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UNIDAD 1. CONTRATOS. CONCEPTO. CATEGORIAS. CLASES.

CC. Art. 1.137. Hay contrato cuando varias personas se ponen de acuerdo sobre una declaración de
voluntad común, destinada a reglar sus derechos.
CCyC. Art. 957.- Definición. Contrato es el acto jurídico mediante el cual dos o más partes manifiestan su
consentimiento para crear, regular, modificar, transferir o extinguir relaciones jurídicas patrimoniales.
Lorenzetti: “acuerdo obligatorio que puede surgir de una promesa (expresa, implícita o construída ex post
facto), y esa promesa constituye un contrato cuando se otorga como contrapartida de la ejecución de un
acto, o de otra promesa, o de una razonable expectativa, o bien se basa en una forma exigida por la ley”.

El aspecto objetivo de la definición “reglar sus derechos”, no daba una idea de su amplísimo contenido,
dejando de lado solo a los acuerdos que no tenían por objeto una relación de derecho.
La declaración de voluntad común que surge del acuerdo se entendió tradicionalmente como la única
fuente de obligaciones que nace del contrato. La tesis voluntarista que impregna estas ideas parte del
principio de que la voluntad es autónoma y no puede ser modificada. Sin embargo, se afirma que el
contrato es un concepto normativo, por cuanto es el derecho el que le da vida, y es también el derecho el
que le atribuye distintos efectos, según las modalidades en que fueron formuladas las manifestaciones de
voluntad, como que también le adiciona efectos, que nunca fueron previstos por la voluntad, y además
existen estadios en que la voluntad no interviene y, sin embargo, están ya determinadas sus consecuencias.
Al final queda muy poco de la originaria voluntad.
Se trataba de una concepción voluntarista: el contrato se asentaba en la negociación libre de las partes que
actuaban en el mismo nivel, y con idénticas posibilidades, creando un sector netamente privado,
inexpugnable a las vicisitudes de los demás, al que se debían de lleno, y para el cual debían someterse.
Alrededor de esta negociación, para esta concepción no había nada más. Era una negociación
completamente aséptica. Así se concibió el contrato y así se desarrolló el principio consensualista en medio
del transcurrir de siglos. Pero tesis voluntarista entró en crisis. Es evidente que aquellos principios que
sustentaron la doctrina del Código Civil están muy lejos de explicar las actuales alternativas y consecuencias
que devienen de la relación contractual.
Actualmente la regulación general de los contratos se orienta por un conjunto de principios básicos, cuyo
respeto hace a la construcción de vínculos eficaces: a. Libertad de contratación: se trata de un principio
básico, que surge de diversas normas. b. Fuerza obligatoria: principio por el que el contrato válidamente
celebrado es obligatorio para las partes y solo puede ser modificado o extinguido conforme lo que en él se
disponga por acuerdo de partes o en los supuestos previstos por la ley. c. Buena fe: es un principio vertebral
del derecho privado, especialmente enunciado para los contratos en el art. 961 CCyC. d. Conservación del
contrato: mandato de optimización orientado a posibilitar que el vínculo negocial alcance los fines previstos
por las partes, más allá de la ineficacia de alguna de sus previsiones. e. Principio de relatividad de efectos:
es de la esencia de los contratos que las disposiciones enunciadas por las partes en ejercicio de la libertad
de determinación de contenidos que se les reconoce, solo las afecte a ellas y no perjudiquen a terceros,
quienes solo habrán de ser alcanzados en los supuestos expresamente previstos por la ley.

NATURALEZA JURIDICA
Es una especie de acto jurídico bilateral, de contenido patrimonial (esa característica de patrimonialidad es
lo que lo vuelve autónomo del resto de los actos jurídicos bilaterales).
Si bien puede seguir caracterizándose como un acto jurídico, es necesario advertir que los efectos no
derivan únicamente de la voluntad de las partes, sino que está-' destinado a cumplir una función, la de ser
una operación económica de producción, distribución y acceso a los bienes. Por lo tanto está sujeta a
diversos órdenes jurídicos económicos, que difieren de los que pueden recaer en el acto jurídico.
-bilateral o multilateral actualmente.
-supone la existencia de acuerdo.
-sobre una declaración de voluntad común, entre vivos.
-con el fin de regular relaciones jurídicas, causadas.
-de contenido patrimonial en el ámbito obligacional.

METODOLOGÍA
CC
LIBRO II (de los derechos personales en las relaciones civiles)
SECCIÓN III (de las obligaciones que nacen de los contratos)
TITULO I (de los contratos en general) 1137 a 1216, en 6 CAPÍTULOS.

El codificador argentino superó en método al francés, cuya principal crítica ha sido colocar a los contratos
entre las diferentes maneras de adquisición de la propiedad, de donde aparece mezclado con instituciones
referidas a las sucesiones, donaciones entre vivos, testamentos; no ha sido del todo un método técnico
depurado. En él sumó el concepto y clasificación de los contratos, al consentimiento, a los que pueden
contratar, al objeto, a la forma, a la prueba y a los efectos. Pero lo logrado se vio tal vez empañado por no
haber remitido buena parte de este contenido en lo que respecta al acto jurídico, ya que el contrato
pertenece a aquel como una de sus principales especies. Tampoco se logró reunir en esta parte general de
los contratos todo lo atinente a los mismos, porque se han incluido materias propias de los actos jurídicos,
como es todo lo pertinente a la capacidad, a la forma y a la prueba. En cambio, se han desbordado temas
como el de las formas y la prueba, porque muchos de ellos son materias de los actos jurídicos.
Vélez se inspiró en el método de Freitas, y a su vez éste en el Código Civil Francés. Separar las obligaciones
de los contratos fue una de las grandes innovaciones del codificador. Dos grandes errores fueron, por un
lado, tratar en esta parte del código también a dos cuasicontratos (la gestión de negocios y el empleo útil);
y no confirió a las fuentes de los contratos el lugar que se merecían, siendo, sin embargo, tratadas en forma
aislada de los mismos.

