar que cuando baja el precio de un producto este se va
haciendo más accesible al poder adquisitivo de los más pobres, y por lo tanto aumenta la
cantidad demandada. Pensemos por ejemplo en los teléfonos móviles o celulares cuyo
precio ha descendido dando lugar a un enorme incremento de cantidad de demandantes.

En este esquema teórico alternativo nos conformaremos con entender intuitivamente por
que la curva de “demanda- precio- potencial tiene una inclinación negativa respecto del
precio. No relacionamos por lo tanto este comportamiento agregado de todos los
miembros de un agregado social, con sus comportamientos aislados en materia de
consumo. No necesitamos vincular la inclinación o movimientos de la curva de demanda
con ningún comportamiento maximizador o racional inherente a un abstracto hombre
económico, sino con una hipótesis empírica vinculada con la cantidad de personas que
poseen poder adquisitivo de un bien a medida que su precio desciende.
133

La teoría del valor neoclásica

La escuela neoclásica en las versiones de Walras (1834-1910) y Marshall (1842-1924),


terminó por alejarse radicalmente de las teorías del valor trabajo en cualquiera de sus
expresiones, y desarrolló una visión diferente del valor económico. Según esta escuela, los
precios de equilibrio estable son una medida de la utilidad y escasez de las mercancías, y
un fruto del funcionamiento de un mercado de competencia pura o perfecta. Su primer
rasgo es transitar desde la noción de valor de cambio a la noción de valor de uso, es decir
a la noción de utilidad de los bienes.

Los bienes económicos son definidos por su utilidad y escasez, la que puede ser medida en
mercados de competencia perfecta donde sus precios se determinan bajo condiciones de
equilibrio general estable. Un rasgo fundamental de la escuela neoclásica establecido a
fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, fue el uso de instrumentos matemáticos y
geométricos traducidos, por ejemplo, en las posiciones de equilibrio parcial estable
estudiadas por Alfred Marshall, y posiciones de equilibrio general estable estudiadas por
Leon Walras.

El valor económico de los bienes (los neoclásicos tienden a omitir el uso del término
mercancías) corresponde a los precios de equilibrio general estable en los mercados de
bienes de consumo. La utilidad se concibe como una magnitud individualmente
determinada a nivel de cada sujeto (hombre económico) que de manera autónoma y
soberana determina la escala de preferencias con base en las cuales efectúa sus
elecciones que son instrumentalmente racionales.

El equilibrio estable de los neoclásicos tanto en su versión parcial (Marshall) como general
(Walras, Pareto, etc.) es la condición para determinar su teoría del valor y de los precios.

La teoría neoclásica del equilibrio parcial: el lado del consumo

Si consideramos el mercado de cualquier bien de consumo observaremos que la forma


normal de las tablas de demanda y de oferta se expresan de acuerdo con una metodología
esencialmente marginalista. La demanda expresa en última instancia las preferencias
marginales de los consumidores respecto de la utilidad de los bienes que adquieren y la
oferta expresa en última instancia los costos marginales de los productores respecto de
los bienes que ofertan.
134

Por el lado de la demanda la ecuación fundamental es que la relación entre las utilidades
marginales de los bienes adquiridos debe ser igual a la relación que guardan, entre sí, los
precios de dichos bienes. Otra forma de expresar la misma idea es que en el punto de
equilibrio óptimo las utilidades marginales de los bienes que adquiere un consumidor
dentro de su canasta habitual deben ser proporcionales a los respectivos precios de dichos
bienes. Nótese que la unidad de medida de las utilidades es una magnitud que sólo puede
ser evaluada introspectivamente por cada consumidor, y no puede ser comparada con las
otras evaluaciones que hacen los otros consumidores. Por lo tanto, carecemos de la
posibilidad de verificar empíricamente esas evaluaciones que son puramente subjetivas.
Como lo hizo notar Joan Robinson la utilidad es una categoría “metafísica”, en el sentido
de que no es posible efectuar una prueba científica que incluya verificaciones empíricas.
La salida al problema que propuso Paul Samuelson, son las “preferencias reveladas” es
decir las decisiones concretas de consumo que adoptan los consumidores y que se
“revelan” a través de sus adquisiciones en el mercado.

Nuestro argumento esencial de crítica a la teoría neoclásica de la demanda en cualquiera


de sus versiones es que se funda en las preferencias individuales y soberanas del
consumidor y no incluye en la deducción o derivación matemática de la curva de la
demanda ni una sola palabra sobre la distribución del ingreso, que es, causalmente
considerada un fundamento científico mucho más sólido respecto de la forma que
normalmente asume la función o tabla de demanda de mercado. Es claro que la necesidad
de poder adquisitivo no puede negarse y se expresa en la recta de presupuesto que es una
medida de poder adquisitivo general a disposición del consumidor. La teoría supone que
las preferencias de los consumidores son independientes de la distribución del ingreso.
Como esas preferencias se revelan respecto de satisfactores determinados, esto significa
que un consumidor sólo puede elegir entre canastas accesibles a su ingreso. Pero eso no
lo explicita la teoría.

Lo más probable es que la demanda de los bienes inferiores exprese los tipos de
satisfactores más baratos que satisfacen cada necesidad básica de la gente pobre. Es decir
los bienes inferiores son aquellos que tienen un precio menor para satisfacer cada
necesidad básica. Podría suponerse que la canasta de los más pobres está compuesta de
bienes inferiores. Cuando la renta aumenta lo suficiente, la demanda de esos bienes
disminuye porque los consumidores compran calidades mejores del mismo satisfactor.
135

La teoría neoclásica del equilibrio parcial: el lado de la producción

Por el lado de la oferta, la teoría de la producción de la escuela neoclásica se inspira en la


teoría de la renta diferencial de Ricardo, según la cual el precio de los bienes agrícolas
equivalía al costo marginal de los productores menos eficientes, para desarrollar la famosa
“ley de los rendimientos decrecientes”. Esta “ley” estática se tradujo matemáticamente
en una teoría de la producción, cuya formulación matemática está basada en una, así
denominada, función de producción” que vincula los factores productivos suponiendo que
existen rendimientos constantes a escala por un lado (cuando todos los factores
productivos crecen al mismo ritmo se supone que el producto crece a ese mismo ritmo), y,
por otro lado, refleja rendimientos decrecientes para cualquier factor productivo que
varíe manteniendo a los otros factores productivos constantes. En otras palabras opera la
ley de los rendimientos o teoría de la productividad marginal decreciente.

La teoría de la productividad marginal cumple una función imprescindible en la teoría


neoclásica de la distribución del ingreso. La metodología del cálculo marginal basada en el
uso del cálculo diferencial es necesaria para que los neoclásicos puedan formular su teoría
de la distribución funcional del ingreso según la cual la remuneración de los factores
productivos es una compensación por la productividad marginal de su aporte al proceso
de la producción. Todo este proceso es “leído” por los neoclásicos en términos reales -sin
recurso ninguno al uso del dinero. El proceso económico es entendido a la manera clásica
(ley de Say) en términos reales, y supone la existencia competencia perfecta con la cual se
calculan los precios de los factores. Más adelante examinaremos en detalle los supuestos
implícitos en el modelo de competencia perfecta.

Esta teoría de la producción sustenta la teoría del comportamiento individual de la


empresa, bajo condiciones de equilibrio parcial, la que fue especialmente estudiada por
Alfred Marshall. Ella supone que el mercado bajo análisis opera bajo condiciones de
competencia perfecta, por lo que la empresa es “precio aceptante”: no tiene condiciones
para influir sobre el precio y puede colocar toda su producción sin modificar la estructura
del mercado. Por el lado de la oferta la ecuación fundamental es que, la relación entre los
costos marginales de cada producto ofertado debe ser igual a la relación que guardan
entre sí los precios de dichos bienes. Otra forma de expresar la misma idea es que en el
punto de equilibrio óptimo los costos marginales de los bienes que elabora un productor
deben ser iguales a sus precios.
136

En todos los casos de demanda y oferta que hemos analizado se expresa la ley de
proporciones variables, que toma la forma de la utilidad marginal decreciente en el caso
de la demanda, y, de la productividad marginal decreciente en el caso de la oferta.
Respecto de la oferta, la productividad marginal decreciente expresa la existencia de
factores productivos variables y factores productivos fijos. Por ejemplo la cantidad de
trabajadores que pueden hacer producir una cantidad fija de tierra, da lugar a una
expresión de los rendimientos decrecientes a medida que se aumenta el número de
trabajadores usados en el proceso. Esta situación se denomina de corto plazo. Es decir,
hay “corto plazo” mientras uno o más factores fundamentales de la producción se
mantienen fijos o constantes.

Independientemente de que estemos en el corto o en el largo plazo, los elementos que


determinan la curva de oferta de cada empresa, dependen de su función de producción y
del costo de los factores productivos que dicha función de producción requiere. En el corto
plazo, (es decir asumiendo una función de producción que responda a la ley de los
rendimientos decrecientes) la curva de oferta de cada empresa es su curva de costos
marginales. Puesto que el costo de los factores productivos (sea que se arrienden sus
servicios o se adquieran en propiedad) que demandan las empresas dependen de los
mercados respectivos, el tema de los precios de los factores productivos es crucial para el
tipo de argumentos que pretenden estudiarse en este curso. Simplemente diremos aquí
que la oferta de factores productivos está fuertemente influida por factores
institucionales, y esos factores institucionales involucran fuertemente a los restantes
subsistemas de las sociedades humanas (biológico ambiental, cultural y político).

Curiosamente los factores causales que contribuyen a determinar la oferta de los factores
productivos no son considerados de manera sistemática en los textos de enseñanza
masiva de economía como es el caso de Samuelson o de Mankiw.

Aún teniendo en cuenta la artificialidad de suponer funciones matemáticas sujetas al


cálculo infinitesimal que dan lugar a curvas geométricas continuas, el cálculo marginal
aplicado al lado de la producción expresa adecuadamente la racionalidad optimizadora del
lucro en que se funda el comportamiento de toda empresa capitalista. El “salto” desde la
137

función de costos marginales a la función de oferta es conceptualmente claro pues todas


las variables corresponden a una misma unidad de medida: el dinero.6

El poder adquisitivo general del dinero es otra cuestión de naturaleza más bien
macroeconómica que depende del cálculo de índices de precios. Este tema será analizado
después cuando analicemos la macroeconomía de las relaciones internacionales. Mientras
tanto en la perspectiva microeconómica que estamos considerando, el equilibrio parcial
depende del equilibrio general, y por lo tanto, la validez de la teoría de la producción y de
los costos que da lugar a las curvas de oferta depende del marco del modelo de
competencia perfecta que está por detrás del equilibrio general postulado.

La teoría neoclásica del equilibrio general en mercados de competencia perfecta

La teoría del equilibrio general bajo condiciones de competencia perfecta es un


mundo abstracto que trata de probar la existencia de una mano invisible capaz de
autorregular los mercados de una manera que asegura la eficiente asignación de los
recursos económicos. Vale la pena examinar sus premisas principales con cierto detalle.

a) El modelo de competencia perfecta supone posiciones de equilibrio general


estable y no se preocupa de la distribución del ingreso. Este modelo considera a
la distribución del ingreso como un dato exterior que no compete a la economía
positiva. Tampoco considera la calidad y la diversidad de los bienes que es
esencial para una debida consideración tanto del tema distributivo como para la
diferenciación conceptual entre necesidades y preferencias.

6
De hecho estamos usando el concepto de poder adquisitivo ya que el dinero mide la cantidad de
unidades monetarias que hay que entregar (costo) para producir una unidad del bien y, del mismo
modo, también mide la cantidad de dinero que se recibe (precio) por la venta de ese mismo bien.
Nótese sin embargo que hablamos de un poder adquisitivo particular expresado en las unidades de
un bien particular, y mientras no sepamos los precios de los otros bienes y la distribución del
ingreso entre las personas no podremos tener una idea genera del precio real, es decir del valor
económico de los bienes. La pregunta relevante respecto del precio es la de la sustancia o materia
económica medida por los precios. Ya sabemos que hay tres respuestas posibles: a) trabajo humano
contenido en los bienes, b) utilidad y escasez, o c) posiciones relativas de poder ejercido por las
partes contratantes en todas las transacciones que van agregando valor a un producto final. Este
poder se predica respecto de las personas (jurídicas o naturales) y su expresión económica (poder
adquisitivo general) es sólo una medida parcial de otras formas de poder que emanan de la posición
ocupada por esas personas en las instituciones básicas de la sociedad.
138

b) El modelo es movido por el comportamiento de un consumidor racional que


trata de llevar a un máximo su utilidad total y de un productor racional que trata
de llevar a un máximo su ganancia es decir la diferencia entre sus ingresos
totales y sus costos totales ambos caben en la caracterización del hombre
económico efectuada por John Stuart Mill que examinamos más arriba.
c) El modelo de competencia perfecta trata de demostrar que en el punto de
equilibrio el bienestar de los contratantes alcanza un óptimo y los ingresos de
los productores son suficientes para remunerar precisamente todos sus costos,
incluyendo la remuneración empresarial por la tarea de coordinar los factores
de la producción. Se supone que el modelo de competencia perfecta lleva el
sistema productivo a un óptimo en que todos los factores productivos alcanzan
su máxima productividad total. Ahora veamos los restantes supuestos del
modelo de competencia perfecta.
d) Ningún contratante tiene el poder de fijar precios o cantidades en el mercado,
sino que es el mismo mercado (la mano invisible) la que fija precios y
cantidades. Ese proceso desde el punto de vista matemático consiste en
determinar el valor de las incógnitas en un sistema de ecuaciones. Esto supone
que no hay competencia imperfecta (oligopolio, o monopolio). En otras palabras
el modelo supone ausencia de poder económico individual por parte de los
contratantes.
e) Existe completa transparencia en el modelo. Es decir perfecta información. La
información no tiene costo alguno y se distribuye de manera totalmente
igualitaria. Por lo tanto cada consumidor y cada productor pueden conocer con
precisión los datos de su cálculo económico. Si definimos el poder cultural como
consistente en el control de los medios de información, comunicación y
conocimiento (por ejemplo a través del sistema educativo, de los medios de
comunicación de masas, de la publicidad, etc.) entonces el modelo supone una
total ausencia de mecanismos asimétricos de poder cultural por parte de los
contratantes.
f) El modelo supone que existe perfecta movilidad de personas, recursos y bienes
en el espacio físico. Es decir no hay costos de transporte (sea que lo midamos en
tiempo o en dinero). Es como si todo el proceso de mercado ocurriera
simultáneamente en un solo punto del tiempo y del espacio. En resumen el
modelo elimina el espacio físico, y con él las condiciones territoriales específicas
que otorgan poder a quienes está localizados en determinados puntos de la
geografía o, más ampliamente de la biosfera. Las dotaciones de capital, de
trabajo y de tecnología están dadas y apropiadas antes de que empiece el juego
del mercado.
g) Existe perfecta sustituibilidad entre los factores de la producción. Esto supone la
existencia de un tipo de funciones de producción muy especiales. La expresión
funciones de producción se refiere a los métodos alternativos de producir que
están disponibles dada la tecnología imperante. La función de producción es el
conjunto de métodos que transforman una cierta cantidad de factores
productivos en una cierta cantidad de productos finales. El supuesto de perfecta
139

sustituibilidad entre factores es necesario para poder efectuar el cálculo


marginal y el costo marginal. Una cierta cantidad de producto se puede fabricar
con diferentes combinaciones de capital y trabajo, y la combinación elegida será
aquella en que las productividades marginales de los factores son iguales a sus
precios. Esto garantiza que la distribución de las remuneraciones a los factores
agota el producto social y no queda ningún excedente inexplicado que sería una
expresión de inequidad en la distribución. La expresión matemática que
representa esta peculiar función de producción se denomina Cobb-Douglass en
homenaje a los matemáticos que la formularon. Se trata de una4 formulación
totalmente abstracta y artificial cuyo único objeto es lograr la coherencia
matemática general del modelo de competencia perfecta.
h) El modelo presume que no hay Estado. Es decir no hay subsistema político, ni
reglas institucionales. Por lo tanto el mercado es autosuficiente, se contrapone
al estado, y la única institución implícita más que explícita es la institución de la
propiedad privada, que se respeta por el hecho de que los contratantes del
mercado de competencia perfecta sólo se comunican entre sí a través de las
operaciones de mercado. Al no haber Estado tampoco existe el dinero signo de
curso legal y el “dinero” del sistema de competencia perfecta es el “numerario”
una mercancía que se usa como dinero y cuyo precio se iguala a la unidad. En
resumen no existe ningún sistema político y por lo tanto ningún poder político
que se sobreponga a las leyes del mercado.

Examinemos ahora en conjunto de qué manera las premisas del modelo de


competencia perfecta aíslan el mercado primero de las condiciones económicas
que contradicen su ley del valor, y segundo del resto de los subsistemas
componentes de la sociedad humana, y al hombre económico del resto de las
dimensiones de su vida social.

Por ejemplo la premisa a) separa completamente del modelo sus implicaciones


éticas medidas en términos de justicia distributiva, y por lo tanto aíslan a este
mercado del subsistema cultural donde legítimamente pueden discutirse los temas
de la justicia.

La premisa b) separa una dimensión humana, la del hombre económico, de las


restantes dimensiones humanas. Lo que caracteriza al hombre económico es que
sustituye su racionalidad moral por una racionalidad instrumental. En otras
palabras su fin es acumular medios. No pretende ser más sino sólo tener más. Su
afán de ganancias o de bienestar no tiene límites.
140

La premisa c) trata de demostrar que el modelo maximiza la eficiencia llevando a


un máximo u óptimo la utilidad total de los consumidores en tanto que la ganancia
extraordinaria, entendida como un excedente se hace cero. Esta idea combinada
con la premisa g) determina una teoría de la justicia conmutativa en la que se
cumple la premisa de cada cual según la propiedad de sus recursos y a cada cual
según su aportación al proceso productivo. El modelo se preocupa por demostrar
la eficiencia del mercado para fijar un precio justo (justicia conmutativa) pero
excluye el tema de una justa distribución (justicia distributiva).

La premisa d) excluye toda posición de poder económico que podría conducir a


una fijación arbitraria de precios o cantidades por parte de quienes detenten
posiciones de monopolio o de oligopolio. Esto excluye la posibilidad de un quiebre
de la justicia conmutativa en las transacciones de mercado.

La premisa e) excluye toda posición de poder cultural, si es que entendemos por


poder cultural las posiciones diferenciadas en las reglas técnicas y sociales que
regulan el acceso a la información a la comunicación y el conocimiento. Con la
actual revolución de las tecnologías de la información y de la comunicación éste
tema ha adquirido, hoy, mayor importancia que nunca.

La premisa f) aísla el mercado perfecto del mundo físico. Elimina todas las
“fricciones” del tiempo y del espacio. Hoy esas fricciones han adquirido un aspecto
nuevo, dado por los problemas ambientales que surgen de la biosfera y que están
empezando a castigar las regiones del mundo de manera diferenciada (huracanes,
deforestación, cambio climático, derretimiento de los polos, etc.)

La premisa h) aísla el mercado perfecto del poder político, y no reconoce el hecho


obvio de que el sistema político es el marco institucional que contiene el mercado
y posibilita su existencia. Examinemos este tema con mayor atención.
141

Al haber partido del mercado y haber imaginado un mercado ideal que prescinde del
Estado, se está prescindiendo del marco institucional que hace funcionar los
subsistemas de la sociedad humana.

Al imaginar un mercado ideal autorregulado se lo desvincula de la noción misma de


subsistema económico lo cual es un absurdo. Por que la estructura del subsistema
económico es el conjunto de reglas institucionales y técnicas que regulan el para
quién, el cómo, y el qué de la producción. Los seres humanos, hemos dicho, cuando
actúan económicamente lo hacen en calidad de productores, de propietarios o de
intercambiadores de recursos y bienes. Pero la propiedad de bienes y recursos es una
institución formal, compuesta por un conjunto complejo de derechos y obligaciones
que están contenidos en la constitución política de cada estado y en los códigos
fundamentales de la vida social. Código de Comercio, Código Laboral, Código
Ambiental, Código Penal, etc.

Por lo tanto no existe una legislación que sea puramente económica, separable de las
restantes partes de la legislación que determina las instituciones formales de una
sociedad. Por ejemplo el Código Ambiental está orientado a la protección de la
biosfera pero sus disposiciones afectan la oferta de recursos naturales disponibles y
por esa vía su precio de mercado. La ley de educación fija la escolaridad primaria como
obligatoria para todos los niños y esto afecta su utilización como fuerza de trabajo
infantil. También hay normas complementarias en el código laboral que prohíben el
trabajo infantil, etc. Por lo tanto, la totalidad de las instituciones formales,
jurídicamente sancionadas y obligatorias, que emanan del sistema político contribuyen
a determinar el comportamiento de los mercados.

Además el Estado provee servicios públicos. Esto nos lleva al concepto genérico de
bienes públicos. En general podemos definir los bienes públicos como aquellos que no
son apropiados privadamente y por lo tanto no se pueden comprar o vender. Esto
puede deberse a la naturaleza misma del bien que impide su apropiación privada pero
que debe ser producido por la sociedad. No es el caso de los bienes libres (luz del sol
por ejemplo) que no son producidos por la sociedad, sino de los bienes o servicios que
son producidos por la sociedad pero que no son apropiables privadamente sea porque
no son rivales en el consumo o porque no es posible impedir que lo utilice otra
persona. Estas son condiciones técnicas que caracterizan a un bien público. Pero estas
142

condiciones van cambiando con el progreso técnico o con modificaciones en las reglas
de juego.

Por ejemplo es posible apropiar privadamente el derecho a transitar por una autopista
en la medida que se identifique a cada consumidor de la autopista con un aparato
electrónico que registra su paso y le cobra una tarifa por el servicio. Aquí hay un
cambio técnico que posibilita un cambio en las reglas de juego que genera una
privatización parcial o total del derecho a transitar por una autopista de alta velocidad.

Lo mismo ocurre con la seguridad ciudadana. Los servicios prestados por la policía del
sector público son pagados por los contribuyentes. Esos servicios no son apropiables
privadamente y si fueran vendidos o comprados estaríamos frente a sobornos o
coimas que son actos de corrupción. Sin embargo, si el estado cede, o comparte el
cuidado de la seguridad ciudadana entonces aparecen guardias privados que cuidan
determinados sectores de la comunidad.

Por lo tanto diremos que la distinción entre bienes públicos y bienes privados no es
técnica sino más bien política. Tiene que ver fundamentalmente con los bienes que se
apropian privadamente versus los bienes que se apropian de manera pública. Un libro
es un bien privado si lo compro en la librería y no lo comparto con nadie, pero es un
bien público si lo compra una biblioteca pública abierta a todos. Lo mismo acontece
con la televisión y con muchos otros bienes y servicios públicos. El tema de lo que
debe ser un bien público o un bien privado varía atendiendo a los marcos valóricos e
institucionales de cada sociedad humana.

La teoría del comercio internacional neoclásica

a) Supone competencia perfecta en el mercado mundial. Todos los países son precio-
aceptantes. Hay una recta internacional de presupuesto.
b) Supone una concepción individualista-utilitarista en la esfera del consumo. Usa
curvas de indiferencia social
c) Supone rendimientos decrecientes o costos crecientes en la esfera de la
producción. Usa la noción de costo de oportunidad. Formula una función o curva
de posibilidades de producción con pleno empleo de recursos.
143

d) El comercio internacional determina un único conjunto de precios relativos a


través de la recta de internacional de presupuesto. La producción se ubica en P1,
pero el consumo se ubica en C, más allá de las posibilidades internas (nacionales,
domésticas) de producción. Se exportan P1J unidades de tela y se importan JC
unidades de vino.
e) Objeciones y críticas básicas:
f) a) El supuesto de competencia perfecta elimina todas las asimetrías de poder
económico y de poder político que influyen en el mercado mundial. No es verdad
que todos los países sean precio aceptantes. Tampoco es verdad que todas las
empresas o los demandantes lo sean.
g) La curva de indiferencia social es una transposición ilegítima de las curvas de
indiferencia individual.
h) La curva de posibilidades de producción supone competencia perfecta en el
interior de los países, así como la recta internacional de presupuesto supone
competencia perfecta en el mercado mundial.

La teoría del comercio internacional neoclásica ( Versión de Hesckscher y Ohlin)

Siguiendo con la metodología que hemos venido aplicando, procederemos


a examinar los supuestos que subyacen a la teoría neoclásica del comercio internacional.
Esta teoría conocida a veces como la de las dotaciones relativas de los factores, propone
que cada país debe especializarse en la producción y exportación de aquellos bienes para
los cuales cuenta con una mayor abundancia relativa de factores productivos.

El rigor metodológico de este modelo igual que el de todos los modelos neoclásicos radica
en su expresión formal, matemática, modelizada, y su debilidad, igual que la de todos los
modelos neoclásicos es la extrema falsedad y artificialidad de sus premisas. En el caso de
este modelo que fue elaborado por Heckscher y Ohlin pasaremos rápida revista a los
supuestos principales.

a) En primer lugar el modelo prescinde totalmente del dinero y se maneja con


abundancias relativas expresadas en magnitudes físicas tales como horas hombre
o cantidad de tierra cultivada por unidad de producto. A partir de esta idea
desarrolla la idea de la frontera de posibilidades de producción que también está
presente en muchas argumentaciones de los modelos neoclásicos. Por ejemplo en
144

versión que nos presenta Krugman los bienes son tela medida en metros y
alimentos medidos en calorías. Puesto que hay dos factores productivos
requeridos para producir cada bien tenemos cuatro factores productivos que son
primero hectáreas de tierra requeridas por metro de tela, horas de trabajo
requeridas por metro de tela, hectáreas de tierra requeridas por caloría de
alimentos, y horas de trabajo requeridas por calorìa de alimentos. La frontera de
posibilidades de producción se funda en dos supuestos. El primero totalmente
obvio es que las producciones no pueden usar más factores que los existentes y el
segundo de ninguna manera evidente es que hay pleno empleo de los factores
productivo utilizados. Por lo tanto la producción efectiva que el modelo contempla
es igual a la producción potencial. Aunque es muy sencilla, pasaremos por alto la
expresión gráfica de la frontera de posibilidades de producción porque sólo nos
interesa poner de manifiesto la irrealidad de los supuestos de los que el modelo
parte.
b) El otro supuesto “fuerte del modelo” es la vigencia de condiciones de
competencia pura o perfecta en la producción de tela y de alimentos, por lo no hay
asimetrías de poder económico (mercados imperfectos) y los precios de cada bien
son exactamente iguales a sus costos de producción.
c) Se supone además que los países tienen dimensiones similares. Los consumidores
tienen los mismos gustos e idénticas demandas relativas de alimentos y tela
cuando se enfrentan a los mismos precios relativos de dichos bienes. También
tienen la misma tecnología. Esta es otra manera de eliminar cualquier otro factor
que distraiga la atención sobre el punto que quiere enfatizar el modelo: las
diferentes proporciones relativa de trabajo y tierra que tienen ambos países.
d) Puesto que el comercio lleva a la convergencia de los precios relativos y se supone
que la producción de tela es relativamente más abundante en trabajo y la de
alimentos relativamente más abundante en tierra. Por lo tanto el país que posee
una abundancia relativa en trabajo se especializará en la producción de tela y el
país que posee una abundancia relativa de tierra se especializará en la producción
de alimento.

La conclusión general a que arriba este modelo es que los países tienden a exportar los
bienes cuya producción es intensiva en los factores en los que están dotados de manera
más abundante.

Una segunda conclusión es que los propietarios de un factor abundante del país ganan
con el comercio, y los propietarios de un factor escaso pierden. Por lo tanto en el país
donde el trabajo es más abundante, mejorarán las remuneraciones del trabajo, donde es
más escaso esas remuneraciones se reducirán. Esto significa que una vez establecido el
comercio debería producirse una igualación relativa del precio de los factores productivos
145

Comentando los supuestos y las conclusiones del modelo observa Krugman: “Aunque este
enfoque del comercio es sencillo y atractivo, hay un problema importante: en el mundo
real los precios de los factores no se igualan. Por ejemplo, hay un rango extremadamente
grande de salarios entre países. Aunque algunas de esas diferencias pueden reflejar
diferencias en la calificación del trabajo, son demasiado grandes para ser explicadas sólo
con esta base”.

“Para entender por qué el modelo no nos proporciona esta exacta predicción, hemos de
fijarnos en sus supuestos. Hay tres supuestos cruciales para la predicción de la igualación
de los precios de los factores que en realidad no son ciertos. Son los supuestos de que 1)
ambos países producen ambos bienes; 2) las tecnologías son iguales; y 3) el comercio
iguala realmente el precio de los bienes en los dos países”. (Krugman 1994, 92).

Cabría agregar a lo dicho por Krugman que hay dos supuestos subyacente mucho más
irreales: primero que todos los países usan la misma tecnología, y segundo que existe
competencia perfecta en todos los mercados.

Las pruebas empíricas efectuadas respecto del modelo de Heckscher y Ohlin comprueban
que efectivamente sus proyecciones son completamente erróneas. Pero más allá de esas
comprobaciones empíricas del modelo es claro que ha tendido a aumentar la diferencia
de niveles de vida y de salarios entre regiones desarrolladas y subdesarrolladas.

9. THORSTEIN VEBLEN

LA CONTRIBUCIÓN TEÓRICA FUNDAMENTAL AL ESTUDIO DEL CAPITALISMO AMERICANO

Este capítulo fue extraído textualmente de Armando Di Filippo (2013), Poder Capitalismo y
Democracia, RIL EDITORES.

Así como el estudio de los economistas clásicos y Marx es importante para entender los vínculos
entre las nociones de poder económico y capitalismo europeo –a partir de la Primera Revolución
Industrial originada en Gran Bretaña a fines del Siglo xviii–, también el estudio de los economistas
institucionalistas estadounidenses, especialmente Thorstein Veblen y John Commons, es
importante para entender los vínculos entre poder económico y capitalismo estadounidense tras
la Revolución Industrial originada en Estados Unidos a fines del Siglo xix y comienzos del xx.
146

Estos autores forman parte de la corriente crítica que se desarrolló en Estados Unidos, en
oposición a los neoclásicos. Los institucionalistas estudiaron los cambios estructurales que
tuvieron lugar en el país del norte, asociando de manera profunda las dimensiones económicas,
culturales y políticas que dieron lugar al surgimiento de las megacorporaciones oligopólicas.

A fines del siglo xix culmina la así denominada Conquista del Oeste en Estados Unidos, cuando el
proceso de poblamiento termina de ocupar California e instalarse en la costa del Pacífico. Este
proceso de ocupación territorial discurre paralelamente al surgimiento de la Revolución Industrial
Americana, que por un lado asimila plenamente los logros de la Revolución Industrial Británica,
asociados al uso del carbón, el hierro, el acero y la máquina de vapor –sobre todo en la difusión de
los ferrocarriles y los barcos–, y por otro lado empiezan su propia revolución, fundada en el uso
del petróleo, los motores de combustión interna y la electricidad.

La gigantesca economía estadounidense experimentaba una completa revolución en términos de


urbanización e industrialización, modificando sus condiciones estructurales desde una sociedad
rural –visualizada por los pioneros de la Independencia Americana a fines del siglo xviii, cuando
instalaron sus ideas revolucionarias en materia de derechos humanos y democracia política– hacia
otro ordenamiento económico mucho más complejo e interdependiente, liderado por la aparición
de poderosas corporaciones oligopólicas cuya evolución posterior es clave para entender el
tránsito de una economía más bien rural de farmers, a otra economía que terminaría convirtiendo
a Estados Unidos en el centro hegemónico del orden capitalista global, tras un largo proceso que
culmina a fines de la Segunda Guerra Mundial.

Allí se encuentra la génesis de la actual megacorporación transnacional que ha controlado el


desarrollo actual del capitalismo global. Los institucionalistas estudiaron las condiciones
institucionales y los ordenamientos jurídicos que condujeron al surgimiento del capitalismo
oligopolista en Estados Unidos. Thorstein Veblen es pionero en el estudio de las posiciones de
poder de la gran empresa industrial, asociada a la expansión del maquinismo y a la nueva
civilización que este desarrollo tecnológico promovió. Así como los economistas clásicos y Marx
asociaron los fenómenos del capitalismo europeo naciente con la base tecnológica de la Primera
Revolución Industrial, también los institucionalistas estadounidenses establecieron los vínculos
entre las modalidades del capitalismo estadounidense y la respectiva base tecnológica de la gran
industria, apoyada no solo en las tecnologías «sucias» (carbón y petróleo), sino haciendo uso de la
electricidad para desarrollar lo que Veblen denominó el maquinismo. La Revolución Industrial
Americana es importante para entender los vínculos entre capitalismo y poder económico,
precisamente por la incorporación del maquinismo o del sistema industrial.

Thorstein Veblen estudió con mucha claridad la estructura de poder del capitalismo americano
emergente, distinguiendo entre dos procesos paralelos y dos actores fundamentales. De un lado
planteó la racionalidad objetiva de los procesos mecánicos asociados a la gran industria y delineó
un tipo de actor social vinculado a la actividad tecnológica e ingenieril. De otro lado propuso una
racionalidad más bien ritual o convencional, asociada a la esfera de los negocios, en donde ocupa
un papel protagónico la mentalidad adquisitiva y buscadora del lucro de la empresa de negocios.
147

Este contrapunto entre ambas mentalidades organiza todas las reflexiones de su Theory of
Business Enterprise. De una parte emerge la racionalidad tecnológica y despersonalizada vinculada
al desarrollo del maquinismo, en donde aparece una forma de institucionalidad técnica que
ordena la vida económica, creando una estructura de cadenas productivas que disciplinan la vida
laboral. Esta civilización de la máquina y de la gran industria se impone, como un gran monstruo
mecánico, sobre las necesidades humanas y los derechos naturales de los trabajadores. De otro
lado emerge la racionalidad «ritual» de los procesos contractuales –cada vez más alejados de la
lógica de las pequeñas empresas dentro de mercados relativamente competitivos–, en donde se
van imponiendo reglas de juego que atropellan los derechos humanos naturales que visualizaron
los pioneros de las revoluciones políticas europea y americana.

Veblen, elaborando nociones que ya había anticipado de manera históricamente amplia en su


Teoría de la Clase Ociosa, concentra y aterriza su mirada crítica sobre la sociedad estadounidense
de comienzos del siglo xx. Observa de qué manera el orden jurídico, en la tradición anglosajona del
common law, va imponiendo interpretaciones que implican una transición desde los derechos
humanos naturales, hacia un dominio incontrastable de los derechos de propiedad y de
contratación, como un ámbito «intocable» capaz de predominar sobre cualquier otro tipo de
instituciones.

