Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Cuando los plazos se expresen en días, se entiende que se trata de días hábiles
excluyéndose del cómputo los sábados, domingos y festivos (hasta ahora los sábados
no estaban excluidos).
•twittear
La ley detalla los –numerosos- supuestos en los que los actos administrativos deben ser
motivados así como sus efectos y los supuestos en que se condicionan a la notificación,
para lo que se otorga preferencia –nuevamente- a la electrónica con la posibilidad de
incorporar, por vía reglamentaria, nuevos supuestos obligatorios. En general la norma
tiende a limitar las garantías, o lo que es lo mismo, a facilitar la continuidad de
procedimientos sin conocimiento del interesado.
Se regulan, sin grandes variaciones respecto a la normativa anterior los supuestos de
nulidad y anulabilidad de los actos administrativos, y en general el procedimiento;
iniciación, ordenación basada en el expediente electrónico con la previsión de supuestos
de tramitación simplificada, y finalización
Por último, y sin grandes novedades, la Ley regula los procedimientos de revisión de
actos administrativos.
Se pone fin a los más de veinte años de vigencia de la ley 30/92 con la entrada en vigor de la
Ley 39/2015 y la ley 40/2015. El legislador opta por dividir una norma básica en dos.
Ley 39/2015
La nueva Ley 39/2015 regula la relación de la Administración con los ciudadanos y las
empresas. La Ley se divide en 133 artículos, estructurados en seis títulos, cinco disposiciones
adicionales, cinco disposiciones transitorias, una disposición derogatoria y siete disposiciones
finales.
La ley 40/2015 de Régimen Jurídico del Sector Público regula la Administración ad intra, es
decir, su funcionamiento, órganos, relaciones con otras administraciones, etc. Se divide en 158
artículos, estructurados en tres Títulos, más 22 disposiciones adicionales, cuatro transitorias,
una derogatoria y 18 finales.
Derogación de la ley
30/1992 y sustitución por 2
nuevas leyes para las
Administraciones Públicas
El Boletín Oficial del Estado publica hoy las dos normas básicas sobre el que
se va a estructurar el régimen de las Administraciones Públicas desde
septiembre de 2016: la Ley 39/2015, de 1 de octubre, del Procedimiento
Administrativo Común de las Administraciones Públicas y la Ley 40/2015,
de 1 de octubre, de Régimen Jurídico del Sector Público. Dos normas que,
dentro de un año, provocarán la derogación de la Ley 30/1992, de Régimen
Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento
administrativo Común, con la que hemos venido funcionando los últimos 23
años.
Más vale tarde que nunca. Uno de los máximos responsables del Ayuntamiento ha leído
un par de artículos sobre la LPA y ha tomado conciencia de que el procedimiento,
ahora, solo puede ser electrónico. Queremos, por fin, implantar la administración
electrónica en nuestra organización pero ¿Por dónde hay que empezar?
A pesar del impacto que sin duda está causando (y más que va a causar el 2 de octubre
de 2016) la nueva Ley de procedimiento administrativo (LPA), nuestra Ley de
administración electrónica aún sigue siendo la Ley 11/2007, de 22 de junio, una Ley ya
moribunda, que va a pasar tristemente por el ordenamiento jurídico español con el grado
de cumplimiento más bajo que se recuerda. Pero en realidad la LPA no aporta tantas
novedades con respecto a la misma, sino matices. Matices, eso sí, importantísimos,
como es la obligatoriedad del procedimiento electrónico. Un procedimiento basado en
documentos electrónicos firmados electrónicamente en base a una Ley aún cuatro años
anterior (2003), y cuya primera versión es de 1999. Pero vamos a implantar todo esto
ahora. Está bien.