CCyC
LIBRO III (derechos personales)
TÍTULO II (contratos en general), 13 capítulos, arts. 957 a 1091.
TÍTULO III (contratos de consumo), 4 capítulos, arts. 1092 a 1122.
TÍTULO IV (contratos en particular), 31 capítulos, arts. 1123 a 1707.
Los contratos continúan siendo la principal fuente de obligaciones y generan el entramado por el que
circulan los recursos de todo tipo de los que dispone la sociedad. Para facilitar y ordenar esa labor jurídica
—y sin que ello implique limitar la libertad de generación de vínculos y de contenidos de los particulares,
salvo en lo que respecta a los límites establecidos por razones de interés público, se regula en este Código
la materia de los contratos por medio de una parte general (Libro Tercero, Título II); otra, dedicada a los
contratos de consumo, que son los que, sin agotarse en ello, hacen a la cobertura cotidiana de necesidades
básicas de la población (Libro Tercero, Título III); y una tercera, en la que se desarrolla la regulación
particular de distintos contratos (Libro Tercero, Título IV).. El Código regula tanto los contratos civiles como
los comerciales e incluye, como ya se ha expuesto, la regulación de los contratos de consumo, entendiendo
que no se trata de un tipo contractual especial más, sino de una fragmentación del tipo general, que influye
sobre los tipos especiales; solución consistente con la Constitución Nacional, que considera al consumidor
como un sujeto de derechos fundamentales.
Ley 24.240
TITULO I
NORMAS DE PROTECCION Y DEFENSA DE LOS CONSUMIDORES
CAPITULO I (disposiciones generales)
CAPITULO II (información al consumidor y protección de su salud)
CAPITULO III (condiciones de la oferta y venta)
CAPITULO IV (cosas muebles no consumibles)
CAPITULO V (de la prestación de los servicios)
CAPITULO VI (usuarios de servicios públicos domiciliarios)
CAPITULO VII (de la venta domiciliaria, por correspondencia y otras)
CAPITULO VIII (de las operaciones de venta de crédito)
CAPITULO IX (de los términos abusivos y clausulas ineficaces)
CAPITULO X (responsabilidad por daños)
TITULO II
AUTORIDAD DE APLICACION PROCEDIMIENTO Y SANCIONES
CAPITULO XI (autoridad de aplicación)
CAPITULO XII (procedimiento y sanciones)

Establece el art. 3 de la LDC: Relación de consumo. Integración normativa. Preeminencia.


Relación de consumo es el vínculo jurídico entre el proveedor y el consumidor o usuario.
Las disposiciones de esta ley se integran con las normas generales y especiales aplicables a las relaciones de
consumo, en particular la Ley Nº 25.156 de Defensa de la Competencia y la Ley Nº 22.802 de Lealtad
Comercial o las que en el futuro las reemplacen. En caso de duda sobre la interpretación de los principios
que establece esta ley prevalecerá la más favorable al consumidor.
Las relaciones de consumo se rigen por el régimen establecido en esta ley y sus reglamentaciones sin
perjuicio de que el proveedor, por la actividad que desarrolle, esté alcanzado asimismo por otra normativa
específica.

LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD
Versión tradicional
El contrato suponía libertad de contratación o autodecisión y libertad contractual o autorregulación; y
presuponía partes iguales y con idéntico poder de negociación
La autonomía de la voluntad fue considerada una atribución del sujeto. Todo dependía de la voluntad
privada. Esta tenía poder suficiente para crear el negocio jurídico, con todos sus efectos. Por ello siempre el
contrato constituyó una de las especies del acto jurídico, construcción dogmática que significó que el poder
de la voluntad era suficiente para crear el derecho de las partes. Por eso el art. 1197 del CC establecía que
“las convenciones hechas por las partes forman para las mismas una regla a la cual deben someterse como
a la ley misma. Si bien no se le daba la categoría de ley, se asemejaba ella y aunque estaba por debajo, tenía
sus mismos efectos Aquí también se entronizaba el principio de que la voluntad individual creaba derechos,
pero debían respetar principios de orden público que estaban por encima de la voluntad individual y que
hacen al respeto del sistema de principios jurídicos que tutelan la organización de toda sociedad.
Esta tesis tradicional fue objeto de innumerables críticas, por cuanto esta resultaba totalmente egoísta,
atenida exclusivamente a los intereses particulares; desentendiéndose de toda cuestión ajena, por más
vinculada que estuviera con el negocio.

Versión moderna
Paulatinamente se ha ido socializando el negocio jurídico. y para ello muchas veces el propio legislador
acudió con leyes a revertir estas situaciones, corrigiendo los alcances del contrato con el propósito de
armonizarlos con las vicisitudes de la propia sociedad donde se desenvolvía. Esto ocurrió principalmente
con las leyes de alquileres, que recayeron sobre los propios contratos de locación vigentes, modificando o
cambiando sus términos o cláusulas, sobre todo con referencia a los precios y a los plazos de duración de
los contratos. Así se congeló el precio de los alquileres, por algún tiempo, o se estableció sistemas de
reajustes en los precios, que siempre fueron mucho más atenuados que los que se establecían por contrato.
Esta intervención del legislador en la contratación se llamó “dirigismo contractual a través de la legislación”.
Pero también hubo intervención a través de los jueces, cuando a petición de parte revisaban los términos
del contrato, en los supuestos excepcionales establecidos por ley. Esto ocurrió con la reforma del CC por la
ley 17.711 que introdujo el abuso del derecho, la teoría de la imprevisión y la lesión subjetiva. Antes de
dicha reforma, el CC era fiel reflejo de la teoría del acto voluntario, o sea que la voluntad era la única
creadora del negocio jurídico, y nadie podía intervenir en ese sector de la voluntad, cuyas reglas eran
consideradas como la ley, siempre y cuando, esa voluntad respetara el techo erigido, es decir, que no fuera
contraria al orden público, a la moral y a la buenas costumbres. Poco a poco el contrato se ha ido abriendo
a las necesidades de la propia sociedad donde el negocio se realiza, y se ha ido plasmando el criterio de que
este no puede permanecer extraño al medio donde se desenvuelva. El negocio que en un principio fue
egoísta, solamente ocupado en los intereses particulares, fue paulatinamente impregnándose de las
vicisitudes de la propia sociedad. Este y otros aspectos han hecho cambiar la concepción del contrato. La
teoría clásica entendía el contrato como fenómeno económicamente neutro. Esto no es así, porque el
contrato tiene un impacto que trasciende la privacidad. El análisis particularizado del contrato impide
muchas veces percibir la globalidad del negocio celebrado. La venta a bajo precio puede buscar la
eliminación de un competidor y transformarse en ilícita a la luz de la regulación de la competencia. Las
normas actuales de la contratación prevén no solamente la regulación particular, sino su incidencia en
determinados sectores, como son aquellos que se vinculan con el mercado. A su vez, como fenómeno
global, se lo regula impregnándolo de solidaridad.