Precisamente este proceso de institucionalización formal de las nociones de propiedad y contrato,


en sus versiones apropiadas y funcionales al desarrollo del capital oligopolista, fue estudiado por
John Commons, otro padre fundador del institucionalismo estadounidense. Lo hizo en sus
Fundamentos Legales del Capitalismo, (1995) cuando examinó la evolución de la noción de
propiedad, jurídicamente aceptada por las cortes judiciales en Estados Unidos. Dada la
importancia que en la tradición de la common law Británica asume la jurisprudencia de los fallos
judiciales, el estudio de esta evolución es, en realidad, el estudio de la institucionalización de las
reglas de juego del capitalismo en la era de las grandes corporaciones oligopólicas. Estas
resoluciones judiciales estudiadas por Commons, constitutivas de un cuerpo esencial de
jurisprudencia, permiten observar la transición desde una noción muy concreta y tangible de
propiedad, asociada fundamentalmente a la posesión de la tierra –tan importante en una sociedad
rural de cultura pecuaria (cowboys) y agrícola (farmers) como históricamente fue el caso de los
Estados Unidos–, a otra noción de propiedad cada vez más desmaterializada y vinculada al
complejo de derechos y obligaciones constitutivas de las transacciones financieras requeridas para
la expansión de las megacorporaciones (ferrocarriles, banca, grandes explotaciones mineras y
petrolíferas, etc.).

Los rasgos del capitalismo fundado en la aparición de las corporaciones fueron estudiados por
Veblen en su Theory of Business Enterprise. El teórico examinó la evolución histórica del
capitalismo desde la pequeña empresa donde imperaban relaciones altamente personalizadas de
quienes transaban en mercados competitivos, hacia la forma del capitalismo corporativo y
oligopólico, donde se imponen reglas de juego muy distintas. En particular examinó el tránsito
desde lo que llamó una economía monetaria a una economía de crédito, y sus repercusiones sobre
la noción de capital. En este sentido enfatizó en la distinción entre el sentido convencional de
148

capital , entendido como bienes de capital aptos para la producción de nuevos bienes, y el otro
sentido donde el capital es un fondo de valores monetarios en que la economía de crédito y las
finanzas corporativas empiezan a fijar las reglas de juego de la economía industrial.

Veblen verificó para el caso de la economía estadounidense, un distanciamiento creciente entre la


lógica de los procesos productivos y la de los procesos de mercado que se reflejan en las nociones
de valor económico. En la medida en que los procedimientos y concepciones de negocios han sido
modelados en función de la imagen de la corporación moderna, las bases de la expansión del
capital no dependen del costo del equipamiento material poseído, sino de la capacidad de la
corporación para aumentar su rentabilidad en términos dinámicos. Esta capacidad se asocia a
activos intangibles (good will), cuyo valor depende de las expectativas de los clientes y de los
accionistas, más que del costo de sus equipamientos y existencia en la esfera productiva. (Veblen,
2002, Cap. vi) El mismo Veblen se encarga de comparar esta nueva fase del capitalismo, cuya
emergencia observa de manera directa en los Estados Unidos, y el escenario económico desde el
que Adam Smith explicó el surgimiento de las economías capitalistas. El proceso de capitalización
o de expansión del capital de la empresa ya no depende del costo de los equipos o insumos
adquiridos, sino de las valoraciones que las corporaciones obtienen especialmente a través de sus
operaciones bursátiles.

El marco conceptual más amplio de las ideas de Veblen

Para Veblen las instituciones son ante todo hábitos mentales que guían el comportamiento usual
de los seres humanos en sociedad. La noción de clase ociosa que estudió de manera amplia a lo
largo de la historia humana, se identifica con la clase poderosa, y el ocio ostensible, con una forma
de expresar ese poder. El ocio no significa inacción sino solamente el rechazo a las formas del
trabajo cotidiano de tipo manual, requerido para la elaboración de los medios de vida de una
sociedad. El ocio significa una actitud cultural y una práctica de vida concreta que suponen y
expresan posiciones de poder. Se traduce en la posibilidad de ejercer actividades honoríficas,
originalmente vinculadas a la guerra, a la apropiación de botines de guerra y a la esclavización de
los derrotados. Las actividades honoríficas se extendieron en sociedades más desarrolladas al
campo del arte, de la ciencia y, por supuesto, de la religión. La motivación esencial que guía los
comportamientos humanos es, según Veblen, la emulación, es decir, el ansia insaciable de llegar
más lejos que el prójimo en la adquisición de posiciones y de posesiones que expresan poder
derivado del control de riqueza o de personas. En los hechos esto significa que los seres humanos
no establecen con los bienes que consumen una relación solamente fundada en la satisfacción de
sus necesidades, o ni siquiera de sus preferencias. Más bien aspiran a sentirse en mejor situación
que el prójimo con el cual se comparan, respecto de las posesiones y posiciones que les confieren
poder y les permiten desarrollar aquellas actividades honorables que, por ser diferentes a
cualquier trabajo productivo de objetos útiles, son agrupadas por Veblen con el nombre de ocio.
Por lo tanto hay en este economista una interpretación de la historia en que los poderosos
expresan a través de medios agresivos, predatorios y completamente faltos de solidaridad, sus
ansias de poder, apoyándose en una actitud emulatoria que es insaciable.
149

Poder, riqueza y clases ociosas

La forma más desarrollada de esa posición de poder se expresa en la posesión de riqueza, es decir,
en la propiedad de objetos que son susceptibles de evaluación pecuniaria. Por lo tanto la
emulación pecuniaria es la forma más típica de expresar poder en las sociedades modernas. En
consecuencia, cabría decir que para Veblen la competencia en los mercados no es más que una
forma esencialmente importante de expresar esa emulación pecuniaria. En este autor su Teoría de
la Clase ociosa puede ser considerada como la elaboración de un conjunto de tipos ideales que a lo
largo de la historia expresan la supervivencia transhistórica de una clase ociosa, que adquiere
diferentes rasgos a lo largo de los tiempos, pero siempre se define, ante todo y de manera
inequívoca por ser la detentadora del poder.

Refiriéndose a estadios históricos ya superados, al menos parcialmente, en la era contemporánea,


observa Veblen (1963): Durante el estadio depredador propiamente dicho y en especial en las
etapas primeras del desarrollo cuasipacífico de la industria que sigue al estadio depredador, una
vida ociosa es la demostración más sencilla y concluyente de fuerza pecuniaria y, por tanto, de
superioridad de poder, con tal de que el caballero ocioso pueda vivir siempre con facilidad y
desahogo manifiestos. En ese estadio, la riqueza consiste principalmente en esclavos, y los
beneficios que derivan de la posesión de riqueza y poder toman principalmente la forma de
servicio personal. Es evidente que al igual que Adam Smith, más de cien años antes, Veblen (1963)
identifica riqueza con propiedad de cosas que confieren poder: «Como se ha indicado en un
capítulo anterior, hay razones para creer que la institución de la propiedad ha comenzado por la
propiedad de personas y en primer lugar de mujeres. Los incentivos para adquirir tal propiedad
han sido, al parecer: 1) Una propensión a dominar y coaccionar; 2) la utilidad de aquellas personas
como demostración de la proeza de su dueño, y 3) la utilidad de sus servicios» (p. 61).

Respecto del papel del dinero, si bien Veblen no desarrolla el tema en su obra citada que tiene un
contenido más bien antropológico de largo plazo, habla de fuerza pecuniaria, expresión que bien
puede ser interpretada como el poder social que deriva de la posesión de riqueza expresable en
dinero. La forma más desarrollada de este tipo de poder se verifica en la comunidad industrial
contemporánea: «La clase ociosa vive más bien por la comunidad industrial que en la comunidad
industrial. Sus relaciones con la industria tienen carácter pecuniario y no industrial. La admisión a
la clase ociosa se consigue mediante el ejercicio de las actitudes pecuniarias –aptitudes
adquisitivas– y no aptitudes útiles. Hay, por tanto, una continua criba selectiva del material
humano que constituye la clase ociosa y esa selección se hace sobre la base de la aptitud para las
empresas pecuniarias».

El sistema industrial y la empresa de negocios

En relación con las sociedades capitalistas contemporáneas, Veblen (1904) establece una clara
distinción entre dos procesos inextricablemente vinculados: el del maquinismo como proceso
industrial dominante y el de la inversión orientada al lucro: El marco material de la civilización
moderna es el sistema industrial, y la fuerza orientadora que anima este marco es la empresa de
negocios (business enterprise). En un grado mayor que en cualquier otra fase conocida de la
150

cultura, la cristiandad moderna toma su cariz o aspecto de su organización económica. Esta


moderna organización económica es el «Sistema Capitalista» o el, así denominado, «Moderno
Sistema Industrial».

Sus rasgos característicos, y al mismo tiempo las fuerzas en virtud de las cuales éste domina la
cultura moderna, son el maquinismo y la inversión orientada a obtener una ganancia. (p. 1) En
relación con el maquinismo Veblen desarrolla un profundo examen del cambio de hábitos
mentales que el advenimiento de este proceso implicó para las sociedades occidentales
contemporáneas, es decir, la transformación de los fundamentos culturales de las instituciones
predominantes de Occidente. Examina el tránsito desde las visiones explicativas fundadas en la
relación causa-efecto, tal como estas se manifestaban en la cultura clásica y escolástica (por
ejemplo, las cuatro causas aristotélicas tan citadas en el presente libro, que Veblen parece tomar
en cuenta en el capítulo ix de su Theory of Business Enterprise), hacia las fundadas en la noción de
proceso (concentrado en las causas eficientes) que el maquinismo implicó y promovió.
Refiriéndose implícitamente a las cuatro causas aristotélicas, pone de relieve que las causas
material, formal, eficiente y final que estaban tan presentes en la vida productiva del artesano –
quien elaboraba el modelo mental del producto, luego lo producía y finalmente lo ofrecía por su
utilidad concreta– han sido reemplazadas por una visión procedimental impersonal, basada en
múltiples eslabones de causas materiales o causas eficientes que se extienden en un largo
encadenamiento de procesos productivos interdependientes. De estos eslabonamientos múltiples
y habituales deriva la fuerza que posee el maquinismo para estructurar la sociedad y modificar los
hábitos mentales (instituciones) de quienes quedan sometidos a su influjo.

Por oposición a esta lógica impersonal que domina el mundo de los procesos mecánicos, se alza la
lógica mucho más personalizada del mundo de los negocios, donde, dice Veblen, todavía
predomina una actitud finalista orientada a la inversión para lograr una ganancia. De este
planteamiento general se derivan dos tipos de personas: las que se ocupan directamente de los
negocios y las que se ocupan directamente de la producción de bienes y servicios. Algo así como
un contraste entre una cultura mercantil vis-a-vis una cultura ingenieril o tecnológica. Esto se
expresa en el campo de la vida económica, en la falta de correspondencia cuantitativa entre los
movimientos productivos de los bienes y equipos de capital y los movimientos económicos de los
valores que orientan el comportamiento de los hombres de negocios.

Esta dicotomía también se expresa en dos tipos de hábitos de pensamiento (instituciones, según la
terminología de Veblen) que orientan sus comportamientos: El pensamiento requerido por las
ocupaciones pecuniarias procede en el terreno de lo convencional en tanto que aquel involucrado
en ocupaciones industriales, discurre, en lo principal, en el terreno de las secuencias o causaciones
mecánicas, desconsiderando los aspectos convencionales. La institución de la posesión o
propiedad es un hecho convencional; y la lógica del pensamiento pecuniario –es decir del
pensamiento en temas de posesión o propiedad– es una elaboración de las implicaciones de este
postulado, de este concepto de posesión o propiedad. Los hábitos de pensamiento característico
derivados de esta elaboración, recurren a los terrenos convencionales de la finalidad y la validez,
al antropomorfismo, a las explicaciones de los fenómenos en términos de las relaciones humanas,
151

discrecionalidad, autenticidad, y elección. El ámbito de certeza en los interrogantes


correspondientes al plano de los derechos humanos es siempre un ámbito de autenticidad, de
precedentes o de decisión aceptada. El argumento es un argumento de jure, no de facto (…). El
objetivo es conformar los hechos a la ley, no hacer la ley o la regla general conforme a los hechos.

La inclinación así concedida favorece la aceptación de la regla general, abstracta, habitual como
algo real con una realidad superior a la realidad de los hechos impersonales y no convencionales.
Ese entrenamiento confiere sutileza para los argumentos metafísicos y para lo que es conocido
como la gestión «práctica» de los negocios; confiere la, así denominada, eficiencia ejecutiva o
administrativa distinguible del trabajo asociado a los principios mecánicos. Eficiencia «práctica»
significa convertir los hechos de manera que éstos cuenten para los propósitos de las
convenciones aceptadas, para conferir un gran efecto (o impacto) a la situación en términos de las
convenciones pecuniarias vigentes. (Veblen, 1904, pp. 318-320)

Poderes de mercado: monopolio y oligopolio

Paralelamente a este análisis de los fundamentos culturales de las clases «ociosas»


contemporáneas que dominan el mundo de los negocios, Veblen (1904), concentrándose en la
realidad histórica de los Estados Unidos, examina los temas del poder de mercado y de sus
asimetrías fundadas en posiciones monopólicas u oligopólicas: El principio general que guía a
productores y comerciantes, grandes y pequeños, para fijar los precios a los cuales ellos ofrecen
sus mercancías y servicios es lo que en el lenguaje de los ferrocarriles se conoce como «cargando
todo lo que el tráfico pueda soportar» (charging what the traffic will bear). Donde una dada
empresa tiene un estricto monopolio de oferta de un dado artículo o de una determinada clase de
servicios este principio se aplica de la forma no calificada (unqualified) en que es entendida entre
aquellos que discuten cargas ferroviarias. Pero donde el monopolio es menos estricto, donde hay
competidores, allí la competencia puede llegar a ser el factor más importante si la empresa en
cuestión detenta poco o nada de la posición monopólica. Pero es muy dudoso que existan
negocios exitosos dentro del rango de las actividades productivas modernas en las que el
elemento monopólico esté completamente ausente. Ellas son en todo caso, pequeñas y no de
gran magnitud. Y el objetivo de todas estas empresas que pretenden continuidad en sus negocios
es establecer el mayor grado de monopolio posible.[énfasis agregado a la cita]. Esta posición
monopólica puede ser establecida legalmente, ser derivada de la localización o control de recursos
naturales, o puede ser un monopolio de carácter menos definido fundado en la clientela y el
prestigio (good will). Esta última clase de monopolios no son usualmente clasificados como tales a
pesar de que, en carácter y grado, la ventaja que ellos detentan es casi la misma que las debidas a
ventajas diferenciales en localización o control de recursos. El fin buscado por la publicidad
sistemática de los grandes grupos empresariales (big business concerns) es este monopolio de
costumbre y prestigio. Esta forma de monopolio es, algunas veces de gran valor, y es
frecuentemente vendida bajo el nombre de prestigio (good will), marca (brand), o marca
registrada (trademark). (pp. 53-55). Como resulta obvio y evidente, hay aquí una teoría de los
mercados muy diferente a las visiones neoclásicas de los mercados eficientes y autorregulados.
152

Finalmente, podríamos citar la opinión de Veblen (1904) respecto de la expresión legal de estas
instituciones, prácticas y mecanismos: La («natural») convencional libertad de contrato es sagrada
e inalienable. La (de facto) libertad de elección es un tema respecto del cual la ley y las cortes
carecen de competencia para indagar. Por la fuerza de la concatenación de los procesos
industriales y la dependencia del bienestar o la subsistencia de los hombres respecto del
funcionamiento ordenado de estos procesos, el ejercicio de los derechos de propiedad en el
interés de los negocios puede atravesar las necesidades fácticas de un grupo o clase; él puede
incluso atravesar las necesidades de la comunidad en su conjunto, como, por ejemplo, en el caso
concebible de una escasez, institucionalmente generada de carbón; pero puesto que estas
necesidades, de bienestar o de subsistencia no pueden ser formuladas en términos de la natural
libertad contractual, ellas pueden, según la naturaleza del caso, dar lugar a un desconocimiento de
las reclamaciones y no encontrar remedio legal. La discrepancia entre la ley y el hecho en materia
de libertad industrial ha experimentado ilustraciones repetidas en decisiones judiciales entre
organizaciones de trabajadores y sus empleadores o propietarios. Estas decisiones usualmente
han favorecido a éstos últimos; es decir han sostenido los derechos de propiedad y de libertad
contractual. (p. 278)

En estos párrafos hay una contraposición entre las necesidades humanas y los derechos que de
ellas se derivan por un lado, y los poderes de los negocios y los derechos económicos que el
sistema jurídico hace derivar de ellos. En cierto sentido este tipo de contrastes y dicotomías son
aspectos o ángulos desde los cuales se plantea la dicotomía entre los valores, principios o prácticas
del capitalismo por un lado y de la democracia por el otro. Veblen entiende, sin embargo, que la
«metafísica» de los derechos naturales derivada de la ilustración, va transicionando hacia la
«metafísica» de las libertades naturales que finalmente se reducen a las libertades derechos y
obligaciones que derivan de los actos de comprar, vender y lucrar. Esta noción de metafísica alude,
según creo entender, a las premisas filosóficas, éticas o meramente rituales que en última
instancia sustentan cada tipo de derechos.

Veblen (1904) considera que estos rasgos han quedado profundamente imbricados en la cultura
de los Estados Unidos: «En ninguna otra parte el carácter sagrado de las obligaciones pecuniarias
ha permeado tanto el sentido común de la comunidad, y en ninguna otra parte la obligación
pecuniaria ha llegado tan cerca de convertirse en la única forma de obligación asumida sin
mayores calificaciones por el sentido común generalizado» (p. 272).

Una vez establecida esta noción «metafísica», la conjunción de la cultura pecuniaria y de la cultura
ingenieril (personificada, por ejemplo, en Henry Ford) condujo a fuerte sujeción y disciplinamiento
de facto sobre las clases trabajadoras. Esto significó una subordinación de las necesidades de los
trabajadores en particular y de las personas en general, y de los derechos que eventualmente
podrían derivarse, a los objetivos de la defensa de la propiedad y de la ganancia que estaban
claramente institucionalizados en el orden legal y judicial. El impacto social de estos procesos es
explicado así por Veblen (1904): Bajo la actual standardización de facto de la vida económica
impuesta por la industria mecánica, puede frecuentemente suceder que un individuo o un grupo,
digamos, de trabajadores, no pueda poseer el poder fáctico de la libre contratación. (…) Mediante
153

el control de los procesos industriales solamente bajo los cuales, puede un determinado
trabajador ganar su subsistencia, los propietarios de estos procesos pueden producir presiones
pecuniarias que determinen las decisiones de los trabajadores; pero puesto que los derechos de
propiedad que imponen esa presión no repugnan a los principios de la libertad natural, tampoco
es esa presión pecuniaria repugnante a la ley, ya que cae fuera de su ámbito.

Desde el punto de vista que interesa al presente trabajo, queda claro que el criterio distributivo
del poder y de la libertad está en función del control de la propiedad pecuniariamente valuada y
de las ganancias que esta propiedad puede proveer. Asimismo, el proceso del maquinismo genera
presiones fácticas objetivas que, al servicio de los propietarios, ejerce el efecto disciplinador de
que hablábamos antes.

10. JOHN MAYNARD KEYNES

Es conveniente distinguir entre la teoría de Keynes y las diferentes versiones


neokeynesianas y postkeynesianas de esa misma teoría. El objetivo de la presente sección
es poner de relieve que Keynes es heredero de Smith y Malthus en su teoría del valor y de
los precios. Aún cuando Keynes no se preocupó explícitamente de analizar
sistemáticamente su teoría del valor, los planteamientos macroeconómicos de su obra
Teoría General de la Ocupación el Interés y el Dinero, están dedicados a poner de relieve
una teoría del valor en la que los precios relativos y absolutos dependen de una teoría del
“valor-trabajo-comandado” o “adquirido”.

La teoría del valor de Keynes

Keynes expresa sus ideas teóricas acudiendo a dos unidades de medida que son el dinero
y el trabajo humano. Si bien, en el capítulo dedicado a la definición de las unidades de
medida que utilizará para examinar el sistema económico en su conjunto, no se refiere a
la teoría del valor sino a consideraciones más bien de rigor metodológico (coherencia
interna, exactitud e inteligibilidad de las mediciones y los indicadores), al elegir esas
unidades de medida (dinero y trabajo) y al utilizarlas para presentar su teoría de la
demanda efectiva, de hecho está formulando una teoría del valor poder o del trabajo
comandado.

El mayor poder institucionalizado del orden capitalista radica en la capacidad de los


empresarios para comandar una fracción decisiva del trabajo disponible de una sociedad.
Otra fracción extremadamente importante de ese poder corresponde al sector público
que controla el tamaño y calidad del empleo público.
154

En la esfera privada, este poder se ejerce a través de la acción de los empresarios que
deciden la cantidad de empleo que finalmente se generará. Lo hacen de acuerdo con sus
propias expectativas respecto de cuál será el comportamiento de la curva o función de
demanda agregada (lo que Keynes llama el precio de la demanda agregada, es decir la
expresión monetaria de la demanda agregada de todo el sistema económico), y cuál es el
comportamiento de la función de oferta agregada (que denomina precio de la oferta
agregada).

He aquí en palabras del propio Keynes un bosquejo de su teoría general: “Cuando


aumenta la ocupación aumenta también el ingreso real de la comunidad; la psicología de
ésta es tal que cuando el ingreso real aumenta, el consumo total crece, pero no tanto
como el ingreso. De aquí que los empresarios resentirían una pérdida si el aumento total
de la ocupación se destinara a satisfacer la mayor demanda de artículos de consumo
inmediato. En consecuencia para justificar cualquier cantidad dada de ocupación, debe
existir cierto volumen de inversión que baste para absorber el excedente que arroja la
producción total sobre lo que la comunidad decide consumir cuando la ocupación se
encuentra al nivel de que se trate; porque a menos de que exista este volumen de
inversión, los ingresos de los empresarios serán menores que los requeridos para
inducirlos a ofrecer la cantidad de ocupación de que se trate. Se desprende, por tanto,
que, dado lo que llamaremos la propensión a consumir de la comunidad, el nivel de
equilibrio de la ocupación, es decir, el nivel que no induce a los empresarios en conjunto a
ampliar o contraer la ocupación, dependerá de la magnitud de la inversión corriente. El
monto de ésta dependerá, a su vez, de lo que llamaremos el incentivo para invertir, que,
como después se verá, depende de la relación entre la curva de eficiencia marginal del
capital y el complejo de las tasas de interés para préstamos de diversos plazos y riesgos”.

“Así, dada la propensión marginal a consumir y el coeficiente de nueva inversión, sólo


puede existir un nivel de ocupación compatible con el equilibrio, ya que cualquier otro
produciría una desigualdad entre el precio de la oferta global de la producción en
conjunto y el precio de su demanda global. Este nivel no puede ser mayor que la
ocupación completa, es decir, el salario real no puede ser menor que la desutilidad
marginal de trabajo; pero no existe razón en lo general, para esperar que (el nivel de
ocupación) sea igual a la ocupación completa. La demanda efectiva que trae consigo la
ocupación completa es un caso especial que sólo se realiza cuando la propensión a
155

consumir y el incentivo para invertir se encuentran en una relación mutua particular. Esta
relación que corresponde a los supuestos de la teoría clásica, es, en cierto sentido, una
relación óptima; pero sólo puede darse, cuando, por accidente o por designio, la inversión
corriente provea un volumen de demanda justamente igual al excedente del precio de la
oferta global de la producción resultante de la ocupación completa, sobre lo que la
comunidad decidirá gastar en consumo cuando la ocupación se encuentre en ese
estado”.7

Los empresarios operan, obviamente con una mentalidad microeconómica, por lo tanto
cuando ellos deciden la escala de sus respectivas producciones para el mercado están
tratando de llevar a un máximo su ganancia. Por lo tanto su escala de producción
alcanzará al punto en que sus costos esperados (costos de factores y costos primos), se
igualen con el ingreso esperado por las ventas de sus productos. Nótese que las curvas de
oferta y demanda agregada de Keynes son el resultado de previsiones ex ante de los
empresarios, y, por lo tanto, el punto de intersección de ambas funciones o curvas es lo
que Keynes denomina demanda efectiva. Nótese entonces que esta noción de demanda
efectiva es también un punto esperado por los empresarios, pero esta expectativa
desarrollada a escala microeconómica no necesariamente es un punto de pleno empleo.
He aquí el quid de la cuestión, ya que el pleno empleo sólo se producirá, como caso
especial “cuando la propensión a consumir y el incentivo para invertir se encuentran en
una relación mutua particular”. Lo que hace Keynes con la formulación de estas curvas o
funciones de demanda y oferta agregadas es, por un lado, interpretar y racionalizar el
comportamiento de los empresarios, y, por otro lado, expresar las consecuencias
macroeconómicas de esos comportamientos.

Podría decirse que Keynes examina la psicología de los empresarios, algo así como una de
las dimensiones del hombre económico en el sentido de John Stuart Mill. También podría
interpretarse el razonamiento de Keynes como centrando su atención en el papel del
empresario como “empoderado” por el sistema para desempeñar las funciones de
asignación de recursos de la economía de una manera parecida al rol que a los
empresarios adjudica la escuela austríaca. En fin no hay duda de que en la economía de
Keynes el poder económico se genera a través del comportamiento microeconómico de
los empresarios en la esfera privada.

7
Keynes 1943, Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, Fondo de Cultura Económica, México,
páginas 39/39.
156

Tampoco hay duda de que, las señales del mercado tal como microeconómicamente las
perciben los agentes económicos, no son suficientes para asegurar que el nivel de la
demanda efectiva se fije en el punto de pleno empleo de los recursos, es decir de máximo
aprovechamiento del trabajo comandado por la acción empleadora de los empresarios. En
consecuencia, hay espacio para la acción de las políticas públicas del Estado, orientadas a
lograr propensiones al consumo e incentivos para invertir que hagan coincidir a la
demanda efectiva con posiciones de pleno empleo.

Las principales contribuciones de Keynes radican en la diferenciación que efectúa entre el


comportamiento de las unidades microeconómicas de consumo y producción por un lado
y el comportamiento macroeconómico referido al sistema en su conjunto por otro lado.

En el transcurso de estas clases, la cátedra ha insistido en señalar la existencia de tres


enfoques en materia de teoría del valor económico.

En el primer enfoque considerado en su forma teórica pura, se supone que existen


condiciones de equilibrio bajo las cuales rigen los costos en trabajo (Ricardo habla de
precios naturales, y Marx expresa su ley del valor corregida por la noción de precios de
producción). En resumen, para este primer enfoque los precios de una mercancía (incluido
el propio dinero que para la escuela clásica continúa siendo una mercancía) son una
medida de las cantidades de trabajo contenido en las mercancías que se tranzan (por
ejemplo Ricardo y Marx).

Aquí hay una correlación inversa entre la productividad del trabajo para producir una
mercancía llamémosla A = Q/T. La inversa de esta igualdad (1/A = T/Q) expresa el valor de
cada mercancía en cuanto a la cantidad de trabajo vivo que se requiere para producirla. Y
este es un dato técnico. Marx supone que la economía opera bajo condiciones medias de
la técnica correspondientes a una época determinada por lo tanto este dato técnico está
dado. Tanto Marx como Ricardo igualan el valor de la fuerza de trabajo con el valor de los
medios de vida que consume el obrero. De manera que cuando crece la productividad de
las actividades productoras de medios de vida, se reduce el valor unitario de esos medios
de vida y, por lo tanto se reduce la magnitud de valor que hay que transferir al obrero bajo
la forma de salarios para que pueda adquirir en el mercado su subsistencia. Lo importante
157

a enfatizar ahora es que todo este proceso tiene lugar en la esfera de la producción y la
causación última es de naturaleza tecnológica.

En el segundo enfoque, también considerado en su forma teórica “pura original”


(condiciones de equilibrio general walrasiano bajo competencia perfecta) los precios de
un bien son una medida de su utilidad y escasez. Ahora bien, tanto la utilidad como la
escasez dependen de los comportamientos optimizadores de consumidores y
productores. O sea, en cuanto a utilidad estamos en presencia de las teorías utilitaristas
subjetivistas del valor, cuyos fundamentos de filosofía moral nos remontan a J. Bentham y
Stuart Mill. En cuanto a escasez, la misma queda determinada por la ley de la oferta y
demanda en mercados ideales donde rigen condiciones de competencia perfecta. A
diferencia de los enfoques de Marx y de Ricardo donde, subyacentes a los precios de
mercado están los precios naturales que dependen de la estructura de clases de la
sociedad, los neoclásicos disocian el funcionamiento de los mercados perfectos de la
estructura de la propiedad de los medios de producción y por lo tanto hacen desaparecer
a la estructura de clases. Lo hacen porque en todos los mercados rige la competencia
perfecta (nadie puede influir en los precios de mercado con su oferta o su demanda). En
efecto todos son “precio aceptantes” y no hay “formadores de precios” que generen
asimetrías de poder en la dinámica misma de los mercados.

Por último en el tercer enfoque el precio de una mercancía es una medida de la cantidad
de trabajo que con ella se puede comprar o comandar (Adam Smith, Robert Malthus y el
propio Keynes). En este caso la noción de trabajo no es solamente un tema tecnológico
como en Ricardo y Marx, sino que también se reconoce el papel activo y autónomo que
las asimetrías de poder en el mercado pueden producir. Smith parte reconociendo que la
fuente del poder económico radica en la propiedad de riqueza, y ésta a su vez es la fuente
de otras formas de poder político, militar y social. Malthus insiste en la importancia
autónoma que deriva de las fluctuaciones de oferta y la demanda para la determinación
de la tasa de ganancia. En el caso de Keynes su visión cartalista del dinero significa que a
través de la determinación del poder adquisitivo de dinero se pueden afectar los precios
tanto en sus niveles absolutos como en su estructura de niveles relativos.

Diremos que en el caso de Keynes su teoría del valor se ubica en este enfoque, y su noción
central de demanda efectiva expresa de manera muy explícita que el valor de todas las
mercancías depende de la demanda efectiva, determinada a escala macroeconómica con
158

base en la cantidad de dinero utilizada en el sistema y la cantidad de trabajo que, con base
en ella se logra movilizar.

Aunque como es obvio, Keynes toma en consideración las categorías de precios y


cantidades de las mercancías a nivel de las industrias particulares que elaboran productos
relativamente homogéneos, observa que el significado teórico de la cantidad o quantum
de la totalidad de los bienes y servicios que conforman el producto global no se puede
medir con exactitud porque ellos son un agregado heterogéneo que no puede ser
agregado o sumado. Al respecto observa no sin cierta ironía: “El hecho de que dos grupos
inconmensurables de objetos diversos no pueden por si mismos proporcionar el material
para un análisis cuantitativo, no es obstáculo, por supuesto, que nos impida realizar
comparaciones estadísticas aproximadas que dependan de elementos amplios de juicio
más que de cálculos estrictos que puedan ser válidos y significativos dentro de ciertos
límites; pero el lugar apropiado para conceptos tales como la producción real neta y el
nivel general de precios, queda dentro del campo de la descripción estadística e histórica y
su objeto debería saber satisfacer la curiosidad histórica o social; propósito para el que no
es habitual ni necesaria la precisión perfecta, tal como exige nuestro análisis causal, sea o
no completo o exacto nuestro conocimiento de los valores reales de las cantidades de que
se trate. Decir que la producción neta de hoy es mayor que hace diez años o un año, pero
el nivel de precios inferior, es una afirmación semejante a la de que la reina Victoria era
mejor reina pero no una mujer más feliz que la reina Isabel –aserto que no está
desprovisto de significación ni de interés, pero que es inaprovechable para el cálculo
diferencial-. Nuestra precisión será cómica si tratamos de usar tales expresiones
parcialmente vagas y conceptos no cuantitativos como base de un análisis cuantitativo”.
(Keynes 1943, Teoría General, página 49).

En consecuencia a nivel macroeconómico Keynes toma solamente dos unidades de


medida: dinero y trabajo para expresar cuantitativamente sus nociones teóricas. Esto
difiere de lo que hacen Ricardo y Marx que intentan cuantificar sus variables principales a
partir de sus costos en trabajo. También difiere de lo que hacen los neoclásicos que
intentan reducir sus variables a unidades de bienestar económico o, o a preferencias
individuales. Por lo tanto, macroeconómicamente hablando, en la visión de Keynes
podemos resumir el proceso diciendo que los empresarios considerados en conjunto usan
el dinero para constituir el poder productivo que les permite comandar (emplear) trabajo
humano. La constitución del poder productivo tiene costos (costos de factores y costos
159

primos), pero la producción efectiva que se traducirá en la oferta agregada de bienes y


servicios es ante todo el resultado del empleo de trabajo humano.

Los empresarios, tomados en su conjunto tienen el poder institucionalizado necesario


para comandar y regimentar el trabajo humano, pero lo usan para llevar a un máximo su
ganancia y no se ocupan, cada uno por separado de cuáles son los efectos conjuntos o
agregados de dicha creación de empleo. Sólo les interesa llevar a un máximo su ganancia,
y, Keynes no pretende culparlos o asignarles responsabilidades especiales por dicho
comportamiento, ya que esa es la lógica del sistema. Es bueno hacer notar en este punto
que Keynes asume condiciones competitivas de mercado, pero no en el sentido del
modelo de equilibrio general de competencia perfecta de tipo walrasiano, sino más bien
de una manera un tanto amplia y vaga, cuando en varias ocasiones afirma que no toma en
consideración efectos de mercado derivados de posiciones monopólicas u oligopólicas.

La visión de Keynes es una interpretación del proceso capitalista a escala sistémica o


macroeconómica (aunque en un análisis riguroso la visión macroeconómica es sólo una
versión muy reducida de la visión sistémica, sobre todo si ésta se concibe de manera
multidisciplinaria). En rigor la explicación de Keynes pone de relieve el contraste entre las
motivaciones que mueven el comportamiento del consumo de la comunidad en su
conjunto vis a vis las motivaciones que mueven el comportamiento de los empresarios. En
ambos casos esas motivaciones tienen una lógica microeconómica pero sus efectos
agregados son los que Keynes examina.

Las motivaciones del empresario-inversionista se expresan a través de sus expectativas


respecto de lo que Keynes llama eficiencia marginal del capital. La eficiencia marginal del
capital es la ganancia o rentabilidad esperada de los proyectos de inversión vis a vis las
tasas pertinentes de interés de los créditos del sistema bancario a disposición de dichos
empresarios.

De otro lado las motivaciones del conjunto de los consumidores se expresan en lo que
Keynes denomina su propensión a consumir, que él define como una “ley psicológica” lo
que puede conducir a pensar en una elucubración interior y subjetiva de cada consumidor
soberano. Sin embargo en varias partes de sus Teoría General, Keynes deja en claro que la
160

propensión media y marginal a consumir, entendida a escala macroeconómica dependen


en grado importante del nivel y la distribución del ingreso, las que son magnitudes de
naturaleza obviamente macroeconómica y sistémica. Así por ejemplo observa Keynes que
entre los principales factores objetivos que influyen en la propensión a consumir se
encuentran:

“1) Un cambio en la unidad de salario. El consumo (C) es evidentemente más bien una
función del ingreso real (en cierto sentido) que del ingreso monetario. En una situación
dada de la técnica, los gustos y las condiciones sociales que determinan la distribución del
ingreso, el ingreso real de una persona subirá y bajará con la cantidad de unidades de
trabajo de que puede disponer, es decir, con el monto de su ingreso medido en unidades
de salario; aunque cuando el volumen total de producción cambia, su ingreso real subirá
menos que proporcionalmente a su ingreso medido en unidades de salario (debido a la
influencia de los rendimientos decrecientes). Por consiguiente, como primera
aproximación, podemos suponer razonablemente que, si la unidad de salario varía, el
gasto en consumo correspondiente a un nivel dado de ocupación cambiará, como los
precios, en la misma proporción; aunque en ciertas circunstancias tal vez tendríamos que
tener en cuenta las posibles reacciones que los cambios en la distribución de un ingreso
real dado entre empresarios y rentistas tendrían sobre el consumo total, a resultas de un
cambio en la unidad de salarios. Fuera de esto, ya hemos tomado en consideración los
cambios en la unidad de salario al definir la propensión a consumir en términos de
ingreso, medido en dichas unidades”. (Keynes 1943, 95).