Un detalle curioso es que la citada Ley 11/2007 se denomina “Ley de acceso electrónico
de los ciudadanos a los Servicios Públicos”, por lo que no cabe duda de que la
administración local, la más próxima y servicial (a pesar de la LRSAL), es seguramente
la que “más electrónica” debería ser (valga la expresión). Luego, claro está, la propia
ley tiene sus contradicciones que a la postre han propiciado su incumplimiento: por un
lado su ámbito de aplicación se restringe, paradójicamente, a las AAPP, y por otro
“obliga pero no obliga” a implantar la e-administración, exonerando a las entidades
locales que aleguen que no tienen presupuesto para ello. La LPA subsana ambas taras,
ayudada, en este caso sí, por la LRSAL en tanto en cuanto asigna la competencia de
“administración electrónica” a las Diputaciones respecto de los Ayuntamientos de
municipios de menos de 20.000 habitantes (pero “a nadie” respecto de los restantes).
Junta General de COSITAL Valencia 2005. ¿Me ven ahí al fondo? Ese día levanté la
mano y dije que los Decretos se debían firmar electrónicamente
La Ley 11/2007 debía cumplirse el 31/12/2009, y ya han pasado seis años desde
aquélla fecha…
Y cuatro desde le Ley de economía sostenible, que obliga a aprobar un plan de
implantación de administración electrónica, del que ut infra hablaremos mucho
más.
Y ocho desde la aparición de la propia Ley 11/2007.
Y doce desde la Ley de firma electrónica, la (en su momento moderna) Ley
General Tributaria y la Ley 57/2003, que recoge literalmente para la
administración local la obligación de implantar las nuevas tecnologías.
Y nada menos que veintitrés desde la también moribunda Ley 30/92, ley que sin
embargo siempre hemos admirado, y que insinuaba desde el principio que la
administración debe ser única, añadiendo la siguiente afirmación: “Las técnicas
burocráticas formalistas, supuestamente garantistas, han caducado, por más que
a algunos les parezcan inamovibles, y la Ley se abre decididamente a la
tecnificación y modernización de la actuación administrativa en su vertiente de
producción jurídica y a la adaptación permanente al ritmo de las innovaciones
tecnológicas”.
Y, si me permiten el “apunte friki”, ciento quince años desde la Real Orden de
12 de febrero de 1900, de Francisco SILVELA, histórica muestra de la cultura
del cambio, que reza: “en todas las oficinas del Estado, provinciales y
municipales se admitan cuantas instancias y documentos se presenten hechos
con máquinas de escribir, en los mismos términos y con iguales efectos de los
escritos o copiados a mano”.
En todos estos años sería justificable para la administración no haberlo hecho “todo”,
pero es imposible de defender que al menos no se ha hecho “algo”, por lo que no cabe
duda de que se debe implantar la administración electrónica y en este sentido, el modus
operandi correcto es la planificación estratégica.
Podríamos añadir un quinto grupo, que contaría con más respaldo práctico que jurídico-
positivo, como es el de los Planes de Gestión (planificación) y Planes de calidad,
completados con una Memoria anual sobre el cumplimiento de los mismos
(evaluación). Está claro que un ayuntamiento no es una empresa privada, pero en
ocasiones importar técnicas propias de la misma facilita un mejor funcionamiento de lo
público, sin perjuicio del principio de legalidad formal. Diversos ayuntamientos, como
el de Picanya, hace años que funcionan de esta forma. Por cierto: admiren la sencillez
de su Oficina virtual.
Por fin el BOE nos trae la nueva Ley de Procedimiento Administrativo Común, y
simultáneamente, la flamante Ley de Régimen Jurídico del Sector Público, como dos
hermanitas siamesas unidas por el boletín oficial pero llamadas a tener vida autónoma.
Ambas leyes cargadas de presentes variados: Trabajo para juristas; quebradero para
autoridades; zozobra de gestores de fondos; material para predicar en foros; monigote
para críticas de los detractores de la Ley; panacea de todos los males burocráticos para
sus creadores; nueva venta de trilero de la Administración sin papeles; fuente de
publicaciones o comentarios doctrinales; territorio para desbrozar en su interpretación
por sentencias, etc, etc.