Art. 2651 CCyC: Autonomía de la voluntad. Reglas. Los contratos se rigen por el derecho elegido por las
partes en cuanto a su validez intrínseca, naturaleza, efectos, derechos y obligaciones. La elección debe ser
expresa o resultar de manera cierta y evidente de los términos del contrato o de las circunstancias del caso.
Dicha elección puede referirse a la totalidad o a partes del contrato.
El ejercicio de este derecho está sujeto a las siguientes reglas:
a) en cualquier momento pueden convenir que el contrato se rija por una ley distinta de la que lo regía, ya
sea por una elección anterior o por aplicación de otras disposiciones de este Código. Sin embargo, esa
modificación no puede afectar la validez del contrato original ni los derechos de terceros;
b) elegida la aplicación de un derecho nacional, se debe interpretar elegido el derecho interno de ese país
con exclusión de sus normas sobre conflicto de leyes, excepto pacto en contrario;
c) las partes pueden establecer, de común acuerdo, el contenido material de sus contratos e, incluso, crear
disposiciones contractuales que desplacen normas coactivas del derecho elegido;
d) los usos y prácticas comerciales generalmente aceptados, las costumbres y los principios del derecho
comercial internacional, resultan aplicables cuando las partes los han incorporado al contrato;
e) los principios de orden público y las normas internacionalmente imperativas del derecho argentino se
aplican a la relación jurídica, cualquiera sea la ley que rija el contrato; también se imponen al contrato, en
principio, las normas internacionalmente imperativas de aquellos Estados que presenten vínculos
económicos preponderantes con el caso;
f) los contratos hechos en la República para violar normas internacionalmente imperativas de una nación
extranjera de necesaria aplicación al caso no tienen efecto alguno;
g) la elección de un determinado foro nacional no supone la elección del derecho interno aplicable en ese
país.
Este artículo no se aplica a los contratos de consumo.

El límite de la libertad contractual está contenido en los principios de orden público y las normas
internacionalmente imperativas del derecho argentino; también se imponen al contrato, en principio, las
normas internacionalmente imperativas de aquellos Estados que presenten vínculos económicos
preponderantes con el caso. Con esa solución legal se evita la posibilidad de fraude a la ley. La norma revela
que se admite la autonomía material, pero el contenido de las cláusulas del contrato deberá ser calificado.
Ello consiste en desentrañar la naturaleza de la relación jurídica para saber de qué negocio se trata y así,
consensuarlo, compatibilizarlo, con los principios de orden público de normas indisponibles.

2. LAS NUEVAS CATEGORIAS DE CONTRATOS


Esta particular visión de la contratación -en que se acentúa la posición obligacionista, en desmedro de la
voluntarista- hace aparecer la regulación contractual como previendo, a través del contrato, obligaciones
representativas de valoraciones colectivas que se imponen a los contratantes. Aquí el derecho es un
correctivo de las aspiraciones individuales. Se considera que aun los hombres más profesionales están en
duda frente a lo que les conviene, sin contar con que la mayoría, cuando sabe lo que quiere, no lo puede
llevar a cabo por situaciones de hiposuficiencia. Resultado de estas orientaciones son las nuevas formas o
maneras de contratar que, en un primer momento, se pensaron como modalidades del consentimiento,
pero que, analizadas con más detenimiento, resultaron ser las nuevas maneras de la contratación.
Pertenecen a esta nueva categoría los contratos de contenido predispuestos o contratos a cláusulas
generales, también llamados en alguna legislación contratos estándares o masivos.
En estos contratos la formulación del contenido del contrato lo realiza una de las partes, que es la parte
profesional o con poder de imponer sus cláusulas.
Son verdaderos reglamentos, porque están concebidos como un esquema reglamentario de las distintas
situaciones que se pueden presentar con relación a un cliente o adherente desconocido, o no previsto, y
con especial referencia a la situación dominante del predisponente. Para este, se prevén todas las
estipulaciones necesarias que hagan a su seguridad y garantía. En esto estriba el peligro, justamente en
pretender una protección excesiva a sus intereses, resultando en definitiva una cláusula abusiva, que va en
desmedro de la parte débil, y que además no tiene ninguna compensación al sacrificio de sus intereses. Se
ha cuestionado la naturaleza contractual de estos negocios; sin embargo, la doctrina nacional los ha
aceptado en general como pertenecientes a la figura contractual. Se han señalado como características de
estos contratos que no son dirigidos a persona determinada, sino a toda la comunidad, y que tiene
estructuras similares en general, aun cuando observen ciertas modalidades, tales como estar integradas por
dos partes o etapas de la contratación. La primera sería una solicitud que debe firmar el cliente o
adherente, acompañando con ella un aporte, que generalmente constituye una primera cuota del precio
que en definitiva debe paga. Esta solicitud consiste en peticionar la contratación en la forma estipulada por
el predisponente. Existe una reserva a favor de este de aceptar o no la solicitud, lo que le permite al
predisponente manipular la misma, en el sentido de contratar o no con ese solicitante. Si no contrata, le
devuelve el aporte, sin intereses y en un determinado plazo. Si es aceptada la solicitud, entra a funcionar el
contrato ya impreso, que el cliente debe volver a firmar. Este contrato, llamado “de la letra pequeña”, está
plagado de cláusulas, de las más variadas, acerca de todo lo que prevé el predisponente, sin que, en
definitiva, el solicitante llegue a comprender en toda su plenitud cuál es el contrato que firma, aunque sí
sabe cuál es el objeto que contrata. O, por lo menos, debiera saberlo.
Se distinguen también varias alternativas de los contratos con contenido predispuesto, mencionando el
contrato leonino, el contrato autorizado, el contrato dirigido, reglamentario y forzoso. Sin embargo estas
modalidades, si bien pueden vincularse con el contrato de contenido predispuesto, no son exclusivamente
de su esencia, tanto se pueden dar en esta contratación como en la del contrato tradicional. El contrato
leonino sería el contrato mordaza, en el que una parte se encuentra atada a una serie de circunstancias que
prolongan su vinculación contractual, sin que estén directamente vinculadas con el objeto del contrato. Se
ha dicho al respecto que son contratos nulos, por cuanto una de las partes ha perdido totalmente su
libertad, no en la contratación en sí, que de alguna manera es impuesta por una de las partes, sino con
posterioridad, por las circunstancias que lo hacen permanecer enganchado. Con respecto a las otras
modalidades mencionadas, las mismas pueden estar estampadas en todo tipo de contrato, por lo que no
hacen a categorías dentro de la contratación predispuesta. Al lado de esta contratación, han proliferado
otras alternativas, que sin embargo no tienen una definición precisa, por cuanto se habla de contratos
tipos, que pareciera referirse a contratos formularios, donde pueden agregarse los datos de los
contratantes, pero que no son predispuestos por uno de los contratantes. También se ha dado en llamar
contrato tipo a los contratos formularios, redactados por empresas editoras, pero que son utilizados por los
particulares, sin que estos hayan tenido ninguna vinculación con aquella.