Nótese cómo se entrelazan en el párrafo anterior elementos institucionales vinculados a la


estructura de la propiedad de los factores (por ejemplo la distinción de las posiciones
entre empresarios y rentistas) con sus impactos sobre la distribución del ingreso. También
obsérvese que se trasluce con extrema claridad la noción de valor-poder por ejemplo
cuando Keynes observa que “el ingreso real de una persona subirá y bajará con la cantidad
de unidades de trabajo de que puede disponer, es decir, con el monto de su ingreso
medido en unidades de salario”.

Otro factor objetivo que influye sobre la propensión a consumir, que es anotado
explícitamente por Keynes es la política fiscal. Así afirma en uno de los párrafos dedicados
al tema que: “Si la política fiscal se usa como un instrumento deliberado para conseguir la
mayor igualdad en la distribución de los ingresos, su efecto sobre el aumento de la
propensión a consumir es, por supuesto, tanto mayor”. (Keynes 1943, 98)
161

Como se sabe el ahorro considerado como magnitud residual es igual al ingreso menos el
consumo. El ahorro no depende para Keynes en grado importante de la tasa de interés
(como es el caso en la visión neoclásica) sino que es ante todo un componente residual del
comportamiento del consumo para cada ingreso dado.

De otro lado la tasa de interés es fundamental en la teoría de Keynes para la


determinación de la eficiencia marginal del capital. A diferencia de los neoclásicos que
consideran a la tasa de interés como una función de la intersección de las tablas o
funciones ahorro y de inversión, para Keynes la tasa de interés se determina a través de
un componente monetario. La determinación monetaria de la tasa de interés confronta
por un lado la cantidad de dinero que los agentes económicos desean mantener en forma
líquida (preferencia por la liquidez), y por otro lado, las decisiones de política de la
autoridad monetaria respecto de la creación de moneda. Por lo tanto la eficiencia
marginal del capital se determina contrastando dicha tasa de interés con la rentabilidad
potencial del último proyecto rentable (proyecto marginal) en un orden decreciente de
rentabilidades. Nótese también que la eficiencia marginal del capital está referida a las
expectativas empresariales, y, como tal, carece de objetividad, pero no de poder ya que
dichas expectativas son las que determinan el nivel general de la inversión. De allí que, en
consideración un tanto esquemática del asunto, podríamos decir que si el ahorro supera la
inversión sería necesaria alguna acción de política pública tendiente a aumentar el monto
de la inversión global con el objeto de igualarla con el monto del ahorro global.

Para Keynes los empresarios no exhiben expectativas racionales, no poseen perfecta


información, y sus decisiones son tomadas bajo condiciones de incertidumbre. Al no
exhibir expectativas racionales ni contar con contar con información transparente
respecto del futuro (dos rasgos que los neoclásicos marginalista suelen atribuir a los
“hombres económicos”), muchas veces prevalecen comportamientos eufóricos o
temerosos que dependen de impulsos que Keynes denomina “animal spirits). Una manera
elegante de referirse al carácter relativamente incierto e impredecible de los
comportamientos de empresarios e inversionistas.

Keynes y su economía política del comercio internacional


162

En lo que sigue se transcriben literalmente algunos párrafos centrales de la visión de


Keynes, respecto de la economía política del comercio internacional. Su principal crítica a
los clásicos (denominación que incluye especialmente a Ricardo y a los neoclásicos
posteriores) es su creencia en los mecanismos automáticos de ajuste del mercado, y su
repudio acrítico a las fundamentos teóricos de la escuela mercantilista que los precedió.
Sin dejar de reconocer las ventajas de la división internacional del trabajo y del libre
cambio, Keynes reivindica la importancia de las políticas públicas especialmente en lo
atingente al papel de la balanza comercial. Debe notarse que toda la argumentación de
Keynes supone implícitamente la vigencia del patrón oro, o, al menos de una relación fija y
estable entre las monedas de los países y el valor de los metales preciosos.

Los párrafos que siguen son frecuentemente comentados en notas que se colocan al pie
para no interrumpir la continuidad de la lectura del texto de Keynes.

En el capítulo 23 de la Teoría General dedicado al examen de las políticas mercantilistas y


a la crítica de los clásicos a dichas políticas dice Keynes:

“Por espacio de unos doscientos años tanto los teóricos de la economía como los hombres
prácticos, no dudaron que una balanza de comercio favorable tiene particulares ventajas
para un país y graves peligros la adversa, especialmente si se traduce en eflujo de metales
preciosos; pero durante los últimos cien años se ha presentado una notable divergencia
de opinión. La mayoría de los estadistas y los hombres prácticos en casi todos los países, y
cerca de la mitad de ellos aun en Gran Bretaña, cuna del punto de vista opuesto, han
permanecido fieles a la antigua doctrina; en tanto que casi todos los economistas teóricos
han afirmado que la preocupación por tales problemas carece de base, salvo si se adopta
un punto de vista muy estrecho, ya que el mecanismo del comercio exterior es de ajuste
automático y los intentos de dirigirlo no sólo son fútiles, sino que empobrecen a quienes
los practican, porque anulan las ventajas de la división internacional del trabajo. Será
conveniente, de acuerdo con la tradición, llamar a la vieja opinión mercantilismo y la
nueva libre-cambio, aunque estos términos deben interpretarse con referencia al
contexto, pues cada uno de ellos tiene un significado amplio y otro restringido”. (Keynes
1943, 320).

“Cuando un país está aumentando su riqueza con cierta rapidez, el progreso que sigue a
este estado venturoso de cosas puede interrumpirse en condiciones de laissez faire, por
insuficiencia de estímulos para nuevas inversiones. Dado el medio social y político y las
características nacionales que determinan la propensión a consumir, el bienestar de un
163

estado progresivo depende esencialmente, por las razones que ya hemos explicado de la
suficiencia de tales estímulos. Éstos pueden encontrarse, ya sea en la inversión doméstica
o en la exterior (incluyendo en ésta la acumulación de metales preciosos), que, juntos,
forman la inversión total8. Cuando el volumen de inversión total está determinado sólo
por el deseo de ganancia9, las oportunidades de inversión interior estarán regidas, a la
larga, por la tasa de interés doméstica; mientras que la magnitud de la inversión exterior
está necesariamente determinada por el volumen de la balanza favorable de comercio. Así
en una sociedad donde no haya problema de inversión directa bajo la égida de la
autoridad pública, los fines económicos, de que es razonable que se preocupe el gobierno,
son la tasa de interés interior y la balanza de comercio exterior”.

“Ahora bien, si la unidad de salarios es relativamente estable y no está sujeta a cambios


espontáneos de magnitud importante (una condición que casi siempre se satisface), si el
estado de la preferencia por la liquidez es bastante fijo, y si los convencionalismos
bancarios son también duraderos, la tasa de interés tenderá a estar regida por la cantidad
de metales preciosos, medida en unidades de salarios, disponible para satisfacer el deseo
de liquidez de la comunidad. Al mismo tiempo, en una era en que los préstamos
extranjeros sustanciales y la propiedad directa de riqueza situada en el exterior son
escasamente practicables, las alzas y bajas en la cantidad de metales preciosos
dependerán principalmente de si la balanza comercial es favorable o desfavorable”. 10

“De este modo ocurre que la preocupación de las autoridades por una balanza comercial
favorable sirvió a ambos propósitos11; y fue, además, el único medio disponible de
promoverlos. En una época en que las autoridades no tenían control directo sobre la tasa
de interés interior o los otros estímulos a la inversión doméstica, las medidas para
aumentar la balanza comercial favorable eran el único medio directo de que disponían
para reforzar la inversión en el extranjero; y al mismo tiempo, el efecto de una balanza de
comercio favorable sobre la entrada de los metales preciosos era su único medio indirecto
de reducir la tasa de interés doméstica y aumentar así el aliciente para invertir dentro del
país”. (Keynes 1943,323).

8
Esta frase de Keynes se entiende mejor si se recuerda el mecanismo contable de la balanza de pagos tanto en
su parte de cuenta corriente como en su cuenta de capital.
9
Es decir cuando no existe una inversión pública directamente ejecutada por el Estado.
10
Se examinarán en clase algunos gráficos que ayudarán a entender estas observaciones de Keynes.
11
Ambos propósitos son los de promover la inversión tanto interna como externa.
164

Tras examinar los límites teóricos a la política de influencias el saldo de la balanza de


pagos, Keynes examina diferentes casos históricos desde fines del siglo XV hasta la
actualidad. Estos párrafos se omiten en homenaje a la brevedad pero la cátedra
recomienda la lectura completa de la sección pertinente del capítulo 23.

Finalmente Keynes concluye especificando en qué consiste su crítica teórica principal, no


sin antes concordar con la visión clásica liberal (en especial las ideas fundacionales de
Adam Smith) que “Las ventajas de la división internacional del trabajo son reales y
sustanciales, aun cuando la escuela clásica las haya exagerado grandemente. El hecho de
que las ventajas derivadas de una balanza favorable para nuestro propio país pueden
suponer desventajas iguales para algún otro (cosa de la cual los mercantilistas se daban
perfecta cuenta) no sólo significa que es necesaria gran moderación, de manera que un
país no asegure para sí mismo una parte mayor que la justa y razonable de las existencias
de metales preciosos, sino también que una política inmoderada puede llevar a una
competencia internacional insensata por una balanza por una balanza favorable que dañe
a todos por igual. Y, finalmente, una política de restricciones comerciales12 es un
instrumento alevoso aún para conseguir su fin ostensible, ya que el interés privado, la
incompetencia administrativa y la dificultad intrínseca de la tarea pueden desviarla hasta
producir resultados directamente contrarios a los propuestos”

“De este modo, dirijo el peso de mi crítica contra lo inadecuado de los fundamentos
teóricos de la doctrina del laissez faire, en la que fui educado y que enseñé durante
muchos años –contra la idea de que la tasa de interés y el volumen de inversiones se
ajustan automáticamente al nivel óptimo, de manera que preocuparse por la balanza
comercial sea perder el tiempo-; porque nosotros, la facultad de los economistas, hemos
sido culpables de presuntuoso error, al tratar como una obsesión pueril lo que por
centurias ha sido el objeto principal del arte práctico de gobernar”. (Keynes 1943, 325)

a) Tesis de Keynes: explicación “contable”

12
Por una política de restricciones comerciales se refiere Keynes a formas abiertas de proteccionismo que
limite las importaciones a través de medidas reglamentarias y administrativas, en vez de lograr superávit
comerciales sobre la base de un estímulo a las exportaciones y a la inversión externa.
165

PBI = C + I + G + X – M El producto interno bruto se destina, al gasto en consumo


privado, más el gasto del gobierno más las exportaciones netas de importaciones.
Podemos escribir:

I + (X – M) = PBI – C - G

Recordando que A = PBI – C - G, es decir el ahorro es igual al PBI menos el consumo


privado y del gobierno

A = I + (X – M) El ahorro nacional (A) es igual a la inversión interna más el saldo de


comercio que equivale a la inversión externa (de los nacionales en el exterior). Es decir

A = IT = I + (X – M) el ahorro nacional financia la inversión total (IT) que es igual a la


suma de la inversión interna (I) más el saldo de la balanza comercial (X – M).

b) Ahorro público y ahorro privado

Ahorro privado: Es la parte de la renta disponible que se ahorra (no se tributa ni se


consume).

SP = PBI – T – C

Ahorro público: Sea SG el ahorro del gobierno. Si consideramos como ingresos del
sector público a los tributos netos percibidos por el estado (T) y como egresos a los
gastos del gobierno (G), entonces

SG = T – G
166

Ahorro nacional: Siendo S el ahorro nacional, partimos de su definición:

S = PBI – C – G = (PBI – T – C) + (T – G) = SP + SG

Puesto que S = SP + SG = I + (X – M) resto a ambos miembros el ahorro del gobierno


(T – G), y, defino (G – T) como déficit del gobierno tal que (T – G) = - (G – T).

SP = I + (X – M) + (G - T)

La ecuación anterior dice que el ahorro privado de un país puede destinarse a tres
objetivos diferentes.

- inversión interna (I)


- Financiamiento del déficit del sector público (compra de títulos públicos)
- Adquisición de riqueza (activos) proveniente del exterior. El saldo comercial
positivo da lugar al ingreso de riqueza o activos líquidos (divisas, oro o dólares por
ejemplo), o da lugar a la adquisición de otros activos que rinden intereses (como
los superávit chinos de comercio exterior que se destinan a comprar bonos del
tesoro de los Estados Unidos que tiene un comercio deficitario con China).

c) Aplicación de esta contabilidad a la observación de Keynes citada más arriba


referida a los mercantilistas:
“Dado el medio social y político y las características nacionales que determinan la
propensión a consumir, el bienestar de un estado progresivo depende esencialmente, por
las razones que ya hemos explicado de la suficiencia de tales estímulos. Éstos pueden
encontrarse, ya sea en la inversión doméstica o en la exterior (incluyendo en ésta la
acumulación de metales preciosos), que, juntos, forman la inversión total13. Cuando el
volumen de inversión total está determinado sólo por el deseo de ganancia 14, las
oportunidades de inversión interior estarán regidas, a la larga, por la tasa de interés
doméstica; mientras que la magnitud de la inversión exterior está necesariamente
determinada por el volumen de la balanza favorable de comercio. Así en una sociedad
donde no haya problema de inversión directa bajo la égida de la autoridad pública, los

13
Esta frase de Keynes se entiende mejor si se recuerda el mecanismo contable de la balanza de pagos tanto
en su parte de cuenta corriente como en su cuenta de capital.
14
Es decir cuando no existe una inversión pública directamente ejecutada por el Estado.
167

fines económicos, de que es razonable que se preocupe el gobierno, son la tasa de interés
interior y la balanza de comercio exterior”.

En otras palabras, si suponemos para simplificar que el presupuesto público está


equilibrado, tal que (G – T) = 0; entonces volvemos a la tesis de keynes ya examinada:

SP = IT = I + (X – M)
168

11. COMPETENCIA “IMPERFECTA”. ECONOMÍAS DE ESCALA

Competencia Imperfecta

En un capítulo anterior hemos estudiado la competencia perfecta de la teoría económica


neoclásica. Paralelamente a esas elaboraciones teóricas se desarrollaron otros cuerpos de
teoría económica y de economía política tales como los estudios de los institucionalistas
estadounidenses (Veblen y Commons) sobre el capitalismo monopólico norteamericano, o
los estudios sobre el imperialismo formulados por Lenin con base en la anticipaciones del
Manifiesto Comunista de Marx y Engels sobre la concentración y centralización del capital.

Frente a estas nuevas evidencias teóricas e históricas, la teoría económica académica en


general, y la neoclásica en particular tuvieron que admitir la extrema irrealidad de los
supuestos o premisas del mercado de competencia perfecta. Sin embargo, incluso en el
lenguaje utilizado se negaron a abandonar la noción de competencia perfecta al menos como
paradigma ideal al cual había que referir todos los modelos que se apartaran de él. En
consecuencia acuñaron la expresión “competencia imperfecta” para referirse a otra familia
de modelos que proliferaron a partir de la postguerra (monopolio, oligopolio, competencia,
monopolística, teoría de juegos, equilibrio de Nash, etc.)

Una de las razones por las cuales se hizo necesario que la teoría académica abandonara o
relegara las extremas premisas de la competencia perfecta, fue por su creciente incapacidad
para explicar (y mucho menos pronosticar) los procesos de la economía internacional. Esto
fue debido a la presencia de las grandes empresas oligopólicas que, en los hechos históricos
verificables, eran las mismas denominadas monopólicas en aportaciones de marxistas como
Lenin o institucionalistas como Veblen.

De manera que la teoría académica (neoclásica) de la competencia imperfecta, expresa de


alguna manera ese reconocimiento y asimilación que se efectuó de la realidad de la
presencia de la gran corporación en el orden internacional. Una de las nociones más
resistidas del enfoque de la competencia imperfecta fue la noción de economías de escala.
Sin embargo la teoría académica del mundo desarrollado (especialmente en los Estados
169

Unidos) ha debido aceptarla para intentar explicar y prever las tendencias del comercio
internacional de postguerra.

Economías de escala y comercio internacional

Introducción

Las semejanzas estructurales entre países promueven la especialización para


el comercio intrasectorial y se justifican por el aprovechamiento de economías de escala, si
es que el tamaño de los mercados internacionales permite su desarrollo.

La evidencia empírica de posguerra demuestra que cada vez más el comercio


es consecuencia de rendimientos crecientes a escala, es decir de una tendencia de los costos
unitarios a reducirse a medida que aumenta el volumen de la producción. Esto es atribuible a
varios factores, pero uno de los más importantes y fácilmente comprensibles tiene que ver
con la amortización de los costos fijos apoyada en costos y precios unitarios cada vez más
bajos a medida que aumenta la escala de la producción. A nivel de la industria en su
conjunto, los rendimientos crecientes a escala se vinculan con economías derivadas de la
aglomeración de los productores dentro de un espacio reducido, lo que favorece la reducción
de costos unitarios en lo relativo a un conjunto de servicios complementarios a sus
actividades principales. Los rendimientos crecientes a escala o economías de escala
proporcionan a los países un incentivo para especializarse y comerciar aunque no tengan
mayores diferencias en materia de ventajas comparativas entre grandes sectores o ramas de
la producción.

La teorización académica se resistió a considerar el efecto de las economías


de escala, porque éstas no son compatibles con el modelo de competencia perfecta en que
se fundan explícita o implicitamente los enfoques fundados en la ventaja comparativa. Los
efectos de las economías de escala sobre el comercio exigen utilizar modelos de competencia
imperfecta como el modelo de competencia monopolística, el modelo de dumping, y otros
(Krugman 1994). La creciente presencia de las empresas transnacionales, también ratifica
que estos modelos de mercado son más realistas que el de competencia perfecta.
170

El comercio internacional permite aumentar el tamaño del mercado, y


aprovechar las economías de escala y especialización. Esto significa que las empresas
oligopolísticas de los mercados integrados pueden reducir sus costos unitarios, y los
consumidores aumentar la diversidad de productos que pueden comprar. Esto permite el
comercio en ambos sentidos de productos diferenciados que corresponden a una misma
rama, lo que se denomina comercio intraindustrial.

El comercio intraindustrial, vincula a países con estructuras económicas


similares, y ha sido por ejemplo la base de la expansión del comercio recíproco de los países
de la actual Unión Europea. En resumen, el comercio intraindustrial refleja las economías de
escala y especialización, y se diferencia del comercio interindustrial, pues este último refleja
los elementos de ventajas comparativas. El intercambio de manufacturas por productos
primarios, fundado en las ventajas comparativas estáticas, propio del relacionamiento entre
centros y periferias es comercio interindustrial o intersectorial. Por oposición el intercambio
de manufacturas por manufacturas, es comercio intraindustrial o intrasectorial propio del
relacionamiento comercial entre los centros desarrollados.

En la dinámica comercial concreta del orden internacional actual, coexisten


formas de comercio interindustrial que pierden importancia relativa, con formas de comercio
intraindustrial que son cada vez más importantes. La más antigua forma de comercio
intraindustrial es la que intercambia bienes manufacturados finales de la misma rama (por
ejemplo maquinarias, automoviles, electrodomésticos, etc.) pero diferenciables por tipos,
precios, modelos, etc. Una segunda forma de comercio intraindustrial, es la que da lugar al
comercio de piezas partes y componentes que concurren a la elaboración de un producto
final (automóviles, computadores, prendas de vestir, etc.). La competencia monopólica es la
forma de mercado más frecuente en la que operan las empresas involucradas en este tipo de
comercio. Una parte importante del mismo es comercio intrafirma y corresponde a las
formas de la producción internacional comentadas en la sección siguiente (Di Filippo,
diciembre de 1995).

Teoría del valor y los mercados con asimetrías de poder económico

Si abandonamos el mundo abstracto e ideal de la competencia perfecta para penetrar


aunque sea gradualmente en las estructuras más frecuentes de los mercados reales, nos
aproximamos a la idea, ya explicada, de que los precios de mercado miden las posiciones
171

de poder de las partes contratantes. Partiendo de la idea anterior “existe competencia


imperfecta en una industria siempre que los vendedores pueden controlar en alguna
medida el precio de su producto” (Samuelson et al.). La fuente citada distingue entre tres
tipos principales de competencia imperfecta: el monopolio, el oligopolio, y la competencia
monopolística. Estas formas de competencia se han estudiado posteriormente a la
formulación del modelo de competencia perfecta, y vinculadas al equilibrio parcial, usan a
este modelo como un referente para poner de relieve como se modifican las conclusiones
de la teoría económica a medida que se levantan los supuestos de aquel modelo.

En esta parte examinaremos estas estructuras de mercado para poner de relieve los
factores, económicos y no económicos, que contribuyen a determinarlas.

En una formulación sintética observan Samuelson et al: “Entre los tipos importantes de
estructuras de mercado se encuentran: a) el monopolio, en el que sólo hay una empresa
en una industria dada; b) el oligopolio, en el que hay unos pocos vendedores de un
producto similar; c) la competencia monopolística en la que hay un gran número de
pequeñas empresas que ofrecen un producto afín pero algo diferenciado”.

Los tres grandes factores que dan origen a situaciones de competencia imperfecta son los
costos, las barreras a la entrada y la interdependencia estratégica.

Respecto de los costos hay que considerar el tamaño mínimo eficiente, el que puede
corresponder a una cuota muy grande del mercado total de una industria. Las economías
de escala se refieren a situaciones de costos decrecientes que inducen al aumento del
tamaño de las empresas y a la formación de mercados oligopólicos. El tamaño mínimo
eficiente junto con otros rasgos de la oferta de ciertos recursos, pueden generar barreras
técnicamente determinadas a la entrada que desembocan en la existencia de mercados
monopólicos.

Las barreras a la entrada pueden provenir del tamaño mínimo de la empresa (monto del
capital inicial requerido y/o escala mínima de la tecnología utilizada), o por concesiones o
autorizaciones requeridas por parte del Estado. En algunos casos, como es el de los
172

monopolios naturales (ciertos servicios públicos de transporte o de provisión de energía)


ese tamaño mínimo está impuesto por razones puramente tecnológicas.

La interacción estratégica deriva de la existencia de unas pocas empresas grandes en un


mercado, por lo tanto, es una consecuencia de las situaciones de la competencia
imperfecta, pero ésta no se aplica en el monopolio porque hay una sola empresa, ni en la
competencia monopolística porque las empresas son muchas. Sin embargo alcanza gran
importancia en el caso del oligopolio.

El modelo de competencia perfecta es el referente con el que se pueden comparar o


contrastar estas diferentes estructuras de mercado. Sin embargo el modelo de
competencia perfecta es solamente una abstracción con cierto valor heurístico, en tanto
que los mercados imperfectos se acercan mucho a la realidad de los mercados nacionales
e internacionales contemporáneos.

Monopolio

Samuelson et. al observan que: “En la actualidad es raro encontrar un verdadero


monopolio. De hecho, normalmente sólo existen cuando están protegidos de alguna
manera por el estado”. En otras palabras, en el caso del monopolio, cuando éste existe
quedan contradichas dos de las premisas que sustentan la existencia de un modelo de
competencia perfecta: por un lado la premisa de que ningún contratante puede influir
sobre los precios con su oferta particular, y, por otro lado la premisa de que el estado no
existe.

Como veremos la presencia del estado es importante no sólo para crear un monopolio
sino también para controlarlo. Los instrumentos con que cuenta el estado en este sentido
(Mankiw capítulo 15) son: la legislación antimonopolio para reorganizar o reestructurar la
empresa, la regulación de precios que cobra el monopolio, o también la estatización de un
monopolio privado. Vemos entonces que en todos estos casos detrás del poder
monopólico de la empresa está el poder político del Estado. Esto significa que el poder de
mercado de la empresa es una “traducción” a esa esfera de la intervención de otras
formas de poder, como la del estado en el proceso económico.
173

Los servicios públicos (transporte interurbano, provisión de agua, energía) suelen


proveerse mediante estructuras de mercado de naturaleza monopólica u oligopólica. A
continuación repasaremos la situación de oligopolio.

Oligopolio

El término oligopolio significa “pocos vendedores” que ofrecen un producto similar o


idéntico al de los demás. Mankiw, refiriéndose al oligopolio observa que: “Los
economistas miden la dominación del mercado por parte de un pequeño número de
empresas con un indicador que se denomina “coeficiente de concentración”, que es el
porcentaje de la producción total del mercado suministrado por las cuatro mayores
empresas” (Mankiw capítulo XVI). También Samuelson et al señalan que lo característico
del oligopolio es que pueden las empresas implicadas pueden influir en el precio de
mercado.

En el caso del oligopolio, su existencia se justifica económicamente por la existencia de


costos medios decrecientes derivados de la escala creciente con que producen.

Cuando en el oligopolio las empresas se ponen de acuerdo respecto de las cantidades


producidas y los precios de venta, ese tipo de acuerdo se denomina colusión y el grupo de
empresas que lo constituye se denomina cártel. Pero entonces el comportamiento de un
cártel no difiere del de un monopolio, con lo que volvemos a la primera de las estructuras
de mercado ya analizadas. Sin embargo la ley prohíbe estas colusiones con lo que, de
acuerdo con las leyes de competencia y defensa del consumidor, los oligopolistas no
deben concertarse sino actuar cada uno por su cuenta y competir recíprocamente.

El hecho de que cada uno deba actuar por su cuenta no significa que no tengan en
consideración lo que los demás están haciendo. Pueden lograr así un equilibrio
conveniente denominado equilibrio de Nash: situación en que los agentes económicos
interactúan entre sí y eligen cada uno su mejor estrategia, dadas las estrategias que han
elegido todos los demás. Este comportamiento que forma parte de la teoría formalizada
de los juegos es otra prueba de que los mercados de competencia imperfecta son espacios
174

de poder en los que los jugadores tratan de maximizar sus posiciones respectivas. Los
mercados de automóviles o de computadoras son ejemplos de ofertas estructuradas de
manera oligopólica.

Volveremos más adelante sobre el vínculo entre las estrategias del oligopolio y la teoría de
juegos.

Competencia monopolística

En el caso de la competencia monopolística su parecido con la competencia perfecta se


deriva de que hay muchos compradores y vendedores y es fácil entrar y salir. La gran
diferencia con la competencia perfecta radica en que las empresas producen bienes que
son algo diferentes entre si. Por lo tanto cada empresa en lugar de ser precio aceptante se
enfrenta a una curva de demanda de pendiente negativa. Los productos que se venden
bajo condiciones de competencia monopolística son la gran mayoría de los ofertados en
las grandes tiendas, supermercados y otros establecimientos de comercio minorista
(retail).

El oligopolio y la teoría de juegos (dilema del prisionero)


El precio de mercado de un oligopolio es una medida del poder de mercado de las
partes contratantes. Hemos visto que la existencia de oligopolios puede dar lugar a
esfuerzos por constituir cárteles lo que significa un comportamiento colusorio. Este
comportamiento de mercado está prohibido y penalizado por las leyes de defensa
de la competencia y protección del consumidor en un número cada vez mayor de
países.

Sin embargo la teoría de juegos no se preocupa de las reglas de juego diferentes a


las acordadas contractualmente por los participantes en el juego. En ese sentido esta
teoría formulada en su forma “pura” supone que no hay leyes de defensa del
consumidor y, si las hay, éstas son burladas impunemente. El único castigo es el que
proviene del mercado.

Supongamos que dos duopolistas se ponen de acuerdo sobre la cantidad que


producirá cada uno. Supongamos que los llamamos “Toyonda” y “Hota”, y el
acuerdo al que ambos se comprometieron es el de fabricar tres millones de autos
cada uno para el mercado japonés donde (supongamos) no habría otros
competidores. Si cada uno cumple con su compromiso cada uno recibe 1.800
millones de yenes de ganancia. Si uno deja de cumplir y el otro cumple, el
175

incumplidor obtiene 2.000 millones de ganancia y el cumplidor obtiene 1.500


millones. Si ninguno cumple con el compromiso cada uno obtiene beneficios por
1.600 millones. Por lo tanto a los dos les conviene cooperar y cumplir el compromiso
para obtener la máxima ganancia y seguir el juego basado en la confianza.
Recordemos que la teoría de juegos se refiere en definitiva a condiciones de
confianza en la palabra del otro bajo condiciones de incertidumbre.

Si se tiene confianza en que el otro no modificará la estrategia prevista es razonable


no modificar tampoco la propia estrategia alcanzando por ese camino un equilibrio
estable. A esta situación en que los agentes económicos interactúan entre si y eligen
cada uno su mejor estrategia, dadas las estrategias que han elegido los demás (o el
otro si sólo son dos) se le denomina equilibrio de Nash, en homenaje al economista
estadounidense que primero formuló estas ideas.

Competencia monopolística y sus vínculos con el oligopolio y con las PYME


La competencia monopolística es una estructura de mercado muy frecuente a escala
nacional e internacional, especialmente en el mundo globalizado actual. El supuesto
que establece la teoría microeconómica neoclásica es que cada empresa opera un
producto.

Cómo la teoría vulgarizada en los textos elementales no analiza los grupos


económicos sino sólo productos con sus cantidades y sus precios, es posible que
existan monopolios u oligopolios poderosos que pueden usar algunas de las técnicas
correspondientes a estas estructuras de mercado, pero que en su interior operen
diferentes marcas de productos respecto de las cuales cada producto se vende en
mercados de competencia monopolística.

Tal es el caso con muchas marcas de cereales que se ofrecen en las estanterías de los
supermercados, pero muchas de ellas pertenecen a la misma gran empresa. La gran
empresa o grupo económico puede operar con técnicas monopólicas u oligopólicas
para gestionar el conjunto de sus operaciones, pero cada producto de los múltiples
que ésta vende se puede considerar como operando en un mercado de competencia
monopolística.

Resumiendo los rasgos de la competencia monopolística en situación de largo plazo,


ésta supone, igual que la competencia perfecta la existencia de muchos
competidores, y la existencia de libre entrada y salida en los mercados respectivos.
Pero a diferencia de la competencia perfecta, la competencia monopolística implica
la situación de productos ligeramente diferenciados que compiten en un mismo
mercado.

Aparte de lo ya señalado en el párrafo anterior con nuestro ejemplo de los cereales,


los rasgos de la competencia monopolística son aplicables a la explicación del
comportamiento de las PYME (comercios minoristas, estaciones de servicio,
176

restaurantes, etc.) lo que le da al estudio de la competencia monopolística una


mayor relevancia que la situación totalmente irreal de la competencia perfecta. Por
otro lado, la fijación de la cantidad óptima a producir en la competencia
monopolística es equivalente a la que se efectúa en el caso del monopolio ya que la
empresa puede diferenciar su producto con rasgos reales o imaginarios. Por otro
lado y, a diferencia de las complejidades de la teoría de los juegos que opera en los
oligopolios, la competencia monopolística toma los precios de los competidores
como dados y no desarrolla los comportamientos sujetos a la estrategia bajo
condiciones de incertidumbre que es propia de la teoría de los juegos.

El tema de la diferenciación de producto, solamente contemplado en el modelo de


competencia monopolística, introduce una lógica que trasciende la competencia
basada solamente en la competencia de costos e introduce la competencia de
calidades. La diferenciación de productos introduce el tema de la calidad de lo
producido más allá de la cantidad. Este hecho unido a la constatación de que en
todas las formas de la competencia imperfecta el precio es una medida del poder de
los contratantes (de las posiciones y ejercicio concreto de ese poder) hace posible un
nuevo paradigma micro y meso económico que se ha desarrollado durante los
últimos veinte años basado en un análisis de las estrategias y las tácticas de las
empresas en los mercados nacionales e internacionales.

El tema de la diferenciación de productos es complejo, y muchas veces, desde el


punto de vista de la satisfacción de los consumidores, los productos son
prácticamente idénticos pero la gente reconoce la marca por la cantidad de
publicidad que esos desarrollan. Tal es el caso con las bebidas refrescantes (coca-
cola versus pepsi-cola), los cosméticos, y en general los productos farmacéuticos que
no requieren receta.
Desde luego aquí surge el gran tema general de los efectos de la publicidad sobre las
preferencias del consumidor. Cabe preguntarse si la publicidad apela a información
veraz sobre la utilidad de los productos o trata de sugestionar o persuadir con
métodos sicológicos cuestionables a los consumidores potenciales. En general existe
una situación combinada donde la publicidad puede ser genérica por parte de
grandes empresas monopolísticas u oligopolísticas (empresas farmacéuticas, de
alimentos, etc.), pero luego hay una multitud de productos particulares que
apelando a la marca general ofrecen su publicidad específica. Por lo tanto desde el
punto de vista de los productos se trata de una situación de competencia
monopolística que es la analizada en lo que sigue. Pero desde el punto de vista de las
empresas se puede tratar de grandes corporaciones que operan en múltiples
mercados.

El proceso de gestación de la gran empresa en el siglo XX. Implicaciones teóricas


La organización multidivisional de las grandes corporaciones comprende la creación de
unidades operativas semiautónomas (divisiones) organizadas por lineas de productos,
por marcas, o por áreas geográficas. La Dirección General de una gran corporación se
177

reserva las funciones de la planeación estratégica y la asignación interdivisional de los


recursos de inversión en el largo plazo, delegando los aspectos administrativos
rutinarios y los tácticos gerenciales intradivisionales de corto plazo a las mencionadas
unidades semiautónomas.

En este nivel de los conglomerados o grupos económicos, las divisiones son concebidas como
una fuente o centro de beneficios, pero la Dirección General se reserva la atribución de
reasignar los flujos de capital entre ellas para favorecer los usos de alto rendimiento,
asumiendo muchas de las propiedades de un mercado de capital. Esta manera de operar
facilita la organización multidivisional en industrias elaboradoras de grupos de productos
tecnológicamente bien definidos en las ramas automotriz, química, alimentaria, etc. En estos
casos las divisiones de una misma empresa pueden estar integradas verticalmente dando
lugar a un tipo de comercio intrafirma que también implica un comercio intraindustrial sea
en el interior de las fronteras nacionales, o entre filiales ubicadas en diferentes países. Las
actividades típicas de la Dirección General, que los grupos o conglomerados se reservan para
si, son las que en el lenguaje de Porter corresponden a las actividades de apoyo
(investigación, planificación, financiamiento), en tanto que las distintas industrias que
componen la organización multidivisional son las que, en ese mismo lenguaje, corresponden
a las actividades que Porter denomina primarias.

La evolución de las grandes corporaciones hacia la forma de conglomerados implicó, con


cierta frecuencia, el transicionar desde líneas de productos separables pero relacionados
hacia actividades con poca o ninguna vinculación o complementariedad tecnológica. Con
base en la aplicación del mismo esquema multidivisional (el que no debe ser confundido con
la organización de un “holding” sobre bases fundamentalmente financieras) se abrió el
camino para la propagación de fusiones y adquisiciones que, especialmente a fines de la
segunda guerra mundial favorecieron el sistema de conglomeración en el interior de los
mercados de los países desarrollados, y especialmente en el estadounidense. A partir de la
década de los sesenta la práctica de la conglomeración se extendió entre los países
desarrollados (Oliver Williamson, 1985, The Economic Institutions of capitalism, New York,
Free Press).