En su momento comenté el Anteproyecto de la Ley del Procedimiento Administrativo
Común de las Administraciones Públicas, pero dado que sufrió sensibles
modificaciones en el Congreso (en el Senado pasó impoluto), pues me parece oportuno
ofreceros ahora un comentario de urgencia de la nueva Ley 39/2015 partiendo de aquél
comentario, pero ajustado a la Ley publicada en el BOE (más adelante analizaré
también a su hermana, la Ley 40/2015, de Régimen Jurídico, y eso sí, siguiendo la
misión de la academia que “actualiza, limpia, fija y da esplendor”. Se trata de un
comentario de urgencia pero servirá para ser conscientes de lo que se avecina aunque
disponemos de un año para ponernos al día, los juristas, las autoridades y los
legisladores (porque tampoco será extraño que prorroguen la entrada en vigor o la
“modifiquen” antes de su vigencia).
En fin, espero que os sea útil. Partiré de mi impresión de que el legislador ha seguido la
actividad de un jugador de naipes, porque diríase que se ha entretenido en barajar,
cortar y repartir.
1. El mazo de cuestiones es amplio y valioso. Nada menos que aborda: “los requisitos
de validez y eficacia de los actos administrativos, el procedimiento administrativo
común a todas las Administraciones Públicas, incluyendo el sancionador y el de
reclamación de responsabilidad de las Administraciones Públicas, así como los
principios a los que se ha de ajustar el ejercicio de la iniciativa legislativa y la potestad
reglamentaria.”(art.1.1 PACA). Casi nada, la madre de todos los procedimientos, y
además como normas básicas y sobre todas las Administraciones Públicas (salvo
cuestiones de competencia orgánica, Disp.Fin 1ª PACA). Eso sí se mantiene la remisión
a sus normas específicas de los procedimientos tributarios así como de Seguridad
Social, con aplicación supletoria de la ley común (Disp.Ad.primera PACA).
O sea, en los años cincuenta del siglo pasado, contábamos con la Ley de Procedimiento
Administrativo de 1958 y la Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado
de 1957. Con la democracia, ambos ríos fueron unidos en en la desembocadura única de
la Ley 30/1992, de Régimen Jurídico de Administraciones Públicas y Procedimiento
Administrativo Común, y ahora en 2015 volveremos al modelo originario: dos leyes
para separar la dimensión estático (organización) y la dinámica (procedimiento).
Como curiosidad, en la actual Ley 30/1992 sabíamos que los actos nulos de pleno
derecho estaban en el art.62 y los anulables en el 63. Ahora la PACA situa los actos
nulos de pleno derecho en el art.47 y los anulables en el art.48… ¡los mismos preceptos
de la vieja Ley de Procedimiento de 1958!. Casualidades de la maquinaria legislativa
que ayudan a la memoria.
De entrada, dejemos claro que las reglas del juego que implanta la PACA son muy
similares a las reglas del procedimiento administrativo de su predecesora, y de hecho la
mayor parte del articulado es reproducción literal o cuasiliteral de sus padres.
Ahora bien, siguiendo el símil del juego de naipes podrían distinguirse los Oros (la parte
valiosa y brillante), los Bastos (la parte dura), las Espadas (la parte de esgrima fina y
peligrosa) y las Copas (la parte que merece un brindis).
Se acabo hacer colas en los Registros administrativos para presentar papeles, y que los
funcionarios los utilicen para solventar sus cuitas profesionales. Las personas jurídicas
sin distingos de tamaño o tipo tendrán que comunicarse electrónicamente, y la
habilitación reglamentaria para poder imponer esta obligación provoca escalofríos por
su uso irreflexivo.
Pero también lo define negativamente: “No formará parte del expediente administrativo
la información que tenga carácter auxiliar o de apoyo, como la contenida en
aplicaciones, ficheros y bases de datos informáticas, notas, borradores, opiniones,
resúmenes, comunicaciones e informes internos o entre órganos o entidades
administrativas, así como los juicios de valor emitidos por las Administraciones
Públicas, salvo que se trate de informes, preceptivos y facultativos, solicitados antes de
la resolución administrativa que ponga fin al procedimiento”.
