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La denominada Revolución Oriental fue un movimiento que inicialmente tuvo un

carácter autonomista ya expresamente sostenido en las Instrucciones que llevaban los


diputados orientales al congreso provisional reunido en Buenos Aires en 1813. Hasta ese
momento no se había planteado la posibilidad de crear, en el territorio de la Banda
Oriental, un país independiente de las demás provincias del Virreinato del Río de la Plata.
Empero, en la lucha por resistir las imposiciones del centralismo de Buenos Aires y la
consiguiente aspiración a lograr autonomía política (inserta en una concepción federal) fue
gestándose un sentimiento particularista y nacionalista (denominado la “orientalidad") que
termina siendo uno de los factores determinantes al fundamentar la separación posterior
en 1828.
Revolucion de mayo

En mayo de 1810 la Junta de Sevilla y el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros fue forzado a
la convocatoria de un Cabildo Abierto que se pronunció en su contra. De los 50.000
habitantes, sólo 5.000 eran considerados como «vecinos», pero fueron convocados sólo
500, de los que concurrieron la mitad puesto que los contingentes de patricios tendieron un
cerco «negando el paso a los vecinos honrados y franqueándolo a los de la
confabulación», según denunciaría después Cisneros.
Las aproximadamente 260 personas que participaron , representaban a las máximas
autoridades virreinales (Real Audiencia, dignidades eclesiásticas, jefes militares),
al Consulado de Comercio, al Tribunal de Cuentas, a los altos directores y jerarcas
administrativos y a los párrocos eclesiásticos. Los restantes eran vecinos destacados
quienes, ya sea por su apellido ilustre o por su floreciente situación económica, asistieron
al congreso del 22 de mayo.
A las 9 de la mañana el escribano, declaró constituido el Congreso General Extraordinario
que ponía énfasis en la unidad e indivisibilidad de la monarquía española; Cisneros dejaba
en claro que toda decisión que no atendiese esta premisa estaría viciada de nulidad. En
cuanto comenzaron los debates se apreció que había dos grandes posturas claramente
diferenciadas y enfrentadas: quienes, negando autoridad al Consejo de Regencia
constituido en la metrópoli, hablaban de acefalía y propiciaban la sustitución del virrey por
una autoridad elegida por los criollos, y quienes buscaban dilatar o impedir todo cambio,
congelando la situación. Muy pronto se hizo evidente que el llamado "partido criollo" reunía
una amplia mayoría y que la suerte del virrey estaba echada.
No se tomaron actas de la reunión, por lo que se hace difícil la reconstrucción de las
intervenciones. Ésta ha debido realizarse sobre la base de las memorias de los
protagonistas, lo que hace que existan grandes contradicciones. Hubo discursos
sorprendentes, como el del ex gobernador de Montevideo, general Pascual Ruiz Huidobro,
quien se alineó a favor de los cambios y propuso la deposición del virrey y la asunción del
poder por el Cabildo de Buenos Aires, único exponente, a su juicio, de la soberanía
popular. Algunos expusieron posiciones extremistas, como la atribuida por Cornelio
Saavedra (en sus memorias) al obispo Lué, quien habría dicho que mientras existiese un
español libre, debería ejercer el poder antes que el primero de los americanos. Pero las
intervenciones básicas, aquellas que definieron los lineamientos del debate, fueron las del
doctor Juan José Castelli, la del fiscal de lo civil de la Real Audiencia, doctor Manuel
Genaro de Villota, y la del doctor Juan José Paso.

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