Competencia monopolística, economías de escala, y comercio internacional


178

El mercado de competencia monopolística de largo plazo ha sido modelado por Paul


Krugman y Obstfeld (Economía Internacional, Mc Graw-Hill, Madrid, página 148). El
modelo cuya graficación es extremadamente sencilla puede presentarse en un típico
sistema de coordenadas. En el eje vertical se mide el precio de mercado, y en el eje
horizontal se mide el número de competidores, (empresas que operan bajo condiciones
de competencia monopolística. Hay dos tablas, curvas o funciones que se cruzan. Una de
ellas tiene la inclinación de una típica forma de demanda y expresa el comportamiento de
los precios. En materia de precios cuántas más empresas hay, más intensa es su
competencia y por lo tanto menor es el precio de la industria.
La otra curva, en la graficación del modelo de Krugman y Obstfeld, tiene la típica
forma de una curva de oferta, y de nuevo el razonamiento está en función del
número de empresas, cuántas más empresas hay, menos vende cada una, y, por
tanto, mayor es su costo medio. El equilibrio se verifica en el punto donde el precio
iguala al costo medio. En efecto, si el precio excede el costo medio, entrarán nuevas
empresas y competirán hasta hacer igualar precio y costo medio. Si el costo medio
es superior al precio, se retirarán algunas empresas hasta lograr la igualación de
precios y costos medios.
Nótense dos cosas importantes. La primera es que el tema del corto y del largo plazo
no es una cuestión de tiempo cronológico, sino de la facilidad y velocidad con que las
empresas pueden ingresar o salir. Esto es típico del caso de muchos mercados
locales (o ubicados en barrios de una gran ciudad) donde las PYME enfrentan costos
de entrada que son más bien bajos, lo que no se verifica en los oligopolios y, por
definición, tampoco en los monopolios. La segunda observación es que para la
determinación del precio de equilibrio en un mercado de competencia
monopolística se abandona el cálculo marginal, tanto por tratarse de largo plazo
como porque lo que interesa son las economías de escala. En efecto, cuanto menos
empresas hay en el mercado menores son sus costos medios derivados de la
existencia de economías de escala.
En la explicación de la forma como la competencia monopolística es una estructura
de mercado que, aplicada al comercio internacional, genera beneficios a las partes
contratantes, Krugman recurre a un argumento central de la teoría económica que
fue originalmente desarrollado por Adam Smith: Primero que la productividad
laboral mejora con la división técnica del trabajo, segundo que la división técnica del
trabajo se puede profundizar al máximo con una ampliación del tamaño del mercado
de demanda. A partir de esta argumentación genérica, Adam Smith nos dice que
expandiendo la escala de producción cada país puede producir excedentes de oferta
por encima de su demanda interna e intercambiarlos por otros bienes que no se
producen internamente.
Aunque Krugman no menciona para nada a Adam Smith, su argumentación es afín
con la del gran economista clásico cuando observa:
“La idea de que el comercio aumenta el tamaño del mercado subyace en la
aplicación del modelo de competencia monopolística al comercio. En las industrias
donde hay economías de escala la variedad de bienes que un país puede producir y
la escala de su producción están restringidas por el tamaño del mercado. Mediante
179

el comercio con otros, y, por tanto, formando un mercado mundial integrado que es
más grande que cualquier mercado nacional individual, las naciones pueden reducir
dichas restricciones. Cada país puede especializarse en la producción de un menor
número de productos de lo que lo haría en ausencia de comercio; además,
comprando a otros países bienes que no produce, cada nación puede incrementar
simultáneamente la variedad de bienes disponibles para sus consumidores. Como
consecuencia el comercio ofrece una oportunidad de ganancia mutua incluso
cuando los países no difieren en sus recursos o en su tecnología.”
“Supongamos, por ejemplo, que hay dos países, cada uno con un mercado anual
para un millón de automóviles. Mediante el comercio entre sí estos países pueden
crear un mercado conjunto de dos millones de automóviles. En este mercado
conjunto se puede producir más variedad de modelos a un coste medio menor que
en cada mercado aislado”.
“El modelo de competencia monopolística puede ser usado para mostrar que el
comercio mejora la relación entre la escala de producción y la variedad de bienes a
la que las naciones se enfrentan. Comenzaremos por mostrar cómo, en el modelo de
competencia monopolística un mercado mayor lleva a un precio medio menor y a la
disponibilidad de una mayor variedad de bienes. Aplicando este resultado al
comercio internacional, observamos que el comercio crea un mercado mundial
mayor que cualquiera de los mercados nacionales que comprende. Así pues, la
integración de los mercados a través del comercio internacional tiene los mismos
efectos que el crecimiento de un mercado dentro de un solo país” (Krugman 1994,
151).
Tras presentar un ejemplo numérico de su modelo diagramático, Krugman reconoce
las limitaciones del modelo formal subyacente que ha estado proponiendo, y, que,
para no complicar la presente exposición no hemos incluido. Sin embargo Krugman
quiere vincular el tema de las economías de escala con la teoría de las ventajas
comparativas. Así sigue diciendo Krugman:
“Nuestro ejemplo de una industria de competencia monopolística dice poco sobre el
patrón de comercio resultante de la existencia de economías de escala. El modelo
supone que el coste de producción es el mismo en ambos países y que el comercio
se realiza sin costes. Estos supuestos significan que, aunque sepamos que el
mercado integrado dará cabida a diez empresas, no podemos decir dónde estarán
localizadas. Por ejemplo, puede haber cuatro empresas en nuestro país y seis en el
resto del mundo; pero también es posible como caso extremo, que las diez estén en
el extranjero (o en nuestro país)”.
“Para decir algo más que el mercado da cabida a diez empresas es necesario ir más
allá del marco del equilibrio parcial que hemos considerado hasta el momento, y
pensar en cómo se relacionan las economías de escala con la ventaja comparativa
para determinar el patrón de comercio”.
“Por tanto, vamos a imaginarnos una economía mundial formada, como es habitual,
por dos países, nuestro país y el resto del mundo. Cada uno de estos países tiene dos
factores de producción, capital y trabajo. Suponemos que nuestro país tiene una
relación capital trabajo global mayor que el extranjero, es decir, nuestro país es
180

capital-abundante. Imaginemos también que hay dos industrias, manufacturas y


alimento, siendo las manufacturas más intensivas en capital”.
“La diferencia entre este modelo y el de proporciones factoriales del capítulo 4
(Krugman se refiere aquí al modelo neoclásico de Heckscher y Ohlin) es que ahora
suponemos que las manufacturas no son una industria de competencia perfecta que
produce un producto homogéneo. Por el contrario, es una industria de competencia
monopolística en la que las empresas producen productos diferenciados. Debido a la
existencia de economías de escala, ningún país puede producir toda la variedad de
productos manufacturados por si mismo; así, aunque ambos países pueden producir
algunas manufacturas, producirán diferentes cosas. La naturaleza de competencia
monopolística de la industria manufacturera produce una diferencia importante en
el patrón de comercio, una diferencia que puede apreciarse mejor mirando lo que
ocurriría si las manufacturas no fueran un sector de competencia monopolística”
“Si las manufacturas no fueran un sector de producto diferenciado, sabemos por el
capítulo 4, como sería el patrón de comercio. Debido a que nuestro país es capital
abundante y las manufacturas capital intensivas, nuestro país tendría una mayor
oferta relativa de manufacturas y, por tanto exportaría manufacturas e importaría
alimentos…
“Si suponemos que las manufacturas son un sector de competencia monopolística
(los productos de cada empresa se diferencian de los las demás) nuestro país será
aún un exportador neto de manufacturas e importador de alimentos. Sin embargo
las empresas extranjeras del sector manufacturero producirán productos diferentes
de las empresas nacionales. Puesto que algunos consumidores nacionales preferirán
variedades extranjeras, nuestro país aunque tenga superávit en el comercio de las
manufacturas, importará además de exportar en dicha industria.”
“Podemos pensar que el comercio mundial en un modelo de competencia
monopolística consta de dos partes. Habrá comercio en dos direcciones en el sector
manufacturero. Este intercambio de manufacturas por manufacturas se denomina
comercio intraindustrial. El resto del comercio es un intercambio de manufacturas
por alimentos denominado comercio interindustrial.” (Krugman 1993, 157)
“En primer lugar, el comercio intraindustrial produce ganancias adicionales del
comercio internacional, que exceden a los de la ventaja comparativa, porque el
comercio intraindustrial permite a los países beneficiarse de mercados más grandes.
Como hemos visto, realizando comercio intraindustrial un país puede reducir
simultáneamente el número de productos que produce e incrementar la variedad de
bienes disponible para los consumidores nacionales. Al producir un menor número
de variedades, un país puede producir cada una a mayor escala, con mayor
productividad y costes más bajos. Al mismo tiempo, los consumidores se benefician
del aumento del rango de elección.”
“El comercio intraindustrial tiende a prevalecer entre países que son similares en sus
relaciones capital-trabajo, niveles de destreza, etc. Así, el comercio intraindustrial
será dominante entre los países de un similar nivel desarrollo económico. Las
ganancias de este comercio serán grandes cuando las economías de escala sean
importantes, y los productos altamente diferenciados. Esto es más característico de
181

los bienes manufacturados sofisticados que de las materias primas o sectores más
tradicionales (tales como textil o calzado). El comercio sin efectos importantes sobre
la distribución de la renta se producirá con mayor probabilidad en el intercambio de
manufacturas entre países industriales avanzados”.
“Esta conclusión surgió de la experiencia de la posguerra, particularmente en Europa
Occidental. En 1957 los países más importantes de Europa continental establecieron
un área de libre comercio en bienes manufacturados, el Mercado Común o
Comunidad Económica Europea (CEE). (El Reino Unido entró en la Comunidad
Europea más tarde en 1973). El resultado fue un rápido crecimiento del comercio: el
comercio en CEE creció dos veces más rápido que el comercio global durante los
años sesenta. Podría haberse esperado que este rápido crecimiento del comercio
produjera sustanciales distorsiones y problemas políticos. Sin embargo el
crecimiento del comercio fue casi completamente intraindustrial en lugar de
interindustrial: no se produjeron distorsiones económicas drásticas. A pesar de que,
por ejemplo, los trabajadores de la industria de maquinaria eléctrica en Francia
resultaran perjudicados, mientras que los alemanes resultaron beneficiados, los
trabajadores de ambos sectores ganaron por el incremento de la eficiencia de la
industria europea integrada. El resultado fue que el crecimiento del comercio en
Europa presentó problemas sociales y políticos mucho menores de lo que cualquiera
hubiera anticipado”. (Krugman 1994, 160-161).

12.

ANEXO. Los fundamentos epistemológicos de la teoría neoclásica

Cabe hacer aquí la misma distinción ya insinuada al comienzo de este artículo entre
teoría económica (con la correspondiente visión cognoscitiva preanalítica), y economía
182

política. La visión teórica de los neoclásicos privilegia el dogma de la autorregulación de


los mercados, la teoría económica neoclásica se apoya fundamentalmente en la lógica
microeconómica y supone una macroeconomía de largo plazo y pleno empleo que ignora
el tema de la demanda efectiva, y, por último, la economía política neoclásica aplicada al
escenario del capitalismo globalizado, es lo que en este ensayo denominamos
neoliberalismo (por ejemplo los criterios y principios del consenso de Washington). En
consecuencia no todos los excesos del neoliberalismo deben atribuirse a la visión teórica
neoclásica.

Obsérvese, que la economía política en el sentido smithiano se dirige al estadista de una


economía nacional, pero la economía política neoclásica que denominamos aquí
“neoliberalismo”, fue una estrategia específica de las corporaciones transnacionales que
intentaron (y por un período lograron) modificar las reglas de juego de la economía
mundial (consenso de Washington) a favor de sus estrategias microeconómicas. Por
último, como veremos más adelante algunos neoclásicos usan la expresión “nueva
economía política” de una manera absolutamente incompatible con lo que, en este
ensayo se entiende por economía política.

El cálculo marginal15 fue un instrumento decisivo en las formulaciones originales


neoclásicas para formular sus teorías del consumo y de la producción, para determinar los
puntos de equilibrio estable de los mercados microeconómicos, y para defender sus
teorías de la distribución funcional del ingreso fundadas en la igualdad entre las
productividades marginales y las remuneraciones de los factores. La distribución personal

15
Un rasgo epistemológico central de la teoría neoclásica, tanto la walrasiana como la
marshalliana, es la incorporación del lenguaje matemático que había sido de tanto éxito en las
ciencias físicas y mecánicas desde finales del siglo XVIII. Los economistas clásicos escribían “en
prosa” y a lo sumo incluían algunos ejemplos numéricos relevantes fundados en aritmética
elemental. Marx, por su parte incluyó algunas ecuaciones fundamentales vinculadas a sus modelos
de reproducción simple y ampliada y al cálculo de la tasa de ganancia y de los precios de
producción. El mismo Keynes a pesar de su versación matemática y estadística, siguiendo la
tradición de los padres fundadores de Cambridge (Ricardo y Malthus) prefirió reducir al mínimo el
uso del lenguaje matemático. En cambio los neoclásicos hicieron de los modelos formalizados un
instrumento fundamental de sus teorías.

Los sistemas de ecuaciones, así como el cálculo diferencial e integral siempre estuvieron presentes a partir de
Marshall (equilibrio parcial) y de Walras (equilibrio general).
183

del ingreso y la noción de salario de subsistencia siempre han quedado excluidas del
núcleo central de la teoría económica neoclásica.

A diferencia de los clásicos y de Marx, cuyas categorías económicas fundamentales se


asociaban con actores históricamente identificables (terratenientes rentistas, trabajadores
asalariados, empresarios industriales, etc.) la teoría neoclásica despersonalizó totalmente
las categorías económicas y las convirtió en magnitudes abstractas y ahistóricas.

Sin embargo, posteriormente, y en especial desde fines de la segunda guerra mundial los
textos académicos neoclásicos de mayor circulación fueron reconociendo evidencias
históricas insoslayables. Tanto las teorías de juegos como los estudios preexistentes sobre
mercados imperfectos (monopolio, oligopolio, competencia monopolística) implicaron un
reconocimiento, acotado pero explícito, de asimetrías de poder que afectan los precios de
mercado. Estas teorías y estudios fueron incorporados a los manuales de uso académico
más generalizado en el mundo occidental.

Se fue consolidando en esos mismos centros académicos, un “institucionalismo


conservador” o “nuevo institucionalismo neoclásico”, siempre fundado en la defensa del
mercado y la propiedad privada entendidos como fundamentos microeconómicos básicos
del orden social (Von Hayek, Nozik, North, etc.), pero que abandonó, o, al menos
relativizó, las preocupaciones por sostener las premisas de la teoría del bienestar y de la
competencia perfecta. Se aceptaron las fricciones de mercados con imperfecta
información, por ejemplo aceptando externalidades y costos de transacción, (Ronald
Coase, Kenneth Arrow, Douglass North, Oliver Williamson, Stiglitz, etc.).

Lo que hoy se denomina “nueva economía política neoclásica” no es economía política en


el sentido aceptado por el presente ensayo, sino, en realidad una extensión y
profundización de la teoría económica neoclásica, respecto de las formas de micro
racionalidad (rational choice) y de su impacto en la esfera económica, política y cultural.
La única diferencia es que algunos miembros de esta escuela intentan “exportarla” a otras
disciplinas sociales. Por ejemplo Olson se plantea el problema del “polizonte” o “gorrón”,
conocido en idioma inglés como “free rider”, e incluye alguna regulación focalizada,
fundada en estímulos o castigos para conferir racionalidad social a este comportamiento
184

(Olson 1965). Becker por su parte pretende extender los principios de la racionalidad
instrumental o estratégica, al ámbito de las relaciones interpersonales de tipo
interpersonal,familiar, amoroso, etc. (Becker 1964).

Por oposición la economía política (esta vez sin comillas) del estructuralismo
latinoamericano se ejemplifica ampliamente como el conjunto de diferentes estrategias
de desarrollo planteadas por CEPAL a los gobiernos de América Latina a lo largo de sus
sesenta años de existencia. Los estructuralistas han seguido la dirección opuesta a la de
los neoclásicos: en vez de querer exportar su visión económica a las otras ciencias
sociales, intentan examinar las vías a través de las cuales las posiciones, estrategias y
tácticas de poder de las personas en las estructuras políticas y culturales contribuyen a
determinar, en regímenes democráticos, el funcionamiento de mercados y precios.

Los neoclásicos también reconocieron e incorporaron el papel del estado en la esfera de la


regulación, y el papel del gobierno en la esfera de las políticas públicas (fiscales,
monetarias, etc.) a partir de la Revolución Keynesiana, pero la teoría de la demanda
efectiva quedó relegada al corto plazo, y al estudio de los ciclos económicos.

De otro lado, introduciendo una noción de tiempo más bien lógica o teórica, definieron el
“largo plazo” como el ámbito de los procesos de crecimiento económico, en donde opera
el pleno empleo y la autorregulación de los mercados (dinámica del producto potencial de
equilibrio). Esto nos lleva a comentar la evolución de la teoría neoclásica del crecimiento
económico.

En 1956, y como primera respuesta polémica a las visiones neo keynesianas de teoría del
crecimiento originadas en Cambridge (Inglaterra)16, Solow elaboró una propuesta teórica

16
En la corriente neo keynesiana británica de Cambridge, Harrod había publicado su Ensayo de
Teoría Dinámica (1939) y al fin de la Segunda Guerra (1947) Domar publicó su trabajo Expansión y
Empleo, complementando desde el lado de la oferta los elementos keynesianos de la propuesta
de Harrod. Esta visión fue luego consolidada por Kaldor (1955, 1957, 1958) y Kaldor y Mirrles
(1962). Dos referencias fundamentales en lengua castellana son Rojo Duque (1966) que incluye
una recopilación de los artículos principales aquí citados y de Harcourt (1975) que nos cuenta una
historia del gran debate entre “las dos Cambridge”. Véase también Monza (1971).
185

alternativa fundada en las principales premisas de la teoría neoclásica: visión estática


basada en la competencia perfecta, remuneraciones a los factores primarios basadas en
su productividad marginal, tendencia del modelo a posiciones de equilibrio estable,
funciones de producción fundadas en la sustituibilidad de factores, etc. En particular el
progreso técnico, ausente en los fundamentos iniciales de la teoría neoclásica, fue tratado
por Solow como una variable exógena que afecta la productividad total. Con tal fin utilizó
una función de producción macroeconómica con rendimientos decrecientes para cada
factor productivo y rendimientos constantes a escala para el conjunto de ellos. Por esa vía
logró preservar la teoría de la distribución, propia de esta escuela que asocia las
remuneraciones de los factores a sus respectivas productividades marginales bajo
condiciones de competencia perfecta.

Desde el punto de vista de la teoría de los precios, la teoría neoclásica del crecimiento en
la versión de Solow ignora simplemente el problema. A propósito de la recepción del
Premio Nobel de Economía observo: “la idea es imaginar que la economía está poblada
por un único consumidor inmortal, o por cierto número de consumidores idénticos,
también inmortales. Se supone que dicho consumidor, o su dinastía, maximiza una
función de utilidad intertemporal. (…). Cualquier falla del mercado se elimina desde el
comienzo por definición. No existen complementariedades estratégicas, no hay fallas de
coordinación, no hay dilemas del prisionero. (…) Inseparable de esta forma de
pensamiento es la presunción automática de que lo que observamos es un sendero de
equilibrio. Se nos pide que adoptemos la construcción que acabo de esbozar como una
descripción estilizada del funcionamiento del mundo capitalista” (Solow 1988, citado en
Katz 2000, 37)

Nuevamente al igual que en el período de posguerra las evidencias históricas comenzaron


a hacer insostenible esta teoría neoclásica del crecimiento dando lugar a reconocimientos
de nuevas premisas teóricas.

Partiendo de la visión teórica neoclásica original comenzó a imponerse, entonces, la


versión del crecimiento con progreso técnico endógeno, liderada por dos autores, Romer
(1986, 1990) y Lucas (1988).
186

La teoría del crecimiento con progreso técnico endógeno abandona la noción de


rendimientos constantes a escala, y acepta rendimientos crecientes a escala para el
conjunto de los factores productivos representados en la función de producción. Las
economías de escala eran largamente conocidas por el pensamiento económico anterior
(por ejemplo, la CEPAL había usado el concepto ya en los años sesenta para defender la
conveniencia de la integración latinoamericana orientada a estimular el desarrollo
industrial).

Desde esta nueva perspectiva Grossman y Helpman (1991) plantearon que el


conocimiento tecnológico de base, no patentable, derivado de los frutos genéricos de la
ciencia, se manifiesta, por un lado, como un bien público (las normas o instrucciones
técnicas no se agotan cuando son utilizadas y quedan disponibles para otros) y, por otro
lado, como bien privado mediante la I&D que implica enormes costos fijos. La
recuperación de esos costos fijos se logra a través de la gran escala operativa. Por ejemplo
mediante la participación en los mercados globales por parte de las grandes
corporaciones transnacionales.

Esta actualización de la teoría neoclásica, respecto de sus originarias premisas walrasianas


y marshallianas, respondió a tres razones históricas interdependientes. En primer lugar, la
obvia comprobación de las asimetrías de poder económico que se registran entre las
empresas que interactúan en los mercados “imperfectos” (monopolio, oligopolio,
competencia monopolística y uso de la teoría de juegos). En segundo lugar el surgimiento
de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) que fundamenta
históricamente los principales casos de rendimientos crecientes a escala en la producción
de conocimientos bajo condiciones de monopolio tecnológico (piénsese solamente en
Microsoft y sus departamentos de I&D produciendo las sucesivas versiones del programa
Windows). En tercer lugar el papel protagónico de los cabildeos de las corporaciones
transnacionales, para institucionalizar sus posiciones de poder mediante el diseño de las
nuevas reglas de juego del capitalismo global, (OMC, FMI) en especial a partir del así
denominado “Consenso de Washington”.

La teoría del crecimiento endógeno expresada a través del uso de funciones de


producción, no ha dado lugar a buenas estimaciones empíricas. Las exploraciones
alternativas (por ejemplo, agregar, redefinir o quitar variables a las funciones agregadas
de producción) no han resultado exitosas. Por ejemplo en el tema específico de la
187

convergencia relativa o absoluta de niveles de vida propuesto, o supuesto, desde las


primeras visiones neoclásicas no se ha visto confirmado por los datos disponibles. Las
estimaciones van quedando cada vez más “vacías de teoría” y las “teorías” quedan cada
vez más distantes de la información que se maneja (Martin y Sunley 1998).

AMÉRICA LATINA: INTEGRACIÓN REGIONAL EN LA ERA GLOBAL

Resumen: El papel que la integración


regional puede cumplir en el desarrollo de las sociedades latinoamericanas no se agota en las
consideraciones de mercado, ni siquiera en los marcos institucionales de naturaleza económica.
También incluye convergencias regionales en los planos cultural, social, ambiental y, sobre todo,
político. Una estrategia integradora de tipo multidimensional es una forma de contrapesar y
asimilar más adecuadamente el impacto del proceso de globalización. Los jugadores económicos
transnacionales son lo suficientemente poderosos como para justificar la construcción de
contrapartes políticas sudamericanas menos fragmentadas, unidas en torno a sus intereses
comunes y con suficiente poder de negociación. La convergencia de los países sudamericanos en
el plano político, se funda en los principios, prácticas e instituciones de la democracia. Sobre
estas bases, y recordando el ejemplo de la UE no hay porque descartar la legitimidad de
instituciones, mecanismos y órganos decisorios de carácter supranacional, capaces de operar en
las diferentes dimensiones de los acuerdos de integración regional.

1. Introducción
Hacia una integración multidimensional

La hipótesis central de este trabajo es que el proceso de globalización económica actualmente en


curso a escala mundial, posee repercusiones no sólo en la esfera de los mercados internacionales,
188

sino también en el ámbito de las instituciones económicas, políticas, socioculturales y ambientales


de los países latinoamericanos que se embarcan en él. Por lo tanto una posible respuesta a estos
impactos, orientada a fortalecer la capacidad de negociación y aprovechamiento del nuevo
escenario global, podría ser la promoción de una integración regional de tipo multidimensional
dotada de mecanismos decisorios de carácter supranacional, la que, según se sugiere aquí, posee
viabilidad a escala sudamericana. Esta modalidad de integración regional puede contribuir
decisivamente a aumentar no sólo el dinamismo económico, sino también la autonomía política y
la equidad social de las naciones latinoamericanas. Sería, por lo tanto, una integración de naciones
y no sólo de mercados.

Los procesos de globalización e integración: un marco teórico conceptual

Partimos de la noción genérica de sistema entendido como cualquier objeto complejo y


delimitable, abstracto o concreto, cuyas partes o componentes están unidos por nexos
conceptuales o reales.

En este ámbito nos interesan los concretos sistemas internacionales contemporáneos,


históricamente determinados, e intrínsecamente dinámicos: a) cuyos principales componentes
(actores o agentes) interactivos son los estados nacionales en el ámbito político y las grandes
empresas transnacionales (ET) en el ámbito económico, b) sus estructuras son las reglas técnicas e
institucionales efectivamente vigentes que encausan aquellas interacciones, c) su ámbito o
dominio está encuadrado en “espacios” que pueden ser políticos (por ejemplo alianzas y
compromisos en el plano de la defensa, la seguridad, o la preservación de determinados
regímenes de gobierno), económicos (por ejemplo áreas monetarias), culturales (por ejemplo
lengua, religión), ambientales (por ejemplo ecosistemas, cuencas fluviales), etc., y d) sus procesos
y mecanismos expresan las estrategias y tácticas de los actores principales que afectan las
trasnformaciones del sistema en el marco de sus constreñimientos estructurales17.

Nótese que, los estados nacionales, componentes de los sistemas internacionales, pueden, a su
vez, también ser examinados como sistemas multidimensionales, con sus propios componentes,
estructuras, dominios y procesos. Sin embargo este artículo se concentra solamente en el nivel
internacional y no aborda las transformaciones que, a escala nacional, terminan afectando el
comportamiento de los actores internacionales.

17
Estamos haciendo un uso libre de ideas que se inspiran en las ideas de Mario Bunge. Véase en particular
Bunge 1999 capítulos 4 y 10.
189

El lenguaje de los sistemas guarda correspondencia con el lenguaje de los juegos, así: a) los actores
del sistema internacional pueden verse como los jugadores o los equipos que juegan, b) las
estructuras del sistema internacional pueden mirarse como las reglas técnicas e institucionales del
juego, c) los dominios o ámbitos (políticos, económicos, culturales y ambientales) del sistema
internacional pueden concebirse como las diferentes “arenas”, “campos” o “canchas” en que el
juego tiene lugar, y d) los mecanismos y procesos recíprocos entre los actores principales
(gobiernos de turno, organismos intergubernamentales, empresas transnacionales) pueden
“leerse” como las estrategias y tácticas de los jugadores principales de acuerdo con sus posiciones
en las reglas del juego18.

Poderes fácticos y poderes institucionalizados

A diferencia de los juegos competitivos de equipos en el plano deportivo, el “juego” de las


relaciones internacionales, tiene la peculiaridad de que en su transcurso, los propios jugadores van
negociando nuevas reglas o, alternativamente, imponiéndolas con base en modalidades fácticas
de poder derivadas del control del avance científico y tecnológico. La introducción y control del
progreso científico es la principal modalidad fáctica del poder internacional ejercido por los
grandes centros hegemónicos. De allí derivan nuevas reglas técnicas e institucionales que regulan
el ejercicio de las formas institucionalizadas del poder en las esferas política, económica, cultural,
ambiental, etc. En la esfera propiamente política, el control del avance científico y tecnológico, se
traduce en el control del poder militar, y el uso de la fuerza es la principal expresión de la
imposición de poderes fácticos. Sin embargo la amenaza, implícita o explícita, del ejercicio de ese
poder militar es un poderoso mecanismo de persuasión para imponer la vigencia de determinadas
reglas de juego.

En la primera mitad del siglo XX predominaron formas coercitivas de imponer la voluntad


hegemónica internacional (vigencia del colonialismo y estallido de dos guerras mundiales). En la
segunda mitad del mismo siglo tras el proceso de descolonización, el surgimiento de la
Organización de las Naciones Unidas, y la democratización e integración regional de la Europa
Occidental, fueron otorgando preponderancia a los mecanismos de negociación y de cooperación
propios de los organismos intergubernamentales.

En este nuevo marco histórico, las modalidades de negociación que han estado surgiendo desde la
década de los años ochenta han sido decisivamente influidas por la propagación de las tecnologías

18
Estamos “traduciendo” aquí el lenguaje de los sistemas al lenguaje de los juegos, haciendo un uso libre y
propio de ideas que se inspiran en Douglass North. Véase en particular North 1993, capítulo 1.
190

de la información y de la comunicación (TIC), dando lugar a la emergencia de las empresas


transnacionales (ET) como poderosos jugadores económicos. Lo que caracteriza a la revolución de
las TIC es que la propagación mundial de sus efectos ha sido rapidísima y el conocimiento de sus
reglas técnicas es accesible a varios centros hegemónicos potenciales que pueden acceder
directamente a ellas. Tal es el caso, entre otros, de potencias emergentes como la China y la India.

El capitalismo global se diferencia de las modalidades del capitalismo internacional anterior, en


que existe creciente movilidad transfronteriza de los factores productivos y particularmente de las
grandes ET. De hecho, estas empresas se definen porque sus cadenas productivas se despliegan
por diferentes regiones y naciones a escala mundial. Ya no es el comercio internacional de bienes
lo que caracteriza el grueso de las transacciones internacionales, ahora también hay creciente
movilidad de los servicios, de la tecnología y de las inversiones productivas. Las ET son jugadores
económicos principales de la economía global y despliegan sus propias estrategias de conquista y
repartición de mercados.

En la esfera política siguen operando los gobiernos de turno de los Estados Nacionales con una
preponderancia hegemónica de los países centrales. Estos países (por ejemplo Estados Unidos), o
conjuntos de países (por ejemplo la Unión Europea), se definen como centrales por ser las fuentes
del poder tecnológico y los principales hacedores de las reglas de juego del orden económico y
político mundial. Esas reglas de juego son administradas y monitoreadas por los organismos
intergubernamentales tanto en la esfera económica (por ejemplo Fondo Monetario Internacional
[FMI], Banco Mundial [BM] y Organización Mundial del Comercio [OMC]), como en la esfera
política (por ejemplo Consejo de Seguridad de la ONU) y militar (por ejemplo la OTAN).

Precisamente las nuevas reglas de juego de la OMC, sucesora del Acuerdo General de Aranceles y
Comercio (GATT en su sigla inglesa), han reflejado el protagonismo de las ET que cabildean a
través de sus gobiernos para lograr la inclusión de nuevos códigos o “disciplinas” en materia de
inversiones, de tecnología, de competencia, etc.

Las ET “juegan”, además, a través de presiones sobre los gobiernos donde se asientan sus casas
matrices, o, alternativamente, donde se localizan las cadenas productivas de sus subsidiarias (por
ejemplo los países subdesarrollados que son sede de las zonas francas, y en particular, de las
procesadoras de exportaciones o maquiladoras).
191

Las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC), han favorecido la operación de estas


empresas que inciden no sólo en el plano económico, sino también en el cultural, a través de un
creciente control económico sobre los medios de comunicación masiva. Las ET, juegan también el
interior de los subsistemas políticos de los países latinoamericanos donde se asientan, a través del
debilitamiento de las funciones reguladoras, estabilizadoras y redistribuidoras cumplidas por los
gobiernos nacionales.

2. Dos tipos de integración regional: unidimensional y multidimensional

La presencia de las ET también ha incidido en el “juego” de la integración regional cuyas


modalidades pueden verse como un subconjunto de los procesos globales dentro de los sistemas
internacionales que estamos examinando. Esto afecta la “filosofía” y las tipologías de la
integración regional. Como sugeriremos, han emergido dos tipos de integración: la unidimensional
y la multidimensional. Las modalidades de la integración unidimensional siguen la lógica de la
OMC heredera del GATT, y son una acentuación de sus disciplinas de mercado.

De otro lado las modalidades de la integración multidimensional pueden ejemplificarse mejor con
la lógica de la integración europea. Examinemos más de cerca ambas opciones.

Las varias dimensiones del proceso de integración, pueden examinarse tomando como punto de
partida el lenguaje comúnmente aceptado en el ámbito público intergubernamental e incorporado
al léxico oficial de los tratados internacionales. Las transformaciones introducidas por los procesos
de integración regional: a) empiezan generalmente por las relaciones de comercio o de mercado
(por ejemplo áreas de preferencias arancelarias o de libre comercio), b) se profundizan luego
compartiendo ciertas cuotas de soberanía (uniones aduaneras), c) avanzan después en la creación
gradual y parcial de ciudadanías comunitarias (mercados comunes de trabajo), y d) culminan
merced a la gestación de soberanías y ciudadanías crecientemente compartidas (por ejemplo a
través de comunidades económicas y monetarias).

Finalmente es posible llegar hasta modalidades más profundas y vinculantes de integración


política. El tránsito más significativo en este campo se verifica desde las reglas de juego y
mecanismos de tipo intergubernamental hacia los de tipo supranacional. Este es el curso histórico
seguido por la Unión Europea (UE), relevante ejemplo de un tipo de integración claramente
multidimensional.
192

En contraste con los procesos anteriores, la dinámica histórica de los que hoy se denominan
Tratados de Libre Comercio (TLC), se ha concentrado solamente en el ámbito de las relaciones de
mercado. Tal es el caso de casi todos los acuerdos comerciales hemisféricos suscritos a partir de
los noventa en el continente americano. Estos TLC son denominados a veces “comprehensivos”
(pero sólo en el plano de los mercados) porque no sólo incluyen elementos de libre comercio de
bienes, sino también otras disciplinas propias del actual proceso de globalización capitalista:
transacciones en tecnología y propiedad intelectual, inversiones ligadas al comercio y a los
servicios, normas de competencia y defensa del consumidor, compras del sector público, etc. En
vista de ello una denominación técnica más precisa sería la de áreas preferenciales de mercado.

Los países latinoamericanos que suscriben esos TLC adquieren compromisos institucionales según
los cuales deben modificar sus regímenes internos de inversiones, de propiedad intelectual, de
solución de controversias internacionales, etc. Los TLC más importantes que se han estado
suscribiendo son “verticales” en el sentido que vinculan a un gran centro del orden capitalista
global (como es el caso de los Estados Unidos), con naciones o bloques de naciones
latinoamericanas. Tal es por ejemplo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA),
o el Tratado de Libre Comercio de América Central y la República Dominicana (CAFTA-RD).

Los TLC verticales omiten en sus textos constitutivos cualquier intento de compartir soberanías
por parte de los países suscriptores. La dimensión política implicada en la suscripción de estadios
más profundos de integración como las uniones aduaneras o monetarias, implica un nivel de
compartimiento de soberanías que resulta obviamente inaceptable para la principal potencia
hegemónica del orden capitalista global actual.