DISTINTOS ORDENES PUBLICOS


El respeto a la autonomía privada tiene límites basados en el orden público, entendido este como:
*“en su contenido es elástico y variable en el tiempo; su concepto no es unívoco; en su esencia forma parte
en su aspecto jurídico, económico y social de un país, en un momento de su evolución histórica” (Benjamín
Pablo Quiñón).
*“conjunto de normas imperativas, indisponibles para la voluntad de los particulares, y de los principios que
en cada momento se consideran necesarios para la organización y funcionamiento de la sociedad y para el
respeto adecuado de los derechos fundamentales de quienes la integran”.
Se trata, pues, de un concepto de textura abierta, cuyos perfiles deben ser precisados por el intérprete. Son
numerosas las normas que a él aluden y que perduran en el tiempo, posibilitando que en uno u otro
momento de su aplicación sean juzgadas con alcances diversos, precisamente por el cambio operado en la
noción entre uno u otro momento de la vida social. Existe, empero, un conjunto de normas que, como las
relativas a la capacidad, hacen a la estructura medular del sistema jurídico y se consideran comprendidas en
la “unidad sellada” del ordenamiento, aquella que solo puede ser modificada o cambiada por voluntad del
Congreso Nacional.
a) El orden público de coordinación: integrado por el conjunto de normas imperativas que determina la
licitud o ilicitud de los actos jurídicos (el Estado controla lo dispuesto por las partes – Estado Gendarme).
b) El orden público de dirección: orientado a la regulación –mediante normas- de las relaciones de
mercado, de la organización económica de la sociedad.
c) El orden público de protección: destinado a la protección de quienes se encuentran en situación de
vulnerabilidad jurídica, social, económica o cognoscitiva; estableciendo reglas y principios que permiten
superar desigualdades estructurales.

LA SOLIDARIDAD
Este es un concepto tal vez un poco escurridizo, porque en definitiva se lo siente, pero no se alcanza a
delinear sus propios contornos. Siguiendo el pensamiento de Mosset Iturraspe, la solidaridad tiene que ver
con las actividades humanas, con la conciencia colectiva, con lo inmoral por antisocial. El descubrimiento
de la solidaridad como valor jurídico de primera magnitud no ha sido fácil ni sencillo; hubo que superar la
concepción de la persona como elemento aislado, dotado de plenos poderes, presumida de derechos
absolutos e ilimitados, con prescindencia del interés comunitario, con abstracción del contexto social en el
cual está inmersa. La persona tiene el deber social de cooperar a la consecución del bien común, del cual
obviamente participa. La vivencia de los valores de solidaridad y de cooperación, generalmente olvidada
por los juristas, debe presidir su actividad, signar su cotidiano quehacer. Ello obliga a la persona a colaborar
en la realización de las otras personas, para lo cual debe también abstenerse de toda acción contraria a ese
propósito.

EL MERCADO
Podríamos decir que mercado es el ambiente donde se desarrollan las diferentes transacciones, y que
inciden» sobre las mismas, así como estas inciden sobre el mercado, produciendo una influencia recíproca.
Este espacio o ambiente proyecta, indudablemente, influencias o efectos en la contratación, que sin
embargo en la tesis voluntarista no han sido considerados, ni siquiera sospechados. Hoy en día, los estudios
economicistas del derecho lo consideran, y la contratación no se desvincula de esta perspectiva económica
que trasciende en la misma con ribetes muy acentuados. La ley de protección o defensa del consumidor es
un resultado de este enfoque economicista de la contratación. La afirmación de que en la economía
existieran y, trasladados al derecho, juicios de valor normativo, implica una posición en el campo
económico sobre la significación del mercado y su realidad en la sociedad, y la verdad de la mano invisible
que hace depender del mercado algunas alternativas; así, pueden concretarse en las siguientes reflexiones:
1 ) la profunda influencia práctica que la vida económica ejerce sobre las relaciones sociales en general, y
sobre la formación y estructuración del derecho positivo de un Estado, y 2) que es un hecho evidente la
notoria influencia que ejercen y siguen ejerciendo los contenidos concretos de la vida económica, en la
mentalidad, en el contexto cultural y, específicamente, en las concepciones jurídico políticas del hombre
social. Existe un sector de la doctrina que hace depender la relación economía y derecho de la del derecho y
mercado. Sin entrar en tal exageración, ya que el mercado no es una estructura perfecta, sino con grandes
fallas que la juridicidad debe corregir, lo cierto es que la relación es bastante estrecha, y debe ser tenida en
cuenta para concluir con efectos útiles y provechosos.
La principal forma, aunque no exclusiva, de asignar los factores de producción se obtiene a través del
mercado, o sea que a través de este se regula la utilización del capital y de trabajo para la obtención de
determinados resultados. El mercado tiene también por función el crecimiento y desarrollo de una
sociedad, creando los incentivos necesarios para el progreso de la técnica. Finalmente, el mercado
determina en forma esencial el reparto y distribución de la renta y es también el responsable del nivel de
estabilidad de los precios. De esta manera, tendríamos tres tipos de mercado: 1) mercado de trabajo; 2)
mercado de capitales, y 3) mercado de bienes de consumo. Con respecto a este último -que incide
particularmente en la contratación, en el cual tiene lugar el cambio de mercaderías y servicios por dinero y
en el que las cosas adquiridas son usadas ya sea para la reproducción del capital empleado, ya sea para el
consumo individual, la influencia del mercado ha hecho nacer la necesidad de su regulación normativa para
corregir los defectos con los que el propio mercado incidía en los contratantes débiles.