Los informes que deban obrar en el expediente serán emitidos por medios
electrónicos (art.80.2). La información pública se anunciará en diario Oficial
pero poniéndolo a disposición en sede electrónica (art.89.2 PACA)
¡Ya era hora!. No es admisible que hoy con tarjeta de crédito se paguen autobuses,
libros y comidas, y las multas o pagos menores obliguen al interesado a peregrinar en
busca de monetario de curso legal.
Se invierte la práctica actual en que la regla general era considerar que no existía tal
consentimiento. Ahora se confía en la Administración para que rastree los documentos
sin la previa autorización.
Clarifica las reglas del juego pero la pregunta es… ¿conseguirá que la jurisdicción
contencioso-administrativa se mantenga como jurisdicción revisora o ignorará esa
novedosa previsión y admitirá todo tipo de pruebas aunque no se hubieran propuesto
en vía administrativa?. Clarifica las reglas del juego pero la pregunta es… ¿conseguirá
que la jurisdicción contencioso-administrativa se mantenga como jurisdicción revisora
o ignorará esa novedosa previsión y admitirá todo tipo de pruebas aunque no se
hubieran propuesto en vía administrativa?.
Quedarán a extinguir aunque me temo que los expedientes en papel “gozarán de salud”
por mucho tiempo.
Todas las Administraciones iguales como “buzones” para cualquier escrito hacia otra.
Será notable el esfuerzo tecnológico para garantizar esa intercomunicación rápida y
exacta. El reto será familiarizar al ciudadano de que igual que se relaciona con su
entidad bancaria por internet o contraseñas, lo mismo deberá hacer para comunicarse
con las Administraciones.
Se aclara con garantías para el destinatario el espacio temporal entre los dos intentos
de notificación, aunque me imagino el peregrinaje y rechinar de dientes de los
operadores postales (“carteros”).
Está bien acompasarlo, pero no olvidemos que en el ámbito civil opera el principio de
facilidad probatoria que puede generar muchas sorpresas al ciudadano de buena fe
cuando inicia un procedimiento administrativo. Tampoco parece anunciar nada bueno
la equiparación en la valoración entre “juez” y “funcionario instructor” por cuanto
aquél posee algunos criterios generosos vinculados a su condición de imparcialidad y
especialidad (Ej.sana crítica).
Bienvenido sea un privilegio menos que solo servía para retrasar negativas o para
alzar motivos de inadmisibilidad en vía civil o laboral.
Ah, por si hubiere dudas, queda vigente el listado de procedimientos exceptuados del
silencio positivo, recogidos en el Anexo 2 al que se refiere la disposición adicional
vigésima novena de la Ley 14/2000, de 29 de diciembre, de medidas fiscales,
administrativas y del orden social. O sea, que nada de vacíos normativos para prolongar
el silencio positivo.
Por eso dispone la Disp.Ad.3ª “Para cumplir con lo previsto en materia de registro
electrónico de apoderamientos, registro electrónico, archivo electrónico único,
plataforma de intermediación de datos y punto de acceso general electrónico de la
Administración, las Comunidades Autónomas y las Entidades Locales podrán adherirse
voluntariamente y a través de medios electrónicos a las plataformas y registros
establecidos al efecto por la Administración General del Estado. Su no adhesión,
deberá justificarse en términos de eficiencia conforme al artículo 7 de la Ley Orgánica
2/2012, de 27 de abril, de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera.
Asimismo, la citada adhesión podrá conllevar la repercusión de los costes económicos
que se generen.”
Lo mas importante: la vigencia de la Ley se contempla a un año aunque con
adaptaciones y transitorias que lo prolongarán. Así precisa que “La presente Ley entrará
en vigor al año de su publicación en el «Boletín Oficial del Estado». No obstante, las
previsiones relativas al registro electrónico de apoderamientos, registro electrónico,
registro de empleados públicos habilitados, punto de acceso general electrónico de la
Administración y archivo único electrónico producirán efectos a los dos años de la
entrada en vigor de la Ley.” (Disp.Final 7ª PACA).