Los TLC también omiten la dimensión sociopolítica asociada al compartir ciudadanías, la que es
imprescindible para la constitución de mercados comunes de trabajo (pasaporte único, derechos
laborales, mecanismos comunitarios de acceso a la salud, a la educación, al reconocimiento de
diplomas, etc.) por parte de los ciudadanos que son oriundos de los países suscriptores.

Por último los TLC “verticales” (norte-sur) tampoco penetran en aspectos culturales específicos
(como el reconocimiento y enseñanza recíproca de las lenguas habladas por los otros miembros, o
de valores compartidos en el plano de la ética, la moral, el arte, etc.). Es en este sentido que
podemos tipificarlos como acuerdos unidimensionales o “mercadistas”. Este es el “estilo” de
integración regional que acepta y promueve Estados Unidos en el hemisferio occidental.

Por oposición la UE ha utilizado otra lógica, tanto en la creación interior de su propio bloque, como
en la incorporación de los países de su entorno estratégico (por ejemplo la ampliación a los países
193

de Europa Central, que son ex miembros del Consejo de Asistencia Mutua Económica que fuera
liderado por la ex Unión Soviética). La UE es un típico bloque multidimensional, pues sus reglas y
disciplinas abarcan: a) la convergencia macroeconómica profunda (armonización o incluso
unificación de regímenes aduaneros, fiscales, monetarios, etc.); b) el compartimiento de
soberanías (uniones aduaneras, monedas comunes, etc.), y c) el compartimiento de ciudadanías
(pasaporte común, movimiento y radicación de trabajadores inmigrantes, reconocimiento de
diplomas, de derechos laborales y previsionales, etc.)

En el marco de esta tipología dicotómica (unidimensionales versus multidimensionales),


podríamos decir que los bloques latinoamericanos (MERCOSUR, CAN, MCCA, y CARICOM) son
incipientemente multidimensionales, porque sus acuerdos incursionan explícitamente en
compromisos políticos (parlamentos comunitarios, tribunales de justicia, cláusulas democráticas,
compromisos en el campo de la defensa, etc.), sociales (reconocimiento de múltiples derechos de
inmigrantes provenientes de otros países miembros) e incluso culturales (por ejemplo enseñanza
del portugués en los países miembros hispano parlantes del MERCOSUR y viceversa). Pero el
avance en cada uno de estos campos resulta todavía vacilante e inseguro. No debe negarse que
dichos bloques están experimentando agudos obstáculos para su afianzamiento y profundización.
Precisamente la estrategia sudamericana recomendada en este trabajo apunta a superar estas
limitaciones.

El proceso de globalización económica y su impacto en América Latina

El proceso de globalización económica se asienta en la propagación de las TIC, acaecida con mucha
fuerza desde fines de la década de los setenta y comienzos de los años ochenta, período que
coincidió con otros dramáticos cambios acontecidos en el ámbito de las relaciones internacionales.
En lo político tuvo lugar el colapso definitivo de los regímenes comunistas autoritarios de Europa
Oriental y Central. En lo económico comenzó la, así denominada, Revolución Conservadora
asociada a los gobiernos de M. Thatcher en Gran Bretaña y de Ronald Reagan en los Estados
Unidos.

Otro aspecto de gran importancia en esta etapa histórica fue el surgimiento de las economías, así
denominadas “emergentes” de Asia: primero Japón desde comienzos de los setenta, y luego,
China desde mediados de los años ochenta. La India, aunque de manera menos espectacular que
China es otro jugador poderoso en las nuevas reglas de la economía mundial.

En América Latina los años ochenta presenciaron las nefastas consecuencias del excesivo proceso
de endeudamiento, que se fue gestando durante los años setenta. Este proceso estuvo asociado a
194

la abundancia de los así denominados “petrodólares” administrados por la banca privada


transnacional. La década de los años ochenta incluyó la peor recesión regional registrada desde la
crisis de los años treinta. Fue una “década perdida” en lo económico pero “ganada” en lo político
con el retorno a los regímenes democráticos por parte de los países latinoamericanos.

Finalmente a comienzos de los años noventa la mayoría de los países latinoamericanos habían
compatibilizado sus modelos económicos con las reglas del capitalismo global y se habían
enrolado en estrategias de crecimiento basadas en economías abiertas, orientadas por criterios
privados-transnacionales en la asignación de recursos.

A partir de los años noventa también la integración regional latinoamericana, especialmente en la


esfera de los mercados, experimentó la instalación de nuevas reglas de juego que se asociaron a la
proliferación de TLC. Estos tratados están fundados en mecanismos de liberalización y apertura
comerciales de aplicación general y automática que se consideraron compatibles con la filosofía de
la OMC.

Esta reorientación de los tratados de integración regional en la esfera de los mercados fue
denominada “regionalismo abierto”. El regionalismo abierto es un compromiso jurídico para
compatibilizar la filosofía “aperturista” propia de la incorporación a las reglas de juego de la
economía global con la filosofía integracionista basada en la concesión de preferencias recíprocas,
sólo para los socios del acuerdo, en las esferas del comercio y de la inversión.

Quedaron así planteadas en América Latina las dos estrategias de integración conceptualmente
examinadas en el apartado anterior. De un lado surgió la integración multidimensional, expresada
en acuerdos latinoamericanos preexistentes o creados a partir de los años noventa. Entre los
primeros se cuentan la Comunidad Andina de Naciones (CAN), la Comunidad del Caribe
(CARICOM), y el Mercado Común Centroamericano (MCCA). Entre los creados a partir de los años
noventa destaca el Mercado Común del Sur (MERCOSUR).

De otro lado emergió la integración unidimensional o “mercadista” cuyo referente más


importante y temprano en el hemisferio occidental fue la constitución del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN) suscrito entre Estados Unidos, Canadá, y México en 1994.
El TLCAN está basado en una aceptación y profundización de la filosofía y las reglas de juego del
multilateralismo global. En particular se apoya en las disciplinas de la Organización del Comercio
(OMC) en el ámbito de las relaciones comerciales. Desde entonces las interacciones estratégicas
195

entre estos dos tipos de acuerdos han modelado buena parte de la historia de la integración en
América Latina.

3. El proceso de globalización económica y la integración latinoamericana

Desde hace aproximadamente 25 años, la revolución de las TIC ha transformado de manera


creciente la estructura del comercio mundial de bienes y servicios. Se ha expandido el comercio
intra-industrial (especialmente en el ámbito de las manufacturas durables) y el comercio intra-
firma (como consecuencia de la proliferación de las cadenas productivas de subsidiarias de
determinadas casas matrices). Han surgido así productos denominados globales cuyas piezas
partes y componentes se elaboran en múltiples países y finalmente se arman o ensamblan en un
país determinado. Este tipo de productos globales, en la esfera norte-sur del continente
americano suelen elaborarse en zonas procesadoras de exportaciones como las que existen en la
frontera norte de México, y en varios países de Centroamérica y el Caribe.

El trasfondo tecnológico de la producción globalizada

Estas nuevas formas de producción globalizada son cada vez más posibles y frecuentes por
las enormes oportunidades tecnológicas de reducir los costos de coordinación de las empresas y
firmas que operan transnacionalmente sea a escala mundial, continental o subcontinental. El
resultado de estas transformaciones tecnológicas y de la convergencia de las normas técnicas que
las regulan, ha sido una gran movilidad internacional de los flujos de inversión directa, de
tecnología, y de nuevos tipos de servicios.

El trasfondo institucional de la globalización económica

La movilidad internacional de la tecnología y de las inversiones productivas no depende


sólo de la posibilidad técnica, también depende de la eficiencia económica de esos movimientos,
la que se asienta en alto grado en las instituciones que regulan los costos de transacción. Estos
costos de transacción pueden descomponerse en costos de información, costos de negociación,
costos de formalización contractual, costos de monitoreo y seguimiento, y costos de litigio judicial.

Una consecuencia de estos procesos es que las transacciones internacionales a escala


global afectan directamente las instituciones económicas internas de los países involucrados, más
allá de los impactos fronterizos tradicionales que se verificaban en las aduanas y se traducían en
restricciones arancelarias y no arancelarias. Las nuevas disciplinas de la OMC relacionadas con la
propiedad intelectual, las inversiones y el comercio de servicios, implican e involucran
196

directamente al funcionamiento de códigos, leyes internas, o procedimientos judiciales y


administrativos que tienen lugar en el interior de los países miembros.

4. Integración regional en América procesos, tipos y tendencias

Como se sabe, en los años noventa prácticamente todos los países de América Latina
habían completado su incorporación al nuevo modelo de crecimiento económico abierto a la
economía global.

En este trasfondo histórico se explican los cambios que también han estado aconteciendo
en el significado y modus operandi de los acuerdos de integración regional que se fueron
suscribiendo en América Latina, bajo los marcos reguladores más flexibles de la Asociación
Latinoamericana de Integración (ALADI) desde1980.

Los cambios más importantes que han tenido lugar en el área de la integración
latinoamericana incluyen: a) la creciente participación activa de los Estados Unidos en los procesos
de integración promoviendo una forma de regionalismo vertical (norte-sur) que no se había
observado en períodos históricos anteriores; b) una proliferación de TLC tanto en el eje norte-sur
(con protagonismo estadounidense) como en el eje sur-sur entre algunos países
latinoamericanos; y, b) la creación (MERCOSUR) o reformulación (CAN, MCCA, CARICOM) de
acuerdos sub-regionales que, en sus respectivas áreas territoriales agrupan a la mayoría de los
países latinoamericanos.

Estos cuatro acuerdos mencionados en el párrafo anterior pretenden abarcar no


solamente las disciplinas de mercado. También toman como punto de referencia las pautas
evolutivas de la UE en el sentido de crear uniones aduaneras, avanzar en la construcción de
mercados comunes, lograr la convergencia de regímenes macroeconómicos, o incluso en ciertos
casos crear mecanismos supranacionales tales como la creación de una moneda única.

Adicionalmente a estos campos que son netamente económicos, los cuatro acuerdos
mencionados han incursionado en dimensiones socioculturales (por ejemplo búsqueda de
reconocimiento recíproco de títulos y grados) y políticas (por ejemplo declaraciones y
compromisos orientados al mantenimiento de los regímenes democráticos y de respeto a los
derechos, garantías y libertades que acompañan la vigencia de esos regímenes).
197

La dinámica concreta de los acuerdos de integración

Hasta fines del siglo XX la perspectiva existente era que los procesos de integración
regional en América iban a quedar reducidos a cinco grandes acuerdos. De un lado el Acuerdo de
Libre Comercio de Las Américas (ALCA) que absorbería jurídicamente todos los otros TLC
previamente suscritos a escala hemisférica (norte-sur) o latinoamericana (sur-sur). De otro lado,
los cuatro bloques sub-regionales que actualmente agrupan a casi todos los países de América
Latina (Di Filippo y Franco, 2000).

Sin embargo las negociaciones del ALCA parecen haber colapsado definitivamente en
2005, tras la Cumbre Presidencial celebrada en Argentina. Los cuatro acuerdos potencialmente
multidimensionales (MERCOSUR, CAN, MCCA y CARICOM) enfrentan perspectivas y opciones muy
diferentes fuertemente teñidas por consideraciones de naturaleza política. Parece conveniente
empezar por el análisis de los acuerdos hemisféricos y ubicar en ese marco más global la evolución
de los acuerdos propia o exclusivamente latinoamericanos.

5. Integración hemisférica y su estrategia unidimensional

El ALCA es expresión de un estilo de relaciones hemisféricas que Estados Unidos ha estado


promoviendo en América desde el fin de la guerra fría. Por lo tanto no es exclusivamente el ALCA
lo que nos interesa estudiar aquí, sino más bien la filosofía de lo que estamos denominando los
acuerdos hemisféricos unidimensionales y verticales promovidos en América por Estados Unidos.

En junio de 1990, el entonces presidente de los Estados Unidos, George Bush (padre) dio a
conocer la Iniciativa para las Américas que proponía: a) la conformación en el largo plazo de una
zona hemisférica de libre comercio y, en el corto y mediano plazo, la paulatina liberalización
comercial de las economías latinoamericanas mediante la suscripción bilateral de acuerdos de
comercio e inversión con Estados Unidos; b) la promoción de reformas a los regímenes
latinoamericanos de inversión para favorecer los procesos de privatización y de regulación
“simpáticos” al mercado, a través de ayuda técnica y financiera apoyada con 1,5 billones de
dólares; y, b) la reducción negociada de la deuda oficial o gubernamental de los países
latinoamericanos que se fueran adhiriendo al “espíritu” de la Iniciativa19.

19
A finales de 1991 EEUU tenía suscritos los siguientes acuerdos-marco de comercio e inversión en América
Latina (algunos de ellos anteriores a la puesta en marcha de la Iniciativa: México (1987), Bolivia ( julio de
1990), Ecuador (julio de 1990), Chile (octubre de 1990), Honduras (noviembre de 1990), Costa Rica
(noviembre de 1990), Venezuela (mayo de 1991), El Salvador (mayo de 1991), Perú (mayo de 1991),
Panamá (junio de 1991), Nicaragua (junio de 1991), MERCOSUR de “los cuatro”: Argentina, Brasil,
Paraguay y Uruguay (junio de 1991). Véase Lucrecia Lozano (1993), La Iniciativa para las Américas: el
comercio hecho estrategia, Revista Nueva Sociedad, número 125, mayo-junio, páginas 121-134.
198

Esta Iniciativa era la consolidación institucional de la nueva estrategia económica,


integrada a la economía global emergente, que, en América Latina, se había ido introduciendo
desde fines de los años setenta y durante todo el decenio de los ochenta. La estrategia, durante
dicho lapso previo, fue estimulada por el apoyo crediticio del BM y del BID en temas de desarrollo,
y también, por el papel de garante financiero y asesor técnico cumplido por el FMI en las reformas
pro-mercado que iban teniendo lugar. Fue la primera acción de gran alcance respecto de América
Latina ensayada por los Estados Unidos tras el colapso del bloque comunista y el fin de la guerra
fría. Hasta ese momento, las propuestas de Estados Unidos habían sido más bien reactivas en
relación con la pugna este-oeste. Tal fue el caso de la Alianza Para el Progreso en los sesenta tras
el triunfo de la Revolución Cubana, o la Iniciativa para la Cuenca del Caribe en los ochenta, tras las
abortadas revoluciones de Nicaragua y Grenada.

En 1994, dentro de la nueva estrategia estadounidense, entró en vigor el Tratado de Libre


Comercio de América del Norte (TLCAN) que articuló a Estados Unidos con su entorno inmediato
constituido por Canadá en su frontera norte y México en su frontera sur. Respecto de las
relaciones con México es necesario mencionar dos antecedentes significativos. En 1965 Estados
Unidos suspendió el Programa de Braceros Mexicanos, que aceptaba migraciones laborales
temporales provenientes de México, y lo sustituyó por el Programa de Maquiladoras (zonas
francas procesadoras de exportaciones). Este cambio es muy importante para entender el
significado del TLCAN y su inclinación exclusivamente “mercadista”. En efecto, con el Programa de
Maquiladoras Estados Unidos trataba de frenar el crecimiento alarmante de las migraciones de
“hispanos” (latinoamericanos) que, al amparo del Programa de Braceros penetraban en Estados
Unidos con la intención de permanecer ilegalmente. Las maquiladoras, en la intención estratégica
de los Estados Unidos “matarían dos pájaros de un solo tiro”: retendrían inmigrantes potenciales
provenientes, en especial, de México y permitirían un aprovechamiento de menores costos
laborales, ambientales o energéticos por parte de las empresas estadounidenses que se instalaran
en las zonas francas20.

La vía de seguir incorporando países al TLCAN experimentó tropiezos durante 1995 cuando el
Congreso estadounidense negó al Ejecutivo la aprobación de la así denominada, “vía rápida” para la
negociación de nuevos acuerdos comerciales, lo que frustró (o al menos postergó) la incorporación de
Chile al TLCAN.

20
Las maquiladoras son empresas que importan, libres del pago de aranceles, insumos industriales para
elaborar productos manufacturados, que se comercializan posteriormente fuera del país sede de las
maquiladoras. La palabra maquilar según el Diccionario de la Lengua Española (1970) significa “cobrar al
molinero por la maquila”. Se originó en el medioevo español para designar moliendas de trigo ajeno, cuyos
propietarios (del trigo) pagaban al molinero con parte de la harina obtenida. Algo parecido operó en los
ingenios azucareros de las Antillas durante el siglo XIX.
199

En el mismo año de la suscripción del TLCAN, Estados Unidos promovió e instaló, la


Primera Cumbre de las Américas (Miami, 1994) que incluyó el anuncio oficial del lanzamiento del
ALCA.

Las negociaciones del ALCA suscitaron desencuentros derivados del esfuerzo


estadounidense por abstraer la lógica de los mercados internacionales del contexto sociopolítico
en que esos mercados operan tanto a escala hemisférica como, sobre todo, a escala nacional de
los propios países latinoamericanos que los suscriban.

El primero de los desencuentros, correspondió al tema de la agricultura y al impacto


negativo que puede generarse en la esfera del empleo, de la producción, y, del consumo
alimentario para los países latinoamericanos. El segundo se relacionó con las asimetrías en la
capacidad para competir internacionalmente en un “campo de juego nivelado”, pues incluso las
economías mayores de América Latina tomadas aisladamente, son pequeñas y subdesarrolladas
frente a los Estados Unidos. El tercero se vinculó con las regulaciones negociadas en el ALCA y su
compatibilidad con las instituciones económicas, políticas y culturales de las democracias
latinoamericanas.

En el año 2001, con el cambio de siglo y de milenio, se produjeron algunos hechos


trascendentales. Primero a escala mundial el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, abrió
las puertas al gobierno estadounidense para que iniciara una estrategia antiterrorista punitiva en
países que como Afganistán o Irak eran sospechosos de promover atentados terroristas y producir
armas de destrucción masiva. Estados Unidos se embarcó así en una costosa y larga guerra en la
que no ha logrado triunfar ni tampoco desvincularse de una manera honorable para su imagen
internacional.

Segundo a escala latinoamericana se produjo un viraje hacia posiciones más autónomas y


menos complacientes con la estrategia económica neoliberal. Este proceso ha continuado durante
el último quinquenio con una radicalización de posiciones opuestas a las reglas de juego del
capitalismo neoliberal. El proceso empezó con el colapso de la economía argentina a fines del
2001 y la toma del mando por parte de Eduardo Duhalde, primero, y Néstor Kirchner después;
siguió con la asunción al poder de Juan Ignacio Lula en Brasil, y ha continuado a lo largo del último
quinquenio con la elección de Tabaré Vazquez en Uruguay, la consolidación de Chavez en
Venezuela, la elección de Correa en Ecuador, etc. Se trata de gobiernos que, hasta ahora, no han
roto las reglas del proceso democrático ni se han cerrado a la economía global pero se han
200

apartado claramente de las reglas de juego de la democracia neoliberal. Es necesario no perder de


vista estos procesos para entender el contexto político que fue precipitando el fracaso de las
negociaciones del ALCA.

Como ahora resulta muy claro, la intención original que llevo a la creación del ALCA se
modificó después de la octava reunión ministerial sostenida en Miami en Noviembre de 2003. La
modificación se relacionó con los procedimientos de negociación y con los resultados que se
esperarían de la firma de los acuerdos. En la previa reunión ministerial de Quito (2002) la idea de
un sólo acuerdo integral y completo estaba todavía viva. Pero en la Declaración de Miami surgió
una nueva versión “a la carta” de los acuerdos, derivada fundamentalmente de la falta de
entendimiento entre el MERCOSUR y Estados Unidos respecto de la agricultura y los servicios.

La apertura al público del texto borrador de las negociaciones, y la emergencia del tema
de las asimetrías de desarrollo de los negociadores generaron dos potenciales áreas de fricción
que se irían manifestando en el curso posterior de las negociaciones. Sin embargo, los principales
problemas iban a surgir a partir de Québec, cuando comenzaron las negociaciones de acceso a
mercados (mayo de 2002) y se planteó la necesidad de definir las modalidades de negociación.
Estas modalidades incluían ofertas en los rubros de bienes agrícolas y no agrícolas, además de
servicios, inversiones y compras del sector público.

En bienes agrícolas el principal ámbito de fricción era el de los subsidios y otras disciplinas
sobre prácticas que distorsionan el comercio de estos bienes, practicadas por los países
desarrollados como elementos componentes de su tradicional proteccionismo en este sector.

De otro lado, en el ámbito de los servicios, los oferentes deseoso de instalarse en el


mercado de los países en desarrollo eran los países desarrollados, y el tema más álgido estaba
referido a la así denominada “presencia comercial”, denominación que intentaba meter en el
“zapato chino del comercio” buena parte de los rasgos definitorios del proceso de
transnacionalización empresarial propio de la globalización económica contemporánea.

El tema de la “presencia comercial” también estaba en la médula temática del grupo


negociador sobre inversiones. Tan claro era este entrelazamiento temático que el Acuerdo sobre
Métodos y Modalidades de Negociación (octubre de 2002) observa textualmente: “Los grupos de
negociación sobre servicios e inversiones deberán, como regla general, seguir celebrando sus
reuniones separadamente. Sin embargo de estimarse necesario, dichos grupos pueden reunirse
201

para deliberar conjuntamente sobre temas comunes, particularmente presencia comercial”. Como
veremos uno de los principales ámbitos de discrepancia entre las ET, principales jugadores
económicos de la globalización, y los gobiernos de los países latinoamericanos, corresponde a las
reglas de juego que deben normar el comportamiento de las ET la región, y los procedimientos
para solucionar las controversias que puedan emerger.

La publicación del primer borrador negociador dio amplio acceso a todos los miembros de
la sociedad civil, (más allá de las cámaras empresariales, únicos iniciados, hasta ese momento en el
curso de las negociaciones a través de los foros empresariales paralelos). Aunque las
contribuciones explícitas de la sociedad civil fueron más bien escasas y desequilibradas, la opinión
pública general contó, finalmente, con recursos informativos justamente cuando el panorama
político latinoamericano comenzaba a mutar su color ideológico.

Muy pronto se puso de relieve que algunos países grandes y medianos (en particular
Argentina y Brasil), con producción y exportaciones agropecuarias de clima templado que
competían especialmente con las de Estados Unidos, no estaban dispuestos a continuar
negociando el acceso a sus mercados de inversiones y de servicios si no se abordaban los temas
centrales del proteccionismo agrícola y no se moderaban las pretensiones de reformas legales y
judiciales favorables a los inversionistas transnacionales. También la “caja de Pandora” de los
países pequeños y de menor desarrollo relativo, siguió acrecentando complejidades y tensiones de
magnitud que no habían sido previstas. Todo ello terminó repercutiendo de manera categórica en
la Declaración Ministerial de Miami (noviembre de 2003) donde se abandonó el principio de
“single undertaking” (un único compromiso suscrito por todos los participantes respecto de todas
las materias bajo negociación).

Emergió, alternativamente, la opción de un menú de alternativas a las cuales los países


podrían adherirse de manera flexible sin aceptar en bloque ningún conjunto de normas. Un
acuerdo “a la carte” o “light”, expresión de la existencia de desavenencias irreconciliables que
amenazaban el futuro de todo el proceso negociador.

El proceso de erosión de las negociaciones ALCA culminó con una ruptura abierta
explicitada en la Declaración Presidencial de la Cumbre de Mar del Plata (2005). De un lado los
países miembros del MERCOSUR incluyendo a Venezuela prepararon un texto que implicaba el
abandono de las negociaciones por no estar dadas “las condiciones necesarias para lograr un
acuerdo de libre comercio equilibrado y equitativo”. Por otro lado, las restantes economías de
América Latina y el Caribe, suscribieron una declaración en un tenor parecido al de la Declaración
202

Presidencial de la Cumbre inmediatamente anterior, insistiendo en la necesidad de continuar con


las negociaciones.

6. Los bloques latinoamericanos frente a los TLC hemisféricos

Los intereses y estrategias de México, MCCA y CARICOM

El tamaño económico de Estados Unidos comparado con el de los países MCCI (México,
Centroamérica y Caribe insular) es 10 veces superior en términos de producto interno bruto. El
único país que logra pesar de manera significativa en las relaciones Estados Unidos-MCCI es
México pero aún en este caso, las asimetrías son en la esfera económica, social y política muy
profundas. Desde la recomposición del sistema político mexicano (fin de la hegemonía del PRI), y
de su incorporación al TLCAN, las asimetrías políticas se han reducido pero las económicas y
culturales siguen aumentando.

Tomado individualmente, México aparece como un “pequeño” país, en términos


económicos frente a los Estados Unidos, y como un “gigante” frente al MCCA y el CARICOM. De un
lado Estados Unidos es, económicamente casi 12 veces más grande que México. De otro lado
México es, económicamente casi 4 veces más grande que los 17 países de MCCA + CARICOM.

En la comparación Estados Unidos-MCCA, aquel país es 70 veces más grande en


términos económicos que el bloque de América Central. Los países que integran el MCCA
(Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, y Nicaragua) agrupaban en 2004 una
población de 35 millones de personas, un PIB de 157.000 millones de dólares corrientes, y
un producto por habitante medido en precios de paridad de poder adquisitivo (PPA) de
4500 dólares de la misma unidad monetaria. Los países miembros han liberado su comercio
recíproco, están consolidando un arancel externo común y aspiran a una integración
multidimensional y profunda. Entre 1997 y 2003, sus exportaciones recíprocas medidas
como porcentaje de las totales subieron desde 16,8% a 26,9%. Si agregamos a Panamá y
República Dominicana la economía estadounidense es 46 veces más grande que todo el
conjunto.

De más está decir que en la comparación Estados Unidos-CARICOM estas asimetrías alcanzan un
grado máximo, pues este país es 263 veces más grande en términos económicos que todos los
países miembros de CARICOM considerados conjuntamente. El CARICOM está compuesto por más
de una docena de “micro-estados” insulares caribeños, los que en 2004, albergaban, en conjunto
una población de 6 millones de personas, generaban un PIB de 41.000 millones de dólares y un
producto por habitante de 7600 (PPA) dólares de 1990. Han liberado su comercio recíproco y
cuentan con un arancel externo común. En la década de los noventa sus exportaciones recíprocas
203

medidas como porcentaje de las totales se elevaron desde 16,7% en 1997, a 18,8 en 2003 (véanse
cuadros 1 a 4, al fin de este trabajo).

Dicho sea al pasar, este tema de las asimetrías económicas entre Estados Unidos y el grupo de
países MCCI tiene una contrapartida demográfica: las masas de inmigrantes que, provenientes de
esas zonas, intentan instalarse en el gran país del norte. Esto genera otro tipo de asimetrías en los
planos político y social que afectan las relaciones hemisféricas. En este momento, tras el fracaso
de la ley migratoria orientada a dar cabida legal a los indocumentados, se nota un probable
endurecimiento de las leyes migratorias que afectará muy especialmente a los ciudadanos del
grupo de países mencionados. La reacción popular por parte de las decenas de millones de los, así
denominados “hispanos” que, legal o ilegalmente viven en ese país, está siendo muy significativa
y, cuenta con el apoyo de múltiples organismos defensores de los derechos, garantías, y libertades
civiles y políticas en ese país. Estos grupos de inmigrantes latinoamericanos, apoyados por otros
contingentes menores provenientes de otras latitudes, son una fuerza electoral no despreciable
capaz de inclinar la balanza en los sufragios parlamentarios o presidenciales de Estados Unidos.

Las posiciones de estos países respecto del ALCA fueron obviamente diferentes. México
era relativamente reticente al progreso del acuerdo porque sus vínculos con Estados Unidos están
establecidos en el TLCAN y sus intereses no se hubieran visto mejor servidos con la suscripción del
ALCA. Los países miembros de América Central y del Caribe compiten con México por las
inversiones de las ET orientadas en última instancia al gran mercado estadounidense. Sin embargo
en lo que va corrido del siglo XXI queda claro que el principal competidor de México y de los
restantes miembros de MCCI es China tanto en la captación de dichas inversiones como en la
conquista del mercado estadounidense.

La reciente suscripción del TLC entre Estados Unidos y Centro América que
incluye también a la República Dominicanas (CAFTA-RD), significará de facto la
obsolescencia de muchas reglas preexistentes y vigentes en el MCCA. El CAFTA-RD
implicará la instalación de nuevas reglas actualizadas en las áreas de servicios, propiedad
intelectual, inversiones ligadas al comercio (presencia comercial), compras públicas,
solución de controversias, etc. El CAFTA-RD creará una nueva institucionalidad dentro de
la filosofía de la OMC, pero llegando más lejos (lo que se ha denominado OMC-plus). El
tema es conflictivo y ha suscitado sentimientos encontrados en los gobiernos y en sus
tendencias políticas entre los países suscriptores. Así lo demuestra, por ejemplo, el debate
en Costa Rica que culminó con una consulta popular, apretadamente favorable a la
aprobación de Tratado.
Esto significa que, a pesar del congelamiento del ALCA, Estados Unidos ha
continuado con su estrategia de acuerdos unidimensionales enfocados exclusivamente en
las relaciones de mercado, y orientados no sólo a promover el comercio sino también a
204

instalar una nueva institucionalidad funcional a la dinámica del proceso de globalización y


a su presencia económica en Centroamérica. Los puntos centrales de interés para los
Estados Unidos son el aprovechamiento de los bajos costos laborales y ambientales en las
zonas procesadoras de exportaciones, un mejor acceso a las exportaciones de productos
tropicales, y un aprovechamiento de los mercados locales de servicios.
Los intereses del MERCOSUR y el CAN

De otro lado en América del Sur MERCOSUR y CAN no sólo tienen intereses conflictivos
con USA y UE en actividades agropecuarias de clima templado sino que además (incluyendo a
Chile que no es un miembro pleno de estos acuerdos) están demasiado lejos de los Estados Unidos
como para aprovechar las zonas francas exportadoras de bienes o servicios al gran mercado
estadounidense. En estos bloques sudamericanos, la inversión directa extranjera en manufacturas
y servicios está ante todo interesada en abastecer los propios mercados sudamericanos. De otro
lado, continúa el tradicional interés de las ET por explotar los diferentes tipos de recursos
naturales de gran demanda en los países desarrollados. Este interés se ha multiplicado con la
irrupción de China continental en los mercados mundiales expandiendo la demanda de materias
primas y alimentos (petróleo, cobre, soja, etc.). La presencia creciente de la China en las
transacciones internacionales de la era global está transformando en grado importante la
dinámica de los mercados mundiales.

Los países sudamericanos, dependen en grado decisivo de la explotación de sus recursos


naturales en el tradicional estilo de las exportaciones primarias al mundo desarrollado y, la
deseada expansión de su producción y exportaciones manufactureras entra en conflicto con la
poderosa competencia de China continental. Los mercados internos de los países sudamericanos
de gran tamaño y con perspectivas de alto crecimiento hacen que los países desarrollados
encuentren rentable y atractivo invertir, no sólo en la típica y tradicional explotación o
comercialización de productos primarios, sino también en la instalación de actividades vinculadas
a la prestación de servicios orientados al mercado interior de Sudamérica.

Los países que integran la CAN (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, y Venezuela)
albergaban en 2004, una población de 120 millones de personas, un PIB de 638.000
millones de dólares de 1990, y un producto por habitante de aproximadamente 5300 (PPA)
unidades de la misma moneda. Han liberado el grueso de su comercio subregional,
establecido un arancel externo común incipiente e imperfecto, y se proponen avanzar hacia
formas de integración multidimensional y profunda. Sus exportaciones recíprocas como
porcentaje de las totales, disminuyeron desde 12,1% en 1997 hasta 9,1% en 2003.
La Comunidad Andina de Naciones, por la peculiar disposición geográfica
“longitudinal” de sus miembros carece de algunas de las ventajas económicas de las áreas
naturales de integración, y este hecho se refleja en la proporción relativamente baja del
comercio recíproco entre sus miembros. En la Reunión Presidencial de Trujillo (1996) se
205

creó una nueva institucionalidad que convirtió al Grupo Andino en la Comunidad Andina
de Naciones, con un Consejo constituido a nivel presidencial y encargado de proveer la
orientación política del Acuerdo.
Recientemente Venezuela anunció su intención de abandonar su posición de
miembro pleno del CAN y de incorporarse como miembro pleno al MERCOSUR. Sin
embargo para que se ratifiquen ambos movimientos será necesario esperar un período y,
además, en el caso del ingreso al MERCOSUR falta la ratificación parlamentaria de los
gobiernos de Uruguay y Brasil.
De otro lado, los países que integran el MERCOSUR (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay),
albergaban en 2004 a 228 millones de personas, con un PIB de 1.875.000 millones de dólares, y
un PIB por habitante (PPA) de 8200 dólares. Han liberalizado la mayor parte de su comercio
recíproco, establecido un arancel externo común, y se proponen avanzar hacia la constitución de
un mercado común. El porcentaje de sus exportaciones recíprocas respecto del total exportado
cayó desde 24,9 en 1997 a 11,9% en 2003. Sin embargo en la segunda mitad del presente decenio
las transacciones recíprocas han empezado a recuperarse. (Véanse cuadros 1 a 4).

Nótese que tanto CAN como MERCOSUR han sufrido reducciones importantes en sus
porcentajes de comercio recíproco después del auge experimentado en la primera parte de los
años noventa. La raíz de este deterioro quizá se encuentre, primero en el impacto negativo de la
economía global expresado en el contagio de algunas crisis financieras originadas en otras
latitudes, segundo, en la insuficiente voluntad política de sus miembros para buscar mecanismos
más profundos de integración macroeconómica y, tercero en la incompleta evolución institucional
de los acuerdos mismos hacia modalidades multidimensionales asociadas a la vigencia de
regímenes democráticos. También este tipo de dificultades en el comercio recíproco pueden
abordarse a la luz de la estrategia general sugerida en el presente trabajo. La idea subyacente es
que las relaciones de mercado se encuadran en estructuras institucionales que les fijan sus límites
y les confieren sus estímulos.

La Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR)

Lo que ha faltado para promover la integración del mercado interior de Sudamérica ha sido la
dotación de una base infraestructural e institucional que la viabilice.

Aparentemente la creación reciente de UNASUR podría subsanar estas carencias.

En Sudamérica la UNASUR puede llegar a ser una comunidad política y económica entre los doce
países sudamericanos. Nacida en 2004 en Cusco, Perú, durante la III Cumbre Sudamericana, su
Secretaría General quedó localizada en la Ciudad de Quito. La constitución de UNASUR apunta a
206

aumentar la competitividad sistémica de la región sudamericana en los mercados mundiales, y


lograr una unificación y aprovechamiento del mercado interior de Sudamérica.

Además UNASUR pretende cumplir funciones de concertación y coordinación política y


diplomática tanto hacia el interior de las relaciones intergubernamentales sudamericanas, como
respecto de las negociaciones que Sudamérica deba abordar con el resto del mundo.

UNASUR promueve la convergencia entre MERCOSUR, CAN, y Chile en una zona de libre
comercio, cuyas negociaciones están muy avanzadas y comenzaron con anterioridad a la creación
de esta Unión. Asimismo UNASUR se ha convertido en el organismo encargado de impulsar la,
también preexistente, Iniciativa de Integración Regional Sudamericana (IIRSA) orientada a avanzar
en la integración física, energética, y de comunicaciones de América del Sur. Entre otras se prevé
la Carretera Interoceánica que unirá el Perú con Brasil pasando por Bolivia; el Anillo Energético
Sudamericano para lograr abastecer a los países del MERCOSUR y Chile con el gas peruano de
Camisea; el Gasoducto Binacional que conectará a Colombia con Venezuela; el Poliducto
Binacional que posibilitará la exportación de petróleo hacia el oriente a través de la costa
colombiana sobre el Pacífico.