LA CONTRATACION PREDISPUESTA Y LA PROTECCION AL CONSUMIDOR


Establece el ART. 984 CCyC. El contrato por adhesión es aquel mediante el cual uno de los contratantes
adhiere a cláusulas generales predispuestas unilateralmente, por la otra parte o por un tercero, sin que el
adherente haya participado en su redacción.
El art. 985 CCyC enumera una serie de requisitos, que vienen, de alguna forma, a proteger a la parte más
débil del contrato: las cláusulas predispuestas deben ser comprensibles y autosuficientes; la redacción debe
ser clara, completa y fácilmente legible; se tienen por no convenidas aquellas que efectúan un reenvío a
textos o documentos que no se facilitan a la contraparte del predisponente, previa o simultáneamente a la
conclusión del contrato.
Por su parte, la LDC establece: art. 38. Contrato de adhesión. Contratos en formularios. La autoridad de
aplicación vigilará que los contratos de adhesión o similares, no contengan cláusulas de las previstas en el
artículo anterior. La misma atribución se ejercerá respecto de las cláusulas uniformes, generales o
estandarizadas de los contratos hechos en formularios, reproducidos en serie y en general, cuando dichas
cláusulas hayan sido redactadas unilateralmente por el proveedor de la cosa o servicio, sin que la
contraparte tuviere posibilidades de discutir su contenido.
Todas las personas físicas o jurídicas, de naturaleza pública y privada, que presten servicios o comercialicen
bienes a consumidores o usuarios mediante la celebración de contratos de adhesión, deben publicar en su
sitio web un ejemplar del modelo de contrato a suscribir.
Asimismo deben entregar sin cargo y con antelación a la contratación, en sus locales comerciales, un
ejemplar del modelo del contrato a suscribir a todo consumidor o usuario que así lo solicite. En dichos
locales se exhibirá un cartel en lugar visible con la siguiente leyenda: “Se encuentra a su disposición un
ejemplar del modelo de contrato que propone la empresa a suscribir al momento de la contratación”.

EL PRINCIPIO DE BUENA FE
ARTÍCULO 9, CCyC. Principio de buena fe Los derechos deben ser ejercidos de buena fe.
Establece el art 961, CCyC.- Buena fe. Los contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena
fe. Obligan no sólo a lo que está formalmente expresado, sino a todas las consecuencias que puedan
considerarse comprendidas en ellos, con los alcances en que razonablemente se habría obligado un
contratante cuidadoso y previsor.
Art. 37, última parte, LDC. En caso en que el oferente viole el deber de buena fe en la etapa previa a la
conclusión del contrato o en su celebración o transgreda el deber de información o la legislación de defensa
de la competencia o de lealtad comercial, el consumidor tendrá derecho a demandar la nulidad del contrato
o la de una o más cláusulas. Cuando el juez declare la nulidad parcial, simultáneamente integrará el
contrato, si ello fuera necesario.

El principio de la buena fe está erigido como norma legal obligatoria en esta contratación, ya que tanto en
el período precontractual como contractual, el oferente debe observar estrictamente este principio.
Aunque la ley no lo aclara, porque impone expresamente este deber al oferente, el principio de la buena fe,
sin embargo, alcanza a toda contratación, y por ende a sus contratantes. Significa entonces que el
consumidor no puede quedar exento de tal obligación, pero es indudable que por lo que, en caso de
reclamo, recaerá sobre este probar que su conducta ha sido correcta y no ha violado el principio, no así el
consumidor, para quien no rige esta carga. Será el oferente quien deberá demostrar que el consumidor ha
obrado de mala fe.

La buena fe genera confianza y la defraudación de la confianza constituye un factor apto para generar
responsabilidad. La doctrina de la apariencia, la fuerza jurígena de los usos y la interpretación conforme a la
buena fe-lealtad son hoy principios vertebrales del derecho común.

EL NUEVO ROL DE LAS NORMAS SUPLETORIAS


Las normas supletorias que completan las distintas configuraciones contractuales, que se encuentran
contenidas en los Códigos, son ahora interpretadas como las que regulan con más propiedad y con mayor
dosis de equidad el principio de la reciprocidad de los intereses, y que como tal preserva el principio de
equivalencia de las prestaciones. Tales normas se han convertido de supletorias en dispositivas, por lo que
cuando se apartan de ella, ya no bastará, para desentrañar su eficacia, verificar si la distinta regulación
acordada por las partes alcanza su legitimidad, por la sola circunstancia de que el ordenamiento jurídico lo
tolera, o si el precepto de voluntad no contradice el orden público ni las buenas costumbres, sino que será
necesario indagar si el ejercicio de la libertad contractual, a través de las estipulaciones de las partes, no
importa una hipótesis de abuso, o no resulta un desequilibrio en el contrato. Es decir, conforme la
regulación diseñada en el art. 37 de la ley 24.240, no bastará apartarse de las normas reglamentarias de las
figuras contractuales cuando los intereses particulares así lo determinen, sino que será necesario examinar
si este apartamiento afecta la relación de equivalencia; porque de ser así, se tendrán por no convenidas.
ARTÍCULO 962, CCyC- Carácter de las normas legales. Las normas legales relativas a los contratos son
supletorias de la voluntad de las partes, a menos que de su modo de expresión, de su contenido, o de su
contexto, resulte su carácter indisponible.
ARTÍCULO 963, CCyC- Prelación normativa. Cuando concurren disposiciones de este Código y de alguna ley
especial, las normas se aplican con el siguiente orden de prelación: a. normas indisponibles de la ley
especial y de este Código; b. normas particulares del contrato; c. normas supletorias de la ley especial; d.
normas supletorias de este Código. ARTÍCULO 964, CCyC- Integración del contrato. El contenido del
contrato se integra con: a. las normas indisponibles, que se aplican en sustitución de las cláusulas
incompatibles con ellas; b. las normas supletorias;…

