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Septiembre 8 de 2009
Resumen:
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Filósofo. Especialista. Cursa Maestría en la UPB (Medellín) Docente de la Facultad de Filosofía y Teología de
la Fundación Universitaria Luis Amigó (Medellín)
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ciencias y, en general, de la conducta humana como lo propone, en un principio,
Scheler:
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sus necesidades en lugar de adaptarse él al medio ambiente como hacen los
animales.
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inteligencia, su sociabilidad y su cultura. Aunque el camino recorrido ha sido
ampliado por la idea del hombre en su carácter de ser simbólico como lo presenta
Cassirer:
Es cierto que llegar a estas consideraciones sobre el hombre no fue tarea fácil y
es necesario recapitular para comprender esta dinámica, ya que el pensamiento
griego giraba fundamentalmente alrededor de la noción de «cosmos» y
reflexionaba sobre el hombre en relación con la naturaleza, posteriormente la
filosofía medieval entendía al hombre como una parte del orden divino hasta
filosofía moderna donde se ha permitido desatar al hombre de estas ligaduras a la
vez que, con ello, crecía la noción de sujeto y de individuo (no en vano la filosofía
moderna nace con la afirmación del «yo» cartesiano).
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En definitiva, pues, si es cierto que en toda filosofía hay una reflexión sobre el
hombre (que puede provenir de rasgos mítico-religiosos o ser fruto de la reflexión
filosófica propiamente dicha), solamente a partir de la época moderna se abre una
nueva perspectiva: el hombre ya no se entiende solamente desde su hipotética
naturaleza ni desde una perspectiva sobrenatural, sino que se liga a su acción: a
sus producciones, a sus obras y a sus relaciones con los otros hombres. En este
sentido, es fundamental aclarar que la vía de acceso hacia la comprensión del
amor, en su multiplicidad sólo es posible abordarla en términos de la
relacionalidad, presentada en la tercera propuesta de una acción que se entiende
como meta, como fin, como propósito.
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se asientan sobre las estructuras sociales, situadas en el nivel de lo simbólico, en
consonancia con lo expresado por Cassirer.
En términos de Duch, las estructuras que trascienden no sería otra cosa que “la
reflexión en torno a la vida cotidiana, constituida y concretada mediante términos
como palabra, religión, educación, historia, simbolismo, silencio, mal, salud, etc.
constituye el centro de la praxis antropológica” (2004: 13). Es por eso que se
puede plantear una antropología filosófica que sirve de cimiento para la
configuración del amor como entrada y salida en el laberinto de la existencia
simbólica del hombre. Sin este presupuesto o hipótesis es imposible allanar el
camino del amor como primera estación, frente a otras estructuras como la física,
psicológica, etc., en las que el presente estudio irá mirando de soslayo para no
confundir el discurso filosófico con otros caminos ofrecidos a bien como
alternativas en la huída del hombre hacia sí.
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Preguntar: ¿Qué es el hombre?
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La pregunta quizás adquiere una posible respuesta a través del reflejo que se
evidencia ante la impotencia y en el inherente fracaso por parte del hombre el no
poder a ciencia cierta saber ¿quién es? Es la pregunta que ha hecho que el
hombre se haya sumergido en un temor y temblor, en una desesperación o en un
absurdo existencial. El pretender buscar respuesta ha dicho interrogante ha sido
una desilusión, es la actitud y la moraleja que dejó la figura de Acteón2, en el
contexto de la cultura de la Grecia antigua. ¿Cuáles son los perros que devoran
verdaderamente al hombre, acaso no son los pensamientos de las cosas divinas?
La metáfora de los perros que devoraron al protagonista Acteón, matándolo en su
aspecto de hombre común, liberándolo de las ataduras de los sentidos
perturbados, de la cárcel carnal de la materia; de esta forma, una vez
derrumbadas las murallas, ya no verá a Diana a través de huecos y ventanas, sino
que se habrá convertido en el único ojo que ve todo el horizonte. Así, contempla el
todo como una sola cosa.
El universo, Diana, es la sombra del Alma universal: una sombra que abunda en
los seres humanos, pero que, sin embargo, puede verse en su unidad indistinta.
Sorprender a Diana desnuda, es percibir esta sombra, dejarse absorber por ella,
2 El mito de Acteón: contempla el descubrimiento por parte del personaje cuando descubre a la hermosa Diana
bañándose, ésta siente que ha sido vista en medio de los árboles, y en seguida para el que la vio y cometió tal imprudencia
lanza el cruel castigo convirtiéndolo en un cuervo que, luego sería devorado por los perros que no pudieron descubrir a su
amo. Convertido en cuervo por el castigo de la diosa Diana dejó ver claramente la impotencia por parte de Acteón de ver
con los ojos caducos la hermosura de la divinidad, imposibilidad que refleja la finitud y limitación por parte de los mortales.
En: Diccionario de la mitología griega y romana, Barcelona: Espasa Calpe, 1996.
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renunciando a las limitaciones propias de un estado particular. Acteón que creía
existir a parte, finalmente, se da cuenta de que no es más que la sombra de una
sombra: uno con el todo.
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afanadamente, respuesta a la pregunta antropológica que ha configurado a la
existencia de la raza humana, es decir, la Biblia. El hombre no puede ver a Dios tal
cual, en el mejor de los casos puede ver solamente su espalda. (Éxodo 33, 23).
BIBLIOGRAFÍA
PLATÓN. El banquete, 207ª, En: Diálogos, III, Fedón, Banquete, Fedro, Gredos,
Madrid, 1986.
RICOEUR, P. Sí mismo como otro. Madrid: Siglo XXI., 1.996, página Nº 28.
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--------. El puesto del hombre en el cosmos, 9ª ed. Buenos Aires: Losada, 1971.
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