Considerada en su conjunto UNASUR abarca un área geográfica de casi 18 millones de


kilómetros cuadrados, con una población de 370 millones de personas, y un producto que en
órdenes de magnitud la convierte en la quinta economía “virtual o potencial” más grande del
mundo detrás de otros bloques o naciones “reales” como la Unión Europea, Estados Unidos, China
e India21.

7. Una lectura institucional de los procesos de integración en América

Puede ser útil someter a examen el papel que podrían llegar a desempeñar los acuerdos
multidimensionales de integración regional en la creación de una convergencia institucional que
facilite el desarrollo económico bajo condiciones de creciente integración en la economía mundial.

21
Desde una perspectiva político-social también cabe mencionar la Alternativa Bolivariana para América
Latina y El Caribe (ALBA). Nació en La Habana (2004) por un acuerdo entre Venezuela y Cuba.
Posteriormente han adherido Nicaragua, Antigua y Barbuda, Dominica y San Vicente y las Granadinas.
Centra su atención en la lucha contra la pobreza, la exclusión social, y los altos índices de analfabetismo.
Otorga una importancia crucial a los derechos humanos, laborales y de género, así como a la defensa del
medio ambiente. Se preocupa especialmente por lo problemas sociales de los campesinos y pequeños
productores agrícolas. Proclama la creación de mecanismos que aprovechen la creación de lo que denomina
“ventajas cooperativas” entre los países miembros. Expresa intenciones políticas y fundamentaciones teóricas
que todavía deben madurar y explicitarse mucho más.
207

La pertinencia de una discusión en torno a este tema deriva del hecho de que la mayoría de
los países latinoamericanos son miembros (plenos o asociados) de alguno de los acuerdos
multidimensionales que hoy operan en América Latina: MERCOSUR, CAN, MCCA y CARICOM. Por
ejemplo todos los países miembros del CAN más Chile son actualmente asociados del MERCOSUR.
En resumen se trata de examinar el rol de los acuerdos de integración regional en la creación de
marcos institucionales comunes que faciliten el desarrollo de América Latina en la presente era
global.

La convergencia subregional de los marcos institucionales

Esta manera de plantear el tema supone privilegiar la importancia de los marcos


institucionales internos (a escala nacional, sudamericana, y latinoamericana) de los países
latinoamericanos, en el éxito de sus modelos de desarrollo. También implica reexaminar el
significado y alcances de las estrategias que en los ochenta y noventa se denominaron de
liberalización, privatización y desregulación, aplicadas sobre el anterior modelo de desarrollo que
había estado previamente vigente entre 1945 y 1980.

En la esfera propiamente económica, los acuerdos regionales institucionalmente profundos


encuentran su razón de ser principal en la creación de un mercado sudamericano capaz de cumplir
dos funciones. La primera que los productores localizados en ese mercado adquieran los
beneficios de una competitividad sistémica global en sus exportaciones al resto del mundo como
resultado de la reducción de los costos medios de transporte, de energía, de transacción y de
coordinación. Esto acontecerá a medida que el mercado interno se unifique y aumente su eficacia
productiva media (economías de escala y otros factores tendientes a reducir los costos medios). La
segunda función económica que podrían cumplir este tipo de acuerdos es que los productores
localizados en ese espacio integrado, incluyendo las empresas transnacionales se beneficien del
mercado interno en desarrollo como consecuencia del proceso integrador. Ambos aspectos son
hoy cada vez más visibles en mercados integrados emergentes de máxima escala como es el caso
de la China y, en menor grado de la India.

En materia de bienes públicos en general y de servicios públicos en particular, la interconexión


de las infraestructuras y la convergencia de las normas y procedimientos operativos generan una
clara reducción de costos no sólo pecuniarios sino también los expresados en tiempo y calidad de
las actividades económicas.
208

Respecto de las cadenas productivas y las coordinaciones intrafirma de las ET, la consolidación
de las tecnologías de la información ayuda al desarrollo de procedimientos tales como el
intercambio electrónico de datos, la aplicación de procedimientos “justo a tiempo” en el manejo
de existencias, etc.

En lo que atañe a las transacciones entre firmas recíprocamente independientes (no


vinculadas por lazos de capital), la convergencia de los procedimientos legales y jurídicos reduce
los costos de información (buscar contrapartes contractuales), de negociación (posiciones de
poder contractual), de formalización (certeza jurídica, convergencia de requisitos), de seguimiento
y monitoreo de lo acordado (procedimientos telemáticos varios) y de solución de controversias en
caso de litigio.

Migraciones, ciudadanías comunitarias e integración multidimensional

Adicionalmente a esta perspectiva económica amplia, la creación de un mercado


sudamericano de bienes, servicios, y factores no humanos de la producción, facilita la instalación
de mercados comunes de trabajo entre los países miembros. A su vez estos mercados laborales
integrados implican, necesariamente, la construcción paralela de una ciudadanía comunitaria
fundada en la vigencia común de derechos y obligaciones humanos, ciudadanos, económicos,
sociales y culturales. Sugeriremos que la movilidad espacial de la población latinoamericana,
resulta mucho más viable que en el ámbito norte-sur, si se practica bajo acuerdos y regulaciones
capaces de salvaguardar la estabilidad política y social implicada en los procesos. Esto nos conduce
a poner de relieve las ventajas de una integración multidimensional, por lo menos a escala
sudamericana.

Aunque las dificultades socioculturales y políticas de la integración de los mercados laborales no


deben minimizarse existen importantes circuitos migratorios que son operativos (por ejemplo en
el cono sur entre Argentina, Perú, Chile, Paraguay, Bolivia, y en menor grado Ecuador) y pueden
redundar en un mejor uso de las calificaciones y disponibilidades de la fuerza laboral
sudamericana.

Las cláusulas democráticas y su impacto en los acuerdos

Retornando a nuestra perspectiva sistémica y al lenguaje de los juegos, podríamos decir que todos
los acuerdos de integración regional involucran a jugadores económicos (básicamente las ET). Las
reglas económicas de juego abarcan a las instituciones que regulan la propiedad de los recursos en
209

el marco de la dinámica de los mercados globales, por lo tanto se expresan a través de los
organismos intergubernamentales de escala global, tales como la OMC, el FMI y el BM.

De otro lado, todos los acuerdos de integración regional involucran a los jugadores políticos, que
son los gobiernos de turno de los estados nacionales suscriptores de esos compromisos. Estos
gobiernos tienen la legitimidad que emana de los sistemas políticos sobre los cuales se asientan
pero en todo caso representan la soberanía de los estados respectivos. Un rasgo común de todos
los tipos de sistemas democráticos es que, en última instancia, la soberanía radica en los
ciudadanos que otorgan legitimidad a los gobiernos respectivos.

Ahora bien el tema central que nos ocupa es el de los vínculos entre las instituciones de la
democracia y las regulaciones y compromisos que emanan de la suscripción de los acuerdos de
integración.

En relación con los acuerdos que se suscriben entre naciones del hemisferio occidental la cláusula
democrática es una condición que está cada vez más presente. En el caso de la UE esto fue
particularmente evidente en sus miembros fundadores y en las sucesivas ampliaciones del bloque.
Solamente después de haber asumido regímenes democráticos de gobierno otras naciones de
Europa Occidental (España, Portugal, Grecia, etc.) se fueron incorporando a la UE. Lo mismo
acontece hoy con la ampliación de la UE hacia una decena de naciones de la Europa Central. Los
cuatro bloques latinoamericanos también exigen la vigencia de la cláusula democrática a sus
miembros plenos o asociados. En Sudamérica tanto el MERCOSUR como la CAN incluyeron a partir
de 1998 sus cláusulas democráticas como condición para la membresía de los acuerdos,
haciéndolo respectivamente con los Protocolos de Ushuaia y con el Protocolo relativo al
“Compromiso Andino por la Democracia”.

De manera tardía, las negociaciones del ALCA incluyeron la exigencia de que los países con
derecho a sentarse en la mesa de negociaciones contaran con regímenes políticos democráticos y,
aceleradamente, se aprobó la Carta Democrática Interamericana de la OEA (CDI-OEA) en
setiembre de 2001. Por lo tanto daría la sensación de que todos los acuerdos tanto los
unidimensionales como los multidimensionales evidencian igual respeto por las instituciones de la
democracia. Sin embargo el impacto de estas instituciones sobre el funcionamiento de estos
acuerdos no es el mismo en todos los casos.
210

La única manera de entender el impacto diferente de estos condicionamientos o cláusulas


democráticas sobre los acuerdos de integración regional es examinando el carácter unidimensional
o multidimensional de dichos acuerdos y la naturaleza supranacional o intergubernamental de sus
procesos decisorios.

En los acuerdos unidimensionales (ALCA, TLCAN, etc.) las reglas de juego del capitalismo global
intentan predominar sobre las de las democracias nacionales. Esos acuerdos unidimensionales
crean organismos o mecanismos que ignoran o incluso violan la independencia de los poderes
democráticos de esos países.

En torno a este punto cabe considerar a los mecanismos de solución de controversias que puedan
suscitarse entre los gobiernos nacionales de los países firmantes y las ET. Dichos mecanismos,
fundados en paneles de expertos no están sujetos a la jurisdicción de los poderes soberanos de los
gobiernos involucrados. Por lo tanto los principios de soberanía y autonomía de los poderes del
estado pueden verse vulnerados. Además como esos TLC son unidimensionales, no incluyen
compromisos sociales, culturales o políticos, ni necesitan de organismos tales como instancias
parlamentarias, tribunales de justicia, o poderes ejecutivos de naturaleza supranacional.

Por oposición, en los acuerdos multidimensionales sean estos altamente desarrollados (UE), o
incipientes (MERCOSUR, CAN, MCCA, y CARICOM) los compromisos incluyen cláusulas sociales
(convenios multilaterales de seguridad social, de salud, de previsión), y culturales (reconocimiento
recíprocos de diplomas o certificados educacionales). Estas y otras cláusulas son condiciones
requeridas para la efectiva vigencia de ciudadanías comunitarias mínimas, sin las cuales los
derechos de los inmigrantes provenientes de otro estado miembro serían ilusorios.

Nótese además que en el caso de la UE, operan organismos supranacionales tales como el Tribunal
de Justicia, el Parlamento Europeo, o la Comisión. Piénsese también en el Banco Central Europeo y
la vigencia del Euro.

Examinemos un ejemplo: si la UE hubiera suscrito con Estados Unidos un TLC con las cláusulas
contenidas en el TLCAN o las que se negociaron infructuosamente en el ALCA, el Tribunal de
Justicia de la UE, no hubiera podido aplicar sus facultades jurisdiccionales inapelables que le
permiten imponer multas millonarias a grandes ET que violan las normas sobre competencia y
defensa del consumidor. Recientemente el Tribunal de la UE impuso una multa de casi 500
millones de euros a Microsoft por prácticas anticompetitivas. También impuso otra multa de casi
211

mil millones de euros a cuatro grandes fabricantes de ascensores (Otis, Kone, Schindler, y
ThyssenKrupp) por pactar precios. Nadie duda que el Tribunal de Justicia de la UE es un poder
autónomo capaz de defender los intereses de las empresas y de los ciudadanos de la UE. Pero su
existencia es una consecuencia del carácter supranacional y multidimensional de la UE.

8. Conclusiones:

El papel que la integración regional puede cumplir en el desarrollo de las sociedades


latinoamericanas no se agota en las consideraciones de mercado, ni siquiera en los marcos
institucionales de naturaleza económica. También incluye convergencias regionales en los planos
cultural, social, ambiental y, sobre todo, político. La estrategia integradora de tipo
multidimensional y dotada con normas y mecanismos supranacionales es una forma de
contrapesar y asimilar más adecuadamente el impacto del proceso de globalización. Los jugadores
económicos transnacionales son lo suficientemente poderosos como para requerir contrapartes
políticas sudamericanas con mayor poder de negociación.

La convergencia de los países sudamericanos en el plano político, se funda en los principios,


prácticas e instituciones de la democracia. Sobre estas bases, y recordando el ejemplo de la UE no
hay porque descartar, al menos para el caso de Sudamérica, la legitimidad de instituciones,
mecanismos y órganos decisorios de carácter multidimensional y supranacional, capaces de operar
en las diferentes dimensiones de los acuerdos de integración regional.
212

CUADRO 1

SUDAMÉRICA: INDICADORES SELECCIONADOS POR BLOQUE REGIONAL

PIB PER 1990/2000 % 20% más


PIB (PPA) POBLACION CAPITA BAJO LIN. INDICE DE ricos/ 20%
BILLONES MILLONES (PPA) POBREZA GINI más pobres

MERCOSUR 1.875.7 228.7 8.199.0

ARGENTINA 445.2 38.0 12.106,0 --- 52.2 18.1


BRASIL 1.375.7 181.4 7.790.0 17.4 59.3 26.4
PARAGUAY 26.4 5.9 4.684.0 21.8 57.8 27.8
URUGUAY 28 3.4 8.280.0 --- 44.6 10.4

CAN 638.1 118.9 5.367.0

BOLIVIA 22.8 8.8 2.587.0 62.7 44.7 12.3


COLOMBIA 298.8 44.2 6.702.0 64.0 57.6 22.9
ECUADOR 47.4 12.9 3.641.0 35.0 43.7 17.3
PERU 142.8 27.2 5.260.0 49.0 49.8 18.4
VENEZUELA 126.3 25.8 4.919.0 31.3 49.1 17.9

CHILE 162.1 16.0 10.274.0 17.0 57.1 18.7


SURINAM -- 0.4 -- --- -- --
GUYANA 3.3 0.7 4.270.0 35.0 -- --
FUENTE: PNUD, HUMAN DEVELOPMENT REPORT 2005

CUADRO 2

CENTROAMERICA, : INDICADORES SELECCIONADOS

1990/2000 % PROPORCIÓN
PIB (PPA) PIB PER BAJO LINEA 20% MAS
BILLONES POBLACION CAPITA POBREZA INDICE DE RICO/20%
DOLARES MILLONES (PPA) GINI MAS POBRE
CENTROAMERICA 157.2 35.0 4.491

COSTA RICA 38.5 4.2 9.606 22.0 46.5 12.3


EL SALVADOR 31.2 6.6 4.781 48.3 53.2 19.8
GUATEMALA 51.0 12.0 4.148 56.2 59.9 24.4
HONDURAS 18.6 6.9 2.665 53.0 55.0 21.5
NICARAGUA 17.9 5.3 3.262 47.9 43.0 8.8
PANAMA 20.5 3.1 6.853 37.3 56.1 24.7
REP DOMINICANA 59.6 8.6 6.823 28.6 47.4 10.5
MEXICO 937.8 104.3 9.168 10.1 54.6 19.3
CANADA 970.3 31.6 30.677 SD 33.1 5.8
EEUU 10.923.4 292.6 37.562 SD 40.8 8.4
FUENTE: PNUD, HUMAN DEVELOPMENT REPORT 2005
213

CUADRO 3

CARIBE INSULAR ANGLO Y FRANCO PARLANTE

DESARROLLO
PIB PER HUMANO ESPERANZA ALFABETIZACIÓN
PIB (PPA) POBLACION CAPITA RANGO E DE VIDA POBLACIÓN DE 15
BILLONES MILLONES (PPA) INDICE AL NACER AÑOS O MÁS (%)
CARICOM 41.4 5.8 7.667.0

ANTIGUA 0.8 0.1 10.294.0 (60) 0.797 73.9 85.0


BAHAMAS 5.3 0.3 17.159.0 (50) 0.832 69.7 95.5
BARBADOS 4.3 0.3 15.720.0 (30) 0.878 75.0 99.7
BELICE 1.9 0.3 6.950.0 (91) 0.753 71.9 76.9
DOMINICA 0.4 0.1 5.448.0 (70) 0.783 75.6 88.0
GRANADA 0.8 0.1 7.959.0 (66) 0.787 65.3 96.0
GUYANA 3.3 0.7 4.230.0 (107) 0.720 63.O 96.5
JAMAICA 10.8 2.6 4.104.0 (98) 0.738 70.8 87.6
S. CRISTOB. 0.6 0.0 12.404.0 (49) 0.834 70.0 97.8
S. VICENTE 0.7 0.1 6.124.0 (87) 0.755 71.1 88.1
S. LUCÍA 0.9 0.2 5.704.0 (76) 0.772 72.4 90.1
SURINAM ----- 0.4 --- (86) 0.755 69.1 88.0
TRIN. TOB. 14.9 1.3 10.766.0 (57) 0.801 69.9 98.5

HAITÍ 14.7 8.3 1.742.0 (153) 0.475 51.6 51.9


FUENTE: PNUD, HUMAN DEVELOPMENT REPORT 2005

CUADRO 4

MERCADOS DE DESTINO SEGÚN ESQUEMAS DE INTEGRACION PORCENTAJES (2003)

MERCOSUR CAN MCCA CARICOM ALCAN ALCA RESTO

MERCOSUR 12.0 3.6 0.7 0.7 23.6 46.5 53.5


CAN 2.4 9.7 2.0 1.6 44.4 64.1 35.9
MCCA 0.2 0.9 27.5 1.4 42.3 76.6 23.4
CARICOM 0.6 1.5 2.5 19.2 56.4 84.1 15.9

MEXICO 0.5 0.7 0.9 0.1 90.6 93.4 6.6


EEUU 2.0 1.4 1.6 0.7 35.8 42.8 57.2
ALCAN 1.3 1.0 1.1 0.5 56.8 61.7 38.3
ALCA
CHILE 6.2 6.4 1.4 0.1 24.3 39.1 60.9
FUENTE: CEPAL, Panorama de la Inserción Internacional de ALC 2004/2005, Anexo Estadístico

13. LA POLÍTICA DE INTEGRACIÓN EN CHILE


214

La política de integración adoptada por Chile es una expresión o aspecto de la estrategia


económica asumida por el país desde hace al menos treinta años. Más específicamente
forma parte de su política de inserción internacional apoyada en la apertura comercial, en
la fuerte privatización de los procesos de asignación de recursos, y en una regulación
acorde con estas opciones. Se trata de una estrategia de Estado, sostenida en el tiempo
que se apoyó originalmente en la apertura comercial ya establecida en los años ochenta
durante el gobierno militar. La misma fue complementada a partir del retorno a la
democracia con adhesión a los tratados multilaterales de la OMC y, adicionalmente a
tratados bilaterales de comercio en los que se buscó consolidar relaciones con los países
occidentales desarrollados que eran sus principales socios comerciales (Estados Unidos y
Unión Europea), y con los desarrollados y/o emergentes del Asia (Japón, China, India,
etc.)

Sin embargo, conviene establecer una distinción desde un inicio entre dos aspectos
diferenciables de la política de integración practicada por Chile desde los años noventa
del siglo XX hasta la fecha.

De un lado cabe hablar de integración (o apertura) al mercado mundial global a través de


una perspectiva que podríamos denominar unidimensional o “mercadista”. En este
sentido, las reglas de juego de este proceso (que originalmente fue una decisión unilateral
de apertura al comercio mundial) en el plano multilateral se han vinculado firmemente a
las normas del GATT y, actualmente de la OMC; y, en los planos bilateral o plurilateral,
se han extendido a los acuerdos comerciales que Chile suscribió a lo largo del último
cuarto de siglo con especial referencia a los, así denominados, tratados de libre comercio
(TLC).

De otro lado puede hablarse de integración regional entendida multidimensionalmente


como la suscripción de acuerdos que contienen compromisos no sólo, ni principalmente,
de tipo comercial o de mercado, sino que se abren a otras dimensiones políticas, sociales
y culturales. En este sentido, el referente histórico-institucional más importante a escala
mundial es la experiencia de la Unión Europea. Contemporáneamente este tipo de
compromisos podría ejemplificarse con la participación de Chile en calidad de asociado al
MERCOSUR, y, más recientemente, como miembro pleno en UNASUR y CELAC.

Como lo prueba el posicionamiento internacional del estado chileno en los últimos veinte
años, la integración unidimensional (en la esfera de los mercados) y la integración
215

multidimensional (con involucramiento político- institucional más amplio) no han sido


excluyentes entre sí. Sin embargo esta constatación también da cuenta de ciertas
tensiones o fricciones que podrían terminar por emerger entre países que han
profundizado con mayor fuerza una de estas dos filosofías de la integración.

A juzgar por las intenciones explicitadas por la autoridades del nuevo gobierno que acaba
de asumir en Chile, a partir de marzo de 2014, se vislumbra un fortalecimiento de los
vínculos latinoamericanos, y en particular sudamericanos, con mayor énfasis en el uso de
instrumentos multidimensionales (no sólo económicos, sino también políticos y culturales)
de integración.

Algunos antecedentes históricos

En los años sesenta se establecieron los primeros acuerdos regionales multilaterales de


integración latinoamericana de verdadera importancia en la postguerra. Era una época
política turbulenta con la confrontación este-oeste a escala mundial, y con importantes
transformaciones sociales en América Latina tanto en áreas urbanas como rurales. En
áreas urbanas se imponían nuevas estrategias industrialistas nacidas en los años
cincuenta (por ejemplo en los gobiernos de Perón en Argentina, de Vargas en Brasil y de
los radicales –Aguirre Cerda, Ríos, y González Videla- en Chile). En áreas rurales la
extrema desigualdad social aún continuaba predominando y daba lugar a movimientos
revolucionarios (Bolivia 1952, Cuba 1959) y fuertes presiones en favor de reformas
agrarias y defensas de los derechos campesinos. En ese contexto económico y social
surgieron los primeros acuerdos latinoamericanos de integración de postguerra.

En el marco de la estrategia de desarrollo industrialista fuertemente promovida, desde


comienzos de los años cincuenta, por la Comisión Económica para América Latina de
Naciones Unidas (CEPAL-ONU) se fundaron a comienzos de 1960 la Asociación
Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) y el Mercado Común Centroamericano
(MCCA).

Frente a las tensiones de la así denominada “guerra fría” y la creciente agitación social en
América Latina, el gobierno estadounidense presidido por el demócrata John Kennedy,
respondió en parte a los desafíos planteados por la Revolución Cubana, promoviendo la
Alianza para el Progreso (APP) en el período 1961-1970. Esta estrategia –frustrada con el
asesinato de Kennedy (1963)- siguió lineamientos relativamente afines con el programa
216

reformista que CEPAL-ONU estaba simultáneamente planteando para poder expandir los
mercados de manufacturas requeridos para su programa industrialista original de fines de
los años cuarenta. Las recomendaciones de CEPAL coincidían en ese momento con las
planteadas por la APP: reformas agrarias y fiscales para aquietar la agitación social rural y
la manifiesta desigualdad distributiva; promoción de los mercados nacionales de
manufacturas, intervención y planificación estatales compatibles con los mecanismos de
mercado, exportación de manufacturas e integración latinoamericana para aprovechar las
economías de escala derivadas del mayor mercado regional.

Como una prueba adicional de la anuencia de los Estados Unidos con esta estrategia, la
integración latinoamericana fue apoyada financiera y técnicamente a través del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) cuyo presidente durante el período fue el destacado
abogado, economista y político chileno Felipe Herrera.

A mediados de los años sesenta, el gobierno demócrata cristiano de Eduardo Frei


Montalva, planteó su “Revolución en Libertad” como una respuesta tácita a la Revolución
Cubana.

En esa época, la integración regional respondía a estrategias acordes con el modelo de


desarrollo industrialista y protegido, apoyado en políticas regulatorias y fiscales con
importante presencia de empresas públicas, especialmente en el área de los productos
primarios (commodities). Uno de los objetivos de dicha estrategia, cabe subrayarlo, era
promover la industrialización por sustitución de importaciones (ISI) planteada a nivel
latinoamericano, buscando aprovechar las ventajas de las economías de escala que la
integración de mercados latinoamericanos podría proveer. En esta fase histórica el
proyecto integrador podría ser caracterizado como productivista-mercadista en el marco
de un activo Estado proteccionista-desarrollista que promovía la industrialización por
sustitución de importaciones.

Sin embargo en el período 1960-1980, el avance de la integración comercial


latinoamericana fue decepcionante como consecuencia de que los mecanismos y
estrategias proteccionistas de los países mayores (fundamentalmente Brasil, Argentina y
México) predominaron sobre los ideales integracionistas de ALALC. El desempeño del
MCCA fue comparativamente mucho más satisfactorio precisamente porque en
Centroamérica los países involucrados no presentaban asimetrías tan grandes de tamaño
217

económico y, además, no había importantes intereses industriales nacionales que


proteger.

Este comportamiento contradictorio (retóricamente integracionista pero proteccionista en


los hechos) de las mayores economías latinoamericana, explica la iniciativa del Pacto
Andino en 1969, cuando los países medianos y pequeños del Pacífico (Chile, Venezuela,
Perú, Colombia, Ecuador, y Bolivia) decidieron unificar sus fuerzas para negociar
conjuntamente y profundizar sus lazos de integración. La Comunidad Andina surgida de
este pacto intentó avanzar en una integración de tipo multidimensional con objetivos
mucho más ambiciosos que la ALALC.

Durante el período militar autoritario que en Chile se inicia en setiembre de 1973, la


economía chilena, viró dramáticamente desde formas de asignación de recursos basadas
en un papel determinante del Estado hacia otras fundadas en un rol decisivo del mercado.
Entre otras expresiones de este viraje puede anotarse el retiro de Chile del Pacto Andino
(1976) con el fin de aumentar su capacidad de maniobra respecto del trato a la inversión
extranjera.

El gobierno militar instaló una política de privatización y desregulación de la economía


acompañada por una liberalización amplia y unilateral del comercio exterior. Este proceso
tropezó con la gran recesión mundial de comienzos de los años ochenta, pero, tras
algunas vacilaciones, se reinstaló posteriormente con base en la misma filosofía. Sin
embargo, más allá de estos altibajos, dada la impopularidad internacional del régimen
militar, la economía chilena estaba aislada tanto de las instancias multilaterales de
integración al mercado mundial representadas por el GATT, como de otro tipo de vínculos
bilaterales o plurilaterales de integración regional.

Tras el restablecimiento del régimen democrático a partir de 1990, Chile por un lado
mantuvo como política de Estado, la estrategia del gobierno militar de apertura al
mercado mundial siguiendo los lineamientos y disciplinas comerciales del GATT/OMC; y,
por otro lado promovió la suscripción de acuerdos bilaterales de libre comercio (TLC) con
todos los países del mundo. Esta orientación se ha mantenido y profundizado a partir de
esa fecha explorando todas sus opciones y ventajas. En la actualidad la principal iniciativa
latinoamericana asociada a esta estrategia es la Alianza del Pacífico en la que, durante el
gobierno de Sebastián Piñera que acaba de concluir, Chile participó activamente junto con
los gobiernos de Colombia, Perú, México y Panamá.
218

Paralelamente, y respecto de lo que hemos denominado integración multidimensional,


Chile también ha seguido participando en otros órganos de integración y cooperación
regional de América Latina como UNASUR y CELAC, y, de manera parcial, como
miembro asociado, en múltiples instancias y reuniones del MERCOSUR.

En lo que sigue se examinarán con mayor detenimiento las políticas de integración


durante el período 1990-2013.

La política de integración tras el retorno a la democracia

En 1990, cuando se acaba el período del gobierno militar, y se reinstala la democracia en


Chile ya estaba firmemente establecida una estrategia, unilateralmente formulada y
adoptada, de apertura unidimensional en materia de comercio. En ese momento se
levantaron voces (por ejemplo Velasco y Tokman 1993) orientadas a complementar esa
estrategia con otra fundada en acuerdos comerciales bilaterales, así denominados
tratados de libre comercio (TLC).

Chile es una economía de dimensiones reducidas, con escaso poder negociador


individual frente a abusos eventuales de socios comerciales más poderosos. En la década
del noventa estaba en plena negociación dentro del GATT la creación de la OMC cuyas
reglas y disciplinas serían una garantía contra la arbitrariedad comercial de los países
más poderosos. Sin embargo había dudas, en ese momento de que las negociaciones
OMC llegaran a buen puerto. Los países desarrollados habían creado (Comunidad
Europea) o estaban creando ( ALCAN o NAFTA que incluía a Estados Unidos, México y
Canadá) áreas preferenciales de mercado. También Japón aparecía con compromisos
tácitos con el Sudeste asiático. Todos estos bloques trataban de fortalecerse para
asegurarse mercados en caso de que fracasara la constitución de la OMC. Si finalmente
las negociaciones en pro de la OMC hubieran fracasado, la promoción de acuerdos
comerciales (TLC) le significaba a Chile dos ventajas comerciales. La primera era obtener
acceso privilegiado a los mercados de los países con los cuales negociara los acuerdos,
la segunda era aclarar las reglas de juego que regirían dicho comercio de una forma que
fuera previsible y conveniente para el país. Chile suscribió dos conjuntos de acuerdos
comerciales bilaterales, por un lado con los países latinoamericanos, y por otro lado con
los países desarrollados.
219

Con los países latinoamericanos, Chile, que se había retirado del Pacto Andino, y había
sido invitado a incorporarse como miembro pleno al MERCOSUR (Argentina, Brasil,
Paraguay y Uruguay, bloque constituido a comienzos de los noventa), descartó esa
posibilidad (membresía plena) porque su estrategia de apertura unilateral no era
compatible con las reglas de juego de una unión aduanera, como la que dentro del
MERCOSUR estaba en proceso de formación. Alternativamente Chile suscribió acuerdos
comerciales bilaterales con todos los países del Pacto Andino y de Mercosur, pero
mantuvo su capacidad de maniobra para continuar su política de apertura comercial. En el
caso de MERCOSUR Chile no encontró ningún tipo de rechazo u hostilidad y por el
contrario fue aceptado de buen grado desde un inicio como miembro asociado del
acuerdo donde ha seguido participando en múltiples instancias (reuniones ministeriales,
grupos de trabajo, etc.) diferentes a la esfera propiamente comercial.

Con los países desarrollados, era interés de Chile suscribir acuerdos bilaterales que no
sólo le aseguraran enormes mercados sino también reglas de juego previamente
negociadas en los TLC, sobre todo, cabe subrayarlo, antes de 1994 cuando la OMC
seguía en proceso de negociación y había temores que éstas fracasaran. Si tal cosa
hubiera ocurrido era probable que las presiones proteccionistas proliferaran en el mundo.

Pero las ventajas, esperadas por parte de Chile, de suscribir acuerdos con países
desarrollados iban mucho más allá de las consideraciones comerciales. En efecto la
negociación del ALCAN (Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte) que en ese
momento se llevaba a cabo (recién se suscribió en 1994) ponía de relieve que los TLC
eran mucho más que tratados comerciales e incluían provisiones y disciplinas en áreas
tales como, las inversiones, la propiedad intelectual, y los servicios.

En materia de inversiones el Decreto Ley 600 (DL 600) promulgado por el gobierno militar
(1974) se ha mantenido vigente durante los últimos treinta años porque a partir del retorno
a la democracia contribuyó a crear condiciones especialmente favorables para los
inversores potenciales originarios de aquellos países con los cuales Chile suscribía sus
TLC. Estas favorables condiciones se indican hasta hoy en la “Guía del Inversionista” del
CIE (Comité de Inversiones Extranjeras) donde se enfatizan cuatro principios básicos:
libertad económica, no discriminación entre inversionistas extranjeros y nacionales, no
discrecionalidad de los procedimientos, y seguridad jurídica. Como también se hace notar
en dicho documento la suscripción del Contrato de Inversión Extranjera entre el Estado de
Chile y el inversionista extranjero: “tiene la calidad de un contrato-ley para las partes, lo
220

que significa que no puede ser modificado unilateralmente por ninguno de los firmante,
incluyendo el Estado de Chile” (página 9).

En el caso de Chile las mayores esperanzas se cifraron en incorporarse al ALCAN como


miembro pleno, o alternativamente en suscribir un tratado bilateral con Estados Unidos.
En primer lugar un acuerdo de este tipo tendría un “efecto reputación” para un país que
había estado fuertemente aislado de la comunidad internacional durante el período de la
dictadura militar (1973-1990). Más allá del prestigio que una asociación de este tipo podía
reportarle a Chile, la suscripción de acuerdos de mercado que trascienden ampliamente la
esfera de lo meramente comercial, tiene efectos jurídicamente vinculantes donde los
países suscriptores asumen un compromiso internacional mucho más profundo de
respetar lo acordado. Esto es importante para los inversores de los países desarrollados
que buscaban certeza jurídica antes de comprometer grandes montos de inversión directa
extranjera (IDE).

Al asegurar certeza jurídica a los inversionistas, Chile asumía un compromiso formal de


no cambiar las reglas de juego y, por eso mismo, esperaba recibir inversiones que fueran
más allá de la minería e incluso de los bienes primarios y se instalaran en otros rubros
con mayor valor agregado de carácter industrial. Otro factor que aumentaba esa
expectativa era la de convertirse en “plataforma” o “trampolín” de inversiones desde el
mundo desarrollado destinadas a los bloques comerciales sudamericanos, aprovechando
los acuerdos comerciales bilaterales que tenía suscritos con aquellos. Es cierto que las
reglas de origen de los TLC impiden que productos importados desde terceros países se
beneficien de dichos acuerdos, pero Chile esperaba convertirse en sede de
emprendimientos productivos ubicados dentro de su territorio que elaboraran productos
hechos en Chile y desde allí se proyectaran hacia los bloques MERCOSUR y CAN
(Comunidad Andina de Naciones sucesora del Pacto Andino).

Cuando finalmente en 1994 se constituyó la OMC, Chile se incorporó activamente a la


Organización sin por eso abandonar su estrategia de acuerdos comerciales bilaterales, en
donde a veces se aceptaban cláusulas denominadas “OMC plus” según las cuales y
dentro de la filosofía del libre mercado se adoptaban compromisos de liberalización que
eran aún más profundos que los establecidos en la disciplinas de la OMC.

En relación con los grandes centros desarrollados la expectativa y los esfuerzos de Chile
se focalizaron en un acuerdo con Estados Unidos, pues los tratos con el bloque europeo
221

se anticipaban, correctamente, como más difíciles de lograr dadas las restricciones


proteccionistas que siempre caracterizaron el mercado europeo. Por otro lado Japón
tradicionalmente había sido contrario a este tipo de acuerdos bilaterales. Por lo tanto,
dado el tamaño del mercado estadounidense Chile se focalizó en una primera fase en
lograr un tratado con Estados Unidos.

En vista de que Chile había continuado con el modelo pro-mercado heredado del período
militar y existían abundantes intereses empresariales que querían consolidar las bases de
dicho modelo, tanto los compromisos multilaterales con la OMC como los compromisos
bilaterales (OMC plus) de los TLC, eran una manera de otorgar cierta irreversibilidad a la
economía de mercado que Chile había instalado desde los años ochenta. En este campo
los acuerdos obligaban a Chile a adoptar instituciones y normas legales con estándares
comparables a los de los países desarrollados. En un trabajo ya citado, favorable a esta
estrategia redactado a comienzos de los noventa sus autores observaban: “Un ALC que
sea de amplia cobertura y que adhiera a los más recientes estándares internacionales
servirá de importante estímulo para la modernización de las instituciones relacionadas con
el comercio, así como de las regulaciones del Estado chileno” (Velasco y Tokman 1993).