VINCULACION DE LA PUBLICIDAD AL CONTRATO


Art. 8, LDC. Efectos de la publicidad. Las precisiones formuladas en la publicidad o en anuncios, prospectos,
circulares u otros medios de difusión se tienen por incluidas en el contrato con el consumidor y obligan al
oferente.
Art. 2, segundo párrafo, LDC: No están comprendidos en esta ley los servicios de profesionales liberales que
requieran para su ejercicio título universitario y matrícula otorgada por colegios profesionales reconocidos
oficialmente o autoridad facultada para ello, pero sí la publicidad que se haga de su ofrecimiento. Ante la
presentación de denuncias, que no se vincularen con la publicidad de los servicios, presentadas por los
usuarios y consumidores, la autoridad de aplicación de esta ley informará al denunciante sobre el ente que
controle la respectiva matrícula a los efectos de su tramitación.
Art. 19, LDC. Modalidades de Prestación de Servicios. Quienes presten servicios de cualquier naturaleza
están obligados a respetar los términos, plazos, condiciones, modalidades, reservas y demás circunstancias
conforme a las cuales hayan sido ofrecidos, publicitados o convenidos.
Art.1101, CCyC. Publicidad. Está prohibida toda publicidad que: a. contenga indicaciones falsas o de tal
naturaleza que induzcan o puedan inducir a error al consumidor, cuando recaigan sobre elementos
esenciales del producto o servicio; b. efectúe comparaciones de bienes o servicios cuando sean de
naturaleza tal que conduzcan a error al consumidor; c. sea abusiva, discriminatoria o induzca al consumidor
a comportarse de forma perjudicial o peligrosa para su salud o seguridad.
Art. 1102, CCyC. Acciones. Los consumidores afectados o quienes resulten legalmente legitimados pueden
solicitar al juez: la cesación de la publicidad ilícita, la publicación, a cargo del demandado, de anuncios
rectificatorios y, en su caso, de la sentencia condenatoria.
Art. 1103, CCyC. IDEM art. 8, LDC.

3. LA CONTRATACION TIPICA Y ATIPICA


Actualmente se denominan nominados e innominados.
Contrato típico es el modo de organizar un contrato en particular y que encuadra perfectamente en la
descripción legal o social, sin apartarse en las finalidades.
El tipo contractual (Lorenzetti) es la operación económica, de producción, distribución y acceso a los bienes;
son los regulados por el código, el derecho o leyes especiales. Ej. compraventa, locación, etc.
La tipicidad es cuando el derecho ha organizado las diferentes figuras contractuales, y la atipicidad es
cuando no se han previsto figuras específicas. Esta segunda especie de contratos, o sea los atípicos, son los
que se van creando incesantemente por la práctica negocial, y modernamente es tan acelerado el
crecimiento de estas modalidades, que el área de la ley, a pesar de que los va incorporando en la medida de
su uso, sigue siendo notablemente vasta.

AMBITO Y PROBLEMÁTICA
Los contratos atípicos están reconocidos por el derecho a condición de que estén dirigidos a realizar
intereses merecedores de tutela según el ordenamiento jurídico. En nuestro derecho, a diferencia del
italiano, no existe una regla que fije estos límites, pero la misma surge sin hesitación de los principios
generales del derecho. Cabe, asimismo, aclarar que el sistema contractual en vigencia en nuestro derecho
parte de la idea de normas contractuales generales que hacen a una teoría general del contrato, y tanto
pueden ser aplicadas a los contratos típicos como a los atípicos. También se ha entendido que son
aplicables a estos contratos las reglas del derecho obligacional. Sin embargo,-el área en que los mismos se
desenvuelven goza de una mayor autonomía y por cuanto en principio no están sometidos a reglas
particulares correspondientes a una determinada figura contractual.
Se han clasificado a las figuras más conocidas de los atípicos en tres grupos, según que: a) presenten
afinidad con un solo o determinado contrato típico; b) resulten de elementos atinentes a varios o diversos,
contratos típicos, o c) no tengan ningún parentesco conceptual con figuras típicas. Para el primer grupo, se
ha propuesto aplicar el principio de la analogía-; para el segundo grupo, las opiniones sostenidas por unos
son de aplicar el método de la absorción, en cambio otros piensan en aplicar el de la combinación. Tanto
con respecto a estos como a los del tercer grupo, se sostiene que siempre será aplicable el método de la
analogía.-. Como decíamos anteriormente, el área de los atípicos está constituida por un mayor margen de
la autonomía privada, pero circunscripta a los modernos criterios en que se concibe aquella, o sea, como
fenómeno de recepción. En este sentido el contrato es un instrumento para el orden social y económico,
por lo que este debe cumplir tales objetivos. Tanto la contratación típica como la atípica deben estar
afectadas a tales fines.

EL CONTRATO ATIPICO Y LA AUTONOMIA DE LA VOLUNTAD


El contrato nace en el principio de la autonomía de la voluntad y la libertad contractual. Será posible
mientras no ofendan las leyes imperativas, ni el orden público, no contrario a valores éticos, morales,
económicos, sociales, políticos, evitando siempre la explotación de un contratante por el otro.

