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10 de Marzo 2018

Reporte de lectura 2: Textos Filosóficos V I

Rodríguez Ramírez Ángel Gabriel

La austeridad en la moral: Clarke y Mandeville

En este reporte nos centraremos en las reflexiones del capítulo XV del libro de
Schneewind. El capítulo se enfoca principalmente en repasar las ideas de dos
autores acerca de las capacidades morales humanas. Las opiniones de Clarke
como de Mandeville tratan de eludir el enfoque teórico de Locke proponiendo, en
el primero, que la cognición es capaz de proporcionar tanto motivación como
orientación moral y, en el segundo, que la moralidad surge como parte de una
invención humana.

La teoría de Clarke propone un modelo matemático de la moral en el que la razón


proporciona una vía de orientación y motivación para llevar a cabo actos morales
lo cual reduce a segundo término los sentimientos como un obstáculos para la
virtud. Esto, en efecto, supone que nuestra voluntad es libre.

Clarke sustenta la idea de libre albedrio diciendo que debe existir por necesidad
un ser eterno, infinito, causa de si y de todas las cosas; con inteligencia libre aunque
con conciencia pasiva ya que se debe obrar de acuerdo con ella. Este ser es Dios,
cuya libertad no supone que tome elecciones arbitrarias, si no que se hacen
obligatorias en función de la “Idoneidad” esto con el fin de la conservación y el buen
orden de todas las cosas, sin embargo, tampoco son necesidades absolutas pues
también son pertinentes otras alternativas aunque no se sigan de esta idoneidad.
Así pues Dios otorga a los seres el poder de actuar y es justo ese actuar el que les
permite sentirse plenos del poder de movimiento propio, lo cual, unificado con la
inteligencia dan como resultado una suerte de libertad, en efecto, libertad de actuar
o no según la idoneidad. ”Que tenga el poder constante de escoger, que se
disponga a actuar o que se disponga a no incurrir en actuar”1

1
J. B. Schneewind. La invención de la autonomía: Una historia de la filosofía moral moderna Edit. FCE.
México. Primera edición electrónica 2012. Pág. 419

1
De la “idoneidad eterna de las cosas” se desprenden ciertos axiomas evidentes solo
para el conocimiento de Dios, por tal motivo, dice Clarke, deberíamos dejar que él
nos guie en el cristianismo. En efecto, los axiomas nos servirían como motivación
pues son concebidos con la recta razón que nos induce a ciertos actos, y por ende
a no considerar castigos ni recompensas. “De este modo […] la inteligencia supone
acción activa […] a los seres humanos para apoyar la afirmación de que podemos
actuar a partir de la razones que no surgen de deseos sino únicamente del
conocimiento de las verdades morales”2

La moralidad a la que apunta el autor se concreta como las matemáticas en la que


estamos seguros de actuar según la idoneidad de las cosas, es decir, se convierten
en una necesidad absoluta , pues son ellas en sí mismas apropiadas y razonables
como para realizarlas.

“La necesidad moral que surge de la justificación racional de una elección


proporcionada por las idoneidades es toda la necesidad que se requiere para
constituir una obligación”3 El papel de las Idoneidades parece ser central en la teoría
y solo Dio las conoce. No obstante podemos tener conocimiento de ellas a través
del conjunto tradicional de deberes: para con Dios, para con uno mismo y para con
el prójimo. Primero tenemos un deber de equidad que supone tratar a otros como a
nosotros mismos o como se esperaría que se nos tratara “Este es el principio que
resalta la virtud de la justicia, que es la mayor y más perfecta de todas las virtudes”4
En segundo lugar está el amor o benevolencia universales. Que fomenta el
bienestar de todos los hombres precisamente porque tenemos amor y benevolencia
universal. El propósito de esto es afín de cuentas contar con una guía que nos ponga
en cada momento una razón para actuar y maximizar el bien que podamos hacer.
“Dios es esencial para la moralidad ya que él garantiza que nuestro obrar por las
mejores razones a nuestra disposición no resultara haber sido no razonable en
general”5

2
J.B Schneewind, op. Cit., 422
3
ibíd., p 422
4
Samuel Clarke. Conferencias I. pp 621-622
5
J.B Schneewind, op. Cit., 425