Mirada en su conjunto, y dada la opción estratégica por el libre mercado asumida como
política de Estado, la estrategia de Chile fue exitosa si se mide por los grados de apertura
e integración al mercado mundial logrados por el país. También lo fue desde el punto de
la eficacia, eficiencia y transparencia de las instituciones y regulaciones del Estado
chileno relacionadas con el comercio. En particular su incorporación a las reglas de juego
del GATT-OMC ha sido plena logrando que funcionarios chilenos alcanzaran altos cargos
directivos en dicha organización. Quince años más tarde (2009) la incorporación de Chile
a la OECD, fue otro paso orientado en la misma dirección.

El trasfondo estructural más amplio de ese éxito exportador y comercial ha sido el modelo
chileno de privatización, apertura y desregulación (en realidad cabría hablar de “re-
regulación” afín con la filosofía de mercados libres y abiertos) al mercado global. Sin
embargo desgraciadamente este proceso fue acompañado por una estructura productiva
que postergó las actividades manufactureras con alto valor agregado (por ejemplo
metalmecánicas, electromecánica, etc.), profundizó su orientación hacia los productos
primarios y básicos (commodities), y se proyectó con suma fuerza hacia el área de los
servicios (por ejemplo retail). La estructura de las exportaciones chilenas ha sido, por un
lado, de alimentos (frutas frescas, y otros alimentos con bajo grado de procesamiento) y
222

manufacturas procesadoras de productos naturales (vinos, procesamiento de productos


del mar, maderas aserradas, papel y celulosa, etc.) dirigidas hacia los grandes centros
industriales del mundo (Norteamérica, Europa, y Asia), y, por otro lado, de inversiones
chilenas hacia los países vecinos en comercio minorista o, también, en la producción de
manufacturas basadas en recursos naturales.

Chile cifró esperanzas en que los acuerdos comerciales suscritos con Estados Unidos,
Japón y la UE, fueran a traducirse en inversiones provenientes del exterior en otras
actividades manufactureras que, localizadas en el país, diversificaran la estructura
industrial y fueran una plataforma de exportaciones a Sudamérica y al resto de América
Latina. Esas esperanzas se cifraron fundamentalmente en el Tratado de Libre Comercio
(TLC) suscrito con los Estados Unidos en Miami el 6 de junio de 2003. En ese sentido el
ejemplo o referente que estimuló esta estrategia fue el Tratado de Libre Comercio de
América del Norte y los beneficios que de él parecían derivar para otro país
latinoamericano como es el caso de México.

De hecho Chile pretendió ingresar al bloque del ALCAN y cuando esa opción fracasó,
recién inició las negociaciones que en el 2003 culminaron en la suscripción del acuerdo
con Estados Unidos. Sin embargo la diferencia principal (entre los casos de Chile y de
México) respecto del impacto de sus respectivos acuerdos con Estados Unidos es que
México ha diversificado enormemente su estructura exportadora como consecuencia de
su cercanía geográfica con Estados Unidos y de sus zonas procesadoras de
exportaciones (maquiladoras) en la zona limítrofe entre ambos países. En efecto Estados
Unidos (y otros países desarrollados y emergentes del Asia) han aprovechado estas
zonas procesadoras de exportaciones con sus costos laborales y ambientales más bajos
para invertir en manufacturas, creando empleos y transfiriendo tecnología. Por lo tanto a
medida que el comercio crecía en magnitud las exportaciones mejicanas se diversificaban
de manera clara.

Un punto de inflexión con nuevas condiciones geopolíticas y geoeconómicas

Chile también depositó expectativas importantes en ser una vía de salida de los productos
latinoamericanos a través de los puertos chilenos hacia la Cuenca del Pacífico. A fines de
los años noventa, los principales clientes potenciales en que Chile estaba pensando eran
223

Japón, los países de la Asean y, por supuesto China. Sin embargo lo que no estaba tan
claro a fines del siglo XX, fue el tremendo y sostenido impulso experimentado por la
economía China hasta convertirse en el principal cliente de los productos primarios
exportados no sólo por Chile sino también por todos los países primario-exportadores,
especialmente los sudamericanos. Conviene insistir en la importancia decisiva de la
economía china en el comercio internacional de Latinoamérica dato determinante para
poder evaluar las últimas acciones de Chile en materias de políticas de integración.

En 2005 Chile suscribió el Trans Pacific Partnership (TP), o Acuerdo Estratégico


Transpacífico de Asociación Económica, el Tratado fue firmado originalmente además de
Chile por Brunei, Nueva Zelandia y Singapur. Estados Unidos se unió al bloque en 2011
dando un fuerte impulso al acuerdo y reorientando su significado estratégico. Al 2013
otros países comenzaron a negociar su ingreso a la Asociación (Canadá, Japón,
Australia, México, Perú, y Vietnam). Debe hacerse notar sin embargo que Japón
originalmente interesado en integrarse desistió de tal propósito.

China, al igual que Japón, también se ha mostrado reticente al progreso del TP sobre todo
debido al énfasis de Estados Unidos respecto de la necesidad de fortalecer las reglas de
propiedad intelectual que favorecen a sus corporaciones (CT). Esta reticencia de China es
fundamental para evaluar la conveniencia o no de la participación de Chile en dicho
acuerdo. La razón es que el TP es visto por China como una jugada estratégica de los
Estados Unidos que sólo involucra algunos países de América Latina (México, Perú, y
Chile todos los cuales son miembros del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico
APEC. La razón por la cual Colombia, que también es miembro de la AP, no ha entrado al
TP es porque sólo es miembro asociado del APEC. La membresía plena en el APEC
parece ser un requisito esencial para integrarse al TP.

Chile ya ha negociado con Estados Unidos los temas de la propiedad intelectual y no es


seguro que una renegociación a través del TP le sea conveniente. Si en términos
generales China es reticente a integrar el TP, sobre todo por las crecientes exigencias del
tratado en materia de propiedad intelectual, con mayor razón en el caso de su relación
con América Latina, la estrategia de China se aparta radicalmente de la estadounidense.

En efecto, Estados Unidos tiene una larga historia de rivalidades en sus acuerdos con
América Latina que se inicia hace alrededor de dos décadas atrás con las negociaciones
del ALCA, finalmente colapsadas en la Cumbre de Mar del Plata, Argentina, como
224

consecuencia de la oposición de los países que hoy conforman el MERCOSUR. De estas


rivalidades derivó un cambio de estrategia estadounidense que abandono la posibilidad
de un acuerdo comprehensivo a escala hemisférica, y promovió su reemplazo por
tratados bilaterales (por ejemplo con Perú o Colombia) o subregionales (como por ejemplo
el Acuerdo Centroamericano de Libre Comercio, conocido por sus siglas en inglés como
CAFTA). Desde el colapso del ALCA o FTAA se ha producido, en Sudamérica, un
distanciamiento entre el bloque de los países del Atlántico (MERCOSUR) y algunos
países del Pacífico, como los que han fundado la recientemente constituida Alianza del
Pacífico (AP). Sin embargo este distanciamiento no ha implicado, hasta ahora al menos,
una fractura subregional, ya que todos ellos integran el UNASUR, y además a escala
latinoamericana se agrupan en el CELAC que en ciertos ámbitos de naturaleza política,
está desafiando la primacía panamericana de la OEA.

China desde luego no tiene los mismos reparos geopolíticos que experimenta Estados
Unidos, que está enfrentado con Cuba, Venezuela y otros miembros del ALBA. Por el
contrario a China le interesa negociar colectivamente con América Latina y en especial
con los países grandes y medianos de Sudamérica. En una actitud altamente pragmática
no desprecia ni al MERCOSUR ni a la Alianza del Pacífico. Hoy China es el principal
destino de las exportaciones brasileñas, venezolanas, chilenas y peruanas, y el segundo
destino de las exportaciones de Argentina. Los créditos concedidos por China a la región
son actualmente de un monto superior a los préstamos sumados del BM y del BID. Los
bancos públicos chinos desde 2005 han desembolsado 85000 millones de dólares, la
mitad de ellos en Venezuela y el resto en Argentina, Brasil, Ecuador y Cuba. (Diario el
País de España, abril 21 de 2014).

En la segunda quincena de abril de 2014 comenzó una gira del Ministro chino de asuntos
exteriores por Cuba, Venezuela, Argentina y Brasil. Este periplo prepara el terreno para la
visita posterior del Presidente Xi Jingping a esos mismos países para el mes de Julio de
2014.

Aquí llegamos a un tema candente y decisivo: el de las inversiones Chinas en América


Latina, las que equivalen a un 13% de sus inversiones totales en 2013 (aproximadamente
80000 millones de dólares). China está invirtiendo y vendiendo bienes de capital en
abundancia (trenes en Argentina, centrales eléctricas en Argentina y Bolivia, redes de
transmisión eléctrica en Brasil, etc.).
225

Las relaciones China-Brasil merecen párrafo aparte. Ambos países forman parte de los
emergentes BRICS, y ambos desean aumentar su gravitación en las instituciones que
conforman el sistema global de relaciones internacionales. Ambos desean aumentar su
poder decisorio dentro del Fondo Monetario Internacional. Dada la evidente preeminencia
de Brasil en el concierto sudamericano, Chile debería observar estos nuevos desarrollos
geopolíticos con extrema atención. Además hace poco ha tenido lugar un Foro CELAC-
China que se celebró en Pekín.

Esta digresión sobre el papel de China se justifica para entender el giro que parece
notarse en la política exterior de Chile, a partir de la asunción del mando de la reelecta
presidenta Bachelet. En efecto Chile, siguiendo con su política pragmática y sin renunciar
a lo avanzado en la Alianza del Pacífico, sin embargo pretende profundizar su papel
conciliador y mediador entre la Alianza del Pacífico y MERCOSUR, al mismo tiempo que
intenta volver a estrechar lazos diplomáticos y comerciales con Brasil.

Es probable que el gobierno chileno intente abrir el juego de la Alianza del Pacífico hacia
los países del Atlántico sin los cuales es posible que este bloque quede aislado, esto
supondría probablemente reestructurarlo empezando por cambiarle el nombre con otro
que haga referencia a una Alianza Latinoamericana orientada hacia el Pacífico la que
pueda dar cabida a los países de la rivera atlántica que componen el MERCOSUR. Este
cambio de actitud derivaría de varios convencimientos.

En primer lugar el tema de los TLC es un ciclo agotado en Chile, el que si bien rindió sus
frutos, ahora exige pasar a otra etapa que comprenda el creciente vínculo estratégico que
está forjando China con América Latina en general y con los países del MERCOSUR en
particular. En segundo lugar, este vínculo está a contrapelo de los intereses de Estados
Unidos en la región promovidos a través del Trans Pacific Partnership22.

22
Como ha observado recientemente el Premio Nobel de Economía Paul Krugman: “Lo primero que deben
saber sobre los acuerdos comerciales en general es que ya no son lo que eran. Los grandes días de las
negociaciones comerciales –la época de pactos como la Ronda Kennedy de la década de 1960, que redujo
drásticamente los aranceles en todo el mundo- han quedado muy atrás.”
“¿Por qué? Fundamentalmente porque los pactos comerciales a la vieja usanza han sido víctimas de su propio
éxito: ya no hay tantas normas proteccionistas que eliminar. Los aranceles medios de EE UU se han reducido
dos tercios desde 1960. El último informe sobre las restricciones de las importaciones estadounidenses
elaborado por la Comisión de Comercio Internacional sitúa su coste total en menos del 0,01%. (…) hoy día
los “acuerdos comerciales” tienen que ver esencialmente con otras cosas. Concretamente con lo que tienen
que ver en realidad es con los derechos de propiedad (cosas como la posibilidad de hacer que se respete una
patente o los derechos de autor de una película). Y lo mismo sucede con el TPP (Trans Pacific Partnership).”
226

Chile puede aprovechar su gran capacidad mediadora y conciliadora entre los bloques
sudamericanos más distanciados (capacidad que se viene manifestando desde que la
Presidenta Bachelet tomo la Secretaría Pro tempore del UNASUR durante su primer
mandato presidencial).

Por otro lado, la Alianza del Pacífico está conformada por países que tienen un muy
escaso comercio recíproco, que oscila alrededor del 5% de sus exportaciones totales. Sin
embargo cualitativamente hablando este comercio se caracteriza por una mayor
participación de las manufacturas y de las PYME, razones por las cuales debería ser
fomentado. Chile también puede verse beneficiado por esta expansión dada su importante
presencia sudamericana en el ámbito del retail.

Esto nos lleva a un tema central que ha sido destacado por CEPAL desde los años
cincuenta: el carácter primario de los productos exportados por América Latina y la gran
vulnerabilidad que esta concentración exportadora acarrea a los países sudamericanos en
general y a Chile en particular. También nos permite transitar desde el papel cumplido por
los TLC hacia el que podrían desempeñar los acuerdos multidimensionales como el
MERCOSUR en la promoción de una plataforma exportadora más diversificada
compuesta con productos con mayor valor agregado. De hecho probablemente no hay
país de Sudamérica donde esta vulnerabilidad estructural sea más marcada que en Chile.
Si bien es cierto que los éxitos obtenidos por Chile en su estabilidad macroeconómica son
debidos a su responsable manejo fiscal, monetario y financiero, también lo es que, el
trasfondo estructural de esa estabilidad macroeconómica fue alimentado y sostenido por
los altos precios del cobre que sigue siendo el producto sobre el cual se asienta
principalmente el comercio exterior de Chile. Pues bien, ese es el ciclo histórico que
parece estar llegando a su fin.

Un acercamiento aún mayor de Chile a MERCOSUR, UNASUR, y CELAC podría


contribuir a negociar una gradual convergencia en materia de regulaciones en ámbitos tan
sensibles como lo son hoy los servicios, la propiedad intelectual, la creación de

(…) Lo que el TPP si haría, no obstante, es aumentar la capacidad de ciertas corporaciones para reafirmar su
control sobre la propiedad intelectual. Nuevamente piensen en las patentes de los medicamentos y los
derechos de las películas”.
“¿Es esto bueno desde un punto de vista mundial? No está claro. La clase de derechos de propiedad de la que
estamos hablando también puede describirse como un monopolio legal. Es verdad que los monopolios
temporales son, de hecho, una forma de premiar las ideas novedosas; pero sostener que necesitamos todavía
más monopolización es muy cuestionable; y no tiene nada que ver con los argumentos habituales a favor del
libre comercio” (Krugman 28/02/2014).
227

infraestructuras físicas, energéticas y comunicacionales, y, en general el trato a la


inversión extranjera. Una coordinación y armonización de legislaciones en esas y otras
materias, bajo las reglas de juego propias de la democracia pueden ser útiles para
fortalecer la base productiva de América Latina favoreciendo las opciones de Chile (que
ampliaría su mercado interno con su participación más activa y articulada en un mercado
sudamericano). Todo esto a la luz de la presencia de un poderoso socio comercial
emergente como lo es China, quien al igual que la Unión Europea, prefiere negociar con
grandes bloques comerciales y no bilateralmente con países aislados. Por oposición, a
estas tendencias, la incorporación de Chile al TP que promueve Estados Unidos puede
significarle un alejamiento de quien se está convirtiendo en el principal inversionista y
socio comercial de Sudamérica: la China. De aquí entonces las reticencias de algunos
académicos y políticos respecto de la conveniencia de la incorporación de Chile a las
negociaciones del Transpacific Partnership.

Vale hacer notar, por último que el presente ensayo está lejos de pretender anticipar o
prescribir tendencias en temas tan sensibles y delicados, solamente se señalan algunas
nuevas tendencias geopolíticas y geoeconómicas que es necesario no perder de vista y
someter a debate.

Conclusiones

La política de integración, entendida como una política de estado sostenida por Chile
desde los años noventa ha sido claramente exitosa, dentro del marco de la estrategia
aperturista asumida por el país. De hecho el comercio (o las exportaciones) aumentaron
dramáticamente como porcentaje del PIB durante el último cuarto de siglo, convirtiendo a
Chile en una de las economías más abiertas del mundo. Asimismo la tasa de crecimiento
del país ha sido más que satisfactoria colocando a Chile a la cabeza entre los países
latinoamericanos que más han crecido durante el último cuarto de siglo.

Esta exitosa estrategia aperturista se vio favorecida por la reducción de barreras al


comercio y por la activa participación multilateral de Chile en la OMC, y, en los diferentes
tipos de acuerdos comerciales suscritos por el país con los principales países del mundo.

Sin embargo, en este momento con un nivel arancelario medio efectivo que es
notablemente bajo y con acuerdos de libre comercio ya firmados con las principales
228

potencias comerciales de Occidente y Oriente, esta estrategia fue plenamente consumada


y ha dado sus frutos.

Pero no todas han sido “luces”, y cabe consignar también importantes “sombras”. A pesar
de que la reducción de la pobreza y la creación de oportunidades de empleo han sido
también muy satisfactorias, parecen quedar pendientes dos asignaturas importantes:
primero la fuerte concentración productiva y exportadora del país en productos primarios
con bajo grado de industrialización interna, y, segundo la gran concentración de la riqueza
y del ingreso como reflejo de una desigualdad social, que, recientemente al menos ha
dado lugar a fuertes replanteamientos y reclamos por parte de la ciudadanía.

Más allá de las implicaciones éticas inherentes a la inequidad social que este proceso ha
implicado, las que no corresponde tratar aquí, el bajo poder adquisitivo de los estratos
medios y bajos, unido a la escala demográfica relativamente reducida del país, conspiran
contra un fortalecimiento del mercado interno como fuente de estímulo al crecimiento,
aumentando la dependencia respecto del mercado internacional. Puesto que dicho
mercado internacional se concentra altamente en la exportación de cobre, estamos frente
a un cuadro de vulnerabilidad potencial que no puede ser solamente contrarrestado con la
juiciosa y moderada política macroeconómica que ha caracterizado al país. Si el precio
del cobre experimentara una caída abrupta, esa vulnerabilidad podría aflorar con rápidos
e intensos impactos sobre la estabilidad económica del país.

El próximo objetivo estratégico de Chile, (más propio de la lógica de funcionamiento del


capitalismo globalizado actual), dice relación con el tema de las inversiones tanto en su
expresión real como financiera.

A estas consideraciones cabe agregar lo ya señalado respecto del creciente papel de


China en las relaciones de mercado de Sudamérica con el mundo. Desde luego no es
previsible ni conveniente para Chile establecer un viraje abrupto que niegue o ignore los
compromisos ya adquiridos con sus principales socios como es el caso de Estados
Unidos. Sin embargo parece percibirse en las nuevas autoridades económicas un
reposicionamiento gradual del país hacia posiciones más equilibradas en el contrapunto
entre los países sudamericanos del Pacífico y los del Atlántico, lo que le permitiría ejercer
un interesante papel mediador que ayude a preservar la unidad latinoamericana hoy
debilitada por bloques sometidos a diferentes fricciones recíprocas.
229

Por último en el mediano y largo plazo, no sólo Chile sino también otros países
sudamericanos deberán asumir su secular vulnerabilidad como región exportadora de
productos primarios. Esto exige avanzar en una diversificación manufacturera, no sólo ni
principalmente en rubros metalmecánicos y electromecánicos (que Chile abandonó hace
varias décadas), sino también en la industria alimentaria y agropecuaria en general. En
este momento tanto las exportaciones como las importaciones de Chile se han
concentrado fuertemente en Asia en general, y en China en particular. Si se acentuara la
caída del precio del cobre con una consiguiente elevación en el precio del dólar, esto
podría acarrear problemas en el abastecimiento de manufacturas importadas desde esos
orígenes (vestimenta, electrodomésticos, microelectrónica, etc.), evidenciando la
necesidad de fortalecer la industria nacional. Puesto que en el comercio de Chile con sus
vecinos de Sudamérica hay una presencia mucho mayor tanto de manufacturas como de
PYME, un acercamiento con sus vecinos, y en especial con Brasil, profundizando
mecanismos de integración que ya existen, podría ser una opción estratégica a ser
considerada para fortalecer el papel tanto de la industria como de las PYME en dicha
expansión.

En resumen, tanto las condiciones generales de la economía global, como los procesos
internos de la sociedad chilena, sugieren la conveniencia de efectuar una cuidadosa
revisión de sus políticas de Estado en la presente inflexión histórica. El cambio en las
políticas de integración que pueda resultar será una consecuencia de esos virajes más
amplios que pueden avecinarse.

ANEXOS AL APUNTE PRINCIPAL

14. MACROECONOMÍA Y COMERCIO INTERNACIONAL

La macroeconomía clásica y neoclásica


Antes de la gran contribución keynesiana que, de hecho, creó la macroeconomía como
una rama de la ciencia económica, la macroeconomía, clásica y neoclásica, se
caracterizaban por dos rasgos definitorios.
230

En primer lugar existía una estricta separación entre la esfera monetaria y la esfera real
del proceso económico. Los aspectos monetarios eran vistos como un velo que había que
despejar o correr para poder ver los procesos reales. En el ámbito de la microeconomía
normalmente se usaba el dinero mercancía. Por ejemplo en el caso de Marx (que en este
punto es asimilable a la economía clásica) el dinero era una mercancía, por ejemplo oro, y
su valor era, según la teoría marxiana del valor igual al tiempo de trabajo socialmente
necesario en las condiciones medias de la técnica para producir oro. En el caso del
neoclásico Walras su modelo de competencia perfecta usaba como dinero una de las
mercancías del sistema que era la unidad de cuenta en la cual se medían todas las otras
mercancías.

Los clásicos y los neoclásicos examinaban el lado monetario de la economía haciendo uso
de la ecuación, concebida originalmente por David Hume:

P. Q = M. V

Según una de las versiones de esta ecuación que era un truismo (es decir una relación
contable que es necesariamente cierta por la forma como se definen las variables) el nivel
de precios de los bienes finales de la economía (P), multiplicado por la cantidad de bienes
transados en el mercado final (Q) es igual a la cantidad de unidades monetarias en
circulación (oferta monetaria) (M) multiplicada por la velocidad a que circula cada unidad
monetaria V (velocidad de circulación). La velocidad de circulación mide la cantidad de
veces que cambia de mano una unidad monetaria dentro de un determinado período.

Para los clásicos y los neoclásicos la variable Q, cantidad real de producción nunca podía
ser excesiva porque la oferta crea su propia demanda. En términos monetarios los precios
son considerados por los neoclásicos como infinitamente flexibles, y, por lo tanto siempre
habrá un nivel de precios P, que permita igualar la demanda de dinero para transacciones
con la oferta disponible dadas las condiciones institucionales que determinan la velocidad
de circulación.
231

En rigor Keynes escribió un tratado completo (Tratado de la Moneda) con el objeto de


explicar las limitaciones de una ecuación monetaria que aislaba los aspectos reales de los
aspectos monetarios. Este aislamiento se lograba por medio de la suposición neoclásica de
la flexibilidad del nivel general de precios frente a variaciones en la oferta monetaria.
Cómo los neoclásicos suponían que los precios relativos no eran afectados por los
movimientos de la oferta monetaria, entonces el tema se mantenía en la esfera
“puramente” monetaria.

Keynes sin embargo asoció el nivel de precios con la idea de poder adquisitivo general.

PODER DE COMPRA = 1/P

Por lo tanto cuando aumenta el nivel de P tiende a disminuir el poder de los demandantes
para adquirir cantidades de Q. Esta relación muy mecánica nos da una primera idea de la
inclinación de la curva de demanda agregada (DA): cuanto más alto es el nivel general de
precios P, menor es la cantidad que se demanda de los bienes que componen el producto
social. Desde luego este es un razonamiento estático, y supone que todas las otras
variables potencialmente intervinientes se mantienen constantes.

Otro elemento teórico que caracteriza a la visión clásica y neoclásica en la esfera


macroeconómica es la, así denominada, Ley de Say, en recuerdo del economista Juan
Bautista Say que la formuló de manera vaga. La Ley de Say dice que la oferta crea su
propia demanda. Expresada en términos reales, e imaginando condiciones de trueque, o
de dinero mercancía a través del cual se permutan todas las otras mercancías, eso
significa que toda oferta es también una demanda de otro bien. Por lo tanto pensando en
relaciones de trueque no podrían quedar bienes sin vender si es que todo bien expresa
una necesidad o preferencia de alguien. Sin embargo esa idea vaga expresada por Say,
posteriormente fue adoptada como una firme verdad por parte de los economistas
neoclásicos, apoyándose en la premisa de una instantánea y completa flexibilidad de P,
orientada a lograr el ajuste de la oferta y la demanda.

Visto el tema macroeconómicamente, las visiones clásica y neoclásica proponen que la


cantidad de bienes y servicios finales que se producen periódicamente en una economía
tiene un valor equivalente a las remuneraciones pagadas a los propietarios de factores
232

productivos y, si estos destinan todos esos ingresos al gasto en los bienes producidos, no
puede haber sobreofertas en la economía como un todo. Si la cantidad ofertada fuera
superior a la cantidad demandada la instantánea flexibilidad de precios haría descender P
hasta el punto en que ambas (cantidad demandada y cantidad ofertada) se igualaran.

Una tercera característica de la economía clásica y neoclásica es la premisa de pleno


empleo de los recursos. Se supone que en los mercados de factores productivos, también
los precios son flexibles y las cantidades demandadas y ofertadas de cada factor
productivo encuentran un precio de equilibrio y ese punto de equilibrio tiene dos rasgos
fundamentales, implica pleno empleo de los factores que se ofrecen en los mercados y es
un equilibrio estable mientras las condiciones generales sean las que son. Para clásicos y
neoclásicos puesto que la oferta crea su propia demanda no puede haber posiciones de
sobre oferta respecto del pleno empleo. Es decir se supone que la economía siempre
opera a su máximo potencial.

Los clásicos y neoclásicos opinan que el PBI real es igual al PBI potencial. Por lo tanto la
oferta agregada siempre alcanza su máximo cualquiera sea el nivel de precios.

Si expresamos estas ideas en unas coordenadas cartesianas ortogonales, con las


ordenadas midiendo P y las abscisas midiendo Q. Entonces, para los clásicos, la forma de
la curva de oferta agregada u oferta macroeconómica sería perpendicular a las abscisas y
por lo tanto totalmente inelástica al nivel de precios. O, dicho de otro modo, siendo los
precios instantánea y completamente flexibles entonces cualquiera sea el
comportamiento de la demanda agregada siempre habrá un nivel de precios de equilibrio
capaz de despejar el mercado bajo condiciones de pleno empleo.

La macroeconomía keynesiana

En el corto plazo Keynes planteó que existían razones institucionales por las cuales era
poco probable que los precios fueran infinitamente flexibles. Estas razones institucionales
existían en los mercados bienes finales, y, con bastante más fuerza en los mercados de
factores productivos donde los contratos suelen tener vigencia anual o aún más larga. En
233

consecuencia para Keynes la oferta agregada no era insensible a los precios, y aún cuando
se produjera una tendencia al descenso de los precios de bienes finales en muchas ramas,
frente a él, las cantidades ofertadas tenderían a reducirse. Debe recordarse que en el
diagrama estático de oferta y demanda agregada, las únicas dos variables que operan son
cantidades y precios, diseñando formas de funciones de demanda y oferta agregada. Por
lo tanto si los precios suben y todo lo demás permanece constante, el resultado será una
elevación de las ganancias de los oferentes, por lo que estos, aumentarán su oferta. Esta
es, de paso, una demostración intuitiva de la inclinación positiva de la curva de oferta
agregada. La escuela neoclásica terminó por aceptar las ideas keynesianas en el corto
plazo, y las combinó con sus propias teorías de pleno empleo para el largo plazo. Por lo
tanto, la curva de oferta agregada en un modelo híbrido o ecléctico (neoclásico-
keynesiano), tiene un tramo de corto plazo de inclinación positiva y otro de largo plazo
que es perpendicular a las abscisas.

Por el lado de la demanda, Keynes planteó situaciones teóricas en que una variable
monetaria como es M puede ser dosificada o manipulada por la política monetaria para
afectar la magnitud de la demanda agregada y desplazarla o conducirla a una situación de
mayor empleo de los recursos. También postuló que la política de gasto del gobierno
podría estimular la demanda agregada y por esa vía aumentar la oferta real de todo el
sistema económico. En términos gráficos esto puede verse si es que uno acepta la
existencia de una curva de oferta agregada, como la mencionada en el párrafo anterior, en
la cual existe un tramo horizontal correspondiente a situaciones de insuficiente o
incompleto uso de la capacidad plena de uso de recursos. En ese tramo de la oferta
agregada cualquier estimulo fiscal (expansión de G) o monetario (expansión de M)
desplaza la curva de demanda agregada a lo largo de la curva de oferta agregada que
puede concebirse como una forma horizontal (completamente elástica) o suavemente
creciente (altamente elástica), aumentando los niveles de actividad de la economía y
reduciendo los niveles de desempleo. Este proceso puede continuar con una moderada
elevación de los precios hasta que se alcanza el punto de pleno empleo de los recursos y,
a partir de allí, ya no es posible seguir aumentando el producto real y caemos en el “tramo
neoclásico/clásico” de la curva de oferta en que ésta se torna paralela a las ordenadas y,
por lo tanto completamente inelástica a los estímulos de la demanda cuya expansión
adicional sólo podrá servir para aumentar los precios.

Los objetivos de la teoría macroeconómica como auxiliar de las políticas económicas del
gobierno son los de mantener un crecimiento alto, estable, y no inflacionario (estabilidad
234

de P) del producto real, tratando de mantenerse cerca del pleno empleo de los recursos,
es decir tratando de que Q esté lo más cercano posible a Q* (producto de pleno empleo)

La contabilidad macroeconómica a partir de Keynes

El PIB puede ser visto y medido desde tres ángulos diferentes.

a) Por el lado de la producción real, es una medida del quantum agregado, o sumado, de
productos finales generados en el período multiplicados por el precio de cada uno de
ellos:

PIB = p1. q1 + p2. q2 + (…) + pn. qn

b) Por el lado de la generación de ingresos, es una medida de las remuneraciones


recibidas por los factores de la producción. Estas remuneraciones son iguales al precio por
unidad de factor multiplicado por la cantidad utilizada de dicho factor.

Los economistas clásicos (Smith, Ricardo, Malthus, etc.) vinculaban a los factores de la
producción con los propietarios de dichos factores, y por lo tanto con clases sociales
efectivas que están detrás de la estructura de la propiedad.

PIB = Salarios (s.T) + Rentas (r.RN) + Ganancias (g. E) + Intereses Netos (i.F)

c) Existe todavía una tercera manera de mirar al PIB: como una magnitud de ingresos que
se gasta para adquirir los productos generados. En este caso el PIB expresa al gasto de la
economía

PBI = DA = C + I + G
235

En donde DA es la demanda agregada de la economía, es decir constituye el gasto neto al


final de un período, en bienes y servicios finales, efectuado por los principales actores o
agentes que dinamizan el sistema económico: los consumidores, los inversores o
inversionistas, y el gobierno.

En una economía abierta:

PBI + M = C + I + G + X en donde

PBI + M corresponde a la oferta global, y el otro miembro es la demanda global.

El multiplicador en la teoría keynesiana

Uno de los conceptos más significativos de la teoría keynesiana es el, así denominado,
multiplicador del gasto. Este concepto tiene significado económico cuando la economía se
encuentra en niveles inferiores al pleno empleo y, por lo tanto cualquier incremento del
gasto se traduce, en cierta medida, en incrementos correlativos de la producción.

Recordando el “tramo keynesiano” de la curva de oferta agregada, el multiplicador del


gasto desplaza la curva de demanda a lo largo de la curva de oferta dando lugar a
incrementos en la cantidad producida y, según cual sea la forma de la curva de oferta, a
probables incrementos en el nivel general de precios. Es claro sin embargo que el
multiplicador deja de funcionar cuando la cantidad ofertada Q alcanza el punto de plena
ocupación y se iguala con la curva de oferta potencial Q* que, como sabemos es
totalmente inelástica al precio y paralela al eje de ordenadas.

Refiriéndose al multiplicador observa Keynes: “Nuestra ley psicológica normal de que,


cuando el ingreso real de la comunidad suba o baje, su consumo crecerá o disminuirá,
pero no tan de prisa, puede, por tanto, traducirse –claro que no con absoluta precisión
sino sujeto a salvedades obvias y que pueden demostrarse fácilmente y de modo formal
completo- por las proposiciones de que ∆Cs y ∆Ys tienen el mismo signo, pero que ∆Ys >
∆Cs, en donde Cs es el consumo medido en unidades de salarios. Esto es simplemente
236

repetir la proposición ya establecida en la página 40. Definamos por tanto, dCs/dYs como
la propensión marginal a consumir”

“Esta cantidad es de considerable importancia, porque nos dice como se dividirá el


siguiente incremento de la producción entre consumo e inversión; porque

∆Ys = ∆Cs +∆Is

donde ∆Cs y ∆Ys son los incrementos del consumo y la inversión; de manera que podemos
escribir

∆Ys = k∆Is,

en donde 1- 1/k es igual a la propensión marginal a consumir”.

“Llamemos a k el multiplicador de la inversión. Éste nos indica que, cuando existe un


incremento de la inversión total, el ingreso aumentará en una cantidad que es k veces el
incremento de la inversión”.

Siguiendo ahora a Samuelson: “Supongamos, por ejemplo, que la inversión aumenta en


100.000 millones de pesos. Si este aumento eleva la producción en 300.000 millones, el
multiplicador es 3. Si, por el contrario, la elevara en 400.000 millones, el multiplicador
seria 4.

“Porqué el multiplicador es mayor que 1? Supongamos que contratamos recursos


desempleados para construir una leñera de $1.000. Nuestros carpinteros y los
productores de madera obtendrán $1.000 adicionales de renta. Pero ahí no acaba la
historia. Si todos tienen una propensión marginal a consumir de 2/3, ahora gastarán
$666,67 en nuevos bienes de consumo. Los productores de esos bienes tendrán ahora una
237

renta adicional de $666,67. Si su propensión marginal a consumir también es 2/3, gastarán


a su vez $444,44, es decir, 2/3 de $666,67 (o sea 2/3 de 2/3 de $1.000). El proceso
proseguirá y cada ronda de gasto será 2/3 de la anterior. Por lo tanto nuestros $1.000
originales ponen en marcha toda una cadena interminable de gastos de consumo
secundario, pero, aunque sea una cadena interminable, es decreciente y acaba generando
una cantidad finita”.

“Utilizando métodos aritméticos elementales, hallamos el aumento total del gasto de la


siguiente manera:

$1.000 = 1 × $1.000

+ +

$ 666,67 = 2/3 × $1.000

+ +

$ 444,44 = (2/3) (2/3) × $1.000

+ +

$ 296,30 = (2/3) (2/3) (2/3) × $1.000

+ = +

$ 197,53 = (2/3) (2/3) (2/3) (2/3) × $1.000

+ = +

. .

. .

. .