LAS CATEGORÍAS ATÍPICAS


*El contrato atípico puro: surge de aquella contratación que se aparta totalmente de las figuras típicas, y
que tiene una composición distinta, desde un primer momento; no pudiéndose determinar que las mismas
pertenezcan de alguna manera, aun parcialmente, a una figura típica.
1) Uniones de contratos: surgen de la combinación de distintas situaciones que se logran a través de la
existencia de más de un contrato, en relación funcional, de manera que la coexistencia trae necesariamente
una dependencia funcional entre ambos.- Pero en esta categoría de uniones de contratos se distinguen dos
situaciones: la unión contractual externa y la unión contractual interna.
a) Unión externa: Cuando dos contratos, de por sí independientes, se unen externamente en el acto de
ser concertados, no guardando ningún nexo de subordinación o dependencia el uno con respecto al otro,
estamos en presencia de la unión externa. Esta unión se produce porque las mismas partes realizaron
simultáneamente dos contratos o negocios, en la misma oportunidad, porque a pesar de no tener
simultaneidad, las mismas partes realizaron negocios independientes sobre un mismo objeto, o negocios
sucesivos, pero independientes (esta unión externa no constituye una atipicidad, porque los dos contratos
funcionan independientemente).
b) Uniones internas: Cuando la unión no es meramente externa, cuando los contratos dependen entre sí
o están subordinados en su funcionamiento y en sus efectos, estamos en presencia de la unión interna, que
aunque sean de contratos típicos, crea una atipicidad.
c) Dependencia unilateral: la constituyen dos contratos completos, y aunque unidos exteriormente, son
queridos como un todo, o sea que el uno depende del otro, aunque este a su vez no depende de aquel.
d) Dependencia bilateral o recíproca: Aquí se celebran dos contratos separados, pero con una
dependencia, funcional recíproca, o sea que ambas partes estarían subordinadas a las prestaciones que
surgen de ambos, en forma recíproca.
e) Unión alternativa: En la unión de contratos en forma alternativa existen dos contratos completos, que
funcionan sujetos a una condición, que según se cumpla, o no, se entiende concluido uno u otro contrato.
2) Contratos mixtos: Esta categoría o clase de atípico no implica una pluralidad de contratos, sino uno
concreto, que contiene elementos pertenecientes a otros tipos de contratos, ligados de manera de
constituir un único contrato: Son varias las clases de contratos mixtos que ha señalado la doctrina.
a) Contrato combinado o gemelo: Son aquellos en los cuales uno de los contratantes se obliga a varias
prestaciones principales, que corresponden a distintos tipos de contratos, mientras que el otro contratante
promete una prestación unitaria.
b) Contratos de doble tipo: Se da cuando el total contenido del contrato encaja en dos tipos contractuales
distintos. c) Contratos típicos con prestaciones subordinadas: en esta categoría encontramos un
contrato básico con prestaciones accesorias subordinadas, que pertenecen a dos tipos contractuales.
Art. 970, CCyC. Contratos nominados e innominados. Los contratos son nominados e innominados según
que la ley los regule especialmente o no. Los contratos innominados están regidos, en el siguiente orden,
por: a. la voluntad de las partes; b. las normas generales sobre contratos y obligaciones; c. los usos y
prácticas del lugar de celebración; d. las disposiciones correspondientes a los contratos nominados afines
que son compatibles y se adecuan a su finalidad.

LA ATIPICIDAD EN EL CONSUMO
El contrato de consumo no es ni típico ni atípico porque no hay un contrato de consumo predeterminado,
un contrato fijo. En este cuadro interesa determinar qué alternativas se presentan en la relación contractual
entre un proveedor y un consumidor. Evidentemente no podemos, a priori, decir de qué naturaleza es el
contrato que une al consumidor y proveedor, ya que pueden relacionarse a través de cualquier tipo de
contrato, lo que sí se tendría que haber señalado, dentro de esa variedad contractual, cuáles eran las
constantes que se podían percibir en ese ámbito, en las que el consumidor era siempre la parte débil de la
relación, y el consumidor no podía discutir las cláusulas del contrato. No podemos precisar en la variedad
contractual del consumo cuáles serían las modalidades contractuales que se darían, pero es innegable que
primará sin lugar a dudas, la contratación atípica, por cuanto el contrato se integra siempre con la
publicidad que, con respecto a la oferta, se realiza, y esta publicidad siempre estará connotada por
innumerables alternativas y componentes que , no se ubicarán precisamente en un determinado tipo de
contrato, sino que estará integrado por prestaciones de distintos tipo.

LA TIPICIDAD SOCIAL
Mosset Iturraspe afirma que cuando nos referimos a tipicidad, es indudable que es la que surge de una
regulación legal. Pero hay momentos en que determinados contratos existen con caracteres particulares,
en la realidad social de una época -conciencia social, económica o ética- antes de que el legislador los
recepte y esquematice. Este proceso, consistente en la admisión por el legislador de una figura ya latente
en la realidad social, que no es otra cosa que el proceso de creación del derecho, nos está demostrando que
la vida jurídica no se fosiliza en forma inmutable, sino que, por el contrario, está en permanente
movimiento y en constante evolución. Agrega el autor, que el florecer de las figuras de contratos
innominados se debe no tan solo a un proceso técnico de diferenciación, sino también y sobre todo al
nacimiento de nuevas necesidades económicas: cuanto más rico es el desarrollo de la vida económica,
tanto más crece el número de nuevas figuras contractuales.

4. CLASIFICACION DE LOS CONTRATOS

MODERNA CLASIFICACION
Hasta antes de la entrada en vigencia del CCyC, los contratos se encontraban clasificados en el CC, pero a su
vez interesaba sobremanera el espectro estructural en que se desenvolvía la contratación, que no era
justamente esa clasificación -sino que abarcaba un espectro mucho más amplio-, contemplada en
específicas leyes, como era la contratación en el consumo (ley 24.240), y en un ámbito con disposiciones
legales dispersas. Lo referido no era alarmante si, de acuerdo con lo normado, el contrato del Código Civil
seguía ocupando la figura principal de la negociación; pero lo cierto era que los roles se habían invertido, y
lo que antaño era la figura principal había dejado de serlo, para constituir la excepción.
Esa dispersión normativa se solucionó con la entrada en vigencia del actual CCyC.