2
Uno podría poner como objeción que si es evidente que la razón tiene motivos para
hacernos actuar ¿Porque generalmente no lo hacemos o no actuamos de la manera
que dicta la razón moral? Clarke sostiene que la mayoría de la gente no puede
entender ni apreciar lo que emana de la razón por una cierta corrupción humana,
esto hace necesario una evidente revelación hacia el cristianismo pues es la única
manera de entender su mensaje. Esta revelación estaría demostrando dos cosas;
que Dios existe y que él quiere que sus creaturas sean felices, lo que nos asegura
que “el bien de la creación universal siempre coincide con la verdad necesaria y la
razón de las cosas”6

Mandeville tiene una opinión algo contraria a la de Clarke ya que piensa que es
inapropiado concebir la idea de racionalidad como fuente de moralidad. Por su
parte sugiere que la moralidad viene como resultado de una invención humana y
que a su vez sirve para protegernos contra la corrupción de nuestra propia
naturaleza.

Ahora bien, gran parte de su obra apunta a la relación entre moralidad y el bienestar
personal, en efecto, el cuestiona que los agentes morales conciben la búsqueda de
la felicidad como algo totalmente diferente a lo moral. Esto anterior lo podemos
entender cuando la sociedad sentencia de manera hipócrita los medios que usan
para los fines que ellos mismos valoran, es decir, los bienes que podemos entender
como el poder y la prosperidad vienen como resultado de la enseñanza corrupta de
la sociedad ,esto es, los vicios.

Cada sociedad está formada por hombres impulsados por sus pasiones y estas
como tal “[…] son provocadas y se ensoberbecen sobre él, lo tienen bajo su control
o contra su voluntad”7 por lo que vivir en conjunto es difícil. No obstante,
compartimos el deseo de estar en comunidades; en este sentido, el uso de fuerza
tornaría imposible todo intento por lo que la construcción de la moralidad nace con
el propósito de contribuir al bienestar de todos.

6
J.B Schneewind, op. Cit., 431
7
Mandeville. La fábula de las abejas. Edit. FCE. México. 1982 pág. 39

3
La formulación de Mandeville al a vez que sustenta que la moralidad es el resultado
de la invención humana (como una suerte de protección contra las pasiones de
todos) precia que es esta misma pasión la mueve en primera instancia a todo
hombre, negando con ello que la razón no puede ser el motivo central que guie
nuestras acciones hacia el estado moral. Esto sugiere, según Mandeville, que el
hombre que busque ser virtuoso “se esforzara en beneficiar a los demás y en
dominar sus propias pasiones, por una ambición racional de ser bueno”8 esta
ambición racional es precisamente la forma de negar todas las pasiones hasta las
que parecen más inocentes, es decir, es una ambición filtrada por la razón que
impide la egolatría y mira por el bien común.

En última estancia lo que Mandeville quiere lograr es que seamos conscientes de


que debemos hace una elección con miras al bien común. Pero no una simple
elección sino una motivada por el verdadero sentir del bien ya que no olvidemos se
está luchando constantemente contra pasiones encarnadas en nuestra naturaleza.

El carácter de la moralidad propuesta se puede pensar como una de cualidades


rigurosas ya que es necesario que se así de firme para la formación de una
sociedad.

Conclusión: La moralidad de ambos autores aunque distintas en sus bases


fundamentales, tratan de mostrar cómo entendernos a nosotros mismos en cuanto
a nuestras capacidades morales, de ver a través de nuestro propio entendimiento
lo que señala una moral real sin la necesidad de recompensas o castigos. Así pues
ambos llegan a formular una virtud que se rige por el principio del cero egoísmo, es
decir, como algo distinto del interés personal y con aras al bien de todos.

Bibliografía:

Bibliografía: J. B. Schneewind. “La invención de la autonomía: Una historia de la filosofía moral moderna”. Edit.
FCE. México. Primera edición electrónica 2012. Págs. 855

Mandeville. La fábula de las abejas. Edit. FCE. México. 1982 Págs. 721

Samuel Clarke. Conferencias I. pp 621-622

8
J.B Schneewind, op. Cit., 437

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