__________ ______________

$3.000 __ 1____ × $1.000 o sea 3× $1.000

1 - 2/3
238

De acuerdo con la simbología de Keynes 1- 1/k es igual a la propensión marginal a


consumir (PMC). Pero recordemos que PMC = 1 – PMA (que es la propensión marginal a
ahorrar) luego

1 – PMA = 1- 1/k por lo tanto PMA = 1/k

En el ejemplo de Samuelson, si la propensión marginal a consumir es 2/3 entonces la


propensión marginal a ahorrar es 1/3 es decir la inversa o recíproca de 2/3, y por lo tanto
el multiplicador es igual a 3

El significado económico del multiplicador es poner de relieve que cuando existe


capacidad ociosa y por lo tanto la economía no ha alcanzado el punto de pleno empleo, el
gasto en inversión genera un incremento del producto que es igual al multiplicador.

Este ejemplo relacionado con la inversión puede generalizarse para observar que, bajo
condiciones inferiores al pleno empleo cualquier gasto agregado (sea que lo efectúen los
inversores, el gobierno, o los extranjeros que demandan exportaciones traerá como
consecuencia una expansión del producto.

De esta manera, encontramos que el comercio exterior es un estimulante de la


producción interna como lo había muy temprana y claramente el propio Adam Smith
quien desde el inicio vinculó el tamaño del mercado con la expansión de la producción,
incluyendo explícitamente el papel de la demanda externa concretada en exportaciones.

Vemos entonces que el significado económico del multiplicador es: a) reconocer que
puede haber puntos de equilibrio macroeconómicos (intersección de OA y DA) que
correspondan a niveles de producción que sean inferiores al pleno empleo, es decir,
ubicados a la izquierda de la recta de producto potencial en el gráfico de OA y DA), b) que
239

todo desplazamiento de la demanda agregada derivado de un gasto autónomo (sea en I,


en G, o en X) producirá un desplazamiento de la curva de DA, fijando un punto de
demanda efectiva superior, capaz de aumentar el producto real Q en una magnitud
medida por el multiplicador k y acercarlo al producto potencial Q*, c) en condiciones de
recesión o depresión la utilización del poder adquisitivo general, (incremento de la
demanda efectiva) aumentará los niveles de empleo.

Plazos largos y cortos y su implicancia para la definición de las tasas de interés

Una de las maneras como se puede efectuar la comparación entre las visiones de Keynes y
de los clásicos/neoclásicos es examinar la forma como conciben el papel de las tasas de
interés. La visión de los clásicos/neoclásicos es de largo plazo y está referida a la tasa de
interes real r/P, en tanto que la visión keynesiana es de corto plazo y está referida a la tasa
de interés nominal.

Según los clásicos (que examinan el largo plazo):

a) La producción Q es determinada por la función de producción, es decir por las


dotaciones y productividad de los factores.
b) El tipo de interés no es nominal sino real (nominal menos la tasa de inflación), y se
ajusta en el mercado de fondos prestables, Los ahorros responden a dicha tasa con
una función de oferta de fondos prestables que corresponde a la típica orientación
de todas las curvas de oferta. Las inversiones también se ajustan a dicha tasa con
una función de demanda de fondos prestables que corresponde a la típica
orientación de todas las curvas de demanda.
c) La forma como se influyen recíprocamente la producción Q, el tipo de interés r, y
el nivel de precios P, para los clásicos/neoclásicos es como sigue: los precios son
completamente flexibles y se ajustan a la oferta y la demanda de dinero, ajustando
la tasa de interés real.

Según Keynes (que le interesa el corto plazo):

a) La producción, bajo condiciones de capacidad ociosa, queda determinada por el


comportamiento de la demanda efectiva.
b) El tipo de interés es nominal y se ajusta para igualar la oferta y la demanda de
dinero. Por lo tanto si MV < PQ, bajo condiciones inferiores a la del pleno empleo
entonces en el corto plazo supone que M es constante y V también. Como los
precios son rígidos el tipo de interés r (nominal) se eleva, desalentando la
240

demanda agregada en las compras a crédito (equipamientos productivos, casas,


automóviles, etc.) con lo que la producción Q tiende a disminuir.
c) La forma como se influyen recíprocamente la producción Q, el tipo de interés
nominal y el nivel de precios P es como sigue: Los precios son rígidos en el corto
plazo, las tasas de interés son variables e influyen en la cantidad demandada de
dinero. Cuando suben los precios se reduce la cantidad de poder adquisitivo por
unidad monetaria, y en consecuencia se reduce la demanda efectiva, dando lugar a
reducciones en la cantidad producida Q.

Desplazamientos de la demanda agregada

Los desplazamientos de las curvas de demanda agregada pueden responder a variables


que denominaremos de política o, alternativamente a variables que denominaremos
exógenas, en el sentido que operan desde afuera del sistema teórico que estamos
examinando.

Dos son las políticas principales que pueden utilizarse para afectar el comportamiento del
nivel de precios o del comportamiento del gasto total. En la esfera monetaria, un aumento
de la oferta de dinero puede reducir las tasas de interés, mejorar las condiciones del
crédito y por esa vía aumentar el gasto en equipos productivos o bienes durables. Una
reducción de la oferta monetaria podría tener un efecto inverso. Sin embargo el efecto de
una política monetaria expansiva será diferente según cuál sea el punto en que la recta de
demanda agregada corta a la curva de oferta agregada, si hay capacidad ociosa y la curva
de oferta es cortada en su tramo plano paralelo a las abscisas entonces el incremento de
gasto producirá un incremento del producto sin aumento de precios. Si, por el contrario la
corta en su tramo ascendente, el incremento del gasto aumentará tanto el producto como
el nivel de precios. Por último bajo condiciones de pleno empleo un aumento de la
cantidad de dinero sólo producirá una elevación de los precios.

En la esfera fiscal es posible elevar el gasto público, lo que opera directamente sobre la
demanda agregada y la desplaza hacia la derecha. También la reducción de impuestos
puede inducir el gasto privado en consumo, o los incentivos fiscales pueden aumentar el
gasto en inversiones. Todos estos mecanismos tendrán un efecto expansivo según sea el
punto de la curva de oferta a lo largo de la cual se desplaza la demanda agregada.
241

Entre las variables exógenas o externas al modelo podemos considerar: el


comportamiento de la producción extranjera, el comportamiento del valor de los activos,
los avances en la tecnología, y otras transformaciones institucionales capaces de impactar
el comportamiento de la demanda agregada.

El comportamiento de la producción extranjera es especialmente importante en el caso de


América Latina ya que la estructura de nuestras economías depende en alto grado del
comercio exterior. Por ejemplo el precio y las cantidades de los productos exportados por
muchos países latinoamericanos dependen en medida importante de los niveles de
actividad económica de los países centrales que son nuestros compradores de cobre,
petróleo, estaño, soja, cereales, carne y otros productos primarios. Cuando los
compradores de nuestros productos primarios están creciendo dinámicamente, entonces
nuestras exportaciones se expanden produciendo desplazamientos de la demanda
agregada que, habiendo capacidad ociosa acelerarán en el corto plazo la expansión del
producto interno bruto.

El comportamiento del valor de los activos (por ejemplo acciones cotizable en bolsa,
bonos de la deuda pública, valor de las propiedades inmobiliarias, etc. Aumenta la riqueza
de los consumidores o inversores y los induce a aumentar su gasto que resulta mejor
respaldado por el valor incrementado de esos activos.

Los avances tecnológicos también inducen un mayor gasto de los inversionistas o de los
consumidores. Por ejemplo la actual expansión de las tecnologías de la información obliga
a los inversionistas a nuevas adquisiciones para mantenerse en condiciones de competir.
Piénsese en los códigos de barras, o los sistemas de intercambio electrónico de datos en la
esfera del retail. En la esfera del consumo, muchas personas compran teléfonos celulares
que facilitan tanto su trabajo como su vida social. Todos estos factores dan lugar a
desplazamientos hacia la derecha de la demanda agregada, con un resultado en términos
de precios y de producto que dependerá de la forma de la curva de oferta y del tramo en
que la curva de demanda agregada se desplaza sobre la curva de oferta.

Existen factores, de naturaleza institucional, que pueden desplazar la demanda agregada,


por ejemplo un acuerdo de libre comercio puede incrementar el tamaño del mercado para
242

productos locales e inducir gastos de inversión para acrecentar la capacidad productiva


que estimule la demanda de bienes de inversión.

Desplazamientos de la oferta agregada

En el caso de la oferta agregada es necesario distinguir lo que constituye en un momento


dado su producto de pleno empleo o producción potencial. Sin embargo esa es una línea
teórica que está siempre desplazándose, ya que, cada vez que van madurando los gastos
en inversión productiva esa capacidad productiva se expande, lo que gráficamente hemos
representado por el tramo vertical (paralelo a las ordenadas) de la curva de oferta
agregada. En un momento dado ese tramo está fijado, pero en la dinámica del proceso
económico se está desplazando en respuesta a la creación de nueva capacidad productiva
derivada de la expansión de los bienes de capital entendidos como equipos productivos.

También esa producción potencial puede expandirse (desplazarse hacia la derecha del
gráfico de coordenadas) por el descubrimiento o puesta en operaciones de nuevos
recursos naturales (petróleo, estaño, cobre, tierras vírgenes previamente inexplotadas,
bosques, etc). Un aumento de la capacidad productiva de la economía, con seguridad
implica un aumento de la capacidad ociosa de la economía como consecuencia del
desplazamiento hacia la derecha de la curva de oferta agregada, y el aumento efectivo del
producto dependerá del comportamiento de la curva de la demanda agregada. En los
textos de economía que estamos consultando, el comportamiento del producto potencial
tramo vertical de la curva de oferta (paralelo a las ordenadas) es examinado a través de la
teoría del crecimiento económico.

El otro gran factor que afecta el comportamiento del producto potencial es el progreso
técnico, según el cual se logra el uso más eficiente de los factores productivos que ya
están en operación. También la introducción de progreso técnico desplaza la curva de
oferta hacia la derecha y hacia abajo, ampliando el producto potencial que se puede
lograr con una dada dotación de factores y/o reduciendo el costo de utilización por unidad
de factor productivo.

Habiendo tratado los aspectos que afectan el comportamiento de la producción potencial,


cabe considerar ahora los otros factores causales que afectan todos los tramos de la curva
243

de oferta agregada y no sólo aquellos relacionados con el tramo vertical correspondiente


a la producción potencial de pleno empleo. Todos ellos afectan el comportamiento
(desplazamientos de la curva de oferta) a través de cambios en los costos de las empresas.

Según que los salarios se eleven o desciendan otro tanto acontecerá con los
desplazamientos de la curva de oferta agregada. Si los salarios suben la curva de oferta se
desplazará hacia arriba en la medida que los empresarios trasladen el alza de salarios a
los precios. Suponiendo que existiera una “pugna distributiva” en que los sindicatos
tuvieran poder para elevar sus salarios monetarios con frecuencia, si los empresarios
hacen lo propio con sus precios estaremos observando un proceso inflacionario en el que
la curva de oferta se desplazará hacia arriba a lo largo de la curva de demanda dando lugar
como resultado una elevación del nivel de precios y una reducción del producto real.

Cuando los precios de las importaciones suben entonces los costos de las empresas que
utilizan esos insumos importados también lo hacen dando lugar a un ascenso vertical de la
curva de oferta agregada. En los países latinoamericanos importadores de energía
(petróleo, gas, etc.) o de alimentos, los aumentos de precios de estos productos han
impactado fuertemente sobre las empresas industriales o comercializadoras que
adquieren esos productos sea para reprocesarlos o para revenderlos.

15. La macroeconomía abierta

Introducción

Uno de los rasgos más importantes del proceso de globalización actual es la creciente
movilidad internacional de los factores productivos. Este rasgo deriva en alto grado de la
revolución de las tecnologías de la información y de la comunicación. Este proceso que se
ha venido propagando con gran rapidez desde principios de la década de los años
ochenta, no sólo ha incrementado la movilidad internacional de los servicios (comercio de
servicios) sino también de la tecnología. Esta movilidad de la tecnología debe entenderse
primero en un sentido real, como modificadora de los procesos productivos e
incrementadora de la productividad real de los factores. También puede entenderse como
las transacciones en propiedad intelectual con el pago de regalías que les son debidas a las
empresas que introducen innovaciones tecnológicas patentadas.
244

El rasgo más importante desde el punto de vista macroeconómico es la movilidad del


capital.

El término capital pueden entenderse como capital productivo. En esta primera acepción
queda expresado, primero, en la proliferación de la inversión directa extranjera
especialmente bajo la forma de localización de diferentes eslabones de una cadena
productiva correspondiente a una misma empresa (que da lugar a precios de transferencia
y comercio intrafirma) o, segundo bajo la forma de localización geográficamente dispersa
de eslabones de un sistema productivo en el que se verifican transacciones entre
diferentes empresas transnacionales (lo que da lugar al intercambio de piezas partes y
componentes con precios generados en mercados de competencia monopolística).

El término capital puede entenderse también como capital financiero (ahorros o fondos
prestables). Este es otro rasgo del proceso de globalización económica actual.
Macroeconómicamente hablando una economía abierta supone una gran movilidad del
capital financiero. En este caso los tipos de cambio y las tasas internacionales de interés
adquieren una importancia decisiva no sólo en la determinación del nivel de precios y de
los niveles de actividad en el corto plazo sino incluso en la acumulación de capital a
mediano y largo plazo.

Las economías así denominadas abiertas en la época de Keynes, se caracterizaban por la


balanza comercial expresada en sus exportaciones netas (XN = X –M). En ese contexto, el
papel de las exportaciones netas era el de ser un componente de la demanda agregada y
generar un efecto multiplicador sobre el ingreso. Así el multiplicador de las exportaciones
operaba de una manera totalmente análoga a la que hemos analizado cuando
examinamos el multiplicador de las inversiones.

Así como en una economía cerrada el multiplicador del gasto era el del gasto en inversión,
multiplicado por la inversa de la propensión marginal a ahorrar, en una economía abierta
el multiplicador del gasto equivale a la inversa de la suma de la propensión marginal a
ahorrar y de la propensión marginal a importar (1/(PMA + PMm) ).
245

Los tipos de cambio y los términos de intercambio

El tipo de cambio real (bilateral) por ejemplo entre Chile y Estados Unidos es la relación
entre los índices de precios expresados en términos de bienes locales (chilenos)

E = (e. P* / P)

donde:

E: tipo de cambio real

e: tipo de cambio nominal (pesos chilenos por dólar, es decir CH$/US$)

P*: deflactor del PBI del país extranjero (dólares multiplicados por cantidades es decir US$
x Q*)

P: deflactor del PBI local (Pesos chilenos multiplicados por cantidades, es decir CH$ x Q)

Sin incluir cifras y observando las unidades de medida utilizadas tenemos:

E = pesos/dólares x dólares/pesos x Q*/Q.

Supongamos que Q, sean cantidades de vino, el tipo de cambio real nos dice cuántas
unidades de vino estadounidense se intercambian por una unidad de vino chileno.

Con un tipo de cambio nominal que está fijo, el alza del nivel de precios interno, reduce el
tipo de cambio real, y nos hace menos competitivos. Podemos comprar menos unidades
de vino americano con una unidad de vino chileno
246

Entonces las variaciones en el tipo de cambio real pueden deberse a variaciones sea en el
tipo de cambio nominal o a variaciones en los (niveles) índices de precios de los bienes
extranjeros o de los precios locales. Por ejemplo si en la siguiente fórmula e fuera el tipo
de cambio real de chile. Entonces expresado en términos de tasas de crecimiento
tendríamos que:

dE/E = de/e + dP*/P* - dP/P

Si el tipo de cambio nominal estuviera fijo (de/e = o), y la inflación fuera nula en el país
extranjero (dP*/P = 0), entonces el tipo de cambio real se reduce en la medida que
nuestra inflación interna aumenta. Dicho en otras palabras nuestra moneda se deprecia,
el tipo de cambio real se reduce y nuestro país pierde competitividad. Cuanto más alto es
el tipo de cambio real, más competitiva será nuestra economía.

O sea la tasa de crecimiento del tipo de cambio real de Chile (de/e calculada respecto de
otro país como por ejemplo Estados Unidos) es igual a la tasa de crecimiento del tipo de
cambio nominal de Chile (dE/E) más la tasa de crecimiento del índice de precios del país
extranjero (dP*/P*) menos la tasa de crecimiento del índice de precios chileno (dP/P).
Desde el punto de vista de la competitividad bilateral, por ejemplo entre Estados Unidos y
Chile el tipo de cambio nominal es el mecanismo a través del cual se pueden neutralizar
movimientos que hacen perder competitividad a un determinado país.

Si la inflación en Chile es superior a la inflación en Estados Unidos, el tipo de cambio real


se reduce, y, esta pérdida de competitividad se puede ajustar a través de una elevación
del tipo de cambio nominal. Este ajuste puede ser una consecuencia de los automatismos
del mercado o puede ser la consecuencia de una devaluación del tipo de cambio bajo el
régimen de tipo de cambio fijo.

Nótese que la relación p*/p expresa el índice de precios de los productos importados
dividido por el índice de precios de los productos transables nacionales. La determinación
del contenido de este índice no es obvia, pues puede ser construido con los índices de
precios de las exportaciones, o con los índices de precios de todos los productos
247

potencialmente transables, por citar dos ejemplos entre otros posibles. También como en
nuestro pequeño ejemplo numérico puede ser construido con los precios de una cierta
calidad de vino en dos países diferentes.

Cuando los términos de intercambio de un país se deterioran hay dos “lecturas” posibles
de esa tendencia. La primera pone de relieve el aspecto “real” negativo de este proceso
para el país cuyos términos de intercambio se deterioran, a saber: que tiene que entregar
cada vez mayor cantidad de unidades de sus propios productos para obtener la misma
cantidad de unidades de los productos del otro país con el cual comercia. Sin embargo
mirando el valor total de lo transado es posible que ese cambio en la relación de precios
signifique un mejoramiento de la competitividad y una elevación del valor total exportado
con lo que, el resultado sería un mejoramiento de la balanza comercial.

Por lo tanto, para saber si el deterioro de los términos de intercambio mejora las
condiciones de competitividad del país es necesario saber cual es la elasticidad precio de
la demanda por exportaciones. En un sentido macroeconómico más amplio y desde una
perspectiva de largo plazo (inherente a la teoría del desarrollo económico) también
resulta importante la elasticidad-ingreso de la demanda por exportaciones. La CEPAL puso
de manifiesto desde los años cincuenta que los productos exportados por los países
desarrollados (manufacturas) presentaban una elasticidad ingreso de la demanda
superior. Esto significaba una secular transferencia de recursos desde las periferias hacia
los centros.

Pero volviendo a nuestros intereses de corto plazo es posible establecer la relación que se
establece entre balanza de pagos y tipos de cambio, para poner de relieve que el alza del
tipo de cambio nominal es un mecanismo para combatir el déficit o para ampliar el
superávit de la balanza comercial, manteniéndose constantes todas las otras
circunstancias:

Sea:

(X –M) = Qx.Px – Qm.Pm = Qx.Px (1 – Qm.Pm/Qx.Px)


248

Qx (1 – Qm/Qx. Pm/Px)

por otro lado sabemos que E = e. Pm/Px o E/e = Pm/Px

Podemos escribir que (X – M) = Qx.Px (1 – E/e)

Suponiendo constantes todas las otras variables una elevación de e conduce una
elevación de (X-M). Es decir una elevación del tipo de cambio nominal conduce a un
mejoramiento de la balanza comercial.

El ahorro y la inversión en una economía abierta

Sabemos que:

PBI + M = C + I + G + X en donde

PBI + M corresponde a la oferta global, y el otro miembro es la demanda global.

Tenemos también el concepto de renta disponible por los agentes privados después de
hacer las transferencias al estado:

RD = YD = Y – T + TR

donde Y es el PIB, T mide impuestos, tasas y contribuciones, y TR son las transferencias


sin contraprestación que efectúa el estado. Para simplificar la simbología en lo que sigue y
249

respecto del sector público sólo distinguiremos entre gasto público G e ingresos públicos
T.

Podemos definir el ahorro privado como la diferencia entre la renta disponible y el


consumo:

A = YD - C

Volviendo a la ecuación general del producto y reemplazando las dos ecuaciones


anteriores tenemos:

PIB = Y = C + I + G + XN

Donde : C + I + G es la absorción o gasto doméstico

PIB – C – T = I + G +XN – T

El primer miembro es el ahorro. Es decir PIB – C – T = A por lo tanto reemplazando en la


igualdad anterior:

A = I + G + XN – T

I = A + (T – G) + XN

La anterior expresión me dice que la inversión es igual (se financia con) el ahorro privado
interno, más el ahorro público interno, más el superávit comercial.
250

De aquí resulta el así denominado “modelo de brechas”:

(X – M) = (A – I) + (T- G)

También podemos expresar que:

X–M=A–I+T-G

IT = I + XN = A + (T- G)

Dice Samuelson : “Esta expresión indica que la inversión nacional total (IT) está formada
por la inversión en capital interno (I) + la inversión exterior neta o las exportaciones netas
(XN). Esa suma debe ser igual al ahorro privado total (A) de los hogares y las empresas
más el ahorro público total, que viene dado por el superávit público (T – G).

Bajo condiciones de globalización las tasas reales de interés se determinan en los


mercados mundiales de capital. Como dice Samuelson: “Por lo tanto las exportaciones
netas o la posición comercial internacional de un país dependen del equilibrio entre el
ahorro y la inversión nacionales determinados por factores internos más la tasa de interés
mundial”. Como veremos en las próximas secciones, esta tasa de interés mundial se
convierte en el factor decisivo en las decisiones de ahorro e inversión. (Ver en
www.difilippo.cl o alternativamente en armandodifilippo.com diagráma 2 para
Macroeconomía 2008 )

En las economías globalizadas actuales el mecanismo monetario ha adquirido una


influencia y una complejidad que ni siquiera los especialistas en el tema logran
aprehender científicamente, traducir en modelo y recomendar políticas confiables.
251

Al respecto observan Samuelson et al, “Los modelos económicos actuales no pueden


predecir exactamente la influencia de los cambios de la política monetaria en los tipos de
cambio. Por otra parte, aún cuando supiéramos cuál es exactamente la relación entre el
dinero y el tipo de cambio, la influencia de los tipos de cambio en las exportaciones netas
es compleja y difícil de predecir. Además, los tipos de cambio y los flujos comerciales
resultan afectados simultáneamente por las políticas fiscal y monetaria de otros países,
por lo que no siempre podemos distinguir las causas y los efectos de los cambios de los
flujos comerciales. Y la cuenta de capital puede aumentar aún más la complejidad y la
dificultad para realizar predicciones. Cuando cambia la situación política, la legislación
tributaria o las perspectivas sobre la inflación, estos cambios pueden atraer fondos de los
inversores o alejarlos, alterar la demanda de activos de un país y afectar los tipos de
cambio. En conjunto en los últimos años ha disminuido la confianza en nuestra capacidad
para saber cuál es el mejor momento para adoptar medidas monetarias y cuáles son sus
efectos probables, al abrirse más la economía al comercio y a los movimientos
financieros”.

“Cuando el tipo de cambio es flexible, la política monetaria puede actuar


independientemente de otros países; cuando es flexible, la relación internacional de la
política monetaria con las exportaciones netas y con la inversión exterior refuerza la
influencia monetaria en la inversión interna. En cambio, cuando los países que tienen un
elevado grado de movilidad del capital adoptan tipos de cambio fijos, pierden el control
de la política monetaria y deben recurrir a la política fiscal para realizar ajustes en la
política macroeconómica”.

En estos párrafos de Samuelson hay una confesión abierta sobre la incapacidad de la


ciencia económica para delinear los vínculos entre la política monetaria y los tipos de
cambio así como para determinar la influencia de los tipos de cambio sobre las
importaciones netas. El resto de párrafo sigue confesando incertidumbres que llevan a
una conclusión que avala la teoría del valor sostenida por este trabajo, según la cual las
valoraciones de mercado dependen de las posiciones de poder de las partes contratantes
incluyendo desde luego a los organismos del estado (bancos centrales, ministerios de
hacienda, etc.). La conclusión que cabe derivar de estas “confesiones” es que las teorías
del valor (causas subyacentes que determinan los precios relativos) son necesariamente
multidimensionales, multilaterales y globales. Son multidimensionales porque influyen
sobre ellas factores no sólo económicos sino también culturales, políticos, y biológico-
ambientales. Son multilaterales en el sentido de la interdependencia en las relaciones
252

internacionales se ha acentuado a través de los mecanismos y organismos que


determinan los tipos de cambio y las tasas de interés a escala global. Finalmente son
globales porque se han mundializado sobre todo con la incorporación de los así
denominados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). En todo caso el agrupamiento
de los BRICS es inapropiado e internamente heterogéneo. Por su gravitación internacional
los tres países que, con su comportamiento (económico, político, cultural, y biológico
ambiental) más afectan los precios internacionales principales (tasas de interés, precios de
la energía, etc.) son sin duda China, India y Rusia).

El mercado de dinero y los tipos de cambio flexibles

Puesto que en Chile lo que nos interesa suele ser calcular cuantos pesos hay que entregar
(o recibir) por cada dólar comprado (vendido) repitamos el análisis pero colocando ahora
la cantidades tranzadas de dólares en las abscisas de nuestro gráfico.

En un gráfico, el eje de las ordenadas representaría en este caso el tipo de cambio,


expresado en unidades de moneda nacional por dólar. Es decir expresaría el precio del
dólar expresado en pesos chilenos. Por ejemplo 1dólar = 600 pesos. Ese es el precio de
un dólar expresado en pesos chilenos que se mide en el eje de las ordenadas.

La oferta de dólares estadounidenses puede representarse por una curva de pendiente


positiva similar a todas las curvas de oferta que se grafican para mercados específicos.
Cuando sube el tipo de cambio aumenta el número de pesos que se intercambian por un
dólar, por ejemplo pasa de 600 a 650 pesos chilenos por dólar. Con cada dólar
estadounidense podrán comprarse ahora más bienes chilenos, lo que resulta conveniente
para los estadounidenses que al comprar más bienes chilenos harán subir la cantidad
ofertada de dólares. Esto demuestra porqué la curva de oferta (en este caso de dólares
estadounidenses) tiene pendiente positiva. Tomemos el ejemplo del vino chileno, si todo
lo demás se mantiene constante (incluyendo el precio en pesos chilenos del vino chileno)
el vino chileno será más barato para quien posee dólares cuando su precio (el del dólar)
pasa de 600 a 650 pesos. Por lo tanto la cantidad ofrecida de dólares será mayor al ser
más alto el tipo de cambio (aumento en la cantidad de pesos chilenos que se cambian por
cada dólar).
253

¿Qué hay detrás de la demanda de dólares? Los chilenos demandan dólares cuando
compran bienes, servicios y activos estadounidenses. La curva de demanda de dólares
tiene pendiente negativa para indicar que cuando sube el tipo de cambio recíproco
(cantidad de pesos por dólar) y por lo tanto el dólar se encarece los chilenos quieren
comprar menos bienes, servicios e inversiones estadounidenses. Por lo tanto demandan
menos dólares en el mercado de divisas.

Tipos de cambio fijos versus tipos de cambio flexibles

Aunque no es éste el momento para elaborar en profundidad el tema. Los tipos de cambio
fijos eran el fundamento del sistema económico internacional que emergió de Bretton
Woods al fin de la segunda guerra mundial. De acuerdo con el patrón dólar-oro, la
principal divisa internacional fue el dólar en un momento en que Estados Unidos poseía
más del 80% del oro atesorado por los bancos centrales del mundo. En este régimen el
dólar era convertible a oro a una tasa prefijada.

El sistema funcionó hasta 1970, fecha en que culminó la pérdida de reservas oro de
Estados Unidos e indujo a la administración Nixon a declarar la inconvertibilidad del dólar
respecto del oro. De ésta manera el apoyo que tenía el dólar en el oro (dinero mercancía)
concluyó y ésta moneda siguió circulando con base en la aceptación y confianza que los
bancos centrales del mundo occidental y el público en general entregaron a la nación
hegemónica del orden capitalista mundial. El dólar siguió siendo moneda de reserva y los
bonos del tesoro de los Estados Unidos continuaron siendo el refugio seguro de última
instancia al cual podían recurrir los inversionistas cuando las circunstancias económicas
internacionales se tornaban turbulentas.

El dilema de los restantes países del mundo entre tipos de cambio fijos y tipos de cambio
flexibles se asocia con la capacidad de las autoridades monetarias para administrar la
política monetaria. También se asocia con el costo social del ajuste asociado a la
devaluación. Las causas que conducen a una devaluación –bajo el régimen de cambio fijo-
están asociadas a profundos desequilibrios de la demanda de pagos, a la creciente escasez
de reservas, y a situaciones de agudo endeudamiento. A su vez las condiciones
funcionamiento del tipo de cambio fijo no son las mismas bajo la actual movilidad del
capital financiero.
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Antes de la presente globalización el ajuste dependía en grado importante del comercio


de bienes y la movilidad del capital era mucho más restringida. Se suponía que un país con
déficit de su balanza pagos teniendo el tipo de cambio fijo, para poder afrontar sus
compromisos internacionales debía vender divisas y recoger dinero circulante. Esto
restringía la oferta monetaria, conduciendo a una reducción de los precios y de los niveles
de actividad internos. El cambio en los niveles de precios hacia más competitivos los
productos nacionales, reducía el déficit comercial y conducía finalmente a un equilibrio o
un superávit comercial que permitía restablecer las reservas y dejar la deuda bajo control.
El proceso implicaba una recesión más prolongada y un período de desempleo que podía
ser socialmente muy costoso.

¿Cuáles son los factores que limitan la capacidad de maniobra de las autoridades
monetarias en un régimen de tipo de cambio fijo bajo las nuevas circunstancias de la
globalización? Así lo resume Samuelson: “La característica clave que tienen los tipos de
cambio fijos y una elevada movilidad del capital se halla en que sus tasas de interés tienen
que estar estrechamente alineadas. Por ejemplo, si Francia y Alemania tienen un tipo de
cambio fijo y los inversores pueden convertir fácilmente en marcos alemanes sus fondos
denominados en francos franceses y viceversa, las tasas de interés de los dos países deben
variar al unísono. Cualquier diferencia entre las tasas de interés atraerá a los
especuladores, los cuales venderán una moneda y comprarán la otra hasta que las tasas
de interés vuelvan a encontrarse a un mismo nivel”.

Consideremos el caso de un pequeño país que fija su tipo de cambio con respecto a otro
mayor. Podría ser Holanda, que fijara su tipo de cambio con respecto a Alemania, o Hong
Kong, que lo fijara con respecto a los Estados Unidos. Como las tasas de interés del país
pequeño son determinadas por la política monetaria del país grande, el pequeño deja de
tener una política monetaria independiente. Debe dedicar su política monetaria a
garantizar que sus tasas de interés sigan la misma evolución que las de su socio”.

“En esa situación, la política macroeconómica es, pues, exactamente el caso descripto en
el modelo del multiplicador. Desde el punto de vista del país pequeño, la inversión es
exógena, ya que es determinada por las tasas de interés mundiales. La política fiscal es
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muy eficaz, porque no hay reacciones monetarias a las variaciones del gasto público (G) o
de los ingresos fiscales (T)”

Esta breve descripción tiene una dramática expresión, por ejemplo, en el colapso de la
economía argentina de fines de 2001. La economía argentina estaba atada al dólar por
una paridad cambiaria de uno a uno. La crisis de balanza comercial unida a situaciones de
endeudamiento y pérdida de reservas llevó a la elevación de las tasas de interés con el
objeto de recaudar dólares sin tocar la paridad cambiaria. Pero como dice Dornsbusch en
unos párrafos que se citan más adelante, las expectativas empiezan a jugar
desfavorablemente y afectan el comportamiento especulativo.

Por ejemplo, bajo condiciones de tipo de cambio fijo y tasas de interés más altas que las
internacionales, el especulador vende dólares para aprovechar los altos retornos de las
tasas de interés y penetra en el mercado argentino con inversiones financieras de corto
plazo. Luego para retirar sus ganancias, debe volver a comprar dólares al tipo de cambio
fijo. Esto puede ser un buen negocio mientras la “burbuja” se mantenga. Es decir mientras
nuevos especuladores ingresen dólares para aprovechar las altas tasas de interés,
mientras el tipo de cambio siga fijado. Sin embargo cuando las expectativas respecto de la
estabilidad del régimen cambiario se ensombrecen, cuando cae la confianza, cunde la
alarma, y se acelera la profecía autocumplida. Cada vez son más los que retiran dólares y
cada vez menos los que ingresan dólares. Hasta que finalmente el mecanismo de la
burbuja termina por colapsar.

En el origen de los tipos de cambio fijo (como era frecuentemente el caso en América
Latina antes de los años setenta) el banco central establecía el tipo de cambio, y trataba
de mantenerlo comprando y vendiendo divisas a ese precio. Pero en esa época no existía
la gran movilidad del capital que comenzó a observarse tras la quiebra del orden
monetario establecido en Bretton Woods. Por lo tanto el tema de la balanza de pagos era
un tema esencialmente comercial.

Desde que entramos a las nuevas condiciones del mundo financiero global, las
circunstancias que rodean el funcionamiento del tipo de cambio fijo se han tornado más
dramáticas aún. Es decir una operación (devaluación de un tipo de cambio fijo) que, de
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por si, siempre tuvo dramáticas repercusiones, se ha tornado aún mucho más
problemática. Al respecto comenta Dornbusch:

“Los países que tienen tipos de cambio fijos suelen retrasar la devaluación hasta que no
les queda más remedio, y cuando llega ese momento, se piensa que el gobierno ha sufrido
una gran derrota. Eso es, desde luego, lo que ocurrió en México en 1994 y anteriormente
en el Reino Unido y en Italia, que se vieron obligados a devaluar en 1992. A finales de
2001, Argentina llevaba diez años manteniendo fijo el peso en paridad con el dólar
americano, pero a finales de febrero de 2002 el peso argentino valía menos de 33
centavos.”

“¿Por qué esperan tanto los países? En primer lugar, por razones económicas: para que
una devaluación sea eficaz, para que reduzca el déficit de balanza de pagos, tiene que
encarecer los bienes importados a fin de que los residentes nacionales compren una
cantidad menor de esos bienes. Cuando México devaluó, los caramelos estadounidenses
(y muchas importaciones más importantes) se encarecieron y el nivel de vida de los
mexicanos empeoró como consecuencia. Pero no sólo suben los precios de las
importaciones; también suben los precios de los bienes para cuya producción se utilizan
materias primas importadas”.

“Las devaluaciones no son populares porque reducen el nivel de vida del país. Además, las
subidas de los precios de las importaciones a veces provocan subidas más generales de los
precios, o sea, inflación que también es impopular”.

“Existe otra razón por la que los gobiernos suelen retrasar demasiado las devaluaciones.
Estas son en muchos aspectos profecías que acarrean su propio cumplimiento: la creencia
de que un país devaluará aumenta la probabilidad de que devalúe. ¿Por qué? Porque si
esperamos una devaluación de la moneda, por ejemplo si esperamos que el peso baje de
3,5 por dólar a 6), compraremos dólares tan pronto como sea posible por 3,5 pesos
solamente, con la esperanza de obtener más tarde un beneficio vendiendo los dólares a
un precio en pesos más alto. Pero al comprar dólares, agotamos las reservas de pesos del
país, por lo que es más difícil mantener el tipo de cambio.”23

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Dornbusch, Fischer, Startz, Macroeconomía, Mc. Graw Hill, página 544
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PARTE III: ECONOMÍAS SUBDESARROLLADAS Y COMERCIO INTERNACIONAL


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