LA CLASIFICACION DEL CODIGO CIVIL


La clasificación que contiene el Código es técnico jurídica, porque con ella delimita las características y los
efectos de cada categoría de contratos, como también se insertan los requisitos que deben observar
algunos, que no se dan en otros.
1)Unilaterales y bilaterales. Los primeros son aquellos en que una sola de las partes se obliga hacia otra sin
que ésta le quede obligada. Los segundos (llamados también sinalagmáticos), cuando las partes se obligan
recíprocamente la una hacia la otra.
2) Onerosos y gratuitos. Los contratos son a título oneroso, o a título gratuito: son a título oneroso, cuando
las ventajas que procuran a una u otra de las partes no les es concedida sino por una prestación que ella le
ha hecho, o que se obliga a hacerle; son a título gratuito, cuando aseguran a una u otra de las partes alguna
ventaja, independiente de toda prestación por su parte.
3) Consensuales y reales. Los contratos consensuales, sin perjuicio de lo que se dispusiere sobre las formas
de los contratos, quedan concluidos para producir sus efectos propios, desde que las partes hubiesen
recíprocamente manifestado su consentimiento. Los contratos reales, para producir sus efectos propios,
quedan concluidos desde que una de las partes haya hecho a la otra tradición de la cosa sobre que versare
el contrato.
4) Nominados e innominados. Los que la doctrina moderna menciona como típicos y atípicos; típicos son
aquellos que encajan dentro de un tipo legal, es decir que ya tienen su regulación en la ley, que han sido
precisados en cuanto a su contenido, sus efectos, sus exigencias formativas. Son atípicos aquellos que no
encuentran su sede dentro de la ley, que surgidos de la vida jurídica y en razón de la libertad contractual no
han merecido aún recepción mediante una disciplina particular. Agrega que lo relevante no es que la ley le
otorgue un nombre, sino que este tenga su regulación propia.
5) Aleatorios y conmutativos. Son aleatorios cuando sus ventajas o pérdidas para ambas partes o solamente
para una de ellas, dependan de un acontecimiento inciertos De ello se desprende que mientras el contrato
aleatorio tiene la característica de que la obligación de uno o de ambos contratantes queda sometida a un
acontecimiento incierta, en el contrato conmutativo las obligaciones que asumen las partes son ciertas y
apreciables, en su significación económico social, en el acto mismo en que se perfecciona el contrato.
El CCyC mantiene la clasificación de los contratos 1, 2, 4 y 5; a su vez agrega:
6) contratos formales: (art. 969) cuando la ley exige una determinada forma, ya sea para la validez del acto,
o para que produzca sus efectos propios o para su comprobación.
7) contrato por adhesión: (art. 984) aquel mediante el cual uno de los contratantes adhiere a cláusulas
generales predispuestas unilateralmente, por la otra parte o por un tercero, sin que el adherente haya
participado en su redacción.
8) contrato de consumo: (art. 1093) el celebrado entre un consumidor o usuario final con una persona
humana o jurídica que actúe profesional u ocasionalmente o con una empresa productora de bienes o
prestadora de servicios, pública o privada, que tenga por objeto la adquisición, uso o goce de los bienes o
servicios por parte de los consumidores o usuarios, para su uso privado, familiar o social. Establece el art.
42, LDC: Los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derecho, en la relación de consumo, a la
protección de su salud, seguridad e intereses económicos; a una información adecuada y veraz; a la libertad
de elección, y a condiciones de trato equitativo y digno…

CONTRATOS CON PRESTACIONES RECIPROCAS


Esta categoría de contratos fue introducida con la reforma de 1968, y el nuevo legislador la ha utilizado
para incorporar una denominación extraña a la utilizada en el Código. Ello ha hecho que en la doctrina
nacional se debata acerca de su significado y de sus efectos. Varias han sido las corrientes de opinión
sostenidas. Para una corriente, sostenida por Mosset Iturraspe, el contrato con prestaciones recíprocas
equivale al contrato bilateral. Para otros se trata de la nueva versión de los contratos bilaterales, aquellas
que tienen el dinamismo que Pothier le ha negado. En consecuencia, no debe verse en el contrato una
relación estática, sino dinámica, constituida por el sinalagma genético, que es la causa del negocio, y que se
materializa en la celebración del mismo, del sinalagma funcional que se avizora en todo el camino
contractual hasta su agotamiento. Otra posición se inclina por subsumir a los contratos de prestaciones
recíprocas con los contratos onerosos, criterio propio de la doctrina germana, también receptada por la
doctrina italiana. se refuerza en la idea de que la nueva figura acogida por el Código italiano de 1942 ha
terminado con la división entre contratos onerosos y bilaterales, porque en ellas se incluye a ambos
contratos. Lo cierto es que el Código italiano no receptó la figura del contrato oneroso, por lo que esa
situación no existe en nuestro Código, ya que conviven las categorías de onerosos y bilaterales. Por otra
parte, los contratos onerosos responden a una recíproca atribución patrimonial debidamente sustentada en
el art. 1139, cuando al referirse a los mismos aclara que son aquellos en que las ventajas que procuran a
una u otra de las partes no les son concedidas sino por una prestación que ella le ha hecho o que se obliga a
hacerle. Otros piensan que las ventajas que las partes tienden a conseguir mediante el negocio celebrado
son recíprocas, lo que hace a los contratos onerosos. Al emplear el legislador las expresiones prestaciones
recíprocas y no obligaciones recíprocas, ha querido comprender en ellas, no solamente a los contratos
bilaterales, sino también aquellos en los cuales, sin existir obligaciones recíprocas, median prestaciones
recíprocas. Por último, MlQUEL, opinión a la que adscribimos, considera que la denominación de
prestaciones recíprocas pertenece a una distinta categoría de contratos de neta orientación hacia el
aspecto finalístico del contrato.
CONTRATOS DE CONSUMO
Punto (8) de la clasificación anterior. Relación de consumo es el vínculo jurídico entre un proveedor y un
consumidor.
El CCyC ha regulado los contratos de consumo, que hasta ahora se encontraban disciplinados por la ley
específica en la materia, pero no incorporados ni al CC ni al CCyC. La materia que hace al contenido de estos
contratos corresponde a derechos que, en el ordenamiento jurídico argentino, tienen específico rango
constitucional (art. 42 CN). La regulación ha adoptado como criterio el de fragmentación del tipo general de
contrato, que influye sobre los tipos especiales, de modo tal que, por ejemplo, podemos tener un contrato
de compraventa que se rija por las disposiciones generales que se han venido analizando en los capítulos
anteriores y otro directamente disciplinado por las de este título.
El contrato de consumo se caracteriza porque una de sus partes es un consumidor final de bienes o el
usuario de servicios (art. 1093 CCyC). Puede serlo, indistintamente, la persona individual o jurídica ubicada
al agotarse el circuito económico y que pone fin, a través del consumo o del uso, a la vida económica del
bien o servicio. Resulta indistinto que el uso o la utilización de bienes y servicios se efectúe a título personal
o familiar, o sea, para el uso privado.
El consumidor individual o persona jurídica que requiere protección es aquella que carece de intenciones
que apunten a que el bien o el servicio continúen su vida económica en actividades de fabricación,
producción, distribución o prestación. En cambio, es consumidor la persona jurídica (por ejemplo, una
empresa) que celebra contratos de seguro a. que amparen bienes como destinatario final, en beneficio de
la empresa; o b. que protejan los riesgos a los que se hallan expuestos bienes con los que agotará el
proceso económico.

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